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PRESENTACIÓN:
El presente ensayo tiene como propósito realizar un análisis crítico de la denominada polémica
entre dos representantes del civilismo a finales del siglo XIX e inicios del XX. Para tal efecto se
han considerado como elementos de análisis, tres variables: Factor político, factor filosófico y el
factor propiamente educativo.
FACTOR POLÍTICO:
I
En nuestro país, el positivismo en el ámbito cultural se inicia con Manuel González Prada;
tuvo luego entre sus representantes a Carlos Lisson, Mariano H. Cornejo, Javier Prado, Joaquín
Cape- lo y. naturalmente, a Manuel Vicente Villarán, quien actuó como jurista, político,
pensador y maestro universitario.
En la inauguración del año académico de 1900, en la Univer- sidad de San Marcos, Villarán
pronunció un discurso sobre “Las profesiones liberales en el Perú “. Ahí planteó que el hombre
tiene en la ciencia el principal instrumento de su progresiva liberación como ser humano. Para
ello, hay que buscar formas educacionales basadas en una actitud y una metodología científicas,
suprimiendo los sistemas metafísicos tradicionales, eliminando el verbalismo, lo abstracto, la
ambición por los títulos profesionales, las preferencias literarias; implementando, en cambio,
una educación basada en los principios empíricos de la ciencia experimental.
De esta manera la educación sería democrática, simple, cien- tífica, común y profesional;
estimulando el trabajo y formando hombres.
Nuestro régimen de educación parece haber sido inventado deliberadamente para otro
país y otras épocas. Hay abundantes maestros que nos enseñan Historia, Literatura, Latín,
Teología, Leyes, Filosofía y Matemáticas, pero no hay ninguno que nos enseñe a labrar la tierra,
a criar el ganado, a explotar las selvas, a navegar, a comerciar, a fabricar cosas útiles (...) Así
preferimos la educación que adorna a aquella que aprovecha; la que da brillo a los espíritus
cultos y no la que forma inteligencias útiles, la que sirve para distraer el ocio de los ricos y no la
que enseña a trabajar al pobre (Villarán, 1962: 309-310).
Al analizar la situación de algunas profesiones, encontró que in- clusive hay pérdida de vocación
para el sacerdocio —quienes vienen
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ahora de España, Francia e Italia—; que no hay mucha aspiración para seguir la carrera militar, a
pesar de que en el siglo XIX se decía que la culminación de una carrera militar era ocupar la
presidencia de la República; o que hay un exceso de abogados que han surgido por la gran
cantidad de juicios existentes en el país (sobre todo de tierras y otros bienes). Señala también
que los extranjeros acaparan buena parte de las ocupaciones más rentables en el país.
Son los extranjeros quienes transportan por mar nuestros productos, porque no tenemos
navegantes ni navíos nacionales. Extranjeros explotan nuestros ferrocarriles, porque, aunque
fueron nuestros, no supimos conservarlos. Extranjeras son las empresas que extraen de la
tierra casi la totalidad de nuestro petróleo y nuestro oro, y tal vez la mayor parte de la plata,
del cobre y de la goma que exportamos (1962: 319-320).
Interesantes anotaciones que reflejan una cruda realidad de nuestro país ayer y hoy.
Observemos cómo en el aspecto económico no han cambiado las circunstancias, y que la
desnacionalización de nuestros recursos ha sido, y es, la característica principal de nuestro
desarrollo económico, lo que, por ende, ha permitido un escaso desarrollo de nuestro sistema
educativo.
Manifestaba Villarán que el destino del Perú dependía de una nueva orientación
pedagógica que permitiera la formación de hombres útiles, creadores de riqueza, por ello debía
haber pocos diplomados y literatos. El desarrollo económico del país debería ser la primera
preocupación nacional, así aumentaría la ilustración y la cultura. El hombre nuevo que el Perú
necesitaba debía ser educado para el trabajo. Su discurso del año 1900 era la formulación de
un proyecto de reforma social para nuestro país.
Desde el punto de vista de la ética, según Villarán, se llega a plantear la relatividad de todo
conocimiento, ya que los fenómenos y su encadenamiento natural son lo único que es dable
conocer, siendo lo único que se va conociendo cada vez más. Entonces, la
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La educación del indígena tendría que ser objetiva y orientada al trabajo productivo, a fin de
poder desarrollar sus cualidades na- turales sobre la base del ejemplo y con una decidida
participación del Estado en esta tarea (Ibídem).
