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Konso.

Valle del rio Omo, Etiopia


Ubicación y poblados
Camino del río Omo y desde Arba Minch nos encontraremos con la ciudad de Konso, en cuyop entorno se localizan
los poblados de la etnia konso.En la cima de las colinas se sitúan las aldeas Konso, verdaderas fortalezas con muros de hasta
3 o 4 m de altura, limpias, ordenadas, en torno a las cuales se extienden las terrazas de cultivo, si bien no es una zona rica.
Dentro de la muralla, están las viviendas que se distribuyen en estrechas callejuelas. Para entrar en una casa hay que entrar a
gatas, lo que permite a la familia ver si es un amigo o no. Así se accede a un patio en el que hay varias construcciones circula-
res con techos de paja, que es donde vive la familia, el establo, y un granero.
El gada y el sistema social
Su estructura social se basa en la pertenencia a uno de los nueve clanes, gada, en que se encuadra la sociedad konso.
Estos gada son exógamos, es decir que los matrimonios se realizan entre personas de clanes diferentes clanes, y las relacio-
nes de parentesco y herencia siguen un modelo patrilineal. Cada gada cuenta con una autoridad religiosa que recibe el título
de pokwalla. El gada, el complejo sistema de "grupos de edad, estructura a los varones konso.
A partir de la adolescencia, los jóvenes entran a formar parte de un "grupo de edad" que tiene la finalidad de irles
preparando para la vida adulta. Esos "grupos de edad" más adelante pasarán a formar parte de clases sociales diferentes
(guerreros, agricultores, ...), hasta que finalmente, el "grupo de edad" llegara en la edad madura, a formar parte de la clase
superior en la sociedad Konso: los ancianos.
Creencias y cultura
Tienen unas ancestrales creencias religiosas, estas son muy diferentes a las otras tribus. Destacan sus totems, y en
concreto sus Konso Waka. Los cuales son objeto de expolio y vendidos en el mercado negro de antigüedades.
Según la tradición fúnebre de la comunidad, los difuntos permanecerán 9 años y 9 meses momificados en una cabaña, tras
este tiempo, son enterrados. Si el difunto fue un guerrero, o mató a un león, o fue una autoridad religiosa o pokwalla se le-
vantara un Konso Waka en las tierras que cultivo, los bordes de los caminos o al lado de sus tumbas, con el fin de represen-
tarle una vez muerto.
Son reconocidos músicos, y tienen bellas danzas indígenas. En general son artesanos muy productivos cuyos produc-
tos se venden en los mercados a otras tribus, o zonas de Etiopia.
Economía
Como otros pueblos vecinos cultivan sorgo, cebada, algodón, maíz y tienen árboles frutales. También recolectan miel
y suelen poseer algunas cabezas de ganado, bueyes, cabras y ovejas.
http://www.omo-valley.com/konso-valle-rio-omo-river-valley

Pueblo Konso - Sur de Etiopía


Conocido por sus elaboradas terrazas de cultivo la ladera de las colinas, sus finos tejidos de algodón, sus tótems de
madera tallada que decoran sus tumbas, y sus aldeas protegidas de elaboradas murallas de piedra, el pueblo Konso goza del
privilegio de hacer sido reconocido, junto a sus tradiciones y territorio, como Patrimonio Cultural de la Humanidad desde el
año 2011.
Descripción
Las tradiciones del pueblo Konso sugieren un patrón complejo de la migración hacia su territorio actual durante los
últimos miles de años, aunque la influencia cultural predominante ha sido la del vecino pueblo. Los Konso fueron conquista-
dos por el ejército del emperador Menelik II en 1897 y, desde entonces, han estado bajo las leyes del Estado etíope. La inclu-
sión de los Konso dentro del estado etíope alentó el crecimiento del comercio y el uso del dinero, pero los mercados de las
aldeas Konso son una característica indeleble de su sociedad ancestral, y durante mucho tiempo han estado familiarizados
con el uso de la barra de sal como moneda. La sal era la importación más importante en tiempos anteriores a la colonia, la
cual luego fue cambiada por el café y productos artesanales. La Misión Luterana Noruega llegó en 1954 y estableció una es-
cuela y una clínica, una escuela de gobierno también se creó un par de años más tarde. Hasta aproximadamente mediados de
1960, las comunicaciones por carretera eran my pobres, lo que contribuyo a que el pueblo Konso permaneciera aislado de la
evolución social de otras partes de Etiopía.
