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SOBRE LA FORMACIÓN DE FREUD

Colaboración Agostina Ilari Bonfico

Los comienzos en la zoología y la fisiología

En su “Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico”1, Freud


afirma:
El psicoanálisis es creación mía, yo fui durante diez años el único que se ocupó de
él, y todo el disgusto que el nuevo fenómeno provocó en los contemporáneos se
descargó sobre mi cabeza en forma de crítica […] nadie puede saber mejor que yo
lo que el psicoanálisis es, en qué se distingue de otros modos de explorar la vida
anímica, qué debe correr bajo su nombre y qué sería mejor llamar de otra manera.
Freud creó el psicoanálisis, desarrolló su cuerpo teórico y su praxis, siendo
el maestro de los futuros analistas. Pero, ¿quién formó a Freud?, ¿quiénes fueron
sus maestros? No todos sus mentores se encuentran en el campo de las ciencias
biológicas. Freud, también ha sido influenciado por la filosofía de su época. Sin
querer que estas líneas se conviertan en un análisis meticuloso de la vida de
Freud, pretendemos dar cuenta de cuál ha sido el camino que ha seguido Freud
en su formación profesional y quiénes han oficiado de guía.
Durante la década de 1870, Freud se encontraba en la Universidad de
Viena cursando sus estudios de medicina, carrera que inició en 1873 y finalizó en
1881, a la edad de 25 años. Durante el primer año de su vida universitaria, se
dedicó a estudiar temas humanísticos que, aparentemente, nada tenían que ver
con su futura profesión de médico2. Movido por un gran interés en lo humano, más
allá de lo biológico, Freud se dedico a la lectura de la filosofía. Animado por su
curiosidad y apetito de saber, que sostendrá hasta sus últimos días de vida, Freud
se introdujo en el ambiente del filósofo Franz Von Brentano (1842-1925), un ex
sacerdote y exponente claro de la filosofía aristotélica y la psicología empírica.

1
Freud, S. “Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico”. Sigmund Freud Obras
Completas. Amorrortu. Buenos Aires, 2008. Vol. XIV, Pág. 7.
2
Gay, Peter. Freud. Vida y legado de un precursor. Paidós, España, 2010. Pág. 52.
Siguiendo la investigación biográfica de Roudinesco –gran historiadora del
psicoanálisis y sus representantes–, nos enteramos que Freud obtuvo un
doctorado en filosofía bajo la dirección de Brentano3. Resulta llamativo que en su
“Presentación autobiográfica”, Freud no mencione en modo alguno nada acerca
de este doctorado y de su paso por las clases de Von Brentano. Sin embargo, sus
historiadores han sabido dar cuenta de la influencia que este primer maestro tuvo
en la formación de Freud, influencia que no pasa desapercibida en su construcción
teórica.
Para Freud, Brentano se trató de un maestro que supo estimular a sus
estudiantes, mostrando sin tapujos su creencia en Dios y un sumo respeto por las
teorías de Darwin. Según los biógrafos de Freud, Von Brentano logró que el padre
del psicoanálisis se cuestionara sobre sus convicciones ateas que había llevado
consigo a la Universidad. Pero a fines de 1874, el romance con las ideas de su
primer mentor comenzó a decaer. En una carta fechada en noviembre de ese año,
Freud le confesó a su amigo Silverstein que se veía a sí mismo como “un
estudiante de medicina empirista y sin Dios”.4 En aquella época, Freud volvió a su
incredulidad y permaneció en ella. Pareciera ser que se había decepcionado de la
filosofía en general, ya que la consideraba demasiado especulativa. Sin embargo,
a pesar de este temprano desencanto, Von Brentano había logrado dejar huella en
el pensamiento freudiano, sobre todo con sus escritos de psicología.
Luego de haberse alejado de los caminos de Brentano y de la filosofía,
Freud encamino su interés nuevamente hacia las ciencias médicas. En aquella
década de 1870, la Universidad de Viena también contaba con un cuerpo docente
de primera línea en ciencias biológicas. Entre ellos se encontraba Carl Claus
(1835-1899), médico y zoólogo alemán, director del Instituto de Anatomía
Comparada, y quien había introducido en Austria el pensamiento darwiniano. En
1875 Freud se encontraba trabajando en el laboratorio de Claus. Impulsado por su
maestro, obtuvo una beca para estudiar en Trieste la vida de las anguilas macho

