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LAS MONTAÑAS VOLCANICAS DEL ECUADOR


BANCO CENTRAL DEL ECUADOR

Directorio

Mauricio Yépez Najas


Presidente

José Cucalón de Ycaza


Sixto Cuesta Compán
Cornelio Malo Donoso
Miembros del Directorio

Leopoldo Báez Carrera


Gerente General

Mauricio Pareja Canelos


Subgerente General

J. Fernando Moncayo
Director Cultural, Quito

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia


y la Cultura - UNESCO
Juan León Mera 130 y Ave. Patria, 6to piso, Quito - Ecuador
Teléfono: 593 2 - 2 529085
Fax: 593 2 - 2 504435
E. mail: uhqui@unesco.org

Gustavo López Ospina


Director
Oficina Regional de Comunicación e Información para América Latina y
el Caribe y Representante para Ecuador, Colombia, Venezuela y Bolivia.
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LAS MONTAÑAS VOLCANICAS DEL ECUADOR
RETRATADAS Y DESCRITAS
´ ´
GEOLOGICA-TOPOGRAFICAMENTE
POR
ALPHONS STÜBEL

Banco Central del Ecuador


PRODUCCIÓN EDITORIAL

Carlos Landázuri Camacho


Adriana Grijalva de Dávila
Ximena Carcelén
Editores

Traducción: Federico Yépez, Revisión: Emilio Cerezo


Corrección de estilo: María Eugenia Paz y Miño
Diseño y diagramación: Arias Design Group • Daniela Arias
Impresión: Imprenta Mariscal
Cubierta: Rafael Troya - El Tungurahua: Vista de la Cordillera de Utuñac
Fotografía: Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador

Banco Central del Ecuador - UNESCO, Quito, mayo 2004


Telf. 222 0905
E-mail: editorial@uio.bce.fin.ec
Quito, Ecuador
ISBN: 9978-43-567-0
CONTENIDO

PRESENTACIÓN DEL BANCO CENTRAL DEL ECUADOR 9


PRESENTACIÓN DE LA UNESCO 11
ESTE LIBRO 13
ALPHONS STÜBEL EN EL ECUADOR, POR JOSÉ EGRED 15
ALPHONS STÜBEL: PAISAJISMO E ILUSTRACIÓN CIENTÍFICA EN ECUADOR, POR ALEXANDRA KENNEDY 21
APORTES DE ALPHONS STÜBEL A LA VULCANOLOGÍA ECUATORIANA, POR HUGO YÉPEZ 39
PREFACIO 43

CAPÍTULO UNO 54

INTRODUCCIÓN A LA REGIÓN VOLCÁNICA DEL ECUADOR

ENUMERACIÓN DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR SEGÚN SUS ALTURAS ABSOLUTAS
Y RELATIVAS Y SEGÚN SU DISPOSICIÓN OROGRÁFICA. CON UN MAPA GENERAL. 56

PAUTA DE ORIENTACIÓN EN LA SECUENCIA DE REPRESENTACIONES PICTÓRICAS DE LA REGIÓN


VOLCÁNICA DEL ECUADOR. 62

LISTA DE LAS PINTURAS DE LA REGIÓN VOLCÁNICA DEL ECUADOR, EXPUESTAS DE MANERA


PERMANENTE EN EL MUSEO DE ETNOGRAFÍA Y GEOGRAFÍA DE LEIPZIG. 66

NOTAS INTRODUCTORIAS A LA DESCRIPCIÓN GEOLÓGICA DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR. 79

CAPÍTULO DOS 86

DESCRIPCIÓN TOPOGRÁFICO-GEOLÓGICA DE CADA UNA DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR


SOBRE LA BASE DE LOS DIBUJOS. 88

ANEXO A LA DESCRIPCIÓN DE LAS PINTURAS. INFORME EPISTOLAR ENVIADO AL PRESIDENTE DE LA


REPÚBLICA DEL ECUADOR, SEÑOR GABRIEL GARCÍA MORENO, SOBRE ALGUNAS EXCURSIONES Y
ASCENSIONES A LAS MONTAÑAS DEL ECUADOR. 389

CAPÍTULO TRES 414

LA DIVERSIDAD DE LAS MONTAÑAS DESDE EL PUNTO DE VISTA GENÉTICO. 416

7
VISIÓN COMPARATIVA DE OTRAS DOS REGIONES VOLCÁNICAS NO SUDAMERICANAS.
JORULLO, DIRET ET-TULUL Y HAURAN. 423

SOBRE LOS FENÓMENOS DE ENFRIAMIENTO EN LAS MASAS DE FUSIÓN INCANDESCENTES NATURALES


Y ARTIFICIALES. 431

LA FASE MÁS IMPORTANTE PARA LA CONFIGURACIÓN EXTERNA DE LA SUPERFICIE TERRESTRE


EN LA EVOLUCIÓN DEL CUERPO DE LA TIERRA. 440

UN INTENTO DE CLASIFICACIÓN DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR 459

LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS SEGÚN SU RELACIÓN TOPOGRÁFICA-GENÉTICA 462

CONOS SUBDIVIDIDOS, MONTAÑAS CON CONTRAFUERTES. 466

OCHO PERFILES A LO LARGO DE LOS ANDES ECUATORIANOS PARA ILUSTRAR LAS RELACIONES
NATURALES ENTRE LAS RESPECTIVAS ELEVACIONES VERTICALES Y LAS EXTENSIONES HORIZONTALES. 471

CARACTERIZACIÓN PETROGRÁFICA DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR,


POR EL SEÑOR TEODORO WOLF. 474

PINTURAS DE RAFAEL TROYA 496

ANEXO MAPA DE LA REGIÓN VOLCÁNICA.

8
PRESENTACIÓN DEL BANCO CENTRAL DEL ECUADOR

A l publicar el libro Las montañas volcánicas del Ecuador de Alphons Stübel, que apareció
en alemán en 1897 y uno de cuyos ejemplares se custodia en el Fondo de Ciencias Hu-
manas de su Biblioteca, el Banco Central del Ecuador corona un proyecto que se había pro-
puesto hace varios años.

Para ello había obtenido la traducción del original alemán. Pero como el texto se refería
constantemente a los cuadros que el artista ecuatoriano Rafael Troya había realizado para
Stübel, y que habían formado parte central del "Museo Etnográfico" que el mismo científico
había organizado en la ciudad de Leipzig, pareció necesario fotografiar dichos cuadros y re-
producirlos, a pesar de que tales reproducciones no formaban parte del libro original. Allí
se detuvo el proyecto, porque la inmensa mayoría de esos cuadros habían desaparecido, se-
guramente como consecuencia de las Guerras Mundiales del siglo XX, en las que Alemania
fue derrotada e invadida.

Al cabo de varios años, fue posible revivir este proyecto editorial debido al apoyo de la
UNESCO, altruistamente interesada en sensibilizar a la opinión pública sobre la naturaleza
volcánica de los Andes ecuatorianos.

También nos impulsaron a retomarlo las investigaciones de la doctora Alexandra Ken-


nedy Troya (véase su libro Rafael Troya, el pintor de los andes ecuatorianos, Quito, Ban-
co Central del Ecuador, 1999) que muestran que Troya siguió pintando paisajes de los An-
des con base en los cuadros que en su juventud había pintado para Stübel, de tal mane-
ra que muchos de los cuadros de ese artista que se conservan en el Ecuador, entre ellos
algunos que forman parte de los Museos del Banco Central, son copias —en ocasiones
casi exactas— de los que se han perdido en Alemania. Así, hemos podido reproducir nu-
merosos paisajes de Troya, que pueden dar una idea bastante aproximada de los cuadros
a los que se refiere el texto de Stübel.

Entregamos, pues, al público, una obra importante sobre la geografía ecuatoriana, que ha
sido hasta ahora poco conocida, salvo por un reducido grupo de especialistas. Estamos se-
guros de que este libro despertará el interés por la historia de la ciencia en el Ecuador, así
como por el surgimiento del paisaje como género pictórico en el siglo XIX. De la misma for-
ma, confiamos que su aparición estimule los estudios sobre el vulcanismo, tanto para en-
tender mejor el territorio ecuatoriano, como para prepararnos para afrontar con inteligen-
cia los potenciales riesgos de la naturaleza.

Eco. Leopoldo Báez Carrera


Gerente General
Banco Central del Ecuador

9
PRESENTACIÓN DE LA UNESCO

L a UNESCO, en el marco de sus actividades encaminadas a la promoción de la cien-


cia al servicio del conocimiento y del conocimiento al servicio de la sostenibili-
dad, decidió asociarse con el Banco Central del Ecuador para ofrecer al público ecua-
toriano, una obra de invalorable utilidad para el desarrollo del país, en su versión
española hasta ahora inédita: "Las montañas volcánicas del Ecuador exhibidas y
descritas desde el punto de vista geológico-topográfico”, Berlín 1967, escrita por el emi-
nente sabio alemán Alphons Stübel (Leipzig 26.7.1835, Dresde 10.11.1904).

Geólogo y explorador, Stübel estudió física, química, geología y mineralogía como


bases para su especialización en vulcanología. En 1866 se asoció con el colega
Wilhelm Reiss y juntos viajaron a la isla Santorin, donde aprendieron mucho en la
propia naturaleza. Pero donde se transformaron en verdaderos especialistas y sabios,
fue en el largo viaje por América de 1868 a 1877, donde al recorrer los Andes, a base
de sus observaciones, tomas de muestras y estudios "in situ", explicaron la formación
de las grandes cordilleras, el levantamiento de los Andes y la geomorfología de la
actual orografía de los territorios de Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú. Stübel y
su compañero Reiss son considerados dentro de las categorías de los grandes explo-
radores alemanes en América Andina. (Datos tomados de la monografía del Dr. Misael
Acosta Solís "Científicos Alemanes que han contribuido a la Geografía e Historia
Natural del Ecuador").

Por coincidencia feliz para el Ecuador, el tiempo de la fundación y funcionamiento,


desgraciadamente efímero, de la primera Escuela Politécnica, iniciada por el
Presidente Gabriel García Moreno, período de inigualable esplendor científico y cul-
tural del país, acudieron al Ecuador, además de los insignes profesores de aquella
gran institución, otros muchos que realizaron entonces innumerables y muy valiosos
trabajos científicos. Entre ellos Alphons Stübel.

Los sabios investigadores Reiss y Stübel analizan, en estudio prolongado la región vol-
cánica del país. A 18 de abril de 1873 escribe Stübel al Presidente García Moreno:
"Dígnese V.E. recibir de nuevo mi agradecimiento por la alta protección y bondad con
que ha querido honrarme y favorecer el objeto de mi viaje felizmente posible por el
largo espacio de paz que la Presidencia de V.E. por la primera vez ha sabido dar a la
República del Ecuador".

Convencido, pues, de la necesidad de emprender investigaciones científicas para el


desarrollo integral del Ecuador, Stübel viaja incansablemente recolectando abundante
material para la redacción de su obra fundamental, Las montañas volcánicas del
Ecuador.

Un pueblo, una nación, además de su propia identidad interna, es necesario que sepa
para su conocimiento pleno, en donde vive, por decirlo así, su "casa", la naturaleza
total de su territorio, los pormenores de su vivienda. Pensemos, por ejemplo, qué
valioso sería, para su desarrollo y sostenibilidad el contar con un catálogo o listado

11
completo, disponible para todos, de los nevados, las montañas y volcanes de su pro-
pio país, como base para mil aplicaciones de carácter científico y otras como la pre-
vención de los desastres naturales, la promoción del turismo ecológico, la conser-
vación del medio ambiente, etc.

Esta es la gran importancia de la labor de Stübel y de su obra que, al igual que la clási-
ca Geografía y Geología del Ecuador de aquel otro gran sabio alemán, Teodoro Wolf, se
puede decir que ha sido y sigue siendo para los estudiosos de ayer y para muchos del
presente una especie de "evangelio cívico", expresión de Francisco Terán, en la intro-
ducción a la reedición española de Wolf publicada por la Casa de la Cultura
Ecuatoriana.

Esta obra que hoy se publica con el apoyo del Programa Internacional de Correlación
Geológica - UNESCO, viene a sumarse a los múltiples esfuerzos de investigación,
seguimiento y levantamiento de datos, de procura incesante de respuestas a los
insondables misterios de la vida y la naturaleza en todos los rincones del planeta. Sus
enseñanzas y orientaciones son consideradas esenciales para el diseño de programas
de formación y sensibilización, como para la concepción de escenarios nuevos y más
proactivos en una región del mundo obligada a convivir sabiamente con la naturaleza
que presenta desafíos complejos e inciertos pero que, al mismo tiempo, la envuelve
una belleza sin igual rodeada de mitos, ritos y leyendas.

Gustavo López Ospina


Director
Oficina Regional de Comunicación e Información
para América Latina y el Caribe y
Representante para Colombia, Ecuador y Venezuela

12
ESTE LIBRO

E l libro "Las montañas volcánicas del Ecuador retratadas y descritas geológica-topográficamente por
Alphons Stübel, con un mapa de la región volcánica en dos láminas" (Die Vulkanberge von Ecuador:
Geologisch-Topographisch Aufgenommen und Beschrieben von Alphons Stübel, mit Einer Karte des
Vulkangebietes in Zwei Blättern) fue originalmente publicado en Berlín, por la editorial de A. Ascher &
Co., en 1897. El mapa fue realizado por Teodoro Wolf, otro reconocido geógrafo alemán, contemporá-
neo de Stübel. En Quito se conservan al menos tres ejemplares de la edición original: en el Fondo de
Ciencias Humanas de la Biblioteca del Banco Central del Ecuador, en el Instituto Geofísico de la Escuela Campamento cerca del
Politécnica Nacional y en la Biblioteca Ecuatoriana "Aurelio Espinosa Pólit" de Cotocollao. Chimborazo
c. 1871--1874
Oleo/lienzo
La obra presenta una visión global de los volcanes del Ecuador y, en la concepción de Stübel, debía Völkerkundlinche Sammlungen
leerse en relación con las 80 pinturas de esos mismos volcanes que había realizado Rafael Troya, im Reiss--Museum,
como complemento de las investigaciones del propio Stübel. Dichos cuadros no fueron repro- Mannheim

ducidos en el libro, pero se exhibían en el "Museo Etnográfico" que el mismo científico había orga-
nizado en la ciudad de Leipzig. Con el tiempo, como se explica en el estudio de Alexandra Kennedy
Troya, esas obras pictóricas desaparecieron, pero al final de esta edición se reproducen a todo
color 14 paisajes del mismo artista ecuatoriano, muy similares a otros tantos de los perdidos, que
darán al lector al menos una idea parcial de la concepción original de Stübel.

Con el mismo objeto, reproducimos en esta edición, insertándolos en el lugar correspondiente, los
bocetos de los volcanes ecuatorianos que dibujó a plumilla el señor Max Georg Vetter, copiándo-
los de los aludidos originales de Troya que existieron en Leipzig. Esos dibujos fueron reproduci-
dos en el libro del mismo Stübel Skizzen aus Ecuador (Dibujos del Ecuador), publicado en 1886 para
el VI Congreso Alemán de Geógrafos, con el subtítulo Illustrirter Katalog Ausgestellter Bilder
(Catálogo de cuadros presentados con un comentario) como parte de la serie "Viajes en Sudamérica"
de Wilhelm Reiss y Alphons Stübel. Así, esta segunda edición (primera en lengua castellana) de Las
montañas volcánicas del Ecuador podría ser incluso superior a la primera, salvo para aquellos
pocos afortunados que pudieron haberla leído en el propio "Museo Etnográfico", contemplando
directamente los cuadros de Troya.

Además de lo dicho, esta edición se enriquece con tres introducciones: un interesante estudio
biográfico de Stübel, de José Egred A., del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional
(Quito); otro sobre Stübel, el paisajismo y la ilustración científica en el Ecuador, en que se destaca
el papel del célebre pintor ecuatoriano Rafael Troya, a cargo de Alexandra Kennedy Troya, de la
Universidad de Cuenca, y una visión de los aportes de esta obra a la vulcanología ecuatoriana, a
cargo de Hugo Yepes A., Director del ya mencionado Instituto Geofísico.

Esta edición presenta al público de habla hispana una traducción fiel y esperamos que correcta del
original alemán. Sin embargo, hemos eliminado los siguientes capítulos, por considerar que no tienen
mayor interés para el lector actual, salvo, quizá, para unos pocos especialistas, que podrían consul-
tarlos en la edición original:

1.- "Determinación astronómica de las coordenadas de las localidades en el Ecuador", que


no es un texto de Stübel, sino del señor Bruno Peter. Son cuadros con fechas, horas, grados
y localidades.

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2.- "Fragmentos climatológicos". Son distinciones de las estaciones del año de acuerdo a
fechas y horas específicas. Se presentan cuadros sobre las presiones atmosféricas, las tem-
peraturas, el número de observaciones en distintos lugares del Ecuador.

3.- "Secuencia de los viajes emprendidos por nosotros en Ecuador". Son los itinerarios de
los viajes de los investigadores alemanes.

4.- "Lista alfabética de los nombres de las localidades y alturas". Es una lista de 119 páginas
de nombres de localidades y alturas y el número del cuadro de Troya al cual corresponden.

En conjunto, estimamos que gracias a la feliz coincidencia de intereses en el tema de los vol-
canes entre el Banco Central del Ecuador y la UNESCO, ha sido posible publicar este libro
de indudable valor para los amantes de la naturaleza, los estudiosos de la historia de la cien-
cia y del arte en el Ecuador, los geógrafos, geólogos y vulcanólogos, los andinistas, los que
viven en los Andes o los estudian y, en general, para las personas cultas.

Los editores

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ALPHONS STüBEL EN EL ECUADOR

N o hay duda que la publicación de las obras de los miembros de la Primera Misión
Geodésica Francesa del siglo XVIII, dio paso a la difusión de las singulares caracte-
rísticas de los territorios ecuatoriales, lo que despertó la curiosidad de la comunidad
científica europea que se interesó en visitar estas latitudes. Más tarde contribuyó nota-
blemente en el mismo sentido, el sabio universal Alexander von Humboldt, con lo que en
épocas posteriores el Ecuador fue escenario de un trajinar científico ávido de explorar
un territorio que guardaba infinitas maravillas inexploradas, que esperaban ser descu-
biertas y estudiadas.

Por fortuna, entre los numerosos científicos que decidieron realizar exploraciones en el
Ecuador, se encontraron los doctores Alphons Stübel y Wilhelm Reiss, afamados naturalis-
tas y geólogos alemanes que recorrieron el mundo atraídos por las montañas que les brin-
daban el escenario para sus estudios.
Alphons Stübel (1835 - 1904),
retrato de Luis Cadena.
No se puede hablar del doctor Stübel sin mencionar a su colega Reiss, ya que a más de los Archivo Histórico del
trabajos que realizaron en conjunto, coincidieron en otros aspectos de sus vidas, pues am- Banco Central del Ecuador

bos pertenecían a familias adineradas que estaban en capacidad de solventar sus viajes, los
cuales inicialmente no tenían finalidad científica, pues los realizaban para remediar ciertos
problemas de salud. Sin embargo, la inquietud científica connatural en ellos, les indujo a
aprovechar esos periplos para iniciarse en la actividad a la que posteriormente dedicarían
toda su vida, porque fue entonces cuando se les despertó la afición por los viajes y la aven-
tura científica relacionada con las ciencias de la tierra.

Cada uno se inició por separado, pero el destino había previsto vidas paralelas guiadas por
la misma afición científica. Sin embargo, casi al final de la jornada se produjo su alejamien-
to, e irónicamente, la misma ciencia que les había extendido el lazo de amistad, fue la cau-
sante de la separación, cuando surgieron diferencias de opinión en teorías, conceptos y las
conclusiones que sacaron de las investigaciones, lo cual sobrepasó el umbral de lo científi-
co y llegó incluso al plano de la amistad.

Mauricio Alphons Stübel nació en Leipzig, actual Alemania, el 26 de julio de 1835. Su padre
fue Moritz Stübel, concejal de Dresde. Huérfano desde los catorce años, fue acogido por su
tío Julius, quien guió los primeros años de educación del joven Alphons. De 1854 a 1855 rea-
lizó estudios de química y mineralogía; esta última materia, con la guía del entonces presti-
gioso científico Naumman. Una enfermedad le obligó a interrumpir sus estudios y para res-
tablecerse realizó un viaje a Egipto. Ese tiempo no lo desaprovechó, pues realizó observa-
ciones en los recorridos por Jartum y la región del Nilo. Durante el viaje de retorno a su pa-
tria, en julio de 1858 pasó por El Cairo y transitó a través del desierto de Nubia. Posterior-
mente hizo escala en Roma y Nápoles y tuvo oportunidad de observar regiones volcánicas
importantes de Italia, lo cual causó gran impacto en su mente juvenil y consolidó definiti-
vamente su afición por las investigaciones vulcanológicas.

Entre 1859 y 1860 continuó en Heidelberg los estudios universitarios bajo la dirección de los
profesores Bunsen, Kirchhoff y Blum: obteniendo el doctorado en Mineralogía, Química y

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Física. Más tarde cursó nuevos estudios en Berlín, al mismo tiempo que realizaba traba-
jos junto a renombrados profesionales de sus áreas de conocimiento.

Entre 1862 y 1865, el doctor Stübel estuvo casi permanentemente fuera de su patria. Visitó
Escocia, las islas Orkney y Shetland, Madeira, Cabo Verde y Portugal. Una especial atención
científica le consagró a la isla Madeira donde, entre otras actividades, realizó numerosos bo-
cetos reproduciendo minuciosamente en cera los relieves de toda la isla, trabajo que causó
gran admiración. Pasó luego a reconocer las islas Canarias y retornó en el verano de 1865 a
Alemania, cruzando Marruecos y la Península Ibérica. También hizo exploraciones en la pe-
nínsula griega de Methana y en la isla de Egina, producto de lo cual presentó una diserta-
ción histórica sobre el vulcanismo de la región. El perfeccionamiento de sus métodos de ex-
posición y la práctica en las representaciones topográficas que adquirió en estos tiempos,
le serían sumamente útiles en la posterior expedición a Sudamérica

Un episodio que puede considerarse determinante para el resto la vida del doctor Stübel tu-
vo lugar en 1865. Mientras realizaba trabajos en Cabo Verde, ocurrió una erupción del vol-
cán Santorin, lo cual trastocó sus planes, pues se le presentaba la irrenunciable oportuni-
dad de asistir al evento natural que motivaba sus estudios. De inmediato partió a la región
del Santorin para estudiar el evento y en el camino se encontró con el doctor Wilhelm Reiss
que viajaba con igual propósito, siendo este el acontecimiento que propició el que se cono-
cieran, y sellaran la alianza científica que los unió por varias décadas.

La venida de los doctores Stübel y Reiss a Sudamérica, se produjo de la siguiente manera.


Después de haber agotado el estudio de los resultados del viaje a Grecia, el doctor Reiss
pensó en otro más largo a las islas de Hawaii. Como era de esperarse, su colega Stübel se
manifestó entusiasmado por compartir la expedición y nació de él la idea de aprovechar el
viaje para visitar durante tres o cuatro meses la región volcánica de los Andes de América
del Sur, pues siendo fervientes seguidores y admiradores del barón de Humboldt —aunque
posteriormente se convirtieron en críticos de sus observaciones geológicas— decidieron
reeditar los pasos del científico por este continente, para lo cual planificaron la excursión,
financiada con sus propios recursos. Proyectaron ir a Santa Marta y por Bogotá llegar a Gua-
yaquil.

El 8 de enero de 1868 los dos viajeros partieron de Europa y arribaron a Santa Marta pletó-
ricos de optimismo y felicidad. Sin embargo, los acontecimientos habrían de tomar un rum-
bo muy distinto, pues una vez llegados a Colombia iniciaron la exploración de la región de
Bogotá, luego pasaron al Orinoco y Cancatal y la fascinación de los Andes los hizo olvidar
muy pronto de Hawaii, su original destino.

Luego de recorrer Colombia, Ecuador, Perú y Brasil, el doctor Reiss, física y anímicamente
agotado decidió regresar a Alemania desde Río de Janeiro mientras el doctor Stübel prolon-
gó sólo el periplo por América, el cual finalmente duró más de ocho años, ya que según lo
expresó, no quería "concluir los esfuerzos de largos años de trabajo con el sentimiento de
un desertor" (carta del 4 de febrero de 1876). Visitó entonces Uruguay, Argentina, Chile y

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Bolivia regresando luego a Perú. De allí no emprendió el regreso directamente a Alemania,
sino que hizo un breve recorrido por los Estados Unidos. En agosto de 1877 estuvo de re-
greso en su patria.

Partiendo de la premisa que el objetivo primordial de las exploraciones era el estudio geo-
lógico y vulcanológico de los Andes, hay que señalar que esto no fue obstáculo para que los
dos científicos y en especial un naturalista como el doctor Stübel dedicara cierto tiempo a
investigaciones en otras áreas científicas, por lo que con razón se ha dicho que llegó a Amé-
rica como geólogo y vulcanólogo, y retornó a Europa, además, como etnólogo, paleontólo-
go y geógrafo. En forma similar, si los dos exploradores fueron antes coleccionistas de
muestras mineralógicas y geológicas, en esta ocasión se convirtieron en fervientes coleccio-
nistas de muestras botánicas, zoológicas y de artículos etnográficos, instrumentos indíge-
nas y todo cuanto artículo antiguo de valor encontraron, todo lo cual lo fueron enviando sis- Erupción del Tungurahua en 1918
temáticamente a su Alemania. No se puede omitir que en la correspondencia personal en- Foto: Nicolás Augusto Martínez
viada durante su periplo americano, existen verdaderos documentos en aspectos sociológi- Archivo Histórico del
Banco Central del Ecuador
cos, en los que de paso hay que decir, muchas veces el doctor Stübel se muestra como un
Quito
severo crítico de ciertos aspectos políticos, costumbristas, raciales, etc.

En lo que al Ecuador corresponde, la proyectada breve visita que se inició en marzo de 1870,
finalmente se convirtió en casi cuatro años de ardua investigación, para lo cual convergie-
ron varios factores. En primer lugar, se toparon con que el Ecuador era gobernado por el
doctor Gabriel García Moreno, a quien le apasionaban tanto como a ellos las investigacio-
nes geológicas y vulcanológicas y siempre estuvo dispuesto a auspiciarlas, como en efecto
lo hizo con los dos científicos, ya que el pensamiento universal de García Moreno le condu-
jo a reconocer la trascendencia de las investigaciones geológicas para beneficio del país, da-
da la múltiple riqueza de la naturaleza ecuatoriana.

El segundo factor para la prolongación de la estadía en el Ecuador tuvo que ver con ciertos
inconvenientes locales que obstaculizaron las exploraciones, entre ellos, las largas tempo-
radas de condiciones meteorológicas adversas y las dificultades de transporte, ya que a pe-
sar de la relativa cercanía de las cordilleras a los centros poblados, se debe tomar en cuen-
ta que había que transportarse en caballos hasta los lugares que los animales podían llegar
y luego iniciar las largas caminatas; todo esto, transportando voluminosas cargas de provi-
siones, pesadas carpas, rudimentario menaje y delicados instrumentos.

Pero el tercer factor fue el de mayor incidencia para que los científicos prolonguen su
estancia en el país, pues quedaron deslumbrados ante el paisaje andino ecuatoriano. Si
bien tenían buenas referencias sobre las posibilidades de investigación geológica, no
habían imaginado tener a su alcance tantos y tan diversos ambientes geológicos, mu-
chos de ellos inexplorados. Era imposible que dos científicos amantes de las montañas,
desaprovecharan la oportunidad de recorrer los Andes ecuatoriales, sea cual fuere el
precio de la aventura, porque para ellos era nada menos que un paraíso geológico y
vulcanológico. La avidez científica y la firme determinación de llegar a la verdad con
sus investigaciones, en múltiples ocasiones los condujo hasta el sacrificio, a resistir

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privaciones e incluso a arriesgar la vida, demostrando una tenacidad que lindaba con lo
obsesivo.

Al respecto de las condiciones de trabajo, sabemos que aún ahora con todas las comodida-
des representa un riesgo el ascenso a las montañas y que las condiciones ambientales son
muy rigurosas. Entonces, resulta muy complicado ubicarnos en el escenario de las explora-
ciones de tiempos pasados, cuando no existían implementos apropiados para facilitar las
ascensiones, la indumentaria personal era la que se vestía usualmente en épocas frías en la
ciudad, los víveres eran los de la alimentación diaria e incluso se llevaba animales para ser
sacrificados (cuando las comitivas eran numerosas) y para cocer los alimentos había que
transportar leña o carbón. No existían implementos especiales para ascender en nieve y,
por ejemplo, iban provistos de herramientas de labranza para hacer gradas donde el hielo
resbaladizo no permitía el paso. Las carpas eran de pesada lona y grandes palitroques, los
delicados instrumentos eran igualmente grandes y pesados, ya que por ejemplo para la de-
terminación de alturas, en lugar de un pequeño altímetro, se usaban barómetros aneroides
o de mercurio.

El acercamiento a las montañas se lo hacía desde la población o hacienda más cercana, en


caravanas con animales de carga hasta las alturas que estos podían llegar y de allí en ade-
lante eran los indios porteadores los encargados de llevar la carga, quienes vestían su indu-
mentaria habitual con ponchos y alpargatas. Para que podamos tener una idea de las difi-
cultades de locomoción que obligaban a largas jornadas de marcha, basta mencionar que
para la exploración del Pichincha por el lado de Mindo, la expedición que partió de Quito
tardó dos horas en llegar "al pueblo vecino de Cotocollao".

Como si todas las dificultades mencionadas fueran pocas, hay que añadir que gran parte de
las regiones que recorrieron los doctores Stübel y Reiss, eran inexploradas y por consi-
guiente se lanzaban a enfrentar aventuras desconocidas. Así por ejemplo, la primera perso-
na que posó sus pies en el filo del cráter del Tungurahua fue el doctor Alphons Stübel, el 8
de febrero de 1873 y como este, se encontrarán muchos ejemplos.

Mientras permanecieron en el Ecuador, parte de sus observaciones fueron dadas a conocer


en extensas cartas que le eran enviadas al presidente García Moreno, a manera de informes
resumidos de parte de las exploraciones.

De regreso en Alemania, la misión de los investigadores no estaba concluida, pues comen-


zaba una tarea diferente pero más ardua, donde el esfuerzo físico era reemplazado por el
intelectual, pues había que clasificar la inmensa cantidad de colecciones que habían esta-
do enviando metódicamente y, sobre todo revisar los voluminosos apuntes que configu-
rarían las obras y que en el caso del doctor Stübel concluiría con la revelación de su nue-
va teoría sobre los volcanes, no sin antes realizar nuevos viajes por Europa y Oriente, con
la finalidad de comprobar las hipótesis que habían surgido como resultado de sus estu-
dios en Ecuador.

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Algunos años los dedicó a la catalogación del material etnográfico fundamentalmente de la
excavación de Ancón, Perú, el mismo que pasó a formar parte del museo de etnografía de
Berlín y sobre lo cual el doctor Stübel escribió una obra en tres volúmenes.

Las muestras geológicas y de minerales, mapas, óleos y fotografías, provenientes de Suda-


mérica, merecieron un lugar especial en el "Museo Etnográfico" de Leipzig, parte de lo cual
se perdió o destruyó en la Segunda Guerra Mundial. Actualmente esa muestra se encuentra
en el Institut für Länderkunde, de Leipzig, donde después de la muerte del doctor Stübel
acaecida en Dresde el 10 de noviembre de 1904, también reposaron sus restos cremados,
hasta antes de trasladarlos al mausoleo de su familia.

Dediquemos ahora unas pocas líneas para referir algo sobre la personalidad del doctor Stü-
bel, de quien lo primero que salta a la vista es su firmeza de carácter para lograr los objeti-
vos que se proponía, pues a pesar de sus problemas de salud, desechó las comodidades que
le brindaban la posición social y económica de su familia, para ir tras de la aventura cientí-
fica, donde reiteradamente puso en riesgo la vida y no faltaron ocasiones en que estuvo a
punto de morir de hambre o de frío. Por eso, si la capacidad intelectual del doctor Stübel
asombró a los científicos de su tiempo, la actividad como viajero incansable despertó la ad-
miración de personas más fuertes que colaboraron con él.

Fue hombre de virtudes morales que le hicieron acreedor al respeto y afecto de quienes tu-
vieron la satisfacción de conocerlo. Sus biógrafos cuentan que su apariencia personal refle-
jaba al hombre preeminente de expresión aristocrática y a renglón seguido al científico sen-
cillo. Rehuyó los honores que reconocían su labor y desechó lujos y comodidades, para de-
dicarse a un apostolado de servicio a las ciencias por la simple satisfacción íntima.

Prodigó alabanzas a todas las personas que estudian y sobre todo a quienes colaboraban
con él a pesar de lo cual, si algo se le puede reprochar es el trato con peones y servidores
que no fue de ninguna manera amable, lo cual en gran medida se debía al afán de sacar el
mayor provecho de sus excursiones, lo que le obligaba a ser muy exigente consigo mismo
y con los demás. La insubordinación era reprimida con castigos físicos o con un confina-
miento e incluso consideraba que exhibir un revólver es lo mejor para mantener a la gente
sometida.

Era de rigor presentar esta ligera semblanza del doctor Stübel, antes de esbozar unas
palabras sobre su obra, a cuyo respecto, en el lejano año 1895 el señor Augusto N.
Martínez comentaba: "Si la República del Ecuador es ya algo conocida en los centros
científicos del mundo, si ya tienen nociones más exactas de su geografía, de su cons-
titución geognóstica, si su opulenta flora y riquísima fauna, no están ya cubiertas con
el vuelo de lo desconocido, confesémoslo, es debido casi exclusivamente á inteligen-
cias extranjeras, á infatigables viajeros que de cuando en cuando nos honran con sus
visitas. Los trabajos de los dos sabios alemanes Reiss y Stübel se pierden entre noso-
tros; la nueva generación ignora la existencia de esos dos ilustres aventureros, que
hollaron con pie firme casi todas nuestras, hasta ese entonces, vírgenes montañas ...

19
escudriñando ávidamente sus entrañas, estudiando prolijamente el proceso histórico
de su desarrollo, son dignos de un poema; y así lo comprendió nuestro poeta, mi inolvida-
ble primo Juan León Mera, cuando le dedicó su admirable canto ‘El Genio de los Andes’ ”.

Las palabras de don Augusto Martínez son un elocuente y acertado resumen de lo que sig-
nificaron los peregrinajes científicos que pasaron por nuestro país, en una época en que los
estudios vulcanológicos y geológicos se encontraban en sus albores. La venida de los doc-
tores Stübel y Reiss fue uno de aquellos felices acontecimientos, pues la labor que desple-
garon fue fecunda.

Por desgracia, la difusión de esos trabajos no se aprovechó en toda su magnitud, por varias
causas. En primer lugar, porque la mayoría de los resultados de las investigaciones se escri-
bieron en idiomas extranjeros y solo una pequeña parte se tradujo al castellano, como su-
cedió con escritos de los doctores Stübel y Reiss, traducidos parcialmente por el señor Au-
gusto Martínez y publicado por partes en diferentes órganos de difusión, como los Anales
de la Universidad Central.

