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Castidad, defensa del amor contra el egoísmo

Ser casto es lograr que toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, afectos y cuerpo estén dominados por
nosotros mismos

Hoy en día está devaluada la palabra castidad. Muchos piensan en ella como sinónimo de represión sexual,
pero es por simple desconocimiento de su significado y de su inmenso valor en la vida humana.

LA VIRTUD DE LA CASTIDAD

El Papa Juan Pablo II, en su exhortación apostólica “Familiaris Consortio” nos habla acerca de la castidad:

Según la visión cristiana, la castidad no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de la sexualidad


humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la
agresividad, y sabe promoverlo hacia su realización plena. (FC 33).

¡Qué diferente es el concepto real de la castidad a la idea que generalmente tenemos acerca de ella! Ser
casto es vivir el amor sin egoísmo.

También, el Catecismo de la Iglesia Católica, nos dice acerca de la castidad:

La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior
del hombre en su ser corporal y espiritual.(CIC 2337).

Ser casto o casta, es lograr que toda nuestra persona: inteligencia, voluntad, afectos y cuerpo estén
dominados por nosotros mismos, como el director de una banda municipal controla desde el centro de la
misma, a todos y cada uno de los instrumentos que han de generar una hermosa melodía. En el caso de la
persona humana, hombre o mujer, es integrar su sexualidad, femenina o masculina, ser dueño de sí mismo:
conocer su cuerpo, sus sentimientos, sus tendencias sexuales, sus capacidades de pensar, de amar y de
decidir, y que es responsable de todo su actuar.

Ser casto NO significa:


1• No sentir atracción hacia otra persona del otro sexo diferente al cónyuge, sino saber hacerlas a un lado
voluntariamente.
2• No tener sentimientos hacia otras personas, sino saber dominar dichos sentimientos, y no ser dominado
por ellos.
3• No dejarse llevar por emociones o deseos sexuales hacia otra persona que no sea el propio cónyuge,
teniendo dominio de sí y procurando evitarlos.
4• No tener malos pensamientos, sino saber quitarlos de nuestra mente y no deleitarse con ellos.
5• El hombre o mujer valiente no es el que no siente miedo, sino el que, al sentirlo, lo vence y no se deja
vencer por él.
6• El hombre o la mujer casto no es el que no siente los impulsos de su tendencia sexual, sino el que, al
sentirlos, los domina. No se esclaviza a ellos, sino que se hace amo de ellos responsablemente.

Si el hombre y mujer al casarse, han prometido ser fieles, se han comprometido a entregarse totalmente, han
de luchar, pues, para ser responsables de las consecuencias de aquella decisión que libremente tomaron el
día de su boda.

Ahora bien, la virtud de la castidad no es nada más esa fuerza que guía al espíritu para defender el amor de
los peligros del egoísmo y de la agresividad, sino que, además, sabe promoverlo hacia su realización plena.

Sí. La persona casta es promotora del amor a su cónyuge. Buscará libre y voluntariamente todas las
oportunidades para acrecentar ese amor; aprovechará todas las circunstancias de su vida para fortalecerlo;
cada día querrá que sea mejor.
Y llevar al amor a su realización plena tanto en la entrega personal total a su cónyuge, con miras a alcanzar
su fin último: el Amor, Dios.

La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la totalidad del don.

La integridad de la persona
En la antigüedad las grandes culturas solían esculpir a las estatuas en enormes piedras. Portaban desde gran
distancia el bloque que el escultor transformaría en monumento. Estatuas de una sola piedra. Estatuas
monolíticas. De la misma manera, las personas debemos de ser monolíticas, de una sola piedra, de un solo
querer, de un solo actuar. Esto es lo que llamamos la integridad de la persona. Es decir, mantener las fuerzas
de vida y de amor depositadas en cada uno de nosotros. La castidad nos permite conjuntar todo lo que somos
en una unidad.

Por tanto, la castidad requiere que aprendamos a dominarnos a nosotros mismos, a tomar las riendas de
nuestro propio cuerpo, de nuestros afectos, de nuestra voluntad. Aprender a dominarnos libremente. Ser
amos y señores de nuestra persona.

La alternativa es clara:
• o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz,
• o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado.

