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TÉCNICAS DE LA ENTREVISTA Y LA OBSERVACIÓN PSICOLÓGICA

LA HISTORIA CLÍNICA
Dr. Carlos Alberto Seguín

“Es una breve Historia Clínica la que nos


permite ver al hombre detrás del caso clínico
y comprender al caso clínico en función del
hombre”.

Formalmente, la Historia Clínica clásica y la hecha siguiendo las normas de la


orientación psicosomática son parecidas. Amas constan de diferentes partes,
colocadas generalmente en un orden preestablecido.

I. Anamnesis
II. Examen físico
III. Exámenes de laboratorio
IV. Procedimientos complementarios
V. Evolución
VI. Terminación

El análisis de ellas nos lleva, sin embargo, a encontrar diferencias. Esas


diferencias son fundamentales en la anamnesis, parte principal de toda historia y
especialmente importante en este caso.

LA ANAMNESIS PSICOSOMÁTICA
La principal preocupación al obtener una “buena” anamnesis era la de coleccionar
datos sobre síntoma o enfermedades, olvidándose completamente del hombre que
los presentaba. La de la medicina actual es la de conocer la historia del paciente
como un ser humano, como un individuo que tiene una biografía en la cual se
encuentran, en medio de otros datos tanto o más importantes, los síntomas y las
enfermedades.

Di revisamos las obras de semiología más conocidas encontramos una variedad


de puntos de vista y una serie de consejos sobre los que la anamnesis debe ser y
contener. En ellos, sin embargo, se toma casi exclusivamente en cuenta lo que
pudiera valer como “antecedente psicológico”, sin dar ninguna importancia al
enfermo como una persona. Una anamnesis hecha de esa manera es mutatis
mutandis, la que un veterinario haría tomando los datos del dueño de un caballo o
de un perro enfermo. Ni más ni menos. El sabio médico no se ha preocupado ni un
solo momento en ver al hombre a través de un ser a comprender su enfermedad
actual como su exposición a tóxicos o microbios. Recordemos siempre que el
enfermo es humano al que debemos comprender y tratar como tal y adoptaremos
con ello la actitud justa ante el interrogatorio.

El interrogatorio como una vivencia


Tenemos ante todo en cuenta que el interrogatorio es un sí.
En todo contacto humano existe una relación psicológica especial.

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La primera vez que nos encontramos con un semejante decide generalmente el


futuro de nuestra relación con él. Se trata de un complicado procedimiento ideo-
afectivo que ahora no podemos detenernos a analizar, pero que ningún médico
debe desconocer. En el caso del enfermo que va a ser el facultativo, la importancia
de la primera entrevista es aún mayor. No queremos entrar a estudiar ahora las
diferentes actitudes que el paciente adopta frente a esa primera entrevista, ni sus
características psicodinámicas. Debemos, si, decir que el primer contacto
depende, en la mayoría de los casos, el futuro de la relación médico-enfermo, que
es, a su vez, decisiva para el éxito del tratamiento. El paciente, sea que acuda por
primera vez a buscar alivio a su dolencia, o que fracasado antes, renueve sus
intentos de curación una vez más, se enfrente al médico o un especial estado de
espíritu. La primera entrevista, posee pues, una fundamental importancia, que no
se toma en cuenta como es debido. El interrogatorio no tiene, desde ese punto de
vista, solamente el valor de una técnica para reunir datos, sino que es, al mismo
tiempo, un medio de establecer una relación humana, de obtener el “Rapport” con
el enfermo, de provocar “Transferencia”. Estos términos no son sino nombres
técnicos puestos a la relación a la que nos hemos refreído. Si el paciente percibe
en el médico desinterés, prisa o simplemente falta de calor humano, implícita en la
consideración del interrogatorio como una necesaria pero aburrida técnica, no sólo
no dará los datos que se le pidan, o los dará con el mismo espíritu de “salir del
paso”, sino que no establecerá con el médico esa relación psicológica, Rapport o
transferencia, indispensable para el éxito futuro del tratamiento.
El interrogatorio debe ser conducido de una manera cordial. Detalles como el dar
la mano sonriendo al comienzo y al final, son importantes. Debemos provocar
confianza en el paciente, la actitud “profesional”, no sólo es inhumana, sino
contraproducente; constituye una falta de técnica, debemos tener y demostrar un
auténtico interés por el enfermo como persona humana (no nos cansaremos de
repetirlo). Muchas veces unos minutos de conversación “extramédica” intercalada
durante el interrogatorio, en conexión con el trabajo del paciente su lugar de
nacimiento, su deporte favorito o los estudios de sus hijos; hacen el milagro de
cambiar a un ser desconfiado, reticente y casi hostil, en uno sonriente, hablador y
franco. Es fácil observar esas transformaciones y, cuando ellas ocurran, podemos
estar seguros de que hemos tenido un buen comienzo y de que hay muchas
probabilidades de éxito; la confianza, la sincera cooperación, la fe del paciente,
hacen más por el éxito del tratamiento que una perfecta prescripción que no se
cumple o se sigue negligentemente y sin confianza.
En este artículo, dedicado a la Anamnesis, no podemos más que referirnos a otro
aspecto realmente importante desde el punto de vista terapéutico. Si el médico ha
sido capaz de obtener el Rapport del paciente, si éste ha sentido que tiene al
frente no a un preguntón impersonal, sino a un amigo, se dará a la necesidad
experimentada por todo ser humano de “franquearse” y dará salida a la presión
que sus preocupaciones han estado manteniendo. Nos dirá, muchas veces en
medio de lágrimas, su “secreto” y, al hacerlo, si encuentra en su interlocutor la
actitud justa, se sentirá enormemente tranquilizado “como si se hubiera quitado un
peso de encima”. Sentimientos de culpa, tendencias agresivas contenidas,
temores sobrevalorados, al ser expuestos y “vividos” frente a un observador
humano y comprensivo, perderá su fuerza y el paciente se sentirá realmente

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liberado. Es la conocida “catarsis” de tan decisivo afecto favorable. Si se produce,


basta muchas veces para que un ser que viniera a vernos deprimido y angustiado,
abandone la entrevista “cambiado” por la descarga de presiones emocionales
hasta entonces contenidas. La sensación de tranquilidad que ello produce actúa
sobre la “totalidad” el enfermo-hombre produciendo incluso cambios en el
equilibrio neurovegetativo que, al traducirse en regulaciones metabólicas y
endocrinas, realiza un verdadero milagro de mejoría psicosomática.