El positivismo fue la corriente filosófica que orientó el deba- te educativo de los integrantes
de la generación del 900, la cual asignó al conocimiento científico un rol bastante importante
en la formación de una nueva sociedad, conocimiento que sería uti- lizado por el hombre para
comprender y dominar la naturaleza, y luego alcanzar el progreso y el bienestar de la
comunidad. Esto significaba dejar de lado una educación abstracta, verbalista y memorista,
en aras del desarrollo de una educación científica que tanto necesitaba el país. En su tesis
sobre el factor económico en la educación nacional, Villarán está en contra del predominio del
idealismo de la época y la excesiva importancia que se daba a la educación de la élite dirigente,
en cambio propone una educación para las clases medias y populares.
La educación debía darse de acuerdo a las capacidades intelec- tuales, económicas y
personales de los educandos. “Para que sea democrática, la educación necesita ser electiva,
múltiple, diversi- ficada [para lograr] educaciones de distintas especies, cualidades y grados,
según las posibilidades personales” (1962: 111-112).
Su pensamiento no estuvo exento del enfoque biológico y psi- cológico que caracterizó en
esa época al positivismo en el Perú. La reforma educativa implicaba también una reforma social,
algo que no hemos podido realizar hasta el día de hoy, debido —sobre todo— a la falta de una
política sostenida de Estado en el campo educativo, lo cual ha sido y sigue siendo una lástima
para nuestro país.
La vida y obra de Villarán estuvo permanentemente vincula- da al desarrollo de la
educación en el Perú. Como ministro en el primer gobierno de Leguía, inició el desarrollo de un
programa de perfeccionamiento docente en el extranjero, apoyó la labor de
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to educacional de este mismo. Otro punto —que lo diferencia en mucho de Deustua— fue la
defensa del indígena, al que consideró sano, fuerte y sobrio. Buscó que se implementase una
enseñanza realista, apropiada al ambiente, y que llegue hasta las clases me- dias y populares,
capacitándolas para la actividad económica y superando la tendencia de convertir al colegio
en una antesala de la universidad. Más bien se trata de facilitar carreras prácticas y técnicas
de acuerdo a las necesidades del país, mientras que la enseñanza teórica especializada debía
ser para alumnos selectos, cualquiera fuese su condición social. Villarán plantea, asimismo, la
necesidad de la ayuda extranjera —norteamericana en este caso—, el amor a la tierra, la
incitación a la vida simple y honrada, y el culto al trabajo y al planteamiento metódico, claro,
concreto y directo. Su prédica fue un credo educativo genuinamente democrático, frente a una
oligarquía preocupada en conservar o acrecentar sus privile- gios, frente a conservadores con
nostalgias coloniales. Planteó un programa para una burguesía progresista y emprendedora,
en el cual un mejor porvenir solo se podía lograr mediante el esfuerzo y la perseverancia de
todos los peruanos.
II
En la otra orilla, encontramos a Alejandro Deustua. Filósofo, jurista, periodista, docente
secundario y catedrático de San Marcos. Era también miembro prominente del Partido Civil. Por
encargo del Gobierno, visitó varios países europeos para observar los sistemas educativos
aplicados en Francia, Italia, España y Suiza. Fue el filósofo del sector más conservador del
civilismo, con un sesgo totalmente antipositivista, difundiendo más bien las ideas de Bergson,
Wundt, Eucken y Krauze.
Como miembro del Consejo Superior de Instrucción, Deustua propuso en 1901 una reforma
de la educación secundaria. Ocurría que en el Reglamento General de Instrucción Pública de
1876, la secundaria duraba seis años y se cultivaba el memorismo y la
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Debemos ver la educación con detenimiento y guiados por un concepto claro del progreso
nacional y la felicidad ciudadana. No ha habido un plan serio de educación de nuestra clase
dirigente, salvo lo intentado en el gobierno de Manuel Pardo. Lo que ha primado es la imitación,
sobre todo del modelo francés. Atacaba el proyecto de José Pardo y su ministro Jorge Polar, el
cual trataba de difundir la educación primaria mediante las escuelas para el pueblo,
considerándolo demagógico y que solo buscaba “seducir” al pueblo.