Lugares de interés del territorio Konso
Aldeas amuralladas
El pueblo Konso pone gran énfasis en las estructuras defensivas y este atributo es único para cada lugar y cultura.
Como resultado, el pueblo Konso vive dentro de aldeas amuralladas situadas en posiciones estratégicamente elevadas. Estos
pueblos están rodeados por entre una y seis rondas de muros de protección, construidos con piedras de basalto localmente
disponibles. El pueblo Konso construye sus paredes a partir de bloques de basalto de diverso tamaño, hasta alcanzar una
altura de 4 metros y una anchura de entre 1-2 metros.
Por lo general, en la mayoría de los pueblos, las paredes tienen dos o más puertas. Además de su función de puerta
normal, cada una tiene un propósito específico que se le atribuye para las ceremonias rituales. Dentro de sus ciudades amu-
ralladas, los Konso viven en recintos cercados con madera y piedras. Esta área se divide en los dos sistemas de terrazas adya-
centes, donde normalmente el primer piso está reservado para el ganado y el almacenamiento, y el segundo piso es ocupado
por el pueblo.
Waka (estatuas de madera)
Los Konso son agricultores especializados que ocupan las extensiones de las tierras altas del sur de Etiopía, y se des-
tacan por sus inusuales prácticas de esculpir estatuas de madera abstractas para marcar sus tumbas. Los Waka son estatuas
de madera curvada de enebro o acacia, en un estilo sombrío y rígido, que representan a un hombre muerto que ha matado a
uno o varios enemigos en una batalla, incluyendo leones o leopardos. Tradicionalmente, un Waka es erigido sobre la tumba
de un hombre o un guerrero Konso importante, rodeado de pequeñas estatuas de sus esposas y los enemigos derrotados.
Estos se erigen en las tumbas de los caminos más importantes en el camino a la ciudad y no se vuelven a poner de pie una
vez que caen, pues los Konso creen que un hombre sólo puede ser enterrado una vez.
Estanques de agua (Harda)
Los depósitos de agua (harda) más antiguos y regularmente mantenidos (del territorio Konso se encuentran en zonas
donde el agua de lluvia puede ser atrapada con facilidad y no se puede hundir con facilidad en el suelo. Estos Hardas son
hechos por la comunidad para contener el agua de lluvia para el ganado, y pueden alcanzar hasta los 13 metros de altura,
una longitud de 60 metros.
Paisajes Culturales
Los paisajes culturales del territorio Konso se han convertido en una exposición milagrosa tras más de 500 años de
luchas y agitación. La relación entre el hombre y la naturaleza ha creado un vínculo que se refleja en los aspectos más llama-
tivos de las prácticas de la cultura Konso. Las terrazas de piedra que marcan las colinas del territorio Konso son el resultado
de cientos de años de duro trabajo en la lucha por sobrevivir en este difícil entorno.
"New York" (torres de barro)
Gesergio, uno de los pueblos amurallados de Konso, se encuentra a 17 km de Karat. El pueblo es de interés sobre
todo por la formación de pináculos de arena esculpidos por el flujo ocasional de agua por una garganta normalmente seca.
Se trata de un fenómeno natural magnífico e inusual. La semejanza superficial con una fila de 'rascacielos' llevó el fenómeno
a ser conocido como 'New York'.
Mercados
El mercado de Konso ocurre siempre los días lunes y jueves, y en el se puede observar el intercambio de bienes co-
mo coloridos tejidos de algodón y mantas, así como de té, mijo, tabaco, algodón, batata, incienso. También se encuentran
recuerdos como muñecas de madera y wagas de miniatura.
Datos prácticos
Cuando visitar
El territorio Konso se encuentra en un área de transición entre las estribaciones del sur del Valle del Rift y la zona más
desértica del valle del Omo. Por lo mismo, su climatología puede ser bastante compleja, con la superposición de lluvias pro-
pias de la meseta del centro y norte del país (de Junio a Septiembre) y las propias del Valle del Omo, de Abril a Mayo. De
todas formas, por su facilidad de acceso, es posible visitar sus poblados durante todo el año.