LA TÉCNICA DEL INTERROGATORIO


Al acercarnos al enfermo debemos saber claramente qué es lo que vamos a
preguntar y para ello necesitamos un plan perfectamente definido. Establezcamos
ante todo lo que por medio del interrogatorio queremos obtener. Ello es, por
supuesto, un conjunto de datos que nos permitan orientarnos en el diagnóstico de
la “enfermedad actual”. Algunos de esos datos se refieren a los “antecedentes
patológicos” pero, al lado de ellos, hay muchos otros que se refieren al enfermo en
sí, el paciente como una totalidad.

UN PLAN DE INTERROGATORIO DEBE LLENAR VARIAS CONDICIONES:


1. Proporcionar un medio para el conocimiento del paciente como un ser humano
individual, actuando en un medio ambiente definido, es decir, poder
comprenderlo como una personalidad.
2. Obtener todos los datos necesarios para una buena anamnesis médica.
3. Ser fácilmente aplicable, evitando el dar la impresión de un interrogatorio
judicial.
4. Permitir la discusión de tópicos “difíciles” entre los que se encuentran un primer
término, la cuestión sexual.
5. Tener en cuenta el factor tiempo.

La objeción principal a todo intento de hacer obligatoria la anamnesis


psicosomática ha sido siempre el que ella toma demasiado tiempo. Para los que,
actuando en un Hospital General de gran movimiento, vemos continuamente cómo
un interrogatorio deficiente en el sentido psicosomático hace que un enfermo
pierda y haga perder muchas horas a muchos médicos sin ningún provecho, esa
objeción no es valedera. Estamos convencidos de que el “perder” una hora en una
anamnesis nos hace generalmente ganar muchas durante el tratamiento, no sólo
porque nos permite llegar a un diagnóstico y a una terapéutica mejor orientados,
sino porque coloca al enfermo en tal relación con su médico que le permite
ayudarlo y cooperar eficazmente, aparte del poderoso efecto psicoterapéutico que
ello implica.
Los temas básicos alrededor de los que girará nuestro interrogatorio serán:

1. ENFERMEDAD ACTUAL
2. HISTORIA FAMILIAR
3. HISTORIA PERSONAL
4. NIÑEZ
5. EDUCACIÓN
6. TRABAJO

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7. CAMBIOS DE RESIDENCIA
8. ENFERMEDADES Y ACCIDENTES
9. VIDA SEXUAL
10. HÁBITOS E INTERESES
11. ACTITUD PARA CON LA FAMILIA
12. ACTITUD FRENTE A LA ENFERMDEDAD
13. SUEÑOS

L experiencia nos ha enseñado que el orden de estos tópicos es el más lógico,


facilita el interrogatorio y evita esa impresión de encuesta judicial a que nos hemos
referido; su secuencia es natural y nos permite obtener de una manera ordenada
los datos necesarios.

PERO DEBEMOS ANTE TODO CONSIDERAR ALGUNOS PROBLEMAS


¿Debe escribirse delante del enfermo lo que él va diciendo? A primera vista la
respuesta justa parecería la negativa. Así lo creíamos al principio y, durante un
tiempo, redactamos la anamnesis sólo después de que el enfermo se había
retirado. La experiencia nos ha enseñado que ello no es indispensable. En la
mayoría de los casos, por el contario, parece que el enfermo ve más interés en el
médico si él escribe todo lo dicho, da la sensación de ser importante y muchas
veces el paciente se reciente de que el médico haya dejado pasar algunas de sus
afirmaciones sin anotarlas. Hacemos una excepción con los datos de la vida
sexual, cuando ellos son manifiestamente penosos. En esos casos dejamos de
anotar, a veces abandonamos ostensiblemente el lápiz durante el interrogatorio de
esa parte, lo que no impide que, ya sea inmediatamente luego de hacer alguna
pregunta sin importancia, o después, cuando el enfermo se ha retirado,
registremos cuidadosamente todo lo obtenido.

Otra cuestión práctica e interesante es la de la presencia de otras personas


durante la entrevista. A base de experiencia nos permitimos afirmar, que, en la
generalidad de los casos (hay excepciones), la presencia de una tercera persona,
en ciertas condiciones, no influye mayormente. En nuestro servicio hospitalario
una secretaria se encuentra rutinariamente presente y es la que toma
taquigráficamente las palabras del paciente, mientras que el médico interroga. En
algunos casos, al tratar problemas sexuales, los enfermos hombres, por medio de
sus gestos o sus palabras, demuestra cierta resistencia al discutir el tema delante
de una mujer. Una actitud benévola pero firme, la aclaración de que “se trata de
una enfermera que está acostumbrada a oír esas cosas”, generalmente basta.

Y ello nos lleva a una tercera consideración. ¿Cómo se obtiene que los pacientes
hablen de sus problemas más íntimos? Creemos que ello es fácil si se sabe
manejar el interrogatorio. Contribuye al buen éxito; una actitud benevolente y
comprensiva aún frente a las confesiones más graves, una firme insistencia
cuando es necesario, una explicación amistosa en el momento justo. Explicación
necesaria frente a enfermos que desde el primer momento se muestran
desconfiados, acostumbrados a aclarar la situación al comienzo: “Voy a hacerle
muchas preguntas, algunas de las cuales parecerán no tener relación con su

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enfermedad. Todas ellas son necesarias y Ud. debe contestarlas. ¿Estamos de


acuerdo?”. De esa manera se elimina, muchas veces, de una vez por todas, los
obstáculos. Cuando notamos resistencias al hablar de ciertos temas, insistimos:
“Discúlpeme que le haga esta preguntas pero son indispensables”. A lo que sigue
una somera explicación de cómo las “preocupaciones” influyen sobre la salud.

