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UNIVERSIDAD MICHOACANA DE

SAN NICOLÁS DE HIDALGO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

Firmado digitalmente
por
AUTOMATIZACION
Nombre de
reconocimiento (DN):
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N, o=UMSNH,
ou=DGB,
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oteca.dgb.umich.mx,
c=MX
Fecha: 2010.02.03
11:34:57 -06'00'

¿A qué llamamos
masculinidad?
Análisis teórico del concepto masculinidad en las ciencias sociales y la
Psicología.

Tesis
Que para obtener el grado de:

Licenciado en Psicología
Presenta:

José Abraham García Madrigal

Directora de Tesis:

Dra. Diana Tamara Martínez Ruíz


Morelia, Michoacán, México. Octubre, 2009.

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Agradecimientos
A mis padres, porque sin ellos no estaría en este mundo ni
en este momento tan importante de mi vida. Gracias por su
invaluable regalo que es la vida y por su incondicional apoyo.
Gracias también a mis hermanos Efrén y Diana.
Me agradezco a mí, por todo mi esfuerzo realizado para
alcanzar esta meta, por soportar los retos, desvelos y
dificultades que aparecieron durante la carrera y que no me
vencieron.
A Tamara Martínez, no solo mi maestra, asesora y directora de Tesis,
sino una persona que demuestra merecer cada una de las letras de la palabra
Amiga. Muchas gracias por todo el apoyo que en tantos sentidos me concediste
en este largo proceso, que culmina finalmente con la obtención de mi titulo
profesional, Muchas gracias.
A mis lectores, profesores Raúl García, Arturo Honold, Carlos
Serrano y la maestra Ericka I. Cervantes, por sus enriquecedores consejos
sobre este documento, gracias por compartir su conocimiento para acrecentar
esta obra.

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A todas mis profesores(as) de la facultad, especialmente a las
profesoras Denise Flores, Marisol Morales, Damaríz Díaz, Nina García y a
los profesores Alfredo E. Huerta, Carlos Marín, Júpiter Ramos y Pedro
Caballero, gracias por el invaluable conocimiento que me transmitieron.
A mi sección 02, generación 2003-2008 de la Facultad de Psicología
de la UMSNH, por su inigualable compañía en este inolvidable fragmento de
mi vida.
A mis amigos Eladio Nambo y Jorge Uribe, por sus ejemplos de
esfuerzo ante los retos y sobre todo por su amistad. Gracias a la sección 02,
Generación 2000-2003 del Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de
Hidalgo.
A los grandes maestros Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund
Freud, los “filósofos de la sospecha” (nombrados así por Paul Ricoeur). Por
su herencia filosófica que tanto ha influido en mi pensamiento. Gracias.

José Abraham García Madrigal.

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5
RESUMEN

En el presente documento se presenta el estudio que se realizó sobre el análisis

del concepto masculinidad dentro de un corpus textual, producido a través de una

búsqueda y selección de fuentes de referencia que representaran documentos

enfocados al estudio de la masculinidad y/o al estudio del género. Sobre este

corpus se realizó un Análisis de Contenido con un método centrado en el nivel

semántico, específicamente el análisis de contingencias de Osgood, técnica

enfocada a descubrir las relaciones de asociación(equivalencia, asociación y

oposición) entre elementos que conforman una matriz de datos, que en este caso

son los conceptos de masculinidad, género, feminidad, patriarcado, poder,

identidad, virilidad y dominación, establecidos como unidades de registro, mientras

que las definiciones y autores(as) de cada concepto representan las unidades de

contexto; en el análisis se contrastaron las definiciones para construir un meta-

texto donde se establecieran los tipos de relación observados entre las

definiciones de un mismo concepto, así como la relación y efectos que tienen

sobre los demás conceptos, estableciendo como se estructuran todos los términos

alrededor de la masculinidad. Como principales resultados de este Análisis de

Contenido sobresale la pequeña cantidad de definiciones del concepto

masculinidad (cinco) en relación al número de textos revisados sobre la temática,

a diferencia de las 30 definiciones que los autores(as) presentan sobre el concepto

género, y un resultado interesante fue la ausencia de definiciones del concepto

feminidad; en cuanto a la relación entre definiciones se observó que en los

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conceptos de masculinidad, género y poder no existe una definición compartida,

aunque existieran elementos comunes en las definiciones, especialmente en las

de género; también se observó que existen dos enfoques para definir a la

masculinidad, el de la masculinidad y el de masculinidades. Del análisis se

comprendió que el género se entiende como una ―lecto-escritura‖ de los cuerpos

que tiene como fin que el sujeto interprete su cuerpo y el del otro, y que el

concepto masculinidad no refiere directamente a los hombres, sino que es un

conjunto de ―signos‖ para ―escribir‖ y ―leer‖ los cuerpos.

Palabras clave: Masculinidad, Género, interpretación, sujeto, cuerpo.

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ÍNDICE

Introducción ................................................................................................................................................ 13

1. Capitulo 1: Pilares de la investigación

1.1. Planteamiento de la investigación ............................................................................................. 20

1.2. Justificación del estudio ............................................................................................................ 22

1.3. Estructuración metodológica ..................................................................................................... 24

2. Capitulo 2: los antecedentes del estudio de la masculinidad

2.1. ¿De donde viene el interés de estudiar la masculinidad? ......................................................... 32

2.1.1. El concepto Género como base del estudio de la masculinidad ...................................... 32

2.1.2. El feminismo, movimiento social y antecedente del estudio de la masculinidad .............. 39

2.1.3. Los estudios, la perspectiva y la teoría de Género ........................................................... 47

3. Capitulo 3: el contexto socio-histórico de la construcción del concepto de masculinidad

3.1. Los engranes puestos en marcha para estudiar la masculinidad.............................................. 55

3.1.1. Los inicios de los estudios de la masculinidad ................................................................. 56

3.1.2. Algunas consideraciones sobre el estudio de la masculinidad ......................................... 60

3.1.3. Las miradas que “desnudan” a la masculinidad ............................................................... 64

3.1.4. La masculinidad y su relación con otros conceptos.......................................................... 68

3.1.5. El cuerpo masculino ......................................................................................................... 82

3.2. La masculinidad y la Psicología ................................................................................................ 89

3.2.1. La Psicología aborda el tema.de la masculinidad............................................................. 89

3.2.2. El Psicoanálisis y su relación con la masculinidad ........................................................... 95

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3.2.3. La identidad y la masculinidad ......................................................................................... 97

3.2.4. El machismo y la homofobia ¿psicopatologías? ............................................................. 101

4. Capitulo 4: Análisis de la matriz de datos

4.1. Sobre el análisis ...................................................................................................................... 106

4.2. El patriarcado: nuestro punto de arranque. ............................................................................. 106

4.3. La dictadura patriarcal y el Género. ........................................................................................ 109

4.4. Dominación y poder ¿la victoria de la masculinidad?.............................................................. 113

4.5. La masculinidad, “lo masculino”, los hombres y la virilidad. .................................................... 119

4.6. La “no-masculinidad”: el pueblo oprimido................................................................................ 130

4.7. Las masculinidades… ¿revolución contra el patriarcado? ...................................................... 138

5. Conclusiones.................................................................................................................................... 143

6. Anexos ............................................................................................................................................. 168

7. Fuentes de referencia. ..................................................................................................................... 169

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Somos jueces
del pasado y
enjuiciados del
futuro
(Abraham García, 2009)

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Introducción

La masculinidad ha sido un elemento central en la sociedad en cuanto refiere


cualidades, atributos y en general todo un conjunto de características que se le
han adjudicado a los hombres. La masculinidad y su relación con los individuos
llamados hombres colocó a estos últimos desde la antigüedad en una posición
diferenciada con respecto a las individuos llamados mujeres sobre las cuales
descansaba la feminidad, pero esta diferenciación creó una polarización social en
diversos aspecto de la vida cotidiana entre los sexos, donde masculinidad
inclusive era entendida como sinónimo de hombre y feminidad como sinónimo de
mujer. Por tanto, la masculinidad era parte indiscutible de los hombres y la
masculinidad fue planteada como una ―esencia‖ de los cuerpos de los hombres,
como si del cuerpo ―emanase‖ la masculinidad con características naturales e
inalterables, que aunque variantes en las diversas culturas, en muchos casos se
definían en contraposición de lo que se adjudicó a la feminidad y por ende a las
mujeres. Por ejemplo, los sistemas binarios referentes a lo activo/pasivo en la
sexualidad, dominación/sometimiento en las interrelaciones entre sexos,
fuerza/debilidad física con lo que se justificaba la división de tareas, solo por
mencionar algunos ejemplos y con ello se creó un orden social que en muchas
áreas polarizó a los sexos (Bourdieu, 2005; Lamas, 2002; Torres, 1997).
Pero este orden natural, indiscutible desde la antigüedad hasta el siglo
XVII se mantuvo pero a partir de ese momento, los individuos mujeres
comenzaron a cuestionar dicho orden natural, el cual representaba
diferenciaciones donde los individuos hombres tenían mayores privilegios sociales
que los mujeres como eran la educación, la política y la economía (Palomar,
1999). Se comenzó a cuestionar si realmente la naturaleza había determinado
tanto a hombres como a mujeres bajo estas discrepancias, muchas de las veces
sustentadas primordialmente en características físicas que marcaban las
diferencias entre los individuos, por ejemplo las diferencias físicas de los genitales,
en fuerza física, las funciones procreadoras y todo elemento de los cuerpos que
representara divergencia biológica, era usado como razón de la diferenciación

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social existente entre hombres y mujeres. Pero a pesar de que desde la
antigüedad las culturas han pasado por cambios de organización política,
económica y social, será desde el siglo XVIII, sobre todo a finales de ese siglo con
la revolución francesa, cuando el cuestionamiento al orden natural comenzará a
cobrar mayor fuerza, el movimiento feminista comienza a gestarse y expandirse
(Ídem).
Será en sutiles muestras de incitación a cuestionar dicha estructura de
polarización y naturalización de las diferencias sociales entre hombres y mujeres,
lo que consolidaría definitivamente al movimiento feminista desde la primera mitad
del siglo XX como aquel que buscaría un cambio en las relaciones entre los sexos
y aunque al inicio de ese siglo se enfocó en la búsqueda del sufragio (Oranich,
1976), después continuaría denunciando que el orden natural no lo era, sino que
se establecían las relaciones entre hombres y mujeres socialmente, donde los
hombres poseían los ―mayores privilegios‖ porque muchas culturas se regían
desde la antigüedad por el patriarcado (Sánchez, 1999), que es un sistema social
que sostiene que los hombres deben situarse en el nivel superior de la jerarquía
social y las mujeres en el nivel inferior, siendo dominadas por los hombres a través
de diversas formas, como la violencia física y simbólica (Bourdieu, 2005). Pero al
evidenciarse que el patriarcado no era ―natural‖, sino socialmente construido, fue
cuestionado y confrontado ante la exigencia de las mujeres a cambiar la estructura
social donde ellas eran sometidas por los hombres. Como resultado se suceden
las revoluciones feministas inicialmente en Inglaterra y Estados Unidos de América
y después en diversos países, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX ; pero
además del feminismo surgió otro movimiento que tendría fuertes repercusiones
sociales, el movimiento de liberación gay que a continuación se explicará
brevemente.
El movimiento gay está conformado por individuos homosexuales que
buscaban que la homosexualidad fuera reconocida y aceptada, este movimiento
figuró como otra revolución social de la segunda mitad del siglo XX. De este
movimiento es donde surge el cuestionamiento sobre lo que se llama
masculinidad, ya que algunos hombres homosexuales declaraban que ellos

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debían ser considerados ―masculinos‖, es decir, se manifestaban como
representantes de la masculinidad, ser considerados hombres sin que la
orientación sexual significase que no eran hombres, cuestionando si solo los
hombres heterosexuales podían ser ―masculinos‖ y discutiendo sobre ―las
razones‖ por las que los hombres homosexuales no eran considerados
―masculinos‖ en las sociedades patriarcales; se denotaba que los hombres
homosexuales no eran masculinos porque desde el punto de vista del patriarcado
se es hombre solo al ser heterosexual (Bourdieu, Ídem).
Esto situó al patriarcado no únicamente como un sistema que sometía a las
mujeres, sino también a los hombres homosexuales. Tanto el feminismo como el
movimiento de liberación gay se desarrollaron bajo la premisa de que el
patriarcado era un orden social impugnable; ante este pensamiento se puso en
discusión la razón de que el orden patriarcal aún pudiera mantenerse vigente, será
la reflexión acerca de las nociones ideológicas de introducir el estudio del Género
como el eje central para sustentar la lucha contra el patriarcado, lo que llevaría a
otro nivel estos movimientos sociales, llevando a que se comiencen a gestionar los
estudios de género. En estos estudios se comienza a analizar como las mujeres
eran sometidas en una estructura social dirigida por los hombres, nombrada
patriarcado y serían estos estudios los que junto a los cuestionamientos de los
hombres homosexuales sobre ―lo masculino‖ y la masculinidad, lo que influirá para
que también algunos hombres heterosexuales debatiesen sobre las relaciones
sociales entre hombres y mujeres.
El punto de reflexión partió formalmente cuando los estudios de la
masculinidad, inicialmente dirigidos a analizar los postulados feministas sobre los
hombres, comenzaron a reflexionar qué es la masculinidad y como está
relacionada con los hombres y también con el Género y la ―feminidad‖, iniciándose
alrededor de los años ochenta una línea que daría origen a los men’s studies
(estudios de hombres) que tendría grandes representantes en Kimmel y Kaufman
en E.U.A desde los años noventa, y más recientemente, a finales de los noventa e
inicios del siglo XXI estan presente Robert Connell en Australia con obras como

15
Masculinities (Masculinidades) y en México esta Rafael Montesinos con obras
como las rutas de la masculinidad, solo por mencionar algunos ejemplos.
Cabe mencionar que los estudios de la masculinidad fueron primeramente
elaborados por autoras y que como se indicó anteriormente, los hombres
heterosexuales los abordaron en la década de los 80’s, porque algunos hombres
estuvieron en desacuerdo o no les convencían del todo los postulados que las
primeras autoras en hablar del tema lo hacían, por tanto los hombres autores
consideraron necesario investigar esta área del conocimiento desde su propio
territorio genérico que era ―la masculinidad‖, entonces se dieron a la tarea de
iniciar sus propias investigaciones sobre los hombres y la masculinidad (Coltrane,
1998). En la actualidad se diversifican los campos a estudiar la masculinidad en
relación con otras categorías, como la sexualidad, las relaciones sociales, la
familia, las instituciones y en casi todo espacio social a través de interacciones y/o
herramientas sociales; por tanto los estudios de la masculinidad mostraron
amplios alcances.
Algunos de los estudios de la masculinidad son la base de este trabajo de
investigación, el cual está dirigido a conocer el uso del concepto masculinidad en
los diversos estudios que se han seleccionado durante la presente investigación
de análisis textual. Esta investigación se ha estructurado como una Tesis teórica
que se caracteriza por la reflexión del investigador sobre el tema en cuestión,
diferenciándose de una tesis empírica en la forma de obtención y tratamiento de
los datos. Es Sabino (1992) quien nos aclara estas diferencias, una investigación
teórica, que puede llevar a una Tesis teórica como es el caso del presente
documento, es también conocida como una investigación bibliográfica, a diferencia
de las investigaciones empíricas que son conocidas también como investigaciones
de campo. Él explica que la diferencia inicial de ambos tipos de investigaciones es
el relativo a la naturaleza de los datos, en las investigaciones teóricas se obtienen
datos llamados secundarios y en las investigaciones empíricas son datos
nombrados primarios. Los datos secundarios son aquellos obtenidos de fuentes
donde se han informado los resultados de una investigación y los datos primarios
son obtenidos directamente de la realidad. Cada tipo de datos tiene ventajas y

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desventajas, los datos primarios o datos de campo tienen la desventaja de su
limitado alcance pero la ventaja del mayor control que el investigador tiene en el
manejo de los datos obtenidos de la realidad; la desventaja de los datos
secundarios o datos bibliográficos (teóricos) reside en el control sobre los datos
primarios, pero su ventaja reside en los amplios alcances de investigación como
dice el mismo Sabino (Ídem):

El principal beneficio que el investigador obtiene mediante una indagación


bibliográfica es que puede incluir una amplia gama de fenómenos, ya que no sólo
tiene que basarse en los hechos a los cuales él tiene acceso de un modo directo
sino que puede extenderse para abarcar una experiencia inmensamente mayor (p.
78).

En consecuencia una investigación teórica como la presente tiene un


amplio margen de análisis. Sabino (Ídem) indica también que existen
investigadores que no consideran a una investigación teórica como una verdadera
investigación cuando dice: ―algunas personas sostienen la opinión, bastante
discutible, de que los trabajos bibliográficos no pueden considerarse en un sentido
estricto como verdaderas investigaciones‖ (p. 77), a lo cual aduce que no existe
razón para esa consideración ya que ―esa es una visión muy estrecha de las
posibilidades que ofrece el trabajo bibliográfico, pues el investigador que
desarrolla este modelo puede realmente concebir y resolver problemas nuevos‖
(Ídem). Una Tesis teórica surgida de una investigación bibliográfica ofrece
importantes aportaciones a cualquier disciplina del saber humano porque de
acuerdo a Sabino (Ídem) una Tesis de este tipo significa que:

Estaremos en condiciones de formular y corroborar hipótesis de un mayor nivel de


generalidad y habremos alcanzado un conocimiento sintético, interdisciplinario, de
suma utilidad. Negar que ello constituya una investigación es reducir demasiado el
alcance de este término y negar el valor y la originalidad de los estudios de tipo
sintético, relacional y de mayor nivel teórico. No otra cosa han hecho grandes
científicos de la antigüedad y del presente, como Nicolás Copérnico y Albert
Einstein, por ejemplo (p. 77).

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Bajo este sustento podemos nombrar a esta investigación como una
investigación teórica que busca dar un aporte teórico a la Psicología como
disciplina del saber humano en el tema de estudio de la masculinidad y el género
desde un abordaje teórico.
Para lograr lo anterior la presente investigación se ha estructurado como un
Análisis de Contenido acerca de las nociones de masculinidad y género así
como de otras categorías conceptuales implicadas en estos. A través de la
revisión documental de autores que estudian el tema; tales como Bourdieu (2005),
Burin (2001), Cazés (1998), Cruz (2006), Guevara (2003), Lomas (2005), Mirandé
(1998), Montesinos (2002), entre otros.
El presente trabajo se divide en cinco capítulos; siendo en el 1er. capitulo
donde se presenta al tema de investigación, las preguntas que dirigieron a la
presente investigación, así como sus objetivos, los supuestos, la justificación que
hace de este tema uno útil ante los ojos de los científicos sociales, relevante e
interesante para indagar y documentar, debido a lo necesario del análisis del
término masculinidad ante los cambios sociales del siglo XXI en relación a la
transformación de las relaciones entre los sexos, así como las políticas de
equidad de Género de diversos países, entre ellos México, que requiere una
amplia pero también profunda investigación sobre la temática tanto a nivel
empírico como a nivel teórico-conceptual.
En el 2do. capitulo se muestran los antecedentes del estudio de la
masculinidad representados por el feminismo y la categoría Género al visualizar
cómo nació de lo que hoy día se conoce como la perspectiva de género así como
los postulados para hacer una o varias teorías sobre Género.
Enseguida se aborda en el 3er. capitulo algunos puntos de inicio acerca
de los estudios de la masculinidad, enfocado a explicar como es que fueron
surgiendo desde diferentes visiones del pensamiento humano como la
antropología, la sociología, la historia y también la psicología.
En el 4to. capitulo encontramos la construcción de un Análisis de
Contenido centrado en un nivel semántico, estructurado a partir de la revisión
documental. Este Análisis de Contenido se presenta en el trabajo en dos

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momentos de análisis, inicialmente en los capitulo dos y tres que se muestran
como el contexto socio-histórico del tema a tratar y la relación con otros
conceptos claves de donde surge (género, patriarcado, virilidad, poder, etc.) El
segundo momento de análisis se presenta en el capitulo cuatro a través del
tratamiento que el autor ha dado a una matriz de datos con elementos de análisis
representados por las definiciones de los conceptos claves ligados a la
masculinidad, dichas definiciones fueron obtenidas del corpus textual creado. Del
análisis llegaremos a descubrir que lo que se llama masculinidad es solo ―la punta
del iceberg‖ de un fenómeno aún mayor que es el de las masculinidades,
complejo fenómeno social que no presenta la posibilidad de ser delimitado en
categorías o tipologías basadas en los criterios de normalidad y anormalidad.
En el apartado de conclusiones daremos respuesta a las preguntas de
investigación. Al responderlas se descubrirá la importancia del estudio de la
masculinidad para la teoría y la practica de la psicología. De igual forma se
observará como el análisis de la masculinidad en su relación con el género lleva a
plantear un nuevo panorama, donde masculinidad y género se retroalimentan
para dilucidar que el sujeto es interpretador de cuerpos y que no existe una
realidad externa al sujeto, objetiva e inalterable, sino que el mundo esta habitado
por sujetos que están constantemente interpretando los cuerpos, tanto el propio
como el del otro, con ello se observará que masculinidad y género convergen en
la fundación del sujeto genérico, un sujeto interpretador de cuerpos.
En los Anexos se proporciona al lector en formato de CD-ROM archivos
que contienen información importante y útil de la investigación, como es la matriz
de datos utilizada, un archivo que contiene datos de autores(as) citados en esta
investigación, así como otros archivos que pueden auxiliar al lector en futuras
investigaciones sobre el tema.

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1. CAPITULO 1:

PILARES DE LA INVESTIGACIÓN

1.1. Planteamiento de la investigación

La masculinidad, es el elemento central de esta investigación, entendiendo que la


palabra masculinidad esta constantemente presente en múltiples áreas sociales y
por la relación que tiene con los sujetos hombres, pero ¿la masculinidad y los
hombres son una unidad? ¿Será acaso una elemento de todos los sujetos
hombres por una razón biológica? O acaso ¿la masculinidad es una propiedad
básica de todo individuo que nace con un cuerpo de hombre? , pero además de lo
anterior, también existe la cuestión de los sujetos mujeres y aquello que se llama
feminidad. Desde el origen del término Género a mediados del siglo XX como
categoría analítica, la masculinidad y la feminidad comenzaron a mostrarse como
conceptos a ser cuestionados y analizados así como la relación que existe entre
ellos y los individuos. De hecho, el concepto masculinidad lleva implícito al
concepto género, por ende lo necesario de plantear las siguientes preguntas:

¿Cuáles son las definiciones de género y de masculinidad que se plantean


dentro un conjunto de textos sobre la temática y que relación existe entre
estos dos conceptos así como con los conceptos de feminidad, poder,
patriarcado, dominación, identidad y virilidad?
¿Cuáles son las implicaciones del estudio del concepto de masculinidad
para las ciencias sociales y particularmente para la Psicología?

Es ante estas preguntas cuando la investigación se encauza hacia el reto


de la indagación de un término que representa múltiples dimensiones, al mismo
tiempo que representa una palabra evocativa para todo individuo, es decir, puede
figurar un ―camino nebuloso‖, donde muchos elementos personales del
investigador así como del lector pueden influir en la postura ante el tema. Sin
embargo, el interés de iniciar la búsqueda del conocimiento sobre tan apasionante

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cuestión crea una corriente que indica el momento de plantearse un objetivo que
es:

 Analizar un corpus sobre la temática de la masculinidad así como una


matriz de datos construida con las definiciones del concepto de
masculinidad así como de las nociones de género, feminidad, virilidad,
poder, patriarcado, dominación e identidad, con la finalidad de comprender
el significado de masculinidad y su relación con los demás términos.

Pero para lograr la meta propuesta se requiere proyectar los siguientes


Objetivos específicos:

Elaborar un corpus textual sobre la temática de la masculinidad, así como


una matriz de datos que contenga las definiciones de masculinidad, género,
feminidad, virilidad, poder, patriarcado, dominación e identidad.
Aplicar la técnica de análisis de contingencias para localizar las relaciones
de asociación de las unidades de registro y las unidades de contexto
extraídas del corpus.

Hecho lo anterior solo falta aclarar la visión en que se basa el ánimo de


investigar el elemento del conocimiento humano que busca esclarecer el
investigador. Ante tal suceso y a pesar de plantearse como un abordaje teórico de
la masculinidad no deja de significar un tema que esta matizado por la
subjetividad, pero se considera posible un análisis notablemente objetivo, por ello
se parte de los siguientes supuestos:

 Existe una definición compartida del concepto masculinidad entre los


autores(as) que desarrollan los estudios de la masculinidad y por tanto se
utiliza convencionalmente en las investigaciones.
 El concepto de masculinidad esta íntimamente relacionado con los
conceptos de feminidad, género, poder, dominación, virilidad, patriarcado e
identidad conformando una estructura que explica las interrelaciones de los
sexos.

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1.2. Justificación del estudio.

Debido a que los estudios de la masculinidad son relativamente recientes (algo


más de tres décadas) y que han significado a pesar de ello un importante campo
de estudio, se han perfilado como investigaciones dirigidas a esclarecer los
fenómenos alrededor de los hombres como sujetos genéricos. Entre las
investigaciones que han surgido y que en este momento representan un estado
del arte encontramos la Tesis de Ericka I. Cervantes del 2006, investigación
dirigida a explorar el significado de los conceptos de hombre, padre, esposo e hijo
en el contexto socio-histórico del posmodernismo en un grupo de hombres, el cual
estuvo dividido en tres generaciones: de 18 a 25 años representaron a la adultez
joven, de 26 a 39 años representaban a la adultez media y de 40 a 65 años para la
adultez tardía; la autora utilizó la técnica de redes semánticas para la recolección
de datos aplicándola a un numero de 283 sujetos hombres, esta muestra estuvo
integrada por alumnos, maestros y egresados de la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo con escolaridad media-superior. Entre los resultados
sobresale que en general los conceptos de hombre, padre, esposo e hijo están
relacionados con la característica de responsabilidad, al mismo tiempo se observa
como el concepto de hijo esta también relacionado a afectos como amor y cariño.
Esta investigación indica que además de las actitudes tradicionales también están
surgiendo nuevas dimensiones sobre la masculinidad, incluso se considera el
surgimiento de una nueva masculinidad.
Otra investigación que nos muestra un contexto inmediato del como se esta
investigando a la masculinidad es la Tesis de Fernando Zarco presentada en el
2006, que analiza los discursos de algunos hombres en lo relativo a los aspectos
de la construcción de la masculinidad desde diversas categorías en un paradigma
de postmodernidad, socioconstruccionismo y del giro lingüístico.
Otra de las expresiones de la producción de textos de investigación sobre el
tema lo encontramos en la Tesina de Lorena Tenorio del 2008, documento que
nos muestra como la masculinidad que se nombra tradicional requiere una
resignificación, al mismo tiempo que se observa como el feminismo sigue jugando

22
un papel central para esta resignificación, todo en aras de que la masculinidad se
reconstituya de forma equitativa en la familia, así como la sexualidad, esta
investigación significa un importante aporte para seguir el proceso que ha sufrido
la masculinidad desde los cambios en las relaciones de género del siglo XX,
ofreciendo visiones para continuar la renovación de la masculinidad tradicional
para las nuevas sociedades del siglo XXI.
Además de estas tres investigaciones también encontramos la investigación
del venezolano Antonio S. Boscán que en el 2006 establece diversas propuestas
críticas sobre la necesidad de redefinir la masculinidad tradicional, lo anterior
basándose en planteamientos y discursos de literatos, investigadores y lideres de
grupos de hombres tanto heterosexuales como homosexuales; sustentándose en
la Teoría de Género y la critica feminista concluye que para lograr una concepción
de la masculinidad diferente a la tradicional se requiere un esfuerzo compartido
entre hombres y mujeres para establecer un pensamiento coherente para
establecer estrategias políticas que permitan la construcción de nuevas visiones
de masculinidades y feminidades.
En España encontramos a Díez & Domingo que en el 2008 publican una
investigación realizada para encontrar las características que definen a un hombre
profenimista o igualitario, para ello utilizaron un análisis de indicadores sobre
ideas, actitudes y prácticas sociales relacionadas con la igualdad de género,
aplicándolo a los grupos de Hombres por la Igualdad de España. Localizaron que
los hombres igualitarios se caracterizan por tener una concepción más equilibrada
de tareas domesticas y tareas remuneradas, aunque siguen presentes en ellos
algunas ideas de estereotipos sexuales. Concluyen que en este grupo de hombres
aún se esta desarrollando un masculinidad hacia la igualdad entre hombres y
mujeres, pero que ya es por si mismo un modelo con muchas ventajas en
comparación al modelo de masculinidad tradicional.
Estos ejemplos demuestran como las investigaciones sobre masculinidad
se han centrado en los hombres, estableciendo que para estudiar la masculinidad
se debe estudiar a los hombres. Este panorama sobre la situación actual de las
investigaciones ha dado grandes aportaciones al conocimiento a través de estos

23
estudios de género. Pero para el autor de esta investigación, un elemento
importante para comprender el fenómeno es cuestionar directamente lo que se
llama masculinidad, es decir, al centrarse las investigaciones en los discursos,
acciones, pensamientos, etc. de los hombres, así como analizar como han
cambiado los hombres y lo que se considera masculinidad tradicional y su impacto
en las relaciones entre los sexos, aunque ha sido productivo, se ha descuidado un
nivel central en el estudio de la masculinidad y es el de cuestionar el propio
concepto, así como cuestionar la relación entre masculinidad y hombres.
La importancia de cuestionar el propio concepto de masculinidad reside en
abordar el significado que se le atribuye, es decir, investigar que es lo se entiende
por masculinidad. Las aportaciones de esta investigación por lo tanto están
dirigidas a emprender el estudio de la masculinidad en otro nivel que otras
investigaciones no han planteado, que es analizar la masculinidad en si misma
como concepto y/o noción para complementar las investigaciones que se han
centrado en estudiar a los hombres y sus discursos sobre la masculinidad y las
relaciones de género. De lo anterior se concluye que esta es una investigación
diferente a otras investigaciones sobre masculinidad debido a que busca
esclarecer lo que se nombra como masculinidad para poder conocerla a un nivel
teórico más profundo. El estudiar a la masculinidad a nivel teórico-conceptual,
desde lo que los propios investigadores(as) han postulado como masculinidad nos
permite visualizar como las investigaciones van develando el fenómeno de la
masculinidad; un estudio como el presente se muestra como un análisis a mayor
profundidad teórica del significado que le atribuyen en las investigaciones al
concepto masculinidad contribuyendo al desarrollo teórico de los estudios de la
masculinidad y con ello ampliar el conocimiento sobre el tema.

1.3. Estructuración Metodológica

Para estudiar el concepto masculinidad se debe tener presente que se requieren


datos que permitan su estudio de forma sistemática y ordenada para lograr
alcanzar resultados que puedan ser replicados y enriquecidos en posteriores
investigaciones. Es por ello que se ha seleccionado un ejercicio de Análisis de

24
Contenido como la parte central de la metodología para alcanzar resultados
satisfactorios en nuestro estudio de la temática y también a la Hermenéutica,
logrando una complementación productiva entre ambas metodologías. Para
comprender mejor la metodología a continuación se explicará brevemente.
El Análisis de Contenido (A.C.) puede ser definido como ―un conjunto de
procedimientos que tienen como objetivo la producción de un meta-texto analítico
en el que se representa el corpus textual de manera transformada‖ (Díaz &
Navarro, 1999, pp. 181-182). Esta definición del A.C. permite visualizar una
característica básica del mismo que es la producción de un meta-texto el cual es
resultado del análisis del investigador; otra definición que explica al A.C. es la de
Kelinger (1988, p. 543 citado por Fernández, F., 2002) ―se considera sobre todo un
método de observación y medición. En lugar de observar el comportamiento de las
personas en forma directa (…) el investigador toma comunicaciones que la genta
ha producido y pregunta acerca de dichas comunicaciones‖ (p. 37); el A.C. es un
método que se acerca a la realidad de forma diferente a la que lo hacen otras
metodologías como la entrevista a profundidad, la acción participativa, etc. que se
caracterizan por obtener los datos de forma directa, mientras que el A.C. obtiene
esos datos para analizarlos. Esta diferencia permite al A.C. aplicar sus técnicas a
otro nivel que el de metodologías directas, con la ventaja de poder abarcar un
margen mayor de análisis de los datos obtenidos y también a un nivel teórico
profundo que en otras metodologías no se logra, por la falta de control sobre los
datos obtenidos de la realidad.
El A.C. sin embargo, no tiene un origen lineal, sino que nació de diferentes
técnicas de investigación dirigidas al estudio e interpretación de textos. Pero lo
que hoy conocemos propiamente como A.C. tiene su origen en la Psicología
Social y la Sociología (Sandoval, 1996) cuando se inicia para la comprensión del
campo de la política, la literatura y las relaciones internacionales, aplicando el A.C.
(a pesar de su intencionalidad cualitativa) a la contabilización de frecuencias de
elementos particulares en los discursos. Siguiendo a Piñuel (2002) el A.C. surge
de cuatro grandes hitos:

25
1.- En las décadas de 1920 y 1930, se analiza el concepto de estereotipo
social propuesto por Lippmann en el año de 1922 e igualmente se analiza el
concepto de actitud, que había surgido en la psicología en esas fechas.
2.- En el periodo de la Segunda Guerra mundial (1940) Lasswell y
colaboradores realizan un análisis que es sistematizado por George en
1959 sobre la conceptualización de objetivos y procesos de comunicación.
3.- Entre 1950 y 1960 se realizan codificaciones manuales en los trabajos
de Pool en 1959, Lasswell et al en 1965 y Holsti en 1969.
4.- Se aplica la informática desde finales de los 60’s con la codificación
electrónica automatizada, a partir de los trabajos de Stone y colaboradores
en 1966 iniciando así el análisis de contenido de mensajes mediante
ordenador.

Estos cuatro hitos llevaron a la estructuración del A.C. como una


metodología de amplios alcances. Piñuel (Ídem) considera sin embargo a Berelson
como el fundador del A.C. con su obra de 1952 Content analysis in communication
research (Análisis de contenido en la investigación de la comunicación) a partir de
la cual ya se puede hablar de A.C.
Desde la segunda mitad del siglo XX el A.C. comienza a expandirse a
través de investigaciones de varios autores. Entre ellos sobresalen para Díaz &
Navarro (1999) por sus trabajos desde los años 50´s Osgood con su análisis de
contingencias, análisis de evaluación y el Q-análisis o dinámica poliédrica; también
se encuentra el Análisis Automático del Discurso de Michel Pêcheux de 1978, el
Análisis de expresividad de Mahl de 1959; por otra parte encontramos las
perspectivas de Rapoport en 1969 y Krippendorff en 1990 del Análisis de las
conversaciones, que junto con el punto de vista conversacional de Hays de 1978
comprenden el A.C. centrado en el nivel pragmático de la comunicación1. Estas
técnicas de A.C. aunque representativas no son las únicas, denotando la amplitud

1Para mayor información ver Navarro, & Díaz. (2006). Análisis de contenido. En Delgado, & Hernández,
Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales (págs. 176-224). Madrid, España:
Síntesis.

26
de técnicas que ofrece el A.C. y en el caso de la presente investigación es
necesario describir claramente las técnicas utilizadas y el procedimiento.
Desde Piñuel (Ídem) la metodología de esta investigación es un Análisis de
Contenido de carácter exploratorio, horizontal según el diseño de análisis del
objeto de estudio y cualitativo por los parámetros de medición y evaluación. Por
tanto es exploratorio por la novedad de la temática en cuestión, es horizontal por
el elevado número de textos utilizados para el análisis y es cualitativa por el
manejo que da a los datos.
En cuanto a las técnicas utilizadas, se siguen los criterios de Díaz &
Navarro (Ídem) situándonos en los métodos centrados en el nivel semántico
seleccionando el análisis de contingencias de Osgood, caracterizándose por
centrar su interés en investigar las relaciones de asociación en un determinado
contexto de unidades significativas. Esta técnica permite analizar las formas de
asociación, equivalencia y oposición de las unidades significativas. Cabe señalar
que diversos elementos presentados de la metodología requieren aclararse, por
ello se explicarán brevemente los mismos e igualmente como se estructuran en
esta investigación.
Según Díaz & Navarro (Ídem) en general todo A.C. para obtener los datos
que analizará requiere un procedimiento estándar el cual inicia desde la
determinación de los objetivos y medios de la investigación a desarrollar. Una vez
hecho lo anterior el investigador establece sus hipótesis o supuestos de la
temática, para después definir el material que significará el corpus, el cual de ser
textual puede ser producido (cuando el investigador debe generar los textos como
entrevistas o grupos de discusión por ejemplo) o recopilado (cuando exista una
independencia con respecto al investigador). Ese conjunto de textos funcionaran
como corpus que será efectivo de análisis del investigador, pero no solo se
obtienen los textos en si, sino que también vienen acompañados de información
extra-textual como información de los autores, contexto de la producción del texto,
etc.
Una vez creado el corpus se procede a la fase de análisis propiamente
dicha, que se inicia estableciendo las unidades básicas de relevancia; estas

27
unidades significativas son las unidades de registro que en general son segmentos
textuales claramente discernibles siguiendo los criterios del investigador según sus
objetivos de investigación. Estas unidades de registro pueden ser palabras,
conceptos, frases, oraciones, párrafos, etc. y a estas unidades les deben
acompañar las unidades de contexto que son aquellas que permiten situar a las
unidades de registro en un lugar, autor, tiempo, etc. específico según los criterios
de la investigación. Con la anterior se pueden sistematizar ambos tipos de
unidades categorizando los datos para seguidamente aplicar la(s) técnica(s) de
A.C. seleccionadas, con ello se abre la parte interpretativa e inferencial de la
investigación, donde es el momento propiamente teórico de esta y que a partir de
los datos elaborados a lo largo del proceso se da el salto al dominio de las
realidades subyacentes que determinaron la producción de esos datos; esta fase
es en la que hay mayor variabilidad entre investigaciones ya que depende de los
elementos comunicativos considerados para la investigación así como los
métodos y técnicas utilizadas. En la presente investigación el proceso del A.C. se
estableció de la siguiente forma:
Una vez establecidos los objetivos y supuestos de la investigación se
procedió a establecer la forma de obtener los textos que conformarían el corpus
de análisis. Según el diseño estándar del A.C. el corpus fue producido a partir de
textos que informaban sobre la temática de la masculinidad, dicha búsqueda se
realizó en la biblioteca de la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana
de San Nicolás de Hidalgo, en el sitio web de La ventana con dirección
http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/laventan/index.htm, revista
especializada en estudios de Género auspiciada por la Universidad de
Guadalajara, además de utilizar el motor de búsqueda Redalyc (Red de revistas
científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal) con dirección
http://redalyc.uaemex.mx sustentada por la Universidad Autónoma del Estado de
México.
Para la selección se utilizó como criterio principal que el estudio,
investigación o temática que abordase el texto, comunicara algún análisis del
concepto masculinidad. Después de seleccionar estos textos se complemento el

28
corpus seleccionando aquellos artículos o libros que fueran específicamente
dedicados al estudio de la masculinidad y/o hombre(s), tomando como principal
indicador el titulo del articulo o libro, es decir, que incluyera la palabra
masculinidad o en su ausencia la palabra hombre(s) considerando ciertamente
que la palabra hombre(s) significara dentro del titulo que es una obra dedicada a
lo(s) hombre(s) como sujeto(s) genérico(s). La última selección de textos se
realizó seleccionando fuentes que informaran sobre el concepto género como
elemento central de estudio. Cabe subrayar que después de estas tres
selecciones bajo los criterios se compiló un conjunto considerable de textos que
conformaron el corpus del texto. También se debe informar al lector que como lo
indican Díaz & Navarro (1999), Piñuel (2002) y Fernández, F. (2002) ningún A.C.
puede contener toda la literatura de alguna temática (salvo que sean pocos textos
referentes a la misma), en este caso contener todos los textos sobre masculinidad,
a pesar de lo intensiva que pueda realizarse una investigación para un A.C., por lo
que los textos que conforman el corpus de esta investigación solo representan un
humilde fragmento de la temática, dando la posibilidad a futuros A.C. de la materia
de masculinidad, en corpus construidos con otros textos, sin restar valor a la
presente obra claro esta, debido a la complementariedad que significa la misma
para los futuros A.C. sobre el concepto masculinidad. Una vez visto lo anterior, se
procede a explicar el siguiente paso en la investigación.
Con la construcción del corpus, se focaliza la mirada en el elemento central
de investigación que es la búsqueda de definiciones de masculinidad. Después de
localizarlas se procede a la segunda búsqueda de definiciones, que según los
objetivos de la investigación son la indagación de definiciones de género,
patriarcado, poder, identidad, virilidad, feminidad y dominación, palabras que
desde los supuestos están íntimamente relacionados con el concepto
masculinidad, para su posterior análisis. Hecho lo anterior, todas las definiciones,
de los ocho conceptos, se comienzan a sistematizar dentro de una matriz de datos
ya que la técnica de A.C. seleccionada para esta investigación es el análisis de
contingencias de Osgood (citado en Díaz & Navarro, 1999) por ser una técnica
que nos permite contrastar y comparar elementos textuales, como son los

29
conceptos y sus definiciones para localizar asociaciones, equivalencias u
oposiciones entre los datos obtenidos; por ejemplo, al ser el análisis de
contingencias básicamente un análisis relacional, el investigador al contrastar dos
definiciones de un término en especial se enfoca en observar qué palabras tienen
en común dos definiciones de dos autores(as) diferentes, si localiza palabras en
común se establece una relación de equivalencia entre las definiciones,
permitiendo englobar a los autores(as) en una misma línea de definición del
concepto, aunque ciertamente se requiere analizar detenidamente. Por ejemplo la
importancia semántica de las palabras que comparten las definiciones, porque
términos como sistema constituyen mayor importancia en una definición cuando
aparece como Atributo en la oración, es decir, cuando en la definición la palabra
sistema esta precedido por un verbo copulativo(ser, estar, parecer...), a diferencia
de compartir dos definiciones presenten un mismo complemento circunstancial,
como por ejemplo: en una época, o en la sociedad occidental. Es decir, al realizar
el análisis de la matriz de datos se deben seguir criterios lingüísticos esenciales
para establecer el nivel de importancia que significa cada palabra dentro de la
definición, para lograr resultados con mayor probabilidad de replicación de los
mismos en futuros análisis.
En la matriz de datos siguiendo el modelo descrito por Díaz & Navarro
(Ídem) las unidades de registro son masculinidad, género, patriarcado, poder,
identidad, virilidad, feminidad y dominación que ocupan las columnas de la matriz
de datos, mientras que las definiciones junto al nombre del autor(a) y el año en
que se les adjudica dicha definición representan las unidades de contexto,
ocupando las filas de la matriz de datos.
Bajo los lineamientos de la técnica y su características relacional y
cualitativa los datos (unidades de registro y unidades de contexto) fueron
analizados para localizar el tipo de relación entre las definiciones para construir el
meta-texto resultado del A.C. según lo indica Díaz & Navarro (Ídem), que esta
representado en esta investigación por el capitulo cuatro. Seguidamente las
conclusiones que el autor postula representan la aportación teórica al tema. Para
finalizar se informa al lector que para obtener mayor información sobre el A.C.

30
puede acceder al CD-ROM que contiene los anexos de esta investigación donde
podrá localizar archivos que le pueden auxiliar en el conocimiento sobre esta
metodología.

31
2. CAPITULO 2

LOS ANTECEDENTES DEL ESTUDIO DE LA MASCULINIDAD

2.1. ¿De donde viene el interés de estudiar la masculinidad?

Ser hombre en la sociedad no se basa únicamente en la estructura corporal, sino


que se complejiza al estudiar todas las vertientes que surgen a partir de mirarlo ya
no como un individuo que existe naturalmente, o que existe independientemente
de las construcciones sociales como etnia, lenguaje, entre otras. Lo masculino, el
―hombre‖, lo varonil, ya no responden a explicaciones naturalistas/ esencialistas o
teológicas.
La masculinidad ha requerido nuevas formas de ser estudiada, puesto que
a raíz de los grandes cambios del siglo XX, sobre todo el feminismo, las
explicaciones de siglos anteriores respecto a la masculinidad y a su mundo no
integraban los nuevos discursos y las nuevas corrientes de pensamiento.
Las investigaciones sobre la masculinidad partieron de las investigaciones
de género, y estas últimas partieron del feminismo y de la creación del concepto
Género como categoría analítica para investigar. Abordemos estos orígenes para
dirigirnos a los estudios de la masculinidad y su campo de investigación.

2.1.1. El concepto Género como base del estudio de la masculinidad

Visualice la siguiente escena: el sujeto A se encuentra dentro de una habitación,


de pronto aparece el sujeto B que se acerca al sujeto A y lo golpea fuertemente. Al
visualizar esta escena de la forma descrita denota una sencilla acometida entre
dos sujetos, pero en la vida real no existen individuos A’s y B’s, solo existen de
esta forma simplificada en las abstracciones mentales.
Se puede tomar a los dos sujetos de la escena y no habrá mayor
complicación si se desea adjudicarles características más ―humanas‖, es decir,

32
podemos darles un color de piel, nombres propios, nacionalidad, idioma,
facciones, estatura, edad y así continuamente hasta crear personajes particulares.
Seguramente se advierte que dentro de las características mencionadas
anteriormente no se presenta aquella que sería probablemente una de las
principales, es decir, se realiza la cuestión ¿ambos eran hombres? ¿Ambas eran
mujeres? ¿Era un hombre y una mujer?, la escena cobra entonces matices
diferentes y la dinámica de la misma moviliza diversos engranes. A saber, si en la
escena actuaran dos hombres, la interpretación llevaría potencialmente a una
pelea, una venganza, entre muchos otros ejemplos; si fueran dos mujeres también
se podrían realizar las mismas interpretaciones, pero, si fuesen un hombre y una
mujer, la interpretación posiblemente más directa sería colocar a la mujer como la
que fue golpeada por el hombre, dirigiendo a un discurso muy actual: el de la
violencia contra las mujeres. Más allá de discutir si es o no violencia hacia la
mujer, lo cierto es que cuando se presenta una situación donde se relacionan
hombres con hombres, mujeres con mujeres y hombres con mujeres se presenta
una visión muy diferente a una simple relación entre sujeto A y el sujeto B.
Esta sencilla introducción busca inscribir primeramente que, en la vida
cotidiana no se pueden encontrar sujetos sin estar diferenciados en hombres y
mujeres, es decir, toda sociedad humana (con la particularidad de cada una) se
divide en dos grupos, hombres y mujeres. Esto nos lleva al principio fundador de
ésta división: la diferenciación en base a los genitales.
Para Bourdieu (2005) ―La definición social de los órganos sexuales, lejos de
ser una simple verificación de las propiedades naturales, directamente ofrecidas a
la percepción, es el producto de una construcción operada a cambio de una serie
de acciones orientadas‖ (p. 27). Aunque pareciere que la diferenciación en base a
los genitales es absoluta es también llamativo el hecho de que si físicamente
existen diferencias ¿debemos ser también diferentes en todo?; ante esto ya se
crean posturas particulares, y es ante esta pregunta que se da en el movimiento
feminista, (entendiéndolo como originado desde el momento en que las mujeres
cuestionan estas diferencias), está basado en dar un no como respuesta a la
pregunta hecha anteriormente.

