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Maurice Godelier

Antropolog’a y econom’a
EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA

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êNDICE
T’tulo de la edici—n original:
Un d—maine contestŽ: l«anthropologie Žconomique
© ƒcole Platique des Hautes ƒtudes (VI Section) y Mouton & Co.
Par’s, 1974

Traducci—n:
Jordi Marf‡ (pr— logo y texto de BŸcher), Pedro Scar—n (texto de Marx,
Ed. Siglo XXI), Antonio Desmonts (textos de Maine, Malinowski, Bur-
ling, LeCIair Jr., Polanyi, Dalton, Kaplan), Ed. Ayuso s. n. (texto de
Morgan), Francisco Payarols (texto de Sahlins, Ed. Labor), J. Ed uardo Pr—logo
Cirlot (texto de Wolf, Ed. Labor), Oriol Roman’ (texto de Godelier) Un terreno discutido: la antropolog’a econ—mica . . . . 9

Revisi—n: PRIMERA PARTE


LA HERENCIA DEL SIGLO XIX
Jesœs Contreras
Karl Marx
Formas que preceden a la producci—n capitalista . . . . 21
Maqueta de la colecci—n:
Argente y Mumbrœ Henry S. Maine
El derecho antiguo................................................................ 47

Henry S. Maine
Los efectos de la observaci—n de la India en el pensamiento
europeo moderno............................................................... 54
Lewis H. Morgan
Desenvolvimiento del concepto de propiedad . . . . . 61

SEGUNDA PARTE
RUPTURAS Y CONTROVERS IAS
Un evolucionismo empobrecido:
© EDITORIAL ANAGRAMA
Calle de la Cruz, 44 Karl BŸcher
Barcelona-17
Estadios de la evoluci—n econ—mica (1893)............................... 85
ISBN 84- 3 3 9 -0 6 0 6 -2 Dep—sito
Legal: B. 11133 -1976
De la encuesta sobre el terreno a la ruptura con el evolucionismo:
Printed in Spain
Bronislaw Malinowski
Gr‡ficas Diamante, Zamora, 83. Barcelona-5
La econom’a primitiva de los isle–os de Trobriand . . . 87
PRîLOGO
El enfoque formalista:
UN TERRENO DISCUTIDO: LA ANTROPOLOGêA ECONîMICA
Robbins Burling
Teor’as de maximizaci—n y el estudio de la antropolog’a eco
n—mica ................................................................................. 101
Edward E. Leclair, Jr.
Teor’a econ—mica y antropolog’a econ—mica....................125

El enfoque substantivista:

Karl Polanyi
El sistema econ—mico como proceso institucionalizado . . 155

George Dalton
Teor’a econ—mica y sociedad primitiva ...................................... 179
En la actualidad resulta evidente que los pioneros de la histo-
David Kaplan ria econ—mica medieval se han visto a menudo arrastrados de
La controversia formalistas -substantivistas de la antropolog’a forma involuntaria, a sobrestimar la importancia del comercio
econ—mica: reflexiones sobre sus amplias implicaciones . 208 y la moneda. La tarea m‡s necesaria Ñy, sin duda, tambiŽn la
m‡s dif’cilÑ consiste en definir lo que en dicha civilizaci—n fue-
ron, realmente, las bases y los motores de la econom’a. Para
ÀNeo-evolucionismo o marxismo? poder encontrar esa definici—n, las reflexiones de los economis-
tas contempor‡neos resultan, de hecho, menos œtiles que las de
Marshall Sahlins los etn—logos.
Econom’a tribal................................ ................................ ........ 233 Georges DUBY
Guerriers et paysans, 1973, p‡g. 12.
Eric Wolf
El campesinado y sus problemas ................................ ........ 260
Lo que se denomina desarrollo hist—rico se basa, a fin de
cuentas, en el hecho de que la œltima forma de sociedad consi-
TERCERA PARTE dera a las formas anteriores como etapas que conducen a su
propio grado de desarrollo y, como esa sociedad es muy poco
ANTROPOLOGêA Y ECONOMêA: UN BALANCE CRITICO capaz, y ello adem‡s en unas condiciones perfectamente deter-
minadas, de llevar a cabo su propia cr’tica [...] esa sociedad
Maurice Godelier las concibe siempre bajo un aspecto unilateral.
Antropolog’a y econom’a. ÀEs posible la antropolog’a eco Karl MARX
n—mica? .............................................................................. 279 Introducci—n a la Contribuci—n a la cr’tica de la
econom’a pol’tica, 29 de agosto de 1857.
Bibliograf’a............................................................................... 335

Estas dos reflexiones, separadas por m‡s de un siglo, expresan


claramente por quŽ este libro Ñprimer volumen de una selecci—n
de textos que dar‡ origen a un total de tresÑ no est‡ dirigido œni-
camente a los antrop—logos sino tambiŽn a los historiadores, a los
economistas y, por encima de las distintas especialidades de las cien-
cias humanas, a los hombres comprometidos en la acci—n, que militan
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emp’ricas, preceptos normativos o m‡ximas heur’sticas. Pero de esto
nos ocuparemos m‡s adelante.
DAVID KAPLAN El est’mulo inmediato para escribir este art’culo ha procedido de
LA CONTROVERSIA FORMALISTAS-SUBSTANTIVISTAS mi lectura de la reciente aportaci—n de Cook al debate formal-subs -
DE LA ANTROPOLOGêA ECONîMICA: tantivo (1966a) y de una exposici—n de Nash en la que felicitaba tanto
a Cook como a otros de sus colegas antrop—logos por la habilidad con
REFLEXIONES SOBRE SUS AMPLIAS IMPLICACIONES 1 que hab’an planteado la falacia de la posici—n substantivista y hab’an
resuelto la controversia. En palabras de Nash (1967: 250):
Las palabras malgastadas en este debate no agregan nada a su
peso intelectual. Desde el principio, los substantivistas (ejempli-
ficados por las justamente famosas obras de Polanyi y otros)
estaban heroicamente embrollados y equivocados. El que en el
breve espacio de seis a–os hayamos podido descubrir con exac-
titud d—nde estaba el error, constituye un tributo a la madurez
de la antropolog’a econ—mica. El art’culo escrito por Cook cuan-
do era estudiante, resuelve claramente la controversia.

El adi—s de Nash a la discusi—n me parece prematuro. Si bien


Puesto que la literatura sobre la llamada controversia formalistas- los antrop—logos han estado discutiendo sobre los temas surgidos del
s u b stantivistas de la antropolog’a econ—mica se ha hecho bastante enfrentamiento de la econom’a ÇformalÈ versus la ÇsubstantivaÈ duran-
voluminosa, hace falta dar alguna explicaci—n de por quŽ he elegido te aproximadamente una dŽcada2 , los economistas los han estado dis -
aumentarla. Como sabe todo el que haya seguido la discusi—n, el cutiendo, con una u otra apariencia, desde hace ahora por lo menos
principal tema planteado es si los conceptos y proposiciones de la un siglo. Pienso aqu’, por ejemplo, en la celebrada Methodenstreit
econom’a formal, ostensiblemente dise–ados para explicar los fen—- entre los ÇhistoricistasÈ y los ÇmarginalistasÈ del siglo pasado; las dis -
menos de la econom’a de mercado, son tambiŽn aplicables Ñsea glo- tintas cr’ticas institucionalistas a la econom’a ortodoxa en este
balmente o en parte Ñ al an‡lisis de las econom’as sin mercado. siglo; y especialme nte en el debate a gran escala de las œltimas dŽca-
Los formalistas dicen que son aplicables y los substantivistas lo das sobre la cuesti—n de si los economistas deb’an o no deb’an esfor-
niegan. Sin embargo, mientras no dispongamos de una exposici—n zarse por un mayor ÇrealismoÈ en sus formulaciones te—ricas (sobre
expl’cita de las reglas que ponen en relaci—n las proposiciones for- esto œltimo, vŽase por ejemplo, Friedman, 1953; Rotwein, 1959; Archi-
males con los fen—menos econ—micos emp’ricos, es dif’cil ver en quŽ bald, 1959, 1961; Clarkson, 1963; Nagel, 1963; Melitz, 1965; Samuelson
razones garantizadas se basan los alegatos de aplicabilidad. As’ que, 1965; Massey, 1965; Bear y Orr, 1967; Puu, 1967).
antes de plantear cuestiones sobre la validez de la teor’a econ—mica Si se examinan estas discusiones, se encontrar‡, creo, que los
tradicional para las econom’as sin mercado, podemos leg’timamente temas centrales en discusi—n son exactamente los mismos que han
plantear un problema m‡s general: Àhasta quŽ punto puede el an‡lisis estado discutiendo los antrop—logos bajo las polŽmicas banderas de
econ—mico formal informarn os sobre el funcionamiento de cual quier formalismo versus substantivismo. Por consiguiente, la permanencia
sistema econ—mico concreto? Al centrar el debate casi exclusivamente en de estos temas, y el hecho de que hayan merecido la atenci—n de la
las econom’as primitivas y campesinas, se ha dado la impresi—n de mayor parte de los economistas sobresalientes del siglo pasado, suge-
que, por lo menos en el caso de los sistemas de mercado rir’a que est‡ implicado en el asunto algo m‡s que simple testarudez,
avanzados, este v’nculo entre lo formal y lo emp’rico ya ha sido ela- como viene a decir Nash. Cook (1966b, p‡g. 1949) est‡ mucho m‡s
borado y confirmado por los economistas. Pero no hace falta investigar cerca de dar en la diana cuando observa que la controversia de la
mucho en la literatura econ—mica para descubrir que, incluso antropolog’a tiene Çimplicaciones te—rico-filos—ficas m‡s ampliasÈ.
cuando se trata de sistemas de mercado, los propios economistas Y si bien su reciente cr’tica (1966a) de la postura substantivista es,
sostienen muy distintas opiniones sobre el estatus emp’rico y la capa- aparentemente, un pretendido intento de explorar algunas de estas
cidad explicativa de la teor’a econ—mica ÇrecibidaÈ. De hecho, como ha
se–alado Martin (1957; 1964), no est‡ en absoluto claro si los postul a d o s 2. Tanto Nash como Cook se–alan con raz—n que los antrop—logos se dividieron en los
campos "formalista" y " substantivista" ante el impacto de los escritos de Karl Polanyi y sus
b‡sicos de la econom’a deben construirse como pro posiciones seguidores. El debate que sigui— parece haber tenido su mayor catalizador en la colecci—n de ensayos
de Polanyi, Arensberg y Pearson (1957). Es interesante notar, no obstante, que todos los
ingredientes b‡sicos de la postura substantivista pueden encontrarse en The Great Transformation, de
1. Estoy agradecido a Robert A. Manners por sus comentarios cr’ticos a un borrador ante- Polanyi, publicado en 1944.
rior de este art’culo. TambiŽn me beneficiŽ de las discusiones con Helen Codere sobre la
mayor parte de las cuestiones aqu’ tratadas. 209