Otro factor que dificultó la difusión de los trabajos realizados por extranjeros, fue el hecho
de que en nuestro país solo salieron a luz publicaciones parciales o preliminares, ya que las
verdaderas obras, generalmente voluminosas, se escribieron en los países de origen de los
científicos, utilizando todo el cúmulo de apuntes que llevaban, lo cual obviamente, en la ma-
yoría de casos demandaba de varios años de trabajo, como ocurrió justamente con la obra
del doctor Stübel. Algunos ejemplares de aquellas obras, en realidad muy pocos, llegaron al
Ecuador, pero era muy difícil que alguien o alguna institución emprendiera la tarea de tra-
ducirla y editarla. Así, muchos trabajos de indudable valor científico, quedaban restringidos
para quienes conocían idiomas extranjeros.

Además los fragmentos del doctor Stübel que se tradujeron en el país, con el correr del tiem-
po han ido quedando en el olvido y se puede decir que casi pasaron al anonimato. Allí ra-
dica el valor de la presente reedición de la obra de este científico.

Hay que resaltar también que los estudios que efectuó en el Ecuador, le sirvieron de funda-
mento para sacar las conclusiones con las que concibió su teoría sobre el mecanismo y la
naturaleza de los fenómenos volcánicos y la formación de las montañas. En la actualidad no
viene al caso analizar el contexto de la teoría stübeliana, lo importante es destacar la tras-
cendencia que tuvo, pues sirvió para que surja en Europa un debate científico, de lo cual las
ciencias siempre salen beneficiadas en la búsqueda de la verdad, que es justamente lo que
siempre pretendió el doctor Stübel. De paso, esta circunstancia elevó a primer plano el nom-
bre del Ecuador, donde se realizaron las principales investigaciones.

José Egred A.
Instituto Geofísico
Escuela Politécnica Nacional

20
ALPHONS STÜBEL: PAISAJISMO E ILUSTRACIÓN CIENTÍFICA EN ECUADOR

…es excitante arrancar a las nubes


lo que le pertenece a la tierra
(Stübel, Las montañas del Ecuador, [1897])

E l siglo XIX supone para América Latina un momento extraordinario de reconocimiento


de sus cualidades naturales y beneficios económicos, así como de los habitantes y sus
costumbres. Sin embargo, cabe señalar que si bien inaugura este periplo de la investigación
científica americana, el naturalista Alexander von Humboldt (1769-1859), quien vendrá jun-
to al médico y naturalista francés Aimé Bonpland (1773-1858) y se quedará desde 1799 has-
ta 1804 en América, muchos más exploradores y científicos seguirán sus pasos, ampliando
los conocimientos, rectificando o introduciendo importantes innovaciones.

Cada región o nación atraerá la atención de los viajeros extranjeros —en su mayoría euro-
peos— de diversa forma; a veces por las impresionantes ruinas arqueológicas de culturas
como la azteca o la inca o por los importantes depósitos de minerales como el cobre en Chi-
le, en otras, por la fauna y flora de una región tropical como el Brasil. Es indudable, y así
lo demuestran la mayoría de publicaciones, apuntes o diarios de viaje, fotografías u óleos
de la época, que el Ecuador fue especialmente atractivo por el elevado número de volcanes
tanto activos como dormidos, situados en pleno trópico. Este país se convirtió en un ex-
traordinario laboratorio para la obtención de los más variados datos sobre la formación de
la corteza terrestre y en general sobre la función de los volcanes, complementados por el
estudio de la flora tropical.

Algunos, como el químico y agrónomo francés Jean Baptiste Boussingault (1802 –1887) por
los años 30 desarrollaron ciertas ideas sobre los volcanes, posteriormente rectificadas. Po-
cos años más tarde Charles Darwin (1809–1882), además de sus conocidos estudios sobre
la biología en las Islas Galápagos, hizo descripciones sobre sus volcanes. Quizás el prime-
ro en publicar en formato científico una serie de observaciones sobre los volcanes continen-
tales del Ecuador, fue el botánico alemán Hermann Karsten, (1817–1908), quien estuvo por
tierras sudamericanas, entre 1844 y 1856 y publicó entre otros: Ueber die Vulkane der An-
den (Sobre los volcanes de los Andes, 1858) y Ueber Lavastroeme des Tungurahua und Coto-
paxi (Sobre los flujos de lava del Tungurahua y el Cotopaxi, 1873). También Moritz Wagner
(1813 – 1887) publicó algunos trabajos sobre la naturaleza y los volcanes ecuatorianos co-
mo resultado de su visita a este país entre 1858 y 1859.

Es interesante subrayar que prácticamente todos los científicos que de alguna


u otra manera trabajaron sobre la vulcanología ecuatoriana fueron alemanes;
pero no fue sino hasta 1870 en que el primer geólogo y vulcanólogo especializado
—Alphons Stübel (Dresden 1835-1904)— estableció un proyecto de gran envergadura con
respecto al tema y publicó posteriormente junto con su compañero de viaje el geó-
logo alemán Wilhelm Reiss (1838-1908), sendas contribuciones en alemán. También
realizó el montaje de museos y aulas de estudio en Alemania destinadas al público
europeo. Su meta principal fue la de describir las estructuras volcánicas debido a

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que en estas, según los científicos, se había materializado la actividad prehistórica
de las fuerzas volcánicas.

La publicación más importante de mano de Stübel, según el vulcanólogo contemporáneo


Minard Hall, fue precisamente el libro que ahora se presenta traducido parcialmente al
español después de más de 100 años de su aparición en Berlín, Die Vulkanberge von Ecua-
dor (Los volcanes del Ecuador, 1897). En el prefacio de este libro se señala que el propó-
sito del mismo era enseñar las formas de la configuración del terreno del altiplano ecua-
toriano y las estructuras tectónicas de sus distintas partes de tal manera que se pudie-
sen extraer conclusiones sobre sus orígenes. En suma, se trataba de observar los volca-
nes en la diversidad de sus formas externas y en su estructura interna, según la variedad
petrográfica de sus rocas y en relación a su edad y posición respecto de las formaciones ro-
cosas que las subyacen y rodean, según palabras del mismo Stübel en la presentación de
estos textos.

Para poder cumplir con su cometido, Reiss y Stübel se vieron obligados a elaborar docu-
mentos cartográficos, hasta entonces inexistentes, y dibujos topográficos. La división de
su trabajo precisamente tomó en cuenta estas dos grandes áreas del trabajo: Reiss, enton-
ces, haría la medición trigonométrica de cada una de las regiones vulcanológicas y Stübel,
en cambio, estaría a cargo de realizar las representaciones pictóricas de las montañas vol-
cánicas, en perspectiva. Este último trazaría los dibujos complementarios ajustándolos al
detalle mediante la inscripción de los nombres,[dándoles] en cierto modo, la forma de mapas
de perspectiva. Para ello, no fue suficiente sus dibujos a plumilla, iluminados algunos, o sus
acuarelas; Stübel resolvió que la mejor manera de captar una real panorámica con el esplen-
dor del color y las luces y los detalles de las rocas era posible únicamente a través de cua-
dros al óleo, la fotografía en este caso en particular era inútil. La cámara no puede indivi-
dualizar, decía, ni dar color, perspectiva y vida.

Cabe recalcar que es la primera vez que se traduce al español un libro de Stübel de esta
magnitud ya que durante su estadía en Ecuador solo se publicaron cartas-informes que am-
bos geólogos presentaron por pedido expreso del presidente Gabriel García Moreno (1821-
1875). Posteriormente, a principios del siglo XX, el profesor Augusto N. Martínez (1860-
1946) tradujo al español y publicó en Quito las siguientes obras cortas de Stübel: El reparti-
miento de los centros de erupción más importantes y los volcanes que lo determinaron en Sud
América (1903), y, La diversidad de las montañas volcánicas del Ecuador (1903).

El mismo año de arribo de Reiss y Stübel al Ecuador en 1870, llegó otro alemán geógrafo y
geólogo, Teodoro Wolf (1841 – 1925) quien permanecería en el país hasta 1891 y quien, ade-
más de sus destacadas aportaciones como profesor en la recientemente abierta Escuela Po-
litécnica de Quito, publicaría su obra magna Die Geographie und Geologie von Ecuador (Geo-
grafía y geología del Ecuador, 1892), traducida al español y publicada por vez primera en
Ecuador en los años de 1970. Algunos de sus mapas fueron utilizados en las publicaciones
de Reiss y Stübel, como se comprueba en esta obra que introducimos.

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Otro viajero inglés que complementó con sus observaciones este tipo de investigaciones
fue Edward Whymper (1840–1912) con Travels Amongst the Great Andes of Ecuador (1892;
traducido al español como Viajes a través de los majestuosos Andes del Ecuador, 1993, 1994,
2001). El más importante contribuyente nacional fue el citado Augusto N. Martínez quien
realizó sendas monografías e informes sobre los volcanes ecuatorianos. Con él y otro geó-
grafo alemán Hans Meyer (1858 – 1929), quien vino al Ecuador en 1903 en compañía del pin-
tor Rudolf Reschreiter, se cierra un siglo extraordinariamente rico en investigaciones vulca-
nológicas.

Como podemos observar por la extensa presentación que hace Stübel en este libro, fue cen-
tral a las investigaciones el material visual que iban recogiendo a costa de muchos sacrifi-
cios. Era esta constancia visual la que serviría para probar con mayor rigurosidad sus hi-
pótesis científicas y lo que permitiría mostrar sus descubrimientos didácticamente, tanto a
un público culto como a sus propios colegas investigadores.

Stübel, como vimos, tuvo a cargo esta parte del trabajo ya que había sido entrenado como
dibujante, tal como acostumbraba la rigurosa formación de los geólogos. Cuando la pareja
de alemanes llegó a San Agustín, al sur de Colombia, zona selvática peligrosa, fueron casi
devorados por los chupasangres. A pesar de ello, —relata Stübel el 13 de febrero de 1869—
logré hacerme de algunos dibujos, con las manos ampolladas.

La importancia otorgada a la recolección de imágenes puede además observarse en sendas


comunicaciones enviadas a sus parientes. En septiembre de 1869, al culminar el Munchi-
que, montaña también al sur de Colombia, anotaba Stübel que....

En los dos días y dos noches que pasé en la cima de Munchique, sólo pude pescar al-
gunas imágenes furtivas, ora en una dirección, ora en otra, y pude hacer una ubica-
ción muy poco satisfactoria de la latitud geográfica. Este cerro, cuyo ascenso debería
ser, en cierta medida, el coronamiento (de mi trabajo) por la contemplación de la pa-
norámica de los volcanes escalados y las cordilleras transitadas, representa un punto
central en las poderosas cordilleras, y al mismo tiempo forma una especie de tabique
que posibilita la existencia de dos climas completamente distintos.

Finalmente en marzo de 1870 llegaron a Ecuador. En él permanecieron hasta noviembre de


1874 ya que según palabras del mismo Stübel en este país nacían los volcanes como hongos
en el suelo (Riobamba 2.VIII.1872). Debido a ello, sus viajes se centraron en las provincias
de la sierra norte, desde Carchi hasta Chimborazo, con incursiones esporádicas a la Ama-
zonía por la población de Baños en la provincia de Tungurahua, o a las provincias del sur
como la del Azuay. Fue en el único país donde Stübel —por razones científico-pedagógi-
cas— vio necesario contratar los servicios de un pintor local, como veremos más adelante.

A fines de 1874, llegaron a Lima y se encontraron con una serie de revueltas políticas, cosa
que les obligó, por no perder tiempo y dinero, a realizar una excavación arqueológica de un
importante cementerio preinca en Ancón de una capacidad de 3.000 a 4.000 personas. Si los

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comentarios que hacen Stübel y Reiss a través de sus cartas-diario muestran un espíritu crí-
tico y una real aversión a las sociedades contemporáneas latinoamericanas, en cambio los
testimonios sobre sus civilizaciones antiguas llevan un tono muy distinto. Por citar sólo un
ejemplo, ante los sendos hallazgos de textiles preincas en Ancón, decía Stübel que pueden
compararse a nuestros más finos gobelinos (Ancón, 26.II.1875). Acto seguido lamentaba la
pérdida de objetos precolombinos destruidos por la execrable población española.

En noviembre de 1875 se encontrarían Reiss y Stübel en la ciudad brasileña de Belem.


El primero volvió a Europa y Stübel emprendió un nuevo viaje desde Río de Janeiro has-
ta Uspallata en Bolivia para observar los gigantescos volcanes. Nuevamente exploró
ruinas precolombinas preincas en el sobresaliente sitio de Tiahuanaco y partió por bar-
co desde el Callao (Perú) hasta Nueva York de donde zarpó de regreso a casa el 11 de
julio de 1877.

El material que retornó por separado en manos de Reiss y Stübel fue verdaderamente in-
menso comparado con el volumen de sus publicaciones. Por ello esta obra, que ahora se
presenta traducida al español, es particularmente interesante para la historia de la vulcano-
logía del Ecuador. También es muy importante desde el punto de vista visual, es decir de la
constitución de narrativas visuales y la generación de una tradición de pintura paisajística
en el país, al igual que otro libro que publicaron Reiss y Stübel con anterioridad: Skizzen aus
Ecuador (Bocetos del Ecuador, Berlín, 1886). Este informe provisional como lo llamó Stübel,
estuvo dedicado a los miembros del VI Congreso de Geografía Alemana que se celebró en
Dresden el mismo año de su publicación, y fue de alguna manera completado por la obra de
Stübel que ahora entregamos al público: Die Vulkanberge von Ecuador (Las montañas volcá-
nicas del Ecuador, 1897).

Skizzen aus Ecuador (Bocetos del Ecuador) de Stübel fue profusamente ilustrado con graba-
dos realizados por el alemán Max Georg Vetter, sobre la base de los grandes óleos del pin-
tor ecuatoriano Rafael Troya (1845-1920) contratado por Stübel entre 1871 y 1873.

Es importante recordar que a partir del viaje que hiciera a América el científico prusiano
Alexander von Humboldt entre 1799 y 1804, y del sinnúmero de sus publicaciones ilustradas
—Atlas Pintoresco (1810) o Cosmos (1845)— proliferaron las expediciones científicas del ti-
po de las que habían nacido con la Ilustración. Desde entonces, el arte y la ciencia inicia-
ron un estrecho recorrido, generando la idea de que una comprensión y difusión más caba-
les de la ciencia y los fenómenos científicos debía necesariamente servirse de imágenes que
la ilustraran. Más allá de los libros científicos que pudieron haber llegado a un público más
especializado y por ende reducido, estas publicaciones crearon la costumbre de que las cró-
nicas de viajeros tenían que ser complementadas con apuntes hechos por los mismos expe-
dicionarios o mediante obras pictóricas realizadas por artistas extranjeros o locales contra-
tados para el efecto, o, como en muchos casos sucedió, provocaron la toma o compra de
imágenes pintadas o fotografiadas de otros colegas viajeros o fotógrafos, tanto extranjeros
como nacionales.

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Lo cierto es que la imagen se volvió un elemento fundamental, fuese a través del medio que
fuere —acuarelas, dibujos, óleos, grabados o fotografías— y con ello empezó a proliferar un
imaginario visual de América que incluía predominantemente: paisajes rurales y urbanos, ti-
pos étnicos, oficios y costumbres del lugar o grandes monumentos de civilizaciones como
la azteca o la inca.

Entre el rigor científico y la fantasía romántica, el europeo ávido de recibir noticias de este
mundo lejano y exótico, capaz de ser redescubierto y probablemente recolonizado, iba per-
filando su propio imaginario sobre estas tierras vastas e ignotas. Tanto el hombre de cien-
cia europeo, como el viajero curioso o artista, evidentemente configuraban un mundo ame-
ricano bajo su propia luz y destinado a un público muy particular. Esto tuvo como conse-
cuencia un tráfico de imágenes sobresaliente, sobre todo a partir de mediados del siglo XIX.
Alcides D’Orbigny (1802-1857), un viajero francés, por citar un ejemplo, jamás estuvo en Co-
lombia, pero la ilustró comprando imágenes a otros viajeros. Una pequeña acuarela del ar-
tista ecuatoriano Joaquín Pinto (1842-1906) muestra a un vendedor ambulante quien entre
otros cachivaches o chucherías vende láminas pintadas. Gracias a esta demanda, muchas
imágenes se volvieron íconos estereotipados de los tipos de la tierra o de los paisajes y apa-
recerían en publicaciones tanto europeas como americanas, repitiéndolas durante décadas
hasta hacernos perder la noción de para quién y en qué contexto original se publicó tal o
cual imagen.

Para el europeo o el estadounidense probablemente las imágenes del viajero alemán Johann
Moritz Rugendas (1802-1858) o el norteamericano Frederic Edwin Church (1826-1900) sí bus-
caban representar la naturaleza fidedigna de ciertas regiones de América Latina. Sin embar-
go, cabría preguntarse si no existió también un nutrido grupo de hombres de ciencia y ar-
tistas latinoamericanos que empezaron a mirarse a sí mismos y a desarrollar lenguajes pro-
pios. A muchos de los artistas locales les interesó detallar las rocas, las nubes, la fauna o
la flora, de un modo tal que revela su gran familiaridad con la geología, la meteorología o la
biología. Igual que aquellos, también los pintores latinoamericanos componían escenas de
paisajes bucólicos, sublimes o científicos. Artistas como el portorriqueño Francisco Oller
(1833-1917) o el mexicano José María Velasco (1840-1912), no fueron simples copistas de la
sensibilidad, la técnica y los temas de sus colegas, maestros o científicos que los contrata-
ron como tampoco lo fue el ecuatoriano Troya de Stübel. Más allá de ello, propone Jorge
Cañizares-Esguerra, a través de los lenguajes pictóricos creados por muchos artistas lati-
noamericanos se buscaba una construcción deliberada de un imaginario visual que tendía
puentes con la pintura del Atlántico Norte que había tratado la narrativa visual del Nuevo
Mundo, creando a la vez narrativas alternativas para sus propias naciones.

Es precisamente la tensión y dicotomía de miradas e intereses que se crea entre las obser-
vaciones de un científico alemán como Stübel y un artista ecuatoriano como Rafael Troya
—después de su contacto con este extranjero— lo que me interesa explorar a modo de caso
de estudio que podría contribuir para ampliar lo que hemos denominado como narrativas
visuales de la naturaleza, y que nos sirven para aportar en la comprensión más general so-
bre la construcción de naciones en el siglo XIX.

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Si bien Stübel viene a Ecuador en compañía de Wilhelm Reiss, ambos trabajarán durante lar-
gos períodos por separado y se reunirán periódicamente para cotejar sus descubrimientos.
Reparamos en esto debido a que fue Stübel, no Reiss, quien contrató los servicios del joven
pintor Rafael Troya, que entonces tenía 26 años. Además, fue Stübel quien le entrenó en un
género de paisaje novedoso en el medio, el paisaje científico.

El interés en este país se centró en el estudio del altiplano andino y las regiones aledañas
de las cordilleras Oriental y Occidental, además de la flora de altura. Muy tangencialmente
llamaron su atención los aspectos etnológicos y etnográficos del Ecuador. Como dijimos an-
teriormente, Stübel vino guiado por los descubrimientos y narraciones de Humboldt. Al po-
co tiempo de llegar a tierras americanas criticó duramente al sabio prusiano por sus apre-
ciaciones ligeras y la falta de profundidad científica.

A Stübel, al parecer, le interesaba sobre todo la belleza de la naturaleza y los éxitos de su ta-
rea investigadora. Encontró corrupción y deficiencia en el planteamiento y la conducción
de los estados americanos. “Humboldt [... ] menciona [… ] nombres de indígenas, sólo pa-
ra rodearlos con un aire de cientificismo que impresiona al gran público, porque en realidad
la gente de Quito de entonces no es otra cosa que necia, según concepto europeo”, termi-
naba una carta de Stübel del 18 de mayo de 1870.

Un año más tarde en otra misiva familiar ratificaba lo anterior:

No puedo dejar de repetir para no incurrir en más detalles que tendrían que poner en
entredicho mi amor por la verdad, que no basta una gran fantasía, ni siquiera la de al-
guien familiarizado con las particularidades de otros pueblos, para imaginarse en qué
medida una república suramericana [Ecuador] es una institución grotesca, es decir lo
que es un Estado, en el que todo el mundo miente en cuanto abre la boca, el blanco
como el indio, donde la cultura está en el nivel más bajo que se pueda pensar, donde
no hay familia, donde no se conoce ni un ápice de cualquier tipo de respeto tanto por
la persona como por las cosas, donde nadie tiene la intención de desempeñar su ne-
gocio u oficio honradamente, es más, ni siquiera considera necesario mantener la apa-
riencia de ello, en donde el clero tiene el poder más ilimitado, y encima un clero que
no posee ni la más mínima cultura, un país donde la desconfianza, la envidia, la fal-
sedad, la holgazanería, la suciedad, la necedad innata e inculcada, la avaricia y el
mayor grado de cobardía individual vienen a ser los rasgos característicos nacionales:
imaginarse un país así, digo, sólo lo puede aquel que como nosotros ha tenido que tra-
tar durante casi cuatro años con estos perros. Sólo al indio, que en la escala oficial
está todavía por debajo de los esclavos, y degenerado totalmente por la bebida, se le
puede llamar soporte del Estado. (17 de mayo de 1871).

Stübel parecía ajeno a la realidad latinoamericana, su principesca educación en


Leipzig le impidió ver más allá, era un eurocentrista al cual le faltó la capacidad o
disposición para identificar el genuus propium, según Schrader, y resaltar las dife-
rencias específicas de las condiciones humanas. Él se consideró un profesional de

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la ciencia, un experto, que no debía guardar consideración alguna con lo que veía y
experimentaba.

Conocemos el país [Ecuador] tan a fondo como no lo ha conocido ningún viajero an-
tes de nosotros, y tampoco tenemos que avergonzarnos después de llamar a la gente-
cilla por su nombre. Porque amigos no tenemos aquí ningunos [sic], a pesar de que
el Ministro de Asuntos Exteriores nos aseguró que nunca habían viajado foráneos por
el país tan estimados como nosotros. Este ministro parece por cierto más o menos un
dependiente de comercio, y sus conocimientos de la política no deben rebasar segura-
mente mucho los del último. Nada resulta más ridículo que tomar a estas personas en
serio. Todo aquí es ironía. (13 de enero de 1871).

A pesar de la xenofobia y racismo claramente detectables no sólo por la correspondencia Gabriel García Moreno.
privada de Stübel sino también por la de Reiss, según Hans Meyer, la expedición de éstos Luis Cadena, extremo inferior
resultó “el viaje investigativo más fundado y productivo en la historia del descubrimiento izquierdo
Oleo/lienzo, 255 x 181 cm
de toda América”. Efectivamente, fueron los autores de la clasificación genética de los vol-
Colección: Museo, de Arte Moderno,
canes y quienes divulgaron una serie de conocimientos sobre la región noroccidental de los Casa de la Cultura Ecuatoriana
Andes sudamericanos mediante sus publicaciones, conferencias y reuniones públicas y pri- Quito
vadas. Stübel formó un importante museo de sus viajes y descubrimientos en Leipzig. Su
inclinación por la pedagogía y la divulgación general fue puesta en práctica ya en Ecuador,
donde dictó varias conferencias en la Universidad Central, publicó en revistas locales algu-
nas de sus ascensiones a modo de comunicaciones —informes al presidente— y entrenó
prolija y disciplinadamente al pintor Troya.

Además de sus diarios, el enorme material que se llevaron de vuelta consistió de dibujos de
paisajes, óleos, mapas, fotografías compradas, material geológico, colecciones botánicas y
zoológicas, tumbas y objetos precolombinos, artesanía y arte, cerámica, tallas, adornos e ins-
trumentos indígenas recogidos en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia predominantemente. La
mayor parte de este material actualmente se halla en el Institut für Länderkunde de Leipzig.

Como dijimos, el material visual era clave. En efecto, según Reiss (1921), “La belleza de los
escenarios naturales no es posible describirla con palabras”. Por ello recurrieron a acumu-
lar un material visual extraordinario. Stübel era un notable dibujante. Hizo decenas de di-
bujos a lápiz de vistas panorámicas de paisajes, de hasta cuatro metros de ancho, estupen-
dos detalles y reproducción a escala. Pero su exigencia estético-científica necesitaba de co-
lor, razón por la cual contrató a Troya en 1871, lo instruyó puntillosamente en lo que él de-
seaba mostrar y en su obsesivo espíritu por hacer un verdadero muestrario científico llegó
a talar “toda una falda de montaña para garantizar al pintor [Troya] una vista óptima y des-
pejada de todo el paisaje. Nadie —recalcó orondo Stübel— ha emprendido antes de mí un
torneo gimnástico con cuadros de más de un metro de ancho a través de los Andes”. (26 de
noviembre de 1872).

Stübel fue uno de los primeros científicos extranjeros en Ecuador en contratar a un pintor
local como ilustrador. Lo hizo seguramente a través del apoyo irrestricto que recibieron él

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y su compañero de labores, del entonces presidente Gabriel García Moreno, quien desde jo-
ven tuvo un gran apego por el estudio de las montañas ecuatorianas. Con su profesor de
matemáticas Sebastián Wisse de la Universidad Central ascendió al volcán Sangay y luego
—en 1844— se introdujo al cráter del Pichincha por primera vez en la historia del país. Su
interés por la geología y las ciencias naturales y exactas fue creciendo y por ello no es difí-
cil comprender el apoyo brindado a la constitución de la primera Escuela Politécnica del
país en Quito, la contratación de profesores extranjeros y el apoyo a misiones científicas in-
dependientes como la de Stübel y Reiss.

Resulta ilustrativo conocer que durante la estadía de los científicos en Ecuador, García Mo-
reno tuvo la prolijidad de ocuparse, indirectamente, de que en cada tambo o parada —sea
en valles o páramos— se les proporcionase caballos, comida, agua u hospedaje. Es decir,
la intervención y apoyo del presidente fue de carácter práctico la mayoría de veces. Los
científicos tuvieron que informarle periódicamente sobre su trabajo. Al publicar sus obras
recordaron con agradecimiento el apoyo del primer mandatario, aunque en su epistolario
personal los alemanes criticaran fuertemente el poder acumulado y el arbitrario manejo de
su gente. “Sólo la voluntad del presidente es ley; quien se atreva a contradecirlo encuentra
la muerte”, escribiría Reiss en junio de 1870.

García Moreno tuvo vínculos estrechos con Ibarra —una pequeña ciudad al norte de Qui-
to— tras su directa intervención en la restauración de la ciudad después del fatídico terre-
moto de 1868. Troya había vivido en aquella ciudad antes de ir a Quito y haber trabajado
en el taller de Luis Cadena (1830-1906), sobresaliente pintor neoclásico que fue becado a Ro-
ma por el citado mandatario. El mismo historiador y arzobispo de Ibarra y Quito, Federico
González Suárez (1844-1917) podría haber servido de importante vínculo entre los científi-
cos y el joven pintor ya que había laborado en ambas ciudades y conocía a su gente. Lo
cierto es que este hábil joven, quien había concentrado su trabajo en los géneros más de-
mandados por entonces, el religioso y el retratismo, se vio avocado a incorporar en su re-
pertorio el paisajismo científico. Stübel le enseñó a pintar paisajes —a los que llamó “pin-
turas panorámicas”— en base a sus propios dibujos y bocetos en perspectiva realizados in
situ. El conocimiento de Troya sobre la pintura de paisajes al inicio de esta gran aventura
había sido escaso, si no nulo. Como vimos, el mismo científico y buen dibujante se encar-
garía de transmitirle las formas de hacer, de “construir” paisajes que ilustraran clara y sis-
temáticamente la topografía del país.

En noviembre de 1872 Stübel ascendía con su equipo al Altar, “el más bello de todos los vol-
canes que hasta ahora hemos conocido y científicamente también es sumamente interesan-
te, aunque al mismo tiempo el más inaccesible, pero aquí está en las inmediaciones de Rio-
bamba”, escribía el alemán. Por aquellos días se había sentido una de las más fuertes ava-
lanchas de nieve, casi como un terremoto. A pesar de ello, Stübel no dudó en llevar a Ra-
fael Troya “a quien le fue posible” —continuaba— “pintar dos cuadros imponentes del Al-
tar y el Tungurahua”, y añadía, que el hombre “tiene talento, pinta rápido y está dispuesto
a cumplir mis órdenes, de manera que los cuadros son a medias mi creación”.

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Quito mantenía su fama como centro de buenos artistas. Años después de su viaje, Stübel
comentó sobre el estado de las artes en Quito, coincidiendo con otras manifestaciones de
viajeros decimonónicos. Decía que la ciudad era el emporio de la pintura de toda Sudamé-
rica, que en ella existían más de una docena de pintores reconocidos dentro y fuera del país.
Mas era como una gran industria —manifestaba— en donde el costo de la obra se medía por
su tamaño y la mayoría de artistas se limitaban a hacer copias de originales; sólo algunos
habían intentado crear o hacer retratos. Por ello, no creía en la existencia de una escuela
pictórica en Quito, el arte aún se heredaba, como nosotros —añadía— en la Edad Media, de
padres a hijos, de maestros a aprendices...

Frente a estas limitaciones, Stübel se vio obligado a entrenar al pintor Troya en el nuevo gé-
nero paisajístico.

“Una tarea artística tan grande —decía Stübel— no estaba a la altura de mi capaci-
dad. La simpleza del dibujo, si bien es suficiente para la composición tectónica de un
paisaje, no lo es, con todo, para transmitir la totalidad de la impresión, para lo cual
el color y los efectos de iluminación son ambos factores determinantes (...)

Le propuse [a Troya] —dice el geólogo— que intentase realizar pintura de paisajes.


Al principio lo dejé comenzar copiando algunos de mis bosquejos a color y luego le
permití prepararlos cromáticamente según el dictado directo de la naturaleza. Des-
pués de pocos intentos bastó para que despertara en él el entendimiento de la natura-
leza; un buen ojo y la capacidad para copiar la perspectiva y el color apoyaban su téc-
nica y entrenado pincel... Y desde entonces... el señor Rafael Troya... nos acompañó
dos años en el viaje por Ecuador y pintó en las oscuras chozas de los indígenas, en
carpas peladas, aterido de frío y cansado de largas caminatas...”

Joven, pícaro y adicto a la copa, don Rafael en muchas ocasiones no comprendió el espí-
ritu meticuloso y perfeccionista del alemán. Stübel despertaba temprano en busca del
nevado despejado. Sin total visibilidad, el estudio se hacía imposible. Largos días de es-
pera se sucedían y nada... “¡Así nomás vive el cerro todo el año!”, decíanle sus acompa-
ñantes nativos acostumbrados a que el más caprichoso de éstos, el Chimborazo, coque-
teara con los curiosos observadores. La desesperación de los científicos hacía que, por
regla general, todo el equipo tuviese que estar en pie muy temprano en la mañana. La
disciplina escapaba al carácter bohemio y errático de Troya. Es más, en muchas ocasio-
nes se dio sus escapadas a los pueblos vecinos o pequeños tambos cercanos a las tien-
das de campaña. El exceso de copas y largas horas en vela impedían a veces que pudie-
se levantarse temprano, causando con esto la cólera y desazón del puntilloso científico.
“Y a mí qué me importa que se vea o no al cerro, otra vez será..”. musitaba entre dientes
el alegre y despreocupado ilustrador.

Cansadas y prolongadas caminatas... y en este recorrer de la Sierra y parte del Oriente o


selva ecuatorianos, Troya aprendió a componer un tipo de paisaje que jamás olvidaría.
Sus paisajes debían proveer una lectura geológica de la naturaleza —una visión panorá-

29
mica clara— y este tipo de composición estaría presente en obras posteriores. La natu-
raleza confrontada directamente y trasladada en el acto al lienzo impidió en ocasiones
que el pintor tuviese tiempo para hacer estudios preliminares y en base a éstos ejecuta-
se la composición final.

Para la realización de los paisajes más grandes —escribía Stübel en la Introducción


del libro Skizzen aus Ecuador— se ha mantenido siempre el punto de vista geológi-
co. El centro visual ha sido escogido sin considerar las incomodidades que pueden
causar el transporte del campamento, de carpas, o la perseverancia a un punto apro-
piado, hasta la entrada de un momento lumínico adecuado. Estos cuadros fueron pin-
tados en los tamaños aquí presentados en el mismo lugar, frente al paisaje que repre-
sentan, no de pequeños bocetos trasladados al lienzo. Y por supuesto, fue muy incó-
modo transportarlos mientras estaban frescos; por ello se tomaron especiales precau-
ciones en bosques tupidos y en alturas donde el viento soplaba fuertemente. Al regre-
so de una excursión, el pintor dio solamente los últimos toques a la obra.

Y de esta manera se llegó a completar una magnífica colección de más de 80 óleos. En és-
ta se hallaban representados los volcanes principales de Ecuador; la selva tropical, el pára-
mo, distintas regiones de vegetación de las zonas altas de clima templado, haciendas de tie-
rra fría y caliente que los hospedaron, los campamentos de la expedición, las chozas solita-
rias de los indios.

Se dice que durante este tiempo el pintor había formado una colección paralela de menores
dimensiones. Una vez que se puso fin a la larga y fructífera expedición, este conjunto de
lienzos se hallaba en casa de su madre, doña Luisa Correa, a quien había pedido que la cus-
todiase. Los geólogos se enteraron de su existencia y sin encontrar un día a Troya, hicieron
una oferta económica a su madre. Ella conocía de las necesidades que aquejaban frecuen-
temente a su hijo y creyó que al venderla le ayudaría. Así fue como también esta colección
personal se perdió irremediablemente, dejando a don Rafael en un estado de profunda me-
lancolía, según anécdotas familiares. Sin embargo, creo que esto no fue del todo cierto ya
que de las obras que hizo para Stübel, pocos meses después continuó haciendo versiones
de algunas de ellas. Debió haber tenido algún tipo de memorias visuales, fueren bocetos a
lápiz o al óleo.

Según lo antedicho, García Moreno recibió varios informes del trabajo que realizaron en
Ecuador los geólogos; en ellos se describía, paso a paso, las ascensiones, los hallazgos, tem-
peraturas, alturas, puntos de vista, observaciones especiales, nombres de la gente que in-
tervenía, etc. El aporte más destacado publicado en Ecuador pocos años más tarde y que
seguramente compendia las entregas anteriores, fue el folleto denominado: Alturas tomadas
en la República del Ecuador en los años de 1870, 1871, 1872 y 1873 (Quito, Imprenta del Go-
bierno, 1885), hoy una rareza bibliográfica.

Una vez finalizado el proyecto, los dos alemanes organizaron en el Palacio Presidencial una
exposición de las obras ejecutadas entre 1871 y 1873 por Troya. La calidad de la muestra

30
dejó al presidente maravillado y ordenó que esta colección de óleos no saliese del país. Sus
disposiciones no fueron acatadas, los científicos sentían que tenían pleno derecho de llevar-
se las obras que ellos habían costeado y supervisado.