33
Es cuando encontramos que para dar un no a la diferenciación absoluta en
base a los genitales y al cuerpo, era necesario presentar algo más que solamente
consignas políticas o ―alzar la voz‖ en mítines, reuniones, consignas a los
gobiernos y autoridades, puesto que esta politización si bien dio frutos en los
movimientos feministas incluido el sufragismo — movimiento feminista para
obtener el voto—, ya presentaba la necesidad de entrar en el mundo académico.
Para lograr esto se requería iniciar investigaciones y teorizar desde las mujeres y
el feminismo. Fue determinante el hecho de que se iniciara el camino a partir de
una única palabra que crearía toda una revolución en el pensamiento, la palabra
es: Género.
El concepto de género ha tenido una difícil definición, debido a que la
palabra tiene diferentes significados dependiendo de la disciplina donde se utilice,
aunque en general existen puntos en común en las definiciones. Comencemos
buscando los orígenes de dicho concepto.
Aunque la mayoría de las investigadoras y los investigadores rastrean el
origen del concepto en el siglo XX. Palomar (1999) dice que los orígenes del
concepto son más antiguos de los que generalmente de le adjudican. Para esta
autora el concepto de Género como se le conoce hoy se remonta hasta incluso el
siglo XVII, siendo Poulain de la Barre en 1670 cuando al escribir tres artículos
donde la idea central era que las diferencias entre hombres y mujeres no era
producto de una diferencia natural, sino que la desigualdad social y política era
producida por la sociedad, además de que las teorías que postulaban la
inferioridad de la naturaleza femenina por ende, no tenían bases reales, sino
únicamente prejuicios sociales. ―Fue en el siglo XVIII cuando la idea de que el
género era una construcción social terminó por consolidarse‖ (Ídem, p. 194).
Verea (1999) menciona que a pesar de considerar que en el siglo XVIII ya
se consideraba al género como constructo social hay que reconocer que aún
hasta mediados del siglo XIX la creencia de las diferencias entre hombres y
mujeres se concedía a orígenes religiosos, como parte de la creación divina. Y
después de plantearon estas diferencias científicamente, como una estructuración
biológica y del proceso de la evolución.

34
Aunque esto es una realidad para autores como Bourdieu (2005), los
esfuerzos para que esta visión de las diferencias biológicas como determinantes
sociales ya comenzaba a ser contrariada por el naciente concepto de Género.
Sin embargo, y sin contradecir a las anteriores autoras, son varios los
escritores e investigadores que están de acuerdo en que el concepto de Género
como tal surgió en el siglo XX (Montesinos, 1997; Martínez, 2005; Jiménez, 2003).
Para Montesinos (1997) ―El concepto fue acuñado por la psicología por dos
investigadores -Stoller y Money- abocados a la indagación de las disfunciones
sexuales‖ (p. 16). Aunque algunos autores como Martínez (2005) otorgan
únicamente a Money la propuesta en 1955 de utilizar el término gender role(papel
de género) para describir el conjunto de conductas atribuidas a los varones y a las
mujeres. Igualmente nos refiere que se considera a Gayle Rubin como la
creadora de la categoría de género, pues es quien utiliza por primera vez esta
categoría en 1977 para referirse al sistema de jerarquías sociales, donde en base
a las diferencias sexuales se determinaba las diferencias sociales.
Pérez (2003) complementa al mencionar que ―La palabra género se
empezó a utilizar por Ann Oakley aproximadamente en 1972, con el objetivo de
ubicar las diferencias entre los hombres y las mujeres que fueron construidas
socialmente versus las que son de naturaleza biológica‖ (pp. 280-281). Por tanto el
concepto género surge en 1955 con Money, Oakley en 1972 y Rubin en 1977 lo
usan como es actualmente entendido.
―El uso del término género apareció entre las feministas que querían insistir
sobre el carácter fundamentalmente social de las diferenciaciones basadas en el
sexo‖ (Bonaccorsi, 1996, p. 3). Para ello se comenzó a usar como base para
sustentar la lucha contra las consideraciones de que las diferencias físicas
justifican las diferencias sociales.
A partir de que las feministas toman el concepto Género se inician los
abordajes al mismo, además de desarrollarlo para buscar crear algo más que un
concepto. ―La categoría género es una herramienta de reciente creación, cuyo
uso no está aún muy generalizado […] hace referencia a la producción de formas

35
culturalmente apropiadas respecto al comportamiento de los hombres y las
mujeres en cuanto sujetos sexuados‖ (Palomar, 1999, p. 193)
El ―Género se refiere a las conductas de identificación sexual asociada a
miembros de una sociedad, misma que son aprendidas desde las infancias
tempranas y transmitidas de generación en generación dentro de un contexto
familiar y social‖ (Cervantes, 2006, p. 51). ―El género deviene tanto una realidad
objetiva como subjetiva, un orden que se impone a los individuos, y que ellos a su
vez recrean continuamente con base en los significados que proporcionan el
lenguaje, la historia y la cultura‖ (Góngora & Leyva, 2005, p. 87). ―El género es la
categoría organizadora central de nuestra psique, el eje alrededor del cual
organizamos nuestra personalidad‖ (Jiménez, 2003, p. 21).
Lamas (1997) ―El género es la manera en que la sociedad simboliza la
diferencia sexual y fabrica las ideas de lo que deben ser los hombres y las
mujeres‖ (cit. por Jiménez, 2003, p. 20). O esta definición: ―El género es el
mecanismo mediante el cual se producen y naturalizan las nociones de masculino
y femenino, pero podría muy bien ser el aparato mediante el cual tales términos
son desconstruidos y desnaturalizados‖ (Butler, 2005, p. 11).
También se dice que ―el Género se define como la red de creencias, rasgos
de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a
mujeres y a hombres‖ (Gonzales, 1998, p. 197). ―El Género es un principio
organizador, un código de la conducta por el cual se espera que las personas
estructuren sus vidas, sean femeninas o masculinas y se comporten femenina o
masculinamente‖ (Bonaccorsi, 1996, p. 2).
Igualmente ―el Género es un concepto dinámico y que es una categoría,
además de que nos ayuda a visibilizar otra serie de diferencias, porque ni los
hombres ni las mujeres presentan una uniformidad‖ (Pérez, 2003, p. 281).

El género nos da la posibilidad de ubicar qué es lo que hacen las mujeres y qué
hacen los hombres en un determinado ámbito, en el trabajo, en la salud, en la
educación, etc., y también nos ayuda a identificar por qué lo hacen, qué
actitudes, roles, estereotipos y conceptos de feminidad y masculinidad se
encuentran detrás de éstos (Pérez, 2003, p. 281).

36
Después de prestar atención a esta diversidad de conceptualización
observemos señalamientos hechos por los autores. ―La categoría género permite
delimitar con mayor claridad y precisión cómo la diferencia cobra la dimensión de
desigualdad‖. (Lamas, 2002, p. 38). Esta autora insiste en que al usar el concepto
género — aunque aclara que sin llegar a fetichizarlo—, nos dirigimos a estudiar la
manera en que opera la divergencia social entre cuerpos femeninos y cuerpos
masculinos. ―El género es el mecanismo mediante el cual se producen y
naturalizan las nociones de masculino y femenino, pero podría muy bien ser el
aparato mediante el cual tales términos son deconstruidos y desnaturalizados‖
(Butler, 2005, p. 11).
Para Torres (1997) la oposición binaria hombre-mujer (el género) es clave
en todos los procesos de significación y simbolización de todos los aspectos de la
vida. Ya encontramos en este apartado que va más allá de la diferenciación
debida al cuerpo o a una mera elección, es ya un proceso significante y simbólico,
abriendo un importante campo de análisis.
De acuerdo a Hernes (2003, citado en Corona, 2004, p. 342) ―todos los
argumentos consideran al Género como una categoría relevante cuando surge el
derecho a la participación‖. Interesante indicación cuando sumándose a lo dicho
por las autoras anteriores el Género podría verse como una categoría —y no
como mecanismo o proceso— además de verse paradójica e incluso
irónicamente, puesto que Hernes demuestra que se usa el Género solo al
momento de existir la posibilidad de participar —en lo político, lo económico, lo
sexual y en todo ámbito que contenga el Género—, criticando el uso de la
categoría solo cuando sea necesaria o ―lucrativa‖.
Además Prieur concluye que el género no puede reducirse al sexo biológico
y establece la importancia de considerar también los lenguajes que lo constituyen,
no sólo lenguajes verbales, sino lenguajes en el sentido de sistemas de símbolos‖
(Escandón, 1999, p. 285). Ya se observa que también es necesario pensarlo a
nivel lingüístico.

37
Parafraseando a Burin (2001) se entiende al Género como siempre
relacional, siendo construido socialmente e históricamente y nunca está en estado
puro. ―La construcción social del género se hace a partir de las diferencias
biológicas‖ (Granados, 2003, p. 11). Hay que concebirlo también como ligado a
construcción y ligado a la historia y por tanto cambiante.
La obra de Laqueur La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los
Griegos hasta Freud “nos ayuda a comprender en la práctica cómo la diferencia
sexual, sea cultural o biológica, inscrita en los hechos y lo cotidiano, es siempre
construida por los discursos que la fundan y legitiman‖ (García, 1999, p. 224).
Siendo un buen ejemplo de cómo opera el Género durante las diferentes épocas
históricas. ―Distingue Laqueur en el desarrollo de su investigación que los
conceptos de género y sexo han estructurado la percepción y la organización de
toda la vida social‖ (Ídem, 223).
Hay que señalar que también se le toma por diversas autoras y diversos
autores como algo normativo. ―El Género enfatiza también el aspecto de las
definiciones de las normas de la femineidad‖ (Bonaccorsi, 1996, p. 3).
O como menciona Butler (2005):

Afirmar que el género es una norma no es lo mismo que decir que hay visiones
normativas de la feminidad y la masculinidad, aunque resulta claro que tales visiones
normativas existen. El género no es exactamente lo que uno ―es‖ ni precisamente lo
que uno ―tiene‖ (p. 11).

Regresa Butler para complementar la visión del Género como norma. ―El
género es entonces una norma regulatoria, pero también es producida para servir
a otros tipos de regulaciones‖ (Ídem, p. 30)

Finalmente observemos que:


La construcción social del género se considera como una construcción con carácter
simbólico e histórico, lo que implica llevar a cabo una deconstrucción de las categorías
tradicionales de género y otras dicotomías, refutando el concepto de individuo como
naturaleza fija y esencial (Fajardo & Revilla, 2006, p. 97).

38
Siendo por tanto el uso de la categoría de Género algo más que un simple
análisis de lo que es hombre o mujer. Es trabajar por modificarlo en cuanto sea
necesario, es decir, su uso de manera desmedida y sin conocimiento del mismo
ocasionaría una inadecuación en los procesos de las investigaciones de Género.
Es como lo señalan las autoras y autores señalados, un constructo social e
histórico, que incluye la simbolización y el lenguaje así como la posibilidad de ser
modificado.

2.1.2. El feminismo, movimiento social y antecedente del estudio de la


masculinidad

No se puede iniciar un escrito sobre algo relativo al Género sin atenderse primero
a su origen, tal cual es usado hoy día en las ciencias sociales, es decir hay que
regresar a conocer al feminismo.
Para Chinchilla (1982, cit. por Fernández, 1998, p. 91) el Feminismo es
―una perspectiva teórica que cuestiona la existencia de roles de género naturales o
biológicamente determinados y un compromiso político de erradicar las
desigualdades que se deriven de ellas".

Para Sánchez (1999) ―El feminismo es un movimiento social y político que


tiene un proyecto de sociedad diferente de la patriarcal‖ (p. 234). Ante esto se
cuestiona la meta del feminismo, puesto que durante toda la historia humana solo
se habían cuestionado sistemas económicos o sistemas de gobierno, pero nunca
se había planteado la necesidad de buscar una sociedad diferente a la patriarcal.
Sánchez (1999) aclara que para el feminismo ―El objetivo último es
transformar hasta lograr un sistema de relaciones humanas en el cual la
jerarquización de los grupos, séanlo en razón del sexo, la clase social, la etnia, la
orientación sexual, etc., desaparezca de la estructura social‖ (p. 235). Pero ¿Qué
razón había para buscar esto?

39
Como explica Mirandé (1998) ―Por siglos las voces de las mujeres han sido
enmudecidas por las voces de los hombres, las cuales han sido presentadas como
una voz universal‖ (p. 11). Esa era la razón de exigir un nuevo sistema social, en
que la mujer estuviera presente sin discriminación, así como otros grupos aliados
del feminismo, los homosexuales y las lesbianas.
―El feminismo ha soñado que la diferencia sexual no se traduzca en
desigualdad social, económica, política‖ (Lamas, 2002, p. 18), dicha diferenciación
que ha ocasionado un malestar en las mujeres, quienes decidieron no soportar
más esta situación. ―Las mujeres han sido por tradición uno de los componentes
más sometidos en la escala jerárquica de la sociedad, atribuyéndoseles una serie
de justificaciones de todo corte por parte de los hombres en sus diferentes
modalidades‖ (Velasco, 2000, p. 165).
Noriega (2004) refiere que ―algunas autoras feministas han señalado que el
feminismo como tradición de reflexión tiene su origen en la articulación verbal,
sistemática, de las malestares de las mujeres, en el estudio del motivo de sus
malestares y en las propuestas para superarlo‖ (p. 14). Ante este panorama el
feminismo se perfiló como un movimiento con un objetivo claro.
En este sentido, una visión descriptiva de la condición de la mujer no
ayudaría a nadie por lo tanto era necesario levantarse y luchar por la meta
planteada pues como reconoce Palencia (2004) a Dolores Juliano (que era una
escritora feminista), por abogar ―por la consideración de las mujeres no sólo como
víctimas, sino como sujetos capaces de gestionar sus deseos y su futuro‖ (p. 396).
Podemos decir que ―la palabra feminista significa lucha por homogeneizar
los géneros e igualdad de competir y realizar cualquier trabajo; de asumir la
responsabilidad y decisión de tus aspiraciones con el derecho al crecimiento de
las ideas y del espíritu‖ (Ronay, 2004, p. 404). Asimismo el feminismo desde su
nacimiento (que se abordará enseguida) se perfiló como un movimiento
revolucionario.

40
El feminismo es parte de las políticas democráticas avanzadas y un indicador de
desarrollo social, así como un conjunto de políticas de gestión. Y es también una
propuesta alternativa de valores y de discursos que altera radicalmente las formas
tradicionales de concebir las relaciones sociales (Palomar, 1999, p. 200).

A partir de este párrafo se hablará de la historia del feminismo. Para


comenzar baste decir que el buscar el origen de cualquier suceso humano tiene
una línea infranqueable, el horizonte de la historia. Es decir, a pesar del inagotable
avance científico que incluye avanzados sistemas de investigación, es notorio que
en temas específicos de investigación existe el límite de la inexistencia de datos
precisos sobre lo que se busca.
Para arqueólogos y antropólogos físicos existen sistemas de datación cómo
el de Carbono 14 o el de Potasio-Argón que utilizan para datar sus
descubrimientos como nos relata Johanson (1993) al haber encontrado el primer
fósil de una australopithecus afarensis que nombró Lucy, era necesario cumplir
con las exigencias científicas de datar los descubrimientos; al utilizar el sistema de
Potásio-Argón dató a Lucy con 3, 500,000 años.
¿Qué busca plantear éste ejemplo?, definitivamente mostrar que en
disciplinas como las mencionadas se poseen sistemas que permiten dar fechas a
los objetos de estudio de dichas disciplinas; pero ¿Que sucede cuando se busca
―algo‖ que no ―deja‖ una evidencia física? La respuesta es desalentadora: Todo se
complica.
Al momento de plantear la búsqueda de fenómenos sociales en el pasado
no se puede simplemente dirigirse a laboratorios, utilizar tecnología avanzada y
determinar en qué momento sucedió, nos enfrentamos a esgrimir fuentes de datos
diferentes a las usadas en las llamadas ciencias naturales. El horizonte directo es
el que nos presenta la historia.
Para Brom (1973) ―todo dato histórico debe ser rigurosamente examinado
para su aceptación‖ (p. 16), siendo que la historia humana se pierde en el tiempo
es difícil aceptar datos anteriores a los primeros vestigios de cultura humana, es
decir, antes de las grandes civilizaciones antiguas como la Mesopotámica y la

41
Egipcia. Sin embargo los mismos historiadores cómo Brom se aventuran a sugerir
las estructuras arcaicas de la humanidad anteriores a la escritura y a la
―civilización‖, todo ello basándose en antiguas impresiones humanas.
Cuando emergen planteamientos dirigidos a esclarecer el pasado de la
especie humana en el planeta y encontrar sus orígenes es una empresa que
difícilmente se cerrara prontamente, pero ante la mesa se presentó una situación
muy delicada: ¿hasta qué punto aseverar sucesos históricos sin tener datos físicos
es aceptable?
Es difícil responder, puesto que las limitaciones mismas de los métodos
científicos actuales no permiten asegurar nada que no esté firmemente
sustentado. Hasta aquí todo parece un simple argumento acerca de la ciencia
Histórica que no ofrece nada al tema del Feminismo y al Género. Pero en
definitiva aporta la base necesaria para analizarlos.
Al analizar diversos libros y artículos referentes al Género localizamos
afirmaciones sobre el ―incuestionable‖ sometimiento o subordinación de la mujer,
siendo el hombre quien dirige dicho sometimiento. ―No hay que olvidar que tanto
el feminismo como la perspectiva de género tienen su fundamento y luchas en la
posición de indudable subordinación de las mujeres‖ (Jiménez, 2003, p. 27). Esta
es la base del feminismo, aunque no ofrece evidencias físicas y por tanto no
cumpliría los requisitos para ser tomado dicho enunciado como ―científico‖. Lejos
de solamente desviar la mirada hacia otro lado y no atender lo anterior, es real que
el sometimiento de mujer no deja un fósil para estudiarlo, sino que presenta la
dificultad de sostener lo que el feminismo presenta como una realidad.
Para ello observan (vía Historia y documentos históricos, tradiciones) las
relaciones entre hombres y mujeres en el transcurrir de las épocas y en base a
ello aseveran el sometimiento de la mujer.
Para Rodríguez (2000) ―La relación de hombres y mujeres con el
conocimiento de su pasado es de por sí una fuerza determinante en la elaboración
de la historia‖ (p. 311) ello demuestra la gran importancia de conocer la Historia
antes de afirmar un enunciado. Para el feminismo es indiscutible el sometimiento
de la mujer por parte del hombre. ―el status femenino, tan variable de cultura en

42
cultura, pero siempre con una constante: la subordinación política de las mujeres
como grupo a los hombres‖ (Lamas, 2002, p. 27).
Hay que regresar entonces a los orígenes conocidos de la sociedad
humana para evaluar tan universal condición de la mujer.
Si bien existen escritos históricos de diversas culturas en relación a la
posición del sexo femenino en sus sociedades, no presentan en general a la mujer
como individuo independiente.

El pensador Demóstenes, en la Grecia Clásica, afirmaba en un discurso: 'El


estado del matrimonio consiste en procrear hijos para sí. A las cortesanas las
tenemos para el placer, las concubinas para las atenciones de todos los días,
las esposas para tener hijos legítimos y como fieles guardianas de los
asuntos de la casa‖ (Bonaccorsi, 1996, p. 5).

Pero sería hasta finales del siglo XVIII, específicamente en 1789 en la


Francia Revolucionaria donde surgiría de forma evidente la exigencia de igualdad
entre los sexos.
Algunos autores lo llaman ―la emancipación femenina‖ como Oranich
(1976), quien nos relata como en la Revolución Francesa se luchaba por la
igualdad entre todo ser humano, sin discriminación, surgiendo de ella la
Declaración Mundial de los Derechos Humanos.
A pesar de que se promulgó y que abarcaba a todo ser humano, no se
adhirió a la mujer. Por lo tanto surgieron las primeras manifestaciones de
reclamación de la liberación de la mujer, como es el caso de la Declaración de los
Derechos de la Mujer de Olimpia de Gouges (fue guillotinada por ello) y la
vindicación de de los derechos de la mujer de Mary Godwin (Wollstonecraft) en
1792.
Oranich (1976) continúa relatando que ante la llegada de la Revolución
Industrial y el maquinismo la mujer entró a laborar en las industrias
proporcionando por primera vez su presencia en el ámbito público y no ser
limitada al espacio doméstico.

43
Ya para el siglo XIX se comienza a erigir los movimientos socialistas, donde
Flora Tristán siendo socialista utópica pronuncia ―Siempre hay alguien más
explotado que el obrero: su mujer‖. Con una Europa inquieta por el socialismo, los
sindicatos y demás agrupaciones que exigían igualdad en diversas formas las
mujeres no se mantendrían calladas. Oranich (1976) señala a dos hombres que en
esta época estuvieron a favor de la liberación femenina, August Bebel y John
Stuart Mill.

El siglo XIX tuvo vaivenes complejos para las mujeres y para el feminismo: […]
De un lado, la misoginia romántica pone a las mujeres como inferiores a los
varones en los escritos de autores como Hegel, Schopenhauer y Nietzsche; y del
otro, Stuart Mill, en La sujeción de la mujer, hace una importante aportación para
desmontar ideológicamente los prejuicios sobre la inferioridad de las mujeres.
(Palomar, 1999, p. 195).

Para Oranich (1976) al finalizar el siglo XIX y con la revolución industrial ya


implacable se da el gran impulso al feminismo para dar el siguiente gran paso: el
voto. ―Recién a fines del siglo XIX, las mujeres se organizaron para reclamar su
derecho a ser consideradas sujetos políticos, exigiendo su derecho a ejercer la
ciudadanía por medio del sufragio‖ (Bonaccorsi, 1996, p. 6)
El siglo XX es recibido con un movimiento sufragista naciente sobre todo en
Inglaterra, Francia y Estado Unidos de América. ―El combate por el feminismo se
transformó en lucha por el voto‖ (Oranich, 1976, p. 24). En E.U.A. se logro
alcanzar el voto femenino el 26 de agosto de 1920, en Inglaterra al finalizar la
Primera Guerra Mundial en 1918 y en Francia en 1946. Así subsecuentemente se
obtuvieron derecho al sufragio en diversos países. Ya para este siglo y con el
movimiento feminista ya inmerso en la segunda ola del mismo, con mujeres y
hombres simpatizantes es cuando es notorio que comprenda solo a las mujeres.
Por ello ―el feminismo no es nada más un movimiento que involucre
solamente a sus militantes; la sociedad toda es afectada por sus efectos y sus
planteamientos‖ (Palomar, 1999, p. 200). En 1929 Virginia Woolf escribe Una

44
habitación propia y en 1937 Tres guineas denunciando las formas de opresión
sobre la mujer.
Para cuando estalla la Segunda Guerra Mundial el mundo no ve otra cosa
que el conflicto bélico. Éste evento es ampliamente recordado por las feministas al
fungir como detonante para la lucha por la igualdad de derechos además del de
sufragio, como evidentemente escribe Burin (2001) ―La Segunda Guerra Mundial
impulsa los movimientos de las mujeres, y crea coyunturas favorables contra la
discriminación por razones de raza, religión o sexo‖ (p. 23) creando una sensación
agridulce al celebrar indirectamente el cataclismo sucedido durante la guerra,
además de que la autora presente dicha guerra como creadora de uniones que
ayudaron contra la discriminación, pero sería necesario recordar que la guerra
estuvo marcada por la discriminación radicalmente expresada en el nazismo y el
fascismo.
Por ello hay que aclarar que la Segunda Guerra Mundial no fungió como lo
presenta la autora o tal vez se observa un desliz en la redacción del enunciado, es
decir, no es que la Guerra haya creado uniones contra la discriminación sino que
los movimientos de las mujeres fueron los que crearon alianzas contra la
discriminación, en especial contra la mujer.
Para el año de 1949 Simone de Beauvoir publica Le deuxième sexe (el
segundo sexo). ―El diagnóstico de Beauvoir es que la mujer es un existente
degradado porque las posibilidades de realizarse como el ser trascendente que
es, le están cercenadas por la situación de opresión en que se encuentra‖
(Palomar, 1999, p. 192).
Poco a poco el movimiento cobraba fuerza en el mundo, cuando ―El nuevo
feminismo lo formuló acertadamente: ¿Por qué la diferencia sexual implica
desigualdad social?‖ (Lamas, 2002, p. 24).

Contra la ―diferencia‖ vuelta ―desigualdad‖ es que se levante el nuevo


feminismo que surge a finales de los años 60 en Estados Unidos y Europa, y
que se difunde y cobra fuerza en otros países de América, oriente y África en
los años 70 (Montecino, 1997)(p. 25).

45
Es en la segunda mitad del siglo XX cuando ya es definitiva la absoluta
lucha por la igualdad de la mujer, ya no sería detenida.

En la ―tercera ola‖ del feminismo: en los Estados Unidos, durante los años
sesenta, con la obra de Betty Friedan; y en todo Occidente, en la década de
los setenta, cuando el feminismo salió a la calle al mismo tiempo que los
movimientos emancipatorios y contraculturales surgidos en torno a mayo del
68 (Palomar, 1999, p. 192)

Otro paso determinante fue luchar por los espacios académicos, no solo
para dar las materias básicas, sino para dar cátedra sobre lo que ya se conocía
como Estudios de la Mujer. ―La década del 70 se va a caracterizar por ser la de la
instalación de los Estudios de la Mujer en el universo académico formal‖
(Montecino, 1997, p. 12). ―Los estudios de mujeres, la investigación feminista en
todas las disciplinas —hay incluso ―teólogas feministas‖— son una realidad que se
ha consolidado en el seno de las universidades‖ (Sánchez V. S., 1999, p. 237)
Dentro de estos estudios de la mujer, una de ellas era lo relativo a ver a la
mujer en la historia, puesto que la mujer no aparece en libros de historia salvo que
fuese sumamente excepcional e incluso que fuera en relación a un hombre.
Para Bonaccorsi (1996) es necesario crear investigaciones históricas donde
sea central la mujer, así cómo la familia y su economía, indicando que todos los
documentos históricos únicamente se dedican a relatar a personajes masculinos y
las instituciones androcéntricas, relegando a la mujer a la invisibilidad histórica.
―Al mismo tiempo, otras feministas, preocupadas por la ausencia o invisibilidad de
las mujeres en la historia, se propusieron recuperar la historia de las mujeres.‖
(Lamas, 2002, p. 26)
La misma autora recuerda que ante la búsqueda de construir una Historia
femenina no se escatimo a indagar en la Historia escrita por los hombres en
calidad de ―parchar‖ los huecos en que la mujer debía de aparecer, sino que
incluso se dirigió el esfuerzo de crear una Historia a la par que la escrita. Para ello
requerían un ―origen‖ de la civilización humana donde la mujer estuviese a la par
del hombre e incluso por encima de éste.

46
Ante esto se observó que ―Esta recuperación padeció, en algunos casos, de
aspectos absolutamente ideologizados y acientíficos, como el planteamiento de la
existencia de un supuesto matriarcado‖ (Lamas, 2002, p. 26)
Este matriarcado debería servir como pilar principal para la fundación de la
raza humana, misma que abría sido dirigida en un supuesto inicio por el sexo
femenino, pero como lo menciona Lamas, este supuesto matriarcado no ayudaba
al feminismo.
Para entonces ya se enunciaba en el feminismo (aunque se ramifico en
muchas ramas durante su historia, y con ello los objetivos específicos) ―Defender
los derechos de las mujeres implica una doble consecuencia: una
correspondiente toma de conciencia de deberes y un planteamiento de una
renovación de la sociedad entera, en sentido de defender los derechos de
todos los seres humanos sin exclusiones‖ (Bernandini, 2000, p. 10).
Ante tal responsabilidad era necesario no simplemente manifestaciones y
mítines sino que se requería de crear estudios específicos para lograr la meta.
―Creo que un movimiento tiene que tener vida, tiene que tener una vida intelectual,
de lo contrario sólo repetirá algunos de sus términos. Debe tratar de revisar sus
propias creencias a la luz de las nuevas circunstancias políticas‖ (Butler, 2001, p.
283). Para llevar a cabo esta tarea se requirió de tener un concepto central: surge
el concepto Género.

2.1.3. Los estudios, la perspectiva y la teoría de Género

Para Cortés & Martínez (1992) si la perspectiva es la construcción de una imagen


en función del punto de vista del observador, el perspectivismo, como concepción
filosófica, supone que toda representación es dependiente del sujeto que la
constituye. Y por ello la perspectiva de Género podría ser vista como fragmentaria,
es decir, que un enunciado debe estar ligado, determinado e incluso condenado
en base al que lo enuncia.
Efectivamente la perspectiva de Género que surge del feminismo anterior al
postfeminismo, afirma con base a su epistemología que ser mujer o ser hombre, o

47
gay, lesbiana, hermafrodita (o intersexo) determinara como te posiciones ante la
realidad y como accederás al conocimiento. Veamos como lo abordan diversas
autoras y autores.

El enfoque de género, es decir, la aplicación y el enriquecimiento de la teoría de género,


tiene como particularidad proporcionar los elementos para analizar lo que acontece a las
mujeres y a los hombres de momentos históricos definidos, en sus relaciones genéricas
precisas, y además conforma los marcos conceptuales en que se interpretan de manera
compleja las sociedades y las culturas (Cazés, 1998, p. 108)

La perspectiva de género ―tiene un potencial ético-político fundamental


vinculado a una redefinición de la ciudadanía, sobre la base de la equidad social,
la igualdad de oportunidades, la protección de los ecosistemas, la profundidad
democrática, etc.‖ (Larraín, 2004, p. 5).esta en lo correcto al decir ―potencial‖ ya
que no es recomendable tomar a la perspectiva de Género de forma tan
aventurada, puesto que usar la expresión equidad social abarcaría no solo las
relaciones hombre mujer, sino arriesgarse a pensar que la Perspectiva de Género
solucionaría todas las desigualdades sociales como las económicas, étnicas,
raciales, religiosas por ejemplo.
Para Cazés, (1998) ―Desarrollada básicamente por el feminismo, la
perspectiva de género representa una propuesta teórica-metodológica que integra
una amplia visión interdisciplinaria en la que confluyen diferentes saberes
científicos, paradigmas y procesos de construcción de conocimiento‖ (Pérez, 2003,
p. 280). Se limita por tanto a lo teórico y metodológico.
Para Kimmel (1992, citado en Tuñon & Bobadilla, 2005) se puede resumir
de esta forma:
Comúnmente utilizado para visualizar la subordinación femenina, la perspectiva
de género es un elemento que permite el análisis de las condicionantes
presentes en la socialización masculina, lo cual a su vez explica las relaciones de
poder que se establecen entre los sexos (p. 71)

Fajardo & Revilla (2006) llevan a la perspectiva de Género a pluralizar las


concepciones de mujer y hombre como se observa en seguida:

48
No existe una manera única y excluyente de ser mujer u hombre, sino muchas
maneras diversas de ser mujeres y de ser hombres en función no sólo del sexo
de las personas, sino también de su grupo social, de su edad, de su ideología, de
su capital cultural, de su estatus socioeconómico, de su orientación sexual, de
sus estilos de vida y sus diferencias individuales; en definitiva, de sus maneras de
entender (y de hacer) el mundo y de la naturaleza de las relaciones que
establecen con los demás seres humanos (p. 98).

Es ―el conocimiento científico sin perspectiva de género, ha contribuido a


seguir reforzando ideas esencialistas sobre la mujer y el hombre‖ (Rodríguez A. ,
2000, p. 120). Colocando a la perspectiva de Género como necesaria y ha ser
integrada en todos los estudios e investigaciones científicas para evitar dichos
esencialismos relativos a los sexos.

La perspectiva de género nos posiciona en una mirada desde la cual se


observan los resultados inmersos en la significación psicosocial del ser
hombre o mujer en la sociedad en la que se esté investigando, buscando
conocer si existen diferencias y cómo están construidas (Rodríguez, 2000, p.
118).

Por tanto hablar de Perspectiva de Género es limitar los enunciados en


base al ser hombre o ser mujer. ¿Será que se deben ―invalidar‖ los enunciados
que investigadoras realizar sobre los hombres?
Los estudios de Género. Cuando utilizamos la expresión de Estudios de
Género es ―referirse al segmento de la producción de conocimientos que se han
ocupado de este ámbito de la experiencia humana: las significaciones atribuidas al
hecho de ser varón o ser mujer en cada cultura y en cada sujeto‖ (Burin, 2001, p.
19).
Siendo que ―los primeros estudios feministas, […] asumían que las
diferencias sexuales biológicas no podían ser responsables por el significado
social del género o la distribución relativa del poder entre los hombres, entre las
mujeres, y entre los hombres y las mujeres‖ (Coltrane, 1998, p. 18).

49
Además ―los estudios de género se han incorporado en las dos últimas
décadas a todas las ciencias sociales, ya que si se habla de una construcción
cultural, por fuerza ha de ser parte de su objeto de estudio‖ (Palomar, 1999, p.
194).
Adicionando que ―los estudios de género comparten tanto visiones críticas
de la sociedad y de la cultura de quienes los han realizado, como convicciones de
que las realidades analizadas no son inmutables‖ (Cazés, 1998, p. 113).

Los estudios de Género pueden ser entendidos no como una mera forma de
escribir libros y libros sobre la temática del Género o para relatar lo que las o
los autores piensen en relación al mismo, sino que van más allá: a
concientizar sobre el género. Es decir, a lograr el entendimiento de que ―la
supuesta superioridad masculina es real en tanto las mujeres acepten
considerarse a sí mismas inferiores a los hombres‖ (Sánchez V. S., 1999, p.
235).

Como lo deja bien claro Godelier (S/f) ―todo estudio de género es un estudio
de ejercicio del dominio de género; que este dominio, aun cuando se presente con
características peculiares en las diferentes relaciones clasistas, es anterior a ellas
y las envuelve por completo‖ (Cazés, 1998, p. 111). ―Así, la desigualdad social,
política y económica de las mujeres en relación con los hombres se justificó como
resultado inevitable de la asimetría sexual‖ (Lamas, 2002, p. 11).
Y es que ―en la tradición de la dominación patriarcal, algunos colegas
(sobre todo hombres) encuentran los estudios de género superfluos y sugieren
que los temas académicos convencionales son más dignos de atención‖ (Coltrane,
1998, p. 15).
Ya en la posmodernidad ―los estudios de género […] se refieren a un
cuerpo de conocimientos que se ocupan de las significaciones atribuidas al hecho
de ser varón o ser mujer en cada cultura y en cada sujeto‖ (Cervantes, 2006, p.
44).
En definitiva ―los estudios de género, emprendidos en su gran mayoría por
mujeres, han quedado asociados al conocimiento de la condición femenina y de

50
las situaciones de las mujeres‖ (Cazés, 1998, p. 106). Esto en un inicio, ya que
poco a poco como se observara en los siguientes capítulos, la condición
masculina ha comenzado a ser estudiada. Pero para algunas autoras no son bien
recibidos los varones en los estudios de Género, pues como mencionan Canaan y
Griffin (1992) ―Las colegas feministas también cuestionan las intenciones de los
hombres cuando éstos se concentran en el género, y a algunas les preocupa la
potencial usurpación patriarcal de las iniciativas de los estudios de las mujeres‖ (p.
15). Pero a pesar de ello no se puede negar lo necesario de incluir a los varones
dentro de los estudios de Género.
Después de esta breve remembranza sobre la historia y el origen del
Género dirigiremos la atención a la masculinidad como objeto de investigación, el
cual presenta características particulares aunque siempre con la constante de la
naturaleza relacional de esta con la feminidad, ambas sujetas al Género. De las
características particulares de la masculinidad (aunque no se niega la posibilidad
de que surjan más durante las investigaciones en los diferentes paradigmas)
sobresalen los de dominación, poder, identidad, el cuerpo, patriarcado, machismo
y homofobia. Siendo la identidad, el machismo y la homofobia abordados en el
capítulo dedicado a la masculinidad y la psicología, debido a que son investigados
desde enfoques psicológicos mayoritariamente y estando la dominación, poder,
patriarcado fundamentalmente se han estudiado desde enfoques Antropológicos y
Sociológicos se analizaran en el siguiente capítulo.
La teoría de Género. Para realizar indagaciones en relación a un fenómeno
se requiere alguna base, en la investigación se demanda un marco teórico ¿Pero
que es Teoría?.
Entendiéndola de la forma en que Martínez y Cortés (1992) la definen, la
Teoría— palabra proveniente del griego 2,TD\" (theoria)— es en un sentido amplio
un enunciado que otorga conocimiento más allá de los datos o hechos que se
observan de forma inmediata. Por tanto deja de ser una simple narración o
descripción de las cosas que se ven a de los datos que se obtienen.
En tanto que el feminismo al entrar al mundo académico no podía
instaurarse en el mismo sin una teoría que sustentase sus postulados surgió la

51
Teoría de Género. Para Piedra (2003) la Teoría de Género es sinónimo de Teoría
Feminista, entendiendo ésta última como una teoría vivencial, donde lo central es
ver las vidas de las mujeres tanto presentes y pasadas y todo lo relativo al mundo
femenino, puesto no se había tomado a la mujer como ser de conocimiento.
Veamos entonces como diversas autoras definen esta teoría.
Podemos iniciar diciendo que ―la teoría de género surge en el ámbito de las
ciencias sociales como una propuesta de transformación democrática y se
consolida como una herramienta enfocada a superar las raíces y manifestaciones
de la desigualdad entre hombres y mujeres‖ (Pérez, 2003, p. 280). Aunque
también:
La teoría de género considera la cultura y las formas particulares de vida en
contraposición al determinismo biológico y la universalidad, recupera al sujeto
a partir de sus creencias, deseos y necesidades permitiéndole ir
construyendo su propio entorno de significaciones y por tanto sus propias
formas de vida (Ortega, Torres, & Salguero, 1999, págs. 41-42).

Lo anterior como se puede observar relativiza radicalmente con las visiones


―tradicionales‖ donde existía una constancia en el sujeto, pero las autoras deciden
asegurar que la teoría de Género está encaminada a un cambio tajante del
pensamiento sobre el sujeto. Esto será analizado más profundamente en la el
análisis de datos de la investigación. Para continuar rastreando como surge y se
da esta teoría también tenemos que:

La producción de conocimientos teóricos y empíricos sobre la mujer y el


género ha sido gestada, en su gran mayoría, en los países del primer mundo
(Estados Unidos y Europa) y poco a poco se ha ido extendiendo a los del
tercer mundo (América Latina y el Caribe, África, Asia) (Montecinos, 1997, p.
11).

Concordando por tanto la teoría de Género en los países donde el


feminismo se inicia y se muestra con mayor fortaleza.
Además de que ―la teoría o teorías de género no están solamente referidas
a la concepción genérica de los sexos femenino y masculino, sino que abarca una

52
concepción cultural determinada y una visión de la sociedad predefinida, con
bases ideológicas bastante claras‖ (Fundación Chile Unido, 2001, p. 1).
Recordando que ―las teorías de género […] comenzaron a sostener que la
posición y condición de mujeres y hombres debían ser analizadas en conjunto y
exploradas más que asumidas, y por otro lado que no ha habido en la historia
relaciones invariables‖ (Montecinos, 1997, p. 22), concordando con que:

La primera aportación de la teoría de género y sin duda el primer cimiento de su


desarrollo demuestra que en las relaciones entre los seres humanos nada es natural,
nada está en los genes, el sexo es la referencia binaria a la anatomía sobre la que
se construyen los géneros (Cazés, 1998, p. 109).

Toma dimensiones políticas en cuanto no se desliga del feminismo ya que


―Ser feminista con todo el profundo significado que el término conlleva quiere decir
luchar por una sociedad más justa, donde todos, hombres y mujeres, tengan
absolutamente los mismos derechos y obligaciones‖ (Oranich, 1976, p. 10).
Cuando surge esta teoría se tuvo que enunciar una epistemología siendo la
siguiente:
La epistemología feminista implica una posición ante la realidad social, en la
que tanto investigadora(or) como investigada(o) forman parte de la misma, y
que al ser social y cultural, ambas partes la constituyen, la significan y la
viven según esos universos simbólicos culturales específicos, construidos
históricamente (Rodríguez A. , 2000, p. 124)

Pero contrario a esto —que surge desde los inicios de la Teoría Género—la
emergente corriente post-feminista representada por Flax (1990 es en el
postmodernismo donde las corrientes post-feministas deben sustituir la
epistemología por el pragmatismo para dirigirse a conocer como se dan las
nuevas relaciones entre hombres y mujeres. Mostrando que la Teoría no se
―cierra‖ sino que busca adaptarse a las nuevas sociedades que surgen y no
quedarse en una visión de la total determinación del sexo en los aportes teóricos,
es decir, a diferencia de la epistemología feminista.

53
Se concuerda con Flax al entender que la sociedad ha cambiado en la
postmodernidad y no es posible seguir dedicando tiempo a la epistemología de la
forma citada, sino que el pragmatismo parece responder mejor a la acelerada
sociedad, donde el Género se presenta aparentemente de forma diferentes
rápidamente, donde el cuerpo femenino ya no representa esencialmente ―lo
femenino‖, ya el cuerpo masculino no representa ―lo masculino‖, a entender, la
crisis paulatina surgida del feminismo en relación a la sociedad y sus postulados,
logros y afecciones han ocasionado un inmenso campo donde el mismo feminismo
que lo produjo ha tenido que transformarse y una de esas transformaciones es el
post-feminismo, mismo que no es una simple adaptación a los paradigmas
actuales, no es únicamente incluir a los varones en el ―sometimiento‖ del
patriarcado, sino que el feminismo postmoderno inclusive señala abandonar el
Género como objeto de análisis, pero es Piedra (2003) quien está en desacuerdo
con esto, pues si se abandona el Género ella considera que el feminismo no
tendrá ya nada.
Lejos de ser fatalista, el post-feminismo— que incluye al feminismo de la
diferencia— representa un intento de enfrentarse a los problemas del siglo XXI
desde métodos y teorías diferentes a las del siglo pasado, ¿Pero será que muchas
autoras temen al mismo? ¿Será a caso que se ha ―encadenado‖ demasiado el
feminismo al Género, viéndolo de la misma forma que se veía hace 30 años?, si
no se aceptan los cambios surgidos durante todos estos años — arguyendo que
aún existen diferencias de poder y sometimientos al patriarcado—
paradójicamente se infravalora los logros del feminismo.
A pesar de las diferencias de poder que se observan de forma inmediata la
Teoría de Género debe ir (como ya se señaló al inicio de éste subcapítulo) más
allá de lo inmediato y de los datos. Analizar el Género de forma que responda
mejor a los problemas del siglo XXI.
A pesar de las críticas que surjan, es prioritario que una Teoría— de hecho,
las teóricas y teóricos— se permitan observar e indagar de manera diferente a lo
que se realizaba hace 30 años. E incluso no hay que perder de vista los discursos
del post-feminismo.

54
3. Capitulo 3:
EL CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO DE LA CONSTRUCCIÓN DEL
CONCEPTO DE MASCULINIDAD

3.1. Los engranes puestos en marcha para estudiar la masculinidad

Ante el panorama de los estudios de Género y de los resultados que


progresivamente lograban sobre las relaciones entre los sexos, (además de
apoyar al movimiento feminista) emergió la cuestión del papel que los varones
presentaban en estos estudios. Siendo que la masculinidad como objeto de
estudio es difícil precisar su origen, por lo tanto lo que procede es buscar las
temáticas que lo incluían, es decir, aquellas que vislumbraban la masculinidad,
aunque sutilmente, de forma genérica. Para Fernández (2004) solo hasta el siglo
XVIII cuando podemos encontrar algo parecido a un estudio de la masculinidad,
cuando escribe que:

Desde mediados del siglo XVIII, la filosofía política de corte racionalista da


cobertura a una visión de la masculinidad que, tomando rasgos del pasado de
aquello que se pensaba que eran los hombres, y añadiéndoles algunos más,
tenían como propósito principal sistematizar y ordenar la forma de cómo debían
ser los varones (p. 24).

Pero es hasta el siglo XX donde, ya después de fortalecido el movimiento


feminista cuando realmente se toma a la masculinidad dentro de una visión de
Género. Es para Coltrane (1998) que ―durante los años ochenta, los estudios de
los hombres se hicieron más sofisticados, y los estudiosos desarrollaron
conceptos como la masculinidad hegemónica para hacer énfasis en los aspectos
multidimensionales y socialmente construidos de la dominación masculina‖ (p. 13).
Además de que él mismo indica que a partir de las reflexiones de las teorías
feministas se resalta la diversidad de masculinidades, suma incluso que a riesgo
de simplificar de forma exagerada existen dos estilos en los hombres que escriben
acerca de la masculinidad ―uno que celebra el estrechamiento de lazos masculinos

55
y les dice a los hombres que ellos están bien, y el otro se enfoca en cuestiones de
poder usando marcos de interpretación académicos feministas‖ (p. 14).
Sánchez (2004) complementa esto último al mencionar que los estudios de
las masculinidades se han preocupado sobre la forma en que ciertos modelos de
masculinidad determinan un cierto tipo de manejo del poder y violencia,
concordando con Pérez (2003) pues también considera que la masculinidad es
estudiada enfocándose en la violencia pero además en la sexualidad y la salud
reproductiva. Aunque como se observará la masculinidad y su estudio presenta
mayor complejidad y no se limita únicamente lo que señalan.