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implicaciones m‡s amplias, en su vehemencia por demoler la tesis Antes de volver a considerar estos temas, es necesaria una clari-
substantivista se ha ocupado de cierto nœmero de temas cruciales de ficaci—n relativa a la terminolog’a. Desde la llamada revoluci—n keyne-
una forma enormemente el’ptica y muchas veces enga–osa. Puesto siana, los economistas han dividido su materia de estudio en dos gran-
que estos temas me afectan, no s—lo por ser b‡sicos para todo el des campos anal’ticos: la microeconom’a y la macroeconom’a. Esta
debate, sino tambiŽn, en un sentido m‡s amplio, cr’ticos para cierto distinci—n, en palabras de un reciente manual de econom’a, adopta la
nœmero de problemas generales de la metodolog’a de las ciencias siguiente forma (Leftwich, 1966: 6-7):
sociales, deseo utilizar el ensayo de Cook como punto de partida para
examinarlos. As’ pues, aunque las siguientes observaciones est‡n en La teor’a de los precios, o microeconom’a, se ocupa de las
gran medida redactadas como respuesta a Cook, este art’culo tiene actividades econ—micas de las unidades econ—micas individuales
una finalidad m‡s amplia. Esencialmente, se trata de un intento de cla - como el consumidor, los propietarios de recursos y las firmas
rificar algunos de los temas metodol—gicos y te—ricos m‡s amplios comerciales. Se ocupa de la circulaci—n de bienes y servicios
que est‡n en j uego en esta discusi—n. entre las firmas comerciales y los consumidores, la composici—n
de la circulaci—n, y la evoluci—n o sistema de formaci—n de pre-
cios de las partes que constituyen esa circulaci—n. Se ocupa
tambiŽn de la circulaci—n de recursos productivos (o de sus ser-
I vicios) entre los propietarios de recursos y las firmas comercia-
les, de su valoraci—n y de su asignaci—n entre los distintos usos
La cr’tica radical de Cook a Polanyi y sus partidarios se reduce, posibles. [La macroeconom’a o teor’a de la renta nacional, por
por lo menos tal como yo la entend’, a tres puntos principales. otra parte], ... trata del sistema econ—mico como un todo y no de
En primer lugar, defiende que la Çintransigencia de los substan- las unidades econ—micas individuales de que est‡ compuesto.
tivistas en lo referente a la aplicabilidad intercultural de la teor’a eco- Los bienes y servicios concretos que componen la circulaci—n
n—mica formal es un subproducto de una ideolog’a rom‡ntica enrai- entre las firmas comerciales y los consumidores no forman
zada en la antipat’a por al econom’a de mercado y la idealizaci—n de parte integral del an‡lisis, ni tampoco los recursos productivos
'los primitivos'È (1966a, p‡g. 323). Esta idealizaci—n de la vida econ—- de los individuos ni los servicios que circulan entre los propieta-
mica primitiva adopta la forma de resaltar el altruismo y la solidari- rios de recursos y las firmas comerciales. El valor de la circu-
dad de tal vida, al mismo tiempo que subvalora Ñ o descarta por laci—n global de bienes (producto nacional bruto) y el valor glo-
completoÑ el conflicto y el interŽs individual que con frecuencia la bal de la circulaci—n de recursos (renta nacional) ocupa el centro
caracteriza. Esta ideolog’a rom‡ntica, antimercado, tambiŽn lleva a los de atenci—n. Las cifras de ’ndices de precios o los conceptos del
substantivistas a rechazar la aplicabilidad intercultural de la teor’a nivel general de precios sustituyen a los precios individuales
econ—mica formal sin concederle un justo juicio emp’rico. de la microeconom’a.
En segundo lugar, Cook acusa a los substantivistas de haber
malentendido burdamente la naturaleza de la l—gica de la explica- Ahora bien, en principio deber’a ser posible deducir las proposi-
ci—n cient’fica en general y de la teor’a econ—mica formal en particu- ciones de la macroeconom’a de las proposiciones y axiomas b‡si-
lar. De este modo Çlas conclusiones extremas [de los substantivistas] cos de la microeconom’a. Pero no lo es, en gran medida debido a que
proceden de una l—gica falaz, el pseudoinduccionismo, y en œltimo la microeconom’a es formal y deductiva, mientras que la macroecono-
tŽrmino son reducibles al estatus de proposiciones metaf’sicas (es m’a es predominantemente emp’rica e inductiva. La ausencia de rela-
decir, inverificables)È (Cook, 1966a: 336), ci—n l—gica entre las teor’as macro y microecon—micas ha sido obser-
Por œltimo, Cook encuentra que la tesis substantivista resulta vada por Grunberg (1967: 23):
bastante anticuada:
Las macrohip—tesis behavioristas que se ocupan de los fen—-
...dado el hecho de que las econom’as de subsistencia sin mer- menos observables resultantes de las acciones de gran nœmero
cado est‡n desapareciendo r‡pidamente en cuanto entidades de agentes econ—micos, deber’an ser reducibles a, y deducibles
etnogr‡ficas, siendo desplazadas por econom’as campesinas y de de, la microteor’a que se propone ocuparse del comportamiento
transici—n influidas o dominadas por el mercado, parece bastante econ—mico a nivel molecular. Hasta el momento, sin embargo,
inoportuno persistir... en urdir tortuosos argumentos en defensa no existe tal relaci—n entre macro y microteor’a. Las funciones
de una teor’a que fue dise–ada espec’ficamente para el an‡lisis del consumo no pueden deducirse de la microteor’a de la de-
de estos tipos moribundos de econom’as (es decir, la teor’a eco- manda del consumidor ni pueden deducirse las funciones de la
n—mica substantiva) (Cook, 1966a: 325), inversi—n de la teor’a de la empresa. En realidad, la no confir-
maci—n de partes de la microteor’a o el reconocimiento de que
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son vac’as, no necesariamente tiene ningœn efecto sobre las hip—- a soste ner determinadas ideas, son l—gicamente irrelevantes para
tesis relativas al comportamiento colectivo. Esto es as’ porque una estimaci—n cr’tica de la validez de tales ideas. En otras palabras,
las hip—tesis behavioristas macroecon—micas son generalizacio- demostrar la condici—n de la ÇmentalidadÈ de Polanyi no puede
nes inductivas. Si bien la macroteor’a est‡ —l gicamente menos servir de sustitutivo de un an‡lisis l—gico de los mŽritos te—ric o s
desarrollada y es estŽticamente menos satisfactoria que la micro - y emp’ricos de las proposiciones que sugiere en sus escritos. TambiŽn
teor’a, tiene mucho m‡s contenido emp’rico [subrayado del fue Schumpeter quien escribi— (1965: 111-112):
original].
Es grande la tentaci—n de aprovechar la posibilidad de desha-
De hecho, la cada vez mayor divergencia de la macroeconom’a de los cerse de un golpe de toda la masa de proposiciones que a uno
supuestos b‡sicos de la microeconom’a ha llevado a un economista no le gustan. Este expediente es sin duda muy eficaz, como efi-
(Buchanan, 1966: 169) a observar: ÇCada vez se hace m‡s dif’cil para caces son los ataques contra las motivaciones personales del opo -
quienes se especializan en macroeconom’a comunicarse con quienes nente. Pero l—gicamente es inadmisible. Como ya se ha se–alado,
parten de la base tradicionalÈ. Si hay que juzgar por los conceptos la exploraci—n, por correcta que sea, de las razones de por quŽ
que han sido m‡s discutidos en el debate antropol—gico (por ejemplo, un individuo dice lo que dice no nos dice nada sobre si lo dicho
ÇescasezÈ, ÇeconomizarÈ, Çmaximizaci—nÈ), es evidente que cuando es verdadero o falso. De forma similar, las exposiciones que pro-
los antrop—logos hablan de teor’a econ—mica formal tienen presente ceden de los antecedentes ideol—gicos resultan sospechosas, pero
esta base tradicional (es decir, la microeconom’a). De forma similar, pueden seguir siendo perfectamente v‡lidas. Tanto Galileo como
cuando utilizo la expresi—n Çteor’a econ—mica formalÈ, me refiero sus oponentes pueden haber sido influidos por ideolog’as. Esto
fundamentalmente a los postulados y proposiciones b‡sicos de la no nos impide decir que Žl ten’a Çraz—nÈ.
microeconom’a,
El alegato de Cook de que la Çmentalidad antimercadoÈ de los
substantivistas distorsiona o falsifica los hechos de la vida econ—mica
II primitiva es una acusaci—n m‡ s seria; es decir, lo ser’a en el caso de
ser cierto. En este punto, creo, Cook simplemente ha malinterpre -
ÀC—mo pueden las ciencias sociales confiar en alcanzar un cono- tado a los substantivistas. Escribe (1966a; 327-328):
cimiento objetivo de las cuestiones socioculturales cuando sus eje -
cutores son ide—logos y cuando, por tanto, la tendenciosidad ideo - Impl’cito en los escritos de Polanyi, e inevitablemente adoptado
l—gica puede introducirse en la investigaci—n de los fen—menos socio- por otros autores substantivis tas, hay un modelo ut—pico de la
culturales? Este es un viejo problema de las ciencias sociales, que sociedad primitiva que minimiza el rol del conflicto, emparejado
siempre ha preocupado (vŽase Walter, 1967). Cook lo plantea una vez con un modelo del hombre que resalta las propensiones innatas
m‡s, si bien de forma indirecta. Pues, al intentar vincular la Çmenta- y cooperativas [subrayado m’o] mientras que concede poca
lidad antimercadoÈ con la postura substantivista, sin duda, lo que importancia al interŽs individual, la agresividad y la competi-
pretende es plantear dudas sobre la ÇneutralidadÈ y ÇobjetividadÈ tividad... Polanyi considera que todo el comportamiento humano
de esa postura. La cita de Schumpeter que precede a su ensayo, lo anterior a la institucionalizaci—n de la econom’a de mercado
deja bastante en claro. ÇautorreguladoÈ en el siglo XIX, o externo al contexto de la econo-
La manera de concebir este problema depende del significado que m’a de mercado en la sociedad primitiva, carece de la bœsqueda
se asigne al concepto de objetividad. Por ejemplo, si se hace equi- del interŽs personal y es inherentemente altruista... [subra-
valer objetividad a descripci—n o tratamiento exhaustivo y global de yado m’o].
un acontecimiento (no estoy seguro de si Cook subscribir’a o no esta
opini—n), entonces el concepto ya no tiene ningœn significado claro, El modelo de Polanyi de la sociedad primitiva se basa en dos
puesto que en algœn sentido œltimo cada acontecimiento del universo principios de comportamiento [subrayado m’o], la reciprocidad
tiene un indefinido nœmero de aspectos, incluyendo sus relaciones y la redistribuci—n, que Žl coloca ordenando los procesos de
con todos los dem‡s acontecimientos del universo. Como nos han producci—n y distribuci—n de las econom’as primitivas.
recordado repetidas veces los fil—sofos de la ciencia, todo conoci- Ahora bien, en el mismo coraz—n de la econom’a formal se halla
miento sistem‡tico est‡ selectivamente generado en funci—n de algœn el postulado de la racionalidad econ—mica o economizaci—n. De
punto de vista o interŽs te—rico, uno de cuyos componentes fundamen -
tales, especialmente entre los cient’ficos sociales, puede ser la ideolo- acuerdo con este postulado, la limitaci—n universal de los medios con
g’a. Pero, si bien las investigaciones en las fuentes del conocimiento respecto a los fines da lugar a una situaci—n en la que deben adop-
acadŽmico pueden arrojar luz sobre las motivaciones que le conducen tarse decisiones deliberadas sobre c—mo pueden asignarse —ptima-
m e n t e l o s r e c u r s o s e s c a s o s a l o s d i s t i n t o s fines. De este modo, el
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problema econ—mico se define como un problema de asignaciones, que podr’a parecer que nuestras formas de integraci—n simple-
y la teor’a que pretende iluminar este problema es, esencialmente, mente reflejaran agregados de las respectivas formas de com-
un conjunto de proposiciones formales sobre la Çl—gica de la elec- portamiento individual... Para mayor seguridad, insistimos en
ci—nÈ. Las unidades b‡sicas del an‡lisis son los individuos racionales que el efecto ’ntegrador estaba condicionado por la presencia
y aut—nomos. Sin embargo, tan importante como conocer lo que de pautas estructurales concretas, tales como ordenamientos
incluye la teor’a es conocer lo que excluye. El contexto social de la asimŽtricos, puntos centrales y sistema de mercado, respectiva-
elecci—n, por ejemplo, no forma parte del an‡lisis de la econom’a mente. Pero Àpueden aceptarse estas estructuras como variables