3
Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis, 2° ed. revisada y actualizada. Paidós,
Argentina. 2008. Pág. 142.
4
Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit.Pág. 53.
de río. Así, en marzo de 1876 Freud partió a su nuevo destino. Durante su estadía
en Trieste, mientras se centraba en la búsqueda de las gónadas de las anguilas,
Freud se adiestró en la observación precisa y tranquila; el tipo de atención
concentrada tan indispensable que necesitaría para escuchar a sus pacientes.5
Luego de dos estadías en Trieste, en 1977, Freud publicó un artículo sobre sus
investigaciones. Según Roudinesco6, en ese texto se observa cómo Freud trabaja
en la elaboración de una teoría de las células nerviosas (las futuras neuronas),
teoría cuyas huellas se encontrarán en el “Proyecto de Psicología” de 1895.
Pero Claus no era el único docente conocedor y defensor de las ideas de
Darwin en la Universidad de Viena. Para esa misma época, Ernst Brücke (1819-
1892), un famoso fisiólogo, impartía clases en esa casa de altos estudios. Durante
los seis años que Freud se dedicó a trabajar en su laboratorio de fisiología, entre
1876 y 1882, su actividad estuvo centrada en el desciframiento del sistema
nervioso, primero de peces inferiores y después de seres humanos. En su
“Presentación autobiográfica”, Freud afirma que estando en el laboratorio de
fisiología de Brücke halló “sosiego y satisfacción plena, así como las personas a
quienes podía respetar y tomar como modelos”.7 De hecho, en el epílogo de
“¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?”, no quedan lugar a dudas del lugar
que ocupo este nuevo mentor en Freud: se trata de la máxima autoridad que ha
influido en él.8 ¿Qué fue lo que deslumbró a Freud?
Como dijimos, Brücke también era un defensor de la teoría de Darwin.
Claramente, esta postura teórica ejerció una gran atracción en Freud, ya que él
mismo confesó su “Presentación autobiográfica”, haber sido muy entusiasta con
los postulados darwinianos, dado que prometían un extraordinario avance en la
compresión del universo.9 “Con el riguroso trabajo histológico sobre el sistema

5
Gay, P. Ibídem. Pág. 56.
6
Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit.Pág. 384.
7
Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XX, Pág.
9.
8
Freud, S. “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?” Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XX, Pág. 237.
9
Freud, S.” Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 8
nervioso que Freud realizó para Brücke, participaba en el vasto esfuerzo colectivo
tendiente a demostrar las huellas de la evolución”.10 Algunos de los primeros
trabajos publicados de Freud, escritos entre 1877 y 1883, detallan
descubrimientos que están lejos de ser triviales. Confirman el proceso evolutivo
revelado en las estructuras nerviosas del pez que examinaba en el microscopio.
Pero no solo fue Darwin los que unió a estos dos investigadores. Brücke era
considerado el más brillante representante de la escuela positivista en Viena.11
Los devotos del positivismo esperaban poder aplicar los métodos y
descubrimientos de las ciencias naturales, a la investigación de toda acción y todo
pensamiento humano. Freud compartía con Brücke este modo de pensar el
mundo. Y encontramos en el “Proyecto”, escrito 13 años después de haber
trabajado con Brücke, las huellas que su mentor imprimió en el joven Freud.
No podemos cerrar este apartado sin hacer mención a una magnífica
monografía escrita Freud, que resulto ser su primer libro publicado en 1891: La
concepción de las afasias (Estudio crítico). Se trata de un trabajo netamente
neurológico, pero entre sus abundantes y completamente documentadas citas de
autoridades, Freud esparció significativamente referencias a filósofos como John
Stuart Mill y psicólogos como Hughlings Jackson. El intento de Freud, que tiende a
subvertir una teoría de las perturbaciones del lenguaje cómoda y atractiva, llegaba
a introducir un elemento psicológico en el cuadro clínico.12
Para aquella época, los especialistas consideraban que el deterioro afásico
del lenguaje o la comprensión del mismo, tenían su fundamento en lesiones
cerebrales localizadas. Por el contrario, Freud se orientó por el reconocimiento de
que la significación del elemento de localización [fisiología del cerebro] ha sido
sobreestimado en la afasia y de que es justo que nos preocupemos una vez por
más por las condiciones funcionales del aparato del lenguaje.13 Rodeado por

