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Nos encontramos con dos importantes consideraciones que justifican y explican el análisis de
los discursos que se producen y circulan en nuestra sociedad: por un lado, son una práctica
social (Fairclough 1992, 1995), es decir, nos permiten realizar acciones sociales, por lo
mismo, resulta importante analizar los discursos y así tratar de leer la realidad social;
por otro, dada la opacidad que acompaña naturalmente a los procesos discursivos, el
análisis no sólo es útil, sino que se hace necesario. Trataremos de graficar y comprender mejor
eso de la opacidad efectuando un paralelo pedagógico con un descubrimiento genial de Marx
que si bien dice relación con la economía, puede ser aplicado a lo discursivo. Cuando este
pensador alemán estudia las prácticas materiales que genera la estructura de la economía
capitalista concluye lo siguiente: el carácter real de la práctica económica es ocultado por las
apariencias. Esto lleva a Marx a reconocer que la relación entre ideas y realidad está mediada
por el nivel de las apariencias, el cual forma parte de la esfera de las formas fenomenales
(Marx 2008). De este modo, distingue entre un nivel inmediatamente presente en la superficie
de las sociedades capitalistas: El de la circulación (o intercambio) de mercancías, y otro que
opera bajo o detrás de la superficie. En parte el verdadero funcionamiento del proceso de
producción se manifiesta a través del nivel visible del intercambio, pero, en parte muy
importante, también es ocultado por éste mismo nivel (véase Larraín 2007). Es esta distinción
entre dos niveles de la realidad el que después lleva a afirmar a Zizek (2003) que es Marx quien
inventa la noción de síntoma. Siendo el síntoma lo visible, y aquello que, a su vez, esconde las
dimensiones no visibles que le dan forma, que lo sintetizan y que interesan al analista. ¿Y eso
qué tiene que ver con el AD? Es justamente siguiendo esa distinción entre las formas presentes
en la superficie discursiva y los procesos opacos en el lado de la producción, entre el síntoma y
el núcleo oculto que le da origen y forma, como debemos analizar los discursos, es decir,
entenderlos como síntomas, no como espejos que necesariamente reflejan de manera
transparente la realidad social, ni los pensamientos o intenciones de las personas. Así, lo que
ocurre en el nivel de la circulación de los discursos no es necesariamente un reflejo de lo
ocurrido en el nivel de su producción, lo que quedan son huellas, pistas, hebras, síntomas que
el analista debe saber describir e interpretar. Porque, claro, si los discursos fueran
transparentes, ¿qué sentido tendría hacer análisis? Entonces bien, al entender la opacidad
llegamos a la justificación del análisis, y al comprender que el discurso es una forma de acción,
encontramos el sentido y el propósito del análisis. De acuerdo a lo dicho y por lo mismo, el
analista del discurso debería asumir que el contenido manifiesto de un texto puede en ciertas
circunstancias ser un dato engañoso. En ese sentido, antes que verificarlo, a menudo hay que
aceptar la relatividad del dato discursivo (Santander 2007). Distingamos, al respecto, tres
situaciones fundamentales que deben formar parte de nuestra claridad teórica previa al
análisis:
En ocasiones lo dicho puede resultar secundario, por ejemplo, cuando el género discursivo
prima sobre el contenido del evento, situación ya advertida por Horkheimer y Adorno (1969) y
que ocurre, por ejemplo, en el caso de los reality show o de las teleseries donde se repiten
siempre los mismos personajes, las mismas situaciones; o incluso en los noticiarios, en los
cuales año tras año vemos las mismas noticias acerca de desastres, de delincuencia, del Tercer
Mundo, etc.
II.1.1. Primario:
Se centra en las ideas e información que están explícitamente expuestas en el texto, por
reconocimiento o evocación de hechos. El reconocimiento puede ser:
De detalle: identifica nombres, personajes, tiempo y lugar de un relato; de ideas
principales: la idea más importante de un párrafo o del relato; de secuencias: identifica el
orden de las acciones; por comparación: identifica caracteres, tiempos y lugares explícitos;
de causa o efecto: identifica razones explícitas de ciertos sucesos o acciones.
Realizamos entonces una lectura elemental: seguimos paso a paso el texto, lo situamos en
determinada época, lugar, identificamos (en el caso de un cuento o una novela) personajes
principales y secundarios; nos detenemos en el vocabulario, las expresiones metafóricas.