formal. Las instituciones econ—micas se consideran epifen—menos de independientes? ÀO m‡s bien representan, simplemente, una
la interacci—n entre los agentes econ—micos racionales o bien, lo que forma de la misma pauta de comportamiento personal cuyos
es m‡s normal, se reservan para el mundo inferior de los ceteris œltimos efectos se supone que condicionan? El hecho significa-
paribus 3 . tivo es que n o .
M‡s adelante agregarŽ algo sobre la estructura l—gica de la teor’a Los simples agregados del comportamiento personal en cues-
econ—mica formal. La breve exposici—n anterior se ha introducido ti—n no dan lugar a tales pautas estructurales. Rec’procamente,
en este punto porque Cook parece situar sus cr’ticas a Polanyi, por el comportamiento entre los individuos, por ejemplo, s—lo inte-
romantizar la ÇnaturalezaÈ del hombre primitivo, al nivel de la pers- gra el sistema econ—mico si est‡n dadas las estructuras simŽtri-
pectiva metodol—gica de la econom’a convencional. Pero las censuras camente organizadas, como por ejemplo un sistema simŽtrico de
de Cook est‡n mal enfocadas. Polanyi no se ocupa de las propensio nes grupos de parentesco. Sin embargo, en la realidad, el sistema
econ—micas ÇinnatasÈ ni, para lo que importa, en absoluto del
comportamiento de los individuos en tanto que individuos en general. de parentesco no nace a consecuencia del comportamiento in-
dividual rec’proco a nivel personal. De manera similar, con res-
Lo que le importa es el comportamiento institucionalizado. Afirma
expl’citamente que el hombre, cuando se considera dentro de la colec- p e c t o a l a r e d i s t r i b u c i — n , Ž s t a p r e s u p o n e l a p r e s e nc i a d e u n
tividad, es muy similar en todas las Žpocas y lugares, es decir, que centro distribuidor en la comunidad, y sin embargo la organiza-
los pueblos primitivos no son ÇinnatamenteÈ ni m‡s ni menos altruis - ci—n y validaci—n de tal centro no se produce simplemente como
tas o egocŽntricos que las personas de las econom’as con organiza- resultado de actos frecuentes de compartici—n o distribuci—n
ci—n de mercado (vŽase Polanyi, 1947: 112). No obstante, las pautas entre los individuos. Por œltimo, lo mismo es cierto para el sis -
de la motivaci—n econ—mica difieren de una sociedad a otra, y Žstas tema de mercado. Los actos de intercambio o trueque a nivel
no reflejan la interacci—n social de los individuos racionales y aut—- personal s—lo forman precios si ocurren en un sistema de merca-
nomos, sino de los distintos —rdenes institucionales. En resumen, d o s c r e a d o r e s d e p recios, instituci—n que en ninguna parte se
exis te una diferencia fundamental metodol—gica as’ como te—rica ha creado por el mero azar de los actos de intercambio [subra-
entre los substantivistas y los partidarios de los dogmas b‡sicos de yado en el original].
la econom’a formal (vŽase Pearson 1957), diferencia que est‡ en
funci—n de si el mayor peso causal se pone en los actores individuales Una de las implicaciones de la postura metodol—gica de Polanyi
o en las instituciones. Polanyi no deja lugar a dudas sobre su postura es que el. postulado de la Çracionalidad econ—micaÈ o Çeconomiza-
en esta controversia (1959: 169-170): ci—nÈ no se considera un aspecto o componente universal del com-
portamiento humano, sino m‡s bien una determinada clase de compor-
Los tŽrminos reciprocidad, redistribuci—n e intercambio, con tamiento institucionalizado. Subyacentes a este postulado se encuen-
los que denominamos a nuestras formas de integraci—n, tambiŽn tran cierto nœmero de supuestos t‡citos que pueden ser o no ser
se emplean de forma vaga para indicar relaciones personales. As’ emp’ricamente ciertos; por tanto, la presencia o no presencia de eco-
nomizaci—n en un sistema concreto se convierte tambiŽn en un pro-
3. Sobre la naturaleza subinstitucional de la teor’a econ—mica convencional, Gordon
blema emp’rico. Este postulado supone, por ejemplo, que toda acci—n
afirma (1964: 136): "En un sentido importante, sin embargo, el nœcleo central de la teor’a econ—mica va precedida de la adopci—n de una decisi—n deliberada y
econ—mica se ocupa de 'lo no institucional' al igual que en los d’as de Veblen. Foundations consciente, m‡s que guiada, pongamos, por los procedimientos em-
de Samuelson o Value and Capital de Hicks se desenvuelven en un vac’o institucional mucho
mayor que Principles de Marshall. Los economistas de tendencia teorizante, con algunas p’ricos habituales (vŽase Katona, 1964), Todav’a m‡s importante, sin
excepciones, no se aplican propiamente al estudio de los dispositivos institucionales ni del embargo, son los supuestos impl’citos en la especial relaci—n medios-
desarrollo institucional. A pesar de algunos nuevos desarrollos de la teor’a de la empresa
y del comportamiento del mercado, la microteor’a todav’a se refiere fundamentalmente al
fines que constituye el nœcleo del comportamiento economizador: los
tipo de 'econom’a del equilibrio' que tan severamente critic— Veblen". Y con respecto a la supuestos de que los fines son ilimitados y realmente alternativos,
que sin duda es la introducci—n m‡s ampliamente le’da a la econom’a en los tiempos moder- y que los medios son normales y escasos (para un buen tratamiento
nos, Foundations of Economic Analysis de Paul Samuelson, Heilbroner (1966: 275, nota a pie
de p‡gina 7) se–ala que: "A pesar de su t’tulo, este libro trata m‡s de las condiciones y las de estos temas, vŽase Diesing, 1962, cap. 2; tambiŽn Diesing, 1950, de
consecuencias de un modelo econ—mico 'dado' que de establecer las ra’ces de ese modelo donde se han tomado libremente las observaciones que siguen). Los
en el mundo real".
fines son alternativos cuando la consecuci—n de un fin implica el sacri-
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ficio de algœn otro; el sacrificio de un fin es necesario para conse- La afirmaci—n de que los principios b‡sicos de la econom’a
guir otro cuando ambos dependen de medios comunes y escasos. Para son universalmente v‡lidos, s—lo puede ser verdad en lo que se
que los fines sean alternativos, tambiŽn es necesario que exista alguna refiere a su forma . El contenido, sin embargo, est‡ determinado
escala comœn reconocida de valoraci—n relativa, como el dinero o la por el marco institucional. Y sin este contenido institucional, los
hora de trabajo, en funci—n de la cual puedan compararse los fines. principios no son m‡s que Çcajas vac’asÈ de las que s—lo pueden
Sin tal escala comœn de valores, los fines no pueden ser sometidos a sacarse generalidades vac’as. Esto no significa que la teor’a
decisiones economizadoras, puesto que no hay forma de decir quŽ cl‡sica opere con Çcajas vac’asÈ. Por el contrario, como hemos
combinaci—n de fines rendir‡ el m‡ximo beneficio. Finalmente, la visto, tales cajas est‡n llenas del contenido institucional desti-
alternatividad de los fines implica que estos fines son ilimitados en nado por las pautas culturales de la sociedad capitalista [subra-
el sentido de que no est‡n sometidos a los frenos culturales y est‡n yado del original].
colocados en la misma escala de la racionalidad econ—mica.
Los medios se convierten en comunes cuando son moralmente En definitiva, pues, la cuesti—n m‡s adecuada a plantearse es si
neutrales para los distintos fines, es decir, cuando no existen condi- Polanyi ha romantizado el Çentramado institucionalÈ de la vida pri-
ciones institucionales o psicol—gicas que liguen los medios a un deter- mitiva m‡s bien que la Çnaturaleza del hombre primitivoÈ; o, m‡s
minado fin o prohiban su utilizaci—n para otro fin, de tal forma que exactamente, puesto que Polanyi no era antrop—logo y se limitaba
puedan ser destinados con igual eficacia a cualquiera de los fines a utilizar los descubrimientos emp’ricos de los antrop—logos, si la
que produzcan los m‡ximos beneficios. Y, por supuesto, cuanto antropolog’a como disciplina ha romantizado las instituciones eco-
m‡s ilimitados se c onciban los fines, m‡s escasos resultar‡n los n—micas primitivas. Pero Žsta es una acusaci—n completamente dis -
medios4 . tinta de la lanzada por Cook.
Los supuestos antes esbozados implican un marco institucional
muy concreto, en ausencia del cual uno no puede comportarse de
forma econ—micamente racional, aun cuando lo pretenda. Y que tal III
marco exista o no exista en una determinada sociedad es un problema
para la investigaci—n emp’rica. ƒste es el significado de la exposi- La afirmaci—n de Cook de que los substantivistas han prejuzgado
ci—n de Polanyi, que Cook rechaza altivamente como ÇacrobaciasÈ la teor’a e con—mica y nunca se han esforzado seriamente por apli-
verbales (1966a: 333): carla a las econom’as que no son de mercado es tambiŽn muy injusta.
Para empezar, hasta que se clarifique cierto nœmero de problemas
Si bien las reglas que determinan tales actividades (ahorra - metodol—gicos y conceptuales, es dif’cil saber con exactitud cu‡les
doras) son universales, la medida en que las reglas son aplicables son los datos emp’ricos relevantes, de tal modo que casi es imposible
a un determinado sistema econ—mico depende de si el sistema decidir quŽ puede entenderse como ejemplo de la ÇaplicabilidadÈ
econ—mico consiste, en realidad, en una serie de tales activi- de la teor’a econ—mica y quŽ no. Cuando dos grupos de reputados
dades o no. estudiosos observan un conjunto de datos, y uno sostiene qu e deter-
minados conceptos y proposiciones son aplicables y el otro niega
Comp‡rese esta afirmaci—n con la observaci—n del conocido eco- absolutamente tal posibilidad, evidentemente hay algo que est‡ mal.
nomista Georgescu Roegen (1966: 109-110): Opino que e! problema surge de las enormes dificultades que conlleva
intentar confirmar o rechazar la teor’a econ—mica en cualquier siste-
4. Los antrop—logos han gastado mucho tiempo en discutir sobre si el "postulado de la ma econ—mico, tanto si es de mercado como si no lo es (vŽase Grun-
escasez" es o no universalmente aplicable. A pesar de las definiciones de ritual que habi- berg, 1957). Cook no s—lo no consigue comprender estas dificultades,
tualmente se encuentran en el primer cap’tulo de los manuales (es decir, que las necesi- sino que nos deja con la impresi—n de que no existen. En gran parte,
dades del hombre, en conjunto, para todos los prop—sitos pr‡cticos, son ilimitadas y, por
tanto, los medios para satisfacer estas necesidades son escasos) est‡ bastante claro que la las dificultades nacen de la estructura l—gica de la propia teor’a
definici—n "operativa" de la escasez, para el economista, es el precio. "La prueba de la esca- econ—mica formal.
sez es el precio. S—lo los bienes que no son escasos, como el aire, no imponen un precio"
(Watson 1963: 4). Por œltimo, Diesing (1962: 18} se–ala que la "escasez" tiene una gran compo- El mundo tal como lo describe la econom’a al uso es un mundo
nente cultural: "El grado de escasez presente en una sociedad est‡ culturamente determinado enormemente ÇidealizadoÈ. Es un mundo donde los individuos actœan
en parte, puesto que los fines, es decir, los niveles de deseo o de aspiraci—n, est‡n cultural con total informaci—n y previsi—n; donde toda acci—n procede de
y psicol—gicamente determinados. Cuando el nivel de la aspiraci—n se eleva, a consecuencia de
los cambios dentro de la cultura, la escasez aumenta incluso en el caso de que tambiŽn se decisiones econ—micamente racionales y est‡ dirigida hacia fines que
eleven los niveles de los recursos. De este modo, en la sociedad de la abundancia, con siempre son maximizados; donde no existen limitaciones culturales
muchos recursos, la escasez podr’a ser un problema m‡s serio que en una sociedad pobre, si
las exigencias de las metas han aumentado con mayor velocidad que los recursos. De ni sociol—gicas al traducir la decisi—n en acci—n inmediata; y donde
hecho, puede concebirse una sociedad pobre casi sin problema de escasez, en el sentido de todos los individuos hacen elecciones y actœan con completa ni de-
que los fines culturalmente determinados estar’an relativamente satisfechos con los modos pendencia unos de otros. Dentro de este mundo idealizado, los econo-
de producci—n y los recursos disponibles".