El hombre se hará libre cuando domine sus pasiones, cuando rompa toda dependencia de ellas.

En la constitución “Gaudium et Spes”, del concilio Vaticano II nos dice:

La dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir,
movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la
mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las
pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios
adecuados (GS 17).

MEDIOS PARA LOGRAR LA CASTIDAD

Por lo tanto, hay que trabajar. Si quieres ser fiel a las promesas de tu bautismo, si quieres ser fiel a tu
compromiso matrimonial, si quieres resistir a las tentaciones, hay que poner los medios. Y, ¿cuáles serán los
mejores medios?:

1• Primero que todo, conócete a ti mismo. Conoce cómo eres, tus tendencias, tus cualidades, tus defectos.
Así sabrás con qué cuentas naturalmente.
2• Acéptate. Sé humilde y reconoce, sin miedo y con objetividad, lo que realmente eres.
3• Supérate. No basta que te conozcas y que te aceptes. Hace falta que tomes el cincel y el martillo y
dedicarte con trabajo y esfuerzo a esculpir la hermosa estatua de tu grandeza. Es lo que en la Iglesia se llama
ascesis.
4• Procura vivir en tu vida la obediencia a los mandamientos divinos.
5• Esfuérzate por practicar las virtudes morales, como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
6• Y, finalmente, sé fiel a la oración. Estáte cerca de Dios Nuestro Señor. Él será quien te pueda dar las
fuerzas para vivir estos medios.

San Agustín nos dice en el libro de sus Confesiones: "La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad
que habíamos perdido dispersándonos”. (Conf. 10,29; 40)

La castidad es parte de la virtud cardinal de la templanza, que nos ayuda a pensar bien sobre las pasiones y
los apetitos de la sensibilidad humana, y a dominarlas, a no dejarnos llevar por ellos.

Dominarse a sí mismo, es una labor que ha de durar toda la vida. Nadie podrá decir nunca que ya se domina
totalmente. No. Siempre debe existir el esfuerzo por lograrlo. Hay etapas en la vida que el esfuerzo tiene que
ser mayor, especialmente cuando se forma la personalidad, durante la infancia y adolescencia.

La castidad tiene sus leyes de crecimiento, va desde la imperfección, incluso el pecado algunas veces, hasta
su vivencia profunda.

El Papa Juan Pablo II nos dijo:

Pero el hombre, llamado a vivir responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios, es un ser histórico
que se construye día a día con sus opciones numerosas y libres; por esto él conoce, ama y realiza el bien
moral según las diversas etapas de crecimiento. (FC 34).

La castidad es una virtud moral. Pero, también, es un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual,
como nos dice San Pablo en su carta a los Gálatas:

“En cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría y paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad y
fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. Ahí no hay condenación ni Ley, pues los que pertenecen a
Cristo Jesús tienen crucificada la carne con sus vicios y deseos”. (Gál 5, 22-24).

Es un don de Dios, pues el Espíritu Santo, concede, al que ha sido regenerado por el agua del bautismo,
imitar la pureza de Cristo.

La totalidad del don de sí

La caridad es el alma de todas las virtudes, las ilumina todas y les da vida. Así, la castidad, bajo el influjo de
la caridad, se convierte en una escuela de donación de la persona. El ser humano al dominarse a sí mismo se
regala, se entrega, se dona totalmente a los demás. Piensa en los demás, ama a los demás, puesto que ha roto
con la esclavitud del egoísmo. La persona casta es generosa, amable, desprendida de sí misma, piensa en los
demás.

La persona casta, por donarse a los demás, se convierte en un auténtico testigo de la fidelidad y de la ternura
de Dios. ¡Cómo faltan en nuestro mundo testigos de Dios!

Auténticos testigos que, con su vida, hagan presente a Dios en las calles, en las plazas, en las fiestas, en las
fábricas, en las escuelas, en los hospitales,...¡Qué gran influjo en los demás puede tener una persona casta!.

La virtud de la castidad se desarrolla en la amistad. Nos dice cómo seguir e imitar a Jesucristo que nos ha
elegido a ser sus amigos. ¡Sí!. Imitar a Él, quien se entregó totalmente por nosotros, porque nos ama, y
porque ha querido hacernos participantes de su condición divina. Imitar al amigo fiel, al amigo amoroso, al
amigo bondadoso, al amigo íntimo que se ha entregado por nosotros. Vivir la castidad es vivir desde ahora la
promesa de inmortalidad.