3.1.1. Los inicios de los estudios de la masculinidad

Para sumergirse en la investigación de la masculinidad atendamos al origen de


esta línea de investigación, puesto que además de ser relativamente nueva
también expresa todo un mundo nuevo por examinar y al mismo tiempo presenta
un reto a las investigadoras y los investigadores. ―El tema de la masculinidad no
es sencillo de abordar, pues como construcción cultural e histórica que es, se
encuentra rodeada de una enorme cantidad de elementos imaginarios y
simbólicos que hacen difícil su observación‖ (List, 2004, pp. 102-103).
Hasta el momento se han señalado los orígenes del feminismo y el género,
porque de ellos surgen los estudios de la masculinidad propiamente dichos,
debido a que llevaron a cuestionar la realidad del hombre, el varón, lo masculino.
Es cierto que se pueden rastrear referencias relacionadas a características del
sexo masculino, sus deseos sexuales, su naturaleza, entre otras esferas del
mismo, pero es hasta que acontecen los eventos anteriormente narrados que
podemos indagar sobre los orígenes del tema central de este proyecto de
investigación. ―Pensar lo femenino sin la existencia de lo masculino no es posible‖
(Lamas, 2002, p. 24). De forma concisa esta autora determina la utilidad de
investigar la masculinidad, debido a que existe una mutua interdependencia. Para
Weeks (2002) Los men’s studies (estudios de hombres) ―buscan transformar
nuestra comprensión de la masculinidad y hacerlo en una forma que sea más o

56
menos respetables desde el punto de vista académico pero sin renunciar al
compromiso político‖ (Fernández, 2004, p. 16).
Para Coltrane (1998) la justificación del emerger de estos estudios se
muestra de esta forma:

El género es uno de los más importantes principios organizadores de las sociedades


en todo el mundo, y ya que los estudiosos hombres han ignorado con demasiada
frecuencia su influencia sobre los hombres, un enfoque explícito sobre las
masculinidades se justifica claramente (p. 17).

Pero además de ello, también se manifestaba en el feminismo la cuestión


de la posición que mostraban hombres no muy adeptos al movimiento.

Mientras una parte del feminismo se pregunta, individual y cómodamente recostada


en el diván: ―¿quién soy?‖, otra busca afanosamente la referencia necesaria para
una nota a pie de página que acredite como fiable su trabajo, y otra más se lanza a
la diversidad sexual para demostrar –todavía hay que demostrar— que es libre (pero
sigue sufriendo de mal de amor, porque cambian ellas pero no ellos) (Sánchez,
1999, p. 238).

En este sentido se presenta la necesidad de exhortar a tomar cartas en el


asunto y no permanecer, meditativamente, en el círculo de lo femenino sino que
era imprescindible entrar en el círculo de lo masculino, para conocerlo y poder
intervenir en él.
En algunos hombres ―se empieza a hacer un cuestionamiento al estereotipo
del hombre de verdad y una redefinición, por parte de los propios varones, del
significado de la masculinidad‖ (Tena & Jiménez, 2006, p. 443). Esta convergencia
plantaría las raíces de los estudios. Encontramos, sin embargo, posturas
contrarias al optimismo con que varias autoras y autores reciben los estudios
sobre la masculinidad. Por ejemplo Guevara (2001) menciona:

Las nuevas demandas para incorporar a los hombres en los estudios de género han
sido utilizadas por los grupos conservadores para refuncionalizar su discurso, revertir
los logros del movimiento feminista y legitimar la imposición de acciones y
decisiones sobre las mujeres (p. 247).

57
Lejos de considerarse una opinión aislada, presenta una situación delicada.
Ante esta posibilidad los estudios de la masculinidad presenta cierta carga
específica, por el hecho de ser vigilados por autoras como la referida
anteriormente, esperando cualquier evidencia de un intento de contrariar los logros
del feminismo. Ella acusa de esta forma a los estudios de la masculinidad: ―es el
caso de ciertos discursos sobre paternidad o las versiones andróginas de la nueva
masculinidad que han fortalecido las ideas de victimización de los hombres y
borrado de la agenda las asimetrías de poder con las mujeres‖ (Guevara, 2001, p.
242). La misma autora reitera ―desafortunadamente se ha generalizado una
postura acrítica que destaca la necesidad de enfocar ahora los esfuerzos hacia los
hombres sin considerar la forma en que esto impacta al sistema genérico de
relaciones‖ (Ídem).
A pesar de ello, los estudios de la masculinidad han intentado crear brecha
tanto por el interés de autoras convencidas de la utilidad de los mismos, al igual
que los hombres que buscan expresarse e investigarse como sujetos genéricos.
Además de lo anterior, el que hayan surgido los estudios de hombres también
tienen una razón hacia el interior del feminismo: el esencialismo de lo femenino y
lo masculino. Al momento de que el feminismo avanza es necesario analizar
constantemente sus planteamientos, mismos que llegaron a ser generalizadores
en relación de un sistema binario de malo/bueno. Esto referente a crear un
discurso donde los hombres en general son ―malos‖ y las mujeres ―buenas‖, pues
menciona: ―existe un continum en seguir operando desde un discurso de la
maldad de los hombres y la victimización de las mujeres‖ (Ochoa, 2004, p. 407)
mismo que ocasionaba ver la realidad con un antifaz que estigmatizaba totalmente
a los varones.
Es claro que gracias al feminismo, la perspectiva, los estudios y la teoría de
género se descifró y puso en discusión las relaciones entre los hombres y las
mujeres, aunque (y sin buscar desacreditar al movimiento) Badinter (1992) señala
que no hay que caer en discursos esencialistas, mismos que antes que ayudar
para alcanzar la equidad e igualdad de género, únicamente se crean estereotipos

58
basados en un esencialismo de género. Ochoa (2004) apoyando a Badinter
escribe lo siguiente:

La lucha contra el esencialismo ha sido muy importante para reconocer la


existencia de las mujeres, múltiples y diversas; igualmente, debería suceder con la
masculinidad no como universal que se perpetúa, sino masculinidades que se
expresan en tiempos y espacios diversos y cuestionar esa idea maniquea de lo
femenino identificado con lo bueno y lo masculino con lo malo, ya que ello, según
Badinter, ha permitido que subrepticiamente el ideal de lo materno reaparezca
para justificar una supuesta superioridad moral de las mujeres: más honestas,
buenas, incondicionales, etcétera (p. 408).

Gracias a esta observación se abre la posibilidad a estudiar toda esa


variabilidad del género, donde la existencia de mujeres y hombres permite
investigarlos sin atender a una esencia inmovible. ―Badinter nos previene de tener
cuidado cuando aparentemente el discurso feminista de la igualdad convierte a las
mujeres en las eternas víctimas y, por ello, se corre el riesgo de malinterpretar la
urgencia de los combates a emprender‖ (Ídem, p. 407). Esto da pauta a que los
hombres emprendan estudios de género con la opción de encontrar vías alternas
o formas de la masculinidad, mismas que ya no se basen ni en la esencia
tradicional del hombre ni tampoco en la esencia surgida del feminismo como lo
menciona Badinter.
No es que la situación de sometimiento de la mujer sea falsa, sino que los
estudios de la masculinidad no se pueden encerrar en estos discursos
esencialistas, que solo llevan a mantener ―un modelo universal‖ de la
masculinidad. Además, estos estudios ofrecen ―un desafío para que los hombres
se permitan la autocrítica‖ (Pérez, 2003, p. 252) mismos que exhortan a
visualizarla masculinidad de formas más extensas, inclusive hablando de
masculinidades.
Los estudios de las masculinidades entienden que las formas de ser hombre, lejos
de ser producto de la naturaleza de la composición genética de las personas, son
producciones culturales derivadas de complejas pedagogías sociales que, a partir de
una lectura de los genitales, transforman los cuerpos anatómicamente machos en
hombres culturalmente masculinos (Sánchez, 2004, p. 71)

59
Podemos pues iniciar el estudio de la masculinidad y con ello participar en
la meta que persigue el feminismo: la equidad entre los sexos. Esto como
menciona Badinter (2003 citada en Ochoa, 2004, p. 410) ―la semejanza entre los
sexos está al final del camino y no al comienzo‖. Por ello debemos dar los pasos
necesarios para recorrer y finalizar ese camino. Agregando también la visión que
Carabí (2000) tiene sobre los estudios de la masculinidad al referirse a ellos como
un nuevo campo de investigación teórica y social y que en la práctica universitaria
están encaminados a explorar nuevas formas de la masculinidad dando nuevas
lecturas de los ―textos‖.

3.1.2. Algunas consideraciones sobre el estudio de la masculinidad

Para Connell (1997, citado en Fernández, 2004) ―la masculinidad existe sólo en
contraste con la feminidad. Una cultura que no trata a las mujeres y hombres
como portadores de tipos de carácter polarizados, por lo menos en principio, no
tienen un concepto de masculinidad en el sentido de la cultura moderna
europea/americana‖ (p. 21). Al estudiar la masculinidad irremediablemente hay
que verla pues vinculada a la feminidad y hay que verla como versátil durante
todas las épocas incluyendo la actual.
Es por ello que Giménez (1997, citada en List, 2004, p. 115) indica que
―entender a la masculinidad como una identidad nos lleva entonces a pensarla no
como una propiedad intrínseca del sujeto, sino a partir de su carácter
intersubjetivo y relacional es decir, a partir de la interacción cotidiana con los
otros‖. Y por ello se da socialmente, de forma constante; ―en el hacer cotidiano se
está construyendo el ser hombre‖ (Cruz, 2006, p. 9). Pero ese hacer constante se
divide en dos esferas: la pública y la privada.
La masculinidad domina la pública y la feminidad la privada según enuncia
el feminismo. Por el Género se crean expectativas sobre los cuerpos masculinos
en lo público al igual que los cuerpos femeninos. Para Bourdieu (2005) ―Dichas
expectativas colectivas están inscritas en el entorno familiar, bajo la forma de la

60
oposición entre el universo público, masculino, y los mundos privados, femeninos‖
(p. 76). Pérez (2003) explica esta polaridad de la siguiente forma:

A los hombres pertenecen, de manera inalienable, el protagonismo social e


histórico, la organización y el mando, la inteligencia, el poder público y la violencia
policíaca y castrense, las capacidades normativas, las reglas del pensamiento, así
como las de la enseñanza y la moral; la creatividad y el dominio, la conducción de
los demás y las decisiones sobre las vidas propias y ajenas, la creación y el
manejo de las instituciones, la medicina y la relación con las deidades, la definición
de los ideales y de los proyectos. En una palabra, la vida pública, lo importante, lo
trascendente, lo prestigioso (p. 288).

A pesar de lo que sugiere Pérez, el hombre al estar dirigido hacia la esfera


pública también es presionado hacia el exterior de la familia y deberá cumplir con
disposiciones para ser aceptado en ese mundo. Sin embargo para Bastos (1997)
esta paradoja del hombre entre lo público y lo privado representa una presión en
ambas esferas, es decir, para ser aceptado como ―varón‖ ―hombre de verdad‖
debe mantenerse equilibrado entre la familia (cumpliendo con las normas sociales
de su papel en la familia) y entre lo público (el trabajo, las amistades, las
reuniones sociales, etc.), siendo que si ―falla‖ en alguna de las esferas será
considerado ―poco hombre‖.
Tienen por tanto que cumplir con exigencias sociales siempre, pero en lo
privado, al parecer según diversas autoras poco o nada se hace por que el
hombre participe fuera de lo que le establece el mundo público, es decir, participar
independientemente de la imagen social atribuida al hombre. Para Lomas (2005)
una de las más evidentes expresiones de esto es la presencia del hombre sólo en
lugares específicos del hogar, esto es que ―el hombre sólo aparece en las
habitaciones en las que se puede disfrutar (salón, habitaciones de los niños, patio)
y casi nunca en las que hay que trabajar (cocinar) y limpiar (baños)‖ (p. 272). ―El
ejercicio de la libertad es directamente atribuido, connatural al ser masculino,
mientras que la responsabilidad doméstica es optativa: se espera que sea
cumplida‖ (Bastos, 1997, p. 178).

61
Uno de las exigencias públicas más criticadas por el feminismo en cuanto a
lo que realiza el hombre es la Guerra. ―El varón pone por encima del valor de la
vida a la guerra y la muerte, y la mujer queda encargada de reproducir la vida‖
(Palomar, 1999, p. 198). Con ésta frase nos deja en claro que desde los orígenes
de las sociedades y desde que se tiene registro de conflictos bélicos (ya se
sucedían alrededor del 7,000 a.C. en Egipto) el varón ha tenido que ser
presionado por su obligación pública, para perecer dentro de un proceso social
beligerante. Este comportamiento también tiene que ver con lo comenta Gilmore
(1990, citado en Bastos, 1997):

Para ser un hombre en la mayoría de las sociedades que examinamos, uno debe
preñar a la mujer, proteger a los que dependen de él y mantener a los familiares […]
su cualidad heroica (de virilidad) radica en su autodisciplina, en una palabra, en su
autonomía como agente (p. 216).

En lo relativo a defender a los que dependen de él, pues lejos de la forma


en que Bourdieu (2005) explica la guerra, no es un juego infantil al que a los
hombres les guste jugar, al contrario, es una obligación genérica en la cual debe
proteger a su esfera privada y a su esfera pública inmediata (pueblo, reino,
patria), donde como bien lo señala Castañeda (2002) los hombres antes de entrar
al combate no presentan una química corporal que los incite al combate, al
contrario su físico se encuentra en muchos casos luchando contra la exigencia
social y el miedo que le acarrea la situación. ―los hombres también están
prisioneros y son víctimas subrepticias de la representación dominante‖ (Bourdieu,
2005, p. 67), podría explicar porque se sucede por parte de los hombres este tipo
de hechos sociales, pero nadie al parecer a investigado la Guerra como ligado al
Género en forma más centrada en el varón, pues como ya se mencionó, la Guerra
solo es tomada como un juego de los dominadores masculinos.
Para Connell (1995, citado en Minello, 2003, p. 18) ―la masculinidad no se
puede desprender de las instituciones del Estado, el mercado de trabajo y la
familia‖. Y con ello se entiende porque tantos hombres defienden a la familia,

62
valoran e incluso basan su valía en el trabajo y porque defienden incluso
militarmente a su familia y al Estado. Cabe destacar que aunque no es universal,
algunos autores como Noriega (2004) aseguran que sustentándose en modelos de
hombres ideales (que bien pueden cumplir especificaciones de una sociedad,
Estado o religión particular) muchos varones se estructuran polarizándose con la
mujer. ―Los individuos socializados bajo esas definiciones son conminados a
incorporar las características de ese ideal y reprimir, negar o desconocer los
rasgos que se asocian con lo femenino (ciertas emociones, ciertas atenciones al
cuerpo, etc.)‖ (p. 29).

Para Connell (1997, citado en Fernández, 2004, p. 35) la masculinidad es, al mismo
tiempo, la posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales los
hombres y mujeres se comprometen con esa posición de género, y los efectos de
estas prácticas en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura

Actualmente los autores consideran que las formas de la masculinidad se


van modificando, tanto por los cambios económico-políticos y sociales así como
los logros del feminismo y la liberación gay. Siendo para Aguiar (1998) de la
siguiente forma: ―La masculinidad de fin del siglo XX es una cuestión de consumo,
de transacción gozosa o inconsciente, de negociación simbólica en la que los
hombres descubren distintas posibilidades de ser, de identificarse, de percibirse,
de gozarse‖ (p. 282). Aunque en una sociedad especifica sus miembros difieran de
los significados o valores que se les da a masculinidades o feminidades diferentes,
pero si comparten un marco de referencia (Levinson, 1999). Ciertamente la
masculinidad ya no es un tejido simbólico-identitario monolítico, de una sola
representación, sino que ya se debe hablar de masculinidades contemporáneas
que responden a la cultura de masas y el consumo (Aguiar, 1998). Esto se
observará más adelante en la sección dedicada a la construcción del cuerpo
masculino por los medios masivos de comunicación.

63
3.1.3. Las miradas que “desnudan” a la masculinidad

Antropología Social. ―La antropología se ha interesado desde siempre por la forma


en que la cultura expresa las diferencias entre varones y mujeres. El interés
principal de quienes hacen antropología ha sido básicamente la forma en que
cada cultura manifiesta esa diferencia‖ (Lamas, 2002, p. 22). Por ello la
antropología encabeza esta sección. De hecho la antropología por sus temáticas
siempre ha estado próxima al estudio de relaciones de género (Fernández, 1998).
De este modo la antropología social se presenta como la disciplina que
mayormente puede entrar al investigar sobre la masculinidad, ya que siendo esta
una construcción socio-cultural, es campo fértil para las y los antropólogos. La
antropología ―brinda una serie de elementos que permite identificar el papel que
desempeña cada género en la reproducción de las relaciones sociales dentro de
las estructuras de poder y simbología que a ello corresponde‖ (Montesinos, 2002,
p. 77). Sobre todo la antropología social que gracias a sus abundantes estudios
sobre comunidades y sociedades tribales, ha permitido acercarse a diversas
formas de masculinidad, puesto que se observa que la masculinidad no es igual
en todas las sociedades humanas.
Coltrane (1992, citado en Mirande, 1998) explica sobre la importancia de
estas investigaciones cuando advierte de la tendencia que existe sobre
universalizar la masculinidad, siendo que la antropología ha estado demostrando
que no existe una masculinidad universal. Pero no deja de ser contradicho esto
por parte de autores como Vendrell (2002). De hecho Montecinos (1997) está de
acuerdo en asegurar que en todas las culturas las mujeres son asociadas a algo
que las mismas culturas desvalorizan como la naturaleza. Sin embargo y a pesar
de los debates que surgen entre los partidarios de la diversidad de masculinidades
y las partidarias de la masculinidad universal es Mirandé (1998) quien decide
otorgarle a la antropología la aportación de la variedad de masculinidades
existentes además de ―no sólo ser diferentes, sino con frecuencia contradictorias‖
(p. 22).

64
Pedagogía. La pedagogía también ha entrado en los estudios de género ya
que Levinson (1995) nos relata que en una publicación de Stromquist en 1995
considera que es necesario examinar los mecanismos ideológicos que dentro de
las escuelas fungen como delimitadores de los estudiantes, manteniendo un orden
social y negando alternativas nuevas; por tanto al ser la escuela una de las áreas
centrales de desarrollo de la pedagogía, misma que poco a poco investiga el
Género y sus efectos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, entre dichos
efectos se encuentra la masculinidad. Esto es presentado por Sánchez (2004)
cuando asegura que las formas de ser hombre no son de origen genético, sino
que son aprendidas por complejas pedagogías sociales basadas en la lectura de
los genitales transformando los cuerpos anatómicamente machos en hombres. Por
ello el Género afecta todo proceso pedagógico permeando tanto la educación
formal, la informal o la no formal.
Verea (1999) complementa esta visión de la pedagogía y la educación
cuando considera que los filtros de género además de condicionar la percepción
de la realidad, también afecta las instituciones sociales y otras dimensiones de la
vida social, dichas instituciones como la escuela se estructuran por tanto en base
a un filtro de género que debe ser descubierto y estudiado por los estudios de
género. Bajo esta visión los profesores, textos escolares y directivos transmiten
sistemas ideológicos de género (Levinson, 1999). Por tanto al ignorarse esto
durante todo el tiempo anterior a la perspectiva de género se ha ignorado debido a
la no reflexión sobre el Género en los espacios escolares se ha permitido la
legitimización de las desigualdades de género (Tuñon & Bobadilla, 2005). De
hecho ―la discriminación y los mensajes ideológicos aparecen, muy a menudo,
como patrones normativos o estereotipos de género que son comunicados a
través de las redes informales de la cultura estudiantil‖ (Ídem, p. 71), siendo la
escuela un espacio donde se desarrollan aún más los estereotipos de géneros
aprendidos en otros espacios como el hogar, la calle entre muchos otros. La meta
de la equidad entre los géneros dentro de la escuela es que debe fungir para no
privilegiar ―las masculinidades agresivas en la esfera pública, revalorizar y redefinir

65
la naturaleza de lo femenino, y proponer un modelo más flexible para las
identidades de género en la escuela‖ (Ídem, p. 11).
Las Neurociencias. Siendo que aún son ramas de investigación muy
―jóvenes‖ sorprendente que ya se acerquen a investigar lo masculino. Aunque no
se preocupan por lo relativo a su conformación social, sino a ―como son‖
neurofisiológicamente, investigando el cerebro humano en estudios comparativos
por sexo. Como lo demuestran Sanz & Gutiérrez (2007) las investigaciones sobre
las diferencias que tienen los sexos en sus dimensiones tanto neuronales como
neurolingüísticas son notables, siendo importantes investigadores como son
Bennet & Sally Shaywitz quienes aseveran que las diferencias entre hombres y
mujeres existen más allá de únicamente el cuerpo, mismas que afectan la
comunicación entre los sexos (Ídem). Sanz & Gutiérrez continúan mencionando
que en los descubrimientos sobre las investigaciones de los cerebros masculinos
sobresalen los que indican que el cerebro masculino está más lateralizado que el
femenino, así mismo el sexo masculino recurre a la gramática para construir
frases y los hombres son pioneros en el desarrollo de las regiones cerebrales
encargadas de las relaciones espaciales y la geometría. Los mismos autores
consideran a Deborah Tannen como una reconocida lingüista que indica que ―los
hombres hablan con más frecuencia y durante más tiempo en las reuniones, los
grupos mixtos, las aulas o las conferencias; es decir, en público y según ella para
ellos hablar tiene por objetivo informa; para ellas, interactuar‖ (Ídem, p. 70). Por
tanto para Tannen y para Sanz & Gutiérrez las investigaciones de las
neurociencias si han demostrado diferencias entre el cerebro de hombres y
mujeres.
La Historia. Montesinos (2002) nos relata cómo es que la historia ha
incursionado en las investigaciones sobre la masculinidad, siendo que la historia
en su relación con la masculinidad se encarga de describir algunas característica
de la o las masculinidades en diferentes épocas históricas además de en
diferentes partes del mundo (de forma diferente que la antropología). Esta ―historia
de la masculinidad‖ no es realmente una línea de estudio definida, sino un
compendio de particularidades sobre los hombres que vivieron dentro de

66
contextos diferentes a los que ahora, después de las críticas feministas y la
perspectiva de género, cabe visualizar como contextos conformados por el
género. Es decir, anteriormente la historia se dedicaba a relatar los sucesos
históricos y sus personajes independientemente del género, creando en dichos
personajes históricos que es su casi totalidad eran hombres, una visión libre de su
papel genérico, que para la perspectiva de género debe ser eliminada, ante ello se
pone en cuestión los relatos históricos y más importante aún se exige colocar a las
mujeres en igualdad de importancia en los hechos históricos.
El mismo Montesinos comenta que ante todo la utilidad de realizar estos
estudios históricos es examinar la historia para esclarecer elementos que anterior
a al feminismo no eran tomados en cuenta. Uno de ellos es la búsqueda de crisis
masculinas anteriores para denotar el carácter eminentemente cambiante de la
masculinidad. Uno ejemplo que nos presenta es la crisis de género surgida en la
Francia de 1650 a 1660, con la aparición de las ―preciosas‖, mujeres que no se
sometían a los mandatos masculinos de la época convirtiéndose en rebeldes al
orden patriarcal. Para Badinter (1993) ellas eran mujeres emancipadas que no
aceptaban el matrimonio e iban contra el autoritarismo de la sociedad falocentrica,
siendo adeptos a su movimiento los ―preciosos‖ que eran hombres vestidos con
modas femeninas y pelucas — que años más tarde serian imitadas y puestas de
moda entre miles de franceses—, estos ―preciosos‖ harían, aunque breve y
sutilmente, un evento que puso en crisis la masculinidad y su carácter monolítico,
o que al menos se creía que era.
Esto permite demostrar como los análisis históricos permiten traer a la
actualidad sucesos que demuestran la existencia de masculinidades diferentes y
definir la necesidad de voltear al pasado en busca de eventos que demuestren a la
masculinidad como algo modificable y que puede ser llevado a crisis, ya
anteriormente ha sucedido.
La Sociología. Fue Comte quien considero que la sociología era la
ciencia encargada de estudiar a la sociedad, y por tanto para Montesinos (2002) la
sociología es ―la versión moderna para interpretar la relación de Género en sus

67
distintos contextos de interacción social‖ (p. 86). Ante ello investiga los cambios de
la masculinidad de acuerdo a los cambios culturales, mismos que se han
acelerado por el feminismo incluyendo los económicos, políticos y sociales
surgidos de la modificación de las relaciones de género y de las estructuras de
poder y los símbolos que sustentan al patriarcado ―aparte de explorar las
tendencias de la vida cotidiana‖ (Ídem, p. 87). La sociología investiga pues los
efectos y cambios surgidos por la conquista femenina del espacio público y como
afecta a la masculinidad.

3.1.4. La masculinidad y su relación con otros conceptos

Patriarcado
La historia está dividida por épocas y en cada época algo la diferenciaba de las
anteriores, sin embargo para la perspectiva de género siempre existió en cada
época de la historia humana el patriarcado, de hecho Rodríguez (2000) considera
que el patriarcado requirió de 2500 años para conformarse y establecerse, siendo
entre el año 3100 y 600 a.C. cuando se sucedió el emerger del patriarcado.
Aunque exista desde hace miles de años, el patriarcado como concepto y objeto
de estudio no aparece sino hasta que inicia la lucha feminista y para Fernández
(1998) es Kate Millet quien introduce el término en 1975.
El mismo Fernández menciona que se le entendió desde entonces como un
―poder masculino sobre las mujeres‖, pues además de Millet también lo definían
de la misma forma Firestone en 1976, Mitchel en 1977 y Hartmann y Eisenstein en
1980. Sin embargo aclara que no se ha mantenido la misma visión pues al
mostrarse muy breve fue necesario investigar al patriarcado y sus orígenes, eso
hace Fernández cuando indica:

El origen etimológico del vocablo ―patriarcado‖ se deriva del poder de los padres
en una época histórica concreta fijada según diversas fuentes en la antigua
Mesopotamia (Lerner, 1980); en los pastores nómadas, ancianos patriarcas que
tenían poder sobre sus esposas y rebaños en el Nuevo Testamento, en la vieja
Roma (Rubin, 1986) o en las sociedades neolíticas descritas por Engels (Barbieri,
1992, p. 80).

68
En investigaciones más recientes será Manzelli (2006) quien ya da apertura
a la visión de patriarcado cuando reflexiona sobre el papel de las diversas
masculinidades que se iban encontrando en diversas partes del mundo, por ello
concluye que el patriarcado está dirigido no por los hombres sino por la
masculinidad hegemónica, quedando también otras masculinidades sometidas.
Dentro de este panorama Sánchez (1999) ya había evidenciado el ―talón de
Aquiles‖ del patriarcado: La vinculación; esto se refiere a que el patriarcado a
pesar de ser una organización social marcadamente monolítica, no era perfecta,
pues para existir era necesario contar con una establece relación jerárquica de
sexo-género (y por consiguiente la jerarquía hombre-mujer) donde no se creaban
cambios en la organización cambiando solo pequeñas partes, pero si la mitad de
los individuos del vinculo dejaran de cumplir con la función que desempeñaban la
organización daría un cambio radical; denotando la importancia de que la mujer
cambiase la función que el patriarcado le imponía.
Es Bernandini (2000) quien a partir de esto señala que la categoría de
género esta por tanto relacionada al patriarcado sobre todo para buscar
contraponerse al mismo. Es contrariarlo al ser el origen del sometimiento de la
mujer e incluso se le relaciona al patriarcado con la violencia en general: ―el
desmantelamiento de la fuente social de la violencia nos lleva necesariamente a
hacerlo también con las sociedades patriarcales, heterosexistas, autoritarias y
clasistas‖ (Pérez, 2003, p. 289). Claro que conlleva una estandarización de las
sociedades en un binomio de patriarcado = violencia, lo que generalizaría
mundialmente a la violencia cuando Eisenstein (1980) había colocado al
patriarcado como universal aunque no ahistórico. Ante ello Bastos (1997) plantea
que no existe un patriarcado universal pues apunta ―a pesar de teorizar sobre el
patriarcado como un sistema social […] no podemos explicarlo por un concepto
monolítico de patriarcado, sino explorar las construcciones históricamente
específicas de patriarcados (y masculinidades)‖ (p. 171).
Le apoya Miranda (1998) al decir que ―la masculinidad está ligada al
patriarcado. Pero el patriarcado históricamente no es idéntico en sus contenidos
en el tiempo y en el espacio‖ (p. 213). Manifestando que incluso se pueden

69
encontrar no solo diferentes masculinidades sino patriarcados diferentes. A pesar
de todo esto, Boscán (2006) definitivamente afirma que ―la filosofía feminista es la
única que plantea una superación total del patriarcado, por cuanto promueve una
transformación radical del sistema a favor de un nuevo tipo de relaciones entre
mujeres y hombres‖ (p. 28). Para lograr esto Montesinos (2002) determina que el
patriarcado habita en la familia nuclear y por tanto ―el desmantelamiento de la
familia nuclear significó el origen de la descomposición del orden patriarcal,
generando un conflicto situado precisamente en los roles asignados‖ (p. 41).

Dominación.
A pesar de existir un sentido común sobre el significado de dominación
ciertamente representa profundas preguntas sobre su naturaleza y sus procesos.
En algún sentido se le ha adjudicado al concepto dominación una naturaleza
binaria representada por la relación dominador-dominado y con ello ya se plantea
la cuestión de quienes están inmersos en cada lado de la relación. Algo que sobre
sale es la considerada naturaleza de la dominación basada en una forma de
superioridad que esta manifestada tanto en la conciencia como en los hábitos
además de los actos sociales (Microsoft Corporation, 2001), dicha superioridad
esta manifiesta mundialmente (según la perspectiva de género) en la superioridad
del hombre sobre la mujer.
Pero además de esta explicación sociológica también se le entiende desde
la psicología (sobre todo conductista) como algo determinado por un deseo
individual de ejercer el control sobre otro individuo o individuos (Ídem, 2001), ya
calificando a la dominación como aquello consiente y basado en el deseo, es
decir, no como algo inconsciente de la naturaleza humana sino como un proceso
dirigido a una meta muy clara. Esto conlleva que desde la perspectiva de género y
sus postulados se vea a los hombres como aquellos que dominan a las mujeres
conscientemente y no como una irremediable naturaleza que les lleva a realizarlo,
situando a la masculinidad como aquella entidad que lleva intrínsecamente estas
pautas a seguir. Es pues la dominación del hombre sobre la mujer una realidad,

70
pero no un dogma seguir, esto en base a las investigaciones que la perspectiva de
género ha realizado sobre el tema.
Si bien es cierto que el feminismo demostró la dominación masculina,
también es cierto que vislumbró que no solo las mujeres eran dominadas por la
masculinidad, sino que individuos del sexo masculino alzaron la voz para enunciar
su repudio a lo que se llamó masculinidad hegemónica. Ante este panorama la
dominación masculina dejo de estar dividida en dos grupos: hombres y mujeres,
siendo diversos grupos, masculinos quienes buscaban otras formas de ser
hombres, diferente a la que su cultura les exigía. Para Lomas (2005) esta
dominación masculina está basada en un supuesto ―orden natural‖ que legitima las
posiciones de los hombres y mujeres en la sociedad esto gracias a que la misma
dominación difunde ideas prefijadas sobre lo que es el hombre y lo que es la
mujer. Por ello Bourdieu (2005) decidió llamar La dominación masculina a una de
sus obras más conocidas, donde presenta como se sucede dicha dominación en
base a su etnología con un grupo de bereberes Kabila (una tribu africana). De
hecho él explica lo mencionado por Lomas cuando menciona que ―lo típico de los
dominadores es ser capaces de hacer que se reconozca como universal su
manera de ser particular (p. 82). Siendo que su manera de ser particular puede
estar definida por situar al hombre y a la masculinidad por encima de la mujer y la
feminidad.
Esto ocasiona que como lo menciona Fernández (2004) ―esta desigualdad
entre los género, cruzada con la mirada diferencialista, produce, aunque no
mecánicamente, relaciones de dominación que terminan configurando un tipo de
orden sexual y de género jerarquizado‖ (p. 36). Dirigiendo así a que la dominación
masculina convierta a las mujeres de hecho en objetos simbólicos percibidos y
tiene el efecto en los hombres en base a la dominación masculina en un estado
permanente de inseguridad corporal o más exactamente las coloca bajo una
dependencia simbólica (Bourdieu, 2005). Hallando un patrón sobre la situación
polarizada más allá de que se suponía anteriormente, creando una estructura
social diferente a la que pronuncia el feminismo tradicional, además de que
Bourdieu considera que esto no solo sucede en la comunidad berebere. Siendo

71
además uno de sus postulados que la dominación no solo existe basada de forma
unilateral, sino que se inscribe en el inconsciente y tiene su existencia basada no
solo en el deseo del dominador, sino también en las alianzas que tienen tanto
hombres como mujeres. Lo ejemplifica cuando presenta el caso de la mujer que
desea un hombre de verdad, es decir, cuando una mujer exige en un hombre el
cumplimiento del estereotipo masculino de su cultura, siendo llamado según
Bourdieu un hombre de menor estatura en la comunidad berebere:

Los dominadores no pueden dejar de aplicarse a sí mismos, es decir, a su cuerpo y


a todo lo que son y a lo que hacen, los esquemas del inconsciente que, en su caso,
engendran enormes exigencias, como lo presienten y lo reconocen tácitamente, las
mujeres que no quieren un marido de menor estatura (Ídem, p. 90)

Incluso se considera que la mujer es aliada de la dominación cuando


continua cumpliendo el principio de división fundamental entre la masculino-activo
y lo femenino-pasivo, sobre todo en las relaciones sexuales donde se crea un
―deseo masculino de posesión, como dominación erótica, y el deseo femenino
como deseo de la dominación masculina, como subordinación erotizada, o incluso,
en su límite reconocimiento erotizado de la dominación‖ (Ídem, p. 89). Febro
(1998) concluye que Bourdieu demuestra que la dominación masculina es el
resultado de un trabajo conjunto entre hombres y mujeres. Esto lo complementa
cuando considera que la dominación masculina sobrevive a través de estructuras
sociales y agentes particulares, entre las estructuras destaca la familia, la iglesia,
la escuela y el Estado, y entre los agentes denota a los hombres y a sus armas de
la violencia física y simbólica, y por ello la dominación a sobrevivido a través de las
épocas, esto concuerda con lo que menciona Menjívar (2004) sobre la
naturalización de la dominación masculina en base no a la biología sino inscritas
por instituciones sociales. De ello Montesinos (2002) ofrece la posibilidad de
rompimiento con la dominación cuando menciona que ―la relación de dominación
entre el hombre y la mujer se va modificando en la medida en que ella participa en
cada uno de los ámbitos de la sociedad‖ (p. 40).

72
La Virilidad

Uno de los conceptos que está fuertemente enlazado a la masculinidad es la


virilidad, emerge en gran cantidad de estudios sobre la masculinidad. Es común el
uso de la palabra virilidad o viril para referirse a una escala de masculinidad de los
hombres a pesar de no ser muy claro el término en sí; es ante ello que se referirá
a la virilidad como se es vista en la perspectiva de género.
Inicialmente se parte de lo que Bourdieu (2005) al catalogar como virilidad
le lleva a darle una estructura biosocial al igual que a la violencia cuando
menciona que ―la virilidad, entendida como capacidad reproductora, sexual y
social, pero también, aptitud para el combate y para el ejercicio de la violencia […]
es fundamentalmente una carga‖ (p. 69), además se observa como él la cataloga
como carga si bien es cierto que se puede interpretar de diversas formas hace
apuntar que la virilidad lejos de ser vista como un privilegio ya es un elemento
ambiguo de la masculinidad. En concordancia con Bourdieu es Barbosa (1998,
citado en Ellen & Jiménez, p. 3) quien menciona ―para muchos hombres, la
masculinidad está relacionada con la geometría del órgano sexual masculino. Este
se usa como instrumento para medir la virilidad y representar la masculinidad‖.
Entonces ya colocan a la virilidad más relacionada a la biología y sexualidad antes
que ha estereotipos de género y por ello se mantiene la visión incluso entre las
investigaciones de género, sin embargo, para Fajardo & Revilla (2006) la
masculinidad siempre está a prueba y por ello podemos considerar que lleva a que
la virilidad se mantenga como la escala por excelencia de ―lo masculino‖ en lo cual
concuerda Cervantes (2006). Para ello los hombres sitúan a esta escala por
encima de cualquier de raciocinio o efectos.
La virilidad se mantiene incluso como lo continúa mencionando Bourdieu
(2005) como una trampa donde el privilegio (muy ambiguo el termino) de ser
hombre ―encuentra su contrapartida en la tensión y la contención permanentes, a
veces llevadas al absurdo, que impone en cada hombre el deber de afirmar en
cualquier circunstancia su virilidad‖ (p. 68). Es cada hombre vigilado por los demás
hombres siempre por siempre deber dudar de la masculinidad de cada hombre por

73
la feminidad o la homosexualidad que emergen en el tejido social; por ello el
mismo Bourdieu califica a la virilidad como una des feminización al ser extraído el
hijo varón de la esfera maternal de forma que entre en la esfera masculina y
pública donde ―la virilidad tiene que ser revalidada por los otros hombres, en su
verdad como violencia actual o potencial y certificada por el reconocimiento de la
pertenencia al grupo de los <<hombres auténticos>> (Ídem, p. 70) y además ―la
virilidad e un concepto eminentemente relacional, construido ante y para los
restantes hombres y contra la feminidad, en una especie de miedo de lo femenino
y en primer lugar en sí mismo‖ (Ídem, p. 71) coincidiendo con Ortega, Torres &
Salguero (1999) cuando mencionan que ―para demostrar independencia y
autonomía, el varón tiene que separarse del mundo de las mujeres y delimitar su
propia actuación‖ (p. 47).
También Manzelli (2006) describe el problema de la virilidad de la siguiente
forma: ―ser varón es definido más como un imperativo que como una realidad
ganada, inmutable y monolítica. Los varones tienen que hacer un esfuerzo para
lograr su adscripción como tales‖ (p. 226). Pero hay que aclarar que este esfuerzo
nunca es mencionado como algo consciente pues las autoras y autores no la
entienden como un sufrimiento o tortura por tanto se deja abierta la discusión del
nivel de conciencia que representa la masculina. Para ello Sánchez (2004) nos
enlista las posturas que diversos autores sobre masculinidad:

La mayor parte de la producción científica en torno a las masculinidades les


coinciden encontrar un modelo de masculinidad en el que los hombres se
caracterizan por poseer una ideología sexual competitiva como afónica y violenta
(Kaufman, 1987; Kimmel, 1997) y una tendencia casi invariable a mostrarse
―fuertes‖, activos, temerarios, valientes; capaces de enfrentar riesgos y desafiar la
muerte (Bobino, 1990). Buscando respeto a través de duelos verbales (Fagundes,
1995) y son capaces incluso del asesinato cuando está de por medio su ―honor de
hombre‖ (poco hombre); grandes consumidores de alcohol, leñadores, autónomos y
proveedores exclusivos en el hogar (Guilmore, 1994; Vivero, 1997) son otras de sus
características (p. 72).

74
Gracias a esto observamos que en todas las investigaciones que muestra
Sánchez la masculinidad está fuertemente ligado a lo que se conoce como
virilidad. A estas investigaciones y consideraciones sobre lo que es ―ser hombre
de verdad‖ Ortega, Torres & Salguero (1999) aumentan:

Otro elemento asociado al ser hombre es la protección, la valentía; el hombre cuida,


protege, no tiene miedo, no se amedrenta, él todo lo puede hacer y tiene la fuerza
suficiente para defender y proteger, él es el que cuida y no tiene necesidad de ser
cuidado, en el terreno de lo público. En el ejercicio cotidiano de la protección, el
varón demuestra que es valiente, aspecto que cotidianamente tiene que evidenciar
para mantener su status de hombre (p. 47).

Todo esto relativo a un hombre viril y ante lo contrario se crea un rechazo tanto
por hombres como por mujeres. Esto permite entender un poco las demandas que
se le hacen al varón porque no sólo se trata de entrar en una competencia con
otros y vencer, ―no sólo se le exige permanentemente estar demostrando su
hombría, sino que se le excluye si no cumple con los estándares otorgados a lo
que es ser masculino‖ (Ídem, p. 43). Entre los nuevos enfoques de la masculinidad
y virilidad ya no universales sobresale Gilmore (1994 citado en Menjívar, 2004)
cuando menciona que ―es dudoso que exista una estructura profunda de la
masculinidad o arquetipo global de la virilidad, pues existen evidencias que
señalan que no todas las sociedades actúan según el canon de virilidad bajo
presión‖ (p. 100). Para finalizar, Menjívar (2004) nos ofrece una visión futura si
deseamos modificar lo que se ha definido como virilidad:

En la medida en que la virilidad es una construcción altamente funcional es


además una construcción necesaria, al menos hasta que las condiciones sociales
cambien. Sin embargo, la trampa de esta conclusión radica en que, para que las
condiciones cambien, es necesario que se constituyan sujetos sociales que
impulsen transformaciones y que realicen rupturas (p. 101).

75
El Poder
Dentro de la perspectiva de género uno de los elementos que sustentan a la
misma son los relacionados a la dominación masculina, entre ellos se utilizan el
concepto de el poder. No es sencillo utilizar dicho concepto en sí y especialmente
si no se sabe que es; es decir, el concepto presenta implicaciones sobre la
posesión o no del mismo, esto referido a como aparece el poder dentro de las
obras y artículos de género y masculinidad. Para Dahl (1976 citado en Piedra,
2004, p. 124): ―mi idea intuitiva del poder es la siguiente, A tiene poder sobre B en
la medida en que logre que B haga algo que no hubiere hecho sin la intervención
de A. para Ariño (2003) ―el poder puede ser definido de una forma amplia como
un fenómeno generalizado: consiste en la capacidad para actuar en la
consecución de objetivos e intereses particulares, la capacidad de intervenir en
una secuencia de acontecimientos y alterar su curso‖ (p. 206). Los ejemplos son
diversos, pero en los escritos aparece ya sea como propiedad o como esencia del
varón, la masculinidad o el patriarcado, pero en general siempre emerge
legitimando la posición tanto del hombre como el de la mujer.
Para Ellen & Jiménez (2001) ―la masculinidad posee un elemento clave que
es el poder, ser hombre significa tener y ejercer el poder‖ (p. 4) y para ellas dicho
poder asociado a la masculinidad lleva por características el ganar, ordenar y ser
duro. Las autoras aseveran que el poder pertenece a la masculinidad y además
que está asociado a la misma, sin embargo también significa exigencias al
poseerlo, y con ello la masculinidad tiene condicionado dicho elemento clave. Sin
embargo no es el único ejemplo que aparece entre textos sobre género y
masculinidad, por ejemplo:

Según John Boswell, ―penetración y poder formaban parte de las prerrogativas de


elite dirigente masculina; ceder a la penetración era una abrogación simbólica del
poder y de la autoridad‖. Se entiende que, desde esa perspectiva, que vincula la
sexualidad y poder, la peor humillación para un hombre consiste en verse convertido
en mujer (Bourdieu, 2005, p. 36)

76
En Bourdieu ya se encuentra la relación entre el poder y la dominación
masculina, en base a su etnografía asegura que el varón escapa casi
frenéticamente de cualquier símbolo que lo feminice, por indicar la pérdida del
poder. Sin embargo, esta cita lleva a la pregunta ¿poder y sexualidad vinculadas?
A primera vista se podría sustentar en la jerarquización de la sexualidad,
colocando al que ostenta el poder hasta arriba de la jerarquía. ―como parece que
los seres humanos no podemos aceptar la diferencia sin jerarquizarla, tener
cuerpo de hombre o cuerpo de mujer se ha convertido, en sí mismo, en un dato
fundamental de la valencia del poder‖ (Héritier 1996 citado por Lamas, 2002, p.
11). Es decir, ante las diferencias físicas pareciere activarse un mecanismo de
elevar a unos y disminuir a otros, por lo que se crean relaciones desiguales y que
en esta investigación dirigida a la masculinidad indicaría que las diferencias físicas
activarían este mecanismo gracias a — como señalan las investigaciones que
sitúan al varón como poseedor de el poder— el hecho de nacer con genitales
masculinos. ¿Sería que el varón automáticamente crea la jerarquía en base a las
diferencias entre él y la mujer? Tal vez si, tal vez no.
Si se continua con las aseveraciones de Ellen & Jiménez (2001) y seguimos
considerando a la masculinidad como portadora del poder llegamos a un callejón
sin salida en el que se transforma en posesión, incluso en Bourdieu (2005) se
sigue viendo en cierta forma como algo particular de los varones, es decir, en los
cuerpos anatómicamente masculinos, pero él mismo da una posibilidad de enlace
entre hombre-poder-mujeres como se observa en la siguiente disertación:
―excluidas de los juegos del poder, están preparadas para participar en ellos a
través de los hombres que participan en ellos‖ (p. 101). Con ello ya Bourdieu abre
la posibilidad de que el poder no está poseído por los varones, aunque él señala
que solamente la mujer accede al poder a través del varón. Si bien para Bourdieu
la mayor humillación que puede sufrir un hombre es verse convertido en mujer, es
ante todo muy específico en la sexualidad aunque puede implementarse en todo
ámbito social donde se busque encontrar el poder. Es decir, podría ser
entendiéndolo como una estructuración automática donde ―se posee‖ el poder, y
en el caso de la masculinidad se adjudica que la misma ―posee‖ el poder y por

77
tanto que jerárquicamente está por encima de las mujeres. Algo que Bourdieu
complejiza al colocar a la mujer como alguien que puede acceder al mismo.
En un diagrama donde existe ―el que tiene el poder‖, es decir, a quien nadie
puede superar en la jerarquía no llegamos sino a una estructura visualizada en lo
que se ha mencionado anteriormente. Si fuese posible que el poder se
distribuyera de manera tan evidente poco se debatiría sobre él y ciertamente
aparece analizado en diversos artículos sobre género que abordan el tema de la
masculinidad. Si ―el poder es la capacidad de ejercer coacción para la realización
de algo, en virtud del mando o rango de autoridad que se posee‖ (Yarce, 2005, p.
262) entonces la cuestión que está en el aire es si los hombres que están insertos
y practican la masculinidad dominante ―tienen el poder‖ entonces ¿pueden (incluso
radicalmente deben) ser la autoridad en toda sociedad? Y más aún, ¿existe algún
tipo de esencia masculina inamovible que no tengan elección?, en el extremo
aparecería no solo quienes ―tienen el poder‖ sino que incluso están los que
―abusan‖ del mismo, aunque no sea muy clara la expresión ―abusar‖ si es usada
por autoras para protestar ante la situación que se presenta del hombre sobre la
mujer e incluso desvalorizando los logros del feminismo.