10
Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 60.
11
Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 146.
12
Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 88.
13
Freud, S. “Fragmento de la correspondencia con Fliess. Carta 70” (3 y 4 de octubre de
1897).Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 303.
neurólogos, Freud estaba comenzando a buscar causas psicológicas para los
efectos psicológicos.

El encuentro con la neurosis


En 1882, Freud se alejó del trabajo en el laboratorio de Brücke para ocupar
un puesto en el Hospital General de Viena. Permaneció en esa institución por un
lapso de tres años. Durante ese tiempo, experimentó una variedad de
especialidades médicas, al ir rotando de un departamento a otro: cirugía, medicina
interna, psiquiatría, dermatología, enfermedades nerviosas y oftalmología.
Para mayo de 1883, Freud se encontraba trabajando en la clínica
psiquiátrica de Theodor Meynert (1833-1892). Su nuevo mentor, con quien pasó
unos cinco meses, era un gran anatomista del cerebro. Pero no debe haber sido
esta actividad lo que maravilló a Freud. Meynert había desarrollado “la hipótesis
de un yo primitivo y un yo secundario, que sería retomado por Freud en 1895 en
su ´Proyecto de Psicología´. Según este psiquiatra vienes, el yo primitivo es la
parte genéticamente inferior de la vida mental, que se manifiesta en el momento
en que el niño toma conciencia de la separación entre su cuerpo y el ambiente. El
yo secundario es el instrumento para el dominio de la percepción”.14 Encontramos
que las teorías desarrolladas por Meynert tuvieron cierto impacto en Freud. De
hecho, si bien estas ideas se deslizan en el “Proyecto”, Freud las retoma 20 años
después en su artículo “Pulsiones y destino de pulsión” de 1915, donde esboza
una estructuración del yo en tres etapas. Durante el tiempo que Freud pasó junto a
Meynert, tuvo la oportunidad de observar enfermos mentales hospitalizados que
incluían casos estrictamente neurológicos y casos psiquiátricos en el sentido
moderno de la palabra.15 De a poco, Freud fue adentrándose en la práctica clínica.
Finalmente, en septiembre de 1885, gracias al apoyo de Meynert y Brücke, obtuvo
el puesto de Privatdozent (docente adscrito), cargo que le permitió incursionar en
la docencia, impartiendo algunos cursos de neuropatología.