Una vez en Alemania, la obra de Troya fue utilizada para elaborar zincograbados con los que
se ilustró la obra de Stübel Skizzen aus Ecuador (1886). Los óleos pasaron a conformar el
Museum für Völkerkunde (“Museo Etnográfico”) o Museo Grassi (332 m2 de superficie de sa-
las), organizado por el mismo Stübel, en la ciudad de Leipzig. Así fue como muchos otros
viajeros y científicos tuvieron contacto más directo con nuestro país y prepararon sus via-
jes de exploración años más tarde.

La peculiaridad de esta colección de pinturas estribaba esencialmente en que formaba un


todo completo en sí mismo, que mostraba gráficamente la región volcánica del altiplano del
Ecuador en toda su extensión, según dice Stübel en la presentación de este libro. Treinta
de los óleos de Troya de diversas dimensiones —que oscilaban entre 160x70cm. y
31x21cm.— habían sido expuestos permanentemente junto con algunos dibujos de Stübel y
otros suplementos cartográficos, en el “Museo Etnográfico” de Leipzig. Era un primer inten-
to por fundar un museo de geografía de modestas proporciones, con una muestra muy re-
presentativa: los volcanes del Ecuador. La intención de Stübel fue siempre la de promover
nuevas investigaciones en el área de las ciencias naturales en general, de regiones extrañas,
así como investigaciones geológico-topográficas, en particular. La colección petrográfica
estaba íntimamente relacionada con las pinturas. Ambas colecciones fueron acogidas por
el museo en mención en una sección que se denominó de “Geografía Comparada”. No sa-
bemos hasta cuando permanecieron allí, lo cierto es que actualmente se desconoce el para-
dero de los óleos.

Los escritores nacionales que mencionan a Troya jamás se han olvidado de añadir que su
obra se encuentra en Alemania, en el mencionado “Museo Etnográfico” en Leipzig. Sin em-
bargo, ninguno de ellos alude al hecho de haberla visto, ni tampoco reproduce en sus escri-
tos fotografía alguna. Lo único que se sabe positivamente es que existen 5 cuadros de Tro-
ya en Mannheim, Alemania. Estos óleos —de similares dimensiones a algunos de los cua-
dros de la colección de Leipzig— se encuentran en el Völkerkundliche Sammlungen der
Stadt Mannheim im Reiss Museum (“Colecciones Etnológicas de la Ciudad de Mannheim en
el Museo Reiss”) y han sido ya mencionados en publicaciones ecuatorianas. El origen de
estos cuadros quizá haya sido vía Reiss. Hace algunos años, el director del museo, Dr. Hen-
ning Bischof, insinuó, sin haberlo investigado, que estos cuadros no fueron parte del fondo
de Leipzig sino que debieron haber llegado a Mannheim alrededor de 1900, como parte de
los adornos de la suntuosa mansión de los hermanos Wilhelm, Carl y Anna Reiss. Carl Reiss,
hombre de negocios, tuvo mucho interés por las ciencias naturales y apoyó de alguna ma-
nera a su hermano, mero catedrático y conocido hasta hoy por la sociedad de Mannheim co-
mo el hermano descastado.

Esto indicaría de alguna manera lo dispersa que se hallaba la obra de Troya en Alemania.
Unos cuadros quizás quedaron en manos de la familia Reiss, otros en manos de la familia

31
Stübel, los más formaron parte del “Museo Etnográfico” de Leipzig. Consideramos la posi-
bilidad de que parte de la colección de Leipzig hubiese sido vendida o trasladada a otras
instituciones y que en un futuro, parte de ella pueda ser descubierta, al igual que otras
obras sueltas que pertenecieron a las dos familias. Es de anotar que por aquellos años es-
te tipo de pintura de ilustración de regiones extrañas no era valorada en Europa y que mu-
chos museos almacenaron aquello que consideraban poco meritorio, en otras ocasiones
simplemente se deshicieron de obras consideradas entonces como secundarias y que ocu-
paban un importante espacio dentro de los recintos del museo. De todas formas, detalles
sobre esta intrincada búsqueda pueden ser consultados en mi obra Rafael Troya. El pintor
de los Andes ecuatorianos (Quito, Banco Central del Ecuador, 1999).

En este período de aprendizaje de Troya, cabe remarcar que Stübel convierte al paisaje
ecuatoriano en lugar de estudio, en objeto de estudio, distinto a los paisajes heroicos que
el grabador Koch realizara de los apuntes de Humboldt. No es una arcadia griega la que
realizan Stübel y Troya durante estos años; tampoco son paisajes cultivados y habitados,
es decir, con una expresa presencia humana, son más bien paisajes ilesos, asépticos,
constancias visuales de un descubrimiento geológico extraordinario en donde se combi-
nan los principios de la ilustración científica ante todo y sobre todo, y una dosis impor-
tante de sensibilidad y cromática romántica siguiendo los consejos del teórico francés
Jean Baptiste Deperthes (1761-1833) en su Teoría del Paisaje, obra que fuera traducida y
publicada en Quito en 1874, por solicitud del mismo Stübel con el fin de promover una
generación de pintores paisajistas en Ecuador.

Una vez separado Troya de Stübel, el pintor siguió durante los primeros meses reali-
zando obras paisajistas en el mismo formato y con los mismos temas que había prepa-
rado para el científico. Una obra fechada en 1874 y perteneciente al Museo del Banco
Central del Ecuador en Quito Vista de la Cordillera Oriental desde Tiopullo da fe de ello.
Sin embargo, a través de esta obra podemos señalar que Troya debió haberse queda-
do con bocetos a lápiz o al óleo de los 80 cuadros finales preparados para la expedi-
ción, ya que la obra mencionada es prácticamente idéntica a aquella grabada para ilus-
trar el libro de 1886, Skizzen aus Ecuador. Eso sucede con su Cascada de Agoyán antes
de la erupción del Tungurahua de 1875 (Museo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana,
Quito) y con El Pastaza de 1886 (Museo Municipal Alberto Mena Caamaño, Quito).
En estas obras el pintor no tuvo el libro de Stübel ya que este debió haber llegado a sus
manos después de 1887. Lo interesante es destacar que si bien la composición es
similar, casi idéntica, a la obra encomendada por Stübel, Troya incorporará personajes
ecuatorianos: una indígena hilando en la primera obra, unos visitantes locales en vez
de expedicionarios, en la segunda; y los personajes principales de la obra magna del
Romanticismo ecuatoriano, Carlos y Cumandá, de Cumandá (1879), novela escrita por
Juan León Mera (1832-1894). Troya empieza a apropiarse de sus personajes queridos
y vividos cotidianamente; más adelante, a su vuelta de un largo autoexilio en Pasto
(Colombia), a fines del siglo XIX, y según la demanda expresa de sus coterráneos,
políticos, comerciantes y agricultores, ampliará el repertorio de temas y localidades,
sobre todo con vistas nuevas de su propio terruño de Imbabura y fondos para ambien-

32
tar con mayor veracidad hitos históricos como La Fundación de Ibarra de ca. 1906 (Sa-
lón Máximo del Municipio, Ibarra). Las chozas o casas de adobe otrora lejanas y casi
inexistentes en la obra para Stübel también se convierten en elementos testigo de la
presencia de su propio entorno. Los fenómenos de una naturaleza activa, amenazante
y fascinante a la vez, también son motivo de su curioso y amplio pincel. Existen tres
vistas del Tungurahua en erupción, en distintos momentos del día.

Tomemos unos tres ejemplos concretos para ampliar el cómo Troya enfrentó el paisajismo
después de su contacto con Stübel y a su vez sirvió como fuente de ilustración para otros Ruinas de la iglesia de La
científicos; así como las nuevas demandas que recibió en Ecuador. Compañía de Jesús después del
terremoto de Ibarra, 1870
Fotógrafo no identificado
En el Museo del Banco Central del Ecuador en Cuenca está expuesto desde hace algunos años Archivo Histórico del
un óleo sobre cartón denominado El Antisana o La cacería del venado de 1908. Como de cos- Banco Central del Ecuador
tumbre, el primer plano está en sombra. Esta área de pajonales de fresco verdor, húmedo, es Quito.

de las representaciones más vívidas de nuestros tristes y solitarios páramos. El bello salpicar
del pajonal del páramo del Antisana ayuda al movimiento de la escena de cacería, única den-
tro del trabajo del pintor. Frente a este paisaje verde oscuro se destaca magníficamente la blan-
cura de la nieve. El pintor en la mayoría de veces utiliza blancos puros y resalta así la figura
del volcán. Es interesante notar lo lineal que es en esta obra comparada con la primera ver-
sión, en que un hombre tiraba de un caballo y se dirigía hacia su pequeña propiedad. Dicha es-
cena corresponde a la obra de Troya pintada en 1872 con la ayuda de un apunte tomado por
Stübel del natural. (Véase un grabado de la obra en: Stübel, Skizzen aus Ecuador, 1886, lám. 2;
también fue reproducida en la obra de Hans Meyer. In den Hoch-Anden von Ecuador, 1907.) El
carácter de estos “reemplazos” es interesante ya que seguramente corresponde al gusto del co-
misionista. Sin embargo, la calidad de la factura de los animales en primer término es muy in-
ferior al paisaje en sí. Este cuadro, junto con otros de gran calidad, perteneció al ibarreño doc-
tor Alejandro Almeida Terán. Fue uno de sus más importantes compradores, un agricultor de
fortuna e influencia, que probablemente utilizó estas obras para decorar sus haciendas: La Rin-
conada, San Isidro, Ajaví, La Merced, entre otras.

Otro cuadro de 1907 que originalmente perteneció a su familia y que actualmente reposa en
el mismo Museo de Cuenca, es quizás la obra más conocida, demandada, publicada, copia-
da y falsificada de Troya, como una de las imágenes tipificadas de las selvas orientales ecua-
torianas: Confluencia del Pastaza con el Palora de 1907.

Troya había realizado un cuadro similar para los geólogos (lám. 40, Skizzen aus Ecuador,
1886). La pintura gustó enormemente al público nacional, quizás por su exotismo. Lo selvá-
tico equivalía a lo desconocido, lo salvaje, lo primitivo. Juan León Mera había ubicado a su
principal novela romántica Cumandá o Un drama entre salvajes, en la selva. Un personaje
blanco se enamoró perdidamente de una “primitiva” mujer. Los diálogos románticos entre
Carlos y Cumandá son sobradamente conocidos. Su autor se había inspirado en el Atala de
Chateaubriand. Rafael Troya a su vez se inspiró en la novela de su amigo Mera al permitir que
su sobrina Carmela Troya incorporara a este paisaje las figuras de los amantes.

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Otra versión, una de 1909, se encuentra actualmente en el Salón Máximo del Municipio de Iba-
rra. Seguramente se sirvió para ella tanto de los grabados de su propia obra para Stübel co-
mo de la citada de 1907. Esta versión fue preparada para la Exposición Internacional de agos-
to de 1909 celebrada en Quito y obtuvo en ella el primer premio. Desde entonces está en el
Salón Máximo del Municipio y tiene como pareja a la obra del mismo año Vista general de la
cordillera Oriental. El tema se volvió muy popular y como dijimos, se hicieron copias y falsi-
ficaciones, entre las primeras una de 1926 realizada por don Nicolás Gómez T. a petición del
político e historiador doctor Luis F. Madera, actualmente en manos de sus herederos. Otras
copias anónimas estaban en propiedad del doctor Román Cordero, Quito; y del señor Nicolás
Dávalos, Ibarra, entre otros. Una falsificación pertenecía hasta hace pocos años al doctor Jor-
ge Villagómez (Quito), obra de estilo muy distinto al del artista y cuya firma parece haber si-
do puesta después y que no se relaciona con ninguna de las firmas de Troya.

El político, escritor y pintor Luis A. Martínez (1869–1909) había propuesto este trecho co-
mo el mejor camino de unión entre Sierra y Selva a través de una línea de ferrocarril. Es uno
de los pocos cuadros tenebrosos de Troya en el que existe una profunda sensación de sole-
dad, de infinitud, de sobrecogedora y abrumadora naturaleza. De cuidadoso detalle, en
donde el despliegue de planos es sumamente gradual.

Finalmente, la ilustración científica resultó imprescindible en los estudios no sólo geográficos


o botánicos sino también arqueológicos. Un sobresaliente caso de un pintor ilustrador fue el
de Joaquín Pinto, contratado por el historiador y religioso Federico Gónzález Suárez. Siguien-
do el tipo de clasificación e incluso ilustración humboldtiana, González Suárez realizó el Estu-
dio histórico sobre los cañaris, antiguos habitantes de la provincia del Azuay en la República del
Ecuador (Quito, 1878), Historia de la República del Ecuador. Atlas arqueológico (Quito, 1892) y
Los aborígenes de Imbabura y del Carchi. Investigaciones arqueológicas...Láminas, (Quito, 1910).
En todos estos trabajos participó Joaquín Pinto, que si bien se destacó por sus preciosas
acuarelas costumbristas de tipos de la tierra, y cuya versatilidad como pintor y estudioso le
permitió convertirse en el mejor ilustrador de piezas arqueológicas y otros objetos de uso de
los indígenas, además fue autor de una colección sobresaliente de la malacología del país,
contratado entre 1893 y 1897 por el médico y naturalista francés Auguste Cousin.

Se cumplía en tierras ecuatorianas y con necesidades detectadas localmente aquello que el


teórico inglés John Rurkin mencionara en su obra Modern Painters (1860), sobre el papel del
paisaje para el nacionalismo decimonónico, en donde a través de éste, los países se recono-
cerían y se mostrarían ya no sólo en retratos de sus gobernantes y de su aristocracia, ni en
las grandes escenas mitológicas e históricas del neoclasicismo, sino más precisamente en
la representación de su territorio, de sus campos, de los labradores y gente humilde que los
habita y obtiene de ellos su sustento.

Alexandra Kennedy-Troya
Universidad de Cuenca (Ecuador)

34
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38
APORTES DE STÜBEL A LA VULCANOLOGÍA ECUATORIANA

L a curiosidad y fascinación que despiertan los volcanes ecuatorianos parecería nueva y propia
de la presente generación, a quien le ha tocado en suerte vivir el reinicio de la actividad erup-
tiva a partir del último año del siglo XX. El Ecuador actual se ha maravillado y atemorizado con la
erupción del Tungurahua, el gran espectáculo del Pichincha, la sorpresa del Reventador...

En realidad tal fascinación no es nueva. Los pobladores andinos, en su convivencia con los volca-
nes activos, estuvieron siempre expuestos a los avatares de las erupciones, pero casi un siglo de
relativa tranquilidad hizo que el recuerdo de sus efectos se amortigüe en la memoria colectiva.

Una revisión rápida del legado literario —científico o no— dejado en el Ecuador sobre el tema con-
cluiría que su tratamiento ha estado reservado para unos pocos "sabios", que era como llamaban
nuestras bisabuelas a los viajeros y naturalistas que, venidos de tierras lejanas, sobre todo desde
Europa, o nacidos en nuestros Andes, osaban desafiar las alturas majestuosas de los imponentes
volcanes y las inclemencias de un clima supremamente riguroso, impulsados por la avidez de co-
nocimiento desatada por descripciones monumentales de la flora, fauna, geografía y geología su-
damericanas hechas por hombres universales como Darwin o Humboldt.

Así pasaron por los Andes ecuatoriales en el siglo XIX los europeos, Bonpland —junto a Hum-
boldt— , Boussingault, Wisse, Spruce, Jiménez de la Espada, Whymper, Reiss y Stübel, Meyer, Wolf,
Sodiro y Kolberg, entre algunos otros, a quienes acompañaron, emularon y a veces superaron
nuestros andinos Caldas y Montúfar, García Moreno, Troya, Martínez —Augusto y Nicolás—, Villa-
vicencio; y otros más que, lastimosamente, no dejaron un legado escrito de sus conocimientos y
experiencias.

Alphons Stübel escribe una obra monumental; ésta que llama acertadamente Las Montañas Volcá-
nicas del Ecuador. Y lo es no tanto por su tamaño, sino porque logra describir topográfica y geo-
lógicamente cada uno de los volcanes —activos o apagados, aislados o agrupados en complejos
volcánicos— que a su ilustrado criterio le parecieron ser o de los cuales tuvo noticia. Pero tales
descripciones las realizó en condiciones muy diferentes a las que ahora conocemos.

– En primer lugar la suya era una labor pionera, donde casi cualquier descripción era
la primera que se hacía, no existiendo por tanto el recurso inicial de la investigación bi-
bliográfica y citación que ahora nos parece tan natural.

– Era un trabajo duro y agotador, puesto que todo acercamiento a cada una de las mon-
tañas a describirse constituía una expedición en sí misma, sin caminos de acceso y sin los ve-
hículos a motor que actualmente nos acortan tanto las distancias y nos aligeran la carga.

-- Pero las descripciones no se hacían desde una sola perspectiva sino que se tomaban
los ángulos necesarios para tener una idea completa del macizo detallado. Por ejemplo, 15 vis-
tas describen al complejo volcánico Pichincha, supuestamente el más accesible por estar Qui-
to construida en sus faldas orientales. Las normales, las que conocemos por su cotidianeidad,
se hacen desde el oriente del volcán, es decir desde Quito y el Valle Interandino; otras son des-
de el propio filo del cráter mirando hacia adentro; unas distintas las hace desde la cumbre del

39
Atacazo; dos más desde el Pululahua y desde más adentro en el monte, casi llegando a Mindo.
Por último dibuja al volcán desde el Oeste, desde su base occidental, punto al que pocos ecua-
torianos han vuelto desde aquel entonces por su completa inaccesibilidad.

– Era además una empresa costosa en la que usaba sus propios recursos, en realidad
los de su tío Julius, un bien acomodado hombre de negocios alemán que lo había adopta-
do a raíz de la muerte de su padre –ya era huérfano de madre– cuando tenía 14 años. En
la actualidad proyectos científicos mucho menos ambiciosos requieren de cofinancia-
miento estatal y privado, en general proveniente de las fundaciones nacionales para el
avance de la ciencia y/o de poderosas corporaciones universitarias, de las cuales única-
mente las del primer mundo tienen la capacidad económica para aceptarlos, siendo en los
países andinos muy difícil hacer investigación científica básica como lo hizo Stübel.

A pesar de estas y otras muchas complicaciones, Stübel describe 39 montañas volcánicas del
Ecuador a través de 139 dibujos y pinturas agrupadas en diez panoramas escogidos desde pun-
tos muy altos de la cordillera desde donde domina el paisaje. Su descripción se complementa
con la colección petrográfica obtenida de muestras de roca recolectadas en cada una de dichas
montañas. Stübel incluye además una "Descripción de Algunas Vistas Paisajísticas del Ecuador”
que capturan, en 30 dibujos, la Naturaleza —montañas, clima y vegetación— y la adaptación
del hombre a las condiciones que ella impone. Y, por supuesto, dibuja al hombre andino en 17
figuras, que tienen como intención el permitir "conocer de antemano las condiciones culturales
con que tiene que contar el que viaja por el país..." pensando en los viajeros futuros al Ecuador
a quienes quería incitar para que sigan sus huellas y profundicen sus conocimientos.

El método científico que plantea Stübel en su libro es original e innovador. Su propuesta es sim-
ple: las pinturas —y dibujos— de los volcanes del Ecuador debían ser imágenes lo más repre-
sentativas de la realidad tal que, a través de la grafía de la perspectiva, los detalles y las som-
bras adecuadas, respondan por sí mismas a las interrogantes geológicas y geográficas recogi-
das durante sus 4 años de peregrinaje por los altos Andes ecuatoriales. Stübel tenía como Nor-
te el conocimiento exacto del vulcanismo y su verdadera naturaleza y no sólo la descripción
de los fenómenos eruptivos que movía a muchos de los científicos de su época. El lugar esco-
gido para el levantamiento de las grandes pinturas de paisajes era siempre aquel desde el que geo-
lógicamente se pudieran ver las relaciones o los detalles que la Naturaleza quería descubrir ante
el ojo del científico. "El lugar era escogido sin atender a las complicaciones que podían ocasionar
el transporte del campamento de carpas o la persistencia en el punto apropiado hasta la llegada
de los momentos de iluminación precisa". No debe extrañar entonces que la mayor contribución
que hace la obra de Stübel a la ciencia de los albores del siglo XX es la colección de vistas en pers-
pectiva de las montañas volcánicas del Ecuador y su respectiva descripción.

Stübel era un buen dibujante, pero para lograr su propósito que las pinturas fueran la respuesta
misma y no un documento de apoyo a un texto descriptivo, le fue necesario encontrar a un pintor
que fuera "capaz de comprender la naturaleza y que poseyera un ojo seguro, sentido de la pers-
pectiva y de los colores y una mano técnicamente entrenada" para que le acompañe durante toda
su cruzada científica. Así, acertó al proponer a Rafael Troya a "aventurarse en la pintura de paisa-

40
jes", quien a su vez, "con rara abnegación a su arte, unas veces en la oscura choza del indio, otras
bajo la húmeda carpa aterido de frío o muerto de cansancio por la larga caminata", acompañó al
científico alemán a lo largo de toda su investigación en el Ecuador y en parte de Colombia. La idea
metodológica de Stübel incluía que las pinturas originales de Troya permanezcan siempre a dispo-
sición del público en un museo de geografía, de tal manera que cualquier estudioso de los volca-
nes ecuatorianos pudiera encontrar allí sus propias respuestas, apoyado siempre por las descrip-
ciones hechas en el libro. Lastimosamente fue ésta la razón para que muchos de los paisajes de
Troya desaparezcan, pues fueron destruidos durante las guerras en las que Alemania se vio en-
vuelta o desaparecieron en los posteriores saqueos que siguieron a su desenlace.

Por el alto costo de reproducción a todo color y a gran formato, como hubiera sido necesa-
rio para cumplir los objetivos que tuvo en la concepción de su idea, Stübel no incluyó las
pinturas de Troya en el libro original porque su precio hubiera sido asequible a poquísimas
personas o universidades que pudieran pagarlo. De esta manera, en la presente traducción
tampoco se las incluye, a más de que muchas ya no existen. Sin embargo, una parte de los
dibujos de Stübel publicados en 1886 han sido ubicados en la investigación previa a la pre-
sente publicación por lo que se los añade, con lo cual el lector obtiene al menos el sabor de
las imágenes originales; pero, por sobre todo, puede examinar el paisaje descrito en el tex-
to correspondiente a aquellos dibujos recuperados.

Queda entonces, como tarea fundamental, ubicar las reproducciones que se hayan hecho de las
pinturas de Troya —H. Meyer, su buen amigo y biógrafo publicó en 1910 el libro In den Hoch-An-
den von Ecuador (1910), donde reproduce algunas de las pinturas— para que el presente esfuerzo
editorial hecho por el Banco Central del Ecuador y la UNESCO cumpla efectivamente con la idea
original de ser la guía didáctica a los paisajes captados por Troya desde el sitio y a la hora desde
donde Stübel "leía" la geología volcánica de los Andes ecuatoriales.

El libro Las Montañas Volcánicas del Ecuador consta de tres partes fundamentales, de las
cuales las dos primeras —Enumeración de las montañas volcánicas del Ecuador según sus
alturas y disposición orográfica; y, Descripción topográfico-geológica de las montañas vol-
cánicas del Ecuador— tienen absoluta vigencia y llenan parcialmente un vacío de informa-
ción descriptiva que será de mucha utilidad para investigadores y estudiantes por igual.

La tercera parte —Conclusiones geológicas obtenidas de las investigaciones de las monta-


ñas volcánicas del Ecuador— reviste especial importancia para entender la evolución del
pensamiento científico relativo a la naturaleza del vulcanismo y la contribución que hizo el
conocimiento de los Andes ecuatoriales al mismo. No cabe y no podemos caer en el error
que cometió el propio Stübel con las ideas de Humboldt, quien había pasado 70 años antes
por nuestras montañas volcánicas, de ser unos críticos acérrimos de su interpretación cien-
tífica del vulcanismo, más aun desde la ventaja que nos da el conocimiento actual y el de-
sarrollo tecnológico. Su labor fue desde todo punto de vista científico admirable, aunque
existan muchas críticas sobre su arrogancia, sus prejuicios frente a la población indígena y
mestiza de América y sobre su trato despiadado a los integrantes de sus expediciones.

41
Finalmente, merece especial mención la información epistolar presentada en el año 1873 al
Presidente de la República, don Gabriel García Moreno, verdaderos informes científicos de
las actividades y progresos realizados, que en lugar de ser meros formalismos burocráticos
como serían interpretados en la actualidad, constituían el puente entre dos mundos aparen-
temente distantes —el político y el científico— conjugados en la mente brillante de García
Moreno, quien no sólo compartía la curiosidad académica por los fenómenos naturales, si-
no que había vivido en carne propia sus efectos al ser nombrado gobernador extraordina-
rio de la región devastada por el terremoto de Ibarra de 1868 y advertía entonces la impor-
tancia de estudiar y comprender los orígenes del vulcanismo como único camino para miti-
gar sus efectos. Ojalá hoy día, pudiéramos ver más de esas conjunciones en nuestros diri-
gentes para el avance de la ciencia y para su aplicación en aras de la seguridad de nuestras
comunidades tan expuesta a la actividad de las Montañas Volcánicas del Ecuador.

Ing. Hugo Yepes A.


Director del Instituto Geofísico
Escuela Politécnica Nacional

42
PREFACIO

E l progreso en nuestro conocimiento de los fenómenos de la naturaleza se funda en


el continuo acrecentamiento de hechos observados concienzudamente; y la geolo-
gía los necesita en no menor medida que las demás ramas de la ciencia natural descrip-
tiva. Para ello, podrían ser de especial trascendencia, justamente, las observaciones
realizadas en las regiones volcánicas todavía casi desconocidas de países lejanos.

El geólogo y el topógrafo que recorren dichas regiones deberán centrar su atención, ante to-
do, en describir, al natural y en todos sus pormenores, las estructuras volcánicas en las cua-
les, por decirlo así, se ha materializado la actividad prehistórica de las fuerzas volcánicas.
Pero ni siquiera el observador más versado logrará describir la fisonomía de la región vol-
cánica que ha tomado como objeto de sus investigaciones, aun cuando se sienta totalmen-
te familiarizado con ella, de tal modo que todo lector obtenga una imagen única y exacta de
la misma. Sin embargo, es indispensable que proporcionemos, a todos aquellos que quieran
seguir nuestras reflexiones, una idea lo más perfecta de la región: las formas de la configu-
ración del terreno y la estructura tectónica de sus distintas partes, de tal forma que se pue-
dan extraer conclusiones sobre sus orígenes.

Por cierto, al científico le interesa sacar a relucir los hechos observados con certeza,
sin intentar establecer como irrefutables las conclusiones deducidas; más bien prefi-
riendo que cada cual sea capaz de comprobarlas en su exactitud; y teniendo en cuenta,
en primer lugar, el cómo dar a sus descripciones bases concretas que sirvan de ayuda
a su exposición.

Bases de este tipo servirán, junto con las colecciones petrográficas que se hayan esco-
gido, sobre todo las representaciones gráficas, pero solamente aquellas que se tengan
por verídicas y que hagan más o menos innecesaria la observación de la naturaleza in
situ.

Las ilustraciones que en mayor o menor número se adjuntan a las obras científicas cum-
plen en cierta medida este objetivo, o por lo menos deben cumplirlo. De todos modos,
lo principal es el texto de estas obras. Las láminas, que sólo en pocos casos rebasan el
tamaño del formato del libro, son de menor importancia. Las deficiencias de este méto-
do de representación del paisaje, tan común y casi exclusivamente adoptado, son evi-
dentes y muy palpables para cualquier topógrafo.

Para evitar estas deficiencias, nos preguntamos si en nuestro caso no sería tal vez pro-
cedente, en vez de escribir un texto y llenarlo de ilustraciones, hacer lo contrario y más
bien elaborar pinturas, cuya explicación permitiría tomarlas como puntos de partida de
nuestras consideraciones geológicas y topográficas, pero añadiéndoles las observacio-
nes recogidas in situ, que servirán de texto descriptivo.

Si buscamos representar de modo correcto el significado genético de las montañas vol-


cánicas del Ecuador, nos parece que este último procedimiento es el único apropiado
para conseguir nuestro objetivo.

43
Cuanto más concienzudamente procedamos en el estudio de los fenómenos de la natu-
raleza, más cuidadosos debemos ser en perfeccionar e incrementar las ayudas exter-
nas por medio de las cuales nos sea posible conservar los hechos obtenidos y transmi-
tírselos a otros; por cierto, no sólo para utilidad del experto en la materia, sino tam-
bién para el aficionado que gustoso presta interés al asunto, cuando se le ofrece en for-
ma debida.

La peculiaridad de la colección de pinturas en cuestión estriba, esencialmente, en que


forma un todo completo en sí misma: nos muestra gráficamente la región volcánica del
altiplano del Ecuador en toda su extensión, puesto que los cuadros se enlazan unos con
otros de tal manera que quedan tan sólo pocos vacíos; aquellos pocos de la parte del
país que no se han logrado reproducir. En la ejecución sistemática de este trabajo, ante
todo nos interesó representar a cada uno de los volcanes desde todos sus flancos posi-
bles, pero también hemos considerado valioso el hecho de poder presentar la ubicación
relativa y el agrupamiento de estructuras volcánicas de formas tan variadas y de pro-
porciones tan distintas.

Precisamente en lo concerniente a este último punto, ningún mapa, aunque hubiese es-
tado hecho con gran exactitud, hubiera podido suplir lo que ofrece el dibujo en pers-
pectiva; pues que en el agrupamiento de los montes, que considera simultáneamente su
magnitud y su forma, descubrimos un indicador muy importante para dar un juicio de
las fuerzas volcánicas en su manera de actuar.

Quisiéramos explicar al lector por qué las pinturas, que son indispensables para la ple-
na comprensión de este libro, no han podido ser incluidas como ilustraciones en el tex-
to, sino que han sido expuestas en un instituto público, donde pueden ser examinadas
en cualquier momento. Nos condujeron a esto las siguientes razones:

1. Las pinturas debían ser ejecutadas a una escala lo más grande posible, a fin de que
hicieran ver claramente los detalles que de otra manera se hubieran perdido.

2. Era importante exhibir los originales mismos, pues cualquier método de reproduc-
ción suele hacerlas muy fácilmente divergentes respecto de los originales, sobre todo si
entran en juego colores y fuertes reducciones. Incluso por medio de fotografías, muchas
de las pinturas no habrían permitido una reproducción satisfactoria, si primero no se
hubieran trasladado, mediante la realización de un nuevo dibujo, a otro papel con un co-
lor más apropiado.

3. Los originales preparados in situ ofrecen al espectador un apoyo más seguro para la
apreciación del esmero del dibujante y poseen, en cierta medida, un valor documental.

4. Dada la homogeneidad en el conjunto de las pinturas, y considerando que se comple-


mentan recíprocamente, es indispensable que el espectador pueda verlas juntas y com-
pararlas unas con otras.

44
5. Debe ofrecérsele la posibilidad de examinar nuevamente, en cualquier momento, las
pinturas, como si fuera a consultar un pasaje olvidado de un libro.

6. El objeto del que las pinturas tratan reclama un interés general, pero si dichas pintu-
ras, artísticamente reproducidas, se hubieran agrupado para una obra comercial, habría
sido tan costoso, que solamente pocos institutos científicos hubiesen podido adquirir-
las, y únicamente los especialistas hubieran estado en condiciones de tomar conoci-
miento de ellas.

La colección de pinturas, con la que aquí se hace el primer intento de fundar un Museo
de Geografía de modestas proporciones, comprende solamente la región volcánica de
una pequeña parte de Sudamérica. Pero al tratar de poner en práctica este método de
exhibición de representaciones pictóricas de una región extranjera, y obtener así lo que
de otro modo no podría obtenerse, desearíamos que no se enfatice exclusivamente en
el objeto que nuestra colección describe.

La razón está en que hemos señalado un ulterior objetivo a nuestro empeño: quisiéra-
mos, mediante lo ofrecido aquí, por más lejos que haya quedado del ideal que teníamos
en mente, crear un modelo según el cual pueda realizarse la investigación que se haga
en ciencias naturales de regiones extrañas en general y de investigaciones geológico-to-
pográficas en especial, a fin de que avancen al mismo paso de las exigencias siempre
crecientes de la ciencia.

Somos conscientes de que quienes emprenden viajes científicos deben cuidarse ante to-
do de abrir camino a sucesores, con la redacción y publicación de sus resultados, ya
que los éxitos que el viajero particular pueda lograr para utilidad de la ciencia, son
siempre mínimos en relación con la magnitud de la región que tiene que dejar detrás su-
yo sin explorar. Los resultados obtenidos en el suelo sudamericano alcanzarán recién su
sentido cuando tengan valor para aquellos que continúen más tarde, in situ, el trabajo
comenzado por nosotros.

Esperamos que con la ayuda de estas pinturas y de la colección petrográfica, íntima-


mente relacionada con ellas, sea posible familiarizar tan profundamente a nuestros su-
cesores con la región volcánica del Ecuador, que puedan comenzar su trabajo en el pun-
to en que fuimos obligados a concluir el nuestro.

Sería muy deseable que otros profesionales siguieran el ejemplo dado aquí, y que explo-
raran en detalle otras regiones volcánicas, en la misma forma sistemática que hemos he-
cho nosotros en el altiplano del Ecuador. Al expresar este deseo, pensamos no solamen-
te en las regiones volcánicas de Sudamérica, las de Colombia, Perú, Bolivia y Chile, a las
cuales esperamos todavía poder nosotros entregar alguna contribución, sino también
en otras partes del mundo. Cuán instructivo nos sería si pudiéramos, por ejemplo, com-
parar las regiones volcánicas del Asia oriental y de las islas de Sunda, del occidente de
Australia y de Nueva Zelanda, de las Filipinas, de las Marianas y las Aleutianas, con las

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de México y Centroamérica; y, por cierto, compararlas de un modo lo más concreto po-
sible, tal como corresponde a nuestro estudio de los volcanes del Ecuador.

Naturalmente estas colecciones de pinturas no podrían pertenecer todas a un único mu-


seo, pero el tener que buscarlas en distintos sitios no debería, ciertamente, estorbar el
propósito, en la mayoría de los casos. Creemos que solamente con un proceder sistemá-
tico de este tipo, podría encontrarse el medio de acercamiento exitoso a la solución de
cuestiones geológicas de tan profunda significación, como es el conocimiento exacto
del vulcanismo y su verdadera naturaleza.

El Museo de Etnología de Leipzig aprecia plenamente este propósito y ha dado el prime-


ro y más decisivo paso para su consecución: ha dedicado los espacios de su nuevo edi-
ficio a la instalación de una sección para Geografía Comparativa y, al mismo tiempo, ha
ofrecido allí una amable acogida a nuestra colección.

Presentación

El deseo de conocer montañas volcánicas fuera de Europa y de contribuir a su investiga-


ción, nos indujo al señor Guillermo Reiss y a mí a emprender un viaje de estudio, que lo ini-
ciamos en los primeros días del año de 1868. La estadía en Sudamérica, a donde nos dirigi-
mos primero, estaba calculada solamente para unos meses, pero éstos se transformaron en
años y el viaje se prolongó más allá de la primera intención, tanto que empleamos casi diez
años, allende el océano, en trabajos científicos. Nuestra tarea no debía limitarse a visitar los
volcanes todavía activos; pensábamos investigar el conjunto de las formas en que se había
materializado la actividad de las fuerzas volcánicas desde las épocas más antiguas; es decir,
queríamos observar los volcanes en la diversidad de sus formas externas y de su estructu-
ra interna, según la variedad petrográfica de sus rocas y en relación a su edad y posición
respecto de las formaciones rocosas que las subyacen y rodean.

