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Director Ejecutivo
Antonio Aramayo Tejada
Gerenta del Área de Información,
Investigación y Análisis de Conflictos
María Soledad Quiroga Trigo
Coordinación de la investigación
Verónica Pacheco Sanjinés
Sistematización y redacción de la presente publicación
Antonio Aramayo Tejada
Jimena Avejera Udaeta
Verónica Pacheco Sanjinés
Compilación de la investigación
Helen Álvarez
Consultores externos

TIERRAS ALTAS TIERRAS INTERMEDIAS TIERRAS BAJAS


Investigadoras principales
María Lily Maric Gabriela Canedo Maggie Jauregui
Asistentes de investigación
Oscar Jara Luciana Jáuregui Fabiana Chirino O.
Rolando Paredes Marcela Magne Carolina Bessolo J.
Gabriela Aquice Aura Nelly Garzón C.
Encuestadores
Leonardo Cardozo
Patricia Alfaro
Javier Lazo C.
Jefatura de la Unidad de Prensa y Promoción
Gabriela Ugarte Borja
Edición general
Iván Barba Sanjinez
Tapa, diseño y diagramación
Martín Sánchez Escóbar
Impresión
Editora Presencia
ISBN: 978-99954-96-005
Depósito Legal: 4-1-628-13

Mayo de 2013
La Fundación UNIR Bolivia cuenta con el respaldo de una canasta de
fondos conformada por el apoyo financiero de las cooperaciones de
Holanda, Suecia, Suiza, Christian Aid y Trócaire.
Hecho en Bolivia

www.unirbolivia.org

Oficinas:
DISTRITAL UNO: La Paz – El Alto DISTRITAL DOS: Santa Cruz – Tarija DISTRITAL TRES: Cochabamba – Chuquisaca
Sede: Ciudad de La Paz Sede: Ciudad de Santa Cruz de la Sierra Sede: Ciudad de Cochabamba
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INDICE

PRESENTACIÓN 15

UNO
Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 21
Violencia 24
1. Defi niciones amplias-expansivas 30
2. Defi niciones restringidas u observacionales 37
3. Defi niciones legitimistas o estrictas 37
Paz y cultura de paz 41

DOS
Propuesta metodológica: Representaciones sociales 57
Aplicación de la metodología 63
Estructura de investigación 64
Regiones 64

TRES
Regiones y localidades de estudio 71
Características de las poblaciones de tierras altas 72
Departamento de La Paz 72
Ciudad de La Paz 72
El Alto 74
Tocaña 77
San Buenaventura 79
Departamento de Oruro 81
Ciudad de Oruro 81
Santiago de Huari 82
Huanuni 83
Santuario de Quillacas 86

5
Departamento de Potosí 86
Ciudad de Potosí 87
Uncía 89
Chuquiuta 90
Llallagua 91
Características de las poblaciones de tierras intermedias 94
Departamento de Cochabamba 94
Ciudad de Cochabamba 94
Quillacollo 97
Puerto Villarroel 99
Villa Tunari 102
Departamento de Chuquisaca 103
Sucre 104
Tomina 105
Tarabuco 106
Monteagudo 107
Departamento de Tarija 109
Ciudad de Tarija 109
Entre Ríos 111
Villamontes 112
Yacuiba 114
Características de las poblaciones de tierras bajas 117
Departamento de Santa Cruz 117
Santa Cruz de la Sierra 117
Poza Verde 119
Camiri 121
San Julián 122
Departamento del Beni 123
Trinidad 123
Riberalta 125
Guayaramerín 127
San Ignacio de Moxos 128
Departamento de Pando 129
Cobija 129
Porvenir 132
Filadelfia 133
Puerto Gonzalo Moreno 134

6
CUATRO
Hallazgos de la investigación en tierras altas 137
Violencia 138
1. ¿Qué se entiende por violencia? 138
2. ¿Qué causas de violencia se identifican? 141
Pobreza 141
Poder-política 147
Conflictos 153
Discriminación 159
Medios de comunicación 162
3. ¿Qué tipos de violencia se identifican? 164
Violencia de género e intrafamiliar 164
Inseguridad ciudadana 169
Justicia por mano propia 171
Pobreza 176
Discriminación 177
4. ¿Qué sentimientos y conductas genera la violencia? 181
5. La violencia como parte de la cultura 183
6. ¿Se reconocen a sí mismos –y a su comunidad–
como violentos o pacíficos? Responsabilidad en relación
con la violencia o culpabilización de otros 185
Paz 188
1. ¿Qué se entiende por paz? 188
2. ¿Se considera posible la construcción cultura de paz? 190

CINCO
Hallazgos de la investigación en tierra intermedias 201
Violencia 201
1. ¿Qué se entiende por violencia? 201
2. ¿Qué causas de violencia se identifican? 206
Pobreza 206
Poder-política 210
Conflictos 216
Discriminación 220
Medios de comunicación 223
3. Las expresiones de violencia presentes
en las representaciones sociales 224

7
Violencia de género e intrafamiliar 224
Inseguridad ciudadana 226
Justicia por mano propia 226
Discriminación 231
4. ¿Qué sentimientos y conductas genera la violencia? 233
5. La violencia como parte de la cultura 234
6. ¿Se reconocen a sí mismos –y a su comunidad– como
violentos o pacíficos? Responsabilidad en relación con
la violencia o culpabilización de otros 237
Paz 238
1. ¿Qué se entiende por paz y cultura de paz? 238
2. ¿Se considera posible la construcción
de paz y de cultura de paz? 241

SEIS
Hallazgos de la investigación en tierras bajas 251
Violencia 251
1. ¿Qué se entiende por violencia? 251
2. ¿Qué causas de violencia se identifican? 256
Pobreza 256
Poder - política 259
Conflictos 268
Discriminación 276
Medios de comunicación 279
3. Las expresiones de violencia presentes
en las representaciones sociales 281
Violencia de género e intrafamiliar 281
Inseguridad ciudadana 287
Justicia por mano propia 289
Pobreza 295
Discriminación 296
4. ¿Qué sentimientos y conductas genera la violencia? 299
5. La violencia como parte de la cultura 300
6. ¿Se reconocen a sí mismos –y a su comunidad–
como violentos o pacíficos? Responsabilidad en relación
con la violencia o culpabilización de otros 301
Paz 303

8
1. ¿Qué se entiende por paz y cultura de paz? 303
2. ¿Se considera posible la construcción
de paz y de cultura de paz? 305

CONCLUSIONES 317
Sobre la violencia 318
Pobreza 321
Poder, política y conflictos 322
Discriminación 327
Violencia de género e intrafamiliar 330
Inseguridad ciudadana y justicia por mano propia 331
Sobre paz y cultura de paz 332

BIBLIOGRAFÍA 339

ANEXOS 349
Anexo 1 - Conectores y Divisores 351
Anexo 2 - Entrevistas en profundidad en Tierras Altas 353
Anexo 3 - Entrevistas en profundidad en Tierras Intermedias 357
Anexo 4 - Entrevistas en profundidad en Tierras Bajas 363

9
Índice de gráficos y tablas
Capítulo UNO
Gráfico Nº 1 - Ciclo vicioso y virtuoso de la violencia 46

Capítulo DOS
Gráfico Nº 2 - Representación social 60

Capítulo TRES
Gráfico Nº 3 Mapeo de la violencia en Municipios y comunidades 46
Tabla Nº 1 - Municipios seleccionados por departamento 71

Capítulo CUATRO
Gráfico Nº 4 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de La Paz 145
Gráfico Nº 5 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de Oruro 146
Gráfico Nº 6 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de Potosí 146
Gráfico Nº 7 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de La Paz 148
Gráfico Nº 8 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de Oruro 149
Gráfico Nº 9 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de Potosí 149
Gráfico Nº 10 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de La Paz 151
Gráfico Nº 11 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de Oruro 152
Gráfico Nº 12 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de Potosí 152
Gráfico Nº 13 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de La Paz 157
Gráfico Nº 14 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de Oruro 158
Gráfico Nº 15 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de Potosí 158
Gráfico Nº 16 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de La Paz 161
Gráfico Nº 17 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de Oruro 161
Gráfico Nº 18 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de Potosí 162
Gráfico Nº 19 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de La Paz 173
Gráfico Nº 20 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de La Paz 174
Gráfico Nº 21 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de Oruro 174
Gráfico Nº 22 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de Oruro 175
Gráfico Nº 23 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de Potosí 175
Gráfico Nº 24 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de Potosí 176

Capítulo CINCO
Gráfico Nº 25 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de Cochabamba 208
Gráfico Nº 26 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de Chuquisaca 209
Gráfico Nº 27 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de Tarija 209
Gráfico Nº 28 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de Cochabamba 211

11
Gráfico Nº 29 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de Chuquisaca 212
Gráfico Nº 30 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de Tarija 212
Gráfico Nº 31 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de Cochabamba 215
Gráfico Nº 32 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de Chuquisaca 215
Gráfico Nº 33 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de Tarija 216
Gráfico Nº 34 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de Cochabamba 219
Gráfico Nº 35 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de Chuquisaca 219
Gráfico Nº 36 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de Tarija 220
Gráfico Nº 37 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de Cochabamba 221
Gráfico Nº 38 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de Chuquisaca 222
Gráfico Nº 39 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de Tarija 222
Gráfico Nº 40 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de Cochabamba 228
Gráfico Nº 41 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de Cochabamba 228
Gráfico Nº 42 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de Chuquisaca 229
Gráfico Nº 43 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de Chuquisaca 229
Gráfico Nº 44 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de Tarija 230

12
Gráfico Nº 45 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de Tarija 230
Gráfico Nº 46 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Diálogo Departamento de Cochabamba 243
Gráfico Nº 47 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Diálogo Departamento de Chuquisaca 244
Gráfico Nº 48 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Diálogo Departamento de Tarija 244

Capítulo SEIS
Gráfico Nº 49 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de Santa Cruz 257
Gráfico Nº 50 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de Beni 258
Gráfico Nº 51 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Pobreza Departamento de Pando 258
Gráfico Nº 52 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de Santa Cruz 261
Gráfico Nº 53 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de Beni 261
Gráfico Nº 54 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Poder Departamento de Pando 262
Gráfico Nº 55 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de Santa Cruz 264
Gráfico Nº 56 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de Beni 264
Gráfico Nº 57 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Política Departamento de Pando 265
Gráfico Nº 58 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de Santa Cruz 269
Gráfico Nº 59 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de Beni 269

13
Gráfico Nº 60 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Conflicto Departamento de Pando 270
Gráfico Nº 61 - Principales Conflictos y herramientas que posibilitan
el diálogo Poza Verde 274
Gráfico Nº 62 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de Santa Cruz 277
Gráfico Nº 63 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de Beni 278
Gráfico Nº 64 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Discriminación Departamento de Pando 278
Gráfico Nº 65 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de Santa Cruz 291
Gráfico Nº 66 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de Beni 291
Gráfico Nº 67 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Justicia comunitaria Departamento de Pando 292
Gráfico Nº 68 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de Santa Cruz 293
Gráfico Nº 69 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de Beni 293
Gráfico Nº 70 - Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Linchamiento Departamento de Pando 294

14
PRESENTACIÓN

La Fundación UNIR Bolivia –cuya misión institucional es aportar en la cons-


trucción de cultura de paz– consideró necesario y oportuno llevar adelante una in-
vestigación empleando la metodología de la representación social en 36 municipios
del país seleccionados por criterios estratégicos con la intención de conocer a fondo
las opiniones ciudadanas desde una óptica multicultural, regional, de género y gene-
racional. El estudio se ha realizado en tres macro regiones: tierras altas, correspon-
dientes a los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí; tierras intermedias, donde se
localizan Cochabamba, Chuquisaca y Tarija, y tierras bajas, conformadas por Santa
Cruz, Beni y Pando. En cada departamento se trabajó en las ciudades capitales y en
tres municipios y/o comunidades. El trabajo de campo se realizó a fi nes de 2010, y
la compilación y sistematización entre 2011 y 2012.
Para efectuar el trabajo de campo se conformó un equipo de investigación por
cada macro región, cada uno a cargo de una consultora externa que, conocedora
de las bondades y problemáticas del área considerada, desarrolló instrumentos para
recoger información de la forma más fi dedigna posible, evitando interpretaciones de
terceros y refl ejando las visiones y preocupaciones de las personas entrevistadas. Los
sustanciosos informes se hallan respaldados por documentación escrita y de audio a
partir de la cual se organizó la compilación, sistematización y redacción para elabo-
rar el presente texto, que busca exponer puntos de vista teóricos sobre la violencia y
la cultura de paz mediante un análisis plural de los diferentes postulados, para luego
ingresar a una explicación metodológica y concentrarse en las posiciones vertidas en
cada municipio.

15
El presente libro, Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia,
despliega el siguiente orden: el primer capítulo expone el marco teórico y los con-
ceptos de paz, violencia y cultura de paz empleados en la investigación; el segundo
desarrolla la propuesta metodológica de las representaciones sociales; el tercero de-
talla las características de las tres regiones en las cuales se llevó adelante el estudio y
las razones de elección de los 36 municipios. El capítulo cuarto presenta los hallazgos
de la investigación en tierras altas; el quinto, en tierras intermedias, y el sexto, en
tierras bajas. El capítulo séptimo muestra las conclusiones y el libro cierra con cuatro
anexos: uno dedicado a la identificación de aspectos conectores y divisores hallados,
y en los otros tres se registra el detalle de las personas e instituciones entrevistadas
por macro región.
Durante la recopilación bibliográfica se identificaron diversas teorías, enfoques,
fuentes y discursos en torno a la violencia, y se consideró que el solo abordaje de tal
multiplicidad de propuestas implicaría realizar un estudio diferente del que este libro
propone. Por tanto, en su elaboración se consideraron postulados teóricos amplia-
mente aceptados para establecer el marco referencial desde el cual se entienden los
resultados obtenidos.
En el transcurso del trabajo de campo fue necesario exponer, en cada municipio
seleccionado, tanto el objetivo como el método aplicado en la investigación, ate-
nuando así susceptibilidades u otros tipos de resistencia pasiva, y evitando cualquier
influencia en las percepciones de la población consultada.
Los resultados del estudio evidencian que la violencia ha permeado diferentes
territorios e identidades culturales, económicas y políticas, encontrándose anclada
en el imaginario de quienes participaron; se naturaliza y afianza como parte de las
culturas, legitimándose de tal manera que se convierte en cotidiana y, peor aún, pasa
desapercibida. La violencia es una construcción social, una práctica aprendida que
pasa de generación en generación conformando un sistema de creencias, actitudes
y prácticas que se ejercen, se transmiten y reproducen en los diversos ámbitos de la
sociedad.
Las deducciones del estudio confirman algunas hipótesis: el hallazgo de posicio-
nes que entienden la paz como algo ajeno a la realidad cotidiana y distante de plas-
marse; por lo contario, la violencia sí se la relaciona con la cotidianidad y, aunque

16
se la teme, también se la percibe como necesaria para conseguir fines relacionados
con una mejora en la calidad de vida. En los hechos, esta concepción naturaliza la
violencia.
La información obtenida sitúa a la paz, en cambio, como un anhelo y, para los
más, una utopía que no se reconoce como parte posible de su realidad; aunque no
faltan voces que identifican su presencia en sus experiencias cotidianas. Por otra par-
te, las respuestas obtenidas en los 36 municipios relacionan a la paz con la equidad y
la justicia social, así como con los ámbitos de lo espiritual y lo moral.
Los resultados enriquecen la mirada para diseñar con mayor precisión una pro-
puesta de política pública orientada a la atenuación de la violencia en sus diferentes
expresiones y la posibilidad de aportar en la construcción de una cultura de paz, la
cual no es una propuesta utópica, sino un proceso viable de largo aliento que debe
partir del conocimiento y de una correcta interpretación histórica del fenómeno de
la violencia y de las contrapropuestas de paz, así como de la definición de líneas
estratégicas que permitan realizar un trabajo sistemático, continuo y conjunto para
acercarse a esa meta.
En este marco, la Fundación UNIR Bolivia propone[1] la cultura de paz como
respuesta a las diversas formas de violencia, entendida como la convivencia susten-
tada en valores de solidaridad, libertad y reconocimiento de la dignidad de todos los
seres humanos; se caracteriza por la vigencia y el respeto de los derechos humanos
individuales y colectivos, la democracia representativa y participativa, un orden eco-
nómico justo y equitativo que posibilite la superación de la pobreza, el desarrollo
humano integral, la relación interdependiente con la naturaleza y la solidaridad que
vincula componentes tanto universales como nacionales. La paz no es sinónimo de
homogeneidad ni de desconocimiento de la diversidad cultural; por el contrario, es
una cultura de convivencia, de respeto por el disenso y la diferencia, de negociación,
de concertación y de diálogo. Se alimenta de diferentes tradiciones, culturas, lengua-
jes, religiones y perspectivas políticas para dar forma a un mundo con entendimien-
to, solidaridad y enfoque intercultural.
Bolivia, mayo de 2013

17
Antonio Aramayo Tejada
Director Ejecutivo
Fundación UNIR Bolivia

18
123456 MARCO TEÓRICO
VIOLENCIA, PAZ Y CULTURA DE PAZ
UNO
MARCO TEÓRICO:
VIOLENCIA, PAZ Y CULTURA DE PAZ

V iolencia, paz y cultura de paz son nociones que han generado


diversas propuestas teóricas; para ahondar en ellas se tomará como
referencia la investigación para la paz (o irenología), reconociéndola como disciplina
que se nutre de varias áreas del conocimiento.
La investigación para la paz, y los confl ictos, busca “…la reducción de la vio-
lencia en sus defi niciones relativamente amplias; adopta una actitud crítica frente
a la realidad de hoy; contribuye a los debates y medidas de orden político y utiliza
elementos de todas las ciencias sociales y contribuye también a las mismas”.1 Se
considera que puede aportar con nuevas propuestas epistemológicas en razón del
contacto con diversos escenarios (sociales, culturales, etc.) y su continua búsqueda de
otros puntos de vista y esfuerzos interdisciplinares.
A lo largo de los años han sido tres los ejes que fueron defi niendo la investigación
para la paz: la paz como el objetivo que se persigue en la mayoría de las sociedades;
la violencia como obstáculo que frena las potencialidades de realización de las perso-
nas, y el confl icto como elemento omnipresente en las relaciones humanas.2

1 Grasa, Rafael. Derechos Humanos y Cultura de Paz [en línea]. Instituto Catalán Internacional para La Paz,
España, 2011. [Fecha de consulta: septiembre 2012]. Disponible en: http://132.247.1.49/pronaledh/
index.php?option=com_content&view=article&id=168&Itemid=141

2 Martínez Guzmán, Vincent y Francisco A. Muñoz. Enciclopedia de Paz y Conflictos. Investigación para la paz [en
línea]. Alianza Educación para la Paz, Colombia, s/f. [Fecha de consulta: octubre de 2012]. Disponible
en: http://www.educacionparalapaz.org.co/enciclopedia/concep_1/concepto1.htm

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 21


Fisas3 señala que los primeros estudios se remontan a los años treinta, cuando los
esfuerzos se concentraron en explicar las guerras y sus causas. Pero es en la década
de los cincuenta, después de la Segunda Guerra Mundial, que se marca el inicio de
la investigación para la paz como disciplina, preocupándose por las armas nucleares
y el conflicto entre las grandes potencias. En 1957 se crea el Centro para la Inves-
tigación y la Resolución de Conflictos, que hizo importantes aportes sobre diversos
temas, entre ellos, el declive de la nación-Estado, el poder, la economía de la paz, el
papel de los organismos internacionales, entre otros. Otras contribuciones se relacio-
nan con el desarrollo de la cultura y educación para la paz (Elise Boulding4), el cos-
mopolitismo, el potencial de la sociedad civil, la posibilidades de una cultura cívica
global, el uso de la imaginación social, los talleres para imaginar el futuro deseado,
etcétera.5
La década de los sesenta se denomina “de la violencia” porque en ella se multipli-
can los estudios sobre este tema. Johan Galtung, fundador del Instituto de Investiga-
ción sobre la Paz de Oslo, Noruega, y de la revista Journal of Peace Research en 1964,
hace importantes contribuciones con sus planteamientos resaltando que la paz no
solamente es la ausencia de guerra (paz negativa), sino que para una verdadera (paz
positiva) es necesario atenuar la diferentes formas de violencia (directa, estructural y
cultural). En ese sentido se inicia el estudio de la paz desde su opuesto: la violencia.
Del mismo modo el autor establece las diferencias entre “cuidadores de paz” (peace-
keeping), “hacedores de paz” (peacemaking) y “constructores de paz” (peacebuilding), que
años después son asumidas por Naciones Unidas.
También por los años sesenta, John Burton avanza en la tesis de que el conflicto
forma parte de la naturaleza humana y que para abordarlo es necesaria la prevención
a partir de la capacitación. Paralelamente, se desarrolla la teoría de la negociación,
como una aplicación de la teoría de los juegos en negociaciones internacionales; su
mayor exponente es Thomas Schelling.

3 Fisas, Vicenç, Un poco de historia sobre la resolución de conflictos y la investigación sobre la paz. Escola de Cultura
de Pau, España, s/f. Disponible en: http://escolapau.uab.cat/img/programas/cultura/historia_
investigacion_paz.pdf.

4 De profesión socióloga, es considerada la “matriarca” del siglo XX del movimiento de la investigación


para la paz.

5 Vicenç, Fisas, Un poco de historia sobre la resolución de conflictos y la investigación sobre la paz, p. 1.

22 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


A medida que se transfigura el escenario mundial (años setenta y ochenta), el
interés de los estudiosos de la paz converge en el análisis de las crisis internacionales,
las guerras internas, los conflictos sociales, los procesos de mediación y en la acción
no violenta. Por ejemplo, en los años setenta, Gene Sharp, considerado el creador de
la corriente pragmatista entre los teóricos no violentos6 más importantes, estudia y
sistematiza las experiencias y acciones ghandiana, cuáquera y menonita.
En los años ochenta se desarrolla la perspectiva de género en la resolución de con-
flictos, con importantes aportes de Betty Reardon, Myriam Miezdian y Birgitt Brock-
Utne; desde un enfoque feminista, aportan a la disciplina de investigación para la paz
al introducir la ética del cuidado y la responsabilidad con enfoque de género, “con el
propósito de terminar con la vinculación entre masculinidad y violencia, perfilando
una nueva estrategia de paz”.7
El Programa de Negociación de Harvard Law School consideró el establecimien-
to que más contribuyó al tratamiento constructivo de los conflictos con estudios so-
bre procesos de mediación y negociación. Entre sus aportes destaca la distinción
entre intereses (beneficios que se desean obtener a través del conflicto) y necesidades
(elementos imprescindibles para la existencia humana). Otra contribución es la im-
portancia de tomar en cuenta las actitudes, los comportamientos y el contexto en el
análisis y la gestión del conflicto. El contexto se refiere a los mecanismos, procesos
e instituciones que influencian en la distribución y la satisfacción de las necesidades
básicas e intereses de las personas, las cuales incluyen seguridad física, militar, econó-
mica, social y ecológica,8 así como la situación política, económica, social y cultural.
De acuerdo con Mitchell,9 es importante interrelacionar los factores de contexto con
los comportamientos individuales específicos.

6 La acción no-violenta es un medio por el cual las personas rechazan la pasividad y la sumisión; conside-
ran que la lucha es esencial y se puede realizar sin usar la violencia.

7 Vicenç, Fisas, op. cit., p.3

8 Ministerio Federal de la Cooperación Económica y Desarrollo; GTZ, Inwent, Análisis de Conflictos en el


Ámbito Municipal [en línea], Perú, 2008, pp. 12 - 13. [Fecha de consulta: octubre de 2012] Disponible en:
http://www.lopezaso.com/adm/contenido/36.pdf

9 Mitchell, Christopher R., “Evitando daños: Reflexiones sobre la situación de madurez en un conflicto”.
Estudios Internacionales, Guatemala, Vol. 8, nº 15, enero-junio 1997, pp. 7-27.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 23


En los años noventa, la propuesta de los diferentes especialistas en el área de los
conflictos apostó por su gestión y regulación. Paralelamente, también se cimienta el
paradigma de la transformación de los conflictos, impulsado por Juan Pablo Lede-
rach, a quien se suman Johan Galtung y Adam Curle. Este enfoque de largo plazo
está orientado a trascender el conflicto para convertirlo en generador de capacida-
des constructivas, de cambio social y de reducción de los factores que lo generaron.
Su precursor establece tres dimensiones: estructural, relacional y cultural, haciendo
hincapié en los cambios que se producirán en los individuos, en el sistema de rela-
ciones, en las culturas y en los países, a partir de su propia experiencia de superación
de los conflictos violentos. El énfasis está puesto en las capacidades de la gente para
emplear mecanismos culturales propios para resolver los conflictos, una suerte de
etnoconflictología.10
Este breve repaso cronológico de la evolución de la investigación para la paz
permite identificar los ejes que han orientado dichos estudios; se inician como una
reacción a la primera y segunda guerras mundiales y sus funestas consecuencias a
nivel humano, medioambiental y material. A medida que el contexto va cambiando,
el interés se concentra en los conflictos y sus causas (sociales, económicas, políticas
y culturales). Paralelamente, se advierte la necesidad de enfocarse en la paz no sola-
mente como ausencia de guerra, sino como la reducción de todo tipo de violencia,
y esta última se convierte en una importante categoría de análisis en este campo. En
definitiva, el reto es la deconstrucción de una cultura de la violencia en pos de una
cultura de paz.
De esta manera, violencia, conflicto, paz y cultura de paz han sido los fundamen-
tos en los que se centra el marco teórico de este estudio en torno a las representacio-
nes sociales sobre esta temática.

Violencia
Existe una importante coincidencia en la literatura en cuanto a que hay tantas
definiciones de violencia como formas de sentirla y comprenderla. Asimismo son va-

10 Vicenç, Fisas, op. cit., p.3.

24 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


rias las disciplinas que se han interesado por ella, como la etología, la antropología,
la psicología, la sociología, la semiótica, la política y la irenología.11
Franco Caviglia12 sostiene que la diversidad de enfoques existentes sobre la vio-
lencia impide tener un concepto claro de lo que ella es. Es así que se la considera un
fenómeno multiforme, impreciso y con escaso consenso científico. En otros térmi-
nos, no se trata de una noción unívoca; tiene múltiples manifestaciones. Al respecto,
Eduardo González Calleja13 señala que “el carácter fragmentario y omnipresente
de la violencia hace delicada su teorización. Su multidimensionalidad es indicativa
de la pluralidad de sus valores anejos y de sus diversas funciones sociales, de ahí que
no se pueda ni se deba estudiar como un fenómeno unívoco. La violencia presenta
algunas dificultades importantes de partida para su estudio, y la primera de ellas es
la apariencia difusa y anárquica de alguna de sus manifestaciones más llamativas,
que no se dejan atrapar fácilmente por un análisis convencional de orden etiológico
y tipológico”.
Aróstegui,14 al igual que los otros autores, señala las dificultades que enfrenta el
análisis social de la violencia; además de la complejidad que implicaría conceptuali-
zarla de manera precisa, no es posible determinar los límites a los que debería redu-
cirse, pues las definiciones planteadas no logran establecer una extensión de dicha
noción ni marcar fronteras eficaces con otros conceptos que permitan el mencionado
análisis. En ese sentido el autor advierte que el tratamiento de la violencia se ha re-
lacionado siempre con los intereses de quienes la estudian y sus puntos de vista; es
decir, se ha visto sujeto al contexto tanto ideológico como político. Se trata de “una
relación, una situación sólo definible relativamente a un conjunto alto de variables y

11 Se refiere a los estudios para la paz; el término proviene de Irene, que en griego significa paz.

12 Caviglia, Franco, Una aproximación pura a la violencia [En línea], Sociedad Iberoamericana de Violentología,
Buenos Aires – Argentina, 2010, [Fecha de consulta: septiembre 2012]. Disponible en: http://www.
violentologia.org/capitulo1_francocaviglia.html

13 2006, citado en Caviglia.

14 Aróstegui, Julio, Violencia, sociedad y política: la definición de la violencia. Ayer Nº 13, Violencia y Política en
España, España, 1994, pp. 24 - 26 [Fecha de consulta: septiembre 2012]. Disponible en: http://www.
ahistcon.org/docs/ayer/ayer13_02.pdf

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 25


circunstancias”.15 Para el autor no hay ciencia ni disciplina de la violencia, y el signi-
ficado se ha restringido a un intento de justificación de su uso.
Thomas Platt,16 por su parte, sostiene que la flexibilidad y aplicación cada vez
más extensa de este término puede generar desconcierto en el pensamiento social
pues, al significar cosas muy distintas, confunde las particularidades significativas que
puede tener. Para ejemplificar esta posición advierte la existencia de al menos siete
acepciones de violencia, desde una relativamente precisa, que define como “…fuerza
física empleada para causar daños o heridas”, a otra metafórica que la concibe como
“…energía natural o física o fuerza en acción”, pasando por otra muy ambigua: “…
uso injusto de la fuerza o el poder, como en el caso de privación de derechos”; sin
embargo, ninguna recoge la variedad de usos que se encuentra en los escritos con-
temporáneos.
El autor señala asimismo que el sentido actual de un término no es necesaria-
mente igual al de su origen etimológico: violencia deriva del latín vis (fuerza) y latus,
participio pasado del verbo ferus, llevar o transportar, y significa llevar la fuerza a algo
o alguien; sin embargo, esta acepción no explica su amplia utilización. A un nivel
descriptivo esta palabra puede referirse a la fuerza física empleada para causar daño,
a nivel moral denota una aplicación éticamente inaceptable de la fuerza física para
dañar a otra persona. Mientras, su uso en planteamientos teóricos sirve para explicar
una gama de conductas, de modo que influya en las opiniones y visiones del mundo
que tienen los lectores, perdiendo todo contenido informativo y convirtiéndose en un
ensayo para “despertar conciencias”.17
El gran peligro para Platt es que este proceso de extensión del término violencia, en
el que se debilita su valor descriptivo e interpretativo, pueda proporcionar, a quienes
la emplean, argumentos para justificar respuestas violentas ante comportamientos
violentos.
Es indudable que existe una amplia y variada bibliografía, información, teorías,
enfoques y discursos en torno a la violencia; abordar la multiplicidad de propuestas

15 Ibídem, p. 23.

16 Platt, Thomas, “La violencia como concepto descriptivo y polémico”, Pensar la violencia. Nº 132. Revista
Internacional de Ciencias Sociales - UNESCO, España, 1992, pp. 173-179 [Fecha de consulta: octubre 2012].
Disponible en: http://unesdoc.unesco.org/images/0009/000915/091531so.pdf

17 Ibídem, p. 174.

26 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


teóricas implicaría realizar una investigación diferente de la aquí propuesta. Por este
motivo, sin desconocer las exhortaciones planteadas líneas arriba, la atención se en-
focará en los postulados teóricos que permitan establecer un marco referencial para
entender los resultados de esta investigación.
Se considera importante iniciar este repaso con la Teoría del Orden de Hobbes,
uno de los filósofos más relevantes del siglo XVII, que ha dedicado parte de sus obras
al análisis del ser humano y la sociedad. Este autor parte por reconocer que la socie-
dad está compuesta por una multiplicidad de seres individuales que se conducen por
sus pasiones, las cuales los inclinan hacia la guerra y la paz.
Hobbes hace una distinción entre el estado natural del ser humano antes de la
organización de la vida social y después de ella. Parte de la premisa de que, en esta
etapa natural, los individuos buscan su conservación y beneficio propios. Estas accio-
nes, señala, se desarrollan al margen de toda consideración moral y lo que los guía,
como se señaló, es la fuerza de sus pasiones. Así pues, desde una visión individualista,
Hobbes creía que la conjunción de instinto de pugna era el origen de la sociedad,
congregando los factores de rapacidad, voluntad de poder y deseo de dominio.
En ese marco, reconoce en la naturaleza del hombre tres causas principales de
discordia que originan un estado permanente de guerra de todos contra todos: la
competencia, la desconfianza y la gloria.18 La guerra, advierte este filósofo, “no sólo
consiste en batallas o en el acto de luchar, sino en la disposición conocida hacia ella,
durante todo el tiempo en que no hay seguridad de lo contrario. Todo otro tiempo
es paz”.19
Para Hobbes, el hecho de que dos hombres deseen la misma cosa y uno de ellos
no logre alcanzarla provoca que se conviertan en enemigos. De esta forma, para lo-
grar un objetivo –que es principalmente su conservación y, a veces, satisfacción– su
esfuerzo se concentra en destruirse o subyugarse mutuamente.
Los hombres, hastiados por depredarse, deberían –según su discurso– consentir
en la necesidad de establecer un orden político y en regular la justicia, para lo cual
tendrían que delegar el poder en una autoridad soberana. De este modo, las mani-

18 Hobbes. Leviatán. De la condición natural del género humano, en lo que concierne a su felicidad y miseria [en línea],
Fragmentos y textos, España, 1980 [Fecha de consulta: octubre 2012]. Disponible en: http://www.
webdianoia.com/moderna/hobbes/textos/hobbes_text_nat.htm

19 Ibídem.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 27


festaciones violentas serían reprimidas a través del monopolio del poder, en otras pa-
labras, por la creación de un Estado (representado por un individuo o una asamblea)
y de sus respectivas leyes, regulándose la vida en sociedad a partir de un pacto social
entre los individuos.
Asimismo, los enfoques biológicos sostienen que la violencia es algo natural e
ineludible para todos los seres humanos, identificando al instinto de agresión como
una herencia de la evolución y, en consecuencia, una característica atribuida a todas
las sociedades.
En esta línea Irene Comins20 hace referencia a cómo la antropología biológica,
apoyada a veces en la etología, ha impulsado la creencia de que la agresividad, la
violencia y la guerra son parte del código genético humano y de su especificidad
como especie. Por tanto, la guerra sería parte de nuestros instintos. Teorías como las
de Darwin (1859) han reforzado la creencia de que la especie humana es fundamen-
talmente competitiva y violenta a partir de las premisas de la “supervivencia del más
apto” o “la lucha por la existencia”. Lorenz (1968), otro representante importante de
esta corriente de pensamiento y uno de los fundadores de la teoría de los instintos,
sostiene que la violencia es una característica propiamente humana, pues el hombre
habría perdido los mecanismos que autolimitan la agresión, a diferencia de los ani-
males, que los seguirían manteniendo.
Retomando lo señalado por este autor y tras haber hecho referencia a la posición
biologicista, vale la pena mencionar una de las tantas propuestas en el campo psico-
social. Se trata de los enfoques ambientalistas-reactivos que plantean que la violencia
se produce como respuesta a un estímulo determinado, de donde se deriva que la
frustración sería la raíz de la agresión.
Desde el psicoanálisis, Sigmund Freud21 subraya la necesidad de algún poder,
en concreto de una estructura libidinal, que cohesione a la sociedad y restrinja el
narcisismo individual; esto permite que se volatilicen los antagonismos internos y se

20 Comins, Irene, Antropología filosófica para la Paz: una revisión crítica de la disciplina. Revista de
Paz y Conflictos Nº 1 [En línea] 2008. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/
inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=205016386004. ISSN.
21 Freud, Sigmund. Psicología de las masas: Más allá del principio del placer; El porvenir de una ilusión. / Sigmund
Freud. [10ª ed. en ‘Biblioteca fundamental de nuestro tiempo’]. Madrid: Club Internacional del Libro,
1984. 207 p. Biblioteca fundamental de nuestro tiempo; 3.

28 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


geste un espíritu de fraternidad, del que emane una decisión de actuar según un ideal
colectivo. Para esto es necesaria la presencia del jefe, sustituto simbólico del padre,
al que todos unánimemente le profesan amor. La desaparición del jefe provocaría
pánico entre los miembros del grupo y esto, a su vez, originaría desorden y el retorno
a un narcisismo primigenio, fuente de hostilidad mutua.
Las corrientes ambientalistas enfatizan el papel del aprendizaje como factor de-
terminante del comportamiento de los individuos. En ese marco se sostiene que la
agresividad no es innata al ser humano, sino una forma de comportamiento aprendi-
do. El argumento es que el hombre no vive sólo en un nivel biológico, sino que crea
un mundo simbólico en el pensamiento, la emoción, el lenguaje y la conducta. Es ahí
donde la violencia adquiere características singulares y particulares del ser humano,
que puede expresar su crueldad de manera diferente a las reacciones instintivas pro-
pias de los animales.
Para otros autores, como es el caso de Marvin Harris,22 principal figura del ma-
terialismo cultural, la violencia es provocada por las diferencias culturales más que
las genéticas: “la capacidad de tornarse agresivo y de liberar batallas forma parte de
la naturaleza humana. Pero cuándo y cómo nos volvemos agresivos es algo que, más
que de nuestros genes, depende de nuestras culturas”. Harris sostiene que, tal como
es posible enseñar a las personas que valoren la guerra y disfruten del asesinato, tam-
bién es posible desaprender esas actitudes y comportamientos.
Para Federico Mayor Zaragoza, Director de la UNESCO entre 1987 y 1999, la
guerra es una construcción social histórica posible de rectificar: “Así como las guerras
empiezan en el alma de los hombres, la paz también encuentra su origen en nuestra
alma. La misma especie que ha inventado la guerra también es capaz de inventar la
paz. La responsabilidad incumbe a cada uno de nosotros”. En la misma perspectiva,
Aróstegui afirma que es necesario considerar que la violencia contiene y responde
no sólo a factores biológicos, sino también a psicológicos, psicosociales, simbólico-
culturales, políticos, éticos e históricos.
Para profundizar este recorrido de conceptualización de la violencia por las di-
ferentes corrientes de pensamiento, se hace necesario considerar la caracterización

22 Harris, Marvin, Caníbales y reyes. Los orígenes de la cultura, Salvat editores, Barcelona, 1986, p.44

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 29


realizada por Aróstegui de tres tipos de definiciones de violencia: las amplias-expan-
sivas, las restringidas u observacionales, y las legitimistas o estrictas.

1. Definiciones amplias-expansivas
Tienen como modelo la llamada teoría estructural de la violencia, sosteniendo
que ésta es producto de los sistemas políticos y económicos. Desde esta óptica, la raíz
de los problemas se encuentra en la estructura social y no en los individuos.
Las definiciones expansivas-estructurales tienen como precedente las teorías de
Marx y de Engels. Para los fines de la presente investigación se retomará algunas
posiciones de Marx, Sorel, Foucault y Galtung. Asimismo, se presenta una aproxi-
mación a la controvertida posición de Fanon, quien exalta el uso de la violencia para
lograr una transformación social.
Para Marx (1843), la violencia está inserta en las estructuras del capitalismo “que
viene al mundo chorreando lodo y sangre”. La considera un mecanismo para el
reordenamiento de las nuevas y viejas relaciones sociales. Lograr “la acumulación
originaria fue un proceso violento, pero allí la violencia jugó un papel importante
al afectar a bienes y personas a partir del cambio en las relaciones de propiedad”.23
La violencia, para este autor, se convertiría en un medio por el cual optan las cla-
ses para proteger sus intereses y su propósito es mantener las relaciones de domina-
ción. González y Villacorta24 (1998), en función al planteamiento de Marx, sintetizan
el tema de la violencia en sociedades capitalistas a partir de tres factores:25
• Alienación económica, la cual supondría el despojo de los medios de producción
a los trabajadores, condenándolos a la pobreza y a la marginalidad socioeco-
nómica. Este tipo de alienación fue el que las discusiones sociológicas plan-
tearon posteriormente como violencia estructural.
• El aparato jurídico político, representado por el Estado, cuya función fundamental
sería controlar coercitivamente los posibles desbordes de las clases subordinadas,

23 Gonzales, Luis Armando y Carmen Elena Villacorta, Aproximación teórica a la violencia [en línea], Revista de
Estudios Centroamericanos (ECA) Nº 599, El Salvador, 1998, [Fecha de consulta: octubre 2012]. Disponible
en: http://www.uca.edu.sv/publica/eca/599art4.html

24 Ídem.

25 Los tres elementos presentados por Gonzales y Villacorta se reproducen casi como en el documento ori-
ginal, de manera que no se tergiverse lo dicho por los autores.

30 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


reprimiéndolos violentamente a través de instituciones que ejercen coerción.
Se considera que el Estado es una “máquina para mantener el dominio de una
clase sobre la otra”, para hacer valer sus intereses, y desde él surge la violencia
política, la cual se ejerce contra todos quienes trastornen el orden establecido.
Sostiene que, cuando la violencia política es totalmente manifiesta, los instru-
mentos de coerción del Estado, incluidas las consideradas milicias privadas
de los sectores dominantes, pondrían en práctica medidas de fuerza legales e
ilegales (terrorismo de Estado).
• Las clases subordinadas podrían revertir la violencia económica y política usando
la violencia en dos rutas: la primera para desplazar a la clase dominante del
control estatal, y la otra para que, desde el poder del Estado recién conquista-
do, se inicie la recuperación de los medios de producción por los trabajadores.
A este tipo de violencia se la considera revolucionaria.

En cualquiera de estas tres dimensiones, la violencia sería algo que se ejerce desde
fuera de los individuos que la sufren. Se plantea como algo preponderantemente
social, que se puede controlar cuando se conocen sus fuentes y mecanismos.
Es a partir del planteamiento marxista que se llegó a formular la idea de la “es-
piral de la violencia”: de la violencia estructural surge otra denominada de resistencia
instintiva popular, ocasionando que el Estado tome represalias a partir de una violencia
organizada (represión y terrorismo de Estado).26
Una de las críticas al tratamiento que hace Marx sobre la violencia es que sola-
mente se centra en las relaciones de clase y en los periodos de transición social. Al
respecto se señala que existen otras formas de violencia en los procesos de cambio
social que no se relacionan únicamente con el concepto de clase, como por ejemplo
la religión y los factores étnicos.
Para George Sorel (1906), la violencia tiene un aspecto revolucionario y la con-
sidera el motor para la acción; la clase obrera debe ser violenta, decía, pues de lo
contrario pierde su dinamismo; sólo así los obreros lograrán su triunfo. Este autor
considera a la violencia como “algo muy bello y muy heroico, que está al servicio de

26 Luis Armando Gonzales y Carmen Elena Villacorta, Aproximación teórica a la violencia, s/p.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 31


los intereses primordiales de la civilización…”. “Ella [dice] puede salvar al mundo
de la barbarie”.
Este autor advierte el uso indistinto que se hace de fuerza y violencia cuando se
habla de actos de autoridad o de rebelión, siendo que ambas dan lugar a resultados
muy diferentes: “Pienso que es preferible adoptar una terminología que no dé lugar
a ambigüedades, y reservar el vocablo violencia para los actos de rebelión. Se dirá,
pues, que la fuerza tiene por objeto imponer cierto orden social a través del gobierno
de una minoría, en tanto que la violencia tiende a la destrucción de dicho orden. La
burguesía ha empleado la fuerza desde el inicio de los tiempos modernos, mientras
el proletariado reacciona ahora contra la burguesía y contra el Estado mediante la
violencia”.27
Blithz Lozada28, expone la posición de Michel Foucault sobre la violencia Señala
que para este último la lucha, el enfrentamiento y la contradicción se constituyen
en el catalizador y el detonante de los procesos de cambio y de irrupción de nuevos
órdenes en la historia. La violencia sería un factor exento de contenido moral y pen-
sado como la trama subyacente de la política que da lugar a las transformaciones
sociales. Foucault la considera partera de la historia; de ella surge todo nuevo orden,
tanto en lo concerniente a las estructuras jurídicas que establecen las pautas de cons-
titución legal de los Estados como en lo que respecta a las dimensiones política, eco-
nómica e ideológica, que posibilitan la organización, el funcionamiento y el reajuste
de la ingeniería social.
La sociedad que describe Foucault está constituida por la violencia que la ins-
tituye, por las pasiones que la motivan, por el odio de las clases, la cólera de los
individuos, y el rencor y resentimiento de los grupos y sus líderes. La sociedad se
descifra sólo al descubrir su alma conflictiva en la contienda, en la preocupación de
las derrotas, en el futuro.29
Lozada manifiesta que Foucault asume la hipótesis nietzcheana respecto de que,
en el plano individual, cada persona es necesariamente adversaria de otra; de que el

27 Sorel, George. Reflexiones sobre la violencia; Alianza Editorial.

28 Blithz, Lozada, Michel Foucault: el sujeto, la modernidad y la historia. Instituto de Estudios Bolivianos, La Paz,
2009, p.p. 213-214.

29 Blithz, Lozada, op. cit., p. 26

32 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


ser humano es un esclavo sometido y dominante, que en cualquier escenario social
en el que viva reproduce los saberes triunfantes y los poderes establecidos. De ahí que
la violencia sea ejercida cotidianamente y con un gesto activo de lucha, competencia
y enfrentamiento con los demás.
Otra posición que podría enmarcarse en este tipo de caracterización es la esta-
blecida por Swamley (citado por Thomas Platt), quien estima necesario hablar de
violencia abierta y violencia encubierta. La primera, señala, incluye a la delincuen-
cia, los disturbios, la guerra, la revolución y la contrarrevolución; mientras que la
segunda es aquella violencia institucionalizada en diversos sistemas o estructuras que
impiden la libertad de la gente (como ejemplos, cita al servicio militar obligatorio o
la segregación racial).
Por su parte, Frantz Fanon (revolucionario, psiquiatra y filósofo francés) es consi-
derado uno de los pocos autores que glorifican la violencia y su obra habría influido
en los movimientos de liberación colonialista, la teoría crítica y el marxismo.
En su libro Los condenados de la tierra (1961) sostiene que la descolonización es un
fenómeno violento y que el ejercicio de la violencia es un proyecto de liberación:
“En los individuos, la violencia desintoxica. Libra al colonizado de su complejo de
inferioridad, de sus actitudes contemplativas o desesperadas. Lo hace intrépido, lo
rehabilita ante sus propios ojos”. Fanon considera pues que la descolonización me-
diante la violencia permite modificar de manera integral la situación colonial y, de
ese modo, “crear hombres nuevos”.
La socióloga boliviana Silvia Rivera (1993) enmarca la violencia en lo que ha
denominado colonialismo interno, un modo de dominación que se ha nutrido, de
forma articulada, en un horizonte colonial de larga duración. Así, se encuentra orga-
nizada en los supuestos procesos de aculturación, modernización y ciudadanización.
Para esta autora, los mecanismos e instituciones de integración (mercado, cuartel,
sindicato, escuela fiscal) tienen efectos sutiles que reproducen la exclusión. Para Ri-
vera la violencia se reproduce cotidianamente en los planos de la economía, política,
ideología, relaciones familiares, de parentesco, género y existencial.30

30 Rivera, Silvia, Violencias (re) encubiertas en Bolivia, ed. Piedra Rota, La Paz, 2010, p. 239.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 33


Una posición crítica a las mencionadas es la de Hannah Arendt,31 filósofa y políti-
ca alemana de orígen judío, quien en su libro Sobre la violencia realiza una importante
distinción entre violencia y poder. Para trabajar ambas nociones analiza las propues-
tas teóricas que han abordado estos conceptos y advierte sobre los peligros de caer
en explicaciones enmarcadas en el pensamiento orgánico (reduciéndolas a interpre-
taciones meramente biológicas), cuando, desde su perspectiva, deberían explicarse
desde el campo político. Al respecto señala: “mientras hablamos en términos no
políticos, sino biológicos, los glorificadores de la violencia pueden recurrir al innega-
ble hecho de que en el dominio de la naturaleza la destrucción y la creación son sólo
dos aspectos del proceso natural, de forma tal que la acción violenta colectiva puede
parecer tan natural en calidad de pre requisito de la vida colectiva de la humanidad
como es la lucha de la superviviencia” y añade “Ni la violencia ni el poder son un
fenómeno natural; es decir, una manifestación del proceso de la vida; pertenecen al
terreno político de los asuntos humanos cuya calidad esencialmente humana está
garantizada por la facultad humana de la acción, la capacidad de comenzar algo
nuevo”. Según Jerome Kohn, la profundidad de la comprensión de la política, por
parte de Arendt, puede vislumbrarse en que los únicos criterios del juicio con algún
grado de seriedad no vienen en modo alguno de arriba, sino que emergen de la plu-
ralidad humana, la cual es la condición de la política.32
La violencia, señala Arendt, es por naturaleza instrumental y, al ser un medio,
requiere de una guía y de una justificación para lograr determinado fin, el cual la
mayoría de las veces se caracteriza por ser de corto plazo. Asimismo, considera que la
violencia es más un arma de reforma que de insurrección: “no promueve causas, ni la
historia, ni la revolución, ni la reacción, pero puede servir para dramatizar agravios
y llevarlos a la atención pública”. Por el contrario, el poder sería un fin en sí mismo
pues “no necesita justificación, siendo como es, inherente a la verdadera existencia
de las comunicades políticas [y] lo que necesita es legitimidad”. Desde esta perspecti-
va, la autora afirma que la violencia puede ser justificable, pero nunca legítima (como
ocurre con el poder). Del mismo modo, apunta que la violencia puede destruir al
poder, pero éste nunca podrá surgir de la violencia.

31 Arendt, Hannah (1969), On violence, New York, Harcourt Brace, 1969.

32 Arendt, Hannah, La promesa de la política, ed. Paidós Iberica, Barcelona, 2008, p. 14.

34 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Arendt también critica aquellas visiones que sostienen que la violencia deriva de
la rabia, como si se tratase de una ofensa personal o una reacción absolutamente
irracional, cuando en realidad surge en razón de aquellas injusticias que pueden ser
transformadas y no se modifican por el mantenimiento del statu quo: “La rabia brota
allí donde existen razones para sospechar que podrían modificarse esas condiciones y
no se modifican. Sólo reaccionamos con rabia cuando es ofendido nuestro sentido de
justicia, y esta reacción no refleja necesariamente en absoluto una ofensa personal”.
En este tipo de situaciones, señala la autora en la obra mencionada, la violencia
resulta ser un medio “enormemente tentador por la inmediación y celeridad inhe-
rentes a aquella, pues al haberse devaluado las palabras (por su uso como vía para
la mentira y la hipocresía), sería el único recurso para “restablecer el equilibrio de la
balanza de la justicia”.
De otra parte, la propuesta de Johan Galtung33 es que la violencia no es innata en
el ser humano, pero como potencial es propio de su naturaleza, pues son las propias
circunstancias la que la condicionan. “La violencia está presente cuando los seres hu-
manos se ven intimidados de tal manera que sus realizaciones efectivas, somáticas y
mentales están por debajo de sus realizaciones potenciales… Sería identificada cuan-
do tales expectativas no se cumplen o cuando las necesidades básicas no se cubren”.34
Este autor sostiene que el conflicto es un hecho social, pero, en la medida en que sea
tratado constructivamente, se puede evitar que derive en violencia.
En esta misma línea, la Declaración de Sevilla de 198635 plantea que el ser hu-
mano no es violento por naturaleza, sino que tanto la violencia como la paz son
construcciones sociales. Esta declaración, asumida como propia por la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), resume
la evidencia que existe contra la idea de que los seres humanos tienen una tendencia
inherente a la violencia. El documento señala que la guerra no es una fatalidad y

33 Morillas Martin, José Manuel, “Manual de paz y conflictos”, en Rueda Molina, Beatriz, Francisco Muñoz
(coord.), Qué es la violencia, España, Instituto de la paz y los conflictos, pp. 225-248.

34 Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Programa de capacitación y formación profesional en Derechos
Humanos [en línea], México, 2001. Disponible en: http://directorio.cdhdf.org.mx/transparencia/2012/
fc_XX/guias_pfcpdh_2011/fase_especializacion.pdf

35 UNESCO, Unidad de Cultura de Paz, El Manifiesto de Sevilla [En línea], París, 1989. Disponible en:
http://www.unesco.org/cpp/sp/declaraciones/sevilla.htm

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 35


menos aún una determinación genética, sino que se debe a aspectos socioculturales
que pueden modificarse.
Retomando a Galtung, uno de sus aportes más valiosos es abordar la violencia
desde sus tres dimensiones, que se encuentran interrelacionadas:
• Violencia directa; hace referencia a la violencia física, en otras palabras, a todos
aquellos actos que de manera directa y visible afectan el bienestar físico o men-
tal de las personas; la muerte es su expresión extrema. Para que ocurra este
tipo de violencia es indispensable la participación de un actor que ocasiona el
daño y otro que lo recibe, es decir: víctima y agresor.
• Violencia estructural; se origina en las estructuras económicas, sociales y po-
líticas que impiden el pleno desarrollo de los individuos en la sociedad. Se
presenta cuando sistemas, instituciones y políticas públicas privilegian las
necesidades de un grupo sobre el resto de la sociedad. La pobreza, la explo-
tación en todas sus formas, la desigualdad, el analfabetismo, la hambruna,
son algunos ejemplos. Es indirecta por la dificultad de individualizar tanto
al actor que la genera como al que recibe el daño, pues son estructuras e
instituciones las que crean y permiten las condiciones que perjudican a un
número indefinido de personas.
• Violencia cultural; son aquellos aspectos de la cultura –como la religión, el len-
guaje, las artes, la educación, la publicidad, etc.– que legitiman y justifican el
uso de la violencia directa y la estructural. Este tipo de violencia se manifiesta
en aspectos simbólicos como discursos racistas, sexistas y clasistas, entre otros.

Las variantes de la violencia, advierte el autor, se explican en función de la cultura


y la estructura. La violencia cultural y la estructural causan la violencia directa, y sus
instrumentos son aquellos actores violentos que se rebelan contra las estructuras y
recurren a la cultura para legitimar su uso.
Diversos autores, en el intento de caracterizar la violencia, han sugerido otras
tipologías, como por ejemplo violencia explícita o implícita, física o psicológica, tran-
quila o agresiva, institucionalizada o coyuntural.36

36 Julio Aróstegui, op. cit., p. 22.

36 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


2. Definiciones restringidas u observacionales
Son aquellas que limitan de manera rigurosa el contenido de la violencia a la ac-
ción directa, habitualmente mediante el uso de la fuerza física que ocasiona un daño
personal o material.37 Este uso tendría el propósito de dañar físicamente al adversario
o sus pertenencias.
Para ejemplificar lo señalado Aróstegui (1994) cita a Garver (1992), quien sostiene
que la discusión sobre la naturaleza de la violencia se encuentra vinculada con la idea
de fuerza física. Es así que violencia y fuerza se consideran sinónimos.
Aróstegui hace referencia también a Nieburg,38 para quien la violencia se define
como la más severa y directa forma de poder físico: fuerza en acción como respues-
ta al fracaso de las negociaciones, pudiendo ser utilizada por el Estado, personas o
grupos privados.
Las definiciones consideradas restringidas han sido objeto de numerosas críticas.
Por una parte, el énfasis que se hace en el uso de la fuerza podría llevar a desconocer
que la intencionalidad de la acción puede ser importante para evaluar su alcance
violento. Por otra, de la equivalencia entre fuerza y violencia se deriva el pensar que
la violencia implica siempre el ejercicio de la fuerza.

3. Definiciones legitimistas o estrictas


Son las que ponen el acento en la violencia como uso de la fuerza, pero sin una
legitimación ni sanción legal. Se plantea la distinción entre el concepto de fuerza
como coacción del Estado y violencia como dominación surgida de otras personas u
organizaciones con el fin de legitimar a unas y deslegitimar a otras.
Desde la perspectiva weberiana, el Estado sería el único poseedor del monopo-
lio de la violencia y, por tanto, el empleo de ésta resultaría legítimo; a esto, observa
Hook, debería llamársele “fuerza”. Cualquier otro tipo de violencia no proveniente
del Estado se consideraría ilegal.
Dando un giro a las caracterizaciones antes señaladas, existen otro tipo de de-
finiciones que sostienen que la violencia puede ser una forma extrema de anomia.
El sociólogo francés Durkheim plantea como problema central las condiciones que

37 Ibídem, p. 26.

38 Ibídem, p. 27.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 37


garantizan la cohesión y la reproducción de la sociedad. Para este autor tanto la
violencia como el conflicto contribuyen al resquebrajamiento de las formas de soli-
daridad y cohesión del conjunto. La modernización, al no estar acompañada por los
debidos cambios institucionales, crea en los sectores más vulnerables situaciones de
descontento donde se gestan los procesos de violencia. Imbert39 (1992) cita a Mer-
ton, quien acota que la anomia nace de la inadecuación entre demanda individual y
oferta social. La falta de normatividad, así como la anomia, se convierten en fuente
de conflicto violento.
Gerard Imbert, por su parte, señala que la anomia surge en determinados pe-
riodos históricos, en contextos de crisis nacional y de valores, donde determinados
grupos sociales extravían sus referentes sustantivos generando una posible pérdida de
su identidad. Asimismo, advierte que la violencia se ha convertido en una marca de
los tiempos y que diferentes tipos de excesos caracterizan a la sociedad actual, cuyo
contrato social implica cohesión y solidaridad, pero también rupturas, infracciones,
manifestaciones de disconformidad, violencia política, social e institucional.
Retomando a Marcel Mauss (1925), Imbert afirma que la violencia es un hecho
social global que no se puede desligar de las condiciones económicas, pero tampoco
de las representaciones colectivas y del imaginario social. Este autor hace una distin-
ción entre violencia objetiva (numérica, socialmente delimitable), violencia subjetiva
(difusa, que genera sensación de inseguridad), violencia fundadora (primitiva, ar-
caica) y violencia residual, de índole anómica,40 basada en conductas del desorden,
no orientada hacia una meta concreta y desarrollada en contra del conjunto de la
sociedad.
Otra caracterización de la violencia es la planteada por J.C. Chesnais, quien la
representa bajo tres formas: “la violencia física como un atentado directo, físico, con-
tra la persona, cuya vida, salud, integridad física o libertad individual corren peligro
[…] la violencia económica, que comprende todos los atentados contra los bienes,
en su creciente y casi infinita diversidad [y] la violencia moral (reconocida también

39 Imbert, Gerard, Los escenarios de la violencia, ed. ICARIA S.A., Barcelona, 1992

40 Considerada también como asocial o antisocial.

38 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


como simbólica), noción de moda cuyo contenido es altamente subjetivo y se refiere,
de hecho, al viejo concepto de la autoridad”.41
Para otros autores la violencia simbólica, al contrario de la física, es invisible y se
ejerce sin coacción. Su raíz se halla en el hecho de que los dominados se piensan a
sí mismos con las categorías de los dominantes. No se trata sólo de la normalización
ejercida por la disciplina de las instituciones, sino también de la presión u opresión
continua, a menudo inadvertida, en el orden acostumbrado de las cosas. Como se-
ñala el sociólogo Pierre Bourdieu, “los dominados aceptan como legítima su propia
condición de dominación”.42
En contraposición a los modos tradicionales de actuación de la violencia, que
obedecen a una causa bien definida, la violencia simbólica carece de un objetivo ní-
tido sobre el cual concentrarse; se corresponde con lo que el filósofo y sociólogo fran-
cés Jean Baudrillard (1970) ha catalogado como una violencia sin fin y sin objeto.43
Julio Aróstegui considera que ninguna de las tipologías ni definiciones de la vio-
lencia son completamente contundentes. Para este autor “la violencia es más que un
hecho moral, es una acción, estado o situación –que se genera siempre, y se cuali-
fica de manera exclusiva– en el seno de un conflicto. Lo que no equivale, en modo
alguno, a entender que conflicto y violencia sean cosas confundibles ni lógicamente
asociadas”. Se entiende conflicto social como “un proceso de interacción contenciosa
entre dos actores sociales que comparten orientaciones cognitivas, movilizados con
diversos grados de organización y que interactúan colectivamente de acuerdo con
expectativas de mejora, de defensa de la situación preexistente o proponiendo un
contraproyecto social”.44 Por otro lado, retomando a Aróstegui, la violencia es “toda
resolución o intento de resolución, por medios no consensuados, de una situación de
conflicto entre partes enfrentadas, lo que comporta esencialmente una acción de im-
posición, que puede efectuarse, o no, con presencia manifiesta de fuerza física”. Así

41 Chesnais, Jean-Claude, “Historia de la violencia: el homicidio y el suicidio a través de la historia”, Revista


Internacional de Ciencias Sociales nº 132, Cataluña, junio de 1992.

42 Fernández, Juan Manuel, La noción de la violencia simbólica en la obra de Pierre Bourdieu. Cuadernos de Trabajo
Social. Vol. 18. Universidad Complutense de Madrid, 2005, p. 12.

43 Baudrillard, Jean (1970), La societé de la consommation, París, Denoel.

44 Cadarso, Pedro Luis Lorenzo, Fundamentos teóricos del conflicto social, Siglo XXI, Editores, España, 2001.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 39


la violencia, indica, es entendida como una situación social que tiene como mínimo
un par de actores, y no debe confundirse con la fuerza.
Este autor critica la propuesta de violencia estructural planteada por Galtung
(2004), pero sí considera que existen conflictos estructurales. Para sustentar esta po-
sición hace referencia a Dahrendorf, considerado uno de los principales represen-
tantes de la sociología del conflicto. La violencia, puntualiza, puede tener origen
estructural sólo si con ella se pretende resolver los conflictos estructurales.
Se considera que el aporte más importante de Dahrendorf es ver la sociedad
como sistema integrado y en conflicto. Uno de los grandes problemas a los que alude
este autor es a que las sociedades no conocen ni reconocen los conflictos que existen
en su estructura. Para él, el conflicto se encuentra presente en la vida social y debería
considerarse como factor necesario en todos los procesos de cambio.
Las causas estructurales de los conflictos para Dahrendorf se encontrarían en
el desigual reparto del poder y en las relaciones de dominio. Para este autor, las
estructuras de las sociedades serían el punto de partida de los conflictos sociales.
Sostiene que para los conflictos encuentren su manifestación visible deben cumplirse
determinadas condiciones: personales (ideológicas, materiales), sociales (captación
de adherentes, comunicación entre actores) y políticas (libertad de acción). En este
sentido, la dimensión de la violencia dependerá de las formas de expresión de los
conflictos sociales.
Si se hace un recuento de los planteamientos antes mencionados, se puede ob-
servar que el mayor énfasis de la literatura al respecto está en la violencia, la guerra
y los conflictos como materia de estudio, en detrimento de la paz y sus dimensiones,
siendo ésta una de las mayores críticas que se hace al denominado estudio de la vio-
lentología. Esto, para Francisco Muñoz citado por Comins (2008), es una disonancia
cognoscitiva, pues se valora y anhela la paz, pero se piensa más en las claves de la
violencia.45
Esta constante reafirmación de la violencia como parte intrínseca de la vida ha
provocado que se convierta en una especie de dogma que, según Irene Comins, ha
ido colonizando las visiones del mundo como herencia cultural. Es decir, se ha apren-
dido a vivir en violencia y es por eso que ahora se habla de una cultura de la vio-

45 Irene, Comins, op. cit., p. 63.

40 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


lencia. Es “cultura” en la medida en que a lo largo del tiempo ha sido interiorizada,
incluso sacralizada por amplios sectores de muchas sociedades a través de mitos,
simbolismos, políticas, comportamientos e instituciones, a pesar de haber causado
dolor, sufrimiento y muerte a millones de personas.46
Los fundamentos de la cultura de la violencia, dice Fisas,47 son el patriarcado y
la mística de la masculinidad; la búsqueda del liderazgo, el poder y el dominio; la
incapacidad para resolver pacíficamente los conflictos; el economicismo como ge-
nerador de desintegración social y su principio de competitividad; el militarismo y
el monopolio de la violencia por parte de los Estados; los intereses de las grandes
potencias; las ideologías exclusivistas, el etnocentrismo y la ignorancia cultural; la
deshumanización y el mantenimiento de estructuras que perpetúan la injusticia y la
falta de oportunidades y de participación.
Todos estos planteamientos hacen reflexionar que todo aquello que es aceptado
como violencia responde a una construcción social. A partir de ella, se interpretará,
categorizará y denunciará un hecho social como violento o, asimismo, se disimulará
y legitimará la carga de violencia de ese mismo hecho social o de cualquier otro.
Cuando el individuo actúa, lo hace evocando las categorías que orientan sus ac-
ciones y dándoles un sentido específico. Estas categorías o esquemas incorporados
en la vida social individual, en la relación con otros, en el círculo íntimo y en el más
amplio, son las que confirman la justeza y el sentido de las acciones. Por ello las
relaciones humanas y las acciones violentas, así como las pacíficas, únicamente se
entienden con respecto a un contexto social y la forma en que se lo comprende.

Paz y cultura de paz


Paz es un término que tiene una multiplicidad semántica y se constituye en una
aspiración constante en la mayoría de las culturas. En las comunidades primitivas la
paz se concebía como el vínculo armónico con la madre naturaleza. Conforme las
sociedades alcanzaron un mayor grado de complejidad y diferenciación, aparecieron
nuevas categorías explicativas. De acuerdo con la tradición greco-romana, la paz

46 Fisas, Vicenç, Una cultura de paz. Cultura de paz y gestión de conflictos, ICARIA/UNESCO, Barcelona,
1998, p. 2.

47 Ibídem, p. 2

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 41


era un período entre guerras, libre de la perturbación de desórdenes internos; en
el mundo griego fue reconocida como un valor autónomo. Con la formación de las
ciudades-Estado surgió la idea de paz en el sentido de un contrato jurídico-institu-
cional. En el mundo romano, la denominada pax romana se basaba en la ley y en el
orden instituido desde el Estado Imperial al pueblo romano e impuesto a los pueblos
sometidos. Desde esta doble vertiente surge en el pensamiento occidental la idea de
paz como ausencia de guerra y como la unidad interna contra la amenaza externa.48
Durante el siglo XX se suscitaron dos guerras mundiales, en las que la sofistica-
ción científica de la violencia llegó a su cumbre. Las terribles experiencias de enton-
ces dieron lugar a una profunda reflexión filosófica e ideológica en torno a la guerra,
que condujo al establecimiento de regulaciones y a la creación de entidades orienta-
das a preservar un orden mundial pacífico.
A la paz casi siempre se la asoció con la integridad personal, la armonía social o
la ausencia de violencia bélica. Es decir que la paz se convirtió en lo contrario a la
guerra o a cualquier agresión física de personas o pueblos; a esta visión se la deno-
mina ahora paz negativa.
De este enfoque tradicional, de la paz como ausencia de guerra, se transitó a un
concepto más amplio vinculado con la justicia social, la equidad, el diálogo, los de-
rechos humanos y el respeto por el medio ambiente,49 y se lo denominó paz positiva.50
Esta visión plantea tanto la ausencia de agresión como la voluntad de entendimiento
y concordia. Este sentido sustantivo se encuentra en los textos kantianos clásicos
como La paz perpetua (1795) o Idea de una historia universal con propósito cosmopolita (1784).
La paz y la cultura de paz como temas de discusión se desarrollaron y posiciona-
ron progresivamente en la agenda internacional. Entre las investigaciones más anti-
guas sobre la paz, sostiene Comins (2008: 71), se halla la de la antropóloga cultural
Margaret Mead, quien en los años treinta fue la primera en plantear una antropolo-
gía centrada en la paz y no en la guerra. A partir del estudio de diferentes culturas,
ella demostró que la guerra es sólo una invención y no una necesidad biológica. Su

48 Fundación UNIR Bolivia. Separata Construir una cultura de paz: una necesidad en Bolivia, La Paz, Bolivia,
2010, p. 5.

49 Fundación UNIR Bolivia, op. cit., p. 8.

50 Aporte de Johan Galtung para los estudios de la paz.

42 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


trabajo destacó que ni la violencia es tan general ni la paz tan ficticia51 y, que si bien
el ser humano es competente para la violencia, también lo es para la paz.
La colombiana María Luisa Zapata retoma el debate suscitado en torno a la
definición de paz como ausencia de guerra a partir de la crítica de algunos teóricos
como Roberto Cox y Jonh Lynch. Ellos, dice, plantean la insuficiencia de la defini-
ción, pues no contemplan las problemáticas generadas por la violencia estructural y
la cultural. La autora, retomando a Galtung, señala que el concepto de paz positiva
va más allá de la ausencia de violencia directa y enfatiza más bien en la presencia
de justicia social. Esta visión demanda la existencia de estructuras políticas, sociales
y económicas que permitan una distribución equitativa del poder y el acceso a los
recursos. Es una mirada, además, que no rechaza el conflicto; por el contrario, en-
tiende su potencialidad como motor de crecimiento y transformación, e insiste en su
resolución pacífica.52
Es tan importante reducir la guerra y la violencia como incrementar la paz, ma-
nifiesta Leslie Sponsel.53 Así, motiva a abordar el estudio de la paz del mismo modo
como se ha analizado la violencia durante siglos, incluso colocándola como el motor
de la construcción de las sociedades. Este autor indica que la invisibilización de la
paz y de la no violencia está relacionada con la falta de investigaciones y la escasa
información existente al respecto.

51 Comins, Irene, Antropología filosófica para la Paz: una revisión crítica de la disciplina. Revista de Paz y Conflic-
tos Nº 1 [en línea] 2008. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=20
5016386004. ISSN.

52 Lederach resalta el carácter fluido del conflicto. Señala que éste emerge a través de un proceso interactivo
que contempla tanto el contexto social y cultural como las percepciones, intenciones, expresiones e inter-
pretaciones de las personas involucradas. En este escenario, el conflicto no es positivo ni negativo, sino que
depende de la forma en que las personas lo manejen. Tampoco es un fenómeno estático sino que está en
constante evolución. (…) Se asume que el conflicto es un aspecto normal de la convivencia humana y que,
al manejarse adecuadamente, tiene el potencial para generar cambios positivos en las personas y la sociedad
(Zapata, 2009: 9-10). Galtung señala, en el mismo sentido, que el punto es comportarse de tal forma en
un conflicto que éste se transforme de forma positiva. En el caso de abordarlo así, las partes emergen del
conflicto no solamente con mejores relaciones sociales, sino también como mejores personas de lo que eran
antes, mejor equipadas para abordar nuevos conflictos de forma no violenta (2008: 189-190).

53 Sponsel, Leslie E. (1996) The Natural History of Peace: The positive View of Human Nature and Its
Potential” en Gregor, Thomas A. Natural History of Peace. Nashville. Vanderbilt University Press.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 43


Irene Comins Mingol (2008),54 siguiendo la línea de Sponsel (1996), sostiene que
se está constituyendo una disonancia cognitiva en la mente de las personas pues se
busca y valora la paz; sin embargo, sólo se refuerza y ejemplifica la violencia. En
ese marco, advierte la necesidad de deconstruir la idea de violencia como elemento
inherente e ineludible al ser humano. Hace suyas las palabras de Fry (2006, citado
por Comins 2008) al indicar que esta concepción es un peligro y un obstáculo para
la construcción de la paz, obceca y desmotiva la búsqueda de alternativas, lo que
implica justificar un sistema político y social opresor, desconfiado y a la defensiva.
Etxeberria55 incita a los individuos y medios de comunicación que creen en la
paz a sensibilizar a la sociedad, a convencer al mayor número de personas y a tomar
responsablemente iniciativas que muestren este nuevo ámbito. Este reto parte de la
concepción de que el ser humano edifica su mundo a partir de la información que
recibe; el proceso perceptivo permite categorizar mentalmente esa información e ir
construyendo una representación.
Comins (2008: 72-74) hace referencia a autores como Bruce Bonta, Leslie Spon-
sel y Thomas Gregor, quienes han efectuado investigaciones en sociedades conside-
radas pacíficas y coinciden en señalar que la guerra no es una fatalidad determinada
por nuestros genes, sino una suma de aspectos socioculturales posibles de modificar.
Para Bonta, la resolución de conflictos en las sociedades pacíficas se funda en la vi-
sión de que el conflicto es una excepción y no la norma. La visión del mundo de estas
sociedades se caracteriza por la valoración de la serenidad, la paciencia, la prudencia
y la templanza. Para estas culturas, la violencia y su uso están mal vistos, son acciones
menospreciadas por la sociedad; la paz, en cambio, es un compromiso que se consti-
tuye en un signo de identidad.
Entre las sociedades pacíficas, los autores destacan a los amish, quienes poseen
creencias pacíficas y registran niveles muy bajos de violencia en sus comunidades.56
Los andamanese, en el sur de Asia, también tienen un sistema de creencias que favore-
ce la paz, al igual que los zapotee en Centroamérica y los bukidon, en el sureste asiático,

54 Comins, Irene (2008) Antropología filosófica para la paz, una revisión de la disciplina. En: Revista de Paz y
Conflictos Nº 1. Universidad de Granada, Granada. www.ugr.es/local/revpaz. ISSN 1998 - 7221.

55 Etxeberria X (2003) Bakeaz, 2003. Publicado en El Correo, 30 de enero de 2003. Etxeberria es profesor de
Ética en la Universidad de Deusto y miembro de Bakeaz.

56 Irene, Comins, Antropología Filosófica para la Paz: una revisión crítica de la disciplina, p. 76.

44 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


entre otros.57 La existencia de culturas donde prevalece la paz obliga a replantear
el papel que juega la cultura y la transmisión de ésta. Douglas Fry, Bruce Bonta y
Howard Ross refuerzan la tesis de la importancia de los sistemas de creencias como
elemento diferenciador entre las sociedades pacíficas y las violentas.58
Según Howard Ross (citado por Comins, 2008), en las sociedades de baja conflic-
tividad, la riqueza y los recursos no son determinantes para la convivencia armónica,
sino los elementos psicoculturales comunes respecto a la interpretación de la identi-
dad, la violencia y la conducta pacífica que realizan los miembros de esa determina-
da cultura. Por su parte, Douglas Fry (2006) apunta cinco aspectos relevantes para la
construcción de un mundo más pacífico a partir de los estudios etnográficos existen-
tes: el papel de los lazos entre las culturas; la interdependencia y cooperación entre
aquellos grupos que se necesitan; las políticas públicas a favor de la paz y la política
frente a la anarquía; los mecanismos para gestionar conflictos y el importante papel
que cumplen los valores, las actitudes y las creencias.
Todo esto lleva a pensar que los seres humanos tienen una responsabilidad sobre
el sistema de creencias que contribuyen a desarrollar: que se construya una sociedad
en la que la agresión y la venganza sean valoradas como signos de virilidad y valen-
tía, o una sociedad donde la paz y la tolerancia se constituyan en las bases construc-
toras de la sociedad.
Johan Galtung afirma que la paz debe definirse como la capacidad de manejar
los conflictos, abordándolos de tres maneras: con empatía, no violencia y creatividad.
Sostiene que para la construcción de paz se debe tomar en cuenta la reducción de
acciones violentas y también la creación de las condiciones políticas, sociales y eco-
nómicas que permitan consolidar la llamada paz positiva. Establece tres dimensiones
desde donde se debería trabajar:
1. Paz directa, entendida como la regulación no violenta de los conflictos.
2. Paz cultural, como la existencia de valores mínimos compartidos.
3. Paz estructural, que apunta a lograr la armonía del ser humano consigo y con
la naturaleza, romper las desigualdades existentes en las sociedades que impi-

57 Ibídem, p. 76.

58 Ídem.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 45


den a las personas satisfacer sus necesidades fundamentales, materiales y espiri-
tuales. En otras palabras, organizarse para lograr un máximo de justicia social.

Galtung advierte que, cuando los conflictos han detonado con violencia, existe
la necesidad de reconducirlos a través de tres acciones para avanzar en el camino
de la construcción de la paz: resolución, la cual subyace en la raíz del conflicto;
reconstrucción tras la violencia directa, y reconciliación de las partes involucradas
que, de alguna forma, han legitimado sus acciones violentas. Estos tres elementos
deberían trabajarse conjuntamente para convertir el ciclo vicioso de la violencia en
virtuoso; no se puede plantear una reconciliación sin antes trabajar la resolución,
o la resolución sin la reconciliación. “La reconstrucción que se intente sin eliminar

Gráfico
Ciclo vicioso y virtuoso de la violencia
Nº 1

Reconstrucción Rehabilitación
posterior a la Reconstrucción
violencia directa

Círculo virtuoso

Violencia directa

Círculo vicioso

Violencia Violencia
cultural estructural
Re-culturación Reestructuración
Reconciliación Resolución de la
de las partes en raíz subyacente
conflicto del conflicto

Fuente: Elaboración propia

46 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


las causas de la violencia conducirá a su reproducción. Se necesitan urgentemente
una teoría y práctica que combinen los tres problemas”.59
La manera de quebrar el círculo vicioso de la violencia es edificar y posicionar
una cultura de paz en la cual existan los mecanismos necesarios para resolver y trans-
formar constructivamente los conflictos por medios no violentos.
Otros estudios, también elaborados por centros de investigación especializados,
se han referido a la paz como el paulatino resultado e interacción de las cuatro “D”:
desarrollo, derechos humanos, democracia y desarme. Es así que la paz podría en-
tenderse como “el proceso de fortalecimiento de cada uno de aquellos factores pe-
dagógicamente señalados como “D” y las señales de alerta tendrían que ver con la
localización de carencias o amenazas”.60
J.M. Alemany Briz (2006)61 indica que en la evolución del concepto paz y en sus
diversos paradigmas se pueden identificar algunas tendencias generalmente asumidas:
• La desmilitarización del concepto hace referencia a que la paz no está puesta en
peligro sólo por quienes pueden conducir la guerra, los ejércitos y las armas,
y que tampoco puede alcanzarse por medios exclusivamente militares.
• La indisolubilidad, puesto que trasciende las relaciones entre Estados, lo cual
significa que la paz se construye invariablemente en los diversos escenarios
macro y micro, esto es, desde el ámbito global hasta el social y personal.
• Carácter procesual, puesto que la paz no es un cambio que se logra de una vez y
para siempre, y que solamente es puesta en peligro por la amenaza de la gue-
rra. Es entonces una meta dinámica que requiere un esfuerzo permanente.
• La fragilidad y modestia de la paz alcanzada se relaciona con la denominada paz
imperfecta planteada por Muñoz (2002). Se refiere a que no se la debería ver
como algo definitivo o estático, sino como un persistente desear y construir
paz. Esta visión apela a identificar la fragilidad de los logros y a no eludir el
esfuerzo para alcanzar objetivos, aunque sean imperfectos.

59 Galtung, Johan, Tras la violencia, 3 R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles e invisibles
de la guerra y la violencia; Bakeaz, España, 1998.

60 Alemany Briz, J.M., Paz, [en línea], Fundación seminario de investigación para la paz, España, s/f., p.2
[Fecha de consulta: octubre de 2012]. Disponible en: http://www.seipaz.org/documentos/2006JMAPaz.
pdf

61 Ibídem, p. 2.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 47


La extensión progresiva del concepto, de una visión estrictamente negativa a
otra más positiva e integradora, ayuda a comprender que la paz no es un deseo que
pueda surgir del simple miedo a la confrontación bélica, a la catástrofe nuclear o al
terrorismo, sino que es valiosa porque es más humana: la paz es una cultura. Al res-
pecto, este autor sostiene: “Los esfuerzos tanto de la UNESCO como de los centros
de investigación para la paz en los últimos tramos del siglo XX se han orientado a
dar un impulso a esta cultura de paz”.62 Este objetivo obedece a varias razones:
1. El convencimiento de que detrás de cada estrategia política, económica o mi-
litar, hay un modelo cultural operante. Así como se aprendieron e inventaron
prácticas violentas, del mismo modo se las puede desaprender y construir una
cultura de paz.
2. Un concepto antropológico y social de la cultura, que se distancie de la idea
extendida de “actividades culturales”.
3. La cultura de la paz recupera a todas las personas y a los colectivos como
actores responsables, derrotando la tendencia a considerarse simples especta-
dores; pero además es un modo de resistencia a la cultura del miedo.

La cultura de paz se define por primera vez en 1989, en el Congreso Internacional


“La paz en el espíritu de los hombres”, efectuado en Yamoussoukro (Costa de Marfil),
justo el año en que culmina la Guerra Fría. La declaración que surgió de este aconteci-
miento intenta superar las formas en que se vislumbra la paz, al señalar que es:
1. Esencialmente el respeto de la vida.
2. El bien más precioso de la humanidad.
3. Más que el fin de los conflictos armados.
4. Un comportamiento.
5. Una adhesión profunda del ser humano a los principios de libertad, justicia,
igualdad y solidaridad entre los seres.
6. Una asociación armoniosa entre la humanidad y la naturaleza.

Las reflexiones expresadas en este Congreso plantean un programa para la paz,


en el que deben participar todos los agentes sociales, a fin de:

62 Jesús María, Alemany Briz, op. cit., p. 4.

48 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


• Contribuir a la construcción de una visión de la paz, a través del desarrollo de
una cultura de la paz basada en valores universales como el respeto a la vida,
la libertad, la justicia, la solidaridad, la tolerancia, los derechos humanos y la
igualdad entre hombres y mujeres.
• Tomar conciencia del destino común de la humanidad, de modo que se favo-
rezca la puesta en práctica de políticas comunes que garanticen la justicia, tanto
en las relaciones entre seres humanos como en una relación armoniosa de la
humanidad con la naturaleza.
• Incluir en los programas educativos elementos relativos a la paz y a los derechos
humanos, para que tengan un carácter permanente.
• Comprometer una acción concertada a escala internacional, con vistas a ad-
ministrar y proteger el medio ambiente, de manera que ninguna acción atente
contra la calidad medioambiental ni contra la biósfera.

A estos puntos se añade otra recomendación que enfatiza la necesidad de


promover la educación y la investigación en el ámbito de la paz, enfocándolas
hacia las relaciones entre paz, derechos humanos, desarme, desarrollo y medio
ambiente.
Seis años después, en 1995, la cultura de paz se convierte en programa de la
UNESCO y en 1998 la Asamblea General de las Naciones Unidas, a través de su De-
claración y Programa de Acción, la define como: “un conjunto de valores, actitudes
y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos, tratando de
atacar sus causas, para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación
entre las personas, grupos y naciones”. En 1999, amplía esta definición y considera a
esta cultura como “un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos
y estilos de vida”, orientados a conseguir metas a través de:
1. la educación
2. el desarrollo económico y social sostenible
3. el respeto a los derechos humanos
4. la igualdad entre hombres y mujeres
5. la participación democrática
6. la comprensión, tolerancia y solidaridad

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 49


7. la comunicación participativa, la libre circulación de información y conoci-
mientos y
8. la paz y seguridad internacionales.

Se sostiene que, a partir de esta definición, la cultura de paz refleja e inspira:


1. El respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no
violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación.
2. El respeto pleno de los principios de soberanía, integridad territorial e in-
dependencia política de los Estados, y de no injerencia en los asuntos que
son esencialmente jurisdicción interna de los Estados, de conformidad con la
Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional.
3. El respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las liberta-
des fundamentales.
4. El compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos.
5. Los esfuerzos para satisfacer las necesidades de desarrollo y protección del
medio ambiente de las generaciones presentes y futuras.
6. El respeto y la promoción del derecho al desarrollo.
7. El respeto y el fomento de la igualdad de derechos y oportunidades de muje-
res y hombres.
8. El respeto y el fomento del derecho de todas las personas a la libertad de ex-
presión, opinión e información.
9. La adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia,
solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendi-
miento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones, y animados por
un entorno nacional e internacional que favorezca a la paz.

En ese marco, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama al 2000


como Año Internacional de la Cultura de Paz y la década 2001-2010 como Decenio
Internacional de la promoción de una Cultura de Paz y No Violencia, en beneficio
de los niños y niñas del mundo. Los seis principios que definen y determinan la cul-
tura de paz fueron expresados por un grupo de premios Nobel, en el denominado
“Manifiesto 2000”:
• Respetar la vida.
• Rechazar la violencia.

50 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


• Compartir con los demás.
• Escuchar para entender.
• Conservar el planeta.
• Redescubrir la solidaridad.

De este modo, la cultura de paz se va edificando sobre tres pilares que son concep-
tos interactivos: paz positiva, desarrollo humano sostenible y democracia participativa.
John Paul Lederach (2008) –uno de los exponentes más importantes de la cultura
de paz– afirma que la construcción de la paz es una tarea compleja, un reto abruma-
dor. ¿Cómo se consigue que sociedades enteras, envueltas en historias de violencia
que se remontan a generaciones, se muevan hacia un horizonte recién definido?63 A
esta interrogante se suma la reflexión que realiza sobre la necesidad de dar un espacio
a la imaginación moral en los asuntos humanos. El sistema no tiene la capacidad de
superar los ciclos de patrones violentos porque la imaginación ha sido acorralada y
encadenada por los mismos parámetros y causas que crean y perpetran la violencia.
El reto de la imaginación moral está en “la capacidad de imaginarnos una red de
relaciones que incluya a nuestros enemigos; la habilidad de alimentar una curiosidad
contradictoria que abarque la complejidad sin depender de una polaridad dualista;
una firme creencia y la búsqueda del acto creativo; y la aceptación del riesgo inherente
a avanzar hacia el misterio de lo desconocido que está más allá del demasiado conoci-
do paisaje de la violencia”.64 Según Lederach, “el manantial se encuentra en nuestra
imaginación moral, entendida como la capacidad de imaginar algo enraizado en los
retos del mundo real, pero a la vez capaz de dar a luz aquello que todavía no existe”.65
Hoy, la cultura de paz es una referencia cardinal en muchos de los instrumentos
internacionales que conforman el cuerpo normativo del Derecho Internacional Pú-
blico. La relevancia de este posicionamiento se evidencia desde la perspectiva de la
responsabilidad jurídica que asumen los Estados ante el orden jurídico internacional
cuando incorporan la cultura de paz en sus legislaciones. Un ejemplo es el influjo de
estos acuerdos internacionales y la necesidad de construir una cultura de paz en el

63 Lederach, John Paul. La imaginación moral. El arte y el alma de construir la paz; ed. Norma, 2008, p. 59.

64 Ibídem p. 24

65 Ídem.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 51


país, toda vez que la temática ha sido incorporada en la nueva Constitución Política
del Estado (CPE).
En su artículo 10.1. la Carta Magna declara a Bolivia como un Estado pacifista,
promotor de la cultura de paz y del derecho a la paz, así como de la cooperación en-
tre los pueblos para contribuir al desarrollo equitativo y la promoción de la intercul-
turalidad, con pleno respeto a la soberanía de los Estados, y en el artículo 10.2 señala
que “Bolivia rechaza toda guerra de agresión como instrumento de solución a los
diferendos y conflictos entre Estados y se reserva el derecho a la legítima defensa, en
caso de agresión que comprometa la independencia y la integridad del Estado”.66 Si
bien su inclusión en la CPE es un importante avance, no es suficiente para disminuir
la violencia en sus diferentes manifestaciones, puesto que se requiere un conjunto de
normas y políticas que encaminen la construcción de una cultura de paz.
En el presente trabajo se entiende que la construcción de la cultura de paz, recu-
perando lo dicho por Galtung, se manifiesta en “los esfuerzos, actividades y estruc-
turas para reducir y acabar con la violencia y construir relaciones saludables entre
individuos, comunidades y naciones”.67
Es prioritario que el concepto de cultura de paz implique también atacar y miti-
gar las causas estructurales que producen la violencia. Así, a lo antes señalado, sirve
añadir lo que Aramayo68 sostiene: “la cultura de paz es la que pretende reemplazar
el concepto de la cultura de la violencia, mediante el desarrollo de nuevas actitudes
para enfrentar las situaciones de conflicto, las relaciones con los demás y atacar las
causas estructurales que producen la violencia. En definitiva, no oculta los conflictos,
no los niega, sino que los enfrenta acudiendo a medios no violentos como la nego-
ciación, la mediación, la movilización no violenta, la conciliación y la denuncia de la
injusticia, preservando siempre el respeto a la dignidad humana. La cultura de paz
procura establecer una coherencia entre lo que hacemos y lo que decimos; desarrolla

66 Fundación UNIR Bolivia, op. cit., p. 14.

67 Cancelado Zapata, María Luisa. Acción sin daño y reflexiones sobre prácticas de paz; Universidad Nacional de
Colombia, Bogotá, 2009, p. 18.