14
Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 720.
15
Ibídem. Pág. 721.
El interés de Freud estaba comenzando a centrarse cada vez más en la
psiquiatría y en las enfermedades nerviosas. Pero para aquella época, el estudio y
el trabajo sobre este tipo de afecciones nerviosas, era poco practicado en Viena.
Freud necesitaba más de lo que la Viena de aquel entonces tenía para ofrecerle y
en París, en la distancia, brillaba el gran nombre de Charcot.16
Movido por el interés de adentrarse por completo en el mundo de las
enfermedades nerviosas, en el otoño de 1885, tras una recomendación de Brücke,
Freud recibió una beca para viajar a París. Ingresó como alumno en el reconocido
Hospital Salpêtrière, donde fue un discípulo más de Jean Martin Charcot (1825-
1893). El nombre de Charcot es inseparable de la historia de la histeria, la hipnosis
y de los orígenes del psicoanálisis. Último gran representante de la psiquiatría
dinámica, desempeñó un papel fundamental en la formación del joven Freud, entre
octubre de 1885 y febrero de 1886.17 Siguiendo la investigación biográfica
realizada por Peter Gay, encontramos que fue Charcot quien apartó finalmente a
Freud del microscopio y lo impulsó hacia la psicología18 De hecho, en una carta
que Freud escribió a su esposa se refiere a Charcot en los siguientes términos:
“No sé si la semilla dará fruto algún día, pero estoy seguro de que ningún otro
humano ha actuado nunca sobre mí de este modo”.19 Hoy, más de 125 años
después, seguimos asistiendo al fruto de esa semilla.
En su “Presentación autobiográfica”, Freud reflexiona acerca de aquello que
tanto lo impresionó sobre Charcot: sus últimas indagaciones acerca de la
histeria.20 Charcot había diagnosticado la histeria como una dolencia auténtica y
describió que también podía afectar a los hombres, contradiciendo de ese modo
todas las nociones tradicionales. Pero uno de sus mayores logros, fue haber
rescatado la hipnosis como herramienta al servicio de la curación mental.

16
Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 11
17
Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 166.
18
Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 74.
19
Ibídem. Pág. 74.
20
Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 12.
Aún hubo una lección mucho más valiosa para Freud, ya que Charcot
defendía la práctica por encima de la teoría. Existió una frase dicha por su nuevo
mentor que impresionó en grado sumo al joven Freud: la teoría está muy bien,
pero no impide que los hechos existan.21 Esa fue la principal enseñanza que
Charcot impartía: la obediencia sumisa del científico a la los hechos no es
adversaria, sino fuente y sierva de la teoría. Y Freud fue un excelente alumno. En
más de una ocasión modificó sus elaboraciones teóricas porque su práctica así se
lo indicaba.
Más allá de la admiración que Freud tenía por Charcot, persistía en él un
fuerte interrogante acerca de la hipnosis. Por ese entonces, existían dos escuelas
francesas con teorizaciones disímiles acerca de la hipnosis. Por un lado, Charcot
desde París, afirmaba que el estado hipnótico era una condición producida
artificialmente y sólo podía provocarse en pacientes histéricos. Por otro lado,
Hyppolyte Bernheim (1840-1919) en Nancy, entendía que la hipnosis era una
cuestión de sugestión, y por lo tanto, casi todas las personas podían ser
hipnotizadas.22
En medio de ese debate académico sobre la hipnosis, Freud comenzó su
actividad médica. Para ella, la sugestión hipnótica se convirtió en su medio
principal de trabajo.23 Pero no pasó mucho tiempo hasta que comprendió las
limitaciones que poseía esta herramienta terapéutica. Se quejaba que no lograba
hipnotizar a todos los enfermos y cuando lo lograba, no le era posible sumirlos al
estado de hipnosis profundo que hubiera deseado.24 Sin embargo, mientras que la
hipnosis parecía ser una de las pocas herramientas útiles, a pesar de sus
limitaciones, con el propósito de mejorar su técnica hipnótica, en el verano de
1889, Freud viajó a Nancy, donde permaneció varias semanas. Sobre su estadía
recuerda que fue testigo de los asombrosos experimentos de Bernheim con sus
pacientes de hospital, y recogió las más fuertes impresiones acerca de la