La amistad con el Señor, ha de expresarse en la amistad con el prójimo. Cuando se desarrolla entre personas
del mismo o diferente sexo, es un gran bien para todos.

¡Qué grandeza tiene la castidad! ¡Qué seguridad nos puede dar para alcanzar la vida eterna! ¡Qué
satisfacción tan grande nos puede brindar saber que estamos imitando a Jesucristo.

Resumen

2392 “El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano” (FC 11).

2393 Al crear al ser humano hombre y mujer, Dios confiere la dignidad personal de manera idéntica a uno
y a otra. A cada uno, hombre y mujer, corresponde reconocer y aceptar su identidad sexual.
2394 Cristo es el modelo de la castidad. Todo bautizado es llamado a llevar una vida casta, cada uno según
su estado de vida.

2395 La castidad significa la integración de la sexualidad en la persona. Entraña el aprendizaje del


dominio personal.

2396 Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación,
las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales.

2397 La alianza que los esposos contraen libremente implica un amor fiel. Les confiere la obligación de
guardar indisoluble su matrimonio.

2398 La fecundidad es un bien, un don, un fin del matrimonio. Dando la vida, los esposos participan de la
paternidad de Dios.

2399 La regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y la maternidad


responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos no justifica el recurso a medios moralmente
reprobables (p.e., la esterilización directa o la anticoncepción).

2400 El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a la dignidad del
matrimonio.

LA CASTIDAD
SEGÚN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

2337"La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad
interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del
hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en
la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer.
La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la totalidad del don."
2339. "La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La
alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace
desgraciado. 'La dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es
decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de
la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las
pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios
adecuados'."
2340. "El que quiere permanecer fiel a las promesas de su bautismo y resistir las tentaciones debe poner los
medios para ello: el conocimiento de sí, la práctica de una ascesis adaptada a las situaciones encontradas, la
obediencia a los mandamientos divinos, la práctica de las virtudes morales y la fidelidad a la oración. 'La
castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos'."
2341. "La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de
racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana."
2343. "La castidad tiene unas leyes de crecimiento; éste pasa por grados marcados por la imperfección y,
muy a menudo, por el pecado. 'Pero el hombre, llamado a vivir responsablemente el designio sabio y
amoroso de Dios, es un ser histórico que se construye día a día con sus opciones numerosas y libres; por esto
él conoce, ama y realiza el bien moral según las diversas etapas de crecimiento'."
2344. "La castidad representa una tarea eminentemente personal; implica también un esfuerzo cultural, pues
'el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la sociedad misma están mutuamente condicionados'.
La castidad supone el respeto de los derechos de la persona, en particular, el de recibir una información y
una educación que respeten las dimensiones morales y espirituales de la vida humana."
2345. "La castidad es una virtud moral. Es también un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo
espiritual. El Espíritu Santo concede, al que ha sido regenerado por el agua del bautismo, imitar la pureza de
Cristo."
2346. "La caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece como una escuela
de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al don de sí mismo. La castidad conduce al que la
practica a ser ante el prójimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios."
2347. "La virtud de la castidad se desarrolla en la amistad. Indica al discípulo cómo seguir e imitar al que
nos eligió como sus amigos, a quien se dio totalmente a nosotros y nos hace participar de su condición
divina. La castidad es promesa de inmortalidad.
La castidad se expresa especialmente en la amistad con el prójimo. Desarrollada entre personas del mismo
sexo o de sexos distintos, la amistad representa un gran bien para todos. Conduce a la comunión espiritual."
2348. "Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha 'revestido de Cristo' [Ga 3,27 .], modelo
de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular.
En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad."
2349. "La castidad 'debe calificar a las personas según los diferentes estados de vida: a unas, en la virginidad
o en el celibato consagrado, manera eminente de dedicarse más fácilmente a Dios solo con corazón indiviso;
a otras, de la manera que determina para ellas la ley moral, según sean casadas o célibes'. Las personas
casadas son llamadas a vivir la castidad conyugal; las otras practican la castidad en la continencia.
Existen tres formas de la virtud de la castidad: una de los esposos, otra de las viudas, la tercera de la
virginidad. No alabamos a una con exclusión de las otras. En esto la disciplina de la Iglesia es rica. [San
Ambrosio]"
2350. "Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un
descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el
otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor
conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad."
2354. "La pornografía consiste en dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, fuera de la intimidad de
los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque
desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a
ella [actores, comerciantes, público], pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y
de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es una falta grave. Las
autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de material pornográfico."
2355. "La prostitución atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida
al placer venéreo que se saca de ella. El que paga peca gravemente contra sí mismo: quebranta la castidad a
la que lo comprometió su bautismo y mancha su cuerpo, templo del Espíritu Santo. La prostitución
constituye una lacra social. Habitualmente afecta a las mujeres, pero también a los hombres, los niños y los
adolescentes [en estos dos últimos casos el pecado entraña también un escándalo]. Es siempre gravemente
pecaminoso dedicarse a la prostitución, pero la miseria, el chantaje, y la presión social pueden atenuar la
imputabilidad de la falta."
2359. "Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo
que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la
gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana."
2365. "La fidelidad expresa la constancia en el mantenimiento de la palabra dada. Dios es fiel. El
sacramento del Matrimonio hace entrar al hombre y la mujer en el misterio de la fidelidad de Cristo para con
su Iglesia. Por la castidad conyugal dan testimonio de este misterio ante el mundo.
San Juan Crisóstomo sugiere a los jóvenes esposos hacer este razonamiento a sus esposas: 'Te he tomado en
mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida. Porque la vida presente no es nada, mi deseo más ardiente es
pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada...
pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que no tener los mismos pensamientos que tú
tienes'."