A veces notamos que el enfermo nos miente. Ello es fácil de advertir cuando se ha
interrogado a muchos. Generalmente hay algunos signos delatores: el sujeto
duda, mira la cara del interlocutor, se ruboriza. Entonces decimos firmemente:
“Debe ser Ud. franco conmigo. Ud. comprende que si le pregunto todo esto es
porque es necesario. Si Ud. trata de engañarme no hace sino engañarse a si
mismo porque, al hacerme equivocar por medio de una mentira, yo no pierdo nada
pero usted sí, ya que no puedo darle el tratamiento justo”.

Pero sobre todos estos detalles de técnica, cuando el médico se ha familiarizado


con el interrogatorio y su secuencia, le es fácil conducirlo de manera que,
insensiblemente, responda el paciente a todo lo que se le pregunte. Varias veces
hemos visto enfermos que se habían prometido “no decir nada” y que luego de
haber suministrado una anamnesis completa, han manifestado: “Yo no sé cómo
me ha sacado todo esto”.

Algo más aún, autores de la experiencia de Flanders Dumbar proponen, no un


interrogatorio, sino una “conversación” en la que el médico, sin una pauta rígida,
trata de obtener informalmente todos los datos. Deutsh ha estudiado esa técnica
como de “anamnesis asociativa”. No podemos negar las grandes ventajas que ella
posee, pero tiene un gravísimo inconveniente: el tiempo que requiere.
Tiempo empleado, no sólo en el interrogatorio en sí, sino en la ordenación de los
datos luego. Aconsejamos un término medio: el seguir la pauta que trazamos más
adelante intercalando periodos de “conversación”, de “anamnesis asociativa”, cada
vez que lo creemos conveniente. En determinados casos, una segunda entrevista
que puede ser dedicada a la aplicación de esa técnica, la que gana de la
comprensión obtenida ya en la primera y de la confianza adquirida con el enfermo.

Exponemos a continuación las pautas que la experiencia no ha dictado.


Siguiéndola puede completarse el interrogatorio en un plazo que oscila entre
media hora y hora y media. Queremos insistir en que no debe tomarse como un
marco rígido, del que no se puede salir. Por el contrario, nos ofrece la oportunidad
de conocer más rápidamente el problema, y nos permite detenernos en algunos
de los temas si lo creemos conveniente.

En cada párrafo enumerado las preguntas a contestar. Muchas veces no es


necesario hacerlas; basta la primera hora para que el paciente nos hable con
amplitud. En tal caso no lo interrumpamos sino cuando se salga del tema y,
entonces, discreta y benévolamente, obsérvese que la secuencia propuesta es la
natural en una conversación; nos permite pasar de un tema a otro y facilita la
obtención de datos difíciles.

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I. ENFERMEDAD ACTUAL
Un gran error sería, indiscutiblemente, el comenzar el interrogatorio por cualquier
cosa que no sea la enfermedad actual. El paciente viene por sus síntomas y de
ello quiere hablar. La mejor manera de empezar es, pues, permitiéndole
explayarse acerca de ellos. La primera pregunta será:

a) ¿Qué le pasa?
El paciente comienza entonces a enumerar sus síntomas. Precisemos:

b) ¿Desde cuándo está usted enfermo?


El enfermo tiene la tendencia a responder, no con la fecha en la que su
enfermedad comenzó, sino con la de la primera vez que por ella busó un
médico. Insistimos entonces:

c) ¿Estaba usted bien, completamente bien, antes de esa fecha?


Es entonces cuando el enfermo recuerda que ya antes había comenzado a
sentir algo. Es el momento de preguntar:

d) ¿Recuerda usted cuándo sintió el primer síntoma?


Ello es importante. No nos contentaremos con una fecha:

e) ¿Dónde estaba usted cuando lo sintió? ¿Qué estaba haciendo?, ¿Qué había
hecho ese día, el anterior?
Estas preguntas llevan al enfermo a situarse en el momento del comienzo.
Generalmente nos dan datos precisos respecto a coincidencias cronológicas,
infecciones, intoxicaciones, traumatismos, factores psíquicos, emociones,
cambios de situación, etc. En este momento provocamos una pequeña
conversación tratando de “ubicar” al hombre en la situación en la que la
enfermedad comenzó. Creemos que ello es realmente importante.

f) ¿Qué hizo entonces?


Esta pregunta nos informará sobre la primera actitud del paciente frente a la
enfermedad. ¿No le dio importancia? ¿Le dio tanta que abandonó el trabajo, se
puso en cama?, etc. ¿Cuál fue el primer tratamiento y sus resultados? Es
necesario obtener aquí detalles de la actitud, no sólo del enfermo, sino de sus
familiares, jefes, médico, etc.

g) ¿Cómo siguió?
Debe tratar de obtenerse los datos posibles, con fechas, sobre tratamientos,
mejoría, tratando de precisar, en el caso de que estas últimas hubieran ocurrido,
las condiciones en las que cada una se presentó. Ello permite muchas veces
establecer interesantes paralelismos entre factores exteriores y enfermedad.

En muchos casos consideramos útil completar esta parte de la anamnesis con


una distribución especial. Dividimos la página en dos columnas; colocamos en
la de la derecha los factores importantes de la vida del paciente y en la de la
izquierda la evolución de la enfermedad. Ello es interesante en casos de

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afecciones que evoluciona por poussés, que puede estar ligadas a factores
ambientales (asma, fiebre del heno, paludismo, úlceras gastroduodenales,
órgano-neurosis, etc)

Algunos autores, especialmente americanos, aconsejan el averiguar


ordenadamente los síntomas que pudieran existir en diferentes partes del
cuerpo.
Aconsejamos tener presentes estas listas sólo como referencia. Todos los datos
a ellas consignadas pueden y deben obtenerse en un interrogatorio bien
conducido, sin necesidad de sugerirlos. El interrogar al paciente
afirmativamente a muchos de ellos, sin haberlos tenido, o que comience a
tenerlos a raíz del interrogatorio.

Una vez obtenida la historia de la enfermedad hasta el momento actual, una


última respuesta:

h) ¿Qué es lo que siente Ud. ahora?