21
Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 76.
22
Ibídem. Págs. 76-77.
23
Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 16.
24
Ibídem. Pág. 17.
posibilidad de que existieran unos potentes procesos anímicos que, empero,
permanecerían ocultos para la conciencia humana.25 Pero el entusiasmo por la
hipnosis duraría mucho más.
De regreso en Viena, Freud debió dar cuenta de lo realizado en París al
honorable Colegio de Profesores de la Facultad de Medicina de Viena. A lo largo
de este informe Freud se dedicó a exponer los logros de Charcot en la Salpêtrière.
Recordemos que Freud fue becado en calidad de docente adscrito de
neuropatología. Por tanto, resulta sumamente valiosa la siguiente frase, la cual,
evidentemente caló hondo en Freud: Charcot comentaba que la anatomía, en
líneas generales, ha consumado su obra, y la doctrina de las afecciones orgánicas
del sistema nervioso esta, por así decir, acabada; y que ahora le tocaba el turno a
la neurosis.26 Y Freud se tomó al pie de la letra que el tiempo de la neurosis había
llegado. Sin lugar a dudas, el psicoanálisis le debe mucho a Charcot, ya que fue él
quien introdujo a Freud en el mundo de la neurosis.

Las enseñanzas de Anna O.


No todos los maestros y mentores de Freud fueron académicos. Freud
también aprendió mucho de la clínica de sus pacientes. Y si bien Anna O. no fue
paciente suya, ésta le marcó el camino que el psicoanálisis debería emprender
para el desarrollo de su praxis y cuerpo teórico.
El caso de Anna O. es considerado el caso fundador del psicoanálisis. Pero
como dijimos, no fue paciente de Freud, sino de su colega Josef Breuer (1842-
1925). Breuer formaba parte del grupo de profesionales que trabajaban en el
laboratorio de fisiología de Brücke durante la época en la cual Freud también se
encontraba allí. Se conocieron en 1877 y se hicieron muy buenos amigos. Durante
los años siguientes, intercambiaron grandes cantidades de correspondencia no
solo referida a sus vidas privadas, sino también referente a sus logros y dudas
profesionales. Sobre esta amistad, Freud reconoce haber sido el mayor

25
Ibídem.
26
Freud, S. “Informe sobre mis estudios en París y Berlín”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. I, Pág. 10.
beneficiado, debido a los intercambios científicos que se produjeron entre ambos,
y porque consideraba que Breuer era un hombre de una inteligencia
sobresaliente.27
Antes de que Freud viajara a París, Breuer le informó acerca de un caso de
histeria que había tratado entre 1880 y 1882. El trabajo clínico realizado con Anna
O. le permitió echar luz sobre la causación y significado de los síntomas histéricos.
Sin dudas, Breuer merece un puesto destacado en la historia del psicoanálisis. Al
confiarle la historia de Anna O., generó en Freud una gran ebullición de ideas. A lo
largo de su producción psicoanalítica, Freud realizó numerosas menciones acerca
del caso de Anna O. Inclusive, en su viaje a Estados Unidos en 1909, cuando fue
invitado por la Clark University a dar un ciclo de conferencias, Freud decidió
inaugurar sus charlas con el caso de Anna O. a fin de dar cuenta “acerca de la
historia, la génesis y el ulterior desarrollo de este nuevo método de indagación y
terapia”28, el psicoanálisis.
El acontecimiento que precipitó el desencadenamiento de la histeria de
Anna fue la enfermedad mortal de su padre. Dos meses antes de que muriera,
Anna se vio obligada a dejar de cuidarlo y atenderlo, debido a su propia
enfermedad. Durante el tiempo que transcurrió su enfermedad, Anna presentó una
gran variedad de síntomas: parálisis con rigidez de las dos extremidades del lado
derecho; perturbaciones en los movimientos oculares y múltiples deficiencias en la
visión, dificultades para sostener la cabeza, una intensa tussis nervosa, asco
frente a los alimentos y en una ocasión, durante varias semanas, incapacidad para
beber no obstante una sed martirizadora; disminución de la capacidad de hablar,
al punto de no poder expresarse o no comprender su lengua materna, y, por
último, estados de ausencia, confusión, deliria, alteración de su personalidad
toda.29