68 Aramayo, Fernando, Construyendo paz en el aula: guía de actividades para la incorporación del enfoque de cultura cívica
de paz; PADEP-GTZ, La Paz, 2008, p. 7.

52 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


una serie de valores que ayudan a construir los modelos de relacionamiento y convi-
vencia igualitarios, respetuosos y justos”.69
Para la Fundación UNIR Bolivia, la cultura de paz propone la convivencia sus-
tentada en valores de solidaridad, libertad y reconocimiento de la dignidad de todos
los seres humanos; se caracteriza por la vigencia y el respeto de los derechos huma-
nos individuales y colectivos, la articulación y complementariedad entre los distintos
tipos de democracias reconocidos en el país, un orden económico justo y equitativo
que posibilite la superación de la pobreza, el desarrollo humano integral, la relación
interdependiente con la naturaleza y la solidaridad que vincula componentes tanto
universales como nacionales.

69 Zárate, Caty Luz, Aportes para la construcción de paz en la escuela: sistematización de la experiencia del proceso Cultura
Cívica de Paz en Llallagua y Tarija Fase I y Fase II, PADEP-GTZ, 2009, p. 25.

Capítulo UNO / Marco teórico: violencia, paz y cultura de paz 53


123456
PROPUESTA METODOLÓGICA
REPRESENTACIONES SOCIALES
DOS
PROPUESTA METODOLÓGICA:
REPRESENTACIONES SOCIALES

E n el capítulo anterior se presentó un recuento teórico de los temas


que aborda este estudio, en el marco de la investigación para la
paz. Es evidente que violencia y paz ofrecen tal complejidad semántica que pueden
presentarse difi cultades a la hora de hacer un análisis social. También es necesario
tener claro que ambas nociones se inscriben en un determinado contexto en el que
surgen experiencias tanto individuales como colectivas y que, por tanto, llegan a
involucrar sentimientos que se refl ejan en las actitudes y comportamientos de las
personas.
Estas nociones se han abordado y trabajado en y sobre escenarios con confl ictos
bélicos o armados, y de momento se conocen muy pocos trabajos de investigación
que hayan tratado la temática en países donde la violencia tiene otras características,
y menos aún se ha centrado el esfuerzo en la subjetividad y la experiencia de las y los
diferentes actores. Este es el reto que decidió asumir la Fundación UNIR Bolivia, al
tratar de recuperar las representaciones que tienen los bolivianos y las bolivianas en
relación con esta materia.
A tiempo de defi nir cómo encarar este estudio, se plantea la “representación so-
cial” como la metodología más adecuada, pues permite ahondar en las construccio-
nes sociales que hacen las personas a partir de sus propias realidades.
Esta propuesta metodológica tiene como precedente la “construcción social de
la realidad”, idea que proviene de la sociología. La desarrolló profusamente Emile
Durkheim; luego Alfred Schutz, Peter Berger y Thomas Luckman la amplifi caron.
Desde el campo de la psicología social ha sido recuperada por Sergei Moscovici y sus
seguidores, en especial Denise Jodelet.

Capítulo DOS / Propuesta metodológica: Representaciones sociales 57


Para Berger y Luckman (1968) la “construcción social de la realidad hace referen-
cia a la tendencia fenomenológica de las personas a considerar los procesos subjeti-
vos como realidades objetivas. Las personas aprehenden la vida cotidiana como una
realidad ordenada, es decir, las personas perciben la realidad como independiente
de su propia aprehensión, apareciendo ante ellas objetivada y como algo que se les
impone. El mundo de la vida cotidiana es aquel que se da por establecido como
realidad”.1
En 1961, Moscovici propone el concepto de representación social, que luego se
desarrolla como teoría y ha sido asimilada por las ciencias sociales, logrando integrar
lo individual y lo colectivo, lo simbólico y lo social, el pensamiento y la acción. Las
representaciones sociales han sido definidas como: “...una modalidad particular del
conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comuni-
cación entre los individuos... es un corpus organizado de conocimientos y una de las
actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad
física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios,
liberan los poderes de su imaginación”.2 Es así que se consideran construcciones
socio-cognitivas propias del pensamiento ingenuo o del sentido común, que pueden
precisarse como “conjunto de informaciones, creencias, opiniones y actitudes a pro-
pósito de un objeto determinado”.3
Constituyen, según Jodelet, “una forma de conocimiento socialmente elaborado
y compartido, que tiene una intencionalidad práctica y contribuye a la construcción
de una realidad común a un conjunto social”.4 Entre las contribuciones más impor-
tantes de la autora a esta teoría está el haber mostrado que la cultura provee, por
así decirlo, tanto la “materia prima” para la construcción como el espacio para la
circulación de las representaciones sociales. “Realidades mentales de cuya existen-
cia podemos encontrar evidencia en la vida cotidiana circulan en el discurso, son

1 Araya, Sandra, Las Representaciones Sociales: ejes teóricos para su discusión”. Cuaderno de Ciencias Sociales Nº
127, FLACSO, Costa Rica, 2002, p. 13.

2 Sandra, Araya, op. cit., p. 27.

3 Ibídem, p. 69.

4 Ibídem, p. 7.

58 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


acarreadas por las palabras, transportadas al interior de los mensajes y las imágenes
mediáticas, cristalizadas en las conductas y las agencias materiales o espaciales”.5
El abordaje de las representaciones sociales, sostiene Abric, posibilita entender
la dinámica de las interacciones sociales y aclarar los determinantes de las prácticas
sociales pues la representación, el discurso y la práctica se generan mutuamente.6
Lo que subyace a este método es que “no existe realidad objetiva a priori; puesto
que [la misma] es apropiada por el grupo, reconstruida en su sistema cognitivo, inte-
grada en su sistema de valores, dependiendo de su historia y del contexto ideológico
que lo envuelve, constituyéndose para la persona y el grupo, la realidad misma”.7 En
resumen, son sistemas cognitivos contextualizados que responden a una doble lógica:
cognitiva y social.8 Visibilizan la presencia de opiniones, valores, normas y estereo-
tipos que pueden generar una actitud negativa o positiva sobre las imágenes que los
individuos o colectividades construyen con respecto a algo o alguien.
Entonces, las representaciones sociales manifiestan el modo en que las personas
construyen y son construidas a partir de su realidad social. Esto quiere decir que el
saber de la representación no proviene sólo del sentido común o de un vacío social,
sino que se cimienta dentro de las prácticas, también discursivas, de la sociedad. Las
grandes funciones sociales –orientación de la conducta, relaciones sociales y comu-
nicaciones sociales– implican un nivel de interpretación permanente, que da lugar a
una suerte de pequeñas teorías sobre aspectos que afectan a la vida cotidiana.
La representación social, definida por Moscovici como “universos de opinión”,
se constituye como proceso y contenido, pero básicamente se estructura a partir de
tres componentes: actitud hacia el objeto, información sobre ese objeto y campo de
representación, que es donde los contenidos se organizan jerárquicamente.
El campo de la representación es el conjunto de actitudes, opiniones, imáge-
nes, creencias, vivencias y valores sobre una misma imagen. Se organiza en torno
al núcleo figurativo, la imagen con mayor fuerza, que otorga peso y significado a

5 Entrevista a Denise Jodelet, realizada el 24 de octubre de 2002 por Óscar Rodríguez Cerda. En: Revista
Relaciones: Estudios de Historia y Sociedad, Nº 93, vol. XXIV, México, invierno 2003, p. 117.

6 Sandra, Araya, op. cit., p. 12.

7 Abric, Jean-Claude, Pratiques sociales et représentations; Puf, Paris, 1994.

8 Giménez, Gilberto, Teoría y Análisis de la cultura. Vol I y II; Centro Cultural Coahuilense, México, 2005.

Capítulo DOS / Propuesta metodológica: Representaciones sociales 59


Gráfico
Representación social
Nº 2

Adquirir y comunicar
Proceso conocimientos

Representación
social
Universos de opinión

Campos de
Actitud Información representación

Qué se hace y Qué se cree


Qué se sabe y cómo se
cómo se actúa
interpreta

Fuente: Elaboración propia

los otros elementos presentes.9 Para transformar lo desconocido en algo natural, la


formulación de los conceptos pasa por dos procesos a través de los cuales se generan
las representaciones: la objetivación, que consiste en la transformación de entidades
abstractas en algo concreto y material, y el anclaje, que es el proceso de categoriza-
ción que permite a las personas clasificar y nombrar a las cosas y a las personas, de
manera que lo desconocido se convierta en un sistema de categorías familiares.10
A veces es difícil encontrar esa relación y ahí se puede percibir un problema que
ha atravesado toda la psicología social, cuando ha tomado como objeto la búsqueda
de las actitudes para dar cuenta de las conductas. Esta correspondencia no es tan
lineal, pero, en definitiva, otorga una visión que va a permitir actuar de una manera
u otra hacia el objeto.

9 Sandra, Araya, op. cit., p. 41.

10 Materán, Angie, “Las representaciones sociales: un referente teórico para la investigación educativa”,
Geoenseñanza, vol. 13 Nº 2, Venezuela, 2008 pp. 245-246.

60 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Por otra parte, se sostiene que es muy común tender a confundir creencias con
representaciones sociales. Al respecto Jodelet señala que las primeras son productos
culturales organizados en un sistema, es decir un conjunto de aspectos más tradicio-
nales, en términos de organización y transmisión; un elemento importante es que
siempre tienen una dimensión de adhesión, porque hay una aceptación total de parte
de los grupos. En cambio, las representaciones pueden incluir creencias, pero son uti-
lizadas por los grupos o los sujetos sociales para construir su propia interpretación del
objeto tratado. Pueden transformarse en creencias por la adhesión que se les otorgue.
Asimismo, la autora remite a la noción de habitus planteada por Bourdieu y su co-
rrespondencia con las representaciones sociales, a fin de esclarecer lo que se plantea
en cada caso. Ella sostiene que habitus es un proceso de interiorización, de integración
en todo el cuerpo de los modelos sociales –en términos de socialización primaria,
secundaria, etc.– a partir del aprendizaje y de un proceso de familiarización práctica,
que no siempre es consciente, pero que tiene un carácter determinista y reproductivo.
El habitus es un conjunto de patrones a partir de los cuales las personas perciben
el mundo y actúan en él. Es decir que las personas son “estructuradas” por una
configuración social determinada. Al mismo tiempo, son “estructurantes”, porque
a partir de esas estructuras producen sus pensamientos, percepciones y acciones.
Sin embargo, esa estructura que organiza su sistema de pensamiento no es evidente,
a diferencia de lo que sucede con las representaciones sociales. El habitus se define
“como un sistema de disposiciones durables y transferibles –estructuras estructura-
das predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes– que integra todas las
experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las
percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes de cara a una coyuntura
o acontecimiento, y que él contribuye a producir”.11
En cambio, para Jodelet, las representaciones sociales hacen referencia al sentido
común; son creadas por la comunicación social y dependen de la pertenencia social
de los individuos, la cual se halla en estrecha relación con sus prácticas sociales.
Son expresadas por los sujetos y aparecen de forma más consciente, pues suponen
libertad y creatividad en la construcción del mundo. Son campos de representación
estructurados; son sociales por reunir las siguientes condiciones:

11 Bourdieu, Pierre, El sentido práctico, Taurus, Madrid. p. 178.

Capítulo DOS / Propuesta metodológica: Representaciones sociales 61


• De producción, que es donde emergen (medios de comunicación, interacción
entre las personas, comunicación, lenguaje).
• Circulación, intercambio de saberes y ubicación de las personas en grupos
naturales y grupos sociales naturales, en contextos sociales dentro de una es-
tructura social.
• Función social, que es la construcción social de la realidad en este intercam-
bio social.

Otra posición señala que el paradigma de esta teoría es homologable a la del


habitus de Bourdieu y ambas son vías fructíferas y metodológicamente rentables para
el análisis de las formas interiorizadas de la cultura, puesto que permiten detectar
esquemas subjetivos de percepción, de valoración y de acción. Giménez llama a esto
“cultura interiorizada”.12
Quienes estudian las representaciones sociales las definen como una forma de
saber cotidiano y práctico, cuyo análisis puede realizarse desde diversos puntos de
vista. Al respecto, se retoma lo planteado por Jodelet, quien señala que el primer cri-
terio es el de los contenidos, a los que se puede llegar a través de entrevistas y análisis
de discurso y de textos literarios o históricos, etc. Entonces, es posible averiguar el
contenido a partir de los elementos que van a contribuir a la construcción de la visión
que tiene el sujeto social, sea individual o grupal, sobre ese determinado objeto.
Esto permite realizar el “análisis dimensional”, que considera informaciones que
vienen de fuera (medios de comunicación, familia, escuela, información científica,
etc.), pero también contempla los diferentes discursos técnicos, de donde la gente
puede retomar elementos de conocimiento, información e incluso creencias, porque
hay toda una transmisión de maneras de ver, que pueden estar más cercanas a las
creencias tradicionales o religiosas, etc. Otros elementos diferentes que son incorpo-
rados al imaginario de la gente, para manifestar su relación con el entorno social y
material, son las metáforas y los valores que sostienen sus puntos de vista.
En este marco la importancia que reviste la metodología de las representaciones
sociales se halla en que permite abordar los temas de violencia, paz y cultura de paz,
comprendiendo mejor la subjetividad de las personas y entendiendo que ésta –si-

12 Gilberto, Giménez, op.cit., p. 34.

62 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


guiendo a González Rey13– no es una organización intrapsíquica que se agota en el
individuo, sino un sistema abierto y en progreso, que caracteriza también la consti-
tución de los procesos sociales.

Aplicación de la metodología
La representación social como metodología exige disponer de amplia y diversa
información sobre las temáticas a investigar; además, es necesario contar con instru-
mentos que faciliten el análisis de discurso. En ese marco y considerando que este
estudio es de tipo descriptivo, se definieron tres técnicas de investigación que pueden
ser correlacionadas entre sí: entrevistas en profundidad, grupos focales y asociación
libre de palabras.
Se escogió la entrevista en profundidad porque no sólo da lugar al encuentro
cara a cara con las y los informantes, sino que otorga la posibilidad de comprender
las experiencias, situaciones e imágenes que tienen las personas sobre las temáticas
abordadas. De igual manera, los grupos focales permitieron reunir a varios grupos
de personas para discutir y elaborar, desde la experiencia personal, un acercamiento
a sus imágenes sobre violencia, paz y cultura de paz.
En cuanto a la técnica de la asociación libre de palabras, ésta permite que las
personas produzcan todos los términos, expresiones y adjetivos que se les ocurran
con relación a la palabra o palabras inductoras. Al ser una producción mínimamente
controlada, las respuestas tienden a ser naturales y es posible acceder a más personas
en menos tiempo. El universo semántico –esto es, el grupo de palabras inductoras–
fue definido en función de los temas estudiados.
Esta técnica permite obtener, de manera espontánea, la primera imagen respecto
a la palabra inductora, es decir que posibilita la actualización de elementos sobren-
tendidos o latentes, que son reprimidos o encubiertos en las producciones discursivas.
Jean-Claude Abric (1994) considera que es, probablemente, una técnica capital para
recolectar los elementos constitutivos del contenido de la representación.
Para analizar el material obtenido mediante esta técnica, es necesario categorizar
las palabras utilizadas por las personas, lo cual permite delimitar el contenido mismo
de la representación. Luego se extraen los elementos organizadores de ese contenido

13 González Rey, Fernando, Investigación Cualitativa en psicología, Thomson Editores, México, 2000, p. 18.

Capítulo DOS / Propuesta metodológica: Representaciones sociales 63


usando tres indicadores: frecuencia del ítem en la población, es decir la cantidad
de apariciones de una palabra; su rango de aparición, o sea el orden en que son
mencionadas, y finalmente la importancia del ítem para las personas, dada por la
frecuencia y el rango de aparición. Entonces, la congruencia entre la frecuencia y el
rango constituye un indicador de la centralidad del elemento.
En cuanto al método, para la entrevista en profundidad y los grupos focales
se utilizó el cualitativo. El método cuantitativo se empleó para la asociación libre
de palabras. La combinación de ambos permite exponer la interpretación de las
personas a partir de la subjetividad, el conocimiento y la experiencia sobre el sig-
nificado.

Estructura de investigación
Por las características sociopolíticas y geográficas del país, el estudio sobre re-
presentaciones sociales de cultura de paz se estructuró considerando tanto las tres
grandes regiones que comprenden Bolivia como su división administrativa en depar-
tamentos y municipios. La metodología se aplicó en los nueve departamentos, distri-
buidos en tierras altas (La Paz, Oruro y Potosí), intermedias (Cochabamba, Chuqui-
saca y Tarija) y bajas (Santa Cruz, Pando y Beni). En cada uno se eligió a las ciudades
capitales y a tres municipios y/o comunidades, previa definición de los criterios de
selección de las localidades y de la población meta.

Regiones
Los criterios de selección de municipios y/o comunidades fueron los siguientes:
• Con alta y baja densidad demográfica.
• Que en su conjunto los municipios y comunidades seleccionados sean una
muestra representativa de la diversidad étnica del país.
• Que cuenten con relevantes recursos naturales renovables y no renovables en
sus territorios.14

14 En investigaciones previas realizadas por la Fundación UNIR Bolivia y otras instituciones, se ha detecta-
do que varios de los conflictos que han escalado a violencia están relacionados con la gestión de recursos
naturales, la cual a su vez se encuentra vinculada con el tema de límites territoriales.

64 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


• Que sean poco conocidos, debido a la escasa información existente sobre
tales localidades.15
• Que tengan altos niveles de conflictividad.16
• Que tengan elevados índices de violencia en sus tres dimensiones:
• Violencia directa, manifestada en conflictos que ocasionaron heridos,
fallecidos, desplazados, represión política, violaciones y daños materiales
contra edificios o infraestructuras.
• Violencia estructural, manifestada en escasos niveles y diferentes visio-
nes de desarrollo, pobreza, marginación, distribución inequitativa de los
recursos y falta de oportunidades, factores que a su vez pueden ser deto-
nantes de asesinatos y robos, entre otros delitos.
• Violencia cultural, manifestada en racismo y discriminación principal-
mente.

A partir de un mapeo se logró identificar los municipios y comunidades que res-


ponden a los criterios de selección, sobre la base de la tipología de violencia y paz
propuesta por Johan Galtung, descrita en el marco teórico. Es importante explicar
que, para la realización del mapeo, no se pudo contar con la información suficiente
en torno a los elementos y prácticas de paz en el país, por lo que esta investigación
es un reto para conocer las formas invisibilizadas de resolución de conflictos y cons-
trucción de paz.
Cabe señalar que otros municipios y comunidades también cumplían los criterios
de selección; sin embargo, no fueron incluidos en el estudio debido a las limitantes
de acceso, tanto por la distancia y la deficiente infraestructura caminera como por
conflictos que imposibilitarían el ingreso de los equipos de trabajo.

15 Se considera que seleccionarlos les brindaría la oportunidad de ser visibilizados ante la sociedad y el Es-
tado, y de ofrecer otras miradas sobre violencia, paz y cultura de paz. La invisibilización es una forma de
violencia y perpetúa las relaciones asimétricas de poder, lo que muchas veces imposibilita su inserción en
procesos democráticos.

16 Como se verá más adelante, los niveles de conflictividad se establecen a partir de criterios tanto cuantita-
tivos como cualitativos. El grado de violencia alcanzado en algunos casos no necesariamente depende de
lo cuantitativo, sino de la forma en que se gestionan los conflictos.

Capítulo DOS / Propuesta metodológica: Representaciones sociales 65


Gráfico Mapeo de la violencia en municipios y comunidades
Nº 3

VISIBLE
Heridos
Fallecidos
Desplazados
Asesinatos
Represión política
Robos
Violaciones
Daños materiales contra
edificios e infraestructura

Discriminación por
género, edad, Pobreza
orientación sexual, Marginación
procedencia, etc. Distribución inequitativa
Racismo de recursos
Alienación cultural Falta de oportunidades

Violencia Violencia
INVISIBLE
Cultural Estructural

Fuente: Elaboración propia sobre la base del “Triángulo de la violencia” planteado por Galtung.

Los criterios de elegibilidad de la población meta fueron los siguientes (véase el


Anexo 1):
• Hombres y mujeres mayores de 18 años.
• De entidades estatales y de organizaciones de la sociedad civil (como comités
cívicos, organizaciones no gubernamentales y empresarios privados).
• Poblaciones indígenas, estudiantes de unidades educativas y universidades,
población con orientación sexual diferente, personas de la tercera edad y tra-
bajadoras del hogar.

En relación con la muestra, para la técnica de asociación libre de palabras se con-


sultó a 20 personas en ciudades con menos de 50.000 habitantes, y a 40 en ciudades
con más población. Se realizaron cuatro grupos focales en cada ciudad capital y en la
ciudad de El Alto, y entre uno y dos en las otras regiones, de acuerdo con su cantidad
poblacional. Las entrevistas en profundad se aplicaron a los denominados “actores”
y “sectores” clave. En resumen, en la investigación participaron 1.709 personas: 216

66 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


en entrevistas en profundidad, 950 en asociación libre de palabras y 543 en los 70
grupos focales llevados adelante.
Para describir las características de las poblaciones que forman parte del estudio y
contextualizar los ámbitos en los que se desarrolló la investigación, se recopiló infor-
mación diversa (bibliográfica, hemerográfica, notas de prensa e informes de conflic-
tividad) de varias fuentes, entre las que destacan el Instituto Nacional de Estadística
(INE) y la Fundación UNIR Bolivia.

Capítulo DOS / Propuesta metodológica: Representaciones sociales 67


123456 REGIONES Y
LOCALIDADES DE ESTUDIO
TRES
REGIONES Y LOCALIDADES DE ESTUDIO

C omo se apuntó en el capítulo dos, para esta investigación se defi nió


un área de estudio dividida en tres macro regiones: tierra altas,
correspondiente a los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí; tierras intermedias
o valles, donde se localizan los departamentos de Cochabamba, Chuquisaca y
Tarija, y tierras bajas, con los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando. En cada
departamento se eligieron las ciudades capitales y tres municipios y/o comunidades
que cumplían los criterios de selección.

Tabla Nº 1
Municipios seleccionados por departamento
Departamento Ciudad capital Municipios/Comunidades
El Alto
La Paz La Paz Tocaña
San Buenaventura
Santiago de Huari
Oruro Oruro Huanuni
Santuario de Quillacas
Uncía
Potosí Potosí Chuquiuta
Llallagua
Quillacollo
Cochabamba Cochabamba Puerto Villarroel
Villa Tunari
Tomina
Chuquisaca Sucre Tarabuco
Monteagudo

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 71


Departamento Ciudad capital Municipios/Comunidades
Entre Ríos
Tarija Tarija Yacuiba
Villamontes
Camiri
Santa Cruz Santa Cruz San Julián
Poza Verde
Riberalta
Beni Trinidad Guayaramerín
San Ignacio de Moxos
Porvenir
Pando Cobija Filadelfia
Gonzalo Moreno

Las reseñas que se presentan en este acápite se refieren principalmente a densidad


demográfica, índice de pobreza, actividades económicas, presencia indígena, niveles
de marginación, tipos de violencia generados en cada región y grados de conflictivi-
dad social.

Características de las poblaciones de tierras altas


Departamento de La Paz
Sobre la base de los criterios de selección, en el Departamento de La Paz, además
de su ciudad capital, se eligieron las poblaciones de El Alto, Tocaña y San Buena-
ventura.

Ciudad de La Paz
El municipio de La Paz concentra numerosas variables de elegibilidad. Por una
parte, se enmarca en la categoría de municipios urbanos con mayor cantidad de po-
blación: 840.000 habitantes, aproximadamente, proyectados para el año 2010.1 Por

1 Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

72 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


otra parte, un 34,5% de su población es considerada pobre; asimismo, se estimó que,
también para 2010, La Paz tendría la segunda tasa de desempleo del país (11,6%).2
Debido al flujo de población migrante, sobre todo de origen aymara, se la consi-
dera la ciudad capital con mayor población indígena. Los procesos migratorios que
se dan en su interior configuran un tejido social abigarrado, en el que se manifiestan
reciprocidades pero también tensiones, que se expresan a través de problemáticas
como el racismo y la discriminación, entre otras.
La ciudad de La Paz en el siglo XX se constituyó en uno de los centros econó-
micos más importantes del país, pero en los últimos años su desarrollo ha quedado
rezagado y desplazado por otras ciudades emergentes. En esta urbe confluyen varios
rubros económicos, en los que operan diferentes sectores empresariales (medianas,
pequeñas y micro empresas) que se desenvuelven tanto en el mercado formal como
en el informal. Tales características socioeconómicas se constituyen en uno de los
factores que inciden en la creación de instancias corporativas y de grupos de parti-
cipación y movilización ciudadana que, en el marco del debilitamiento y la crisis del
sistema de partidos, han adquirido fuerza social y política convirtiéndose en actores
clave en los diferentes campos de conflictividad (reproducción social, institucional,
político-cultural).
En razón de su cualidad de sede de los poderes Ejecutivo y Legislativo, La Paz
es el centro de la actividad política de Bolivia, por lo que las repercusiones, efectos
e impactos de las decisiones del nivel estatal central se manifiestan con mayor fuer-
za en dicha ciudad que en otros lugares del país. Éste es uno de los motivos por los
que el municipio registra habitualmente la mayor cantidad de conflictos del país,
relacionados con demandas de los diferentes sectores de la sociedad boliviana, que
se expresan a través de medidas de presión como marchas, bloqueos de caminos y
“cercos”, entre otras.
Varios de los conflictos sociales ocurridos en La Paz han desembocado en epi-
sodios violentos; sin desconocer otros acontecimientos altamente importantes, en el
pasado reciente destacan los sucesos de febrero, septiembre y octubre (denominado
“octubre negro”) de 2003. Estos hechos evidenciaron problemas estructurales del

2 Centro de estudios para el desarrollo laboral y agrario, La Paz ocupa el cuarto puesto en materia de Desarrollo
Humano [en línea]. Publicado en cedla.org, La Paz, 2010 [fecha de consulta: abril 2012]. Disponible en:
http://www.cedla.org/content/1502

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 73


departamento y del país que se manifestaron a través de la violencia, dejando entre
sus consecuencias una serie de daños personales (mujeres y hombres heridos, falleci-
dos, desaparecidos, etc.) y materiales (destrucción de documentación, infraestructura
mobiliaria e inmobiliaria, saqueos, etc., tanto en entidades públicas como privadas).
Los acontecimientos del 12 y 13 de febrero del 2003 se consideraron “hechos
determinantes y definitivos para la historia”3 de Bolivia, constituyéndose en antece-
dentes de los posteriores sucesos de octubre. Uno de los hitos centrales fue el enfren-
tamiento armado entre miembros de la Policía y de las Fuerzas Armadas, que dejó
saldos luctuosos.
En La Paz también se registran elevados índices de otros tipos de violencia. El
año 2007 se realizaron 5.370 denuncias de violencia intrafamiliar, las cuales se incre-
mentaron a 21.911 en el año 2008, agravándose el 2009 con 24.641 acusaciones. Las
denuncias por violencia psicológica y física fueron las que primaron.4

El Alto
Según el INE, es un municipio urbano con una población proyectada para el año
2010 de 1.100.000 habitantes. De acuerdo con el Informe de Desarrollo Humano
2005, “El Alto superó 59 veces su peso demográfico de partida. Hoy es ya la tercera
ciudad en cantidad de población en Bolivia, después de Santa Cruz y La Paz”.5 Es, ade-
más, la ciudad con la mayor tasa de desempleo del país, con un promedio del 13,5%.6
Esta urbe se ha caracterizado por un proceso de urbanización caótico; varias
zonas y villas fueron creadas en un inicio por “loteadores”, y luego ocupadas por
mineros que emigraron a esta ciudad (también a Cochabamba y Santa Cruz), como

3 Organización de los Estados Americanos (OEA), Informe de la Organización de los Estados Americanos (OEA) sobre
los hechos de febrero del 2003 en Bolivia [en línea]; Secretaría General de la OEA, mayo, 2003 [fecha de consulta:
marzo 2012]. Disponible en: http://www.oas.org/OASpage/esp/Documentos/InfBO-051203.htm

4 CIDEM, Más que cifras una realidad. Reporte Estadístico de Violencia contra las Mujeres No. 9. Datos quinquenales
2007 – 2011 [en línea], Conexión Fondo de Emancipación, La Paz, 2012. Disponible en: http://www.
scribd.com/fullscreen/93161821?access_key=key-15iwmuemtt89k7uw8cp9

5 PNUD, La economía más allá del gas, Informe de Desarrollo Humano, octubre de 2005, La Paz, p. 92.

6 Centro de estudios para el desarrollo laboral y agrario, La Paz ocupa el cuarto puesto en materia de Desarrollo
Humano [en línea]. Publicado en cedla.org, La Paz, 2010 [fecha de consulta: abril 2012]. Disponible en:
http://www.cedla.org/content/1502

74 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


resultado del despido masivo de personas en las minas de administración estatal,
denominado “relocalización” en los años ochenta.
Como señala Guaygua,7 El Alto es una ciudad que recibe población de manera
continua, acogiendo una gran cantidad de inmigrantes del área rural del propio
Departamento de La Paz. Además de los sectores mineros de origen aymara, la urbe
tiene una importante presencia de personas provenientes de Perú y grupos de otros
departamentos del país. Aproximadamente el 95% de la población es migrante, con-
virtiendo al municipio en un centro urbano con una composición social, étnica y
cultural diversa. El autor mencionado la define como una “ciudad – clave”, que va
estructurando un territorio bien definido, con migraciones no definitivas que están
relacionadas con las actividades económicas que allí se desarrollan, constituyéndose
en un lugar de relevancia regional. Su población es considerada joven, puesto que,
según los datos recogidos el 50% tiene menos de 19 años.
En cuanto a sus actividades económicas, El Alto se caracteriza por sus emprendi-
mientos industriales y comerciales, muchos de los cuales están articulados con la ciu-
dad de La Paz, a través de las personas que viven en una u otra urbe. La producción
artesanal, las actividades comerciales en las que participan pequeñas y medianas
industrias, pero también cadenas informales de producción y comercialización en
constante crecimiento, se han convertido en las principales fuentes de empleo. En el
área rural del municipio se desarrollan actividades agropecuarias en pequeña escala.
Los altos índices de violencia contra las mujeres, los niños y las niñas, la inseguri-
dad ciudadana, además de los casos de linchamiento registrados, han sido también
criterios para la selección de esta urbe. Los datos obtenidos señalan que El Alto “pre-
senta los mayores índices de violencia intrafamiliar, investigaciones han constatado
que en 8 de cada 10 hogares alteños prevalece esta forma de maltrato en términos
de agresiones físicas, psicológicas y sexuales, en particular en contra de niños, niñas,
adolescentes y esposas o concubinas”.8 El informe del Centro de Información y De-

7 Guaygua, Germán, “Identidad colectiva y movilidad social en El Alto”. En: Nuevas Identidades urbanas: Tres
miradas desde la cultura y la desigualdad, Cuadernos del Futuro Nº 27, Informe sobre Desarrollo Humano, PNUD,
2010, La Paz, pp. 245-248.

8 Moreno Valdivia, Antonio Edgar. “Violencia e inseguridad en la ciudad de El Alto” [en línea]. En: Temas
Sociales No. 31, pp. 117-140, La Paz, 2011 [fecha de consulta: marzo 2012]. Disponible en: http://www.
revistasbolivianas.org.bo/pdf/rts/n31/a05.pdf

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 75


sarrollo de la Mujer (CIDEM) de 2009 señala que el año 2007 en esta urbe se regis-
traron 14.366 denuncias, mientras que el 2008 se incrementaron a 15.813.
Esta ciudad ha sido y es escenario de varios conflictos, con una cúspide en octubre
del 2003; los acontecimientos ocurridos entonces la pusieron como centro y prota-
gonista de un momento crucial para el país. Los resultados de la violencia desatada,
como se destacó, fueron funestos.
Este conflicto tiene como uno de sus precedentes a los hechos de febrero del
2003 (mencionados líneas arriba en la descripción de la ciudad de La Paz). Desde
ese mes, se suscitaron una serie de movilizaciones que evidenciaban el descontento
de varios sectores por las políticas gubernamentales de aquel entonces. El factor
que desembocó en una mayor radicalización de las protestas fue la oposición a la
exportación del gas a través de Chile, demandándose posteriormente la naciona-
lización de los hidrocarburos y la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada, entre
otros pedidos.
Los primeros hechos violentos se desencadenaron el 20 de septiembre cuando
el gobierno de Sánchez de Lozada decidió enviar un contingente militar para res-
catar a turistas extranjeros que se encontraban varados por los bloqueos en Sorata.
Pobladores de Warisata pusieron resistencia, la cual fue respondida con represión,
ocasionándose varios fallecimientos.
Estos acontecimientos desencadenaron múltiples movilizaciones con marchas
masivas y bloqueo de caminos en la urbe alteña, originándose el desabastecimien-
to tanto de gasolina como de víveres en la ciudad de La Paz. Los primeros días de
octubre el Gobierno nacional decidió trasladar efectivos militares a la ciudad de El
Alto para resguardar los convoys que proveerían de combustible y alimento a la urbe
paceña. En este recorrido tuvo lugar el enfrentamiento entre pobladores alteños y
militares, que ocasionó la muerte de aproximadamente 65 personas. Estos sucesos
provocaron que dirigentes de organizaciones sociales y comunidades exigieran la
renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada; por otro lado, en la ciudad de La Paz se
establecieron piquetes de huelga, uno de ellos encabezado por Ana María Romero
de Campero, ex Defensora del Pueblo, aglutinando a otras organizaciones como la
Asamblea Permanente de Derechos Humanos y los residentes bolivianos en el exte-
rior, entre otros, que buscaban la pacificación del país.

76 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Este conflicto de carácter regional se convirtió en nacional; las marchas en contra
de Gonzalo Sánchez de Lozada se extendieron por todo el territorio nacional cau-
sando su renuncia y su abandono del país el 17 de octubre.
Los acontecimientos expuestos marcan un hito en la historia nacional, dando
lugar a una serie de reconfiguraciones de orden político, económico, social y cul-
tural. El posterior ascenso al poder de Evo Morales, la instalación de la Asamblea
Constituyente, la promulgación de la nueva Constitución Política del Estado, entre
otros, son algunos de los eventos posteriores directamente vinculados con lo ocurrido
durante el año 2003.

Tocaña9
Es una comunidad situada en el municipio de Coroico, región de los Yungas del
departamento de La Paz. Dicho municipio tiene 12.237 habitantes; de las 10.845
personas censadas por el INE en el año 2001, 491 fueron catalogadas como no po-
bres, mientras que 8.196 se encontraban en condiciones de pobreza (6.019 mode-
radamente pobres, 1.974 en indigencia y 203 en situación de marginalidad). Entre
las actividades económicas del municipio destacan la agricultura (especialmente el
cultivo de la hoja de coca), la ganadería, la caza y la silvicultura. Es importante desta-
car que no se cuenta con datos demográficos ni socioeconómicos que correspondan
específicamente a la comunidad de Tocaña.
Uno de los principales factores para incluir a esta última en la investigación es que
concentra la mayor cantidad de población afro agrupada; también incidió el hecho
de que la información sobre esta población sea escasa. Por ejemplo, no se sabe con
precisión cuántos habitantes afro bolivianos o afrodescendientes tiene el país; algunas
estimaciones dan cuenta de unas 20.000 a 30.000 personas. Esta ausencia de datos
también se verifica en Tocaña, donde se calcula que viven de 150 a 180 personas
distribuidas en 35 familias; existen los mismos vacíos de información en relación con
su llegada a la región.

9 Por motivos metodológicos y en razón de su pertenencia al departamento de La Paz, ha sido incluida en


la macro región de tierras altas.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 77


Hay tres miradas en relación con el origen de los afrodescendientes en Bolivia.
Una señala que fueron traídos en calidad de esclavos durante la época de la Colonia
a Potosí y que, debido a las condiciones climáticas y de esclavitud, se refugiaron en la
zona de los Yungas. La otra posición sostiene que todas las comunidades yungueñas
donde existe una importante presencia afro fueron haciendas que en la época de la
Colonia pertenecieron a nobles españoles en las que existían colonos negros. La otra
sostiene que llegaron del Perú durante el gobierno de Andrés de Santa Cruz para
trabajar en las haciendas yungueñas, lo cual llevaría a pensar que esta población
habría llegado al país recién durante la República.10
Spedding llama la atención sobre la identidad afroboliviana al señalar que “para
la población yungueña en general, incluyendo a los descendientes de africanos, el
tema de la identidad afroboliviana carece de interés […] que producto del auge de
las políticas de identidad y grupos étnicos se haya llegado a considerar a esta pobla-
ción como el único ‘pueblo indígena’ reconocido en los Yungas, aunque en términos
nacionales, por sus orígenes, no son considerados ‘indígenas’”. En la Constitución
Política del Estado se reconoce al grupo afrodescendiente como nación; este es un
importante avance, pero persisten signos de violencia cultural y simbólica que se re-
flejan en posturas discriminadoras hacia esta población, sustentadas en su fenotipo,
lo que aún sigue determinando su posición en el contexto en el que se desenvuelve.11
El movimiento que reivindica las demandas afrobolivianas, apunta Spedding, es
resultado de la organización de residentes urbanos –en otras palabras, personas que
han migrado a las ciudades de La Paz y Santa Cruz– influenciados por corrientes
afro internacionales. El discurso de este grupo se ha centrado, sobre todo, en el re-
chazo a la segregación racial y la discriminación.
En síntesis, los antecedentes y el contexto de Tocaña permiten entender tanto a la
violencia como a la paz desde la discriminación, la exclusión y la invisibilización por
parte de la sociedad civil y del propio Estado; pero también desde la reciprocidad, la
solidaridad y los valores mínimos compartidos en la comunidad.

10 Spedding, Alison. “Los Yungas y el norte de La Paz: cocaleros, colonizadores y afrobolivianos”. En: Serie de
investigaciones sobre identidad en las regiones de Bolivia - Altiplano. Fundación UNIR Bolivia, La Paz, 2009, pp. 446.

11 Ibídem, p. 448.

78 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


San Buenaventura
La población se encuentra en la región amazónica del Departamento de La Paz.
De acuerdo con el Plan de Desarrollo Municipal (PDM) 2008-2012, en San Bue-
naventura hay 30 comunidades y dos poblaciones urbanas, con un total de 7.884
habitantes. Es un municipio que se considera principalmente rural, ya que más del
55% de su población vive en el campo y el 45% en la capital municipal. Según datos
del INE (2001), el índice de pobreza es del 89,06%.
En este municipio se han identificado tres tipos de categorías poblacionales: “ve-
cinal”, que significa habitar el área urbana y autoidentificarse como “boliviana-re-
gional”; “campesino”, identificado con comunario intercultural, de origen principal-
mente aymara o quechua, e “indígena”, identificado como originario, que incluye a
los tacana y esse ejja.12
Los esse ejja, que suman aproximadamente 939 habitantes, han pasado por im-
portantes cambios que provocaron un impacto negativo en su forma de vida, en sus
sistemas de parentesco y en su organización social y política. Varias de estas trans-
formaciones están relacionadas, en primera instancia, con el abandono paulatino de
la vida itinerante que tradicionalmente llevaban, debido a la influencia de las mi-
siones evangélicas Instituto Lingüístico de Verano y Misión Evangélica Nuevas Tri-
bus. Ambas instituciones religiosas promovieron su concentración en comunidades,
al considerar que ésta sería la mejor forma de cumplir con su labor evangelizadora
y alcanzar el desarrollo, entendido como la incorporación paulatina de los indíge-
nas a la sociedad nacional, y enfrentar las agresiones de agentes externos como los
gomeros. En algunos casos se logró alcanzar dicho objetivo, mientras que en otros
se mantuvieron las características nómadas que están relacionadas con su visión del
espacio territorial. Por este motivo el Estado no les reconoce un territorio, afectando
sus actividades socioculturales y socioeconómicas, imposibilitándoles generar espa-
cios de revalorización, recreación y desarrollo cultural.

12 P.C.A Ingenieros Constructores S.A., Estudio de evaluación social y elaboración de un plan para los pueblos indígenas
de la zona del proyecto “Ixiamas-San Buenaventura” [en línea], Administradora Boliviana de Carreteras, febrero,
2011 [fecha de consulta: marzo 2012]. Disponible en: http://www.abc.gob.bo/IMG/pdf/ES_version_fi-
nal_feb_2011.pdf

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 79


Según datos recogidos del Estudio de evaluación social y elaboración de un plan para los
pueblos indígenas de la zona del proyecto “Ixiamas-San Buenaventura”,13 actualmente los esse
ejja habitan en una superficie de 10 hectáreas en el área urbana, dotadas por el
Municipio de San Buenaventura; sin embargo, esa extensión está disminuyendo de
manera considerable por las constantes inundaciones del Río Beni. Por otro lado,
están enfrentando la reducción de sus áreas para la caza, la pesca y la recolección;
por tanto, deben buscar otras fuentes de ingreso. Por estos motivos, una parte de la
población se encuentra en situación de mendicidad y marginalidad; asimismo, se han
detectado problemas de consumo de alcohol, lo que ha derivado en problemas de
desestructuración tanto familiar y como comunal.
En la actualidad, la organización política de los esse ejja gira en torno a un Co-
rregidor y un Representante de su Organización Territorial de Base (OTB) ante el
municipio; sin embargo, carecen de una autoridad social institucionalizada cultural-
mente.
San Buenaventura también es habitado por otro grupo étnico: los tacanas, po-
blación con la que no se ha trabajado en esta investigación, pero que vale la pena
mencionar, por las diferencias que presenta respecto de los esse ejja.
El pueblo indígena tacana habita gran parte del territorio del norte de La Paz y el
sur de Pando.14 Las diferencias de este grupo étnico en relación con los ese ejja inclu-
yen su concentración en la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Tacana I, titulada
con 549.464,83 hectáreas ubicada en el departamento de La Paz; la mayoría del
pueblo tacana vive en comunidades relativamente grandes, con más de 25 familias;
su organización sociopolítica conserva el sistema de autoridades implantado por los
franciscanos, aunque ha sido modificado con la introducción del Corregidor y el Ca-
cique; por otra parte, han creado el Consejo Indígena del Pueblo Tacana (CIPTA),
afiliado a la Central de Pueblos Indígenas de La Paz, a través de la cual se vincu-
la orgánicamente con la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB).
Las actividades económicas de esta población giran en torno a la caza, la pesca, la
recolección, la agricultura de subsistencia, la artesanía y la explotación de recursos
forestales (fundamentalmente la goma).

13 P.C.A Ingenieros Constructores S.A, op.cit., p. 121.

14 Ibídem, p. 45.

80 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Esta breve descripción permite visibilizar las particularidades del municipio de
San Buenaventura, particularmente la presencia de actores socioculturales clave,
como indígenas (en especial los esse ejja, quienes corren peligro de desaparecer),
comunarios interculturales, empresarios, población local urbana e instituciones de
cooperación. En este sentido, su elección para el estudio parte de la detección de
problemas de relaciones de poder, de dependencia económica, de marginalidad de
los pueblos indígenas y de crisis socioculturales.

Departamento de Oruro
Además de la ciudad de Oruro, los otros municipios del departamento seleccio-
nados para la investigación son Santiago de Huari, Villa Huanuni y el Santuario de
Quillacas.

Ciudad de Oruro
De acuerdo con el INE, la sección capital tiene 201.504 habitantes. De 195.338
personas censadas en 2001, 102.322 eran consideradas no pobres (52,38%) y 93.016
pobres (47,62%). De estas últimas, 72.682 vivían en situación de pobreza moderada,
20.025 en indigencia, y 309 en condiciones de marginalidad; existe un alto índice de
insatisfacción de necesidades básicas.
Por otro lado, el 36% de la población de la ciudad se autoidentificó como que-
chua, 21,34% como aymara y 41, 57% con ningún pueblo indígena-originario15.
El soporte económico del departamento y del municipio capital es la minería. Por
un lado está la minería productiva, que se subdivide en dos subsectores: mediana y
pequeña minería. En cuanto a la mediana minería, su producción se mantuvo en
aproximadamente 250 millones de dólares durante los diez últimos años, aunque
su participación decayó en un 50% el año 2004 por la recuperación de la minería
chica y cooperativista. La pequeña minería, en cambio, tiene un valor anual de pro-
ducción menor a medio millón de dólares, equivalentes a 100 toneladas por día para
metálicos y 150 toneladas por día para no metálicos. Los mineros chicos pertenecen
a empresas privadas con capital pequeño, agrupadas en cámaras regionales y depar-
tamentales de minería. Por otro lado está la minería institucional, constituida por

15 Atlas Estadístico de Municipios, 2005.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 81


el Ministerio de Minería y Metalurgia, la Autoridad de Fiscalización y Control So-
cial de Minas (antes Superintendencia de Minas), la Corporación Minera de Bolivia
(COMIBOL) y el Servicio Geológico Técnico de Minas.
Aparte de su carácter minero extractivista, el municipio de Oruro fue elegido
para el estudio por su ubicación geográfica, que sirve como núcleo de las rutas hacia
el sur y el este del país, y permite la conexión con tramos de los corredores bioceáni-
cos, lo cual implica un importante flujo comercial con mercados nacionales e inter-
nacionales y también da lugar a actividades ilícitas como el contrabando, lo que en
ocasiones se constituye en un motor de violencia. Esa peculiaridad es aprovechada
por diferentes sectores en conflicto, que suelen bloquear las rutas ocasionando gran-
des pérdidas económicas al país.
Así, otra característica de esta ciudad son los conflictos permanentes. La mayoría
se relaciona con la explotación minera, que provoca constantes pugnas entre mineros
cooperativistas y sindicalizados (también llamados asalariados). Pero también están
las disputas por límites territoriales con otros departamentos y por la ocupación del
suelo urbano. Los protagonistas de este último foco de conflicto son el Movimiento
sin Techo, la Alcaldía Municipal y la Gobernación del Departamento de Oruro, en-
tre otros; sin embargo, el problema involucra a toda la población orureña.
Otro factor que se considera relevante es que, como resultado del referéndum
nacional, Oruro asume la autonomía departamental. Además, cuatro de sus munici-
pios adquieren la autonomía indígena originaria campesina. Estos factores detonan
también una serie de conflictos sociopolíticos.
Los niveles de violencias intrafamiliar no son tan altos como los identificados en
las ciudades de El Alto y La Paz. El año 2007 se registraron 2.544 denuncias; el 2008,
5.183; mientras que el 2009 fueron 4.802.16

Santiago de Huari
El municipio está conformado por 13 cantones, 24 ayllus y una comunidad indí-
gena. La sede del Gobierno Municipal es la capital Santiago de Huari; cuenta con

16 CIDEM.

82 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


una sola sección municipal (Primera Sección Municipal Huari). La estructura social
ancestral está vigente en los ayllus,17 que son comunidades familiares extensas.
Santiago de Huari contaba con 10.221 habitantes el año 2001, de los cuales 2.999
habitaban el área urbana y 7.222 el área rural (de manera que es un municipio más
rural que urbano). La población es aymara en su mayoría, aunque también hay que-
chuas. En el censo de 2001, 1.289 personas (12,75%) eran consideradas población
no pobre, 2.731 se encontraban en el rango de pobreza moderada, 5.028 vivían en
indigencia y 1.061 en marginalidad, es decir que 8.820 personas (87,25%) eran po-
bres. La insatisfacción de necesidades básicas es elevada.
La economía del municipio se basa, sobre todo, en actividades agropecuarias,
caza y silvicultura. Otra de sus potencialidades es la riqueza acuífera de la zona;
sus recursos hídricos se utilizan, en especial, para la producción de cerveza. La fá-
brica instalada por la Cervecería Boliviana Nacional ha dado lugar a que Huari se
convierta en un centro industrial; también ha generado fuentes de trabajo para los
pobladores e ingresos económicos adicionales que permiten un flujo de actividades
determinantes para el asentamiento humano y el consiguiente crecimiento de esta
población. Existen, además, pequeños talleres artesanales de peletería. Por su ubica-
ción geográfica y su vinculación caminera con Oruro, La Paz y Potosí, se considera
al municipio como centro comercial.
Antes de la realización de la presente investigación no se pudo recabar datos en
torno a los factores generadores de conflictos sociales en el municipio.
La elección de Santiago de Huari se debió a sus altos índices de pobreza, al ori-
gen de su población, y a su importante riqueza hídrica; además, se cuenta con poca
información acerca del municipio.

Huanuni
Para el año 2001, según datos del INE, en el lugar vivían 19.428 personas, con
una proyección para el 2009 de 19.028 habitantes. Estos datos apuntan a la reduc-
ción de la población; sin embargo, existen indicios de un crecimiento poblacional de-
bido al auge minero, con el asentamiento de nuevas poblaciones provenientes de las

17 Se constituye en una forma de organización de las poblaciones indígenas de tierras altas. Está configurado
por agrupaciones de familias por parentesco, sangre o localidad.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 83


ciudades de Oruro, La Paz, Llallagua y también del norte de Potosí. En su mayoría,
la población de Huanuni es de origen quechua.
El flujo de emigración de la capital es mínimo y se halla en estrecha relación con
los precios y el mercado de minerales. Los datos recogidos dan cuenta que hacia
donde más emigra la gente es a la ciudad de Oruro (30,90%), a la ciudad de Cocha-
bamba (21,50%) y a la ciudad de Santa Cruz (18,50%); por La Paz se decide sólo
un 1,4%. También existe una importante migración hacia el extranjero (18,9%), en
busca de mejores condiciones socioeconómicas.18
Se sostiene que en el área dispersa del centro minero la emigración es mayor,
principalmente de varones, cuando no hay actividades agropecuarias; entonces, los
hombres prestan sus servicios como músicos, constructores, choferes o se dedican a
las actividades artesanales. Las mujeres son las que menos dejan su lugar de origen
por estar a cargo de los hijos, del ganado y de la producción agrícola.
Huanuni se caracteriza por que la minería absorbe a la mayoría de la pobla-
ción y al mismo tiempo genera otras actividades económicas, como el comercio y el
transporte; en su territorio se encuentra el yacimiento más grande de estaño del país
y también cuenta con reservas de plata, zinc y antimonio. La Corporación Minera
Boliviana (COMIBOL) estableció en el lugar el Ingenio Minero de Huanuni, puesto
que el 80% de la mina es de propiedad estatal; el 20% restante pertenece a las coo-
perativas asentadas en esta localidad. Debido a ello, la mayoría de la población se
concentra en Huanuni, que es capital de sección municipal. Por otra parte, en todo
el territorio del municipio existen pequeños centros mineros ocupados por coope-
rativistas o empresarios mineros. Según datos del Plan de Desarrollo Municipal de
Huanuni (2009-2013), el 70% de su población se dedica a la actividad minera; el
20%, entre personas adultas y niños, al trabajo agropecuario, y un 10% se ocupa del
comercio y de otro tipo de actividades económicas.
En el mapa de pobreza incluido en el PDM de Huanuni, el municipio está consi-
derado como zona crítica, lo que se manifiesta en la esperanza de vida (de 55 años),19

18 Honorable Alcaldía Municipal de Huanuni, Ajuste de Plan de Desarrollo Municipal del Municipio de Huanuni,
gestión 2009 -2013 [en línea], Apoyo al Desarrollo Económico Sostenible en Áreas Mineras empobrecidas
del occidente de Bolivia (APEMIN II), Programa No BOL/AIDCO/2002/0467, Unión Europea [fecha
de consulta: marzo 2012], p. 37. Disponible en: http://www.apemin.eu/Plantillas/Pag_General.htm

19 Honorable Alcaldía Municipal de Huanuni, op. cit., p. 41.

84 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


y en la tasa de analfabetismo (que es del 42,4%). De ese total, el 21,6% son hombres y
el 78,4% mujeres que no saben leer ni escribir. Según los datos del INE, la población
pobre es del 64,96% y el 35,04% es considerada no pobre. Aproximadamente el 87%
de los hogares no disponen de los servicios de saneamiento básico: 80% de las familias
carecen de agua potable, 25% de las comunidades no cuenta con energía eléctrica y/o
un adecuado combustible para cocinar, 84,7% de las viviendas están construidas con
materiales de baja calidad, 78% de las familias tiene algún rezago educativo, 70,3% no
atiende su salud en forma apropiada y 61,5% no dispone en sus viviendas de espacios
mínimamente funcionales para el desarrollo de las actividades familiares.
Como resultado de la pobreza y marginación que existe en el municipio son cons-
tantes los enfrentamientos entre mineros cooperativistas y asalariados, los cuales se
disputan los yacimientos existentes, que se encuentran inadecuadamente distribuidos
e indebidamente apropiados.
Otro factor que incide negativamente en el municipio es la excesiva parcelación
de las tierras, lo que ha dado lugar al minifundio. La productividad es insuficiente
para el mantenimiento de las familias, lo que implica que se generen ingresos econó-
micos reducidos y un encarecimiento de la producción. Entre otras consecuencias,
esta situación genera violencia cultural, como la discriminación de género que se
manifiesta en la no participación de la mujer en la transferencia de la propiedad de
la tierra, pues ésta se traspasa de varón a varón; las mujeres acceden a tierras sólo si
son hijas únicas, si no tienen hermanos varones o si han enviudado.
En Huanuni los conflictos también se desencadenan por la contaminación de-
rivada de sus características naturales, debido a la presencia de metales reactivos y
a la radiación ultravioleta. Pero también está la ocasionada por la minería, pues los
residuos de la explotación minera son depositados en los lechos de los ríos provocan-
do la extinción de peces, entre otros efectos. Por otro lado, las bajas temperaturas
nocturnas impiden una producción agrícola beneficiosa.
A estos factores que han permitido seleccionar al municipio se suman otros, como
la falta de recursos técnicos, dificultad en el acceso y la vinculación caminera entre
comunidades, baja cobertura y mala calidad en los servicios de salud, educación y
saneamiento básico, así como trabajo infantil, entre otros. Además, según información
a la que se pudo acceder, el 100% de la población carece de títulos de propiedad de
sus tierras.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 85


Santuario de Quillacas
El Santuario de Quillacas pertenece a la Segunda Sección de la Provincia Ava-
roa del Departamento de Oruro. Concentra poca población; según datos del Censo
de 2001, en el lugar vivían 3.305 personas, principalmente de origen aymara y que-
chua. Los indicadores de desarrollo humano señalan que, en Quillacas, el 73,3% de
la población vive en extrema pobreza y el 57,6% tiene sus necesidades básicas in-
satisfechas. Una proporción considerable de sus habitantes no tiene ningún nivel de
instrucción y el resto, en general, accede hasta la educación primaria. En Quillacas,
la economía se centra en la agricultura especializada de quinua, papa y hortalizas.
Es escasa la información sobre este municipio, lo que se constituyó en un criterio
de elegibilidad; sin embargo, la larga data de la disputa que sostiene con la población
potosina de Coroma por límites territoriales determinó su elección. Este conflicto se
remonta a la época de la Colonia y persiste hasta hoy. Una explicación sostiene que
las peleas se han reavivado por intereses estratégicos de explotación y posesión legal
del Cerro Pahua, ubicado en el límite territorial entre Oruro y Potosí, donde existen
importantes yacimientos de piedra caliza (unas 24.000 toneladas), materia prima
para la producción de cemento, además de la presunta existencia de oro, litio, cobre,
uranio, yeso, arcilla, antimonio y manganeso.
Por otra parte, Quillacas se asienta en un territorio con potencial agrícola, es-
pecialmente apto para la producción de quinua; este grano ha logrado un precio
bastante elevado en el mercado internacional, triplicándose en los últimos seis años.
En la medida que los conflictos limítrofes entre Quillacas y Coroma se agudiza-
ron, las pugnas provinciales se convirtieron en departamentales e involucraron al
Gobierno nacional. A partir de ello, las autoridades intentaron resolver sus disputas
con juicios de deslinde de terrenos de carácter agrícola y procesos de delimitación
ordenados y en el marco de leyes nacionales.
La población está sumida en condiciones de pobreza y marginación, y vive cons-
tantes enfrentamientos, lo cual dificulta la posibilidad de concertación entre las co-
munidades litigantes.

Departamento de Potosí
Las poblaciones elegidas en este departamento para la investigación fueron la
ciudad de Potosí, Uncía, Chuquiuta y Llallagua.

86 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Ciudad de Potosí
El municipio de Potosí está dividido en dos áreas: una urbana, que incluye a la
ciudad de Potosí, con 12 distritos y 76 juntas vecinales, y la rural con cuatro distritos,
donde se distribuyen diferentes comunidades. El 26,67% del suelo (incluyendo terre-
nos baldíos) no tiene ningún tipo de uso, el 18,02% está ocupado por viviendas y el
suelo del área rural destinado a la agricultura representa menos del 10%.20
Según datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 2001, la ciudad de
Potosí contaba con 145.057 habitantes. Para el 2005 se estimó una población de
198.163. Un 68% se autoidentificó con originario quechua y un 29,6% con otras
culturas originarias;21 el porcentaje restante se adscribió a otras identidades. Se esti-
ma que aproximadamente un 10,5% del total de habitantes no sabe leer ni escribir.
La explotación minera del Cerro Rico de Potosí ha generado una importante di-
námica demográfica y económica en la zona. Si bien no se ha logrado obtener datos
sobre el impacto de la producción minera potosina en el país, es evidente su efecto
sobre la economía municipal, ya que moviliza población, como mano de obra, que
logra ingresos altos en pocas horas de trabajo.
Potosí es productor de estaño y plata. Actualmente en su territorio también exis-
ten importantes reservas de no metales, extraídas por pequeñas empresas que traba-
jan de forma manual.
En cuanto a la agricultura, sobresale la producción de quinua real, cuya demanda
excede grandemente a la oferta, y algunas especies de maíz y productos alimenticios
varios que, por lo general, son destinados al consumo y mercado locales. La agricul-
tura y la ganadería se practican en pequeños valles y lugares protegidos. La industria
es escasa; existen algunas empresas medianas en el rubro del procesamiento de ali-
mentos. Otra actividad económica muy importante es el turismo.
Uno de los grandes problemas identificados en el municipio es la emigración de
gente joven, lo que ha provocado el envejecimiento de la población residente. Varias

20 Gobierno Municipal del Municipio de Potosí, Diagnóstico previo Plan de Desarrollo Municipal 2007
-2011 [en línea], Apoyo al Desarrollo Económico Sostenible en Áreas Mineras empobrecidas del occiden-
te de Bolivia (APEMIN II), Programa No BOL/AIDCO/2002/0467, Unión Europea [fecha de consulta:
marzo 2012], pp. 5-10. Disponible en: ttp://www.apemin.eu/Plantillas/Pag_General.htm

21 Atlas Estadístico de Municipios, 2005.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 87


son las causas del fenómeno migratorio, entre ellas la búsqueda de mejores oportu-
nidades laborales y educativas.
El documento Aporte al Plan de Desarrollo Municipal de Potosí (2007-2011) menciona
intensas olas migratorias, tanto de hombres como de mujeres: alrededor de 4.000
nuevos bachilleres buscan otros destinos y similar cantidad de personas de entre 20
y 29 años de edad, en su mayoría varones, emigran del municipio de Potosí con
certificado de egreso o título universitario. Según esta fuente, para el año 2001 se re-
gistraron 217.492 personas que nacieron en este municipio; de esa cantidad, 106.063
vivían o eran residentes habituales de otros municipios, lo que significaría que uno de
cada dos potosinos se fue a vivir a otro municipio desde el año 1992, es decir que la
ciudad registra la pérdida de 6.128 personas al año. En los últimos años, debido a la
reactivación de la minería, se ha establecido una nueva dinámica poblacional cuyos
resultados dará a conocer el último censo realizado.
Los municipios receptores de estos pobladores son Cochabamba (2 de cada 10
potosinos que emigran), Santa Cruz (3 de cada 20), La Paz (6 de cada 50), Sucre
(1 de cada 10), Tarija (1 de cada 20), Oruro (2 de cada 50) y El Alto (1 de cada 30).
De 100.000 personas que emigraron de Potosí, 56% son económicamente activas,
58,5% son hombres y 41,5% mujeres. En el grupo de residentes, de las 109.000 per-
sonas en edad de trabajar, sólo el 39% son económicamente activas.22
El Anuario Estadístico 2008 publicado por el INE señala que en el municipio de Po-
tosí hay 141.067 personas no pobres, lo que equivaldría al 20,29% de la población;
el total de habitantes pobres llega a 61.609, que en porcentaje representa el 43,65%.
Los registros del PDM de Potosí señalan que la desocupación en los residentes po-
tosinos asciende al 6,1%. De este total, las mujeres tienen el mayor nivel de desocu-
pación con un 7,3%. Por otro lado, sólo el 19% de los hogares de este grupo tiene sus
necesidades básicas satisfechas, y un 27,5% se encuentra en el umbral de pobreza.
Por el contrario, el desempleo entre los potosinos no residentes es del 5,6% y sólo el
3,4% de mujeres emigrantes se encuentran desocupadas; el 26% de los hogares tiene
sus necesidades básicas satisfechas y un 31% vive en el umbral de la pobreza.23 Es

22 Gobierno Municipal del Municipio de Potosí, op. cit. p. 51.

23 Ibídem, p. 13.

88 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


decir que las personas que emigraron lograron mejores condiciones de vida que los
residentes de este municipio.
Entre otros datos determinantes para seleccionar a la ciudad de Potosí, está el de
violencia intrafamiliar. Entre los años 2003 y 2004, 21.538 mujeres de entre 15 y 49
años han sufrido violencia directa o indirecta.
La discriminación que sufre la población también se convirtió en un factor para
incluir a la ciudad de Potosí en el estudio. Por ejemplo, en la categoría pobres indi-
gentes se hallan, en su mayoría, personas de habla quechua que son analfabetas o
que no tienen profesión; las que no han vencido ningún nivel educativo o ni siquiera
han asistido al colegio; también quienes sólo concluyeron la primaria, y la población
con capacidades diferentes.
Además, es importante señalar la presencia de brechas laborales entre hombres
y mujeres. De acuerdo con los datos del Diagnóstico Previo 2007-2011 del PDM de
Potosí, de 145.057 habitantes censados el año 2001, 42.884 personas (29,56%) se
encontraban ocupadas, de las cuales 25.271 (58,9%) son hombres y 17.613 (41.1%)
mujeres.24
Los datos obtenidos sobre violencia intrafamiliar en Potosí hacen referencia a
6.013 denuncias en el año 2007, reduciéndose éstas a 4.482 en 2008.
Por otro lado, la erosión de los suelos y la contaminación de los ríos, como resulta-
do de la actividad minera y la proliferación de basura, se convierten en factores que
no solamente son un riesgo para la población potosina, sino que también se constitu-
yen en semillas de conflictos.

Uncía
El municipio de Uncía es un centro minero fundado por pequeños y grandes
empresarios del sector, y forma parte de la Mancomunidad de Ayllus del Norte de
Potosí, que abarca a otros municipios con características mineras.
Según el Censo 2001, Uncía tenía 25.180 habitantes y la proyección para el año
2010 era de 25.651. De las personas censadas en 2001, 28% era considerada pobla-
ción no pobre y 72% pobre (21,57% de pobreza moderada, 49,92% de indigencia
y 10,97% de marginalidad). También en dicho año, la tasa de analfabetismo era de

24 Gobierno Municipal del Municipio de Potosí, op. cit. p. 220.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 89


35%. El idioma originario es el aymara, pero a esa lengua se superpuso el quechua;
actualmente las comunidades se expresan en aymara, quechua y español.
La principal actividad de los pobladores es la minería, seguida, en orden de im-
portancia, por la agricultura, la ganadería, el comercio, la administración estatal
y el turismo. Los productos agropecuarios permiten subvencionar la economía de
subsistencia de los pobladores de Uncía, tal como ocurre también en Llallagua y
otras ciudades. Durante los períodos de sequía y consecuente escasez de alimentos,
los comunarios organizan la migración masiva a los centros poblados, donde piden
limosna como una estrategia de supervivencia.
Varios acontecimientos marcan a la población de Uncía. Los mineros de esta re-
gión, altamente politizados, escribieron la Tesis de Pulacayo, que fue la base del ideario
de la clase obrera. En 1996, varios pobladores fueron masacrados en Capacirca. El
25 de mayo de 2010 se produjo el linchamiento de cuatro policías, lo que dio lugar
a que la población estigmatice a los habitantes de la Provincia Bustillos del Norte de
Potosí. Finalmente, la zona es conocida por ser ruta del contrabando de autos y de
otros bienes.

Chuquiuta
Existe poca información sobre el municipio de Chuquiuta, ubicado en la Pro-
vincia Rafael Bustillos; se sostiene que fue creado entre los años 2005 y 2009 al
desprenderse de Uncía. Pertenece al Ayllu Jukumani y es la cuna del centro minero
Capacirca.
No existen datos demográficos ni índices de pobreza, pero sí información sobre el
Ayllu Jukumani y el campamento minero Capacirca, asentados en el interior del mu-
nicipio. Las fuentes consultadas señalan que el Ayllu Jukumani tenía una población
de 7.000 personas en los años setenta; su economía está basada en la agricultura y el
pastoreo. “Este ayllu, así como el de los Layme, colinda con el Complejo Minero de
Catavi, en Siglo XX, y participa del tinku en varios momentos del calendario ritual
anual”.25

25 Rivera, Silvia, Oprimidos pero no vencidos. Luchas del Campesinado aymara y quechwa 1900-980, ed. HISBOL, La
Paz, 2010, p. 157.

90 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Entre los antecedentes históricos del Ayllu Jukumani se han identificado algunos
hechos violentos: en la década del cincuenta las relaciones entre el gobierno central y
el movimiento sindical minero eran tensas; por razones estratégicas, los sectores más
reaccionarios del gobierno armaron a los jukumanis, quienes lanzaron un ataque
contra los laymes. Entonces, los laymes buscaron apoyo en el sindicato minero. La
agudización del conflicto entre ambos ayllus desembocó en un sangriento enfrenta-
miento, que dejó un saldo fatal de 500 comunarios muertos en 1962.26
Por su parte, Capacirca fue un importante yacimiento minero que perteneció a
la familia Yaksic; años después, ante la caída del precio de los minerales en más del
50%, el gobierno optó por subastar las minas de oro de Capacirca y de Amayapama.
En 1996, una empresa de capital canadiense compró ambas minas para implemen-
tar un proceso de modernización al cual los trabajadores se opusieron; varios meses
de negociaciones y demandas concluyeron en un enfrentamiento entre policías, mi-
neros e indígenas. Este hecho, cuyo saldo fueron 10 muertos y 40 heridos, fue cono-
cido como la “Masacre de Navidad”.
A pesar de la carencia de información sobre el nuevo Municipio de Chuquiuta,
queda claro que hay una historia de violencia que ha marcado la memoria de sus
pobladores y resulta significativa para la investigación.

Llallagua
El municipio de Llallagua se asienta en el territorio de los ayllus Chullpa y Sikuya,
y su actividad económica gira en torno a la explotación minera. Sobre su nombre,
una versión indica que deriva del aymara y significa “ser antinatural, criatura anor-
mal, deforme, objeto raro”; la otra señala que es quechua y quiere decir “tetillas de
dos papas unidas”.27

26 Rivera, Silvia, “Apuntes para una historia de luchas campesinas en Bolivia (1900-1978)”. En: Historia Políti-
ca de los Campesinos Latinoamericanos. Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay Instituto
de Investigaciones Sociales de la UNAM; siglo veintiuno editores S.A., México, 1985, pp. 191-192.

27 Gobierno Municipal de Llallagua, Plan de Desarrollo Municipal 2008-2012 [en línea] Apoyo al Desarrollo
Económico Sostenible en Áreas Mineras empobrecidas del occidente de Bolivia (APEMIN II), Programa
No BOL/AIDCO/2002/0467, Unión Europea [fecha de consulta: marzo 2012], p. 23. Disponible en:
http://www.apemin.eu/Plantillas/Pag_General.htm

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 91


La población total es de 36.909 personas, el área urbana de Llallagua llega a
29.327 habitantes, que representan el 79,46% del total,28 y se concentra en tres cen-
tros urbanos: Llallagua (68,42%), Siglo XX (24,56%) y Catavi (7,02%);29 y el área ru-
ral a 7.582. Según datos del Censo 2001, 36.909 personas residían habitualmente en
el municipio, mientras que 4.336 (entre hombres y mujeres) nacieron en Llallagua,
pero vivían en otro municipio o departamento del país; además había 63 personas en
el exterior. La migración definitiva en Llallagua puede ser considerada como media.
Según datos del Censo 2001, un 71,64% de la población se autoidentificó como que-
chua, 15,09% con ningún pueblo indígena y 12,78% como aymara.
Los lugares que acogen a los migrantes que se van de manera definitiva son Co-
chabamba (37,1%), Oruro (26,8%), Chuquisaca (12,7%) y Santa Cruz (10,6%). Las
ciudades con migración temporal son Santa Cruz (38,5%), La Paz (28,4%), Cocha-
bamba (14%), Tarija (10,3%) y Oruro (6,8%).30
El flujo migratorio tiene que ver con la búsqueda de mejores condiciones de vida
y oportunidades de acceso a educación y empleo. Pero el factor que más influenció
en dicho fenómeno fue el despido masivo de mineros en 1985, como resultado de la
aplicación del Decreto Supremo 21060, ocasionando una fuerte migración hacia los
departamentos mencionados.
En el ámbito económico, la minería aún juega un importante papel en la genera-
ción de riqueza y empleo. La producción gira en torno a la explotación de estaño y
se encuentra en manos de cooperativas mineras.
En cuanto a las actividades agrícolas, es importante señalar que la papa, y en
especial de la variedad “Imilla”, es la más aceptada en el mercado. Otras variedades
que se producen, así como las hortalizas, son para el autoconsumo. La producción
pecuaria está destinada al consumo, la venta y el trueque.
En Llallagua existe una importante diversidad de micro y pequeñas empresas,
que se expresa en 842 unidades económicas; también hay organizaciones no guber-
namentales que apoyan las iniciativas productivas. Otra actividad destacada es la
artesanía, a partir de la cual se formaron asociaciones y grupos de productores. Sin

28 Ibídem, p. 29.

29

30 Gobierno Municipal de Llallagua, Plan de Desarrollo Municipal 2008-2012, p. 36.

92 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


embargo, el 54,1% de la población es pobre, es decir que carece de servicios básicos,
reside en viviendas que no reúnen condiciones apropiadas, sus niveles de educación
son bajos y reciben una inadecuada atención de salud.31
Un estudio de la GTZ32 da cuenta de que en Llallagua, la pobreza extrema por
ingresos no es mucho mayor en mujeres (49,8%) que en hombres (47,1%) y que la
incidencia es mayor en los menores de 25 años y en mayores de 45. En los hogares
de más de siete integrantes la pobreza es mayor, y es más alta en quienes pertenecen
a algún grupo étnico o no tienen ninguna escolaridad. Así también se sostiene que se
evidencia mayor pobreza en la población dedicada a la agricultura como actividad
económica, puesto que la producción se concentra en el autoconsumo para la subsis-
tencia, quedando muy poco excedente para el mercado interno.
El PDM de Llallagua menciona que la población económicamente activa está
constituida por 12.320 personas: 11.862 se encuentran en la categoría de población
ocupada y 458 en la de desocupada. El 61% de las personas del municipio son tra-
bajadores por cuenta propia y/o trabajadores familiares sin remuneración; el 31%
corresponde a asalariados, como obreros y empleados, y el 9% a otras categorías
ocupacionales.
En este municipio, donde aún están vigentes los ayllus, se identifican dos cate-
gorías para determinar el tipo de propiedad: la familiar, conocida como solar cam-
pesino y/o pequeña propiedad, y las tierras de uso comunal. Existe una acelerada
parcelación, cuya inmediata consecuencia es el minifundio improductivo. En cuanto
al acceso, en un 87% predomina la transferencia por herencia, mientras que la com-
pra es poco frecuente.
Se identificaron además tres categorías sociales que determinan el acceso a la tie-
rra por familias: “originarios”, “agregados” y “kanturunas”. Los primeros son pobla-
dores que tienen amplios derechos sobre tierras extensas y de mejor calidad; tienen el
denominativo de “originarios” por haber consolidado sus derechos desde la Colonia
con el pago de la contribución territorial y están habilitados para ser autoridades co-
munales. Los “agregados” son los que tienen tierras más pequeñas y están adheridos

31 Gobierno Municipal de Llallagua, op. cit. http://www.apemin.eu/PDM/PDMLlallagua.pdf

32 Yañez, Ernesto, Estudios de aproximación a la pobreza y distribución del ingreso: municipios del norte de Potosí; GTZ/
PADEP, Programa de Apoyo a la Planificación y Gestión Participativa Municipal, La Paz, 2002.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 93


al ayllu por temas de parentesco o redistribuciones de diversa índole; también son
personas que provienen de otros ayllus. Finalmente, los “kanturunas” son quienes
poseen tierras más pequeñas y de menor calidad; trabajan para los “originarios” y
“agregados” a cambio de productos y compromisos sociales; son descendientes de los
“agregados” que no tienen ningún parentesco con gente de la comunidad y acceden
a parcelas mediante arreglos internos.33
Por otro lado, la violencia intrafamiliar también es elevada en Llallagua. En su
PDM se señala que entre 2005 y 2007 fueron registrados y atendidos 2.306 casos
de agresiones de diferentes características: físicas, psicológicas, físicas y psicológicas,
psicológicas y sexuales. Las mujeres son quienes reciben el mayor número de agre-
siones, con 1.762 casos, en contraste con 541 hombres agredidos.
En cuanto a las edades, los datos evidencian que quienes más sufren agresiones
familiares tienen entre 18 y 30 años, seguidas por las que tienen entre 31 y 40. De
acuerdo a la ocupación de los agresores registrados, la mayor cantidad se concentra
en los grupos de mineros, profesionales, albañiles y carpinteros, entre otros.

Características de las poblaciones de tierras intermedias


Departamento de Cochabamba
En el Departamento de Cochabamba, además de la ciudad de Cochabamba, se
eligieron las siguientes poblaciones para la investigación: Quillacollo, Puerto Villarroel
y Villa Tunari.

Ciudad de Cochabamba
Algunos autores sostienen que la estructura interna que tiene la ciudad de Cocha-
bamba, a pesar de su condición de aglomeración metropolitana, mantiene intactos
los componentes y la lógica de ordenamiento espacial de la urbe tradicional, es decir
que la ciudad se circunscribe a su casco viejo, mientras que los barrios residenciales
y populares siguen desarrollándose. Centros poblados como Quillacollo, Tiquipaya,
Colcapirhua, entre otros, crecieron de forma desenfrenada.

33 Gobierno Municipal de Llallagua, op. cit., p. 8.

94 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


De acuerdo con los registros obtenidos, para el año 1992 en la periferia urbana
vivían 215.828 personas; en otras palabras, el 53% de la población urbana habitaba
la extensa periferia norte y sur occidental, sin contar la fracción poblacional de los
barrios de estratos altos y medios de la periferia. El Censo 2001 registró 517.024 per-
sonas en la ciudad de Cochabamba, de las cuales 516.683 estaban en el área urbana
y 341 en el área rural. El 48,56% de la población se autoidentificó como quechua,
10,25% como aymara y 0,25% como guaraní. El 39,75% de las personas no se iden-
tificaron con ningún pueblo indígena.
Según el Anuario Estadístico 2008 del INE, de 499.465 personas censadas, 330.529
(66,18%) son consideradas no pobres y 168.936 (33,82%) pobres; de éstas 122.851
se encuentran en condiciones de pobreza moderada, 44.580 en indigencia y 1.505
en marginalidad.
Producto del Decreto 21060 se cierran varias empresas estatales que empleaban
a gran parte de la población económicamente activa del país; los centros mineros
fueron los más afectados y en poco más de cinco años cientos de familias se trasla-
daron hacia la ciudad de Cochabamba, entre otras. Al convertirse en receptora de
estos nuevos habitantes, se reconfiguró el tejido social y la planificación urbana fue
rebasada. La concentración más relevante de emigrantes se produjo en los barrios
Alalay, Villa Pagador y San Miguel.
Este contexto es importante para comprender el surgimiento de las juntas veci-
nales como actores que adquieren paulatinamente una relevante incidencia en el
ámbito sociopolítico nacional, más que en la gestión urbana barrial. Esto se debe
a que tienen una larga historia de reinvidicaciones y se nutren de otros repertorios
de movilización que provienen de sectores migrantes como ex mineros y ex fabriles
altamente politizados. Estas organizaciones fueron conformadas para velar por los
intereses colectivos, como el acceso a los servicios básicos y el abastecimiento de ali-
mentos, entre otros.34
En el campo ocupacional, llama la atención que apenas un 1,1% de personas se
identifique como cesante, lo cual significaría que prácticamente toda la población

34 Solares, Humberto y Humberto Vargas, Proceso urbano y organizaciones municipales en el municipio de Cochabamba
[en línea], Investigadores Urbanos Asociados de Cochabamba, para el Centro de Estudios Urbanos y de
la Comunidad de la Universidad de Toronto-Canadá, Cochabamba, 1997 [fecha de consulta: abril 2012).
Disponible en: http://utoronto.ca/urban/pdf/juntas_cbes.pdf

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 95


económicamente activa está empleada o vinculada con actividades que le permiten
sobrevivir. Entre las categorías ocupacionales predominan los trabajadores por cuen-
ta propia (29,2%), empleados (28,9%) y obreros (24,5%). Se sostiene que el comercio
informal tiene un alto índice de crecimiento.
Es importante destacar dos hechos que no sólo han marcado a los pobladores de
Cochabamba, sino que han determinado cambios estructurales en el país: la deno-
minada “guerra del agua” en el año 2000 y los enfrentamientos entre campesinos y
sectores de la población urbana ocurridos el 11 de enero de 2007.
La “guerra del agua” giró en torno a dos ejes centrales. Por una parte, la protesta
de la población urbana ante la elevación (entre el 30% y 300%) y “dolarización” de
las tarifas del agua y, por otra parte, la privatización de este recurso, lo cual afectaba
los derechos de los pobladores, especialmente del área rural. El conflicto se desató
tras la imposición gubernamental de una legislación que daba paso a la privatiza-
ción. Las movilizaciones se produjeron en torno a tres demandas: rechazo al pro-
yecto de ley de aguas que había sido elaborado por el gobierno, modificación de la
Ley 202935 de Agua Potable y Alcantarillado, y rescisión del contrato con la empresa
Aguas del Tunari.
Este conflicto movilizó a la ciudadanía, a las organizaciones campesinas y de re-
gantes que jugaron un papel protagónico. A ellos se sumaron comités y cooperativas
de agua y otros sectores de usuarios que defendían sus derechos al agua. El gobierno
se resistió a revisar el contrato y minimizó las protestas. El 20 de marzo del año 2000,
la Coordinadora del Agua y de la Vida, que aglutinó a varios de los sectores men-
cionados, organizó una consulta popular mediante la cual la población manifestó
su rechazo a la Ley 2029; el conflicto se agudizó cuando el Gobierno desconoció el
resultado de la consulta y también a los dirigentes y las propuestas de las organizacio-
nes sociales, declaró Estado de Sitio e instruyó la represión policial.

35 Ley que planteaba tarifas dolarizadas, monopolio y exclusividad de la empresa Aguas del Tunari para
el acceso a las fuentes de agua, con derechos exclusivos por 40 años y licencias de cinco años para las
organizaciones indígenas. También incluía la prohibición de servicios alternativos. La Superintendencia
de Saneamiento Básico era la autoridad que disponía de los recursos hídricos para cualquier uso, sea
agrícola, industrial, minero, hidroeléctrico, etc. (Peredo, Elizabeth, La Guerra del Agua. Bolivia: la lucha de las
mujeres del valle de Cochabamba [en línea], Matices, publicación de Zeitschrift zu Lateinamerika, Spanien und
Portugal. Disponible en: http://www.matices.de/49/guerra_del_agua/).

96 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Un conflicto de carácter local se convirtió en nacional; organizaciones campesi-
nas de todo el país bloquearon caminos en apoyo a las reivindicaciones y demandas
de Cochabamba, e incluso la Policía amenazó con amotinarse para desobedecer las
órdenes que había recibido de continuar con la represión. Finalmente, la población
logró el rompimiento del contrato con Aguas del Tunari y la modificación de la Ley
2029. La solidaridad y la cooperación también se hicieron evidentes cuando otros
sectores se unieron a las demandas, de manera que este hecho ha quedado como un
hito emblemático de cambios estratégicos para el país.
Sin embargo, otro conflicto crucial que puso en evidencia las contradicciones
de la propia sociedad civil tuvo lugar el 11 de enero de 2007, en el que pobladores
urbanos y rurales se enfrentaron con un saldo funesto “[…] que implicó no sólo un
quiebre institucional en la región, sino al mismo tiempo fracturas al tejido social co-
chabambino, dejando importantes secuelas en sus habitantes […]”.36
En cuanto a violencia intrafamiliar se puede advertir que Cochabamba ocupa el
tercer lugar a nivel nacional por el número de denuncias registradas; 13.216 el 2007;
el 2008, 8.411; incrementándose el 2009 a 14.017.37 Las formas que predominan son
la física-psicológica y la psicológica.
Otro elemento relacionado con la violencia, que fue relevante para incluir a la
ciudad de Cochabamba en el estudio, fue la existencia de linchamientos públicos.
Los medios de comunicación locales reportaron que, en cinco años, 34 personas
fueron linchadas en nombre de la justicia comunitaria; otros casos se presentaron en
Epizana, donde las víctimas fueron policías, Matarani e Ivirgarzama.

Quillacollo
El municipio de Quillacollo creció al ritmo de la ciudad de Cochabamba; es la se-
gunda ciudad más importante del eje de unión formado por Cochabamba, Sacaba,
Colcarpihua y Tiquipaya. Está vinculado a la capital del departamento no sólo por
su cercanía, sino también por su industria, comercio y actividades laborales.

36 Centro Cuarto Intermedio, 11 de Enero ¿Cochabamba a la deriva?, ed. Centro Cuarto Intermedio, Cocha-
bamba, 2007.

37 CIDEM.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 97


El Censo 2001 registró 104.206 habitantes en el municipio, 78.324 en el área
urbana y 25.882 en el área rural, con una proyección poblacional para el 2010 de
142.724 personas. Según los índices de pobreza del INE, de 100.811 personas cen-
sadas 69.778 (69,22%) estaban en la categoría de población no pobre; de las 31.033
(30,78%) consideradas pobres, 28.261 se encontraban en la categoría de pobreza
moderada y 2.772 en la de indigencia. El 62,76% se autoidentificó como quechua,
el 8,40% como aymara, el 0,41% como otro perteneciente a otro pueblo nativo y el
27,97% no se identificó con ningún pueblo indígena.
El proceso de urbanización en Quillacollo ha sido desordenado y desprovisto de
normativas, lo que ha ocasionado daños irreversibles a las tierras aptas para cultivo.
En la actualidad su producción agrícola sufre graves problemas, pues se emplea la
modalidad de secano debido a las limitaciones hídricas de la región.
La actividad económica que se consolidó en Quillacollo es la industria; en los
últimos años creció la manufactura, en especial la confección de pantalones; el trans-
porte y el comercio también son importantes. Sin embargo, las principales fuentes de
ingresos económicos se encuentran en el sector informal.
Según datos recopilados, la actividad comercial aglutina a unas 25.000 personas
sólo en el municipio, de las cuales 80% provienen de La Paz y Oruro. Cabe mencio-
nar que Quillacollo recibe también la denominación de “capital de la migración”
no sólo por el dato anterior, sino porque ahí conviven personas procedentes de otras
localidades del departamento de Cochabamba.
Por otra parte, se estima que unos 120.000 habitantes (aproximadamente el 40%
de la población total de la provincia de Quillacollo) se trasladan a diario a Cocha-
bamba para trabajar y estudiar; sólo retornan para dormir, por lo que el sociólogo
Roberto Laserna afirma que el municipio es una “ciudad dormitorio”.38
Uno de los problemas que aquejan al municipio es la presencia de pandillas juve-
niles, más de 30 identificadas hasta el año 2010. Una explicación de este fenómeno
lo atribuye al escaso control policial y lo asocia con las crisis económicas y la falta de
empleo para las personas jóvenes. A esto se suman problemáticas sociales, familiares
y culturales. Datos de la Policía de Quillacollo señalan que los jóvenes involucrados

38 Revollo, Melissa, Quillacollo una ciudad industrial que crece [en línea], Opinión, Cochabamba, 12 de sep-
tiembre de 2011. Disponible en: http://www.opinion.com.bo/opinion/articulos/2011/0912/noticias.
php?id=25054

98 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


en hechos delincuenciales cometieron su primer delito a temprana edad, entre los 13
y 20 años; la mayoría han sido abandonados y viven en la calle, o sus padres emi-
graron al exterior, sobre todo a España y Estados Unidos, por motivos laborales. El
consumo de alcohol y drogas es visto como otro detonante de los actos de violencia
que se cometen.
La inestabilidad de la gestión municipal, que alcanzó su momento crítico en el
año 2004, registró el cambio de nueve alcaldes. Esta situación, motivada por varias
causales, se convierte en un problema latente en este municipio.