En 1905, José Pardo aprobó la Ley N° 162, que solo tuvo 22 artículos, en los cuales se
plantearon temas demográficos, econó- micos, pedagógicos y administrativos, creando las
inspecciones provinciales de enseñanza y declarando la gratuidad de la ense- ñanza primaria,
por lo que tuvo una especial preocupación por la educación primaria (González y Galdo, 1980:
93).
La educación disciplina las energías humanas para conciliar la felicidad individual con la
felicidad pública. La felicidad consiste en la búsqueda de la cultura material o de la cultura
ideal. Luego de la Guerra con Chile, nos decidimos por la primera, opción, sostuvo Deustua. La
defensa o fomento de la educación popular es consecuencia de la búsqueda de la cultura
material.
[...] la instrucción primaria eminentemente práctica, las escue- las industriales y
comerciales surgen como corolarios de ese criterio económico y por todas partes penetra el
utilitarismo como solución universal, desacreditando los ideales superiores (Deustua, 1904: 9).
En suma, Deustua ve al Perú dominado por la concepción ma- terialista de la felicidad
nacional, lo que desprestigia y desalienta la vida inspirada en la cultura ideal.
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Este punto ha sido uno de los más criticados dentro de la po- sición de Deustua y creemos
que ha sido claramente rebatido por Jorge Polar, José Carlos Mariátegui, José Antonio Encinas
y José María Arguedas, por citar algunos estudiosos que estuvieron en la otra posición del
pensamiento educativo, político y social en nuestro país.
Deustua planteaba que el pueblo no fue bien dirigido debido a los malos políticos. El
problema de la educación es muy grave
—sostiene Deustua—; no se trata de hacer reformas, sino de ver cómo y quiénes van a educar
a las clases dirigentes del país. Esto lo harán los colegios y las universidades. Lo que hace falta
es di- rección, moralidad de las clases dirigentes y educación selecta de ellas (Deustua, 1904:
17-18).
En relación con los analfabetos, nos dirá que “Los analfabetos! Esos infelices no deben
preocuparnos tanto. No es la ignorancia de las multitudes, sino la falsa sabiduría de los
directores lo que constituye la principal amenaza contra el progreso nacional” (Ibídem: 20).
Su concepción sobre la educación es totalmente elitista, lo cual constituye también uno de
los puntos débiles de su argumentación sobre el proceso que debía seguir la educación
peruana.
Se debe revitalizar y engrandecer el espíritu patrio, pero no hay que adorar el pasado, ya
que encierra y detiene la acción del presente. No tenemos una élite que luche por el ideal de
felicidad de una civilización superior. Existe, además, mucha división y anarquía en el país. En
el orden moral, valoramos las apariencias y el egoísmo. Es preciso, entonces, colocar el criterio
moral sobre el criterio lógico, estético y económico (Ibídem: 27). La filosofía
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tiene que servir para iluminar la conciencia, señalando objetivos a la inteligencia y estimulando
la voluntad, además, debe orientar las tendencias humanas y actuar sobre sus motivaciones.
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El progreso debe surgir como armonía y será el fin de la educación universitaria (Ibídem: 44). En
vez de gastar dinero y energías en escuelas, hay que impulsar la educación de los futuros
hombres de gobierno, convirtiendo a la universidad en la regeneradora de nuestra vida social
(Ibídem: 49). Su concepción sobre la educación universitaria es totalmente elitista, aun para su
tiempo.
Además de la obra ya mencionada, Deustua también nos dejó los siguientes trabajos:
Apuntes sobre la enseñanza secundaria (1908); La cultura superior en Italia (1912); “A
propósito de un cuestionario sobre la reforma de la ley de instrucción” (1914); “La reforma de
la segunda enseñanza” (1916); La cultura superior en Suiza (1929).
En su ancianidad publicó la obra El problema nacional de la educación (1935), en la que
defendía una pedagogía basada en la teoría de los valores humanos, en el culto de la voluntad,
de la grandeza moral y de la solidaridad social. Fue un propulsor de la pedagogía filosófica, con
planteamientos muchas veces abstractos, sin entrar al terreno mismo de la educación sino
subordinándola a la filosofía.