El primer campo de nuestra actividad en tierra sudamericana debía darse en las repúblicas
de Colombia y Ecuador. El conocimiento de sus numerosos volcanes, que se alzan hasta la
región de la nieve perpetua, había tenido variado acrecentamiento desde el tiempo de Hum-
boldt. Creíamos podernos circunscribir a los meros problemas geológicos, pero una vez lle-
gados al propio terreno vimos que la falta de documentos cartográficos no lo permitía; así
pues, una tarea fundamental, con miras a nuestro trabajo, debió ser más bien, en lo posible,
1
salvar esta carencia por medio de nuestros propios dibujos topográficos .

1
Sobre la finalidad de nuestros viajes por Sudamérica y sobre el origen de las pinturas que representan los volcanes
del Ecuador, ya hemos informado en un escrito anterior: Bocetos del Ecuador (A. Asher & Co., Berlín, 1886), el cual
fue dedicado a los miembros del VI Congreso de Geografía Alemana, que se realizó en el año 1886 en Dresden. El tiem-
po y las circunstancias hicieron entonces que esta publicación, destinada sólo a un pequeño círculo de lectores, que-
dara incompleta, y que no excediera los límites de un informe provisional. En lugar de este escrito, agotado en las
librerías, viene el presente trabajo en el que aprovechamos la ocasión para incluir algunas rectificaciones de las que
carecía el anterior escrito.

46
Las observaciones que cada uno de nosotros hizo con este fin —viajamos casi siempre por
separado—, se complementaban cuando tenían que ver con puntos diferentes de la ruta; pe-
ro servían para control mutuo, en los casos en que se referían a un mismo sitio de observa-
ción del camino. Tal coincidencia de trabajo tuvo lugar en cantidad de localidades y esta-
ciones y en relación con los datos astronómicos, las medidas barométricas de altitud, y en
relación también con la determinación de nombres geográficos, especialmente los de los an-
tiguos indígenas, que son tan ricos tanto en las regiones habitadas de aquellas tierras, co-
mo en los lugares de paso deshabitados. Por otro lado, tuvo lugar una división del trabajo,
más o menos completa, en otro ámbito:

Mientras el señor Reiss hacía de la medición trigonométrica de cada una de las regiones vol-
cánicas, su tarea específica, recayó sobre mí la representación pictórica de las montañas
volcánicas en su forma característica. Al hacer vistas en perspectiva, era mi empeño no só-
lo elaborar bases para la descripción, sino ante todo, dar un firme asidero a la memoria, con
miras a la posterior elaboración topográfica de los mapas locales que no siempre era posi-
ble in situ.

Para el último objetivo no podía bastar la realización de vistas que representaran el carác-
ter general del terreno, sino que se trataba de trazar los dibujos ajustándolos al detalle y,
mediante la inscripción de los nombres, darles, en cierto modo, la forma de mapas en pers-
pectiva.

Este es el método con el cual procedimos mancomunadamente en las regiones volcánicas


de las repúblicas de Colombia y Ecuador.

Aun en las circunstancias más favorables, dos viajeros que no dependen más que de sus
propias fuerzas, y en un suelo completamente extraño, en medio de un gigantesco panora-
ma de montañas, necesitan de un tiempo más largo de práctica para poder llevar a cabo,
con algún éxito, un plan de expedición de esta clase. Hace falta un conocimiento a fondo del
idioma, de la idiosincrasia de las poblaciones, del modo cómo se hacen los viajes en el país,
y de las condiciones climáticas. Así resultó que las experiencias que habíamos acumulado
durante nuestra permanencia de dos años en Colombia, dieron sus frutos recién durante
nuestro trabajo en Ecuador.

Exploraciones particulares que requieren un voluminoso aparejo de viaje, un numeroso


personal y el poder apartarse a voluntad de los caminos frecuentados, por muchos sa-
crificios pecuniarios que el viajero esté dispuesto a hacer, son posibles sólo en aquellos
países que ya han alcanzado un cierto grado de accesibilidad, y cuya población acoge
bien al viajero, al menos para brindarle medios de subsistencia a cambio de dinero y de
buenas palabras.

Cuando bajo este último punto de vista medimos a las repúblicas de Colombia y Ecuador,
resulta que ambas, como la mayoría de las sudamericanas, a duras penas cumplen con es-
tos requisitos. Esto se debe, en gran parte, a las fuertes manifestaciones de los procesos de

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efervescencia que operan en las circunstancias político-sociales de dichas repúblicas, y que
no producen mejoras duraderas.

En lo tocante a las condiciones políticas del Ecuador, nuestra empresa resultó muy favore-
cida porque coincidió con la segunda presidencia de Gabriel García Moreno, quien logró
asegurar la paz para su país por algunos años.

Con todo, si no se pudo cumplir el objetivo tal como lo pensábamos, hay que buscar la cau-
sa en obstáculos de otro tipo, sobre todo en las condiciones meteorológicas, pues éstas fue-
ron las que presentaron las mayores dificultades para nuestros trabajos topográficos, y só-
lo pudieron ser vencidas con enorme gasto de tiempo.

Comparando los preparativos que exigía cada excursión, para luchar en sitios despoblados,
en condiciones atmosféricas sumamente cambiantes o para poder subsistir con indepen-
dencia en regiones habitadas de dudosa hospitalidad, los resultados eran, la mayoría de las
veces, muy pequeños. En vista del peligro que día a día tenían que correr los instrumentos,
y de los esfuerzos corporales y los trámites interminables con las autoridades locales o con
los intransigentes propietarios rurales, cada excursión daba, retrospectivamente, la impre-
sión de un naufragio del cual sólo unos pocos restos estropeados, de preciosa carga, podían
ser salvados.

A pesar de esta dolorosa experiencia siempre repetida, no desfallecimos en el trabajo ya co-


menzado. Como compensación —prescindiendo de la fuerza estimulante de la ciencia— era
por demás grandioso el escenario del panorama; también crecía el interés con cada peque-
ño resultado que pudiera ser expresado en números o expuesto en líneas sobre el papel. Fi-
nalmente es excitante el arrancar a las nubes lo que pertenece a la tierra.

Durante semanas se mantiene uno en el campamento con la mirada en una cumbre cubier-
ta de nubes para determinar su posición o para completar su dibujo in situ, tan pronto co-
mo se despeje. Pero es inútil ¡continúa cubierta! Y si uno pregunta a los experimentados
acompañantes si no vendrá pronto una mejoría del tiempo, recibe por respuesta: “Así no
más vive el cerro todo el año”. Pero aun esto aprende el viajero a tomarlo con paciencia.

La visión de un nevado inesperadamente brillando al sol de la mañana, desde un punto de ob-


servación despejado, hace olvidar de un golpe las fatigas de semanas; tanto más cuanto que
el observador, en este caso de buena gana, incurre en la errónea creencia de que se ha inicia-
do una temporada más benigna, y que ahora el tiempo permanecerá así días y semanas.

Con ánimo inquebrantable uno empieza siempre de nuevo a internarse en quebradas des-
conocidas, porque espera encontrar allí la solución de las condiciones topográficas o geo-
lógicas que hasta entonces habían permanecido ininteligibles.

En los momentos en que la naturaleza despliega en los Andes ecuatorianos toda su grandio-
sidad, se mezcla con la callada admiración, un sentimiento agobiante. El solitario observa-

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dor quisiera aprisionar todo el panorama que se le ofrece, llevárselo consigo grabado a co-
lores en el lienzo para que otros, que apenas pueden imaginar el encanto de semejante pai-
saje inexplorado de montañas, puedan también gozar de él.

Una tarea artística tan amplia no estaba al alcance de mis posibilidades. La monotonía del
lápiz de dibujo basta ciertamente para la disposición tectónica de una comarca, pero no pa-
ra la producción de una impresión de conjunto, a la que contribuyen igualmente el color y
los efectos de luz. Las advertencias de la naturaleza que se renovaban diariamente me alen-
taron a hacer una tentativa que consistía en el aprovechamiento de circunstancias que ra-
ra vez tienen lugar, y al que debe su origen la colección ahora reunida.

Quito es el emporio de la pintura de toda Sudamérica. Más de una docena de pintores están
ahí ocupados todo el año en elaborar cuadros de santos que se venden en el mismo país o
fuera de él. Esta industria —el precio de las pinturas se calcula menos por la ejecución que
por su tamaño— se limita casi exclusivamente a la copia en serie de conocidos originales;
sólo pocos de los pintores nativos han intentado creaciones propias o han adquirido algu-
na habilidad como retratistas. En Quito no hay una escuela de pintura; el arte va pasándo-
se por herencia, como antiguamente entre nosotros en la Edad Media, con más frecuencia
de padre a hijo o de maestro a discípulos; así, lo esencial ha quedado a cargo del talento in-
dividual y del empeño de cada uno. A un joven artista de esta procedencia, de nombre Ra-
fael Troya, le hice la propuesta de aventurarse en la pintura de paisajes para, en lo posible,
poner su manifiesto talento al servicio de este objetivo específico, e hice que comenzara
con la copia de algunos de mis esbozos hechos a color y que les retocara luego, de acuer-
do a los colores de la naturaleza. Bastaron pocos intentos para despertar en él una com-
prensión de la naturaleza; y vinieron, en apoyo de su mano ya técnicamente entrenada, su
ojo seguro, su sentido de la perspectiva y los colores.

El señor Rafael Troya nos ha acompañado dos años en nuestros viajes por el Ecuador, y se
ha dedicado a su arte con rara abnegación; unas veces en la oscura choza del indio, otras
bajo la húmeda carpa, aterido de frío o muerto de cansancio por la larga caminata. El des-
tacar aquí sus merecimientos y el asegurarle a su talento el reconocimiento bien ganado de
los círculos científicos, me proporciona una alegría especial, y además me parece una obli-
gación, en momentos en que una triste fatalidad ha roto súbitamente su carrera artística y
le ha impedido el poder influir favorablemente en el arte nativo de su patria.

Para el levantamiento de las grandes pinturas de paisajes ha sido siempre determinante el pun-
to de vista geológico. El lugar era escogido sin atender a las complicaciones que podía ocasio-
nar el transporte del campamento de carpas o la persistencia en el punto apropiado hasta la lle-
gada de los momentos de iluminación precisa. Las pinturas, en el tamaño que aquí se aprecia,
han sido hechas in situ, a la vista del paisaje que ellas representan, sin haber sido transferidas
desde pequeños esbozos al lienzo definitivo. Por cierto, su transporte se hacía muy difícil, mien-
tras los colores estaban todavía frescos y por lo mismo, fueron necesarias medidas especiales
de precaución, tanto en los bosques tupidos como al cruzar las alturas expuestas a los vientos.
Al llegar a casa de regreso de la excursión, el pintor nada más daba la última mano a su obra.

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También los dibujos hechos por mi parte fueron completados en el sitio mismo de su traza-
do, de tal modo que las formas de los montes reproducidos e ilustrados no necesitasen de
complemento ulterior de ninguna clase. Sin embargo, en cierta cantidad de hojas fue nece-
sario dar un acabado más exacto al primer plano para prestar a la pintura la necesaria pers-
pectiva, pero en esto se evitaron, con cuidado, todas las arbitrariedades en adornos; lo cual
se facilitaba en la medida que el suelo del primer plano, casi en todas partes, ponía ante los
ojos planicies constituidas por pajonal de páramo. La zona del aire permitía un tratamiento
mucho más libre y así, posteriormente, se hizo aquí y allá algún retoque más cuidadoso a
las nubes, que tanto contribuyen a dar vida al paisaje.

Solamente nos vimos obligados a rehacer, casi por completo, un pequeño número de pintu-
ras, pues en parte se habían deteriorado y en parte habían sido dibujadas en hojas que, a
falta de papel apropiado, se componían de pedazos sueltos de diferentes tipos. En todos es-
tos trabajos en que me ocupé sólo en el curso de los últimos cuatro años, fui apoyado de la
manera más acertada e infatigable por el señor A. Leissner de Dresden, quien no solamente
supo cumplir con la parte artística del trabajo, sino que también se hizo cargo de la anota-
ción laboriosa, en los dibujos, de un gran número de nombres de localidades, y de la ejecu-
ción caligráfica de las leyendas al pie de los mismos.

En lo relacionado con la presente colección de cuadros, se ha granjeado un mérito no me-


nos digno de gratitud, el señor Olof Winkler, al mostrarse dispuesto a copiar siete de mis es-
bozos del Ecuador2, parte en tinta china negra, parte a colores, con su propia comprensión
de la naturaleza. Su mano se distinguió en la traslación escrupulosa del original, como rara
vez lo hacen los artistas autodidactas; lo cual se evidencia muy bien si se comparan entre
sí los cuadros de las copias como los de los originales que también están expuestos3. Para
mi gran pesar, el señor O. Winkler fue privado de la vida aun antes de que yo pudiera expre-
sarle públicamente mi agradecimiento.

Al examinar las pinturas aquí exhibidas, sobre todo las mayores, de cuadros panorámicos,
podría alguno de los espectadores pensar que con la ayuda de la fotografía se hubiera po-
dido seguir, con menor gasto de tiempo o al menos por igual, la reproducción realista de la
naturaleza y seguramente con mayor perfección. Sin embargo, esta opinión podría ser ati-
nada sólo con ciertas restricciones.

2
No. 49a, 55, 57, 59, 64 y 113. En el No. 46 el original recibió uno de los retoques correspondientes al colorido primitivo, y en
el No. 66, el señor Winkler completó la hierba de páramo del primer plano.
3
No. 49 y 49a, 73 y 74, 111, 112 y 113. Estas últimas copias fueron elaboradas para servir como base para la reproducción fo-
tográfica a menor escala, que fue proyectada con el objeto de publicar la mayoría de las pinturas.
Además de las copias aquí señaladas, agradezco al señor Winkler todavía muchas otras pinturas ejecutadas con igual maes-
tría, pero que no tratan de los volcanes del Ecuador sino de los de Colombia y Bolivia. También éstas están destinadas a pa-
sar posteriormente a poder del Museo de Geografía de Leipzig.
Todavía tengo que mencionar aquí un tercer nombre, cuya firma tienen los cuadros 71, 76A, 76B y 77A. La señorita E. Hübler,
de Dresden, tuvo la bondad, poco después de mi regreso de Sudamérica, de aceptar dibujar algunos de mis croquis que ne-
cesitaban ser armonizados con los demás, y no quisiera quedarme con la deuda de expresar mi agradecimiento a dicha se-
ñorita, ya hace tiempo difunta.
En la colección están duplicadas las pinturas No. 2 y 3 (Pichincha), lo mismo las No. 20 y 21 (Iliniza). Fueron tomadas del na-
tural al mismo tiempo por el señor Troya y por mí. Los óleos del señor Troya, ejecutados a base de mis modelos, son los si-
guientes: No. 32 (después 31), No. 50 (después 49), No. 51 (después 50), No. 124 (después 124a), No. 164 (después 12); tres
de ellos (No. 32, 50 y 51), después de ser trasladados al lienzo, recibieron todavía una cuidadosa corrección de su colorido,
de acuerdo al natural.

50
El geólogo que viaja por los altos Andes podría, desde luego, conseguir de vez en cuando
tomar una foto buena y de mucho efecto, pero cabe preguntarse si la misma satisface ade-
más la finalidad fisionómico-geológica, y si reproduce con exactitud las partes del panora-
ma que al geólogo le interesan. El depender exclusivamente de los resultados de una cáma-
ra, robaría más bien mucho tiempo, pues tendría necesidad de esperar siempre el momen-
to de la iluminación más favorable. Por desgracia, la cámara no puede individualizar; traba-
ja ateniéndose estrictamente a las leyes de la óptica y es inflexible, incluso cuando nos in-
teresa mucho, por ejemplo, destacar claramente una montaña situada a gran distancia, jus-
tamente cuando es compatible con las momentáneas condiciones de iluminación. Frente a
esta rígida regularidad, la mano del pintor tiene una gran libertad de movimiento, y en su
correcta utilización, se manifiesta la captación topográfica adecuada.

En la observación de dibujos que individualizan, nuestra vista se fatiga menos que con el
gris monótono de fotografías mediocres. El tomar fotografías perfectamente buenas, y por
cierto, en una serie sistemática, en estas regiones de difícil acceso, sería posible solamente
a un viajero que pudiera dedicar todo su tiempo y atención a esta única ocupación.

A fin de alcanzar por vía fotográfica lo mismo que creemos haber alcanzado, por ejemplo,
en algunas de nuestras vistas panorámicas; esto es, el esclarecimiento de las condiciones
topográficas de extensas regiones, sería necesario tomar para cada uno de los panoramas,
un gran número de placas fotográficas con distinta iluminación para finalmente obtener to-
das y cada una de las partes del panorama con claridad análoga, lo cual sería un trabajo de
mucho más tiempo que el de la toma pictórica.

En cambio, estamos gustosamente de acuerdo en que la fotografía, dedicada a tomas loca-


les más pequeñas, especialmente de láminas que sirvan de modelo para el posterior com-
plemento del primer plano de las pinturas más grandes, puede ser de extraordinario valor,
y puede ahorrar al pintor mucho tiempo, precisamente en los lugares donde dicho primer
plano es más escaso.

Pero en la ejecución de las pinturas panorámicas entran en consideración todavía otros dos
puntos de vista:

En las regiones donde no existen mapas especiales, pero que se las quiere hacer objeto de
una investigación particular y de un levantamiento topográfico, es necesario preparar pri-
mero dibujos en perspectiva para tener a mano una base en la que puedan anotarse los
nombres de las montañas, de los ríos y de las localidades cuya ubicación correlativa desea-
mos conservar en la memoria, tal como lo hemos hecho en nuestros panoramas y en mu-
chas de nuestras láminas sueltas. El empleo de este método resulta imposible en el método
fotográfico pues el revelado y las copias de los negativos, las más de las veces, no se hacen
in situ sino que sólo pueden efectuarse después de semanas o meses.

El segundo punto de vista —y mucho más importante— es que el geólogo, al ocuparse en captar
con exactitud el relieve del paisaje y en reproducirlo pictóricamente, se ve obligado a estudiar la

51
naturaleza, tan concienzuda y detalladamente, que no podría hacerlo con tanta facili-
dad si adoptara otro método. Sólo cuando se le ofrece la oportunidad de poder obser-
var, desde una ubicación que domina el paisaje, todas las partes del mismo, semana
tras semana, día tras día y hasta hora tras hora en su cambiante luminosidad, apren-
derá a examinar las condiciones de estratificación de las rocas, por ejemplo; el papel
que juega el apilamiento de las capas en su estructura, con relación a la figura exter-
na del monte, y fijará su atención en los sitios cuya visita prometa proporcionarle nue-
vos afloramientos. En más de una ocasión su plan de viaje experimentará un cambio
ante algún punto de este tipo. Para demostrar lo dicho, al menos con un ejemplo, men-
cionaremos las corrientes de lava de la cadena de Guamaní que se destacan en el Pa-
norama V, con colores grises. Tuvimos plena claridad sobre su punto de origen cuan-
do pudimos contemplar la cordillera desde un punto de observación distante; y algo
parecido nos pasó con la gran corriente de lava del Chimborazo (Panorama X), que
termina al pie de San Andrés.

A las propias pinturas de los volcanes añadimos un grupo de dibujos en los que pasa a pri-
mer plano, y de manera inmediata, la finalidad geológico-topográfica de la colección. De to-
dos modos éstos ayudan a ilustrar el paisaje de la República del Ecuador y las condiciones
externas a las que, para el viajero que las toma en serio como parte de su tarea científica,
se vinculan muchos recuerdos permanentes de vivencias agradables, como también de de-
sencantos experimentados..

A este grupo, que consta de treinta números, lo designamos como pinturas paisajísticas del
Ecuador porque nos llevan, ya sea a la selva tropical, a las regiones inhóspitas del páramo,
a las distintas regiones de vegetación de las zonas altas de clima templado, a las haciendas
de tierra fría y de tierra caliente, a las solitarias chozas de los indios, o a los campamentos
que a veces montamos en los límites de la nieve perpetua.

Para facilitar la orientación del espectador en la colección de pinturas, hemos juzgado con-
veniente completarla con los siguientes suplementos cartográficos:

A. Mapa de la República del Ecuador por Teodoro Wolf. 1892.


Escala 1:445.000

B. Mapa de la región volcánica del Ecuador —mapa complementario de


esta obra— trazado según los levantamientos topográficos del autor y
dibujado por Teodoro Wolf. 1897.
Escala 1:250.000

C. Cuatro mapas generales más pequeños del altiplano, en los cuales


están delimitadas con colores, las regiones que abarcan los diez
panoramas de la colección.
Escala 1:2.000.000

52
D. Ocho perfiles de los Andes del Ecuador para explicación de la relación
natural entre su elevación vertical y su extensión horizontal.
Escala horizontal y vertical 1:222.500

E. Esbozo del mapa de la cuenca de la laguna volcánica de Cuicocha, con


la ladera sur del Cotacachi.
Escala 1:25.000

Además se han expuesto, en las respectivas secciones de la sala, sectores de mapa (del ma-
pa B), en los cuales se han señalado, mediante superficies coloreadas, los campos visuales
de los panoramas y de la mayoría de las pinturas individuales de la montañas volcánicas.
De esta manera se ha procurado aquí presentar la proyección cartográfica —por cierto la
de una extensa región volcánica tan extremadamente grandiosa en sus estructuras— en re-
lación directa con las pinturas en perspectiva del paisaje.

Dresden, mayo 1897

A. Stübel

53
INTRODUCCIÓN A LA REGIÓN VOLCÁNICA DEL ECUADOR

• ENUMERACIÓN DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR SEGÚN


SUS ALTURAS ABSOLUTAS Y RELATIVAS Y SEGÚN SU DISPOSICIÓN ORO-

GRÁFICA. CON UN MAPA GENERAL.

• PAUTA DE ORIENTACIÓN EN LA SECUENCIA DE REPRESENTACIONES PIC-

C A P Í T U L O U N O TÓRICAS DE LA REGIÓN VOLCÁNICA DEL ECUADOR.

• LISTA DE LAS PINTURAS DE LA REGIÓN VOLCÁNICA DEL ECUADOR,


EXPUESTAS DE MANERA PERMANENTE EN EL MUSEO DE ETNOGRAFÍA
DE LEIPZIG.

• NOTAS INTRODUCTORIAS A LA DESCRIPCIÓN GEOLÓGICA DE LAS MON-


TAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR.

54
RAFAEL TROYA, “LAGUNA DE SAN PABLO” • 1917 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN MARIO RIBADENEIRA TRAVERSARI • QUITO

55
ENUMERACIÓN DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR
SEGÚN SUS ALTURAS ABSOLUTAS Y RELATIVAS Y SEGÚN SU
DISPOSICIÓN OROGRÁFICA. CON UN MAPA GENERAL.

E l número de las montañas volcánicas a las


que sirve de base el altiplano del Ecuador, es
incierto y no puede determinarse con exactitud,
cer de qué tipo son, se deja, en la mayoría de los
casos, al arbitrio del observador, el aumentar o
disminuir la lista de nombres6.
debido, en primer lugar, a que algunos de los edi-
ficios volcánicos son de una extensión horizontal En el registro de las montañas volcánicas del
tan grande, que cualquiera podría estar tentado a Ecuador nos limitaremos a incluir solamente
postular que existen más centros eruptivos y a aquellas que, por su forma externa y sus dimen-
mencionarlas no con uno, sino con varios nom- siones, se puede concluir que son centros típicos
4
bres , por el gran apilamiento de las masas mon- de erupción, y por cierto muy grandes; sin que
tañosas; en segundo lugar, incluso cumbres que por ello pretendamos decir que la lista de vol-
quedan muy lejos unas de otras y que en el país canes que nombramos en el Ecuador tenga que
llevan distintos nombres, posiblemente ser definitiva.
pertenecen a un mismo centro eruptivo y
deberían reunirse más bien en un solo nombre5. Si se parte de este punto de vista, el número de
Por último, el concepto de montaña volcánica es montañas volcánicas del Ecuador, que aquí
muy flexible, y hay circunstancias en que es muy ordenamos según su altura, tanto absoluta
natural no considerar como unidades independi- como relativa, asciende a cuarenta y uno. Por
entes a conos volcánicos relativamente menores, altura relativa entendemos la elevación total del
sino únicamente como vasallos de un gran maci- edificio volcánico sobre su base real o aparente,
zo vecino suyo. Ahora bien, en el Ecuador, al igual sin importar si ésta se halla formada o no de
que en otras regiones volcánicas, dentro de una materiales de naturaleza eruptiva7 .
misma zona existen volcanes de todo tamaño, y
como no pueden establecerse reglas para recono- Los nombres de estas montañas son:

4
Por ejemplo, la cordillera de Angochagua y la cadena montañosa de los páramos de Langoa y Pansache.
5
Por ejemplo, los montes de Quispicasha y Casaguala en la cordillera occidental de Latacunga.
6
Así por ejemplo, el Muy-urcu puede considerarse como un cono parásito del Cusin-urcu, así como el Putzulagua respecto de la cordillera
de Langoa, y hasta el elevado Puñalica en relación al Carihuairazo, aun cuando quizás, de acuerdo a su significado genético, podrían ser
equiparados con el mismo derecho, al Cusin-urcu, al Langoa y al Carihuairazo.
7
Los datos de las alturas absolutas están basados en las observaciones hechas con el barómetro. Sólo donde hay una T, están basadas en
las medidas trigonométricas del señor Reiss (Alturas tomadas en la República del Ecuador, en los años de 1871, 1872 y 1873, por W. Reiss
y A. Stübel, Quito, 1873). En las cadenas montañosas extensas (cordilleras y páramos) se ha dado la altura media aproximada. Las alturas
relativas, para cuya determinación, la elección del punto base queda muchas veces al juicio subjetivo del observador, se dan en números
redondos; para cada montaña pueden resultar muy variadas según se mida desde la base oriental u occidental, la base norte o sur de la
misma.

56
NOMBRE ALTURA ABSOLUTA ALTURA RELATIVA GRUPO DE PINTURAS

2000 m. sobre el are-


1. Chimborazo 6310 m. T nal grande en el flan- No. 99 - 107
co S. del monte. 3200
sobre la llanura de
Calpi al O. de
Riobamba.

2800 m. sobre la lla-


2. Cotopaxi 5943 m. T nura de Callo. No. 69 - 79

3000 m. sobre el llano


3. Cayambe 5840 m. T de Guachalá. No. 42 - 45

1700 m. sobre la alta


4. Antisana 5756 m. T meseta en su flanco No. 51 - 60
O.

1700 m. sobre el valle


5. Altar 5405 m. T del Collanes. No. 117 - 121

1700 m. sobre el río


6. Sangay 5323 m. T del volcán. No. 124 - 125

2000 m. sobre la lla-


7. Illiniza 5305 m. T nura de Chaupi. No. 15 - 18

1400 m. sobre el llano


8. Carihuairazo 5106 m. T de Cununyacu en su No. 95 - 96
falda O.

3300 m. sobre el valle


9. Tungurahua 5087 m. T del Pastaza en Baños. No. 126 - 133

1500 m. sobre el llano


10. Sincholagua 4988 m. T del alto río Pita. No. 66 - 68

2500 m. sobre la lla-


11. Cotacachi 4966 m. T nura de Cotacachi. No. 36A - 36B

1250 m. sobre el valle


12. Quilindaña 4919 m. T de Chalupas en el No. 60 - 65
Hato.

57
NOMBRE ALTURA ABSOLUTA ALTURA RELATIVA GRUPO DE PINTURAS

1850 m. sobre la lla-


13. Corazón 4816 m. T nura de Machachi. No. 14A - 14C

1900 m. sobre la lla-


14. Pichincha 4787 m. T nura de Turubamba. No. 1 - 12

1800 m. sobre la lla-


15. Rumiñahui 4757 m. T nura de Machachi. No. 80 - 83

1900 m. sobre el valle


16. Quilimás 4711 m. T de Chambo en Licto. No. 122 - 123

1900 m. sobre la lagu-


17. Imbabura 4582 m. T na de San Pablo. No. 39 - 40

2800 m. sobre el llano


18. Piñán 4556 m. T de Salinas. No. 35 - 36A
(Yana-urcu)

1300 m. sobre el
19. Quispicasha 4545 m. T pueblo de No. 94A - 94B
Cusubamba.

1600 m. sobre la lla-


20. Atacazo 4539m. T nura de Chillogallo. No. 13 A - 13C

2700 m. sobre el valle


21. Azuay 4600 m. (aprox.). del río Chanchán. No. 116

1400 m. sobre la parte


22. Igualata 4452 m. alta de la llanura de No. 109 - 110
Riobamba.

1600 m. sobre la lagu-


23. Mojanda 4294 m. T na de San Pablo. No. 30 -34

1400 m. sobre la lla-


24. Pasochoa 4255 m. nura de Machachi. No. 85 - 86

58
NOMBRE ALTURA ABSOLUTA ALTURA RELATIVA GRUPO DE PINTURAS

1600 m. sobre el valle


25. Sagoatoa 4158 m. de Ambato. No. 87, 93

1300 m. sobre el valle


26. Pambamarca 4093 m. de Guachalá. No. 47 - 48

1200 - 1900 m. sobre


27. Chacana 4643 m. el alto valle de Chillo. No. 48 - 49

1200 - 1900 m. sobre


28. Guamaní 4500 m. (aprox.). el alto valle de Chillo. No. 48, 60

1300 m. sobre la lagu-


29. Cusin-Urcu 4012 m. na de San Pablo. No. 41A, 41D

750 m. sobre el valle


30. Quilotoa 4010 m. Toachi en Anzhi. No. 88 - 91

600 m. sobre la llanu-


31. Cerros de 3997m. ra de Chaupi. No. 22, 23A - 23D
Chaupi

1200 - 1500 m. sobre


32. Cordillera de 4500 m. el valle del río No. 38A, 38B
Angochah Taguando.

2000 - 2500 m. sobre


33. Páramo de El 4000 m. (aprox.). el valle del río Chota. No. 35
Ángel

700 - 1200 m. sobre la


34. Páramo de 4000 m. (aprox.). llanura de Latacunga. No. 112, 77B
Pansache

1400 - 1900 m. sobre


35. Cordillera de 4300 m. (aprox.). el valle de Patate. No. 113, 115
Píllaro

1000 m. sobre la lla-


36. Cerro Llimpi 3744 m. nura de Ambato. No. 87, 111

59
NOMBRE ALTURA ABSOLUTA ALTURA RELATIVA GRUPO DE PINTURAS

1000 m. sobre el valle


37. Serranía de 3753 m. de Otavalo. No. 30, 31
Chanchagrán

700 m. sobre la llanu-


38. Cerros de 3759 m. ra de Riobamba. No. 115, 116
Yaruquíes

200 - 700 m. sobre la


39. Cerros de 3527 m. llanura de Cotocollao. No. 24, 47
Calacalí

800 m. sobre la llanu-


40. Pululagua 3290 m. ra de San Antonio de No. 25 - 29
Llullumbamba.

650 m. sobre la llanu-


41. Ilaló 3161 m. ra de Chillo. No. 1, 24

Estas montañas volcánicas, a pesar de su gran los de norte a sur, pertenecen los volcanes: la
número, orográficamente están ordenadas con serranía de Angochagua, el Cayambe, los ce-
claridad; se agrupan sobre todo en dos cade- rros de Pambamarca, Puntas y Guamaní, el An-
nas que se prolongan en sentido norte-sur y tisana, Sincholagua, Cotopaxi, Quilindaña, las
que guarnecen el altiplano del Ecuador por sus serranías de Langoa y Píllaro, el Tungurahua,
bordes este y oeste; por eso se habla, sin más, Altar, Quilimás y el Sangay.
de cordillera oriental y occidental. Los flancos
internos de éstas se hallan orientados uno Entre las dos hileras, que por cierto no corren
frente a otro y dominan la altiplanicie; sus res- en línea recta, se extiende un valle elevado de
pectivos flancos externos caen hacia lo pro- unas 25 millas alemanas de largo, y muy varia-
fundo: La cordillera oriental hacia la región do en anchura, cuyo suelo está a más de 2.000
amazónica, y la occidental al océano Pacífico. metros sobre el nivel del mar; es el llamado al-
A la occidental pertenece el Pichincha, ubica- tiplano del Ecuador. Fuera de los mencionados
do más o menos en la mitad de la hilera y al volcanes que están situados frente a frente en
cual se une, inmediatamente por el sur, el Ata- dos hileras, hay algunos que están aislados y
cazo, y luego siguen los volcanes (no toda la que no pueden contarse, ni como parte de la
cadena es de origen volcánico): Corazón, Ilini- cordillera oriental, ni como parte de la occiden-
za, Quilotoa, Quispicasha, Sagoatoa, Carihuai- tal, sino que están situados entre las dos, en el
razo y Chimborazo; en la dirección contraria, mismo valle, ya sea más cerca de la una o de la
hacia el norte, continúan la serie el grupo otra. Por su ubicación original, algunos de ellos
montañoso del páramo de Calacalí, el Pulula- son subdivisiones naturales del valle longitudi-
gua, las serranías de Chanchagrán, de Cambu- nal donde pueden distinguirse cuatro secciones
gán y de Sigsicunga, el Cotacachi y el páramo principales. Cada sección tiene su propio siste-
de Piñán. A la cordillera oriental, enumerándo- ma fluvial a través del cual dirige el drenaje,

60
bien al océano Pacífico, bien al río Amazonas. río Guayllabamba (el cual, como río Esmeral-
En el valle hay que enumerar las siguientes das, desemboca igualmente en el océano Pacífi-
montañas volcánicas aisladas, comenzando de co); en la tercera, Latacunga, con el río Cutu-
nuevo en el norte: Imbabura, Cusin-Urcu, Mo- che; y en la cuarta sección, la más amplia, se
janda, Ilaló, Pasochoa, Rumiñahui, los cerros de halla la ciudad de Riobamba con el río Chambo.
Chaupi, el Putzulagua, el Llimpi, el Puñalica y el Los dos últimos ríos se unen y forman el río
Igualata; en rigor, también puede contarse entre Pastaza, que lleva sus aguas al Amazonas.
éstos, el Cotopaxi.
Al mantener esta disposición, y para lograr una
La denominación de estas cuatro secciones mayor precisión de la posición de una montaña
principales, según la ciudad más importante o población, se puede hablar de cordillera
que cada una incluye, facilita la comprensión oriental u occidental de Ibarra, de Quito, de La-
topográfica. En la sección más al norte está la tacunga y de Riobamba.
ciudad de Ibarra con la cuenca fluvial del río
Chota (que, con el nombre de río Mira, desem- De esta manera quedan establecidas, en gene-
boca en el océano Pacífico); en la siguiente sec- ral, las relaciones topográficas de una gran par-
ción, hacia el sur, está Quito con la cuenca del te del Ecuador.