Puerto Villarroel
Forma parte del denominado Trópico de Cochabamba; comprende cinco juris-
dicciones municipales y la central corresponde al municipio de Puerto Villarroel. El
territorio se compone de áreas de colonización, cultivos agrícolas extensivos, zonas
forestales, así como de áreas protegidas y tierras comunitarias del pueblo indígena yuki.
En el Censo de 2001 el INE registró 40.790 habitantes, de los cuales 6.366 vivían
en el área urbana y 34.424 en el área rural, de manera que es un municipio ma-
yormente rural. Para el año 2010 se proyectó un aproximado de 56.208 personas.
Asimismo, de 38.176 personas, 6.989 (18,31%) son consideradas no pobres y 31.187
(81,69%) pobres; de estas últimas, 22.571 se encuentran en la categoría de pobreza
moderada, 8.602 en la de indigencia y 14 en la de marginalidad.
Según los datos obtenidos, Puerto Villarroel también es receptora de población
que emigra de diferentes zonas. Un 77% de sus habitantes nació en el municipio y
23% lo hizo en los departamentos de Potosí, Oruro, Chuquisaca y en los valles de
Cochabamba. La población está conformada principalmente por colonizadores de
origen quechua y, en menor número, de población yuki.
Las actividades económicas de Puerto Villarroel giran en torno a la agricultura, la
ganadería y el turismo. Desde que la zona comenzó a ser colonizada (por promoción
del Plan Bohan en 1952) se han reproducido cultivos tradicionales de banano, cítri-
cos, coca, arroz, yuca y maíz para el autoconsumo. También se fomentaron cultivos
para el mercado nacional e internacional.
Uno de los objetivos de esta investigación es visibilizar y dar voz a poblaciones
que sufren altos grados de discriminación o son invisibilizadas ante la opinión públi-

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 99


ca y el Estado. En ese sentido, el principal interés de la investigación en este munici-
pio es la población indígena yuki.
Esta nación indígena fue conocida por primera vez en Santa Cruz de la Sierra, en
1967, después de aproximadamente 15 intentos frustrados de la organización religio-
sa Misión Nuevas Tribus y de autoridades de la Reforma Agraria por acercarse a este
pueblo. En 1986 hubo otra aproximación en el Río Víbora, al sudeste de su actual
asentamiento. En 1989 se hizo contacto con el último grupo, cuando, en defensa de
su territorio, los indígenas atacaron con flechas a trabajadores del ferrocarril.39
Los yuki fueron trasladados por la Misión Nuevas Tribus a la Comunidad Mbia
Recuaté, que significa “pueblo de la gente” en tupi guaraní, donde viven hasta ahora.
Así, aún siendo una población itinerante que sobrevivía de la caza y la recolección,
les impusieron el sedentarismo y el pueblo tuvo que acostumbrarse a alimentarse de
la mano del servicio evangélico. Su único referente de otros grupos humanos eran los
misioneros y, cuando éstos fueron expulsados por el Estado, tuvieron que emigrar por
temporadas hacia Chimoré o Villa Tunari.
El acceso y la tenencia de tierra han estado restringidos para los yuki, porque su
región es un área de colonización muy dinámica desde la década de los sesenta. El
flujo de colonizadores, en su mayoría provenientes del occidente del país, aumentó
considerablemente en los años ochenta, debido a la aplicación del modelo neoliberal
que dejó sin empleo a miles de trabajadores mineros. A su vez, la construcción de la
carretera Chimoré-Yapacaní impulsó la expansión de los asentamientos humanos y
de las actividades agropecuarias. Sólo en las zonas aledañas a Bia Recuaté hay 23
colonias, incluso dentro del territorio titulado de los yuki; ese avasallamiento les priva
de recursos naturales.40
Desde su primer contacto con foráneos, los yuki han vivido un paulatino pro-
ceso de etnocidio, puesto que a la disminución de su población, como resultado de
la pérdida de su sistema de gestión territorial, se han sumado las enfermedades, la
imposición de creencias y los asentamientos en sus tierras, que limitan sus derechos
territoriales. Sus estructuras de poder tradicional y la toma de decisiones se han visto

39 Rivero, Wigberto, Yuqui [en línea], Pueblos Indígenas de Bolivia [fecha de consulta: abril 2012]. Disponi-
ble en: http://www.amazonia.bo/pueblos.php

40 Ibídem.

100 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


alteradas por el poder que representa la misión evangélica, cuya finalidad es sustituir
su cultura por una ideología religiosa fundamentalista y etnocéntrica.41
Su organización social se asienta en la familia nuclear, a raíz de la influencia de
los misioneros. Antes el jefe era el varón con mayor edad o experiencia, pero ahora
lo son el Capitán Grande, el Secretario de Actas y un representante de la Iglesia.
En 1992 crearon el Consejo Yuki que, junto con el Consejo Yuracaré, forma parte
de la Central de Pueblos Indígenas del Trópico. Desde 1996 conforman el Distrito
Municipal Indígena Yuki.42
En cuanto a su territorio, los yukis han obtenido 115.000 hectáreas mediante
Decreto Supremo 2311 de 1992; el año 2001, el Instituto Nacional de Reforma
Agraria (INRA) tituló 127.204 hectáreas, en calidad de TCO, a nombre de este pue-
blo indígena. En todo caso, el acceso y la tenencia de tierra están restringidos por la
dinámica que la colonización ha ido imprimiendo a la zona desde los años sesenta
y mucho más durante los ochenta; por ejemplo, los colonos impulsaron la construc-
ción de la carretera Chimoré-Yapacaní. Además, en zonas aledañas a la comunidad
Mbia Recuaté, se establecieron 23 asentamientos de colonizadores, incluso dentro
del territorio titulado a nombre de los yukis, lo cual les limita el acceso a los recursos
naturales.
Las actividades económicas de este pueblo indígena se basan en la caza, la pesca
y la recolección. También la elaboración de artesanías ha cobrado importancia, es-
pecialmente por el grupo de mujeres que tejen bolsas de fibras vegetales.43
Los problemas de esta población se relacionan con la explotación de sus recursos
por parte de terceros (pesca comercial y tráfico de madera, por ejemplo) y con la
degradación ambiental (deforestación indiscriminada que efectúan colonizadores y
madereros). En síntesis, los yukis conviven con las enfermedades y la presión de cam-
pesinos, cocaleros, compañías madereras, colonizadores y el narcotráfico.

41 Camacho, Carlos, Entre el Etnocidio y la Extinción. Pueblos Indígenas aislados, en contacto inicial e intermitente en las
tierras bajas, ed. IWGIA, 2010, p. 27.

42 PNUD/UNOPS, Pueblos Indígenas de la Amazonia de Bolivia [en línea], Proyectos RLA 92/G31, 32 y 33
(Cooperación Amazónica), Lima, 1997 [fecha de consulta: abril 2012]. Disponible en: http://www.otca.
org.br/publicacao/SPT-TCA-PER-SN-indigenasBolivia.pdf

43 Carrasco, Mauricio, Mbia Recuate y Carapuyo, golpeadas por la mortalidad materno infantil [en línea], Cambio, La
Paz, 2011 [fecha de consulta: abril 2012]. Disponible en: http://www.cambio.bo/reportaje/20111023/
mbia_recuate_y_caripuyo,_golpeadas__por_la_mortalidad_materno_infantil_56989.htm

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 101


También se consideró la situación de violencia intrafamiliar, inseguridad ciuda-
dana y consumo de drogas y alcohol en la población joven, concentrada en adoles-
centes de 12 a 16 años.

Villa Tunari
Según el Censo 2001, en Villa Tunari había 52.886 habitantes, 4.511 en el área
urbana y 48.375 en el área rural, por lo que se considera un municipio mayormente
rural. La proyección de población para el año 2010 era de 55.942 habitantes. De
51.143 personas encuestadas en 2001, 6.527 (12,76%) eran consideradas no pobres;
de las 44.616 señaladas como pobres, 26.589 vivían en pobreza moderada, 17.792
como indigentes y 235 en condiciones de marginalidad.
Los cultivos extensivos de la hoja de coca son la característica de este municipio, así
como los violentos conflictos que han derivado en fallecimientos. El caso más grave, co-
nocido como la “Masacre de Villa Tunari”, ocurrió en 1988, cuando el gobierno de ese
entonces intentó aplicar el Plan Trienal de Lucha contra el Narcotráfico,44 enmarcado
en las políticas estadounidenses contra las drogas. La represión de las movilizaciones
dejó 16 muertos, algunos por impacto de bala y otros ahogados al intentar huir por el río.
Por otro lado, en el área de influencia de la cuenca del Río Mamoré habita el
pueblo indígena yuracaré, con el que no se trabajó en la investigación; no obstante,
vale la pena mencionar algunas de sus características. El Censo 2001 registró 2.829
yuracarés, pero según el Servicio de Desarrollo Integral (SEDEI), el año 2006 había
4.567 habitantes sólo en el departamento de Cochabamba. El territorio de esta po-
blación indígena ha sido colonizado por migrantes de los valles y de la zona andina
de los departamentos de Cochabamba y Potosí, quienes introdujeron una economía
basada en la coca; esto contribuyó a la generación de procesos de discriminación,
marginación y postergación de los derechos ciudadanos, a la restricción del acceso
a los recursos municipales y a la promoción de un constante avasallamiento de las
comunidades indígenas.

44 Este plan proyectaba la interdicción y la erradicación de la hoja de coca excedentaria, a partir de la reduc-
ción del precio de la coca. Dos aspectos fueron controversiales: la erradicación forzosa de cultivos ilegales
y el evitar nuevas áreas de producción, y calificar al pijcheo (masticado de la hoja de coca) como peligroso
y como uso ilícito de drogas.

102 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Territorial y poblacionalmente, el pueblo yuracaré está distribuido en varias
TCO y municipios del trópico de Cochabamba. Algunas comunidades han sido
llamadas “enclaustradas” por haber quedado aisladas de la TCO y rodeadas de
colonizadores, que les impusieron una lógica sindical; su singularidad es que han
generado un sincretismo (mezcla cultural) entre yuracarés y quechuas.45
En este municipio se encuentra parte del Territorio Indígena Parque Nacional
Isiboro Sécure (TIPNIS), que fue titulado a favor de los pueblos indígenas yuracaré,
moxeño y t’siman, mediante Decreto Supremo 22610, con un total de 1.236.296
hectáreas. Los yuracarés también son parte del Territorio Indígena Multiétnico
(TIM), que fue dotado de unas 354.000 hectáreas mediante Decreto Supremo
22611. Allí también es una amenaza constante el avasallamiento de colonizadores
que pretenden ampliar sus campos para la producción de coca y otros cultivos, así
como para la actividad ganadera.
Este municipio, conjuntamente con San Ignacio de Moxos y Loreto, tiene ju-
risdicción sobre el TIPNIS. El proceso de colonización en 1978 dio lugar al surgi-
miento de Villa Tunari, Ivirgarzma y Bulo Bulo, entre otras poblaciones. En 1987,
en el Polígono 7 se asentaron mineros relocalizados. En 1992, Marcial Fabricano,
dirigente de la Subcentral TIPNIS, y Evo Morales, entonces dirigente de los co-
lonizadores, delimitaron por primera vez las áreas colonizadas y el territorio indí-
gena; en 1994 demarcaron una línea roja con el objetivo de frenar la expansión
cocalera. En los últimos cinco años el proceso de avasallamiento se mantuvo y a
eso se sumó la propuesta de una carretera, creando un conflicto que causó una
inflexión en el contexto social y político nacional.

Departamento de Chuquisaca
En el Departamento de Chuquisaca, además de la ciudad de Sucre, se eligió tam-
bién a Tomina, Tarabuco y Monteagudo.

45 Sánchez, Arminda, Adriana Andia y Meleny Blanco, El aprendizaje de jóvenes y adultos yuracarés del Trópico de
Cochabamba Bolivia, Voserdem-Crefal, Cochabamba, 2009, p. 16.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 103


Sucre
Más allá de que Sucre sea la capital de Bolivia y de los sucesos históricos que la
anteceden, el municipio chuquisaqueño fue escenario del proyecto de “refundación”
del país, con la instalación de la Asamblea Constituyente, con marcados episodios de
violencia directa (enfrentamientos diversos) y cultural (hechos de racismo) que han
sellado la historia del país.
El año 2001, de acuerdo con el censo, la Sección Capital Sucre tenía una pobla-
ción de 214.913 personas, de las cuales 102.930 son hombres y 111.983 mujeres. De
ese total 193.876 vivían en el área urbana, es decir en la ciudad de Sucre, y 21.037
en el área rural. Respecto a los habitantes urbanos, 92.404 eran varones y 101.472,
mujeres.
De la población censada, compuesta por 204.516 personas, 122.806 (60,05%)
eran consideradas no pobres. El resto, 51.073 (39,95%), estaban en condiciones de
pobreza moderada, 28.272 en indigencia y 2.365 en marginalidad. Por otra parte, el
57,37% de la población se autoidentificó como quechua, el 2,29% como aymara, el
1,01% como guaraní y el 38,50% no se adscribió a ningún pueblo indígena.
Las actividades económicas se concentran en el comercio al por mayor y menor,
en las industrias manufactureras, extractivas y de construcción. El turismo también
se considera un rubro importante en esta ciudad.
En cuanto a denuncias de violencia intrafamiliar, los datos del Reporte Estadístico
Violencia contra las Mujeres 2007-2011, elaborado por el CIDEM, registran 5.852
denuncias en el año 2007, reduciéndose a 5.164 el año 2008 y a 1.434 el 2009, mien-
tras que el 2010 ascienden a 11.175.46
Además de las características expuestas, entre las consideraciones para incluir
a Sucre en la investigación fue fundamental la realización de la Constituyente, ins-
talada a partir de la concentración de demandas de varios sectores –entre los que
adquieren protagonismo los movimientos sociales– en torno a un cambio estructural
en el país. La Asamblea se instaló el 6 de agosto de 2006 en el Teatro Gran Mariscal,
en un contexto de polarización entre visiones indigenistas y demandas regionales

46 CIDEM, Más que cifras una realidad. Reporte Estadístico de Violencia contra las Mujeres No. 9. Datos quinquenales
2007-2011 [en línea], Conexión Fondo de Emancipación, La Paz, 2012. Disponible en: http://www.
scribd.com/fullscreen/93161821?access_key=key-15iwmuemtt89k7uw8cp9

104 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


planteadas por los comités cívicos de los departamentos que formaban parte de la
denominada “media luna”: Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija.
A pesar de existir varios puntos de discusión y conflicto, dos temas coparon ini-
cialmente la atención pública: el debate de los dos tercios para la votación de los
artículos que conformarían la nueva Constitución y el resurgimiento de la demanda
de capitalía plena por parte de Sucre. Los conflictos de la Asamblea trascendieron a
las calles de la ciudad.
Posteriormente se suscitaron nuevas situaciones de tensión. Una de ellas fue la lle-
gada de sectores indígenas y campesinos a la capital para hacer una vigilia alrededor
del Teatro Gran Mariscal; pero el espacio era disputado por funcionarios de la Alcal-
día, universitarios y grupos de vecinos. En ese escenario se evidenciaron altos grados
de racismo manifestados, por ejemplo, en la agresión física de mujeres indígenas por
parte de adolescentes; además, estudiantes universitarios intentaron expulsar a cam-
pesinos que se alojaban en instalaciones de la Universidad Mayor, Real y Pontificia
de San Francisco Xavier de Chuquisaca.
Otra situación que ha marcado profundamente a los pobladores de Sucre y al
país ocurrió el 24 de mayo de 2008, cuando jóvenes universitarios agredieron física y
verbalmente, con adjetivos racistas, a un grupo de indígenas. En la Plaza 25 de Mayo
los obligaron a desnudarse de la cintura para arriba; a besar banderas de Sucre y el
suelo; a gritar estribillos en contra del gobierno, del MAS y del Presidente. También
los forzaron a quemar ponchos, una whipala y pasacalles con inscripciones a favor
de Evo Morales.
Otras jornadas de violencia, derivadas de conflictos políticos, ahondaron el dis-
tanciamiento entre el campo y la ciudad. Por todos esos factores se eligió a Sucre
para indagar sobre la violencia y la paz.

Tomina
A diferencia de Sucre, Tomina es un municipio rural del que pocas veces se habla
o se conoce información. Es de origen quechua y su población se agrupa en comu-
nidades; su organización de base es el sindicato agrario, que tiene representación en
la Subcentral Provincial.
Según datos del INE, Tomina tenía 9.060 habitantes el año 2001, todos en el
área rural. De 8.736 personas encuestadas, sólo 470 (5,38%) se encontraban en la

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 105


categoría de no pobre. De quienes estaban en la categoría pobre, 3.568 vivían en
pobreza moderada y 4.698 en indigencia. La proyección para el 2010 era de 11.017
habitantes. El 85,47% de su población se autoidentificó como quechua, mientras que
el 0,27% como aymara y el 0,19% con otras poblaciones indígenas. El 15,76% no se
reconoció como parte de ningún pueblo indígena.
La principal vocación del municipio es la agricultura diversificada, donde desta-
can las frutas que son distribuidas en los mercados de Sucre, Santa Cruz de la Sierra
y Cochabamba. Su producción pecuaria se caracteriza por la cría de ganado bovino,
caprino, ovino, porcino, equino y avícola. Sus habitantes también se dedican a la
artesanía, aunque no obtienen ingresos importantes por dicho concepto. La mayoría
de sus productos son para el autoconsumo.
Una de las potencialidades de Tomina son los recursos forestales, que están siendo
explotados de manera indiscriminada, lo que ha generado algunos conflictos con los
comunarios de la zona. No se ha logrado identificar otras causas de conflicto o he-
chos de violencia cuando se recopiló la información sobre este municipio.

Tarabuco
Es otro de los municipios en torno a los cuales se tiene poca información ac-
tualizada. Si bien es conocido por sus tejidos, el carnaval, la conservación de las
tradiciones quechua-yampara y su inmensa riqueza cultural, poco se conoce de las
condiciones de vida de su población.
Según las cifras de los indicadores de pobreza del INE del año 2001, de 19.39947
personas que fueron censadas en Tarabuco, 1.218 (6,30%) eran consideradas no
pobres y 18.121 (93,70%) pobres. De este total, 6.256 vivían en condiciones de po-
breza moderada, 11.810 en indigencia y 55 en marginalidad. Ese mismo año, el
total de habitantes registrados en el censo en Tarabuco era de 19.554, de los cuales
2.442 vivían en el área urbana y 17.112 en el área rural; de estos últimos, 8.608 eran
indígenas.48 Un 94,67% de su población se reconoció como quechua, 0,17% como

47 Número de “Población objeto de estudio” para medir índices de pobreza del INE.

48 Fundación Tierra, Campesinos Indígena Originarios sin existencia legal. Resultados de la Encuesta de Indocumentación
Chuquisaca y Potosí, ed. Fundación Tierra - Región Valles, Sucre, 2009, p. 20-21.

106 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


aymara, 0,14% se autoidentificó con otras poblaciones indígenas y 6,60% con nin-
gún pueblo indígena.
El servicio de agua potable llega a un poco más del 30% de los hogares y la elec-
tricidad al 18%, mientras los servicios de alcantarillado e infraestructura sanitaria
son precarios.
La actividad económica del municipio se basa en la agricultura, la producción
pecuaria y la artesanía. La producción agrícola y pecuaria es comercializada en los
mercados de Sucre y Santa Cruz de la Sierra, mientras que sus artesanías son reque-
ridas también en el mercado internacional.
Antes de la llegada de los españoles Tarabuco también se estructuraba a partir de
ayllus, pero diferenciados de los del Altiplano. Durante la Colonia, la República y hasta
fines del siglo XIX, en esta zona se asentaron terratenientes que hicieron que se pierda
el sentido de la propiedad colectiva. En 1953, con la Reforma Agraria, los ex peones
recuperaron sus tierras y adoptaron al sindicato como su nueva forma de organización.
Uno de los principales focos de conflicto en el municipio es de carácter político.
En el referéndum autonómico de diciembre de 2009, en Tarabuco ganó el sí por la
autonomía indígena originario campesina, con el 90,8%. Este municipio, además de
Mojocoya, que también es chuquisaqueño, estuvo entre los primeros de la región an-
dina de Chuquisaca que decidió iniciar su proceso autonómico, demanda que surgió
en la organización sindical campesina y no en el ayllu.
Durante la redacción de sus estatutos autonómicos se encontraron con dos pro-
blemas: pugnas políticas (como la separación del MAS y el Movimiento Sin Miedo,
MSM), que paralizaron su elaboración, y el surgimiento de un grupo local, al sur de
Tarabuco, que apoyado por el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasusyu
(Conamaq) creó una nueva organización denominada “ayllus”, la cual abarca a siete
comunidades. Este conflicto político ha generado un estancamiento en el proceso de
consolidación de la autonomía y en el desarrollo mismo del municipio.

Monteagudo
Este municipio tenía 26.504 habitantes durante el Censo de 2001; 7.285 en el
área urbana y 19.219 en el área rural, y se proyectó que llegaría a los 29.013 para el
año 2010. De las 25.527 personas encuestadas, 6.524 (25,56%) estaba en la catego-
ría de población no pobre y 19.003 (74,44%) en la de pobre. Del total de pobres de

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 107


Monteagudo, 15.430 se hallaban en la categoría de indigente, una de las cifras más
altas entre los municipios seleccionados para el estudio.
El 74,37% de la población de Monteagudo no se identifica con ningún pueblo in-
dígena, mientras que el 17,66% se reconoce como quechua, el 6,17% como guaraní
y el 1,07% con otras poblaciones indígenas.
Su territorio está ocupado por haciendas con superficies extensas, pero también
unidades agropecuarias consideradas medianas y pequeñas. Las principales activi-
dades económicas son la agricultura, la ganadería, la caza y la silvicultura, pero
también la industria extractiva, constructora y manufacturera.
No hay datos exactos sobre el total de población guaraní que habita en Chuquisa-
ca, pero se apunta a que hay 14.240 guaraníes distribuidos en 51 comunidades, entre
libres y cautivas, y en haciendas de nueve capitanías zonales que se encuentran en las
provincias Hernando Siles (donde se ubica Monteagudo) y Luis Calvo.49 Las capita-
nías forman parte de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) y tienen representación
en el Consejo de Capitanes de Chuquisaca (CCCH). Por otra parte, las condiciones
de acceso a las comunidades, asistencia social y/o crédito son mínimas.
Si bien la problemática de tierra y territorio es uno de los temas que más conflictos
genera en la región, es necesario destacar también otros factores que desnudan otros
tipos de violencia; es el caso del derecho a la identidad, del cual se ha visto privado este
pueblo indígena, impidiéndosele la posibilidad de ejercer mínimamente su ciudadanía.
A modo de ejemplo, el año 2004, el Centro de Investigación y Promoción del Cam-
pesinado (CIPCA) denunció que los guaraníes no eran considerados ciudadanos bo-
livianos porque no gozaban del derecho al carnet de identidad ni al certificado de
nacimiento. Entonces, tanto el CCCH como la APG lograron que el Congreso Nacio-
nal apruebe la Ley Nº 2747, que dispuso la dotación gratuita de esta documentación
a guaraníes de las dos provincias mencionadas. La medida demoró en concretarse,
originando una serie de protestas que, finalmente, dieron lugar al inicio del proceso de
identificación. A pesar de ello, persisten en la actualidad los problemas en sus trámites.
A esto se suma la situación descrita en un documento elaborado por el Defensor
del Pueblo, que pone en evidencia la existencia de 275 familias guaraníes cautivas

49 CIPCA, Guaraníes de Chuquisaca se movilizan para ejercer ciudadanía [en línea], CIPCA Noticias, Monteagudo,
2004. Disponible en: http://www.cipca.org.bo/index.php?option=com_content&view=article&id=658
&catid=81&Itemid=121

108 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


en los municipios de Monteagudo, Huacareta, Huacaya, Macharetí y Muyupama;
precisamente donde se asentaron hacendados que consolidaron grandes extensiones
de tierras. A pesar de las acciones a favor de esta población, se sabe que aún hay
indígenas que viven en situación de cautiverio. Esto, además de los antecedentes
históricos del municipio, determinó su elección para el estudio.

Departamento de Tarija
En el departamento de Tarija se eligieron cuatro municipios para el desarrollo de
la investigación: ciudad de Tarija, Entre Ríos, Yacuiba y Villamontes.

Ciudad de Tarija
En 2001, según datos del censo, la ciudad de Tarija contaba con 153.457 habi-
tantes, de los cuales 135.783 (88,5%) estaban en el área urbana y 17.674 (11,5%) en
el área rural. Para dar cuenta del creciente proceso de urbanización es pertinente
mencionar que, en 1976, la población rural era del 61,1%. Nuevamente conside-
rando datos de 2001, de 148.745 personas encuestadas, 102.147 (68,67%) eran po-
blación no pobre y 46.598 (31,33%) se encontraban en la categoría de pobre; de
éstas, 39.361 se incluyeron en la categoría de pobreza moderada y 7.203 en la de
indigencia. El 80,90% de la población de Tarija se autoidentificó como no indígena,
el 13,59% como quechua, el 2,89% se reconoció aymara y el 1,36% guaraní.
Para comprender la complejidad de las relaciones sociales, económicas, políticas
y culturales de Tarija, es necesario hacer un breve repaso de sus raíces históricas y su
configuración económica. Las categorías sociales y étnicas que actualmente se ma-
nejan fueron definidas durante la época colonial, cuando se impusieron y originaron
nuevos órdenes espaciales y raciales, a partir de la expansión y la conquista. Según
John-Andrew McNeish (2010),50 durante este periodo se crearon las nociones de fron-
tera tarijeña y, junto con ellas, la de autonomía. Para dicho autor, éste fue el inicio
de negociaciones diferentes del poder regional y de divisiones sociales claras; en ese
entonces, los pobladores indígenas estaban posicionados como “vasallos”, “trabajado-
res” y “otros”. Sostiene que se construyó un sistema de control político y producción

50 McNeish, John-Andrew, “Sobre maldiciones y demonios: Hidrocarburos y Soberanía en una Tarija autó-
noma”, Revista Umbrales Ciencias Sociales Nº. 20, 2010, Bolivia, pp. 192-194.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 109


económica basado en las fortalezas y propiedades de la encomienda;51 así también, los
criollos se habrían convertido en herederos de la noción de propiedad y espacio.
Esta configuración ha perdurado hasta la actualidad, lo que hace visible la divi-
sión entre campo y ciudad, Valle Central y Chaco, capital y provincia, entre cha-
queño y chapaco. Las élites seguirían aferradas a la tierra, pero sin la asistencia del
gobierno central.52
El autor hace mención a dos grandes sucesos regionales que sacudieron el orden
descrito. Por una parte, la migración de mineros (20.000 a 30.000 familias) que fue-
ron despedidos durante el ajuste estructural. Por otra parte, la creciente importancia
de la industria de los hidrocarburos en Tarija, que comenzó a beneficiar a la región
desde la gestión presidencial de Gonzalo Sánchez de Lozada, cuando se impulsó la
inversión privada, en un proceso paralelo al descubrimiento de megacampos como
el de San Alberto, Sábalo y Margarita, dando lugar a que el departamento adquiera
protagonismo en la vida política y económica del país.
Tras la renuncia de Sánchez de Lozada el año 2003, y el fortalecimiento de los
movimientos sociales, se promovió una nueva ley de hidrocarburos, para reasignar
los beneficios hacia los gobiernos regionales a través de un impuesto directo. Así
surgió una lucha por las regalías, encabezada por los líderes políticos de Tarija. La
propuesta gubernamental de nacionalización de los campos petrolíferos fue interpre-
tada como una amenaza directa al “patrimonio tarijeño”.
Paralelamente, la demanda por autonomía departamental fue adquiriendo cada
vez mayor fuerza, en el intento de redefinir los criterios de gestión de los recursos de
la región y de romper la centralidad del gobierno nacional, que fue constantemente
criticada. Sin embargo, este proceso no estuvo exento de violencia. Por ejemplo, el
año 2008 se registraron enfrentamientos entre militantes de la campaña departa-
mental pro autonomía y sectores que rechazaban esta propuesta (entre ellos grupos
de migrantes aymaras), dejando como saldo decenas de personas heridas.
En el Referéndum Autonómico del año 2009 la población tarijeña votó mayorita-
riamente por el sí a la autonomía, reafirmando las demandas económicas regionales,

51 La encomienda consistía en la asignación, por parte de la Corona española, de una determinada cantidad
de indígenas a un súbdito español.

52 McNeish, John-Andrew, op. cit., p. 194.

110 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


pero evidenciando además la división del departamento desde una perspectiva terri-
torial (urbana-rural) y étnica.
Si bien a partir de lo expuesto se evidencia que los temas políticos fueron uno
de los principales motores de conflictos en Tarija, es relevante también mencionar
la existencia de otros desencadenantes de violencia. La cantidad de denuncias de
violencia intrafamiliar el 2007 es de 575, el 2008 sube a 3.269 y el 2009 a 3.651.53

Entre Ríos
Entre Ríos es un municipio cuya información es escasa, uno de los motivos por los
cuales se lo incluyó entre los seleccionados para la investigación. De acuerdo con el
Diagnóstico Participativo del PDM, elaborado en 1994, se registraba una población de
19.214 personas. En el Censo 2001, apenas se había incrementado a 19.339 habitantes,
de los cuales 2.418 se encontraban en el área urbana y 16.921 en el área rural. Al igual
que en Monteagudo, el porcentaje de personas que no se identificaron con una pobla-
ción indígena es el que predomina, con un 79,13%. El 14,76% se reconoció como gua-
raní, el 3,34% como quechua y el 1,98% se autoidentificó con otros pueblos indígenas.
De 17.708 personas encuestadas en ese año, 1.671 (9,44%) fueron categorizadas
como población no pobre y 16.037 (90,56%) como pobre; de estas últimas, 8.858
eran consideradas población marginal.
El municipio se constituye en el principal centro poblado de la Provincia O’Connor
dado que concentra cerca de 2.000 habitantes, mientras que otras localidades tienen
menos de 1.500, lo que demuestra su carácter eminentemente rural.
En la Provincia O’Connor hay 2.398 guaraníes, distribuidos en 28 comunidades.
También existen comunidades campesinas, integradas por descendientes de criollos
y mestizos que provienen de diversas zonas del Valle Central de Tarija y que, en
tiempos de la Colonia, comenzaron a emigrar hacia la provincia para desarrollar
actividades agropecuarias. Las principales organizaciones son los sindicatos campe-
sinos y las capitanías del pueblo guaraní.
La economía del municipio se basa mayormente en la producción agropecuaria
y la caza, pero también, aunque en menor proporción, en la explotación forestal, la
pesca y el comercio. También tiene relevancia la explotación de minas y canteras.

53 CIDEM.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 111


Entre los problemas detectados en Entre Ríos se encuentran la dispersión de las
comunidades, el abandono de la familia y de la comunidad por motivos de migra-
ción temporal y definitiva de la población, y la ausencia de políticas definidas para el
apoyo a la producción.

Villamontes
Según el Censo 2001, Villamontes tenía 23.765 habitantes: 16.113 en el área urba-
na y 7.562 en el área rural. El 76,40% de las personas de este municipio no se autoiden-
tificaron con ningún pueblo indígena, mientras que el 7,82% se reconoció como gua-
raní, el 7,10% como aymara y el 5,80% declaró pertenecer a otros pueblos indígenas.
De 22.068 personas encuestadas, 9.931 eran consideradas población no pobre y
12.137 pobre. De estos últimos, 9.342 se encontraban en condiciones de pobreza mo-
derada y 2.795 en indigencia. Se calcula que el 28% de la población de Villamontes
emigró de otras provincias de Bolivia y que un porcentaje mínimo nació en otro país.
La estructura productiva del municipio se basa en la ganadería, la explotación
pesquera y una embrionaria producción hortícola y frutícola. Además, tiene una
vocación económica también enfocada en el ámbito de los servicios (58%). La diná-
mica económica del municipio se incrementó con el ingreso de empresas transnacio-
nales a las zonas especializadas en hidrocarburos.54
Antonio Araníbar (2005) sostiene que Villamontes es la capital productiva del gas,
generando alrededor de 200.000.000 de dólares por concepto de exportación, pero
también es uno de los municipios intermedios con mayores niveles de conflictividad
social del país.
Como señala el autor, Villamontes no sólo desplazó a Camiri (Chaco cruceño) como
capital petrolera de Bolivia, sino que también le imprimió un importante dinamismo a
la generación de empleos, lo que dio lugar a un flujo migratorio temporal de personas
que se asentaron en las periferias urbanas. No obstante, las fuentes laborales fueron
momentáneas, lo que provocó la conformación de asociaciones de desempleados.
Este boom hidrocarburífero dio lugar, además, a otros dos fenómenos: por un lado,
la calificación de mano de obra, a través de la contratación de personal especializa-

54 Araníbar, Antonio y Daniel Mejía, “Villamontes: un enclave productivo de gas en los 90”. En: Informe sobre
Desarrollo Humano en Bolivia, PNUD, La Paz, 2005, p. 159.

112 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


do por parte de las empresas que operan en el rubro y, por otro, la generación de
subempleos que fueron creciendo de manera paulatina, sobre todo en servicios de
alimentación, alquiler de autos y hotelería, entre otros. Si bien algunas personas se
beneficiaron, los problemas comenzaron a evidenciarse cuando se constató que las
compañías eran las más favorecidas en cuanto a empleo y apropiación del excedente.
Los mayores conflictos que se produjeron en este municipio, de acuerdo con los
datos que proporciona Araníbar, fueron por reivindicaciones sociales, esencialmente re-
lacionadas con el empleo, pero también por territorio y la condición de servidumbre en
que se encontraban los indígenas weenhayek; asimismo, menciona disputas por cuestio-
nes medioambientales y de límites entre provincias y municipios, además de problemas
sociales como la prostitución, nuevas enfermedades e inseguridad ciudadana.
En el caso de los límites entre provincias y municipios, el descubrimiento de los cam-
pos gasíferos a finales de los años noventa avivó reyertas de ampliación y consolidación
territorial de secciones municipales y vecinales. Mientras Yacuiba reclamaba al norte la
demarcación de sus límites a orillas del Río Pilcomayo, Villamontes exigía que éstos se
ubiquen 40 kilómetros al sur de la ciudad, de manera que el campo gasífero Margarita
quede en su territorio. Este conflicto ha distanciado a las autoridades de ambos munici-
pios y ha obstaculizado la concertación y elaboración conjunta de planes de desarrollo,
así como el funcionamiento de la Mancomunidad de Municipios del Chaco.55
En cuanto al pueblo indígena weenhayek, éste habita en un territorio que se ex-
tiende entre los municipios de Villamontes y Yacuiba del departamento de Tarija.
Se estima que cuenta con 2.020 integrantes y sus actividades económicas principales
son la pesca, la recolección y la fabricación de artesanías. Se los conocía despectiva-
mente como “matacos”, denominativo que aún les dan; sin embargo, se reconocen
como weenhayek. Tal como pasó con otros pueblos indígenas, los misioneros que in-
gresaron al Chaco en 1609 y en 1860 los agruparon en las 22 misiones que fundaron.
Este pueblo está representado por la Organización de Capitanías Weenhayek y
Tapiete de Tarija (Orcaweta), que aglutina a 23 comunidades weenhayek y una tapiete;
fue fundada en 1992 como respuesta a la precaria situación en que se hallaban estas
poblaciones.

55 Araníbar, Antonio y Daniel Mejía, op. cit. p. 165.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 113


La reducción de territorio del pueblo weenhayek se inicia con un proceso de dota-
ción de tierras durante la Guerra del Chaco, que continuó con la Reforma Agraria. Esto
dio lugar a que empresas e inmigrantes del interior del país se instalen en el territorio
que ocupaban dichas comunidades, surgiendo estancias ganaderas. En 1980, autorida-
des de gobierno constataron las difíciles condiciones de vida de los grupos indígenas,
por lo que se los eximió del impuesto que debían pagar sobre la pesca y se les autorizó
a realizar esta actividad tanto para la subsistencia como para la comercialización. Ante
la continua demanda de títulos de territorio por parte de este pueblo indígena, en 1993,
mediante Decreto Supremo, se les reconoció su territorio con una extensión de 195.639
hectáreas a lo largo del río Pilcomayo. Sin embargo, esta disposición también consolidó
el derecho propietario de ocupantes no indígenas, lo que ocasiona una serie de proble-
mas entre indígenas y ganaderos asentados en la zona.
Los principales conflictos que enfrentan son el avasallamiento de sus territorios por
parte de ganaderos, la superposición de demandas de TCO, las concesiones petroleras
en áreas protegidas y la contaminación del río Pilcomayo.
En síntesis, entre las características que motivaron la elección de Villamontes para la
investigación se encuentra la presencia del pueblo indígena weenhayek, la importancia
del municipio para la producción de gas y los conflictos por límites territoriales.

Yacuiba
En la región de los valles también se encuentra Yacuiba, municipio que pertenece a
la Primera Sección de la Provincia Gran Chaco. El Censo 2001 registró a 83.518 habi-
tantes, 64.611 en el área urbana y 18.907 en el área rural. De 79.249 personas censadas,
40.617 (51,25%) eran consideradas no pobres y 38.632 pobres; de éstas últimas, 33.015
vivían en pobreza moderada.
Las principales actividades económicas son el comercio y, en menor medida, la agri-
cultura, la ganadería, la caza y la silvicultura.
En la estructura sociocultural de Yacuiba se encuentran las poblaciones guaraní,
quechua, aymara y mestiza. De acuerdo con datos del Censo 2001, el 69,07% de las
personas no se autoidentificaron con ningún pueblo indígena, el 20,32% se reconoció
como quechua, el 4,71% como aymara y el 3,30% se identificó con otros pueblos indí-
genas.

114 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


La conformación social de este municipio se debe, en gran medida, a los pro-
cesos migratorios que ha vivido la región, que incluyen inmigración desde otras
zonas y la emigración de población rural hacia lugares de mayor actividad econó-
mica, donde se buscan fuentes alternativas de ingreso, educación y salud. Yacuiba
tiene características que coinciden con las de centros urbanos que surgen a partir
de los procesos de colonización: el 54,2% de la población nació en el mismo
municipio, el 42,7% en el interior del país y un 3,2% en el exterior de Bolivia.
El 11,8% de la población procede del departamento de Chuquisaca y el 18% de
Santa Cruz y Potosí.
Por otro lado, un dato indica que el departamento que capta la mayor cantidad
de población migrante de Yacuiba es Santa Cruz, por considerarse un lugar don-
de existe más oferta de trabajo; luego están Potosí, Chuquisaca y Cochabamba.
En este contexto, se considera que la migración es un problema constante en
el municipio porque, entre otros factores, genera demandas sobre tierras cercanas
a los pueblos indígenas de la zona. Un ejemplo es la migración menonita y su
participación en el mercado de tierras.
Otro conflicto vinculado con el tema territorial involucra a la población guara-
ní, la cual se encuentra en permanente tensión con ganaderos de terrenos colin-
dantes, cuyos animales invaden tierras pertenecientes a los indígenas.
Por otra parte, Yacuiba se caracteriza por tener un importante movimiento
comercial debido a su ubicación fronteriza, al igual que San José de Pocitos, que
limita con la República de Argentina. De ahí que uno de los grandes problemas
de este municipio, y motivo permanente de conflictos, sea el contrabando de di-
versos productos. Pero más preocupantes aún son las denuncias de tráfico y trata
de personas que fueron difundidas por la prensa nacional. Este delito es uno de
los que más dinero genera, por lo que se ha registrado un incremento alarmante
en Bolivia; la problemática es de una magnitud tan grande que la Administración
Federal de Ingresos Públicos (AFIP) de Argentina registró la desarticulación de
392 empresas en ese país, que mantenían a 5.000 trabajadores, en su mayoría
bolivianos, en condiciones infrahumanas. De éstos, más de 3.000 operaban en
el sector agropecuario rural; 646 en la construcción y fabricación de ladrillos en

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 115


condiciones de esclavitud, y 545 en el sector forestal y en talleres clandestinos de
confección de vestimenta.56
En zonas fronterizas como Yacuiba, Bermejo y Villazón, se han registrado
más casos; los datos dan cuenta de que cada año unos 15.000 niños y niñas boli-
vianas salen de estas poblaciones sin permiso de sus padres. En el caso específico
de Yacuiba, hubo un importante número de denuncias de explotación sexual de
menores de edad. El traslado de niños y niñas se realiza en camiones, donde son
escondidos. En ese sentido, se reconoce que hay una extrema vulnerabilidad en
la frontera entre Bolivia y Argentina. Los responsables de la Oficina de Trata y
Tráfico de Personas del país señalan que los implicados en este negocio evaden los
controles migratorios, tanto en Pocitos-Bolivia como en Pocitos-Argentina, ingre-
sando por sendas adyacentes y lugares no autorizados.57
Muchas veces estos delitos no son denunciados, puesto que las redes delincuen-
ciales emplean métodos certeros para localizar personas jóvenes que necesitan
trabajo, sobre todo del área rural. En las estadísticas del año 2008 se registraron
220 denuncias; en 2009 fueron 286, y en 2010, 256. La mayoría de las víctimas
son mujeres, que son llevadas a otras regiones del país, e inclusive al exterior, con
fines de explotación sexual o trabajo en condiciones de esclavitud.
Entre otros conflictos identificados en Yacuiba se halla la inseguridad ciuda-
dana, que se manifiesta en ajustes de cuentas, robos, asesinatos y abusos sexuales
registrados en la prensa local.
Finalmente, el auge del gas natural ha generado fricciones relacionadas con
límites territoriales entre Yacuiba y Villamontes.

56 PNUD-FIODM, Crece trata y tráfico de personas, detectan 5000 trabajadores en esclavitud en Argentina [en línea],
PNUD, Programa conjunto: promoviendo el cambio en paz, Bolivia, 2011 [fecha de consulta: abril
2012]. Disponible en: http://www.cambioenpaz.org/noticia/crece-trata-y-trafico-de-personas-detectan-
5000-trabajadores-en-esclavitud-en-argentina

57 Ibídem.

116 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Características de las poblaciones de tierras bajas
Departamento de Santa Cruz
En el departamento de Santa Cruz, además de la ciudad capital que lleva el
mismo nombre, se eligieron los municipios de San Julián y Camiri, y la comunidad
Poza Verde.

Santa Cruz de la Sierra


El año 2001, la ciudad capital Santa Cruz de la Sierra tenía 1.131.778 habitantes,
de los cuales 1.113.582 se ubicaban en el área urbana y 18.196 en el área rural. La
proyección para el 2010 era de 1.651.436 habitantes. Los datos muestran que esta
urbe concentra la mayor cantidad de población en el país y, por ello, también cen-
traliza un relevante flujo económico. El 67,95% de la población no se identifica con
ningún pueblo indígena, mientras que el 14,87% se autorreconoce como quechua,
5,45% como chiquitano y el 5,43% como aymara.58
De 1.103.637 personas encuestadas, 951.083 (77,64%) se encontraba en la catego-
ría de no pobre y 273.845 en la de pobre. De éstas últimas, 253.072 vivían en condicio-
nes de pobreza moderada, 20.750 en indigencia y 23 en marginalidad. Esta urbe tiene
una población mayoritariamente joven, ya que el 50% es menor de 20 años.
Existe un fuerte flujo migratorio hacia la ciudad capital, principalmente debido a
las expectativas de muchas familias de mejorar sus condiciones de vida (empleo, edu-
cación, salud, etc.). La población rural masculina que emigra a la ciudad de Santa
Cruz se emplea preponderantemente como mano de obra en la construcción, y la
femenina en el trabajo del hogar. La dinámica cruceña también propició la presencia
de una denominada “burguesía chola” dedicada al comercio.59
La mayoría de los migrantes pobres que llegan a esta ciudad se asientan en las zonas
periféricas, fuera del cuarto anillo, en barrios cercanos a los mercados y en la Ciudade-
la Andrés Ibáñez del Plan 3.000. Esta zona, fundada en 1983 a raíz del asentamiento
forzado de 3.000 familias que fueron afectadas por la inundación del río Piraí, es una

58 INE.

59 Peña, Claudia y Alejandra Boschetti, “Desafiar el mito camba-colla, interculturalidad, poder y resistencia
en el Oriente Boliviano”. En: Serie de investigaciones sobre identidad en las regiones de Bolivia. Oriente, Fundación
UNIR Bolivia, La Paz, 2008, pp. 320-321.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 117


de las de mayor crecimiento demográfico; su principal actividad económica es el co-
mercio y, según algunos autores, se ha convertido en un campo de batalla política.60
Peña y Boschetti hacen referencia al estudio de Pobreza Urbana, publicado por
la Fundación PAP (2006), donde se indica que en el Plan 3.000 45% de los hogares
son pobres y 55% son no pobres. Según las autoras, el flujo migratorio ocasionó
un impacto ambiental negativo, puesto que rebasó la planificación urbana, con el
establecimiento de asentamientos informales cuya característica era el hacinamiento
como producto de la precariedad de las viviendas.61
Se sostiene que el crecimiento y desarrollo de Santa Cruz se basa principalmente
en la explotación de recursos naturales, la agroindustria, la producción agropecuaria
y la ganadería. Este crecimiento económico fue simultáneo al fortalecimiento de una
oligarquía que transitó de una economía terrateniente a una capitalista, constituyen-
do una burguesía con proyección internacional que acaparó la propiedad de la tie-
rra. La concentración de tierra en un mínimo porcentaje de población ha ocasiona-
do varios hechos violentos y enfrentamientos que involucran a la población indígena,
a propietarios, a pequeños productores y a movimientos “sin tierra”.62
En este contexto, en 1950 surgió el Comité Cívico Pro Santa Cruz, organización
que concentró sus esfuerzos en las reivindicaciones regionales; posteriormente adqui-
rió protagonismo político pues los cruceños comenzaron a legitimarlo como portavoz
de las demandas del departamento ante los diferentes gobiernos. Asimismo, en 1957
se creó la Unión Juvenil Cruceñista, convertida en el brazo operativo del Comité Cí-
vico y reconocida como grupo de choque regionalista, cuya base es la ciudad de San-
ta Cruz. Esta organización ha sido acusada, de manera constante, de antioccidental
y de haber protagonizado agresiones racistas contra personas cuyo origen es sobre
todo andino. Se le cuestiona el hecho de atacar con armas, hacer cumplir a la fuerza
una serie de paros generales y la intimidación física y verbal de sus adversarios polí-
ticos. Por ejemplo, durante el año 2003 esta colectividad protagonizó agresiones con
tintes racistas contra colonizadores de San Julián, en la Plaza 24 de Septiembre de
la capital cruceña, dejando un saldo de varias personas heridas y algunos detenidos.

60 Peña, Claudia y Alejandra Boschetti, op. cit., p. 75.

61 Ibídem, p. 76.

62 Ibídem, p. 81.

118 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Su discurso gira en torno a la “causa cruceña”, a la reivindicación de las autonomías
departamentales y a su intención de defender a Santa Cruz ante el inminente “avasa-
llamiento” que, según el grupo, se estaba gestando desde el nivel central del Estado.
El año 2000 se creó el movimiento autonomista Nación Camba, organización
que recurrió al discurso de la región oriental como “colectividad diferenciada” con
identidad propia y homogénea. Si bien la cuna de este movimiento fue Santa Cruz,
se expandió a los departamentos de Beni, Pando y Tarija; posteriormente, los líderes
políticos y cívicos llamaron a estos cuatro departamentos la “media luna”.
Este denominativo cobró importancia en la política del país debido al movimien-
to autonomista que se propició desde Santa Cruz, bajo la premisa de forjar gobiernos
departamentales que gocen de soberanía plena y se desenvuelvan en función de un
estatuto autonómico político-administrativo y territorial.
Además de los asuntos de índole política, en Santa Cruz también cobran protago-
nismo temas como la inseguridad ciudadana. Según registros del año 2010, aproxima-
damente 8.000 jóvenes estaban involucrados en pandillas; se atribuye esta situación a
la falta de empleo y de oportunidades económicas, al elevado índice de migración, a
la desintegración familiar y a la pérdida de calidad de vida.63 Otra inquietud está rela-
cionada con la violencia intrafamiliar: el año 2007 se registraron 17.540 denuncias, el
2008 disminuyeron a 17.092 y se incrementaron a 19.662 el año 2010.64
La contaminación ambiental es otra de las grandes dificultades identificadas en
esta ciudad capital. Por un lado se encuentra el deficiente recojo y tratamiento de
desechos sólidos urbanos, que se manifiesta como suciedad en las calles, polución
del agua y del aire, y quema de basura. Por otro lado están los chaqueos, es decir la
quema de áreas de cultivo como una forma de preparar la tierra para la siembra.

Poza Verde
Como se señaló, uno de los criterios de elegibilidad de los lugares para llevar
adelante el estudio fue su invisibilidad ante el Estado y la sociedad civil, lo que pre-

63 El Día, “El drama de salirse de una pandilla” [en línea], Santa Cruz, septiembre 2010 [fecha de consulta:
abril 2012]. Disponible en: http://www.eldia.com.bo/index.php?cat=1&pla=3&id_articulo=42202

64 CIDEM, Más que cifras una realidad. Reporte Estadístico de Violencia contra las Mujeres No. 9. Datos quinquenales
2007-2011 [en línea], Conexión Fondo de Emancipación, La Paz, 2012. Disponible en: http://www.
scribd.com/fullscreen/93161821?access_key=key-15iwmuemtt89k7uw8cp9

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 119


cisamente ocurre en Poza Verde, localidad ubicada a 15 kilómetros de Pailón, en el
departamento de Santa Cruz. Como consecuencia, se cuenta con muy poca infor-
mación sobre la misma. Esta comunidad tiene una importante concentración de
población indígena ayorea, integrada por 50 familias.
La forma de organización de los ayoreos que se mantiene vigente tiene como base
el parentesco y la pertenencia a un determinado clan. Las comunidades se aglutinan
en la Central Ayorea Nativa del Oriente Boliviano.
El pueblo ayoreo entró en contacto con la sociedad nacional a fines de los años
cuarenta, cuando fue agrupado por misiones regentadas por evangélicos. La Guerra
del Chaco, así como la penetración de colonos paraguayos, el establecimiento de
haciendas ganaderas y el descubrimiento de pozos petroleros, generaron la pérdida
paulatina de su territorio.
No obstante, en la actualidad, algunas comunidades lograron acceder a la pro-
piedad colectiva de la tierra, aunque el usufructo es individual. Otras, sin embargo,
no se han titulado, por lo que sus habitantes deben desarrollar sus actividades en
terrenos sin documentación. Esta es una realidad que se replica en el área urbana.
Su principal actividad económica es la agricultura; producen arroz, maíz, yuca,
plátano, zapallo y frejol. La caza perdió importancia, ya que está restringida por
la presencia de cazadores foráneos. También se dedican a la venta de madera. Sin
embargo, su fuente económica más importante es la venta de su fuerza de trabajo du-
rante las zafras de caña, azúcar y algodón. Otro ingreso que perciben es el generado
por la venta de artesanías realizadas por las mujeres ayoreas.
La situación de la población ayorea en la ciudad de Santa Cruz es dramática.
Según un estudio realizado por la institución Apoyo para el Campesino-Indígena del
Oriente Boliviano (APCOB), 335 indígenas viven en el barrio Bolívar en condiciones
de hacinamiento total y carencia de servicios básicos. El informe señala que, en este
grupo, 42 mujeres se dedican a la prostitución; 52% tiene entre 13 y 21 años de edad
y 24% entre 31 y 40; lo hacen por necesidad, porque son huérfanas, madres solteras,
desempleadas o adictas. Estas mujeres sufren violencia callejera, adicción a drogas
y enfermedades de transmisión sexual que afectan a todo su entorno, dado que, por
tratarse de una comunidad reducida, se casan entre ellos.
Como una forma de subsistencia de los ayoreos en general, las personas de la tercera
edad, mujeres, niñas y niños se han dedicado a mendigar en las calles, mercados, ferias

120 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


y en la plaza principal de Santa Cruz de la Sierra. Se señala que quienes van a la ciudad
a pedir limosna proceden de Poza Verde, Puesto Paz, Cañada Larga, Tobité y Urucú.
Las viviendas de esta población son en extremo precarias; como muestra se puede
mencionar que cada casa está ocupada por aproximadamente 30 personas y una ha-
bitación sirve de comedor, dormitorio y sala. El acceso a la salud es mínimo e incluso
inexistente; todos los estratos poblacionales ayoreos padecen de diversas enfermedades.

Camiri
El Censo 2001 registró 30.897 personas en el municipio de Camiri: 26.505
en el área urbana y 4.392 en el área rural. Estos datos muestran que la mayor
parte de la población está concentrada en el área urbana, conocida como la “ca-
pital petrolera de Bolivia”. De 29.538 personas censadas, se identificó que 20.321
(68,80%) se encontraban en la categoría de no pobre y 9.217 (31,20%) en la de
pobre; dentro de éstas últimas, 7.289 personas vivían en situación de pobreza
moderada y 1.928 en indigencia. Los habitantes de este municipio son, en su ma-
yoría, de origen guaraní, seguidos por inmigrantes quechuas y aymaras.
Si bien la actividad agrícola y pecuaria es importante, el crecimiento de Cami-
ri ha sido promovido por el auge de la explotación de recursos hidrocarburíferos,
debido a la existencia de importantes yacimientos. De esa manera se convirtió
en sede de empresas dedicadas a la explotación de petróleo. Como en el caso de
Santa Cruz, la producción de este recurso atrajo población migrante.
Se sostiene que la Ley de Capitalización de 1994 tuvo un profundo impacto
en Camiri, pues el Estado transfirió el control de la actividad hidrocarburífera
a las empresas privadas asociadas a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos
(YPFB) y la estatal petrolera prácticamente fue desintegrada, dejando a más de
2.000 personas sin trabajo. Esto, sumado al fortalecimiento de los municipios im-
pulsado por la Ley de Municipalidades, concentró el accionar de los camireños
en los límites de su municipio, lo cual no sólo restó el poder regional que se había
constituido en Camiri, sino que éste se desplazó a Villamontes.
Los conflictos identificados en Camiri están vinculados de manera directa con
la producción y explotación de recursos hidrocarburíferos. Un ejemplo de ello es
la huelga indefinida con bloqueo de caminos hacia Paraguay y Argentina el año
2007, sostenida por la población de Camiri y el Comité Cívico, a la que se sumó

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 121


la Asamblea del Pueblo Guaraní. Las principales demandas eran la creación e
instalación en la zona de una Gerencia Nacional de Exploración y Explotación
de YPFB, la refundación de esta empresa nacional y la nacionalización de las refi-
nerías de Santa Cruz y Cochabamba que se encontraban en manos de Petrobras.
Estos acontecimientos dejaron un saldo de varias personas heridas.

San Julián
El municipio de San Julián está constituido sobre todo por migrantes del occi-
dente del país que viven sumidos en la pobreza. Según el Censo 2001, en el lugar
habitaban 38.027 personas: 6.585 en la zona urbana y 31.442 en la rural. Estos
datos permiten caracterizar a San Julián como un municipio más rural que urba-
no. Ese año se identificó también que, de 37.305 personas, 3.918 (10,50%) eran
consideradas no pobres y 33.387 (89,50%), pobres. Entre estas últimas, 23.682
se encontraban en la categoría de pobreza moderada y 9.705 en la de marginal.
En el municipio existe una diversidad de identidades; sin embargo, predomina el
quechua, debido a los flujos migratorios desde los departamentos de Potosí y Chuqui-
saca. De acuerdo con el Censo de 2001, el 49,59% de la población se autoidentificó
como quechua, el 4,13% como chiquitano y el 3,25% como guaraní. El 38,08% decla-
ró no pertenecer a ningún pueblo indígena. En ese contexto, el quechua es el idioma
más hablado, aunque en las comunidades cercanas al pueblo se comunican en español.
La forma de organización es el sindicato y en San Julián existen 170, aglutinados
en 16 centrales afiliadas a dos federaciones: la Federación Especial de Colonizadores
de San Julián y la Federación Especial de Colonizadores de San Julián - Productores
Agropecuarios.
Debido a los grados de pobreza identificados, los problemas centrales del munici-
pio están relacionados con las condiciones de vida de su población. En San Julián la
tasa de mortalidad infantil (más del doble del promedio nacional), el analfabetismo
y la incidencia de enfermedades son elevadas. Esto deriva de los ingresos reducidos
que tiene la población como consecuencia del exiguo nivel de producción agrícola y
pecuaria, y de los bajos precios del mercado.
San Julián también tiene carencias de saneamiento básico, debido a los pro-
blemas de abastecimiento de agua potable. La población por lo general consume

122 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


agua de mala calidad, pues se abastece de pozos profundos sin tratamiento o de
ríos.
Otro factor identificado en este municipio, al igual que en otros, es la discrimi-
nación de las mujeres que se traduce en su débil presencia en organizaciones comu-
nales y sus pocas posibilidades de acceder a un cargo en el sindicato comunal o en
los niveles superiores de organización sindical. Pocas mujeres son dueñas de parcelas
y, por tanto, están afiliadas al sindicato; a pesar de ello, su opinión no tiene mucha
importancia.

Departamento del Beni


Para el presente estudio se eligieron también cuatro poblaciones en el depar-
tamento del Beni: la capital Trinidad, Riberalta, Guayaramerín y San Ignacio de
Moxos.

Trinidad
En 1950 Trinidad contaba con 10.600 habitantes y, en 2001, según datos del
censo, llegaron a ser 75.540 personas en el área urbana, de manera que su pobla-
ción creció seis veces más; ese año la población rural ascendía a 4.423 personas. De
75.261 personas censadas, el 41,50% era población no pobre y, el 58,50%, pobre.
En la categoría de pobreza moderada se encontraban 30.188 personas, en indigen-
cia 13.366, y en marginalidad 475. Por otro lado, el 57,40% de la población no se
autoidentificó con ningún pueblo indígena; el 26,62% se reconoció como moxeño, el
4,42% como quechua y el 5, 99% se identificó con otros pueblos indígenas.
La investigadora Zulema Lehm65 señala que Trinidad se ha constituido sobre la
base de una identidad reduccional, conformada a partir de la estructura misional
jesuítica centrada en trinitarios, ignacianos y loretanos o javerianos. Junto con la ex-
pansión colonial, en el periodo de secularización de las misiones y la propagación de
establecimientos gomeros y agropecuarios, los indígenas abandonaron las misiones
y retornaron a lugares donde habían habitado; así dieron origen a las comunidades
moxeño-trinitarias, en lo que ahora es el Territorio Indígena y Parque Nacional Isi-
boro Sécure (TIPNIS) y el Territorio Indígena Multiétnico Chimane.

65 Lehm, 2000.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 123


Debido a las inundaciones de los años cuarenta y mediados de los setenta, los
indígenas retornaron a la ex misión y se concentraron en barrios marginales de la
capital, en una zona conocida como “Cabildo Indigenal de Trinidad”. En 1968 lo-
graron que la Alcaldía les dote de un terreno urbano para construir la sede del Ca-
bildo Indigenal.66 El Cabildo de Trinidad, señala la autora, se convirtió en el espacio
de reproducción de la identidad y cultura moxeño-trinitaria, y de fortalecimiento de
la identidad municipal. Es importante mencionar que los cabildos indigenales son
organizaciones originarias que fueron subsumidas por las agrupaciones de vecinos,
en la zona urbana, y por los directorios de las OTB, en el área rural.
En el municipio de Trinidad habita la población moxeño trinitaria, que no está
cuantificada y se concentra en el Cabildo de Trinidad, aunque también se encuentra
en los barrios de la ciudad. También está el pueblo sirionó, que se concentra en su
TCO y en la comunidad del Ibiato, y hay además pobladores guarayos tanto en la
comunidad de Casarabe como en zonas trinitarias.
Según el Diagnóstico de la Ciudad de Trinidad 2007-2011, la mayoría de la po-
blación del municipio son hombres, pero en la ciudad hay más mujeres. Esto se debe
a que eEel mercado laboral urbano demanda más mujeres, pues tienen una mayor
disposición a trabajar con salarios más bajos. En las comunidades ocurre todo lo con-
trario, ya que hay mayor predominio de población masculina, debido a una mayor
natalidad de hombres y a la emigración definitiva de las mujeres.
Las principales actividades económicas son el comercio, así como la industria
manufacturera.
Varios han sido los problemas identificados en Trinidad y son expuestos en el
diagnóstico municipal. Se advierte que la falta de empleo en poblaciones menores
ocasiona olas migratorias que se traducen en un rápido crecimiento de la mancha
urbana creándose, en las zonas bajas, barrios ilegales que no cuentan con servicios
básicos y terminan siendo fuentes de contaminación a raíz de los afluentes sanitarios
y la gestión inadecuada de residuos sólidos. Otra de las dificultades está relacionada
con el loteamiento de terrenos, que deriva en la disminución de áreas verdes.
Una de las mayores preocupaciones se centra en los diferentes focos de contami-
nación que provocan daños a la salud de la población. Se hace referencia en este caso

66 Ibídem, p. 61.

124 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


a la basura y la falta de agua potable para el consumo. En relación con este último
aspecto se señala que el líquido proviene de pozos perforados y contiene magnesio y
hierro en exceso; por otra parte, la escasa cobertura del servicio obliga a mucha gente
a recurrir a fuentes insalubres, como arroyos y pozos naturales.
Otro factor que aqueja constantemente a este municipio son las inundaciones per-
manentes durante la época de lluvias, a las cuales se suma la falta de desagüe pluvial,
ocasionando el estancamiento de aguas. Éstas se mezclan con aguas servidas que son
echadas desde las viviendas de manera que se generan graves focos de infección.
En relación a los datos obtenidos sobre violencia intrafamiliar se señala que el año
2007 hubo 2.067 denuncias; el 2008, 4.008; el 2009, 4.329, y el 2010, 6.703.
Los índices de inseguridad ciudadana –así como los altos niveles de discrimina-
ción y exclusión por género, edad y procedencia étnica– son también elementos que
se han señalado como desencadenantes de violencia.

Riberalta
El municipio tenía 75.977 habitantes el año 2001; 64.511 en el área urbana y
11.466 en el área rural. El 81,45% de la población era considerada pobre; en ci-
fras enteras, 35.064 personas se encontraban en la categoría de pobreza moderada,
23.496 en la de indigencia y 377 en la de marginalidad. Riberalta es la ciudad más
importante de la región amazónica, puesto que concentra cerca del 43% de la po-
blación total. Además, su ubicación es estratégica, porque allí confluye el comercio
y la industria de valiosos productos naturales como goma, castaña, madera y oro.
Pero también se hace referencia al flujo de narcotráfico en la frontera que une Los
Andes bolivianos y peruanos con la Amazonía brasileña. El 88,97% no se identifica
con ningún pueblo indígena, el 4,44% con otras poblaciones indígenas, el 2,47% se
reconoce como aymara y el 2,35% como quechua.67
Esta región fue habitada originalmente por los pueblos indígenas tacana, chá-
cobo, cavineño, pacahuara, esse ejjas, yaminahua, machineris, nahua, toromona,
araonas y more. Fue colonizada por inmigrantes de los Yungas de La Paz que apro-
vechaban la quina (medicina para la malaria) existente en la región. A finales del

67 Atlas Estadístico de Municipios 2005.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 125


siglo XIX hubo un importante flujo migratorio de trabajadores del agro por el apro-
vechamiento de la goma.
El auge de la goma concentró y consolidó el poder económico y político en una sola
familia, de apellido Suárez; esta actividad también centralizó la mano de obra de po-
blaciones indígenas, principalmente a partir del “enganche” y del “habilito”.68 Como
consecuencia de la crisis de la goma, varias familias y trabajadores rurales resultaron
desempleados y fueron conformando las denominadas “comunidades libres”; así sec-
tores latifundistas se quedaron con grandes extensiones de tierra. Antes de la Reforma
Agraria de 1953, casi el 99% de la tierra estuvo en manos de este sector. En ese sentido,
uno de los grandes problemas del municipio es la tenencia de tierras.
Según datos recogidos de diversas fuentes, actualmente 30 familias son dueñas de
las 30 procesadoras de castaña, que ocupan aproximadamente a 20.000 fabriles,69 y
otras pocas son dueñas de los aserraderos de madera y de pastizales de larga escala.
Algunos documentos señalan que la exportación de castaña y madera supera los
100.000 millones de dólares de ingresos por año y representa más del 80% de la econo-
mía de la región. Según datos recopilados, el aprovechamiento de la castaña involucra
a más de 20.000 fabriles, entre zafreros y quebradores de almendras, que reciben el
20% de los ingresos; el 80% restante beneficia a las familias propietarias y a los barra-
queros: “el 52% del valor agregado generado en la cadena de la castaña va para las
empresas beneficiadoras; el 20% a los dueños de las tierras y únicamente 13% y 15%
se distribuye a los recolectores y trabajadoras de las beneficiadoras, respectivamente”.70
En ese escenario, las relaciones de poder y la inequidad en la distribución de la riqueza
son las generadoras de conflictos, que pueden derivar en violencia.
El Diagnóstico Municipal Consolidado de Riberalta del año 2009 advierte que
el maltrato a niñas y niños constituye la mayor problemática en el área urbana, con
un 30,2%, mientras que en el área rural alcanza al 26,5%. Otra manifestación de

68 Se sostiene que es un mecanismo semiesclavista de reclutamiento de mano de obra, especialmente de


población indígena, y ocurre en un contexto de ausencia de fuentes laborales. El dueño de las barracas
mantenía población cautiva y el objetivo era la sobreexplotación de mano de obra.

69 Opinión, “La castaña dinamiza la economía de Riberalta” [en línea], Cochabamba, s/f. [fecha de con-
sulta: abril 2012]. Disponible en: http://www.amazonia.bo/amazonia_bo.php/swf/diccionario/amazo-
nia_bo.php?id_contenido=2562&opcion=detalle_not

70 Von Vacano, Pablo y Osvaldo Nina, La Dinámica del Sector de la Castaña en Bolivia y su Impacto sobre la Pobreza,
Grupo Integral S.R.L., La Paz, 2008, p. 4.

126 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


maltrato se relaciona con al abuso sexual: 3 de cada 10 estudiantes fueron víctimas
de acoso o violación sexual en el ámbito familiar, escolar, laboral o en la calle. Otra
problemática revelada está relacionada con el embarazo precoz; el 60% involucra
a adolescentes menores de 16 años. El trabajo infantil también se considera uno de
los grandes problemas que afronta este municipio, en el que se registran elevados
índices relacionados con la zafra, que se cataloga como una de las peores formas de
explotación infantil.71
No se ha logrado recabar datos sobre violencia intrafamiliar; sin embargo, se sostiene
que la mujer vive en situación de subordinación en relación con el hombre; la participa-
ción femenina es poco valorada pues prevalecen las decisiones tomadas por los varones.

Guayaramerín
El Censo 2001 registró 40.444 habitantes en el municipio de Guayaramerín, de
los cuales 33.095 se concentran en el área urbana y 7.349 en el área rural. De 38.672
personas encuestadas, 15.992 (41,35%) se encontraban en la categoría de población
no pobre y 22.680 (58,65%) en la de pobre. Un alto porcentaje de su población,
87,48%, no se autoidentificó con ningún pueblo indígena, mientras que el 3,22% se
reconoció como moxeño y el 3,08% se declaró perteneciente a otros pueblos indíge-
nas; en menor porcentaje, el 2,95% se reconoció aymara.
En Guayaramerín vive también el pueblo indígena chácobo, cuya población esti-
mada es de 501 personas, distribuidas en las comunidades de Alto Ivón, Motacusal,
Núcleo, California y asentamientos itinerantes.
Guayaramerín tiene una gran riqueza forestal y la mayoría está siendo explotada
por empresas a las que les otorgaron importantes concesiones de tierra. También es
un corredor de comercialización de insumos y alimentos para la región amazónica.
Cuenta con recursos minerales como oro, caserita, cuarzo y mica.
El Plan de Desarrollo Municipal de Guayaramerín (2006-2010)72 atribuye las con-
diciones de pobreza de la zona a la desaparición del mercado para la goma, la ines-

71 CIDEBENI, Diagnóstico Municipal Consolidado - Riberalta 2009 [en línea], Beni, diciembre 2009, p.50 - 51.
Disponible en: http://www.slideshare.net/doctora_edilicia/pdm-riberalta

72 Gobierno Municipal de Guayaramerín, Plan de Desarrollo Municipal (2006-2010) [en línea], Guayarame-
rín, 2006 [fecha de consulta: abril 2012], p. 13. Disponible en: http://www.slideshare.net/doctora_edili-
cia/pdm-guayaramern

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 127


tabilidad del mercado de la castaña, la caída del comercio con Brasil, el aislamiento
de la región y la falta de opciones productivas y de empleo. Estos se distinguen como
los principales factores de emigración, convirtiendo al municipio en proveedor de
mano de obra barata a países como Brasil, España, Italia, Japón y Estados Unidos.73
No se ha logrado obtener datos sobre violencia de género e intrafamiliar en este
municipio. Al igual que en otros de la Amazonía boliviana, los temas de la coloniza-
ción y de la explotación maderera ocasionan varios conflictos.

San Ignacio de Moxos


San Ignacio de Moxos es el municipio más grande del Beni y allí, en las faldas de
las serranías Mosetenes, viven también las poblaciones indígenas t’siman y yuracaré.
Según el Censo 2001, la población de San Ignacio de Moxos era de 20.496 personas,
de las cuales 8.893 habitaban en el área urbana y 11.603 en el área rural. El 62,17%
de su población se reconoció como moxeño, el 19,03% no se identificó con ningún
pueblo indígena, el 15,60% se consideró parte de otras poblaciones indígenas y el
1,38% se reconoció como quechua.
De 20.431 personas encuestadas, 1.542 (7,55%) eran consideradas población no
pobre y 18.889 (92,45%), pobre. De estas últimas, 9.192 se encontraban en la cate-
goría de pobreza moderada y 9.248 en la de marginalidad. Estos datos muestran una
importante diferencia respecto a los otros municipios, ya que la población marginal
es mayor a la que vive en pobreza moderada.
En San Ignacio de Moxos existe un importante desarrollo de la ganadería comer-
cial; la propiedad del ganado oscila entre 1.000 y 25.000 cabezas, por lo que grandes
extensiones de tierra están destinadas a esta actividad. Esta situación provoca cons-
tantes conflictos con las poblaciones indígenas que se sitúan cerca. Por otra parte,
la región también cuenta con áreas petroleras y forestales, lo que ha implicado que
las poblaciones indígenas de chimanes, moxeño trinitarios y yuracarés que habitan
el lugar se vean enfrentadas de manera constante con los intereses de las empresas
madereras, petroleras y de colonos cocaleros que avasallan su territorio.
En San Ignacio de Moxos se encuentra una parte del TIPNIS, área que es consi-
derada una de las reservas de biodiversidad más ricas del continente suramericano. El

73 Ibídem, p. 7.

128 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


año 2010, la Liga de Defensa del Medio Ambiente (LIDEMA)74 presentó el Informe de
estado ambiental del departamento del Beni 2009, señalando que una de las amenazas
para esta zona es la implementación del proyecto carretero Villa Tunari-San Ignacio
de Moxos, al cual se hizo referencia en la reseña correspondiente al municipio de Villa
Tunari. Este tramo carretero de 305 kilómetros, que integraría principalmente a los
departamentos de Beni y Cochabamba, afectaría no solamente al sistema hídrico de
la región, agravando las inundaciones, sino que también facilitaría el ingreso de colo-
nizadores, cocaleros, madereros, cazadores y otros agentes, perjudicando la base de los
recursos naturales y el sistema de vida de las comunidades indígenas.
Como también se señaló, en 1994 se estableció una “línea roja” entre indígenas y
colonos para frenar la invasión de los territorios indígenas; sin embargo, las denun-
cias de nuevos avasallamientos fueron constantes.
El informe de Lidema75 también indica que tanto la noticia de la contratación de
la empresa brasilera OAS como el financiamiento para la construcción de la carretera
habrían despertado nuevamente el interés de los colonos por apropiarse de esta área
protegida. En este documento se denuncia que la brecha de 40 Km. en la zona central
del parque ha sido abierta y estaqueada por los colonos. Otro de los factores que com-
plejizan más esta situación es que el TIPNIS se halla en una zona de litigio limítrofe
entre Beni y Cochabamba; ambos departamentos reclaman la totalidad del área.

Departamento de Pando
En el departamento de Pando se escogió a Cobija, Porvenir y Filadelfia, principal-
mente por los enfrentamientos suscitados el 11 de septiembre de 2008.

Cobija
Cobija es la capital del departamento de Pando, cuenta con un cantón (Santa
Cruz) que comprende toda la sección municipal y se divide en cinco distritos: cuatro

74 Esta institución fue fundada el 26 de agosto de 1985, con el objetivo de coordinar acciones que permitan
promover la conservación.

75 Lidema, Informe del estado ambiental del departamento de Beni 2009. Serie de investigación de estado ambiental;
ed. Liga de Defensa del Medio Ambiente LIDEMA y CIDEBENI, La Paz, 2011, pp. 7-10.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 129


urbanos y uno rural, donde se encuentran quince comunidades campesinas dispersas
por todo el municipio.76
En el año 2001 su población ascendía a 22.324 habitantes, de los cuales 20.820 se
hallaban en el área urbana y 1.504 en el área rural. De 20.577 personas encuestadas,
un 54,08% se encontraba en la categoría de población no pobre, y un 45,92% en la
de pobre. El 78,74% no se autoidentificó con ningún pueblo indígena, el 9,99% se
reconoció aymara, el 6,53% quechua y el 1,84% moxeño.77
La sociedad cobijeña es compleja y está constituida sobre la base de un liderazgo
que tradicionalmente recaía en personajes pertenecientes a familias propietarias de
grandes extensiones de tierra y de la mayor producción de goma, castaña y madera.
En su configuración social, la administración de las instituciones estatales estaba sos-
tenida por grupos, partidos o redes familiares construidas en función de un lazo de
lealtad que impedía cuestionar o exigir manejos que podían considerarse inadecua-
dos. Es decir, existía como tradición que las fuentes de trabajo más requeridas fueran
las instituciones públicas y las actividades agrícolas y extractivas.
Se sostiene que Cobija recibe un importante flujo de migrantes que provie-
nen del departamento del Beni, especialmente de Guayaramerín y Riberalta, pero
también de áreas rurales del departamento de La Paz. Las principales actividades
de estas personas se concentran en la prestación de servicios y en el establecimiento
de tiendas comerciales.
El año 2009, el gobierno de Evo Morales promovió una migración a Cobija de
aproximadamente 400 personas desde el trópico de Cochabamba y otros lugares, bajo
el rótulo de Plan Nacional de Distribución de Tierras y Asentamientos Humanos (75
hectáreas por familia). Esto dio lugar a la creación de dos poblaciones: Bernardino Ra-
cua y Puerto Morales Ayma, a 260 km y 220 km de Cobija, respectivamente.
Un artículo de la Fundación Tierra señala que, de esas 400 personas, 120 se
quedaron en el lugar y el resto se fue a la capital, principalmente en busca de
empleo. Allí se asentaron en un barrio al que denominaron García Linera, donde
ahora hay más de 130 viviendas que sufren de manera constante la carencia de

76 Gobierno Municipal de Cobija, Plan de Desarrollo Municipal de Cobija (2007 - 2011) Hacia un municipio
productivo [en línea], Cobija, 2006, p. 4.

77 Atlas Estadístico de Municipios, 2005.

130 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


agua.78 En este mismo artículo se evidencian dos posiciones sobre los asentamien-
tos en Pando auspiciados por el Gobierno central. Para unos, permite resguardar
las fronteras, se habría logrado la aclimatación de las personas a las condiciones
de la Amazonía, se estaría desarrollando actividad agrícola y se contaría con el
“apoyo gubernamental para la dotación de alimentos y construcción de caminos”;
para otros, se debe impulsar el retorno a sus lugares de origen pues la tierra “no es
apta para la agricultura; además están siendo afectados por la leishmaniasis y no se
justifica semejante sacrificio”.
Otro de los problemas identificados se relaciona con la producción agrícola; un
52% es para la subsistencia y no abastece a toda la ciudad, de manera que depende de
productos del interior del país y de los que se adquieren en ciudades fronterizas como
Brasileia y Epitaciolandia, factor que incide en el notable incremento de los precios.
Todos los servicios del municipio de Cobija están calificados como deficientes o
inexistentes con excepción del telefónico, que se considera adecuado pero su cober-
tura llega a un porcentaje mínimo de la población.
En el Pan de Desarrollo Municipal se señala que, por ser ciudad fronteriza, otras
dificultades existentes en Cobija son la delincuencia, los conflictos vinculados con la
posesión de tierras, la gestión y comercialización ilícita de recursos naturales, el con-
trabando de diesel y la migración laboral, además de la drogadicción. En relación
con este último aspecto, es necesario mencionar la problemática del narcotráfico,
que también se encuentra presente en este municipio.
Por otra parte, se eligió a Cobija para la presente investigación porque allí
habita un reducido grupo, de apenas cinco familias, de indígenas pacahuara; ellos
fueron declarados como pueblo “ilegal”, pues no pudieron demostrar su existen-
cia a través de una OTB o de una personería jurídica que les permitiera mante-
nerse en el territorio que ancestralmente les pertenecía y que fue cedido a una
empresa maderera. Este grupo corresponde a los últimos nómadas de Bolivia y,
a medida que desaparece, pierde también sus posibilidades de constituirse jurí-
dicamente para defenderse y preservar su territorio. Debido a ello, los últimos
pacahuaras optaron por el “suicidio étnico”, puesto que las mujeres decidieron no

78 Fundación Tierra, “Pando sufre impacto de la migración con escasez de agua y electricidad” [en línea],
El Deber, Santa Cruz, 2010 [fecha de consulta: abril 2012]. Disponible en: http://www.ftierra.org/ft/
index.php?option=com_content&view=article&id=3064:rair&catid=98:noticias&Itemid=243.

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 131


reproducirse para evitar que sus familias continúen deambulando sin tierras y sin
que se reconozcan sus derechos.79
En cuanto a la violencia contra las mujeres, se recopilaron datos del estudio rea-
lizado por el CIDEM, los cuales señalan que el año 2007, en distintas instituciones
de Cobija, se recibió en total 1.234 denuncias, mientras que en el 2008 se registraron
1.147, el 2009 1.197 casos y el 2010 las acusaciones se incrementaron a 1.536.

Porvenir
En el año 2001 el municipio de Porvenir, llamado antes Campo Ana, tenía 3.713
habitantes, en ese entonces todos establecidos en el área rural. Sin embargo, hubo un
crecimiento paulatino de la localidad, con la consecuente complejización del pano-
rama social, político e institucional.
De 3.528 personas censadas en 2001, 1.120 eran consideradas no pobres y 2.408
pobres. El 94,30% de la población no se autoidentificó con ningún pueblo indígena,
el 1,77% se reconoció quechua, el 1,45% aymara y el 1,49% indicó formar parte de
otros pueblos indígenas.80
Según los datos obtenidos de la Federación de Asociaciones Municipales (FAM),
las principales actividades económicas son la agricultura, la ganadería, la caza, la sil-
vicultura y el comercio. Entre sus estrategias productivas se encuentran la fabricación
de productos de madera, el turismo y la pesca pluvial.
De acuerdo con los indicadores de empleo del Censo 2001, de 2.490 personas ma-
yores de 10 años, 1.222 eran consideradas población ocupada. De éstos, 47% son tra-
bajadores por cuenta propia y trabajadores familiares sin remuneración; 50% están
como asalariados o empleados, y el 3% se incluye en otras categorías ocupacionales.
Actualmente, Porvenir tiene un área rural donde se instaló población migrante del
occidente del país y lugareños que trabajan en chacos de producción de autoconsumo
y abastecimiento básico. El área considerada urbana, configurada en los últimos años,
cuenta con la presencia de representantes de instituciones públicas y privadas.

79 Flores, Fernando, Indígenas Pacahuaras optan por el suicidio étnico [en línea], Valle Press, Riberalta, 2011 [fecha
de consulta: abril de 2012]. Disponible en: http://www.bolivia-riberalta.com/blog.php/?p=7917

80 Atlas Estadístico de Municipios, 2005.

132 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


El principal criterio de elegibilidad de este municipio se relaciona con lo ocurrido
el 11 de septiembre de 2008.
El Informe Público de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos en Bolivia (2009) señala que los hechos de violencia ocu-
rridos el 11 de septiembre en Pando, desplegados en un clima de alta tensión política,
se vinculan con varios factores, entre ellos la histórica problemática de la tierra. “La
limitada implementación de la Ley INRA, junto a la creciente presencia de ciudadanos
sin tierras y los niveles altos y progresivos de pobreza rural, resultaron en que la po-
blación campesina e indígena de Pando consolidara su organización sindical, regional
y departamental para hacer frente a dichos desafíos. En ese marco, desde fines de los
noventa, campesinos e indígenas del departamento han participado en diferentes mo-
vilizaciones demandando un acceso más equitativo a la tenencia y acceso a la tierra”.
El conflicto, que se desató por agresiones mutuas entre campesinos y funcionarios
de la Prefectura departamental, escaló a violencia directa dejando un saldo de varias
personas fallecidas y heridas.
Esta misma instancia de Naciones Unidas calificó estos sucesos como una “ma-
sacre y una grave violación de los derechos humanos”. También se hace referencia
a lo que implicó para la población el Estado de Sitio decretado por el Gobierno,
cometiéndose excesos y vulneración de derechos humanos. Estos luctuosos aconte-
cimientos crearon un clima de profundo resentimiento, dolor y desconfianza, siendo
necesario en un futuro próximo emprender un proceso de reconciliación.

Filadelfia
Según el Atlas Estadístico de Municipios de Bolivia, Filadelfia es conocida también
como Arroyo Grande. Es la tercera sección municipal de la provincia Manuripi del
departamento de Pando. De acuerdo con los datos de esta fuente, su población es de
origen tacana, araona y toromona, aunque se señala que existieron otras etnias que
fueron prácticamente eliminadas durante el auge de la explotación de la goma. Se
indica que los sobrevivientes atravesaron por procesos de mestizaje como consecuen-
cia de la instalación de barracas en esta zona.
En el año 2001, según datos del Censo, en la población de Filadelfia vivían 3.145
personas, todas en el área rural. De 2.714 ciudadanos censados, el 2,95% fueron catalo-
gados como no pobres y el 97,05% como pobres. El idioma que prevalecía era el espa-

Capítulo TRES / Regiones y localidades de estudio 133


ñol, con el 82,47%; un 5,95% habla español-portugués (el denominado “portuñol”). Por
otro lado, el 95,13% no se identificó con ningún pueblo indígena; el 1,26% se reconoció
quechua, el 1,13% moxeño y el 1,19% como perteneciente a otro pueblo indígena.
Los sistemas de producción más importantes en este municipio son el extractivo
de madera, goma y palmito, así como la caza y la pesca; también predomina el sis-
tema agrícola de subsistencia y el pecuario de cría y engorde de ganado vacuno en
forma extensiva.
Al igual que otras poblaciones, se carece de información actualizada sobre Fi-
ladelfia. Los datos que se han podido recopilar están relacionados con los hechos
luctuosos de septiembre de 2008, pero también con los conflictos suscitados durante
el referéndum autonómico, cuando se quemaron ánforas en esta zona. Todos estos
factores sirvieron como criterios de elegibilidad del lugar.

Puerto Gonzalo Moreno


Puerto Gonzalo Moreno, también conocido como Agua Dulce, es un municipio
del que, asimismo, se conoce muy poco. Está conformado por 26 comunidades rura-
les y alberga también a poblaciones indígenas como la cavineña y esse ejja.
Según datos del Censo 2001, Puerto Gonzalo Moreno tenía una población de 3.810
personas, todas en el área rural. Para el año 2010 se proyectó llegar a los 5.486 habitan-
tes. De 3.636 personas censadas, 44 (1,21%) estaban en la categoría de no pobre y 3.592
(98,79%) en la de pobre: 1.496 en condiciones de pobreza moderada, 2.044 en indigen-
cia y 52 en marginalidad. El nivel de pobreza muestra altos índices de insatisfacción de
necesidades básicas. Por otro lado, el 70,92% de la población no se autoidentificó con
ningún pueblo indígena; el 0,51% se reconoció quechua, el 0,31% moxeño, mientras
que el 27,96% se identificó con otros pueblos indígenas (cavineño, esse ejja, entre otros).
La población se dedica principalmente a la ganadería, a la silvicultura y a la
agricultura bajo el sistema de producción denominado “agricultura migratoria”, es
decir que se habilita cada año una nueva parcela mediante la tala y la quema. Sus
principales cultivos son arroz, maíz y yuca, entre otros; la producción se destina al
autoconsumo. El territorio del municipio está cubierto por bosques naturales con
abundantes árboles de castaña y especies maderables. Empero, su potencial econó-
mico gira en torno a las actividades piscícolas.
No se ha logrado obtener datos sobre conflictos o hechos de violencia en esta región.

