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La Inmutabilidad de DIOS

Significa “no sujeto a cambios”. Significa “no mutable”. Dios, en otras palabras, no
muta. Por ejemplo, el vapor que es una nube un día, puede ser lluvia al día
siguiente y niebla al siguiente, pero no es así con Dios. Dios es inalterable.
Leer: (Malaquías 3:6; Hebreos 6:17–18; Santiago 1:17; Hebreos 13:8)
Tozer observa que estos pasajes no tienen vestigios (rastros) de metáfora; no
pueden ser “interpretados”. Dios sencillamente nunca cambia. El cambio ni siquiera
es posible en Dios. “Dios nunca difiere de sí mismo”

Las personas, en cambio, son alterables.


(El amigo íntimo que usted tuvo una vez, ahora está distante y frío. Ese bebé que
una vez tuvo en sus brazos ahora quiere pedirle prestado el auto)
El hecho teológico de la inmutabilidad de Dios es verdad revelada: verdad que no
podríamos conocer por nuestro propio razonamiento a menos que Dios nos las
revelara. En este punto, Tozer aplica el principio expresado por Anselmo:
“No busco entender para creer, sino que creo para entender”. En otras palabras,
algunas cosas no pueden entenderse por medio de la razón; usted las tiene que
tomar por fe antes de poder entenderlas.

Pero una vez que ha tomado una verdad por fe, agrega, el acto de razonar puede
ser un ejercicio beneficioso.
¿Por qué Dios no puede cambiar?”.
Cuando algo cambia, ocurre una de tres cosas: mejora, empeora, o se vuelve
diferente (cambia de una clase de cosa a otra)

Dios no puede mejorar, porque Él es el estándar por el cual se miden todas las
cosas. Tozer trata esto en el primer volumen de Los atributos
de Dios cuando plantea la perfección de Dios:
Dios es completamente diferente y distinto, de modo que no hay grados en Dios.
Dios es simplemente Dios, una infinita perfección de plenitud,
y no podemos decir que Dios es un poco más o un poco menos. “Más” y “menos”
son palabra para las criaturas.
El cambio, dice Tozer, no significa nada para Dios, porque Él es perfecto y no
cambia; de la misma manera, la dirección no significa nada para Dios, porque Él
es omnipresente y no “va” a ninguna parte:
¡Él ya está allí! “De modo que estas palabras—mayor, menor, atrás, adelante,
abajo, arriba no pueden aplicarse a Dios. Dios, el Dios eterno, permanece
inalterado e inalterable; es decir, Él es inmutable”.

Dios, sin embargo, “no puede convertirse en ninguna otra cosa sino en lo que Él
es”. Eso tiene sentido, porque como el Dios absoluto, perfecto e infinito, Él ya es
todo lo bueno y justo y santo. Él no puede cambiar en algo diferente, porque algo
diferente sería un descenso de mejor a peor, y ya expusimos la imposibilidad de
esa clase de cambio.

Pero, ¿y la encarnación? ¿Dios no se “convirtió” en hombre? ¿Él no “cambió” en


algo “diferente”?
No dice Tozer, y apela al antiguo Credo de San Atanasio:
“Quien, aunque sea Dios y Hombre, sin embargo, no es dos, sino un solo Cristo;
uno, no por conversión de la Divinidad en carne, sino por la asunción de la
Humanidad en Dios”.

“Él tomó un tabernáculo sobre sí pero su deidad no se convirtió en humanidad. Su


deidad se unió a su humanidad en una persona para siempre. Pero el Dios eterno
e increado nunca puede convertirse en creado”.
Siempre el mismo

Todos los atributos de Dios se aplican igualmente a las tres personas de la


Trinidad, incluida la inmutabilidad. Nuevamente Tozer cita una línea del credo de
San Atanasio: “Así como es el Padre, así el Hijo, así el Espíritu Santo”. Dios es
siempre el mismo: Padre, Hijo y Espíritu Santo, por siempre y para siempre, por los
siglos de los siglos, amén.

La inmutabilidad de Dios también significa que no existe el relativismo moral. Lo


que Dios aprobaba y condenaba, lo sigue aprobando y condenando.
“La santidad y la justicia son la conformidad a la voluntad de Dios. Y la voluntad de
Dios nunca cambia para las criaturas morales”. La idea de que el bien y el mal son
términos relativos no es nada más que una mentira del abismo del infierno.

Es cierto que en el pasado Dios “pasó por alto” el pecado (Hechos 17:30), y todavía
soporta muchas cosas en nosotros debido a nuestra ignorancia; Él está esperando
que crezcamos para que vengamos a la verdad.
Pero Dios aborrece el pecado, y eso nunca cambiará. Su deseo supremo es, al
menos en el ámbito moral, que nos volvamos como Él en todo lo que hacemos. De
modo que, ¿cómo podemos saber cómo es Dios? Mire a Jesucristo (Juan 14:9).
Así como Jesús recibía a los niñitos (Mateo 19:14), continúa recibiendo al corazón
arrepentido que viene a Él en busca de perdón.

¿No es maravilloso saber que nunca cambia? Él está con nosotros siempre
(Mateo 28:20), listo para recogernos.
Cualquiera sea nuestra necesidad respuestas a sus preguntas, vida para su alma,
perdón para sus pecados, descanso para su trabajo Él sigue siendo “el mismo
Jesús”.

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