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Es un proceso que permite establecer la relación entre el adulto mayor y el entorno social que
le rodea. La valoración social tiene dos ámbitos: el individual y el social; el del ámbito
individual tiene como objetivo promover la máxima independencia, es decir, se ocupa del
manejo de los problemas funcionales y mentales de manera que se comprometa lo menos
posible el funcionamiento social; el social por su parte tiene como objetivo optimizar recursos,
es decir, se ocupa de promover las estructuras sociales y familiares que mantienen al adulto
mayor frágil y minimizando la sobrecarga de los cuidadores y la carga económica de los
cuidados de la sociedad.
A la hora de realizar la valoración social debe hacerse una selección y decidir qué factores
sociales son más importantes para un correcto manejo de las situaciones que enfrenta el adulto
mayor, para ello se debe:
La valoración social del adulto mayor, es por demás importante, no podemos ni debemos
excluirlos de la sociedad, ya que ellos mismos han sido parte del desarrollo la misma, y
excluirlos es un error que como personas y como sociedad nos devalua.
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pero no sólo de parte de la familia de donde proviene el adulto, sino del gobierno y de las
propias organizaciones de derechos humanos, y demás instituciones supuestamente interesadas
en el bienestar del adulto.
El maltrato incluye no sólo el maltrato físico, sino que incluye el maltrato emocional,
psicológico, abandono, explotación económica, abuso sexual, violencia domestica, de parte de
la comunidad, pero además de todo esto, otra manera de maltrato es el descuido por parte de la
familia, la omisión que se hace de sus necesidades y sus derechos que les corresponden como
a todo ser humano como el que se les atienda con respeto y cariño.
Los diferentes tipos de maltrato dependerán del contexto en el que viva la persona adulta, el
nivel sociocultural, si vive en un ambiente rural o en la ciudad, si es casado, viudo, o soltero,
si vive en hacinamiento, si tiene una pensión como único ingreso, etc., todos estos factores
serán determinantes para hacer a las personas adultas vulnerables a ser víctimas de maltrato.
3.3 INSTITUCIONALIZACIÓN
Las instituciones, asilos, o estancias para adultos mayores son algunos de los nombres para
nombrar a los lugares que reciben a éstos para que vivan permanentemente una vez que el
propio adulto mayor, o la familia, deciden que es lo mejor para ellos.
Dentro de la institución se pretende que el adulto mayor tenga sus necesidades básicas cubiertas
(alimentación, higiene personal, ejercicio, medicación, etc.) por personal capacitado.
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Este tipo de instituciones se crearon para tratar de satisfacer las necesidades de aquellas
personas adultas que por uno u otro motivo, dentro de su círculo familiar, ya no les es posible
cuidar de ellos; aunque son de gran ayuda, sin embargo diversos estudios han demostrado que
significan un retroceso en muchos aspectos de su vida, pues aquellos que estaban
acostumbrados a tener independencia fuera de estos lugares, al ingresar a ellos, se encuentran
con que tienen que adaptarse a horarios establecidos, para comer, para la higiene personal, para
dormir, y en general para todas aquellas cosas en los que ellos decidían cuándo y cómo las
hacían. Todo esto aunado a que físicamente se ven también limitados, en el sentido de que los
limitan para caminar solos, de levantarse solos, de una muy limitada oportunidad de salir de
estos centros para dar un simple paseo.
Es necesario por lo tanto regular y replantear lo que se va a ofrecer a nuestros adultos mayores
para que verdaderamente la institucionalización sea una opción viable y que ofrezca los
mayores beneficios para aquellas personas que por una u otra circunstancia no puedan estar al
cuidado de su familia.
Cuidador es aquella persona que de forma cotidiana se hace cargo de las necesidades básicas y
psicosociales del enfermo o lo supervisa en su vida diaria. Estas personas suelen interrumpir
su ritmo habitual y limitar su vida social, lo que trae con el tiempo una repercusión negativa en
su salud, que puede presentar un conjunto de problemas físicos, mentales, sociales y
económicos, a los que generalmente se les denomina “carga”. A esta “carga”, se le ha dado
diferentes nombres: colapso, crisis, sobrecarga, Burnout, síndrome del quemado, síndrome del
cuidador, síndrome del cuidador principal, claudicación del cuidador. El síndrome de
sobrecarga, se caracteriza por un cuadro plurisintomático que afecta de manera insidiosa, con
repercusiones médicas, sociales, económicas, y otras que pueden llevar al "cuidador primario"
a tal grado de frustración que finalmente colapse, evidenciando la enfermedad.
Habitualmente el cuidador inmediato suele ser el cónyuge, en segundo lugar los hijos,
principalmente hijas o nueras, ocupando un lugar menos importante otros familiares y personas
allegadas. La tendencia a cuidar a la persona mayor en casa y por la familia se ve favorecida
por motivos individuales como: el sentimiento de corresponder recíprocamente, la creencia de
que los cuidados familiares son mejores, el sentimiento de tener que responder a las demandas
sociales y cumplir con sus deberes.
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Los numerosos cuidadores “invisibles” dedican una considerable cantidad de tiempo y esfuerzo
a la responsabilidad que han asumido, calculándose que más de la mitad, dedican en promedio
4-5 hrs/día al cuidado de su familiar. Las condiciones en las que se desarrollan estos cuidados,
frecuentemente no son las más adecuadas, lo que trae consigo numerosas consecuencias, dentro
éstas, una palabra clave es la sobrecarga. Estudios realizados con cuidadores de pacientes
psiquiátricos, indican que los sentimientos de carga pueden ser objetivos o subjetivos; objetivos
cuando ocurre un cambio eventualmente demostrable y observable en el estado de salud, el
carácter o la personalidad; y subjetivos cuando hay la impresión de sufrir un deber agotador y
angustiante.
Los resultados disponibles de diversas investigaciones sobre esta temática, indican que existe
una gran variabilidad en el grado de estrés que experimentan los cuidadores y que los
principales efectos negativos para la salud se concentran en 40% de los cuidadores que
manifiestan un mayor agotamiento físico o mental, destacando que existe un grupo de
cuidadores que lleva a cabo su labor sin dificultad ni problemas.
El perfil del cuidador primario ha sido definido en diversas investigaciones. Estudios en Brasil,
España y Estados Unidos de América, sobre el cuidado familiar, informan que con mucha
frecuencia los parentescos de las personas cuidadoras con el enfermo son: cónyuge, hija,
hermana(o), nieta, vecina, entre otros, en cuanto al nivel socioeconómico predominante de
quien cuida es el medio-bajo o bajo; se ubican en la mediana edad, comparten su
responsabilidad con otras personas de la familia y dedican muchas horas al cuidado lo que las
lleva a renunciar a otras actividades sociales.