Cómo llegar
Konso se encuentra a unos 96 kilómetros al suroeste de Arba Minch, vía una carretera asfaltada, lo cual ofrece la posibilidad
de hacer una visita de camino a Jinka o Turmi, en el Valle del Omo, o alojar en alguno de los lodges cercanos.
http://www.travelink.es/pueblos-y-culturas-etiopia/303-pueblo-konso-sur-de-etiopia

Konso: por qué este pueblo de Etiopía es Patrimonio de la Humanidad


De Arda Minch a Konso (Etiopía) no hay más de noventa kilómetros, pero en tan poco espacio uno entra en un mun-
do remoto que cuesta comprender. Aunque los konso constituyen un pueblo relativamente evolucionado, comparado con las
tribus que nos esperan más adelante, sus tradiciones y estilo de vida dejan al viajero con la boca abierta y la mente hecha un
lío. Para empezar, son paganos, con lo que no hay modo de encontrar nada parecido a una capilla en sus aldeas. Y para ter-
minar, la región de Konso ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por su inmenso valor paleontológico. Me lo asegura
Teddy Milash, que empezó siendo un guía especializado en los territorios tribales y ahora es dueño de una de las más impor-
tantes mayoristas de Etiopía, Memories Tour.
La asfaltada carretera que bordea la falla soporta muy poco tráfico rodado, y más parece una cañada para el ganado
vacuno y cabrío que la ocupa, de cuneta a cuneta, a lo largo de todo el recorrido. Entre rebaño y rebaño apenas hay unos
cientos de metros despejados. Es desesperante la lentitud y desgana con que reaccionan los conductores del ganado ante la
llegada de un vehículo. Uno termina entendiendo que la carretera ha sido hecha para los animales y los coches son un estor-
bo con el que no queda más remedio que lidiar. Hacen falta bastante más de dos horas para negociar esa corta distancia que
nos retrotrae también en el tiempo. Cuanto más allá en la distancia, más atrás en el tiempo. Estos pueblos viven básicamente
de la ganadería y pequeños cultivos. El ganado es para ellos absolutamente prioritario, como lo era en la España rural de
antaño, cuando los rebaños atravesaban tan ricamente las calles de Madrid.
Como Arda Minch, Konso también se asienta en lo alto de la escarpadura. Se trata de un pueblo de 1.500 habitantes,
que sólo ha crecido a ambos lados de la carretera, donde se suceden una gasolinera, tiendas básicas de aprovisionamiento, y
algunos pequeños negocios y edificios de corte ‘moderno’, lo justo para una breve parada antes de continuar el camino. El
resto son casuchas de adobe, distribuidas sin orden ni concierto.
Durante mi corta estancia allí, tuve la oportunidad de presenciar una ceremonia nupcial. Me llamó poderosamente la
atención el empeño de novios e invitados en imitar los vestidos y formas occidentales, que chirrían escandalosamente en
aquel contexto. Todo quedaba snob y pretencioso, pero reflejaba también un esfuerzo de aproximación a una cultura que
indudablemente admiran.
Vale la pena, sin embargo, llegarse a Machekie, una aldea tradicional konso, a apenas cinco kilómetros de distancia.
Como la mayoría de las aldeas konso, está encaramada en lo alto de una colina, rodeada de cultivos que desciende en terra-
zas y defendida por muros de piedra y las tradicionales empalizadas de madera retorcida de juniper.
La entrada a la aldea es apoteósica. En la placita siempre hay una nube de niños que esperan al faranyi con auténtico
frenesí, le agarran de la ropa con la mano izquierda, mientras extienden la derecha en demanda de limosna. Antes de que se
de cuenta, le envolverá una maraña agobiante de manos tendidas que parecen tener vida propia. Si ha pagado un guía local,
éste les dará un par de voces y aplacará su frenesí momentáneamente, pero seguirán al faranyi todo el camino como una
nube de moscas. Y no digamos, si intenta sacarles alguna foto: la agresividad y la exigencia de dinero alcanzarán niveles te-
rroríficos. Ahí el guía está de su parte, cada disparo tiene un precio. Si le da una propinita a uno, debe olvidarse de sacar fotos
de otro, porque le montará un número que no olvidará en tu vida. Advertido quedas, querido faranyi. El único camino es la
indeferencia. No responder, no interactuar, no prestarles la más mínima atención. Gradualmente se apaciguan y terminan
buscando otro faranyi. ¡Ufff!