27
Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 19.
28
Freud, S. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XI, Pág. 7.
29
Ibídem. Pág. 8.
Breuer la visitaba a diario y la sumía en una suerte de hipnosis a fin de que
informara acerca de las palabras que solía decir en sus estados de ausencia, de
alteración psíquica con confusión. De este modo, reproducía ante el médico las
creaciones psíquicas que la gobernaban durante las ausencias y se habían
traslucido en esas pocas palabras inconexas.30 Por lo general, se trataba de
fantasías muy tristes, referidas, casi todas ellas, a situaciones en que una
muchacha se encontraba ante el lecho de su padre enfermo. Toda vez que
contaba cierto número de esas fantasías, quedaba como liberada y se veía
reconducida a la vida anímica normal.31 Así, Breuer junto con Anna, descubrieron
juntos que este tipo de conversaciones aliviaban temporalmente sus síntomas.
Anna encontró una expresión feliz para designar ese procedimiento, al que llamó
“curación por la palabra” (talking cure) o, con humor, “limpieza de chimenea”
(chimney sweeping).
Mediante ese deshollinamiento del alma […] se conseguía hacer desparecer los
síntomas patológicos cuando en la hipnosis se recordaba, con exteriorización de
afectos, la ocasión y el asunto a raíz del cual esos síntomas se habían
presentando.32
El punto decisivo de la curación por la palabra sobrevino cuando Anna
sufrió el trastorno de la imposibilidad de beber. Una noche, mientras estaba en su
estado hipnótico, se refirió a su dama de compañía inglesa, a quien no amaba, y
relató, con todos los signos de la repugnancia cómo había ido a su habitación, y
ahí vio a su perrito, ese asqueroso animal, beber de un vaso.33 Después de que
saliera a la luz ese disgusto reprimido, la hidrofobia desapareció. Impresionado por
los resultados que obtuvo, Breuer adoptó este método para aliviar a su paciente,
pasando a investigar de manera planificada la patogénesis de los otros síntomas.

30
Ibídem. Pág. 10.
31
Ibídem. Pág. 10.
32
Ibídem. Pág. 10.
33
Breuer, J. & Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. II, Pág. 58.
Una de las conclusiones más importantes se refiere a que casi todos los síntomas
habían nacido como unos restos […] de vivencias plenas de afecto a las que por
eso hemos llamado después «traumas psíquicos». Eran determinados por las
escenas cuyos restos mnémicos ellos figuraban, y ya no se debía describirlos
como unas operaciones arbitrarias o enigmáticas de la neurosis.34
Así, gracias a lo que Anna le enseñó, Freud comienza el largo recorrido que
lo llevará a trabajar a los síntomas de la neurosis en relación a un sujeto, a una
historia, siendo siempre el caso por caso.

Lo que las histéricas le enseñaron a Freud


La historia de los orígenes del psicoanálisis cuenta con un grupo de
mujeres que le enseñaron mucho a Freud. De hecho, fueron las que pusieron a
trabajar a Freud, quienes lo provocaron. El psicoanálisis comenzó a escribirse a
partir de los historiales clínicos de estas mujeres. Desde luego, el tratamiento que
Freud aplicó a sus primeras pacientes puede considerarse elemental teniendo en
cuenta el desarrollo posterior que logró el psicoanálisis. Pero esto no les resta
mérito a ellas ni a Freud. Estas histéricas tuvieron la capacidad para demostrarle a
Freud algunos de los rudimentos más importantes del psicoanálisis.
El abanico de síntomas conversivos que enfrentó Freud en esos primeros
años de su práctica, abarcaron desde dolores en las piernas hasta escalofríos,
desde estados de ánimos depresivos hasta alucinaciones intermitentes. Aún fiel a
su formación médica y biologista, Freud no estaba preparado para abandonar la
etiología neurológica de la histeria. Sin embargo, de poco había comenzado a
comprender que las experiencias traumáticas tempranas podrían estar implicadas
en el desarrollo de la enfermedad. De hecho, con Anna O. comenzó a madurar en
él la idea de que aquellos singulares trastornos tenían una etiología sexual.
A partir de los avances que la técnica psicoanalítica había logrado desde el
caso de Anna O., la escucha pasó a ser un método privilegiado. Fue Emmy von N.
una de las tantas pacientes que le indicó que el camino a seguir era el de la

