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(Ensayo)
Una primera respuesta a esta interrogante la dan las tres más grandes
religiones, el hombre existe como ser humano hecho a imagen y
semejanza de Dios, para darle gracias y manifestar sus bondades y su amor.
Debemos empezar por aclarar que al llamar a otros seres humanos “tú”,
significa que ese otro es un “yo”, quien merece no sólo respeto y amor, sino
también compartir.
Para Platón, la mujer requiere de la educación para ser igual al hombre, aún
cuando biológicamente son dos seres humanos iguales.
“No es bueno que el hombre esté solo. Haré, pues, un ser semejante a él
para que lo ayude… Yahvé hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste
se durmió. Y le sacó una de sus costillas, tapando el hueco con carne. De la
costilla, formó a la mujer y la llevó hasta el hombre” (Génesis 2).
En tal sentido, hay que recordar que en general, en todo ser humano, en
principio operan: en primer lugar, la ética deontológica que impulsa al ser
humano hacia un quehacer conforme a la ley natural de la especie. En
segundo lugar, la ética teleológica que estimula la buena acción, y la buena
acción es el fin, y el fin justifica los medios, siendo el fin final la voluntad de
Dios, donde los genes no tienen participación alguna. En
tercer lugar, la ética aretaica que hace énfasis en las características
morales del ser humano, más que en las acciones particulares. Finalmente,
el relativismo ético según el cual cada ser humano tiene por bien, lo que
considera que es bueno para él, donde tal vez operan los genes egoístas que
menciona Charles Dawkins.