El trazado de la aldea es laberíntico, diseñado para confundir a cualquier enemigo invasor. Las callecitas son estre-
chos corredores entre altas empalizadas de ramas secas de juniper, una madera dura y retorcida. Al otro lado se levantan
muros de piedra que delimitan las propiedades de cada familia. La entrada es siempre en forma de vagina, estrecha en la
parte superior y con un alto escalón de ramas cruzadas en la inferior, que obliga a agacharse y entrar con dificultad, lo que
facilita al dueño de la casa descalabrar en ese momento a cualquier potencial invasor o visitante indeseado. Todo está hecho
con carácter defensivo, porque la lucha entre clanes, tribus y aldeas ha sido una constante a lo largo de su dilatada historia.
Dentro del perímetro, hay un patio de tierra con varias casitas de barro para el matrimonio, los hijos pequeños, el ganado, el
grano, etc. Los adolescentes duermen todos en una casa comunal, donde los visitante pueden alojarse también, si lo desean
(por un precio, naturalmente).
La comunidad está dividida tradicionalmente en nueve en clanes. Cada clan tiene su zona dentro del perímetro, su
plaza, su casa comunal y su autoridad. Algo así como un distrito dentro de una gran ciudad. En las plazas es frecuente encon-
trar un conjunto de tallas de madera en honor de algún gran guerrero muerto. La figura central, que representa al guerrero
del clan en cuestión, es ostensiblemente mayor y muestra unos genitales importantes, mientras las otras, de menor tamaño,
se refieren a sus enemigos o a sus mujeres, siempre con atributos más modestos. Son conocidas como wagas y constituyen
una de las tradiciones más antiguas del pueblo konso.
Es frecuente verlos vistiendo camisetas deportivas de grandes equipos europeos, pero que nadie se engañe, no re-
presentan sus preferencias futbolísticas, sino las de los faranyi que han pasado por allí y se las han regalado. Por lo demás, se
bañan comunitariamente en los ríos, desnudos y sin en el menor pudor. Cultivan principalmente sorgo y maíz y disponen de
un gran número de cabezas de ganado, que rara vez sacrifican. Se conforman con la leche, el queso, la reproducción y el tra-
bajo que les aportan. Conocer a los konso ha sido un paso muy importante para adentrarme en las tribus del Omo, mucho
más alejadas de nuestra civilización. Muy pronto tendrán noticias de ellas.
http://abcblogs.abc.es/cronicas-nomada/2016/03/16/viajar-costumbres-konso-etiopia/

Pueblo Konso
Localización: En el sur del Lago, en la ribera del río Sagan . Su capital es la ciudad de Konso, también conocida como
Bakuele.
Historia: No se conoce su origen ni la época de su llegada a la región. Sin embargo, sus tradiciones familiares y cultu-
rales parece indicar que el pueblo Konso sería el resultado de continuadas mezclas de gentes procedentes de los pueblos
cuchitas vecinos.
Economía: Las laderas que cultivan han sido aprovechadas creando terrazas en las que, hombres y mujeres, cultivan
sobre todo girasol, árboles frutales, sorgo, algodón y maíz. Su tradicional dedicación a la apicultura produce una miel de aca-
cia apreciada internacionalmente, siendo Europa uno de sus principales consumidores. Cada familia suele criar algo de gana-
do
Los Konso son además artesanos muy reconocidos por los pueblos vecinos: carpinteros imaginativos, herreros, teje-
dores, alfareros y hábiles en los trabajos en piedra. Una parte importante de su producción artesanal se destina al comercio
con los pueblos ganaderos de la región con quienes intercambias estos trabajos por carne, sal, leche y pieles.
Sociedad: No parece que su historia esté marcada por ataques desde otros pueblos vecinos y, sin embargo, han
desarrollado un estilo de construcción de sus aldeas caracterizadas por levantarse en lo alto de las colinas y haberse dotado
de fortificaciones defensivas de 3 ó 4 metros de altura, teniendo los campos de cultivo en torno a dichas fortificaciones. Una
vez traspasada la verja que suele constituir la única entrada a las aldeas, uno se encuentra con un laberinto de callejas donde
cada vivienda suele mantener su pequeño jardín de flores protegido por altas vallas. Una aldea media puede tener una po-
blación cercana a los 2500 habitantes.