Es como si estudiando, reivindicando y modificando lo que de forma más directa e


inmediata afecta a esta mitad de la humanidad, se olvidara que la otra mitad sigue
gestionando el mundo en solitario y tomando a cada momento millares de decisiones
que afectan a la totalidad del género humano, así como al planeta Tierra en el que
habita. Y decisiones patriarcales, por supuesto, además del abuso de poder
(Sánchez, 1999, p. 238).

Sin embargo, no es muy útil intentar entender el poder en forma del uso
común del término, es decir, en el sentido del uso diario. Es necesario estudiarlo
como un proceso complejo y aunque no se profundizará demasiado (ya que no es
el tema de la investigación) si se buscará dar una explicación que logre ligarlo a la
masculinidad. Como plantea Ariza y de Oliveira (1997 citadas en Bastos, 1997, p.
171) ―es posible encontrar distinciones en el modo de ejercicio del poder
masculino […] esta diversidad de vivencias es el resultado tanto de la conjunción

78
de historias individuales como de la interacción social en un mundo pautado por
asimetrías de género‖. Y además que:

Es importante recordar que el poder no es compartido en forma pareja entre


hombres, y que es la minoría más pudiente de los hombres blancos la que ejerce
mayor influencia en las instituciones que refuerzan y mantienen el sexismo, los
estereotipos de género y los patrones de la organización de trabajo (Leach, 1999, p.
229).

A pesar de que ―si el poder es la palanca que mueve al mundo es porque


primero es una palanca que mueve al hombre‖ (Mateo & Valdano, 1999 citados
por Pérez, 2003, p. 291). Aunque pueda verse incongruente, siempre ha existido
el poder de formas desiguales, pues así como hay varones que tienen más
dominio sobre otros, también han existido mujeres que dominan a varones (como
las reinas de la Edad Media, o las esposas de los faraones egipcios) ―el poder se
configura así, como asimetrías socialmente arraigadas, que hacen posible que
algunas categorías de individuos restrinjan o configuren las opciones y las
acciones de otros y que estos no cuestionen tales asimetrías‖ (Guevara, 2001, p.
246).
Dando un fuerte golpe a explicaciones simplistas donde el poder traducido
en gobernar o en seguir los mandatos de otro individuo, solo se adjudica al varón;
además de que el poder no se localiza en aquellos que ejercen un cargo dirigente;
el poder va más allá de un simple lugar en una imaginaria jerarquía como las
mostradas anteriormente. No es aconsejable referir el poder como poseído ni
como algo innato a la masculinidad, el patriarcado o algo que los constituya. A
saber, objetando a Ellen & Jiménez (2001) la masculinidad no posee el elemento
clave de el poder, esto es, no hay un monopolio del mismo por parte de la
masculinidad.
Esto para la perspectiva de género sería injustificable pues se asevera que
en la vida diaria y mundial los hombres (representantes de la masculinidad)
detenten el poder y con ello oprimen a las mujeres (representantes de la
feminidad) dando una razón de justicia a su movimiento político-social. Para

79
entender porque los hombres no poseen el poder, bastaría con analizar lo
siguiente: ―el poder es y debe ser analizado como algo que circula y funciona en
cadena. Nunca está localizado aquí o allí, nunca está en las manos de alguien,
nunca es apropiado como una riqueza o un bien‖ (Foucault, 1992 citado en
Santillana, 2005, p. 230). O como también lo menciona Guevara (2001) ―el poder
no sólo se expresa como dominación y violencia, es más bien una fuerza maleable
y móvil que adopta muchas formas diferentes y se ejerce mediante diversas
prácticas y relaciones sociales‖ (p. 246).
Aunque hay que agregar que para algunos autores debe existir un tipo de
dispositivos a través de los cuales se dé y sobreviva el poder, como menciona
Fernández (1993) ―los dispositivos de poder exigen como condición del
funcionamiento y la reproducción del poder no solo sistemas de legitimación,
enunciados, normativas y reglas de justificación, sanciones de las conductas no
deseadas (discursos del orden), sino también prácticas extra-discursivas‖ (p. 248).
Las cuales las refiere de la siguiente forma: ―necesita de soportes mitológicos,
emblemas, rituales‖ (Ídem).
Santillana (2005) nos ofrece un enfoque sobre el poder que nos permite
visualizarlo ya no como una propiedad o un elemento, sino en diversos rostros
puesto que así es su naturaleza. ―Por su raíz latina potere, poder significa en
primera instancia ser capaz o tener potencia. La primera definición que aparece en
el Diccionario de la de la lengua española es: Tener expedita la facultad o potencia
de haber algo‖ (Santillana, 2005, p. 228). Y de aquí parte para analizar el poder en
diferentes etapas.
El poder ―se constituye socialmente porque presume siempre a más de un
individuo para realizarse‖ (Ídem, p. 227) refiere que la forma primigenia de
entender el poder es como una relación social. Asimismo menciona que el poder
se expresa de 5 formas: la fetichista, la representativa, la reflexiva, la social y la
artística. ―llamo expresión fetichista a la que está presente en relaciones de poder
fincadas en las cualidades que los sujetos atribuyen a las cosas para encontrar
explicación a ciertos fenómenos‖ (p. 229). Es decir, ―es común que las personas

80
proyecten poder a través de las cosas y les finquen cualidades que nacen en
realidad de relaciones sociales muy específicas‖ (Ídem).
El poder como expresión representacional: ―el sujeto abandona su función
de mero espectador frente al objeto fetichizado, cuestiona su carácter mágico,
mira hacia sí mismo y se comprende en tanto condición de posibilidad de la
existencia del poder del objeto‖ (Ídem, p. 231). En la expresión reflexiva se basa
en que el sujeto nombra las cualidades del objeto y ese acto de nombrar otorga
atributos y con ello el sujeto se cerciora de su existencia distinta al objeto que
nombra. Sucede una extensión del sujeto en el objeto por la potencialidad
descubierta en sí mismo. ―La expresión reflexiva se manifiesta no en el
procedimiento mismo del acto y su realización, sino en su potencialidad. Aquí el
poder aparece como capacidad de obrar‖ (Ídem, p. 233). Además debe darse en
un ambiente intersubjetivo, es decir, esta expresión solo se realiza gracias a la
relación del sujeto con otra u otras voluntades adquiriendo el poder un sentido.
De la anterior expresión surge la expresión social la cual explica diciendo
que ―igual que otras expresiones de las relaciones humanas, el poder es social y,
por ende, intersubjetivo. Es decir, implica a los individuos pero no se queda en
ellos; los aborda en sus múltiples relaciones (Ídem). Nótese que aún en una
expresión social no se convierte en posesión de un individuo o individuos.
Santillana no deja de sostener que en base a la intersubjetividad se puede
entender mejor toda acción social al ser el telón de fondo de la misma. En la
expresión técnica:
El poder visto desde el tamiz de la razón estratégica supone, entre otras cosas,
una relación social que además de superar, por su carácter intersubjetivo, sus
expresiones representativas y reflexivas, ubica de manera muy clara los medios
más eficaces para lograr los fines perseguidos (Ídem, p. 236)

Define además que para este momento el poder ya ocasiona un conflicto,


pues es cuando se pretende modificar las acciones de otras voluntades. Pero
además concibe la expresión artística donde ya no se plantea negar la voluntad
del otro sino que el poder siempre está circulando en la red de tejidos que
atraviesan las voluntades, por tanto el poder expresado artísticamente es ―la

81
elección de una estrategia‖ (Ídem, p. 238). No importa si se es hombre, mujer,
heterosexual u homosexual, siempre existe la intersubjetividad que lleva a que
todos expresemos poder, ―ejercemos poder sobre otros y se ejerce poder sobre
nosotros (Piedra, 2004, p. 125). Aunque se debe usar mejor el verbo expresamos
en lugar de ejercemos.
Es así que ―el poder hay que entenderlo como una red productiva que pasa
a través de todo el cuerpo social, en lugar de una instancia negativa que tiene por
función reprimir‖ (Foucault, 1981, p. 125). Actualmente no se puede por tanto
seguir viendo a la masculinidad como detentora del poder, es decir, no es
posesión sino vinculo social y todos podemos expresar poder.

3.1.5. El cuerpo masculino


Pocas cosas son tan delicadas como lo es inspeccionar el cuerpo de una persona
en busca de algo que conciba al cuerpo como mujer u hombre. Ante todo se sabe
que los cuerpos del macho y de la hembra se diferencian, ante todo por los
genitales. Por lo mismo es poco común que un individuo no logre diferenciar entre
un cuerpo desnudo femenino o masculino.
Pero ¿qué interés lleva a estudiar el cuerpo al investigar la masculinidad?
Simple por la creencia de que la masculinidad surge del cuerpo, que nace de ella
e inherente al cuerpo (Connell, 2003). Es García (1999) quien nos menciona que
para Laqueur en sus estudios sobre la construcción de la conceptualización de los
cuerpos existen 2 modelos, el modelo unisexo que vigente en la antigüedad donde
se ve a la mujer esencialmente como hombres pero que se diferencian de estos
por el ―calor vital‖ que poseen sus cuerpos, y por otro lado existe el modelo de los
dos sexos, que es para Laqueur el responsable de la concepción de sexos
opuestos y de la estructura de dominación de un sexo sobre el otro, es decir, es el
causante de la dominación masculina.
Entender ―el cuerpo a la vez con una definición ontológica lleva a que el
sujeto para su existir debe elegir ser de un sexo u otro polarizando la elección del
sujeto confrontándolos a declararse hombre o mujer‖ (Torres, 1997, p. 128). Dicha
elección no depende sino del juego cromosómico de los gametos humanos al

82
principio, y después de estar conformado el sexo biológico que gracias a la
tecnología humana ya se puede saber antes del nacimiento del individuo, se inicia
el proceso social de envestidura sobre el cuerpo, es decir, el Género actúa de
forma determinante. El mismo Torres (Ídem) fortalece esta visión cuando asegura
que al sujeto se le identifica por ciertos rasgos que al decir identificar, también
conlleva diferenciar, siendo el órgano lo que determina al cuerpo su existencia de
mujer u hombre y con esto cobra el valor el signo. Con esta diferenciación se
inicia un recorrido que le seguirá de por vida. El Género actúa de forma
impresionante sobre el cuerpo, no por crear el sexo que es dominio de la
naturaleza, sino por situar ese cuerpo en un complejo entramado social particular
de cada sociedad y tiempo en el que se nace, reforzando esta idea Cruz (2006)
que considera que en el hecho del cuerpo masculino se trata de un cuerpo que se
maneja en el ir haciendo, dramatizando y que además está ligado
irremediablemente a las situaciones históricas. Además considera que es la
cultura la que en cada espacio especifico, tiempo y contexto le dará las bases y
―regímenes a los que serán sometidos los cuerpos para producir sujetos
sexuados‖ (p. 2).
Entendiendo que decir sujetos sexuados no se refiere a la existencia de un
tipo de genitales u otros, sino que implica el proceso de sujeción a un sistema de
diferenciación en base al cuerpo. Para Connell (1997, citado por Fernández, 2004)
esto crea un fenómeno que debería ser estudiado por la nueva sociología del
cuerpo que implica entender a cuerpo ya no como un simple imperativo biológico
ni un paisaje yerno donde la sociedad tenga total derecho a imponerse bajo las
exigencias de la misma sino darle mayor importancia al cuerpo como objeto de
estudio sociológico. Solo en el cuerpo cobran sentido características o ―atributos
físicos, las sensaciones, placeres y deseos‖ (Cruz, 2006, p.1). Por ello podemos
observar que el cuerpo va más allá de poseer pene o vagina, es un espacio
misterioso donde Connell plantea algo más trascendente y significativo y donde
Cruz traza el mundo de placeres y del erotismo, zona ya examinada para obtener
beneficios como se verá más adelante. Sumándose a esta discusión aparece
Morán (1997) que establece que este papel que este papel que toma el cuerpo

83
solo se logro gracias al feminismo y que surge para establecer un examen crítico a
la diferenciación de lo masculino y lo femenino. Nuevamente surge Bourdieu
(2005) donde considera que el cuerpo está conformado por dos secciones: una
parte delantera que muestra las diferencias sexuales y la parte trasera,
indiferenciada y donde se encuentra el potencial de ser femenino y con ello surge
las valoraciones de pasividad y sometimiento. Esto ocasiona que el cuerpo tenga
dos naturalezas, la que da la diferenciación y otra potencialmente neutral pero
donde algunas culturas inscriben la feminidad, como sigue analizando Bourdieu,
pues en su estudio en los bereberes es al cuerpo femenino al que se le atribuyen
las características más devaluadas en lo social, como la pasividad y la
penetrabilidad; por tanto los hombres deben evitar todo aquello que pueda
colocarlos en lo femenino, so pena de que su cuerpo sea tomado por femenino y
por tanto tratado como mismo, razón de que en la sociedad se de la violación de
hombres por parte de hombres al someterles y tomar la parte potencialmente
indiferenciada del cuerpo como femenina.
Esto hipotéticamente sucede en todas las sociedades y por ello lleva a que
el cuerpo masculino debe evitar presentar cualquier elemento que el Género a
situado dentro de lo femenino, como la pasividad, la debilidad, la expresión
emotiva entre otras, ante la amenaza de ser transformado en cuerpo femenino y
tratado como tal, algo que implica miedo en las sociedades que siguen dominadas
por la violencia de género y por tanto la violencia contra las mujeres que al iniciar
el siglo XXI aún son todas las sociedades humanas. Cabe destacar que siempre
que se observa una relatividad en estos términos relacionados a lo femenino, ya
en Antropología Social ha demostrado que en diversas culturas existen diferencias
respecto a lo que es femenino y lo que es masculino. Pero siguiendo los
postulados de Bourdieu se puede concluir que el cuerpo masculino ―debe‖
presentar un grupo de características que incluyen pruebas físicas donde se lleva
al límite la resistencia donde el cuerpo deja de ser persona y se convierte en una
parte de lo que se es, manejado por la mente, es decir, el cuerpo es tratado como
solo una parte del individuo misma que es usada para demostrar que se es
hombre, sin importar lo que se le deba hacer a esa parte del individuo.

84
Esto conlleva que por tanto el hombre es no solo un cuerpo sino un
conjunto de características arbitrariamente establecidas y que para ser ―realmente
hombre‖ las debe cumplir incluidas las obligaciones de estar a una la altura de la
situación que ―le ofrece incrementar su honor buscando la gloria y la distinción en
la esfera pública‖ (Ídem, p. 69). Sin embargo esto no significa ―sufrimiento‖ al ser
hombre sino que debe analizarse en sus diversos niveles que para Lamas (2002)
significa pensar en el inconsciente donde se dan estos procesos.
Es entonces el cuerpo masculino un objeto a ser moldeado, no existe
independientemente del Género, siendo dirigido a la esfera pública (Bourdieu,
2005; Tuñon & Bobadilla, 2005; Menjivar, 2004). Por ello ese cuerpo masculino se
ve, mueve y comporta según lineamientos estrictos otorgados por otros hombres y
mujeres; siendo que de nueva cuenta Bourdieu aparece al indicar que ese cuerpo
masculino es violento, no solo físicamente sino también simbólicamente. Esta
violencia implica mantener la jerarquía social y por tanto el orden de las posiciones
de hombres y mujeres. Esta relación violencia-jerarquía está basada en la
―inscripción de los cuerpos‖ como lo llama Bourdieu y como lo refuerza Cruz
(2006) al indicar que ―la experiencia del cuerpo es central en la vida de toda
persona: en la subjetividad, en el yo, en las diversas prácticas sociales y en los
significados culturales que se les atribuye a dichas prácticas‖ (p. 1) y por tanto las
inscripciones en los cuerpos determinan estos elementos.
Con ello se buscan estas predisposiciones de los cuerpos, donde Cervantes
(2006) entiende que el cuerpo masculino se hace cargo de cuestiones peligrosas,
se aprecia lo musculoso y atlético, devaluando tipologías como la pícnica (estatura
baja y cuerpo redondeado), asténica (constitución frágil y lineal) y displásticas
(cuerpos dispares) según la teoría de Krischmer. Es decir, ya el cuerpo debe
perseguir un ideal. Este ideal del cuerpo ¿de dónde proviene?, pues, si bien ya
existían representaciones de los cuerpos humanos desde la prehistoria es en la
Antigua Grecia donde ya se observan modelos de cuerpos humanos dirigidos a
alcanzarlos y no las representaciones antropomorfas (parecidas a humanos) que
se observan en las cavernas. Las esculturas de Apolo Strangford, del 500 a.C., El
Discóbolo del 450 a.C. son imágenes de varones desnudos. El primero

85
representando a un dios y el segundo representando a un jugador olímpico de
lanzamiento de disco, denotan lo que haría famoso al arte griego: esculpir al
cuerpo masculino desnudo. Se observa en ambas estatuas cuerpos musculosos y
marcados, dejando en claro que desde esa época ya se valoraba esa tipología. En
el caso del cuerpo femenino es bien conocida la Venus de Milo (en realidad
debería ser Afrodita de Milo), también desnuda aunque solo la parte superior del
cuerpo, mismo que indica una tipología delgada. A pesar de parecer que este
modelo dominó hasta hoy día, se sabe que el cuerpo está ligado a la historia.
Aguiar (1998) es quien nos evidencia como el cuerpo después de la caída de
Roma y con el inicio de la era cristiana en Europa comienza a desaparecer el
hombre erótico y se comienza a fabricar el hombre erotizante, el cuerpo masculino
por tanto deja de ser sujeto de admiración y veneración y comienza a ser sujeto
venerador del cuerpo de las mujeres, pasa de ser ―objeto erotizado a sujeto
erotizante‖ (p. 270). Por ello el cuerpo masculino de la Europa Medieval y cristiana
ya no podía presentarse como objeto de deseo, al contrario, los cuerpos
masculinos fueron controlados para únicamente desear, desear al cuerpo
femenino y a sus representaciones.
Variando entre los pueblos de esa época, se instauró un modelo masculino
que más adelante se impondría a otras culturas. En este momento nos
encontramos entre los siglos XVI y XVII, mismos que sobresalen por las grandes
colonizaciones de Ámerica y la expansión de la cultura Europea en gran parte del
mundo y con ella el modelo de lo masculino y del cuerpo masculino que a pesar
de no ser dicho, seguía siendo únicamente deseador, pero no deseado. Por ello el
cuerpo masculino seguía sin ser objeto de deseo. La mujer se enlazaba al hombre
debido a contratos matrimoniales realizados por los padres, bodas forzadas,
enamoramiento romántico, entre otros posibles medios. Todo eso cambia a partir
del siglo XIX. Aguiar nos sigue dirigiendo en este viaje cuando nos relata que es
en ese siglo XIX cuando inician los procesos para que el cuerpo del hombre
recupere su condición de objeto erótico; primeramente cuando distintas mujeres
comenzaron a expresarse en las artes rompiendo el dominio que los hombres

86
tenían en el arte y ellas representaban en el arte aquello que les atraía
estéticamente que en ―muchos casos era el cuerpo de los hombres‖ (p. 272).
El segundo momento importante surgió del romanticismo, la poesía maldita
y la cultura dandy dominantes de finales del siglo XIX donde artista hombres
deciden demostrar la atención erótica que tenían del cuerpo de los hombres. La
tercera y definitiva instancia que recupero la erotización del cuerpo del hombre fue
la formación de la cultura gay estadounidense de mediados del siglo XX. Aguiar
sin embargo demuestra que da mayor importancia a la importancia de la cultura
gay en esta re-erotización del cuerpo del hombre que a la mujer, situación que
iniciaría la lucha por aceptarse a las mujeres como sujetos de deseo y no solo
objetos de deseos. De hecho Aguiar considera que son los estadounidenses de
esta época los que se esfuerzan por imponer la visión de una esencia de la
masculinidad basada en el deporte y la musculatura desarrollada oponiéndose a la
masculinidad ―afeminada‖ que aún existía en Europa y que estaba exportando a
América a través de sus modas que provenían desde el siglo XIX.
Este autor sigue defendiendo que desde el siglo XX la hombría está
indicada ya no con la gallardía, el compromiso y la inteligencia a-sensible de la
época posromántica, sino con las raíces gay que dan la identidad masculina
basándose en el cuerpo donde el espectáculo muscular que muestra este cuerpo
es la máxima prueba que da un individuo de su masculinidad. De este rompe
aguas en lo que se refiere al cuerpo del hombre surge una diversidad de modelos
basados en características ideales de los cuerpos y sus conductas. Aguiar plantea
inicialmente al galán este ―galán se sabe atractivo y hace uso de ello, maneja su
cuerpo y lo emplea como instrumento de seducción‖ (p. 278). Este modelo de
masculinidad comienza a volverse sensible sobre todo desde los setentas y
ochentas, este ―galán tierno continua apoyado en rostros perfectos y cuerpos
moldeados, pero ahora las situaciones que enfrenta tocan sus sentimientos y no
los oculta‖ (pp. 278-279). De esto Willis (1993, citado en Aguiar, 1998) establece
que desde los noventas la industria fílmica enmarca al cuerpo masculino ya como
algo dedicado al espectáculo, es una imagen y esta para ser expuesto.

87
Los medios masivos construyendo al cuerpo masculino. De lo anterior
distinguimos que los cuerpos están ligados a los usos que un medio masivo de
comunicación como es el cine, pero no solo en este se encuentra el cuerpo como
una mina a ser explotada. Para Morán (1997) ―el mercado ha tendido a hacer del
cuerpo su objetivo. Se le transforma en mercancía y es un medio para la
manufactura y distribución de bienes‖ (p. 149). Como se había mostrado la mujer
había sido la imagen dominante del erotismo desde la edad media en occidente, la
mujer era lo deseable por excelencia bajo el dominio masculino de la época. Pero
finales del siglo XX la mujer debe ya compartir esta característica con modelos de
hombre que la publicidad explota adjudicándoles la esencia masculina buscando
los fines de la mercadotecnia, es decir, el consumo. Surgen cada vez con mayor
fuerza modelos específicos de cuerpos masculinos, los cuales parecieren
comunicar una meta a alcanzar por parte de todo individuo de sexo masculino:
musculoso, dentadura perfecta, energía ilimitada tanto física como sexual, alta
estatura y bronceado son algunas de las características que visten a tipos de ser
hombre. Aguiar concreta que ―el hombre, receptor de estos mensajes cae en una
seducción narcisista al contemplar al hombre modélico que le propone el uso del
producto‖ (p. 281), pero no solo el hombre es receptor de estos mensajes, también
la mujer y con ello esta publicidad también la hace partícipe de este mundo donde
se le indica su derecho al placer en base al hombre que debe desear.
En consecuencia el hombre publicitario descubre que la mujer deja
paulatinamente la pasividad y se vuelve activa en los encuentros eróticos, es el
hombre ahora objeto de deseo también, como antes solo era la mujer (Lomas,
2005).
La masculinidad y sus cuerpos ya no están bajo una identidad
incuestionable. Los individuos masculinos ya no son independientes de exigencias
corporales, requieren so pena de discriminación cada vez más notoria y fuerte,
mostrar un cuerpo que encaje con los patrones exigidos; no está ya en posición de
solo desear, debe ser deseable. La mujer ya presiona como sujeto de deseo y
paulatinamente pide un cuerpo masculino de su agrado, siendo que este proceso

88
de cuerpos deseables engloba a ambos sexos con ligeras variantes, pero afectado
tanto por la autoimagen como por la imagen que ven los demás.

La probabilidad de sentirse incómodo en el cuerpo de uno (forma por excelencia de


la experiencia del ―cuerpo alienado‖), el malestar, la timidez o la vergüenza son tanto
más fuertes en la medida en que es mayor la desproporción entre el cuerpo
socialmente exigido y la relación práctica con el cuerpo que imponen las miradas y
las reacciones de los demás (Bourdieu, 2005, p. 85).

La masculinidad y sus cuerpos basados actualmente en el consumismo que


es propio de ambos sexos basa su deseo en un cuerpo bajo el deseo homosexual,
el deseo narcisista y el deseo de la mujer, siendo este último el más revolucionario
por darle el derecho a la mujer a desear.

3.2. La masculinidad y la Psicología

Hasta este momento nos hemos encontrado por un largo proceso de debates y
cuestionamiento sobre los papeles de hombres y mujeres en la sociedad y como
estos han sido replanteados sobre todo después de los movimientos feministas del
siglo XX, además de sumarse el movimiento de liberación gay y los men’s studies
(estudios de hombres) y con ello se inició un proceso de cuestionamientos
sociales que han desembocado en diversidad de fenómenos como lo son los
propios estudios de Género y los estudios de la masculinidad. Su importancia y
presencia en las ciencias sociales e incluso en las neurociencias lo hemos
descubierto en el apartado anterior pero ¿En dónde está la Psicología?,
dirijámonos a indagar el papel de la psicología en el tema de los estudios de la
masculinidad.

3.2.1. La Psicología aborda el tema de la masculinidad

Ante el aumento paulatino de los estudios de género y particularmente sobre la


masculinidad en las ciencias sociales (Antropología Social, Sociología) era
evidente que el campo de investigación no se presentaba como algo aislado, sino
que mostraba ser un terreno fértil para las investigaciones interdisciplinarias.

89
Es Lamas (2002) quien busca introducir a la psicología a los estudios de
género en cuanto que considera que se han centrado demasiado dichos estudios
en la construcción social del Género, y por ello han desatendido otros elementos
que influyen en su conformación. ―Actualmente la moda académica en torno al
género ha consolidado una visión constructivista de la naturaleza humana que
alude tanto lo lógico como lo psíquico[…] sin considerar ni los datos biomédicos ni
los conceptos psicoanalíticos de pulsión, deseó e inconsciente‖ (p. 16)
A pesar de ello, es mencionada la Psicología en general como una
disciplina desarrollado masculinamente, puesto que en todas las ramas de la
Psicología se encuentran como fundadores o personajes centrales siempre a
varones. Siendo criticada cuando se presenta como una disciplina neutral.

Aunque la psicología tradicional se ha considerado a sí misma como una ciencia


neutral, objetiva e independiente de los valores, son muchos/as los/as autores/as
que hoy día cuestionan tanto su objetividad como su independencia y que
consideran imprescindible revisar y reparar los posibles sesgos de género en la
investigación psicológica sobre una forma de violencia de género, la violencia
doméstica o maltrato de mujeres (Ferrer & Bosch, 2005, p. 1)

Estos ―sesgos‖ son un tema delicado, ya que a pesar de ser relativamente


joven la psicología como ciencia tiene abundante bibliografía y diversas y
numerosas investigaciones. Esto quiere decir que nos enfrentamos al gran
problema de poner en tela de juicio gran cantidad de postulados de la Psicología,
y por ende se sucede un largo camino por investigar, analizar y redefinir si fuera
necesario.
Demos un rápido vistazo a la crítica que se lanza a la psicología y sobre
todo a su historia y de cómo ésta fue marcada por la discriminación de Género.
Y es que ―los nombres de psicólogos famosos como Wilhelm Wundt o
Stanley Hall aparecen ligados a las más tenebrosas historias de discriminación
hacia mujeres que pretendían continuar sus estudios de doctorado y formarse
como científicas de la psicología‖ (Román, 2007, pág. 208). Es así como la autora
nos adentra a una cara de la psicología que no se ve normalmente, es decir, nos

90
relata los sucesos en el trasfondo de esta disciplina, nos muestra cómo es que los
―grandes‖ de la psicología moderna eran efectivamente hombres definidos por el
Género de su época, donde ellos al ser varones debían tratar de una manera
específica a las mujeres que deseaban entrar en un ―mundo solo para hombre‖,
como eran no solamente los doctorados sino la educación en general, la cual aun
se daba a cuentagotas a las mujeres, puesto que la educación en diversas
sociedades estaba permitida solamente a la varones. La autora continúa
mencionando lo siguiente:
Cuando por fin las mujeres fueron aceptadas en los estudios doctorales se crearon
anexos en los que recibían clases, se evaluaba su rendimiento al igual que el de sus
pares varones, escribían tesis y las defendían, pero no podían recibir título alguno
(Ídem, p. 209).

Era una realidad en esa época histórica que las mujeres eran delimitadas
en diversas formas cuando buscaban entrar en el espacio público, incluso la
autora señala que Watson, pionero del conductismo escribió que la mujer no sabe
usar la libertad. Nos relata otras diversas viñetas dentro de la psicología, en todas
se demuestra lo falocrático de la disciplina independientemente del país en donde
se desarrollase. Finalmente por las pruebas históricas mencionadas concluye ―De
ahí que la historia de la psicología sea eminentemente masculina‖ (Ídem, p. 212).
Fuerte crítica a la Psicología frente a un mundo que cada día exige eliminar las
discriminaciones de Género y se trabaja intensamente por lograr la equidad de
Género.
Para ello se inician poco a poco investigaciones psicológicas en base a la
perspectiva de Género. Sobresaliendo tanto las relacionadas a las problemáticas
psicológicas surgidas del machismo como forma de relación social donde lo
masculino se sobre exalta contra lo femenino, al igual que se intenta indagar en el
mundo emocional de los varones.
No es tarea fácil entrar a buscar dentro de los varones las razones de sus
comportamientos y de sus fragmentos no masculinos como son los emocionales,
puesto que en ellos existe una evidente negativa a la existencia o permisibilidad a

91
estudiarlos dentro de esas directrices. Probablemente se deba a lo que descubrió
Bourdieu en su obra La dominación masculina: ―A partir de un estudio etnológico
de los bereberes kabiles, Bourdieu (2005, cit. por Febro, 1998, pág. 333) muestra
la permanencia, en el inconsciente de los hombres y las mujeres de hoy, de la
visión falocrática del mundo‖. Por ende los varones actúan inconscientemente bajo
los estatutos de hombre, negando cualquier cuestión que ponga en tela de juicio
su masculinidad. Entre ellas surge, además de la esfera emocional, el cuidado del
cuerpo (por representar feminidad), las relaciones íntimas con otros varones,
permitirse ser vulnerables, entre muchas otras. ―Un hombre que pida ayuda o se
apoye en mujeres estará mostrando signos de debilidad, incompetencia y
vulnerabilidad que deben ser controlados si quiere ser considerado un hombre de
verdad” (Fernández, 2004, p. 34). También Barrios (1999) asegura que la hombría
solo se logra mediante acatamientos de un orden patriarcal, aun cuando
represente peligro hacia la integridad física del varón.
Sin embargo parece que ―cada vez está menos claro que ser hombre
consista en inhibir los sentimientos, en obsesionarse por conquistar y exhibir el
poder y en seducir a las mujeres a diestro y siniestro‖ (Lomas, 2005, p. 275). Esto
debido a los logros del feminismo, la Teoría de Género y los men’s studies o
estudios de la masculinidad, puesto que realizan esfuerzos para que al varón se le
permita expresar lo que hasta ahora se ha ordenado callar.
Entre estas investigaciones surge Cervantes (2006), que con su
investigación sobre la nueva masculinidad plantea que en la postmodernidad los
varones ya no pueden mantener las mismas exigencias que el anterior orden les
exigía, sobre todo en lo relacionado a la paternidad y a las emociones.
Se manifiesta la evidente posibilidad que tiene el hombre actual de
replantearse lo que significa la masculinidad, de que ―es posible alcanzar la
igualdad en la expresión de afectos y en la desmitificación de su rol tradicional, ya
que le han llevado a rigidizar una posición que le impide cuidar emocionalmente
de sí mismo y de otros‖ (Cervantes, 2006, pp. 36-37), y por ello se le abren nuevos
horizontes.

92
Para Cervantes (Ídem) las posibilidades le confieren nuevas
responsabilidades.

Al hombre le es necesario aprender a cuidar de sí emocionalmente y


responsabilizarse de sus afectos, reconocer sus propias necesidades de
protección y cuidado, ya que el costo de la ostentación del poder y la dominación
se podría resumir en la negación de sí mismo en cuanto a la vida emocional (p.
87).

Sin embargo pareciere que actualmente aún existen la problemática que


Gilmore (1990, cit. en Bastos, 1997, p. 187) plantea al decir que ―la difícil
construcción psicológica individual que es necesaria para llegar a cumplir con lo
que la sociedad necesita de sus componentes masculinos, está inmersa una cierta
contradicción entre los contenidos de ese mandato y las formas de llevarlo a
cabo‖. Puesto que todavía existe resistencias contra la apertura emocional de los
varones. Pareciere que no se puede aceptar este postulado de Fernández (2004).

Lo que nos encontramos en nuestra experiencia diaria y cotidiana, en nuestra


pragmática, son hombres duros y mujeres sensibles; pero también hombres
sensibles y mujeres duras; hombres y mujeres que son, a la vez, sensibles y
duros; y hombres y mujeres que, para una cosa son sensibles y, para otras,
duras. Nos topamos con un constante hacer, deshacer y rehacer que difícilmente
deja de moverse e inquietarnos (p. 39).

Debido a que el Género todavía se mantiene definiendo a los hombres y a


las mujeres en base a sus leyes. Por tanto los hombres deben limitarse en la
expresión de sentimientos.
Es con Walter Riso (1998) y su libro Intimidades Masculinas donde
localizamos en base a su larga trayectoria como psicoterapeuta como descubre lo
reacio a aceptar nuevas formas de ser hombre. Sobre salen los casos donde el
atiende a parejas con problemas, generalmente por que la mujer no esta contenta
con el comportamiento del hombre. Riso se da cuenta que en varios casos las
mujeres se encuentran enredadas entre dos tipos de hombre, uno ideal
representado en la expresión de emociones, comunicativo y cariñoso, y por otro

93
lado se mantienen en la exigencia de un verdadero hombre, el cual debe ser duro,
fuerte, viril, y no se dan cuenta de la paradoja en que meten a su pareja
masculina.
Esto debido a que estos tipos de hombre en parte soy excluyentes, y no es
nada sencillo llegar a un modelo que integre todo, puesto que como le mismo Riso
analiza: cuando un hombre se permite un momento de debilidad, ya sea física o
emocional, es descalificado tanto por los demás hombres como por las mujeres.
Incluso menciona que una mujer, la cual se presentaba como activa feminista, no
pudo perdonar que su pareja masculina no soportara ―unos toques‖ electricos; ya
que el varón no quizo soportar el tormento de esa prueba de virilidad, solto los
electrodos e inmediatamente surgieron las risas por parte del público (pues
estaban en un billar) y ante ello la mujer se le hacerco y le recrimino: ¡¿Qué
paso?! ¿Por qué los soltaste tan pronto?, el hombre solo pudo decir: es que me
dolio bastante…, ante ello la mujer se dio cuenta de su error al juzgar a su pareja
bajo estatutos patriarcales, siendo ella activa enemiga del mismo.
Por tanto Riso nos ofrece cuestionamientos sobre las verdaderas aperturas
a nuevos tipos de ser hombre, siempre en relaciónes tanto con el mismo sexo o
con los otros. Riso menciona que el heroe encarnado en los hombres debe de ser
eliminado, por provocar malestares a todos los varones. De igual forma concluye
que el hombre debe exigir un derecho a ser débil, a tener miedo y a aceptar su
debilidad ante el abandono afectivo. Ademas de que el varón debe tener la
posibilidad de dedicarse al ámbito doméstico, inclusive dejando totalmente la
manutención del hogar en manos de la mujer.
Son muchas las posibilidades que surgen de la experiencia de Riso como
Psicoterapeuta, pero sobre todo de su experiencia como hombre que se permite
por ejemplo, aceptar que tiene un miedo descomunal por los murcielagos.
Además de ello se sucede el derecho a disfrutar más ampliamente de la
paternidad, esfera propiamente del mundo privado del hogar, por ello el varón
anteriormente no podía disfrutar de relacionarse con sus hijos, ya que al estar
lanzado al mundo público para mantener a la familia disponía de un minimo de
tiempo para dedicarle a sus hijos. ―Para un niño, el rol del hombre adulto es menos

94
conocido y comprensible; su padre trabaja, en la mayoría de los casos, fuera del
hogar, por lo que el hijo no puede observar ni participar en su trabajo‖ (Fajardo &
Revilla, 2006, p.115) y aunque es algo delicada la aseveración (es difícil
generalizar esta estructura de relación familiar) si nos lleva a pensar que las
obligaciones masculinas en la esfera pública separa al padre del hijo.
Este modelo de padre aunque es funcional ya no satisface a varios varones,
quienes desean vivir su paternidad plenamente, para ello debe permitirse y que le
permitan nuevas formas de construirse como hombre y como padre.

La construcción de nuevas identidades y nuevos sujetos sociales está


determinada por un nuevo perfil masculino: el del hombre padre y compañero, no
el del hombre patriarca, ahora vengado por las mujeres; o del hombre hijo que la
madre ha poseído en la manifiesta anulación o exclusión de la pareja provocada
por ella misma. Respecto a ello, la mujer debe compartir la maternización
(Vielma, 2001, p. 38).

3.2.2. El Psicoanálisis y su relación con la masculinidad

Como observamos anteriormente las dos grandes divisiones de los estudios de la


masculinidad se dirigen a crear nuevos estilos de ser hombre, sobre todo en lo
emocional y en la paternidad, pero sería bueno también observar como el
Psicoanálisis entiende a la masculinidad.
En ―el ámbito de la psicología surgen una serie de contestaciones y
relecturas del psicoanálisis‖ (Montecino, 1997, pág. 13), esto depues de que el
feminismo y la perspectiva de género cuestionaran postulados centrales de la
teoría psicoanalítica. Desde que se cuestiona la valides universal de la envidia al
pene por parte de las mujeres hacia los hombres se inician diversos choques con
el psicoanálisis que denotaban un sexismo que sería evidenciado por el feminismo
al aseverar que los hombres en su orden patriarcal crean estructuras que lo
fortalezcan, y todo indicaba que el psicoanálisis freudiano se presentaba como
una estructura para fortalecer al patriarcado.

95
Sin embargo el psicoanálisis otorgo ya desde Freud una importante
posibilidad de entender las relaciones entre los sexos de forma diferente a la que
se vivía en su época. Finalmente Freud se liga histórica y geográficamente a una
sociedad que inculcaba una visión dada de ver a la mujer.
Sin embargo para Gilligan(1985, cit. por Fajardo & Revilla, 2006) ya Freud
había creado una imagen masculina que ocasionaba terror a la mujer, pues realizó
su teoría del desarrollo psicosexual alrededor de las experiencias del niño varón,
además del estructurar el Complejo de Edipo que localizaba al varón desde bebe
en un proceso de deseo, deseo por tener a su madre totalmente para sí mismo.
Esto ocasionó y sigue ocasionando conflictos en la madre, la cual es colocada
como el objeto de deseo de su propio hijo, pero este deseo tiene implicaciones
sexuales, y únicamente la aparición del padre corta los deseos sexuales del bebe
varón sobre su madre, realizando el sepultamiento del complejo de Edipo, siendo
su heredero el Superyó, instancia psíquica que acepta la negativa de la madre
como objeto de deseo sexual, así como portadora de la moral de la sociedad.
Lo importante de que se realice lo anterior radica en que al pensarse en la
unión madre-hijo como una relación consumada en el sentido que Freud la
consideraba, puesto que para él era la relación más libre de ambivalencia
caeríamos en visualizar una simbiosis entre madre e hijo. ―Al defender esta idea
de la relación exclusiva materno-filial, se legitima también la exclusión del padre
de semejante díada, el cual sólo podrá advenir hacia el mundo psíquico del infante
mediatizado por su madre‖ (Fajardo & Revilla, 2006, p. 116-117). Por tanto pensar
que no es inamovible ese tipo de relación da posibilidades al hombre en su
participación en las relaciones con su esposa y con su hijo.
Es interesante entender que además del complejo de Edipo como tal
también se sucede la libido, energía sexual ampliamente referida en la teoría
psicoanalítica, esta libido esta en todo individuo, aunque es en el varón donde lo
vemos manifestado más comúnmente cuando se califica a los varones como
libidinosos.
Es Bourdieu (2005) quien habla de la libido dominanti que se diferencia de
la libido psicoanalítica en que se dirige hacia la mujer para dominarla, incluso se

96
maneja de forma representativa cuando un varón ―no desea‖ dominar a una mujer
pero la libido dominanti lo realiza por él. Esta libido

La illusio originaria; que es constitutiva de la masculinidad, reside sin duda en el


fundamento de la libido dominanti bajo todas las formas específicas que reviste
en los diferentes campos. En los que hace que los hombres (en oposición a las
mujeres) estén socialmente formados e instruidos para dejarse atrapar, como
unos niños, en todos los juegos que les son socialmente atribuidos y cuya forma
por excelencia es la Guerra (Bourdieu, 2005, p. 96).

Para Parker (1991, citado en Jiménez, 2001, p. 3) ―La sexualización de la


palabra masculinidad y sus representaciones simbólicas están asociadas al falo y
a los comportamientos resultantes del hecho de poseerlo y de dar pruebas de su
funcionamiento‖. El falo es otro punto central del psicoanálisis mismo que para
muchos se mantiene en el varón, puesto que significa control y poder
Actualmente el varón está pasando por diversas crisis y transformaciones,
que no indican que se logre la igualdad entre hombres y mujeres, sino que se ha
visto forzado a dar un gran giro por los cambios del siglo pasado, para Badinter
(1995, cit. por Fajardo & Revilla, 2006, p. 118).

El hombre actual esta ―mutilado‖: en primer lugar se le amputa su feminidad, ―dando


lugar al hombre duro, al machista que nunca se reconcilia con los valores
maternales‖. En segundo lugar, los hombres han quedado ―huérfanos de padre
(varón)‖, un proceso de orfandad paterna simbólica para los hombres que les resulta
difícil elaborar.

Se puede decir que ―la masculinidad moderna es hija de su tiempo, lo que


implica que hay relación entre el estereotipo masculino y el tipo de sociedad que lo
forja‖ (Fernández, 2004, p. 23) ¿Qué sociedad seremos acaso?.

3.2.3. La identidad y la masculinidad

La identidad lejos de ser un término unívoco presenta un reto a toda disciplina,


puesto que se refiere siempre a una ―igualdad‖ basada en una ―diferencia‖.

97
(del latín identitas, derivado de idem, lo mismo) El tipo de unidad o de relación de
igualdad que se atribuye a lo que es idéntico a sí mismo. En expresión de Aristóteles
es una «especie de unidad de ser», o sea, una manera de ser «uno». Como relación
que es, la identidad supone dos términos; en aquella cosa de la que decimos que es
idéntica consigo misma, sólo puede establecerse una relación si de alguna manera
percibimos una diferencia o si la pensamos bajo diversos conceptos (Martínez y
Cortés, 1992).

Para Granados (2003) ―La identidad es la unidad donde convergen diversos


referentes simbólicos por medio de los cuales el sujeto se sabe diferente de unos
y similar a otros‖ (p. 10).
Como se observa, la identidad parece pertenecer a la filosofía, pero se
presenta en toda disciplina que estudie al ser humano, entre ellas está la
psicología. ―La identidad se constituye como una experiencia ontológica que se va
transmitiendo de generación en generación y se articula a través de vivencias
compartidas por una colectividad‖ (Montecinos, 1997, p. 47), de aquí obtenemos
que la identidad (al igual de cómo lo señalan los autores anteriores) solo se da en
cuanto a que existe otro individuo o individuos, su carácter social también lo liga al
Género.
Desde la perspectiva psicológica, para abordar la categoría de género se hace
referencia a la identidad de género, la cual es adquirida a través de la interacción
social entre los individuos vía el lenguaje, donde se van conformando los
simbolismos y las significaciones imaginario-sociales que influirán en la forma de
sentir, de vivir y de asumir los papeles de género del grupo social y cultural al que se
pertenezca (Ortega, Torres, & Salguero, 1999, p. 43).

Entonces la identidad de Género, que incluye la identificación con lo masculino se


situaría en la colectividad, pero Granados (2003) amplía a la identidad a la
dimensión tanto social como individual.
Decimos que la identidad está socialmente construida y con ello nos referimos a dos
dimensiones: la colectiva y la individual; la primera expresa que existen referentes
simbólicos que han sido elaborados a lo largo de la historia en la aprobación social,
explícita e ímplicita del "deber ser" y el "no deber ser" que se acompañan de sus
respectivos reconocimientos y penalizados, este conjunto de referentes son previos

98
al ingreso de cada individuo en el orden simbólico, es decir, al nacer, el individuo
irrumpe en un mundo construido y en transformación, adopta de éste lo que ha sido
acordado socialmente para que se le pueda considerar parte del colectivo, para esto
interviene el proceso de socialización mediante el cual se asignan y resignifican las
identidades, entre ellas la de género (p. 10).

Pero, ¿cómo es que se crea esta estructura de género? ¿en que se


caracteriza la identidad masculina?, pues todo indica que diversas autoras y
autores están de acuerdo en que la identidad masculina se funda bajo la
diferenciación de lo femenino.
Por ejemplo, para Lomas (2005) ―El hombre ha construido casi siempre su
identidad cultural por oposición al mundo femenino‖ (p. 273). Para Fajardo &
Revilla (2006) ―La identidad masculina, entonces, se adquiere en el proceso de
diferenciación con la madre y el mundo femenino. Por ello, generalmente los
machos aprenden lo que no deben ser para ser masculinos antes que lo que
pueden ser‖ (p. 107). Ambos postulados colocan a la identidad masculina como
algo a crear, lo masculino por tanto se base en contradecir o contrastar con la
femenino, inclusive Fajardo & Revilla (2006) aseguran que el infante varón es más
inestable y precoz por estructurar su identidad bajo ese sistema de contraste.
Hay que subrayar que este problema de la identidad de Género tuvo el
papel determinante al momento de que Stoller creó el concepto mismo de Género,
cuando descubrió ser hombre o ser mujer no nacía totalmente del sexo biológico,
cuando estudio a bebes que presentaban problemas de diferenciación de sexo.
Esos casos hicieron suponer a Stoller que lo que determina la identidad y el
comportamiento de género no es el sexo biológico, sino el hecho de haber vivido
desde el nacimiento las experiencias, ritos y costumbres atribuidos a cierto
género. Y concluyó que la asignación y adquisición de una identidad es más
importante que la carga genética, hormonal y anatómica (Lamas, 2002, p. 35).

Por este ejemplo denotamos que la psicología si ha estado conectada


desde ya varias décadas a los problemas sobre el Género, aunque solo fuera
relativa a la identidad de Género. Pero continuando con la identidad masculina, se

99
le considera como una identidad de ―elite‖, es decir, ser realmente hombre implica
someterse a un imaginario sobre la verdadera masculinidad, es decir, existen
estándares establecidos tanto de lo que cada individuo debe saber ser y hacer,
como de lo que no debe ser ni hacer.