61
PAUTA DE ORIENTACIÓN EN LA SECUENCIA DE REPRESENTACIONES
PICTÓRICAS DE LA REGIÓN VOLCÁNICA DEL ECUADOR

P ara el estudio topográfico detallado de las


montañas volcánicas del Ecuador escogemos,
como punto de partida, la capital del país, Quito
Así como el primer panorama nos ofrece una
visión de conjunto de la provincia de Pichincha,
la vista global del Tercer panorama del altiplano
(2850 m. sobre el nivel del mar) y empezamos con del Ecuador, nos la da de la provincia de Imbabu-
el Pichincha, sobre cuyas faldas se asienta la ciu- ra, sobre la hoya de Ibarra. Sin embargo, las dos
dad. pinturas difieren entre sí porque nuestro lugar
de observación en el primero estaba sobre una
Al salir de Quito, subimos en pocas horas al cerro alta colina, el cerro Ungüí (3606 m.), mientras
Ungüí (3606 m.), para tener una visión de conjun- que la segunda ha sido ejecutada en una ancha
to sobre los volcanes que bordean la hoya de Qui- hondonada sobre la achatada loma de Canamba-
to y sobre el valle de Chillo. La pintura general lla (2372 m.), desde la cual alzamos la vista hacia
que se ha designado como Primer panorama del el monte, mientras que en el caso de la primera,
altiplano del Ecuador, brinda esta visión. contemplamos el paisaje mirando hacia abajo: el
Cotacachi y el páramo de Piñán (3 vistas), el pá-
Luego pasamos a examinar, siguiendo la hilera de ramo de El Ángel (1 vista), la cordillera de Ango-
volcanes y mediante las pinturas individuales, el chagua (5 vistas), el Imbabura (6 vistas), el Cu-
Pichincha (15 vistas) y las montañas que le siguen sin-Urcu (4 vistas), y el Cayambe (10 vistas), son
hacia el sur y hacia el norte. Así, hacia el sur: el los volcanes que aquí se juntan para formar una
Atacazo (3 vistas), el Iliniza (9 vistas) y los cerros amplia corona. El nevado Saraurcu, no volcáni-
de Chaupi (5 vistas), hacia el norte: los cerros de co, constituye un agregado a este grupo.
Calacalí y el Pululagua (7 vistas).
Regresamos a la hoya de Quito, pero antes de se-
Después de haber hecho nuestras las formas y pararnos definitivamente de la provincia de Imba-
las peculiaridades tectónicas de estos edificios bura, que es la parte más al norte y que limita con
volcánicos, cambiamos nuestra ubicación al la- la República de Colombia, echamos todavía una
do opuesto de la hoya de Quito, hacia Quinchu- mirada retrospectiva sobre toda la región volcáni-
cajas (3560 m.), un punto elevado de la cordille- ca que hemos revisado hasta ahora. Para esto su-
ra oriental de Quito, para desde aquí tener la bimos al alto de Cuniburo (3353 m.) en la ladera
vista panorámica de los montes y grupos de nordeste del cerro Pambamarca, y vemos desple-
montes que acabamos de examinar por separa- gada ante nuestra vista una pintura topográfica-
do y, al mismo tiempo, conocer la pendiente oc- mente muy ilustrativa: Cuarto panorama del alti-
cidental del valle de Chillo. Con este objetivo se plano, que abarca partes de ambas provincias.
ha ejecutado la pintura 24, Segundo panorama
del altiplano. En la provincia donde está Quito, hemos visto
hasta ahora solamente la serie de montañas vol-
La pared divisoria entre la hoya de Quito y la de cánicas que constituyen el lado occidental de la
Ibarra, que limita con la primera por el norte, hoya; pasamos ahora a examinar el lado oriental.
constituye principalmente el Mojanda, cuya des- Este lado, en contraste con la cadena occidental
pejada situación y meseta superior, fácilmente ac- de muchas cumbres y profundamente desgarra-
cesible, hacen posible que las cinco vistas dedica- da, consta de un cordón montañoso cerrado has-
das a él presenten casi en su totalidad las peculia- ta una altura considerable, en la que distinguimos
ridades del monte. Por el occidente se une al Mo- inmediatamente tres miembros principales: el ce-
janda la cadena de Chanchagrán. rro Pambamarca y los páramos de Guamaní y
Chacana.

62
Las condiciones topográficas de esta cadena son Aunque el Cotopaxi está situado un poco en la lí-
tales que no podemos descomponerla, como al nea de la cordillera oriental tiene, por la ubica-
flanco occidental de la hoya de Quito, en pinturas ción aislada de todo su perímetro, un sitial de ex-
separadas, sino que debemos contentarnos con cepción; de modo que bien podemos contarlo en
presentar su edificio, que es extenso pero que al el número relativamente pequeño de los volcanes
mismo tiempo consta de varios miembros en un que están entre las dos cordilleras. Fuera del Co-
solo cuadro de conjunto. A esto hay que añadir topaxi, pertenecen a éstos en la hoya de Quito: el
que el lado oriental de este edificio, por estar den- Rumiñahui (7 vistas), el Pasochoca (5 vistas) y el
samente poblado de bosques, rehuye de manera Ilaló (en diversas pinturas).
absoluta una reproducción pictórica instructiva,
con lo que nuestro estudio de las condiciones to- Así como en el norte de la provincia de Pichincha,
pográficas de la cordillera oriental se limita a su el Mojanda levanta una pared divisoria entre la
pendiente occidental. hoya de Ibarra y la de Quito, de la misma manera,
en el sur, los ya mencionados cerros de Chaupi,
Esta imagen de conjunto de la cordillera oriental la en unión con el Rumiñahui y el Iliniza, separan la
encontramos en el Quinto panorama del altiplano, hoya de Quito de la de Latacunga.
para cuya ejecución ha ofrecido el punto de obser-
vación apropiado, el cerro de Ilaló (3161 m.), que se Fieles al método segundo, buscamos hasta aquí,
halla enteramente aislado en el valle de Chillo. para nuestra primera orientación en la nueva co-
marca, otra vez un punto apropiado de observa-
A los tres miembros en los que hemos dividido la ción y lo encontramos en la cumbre del Putzula-
cordillera oriental, se añade un cuarto, el Antisa- gua, situado cerca de Latacunga. Desde su cima
na, muy mencionado en el Ecuador; es un edificio (3515 m.) fue trazado el Séptimo panorama del al-
bien caracterizado como montaña volcánica por tiplano, que abarca una gran parte de las dos pro-
su misma forma de cono, lo cual nos lleva a llamar vincias de León y de Tungurahua. Como la exten-
expresamente la atención sobre su ubicación. Es- sa altiplanicie que por el sur llega hasta el valle de
tá situado al oriente, detrás del Chacana, y es tan Ambato pertenece a dos provincias distintas, la
alto, que la loma de éste, al menos en parte, pare- designamos, según sus dos capitales, hoya de La-
ce constituir su base; en todo caso se puede pos- tacunga y Ambato.
tular que hay una muy estrecha relación genética
entre el Antisana y el Chacana. Trece pinturas nos La vista panorámica del Putzulagua se une in-
exponen con claridad las condiciones topográfi- mediatamente, a través del Iliniza, a los panora-
cas y tectónicas de las dos montañas. mas tomados en la Provincia de Pichincha, y
tiene por objeto principal presentar la visión de
El Sexto panorama del altiplano está tomado de la cordillera occidental de Latacunga en su ex-
cerca del límite de la nieve perpetua del Antisana tensión desde el Iliniza hasta la región de Amba-
y comprende fundamentalmente la visión de la al- to. Esta cadena montañosa, uniforme en su con-
ta meseta sobre la que se eleva, 1700 m., el cono figuración externa y que en su mayor parte está
montañoso. formada de rocas no volcánicas, reclama menos
nuestro interés que la circunstancia de que de-
Este panorama nos presenta al mismo tiempo trás de ella se oculta un volcán importante. Es
otros tres altos volcanes nevados que quedan el Quilotoa, al que están dedicadas ocho pintu-
más hacia el sur, el Quilindaña (7 vistas), el Coto- ras de la colección.
paxi (14 vistas) y el Sincholagua (6 vistas).

63
Aunque en el séptimo panorama se pueden ver condiciones topográficas de la hoya de Latacun-
también las montañas de Ambato y además el ga-Ambato y, al cruzar la alta garganta transversal
Carihuairazo, el Chimborazo y el Igualata, sin del Igualata y su estribación oriental, pasamos a
embargo, para una apreciación de sus mutuas la cuarta y última hoya esencialmente volcánica
relaciones, tenemos que buscar un nuevo punto del Ecuador, la de Riobamba. Ésta abarca la ma-
de observación que quede más al sur, desde el yor parte de la Provincia de Chimborazo.
cual aparezcan estos montes no desplazados la-
teralmente sino en toda su vista frontal. Para la La misma capital de la provincia ofrece, por cier-
hoya de Ambato, se nos ofrece el punto de ob- to, como lo han resaltado todos los viajeros, el es-
servación adecuado, el cerro Llimpi, situado pectáculo grandioso de los nevados de las dos
junto a Pelileo. El Octavo panorama del altipla- cordilleras, oriental y occidental, aunque éste no
no, tomado desde aquí, cumple con este objeti- basta para una orientación topográfico-geológica
vo y, al mismo tiempo, es un complemento esen- detallada. Para lograrla tenemos obligadamente
cial del precedente, porque además se extiende que subir a un alto páramo en la cordillera orien-
hasta la cordillera oriental de Latacunga que tal y escogemos la parte sobre la que se alza el ce-
queda detrás del Putzulagua. rro Altar. El punto que alcanzamos se llama Tusa-
palang, y aquí, a 853 metros sobre la placa de Rio-
Siguen por su orden, el grupo de pinturas del Quis- bamba (2798 m.), plantamos por última vez nues-
picasha y el Casalagua (3 vistas), del Cariguairazo tra carpa, para dibujar una gran parte (unos 180˚)
con el Puñalica (6 vistas), del Chimborazo (16 vis- del cuadro panorámico que se ofrece a la vista.
tas), del Igualata (4 vistas) y del Llimpi (1 vista).
Así resultó la pintura que hemos titulado Décimo
Con esto se completa el número de las montañas panorama del altiplano del Ecuador y que abarca el
occidentales de la hoya de Latacunga-Ambato, y lado oriental y sur del Igualata con el profundo va-
pasamos ahora a examinar la cadena montañosa lle del Chambo, hasta el Tungurahua; el Chimbora-
que limita la misma hoya por el lado oriental y zo y la parte no volcánica de la cordillera occiden-
que se extiende desde el Cotopaxi hasta el valle tal que está unida a él (la serranía de la Calera y el
del Pastaza. La parte de ésta que se eleva al norte páramo de Puyal); toda la planicie que desde Rio-
de la hoya, justamente detrás de Latacunga y que bamba sube hasta el Chimborazo; y también la an-
la designamos con el nombre de páramos de Pan- tigua montaña volcánica de Yaruquíes que la limita
sache y Cumbijín, ha sido tomada desde el pie de por el suroeste; y nos hace ver, además, los apila-
la cordillera occidental (No. 112); en cambio la mientos relativamente pequeños de una masa
parte sur, la cordillera de Píllaro, desde las cerca- eruptiva más reciente, los cuales yacen en las fal-
nías de Ambato (No. 114). das de esta montaña. La montaña de Yaruquíes ha
sido dibujada también desde otro punto de obser-
Este último punto de observación, la loma de Ca- vación a menor distancia (pintura 116).
sigana (2939 m.), nos ofrece una vista panorámica
tan abarcadora, que juzgamos aleccionador el Las montañas de la cordillera oriental que se ven
captar pictóricamente, en lo posible, la mayor en nuestro dibujo panorámico, como por ejem-
parte de la misma. La presentamos aquí como el plo, el Altar, el Quilimás y otros, aparecen relacio-
Noveno panorama del altiplano. nadas con este paisaje, sobre todo en las pinturas
No. 117 y 122, que han sido realizadas desde la
Dentro de este panorama están perfectamente re- loma de Catuj (3075 m.) y desde el cerro de Tula-
presentadas, en todas sus particularidades, las bug (3324 m.), no lejos de Riobamba. Además, se

64
han dedicado series de pinturas independientes a debimos desistir de ampliarlo al Azuay, que como
las más sobresalientes de estas montañas; a sa- último macizo situado al sur, forma una gran par-
ber: 6 vistas al Altar, 4 al Quilimás y 3 al Sangay. Y te de la pared divisoria entre las provincias de
también se ha concedido un tratamiento más pro- Riobamba y Cuenca. Sólo a manera de anexo se lo
lijo del Tungurahua que, desde el punto de vista menciona aquí, como la montaña volcánica No. 41
topográfico-geológico, es especial (15 vistas). del Ecuador.

Con la hoya de Riobamba concluimos nuestro es-


tudio vulcanológico en el altiplano del Ecuador, y

65
LISTA DE PINTURAS DE LA REGIÓN VOLCÁNICA DEL ECUADOR,
EXPUESTAS DE MANERA PERMANENTE EN EL MUSEO DE ETNO-
GRAFÍA Y GEOGRAFÍA DE LEIPZIG.

A. PINTURAS DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS 10.A. El Pichincha visto desde el oeste-noroes-


te. Punto de observación: hacienda Min-
1. Primer panorama del altiplano del Ecua- do. Dibujo 28 x 11 cm.
dor, con las montañas volcánicas de las
provincias de Pichincha, Imbabura y 10.B. Vista al cráter del Pichincha desde el
León. Punto de observación: cerro Un- oeste. Punto de observación: Loma de
güí, cerca de Quito. Dibujo, 216 x 27 cm. los Osos. Dibujo 30 x 22 cm.

I. EL PICHINCHA 10.C. El valle del río Volcán. Punto de observa-


ción: base occidental del Pichincha. Di-
2. El Pichincha y la ciudad de Quito, vistos bujo. 22 x 16 cm.
desde el sureste, en la loma de Poingasí.
Dibujo, 118 x 34 cm. 11. Una vista de la pared interior que mira
al oeste, del cráter del Pichincha, en la
3. El Pichincha y la ciudad de Quito, desde caldera. Punto de observación: el ensi-
el sureste. Óleo, 93 x 66 cm. llado entre el cráter y la quebrada se-
ca. Dibujo, 98 x 16 cm.
4. El Pichincha visto desde el oriente. Pun-
to de observación: cerro Ilaló. Dibujo, 69 12.A. El valle encajonado de Verde-cuchu. Di-
x 32 cm. bujo a colores, 56 x 18 cm.

5. El Pichincha visto desde el este-sureste. 12.B. En el cráter del Guagua-Pichincha. Dibu-


Punto de observación: cerca de la ha- jo a colores, 46 x 21 cm.
cienda de Arcadia. Dibujo, 60 x 30 cm.
II. EL ATACAZO
6.A. El lado sur del Pichincha, visto desde la
hacienda Tilicuchu. Dibujo 46 x 13 cm. 13.A. El Atacazo visto desde el lado sureste.
Punto de observación: Quito. Dibujo 31 x
6.B. El lado oriental del Pichincha, visto des- 9 cm.
de la hacienda Chantag. Dibujo, 46 x 15
cm. 13.B. El Atacazo visto desde el este-noreste.
Punto de observación: hacienda San Ra-
7. El Pichincha visto desde el sur. Punto de fael en Tambillo. Dibujo 44 x 15 cm.
observación: cerca de la cumbre del Ata-
cazo. Dibujo 68 x 22 cm. 13.C. El Atacazo visto desde el sur. Punto de
observación: ladera del Corazón. Dibujo,
8. El Pichincha visto desde el norte. Punto 36 x 14 cm.
de observación: Condorcocha, en el pá-
ramo de Calacalí. Dibujo 82 x 22 cm. III. EL CORAZÓN

9. El Pichincha visto desde el oeste-noroes- 14.A. El Corazón visto desde el lado sureste.
te. Punto de observación: cerro Tadeo, Punto de observación: hato de Chaupi.
junto a Mindo. Dibujo 70 x 23 cm. Dibujo 63 x 28 cm.

66
14.B. El Corazón visto desde el lado norte. V. CERROS DE CHAUPI
Punto de observación: cerca de Tambi-
llo. Dibujo 44 x 13 cm. 22. Los cerros de Chaupi vistos desde el nor-
te. Punto de observación: cerrito de la
14.C. El Corazón visto desde el lado occiden- Moya. Dibujo, 92 x 22 cm.
tal, desde el valle del río Pilatón, junto a
San Florencio. Dibujo 37 x 15 cm. 23.A. Los cerros de Chaupi, lado surocciden-
tal. Punto de observación: ladera orien-
IV. EL ILINIZA tal del Iliniza. Dibujo 46 x 14 cm.

15. El volcán de doble cumbre, Iliniza, visto 23.B. Los cerros de Chaupi, lado suroriental.
desde el oriente. Punto de observación: ha- Punto de observación: cerro Putzulagua.
to de Chaupi. Dibujo a colores, 95 x 34 cm. Dibujo, 30 x 14 cm.

16. El Iliniza visto desde el sureste. Punto de 23.C. Los cerros de Chaupi, lado suroriental.
observación: Tambo de Tiopullo. Óleo, Punto de observación: hacienda San
45 x 32 cm. Elías, junto a Mulaló. Dibujo, 30 x 14 cm.

17. El Iliniza visto desde el sur-sureste. Pun- 23.D. Los cerros de Chaupi, lado norocciden-
to de observación: Pueblo de Mulaló. Di- tal. Punto de observación: ladera orien-
bujo, 130 x 65 cm. tal del Iliniza. Dibujo 46 x 14 cm.

18.A. El Iliniza visto desde el este-nordeste. 24. Segundo panorama del altiplano del
Punto de observación: llanura de Macha- Ecuador, con las montañas volcánicas de
chi. Dibujo, 51 x 15 cm. la cordillera occidental de la provincia de
Pichincha. Punto de observación: Quin-
18.B. El Iliniza con el cono de erupción Tisisi- chucajas, en la cordillera oriental. Dibu-
chu, desde el sur. Punto de observación: jo, 112 x 32 cm.
cerca de Toacazo. Dibujo, 39 x 13 cm.
VI. CERROS DE CALACALÍ
18.C. El Iliniza visto desde el norte. Punto de
observación: valle de Canzacoto. Dibujo, (Véase el panorama No. 24 y las pinturas No. 27
21 x 13 cm. y 29)

19. El volcán de doble cumbre, Iliniza, visto VII. EL PULULAGUA


desde el sur. Punto de observación: Gua-
grahuasi. Dibujo a colores, 127 x 34 cm. 25. El Pululagua y una parte de la cordillera oc-
cidental. Punto de observación: cerros de
20. El Iliniza visto desde el oeste. Punto de Calacalí. Dibujo, 79 x 22 cm.
observación: Pucará de Chisaló. Dibujo,
94 x 34 cm. 26. El cráter del Pululagua visto desde el sur.
Punto de observación: Ventanillas. Dibu-
21. El Iliniza visto desde el oeste. Punto de obser- jo, 70 x 32 cm.
vación: Pucará de Chisaló. Óleo, 123 x 84 cm.

67
27. El cráter del Pululagua visto desde el 33.B. La laguna del cráter del Mojanda, vista des-
norte. Punto de observación: cerro Mau- de el lado nordeste. Dibujo, 78 x 21 cm.
caquitu. Dibujo, 95 x 35 cm.
34. El cono de erupción Golongal, en el crá-
28.A. El cono de erupción Pondoña. Lado este- ter del Mojanda. Dibujo 64 x 20 cm.
sureste. Dibujo, 43 x 15 cm.
35. Tercer panorama del altiplano del Ecua-
28.B. El cono de erupción Pondoña. Lado oes- dor, que abarca la provincia de Imbabura.
te. Dibujo, 43 x 28 cm. Punto de observación: loma de Canamba-
lla, junto a Ibarra. Dibujo, 195 x 28 cm.
29. El Pululagua visto desde el lado oriental.
Punto de observación: junto a la hacien- X. EL COTACACHI
da Alchipichí. Dibujo, 84 x 30 cm.
36.A. El Cotacachi visto desde el lado sur-su-
29.A. Aclaración geológica al cuadro 29. Dibu- reste. Punto de observación: cerro Mo-
jo a pluma en colores, 84 x 30 cm. janda. Dibujo, 30 x 22 cm.

VIII. SERRANÍA DE CHANCHAGRÁN 36.B. El Cotacachi visto desde el lado oriental.


Punto de observación: no lejos del pueblo
(Véase las pinturas No. 30 y 31) de Cotacachi. Dibujo, 52 x 22 cm.

IX. EL MOJANDA. 37. La laguna del cráter de Cuicocha. Punto de


observación: el lado sur de la muralla ro-
30. El Mojanda visto desde el oeste. Punto cosa circundante. Dibujo, 66 x 26 cm.
de observación: cerro de Maucaquitu, en
el Pululagua. Dibujo, 94 x 30 cm. XI. PÁRAMO DE PIÑÁN

30.A. Lámina con la aclaración geológica a la (Véase el panorama de la provincia de Imbabu-


pintura 30. Dibujo a pluma en colores, 94 ra, No. 35)
x 30 cm.
XII. PÁRAMO DE EL ÁNGEL Y XIII. CORDILLERA DE

31. El Mojanda y la laguna de San Pablo des- ANGOCHAGUA


de el nordeste. Punto de observación:
pie de la ladera suroccidental de Imbabu- 38.A. El páramo de El Ángel visto desde el lado
ra. Dibujo, 105 x 29 cm. sur. Punto de observación: cerca del pue-
blo de Cotacachi. Dibujo, 41 x 9 cm.
32. El Mojanda y la laguna de San Pablo. Pun-
to de observación: pie de la ladera suroc- 38.B. La cordillera de Angochagua vista desde
cidental de Imbabura. Óleo, 160 x 70 cm. el sur. Punto de observación: Cuniburo,
junto a Guachalá. Dibujo, 28 x 7 cm.
33.A. La laguna del cráter del Mojanda, vista
desde el lado suroccidental. Dibujo, 61 x 38.C. La cordillera de Angochagua vista desde
15 cm. el lado suroeste. Punto de observación:
Cusín-Urcu. Dibujo, 39 x 12 cm.

68
38.D. La Rinconada, una parte de la cordillera 41.D. El Cusín-Urcu visto desde el lado este-
de Angochagua. Punto de observación: nordeste. Punto de observación: cerca
hacienda Zuleta. Dibujo, 34 x 15 cm. de la hacienda Pesillo. Dibujo, 72 x 15 cm.

38.E. La cordillera de Angochagua, parte su- XVI. EL CAYAMBE


roccidental. Punto de observación: loma
de Canamballa. Dibujo, 41 x 15 cm. 42. El volcán Cayambe visto desde el oeste-
noroeste. Punto de observación: faldas
XIV. EL IMBABURA de Cusín-Urcu. Dibujo, 113 x 27 cm.

39.A. El Imbabura desde el lado occidental. 43. El Cayambe visto desde el noroeste. Pun-
Punto de observación: Cuicocha. Dibujo, to de observación: el panecillo de Pesi-
54 x 15 cm. llo. Dibujo, 82 x 28 cm.

39.B. El Imbabura y el cerro Cuvilche, desde el 44.A. El Cayambe desde el lado suroeste. Pun-
nororiente. Punto de observación: ha- to de observación: cerca de Guachalá. Di-
cienda Magdalena. Dibujo, 68 x 14 cm. bujo, 39 x 14 cm.

40.A. El cerro Asaya visto desde el oeste. Dibu- 44.B. El Cayambe desde el lado sur-suroeste.
jo, 40 x 16 cm. Punto de observación: Yanacocha. Dibu-
jo, 50 x 14 cm.
40.B. El Asaya y el Cuvilche vistos desde el
oriente. Punto de observación: hacienda 44.C. El Cayambe desde el lado suroeste. Punto
Zuleta. Dibujo, 47 x 16 cm. de observación: Sayaro. Dibujo, 54 x 18
cm.
40.C. El Imbabura con el Asaya y el Cuvilche,
desde el sur. Punto de observación: An- 44.D. El Cayambe, lado suroeste, visto desde el
gla. Dibujo, 71 x 17 cm. Pichincha. Dibujo, 16 x 8 cm.

40.D. Cima del cerro Cunru. Dibujo, 16 x 12 cm. 44.E. El Cayambe, lado noroeste, visto desde
Cuicocha. Dibujo, 16 x 8 cm.
XV. EL CUSÍN-URCU
44.F. El Cayambe desde el lado sur-suroeste.
41.A. El Cusín-Urcu visto desde el oeste-su- Punto de observación: Corredor-Machai.
roeste. Punto de observación: Cuicocha. Dibujo, 16 x 8 cm.
Dibujo, 16 x 8 cm.
44.G. El Cayambe, lado occidental, visto desde
41.B. El Cusín-Urcu visto desde el noroeste. los cerros de Calacalí. Dibujo, 16 x 8 cm.
Punto de observación: pie de la ladera oc-
cidental del Imbabura. Dibujo, 32 x 13 cm. 45. El valle de Yancureal, en el lado nordeste
del Cayambe. Dibujo a colores, 67 x 22 cm.
41.C. El Cusín-Urcu visto desde el sur-suroeste.
Punto de observación: Cuniburo, junto a
Guachalá. Dibujo, 32 x 13 cm.

69
ANEXO XX. EL ANTISANA

46. El Saraurcu, visto desde el oeste. Punto 51. El Antisana, lado suroeste. Punto de
de observación: Cóndor-Machai. Acuare- observación: cerca de la hacienda Anti-
la, 47 x 23 cm. sana. Óleo, 120 x 80 cm.

47. Cuarto panorama del altiplano del Ecua- 52.A. El Antisana visto desde el suroeste. Pun-
dor, con las montañas volcánicas de las to de observación: cerca de la misma ha-
provincias de Pichincha e Imbabura. cienda. Dibujo a colores de 85 x 22 cm.
Punto de observación: loma de Cunibu-
ro, junto a Guachalá. Dibujo, 268 x 33 cm. 52.B. El Antisana visto desde el suroeste. Pun-
to de observación: junto a la casa del Ur-
48. Quinto panorama del altiplano del Ecua- cucama. Dibujo a colores, 47 x 14 cm.
dor, con la cordillera oriental de Quito y
el valle de Chillo. Punto de observación: 53. El cono del Antisana, lado suroccidental.
cerro Ilaló. Dibujo, 221 x 34 cm. Punto de observación: cerca de la ha-
cienda. Óleo de 31 x 21 cm.
XVII. CERRO PAMBAMARCA
54. El cono del Antisana cubierto de nubes.
(Véase el panorama de la provincia de Pichin- Óleo, 31 x 21 cm.
cha, No. 48).
55. El Antisana visto desde el noroeste. Pun-
XVIII. PÁRAMO DE GUAMANÍ to de observación: el Chacana. Dibujo, 81
x 31 cm.
(Véase el panorama de la provincia de Pichin-
cha, No. 48). 56. El Antisana visto desde el este-sureste.
Punto de observación: Raviga de San Joa-
XIX. EL CHACANA quín. Dibujo a colores, 94 x 30 cm.

(Véanse las pinturas No. 57, 58, 59 y 60 del Gru- 57. El flujo de lava del Antisanilla. Punto de
po Antisana). observación: loma de Guachifilí. Acuare-
la, 85 x 33 cm.
49. Sexto panorama del altiplano del Ecua-
dor, tomado desde el cerro Guamaní del 58. El flujo de lava del Antisanilla. Punto de
Antisana. Dibujo a colores, 186 x 28 cm. observación: Puerta de Guamaní. Óleo,
64 x 45 cm.
49.A. El mismo panorama que el del cuadro 49,
pero en dibujo con tinta china negra de 59. El flujo de lava de Potrerillos o Papallac-
186 x 28 cm. ta. Punto de observación: Volcancocha.
Acuarela, 46 x 26 cm.
50. El mismo panorama que el No. 49, pero
en óleo de 126 x 21 cm. 60. Los macizos del Antisana y el Chacana,
vistos desde el suroeste. Punto de obser-
vación: loma Fala. Dibujo, 93 x 23 cm.

70
61. El Isco, caserío en el fondo de la quebra- 68.A. El Sincholagua, lado nordeste. Punto de
da Guapal. Óleo, 31 x 21 cm. observación: Guamaní del Antisana. Di-
bujo, 28 x 12 cm.
XXI. EL QUILINDAÑA
68.B. El Sincholagua, lado noroccidental. Punto
62. El volcán Quilindaña, lado suroccidental. de observación: Cerro Ilaló. Dibujo 28 x
Punto de observación: el hato de Chalu- 12 cm.
pas. Dibujo, 111 x 28 cm.
68.C. El Sincholagua, lado occidental. Punto de ob-
63. El volcán Quilindaña, lado nororiental. servación: en el Corazón. Dibujo, 15 x 4 cm.
Punto de observación: el hato del Valle
Vicioso. Dibujo, 80 x 26 cm. 68.D. El Sincholagua, lado norte. Punto de ob-
servación: hato del Antisana. Dibujo, 58 x
64. El volcán Quilindaña visto desde el 15 cm.
occidente. Punto de observación: ce-
rro Morro de Chalupas. Acuarela, 79 x XXIII. EL COTOPAXI
35 cm.
69. El Cotopaxi visto desde el lado occiden-
65.A. El Quilindaña del lado occidental. Punto tal. Punto de observación: Santa Ana de
de observación: Cerro Amina. Dibujo, 40 Tiupullo. Dibujo, 60 x 21 cm.
x 10 cm.
70. El Cotopaxi visto desde el lado occiden-
65.B. La serranía de la Carrera Nueva. Punto tal. Punto de observación: cerca de San-
de observación: pie de la pendiente ta Ana de Tiupullo. Óleo, 70 x 41 cm.
oriental del Quilindaña.
71. El Cotopaxi visto desde el norte. Punto
65.C. La serranía del cerro La Conga. Punto de de observación: ovejería de Hornoloma.
observación: pie de la pendiente oriental Dibujo, 86 x 30 cm.
del Quilindaña.
72. El Cotopaxi, lado noroccidental. Punto
65.D. La serranía occidental del Valle Vicioso. de observación: pie de la pendiente su-
Punto de observación: Secaspamba. reste del Rumiñahui. Óleo, 45 x 32 cm.

XXII. EL SINCHOLAGUA 73. El Cotopaxi visto desde el nordeste. Pun-


to de observación: loma de Parca. Dibujo
66. El volcán Sincholagua, lado occidental. a colores, 127 x 38 cm.
Punto de observación: Hornoloma. Acua-
rela, 92 x 29 cm. 74. El Cotopaxi visto desde el nordeste. Pun-
to de observación: loma de Parca. Dibu-
67. El volcán Sincholagua, lado occidental. jo, 127 x 38 cm.
Punto de observación: Hornoloma. Óleo,
46 x 32 cm. 75.A. El lado oriental del Cotopaxi, visto des-
de el hato del Valle Vicioso. Dibujo, 47
x 25 cm.

71
75.B. El lado sur del Cotopaxi, visto desde el 82. El Rumiñahui, lado oriental. Punto de ob-
Morro de Chalupas. Dibujo, 58 x 25 cm. servación: Hornoloma. Óleo, 92 x 32 cm.

76.A. El lado sur del Cotopaxi, visto desde Mu- 83.A. El Rumiñahui, lado oriental. Punto de
yumcuchu. Dibujo, 37 x 25 cm. observación: pie de pendiente sur del Pa-
sochoa. Dibujo, 47 x 25 cm.
76.B. El lado noroccidental del Cotopaxi, visto
desde el hato de Chaupi, junto al Iliniza. 83.B. El Rumiñahui, lado sur-sureste. Punto de
Dibujo, 36 x 23 cm. observación: cerrito de Callo. Dibujo 47 x
25 cm.
77.A. El lado occidental del Cotopaxi, visto
desde Santa Ana de Tiupullo. Dibujo, 56 x XXV. EL PASOCHOA
25 cm.
84.A. El Pasochoa visto desde el lado occiden-
77.B. El lado suroccidental del Cotopaxi, visto tal. Punto de observación: cerca de Tam-
cerca a Latacunga. Dibujo, 45 x 25 cm. billo. Dibujo, 82 x 15 cm.

78. El Cotopaxi después de una reciente ne- 84.B. El Pasochoa visto desde el lado oriental.
vada. Punto de observación: pueblo de Punto de observación: Quesera de Itulga-
Mulaló. Óleo, 46 x 32 cm. che. Dibujo, 47 x 15 cm.

79. El Cotopaxi después de un incesante 84.C. El Pasochoa visto desde el lado surorien-
tiempo de lluvia. Punto de observación: tal. Punto de observación: Hornoloma.
Santa Ana de Tiupullo. Óleo, 44 x 30 cm. Dibujo, 30 x 15 cm.

XXIV. EL RUMIÑAHUI 85. El volcán Pasochoa. Punto de observa-


ción: cerca de la hacienda Pedregal. Di-
80. El Rumiñahui visto desde el lado occi- bujo, 63 x 29 cm.
dental. Punto de observación: cerrito de
la Moya. Óleo, 123 x 33 cm. 86. El volcán Pasochoa, lado suroriental.
Punto de observación: Hornoloma. Óleo,
81.A. El Rumiñahui, lado occidental. Punto de 45 x 32 cm.
observación: cerca de Machachi. Dibujo,
47 x 13 cm. XXVI. EL ILALÓ

81.B. El Rumiñahui, lado noroccidental. Punto (Véanse los panoramas 1 y 24, y las pin-
de observación: cerca de Tambillo. Dibu- turas 6.B, 8, 27 y otras más).
jo, 30 x 10 cm.
87. Séptimo panorama del altiplano del
81.C. El Rumiñahui, lado occidental. Punto de Ecuador, con la cordillera occidental de
observación: en el Corazón. Dibujo, 17 x Latacunga y Ambato. Punto de observa-
10 cm. ción: cerro Putzulagua. Dibujo, 238 x 34
cm.

72
XXVII. EL QUILOTOA XXVIII. EL QUISPICASHA Y EL CASAGUALA

88. El Quilotoa del lado nororiental. Punto 94.A. El Casaguala y el Quispicasha desde el
de observación: cerro Guantahaló. Óleo, suroriente. Punto de observación: cerro
123 x 82 cm. Putzulagua. Dibujo, 21 x 12 cm.

89.A. El Quilotoa del lado nororiental. Lámina 94.B. El Casaguala y el Quispicasha desde el
explicativa del óleo No. 88. Dibujo a colo- nororiente. Punto de observación: cerro
res de 87 x 26 cm. Llimpi. Dibujo, 21 x 12 cm.

89.B. El Quilotoa del lado sur. Punto de obser- 94.C. La cumbre del Quispicasha, desde el nor-
vación: cerca de la hacienda Zumbagua. te. Punto de observación: valle de Salu-
Dibujo a colores, 44 x 17 cm. co. Dibujo, 47 x 15 cm.