Que debe completarse siempre con uno o dos: ¿nada más? Ello es
importante. El paciente se queja la primera intención de los síntomas que
más le molestan, lo que no quiere decir que sean los más importantes.

Al terminar esta parte del interrogatorio debemos tener una idea clara de
todo el desarrollo de la enfermedad, los tratamientos seguidos y la actitud
del enfermo durante ella.

II. HISTORIA FAMILIAR

a) ¿De dónde es usted?


Registrar precisamente el sitio de nacimiento

b) ¿vive su padre?
Si la pregunta es afirmativa ¿Cuántos años tiene? ¿Es sano? ¿Qué
enfermedades ha tenido? ¿En qué trabaja? ¿Qué carácter tiene? ¿Bebe
mucho?

Si la respuesta es negativa ¿A qué edad murió? ¿De qué? ¿Cuántos años


tenía usted entonces? ¿Estuvo usted con él cuando murió? ¿Qué
enfermedades tuvo antes? ¿Qué carácter tenía? ¿Bebedor?

c) ¿Vive su madre?
Iguales preguntas

d) ¿Tiene usted hermanos?


En caso afirmativo, interrogar por ellos cronológicamente y anotar datos
numerando los hermanos. Por cada uno de ellos repetir las preguntas arriba
indicadas, añadiendo si viven.

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e) ¿Ha conocido usted a sus abuelos?


Iguales averiguaciones.

f) ¿Ha habido enfermos nerviosos en su familia?


¿Tíos? ¿Primos etc.? ¿Personas “raras”? ¿Hay una gran tendencia a negar
esos antecedentes. Si existen tratar de conocer esos detalles.
Como resultados de este interrogatorio, el médico debe tener una idea que
se completará con las preguntas siguientes, destinadas a estudiar esa
familia “dinámicamente”.

g) ¿Ha vivido siempre con sus padres?


Es fácilmente comprensible que, si el paciente ha sido sacado
tempranamente del seno familiar, todas las condiciones cambian. Si la
respuesta es negativa:

h) ¿Por qué?
Consignar detalles de las cusas para la separación, el tiempo, etc., así
como las personas con las que el paciente vivió, investigando acerca de
ellas con la misma forma que acerca de los familiares.

i) ¿Cómo ha sido usted criado? ¿Engreído o educado severamente?


Es la mejor manera de averiguar las condiciones de la constelación familiar
y de la vida infantil del paciente. En este momento se fomenta una
conversación que permite comprender el ambiente como interrelación
dinámica, orientándola hacia la obtención de los siguientes datos:

¿Ha sido castigado? ¿Mucho? ¿Por quién? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cómo
reaccionaba a los castigos?

¿Quién lo engreía más? ¿A quién quería más el paciente; a su padre o a su


madre? Generalmente la respuesta aquí: a “ambos” Debe insistirse, con
una sonrisa: “Sí, claro, pero hay una pequeña diferencia”. Si la ha habido,
¿Por qué?

¿A quién prefería su madre? ¿Su padre? Generalmente la respuesta es,


como anteriormente, “A nadie”. Una sonriente insistencia nos permitirá
rectificar el dato.

j) ¿Cómo se llevaba usted con sus hermanos?


Rivalidades, rencillas, apegamiento, ¿A quién prefería? ¿Por qué?

k) ¿Estaba Ud. contento en su casa?


Esto nos permite tener una versión sintética de la situación y sobre todo de
la reacción del paciente ante esta situación.

l) ¿Cómo se llevaban sus padres?

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Rencillas, celos, dificultades de toda clase y su repercusión sobre el


paciente.

III.NIÑEZ
Con esta sección comenzamos a conocer al enfermo en su evolución
psicobiológica.

a) ¿Qué clase de niño era usted?


Tímido, agresivo, retraído, juguetón, obediente, rebelde, caprichoso, etc.

b) Datos de la evolución
¿Embarazo y parto normales? ¿Alimentación al pecho? ¿Artificial? ¿Por
qué? Fecha del destete y reacción a él. En relación a esto debe suscitarse
también una conversación que los informe sobre gustos y costumbres
particulares, especialmente en cuanto a alimentación. ¿Peculiaridades y
preferencias? ¿Rechazo de alimentos? Reacción de la familia.

c) Datos del desarrollo psicosomático


¿A qué edad c qué caminó? ¿A qué edad habló? ¿Enfermizo?

d) Síntomas neuróticos
Para averiguarlos debe usarse cierta técnica. Las preguntas corrientes
provocarían negativas o respuestas vagas. He aquí lo que aconsejamos:
¿Hasta qué edad se orinó en la cama? Alrededor de este tema averiguar la
manera cómo el control de la eliminación fue obtenido.
¿Ha tenido pesadillas? Terrores nocturnos y reacción de los padres ante
ellos.

¿Hasta qué edad se chupó el dedo? ¿Se comió las uñas? ¿Ha tenido
pataletas? ¿Con qué motivo? ¿Masturbación infantil? ¿Fantasías sexuales?
¿otras particularidades?

IV.EDUCACION

a) ¿A qué edad fue al colegio?


Alrededor del tema debe permitirse también una pequeña conversación. Al ir
al colegio el niño enfrenta por primera vez la realidad “social”. Fuera del
ambiente familiar, debe realizar su primera real adaptación. Sus reacciones
son, pues, importantísimas. Si ellas no quedan definidas en el curso de la
conversación, debe aclararse:

b) ¿Le gustaba ir a la escuela? ¿Por qué?

c) ¿Tenía muchos amigos?


¿A qué jugaba? ¿Tenía tendencia a ser el líder o a seguir a los otros?
Investíguese las características de la reacción social.

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d) ¿Terminó la instrucción primaria?


¿A qué edad? Si no lo hizo ¿Por qué? Sígase paso a paso la historia
educacional (Instrucción Media, Universidad), precisando fechas. He aquí
algunas preguntas complementarias: ¿Qué materias prefería? ¿Por qué?
¿Qué hubiera querido ser? ¿Por qué?

e) ¿Ha seguido estudiando después de haber abandonado el colegio?