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mistas han podido moverse con coherencia l—gica, certeza deductiva l’miteÈ del comportamiento humano en el mismo sentido en que el
y, muchas veces, con elegancia matem‡tica. Al responder a las cr’ticas vacio reprŽsenla una Çcondici—n l’miteÈ de determinados fen—menos
de que este mundo idealizado parece tener poca relaci—n con ningœn naturales. Como ya hemos se–alado, este postulado no s—lo presu -
sistema econ—mico emp’rico concreto, los economistas han replicado pone que toda acci— n es precedida de una situaci—n de elecci—n,
que tal es el sistema de la ciencia. DespuŽs de todo, si se examina sino que tambiŽn presupone que esta elecci—n implica un complicado
la ciencia de las ciencias, la f’sica, se encuentra que tambiŽn las c‡lculo sobre c—mo asignar los medios escasos para obtener un —pti-
leyes f’sicas est‡n formuladas en tŽrminos de entidades y condicio - mo entre los distintos fines posibles. Y lo que es m‡s, presupone
nes muy idealizadas que no tienen ninguna contrapartida exacta en la que los individuos saben cu‡ndo tales fines se han llevado a un punto
naturaleza, como es el caso de los puntos de apoyo de la palanca —ptimo. Lejos de simplificar el comportamiento econ—mico, puede
que no roza ni se desgasta de los cuerpos inflexibles o de los cuer- concebirse que tales suposiciones lo complican en determinados
pos que caen en el vac’o perfecto. S—lo gracias a este proceso de sentidos.
simplificaci—n e idealizaci—n de la naturaleza han podido los f’sicos La teor’a que pretende explicar el mundo idealizado del econo-
formular proposiciones te—ricas de gran alcance y con capacidad mista consiste en un conjunto sumamente formalizado de proposi-
explicativa. As’ que los economistas se limitan a seguir los proce- siones interrelacionadas. Dado que estas proposiciones contienen
dimientos conceptuales que tanto Žxito han demostrado tener en referencias a agentes tales como los compradores, los vendedores, los
esta ciencia maestra. Cook presenta la cuesti—n con esta perspectiva empresarios y similares, uno podr’a tener la impresi—n d e q u e s e
(1966a: 336): refiere a los compradores, y vendedores emp’ricos. Sin embargo,
ser’a un error. Los compradores, vendedores y empresarios a que se
Los economistas, en conjunto, desean sacrificar la realidad al hace referencia en la teor’a econ—mica formal son tambiŽn entidades
hacer... supuestos con objeto de beneficiarse heur’sticamente muy idealizadas, con cualidades que les asignan los axiomas funda-
de su simplicidad. Dado un conjunto de supuestos simples sobre mentales de la teor’a.
el comportamiento humano, el economista est‡ mejor equipado En la medida en que la teor’a econ—mica al uso est‡ formalizada,
para maniobrar dentro del reino del an‡lisis deductivo. En efec- no contine afirmaciones f‡cticas de ninguna clase. Tal teor’a no
to, los postulados simples que ponen en relaci—n la elecci—n puede comprobarse emp’ricamente ni aplicarse hasta que los concep-
de medios y fines (por ejemplo, ÇescasezÈ, Çeconomizaci—nÈ, Çma - tos clave reciban u na interpretaci—n emp’rica, es decir, hasta que
ximizaci—nÈ) capacitan al economista para predecir la actividad la teor’a se haga substantiva. El no conseguir asignar un contenido
econ—mica de acuerdo con los c‡nones del razonamiento l—gico. ÇsubstantivoÈ a la teor’a econ—mica formal ha hecho dif’cil, y a veces
La fuerza, no la debilidad, de la teor’a econ—mica radica en imposible, decidir cu‡ndo ciertas de sus proposiciones son aplicables
confiar en tales supuestos simples. y cu‡ndo, no, como ha se–alado Hempel (1965: 169-170):