Esta búsqueda de la verdadera identidad implica que quien quede fuera de dicha
definición no es un hombre, sino otra cosa que no se sabe muy bien qué es. O
mejor dicho, algo que muchas veces sí que se sabe qué es, pues para denominar
dicha realidad se utilizan adjetivos como afeminado, maricón, mujer, niño o
infantil (Fernández, 2004, p. 29)

Para ello el varón enfrenta todo un complejo de ―des-identidad‖ puesto que


no entra dentro de la identidad deseable por la mayoría social. Pero además se
debe tomar en cuenta que este proceso tiene que ver también con toda una
institucionalización sobre lo que es un hombre. ―El individuo se reconoce a sí
mismo reconociéndose en los demás, esa identidad no es esencial sino una
construcción social e individual que requiere un sinnúmero de elementos culturales
y relacionales para llevarse a cabo‖ (List, 2004, p. 105). Los cuales pueden ser
tanto la familia como el Estado y la religión, etc. Pero surge la cuestión de la
benéfico o dañino de las actuales identidades masculinas, será necesario
investigarlas y descubrir si las identidades se van modificando, cómo y por que,
más allá de únicamente ser modificadas por los cambios de las mujeres, deben
ser vistas como nacidas de una colectividad, misma que dicta leyes sobre lo que
es masculino.
Bien puede seguir siendo lo masculino lo referente a lo fuerte, violento,
alcohólico, etc. O bien se podrían modificar esas identificaciones para dar paso a
otras formas de ser masculino, como son todas las que investiga la psicología al
abordar las áreas emocionales. Es por tanto, si existe el deseo de modificar la
identidad tanto masculina como femenina es necesario trabajar sobre las actuales
identidades de Género.

100
Para Thomas (1997, cit. por Vielma, 2001, p. 37), repensar las identidades
implica trabajar con lo reprimido, con el inconsciente y con aquello hasta
ahora asociado a lo prohibido. Con todo lo que nos angustia, preocupa y
evitamos hacer como hombres o como mujeres; con el temor al abandono o
supuesta pérdida de la masculinidad y/o la feminidad. Hay que asociar lo que
hasta ahora ha estado precisamente disociado: la masculinidad con la
sensibilidad, la ternura y la emocionalidad; y la feminidad con la cultura, el
placer y el goce.

3.2.4. El machismo y la homofobia ¿psicopatologías?

El machismo. El machismo entra en las investigaciones de psicología en cuanto


que Marina Castañeda (2002) demuestra que el machismo prácticamente se vive
en la psicología de los machos, varones que crean una intensa e incluso radical
valoración de lo masculino y un radical menosprecio de lo femenino. Aunque ella
ciertamente comenta que sus postulados se aplican a los varones machistas
mexicanos, es una realidad que puede estar conectado a un machismo más
―universal‖ en cuanto se puede teorizar como un estilo radical de masculinidad que
surge en muchos países y sociedades, siempre caracterizándose por el desprecio
irracional al mundo femenino o a lo que no entra en lo masculino.
El machismo ―es una forma de relacionarse y un cierto manejo de poder
que refleja las desigualdades existentes entre mujeres y hombres en el ámbito
personal, económico, político y social‖ (Lomas, 2005, p. 265), este autor lo
presenta de forma no muy clara en cuanto que no explica lo referente a ―un cierto
manejo de poder‖, pero aún así enriquece la temática en cuanto observamos que
no es un tema aislado a una patología dentro de la psique de los varones, sino
que el machismo se sitúa como algo mayor, más complejo.
Es de nuevo Castañeda (2002) quien nos dirige durante su obra a perseguir
los supuestos del machismo, demostrando que no son válidas las explicaciones
biológicas (el hombre es machista por naturaleza), hormonales (la testosterona los
hace actuar así) o socio biológicas (el hombre actúa de forma que logre sustentar
a la especie), sino que al contrario, pareciere no existir una predisposición a actuar
de forma machista, recordando que esta forma de comportamiento lleva los

101
extremos la masculinidad y el desprecio tanto verbal como social y psicológico de
la mujer. Es pues en México donde existe una particularidad de Macho, al cual
intentó atrapar Guttman(2002). Si bien el realiza su investigación en una muestra
poblacional específica, es también cierto que busca desenredar un supuesto
enraizado en la psicología del mexicano.
Él mismo acepta que el machismo mexicano no era hablado y mencionado
hasta hace pocas décadas, es decir, no había razón ni para cuestionarlo ni para
investigarlo, ya que él dice: ―Personalmente creo que por los movimientos
feministas, por los periódicos, por la gente, ahora se habla mucho más del
machismo en el ámbito popular, no solamente en los sitios académicos‖ (Herrera,
Troya, & Ramírez, 2002, p. 120). Cabe recalcar que el machismo era ―no visible‖
en cuanto se creia en un orden social basado en el mismo, sostenido por las
instituciones del Estado y la Iglesía, siendo únicamente (como lo mencionó
Guttman) dentro de las escuelas, sobre todo las universidades, donde se gestaba
un desacuerdo a ese supuesto orden natural.
Siguiendo con Guttmann, el centro su investigación en descubrir las
dinámicas de hombre en la capital del país, siendo interesante que Gutmann
(citado por Escandón, 1999, p. 287):

hace énfasis en la paternidad y en el cuidado de los hijos, su manutención como


elementos centrales de la masculinidad, y de la construcción de la identidad
masculina; pero sin establecer en qué medida esa paternidad proveedora ha sido, a
su vez, un signo más del machismo.

Colocando al machismo sustentado en una dinámica social de proveedor,


donde al ser quien mantiene al hogar posee un ―derecho‖ el cual ejerce a través
de sus comportamientos machistas. Pero ¿Qué tiene que ver la investigación de
Guttmann con la Psicología? Al principio parecería que nada, pero es con
Castañeda (2002) cuando podemos situar al machismo dentro de un problema del
mundo psicológico en cuanto provoca malestares sobre todo en las relaciones de
pareja; ella asegura que ―el machismo en nuestro país va más allá del sexismo‖ (p.
26), ya que incluye toda una gama de comportamientos que afectan

102
negativamente tanto al otro como a él mismo. Castañeda dentro de su obra busca
demostrar como es que el machismo sobrevive de forma invisible, es decir,
sobrevive solo que de formas en que no se puede observar, sobre todo por que se
presenta en formas muy sutiles, incluso una expresión machista se sucede en la
llamada caballerosidad.

Y se entiende, dentro de esta lógica, que la misma protección ―caballeresca‖,


además de que puede llevar a su confinamiento por servir para justificarla, puede
contribuir también a mantener a las mujeres al margen de cualquier contacto con
todos los aspectos del mundo real ―para los cuales no están hechas‖ porque ellos no
están hechos para ellas (Bourdieu, 2005, pp. 81-82).

Esta caballerosidad debe ser entendida como una forma de comunicar la


visión que el hombre tiene sobre la mujer, una concepción interna sobre ―lo que
ella no puede hacer‖, como en sus supuestos pueden encontrarse: ella no puede
levantar cosas pesadas, le debo ceder el asiento pues ella se cansa más rápido y
tiene menos resistencia, debo abrirle la puerta para ella entre primero, entre
muchas otras. Este machismo ―invisible‖ junto a otras expresiones del mismo lleva
a Castañeda, en base a su experiencia como mujer y psicóloga a resumir los
males del machismo de la siguiente forma: ―las barreras en la comunicación, las
expectativas cruzadas, los roles que aprisionan a hombres y a mujeres por igual‖
(p. 18). Colocándolo no como una forma positiva de masculinidad sino como una
forma de masculinidad que debería ser eliminada del mundo psico-social.

«El enemigo a vencer no es la masculinidad sino cierta definición de la masculinidad


y, por ende, de la feminidad. El problema no es el hombre sino la oposición radical
entre lo masculino y lo femenino, Esta oposición daña a hombres y mujeres, a niños
y niñas por igual. El machismo corroe todos los vínculos, afecta todas las decisiones
y limita el potencial de todos los miembros de nuestra sociedad» (Castañeda, 2002,
p. 28, cit. por Lomas, 2005, p. 265)

Concluyendo que debe ser más ampliamente investigado por la psicología


como algo aun existente en la sociedad mexicana, además de ser definido el

103
machismo como un problema psico-social, basado en el Género introyectado y
radicalizado en el macho descrito por Paz (1964) en su laberinto de la soledad.
La psicología social debería tomar cartas en el asunto, indagando sobre el
machismo tal vez no tanto como una patología, pero sí como un sistema de
interacción humana que ocasiona malestares sociales como Castañeda lo
demuestra.
La homofobia. Dentro de lo que se nombra masculinidad, hemos
encontrado varios conceptos relacionados o asignados a la misma, uno de ellos es
la homofobia. Tema de discusión nacido desde las revoluciones feministas y de
liberación gay, la homofobia se centra aunque etimológicamente erróneo en la
fobia de los hombres por la homosexualidad y los homosexuales, se dice
etimológicamente erróneo porque homo significa hombre y fobia indica la
psicopatología caracterizada por miedo, por lo que etimológicamente significa
miedo al hombre. Para Silverman (s.f.) la homofobia es una enfermedad mental,
buscando sustentarse en la normalización psicológica del homosexual y por ende
en la anormalidad del homofóbico; esto lo hace al considerar el deseo pre-edípico
del hijo varón por el padre, como el mismo que se mantiene en el desarrollo del
infante como la vía alterna del complejo de Edipo y al complejo de Electra,
postulados centrales en la tradición psicoanalítica. No es un hecho la aceptación
de las visiones de Silverman y por ello la discusión de la homofobia se sigue
centrando en lo normal y lo anormal. Para Manzelli (2006) la homosexualidad es
tomada como una amenaza a la masculinidad sin importar si el homosexual es de
apariencia ―afeminada‖ o ―masculina‖. Por tanto para Cruz (2002) la homofobia es
de hecho un problema existente por la dominación masculina basada en valores
heterosexistas.
De lo anterior se observa que los autores concretan a la homofobia (como
su mismo nombre lo dice) como una enfermedad, una anormalidad. Recordemos
que el feminismo y la liberación gay a pesar de estar ligados desde el siglo XX,
cabe denotar que por representar grupos diferentes también persiguen objetivos
diferentes. Entonces localizamos que la homofobia como se ha indicado persiste

104
como una patología derivada de la dominación masculina heterosexista, y es el
mismo Freud quien relato como su sociedad tomaba a la homosexualidad,
definiéndola él junto a otras prácticas sexuales como pulsiones sexuales parciales,
que eran las prácticas prohibidas, ―este conjunto de prácticas prohibidas, que
Freud llamó ―aberraciones sexuales y vicios‖, incluían el sexo entre hombres, la
pedofilia, la zoofilia, el fetichismo, la masturbación, el sexo oral, el
sadomasoquismo y el sexo anal entre otras‖ (Fernández, 1998, p. 341).
Esto indica la razón por la que en su época la homofobia era vista de una
forma ―anormal‖ por estar la homosexualidad dentro de este listado. Para Lomas
(2005) ciertamente la homosexualidad presenta un peligro para la masculinidad
hegemónica. De hecho Verea (1999) determina que ―el androcentrismo, la
polarización de género y el esencialismo biológico (…) son los tres pilares de un
sistema de género cuyas consecuencias últimas son el sexismo y la homofobia‖
(p. 248). Le complementa Leach (1999) cuando dice que ―la misoginia, la
homofobia y la magnitud de la violencia sexual contra las mujeres se explican
mejor como aspectos de masculinidad que mantienen el poder de los hombres de
diferentes clases sobre las mujeres‖ (p. 230). A pesar de que los postulados de
Bourdieu (2005) colocan a los homosexuales en otro panorama, ya que los
hombres homosexuales son de hecho educados como heterosexuales y con ello
llegan a interiorizar el punto de vista de la masculinidad dominante y con ello
además de crear una discordancia mental también llegan incluso a entender mejor
los puntos de vista de los dominadores más que los mismos dominadores. Es
claramente diferente la posición de las mujeres y los homosexuales, esto derivado
de que el homosexual nace con cuerpo de varón y por ende se le sitúa en un lugar
al lado de los hombres mientras no actué la homofobia debido a no demostrarse
como homosexual. Como ya se vio anteriormente el Género actúa de forma
diferente en el cuerpo masculino y el cuerpo femenino y por tanto la homofobia no
actúa de forma igual en ambos sexos.

4.
5.

105
6. CAPITULO 4
ANÁLISIS DE LA MATRIZ DE DATOS
4.1 Sobre el análisis

En esta sección se presenta el Análisis de Contenido centrado en un nivel


semántico, representado por un meta-texto (la producción de un texto a partir del
análisis de otros textos) resultado de la aplicación de la técnica de análisis de
contingencias sobre la matriz de datos2, estructurada con las unidades de registro
en forma de columnas y que corresponden a los términos de masculinidad,
género, feminidad, virilidad, patriarcado, poder, identidad y dominación. A
continuación se presenta el análisis realizado.

4.2 El patriarcado: nuestro punto de arranque.

Sobre este concepto se localizaron dieciséis definiciones del mismo y en estas


definiciones sobresale el entenderlo como una organización, orden o sistema
social. Por ejemplo Goldberg (1976 citado en Coltrane, 1998) que considera que
además de ser una organización social también es política, económica y religiosa,
y por otro lado Eisenstein (1977 citada en Fernández, 1998) primeramente lo
considera como sistema ya que lleva a una organización sexual concordando con
Bastos (2006), Boscán (2006) y Manzelli (2006) en tanto que el primero sitúa al
patriarcado dentro de la historia de una forma específica, es decir, que entiende al
patriarcado como delimitado por la historia; Boscán(Ídem) por su parte considera
al patriarcado como un sistema que va contra la ―dignidad‖ de las mujeres y de
hombres. Manzelli (Ídem) concuerda con esto ya que el patriarcado como sistema
no solo es de dominación de los hombres hacia las mujeres, sino que también se
crean jerarquías entre grupos distintos de hombres.
Ahora analicemos la visión del patriarcado como organización. Goldberg
(op. cit.) y Sánchez (1999) en sus definiciones del patriarcado lo presentan como
una estructura con objetivos, estructura que para Goldberg tiene por objetivo que
la autoridad y el liderazgo converjan en los hombres y la manera en que plantea

2 Encontrará la matriz de datos dentro del CD-ROM de Anexos.

106
para comprender al patriarcado como organización es utilizando una definición
donde se menciona como una ―empresa‖ donde los ―puestos‖ de mayor rango son
ocupados por hombres, por tanto la dirección de la empresa no estará en manos
de mujeres. Para Sánchez (Ídem) el patriarcado como organización implica la
capacidad de crear la jerarquía entre las relaciones sexo-género, es decir, dentro
del patriarcado existe un ―organigrama arbitrario‖ donde mujeres y hombres
ocupan diferentes ―niveles‖ de la jerarquía, pero además esta jerarquía también
vincula las relaciones de género porque hombres y mujeres están dentro de esta
―organización‖ y sujetos a las relaciones que surgen dentro de la jerarquía que
implícitamente requiere que todos los individuos inmersos en ella cumplan sus
―actividades‖ (roles) para que la organización (patriarcado) funcione.
Además de estas dos visiones (patriarcado como sistema y patriarcado
como organización) se encontró la visión del patriarcado orden en autores como
Montesinos (2002) y Levinson (1999) donde patriarcado es un término donde se
involucran nociones de disposición y correlación entre las partes que se mantienen
unidas y dirigidas por una regla; esto es pensarlo como aquello que se mantiene
gracias a que se sigue u obedece una norma que está identificada como la
dominación de hombres sobre mujeres, originada según Montesinos en las
familias nucleares y por consiguiente heredada por las mismas, de generación en
generación, pero para Levinson si bien esto sucede como un orden establecido
también asevera que es manipulable, desafiable y alterable dando un nuevo
esquema en donde lejos de que el patriarcado sea absolutamente dominante es
de hecho más frágil de lo que se plantea, siendo que desde la postura de Levinson
el patriarcado no es incuestionable ya que el feminismo demostró que los roles de
hombres y mujeres podían cambiar y con ello el ―orden patriarcal‖ se ―rompería‖,
es decir, el patriarcado se sustenta en seguir la norma que establece y al
―desobedecer‖ esta norma el ―orden patriarcal‖ no podrá sustentarse.
Pero existe otro enfoque sobre el patriarcado, mencionado por Graham
(1996, citado en Rico, 1998), Cazés (2002) & Fernández (1998), puesto que
comparten las concepciones de un patriarcado dirigido a colocar al hombre como
directivo de la sociedad, pero consideran que es necesario puntualizar que el

107
patriarcado es histórico y por tanto cambiante, que no existe de forma intacta a
través de las épocas, de hecho, Graham en sus investigaciones arqueológicas
localiza al nacimiento del patriarcado entre el 3100 y el 600 a.C., por tanto permite
pensar que anterior al patriarcado como tal existieron otros sistemas,
organizaciones u órdenes sociales, pero que él considera que en este periodo
histórico surgió y se mantuvo en la historia humana. Para Cazés (2002)
considerarlo un ―tiempo histórico‖ conlleva mantenerlo si bien bajo la misma
finalidad de dominio por parte de hombres, también es dejarlo de tomar como un
fondo inmóvil de la sociedad, pero si reflexiona que existen diversos tipos de
patriarcados en las culturas humanas. Y finalmente para Fernández (1998) el
patriarcado se da en épocas históricas concretas, siendo el poder del padre el
indicativo de que el patriarcado está presente en una época y espacio
determinado; y es tomar a este poder del padre en el patriarcado lo que hace
coincidir con Millet (1975 citada en Velasco, 2000), Firestone (1976 citada en
Ídem), Mitchel (1997 citada en Ídem), Hartmann (1980 citada en Ídem) y
nuevamente Eisenstein (1980 citada en Ídem), cuando en la lucha feminista de la
segunda mitad del siglo XX tomaran como un concepto compartido y general
llamar al patriarcado como ―poder masculino sobre las mujeres‖.
Estas definiciones del patriarcado conllevan que entre autores(as) no exista
un acuerdo en lo que es el patriarcado, si bien concuerdan en el nivel de las
finalidades del mismo: la dominación de los hombres sobre las mujeres. El
patriarcado ¿Es un sistema, una organización o un orden?, la cuestión inicia
desde el momento en que la diferencia entre los tres niveles es notorio. Por otro
lado la consideración del patriarcado como momento histórico específico da pie al
debate de la continuidad inalterada del patriarcado desde su origen o si sólo un
elemento de las culturas, que ha estado siempre en cambios debido su
historicidad. Si bien ambas visiones (patriarcado histórico o ahistórico) son entre
sí contrapuestas y por ende hacen del patriarcado un concepto en discusión; es
decir, en Eisenstein, Millet, Goldberg, Sánchez, Montesinos, Boscán, Manzelli,
Firestone, Mitchel y Hartmann, el patriarcado no es mencionado como histórico ni
como situado en un tiempo especifico sino que parecen indicar que es ahistórico,

108
a diferencia de Graham, Bastos, Fernández, que son quienes en sus definiciones
remarcan que el patriarcado está determinado por lo histórico; además Miranda
(1998) y Cazés (2002) consideran al patriarcado como históricamente determinado
es por lo tanto relativo. Este diferendo provoca que aún sea el patriarcado un tema
de discusión donde las pruebas de una visión del mismo no han eliminado a la
otra visión, por tanto las autoras y autores indican que no hay acuerdo en lo
referente al origen y a la naturaleza del patriarcado, por tanto comprendido como
aquello que crea la situación de la relación hombres-mujeres o mujeres-hombres,
sin embargo no se puede asegurar que siempre haya operado de la misma forma
o si era diferente en el pasado o bien si está en constante cambio junto con la
cultura en donde se presenta o aparece.
Por ende el patriarcado a pesar de tener varias visiones diferentes en lo que
respecta a su origen, estructura y dinámica, este concepto si denota ser el
principal origen de las diferencias entre hombres y mujeres según se ha
investigado por parte de los autores(as). Sin embargo además del patriarcado
existía otro concepto central en el feminismo: Género.

4.3 La dictadura patriarcal y el Género.

Un punto que es crucial de la vida del ser humano es el sexo con el que se nace,
no solo por su papel biológico sino porque se crean las directivas de su existir,
¿Qué es lo que lleva a asegurar esto? solo se requiere visualizar que en toda
cultura la fisonomía del individuo es su ―cara‖ al mundo con lo que dependiendo de
las particulares normas sociales de esa cultura se estructura y ―ordenan‖ los
cuerpos. Pero ¿de dónde se origina esto?, las culturas humanas conformadas por
sujetos sexuados (lo biológico) también son sujetos genéricos y esto se refiere al
Género, un concepto central para entender el fenómeno de la masculinidad. En
esta investigación encontramos 30 definiciones de Género las cuales significan
una amplia variedad de enunciados.

109
Inicialmente podemos ver que Rubio (1994 citado por Cazés, 2002), Tuchiar
(1999, citado por Ídem), Oakley (1977, citado por Fernández 1998), Barbieri (1992,
citada por Manzelli, 2006), Ortega, Torres & Salguero (1999), Rodríguez (2000),
Burin (2001), Ellen & Jiménez (2001) Figueroa & Liendro (1995 citados por Tuñon
& Bobadilla, 2005), Scott (1996 citada por Bernardini, 2000) y Szasz (1999 citada
por Ídem), consideran al Género como una ―construcción social‖, ¿Qué se
construye? existe una diversidad de respuestas que arrojan los autores(as) ya que
además de las y los autores mencionados, Money (1955 citado por Palomar,
2000), Bonaccorsi (1996) y Cervantes (2006)‖ al Género le complementan la
consideración de estar caracterizado por representar las conductas que son
dictadas y heredadas a hombres y mujeres heterogéneamente, es decir, además
de ser una construcción social es un conjunto de conductas que se atribuyen a los
hombres y mujeres definiéndose como aquello que afecta directamente lo que es
masculinidad y feminidad. Además, Lagarde (1990, citada por Cazés, 1994),
Cazés (1994), Troncoso (1996, citado por Seidler, 2004), Ortega, Torres &
Salguero (1999), Bernardini (2000), Lamas (2002) y Ospina (1997 citado por
Furedi, 1996) mencionan que el Género principalmente indica las cualidades,
atributos, roles y ―supuestos‖ que crean el ser hombre y ser mujer.
Sin embargo anterior a todas estas consideraciones el Género es
mayoritariamente una ―categoría‖, es decir, es para la mayoría de autores(as) una
categoría que permite estudiar las relaciones entre hombres y mujeres. Para este
momento podemos vislumbrar que el Género como concepto está centrado en las
relaciones sociales entre los sexos. Son Oakley (1977 citado por Menjívar, 2004) y
Burin (2001) quienes a esta categoría le adjudican un importante peso a los
rasgos de personalidad, siendo de hecho sus definiciones las que comparten
mayor concordancia en todos sus postulados; además los rasgos de personalidad
les unen con Jiménez (2003) única autora que rompe con la visión
socioculturalmente dominante de las demás definiciones al determinar que el
Género es lo central en la organización de nuestra psique, donde además surge la
personalidad, esto coloca a Oakley, Burin y Jiménez no en conflicto con las demás

110
visiones del Género, sino que atribuyen a lo psicológico mayor presencia que lo
sociocultural.
De los anteriores enunciados sobre el Género encontramos en Flax (1990
citada por Piedra, 2004), Riqueur (1993 citado por Tuñon & Bobadilla, 2005), Scott
(1993, citado por Cruz, 2002), Hernández (1999), Cruz (2002) y Connell (2003
citado por Cazés, 2002) que el Género determina las relaciones sociales (no solo
entre hombres y mujeres), las prácticas sociales, además de que Flax, Riqueur,
Scott y Cruz consideran que el Género ―posee‖ el poder y esto lleva a un nuevo
nivel que implicaría un debate donde el poder debe ser explicado para entender
porque estos autores(as) le adjudican al Género el ―poder de”.
Si ordenamos las visiones del Género hasta este momento observamos que
en la investigación aparece una visión ―construccionista‖, es decir, considerar al
Género como una construcción social que determina las relaciones entre hombres
y mujeres donde se adjudican cualidades, atributos y conductas a los sujetos en
base al cuerpo; pero también encontramos una variante donde la construcción
social si bien no es negada, si es significativamente mayor el peso que se da a lo
psicológico, esta visión psicológica muestra al Género como un ―eje‖, un ―núcleo‖
de la personalidad donde el sujeto conforma su ser, es decir, el Género esta
mayormente ligado al individuo en esta visión que a pesar de no estar
representada mayoritariamente en las definiciones es un aporte esencial para
descubrir que al pensar Género no solo existe una explicación donde las
relaciones entre hombres y mujeres es concretada socialmente, sino que
convergen ambas visiones del Género. Para entender lo anterior focalicemos que
el Género indica cualidades, atributos, conductas, actitudes que están ligadas al
ser hombre y ser mujer, que son construidas socialmente y que también es una
parte central de la conformación de la personalidad de cada individuo. Además
Gonzales (1993 citado por Cruz, 2006) y Millán (1993 citado por Fernández, 1998)
en sus definiciones mencionan que el Género como categoría esta al ―nivel‖ de las
categorías de la raza, la etnia y la clase social con lo cual se crea toda
diferenciación social. Todos los autores(as) con sus definiciones nos permiten
darnos cuenta de que el Género es complejo.

111
Pero además en la investigación aparece Bock (1991 citado por Granados
2003) quien particularmente nos señala a diferencia de todas las demás
definiciones que Género en el origen griego de la palabra, es una objeción,
acusación política, protesta, procedimiento y juicio. Esto divide a las visiones en
dos vertientes notoriamente separadas: la que define al Género como conjuntos
de cualidades, rasgos, cualidades, conductas, entre otras cosas que se adjudican,
heredan y/o construyen a los hombres y las mujeres donde lo social, lo cultural, el
poder, la psique y la personalidad son actores de esta configuración del sujeto
representada por todos(as) los autores a excepción de Bock que no la define
como conjunto de nada sino que primigeniamente indica que es protesta y debate.
A pesar del aporte de Bock, el Género es mayoritariamente considerado
una categoría de diferenciación social en base al sexo, entonces, al saber esto
nos cuestionamos acerca de lo que surge a partir de esta diferenciación. El
Género no divide a la humanidad en hombres y mujeres ―automáticamente‖, sino
que la diferenciación del Género si bien actúa primigeniamente sobre el sexo
(diferencia física por excelencia) no basta el nacer sexualmente diferenciados,
sino que para la cultura se presentan diferentes ―elementos‖ que se ―observan‖ en
los sexos por ejemplo en el patriarcado son muchas las características que
requiere ―presentar‖ y ―representar‖ un cuerpo para ser hombre o ser mujer,
términos que desde ahora comienzan a verse ―confusos‖, porque lo que se
nombra hombre o lo que se llama mujer esta íntimamente ligado al Género, es
decir, podemos comenzar a preguntarnos ¿Qué es un hombre? ¿Qué se requiere
para ser hombre? Por supuesto que se puede creer que un hombre es aquel
individuo que nace con pene, pero veremos que no es tan sencillo ser hombre.
Particularmente en el patriarcado la diferenciación social no solo abarca los
cuerpos por sí mismos, sino también ―lo que hace ese cuerpo‖, lo anterior es que
no basta nacer con las genitales de hombre para ser considerado hombre,
además de que aparece ligado al hombre el concepto masculinidad, que
cotidianamente es considerado sinónimo de hombre. Pero en el patriarcado, son
un ―grupo‖ específico los que ―deciden‖ que es masculinidad, entendida como un
sinónimo de hombre. La masculinidad además requiere lo que se puede nombrar

112
―no-masculinidad‖ como categoría donde se sitúan a todos los sujetos que
demuestran elementos diferentes a lo que se considera masculinidad. Esta
división masculinidad-no masculinidad no indica como ya lo dejaron ver los
autores(as) un punto de convergencia, ya que en primer plano aparecen los
grupos hombres y mujeres; pero ya en el análisis de lo que es el patriarcado
Boscán y Manzelli concuerdan en que para el patriarcado no todas las
masculinidades son aceptadas en la autoridad y liderazgo, es decir, en el nivel
más alto de la jerarquía social; por tanto indican que las acciones del Género no
están encaminadas únicamente a polarizar a la sociedad en hombres y mujeres o
masculinidad-feminidad, al menos en el sentido de que masculinidad sería
sinónimo de hombre y feminidad sinónimo de mujer. Se ha descubierto con la
unión de los estudios feministas, la liberación gay y los estudios de la
masculinidad que a algunos sujetos con cuerpos sexualmente masculinos se les
ha negando su adscripción en lo masculino al no cumplir las indicaciones del
subsistema, área o norma que dicta el patriarcado.
Las mujeres, homosexuales, transexuales y en general todo grupo y/o
sujetos que no cumplen los requisitos que el patriarcado representado por
aquellos que designan la masculinidad y la ―no-masculinidad‖ les situará en esta
última. Esto quiere decir que en el patriarcado no solo se divide sino que se vigila.

4.4 Dominación y poder ¿la victoria de la masculinidad?

Durante la historia humana algunos sujetos no aceptaban las imposiciones y los


lugares que se les daban en la sociedad, mujeres como Poulain de la Barre,
Olimpia de Gouges, Mary Godwin (Wollstonecraft), Flora Tristan, Betty Friedman y
Simone de Beauvoir pasaron a la historia por sus luchas feministas (Oranich,
1976), buscando una realidad diferente de la que vivían diariamente.
Sin embargo en sus esfuerzos toparon contra una resistencia, en todas las
sociedades y tiempos que las separan no lograron ver sus cometidos realizados,
exigir el cambio de las formas en que se relacionaban hombres y mujeres y las
diferencias impuestas demostraron ser tajantes. Esto llevó a pronunciar la

113
existencia de una dominación, de los hombres sobre las mujeres, dominación que
traspasaba fronteras y que se veía en toda sociedad humana. Esta dominación
implicaba como lo definen Montesinos (2002) y Fernández (2004) un tipo de
relación que llevaba a la práctica la jerarquía patriarcal-genérica, donde el
dominante debería de ser hombre y de hecho para ser considerado hombre
estaba obligado a llevar a la práctica esta relación llamada Dominación. De estos
dos autores que representan junto a Bourdieu (2005) y Lomas (2005) los únicos
autores que deciden definir la dominación que para diferenciarlo de la dominación
en general la han llamado Dominación Masculina, a la cual Lomas efectivamente
adjudica el objetivo de legitimar un ―orden natural‖ de lo que es ser hombre o ser
mujer, este ―orden natural‖ se refiere de hecho a lo que ha sido prefijado. Por ende
la dominación está justificada cuando la sociedad tiene al adjetivo natural como lo
in-cambiable, lo establecido e incuestionable; el Género logro remarcar la
diferencia biológica de los seres humanos: los genitales, la procreación, la
musculatura, los caracteres sexuales secundarios… toda diferencia otorgaba
material para que la dominación (siendo una posible finalidad del patriarcado)
como Fernández (2004) afirma se creara el orden sexual jerarquizado. Para lograr
tal jerarquía Bourdieu dice que debía ser continua y para ello necesito de los
hombres y de instituciones, que las entenderíamos como lo ―instituido‖, es decir,
aquello que se establece firmemente, siendo para él la familia, Iglesia, escuela y
Estado quienes fungen como tales. ¿Qué muestra esto? Que si seguimos esta
visión la dominación sobrevive en estas instituciones y por tanto representarían los
―responsables‖ directos de la relación de dominación, es decir, están para cumplir
los mandatos y herencias que colocan lo que se nombra masculinidad sobre lo
que se llama feminidad.
Puesto que los cuatro autores(Bourdieu, Lomas, Fernández y Montesinos)
concuerdan en que la dominación masculina es lo que se manifiesta en relaciones
sociales donde lo que se considera masculino esta jerárquicamente por encima de
lo que se considera femenino. Descifremos esto, de las cuatro definiciones
sobresale Montesinos (2002) cuando afirma que este tipo de relación cambia
cuando la mujer participa en áreas de la sociedad que comúnmente durante

114
milenios eran monopolizadas por los hombres; por ello indica que lejos de ser una
realidad incuestionable, de hecho si cambia. Bourdieu agrega que entre las armas
de los hombres para sostener la dominación utiliza la violencia física y la violencia
simbólica, es decir, de verse amenazada la jerarquía que le coloca como
dominante puede utilizar la fuerza física o aquella violencia insensible que indica
todo el conjunto de supuestos que son tomadas como realidades para el
dominado.
Entonces, efectivamente en sus definiciones de la dominación podemos
encontrar el modelo que por un lado está hecho de tal forma que mantenga a
hombres y mujeres en lugares asignados y por otro lado sobrevive a través de
diversos medios. Algo implica cuestionarse sobre la forma en que la dominación
masculina logra su cometido ¿Cómo lo hace?, si bien Bourdieu nos indicó como
considera que se da y mantiene, es la cercanía que tiene con otra categoría lo que
permite rastrearla más profundamente, esa categoría es el poder. Esta cercanía
se basa en que Kaufman (1989) llega a nombrar al poder como capacidad para
dominar. Entonces ¿Qué relación hay entre dominación y poder?, encontramos
una variedad de explicaciones a esto, porque son 16 las autores(as) que deciden
definir al poder dentro de lo investigado.
Son Dahl (1976 citado por Montecinos, 1997), Weber (1984 citado por
Palomar, 1999), Guevara (2001), Montesinos (2002), Villaseñor & Castañeda
(2003) y Yarce (2005) quienes consideran la perspectiva del poder como
capacidad de influenciar, dirigir, coaccionar o manipulación de sujetos. Pérez
(2003) entienden al poder como ―fuerza‖ y lo describe bajo la premisa de que
existe una clara diferencia entre dos lados, el que ―usa‖ el poder sobre el otro.
Parece tener mucha semejanza a lo que se llama dominación a excepción que la
dominación refiere más a la ―acción‖ y el poder a una ―capacidad‖ más general
como lo dejan entrever las autoras y autores que definen al poder, sin embargo,
también están quienes como Leach (1999) Ellen y Jiménez (2001), Piedra (2004) y
Bourdieu (2005) consideran al poder como una ―pertenencia‖ de los hombres,
excepto para Leach que le entiende como posesión pero más ligada a elementos
económicos más que asegurar que le pertenece exclusivamente a los hombres;

115
pero tal pensamiento no se encuentra en las demás definiciones; Ellen y Jiménez
de hecho discurren en que el poder es un elemento de la masculinidad y por ello le
adjudican a la misma ya una denotación de dueña del poder y por tanto de las
facultades del mismo. Piedra (2004) sin diferenciarse mucho de la aseveración
anterior, considera que los hombres ejercen poder porque ellos tienen
unilinealmente la capacidad de hacer esto y Bourdieu por su parte asegura que el
hombre tiene la propiedad del poder únicamente por ser hombre, por derecho
natural a tenerlo, aunque señala que se refiere a un poder simbólico que
finalmente le une a las demás definiciones basadas en que sólo el hombre tiene,
puede y ejerce poder.
Lo anterior implica que ¿la dominación masculina se da gracias a que los
hombres tienen el poder? Entendiendo el poder como lo definen las autoras y
autores que inicialmente se presentaron como expositores de lo que es el poder
conllevaría la explicación y por tanto la indudable realidad de la dominación
masculina. Si solo los hombres tienen poder (capacidad y fuerza de influir, dirigir,
manipular) ¿solo ellos pueden decidir cambiar las relaciones entre hombres y
mujeres? todo indicaría que ciertamente esto acontecería así, si el modelo
dominación-poder fuera como lo hemos visto: solo el que posee poder puede regir
y por tanto si este regidor es el hombre en la dominación masculina, no existiría
ningún cambio en la misma hasta que fueran los propios hombres quienes
decidieran hacerlo.
De ser así las mujeres quedan fuera de toda posibilidad de cambio y solo
quedarían bajo las decisiones de los hombres. Para romper este panorama
aparece Foucault (1981 citado por Santillana, 2005) Mateo & Valdana (1999
citados por Cruz, 2002), Ariño (2003) y Santillana (2005), que definen al poder no
como pertenencia sino como vinculo social. Para Foucault es de hecho un
elemento de la motivación humana por vincular a los individuos; mientras que para
Ariño es una capacidad para actuar; y para Santillana es una relación social.
Estas diversas dilucidaciones convergen en retirar la naturaleza de materialidad
(por ser posible verla como posesión) y se diluye en todo la red social, donde si
bien para Foucault y Santillana está diluida en la vinculación y en la relación de

116
sujetos y sociedad, es para las demás definiciones un elemento de potencialidad,
es decir, es una acción, aunque si determinan en sus enunciaciones que todo ser
humano tiene esta potencialidad rompiendo con la visión de un poder propiedad
del hombre y ajeno a la mujer. Complementándose con esta potencialidad
Foucault propuso que el poder no debería entenderse como algo que se pudiera
apropiar o localizar, algo que como vimos Leach, Ellen y Jiménez, Piedra y
Bourdieu si plantean. Este choque entre dos visiones del poder ocasiona que
regresemos a la pregunta de la relación dominación-poder.
En la visión del poder como pertenencia (de los hombres) entendemos que
la dominación masculina existe y subsistirá por ser los hombres quienes de no
cambiar la forma de las relaciones entre los sexos no se cambiaran las mismas,
esto lleva a decir que los cambios y las diferencias sociales que han existido entre
hombres y mujeres se debe a que el hombre ha ―usado‖ el poder para modificar la
posición de la mujer en la sociedad , a menos que la mujer tenga ―su propiedad‖
un elemento comparable al poder que posee el hombre, es decir, si le han
adjudicado al poder tan gran capacidad y a la vez se le otorga exclusivamente al
hombre no habría razón para esperar un cambio ajeno a las acciones que el
hombre (poseedor del poder) realice, al menos que la mujer tuviera como se
mencionó ―algo‖ equiparable al poder que los hombres poseen, u otra posibilidad
es la de que el poder puede ser ―robado‖ al hombre y que la mujer que lo ―robe‖
podrá entonces usarlo, enunciado que busca dar una explicación de los cambios
en las relaciones de los sexos de forma ajena a la acción unilineal de los hombres.
No concuerda entonces con la otra visión del poder (vinculación y
relacionamiento social), que al mismo tiempo coloca a la relación dominación-
poder en crisis porque el poder, al ser un vinculo social y estar presente en toda la
red social implica que la dominación masculina no puede mantenerse por el poder,
debido a que Santillana puntualiza que el poder esta ―diluido‖ en todos los sujetos
y por ende todo sujeto expresa poder. Si hombres y mujeres expresan el poder la
dominación solo tiene sentido cuando los hombres usan las herramientas que
indica Bourdieu para evitar que las relaciones hombres-mujeres cambien. Por
tanto este análisis del poder deja entrever que si la dominación de los hombres

117
existe, también existen dos posturas para abordar la dominación; por un lado se
considera a la dominación masculina (resultado de un trabajo del patriarcado)
como resultado del monopolio del poder por los hombres porque solo ellos lo
tienen y sólo ellos lo pueden utilizar. O por otro lado, la dominación masculina
como es el efecto de no expresar el poder de forma que cambie este tipo de
relación de dominación, esto sería ocasionado por el descubrimiento que hizo
Bourdieu: si los cuerpos están inscritos (sobre ellos existe un ―texto‖ predispuesto)
están así para mantener la dominación masculina. Para esta perspectiva es solo
un ―supuesto‖ la consideración del poder como posesión privilegiada como la
razón de que la dominación masculina sobreviva hasta hoy día. Es decir, el poder
no es causa de la dominación de forma directa, es una expresión particular del
mismo lo que sostiene la dominación, bajo el axioma de que el hombre domina
porque tiene el poder y la mujer no, pero es una inscripción social lo que ha escrito
sobre los cuerpos dicha expresión del poder y así ha sido heredado a las
generaciones subsistiendo por los ―guardianes‖ que son los sujetos y las
instituciones patriarcales.
¿Qué consecuencias surgen de esto? Que existen dos enfoques sobre el
poder, la que declara que es ―posesión‖ de los hombres y la que la define como
un elemento de la realidad social presente en todo sujeto y ámbito de la sociedad,
al mismo tiempo que se encuentra continuamente expresado en múltiples formas.
Señalemos sin embargo, que esto aún no explica algo central de este complejo
fenómeno, es decir, hemos visto que el patriarcado y el Género se presentan
como conceptos que llegan en ciertos puntos a consensos entre autores(as) como
lo relativo a que en el patriarcado se encuentra una jerarquía que posiciona al
hombre representante de la masculinidad (la hegemónica) al mismo tiempo que
sitúa a otros hombres y a las mujeres en niveles inferiores, además que vemos
que también hay cierto consenso en lo referente al Género que significa principios
de diferenciación social establecidas sobre el cuerpo del sujeto; pero llegando al
análisis de la dominación (masculina) se muestra como la principal y universal
forma de relación entre hombre y mujeres, encontrando dos enfoques que no
concuerdan, el relativo a la relación entre dominación y poder.

118
Estamos vislumbrando que las divergencias en esta relación dominación-
poder dividen a los autores(as) en dos perspectivas, conllevando a la necesidad
de elegir una de las dos perspectivas sobre el poder y por consecuencia sobre la
dominación masculina. Agregando que también se encuentra el asunto de saber lo
relativo a los ―grupos‖ que participan en la dominación, ya que como lo han
indicado las investigaciones si existe la dominación masculina ¿Quiénes son
dominadores y quienes dominados(as)? La respuesta implica un cuidadoso
discurso sobre lo que los estudios de género han definido como los lados que
existen en el patriarcado, los ―bandos‖ y porque, para que y en qué forma para
desentrañar este fenómeno de la masculinidad. Entonces ¿está la masculinidad
en los dominadores?.

4.5 La masculinidad, “lo masculino”, los hombres y la virilidad.

El patriarcado como gobernante y su ejército de la dominación masculina que ha


sabido usar el armamento del poder gracias a milenios de entrenamiento para
expresarlo de forma ―artística‖, al elegir diversas estrategias para mantener la
jerarquía dominante. Entrar al análisis de lo que llamamos ―masculinidad‖ también
lleva a tener que diferenciar entre ella y lo que es ―lo masculino‖, lo que es ―un
hombre‖ y lo que también aparece constantemente ligado a estos tres conceptos:
―la virilidad‖. Si la finalidad de los estudios de la masculinidad es esclarecer lo que
es llamado ―masculinidad‖ ha llevado a seis autores(as) a darle una definición,
mencionemos a Gilmore, Kimmel, Miranda (1998), Mosse (1998 citado por
Fernández, 2004), Pérez (2003) y Villaseñor & Castañeda (2003).
De Gilmore (1994 citado por Cazés, 1998), encontramos que ―masculinidad
es la forma aceptada de ser varón adulto en una sociedad concreta‖ (p. 15) para
Kimmel (1997 citado en Menjivar, 2004, p. 101) es ―un conjunto de significados
siempre cambiantes que construimos a través de nuestras relaciones con nosotros
mismos, con los otros, y con nuestro mundo‖. Se encuentra que en estas dos
manifestaciones de lo que se llama masculinidad vemos diferencias, desde la

119
extensión hasta la complejidad de los elementos que aparecen. Pero además
Miranda (1998) considera que:

La masculinidad o, mejor, las masculinidades son construcciones históricas (…) en


procesos dialécticos donde la coyuntura y la larga duración se entrelazan y se
manifiestan con mayor claridad en las luchas de representación de los grupos
sociales; es decir, entre los grupos que tienen el monopolio de designar y fijar
ciertos estereotipos (p. 212).

Es notorio el progresivo aumento de elementos que los autores le dan al


concepto masculinidad, inclusive Villaseñor & Castañeda al igual que Miranda
diseñan una amplia enunciación de la masculinidad al exponer que:

La masculinidad como categoría social está constituida por presupuestos


socioculturales sobre ideales y estereotipos de género y de relacionamiento inter-
genérico que contribuyen a la construcción del imaginario subjetivo, la
representación social, la manera de ser y la manera de relacionarse de hombres y
de mujeres (p. 45).

Es también Mosse (citado por Fernández, 2004) quien se suma al decir


―la(s) masculinidad(es) son las distintas formas en las que los hombres confirman
lo que piensan que es su virilidad‖ (p. 21. Apareciendo finalmente Pérez (2003)
para asegurar que la masculinidad es sinónimo de poder y que ―la masculinidad
existe como ideología, como conducta codificada; existe en el marco de las
relaciones de género‖ (p. 292). Y si bien las posibilidades de definir la
masculinidad son numerosas (se observan divergencias en cada autor) involucra
un considerable esfuerzo de escribir cada definición de todo escrito ya que dejan
ver lo central sobre el mismo.
Notemos que solo Miranda y Mosse consideran que es preferible decir
masculinidades y no masculinidad, expresando su postura sobre la diversificación
de lo que entendemos con ello. Si bien Gilmore, Kimmel, Pérez y Villaseñor &
Castañeda, no crean un discurso que contradiga la perspectiva de ellos dos, si es
patente considerar esta división como un indicativo de diferenciación, puesto que
pluralizar es, o bien abrir el debate sobre la necesidad de definir todas estas

120
―masculinidades‖ o dedicarse a lograr definir convencionalmente una única
masculinidad. ¿A qué se debe la importancia de esta línea divisoria? Se debe a la
falta de una definición compartida entre los autores(as) complicando llegar a
convenios en qué es la masculinidad.
Vayamos paso por paso, si para Gilmore (1994 citado por Cazés, 1998)
indica más una imagen a forjar para lograr la pertenencia al grupo de varones
(hombres) adultos, lleva a una explicación sencilla que se puede demostrar en
cualquier sociedad, es decir, aunque Gilmore puede extender sus postulados
sobre la masculinidad, su definición le lleva a situarse dentro de una visión muy
particular, donde sus investigaciones hacen concluir que masculinidad responde
en cada sociedad a ―lo deber ser‖ para ser aceptado como un hombre en un
mundo de responsabilidades y de prácticas adultas. Esta aceptación del individuo
puede incluir rituales, pruebas y desafíos, entre muchas formas de llevarlo a estar
en la masculinidad de la sociedad. Gilmore y Mosse son quienes incluyen a los
varones u hombres en su definición de masculinidad, pero al considerar a la
masculinidad solamente en los hombres les colocan (a diferencia de las otras
cuatro definiciones) en el discurso de situarla efectivamente en el sexo masculino.
En las demás visiones de la masculinidad son variantes sus elementos,
como en Kimmel (1994 citado por Ruiseñor, 2001) que le confiere ya un estatuto
de significados y de construcción, dentro de las relaciones sociales concordando
con Miranda (1998) en el pensamiento de la construcción social de la
masculinidad, y ambos (Kimmel y Miranda) concuerdan con Villaseñor &
Castañeda (2003), en lo relativo de la existencia de la masculinidad a través de las
relaciones sociales. Lo último nos lleva a considerar en este elemento de la
masculinidad a través de las relaciones sociales como punto de acuerdo en las
definiciones. Por tanto, ya que la masculinidad dentro de esta visión existe ligado a
las relaciones sociales y de género, (como lo especifica Pérez), no tiene una
naturaleza de propiedad por parte del sexo masculino, sino de todo lo involucrado
en la relación social, pero además Miranda considera que la masculinidad está
sujeta a los grupos que tienen la capacidad de establecer estereotipos.