V. TRABAJO

Sígase la biografía del enfermo averiguando, en una secuencia natural, las


actividades seguidas al abandonar los estudios.

a) ¿Cuál fue su primer trabajo?


¿Le gustaba? ¿Por qué lo eligió? ¿Cuánto tiempo estuvo en él? ¿Por qué lo
abandonó?
Averígüese lo mismo de las sucesivas ocupaciones del paciente hasta la
actualidad. Investíguese las condiciones de trabajo (enfermedades
profesionales).

b) ¿Le gusta su trabajo actual? ¿Por qué?


c) ¿Está Ud. Contento con él? ¿Por qué?
d) ¿Cuáles son sus aspiraciones?

e) ¿Cuánto gana actualmente? ¿Está contento con su salario?


Coméntese aquí cordialmente las condiciones de vida. Investíguese la
actitud del sujeto frente a ellas; despístense preocupaciones económicas,
tensiones emocionales traumatismos psíquicos, etc.

En esta forma hemos hecho, en realidad, una pequeña biografía del


paciente. lo hemos seguido paso a paso desde su infancia hasta el
momento en que lo vemos por primera vez, ya que la vida familiar, la
educación y el trabajo son las etapas fundamentales de la evolución
individual. Hay algo, sin embargo, que debemos tener presente y que
muchas veces se desliza entre los otros datos, si no estamos preparados a
tomarlo en cuenta: los cambios de residencia del enfermo.

VI. CAMBIOS DE RESIDENCIA

El conocimiento de ellos a parte de suministrarnos datos importantes sobre


los ambientes biológicos en los que el paciente ha vivido y su relación con el
presente o ambigua patología (zonas palúdicas, enfermedades tropicales,
paso de la altura a la costa, etc.), nos ofrecen otra información, igualmente
importante. Para obtenerla, no olvidemos las siguientes preguntas:

a) ¿Cuándo salió Ud. por primera vez de su lugar natal?

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b) ¿Por qué hizo ese viaje?


Ello nos da datos precisos sobre la personalidad en su relación al medio.

c) ¿Cómo le fue en su nueva residencia?


Cuya respuesta nos informa sobre la capacidad de adaptación del enfermo a
situaciones y ambientes nuevos.

Estas preguntas deben repetirse si el paciente ha cambiado más de una vez


de residencia.
Entremos luego de investigar otros aspectos de la vida del ser humano que
tenemos delante. Para ello el orden del interrogatorio es importante.
Aconsejamos el siguiente, que la experiencia nos ha demostrado válido.

VII. ACCIDENTES Y ENFERMEDADES


Comenzamos por la averiguación de los accidentes ocurridos y damos a
ellos más importancia que el considerarlos solamente desde el punto de
vista de sus efectos sobre la salud. Los modernos conocimientos sobre la
“predisposición a accidentarse” o el “hábito de accidentarse” nos preparan
para conocer ese tipo de personalidad en la que los accidentes no ocurren
“por accidente”, sino que tienen una razón de ser enraizada en las
características personales mismas.

Averiguamos pues, en relación con cada uno de los accidentados:


condiciones de ocurrencia, especialmente en relación al momento
psicológico en el que tuvieron lugar; reacciones ante ellos, invalideces, etc.

Pasamos luego al interrogatorio sobre las enfermedades padecidas durante


toda la vida. El se diferencia del corriente en que se da importancia, no sólo
a los procesos patológicos que “ha sufrido” el paciente, sino a su reacción a
ellos, a su actitud frente a las adaptaciones a que obligaron. No
necesitamos insistir en la importancia de ello para el estudio de la
personalidad en acción. Por supuesto que no nos contentaremos con los
nombres de las enfermedades, sino que tratamos de obtener cuadros
sintomatológicos claros.

En los enfermos hombres terminamos esta parte con la averiguación de


datos concernientes a las enfermedades venéreas, lo que nos prepara el
camino para entrar fácilmente en la investigación siguientes:

VIII. VIDA SEXUAL


Esta es, por supuesto, la parte más difícil del interrogatorio. Y es difícil, en
realidad – la experiencia de enseñar nos ha probado- más que por la resistencia
que el paciente pueda tener para hablar de ella, por la resistencia consciente o
inconsciente que el médico mismo presenta. Si el médico tiene frente a los
problemas del sexo una actitud sana y comprensiva (lo que naturalmente
implica la misma actitud frente a sus mismos problemas en esa esfera), el
interrogatorio no es difícil. Ante un benevolente interés, que no se modifica

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durante toda la entrevista; ante una naturalidad dada, que permite tratar el tema
como cualquiera de los otros, no sólo el enfermo o la enferma no se resisten,
sino de que tanto hombres como mujeres tengan oportunidad de hablar
seriamente de este tema con alguien. En la mayor parte de los casos sufren la
angustia de la ignorancia y desearían un consejo sano y autorizado. Por otra
parte, el sólo hablar de sus problemas o sus preocupaciones brinda tranquilidad
y desahogo. Es corriente ver que pacientes de ambos sexos, una vez roto el
hielo, se explayan ampliamente, “abren su corazón” y digan agradecidos al final:
“Nunca hablé de esas cosas, Doctor, con nadie, y me ha hecho mucho bien
decírselas”

Naturalmente que ello no puede producirse si la actitud del médico – no sólo la


que pretende sino la que automáticamente tiene- no es claramente la justa: uan
benevolente comprensión amistosa y segura. Si hay inseguridad, falsa
vergüenza, curiosidad malsana, “picardía”, interés extra-médico, ello bloquea
inmediatamente al paciente, que lo percibe a través de todas las caretas que se
quiera usar para disimularlo. Aquí, como siempre, el ser médico, es decir, el
estar guiado por un auténtico cariño a nuestros semejantes y un sincero deseo
de ayudarlos; en hacerlo en una forma madura y noble, es la mejor llave para
penetrar en lo más íntimo de su vida.

Si el interrogatorio ha sido conducido hasta aquí correctamente, el paciente ha


perdido ya la inseguridad de los primeros momentos y “simpatiza” con el
médico. Está, pues, dispuesto a responder a sus preguntas lo mejor que puede,
pero, aún en las condiciones más favorables, es necesario “romper el hielo”
naturalmente, distinta frente a enfermos hombres y mujeres.