134 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


123456 HALLAZGOS DE LA INVESTIGACIÓN
EN TIERRAS ALTAS

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 135


CUATRO
HALLAZGOS DE LA INVESTIGACIÓN
EN TIERRAS ALTAS

La violencia, como se ha podido ver, tiene una multiplicidad de acepciones que


varían según las particularidades del contexto, de la experiencia y vivencia de cada
individuo, grupo o sociedad. En efecto, las interpretaciones que se le otorgan no so-
lamente están dominadas por la carga ideológica de cada persona o grupo, sino que
existe un entorno que infl uye sustancialmente en las imágenes que se van creando so-
bre ella. Por este motivo, no existe una sola causa que determine los hechos violentos
que son representados en nuestra sociedad, pero sí hay múltiples factores o elementos
que los activan y determinan una coyuntura local o nacional.
El objetivo de la presente investigación es caracterizar la representación social
de los diferentes actores y sectores que componen la sociedad boliviana sobre vio-
lencia, paz, construcción de paz y cultura de paz. Sin pretender encasillar a todos
los bolivianos y bolivianas en los datos obtenidos en el trabajo de campo de los 36
municipios, lo que se busca es brindar pautas que puedan resultar relevantes para
una mejor comprensión del país en su conjunto en cuanto a los temas referidos.
Lo que se intenta evidenciar es que hay campos de representación con importantes
coincidencias, diferencias o excepciones que invitan a repensar en las actitudes,
prácticas y comportamientos como individuos, sociedad y Estado. Asimismo, in-
tenta constituirse en un instrumento que permita seguir profundizando la refl exión
en torno a estos temas y explorar espacios y posibles proyectos conectores en la
sociedad boliviana.

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 137


Hallazgos de la investigación en tierras altas1
Violencia
1. ¿Qué se entiende por violencia?
La mayor parte de los resultados obtenidos en tierras altas evidenció que las perso-
nas reconocen la violencia directa sin mayores dificultades, es decir, aquella que, prin-
cipalmente, se expresa en maltrato físico y psicológico; sin embargo, algunos elementos
de la violencia cultural y estructural también están presentes en su imaginario.
En la ciudad de La Paz los entrevistados coincidieron en representar la violencia
como una imposición de visiones de mundo, de categorías cognitivas y de estructuras
mentales escondidas en las relaciones de fuerza que van configurando una cultura
de la violencia. Para otras personas es la “falta de paz” que se manifiesta a través
del “uso de la fuerza” para imponer las ideas o llevar a las personas a hacer algo en
contra de su voluntad. Desde otras percepciones, es producto de la “contaminación
que llega de fuera”.2
Para las poblaciones de Huanuni (Oruro) y Tocaña (La Paz), violencia es toda
agresión física o psicológica. Además, en Huanuni también se la representó como
acción destinada a bajar la autoestima. “Violencia quiere decir agresión, inclusi-
ve en un concepto más claro, agresión y ofensa, porque al ponerte violento estás
agrediendo, estás ofendiendo a una persona, por lo menos eso yo entiendo” (GF1.
S2).3 Mientras, en el imaginario de los habitantes de El Alto (La Paz), la violencia se
expresa en las presiones de índole económica, de la sociedad y del sistema político;
este último aspecto también ha sido manifestado en Santiago de Huari (Oruro) y San
Buenaventura (La Paz).

1 Con el objetivo de no perder riqueza en la presentación de resultados de la investigación y para ser con-
secuentes con la esencia de la metodología de la representación social, en las siguientes páginas se han
recuperado literalmente, entre comillas, las palabras expresadas por los entrevistados respecto a los temas
planteados. Por otra parte, para no comprometer a los entrevistados, no se mencionan sus datos personales.

2 Muchas personas entrevistadas manifestaron que no existía violencia en Bolivia hasta la Conquista. Que
fueron los españoles quienes la implantaron, sin que se haya logrado eliminarla hasta ahora. Otras consi-
deran que es producto de los valores negativos de otras culturas.

3 Estas abreviaciones corresponden a las codificaciones de las entrevistas y los grupos focales realizados
durante la investigación.

138 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Algo que diferencia a Tocaña de las otras localidades estudiadas es que, a pe-
sar de sufrir una histórica violencia cultural –tal como sus habitantes manifiestan
en relación con la discriminación– se considera una comunidad no estigmatizada
por la violencia. Esta aparente contradicción, que merece ser más estudiada, pue-
de ser posiblemente entendida como una estrategia de sobrevivencia de la cultura
afrodescendiente en la región yungueña y en el país. Según los entrevistados, en la
comunidad no ocurren actos violentos, pues recurren al diálogo para solucionar sus
conflictos. Cuando el problema es mayor se sujetan a las normas legales y acuden a
las instancias jurídicas respectivas para resolverlo. En la ciudad de Oruro la violencia
es el “rompimiento de reglas de convivencia” y la “ausencia de justicia”.
En Tocaña, Llallagua (Oruro), la ciudad de Oruro y Santiago de Huari se consideró
que la violencia es algo innato al ser humano, es algo “heredado”: “es una cuestión
genética, algo que llevamos en la sangre, en los genes, porque efectivamente hay gente
agresiva, no sólo porque se ha dado la ocasión, sino realmente estamos conformados de
cierta forma para agredir o para ser violentos. Yo creo que los bolivianos, en general,
tienen en alguna medida ese factor; somos una sociedad agresiva” (E2.LR).
Los participantes del grupo étnico esse ejja de San Buenaventura también repre-
sentan la violencia como algo natural, ligado con la cultura y la sobrevivencia de la
especie. Al ser un grupo que tiene un importante vínculo con la naturaleza, hicieron
una metáfora de lo que es la violencia y lo que significa para ellos la actividad de
la pesca: “La violencia es como la pesca: el pez coge el anzuelo y tira de él para
sobrevivir, y el pescador tira el anzuelo para comer, lo cual le permitirá sobrevivir”
(E.Esse Ejja SB).
La violencia es parte de la vida diaria, está presente en todos los espacios sociales,
es un acto de agresividad hacia el otro y es tan frecuente que termina naturalizán-
dose. Éstas fueron las percepciones sobre violencia recogidas en Santiago de Huari.
También se la calificó como un constante atentado contra los derechos humanos,
cuyos autores generalmente quedan impunes. Sus autoridades, así como sus pobla-
dores, consideraron que se genera por “ignorancia”; se traduce en “poca toleran-
cia” y “falta de entendimiento”. La violencia se produce porque la población no
conocería otra forma de solucionar o gestionar los problemas. Esta última asevera-
ción, que se repitió en varias de las zonas de estudio como el caso de Huanuni, invita
a la reflexión en torno a la necesidad de desarrollar conocimiento y capacidades de

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 139


diálogo, negociación y deliberación para evitar que ante la agresión se considere ne-
cesario responder de la misma manera: “Muchas personas utilizan la violencia para
solucionar sus problemas, porque les falta capacidad para solucionarlos, entonces,
cuando una persona no lo entiende, lamentablemente se va directo a la violencia y,
obviamente, la violencia va a generar otra violencia” (GF.S3).
En el municipio de Potosí se indicó que se trata de un recurso de las personas
para demostrar su presencia ante la ausencia de soluciones pacíficas, intentando
justificar el uso de la violencia para defender sus derechos o intereses. Lo preo-
cupante de estas representaciones es que –si bien se considera la posibilidad de
emplear otras alternativas no violentas– se cree que por el momento el uso de la
violencia es necesario, manifestando frustración, desesperación y sensación de
agotamiento de todo argumento: “Es una forma de hacerse escuchar, de llamar
la atención de manera muy abrupta a las autoridades y, como un medio frente
al cansancio que han tenido las personas, de recurrir de forma muy pacífica si
se quiere, entonces se ha agotado toda esa tolerancia, se ha agotado todos esos
pasos y no queda otra cosa más que recurrir a la violencia para ser escuchado”
(E3. Z.GG).
En sintonía con la idea anterior, en Chuquiuta (Potosí) también se identificó la
violencia como una forma de desahogo y liberación: “Es una forma de desahogarse
cuando uno tiene cólera, o tiene un rencor, guarda, o cuando uno ha sufrido abuso es
una forma de salir, es un modo de escape” (GF.S5). Otro entrevistado señaló: “Sacas
todo lo que tiene adentro” (GF.S3).
En el caso de Quillacas, que sostiene un conflicto de larga data y con episodios
violentos con la comunidad de Coroma, los pobladores entrevistados representaron
la violencia como agresión con ataque físico, pero además como un mecanismo de
defensa para evitar una irrupción externa. Se consideró que es algo “contagioso”,
que necesita ser controlado antes de responder; pero para ello –añaden– se necesita
promover capacidades que permitan a la gente intervenir de otra manera. Es impor-
tante destacar que, a pesar de encontrarse en un contexto de violencia permanente,
percibieron la necesidad de contar con los instrumentos necesarios para gestionar sus
conflictos constructivamente.
Si bien se aseguró que la violencia debería ser el último recurso para solucionar
los problemas, se sostuvo que ésta se produce por la falta de capacidad de las autori-

140 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


dades nacionales para prevenir los conflictos, por ejemplo los de límites, como ocurre
en esta población: “Llegar al último, a la violencia a la pelea, y no hay entendimien-
to. Y para mí la violencia sería ataque físico y agresión, según mi entender,pero es la
falta de capacidad de las autoridades nacionales para prevenir conflictos lo que origi-
na violencia” (GF2.S4). Por otra parte, se la considera producto de la fragmentación
que sufre cada región o comunidad.
En Llallagua, algunas de las personas entrevistadas representaron la violencia
como acción masiva, multitudinaria, expresando una connotación política relaciona-
da con su contexto; se asoció también con el descontrol y acciones demoledoras: “La
violencia es una acción que conlleva [sic] a la destrucción, al desquebrantamiento”
(E3.MC).

2. ¿Qué causas de violencia se identifican?


Pobreza
La pobreza forma parte de la violencia estructural junto con la marginación,
la inequidad y la injusticia social. Todos estos factores fueron identificados conti-
nuamente en los municipios donde se realizó el trabajo de campo. Además de ser
una de las causas de la violencia, según Johan Galtung, la “pobreza condicionada
estructuralmente” es también un tipo de violencia pues impide garantizar el acce-
so a vivienda, vestimenta, salud, escolaridad y mejores condiciones de vida, entre
otras necesidades.
A pesar de los avances, los índices de pobreza continúan siendo elevados en al
país, sobre todo si se los compara con el promedio latinoamericano. En el boletín
sobre el estado de situación social boliviana, elaborado por la Unidad de Análisis
de Políticas Sociales y Económicas (UDAPE) del Gobierno boliviano y el Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el año 2011, se señala que
el porcentaje de pobres extremos en el país se redujo de 41,2% en 1996 a 32,7%
en 2008. Para el año 2005, cuatro de cada diez personas eran extremadamente
pobres; el 2009, una de cuatro personas se hallaba en esa condición, es decir, 2,7
millones de personas no lograban obtener ingresos para comprar una canasta ali-
mentaria (pobreza extrema). En relación con la pobreza moderada –personas que
no logran ingresos para obtener una canasta básica con alimentos y otros gastos–

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 141


el número se habría reducido entre los años 2007 y 2009; empero 5,2 millones de
bolivianos continuaban en 2009 en esta situación.4
En lo que respecta a los departamentos de tierras altas, a partir de los datos re-
copilados del Boletín sobre estado de situación social boliviana, el camino hacia el
desarrollo en La Paz, Oruro y Potosí (2011), en 2001 el 42,4% de los habitantes de
La Paz se encontraba en extrema pobreza, cifra ligeramente superior a la del pro-
medio nacional. En el departamento de Oruro, la proporción de pobres extremos
era de 66,3%, mientras que en Potosí el 66,7% de la población (470.020 personas) se
hallaba en esta condición.
En el periódico digital del PIEB5 se señala que los niveles de pobreza en el depar-
tamento de La Paz son del 66%, mientras que en Oruro llegan al 68%; Potosí tiene
el porcentaje más alto, con el 80%.
Estos datos son relevantes para contextualizar y comprender mejor las imágenes
de la pobreza que detenta cada localidad, las cuales se encuentran estrechamen-
te relacionadas con su contexto económico, social, cultural y político. Por ejemplo,
Santiago de Huari es un municipio con una economía de subsistencia que se basa
en la crianza de animales, la producción manual de la tierra y la venta de agua, lo
cual genera mínimos ingresos. A raíz de ello, la pobreza se asoció con “sequía”, “sin
producción”, “estar sin llamas”; “sin dinero”, lo que provoca “hambre” y “tristeza”;
es también “estar necesitado”.
En La Paz, El Alto y San Buenaventura se relacionó con “economía”, “hambre”,
“tristeza”, “sufrimiento”; es también la “desocupación” que incrementa el número
de “pobres”; es estar “sin hogar”.
Por otro lado, en el caso de la ciudad de Oruro, la pobreza se circunscribe princi-
palmente a los “barrios periurbanos” y se la asoció con “humillación”, “amargura” y
“falta de oportunidades”. Esta situación, de acuerdo con los entrevistados, generaría

4 UDAPE y el Sistema de Naciones Unidas para el Desarrollo en Bolivia, El camino hacia el desarrollo en Boli-
via, Boletín sobre el estado de situación social boliviana, 2011. Disponible en: http://idh.pnud.bo/administrator/
files_usr//i61Boletin%20BOLIVIA_2011.pdf

5 Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), Bolivia: nivel de pobreza por departamento [en línea],
Periódico Digital de Investigación sobre Bolivia, 2013 [fecha de consulta: enero de 2013]. Disponible en: http://
www.pieb.com.bo/sipieb_estadistica.php?idn=6750

142 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


sentimientos de impotencia e induciría a los sectores afectados a resolver los conflic-
tos de manera violenta, pues no se logra solucionarlos por la vía de la concertación.
En Huanuni, Llallagua y Chuquiuta, poblaciones eminentemente mineras, las
personas entrevistadas atribuyen al azar el hallazgo de vetas que generen ingresos
económicos. Este es el primer motivo identificado para que se produzcan hechos
violentos; también se refirieron al mal humor de quienes se dedican a este rubro; los
llaman “kollanuco”, que literalmente significa sulfúrico, por el trabajo que realizan:
“Kollanuco significa que cuando el minero entra a la bocamina, ya no está ni con
dios ni con el diablo, está solo nomás”. Las reacciones bruscas, en distintos ámbitos
de su vida, se deberían al trabajo pesado, a las largas horas en el socavón con mí-
nimas condiciones de seguridad y al deterioro de la salud; en resumen, a la vida de
pobreza que sobrellevan.
Huanuni es un lugar donde existe una estratificación basada en ingresos eco-
nómicos y en el oficio de los grupos que componen la población; se considera
que el sector minero ostenta el poder por el dinero que percibe, a diferencia de
la mayoría de la población que no participa de este rubro y se representa en con-
diciones de pobreza. Es así que se asoció esta palabra con “hambre” y con “no
tener trabajo”; se la relacionó con los habitantes del “campo” y con las razones
para “delinquir”.
En Chuquiuta la pobreza es la vulneración de los derechos vitales de la comuni-
dad, ocasionada por la mala distribución de la riqueza y la privatización de algunos
servicios sociales, como salud y educación: “Pero dónde está el cambio en la econo-
mía, en el aparato productivo, no hay. Trabajo, ingreso no hay, no se está resolviendo
el problema de la supervivencia; cada día ingresan más los centros de enseñanza pri-
vado, más servicios [privados] de salud, entonces ¿Éste es un cambio o no?” (E1.RL).
La ciudad de Potosí es –a decir de sus líderes– una región de paradojas. Por un
lado, posee mucha riqueza natural y, por el otro, está entre las regiones más pobres de
Bolivia. De ahí que la marginación esté presente en el imaginario de la población de
manera constante: “La situación en general, uno siempre recurre a los indicadores de
pobreza, desempleo, Potosí se encuentra en una situación lacerante, especialmente
en estos rubros porque no hay empleo, se mantiene y se agudiza la pobreza. Una cla-
ra muestra es nuestra capital, la ciudad de Potosí, que prácticamente en poco o nada
se ha desarrollado” (E1.CC). En este contexto, se representa a la pobreza como algo

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 143


que caracteriza a todo el país y se asoció con “hambre”, “desempleo”, “tristeza”,
“conformismo” y “flojera”.
En los párrafos anteriores se realizó una síntesis de las principales representa-
ciones sociales sobre la pobreza; a continuación se exponen las que se consideraron
causas de dicho fenómeno.
Para los entrevistados de tres municipios del departamento de La Paz (La Paz,
El Alto y San Buenaventura) la ausencia de dinero es la principal generadora de
violencia, puesto que está acompañada por sensaciones de privación, necesidad y
escasez. Se produce por la “ignorancia” que existe sobre esta situación, la cual im-
pide mejorar las condiciones de vida de la población, pero también por la falta de
atención del Estado. Este último elemento se reiteró en otras poblaciones (como
Potosí, Chuquiuta y Oruro), señalándose que la pobreza se produce también por
el abandono y la desprotección que sienten los habitantes respecto a las autorida-
des de gobierno: “Se está viendo, siempre colocamos a nuestros vecinos, ¿no?, ahí
está Oruro, Chuquisaca que están desarrollándose por lo menos de manera signi-
ficativa, por el mismo apoyo del gobierno, aquí en la ciudad de Potosí […]no hay
apoyo significativo de parte del Gobierno. Se dice que se está invirtiendo nuestras
regalías que aportamos, por ejemplo, en el rubro minero, y como departamento
de Potosí no tenemos la reinversión de estas nuestras regalías en el departamento”
(E1.CC).
En Santiago de Huari y Oruro se identificó como otra causa el “insuficiente acce-
so a la educación”. En este último municipio se señaló también que el origen étnico
y la procedencia de clase podrían condicionar el acceso a las oportunidades y la
distribución de la riqueza, pues la pobreza se reproduce en los sectores socialmente
vulnerables.
En la ciudad de La Paz, según indicaron algunas de sus autoridades, los pro-
blemas de orden económico impiden satisfacer todas las demandas de la sociedad,
lo que ocasiona conflictos y violencia. Por su parte, en El Alto se señaló que el
problema radicaría en la ausencia de una visión moderna de desarrollo –cuya con-
notación varía en función de diferentes parámetros culturales– de parte de sus au-
toridades, situación que podría modificarse con el acceso a educación, tecnología e
información; aunque ello implique cambios culturales. Como se señaló en El Alto:
“Aquí, jamás piensan en una visión de otras dimensiones, no están en sus sueños,

144 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


no tienen sueños de otras experiencias; sus sueños y su visión no va más allá de su
experiencia, de su familia […] Pueden decir ‘somos aymaras y entramos aymaras’,
pero en una ciudad de un millón se necesita otros proyectos y otras visiones y es-
tructuras” (E4.PO).
Para los entrevistados de Santiago de Huari la falta de desarrollo genera pobreza.
Se trata de una zona que está sintiendo los efectos del cambio climático; esto para
sus pobladores es otro factor que causa miseria y es el preaviso de un nuevo tipo de
conflicto, que podría desencadenar actos violentos de no tomarse medidas preventi-
vas al respecto.
En Potosí y Chuquiuta la pobreza es producto de la elevada desocupación y de los
bajos niveles de desarrollo, coincidiendo con otros municipios antes mencionados.
En Llallagua se expresó similar percepción; sin embargo, sus habitantes consideraron
que la situación de marginación en la que se vive es consecuencia de la discrimina-
ción y el desamparo que sufren las poblaciones sin dinero.

Asociación libre de palabras


Pobreza

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 4 POBREZA - Departamento de La Paz

Problemas 10%
Pobres 6%
4% La Paz
Luchar
4%
Irreversible El Alto
4%
Injusticia
4% Tocaña
Falta de oportunidades
6%
Tristeza 10%
16% San Buenaventura
6% 8%
Sufrimiento
6%
Esta mal
6%
Mala calidad de vida
6%
Ignorancia 13%
6%
Desocupado 8%
14%
Sin vivienda 4% 7%
10%
Mal gobierno 7%
7%
Economía 25%
42%
9%
Conformismo
Sin nada 23%
4%
Miseria 23%
14%
Hambre 20% 54%
14%

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 145


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 5 POBREZA - Departamento de Oruro

Razón a delinquir 14%


Existe 20%
Campo 6%
14%
Sin recurso 19%
Necesidad 7%
Sin llamas 7%
Sin producción 7% 15%
Sequias 11%
22%
20%
Tristeza 12%
18%
Sin dinero 15%
15%
37%
Hambre 7% 15%
19%
7%
Sin vivienda
4%
Barrios periurbanos
4%
Oruro
4%
Miseria
4%
Humillación Oruro
4%
Gobierno
4% Huari
Falta de oportunidades 14%
4%
Sin educación 7%
Quillacas
4%
Dolor
4% Huanuni
Desempleo 13%
19%
4%
Amargura

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 6 POBREZA - Departamento de Potosí

Apoyo 18%
Economía 13% Potosí
Subdesarrollo 10% Llallagua
Campesino 10%
Discriminación 11% Uncia
Ignorancia 9% Chuquiuta
Criminalidad 9%
Abandono 9%
19%
Hambre 13% 17%
16%
Desempleo 13%
15%
Tristeza 16% 24%
28%
9%
Misería 18%
7%
Niños
7% 17%
Falta de dinero 25% 40%
7%
Conformismo
5%
Sin techo
5%
Pobres
5%
País
5%
Flojera

146 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Poder-política
El poder como fuente de conflicto y generador de actos de violencia fue una idea
recurrente que expresaron las personas que participaron en la investigación, relacio-
nándolo, en la mayoría de los casos, con la política; ámbito que ha sufrido un con-
siderable desgaste, de acuerdo a lo señalado en todos los municipios seleccionados.
Este deterioro se evidenció a partir de las representaciones mencionadas: “sucia”,
“mala”, “corrupta”.
La población que participó del estudio percibe a la violencia como un instru-
mento esencial para cohesionar estructuras sociales. En ese sentido, es una he-
rramienta que se encuentra en manos del poder y su función es hacer cumplir
las normas. Es decir que el poder estaría representado por instituciones como el
ejército, la policía y el gobierno, principalmente: “Desde que se han encontrado
los humanos, han establecido ciertos comportamientos que los ha llevado al ma-
nejo de la violencia ubicada en el manejo del poder; por eso [existen] la Policía, el
Ejército” (GF1.S7).
Desde el imaginario de las personas que participaron de la técnica de asociación
libre de palabras en los municipios consultados de tierras altas, el poder es “dinero”,
“autoridad gubernamental” o “autoridad tradicional”, “político” (en referencia a
la persona). Es “estar arriba”, “ser superior”, “mandar”, “tener fuerza”, “obtener
trabajo”, “tener lo que quieres”. Es “dominio” que permite “hacer cualquier cosa”
y hay que “luchar para alcanzarlo”. Pero también es “abuso”, “injusticia”, “dic-
tadura”. En algunos casos específicos relacionaron poder con la figura del actual
Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales; tal es el caso de Oruro,
Santiago de Huari y Quillacas; sin embargo, no fue la asociación que más fuerza
tuvo. Los entrevistados en las ciudades de La Paz, El Alto y San Buenaventura coin-
ciden con estas apreciaciones.
Si bien estas son las asociaciones con mayor fuerza, el contexto marca nota-
blemente las diferencias. En el imaginario de los paceños, de los alteños, de los
habitantes de Quillacas, Santiago de Huari y Chuquiuta, el “poder” está princi-
palmente asociado con la autoridad: “gobierno” para los tres primeros, y “auto-
ridades tradicionales” para el tercero y “Gobernación” para el último. En La Paz
y el Alto, el poder es también “abusar”, “dinero”, “malo”, “estar arriba”, “tener
fuerza”; son los “políticos”, pero también se representó como “dictadura”. En San

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 147


Buenaventura coinciden con esta visión y añaden que permite hacer “cualquier
cosa”.
El “dinero” como primera asociación de poder, es la que más fuerza tiene en
Oruro, Huanuni y Llallagua. En este último municipio afirmaron que el uso de la
violencia es una forma de lograr poder y de sentir supremacía. La técnica de asocia-
ción de palabras ratifica esta mirada, pues poder se representa principalmente como
“dinero”, pero también como “autoridad”, “superioridad”, “respeto” y “gobierno”.
En Oruro se ejemplificó la verticalidad del ejercicio del poder con palabras como
“dominio”, en Santiago de Huari se indicó que es “estar sobre los otros” y en Quilla-
cas es estar “arriba”. En el caso de Huanuni se relacionó con la “empresa” y el “au-
toritarismo”. En estas poblaciones mineras se sostuvo que la violencia es la expresión
más contundente del poder y que son nociones estrechamente relacionadas. La idea
de poder se conectaría con el lenguaje común de la fuerza que “empuja”, “subyuga”,
“reprime”, “controla”, “violenta”, “destruye”.

Asociación libre de palabras


Poder

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 7 PODER - Departamento de La Paz

Ordenar 17%
23%
Poder hacer cualquier cosa 17%
10%
Derroche 5%

Injusticia 5%
La Paz
Manipular 11%
5% El Alto
Trabajo
5%
Tener lo que quieres Tocaña
5%
Luchar 5%
San Buenaventura
5%
Dictadura
5%
Autoridad 14%
10%
8%
Superior 22%
8%
Tener fuerza
8%
Político 8%
10%
11%
Malo
11%
Dinero 10%
14%
11% 18%
Abusar 17%
10% 18%
Gobierno 20% 27%
27%

148 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 8 PODER - Departamento de Oruro

Todos deberian tenerlo 18%


Empresa 18%
Oruro
Tener lo que quiere 6% Huari
Manejo 6%
Quillacas
Bienes 11%
Huanuni
Arriba 21%
18%
6%
Político 9%
6%
Lider 6%
6%
Injusticia
8% 39%
Autoridades 19%
8% 18%
Mandar 18%
9%
Gobierno 24%
9%
Fuerza
12%
Evo 6%
11%
13%
Dominio
23%
Dinero 6% 18%
28%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 9 PODER - Departamento de Potosí

Gobernación
20%
Fuerza 24%

Superioridad 15%
19%

Respeto 15%
23%
Dinero 19%
30%
40%
11%
Político
20%
11%
Gobierno 15%
19%
10%
Autoritario
8%
Hacer lo que te de la gana
8%
Autoridades 19%
25%
7% 20%
Abuso Potosí
7%
Mandar a los demás Llallagua
5%
Líder Uncia
5%
Dominio
Chuquiuta
5%
Ambición

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 149


Las representaciones sociales sobre la política reflejan desánimo y desconfianza res-
pecto del sistema político. Los participantes del estudio piensan que éste es uno de los
principales factores que dificultan la convivencia, pues provoca en la gente sentimientos
de enojo y frustración, que pueden convertirse en terreno fértil para las expresiones vio-
lentas. Si bien los enunciados que se presentarán a continuación surgieron con fuerza
en todos los municipios, nuevamente el contexto, junto con las experiencias individua-
les y colectivas, enmarcaron las visiones particulares de la política.
Así, para la población entrevistada en La Paz, la política es “corrupción”, “gobierno”,
“sucia”, “mala”, “poder”. En El Alto, además de lo señalado, es “conflicto”, “maneja”,
“decepciona”; es “mala”, es un “partido” y, en última posición, es el “arte de gobernar”.
Tocaña se mostró como una comunidad poco interesada en el tema de la política; sin
embargo, se la representó principalmente como “gobierno”, “promesas”, “conflictos” y
“corrupción”, aunque también se la ve como “generadora de trabajo”, como en el caso
de San Buenaventura. En Llallagua es “Estado”, “mentiras”, “diálogo”, “campañas”,
“intereses”, “poder” y se la relaciona con la persona del presidente Evo Morales.
En la ciudad de Oruro, el imaginario sobre esta palabra no se diferencia del en-
contrado en otros municipios; es así que se representó la política como “gobernar”,
“partidos”, “politiqueros”, “poder”. “Maneja” a la población a partir de “campa-
ñas”; también se la representó como “injusticia”. La percepción no difiere mucho
de la de Santiago de Huari, aunque en esta población añaden que es utilizada para
“satisfacer intereses”, lo que ocasiona “peleas”.
En Huanuni se asoció con el “derecho de los trabajadores” de poder gobernar,
dado que son autoridad; no obstante, se señaló que la política es negativa cuando es
incorrectamente empleada.
El trabajo de campo en el municipio de Potosí coincidió con uno de los momen-
tos cúspide del paro cívico de agosto de 2010, que duró 19 días, cuyo trasfondo fue
un conjunto de reivindicaciones departamentales, como la resolución del conflicto
limítrofe con Oruro y la demanda de una serie de infraestructuras públicas, entre
otras. Las connotaciones sobre política que tuvieron más fuerza en la ciudad fueron
“intereses”, “mentiras”, “corrupta” y “palabras”.
La política como generadora de violencia es la percepción que se rescató también
de los líderes de Chuquiuta, puesto que en su experiencia se encuentra la división de
los pobladores por su afinidad con algún partido político, lo que ha provocado disputas
en la comunidad: “Yo como persona he tenido preocupación, pena, entre nosotros de
la población estamos peleando por tener nuestros alcaldes de cada partido. Es un pro-
blema, la pena que hemos tenido los mayores de la población, cómo nosotros vamos a

150 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


hacer pelear a nuestra gente...” (E2.FA). Las palabras asociadas con la política en esta
región muestran la poca credibilidad que le otorgan sus habitantes, pues la relaciona-
ron con “politiquería” y “satisfacción de intereses”; señalando también que origina
“discusión” en lugar de “diálogo”.
A diferencia de todos los otros lugares donde se desarrolló la investigación, en el
imaginario de Uncía, la política se asoció con “democracia” y con las instituciones
que deben garantizar su ejercicio como “gobierno”, “Estado” y “alcaldía”, a las cua-
les, además, se consideró símbolos del poder.
En síntesis, se observa que las percepciones en torno al poder y a la política tie-
nen, en general, connotaciones negativas que no dejan de ser preocupantes en la
medida que se trata de dos conceptos que, en sí mismos, no son positivos ni negativos,
sino que su adecuada implementación puede ser un motor de transformación cons-
tructiva de realidades sociales. Esta preocupación se ahonda en la medida en que
estas visiones se constituyen en sistemas de creencias que, posteriormente, pueden
guiar actitudes y acciones negativas en el ejercicio de la política y del poder por parte
de quienes las criticaban previamente.

Asociación libre de palabras


Política

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 10 POLÍTICA - Departamento de La Paz

Promesas 20% 23%


Tener trabajo 33%
Arte de gobernar 5%

Engaño 8%
20%
Manejar 7%

Decepción 7%

Partido 5%

Conflictos 8% 23%
27%
Corrupción 17% 23%
19%
Gobierno 24% 31%
14%
Sucio
9%
Malo 5%
27% La Paz
9%
Poder 14%
7% El Alto
Bueno
5%
Dinero Tocaña
5%
Asco
5%
San Buenaventura
Abuso

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 151


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 11 POLÍTICA - Departamento de Oruro

Derechos trabajadores 15%


Peleas 8%
Oruro
M.A.S. 8%
Huari
Malos 8% 16%
20%
Buena 8% Quillacas
Intereses 11%
15% Huanuni
Autoridad 10% 16%
6% 15%
Campañas
6%
Manejo 10%
6%
Injusticia
6%
Suciedad
6%
Politiqueros 8%
15%
6%
Poder 10%
7% 14%
Partidos 38%
10%
Gobernar 20%
11%
Corrupción 11%
13%
Mentiras 8%
23%
Gobierno 16%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 12 POLÍTICA - Departamento de Potosí

Politiquería
25%
Discusión
25%
Democracia 25%
Alcaldías 25%
Estado 19%
25%
Dialogos 11%
25%
Campañas 11%
18%
Intereses 11%
25%
16%
Mentiras 15%
16%
Corrupción
13%
Gobierno 11% 25%
Dinero 11% Potosí
8%
Poder 11% Llallagua
6%
Presidente 11% Uncia
6%
Partidos Chuquiuta
6%
Palabras

152 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Conflictos
La Fundación UNIR registra 897 conflictos en sus informes de Seguimiento y Aná-
lisis de la Conflictividad entre enero de 2006 y diciembre de 2008. De enero a diciem-
bre de 2007, el informe da cuenta de 479 conflictos, de los cuales 156 ocurrieron en el
primer semestre, es decir un promedio de 26 conflictos por mes: el 84% (131) tuvo una
duración de tres días y el 16% de cuatro o más días. De junio de 2007 a julio de 2008
hubo 323 manifestaciones explícitas de conflicto: 54,4% demandas sectoriales, 26,3%
temas nacionales y 19,2% asuntos regionales y locales.6 El informe semestral de julio a
diciembre de 2008 recoge 68 expresiones manifiestas de conflictos, de las cuales 33 se
convirtieron en conflictos declarados y tres, debido a las situaciones de violencia con-
tinua, fueron los que mayor impacto tuvieron en la vida política del país; incluso uno
provocó una crisis de gobernabilidad. Si bien los meses de julio y diciembre concentran
más casos, con el 20,5% cada uno, septiembre (13,3%) condensa los niveles más altos
de violencia, puesto que es cuando se produjeron los hechos luctuosos de Pando; toma
de instituciones en Tarija, Beni y Santa Cruz; bloqueo de caminos; enfrentamientos en
Tiquipaya con saldo de un muerto, entre otros.
En el año 2009, los informes de UNIR dan cuenta de 108 conflictos en el primer
semestre y 182 en el segundo, caracterizados por ser mayormente de naturaleza
socioeconómica y estructural, relacionados con la pobreza y la desigualdad. En los
primeros seis meses de 2010 se anotaron 226 conflictos y 544 más en el segundo
semestre del año.
Estos datos sólo son una muestra de los escenarios de conflicto en los que se en-
cuentra inserta la población boliviana y que van a repercutir en las imágenes que se
tiene sobre ellos. Pero además de mencionar estas cifras, es importante contextua-
lizar los resultados sobre este tema a partir de dos visiones planteadas por la teoría
sobre el conflicto: una que lo define como una amenaza, como un evento natural
que no deja posibilidad de modificar las realidades y, la otra, que lo enfoca desde una
perspectiva más constructiva viéndolo como una oportunidad, no sólo por formar
parte de nuestra vida como personas, comunidad y sociedad, sino por transformar
las relaciones.

6 Existen otras instituciones que también hacen seguimiento y cuantificación de los conflictos sociales en
Bolivia (INE, CERES, entre otras); la información puede variar en función de la metodología y el respal-
do de la base de datos de cada una.

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 153


En la mayoría de los municipios donde se desarrolló el trabajo de campo, esa
imagen negativa del conflicto es la que prevalece, pues se lo considera “algo malo”,
un “problema” de orden “social” y “económico”; es “enfrentamiento” y “riña”.
A partir de lo señalado se constata que, para la población con la que se trabajó,
problema y conflicto son sinónimos. Sin embargo, la conflictología sostiene que
problema es un obstáculo en la satisfacción de intereses y necesidades, mientras
que conflicto es una manifestación más general en la interacción social, que va más
allá del individuo.
Por otra parte, la percepción de por qué se originan no dista de lo planteado
en la teoría del conflicto. Las y los entrevistados sostuvieron que se deben a situa-
ciones que entran en oposición, es decir visiones, intereses y necesidades que son
percibidos como incompatibles, donde entran en juego emociones y sentimientos
y en las que las relaciones entre las partes pueden salir fortalecidas o deteriora-
das, dependiendo del proceso de resolución. Las y los entrevistados señalaron que
el conflicto se origina por “desacuerdos”, “descontento”, “mala comunicación” y
“percepciones diferentes”. Vale la pena señalar que la mayor concentración de las
respuestas hizo énfasis en lo económico, es decir que los conflictos ocurren princi-
palmente por este factor.
La ciudad de La Paz, nombre paradójico respecto a la representación que tie-
nen las personas sobre ella, es considerada una urbe donde el conflicto siempre está
presente. En el imaginario paceño se relaciona el “conflicto” con “enfrentamiento”
y “problemas” que surgen por la “mala comunicación”, “por desacuerdos”, por
“percepciones diferentes”. La principal causa sería de orden “económico” y se
manifestaría en “marchas” y “bloqueos” que provocan “agresión” y “caos”; por
ende, es algo “malo”.
Otras visiones se inscriben más en las actitudes o comportamientos que lo gene-
ran y son atribuidos a una supuesta “contaminación cultural y económica”. En esta
línea, las personas entrevistadas señalaron que los conflictos son las ambiciones de la
vida occidental que derivan de la estructura económica capitalista; la recuperación
de valores tradicionales sería el freno o la forma de gestionarlos: “La causa está en el
actual desarrollo del sistema capitalista, el capitalismo es el que depreda, el capitalis-
mo es el que impide la satisfacción de necesidades y vulnera los derechos humanos”
(E1.RL).

154 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


San Buenaventura expresó una representación más local del conflicto. Para la
población entrevistada, éste se asocia con “problemas” y “peleas” que involucran
a los “departamentos” por “desacuerdos” y cuyo resultado casi siempre es “malo”.
Mientras que para los participantes de Oruro es un “problema social” y la expresión
del “descontento”; por tanto, provoca “caos”, “desorden” y “discusión”.
Santiago de Huari relacionó conflicto con el “problema de límites entre provin-
cias” y la “propiedad de los recursos naturales”, que en este caso específico sería el
agua; pero también han mencionado la posesión de animales como algo que ocasio-
na disputas entre comunarios. Ambos factores habrían ocasionado incluso el rapto
de personas y el abigeato.
En el caso de Quillacas, la disputa por límites territoriales se mencionó como una
de las mayores preocupaciones de la población; en ese sentido, la representación que
se hizo de conflicto es: “familias”, “pueblo” y “Oruro versus Potosí”. Se señaló que
el problema limítrofe es responsabilidad de los gobernantes y que el incumplimiento
de sus obligaciones ha ocasionado violencia entre los pobladores como forma de
solución: “Como le digo, el problema no ha sido encarado seriamente por los go-
bernantes, y como no se pudo, está la violencia (GF2.S1). Al principio hablaron los
colindantes y finalmente llegaron los golpes, uno y otro y más que todo, yo digo, que
Potosí empezó a avasallar el terreno de Oruro, nos consta a nosotros; como autorida-
des que hemos sido, el 20 de enero, en la cual hemos presenciado una batalla campal,
una pelea, le diré, una violencia total, definitiva. Ahí se ha visto que realmente tenían
esa violencia, cada persona que estaba ahí, presente y los hermanos que estaban
en el límite de Potosí y Oruro, entre los dos grupos, una pelea campal, una batalla.
Entonces, yo digo que la violencia ocurre cuando no hay una solución, ni amigable,
ni pronta” (GF2.S1).
Para las personas de Huanuni que participaron de la asociación libre de palabras,
el conflicto es “desacuerdo”; “empieza con huelgas”, genera “peleas” y se origina
para “conseguir algo”. Comúnmente se produce entre el “gobierno y nosotros” (po-
bladores). Los grupos focales corroboraron lo dicho, señalando que sin conflicto no
se conseguiría nada.
Las autoridades entrevistadas en Uncía consideraron que su pueblo es pacífico y
que no existen problemas que se puedan resaltar. Sin embargo, la población que par-
ticipó en los grupos focales advirtió que hay conflictos de carácter regional, relacio-

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 155


nados con proyectos de desarrollo: “En realidad se ha presentado conflictos más que
todo de región, no sé si alguien comentó esto, pero hay pugna entre Uncía, Llallagua
y Chayanta, o sea entre los municipios colindantes en esta provincia en el sentido de
que algunos van logrando ciertos proyectos en desmedro de algunos; entonces, ahí
entramos en conflicto” (E2.SSM).
Desde otra perspectiva, se observó que los problemas existentes han sido oca-
sionados por grupos de campesinos que buscan protagonismo, agrediendo a la
población urbana: “Como usted sabe como en todas partes, ahora se ve rebasado
por la gente del campo, todos los pueblos urbanos, no, no solamente Uncía, por-
que son una mayoría; entonces ese ha sido el motivo de que la población también
tenga resentimiento, y es por esa situación. Pero, para mí a lo que veo, y he visto
de que eso está mal, y al final tenemos que coordinar, coadyuvar una hermandad
para cualquier situación, para cualquier proyecto” (E3.JB). En su criterio, entre las
consecuencias de un conflicto mal resuelto está la violencia que afecta a los más
desvalidos. Se ejemplificó con los enfrentamientos entre indígenas laymes, jukuma-
ris y qaqachakas, que derivaron en muertes y dejaron en la orfandad a varios niños
y niñas que fueron internados en albergues.
En la ciudad de Potosí, los actores entrevistados apuntaron que el conflicto cau-
sa “dolor” porque implica “peleas”, “desacuerdos” y “desorden”. En Llallagua se
lo asoció con marchas, violencia y enfrentamientos.
En varios municipios se asoció conflicto con la palabra “huelga”, una de las me-
didas de presión más utilizadas en el país, cuya representación es “paro”, “caos”,
“inútil”, “molestia”, “mala”, “manifestaciones”, “peticiones”, “perjuicio”, “de-
mandas”, “reclamo”. No obstante, si para algunas zonas esa medida de presión es
un perjuicio, para otras es la única manera de hacerse escuchar. A continuación, se
detalla las posiciones de los municipios seleccionados.
En el caso de La Paz y Tocaña las percepciones sobre las “huelgas” se relacio-
naron con el “gobierno”; causan “caos”, son “inútiles”, “molestan”, “perjudican”.
Para El Alto, en cambio, son “manifestaciones” y “peticiones” vinculadas con lo
“económico” y el “hambre” de la población. En San Buenaventura y Oruro se sos-
tuvo que es la manera en cual la población logra “objetivos” y obtiene “justicia”, y
se las hace porque hay “hambre”.

156 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Para Quillacas huelga es sobre todo un “perjuicio”, “reclamo”, “protesta”,
“presión”, “necesaria” relacionada con el trabajo. Llallagua es la única población
que asoció huelga con “enfrentamientos”; posiblemente este imaginario se ha ido
formando por los episodios violentos acaecidos en esta región; pero también se
vincula esta palabra con “marchas” donde está presente la “violencia”; éstas se
producen por “desacuerdos”.
A partir de lo expuesto se evidencia la necesidad de modificar la visión negativa
que predomina sobre el conflicto, el cual, como se especificó en el marco teórico,
es un hecho social que no debería ser enfocado desde la dicotomía bueno/malo; se
trata más bien de un elemento inherente a las relaciones humanas que puede ser
un generador de cambio dependiendo de cómo sea gestionado. En este sentido, es
necesario trabajar en la transformación constructiva de los conflictos para evitar
que deriven en violencia.

Asociación libre de palabras


Conflicto

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 13 CONFLICTO - Departamento de La Paz

Departamentos
14%
La Paz
Incomprensión 5%
27%
Peleas 31% El Alto
23%
Violencia 7%
Tocaña
5%
Malo
10% San Buenaventura
5%
Caos 4%
5%
Bloqueo 5%
5%
Agresión 5%
5%
Marchas
6%
Economía
6%
Percepción diferente
6%
Desacuerdo 31%
10%
8%
Mala comunicación
9%
Huelgas 16%
17%
Problemas 27% 38% 43%
23%
Enfrentamiento 4%

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 157


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 14 CONFLICTO - Departamento de Oruro

Gob. Vs pueblo 15%


Para conseguir algo 15%
Pueblo 7%
Oruro vs Potosi 7%
Familias 7%
Desacuerdos 7% 9%
30%
Comunidades 9%
Robos 9%
Linderos 11%
4%
Violencia 7%
4%
Política Oruro
4%
Palos
4% Huari
Discutir 7%
6%
Sin solución 14% Quillacas
6%
Huelgas 20%
6% Huanuni
Desorden 11%
7%
Descontentos
9%
Falta de comprensión
9%
Riñas
12% 26%
Problemas sociales 28%
29%
Peleas 16% 20% 26%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 15 CONFLICTO - Departamento de Potosí

Incomprensión
12%

Violencia 10%

Marchas 10%

38%
Problemas 12%
12%
75%
28%
Peleas
36%
7%
Dolor
7%
Discusion 8%
5%
Paros 12%
Potosí
5%
Enfrentamientos 40%
Llallagua
12%
5%
Desorden Uncia
5% Chuquiuta
Desacuerdos 8%
28%
25%

158 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Discriminación
La discriminación es una forma de violencia cultural y, simultáneamente, es tam-
bién una causa de dicha violencia; así lo reflejaron las representaciones recopiladas
en la investigación.
Desde el imaginario de las personas de los municipios seleccionados, la discrimi-
nación se representó fundamentalmente como “racismo” y “humillación”. Se perci-
be como algo “malo” e “injusto”. También se la identificó como una práctica que,
en la actualidad, tiene connotaciones políticas. Para reducirla, la población cree que
es necesario participar del quehacer nacional, alcanzar justicia social y que todas las
personas gocen de igualdad de derechos.
La Paz se representó como una urbe edificada sobre la base de la exclusión: “So-
mos una ciudad discriminadora, somos una ciudad que ha crecido, como el país
también lo ha hecho, sobre un concepto excluyente, sobre lo que es la construcción
de un destino colectivo y, por supuesto, esa visión discriminadora se traduce en
exclusión de género, en exclusión étnica y en exclusión cultural también” (E4.PS).
En la ciudad de El Alto la discriminación se asoció con lo “racial”, con “odio al
prójimo”, algo que “aísla”, que “humilla”, es “injusta”, un “abuso de poder [que]
disminuye la autoestima de quien la sufre, “bajonea”; son “insultos”, “aleja”, hace
“daño”. También fue representada como “lucha de clases”, “peleas”, “cambas” y
“collas”. Mientras, para las personas de Santiago de Huari, es algo que se da entre
“pobres y ricos”, y entre los denominados “sin lugar”, es decir, aquellas personas
que pelan por sus tierras.
De manera similar a lo expresado en El Alto, en Potosí se vinculó la discrimina-
ción con lo “racial” y con algo que “aísla”; en este último municipio se puntualizó
que ésta afecta en especial a “campesinos” y a los “pobres”; provoca “desigualdad”
y “odio”, se produce también por la “vestimenta”.
En Huanuni, al igual que en El Alto, se asoció el racismo y la discriminación
con el encono entre “cambas” y “collas”, “pobres” y “ricos”, “Oriente” y “Occi-
dente”; mientras que en Llallagua se los relacionó con “no tener derechos”.
En otras poblaciones se indicó que la discriminación es sentida como algo coti-
diano, y se manifiesta en maltrato.
Entre las principales causas de la discriminación se mencionaron factores eco-
nómicos como la pobreza (Potosí) y la mala distribución de la riqueza, vulnerando

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 159


los derechos vitales de las comunidades, generando sensaciones de marginación,
“aislamiento” y “peleas”. Por otra parte, se sostuvo que se origina por “ignoran-
cia” y “desigualdad”, y recae más sobre el sector “campesino”.
En Huanuni se consideró que los contenidos difundidos por los medios de co-
municación han influenciado el pensamiento de sus pobladores respecto de los
hechos de racismo ocurridos en el país, principalmente en Santa Cruz, Sucre y
Porvenir (Pando): “Hay sectores en el que realmente se hace violencia, por decir,
quisiera enumerar. Santa Cruz, eso de que nos desplazan a los collas, siempre
estamos con televisión y en palabras violentas dicen ‘maldita raza, indios’, todo
lo que sea nos trata a los del Occidente; para mí eso es violencia. Está el caso de
Sucre, también han atacado a los hermanos del campo violentamente; les han he-
cho caminar de rodillas, les han maltratado. Ahora en Pando, igual, en Porvenir,
y han matado y atacado a campesinos, ahí está la violencia, y aquí en mi pueblo y
en Quillacas, yo diría que la gente es muy pacífica, vivimos tranquilos, habrá una
vez, digamos violencia verbal, puede haber como cualquier lado, pero, más allá de
eso, no hay” (GF21.S11).
Asimismo, la migración campo-ciudad o la que se produce entre comunidades
rurales ha sido señalada como otro de los factores que causan discriminación por
parte los moradores de larga data, produciendo marginación, exclusión, así como
agresiones físicas y verbales.

160 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Asociación libre de palabras
Discriminación

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 16 DISCRIMINACIÓN - Departamento de La Paz

Collas 4%
Lucha de clases 4%
Cambas 5%
Bajonear 5%
29%
Abuso de poder 8%
Odio al prójimo 10%
4%
Tontería 4% La Paz
Rechazar 5%
18%
4%
Político El Alto
4% 9%
Injusto
4% Tocaña
Económico
4%
Campesino San Buenaventura
7%
Pelea 4%
7%
Malo
7%
Aislar 10%
33%
8%
Desigual
10%
Ignorancia 18%
Racismo 19% 22%
Humillar 10% 19%
No vales 19%
28%
Negros 18%
Maltrato 18%
4%
Insultos 18%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 17 DISCRIMINACIÓN - Departamento de Oruro

Todos somos iguales


14%
Oruro
Siempre existio
14%
8% Huari
Injusto
29%
Daño 9% Quillacas
Ciudad 9% Huanuni
Alejar 12%
Bajonear 14%
Pobre vs. Rico 17%

Insultos 17% 25%


Humillar 27%
14% 17%
41%
Racismo 14% 39%
29%
15%
Rechazo
12%
Negar
8%
Odio
8%
No aceptar a los demás
8%
Diferencia

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 161


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 18 DISCRIMINACIÓN - Departamento de Potosí

Existe
15%
Maltrato 24%
25%
Rechazo 14%
20%

Ignorancia 12%

Sin derechos 12%

Bajonear 14%
34%
Racismo 20%
40%
15%
Campesinos 14%
11%
Pobres
20%
11% Potosí
Desigualdad
11% Llallagua
Excluir 12% 18%
20%
9% Uncia
Vestimenta
9% Chuquiuta
Odio
20%

Medios de comunicación
En los municipios en los que se realizó la investigación se apuntó con mucha fuer-
za a los medios de comunicación, la red Internet y los videojuegos como transmisores
de violencia; también se los responsabilizó de modificar los valores de las personas.
En Llallagua la población entrevistada hizo hincapié en la carga de violencia que
poseen los programas difundidos por los medios de comunicación: “y también por
influencia de los medios masivos de comunicación; lamentablemente, tienen una
influencia muy negativa. Los noticieros están cargados de violencia, las series te-
levisivas infantiles, para mayores, tienen mucho contenido de violencia, no existen
programas educativos; de modo que los jóvenes, en general, la gente, piensa que
actuar con violencia es normal” (E1.CR). En la ciudad de Oruro concordaron con
esta representación, pero también manifestaron la influencia negativa de los juegos
de Internet en niños y niñas, por la violencia que implican: “Existe mucha violencia
por parte de los medios de comunicación; vemos, por ejemplo, que tanto las personas
mayores como los niños se aferran a la televisión, así como los juegos de Internet;
todo muestra mucha violencia” (GF2.S7).

162 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


En Huanuni la población percibió que existe un sentimiento de odio en el país,
como resultado del mal ejemplo que dan las autoridades gubernamentales y los me-
dios de comunicación, los cuales transmitirían modelos negativos en los que se falta
respeto a los individuos: “¿Por qué hay odio?, por ejemplo, no sólo ejercemos vio-
lencia, damos ejemplo. Parte del mismo gobierno, parte de ahí mismo, ¿no ve? Para
que las generaciones futuras vean cómo se tiene que gobernar deben dar el ejemplo;
pero no es así. Los que deberían dar el ejemplo, más bien dan el ‘desejemplo’, sí,
esa es la palabra. Estamos viendo mucha violencia; antes aunque hayan habido [sic]
gobiernos de facto, no se veía; ahora, cuando estamos más liberados, peor actuamos
con violencia. El Parlamento, la Cámara de Diputados, ellos son los padres de la
patria, y ¿qué ejemplo están dando a las generaciones futuras? A ver, ¿quién no ve
la televisión? Entonces, todas esas cosas hace que nosotros mismos, hasta ellos, no se
respeten. Si usted no me respeta, ¿por qué tengo que respetarlo? A veces la gente así
actúa, con violencia” (GF: S6).
Algunos representantes de organizaciones sociales sostuvieron que la violencia
tiene origen en la información, los valores y los patrones culturales foráneos difun-
didos por los medios de comunicación, a los cuales se les atribuye enajenación y
alienación cultural. En otras poblaciones concordaron con esta afirmación y aña-
dieron que, al transmitir los valores de occidente, quebrantan la identidad cultural.
Los medios “han influenciado en su forma de vestir, de hablar; ya nos avergonza-
mos de hablar el aymara, prefieren otras lenguas como el inglés” (E2.JAC). En este
mismo sentido, según otras personas los avances tecnológicos y el acceso a nueva
información están ocasionando un conflicto interno en las personas, en especial
de las áreas rurales, pues están alterando su sistema de creencias, emociones y
actitudes.
Para el grupo focal de Quillacas, la televisión, principalmente, es responsable de
la pérdida de los valores tradicionales y del respeto hacia los mayores: “La mamá y el
papá en el campo son tranquilos. Por ejemplo, antes teníamos respeto a los mayores,
y también a los menores, y ahora con lo que hay televisión y miran novelas, ya no
respetan ni a los mayores. El matrimonio ya no es seguro, para un ratito se casan”
(GF1.S2).
Por otra parte, se afirmó que los medios tergiversan la información, de manera
que desinforman a la ciudadanía. Se mencionó que algunos periodistas hacen mal

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 163


uso de los espacios que detentan en los medios, suscitando una serie de problemas:
“Los medios de comunicación, por decir una palabra mal dicha, mal interpretada,
hace que mucho se tergiverse todo en la comunicación. Por eso es delicado eso, y por
eso hay que saber manejar, decir las palabras correctas, manejar con mucha discre-
ción y cuidando aquello que se va a lanzar, porque no sólo una persona escucha, si
no varios, y eso hace que también nos preocupemos y pensemos en nuestros niños”
(GF.S1).

3. ¿Qué tipos de violencia se identifican?7


Violencia de género e intrafamiliar
En los 36 municipios donde se ha realizado el trabajo de campo se mencionó
de manera recurrente la violencia de género e intrafamiliar. Los hallazgos son alar-
mantes ya que evidencian que mujeres, niñas y niños están sometidos a constantes
agresiones.
De acuerdo con los registros del INE, entre los años 2000 y 2005, el departamen-
to con mayor cantidad de casos denunciados de violencia intrafamiliar fue La Paz.
El Anuario Estadístico 2008 del INE también incluye la cantidad de casos de violencia
física y sexual atendidos en establecimientos de salud, cifra que está muy por debajo
de las denuncias registradas cada año. Esta información demuestra ampliamente que
las mujeres son las principales víctimas.
Las autoridades entrevistadas y la población que participó de los grupos focales
coincidieron en que la familia es el entorno donde hay más violencia y que las mu-
jeres son las más afectadas. Una preocupación común es que ese tipo de violencia se
considere como algo normal, por lo que debería ser sobrellevada: “mi abuelita me
decía que siempre en el hogar hay pelea, ‘entonces, tienes que aguantar’ me decía,
yo lo veía normal” (GF3.S1). Lo mío era violencia física y también psicológica, por
parte de mi esposo; yo convivía con él a mis 22 años, entonces él era muy agresivo.
Muchas veces me arrojaba con la comida sin motivo, o se enojaba cuando lloraba el
bebé. Psicológicamente él también me amedrentaba, aunque yo me había separado,
me amenazaba. Para mí era estar siempre con temor, me daba miedo verle. He so-

7 Las personas entrevistadas durante la investigación han identificado diferentes tipos de violencia, que han
sido recuperados en la estructura del presente acápite.

164 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


lucionado ese problema yéndome de mi casa, me he perdido durante siete años, sola
con mi bebé; lamentablemente, mi hijo murió” (GF4.S6).
Las mujeres de Quillacas manifestaron que se sienten impotentes ante las agre-
siones, ya que deben aguantarlas por presión de la sociedad: “Hay veces que, cuando
va suceder algo, subimos y decimos ‘no vamos aguantar’, decimos. Pero ese rato,
llegado el momento, hay cosas que se siente uno incapaz, impotente y todo influye:
los hijos, la familia, o sea, hay una sociedad”. (GF1.S6).
Sólo en la ciudad de El Alto se ha señalado la violencia ejercida por mujeres hacia
los hombres: “Las esposas pelean, el hombre recibe violencia de parte de la mujer;
en mi caso ha ocurrido, me arrojaba botellas o agarraba cuchillo; uno siente que es
violencia” (GF3.S6). En esta urbe se mencionó que la recuperación de los valores ay-
maras, como el chacha-warmi, habrían modificado el papel pasivo de la mujer alteña:
“El tema de género está surgiendo con fuerza del mismo gobierno con su política del
chacha-warmi, las organizaciones sociales hacen dupla mujer-varón en tema género,
y la mujer, podría ahora sentirse más aceptada que antes” (E1.FN).
Los habitantes de Uncía hicieron una distinción: “los hombres ejercen violencia
física y las mujeres, violencia psicológica” (GF1.S). Sus autoridades aseguran que no
existe discriminación de género, puesto que las mujeres forman parte de las orga-
nizaciones sociales y cooperativas, entre otras instituciones. Esta afirmación lleva a
pensar que, en realidad, no se piensa en la integración de las mujeres en los espacios
de toma de decisión, sino que son incluidas en las organizaciones como emblemas de
la representación femenina, pero sin voz ni voto.
Varias miradas apuntaron al machismo como uno de los principales factores de la
violencia contras las mujeres en Bolivia, y las particularidades de cada zona pusieron
en evidencia el maltrato y las agresiones a las que están expuestas. Se tiene la ima-
gen de una Bolivia enraizada en una cultura machista, inculcada desde la infancia,
que denigra constantemente a las mujeres: “Eso sí, está en nuestra cultura, hay que
respetar más al abuelo, al padre; es una sociedad machista, eso nos inculcan desde
pequeños. ¿A quién lo quieren más? Al varón. Psicológicamente, a la mujer la están
denigrando” (GF1.S5).
Las personas entrevistadas en los diferentes municipios sostuvieron que la erra-
dicación del machismo depende de la educación que las madres les den a sus hijos,
pues se las considera el canal de transmisión de los valores familiares; sin embargo,

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 165


son las primeras en perpetuarlo: “Las mamás tenemos la clave en nuestras manos
para educar a nuestros hijos, para que no sean machistas; la mamá siempre dice ‘mi
hijito a la calle, mi hijito tiene libertad, mi hija no, mi hija a la muñeca, a la ollita; mi
hijo al autito’. Cuando los gustos de ellos a veces cambian, la mamá dice ‘no, tú haces
esto, tú haces lo otro’. La mujer también es machista, hay que reconocerlo” (E1.FN).
Similar fue la percepción en los grupos focales de San Buenaventura, donde ad-
virtieron que las propias mujeres reproducen el machismo y las agresiones que in-
volucra. Pero también relacionaron este tipo de violencia con otros factores, como
el desconocimiento de sus derechos, la situación económica y el excesivo consumo
de alcohol en la zona: “La mujer en San Buenaventura puede ser la administradora
diaria del hogar, económicamente hablando; pero, por un tema cultural, esperan
la paliza del marido, el esposo es celoso y el golpe es el pan de cada día. A veces
somos cómplices, porque permitimos que, digamos, abusen de nosotros. […] es-
pecialmente porque la mujer […] sabe que tiene que estar en la casa cocinando
y no tiene derecho a estudiar, participar, conocer y no tiene derecho porque la
marginan, la someten a que cocine” (P3.GF2). Las mujeres de Uncía también in-
dicaron que el machismo se debe al desconocimiento de sus derechos, lo que es un
impedimento para hacerlos respetar.
Algunas autoridades de Oruro mencionaron que la violencia es algo que descri-
be a su población por su carácter “explosivo”, relacionándolo con el “ser macho”.
Sobre este punto, rescatamos parte de una reflexión de Fisas sobre el tema, quien
sostiene que la humanidad ha vivido bajo las normas del patriarcado, un sistema de
dominación e imposición masculina que ha controlado la vida desde todos los niveles
posibles, manteniendo en las estructuras esos arquetipos.
Desde la mirada de una autoridad de la Gobernación del departamento de Oru-
ro, las actitudes machistas limitan la participación de las mujeres, por lo que es ne-
cesario repensar los papeles familiares como una de las formas para construir paz:
“Todavía es limitada la participación de la mujer, no ocupan posiciones de responsa-
bilidad, hay todavía cierta marginación al papel de la mujer de manera colectiva en
toda la ciudadanía. Mi percepción es que los hombres tienen determinados roles y las
mujeres también; pero si tienes una familia unida, van a dedicar un buen tiempo en
educar a sus hijos. En el campo es así, el padre trabaja y la mujer cuida hijos; parece
un punto machista, pero genera valores en la comunidad” (E1.ES).

166 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Por su parte, el Corregidor de Santiago de Huari consideró que evitar el ma-
chismo es tarea difícil, puesto que se carece de recursos económicos para trabajar la
temática con la población. Esta dificultad refuerza las percepciones y sentimientos
de los pobladores en relación con que el Estado no cumple con las atribuciones que
le corresponden: “No tenemos ningún tipo de ingreso. Obviamente, hay machismo.
Como somos un pueblo olvidado, menos las señoras van a poder hacer algo. ¡No!
Para eso falta apoyo, orientación y pasar algunos cursos; no hay instituciones que nos
puedan brindar” (E3.CM).
El machismo se perpetúa como una característica de la zona minera, bajo el
argumento de que es una práctica sostenida desde tiempos remotos: “Al momento
todavía estamos arrastrando estos resabios de los antepasados, porque todavía existe
marginación no sólo en el distrito, sino a nivel general, más aún de distrito minero.
Cuando hablamos de género, yo por lo menos entiendo, se habla de hombre y mujer.
Pero todavía existe el machismo donde prepondera lo que es la autoridad del hom-
bre. Entonces existe la imposición de la autoridad hacia la mujer; hay todavía esos
resabios en Huanuni” (E1.JCV).
El grupo focal de mujeres mineras manifestó los tipos de violencia a los que se
hallan sometidas, que pasan desde el maltrato psicológico hasta el físico: “Nosotros
no conocemos la paz, no conocemos” (GF2.S6). En su mayoría, las mamás siguen
siendo maltratadas, siguen siendo humilladas, en violencia que les pegan; de esa ma-
nera siguen siendo maltratadas. Lo que ellas le están queriendo decir es que paz no
conocemos mucho” (GF2.S3).
En San Buenaventura las mujeres esse ejja también se refirieron al constante mal-
trato que sufren: “Nos pegan, nos corretean. Cuando busca el marido, una se entra al
monte; las mujeres nos escapamos” (GF1.S7). Los varones, por su parte, se justificaron
atribuyendo su accionar al consumo de alcohol: “Pero cuando estamos borrachos no-
más... pero, si no estamos borrachos, no pasa nada, tranquilos nomás” (GF1.S3).
Así, se observa que el consumo de alcohol es la justificación de la violencia con-
tra las mujeres; también es el caso de las zonas mineras donde las agresiones son
constantes: “Si hablamos de violencia en el distrito minero de Huanuni, lamentable-
mente tiene mucha incidencia lo que es la violencia familiar, o sea, alto porcentaje.
Esto está registrado tanto en la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, y también en
la Brigada de Protección a la Familia, juzgado, fiscalía: muchos casos de violencia

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 167


intrafamiliar. Esto se debe como consecuencia a que es un centro minero. Tampoco
estoy queriendo justificar. Existe mucho consumo excesivo de bebidas alcohólicas”
(E2.MA).
En Tocaña, la violencia de género se expresa en la diferencia de oportunidades
entre hombres y mujeres. Hay prioridad para que los varones estudien y éste es uno
de los principales obstáculos para lograr la participación plena de las mujeres y que,
por tanto, asuman el papel de tomadoras de decisión en los espacios de la asamblea,
donde tratan los temas de la comunidad: “Las amas de casa trabajan todo el día, toda
la semana; así, el día de la reunión no pueden salir, tiene que lavar, tienen que coci-
nar, hacer un montón de cosas, por eso, bueno, cuando no está el hombre, la mujer
también va, participa porque hay mujeres solas, participan también, pero no todas.
Parte de las mujeres todavía no están muy tomadas en cuenta, porque recién también
la gente se está capacitando” (E2.AP). Sin embargo, las autoridades de la comunidad
aseguraron que “todos somos iguales”.
Similar es la situación en Santiago de Huari. Las mujeres viven discriminadas y
padeciendo violencia en razón sólo de su sexo, según las entrevistas recogidas. Se
evita su participación en la vida política de la comunidad, restringiéndolas a las la-
bores clásicas de atención de los niños y niñas. Uno de los mallkus consideró que el
mayor impedimento para que las mujeres se integren de forma activa en la toma de
decisiones es la inequidad de género que impera en la zona, por lo que hizo énfasis
en la necesidad de capacitar a la población para lograr la inclusión de la mujer en
la vida política de la región: “Las mujeres de aquí siempre se han caracterizado por
el cuidado de los hijos y el deber de la cocina, y de todo, y la mujer no tenía partici-
pación y actualmente no le damos esa participación. Decimos ‘es mujer, mejor no’;
eso parte de los mismos hombres y muchas veces escuchamos el machismo, a la
mujer le discriminan y no le dejan ser autoridad, ni superarse. O sea, el machismo
existe harto aquí en Huari, el hombre nomás puede superarse” (GF1.S2).
En Huanuni, las entrevistadas también observan discriminación y marginación
hacia las mujeres, en general, y hacia las jóvenes, en particular: “Nos marginan tam-
bién como mujeres y, como a jóvenes, a veces no nos dejan mucho participar, siempre
están metidos los varones. Entonces, como son así, a veces ya no nos da ganas de
participar en las cosas, porque siempre están los varones” (E2.MA).

168 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


La población urbana de Llallagua, de acuerdo con lo señalado por sus autori-
dades, se enorgullece por la participación política de las mujeres, pues asumieron
cargos en algunas organizaciones de la sociedad civil, como en las juntas veci-
nales, o se reconoce su protagonismo como compañeras de lucha de sus esposos
en la reivindicación de derechos: “han sido siempre las mujeres las que han ido
reivindicando los derechos, principalmente del esposo, las que han afrontado las
juntas vecinales; desde ese punto de vista, son las que tienen mayor cobertura.
Obviamente, hay siempre discriminación, desbalances; pero creo que ese tipo de
desbalance estamos trabajando en función a las campañas que decía para poder un
poco equilibrar y poder vacunar en contra de la violencia” (E2.LP). No obstante,
reconocieron que existe una fuerte actitud machista en el sector minero, que se ha
ido modificando con el tiempo, debido a la “profesionalización” tanto del hombre
como de la mujer.
En la percepción de las personas que participaron de la investigación en Potosí, aún
se mantienen los resabios de la Colonia; de ahí que la historia no registre la participación
de las mujeres potosinas. Se señaló que es difícil que el hombre acepte que una mujer
esté por encima de él y que para lograrlo debe esforzarse más, a pesar de que en la nueva
Constitución Política del Estado hombres y mujeres tienen los mismos derechos. Se ase-
gura que la discriminación del hombre hacia la mujer ocurre incluso en la universidad
pública, que se supone es motor del cambio y forjadora de juventudes.
El desempleo, que está ligado con la pobreza, también aparece como una jus-
tificación para el maltrato, puesto que los hombres desahogarían su insatisfacción
cotidiana por el desempeño de un trabajo mal remunerado, agrediendo no sólo a la
esposa, sino también a los hijos y demás familiares.

Inseguridad ciudadana
“Los crecientes niveles de violencia social (delictiva o no) y la inseguridad ciuda-
dana se han convertido en temas que no sólo acaparan las experiencias y conversa-
ciones cotidianas, sino también las agendas de investigación y de políticas”.8 En este
marco se abren debates sobre políticas públicas que puedan neutralizar los riesgos a
los que se halla expuesta la ciudadanía y las reformas institucionales que esto implica.

8 Torres, Andreina, Sociología de la violencia en América Latina. FLACSO, Quito, 2007. P. 9.

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 169


Roberto Briceño León9 al tratar el tema de la violencia urbana sostiene que ésta
se cimienta en factores situacionales y culturales, manifestándose en tres niveles: el
primero, el macro social, que serían los factores que ocasionan la violencia y son
de carácter estructural (como la pobreza, la desigualdad, el incremento de aspira-
ciones y la imposibilidad de satisfacerlas, los cambios en la familia, reflejados en el
menor control social desde ese entorno); la segunda dimensión sería la mezo-social,
es decir aquellos factores que avivan la violencia (como la segregación urbana, el
mercado local de la droga y el machismo); el tercer nivel, denominado micro-so-
cial, se relaciona con aquellos factores que posibilitan la violencia (el incremento de
armas de fuego, el consumo de alcohol y la incapacidad de expresar verbalmente
los sentimientos).
Las personas entrevistadas en los diferentes municipios señalaron que la inseguri-
dad ciudadana es una forma de violencia, cuyas causas son la pobreza y el desempleo
existentes en el país; pero también se la atribuye a la incapacidad de la administra-
ción de justicia para solucionar este problema.
En la ciudad de El Alto se señaló que la inseguridad ciudadana se debe a la exis-
tencia e incremento de bares y cantinas en esa urbe; esos espacios son considerados
generadores de delitos que atentan contra la ciudadanía: “Aquí en todo lado se ve
la violencia. Hay discotecas, bares y en todo lado se ve eso: matanzas y diferentes
crímenes, matan a la gente” (GF3.S6).
Asimismo, se consideró que la excesiva violencia es producto del exagerado con-
sumo de alcohol y drogas, principalmente entre los jóvenes. Esta idea es compartida
por los entrevistados de Santiago de Huari, Llallagua y Huanuni, quienes señalaron
que en las zonas mineras el alcohol es visto como necesario para sobrellevar el tra-
bajo duro de esta actividad, pero su abuso da lugar a episodios de violencia, consi-
derando que dicha adicción eleva los casos de agresiones intrafamiliares, donde las
víctimas principales son las mujeres.
En el caso de Huanuni, Chuquiuta y Tocaña, uno de los principales problemas
apuntados fue la escasa presencia policial, por lo cual la ciudadanía ha demandado
una mayor cantidad de uniformados: “Los conflictos, más o menos. Se han presentado
problemas de la Policía. Hemos pedido este último que se incrementen, eran antes

9 Briceño, Roberto. En: Sociología de la violencia en América Latina. FLACSO, Quito, 2007.

170 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


más o menos diez policías. No puede ser que diez policías ronden de tantas cosas
de lo que sucede, ¿no? Entonces, hemos pedido que nos den unos 50 policías en la
población, ¿no?” (E.H.).

Justicia por mano propia


Los habitantes de diferentes poblaciones, al considerar que la administración de
justicia no funciona en el país y observar el incremento de la inseguridad ciudadana,
han tomado la decisión de hacer justicia ellos mismos.
En las representaciones que se obtuvieron en la investigación se pudo identifi-
car que, para una gran parte de las personas entrevistadas, “justicia comunitaria”
y “linchamiento” son casi sinónimos, aunque otras señalan la diferencia. Se asoció
a la justicia comunitaria principalmente con “robos” y “delitos” que provocan sen-
timientos de “rabia”. A partir de ello se puede inferir que la justicia comunitaria es
una práctica insuficientemente conocida por la población; esto, entre otros factores,
es alimentado por la incorrecta información de algunos medios de comunicación.
Según datos proporcionados por Luis Eduardo Siles, investigador de temas socia-
les, en Bolivia, entre 2006 y 2009, se dieron 100 casos de linchamiento o intentos de lin-
chamiento, de los cuales más de la mitad terminaron en muerte.10 Así, es evidente que
los actos de linchamiento implican altos niveles de violencia; se producen generalmente
por defensa propia y/o el intento de castigar a una persona sospechosa de haber co-
metido algún delito, que pudo haber dañado los intereses de un determinado colectivo.
En la ciudad de La Paz, las personas que participaron de la técnica de asociación
libre de palabras, vincularon linchamiento con “muerte”, “delito”, “rabia”, “agre-
sión”, “quemar”, “ignorancia”, “brutalidad” y “justicia comunitaria”. Por otro lado,
se visualiza a la justicia comunitaria como una “costumbre”, “aymara”, se “des-
conoce”; pero también connotaciones negativas como “malo”, “abuso”, “injusto”,
“muerte”, “linchamiento” e “ilegal”. De manera similar, en El Alto se relaciona la
justicia comunitaria con “linchamiento”, como algo “malo” e “ilegal”; aunque sigue
siendo una forma de “justicia”.

10 Orozco, Gabriela, Linchamientos y justicia comunitaria se confunden en Bolivia [en línea], Uno America
News, 2012 [Fecha de consulta: septiembre 2012]. Disponible en: http://tipsdeunoamerica.blogspot.
com/2012/05/linchamientos-y-justicia-comunitaria-se.html

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 171


Llama la atención que, a pesar de ser una ciudad compuesta por migrantes del
área rural y de origen mayoritariamente aymara, en El Alto se establezcan asociacio-
nes de palabras similares a las de la ciudad de La Paz, es decir que no se diferencie la
justicia comunitaria del linchamiento.
A pesar de la visión negativa sobre este último, en la ciudad de El Alto algunas
personas recurren a él argumentando que los hechos delictivos han sobrepasado a
la Policía, institución que para los entrevistados no realiza efectivamente su labor;
incluso aseguran que algunos policías incitan a que la población ejerza violencia
contra las personas que cometieron un delito: “Pero es lo que la mayoría hace, lo
maltratan, hasta lo queman. La Policía nos dice ‘no nos llamen, quémenlo, háganlo
desaparecer; no nos llamen’” (GF4.S1). Se validó la justicia por mano propia en la
medida que se considera la única manera de defenderse ante el crecimiento de los
hechos delincuenciales que afectan a la ciudadanía alteña.
En Tocaña y Chuquiuta la asamblea comunitaria es el espacio de aplicación de
la justicia comunitaria, percibida como “justicia” que se ejerce en la “comunidad”,
permite “solucionar” los problemas y se practica en el marco de las normas estable-
cidas en el lugar, enfocadas al resarcimiento a partir de trabajos comunales y no de la
pena de muerte o ajusticiamiento. El linchamiento para los entrevistados de ambos
municipios posee un cariz negativo, pues lo perciben como “matar” y “golpear”.
Ante la palabra inductora “justicia comunitaria”, en Santiago de Huari se indicó
que es una forma de hacer “justicia” en la “comunidad”; para algunas personas es
“ilegal” y se aplica como “castigo” basado en “normas comunales”; también se rela-
cionó con el ejercicio de justicia por “propia mano” y con la generación de “peleas”.
Para los pobladores entrevistados en Huanuni, la justicia comunitaria tiene hoy
mayor vigencia, puesto que es una alternativa ante la ausencia de reglas claras para
la aplicación de la justicia ordinaria. En el imaginario de algunos habitantes, el lin-
chamiento se relaciona con “muerte” y “atracos”; es “agresión”, “drogadicción” y
“alcoholismo”, situaciones que observan con frecuencia en los “asaltantes”. Son “en-
frentamientos” en los que impera la “justicia por mano propia”; involucra a “pandi-
llas” que “violan la ley”.
En Quillacas se percibieron posiciones encontradas sobre la justicia comunita-
ria; una parte consideró que se trata de asesinato y otra indicó que es un castigo
físico al infractor, sin llegar a la muerte, por lo tanto se trataría de una buena

172 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


justicia. La asociación libre de palabras para “justicia comunitaria” muestra que
se la percibe como algo propio del “campo”, son sus “leyes comunitarias”, es “cos-
tumbre”, “justicia” ejercida por “propias manos”, que está a cargo de “autoridades
originarias”.
En la ciudad de Oruro se sostuvo que los vicios y degeneraciones son producto de
la Colonia, y que, por tanto, son ajenos a la propia cultura; se señaló que la justicia
comunitaria, a diferencia de la ordinaria, “corrige, encamina, pero no condena”
(GF1.S4). En las zonas urbanas de esta ciudad perciben al linchamiento como “vio-
lento” e “injusto”.
En la ciudad de Potosí y en Uncía se asoció “justicia comunitaria” con “lincha-
miento”, “derecho indígena, “castigo, “muerte” y “justicia por las propias manos”.
La consideraron un tipo de justicia “rápida”, que se produce por la “injusticia” y la
“pérdida de derechos”. Algunas la consideraron buena y otras, “ilegal”; pero se la
reconoce como una forma de acceder a la justicia en el área rural.

Asociación libre de palabras


Justicia Comunitaria y Linchamiento

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 19 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de La Paz

Autoridad 7%
Cepo 10%
Castigo 10%
Linchar 14%

Ilegal 12%
10%
Justicia 10% 48%
9%
Comunidad 10% 35%
Violencia 9%
Muerte 8%
8%
Solucionar 17%
Golpear 4%
5%
Robo 4%
10%
5% 6%
Injusticia
5%
Desacuerdo
5%
Abuso La Paz
8% 12%
Malo 10%
8%
Desconocida El Alto
10%
Aymara
10%
Ilegal 10% Tocaña
13%
Linchamiento 7%
Muerte 13% San Buenaventura
18%
Costumbre 4%
16%

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 173


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 20 LINCHAMIENTO - Departamento de La Paz

Negativo
8%
Abuso 6% La Paz

Colgar 7% El Alto
Justicia 14%
4% Tocaña
Violencia 9%
4%
Amarrar San Buenaventura
4%
Brutalidad
8%
Quemar
4% 8%
Golpear 16%
4% 18%
Malo 5%
8%
4%
Justicia comunitaria
6%
Robo 6%
6%
Ignorancia 5%
7%
Agresión 8%
19%
10%
Rabia
10%
Delito 9%
8% 29%
Muerte 23% 84%
39%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 21 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de Oruro

Ancestral 17%
Autoridades originarias Oruro
7%
Costumbres 12% Huari
Normas comunales 9%
14% Quillacas
Peleas 9%
Huanuni
Robo 13%
6%
Abuso de poder
6%
Castigar 9%
8%
Violencia
8%
Muerte
8%
Linchar 7%
9%
Ilegal 17%
24%
9%
Justicia mano propia 9%10%
35%
9%
Malo 7%
24%
11%
Injusto
11% 17%
Campo 31%
15%
Justicia 12%
17%

174 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 22 LINCHAMIENTO - Departamento de Oruro

Asaltantes 9%
Pandillas 9%
Oruro
Enfrentamiento 9% Huari
Droga 9%
Quillacas
Alcohol 9%
Pegar 8% Huanuni
Malo 8%
Ilegal 22%
7%
Justicia por mano propia 9%
13%
7%
Dolor
8%
Robo 10%
13%
8%
Asesinato 16%
8%
Abuso
10%
Agresión 8% 10%
9%
12%
Violentar 9% 12%
Muerte 30%
43%
13%
Injusticia
15%
Golpes 8% 15%
24%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 23 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de Potosí

Robo
14%
Problemas
14%
Mal aplicada 17%
Mal entendida 10%
Malo 16%
15%
Violencia 10%
13%
16%
Linchamientos 19%
14% 19%
Derecho indigena 24%
12% 23%
Muerte 22%
19%
12%
Castigo
19%
9%
Justicia propias manos 17%
19%
9%
Injusticia Potosí
7%
Rápida Llallagua
7%
Perdida de derechos
7% Uncia
Ilegal 10%
7% Chuquiuta
Buena

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 175


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 24 LINCHAMIENTO - Departamento de Potosí

Asesinato 16%
24%
Maltrato 12%
13%
33%
Muerte 36%
58%
37%
15%
Dolor 13%
13%
Injusticia 12%

9%
Golpear
8%
Justicia manos propias 12%
16%
13%
5%
Violar DDHH
5% Potosí
Ignorantes 12%

4% Llallagua
Violencia 13%
13% Uncia
4%
Venganza
Chuquiuta
4%
Robo

Pobreza
La pobreza, de acuerdo con varios estudiosos, se convierte en un factor de violen-
cia estructural en la medida que desencadena una serie de inequidades económicas,
sociales y culturales, vulnerando derechos fundamentales, individuales y colectivos
de los sectores que la padecen. Como se indicó antes, para la mayoría de las personas
que fueron entrevistadas y participaron de los grupos focales, una de las principales
causas de la violencia en el país es la pobreza en que se encuentra sumida la mayor
parte de la población. Pero también ha sido identificada como un tipo de violencia
que se ejerce de manera sostenida y genera una serie de efectos adversos.
En las ciudades de El Alto y Potosí se consideró que una de las consecuencias de
la pobreza es la incorporación de niños y niñas al mercado laboral en condiciones de
precariedad y de alto riesgo tanto físico como psicológico. Esta situación da lugar no
sólo a la desatención o incluso abandono de niños y niñas, sino a que éstos asuman la
responsabilidad de su subsistencia y de generar ingresos familiares, incorporándose
desde temprana edad al ámbito laboral en actividades como lustrabotas, voceadores,
vendedores, entre muchas otras. Este entorno los induciría a que se inicien en el con-

176 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


sumo de drogas y de alcohol, y se expongan a enfermedades de transmisión sexual,
elementos que, como se expresa en el acápite correspondiente, se vinculan con la
problemática de la inseguridad ciudadana.
Mientras, en San Buenaventura apuntaron que el empobrecimiento ha dado lu-
gar al incremento de la producción de coca destinada al narcotráfico, pues implica
mayores ingresos para poblaciones con escasos recursos. Esto induciría a que las per-
sonas elijan esta actividad delictiva en lugar de otra. La mayor preocupación de los
pobladores es el tipo de violencia que se podría desatar: “En vez de dar otra fuente
de trabajo, la coca está priorizada aquí. La coca genera empleo, pero también peor
daña a la juventud, es necesario disminuir el narcotráfico, porque la gente gana con
eso nomás, así que ya no tienen necesidad de trabajar” (GF2P3).

Discriminación
De acuerdo con la Fundación UNIR Bolivia,11 “la discriminación es un fenóme-
no social a través del cual se considera en inferioridad de condiciones, se margina,
y se priva de derechos a los individuos y colectividades por factores diversos, como
el sexo, la edad, la condición étnico-cultural, la condición económica, las capacida-
des diferenciadas, la opción sexual, la preferencia política, la religión, etcétera”. En
coincidencia con lo expresado, los tipos de discriminación más reconocidos durante
el estudio fueron por condición étnica y de género; en menor porcentaje se distingue
la que existe entre las áreas urbana y rural, y mucho menos la de clase y la interge-
neracional, con excepción del municipio de Llallagua, el único que hizo referencia
a la discriminación contra las personas con capacidades diferentes, las de la tercera
edad y los niños y niñas.
Llama la atención que en los municipios de tierras altas donde se realizó el trabajo
no se hiciera referencia a la segregación que vive la población homosexual, bisexual,
transexual y transgénero, así como las personas con VIH-Sida, lo que puede signifi-
car que es un tema que se desea o se intenta invisibilizar en la mayoría de los casos.
En los párrafos siguientes se refleja la manera en que los participantes de la investi-
gación se refieren a los diferentes tipos de discriminación.

11 Fundación UNIR Bolivia, Percepciones sobre temas clave: equidad, bien común, interculturalidad, comunicación demo-
crática, conflictividad social y violencia, La Paz, 2012.

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 177


En la ciudad de El Alto, las personas participantes del estudio dijeron que la dis-
criminación se produce principalmente por su condición étnica.
Dicho factor también fue mencionado por el pueblo indígena esse ejja. A pesar
de tener su Organización Territorial de Base (OTB) y recibir apoyo en educación y
salud, sus habitantes han sido fuertemente relegados y carecen de representación en
la vida civil del municipio de San Buenaventura. Al respecto, afirmaron: “Nos tratan
mal, nos llaman, “chamitas” que en nuestro idioma quiere decir ‘no existe’” (GF:
E). Esta invisibilización es una de las peores formas de discriminación, en la medida
en que se niega la presencia de este pueblo, se obstaculiza el pleno ejercicio de sus
derechos, siendo su propia existencia la que se les estaría negando. Este sentimiento
les lleva a decir: “Nosotros somos los últimos indígenas, estamos abajo, la última or-
ganización después de los tacanas y de los chimanes” (GF1.S2).
Los entrevistados de este pueblo indígena señalaron que la violencia se ha conver-
tido en la forma aceptada que tienen para atenuar las agresiones a las que se encuen-
tran expuestos: “Sí, se pelea con los de los pueblos, porque siempre son abusivos; yo
no soy así, pero cuando me enojo, reacciono” (GF1.S2). Según una autoridad de la
región, la discriminación que sufre este grupo se debe a que no habla el idioma espa-
ñol ni los otros idiomas imperantes en el lugar, lo cual hace que se mantenga aislado.
En Tocaña la discriminación se relacionó con los rasgos fenotípicos de sus habi-
tantes y lo que eso ha implicado para esta población a lo largo de su historia. Es así
que se la asoció con “negros”, “no valor”, “rechazo”, “insultos” y “maltrato”.
En San Buenaventura también se hizo referencia a la discriminación hacia los
colonizadores del Altiplano, lo cual, en parte, se habría atenuado por el poder ad-
quisitivo que logró este grupo, permitiendo su incorporación a la sociedad local:
“Bueno, no veo marginalidad. Antes, tal vez. Cuando yo era niño, de colla, de cholo
de m… perdón por la expresión, era como me decían, no me bajaban. Recuerdo eso
de algunos amigos que ahora son mayores que yo, o de mi edad. Y allí creo que había
discriminación de collas, de cholos; pero ahora, no. El poder económico que adquie-
ren los collas colaboró a que se integren a la población local” (E. San Buenaventura).
En Potosí se hizo mención a la diversidad cultural del país como origen de la vio-
lencia: “de repente es porque vivimos en un Estado con diferentes culturas. Estamos
hablando de un Estado plurinacional, donde vemos una diversidad de culturas y a
partir de ellas surge la violencia” (GF. Potosí).