34
Freud, S. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Ob. Cit. Pág. 11.
escucha. Durante 1889 y 1890, Freud atendió a esta viuda rica de mediana edad a
quien aplicó el procedimiento de Breuer de exploración en estado de hipnosis.35
Padecía tics convulsivos, inhibiciones espásticas del lenguaje y alucinaciones
recurrentes y horribles sobre ratas muertas y serpientes que se retorcían. En el
curso del tratamiento emergieron recuerdos traumáticos que Freud consideró
sumamente interesantes. En este historial, Freud relata una secuencia que
reconoce, quizá, como la primera oportunidad en que se empleó lo que más tarde
sería el método de la asociación libre:
la conversación que sostiene conmigo mientras le aplican los masajes no es un
despropósito […] más bien incluye la reproducción, bastante completa, de los
recuerdos e impresiones nuevas que han influido sobre ella desde nuestra última
plática, y a menudo desemboca, de una manera enteramente inesperada, en
reminiscencias patógenas que ella apalabra sin que se lo pidan. Es como si se
hubiera apoderado de mi procedimiento y aprovechara la conversación, en
apariencia laxa y guiada por el azar, para complementar la hipnosis.36
Conjuntamente con esta escena, Emmy von N. ha pasado a la historia del
psicoanálisis por haberle exigido a Freud que dejara de preguntarle de dónde
provenía esto o aquello, sino que le permitiera decir lo que ella tenía que decir. A
partir de aquí, Freud se da cuenta que por más repetitivos y tediosos fueran los
relatos de la paciente, no había ganancia en interrumpirla, sino que debería
escuchar los relatos hasta el final. Este fue un momento decisivo, ya que lo
impulsó a Freud a crear un nuevo método de tratamiento, ya no guiado por la
hipnosis como herramienta infalible, sino sustentado en la escucha y la asociación
libre. Si hubo alguna vez un médico inclinado a convertir sus errores en fuentes de
comprensión, ése fue Freud.37
En el otoño de 1892, Freud comenzó el tratamiento de la señorita Elizabeth
von R. La describió del siguiente modo: Parecía inteligente y psíquicamente
normal, y sobrellevaba con espíritu alegre su padecer, que le enervaba todo trato y

35
Ibídem. Pág. 71
36
Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Ob. Cit. Pág. 78.
37
Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 98.
todo goce; lo sobrellevaba con la «belle indifférence» de los histéricos.38 Pero
hubo algo más que condujo a Freud a diagnosticarla como histérica: cuando le
pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hiperalgésica de la pierna
su rostro cobraba una peculiar expresión, más de placer que de dolor, lanzaba
unos chillidos […], su rostro enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los
ojos, su tronco se arqueaba hacía atrás”.39
Resultaba evidente que los gestos de la paciente no armonizaban con el
dolor; probablemente se asociaban mejor con el contenido de los pensamientos
escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en la enferma mediante la
estimulación de las partes del cuerpo asociados con ellos.40 Estaba
experimentando el placer sexual que se negaba en la vida consciente. De este
modo, Freud descubría el carácter sexual de los síntomas histéricos.
En este primer análisis completo de una histeria que Freud llevó a cabo,
arribó a un procedimiento que luego elevó a la condición de método: la remoción
del material patógeno estrato por estrato. Este nuevo procedimiento, Freud lo
comparó con la técnica de la exhumación de una ciudad enterrada.
Primero me hacía contar lo que a la enferma le era consabido, poniendo cuidado
en notar dónde un nexo permanecía enigmático, e iba penetrando en estratos
cada vez más profundos del recuerdo.41
En la “Comunicación preliminar”, fechada en 1892, Breuer y Freud habían
afirmado que los histéricos sufrían principalmente de reminiscencias.42 Por tanto,
el trabajo a realizar tenía que ver con traer a la luz esos recuerdos sumamente
significativos para los pacientes, que se resistían a recordar. Sabiendo que la
hipnosis no era una de sus grandes habilidades, Freud se vio obligado a encontrar
un nuevo método que le diera los mismos o mejores resultados. Así, recordó su
pasó por Nancy, cuando Bernheim demostró que los recuerdo del sonambulismo