A. En los hombres, hecha a propósito como final la pregunta sobre las


enfermedades venéreas, es fácil pasar, como complementaria, a la
siguiente:

a) ¿Ha sido muy mujeriego?


En realidad ella no es prácticamente útil. Nos sirve sino de introducción, de
preparación para las siguientes:

b) ¿Cuándo tuvo Ud. Los primeros conocimientos sexuales?


Generalmente se acuerdan los de la adolescencia. Debemos guiar al
enfermo hacia recuerdos previos, episodios infantiles ¿Tuvo curiosidad por
cuestiones sexuales? ¿Presenció actividades de ese género? ¿Cuándo se
apercibió de la diferencia entre los sexos? ¿Qué pensó de ella? ¿Qué creía
acerca de “donde viene los niños”? ¿Del matrimonio? Trataremos de
reconstruir la actitud infantil frente a esos problemas, así como la manera
como la familia los enfrentó.
c) ¿A qué edad empezó a masturbarse?
Si ello no ha sido dicho espontáneamente durante la conversación anterior,
la pregunta debe plantearse en esa forma. Es ingenuo el interrogar ¿Se ha
masturbado alguna vez? Es casi una invitación a la negativa. Este pequeño

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detalle de técnica es importante. Hemos visto casos en los que el enfermo


negó masturbarse al médico que le tomaba la historia clínica en privado,
para confesarla con detalles durante un interrogatorio en clase, durante una
presentación.
Aunque podemos ahora detenernos en el tema, debemos decir algunas
palabras en conexión con esta pregunta. Ella es hecha especialmente para
conocer la actitud del enfermo frente a la masturbación. Creemos que esa
práctica, en nuestro ambiente, es un fenómeno normal en la pubertad. Sin
embargo, está acompañada generalmente por un profundo sentimiento de
culpa y de la convicción de que es horriblemente dañina: se establece,
pues, en el espíritu del adolescente una lucha entre el deseo y ese
sentimiento, con la correspondiente sobrecarga emotiva, que es la que
produce una serie de síntomas. Sin negar la dinámica más profunda de
esas reacciones, sobre la que ahora no podemos detenernos podemos
afirmar que muchas de las neurosis de los adolescentes, neurosis
clasificadas por el médico como anemias, “debilidad”, “trastornos del
crecimiento”, etc., y tratados con fósforo, calcio, hierro y vitaminas, con
amén de consejos a admoniciones que naturalmente agravan el problema
son debidas al mecanismo expuesto y desaparecen con la más superficial
de las psicoterapias que puede hacerse inclusive, durante la entrevista
anamnésica.
Debemos tratar de averiguar cómo comenzó el paciente a masturbarse,
frecuencia de las prácticas, fantasías que la acompañaban y tiempo de
continuación. No preguntamos nunca: ¿Hasta cuando se masturbó?, sino:

d) ¿Se masturba todavía algunas veces?


Lo que no solo nos dará la respuesta justa, sino que nos informará sobre la
actitud social del paciente frente a esa práctica. Encaso de una respuesta
afirmativa investiguemos detalles.
La próxima pregunta debe hacerse también en la forma siguiente:

e) ¿Fue su primera relación sexual con un hombre o una mujer?


Es la mejor manera de provocar la confesión de prácticas homosexuales. Si
la respuesta es con una mujer se puede insistir: ¿Había tenido Ud.
prácticas con hombres? ¿La ha tenido Ud. después? En caso afirmativo,
averiguar detalles.

f) ¿Cuándo tuvo Ud. Esa primera relación sexual?


¿Con quién fue? (prostituta, enamorada, sirviente, etc.) ¿Cómo fue?
(impulsado por amigos, por propia iniciativa, seducido, etc.) ¿Qué le
pareció?

g) ¿Cómo ha continuado Ud. Sus prácticas sexuales?


Desde aquí oportunidad para una conversación en la que el enfermo
describa su historia sexual hasta la fecha. Anótese características de ella:

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TÉCNICAS DE LA ENTREVISTA Y LA OBSERVACIÓN PSICOLÓGICA

sobre bases comerciales, sentimentales, de aventuras pasajeras, affaires


más o menos serios, etc.

h) ¿Cómo son ellas en la actualidad?


Lo que nos permite preguntar: ¿Es usted muy excitable sexualmente?
¿Cada cuánto tiempo tiene Ud. relaciones sexuales? Y luego la
investigación de todos los datos concernientes a variantes sexuales y
problemas en conexión con el acto mismo (ejeculatio precox, importancia,
etc.) ¿Cómo se siente Ud. después de cada relación sexual?
La práctica nos ha enseñado dejar para una segunda parte un diferente
enfoque del interrogatorio que completará los datos ya obtenidos.
A causa de nuestra educación y ambiente socio – sexual, que actualizan
mecanismos muy bien estudiados por los psicoanalistas, nuestros hombres
separan más o menos definidamente, dos tipos de mujeres: la que se ama
“espiritualmente” y la que se desea. Esa aberración en cuyo estudio no
podemos entrar ahora, nos obliga a dividir, pues el interrogatorio en dos
partes. La primera es la ya escrita. Vamos a entrar a la segunda.

i) ¿Ha sido Ud. muy “enamorado”?


Ello nos descubrirá características de la personalidad en su relación con el
otro sexo: tímido, Don Juan, voluble, persistente, insatisfecho, etc.

j) ¿Cuál ha sido su primer amor? ¿Por qué se enamoró? ¿Cuánto tiempo


duró ese episodio? ¿Hasta donde llegaron en sus relaciones? ¿Por qué y
cómo terminaron? Reconstrúyase en lo posible este episodio, que es
siempre importante.

k) ¿Otros amores?
Iguales preguntas, que nos darán una idea clara de la manera cómo el
enfermo encara este aspecto de su vida, así como los traumatismos
emocionales que pudieran haber ocurrido y la reacción a ellos.

l) Matrimonio
En el curso de este interrogatorio se llega, si el enfermo es casado, a tocar
el tema de su matrimonio. Es interesante averiguar en este caso, con más
detención que en los demás, los detalles del proceso. ¿Cómo conoció a la
mujer que es su esposa? ¿Por qué le gustó? ¿Cuánto tiempo la enamoró?
Y una pregunta fundamental:

m) ¿Por qué se casó?