2368. "Un aspecto particular de esta responsabilidad se refiere a la 'regulación de la natalidad'. Por razones
justificadas, los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse
de que su deseo no nace del egoísmo, sino que es conforme a la justa generosidad de una paternidad
responsable. Por otra parte, ordenarán su comportamiento según los criterios objetivos de la moralidad:
El carácter moral de la conducta, cuando se trata de conciliar el amor conyugal con la transmisión
responsable de la vida, no depende sólo de la sincera intención y la apreciación de los motivos, sino que
debe determinarse a partir de criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos;
criterios que conserven íntegro el sentido de la donación mutua y de la procreación humana en el contexto
del amor verdadero; esto es imposible si no se cultiva con sinceridad la virtud de la castidad conyugal. [GS
51,3.]"
2394. "Cristo es el modelo de la castidad. Todo bautizado es llamado a llevar una vida casta, cada uno según
su estado de vida."
2395. "La castidad significa la integración de la sexualidad en la persona. Entraña el aprendizaje del
dominio personal."
2396. "Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación,
las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales."
2518. "La sexta bienaventuranza proclama: 'Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a
Dios' [Mt 5,8 .]. Los 'corazones limpios' designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las
exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad, la castidad o rectitud sexual,
el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe. Existe un vínculo entre la pureza del corazón, la del cuerpo y la
de la fe:
Los fieles deben creer los artículos del Símbolo 'para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole,
vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen'. [San
Agustín]"
2520. "El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el
bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la
gracia de Dios lo consigue
- mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso;
- mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del hombre: con una mirada
limpia el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios;
- mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación;
mediante el rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros que inclinan a apartarse del camino
de los mandamientos divinos: 'la vista despierta la pasión de los insensatos' [Sb 15,5 .];
- mediante la oración:
Creía que la continencia dependía de mis propias fuerzas, las cuales no sentía en mí; siendo tan necio que no
entendía lo que estaba escrito: que nadie puede ser continente, si tú no se lo das. Y cierto que tú me lo
dieras, si con interior gemido llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en ti mi cuidado. [San Agustín]"
2521. "La pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de
la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya
delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con
la relación que existe entre ellas."
2532. "La purificación del corazón es imposible sin la oración, la práctica de la castidad y la pureza de
intención y de mirada."