Es cierto, desde luego, que si las proposiciones te—ricas han de En dos aspectos importantes... me parece que las idealizacio-
conseguir algœn grado de generalidad, deben modelarse de forma nes de la econom’a difieren de las idealizaciones de las ciencias
abstracta. DespuŽs de todo, el objetivo de las teor’as es explicar la naturales: antes que nada, son idealizaciones intuitivas y no te—-
realidad, no duplicarla. Pero las idealizaciones de las ciencias natu- ricas, en el sentido de que los postulados correspondientes no se
rales difieren de las de la econom’a en varios aspectos cruciales. deducen, como casos especiales, de una teor’a m‡s amplia que
En primer lugar, las entidades y las condiciones ideales de un campo abarque tambiŽn los factores no-racionales y no-econ—micos
corno el de la f’sica representan Çcondiciones l’mitesÈ: son concep- que afectan a la conducta humana. Actualmente no se dispone de
tualizaciones de fen—menos en las que simplemente se ignora una ninguna teor’a apropiada m‡s general, y por tanto no existen
multitud de factores que complican el asunto (Carney y Scheer 1964: fundamentos te—ricos para valorar la idealizaci—n impl’cita en
439-441). Sin embargo, las leyes que tratan de tales entidades ideales aplicar las construcciones de la econom’a a las situaciones con-
son leyes emp’ricas; es decir, tales leyes pueden verificarse emp’ri- cretas. Esto nos lleva al segundo punto de la diferencia: no siem-
camente aportando determinados supuestos suplementarios que cu- pre se especifica con claridad la clase de fen—menos concretos
bran el vac’o entre el caso ideal y las situaciones concretas, aunque de comportamiento de los que los principios idealizados de la
el ajuste nunca sea perfecto. Las idealizaciones de la econom’a nunca teor’a econ—mica pretenden constituir, por lo menos aproxima -
son Çcondiciones l’mitesÈ en este sentido. No s—lo se caracterizan damente, generalizaciones correctas. Por supuesto, esto complica
por lo que se deja fuera de las conceptualizaciones de los fen—menos el uso explicativo significativo de aquellos principios: un sistema
econ—micos, sino tambiŽn, y con la misma importancia, por los su- te—rico ideal, como de hecho cualquier sistema te—rico, sea el
puestos adicionales que incluyen. El concepto de racionalidad eco- que sea, puede adoptar la posici—n de un aparato explicativo
n—mica, por ejemplo, dif’cilmente puede considerarse una Çcondici—n y con capacidad de predicci—n si se ha especificado su campo