El pueblo Konso no ha contado nunca con estructura estatal alguna ni con ningún tipo de autoridades jerarquizadas.
Cada aldea se administra autónomamente, siendo la autoridad principal el Consejo de Ancianos. Las aldeas no suelen estar
muy alejadas unas de otras y mantienen muchas relaciones sociales y económicas entre ellas, siendo los mercados los lugares
principales donde se mantienen estas relaciones.
Religión: Los Pokwalla o autoridades religiosas tienen como función principal, la de servir de intermediarios entre
las personas o la comunidad con las fuerzas divinas personificadas en Waq, el dios del cielo, a fin de interceder para conse-
guir la paz y la prosperidad para el clan.
http://www.tempsdoci.com/destinos/africa/viajes-etiopia/konso-viajes-etiopia

Tribu Konso
A partir de Arba Minch se acaba el asfalto y de ahora en adelante todo serán pistas. En adelante recorreremos casi
1000 km a través de pistas por la zona sur de Etiopía. Algunas están en mejores condiciones, pero en general supondrán una
dura prueba para los todoterreno y para la pericia de los chóferes. En algunos tramos se convierten en un auténtico infierno.
Antes de abandonar el hotel un grupo de chiquillos acude a despedirnos con el típico grito de "iu, iu, iu". Esto es muy común
en todo el país, al ir pasando por los poblados los niños salen acuden corriendo hacia los coches donde van los turista gritan-
do el típico "iu, iu, iu". También es muy frecuente entre los más mayores que cuando vean a algún extranjero griten "faranji",
es decir, "extranjero" en amárico.
Comienza el recorrido por pista que nos llevará hasta el pueblo de Konso, el principal de los diversos poblados de la
tribu del mismo nombre. Está en una zona montañosa. Por el camino nos vamos encontrando con los primeros miembros de
la tribu konso.
Por fin llegamos al poblado de Konso, un conjunto de calles de tierra y algunos hoteles. La calidad de los mismos han
empeorado considerablemente con respecto a los que hemos tenido hasta ahora, pero es que no hay nada más. Echo el sa-
co-sábana encima de la cama, la cual ni siquiera llegó a abrir para no ver cómo estarán las sábanas. El cuarto de baño hace
que no recibe una limpieza a fondo ni se sabe. Encima del lavabo si alguna vez hubo algún espejo ha desaparecido hace tiem-
po. En cuanto la ducha solo hay agua fría (cosa de lo más común cuando viajas por zonas rurales en África) y la alcachofa
también ha desaparecido. Cualquiera que haya realizado viajes a través de África sabrá de lo que hablo. Debajo de la cama
tengo por costumbre no mirar. Este es mi sexto viaje a África y la experiencia me ha enseñado que es mejor no mirar debajo
de las camas para no ver a la fauna con la que tendrás que compartir la noche. En cuanto a las picaduras de pulga, no hay que
tener tanta obsesión como la gente piensa en los viajes a Etiopía, pero es cierto que más de la mañana te levantas con unas
cuantas picaduras.
Konso es la capital de la zona suroeste de Etiopía. Se halla a una altitud de 1650 m. Tiene unos 5000 habitantes, una
estación de servicio y la electricidad es producida por un generador.
La tarde la vamos a dedicar a visitar poblados de los alrededores.
Los miembros de la tribu konso son principalmente agricultores. También tiene una merecida fama como artesanos: carpin-
teros, herreros, alfareros, etc. Como viven en una zona montañosa los cultivos se establecen en terrazas. Los poblados están
rodeados de altos muros con comisión defensiva. Es muy típico en ellos el levantar unas esculturas de madera, los waga, en
honor a las personas fallecidas. Es sorprendente ver a las mujeres, incluyendo niñas muy pequeñas, portando grandes haces
de leña a la espalda. Desde muy pequeños aprenden que la vida es muy dura para ellas.