178 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Quienes participaron de la investigación en Santiago de Huari consideraron que
la discriminación es una importante generadora de violencia que no se presenta sólo
entre pobladores de ayllus, sino entre personas de diferente condición étnica y clase so-
cial: “Quería decir al respecto ‘ahora, ¿por qué viene la discriminación?’ Ahora será
de traje y corbata, antes se sentaban con minifalda, y ahora con el hermano Evo ya
vemos una cholita, como en la Asamblea. Yo creo que la gente que ha estudiado no
quiere aceptar eso. ‘Yo me he matado seis años en la universidad’, dicen, ‘no puedo
aceptar eso’, y dicen ‘yo debería estar ahí y no ella’” (GF.S3).
Grupos de las juntas periurbanas de Oruro señalaron que se encuentran per-
manentemente expuestos a diferentes agravios, hasta la privación de su libertad:
“siempre nos maltratan, nos insultan, hasta la Policía nos dice ‘indios, campesinos,
ni siquiera saben hacer nada, ¿por qué no están con sus ovejas, llamas? ¿Por qué no
van a pastear? ¿Por qué tienen que venir a la ciudad?’” (GF1.S4). Se consideró que la
discriminación está arraigada en la sociedad boliviana; por ende, es muy difícil supri-
mirla. Esta actitud sería la que ocasiona peleas, es decir que es uno de los principales
detonantes de la violencia.
En otras entrevistas y grupos focales se hizo énfasis en la discriminación de clase,
que se expresa en la ausencia de justicia para los sectores con menos recursos econó-
micos: “Va a haber siempre un tipo de reacción, para eso tiene que haber leyes justas
y las leyes justas en Bolivia no existen; cuando haya justicia sí vamos a poder. Ahora
mismo los operadores de la justicia son totalmente enemigos de la justicia. Operado-
res de la injusticia serían, porque favorecen al rico, al que tiene cara bonita; pero al
pobre, al humilde, por su trabajo, lo discriminan” (GF1.S5). Para estas personas es-
taría justificado el uso de la violencia, porque sería un medio para conseguir justicia,
para implantar lo correcto, lo apropiado; de lo contrario, no habría paz.
En Huanuni, las personas consultadas percibieron la violencia como la discri-
minación que ejercen empresarios y cooperativistas mineros contra la población, lo
que produce sentimientos de marginación y se expresa en su poca o ninguna partici-
pación en la vida política de la localidad. “De lo anterior siempre hemos peleado, a
veces reclamando. Por ejemplo, los partidos políticos que ahora se ha elegido, para
la presidencia, han tomado en cuenta sólo a los trabajadores, o sea, se han armado
su partido político, que solamente son representantes de la empresa, pero no han
tomado en cuenta la participación de la población. Cuánto no me hubiera gustado

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 179


que tomen no sólo gente de la empresa, sino también de la población, y tampoco nos
ha tomado en cuenta como mujeres; sino, como hay bastantes varones en la empresa,
puro varones. Por mucha pelea los de área del campo han logrado entrar. Entonces,
un poco de discriminación tenemos” (E2.MA).
Como se mencionó al inicio del presente acápite, otro denominador común en
los municipios seleccionados fue la identificación de la discriminación que sufren las
mujeres en los campos político, social, económico y familiar.
Los pobladores de Potosí consultados retrataron a la discriminación como vio-
lencia, más si se encuentra acompañada de pobreza y si la que la sufre es mujer y
campesina: “humillarnos, mucha gente nos maltrata psicológicamente; aparte, nos
critican. Al menos aquí, las mujeres de la mina somos bien criticadas, parece que
todo para los hombres hacemos cosas malas nomás; quisiera expresar sobre eso”
(GF2.S3). También en Potosí, el grupo focal de mujeres mineras señaló que por su
condición de género, y también por su origen étnico, fueron expuestas incluso a
condiciones de esclavitud y toleraron opresión, maltrato y humillación. Consideran
que los “explotadores” son los capataces y los patrones, categorizados como “extran-
jeros”; sin embargo, advierten que estas condiciones se están modificando, porque
ahora tienen la posibilidad de participar y opinar.
En Llallagua, algunas personas sostuvieron que la situación de las mujeres es más
precaria en el área rural, donde la discriminación por condición de género es más
fuerte y frecuente, e incluso es una costumbre aceptada y aprendida por las propias
mujeres: “Yo creo que sí existen estos problemas, estos males que son hasta culturales.
Por ejemplo, el tema de la mujer en el área dispersa, hay un grado de discriminación.
Nosotros hemos podido ver. Cuando vamos a hacer talleres, normalmente los asien-
tos están reservados para los hombres y las mujeres se sientan en el suelo por cuestión
cultural; es una forma de discriminación”.
Pero más grave aún es cuando se admite que esta discriminación llega a atentar
contra la vida de las mujeres, al considerarse que tiene menor valor que la de los
hombres, puesto que se creería que ellos son más productivos: “Sabemos que en las
familias aprecian más a los hijos varones que a las mujeres. Cuando una hija está
enferma ni la atienden medianamente para que se pueda restablecer, a veces puede
perder hasta la vida por falta de asistencia médica; en cambio, a los varoncitos los
aprecian más. Eso tiene su explicación en el tema del trabajo: el hombre es más útil y

180 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


eso creo que es la razón fundamental para discriminar de un modo a las mujeres; es
que el machismo está enraizado en toda la sociedad boliviana” (E3.MC).
Desde otra perspectiva, en la ciudad de Oruro las personas consultadas seña-
laron que se han logrado avances en relación con la participación de la mujer en
espacios de toma de decisión, y su mayor indicador es que, por primera vez en su
historia, su máxima autoridad municipal departamental es una mujer. En cambio,
los participantes en la organización cívica del departamento sostuvieron que los
rótulos “género” y “generacional” son “fantasmas” que se emplean sin conocer su
propósito, cuando en realidad lo que debería importar son las condiciones y capa-
cidades que puedan aportar las mujeres: “En cuanto a la marginalidad de género,
generacional, étnico y discriminación social, yo no he notado mucho en Oruro.
Pero realmente eso de género, de generacional, son fantasmas que utilizamos no sé
con qué propósito, no entiendo. Yo no me opongo que una mujer, sea de pollera o
no, sea electa presidenta; finalmente, lo único que exijo es que tenga condiciones y
capacidad necesaria para esto, esa es la mentalidad que más o menos aquí existe”
(E2.LR).
Como se evidencia en los párrafos anteriores, los distintos tipos de discriminación
están muchas veces interrelacionados y se presentan de manera simultánea y acumu-
lada. Por ejemplo, una persona por ser mujer, pobre, indígena y joven es múltiple-
mente discriminada: por motivos de género, clase, etnia y generación.

4. ¿Qué sentimientos y conductas genera la violencia?


Los participantes expresaron que ser víctima de violencia acarrea una serie de
efectos negativos; entre los más señalados en el trabajo de campo están el dolor, un
trauma que provoca timidez y baja autoestima, sobre todo si las agresiones comien-
zan en la niñez. Además, surgen sentimientos de miedo, sufrimiento, humillación,
vergüenza, impotencia, desesperación, inseguridad y malestar: “De alguna forma mi
autoestima por supuesto que bajaba. Vulnerable, desprotegida, me ha hecho teme-
rosa de la gente” (GF2.S3). Algunos pobladores de Chuquiuta manifestaron que la
violencia padecida de pequeños es la más recordada: “Se siente uno mal. Cuando era
niño, por mis hermanos, por mi mamá, violencia física. Fuimos siete hermanos, al
menor siempre lo golpean los hermanos, la mamá. Me he sentido mal, despreciado,
quería irme de mi casa” (GF.S6).

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 181


En los grupos focales se indicó: “Yo he sufrido violencia, yo era pequeño; cuando
hay violencia en la casa nos quedamos traumados, y es difícil borrar los malos tratos
que recibimos” (GF3.S5). Así también se señaló que, debido al uso frecuente, la vio-
lencia se convierte en costumbre y se reproduce: “La violencia la ejercemos, como que
ya es costumbre, algo como que es parte de nosotros, algo que se nos ha enseñado.
Por ejemplo, cuando queremos que un niño sea pasivo, en vez de calmarlo de alguna
manera, le decimos ‘si no te calmas, vas a ver’. Entonces el niño desde ahí empieza a
crear esa cultura de violencia” (GF.S3). Otro entrevistado apuntó: “Mi hijo se ha vuelto
violento por el trato que ha recibido en la escuela por parte de sus compañeros. Yo he
tratado de conversar con las profesoras, por ejemplo, para tratar de revertir esta situa-
ción; pero muchas veces es difícil, porque la gente está acostumbrada a la violencia, ya
le parece normal. Por ejemplo, cuando lo metieron a mi hijo al basurero, yo respondí
con violencia. Me sentí mal al darme cuenta que yo también estaba siendo parte de esa
violencia; yo tenía que darle una explicación a mi hijo de mi actitud violenta con la que
reaccioné. Este hecho ha involucrado a toda mi familia” (GF2.S1).
De esta manera se pusieron en evidencia los círculos viciosos generados por la
violencia, que puede revertirse hacia quien la aplica: “Muchas veces procedemos así,
y creo que después, en el caso yo veo a diario, en el caso personal un día yo he reac-
cionado muy mal con mi hijo, yo le he sonado a mi hijo, y mi hijo en alguna oportu-
nidad me suena también, y me ha dado en la cabeza muy fuerte, me ha hecho doler.
Y mi hijo me dice ‘papi, así me duele cuando me has castigado’; entonces, desde ese
momento que he reaccionado nunca más he tocado a mi hijo. Simplemente hablar,
para que pueda corregirse” (E1.HF).
Quienes manifestaron ejercer violencia también señalaron que ésta sería una re-
acción a sentimientos de frustración y desesperación por el agotamiento de todo
argumento; se la justificó como último recurso para hacerse escuchar: “La violen-
cia, una percepción mía, es aquello que se puede evitar, pero a veces se llega a eso
cuando hay niveles de extrema frustración o desesperación, o agotado todo nivel de
argumento para llegar a esa medida” (E1.CC). “Es una forma de hacerse escuchar,
de llamar la atención de manera muy abrupta a las autoridades y, como un medio
frente al cansancio que han tenido las personas, de recurrir de forma muy pacífica si
se quiere, entonces, se ha agotado toda esa tolerancia, se ha agotado todos esos pasos
y no queda otra cosa más que recurrir a la violencia para ser escuchado” (E3. Z.GG).

182 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Otras personas dijeron que ejercer violencia suscita emociones contrarias, como
el sentimiento de tener poder y luego el de bienestar, cuando se cree haber hecho
justicia. La violencia también se convierte en un mecanismo de desahogo frente a las
presiones y al estrés del sistema y del cotidiano; pero también es vista como meca-
nismo de defensa: “Pareciera que se te sale la bronca, ya no te puedes aguantar; tal
vez no alzar las manos, pero sí defenderte” (GF1.S5). También se la identificó como
medio para lograr reconocimiento y “¿por qué no?”, para obtener poder. Así, la vio-
lencia fue en algunos casos valorada por los participantes.

5. La violencia como parte de la cultura


En algunos de los municipios en los que se desarrolló la presente investigación se
indicó que la violencia es parte de las culturas, es aprehendida desde la infancia, se na-
turaliza, se transmite de generación en generación y se perpetúa a lo largo del tiempo.
Al convertirse en costumbre, la violencia ya no es percibida como tal y no se sabe
cuándo se la está ejerciendo, lo que se ejemplifica en esta declaración: “Bueno, le
vuelvo a decir, este pueblo es culto, no hay peleas. Por favor, ya no insista, no quisiera
que me pregunte más sobre violencia. Bueno, ahorita voy a reaccionar y le voy a
pegar, así que cambiemos de tema” (E3: CM).
Así, de forma inconsciente o consciente, las personas reproducen la violencia en el
diario vivir y en su entorno (familiar, educativo, laboral, callejero, entre otros): “¿Por
qué tengo que gritar?, ¿Por qué hago esto? Me lo hacían a mí, eso me recuerdo. Lo que
nos hacían me recuerdo. Mi padrastro, mi madre, me decían ‘ándate, pueden irse’, lo
mismo les digo a veces; pero recuerdo que puedo causar a la otra persona daño” (GF3.
S4). “La utilizamos [la violencia] porque no hemos tenido una niñez feliz; siempre los
papás han pegado, y eso estamos repitiendo” (GF.S2). En consecuencia, no sólo se imi-
tarán conductas violentas, sino que también se heredarán sentimientos de venganza:
“Nosotros hemos aprendido a hablar malas palabras, tal vez por defendernos. Con el
tiempo nuestros hijos por esta situación van a crecer violentos. Están viendo lo que está
sucediendo con nosotros. Tal vez en un tiempo digan ‘estos caballeros han humillado
a nuestros padres, ahora vamos a vengarnos, si a mi papá le han agredido, yo también
a sus hijos’” (GF1.S5).

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 183


Desde la representación de los participantes, esto se debe a la transmisión de va-
lores, actitudes y comportamientos negativos desde la familia, los centros educativos
y los medios de comunicación.
Como ya se apuntó en acápites precedentes, la violencia también fue identificada
como un medio para restablecer el orden social, para inculcar valores e impartir
conocimiento: “antes los profesores se hacían respetar con los alumnos y ahora es
lo contrario. Nosotros teníamos terror a los profesores porque nos castigaban; ahora
son bien delicaditos” (GF2. S3). “‘Profesora, él me ha pegado’, y la profesora res-
ponde: ‘tú vas y le pegas más’, o ‘papá, me pegó Juanito’ y el papá responde: ‘¿qué?,
¿cómo?, ve y pégale, no vuelvas sin venganza’” (GF3.S5).
Estas ideas también fueron mencionadas por las personas consultadas en Llallagua,
Uncía y Chuquiuta y, aunque a veces no se acepta la violencia en el discurso, en la
práctica se considera necesaria si es con mesura: “Bueno yo me he sentido mal, cuando
les pego a mis hijos; pero también pienso que estoy actuando bien, porque mi hijo no
va hacer lo que quiere. Por eso mis hijos no van a llegar borrachos, ni con droga. Por
ejemplo, tiene 18 años y lo castigo, no falta el respeto a nadie” (GF2.S6).
Una importante cantidad de participantes de áreas urbanas en el estudio señaló
que la violencia cultural es un rasgo que caracteriza al área rural; que es una mani-
festación constante, anclada en la mente de las personas: “Más allá en los pueblos, el
hecho de sentir violencia es algo de uno mismo. ¿Cómo puedo explicar esa situación?
En un pueblito, no necesariamente han tenido contacto con la ciudad, simplemen-
te les nace la violencia, viene culturalmente, pasa de familia a familia” (GF1.S6).
“Quien te quiere te pega; nuestra gente del pueblo es así, ¿no?” (GF1. S2).
Asimismo, se señaló que bolivianos y bolivianas presentan rasgos de violencia
que se manifiestan en algunas tradiciones como el tinku (encuentro): “También se ve
en el área rural, esa es su cultura y su costumbre, violencia incluso hasta la muerte,
el tinku12 es el clásico ejemplo” (GF3.S6). “Los kakachacas y los laymes, jucumanis,
se comen entre ellos en la fiesta de la Cruz. Ellos pelean y pelean a muerte, ya no es
pacífico, ya no es un tinku, y el tinku que ellos hacen es en una plaza cerrada, o sea,
ya no tiene que salir las personas de ahí hasta que muera, uno, dos o tres, así hacen
ellos el tinku” (GF.S6). Otras personas consideran que, si bien esas demostraciones

12 Ritual andino; consiste en la ofrenda de sangre, que deriva de un combate cuerpo a cuerpo, para que la
cosecha sea buena. En quechua significa “encuentro” y en aymara, “ataque físico”.

184 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


culturales son el reflejo de acciones violentas, éstas son necesarias y beneficiosas para
la comunidad: “Yo lo veo más como cultura, creo que pelean por la buena cosecha,
tiene que haber un muerto” (Gf.S2).
Para otros sectores la violencia es la forma en que aprendieron a reclamar por
sus derechos, ya que desconocen otras formas de reivindicarlos: “Las personas ten-
dríamos que saber hacernos escuchar, a veces el error es que no sabemos hacernos
escuchar. Tendríamos que buscar mecanismos que no sean marchas, huelgas que
perjudiquen a los demás; sino buscar la forma más adecuada de hacernos escuchar,
sin perjudicar a los demás. Porque las marchas, huelgas perjudican a una sociedad,
no a un individuo” (GF2.S4). Así también se señaló que, para lograr lo que se
quiere, se recurre a la violencia y no al diálogo: “Cuando existe descontento, cuan-
do no logramos lo que queremos, cuando solicitamos algo al gobierno, no vamos
por el diálogo; entonces, generamos violencia. Lo mismo sucede en el ámbito del
hogar; cuando el esposo no nos da lo que pedimos, renegamos y nos violentamos”
(GF2.S1). “En Bolivia hemos generalizado en decir ‘wawa que no llora, no mama’.
Todo a la fuerza y todo es con violencia, digamos, la forma de bloquear, de hacer
marchas” (GF1.S6).
Los grupos focales de Chuquiuta y sus autoridades entrevistadas también afir-
man que los bolivianos sólo conocen la violencia como mecanismo para resolver
los conflictos, puesto que es una costumbre “lograr las cosas a golpes”: “Yo creo
que el boliviano es así. Todo con violencia queremos solucionar; si no hay violencia
no podemos solucionar, y siempre queremos solucionar” (GF.S6). Otro entrevistado
decía que “los bolivianos estamos acostumbrados a conseguir las cosas con golpes.
Por ejemplo, en lo político, partido con partido, si uno no gana ya están a golpes.
Económicamente igual, con golpes queremos conseguir” (GF.S4).

6. ¿Se reconocen a sí mismos –y a su comunidad– como


violentos o pacíficos? Responsabilidad en relación con la
violencia o culpabilización de otros
En todos los municipios, las personas participantes coincidieron en que los boli-
vianos y bolivianas son violentos, en diferentes dimensiones. Lo interesante fue evi-
denciar que es muy fácil ver a la otra persona, sector, autoridad o región, entre otros,

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 185


como responsable del ejercicio de la violencia; lo difícil es reconocer que todos for-
man parte de ese círculo y que también se la ejerce de una u otra manera.
Desde la mirada de los paceños, los bolivianos “ahora” son violentos; el uso del
adverbio “ahora” señala un tiempo específico, el “presente”; es decir que antes no
era igual. Se percibe a la violencia relacionada con un sistema, con las estructuras
y con el manejo del poder. Es aceptada y reproducida en las acciones del día a día,
lográndose su naturalización.
Otras personas advierten que la ausencia de paz en Bolivia es originada por na-
ciones desarrolladas a las que les importa solamente generar capital, descuidando
y violentando el entorno al que llegan: “Hay naciones desarrolladas como Estados
Unidos, ellos velan sólo por tener dinero y por hacer capital, eso hace ver que noso-
tros no tengamos paz e influye en la contaminación del medio ambiente. Entonces,
con todas esas cosas, los países más pequeños que no tenemos maquinarias ni nada;
eso hace que no tengamos paz” (GF.S3).
En la misma línea, de manera reiterada se mencionó que la violencia es una
característica de los “otros”, del victimario, del poderoso: “Los bolivianos no somos
violentos, somos de la trilogía ama llulla, ama quella, ama sua. No ves que hemos lucha-
do por nuestra independencia, no tenemos una cultura violenta como bolivianos”
(GF1.S7). Se dijo que esta actitud es ajena al grupo de pertenencia y, más bien, es
propia de los explotadores, del extranjero, y viene desde la Colonia, que como siste-
ma descompuso las estructuras de una sociedad justa: “La violencia vino con Colón
y gente que eran sacadas de las cárceles, y ese tipo de gente vino a contaminar, a
ensuciar. Ningún otro, aparte de la Biblia, ha venido a enseñar reglas como no robar,
no mentir” (GF1.S4).
En sintonía con lo anterior, los entrevistados en Oruro aseguraron que la violencia
es producto de la colonización, y ajena a la propia cultura. Otros afirmaron que los
países de occidente son emblema de violencia y, por tanto, los valores que llegan al país
influyen negativamente en los jóvenes y los asimilan a una cultura que no es la propia.
En Huanuni los consultados se percibieron a sí mismos y a los bolivianos como
personas violentas, pero no de manera consciente; se trataría de un mecanismo de
defensa o una conducta aprendida que es resultado del sometimiento ancestral; es
ahí donde se origina la rabia y el deseo de venganza que dicen sentir: “Antes hemos
sido sometidos y creo que de ahí viene esa rabia, esa bronca, ¿cómo decir?, esa ven-

186 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


ganza. Porque siempre hemos tenido alguien tras de nosotros y parece que eso ha
quedado como idiosincrasia” (GF.S3).
Las autoridades de Quillacas entrevistadas aseguran que los bolivianos violen-
tos se encuentran, principalmente, en las ciudades de La Paz y Santa Cruz, mien-
tras que se califican a sí mismas y a sus coterráneos como personas pacíficas: “Los
bolivianos somos muy violentos, pero no todos los bolivianos, sino los de La Paz,
los de Santa Cruz también han sido muy violentos. El año pasado la Unión Juvenil
Cruceñista, ¡qué cosa han hecho! En Santa Cruz después ha habido un grupo de
terroristas, eso es violencia. En Oruro, no se ve mucho; en La Paz, hay marchas
con palos e insultos. Aquí en Quillacas también se ha visto, pero nosotros los qui-
llaqueños somos humildes. Aquí han venido con dinamita los de Sevaruyo, pero,
si nosotros hubiéramos sido violentos, ahí venía la pelea. Las autoridades se han
humillado” (GF1.S3).
Los entrevistados en la comunidad de Tocaña expresaron que ésta es pacífica, que
sus habitantes viven tranquilos y circunscriben la violencia a un ámbito más urbano:
“Aquí al menos estamos más tranquilos, pero en la ciudad, en las teles se ve todos los
días lo que se agarran, lo que se matan, cómo matan a la gente, en las noticias se ven
muchas cosas yo creo, al menos en las ciudades. Todavía en el campo no hay mucho,
pero fuera de aquí hay mucha violencia, a diario se ve y se escucha” (GF).
En el caso de San Buenaventura los consultados también se consideraron pacífi-
cos y relacionaron esto con su entorno; indicaron que disfrutar de las riquezas natu-
rales y respirar aire puro hacen que el sentimiento percibido de violencia sea menor
al existente en otras localidades, y que las personas entrevistadas en este municipio
califiquen a su región como pacífica.
En el imaginario de actores y sectores entrevistados en Uncía, la escasez de dinero
y de fuentes de trabajo conduce a la gente a recurrir a la violencia, es decir que la
atribuyen a factores económicos. Pero también se desencadena por desesperación,
por sentir que los derechos individuales son quebrantados, por tener sistemas educa-
tivos violentos, o porque las demandas sociales o sectoriales no son escuchadas por
el gobierno central. Esa desatención es el detonante del conflicto y lo agrava. Se cree
que las instituciones que median (Gobierno central, Iglesia, Defensor del Pueblo)
sólo lo hacen en situaciones de crisis: “Utilizamos los bolivianos violencia cuando
queremos hacernos escuchar con el Gobierno. El Gobierno hace que crezca el con-

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 187


flicto, que explote y recién se ponen a dialogar. La iglesia, todos los demás, vienen
como mediadores” (GF.S2).
De manera coincidente, en la población de Llallagua los interrogados menciona-
ron que Bolivia es un país conflictivo donde se apela a la violencia para obtener lo
que se desea; se apuntó que las actitudes violentas son intrínsecas a las y los bolivia-
nos y que es algo con lo que se nace.

Paz
1. ¿Qué se entiende por paz?
A lo largo de la investigación, la paz ha sido representada como un elemento
esencial para la convivencia colectiva en armonía. Se percibe como la calma que
viene después de la guerra; es un punto de encuentro, un equilibrio. Es algo deseado
por todos, puesto que genera sentimientos positivos como tranquilidad, serenidad,
respeto, empatía y asertividad; aunque también se la piensa como una utopía: “para
mí no existe la paz, tenemos una cultura de violencia” (GF2.S6).
Los atributos asociados con la palabra inductora “paz” fueron “encuentro” y “en-
tendimiento”; la paz es igualmente “respeto mutuo”, que implica “aceptación del
prójimo”, “poseer la capacidad de comprender diversas formas de pensar”, “ser to-
lerantes, ser personas afectivas con las demás” (GF1.S2). “Creo que es un encuentro,
respeto, mirarnos y sentirnos de igual a igual, encontrarnos, dialogar y entendernos
fundamentalmente” (E4.JCM). En resumen, es colaboración mutua y hospitalidad;
es vivir en armonía entre pueblos, erradicando la discriminación y el racismo. Se
sostuvo que la paz es un valor que se transmite a través de la educación.
En este mismo sentido la cultura de paz se representó como un valor y el resultado
de un proceso de inclusión; estaría en la capacidad de ser tolerantes ante el otro; en la
respuesta a una demanda de mejor trato que permitiría vivir en paz, pues nadie se vería
obligado a maltratar a otro: “Yo creo que la cultura de paz […] es una forma de vivir
en armonía, pero esa armonía se consigue a través del entendimiento entre cada uno de
nosotros, espiritualmente, humanamente, y sólo así se puede encontrar una paz” (E2).
El sentimiento de paz también se asoció con la solidaridad, la cual se represen-
tó como “apoyo”; es “dar”, es un símbolo de “amistad”, “compasión”, “bondad”
y “hermandad”. La solidaridad se reconoció como una importante práctica en las

188 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


movilizaciones sociales, pero también como el apoyo de parte de la población a sec-
tores que se ven afectados por desastres naturales o de diversa índole: “cuando hay
marchas, por ejemplo, se ve a la gente que es solidaria, se ve a la gente, que no sé de
dónde va sacando alimentos” (GF4.S5). “Cuando hay marchas todos se movilizan y
cuando hay campañas de solidaridad todos también vienen” (GF.S4).
La paz igualmente se relacionó con complementariedad a partir del diálogo; esta
última palabra fue asociada por la mayoría de los entrevistados con la capacidad de
“conversar”, “conciliar”, “hablar”, encontrar “soluciones” y, por ende, alcanzar la
“paz”. Es algo positivo que permite “comprender”, “razonar”, plantear “propues-
tas”, llegar a un “acuerdo” que permita “solucionar”; abriría las puertas de la “ne-
gociación”, aunque también es algo muy “político”; es lograr el “entendimiento” a
partir de la “comunicación”, es “concluir” un conflicto a partir de la “reunión” de
los grupos enfrentados.
Para otros, la representación de paz tiene el rostro de la cotidianeidad y se refleja
en hechos de la vida diaria, en la amistad y el compañerismo; en poder compartir
lo bueno y lo malo. Es no sentir estrés y desarrollar actividades agradables, como
compartir con los amigos.
Desde otra perspectiva es lograr soluciones, no dejar que las cosas ocurran por
inercia; es prevenir la violencia: “La paz es solucionar las cosas con alternativas dife-
rentes. Es no dejar las cosas estáticas, porque sabemos que lo estático igual va generar
de alguna u otra manera una reacción y puede ser peor. Lo que se podría hacer es
generar soluciones sin recurrir a la violencia” (GF.S3).
La paz sería algo que caracterizaría a las comunidades del área rural y un valor
asociado con la cultura andina. Algunas personas indicaron que la paz es vivir de
acuerdo con las tradiciones determinadas por los ancestros. En ese sentido se la en-
tiende como “ayuda”, “trabajo en conjunto”; es “cooperar”.
Las autoridades entrevistadas en Santiago de Huari la asociaron con tranquilidad
y pacificación; es el vivir en armonía en el campo, no querer ganar mucho; es el sumaj
qamaña de la cultura aymara. Las reglas de convivencia que una sociedad adopta son
las que pondrían el límite entre la violencia y la no violencia, y para estas personas
un ejemplo de convivencia es el tinku.
Otras miradas apuntan a verla como perdón y ausencia de violencia; un ejemplo
es el acuerdo de paz entre laymes y qaqachacas: “Paz es entre hermanos. Nosotros

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 189


hemos visto la paz entre ayllus qaqachaqas y laymes; ahora se han pacificado, sin
resentimientos y sin rencores” (GF1.S3).
En los municipios donde la mayor preocupación gira en torno a los límites territo-
riales, se percibe la paz como la posibilidad de vivir tranquilos, sin disputas relaciona-
das con este conflicto: “Vivir en paz en las comunidades, vivir tranquilos, sin peleas
de límites entre Oruro, Potosí o Cochabamba y Oruro; eso no debería haber. Vivir
tranquilo, para mí, eso es la paz” (GF2.S1).
De igual manera, existe la percepción de que la paz y la violencia son un conjun-
to, ya que una no existe sin la otra; sin embargo, la paz se percibe como un sentimien-
to variable: “Como que para mí somos violentos y a la vez somos pacientes; como
dice Dionisio, ‘después de la tormenta viene la tranquilidad’; necesitas ser violento
para sentirte en paz, siempre van a estar contigo las dos, están al mismo tiempo. Sí,
tenemos una cultura de paz, pero no es a 100%; es un 50%, porque la violencia y la
paz siempre van a caminar juntas. Tienes momentos de enfado y ahí está la violen-
cia, y después viene el arrepentimiento y das paz” (GF.S4).

2. ¿Se considera posible la construcción cultura de paz?


En general para los entrevistados la paz es un anhelo, un deseo de mejorar el
entorno en el que viven y sus relaciones interpersonales. Si bien la paz fue altamente
valorada por algunos, y se mencionaron los elementos que contribuirían a alcan-
zarla, hubo también otros que señalaron que se trata de una tarea difícil, o incluso
imposible, de alcanzar.
Para quienes se mostraron escépticos en torno a la posibilidad de construir paz,
las dificultades están relacionadas con el contexto del país, los factores económicos,
sociales, culturales y políticos, la inseguridad ciudadana, así como la “constante vul-
neración de los derechos humanos”, los cuales se consideran “inexistentes”, pues
no se conocen y, por tanto, no se reclaman: “Nunca ha de haber una tranquilidad,
siempre ha de haber una violencia porque si uno quiere vivir tranquilo, en paz, no
puede; siempre hay provocaciones, quienes lo discriminan. Considero que hay mo-
mentos para vivir la paz, pero conocemos el mundo: no existe paz” (GF1.S3). La paz,
entonces, sería sólo un ideal, una utopía y, en consecuencia, sería imposible pensar en
que exista cultura de paz en Bolivia.

190 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Otros obstáculos que se identificaron fueron las visiones diversas que existen
sobre un mismo problema, las conductas violentas, las actitudes en relación con
las diferencias sociales, económicas, culturales y territoriales, entre otras, la des-
igualdad, etc.: “Nadie utiliza la paz porque, con los problemas que se tienen en
las comunidades y pueblos, no hay paz. La gente siempre tiene de que enojarse y
discutir. Paz realmente no creo que exista cuando estamos sobre la tierra, no te-
nemos paz […] pero no veo realmente paz” (GF2.S1). Las autoridades originarias
entrevistadas dijeron que no se puede vivir en paz, debido a los problemas sociales
que atraviesa el país.
Algunas personas vieron con incredulidad la posibilidad de vivir en un mundo de
paz debido al impacto de las transformaciones climáticas que han afectado la econo-
mía de muchos lugares: “Hay que ver eso del cambio de clima; ya no hay paz, hay
hambre, hay sequía” (GF.S4).
Desde perspectivas diferentes, se mencionó que la cultura de paz es algo poco
frecuente por la continua presencia de violencia en la vida diaria de los bolivianos,
lo que termina construyendo una idiosincrasia nacional violenta; por eso aseguran
que los bolivianos ni siquiera saben lo que es paz. Para varias personas la cultura de
paz no existe, debido a la violencia política que hay en el país y sólo sería posible si la
política nacional se dedicara a conseguirla.
Para los jóvenes alteños que participaron de los grupos focales, la paz es una
noción demeritada, que no motiva interés y no existe: “No me gusta esa palabra
porque no existe. Porque, si todo fuera pacífico, ¿cómo sería nuestro mundo?, no
hubiera nada. Paz no me parece algo bueno; pero, hablando de darle un significado
a esa palabra, sería el hecho de que nosotros las personas seamos como robots, ha-
gamos todo como rutina” (GF2.S5). Otro entrevistado cree que “para que haya paz
tenemos que estar en un lugar de la nada, donde no hay personas y no haya nada, y
todavía no sentiremos en paz un momento; pero, como sabemos que la gente no vive
sin personas, igual no estaríamos en paz” (GF2.S7).
Este grupo afirma que, para tener paz, deberían cambiar las actitudes negativas
de las personas; uno debería ser pasivo, comprensible y honesto, lo cual –según in-
dicaron– no sucederá en la ciudad de El Alto: “Nadie demuestra la paz porque uno
tendría que ser pasivo, comprensivo y honesto, y eso no hay aquí” (GF4.S4). “Siem-
pre estamos a la defensiva, no hay caso de evitar, ya nos hemos acostumbrado. Esta

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 191


situación nos ha enseñado a reaccionar. No nos hacen caso. Ya la huelga, la marcha,
esa también es una reacción; pero ya no es de paz” (GF4. S7).
En contraposición a lo presentado en los párrafos anteriores, hubo personas que
consideraron que sí es posible construir paz en el país. Para algunas, ello se logra a
partir de una adecuada gestión del conflicto desde el diálogo y la creación de redes
que permitan tender puentes para integrar las diferentes visiones que se tiene en
cada ciudad y en el país, de manera de constituir valores mínimos compartidos. En
dicho contexto se manifestó la necesidad de capacitar a diversos grupos en análisis,
gestión y transformación de conflictos: “intentar, sobre todo, generar puentes para el
diálogo, espacios para el encuentro y una manera de reconocimiento del otro, que es
esencial para evitar que el conflicto desemboque en violencia; sabiendo que el otro es
distinto, es diferente y que, si yo quiero ser respetado por el otro, tengo que encontrar
la manera de respetar al otro también” (E4.PS).
La iniciativa de las autoridades de los diferentes niveles estatales en la creación de
dichos espacios de diálogo, para que la población se sienta escuchada y tomada en
cuenta, fue considerada clave: “Yo creo que el tema del diálogo es un elemento que
muestra tolerancia; por ejemplo, cuando ves a un gobierno municipal que se comu-
nica con el pueblo sin generar violencia, se puede ver que la concertación te lleva a
resolver conflictos” (GF2.S5).
Como se indicó en páginas precedentes, la palabra diálogo se asoció con la ca-
pacidad de “conversar”, de “hablar”, de llegar a un “acuerdo”, y es un instrumento
importante que permite lograr el “entendimiento” a partir de la “comunicación”
para una mejor gestión del conflicto.
En algunas poblaciones como la ciudad de Potosí se advierte que, para construir
paz, se deben agotar todos los medios legales para solucionar los conflictos. “Sucede
que nosotros, por ejemplo, somos muy conscientes, o la gente es muy legalista; no es
como en otros departamentos. Yo entiendo que cuando alguien está siendo discrimi-
nado se altera y quiere buscar sus derechos a la fuerza, a la protesta; mientras que
aquí no es tanto así, quieren buscar mediante las normas, las leyes y no es capaz de
decir ‘aquí tienes que respetar’. Tratan de buscar por todos los mecanismos, utilizan
también el mecanismo de hacerse escuchar y solucionar los problemas; entonces,
acuden a todas las instancias donde debe solucionarse, por lo menos esos problemas”
(E2.AV).

192 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Los entrevistados de Tocaña, basados en su propia experiencia, también resal-
taron la importancia del diálogo para la construcción de paz, señalando que éste
y el consenso son elementos en el que se basan su sistema de justicia comunitaria,
permitiéndoles solucionar pacíficamente sus problemas internos. Sólo los casos de
suma gravedad, los cuales suelen ser excepcionales, son llevados al representante de
la justicia ordinaria. En esta población, la palabra inductora “diálogo” fue asociada
a la posibilidad de “conversar”, de “intercambiar ideas” a partir de la “comprensión”
“previa”, lo que permitiría la “unión” entre las personas.
Se advirtió que la convivencia pacífica es el resultado de poder trabajar para sí
mismos, es decir, haber logrado romper con la condición de opresión. Asimismo se
sostuvo que con la distribución de tierras existe mayor posibilidad de lograr acuerdos
comunitarios.
Esta comunidad afroboliviana mantiene sus valores, su cultura y el respeto por el
adulto mayor. Este fue el único lugar entre los seleccionados para la investigación,
donde se explicitó la importancia que tienen para la comunidad las personas de
la tercera edad, pues comprenden, aconsejan y son influyentes en su contexto. Se
asoció la palabra “respeto” con “respeto al prójimo”, algo “mutuo” que parte de la
“educación” y que se transmite desde que son “menores”.
El baile y el canto son expresiones culturales importantes en Tocaña no sólo como
muestra y reivindicación de su identidad, sino porque son considerados elementos
que permiten construir paz: “Yo creo que en un momento de alegría, cuando esta-
mos así con las amistades, una fiesta, estamos bailando, estamos compartiendo, ya
nos olvidamos de los problemas que teníamos, de la preocupación; creo que en ese
momento estamos tranquilos” (GF1). La libertad está representada por la capacidad
de poder expresarse, de sentirse libres y de ser libres.
Otras visiones expresaron que la paz y la construcción de una cultura de paz son
factibles en la medida que se fortalezca en el país la justicia social, se resuelvan las
desigualdades sociales, étnicas y económicas, se genere equidad de oportunidades, se
consolide la democracia y se cuente con personas capaces de mediar, es decir, con
líderes de paz: “Yo creo que ante todo con justicia; la madre de todo puede ser la in-
justicia. Si no resuelves la injusticia, por mucho que quieras, sueñes, hagas todo en tu
vida, no vas a lograr nada. Tienes que resolver en tu vida el problema de la injusticia;
si no se resuelve el problema de la injusticia, jamás vas a lograr una cultura de paz

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 193


(E4. PP). “Si hay minorías que se benefician con las riquezas de este país y grandes
mayorías que son negadas de disfrutar de las riquezas de este país, nunca habrá paz;
tendríamos que construir una sociedad más justa, eliminar la pobreza. Es un proble-
ma estructural más que educacional, depende de las políticas de estado de gobierno
que en este país van a responder de acuerdo al desarrollo social y económico en el
que vivimos” (E1.CR).
Para algunos la solución a esta problemática está en la descolonización; para otros
la respuesta se halla en las autonomías, pues se cree que con ellas se podrá mejorar
la situación de las poblaciones.
Muchos entrevistados apuntaron al Estado como responsable de la violencia
estructural. Expresaron que la construcción de paz parte de la voluntad estatal
en el diseño y la aplicación de políticas que permitan generar fuentes de trabajo,
la mejora de la calidad de vida y de los ingresos económicos, y la reducción del
narcotráfico: “Primero que el Presidente vea qué es lo mejor y que proporcione
trabajo, para que la gente gane decentemente, disminuir el narcotráfico, porque la
gente gana con eso nomás; así que ya no tienen necesidad de trabajar” (GF2.S5).
“Cumplir con las necesidades por parte del gobierno. Hay tantas necesidades, es
por eso, más que todo, es la violencia. El gobierno indica que a todos ayuda, eso
es mentira; hay sectores a los cuales no llega nada. Entonces, siempre va a haber
violencia” (GF.S4).
Si bien los participantes priorizaron la erradicación de la violencia estructural
como factor fundamental para la construcción de paz, otros enfatizaron la necesidad
de trabajar en la dimensión de la violencia cultural impulsada por fundamentalis-
mos, regionalismos, medios de comunicación y juegos de Internet. En relación a es-
tos dos últimos, se consideró fundamental lograr establecer mecanismos que regulen
la violencia que transmiten.
Un elemento central que apareció recurrentemente en las entrevistas es la indis-
pensabilidad de la educación y la información como herramientas que posibilitarían
el cambio y la construcción de una cultura de paz.
En este sentido se sugirió una serie de medidas como el fortalecimiento de la
educación cívica, la promoción de una visión crítica sobre los grandes medios de
comunicación, la realización de campañas masivas que permitan incorporar en la
mente de las personas los valores de la cultura de paz, la organización de cursos, se-

194 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


minarios y talleres para sensibilizar a la población y suscitar la reflexión, entre otros
elementos. Se señaló que se debe “intervenir desde la educación inicial y perseverar”
(GF2.S1T).
Una propuesta expresada con mucho énfasis fue incluir la materia de derechos
humanos en la currícula de todo el sistema educativo, para que permita el apren-
dizaje de escenarios de paz, así como el conocimiento de los deberes y derechos
ciudadanos: “Cada docente debería conversar sobre la ética moral, con ejemplos de
vida; orientar inclusive desde las escuelas inculcando hechos de paz y valores de res-
peto, y mentalizar a la gente”. Los derechos humanos han sido representados como
“derechos naturales” que permiten la “defensa” y la “justicia”; es un “reclamo”,
“necesario” para “pelear”; pero también es algo que “no existe”. Se los asoció con la
“igualdad” de “todos”, donde prima el “respeto”.
En Quillacas se señaló que el actual sistema educativo adolece de fallas que ori-
ginan violencia. Se indicó que las reformas educativas no han significado un avan-
ce para la educación de niños, niñas y jóvenes: “En la educación tiene que imple-
mentarse muchas cosas todavía, que no lo tenemos hasta este momento porque, por
ejemplo, hemos cambiado la Constitución Política del Estado; pero en educación,
¿qué se ha cambiado?, nada” (GF.S6).
La educación es esencial en la transmisión de valores, los cuales a su vez se cons-
tituyen, de acuerdo con los entrevistados, en pilares de la cultura de paz y la no
violencia. Irene Comins13 señala: “Al referirnos al concepto de una cultura para la
paz hacemos referencia a aquellos aspectos culturales que facilitan una convivencia
en paz. Una cultura para la paz es una cultura en que cultivamos aquellos valores y
actitudes que nos ayudan a vivir en paz”. Esta autora nos dice que la construcción
de una cultura para la paz debe estar estrechamente relacionada con la ética del
cuidado y la educación.
Parte de la población que participó de la investigación consideró posible la cons-
trucción de una cultura de paz, aproximándose a lo expresado por la mencionada
autora: “Para construir una cultura de paz tenemos que inculcar valores. Ahora
ya no se ve, por ejemplo, el respeto, ya no se lo practica, ya no hay esta orienta-
ción. El amor a sí mismo, esos valores volver a transmitir a nuestros hijos para que

13 Comins, Irene, La ética del cuidado como educación para la paz, Tesis Doctoral, Universitat Jaume I, Castellón,
España, 2003, p. 37.

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 195


ellos lo cultiven más” (GF1.S1). El respeto, valor fundamental en una cultura de
paz, se asoció con “familia”, “educación, “aceptación”, “prójimo”, “igualdad”, “sí
mismo” (uno mismo), “solidaridad”, “igualdad”, “amor”, “educación”, “apoyo”,
“comprensión mutua”; es el “vivir bien”, son los “derechos”; es el “saludo”, en
especial en el área rural, considerado una práctica esencial en las comunidades y
la sociedad que conforman. Es también “respeto al prójimo”, algo “mutuo” que
parte de la “educación” y se transmite desde que son “menores”. Se mencionó
asimismo que la cultura de paz puede conducir a la liberación de los pueblos, pero
para ello es necesario emprender una revolución ética. “Bueno, la cultura de paz
tiene que imponerse alguna vez en el mundo, la prueba más grande ha sido Gand-
hi que, efectivamente, lleva la liberación de un pueblo como la India, aplicando la
no violencia. Eso nos debe servir de ejemplo” (E2.LR).
Del mismo modo, el rescate de los valores tradicionales sería –para las diferen-
tes personas consultadas– otra forma de construir cultura de paz. Esto demandaría
crear espacios donde se puedan transmitir los valores ancestrales y, a su vez, sensibi-
lizar a la población sobre las bondades de modificar conductas.
Se propuso trabajar con las comunidades y barrios para reforzar los valores
de cada individuo y, a través de ellos, tratar el tema de la violencia y reflexionar
sobre la necesidad de construir una cultura de paz: “Habría que hacer trabajo
en la comunidad, en los barrios, en las zonas para discutir estos temas; hablarlos
abiertamente o ver el valor que tienen las personas. Cada quien tiene su propia
riqueza, su propio valor; se puede sacar provecho de los recursos humanos que
tiene la región” (GF2.)
La cultura de paz se estableció como un valor; en ese sentido, vendría a ser el
resultado de un proceso de inclusión; está en la capacidad de ser tolerantes ante el
otro; en la respuesta a una demanda de mejor trato, que permitiría vivir en paz, pues
nadie se vería obligado a maltratar a otro.
En contraste, surgen perspectivas que implican valores opuestos a los anterior-
mente mencionados, pues apuntan a la necesidad del uso de la violencia para im-
plantar la paz. Este comportamiento canalizaría sentimientos de agresividad en la
población. Según esa concepción, si se impide que éstos sean expresados, se pondría
en riesgo al grupo.

196 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Por otra parte, se ha señalado que la cultura de paz es algo bueno, pero no se
aplica; se habla de ella solamente cuando conviene y se la valora únicamente cuando
se producen actos irreparables de violencia: “Somos violentos. Simplemente cuan-
do una persona necesita, recién quiere ser pacífico; cuando algo ha pasado, recién
somos tranquilos; cuando una persona ha muerto, recién entramos en paz, tranqui-
lidad” (GF.S5).
Si bien se mencionó reiteradamente que para la construcción de una cultura de
paz es necesario efectuar cambios estructurales, también se consideró importante
trabajar desde lo individual, desde lo cotidiano, haciendo énfasis en el crecimiento
personal y en la incorporación de los principios y valores de una cultura de paz: se re-
quiere desarrollar habilidades personales como tener paciencia, aprender a razonar,
pensar en forma positiva, generar ideas constructivas y no destructivas; sin embargo,
algunas personas consultadas señalaron que la mejor destreza es mantenerse callado:
“Es importante para que pueda contribuir a la cultura de paz, primero, que yo tenga
que ser un hombre de paz, tendría que ser un pacifista, entiendo que primero tendría
que mirarme, yo, si realmente soy violento. Si yo inculco paz a la gente, pero soy vio-
lento, entonces no estoy inculcando lo que debe ser. Entonces yo creo que primero
tendría que cambiar yo y luego a mis amigos, a las personas. Yo tendría que ser un
ejemplo, digamos, de promover la paz, de promover el entendimiento y promover
así la paz” (E2.AV).
También se ha resaltado la necesidad de conocerse, sentirse satisfecho de sí mis-
mo y mejorar la autoestima, desarrollar habilidades personales, trabajar en actitudes
y comportamientos individuales y ser autocríticos: “lo que el boliviano, lo que más
siente, tiene una tendencia a sentirse menos, sentirse relegado. Cuando un boliviano
va a algún lado, siempre aflora, por ejemplo, un argentino que llegue aquí y que
hable como boliviano; pero esa es la situación sentirnos siempre menos. Por ejemplo,
el día que el boliviano se sienta bien, se sienta orgulloso de ser boliviano, ese día va
a querer paz” (GF1.S6).
La familia fue considerada fundamental en el proceso de construcción de paz
en todos los municipios del estudio y es ahí donde se debería iniciar el proceso de
construcción de una cultura de paz: “Partiendo de mi familia, como es la célula de
la sociedad; no voy a pretender cambiar a todo un conjunto poblacional si yo, en mi
casa, no soy el ejemplo. Entonces uno se deja llevar por la rabia, por la cotidianei-

Capítulo CUATRO / Representaciones sociales sobre violencia y paz 197


dad, por lo mecánico, como son las cosas; pero, no sé, un momento hay que tener
reflexión” (E3.ZG).
Como se ha podido observar, los entrevistados tuvieron posiciones diferencia-
das en torno a la posibilidad de construcción de paz en el país. Algunos considera-
ron que ésta es un ideal inalcanzable, mientras que otros señalaron que es posible
construir paz sobre la base de la gestión y la transformación de los conflictos, la
lucha contra la violencia estructural, la educación –vital para la transmisión de
nuevos valores– y la modificación de comportamientos y actitudes personales, en-
tre otros factores. Es importante remarcar que la paz en una sociedad es sostenible
solamente si tiene como sustento una cultura de paz “basada en valores universales
como el respeto a la vida, la libertad, la justicia, la solidaridad, la tolerancia, los
derechos humanos y la igualdad entre hombres y mujeres”.14

14 UNESCO, Cultura de Paz [en línea], AMICS de la UNESCO de Barcelona [fecha de consulta: mayo
2012]. Disponible en: http://www.amicsunescobarcelona.cat/index.php?option=com_content&view=a
rticle&id=2234&Itemid=304&lang=es
123456 HALLAZGOS DE LA INVESTIGACIÓN
EN TIERRAS INTERMEDIAS

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 199


CINCO
HALLAZGOS DE LA INVESTIGACIÓN
EN TIERRAS INTERMEDIAS

Violencia
1. ¿Qué se entiende por violencia?
Para los participantes de la investigación en tierras intermedias, la violencia tiene
múltiples manifestaciones: “es económica, es física, es racial, sexual” (E.P.U.) y puede
expresarse en gritos, golpes, humillaciones, insultos, discriminación y abuso psicoló-
gico. “Se ejerce violencia verbal, psicológica, a través de actitudes, miradas, formas
de relacionarse. Una de las más difíciles de controlar es la violencia física y tiene un
sinnúmero de formas, hasta las torturas o la guerra, que es parte de la violencia; es
un campo demasiado amplio” (E.J.G.). Se hizo también referencia a las violencias
simbólica y cultural: “Existen otras formas de violencia que pueden ir desde lo que
no se ve, no se habla, no se escucha y aquellas otras que pasan a agresión y omisión
como tales” (GFI). De forma recurrente ha sido mencionada la transgresión de las
reglas de tráfi co vial que desembocan en una violencia de índole cotidiana: “gente
que parece muy tranquila, pero ni bien se sube al auto empieza a bocinear, gritar e
insultar” (E.F.F.).
En uno de los grupos focales realizados durante la investigación se defi nió a la
violencia como un acto individual y también como hecho colectivo; puede ir desde
una pelea interpersonal, hasta una guerra: “Por un lado es un hecho individual y se
ve también en la familia, en la sociedad; pero también puede ser colectivo por un
grupo organizados u organizaciones sindicales. Puede ser violencia colectiva o vio-
lencia individual” (GF. F).
La violencia también se caracterizó como la relación que se propicia entre ciu-
dadanos, entre instituciones y ciudadanos, y entre éstos y el Estado: “Hay diferentes

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 201


tipos de violencia, una entre iguales, entre ciudadanos de la misma sociedad, de las
instituciones hacia los ciudadanos [...] cuando hay conflicto de intereses que lamen-
tablemente, las más de las veces, no se razona adecuadamente” (E.R.F.).
Los diferentes tipos de violencia mencionados por los entrevistados se manifesta-
rían en una pluralidad de espacios, desde los privados como el hogar, hasta los públi-
cos, como los centros educativos; el trabajo, ya sea en instituciones públicas o priva-
das; los medios de comunicación; la calle, y los lugares de entretenimiento, como una
cancha de fútbol: “La violencia que se ejercita del Estado, de las instituciones hacia
la gente. Los medios de comunicación nos muestran cada día violencia” (E.R.F.).
Este sería uno de los motivos por los cuales la violencia se naturaliza en la so-
ciedad; es algo cotidiano que afecta de manera particular a sectores considerados
vulnerables, por cuestiones de género, generación, opción sexual o capacidades dife-
renciadas: “la violencia está totalmente naturalizada, la vemos en la tele y nos reímos.
[…] Las escuelas reproducen estos elementos. No tenemos un manera de resolver
las cosas mediante el diálogo y la conversación, y ante esa normalidad violenta no te
pones a pensar en esas personas que no encajan tan normalmente en esta ciudad: los
ancianos, los niños, las personas discapacitadas, las personas de diversidades sexuales
[…] son mucho más violentados en una sociedad […] o caminas más rápido o te
aplastamos, o piensas y hablas como nosotros o te pegamos” (GF.I).
El desmontaje de esta naturalización es visto como muy difícil; los andamiajes
institucionales se pueden modificar, pero el reto radica en cambiar la forma de pen-
sar de quienes creen que la violencia es normal. La violencia cotidiana es “el pan de
cada día”; se enseña, se inculca y se aprende desde la niñez, como el mejor método
para alcanzar algún objetivo o protegerse de algo o de alguien.
En las entrevistas y grupos focales, algunas personas consideraron la violencia como
algo positivo, mientras que otras la representaron como algo destructivo. Para las pri-
meras, las manifestaciones violentas ocurridas en Bolivia en la última década no son
negativas, por considerarlas acontecimientos significativos de defensa de los intereses
nacionales. Desde esta perspectiva, de acuerdo con los entrevistados, la violencia se
considera un hecho social, que se emplea por una “causa justa” y se constituye en un
elemento dinamizador de la sociedad. Desde una visión marxista, se trataría de la “lu-
cha de clases” que se constituye en el motor de la historia: “hay que ver la violencia en
una escala como hecho social. Yo creo que no se puede entender la historia boliviana

202 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


como un hecho fundacional de transformaciones, de políticas, es decir, sin la violencia
no se habría dado octubre de 2003, no tendríamos a Evo Morales en la Presidencia
[…] creo que en Bolivia es muy importante la violencia para construir, porque ha ha-
bido mucho sometimiento, dominación […] yo creo que para destruir a nivel macro se
necesita buena dosis de violencia. No me sumo mucho a esta idea cristiana de la paz,
de la no violencia; tengo otra percepción de la violencia” (GF.F).
En un sentido similar se habló de la violencia y los conflictos como mecanismos
de mayor democratización, pues promoverían la inclusión y participación más activa
de sectores marginados: “parecería perverso, porque la violencia también permitió
generar nuevos procesos de democracia” (GF.I). Se sostuvo asimismo que la violencia
es fundamental para transformar las relaciones sociales verticales atravesadas por el
poder que impiden que las personas puedan establecer una relación igualitaria: “Yo
creo que el acto de la violencia implica una medida de liberación de la imposición,
porque una sociedad estructurada tiene personas que dominan. Entonces, tú no pue-
des hablar bonito con el que te somete. El sistema indirectamente tiene toda una red
de sometimiento y en determinadas instancias un acto de violencia llega a transfor-
mar ante el sometimiento […] el discurso de paz te impone a ser sometido” (GF.F).
“En términos más sociales, estructurales, creo que hemos sabido apreciar la demo-
cracia; para llegar a ésta y transformar relaciones de poder, se han recurrido a formas
de externalizar, necesidad de sentar presencia; pero más bien cuanto más conflictos
haya, éste es un indicador de que hay más democracia […] la anterior democracia
no estaba representando a muchos, pero necesitamos generar esos conflictos para
ir consolidando la democracia y evidentemente revertir relaciones de poder que no
es fácil, porque se necesita desestructurar, decodificar las formas de trato cotidiano.
Hay relaciones de poder basadas en relaciones simbólicas, a veces ni siquiera corre
la cuestión económica” (GF.I).
Así, algunos sectores justificaron el ejercicio de la violencia por la postergación
y el rezago histórico que sufren; señalaron que recurren a ella como única arma y
opción para hacer sus reclamos. En cambio, dicen, “la violencia que sale de cier-
tos grupos, que manejan ciertos recursos, esa violencia debe ser imperdonable. Esta
violencia es lacerante. Si la persona que no tiene pan utiliza la violencia, en cierta
medida es expresión reivindicativa” (E.AB). “Es entendida como el mecanismo e ins-
trumento para pedir, reclamar o demandar alguna cosa. La violencia es considerada

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 203


como una forma de negociación y se la ve como el camino más corto, más directo y
el que da mejores resultados” (GF.I).
Las personas entrevistadas afirmaron que se conoce de la existencia de instancias
mediadoras y espacios de diálogo y negociación, pero sostuvieron que los bolivianos
no recurren a ellas dado que no funcionan y que la violencia sería el camino más
fácil: “La mayoría de los bolivianos no usamos ni acudimos a esas instancias. Lo que
pasa es que al boliviano le gusta la justicia por sus propias manos y, cuando se trata
de pedir ayuda, opta por la violencia porque es la salida más rápida” (GF.SC.).
Este sentimiento común, de que solamente apelando a la violencia se consiguen
determinadas reivindicaciones, también se atribuye a la inacción e indiferencia esta-
tal: “Como el Estado no ha funcionado, entonces muchos de los hechos de violencia
se generan pidiendo. Lo que el sistema político no ha podido resolver la gente lo
manifiesta en la calle y, si no bloqueas ni marchas, y si no lo haces de manera espec-
tacular, no consigues nada” (E.M.C.).
Desde otra perspectiva, hubo quienes afirmaron que la violencia más bien res-
tringe la democracia, vulnera los derechos fundamentales y resta la posibilidad de
ejercer una ciudadanía plena: “Se ejerce violencia a partir del ejercicio del poder,
violentando derechos, restringiendo el uso de los derechos” (E.J.G)
Se indicó que la violencia se produce por causa de un sistema capitalista agresivo,
en el que prima un ambiente competitivo, en el cual se sobrevalora a las personas por
lo que poseen; dicha competitividad desmedida podría dar lugar a hechos de corrup-
ción: “vales por lo que tienes, todo el mundo va tras los centavos. Unos se creen más
que otros por lo que tienen. La corrupción, etc., y quien entra a administrar la cosa
pública tiene que salir rico; si no, eres un tonto” (E.P.U.).
Para el grupo focal de jóvenes en Cochabamba, la definición y categorización
de la palabra violencia tiene una carga ideológica y política: “por ejemplo, cuando
hay una pelea entre ayllus o en los tinkus se agarran a puñetes y se hacen sangrar; si
no llega sangre a la tierra el problema en las comunidades no se resuelve. Desde el
exterior nos ven como retrasados, pero no se cuestionan ellos de la bomba atómica,
de la guerra de Irak. Es decir, hay un posicionamiento ideológico de cómo se ve la
violencia, eso depende mucho de las relaciones de poder, creo que habría que desen-
trañar la violencia en la cultura boliviana, esa perspectiva de las relaciones de poder
que históricamente se han dado” (GF. F).

204 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Participantes del sector campesino reflexionaron a partir de sus experiencias y
consideraron que la violencia se genera por el abandono, el olvido y la desatención
de parte de las autoridades a las demandas de esta población. Su percepción es que
ésta sucede en Bolivia no sólo por los factores señalados, sino también por el desco-
nocimiento de sus derechos y la extrema pobreza en la que viven.
Esta sensación fue compartida por personas del pueblo indígena guaraní en Mon-
teagudo: “Para nosotros la violencia es la persona a la que se maltrata. Cuando va-
mos a tocar a una autoridad y no nos atienden, es también violencia” (E.I.R).
La invasión del territorio –un elemento central de reproducción cultural, iden-
titaria, económica y social de este pueblo indígena– es otro tipo de violencia iden-
tificado. Los guaraníes entrevistados indican que los agentes externos alteran sus
ecosistemas y sus sistemas de caza y pesca a través de la ejecución de proyectos y
construcción de carreteras, que se realizan, la mayor parte de las veces, sin consultar
ni medir las consecuencias: “¿Cómo sienten la agresión? A partir de la invasión del
territorio, agresión hacia el medio, hacia las personas, hacia la cultura, en el tema de
megaproyectos, la carretera oceánica […] se entran sin consultar. Aparecen metien-
do árboles; afectan espacios de reproducción espiritual, espacios de caza, pesca. Esas
son las formas de agresión que hacen nuestros gobiernos, local, municipal. Cuando
entra una petrolera, mete cantidad de campamentos, alcohol, prostitución y ahí em-
pieza a fragmentarse toda una base cultural” (E.R.C.).
Al igual que el pueblo guaraní, los yukis sostuvieron que la violencia que sufren se
debe al avasallamiento de su territorio. En ese sentido, consideran que el vivir bien
no se está cumpliendo: “Bueno, nosotros, dentro de la comunidad todo es tranquili-
dad […] a veces se vive tranquilo, y a nivel de territorio nosotros esta palabra […] de
vivir bien, no estamos viviendo bien a nivel de territorio. Constantemente, a partir
del 2009, estamos sufriendo invasiones y hace mucho hemos sacado a 75 colonos de
nuestro territorio, y el 29 de septiembre se ha tenido una reunión acá y nos exigen
que podamos conciliar para ceder algunos espacios del territorio. No podemos por-
que el mismo Estado nos ha dado” (E. J. I.).
Los yukis señalaron que el desalojo de los colonos de sus territorios se hace de
manera pacífica; sin embargo, adviertieron que todo tiene un límite y que, si no se
resuelve el conflicto pacíficamente, tienen que acudir a la violencia para expulsarlos:
“Han ido invadiendo nuestro territorio. A partir del 2004 estamos desalojando pasi-

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 205


vamente, pero este último desalojo por última vez vamos a ser pasivos. Al año, si otra
vez entran, va haber enfrentamiento; si no, hacemos reunión y que venga funciona-
rio de INRA” (E. J. I.).
La palabra violencia y sus connotaciones no existen en la lengua del pueblo ween-
hayek. Empero, algunos términos significan o dan a entender la no agresión hacia el
otro: “no discutiremos retándole uno al otro, ‘oyeeté’; ‘utumen’, que yo les digo que
dejen de discutir” (E. J. L.). En tanto que, en la lengua yuki, ‘peyikiakiame’ representa
el no hacer daño ni degradar al otro.
Los tarabuqueños reciben el nombre de Sonq’o mikuy (come corazones); este deno-
minativo tiene raíces históricas y se halla reflejado en la plaza principal de Tarabuco
(Chuquisaca), lugar en el que se divisa la figura de una persona originaria de este
municipio que sostiene entre sus manos el corazón de un soldado español al cual
ha abatido. Quienes llevan algún tiempo residiendo en el lugar sostienen que dicho
denominativo hace alusión a que los tarabuqueños son personas fuertes, “que no se
dejan pisar”.
La palabra violencia no existe en quechua como tal, pero cuando una persona
afecta a otra se dice “estás actuando mal” y se traduce como mana allin ruway. Pegar,
tratar mal a la gente o discriminarla son las representaciones con mayor fuerza.
En el municipio de Tomina (Chuquisaca) una de las concepciones de la violencia
tiene que ver con comportamientos simples y cotidianos como tratar mal a la gente
o hacer sentir mal a una persona, atentando contra sus derechos.
Un importante porcentaje de los y las participantes de tierras intermedias con-
sidera que los líderes son quienes encaminan los acontecimientos sociales y políti-
cos, ya sea por la vía democrática o por el camino violento, e inscriben al gobierno
central en esta segunda opción. También hicieron una analogía entre la violencia y
una bola de nieve puesto que, a medida que el conflicto va creciendo, la capa se va
engrosando, transfigurando y destruyendo todo y a todos, sin marcha atrás.

2. ¿Qué causas de violencia se identifican?


Pobreza
Como ya se precisó en el capítulo anterior, la pobreza –que se traduce en la caren-
cia de condiciones básicas de acceso a salud, educación, saneamiento básico o vivien-
da, entre otros factores– es una forma de violencia que viven determinados sectores.

206 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Los datos de pobreza en tierras intermedias varían de los presentados en tierras
altas. Las cifras expuestas en el Boletín sobre el estado de situación social elabora-
do por UDAPE y PNUD1 dan cuenta que en el departamento de Cochabamba el
número de pobres extremos para el 2001 alcanzaba a 552.776, es decir, el 39% de
la población. En Chuquisaca, el 61,5% de sus habitantes se encontraba en esa con-
dición, en otras palabras, 330.310 personas. Mientras que en Tarija el 32,8% de la
población era pobre extremo, lo que equivale a 129.020 personas.
Los datos de niveles de pobreza presentados por el PIEB2 apuntan que en el de-
partamento de Cochabamba el 55% de la población se halla en esta condición; en
Chuquisaca el porcentaje llega a 70%, mientras que en Tarija alcanza el 51%.
La palabra inductora pobreza generó una serie de asociaciones dispersas en las
personas consultadas; en Cercado se la representó como “problemas”, “miseria”,
“crisis”, “niños en la calle” y “Bolivia”. En Quillacollo se tradujo como “desespe-
ración/dolor”, “carencia”; mientras que en Villa Tunari se la asoció mayormente
con “necesidad”. En Puerto Villarroel, significó “no hay dinero” y “hay mucho
aquí”.
En los municipios de Cercado y Puerto Villarroel la “falta de trabajo” se mencio-
nó con mayor frecuencia. Si bien en Villa Tunari la pobreza también se asoció con
este factor, la fuerza de la representación se concentró en “hambre”.
En cuanto al departamento de Chuquisaca, la mayor concentración en la aso-
ciación libre de palabras para pobreza fue “crisis económica/falta de trabajo”,
repitiéndose en los cuatro municipios. Los elementos que sostienen estas repre-
sentaciones son: “hay mucho” en los municipios de Monteagudo y Tomina, pero
también es “hambre/desnutrición” en este último municipio; mientras que en Ta-
rabuco es “no tener dinero” y se presenta principalmente en el área “rural”. Desde
un punto de vista más emocional, se asoció con “tristeza”.

1 UDAPE y el Sistema de Naciones Unidas para el Desarrollo en Bolivia, El camino hacia el desarrollo en Boli-
via, Boletín sobre el estado de situación social boliviana, 2011 [fecha de consulta: enero de 2013]. Disponible en:
http://idh.pnud.bo/administrator/files_usr//i61Boletin%20BOLIVIA_2011.pdf

2 Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB), Bolivia: nivel de pobreza por departamento [en línea],
Periódico Digital de Investigación sobre Bolivia, 2013. [fecha de consulta: enero de 2013] Disponible en:
http://www.pieb.com.bo/sipieb_estadistica.php?idn=6750

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 207


En el departamento de Tarija, la “falta de recursos/dinero” fue la representa-
ción de pobreza que mayor fuerza tuvo. Le siguió en importancia el “desempleo”,
convirtiéndose en común denominador de los municipios de Yacuiba, Entre Ríos
y la ciudad de Tarija.
La pobreza como “desigualdad/injusticia” es la que se señaló tanto en Tarija
como en Yacuiba. En este último municipio y en Villamontes se la asoció con “nece-
sidad/sacrificio”, mientras que en Yacuiba es “indigencia/miseria”.
Se puntualizó que el desempleo, y la falta de recursos económicos que éste gene-
ra, es una de las principales causas de la violencia estructural: “la violencia viene por
falta de empleo, éste es un problema que tenemos y, si no hay el sustento diario para
llevar alimento a la casa, vienen peleas internas: ‘Antes yo estaba mejor en mi casa
que contigo’. Es necesario un trabajo estable y debíamos apuntar a eso, en todo el
país, a fabricar empleos […] hay personas [a las] que se les debe dar oportunidades”
(E.FV). Este tipo de violencia origina que un número significativo de niños y niñas
queden en la calle.

Asociación libre de palabras


Pobreza

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 25 POBREZA - Departamento de Cochabamba

13%
Problemas
29%
No hay dinero 18%
5%
Niños en la calle
7%
Necesidad 30%

10%
Miseria
Hay mucho aquí 18%
5%
Hambre 40%

15%
Falta de trabajo 27%
30%
9%
13%
Desesperación/Dolor 18%
29% Cercado
5%
Crisis
5% Villa Tunari
Carencia de valores
18% Puerto Villarroel
Carencia 18%
32%
5% Quillacollo
Bolivia

208 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 26 POBREZA - Departamento de Chuquisaca

31%
Zona rural Sucre

Tarabuco
Sufrimiento/Tristeza 39%
Tomina

No tener dinero 31% Monteagudo

50%
No hay trabajo

23%
Nada
42%

Hay mucho 17%


25%

Hambre/Desnutrición 17%

50%
15%
Crisis económica/Falta de trabajo 28%
33%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 27 POBREZA - Departamento de Tarija

14%
Sufrimiento/Tristeza
Tarija

10% Entre Ríos


Necesidad/Sacrificio 25% Villamontes

Yacuiba
Indigencia/Miseria
10%
10%
Frío/Hambre
10%
41%
54%
Falta de recursos/De dinero 75%
55%
14%
Desigualdad/Injusticia

10%
Desempleo 46%

24%

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 209


Poder-política
Una coincidencia en tierras intermedias fue que la violencia, ante todo, se con-
sidera la expresión de relaciones de poder, pero también del abuso de éste, a partir
del cual se atenta contra el cuerpo, la ideología y la forma de vida. Como se men-
cionó, se plasma en diferentes ámbitos, como en el lenguaje, las tradiciones y los
valores; se produce y reproduce en espacios como la familia, la escuela, la iglesia,
los medios de comunicación y el Estado: “Es un acto de poder y se da en diferentes
dimensiones y diferentes actos simbólicos, físicos, psicológicos, sociales, políticos,
culturales y en diferentes ámbitos desde la familia, núcleos escolares y de la socie-
dad, la religión, los medios de comunicación con todos sus contenidos. El Estado,
obviamente, está presente en todas las dimensiones de la vida social de los seres
humanos” (GF.ECAM).
La violencia, para algunos entrevistados, implica dos aspectos íntimamente li-
gados: “es una vulneración a los derechos humanos ligada a una relación de poder
y de dominación” (E.CM). En su generalidad, es entendida como una relación asi-
métrica de poder. Estos extremos producirían reacciones violentas, como el enfren-
tamiento, para hacer prevalecer formas de pensar cual si fuesen la “única verdad”.
Se indicó que el poder es un método que da resultados para quienes lo ostentan,
pues serían ellos quienes alcanzan sus objetivos. Los mecanismos para generar vio-
lencia, en la percepción de la gente, son el miedo y la manipulación.
El “poder” ha sido relacionado con la solvencia económica: es “tener dinero”,
pero se asocia también con lo político. De ahí que se asocie con el partido de los ac-
tuales gobernantes: es “interés/mal uso”, “política/partidos” y “abuso/corrupción”.
Se caracteriza por ser vertical: es situarse “sobre las personas”, “estar arriba/man-
dar” y se encarna en las figuras de la “autoridad”, el “MAS” (Quillacollo y Cercado)
y “partidos/políticos”. También se le asignó significados como “deseo/codicia”, “co-
rrupción/manipulación” en Quillacollo, mientras que para los pobladores de Puerto
Villarroel es “malo”.
En Monteagudo, Tomina y Tarabuco se relacionó el poder con “autoridad/car-
gos”. En los dos últimos municipios, al igual que en Sucre, se lo asoció también con
“economía/dinero”. Como en el departamento de Cochabamba, se cree que el
poder es el emblema de la jerarquía, de modo que se ve como “superioridad”, “so-
bresalir/estar arriba”. Monteagudo se diferenció de las percepciones de los otros

210 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


municipios mencionados, pues para la población que participó de la asociación
libre de palabras el poder es “sabiduría/capacidad”, es el “pueblo”, pero también
se consideró que es el factor por el cual se producen “peleas/violencia”.
En Sucre las representaciones destacaron con mucha más fuerza el elemento
político, de modo que poder es “política/partidos”, “MAS”, “abuso/corrupción” e
“interés/mal uso”.
En Tarija se asocia el poder con “administración/gobierno”, es “fuerza”, “po-
lítica”; mientras que para Yacuiba Villamontes y Entre Ríos, la mayor fuerza de la
representación se concentró en la posición que se ocupa: “dirigir/estar sobre otros”
y “ser superior”. Tanto en Yacuiba, como en Villamontes, la figura del poder se con-
centra en las “alcaldías/autoridades”.

Asociación libre de palabras


Poder

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 28 PODER - Departamento de Cochabamba

Sobre las personas 33%


20%
15%
Políticos/Partidos
13%
M.A.S.
27%
8%
Malo 20%

Gobierno/Autoridades 40%

6%
Esta arriba/Mandar
17%
Dinero 33%
20%
13%
13% Cercado
Deseo/Codicia
Villa Tunari
Corrupción/Manipulación
20% Puerto Villarroel
29%
Autoridad 33%
Quillacollo
40%

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 211


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 29 PODER - Departamento de Chuquisaca

Superioridad 25% Sucre


Sobresalir/Estar arriba 19%
Tarabuco
Sabiduría/Capacidad Tomina
14%
Pueblo
14% Monteagudo
Político 19%

12%
Política/Partidos
Pelea/Violencia
21%
19%
M.A.S.
15%
Intereses/Mal uso
42%
Economía/Dinero 38%
31%

Dirigir/Gobernar
21%
Autoridad/Cargos 25%
44%
29%
12%
Abuso/Corrupción

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 30 PODER - Departamento de Tarija

Ser superior 43% Tarija


19% Entre Ríos
Política 29%
Villamontes

NS/NR 13% Yacuiba

19%
Fuerza
29%

Dirigir/Estar sobre otros 40%


29%

Decisión 13%

Alcaldía/Autoridades 29%
33%
18%
63%
Administración/Gobierno
24%

212 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Los participantes resaltaron que la violencia encierra relaciones de poder; la
misma sería “todo tipo de acción que se trata de resolver por vías distintas a la
política; la violencia y la guerra son continuidad de la política por otros medios.
Cuando la negociación y la política fracasan, y el problema se tiene que resolver,
implica la agresión física, verbal; cualquier otro medio que no es el buen trato o la
política” (E.R.B.).
Algunos entrevistados refutan la idea de que la violencia es innata en los boli-
vianos, al indicar que el detonante está en las ambiciones políticas para alcanzar el
poder: “yo creo que el ser humano no es así; sino, imagínese, viviríamos en guerra
en Bolivia. Lo que pasa es que siempre nuestras sociedades han sido manejadas por
ciertos poderes políticos que han buscado que entre bolivianos vivamos enfrenta-
dos” (E.A.V.).
Los jóvenes consultados en Tarija opinan que el mayor generador de violencia
se halla en las actividades políticas e ideológicas: “en La Paz, Santa Cruz, donde
hay poder político. Las cuestiones políticas y el tema político ideológico es determi-
nante para la generación de la violencia” (G.F). Otro entrevistado apuntó que “el
tema más conflictivo es el político, es el [ámbito] en el que no hay [espacio] para la
paz, sino para la confrontación” (E.FF).
En la aplicación de la técnica de las palabras asociativas, “política” fue vinculada
con “aprovecharse/beneficio personal” en la ciudad de Tarija. Se representa como
“corrupción” en los cuatro municipios de este Departamento, y en Yacuiba es la
asociación que más fuerza tiene. En Villamontes y Tarija se relaciona con ser “go-
bierno” o “autoridad”; en cambio, en Entre Ríos se asocia con los partidos.
Muchas de las personas entrevistadas coincidieron en señalar que la mayor par-
te de los conflictos en Bolivia tienen carácter político y se suscitan con más fuerza
en etapas electorales: “En las elecciones políticas partidistas, para hacer campaña
se han enfrentado entre unos y otros por los medios de prensa, por un espacio, por
una pared. En ese tema yo he visto violencia. Las agresiones de alguna manera
por radio, de los insultos y ofensas, y al final algunos han terminado callándose”
(GF.M.B.L.F.).
En Villamontes tienen una lectura similar, ya que, según indican, muchos di-
rigentes fueron atemorizados por motivos políticos. Al describir la situación de
quienes sufren persecución política, utilizaron la figura del “león enjaulado”; ad-

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 213


virtieron que cuando “el león se libere” pueden ocurrir mayores episodios de vio-
lencia, precisamente por la contención de desacuerdos e inconformidades en el
municipio: “No es amedrentando a la gente que va a ser pacífica, sino es buscando
mecanismos de diálogo y saber escuchar, y los bolivianos nos hemos olvidado de
escuchar. Quiero imponer mi idea y no lo escucho. No es metiendo presos, sino es-
cuchando sus necesidades. Yo le digo acá, lo he podido ver y percibir, que es como
se tiene miedo a hablar. Mejor no hablo de temas políticos, pero cuando abran la
jaula algo va a salir y va a ser un boomerang” (GF.M.V.).
En Cochabamba los consultados asociaron la política con “corrupción”, “men-
tira/engaño”, “problema/pelea”, “sucio”, “partidos”, “mal/maldad”. En Quilla-
collo coinciden con muchas de estas representaciones, pero se añade las “eleccio-
nes”. En Puerto Villarroel es “gobierno”, “mentira/engaño”, “MAS”; mientras
que en Villa Tunari son “problemas/peleas”, “gobierno”, “corrupción, “partidos”
y “leyes”.
En el municipio de Sucre, la representación se concentra en “gobierno”. Entre
los elementos adyacentes a ésta, se encuentran las palabras “sucio”, “alcaldía” y
“MAS”. La persecución política, que implica amedrentamiento psicológico hacia
las personas calificadas como contestatarias, es identificada como causa de vio-
lencia y ausencia de democracia. En Tomina las personas entrevistadas asociaron
la política con “problema”, “mentira/engaño”. “Pelea/conflicto”, “poder” y “co-
rrupción” son las representaciones en Monteagudo y Tarabuco.
Los resultados expuestos permiten inferir que el mal uso de la política es consi-
derado una de las principales causas por las que se originan hechos violentos.

214 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Asociación libre de palabras
Política

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 31 POLÍTICA - Departamento de Cochabamba

Trabajo
9%
12%
Sucio Cercado
12%
21%
Problema/Pelea 25% Villa Tunari
15%
Pensamiento/Expresión 11% Puerto Villarroel
7%
Partidos 11% Quillacollo
9%
N/S N/R 11%

21%
Mentira/Engaño 33%

M.A.S. 25%
7%
Mal/Maldad
Leyes 8%

Gobierno 22%
42%
12%
10%
Elecciones
15%
21%
Corrupción 11%
29%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 32 POLÍTICA - Departamento de Chuquisaca

14%
Sucio Sucre

Problema/Pelea 21% Tarabuco

Poder 20%
Tomina
13%

Pelea/Conflicto Monteagudo
13%
25%
Partido 16%

N/S N/R
13%

Mentira/Engaño 21%
18%
M.A.S.
18%
Gobierno 27%
21%
40%
14%
Elecciones 21%

Corrupción 53%
20%
11%
Alcaldía

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 215


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 33 POLÍTICA - Departamento de Tarija

11%
Sociedad
Tarija
18%
Problema 15% Entre Ríos
21% Villamontes
Pensamiento/Expresión
Yacuiba
38%
Partidos
18%
19%
NS/NR
29%
14%
Marcha/Manifestación
14%
25%
Gobierno/Autoridad 38%

Enfrentamiento/Conflictos 31%
21%
19%
Corrupción 15%
29%

Aprovecharse/Beneficio personal
24%

Conflictos
Es importante destacar que no hay sociedad que no tenga conflictos; pero esto
se convierte en un inconveniente cuando se vuelven recurrentes e implican actos
violentos. Así, una de las vetas para definir la violencia en Bolivia es considerar
que determinadas manifestaciones sociales, como los bloqueos de caminos y las
huelgas, son vistas como parte de la cultura de los bolivianos: “La resolución de los
conflictos a través de bloqueos es una práctica, un habitus de la escuela política que
tienen. Así como los argentinos están dispuestos a gritar en una cancha de fútbol,
nosotros estamos dispuestos a gritar políticamente en las calles. Hay una tendencia
natural, cultural, que nos lleva a esa serie de confrontaciones” (E.FB).
Otro elemento esbozado por los participantes de la investigación fue que Bolivia
atraviesa una serie de encrucijadas en las que se deben tomar decisiones históricas, las
cuales podrían inducir a una mayor conflictividad. Es así que las razones político-histó-
ricas explicarían, para ellos, la existencia de violencia en el país. Por otra parte, se con-
sideró que el conflicto es necesario, pues no sería posible mantenerse en absoluta paz.
Al hablar de violencia, las personas consultadas señalan que por detrás se halla el
conflicto o una serie de conflictos. De ahí que la palabra “conflicto” tenga una acep-
ción negativa, pues se la asocia con “problema”, “pelea”, sin que se logre identificar su

216 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


potencialidad como dinamizador y transformador. En Tarija fue asociado con “con-
frontación o desacuerdo”, “violencia”, “caos/desorden”, “intereses” y “discusión”.
Existió coincidencia en el sentido de que los conflictos en el área rural se presen-
tan ante las necesidades básicas insatisfechas. Un participante de la investigación
indicó que los bloqueos, marchas, huelgas y todo acto de protesta ocurre cuando las
autoridades no escuchan las peticiones: “Cuando hay conflictos en comunidades es
porque hay necesidades insatisfechas y no asumen directamente actos de violencia,
sino que primero hacen la denuncia, reclaman, y quienes tienen que atender recla-
mos no los escuchan; entonces, cuando no son escuchadas, ahí se va gestando las
medidas de protesta, reclamos que terminan en violencia, y las autoridades respon-
sables siguen haciendo oídos sordos y se termina con el uso de fuerza pública” (GFI).
Uno de los principales conflictos identificados en Tarabuco se relaciona con su
conversión a autonomía indígena y su repercusión en cuanto al sistema de organiza-
ción en ayllus o sindicatos. Los primeros quieren hacer prevalecer su forma de orga-
nización, mientras que los segundos apoyan al “instrumento” y defienden también su
sistema. Al momento de realizarse la investigación, este municipio se encontraba en
la etapa de redacción de sus estatutos autonómicos, la cual se vio interrumpida por la
falta de consenso entre las dos organizaciones presentes en Tarabuco. Además, este
conflicto adquirió un rasgo político partidario pues, según los testimonios, la oposi-
ción entre el MAS y el MSM influye en la falta de acuerdos.
Pasar de un conflicto a la violencia es visto por los movimientos sociales como la
única opción para que se atiendan sus demandas: “Ahora, en lo social, se genera por-
que las autoridades no hacen caso y no queda de otra que hacer marchas y también se
genera conflictos. Al campesino lo único que nos queda es salir a los caminos y ahí es
cuando se genera, y nos enfrentamos con los pasajeros y dueños de movilidades, y ahí
se genera violencia” (GF.OC). Es así que la violencia social –expresada en una serie de
medidas como huelgas, bloqueos y paros– tiene un justificativo de parte de quienes la
ejercen; para los entrevistados, es un derecho y un recurso para hacerse escuchar.
Desde los actores perjudicados esto se percibe como actos violentos; pero desde
quien reclama son medidas justas. Esta percepción es compartida por jóvenes que
creen que la violencia es, en muchos casos, la salida que buscan las personas para ha-
cer escuchar su voz. Otras posiciones contrapuestas consideran que el acto de agredir
a una persona no se constituye necesariamente en una salida.

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 217


En diferentes municipios los entrevistados han coincidido en señalar que la vio-
lencia se desata cuando priman los intereses de las partes, lo cual impide lograr con-
sensos. Se sostiene que, cuando la gente se empeña en ganar a como dé lugar, el
diálogo y la negociación dejan de ser una prioridad para resolver un conflicto.
Desde una perspectiva distinta, varias personas consideraron que los bloqueos, mar-
chas y paros son manifestaciones de violencia practicadas por el partido de gobierno:
“Yo creo que el gobierno es la persona menos indicada [para enseñar la paz], porque
él nos ha enseñado a bloquear, a hacer paros y cuando nosotros vamos y él no nos
escucha […] las autoridades no nos entienden nada; si le pides de buena manera no te
entienden. Creo que desde ahí parte. Es pedir con medidas de presión y haciendo daño
a la gente que no tiene la culpa. Es que el Presidente se hizo sentir con sus bloqueos,
marchas; entonces, así también la gente se hace sentir. Al hacer marchas hemos dejado
de trabajar y hay familias que no saben qué hacer con sus hijos” (GF.SM).
Mediante la técnica de asociación libre de palabras se relacionó “huelga” con
“paro/manifestación” y “reclamo/petición”. Para otros entrevistados se asoció
como “problema/conflicto”, “protesta”, “hambre”; en menor medida fue vista como
“perjuicio”.
No obstante, algunos analistas resaltan que, a pesar de todo, Bolivia no tiene una
historia de violencia sostenida como Colombia o Perú, nación vecina con muchas
similitudes. Uno de los entrevistados recordó que el terrorismo, encarnado en Sen-
dero Luminoso, ha dejado unos 70.000 muertos, algo que jamás habría ocurrido
en el país, porque existe un tejido social fuerte, muy bien hilado, que impide que
se desaten procesos violentos (E.MC). “El país en general se ha caracterizado por
tener brotes de violencia; pero no ha sido atrapado por una dinámica de violencia
por mucho tiempo, como Perú, Nicaragua, el Salvador o la misma Argentina, de
violencia con desaparecidos. Tolata y Epizana, o la Masacre de San Juan, son hechos
desarrollados en pocos días: son eventos y no esa violencia larga, sorda que se instala
(en otros lugares)” (E.RRB).
Este último entrevistado destacó también el papel que juegan los líderes en Bo-
livia, quienes optan por encauzar los acontecimientos sociales y políticos por la vía
democrática. No obstante, hubo discrepancias sobre esta afirmación, pues otras per-
sonas señalaron que, por el contrario, el actual gobierno está conduciendo al país a
la violencia.

218 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Asociación libre de palabras
Conflicto

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 34 CONFLICTO - Departamento de Cochabamba

55%
Problema 37%
65%
64%
16%
Pelea 12%
16%
8%
Necesario

Manifestación/Marcha
20%

Malo/No debe haber 12%

Falta de entendimiento 26%

Enfrentamiento/Pelea 21% Cercado


12%

6% Villa Tunari
Desacuerdo/Discordia
Puerto Villarroel
14%
Bloqueos 16% Quillacollo

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 35 CONFLICTO - Departamento de Chuquisaca

Reclamo/Demanda
14%
56%
Problema 30%
50%
43%
18%
Maqanaku/Pelea 40%
50%

Entre sectores
21%
18%
Enfrentamientos

9%
Sucre
Desacuerdo/Diferencia
Tarabuco
Ch'aqwa/Discusión 15%
Tomina
21%

15%
Monteagudo
Agresión/Violencia

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 219


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 36 CONFLICTO - Departamento de Tarija

16%
Violencia
9%
16%
Problema 73%
71%
31%
19%
Pelea 27%
49%
10%
Intereses

Inconveniente/Negativo
6%
10%
Discusion

Diálogo Tarija
14%
Entre Ríos
19%
Confrontación/Desacuerdo 14% Villamontes
10% Yacuiba
Caos/Crisis
6%

Discriminación
En Bolivia, la diferencia –social, cultural, económica, política, etc.– se ha con-
vertido en convivencia pacífica entre diversos. Al respecto, un participante de la in-
vestigación puntualizó: “tal vez la mezcla de culturas hace que estemos en afronte, y
porque las diferencias sociales han sido marcadas en nuestro país” (E. AB).
En términos generales, durante la asociación libre de palabras, discriminación fue
representada como “racismo/intolerancia”, “excluir/hacer a un lado”, por “raza u
origen”, “tratar mal/humillar”; es “rechazar” y también es “aislamiento/margina-
ción”. Se consideró que es algo “inaceptable”, con lo que se está “en desacuerdo”.
En Cercado las personas entrevistadas la representaron como algo “malo”; es “in-
sultar/maltratar”, es “racismo”, “problemas”, “peleas”; es “aislamiento/hacer a un
lado”, “cada vez es peor”. Para los pobladores de Quillacollo el núcleo de la repre-
sentación es “racismo”, es “ofensa/insulto”, es “ignorancia” y “falta de entendimien-
to/división”. En Villa Tunari coinciden con las representaciones antes mencionadas,
pero añaden que es algo que “bajonea/humilla” y “excluye”.
Tanto en Sucre como en Tomina, la discriminación se asoció con “maltrato/violen-
cia”. Para el primero genera “aislamiento/marginación”, mientras que para el segun-

220 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


do también “excluye”. En Tarabuco se representó como “racismo”, “excluir” y “humi-
llación”. Mientras que en Monteagudo el eje de la representación se orientó hacia las
personas que la sufren, siendo éstas “campesinos/indígenas”; así también se considera
algo “inaceptable/en desacuerdo”, elementos que también fueron señalados en Sucre.
“Insultar/despreciar”, “racismo”, “ignorancia/intolerancia”, “excluir/hacer a un
lado”, “rechazar” y “maltrato/violencia” son las asociaciones que se hicieron de discri-
minación en la ciudad de Tarija. En cambio en Yacuiba ésta se produce “por raza/ori-
gen”, es “rechazar”, “a los collas y norteños”; esta misma representación se obtuvo en Vi-
llamontes. Las personas de Entre Ríos la caracterizan como “racismo” principalmente.
En opinión de los entrevistados, la discriminación se genera por el uso y abuso de
poder, por negarle la voz al otro; es ejercer violencia de forma espontánea y permite
dar rienda suelta a los prejuicios y estereotipos que cada quien va construyendo a lo
largo de su vida.
Entre los mecanismos que nutren y perpetúan relaciones marcadas por la discri-
minación, se mencionó al lenguaje y los discursos que confrontan a través del uso de
palabras que encierran odio.