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de aplicaci—n. En otras palabras, si los conceptos que lo consti- entre los fines' impl’cita en el uso del tŽrmino econ—mico?È Salisbury
tuyen han recibido una interpretaci—n emp’rica que de forma responde a su pregunta ret—rica en el siguiente p‡rrafo (1962: 106):
directa, o cuando menos mediata, los vincule a fen—menos obser-
vables... la aplicabilidad emp’rica de los principios de un siste- El recurso que se utiliza en todas las actividades es el tiempo
ma econ—mico ideal precisa de una interpretaci—n en tŽrminos de los participantes. En todo momento el individuo tiene que
emp’ricos que no convierta a estos principios en anal’ticos; de elegir si participa o no en una situaci—n donde es apropiada
ah’ que la interpretaci—n no deba llegar a la afirmaci—n de que una determinada actividad. En todo momento el coste de hacer
las proposiciones de la teor’a se cumplen en todos los casos del una actividad consiste en todas las actividades de otra clase a las
comportamiento econ—mic amente racional, lo cual ser’a una que se debe renunciar.
simple tautolog’a; por el contrario, debe se–alar, mediante cri-
terios l—gicos independientes de la teor’a, aquellas clases de La l—gica de Salisbury es aqu’ impecable: si el siane hace una cosa
comportamientos individuales o de grupo a los que se supone en un momento dado, no puede hacer otra al mismo tiempo. Incluso
aplicable la teor’a. puede haber un elemento de elecci—n en la forma en que reparten su
tiempo los siane, aunque Salisbury supone que es as’ sin demostrarlo
M‡s que rechazar la teor’a econ—mica formal por razones aprio- emp’ricamente. Pero lo que Salisbury no muestra es si en la sociedad
r’sticas, lo que han intentado hacer los substantivistas es dotarla de siane el tiempo est‡ sometido al calculo Çecon—micoÈ m‡s all‡ del
un contenido emp’rico; y han defendido que cuando la teor’a econ—- sentido metaf—rico. ÀConsideran los siane que el tiempo es una
mica se hace substantiva, su ‡mbito de aplicabilidad parece redu- mercanc’a? ÀEs el tiempo algo que puede perderse, ahorrarse, gas -
cirse claramente a las sociedades con organizaci—n de mercado. Cook tarse, desperdiciarse? ÀEs el tiempo dinero? En resumen, Àparticipan
replica que han ignorado la Çcreciente masa de literatura etnogr‡- los siane conscientemente en el proceso de asignar su tiempo a fines
fica que proporciona amplias pruebas de que los conceptos y mode- en competencia de tal forma que en algœn sentido los fines son maxi-
los de la teor’a econ—mica son relevantes en el an‡lisis de diversos mizados? No comprendo c—mo podr’an hacerlo, puesto que Salisbury
tipos de econom’as sin mercadoÈ (1966a: 336). A juzgar por las obras nos informa de que: ÇEn las sociedades no monetarias no existe tal
que cita Cook, su criterio de la ÇrelevanciaÈ consiste en que cierto medida unitaria del valor en cuyos tŽrminos pueda expresarse el valor
nœmero de antrop—logos han utilizado distintos conceptos (ÇcapitalÈ, relativo. Mi utilizaci—n del tiempo como tal medida no corresponde
Çoferta y demandaÈ, Çinversi—nÈ, etc.) procedentes de la teor’a eco- al uso ind’gena... Entre los siane ni siquiera existe un patr—n unitario
n—mica en sus an‡lisis de las culturas no occidentales. Pero hacer que impl’cito...È (1962: 186).
los conceptos encajen en cierto sentido en una masa de datos es Quiz‡s la mejor ilustraci—n de la forma en que los conceptos saca-
algo completamente distinto que demostrar que desempe–an un dos de la econom’a formal pueden tomarse con significaci—n metaf—-
papel en la explicaci—n y predicci—n del comportamiento humano. rica sea el an‡lisis bastante extenso que hace Salisbury de la oscila -
Dado que los conceptos te—ricos han adquirido en gran medida su ci—n de la demanda entre los siane, bas‡ndose en una serie de tran-
significaci—n a partir de las proposiciones de las que forman parte sacciones que hizo con ellos como oferta monopolista de una amplia
integral, cuando se utilizan con independencia de los contextos de variedad de bienes no tradicionales. Tom— cuidadosa nota de sus
estas proposiciones uno siempre puede preguntarse si realmente son preferencias y pudo demostrar que diferenciaban los bienes en cinco
portadoras del mismo significado o si simplemente se utilizan de categor’as distintas dentro de cada una de las cuales los bienes eran
forma metaf—rica. mutuamente sustituibles, y que la demanda siane de determinadas
Por ejemplo, Cook cita el estudio de Salisbury sobre los siane de categor’as de bienes era m‡s inel‡stica que la de otros. Ahora bien,
Melanesia (1962) como una demostraci—n convincente de la relevancia cuando un economista utiliza el tŽrmino ÇdemandaÈ, quiere decir
de los conceptos de la teor’a econ—mica formal en una econom’a previsi—n de demanda o curva de demanda. En otras palabras, la
sin mercado. Quiero comentar brevemente las dos partes del libro que demanda de un bien se define como las distintas cantidades de com-
pretenden demostrar claramente c—mo los conceptos procedentes pradores dispuestos a comprarlo en todas las posibles alternativas
de la teor’a econ—mica pueden ilustrar el comportamiento econ—mico de los precios. La demanda se considera en funci—n de cierto nœmero
en un contexto sin mercado. de factores: el precio del bien, los precios de todos los bienes simi-
Ahora bien, en la sociedad siane, los medios no sirven para todos lares, los ingresos de los consumidores, la diversidad de bienes dispo-
los usos: es decir, los medios espec’ficos est‡n tradicionalmente nibles, el nœmero de consumidores que se consideran y los gustos de
ligados a fines especiales. Esto obliga a Salisbury a plantear la los consumidores. (N—tese que al menos tres de ellos son a su vez
pregunta (1962: 106): ÇPero si cada nexo es tan aut—nomo que s—lo afectados por la demanda, que es adonde ’bamos.) Lo que es m‡s,
pueden utilizarse recursos especiales para conseguir los fines a que
se dirige cada nexo particular, Àd—nde se encuentra la 'competencia la demanda es significativa en el an‡lisis econ—mico porque interac -
ciona con otras magnitudes como la oferta y el precio por determina-
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dos sistemas. ÀEs esto lo que quiere decir Salisbury con demanda? Puesto que l—gicamente es cierto para el tri‡ngulo idealizado
No estoy seguro, pero dado el hecho de que el sistema econ—mico que la suma de sus ‡ngulos es igual a 180 grados, tambiŽn es
siane no est‡ organizado en tŽrminos de un sistema de precios, dudo l—gicamente cierto que una empresa que participa en una com-
de que Žse pueda ser el significado. Si se sustituyera su uso del con- petencia perfecta debe ajustar su producci—n con objeto de ma -
cepto ÇdemandaÈ por la palabra ÇpreferenciaÈ o ÇnecesidadÈ
5
o Çde- ximizar los beneficios de tal forma que el coste marginal se
seoÈ, Àse alterar’a de forma significativa su an‡lisis? . iguale con el precio del producto. La dificultad consiste en saber
cu‡ndo las respectivas afirmaciones son razonablemente aplica-
bles a los tri‡ngulos materiales y a las empresas reales. La enor-
IV me diferencia entre la econom’a y la geometr’a consiste en el
hecho de que la geometr’a ha encontrado su lug ar dentro del
El desacuerdo dentro de la antropolog’a, as’ como la discusi—n mundo deductivo puramente l—gico de las matem‡ticas, mien-
paralela dentro de la econom’a, refleja en œltimo tŽrmino concepcio - tras que la econom’a tiene que ser una ciencia emp’rica [sub-
nes tajantemente distintas sobre la l—gica de la explicaci—n dentro de rayado del original].
la ciencia y el estatus de la econom’a formal como teor’a cient’fica.
Los cient’ficos sociales siempre han considerado a la econom’a Parece existir una creciente insatisfacci—n entre los economistas
Ñcon cierto respetoÑ la ciencia social que m‡s estrechamente se sobre esta incapacidad para trasladarse conceptualmente de los casos
aproximaba a las ciencias f’sicas en complejidad metodol—gica y ÇidealesÈ a los casos ÇrealesÈ. En las œltimas dŽcadas, la estructura
te—rica. La econom’a es formal, es deductiva y, sobre todo, se presta formal de la econom’a ha sido examinada con la intenci—n de deter-
a las formulaciones matem‡ticas. minar quŽ contenido emp’rico debe asign‡rsele, si es que existe tal
Con ciertas reservas de menor importancia, Cook comparte esta contenido. La mayor parte de la investigaci—n y de la cr’tica inci-
admiraci—n. De hecho, leyendo su ensayo se llega a tener la impresi—n siva de la econom’a formal ha procedido de los propios economistas,
de que las proposiciones fundamentales de la econom’a formal han lo que no es sorprendente (vŽase, por ejemplo, Boulding, 1952; Due-
demostrado su valor explicativo en el contexto de las econom’as de senberry, 1954; Schoeffler, 1955; Grunberg, 1957; Archibald, 1960;
mercado, y que el œnico punto que falta por valorar es si estas propo- Schupack, 1962; Clarkson, 1963; Katona, 1964; Krupp (ed.), 1966;
siciones son tambiŽn aplicables a econom’as que no son de mercado. Heilbroner, 1966; Georgescu-Roegen, 1966).
Pero incluso en una lectura superficial de la literatura econ—mica, T—mese, por ejemplo, los axiomas de la maximizaci—n, denomi -
uno se queda con una sensaci—n muy distinta. Mientras los econo- nados por Heilbroner (1966: 274) Çla fuerza motriz de la econom’aÈ
mistas se han mantenido en su mundo puramente hipotŽtico-formal, y considerados por Krupp (1966: 40) entre los supuestos m‡s funda-
han podido explicar y predecir con un cierto Žxito. No obstante, cuan- mentales de la microeconom’a. ÀC—mo han respondido estos axiomas
do han intentado trasladarse a cualquier situaci—n econ—mica con- cuando se ha intentado comprobarlos emp’ricamente? Sobre un
creta se han encontrado con los mismos problemas metodol—gicos aspecto prominente del comportamiento de maximizaci—n, Archibald
que afrontan los dem‡s cient’ficos sociales (es decir, sistemas abiertos, observa (1960: 213):
multitud de variables, etc.) Sus Žxitos en la predicci—n no parecen
haber sido apreciablemente mayores que los de otros cient’ficos socia - En realidad parece enormemente dif’cil encontrar una com-
les (vŽase Hutchison, 1964: 89-102; Heilbroner, 1966: 283-284). Exac - probaci—n de la teor’a de la maximizaci—n del beneficio que no
tamente esta dificultad de superar el vac’o entre lo ÇidealÈ y lo ÇrealÈ corra el serio riesgo de refutarla, es decir, que no precise de
es la que parece tener presente el economista sueco Puu cuando escri- supuestos subsidiarios que proporcionen coartadas incompro -
b’a (1967: 106): b a b l e s e n c a so d e refutaci—n.