Los konso son pacíficos. No tienen hostilidades con tribus vecinas, como las que encontraremos más tarde en la zona
del bajo Omo. Beben una especie de cerveza de color verde. Es muy raro ver a un adulto con un fusil a la espalda, cosa que es
norma en las tribus que vamos a visitar posteriormente. Su número asciende a unas 300.000 personas repartidas en los 50
poblados
Una cosa que me sorprendió bastante en el pueblo de Konso es ver pasar a un grupo de personas que lleva sobre los hom-
bros una camilla. Encima va un cuerpo completamente envuelto en vendas, como una momia. Se trata de alguien que ha
fallecido la llevan a enterrar. Pero la visión de un cuerpo envuelto en vendas encima de una camilla sin cubrir impresiona
bastante. En los posteriores viajes que hice Etiopía volví a ver esta escena más veces. La vida es muy dura aquí; el paludismo
hace estragos. La esperanza de vida no llega 50 años. En las tribus que vamos a visitar en los días siguientes al paludismo hay
que unir la fiebre amarilla, conflictos bélicos entre tribus, y muchas más enfermedades que en nuestro entorno se soluciona-
rían con una simple intervención quirúrgica. Un ataque de apendicitis en la zona del bajo Omo supone un pasaporte para
abandonar esta vida. Yo también soy muy consciente de que si en cualquiera de los tres viajes que he realizado por la zona
hubiera sufrido algo que no es nada raro aquí, como un ataque de apendicitis, tendría muchísimas posibilidades de abando-
nar este mundo, pues incluso aunque hubiera podido avisar a través del teléfono satélite que llevé en el segundo y tercer
viajes, hubiera tardado un mínimo de cinco días en llegar a un hospital donde poder realizar una intervención quirúrgica en
condiciones aceptables. Del mismo modo las pastillas para la prevención del paludismo aquí hay que cuidarlas tanto o más
que el pasaporte o la cartera. La pérdida o desaparición de tales pastillas supondría exponerse a una situación muy arriesga-
da. Como tendría portabilidad de ver en los días siguientes y en los posteriores viajes que realicé a la zona la mortalidad por
paludismo en los poblados del río Omo es muy elevada.

http://gelomadrid.blogspot.com/2013/11/primer-viaje-etiopia-konso.html

- Camino del Río Omo (Etiopía) - Tíbus: Alaba - Dorze - Gamo - Konso

El sur, ese sinónimo generalizado a zona pobre y deprimida, identificado con aridez y sequia, con exceso de sol y ca-
liente, atrasado e incomodo, haragán y bullicioso, ese sur del que tantos cicateros hablan y escriben no existe. Como peculia-
res nortes hay, en todas las partes del planeta existen sures diferenciados; los "Estados Juntos" (USA) lo tienen, la culta Euro-
pa también, nosotros en esta piel de toro lo tenemos; todos los días los medios comunicativos nos lo recuerdan, cual estig-
matizados, como si fuéramos el culo del mundo, y cada sur tiene además su propio sur; nosotros somos el sur de Europa y
nuestro sur es África. Todos, cada uno de nosotros llevamos un trozo de ese sur dentro de nuestro ser; ese enigmático "Sur"
plasmado por Víctor Erice, o como versaría Benedetti, y al que cantara Serrat "el sur también existe". Un sur "sin papeles",
que tratamos de desgajar de ese norte suyo con alambradas de "concertinas", con la esclavitud en la civilización del siglo XXI,
con fronteras que intentamos hacer infranqueables con nuevas e inhumanas leyes; intentando parar lo imparable, el ansia de
mejora en un mundo que se cree mejor y que después se descubre como más infame que del que llegas. Un norte insolidario
que da la espalda cuando le interesa a leyes, credos y derechos humanos……….. un norte despiadado para los del sur.
A ese sur de nuestro sur nos dirigimos, al meridión de Etiopia, a ver algunos de los pueblos más nativos del planeta, al
valle del bajo Omo, el rio que acoge algunas de las tribus más originales del continente negro. Un trozo de tierra a ambas
orillas, "dejado de la mano de dios", y cuyos accesos hasta hace no mucho eran prácticamente inexistentes. Hasta allí mar-
chamos cruzando medio país; lejanos montes, lagos volcánicos y un campo perfectamente aprovechado y verde son nuestra
compañía. Rostros de expresión autentica que se cruzan a nuestro paso, algarabía de niños en cada parada, colores entre-
mezclados en cada rincón, y sensaciones de ir acercándonos poco a poco hacia un mundo del pasado.