89.C. El Quilotoa del lado suroriental. Punto de XXIX. EL SAGOATOA


observación: cerro Amena, junto a la ha-
cienda Tigua. Dibujo a colores 44 x 15 (Véanse los panoramas No. 87 y 93).
cm.
XXX. EL CARIHUAIRAZO CON EL PUÑALICA
90. La laguna del cráter del Quilotoa. Punto
de observación: Hataló. Óleo, 123 x 84 95. El Carihuairazo con el Puñalica, vistos
cm. desde el nororiente. Punto de observa-
ción: loma de Casigana. Dibujo, 75 x 27
91. El Quilotoa y la cordillera occidental de cm.
Latacunga. Punto de observación: Hata-
ló-loma. Dibujo, 140 x 26 cm. 96.A. El Carihuairazo desde el suroeste. Punto
de observación: cerro Igno. Dibujo, 35 x 7
ANEXO cm.

92.A. Pendiente occidental de la cordillera oc- 96.B. El Carihuairazo desde el nororiente. Pun-
cidental de Latacunga y Quito. Punto de to de observación: cima del Sagoatoa. Di-
observación: cerro Guantahaló. Dibujo, bujo, 20 x 11 cm.
58 x 14 cm.
96.C. El Carihuairazo desde el noroeste. Punto
92.B. El cerro de Pigua. Punto de observación: de observación: Pacopamba. Dibujo, 27 x
en el camino de Latacunga a Angamarca. 11 cm.
Dibujo, 30 x 19 cm.
96.D. El Carihuairazo desde el este-nordeste.
93. Octavo panorama del altiplano del Ecua- Punto de observación: cerca del pueblo
dor, con las montañas volcánicas de las de Pasa. Dibujo, 44 x 17 cm.
provincias de León, Tungurahua y Chim-
borazo. Punto de observación: cerro 96.E. El valle del río Ambato. Punto de obser-
Llimpi. Dibujo, 223 x 34 cm. vación: cerca de la ciudad de Ambato. Di-
bujo, 35 x 21 cm.

73
97.A. El Puñalica visto desde el suroeste. Punto 106. El Chimborazo y su basamento antiguo,
de observación: hacienda Hatillo, cerca de visto desde el occidente. Punto de
Mocha. Dibujo, 47 x 15 cm. observación: cerca de Guanujo. Dibujo
96 x 33 cm.
97.B. El Puñalica visto desde el suroeste. Pun-
to de observación: faldas del Chimbora- 107.A. El Chimborazo desde el lado norocciden-
zo. Dibujo, 31 x 12 cm. tal. Punto de observación: al borde del
camino de Salinas a Guaranda. Dibujo, 44
97.C. El Puñalica visto desde el nororiente. x 13 cm.
Punto de observación: cerro Putzulagua.
Dibujo, 31 x 12 cm. 107.B. El Chimborazo desde el lado norte. Pun-
to de observación: Verde-cuchu, en el Pi-
98. En las nieves del Chimborazo. Vista del chincha. Dibujo, 14 x 9 cm.
Puñalica. Óleo de 31 x 21 cm.
107.C. El Chimborazo, lado oeste-suroeste, vis-
XXXI. EL CHIMBORAZO to desde Guayaquil. Dibujo, 35 x 12 cm.

99. El Chimborazo y la ciudad de Riobamba. ANEXO


Punto de observación: torres de la iglesia de
la Merced, en Riobamba. Óleo, 124 x 79 cm. 108. Una salina en los altos Andes del Ecua-
dor. Dibujo a colores, 47 x 18 cm.
100. El Chimborazo, lado oriental. Punto de
observación: al oriente de Riobamba. XXXII. EL IGUALATA
Óleo, 95 x 20 cm.
109. El volcán Igualata desde el lado oriental.
101. El Chimborazo con el valle del río Chi- Punto de observación: travesía de Utañag.
bunga. Punto de observación: cerca de Dibujo a colores, 60 x 29 cm.
Riobamba. Óleo, 31 x 21 cm.
110.A.El Igualata visto del lado sur. Punto de ob-
102. El Chimborazo y el Carihuairazo. Punto servación: cerro Igno. Dibujo, 47 x 11 cm.
de observación: hacienda Guayllabamba.
Óleo, 66 x 44 cm. 110.B.El Igualata visto del lado nororiental.
Punto de observación: cerro Putzulagua.
103. El Chimborazo, lado suroriental. Punto Dibujo, 26 x 11 cm.
de observación: hacienda Zobol. Óleo, 60
x 41 cm. 110.C.El Igualata visto del lado noroccidental.
Punto de observación: pendiente del
104. El Chimborazo visto desde el sur. Punto de Chimborazo. Dibujo, 24 x 19 cm.
observación: cerca del tambo de Totori-
llas. Acuarela de 76 x 30 cm. XXXIII. CERRO LLIMPI

105. El Chimborazo y el Carihuairazo vistos 111. La montaña volcánica Llimpi vista desde
desde la meseta de Cunuc-yacu. Dibujo, el noroeste. Punto de observación: loma
133 x 33 cm. de Casigana. Dibujo, 65 x 25 cm.

74
XXXIV. PÁRAMOS DE CUMBIJÍN Y PANSANCHE 119. La caldera del cráter del cerro Altar. Pun-
to de observación: valle de Collanes.
112. La cadena volcánica de los páramos de Óleo, 124 x 80 cm.
Pansache y Langoa vista desde el occi-
dente. Punto de observación: pie de pen- 120. El cerro Altar del lado suroriental. Punto
diente de la cordillera occidental de Lata- de observación: al borde del pongo de
cunga. Dibujo, 107 x 29 cm. Yuibug. Óleo, 70 x 40 cm.

113. Noveno panorama del altiplano del Ecua- 121. El Altar visto desde el lado norte. Punto de
dor, con las montañas volcánicas de la observación: Minza, junto al Tungurahua.
cordillera oriental de Ambato. Dibujo, Dibujo a colores, 124 x 33 cm.
170 x 32 cm.
XXXVIII. PÁRAMO DE QUILIMÁS
XXXV. CORDILLERA DE PÍLLARO
122. La cordillera oriental de Riobamba con el
114. La cordillera de Píllaro vista desde el la- Quilimás. Punto de observación: cerro
do occidental. Punto de observación: lo- Tulabug. Dibujo, 143 x 32 cm.
ma de Casigana. Dibujo, 104 x 25 cm.
123.A.La cordillera oriental de Riobamba con el
115. Décimo panorama del altiplano del Ecua- Altar y el Quilimás. Punto de observa-
dor, con la parte occidental de la provin- ción: cerro Chuyuj. Dibujo, 47 x 14 cm.
cia de Chimborazo. Punto de observa-
ción: cerro Tusupalang en la cordillera 123.B.La cordillera oriental de Riobamba con el
oriental. Dibujo, 125 x 30 cm. Altar y el Quilimás. Punto de observa-
ción: cerca de Savañag. Dibujo, 21 x 11
XXXVI. CORDÓN MONTAÑOSO DE YARUQUÍES cm.

116. El cordón montañoso de Yaruquíes y la 123.C.El cerro Hermoso de los Llanganates.


llanura de Riobamba. Punto de observa- Punto de observación: Cacajal, cerca de
ción: lomas de San Antonio, junto a Rio- Savañag. Dibujo, 21 x 11 cm.
bamba. Dibujo, 107 x 15 cm.
XXXIX. EL SANGAY
XXXVII. CERRO ALTAR
124. El volcán Sangay visto desde el suroeste.
117. La cordillera oriental de Riobamba y sus Punto de observación: Nagsangpungo.
volcanes. Punto de observación: loma de Óleo, 163 x 78 cm.
Catuj. Óleo, 157 x 82 cm.
124.A. Dibujo original para el óleo No. 124. Di-
117.A. Explicación geológica referente al óleo bujo a colores, 142 x 42 cm.
No. 117.
125. El volcán Sangay visto desde el noroeste.
118. El cerro Altar y sus bases. Punto de ob- Punto de observación: Calcitpungo. Di-
servación: al borde del cerro Tusapa- bujo, 95 x 33 cm.
lang. Óleo, 170 x 45 cm.

75
XL. EL TUNGURAHUA 136. La Chorrera de Agoyán. Punto de obser-
vación: pie de la cascada. Óleo, 65 x 49
126. El volcán Tungurahua visto desde el lado cm.
sur. Punto de observación: Utañag, cerca
de Penipe. Óleo, 127 x 80 cm. 137. La hacienda Atombós, en el valle del río
Pastaza. Óleo, 21 x 31 cm.
126.A.Lámina aclaratoria al óleo No. 126. Dibu-
jo a colores, 81 x 34 cm. 138. El Tungurahua y el Altar. Punto de obser-
vación: páramo de Guallaló. Óleo, 61 x 42
127. El Tungurahua, lado sur. Punto de ob- cm.
servación: travesía de Utañag. Óleo, 59 x
44 cm. 139. Láminas con una explicación geológica
sobre el Tungurahua sus alrededores.
128. El Tungurahua, lado norte. Punto de ob-
servación: loma de Ligua, junto a Baños. XLI. EL AZUAY
Óleo, 160 x 73 cm.
(Véase la pintura No. 116).
129.A.Explicación geológica al óleo No. 128.
B. PINTURAS PAISAJÍSTICAS DEL ECUA-
129. El volcán Tungurahua y su flujo de lava DOR
"La reventazón de Juiví". Punto de obser-
vación: Chontaloma, al borde del camino Imágenes que no contribuyen de manera
a Patate. Dibujo, 62 x 34 cm. especial al esclarecimiento de las monta-
ñas volcánicas particulares.
130. El Tungurahua y el valle de Baños. Punto
de observación: loma de Runtún. Dibujo, 140. Sobre las nubes. Punto de observación:
92 x 30 cm. pendiente occidental del Cotopaxi a 5500
metros de altura. Óleo, 94 x 50 cm.
131. El volcán Tungurahua visto desde el no-
roriente. Punto de observación: valle de 141. Clima de páramo en el Chimborazo. Pun-
Vascún, junto a Baños. Óleo, 31 x 21 cm. to de observación: lado oriental del
Chimborazo. Óleo, 123 x 80 cm.
132. El Tungurahua y el Altar, lado norte. Pun-
to de observación: cerca de Latacunga. 142. Clima de páramo, cordillera oriental de
Óleo, 21 x 31 cm. Riobamba; regreso de Condorasto. Óleo,
94 x 60 cm.
133. El Tungurahua visto desde Riobamba.
Lado suroccidental. Óleo, 28 x 18 cm. 143. Clima de páramo, cordillera occidental
de Riobamba; sombra fantasmagórica,
134. El puente de Patate, en el valle del río proyectada en la niebla, del observador
Pastaza. Óleo, 64 x 41 cm. parado en una roca saliente. Punto de
observación: cerro Sunirumi (3374 m.),
135. El puente de cuerdas de Guangalillo, cer- junto a Angamarca. Óleo, 45 x 32 cm.
ca de Baños. Óleo, 31 x 22 cm.

76
144. Laguna de Colta. Óleo, 31 x 21 cm. 156. Valle del río Chambo; el puente colgante
del Químiac. Óleo, 31 x 21 cm.
145. La piedra a Quilindusi. Óleo, 31 x 21 cm.
157. Valle del río Chambo. Puente de Puela.
Viaje a la Jibaría del Píntuc, junto a Cane- Óleo, 31 x 21 cm.
los.
158. Valle del río Chambo; pueblo de Penipe.
146. El río Topo, afluente del Pastaza. Una au- Óleo, 31 x 21 cm.
daz construcción de puente. Óleo, 64 x
44 cm. 159. Una parte de la cordillera del Altar ha-
cia el valle del río Chambo. Óleo, 31 x
147. Vista a la cuenca pluvial del río Amazo- 21 cm.
nas. Punto de observación: cerro Abitan-
ga (1650 m.). Óleo, 157 x 80 cm. 160. Una parte de la cordillera oriental de
Riobamba; estribaciones del Altar ha-
148. Un claro en la selva del bajo valle del Pas- cia el valle del río Chambo. Óleo, 31 x
taza. Óleo, 31 x 21 cm. 21 cm.

149. Selva en el bajo valle del río Pastaza. 161. Caserío de los indios junto a la hacienda
Óleo, 31 x 21 cm. Guayllabamba, en la cordillera oriental
de Riobamba. Óleo, 31 x 21 cm.
150. La hacienda de Santa Inés, en el bajo va-
lle del río Pastaza. Óleo, 31 x 21 cm. 162. Chozas de los indios de la región de Rio-
bamba. Óleo, 31 x 21 cm.
151. Bosque de la región baja del páramo en
el lado occidental del Iliniza. Óleo, 31 x 163. Caserío de la hacienda Chuquipoquio, en
21 cm. la falda oriental del Chimborazo. Óleo, 31
x 21 cm.
152. Bosque de la región baja del páramo en
el lado occidental del Iliniza. Óleo, 31 x 164. Campamento de carpas en el cráter del
21 cm. Guagua Pichincha. Óleo, 76 x 46 cm.

153. Vegetación en el páramo del Antisana. 165. Campamento de carpas en la cumbre del
Punto de observación: a 4200 metros de cerro Putzulagua, junto a Latacunga.
altura. Óleo, 31 x 21 cm. Óleo, 46 x 32 cm.

154. La vaguada entre Tiupullo y Latacunga 166. Campamento de carpas en la pendiente


con el cerrito de Callo. Punto de observa- externa del cráter del Quilotoa. Óleo, 46
ción: Santa Ana de Tiupullo. Óleo, 31 x 21 x 32 cm.
cm.
167. Campamento de carpas en el cono del
155. El valle del río Ambato junto a la ciudad cráter del Tungurahua, a 4498 metros de
de Ambato. Óleo, 46 x 31 cm. altura. Óleo 58 x 44 cm.

77
168. En el recorrido por la hoya de Latacunga. 177. Mayordomo de una hacienda y su mujer,
Punto de observación: Santa Ana de yendo a caballo a la iglesia ("cholos").
Tiupullo. Óleo 151 x 81 cm. Óleo, 48 x 45 cm.

ANEXO 178. India hilando en el camino hacia Quito.


Óleo, 60 x 45 cm.
Algunos personajes populares típicos del
Ecuador 179. Dos indios de Imbabura haciendo de car-
teros, "chasqui". Óleo, 58 x 40 cm.
169. Tres nativos, miembros de la expedición,
en los Andes ecuatorianos. Óleo, 31 x 21 180. Indio de Zámbiza, vendedor ambulante.
cm. Óleo, 68 x 42 cm.

170. Taita Guji, el guía hacia el Sangay. Óleo, 181. Joven india con llama, de Guamote. Óleo,
60 x 46 cm. 63 x 49 cm.

171. Indios danzantes en Riobamba, en la fies- 182. Indio de la hacienda de Pesillo, llamando
ta del Corpus Cristi. Óleo, 125 x 93 cm. a los "Conciertos" para la oración de la
mañana. Óleo, 62 x 42 cm.
172. Regreso del Tungurahua. Dibujo a pluma,
45 x 31 cm. 183. India anciana con su nieta, del páramo de
Guallaló. Óleo, 62 x 46 cm.
173. Muchacho indio de Riobamba. Óleo, 31 x
22 cm. 184. Indio de Zámbiza, comiendo "gancha".
Óleo, 63 x 43 cm.
174. Una muchacha india niñera, de Penipe,
junto a Riobamba. Óleo, 33 x 22 cm. 185. "El yumbo", indio jíbaro del río Napo.
Óleo, 76 x 50 cm.
175. El huasicama (guardián de monte) de la
hacienda Antisana. Esbozo al óleo, 27 x
19 cm.

176. Un día de mercado en Riobamba. Acuare-


la (incompleta), 30 x 22 cm.

78
NOTAS INTRODUCTORIAS A LA DESCRIPCIÓN GEOLÓGICA DE LAS
MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR

L a hipótesis de que el cuerpo terrestre se hallaba,


en sus orígenes, en estado líquido incandescen-
te, no ha tenido hasta ahora una refutación plena-
Lo que en realidad sabemos sobre el origen y la con-
dición actual de la Tierra, no podría expresarse con
más penetración y brevedad de lo que ha hecho
mente fundada. Ante esta hipótesis, apoyada en un Melchior Neumayr en las siguientes frases:
conjunto de hechos, nos topamos en seguida con la
pregunta acerca de la relación en que se hallan los Podemos considerar como algo comprobado que ante-
fenómenos volcánicos que todavía ocurren, con riormente la Tierra se encontraba en estado líqudo in-
aquel líquido originario. candescente y que en su interior dominan temperauras
muy altas; es imposible formular un juicio terminante
Por eso, el estudio de los fenómenos volcánicos sobre si existen todavía en su interior masas en fusión,
constituye el fundamento de la investigación geoge- o si la tierra es completamente rígida hasta su mismo
nética. centro. Sin embargo, caso de que todavía existan en el
centro masas ígneas fluidas, es muy probable que ellas
Ahora bien, para la solución de este interrogante estén rodeadas por una costra sólida muy gruesa.
nos sirven, como punto de partida, no solamente
los volcanes que todavía están en actividad, sino, Lo que se propone en última instancia el estudio de
sobre todo, los que están apagados en realidad o só- los fenómenos volcánicos es, por tanto, saber si los
lo en apariencia a los que, a diferencia de aquellos, eventos que se dan todavía en la actualidad se ha-
los denominados montañas volcánicas . De la com- 8
llan o no en relación causal con el desarrollo cósmi-
paración crítica de las formaciones volcánicas de di- co del cuerpo terrestre.
versos períodos prehistóricos entre sí, y luego de la
comparación de ellas con los fenómenos volcánicos Si bien nos inclinamos a responder a esto en senti-
de la actualidad, ya han resultado importantes expli- do afirmativo, es imposible sin embargo negar que
caciones sobre la naturaleza de la fuerza volcánica pueden hacerse muy fundadas reflexiones en contra
en general, y podemos esperar que, por esta misma de esta hipótesis.
vía, se vean esclarecidos muchos puntos oscuros
que ahora nos parecen impenetrables. Conviene, Como la más importante de éstas suele, en todo ca-
ante todo, incrementar los hechos sobre los cuales so, mencionar el hecho de que los fenómenos volcá-
es posible hacer esa comparación crítica; para lo nicos de la actualidad son demasiado insignificantes
cual puede ser de utilidad, principalmente, la inves- como para que puedan, todos ellos, reducirse a ma-
tigación de las regiones volcánicas de fuera de Euro- nifestaciones del propio interior de la Tierra, ténga-
pa, de las que hasta ahora tenemos un conocimien- se en cuenta, por ejemplo, solamente la relación en
to muy reducido y que, por su enorme extensión en que está, en términos cuantitativos, la masa de una
comparación con las regiones volcánicas de Europa, corriente de lava del Vesubio con la profundidad
prometen ofrecer una gran cantidad de conclusio- desde la cual tuvo que ascender, aunque quisiéra-
nes de la mayor importancia. mos atribuir a la corteza rígida de la Tierra un gro-
sor extremadamente pequeño9.

8
Por cierto, el que se pueda emplear correctamente este nombre en cada caso, es tanto más dudoso, cuanto que, como es sabido, del esta-
do de calma de una montaña formada a través de la actividad volcánica, no se puede deducir su estado de completa extinción
9
La única escala que está a nuestra disposición, para calcular el espesor de la corteza terrestre, es el espesor de los depósitos sedimenta-
rios, pues el material de los mismos debió obtenerse de la ablación de las masas eruptivas que forma parte en la composición de la corteza
rígida. Pero si, como lo hizo Ramsay para ciertas partes de Inglaterra, se puede estimar sólo el espesor de las formaciones sedimentarias
de muchas regiones sin los estratos cámbricos, quizá no menos espesos que las sustentan, en 5000 a 6000 metros, se podrá lograr más o
menos una idea del enorme espesor que ya debía poseer la corteza sólida al tiempo en que los fenómenos atmosféricos comenzaban a
ejercer su actividad.

79
Pero todavía más que las erupciones reales, son res, incluso esto es probable; pero no se ha dado
las pequeñas manifestaciones de la fuerza volcá- todavía la prueba rigurosa de esto, y la necesidad
nica: los conos de escoria de menor cuantía, las de tal hipótesis sólo se daría si ya no hubiera que
calderas de explosión, las exhalaciones de gas y poner de acuerdo los hechos observados, con las
las fuentes termales, las que nos llevan a la pre- manifestaciones de la fuerza volcánica.
sunción de que su sitio de origen debe encontrar-
se mucho más cerca de la actual superficie, de lo Por lo mismo, la idea de la diferencia entre terremo-
que podría ser compatible con su ubicación en el tos volcánicos y tectónicos está fundada ahora sólo
foco central. en interpretaciones subjetivas. Cuán inseguro debe
ser el querer establecer la una o la otra causa, si se to-
Descubrimos un segundo factor, y no menos im- ma como base el tipo de temblor, nos dice el hecho
portante, en la manera cómo se manifiestan los de que la capacidad conductora de los estratos roco-
temblores de tierra. Que en su mayor parte se de- sos que nos separan del hipocentro del temblor del
ban considerar fenómenos volcánicos, está fuera que se trate -que son enteramente desconocidos en
de duda; y todo lo que se haga valer en contra de su composición y densidad- para propagar el sacudi-
esta hipótesis necesita una comprobación, aunque miento tanto en la dirección horizontal como verti-
estamos de acuerdo en que, en casos aislados, pu- cal, es necesariamente muy variada y muy difícil de
dieran ser otras las causas que los producen. calcular, y que, además, el efecto del temblor, según
el cual exclusivamente podemos apreciar el proceso,
Los temblores de tierra nos informan, con la ma- justamente en la superficie, se ve modificado de la
yor precisión, que su lugar de origen está ya a ma- manera más variada.
yor o a menor profundidad y, lo que es más digno
de atención en esto, es que muchas veces suce- Así pues, no podemos deducir de los efectos su-
den en la misma zona del temblor y dentro de una perficiales del sacudimiento, la existencia de dos
diferencia de tiempo muy corta, sin que se tenga tipos de causas fundamentales del mismo, y sien-
que buscar su causa exclusivamente en la mayor do así, desearíamos sin embargo ver considera-
o menor intensidad del sacudimiento. dos a los temblores como un factor decisivo para
la apreciación de la respectiva ubicación desco-
De aquí que sólo se deben admitir, como explica- nocida de la fuerza volcánica. Más aún, el fenóme-
ciones justificadas de los temblores, aquellas hi- no de los temblores estaría llamado a ejercer una
pótesis que prueben que el hipocentro del que especie de control en relación a la correcta expli-
proviene el temblor debe buscarse en profundida- cación de los eventos volcánicos.
des muy diversas, y por cierto, en su mayoría, re-
lativamente pequeñas, bajo la superficie terres- En tercer lugar, debe parecer muy sorprendente
tre. En las regiones volcánicas, sobre todo en la acumulación de montañas volcánicas en cier-
aquellas que todavía existen volcanes activos, se tas comarcas como Ecuador y Colombia, Bolivia y
ha llegado casi a la certeza de que el punto de ori- Chile, México y Centroamérica, en las Aleutianas
gen de los temblores coincide frecuentemente y en los archipiélagos del océano Atlántico, etc.,
con el centro de erupción de estos volcanes. pues es evidente que el foco central, que está
hundido a una profundidad inmensa, no evacua
Está pues demostrado que hay una causa volcáni- su masa eruptiva excedente a través de muchos
ca de los temblores, aunque también pueden ha- canales estrechos, sino que seguramente se sirve
ber otras causas, especialmente tectónicas, y pa- en cada una de estas localidades de un único y
ra algunas regiones y pequeñas zonas de temblo- amplio pozo de expulsión que mantendría abierto

80
durante todo el tiempo de un período eruptivo. Y si esto sucede con las grandes regiones volcánicas
En toda región volcánica, entonces, habría existi- ¡cuánto más tendrá que ser así con las pequeñas! Re-
do y existiría todavía, en vez de un gran número cordemos solamente algunas de las más familiares
de montañas volcánicas individuales, sólo un cen- para Alemania, como Eifel, Hardt, Siebengebirge, Kai-
tro de erupción con un perímetro de enorme esca- serstuhi, Euganeen y algunos distritos de Bohemia,
la y con una permanente actividad. cuya época de aparición coincide con la de las forma-
ciones sedimentarias más recientes, y cuyos cráte-
La formación de tantas montañas individuales que res, con mucha frecuencia, ni siquiera han traído a la
muestran tan sólo una actividad efímera sería muy superficie roca líquida incandescente.
improbable si su foco tuviera que hallarse a muchos
cientos de kilómetros de profundidad, sin importar Pero frente a estos reparos, que se oponen directa-
si supiéramos que dichas montañas se han levanta- mente al origen de las masas eruptivas a partir de un
do en un solo período o que cada monte individual foco central situado a inmensa profundidad, está otro
haya sido formado en diversos períodos. argumento de extrema importancia a favor de la exis-
tencia de un foco central: la difusión de extensas zo-
De este modo de agruparse las montañas volcáni- nas volcánicas, así como de montañas volcánicas y
cas, obtenemos más bien la impresión de que sólo volcanes individuales, sobre toda la superficie terres-
puede estar en relación con un foco situado a poca tre. Esta difusión es tan general que, al parecer, la cau-
profundidad, bien delimitado y por ello, agotable; sa a la que esas estructuras deben su origen, tuvo
impresión que crece aún más por el hecho de que la que haber sido inherente a toda la masa del cuerpo
mayoría de tales montañas no han jugado cierta- terrestre, desde el ecuador hasta los polos. La juste-
mente un papel repetido de vehículo de las manifes- za de esta conclusión podría lograr una particular
taciones de la fuerza volcánica, sino que esta fuerza confirmación en el hecho de que, a partir de la com-
más bien ha alcanzado su objetivo con la formación paración de las formaciones volcánicas del tiempo
de la montaña misma, y luego se ha extinguido defi- prehistórico con las de la actualidad, se puede verifi-
nitivamente en ese emplazamiento. car, con la mayor seguridad, una disminución de la in-
tensidad del volcanismo; fenómeno que permite to-
En cuarto lugar, las grandes regiones volcánicas ricas davía otras conclusiones y además, sólo se puede
en conos individuales de acumulación volcánica, nos atribuir al proceso de enfriamiento que la masa de la
imponen el convencimiento de que en su masa total Tierra, en su conjunto, ha sufrido desde el comienzo
y su extensión, no pueden ser otra cosa que produc- y sigue sufriendo hasta ahora. La verdad de esta tesis
to de uno o de muchos focos muy próximos, agota- no la pueden conmover ni siquiera excepciones co-
bles y actualmente casi extinguidos; y que la activi- mo las poderosas erupciones del volcán Sumbawa,
dad que manifiestan todavía algunas de las montañas en el año 1815, y del Krakatoa, en 1883.
que las integran puede ser considerada solamente
como el eco de aquella gigantesca erupción, cuyos Con la progresiva solidificación del cuerpo terres-
productos constituyen la región volcánica más o me- tre de afuera hacia adentro, naturalmente va ba-
nos nítidamente delimitada. jando cada vez más el punto de aplicación de las
fuerzas volcánicas, al paso que, como hemos vis-
Así pues, también estas extensas regiones volcá- to, los fenómenos volcánicos que todavía ocu-
nicas, si a cada una se la concibe como un todo rren, parecen exigir justamente lo contrario y per-
cerrado en sí, hablan en contra de su alimenta- miten suponer que el foco volcánico debe haber-
ción a partir del foco central terrestre. se elevado cada vez más arriba.

81
Quisiéramos preguntarnos ¿no habría, entonces, al- De las consideraciones hechas hasta aquí resultan,
gún modo de solucionar esta aparente contradicción por consiguiente, dos interrogantes principales:
de una forma natural y fundada en la lógica, y de pro-
bar luego, que de hecho, a pesar del avance del pro- 1. ¿Existe en realidad la relación causal, postulada
ceso de la solidificación hacia lo profundo, el foco de por nosotros, entre el desarrollo cósmico de la
los fenómenos volcánicos pudo haberse acercado, a Tierra y los fenómenos volcánicos que todavía
lo largo del tiempo, más hacia la superficie? hoy tienen lugar? Y si no podemos responder a
esta pregunta, por lo menos en sentido afirmati-
Para una solución satisfactoria de esta interrogan- vo, planteamos la siguiente:
te, no sería en absoluto suficiente establecer la hi-
pótesis de que habría que considerar como posi- 2. ¿Qué conclusiones debemos sacar respecto del
ble, o incluso probable, que además de un foco grosor de la estructura interna de la corteza sóli-
central pudieran actuar otros focos más pequeños, da que rodea el interior de la Tierra, todavía líqui-
bien delimitados y por tanto, susceptibles de extin- da e incandescente?
ción; dicha hipótesis debería evidenciarnos la ne-
cesidad absoluta de la formación de focos periféri- Con esto, nos vemos al mismo tiempo ante dos al-
cos situados más cerca de la superficie terrestre. ternativas que se oponen rotundamente y nos
obligan a defender sin reservas la una o la otra.
Casi pudiera parecer que después de muchos in-
tentos se dudara de la posibilidad de solucionar Con respecto a la Tierra debemos:
el problema, y que con ello se hubiera perdido la
creencia en la incandescencia líquida original del 1. Considerarla como una masa líquida incandes-
cuerpo de la Tierra y en su relación causal con los cente que está rodeada solamente por una envol-
fenómenos volcánicos todavía existentes, pues tura delgada pero esencialmente enfriada, o ver-
hay que tener presente que se han formulado hi- nos forzados a,
pótesis que, dejando totalmente de lado la posibi-
lidad de esta relación, buscan la explicación en 2. Considerarla como una masa sólida de enorme
otros dominios. Baste sólo recordar las hipótesis espesor que encierra sólo un núcleo muy peque-
según las cuales los fenómenos volcánicos deben ño de material eruptivo10.
ser la consecuencia de procesos químicos pura-
mente dinámicos, o de la producción de calor por Es verdad que la primera de estas dos hipótesis
presión. Aquellos geólogos que, tal como están permite atribuir la actividad de los volcanes di-
las cosas, no pueden decidirse a rechazar su opi- rectamente a la masa líquida e incandescente del
nión de la original incandescencia líquida de la núcleo, pero, por otra parte, contradice importan-
Tierra, suponen que su corteza sólida tiene un es- tes hechos geológicos y astronómicos.
pesor muy irregular y que en sus puntos más del-
gados es atravesada por las masas eruptivas. La hipótesis mencionada en segundo lugar, en
cambio, presenta grandes dificultades para la

10
No es imaginable una tercera hipótesis, puesto que un estado de solidificación intermedio entre las dos posiciones, sólo podría ser con-
siderado como un estado transitorio, en que una de las dos hipótesis cedería a la otra el derecho a su aceptación.
Como es sabido, Hopkins conjetura que la Tierra se fue haciendo completamente sólida, pero que habrían quedado cavernas llenas de
magma líquido ígneo. Otros, por ejemplo Thomson, suponen igualmente que la masa terrestre es dura hasta su núcleo, pero que se vuel-
ve líquida cuando la enorme presión a que se ve sujeto el interior, disminuye en algún sitio.

82
explicación de los fenómenos volcánicos, pero fundamental que tiene justamente el estudio de
puede armonizarse perfectamente con otros he- los fenómenos volcánicos, para la apreciación de
chos que tienen no menor peso. todas las condiciones geológicas del suelo en que
estamos y en el que nos movemos.
La decisión por una o por otra de estas dos hipó-
tesis no es en absoluto de poca importancia, por- En las líneas que siguen reunimos algunos de los
que ella condiciona más o menos, como no pode- principales interrogantes geológicos y geográfi-
mos negarlo, la toma de posición del geólogo en cos a los que directa o indirectamente están des-
todas las cuestiones geotectónicas y petrográfi- tinadas a responder las pinturas de los volcanes
cas, incluso respecto de las formaciones más re- del Ecuador11 :
cientes.
1. ¿Cuántas montañas volcánicas, es decir, cuán-
Que a los problemas fundamentales expuestos tas estructuras volcánicas a las que tenemos jus-
arriba no puede responderse sin más con un sí o tificación para atribuir centros de erupción pro-
un no, o con valores numéricos, es evidente; pero pios, pertenecen a la región volcánica aquí pre-
tenemos tanto más derecho a examinar de modo sentada?
rigurosamente objetivo, no sólo qué medios tene-
mos para acercarnos lo más posible a su solu- 2. ¿Cuál es la situación de estas montañas, expre-
ción, sino también si las pruebas obtenidas hasta sada en relación a sus mutuas distancias horizon-
aquí han sido correctamente interpretadas bajo tales?
todos los aspectos.
3. ¿A qué altura se encuentran los planos basales
Así pues, si partimos de la opinión de que los fe- sobre los que hemos de pensar que se levantan
nómenos volcánicos que todavía tienen lugar en las cumbres volcánicas?
la Tierra están en relación causal con el líquido íg-
neo originario del cuerpo terrestre, podemos se- 4. ¿Cómo está formado, en su estructura interna (lo-
guir aferrados a esto sólo mientras los resultados ma, altiplanicie, ladera, fondo de valle) el suelo so-
de la progresiva investigación científica se hallen bre el que están acumuladas las masas eruptivas?
en completo acuerdo con lo mismo; por otro lado,
nos declaramos con esto dispuestos a afrontar to- 5. ¿Qué montañas volcánicas tienen el carácter de
das las consecuencias que resulten de la hipóte- estructura monogenética, y cuáles de estructura
sis formulada, sin preocuparnos de que contradi- poligenética?
ga a las ideas que tal vez desde hace mucho tiem-
po han sido para nosotros normativas. 6. ¿Cuántas formas típicas de montañas volcánicas
se pueden distinguir en cuanto a su figura externa?
Desearíamos que nos fuera dado en estas pocas
páginas familiarizar, incluso al aficionado, con el 7. ¿Forman las montañas volcánicas grupos, en
asunto al que está dedicada la colección de pintu- los que los edificios individuales se han afectado
ras del Ecuador, y convencerlo de la importancia mutuamente en su desarrollo?

11
Nos dispensa de abordar todas las hipótesis que podrían todavía citarse aquí, la recopilación sumaria tan digna de aplauso de las mis-
mas que aparece en la obra de F. K. Ginzel: La formación del mundo según las opiniones desde Kant hasta nuestros días, Berlín, 1893.
Al llamar la atención sobre estas preguntas se tiene por objeto, al mismo tiempo, el abrir camino al establecimiento de un esquema se-
gún el cual pudieran ser estudiadas, descritas y comparadas entre sí las más diversas regiones volcánicas, desde un punto de vista gene-
ral válido.

83
8. ¿Qué montañas volcánicas parece que nunca 17. ¿Se puede constatar en montañas particulares
han desempeñado el papel de vía para posterio- diversos períodos de su acumulación?
res erupciones, y deben considerarse, por tanto,
como enteramente extinguidas? 18. ¿Qué cumbres volcánicas se distinguen por
sus cráteres, y cómo son éstos respecto de su
9. ¿En qué montañas volcánicas se puede probar, magnitud y de su situación dentro del cuerpo de
a partir de la existencia de corrientes de lava o de la montaña a la que pertenecen?
conos eruptivos, que ellas han desempeñado di-
cho papel de vía solamente en las épocas más an- 19. ¿Existen depósitos sedimentarios o eólicos
tiguas, prehistóricas, y no en los tiempos más re- que afecten a la forma externa originaria de la he-
cientes? chura volcánica?