Muchos de los fracasos en la escuela responden al desconocimiento del léxico específico de
cada disciplina (por ejemplo, el lenguaje matemático) o a la interpretación de ciertos
vocablos dentro de determinado contexto. El alumno tiene que adiestrarse en el significado
de los vocablos y cuál es la acepción correcta de las que figuran en el diccionario de acuerdo
al significado total de la frase en el cual se halla inserto.
II.1.2. Secundario:
II.1.3. Ejemplo:
Había una vez una rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se
esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su
ansiada autenticidad.
Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora,
hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl. Por fin pensó que la
única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó
a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para
saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente
sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas
ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían. Y así seguía haciendo
esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran
una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella
todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que
parecía pollo.
Augusto Monterroso
II.2.1. Ejemplo:
II.3.1. Ejemplo:
Una leona de Kenia adoptó una cría de órix y la tuvo con ella unas semanas hasta que un
león se la zampó aprovechando que la gran felina se había ido a cazar. Las leonas son las
que trabajan fuera de casa y el león sigue siendo el rey de la selva. (Siempre hay alguien que
está peor, señora).
La imagen de la fiera y el herbívoro conmovió al tontorolo mundo a través de las agencias
internacionales de noticias. La misma leona ha adoptado otro órix y ese comportamiento
¿antinatural? ha planteado varias hipótesis. La más sentimental habla de una leona estéril
con ansias de maternidad. La más científica sospecha que ese comportamiento puede darse
una vez, pero muy raramente dos. De esta última se malicia la más cínica: el parque de
Kenia necesita publicidad que atraiga turismo de salacot y el segundo órix ha sido colocado
como un tupperware de carne para la leona por el gabinete de publicidad.
Hay una versión religiosa, la que acude a la profecía de Isaías: 11:6 «el ternero dormirá
junto al león». Woody Allen la mejoró: «El ternero dormirá junto al león, pero el león
dormirá mejor».
La imagen sugiere una interpretación política internacional cuando todo son noticias sobre
la situación militar del mundo en la que coincide un rearme estadounidense nunca visto con
una política unilateral practicada por primera vez. El unilateralismo de Estados Unidos es
muy felino, y la descompensación militar convierte al resto de los países del mundo en
herbívoros.
Ni caso a Naciones Unidas, ni al papel de la OTAN, Tony Blair (el león británico) quiere ser el
cachorro del rey león y deja al mundo un papel de órix. Dicen que el Ejército ya no se hace
con soldados, pero el ruso –hasta hace pocos años nivelador – pasó de 4,2 millones de
efectivos a 1,2 millones. Para más ensañamiento, corre la frase de que «al Ejército ruso le
temen como aliado, no como contrincante».
El órix más penoso es el afgano. Hace cinco meses que Afganistán es pasto de los leones que
buscan a Bin Laden («El león de Kandahar», le habría bautizado Emilio Salgari); ha visto
caer por las bombas su gobierno talibán (con los consiguientes daños colaterales),
observado cómo era alzado un gobierno cría de órix –amigo de Estados Unidos– y sigue
siendo bombardeado con todo lujo de nuevos armamentos como las bombas termobáricas,
que asan en agujeros. En la guerra infinita que parecía acabada murieron ayer siete
soldados estadounidenses.
Cada vez que los países europeos señalan España como la base europea de Al Qaeda («La
Base», valga la redundancia bilingüe), con más recelo se contrasta que nuestra dieta
mediterránea es tan vegetal que nos hace herbívoros. ¿Y si nos suman a los millones de
estadounidenses que son órix en su propio país durmiendo al calor del león, remedando la
imagen del parque natural de Kenia, cumpliendo la profecía de Isaías, padeciendo el
insomnio diagnosticado por Woody Allen?".
Javier Cuervo
Crítica:
El texto de Javier Cuervo resulta tan ameno y simbólico, como irónico y crítico: dice y no
dice, denuncia y disimula al mismo tiempo la cruda realidad: la política belicista,
imperialista, en este caso, al servicio de intereses económicos, publicitarios....
Comienza el autor con un hecho que impresiona la sensibilidad del lector (función
apelativa): una leona adopta maternalmente un cachorro y el león se lo devora sin
contemplaciones. Y vuelve a intentarlo, a sabiendas que puede repetirse la escena. Ello da
lugar a varias teorías, ante las que el periodista toma postura: todo se reduce a la
publicidad de un parque natural. Ofrecer carne de consumo al servicio de los poderosos.