A medida que descendemos por el imaginario mapa etíope, la impresión de estar en otro tiempo es apreciable, y
aunque el color de la tez es el mismo, van cambiando las vestimentas, las formas de vida, sus hábitos, sus abalorios, las casas
(chozas), y hasta los credos; solo trastoca esta constante las poblaciones de cierto nivel, donde las formas llamadas occiden-
tales van ganado terreno, convirtiéndose en un apéndice más de lo que hemos podido observar en el resto del país que he-
mos visitado.
Comienza este efecto nada más dejar la ruta principal, que dirigiéndose a Kenia dejamos a nuestra izquierda. Al poco
de transitar ya comprobamos conjuntos de chozas habitadas por los "alaba": cabañas de barro, pintadas de geométricos y
vistosos colores, con techado de paja rematados con la media luna. Influenciados por el islam y conversos musulmanes de
hoy en día, sus varones; protegidos del ya incesante sol con un elevado y curioso gorro pajizo; poseen (acertada palabra en
esta y otras latitudes) varias esposas, algunas de las cuales con los ojos vidriosos, como pude comprobar durante nuestra
visita, son signo inequívoco de su irreprimible grado de desventura.
Antes de llegar a Arba Minch nos desviamos, para ascender por sinuosa pista hasta rondar los 3.000 m donde se sitúa
la aldea de Chencha. En ella habitan los "dorze", con sus características moradas de más de 12 metros de altura que con for-
ma de elefante, están construidas con las hojas del bambú. Nos trasmiten sus costumbres, su forma de vida y su hospitalidad,
ofreciéndonos “kocho" la original injera elaborada a base de "enset" o falsa banana, y una especie de aguardiente al que
llaman "arake". Al retorno somos obsequiados con un bello atardecer, con arco iris incluido, sobre las hermosas vistas que
desde la altura divisamos de los lagos Abaya y Chamo, así como del Parque Nacional Nechisar, que formando un istmo entre
ellos, los integra más que separarlos.
El amanecer en Arba Ming, capital de la comarca, es sorprendente y fantástico, las vistas desde nuestro lugar de pu-
pilaje son espectaculares. Con una inmensa alfombra que forman las copas de los arboles a nuestros pies, el astro rey co-
mienza a surgir por encima de las lejanas cumbres tiñendo de dorado las calmas aguas de los lagos, en medio de una placidez
que asemeja el edén, ese es nuestro despertar de hoy. Recorremos en barca el estuario del Chamo, donde nos acompañan:
aves (pelícanos blancos, cigüeñas, ibis, garzas, cormoranes, águilas, el precioso martín pescador malaquita), hipopótamos y
algún tempranero pescador tripulando su "ambatch" (embarcación extremadamente ligera, similar a las que se pueden ver
representadas en las tumbas de los faraones egipcios). Pero sobre todo sobre salen sus cocodrilos, esos enormes y sutiles
reptiles que aquí alcanzan a medir más de siete metros y 730 kg. de peso (de los más grandes del continente africano) y que a
nuestro rededor merodean.
A no mucho de abandonar Arba Minch, sorprende considerablemente nuestra atención unos artesanales cilindros de
paja, que suspendidos de las ramas de los árboles resultan ser colmenas. Atravesamos el territorio de los "gamo" a los que
observamos durante nuestra ruta en sus agrícolas labores diarias, pero sobre todo pastoreando su gran cabaña vacuna. Pa-
ramos en una de sus aldeas, para desde un puente contemplar como discurre su cotidianidad, vemos como acarrean agua a
sus espaldas desde el cercano rio, se asean en él o lavan la ropa. El chiquillerío a nuestro alrededor que nuestra visita genera
es abrumadora; nos saludan, nos dan las mano, nos atosigan con peticiones de difícil complacencia, pues nos quedaríamos
desnudos si satisficiéramos sus ruegos, pero sobre todo somos regalados con unos infinitos gestos de sonrisa, unas sonrisas
que nos acompañaran por toda esta parte de África.