Entre 1929 y 1930, ocupó también el Rectorado de San Marcos, tarea en la que no tuvo la
prestancia de sus mejores días dada su avanzada edad. Anteriormente, entre 1915 y 1919,
fue decano de la Facultad de Letras, y director de la Biblioteca Nacional entre 1918 y 1928.
Como lo acabamos de escribir, Villarán y Deustua no polemi- zaron directamente entre sí;
es más, trataron de no referirse el uno al otro en sus discursos y sus trabajos, pero sus opiniones
calaron hondo dentro del pensamiento pedagógico nacional.
Con quien sí polemizó Deustua fue con Julio Beker, jefe de la misión belga que formuló
recomendaciones para el funcionamiento del colegio Nuestra Señora de Guadalupe y para la
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de la Escuela Normal Central de Varones de Lima. Beker propuso reformar la ley de 1902, y la
polémica se dio en 1903 a través de las páginas de El Comercio (Deustua) y de La Prensa
(Beker). En opinión de Arista (2003: 73), no ganó ninguno de los dos.
Deustua planteaba que el trabajo no educa y permite la escla- vitud del alma, puede
contribuir a la expansión del espíritu me- diante la riqueza material que produce, pero esto es
muchas veces signo del impulso ciego del egoísmo; entonces, no significa una verdadera
libertad y libertad interior, moral o estética, la misma que constituye el fin y el contenido de la
educación.
Su concepto sobre el trabajo es aristocrático y medieval, olvida que la civilización occidental
reposa totalmente sobre el trabajo. El trabajo no es una servidumbre, sino algo inherente al
hombre. El destino del hombre es la creación, y la creación es trabajo; el hombre se realiza en
el trabajo (Mariátegui, 1995: 113).
En el campo educativo llegó a plantear que el problema cen- tral era la educación de la
élite, mientras que Villarán explicaba que en los Estados Unidos la escuela primaria fue el
antecedente histórico de la secundaria, y el college (colegio), el precursor de la universidad.
Existían, por lo tanto, entre esos dos hombres, Villa- rán y Deustua, profundas divergencias
entre sus planteamientos generales y específicos.
De otro lado, Deustua sitúa el problema de la educación en un terreno puramente filosófico,
pero, como ya lo hemos afirmado, la educación no se la puede conocer ni resolver
prescindiendo de la realidad y de la historia concreta del país. Deustua es también indiferente
al análisis de las relaciones que existen entre educación y economía.
De 1900 a 1920 se dieron cuatro leyes orgánicas de instrucción y se nominaron varias
comisiones reformadoras de la educación, lo que nos demuestra algo ya varias veces
expuesto: En el Perú,
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los planes educativos duran lo que dura el ministro o, máximo, lo que dura el gobierno, sin haber
existido una política de Estado en el campo educativo a lo largo de nuestro proceso
republicano, lo cual ha sido y es realmente lamentable.
Actualmente, en niveles de calidad educativa disputamos los últimos lugares a nivel
latinoamericano, así como en el fútbol profesional también disputamos la cola de la
clasificación para el próximo campeonato mundial.
Mientras tanto, hoy nos hablan de una “revolución silenciosa” en el campo educativo, la cual
es tan silenciosa que ha reducido nuestro Ministerio de Educación a ocupar los sótanos de un
museo y de una biblioteca.
Realmente, ¿qué más podemos decir? Los hechos hablan por sí solos. Ojalá tengamos
algún cambio en el futuro. Nuestros hijos y nietos nos lo agradecerían.
Unas palabras finales: ¿Qué rescatamos del pensamiento de Villarán y Deustua? Del
primero, reconocemos su talante demo- crático por sobre todo.
Además, destacamos su preocupación por la educación de los sectores medios y populares
de la sociedad, sin eludir la problemá- tica del sector indígena que hasta nuestros días no se ha
resuelto (recordemos que tenemos un 12% de analfabetos en el país desde hace 50 años).
También es digno de destacar su preocupación por la edu- cación técnica de acuerdo a las
necesidades del país, así como el deseo de implementar una educación basada en el avance
científico que va logrando el mundo, sin dejar de mencionar su permanente prédica a favor de
nuestro desarrollo económico. En suma, son varios los temas sobre los cuales tendemos que
seguir debatiendo en el presente y, seguramente, en el futuro.
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BIBLIOGRAFÍA
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