38
Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Ob. Cit. Pág. 151.
39
Ibídem. Pág. 153.
40
Ibídem.
41
Ibídem. Pág. 155.
42
Ibídem. Pág. 33.
sólo en apariencia están olvidados en el estado de vigilia y se lo puede volver a
convocar. Movido por este recuerdo, Freud partió de la premisa de que también
sus pacientes sabían todo aquello que pudiera tener un significado patógeno, y
que sólo era cuestión de constreñirlos a comunicarlo. Este nuevo método de
trabajo le permitió independizarse de la hipnosis y le procuró una intelección
acerca de los motivos que son con frecuencia decisivos para el «olvido» de
recuerdos43 y pudo comprobar que ese olvido es a menudo deliberado, deseado y
siempre, sólo en apariencia es logrado. Las vivencias de importancia patógena,
con todas sus circunstancias accesorias, son conservadas por la memoria aun
donde parecen olvidadas, donde al enfermo le falta la capacidad para acordarse
de ellas.
Así, junto con la señorita Elisabeth von R., Freud comprendió el lugar que
ocupaban las resistencias en el tratamiento psicoanalítico. Rápidamente dejó de
hipnotizarla, ya que se dio cuenta que la clave de la cura estaba en la palabra.
Freud la animaba a que asocie libremente. Cuando, durante sus silencios, él le
preguntaba qué estaba sucediendo y ella contestaba “Nada”, Freud se negaba a
aceptar esa respuesta, ya que sabía con certeza que algo se le había ocurrido
debido a dos razones:44 O bien Elisabeth ejercía sobre su ocurrencia una crítica a
la que no tenía derecho –no lo hallaba lo bastante valioso, creía que no venía al
caso como respuesta a la pregunta planteada–; O bien le horrorizaba indicarla
porque le resultaba demasiado desagradable su comunicación.
Siguiendo con su esfuerzo por lograr las comunicaciones de su paciente,
Freud concluyó que su nueva técnica armonizaba con los resultados deseados:
que comunicara todo cuanto sucedía en su cabeza. En el curso de este difícil
trabajo empecé a atribuir una significación más profunda a las resistencias que la
enferma mostraba a reproducir sus recuerdos, y a compilar con cuidado las
ocasiones a raíz de las cuales aquella se denunciaba de un modo particularmente
llamativo.45

43
Ibídem. Pág. 129
44
Ibídem. Pág. 168.
45
Ibídem.
A fines de 1892, Miss Lucy R. inició su tratamiento con Freud. El síntoma
que aquejaba a esta paciente era una intensa sensación olfativa de desagradable
olor a pastelillos quemados, asociado con sentimientos depresivos. En lugar de
minimizar esa alucinación perceptiva, Freud la convirtió en punto de partida del
análisis, ya que sería la que lo guiaría a los orígenes de los padecimientos de esta
joven inglesa.
El lenguaje de los síntomas comenzaban a aclararse para Freud: debía
haber una razón real y suficiente para que un olor particular estuviera ligado a un
estado de ánimo particular. Y el modo de llegar a ese vínculo, era trayendo a la
conciencia aquellas escenas aparentemente olvidadas, que habían provocado el
síntoma. Por tanto, con ella, Freud perfeccionó la técnica aplicada a Elisabeth von
R.: la asociación libre.
Para finales de 1892, Freud ya había reunido los rudimentos de las técnicas
psicoanalíticas: la observación atenta, la interpretación, la asociación libre no
obstaculizada por la hipnosis, atención flotante y la elaboración.

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