Asociación libre de palabras


Discriminación

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 37 DISCRIMINACIÓN - Departamento de Cochabamba

19%
Racismo 29%
40%
17%
Problemas
15%
Peleas
15%
Ofensa/Insulto
13%
20%
N/S n/R 24%

Malo 21%
19%
30%
Insultar/Maltratar 12%
50%

Ignorancia/Intolerancia 12%

Falta de entendimiento/División 12% Cercado


15%
Excluir
6% Villa Tunari
Cada vez peor
Puerto Villarroel
20%
Bajonear/Humillar
13% Quillacollo
Aislamiento/Hacer a un lado

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 221


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 38 DISCRIMINACIÓN - Departamento de Chuquisaca

13%
Racismo 36%
14%

10%
NS/NR
29%
Maltrato/Violencia 43%
14%

Malo 19%

13%
Inaceptable/En desacuerdo

Humillación 27%
14%
16%
Excluir 36%
24%
21% Sucre

División Tarabuco
14%
19%
Aislamiento/Marginación Tomina

Monteagudo
A campesinos/Indígenas
36%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 39 DISCRIMINACIÓN - Departamento de Tarija

11%
Rechazar
23%
22%
Racismo 36%

Por raza u origen 63%


31%
11%
Maltrato/Violencia
30%
Insultar/Despreciar
14%
Ignorancia/Intolerancia
14%
Excluir/Hacer a un lado 36% Tarija
35%
Entre Ríos
A los pobres 27%
Villamontes

A los collas/Norteños Yacuiba


38%
12%

222 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Medios de comunicación
Existe la percepción de que los medios de comunicación suelen mostrar sólo el
lado negativo de las actitudes humanas, así como comportamientos que contienen
violencia. Este tratamiento informativo no reflejaría las experiencias positivas que
existen en el país, las que servirían para conocerlas y seguirlas como ejemplo: “Los
medios de comunicación en nuestro país buscan y muestran lo malo y se olvidan
de mostrar el lado bueno. Muchas veces la sociedad está acostumbrada a buscar lo
malo” (E.A.V).
Quienes participaron de la investigación afirmaron que los medios de comuni-
cación juegan un papel fundamental por la influencia que tienen sobre la sociedad.
En este marco, sostienen que su importancia es tal que podrían disminuir los actos
violentos, pero también amplificarlos: “son los que resaltan y muestran más compor-
tamientos y actitudes de violencia. Los niños son más torpes por la televisión. Antes
el más malo era Gargamel, que nunca podía agarrar a los pitufos; en cambio, ahora
hay diez mil muertos. Se está naturalizando de esa forma la violencia, los dibujos son
muerte, sangre” (GF.M).
Para algunos entrevistados, tanto periodistas como medios de comunicación no
promueven la paz en Bolivia; por el contrario, serían los primeros en incitar a la
violencia. “Dentro la cultura política del periodista no está consolidar la paz, sino el
periodista considera que es un deber la violencia, para oponerse” (E.FF.).
Asimismo, se ve a los medios de comunicación como responsables de hechos de
racismo y discriminación; también serían los encargados de vender violencia y las
personas estarían prestas a comprarla: “ahí comienza la discriminación, racismo. Los
medios de comunicación abocados a chismerío, crónica amarilla, no le damos una
cernidita, tal como viene lo emitimos. Los medios de comunicación tenemos que ha-
cer una ‘mea culpa’, que nosotros los medios somos los educadores audiovisuales, los
educadores en la radiodifusión y leen Extra, porque vende Extra, y los seres humanos
compramos la violencia, nos la están vendiendo. Y yo creo que hay que frenar un
poco, hasta dónde va la libertad de expresión” (GF.MV).
La tecnología también fue calificada como generadora de violencia. La carga de
agresividad de los videojuegos se manifestaría, en palabras de los entrevistados, en
la sangre, los asesinatos, la violencia contra las mujeres y las violaciones. Los juegos
de Internet, desde esa perspectiva, tendrían una influencia negativa, sobre todo en

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 223


niños, niñas y adolescentes. De ahí el pedido de un marco normativo que pueda con-
trolar y regular estos medios, a fin de contrarrestarlos de alguna manera: “La gente
violenta está violenta por la televisión, el adelanto de la tecnología; todos juegos son
agresivos y no hay ley ni política que restrinja. Está de moda la malcriadez” (E.FV).
Sobre el punto antes señalado, jóvenes que participaron de uno de los grupos
focales expresaron que, si no hubiera violencia, los videojuegos perderían su calidad.

3. Las expresiones de violencia presentes


en las representaciones sociales
Violencia de género e intrafamiliar
Las mujeres consultadas se refieren a la relación de dominación que sufren debido
a la sociedad machista y al sistema patriarcal que impera en Bolivia: “Se podría ver
como un abuso de poder que realiza una persona contra otra, y que expresa de una
u otra forma, denota abuso de poder” (GF.M.).
En Cochabamba, el número de denuncias por violencia de género el año 2007
fue de 13.216 y escaló a 26.113 en 2011. En Sucre fueron 5.852 el 2007, disminu-
yendo el número a 5.838 en 2011; el 2010 es el año que más denuncias se recibieron
en este Departamento, llegando a 11.175 casos. En Tarija, el año 2007 se registraron
575 denuncias; sin embargo, en los años siguientes se observaron cifras más altas:
3.269 denuncias en 2008; 3.651 acusaciones el 2009 y el 2010, 3.083 casos. En rela-
ción a estos tres últimos años, el número de denuncias se habría reducido a 1.068.3
Las mujeres han sido consideradas las más propensas a diferentes formas de vio-
lencia, que se hallan insertas de manera velada y simbólica en el seno mismo del
Estado, sus instituciones y en la misma sociedad: “desde esta construcción del sistema
patriarcal, si bien las mujeres sufrimos varias situaciones de violencias diferentes,
también las reproducimos con los mismos símbolos y características, en general, ob-
viamente, racionalizado. Porque permanentemente la cultura hace que nosotros y
nosotras recurramos al uso del poder a través de la violencia o para que quede bien
clara mi situación de estatus, en la familia, sociedad, o cuando siento que estoy per-
diendo poder, y por eso se usa violencia, y el uso de más violencia” (E.CM).

3 CIDEM, Más que cifras una realidad. Reporte Estadístico de Violencia contra las Mujeres No. 9. Datos quinquenales
2007-2011 [en línea], Conexión Fondo de Emancipación, La Paz, 2012. Disponible en: http://www.
scribd.com/fullscreen/93161821?access_key=key-15iwmuemtt89k7uw8cp9

224 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Además se ha mencionado la existencia en Bolivia de expresiones violentas no
tipificadas como tales y naturalizadas; por ende, no se denominan ni se conciben
como violencia. La cotidianidad y la naturalización de la violencia de género e in-
trafamiliar, en gran medida, se relacionan con el ambiente en el que una persona ha
sido criada, puesto que haber vivido y crecido en un contexto violento puede llevar
a que se asimile dicha conducta como natural y se convierta en parte de la cultura.
Por un lado, se afirma que las golpizas que los padres propinan a los hijos e hijas
se dan cuando éstos les desobedecen por alguna razón. Por otro, serían los mismos
padres quienes enseñan a sus hijas a aguantar los malos tratos, porque “así es el ma-
trimonio”. De ahí la creencia de que en el hogar se deben tolerar las manifestaciones
violentas de las parejas.
Los jóvenes, en general, sienten que la violencia psicológica es la más dañina,
pues los adjetivos y ofensas que reciben de parte de sus propios padres ocasionan en
ellos sentimientos negativos: “a veces los papás dicen palabras fuertes y nos dicen ‘in-
útiles’, que no sabemos hacer nada bien, que somos vagos. Yo pienso que la violencia
psicológica duele más que los golpes, porque las palabras se quedan en la cabeza y
dicen ‘yo soy así, así me dice mi mamá, por eso ya no sirvo para nada’. Yo supongo
que se sentirán mal porque, si sus mismos padres les dicen a veces ‘no sé por qué te
he tenido’, supongo que duele en lo más profundo de tu corazón que alguien te trate
de esa forma; éstos supongo que piensan en quitarse la vida” (GF.C).
La violencia resaltada por las mujeres tiene que ver con el trato recibido en el
hogar, en especial por parte del esposo y, en menor medida, de los hijos. Quienes se
refirieron a este asunto indicaron que una de las formas de violencia más comunes en
el hogar es la psicológica, que se manifiesta en palabras que producen subestimación
y a veces ocasionan más daño que un golpe.
Los episodios de violencia contra las mujeres y la niñez han sido relacionados con
el excesivo consumo de alcohol: “Paulatinamente, al pasar los años, igual ha habido
mucha reincidencia de la violencia familiar, hecho que yo atribuyo al alcoholismo. Las
personas en estado de sobriedad son unas y en estado de ebriedad son otras” (E.EY).
Las mujeres afirman que si bien la violencia es el hecho de lastimar y que se la
podría asociar con daño físico y emocional, también lo es el que no puedan generar y
administrar dinero, aspecto que afecta sobre todo a las amas de casa: “Yo no trabajo,
mi esposo trabaja, y una se siente incómoda, porque no tiene su propio dinero. Y él

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 225


dice ‘vos no trabajas, yo tengo que dar todo’. Y así se siente impotente para buscar su
propio dinero, se siente incómodo” (GF.MBLF).

Inseguridad ciudadana
Al igual que en los municipios de tierras altas, en tierras intermedias señalaron
que la delincuencia que se ha instaurado en las ciudades es otra forma de violencia.
El vertiginoso crecimiento de las ciudades ha sido identificado por los entrevistados
como uno de los factores que producen esta situación. Otros elementos mencionados
fueron el consumo de drogas y el acceso a las armas que tiene la juventud. Esto han
manifestado las personas consultadas en Yacuiba, una zona fronteriza donde es usual
que jóvenes y adolescentes las utilicen, afectando a toda la población: “Droga. Hay
mucho chiquillo con armas, mejor armados que la Policía, y eso compete a las auto-
ridades. Debe haber batidas para todas esas cosas; mientras haya armamento suelto
va haber delincuencia” (E.IS).
Para las personas entrevistadas, la inseguridad ciudadana también se relacio-
na con la escasa o ninguna presencia estatal y policial en algunos municipios. Por
ejemplo, Tomina cuenta con un juzgado y un centro policial desde hace diez años:
“Desde que hubo este juzgado, desde el 2002, cuyo juez está hasta ahora, entonces
conocemos la problemática. Parecía un pueblo sin ley: no había Policía, ni el juzgado
ni otras autoridades, a excepción de la Alcaldía. Hemos conseguido la habilitación
del centro policial que ya había antes, pero que no sé por qué motivo lo suspendieron
del Comando Departamental. Pero conseguimos que otra vez se restituya el orden
público a través de la Policía, y a consecuencia de la ley 1674, ley contra la violencia,
han ido llegando casos a este despacho judicial” (E.EY).

Justicia por mano propia


Existe la percepción de que la justicia comunitaria es la estrategia a la que los
distintos pueblos recurren porque se preferiría tomar el camino más fácil y, de esa
manera, “tomar justicia por las propias manos”. Si bien la justicia comunitaria es
entendida como una práctica que se desarrolla, sobre todo, en el área rural, la gente
entrevistada en las ciudades está en desacuerdo con ella y la cataloga como algo
negativo pues la asocia con “linchamiento” y “muerte”. Sin embargo, como ya se
precisó, se trata de prácticas diferentes.

226 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


El linchamiento también se asocia con “violencia” y “muerte”, es “pena/dolor”;
pero también “usos y costumbres”, “sin ley”, “malo” y propio de “comunidades/
campesinos”.
Los estudiantes que participaron de los grupos focales creen que los linchamien-
tos acontecen por la ausencia de justicia, por la falta de presencia policial en de-
terminados lugares y porque no existen instancias que se hagan responsables de la
seguridad de la ciudadanía; por el contrario, suele ocurrir que la misma población
asuma esa responsabilidad.
En algunas comunidades destacaron que, cuando detienen a un ladrón, se apli-
ca la justicia comunitaria, entendida como dar wask’a,4 lo cual está a cargo de las
autoridades del lugar; otras de las sanciones son los trabajos comunales, sin que
tenga que ver con el linchamiento: “Lo detienen, lo agarran al ladrón y le hacen
justicia comunitaria, dar wask’a. Si hay un joven que comete delito, las máximas
autoridades le hacen el castigo y a veces hasta lo hacen que haga trabajos comu-
nales”. (E.CP).
Los consultados en Tarabuco asociaron la justicia comunitaria con “violencia”,
“autonomía/organización”, “castigo/solución” y “linchamiento/muerte”. En el dis-
curso de los pobladores de este municipio, la aplicación de la justicia comunitaria se
enmarca en sus usos y costumbres; sin embargo, al momento de representarla, se la
vincula con violencia.
En Tomina identificaron el ajusticiamiento de las personas con la práctica de
la brujería. El linchamiento y asesinato de supuestos brujos en este municipio pa-
rece ser algo recurrente. El año 2010 ejecutaron a una pareja a la que acusaron
de maldecir y causar daños a los habitantes de la comunidad; antes, el fiscal de ese
municipio los había dejado en libertad, porque obviamente no existe la figura de
brujería en el Código Penal. A raíz de dicho asesinato, varios niños quedaron en
la orfandad.

4 Término empleado para referirse al castigo físico de una persona.

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 227


Asociación libre de palabras
Justicia Comunitaria y Linchamiento

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 40 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de Cochabamba

Solución/Defensa 11%

Violencia 23%

20% 30%
Sin ley 35%
NS/NR 36%

Normas/Costumbres 11%
8%
No debería existir
Muerte 17%
18%
Malo 9%
20% 36%
23%
Linchamiento/Muerte
Ley Comunitaria 14%

Justicia por manos propias 9%


8% Cercado
Justicia de la comunidad
8% Villa Tunari
Injusticia 30%
Ignorancia 15%
Puerto Villarroel
Comunidad 14% Quillacollo
8%
Barrios

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 41 LINCHAMIENTO - Departamento de Cochabamba

35%
Violencia 26%
53%
22%
Pena/Dolor
16%

No estoy de acuerdo 12%

15%
Muerte 53%
69%
18%
6%
Malo 19%

4%
Justicia
4% Cercado
Injusticia
13% Villa Tunari
6%
Impotencia Puerto Villarroel
7%
Delincuencia 21% Quillacollo

228 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 42 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de Chuquisaca

40%
Violencia 24%

Usos y costumbres 24%

Sin ley 18%

N/S N/R
50%
44%
Malo 18%
31%
20%
Linchamiento/Muerte
25%
Justicia por mano propia
25% Sucre
Comunidad/Campesinos 18%
25% Tarabuco
20%
Castigo/Solución Tomina

20% Monteagudo
Autonomía/Organización

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 43 LINCHAMIENTO - Departamento de Chuquisaca

41%
Violencia 64%

24%
10%
Pena/Dolor
16%

36%
Muerte 36%
58%
59%

Malo
26%

13% Sucre
Justicia/Justicia comunitaria
Tarabuco

Tomina
Castigo Monteagudo
18%

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 229


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 44 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de Tarija

15%
Respeto
25% Tarija
Nr 14%
33%
19% Entre Ríos
No es justicia
10% Villamontes
15%
25%
Justicia por propia mano Yacuiba
26%

Igualdad/Justicia 29%

Delitos/Error
16%
20%
Costumbre/Cultura
25%
Campesino/Comunidad 42%
14%

Brutalidad/Violencia
19%

Ayudar a la comunidad/A los necesitados


10%

Asesinato/Linchamiento 43%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 45 LINCHAMIENTO - Departamento de Tarija

8%
Vulneracion derechos
Tarija
36%
NS/NR Entre Ríos

Villamontes
21%
Injusticia 12%
Yacuiba
13%
Ilegal/Malo

Avasallar/Abuso
12%
37%
43%
Asesinato/Muerte 35%
40%
42%
Agresión/Golpes 41%
36%

Agarrar a un ladrón/Robo
12%

A violadores 12%

230 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Discriminación
Como ya se indicó en páginas precedentes, en los municipios de tierras interme-
dias se ha mencionado que las marcadas diferencias en Bolivia dan lugar a fracturas
sociales, culturales y económicas, entre otras, que en el cotidiano se traducen en mal-
trato. Los tipos de discriminación que se reconocieron con mayor frecuencia fueron
el étnico-cultural, el de clase y el generado por la procedencia territorial.
De acuerdo con uno de los entrevistados, “el hecho de decir ‘indio de mierda’ y
esta lógica simbólica ha implicado irrespeto y falta de urbanidad. […] En Bolivia
tenemos el dogma de la desigualdad: siempre hay uno inferior a vos, uno al que siem-
pre se le puede abusar, se le puede insultar”. (E.FF). Estos elementos se ilustraron en
la ciudad de Tarija de la siguiente manera: “me han gritado ‘colla’, pero sí me sentí
afectada; no por lo que signifique ‘colla’, sino la manera en la que me han dicho. He
sentido frustración, dolor, y no sabía qué podía haber contestado” (E.CM).
Miembros de los pueblos guaraníes y weenhayek resaltaron que sufren discrimi-
nación de parte de los karay5 por ser indígenas: “nos desconocen como weenhayek.
Para ellos no somos nada, porque somos indígenas y ellos son los mejores para ellos”
(E.JL; OL).
La violencia cultural también se manifiesta en la discriminación que sufren algu-
nas personas por su apariencia y su vestimenta. En Tarabuco se sostuvo que mucha
gente ya no utiliza su ropa nativa pues es constantemente maltratada por este motivo.
Incluso se han visto en la necesidad de ocultar su identidad de tarabuqueños para
decir que son de Sucre: “Cuando a mí me tratan de indio, cochino, entonces ya me
hacen pensar por qué tengo que aguantar. No es justo tampoco, y eso influye para
que la gente se cambie su propia ropa” (E.CP). Similar percepción se identificó en los
guaraníes que participaron de la investigación: “Eso se llama tener violencia, que no
te respeten. En la forma de vestirse, en sus fiestas, en su forma de ser, ni el gobierno
respeta” (E.RG). Otros entrevistados indicaron: “Si uno va bien empilchado lo atien-
den bien, si no, a uno no lo atienden” (E.RF). “Cuando uno va a diferentes oficinas,
no todos son amables. A uno a veces le ven como persona sencilla, que a veces no nos
vestimos bien, y ya nos tratan mal, y uno tiene que aguantar” (GF.OC.).

5 Denominativo que recibe la gente blanca/mestiza.

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 231


Por otro lado, se coincidió en que se sufre más discriminación en las ciudades
que en el campo: “Es común tratar mal a una persona humilde en un banco, a una
persona mal vestida. Cosa que en el campo no hay; todos son tratados igual. En las
fiestas no hay un plato especial para unos y otros; es más, un vaso se hace circular
y todos del mismo vaso van bebiendo. Para todos cuentas como humano, no como
alguien que tienes o no tienes plata” (E.AB).
Sin embargo, hubo quienes afirmaron que en las áreas rurales también se discrimi-
na: “Haber logrado un grado de profesionalización […] ha provocado, al menos en los
casos citados, que las personas sean rechazadas en la comunidad o en la organización
a la que pertenecen. Sí, tal vez no directamente, sino con actitudes de un poco de re-
chazo, de decir ‘ella es profesional’. En algún momento, en actitud, se ha sentido todo
eso, muchas veces nos evalúan a cada persona, cual la aceptabilidad en el campo o su
desempeño. No me siento satisfecha porque siempre es con la intención de hacerle me-
nos, porque el trabajo del profesional no es tan valorado como antes” (E.RM).
Asimismo, un grupo de jóvenes de la ciudad de Cochabamba hizo referencia a la
discriminación de clase: “Violencia verbal siempre hay hacia nosotros, porque somos
‘hijitos de papá’. Desde los otros colegios, no nos aceptan en la sociedad, porque esta-
mos en un colegio privado, porque nos dicen que nos creemos más que otros” (GF.SC).
De igual manera, se mencionó la discriminación de género. La condición de mu-
jer, y más aún de dirigente de alguna organización –de acuerdo con la experiencia de
las entrevistadas–, es una de las causas por las que son segregadas por los hombres,
bajo la creencia de que deben permanecer en sus casas, en medio de los utensilios de
cocina; lo que les produce baja autoestima.
Algunos entrevistados y entrevistadas manifestaron que la discriminación se ejer-
ce desde el gobierno central: “Ha incurrido permanentemente en estos últimos tiem-
pos, con el cambio de gobierno. Alguien que no ha tenido la oportunidad de estar en
el gobierno trata con irrespeto porque, pese a que nuestro Presidente busca eliminar-
la, él discrimina sin darse cuenta; él ha incurrido en discriminación. Para todo tiene
que haber respeto hacia lo que las otras personas piensan, porque no todos pensamos
igual; tiene que haber tolerancia” (E.YD).
Modificar este tipo de actitudes y comportamientos, que se constituyen en creen-
cias y verdades inamovibles, requiere establecer espacios de reflexión, señaló uno
de los entrevistados. Es necesario que las personas deliberen sobre los clichés, este-

232 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


reotipos y prejuicios que nutren la discriminación como una forma de violencia, de
modo que se logre relativizar estas manifestaciones. Como ejemplo, el consultado
citó los slogans preeminentes en los conflictos de Sucre, entre ellos: “Soy chuquisaque-
ño, mueran las llamas. Soy masista, soy indio, y tu eres k’ara” (E.FF). De esta manera,
se requiere “reflexionar sobre lo que uno está haciendo, qué es para ti ser chuqui-
saqueño, qué es para ti ser antimasista, qué es para ti ser paceñísimo […]. Uno va
hurgando en las certezas, en las personas, y va provocando el pensar; creo que ahí
tenemos un fuerte blindaje contra la violencia. Cuestionar las certezas posibilitaría
que las personas aferradas a ellas puedan despojarse de todas estas cargas” (E.FF).

4. ¿Qué sentimientos y conductas genera la violencia?


Frecuentemente los entrevistados de los municipios vallunos declararon haber
ejercido violencia alguna vez, o haber sido víctimas de ella. Se refirieron a los senti-
mientos y conductas que genera la violencia.
Entre los principales sentimientos de quienes la sufrieron, se encuentran el males-
tar, la tristeza, la desvalorización como ser humano y la pérdida de autoestima: “Psi-
cológicamente te marca en la vida. […] Se siente mal, porque la autoestima se baja
y se siente maltratado” (E.ND). “De por sí bajonea, desvaloriza, porque se llega a ser
un objeto y la persona no reacciona; se es pasivo” (GF.M). También se señaló que se
siente impotencia, rabia y humillación, que incluso puede llegar a transformarse en
odio. Asimismo, existe la percepción de que las agresiones morales son las que dejan
huella, siendo más difíciles de sobrellevar que las físicas. Estos sentimientos impedi-
rían pensar antes de actuar y la mayoría de las veces la reacción sería responder de
la misma manera o, incluso, desquitarse con personas consideradas “más débiles”.
En el grupo focal desarrollado con miembros de diferentes colectivos sexuales se
señaló que el sentirse obligado a reprimirse es otra forma de violencia, pues frena el
normal desenvolvimiento de las personas: “Yo siento que la represión es una forma
de violencia […] hay formas en las que yo no me puedo expresa […] hay espacios
en los que no puedo expresar lo que soy, tengo que guardar, cambiar el género de los
nombres que uso, tengo que ocultar una parte de mi discurso para que estas personas
no me agredan, porque la exclusión es agresión, el insulto es agresión. Me reprimo
como un mecanismo de defensa; eso es violento, porque te hace vivir de una manera
no libre” (GF.DS).

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 233


Por el contrario, otras personas consideraron que ejercer violencia provocaría
sentirse bien en primera instancia, pero luego sobrevendrían sentimientos de arre-
pentimiento al descubrir el daño ocasionado: “En ese rato uno se siente bien, pero
después de ver a la otra persona se siente mal. Un peso de conciencia de ver a la otra
persona mal” (GF.SC).
El ejercicio de la violencia está relacionado con la actitud y el carácter personal:
“Yo, para empezar, soy nerviosa y cuando reniego soy fosforito. Exploto cuando me
hacen renegar. Le digo palabras fuertes, que sé que van a lastimar a mis herma-
nos. […] Cuando uno se siente impotente, cuando las cosas no les salen bien” (GF.
SMFT).

5. La violencia como parte de la cultura


Líneas arriba se ha señalado que los bolivianos tienen una cultura de la violencia
porque se ve, se aprende, se ejerce continuamente, se reproduce y se naturaliza. Los
espacios en los que se desarrollan estas dinámicas son diversos, aunque los entrevis-
tados coincidieron que el hogar y la escuela son los principales.
En ese marco, se enfatizó la importancia que tienen padres y madres en la for-
mación de la niñez y adolescencia. Si los niños, niñas y jóvenes crecen con la idea de
que para resolver un conflicto es necesario agredir, entonces estos modelos de com-
portamiento se irán reproduciendo de generación en generación: “Yo tengo trauma,
porque en mi casa me he criado en ese ambiente de violencia psíquica, psicológica,
verbal. [...] Yo tengo mis hijos y he querido criarlos de la misma forma como me
han criado, pero me he dado cuenta que no es lo correcto” (GF M). “Es una cadena:
cuando uno es niño empieza a ver a los padres, y ellos van creciendo y forman su
propia familia y, de tanto convivir, tanto presenciar eso, se les va grabando. Y cuando
ya llegan a la situación de un problema de falta de dinero, por ejemplo, ellos mismos
lo repiten” (E.VC).
Por otro lado, algunos participantes señalaron haber ejercido violencia contra sus
hijos, por su “propio bien”; es decir, se cree que a partir de gritos, golpes y palabras
hirientes se logrará “reconducir” los comportamientos de niños, niñas y jóvenes: “Yo
no mucho, sólo a veces un poquito cuando mi hijito me hace renegar sí. Ahí sí le grito
para que me haga caso. Me siento mal, mal porque le estoy pegando también; pero
es más por su bien” (E.MH.).

234 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


La escuela, como segundo espacio de socialización después del hogar, es conside-
rada por la mayoría de los entrevistados como otro lugar donde se enseña, aprende y
aplica la violencia: “El otro día una profesora a sus alumnos les grita, les suena con un
palo. Les dice que es una estúpida, palabras fuertes, les hace moretones” (E.AD).
Tarabuco fue el único municipio donde se hizo referencia a la violencia que expe-
rimentan los jóvenes durante el servicio premilitar, calificándolo de deshumanizado.
Estas constantes agresiones y maltratos se vuelven “normales” con el pasar del tiem-
po: “Al principio uno se siente mal, hablan como si tú no fueras persona ni sintieras.
Siempre dicen palabras feas o te responden mal. Pero cuando pasa el tiempo, ya uno
se acostumbra” (GF jóvenes). Además de la invisibilización de la temática, en 35 de
los 36 municipios consultados destaca el hecho de que solamente se mencione la
violencia verbal hacia los conscriptos y no la física.
Desde otra perspectiva, se destacó que en Bolivia existe una predisposición natu-
ral hacia la violencia, que se refuerza con hábitos y prácticas culturales. Un ejemplo
citado con frecuencia es el tinku, presentado como manera de resolver públicamente
los conflictos que puedan surgir entre dos ayllus y que tiene un momento específi-
co de realización: “En Bolivia hay una tendencia natural que tiene connotaciones,
como el tinku. No te sacas la mugre cada vez, no es todos los días. Claro que tienes
diferencias con el otro ayllu; pero resuelves tus diferencias de manera pública, abierta
en el marco de una igualdad, y lo hacen una vez y después ya no se expresa el males-
tar. Una vez y después ya no” (GF.F).
Se entiende que el tinku es una forma de canalizar el conflicto mediante la violen-
cia ritual pues, en su sentido original, no pretende eliminar al enemigo física, sino
simbólicamente. Sin embargo, en ocasiones el exceso de violencia produce decesos.
Esta práctica, según los entrevistados, permite reflexionar sobre cuándo se puede
recurrir a este rito: “Yo no sé si en la ciudad, el boliviano tiene la lógica racional de
uso de la violencia; ahí creo que es irracional. Debemos saber cuándo hay que usar el
tinku y cuándo no” (GF.LA). En este sentido, la discusión giró en torno a que el tinku,
visto como una manera positiva de resolver los conflictos, sería más aplicable en el
ámbito de las comunidades rurales puesto que en las ciudades, de acuerdo con las
percepciones vertidas, se establecerían otro tipo de relaciones sociales.
Es así que un hecho violento, contextualizado dentro de determinada intención y
significación, cambia su sentido; la violencia no puede ser vista desde una sola óptica,

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 235


sino que debe ser entendida en sus diversas dimensiones, en los diferentes contextos,
las diferentes expresiones culturales. Pero también estas expresiones particulares tienen
que enmarcarse dentro de la universalidad de principios de los derechos humanos.
El acullico de la hoja de coca es parte intrínseca de la cultura de poblaciones indí-
genas y campesinas del país, y en muchos casos es utilizado para mitigar el hambre
y la fatiga. Algunas personas piensan que este tipo de costumbres se relacionan tam-
bién con la violencia: “Ahora las costumbres son arraigadas especialmente en nuestra
sociedad boliviana; tenemos que saber qué es bueno y qué es malo. […] Particular-
mente con relación al consumo de la coca, todo el mundo dice de que es algo necesa-
rio para los campesinos. […] No nos ha causado adicción, pero, especialmente para
nuestros campesinos, para ellos el consumo de la coca acompaña necesariamente
el consumo del alcohol, y eso implica que afecta directamente o indirectamente en
la consumación de la violencia en la familia. […] Ese acullico, ¿es bueno, es malo?,
¿hasta qué punto puede ser bueno?, ¿será que podemos controlar el acullico? Jóvenes
que están teniendo la costumbre de pijchar, estas dos situaciones van de la mano:
acullico, alcohol y pueden ir a la violencia” (E.EY). En contraposición a la persona
entrevistada, es pertinente señalar que el acullicu no siempre implica consumo de
alcohol y, si esto sucede, acompañado por hechos violentos, éstos no son resultado de
la mencionada práctica cultural.
Las fiestas también han sido consideradas espacios donde se reproducen manifes-
taciones culturales y en éstas siempre hay bebidas alcohólicas, que son utilizadas no
sólo como un importante elemento que acompaña la ritualidad, sino que también
cumplen determinada función en las relaciones sociales. En este marco, de manera
reiterada, las personas entrevistadas han planteado que la violencia se genera por el
consumo indiscriminado de alcohol en las fiestas; de ahí las agresiones a mujeres, ni-
ñas y niños, en particular. Es importante señalar que estos comportamientos también
devienen de un tipo de conducta aprendida, que termina replicándose a lo largo del
tiempo.
Los elementos expuestos dan cuenta de la complejidad que involucra la dinámi-
ca de la violencia. Como caracterización sintética de la realidad boliviana en este
tema, uno de los entrevistados apuntó: “A mí me sorprendió la facilidad con la que
podemos llegar de la solidaridad más grande al hecho de violencia más extremo, del
amoroso wawitay a quemar a un alcalde en la plaza pública. No me explico cómo

236 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


sucede esto y cómo se desatan estos hechos; me niego a creer que hay una determi-
nación cultural” (E.MC).

6. ¿Se reconocen a sí mismos –y a su comunidad– como


violentos o pacíficos? Responsabilidad en relación con la
violencia o culpabilización de otros
En la mayoría de los municipios consultados se coincidió en señalar que las y los
bolivianos son violentos, aunque en algunos casos se matizó esta percepción. Las
explicaciones brindadas por los entrevistados fueron diversas y, como se verá más
adelante, existió una tendencia a responsabilizar a otras personas y a factores exter-
nos por la violencia.
Para algunos entrevistados la violencia fue implantada en Bolivia desde la Co-
lonia, ocasionando que ésta se ancle en la estructura social del país: “La violencia
existe históricamente en Bolivia; pero este factor viene de la cultura europea. Hemos
perdido la filosofía de la alteridad; ésta consiste en que el problema del otro también
es mi problema: lo que le pasa al otro también me pasa a mí…” (GF.F).
Un argumento muy recurrente en tierras intermedias fue la existencia de un de-
terminismo geográfico, en el sentido de que es el espacio geográfico el cual establece
no solamente el origen, sino también las prácticas y actividades culturales y eco-
nómicas, entre otras. Un ejemplo de ello se refleja en lo señalado por las personas
entrevistadas en Tarija, quienes apuntaron que los habitantes de la parte andina
tienen tradición y fama de ser violentos, a diferencia de la zona chapaca, a la que
caracterizan como pacífica. “De ser más violento dependiendo de las zonas, a veces
se observa de las raíces en que uno ha nacido, de acuerdo a las raíces en las que ha
nacido, hay personas violentas” (E.LG). En relación con lo anterior, se señaló que
los factores climáticos son también determinantes “El clima influye en muchas co-
sas y aquí el entorno te puede incitar a cierta violencia” (E.RC). En Villamontes las
personas se reconocieron como pacíficas y tranquilas, y aseguraron que se trata una
característica de toda la gente del Chaco. Atribuyeron los episodios violentos en la
región a los intereses políticos y partidarios.
Sin embargo, es necesario relativizar estas aseveraciones, pues de aceptarlas se
estaría afirmando que las personas que nacen y viven en ciertas regiones tienen nece-
sariamente un comportamiento más violento que las nacidas en otras zonas. En todo

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 237


caso, la existencia de una mayor tradición de violencia en algunos lugares más que
en otros tiene una explicación histórica, obedeciendo a procesos políticos y sociales
que cada una de las poblaciones ha atravesado. Por otra parte, estas afirmaciones po-
nen en evidencia la fuerte carga de estereotipos que van estructurando el imaginario
sobre las características de ciertos grupos, en una dicotomía de “bueno” o “malo”.
Un grupo de jóvenes consideró que, sin importar de qué país o lugar sea la per-
sona, el rasgo de la violencia es universal y ésta se transmite en diversos ámbitos: “yo
creo que no, yo creo que sea de Perú, de Chile, todos somos las mismas personas y la
persona es violenta por cosas que ha visto en la familia, en la tele y se les queda un
trauma. Cada persona es diferente y no es apropiado generalizar”. Otro colectivo de
jóvenes urbanos la asocia con los sectores campesinos: “para todo el mundo los bo-
livianos no sabemos dialogar y somos como campesinos, y que en este país no existe
el diálogo y sólo existen los golpes” (GF.SC).
Uno de los entrevistados advierte el riesgo de generalizar respecto a que todos los
bolivianos son violentos: “Yo creo que si bien hay un sentimiento y sentido común de
los bolivianos […] hay una diversidad tan grande que no se puede hablar de los boli-
vianos” (E.MC). Para el entrevistado, lo que sí habría que considerar es que algunas
regiones son más proclives al diálogo y otras, al enfrentamiento. Pese a estas diferencias,
para otros existiría un elemento compartido, que es considerar que la violencia (como
los gritos, peleas, enfrentamientos) es muchas veces necesaria para resolver los proble-
mas y lograr cambios en la sociedad: “en general, en el país se ha instalado un sentido
común, un sentido colectivo de que con la violencia se consigue cosas” (E. MC).
Para los jóvenes que participaron del grupo focal en Cochabamba, este entorno
violento sería el que impulsa a las personas a ejercer violencia, “porque si vivimos en
un contexto donde todo es tenso, marchas, bloqueos, de por sí soy violento. […] Es
la situación en la que vives lo que te obliga a usar la violencia” (GF.J).

Paz
1. ¿Qué se entiende por paz y cultura de paz?
En tierras intermedias, las personas entrevistadas representaron la paz como “es-
tar bien”, en “armonía” con las demás personas y con el entorno. Se logra en el pla-
no individual, para que luego se irradie a las relaciones personales. Se relacionó con

238 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


“felicidad”, “comprensión”, “complementariedad” y “transformación del conflicto”:
“Paz es estar tranquilo con vos y con los demás, y entender que tu felicidad está en el
margen de la felicidad de los demás” (GF.J). Se asoció también con la tranquilidad,
la tolerancia, el sosiego espiritual, infundir energía positiva, vivir en democracia,
aceptar la alteridad y lograr convivir de mejor manera.
Algunas personas entrevistadas manifestaron que violencia y paz son dos nociones
que conviven pues, luego de una situación de pelea o de violencia, vendría la reconcilia-
ción. Este pensamiento se rescata de la frase quechua: “después del maqanaku, viene el
munanaku. Traduciendo: después de que te riñes, peleas, existe la otra etapa; no todo es
malo, sino existe el querer. Por eso entender paz o violencia es una dicotomía un tanto
falaz para la realidad boliviana porque, si no eres violento eres pacifico, si eres pacífico
no eres violento. No puede existir totalmente la paz, entonces pasaría por entender
paz en otros términos, por ejemplo, en reconocer a la violencia como un elemento que
constituye la paz, la paz como forma de igualdad, de estabilidad. Pero que es un mo-
mento que no puede darse todo el tiempo y, en todo el transcurso de las relaciones so-
ciales, esa dicotomía entre paz y violencia no se adecua a la realidad boliviana” (GFF).
Para el pueblo guaraní la paz se relacionó con sus actividades productivas. En
ese sentido, significaría “estar tranquilos sin que nadie te moleste, tener buena pro-
ducción de maíz para compartir, para hacer el Arete Guazú” (E.RC). Ese sería el ideal
de todo guaraní: producir bastante para que pueda ser compartido con los demás.
El Arete Guazú es un ritual del carnaval, la fiesta principal de los guaraníes; en esa
ocasión se reparte una buena producción de maíz con la comunidad; es lo que se
denomina reciprocidad positiva en la cosmovisión indígena.
Una palabra guaraní que acerca a ese ideal es yaikokavi, que se traduce como tener
una buena vivencia, vivir bien, en paz, sin tener problemas, es tener mejores condi-
ciones de vida. Una persona dice que la paz sería no tener un contrario, es lograr que
la organización esté unida. En la lengua weenhayek la paz es expresada en la palabra
otamsek, que significa estar tranquilos, no hay problemas, felices, contentos (E.JL). Por
su parte, la población indígena yuki hace referencia a kiakiamete, que significa “todo
en paz”, lo cual implicaría no tener peleas y conflictos, es el no querer enfrentarse.
En Tomina, el sentido de paz más común entre los consultados es vivir tranquila-
mente en diversos niveles: consigo mismo, con la gente, tener un ambiente de trabajo
sereno y ante todo un empleo digno, cuya remuneración sea justa. Sería la posibili-

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 239


dad de relacionamiento a partir del respeto mutuo, reconociendo las diferentes vi-
siones sobre la vida, la política, la economía y haciendo viable la construcción de en-
tendimiento y colaboración, y no así de enfrentamiento, a pesar de las discrepancias.
Para otros sectores la paz es sinónimo de “vivir bien”, entendido como bien co-
mún; para alcanzarla se identifica la necesidad de modificar actitudes violentas y
coordinar con las autoridades la atención de los problemas económicos, reflejados en
necesidades básicas insatisfechas.
Una concepción peculiar de la paz es la asociada con la fiesta, definida como el
momento en que se interactúa con las personas, se comparte y se convive, olvidando
las diferencias; es un ámbito de derroche de alegría y armonía: “En la fiesta encuen-
tras diálogo, tranquilidad. No es cierto que las fiestas todo es color de rosa; pero ahí
puedes sacar lo que se acumula en lo cotidiano de la gente, los tinkus, las ch’allas, las
k’oas, reproducir esta nueva idea de paz” (GF.F).
Para otros, la paz es un deseo intenso de la población que vive inmersa en
un contexto permanente de conflictos. En ese sentido, consideran que comenzar
a hablar de ella es una advertencia de que en Bolivia se está transitando por el
camino de la violencia, lo cual se puede evidenciar en un sinnúmero de casos sus-
citados en el país en la última década: “La paz es un deseo intenso en sociedades
que viven en conflicto violento y en guerra; el hecho de que el tema de la paz
social en Bolivia empiece a ser un tema de discusión quiere decir que nos estamos
convirtiendo en una sociedad conflictiva, donde la descarga violenta es creciente.
Aquí tenemos periodos de violencia y de descanso, y estos periodos cada vez más
son frecuentes: lo que pasó en los linchamientos, lo que pasó en Cochabamba,
Caranavi, Capasirca, la masacre, el asalto al Mercado Campesino, la masacre en
Pando, la Kalancha en Sucre. Estas advertencias ponen el tema de la paz en la
agenda” (E.RRB).
En relación con la realidad social, cultural y política del país, otro entrevistado
señaló “Hemos mal dibujado el país, hemos puesto linderos innecesarios en el país,
siendo que todos somos bolivianos. Cada quien hoy se ha atrincherado en lo que es,
por defender sus derechos” (E.RF).
Para algunos entrevistados, no es necesario eliminar todos los problemas para
que exista paz, sino gestionarlos adecuadamente: la paz sería “tratar de evitar que
los problemas se agranden. La vida es problemática, la vida sin problema no es vida.

240 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Pero tenemos que tratar de solucionar el problema antes de que se haga grande. Tra-
tar de luchar por la paz es hacer un trabajo preventivo” (E.EY).
Específicamente en lo que respecta a la cultura de paz se la representó como la
ausencia de violencia y el respeto a las diferencias particulares: “para construir esa
cultura está en entendernos y buscar la complementariedad entre nosotros y no en
los enfrentamientos, peleas; entendernos a pesar de las diferencias. Ahora, crear una
cultura de paz es arduo, porque siempre hemos vivido en violencia” (GF. J).

2. ¿Se considera posible la construcción


de paz y de cultura de paz?
Precisamente porque la violencia se manifiesta de manera cotidiana, tanto en el
espacio privado como en el público, es vital el tratamiento de la paz y de la cultura
de la paz. Al igual que en tierras altas, algunas personas se mostraron escépticas en
torno a que la construcción de paz sea posible en el país, mientras que otras señala-
ron que sería factible y brindaron recomendaciones para lograrlo.
Entre quienes dudaron de la posibilidad de construir una sociedad de paz se en-
cuentran algunos grupos de jóvenes, los cuales aseguraron que los problemas del país
son muy grandes, por lo que se necesitaría “comenzar de cero”. Apuntaron que es
un sueño inalcanzable pues sería imposible erradicar la violencia, aunque sí podría
disminuirse.
Otro participante señaló: “Yo creo que una sociedad no puede vivir sólo de paz,
sino necesita de algo que contrarreste eso. Si no, no tendríamos la libertad de hacer
algunas cosas, y todo está bien, y todos nos entendemos. Entonces necesitamos algo
que contrarreste, que sería la violencia positiva” (GFF).
Otros entrevistados se refirieron a los factores que imposibilitan construir paz y
cultura de paz en el país; entre ellos, destacaron la dificultad de crear valores pací-
ficos y practicarlos, produciendo episodios violentos; la inexistencia de espacios e
instancias de diálogo, que convoquen a la paz y a la no violencia; una coyuntura que
propicia el conflicto. A esto se sumó la creencia de que bolivianos y bolivianas tienen
comportamientos y hábitos de menosprecio, tanto al prójimo como a la norma.
Desde otra perspectiva, se afirmó que en Bolivia existe una tendencia latente ha-
cia la paz, lo que se reflejaría en la convivencia, la familia y el cariño por sus regiones,
entre otras manifestaciones. Para otras personas, esto se evidenciaría con mayor fuer-

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 241


za en el área rural: “En el campo, usted llega a las comunidades y le dan lo poco que
tiene un vaso de agua fría. Esos son signos de bienvenida y de paz. La gente es buena,
emprendedora, trabajadora” (E.FV). Por el contrario, se señaló que estas actitudes
se estarían perdiendo en el ámbito urbano, por la inseguridad y la desconfianza que
existe, producto de su rápido y caótico crecimiento.
Entre los mecanismos identificados para construir paz y cultura de paz se mencio-
nó a la interculturalidad a partir del reconocimiento del otro (paz cultural), la gestión
y transformación constructiva de los conflictos, la educación, el respeto a los dere-
chos, la superación de desigualdades económicas, el acceso equitativo a la justicia, la
transmisión de valores y la espiritualidad.
En este contexto, se señaló que el respeto de las diferencias culturales y la di-
versidad, el reconocimiento, la comprensión, la valoración y la interrelación con el
otro son fundamentales: “Tendríamos que tener una visión más amplia del otro, de
aceptarlo, entenderlo al otro tal cual es, trabajar con él, articularse” (E.AB). Se trata-
ría entonces de dejar de negar al otro, pues esto es detonante de la violencia: “Si en
Tarija no entendemos que el campesino es diferente al hombre de la ciudad, pero nos
encontramos en cosmovisiones de vida, aspiraciones de desarrollo, y que cada uno
tiene su forma de ser y de encarar la vida, y vamos entendiendo eso, nos ubicamos
en la posibilidad de vivir en paz” (E.JG).
Algunos entrevistados consideraron que el reconocimiento, en la nueva Constitu-
ción Política del Estado, de las 36 naciones –que tienen formas distintas de concebir
la paz–, representa un avance en la construcción de paz.
Por otra parte, se planteó la necesidad de conocer y aprender ciertas prácticas y
mecanismos de resolución de conflictos de los pueblos indígenas que promueven la paz.
Está, por ejemplo, la capacidad de deliberación del pueblo guaraní para llegar a consen-
sos, sin que las discrepancias o toma de decisiones estén atravesadas por el autoritarismo,
la imposición o la violencia. Para esta nación originaria, la asamblea es el espacio para
resolver los desacuerdos, de acuerdo a sus usos y costumbres; pero no se manejan bajo
los criterios de mayorías y minorías de la democracia occidental, sino que buscan unani-
midad: “En el sector guaraní, en asambleas para elegir algo o tomar decisiones, no es 50
más uno, allá es el 99,9%; pueden estar día y noche, y si hay una fracción que está con
otra idea, el desafío es que una convenza a la otra; aunque sea por cansancio logran el
acuerdo y recién se decide; pueden estar hasta el amanecer” (E.RC).

242 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


La identificación, aprendizaje y práctica de mecanismos de resolución y transforma-
ción constructiva de conflictos, dejando de ser indiferentes ante los hechos de violencia
que suceden en Bolivia, se consideraron asimismo cimientos para la construcción de
paz y cultura de paz. Para ello, los entrevistados sostuvieron que se requiere desarrollar
capacidades de diálogo, considerándolo un instrumento esencial: “paciencioso y tratar
de que haya más diálogo y tratar de apaciguar y evitar los conflictos, que se apacigüen.
Bajar los humos de las demás personas”. (E.ND) “[No imagino] una sociedad sin con-
flictos [pero si la paz estaría] en la manera de solucionarlos, la clave está ahí, cambiar
los hábitos de violencia en todas sus dimensiones, recurrir al diálogo, a la deliberación,
a la confrontación de ideas. La paz sería un fin al que aspiramos llegar y no un estado
de cosas, y también un principio y un fin, y el medio es el diálogo, la deliberación la
comunicación” (GFI). Muchas de estas personas apostaron por la creatividad de los
bolivianos y bolivianas para crear estos caminos de diálogo y concertación.
Diálogo ha sido asociado con “conversar/hablar”; “concertación/entendimien-
to”, “comunicación”, “intercambio de ideas”; “consenso”, “solución”, pero además
se considera como “correcto/necesario”; es “paz”.

Asociación libre de palabras


Diálogo

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 46 DIÁLOGO - Departamento de Cochabamba

19%
23%
Solución 38%
40%

Cercado
Reconciliación/Unión
10%
Villa Tunari
10%
Pensar/Analizar Puerto Villarroel

26% Quillacollo
Hablar 29%
13%

13%
Entedimiento
36%
45%
Conversar 33%
10%
19%
Comunicación
27%

10%
Acuerdo

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 243


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 47 DIÁLOGO - Departamento de Chuquisaca

21%
Solución 44%

8%
Necesario

34%
Hablar 23%
39%
31%
24%
Conversación 12%
17%
46%
13%
Concertación/Consenso

Comprensión/Entendimiento 31% Sucre


23%
Tarabuco
Amistad/Paz 15%
Tomina

Acuerdo 19% Monteagudo

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 48 DIÁLOGO - Departamento de Tarija

Seguridad
7%
Tarija
Reunión/Unión 19%
Entre Ríos
12%
Paz Villamontes

Yacuiba
Intercambio de ideas
7%
10%
Eschucha/Empatía
15%
Correcto/Necesario
27%
Concertación/Entendimiento 20%

24%
50%
Comunicación/Diálogo 80%
78%
12%
Acercamiento/Acuerdo 31%
7%

244 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


La educación juega también un papel esencial, según enfatizaron quienes parti-
ciparon en la investigación: “Definitivamente [la cultura de paz] tiene que ser una
transversal y que se trabaje bajo técnicas o modalidades; puede ser un tema transver-
sal o puede ser un proyecto educativo. Es necesario innovar dentro del currículo este
aspecto, para que, sin la necesidad de recurrir a una asignatura específica, desde he-
cho, ya trabajar” (E.RF). Por otro lado, se mencionó la necesidad de formar personas
que dominen sus impulsos, de modo que niños, niñas y adolescentes se desarrollen
bajo códigos de convivencia y sepan buscar otras alternativas al “ojo por ojo, diente
por diente”. Los centros educativos tendrían una actuación central en identificar y
visibilizar la violencia, para luego proceder a cambiar los hábitos violentos. Sin em-
bargo, resulta pertinente destacar que la labor educativa no sólo recae en la escuela,
sino que se pueden desarrollar actividades complementarias, como apuntó una en-
trevistada: “Hay que trabajar con las comunidades, talleres, estrategias bien precisas
que tengan resultados, interactuar con la gente; de esa manera se puede construir
una cultura de paz” (E.RM).
El hogar y la escuela, junto con otros espacios, son fundamentales en la transmi-
sión de valores, a su vez cruciales en la construcción de una cultura de paz. Entre los
principales valores que deberían promoverse se apuntó al respeto y la solidaridad. El
primero ha sido asociado con “[respeto] a uno mismo y a los mayores”, “educación”,
“no discriminar/tolerancia”. Tiene que ver con “comunicación”, “comprensión/
concertación”, “aceptación”, “entendimiento”, “tratar bien” al prójimo”, “derechos
humanos”. Algunas personas dijeron que es un valor, actitud o comportamiento que
“no existe/se está perdiendo”. Solidaridad fue relacionada con “compartir/ayudar”,
“apoyo/ayuda”, “desprendimiento/desinterés”, “afecto/cariño”, en ese orden.
También se la representó como “apoyo/ayuda”.
La paz y la cultura de paz también se edifican a partir del reconocimiento y res-
peto de los derechos sociales, económicos, políticos y culturales, tanto propios como
ajenos: “es un estado que deviene en que tus derechos son respetados y que tienes
libertad para respetar el de las otras y otros” (E.CM).
Los participantes resaltaron en especial la importancia del respeto y la promoción
de los derechos humanos: “Si hay algo macro es el trabajo en los derechos. Un país
que organice su sistema económico, su sistema de salud, todo en base al respeto de
derechos humanos, respecto a diversidades sexuales que no se respeta, que un go-

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 245


bierno que avance en este sentido es un principio macro” (GF.DS). Para lograrlo se
planteó la incorporación de la temática en la currícula educativa de todos los niveles,
además de promocionarlos a través de talleres y cursos.
Llama la atención que, a pesar del énfasis puesto en el tema de los derechos
humanos, en muchos municipios no pudieran asociarlos con ninguna palabra. En
otros casos fueron representados como “libertad”, “derecho/igualdad”, “derecho a
la vida”, “justicia”, “garantías”, “defender o cuidar”, “para todos”; fueron relaciona-
dos también con la institución del mismo nombre.
Se destacó igualmente que sólo es posible la construcción de paz y cultura de paz
si se logra justicia social, es decir que todos y todas tengan las mismas condiciones
de vida, porque resulta irónico y paradójico que se pida paz a alguien que no tiene
qué comer ni dónde cobijarse: “En esa medida, [si existiera justicia social] no siento,
entonces, que la paz sea un discurso, porque hay justicia económica, justicia social;
no sólo con un discurso de derechos, sino que se viva esa justicia […] en esa medida
vamos a contribuir a construir paz” (E.CM). Es lograr que los derechos dejen de ser
privilegio de unos cuantos, concretando políticas públicas que permitan el acceso
a la educación, a un trabajo digno, a la seguridad ciudadana, entre otros, y que no
sean sólo parte de un discurso demagógico: “Si queremos vivir bien, tenemos que
entender que hay gente que vive mal y que tiene derecho de subir o igualarse, sin
necesidad de bajar a los demás. Ir avanzado en conquistas sociales que cierren la
brecha entre pobres y ricos, entre gente formada y gente ignorante, entre gente sana
y enferma. Eso hará que Bolivia avance. Todos tenemos algo que dar, dar algo para
recibir los beneficios de un país más pacífico, menos confrontado” (GF.FR). Esta
labor implicaría remover las estructuras y las relaciones de poder que promueven la
ausencia de justicia social.
Para otras personas, construir paz sería lograr imparcialidad en los procedimien-
tos penales y legales: “La paz tiene que darse con un criterio sano, con una perfec-
ción sana, pensamiento sano, sin maldad, obrar sin maldad. En muchas ocasiones
yo ni siquiera conozco a los demandantes, yo trato de ser imparcial en las cosas y es
una forma de construir a la paz, dar confianza a la gente, para que la gente venga en
confianza buscando paz en los diferentes problemas que pueda tener, ya sea en sus
hogares, en las relaciones familiares en las relaciones civiles, en cuestión de deuda o
en cuestiones penales” (E.EY).

246 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


El tema espiritual también se hizo presente como otro factor que contribuye a la
paz. En ese sentido creer y acercarse a Dios es visto como algo fundamental: “Prime-
ro conocer a Dios y Dios es amor, y ya no hay ganas de gritar, pegar; eso lo irradia
en los hijos y los hijos, por ende, van a irradiar eso. Nosotros tenemos que lograr
que los hijos hagan prevalecer los valores. ¿Y qué es la paz, entonces? Entrar en un
diálogo amistoso y cómo nos ayuda en Yacuiba, con un lindo poro con su mateada”
(GF.BLF).
Desde la mirada de muchos de los participantes, la responsabilidad de construir
paz y cultura de paz recae fundamentalmente en el Estado y las autoridades de
gobierno, puesto que en algunos casos se los considera impulsores de la violencia
durante los últimos tiempos. En Sucre, donde no se puede separar lo social de los
últimos acontecimientos políticos acaecidos, los entrevistados piensan que para lo-
grar la paz se debería enviar señales diferentes a las de enfrentamiento.
Para otros, la cultura de paz debe aplicarse como una política de Estado y
trascender a otros ámbitos, además del educativo. Así, el inculcarla en la sociedad
recaería en las autoridades, en los padres de familia y en los educadores-profesores.
Es decir que sería una política pública ejecutada por todos e incorporada en la
vida cotidiana de las personas y en el trabajo de instituciones estatales y privadas.
A propósito de esto último, se coincidió en que un sector imprescindible con el que
se debe trabajar es el de los funcionarios públicos, a fin de que se puedan “insertar
las buenas costumbres, la vida sana, y de esa manera construir una sociedad de
paz” (E.JM).
De igual manera se ha mencionado que debería existir una alianza entre los cen-
tros educativos, la familia, el Estado y los medios de comunicación. Los padres y ma-
dres de familia y los educadores tendrían la labor de abrir espacios de reflexión para
mostrar que existen otras alternativas a los gritos y a las agresiones físicas: el diálogo y
la no violencia. El aporte de los medios de comunicación estaría en el control de con-
tenidos de los programas que emiten, y también en la difusión de experiencias exi-
tosas de concertación y diálogo, en lugar de exacerbar la violencia. Incluso se señaló
que podrían constituirse en mediadores, en determinadas situaciones, convocando al
diálogo, a la negociación y a la concertación, de manera que puedan apaciguar los
ánimos exaltados.

Capítulo CINCO / Hallazgos de la investigación en tierras intermedias 247


En ese sentido, se sostuvo la necesidad de un esfuerzo aunado de toda la sociedad,
en diversos ámbitos y niveles, incluido el Estado, el cual tiene mucho que decir y ha-
cer en la tarea de concienciación.
Fue considerada de vital importancia la presencia de instituciones que dediquen
sus esfuerzos a desnaturalizar la violencia y a cooperar en su disminución. Para las
personas entrevistadas en tierras intermedias son indispensables, por ejemplo, las
defensorías y los servicios legales integrales municipales (SLIM), pero también se
identifica la necesidad de modificar patrones de conductas violentas y papeles socio-
culturales discriminatorios entre hombres y mujeres: “Hemos organizado una red
contra la violencia; esta red la conforman todas las instituciones y las autoridades
municipales. Estamos tratando de que autoridades se hagan cargo de erradicar la
violencia” (E.LDR).
Para los jóvenes de Yacuiba las instituciones que colaboran en programas espe-
cíficos para atender problemas determinados realizan manifestaciones de paz, pues
ayudan a resolver situaciones graves que se presentan en esa ciudad fronteriza, como
la trata y tráfico de personas.
Asimismo, se considera fundamental la presencia de actores que tiendan puentes
entre las visiones enfrentadas y aporten a la gestión constructiva de los conflictos,
impidiendo su crecimiento: “En Sucre o en Bolivia, las personas lo que estamos ha-
ciendo es más bien hacer crecer el conflicto que perjudica, crecer más y más, y no
hay personas que aporten para que en vez de hacer crecer el conflicto, que perjudica
a muchas personas, esa persona aporte con algo para que ese problema o conflicto
desaparezca, y ya no sea enredadera, sino simplemente desaparezca” (GFA).

248 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


123456 HALLAZGOS DE LA INVESTIGACIÓN
EN TIERRAS BAJAS

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 249


SEIS
HALLAZGOS DE LA INVESTIGACIÓN
EN TIERRAS BAJAS

Violencia
1. ¿Qué se entiende por violencia?
A diferencia de las representaciones sociales que surgieron en tierras altas e inter-
medias, en tierras bajas una de las tendencias fue asociar la violencia con la política,
por lo que los signifi cados que se le atribuyeron fueron “confrontación”, “división”,
“polarización” y “agresiones” manifestadas en la esfera social y en el vínculo con el
otro: “son cuestiones políticas, digamos, la violencia nos genera las divisiones políti-
cas y todo eso. Las autoridades nunca se han puesto los pantalones, para que, por lo
menos, disminuya la violencia” (SC-GF1 D10).
En este sentido, un porcentaje relevante de los entrevistados sostuvo que la vio-
lencia parte del intento de imponer puntos de vista, o negar el derecho a la libre
expresión como una forma de vulneración de la libertad, entendida esta última
como la posibilidad de hacer lo que se desee sin que otro lo limite, lo coarte o
sancione las decisiones y preferencias de cada uno, aspectos que fueron resaltados
en Trinidad (Beni): “A veces queremos imponer nuestra forma de pensar y hay el
otro que también la quiere imponer y ahí llegamos a eso, a la violencia” (R-EP1).
En relación a lo señalado, en Santa Cruz, Trinidad (Beni) y Cobija (Pando), se
manifestó que las actitudes violentas se encuentran en los grupos de poder pues no ad-
miten críticas ni cuestionamientos por parte de la población, que permanece acallada:
“La intolerancia es la muestra más clara de no aceptar los argumentos y criterios de los
demás. Imponer un pensamiento único, rezar un solo credo, nos está generando un es-
pacio de confrontación” (SC-EP3). “La población no puede decir nada, porque si dice
algo va a ver cómo se le vuelcan las tres fuerzas militares que tenemos aquí” (CB-E4).

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 251


Los hechos del 11 de septiembre de 2008 marcaron las representaciones socia-
les de violencia de las personas en Pando: “se ha generado cultura de la violencia.
[…] Sí, porque viene afectando a la psicología de cada pandino, se siente […] una
traición. […] Se le ha dado prioridad, pero el Occidente nos paga mal, nos da la
espalda. Son mal agradecidos” (GF1 CC).
Para muchos de los entrevistados en Pando, la violencia no sólo fue el enfrenta-
miento, sino también el manejo de la información en las investigaciones y la vulnera-
ción de los derechos de las personas que fueron acusadas como sospechosas o culpa-
bles de las agresiones y muertes ocurridas: “Todo es una mentira, todo es un montaje,
qué ganarán los que dicen mentiras en la tele, plata eso es lo que ganan. Nosotros
estamos dolidos, como pandinos, ahora no tenemos vida, nos sentimos amedrenta-
dos; todos tenemos miedo, porque hay persecuciones” (PV-E6). Otra manifestación
de violencia hacia sus habitantes, advirtieron los entrevistados, fue la presencia del
Gobierno central y de los militares, con normas y restricciones, abusos y desigual-
dades: “Por qué el militar para comprar su combustible no hace cola. En cambio el
anciano, la embarazada tiene que hacer cola; eso es violencia” (CB-E4).
Si bien el énfasis de la representación de violencia en Cobija fue la política, surgie-
ron otras percepciones, como el descuido, la desatención, el olvido, la insensibilidad y
el incumplimiento de parte de las autoridades gubernamentales ante las necesidades
de la población, manifestándose en la ausencia de políticas públicas: “Pando no tiene
muchos años, hubo abandono del Estado durante muchísimos años, en promover la
integración” (CB-E2). Asimismo, se relacionó la violencia con el abuso de poder de
las autoridades, el cual se manifiesta en la administración pública.
Otras personas que participaron de la investigación opinan que la violencia es una
práctica social inherente a la condición humana, un comportamiento agresivo e irra-
cional de seres que reaccionan a estímulos para defenderse, una “reacción carnal”
relacionada con un instinto de sobrevivencia y, además, siempre presente en la confor-
mación de las sociedades. Así también, se la representa como un fenómeno de masas,
en la medida que el accionar de unos puede incidir en la reacción violenta de otros.
Al considerarse la violencia como algo innato en el ser humano, algunos parti-
cipantes del estudio consideraron imposible acabar con ella, aunque se cree que es
posible reducirla en la medida en que se evidencie la vulneración de los derechos de
las personas y se reflexione sobre lo que esto implica. En San Julián (Santa Cruz) se

252 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


identificó una percepción similar, pero con el añadido de que es una forma de actuar
ilógica y perniciosa, que repercute de forma negativa en la persona y en la convi-
vencia: “es la forma anormal en que uno se relaciona. La violencia altera el orden
normal de cualquier familia, grupo de convivencia, es dañina” (SJ-EP7).
Para muchas de las personas entrevistadas en Trinidad, la violencia es una reac-
ción que surge cuando una persona se enoja y actúa de manera agresiva, sin medir
las consecuencias.
La violencia se representó también como toda acción que daña voluntaria o invo-
luntariamente al otro, en las dimensiones psicológica, física, o sexual; las dos últimas
fueron las que se mencionaron con mayor frecuencia, y se visibilizan –señalaron los
entrevistados– tanto en el ámbito familiar como en el social. Por su parte, la violencia
psicológica fue reconocida como una forma sutil de lastimar, que no se palpa pero
causa mucho más daño y deja huellas profundas en las personas pues agrede la auto-
valoración.
Las representaciones sociales en Gonzalo Moreno (Pando) se centraron en el
“drama familiar” que hace referencia al abuso psicológico, físico y sexual de mujeres,
niñas y niños.
Para otras personas la violencia es la discriminación, la invisibilización y el vín-
culo negativo que transversaliza muchas veces las relaciones cotidianas en determi-
nados contextos. La discriminación como forma de violencia cultural se traduce en
indiferencia, abandono, pasividad e insensibilidad, producto del desconocimiento
de lo que ocurre en diferentes espacios: “Hay mucha división entre el centro y la
periferia, los que vivimos dentro de los anillos no sabemos qué está pasando. Como
que somos muy ajenos a lo que está pasando, como ciudadanos” (SC-EP2). A esto se
suma el rechazo, las amenazas y la intolerancia por diferencias políticas y culturales:
“A mí me han hecho muchas cosas. […] Amenazas, amenazan sin miedo. Decían
que, si ellos descubren que usted está trabajando para la derecha […] lo vamos a
quemar, lo vamos a golpear”. (SJ-EP6).
Esta violencia cultural se expresó también con fuerza en las comunidades indí-
genas que formaron parte de la investigación. Para el grupo de guaraníes de Camiri
(Santa Cruz), la violencia es producto de “la cultura de afuera” y la entienden como
los constantes atropellos a su territorio, primero por los conquistadores en la época
de la Colonia, luego por los colonizadores (hoy agrupados en las autodenominadas

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 253


“comunidades interculturales”) y, finalmente, por los militares. También se manifies-
ta en el permanente intento de desvalorizar su lengua materna, considerando al sis-
tema educativo como el primer transgresor, por haber degradado y marginado a su
idioma originario. En la escuela les decían que “si alguien habla guaraní, sentado en
las piedras o palo. […] Los guaraníes hemos aprendido el castellano en base a palo.
[…] Debemos reflexionar que a la escuela he venido con cero de idioma español y mi
profesor, cero guaraní. Nos carajea, nos critica que somos burros, sonsos, que no sa-
bemos nada, no sabemos expresar. Pero no sólo los niños son burros, sino el profesor
es burro, que no sabe con quién se ha metido para enseñar” (C-EP9). Debido a estas
agresiones, muchos padres y madres decidieron que sus hijos aprendan el español y
eviten el guaraní, para librarlos de los castigos que les imponían los maestros: “...y
después dicen ‘el guaraní no quiere hablar su idioma’, pero hay que ver por qué”
(C-EP9).
La población ayorea entrevistada en Poza Verde, que se siente muy diferente
a la “otra cultura” (en referencia a la occidental), también representó la violen-
cia como discriminación, enfrentamiento y engaño; pero afirmó emplearla como
mecanismo de defensa cuando se siente embaucada. Manifestaron que el dete-
rioro de la calidad de vida de su pueblo es resultado del despojo de su territorio
histórico por parte de colonizadores no indígenas y de la sociedad “moderna” y
“civilizada”; ese avasallamiento habría transformado las prácticas ancestrales de
convivencia equilibrada con la naturaleza, que garantizaba una vida sustentable.
Desde la representación de este pueblo indígena, los actos violentos se iniciaron
cuando fueron obligados a ser sedentarios, pues alteraron su forma de vida y de
relacionamiento con la naturaleza, y los condujeron a enfrentar situaciones de
confinamiento, marginación e indigencia.
Entonces, la violencia para este grupo es su acelerada pauperización, pérdida
creciente de autonomía y progresiva dependencia de la sociedad occidentalizada,
en medio de la discriminación, la desigualdad y la ausencia de oportunidades para
integrarse con dignidad a los lugares de mayor concentración poblacional no indíge-
na, donde la mayoría vive hoy. Su cercanía con los centros urbanos y el contacto con
habitantes no indígenas habría ocasionado la distorsión de sus prácticas culturales:
“Ellos, al estar asentados ahí, han comenzado a tener contacto con la sociedad no
indígena, han ido adoptando prácticas que son cuestionadas. La libertad sexual en

254 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


las mujeres se distorsionó como trabajo sexual […] el consumo de alcohol, la clefa,
también algunas actitudes y reacciones violentas ante el no ayoreo y de los no ayo-
reos hacia ellos. El conflicto está latente y ante cualquier amenaza reaccionan con
violencia” (E.A).
Por las experiencias negativas que la población ayorea sostuvo haber tenido con
los “no ayoreos”, las personas consultadas señalan que sólo recurren al diálogo con
integrantes de la propia comunidad pues los “otros” les provocan “desconfianza”.
En Riberalta y Guayaramerín muchos de los participantes relacionaron la vio-
lencia con “el alcoholismo, el machismo y los roles de género” (R-EP1), elementos
también enmarcados en la violencia cultural, considerando el primer factor (alcoho-
lismo) un desencadenante de delincuencia, peleas y robos en las calles, afectando no
solamente al individuo, sino también a la familia y la vida en sociedad. De manera
similar, en San Ignacio de Moxos, las representaciones hicieron referencia al machis-
mo que, a su vez, se traduce en la violencia sexual, física y psicológica hacia mujeres
y niños.
La violencia se asoció asimismo con el narcotráfico y la prostitución, sobre todo
en Pando y Beni, como prácticas de infracción de la norma y de destrucción del otro
y de uno mismo: “Hay narcotráfico, prostitución. Ya las pandinas se meten con gente
de afuera, les pegan, violaciones. Queremos la paz” (CB-E10). En Gonzalo Moreno
la violencia se representa también como inseguridad ciudadana.
Como en ninguna otra zona, en Trinidad se hizo referencia al maltrato que se
inflige a los animales, lo que fue calificado como “crueldad”. En muchos casos, di-
cen, la impotencia, el malestar y la rabia se dirige hacia los animales, ocasionándoles
sufrimiento: “Por naturaleza somos ganaderos y necesitamos del caballo, y nuestro
ambiente es el ganado. Pero, como personas hormonales, creo que todos los cambas
tenemos las hormonas a flor de piel, a veces cosas que nos ocurren con la pareja o
familia sacamos el exceso de violencia con los animales, haciéndolos sufrir sin que
ellos ni coman ni beban” (TR-E3).
Las representaciones sociales de violencia muestran que no es sólo una respuesta
individual a las dificultades o conflictos interpersonales, sino que es una práctica sos-
tenida que involucra a diferentes sectores que son corresponsables en la construcción
de una sociedad violenta: “Cada uno pone su granito de arena para que la violencia
se vaya generando” (PV-E1).

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 255


2. ¿Qué causas de violencia se identifican?
Pobreza
Las cifras presentadas por el boletín sobre el estado de situación social de los
departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, elaborado por UDAPE y el PNUD,
dan cuenta que en el departamento de Santa Cruz,1 para el año 2001, 529.397
personas (25,1%) se encontraban en condición de extrema pobreza, cifra acen-
tuadamente inferior al promedio nacional del 40,4%; mientras que en Beni2 el
41% de la población, es decir 150.369 personas, se hallaban en esta situación, y
en Pando3 el 34,7%, lo que equivale a 18.506 personas, se encontraban en esta
condición.
Se asoció “pobreza” con “no tener trabajo”, “no tener dinero”, “no tener nada”
y “crisis, sufrimiento, tristeza”. En Poza Verde (Santa Cruz), los indígenas ayoreos
entrevistados la relacionan con la falta de trabajo, “hambre”, “mendigar”, “mise-
ria/indigencia” y “pedir limosna/mendigar”, reflejando el modo en el que resisten
al proceso de sedentarización al cual fueron expuestos.
Al igual que en Poza Verde, en otras comunidades y municipios, el contexto
marcó la representación que se tiene de la pobreza. En Cobija el núcleo de la
asociación fue “sufrimiento”, y en segunda instancia “tristeza”; ambas palabras
también fueron mencionadas enfáticamente en Santa Cruz, a las cuales se añadió
“crisis”. En San Julián, “no tener dinero”, “no tener trabajo” y “no tener nada”
fueron los términos que mayor fuerza tuvieron en la asociación libre de palabras;
en Camiri se relacionó esencialmente con “no tener nada” y con “miseria/indi-
gencia”· En Trinidad se asoció con “hambre” y fue el único municipio donde los
entrevistados relacionaron pobreza con “niños en la calle”; en Riberalta con “tris-

1 UDAPE y el Sistema de Naciones Unidas para el Desarrollo en Bolivia, El camino hacia el desarrollo en Santa
Cruz, Boletín sobre el estado de situación social en el departamento, 2011 [Fecha de consulta: enero de
2013]. Disponible en: http://idh.pnud.bo/administrator/files_usr//i5Boletin%20S%20Cruz_2011.pdf

2 UDAPE y el Sistema de Naciones Unidas para el Desarrollo en Bolivia, El camino hacia el desarrollo en Beni
Boletín sobre el estado de situación social en el departamento, 2011 [Fecha de consulta: enero de 2013].
Disponible en: http://idh.pnud.bo/administrator/files_usr//i64Boletin%20BENI_2011.pdf

3 UDAPE y el Sistema de Naciones Unidas para el Desarrollo en Bolivia, El camino hacia el desarrollo en Pando,
Boletín sobre el estado de situación social en el departamento, 2011 [fecha de consulta: enero de 2013].
Disponible en: http://idh.pnud.bo/administrator/files_usr//i46Boletin%20PANDO_2011.pdfhttp://
idh.pnud.bo/administrator/files_usr//i64Boletin%20BENI_2011.pdf

256 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


teza”, en Guayaramerín con “trabajo” y en San Ignacio de Moxos con “no tener”.
En Porvenir, Filadelfia y Gonzalo Moreno, la principal asociación de pobreza fue
“falta de recursos”.4

Asociación libre de palabras


Pobreza

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 49 POBREZA - Departamento de Santa Cruz

San Julián
Necesidad Camiri
31%

Humildad Poza Verde


10%
Santa Cruz de la Sierra
Pedir limosna/Mendigar 33%

11%
Miseria/Indigencia
14%
Hambre 25%
15%
32%
Necesidad/No tener
19%
25%
Crisis/Sufrimiento/Tristeza
44%
27%
No tener trabajo 42%
24%
No tener nada
30%
18%
No tener dinero

4 Las asociaciones de palabras que hicieron los participantes en este estudio se repiten en los diferentes
municipios de cada región. Cuando se hace la descripción de las mismas sólo se refiere la centralidad de
la representación y aquellas nociones que no se repiten.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 257


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 50 POBREZA - Departamento de Beni

Nada 16%
Riberalta
Falta 14%
Guayaramerín
Alimentación 16%
Moxos
Sentir 10%
Trinidad
Superación/Superarse 14%

No tener 19%
30%

Enfermedad 19%

20%
Dinero
29%
Tristeza
22%
28%
Trabajo 29%
19%
Niños/Niños de la calle
15%
Hambre
25%
23%
Economía/Económica 14%
19%
19%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 51 POBREZA - Departamento de Pando

Lo que vivimos 12%


22%

Falta de trabajo 24%

Falta recursos 23%


43%
28%
17%
Sufrimiento/Tristeza 12%
36%
28%
7%
No tener nada 17%
21%
22%
13%
Necesidad/Necesitar
13%
Miseria
10%
Humilde/Humildad
13%
Hambre Cobija
13%
Falta de economía 12% Porvenir
7%
Discriminados/Discriminación Filadelfia
7% Gonzalo Moreno
Carencia

258 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Los entrevistados sostuvieron que el desempleo es el principal factor que des-
encadena la pobreza. Para otros, el empobrecimiento de un importante porcen-
taje de la población de estas regiones y el enriquecimiento de pocos también se
explica por la concentración del desarrollo de algunas ciudades en detrimento de
otras, basado en emprendimientos empresariales, comercio y extracción de recur-
sos naturales. Para otros, el origen de la pobreza ocurre por los ciclos productivos
de algunos frutos (como la castaña) y la inexistencia de condiciones adecuadas
para su comercialización dadas las grandes distancias entre algunas comunidades
y las carreteras principales. Por otra parte, se señaló que la contratación de poco
personal para la explotación de recursos naturales también es otro elemento que
genera pobreza.
Asimismo, la ausencia de mejoras en infraestructura y equipamiento de los mu-
nicipios se consideró otra causa de pobreza, como lo señalaron habitantes de San
Julián. En ese marco, caracterizaron a su región como un área postergada, donde
los colonos tienen necesidades: “San Julián ha sido una zona rebelde, con demandas
sentidas; como zona de colonos han sufrido mucho, ahora mismo no tienen las me-
jores condiciones” (SJ-EP2).
Desde otra perspectiva, algunas personas consideraron que los conflictos sociopo-
líticos incidieron en el ámbito económico, provocando la disminución o ausencia de
proyectos de desarrollo en algunas zonas, incrementando el número de desempleados.

Poder - política
Para las personas entrevistadas en tierras bajas existe una importante articulación
entre violencia, poder y política. Como se señaló anteriormente, la representación de
violencia giró en gran medida en torno a la coyuntura política, que es vista como la
principal causa de divergencias, confrontación de visiones y polarización: “La violen-
cia creada por intereses políticos está de moda” (SC-GF1). “En ciertos momentos, se
vio que se iba a llevar al país a una confrontación muy horrible” (SC-EP5).
En la asociación libre de palabras, “poder” ha sido relacionado con “fuerza/
influencia”, “acción y efecto de tomar el mando o mandar”, “egoísmo” y “ambi-
ción”. Es una palabra que evoca ideas de imposición, con connotaciones negativas
de dominación y ambición, coincidente con lo percibido como violento. En Santa
Cruz se asoció con “políticos”, “corrupción”, “logias”. Para habitantes de San Julián,

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 259


“poder” es “dominar/mandar”, “aprovecharse/humillar”, “servir/ser útil” y “auto-
ridades: alcalde”; si bien esta última idea se repite en Camiri, el “poder” se relacionó
principalmente con “fuerza” y “grandeza/superioridad”. Mientras que en Poza Ver-
de los consultados consideraron que es “Gobierno/MAS”.
Muchas de las personas entrevistadas en Trinidad asociaron poder con “abuso”,
“fuerza” y “política”, calificándolo como un ejercicio de dominación de uno sobre
otro en función de la fuerza o lugar político que se ocupa.
En San Ignacio de Moxos se indicó que los actores sociales de esa población no
están exentos de la lucha por el poder: “Somos más indisciplinados, hay muchas an-
sias de poder, hay mucha ambición al poder” (SI-EP6). “Abuso solamente de poder
es lo que se ve” (SI-EP5). En la asociación libre de palabras se relacionó “poder”
con “tener”, “hacer”, “persona” y “trabajo”; así, se lo retrató como un recurso que
permitiría “hacer cosas” y “acceder a un empleo”.
Para los pobladores consultados en Guayaramerín, el poder es la “autoridad” y el
“mando” que ejercen los actores gubernamentales. En un segundo plano aparece la
palabra “abuso”, con la que manifiestaron el mal uso del poder que genera diferen-
cias con otras personas. Para las personas de Filadelfia es “valor”, “Dios”, “hacer las
cosas”; pero también es “desvalorizar al otro discriminándolo” y da cuenta de que
puede ser instrumento de imposición de unos sobre otros.
Hubo en general coincidencia con respecto a que la violencia responde a rela-
ciones de poder y se ejerce contra las personas que son consideradas más débiles:
mujeres, niños y niñas.

260 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Asociación libre de palabras
Poder

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 52 PODER - Departamento de Santa Cruz

Políticos
39%

Logias
28%

Corrupción
33%

Gobierno/M.A.S. 100%

Grandeza/Superioridad 33%

13%
Poder político/Económico
16%
Servir/Ser util
16%
Autoridades/Alcalde 33%
San Julián
16%
Aprovecharse/Humillar Camiri
26%
Dominar/Mandar Poza Verde
13% Santa Cruz de la Sierra
Fuerza 34%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 53 PODER - Departamento de Beni

Tener 34%

Persona 20%
27%
Autoridad/Autoridades
18%
Trabajar/Trabajo 20%
10%
Querer
16%
26%
Mandar
20%
Hacer 26%
10%
Cargo
10%
Política 14%
Justicia 10%
16%
27%
Gobierno 10%
Fuerza Riberalta
14%
Economía/Económico 10% Guayaramerín
Decisión 10% Moxos
Ambición/Ambicionar 10%
20% Trinidad
Abusar/Abuso 22%

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 261


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 54 PODER - Departamento de Pando

Querer 30%
Podemos/Pudo/Puede 40%
Familia 30%
Valor 18%
Hacer las cosas 18%
Fuerza 18%
Discriminar a otros 28%
Dios 18% 46%

Abuso/Abusar 27%
15%
Tener/Tener dinero
11%
Política/Políticos
11% Cobija
Mandar/Mandato 27%
15%
Gobierno/Gobernar/Gobernador Porvenir
11%
Dominación/Dominio Filadelfia
26%
Autoridad
11% Gonzalo Moreno
Ambición

Por su parte, la palabra inductora “política” tuvo, para los entrevistados de tie-
rras bajas, connotaciones negativas, como sucedió en tierras altas e intermedias. Se
relacionó con “corrupción”; se dijo que es “sucia”, “cochina”, “mentira”, “no cum-
plir”, “represión”. Es también “poder”, “gobierno” y “gobernadores”, “suciedad”,
“leyes”. En San Julián, si bien se representó la “política” como “politiquería/sucia”,
se le otorgaron otros significados como “avanzar/trabajar/luchar” y “capacidad de
dirigir”. Habitantes de Poza Verde la asociaron con “dirigentes/políticos”, “MAS”,
“pedir” y “disfrutar”.
Se hizo asimismo referencia a la violencia discursiva vinculada con la política,
la cual se traduce en “agresiones”, “desvalorización” y “ataques” que tienen como
consecuencia “reacciones acaloradas” y agravios. Desde la perspectiva de muchos
entrevistados, los medios de comunicación son los que alimentan este tipo de violen-
cia y les atribuyeron la responsabilidad de desencadenar o magnificar los conflictos:
“inclusive insultos por la televisión, insultos feos” (G-EP3).
Las asociaciones realizadas en Guayaramerín son similares a las anteriormente
mencionadas; sin embargo, se añaden dos elementos positivos: “obras” y “mejoras”.

262 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


De igual manera, en dicho municipio se consideró a la política como raíz de la vio-
lencia física y verbal suscitada en el marco de determinados conflictos: “Todo mi sec-
tor, tuvimos compañeros golpeados de la cara, tajeados, algunos quebrados de dedo.
Tuvimos avasallamiento a nuestra sede social, tuvimos provocaciones de incendio,
todo ello y una serie de amenazas” (G-EP1). Los agredidos respondieron de la misma
manera, dando lugar a una espiral de violencia.
En Filadelfia las asociaciones más frecuentes con la palabra política fueron “socie-
dad”, “autoridad”, “cargo” y “elecciones”. Se señaló que la política ha sido, y es aún,
un elemento de desencuentro difícil de manejar, por cuya causa se han cometido
desmanes con los recursos municipales y se han sufrido fuertes hechos de violencia.
El quehacer social y el tipo de vínculo con el otro, señalaron los entrevistados, está
condicionado a tener una u otra orientación política que polariza el escenario muni-
cipal y territorial: “Lo que nos lleva a pelear entre comunidades es el tema político”
(F-GF).
En Porvenir la noción de “política” fue asociada con “intereses mezquinos”,
“conflicto” y “violencia”. También con “gobierno”, “gobernantes”, “gobernación”,
“sociedad”, “pueblo” y “elección”, lo que muestra que, a pesar de la valoración ne-
gativa de los actores políticos como generadores de conflicto y violencia, la política
no siempre es vista como algo pernicioso, sino como parte de la vida social y de la
organización de un pueblo. La situación de Porvenir, de acuerdo con las personas
consultadas, es crítica, pues estarían viviendo en condiciones de inestabilidad. Sostie-
nen que la población está angustiada y dolida por factores políticos que la marcaron.
Los hechos violentos suscitados el año 2008 “nos han marcado para siempre, con
mucho dolor” (PV-E1), señalaron.
En Gonzalo Moreno “política” fue asociada con “gobierno”, “políticos”, “auto-
ridades” y “comunidad”. Las representaciones surgidas en este Municipio rompen
con la mirada negativa en torno al accionar político identificada en otras regiones de
Pando y otros Departamentos de tierras bajas.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 263


Asociación libre de palabras
Política

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 55 POLÍTICA - Departamento de Santa Cruz

Malo/Mal/Mala/Maldad San Julián


9%
Engaño Camiri
9%
Disfrutar 14% Poza Verde

Pedir 14% Santa Cruz de la Sierra

M.A.S. 28%

Dirigentes/Políticos 44%

Opresión/Represión 21%

Poder 21%
12%
Mentir/No cumplir 29%
16%
Corrupción 29%
38%
23%
Capacidad de dirigir
31%
Politiqueria/Sucia
16%
46%
Avanzar/Trabajar/Luchar

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 56 POLÍTICA - Departamento de Beni

Trabajo 31%

Personas 16%

Campaña 21%

Politiquería 20%

Partidos 20%
13%
Hablar
17%
Alcalde
13%
Alcaldía
Social/Sociedad 16%
14%
18%
Políticos 15%
16%
11%
Poder 15% Riberalta
25%
13%
Mentir/Mentira Guayaramerín
17%
Leyes 11% Moxos
26%
Gobernadores/Gobierno 15%
11% Trinidad
Corrupción 15%
11%

264 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 57 POLÍTICA - Departamento de Pando

Político/Políticos 27%
Cargo 22%
21%
Sociedad 34%
27%
Pueblo 21%

Gobernantes/Gobierno/Gobernación 37%
27%
8%
21%
Elección/Elecciones 22%
11%
Poder
8%
Mentira
8%
Leyes
11%
Hablar
8%
Discriminación Cobija
8%
Democracia
Porvenir
18%
Corrupción
8% Filadelfia
Campañas
12% Gonzalo Moreno
Autoridad 22%
19%

La polarización vinculada con la violencia y la política fue un tema reiterativo en


el diálogo con los diversos sectores de tierras bajas. La polarización política se da en
tanto existen dos principales visiones de confrontación: una vinculada al partido en
Gobierno y la otra a la oposición, ésta última más fragmentada y poco cohesionada, es
un factor trascendente en la conflictividad social del país pues dificulta las posibilidades
de diálogo y negociación al volver a las posiciones irreductibles y lejanas entre sí, esto
suponiendo, claro, la existencia de intereses políticos de fondo, lo cual no siempre es
visible5. La polarización, considerada por algunos autores como un punto crítico en la
escala del conflicto. Los sectores polarizados no reconocen el diálogo, la negociación o
la concertación como posibilidades para solucionar o gestionar un conflicto, pues con-
sideran que los hechos y la medición de fuerzas son los únicos mecanismos legítimos.6
Para varias de las personas entrevistadas, tal polarización se expresa en la existen-
cia de posiciones marcadas entre el MAS y la oposición que, cuando se radicalizan,

5 Quiroga, María Soledad, Cristián León, y otros. Perfiles de la conflictividad en Bolivia. Análisis multifactorial y
perspectivas, ed. Fundación UNIR Bolivia, 2012.