Enamoramiento vs. Amor


Hay que procurar no dejar las cosas del amor en manos exclusivamente del corazón

De entrada, lo que más nos llama la atención de alguien es el aspecto físico. De repente, conocemos a una
persona que «nos gusta». No es sólo su menor o mayor belleza física; es algo más, difícil de precisar. Los
gestos, la forma de hablar, de moverse, nos resultan especialmente atractivos. Más tarde, su forma de
comportarse, la relación que se va poco a poco estableciendo con esa persona, tienen algo de sugestivo, en
especial, que nos va cautivando sin damos cuenta.
Aunque no siempre, se produce un «amor a primera vista», un «flechazo»
En otras ocasiones, esa persona puede resultamos poco interesante de entrada, incluso resultarnos
desagradable o pretenciosa. Sin embargo, según la vamos conociendo más, cambiamos la opinión que en un
principio nos habíamos forjado sobre ella, volviéndonos cada vez más receptivos.

La intuición

En estos procesos la intuición juega un gran papel. No cabe duda de que todos vamos acumulando, sin
damos cuenta, una serie de experiencias y conocimientos que dan lugar a ciertas asociaciones inconscientes.
Es lo que algunos han llamado «memoria experiencial».

Cuando, por ejemplo, entramos en una habitación que nos es familiar y la notamos distinta, extraña,
buscamos el motivo hasta que al final identificamos que algo falta o está cambiado de sitio. El aviso
inconsciente es anterior a la explicación racional, porque sin darnos cuenta hemos ido grabando en nuestra
memoria la distribución, colores, etc., de ese cuarto.

Igualmente, cuando vemos a una persona y nos «cae mal» sin que sepamos decir por qué, se están poniendo
en marcha procesos inconscientes de este tipo. Probablemente hayamos tenido experiencias anteriores por
las que identificamos ciertos gestos o comportamientos con formas de ser que nos desagradan, sin que
encontremos una explicación racional que lo justifique.

Lo contrario sucede cuando una persona nos atrae. Intuimos que con ella nos podríamos compenetrar y
sentimos bien en su compañía. Pero muchas veces nos equivocamos, esta intuición falla.

Esto es particularmente frecuente cuando nuestra situación afectiva es propensa al enamoramiento. Entonces
podemos proyectar nuestros deseos en casi cualquier persona en la que hallemos cierta sintonía. Como decía
André Maurois, en ciertos períodos de la vida estamos débiles afectivamente y, como la persona que está
baja de defensas, estamos a merced de cualquier virus que pasa a nuestro alrededor, podemos enamoramos
de cualquiera.

La voluntad

Tras esta primera fase de atracción física y psíquica se comienza a considerar la posibilidad de que también
nosotros le hayamos gustado. Por eso es más fácil enamorar, si esto se pone de manifiesto, de forma más o
menos entrevelada. Es el juego de la coquetería en sus diversas manifestaciones.

Después viene el momento más peligroso, cuando consideramos la posibilidad de enamorarnos. En este
punto actúa la voluntad. Si dejamos esta puerta abierta ya estamos perdidos. El amor se nos cuela sin darnos
cuenta, y cuando queramos reaccionar estamos atrapados.

Se van configurando una serie de procesos que nos alejan de la realidad hasta llegar a un estado, en palabras
de Ortega y Gasset, de «imbecilidad transitoria».

Por un proceso denominado «catatimia» percibimos de otro modo todo lo referente a esa persona. Nuestra
afectividad deforma estas percepciones acercándolas a nuestros deseos: la vemos más guapa, más
interesante, más inteligente, etc., aunque los demás no estén de acuerdo con nosotros. Por eso se dice que el
amor es ciego. Además se produce una «proyección atributiva inconsciente», fenómeno que consiste
esencialmente en completar, sin darse cuenta, los aspectos desconocidos de la persona objeto de amor con
los atributos que el enamorado desea, por lo que ésta queda idealizada.

Pensar en ti

El enamoramiento es una pasión y, como tal, organiza la personalidad con el único fin de obtener el objeto
que la nutre, el ser amado. Los enamorados se ven arrastrados y dominados por él. No pueden dejar de
pensar en esa persona ni concentrarse en otra cosa, aunque lo intenten. Se cambia de forma de pensar. Si
hace falta, todo se justifica, el corazón anula la razón, todo vale si es para poder estar con esa persona, no se
soporta su ausencia, se quiere poseer a toda costa, y de ahí la expresión «te comería».
Naturalmente, hay personas más o menos apasionadas, por lo que estas transformaciones son en algunos
casos mucho menos intensas que en otros, pero en todos los casos los aspectos afectivos se imponen a los
racionales.