La respuesta de esta interrogante es sorprendentemente fructífera en
información relacionada, no solo con el matrimonio en sí, sino con la
personalidad del enfermo. Desde el que nos responde: “Porque quería a mi
novia” hasta el que confiesa “me obligaron a hacerlo”, pasando por el que
afirma “necesitaba alguien que me cuidara”, casi cada individuo tiene su
razón para haber dado paso tan fundamental en su vida.

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TÉCNICAS DE LA ENTREVISTA Y LA OBSERVACIÓN PSICOLÓGICA

n) ¿Se pelea mucho con su esposa?


No caigamos en el error, tan común, de interrogar: ¿Cómo se lleva Ud. con
su señora? Porque la respuesta obligada será: “Bien”. Planteada la
pregunta en la forma que propugnamos nos permite obtener datos más
ciertos. Averígüese las causas de los disgustos, la importancia de ellos, etc.
Hasta llegar a un concepto claro de la real situación familiar. Dejemos
hablar al enfermo de sus problemas y demostremos simpatía por ellos.

o) ¿Tiene Ud. hijos?


Si no, ¿Por qué? ¿Medidas anticonceptivas? ¿Cuáles? En caso de
respuestas afirmativas, ¿Cuántos? Obténgase detalles acerca de los
embarazos, partos, abortos, así como de la evolución de los hijos hasta la
actualidad.

p) ¿Cómo se entiende Ud. sexualmente con su esposa?


Nos lleva a averiguar acerca de desarmonías sexuales. ¿Frigidez? ¿Falta
de satisfacción sexual? ¿Variantes sexuales?

q) ¿Tiene Ud. aventuras fuera de su matrimonio?


Sea afirmativa o negativa la respuesta, interróguese: ¿Por qué? Trátese de
obtener una idea clara de lo que esas aventuras significan, las
preocupaciones que causan, etc.

r) ¿Qué piensa Ud. de las mujeres?


Esta pregunta final nos da la oportunidad de conocer la actitud del enfermo
frente al otro sexo, índice tan importante de la personalidad.

B. Las dificultades de esa parte del interrogatorio frente a las mujeres no son
mayores si él es bien conducido. Generalmente, para “romper el hielo”,
comenzaremos con una pregunta leve:

a) ¿A qué edad comenzó Ud. a menstruar?


A las mujeres en general, les agrada explayarse sobre los detalles de su
función menstrual. Continúese:

b) ¿Estaba Ud. preparada o se asustó cuando se le presentó por primera vez?


De esta manera entramos, de una manera natural, en la investigación de la
sexualidad infantil. Si la paciente no estaba informada acerca de la
menstruación, preguntamos: ¿No sabía nada respecto al sexo antes? Si ya
lo estaba, ¿Cómo lo supo? Insistiendo luego sobre las preguntas
enunciadas respecto a la sexualidad infantil en el interrogatorio de los
hombres.

c) ¿Cómo ha sido su menstruación?

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TÉCNICAS DE LA ENTREVISTA Y LA OBSERVACIÓN PSICOLÓGICA

Averígüense caracteres de cronología y presentación. Si la paciente es


soltera averígüese sobre periodos de amenorrea. Ello nos dará una
impresión clara si observamos turbación, enrojecimiento, duda. Ante una
negativa, no insistamos.
Preguntemos luego benévolamente:

d) ¿Ha tenido muchos enamorados?


Siempre que lo ha tenido.

e) ¿Cuándo tuvo el primero?


Continúese el interrogatorio sobre la pauta ya trazada. En un gran
porcentaje de los casos, dadas las condiciones ya establecidas, la enferma
habla más o menos francamente y confiesa su exploración en el campo
psicosocial. Si no lo hace pueden usarse algunas preguntas que, hechas a
tiempo, nos brindarán información. Una de ellas es: ¿ES Ud. afectuosa o
fría? Si hay resistencia manifiesta a responder, tomamos una actitud
considerada: perdóname que insista en estas preguntas, pero son
necesarias para comprender perfectamente su caso. Ud. sabe que muchas
veces un detalle basta para orientar un diagnóstico. Naturalmente que si
Ud. prefiere no hablar de ello… si la enferma prefiera “no hablar de ello”
podemos estar seguros de que “hay algo” de lo que no quiere hablar y lo
tendremos en cuenta.
Si la enferma es soltera:

f) ¿Tiene Ud. enamorado ahora?


Se repite el interrogatorio ya explicado. Si es casada se investiga, como en
el caso de enfermos hombres, las características del proceso hasta el
casamiento, repitiendo la pregunta:

g) ¿Por qué se casó?


Luego nos será fácil seguir:

h) ¿Cómo la impresionó su noche de bodas?


Continuando luego con una conversación que nos lleve al conocimiento de
los detalles, incluidos en los párrafos n, o y p del interrogatorio masculino.
En el caso de infelicidad matrimonial, que las mujeres confiesan más
fácilmente que los hombres, puede preguntarse:

i) ¿No ha pensado que podría ser feliz con otro hombre?


De donde: ¿no lo ha intentado? Si puede hacerse esa pregunta
manteniendo una actitud de benevolente comprensión. Ellos nos sará
información sobre aventuras extramatrimoniales y sobre la actitud de la
enferma acerca de ellos.
Terminaremos con:

j) ¿Qué piensa Ud. de los hombres?

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TÉCNICAS DE LA ENTREVISTA Y LA OBSERVACIÓN PSICOLÓGICA

Como se habrá notado, damos mucha importancia al interrogatorio sobre la


vida sexual de nuestros pacientes. La experiencia nos ha enseñado que
ello es indispensable. Piénsese lo que se quiera sobre las teoría
psicoanalíticas, lo cierto es que el desequilibrio de una personalidad se
refleja directamente en su actividad psico-sexual, la que puede servirnos de
índice para el conocimiento de los problemas que esa personalidad
enfrenta y sobre su manera de resolverlos.