10. ¿Cuántos de los edificios volcánicos producen 20. ¿Qué cambios ha producido la actividad de los
todavía en la actualidad, entre otros fenómenos factores atmosféricos en la condición de la super-
eruptivos, verdaderos derrames de lava? ficie de las montañas volcánicas (ablación, desli-
zamientos, derrumbes, apertura de surcos, for-
11. ¿Existen montañas volcánicas cuya actividad mación de valles, descubrimiento de bancos de
se limita a columnas de vapor en el cráter, fuma- tocas, deposición de escombros, etc.)?
rolas y estruendos temporales, pero que no mani-
fiesta o ha manifestado derrames de lava? 21. ¿Han sufrido todos los flancos de la montaña
de igual manera, o unos más que otros, los efec-
12.¿Hay, entre las montañas volcánicas existen- tos de la acción destructora de los factores at-
tes, algunas cuyas laderas estén cubiertas de nu- mosféricos?
merosos conos volcánicos, como el caso tan ca-
racterístico del Etna? 22. ¿Han contribuido los temblores de tierra a
producir cambios permanentes, todavía visibles,
13. ¿Están compuestos algunos de los conos erup- en la configuración externa del terreno, como es-
tivos sólo de escorias y cenizas, en vez de flujos tructuras fisurales, derrumbes, corrientes de lo-
de lava? do?

14. ¿Existen nuevas corrientes de lava, de época 23. ¿De qué tipo es la cubierta de nieve? ¿Cómo
prehistórica o histórica, que no hayan sido verti- está dispuesto el trazo del límite inferior de la nie-
das por cráteres más antiguos, sino que hayan ve perpetua? ¿Qué relación guardan entre sí las al-
brotado en algún otro sitio del suelo, en la ladera titudes a que se hallan los límites inferiores de la
de un edificio volcánico antiguo o en la llanura? nieve perpetua y de la nieve temporal?

15. ¿Cómo son las corrientes de lava de los volca- 24. ¿Debido a su manera de agruparse, han oca-
nes todavía activos, en relación a su punto de sionado las montañas volcánicas la formación de
emergencia? ¿Se han manifestado; y qué distancia lagunas en sus faldas?
han recorrido en su curso?
25. ¿Existen lagunas en el cráter?
16. ¿Los puntos de emergencia de estas corrien-
tes de lava se caracterizan por mayores o meno- 26. ¿De qué tipo es la cubierta vegetal (hierba, ma-
res conos eruptivos? torral, bosque, árboles aislados, campos de culti-

84
vo, etc.), y cómo se perfilan los límites entre las
varias zonas de vegetación, hacia arriba y hacia
abajo?

27. Finalmente, nos permitimos preguntar, ¿cómo


influyen en la atmósfera la alta cordillera, las cum-
bres singulares de la misma, o las montañas cóni-
cas aisladas? Este influjo se manifiesta en forma-
ciones de nubes, generación de niebla ("parami-
tos"), precipitaciones lluviosas; incluso con rela-
ción a esto último, no dejarán de dar su respues-
ta algunas de las últimas pinturas.

85
• DESCRIPCIÓN TOPOGRÁFICO-GEOLÓGICA DE LA REGIÓN
VOLCÁNICA DEL ECUADOR SOBRE LA BASE DE LOS DIBUJOS

• LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS PARTICULARES Y SUS


AGRUPACIONES

C A P Í T U L O D O S
• DESCRIPCIÓN DE ALGUNAS VISTAS PANORÁMICAS DEL
ECUADOR, QUE NO SIRVEN DIRECTAMENTE PARA LA
INTERPRETACIÓN GEOLÓGICA DE LAS MONTAÑAS

VOLCÁNICAS INDIVIDUALES

• ANEXO

86
RAFAEL TROYA CAMPAMENTO EN EL CRÁTER DEL GUAGUA PICHINCHA. C. 1871-1874 • ÓLEO/LIENZO • VÖLKERKUNDLICHE SAMMLUNGEN IM
REISS - MUSEUM, MANNHEIM

87
E sta segunda parte está dedicada a una des-
cripción detallada de cada una de las monta-
ñas volcánicas. Pero, antes de proceder a ella, po-
de la provincia de Pichincha, y además algunas de
las que pertenecen a las provincias de Imbabura
y León.12 El punto de observación desde el que se
dría parecer deseable al lector echar una mirada aprecia la vista panorámica es el cerro Ungüí
a la región de la zona volcánica en su totalidad, (véase pintura No. 2), colina casi aislada al lado
desde un alto punto de observación. sur del Pichincha, que se eleva unos 750 m. sobre
el nivel de Quito (2850 m. sobre el nivel del mar).
Para esto sería lo más apropiado la cima del Chimbo-
razo o del Cotopaxi, un poco más baja que aquella. Una parte sobresaliente de toda la pintura la
Pero como no sería posible cumplir nuestros deseos ocupa, desplazado al primer plano, el poderoso
desde aquellas heladas alturas, casi siempre cubier- macizo del Pichincha, en cuya falda oriental se
tas de nubes, preferimos no subir a una sola cumbre divisa Quito, la capital del Ecuador. Se trata del
particular y gigantesca que domine toda la región, si- lado sur del Pichincha, cuya disposición topo-
no seleccionar diez puntos distintos de observación, gráfica podemos estudiar desde este punto de
cada uno de los cuales abarca, de por sí, un amplio observación, con todas sus particularidades. En
campo visual, aun cuando la altura absoluta (= alti- estrecha conexión con esta disposición topográ-
tud) de cada uno sea mucho menor que la del Chim- fica, el dibujo trata de ilustrar las condiciones
borazo o la del Cotopaxi. de la vegetación, en particular las colinas de
monte bajo, en los sitios protegidos de las lade-
Estos puntos de observación están repartidos en- ras montañosas, y la distribución y posición de
tre las distintas provincias del país, y los panora- los campos y pastizales muy bien delimitados
mas tomados desde ellos, llevan en su título el por vallados y zanjas. En esta pintura volvemos
nombre de las provincias respectivas, con el fin a encontrar los nombres de Guagua-Pichincha,
de facilitar la orientación del observador. Rucu-Pichincha y Picacho de los Ladrillos, fami-
liares a todo geólogo por las descripciones de A.
von Humboldt.
PINTURA I
Frente al espectador, y cerrando el horizonte,
PRIMER PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL está la cordillera oriental de la provincia de Pi-
ECUADOR chincha, con las montañas volcánicas: Cayam-
be (5840 m.), Pambamarca (4093 m.), Páramo
El primer panorama del altiplano del Ecuador de Guamaní (Cerro Puntas, 4462 m.), Antisana
abarca principalmente las montañas volcánicas (5756 m.), y Sincholagua (4988 m.).

12
Vistas panorámicas de este tipo encontramos también, como oportunos suplementos, en las guías de viajes de los países alpinos y otras
regiones montañosas. Pero la diferencia que hay entre éstas y los paisajes panorámicos presentados por nosotros, no debe pasar desa-
percibida. No se trata solamente de una diferencia geomorfológica, sino también geogenética. Todas las cadenas y sus altas cumbres ne-
vadas, que a menudo puede distinguir la vista, en toda la extensión de los Alpes, exhiben sin excepción formas que no pueden ser consi-
deradas como originales ni causadas directamente por la naturaleza deposicional de masas rocosas, sino más bien formas que han surgi-
do de la acción combinada de múltiples influjos y circunstancias en el curso de un inmenso período de tiempo. Para el bosquejo de di-
chas formas bastan simples trazos de contornos que, prescindiendo de la naturaleza, se transfieren al papel con cierta exactitud. Así pues,
dichos trazos podrán servir principalmente para dar una información geográfica al poner en claro, al espectador, la ubicación de ciertas
cumbres en relación a los valles, ríos, etc. y permitir que se registren sus nombres.
Se trata de algo muy distinto en el caso de panoramas de regiones volcánicas, como los que tenemos delante de nosotros en el altiplano
del Ecuador; porque aquí se hacen patentes justamente formas de depositación originales, de masas eruptivas y, en suma, en cuya confi-
guración externa, tamaño y modo de agrupación está escrito, con claros rasgos, un complemento muy importante de la historia de la evo-
lución más antigua de la Tierra; con lo cual, los nombres geográficos que llevan estas montañas, son de menor importancia, pero no así
las particularidades del dibujo, que desde el punto de vista del artista, parecerían superfluas o molestas.

88
A lo largo de la cordillera oriental se extiende, • Al Guagua-Pichincha ` 8 Km.
de sur a norte, el amplio valle de Chillo, aun-
• Al Rucu-Pichincha 85 Km.
que en el cuadro está visible sólo una estrecha
franja del mismo, porque la parte que queda • Al Antisana 52 Km.
más próxima al espectador, está cubierta por • Al Sincholagua 38 Km.
la meseta de tobas que se adosa a las pendien-
• Al Panecillo de Quito 5 Km.
tes orientales del Pichincha y a las lomas de
sus elevaciones. Hacia el occidente se ofrece a • Al Mojanda (Fuyafuya) 50 Km.
la vista, el distante valle de Lloa, cuyas aguas • Al Cayambe 70 Km.
son acarreadas por el río Cinto, al Esmeraldas
• Al Guamaní (C. Puntas) 38 Km.
y, a través de éste, al océano Pacífico.
• Al Ilaló 15 Km.
Como puntos de orientación para algunas de las • Al Cotopaxi 49 Km.
siguientes pinturas, hay que mencionar el Paneci-
• Al Pasochoa 27 Km.
llo de Quito, las lomas de Poingasí, Lumbisí y el
Batán, la brecha del río Machángara hacia el valle • Al Rumiñahui 38 Km.
de Chillo, Guápulo, el cerro Ilaló, la aldea de la • A los Cerros de Chaupi 47 Km.
Magdalena y la de Chillogallo, la hacienda Arca-
• Al Corazón 34.5 Km.
dia, la llanura de Turubamba y, totalmente al sur,
el pueblo de Machachi. • Al Atacazo 15 Km.

Dadas en kilómetros, las distancias en línea recta


desde la ubicación del espectador, el cerro Ungüí, Para que se tenga presente con más facilidad, que

hasta algunos de los puntos principales en el cír- la pintura ofrece una vista panorámica circular

culo visual del dibujo, son aproximadamente las completa, se ha repetido, en su extremo derecho,

siguientes: una pequeña parte del paisaje que constituye el


cierre de la pintura en su lado izquierdo (a saber,
la pendiente oriental del Atacazo junto con el Co-
razón y el Iliniza).

89
I. EL PICHINCHA rable por sus proporciones; posee un edificio en
forma de domo, sobre el cual se asienta una pirá-
El Pichincha, que en la larga serie de volcanes del mide rocosa, escarpada y dentada. Este es el Ru-
Ecuador queremos considerar en primer lugar, es cu-Pichincha (rucu = viejo), el Viejo Pichincha
por su nombre, uno de los más conocidos, pues (4737 m.), que carece de cráter.
en sus faldas se extiende la ciudad de Quito, capi-
tal del país. La parte suroccidental, en cambio, termina en una
cumbre, que ya desde lejos deja ver fácilmente
La base aparente de este volcán está a unos 2800 –aun sin la presencia de blancas columnas de va-
m. sobre el nivel del mar; pero la verdadera, que por— que sus laderas escarpadas encierran el
consta de la formación de rocas más antiguas so- cráter; tiene el nombre de Guagua-Pichincha (gua-
bre las cuales tuvieron lugar originalmente los gua = niño), el Pichincha Niño (4787 m.). Entre la
procesos volcánicos que concluyeron con la for- pirámide rocosa del Rucu-Pichincha y la ladera
mación del Pichincha, habría que buscarse mu- del cráter del Guagua se interpone aún una terce-
cho más abajo, quizás por debajo de los 2000 m. ra cumbre en forma de castillo, el picacho de los
sobre el nivel del mar. Ladrillos y, junto a ésta, un poco más atrás surge
una cuarta, el picacho de Paguampa (4639 m.); co-
El Pichincha surge aislado por todos los flancos, mo quinta cumbre hay que mencionar el picacho
pero no exhibe la forma simple de cono, que con del Padre Encantado (no visible en la pintura) y,
tanta frecuencia es propia de las montañas volcá- como sexta, el Cunturguachana (= nido de cóndo-
nicas; más bien conforma, como ya se ha visto en res). Las cuatro últimas cumbres son miembros
el panorama I, un macizo que consta de varias del macizo del Rucu-Pichincha. Entre las diversas
partes, cuyo trazo de mayor extensión corre de cumbres se extienden, con piso llano y cubierto
nordeste a suroeste. Sus pendientes están dividi- de bloques de roca y pedazos de piedra pómez,
das por contrafuertes muy pronunciados y con las hondonadas de Palmascuchu (cuchu = ángulo,
crestas, así como por profundas quebradas; y su recodo), Altacuchu, Verdecuchu, Yanacuchu, San
vértice está coronado por varias cumbres. Diegocuchu, Quilluturo, Dispensa y Dacarpo; la
garganta (4411 m.), entre el picacho de los Ladri-
A pesar de estas características topográficas, no llos y el Guagua-Pichincha, se llama Ninaurcu (ce-
cabe ninguna duda de que el Pichincha, al igual rro de fuego). Algunos de estos nombres los men-
que otras montañas volcánicas de formas regula- ciona ya Humboldt y hasta ahora son conocidos,
res, ha sido constituido por apilamiento de capas pero no ciertamente para los quiteños, sino para
y acumulación de masas de roca eruptiva. Esto es los indios bien informados.
lo que las condiciones tectónicas muestran a tra-
vés de la superposición de paquetes de lava y de La primera información topográfica de las monta-
productos eruptivos. ñas del Ecuador, particularmente del Pichincha, se
debe a los astrónomos franceses que a mediados
En el Pichincha pueden distinguirse, desde el del siglo pasado fueron enviados al altiplano del
punto de vista geológico, dos partes principales, Ecuador, por entonces Real Audiencia de Quito,
que han sido designadas con nombres peculiares con el encargo de medir un arco del meridiano
por los mismos indígenas. ecuatorial. La solución a este problema llevó once
años (1735 – 1746). Al frente de la expedición estu-
La parte nordeste del macizo del Pichincha, al pie vieron los académicos Bouguer, La Condamine y
de la cual se encuentra Quito, es la más conside- Godin; y, de parte del gobierno español les fueron

90
El Pichincha; lado sudoeste. Punto de observación:
Loma de Puengasí 3100 m. sobre el Mar

1. Rucu Pichincha 4737 m (Trig.Mess);


2. Guagua Pichincha, 4887 m.;
3. Cerro de los ladrillos;
4. La dispensa;
5. Cundurguachana 4090 m;
6. Cerro Ungüi 3606 m;
7. Chorrera de Jatuna 3403 m;
8. El Panecillo de Quito m;
9. Páramo de Calacalí 3681 m;
10. Quito. Plaza;
11. San Diego;
12. Panóptico (Carcel);
13. Claustro El Tejar;
14. San Juan;
15. San Blas;
16. La Recoleta;
17. Calle La Loma;
18. San Francisco;
19. Chimbacalle;
20. Aldea La Magdalena;
21. El Río Machángara;
22. El Ejido
23. Camino a Latacunga.

91
asignados, como asistentes, don Jorge Juan y don truncado que conforma la pared externa del crá-
Antonio de Ulloa. Con el propósito de efectuar ob- ter y las oscuras rocas que, en forma de almenas,
servaciones meteorológicas, Bouguer y La Conda- sobresalen del arenal blanquecino.
mine permanecieron tres semanas en la cumbre
del Rucu-Pichincha. Así pues, era el Guagua-Pichincha, y no el Rucu, el
que en tiempos de Humboldt mostraba un peque-
Los detalles topográficos de las pinturas Nos. 2 y ño grado de actividad volcánica, que aún ahora po-
3 nos sugieren otro recuerdo histórico: se aprecia see. La profundidad de su cráter, desde el punto de
en ellos toda la cuesta a la que subió Alejandro vista más alto del perímetro de las paredes hasta el
von Humboldt el 14 de abril de 1802 y que reco- fondo, llega a 600 m., su diámetro, en la parte supe-
rrió para llegar al cráter del Guagua-Pichincha, rior de la corona, mide más de 1 Km.; y las paredes,
que él, sin embargo, confunde constantemente que están formadas principalmente de sólidos pa-
13
con el Rucu-Pichincha Humboldt describe este quetes de rocas, caen tan abruptamente, que el
camino detalladamente; la cascada, la chorrera descenso no se puede emprender sino en dos o
14
de Jatuna (Catuna) , que él rebasó (a 3403 m.), y tres sitios, y en éstos con mucho peligro.
que frustró sus esperanzas a causa de su peque-
ño caudal de agua; esto luce en la pintura como El cráter no es completamente cerrado. Su perí-
un pequeño punto blanco. En esta primera excur- metro tiene dos anchas aberturas: una hacia el
sión Humboldt no logró llegar al borde del Gua- occidente y otra, que no llega hasta el suelo, ha-
15
gua-Pichincha pues lo avanzado de la hora le cia el sur. Con esta última se une el profundo va-
obligó a contentarse con subir al picacho de los lle de la quebrada seca. Las escarpadas paredes,
Ladrillos. y la yerma constitución de este valle, han dado
pie a la equivocada opinión de que allí había un
El 26 y 28 de mayo del mismo año, emprendió segundo cráter del Pichincha y que los dos crá-
Humboldt una segunda y tercera excursiones des- teres estaban separados sólo por un estrecho
de Quito, con condiciones climáticas favorables puente. A través de la abertura occidental,
en ambas. Él y sus compañeros Bonpland, Carlos orientada hacia el océano Pacífico, fluye el agua
Montúfar y José Caldas llegaron al punto más alto que se recoge en la caldera del cráter; por esto,
del borde del cráter, y en base a la medición baro- el río que ella alimenta es llamado, con todo de-
métrica, la altitud aquí resultó ser de 4854,6 m.16 recho, Río del Volcán. Éste serpentea en una ex-
tensión de 15 millas alemanas, a través de terre-
Todo el terreno y el filo de la peña en la que se en- nos boscosos intransitables y despoblados, an-
contró Humboldt, lo mismo que la constitución tes de desembocar en el río Toachi, y con éste,
del cráter, en cuyos bordes estuvo expuesto a los en el Esmeraldas.
peligros tan vívidamente descritos por él, han
permanecido hasta hoy en día enteramente inal- Aunque el cráter del Pichincha mantiene constan-
terados. Aun desde lejos percibimos el ángulo temente cierta actividad, su constitución interna

13
Rocas del Rucu-Pichincha Nos. 642 – 660, de la colección petrográfica que se halla en poder del autor; Rocas del Guagua-Pichincha Nos.
680 –755.
14
Humboldt, Escritos Breves, p. 23. La confusión del Guagua-Pichincha con el Rucu-Pichincha y viceversa, se ha transmitido también a los
relatos de ascensiones de viajeros posteriores; la única excepción la constituye el señor Moritz Wagner.
15
Ob. cit., p. 25.
16
Recopilación de observaciones astronómicas, vol. I, p. 308, No. 184: La cumbre del Rucu-Pichincha (debe llamarse Guagua-Pichincha), la
más oriental de las tres rocas en forma de almena que rodean el cráter, la misma sobre la cual escapé de morir junto con el indio Felipe Andás,
el 26 de mayo de 1802.

92
no da la impresión que suele ser propia de los vol- ber sido la causa para una inversión injustificada
canes que de vez en cuando entran realmente en del razonamiento. En general, sería infundado el
una intensa actividad con manifestaciones de fue- querer atribuir todo sismo que ha aterrado a la
go. Se echa de menos una abundante actividad de población de Quito a lo largo de los siglos, exclu-
fumarolas en el suelo y en las paredes del cráter; sivamente al foco volcánico del Pichincha. Quien
faltan nuevas corrientes de lava e incluso grande haya conocido los fantásticos relatos sobre pre-
acumulación de escorias de lava; el suelo está cu- suntas erupciones volcánicas y los horribles efec-
bierto principalmente por escombros de roca que tos de los terremotos en el suelo sudamericano,
han bajado rodando de las paredes. Toda la acti- concederá sólo un valor escaso, incluso a las tra-
vidad del cráter está reducida a un único punto diciones históricas.
donde se exterioriza por la expulsión de una co-
lumna de vapor de agua de blancura deslumbran- En los archivos de Quito, el señor Teodoro Wolf
te, en la cual se hallan mezcladas cantidades rela- sólo ha podido constatar tres erupciones del Pi-
tivamente pequeñas de gases sulfurosos, como se chincha como probables17 La primera tuvo lugar
puede deducir de las escasas eflorescencias del en el año de 1566, la segunda en 1575 y la tercera
contorno. El punto de irrupción de la columna de y última en 1660 (el 27 de octubre). En las tres,
vapor no queda en la mitad del cráter, sino cerca Quito se vio afectada por lluvias de ceniza. Pero
de la pared de confinamiento que da hacia el sur. contra las corrientes de lava del cráter del Pichin-
La chimenea de la que ella sale mide quizás dos o cha, está la ciudad totalmente asegurada, como
tres metros de diámetro y a su derredor se ha le- fácilmente uno se puede imaginar sobre la base
vantado un muro bajo de piedras. A veces el va- de las condiciones topográficas que aparecen en
por sale expulsado con un ruido sibilante, y tam- la pintura.
bién incluso con detonaciones. Cuando el tiempo
es apacible, la columna mantiene, hasta una con- A la pendiente oriental del Pichincha, está unida
siderable altura, una forma cerrada antes de di- una elevación en forma de terraza, que rodea to-
luirse en la atmósfera. Más hacia el occidente se do el pie de la montaña, desde el cerro Atacazo
halla, en el suelo del cráter, una elevación que pa- hasta los cerros de Calacalí o aún más allá; su an-
rece haber tenido antes una actividad de fumaro- chura alcanza tal vez 2 ó 3 Km. y su altura medía
la; tal vez sea el resto de un cono eruptivo que se unos 200 m. sobre el fondo del valle de Chillo
formó en el tiempo de la última erupción; su altu- (véase panorama II, pintura 24).
ra actual llega a unos 80 m. sobre el suelo de la
caldera volcánica. El kilométrico borde de esta terraza, antes de caer
en escarpado declive hacia el valle, se eleva for-
Se poseen pocos conocimientos fidedignos sobre mando una cadena de colinas (véase panorama I,
erupciones volcánicas del Pichincha en la época y los cuadros 2, 5, 7, 8), de modo que entre el Pi-
histórica. Temblores y erupciones han sido con- chincha y la cadena se da una depresión de piso
fundidos a menudo en las tradiciones. La circuns- plano que corre de sur a norte. En esta depresión
tancia de que con verdaderas erupciones del Pi- está la ciudad de Quito. La mayor elevación de es-
chincha hayan tenido lugar sacudimientos de tie- ta cadena de colinas se llama loma de Poingasí, y
rra en las inmediaciones de la montaña, debió ha- su extremo norte, Lumbisí. En la ladera sur del

17
Teodoro Wolf, Crónica de los fenómenos volcánicos y terremotos en el Ecuador, Quito, 1873.

93
Rucu-Pichincha hay estribaciones altas en forma cima de ésta, de los huaicos, profundos arro-
de lomas que, a manera de contrafuertes, so- yuelos sobre los que en muchos sitios de Qui-
bresalen del macizo, el cual constituye un do- to se han tendido puentes, y se la lleva, por so-
mo aislado. Las estribaciones no armonizan bre las lomas, hasta las fuentes públicas.
con la estructura arquitectónica del Rucu-Pi-
chincha; probablemente pertenecen a un anti- Todavía hay que hacer alusión a un pequeño
guo edificio que fue originado en este sitio por montículo que no solamente llama la atención
acción del foco volcánico y fue luego enterra- por su forma de cono regular, sino que tam-
do, en parte, bajo una nueva estructura del ac- bién en cierta medida se convierte en señal
tual Pichincha. La más larga de estas estriba- distintiva de Quito, por su ubicación aislada y
ciones, al unirse a través de una curva hacia el dominante. Los quiteños lo llaman el Panecillo
suroeste con el vecino Atacazo, circunda el (de azúcar); probablemente es un cono de
amplio valle de Lloa, cuyas aguas corren direc- erupción de edad relativamente muy antigua.
tamente hacia el occidente y son recibidas por El antiguo nombre indio del Panecillo es Yavi-
el ya mencionado Río del Volcán. La subida rac; está ligado con leyendas míticas: en su
más fácil de realizar al Guagua-Pichincha se cumbre llana habría existido un templo del sol
inicia en la hacienda de Lloa, que queda en el y se piensa aún hoy en día, que en su interior
extremo superior del valle del mismo nombre, rocoso hay escondidos grandes tesoros, por
al otro lado de la cuchilla. El punto más alto de más infructuosas que hayan sido las excava-
ésta se llama cerro Ungüí (3606 m.); y se halla ciones. El monte parece ciertamente pequeño,
representado en ambas pinturas. En cambio, la pero esta impresión se debe sólo a la gran ele-
continuación de la cuchilla en el sitio más ba- vación de las inmediaciones; su altura —que
jo al suroeste (Guairapungo 3284 m.), que se fácilmente podría calcularse como demasiado
atraviesa para llegar desde Quito a Lloa, está pequeña— alcanza unos buenos 200 m. sobre
solamente en la pintura No. 2. En las quebra- la plaza mayor de Quito.
das del contrafuerte tienen su origen los pe-
queños afluentes del río Machángara. El Ma- La capa superficial de los alrededores de Quito
chángara viene desde el cerro Atacazo y es la está formada por tierra de color café claro y es
principal arteria de agua de Quito; en las ori- un producto volcánico de tipo loes; sus depósi-
llas de este inagotable torrente reina siempre tos alcanzan a menudo gran potencia. De esta
una intensa vida. Su cauce se ha encajonado toba está integrada no sólo la superficie de las
en la forma de barrancos tallados en paquetes llanura, sino que cubre también las laderas del
de lava. Rodea la ciudad formando un arco y volcán, más en unos sitios, menos en otros, has-
va siguiendo la prolongada pared de Poingasí y ta una altura considerable. Esta cobertura y
Lumbisí hasta que, aproximadamente a una acumulación de toba dispuesta en estratos de
hora al norte de Quito, encuentra un desfilade- espesor variable altera de manera no insignifi-
ro a través del cual, con un empinado descen- cante la forma original de la montaña volcánica,
so, puede acceder al río San Pedro, que fluye a sobre todo las partes bajas de su declive. Sin
300 m. más abajo (llamado aguas abajo, río tomar en cuenta esta circunstancia, se comete-
Guayllabamba y luego río Perucho). En la gar- ría un error fisiognómico con la suposición de
ganta de este desfiladero está el concurrido que las montañas volcánicas como hoy en día
templo de peregrinación de la milagrosa Vir- las vemos, sin contar con el efecto de la ero-
gen de Guápulo. También el Pichincha provee sión, se nos presentan justo en la forma que el
de agua a la ciudad. Se la toma de muy por en- foco volcánico les ha dado. Inclusive la falda

94
oriental del Pichincha, encima de la cual está carpadas laderas, como para dominar los pun-
construida Quito, se halla sepultada bajo las tos de la cumbre del Rucu-Pichincha. Es más,
capas de la formación Cangagua; y ésta domi- el Guagua-Pichincha permanece enteramente
na la configuración del suelo en la mayor par- oculto a los habitantes de Quito, y completa-
te del altiplano del Ecuador. mente inadvertido puede expulsar de su cráter
densas o ligeras columnas de humo.
Quito, cuya parte central, la plaza mayor o pla-
za de la catedral, está a 2850 m. sobre el nivel Si bien Quito está situado casi en la línea ecua-
del mar, se levanta en forma de un anfiteatro torial (0° 13´ 32´´ de latitud sur) 18, no obstante,
adosado a la falda oriental del Pichincha; sin la temperatura media anual llega sólo a los
embargo, tiene un emplazamiento protegido, 13,2° C: una consecuencia de su posición ele-
se podría decir, oculto. La antes mencionada vada. Tal temperatura media anual correspon-
cadena de colinas de Lumbisí y Poingasí cons- de a sitios ubicados a menor altitud, pero en
tituye un cierre hacia el oriente, que de otro latitudes más altas las estaciones presentan
modo estaría abierto, y las mismas faldas del notables cambios de temperatura; sin embar-
Pichincha contribuyen no menos a hacer del go, en Quito la temperatura es casi igual du-
sitio de la ciudad una posición lateralmente rante todo el año. Para obtener una medida de
protegida: por el lado norte está la loma de la variación y distribución del calor durante el
San Juan, y por el lado sur, el Panecillo, que so- día de Quito, se debería recurrir a la media
bresalen ampliamente. mensual de las temperaturas de una ciudad eu-
ropea. El clima de Palermo en el mes de di-
Desde las carreteras que conducen a Quito, la ciembre es el que más se aproxima, tal vez, al
ciudad aparece sólo cuando se ha llegado a que reina en Quito durante todo el año. En Qui-
sus inmediaciones más cercanas; por otra par- to puede haber cambios de temperatura de
te, ésta carece de una vista general de los ne- hasta 20° C. En el intervalo de unas pocas ho-
vados de la cordillera oriental y del muy pobla- ras; aunque, por regla general, las variaciones
do valle de Chillo. Sea cual fuere el punto de del termómetro son mucho menores, y sola-
observación que se elija en la ciudad, se inter- mente rara vez baja el mercurio en la madruga-
pone inmediatamente en el campo visual la na- da temprana, por debajo de 0° C.
da pintoresca, pelada y monótona línea de co-
linas de Poingasí y Lumbisí. Como en los cua- Bajo condiciones climáticas de esta índole no
dros Nos. 2 y 3 hemos tomado como lugar de se puede esperar una vegetación variada y
observación el punto más alto de esta eleva- abundante; de hecho los alrededores de Quito
ción (250 m. sobre la plaza mayor), el terreno no la poseen, a pesar de su ubicación ecuato-
de Quito puede aparecer como un lugar abier- rial. La carencia total de bosque alto, y de ár-
to que domina los alrededores. boles en general, hace parecer al paisaje pela-
do y desesperadamente desierto cuando, co-
Incluso hacia el Pichincha no se logra tener mo sucede las más de las veces, densas nubes
una vista satisfactoria desde la ciudad, pues cubren el cielo azul y las montañas.
uno se encuentra demasiado cerca de las es-

18
Según Humboldt 0° 14´ 0´´.

95
El campesino cultiva en sus campos papas, ceba- PINTURA 2
da o también alfalfa; ésta sólo cuando se hace po-
sible el riego artificial del terreno. Campos mucho EL PICHINCHA Y LA CIUDAD DE QUITO VISTOS
más extensos se emplean como pastizales para el DESDE EL SURESTE
ganado. A unos pocos cientos de metros sobre los
tejados de Quito comienza ya la región del pára- La localidad desde la que se ha hecho el boceto es
mo, que rechaza todo tipo de cultivo; con un co- la loma de Poingasí, a 3100 m. sobre el nivel del mar
lorido café verdoso se extiende sobre toda la zo- y 250 m. sobre la ciudad de Quito.
na alta del Pichincha.
El hecho de que el Pichincha se presente como una
Quito es una ciudad relativamente muy poblada; montaña volcánica de estructura compuesta, se
bien podría tener un número de 25 a 30 mil almas. destaca con particular claridad en la pintura que te-
Los datos estadísticos, que sin embargo no están nemos delante. En ella se distinguen dos partes
fundados en indagaciones actuales, y que se han principales, el Rucu-Pichincha (4737 m.) y el Gua-
calculado para ofrecerlos a otros países, señalan in- gua-Pichincha (4787 m.); a este último le caracteri-
cluso 80 mil. Una diferencia tan grande en la estima- zan claramente como volcán, la forma del cráter y
ción se justifica plenamente si se hacen entrar en la una columna blanca de vapor. Entre los dos se in-
cuenta, dentro de las áreas estrechas y bien delimi- tercala un tercer miembro, el picacho de los Ladri-
tadas que abarca la ciudad, las casas bajas, a lo más llos; y en cuarto lugar, al menos según la configura-
de dos pisos, y los grandes plantíos, las numerosas ción externa, aparece hacia el norte la loma de Cun-
iglesias, y sobre todo, los espaciosos y poco habita- turguachana (4090 m.). Pero aún no se agota en es-
dos claustros. Los mestizos y los indios pueden re- tos cuatro cuerpos la peculiaridad topográfica del
presentar holgadamente los siete octavos de la po- Pichincha, en cuanto esta pintura, en absoluto, pue-
blación. de presentarla en su totalidad. Como miembros sin-
gulares, forman parte también en este edificio de
La división de la ciudad en cuadras, así como algu- origen volcánico, dos cuchillas (A y B) que parecen
nos grandes edificios y fachadas de iglesias de rica no encuadrar orgánicamente en el conjunto. Sobre-
ornamentación arquitectónica, le confieren un ca- salen como contrafuertes del macizo del Rucu-Pi-
rácter auténticamente español. Pero ninguna cons- chincha, y dan la impresión de ser sólo restos de un
trucción hace pensar en el tiempo que precedió a la edificio más antiguo de forma distinta, y de que par-
toma de posesión realizada bajo Benalcázar (1534). tes del mismo estuvieran todavía enterradas bajo la
Sólo pocos años antes de que sorprendiera esta fa- masa montañosa del Rucu-Pichincha. De estas dos
talidad a la población autóctona de Quito, había te- cuchillas, la de adelante (designada con A, A) es
nido que doblegarse la ciudad bajo el yugo de la do- corta y cae a pico contra el espectador; la otra que
minación incásica. queda inmediatamente detrás (B, B), es más larga,
culmina en el cerro Ungüí (3606 m.) y continúa for-
mando una corona de colinas bajas (C, C). Detrás
del Ungüí y su corona de colinas, se esconde el va-
lle de Lloa, bien conocido en Quito por todos los
que ascienden al Pichincha19 (véase el panorama I).

19
F. Hassaurek, Four years among Spanish-Americans, Nueva York, 1968, p. 91. En la traducción al alemán publicada en Dresden, por W.
Baensch, en 1887, p. 87. M. Wagner, Viajes científicos en América tropical, Stuttgart, 1870, p. 477. E. Whymper, Travels amongst the great
Andes of Equator, Londres, 1892, p. 207.