Boulding (1952: 36) ha resumido con amplias miras la situaci—n


5. A la luz de la pretensi—n de que Salisbury ha demostrado la relevancia del an‡lisis de la emp’rica de estos axiomas:
demanda en la sociedad siane, es interesante se–alar que los economistas han tenido alguna d i fcultad
mayor en demostrar la relevancia de la teor’a de la demanda en las econom’as de mercado,
como observa Schupack (1962: 550): "La verificaci—n de la teor’a (m‡s exacta mente, la no La cr’tica adopta dos formas: la primera consiste en que la
refutaci—n) puede adoptar la forma de comprobaci—n de los supuestos s ubyacentes a la teor’a o
bien de las implicaciones te—ricas que nacen de la teor’a como sus conclusiones. Tampoco el maximizaci—n del benefico sencillamente no es lo que en reali-
aspecto de la comprobaci—n ha demostrado ser muy aplicable a la teor’a de la demanda. dad hacen las empresas; la segun d a c o n s i s t e e n q u e i n c l u s o
Los supuestos son de naturaleza psicol—gica y n o p u ed e n observarse formando parte de la
escena econ—mica. Los experimentos de laboratorio parecen incapaces de recrear la situaci—n que si las empresas quieren maximizar los beneficios, no hay forma
afronta el consumidor cuando realmente entra en el lugar del mercado. La comprobaci—n de de hacerlo... La maximizaci—n del beneficio se desecha porque
las implicaciones emp’ricas no ha t enido Žxito debido a la general no correspondencia entre las
funciones de la demanda emp’rica y lasespecificadas y tratadas en la teor’a de la demanda". en el sistema de informaci—n de la empresa no hay nada que
revele las desigualdades marginales que ser’an indicativas del
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fallo en maximizar los beneficios. El sistema de informaci—n re- mos conservarla. No obstante, esto casi no es un argumento. Como
vela los costos medios, revela las ventas, la producci—n, el inven- ha comentado Archibald (1959: 62): ÇLa antigŸedad de una hip—tesis
tario y otras cifras de la hoja de balance y las hojas de ingresos.
y la ausencia de una rival 'ampliamente aceptada' son argumentos
Sin embargo, generalmente no revela los costes marginales y que se han propuesto para defender pr‡cticamente todos los errores
todav’a menos revela los ingresos marginales. Si la empresa serios que se han cometidoÈ.
no puede saber cu‡ndo no est‡ maximizando los beneficios, no Otros han adoptado la postura de que los postulados fundamen-
existe, pues, raz—n para suponer que los maximice... Gran parte tales constituyen un sistema aprior’stico del que pueden deducirse
del an‡lisis marginal puede salvarse sustituyendo la maximiza- ciertas proposiciones sobre c—mo la gente debe actuar en determi-
ci—n de los beneficios por la maximizaci—n de la utilidad incluso nadas condiciones si quiere maximizar los beneficios, la utilidad, la
en la teor’a de la empresa. Si las funciones de preferencia son satisfacci—n o lo que sea. En otras palabras, la econom’a se ocupa
razonablemente estables, esta teor’a tiene capacidad de predic- fundamentalmente del comportamiento normativo y su contenido
ci—n, pues las funciones de preferencia pueden investigarse de emp’rico no est‡ en discusi—n.
forma emp’rica. Si las funciones de preferencia no son estables, Otra influyente escuela ha defendido que el principal prop—sito
desde luego, la teor’a supone poco m‡s que decir que la gente de las teor’as cient’ficas es generar predicciones. Puesto que la reali-
hace lo que hace. Por desgracia existen muchos indicios de que dad es compleja, es necesario empezar por proposiciones muy simpli-
las funciones de preferencia no son especialmente estables, ficadoras y postulados que son reconocidamente irreales e incom-
sobre todo en lo relativo a las preferencias, de beneficio. Si tal probables. La validez emp’rica de los supuestos b‡sicos de la econo-
es el caso, la œnica esperanza de salvar la teor’a de la esterilidad m’a, afirma esta escuela, es irrelevante en la medida en que los supues -
ser’a el descubrimiento de una din‡mica de la preferencia... tos tengan valor predictivo, es decir, que de ellos puedan derivarse
Todav’a queda mucho camino hasta llegar a esta meta. l—gicamente afirmaciones que se conforman a los datos observables.
ƒsta es la pastura propuesta por Friedman (1953) en un famoso ensayo
En otro lugar Boulding hace las siguientes observaciones (1958: sobre metodolog’a que inici— el debate de amplio alcance sobre el
60, 62): ÇrealismoÈ de la teor’a econ—mica a que nos hemos referido al inicio
de este art’culo. TambiŽn parece ser la opini—n que defiende Cook.
...el an‡lisis marginal, en su forma generalizada, no es un an‡li- ƒste escribe, por ejemplo, que los modelos, conceptos y principios
sis del comportamiento sino un an‡lisis de la ganancia. No es econ—micos son esencialmente instrumentos heur’sticos (1966b: 1497)
una psicolog’a ni un an‡lisis del verdadero comportamiento. y que el economista sacrifica de buena gana la realidad con objeto
Est‡ m‡s pr—ximo a una Žtica o a un an‡lisis de posturas nor- de llegar a la predicci—n de la acci—n econ—mica, a partir de supues -
mativas. S—lo se convierte en un an‡lisis del comportamiento tos simples, mediante el razonamiento l—gico (1966a: 336).
si hacemos la nueva suposici—n de que la gente siempre actœa Como ya se ha se–alado, las proposiciones b‡sicas de una disci-
de acuerdo con su mayor ganancia. En el caso de los indivi- plina no necesitan Ñy en realidad no debenÑ reflejar la realidad si
duos, este supuesto s—lo es cierto en algunas ocasiones. pretenden tener un cierto grado de generalidad. TambiŽn es cierto
Las personas son motivadas, incluso en la actividad econ—mi- que, en una ciencia relativamente madura, tal como la f’sica, carac-
ca, por el comportamiento tradicional, por la costumbre de terizada por una jerarqu’a de leyes y teor’as relacionadas deductiva-
seguir las reglas emp’ricas conocidas y por las paulas de res- mente, las hip—tesis de m‡s alto nivel muchas veces s—lo son indi-
puesta que proceden del subconsciente y tienen poco o nada que rectamente comprobables mediante las leyes de nivel inferior que se
v e r c o n l a p r u d e n t e e v a l u a c i — n d e l a s v e n t a j a s y l as d e s v e n- deducen de ellas. Pero esto se debe a que son formulaciones muy abs-
tajas... Desde el punto de vista de la teor’a del comportamiento, tractas relativas a entidades te—ricas y otras entidades no observables,
la mayor debilidad del an‡lisis marginal, incluso en su forma y no a que sean simplemente instrumentos heur’sticos ni a que
generalizada, consiste en la ausencia de todo sistema de infor- contengan supuestos que deliberadamente falsific an la realidad. En
maci—n. Es importante darse cuenta de... que si no podemos ninguna disciplina cient’fica es indiferente la validez emp’rica de sus
saber d—nde se localiza el —ptimo, o punto de mayor ganancia, postulados b‡sicos. Adem‡s, ninguna ciencia social, ni la econom’a,
evidentemente no podemos tender hacia Žl [subrayado en el presenta el tipo de estructura te—rica que encontramos en la f’sica,
original]. de tal forma que ]a comparaci—n no es muy adecuada,
Las opiniones de Cook sobre la naturaleza y el papel de las teor’as
ÀC—mo han respondido los economistas a tales valoraciones criti- cient’ficas tambiŽn son enga–osas. Caracteriza los modelos econ—mi-
cas de orientaci—n emp’rica? Unos han dicho que la econom’a formal cos como instrumentos esencialmente heur’sticos y luego se refiere
puede ser ÇirrealÈ como han clamado sus cr’ticos, pero que, mien- a ellos como si tuvieran valor explicativo. Pero los modelos son
tras no podamos sustituirla por otro esquema te—rico mejor, debe- esencialmente analog’as (vŽase Chapanis, 1961; Brodbeck, 1959) y,
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8. Ñ ANTROPOLOGêA Y ECONOMêA