El episodio del órix (el frágil herbívoro) sirve de ejemplo didáctico al periodista (función
representativa) para ilustrarnos de lo que ocurre en la política internacional. Y para ello
visualiza el suceso con un esquema (un diagrama) de personajes: EE. UU. es el fiero león que
connota al presidente Bush (sin citarlo, claro), dispuesto a zamparse al mundo para ser
reelegido. De forma paralela, Tony Blair es su cachorro de rey león (cría de Bush), que se
engulle parte del mundo también, comenzando por el ejército ruso (¡quién lo diría!).
Siguiendo el esquema (devorador y devorado), con el pretexto de cazar a Bin Laden ya se
tragaron Afganistán; y con el pretexto de desmantelar Al Qaeda, podrían engullirse a
España también. Sugiere de aquí el autor que se cumple la profecía de Isaías, con los
matices de Boody Allen: los únicos que duermen tranquilos en estas circunstancias son los
leones. Los demás, simples bocados tiernos y apetecibles.
Como dije al principio, el texto me parece oportuno, adecuado al momento internacional, a
pesar de sus ironías y abstracciones (función poética del lenguaje). Además, no afirma:
sugiere, deja pensar y tomar postura al lector (función apelativa, otra vez). Pero le advierte
de un riesgo evidente: el caso ruso no es tan lejano (se lo zampó un león). Afganistán,
tampoco (se lo están zampando). Y España está bien cerca para nosotros: se la pueden
zampar también los cachorros o los leones de turno.
La conclusión va fluyendo sola del texto: nadie está libre de las garras de leones tan fieros,
con disfraces tan paternales: parece que les gusta mucho la dieta mediterránea (los países
más cercanos ya). Y España es mediterránea, por supuesto.
Por esto me gusta un texto que dice cosas en las que yo no había caído antes: las alianzas
con los leones son muy peligrosas, sobre todo cuando de la noche a la mañana nos
convierten en simples bocados de tupperware, como crías indefensas (órix, terneros) que
pastaban tranquilas en la pradera al cobijo de la madre. Ya no hay parque natural: todo es
selva abierta para las cacerías del rey más poderoso.
Me gusta también el estilo disimulado, el modo inteligente de decir y de callar que tiene el
periodista: es muy crítico con los políticos (los que están lejos), pero muy cauto con los de
cerca (por si acaso). Como el autor escribe en España, no va a nombrar al tercero en las
alianzas de cazadores (pero connota la famosa reunión de las Azores). La ironía (la crítica
subyacente) está en convertir al tercer rey león en órix comestible también, con dieta
mediterránea y todo. De haber citado nombres y apellidos, no le hubieran publicado el
texto, claro: y entonces no podía decir ni poco ni mucho. El autor prefirió decir lo suficiente,
tal vez pensando en el dicho: " a buen entendedor...".
Por lo demás, el estilo del texto, aunque sin complicaciones mayores, iría dirigido a unos
lectores medios, tal vez por esa ironía disfrazada que se propone el autor: usa palabras
como salacot (voz catalana, que significa 'capa oriental de tejido vegetal'); órix, que yo
desconocía hasta que la busqué en el diccionario (un bóvido, que incluye varias especies
rumiantes). Usa también términos más allá del registro coloquial: felino, diagnosticado,
remedar...
El estilo de la sintaxis es bastante claro: párrafos cortos, frases sin complejidades mayores;
nexos abundante; progresión de las ideas... Lo que no me parece tan acertado son ciertas
conexiones que no aclara del todo el autor: ¿qué tiene que ver el ejército ruso con Blair?
Podía haberlo explicado mejor para un lector no especializado en historia ni en política: para
unos lectores diarios de la prensa.
Pero en conjunto, estoy de acuerdo con el mensaje del texto: ya ningún país del mundo
puede vivir tranquilo con leones y cachorros que se hacen reyes del mundo, por cuestiones
comerciales, o por reclamos publicitarios, lo mismo da. Por vender imagen, por ganarse
unas elecciones... Por esto me quedo con una frase que me parece la clave del texto: "¿ Y si
nos suman a los millones de estadounidenses que son órix en su propio país durmiendo al
calor del león? ".