121
El establecimiento de estereotipos funciona entonces como aquello que
especifica las características de la masculinidad. Decir entonces que la
masculinidad en cuatro de seis definiciones no se refiere a una característica de
los hombres sino a una construcción que a través de las relaciones sociales,
conforma una postura que se basa en elevar a la masculinidad no a una
característica sino a un complejo, (no determinado aún a pesar de su uso como
evocativo de hombres), es pensar que no se puede asegurar que siempre haya
existido una masculinidad independiente de los grupos que establecen
estereotipos.
Retomemos que para llegar aquí se requirió partir de lo que se entiende por
patriarcado, Género, dominación (masculina) y poder; y por ello al llegar a la
masculinidad podemos abordarla desde este complejo social. Ante el abordaje de
la masculinidad se muestra la virilidad como característica de la misma. Con siete
dilucidaciones de virilidad nos topamos, que son de Gilmore (1994 citado por
Cazés, 1998), Barbosa (1998 citado por Cruz, 2002), Ortega, Torres & Salguero
(1999), Bourdieu (2002), Menjívar (2004), Cervantes (2006) y Manzelli (2006). En
los autores(as) no existe una definición directa, de hecho, solo Bourdieu enuncia
categóricamente que la virilidad puede ser entendida como una capacidad
reproductora (o que así es entendida en lo social) y que también es capacidad de
combate y ejercicio de la violencia (algo clave en todo su obra de dominación
masculina) pero además en un calificativo substancial le nombra desfeminización;
siendo únicamente él quien le da directamente esta sinonimia. No se quiere indicar
que en los demás enunciados se diferencie de forma remarcada, sino que en
Ortega, Torres & Salguero, Cervantes y Manzelli encontramos que en sus trabajos
la virilidad indica estereotipos o estándares y a la vez imperativos de los mismos,
es decir, ―ser castigado‖ al no cumplir con lo que está predispuesto en lo que es la
virilidad. Ciertamente se crean supuestos al establecer qué significado tiene el ser
viril, de hecho esto mismo implica enlistar las características particulares de quien
plasma todos los ―indicadores‖. Recordemos que Miranda (partidario de la
masculinidad como construcción-relación social) menciona que la masculinidad
está ligada al dictado de estereotipos por parte de aquellos grupos que pueden

122
establecerlos, entonces ¿Qué diferencia hay entre masculinidad y virilidad? ¿Qué
no implican ambas estereotipos predispuestos? De hecho esto se ve así porque
ambos conceptos han fungido como sinónimos en el patriarcado, es decir, como
indicamos, la masculinidad hegemónica (la más alta en la jerarquía patriarcal) ha
sido ―ese grupo‖ que establece los estereotipos y por tanto al mismo tiempo
instituye lo que es masculinidad, en base a la propia masculinidad hegemónica,
indicando que virilidad conlleva masculinidad, incluso colocándose a sí misma
como ―la masculinidad‖ y por ello creando la partición social en la masculinidad y
la no-masculinidad.
Este esquema plantea el problema de situar a los actores sociales dentro
de los dos grupos masculinidad y no-masculinidad. Cuando se refiere la
masculinidad y la no-masculinidad ¿Dónde está la feminidad? Se plantea que en
la no-masculinidad, base para esta aseveración se encuentra en la masculinidad
hegemónica, ella y sus actores (gracias a la estructura patriarcal) consolidaron
culturas donde no solo era suficiente nacer como hombre para ser integrante de
―la masculinidad‖ (entendía ahora como el grupo en el nivel más alto de la
jerarquía genérico-social) sino que debía cumplir con características específicas,
es cuando surge ―lo masculino‖ como aquello necesario para estar dentro de ―la
masculinidad‖ (masculinidad hegemónica), ―lo masculino‖ tan diverso por las
culturas nos lleva de nueva cuenta a replantear el esquema; ya que Lomas (2005)
y Connell (1995 citado por Seidler, 2004) nos indican que la masculinidad
hegemónica está basada generalmente en mantener la dominación del hombre
sobre la mujer, pero que siguiendo a Miranda (1998) y a Mosse (1998 citado por
Cazés, 2002) existen masculinidades y por tanto no podemos establecer a la
sociedad en masculinidad y feminidad (considerando a todos los hombres en la
masculinidad y a todas las mujeres en la feminidad) sino que lo que
tradicionalmente se llama masculinidad es la masculinidad hegemónica e
institucionalizada que ―expulsa‖ a todo individuo que no cumpla las características
impuestas, creando así la ―no-masculinidad‖ que corresponde a las mujeres, a lo
que se ha llamado la feminidad, así como a aquellos individuos que no se
consideran masculinos bajo la ―la vista patriarcal‖.

123
No es que la feminidad y las mujeres impliquen en si un grupo diluido e
invisible realmente, sino que en el patriarcado desde las primeras culturas de la
historia humana mayoritariamente hasta las revoluciones feministas del siglo XX,
el patriarcado considera que en ese ―grupo‖ se a todo sujeto que no fuera
masculino. Esta visión de la no-masculinidad indica que decir masculinidades
posibilita observar a los hombres (que indicaría lo material, lo sexual) que ―no son
masculinos‖ como representantes de otra u otras masculinidades diferentes a ―la
masculinidad‖ (hegemónica, que es jerárquicamente superior a todas en el
patriarcado) de hecho, esto es uno de los fundamentos de los estudios de la
masculinidad y que nos da otro camino en este ―angosto laberinto‖ para entender
la masculinidad. Se dice ―angosto laberinto‖ ya que como se observa, son pocos
los autores(as) que indican que ―la masculinidad‖ es solo un tipo de masculinidad,
y las demás definiciones y posturas la toman como una única, la masculinidad es
una y por ende hay que cambiar esa única masculinidad, lejos de considerar que
la diversidad de masculinidades (ignoradas como tales por el patriarcado) siempre
han estado presentes.
Esto promueve abandonar las visiones totalitarias sobre los hombres y su
―masculinidad‖ se puede entender como impuesta. Son los sujetos situados en la
―no-masculinidad‖ que se entiende bajo la polaridad sexual que Lamas (2002)
indica que existe en la sociedad y lleva a esos hombres a estar en la feminidad, el
―polo opuesto‖ e igualmente receptor del ―menosprecio‖ patriarcal. Aclaremos esto,
la razón de indicar no-masculinidad es visualizar a un ―grupo‖ que contiene tanto a
las mujeres y a hombres que ―no son masculinos‖ en un mismo ―grupo‖ siendo
esta visión la que el patriarcado ―ejerce‖. Para entender mejor esto retomemos la
virilidad y su significación como demanda de cumplir estereotipos ―donde se
incluyen tanto los sexuales como los de violencia y otros‖ siendo esta una visión
compartida entre autores(as), porque la virilidad es entendida en síntesis como un
estado imperativo relacionado a cumplir conductas estereotipadas que evocan la
relación naturaleza-masculinidad presente en el imaginario social de cada cultura
y que implican ritos y actitudes practicadas ante el otro para confirmarle a este y/o
a sí mismo como integrante de un grupo genérico, esto es, situar(se) dentro de la

124
masculinidad o la no-masculinidad, división propia de una sociedad patriarcal
donde la existencia de la virilidad depende de los medios que tenga al alcance
para subsistir. Esta síntesis si bien no implica una univoca definición si se basa en
lo que comparten los postulados localizados.
Entender así a la virilidad es situarla tanto en un nivel psicológico, donde los
imaginarios y las conductas (―lo intrínseco‖ y ―lo extrínseco‖) conforman una parte
importante de la personalidad del individuo; a la vez que en un nivel social donde
el otro (siempre presente) definirá de diversas formas esta parte de la
personalidad del individuo. Por ende la virilidad indicada como ―estado‖ y su
implicación en lo psicológico (individual) y lo social le coloca como ―prioritario‖ en
la formación del sujeto en el patriarcado. Para esto Bourdieu descubrió que la
virilidad podía ser entendida como ―desfeminización‖, puesto que los infantes sin
importar el sexo de los mismos, permanecen dentro de la esfera materna (división
del mundo privado) en los primeros años de vida. Pero entendemos que una
constante es la ―extracción‖ del varón de esta esfera materna para empezar a
formar al varón como hombre y para ello los hombres (aquellos que han ―cumplido
la virilidad‖) realizan diversidad de técnicas, caracterizadas por polarizar a
hombres y mujeres al mismo tiempo que se crean posturas que ―menosprecian‖ la
feminidad y el mundo privado, es decir, la virilidad funge por tanto como principal
―divisor‖ entre masculinidad y no-masculinidad (dentro de esta la feminidad) solo
después de la diferenciación primigenia basada en la biología (el cuerpo y su sexo
biológico) que es la más evidente y determinante diferenciación social entre
hombres y mujeres.
Entonces la relación masculinidad- lo masculino-virilidad denota divisiones
en cuanto que no se entienden como sinónimos entre sí, si no que la masculinidad
es más cercana a entenderse como una identidad a ser alcanzada vía la virilidad
con sus ―medidores‖ denominados ―lo masculino‖. A entender, la masculinidad no
es una esencia, ni biología innata del sexo masculino, ni una estructura monolítica,
sino que figura cercana a la identidad al ser definida la identidad por ocho
autores(as) convergiendo en entenderla como oposición, diferenciación y
similitudes adquiridas donde lo simbólico, el imaginario social y las relaciones

125
sociales son básicas en el proceso de identificación, son Stoller (1960 citado por
Cruz, 2002), Martínez y Cortés (1992), Montesinos (1997), Santos (1997 citado
por Lomas, 2005), Ortega, Torres & Salguero (1999), Granados (2003), Lomas
(2005) y Fajardo & Revilla (2006) quienes al definir identidad llegan en este punto
a concordar, es decir, la concepción de identidad es compartida por las autoras y
autores, y con ello es tratada generalmente con el mismo significado. Entonces
¿Cómo es que la masculinidad denotaría ser una identidad? Se puede observar al
momento de referir las definiciones de Lomas y Fajardo & Revilla donde hablan de
hecho de una ―identidad masculina‖ donde particularmente consideran que existe
por tanto un tipo de identidad específicamente masculina (y una femenina) que
para lograrse esta identidad el sujeto es construido oponiéndole al mundo
―femenino‖, que adquiere al ser diferenciado de la madre y el llamado mundo
―femenino‖, estas dos visiones en sí demuestran que pensar una identidad
masculina univoca implicaría pensar que solo existen dos identidades de género,
definida por Ortega, Torres & Salguero. La diferenciación es considerar que
efectivamente existe una identidad masculina y por ende existe una univoca
diferenciación entre dos identidades: la masculina y la femenina; por ello la
sociedad estaría dividida en los que se identifican como ―masculinos‖ y las que se
identifican como ―femeninas‖ donde como se resalta los mismos artículos (los y
las) ya estructuraría que los hombres tendrían la identidad masculina y las mujeres
la identidad femenina.
Todo esto presenta varias incógnitas, primeramente, si existen estas
identidades ¿realmente están delimitadas por el sexo biológico? ¿O es el
patriarcado el que da estas identidades? Y entre las demás cuestiones se
plantean las referentes al lugar que ocuparía la no-masculinidad en esta división
polarizada de las identidades masculino-femenina. Como se mencionó
anteriormente si la masculinidad es entendida como identidad no es por sí misma,
sino que la masculinidad como identidad es entendida así dentro del imaginario
social, es decir, al estudiar la masculinidad se descubre que la misma no es lo que
los sujetos creen que es, sino que esta masculinidad como identidad es lo que se
les ha hecho creer, por ende los sujetos al entender la masculinidad como

126
identidad (identidad masculina)se ―facilita‖ la diferenciación entre hombres y
mujeres (los hombres con identidad masculina, las mujeres con identidad
femenina), es decir, las investigaciones comienzan a develar estos mecanismos
donde la polaridad genérica de los sujetos basada en identidades (que como se ha
dicho son asignadas y adquiridas) no son sino parte de las estrategias de
dominación masculina, puesto que lo que se llama identidad masculina
(entendiendo que existe solo una) funge como diferenciación de lo femenino
(Lomas y Fajardo & Revilla lo indican así) y por tanto para identificarse como
masculino o femenino dependerá de considerar que existe un conjunto de
elementos para ello, y de hecho existe al momento en que los sujetos para
diferenciarse polarizan características.
La validez de estas identidades no se pone en duda mientras se ve a
hombres y mujeres dentro de estándares de normalidad, mismos que están
basados en que los hombres deben cumplir con características de la identidad
masculina (activo, racional y fuerte físicamente por ejemplo) que se polarizan a las
características de la identidad femenina (pasividad, emotividad y débil físicamente)
por tanto estas identidades solo plantean dos posibilidades de sujeto: masculino o
femenino (masculinidad y feminidad) y por ello solo hay una identidad masculina y
por tanto una masculinidad.
Pero hemos visto que la masculinidad es entendida en dos sentidos como
―única‖ o como ―múltiples‖ y por ende masculinidades, no solo existe una
masculinidad; por ello si la masculinidad existe como ―una sola‖ o si existen
―diversas‖ es la principal disyuntiva, entenderla de una forma es negar la otra, a
entender, si existe Una Masculinidad inerte a los sujetos (llamados hombres) es
ver a los mismos dentro de una sola ―forma de existir‖, es decir, hombre y
masculinidad están fundidos dándole un carácter ontológico a la masculinidad,
donde ―lo masculino‖ funge como ―normalizador‖ de los hombres y por ende la
virilidad es una de estas ―normalizaciones‖ donde todos los hombres están
inmersos para ser hombres y no existe otra forma, puesto que entender
masculinidad como ―Única‖ es ver que los hombres para Ser hombres deben serlo
a través de ―lo masculino‖ — conformarse bajo las actitudes, pensamientos,

127
conductas y todo aquello que socialmente es considerado masculino incluyendo
como principal indicativo la virilidad— esto es la fundación del sujeto hombre como
sujeto ciertamente genérico pero al mismo tiempo ―nítido‖, es decir, este sujeto
genérico cuenta con una identidad, reforzada o forzada por la sociedad (siempre
evidente o latentemente patriarcal) donde el que se sabe hombre es gracias a que
―se sabe lo que es un hombre‖ puesto que la masculinidad se estructura como
determinada, indiscutible y en general en las sociedades patriarcales la
Masculinidad existe como hegemónica, pero nunca es llamada así porque es
incuestionable (por su misma naturaleza hegemónica) y no reconoce otra
masculinidad porque para esta masculinidad hegemónica no existe otra
masculinidad, sino que solo existe una y lo que no considera masculinidad es no-
masculinidad, pero precisamente la ―no-masculinidad‖ es un término a discutir.
Todo lo anterior deja ver que esencialmente el significado que los sujetos
llegan a tener de masculinidad está determinado por este ―pensar‖ desde un
modelo de masculinidad y ―no-masculinidad‖, es decir, los sujetos hombres para
ser hombres “deben‖ estar dentro de la masculinidad (hegemónica) y para ello
cumplen con lo masculino (incluyendo la virilidad), la masculinidad es una para
algunos (Gilmore, Kimmel, Pérez, Villaseñor & Castañeda) y son muchas para
otros (Miranda, Mosse) en el sentido que al pensar masculinidad como ―una” es
desde lo social lo ―gobernado‖ desde la masculinidad hegemónica, es tomada
como realidad en cuanto la misma masculinidad hegemónica se ―autoproclama‖ La
masculinidad. Donde la masculinidad como no una, sino muchas masculinidades,
son a partir que sujetos no-masculinos (en parte desde los estudios de la
masculinidad) comienzan a ser situados ya no en la no-masculinidad sino en una
masculinidad diferente de la hegemónica. Por tanto la relación entre la
masculinidad, ―lo masculino‖ y la virilidad es entendida desde estas dos
perspectivas que determinan como son entendidos los hombres; si la masculinidad
es una, los hombres que cumplan con lo masculino (con un indicativo como la
virilidad) son hombres, de no cumplirlo no son hombres y por tanto no pertenecen
a la masculinidad ni a la identidad masculina. Por tanto, esto respondería la razón
del comportamiento ―normal‖ de los hombres que son socialmente llamados

128
hombres, es decir, de ser así el entramado social solo serán hombres quienes, por
ejemplo, sean dominantes sobre las mujeres, fuertes físicamente, valientes,
lideres, racionales y todo un numeroso repertorio que se observa en la vida social
diaria.
Implicando así que o existe una masculinidad que deben expresar todos los
hombres o bien existen masculinidades, dando un diametral salto entre visiones
de este fenómeno como lo hemos estado reforzando durante líneas anteriores. Es
el momento en que el poner en duda a alguna o ambas posturas nos dirigiremos a
buscar lo que podría ser lo central del fenómeno de la masculinidad.
Si existe una masculinidad los hombres que no cumplen con ―lo masculino‖
no ―pertenecen‖ a la masculinidad entendida ya como una categoría social y no
como una esencia de los hombres por no presentarse la tesis de esta en las
investigaciones y de hecho en el mundo social es poco asequible, porque de
existir la masculinidad como única y detentora de todas las características que se
le atribuyen sucesos como el feminismo no se abría realizado sin un hombre
dirigiendo por el hecho de que a la masculinidad se le atribuye el liderazgo a lo
activo por ejemplo, mientras a la feminidad (que sería ―la esencia de las mujeres‖)
al ser poseedora de la pasividad y ser dominada por ejemplo establecería una
sociedad regida inamoviblemente por la existencia de estas esencias. Esto no es
así en la vida social como se observó en el feminismo. Este primer paso de
contradecir la existencia de esencias en los sujetos provenientes de su biología ya
se puso en debate por el feminismo ¿pero qué pasa con la masculinidad y los
hombres con esto? Al ser cuestionadas las esencias masculinas y femeninas
como biológicas se les consideró como sociales, es decir que la masculinidad
como esencia existiría por lo social.
De ser así dependería de lo social mantener esta esencia en los hombres,
tarea dirigida a mantener la sociedad bajo las mismas coyunturas del patriarcado,
donde los hombres si no eran naturalmente ―masculinos‖, si eran socialmente
―masculinos‖ y por tanto integrantes de la categoría masculinidad que socialmente
se establece con todo lo que implica. Pero esta versión de la masculinidad sujeta a
lo social será el primer paso para romper la visión de una única masculinidad para

129
verla solo como una masculinidad. Pero ¿Dónde estaban entonces las demás
masculinidades? Dentro del enfoque de un mundo dividido en hombres y mujeres
donde la masculinidad hegemónica ―nombra‖ hombres solamente a los que
cumplan con ―lo masculino‖ y las mujeres son nombradas como tales por el cuerpo
y se les adjudica la feminidad, las otras posibles masculinidades no son visibles,
solo hasta que se nombra la no-masculinidad.

4.6 La “no-masculinidad”: el pueblo oprimido

Hasta este punto es notorio que el modelo de la masculinidad y no-masculinidad


es tomado como un eje central de análisis, ya que la estructura masculinidad-
feminidad no basta para llegar a la esencia de la masculinidad, esto indicado en
uno de los enfoques de los estudios de la masculinidad el que indica que no existe
una masculinidad sino masculinidades, es decir, siguiendo la visión de un mundo
dividido en masculinidad y feminidad implicaría entenderlos como estructuras
absolutas con las características que en el imaginario social existen donde la
polaridad de las mismas características es elemental.
Para aclarar esto los estudios de la masculinidad han dado las dos
posibilidades que se han remarcado en este apartado de la investigación al
abordar a la masculinidad, las dos visiones es la de la masculinidad y de las
masculinidades, ambas visiones poco compatibles por indicar unidad o pluralidad.
Dentro del modelo masculinidad-feminidad y siguiendo los postulados que las
autores(as) han indicado como resultado de sus investigaciones la masculinidad
contiene características definidas (la virilidad como un indicativo de masculinidad)
y sin ellas el sujeto está integrado en la feminidad. Y esto crea las condiciones
para romper con este modelo, que las definiciones de Miranda y Mosse dentro de
la investigación sobre masculinidad hicieron vislumbrar al llevar a la pregunta ¿los
sujetos biológicamente hombres al no cumplir con ―lo masculino‖ serán
femeninos?
Se indicaron a Miranda y Mosse porque plantean masculinidades para
romper con la visión de una sola masculinidad que estaría ligado a los hombres

130
por el hecho de ser hombres. Ante ello aparecen los otros hombres, es decir,
aquellos sujetos biológicamente hombres que por diversas razones socialmente
―no son hombres‖, por tanto descubrimos esos otros expulsados de la
masculinidad (hegemónica y por tanto dominante, además de presentarse como la
única masculinidad existente) y ―colocados‖ en la feminidad, único ―grupo‖ al que
podrían pertenecer estos sujetos al no cumplir ―lo masculino‖, ¿Qué consecuencia
tiene esto? El sujeto biológicamente hombre dentro de una sociedad que maneja
este modelo masculinidad-feminidad está en ―debo‖ para ―estar dentro de‖, es
decir, cuando solo existen dos opciones de sujetos (mismas opciones que están
ligadas a las que se llaman identidad masculina e identidad femenina) estará
dirigido dentro de este modelo a ser en la masculinidad o ser en la feminidad,,
cumplir con características nítidas en un modelo que se demuestra absoluto en
esto (es ―masculino‖ o es ―femenino‖) donde por tanto ―se debe ser”
independientemente del sexo biológico.
Para entender la proposición debemos adentrarnos en ―multiplicar nuestros
ojos‖ al ver a los hombres, siendo que los mismos estudios de género no lograban
salir del modelo tradicional donde los hombres por igual se encontraban en
situaciones especificas como la dominación sobre las mujeres y por tanto seguían
postulando en base a esta visión de ―hombres vs. mujeres‖ en el sentido de dividir
a la sociedad en dos ―grupos‖ bien definidos, pero sin darse cuenta de estar
siguiendo de hecho el modelo social patriarcal, explicándose esto por la actitud
natural que autores(as) denotan. Es decir, al acercarse al estudio de la
masculinidad sin poner entre paréntesis a la misma lleva a entenderla desde los
significados sociales cotidianos refiriéndose no a la falta de procesos adecuados
de investigación o invalidando sus estudios, sino que durante los inicios de los
estudios de la masculinidad se entendía a esta como íntegra y ajena a las mismas
acciones del sujeto al momento de nombrarla o definirla de una forma u otra,
llevando a que la masculinidad era una al momento de ser referida así.
No se trata de una metafísica de las acciones de los sujetos sobre la
realidad, de forma en que los sujetos ―crean la masculinidad‖, sino que al referir
masculinidad o masculinidades, los autores(as) inician un parte aguas en el

131
pensamiento social en relación a lo que nombra masculinidad. Pero pensando en
la no-masculinidad nos daremos cuenta que es una categoría que no es nombrada
directamente en los estudios de la masculinidad, pero que está representada por
los otros hombres, es decir, sujetos que no cumplen con ―lo masculino‖ en
diversos niveles pero que al mismo tiempo no están en la feminidad por tampoco
cumplir con todo los elementos para estarlo (relativos en cada cultura pero
siempre presentes); nos referimos a la diversidad de ―masculinidades‖ que como
se ha visto existen en cuanto son otras, dándose la diferenciación de lo que es
llamado masculinidad al demostrar que lo que en la vida social diaria se nombra
masculinidad solo es la masculinidad hegemónica, es por tanto solo ―un tipo‖ de
masculinidad que sin embargo como el mismo nombre indica, es aquella
masculinidad vista como ―la masculinidad‖ abarcando la red social y psicológica de
los sujetos como tal, es decir, nos dirigimos a entender que lo que
tradicionalmente (e incluso lo que los primeros estudios de género) se pronuncia
era la generalización de la masculinidad hegemónica en los hombres.
Por lo anterior surge el postulado de las masculinidades para re-entender lo
social desde la multiplicidad de sujetos dentro de los hombres. Por ello emerge lo
que se llamaría ―pueblo oprimido‖ desde un enfoque más amplío, siendo que no
solo las mujeres son oprimidas sino que muchos hombres también; esto no es
algo nuevo en los estudios de la masculinidad porque son diversos los estudios
que lo indican. Lo que sobresale es esta división de posturas entre investigadoras
e investigadores sobre la temática.
En ambas posturas aparece el ―pueblo oprimido‖, en la que sustenta una
sola masculinidad serían las mujeres; en el otro enfoque (las masculinidades) el
pueblo serían las mujeres y hombres con características que significarían ―no ser
masculino‖. En estos hombres se encuentra el homosexual, único sujeto
claramente definido como no-masculino, es decir, otros tipos de masculinidades
no existen de forma evidente, como son los hombres ―sensibles‖, ―no dominantes‖
o con características que indicarían no cumplir con todo lo que la masculinidad
hegemónica exige en los hombres. Vayamos paso a paso para entender esto
mejor; en los inicios de los estudios de género y de la masculinidad los sujetos

132
estaban divididos en hombres, mujeres y homosexuales (u orientaciones sexuales
diferentes a la heterosexual) donde se pronunciaba una homogeneidad dentro de
los hombres, sujetos heterosexuales que son representantes de ―la masculinidad‖
y que aquellos que se demostraban como homosexuales no eran hombres por el
mismo discurso patriarcal donde estos sujetos homosexuales al no cumplir con la
heterosexualidad no eran socialmente masculinos quedando fuera de la
masculinidad (hegemónica); este discurso (que se da en todo el entramado social)
es una de las estrategias que usa el patriarcado, dicho discurso lleno de
simbolismos con respecto a lo que es y no es un sujeto homosexual,
sobresaliendo lo que Bourdieu descubrió acerca de las inscripciones de los
cuerpos. Dicho de otra forma, los sujetos homosexuales ―no son hombres‖ por no
cumplir con uno de los pilares de la masculinidad hegemónica que es la
heterosexualidad y por esto mismo el sujeto homosexual es situado no en la
feminidad (pues no tiene cuerpo de mujer) pero tampoco en la masculinidad
(porque solo existe una para este tipo de orden social), se le sitúa como aquel
sujeto ―sin un lugar en lo social‖ donde solo existe la masculinidad (hegemónica) y
la feminidad (que también se empieza a perfilar como hegemónica) por lo tanto
este sujeto queda sin una identidad masculina o femenina según el patriarcado.
Este sujeto homosexual, presente en toda la historia de la sociedad humana
quedó relegado en esta sociedad polarizada, siendo para ―los hombres‖ (aquellos
que representan la masculinidad hegemónica) un sujeto ―no mujer‖ pero tampoco
―hombre‖. Ante esto parece que la no-masculinidad nombra a los sujetos
homosexuales particularmente, pero no es así cuando los estudios de la
masculinidad comenzaron a ―descifrar‖ a lo que se llama masculinidad, pues al
crear el postulado de las masculinidades no solo se buscaba que los sujetos
homosexuales (con sexo masculino) ―establecieran una identidad masculina‖ no
hegemónica, sino que en conjunto con la antropología se descubrió que existían
más posibilidades de sujetos con sexo masculino que no corresponderían con lo
que los estudios de género llamaban hombres. Es decir, la no-masculinidad existe
dentro de la sociedad patriarcal como algo sin nombre específico, pues dentro de
los discursos se le nombra de muchas formas; en México por ejemplo se usan las

133
expresiones ―puñal‖, ―mandilón‖, ―niñita‖ o pueden existir diversidad de palabras
que sirvan para simbolizar que no es masculino según ―lo normal‖ que es lo que el
patriarcado ha prefijado a los hombres para ser hombres, es decir, los sujetos
están siempre en una constante ―vigilancia”.
Referirnos a ―lo normal‖ indica que dentro de la sociedad patriarcal existe
una normalidad de sujetos, misma que deben demostrar sin importar su sexo. Por
tanto los sujetos serán de la masculinidad o la no-masculinidad por las categorías
patriarcales que dentro de los estudios de género no son consideradas, es decir,
más allá de ―lo que se ve‖ y más allá de lo que se nombra hombre, mujer,
homosexual, heterosexual, la sociedad patriarcal fundamentalmente divide a los
seres humanos en masculinidad o no-masculinidad, donde esta última es todo el
conjunto de sujetos diferentes a los sujetos de la masculinidad. Por ello el Género
no solo funge entre hombres y mujeres sino entre todos los sujetos, donde las
diferencias o igualdades que se crean, dividen primero en masculinidad o no-
masculinidad y después dentro de la no-masculinidad se comienza nuevamente el
proceso de identidad en mujer, sujeto homosexual, o una multitud de sujetos
donde sus categorías dentro de la no-masculinidad no se nombran
específicamente, es decir, socialmente (en la cotidianeidad) solo existen hombres
y mujeres, fuera de esto los demás serían solo ―detalles‖ que formarían
particularidades en los sujetos como la orientación sexual, la forma de
interrelaciones, entre todas las posibilidades sociales de transformar al sujeto en
individuo.
Pero como se indicó esto solo existe en una actitud natural, es cuando el
sujeto masculino es hombre, donde solo la homosexualidad significaría un
―rompimiento‖ con la polarización hombre-mujer como un absoluto, es decir, la
homosexualidad es un ―divisor‖ entre los hombres en una sociedad patriarcal
donde la masculinidad hegemónica, que se especifica más aún cuando se le suma
la característica ―occidental‖ que en los estudios de la masculinidad se le adjudica
y por ello es aún más particular al nombrarla. Esta naturaleza de ―división‖ entre
los hombres es reconocida como tal porque los homosexuales no son hombres en
este tipo de sociedades donde la heterosexualidad es característica indiscutible de

134
la masculinidad ya que es un elemento de ―lo masculino‖ (los simbolismos sociales
representantes de la masculinidad), por tanto los sujetos homosexuales significan
―algo no masculino‖ pero al mismo tiempo es biológicamente hombre, por tanto no
es mujer, pero la masculinidad hegemónica lo identificaría dentro de la no-
masculinidad junto a los otros sujetos como las mujeres y los demás sujetos que
no cumplen ―lo masculino‖. Todo este conjunto de sujetos ―no masculinos‖ es
representado bajo diversos simbolismos, mismos que se caracterizan por ser ―el
polo opuesto‖ generalmente de algún elemento de ―lo masculino‖, es decir, como
Bourdieu lo indicó, la ―inscripción‖ de los cuerpos significaría en un hombre que
debe evitar todo lo relacionado a la mujer y feminidad, donde los simbolismos se
elevan al nivel de ser hombre o ser mujer donde el hombre domina a la mujer, por
ello los hombres para evitar ser dominados deben evitar todo lo que le lleve a ser
identificado como mujer y uno de los elementos más importantes es la
heterosexualidad, es decir, los sujetos que desean sexualmente a los hombres
son las mujeres, por ello, aquel sujeto que desee a un hombre debe ser una mujer,
por tanto, el homosexual pasa de ser hombre a ser mujer simbólicamente, todo
esto bajo los habitus que indicó Bourdieu.
Con su aporte observamos que este tipo de procesos de identificación
llegan al nivel simbólico, donde los sujetos son físicamente y son simbólicamente,
es decir, no basta lo material para la masculinidad hegemónica (occidental) todo
el proceso para llegar a ser hombre debe pasar por el mundo simbólico, donde los
sujetos no están determinados por lo biológico pero al mismo tiempo los
simbolismos (de Género) comienzan a ―escribir‖ sobre esta materialidad, y este
proceso es ―invisible‖ en la actitud natural de los individuos. El consciente de los
individuos les indica la diferencia corporal entre hombres y mujeres, pero las
―inscripciones‖ que constantemente trabaja sobre estos cuerpos, lo material del
sujeto que será la base en la que el Género existe según lo indica Lamas y las
diferencias y características de estos que están en el imaginario social,
sustentados incluso por la ciencia e instituciones humanas implica que los sujetos
se identifiquen bajo estos preceptos basados en los simbolismos que están

135
inscritos en los cuerpos biológicamente diferentes. Esto en los sujetos ―funciona‖
al ―leer‖ los simbolismos de los cuerpos.
La aseveración enunciada indica que todos los sujetos, hombres y mujeres,
―actuaran‖ ante el otro según las ―inscripciones‖ de su cuerpo. En efecto Bourdieu
nos muestra que los cuerpos al estar inscritos serán un ―texto‖, mismo que en los
sujetos ―sexualmente hombres‖ no está ―escrita innatamente‖ la masculinidad,
simbolismo que al igual que la no-masculinidad es parte central del individuo.
Este simbolismo llamado masculinidad, fuertemente arraigado (inscrito) en el
cuerpo sexualmente masculino, es ―leído‖ por los otros, donde al no ―leerse‖ una
―masculinidad‖ (normalmente la hegemónica) el sujeto está en la no-masculinidad.
La no-masculinidad pretende ser una categoría por tanto lo que la masculinidad
hegemónica ve como otros, pero nunca es llamada conscientemente así, sino que
vía el discurso se nombran como mujeres, homosexuales (generalmente se usan
términos diversos para nombrar a estos sujetos), pero además de estos sujetos,
―que no son masculinos‖ todavía resta ―demostrar‖ que los sujetos que no son
mujeres u homosexuales, es decir, hombres heterosexuales deberán cumplir con
―lo masculino‖ donde dependiendo de los ―niveles‖ que alcancen en lo ―masculino‖
se crea la jerarquía interna de la masculinidad ¿o no?. Este es uno de los
elementos ―más sutiles‖ de la masculinidad, porque si este es un simbolismo y no
una cualidad, característica o algo material, ¿involucraría que el simbolismo
masculinidad también pasa a simbolismos dentro de las masculinidades? es decir
¿las masculinidades son simbolismos diferenciados entre sí o solo son variantes
de un mismo simbolismo?, estas preguntas demuestran que en cada paso que se
dé ―hacia dentro de la masculinidad‖ solo lleva más preguntas y cada respuesta
lleva a más preguntas.
No podemos transformar la no-masculinidad en masculinidades, siendo que
la no-masculinidad es una categoría desde la masculinidad hegemónica, una
categoría que opera consciente e inconscientemente. Consciente al momento que
los sujetos hombres deben cumplir ―lo masculino‖ en sí y vigilar que los otros
hombres lo cumplan y de no cumplirlo, conscientemente (vía el lenguaje) los
sujetos pueden situarse a sí mismos o situar a otro en ―grupos‖ externos de la

136
masculinidad: mujeres, homosexuales o cualquier concepto que indique en su
cultura la otredad en relación a la masculinidad. Recordemos que para la
perspectiva de género uno de los ejes fundamentales es la diferenciación en base
a los genitales y se considera que globalmente las sociedades humanas se
diferencian entre hombres y mujeres, donde se pensaría que la no-masculinidad
serían las mujeres, pero nuevamente indiquemos que desde que las
masculinidades están rompiendo con esta división y observamos que la
diferenciación entre los sujetos va más allá de lo material.
Lo anterior señala que al adentrarnos en la masculinidad y descubrir que
poco a poco se muestra ―divisible‖ como le sucediera al átomo, a entender, lo que
se creía indivisible comienza a dividirse para entender mejor lo que es. La
masculinidad como unidad deja a los hombres ―reunidos‖ en ella y donde solo los
sujetos mujeres son los otros. Ver a los homosexuales como sujetos ―no
hombres‖, pero tampoco como mujeres es una manifestación de que la
masculinidad no es sinónimo de hombre (biológico, material) y al mismo tiempo los
estudios de la masculinidad indican que los homosexuales son hombres
(materialmente) y que el hecho de no ser considerados ―hombres‖ solo responde a
la existencia (que se ha nombrado aquí) de la no-masculinidad donde los sujetos
existen fuera de la masculinidad hegemónica pero relacionados a ésta. No solo los
homosexuales y las mujeres comenzaron a ―localizarse‖ dentro de la no-
masculinidad, sino también todos los sujetos que al no ser masculinos según la
significación de algunos hombres (los que representaban la masculinidad
hegemónica) eran situados en la no-masculinidad, emergen entonces las
masculinidades como el mosaico que en la actitud natural no era vista como tal,
sino que los hombres pertenecían al igual que las mujeres a un nítido sistema de
hombre=masculinidad y mujer=feminidad, donde el sujeto homosexual era alguien
excluido en este sistema al no representar absolutamente a alguno, pero siempre
ha sido el más claro indicativo de la no-masculinidad que a través de los estudios
de la masculinidad nos damos cuenta que el sujeto homosexual solo era ―la punta
del iceberg‖, rompiéndose el sistema ―duro‖ de dos sujetos y dos identidades. Es
decir, el postulado de las masculinidades nos lleva a profundizar más allá de lo

137
que el postulado de una masculinidad nos permite, a entender, la metáfora del
átomo y la masculinidad no es que sean ambos fenómenos idénticos (el átomo es
un fenómeno físico y la masculinidad genérico) pero comparten la visión de que
anteriormente se creían como unidades indivisibles. La masculinidad, ya dividida
conlleva más problemáticas, ya que simplemente dividirla o pluralizarla no significa
que se entienda que es o que son las masculinidades. Para ello hemos de
dirigirnos a este nivel de significación, donde los sujetos, las masculinidades y su
relación crearan más preguntas que nos llevaran a posturas más analíticas.

4.7 Las masculinidades… ¿revolución contra el patriarcado?

Hasta este momento hemos vistos posturas diversas, donde las relativas al
concepto poder y la relativa a la unidad o pluralidad en el concepto masculinidad
son los más indicativos. Hemos llegado a seguir la línea de las masculinidades en
base a Miranda y a Mosse que las nombraron y definieron como un postulado de
sus trabajos, al mismo tiempo que Bourdieu y las inscripciones de los cuerpos nos
lleva a preguntar ¿Qué efectos tiene el cambiar masculinidad por masculinidades?
Y ¿Qué importancia tiene pensar en las inscripciones de los cuerpos? La
respuesta se encuentra en analizar lo siguiente: cuando mantenemos una postura
basada en la creencia de una sola masculinidad nos detendríamos a ver a los
sujetos desde la mirada del patriarcado y la masculinidad hegemónica donde la
no-masculinidad existe para ―situar‖ a todos los sujetos diferentes a los hombres
representantes de la masculinidad, por tanto, ver desde la posibilidad de que los
sujetos de la no-masculinidad no solo son mujeres y homosexuales, además de
que esa no-masculinidad desaparecería al dividirse cuando todos los sujetos que
estaban ―dentro‖ se buscan redefinir ya no como otros según las normas
patriarcales, es decir, desde que las mujeres y los homosexuales vía el feminismo
y la liberación gay se mostraron como sujetos ―reales‖ y no como la otredad
representada por la no-masculinidad. Los sujetos que eran los otros para la
masculinidad dominante dentro del patriarcado no eran ―sujetos a la par‖ que los
hombres hegemónicos, por ello la jerarquización social del patriarcado demostró

138
un fuerte establecimiento y el Género se sucede creandose la diferenciación social
en base a los cuerpos; todo este proceso y las consiguientes sociedades que creó
no tenían como sujetos (en el sentido de no considerarlos como masculinos o
femeninos), hombres y mujeres en lo cotidiano serían los sujetos, fuera de ello no
―existían más sujetos‖ o podemos decir que no eran reconocidos como sujetos por
no ser según las inscripciones de los cuerpos, el no ser dominante un hombre
sería un elemento para ser considerado ―fuera del orden‖, que conscientemente se
plantea por hombres y mujeres es una evidencia de que el sistema polarizado
funciona encuadrando a los sujetos, solo hasta la lucha feminista y la liberación
gay es cuando la sociedad ya no se ve como un mundo de hombres y mujeres
radicalmente establecidos, es decir, se comienza a romper un orden donde los
sujetos de estas dos categorías (hombres y mujeres) son por lo que son, son
hombres por cumplir con ―lo masculino‖ y son mujeres por cumplir con ―lo
femenino‖.
Todo este enunciado indica que por la lucha feminista las mujeres se
presentan como sujetos fuera de una simple otredad de los hombres, es decir, las
mujeres a través del feminismo realizarían una especie de ―refundación‖ como
sujetos, independientemente de ―lo femenino‖ que al igual que ―lo masculino‖ eran
conjuntos de características socialmente indicadas y que al no aceptar las mujeres
lo que se nombra ―lo femenino‖ al evidenciar que era ―dictado‖ por el patriarcado y
que era necesario reivindicar a los sujetos llamados mujeres. Lo anterior será el
primer paso para que pensemos que desde ese momento donde sujetos (las
mujeres) se buscan ―refundar‖ y por tanto estar en la posibilidad de pensar
identidades diferentes a las anteriores implicaría que la sociedad ya está
―habitada‖ por sujetos que comienzan a diferenciarse de los anteriores. La
liberación gay igualmente indicó que los homosexuales y las lesbianas son
sujetos.
Después de esto, los estudios de la masculinidad al analizar la
masculinidad poco a poco develaron que dentro de la misma masculinidad
―emergían‖ sujetos hombres que representaban diferencias entre ellos y nombrar
masculinidades es una forma de ―refundar‖ a estos sujetos. Es decir, la

139
masculinidad hegemónica al ser develada como tal (un tipo especifico de
masculinidad) quedó como una ―posibilidad‖ y no como una ―realidad‖ absoluta en
los sujetos hombres que a partir de estos movimientos de ―refundación‖ de sujetos
no serían independientes de los mismos. Aceptar tal postulado es re-pensar a
todos los sujetos, eso mismo se realiza al instar masculinidades, los hombres no
son a través de un único camino, se es hombre no a través de ―lo masculino‖ de
una masculinidad hegemónica, sino que los sujetos biológicamente hombres son
hombres incluso desde ese momento (nacer con sexo masculino) y su identidad
no esta determinada por un único ―código‖. Tal pensamiento se basa en que se es
hombre por ser biológicamente hombre independientemente de los indicativos de
―lo masculino‖ de la masculinidad hegemónica, pero de hecho como se observa, la
masculinidad hegemónica no desaparece del discurso, es decir, existe como un
tipo de masculinidad, los sujetos pueden ser hombres de este tipo de
masculinidad, no es por tanto que pronunciar masculinidades elimina esta
masculinidad hegemónica.
Recordemos que la masculinidad puede ser entendida como simbolismo
(no existe materialmente pero existe) y aunque existen otras posturas al
concebirla, pero es en base a esta naturaleza simbólica que se flexibiliza, al
momento desde que Bourdieu nos permite ver que los cuerpos están, son la
realidad, pero ninguna definición de la masculinidad nos indica que la
masculinidad sea el cuerpo, los postulados progresivamente indican que cada vez
es menos posible pensar a la masculinidad como un ―objeto duro‖, más aún, se ha
podido eliminar como unidad y al llegar a la pluralización se observa que los
cuerpos de los hombres son un ―lienzo‖ donde las inscripciones que sobre ellos se
impregnan son una diversidad que rompe una visión totalitaria de los sujetos
hombres. Miranda nos indica que pensar masculinidades es pensar
construcciones y es pensar procesos dialécticos, así podemos ahora repensar los
sujetos masculinos como ese ―lienzo‖ donde las posibles inscripciones se
diversifican. Pero es Mosse que al decir masculinidades, aún indica que estas
están dirigidas a las formas en que los hombres confirman lo que piensan que es

140
su virilidad, podríamos llegar a una encrucijada donde la virilidad aún es
dominante sobre las masculinidades.
Sin embargo la virilidad es un término relativo sobre la diversificación de
sujetos de las masculinidades, de hecho Mosse menciona lo que piensan que es
su virilidad, son los sujetos quienes en su imaginario contienen este pensamiento
de la virilidad, es decir, las masculinidades tendrían por tanto virilidades,
recordemos que la virilidad es entendida en general como un demostrar
estereotipos o como cualidad de los hombres que se debe demostrar, pero de
serlo, y de existir virilidades ¿entonces se crean nuevos estereotipos masculinos?
¿En las masculinidades aún se piensa a la virilidad dentro de ellas? Estás
preguntas se basan en aceptar o eliminar el concepto de virilidad. De aceptarlo
aún entonces todos los hombres serán hombres porque la virilidad siempre será
expresada por ser hombres y ser siempre masculinos por ser biológicamente
hombres. De negar a la virilidad sería eliminar todo lo que implica, dentro de las
masculinidades la virilidad solo estaría en la masculinidad hegemónica.
Las masculinidades constituirían desde Bourdieu no una eliminación de la
dominación masculina, pues las inscripciones de los cuerpos y los habitus no
dejan de ser una realidad a pesar de nombrar masculinidades. Indicaríamos
además que los hombres son hombres por serlo biológicamente mientras que
socialmente lo serán aún por las masculinidades, esto independientemente de la
jerarquía que aún la masculinidad hegemónica impone, es decir, crear el discurso
de masculinidades (que incluirían ya a homosexuales) no elimina la jerarquía entre
los hombres de forma ―automática‖, esto porque Miranda nos señala que los
grupos que tienen el monopolio de designar y fijar estereotipos es un eje central
de pensar las masculinidades, solo se ha evidenciado la jerarquía pero no se ha
eliminado. Claro que al indicar que existen luchas de representación entre grupos
sociales nos deja entrever que pensar masculinidades es pensar que ―alguien‖ las
establece, explicando cómo ciertos tipos de masculinidades se presentan
socialmente como ―minorías‖ como aún ―lo masculino‖ es lo que indica los niveles
dentro de la jerarquía de las masculinidades.

141
La jerarquía siempre sería encabeza por la masculinidad hegemónica
(nunca dejaría de existir mientras exista una jerarquía) lo que cambiaría sería
como se piensa esta masculinidad, claro que las posibilidades se reducen a lo que
indica Miranda, al referirse a los grupos que establecen estereotipos. Las
masculinidades al eliminar la masculinidad como unidad también eliminarían la no-
masculinidad, es decir, con la refundación de las mujeres como sujetos y las
masculinidades se eliminaría la visión de masculinidad y no-masculinidad, pero no
se refiere a que el mundo es dividido en hombres y mujeres como una normalidad
nos indica sería la consecuencia de toda la discusión de estas páginas. Lo que
cotidianamente es un hombre o una mujer no responde a un significado unívoco
como el anterior al feminismo y las revoluciones consiguientes, no, como se indicó
se han ―refundado‖ los sujetos y los procesos de definir estos sujetos aun esta
ante los retos de la dominación masculina, el patriarcado y el Género. En base a
Miranda y a Bourdieu (los grupos dictadores de estereotipos para el primero y las
instituciones para el segundo) las masculinidades no ―partirían de cero‖, los
establecimientos sociales con sus instituciones y los habitus aun serán elementos
prioritarios en la definición de los sujetos.