6 Nató, Alejandro y César Rojas Ríos. Geografía del Conflicto: Claves para decodificar la confrontación social y política,
ed. Plural, 2008.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 265


se registran elevados niveles de conflictividad. “En el aspecto político están bastante
radicalizadas las cosas: o sos contra el gobierno o sos a favor del gobierno. Pero, te
digo, en los dos campos se producen rigideces, malos entendidos, exabruptos; pero
más que todo caseros, sin fundamento. Se están sacando los trapitos al sol. No hay
una estructura filosófica; es la carne la que habla; no el alma, el espíritu” (TR-E3).
Otros afirmaron que esta coyuntura sociopolítica polarizada se inició con la pro-
puesta autonómica y la elección de autoridades departamentales: “a partir de la nueva
estructura con la elección del gobierno departamental y la asamblea departamental”
(TR-E1). Desde entonces se han profundizado las diferencias y las acciones dirigidas
a la reivindicación de las demandas, que aumentaron la tensión y buscaron mayor in-
fluencia sobre la población: “En último tiempo, hay movilizaciones, paro, bloqueo, por
demanda de leyes regionales. Hace que se den mayores conflictos” (TR-E1).
Para otras personas entrevistadas, estas posturas políticas extremas están fundadas
en la intolerancia; lo cual genera desconfianza entre las personas y hacia sus líderes.
Esta situación, señalaron, se ha profundizado en los últimos años, en la medida en que
el manejo político y administrativo se ha concentrado en quienes, durante mucho tiem-
po, habrían funcionado como oposición y como sector demandante, ante la indiferen-
cia de los gobiernos: “Puede ser que los otros políticos han robado, yo no sé; pero por
lo menos la gente vivía más calmada. Ahora ellos se sienten más protegidos” (SJ-EP6).
Por otra parte, se advirtió que la polarización traspasó a la opinión pública, de
manera que también se percibe división en la ciudadanía. Este escenario ha dado
lugar a que la gente elija no opinar, porque, como consecuencia de las disputas po-
líticas, la violencia se está volcando hacia quienes hablan de forma pública: “Toda
persona que tenga un criterio, que está en contra de algo, ya lo están tildando de que
es de este bando o del otro bando” (SC-GF2). “Ya el soberano creo que ha optado,
como no sabe qué opciones políticas tienen los líderes, prefiere callarse y decir ‘mejor
no opino’, en una ola de ‘no me importa’, un no importismo generalizado que ha en-
trado aquí […] y eso es terrible, digo yo. Eso es peor que una dictadura. La dictadura
de la lengua y del cerebro del ciudadano para mí es lo más lamentable (SC-EP1)”.
Estas aseveraciones se expresaron con peculiar fuerza en los municipios del de-
partamento de Pando, y fueron enfáticamente vinculados con los acontecimientos
ocurridos en 2008 a los cuales ya se hizo referencia. En efecto, varias personas mani-
festaron que no sienten la libertad de expresar su malestar u opinar sobre los cambios

266 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


ocurridos a partir de tales hechos, debido a que toda crítica es asociada de manera
directa con la oposición política: “No estamos en una ardua paz. No, porque vos no
podés dar una opinión en contra del Gobierno, porque decís una cosa en contra del
Gobierno dicen ‘ah, son de la derecha’” (CB-E7). Un participante del grupo focal
afirmó que “Cobija vive un momento de cambio, tensión y de carencias materiales”.
Perciben además una fuerte incidencia del Gobierno en las decisiones políticas, lo
que genera una polarización política de los actores y la sensación de amenaza y per-
secución. En Porvenir, una mujer indicó “si uno habla, lo llevan preso” (E.MC). Es-
tas percepciones dificultaron incluso el desarrollo de la presente investigación, pues
muchas personas optaron por no emitir opiniones respecto de los temas planteados.
A continuación se presentan otros ejemplos de cómo los entrevistados de los mu-
nicipios de tierras bajas percibieron la política y su relación con la violencia.
En Santa Cruz se sostuvo que actores de los ámbitos político, social y económico
suelen recurrir a la violencia, y no lo hacen necesariamente de forma explícita, sino
que muchas veces es imperceptible: “Estamos viviendo un momento muy compli-
cado, mucha confrontación camuflada. La gente quiere confrontar por debajo, por
encima” (SC-EP2). Se apuntó asimismo que los enfrentamientos políticos en la re-
gión han ocasionado inestabilidad institucional, que se hace manifiesta en la división
interna de entidades y agrupaciones de la sociedad, creándose dirigencias paralelas
y contrapuestas; tal es el caso de asociaciones, sindicatos, comités cívicos, entre otros,
que, según los entrevistados, violentan a la ciudadanía: “ahora tenemos dos que no
hacen nada” (SC-EP1). Este escenario hace que las personas tengan la sensación de
estar viviendo en una ciudad muy dividida.
En el caso de Trinidad se afirmó que el manejo político “casero y familiar” es
una característica histórica y cultural de la región, donde las redes familiares han
adquirido fuerza para presionar a los individuos en sus decisiones. “Las redes son
muy fuertes, operan en todos los ámbitos. Algunas, que amenazaban con la toma de
entidades, estaban vinculadas a estas redes familiares; pero globalmente ha habido
una mejora” (TR-E6).
En San Ignacio de Moxos se apuntó: “En estos cinco años ha habido más violen-
cia, como se puede decir, ¿no? No pueden trabajar bien las autoridades, ya quieren
otra vez problema, y otra vez se paran” (SI-EP2). Sin embargo, tal visión negativa de
la política fue matizada, señalando que ésta también ha transformado positivamente

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 267


a la región, lo que se expresa en una mayor participación de grupos sociales, los cua-
les ahora tienen más protagonismo en el territorio moxeño ignaciano.
Algunas personas argumentaron que en Bolivia hubo situaciones históricas en
las que la política generó más violencia que en la actualidad; pero fue en momentos
de lucha por la democracia, precisamente para permitir que se escuchen las voces
divergentes, aunque estén marcadas por la intolerancia: “La peor violencia fue en
las épocas de las dictaduras, le ponían precio a nuestras cabezas: ‘¡quien me traiga
un comunista le vamos a dar 50 bolivianos!’” (SC-EP4). “Éste es un país de la ma-
nifestación. Ha habido presidentes colgados [muertos] en la época de la dictadura,
[es] el alma de los bolivianos; cicatrizar las heridas lleva su tiempo” (TR-E4).

Conflictos
Al igual que en las otras regiones, en tierras bajas el conflicto tuvo, esencialmen-
te, connotaciones negativas. En los municipios y comunidades de los departamen-
tos de Santa Cruz, Beni y Pando en los que se aplicó la técnica de asociación libre
de palabras, coincidieron en representarlo como “problemas” y “pelea”, principal-
mente. Sin embargo, el contexto de cada localidad repercutió en los otros signi-
ficados que se le asignaron. Por ejemplo, en Santa Cruz, además de lo expresado
anteriormente, se asoció el conflicto con “Gobierno/Evo Morales/MAS”, “dis-
cusión” y “política/políticos”. En Camiri, se lo relacionó con “malestar/dolor” e
“incomprensión”; mientras que en Poza Verde se lo describió como “división de la
comunidad”.
En Cobija, si bien fue asociado con “discusión” y “agresividad”, también se reco-
noció que “es parte de la vida”. En Porvenir y Filadelfia se relacionó con “desacuer-
do”; mientras que en Gonzalo Moreno denotó “familia/familiares”, “comunidades”,
“sociedad”, “vecinos”, “economía/económico” y “solución”. En Riberalta se repre-
sentó también como “problema, “peleas” que ocurren sobre todo en la “familia”; se
produce cuando no hay “solución” y se debe principalmente a la falta de “trabajo”,
lo cual refleja la preocupación por el desempleo.
El conflicto fue visto asimismo como el retrato de la intolerancia y de las posturas
políticas extremas que generan actos violentos.

268 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Asociación libre de palabras
Conflicto

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 58 CONFLICTO - Departamento de Santa Cruz

Discusión/Discutir
20% San Julián

Camiri
Política/Políticos
14%
Poza Verde

Gobierno/Evo Morales/M.A.S. Santa Cruz de la Sierra


20%

División comunidad 14%

13%
Incomprensión

22%
Malestar/Dolor
50%
26%
Pelea
20%
50%
39%
Problemas 86%
26%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 59 CONFLICTO - Departamento de Beni

Políticos 13%
Riberalta
Luz 13%
Guayaramerín
Bloqueo 20%
Moxos
Social 11%
Trinidad
Organizaciones 11%

Discusión 18%

12%
Trabajo
12%
Solución
19%
Familia 25%

38%
Problema 35%
37%
42%
19%
Pelea/Pelear 17%
39%
Odio
19%

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 269


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 60 CONFLICTO - Departamento de Pando

Vecinos
8%
Solución/Solucionar
8%
Sociedad
8%
Familia/Familiares/Familiar
23%
Economía/Económico
8%
Comunidades
8%
58%
Problema 74%
27%
Desacuerdo 13%
21%

30%
Pelea/Peleas/Pelear 13%
21%
10% Cobija
34%
Hace parte de la vida Porvenir
24%
Discusión/Discusiones Filadelfia
12%
Agresión/Agresividad Gonzalo Moreno

Algunos de los entrevistados expresaron que los conflictos sobrevienen en momen-


tos de crisis económica, la cual se manifiesta en el desempleo y la disminución de los
ingresos familiares. Por ejemplo, se señaló que el costo de vida en Cobija es mucho
más elevado que en La Paz, Cochabamba o Santa Cruz, convirtiéndose en fuente de
conflicto: “Uno de los problemas es el costo altísimo de vida y la falta de trabajo. Hay
trabajo pero el salario es poco; con 800 bolivianos no da para vivir ahora” (CB-E4). “El
tema económico es el más alto y elevado del país... el aumento [salarial] del 5% no se
ha sentido. La economía actual: con 100 bolivianos no se hace nada”. (CB-E7). Para
otros, los hechos violentos entre diferentes actores sociales se producen por la incapaci-
dad de gestionar las situaciones conflictivas y de dialogar; es decir que ocurren, sobre
todo, por falta de comunicación. En sintonía con dicha idea se indicó que se generan
por la incapacidad de debatir sobre las discrepancias tanto ideológicas como políticas.
En relación con las formas en que suelen manifestarse los conflictos, hubo coin-
cidencia en que la más frecuente es la huelga, medida considerada un recurso para
llamar la atención sobre aspectos que no funcionan.
En la técnica de asociación libre de palabras, “huelga” se ha relacionado con “pe-
tición/pedido”, “hambre”, “paro”, “problemas”, “presionar” para ser “escuchados”,

270 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


“sufrimiento. Es “bloqueo” y se hace por “necesidad”. Es una medida que se utiliza
para “solucionar” los “conflictos. Es un “reclamo” de “derechos”, es la necesidad de
sentirse “escuchados” por el “gobierno” y las “autoridades”. También es “queja”,
“lucha” y surgiría por “desacuerdos”. La excepción a este tipo de representación está
entre los ayoreos, quienes aseguran que esta palabra no existe en su idioma; en San
Ignacio de Moxos la consideran una “manifestación de los pueblos”.
En este sentido, independientemente de la violencia que pueda desatarse durante
una manifestación social, hubo coincidencia entre algunas personas en identificar a
las medidas de presión como algo necesario para alcanzar el objetivo deseado, con lo
cual justifican estas acciones: “Muchas veces nos hemos visto obligados a exigir, pero
de repente violentamente hemos recurrido a unas instancias; pero por la necesidad de
querer tener una respuesta que cumpla, que cubra las expectativas del pueblo” (SI-
EP6). “Como le digo, no es que somos amigos de la violencia, sino que la necesitamos”
(SI-EP4). Asimismo, se las ve como medidas de reivindicación social, que se relacionan,
principalmente, con la búsqueda de fuentes de trabajo y mejores condiciones de vida.
Desde otra perspectiva, las medidas de presión son vistas como acciones que se origi-
nan por influencia externa, pues no forman parte de la realidad de la población.
Sin embargo, cuando los conflictos derivan en violencia, las consecuencias pue-
den ser lamentables. Éste es uno de los aspectos, entre otros, que se abordó en los
testimonios recogidos durante la investigación, donde los entrevistados se refirieron a
conflictos ocurridos en sus comunidades/municipios/regiones.
En Trinidad se habló con énfasis de la problemática de la gestión de los terre-
nos urbanos. En ese contexto, uno de los entrevistados distinguió entre los factores
“reales” y los “artificiales”, que producen los conflictos. Los primeros se relacionan
con la oposición de visiones, fuerzas y demandas de los sectores; los segundos son los
generados por determinados sectores para beneficiarse: “hay algunos conflictos arti-
ficiales, porque creemos que son creados, generados. Ha habido medidas de presión
y de hecho; han aparecido los movimientos sin tierra, sin techo; ha habido una toma
de predios privados, hay gente asentada. Es la primera vez que vemos tanta gente
tomando tierras, son loteadores, no existía en esa magnitud, todas esas carpas que
ven son de los loteadores” (TR-E1).
La percepción general de la población con respecto a este tema es que ha sido
generado por el Gobierno central a partir de la realización de promesas y de la mo-

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 271


vilización de sectores campesinos hacia zonas periféricas de la ciudad, con lo cual ha
promovido la toma de áreas fiscales y privadas: “Trinidad está viviendo una época
de conflicto por el tema de la tierra urbana, asentamiento; ha habido invasión a la
propiedad privada y del Estado, por loteadores. Supuestamente una ocupación no
planificada, pero una toma de terreno muy planificada; se comenta que vienen de
parte del gobierno, o [en los hechos es del] gobierno” (TR-E4).
Otra mirada a los conflictos en Trinidad se refirió a los sistemas sociales y fami-
liares que conforman estructuras de poder entrópico, difíciles de mover o fracturar,
a los cuales se hizo referencia en el acápite precedente. Según los entrevistados, estos
grupos no sólo fungen como conectores sino que, a la vez, se los ve como amorti-
guadores de los conflictos, puesto que, a pesar de las diferencias, se han construido y
constituido “lealtades” inquebrantables: “La ciudad es pequeña y las redes familiares
están introducidas en todas las instituciones públicas; por ejemplo, yo tengo un pa-
riente que trabaja en la Prefectura y trabajo en el gobierno nacional. Como hay una
relación de familiaridad, eso modera o modula los comportamientos al momento de
los enfrentamientos” (TR-E7).
Por su parte, los entrevistados del pueblo guaraní en Camiri indicaron que la mayor
parte de sus conflictos tiene que ver con los denominados “terceros” y casi siempre se
relacionan con la ocupación y usurpación de su territorio. En todo caso, señalaron,
existen posibilidades de una salida pacífica, siempre y cuando les devuelvan sus terri-
torios ancestrales. En efecto, apuntaron que ellos siempre buscan solucionar sus con-
flictos a través del diálogo, lo que habría evitado que se originen hechos violentos. Este
grupo diferencia su cultura de la de quechuas y aymaras, pues consideran que estos
últimos suelen recurrir a métodos violentos para resolver los conflictos: “los que vienen
por acá, quechuas, aymaras, dicen ‘en el momento que llegamos al poder podemos
tomar la Alcaldía’ y, ante eso, entonces, hay que tener cuidado” (C-EP9).
Personas que trabajan con ayoreos sostuvieron que la mayor parte de los conflictos
de este pueblo son interclánicos,7 aunque otros que son resultado del contacto con las
ciudades: “En general, creo que se repite la historia con varias comunidades ayoreas,
que tiene que ver mucho con las migraciones por disputas familiares, por ocupación de

7 Son aquellos conflictos que ocurren entre los clanes existentes entre los ayoreos. El clan es la forma en
la que se organiza este pueblo indígena. Se señala que los ayoreos están constituidos por siete clanes o
grupos que tienen un símbolo de pertenencia.

272 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


territorio, por estar cerca a centros urbanos y por todo lo que implica el centro urbano.
[…] Siempre es entre familias; en una comunidad de 40 casas, 50 casas, deben haber
unas ocho familias extensas; las mamás con las hijas, a veces entre ellas hay rivalidades
históricas; el abuelo de la de aquí mató al abuelo de la de allá” (PV-EP1). Los mismos
indígenas hicieron alusión a los clanes como generadores de disputas; pero también
mencionaron que los agentes externos tratan de aprovechar esos momentos para divi-
dirlos más, suscitando problemas de liderazgo en la comunidad.
Se hizo referencia a situaciones conflictivas con vecinos colindantes, pobladores
del municipio, empresarios y contratistas, que son administrados de diferentes mane-
ras; unas conciliadoras y otras agresivas. Se señaló que, desde su lógica, los ayoreos
prefieren a veces eliminar el objeto que origina el conflicto, en lugar de negociar:
“Muchas veces han tomado como rehenes a las personas, han destruido camionetas,
han destruido casas; es decir, matar lo que origina el conflicto” (PV-EP1).
Los indígenas consultados justifican su proceder al reconocerse como un pueblo
guerrero. Un representante de la Misión Sudamericana8 afirma que este grupo aún
mantiene formas tribales, generando, en quienes no son ayoreos, temor a enfrentar-
los, prefiriendo éstos retirarse del escenario de confrontación: “El ayoreo, si tiene que
agarrar un hacha, un machete, y atacar a una persona, no lo piensa dos veces; entre
ellos incluso sigue siendo así. Todo el mundo conoce y reconoce que los ayoreos son
un grupo muy primitivo, con los cuales básicamente nadie se metería a discutir o a
litigar algo que entraría por la razón, porque ellos no razonan” (PV-EP5).

8 Misión Evangélica Fundamentalista que ingresó a Bolivia el año 1950 a petición del gobierno boliviano
con el objetivo de “civilizar a los selvícolas”.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 273


Gráfico Principales conflictos y herramientas
Nº 61 que posibilitan el diálogo - Poza Verde

CONFLICTOS HERRAMIENTAS
Discriminación Conocimientos ancestrales

Temor del entorno Leyes que promueven


no Ayoreo igualdad y ejercicio
Formas de agresividad pleno de ciudadanía

Instituciones que
Corrupción de dirigentes
asesoran y apoyan

Partidos Políticos Solidaridad interna

Líderes que dividen Consejo de Ancianos

Interclánicos Diálogo y Consenso

En Guayaramerín se hizo referencia a los conflictos políticos, que para los en-
trevistados han significado enfrentamiento y amenazas que han desembocado en
acciones violentas: “A mí me persiguieron, hasta mi casa fueron a buscarme, dizque
para matarme, para qué sé yo” (G-EP3).
En Riberalta también se declararon afectados por la coyuntura política, donde se
puntualizó que los enfrentamientos se ocasionan por posiciones políticas polarizadas
y por falta de cumplimiento de las leyes. “Se está generando violencia cuando […]
alguien que tiene el poder, como el gobierno, no hace cumplir las leyes; cuando en la
constitución no es muy claro, eso influye en que uno no sepa cuáles son las reglas del
juego y eso puede desatar más violencia” (R-EP2).
En el caso de Cobija, Porvenir y Filadelfia (Pando), las personas entrevistadas se
refirieron de manera enfática –y prácticamente exclusiva– a los hechos de septiem-
bre de 2008, reflejando la marca indeleble que éstos han dejado en el imaginario de
los habitantes de la región.
En Cobija se identificaron múltiples versiones sobre el origen de los conflictos
suscitados aquel año. Para algunos entrevistados, la causa se ubica en la desigual

274 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


distribución del poder y de los privilegios, diferencias que fueron gestando malestar
y movilizando a los sectores hacia acciones de hecho: “Surgió resentimiento, odio, si
no, ya venía una fuerza de poder. […] Tuvieron que aliarse con poderes nacionales,
ya no era local la pelea, se convirtió en algo nacional” (CB-E2). Para otros, se trató
de una masacre promovida por personas de otros departamentos y atribuida injusta-
mente a los pandinos: “Me parece injusto, el único del lugar era el ingeniero Oshiro.
Esa cosa no ha sido del propio del lugar, ha sido de otros departamentos que han
venido a meterse al departamento de Pando, por eso han venido a imponernos lo
que estamos sufriendo” (CB-E7). Desde otra perspectiva, se sostuvo que estos hechos
se iniciaron por una serie de “falsas informaciones” cuyo objetivo era provocar el en-
frentamiento y, de esa forma, lograr la destitución de las autoridades que se resistían
al proyecto político de consolidación del gobierno del MAS.
En cualquier caso, hubo gran coincidencia en torno a que los conflictos marcaron
“un antes y un después” en Pando. Antes, señalaron los entrevistados, existía un am-
biente de paz, tolerancia y respeto que se transformó, después, en uno de violencia,
desconfianza, discriminación e imposición. “Antes Porvenir era un pueblo tranquilo,
luego, la desgracia que fue el enfrentamiento, luego, nos dejó a todos en el pueblo
intranquilos, como un pueblo que no tenía paz; en la noche no dormíamos. Ahora
ya hay un poco de tranquilidad, y eso pasará cuando se esclarezca la verdad” (GF1).
“Al pueblo se lo ha dejado herido, herido de muerte, con heridas muy profundas, y
va a pasar tiempo para que sanen estas heridas” (CB-E6).
En este mismo sentido, en Porvenir se señaló que tales hechos no sólo dejaron
personas fallecidas, sino quebrantaron un sistema que sostenía el tejido social de un
pueblo, caracterizado por su tranquilidad, confianza y autodeterminación, dejando
importantes secuelas psicológicas. Los conflictos generaron “traumas psicológicos
tremendos, que siguen hasta hoy, mucha gente no se ha superado hasta ahora. A
nivel social, el pueblo ha parado, ha frenado todas las obras de desarrollo humano”
(PV-E1). Las personas que accedieron a ser entrevistadas en esta localidad afirmaron
también que, hasta el momento de realización de la investigación, persistían las ten-
siones sociales y políticas.
El alto grado de violencia que caracterizó los acontecimientos, y elementos como la
militarización de la zona, fueron mencionados como determinantes del impacto psico-
lógico. Algunas personas compararon ese momento con la época de dictadura: “He-

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 275


mos vivido un estado de sitio peor que el de García Mesa; parecía esos países en guerra,
con sus armas. No podía abrir la boca para nada; uno salía con miedo” (GF2-TP).
La gente coincidió en que la niñez fue el grupo más afectado por el conflicto y el
menos atendido. Un testimonio señaló que los niños y niñas suelen revivir los momen-
tos de tensión al escuchar o ver efectivos policiales. Sin embargo, no han contado con
espacios de diálogo donde descargar la angustia generada por la violencia y la muerte.
Una entrevistada afirmó que, a diferencia de lo que se cree, las secuelas no son pasaje-
ras: “Me di cuenta que los chicos estaban realmente traumados y uno, como grande,
dice ‘qué es eso de trauma, eso pasa, es pasajero’. Es mentira, se trauma a los chicos.
Si a uno de grande lo trauma, peor los chicos” (PV-E2). Según los entrevistados, en los
espacios donde se podría haber abordado la problemática, como la familia y la escuela,
no se lo hizo; por el contrario, se pidió a niños y niñas que olviden.
En Filadelfia se dijo que lo ocurrido no sólo afectó al departamento, sino a todo
el país y que, si bien “ya pasó y se están haciendo las investigaciones” (F-GF), no
deja de ser una preocupación silenciosa, porque no quieren “volver a eso” (F-GF).
La rememoración es constante no sólo porque ha quedado como algo vivo en su
memoria, sino porque en ese municipio hay un mayor resguardo policial; esa presen-
cia, empero, infunde temor en lugar de seguridad. Además, la comunidad se siente
inhibida, desconfiada y alerta: “A veces la gente vive a la defensiva, cualquier cosa es
la reacción, y ha sido difícil retomar el rumbo, ¿no?” (F-EP1).
Además de los efectos mencionados, en Porvenir se señaló que los acontecimien-
tos han dejado una imagen negativa del departamento y de dicha localidad, que
hasta ese momento pasaba inadvertida: “A nivel nacional y mundial nos han mirado
como si fuéramos personas malas, personas delincuentes, personas que han hecho
daño profundo. Hemos tenido enfrentamiento y todas esas cosas, ¿no?, que hemos
masacrado” (PV-E4). “Los pandinos ya no existen, ahora son todos venezolanos, de
La Paz, del gobierno; los pandinos están con un candado en la boca, estamos dolidos,
porque nos han tildado de masacradores” (PV-E6).

Discriminación
En el imaginario de muchas de las personas que participaron de la investigación,
la discriminación se representó como la desvalorización y la descalificación del otro,
para imponerse, para ser mejor que él: “Siempre jalamos a nuestro lado y queremos

276 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


ir primeros, como si fuéramos mejores. Yo he visto grandes problemas, hasta etnias
contra etnias, porque cada uno se quiere imponer” (F-GF).
Se señaló que es una sumatoria de actitudes y comportamientos alentados desde
el espacio educativo, y van en detrimento de ciertos sectores de la población. La
discriminación se manifiesta en burlas por la forma de ser, las características físicas
o la pertenencia a otro lugar: “En la escuela; ahí comienzan las diferencias” (F-GF).
La representación social de discriminación presenta matices, según el contexto de
cada localidad. La asociación que tiene mayor fuerza es la de “racismo”, y se mani-
fiesta por “raza”, “color”, “religión”, el “aspecto físico” y ser “pobre”. En Filadelfia
se la relacionó con ser “feo”, además de ser “moreno”.
En otras poblaciones se la asoció con “marginación”, “intolerancia”, “rechazo”,
“odio”, “separa”, “aparta”, “humilla” y “desigualdad”. En San Julián la relacionan con
“insultos”, “rechazo”, “críticas”, las “diferencias entre cambas y collas”, “hacer a un
lado”. Los ayoreos sostienen que es algo “malo”, que “maltrata”, “daña”, “hace sentir
mal, tristes”. En Santa Cruz, la discriminación se relacionó con “racismo”, “odio”,
“falta de respeto”, “insulto/rechazo/crítica”, reiterando lo señalado en San Julián.

Asociación libre de palabras


Discriminación

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 62 DISCRIMINACIÓN - Departamento de Santa Cruz

Odio
26%

Nos sentimos mal/Triste 20%

Maltrato/daño 33%

Malo 47%
18%
Hacer a un lado
25%
Insulto/Rechazo/Critica San Julián
17%
21%
Diferencias cambas/Collas Camiri

Intolerancia 18% Poza Verde

15% Santa Cruz de la Sierra


Falta respeto 23%
17%

Hacer a un lado 23%

21%
Racismo 36%
40%

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 277


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 63 DISCRIMINACIÓN - Departamento de Beni

Odiarse/Odio 23%
19%
Rechazo/Rechazar
19%
Mala Educación
19%
Humillar/Humillación 23%
17%
Pobres
13%
43%
Persona 54%
13%
Feo
17%
Discapacitados
13%
Color
14%
Raza 17%
Racismo Riberalta
20%
13%
Maldad/Malo 20%
Guayaramerín
Injusticia/Injusto Moxos
14%
Desigualdad 14% Trinidad
Apartar
15%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 64 DISCRIMINACIÓN - Departamento de Pando

Humillación/Humillar
30%
Separar/Apartar 25%
30%
Por ser feo 25%

Maltrato/Maltratar 25%

Personas 30%
40%
Mal/Malo/Maldad 40%
13%
Rechazar/Rechazo
10%
Raza
18%
Racismo/Racista
13%
Insulto
Cobija
16%
Ignorancia/Ignorante/Ignorar
Porvenir
10%
Discriminación raza/Cultura
10%
Filadelfia
Desigualdad 30%
10%
Gonzalo Moreno
Color 25%

278 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


La mayor parte de las personas entrevistadas sostuvieron que la intolerancia
cultural es una de las causas por las que se produce la discriminación; no obstante,
la política –factor constantemente presente en el imaginario de las personas de
tierras bajas– se consideró otro motivo que genera rechazo. Esta situación deri-
varía, según algunos de los participantes del estudio, en muchos casos, en agresio-
nes físicas o psicológicas, y llevaría a las personas a buscar lugares más tranquilos
para vivir. Por ejemplo, en Cobija, Filadelfia y Porvenir señalaron que las prácticas
de exclusión son mecanismos para neutralizar y desplazar a quienes se considera
“opositores políticos”.
En estos tres municipios se afirmó que las conductas y prácticas intolerantes y
discriminatorias se ahondaron a partir de los conflictos de septiembre de 2008, res-
ponsabilizándose a las autoridades de esta situación: “Ahora esto se ha profundizado,
los conflictos, y el gobierno tiene cosas positivas y negativas, y entre las negativas está
que ha profundizado la discriminación. […] El tema es tan intolerante que un colla
y un camba son una gota de agua y aceite” (GF2- TP). Este testimonio da cuenta de
una relación dinámica y dialéctica entre el contexto político y las relaciones cotidia-
nas que los distintos actores establecen en diferentes ámbitos sociales.
Para otros entrevistados, la discriminación también surge cuando personas de ciu-
dades grandes llegan a poblados pequeños, con deficiencias en el acceso a servicios,
entre otros, y menosprecian a sus habitantes tratándolos “como si fueran burros. […]
No es que unos sean menos que otros. […] Mucho hay eso de querer poner como
menos al otro. […] Si tuviéramos las condiciones también sabríamos; el problema es
que la tecnología llegó antes allá y no a nosotros. Si nos hubiera llegado acá, también
podríamos” (F-GF).

Medios de comunicación
Hubo una amplia coincidencia en torno a identificar a la televisión como el prin-
cipal transmisor de violencia, que afecta sobre todo a la niñez y la adolescencia:
“muestran siempre la violencia, la provocación, el atropello; a primeras horas de
la mañana ve una mujer desnuda; violencia, agresiones, violaciones; y un niño va a
crecer con eso” (SC-EP5). Quienes participaron de la investigación observan tam-
bién poco o ningún control sobre la programación, y, en general, resaltan la falta de
políticas que regulen a los medios de comunicación.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 279


Se los responsabiliza de difundir todo tipo de violencia, con el fin de obtener
mayor audiencia: “Están exclusivamente para lograr rating; mientras más visible la
persona ensangrentada, más repetitivo va a ser el informativo. Eso para mí genera
una cultura de violencia” (SC-EP6). “La violencia la promueve más la prensa, espe-
cialmente televisiva; le da cobertura a la violencia política y a lo que hay sangre, y
muestra cómo lo sacude al malviviente la Policía, y eso se va creando en la mente
de la gente” (E.SC-GF4). Se señaló que los medios contribuyen a incrementar la
violencia en la medida en que responden a intereses políticos o a grupos de poder:
“Los medios locales de televisión, esto es claro, están manejados por los dos bandos;
no hay una tercera opción que nos dé una salida” (TR-E7).
En Porvenir están convencidos de que los medios de comunicación tergiversaron
la información de lo que ocurrió en los enfrentamientos de 2008; afirmaron que las
noticias que se transmitieron en los ámbitos nacional e internacional diferían de lo
que realmente estaba sucediendo. Esto generó malestar e impotencia, puesto que la
versión de los habitantes de Porvenir fue desplazada por otras, que promovían racis-
mo e intolerancia.
En Cobija, el grupo focal conformado por periodistas reflexionó sobre su función
durante tales hechos. Muchos admitieron que los conflictos políticos fueron alimen-
tados desde la prensa, a partir del poder que tiene el periodismo de atemperar o
nutrir la confrontación: “Nosotros como periodistas podemos no digo tergiversar
la información, pero no meter más leña al fuego. […] Hace dos semanas estaban
entrevistando a unos dirigentes de Pando y en vez de buscar una solución al tema a
veces los reporteros o entrevistadores, no sé si con mala intención, buscamos profun-
dizarlo” (GF2-trabajadores de la prensa).
Los medios también estarían generando en la población la sensación de vivir
en un país violento, incrementando los sentimientos de incertidumbre o temor: “Se
genera miedo, preocupación en las personas, en cualquiera de las condiciones, en
cualquier ubicación. Miedo, inseguridad e intranquilidad que no deja trabajar, pen-
sar” (TR-E7) “Está posicionada en la vida cotidiana de los bolivianos: uno enciende
la tv, la radio, lo primero que encuentra es violencia de parte del Estado, de parte de
los grupos que conforman la sociedad boliviana” (TR-E4).
Quienes habitan en comunidades relacionan el incremento de la violencia con el
desarrollo de las ciudades y de la tecnología; a la inversa, le atribuyen la tranquilidad

280 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


en la que viven a su escaso desarrollo tecnológico: “El adelanto de cada pueblo tam-
bién tiene sus propias consecuencias” (SI-EP5).

3. Las expresiones de violencia presentes


en las representaciones sociales
Violencia de género e intrafamiliar
De acuerdo con los entrevistados en tierras bajas, las principales víctimas de este
tipo violencia son mujeres, niños y niñas. Los datos proporcionados por el CIDEM
señalan que, en el departamento de Santa Cruz, el número de denuncias por violen-
cia de género fue de 17.540 en 2007, incrementándose el 2011 a 28760. En Trinidad,
el número de acusaciones el 2007 fue de 2.067; sin embargo, el 2010 fue el año en el
que más denuncias se observaron, con un total de 6.703. En Cobija, se registraron
1.234 denuncias en el 2007, ascendiendo a 1.284 en 2011.
Para la mayoría de los entrevistados en tierras bajas, la violencia doméstica es pro-
ducto de la cultura machista que existe en el país, aceptada y legitimada socialmente
a partir del lenguaje, comportamientos y prácticas de los varones en estas regiones:
“La mujer es para la casa, para que yo llegue y me espere con café” (G-GF2). En
Riberalta y Guayaramerín este factor, sostuvieron los entrevistados, regula los pape-
les de género y desata agresiones en el hogar, afectando al individuo, la familia y la
sociedad.
Enmarcados en un discurso machista, algunos entrevistados están convencidos de
que dejar a la mujer a cargo de los hijos originaría que éstos crezcan sin ningún tipo
de disciplina; de esta manera, han estigmatizado la condición de las madres solteras
y de mujeres que, por diversas circunstancias, se ocupan solas de la crianza y cuidado
de sus hijos e hijas: “Porque los hombres le dejamos un hijo a la muchacha y ahí tam-
bién nace la violencia. Se crían incontrolables. ¿Quién los va a controlar?, ¿la mamá?
Porque los chicos también necesitan al papá” (R-GF2).
Estas conductas de subvaloración de las mujeres por parte de los varones se vin-
cularon con el papel histórico de proveedores y portadores de bienes económicos de
estos últimos, lo que otorga poder patriarcal, originando una violencia patrimonial o
económica la cual deriva en que el maltrato se convierta en algo cotidiano y natural.
Esta posición puede ser ejemplificada a partir de lo expuesto por algunos entrevis-
tados en Camiri, quienes asociaron y –y justificaron– el machismo con la actividad

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 281


petrolera: “Por haber sido capital petrolera de Bolivia, el hombre fue más machista;
más quizás que en otras ciudades u otros pueblos. Había mucha violencia antes, ha
disminuido, pero sigue habiendo” (C-EP4).
Las fallas en la comunicación y/o el diálogo, así como las dificultades para hablar y
escuchar, son también considerados factores generadores de violencia; por el contrario,
explicitar los deseos y necesidades se considera una manera de canalizar la tensión y
evitar el malestar: “La violencia se da por falta de comunicación, por no decir ‘quiero
que me cocinen esto’, va y pega o ‘no me gusta’ y lo bota. O no está el esposo y la espo-
sa sale y no pidió permiso, y a su llegada se manifiesta la violencia” (SJ-EP4).
Por otra parte, como ocurrió en tierras altas e intermedias, en tierras bajas tam-
bién se ha mencionado de manera reiterativa el consumo de alcohol y drogas como
detonante de los hechos violentos, en especial en el hogar donde, indican, ocasiona
también la separación familiar. Así lo expresaron los entrevistados en Trinidad, Ri-
beralta y en Guayaramerín; mientras que en Gonzalo Moreno justificaron las agre-
siones contra las mujeres por el consumo de tales sustancias, aunque también las
atribuyeron a la frustración por las dificultades económicas.
En cuanto a las manifestaciones de violencia de género e intrafamiliar, los entre-
vistados identificaron fundamentalmente cuatro: psicológica, física, patrimonial (o
económica) y sexual. Aunque con menor énfasis, también se mencionó la violencia
de género en el ámbito de la participación en los asuntos públicos. Si bien, señalaron
algunos entrevistados, actualmente existe apertura para que las mujeres participen
en ciertos espacios, especialmente en el ámbito productivo; aún están vedadas en
otros terrenos, como las reuniones sindicales, por ejemplo.
Las agresiones psicológicas en el círculo familiar se evidencian, indicaron las per-
sonas consultadas, cuando la mujer es desvalorizada por su cónyuge y no se reconoce
su aporte a la familia; es un tipo de agresión que se acepta y se calla, y en muchos
casos es parte de la “tradición” familiar: “Mis palabras no son nada para él. […] La
violencia puede ser que venga de años antes, ¿no?, de nuestros abuelos, que venía
digamos de generación a generación” (SJ-GF1. Villa Paraíso). Este tipo de violencia
es una de las causas más frecuentes de divorcio o separación; se la denomina “sevicia,
se cataloga como una violencia psicológica. Cuando el hombre llega a la casa y la
mujer lo tiene todo bonito y le bota la comida y le dice ‘tu comida es horrible, sos
fea o gorda’, es una forma de agresión que daña psicológicamente a una persona, es

282 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


causal de divorcio casi siempre” (SJ-EP3). Se exterioriza a través de insultos y gritos;
se afirmó que lastima más que un golpe, pues el mal uso de la palabra agrede y daña:
“Cuando nos insultan, cuando nos tratan, esa es la violencia psicológica, y esa es la
que a veces a nosotras las mujeres es la que más nos duele. A mí […] por ejemplo,
no sé a las demás, ¿no?, cuando a mí me insultan, es para mí más doloroso que me
suenen un puñete y eso es la violencia” (GM-GF).
En San Julián, mujeres entrevistadas hicieron referencia a la violencia como agre-
sión física y violación por parte de sus parejas, que se ejerce incluso contra sus propias
hijas: “Nos golpea, nos ultraja y nos pone verde el ojo; entonces, para no quedar mal
con los hijos, aguanta, aguanta; pero un día ya no se aguanta” (SJ-GF1. Villa Paraíso).
Para algunas personas entrevistadas, las mujeres de origen campesino son las que su-
fren mayor violencia y la soportan, dado que se habría convertido en algo “normal”.
En Porvenir se relataron abusos a mujeres por parte de militares. Según algunas
personas entrevistadas, a Miss Pando la pisotearon y le cortaron la ropa; a otra mu-
jer le habrían sacado los dientes y una policía habría sido violada: “A una pobrecita
paca, que nada tenía que ver, porque la que gritó fue una concejala, le dijo a un co-
mandante, un tal Bagazo, Bagazo creo que es, ‘haga algo, señor Comandante’. ‘Con
70 policías no puedo hacer nada’, gritaba. Ellos se confundieron, la atropellaron a la
paca, la violaron, y nosotros tuvimos que soportar eso, por Dios, pero Dios va a hacer
justicia, porque no hay daño que dure 100 años” (PV-E5).
La violencia sexual fue entendida como “una forma de agresión de una persona a
otra en el plano de su integridad sexual” (SJ-EP4). Pobladores de San Julián sostuvieron
que en su región la violaciones aumentaron de manera alarmante, ya sea porque se
denuncia más o porque el incremento de la población ha elevado el número de casos:
“A veces pienso que los hombres piensan que, al cometer este tipo de delitos, nadie se
va a enterar. Si se enteran nada le pueden hacer, por ignorancia; si vamos a lo legal un
delito de violación le da hasta 20 años. Por ignorancia a veces la persona cae” (SJ-EP4).
Las mujeres entrevistadas señalaron que este tipo de violencia, que vulnera sus
derechos, se produce muchas veces dentro del matrimonio: “A mi modo de pensar, se
lo hace cuando la esposa, bueno, no tiene el deseo de estar con el esposo, y si el espo-
so la toma por la fuerza, eso es para mí violación, una violación sexual, ¿no? Aunque
sea el esposo, ya la está violando, porque está yendo en contra de sus derechos, en
contra de su voluntad” (GM-EP2). La representante de las mujeres amazónicas afir-

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 283


mó que “las mujeres son golpeadas por sus esposos; existe la violación. No solamente
vamos a llamar violación a que agarran y la violan a una chica, porque los mismos
esposos también violan a sus mujeres” (GM-EP2).
Las participantes también consideraron violencia el hecho de que se les atribuya
un papel reproductor y de satisfacción de deseos sexuales de sus parejas, negándoles
la posibilidad de trabajar: “Tiene más de diez hijos, ya no, ya no tengamos más hijos,
ese es el motivo de la violencia. Cómo vamos a trabajar, sólo para parir, para tener
hijos, a la fuerza quiere tener relaciones” (SJ-GF1. Villa Paraíso).
Las mujeres ayoreas compartieron la representación de que el abuso sexual es
violencia ante la cual son totalmente vulnerables, debido a la indefensión frente al
violador no ayoreo y a la indiferencia de las autoridades policiales: “Los cambas
no hacen caso a la ayorea, dice que ayorea no valemos nada pa’ ellos. Más bien se
aprovechan de nosotros, porque dicen los cambas que no valemos nada” (PV-GF1).
Además de las mujeres, los niños y niñas son también víctimas frecuentes de la
violencia sexual. La Directora de la Defensoría de la Niñez de Gonzalo Moreno con-
firmó estos hechos: “Tenemos bastantes violaciones más sobre niños, también en lo
familiar, hay muchos problemas” (GM-EP3). En San Julián, respecto de la violencia
sexual, se señaló: “Aquí tenemos mucha, y las que más sufren son los menores de
edad, las niñas” (SJ-EP4).
Organizaciones que trabajan por el bienestar de la niñez y la juventud sostienen
que los pobladores de Camiri ocultan y minimizan la dimensión de la violencia intra-
familiar, las agresiones sexuales a niñas y niños, y el maltrato infantil; hay denuncias de
violaciones “casi a diario”, pero tienden a “ser arregladas”; la mayoría de las veces los
padres de la niña o el niño negocian con el agresor o con sus familiares “resarciendo el
daño” con dinero: “Vienen por detrás las negociaciones entre padres del niño o niña, y
también los padres del violador; corre dinero y ahí se paga” (G-EP4). Estos casos se ven
con mucha indignación, ya que es difícil luchar contra esa costumbre de hacer justicia:
“Por detrás las personas afectadas están siendo compradas” (G-EP4). En razón de ello,
recurrir a la justicia ordinaria por violación se percibe como insuficiente.
En otros municipios se ha puesto en evidencia la violencia hacia niñas y mujeres
adolescentes en los establecimientos educativos, donde algunos profesores estarían
abusando de ellas: “Les hacen propuestas sucias para ponerles nota buena o no le
ponen su nota a cambio de algo” (R-GF1).

284 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Los golpes y demás agresiones físicas contra este grupo etáreo fueron también
mencionados con reiteración: “He presenciado una vez, vi a una señora flagelándola
a su hijita, hace media hora que estaba castigándole, la tumbaba, le daba huasca,
le pisaba el pescuezo, ya semidesnuda; no había quién la pare, porque estaba ence-
rrada. Tuve que proceder de una manera muy brusca, para que la señora pare, que
no siga castigándola; no irme contra ella; entramos para decirle que ya no le pegue.
La peladita estaba demacrada; si nadie la paraba, creo que podía llegar a la muerte.
Pudimos pararla, la llevamos, estaba sumamente delicada” (TR-E2).
Estas situaciones, según los entrevistados, no siempre son denunciadas, cuando de-
berían ser sancionadas para frenarlas; callar implicaría constituirse en cómplices de
esta práctica de crueldad: “Exceso de violencia que llega hasta matar a los hijos, los
flagela una hora, para matarlos. No es dable aceptarla; hay que denunciar a estas per-
sonas por la violencia. No debemos permitir y denunciar a quien corresponda, no de-
bemos permitir, no debemos ser cómplices” (TR-E2). “Cuando quizás hacen algunas
jochas los pequeños y los padres acuden a huasquear, no saben el problema psicológico
que pueda afectar a los niños” (GM-GF). “En los niños la violencia más frecuente es
la física, de los padres; es triste, maltratos, físicos y psicológicos” (CB-E3). En algunos
casos esta violencia se justifica con el argumento de la educación y el “reencauzamien-
to”. “La violencia se está dando […] es la familia, la ley que salió en el tema educativo,
ha empezado la violencia entre jóvenes. En la Reforma Educativa 15659 se prohibió la
huasca a los niños; ahora no respetan a los padres ni a los maestros”(TR-GF1).
También se ha citado la vulneración de los derechos a la educación, la salud y
la protección de niños, niñas y jóvenes. La irresponsabilidad paterna y materna, así
como la formación de nuevas parejas, serían factores de riesgo para esta población:
“Existe mucho abandono de hogar, ya sea del padre o de la madre; usted sabe que un
niño con madrastra o padrastro no es igual; si es una niña, quiere acosar; si es niño,
le quiere faltar el respeto” (PV-E3).
La cultura ayorea es considerada matriarcal, puesto que las mujeres ocupan el lu-
gar central en la organización social. En los siete clanes que conforman, ellas tienen

9 En conformidad con la Ley 1565 de la Reforma Educativa, se instituye el Reglamento de Administración


y Funcionamiento para Unidades Educativas de los niveles inicial, primario y secundario (RM 162/01).
En el artículo 21, de las sanciones a los estudiantes, en el primer epígrafe, se señala: “se prohíbe los casti-
gos corporales o psicológicos y económicos, en dinero o especie, a los alumnos”.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 285


la última palabra, la última decisión. La totalidad de entrevistados confirmó esto en
razón del papel que ejercen dentro de la familia y su influencia sobre el marido. Se
ha mencionado también la obligación del marido, sin importar su origen, de vivir en
la comunidad donde reside la familia de su esposa.
Los grupos de parentesco y residencia para este pueblo indígena son las prin-
cipales unidades de cooperación en las labores, y son, además, las entidades po-
líticas de mayor peso, a partir de las cuales se crean alianzas y enemistades que
influyen con fuerza en el carácter de la comunidad. En este ámbito, las muje-
res tienen una posición de igualdad e incluso, en ocasiones, de mayor relevancia
que los hombres, según las personas entrevistadas. Estas condiciones no parecen
haber cambiado con el sedentarismo, con excepción de su participación en las
decisiones que antes correspondían a los hombres, debido a la promoción de la
igualdad de oportunidades y el ejercicio de derechos establecido en la CPE, y a
los requerimientos de ONG e instituciones que financian proyectos de desarrollo
y consideran un factor clave la participación activa de las mujeres en instancias de
toma de decisión (como concejos municipales, asambleas, asociaciones y otras) de
los pueblos originarios.
Por lo general, el representante de la OTB del pueblo ayoreo es hombre, aunque
saben que el sistema exige la participación de las mujeres. Sin embargo, algunos con-
sultados afirman que esa postura es una estrategia pues, aunque siempre se nombra a
un varón como presidente de la OTB, éste debe plantear los temas en la comunidad
para que las mujeres los discutan, debatan y den a conocer su posición al respecto.
El maltrato hacia las mujeres se presenta en muy pocas ocasiones entre los ayoreos,
y cuando ocurre es fuertemente censurado. Es evidente la influencia de la Iglesia y la
religión en la solución de los problemas en las familias nucleares: “Los hombres son
respetuosos con sus mujeres, no tienen esa potestad de maltratar a sus mujeres. […]
En caso de conflictos entre familias, las mujeres apoyan a la afectada, no a la familia.
Por eso tiene mucho poder su opinión. Entre ellas son muy solidarias” (PV-EP6).
Los conflictos que suelen existir entre mujeres se resuelven también a través de me-
canismos convenidos dentro de la cultura ayorea y, cuando las ofensas o agresiones
provienen de personas no ayoreas, la comunidad se une en alianzas temporales y se
defiende. Sin embargo, muchas de estas prácticas están desapareciendo debido a las
nuevas formas de vida impuestas por la contaminación cultural.

286 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Tanto mujeres como hombres ayoreos comparten la idea de que las bebidas al-
cohólicas son un agravante que desemboca en agresiones verbales: “Hay violencia
cuando un hombre está borracho o mareado; a veces, cuando discute, ahí sale la
pelea” (PV-EP4).
En casi todos los municipios en donde se llevaron adelante las consultas, se ad-
vierte que la violencia de género e intrafamiliar –cuyas principales víctimas son mu-
jeres, niños y niñas– es una preocupación. Algunos entrevistados consideraron que
la situación no es atendida de manera adecuada por falta de instituciones y profe-
sionales que asuman su defensa en casos de vulneración de derechos y comisión de
agresiones.
Sin embargo, en otros casos se mencionó la existencia de un movimiento para
generar conciencia en la población sobre el machismo y la violencia que provoca.
En Riberalta y Guayaramerín se han realizado capacitaciones a hombres y mujeres
sobre la igualdad de derechos, incluyendo la prerrogativa de la mujer de consentir si
quiere o no tener relaciones sexuales, a fin de que éstas no se produzcan por medio
del abuso y de la fuerza.
De igual manera, las personas entrevistadas señalaron que, si bien el maltrato en
el hogar ocurre silenciosamente y desde hace tiempo, los espacios municipales de
denuncia y apoyo institucional han permitido visibilizar esta problemática.

Inseguridad ciudadana
La mayoría de las personas entrevistadas coincidió en que la inseguridad ciuda-
dana es un problema social que va en aumento; además, genera incertidumbre y
preocupación en las ciudades. Esto ha sido atribuido a la falta de vigilancia, así como
la deficiente regulación que podrían ejercer la Policía y las autoridades. Un ejemplo
de ello sería el incremento del narcotráfico, el cual desató mayor violencia, señalan
los entrevistados. Advirtieron que existen zonas rojas, donde más del 50% de la po-
blación está involucrada en la venta de droga, y a donde no habrían podido ingresar
policías ni agentes de la Unidad Móvil de Patrullaje Rural (UMOPAR), pues hom-
bres y mujeres portan armas, e incluso personas que con palos y cuchillos impiden la
entrada. En Guayaramerín se señaló que al menos cuatro personas desaparecen por
año debido a los ajustes de cuentas y que las amenazas de muerte son parte del diario
vivir, lo cual provoca sentimientos de inseguridad: “Hay violencia, pero violencia,

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 287


digamos, nocturna, de la zona roja, de vez en cuando siempre hay un muertito. Son
conflictos personales, arreglo de cuentas, esas cosas” (G-GF2).
La inseguridad ciudadana, señalaron los entrevistados tanto en Riberalta como
en Guayaramerín, también surge por la falta de control en las ciudades fronterizas.
Al respecto, los mayores problemas identificados fueron el comercio y el narcotráfico;
este último habría desembocado en ajustes de cuentas aislados: “Estamos en fronte-
ra, hay mucho narcotráfico, todavía se ve el narcotráfico […] no tengo pruebas, pero
se escucha […] se escuchan muchos tumbes; por ejemplo, bolivianos que tumban a
brasileños, brasileños que se vienen y aciertan cuentas; se vengan con la familia, se
vengan con ellos mismos. Entonces, eso genera violencia” (G-EP2).
En Cobija los entrevistados hicieron igualmente referencia al tema del narcotráfico
como uno que atañe a la inseguridad ciudadana. Indicaron que este lugar se “había
convertido en tierra de nadie”, una “sala de negocios” donde los narcotraficantes ate-
morizaban a la población: “Antes Cobija era la sala de negocios de los narcos peruanos
y brasileros, por eso eran frecuentes los ajustes de cuentas, muertos con diez balazos”
(CB-E9). Una entrevistada recuerda cómo la violencia llegó a las calles, sin que los
policías lograran frenar la ola de actos delictivos, cada vez más violentos: “Mataban,
mataban en todos los lados. Nosotros mismas estábamos con miedo, como no somos
violentos. Eran peruanos, brasileros y quedaba así. La Policía no decía nada” (CB-
E10). Ante estos sucesos, la percepción de muchos de los entrevistados es que con el
ingreso de militares a Cobija disminuyeron estos hechos; sin embargo, esto habría oca-
sionado otro tipo de violencia: “Y eso calmó, porque tuvimos a los militares por las
calles, metiendo bala. En los surtidores, en todo lado, los que mandan son los militares,
lo que pasó aquí, la gente tiene miedo de venir acá” (CB-E10).
Algunas personas piensan que, si bien hay municipios donde han disminuido los
ajustes de cuentas por narcotráfico, se ha incrementado la delincuencia por efecto de la
pobreza, el consumo de drogas y alcohol; aspectos que generan mucha preocupación:
“Violencia en todo Bolivia, todos los días es esto, matan, violan a menores de edad, a
veces por dinero, que uno piensan que tiene dinero, por eso lo matan hasta por un ce-
lular. Ahora la violencia ya es el colmo” (SI-GF1). “La droga, la cocaína, los jóvenes se
han dedicado a eso, no hay responsabilidad, empiezan a robar. Los accidentes vienen
de eso, el tema de la droga, la muerte entre jóvenes, asesinatos” (TR-GF1). “Violencia
en las calles, por la pobreza o por las bebidas alcohólicas” (TR-GF2).

288 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Desde otra perspectiva, se ha mencionado también que la inseguridad se debe al
incremento poblacional, como resultado de las migraciones incentivadas por la pro-
ducción de algunos recursos naturales, como el gas en Camiri y la castaña en Riberalta.
Este crecimiento no planificado –advirtieron los entrevistados– repercute significativa-
mente, pues los recursos destinados al control de las ciudades se tornan insuficientes.
Muchos entrevistados advierten que la fragmentación de la familia, la visión de
una sociedad con un futuro incierto y la falta de actividades están influyendo de
forma negativa en los jóvenes, quienes optan por integrarse a pandillas y consumir
alcohol y drogas: “Creo que hay una realidad muy diferente, hay resquebrajamien-
to de la familia, la migración. Niños sin referentes de padres, de madre. Hay hasta
pandillas. Se nota muchísimo en la inseguridad ciudadana. Creo que no estamos
haciendo nada” (SC-EP2). “Estamos siendo carne propia, primero de la droga, de la
marihuana que se siembra hasta en los jardines, y esto se observa sobre todo en los
adolescentes sin experiencia” (C-EP7).
La transgresión de las leyes, así como la falta de atención y regulación de parte de
las autoridades, hacen de Santa Cruz –afirman los consultados – un escenario de vio-
lencia cotidiana. La violencia, señalaron, se hace visible sobre todo en las denominadas
“zonas rojas” de los diferentes distritos, donde hay bares en los que circula droga, pero
también se halla presente en los hogares y en el ámbito educativo, entre otros espacios.
La ausencia o insuficiencia de efectivos policiales, la falta de control de parte de las
autoridades y las limitaciones materiales, como factores que impiden contrarrestar la
inseguridad ciudadana, son menciones constantes en el discurso de las personas entre-
vistadas. Al respecto un policía afirmó que existen varios obstáculos para poder realizar
su trabajo y que la política se convirtió en uno de ellos: “Son graves las pugnas políticas,
no nos dejan cumplir con nuestro trabajo: detenemos a alguien y ya aparece que es
sobrino, pariente, ahijado de alguien con poder y tenemos que largarlo” (SJ-EP5).

Justicia por mano propia


Debido a los constantes atropellos que sufre la ciudadanía, la desatención o falta
de control de la policía, como se señaló líneas arriba, y el desatino del sistema ju-
dicial, muchos de los entrevistados justificaron la necesidad de ejercer justicia por
mano propia, recurriendo a la violencia: “Es que realmente a veces es irónico, no se
cree en la justicia porque uno agarra al ladrón y lo lleva y, cuando uno acuerda, dos

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 289


días, tres días, y ya está suelto, ¿no?” (SJ-EP9). Es decir que, cuando se identifica un
acto violento y no se lo regula por las vías establecidas, se genera una acción violenta:
“¿Cuándo lo hacemos? Cuando de pronto es una muerte, es una muerte violenta.
Entonces, nos alarmamos, tomamos medidas, eso pasa, qué se yo, una semana, diez,
quince días, un mes y otra vez se olvidan y nos calmamos, hasta que pase otra vez un
acto violento” (G-EP2).
El objetivo de la justicia por mano propia, desde el imaginario de los entrevista-
dos, es que sirva de ejemplo para quienes pretendan cometer actos delictivos: “He
utilizado la violencia, sí, digo por defender así violaciones; he levantado al pueblo
para que lo podamos colgar al violador y que haya un escarmiento” (G-EP4).
Al igual que en tierras altas e intermedias, en tierras bajas justicia comunitaria
y linchamiento resultaron ser lo mismo para la mayoría de las personas. En la
técnica de asociación libre de palabras, “justicia comunitaria” ha sido relacionada
en especial con “linchamiento”, pero también con “comunidad”. Asimismo, se la
relacionó con ““injusticia”, “justicia”, “reglamentos/normas”, “solución” “justicia
del pueblo”, “cultural”, “usos y costumbres”. Se asocia como algo propio de “in-
dígenas”, “campesinos”, “comunarios”. También se representa con connotacio-
nes negativas como: “justicia por mano propia”, “mata”, “quema”, “muerte” “sin
ayuda”; es “castigo”, “huasca”. Por otra parte, se reconoce como algo propio de la
“sociedad”, del “pueblo” y de los “barrios”.
Pobladores de ciertas zonas definen la justicia comunitaria como “ley” de una
“comunidad”, que da potestad de aplicar “justicia” y que es reconocida como la
forma de resolver conflictos internos. Han recalcado que muchas veces se la con-
funde con otras formas de lograr justicia que son ilegales y vulneran los derechos
humanos. Para otros, es violencia física, a través de la cual los comunarios toman
represalias contra algún delincuente, castigándolo hasta la muerte: “Esas cosas no
me gustan porque es un ser humano; no deberían actuar de esa forma. Deberían
agarrar y entregar a la policía, que le den su castigo, pero no matar. Eso es quitar
la vida, aunque él también tenía la culpa” (SJ-EP8). Así, se la asocia con agresión
y muerte de quien ha cometido la infracción.

290 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Asociación libre de palabras
Justicia comunitaria

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 65 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de Santa Cruz

11%
Error
11%
Existe para mi
27%
Quemar/Linchar 22%
31%
Justicia por mano propia
No hacemos 30%

No hay acá 70%

Injusticia
14%
Pegar/Pegadores
14%
Índigena San Julián
14%
Sin ayuda Camiri
18%
Muerte Poza Verde
18%
Violencia/Maltrato 23%
Santa Cruz de la Sierra
Reglamentos/Normas 23%
20%
Cultura/Comunidad 54%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 66 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de Beni

Solución 16%

Pueblo 17%

Huasca 17%

Justicia 23%

13%
Confusión
20%
Problemas 17%
20%
37%
Ley/Leyes
27% 30%
Comunidad 33%
15%
Comunarios
15%
Barrios/Barrio
Uso/Usos 16%
Sociedad Riberalta
16%
Maldad 20% Guayaramerín
Linchamiento/Linchar 16% Moxos
Costumbre 16%
Trinidad
Castigo 16%

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 291


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 67 JUSTICIA COMUNITARIA - Departamento de Pando

Conflicto 29%
15%

Castigo al compañero 29%


11%
42%
Mal

25%
Ley/Leyes
18%
Cobija
33%
Comunidad
34% Porvenir
21%
Malo Filadelfia
11%
21% Gonzalo Moreno
Linchamiento
29%
Justicia a través de propia mano 42%
11%
12%
Golpes
17%
Dialogo

El linchamiento, por su parte, se consideró una práctica fuera del contrato social,
cuyo objetivo es producir daño al otro. Su representación social, a partir de la técnica
de asociación libre de palabras, es “matar/muerte”, “golpes”, “golpiza”, “violen-
cia, tortura, maltrato, violación”, “justicia por mano propia”, “destrucción”; pero
también, en el imaginario de algunas personas, es “justicia comunitaria”; “justicia”
“injusticia”, “robar”. Es una práctica “inhumana”, “malo”, “dolor, daño”, “abuso”,
“dar palo, maltratar”. Las personas entrevistadas argumentaron que es difícil acu-
dir a la justicia, lo que obliga a buscar otros mecanismos que se conviertan en una
forma de “escarmiento”. En San Julián también mencionaron “desconfianza en las
autoridades”.

292 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Asociación libre de palabras
Linchamiento

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 68 LINCHAMIENTO - Departamento de Santa Cruz

Torpeza
9%
Mal/Malo
9%
Justicia comunitaria
10%
Violación/Violencia
10%
Pena/Triste 37%

No hay/No existe/No hacemos 44%

Abuso 12%

Dolor/Daño 25%
San Julián
Injusticia 17%
Camiri
18%
Ofender Poza Verde
22%
Deesconfianza en las autoridades Santa Cruz de la Sierra
30%
Matar/Crimen 21%
17%
30%
Pegar/Maltratar 19%
25%
45%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 69 LINCHAMIENTO - Departamento de Beni

Pelear/Peleas 24%

Hacer 14%

Violencia 20%

Humano 17%

18%
Robar/Robo
23%
Personas 25%
33%

Muerte 20%
41%
Matar/Matanza 25%
29%
14%
Justicia 13%
14%
Injusticia
10% Riberalta
18%
Golpear/Golpes
10% Guayaramerín
Discriminación
7%
Moxos
Asesinar/Asesinato/Asesino
16%
Trinidad
Abuso
9%

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 293


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 70 LINCHAMIENTO - Departamento de Pando

Persona/Personas
37% Cobija
Linchar
16% Porvenir
Mal/Malo 30%
Filadelfia

Castigo 23% Gonzalo Moreno


9%
Violencia
14%
Pelea
14%
Muerte 15%
9%
Matar 40%
62%
21%
10%
Maltrato
12%
Justicia a manos propias 30%

22%
Golpear
26%
10%
Agredir

Se sostuvo que el juzgamiento y el castigo por parte de personas del pueblo sobre-
viene por la desconfianza en la policía. Si bien los entrevistados señalaron estar en
desacuerdo con este tipo de sanciones y preferirían que se recurra a las instituciones
respectivas, se cree que éstas prácticas han servido de advertencia a otros delincuen-
tes –como ya se indicó anteriormente– disminuyéndose los hechos delictivos en al-
gunas comunidades: “La gente ya sabe que en San Julián la gente son malas, que le
pillan y ya nomás, ellos no entregan a la justicia” (SJ-EP8).
Los relatos sobre linchamientos muestran cómo la gente, cuando se encuentra
enardecida, no mide las consecuencias de sus actos: “Un ladrón robó una moto, lo
mató al señor de la moto y lo agarraron; harto le huasquearon. Una señora se paró y
le dijo que tire la primera piedra el que nunca hizo nada malo, y a ella más la querían
linchar. Lo llevaron a una cruz y ahí le mataron” (SJ-EP8).
En criterio de los entrevistados, el linchamiento es la peor vivencia social y deja
marcas en la subjetividad de la gente que presencia este tipo de hecho, pues es un tipo
de crueldad que no es comprensible ni justificable, en la que se llega incluso a mal-
tratar un cuerpo sin vida: “Yo fui a verlo, la gente lo estaba pateando, maltratando.
Me acerqué y estaba muerto, ya estaba muerto y yo voy y le digo a mi hermano: ‘no
sé, están pateando ya a un muerto’” (SJ-EP9).

294 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Para la población ayorea la justicia comunitaria y el linchamiento son prácti-
cas ajenas a su realidad, por lo cual las representan como conductas que rechazan:
“pena, triste, no hacemos”.

Pobreza
Como se señaló precedentemente, la pobreza se relacionó principalmente con
problemas económicos y falta de empleo. Para la mayoría de los entrevistados se
asoció con dos aspectos principales: la situación de carencia vinculada con la insa-
tisfacción de necesidades. Estos factores fueron vistos como detonantes de conflictos
familiares y sociales: “La economía ha violentado la paz interna de toda nuestra
sociedad y la paz interna de nuestras familias” (C-EP7). Afirman que si hay pobre-
za surge la violencia pues, al no cubrirse los requerimientos básicos de la vida, las
personas se sienten violentadas y surgen sentimientos de impotencia y tensión que se
manifiestan en agresiones físicas o verbales: “Las señoras tienen que dar de comer a
los niños y exigen al marido; de ahí vienen las peleas; es por lo económico más que
por otra cosa” (C-EP4).
Así también, muchos de los entrevistados apuntaron que el desempleo es uno de
los principales factores que ha llevado a muchos pobladores a emigrar, buscando
mejores oportunidades económicas, y que esto, a su vez, ha derivado en una de las
principales causas de fragmentación familiar que afecta en especial a los niños, niñas
y jóvenes, que procuran sobrellevar su situación, incluso a un nivel de supervivencia:
“Se va perdiendo la fuerza de los padres y de los abuelos con quienes se quedan los
hijos y entran en la violencia” (C-EP4).
Por otra parte, se señaló que la migración interna produjo un caótico crecimiento
demográfico de las principales urbes. Este incremento de la población –advirtieron
los entrevistados– repercute en las condiciones de vida de las personas de los muni-
cipios pues no sólo se crean nuevos barrios pobres, sino que también se traslucen las
falencias en las áreas de salud, educación y medio ambiente, entre otros: “Cada vez
nuevos barrios, porque viene gente de otros departamentos o de provincia a engranar
en ese barrio; lo que viene es pobreza, porque no viene gente con plata” (SC-GF4).
La delincuencia, así como la explotación de las personas en el ámbito laboral,
fueron identificadas por los entrevistados como otras consecuencias del desempleo.
Al respecto se señaló: “La falta de trabajo trae violencia, los jóvenes roban celula-

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 295


res, porque no hay recursos. Entonces, para tener platita, hacen cualquier cosa, con
un cuchillo, tijera, a niños les roban” (TR-GF1). “Los funcionarios son explotados,
no respetan sus derechos laborales y a veces por tener el empleo, por la necesidad,
aguantan”.

Discriminación
Los tipos de discriminación que los consultados mencionaron con más frecuencia
son la de género y la étnica-racial: “Es parte del racismo, en el sentido que uno se siente
superior a otro” (SJ-EP1). Con menor énfasis se hizo referencia a la postergación que
sufren niños, niñas y personas de la tercera edad; sólo en un municipio de tierras bajas se
hizo referencia a la segregación que viven las personas con capacidades diferentes: “No
sólo se discrimina, sino se invisibiliza a la mujer. Vemos violencia contra niños, contra
mujeres, contra ancianos, en los municipios. El más discriminado y destruido es el viejo,
el de la tercera edad, es un muerto andando, un zombi” (SC-EP1). Resulta importante
señalar que en ningún momento se mencionó la situación del colectivo Gay, Lésbico,
Bisexual y Transexual/Transgénero/Travesti (GLBT) o personas con VIH Sida.
El tipo de discriminación por condición étnica fue retratada por los propios entre-
vistados. Las personas indígenas sostuvieron que se las considera “Lo peor que pue-
de existir” (SI-EP5). Por su parte, las mujeres ayoreas de la comunidad Poza Verde
consultadas señalaron que la exclusión se manifiesta en la desatención de parte de las
autoridades ante los atropellos a los que se hallan expuestas. Un ejemplo de ello es
la falta de respuesta de las autoridades de Pailón ante la denuncia de abuso sexual a
una niña de su comunidad. Perciben discriminación hacia ellas por su origen. En ese
marco, exigieron que la justicia se aplique en igualdad de condiciones: “No me gusta
eso, que es la primera vez que está sucediendo eso, si es que no hacemos nada, la
gente menona así va a seguir, va a seguir abusando de nuestras hijas, o algún camba
va a decir no hicimos nada, le cuenta a amigos, y vamos a hacer una cosa justa, para
que ellos aprendan que no somos ningún animal. Si es que no hacemos nada con él,
después lo mismo va a suceder con nosotros, a unas mujeres, no sólo las niñas sino
cualquier mujer con hijos, marido, van a abusar y listo, ya” (PV-EP3). Se señaló que
los niños ayoreos también sufren discriminación de parte de sus compañeros no ayo-
reos, sobre todo por no hablar castellano, lo que, según los entrevistados, les ocasiona
miedo y timidez.

296 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


No obstante, también han dejado ver que las relaciones con las personas no ayo-
reas habrían mejorado como resultado de haber aprendido a leer y escribir; además,
esto les habría permitido conocer las leyes y sus derechos para poder ejercerlos.
Las personas ayoreas que participaron de la investigación creen que los otros no
los aceptan porque los consideran personas “malas”: “Aquí recibimos igual a todos,
allí en Pailón es otro, casi la gente camba casi no quiere a uno ayoreo; creen que son
malos y en realidad no son así. Eran antes, ahora respetamos las leyes, somos muy
respetuosos de las leyes” (PV-EP3).
Al respecto, personas que no pertenecen a esta población indígena afirmaron que
los indígenas ayoreos son los responsables del repudio que sufren al mostrarse como
un grupo conflictivo e incumplido, que abandona empleos y proyectos, perdiendo
credibilidad frente a autoridades, organizaciones no gubernamentales y la misión
evangélica que se encuentra en su territorio: “Ellos mismos han creado una cultura
de rechazo en el sentido que ha habido mucha corrupción. […] El ayoreo se ha co-
rrompido por dinero; las mujeres se han prostituido, porque han perdido la cultura
del trabajo, del amor y el respeto por el trabajo. Entonces se han creado ellos mismos
una especie de rechazo del pueblo, ya no los miran con buena óptica precisamente
por sus propias decisiones, pues les han aprobado proyectos de hasta 20 mil dólares
para construcciones deficientes que se caen, han ido perdiendo paulatinamente el
aprecio y el reconocimiento del cojñone10 por su egoísmo, en el sentido de solamente
aprovechar las situaciones para su grupo familiar” (PV-EP5). Asimismo, hubo la in-
sinuación de que a los ayoreos les agrada que la gente los evite, sobre todo cuando
están en grupo, por temor a la confrontación, en especial si se trata de vecinos co-
lindantes. Sin embargo, los indígenas ven esto como discriminación y sostienen que
también son bolivianos: “Cuando vamos en grupo no se meten, quedan calladitos,
decimos nosotros somos bolivianos también” (PV-EP4).
Una forma de contrarrestar la discriminación –señalaron personas indígenas que
participaron de la investigación– es “tener en claro nuestra propia identidad, de dón-
de venimos, dónde hemos nacido y cuáles son nuestras raíces, por ejemplo”; parte
también por enorgullecerse de su origen: “yo agradezco cuando me dicen india,
porque reconocen mi propia identidad” (SI-EP5). Los guaraníes afirman que son

10 Término cuya traducción es “gente sin pensamiento correcto”.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 297


muy celosos de su identidad y marcan los límites con el migrante que desee estable-
cerse en su territorio. Aseguran que no se trata de discriminación ni racismo, sino
de hacer prevalecer sus derechos. Los ayoreos, indicaron otras personas, frente a la
discriminación, al incumplimiento de promesas o al avallasamiento, responden con
actos violentos que van desde la amenaza hasta el hecho punitivo, como el incendio y
el decomiso; sin embargo, para los ayoreos estas acciones son vistas como una forma
de resarcimiento.
Otro tipo de discriminación a la que se hizo referencia en tierras bajas es aquella
reflejada en la diferencia que se hace entre profesionales y quienes no lo son, afectando
en especial a las mujeres. A pesar de que se reconocen los cambios de los últimos tiem-
pos, ellas sienten que aún falta mucho camino por recorrer: “Aún son discriminadas,
aún no se atienden con lo necesario, con lo básico. Por ejemplo, el tema de educación,
de salud, nomás se lo atiende por ahí. Entonces, aún no tienen las atenciones” (SI-EP5).
Por otro lado, se hizo referencia a la segregación de las mujeres en el ámbito de la diri-
gencia indígena, por parte de los mismos hombres de la comunidad.
Entre los grupos también surgió la noción de autoexclusión, como la posición que
cada persona asume en su entorno social. Este criterio fue asociado con la valoración
personal: “la autoestima tiene mucho que ver, la autodiscriminación, a veces uno
mismo se autodiscrimina” (GF2-TP).
En las poblaciones pandinas, coincidieron en señalar que la discriminación no es
sólo “de Oriente hacia Occidente”, sino también a la inversa, y que esta situación es
producto de los conflictos de septiembre de 2008. Si antes las relaciones eran cordia-
les, hoy existe intolerancia: “Ahora ellos nos dicen cambas de mierda, nos insultan en
su idioma que dicen, no sé, es complicado” (PV-E5). Además se develó que, específi-
camente en los municipios de Cobija, Filadelfia y Porvenir, se ha producido rechazo
hacia las personas oriundas de La Paz: “Ahora hay un resentimiento hacia las perso-
nas paceñas que han venido a nivel económico, personal, profesional, a avasallar a
la gente pandina” (GF1-CC). En este mismo sentido, en San Julián se señaló: “Este
tema de los adjetivos calificativos, ‘collas’, ‘cambas’, entre colores de piel, hace que se
toque lo que llevamos adentro, ese golpe que hemos recibido de chicos de haber sido
discriminados por una u otra razón” (SJ-E10).
Para las personas en Porvenir, como ya se dijo, los enfrentamientos cimentaron
la percepción de que es un pueblo violento y peligroso, originando un sentimiento

298 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


de repudio contra sus habitantes en las personas de otras zonas del departamento
y del país.
Las formas en las que se mira al “otro” pueden definir la inclusión o exclusión de
ciertos grupos. Un ejemplo de ello es lo señalado por las personas entrevistadas en
San Julián: “Los hermanos del Occidente, yo lo reconozco y lo valoro, tienen una
destreza y perspicacia para generar comercio, son excelentes comerciantes […] apa-
recen con su comercio sobre la carretera y eso hace que la gente se mude, eso hace
ver como que hubiera avasallado” (SJ-EP10).

4. ¿Qué sentimientos y conductas genera la violencia?


Las personas entrevistadas concordaron en que la violencia genera violencia, pues
provoca frustración, enfado, malestar y rencor. Quienes sufren el daño intentan, a su
vez, paliar estos sentimientos con agresión hacia el ofensor, ante la imposibilidad de
encontrar otras salidas: “Yo digo que golpe con golpe se paga; si vos me das un puñe-
te, seguramente te lluevo a [golpes]; pero ya uno se defiende” (SJ-GF1 VP). “Frente
a la impotencia de mucha gente, por la falta de cultura y educación, se recurre a la
violencia” (PV-E1). “Uno se siente impotente, no puede concertar un diálogo […] y
surge allí la agresión” (PV-E1). Al respecto otra persona señala: “Se cree que la única
forma es resolver las cosas con medida de hecho; patea una puerta, agarra a alguien
del cuello, busca de solucionar la cosa, es una sensación desagradable. Después de la
violencia siente un grado de culpabilidad” (TR-E1).
La violencia, desde el punto de vista de la víctima, desata sentimientos de minus-
valía, indefensión, impotencia, odio, frustración, intimidación y anulación. También
originaría enojo y malestar que se asoció con la sensación de vergüenza y discrimina-
ción. En ese sentido, la violencia se constituye en una expresión de la rabia que surge
cuando el recurso de la palabra ya no funciona. Estuvo presente la idea de que la
falta de diálogo ocasiona actos violentos y que la mala comunicación entre las partes
produce sensaciones de resentimiento y rabia: “Lo hace peor, como jocheando al
peto; eso es violencia, bueno, para mí” (EP2). “Cuando miramos que otra persona
está humillando a una persona, cuando vemos que el gobierno empieza a discrimi-
nar, de ahí surge odio, de ver que nos humilla en nuestra propia tierra” (GF1-CC).
“Se siente rabia, rencor; la violencia hace que a uno lo menosprecien, lo discriminen,
ya sea violencia física, psicológica, causa en uno rabia, rencor” (SJ-EP1).

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 299


Por su parte, quienes ejercieron violencia expresaron una mezcla de sentimientos:
“Cuando fui violento, he sentido a veces tranquilidad, desahogo, a veces satisfacción
y, muchas veces, pesar, el bajón, apesadumbramiento. Pero tampoco me enredo. Se
hizo, a lo hecho pecho, y bueno si es necesario disculparse, hay que hacerlo. la vida
no te da mucho tiempo para profundizar” (TR-E3).

5. La violencia como parte de la cultura


En tierras bajas los consultados relacionaron la violencia con la educación reci-
bida en el hogar, en la medida que el ejemplo de las personas mayores y los valores
o contravalores transmitidos es lo que definiría a las personas: “cuando la situación
de conflicto dentro de la familia, al afrontarse con violencia, genera en el niño com-
portamientos que repercuten en su vida social”. La familia, entonces, se constituye
en el espacio social donde el sujeto cimienta sus modalidades de relacionamiento con
otros y cultiva recursos funcionales o disfuncionales de resolución de conflictos. La
violencia dentro del hogar repercute de manera negativa en la construcción del lazo
social entre sus integrantes: “A lo largo de mi vida, todo fue pelea por tierra entre
familiares; cuando uno es muchacho, es normal, a veces nuestros padres nos dicen
‘anda, pégale’, y el joven también” (TR-E3).
Por otra parte, los entrevistados, casi en su generalidad, apuntaron al ámbito edu-
cativo como otro de los espacios donde se transmite violencia. Una de las principales
fallas que detectaron en este sistema es la poca o ninguna formación del plantel
docente en mediación o resolución de los conflictos. La consecuencia inmediata de
esto, señalaron, es que la solución de los mismos pasa por la aplicación de formas
violentas, las cuales también fueron aprendidas. Asimismo, expresaron que en los
establecimientos educativos se realza la diferencia y que además la educación que
brindan estaría descontextualizada del medio sociocultural: “El sistema de educa-
ción está fuera de la cultura de los indígenas, no sólo de los guaraníes” (C-EP9).
Los ayoreos consultados en Poza Verde, por su parte, afirman que pertenecen a
un pueblo guerrero; por tanto, la violencia es parte de su cultura: “Nosotros prac-
ticamos una cultura viva. […] somos guerreros ancestralmente y actualmente. Por
ejemplo, en la zona urbana, frente a problemas va toda la comunidad, se va a las
armas. […] la comunidad es guerrera y aquí hasta los despojan de sus casas, los
destruyen” (PV-EP2).

300 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


6. ¿Se reconocen a sí mismos –y a su comunidad– como
violentos o pacíficos? Responsabilidad en relación con la
violencia o culpabilización de otros
La mayor parte de los entrevistados en tierras bajas, como sucedió en tierras in-
termedias y tierras altas, responsabiliza al “otro” de los hechos violentos que suceden
en la región sin que exista una mirada autocrítica, tal como reflejan los resultados
que se presentan a continuación.
Las personas que participaron del estudio y residen en localidades pequeñas se
consideran tranquilas en comparación con las de ciudades y otras regiones. Asegu-
raron que las situaciones de violencia que viven sus poblaciones son coyunturales,
que los problemas surgen excepcionalmente y que, sólo en ocasiones, atañen a la
comunidad entera: “Santa Cruz u otros países donde realmente existe la violencia a
cada momento, y eso ya no es, esos ya no viven en paz, aquí uno vive tranquilo. Éste
pueblo es muy tranquilo, esa es la diferencia, ¿no?” (SI-EP5).
Representaciones similares se manifestaron en San Ignacio de Moxos. Las per-
sonas entrevistadas opinaron que la violencia se circunscribe más al ámbito urbano,
pues en el área rural excepcionalmente hay robos violentos, violaciones y enfrenta-
mientos, y cuando ocurren se gestionan a partir de mecanismos que permiten man-
tener la tranquilidad en la comunidad. La violencia es vista desde una dimensión
social y la justicia, así como la resolución de los conflictos; se interpretan como una
responsabilidad colectiva.
La pérdida de valores culturales debido a influencias externas –señalaron los entre-
vistados– es la que afecta a los jóvenes emigrantes del campo a la ciudad. Al respecto,
los ayoreos sostuvieron que los muchachos comienzan a practicar “las costumbres de
los cojñone” (PV-EP6). Similar referencia hicieron los guaraníes: “Un joven guaraní nun-
ca muestra cuchillo a sus padres, pero ahora en las comunidades van a la ciudad y ya
están queriendo hacer como se hace por allá. Actualmente, creen que son hombres
independientes y se va de la casa, afuera, a Santa Cruz, ven otras cosas y ¿qué da de
resultado? Por ejemplo, abusar a las chicas, o entre hombres se patean, se carajean […]
todo eso no es la cultura guaraní” (C-EP9). Aseguraron que la violencia se debe a la
gente ajena que constantemente atropella su territorio, lleva costumbres de otros luga-
res y altera la tranquilidad de la comunidad; a esto también le atribuyen el incremento
del consumo de alcohol y drogas, así como el surgimiento de pandillas entre los jóvenes.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 301


Los participantes del estudio en Camiri señalaron que la población del lugar siempre
ha sido pacífica, pero la indiferencia también provoca actos violentos: “El camireño es
un hombre de paz, pero cómo voy a practicar paz si siempre encuentro olvido” (C-EP7).
En Riberalta, los entrevistados ven a su región como un lugar donde prima la paz y a
sí mismos como personas pacíficas, a pesar de tener dificultades o violencia en la familia:
“Es el pueblo más pacífico, a nadie le interesa casi nada; aquí le han robado como en
ningún lado del mundo y la gente sigue tranquila” (R-EP1). De modo que se reiteraron
expresiones como “tenemos un alma de tradición pacífica” (R-EP2), “tenemos tradición
de cultura de paz aquí, digamos y en el Occidente, no sé, pero eso tenemos nosotros, un
sentimiento de ‘nada molesta’. Y esto no es circunstancial, es sostenible, porque viene de
nuestros abuelos y así serán nuestros hijos, nuestros nietos” (R-EP2).
Varios de los entrevistados en Riberalta describieron las formas en las que en-
frentan los conflictos, comparándose con otras regiones: “El cochabambino es más
peleón” (R-EP2); un consultado señaló que los del altiplano “son hombres de sem-
blante serio, uno no sabe que va a pasar, en el fondo hay un tipo serio, preparado...
en cambio nosotros nos sentamos y generamos confianza” (R-EP3).
En Guayaramerín, las personas entrevistadas también se representaron como
pacíficas. Señalaron que lo que condiciona a ser violento o no es su entorno. Com-
pararon la vida tranquila que se lleva en este municipio en relación con la tensión y
estrés que se vive en otras ciudades de Bolivia. Los pobladores consideraron que su
entorno es más pacífico que en el Occidente por estar rodeados de naturaleza: “No
tenemos las exigencias que tienen allá; desde la misma ropa te das cuenta. Allá si no
tienes otra cosa estás preocupado, pensando cómo vas a conseguir las cosas, aquí no;
vivimos de una manera más sencilla y tranquila. […] Esto que ve [el medio ambien-
te] es una cosa tan especial que no te hace pensar en violencia” (G-GF2).
Existe una especie de justificación sobre el empleo de la violencia. Muchos de los
entrevistados en tierras bajas coincidieron en que las personas de la región no recu-
rren a los actos violentos como principal recurso, sino cuando no existe otra alterna-
tiva o por incitación de la gente: “A nadie le gusta la violencia, pero a veces obliga a
tomar estas medidas, llega a la violencia y eso es preocupante” (SI-EP4).
Por otra parte, se apuntó que las reacciones y prácticas sociales y políticas que se
dan en Bolivia configuran un escenario propenso a la violencia: “Este es un país de
la manifestación, ha habido presidentes colgados, asesinados, en la época de la dic-

302 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


tadura. Es el alma de los bolivianos. Cicatrizar las heridas lleva su tiempo” (TR-E4).
La violencia, para otros, tiene correlación con el desarrollo que cada pueblo va te-
niendo, y en ese sentido, la interpretan como algo ligado con el progreso y los avances
tecnológicos.