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aunque pueden constituir una ayuda importante y quiz‡s indispen- ellos proceden de forma inductiva. Ni Polanyi ni ningœn otro llegan
sable para legar a las explicaciones, en s’ mismos no explican nada. a proposiciones generales partiendo de datos f‡cticos brutos sin inter-
Un modelo s—lo puede tener capacidad explicativa si los distintos pretar. Hay un cierto grado de interpretaci—n te—rica que participa
axiomas o postulados del modelo reciben un contenido emp’rico desde el mismo principio y nos dirige hacia los datos significativos. No
concreto. Pero entonces el modelo deja de ser modelo y se transforma obstante, existe el riesgo de que si insistimos en que nuestras afirma-
en teor’a. Es una cuesti—n de l—gica elemental que ninguna afirma- ciones interpretativas est‡n demasiado estrechamente ligadas a la rea-
ci—n emp’rica verdadera puede deducirse de un conjunto de premi- lidad en toda su concreta complejidad, acabemos con una serie de
sas, a menos que estas premisas sean tambiŽn emp’ricamente ver - configuraciones œnicas de tipo benedictino no comprobables (cf. Can-
daderas. cian: 1966: 465). A veces, en su trabajo emp’rico y sus pronuncia-
Hay que hacer una importante distinci—n entre una predicci—n mientos program‡ticos, los substantivistas parecen tender en esa
correcta y una predicci—n garantizada (vŽase Danto y Morgenbesser, direcci—n. Lo que hace falta, por supuesto, es una aproximaci—n que
1961: 180). Es posible que podamos predecir toda clase de aconteci- se esfuerce en conseguir la generalidad de los ÇformalistasÈ sin
mientos que no podemos explicar; pero la predicci—n garantizada perder al mismo tiempo un firme apoyo en el mundo emp’rico, una
s—lo puede proceder de un conjunto de generalizaciones o proposi- aproximaci—n que con esp’ritu ecumŽnico podr’a llamarse el Çforma-
ciones te—ricas bien confirmadas. Por tanto, no tiene ningœn sentido lismo substantivoÈ o el Çsubstantivismo formalÈ (para un ejemplo
que los supuestos b‡sicos de una ciencia deban ser inmunes a la de esta clase de perspectiva a la que me estoy refiriendo, vŽase Sah-
comprobaci—n emp’rica. Algunos de los peligros de considerarlos lins, 1965; Codere MS).
exentos de comprobaci—n han sido se–alados por el economista Lowe
(1936: 20-21). V
Es evidente y se reconoce por regla general que la contradic -
ci—n entre la conclusi—n y la realidad testimonia contra la deduc - Finalmente, la respuesta de Cook de que, dado que las econom’as
ci—n. Sin embargo, no es menos evidente Ñaunque a veces no se primitivas est‡n desapareciendo, la tesis substantivista es acadŽmica,
recuerdeÑ que la coincidencia entre la conclusi—n y la realidad me sorprende por ser un argumento curioso para un antrop—logo.
no constituye una œltima prueba de la justicia de la deducci—n. No s—lo desaparecen las econom’as primitivas, sino tambiŽn las
Siempre es posible que uno o m‡s conjuntos de condiciones religiones primitivas, los sistemas de parentesco primitivos, los sis -
absolutamente distintas de las supuestas den lugar al mismo temas pol’ticos primitivos, etc. De hecho, pudiendo resultar triste
efecto. La elevaci—n de los precios de una determinada mercan- para algœn antrop—logo, parece evidente que los d’as del mundo
c’a puede deberse a la elevaci—n de la demanda o al descenso primitivo est‡n contados. Entonces, Àpor quŽ preocuparse lo m‡s
de la oferta con respecto a esta mercanc’a, a una elevaci—n gene- m’nimo de ese mundo? La respuesta, creo, es obvia: al menos es la
ral de la demanda debida a cambios monetarios, etc. Siendo que los antrop—logos llevan ofreciendo algœn tiempo. En ausencia de
el efecto final el mismo en todos los casos, no puede hacerse la experimentos controlados y de largas series estad’sticas de los fen—-
verificaci—n mediante la selecci—n de supuestos irreales. Una menos (la revoluci—n industrial s—lo ha ocurrido una vez en la histo-
teor’a no puede confirmarse de forma tan estricta como se puede ria de la cultura), nos vemos reducidos al mŽtodo comparativo en
refutar... nuestro intento de ejercer alguna clase de control sobre las variables
y comprobar nuestras premoniciones, hip—tesis y teor’as. Puesto que
Lo que importa en todo esto es que la principal meta de la ciencia no podemos crear experimentalmente sistemas cerrados, podemos
es la explicaci—n y no la predicci—n. El significado de las predicciones intentar crear tales sistemas conceptualmente, formulando tipos meto-
consiste en que proporcionan un medio de comprobar las explica- dol—gicos y haciendo comparaciones entre ellos.
ciones. Como han observado Bear y Orr (1967: 191), la ciencia no se Una de las dificultades permanentes de la teorizaci—n de las
ocupa simplemente de lo que ocurre, sino que tambiŽn pretende ciencias sociales es que cuando se hace una propuesta te—rica, rara
llegar a explicaciones v‡lidas de c—mo y por quŽ ocurren las cosas. vez se nos informa sobre su ‡mbito de aplicabilidad (es decir, en quŽ
Si las teor’as se consideran simples instrumentos heur’sticos para condiciones podemos esperar que no se cumpla). Esto hace casi impo-
generar predicciones correctas, siguen se–alando, entonces Çno se sible cualquier comprobaci—n de la teor’a. A veces Ñy Žste parece
deja sentir la necesidad de un mecanismo explicativo generalÈ y se ser el caso de las generalizaciones b‡sicas de la econom’a formalÑ
convierte en Çefectivamente imposible la prosecuci—n de esa pre- las proposiciones se presentan inmunes a la comprobaci—n emp’rica,
tensi—nÈ. no porque su amplitud no se especifique, sino porque se expresan
Cook, creo yo, tiene raz—n al reprobar a los substantivistas su ale- de tal forma que parecen ser aplicables a todas y cualesquiera condi-
gato de que mientras la teor’a formal es estrictamente deductiva, ciones. Resulta dif’cil imaginar, por ejemplo, un caso de comporta-
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miento humano que no pueda acomodarse a la tesis de que toda per- Çan‡lisis formalÈ en la antropolog’a. Al leer algunas descripciones
sona actœa para maximizar algo: la utilidad, la satisfacci—n, el bene- de los analistas formales, sin embargo, se encuentra la misma clase
ficio, las satisfacciones ps’quicas, el estatus, el prestigio o lo que sea. de confusi—n sobre las relaciones de lo formal con lo emp’rico que
Dado que esta afirmaci—n es compatible con todo comportamiento ha sido la plaga de las discusiones en antropolog’a econ—mica. Por
humano imaginable, no hay manera de refutarla. Tales proposiciones, ejemplo, en un art’culo ampliamente alabado por los analistas forma-
cualesquiera otras cosas que puedan expresar, emp’ricamente son les, Lounsbury define la descripci—n formal de la siguiente manera
vac’as. (1964: 351):
La raz—n, pues, de que nos ocupemos de sistemas econ—micos
ÇmoribundosÈ es que nos proporcionan un fundamento emp’rico para Podernos considerar que se ha hecho una Çdescripci—n for-
definir los l’mites de las generalizaciones econ—micas. Como ha escrito malÈ de una colecci—n de datos emp’ricos cuando se ha especifi-
el propio Cook (1966a: 337-338): ÇLa concepci—n del mundo del eco- cado 1) un conjunto de elementos primitivos, y 2) un conjunto
nomista hace mucho tiempo que necesita una infusi—n de relativismo de reglas para manejarlos, de tal forma que al aplicar el segundo
cultural; su disciplina es la œltima plaza fuerte del provincialismo cul- al primero se generan los elementos de un ÇmodeloÈ; el cual
tural y del desdŽn de torre de marfil por las realidades sociocultu- modelo, a su vez, se aproxima satisfactoriamente a ser un facs’-
rales dentro de las ciencias socialesÈ. mil o rŽplica exacta de los datos emp’ricos cuya interrelaci—n
y naturaleza sistem‡tica estamos tratando de comprender. Una
Volvamos a la valoraci—n de Nash sobre la controversia forma- descripci—n formal, pues, es un aparato para predecir retroactiva-
lismo-substantivismo. ÀHan estado los substantivistas Çheroicamente mente los datos disponibles, haciŽndolos a partir de ese momento
confundidosÈ y ha sido una discusi—n con mucho ruido y furia, pero ÇcomprensiblesÈ, es decir, demostrando que son las conse-
con poco significado? Creo que no. Sea lo que uno piense de las cuencias v‡lidas y esperadas del principio subyacente que puede
contribuciones te—ricas positivas de los substantivistas, me parece presumirse que opera en su origen.
que su cr’tica del uso intercultural de la econom’a formal ha plan-
teado cierto nœmero de importantes consideraciones metodol—gicas Siguiendo este prop—sito, Lounsbury procede a demostrar que los
a la antropolog’a econ—mica as’ como a la antropolog’a en general. sistemas de parentesco cuervo y omaha pueden reducirse a una
Por lo que respecta a la antropolog’a econ—mica, si se est‡ dispues- serie de reglas de transformaci—n capaces de generar todos los tŽr -
to a conceder que ÇeconomizarÈ es un tipo especial de comporta- minos de parentesco de los respectivos sistemas. Pero entonces la
miento institucionalizado, entonces no existe ninguna raz—n que nos l—gica de Lounsbury falla. Pues, partiendo de estas consideraciones
obligue a seguir sumisamente a los economistas en definir el problema puramente formales, deduce err—neamente una conclusi—n emp’rica:
econ—mico como un problema exclusivo de asignaciones que debe el reconocimiento del parentesco se basa en el reconocimiento genea-
ser resuelto por las decisiones economizadoras de los individuos. En l—gico, es decir, los tŽrminos de parentesco se extienden a parientes
realidad, hacerlo as’ es cerrarnos a la investigaci—n de una gran canti- m‡s lejanos a partir de determinados tipos de parentesco primarios
dad de instituciones, relaciones y pautas de comportamientos que no que se encuentran dentro de la familia nuclear. En otras palabras,
est‡n comprendid as en la rœbrica de economizar, pero que sin duda Lounsbury supone que los sistemas de parentesco cuervo y omaha
tienen que ver con la forma en que la sociedad produce, distribuye surgen de la utilizaci—n por parte de los pueblos ind’genas de la
y consume los bienes y servicios. Para los antrop—logos Ño cualquier misma ingenuidad l—gica que Žl utiliza en su an‡lisis formal. Esto
otra persona en este sentidoÑ interesados en el desarrollo de una puede ser o no ser cierto, pero lo que hace es una afirmaci—n emp’-
ciencia de la econom’a comparativa, las implicaciones son bastante rica, y ningœn an‡lisis formal, por ingenioso que sea, puede justificar
claras: significa que debemos decidir por nosotros mismos cu‡les tal afirmaci—n.Lo que discutimos aqu’ es precisamente lo mismo
son las cuestiones significativas y buscar nuestras propias respuestas que subyace al debate en la antropolog’a econ—mica: Àcu‡l es el papel
te—ricas a estas cuestiones. DespuŽs de todo, no existe ninguna raz—n l—gico de las proposiciones formales en nuestro intento de compren-
para suponer que los economistas se han estado haciendo las pregun- der y explicar el mundo fenomŽnico?
tas apropiadas. En realidad, si las dificultades que han experimentado
los economistas al abarcar te—ricamente los problemas del desarrollo Metodol—gicamente, el an‡lisis formal es œtil porque puede reve-
lar relaciones significativas entre variables de un sistema que podr’a-
econ—mico pueden ser un indicio, existen buenas razones para pensar mos haber ignorado completamente. Pero lo formalmente posible no
lo contrario. es lo emp’ricamente probable, y si lo que deseamos desarrollar es una
Al mismo tiempo, el debate tiene implicaciones que van m‡s all‡ teor’a cient’fica, lo primero s—lo es œtil en la medida en que nos con-
de la antropolog’a econ—mica y se relacionan con temas metodol—gicos duce a lo segundo. Hasta que el an‡lisis formal se haga substantivo
m‡s generales de la antropolog’a. Pienso especialmente aqu’ en el dot‡ndolo de una interpretaci—n emp’rica, se queda s—lo en un intere-
inmediato interŽs despertado por el uso de Çmodelos formalesÈ y de sante ejercicio l—gico.
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