142
Conclusiones
A continuación se presentan las conclusiones surgidas del A.C. a un nivel
semántico y bajo la técnica del análisis de contingencias.

El género es la “lecto-escritura” socio-individual de los cuerpos para


la interpretación del otro.

La propuesta de esta definición de Género surge al momento en que todas


las definiciones localizadas plantean una fuerte tendencia a pensar al Género
como diferenciación social de los cuerpos, pero que al mismo tiempo no podemos
ignorar la posibilidad de que esta diferenciación este igualmente ligada al
individuo. Es decir, no se puede eliminar la participación del individuo como un
―agente‖, que a pesar del papel de la sociedad en el establecimiento de las
diferencias en base al sexo, es el individuo quien presenta el ―potencial‖ de seguir
o no ciertos patrones o acciones que establece la cultura en la que nace el
individuo.
Con esto quiero exponer que lo social y lo individual convergen en la
simbolización de los cuerpos. Esta idea se basa en que no existe una imposición
absoluta en los sujetos sobre la interpretación de los cuerpos, porque el sujeto es
volitivo, tiene voluntad. Para entender mejor esto es necesario pensar que los
individuos son sujetos volitivos a la vez que están inmersos en una sociedad que
les antecede pero no en el sentido de que determina absolutamente sus acciones,
pensamientos y todas las capacidades que presenta por ser individuo. Ante ello, al
Género no hay que pensarlo como un elemento monolítico de la sociedad
humana, en el criterio de que las relaciones humanas han sufrido cambios a lo
largo de la historia, es decir, pensar al Género como constante pero dinámico,
ligado a las acciones de los sujetos que realizan sobre el ―lienzo social‖ permite
entender mejor los cambios en las relaciones entre hombres y mujeres. El Género
no es el ―agente‖ de la dominación masculina o el sometimiento de las mujeres,
sino que ha estado siempre presente, pero no como el que establece ―injusticias‖

143
sobre las mujeres, ni tampoco como lo que coloca a los hombres como
dominadores.
Es decir, el Género es una parte esencial en el sujeto, que interpreta al otro,
porque la diferencia biológica que antecede a la diferencia social funda una parte
de la otredad que solo toma sentido social cuando se es igual o diferente del otro.
Explico, la diferenciación del sexo del individuo como hombre o mujer, como ―es
niño‖ o ―es niña‖, es ―escribir‖ en una realidad física (los genitales) los simbolismos
que serán ―leídos‖ por los otros, y estos simbolismos van entretejiéndose con otros
simbolismos sociales para crear el ―tejido social‖, donde los sujetos viven en
sociedad pero manteniendo su relativa individualidad.
En esta ―escritura‖ y ―lectura‖ del cuerpo además de los otros, el individuo
mismo ―escribe‖ y ―lee‖ en su cuerpo, donde los ―caracteres‖ simbólicos de ser
hombre o ser mujer juegan un vital proceso en la identidad del sujeto. El referente
físico (el sexo) no presenta significado hasta que se ―escribe‖ sobre este objeto
físico para poder ser ―leído‖, o explicado de forma más clara: para poder
interpretar ese parte física del individuo. Este proceso como se ha visto en el
análisis es considerado en general por los autores(as) como un proceso
netamente social, es decir, para realizar la escritura sobre el sexo se requiere un
―lenguaje‖ anterior al sujeto donde se estipula que se ha de ―escribir‖ sobre ese
objeto físico (el sexo) del nuevo individuo y este lenguaje sería el que la cultura del
sujeto tiene establecido, sin embargo este lenguaje que ya contiene un conjunto
de significados anterior al sujeto, no es universal. Porque los estudios de Género
desde la antropología, por ejemplo, han demostrado que no existe un ―orden
mundial‖ en lo referente a las relaciones entre hombres y mujeres, o los
significados que se le atribuyen a los hombres y las mujeres. Saber que hombres y
mujeres se relacionan de formas variables en diversas culturas deja entrever que
no existe una ―configuración absoluta‖ del Género, pero que si presenta una
función ontológica; La lecto-escritura del cuerpo significa el primer ―enlace‖ social
que todo sujeto presenta en el sentido de ser diferente o ser igual materialmente a
otro sujeto, este ―enlace‖ le confiere ya la socialización entendida como su
―existencia social‖ antecediendo incluso la existencia del cuerpo físico, es decir,

144
cuando los padres piensan en su bebe le confieren en su imaginario las
posibilidades del sexo con el que nacerá, y con ello ya ―escribieron‖
simbólicamente incluso antes de concebir físicamente al individuo. Este ejemplo
muestra como independientemente de la cultura donde se nazca ya existe el
conocimiento de que existen dos tipos de seres humanos: hombres y mujeres.
Esta existencia física de humanos diferentes corporalmente es donde el Género
sucede pero únicamente en el sentido de interpretar al otro. Este razonamiento lo
manejo refiriendo que el Género (como ―lecto-escritura‖) en parte está ligado a las
acciones de los sujetos, es decir, no determina los roles sociales de hombres y
mujeres, sino que depende de la interpretación que los sujetos ejerzan sobre los
cuerpos lo que influirá en el sentido que toma el Género.
Por tanto el Género como una ―interpretación‖ incluso anterior a otras
―diferenciaciones sociales‖ como los aspectos étnicos, los económicos o religiosos
por mencionar algunos ejemplos, sería algo así como una ―estructuración base‖
del sujeto, anterior a los aspectos mencionados. Por ende el Género permite que
el sujeto pueda ―leer y escribir‖ en el cuerpo propio y en el del otro, ―asimilando‖
paulatinamente los discursos sociales sobre lo que es un hombre y lo que es una
mujer, pero más exactamente lo que es masculino y lo que es femenino en los
cuerpos, entes biológicos sobre los que se inscriben socialmente simbolismos.
Pero el Género no divide a los sujetos en hombres y mujeres de forma
determinada en toda sociedad humana, sino que el individuo y los otros en la
cultura en que viven con su actuar siempre se encuentran construyendo y re-
construyendo las interrelaciones entre hombres y mujeres. Esta visión demuestra
que el Género está vinculado a las acciones individuales e intersubjetivas y con
ello su variabilidad y constante cambio, no en el sentido de que el Género cambie,
sino que los significados sobre los cuerpos siempre está cambiando o lo que es lo
mismo, lo que se ―lee‖ en los cuerpos constantemente cambia de significado
dependiendo de la época y cultura, no existe un significado universal y absoluto
sobre lo que se ―escribe‖ en los cuerpos.
Sin embargo, no es que el Género y los significados dependan de cada
individuo y que cada uno sea independiente en la interpretación sobre los cuerpos

145
porque recordemos que el Género es socio-individual. Mencionamos que las
acciones del sujeto determinan la significación del Género, pero igualmente lo que
antecede al sujeto como individuo, la sociedad, presenta un ―trasfondo‖ basado en
los convencionalismos de sujetos antecesores del sujeto, existe una construcción
de la significación de Género, al cual el sujeto se presenta como individuo
participante.
Lo último refiere que el Género no existe de forma unilineal subjetiva o
social, sino que ambas (el sujeto y la sociedad) confluyen en la significación sobre
el Género. El sujeto ―escribe‖ y ―lee‖ en los cuerpos por dirigirse a la ―igualdad o
diferencia‖ de los cuerpos en la división de hombre o mujer, criterio anterior a la
diferenciación étnica, socioeconómica, o de otra índole; siendo claro que la
diferenciación hombre-mujer es, si no podemos asegurar la inicial, si podemos
decir que es una de las primeras diferenciaciones que el sujeto ―aprende‖. Ahora
bien ¿acaso no es lo mismo que identidad? la respuesta es no, porque como
hemos observado hablar de identidad es todo un complejo de ―diferencias y
paridades‖ que el sujeto conforma con todos los elementos sociales que son
posibles en relación al otro y en este complejo el Género es una de sus partes
primigenias pero únicamente es un elemento de la identidad. Entonces
reflexionando sobre la ―naturaleza‖ del Género al ser base en el sujeto, estará
siempre ―presente‖ en toda la existencia del sujeto, con su variabilidad ligada a las
acciones del sujeto pero al mismo tiempo con una constancia debido al trasfondo
social y cultural donde el sujeto existe, es por tanto un constante intercambio entre
ambas realidades (la individual y la social).
En resumen el Género, anterior a los roles asignados a hombres y mujeres
es la interpretación donde la ―escritura‖ del individuo y la ―escritura‖ de la sociedad
sobre los cuerpos determinara la ―lectura‖ de los cuerpos y como resultado las
diversas posibilidades de la vida social e individual de los sujetos. Pero antes de
finalizar este apartado, explicaré como esta ―escritura y lectura‖ de los cuerpos se
manifiesta físicamente. Al decir cuerpos, se puede creer que solo se da en los
cuerpos desnudos, pero en la sociedad humana evolucionó una producción
humana íntimamente relacionada a la diferenciación de los cuerpos: la vestimenta.

146
La ropa, ―lo que cubre el cuerpo desnudo‖ también ha servido para diferenciar a
los sujetos, porque se convirtió en una ―extensión‖ del cuerpo, donde los hombres
―tienen‖ sus ropajes y las mujeres los propios, es decir, el fenómeno de la
vestimenta tan variable en las culturas, ha mostrado como en muchas culturas
está claramente dividida la vestidura dependiendo del sexo del individuo. Esta
expresión y creación humana, es un ejemplo de cómo en la interpretación del otro
se crean ―herramientas‖ para identificar a hombres y mujeres. Las vestimentas
como ―herramienta‖ para interpretar al otro, se crean a razón de que las culturas
―civilizadas‖ en su esfera pública no es aceptada la presencia del cuerpo desnudo,
por lo tanto para lograr diferenciar a hombres y mujeres un elemento constante ha
sido dividir la ropa para hombres y para mujeres, incluso aún en las sociedades
que se presentan con mayor equidad de Género, el pantalón sigue dividido en
pantalón para hombre y pantalón para mujer, diferenciados en diversos niveles,
esta división tiene por finalidad ―identificar‖ e ―interpretar‖ en base a la
identificación. Es decir, la ropa llega a ser como un ―cuerpo público‖, es la otra
expresión física del cuerpo biológico; este ―cuerpo público‖ lleno de
simbolizaciones como el cuerpo biológico, puede o no concordar con los cánones
culturales pero constantemente indica la diferenciación, representando al cuerpo.

Masculinidad es un conjunto de “símbolos”, variable en cada cultura y


época, con que se “escriben” y “leen” los cuerpos para interpretarlos.
Pero “La masculinidad” representa a la masculinidad hegemónica.

Hasta este momento hemos analizado al género y ahora es momento de dirigirnos


a entender más a fondo el significado de masculinidad. Existe un imaginario social
que todos presentamos cuando actuamos en la realidad sin someterla a análisis,
algo como una actitud natural husserliana y en esta que en esta ―actitud‖ la
realidad no representa una cuestión que lleve a volver significativo un fenómeno,
únicamente nos desenvolvemos en la realidad. Esto nos permite entender cuando
en la actitud natural nombramos ―masculinidad‖ como unidad ya que en la realidad
diaria se nos presenta que existe una masculinidad, y esta masculinidad es la que

147
se ha ―develado‖ como hegemónica, es decir, cuando pensamos masculinidad
pensamos desde una actitud natural y el postulado de las masculinidades
denotaría que si cotidianamente pensamos que solo existe una masculinidad
puede significar que ―lo diferente‖ es no-masculinidad.
Por tanto, cuando en el discurso mencionamos la masculinidad
continuamos pensando desde la masculinidad hegemónica al considerar que ella
es la única masculinidad, esto se entiende cuando observamos que estamos en
una sociedad patriarcal donde nos dirigimos por los ―mandatos patriarcales
invisibles‖ donde la masculinidad hegemónica se expresa como única. Por tanto,
cuando se piensa en masculinidad se piensa en la masculinidad hegemónica
donde sus características representan dominación según los estudios de la
masculinidad. Aclaremos que el término de masculinidad hegemónica puede ser
confuso ya que ―hegemónico‖ indica un significado de dominante, dirigente,
imperativo y por tanto podemos confundirnos al pensar cuál es la masculinidad
hegemónica, cuestionar sus características y la posibilidad de que desaparezca.
Teóricamente la masculinidad hegemónica es aquella que en una cultura
dada representa el conjunto de características que significan la ―normalidad‖ de un
cuerpo biológicamente hombre, estas características son ―lo masculino‖ variable
en cada cultura y que al ―normativizar‖ a los sujetos al momento de que se debe
ser para ser indica masculinidad hegemónica. La masculinidad hegemónica
independientemente de ―lo masculino‖ de cada cultura se caracteriza por una
imposición como única masculinidad y la negativa a considerar otra masculinidad
como tal si difiere de las características de la propia masculinidad hegemónica.
Ante tal panorama surge una problemática central… la masculinidad hegemónica
¿siempre ha existido y existirá?, las posibles respuestas son aún diversas cuando
vislumbremos claramente qué significa masculinidad hegemónica, puesto que en
cada cultura varia lo que se considera ―lo masculino‖ y por tanto no podemos
determinar una masculinidad hegemónica global (hasta el momento) y por ello no
podemos designar una masculinidad hegemónica como constante en el tiempo.
Pero en un sentido social también podemos cuestionar el papel que juega la
masculinidad hegemónica en todo el tejido social, ya que si la masculinidad

148
hegemónica se sigue considerando como ―la masculinidad‖ y se refuerza en los
discursos sociales (políticos, académicos, sexuales y del erotismo solo por
mencionar algunos ejemplos) se convierte en un trabajo continuo el situar una
masculinidad como hegemónica. La masculinidad hegemónica como es entendida,
anterior al papel que juega en la sociedad no puede entenderse como una
masculinidad donde nítidamente observamos dominación sobre las mujeres,
violencia u homofobia entre las diversas características que los autores(as) le
adjudican, es decir, esencialmente esta ―masculinidad‖ está sujeta a lo que
podríamos llamar ―la mayoría‖ con lo que planteo que la masculinidad hegemónica
que han indicado los autores(as) está ligada a un espacio y tiempo específico ya
que podemos creer que la masculinidad hegemónica es una clara y delimitada
estructura siempre caracterizada por el sometimiento de las mujeres, pero lo que
indica como el mismo concepto señala, es una masculinidad que se ha situado por
encima de las otras posibles masculinidades y de cualquier posibilidad en su
relación con los sujetos.
Lo anterior demuestra que el concepto de masculinidad hegemónica no
puede concretarse hasta que se determina qué tipo de masculinidad en un tiempo
y espacio determinados se ha situado jerárquicamente por encima de otra(s)
masculinidad(es). Recordemos que referí a ―la mayoría‖ para explicar que la
masculinidad hegemónica está ligada a los sujetos y las acciones que ellos
realicen en la sociedad porque de los sujetos depende (en parte) que tipo de
masculinidad se situará como hegemónica. Entonces ¿siempre existirá la
masculinidad hegemónica? Hipotéticamente mencionemos que si las sociedades
continúan ―funcionando‖ desde este modelo jerarquizado (una masculinidad debe
estar por encima de otras y ―someterlas y dominarlas‖) la masculinidad
hegemónica estará presente, esto significa que depende de ―la mayoría‖ (que no
significa numeralmente mayor) y sus acciones, que pueden estar dirigidas a
establecer estereotipos de ―masculinidad‖ es lo que puede influir en la
conformación de una masculinidad hegemónica particular, es decir, masculinidad
hegemónica no significa ―masculinidad que somete a las mujeres‖ o ―masculinidad

149
homofóbica‖ sino que establece una masculinidad particular que desde su
―supremacía‖ se sucede en el tejido social.

Las masculinidades son posibilidades de “relectura” de los cuerpos


para reinterpretar al otro desde posturas diferentes a la establecida
por la masculinidad hegemónica.

A partir de que entendemos lo que es la masculinidad hegemónica ahora


surge la cuestión de aclarar lo que se llama masculinidades. Ya que el Género es
una ―lecto-escritura‖ de los cuerpos y que lo que diariamente hemos llamado
―masculinidad‖ que ahora observamos como la masculinidad hegemónica,
determinaremos que existirán otras masculinidades diferentes a la hegemónica,
siendo que esto comienza a revelarse paulatinamente. Pero descubriremos que no
es fácil pensar en masculinidades si no conseguimos diferenciar entre
masculinidades, ¿Cómo discriminar entre masculinidades? básicamente se ha
esbozado que existe una masculinidad diferente a la hegemónica y es la
representada por los hombres homosexuales, esto por ser quienes iniciaron la
―exigencia‖ a pensarles como ―masculinos‖ y por ende como representantes de su
propia masculinidad.
Observamos ya el primer ―problema‖ que puede confundir lo que son
masculinidades, porque la homosexualidad es una orientación sexual pero en sí
misma no significa una masculinidad tajantemente diferente a lo que se nombró
masculinidad hegemónica (que en términos generales es entendida como la
masculinidad patriarcal donde el hombre somete a la mujer). Asegurar que un
hombre homosexual presenta una masculinidad absolutamente diferente a la de
un hombre heterosexual, significaría crear un universal sin fundamentos, es decir,
no es posible asegurar que la orientación sexual determine si el sujeto representa
a la masculinidad hegemónica u otra masculinidad. Analicemos ha profundidad
esto; la premisa de las masculinidades por ser relativamente ―joven‖ no ha podido
determinar adecuadamente como diferenciar una masculinidad de otra (de hecho
aún no podemos asegurar que esta sea su finalidad), pero inicialmente se puede

150
considerar que los hombres homosexuales por tener una orientación sexual
diferente a la que ―impone‖ la masculinidad hegemónica (particularmente la de la
sociedad patriarcal occidental) que es la de orientación heterosexual,
exteriorizaría una masculinidad diferente, ello presenta como lo indico, un tema de
debate por creer que la orientación sexual funge como un diferenciador entre
masculinidades determinante e incuestionable. Pero ante las preguntas ¿entonces
el hombre homosexual no somete a las mujeres? Y ¿todos los hombres
heterosexuales someten a las mujeres? Busco dar apertura a re-analizar este
inicial planteamiento de la masculinidad homosexual como totalmente diferente a
la masculinidad hegemónica, porque pensar masculinidades no se sustentaría en
una categorización en base a la orientación sexual de forma concluyente sino que
las masculinidades representan algo más complejo.
Para entender lo mencionado debemos prestar atención a que los sujetos
con cuerpos biológicamente hombres y las diversas orientaciones sexuales no se
unen y crean una diferenciación en una formula de hombre + orientación sexual
= masculinidad específica; esta explicación sin embargo a tenido fuerza cuando
se cree que la orientación sexual fija en los sujetos hombres una masculinidad
dada. A pesar de que desde una actitud natural podemos asegurar que un sujeto
homosexual es diferente a un sujeto heterosexual, caeríamos en una generalidad
basada en la orientación sexual, asegurando incluso que, por ejemplo, el sujeto
hombre heterosexual es dominante y que el sujeto hombre homosexual no lo es.
Creo que ya visualizamos ahora las implicaciones de este modelo de
masculinidades en base a la orientación sexual, es decir, observamos que basarse
en la orientación sexual para determinar al sujeto y de hecho a todos los sujetos
físicamente hombres no es sino la generalización de las masculinidades desde un
elemento del sujeto.
Las masculinidades significarían ciertamente conjuntos diversos al mismo
tiempo que las diferencias entre sí, también las puede relacionar en diversos
niveles, por ejemplo, la masculinidad que representa un hombre homosexual y la
que representa un hombre heterosexual no necesariamente son antagónicas en
todos los elementos. Las posibilidades indicarían que el hombre heterosexual y el

151
hombre homosexual pueden diferenciarse en la orientación sexual, pero al mismo
tiempo pueden concordar en consideraciones compartidas, o pueden compartir los
demás elementos de ―lo masculino‖ de su cultura como el referente a el físico ideal
de los hombres o ―lo activo‖ que deben ser en las relaciones sexuales. Por ende la
potencial ―masculinidad‖ que se piensa en base a la orientación sexual pierde
sentido cuando pensamos que dicha orientación sexual no significa
necesariamente imaginarios, actitudes y prejuicios totalmente diferentes en ambos
hombres, es decir, la orientación sexual no refiere por sí misma al sujeto, por tanto
no puede bastar la orientación sexual para definir la masculinidad tanto del
hombre homosexual como del hombre heterosexual. Por supuesto que todo lo
anterior significaría un debate con las posturas que buscan defender que los
hombres homosexuales en general representan una masculinidad diferente a la de
los hombres heterosexuales.
Entonces ¿Qué sentido tiene pensar en masculinidades si al parecer no
podemos ―reconocerlas‖ en los sujetos hombres?, ciertamente se muestra
complicado el problema de las masculinidades, tanto en buscarlas y encontrarlas
así como en considerar válido el postulado de las masculinidades en sí mismo. Es
notorio que todo indicaría que cada masculinidad es por sí misma un complejo
fenómeno donde sus características (su ―masculino‖) son poco claras a excepción
de la que se ha nombrado masculinidad hegemónica (la patriarcal-occidental que
han nombrado los estudios de Género, subrayo) donde dicha masculinidad es
dominante, homofóbica, violenta y diversas características que se le han
adjudicado pero en general remarcando la dominación masculina; mientras las
demás masculinidades no se muestran estudiadas puesto que el mismo postulado
de las masculinidades es reciente, e incluso las mismas masculinidades han
tenido que surcar entre el mismo orden patriarcal como entre posturas feministas y
ante ello se nos presentan incluso ―difuminadas‖ entre los estudios de ―la
masculinidad‖ ya que las masculinidades bien pueden entenderse como ―cambios
en la masculinidad‖, es decir, aún no es concluyente la perspectiva de las
masculinidades incluso dentro de los estudios de la masculinidad (como el mismo
nombre lo indica), siendo donde se diversifican las posturas para localizar el

152
fenómeno ya sea en la pluralidad o en la unidad. Concluyo que las masculinidades
como postulado adquieren mayor validez ante los alcances que puede tener en
estudios de campo, ¿Por qué? La respuesta se localiza en la comparación de
ambos postulados. Si bien no busco definir al postulado de ―la masculinidad‖ como
inviable si planteo que ―las masculinidades‖ representan diversas posibilidades en
el campo; expongo: ―las masculinidades‖ indicarían que existe una diversidad no
numeral o delimitada ya que están enlazadas a la cultura y al tiempo, dichas
masculinidades se encuentran ―volando‖, ―dispersadas‖ en las diversas culturas y
no están determinadas, como lo indique anteriormente, únicamente por la
orientación sexual, sino que se muestran relacionadas entre sí pero diferenciadas,
es decir, recordemos como dentro del patriarcado y retomando a la masculinidad
hegemónica, existe una jerarquía no solo entre hombres y mujeres, sino también
dentro de los mismos hombres, esta jerarquía como tal, requiere para ser jerarquía
relacionar a todos los presentes en la jerarquía, por tanto las masculinidades no
están ―aisladas‖ de las demás y tampoco están ―aisladas‖ solo en los cuerpos
biológicamente hombres sino que se encuentran igualmente ligadas a los cuerpos
biológicamente mujeres, porque recordemos que el Género es socio-individual y
que ahora podemos observar que el Género antecede a lo que se nombra
masculinidad y feminidad, mismas que refieren ―codificaciones‖ variables entre las
culturas; con ―codificaciones‖ indico que en la ―lecto-escritura‖ de los cuerpos se
requiere un ―código‖ para la inscripción de los cuerpos, lo material anterior a la
significación y por tanto la(s) masculinidad(es) y la(s) feminidad(es) se entienden
como: conjuntos variables de códigos (simbolizaciones) a través de los cuales se
interpreta al otro en base al cuerpo, en una cultura y época específica. Estos
conjuntos son variables (remarco) por el hecho de que en cada cultura son
diferentes las simbolizaciones que se inscriben en los cuerpos; ciertamente la
variabilidad parece volver ―indefinible‖ a la(s) masculinidad(es) y feminidad(es) en
lo referente a lo que se serian sus elementos generalizados en toda la sociedad
humana, es decir, al ver a la(s) masculinidad(es) y la(s) feminidad(es) como
variables no podríamos ―encerrarles‖ desde nuestro significado personal y
culturalmente especifico. Desde una actitud natural entendemos que la

153
masculinidad (si asimilamos que solo existe una) es lo que es, es decir, anterior al
sujeto la cultura ha inscrito con los ―códigos‖ de la masculinidad hegemónica
particular de dicha cultura a los cuerpos, pero esta inscripción es específica de la
cultura donde ha nacido el sujeto y por ello la variabilidad entre culturas.
Sin embargo la asimilación de ―la masculinidad‖, esos códigos, etiquetas,
escritura de los cuerpos puede hacer creer al sujeto que es la que debe ser y al
momento de observar ―otra masculinidad‖ en otra cultura que puede diferir de la
que él piensa como ―la masculinidad‖, puede de hecho buscar plantear lo que él
―piensa‖ que es la ―la masculinidad‖ como una universal masculinidad, es decir,
cuando no se piensa la variabilidad (que no significa tampoco antagonismo o
diferenciaciones radicales entre ―masculinidades‖ recordemos) se puede buscar
entender a la masculinidad de otra cultura basándose en el propio concepto de
masculinidad que el sujeto posee; esto podría considerar no significar mayor
implicación para analizar las masculinidades (ya que solo referiría un ―choque
cultural‖) pero su importancia surge cuando retomamos la pregunta de ¿Qué
diferencia a una masculinidad de otra? Y que hemos visto que no existe una línea
que delimite absolutamente una masculinidad de otra, mencioné que la orientación
sexual no es por sí misma divisor absoluto entre una masculinidad y otra, sino que
este ejemplo unido al descubrir posibles ―masculinidades diferentes‖ en otras
culturas no responde si es posible o no diferenciar entre una masculinidad y otra
masculinidad, ¿acaso un sujeto de otra cultura también presenta una masculinidad
diferente?; observemos, si bien parece que surgen más preguntas que respuestas
al plantear las masculinidades, es esto mismo lo que nos demuestra la esencia de
pensar ―masculinidades‖, es cuestionar las posibilidades de masculinidades que
se diferencian por elementos sutiles o evidentes como pueden ser el papel que
juega una masculinidad en las relaciones entre hombres y mujeres en una cultura
y tiempo específicos, o inclusive los ―conflictos‖ entre masculinidades, es decir,
diferencias entre dos o más ―tipos de codificaciones‖ con los que los sujetos
―escriben‖ y ―leen‖ los cuerpos y que pueden ocasionar desacuerdos entre los
sujetos, como las simbolizaciones que sujetos con cuerpos biológicamente
hombres escriben y leen en los cuerpos biológicamente mujeres.

154
Si acaso fuera sencillo determinar una masculinidad como diferente de otra
no significaría un mayor problema de estudio que dividir a los sujetos hombres por
un par de elementos para definir ―su masculinidad‖ como serían la orientación
sexual y la cultura a la que pertenece el individuo, pero si se realiza una
clasificación de esta índole, si pensamos que las masculinidades pueden
clasificarse de forma ―mecánica‖ en ―tipos de masculinidad‖ olvidaríamos un
elemento importante, que mencioné anteriormente: la relación entre
masculinidades. Esta relación es la que complejiza las masculinidades, como
indiqué, si un hombre heterosexual ―presenta‖ una masculinidad y pensamos que
un hombre homosexual ―presenta‖ otra masculinidad antagónica, contrapuesta a
todos los ―códigos‖ de la masculinidad del hombre heterosexual caeríamos en el
error de creer que la orientación sexual torna opuestos a los hombre en todos los
sentidos, siendo posible de hecho que en algunos aspectos un hombre
heterosexual y uno homosexual concuerden en lo relativo a los roles sociales de
los hombres y las mujeres, es decir, si bien dos individuos hombres pueden
diferenciarse en la orientación sexual no forzosamente sus masculinidades se
diferencian en todo. Y este elemento de ―duda‖ permitirá ser más flexibles a los
estudios de campo, es decir, el dudar de que un hombre heterosexual y uno
homosexual son contrapuestos entre sus masculinidades permite visualizar que la
orientación sexual no divide tajantemente, sino que es un elemento más de las
masculinidades y que no significa el elemento determinante en la masculinidad de
un individuo u otro.
Pensar masculinidades es cuestionar lo que ―vemos‖ en el otro con cuerpo
de hombre, es decir, lo que ―leemos‖ en los cuerpos masculinos, además de lo
que se escribe dentro de nuestra cotidianidad. Es salir de ―lo supuesto‖ de los
cuerpos, salir de estereotipos basados en los cuerpos, buscar observar a los
sujetos más allá de lo material que esta ―inscrito‖ por la cultura en la que nos
interrelacionamos, ante todas las posibilidades que existen en la ―re-lectura‖ y ―re-
escritura‖ de los cuerpos de los sujetos. ¿Por qué ―re-leer‖ y ―re-escribir‖ los
cuerpos? Puede ser una pregunta que surgiría en más de uno, ya que ciertamente
las posturas que los sujetos presentarían incluirían cuestionar si ―es necesario re-

155
leer y re-escribir‖ e incluso cuestionar si el postulado de las masculinidades
únicamente busca ―crear‖ masculinidades desde elementos ―arbitrarios‖ que las
investigaciones plantearían, que lo sería como lo indique anteriormente la
orientación sexual, ¿Por qué no pensar una sola masculinidad con variantes
internas?, la respuesta de hecho implicaría que esta visión (de una única
masculinidad) no necesariamente implicaría una contradicción con las
masculinidades. Porque pensar una masculinidad internamente ―variante‖, es
decir, como si fuera un vitral que está compuesto por diferentes vidrios de colores
pero que solo tienen sentido estos cuando se ve al vitral completo, evidentemente
nos haría pensar en una ―unidad multicolor‖ por tanto una ―masculinidad
multicolor‖, donde lo único que diferenciaría a un elemento de otro sería el color y
el lugar que ocupa en ―la unidad‖.
Esta ―unidad‖ fungiría en pensar ―la masculinidad‖, no necesariamente
como la plantea la masculinidad hegemónica (donde solo hay una ―masculinidad‖
y esa masculinidad es la masculinidad hegemónica) pero aún así implicaría que
esta ―unidad‖, esta ―la masculinidad‖, indicaría aún un ―enmarcar‖ a los sujetos
desde elementos que son ―la masculinidad‖. Lo expresaré de la siguiente forma
comparativa:
Al observar a un sujeto con un cuerpo de hombre y lo interpretamos como
representante de ―la masculinidad‖ únicamente con variantes, pero que finalmente
son variantes de ―la masculinidad‖, es decir, que el sujeto sigue enmarcado en
esta ―la masculinidad‖ entonces ¿Quién estipula que variantes pueden existir en
―la masculinidad‖? ¿Qué sucede cuando ―aparece‖ una variante que no estaba en
―la masculinidad‖?, aquí encontramos que pensar una masculinidad única
implicaría ―encuadrar‖ a los sujetos; es cierto que al aceptar variantes parece
existir una apertura a las posibilidades de los sujetos que son representantes de
―la masculinidad‖ pero ¿solo se requiere tener un cuerpo de hombre para ser
representante de ―la masculinidad‖?, ello implicaría que todo sujeto con un cuerpo
de hombre podría presentar variantes individuales como son la orientación sexual,
su rol social, sus imaginarios, y cualquier otra posible variante y sin importar la
particularidad de estas variantes sería representante de ―la masculinidad‖.

156
Pero ahora pensemos las masculinidades. Comparativamente también se
puede cuestionar qué plantea el postulado de las masculinidades en lo referente a
quién sería representante de una masculinidad u otra. Si acaso el presentar un
cuerpo de hombre fuese lo necesario para significar una masculinidad u otra al
igual que pensar ―la masculinidad con variantes internas‖, podríamos pensar que
no hay diferencia entre estas dos visiones de ―singularidad o pluralidad‖, excepto
por el hecho del ―encuadre‖ que implica ―la masculinidad‖ y un elemento
importante, el quién o quienes establecen el encuadre de ―la masculinidad‖, es
decir, quién establece que ―está permitido‖ como variante o que no ―está
permitido‖ como variante en ―la masculinidad‖. Este es el elemento diferenciador
entre ambas posturas, que aunque no muy marcado, si demuestra que pensar las
masculinidades puede presentar el potencial de no buscar enmarcar a los sujetos,
sino buscar conocerlos, es decir, implicaría salir de un referente que puede estar
dirigido por el propio individuo con sus elementos personales que forjarían lo que
es de ―la masculinidad‖ y lo que no, es decir, las masculinidades es buscar salir de
marcos referenciales individuales y culturales al momento de encontrarnos con el
otro. Puede sonar que esta proposición es poco viable en la práctica, ya que el
mismo Género es interpretación del otro, pero que esta misma interpretación
requiere que el sujeto tenga un antecedente para interpretar, por tanto se
demuestra poco asequible que los sujetos ―ignoraran‖ lo que ―conocen‖ de los
otros para interpretar ―desde cero‖ al otro. Aclaró, las masculinidades no es
―interpretar desde cero‖, sino construir una actitud dirigida a la apertura a las
posibilidades que descubramos en el otro, inclusive planteó que posicionarse
desde las masculinidades, potencialmente es ―ir más allá‖ de los cuerpos.
Quiero exteriorizar con esto, que inclusive es romper la frontera de los
cuerpos, donde se pensaba radicaban la masculinidad y la feminidad. Es decir, las
explicaciones esencialistas sobre la masculinidad y la feminidad han sido
paulatinamente eliminadas por los estudios de Género, y esto mismo replantearía
la validez de ―seguir buscando‖ en los cuerpos la masculinidad o la feminidad de
los sujetos. ¿Qué refiero con lo anterior?, que si bien se ha planteado que lo que
llamamos masculinidad y feminidad es el resultado de una construcción social, el

157
postulado de las masculinidades nos llevaría potencialmente a no limitar el
―espacio‖ de las masculinidades a los cuerpos de hombres, es decir, analizar que
lo que sería una masculinidad no está limitado indiscutiblemente por el cuerpo
biológico, como se puede observar en fenómenos como el travestismo, la
transexualidad, la intersexualidad o inclusive los roles sociales de un sexo
ejercidos por el otro sexo en una cultura especifica. Es por tanto que el postulado
de las masculinidades presenta un amplio panorama para ―re-leer‖ y ―re-escribir‖
los cuerpos.

Es necesario abrir el debate en la Psicología sobre re-analizar sus


postulados sobre la “normalidad” de hombres y mujeres, esto desde
la perspectiva de que la normatividad de los sujetos en base a una
única masculinidad o una única feminidad limitan las posibilidades de
estudiar las masculinidades.

Hasta el momento ¿Qué importancia demuestra para la Psicología el


postulado de las masculinidades? ¿Acaso no está limitado a los estudios de
Género?, para responder estas preguntas no perdamos de vista que la Psicología
como ciencia es relativamente joven (un poco más de cien años) y que ha
atravesado diversos cambios en su breve historia representado por las escuelas
de psicología que son el estructuralismo, el funcionalismo, la psicología de la
Gestalt, el psicoanálisis, el conductismo, el humanismo, la psicología cognitiva, la
psicología social y más recientemente la neuropsicología, y en este panorama de
diversidad la Psicología ha desarrollado postulados propios que le han definido
como la conocemos actualmente. Con esto en mente planteo que la Psicología
sobre todo en sus postulados clínicos ha fungido como ―dictaminadora‖ de lo
―normal‖ y lo ―anormal‖ en su campo de estudio que incluye los procesos mentales
y conductuales, además de los fenómenos que surgen en las interrelaciones
humanas; esta función ―dictaminadora‖ de normalidades ciertamente está ligada a
su desarrollo como ciencia, pero particularmente podemos observar que el
postulado de las masculinidades deja entrever algo: la eliminación de marcos que

158
limiten las masculinidades. Al pensar masculinidades y al mismo tiempo pensar en
―normalidades‖ encontraremos una problemática, porque una ―normalidad‖ indica
una división en lo normal y lo anormal, manifiestamente esta división se da desde
diversos planteamientos de la psicología (como los tests y los criterios clínicos, por
ejemplo) y si bien estos planteamientos están sustentados, particularmente ―la
normalidad‖ de los hombres en lo referente a la masculinidad (como unidad)
presentaría la siguiente cuestión ¿La Psicología debe decidir que hombres son
normales? ¿Desde qué bases la psicología debe seguir definiendo que hombres
son normales o anormales? ¿Qué sentido existe en diferenciar a los hombres
normales de los hombres anormales en base a criterios de masculinidad? Estas
solo son algunas preguntas que pueden surgir al abordar el encuentro entre ―la
normalización‖ y ―las masculinidades‖, puesto que inicialmente parecen
incompatibles.
Menciono lo anterior porque normativizar un elemento particular implica una
labor de establecimiento de límites para dicho elemento, es decir, normativizar ―la
masculinidad‖ es definir que está dentro de la ―norma‖ para ser considerado de ―la
masculinidad‖, es decir, situarse desde ―la normalidad‖ implica saber que existe
una ―normalidad‖ en la cultura en que se sitúa el individuo y que el sujeto con
cuerpo de hombre estará situado en ―lo normal‖ o ―lo anormal‖ y que no hay
puntos medios en esta división ya que se deben cumplir ciertos ―requisitos‖ para
ser normal o anormal. Dichos ―requisitos‖ parecerían indicar que existe una
―masculinidad normal‖ y una ―masculinidad anormal‖ e inclusive lo ―anormal‖ no
sería masculinidad, es decir, llegamos a una encrucijada donde situarse desde
una perspectiva de normalidades y anormalidades involucra no aceptar el
postulado de las masculinidades, ya que si está planteada una normalidad ¿Qué
es lo normal en una masculinidad? ¿Si no está dentro de la norma un individuo
hombre es anormal? ¿Qué validez tendría entonces ―buscar‖ masculinidades en la
red social si ya existe una ―normalidad‖? ¿Acaso las masculinidades deberán ser
―descubiertas‖ y analizadas para ser consideradas normales o anormales? ¿Por
qué sería la psicología quien defina que masculinidad es normal o anormal?

159
Como se observa son muchas las preguntas que surgen en esta
encrucijada, siendo que nos encontramos con un importante elemento de
discusión: lo que se considera normal desde la Psicología. Esto unido a los demás
elementos que se cuestionaron anteriormente sobre ―la masculinidad‖ y las
masculinidades nos lleva a recapacitar si acaso la postura de las masculinidades
es antagónica de la postura de ―la normalidad-anormalidad‖, ya que parece que
una excluye a la otra. Es decir, posicionarse desde una postura es rechazar la
otra, analicémoslo de la siguiente forma:
Si al analizar a un sujeto con cuerpo biológicamente hombre buscamos
conocer ―lo normal‖ que es desde la variante ―masculinidad‖, debemos observar
cuanto cumple con ciertos criterios y al no cumplir con dichos criterios es
considerado ―anormal‖ (no necesariamente con este término, sino posiblemente
considerarlo ―fuera de la norma‖) y esto significa que el sujeto no es ―normal‖ y por
tanto referiría diversas consideraciones especificas dependiendo si utilizamos
alguna herramienta test en el individuo por ejemplo u otros criterios dependiendo
desde donde analizamos al individuo.
Ahora pensemos que analizamos al mismo sujeto pero desde la postura de
las masculinidades. Este individuo presentaría diversidad de elementos que le
particularizan, al eliminar cualquier criterio de ―masculinidad normal‖ al analizarlo
nos situaríamos bien en situarle como un sujeto particular que podría compartir
elementos con otros sujetos que les situaría como representantes de alguna
masculinidad especifica, pero nunca en una división de normal-anormal, ya que el
postulado de las masculinidades está dirigido a descubrir las posibilidades en el
ser de los hombres y no en una normatividad de los sujetos.
Descubrimos en esta comparativa que ambas posturas presentan una
diferencia marcada. Pero igualmente demuestra lo que podría ser indicado como
una crítica al postulado de las masculinidades y es lo referente a sus métodos de
estudio o sus criterios para considerar a una masculinidad como masculinidad.
Esta observación nos indica que el postulado de las masculinidades puede ser
bastante flexible, inclusive demasiado flexible cuando nos planteamos sus
posibilidades en el campo de investigación, donde los individuos se visualizan

160
relativamente homogéneos en lo que es ―su masculinidad‖, es decir, ¿desde el
postulado de las masculinidades la investigación estará encaminada a conocer a
todo sujeto fuera de una ―normalidad‖ desde la psicología?, no debemos confundir
que las masculinidades (si bien se presentan como un ―abanico no limitado‖),
también surge desde considerar que una masculinidad puede ser considerada
como un conjunto de características referidas al ser del hombre, por tanto la
psicología al re-plantearse lo que considera ―normal y anormal‖ en el ser hombre
involucra al mismo tiempo analizar la cultura donde la psicología como disciplina
―normativa‖ funge basándose en dicha cultura, es decir, las masculinidades como
postulado para la psicología está dirigido a que la propia psicología se cuestione
sobre su papel, sus actores y sus funciones en la cultura en la que se encuentra,
esto dirigido a que analice si la ―normatividad‖ de hombres y mujeres sobre lo que
se llama ―masculinidad‖ y ―feminidad‖ no responde a la masculinidad hegemónica
(como anteriormente revisamos) y a los procesos patriarcales, es decir, se debe
cuestionar si lo que la psicología plantea como ―masculinidad normal‖ no es la
―masculinidad hegemónica‖ y por tanto la psicología representaría una ―institución
patriarcal‖.
Esta observación está dirigida a llevar hacia la apertura de un debate a la
Psicología en su premisa de ―normalidad y anormalidad‖ y desde donde lo
―diseña‖. Potencialmente las respuestas estarán dirigidas a demostrar que lo que
se considera ―normal‖ es lo que presenta ―la mayoría de los individuos‖ de tal
modo que se sustenta ―la normalidad‖ desde una estadística, pero ¿Qué tan válida
es esta estadística? ¿Cuánto tiempo se considera válida? ¿Qué implicaciones
tiene sobre los que no están dentro de la norma? Estas son algunas preguntas
para la justificación que la psicología puede expresar sobre ―la normalidad‖ y
podemos considerar que lo que en una cultura es ―normal‖ lo será igualmente para
la psicología en fenómenos particulares como lo es ―la masculinidad‖. Por lo que
vemos, el postulado de las masculinidades no representa sino una nueva visión
que da apertura a un debate hacia el interior de la psicología.

161
La psicóloga y el psicólogo son sujetos genéricos y por tanto
“interpretadores” de los cuerpos y con ello proclives a definir al sujeto
en base al sexo.