Más adelante entramos en territorio de los "konso", que aunque algo occidentalizados, pues las carreteras ya han
llegado hasta ellos, mantienen una estructura social de lo más compleja a la vez equilibrada de entre todas las etnias que por
aquí se asientan. Habitan en las laderas de las montañas o en lo alto de colinas, formando poblados protegidos con empali-
zadas de tres y cuatro metros de altura. Apiñadas entre laberínticas callejuelas de tierra, sus moradas se componen por un
conjunto de redondas chozas de madera y piedra con elaborados y peculiares techos, estando resguardas entre sí, con altas
vallas hechas de ramas de acacia, a los que se accede tras pasar una apertura a modo de túnel. Un recinto compuesto princi-
palmente por: un granero, un establo y diversas cabañas donde residen el cabeza de familia, el primogénito y la mujer más
anciana. Existiendo en la aldea lugares y edificaciones comunes en donde celebrar reuniones y ritos, como por ejemplo la
manera de medir la edad, que a diferencia del resto de los mortales, la cuentan por el tamaño de las piedras que pueden
llegar a levantar.
Conforman este grupo étnico unos 300.000 individuos, que diseminados en 48 villas, puede que sean los primeros
africanos en practicar un tipo de agricultura característica, toda vez que cultivan hasta el último palmo de terreno, aterrazan-
do las laderas en forma de bancales. No existe entre ellos estructura de estado o autoridades, siendo cada aldea regida por
su propio consejo de ancianos. Los konso, conservan una antigua y rica cultura conservada a través de su música, sus danzas,
en la elaboración de los coloridos y vistosos tejidos de algodón, que podemos apreciar en las faldas de las mujeres, así como
en el culto a sus ancestros, pudiendo observar cuando recorremos entre sus poblados y aledaños, unas totémicas esculturas
de madera atestadas de símbolos fálicos, llamadas “waga” con la que honran a sus muertos. Que según su tradición fúnebre,
permanecen momificados en una cabaña durante nueve años, nueve meses, nueve días y nueve horas, antes de ser sepulta-
dos.
Visitamos el poblado de "Kamole", para después dirigirnos a Karat-Konso su capital y aldea principal, en ella descan-
samos, tomamos unas cervezas, y reponemos nuestros sufridos estómagos mientras recomponen los pinchazos de las rue-
das, producto lógico de los maltrechos caminos recorridos. En sus alrededores, a 17 km. y pasando por la aldea de Fasha; en
la que si es sábado día de mercado veremos el trasiego de sus gentes; nos encontramos ante nuestra vista unas espectacula-
res formaciones de tierra, un espectáculo geológico poco visitado por los foráneos, un fenómeno natural sorprendente y
poco usual, al que llaman "Gesergio". Se trata de unas enormes cárcavas producidas por la erosión, una cadena continua de
afiladas crestas y torres de arena, esculpidas por el agua a través de los años, ocupando una garganta habitualmente seca,
como si de una miniatura del Cañón del Colorado se tratase. Esta comparativa viene a cuento, pues su "onírico" parecido a
una hilera de rascacielos, ha llevado a los lugareños a bautizar este lugar como el “Nueva York” de Etiopía.
Cuenta la tradición oral de los konso, que en tiempos pasados, un jefe local al despertar se encontró con que le ha-
bían robado sus tambores sagrados. Pidiendo el favor de los dioses, estos atendieron sus ruegos horadando con sus manos la
tierra en el lugar en donde habían sido escondidos, formándose de esta guisa la curiosa formación. Aun hoy en día, jóvenes
ladronzuelos de la zona son llevados hasta aquí para recordarles que a las divinidades no le gustan los rateros, mostrándoles
los resultados de lo que les puede acontecer.
Seguimos nuestra ruta subiendo y bajando montes poblados de acacias durante bastantes kilómetros, pero siempre
disfrutando de excelentes panorámicas. Desde la altura divisamos la amplia depresión de Woito, un verdadero desierto en el
que se hace notar en tan solo unos minutos una fuerte elevación de las temperaturas, pues en tan solo un par de decenas de
kilómetros se descienden casi mil metros. Poco antes de llegar a la pequeña aldea que da nombre a este agujero, atravesa-
mos el río que marca la frontera entre el territorio de los "konso" y los "tsemay". En esta amplia llanura entre montañas, se
está cultivando una inmensa plantación de algodón, que como todas las de este tipo que se ejecutan actualmente en el país,
está en manos de los que construyen las nuevas infraestructuras de Etiopia……… los chinos.
http://pablofont.blogspot.com/2014/11/etiopia-las-tribus-del-sur-camino-del_6.html

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