IX. HÁBITOS E INTERESES

a) ¿Qué hace Ud. cuando no trabaja?


Es interesante conocer las aficiones del individuo, sus diversiones, sus
hobbies, la manera como emplea su turno fuera de su trabajo. Si lee, ¿qué
clase de libros? ¿Por qué?, ¿En qué ocupa sus días libres?

b) ¿Tiene Ud. amigos?


¿Íntimos?, ¿Qué hace en compañía de ellos? Si no los tiene ¿Por qué?

c) ¿Es Ud. religioso?


En nuestro ambiente caso todos lo son (?)
Averigüemos hasta donde ello es verdad.

d) ¿Bebe Ud. mucho?


No nos contentemos con respuestas como “regular” o “como todos”.
Precisemos: ¿Aperitivos?, ¿Bebidas en las comidas?, ¿Fuera de ellas?,
¿En fiestas?, ¿A menudo?, ¿Le causa daño?

e) ¿Fuma mucho?
Número de cigarrillos por día.

f) ¿Otras drogas?
Café, té, drogas heroicas (difícilmente confesadas)

g) ¿Qué ideas políticas tiene?


Aquí hay que aclarar generalmente que nuestro interés es puramente
profesional.

h) ¿Concepciones filosóficas?
No se trata de buscar erudición, sino de saber los principios a los que el
paciente ajusta su conducta, sea o no consciente de que ellos constituyan
su filosofía.

X. ACTITUD PARA CON LA FAMILIA


Es este un tópico de real interés ya que su conocimiento nos informa, no sólo
sobre la personalidad del paciente, sino sobre la situación familiar con sus
complejas reacciones y posibilidades.

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TÉCNICAS DE LA ENTREVISTA Y LA OBSERVACIÓN PSICOLÓGICA

a) ¿Con quién vive Ud.?


Ello es importante porque nos permite apreciar la estructura de la
“constelación familiar”. Averigüemos:
1. Si el paciente es soltero, ¿vive con sus padres? En caso negativo ¿Por
qué?, ¿Con quién vive? ¿Por qué?
2. Si es casado, ¿Vive con sus padres?, ¿Con la familia de su esposa? En
caso afirmativo. ¿Por qué?
3. ¿Con qué otras personas vive? ¿Por qué?

b) ¿Vive Ud. tranquilo en su casa?


Estudiemos la dinámica de la vida familiar en una conversación que nos
permita interiorizarnos en los detalles de esa interrelación.

c) ¿Dónde vive Ud.?


Sepamos las condiciones materiales de vida, lo que al mismo tiempo nos
informará indirectamente sobre la distribución del dinero y nos permitirá
apreciar la actitud del paciente frente a sus deberes familiares.

d) ¿Qué relaciones tiene Ud. con el resto de la familia?

e) ¿Qué hacen sus hijos?


Importante para apreciar proyectos, esperanzas, preocupaciones,
resentimientos, etc.
Este grupo de interrogantes deben dejarnos con una clara idea sobre la
vida actual del enfermo en todo el valor psicosocial.

XI. ACTITUD FRENTE A LA ENFERMEDAD


He aquí un tópico que el médico olvida casi siempre y que nos parece
fundamental importancia. La actitud del paciente ante su dolencia es
decisiva, no sólo para el conocimiento de su personalidad y para el
diagnóstico, sino para la conducta y el éxito del tratamiento. Preguntemos:

a) ¿A qué cree Ud. que se debe su enfermedad?


Las respuestas a esta interrogante son realmente ilustrativas. Posiblemente
nada hay que nos diga más sobre los conceptos del enfermo acerca de su
esquema corporal, sobre sus creencias, temores, supersticiones, etc.
1. Constituye la versión de la enfermedad quizás más importante, desde
muchos puntos de vista, que la del médico.

b) ¿Cómo cree Ud. que podría curarse?


Ello nos permite completar las informaciones ya obtenidas y nos descubre
mucho de la actitud del enfermo.
c) ¿Qué hará Ud. cuando se cure?
He aquí una pregunta, sugerida por Alfredo Adler, que creemos interesante.
Adler asegura que, considerase la enfermedad (se refiere a la enfermedad
nerviosa, pero en nuestra opinión ello puede hacerse extensivo en parte a
todas las enfermedades) como una huída frente a los problemas que la

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TÉCNICAS DE LA ENTREVISTA Y LA OBSERVACIÓN PSICOLÓGICA

realidad plantea, la respuesta a esa interrogante generalmente nos indica


precisamente lo que el enfermo no quiere hacer, de lo que está huyendo.

XII. SUEÑOS
Indispensable complemento según nuestra opinión, de una anamnesis bien
conducida, es una investigación de los sueños del enfermo. Muy a menudo
el relato es esos sueños nos provee de una inapreciable información sobre
sus preocupaciones, complejos y actitudes.
Preguntemos:

a) ¿Duerme Ud. bien?


Si no ¿Por qué?

b) ¿Tiene Ud. pesadillas?


En caso afirmativo, hágase que el enfermo las relate y anótese, si es posible
sus propias palabras.

c) ¿Sueña Ud.?
Muchas veces la respuesta es negativa. Hay una resistencia inconsciente a
recordar sueños ante el médico. Insistimos. ¿Nunca? Generalmente, de esa
manera, obtenemos datos. Algo que ocurre muy a menudo es que el
paciente nos responde. “Sueño, doctor, pero no recuerdo que” insistamos
también: ¿No recuerda algún sueño? ¿Ninguno? Cuénteme cualquiera. Es
muy raro el caso en el que no hemos podido obtener un relato y, cuanto más
trabajo nos ha costado, más interesante es el sueño obtenido.

Con esto hemos terminado el interrogatorio, que, si ha sido bien conducido,


nos dará una idea clara de la personalidad en sus relaciones con el
ambiente y nos permitirá encarar, con las otras partes de la Historia Clínica,
el diagnóstico, el pronóstico y la terapéutica en función del hombre como tal.

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