Un elemento que fue determinante para que surgieran los estudios de la


masculinidad fue la voz de los hombres que consideraban que lo que el feminismo
planteaba como la masculinidad no concordaba precisamente con lo que esos
hombres pensaban como masculinidad. Por tanto, los estudios de la masculinidad
realizados por hombres iniciaron el camino para analizar lo que era la
masculinidad y su relación con los hombres, las mujeres, la feminidad, el género y
otros conceptos; y es ese mismo elemento (definir una masculinidad universal que
no concordaba con lo que algunos hombres consideraban masculinidad) revela un
fenómeno psicológico importante, que sería el ―prejuicio de Género”. Este es un
fenómeno íntimamente relacionado a lo que he planteado como Género, sobre
todo en lo relativo a la interpretación del otro; este prejuicio de Género como su
nombre lo indica, refiere una ―parcialidad‖ basada en el Género, pero no tanto en
la esencia del Género, sino en los estereotipos que se adjudican a los sexos
diferenciados, ciertamente por el Género, pero donde los estereotipos juegan un
papel importante. Es decir lo que se llama comúnmente prejuicio de Género nos
expresa un importante fenómeno psicológico y en la persona del psicólogo.
Debido a que al ver a los psicólogos(as) como sujetos interpretadores de cuerpos
(sujetos genéricos) y planteamos las diversas interpretación que ejercen sobre los
cuerpos, es decir, la ―lecto-escritura‖ de estos sujetos tiene alcances
particularmente importantes por el papel que representan en la sociedad.
Lo plantearé de la siguiente forma: pensemos que un sujeto con cuerpo de
hombre se presenta ante un(a) psicólogo(a) dedicado(a) a alguna orientación
psicoterapéutica y este sujeto hombre dice tener problemas en su relación de
pareja. Desde este momento, e incluso desde el momento en que el(a)
psicólogo(a) ―ven‖ al sujeto ya iniciaron la interpretación del mismo, ya que como
sujetos genéricos interpretan al otro por el cuerpo que se ―observa‖. Parece no
tener importancia dicho acontecimiento, pero recordemos que la ―lecto-escritura‖

162
de los cuerpos es socio-individual, ¿Y qué involucra? La respuesta es que la
psicóloga o el psicólogo conforman el Género tanto de sus experiencias
personales como de elementos sociales que les ―influyen‖ en su ―lecto-escritura‖
de los cuerpos, es decir, no se debe pensar al psicólogo(a) como sujetos ―inertes‖
sino como sujetos ―activos‖ en la interpretación de los cuerpos. La formación
profesional en la Psicología no puede ―neutralizar‖ la interpretación de los cuerpos,
es decir, las(os) psicóloga(os) no son sujetos ―neutros‖ en ningún momento debido
a que todo sujeto tiene como una base esencial al Género, creer que la ―lecto-
escritura‖ de los cuerpos no se presenta en el sujeto psicólogo o sujeto psicóloga
ignora la subjetividad. Pero esclarezcamos que por ello se contradice, estando
incluso en posibilidad la propia perspectiva de Género de re-analizar lo que
plantea y como lo plantea, es decir, indica que toda disciplina o perspectiva debe
siempre estar en un constante auto-análisis de que y quién sugiere desde la
disciplina o la perspectiva donde el sujeto que expresa se encuentra presente, es
saber que la particularidad de los sujetos puede significar efectos importantes en
los postulados y la práctica de la psicología. ¿Cómo cuales?, ya había planteado
que cuando un sujeto con cuerpo de hombre es ―visto‖ por primera vez por la
psicóloga o el psicólogo es interpretado desde ese momento, pero no en el sentido
de la disciplina de la Psicología, sino entender que el psicólogo y la psicóloga son
sujetos genéricos, y los efectos de ello pueden expresar algo más que un simple
―detalle‖ en este encuentro entre ese individuo hombre y la psicóloga(o), ya que
debemos remarcar que el sujeto que se ha formado en la psicología o cualquier
otra ciencia o disciplina no deja de ser sujeto genérico, sujeto interpretador de
cuerpos.
Además recordemos que por la característica socio-individual del Género,
no existe un ―modelo inmóvil‖ de sujeto donde el Género es base de dicho sujeto,
y que cuando menciono sujeto genérico no describo que existen unos sujetos
genéricos y otros que no son genéricos, sino que todos los sujetos tienen al
Género como parte esencial, por tanto el decir sujeto genérico es solo indicar una
parte del sujeto y que al decir sujeto económico, sujeto pensante o sujeto volitivo
no hablamos de ―tipos de sujetos‖, sino ―fragmentos‖ del sujeto. Retomando

163
entonces el caso de la psicóloga y el psicólogo que interpretan a ese individuo
hombre, las posibilidades son numerosas en la interpretación que el(a)
psicólogo(a) realicen, ya que como las experiencias personales y la ―herencia‖
cultural que han adquirido Las(os) psicólogas(os) sobre los individuos con cuerpo
de hombre, volverían incontables las posibles interpretaciones; ¿acaso significa
que las psicólogas y psicólogos no representan individuos ―neutrales‖ en sus
relaciones sociales?, si alguien afirmara que ser psicóloga o psicólogo les
convierte en individuos ―absolutamente neutrales‖, aseguraría que estos individuos
no estarían afectados por nada, es decir, no podemos asegurar que el psicólogo y
la psicóloga sean individuos que no interpreten los cuerpos, no podemos por tanto
―extraer‖ a los psicólogos y psicólogas del proceso de ―lecto-escritura‖ de los
cuerpos que es el Género.
No podemos ya pensar que al llegar el individuo hombre ante el psicólogo o
la psicóloga, estos últimos no interpretan en base al cuerpo que observan, y
remarquemos que esta interpretación al ser constante en la vida diaria del
individuo, para este no es siquiera perceptible, ya que esta ―lecto-escritura‖ de los
cuerpos es, podríamos decir ―automática‖, hasta el momento en que el sujeto
cuestiona esta misma ―lecto-escritura‖, es decir, ahora podemos reflexionar sobre
el momento en que el sujeto cuestiona este proceso. Como ejemplo imaginemos a
un sujeto hombre de 14 años y que ha ―heredado‖ de su cultura la simbolización
de los cuerpos donde los cuerpos de hombre ―deben‖ ejercer la violencia física
sobre los cuerpos tantos de hombres como cuerpos de mujeres, sobre los
primeros para demostrar la ―virilidad‖ y sobre los cuerpos de mujeres para
dominarlas; ahora pensemos que durante cuatro años este individuo hombre
efectúa este ―deber‖ pero un día se pregunta ¿Por qué utilizar la violencia física
sobre los cuerpos de mujeres? Y es cuando el proceso de ―lecto-escritura‖ de los
cuerpos deja de ser ―automático‖ aunque sea momentáneamente. Este ejemplo,
aunque sencillo, simplemente enuncia como el Género es socio-individual y con
ello podemos manifestar que las interpretaciones de los cuerpos no son
homogéneas, es decir, afirmar que todos los sujetos con cuerpo de hombre ―leen y
escriben‖ los cuerpos de la misma forma significaría que existe una universal e

164
inalterable interpretación de los cuerpos, si pensamos que no es posible
cuestionar como individuos la ―herencia‖ de las ―inscripciones‖ de los cuerpos,
aseguraríamos que no es posible cambiar las relaciones entre hombres y mujeres.
Pero como hemos visto, no existe un ―orden natural‖ que determine de forma
incuestionable la forma en que se ―leen y escriben‖ los cuerpos en las culturas.
Y es este punto donde las psicólogas y psicólogos deberán analizar su
―herencia cultural‖ así como aquello que particularmente le ha conformado sus
simbolizaciones sobre los cuerpos. ¿Por qué hacer esto?, por el hecho de que el
prejuicio de Género, que al surgir de generalizar características de experiencias
particulares o de supuestos de su ―herencia cultural‖ relativas a los cuerpos, no
permite la apertura a las posibilidades que el postulado de las masculinidades
expresa. La psicóloga o psicólogo no debe anteponer sus supuestos personales y
culturales al interpretar al otro, es decir, al interpretar al otro no debe definir al
sujeto por el cuerpo del mismo, porque sesga la interpretación hasta incluso
colocarla como una interpretación al nivel cotidiano. Explico, si la psicóloga o
psicólogo atienden a ―estereotipos‖ que se han adjudicado a los cuerpos limitarían
las posibilidades de interpretar al individuo, por ejemplo, cuando una psicóloga o
psicólogo al atender a un individuo hombre consideran que es ―violento‖ o cuando
a un individuo mujer se le considera ―sensible‖, todo esto solo por el cuerpo que
ven. Lo anterior significa que si bien la psicóloga y el psicólogo no pueden dejar de
ser sujetos interpretadores de los cuerpos, si tienen la posibilidad de interpretar al
otro desde una visión donde la apertura a una nueva forma de entender las
simbolizaciones de los cuerpos donde lo material (el cuerpo), ya no sea basada en
la ―universalización‖ de características a todos los sujetos con un cuerpo de
hombre o cuerpo de mujer. Ciertamente parece que lo anterior no indica nada
relevante que las nuevas políticas de equidad de Género ya han planteado, como
la eliminación del prejuicio de Género, pero la diferencia radica en dos puntos.
Primero, aceptar que todo sujeto es interpretador de los cuerpos y que esta
interpretación es base del sujeto en cuanto lo material del sujeto (el cuerpo) es
―leído y escrito‖ por sí mismo y por el otro. Por tanto, se debe aceptar que las
diferencias físicas existen, que serán simbolizadas socio-individualmente y con

165
ello son indeterminables a la vez que estas simbolizaciones están ligadas al
tiempo y cultura. Desde este razonamiento no podemos ―dividir al mundo‖ en
hombres y mujeres como si fuesen ―grupos internamente homogéneos‖, es decir,
se debe romper con el supuesto de que todos los individuos con cuerpo de
hombre o cuerpo de mujer por el simple hecho de ―tener‖ ese cuerpo
automáticamente presentan características que se les adjudican a los cuerpos.
Segundo, que el individuo psicóloga y psicólogo por su papel social debe
conformarse un criterio dirigido a la apertura de las posibilidades que surjan del
encuentro con el otro, buscando eliminar los ―encuadres‖ de los sujetos basándose
en el cuerpo. Es decir, el psicólogo y la psicóloga no deben fungir como
―vigilantes‖ que, la psicóloga y el psicólogo en su quehacer no puede seguir con
modelos donde el hombre es violento y la mujer es violentada, o donde la
―sensibilidad‖ es una propiedad de los cuerpos de mujer o donde lo activo/pasivo
en la sexualidad está basada en los cuerpos. Quien se forma en la Psicología
requiere saberse a si mismo interpretador de cuerpos y que siempre lo será,
mientras al mismo tiempo debe analizar su ―herencia cultural‖ y su individualidad
para conformar una postura encaminada a observar la realidad donde las hechos
pueden distar de los supuestos personales así como de los estereotipos de su
cultura. No es solo posicionarse en la apertura, sino ser consciente de la propia
―lecto-escritura‖ de los cuerpos y siempre enfocándose a conocer al otro, además
expliquemos que esta ―concientización‖ que la psicóloga y psicólogo presentarían
debe estar dirigida igualmente a la intervención si es requerida según sea el caso
y la escuela de pensamiento de la psicología en la que el psicólogo y la psicóloga
estén formados. Es decir, no es una postura limitada a la psicología social, que
estudiaría a las masculinidades para conocer las interrelaciones de los sujetos,
sino que tiene el potencial de aportar a la Psicología en general una nueva postura
para ―acceder‖ al otro. Sin embargo aún es un tema a debatir, ya que las posturas
de las diferentes escuelas psicológicas deben ―re-analizar‖ (como lo mencioné
anteriormente) algunos de sus postulados como el de ―la normalidad‖ de los
sujetos con cuerpo de hombre en lo referente a que deben ―encuadrar‖ en un
modelo de masculinidad para ser normales. Y además del punto de ―la

166
normalidad‖ también es necesario analizar cómo es entendido el psicólogo y la
psicóloga en cada escuela psicológica, es decir, como se concibe a la persona
que está formada en cada una de las escuelas, reflejando los alcances que tiene
el postulado de las masculinidades dentro de la(s) Psicología(s). Puede
cuestionarse si es ―necesario‖ este re-análisis, las posturas pueden ser diferentes
y de hecho no procuro que se muestre al postulado de las masculinidades como
―hegemónico‖, sino mostrarlo como una opción con amplios alcances y
aportaciones para el campo de la Psicología y para los psicólogos y las psicólogas
en cuanto ofrece otra ―forma de ver al otro‖, ya no como un individuo
―determinado‖ por el cuerpo que ―vemos‖.
Mencionar también que mi conclusión llegaría a contradecir un eje central
de la perspectiva de Género, que es la referida a que los sujetos son educados o
formados de cierta forma dependiendo del sexo con el que se nace y esto
diferencia la forma de ver la realidad, y donde los hombres y las mujeres acceden
de forma diferente al conocimiento, es decir, la tesis describe una determinación
social sobre el individuo y que esto afecta como ―ve‖ el mundo, como obtiene el
conocimiento y que conocimiento alcanza. Personalmente creo necesario que el
debate sobre esta perspectiva debe seguir (el post-feminismo ya ha expresa un
análisis sobre la perspectiva de Género) y que se requiere debatir tanto los
―estereotipos patriarcales‖ como los ―estereotipos feministas‖ y el papel de la
psicóloga y el psicólogo son determinantes en el debate, porque se requiere
mayor presencia de la psicología para descifrar los fenómenos del Género como
son las masculinidades.

167
ANEXOS

168
José Abraham García Madrigal.

Facultad de Psicología de la UMSNH.


MATRIZ DE DATOS ¿A qué llamamos masculinidad?
Análisis teórico del concepto masculinidad en las
ciencias sociales y la psicología

Unidades de Registro MASCULINIDAD GÉNERO FEMINIDAD PATRIARCADO PODER IDENTIDAD DOMINACIÓN VIRILIDAD
El poder puede
ser definido de
Unidades de contexto

una forma
amplia como un
fenómeno
generalizado:
consiste en la
capacidad para
actuar en la
consecución de
objetivos e
intereses
particulares, la
capacidad de
intervenir en una
secuencia de
acontecimientos
y alterar su
ARIÑO(2003) curso.
Sexo socialmente
BARBIERI (1992) construido.
“Algo” medible
mediante las
proporciones del
órgano sexual
BARBOSA (1998) masculino.
Sistema social
históricamente
BASTOS (1997) específico.
Significa las funciones y
roles asignados por la
sociedad y la cultura a
los individuos, conforme
a sus diferencias Contraposición al
BERNARDINI. (2000) sexuales. Género.
Es una categoría, no en
el sentido de afirmación
universal sino, como
sugiere el origen griego
de la palabra, en el
sentido de objeción y
acusación pública, de
debate, protesta,
BOCK (1991) procedimiento y juicio
El género es un principio
organizador, un código
de la conducta por el
cual se espera que las
personas estructuren
sus vidas, sean
femeninas o masculinas
y se comporten
femenina o
masculinamente. Por lo
tanto, género funciona
como una normativa que
determina la percepción
social de las mujeres y
BONACCORSI(1996) varones.
Sistema que va en
contra de la
dignidad no sólo de
las mujeres, sino
también de muchos
varones que no
piensan ni actúan
según la ideología
de los machos
BOSCÁN(2006) dominantes.
Propiedad de los El producto de un La virilidad,
BOURDIEU(2002) hombres al que trabajo entendida como
MATRIZ DE DATOS
solo se accede continuado capacidad
siendo hombre, (histórico por reproductora,
con un derecho tanto) de sexual y social,
natural de los reproducción al pero también,
mismos a que contribuyen aptitud para el
poseerlo. unos agentes combate y para el
singulares (entre ejercicio de la
los que están los violencia (en la
hombres, con venganza sobre
unas armas como todo), es
la violencia física fundamentalmente
y la violencia una carga.
simbólica) y unas
instituciones:
familia, Iglesia,
escuela, Estado.
La red de creencias,
rasgos de personalidad,
actitudes, valores,
conductas y actividades
que diferencian a
mujeres y a hombres.
Tal diferenciación es
producto de un largo
proceso histórico de
construcción social, que
no sólo produce
diferencias entre los
géneros femenino y
masculino, sino que, a la
vez, estas diferencias
implican desigualdades
y jerarquías entre
BURIN, M. (2001) ambos.
El género […] es la Tiempo histórico -
síntesis bio-psico-socio- construido sobre
cultural en cada nociones
persona. El género se específicas de
integra históricamente secuencia y
por el conjunto de transcurso-, del
cualidades […] dominio masculino
asignadas de manera de las sociedades y
diferenciada a los culturas de una
individuos según su diversidad
CAZÉS (1998) sexo. asombrosa.
Género se refiere a las
conductas de
identificación sexual
asociada a miembros de
una sociedad, misma
que son aprendidas
desde la infancia
temprana y transmitida
de generación en Afirmación de
generación dentro de un estereotipos
contexto familiar y masculinos ante
CERVANTES(2006) social. otros hombres.
El género es una forma
de ordenamiento de la
CONNELL (2003) práctica social.
El género es una
práctica social que
constantemente se
refiere a los cuerpos y a
lo que estos cuerpos
hacen, pero no es una
práctica social reducida
al cuerpo. La práctica
social responde a
situaciones particulares
y se genera dentro de
estructuras definidas de
CRUZ (2006) relaciones sociales.
MATRIZ DE DATOS

Una
interdependencia
entre dos
“elementos” pero
de forma
unidireccional,
es decir, un
elemento
manipula la
conducta del
otro.
DAHL(1976)
Sistema político
(que) proporciona la
organización sexual
jerárquica de la
sociedad necesaria
para el control
EISENSTEIN(1977) político
Género puede ser
definido como una
categoría dinámica,
construida socialmente,
que tiene como base las
ELLEN & diferencias sexuales Un elemento de
JIMÉNEZ(2001) biológicas. la masculinidad.
(masculina) se
adquiere en el
proceso de
diferenciación con
FAJARDO & la madre y el
REVILLA (2006) mundo femenino.
Tipo de relación
producida
(aunque no
mecánicamente)
por la
diferenciación y
jerarquización
entre los géneros,
configurando un
orden sexual y
FERNÁNDEZ, F. genérico
(2004) (jerarquizado).
Se deriva del poder
de los padres en
una época histórica
FERNÁNDEZ (1998) concreta.
El género es construido
en un cuerpo que tiene
un sexo definido y al que
se le atribuyen
características
psicológicas, sociales y
económicas, lo que
resulta en acciones y
comportamientos
específicos, que casi
FIGUEROA & siempre se traducen en
relaciones de poder
LIENDRO(1995); unilaterales: dominación
SCOTT(1996); SZASZ. masculina vs. sumisión
(1999) femenina.
Género se trata de
relaciones de
FLAX (1990) dominación.
Una red
productiva que
pasa a través de
todo el cuerpo
social, en lugar
FOUCAULT de una instancia
MATRIZ DE DATOS
negativa que
tiene por función
reprimir.
Un estado precario
Masculinidad es la forma o artificial que los
aceptada de ser un varón muchachos deben
adulto en una sociedad conquistar con
GILMORE(1994) concreta mucha dificultad.
Toda organización
política, económica,
religiosa o social,
que relaciona la idea
de autoridad y de
liderazgo
principalmente con
el varón, y en la que
el varón desempeña
la gran mayoría de
los puestos de
autoridad y
dirección.
GOLDBERG (1976)
La categoría género
tiene la cualidad de
servir como mediadora
entre otros conceptos o
teorías. Puede ser
utilizada como categoría
intermedia para
entender algunos
procesos, o puede
representar una
dimensión cultural,
simbólica e ideológica,
como la de clase social,
GONZALES, S. (1993) raza y etnia, entre otras.
Formación histórica
qué se sitúa del
3100 al 600 a.C. y
GRAHAM (1996) se mantuvo
Unidad donde
convergen diversos
referentes
simbólicos por
medio de los cuales
el sujeto se sabe
diferente de unos y
GRANADOS (2003) similar a otros.
Asimetrías
socialmente
arraigadas, que
hacen posible
que algunas
categorías de
individuos
restrinjan o
configuren las
opciones y las
acciones de
otros y que estos
otros no
cuestionen tales
asimetrías.
GUEVARA(2003)
El género es una
categoría fundamental
en la que significado y
valor están asignados a
cualquier cosa existente
en el mundo; se trata de
HERNÁNDEZ, A. una forma de organizar
(1999) las relaciones humanas.
MATRIZ DE DATOS
El género es la
categoría organizadora
central de nuestra
psique, el eje alrededor
del cual organizamos
JIMÉNEZ (2003) nuestra personalidad.
Una capacidad
para dominar y
KAUFMAN(S.f.) controlar.
Un conjunto de
significados siempre
cambiantes que
construimos a través de
nuestras relaciones con
nosotros mismos, con los
otros, y con nuestro
KIMMEL(1997) mundo”.
El género, como ya se
señalaba, se refiere a la
conformación social de
lo masculino y lo
femenino, y a la
asignación también
social de las diferentes
cualidades y atributos
propios de hombres y
LAGARDE (1990) mujeres.
El género es la manera
en que la sociedad
simboliza la diferencia
sexual y fabrica las
ideas de lo que deben
ser los hombres y las
LAMAS (2002) mujeres.
Posesión basada
en elementos
LEACH(S.f.) económicos.
Tipo de orden,
manipulable,
desafiable y
LEVINSON (1999) alterable.
(Masculina) es el
efecto de un
orden natural de
las cosas que
legitima y difunde
una serie de ideas
(Masculina) prefijadas de lo
construida por que significa ser
oposición al mundo hombre y ser
LOMAS (2005) femenino. mujer.
No sólo como un
sistema de poder de
los hombres sobre
las mujeres, sino de
jerarquías de poder
entre distintos Un imperativo que
grupos de hombres lleva a los varones
y también entre a esforzarse para
diferentes lograr ser adscritos
MANZELLI (2006) masculinidades. como tales.
El tipo de unidad o
de relación de
igualdad que se
MARTÍNEZ & CORTÉS atribuye a lo que es
(1992) idéntico a sí mismo.
El más sublime
elemento de la
motivación
humana, una vez
cubiertas las
MATEO & necesidades
VALDANO(S.f.) primarias.
MATRIZ DE DATOS
Construcción social
funcional y
necesaria hasta
que se constituyan
sujetos sociales
que realicen
rupturas o
transformaciones a
MENJÍVAR(2004) dicha construcción.
El género, junto con la
etnia y la clase
“…constituye uno de los
tres grandes modos de
la diferenciación y la
MILLÁN (1993) jerarquización social.
Forma de poder
(que) es más
rigurosa que la
estructura social de
clases sociales.
"poder masculino
sobre las mujeres"
quedando
subordinadas al
mismo.
MILLET(1975)
La masculinidad o, mejor,
las masculinidades son
construcciones históricas
[…], en procesos
dialécticos donde la
coyuntura y la larga
duración se entrelazan y
se manifiestan con mayor
claridad en las luchas de
representación de los
grupos sociales; es decir, Ligado a la
entre los grupos que masculinidad, pero
tienen el monopolio de con contenidos
designar y fijar ciertos variables en el
MIRANDA(1998) estereotipos. tiempo
Conjunto de conductas
atribuidas a los varones
MONEY (1955) y las mujeres.
Se constituye como
una experiencia
ontológica que se
El poder se
va transmitiendo de
define como la
generación en
capacidad de un
generación y se
individuo o grupo
articula a través de
de individuos
vivencias
para hacer que
compartidas por
otros hagan lo
una colectividad.
MONTECINOS (1997) que él desea.
Tipo de relación
que se modifica
conforme la mujer
Tipo de orden participa en los
MONTESINOS , R. basado en la familia ámbitos de la
(2002) nuclear. sociedad.
La(s) masculinidad(es) son
las distintas formas en las
que los hombres
confirman lo que piensan
MOSSE(1998) que es su virilidad.
El género es la red de
creencias, rasgos de
personalidad, actitudes,
sentimientos, valores,
comportamientos y
actividades que hacen
diferentes a los hombres
OAKLEY (1977) de las mujeres,
MATRIZ DE DATOS
aprendida mediante un
proceso de construcción
social.
(de Género)
[perspectiva
psicológica] es
adquirida a través
de la interacción
social entre los
individuos vía el
lenguaje, donde se
El género no es un van conformando
rasgo innato sino una los simbolismos y
construcción las significaciones
sociocultural, donde el imaginario-sociales Demandas y
ser mujer y el ser que influirán en la exigencias
hombre no es definido forma de sentir, de permanentes de
por su “naturaleza” sino vivir y de asumir los cumplir “estándares
por la totalidad de papeles de género masculinos” ante la
cualidades, propiedades del grupo social y condena de
ORTEGA, TORRES & y atributos cultural al que se exclusión si no los
SALGUERO(1999) socioculturales. pertenezca. cumple.
El género es tema
fundamental para
trabajar sobre las
relaciones entre
hombres y mujeres. El
género hace referencia
a la equidad, a la
división de roles, a la
participación de
hombres y mujeres en
los distintos ámbitos del
orden social y en la
realización personal.
OSPINA(1997)
La masculinidad existe Una fuerza,
como ideología, como facultad o
conducta codificada; existe facilidad para
en el marco de las Tipo de sociedad hacer o
PÉREZ(2003) relaciones de género. humana conseguir algo.
Ejercido por el
hombre como
PIEDRA(S.f.) capacidad.
(Categoría analítica) que
permite explicar y
comprender los
procesos sociales y las
acciones de los
individuos y las
colectividades a partir de
sus roles masculinos y
femeninos, entre otras
cuestiones. El género no
es una “sustancia” ni
una “esencia” que en
última instancia define lo
RAVELO(1996) que somos.
Género es, por una
parte, un elemento
constitutivo de las
relaciones sociales, por
otra es una forma
primaria de relación de
RIQUER (1993) poder.
El género pasa a ser, en
las ciencias sociales,
una forma de
caracterizar las
construcciones sociales
y culturales. Viene a ser
una forma de referirse a
RODRÍGUEZ, A. (S.f) los orígenes
MATRIZ DE DATOS
socioculturales de las
identidades de mujeres
y hombres, siendo una
categoría básica para el
análisis de la
desigualdad social, dada
con la marginación y las
exigencias para los dos
sexos.
Entendemos por género
a la serie de
construcciones mentales
respecto a la
pertenencia o no del
individuo a las
categorías dimórficas de
los seres humanos:
masculina y femenina,
así como las
características del
individuo que lo ubican
en algún punto del rango
RUBIO(S.f.) de diferencias.
Organización que
jerarquizó las
relaciones sexo-
género e igualmente
SÁNCHEZ (1999) las vinculó.
El poder es una
forma de
relación
constituida por la
posibilidad de
que un individuo
influya sobre la
conducta de
SANTILLANA (2005) otros.
Hecho concreto
con el que "una
persona se
reconozca como
ella misma, con
una continuidad en
la historia, con
determinadas
características y
una ubicación en
un contexto social
SANTOS(1997) determinado.
Es un “elemento
constitutivo de las
relaciones sociales
basadas en las
diferencias que
distinguen los sexos y el
género es una forma
primaria de relaciones
SCOTT, J. (1993) significantes de poder.
Asignada y
adquirida por el
hecho de haber
vivido desde el
nacimiento las
experiencias, ritos
y costumbres
atribuidos a cierto
STOLLER(1960) género.
Se refiere al hecho de
pertenecer a uno u otro
sexo (femenino-
masculino), y es la
sociedad quien
TRONCOSO(1996) establece dichos
MATRIZ DE DATOS
significados.
El género es una
construcción social,
TUCHIAR(s.f.) cultural e histórica.
Capacidad y
modo de dirigir
La masculinidad como las acciones de
categoría social está los otros, modo
constituida por de acción y
presupuestos relación de
socioculturales sobre individuos,
ideales y estereotipos de pareja o
género y de colectiva; y como
relacionamiento inter- condición que no
genérico que contribuyen se posee, sino
a la construcción del que se ejerce en
imaginario subjetivo, la íntima relación
representación social, la con las nociones
manera de ser y la manera de dominio,
VILLASEÑOR & de relacionarse de enajenación y
CASTAÑEDA(2003) hombres y de mujeres. exclusión.
El poder es la
posibilidad de
imponer la
propia voluntad,
dentro de una
relación social,
aun contra toda
resistencia y
cualquiera que
sea el
fundamento de
WEBER(S.f.) esa probabilidad.
La capacidad de
ejercer coacción
para la
realización de
algo, en virtud
del mando o
rango de
autoridad que se
YARCE(S.f.) posee.
José Abraham García Madrigal.

Facultad de Psicología de la UMSNH.


MATRIZ DE DATOS ¿A qué llamamos masculinidad?
Análisis teórico del concepto masculinidad en las
ciencias sociales y la psicología

Unidades de Registro MASCULINIDAD GÉNERO FEMINIDAD PATRIARCADO PODER IDENTIDAD DOMINACIÓN VIRILIDAD
El poder puede
ser definido de
Unidades de contexto

una forma
amplia como un
fenómeno
generalizado:
consiste en la
capacidad para
actuar en la
consecución de
objetivos e
intereses
particulares, la
capacidad de
intervenir en una
secuencia de
acontecimientos
y alterar su
ARIÑO(2003) curso.
Sexo socialmente
BARBIERI (1992) construido.
“Algo” medible
mediante las
proporciones del
órgano sexual
BARBOSA (1998) masculino.
Sistema social
históricamente
BASTOS (1997) específico.
Significa las funciones y
roles asignados por la
sociedad y la cultura a
los individuos, conforme
a sus diferencias Contraposición al
BERNARDINI. (2000) sexuales. Género.
Es una categoría, no en
el sentido de afirmación
universal sino, como
sugiere el origen griego
de la palabra, en el
sentido de objeción y
acusación pública, de
debate, protesta,
BOCK (1991) procedimiento y juicio
El género es un principio
organizador, un código
de la conducta por el
cual se espera que las
personas estructuren
sus vidas, sean
femeninas o masculinas
y se comporten
femenina o
masculinamente. Por lo
tanto, género funciona
como una normativa que
determina la percepción
social de las mujeres y
BONACCORSI(1996) varones.
Sistema que va en
contra de la
dignidad no sólo de
las mujeres, sino
también de muchos
varones que no
piensan ni actúan
según la ideología
de los machos
BOSCÁN(2006) dominantes.
Propiedad de los El producto de un La virilidad,
BOURDIEU(2002) hombres al que trabajo entendida como
MATRIZ DE DATOS
solo se accede continuado capacidad
siendo hombre, (histórico por reproductora,
con un derecho tanto) de sexual y social,
natural de los reproducción al pero también,
mismos a que contribuyen aptitud para el
poseerlo. unos agentes combate y para el
singulares (entre ejercicio de la
los que están los violencia (en la
hombres, con venganza sobre
unas armas como todo), es
la violencia física fundamentalmente
y la violencia una carga.
simbólica) y unas
instituciones:
familia, Iglesia,
escuela, Estado.
La red de creencias,
rasgos de personalidad,
actitudes, valores,
conductas y actividades
que diferencian a
mujeres y a hombres.
Tal diferenciación es
producto de un largo
proceso histórico de
construcción social, que
no sólo produce
diferencias entre los
géneros femenino y
masculino, sino que, a la
vez, estas diferencias
implican desigualdades
y jerarquías entre
BURIN, M. (2001) ambos.
El género […] es la Tiempo histórico -
síntesis bio-psico-socio- construido sobre
cultural en cada nociones
persona. El género se específicas de
integra históricamente secuencia y
por el conjunto de transcurso-, del
cualidades […] dominio masculino
asignadas de manera de las sociedades y
diferenciada a los culturas de una
individuos según su diversidad
CAZÉS (1998) sexo. asombrosa.
Género se refiere a las
conductas de
identificación sexual
asociada a miembros de
una sociedad, misma
que son aprendidas
desde la infancia
temprana y transmitida
de generación en Afirmación de
generación dentro de un estereotipos
contexto familiar y masculinos ante
CERVANTES(2006) social. otros hombres.
El género es una forma
de ordenamiento de la
CONNELL (2003) práctica social.
El género es una
práctica social que
constantemente se
refiere a los cuerpos y a
lo que estos cuerpos
hacen, pero no es una
práctica social reducida
al cuerpo. La práctica
social responde a
situaciones particulares
y se genera dentro de
estructuras definidas de
CRUZ (2006) relaciones sociales.
MATRIZ DE DATOS

Una
interdependencia
entre dos
“elementos” pero
de forma
unidireccional,
es decir, un
elemento
manipula la
conducta del
otro.
DAHL(1976)
Sistema político
(que) proporciona la
organización sexual
jerárquica de la
sociedad necesaria
para el control
EISENSTEIN(1977) político
Género puede ser
definido como una
categoría dinámica,
construida socialmente,
que tiene como base las
ELLEN & diferencias sexuales Un elemento de
JIMÉNEZ(2001) biológicas. la masculinidad.
(masculina) se
adquiere en el
proceso de
diferenciación con
FAJARDO & la madre y el
REVILLA (2006) mundo femenino.
Tipo de relación
producida
(aunque no
mecánicamente)
por la
diferenciación y
jerarquización
entre los géneros,
configurando un
orden sexual y
FERNÁNDEZ, F. genérico
(2004) (jerarquizado).
Se deriva del poder
de los padres en
una época histórica
FERNÁNDEZ (1998) concreta.
El género es construido
en un cuerpo que tiene
un sexo definido y al que
se le atribuyen
características
psicológicas, sociales y
económicas, lo que
resulta en acciones y
comportamientos
específicos, que casi
FIGUEROA & siempre se traducen en
relaciones de poder
LIENDRO(1995); unilaterales: dominación
SCOTT(1996); SZASZ. masculina vs. sumisión
(1999) femenina.
Género se trata de
relaciones de
FLAX (1990) dominación.
Una red
productiva que
pasa a través de
todo el cuerpo
social, en lugar
FOUCAULT de una instancia
MATRIZ DE DATOS
negativa que
tiene por función
reprimir.
Un estado precario
Masculinidad es la forma o artificial que los
aceptada de ser un varón muchachos deben
adulto en una sociedad conquistar con
GILMORE(1994) concreta mucha dificultad.
Toda organización
política, económica,
religiosa o social,
que relaciona la idea
de autoridad y de
liderazgo
principalmente con
el varón, y en la que
el varón desempeña
la gran mayoría de
los puestos de
autoridad y
dirección.
GOLDBERG (1976)
La categoría género
tiene la cualidad de
servir como mediadora
entre otros conceptos o
teorías. Puede ser
utilizada como categoría
intermedia para
entender algunos
procesos, o puede
representar una
dimensión cultural,
simbólica e ideológica,
como la de clase social,
GONZALES, S. (1993) raza y etnia, entre otras.
Formación histórica
qué se sitúa del
3100 al 600 a.C. y
GRAHAM (1996) se mantuvo
Unidad donde
convergen diversos
referentes
simbólicos por
medio de los cuales
el sujeto se sabe
diferente de unos y
GRANADOS (2003) similar a otros.
Asimetrías
socialmente
arraigadas, que
hacen posible
que algunas
categorías de
individuos
restrinjan o
configuren las
opciones y las
acciones de
otros y que estos
otros no
cuestionen tales
asimetrías.
GUEVARA(2003)
El género es una
categoría fundamental
en la que significado y
valor están asignados a
cualquier cosa existente
en el mundo; se trata de
HERNÁNDEZ, A. una forma de organizar
(1999) las relaciones humanas.
MATRIZ DE DATOS
El género es la
categoría organizadora
central de nuestra
psique, el eje alrededor
del cual organizamos
JIMÉNEZ (2003) nuestra personalidad.
Una capacidad
para dominar y
KAUFMAN(S.f.) controlar.
Un conjunto de
significados siempre
cambiantes que
construimos a través de
nuestras relaciones con
nosotros mismos, con los
otros, y con nuestro
KIMMEL(1997) mundo”.
El género, como ya se
señalaba, se refiere a la
conformación social de
lo masculino y lo
femenino, y a la
asignación también
social de las diferentes
cualidades y atributos
propios de hombres y
LAGARDE (1990) mujeres.
El género es la manera
en que la sociedad
simboliza la diferencia
sexual y fabrica las
ideas de lo que deben
ser los hombres y las
LAMAS (2002) mujeres.
Posesión basada
en elementos
LEACH(S.f.) económicos.
Tipo de orden,
manipulable,
desafiable y
LEVINSON (1999) alterable.
(Masculina) es el
efecto de un
orden natural de
las cosas que
legitima y difunde
una serie de ideas
(Masculina) prefijadas de lo
construida por que significa ser
oposición al mundo hombre y ser
LOMAS (2005) femenino. mujer.
No sólo como un
sistema de poder de
los hombres sobre
las mujeres, sino de
jerarquías de poder
entre distintos Un imperativo que
grupos de hombres lleva a los varones
y también entre a esforzarse para
diferentes lograr ser adscritos
MANZELLI (2006) masculinidades. como tales.
El tipo de unidad o
de relación de
igualdad que se
MARTÍNEZ & CORTÉS atribuye a lo que es
(1992) idéntico a sí mismo.
El más sublime
elemento de la
motivación
humana, una vez
cubiertas las
MATEO & necesidades
VALDANO(S.f.) primarias.
MATRIZ DE DATOS
Construcción social
funcional y
necesaria hasta
que se constituyan
sujetos sociales
que realicen
rupturas o
transformaciones a
MENJÍVAR(2004) dicha construcción.
El género, junto con la
etnia y la clase
“…constituye uno de los
tres grandes modos de
la diferenciación y la
MILLÁN (1993) jerarquización social.
Forma de poder
(que) es más
rigurosa que la
estructura social de
clases sociales.
"poder masculino
sobre las mujeres"
quedando
subordinadas al
mismo.
MILLET(1975)
La masculinidad o, mejor,
las masculinidades son
construcciones históricas
[…], en procesos
dialécticos donde la
coyuntura y la larga
duración se entrelazan y
se manifiestan con mayor
claridad en las luchas de
representación de los
grupos sociales; es decir, Ligado a la
entre los grupos que masculinidad, pero
tienen el monopolio de con contenidos
designar y fijar ciertos variables en el
MIRANDA(1998) estereotipos. tiempo
Conjunto de conductas
atribuidas a los varones
MONEY (1955) y las mujeres.
Se constituye como
una experiencia
ontológica que se
El poder se
va transmitiendo de
define como la
generación en
capacidad de un
generación y se
individuo o grupo
articula a través de
de individuos
vivencias
para hacer que
compartidas por
otros hagan lo
una colectividad.
MONTECINOS (1997) que él desea.
Tipo de relación
que se modifica
conforme la mujer
Tipo de orden participa en los
MONTESINOS , R. basado en la familia ámbitos de la
(2002) nuclear. sociedad.
La(s) masculinidad(es) son
las distintas formas en las
que los hombres
confirman lo que piensan
MOSSE(1998) que es su virilidad.
El género es la red de
creencias, rasgos de
personalidad, actitudes,
sentimientos, valores,
comportamientos y
actividades que hacen
diferentes a los hombres
OAKLEY (1977) de las mujeres,
MATRIZ DE DATOS
aprendida mediante un
proceso de construcción
social.
(de Género)
[perspectiva
psicológica] es
adquirida a través
de la interacción
social entre los
individuos vía el
lenguaje, donde se
El género no es un van conformando
rasgo innato sino una los simbolismos y
construcción las significaciones
sociocultural, donde el imaginario-sociales Demandas y
ser mujer y el ser que influirán en la exigencias
hombre no es definido forma de sentir, de permanentes de
por su “naturaleza” sino vivir y de asumir los cumplir “estándares
por la totalidad de papeles de género masculinos” ante la
cualidades, propiedades del grupo social y condena de
ORTEGA, TORRES & y atributos cultural al que se exclusión si no los
SALGUERO(1999) socioculturales. pertenezca. cumple.
El género es tema
fundamental para
trabajar sobre las
relaciones entre
hombres y mujeres. El
género hace referencia
a la equidad, a la
división de roles, a la
participación de
hombres y mujeres en
los distintos ámbitos del
orden social y en la
realización personal.
OSPINA(1997)
La masculinidad existe Una fuerza,
como ideología, como facultad o
conducta codificada; existe facilidad para
en el marco de las Tipo de sociedad hacer o
PÉREZ(2003) relaciones de género. humana conseguir algo.
Ejercido por el
hombre como
PIEDRA(S.f.) capacidad.
(Categoría analítica) que
permite explicar y
comprender los
procesos sociales y las
acciones de los
individuos y las
colectividades a partir de
sus roles masculinos y
femeninos, entre otras
cuestiones. El género no
es una “sustancia” ni
una “esencia” que en
última instancia define lo
RAVELO(1996) que somos.
Género es, por una
parte, un elemento
constitutivo de las
relaciones sociales, por
otra es una forma
primaria de relación de
RIQUER (1993) poder.
El género pasa a ser, en
las ciencias sociales,
una forma de
caracterizar las
construcciones sociales
y culturales. Viene a ser
una forma de referirse a
RODRÍGUEZ, A. (S.f) los orígenes
MATRIZ DE DATOS
socioculturales de las
identidades de mujeres
y hombres, siendo una
categoría básica para el
análisis de la
desigualdad social, dada
con la marginación y las
exigencias para los dos
sexos.
Entendemos por género
a la serie de
construcciones mentales
respecto a la
pertenencia o no del
individuo a las
categorías dimórficas de
los seres humanos:
masculina y femenina,
así como las
características del
individuo que lo ubican
en algún punto del rango
RUBIO(S.f.) de diferencias.
Organización que
jerarquizó las
relaciones sexo-
género e igualmente
SÁNCHEZ (1999) las vinculó.
El poder es una
forma de
relación
constituida por la
posibilidad de
que un individuo
influya sobre la
conducta de
SANTILLANA (2005) otros.
Hecho concreto
con el que "una
persona se
reconozca como
ella misma, con
una continuidad en
la historia, con
determinadas
características y
una ubicación en
un contexto social
SANTOS(1997) determinado.
Es un “elemento
constitutivo de las
relaciones sociales
basadas en las
diferencias que
distinguen los sexos y el
género es una forma
primaria de relaciones
SCOTT, J. (1993) significantes de poder.
Asignada y
adquirida por el
hecho de haber
vivido desde el
nacimiento las
experiencias, ritos
y costumbres
atribuidos a cierto
STOLLER(1960) género.
Se refiere al hecho de
pertenecer a uno u otro
sexo (femenino-
masculino), y es la
sociedad quien
TRONCOSO(1996) establece dichos
MATRIZ DE DATOS
significados.
El género es una
construcción social,
TUCHIAR(s.f.) cultural e histórica.
Capacidad y
modo de dirigir
La masculinidad como las acciones de
categoría social está los otros, modo
constituida por de acción y
presupuestos relación de
socioculturales sobre individuos,
ideales y estereotipos de pareja o
género y de colectiva; y como
relacionamiento inter- condición que no
genérico que contribuyen se posee, sino
a la construcción del que se ejerce en
imaginario subjetivo, la íntima relación
representación social, la con las nociones
manera de ser y la manera de dominio,
VILLASEÑOR & de relacionarse de enajenación y
CASTAÑEDA(2003) hombres y de mujeres. exclusión.
El poder es la
posibilidad de
imponer la
propia voluntad,
dentro de una
relación social,
aun contra toda
resistencia y
cualquiera que
sea el
fundamento de
WEBER(S.f.) esa probabilidad.
La capacidad de
ejercer coacción
para la
realización de
algo, en virtud
del mando o
rango de
autoridad que se
YARCE(S.f.) posee.
GRAFICAS SOBRE LA INVESTIGACIÓN

Esta grafica nos muestra de manera directa y sencilla los porcentajes de la muestra
bibliográfica localizada. Como se observa las fuentes de referencia están dominadas por los
artículos de revistas científicas especializadas o relacionadas con los estudios de Género,
además las fuentes referidas por libros publicados solo alcanza un mínimo porcentaje en la
muestra demostrando como los estudios de Género están localizados en artículos nacidos
tanto de investigaciones como de análisis comunicados a través de las revistas científicas. A
pesar de ser una muestra localizada en un periodo de 6 meses, nos da un panorama de cómo
se encontraba la bibliografía en este periodo, dando un registro para futuras comparaciones
sobre el tema.
En esta grafica visualizamos como están divididas las fuentes de referencia de los artículos de
revistas científicas. Es notorio como está dominada la muestra por artículos obtenidos de la
revista La ventana, revista de Estudios de Género auspiciada por el centro de estudios de
género de la Universidad de Guadalajara, la presencia abundante de artículos de esta revista
revisados se explica por la especialización que demuestra y sobre todo por la accesibilidad que
presenta su página de internet para la obtención de sus artículos. Las demás revistas en
general se localizaron utilizando el motor de búsqueda de Redalyc (Red de revistas científicas
de América latina y el Caribe, España y Portugal) localizada en http://redalyc.uaemex.mx; este
motor de búsqueda fue utilizado para acceder a toda los artículos que pudiera ofrecernos sobre
el tema masculinidad y en segundo momento para complementar el tema de Género. Esta
búsqueda nos permite darnos cuenta que el tema de masculinidad, Género y en algunos casos
conceptos íntimamente relacionados a la masculinidad, es abordado en múltiples revistas
científicas pero como la grafica lo muestra, no de forma representativa comparativamente. Es
decir, durante la búsqueda La ventana demostró ser la revista con mayor presencia y las
demás revistas solo aparecen de forma muy sutil. No significa que las demás revistas no
expresen un interés en la temática, sino que particularmente en esta investigación no
representaron una mayor presencia.
Esta última grafica nos menciona como se dividió el porcentaje de conceptos localizados para
el análisis de datos. Recordemos que el concepto central de la investigación es Masculinidad, y
a pesar de ello observamos cómo solo representa un 7%; la respuesta que indicamos en el
análisis de datos es que como concepto aún pensado como univoco y por tanto se cree
innecesario definirlo pero entenderá mejor sobre el concepto dirigiéndose al apartado de
análisis de datos en el subcapítulo: La masculinidad, “lo masculino”, los hombres y la virilidad.
En los demás porcentajes descubrimos como el “Género” es el concepto más definido en la
bibliografía solo seguido por “patriarcado” y “poder” con porcentajes considerables.
1
Curiosamente el concepto “feminidad” es aquel que presenta el menor número de definiciones ,
guardando una relación con “masculinidad” en lo referente de ser aún ambos términos de
definición univoca, es decir, ambos conceptos aún no se consideran con significados estables,
pero entenderá mejor esto en el análisis de datos.

1
De hecho no se localizó ninguna definición del termino feminidad por si mismo, en la gráfica se cuentan aquellas definiciones
“enlazadas” con masculinidad, es decir, se utilizaron para graficar aquellos enunciados que manejaban ambos términos como
polaridades caracterológicas (masculinidad: activo, feminidad: pasivo, por ejemplo), para término de análisis de contenido no se
tomaron en consideración dichas definiciones por no cumplir con los criterios para ser analizado el concepto.
José Abraham García Madrigal
Lugar y fecha de nacimiento: Morelia,
Michoacán, México. 15 de Octubre de 1984

Cursó estudios de nivel básico en la primaria


federal Mariano Matamoros y estudios de
secundaria en la escuela secundaria Federal
# 8 “José Trinidad Guido”. Posteriormente
ingresó al Primitivo y Nacional Colegio de
San Nicolás de Hidalgo donde obtiene su
nivel de Bachiller en ciencias químico-
biológicas.

En el año 2003 se matricula en la Facultad de


Psicología de la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, en donde se dirige a
obtener el grado de Licenciado en Psicología,
a través de su Tesis “¿A que llamamos
masculinidad?” Análisis teórico del concepto masculinidad en las ciencias sociales y la
psicología”.

En su faceta filosófica es un nietzscheano “confeso”, no solo por compartir el mismo


día de nacimiento que Friedrich Nietzsche, sino por compartir también posturas criticas sobre
sus sociedades. En su faceta científica es un seguidor apasionado de la teoría de la evolución
darwiniana y de las hipótesis sobre la hominización, “el humano no debería temer a su origen
evolutivo, su origen desde la naturaleza, el saberse un animal, en lugar de ello debería de
temer a mucho de lo que el mismo ser humano llama humanidad”, es un discurso de García
sobre la obstinación de muchos sectores sociales a renegar sobre características que
consideran colocan al ser humano como algo “superior” a todos los demás seres vivos,
arguyendo que la inteligencia y el raciocinio le colocan como un ser inigualable en el universo,
siendo una expresión que indica el homocentrismo que aún impera en las culturas, es decir,
seguir sustentando al ser humano como el Ser supremo, lejano a los demás seres vivos. Es la
unión entre la teoría de la evolución, las hipótesis sobre la hominización y los descubrimientos
de Nietzsche sobre el humano decadente lo que confluye en una dinámica que se perfila a ser
posiblemente un parte aguas para el ego humano, cada vez más débil ante las muestras de
que puede ser simplemente un ser vivo entre tantos y que (como lo indicaba Nietzsche) los
valores de la modernidad nacen de un resentimiento a la vida, además de un resentimiento a
su origen en la naturaleza, esto es para García un interesante fenómeno donde confluye sus
dos facetas, indicando su interés de estudio posterior a analizar el fenómeno de la
masculinidad y el Género desde la Psicología.
FUENTES DE REFERENCIA
Libros
Badinter, E. (1992), “XY La identidad masculina”, Madrid: Alianza.
Bourdieu, P. (2005). La dominación masculina. Barcelona, España: Anagrama.
Brom, J. (1973). La segunda guerra mundial. En J. Brom, Esbozo de historia
mundial (págs. 212-219). México: Grijalbo.
Burin, M. (2001). Estudios de género. Reseña histórica. En M. Burin, & I. Meler,
Género y familia. Poder, amor y sexualidad en la construcción de la
subjetividad (págs. 19-29). D.F., México: Grijalbo.
Jiménez, L. (2003). Dando voz a los varones. Sexualidad, reproducción y
paternidad de algunos mexicanos. Cuernavaca, Morelos, México: CRIM.
Lamas, M. (2002). Cuerpo: diferencia sexual y género. D.F., México: Taurus.
Navarro, & Díaz. (2006). Análisis de contenido. En Delgado, & Hernández,
Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales (págs.
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