Paz
1. ¿Qué se entiende por paz y cultura de paz?
Para la mayoría de las personas entrevistadas en tierras bajas, paz y cultura de
paz se consideraron conceptos nuevos. Los asociaron con un estado de tranquilidad
individual, familiar y social; pero también se representaron como armonía interna,
convivencia pacífica con otros, y como forma pacífica de resolver los conflictos: “La
paz es lo opuesto a la violencia, es un sentimiento de tranquilidad, de conformidad;
estando tranquilo, uno está en paz; si tiene un buen trabajo, tiene una familia estable,
uno está en paz” (G-GF2).
Las representaciones sociales de paz y cultura de paz hicieron referencia a “diá-
logo”, “concertación”, “discusión de ideas”, “transparencia”, “silencio”, “amor”,
“entendimiento”, “armonía”. Es el “respeto por el otro”, “por sus condiciones y
diferencias”, “derechos humanos”. Estos últimos fueron asociados con “derecho a
la vida”, “salud”, “educación”, “seguridad”, “protección”, “respeto” e “igualdad”.
Para otras personas, la paz y la cultura de paz se relacionaron con tolerancia,
inclusión y repartición equitativa: “Distribuir de manera justa, mixta, concertada,
el diseño de instrumentos y políticas públicas que garanticen la pluralidad. Hay que
darle a cada cual lo que le corresponde, de acuerdo a sus necesidades y a sus capaci-
dades, estaremos garantizando la paz” (SC-EP3).
En la comunidad ayorea de Poza Verde, los consultados señalaron que la paz
y la cultura de paz son comportamientos solidarios, propios de su cultura, ya sea
compartiendo lo propio, ya sea acompañando y aliándose al otro para resolver los
conflictos: “Nosotros tenemos paz, porque somos buenos. Si es que lo veo a un amigo
que no tiene algo, yo le doy; en cambio los cambas no le dan a uno, son más duros
los cambas, yo gano en mi trabajo y el otro no gana, le doy pa’ que lleve a su casa,
un alguito pa’ que lleve a su casa, un alguito pa’ que coman sus familiares” (PV-EP3).
En la asociación libre de palabras “solidaridad” fue relacionada con “ayuda al otro”,

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 303


“apoyo”, “dar plata”, “dar algo”. La representación entre las mujeres es que la per-
sona tranquila, que dialoga y cae bien a todos, es de paz.
En San Ignacio de Moxos, cuando se trató el tema de paz y cultura de paz, los
entrevistados las relacionaron con la palabra cultura: “Tenemos nosotros la cultura
de San Ignacio, tenemos muchas culturas, tenemos nuestra cultura de poder hablar
nuestro idioma” (SI-EP2). “Bueno, cultura de paz, muchas cosas bonitas parece, ¿no?
De armonía, de diálogo, poder relacionarse uno con otras culturas, culturas tanto
en el mundo por decir acá del Oriente, Occidente. Que se pueda interrelacionar las
culturas. Bueno a veces uno no conoce cómo viven en otro lado, pero sí aceptar; a
veces uno puede ir o ellos pueden venir y es que uno no está solito en este mucho; hay
que saber, aceptar más que todo” (SI-EP1).
En Cobija, cuando se hizo referencia a paz y cultura de paz, surgieron ideas aso-
ciadas con dos aspectos centrales: el respeto por el derecho de los demás y el diálogo
como base del entendimiento y la capacidad para escuchar y hacerse escuchar.
Para las personas de Riberalta que participaron de la investigación, la paz es sosiego
y tener una cultura de paz es “vivir en tranquilidad, que en la familia haya educación,
respeto, comprensión, tener vida tranquila, no hacer daño a nadie. Cuando no tenemos
preocupaciones de nada” (R-GF1), y, si hay dificultades, “encontrar una solución veraz
para todos nosotros en armonía, con confianza, unificación en todo sector” (GF2).
La paz, manifestaron algunos entrevistados, adquiere valor cuando una persona
ha vivido momentos de violencia. También se vinculó con el control de los propios
impulsos. Por otra parte, se entiende a la paz como un proceso que logra encuentros,
acuerdos y consensos a pesar de las diferencias; se la asoció también con “felicidad”
y “libertad para expresarse”.
Otras personas interpretaron la paz como un estado de equilibrio y armonía indi-
vidual y subjetiva; pero también como parte de una manera de relacionamiento que
tiende al bienestar y equidad colectivos, por lo que se trataría de un conjunto de saberes,
actitudes y prácticas que permiten la convivencia pacífica y respetuosa con el otro. Se
advierte que el estado de paz no necesariamente se refiere a la solución de un problema,
sino también a la catarsis –considerada un medio por el cual las personas exteriorizan
sus emociones y pensamientos– frente a una situación de descontento insostenible.
La mirada en Camiri es algo distinta, representan la paz como la tranquilidad
de la ciudad de antaño, cuando se podía recurrir al diálogo y comunicarse. El pro-

304 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


ceso de desarrollo acelerado de esta zona, que involucra el acceso a la tecnología,
quebrantó este sentimiento.
Así, se hizo referencia al modo pacífico de resolver los conflictos, a la manera en
que cada persona soluciona internamente sus problemas con el otro. También hay
criterios en sentido de que implica disminuir las diferencias culturales, étnicas, de
tendencia política, credo, formación, oportunidades, etc., vinculados con el respeto
de los derechos humanos. Asimismo, se relacionó con “nutrirse”, “reconocer que
somos humanos” y que, como tales, tendemos a errar.
“Dentro del pueblo guaraní sabemos discutir, sabemos decirnos de todo, pero
aguantamos y sabemos ser muy atentos con los demás después” (C-EP9) señaló un
indígena guaraní, aludiendo a un tipo de relacionamiento que implica no quedarse
callado; decir, demandar, pero teniendo en cuenta la palabra del otro, incluso en
la discusión y conflicto, sin rabia ni rencores. Esto permitió inferir que la cultura
de paz, para los guaraníes, no está relacionada con pasividad o tranquilidad total.
En San Ignacio de Moxos, las personas entrevistadas relacionaron la cultura de
paz con la aceptación de las demás culturas, en el sentido de buscar un punto en
común que pueda generar unión entre las diferencias. Se considera algo necesario
porque “somos seres humanos que erramos, y si se tiene que iniciar nuevamente,
limar asperezas y todo aquello que, en algún momento que en las relaciones con
precisamente los hermanos indígenas haya sido rota, se tiene que enmendar” (SI-
EP6). Para otras personas del mismo lugar, la cultura de paz era lo que se experi-
mentaba en la época de sus ancestros.
Los conflictos sociales y políticos de Pando han cambiado no sólo la perspectiva
de las personas, sino también las relaciones sociales. Es así que cuando se indaga
sobre cómo conciben, piensan o se sienten con respecto a la cultura de paz, a pesar
del desencanto e incluso del enojo que les provoca recordar los hechos de septiem-
bre de 2008, plantean la posibilidad de restituir un estado de paz.

2. ¿Se considera posible la construcción


de paz y de cultura de paz?
La construcción de paz y de cultura de paz se expresó como un anhelo relativa-
mente generalizado entre los participantes; varios manifestaron su deseo de vivir en
condiciones de armonía y paz. Sin embargo, algunos aseguraron que ésta no existe
en Bolivia. Entre los motivos se hizo referencia a que las disputas permanentes y las

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 305


actitudes de intolerancia dan lugar a una cultura de la violencia, y prevalece la idea de
que esta última puede frenar la exclusión, la discriminación, el abuso y otras prácticas.
Quienes fueron testigos de los conflictos de Pando en 2008 se mostraron particu-
larmente escépticos en torno a la construcción de paz y de cultura de paz. “Cultura
de paz, no. […] Más antes, con todo lo que pasó, Porvenir era un pueblo tranquilo.
Ahora es un pueblo temeroso, tiene miedo, hasta los niños, los niños escuchan am-
bulancia y tienen un miedo, pensar que es lo que pasó, lo sucedido aquí, los niños ha
quedado con ese trauma” (PV-E3).
Se indicó también que las diferencias políticas han generado un sentimiento de
división entre Oriente y Occidente, lo que representaría un obstáculo, al igual que
lo es no escuchar a las personas e incurrir en actitudes de persecución: “Es difícil,
porque la gente está huyendo, otros están detenidos. […] La familia está huyendo y
el corazón sangrando; así no va a haber paz” (PV-E5). Para transformar la situación,
desde la perspectiva de los entrevistados, se requiere un “cese al fuego” y la voluntad
de hacerlo por parte de los actores polarizados.
Otro factor que, de acuerdo con los entrevistados, imposibilitaría la construcción
de paz y de cultura de paz sería el individualismo e indiferencia en el que se sumió
la población frente a la situación de otros sectores: “Creo que nos hemos vuelto muy
individualistas. La gente no está preocupada por construir paz, está preocupada por
su casa, su crédito, su empresa, la beca de su hijo, por su viaje” (SC-EP2).
Por otra parte, hubo quienes consideraron que sí es posible construir paz y cultura
de paz, e hicieron referencia al diálogo, la interculturalidad, la educación, la trans-
misión de valores constructivos, la espiritualidad y la coordinación entre diferentes
actores como elementos que contribuirían a alcanzar dicho objetivo.
El diálogo fue considerado como la base del entendimiento y la capacidad para
escuchar y hacerse escuchar, como el instrumento que permite llegar a un punto
de encuentro o acuerdo, procurándose cierta paridad: “Mediante un diálogo, llegar
a un acuerdo, no ir ni más para allá, ni más para acá; los dos iguales” (GF-comité
cívico). Es visto como un componente importante de las relaciones sociales, pues
abre caminos para la comprensión y solución de una controversia, permitiendo a las
partes en conflicto conocerse.
Parte de este proceso, en criterio de los entrevistados, consiste en ceder, pasar de la
información a la comunicación, intentar escuchar, conocer, comprender y aceptar las

306 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


diferencias del otro. “Los mayores disturbios se presentan entre las personas cuando
no conocen una situación, cuando desconocen o conocen pero erradamente, no la
conocen en forma correcta” (G-GF2). Esto, señalaron, debe desarrollarse a lo largo de
la vida y en los diferentes ámbitos de interacción, es decir familia, escuela y sociedad:
“Debemos comprender, tratemos de dialogar, de entender tanto la pareja, tanto con
los hijos” (SJ-GF1).
Sin embargo, advierten que la inclusión y el diálogo sólo son posibles en la me-
dida que se deje de desvalorizar o anular lo ajeno. Implica habilitar un espacio para
que los malos entendidos y el malestar inherente a vivir en sociedad sean canalizados
a través de la palabra y no de un acto violento. En tal sentido, elementos como la to-
lerancia y el respeto de los otros, y de sus derechos, fueron considerados esenciales en
los procesos descritos. “Se puede construir la paz, pero un requisito esencial es pensar
que absolutamente todos tenemos derechos, en el polo del sudeste hasta el que vive
arriba en Pando” (SC-EP2). La paz se construye “respetándonos unos a otros, todos
somos diferentes, pero al mismo tiempo somos importantes” (SJ-E1). La palabra res-
peto fue asociada con “respeto a uno mismo”, “a la familia”, al “otro”.

Asociación libre de palabras


Diálogo

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 71 DIÁLOGO - Departamento de Santa Cruz

Solución/Resolver San Julián


12%
Camiri
Hablar 37%
16% Poza Verde
18%
Llegar a un acuerdo Santa Cruz de la Sierra
8%
18%
Reunirse/Juntarse 26%

14%
Charlar 14%
37%
32%

Entendimiento/Comprensión 36%
8%
50%
Conversación 23%
14%

Comunicación 27%
10%

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 307


GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora
Nº 72 DIÁLOGO - Departamento de Beni

Personas 29%

Grupo 9%

Dialogar 9%
12%
Problemas 12%
11%
16%
Familia 9%
12%
Comprensión/Comprender 20%
12% 16%
Acuerdo 12%
12%
Solución 8%
12%

Respetar/Respeto 10%
Intercambio 8%
Hablar 14%
16%
12% Riberalta
Entendimiento/Entenderse 12%
24%
12%
Conversación/Conversar 9% Guayaramerín
15%
Comunicarse/Comunicación 13% Moxos
Charla/Charlar 12%
12%
12% Trinidad
Amigos
8%

GRÁFICO Orientación de sinonimia para la palabra inductora


Nº 73 DIÁLOGO - Departamento de Pando

Personas/Personal
20%
Cobija
Familia
9% Porvenir
Conflictos
9% Filadelfia
Arreglar
9% Gonzalo Moreno
Solución 15%
11%
Problema 15%
9%
7%
Paz
20%
Hablar 20%
31%
9%
Entendimiento
9%
21%
35%
Conversación 37%
13%
7%
Comprensión
20%
Charlar 15%
20%
11%
16%
Acuerdo 12%

308 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


En ese sentido, se ha planteado la necesidad de entender el contexto de cada gru-
po humano y reconocer que los saberes y las idiosincrasias son distintas: “Mucho hay
eso de querer poner como menos al otro” (F-GF).
Desde la representación de los ayoreos se construye la paz en las comunidades
cuando dialogan y coordinan entre los clanes; cuando programan actividades para
promover su cultura entre los más pequeños y así garantizan su supervivencia. Tam-
bién cuando se promueve y apoya a las comunidades en la igualdad de oportunida-
des educativas; cuando se consigue una independencia de las influencias políticas y se
la demuestra incentivando la participación y evitando la confrontación.
Los pobladores guaraníes mostraron con ejemplos que es posible construir y sos-
tener espacios de diálogo y negociación, y caminar hacia la construcción de una cul-
tura de paz. Los entrevistados sostuvieron que es una tarea difícil, que lleva tiempo e
implica trabajo, pero tiene frutos si se procede de forma consistente y coherente con
lo que se dice, lo que se busca y lo que se hace. En cuanto a los valores que deben ser
desarrollados, los dos pueblos indígenas concordaron en la importancia de rescatar
sus principios culturales.
Una característica de este pueblo es el manejo de la palabra de manera dialógica,
es decir que la base de su relacionamiento es no quedarse callado, manifestar lo que
se siente; pero teniendo siempre en cuenta el pensamiento del otro, incluso cuando se
está en medio de una discusión o un conflicto: “Dentro del pueblo guaraní sabemos
discutir, sabemos decirnos de todo, pero aguantamos y sabemos ser muy atentos con
los demás después” (C-EP9). “No podemos entubar a la gente en una sola vaina.
Tanto como hay indios que son bravos, también hay blancos que son bravos; tam-
bién entre medio hay blancos que son buenos; igual hay indios que son buenos, que
tienen corazón grande de bondad y todo eso” (C-EP10).
Para el pueblo guaraní la práctica del diálogo no es el simple uso de la palabra
para defender una posición o demanda, sino que incluye la escucha y la comprensión
del otro, en espera de una actitud recíproca en ese sentido. En ese marco, la palabra
“diálogo” fue asociada con “comprensión/entendimiento”, “comunicación, conver-
sación, charla”.
De esta manera, para los entrevistados de varios municipios y comunidades la paz
se construye en un camino de consolidación de puntos de encuentro, a pesar de las
diferencias; se trata de lograr visibilizar, en medio del conflicto, aspectos concordan-

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 309


tes, más que profundizar los discordantes: “Hay que trabajarla, mentalizarla en el
sentido de encontrar puntos de coincidencia; ver los conflictos, encontrar puntos de
coincidencia y practicarla a lo largo” (TR-E3). Otros apuntaron que, para construir
paz, es necesario “Darse valor como hombre y mujer, que haya una equidad […]
tener su propia autoestima” (GF2).
Se puntualizó que la cultura de paz no llega ni se impone, sino que se construye
a partir de la interacción constructiva entre personas de diferentes orígenes, culturas,
credos, razas e inclinaciones políticas: “Es una cultura que se tiene que crear entre
tantas culturas, no es una que ha venido; entre todos la tenemos que crear solidari-
dad, tolerancia” (SJ-E3).
Para las personas entrevistadas, la educación es otro de los pilares para la construc-
ción de paz y cultura de paz: “Mientras más educada es una sociedad es menos violen-
ta” (SC-EP2). “Una de las principales causas que haya tanta violencia es porque no nos
hemos preocupado por lo principal, no estamos obsesionados por educar más a nuestra
sociedad” (SC-EP2). Concuerdan que la paz debe ser inculcada desde la niñez, porque
con los adultos es más difícil: “Camba viejo no aprende a rezar, se hacen talleres y van
el 30%; hay que enfocar a los niños que son los que aprenden y no lo sueltan; ellos van
a aprender” (SC-GF1). Entonces, resulta fundamental hacer el cambio en la mente
de las personas. Para los grupos focales, la educación para la paz debe enfocarse en el
desarrollo de la inteligencia, del conocimiento, de las habilidades sociales y espirituales,
tomando en cuenta el relacionamiento con las demás personas.
Tal educación no estaría relacionada solamente con los conocimientos científicos,
señalaron los entrevistados, sino con los valores que favorezcan la convivencia, el
sentido comunitario, el establecimiento de nuevas formas de comunicarse, la parti-
cipación en espacios públicos, el desarrollo de los derechos en la coexistencia, entre
otros, que producen un enriquecimiento interno. Se trata también de inculcar el
respeto a la norma: “Es como cuando usted baila: si usted tiene normas para bailar,
no pasa nada. La cultura es un baile, si uno va a la fiesta es a bailar, no a pelear, esa
es la norma” (C-EP6). El hogar y la escuela serían los lugares donde se debe iniciar la
construcción de paz: hay que “empezar en las escuelas, colegios, desde los hogares,
pero lamentablemente en los hogares empieza la violencia” (SC-EP4).
Para algunos entrevistados, la cultura de paz se relaciona con la espiritualidad,
las prácticas religiosas y al acercamiento de los individuos a Dios: “En la iglesia se

310 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


siente paz, estamos en la casa de Dios” (TR-GF1). Existe la percepción de que la
Iglesia es una institución que promueve respeto y armonía entre hermanos; hubo
quienes consideraron que ésta puede atemperar las acciones violentas en la medida
en que regula, por medio de la norma moral, el vínculo con los demás: “Yo creo
que se encuentra en la paz de Dios, armonía, la relación entre hermanos, encuentra
consuelo, se encuentra entre la familia, los hijos, mamá, el padre, ahí no hay maldad”
(TR-GF1). “La paz la lleva uno adentro, y eso que se lleva adentro se irradia afuera;
si estoy en equilibrio, transmito paz; si no, sólo violencia” (CB-E9).
En este mismo sentido, otros entrevistados identificaron tres componentes centra-
les en relación con la cultura de paz: la paz individual, que surge como parte de la
historia personal y la elección de vida; la influencia de la iglesia; y la influencia de las
autoridades o instituciones estatales que pueden, desde las políticas públicas y líneas
discursivas, promover estados de consenso y armonía.
La idea de que la paz y la cultura de paz dependen de las gestiones que realicen
los líderes o las autoridades políticas de todos los niveles del Estado estuvo presente en
todas las regiones del país: “Deja mucho el tema político, habría que hacerle un lavaje
espiritual a cada líder político, y que encaminen a los sectores que manejan para poder
lograr tener esa tranquilidad, esa paz” (CB-E6). Esto puede estar en alguna medida
relacionado con la percepción, desarrollada en páginas precedentes, de que la política
es una de las principales generadoras de violencia. Se ha señalado que el Gobierno
central, pero también los medios de comunicación, promueven situaciones de tensión y
enfrentamiento: “El gobierno también generó un discurso agresivo, estigmatización de
la propuesta autonómica. Los medios ayudaron mucho a pensar que hay una fractura
oposición/Estado, Oriente/Occidente, Amazonía/Andes. Aquí no fue tan fuerte; aquí
hay otros vínculos que hace que no se viva tan fuerte” (TR-E6).
En este sentido, los entrevistados indicaron que la construcción de paz es una
utopía, mientras lo político genere enfrentamientos en lugar de cumplir con la fun-
ción de dirigir y planificar el desarrollo y el mejoramiento de la calidad de vida de
las comunidades.
En lo que se refiere a la responsabilidad del Estado, se sugirió la promulgación
de una nueva legislación que fomente la paz y elimine las desigualdades promovien-
do el desarrollo, dado que una distribución económica justa resulta ineludible para
construir paz y cultura de paz: “Va haber cultura de paz cuando haya desarrollo

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 311


económico porque, si no hay plata para llevar de comer a la casa, no va haber paz
(SC-EP8). “La construcción de la paz está basada en los mecanismos que uno pueda
crear, ya sea políticos, sociales o religiosos, que puedan direccionar la vida de los
ciudadanos hacia un estilo de vida menos conflictivo que nos permita llegar a ese
objetivo anhelado que es vivir en paz” (PV-EP5).
Otras personas enfatizaron la idea de que es fundamental la articulación sinérgica
entre las acciones de las instituciones de la sociedad civil y las del Estado. Así como
la violencia es una construcción que involucra a diferentes agentes, puesto que cada
quien tiene una participación en ella, la cultura de paz requiere la intervención acti-
va de múltiples actores de la sociedad. Al respecto, en Camiri se señaló que se trata
de “darnos la tarea, especialmente las autoridades, de trabajar de manera conjunta;
ponernos la camiseta de Camiri todos” (C-EP8). Se puntualizó la importancia, para
la construcción de paz, del “relacionamiento con organizaciones que tienen la capa-
cidad, que ya han vivido, han sentido y que nos pueden orientar” (SI-EP1).
Asimismo, se advirtió que es fundamental, como parte de la construcción de pro-
cesos de paz, fortalecer a las instituciones que trabajan en la defensa y promoción de
derechos –pues tienen grandes limitaciones materiales y de recursos humanos– para
atender la demanda de sectores vulnerables como los niños y niñas, los adolescentes
y las mujeres. En ese marco, se ha mencionado que el trabajo individual que realizan
algunas personas para fomentar la paz no es agotador, sino frustrante, puesto que,
además de intervención, también se requiere prevención. Se planteó la inclusión de
otros actores en programas amplios, diversos y complejos, desde instituciones admi-
nistrativas municipales, defensorías, escuelas e incluso organismos internacionales.
Otras sugerencias esbozadas por los entrevistados incluyeron la necesidad de ge-
nerar una responsabilidad social con respecto a la situación violenta de las ciudades
y de lograr un compromiso en el quehacer social; pasar de la reflexión y el debate a
la acción concreta y expansiva de promoción de los derechos, para que se pueda pa-
liar o frenar los abusos; incluir a terceros en la mediación de los conflictos, sean éstos
asesores externos o personas con visiones distintas a las polarizadas, que permitan
visualizar nuevas alternativas de solución en busca de estados de paz.
En el caso de lugares como Pando, fuertemente marcados por algún conflicto so-
cial, se señaló que restituir un estado de paz y edificar una cultura de paz implica su-
perar el resentimiento y el dolor, e idear nuevas formas de establecer lazos, de modo

312 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


que los hechos del pasado no se constituyan en una carga pesada, sino en una expe-
riencia de vida que deja aprendizajes y posibilidades de cambio. Para ello, se planteó
la necesidad de que se desarrollen acciones orientadas a la prestación de servicios de
atención psicológica para tratar las secuelas del trauma que sufrieron niños, niñas,
adolescentes y personas adultas, y abrir espacios de diálogo, expresión y escucha que
permitan canalizar la angustia, el temor y el resentimiento existente en la población.

Capítulo SEIS / Hallazgos de la investigación en tierras bajas 313


CONCLUSIONES
CONCLUSIONES

Los resultados de la investigación evidenciaron que la violencia ha permeado


diferentes espacios territoriales e identidades culturales, económicas y políticas,
encontrándose anclada en el imaginario de las personas que participaron del es-
tudio. Producto de ello la violencia se naturaliza y se afi anza como parte de las
culturas, que frecuentemente la legitiman, tornándola tan cotidiana que hasta deja
de percibirse.
En repetidas ocasiones se ha expresado que la violencia (en las familias, en las
calles, etc.) es algo normal, que hay que asumir y sobrellevar; sin embargo, en rea-
lidad se trata de una construcción social, una práctica aprendida que se reproduce
de generación en generación, conformando un sistema de creencias, actitudes, con-
ductas y prácticas que se ejercen, transmiten y reproducen en diversos ámbitos de la
sociedad.
En este contexto, no es casualidad que los entrevistados hayan dado mayor énfasis
al análisis de la violencia. En cambio la paz, al ser un anhelo –y se podría decir para
los más, una utopía, que por lo general no se reconoce como parte de su realidad,
aunque para algunos constituye un aspecto importante de su cultura– posiblemente
incidió en que las imágenes e ideas que se manifestaron en varios de los municipios
estudiados fueran menos desarrolladas. A diferencia de corrientes que han tratado el
tema de la paz como la sola ausencia de violencia armada, en la presente investiga-
ción la paz se representa como una noción relacionada con equidad y justicia social,
y con los ámbitos de lo espiritual y moral. Lo que permite reafi rmar que un acerca-
miento a las diversidades geográfi cas y socioculturales, que determinan las percep-
ciones de violencia y paz, facilita su mejor comprensión posibilitando la elaboración
de lineamientos estratégico más asertivos.

Conclusiones 317
Sobre la violencia
• Así como existen diferentes aproximaciones teóricas en torno a la violencia,
quienes participaron del estudio tienen también múltiples representaciones
sobre ella. Éstas se encuentran estrechamente relacionadas con el contexto
político, económico, social y cultural de su comunidad, municipio o región,
y también con las experiencias individuales y colectivas de los entrevistados.
• Aunque no fue una idea unánime, los resultados de la investigación eviden-
cian que para varios entrevistados la violencia es innata al ser humano, se
considera parte del código genético; en ese sentido, la agresión se percibe
como un instinto de supervivencia. Estas posiciones pueden situarse en las co-
rrientes teóricas biologicistas; sin embargo las mismas, en el proceso histórico
de su discusión, han sido rebatidas, indicando que la violencia no es intrínseca
a los seres humanos sino que es una construcción sociocultural, aprendida y
reproducida de generación en generación, enfoque al que se adscribe la Fun-
dación UNIR Bolivia.
• Las formas de violencia que se identificaron con mayor frecuencia fueron la
física, verbal, psicológica, económica, social, sexual, política, étnica, cultural,
de género e intrafamiliar y, en menor medida, la medioambiental. En las
localidades de tierras altas se mencionaron con mayor énfasis las violencias
socioeconómica, intrafamiliar y cultural. En tierras intermedias y bajas, si
bien se hizo referencia a varios de los tipos mencionados, la fuerza de las
representaciones estuvo concentrada en la violencia política. En general, es
posible observar que las formas de violencia están ligadas unas con otras y se
manifiestan en la práctica de manera combinada.
• Un tipo de violencia que es pertinente destacar es la invisibilización que sufren
algunos lugares y sectores del país, dado que existe escasa o nula información
sobre ellos. La atención e interés de los medios de comunicación, de quienes
realizan estudios/investigaciones, o incluso del mismo Estado, históricamente
se ha centrado en los departamentos del “eje”, lo que ha contribuido a perpe-
tuar estructuras de poder y dominio, pensamientos etnocentristas y políticas
de desarrollo excluyentes que no coadyuvan a la construcción de paz.

318 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


• En las entrevistas se justificó permanentemente la violencia como recurso
para hacerse escuchar, como el único o más efectivo camino para gestionar o
solucionar los problemas, como mecanismo de defensa y sobrevivencia, como
potencial dinamizador de la historia. Quienes lo sostuvieron, identificaron
entre las causas un permanente abandono y desprotección por parte del Es-
tado, pero también se afirmó frecuentemente que no existen/no se conocen
otras formas de proceder/de resolver conflictos y, si se conocen, la violencia
resulta más eficaz. Esto denota la necesidad de visibilizar formas alternativas
de gestión y resolución de conflictos, así como de desarrollar capacidades
para su transformación constructiva en diferentes instancias del Estado y de
la sociedad civil, de manera que los problemas existentes y los cambios que
los diferentes sectores demandan se realicen por medio de la información, ne-
gociación y toma de decisiones participativa, evitando que el conflicto escale
a niveles de enfrentamiento y violencia.
• Las visiones sobre violencia de los pueblos indígenas y originarios son diver-
sas; en algunos ni siquiera existe la palabra violencia como tal (weenhayek) y
en otros, como el quechua, existen términos con significados próximos (mana
allin ruway: “estás actuando ma”), lo que invita a reflexionar en torno al lente
con que deben mirarse realidades diferentes a la propia. En otras comunida-
des se evidenciaron posiciones diferenciadas en torno a si la violencia es algo
natural, cultural o ambas. En la sistematización de las entrevistas también se
notaron coincidencias; una de ellas es que la mayoría de los entrevistados de
pueblos indígenas se percibieron como víctimas de violencia cultural, susten-
tada por hechos históricos como la imposición de una lengua diferente a la
nativa (tema destacado por los guaraníes) y de nuevas formas de vida (como
la adopción del sedentarismo por parte de pueblos nómadas, asunto resaltado
por los indígenas ayoreos y esse ejja) hasta una todavía vigente “y cotidiana”
discriminación étnica. Asimismo, sobre todo en el caso de los ayoreos y yu-
quis, se puso en evidencia el deterioro de la calidad de vida que sufren estos
pueblos, sometidos a una permanente violencia estructural marcada por la
extrema pobreza. También se refirieron (guaraníes, yuquis, weenhayek) a los
continuos avasallamientos e invasiones de sus territorios a lo largo de la his-
toria, que continúan en la actualidad, que para ellos es una manifestación

Conclusiones 319
permanente de violencia. Los grupos étnicos, para resistir las arremetidas
culturales, políticas, sociales, etc., han ido construyendo estrategias de sobre-
vivencia, en ciertos casos basadas en resistencias pacíficas, en otros con accio-
nes violentas. Estos temas merecen ser tomados en cuenta y profundizados en
futuras investigaciones.
• Otro denominador común fue que las personas entrevistadas, en su mayo-
ría, se percibieron a sí mismas como pacíficas o víctimas de la violencia, y
no así como causantes o co-responsables de ella. Por el contrario, se iden-
tificó una tendencia a atribuir la violencia a otros individuos, entidades o
circunstancias ajenas. Y, cuando se admitió haberla practicado en alguna
ocasión, se justificó como único recurso disponible. En algunas áreas urba-
nas se expresó que la violencia se ejerce en las áreas rurales, y viceversa; en
tierras altas predominó la idea de que la violencia proviene del extranjero,
de países desarrollados, que llegó con la Colonia; en tierras intermedias, si
bien estuvo presente la idea anterior, el énfasis de los entrevistados estuvo
en el determinismo geográfico, señalando que el entorno incide en los com-
portamientos violentos, lo que haría que ellos sean pacíficos; en tierras ba-
jas, sobre todo miembros de pueblos indígenas, destacaron que las personas
se tornan violentas al dejar sus pacíficas comunidades de origen. La con-
tinua responsabilización de la violencia hacia otras personas, puede estar
relacionada con los procesos históricos vividos en Bolivia, caracterizados
por la exclusión e invisibilización de grandes porciones de la población, que
terminaron siendo víctimas de estos sucesos. Al respecto, Wieviorka1 ad-
vierte que el mayor riesgo en estos casos es caer en el victimismo y no llegar
a establecerse como un sujeto autónomo y constructivo, autodefiniéndose
solamente de manera negativa, dificultando la construcción de una imagen
positiva de sí mismo lo que, finalmente, lleva a las personas a no asumir
responsabilidad por su condición de víctimas. Paralelamente esto generaría
efectos como el resentimiento, a partir del cual se percibe al “otro” como
causante del daño sufrido.

1 Pelligrini - Vélez, Laurentino. En torno a la violencia. Entrevista a Michel Wieviorka [en línea], Revista El Viejo
Topo Nº 222 – 223, julio 2006 [Fecha de consulta: febrero 2013], pp. 59 - 65. Disponible en: http://
dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1181988

320 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Las diversas manifestaciones de la violencia se encuentran fuertemente enlazadas
unas con otras, lo que torna muchas veces complicado separarlas. No obstante, por
motivos de orden se ha optado por intentar clasificar algunos de los resultados de la
investigación tomando como base las variables con las que se trabajó en ella y apo-
yándose teóricamente en la propuesta de Johan Galtung.

Pobreza
• La pobreza ha sido identificada como una de las principales condiciones que
propician la violencia. A pesar de que fue un tema mencionado en la mayoría
de los municipios y comunidades del estudio, el mayor énfasis se detectó en
las localidades de tierras altas.
• La carencia histórica de una propuesta de desarrollo socioeconómico integral
y sostenible, junto con la inefectividad de gestión de los diferentes niveles
estatales, han sido identificadas como causas fundamentales de la violencia
estructural. De acuerdo con los entrevistados, esta falencia generaría insatis-
facción de necesidades básicas, inequidad en el acceso a las oportunidades
(salud, educación, empleo, etc.), desigual distribución de la riqueza, desem-
pleo, migraciones forzadas por este contexto, desarrollo de actividades ilícitas,
inseguridad ciudadana, entre otros elementos. Probablemente el desempleo
haya sido el más mencionado en todos los municipios donde se desarrolló la
investigación, resaltando que la ausencia de fuentes de trabajo estable crea
condiciones para un ejercicio recurrente de medidas de presión. Se puntua-
lizó que estas situaciones afectan en mayor medida a sectores vulnerables,
tanto por origen étnico como por procedencia de clase.
• Para los entrevistados, los sentimientos que genera la pobreza son sufrimien-
to, amargura, impotencia, rebeldía, dolor, tristeza y humillación, entre otros,
lo que impulsaría a las personas a actuar con violencia, esgrimiéndose como
argumentos para justificar el uso de la misma. Lo expuesto pone de realce la
necesidad de continuar incentivando compromisos nacionales para impulsar
la justicia social, reducir sustancialmente la pobreza, mejorar la calidad de
vida de los bolivianos y bolivianas y apoyar iniciativas de desarrollo econó-
mico productivo con enfoque de economía solidaria y comercio justo que
incluyan la noción de sostenibilidad ambiental.

Conclusiones 321
Poder, política y conflictos
• El poder como fuente de conflicto y generador de actos de violencia fue una
idea sostenida que expresaron quienes participaron de la investigación, rela-
cionándolo, en la mayoría de los casos, con la política. Las representaciones
sobre ambos conceptos fueron, así, predominantemente negativas, salvo ex-
cepciones sobre el poder de algunas personas en la ciudad de Santa Cruz,
San Julián, Monteagudo, Santiago de Huari, Quillacas y Oruro, entre otros
posibles, donde se expresaron ideas neutrales (asociación con autoridad, go-
bierno) y, en algunos casos específicos, incluso positivas (instrumento para
generar unión, respeto, trabajo conjunto).
• Si bien este imaginario negativo estuvo presente en todos los lugares donde
se desarrolló el estudio, se manifestó con mayor insistencia en municipios
de los departamentos de Tarija, Chuquisaca, Santa Cruz, Beni y Pando.
Con los matices propios de cada lugar, fue muy frecuente la mención a la
polarización política entre el partido de gobierno y la oposición, que se ha
instalado también en la sociedad. Esto genera, de acuerdo con los entrevis-
tados, tensiones sociales empapadas de intolerancia y actitudes autoritarias
que repercuten en el ejercicio pleno de derechos, ocasionando permanentes
conflictos y violencia.
• Las percepciones negativas del poder y la política pueden estar relacionadas
con el inadecuado uso que se ha hecho de ambos a lo largo de la historia
nacional, llegando a desvirtuarlos. Estas malas prácticas han sido ilustra-
das por los entrevistados como prebendalismo, corrupción, enriquecimiento
personal en detrimento de los intereses sociales, entre otros. El riesgo es que
tales visiones posteriormente pueden guiar actitudes, comportamientos y ac-
ciones negativas en el ejercicio de la política y del poder por parte de quienes
en un principio las criticaron, alimentando y consolidando una cultura de
la violencia.
• Poder y política, en sí mismos, no son positivos ni negativos, es decir que
su adecuada implementación puede ser un motor de transformación cons-
tructiva de realidades sociales, o, por el contrario, su mal uso/abuso puede
tener consecuencias negativas para la sociedad. Al respecto, la Fundación
UNIR Bolivia considera que es importante relacionar el poder y la política

322 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


con el amor para abordar los desafíos sociales. El poder “es fijar propósitos,
es autorrealización y se centra en la libre expresión. El amor es la fuerza que
reconecta e integra aquello que está fragmentado, es el impulso de recono-
cimiento, de respeto y de ayuda al diferente para alcanzar su plenitud, no
es algo que súbitamente nos toca, es un acto de voluntad. Sólo el poder que
asume la necesaria interdependencia con el amor como fuerza unificadora
entiende que los que piensan diferente no son potenciales enemigos, sino el
prójimo con el que compartimos un destino común”.2
• La percepción de por qué se originan los conflictos no dista de lo plantea-
do por la teoría, dado que las y los entrevistados sostuvieron que se debe
a visiones, intereses y necesidades que son percibidos como incompatibles,
incluso a problemas de comunicación, donde entran en juego emociones y
sentimientos, y pueden fortalecer o deteriorar las relaciones entre las partes,
dependiendo del proceso de resolución.
• La debilidad crónica de la institucionalidad de todos los niveles del Estado
y la inadecuada gestión de los conflictos fue para los participantes una de
las principales causas para que las controversias escalen en hechos de vio-
lencia, pudiendo haber sido gestionadas o solucionadas oportunamente. Por
otra parte predominó la idea de que los conflictos son sobre todo políticos,
llegándose a relacionar intrínsecamente ambos conceptos. En esta misma di-
rección, se asoció el conflicto con las medidas de presión que adoptan deter-
minados actores para expresar sus demandas como la huelga, la marcha y el
bloqueo, entre otros (considerados los únicos posibles para hacerse escuchar).
Esto posiblemente esté relacionado con la cotidianidad del conflicto sociopo-
lítico en la vida de los bolivianos.
• Al igual que lo ocurrido con el poder y la política, la visión predominante
sobre el conflicto es negativa, se lo vincula con un problema, y muchas veces
se propone que las acciones a tomar para resolverlo deben ser de presión y
violencia. A partir de lo expuesto se evidencia la necesidad de modificar esta
visión sobre el conflicto, que, como se especificó en el marco teórico, es un he-
cho social que no tendría que ser enfocado desde la dicotomía bueno/malo,

2 Fundación UNIR Bolivia, Manifiesto. Cultura de Paz: armonía entre amor y poder (septiembre de 2012).

Conclusiones 323
dado que conflicto no equivale a violencia; se trata más bien de un elemento
inherente a las relaciones humanas que puede ser un generador de cambio
dependiendo de cómo sea administrado. Sin embargo, la multiplicación de
los conflictos puede dar lugar también a la erosión del tejido social, más aún
cuando éstos derivan en violencia, por lo que resulta imprescindible su ade-
cuada gestión.
• En tierras altas se mencionó con mayor énfasis que los conflictos están ligados
al campo de la reproducción social, es decir a aquel relacionado con la bús-
queda de mejora de la calidad de vida de las personas. Las controversias por
recursos naturales (entre diferentes comunidades/municipios, pero también
en el interior de los mismos) fueron abordadas con frecuencia en esta macro-
región, las cuales se encuentran íntimamente ligadas con conflictos por lími-
tes territoriales. En algunos municipios de tierras intermedias y bajas se hizo
mayormente referencia a conflictos políticos, algunos de ellos vinculados con
la institucionalidad estatal inaugurada a partir de la nueva Constitución Polí-
tica del Estado. Por ejemplo, se mencionaron dificultades en la elaboración de
las cartas orgánicas de algunos municipios o protestas en demanda de leyes al
nivel estatal intermedio a partir de competencias recientemente adquiridas.
• Los testimonios de los entrevistados evidencian el impacto que han tenido,
en los imaginarios sobre la violencia, determinados conflictos. Dos ejemplos
que ilustran esta afirmación son las controversias limítrofes entre algunas
localidades (como Coroma y Quillacas o Santiago de Huari) y los hechos
de septiembre de 2008 en el departamento de Pando. En tales casos, las re-
presentaciones del conflicto y de la violencia en general están determinadas
por la vivencia particular que tuvo la población. Es decir, para las personas
entrevistadas en municipios con pugnas de límites territoriales, la violencia es
sinónimo de avasallamiento, de irrupción externa; equivale a “problema de
límites”, “propiedad de recursos naturales”, y la paz sería simplemente la so-
lución de dicho conflicto. En relación con lo último y retomando lo expresado
en el marco teórico, es posible advertir que en estas localidades se maneja una
idea de paz negativa, que la restringe a la ausencia de conflicto y no analiza
las causas estructurales del mismo, no se enfoca en la gestión que llevaría a
transformarlo ni contempla las múltiples dimensiones que un concepto in-

324 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


tegral de paz podría abarcar. Esto, cabe insistir, denota cómo un conflicto
determina las percepciones de las personas.
• En Cobija, Porvenir y Filadelfia (Pando), todas las representaciones sociales
sobre la violencia y la paz estuvieron transversalizadas por lo ocurrido en sep-
tiembre de 2008. Para los entrevistados la violencia es sinónimo de los enfren-
tamientos directos ocurridos y de la política. Se indicó que el conflicto marcó
un antes y un después: un antes representado idílicamente y un después ca-
racterizado como caótico por los entrevistados, entre los cuales hubo escepti-
cismo en torno a la posibilidad de construir paz en el país. Asimismo, la gran
mayoría hizo referencia a las serias secuelas psicológicas que han dejado estos
hechos en la población; hubo una importante coincidencia en sentido de que
los niños y niñas son el grupo más afectado. Aunque no fue mencionado de
manera explícita, los testimonios reflejan que otra consecuencia de los hechos
es el ahondamiento de las fracturas étnico-culturales, regionales y de clase,
visibilizadas en testimonios que expresan rencor, resentimiento y sentimientos
de venganza. También se indicó que no se han emprendido acciones orien-
tadas a la superación de estos traumas, lo que lleva a pensar en la necesidad
de efectuar un trabajo de reconciliación, según lo señalado por autores como
Galtung: es tan importante la resolución del conflicto como la reconstrucción
y la reconciliación; un proceso de paz que omita uno de los tres elementos
corre el riesgo de no ser sostenible, y, de hecho, puede resurgir. Además, sería
necesario desarrollar capacidades de resiliencia en la población, entendida
como la facultad de enfrentar la adversidad y sobreponerse a las secuelas de
la violencia.
• Las ideas precedentes invitan a realizar una reflexión adicional en torno al
impacto de determinados conflictos en los imaginarios de la población; en el
caso de Pando varios factores pudieron haber incidido en que los relatos sobre
lo sucedido tengan tanta fuerza y emotividad. Además de la variable tiempo,
que probablemente explicaría una parte de tal constatación (la investigación
se realizó en 2010, poco después de los hechos mencionados), es evidente
el impacto que puede causar una situación de esta magnitud en una región
que estuvo históricamente alejada “e incluso invisibilizada” de las dinámicas
sociopolíticas nacionales, que tendieron a concentrarse en los departamentos

Conclusiones 325
del eje, en particular La Paz. Inversamente puede ocurrir que, para quienes
habitan en los núcleos geográficos del quehacer político, la cotidianidad de la
conflictividad esté llevando a que ésta se naturalice. Estos importantes temas
deberían ser analizados con mayor profundidad en futuras investigaciones.
• La idea de la violencia como motor de cambio político estuvo presente en
prácticamente todos los lugares donde se desarrolló la investigación, aunque
quizás el mayor énfasis se percibió en los municipios cochabambinos. Se in-
dicó que, de no ser por hechos violentos ocurridos en la historia nacional, no
se habría alcanzado logros importantes. Como se apuntó en el marco teórico,
existen autores que sostienen dicho argumento. Al respecto y haciendo re-
ferencia a lo ocurrido en octubre de 2003 en Bolivia, se puede señalar que,
si bien hubo violencia, la misma pudo haberse profundizado y desbordado,
llegando incluso a una guerra civil. Por el contrario, se logró detenerla, y
posteriormente los conflictos se canalizaron de manera democrática, sin que
esto haya implicado que los cambios que se estaban gestando se contengan.
Así, se puede mostrar la efectividad de los métodos dialógicos, que permiten
evitar una violencia permisiva que viole los derechos humanos y que puede
representar grandes retrocesos socioeconómicos. Retomando lo señalado por
Arendt, la violencia no es un medio para lograr transformaciones pues sus re-
sultados son de corto plazo, dando lugar a una espiral creciente que convierte
a la sociedad en un mundo cada vez más enfrentado y cruento, como podría
demostrarse a través de los relatos sobre los hechos de Pando.
• Además de las secuelas psicológicas, entre otras de las consecuencias de los
conflictos sociopolíticos, se mencionó la incidencia en la economía de deter-
minadas zonas, dado que éstos ahuyentan posibilidades de ejecutar proyectos
de desarrollo que favorezcan a la población. Los participantes expresaron que
la violencia genera sentimientos y conductas negativas como el dolor, trau-
mas que provocan timidez y baja autoestima, sobre todo si las agresiones co-
mienzan en la niñez. Asimismo, surgen sentimientos de miedo, sufrimiento,
humillación, vergüenza, impotencia, desesperación, inseguridad y malestar;
su acumulación motivaría la reproducción de la violencia.

326 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Discriminación
• La discriminación es una de las formas en que se expresa la violencia cultural
y, simultáneamente, es también percibida como una causa de violencia; así lo
reflejaron las representaciones recopiladas en la investigación. En general, las
opiniones vertidas sobre este tema fueron predominantemente negativas y la
mayoría manifestó estar en contra de las actitudes y comportamientos discri-
minatorios. Sin embargo, los testimonios reflejaron que son todavía prácticas
vigentes y extendidas en el país.
• En la mayoría de los municipios la discriminación más mencionada fue la
étnico-cultural/racial. Los miembros de pueblos indígenas y la comunidad
afroboliviana que formaron parte del estudio manifestaron esta idea con
fuerza, señalando que su pertenencia étnica, que se torna visible a través de
características como los rasgos fenotípicos y la vestimenta, hace que la gente
los discrimine. Probablemente el segundo tipo de discriminación con mayor
fuerza en las localidades del estudio haya sido el que se genera por la pro-
cedencia regional, expresada por la gran mayoría de las personas como la
tensión entre “collas” y “cambas”, entre occidente y oriente. Por lo general se
señaló que los migrantes de occidente en tierras bajas se encuentran entre los
más afectados por este tema, aunque otros puntualizaron que dicho fenóme-
no también se manifiesta a la inversa. Se identificó asimismo la vigencia de
este tipo de brechas simbólicas entre los habitantes de áreas rurales y urbanas.
Aunque con un poco menos de énfasis que los dos primeros, se mencionó
igualmente la discriminación de clase (entre “ricos” y “pobres”), sobre todo
en municipios de tierras altas (en particular en zonas mineras) e intermedias.
La discriminación de género también fue abordada en las tres macro regio-
nes, señalando que se traduce en violencia intrafamiliar, en la exclusión de la
mujer de espacios de toma de decisiones (como los político-sindicales) y en
la diferencia de oportunidades (de educación y de empleo, por ejemplo) que
tienen hombres y mujeres. Los entrevistados de los municipios pandinos in-
dicaron que la discriminación entre sectores (por motivos étnicos y regionales
mayormente) ha sufrido un incremento a partir de los acontecimientos de
septiembre de 2008.

Conclusiones 327
• Las discriminaciones generacionales, por opción sexual, la ejercida contra
personas con capacidades diferentes fueron excepcionalmente abordadas por
las personas que participaron de la investigación. La discriminación contra
otros grupos, como el de las trabajadoras del hogar y personas con VIH-Sida,
no fueron mencionadas. Ello no quiere decir que estos tipos de discriminación
sean menos intensos o se presenten en la vida cotidiana con menor frecuencia
que los otros que sí han sido señalados con recurrencia; por el contrario, exis-
ten estudios que demuestran el grado de arraigamiento que éstos tienen en la
sociedad. Lo que queda claro es que la visibilización de estas problemáticas es
insuficiente, ya sea porque se consideran temas tabú o porque algunas formas
de discriminación se encuentran tan ancladas en la cultura que se consideran
normales y naturales. En consecuencia, un primer paso para la superación
de las diferentes formas de discriminación es su explicitación, responsabilidad
que recae en una multiplicidad de actores del ámbito público y privado.
• Si bien en ciertas ocasiones algún tipo de discriminación se puede identi-
ficar con mayor claridad que otros, es importante mencionar que las dis-
tintas formas están frecuentemente interrelacionadas y pueden manifestarse
simultáneamente. Por ejemplo, una persona por ser mujer, pobre, indígena
y joven es múltiplemente discriminada, por motivos de género, clase, etnia y
generación.
• La migración interna fue un tema recurrente en varias de las localidades
incluidas en el estudio. Entre otros elementos, se hizo referencia a las causas
de dicho fenómeno (desempleo, búsqueda de mejores condiciones de vida, así
como migraciones forzadas) y a los que se consideran sus efectos, poniendo
en evidencia los imaginarios negativos sobre la misma. En algunas comuni-
dades rurales fue considerada sinónimo de avasallamiento, mientras que en
las ciudades se la asoció con un crecimiento urbano desordenado que acarrea
inseguridad, entre otros problemas. Estas percepciones dan lugar a una serie
de tensiones sociales y a comportamientos como la discriminación, elemento
que también fue mencionado por los participantes.
• En este contexto resulta necesario apuntar que la migración no debe abordarse
a partir de la dicotomía bueno/malo, sino que el enfoque precisa centrarse en
el análisis de la complejidad de elementos que esta temática involucra, propósi-

328 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


to que evidentemente sobrepasa los alcances de la presente investigación. Ello
implica diferenciar la movilidad de grupos humanos que se genera en áreas
rurales (menores en cantidad) de la que se produce hacia las ciudades, y tomar
en cuenta que, sobre todo en el segundo caso, la migración podría representar
oportunidades de crecimiento económico y de enriquecimiento sociocultural
para los lugares receptores si las dinámicas que implica (incremento poblacio-
nal, acceso a los terrenos, a la vivienda y a la provisión de servicios públicos, etc.)
fueran adecuadamente abordadas por los gestores públicos de todos los niveles
del Estado. De manera evidente se trata de un asunto que estructuralmente ha
desbordado las capacidades estatales, lo que hace que las personas confundan
la migración con la inadecuada gestión que se ha hecho de la misma, creándose
una imagen negativa de los procesos migratorios.
• En algunos de los municipios se hizo referencia a la diversidad cultural del
país y a las contradictorias opiniones que ésta genera como fuentes de vio-
lencia. Sin embargo, se debe apuntar que la diferencia en sí misma no es la
desencadenante, sino que las construcciones sociales y políticas en torno a
ella son las que dificultan el relacionamiento entre diversos, que –como se
evidenció en varios de los párrafos anteriores– está impregnado de prejuicios
y estereotipos negativos sobre el otro, dando lugar a conductas racistas, dis-
criminadoras e intolerantes, erosionando los lazos sociales y dificultando la
convivencia pacífica.
• El desconocimiento del “otro”, las posiciones políticas intransigentes, los in-
tereses regionales, entre muchos otros factores, son elementos que alimentan
este panorama. El enfoque de la interculturalidad propone canalizar cons-
tructivamente estas diferencias, de manera de reducir las tensiones sociales
que pueden incluso derivar en violencia. Uno de los pasos necesarios en este
sentido es trabajar en la deconstrucción de la imagen del otro como potencial
enemigo, lo que a su vez está relacionado con la transformación de los pre-
juicios y estereotipos negativos. La Escuela de Cultura de Paz de Barcelona,
cuya propuesta ha sido retomada por la Fundación UNIR Bolivia, indica en
este sentido que es importante diferenciar las personas de los conflictos y los
problemas, confusión que, como se evidenció en los resultados de la investi-
gación, ocurre con mucha frecuencia. Asimismo, plantea la necesidad de es-

Conclusiones 329
tablecer momentos para la canalización de las emociones, trabajar conceptos
flexibles de la identidad propia y la colectiva poniendo énfasis en las similitu-
des (y no así en las diferencias), promover espacios de diálogo, escucha activa
y reconocimiento del otro. Se requiere incentivar también la comprensión de
las causas de fondo de los conflictos y la búsqueda de necesidades comunes
entre grupos, así como encontrar soluciones creativas a los problemas.3 La
educación, que juega un rol fundamental, fue abordada reiterativamente por
quienes participaron de las entrevistas y grupos focales del estudio, tema que
se retoma más adelante.

Violencia de género e intrafamiliar


• La violencia de género e intrafamiliar es otra forma de violencia cultural, que
muy frecuentemente se expresa de manera directa (física y sexual), pero tam-
bién psicológica. En la gran mayoría de los municipios donde se desarrolló la
investigación se hizo referencia a estos tipos de violencia, aunque en tierras
bajas se mencionó con mayor énfasis la sexual. Se indicó que las principales
víctimas son las mujeres, así como los niños y niñas, y que el espacio donde
más se ejercen estas violencias es el hogar, pero también la escuela, lugares
donde se aprenden y reproducen estas prácticas. Tales percepciones coinci-
den con lo que expresan las estadísticas en torno al tema.
• Las particularidades de cada zona pusieron en evidencia el maltrato y las
agresiones a las que están expuestos mujeres, niños y niñas. Sin embargo, los
testimonios también muestran el elevado grado de naturalización de este tipo
de violencia, que se expresa en las permanentes justificaciones –e incluso legi-
timaciones– de su uso de parte de hombres y mujeres, en la idea de que es una
realidad que debe ser sobrellevada y también en que, a veces, no se percibe
cuando se la está ejerciendo o cuando se es víctima de ella.
• Varias miradas apuntaron al machismo como uno de los factores fundamenta-
les detrás de la violencia contra las mujeres en Bolivia y también se mencionó
el desconocimiento de derechos por parte de las víctimas, así como el temor de

3 Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, “(Deconstruir) la imagen del


enemigo”, separata publicada en la Revista Lazos nº 5 y 6, Fundación UNIR Bolivia, 2008.

330 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


denunciar esos hechos. El consumo en exceso de alcohol se visualizó como uno
de los principales detonantes, e incluso se lo utilizó como atenuante o justifica-
tivo de tales acciones. En este mismo sentido, la violencia contra los niños en
ocasiones se justificó como parte necesaria de la educación. Por otro lado, en
tierras altas se mencionó en más de una oportunidad que la violencia se debe a
las dificultades económicas por las que atraviesan los hogares, generando senti-
mientos de frustración que derivarían en agresiones físicas y psicológicas. Esto
también está relacionado con la violencia económica-patrimonial, sustentada
en el ejercicio de los roles tradicionales de género, que atribuyen al varón la
responsabilidad de la subsistencia económica de la familia, constituyéndose en
un argumento para ejercer y justificar la violencia de género e intrafamiliar.
• En este contexto resulta urgente propugnar la igualdad de derechos y opor-
tunidades para hombres y mujeres, visibilizando y promoviendo la participa-
ción de la mujer en los procesos de transformación de conflictos, así como en
la construcción de una cultura de paz. Es necesario encarar el tema de violen-
cia de género e intrafamiliar como una corresponsabilidad entre el Estado, las
organizaciones de la sociedad civil, las autoridades departamentales, locales y
originarias, para lo cual se requiere crear redes que aúnen las potencialidades
y no disgreguen el esfuerzo de las instituciones. Se podría igualmente elabo-
rar protocolos que frenen este tipo de violencia y reforzar los mecanismos
que apunten a un mayor y mejor cumplimiento de las normas. Asimismo,
es preciso desmontar aquellos patrones culturales como el machismo o la
utilización de la violencia para educar, entre otros, además de promover una
educación que fomente relaciones igualitarias, solidarias, respetuosas y que
impulsen, por sí mismas, la erradicación de cualquier tipo de violencia.

Inseguridad ciudadana y justicia por mano propia


• Como se mencionó anteriormente la pobreza ha sido identificada como una
de las condiciones que genera inseguridad ciudadana, además del elevado
consumo de alcohol y drogas en las ciudades, así como con el incremento del
número de pandillas, conformadas principalmente por jóvenes. Asimismo, se
apuntó el tema de la debilidad institucional de la Policía. Este último factor

Conclusiones 331
fue uno de los principales argumentos esgrimidos por quienes justifican prác-
ticas como el linchamiento.
• A pesar de la significación negativa que se le atribuyó al linchamiento, algu-
nos de los entrevistados justificaron su uso, considerándolo un mecanismo de
defensa ante la inseguridad ciudadana, así como una táctica de amedrenta-
miento hacia aquellas personas que intenten cometer actos delictivos.
• Otra forma de contrarrestar la inseguridad y regular la convivencia recono-
cida por los participantes del estudio, fue la justicia comunitaria. En muchos
de los casos ésta se asoció a las normas establecidas en las comunidades que
regulan los actos delictuosos. Sin embargo, sigue predominando la represen-
tación de que justicia comunitaria y linchamiento son equivalentes. A pesar
de los avances existentes en cuanto a investigación e información acerca de
la primera, se hace manifiesta la necesidad de seguir trabajando en la difu-
sión de la diferencia y alcances de cada uno de ellos. Del mismo modo, es
indispensable reconocer la importancia de la justicia comunitaria como un
mecanismo de regulación y gestión de los conflictos, también expresada por
los entrevistados.

Sobre paz y cultura de paz


• Al igual que lo mencionado sobre la violencia, se pudo observar que las repre-
sentaciones sociales sobre la paz se encuentran estrechamente relacionadas
con el contexto en el que habitan quienes participaron del estudio. Por ejem-
plo, en lugares que atravesaron o atraviesan por algún conflicto de magnitud,
predominó la idea de paz negativa, es decir una situación en que la ausencia
de ese conflicto determina que exista paz. En algunas áreas rurales de tierras
altas la paz se asoció con vivir de acuerdo con las tradiciones ancestrales, y,
en comunidades de tierras intermedias, fue un concepto que se relacionó con
el éxito de sus actividades productivas. En varios municipios de tierras bajas
la paz y la cultura de paz se consideraron conceptos nuevos, aunque en las
asociaciones se identificaron elementos que se refieren a la paz directa, a la
estructural y a la cultural.
• En general los entrevistados tuvieron posiciones diferenciadas en torno a la
posibilidad de construcción de paz en el país. Algunos consideraron que ésta

332 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


es un ideal irrealizable, mientras que otros señalaron que sí es posible en la
medida en que se resuelvan determinados problemas que aquejan a Bolivia.
En cuanto a los primeros, se señaló que es difícil imaginar la paz cuando se
convive cotidianamente con realidades violentas; así lo expresaron por ejem-
plo mujeres víctimas de violencia intrafamiliar o personas aquejadas por la
pobreza, apuntando la necesidad de lograr equidad socioeconómica como
requisito indispensable para la paz. Estas apreciaciones ponen en evidencia
la indispensabilidad de ir trabajando paralelamente en la consecución de las
distintas dimensiones de paz (directa, estructural y cultural).
• Por su parte, quienes se mostraron más optimistas hicieron una serie de su-
gerencias para avanzar en la construcción de paz y de cultura de paz. Al res-
pecto, hubo una interesante coincidencia en las tres macrorregiones respecto
de cuáles serían estos mecanismos: la promoción de la gestión y la transfor-
mación constructiva de los conflictos, la interculturalidad, la atenuación de la
violencia estructural, la educación “vital en la transmisión de nuevos valores”
y la modificación de comportamientos y actitudes personales, entre otros fac-
tores. En tierras intermedias y bajas se mencionó la espiritualidad y la religión
como elementos también necesarios para lograr el objetivo mencionado. Si
bien varias de las propuestas se enfocaron en cambios estructurales que im-
plicarían largos procesos para ser percibidos, también se consideró relevante
trabajar desde lo individual, desde las decisiones personales, desde lo coti-
diano. Es finalmente necesario complementar que la paz en una sociedad es
verdaderamente sostenible solamente si tiene como sustento una cultura de
paz, edificada (no impuesta, señalaron algunos) sobre la base de la interacción
constructiva entre diferentes, respetando los derechos de las personas, tanto
individuales como colectivos.
• Otro denominador común en la mayoría de las entrevistas y grupos focales
fue que la responsabilidad de la superación de la violencia, así como la cons-
trucción de cultura de paz, es de los líderes políticos y del Estado, los cuales
podrían, desde las políticas públicas y desde el discurso, promover los consen-
sos y la armonía. Esta perspectiva se reforzó en los lugares que identificaron a
los gobernantes y a la política como principales promotores de la violencia. Si
bien es indudable que éstos tienen un rol crucial y pueden coadyuvar a con-

Conclusiones 333
ducir los procesos sociales hacia la paz o hacia la violencia “como uno de los
participantes expresó, en concordancia con lo que también señala la teoría
del liderazgo político”, la complejidad de tales tareas exige la concurrencia de
una multiplicidad de actores, además de los públicos.
• Algunos participantes destacaron la importancia y la necesidad de conocer
y aprender de las prácticas indígenas, originarias y afrobolivianas sobre el
manejo de conflictos y la construcción de paz. Miembros de estos pueblos
indicaron que recurren al diálogo, la deliberación y a la escucha activa del
otro como forma de resolución de controversias (guaraníes, ayoreos y afro-
bolivianos); promueven la solidaridad (ayoreos y tierras altas); expresan sus
sentimientos, pero pensando siempre en el otro (guaraníes); rescatan conti-
nuamente principios y valores que tradicionalmente tiene su cultura (tierras
altas y ayoreos). En más de una oportunidad se mencionó que el contacto con
la naturaleza los invita a ser pacíficos (esse ejja) y que los espacios de relacio-
namiento social como las fiestas coadyuvan a la construcción de paz (afro-
bolivianos y guaraníes). Estos temas merecen ser profundizados y abordados
en próximas investigaciones en las que, además, se balancee la posibilidad de
aplicación de tales herramientas en contextos diferentes.
• En general, las personas entrevistadas en todo el país identificaron a los me-
dios de comunicación como principales transmisores de violencia, argumen-
tando que no cuidan los contenidos que divulgan porque su prioridad es el
rating, replican prácticas foráneas no pacíficas (idea recurrente en tierras altas)
y facilitan la pérdida de valores en la sociedad boliviana. Desde una perspec-
tiva más sociopolítica se indicó también que éstos tergiversan la información
y favorecen la radicalización de los conflictos. A pesar de ello, en algunos
casos se señaló que los medios pueden tener un rol constructivo sumamente
relevante, por ejemplo en lo que respecta a la pacificación de los conflictos so-
ciales que permanentemente tienen lugar en el país. Por otro lado, se apuntó
que es tarea de los medios mostrar más noticias constructivas y no concen-
trarse tanto en lo negativo y en la violencia. Precisamente ésta es una de las
medidas concretas que plantean los especialistas: visibilizar los procesos de
negociación y de diálogo, así como los esfuerzos que hacen diferentes sectores
para construir una cultura de paz. Es necesario promover que los medios de

334 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


comunicación privada y estatal y los periodistas ejerzan una labor informati-
va de calidad orientada a la convivencia pacífica, democrática e intercultural,
así como sensibilizar a la ciudadanía para que ejerza de mejor modo el dere-
cho a la información y la comunicación.
• La educación fue uno de los temas transversales de la investigación. El insufi-
ciente acceso a la misma y las deficiencias del sistema educativo fueron identi-
ficadas como una de las principales causas de la violencia directa, estructural
y cultural. Así, se trata de un tema vital para avanzar en la construcción
de una paz integral y sostenible, posición constantemente mencionada por
los participantes. En los municipios de tierras altas e intermedias se sugirió
enfáticamente incluir en la currícula educativa la materia de derechos huma-
nos, permitiendo la aprehensión de valores pacíficos, la decodificación del
pensamiento basado en la cultura de la violencia y el aprendizaje sistemático
de los derechos y deberes de las personas. En la educación recae también la
promoción del ejercicio de una ciudadanía plena, que refuerce el sentido de
corresponsabilidad en el destino de lo público, elemento que, como se vio
anteriormente, no está del todo presente en el país.
• La educación para la paz debe basarse en los principios de respeto, solidari-
dad, libertad, justicia y equidad, así como en el trabajo sistemático de decons-
trucción de los prejuicios y estereotipos negativos sobre los otros. Además, se
sugiere: definir una propuesta estratégica de gestión del conocimiento que
contribuya a atenuar las visiones negativas sobre el poder, la política y el con-
flicto; desarrollar programas educativos que impulsen una mirada reflexiva
y crítica sobre los medios de comunicación, especialmente la televisión, así
como Internet y los juegos interactivos, entre otros; promover la reflexión, el
análisis, el debate y la investigación sobre la cultura de paz y la no violencia
y su transversalización; crear y ejecutar iniciativas educativas que mejoren
la convivencia escolar, para lo cual se pueden instalar gabinetes de asesora-
miento de cultura de paz en los colegios y universidades, elaborar programas
de arbitraje y mediación de conflictos, así como diseñar materiales didácticos
que faciliten en el aula la educación para la paz y la no violencia.
• Construir cultura de paz implica también identificar los conectores o capaci-
dades locales de paz y los divisores que generan tensiones entre los diferentes

Conclusiones 335
sectores y grupos de la sociedad, propuesta retomada del método “Acción
sin daño”4. Con respecto a los primeros, se trata de visualizar cuáles son los
sistemas e instituciones que convocan al respeto, la tolerancia y la paz; las
actitudes y acciones constructivas; los valores e intereses compartidos; las ex-
periencias comunes, los símbolos y celebraciones. En cuanto a los divisores, es
reconocer los sistemas o instituciones que reproducen la violencia estructural,
cultural y/o directa; las actitudes y acciones no constructivas y los valores,
intereses y experiencias diferentes. En la presente investigación se han siste-
matizado los principales conectores y divisores encontrados en los testimonios
de las personas entrevistadas, presentados en detalle en el anexo 1.
• En síntesis, la paz no es sinónimo de eliminación de los conflictos ni de ausen-
cia de problemas; esto sería en todo caso imposible dado que éstos sí son inhe-
rentes a las relaciones humanas. Sin embargo, sí es posible trabajar en que los
conflictos no deriven en violencia (paz directa), avanzar hacia la construcción
de una sociedad más justa y equitativa en términos socioeconómicos (paz
estructural), en la que se reconozcan, respeten y valoren las diferencias étni-
co culturales, generacionales, de género, de opción sexual, entre otras, y se
construyan valores mínimos compartidos (paz cultural). Para ello, es también
necesario trabajar en el reemplazo paulatino de la cultura de la violencia por
la cultura de paz. Esto requiere la conformación de una red nacional de ins-
tituciones públicas y privadas, organizaciones sociales y personas clave en las
diferentes regiones del país que trabajen en la consecución de tales objetivos.
• Si bien este proceso puede ser largo y complejo, es relevante insistir en que, al
igual que la violencia, la paz es una construcción social, algo que se aprende
y que, por tanto, sí es posible.

4 Programa de Naciones Unidas (PNUD), Acción sin daño como aporte a la construcción de paz: propuesta para la
práctica [en línea]; ed. Armonía Impresores, Colombia, 2011 [Fecha de consulta: febrero 2013). Disponible
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Von Vacano, Pablo y Osvaldo Nina, La Dinámica del Sector de la Castaña en Bolivia y su Impacto
sobre la Pobreza, Grupo Integral S.R.L., La Paz, 2008, p. 4.

Yañez, Ernesto, Estudios de aproximación a la pobreza y distribución del ingreso: municipios del norte de
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Zárate, Caty Luz, Aportes para la construcción de paz en la escuela: sistematización de la experiencia del
proceso Cultura Cívica de Paz en Llallagua y Tarija Fase I y Fase II, PADEP-GTZ, 2009, p. 25.

Bibliografía 347
ANEXOS
Anexo 1
Conectores y Divisores

Entre los supuestos más importantes del concepto Do no Harm (No hacer daño) se
establece que en todas las situaciones de confl icto violento o guerra existen factores
que vinculan a aquellas personas que se hallan enfrentadas, y se los ha denominado
conectores o capacidades locales de paz. Del mismo modo, se destaca que en situaciones de
confl icto o guerra existen elementos que dividen y tensionan a las sociedades.
Empleando esta propuesta, uno de los propósitos de la investigación fue identi-
fi car aquellos conectores y divisores de modo que se pueda impulsar los primeros y
contribuir a superar los segundos. Esta labor resultó compleja, esencialmente por-
que, en el imaginario y en el discurso de las personas que participaron del estudio,
los divisores se encuentran más arraigados e internalizados que los conectores. Sin
embargo, en algunos casos los divisores se transforman en conectores pues articulan
demandas y reivindicaciones de sectores históricamente excluidos y marginados. Un
ejemplo de ello es la discriminación, la cual se identifi ca como un divisor en el tejido
social, mas puede convertirse en un conector de aquellos grupos o sectores que se
ven afectados por ella.
Por otra parte, un importante número de personas que participaron del estudio
consideran a instituciones como la Defensoría del Pueblo, Derechos Humanos, los
Servicios Legales Integrales Municipales (SLIM) y organizaciones no gubernamen-
tales que trabajan en las áreas de mediación y resolución de confl ictos, entidades
que exhortan al respeto de los derechos, la tolerancia y la transformación construc-
tiva de los confl ictos; por consiguiente, como posibles articuladoras del tejido social.
Del mismo modo se hizo referencia, especialmente en las localidades indígenas que
formaron parte del estudio, a la Asamblea como un importante espacio de toma de
decisión colectiva y de concertación.

Conclusiones 351
A pesar de las diferencias culturales, económicas, sociales y políticas existentes en-
tre las diferentes poblaciones que conforman el país, se pudo identificar nociones que
las interconectan: la solidaridad, el respeto, la libertad, la amistad, el compañerismo,
así como los valores espirituales y tradicionales.
Asimismo, hubo una importante coincidencia entre la mayoría de los participan-
tes en considerar a la fiesta otro conector, pues se reconoce como punto de encuentro
entre diversos, facilitando el acercamiento desde un relacionamiento horizontal y
permitiendo reducir las distancias sociales. También se distingue como espacio de
fortalecimiento y revaloración de la identidad local, regional e incluso nacional. Sin
embargo, para otros entrevistados, la fiesta, al estar acompañada por bebidas alco-
hólicas, sólo ocasionaría hechos violentos.
La situación de pobreza, así como el anhelo de mejorar la condición de vida y
lograr igualdad de oportunidades, se han convertido en elementos que conectan a
grupos de tierras altas y poblaciones indígenas de tierras bajas, principalmente. La
ausencia de instancias gubernamentales que promuevan el desarrollo de estas áreas
postergadas se ha identificado como un importante articulador de las exigencias de
estos sectores.
Un importante número de entrevistados, especialmente de tierras bajas, apuntó
al Gobierno Central como divisor, pues se lo considera responsable de las tensiones
y la descomposición social existente en el país. Así también se señaló a los medios de
comunicación como causantes de la exacerbación de los conflictos y de la manipu-
lación de la información, suscitándose de ese modo mayor fraccionamiento entre los
sectores ya polarizados. El patriarcado como sistema predominante fue otro divisor
mencionado con insistencia durante la investigación, tanto en tierras altas como in-
termedias y bajas.
Finalmente, se identificaron aquellas actitudes y acciones que generan división;
entre ellas destacan: la polarización política, la persecución política, actitudes funda-
mentalistas, la desconfianza y la intolerancia.

352 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Anexo 2
Entrevistas en profundidad
en tierras altas

Departamento de La Paz
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Director de Asuntos Legales del Gobierno
Autónomo Departamental de La Paz
Director de Gobernabilidad del Gobierno Autónomo Mu-
nicipal de La Paz
La Paz Funcionario del Defensor del Pueblo
Representante máximo de CONAMAQ (Consejo Nacio-
nal de Ayllus y Markas del Qullasuyu
Representante de ADESPROC Libertad GLBT (Asocia-
ción Civil de Desarrollo Social y Promoción Cultural)
Secretario General del Gobierno Autónomo Municipal de
El Alto
Funcionaria de la Brigada Policial Femenina de El Alto
Representante de la Iglesia Católica - Cuerpo de Cristo
El Alto Representante de la Central Obrera Regional (COR) El
Alto
Presidenta de Juntas Vecinales de El Alto
Máximo ejecutivo de la Federación Universitaria de la Uni-
versidad Pública de El Alto (UPEA)
Secretario Ejecutivo
Tocaña Secretario de Justicia
Mujer de la tercera edad más antigua de Tocaña

Conclusiones 353
Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Sanbuena-
ventura
San Buenaventura
Representante del Comité de Vigilancia
Analista político

Departamento de Oruro
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Secretario General del Gobierno Autónomo Departamen-
tal de Oruro
Oruro Secretario General del Gobierno Autónomo Municipal de
Oruro
Dirigente de Juntas Vecinales de Áreas Periurbanas
Abogada de la Defensoría de la Niñez
Huanuni Funcionaria de la Coordinadora de la Mujer
Secretario del Sindicato Minero de Huanuni
Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Santiago
de Huari
Santiago de Huari
Corregidor
Gerente de la Cervecería Boliviana Nacional - Huari
Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Quillacas
Comité Cívico de Quillacas
Quillacas Socia de la Asociación de Productores Originarios Santua-
rio de Quillacas (APRODESQUI) y ex Concejala de Qui-
llacas

Departamento de Potosí
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Responsable de atención ciudadana de la Defensoría del
Pueblo
Potosí Presidente del Comité Cívico
Secretaria Ejecutivo de la Federación Universitaria de la
Universidad Autónoma Tomás Frías

354 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Uncía
Directora de la Carrera de Derecho de la Universidad Au-
Uncía
tónoma Tomás Frías sede Uncía
Representante de la Federación de Juntas Vecinales
Oficial Mayor del Gobierno Autónomo Municipal de Lla-
llagua
Llallagua Responsable de la Mesa Defensorial de Llallagua
Representante Sindical de los Trabajadores Mineros de Bo-
livia y Vicerrector de la Universidad Siglo XX
Ex Alcalde Comunal
Chuquiuta Representante del Comité Cívico
Presidente de una Organización territorial de Base (OTB)

Grupos Focales
Tierras Altas
Departamento de La Paz
Municipio y/o Comunidad Grupo Focal
Personas de la tercera edad
Jóvenes de la zona Max Paredes
La Paz Estudiantes de Psicología de la Universidad Mayor de San
Andrés (UMSA)
Vecinos de la Zona Sur
Estudiantes de diversas carreras de la Universidad Pública
de El Alto (UPEA)
Micro prestatarios de la Fundación CRECER (zona Senka-
El Alto ta)
Mujeres de la organización Gregoria Apaza
Estudiantes de la Universidad Mayor de San Andrés
(UMSA) residentes en El Alto
Tocaña Población afroboliviana de Tocaña
Población Esse Ejja
San Buenaventura
Pobladores de San Buenaventura

Conclusiones 355
Departamento de Oruro
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Estudiantes de Post grado de la Universidad Técnica de
Oruro Oruro
Representantes de áreas periurbanas

Huanuni Red nacional de la Mujer y Minería

Santiago de Huari Mujeres pertenecientes a la organización Bartolina Sisa

Mujeres socias de la Asociación de Productores Originarios


Quillacas
Santuario de Quillacas (APRODESQUI)

Departamento de Potosí
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a

Potosí Estudiantes de la Universidad Autónoma Tomás Frías

Uncía Estudiantes de la Universidad Autónoma Tomás Frías

Llallagua Estudiantes de la Universidad de Llallagua Siglo XX

Mineros de Capasirca
Chuquiuta
Pobladores de Capasirca

3. Asociación Libre de Palabras


El instrumento de asociación libre de palabras se aplicó a pobladores de los mu-
nicipios y/o comunidades en las que se desarrolló la investigación en tierras altas.

356 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Anexo 3
Entrevistas en profundidad
en tierras intermedias

Departamento de Cochabamba
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Funcionaria de la Defensoría del Pueblo
Representante de la Federación de Campesinos
Presidenta del Colectivo TLGB
(Transexual, Lésbico, Gay y Bisexual)
Cochabamba (Cercado)
Portavoz del Arzobispado
Sociólogo y analista político
Socióloga y analista política
Miembro de la organización Jóvenes Comunitarios
Concejala del Gobierno Autónomo Municipal de Quilla-
collo
Ex Alcalde y ex Concejal
Responsable de Servicios Legales Integrales Municipales
Quillacollo
(SLIM)
Psicóloga de SLIM y colaboradora de la Defensoría de la
Niñez y Adolescencia
Responsable del área de Conciliación Ciudadana

Conclusiones 357
Asambleísta departamental
Concejal suplentem del Gobierno Autónomo Municipal
de Villa Tunari
Oficial Mayor del Gobierno Autónomo Municipal de Villa
Tunari
Villa Tunari Concejal
Ex Concejal
Defensor del Pueblo
Suboficial conciliador
Funcionaria de SLIM
Párroco
Concejala del Gobierno Autónomo Municipal de Puerto
Villarroel
Funcionaria de SLIM
Puerto Villarroel Ex representante del Comité Cívico
Poblador indígena yuki
Habitante de Puerto Villarroel
Habitante de Puerto Villarroel

Departamento de Chuquisaca
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Responsable del área de Descolonización y Culturas del
Gobierno Autónomo Departamental de Chuquisaca
Ex Alcaldesa del Gobierno Autónomo Municipal de Sucre
Defensora del Pueblo
Ex Senador
Cabo de Policía de la Unidad Turística
Sucre Presidente de la Fundación Tréveris
Directora del Centro Juana Azurduy
Director del Instituto Politécnico Tomás Katari (IPTK)
Director de Radio La Plata
Docente de la Universidad San Francisco Xavier de Chu-
quisaca
Estudiante

358 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Tarabuco
Oficial Mayor de Cultura del Gobierno Autónomo Muni-
cipal de Tarabuco
Comandante Provincial de la Policía de Tarabuco
Tarabuco
Psicóloga de SLIM y de la Defensoría de la Niñez y Ado-
lescencia
Párroco de San Pedro de Tarabuco
Funcionarias de la organización no gubernamental Juanas
Juez de Instrucción de Tomina
Responsable de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia
y de SLIM
Facilitadora Municipal de EIMID (Educación Inicial Mo-
Tomina
dalidades Indirecta y Directa)
Secretaria del Instituto Técnico Superior
Poblador de Tomina
Pobladora de Tomina
Concejal del Gobierno Autónomo Municipal de Montea-
gudo
Ex representante del Comité Cívico
Policía
Monteagudo Funcionaria de SLIM
Funcionario de Derechos Humanos
Representante del Consejo de Capitanes Guaraníes de
Chuquisaca (CCCH)
Representante del CCCH

Conclusiones 359
Departamento de Tarija
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Ex Diputado
Responsable de la Fundación AVINA-Bolivia
Periodista de Radio ACLO
Directora del Equipo de Comunicación Alternativa con
Tarija Cercado Mujeres (ECAM)
Director Ejecutivo del Instituto Interamericano de Coope-
ración para la Agricultura (IICA)
Organización Agua Sustentable
Representante de la Federación de Campesinos
Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Entre Ríos
Párroco de la Iglesia
Funcionaria de SLIM
Conductoras del programa radial CENTIR
Experto del Centro de Estudios Regionales de Tarija (CER-
Entre Ríos DET)
Dirigente de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG)
Director de Radio Abigail
Director del colegio Franz Tamayo
Mujer policía
Varón policía
Concejal
Funcionaria de SLIM
Presidenta de la Federación de Mujeres de los Barrios
Yacuiba
Capitán de Policía responsable de seguridad ciudadana
Dirigente gremial
Representante de Juntas Vecinales

360 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Villamontes
Párroco
Funcionaria de SLIM
Villamontes Directora del colegio Julio Graum
Capitana comunal de la APG
Capitán Grande del pueblo indígena weenhayek
Comunicador

Grupos Focales
Departamento de Cochabamba
Municipio y/o Comunidad Grupo Focal
Semilla de Mostaza (Arquidiócesis de Cochabamba)
Institucional (Derechos Humanos, Red TLGB, Plataforma
Cochabamba de la Mujer por la Ciudadanía y equidad, jefa del Servicio
Legal Integral de Cercado)
Estudiantes Universidad Mayor de San Simón

Club de Madres Barrio Manaco


Quillacollo
Juntas Escolares

Funcionarios del Defensor del Pueblo

Estudiantes de secundaria de la Unidad Educativa Francis-


Villa Tunari
co Vignaud
Transportistas

Puerto Villarroel Estudiantes del Colegio Abaroa

Conclusiones 361
Departamento de Chuquisaca
Municipio y/o Comunidad Grupo Focal
Fundación Acción Cultural Loyola (ACLO)
Institucional (Centro Juana Azurduy, Centro Sayariy War-
Sucre mi, Defensoría del Pueblo, ACLO, CONBOJUV)
Jóvenes de la Fundación Treveris
Estudiantes del colegio Sagrado Corazón
Tarabuco Estudiantes del colegio Aniceto Arce
Tomina Estudiantes del colegio 25 de Julio
Monteagudo Estudiantes del colegio Rebeca de la Vega

Departamento de Tarija
Municipio y/o Comunidad Grupo Focal
Grupo “Mujeres en acción”
Red de organizaciones juveniles
Tarija Cercado
Institucional (Mujeres en Acción, UCB, ECAM, Agua Sus-
tentable, Habitat)
Entre Ríos Mujeres y hombres de la Central Campesina
Organización de mujeres “Barrio Luz y Fuerza”
Yacuiba
Estudiantes del colegio Sagrado Corazón
Mujeres del lugar
Villamontes
Estudiantes del colegio Julio Grevaux

Asociación libre de palabras


El instrumento de asociación libre de palabras se aplicó a pobladores de los mu-
nicipios y/o comunidades en las que se desarrolló la investigación en tierras inter-
medias

362 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Anexo 4
Entrevistas en profundidad
en tierras bajas

Departamento de Santa Cruz


Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Presidenta Nacional de Participación Ciudadana y Control
Social
Presidente de Asociación de Comités de Vigilancia de San-
ta Cruz (ACOVICRUZ)
Analista política de la Cámara de Industria, Comercio, Ser-
vicios y Turismo de Santa Cruz (CAINCO)
Primer Vicepresidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz
Representante de la Asamblea de Derechos Humanos
Santa Cruz
Presidente de la Unión Juvenil Cruceñista
Coronel de la Policía Técnica Judicial (PTJ) de la Dirección
de Prevención del Robo de Vehículos (DIPROVE)
Secretario de Relaciones del Sindicato de Transportistas de
Santa Cruz
Presidente de la Confederación de Gremiales de Santa
Cruz
Funcionaria del Viceministerio de Autonomía

Conclusiones 363
Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Camiri
Subalcalde de la Capitanía Kami
Ex Presidente de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG)
Presidente de Comité de Vigilancia
Jefe del Comando de Policía de Cordillera
Camiri
Responsable de la Defensoría de Camiri
Decano de la Facultad Integral del Chaco
Consultor externo de oficina de Recursos Naturales y Me-
dio Ambiente de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG)
Militante del Comité de Defensa del Río Parapetí Pozo 4

Departamento de Santa Cruz


Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Presidente del Honorable Concejo Municipal del Gobier-
no Autónomo Municipal de San Julián
Director del Departamento de Desarrollo Económico y
Medio Ambiente
Responsable de Género y Familia del Municipio
Responsable de la Defensoría de la Niñez
Policía de San Julián
San Julián
Sub Alcalde de Distrito Villa Paraíso
Presidenta del Comité Femenino de San Julián, Distrito Vi-
lla Paraíso
Esposa del Corregidor de Villa Paraíso
Representante de la Confederación de Pueblos Indígenas
de Bolivia (CIDOB)
Habitante de San Julián
Investigadora de Apoyo para el Campesino-Indígena del
Oriente Boliviano (APCOB)
Dirigente de la Confederación de Pueblos Indígenas de
Bolivia(CIDOB), parte técnica del Pueblo Ayoreo
Poza Verde
Profesor de escuela
Presidente de Junta Escolar
Representante de Misión Sudamericana
Asambleísta Departamental del Pueblo Ayoreo
364 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia
Departamento del Beni
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Gerente de la Federación de Ganaderos del Beni y Pando
(FEGABENI)
Líder de la Central de Pueblos Indígenas del Beni (CPIB)
Integrante del Comité Cívico
Presidente de la Asociación de Municipios de Beni (AM-
DEBENI)
Trinidad
Responsable del Programa de Capacitación de la Asocia-
ción de Municipios de Beni (AMDEBENI)
Presidenta de la Central de Mujeres Indígenas del Beni
(CMIB)
Dirigente de la Central de Pueblos Indígenas de Bolivia
(CIDOB)

Sub gobernador
Alcalde Interino del Gobierno Autónomo Municipal de Ri-
beralta
Presidente de la Central Indígena de la Región Amazónica
Riberalta de Bolivia
Secretario General de la Cámara de Exportadores del Nor-
te
Gerente de la Unión Agroindustrial de Cañeros (UNA-
GRO)
Funcionario de Recursos Humanos de la Unión Agroindus-
trial de Cañeros (UNAGRO)
Alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de Guayara-
merín
Concejala Municipal del Gobierno Autónomo Municipal
Guayaramerín
de Guayaramerín
Presidente de la Federación de Juntas Vecinales
Presidenta del Comité Cívico Femenino

Conclusiones 365
Asambleísta Departamental
Concejala del Gobierno Autónomo Municipal de San Ig-
nacio de Moxos
Presidenta del Territorio Indígena Moxeño Ignaciano
San Ignacio de Moxos (TIMI)
Responsable del proyecto de aprovechamiento sostenible
del motacú en el Territorio Indígena Moxeño Ignaciano
Presidente de la Federación de Juntas Vecinales
Presidenta de la Asociación de Mujeres Artesanas Lorenza
Congo

Departamento de Pando
Municipio y/o Comunidad Entrevistado/a
Presidente del Honorable Concejo Municipal del Gobier-
no Autónomo Municipal de Cobija
Coronel del Comando Conjunto de Cobija
Encargada de la Defensoría de la Niñez
Ejecutivo de la Federación Única y Campesina de Pando
Encargada de Asuntos de Género de la Central Obrera De-
partamental (COD)
Cobija
Ejecutivo Departamental de Fabriles
Trabajador representante del sindicato de una empresa del
lugar (se solicitó mantener en el anonimato a la empresa)
Integrante de la Organización de Líderes de Pando (agru-
pación de jóvenes formada alrededor del Comité Cívico)
Periodista
Líder universitario
Alcalde Municipal del Gobierno Autónomo Municipal de
Porvenir
Responsable de la Defensoría
Porvenir Presidente del Comité de Vigilancia
Ex corresponsal de FIDES
Profesora de nivel básico
Pobladora de Porvenir

366 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia


Alcalde Municipal del Gobierno Autónomo Municipal de
Filadelfia Filadelfia
Miembro de la agrupación de mujeres Bartolina Sisa
Alcalde Municipal del Gobierno Autónomo Municipal de
Gonzalo Moreno
Gonzalo Moreno Directora Defensoría de la Niñez
Representante de Mujeres Amazónicas
Representante de los primeros pobladores

2. GRUPOS FOCALES
Departamento de Santa Cruz
Municipio y/o Comunidad Grupo Focal
Delegados del Comité de Vigilancia de los Distritos 2, 7, 8
y 10
Santa Cruz Asociación de comunicadores
Estudiantes universitarios
Miembros de Radio Patria Nueva
Camiri Comunarios de Alto Camiri
Mujeres de asociación productiva capacitada por CARI-
San Julián TAS en Villa Paraíso
Miembros de la Comunidad El Fortín Libertad
Poza Verde Mujeres de la comunidad Poza Verde

Departamento del Beni


Municipio y/o Comunidad Grupo Focal
Universitarios de la Universidad del Valle (UNIVALLE)
Miembros de la Central de Pueblos Indígenas del Beni
Trinidad
(CPIB) y de la Central de Mujeres Indígenas del Beni
(CMIB)
Mujeres de la comunidad de diversas Unidades Educativas
Riberalta Miembros de la Federación de Trabajadores Fabriles de
Riberalta

Conclusiones 367
Estudiantes de la Unidad Educativa “Nocturno Beni”
Guayaramerín
Miembros de la Central Campesina de Guayaramerín
Miembros del Grupo de Mujeres Artesanas de Lorenza
San Ignacio de Moxos
Congo

Departamento de Pando
Municipio y/o Comunidad Grupo Focal
Periodistas de Cobija
Cobija
Miembros del Comité Cívico
Miembros del Concejo Municipal del Gobierno Autónomo
Porvenir
Municipal de Porvenir
Miembros del Concejo Municipal del Gobierno Autónomo
Filadelfia
Municipal de Filadelfia
Gonzalo Moreno Pobladores

3. Asociación libre de palabras


El instrumento de asociación libre de palabras se aplicó a pobladores de los mu-
nicipios y/o comunidades en las que se desarrolló la investigación en tierras bajas.

368 Representaciones sociales de la paz y la violencia en Bolivia

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