Después, cuando la intensidad del enamoramiento va cediendo, comienzan a surgir poco a poco algunas
dificultades, dudas y problemas. ¿Será capaz de queremos tal como nosotros la queremos?, ¿merece
realmente la pena? Amar y enamorarse son cosas bien distintas.

El amor es un sentimiento de estimación ajena, del que nos sentimos autores, que se prolonga en el tiempo
con relativa independencia de las circunstancias extremas, dependiendo de la voluntad y capacidad personal
para nutrirlo.

En el amor no hay voluntad de posesión como en el enamoramiento, sino deseos de dar y compartir. Deseos
que se proyectan ampliamente en el tiempo, dentro de un proyecto común con la persona amada. Es un
sentimiento que cambia el rencor por perdón, los celos por confianza plena, la rivalidad por colaboración, la
intolerancia por comprensión, el egoísmo por generosidad.
Amor y enamoramiento
La próxima vez que te enamores pregúntate si eres capaz de amar

Por: Alfredo Ortega-Trillo | Fuente: Catholic.net

El amor y el enamoramiento a menudo se nos confunden. La única definición que tenemos del amor es una
tautología contundente y rotunda: “Dios es amor”. Fuera de ella, sólo podemos hablar del amor por sus
efectos: el sacrificio de los “hombres topo” en el terremoto de México, la madre que se quita el pan de la
boca para dárselo al hijo, el héroe de Nacozari que se vuela con el tren a las afueras del poblado, la anciana
que cuida del marido desahuciado en un hospital.

Del enamoramiento, en cambio, podríamos construir un tratado con rigor clínico. Se trata de una patología
del corazón bien conocida, que embota los sentidos y hace perder el apetito y el sueño, entre otros
trastornos. Esta enfermedad que aqueja al 62.71% de la población mundial tiene el agravante de apoderarse
de la voluntad del enfermo. A diferencia del acatarrado que estornuda y se cubre la boca con un pañuelo en
consideración a los demás, el enamorado insiste, se empeña, en contagiar a la persona amada. Pero la
naturaleza es sabia y utiliza un misterioso mecanismo de defensa para impedir la propagación lineal de esta
enfermedad, frustrando, no en pocas ocasiones, que los enamorados contagien al objeto de su amor, algo que
no supieron comprender aquellos que, despechados, en un arranque de frustración extrema masticaron una
copa de vino o se pegaron un tiro.

Y como los medios de comunicación casi siempre tienen la culpa, tampoco son inocentes respecto de esta
confusión que se da entre amor y enamoramiento en nuestra sociedad. Nos bombardean con canciones,
programas y películas de amores equivocados, de cosas que no son amor sino deseo, necedades y tequieros
tequileros. Cuando el amante va y dice al amado “te quiero”, está borracho de su propio sentimiento y en el
fondo sólo se ama a sí mismo, usando al otro como puente para llegar a sí. Decir “te quiero” cosifica a la
otra persona y la convierte en propiedad. Decir “te quiero” equivale a decir “te necesito”, “me agarro a ti
porque llenas mi vacío, mi necesidad y apego”. ¿No es esto en el fondo egoísmo y engaño?

Víctimas de esta fiebre enfermiza que nos impele a buscar la felicidad en otras personas es fácil
equivocarnos. La felicidad y el amor no son cosas que alguien nos pueda dar desde afuera. Por el contrario,
el amor es un bien, como la fe en Dios, que sólo puede nacer y crecer dentro de nosotros.

Pero si el enamorado espera recibir la felicidad como algo que proviene de otra persona; en el amor la
dirección lleva sentido contrario, porque la condición del amor, a diferencia del enamoramiento, es salirse y
no quedarse dentro del que ama. Cuando se ama verdaderamente sólo se desea salir de sí para darse en amor
a la persona amada aunque no siempre pueda esperarse algo a cambio.

La próxima vez que te enamores pregúntate si eres capaz de amar.

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