96
Parece que el Panecillo de Quito o cerro Yavirac (D) ción suele limitarse solamente a unas horas.
está también en relación genética con las estriba- Desde la loma de Poingasí hasta el Guagua-Pi-
ciones del sur del macizo del Pichincha que aca- chincha, con su columna de vapor que tan alto
bamos de describir, aun cuando hasta hoy en asciende, la distancia en línea recta es de unos
día da la impresión de haber sido un cono de 13 Km. Hasta el Panecillo de Quito, de unos 3
erupción independiente 20. Km., y hasta el cerro Ungüí, el punto de obser-
vación del panorama I, de unos 5.5 Km.
En la ladera exterior de esta cadena de colinas
de Lloa quedan las aldeas de indios de La Mag-
dalena, Chillogallo y Turubamba, rodeadas de PINTURA 4
campos, que en parte suben por las pendien-
tes del monte y en parte se extienden sobre EL PICHINCHA VISTO DESDE EL ORIENTE
una llanura poco fértil. La relación entre la ca-
dena de colinas de Lloa y el Panecillo, con el La localidad desde la que se ha trazado la pin-
propio macizo del Pichincha, quedará también tura es el cerro Ilaló, cuya cima está a 3161 m.
ilustrada de modo adicional en las pinturas 5, sobre el mar y a unos 600 m. sobre la llanura
6.A y 7. Como punto de orientación merece es- del valle de Chillo.
pecial atención el cerro Ungüí, ya que desde su
cima ha sido bosquejada la vista de conjunto Una comparación entre esta pintura y la pre-
que se designa como “Primer panorama del al- sentada con el No. 2, nos hará ver fácilmente
tiplano del Ecuador.” cómo, con el cambio de nuestro punto de ob-
servación de la loma de Poingasí a la cumbre
del cerro Ilaló, se ha convertido en otra no só-
PINTURA 3 lo la apariencia externa del mismo Pichincha
sino también la disposición de las montañas
EL PICHINCHA Y LA CIUDAD DE QUITO VIS- que lo rodean.
TOS DESDE EL SURESTE
La vista que tenemos aquí hecha especialmen-
La localidad desde la que se ha trazado esta te para ilustrar la disposición y la naturaleza
pintura es la loma de Poingasí, a 3100 m. sobre de la prolongada cadena que delimita la base
el nivel del mar y 250 m. sobre la ciudad de oriental del Pichincha y, en la forma de un mu-
Quito. Óleo. ro que mira hacia el valle de Chillo, cierra la
estrecha meseta en la que se hallan Quito y al-
Es la misma vista que presenta la pintura No. gunas aldeas.
2, si bien en su extensión hacia la izquierda y
la derecha queda un poco más corta. Estamos viendo la escarpada pendiente orien-
tal de esta pared de 600 m. de alto; Quito y el
Los dos cuadros han sido esbozados indepen- mismo Panecillo están cubiertos por ella. Co-
dientemente uno del otro. El cielo azul despe- mo culminantes, se ofrecen a la vista las lomas
jado, superpuesto directamente al paisaje, no de Poingasí, Lumbisí y el Batán. Por la índole
es aquí un fenómeno raro, aun cuando su dura- de las corrientes de agua, que como un siste-

20
Rocas del edificio más antiguo del Pichincha y del Panecillo; Nos. 661 – 669.

97
ma de arterias hacen surcos en el declive, se espiga florida; pertenece a una de las muchas
puede deducir que la naturaleza de la superfi- epifitas de la especie tillandsia (bromeliácea)
cie es de tipo loes (toba de cangagua). Sola- que, junto con las orquídeas, constituye uno
mente en un sitio ha sido rota la pared; y esto, de los principales adornos de los bosques.
por el río Machángara, que se ha abierto cami- La distancia desde el cerro Ilaló hasta la cum-
no a través de ella hacia el valle de Chillo. De bre del Guagua-Pichincha es de unos 22 Km.
esta manera se originó el corte del valle de
Guápulo, en cuyas paredes están expuestos in
situ paquetes de lavas. Junto al pie de las ele- PINTURA 5
vaciones y entre el declive de Poingasí —que
está delante de nosotros— y el cerro Ilaló— EL PICHINCHA VISTO DESDE EL ESTE-SURESTE
punto de observación del espectador—, fluye
el caudaloso río San Pedro, que tiene su ori- La ubicación del observador está algo al sur
gen, parte en la base norte del Cotopaxi, y par- de la hacienda Arcadia, a 2954 m. sobre el nivel
te en la cordillera occidental, en las montañas del mar.
volcánicas de los alrededores de Machachi.
La pintura representa el macizo del Pichincha
No hace falta enumerar nuevamente las diversas en toda su extensión de nordeste a suroeste:
partes de que consta el Pichincha, pero sí ponga- nos hace ver la relación en que se hallan las
mos atención en el profundo valle de Cunturgua- tres partes principales del mismo, el Rucu-Pi-
chana, en cuyas paredes se pueden distinguir cla- chincha, el Guagua-Pichincha y el cerro de los
ramente, desde aquí, las relaciones de depósito Ladrillos, y nos recuerda de nuevo que la coro-
de los paquetes de lava. El oscuro cinturón que na de lomas de Lloa (pintura 2) se debe consi-
corre más o menos a media altura de la montaña, derar como una parte independiente, tal vez
señala la zona de los matorrales, en cuyo límite relativamente más antigua, en la estructura
superior (aproximadamente a 3600 m.) comienza volcánica del grupo del Pichincha.
propiamente el páramo.
Como puntos de orientación hay que señalar
El primer plano de la pintura representa una en esta pintura especialmente el cerro Ungüí,
pradera en forma de collado que está salpica- el paso de Guairapungo (camino hacia Lloa), el
da de pequeños arbustos. Entre éstos atraen cerro Gallo Encantado, el picacho de Cuntur-
especialmente la atención, dos especies: una guachana, el Panecillo, a cuyos pies brillan los
mirtácea muy frondosa llamada arrayán, cuyas tejados rojos de la ciudad de Quito, así como
ramas inferiores y retoños están recortados, las aldeas de la Magdalena y Chillogallo.
como los del boj, en forma de pequeños conos,
por las dentelladas de los animales que pacen; Por encima del Panecillo se divisa el Cotacachi
luego una compositácea de follaje menos tupi- y la serranía de Chanchagrán. El primer plano
do, pero de grandes y hermosas flores, la bar- lo ocupa la llanura de Turubamba, a lo largo de
nadesia rosea, que tiene mucha semejanza con la cual pasa la carretera de Quito a Latacunga.
la barnadesia spinosa, muy difundida en todo
el altiplano. Crece en parte mezclada con el La distancia desde la hacienda Arcadia hasta la
arrayán, en parte en arbustos separados. En el cumbre del Guagua-Pichincha es de unos 18 Km.
arrayán que está cerca de nosotros en el pri- y hasta el Panecillo de Quito, de unos 11 Km.
mer plano, vemos sobresalir una larga y roja

98
PINTURA 6 otra pintura, en donde el espectador está si-
tuado en la cumbre del cerro Ilaló (3661 m.), el
DOS VISTAS DEL PICHINCHA Pichincha parece estar tan cerca que casi se
puede tocar con la vista la parte baja del mis-
6.A. EL LADO SUR-SURESTE DEL PICHINCHA mo. Está cubierta, en efecto, por una línea de
elevaciones (representada en la pintura 4 con
La localidad en la que se hace el dibujo es la ha- color amarillento) que está constituida predo-
cienda Tilicuchu (3152 m.) al pie del Atacazo. minantemente por toba de cangagua y que cae
abruptamente sobre el valle de Chillo. La ele-
La ubicación del observador, en esta pintura, vación más alta de esta cadena se llama loma
es casi igual a la de la pintura No. 5, pero se en- de Poingasí (3100 m.); sus otros puntos salien-
cuentra unos 200 m. más arriba. La ampliación tes, que quedan mucho más al norte, se deno-
que con ello adquiere la perspectiva se hace minan loma de Lumbisí y loma del Batán.
notar particularmente en el primer plano, pues
falta ahora en el ámbito del esbozo, una parte El presente croquis pretende ilustrar no sólo
de la línea de elevaciones de Poingasí (toba de el Pichincha, sino al mismo tiempo la eleva-
cangagua) que limita por el oriente la llanura ción de Poingasí que, al menos en su parte su-
de Turubamba. La corona de lomas de Lloa se perior, es de origen sedimentario, y que con-
distingue claramente del propio Pichincha. To- forma la pared occidental del valle de Chillo; y
dos los puntos de orientación que fueran seña- también pretende aclarar la relación topográfi-
lados en la pintura No. 5, se encuentran tam- ca de esta elevación con el edificio volcánico
bién aquí, si bien en la presente pintura ha te- del Pichincha.
nido lugar un desplazamiento de las montañas
que limitan el horizonte por el norte. El Cota- Como puntos de orientación señalemos el ce-
cachi, cubierto por el Pichincha, se ha vuelto rro Ilaló, el cauce del río Machángara, Cotoco-
invisible, pero en cambio, han entrado en el llao, Pomasqui, Zámbiza y el río San Pedro.
campo visual, junto con la serranía de triple
cumbre del Chanchagrán, las montañas volcá- La distancia desde la hacienda Chántag hasta la ci-
nicas Mojanda y Cusinurcu. ma del Guagua-Pichincha es de unos 30 Km.

La distancia desde la hacienda Tilicuchu hasta la


cumbre del Guagua-Pichincha es de unos 20 Km. PINTURA 7

6.B. EL PICHINCHA VISTO DESDE EL ESTE EL PICHINCHA VISTO DESDE SU LADO SUR

La localidad desde la que se ha trazado este Las pinturas 1, 5 y 6.A se ocupan principalmen-
boceto es la hacienda Chántag (2596 m.), al pie te del lado sur del Pichincha. En la pintura 1
de la cordillera oriental de Quito. ésta se dispuso en una inmediata proximidad,
pues nuestro punto de observación se encon-
Esta pintura representa al Pichincha casi como traba en el contiguo cerro Ungüí, a una altitud
lo hace la No. 4, pero está esbozada desde una de 3600 m. En las pinturas 5 y 6.A, en cambio,
distancia mucho mayor. Aquí se presenta el va- lo mismo que en la pintura 2, los puntos de ob-
lle de Chillo en toda su extensión, entre el ob- servación se encuentran mucho más bajos, un
servador y el Pichincha, mientras que en la poco sobre el nivel de Quito (2850 m.); en ellas

99
se tomó en consideración especialmente la co- recibe, además de las aguas de la Quebrada Se-
rona de lomas de Lloa y su relación con el ma- ca y del Río del Volcán, muchos otros arroyos
cizo del Rucu-Pichincha. En cambio, para la de las estribaciones de la montaña. Su cauce
imagen del Pichincha, presentada en la presen- probablemente señala, al menos a trechos, el
te pintura, hemos desplazado nuestro punto límite entre el edificio volcánico del Pichincha
de observación hasta la considerable altitud y la formación más antigua que se halla en su
de 4400 m.: estamos en la montaña volcánica base. Por este dibujo sabemos, al menos apro-
Atacazo, más o menos a unos 100 m. por deba- ximadamente, donde queda la loma de los
jo de su cumbre. Tenemos delante, en nítido Osos (véase la pintura 10.B). Distinguimos la
perfil, todo el macizo del Pichincha. Inclusive loma en el fondo del valle del río Cinto; es una
se distingue con particular claridad la estruc- de las muchas crestas que aquí se intercalan,
tura de sus laderas; esto lo hacen posible las una tras otra, en forma de bastidores. Pero po-
fuertes sombras del sol temprano de la maña- demos también distinguir aquí puntos mucho
na en un día excepcionalmente claro. más lejanos que la loma de los Osos; inclusive
divisamos la línea de elevaciones que en la
En la línea de cumbres del macizo podemos pintura No. 8 hemos agrupado al lado norte
distinguir con facilidad las cumbres para noso- del Pichincha, con Tablahuasi, Frutillas y el
tros bastante conocidas, el Guagua-Pichincha, Puxe, y que probablemente pertenece a la for-
Rucu-Pichincha, picacho de los Ladrillos y las mación de rocas cristalinas más antiguas y no
depresiones, que quedan entre ellas, de Paila- al Pichincha. El camino hacia Mindo (Pinturas
cuchu, Ninaurcu y Verdecuchu; muy abajo po- 9 y 10.A) pasa por estas montañas. También
demos reconocer el valle de Lloa. El cerro Un- los nombres de Mindo y Esmeraldas se han in-
güí, desde esta altura, se nos aparece sólo co- cluido en el dibujo, aun cuando con ello se pre-
mo una colina. tendía ubicar estas regiones boscosas sólo de
modo muy general.
Pero el motivo principal del interés que tiene
para nosotros esta pintura, junto a las otras re- Pero junto al lado occidental del Pichincha,
producciones del Pichincha, está en que nos mirando desde este punto de observación, lla-
ofrece una visión del cráter del Guagua-Pichin- ma también nuestra atención uno de sus as-
cha, así como de los valles de muy difícil acce- pectos orientales. Y de nuevo (véase también
so del lado occidental de la montaña. la pintura 8) es el perfil de la ladera del Rucu-
Pichincha que salta a la vista, con la heteroge-
El arenal que conduce al cráter está señalado neidad de sus ángulos de declive. Mientras la
con color amarillo; hacia atrás se divisan la pa- extensa cuchilla sobre la que se asientan di-
red norte de la muralla que rodea el cráter (C) rectamente las cimas rocosas de Cunturgua-
y las columnas de vapor que de éste se levan- chana tiene en su parte superior una inclina-
tan; las cuchillas dentadas A y B (véase la pin- ción de sólo 12-15°, en su parte inferior des-
tura 11), que separan el propio cráter de la ciende hacia Quito con un brusco ángulo de
Quebrada Seca, se destacan claramente de la más de 30°.
parte norte de dicha muralla. El valle de la
Quebrada Seca queda entre esas cuchillas den- Desde aquí, nuestra vista en dirección al norte
tadas y la cresta que toma el nombre de Gallo y al nordeste alcanza a ver las lejanas monta-
Encantado. El río Cinto fluye en torno a las fal- ñas: Mojanda, Chanchagrán, Cotacachi, Cusi-
das del Pichincha, formando un semicírculo y nurcu, cordillera de Angochagua y Cayambe. A

100
los pies del espectador está Quito con el Pane- la vista particularmente la de la cumbre norte.
cillo, y a un lado, más abajo pero envuelto por El arenal comienza en el Guagua-Pichincha ha-
la ondulante niebla matutina, el valle de Chillo. cia los 4300 m. de altitud, donde debido al frío
Todo el primer plano corresponde al declive nocturno y a las frecuentes nevadas y con la
del Atacazo. presencia cada vez más rala de plantas, queda
señalado el límite de la vegetación.
La distancia desde la cumbre del Atacazo has-
ta la del Guagua-Pichincha es de unos 20 Km. En el edificio arquitectónico del macizo del Ru-
cu-Pichincha merece la atención del geólogo,
ante todo, la loma de Cunturguachana, y justo
PINTURA 8 desde el punto de observación aquí escogido,
es desde donde mejor se puede abarcar el cur-
EL PICHINCHA VISTO DESDE EL NORTE so de su línea de crestas, que comienza en la
cumbre del Rucu-Pichincha y baja hasta la alti-
La localidad desde la que se ha esbozado la planicie de Cotocollao; se presenta ante el es-
pintura es Condorcocha (3681 m.), una de las pectador como una silueta. En este perfil no
cumbres del páramo de Calacalí. nos enfrentamos con una curva regular ascen-
dente, como es propia de las pendientes de
Este aspecto del Pichincha es, en cierta medi- muchas montañas volcánicas, sino con una lí-
da, el reverso del que nos ofrece la pintura 7. nea de miembros escalonados y de secciones
En ésta vemos la montaña volcánica desde el diversamente inclinadas, producida por la for-
lado sur, y en la presente pintura, desde el la- ma de depositación y por la dirección de los
do norte. Mientras en la pintura 7 el especta- hundimientos de potentes paquetes de rocas.
dor tenía el Rucu-Pichincha a la derecha y el Considerada globalmente, la estribación norte
Guagua a la izquierda, aquí es todo lo contra- del macizo del Pichincha ofrece poco de carac-
rio. Del picacho de los Ladrillos sobresale úni- terístico en la forma de sus quebradas y cuchi-
camente la cima. Se levanta sobre la hondona- llas; sin embargo, un profundo desfiladero en-
da entre la cumbre del Rucu-Pichincha y la del tre ambas montañas del Pichincha indica cier-
Guagua-Pichincha. La pirámide rocosa del Ru- to grado de independencia que debe atribuirse
cu-Pichincha tiene en este lado más o menos la tanto a la una como a la otra, a pesar de su ín-
misma forma que en el lado sur. Lo mismo pue- tima trabazón. Sobre la forma del monte en su
de decirse de las paredes externas del cráter parte inferior, influye una gran acumulación de
del Guagua-Pichincha, cuyo borde de forma ar- toba de tipo cangagua, mientras que en la par-
queada, semicircular y dentada, desciende, co- te superior, una densa cubierta de humus ocul-
mo allá, desde la cumbre hasta el occidente. El ta, casi enteramente, las características de de-
declive externo y escarpado de las paredes del positación del material rocoso in situ.
cráter está cubierto de escombros de rocas y
arena de color amarillento rojizo. De esta cu- En el angosto altiplano que rodea la falda
bierta de escombros, que se llama arenal, so- oriental del Pichincha quedan, al pie del es-
bresalen las negras masas rocosas de la es- pectador, los pueblos de Pomasqui y Cotoco-
tructura del cráter en forma de picos aislados llao; a lo lejos se asoma la loma de Poingasí.
y aristas, o también en paquetes, como claros
restos de antiguas corrientes de lava. Junto a Enteramente a la derecha de la pintura se nota
la masa rocosa de la cumbre principal, salta a una larga cuchilla que cae hacia el noroeste, la

101
cual ya no debe ser considerada como parte producciones pictóricas el espectador tiene
del macizo del Pichincha, sino que pertenece una representación aproximadamente exacta
muy probablemente a una formación más anti- de la forma y disposición de sus ladera. Con
gua de roca cristalina. todo, para lograr una imagen totalmente exac-
ta, debería el espectador poder echar un ojo al
Al fondo se distingue el Cotopaxi con su per- flanco oeste de la montaña. Pero por el lado
fecta forma cónica; le rodean —como vasa- occidental no es posible distinguir claramente,
llos— las montañas volcánicas Rumiñahui, Pa- desde una distancia aproximada, aquellos de-
sochoa y Sincholagua; como un quinto elemen- talles que le interesa al geólogo para su estu-
to en el grupo pictórico, hay que mencionar dio, porque la región selvática, surcada por
también al Quilindaña, aun cuando tan sólo la profundas quebradas, en que desembocan las
punta más extrema de su pirámide rocosa aso- pendientes occidentales del Pichincha, impide
ma por sobre la elevación del Sincholagua. toda libre visión amplia, incluso a quien se co-
loca sobre las elevaciones que, observadas
Como orientación adicional en este grupo de desde lejos, parecen prometerla.
volcanes, mencionamos también los siguientes
puntos: quebrada Guapal, valle de Chillo (la Nos encontramos en el camino hacia Esmeral-
parte alta), Alumis-filo (ensillado entre el Sin- das, ya a dos buenos días de viaje desde Qui-
cholagua y el Cotopaxi), Hornoloma, Llavepun- to. Sólo aquí nos es posible lograr de nuevo
go (ensillado entre el Cotopaxi y el Rumiñahui) una vista hacia el Pichincha. Lo identifican sus
y Huinza (ensillado entre el Rumiñahui y los columnas de vapor. Sin embargo, es sólo el
cerros de Chaupi). Finalmente no debe quedar Guagua-Pichincha, y por cierto la pendiente
sin mencionarse en el valle de Chillo, el cerro externa de la pared del lado norte de su cráter,
Ilaló, cuya cumbre se divisa desde aquí. lo que podemos ver desde este punto de ob-
servación. Detrás de esta pared sorprendente-
La distancia desde Condorcocha hasta la cum- mente escarpada, que se alarga hacia el occi-
bre del Guagua-Pichincha es de unos 18 Km., y dente, queda el valle del Río del Volcán, cuyo
hasta el Cotopaxi de unos 70 Km. nacimiento y curso identificaremos en el inte-
rior del cráter, en la pintura 11.

PINTURA 9 Pero lo que hace que la presente pintura sea


especialmente ilustrativa no es el mismo Pi-
EL PICHINCHA VISTO DESDE EL OESTE-NO- chincha en sí, sino la relación de este volcán
ROESTE con la cordillera que le sirve de base. Pero,
además, no es sólo el Pichincha el que nos des-
La localidad desde la que se ha trazado el es- cubre aquí una visión de las relaciones geoló-
bozo es el cerro Tadeo (1711 m. sobre el nivel gico-topográficas a gran escala, puesto que
del mar), elevación por la que cruza el sende- junto al Pichincha reconocemos también en el
ro que lleva de Quito a Esmeraldas, pasando dibujo, claro está que en escala muy pequeña,
por Mindo. el Atacazo, el Corazón y el Iliniza, montañas
volcánicas que, como el Pichincha, están en
Las pinturas 1 a 8 nos muestran al Pichincha igual relación a la pendiente occidental de la
desde sus lados sur, este y norte, ya desde un cordillera.
punto cercano, o uno más lejano. Por estas re-

102
Es enteramente superfluo señalar, precisamente no del horizonte apenas es visible, llama sin
ahora, que apenas es posible estampar, con el lá- embargo la atención por su ubicación aislada.
piz de dibujo, las condiciones topográficas de una El cerro Azul queda en las cercanías del volcán
región de montañas y bosques tan extendida. Sin Quilotoa y desde allí ha sido dibujado. Las pin-
embargo, el intento que se ha hecho aquí de mos- turas No. 9 y 92.A están relacionadas entre sí
trar la relación de las mencionadas montañas vol- por esta montaña, la cual, por ende, viene a
cánicas con sus bases, no podría decirse que es ser un hito natural, como los que se dan sólo
inútil para el espectador. rara vez en las regiones que el viajero se ve
obligado a atravesar sin un guía experto.
Las cadenas montañosas que, como se observa
en la base de la pintura, corren desde el Pichincha Con el fin de obtener la necesaria perspectiva para
hacia el occidente en líneas más o menos parale- el esbozo de esta pintura, fue despejado un opor-
las, constan fundamentalmente: en parte de anti- tuno sitio de la selva, de cuya frondosidad da una
guas rocas cristalinas, en parte de rocas sedimen- pequeña prueba el primer plano de la pintura.
21
tarias de la formación cretácea . Sin embargo, en-
tre esas cadenas emergen otras cuchillas de con- La distancia desde Mindo hasta la cima del
siderable altura y extensión, que únicamente son Guagua-Pichincha es de unos 23 Km., y hasta el
acumulaciones de escombros. Dado que están cu- cerro Azul, de 60 a 65 Km.
biertas de selva casi impenetrable, muy a menudo
se puede sospechar desde la distancia, más que
precisar en el propio terreno, qué es lo que en PINTURA 10
ellas pertenece a una o a otra formación.
TRES VISTAS DEL PICHINCHA
A la derecha de la pintura y muy abajo del es-
pectador, se extiende una pequeña llanura, en 10.A. EL PICHINCHA VISTO DESDE EL OESTE
la que se ven algunos sitios de la selva delimi- NOROESTE
tados con líneas rectas y despejados. Son és-
tos los campos y pastizales de una hacienda Ubicación: la hacienda Mindo (1264 m.), cuya
llamada Mindo (1260 m. sobre el nivel del situación se pone de manifiesto en la pintura
mar), que fue establecida por un quiteño rico 9. La vista que aquí se da del Pichincha coinci-
en estas soledades, para cultivar caña de azú- de muy de cerca con la de la pintura 9; su pe-
car y café. Como la región carece de población queña diferencia respecto a ésta se debe, en lo
indígena, la hacienda tiene que ser trabajada esencial, a la diversidad de altura de los dos
por indios del altiplano a los que se obliga a puntos de observación, que es de 447 m.
este servicio y que, por lo general, sucumben
pronto a causa de la fiebre. 10.B. VISTA DEL CRÁTER DEL PICHINCHA
DESDE EL OESTE
Para lograr una orientación en esta región ca-
rente casi por completo de nombres, hay que Ubicación: la loma de los Osos (2582 m.), en el va-
destacar un punto: a saber el cerro Azul, mon- lle del río Cinto; su distancia desde la cumbre del
taña que, aun cuando por estar en lo más leja- Guagua-Pichincha es de 7 a 8 Km.

21
Rocas de la base no volcánica del Pichincha: No. 602 – 639.

103
La presentación de este esbozo tiene su razón de A la derecha del cuadro está el actual y propio
ser sólo en atención a las dificultades del terreno cráter; su fondo (4016 – 4087 m.) es accidentado
que se oponen al trazado de una vista del Pichin- y cubierto de escombros de rocas: sube de él
cha desde su lado occidental. Se facilita la com- una fuerte columna de vapor. El punto de salida
prensión del mismo con las pinturas 7 y 11, que de esta columna, que surge con variable fuerza,
son especialmente apropiadas para hacer ver la se encuentra en un recodo lateral del cráter y no
configuración del cráter. En estas pinturas se en su centro. De la caldera parte hacia el occi-
vuelven a encontrar los mismos nombres e indi- dente un valle, a través del cual las precipitacio-
caciones que aquí se anotan. nes atmosféricas que forman el Río del Volcán
fluyen hacia el río Esmeraldas. Las paredes del
10.C. EL VALLE DEL RÍO DEL VOLCÁN cráter están construidas por paquetes de rocas
en los cuales se destaca claramente una estrati-
Ubicación: la falda occidental del Pichincha a ficación horizontal; potentes masas de escom-
2078 m. de altitud. bros están adosadas a dichas paredes. A la iz-
quierda de la pintura se abre el valle de la Que-
Desde la gran caldera del cráter del Guagua-Pi- brada Seca. Este valle permite una visión amplia
chincha corren las aguas a través del escarpa- sobre la región selvática que se extiende hasta
do desfiladero, y de la misma caldera del crá- el océano Pacífico. El monte de triple cumbre en
ter es visible solamente un pequeño segmento la mitad de la pintura, entre el actual cráter y la
de su pared norte (C). La pintura 11 nos mues- Quebrada Seca, debe ser considerado, con pro-
tra la parte superior del valle, y el presente babilidad, como el resto de algún cono de erup-
croquis, su parte inferior. Potentes depósitos ción, cuya formación se remonta al tiempo del
de escombros que constan no sólo de material nacimiento del Pichincha. Faltan en el Pichin-
volcánico sino también de antiguos tipos de cha, el cono de erupción y las corrientes de lava
rocas cristalinas, ribetean el lecho del cauda- que pudieran dar testimonio de erupciones más
loso río que, luego de unirse con el río Cinto, recientes del cráter. El alto talud que limita la
toma el nombre de río Blanco. Quebrada Seca por el sur es una parte de la gran
pared circular que, al mismo tiempo, encierra el
actual cráter y la Quebrada Seca, y en su punto
PINTURA 11 más elevado alcanza los 4787 m. de altitud.22

UNA VISTA DE LAS PAREDES INTERIORES DEL La vista del espectador está dirigida justamente ha-
CRÁTER DEL PICHINCHA EN LA CALDERA Y HA- cia el océano Pacífico, oculto detrás de nubes y ne-
CIA EL OESTE blina. La distancia desde la cumbre del Pichincha
hasta el punto más cercano de la costa, en cuanto
La localidad desde la que se ha trazado el boceto pudiera suponerse como correcta la longitud geo-
es el ensillado entre el cráter y la Quebrada Seca, gráfica hasta ahora admitida para Quito, sería de
a 4450 m. sobre el nivel del mar y 377 m. bajo la unos 140 Km., pero probablemente alcanza la cifra
cumbre del Guagua-Pichincha. de más de 160 Km.

22
Una visión del cráter nos da también James Orton en su libro: The Andes and the Amazon, 3ra. Ed., New York, p. 135. Mencionemos además,
con relación al Pichincha y a sus ascensiones: L. Dressel, S. J., El volcán del Pichincha, en “Naturaleza y Revelación”, Tomo 31.

104
En el primer plano se ve el campamento de 12.B. EN EL CRÁTER DEL GUAGUA-PICHINCHA
carpas que en este sitio (4405 m.) permaneció
montado desde el 15 al 27 de julio de 1870. La pintura precedente (No. 11) ilustra la ubicación
desde la cual se ha trazado este croquis; no sola-
mente nos permite una vista hacia el propio cráter,
PINTURA 12 sino también al valle de la Quebrada Seca. Dicha
pintura nos hizo ver claramente la relación en que
DOS VISTAS DESDE LA REGIÓN ALTA DEL se halla la Quebrada Seca con el cráter actual y, al
PICHINCHA mismo tiempo, nos dio a conocer cómo está confor-
mada la pared intermedia que separa una del otro,
12.A. EL VALLE DE CALDERA DE VERDE-CUCHU llamando la atención del espectador porque, en ra-
zón de su piso llano y en apariencia despejado, pa-
Los valles y hondonadas en forma de caldera rece como hecha para un vivac con carpas junto a
que quedan en la parte alta de las montañas un llameante fuego. Pero ahora estamos en el mis-
volcánicas ecuatorianas, junto al límite de la mo campamento de carpas (a 4405 m. de altitud) y
vegetación, tienen todos el mismo carácter. volvemos la mirada a la pared del cráter, a cuya
pendiente inferior ya antes (en la pintura 11) había-
El presente dibujo a colores pretende ilustrar mos subido para orientarnos.
este tipo de valles. Nos encontramos en el Pi-
chincha, a una altitud de 3900 m., en el gran Aun cuando ahora, densas nieblas cubren la
valle de caldera de Verde-cuchu, el cual, como caldera del cráter y nos dejan ver sólo en algu-
se puede observar en las pinturas 2, 5 y 7, se- nos sitios el carácter de la pared rocosa, sin
para el Rucu-Pichincha del picacho de los La- embargo, la pintura complementa la imagen
drillos. Lo que nos interesa especialmente en del escenario del cráter, en cuanto que nos ha-
este valle de altura es la presencia de masas ce ver el colorido del conjunto y nos presenta,
rocosas que afloran en el manto de vegetación en sus llamativos colores, los potentes escom-
tremendamente monótono que recubre el sue- bros que se arriman contra las paredes roco-
lo y que, al mismo tiempo, deja distinguir cla- sas cubiertas de nieve fresca.
ramente sus irregularidades; se podría hablar
en algunos sitios de sobrecorrimientos de Alturas del Pichincha y de sus alrededores 23
unos bloques sobre otros.
Guagua-Pichincha m.
Al tener estas configuraciones de rocas y de suelo,
nos vemos ante corrientes de lava de gran espesor Cumbre del Guagua-Pichincha (T) 4787
que en sus afloramientos, muchas veces presentan
una disposición en forma de paquetes; constan en Cumbre norte del Guagua-Pichincha 4755
parte de rocas compactas, en parte de aglomerados
consistentes y que debieron haberse derramado en Pailacuchu, borde del cráter 4656
estado ya muy viscoso.

23
Muchos de los puntos medidos por nosotros y presentados en una lista ordenada, de acuerdo a las montañas individuales, son de valor
sólo para los viajeros que alguna vez deseen visitar las regiones y seguir nuestras huellas.
Los puntos de altitud que hasta aquí se han dado para el Pichincha, han sido medidos en gran parte por el señor Reiss, menos aquellos
que aquí, y más adelante, están señalados con T, que han sido fijados trigonométricamente (Véase la Nota de la p. 2).
Los registros de altitudes impresos en Quito en 1871 – 1873 están completados aquí con las mediciones que yo he realizado después de
esta fecha en mis viaje por el Ecuador.

105
Paso para la subida del cráter 4659 Unión del río Blanco con el río Cinto 2225

Descanso del presidente, rocas 4540 Unión del río Blanco con la
Quebrada Seca 2368
Ángulo, borde sureste del cráter 4538
Quebrada Seca, justo bajo el cerro
Pungo-Potrerillos 4374 Gallo Encantado 3764

Ciénaga del volcán 4234 Loma de los Osos 2582

Salto Cusuño, borde sur del cráter 4220 Rucu-Pichincha m.

Cabecera de Taruga-corral 4299 Cumbre del Rucu-Pichincha (T) 4737

Ensillada entre la Quebrada Seca Pico de Paguampa 4639


y el cráter 4405
Pico del Padre Encantado 4558
Fondo del cráter 4016
Nina-urcu, paso entre el Rucu y
Elevación en forma de colina en el el Guagua-Pichincha 4411
fondo del cráter 4087
Paso entre Verde-cuchu y Yana-cuchu 4347
Capillapamba, Lloa 3070
Alta-cuchu 4231
Hacienda de S. José en Lloa 3091
Paso de la Dispensa a Verde-cuchu,
Hacienda de Garzón en Lloa 3177 Tras del cerro de Ladrillos 4496

Corral de S. José, camino hacia Loma entre la Dispensa y Dacarpo 4247


el cráter 3588
Loma entre Dacarpo y S. Diego-cuchu 4336
Límite superior de los árboles 3628
San Diego-cuchu 4182
Unión del río Cuscungo y el río Cinto 2797
Loma entre San Diego-cuchu
Baños 2714 y Quilluturo 4291

Río Cinto, junto a la hacienda Palmira 2667 Elevación entre Quilluturu y


Cunturguachana 4361
Chinquil 2759
La Dispensa 4186
Unión del río Blanco con el río
del Volcán 2078 Loma entre el Cunturguachana y
Palmas-cuchu; parte superior 4164

106
Palmas-cuchu; parte inferior 3878 II. EL ATACAZO
Verde-cuchu 3910 El Atacazo (4539 m.) se une por el sur, directa-
mente con el Pichincha. Su aspecto en general es
Chorrera de Jatuna (Catuna) 3403 de una montaña cónica, truncada y achatada. La
existencia de una depresión de cráter, todavía
Cerro Ungüí 3606 muy visible, la hace aparecer truncada. La pen-
diente externa del cono montañoso está dividida
Guairapungo, camino a Lloa 3284 por muchas incisiones que forman valles; este es
el caso principalmente en la parte occidental y su-
El Panecillo de Quito 3050 doccidental de la montaña. Las lomas que quedan
entre dichos valles son de forma y extensión di-
Quito 2850 versa. Algunas de ellas llaman la atención porque
sus partes superiores tienen un declive menos es-
Lumbisí 3058 carpado que las inferiores. Una espesa capa de to-
ba y humus recubre la pendiente, y coexiste con
Poingasí 3104 la hierba del páramo. Las más de las veces crece
el matorral sólo en las depresiones del terreno, en
Río Machángara, junto a la sitios húmedos y protegidos; su límite superior
hacienda de las Monjas 2648 queda a una altitud de cerca de 3700 m. En los
flancos que dan al altiplano hay campos de culti-
Guápulo, iglesia 2690 vo y potreros que se extienden hasta una altitud
de cerca de 3400 m. Sólo en pocos sitios hay pre-
Cotocollao, aldea 2802 sencia de rocas que afloran bajo la forma de su-
perposición de paquetes. En los valles profundos
Cunuc-corral 3571 y deshabitados del lado occidental que da al
océano Pacífico, la selva, como en el Pichincha,
Tablahuasi 3645 sube muy alto y presenta las mayores dificultades
a la exploración topográfica del terreno. El peque-
Frutillas 3133 ño monte cónico que queda junto a las pendien-
tes sudorientales del Atacazo, llamado La Viudita,
Río Verde-cuchu, junto a Frutillas 2761 debe ser considerado como un cono de erupción
separado y, por cierto, surgido ya en tiempos muy
El Puxe, camino hacia Mindo 3024 antiguos.24

Punta de Playas, río de Mindo 2193

24
Rocas del Atacazo, No. 756 - 780. Rocas de La Viudita, No. 764.

107
PINTURA 13 En esta pintura se hacen especialmente mani-
fiestos el modo de disposición del declive de
TRES VISTAS DEL ATACAZO la montaña y la distribución, allí mismo, de los
matorrales. Cerca de la cumbre de la montaña
Los esbozos 13.A, 13.B y 13.C ilustran el Ataca- se distingue lava que aflora oblicuamente. La
zo desde tres ubicaciones distintas, pero to- Viudita se eleva, vista desde este punto, como
dos ellos están demasiado cerca del monte, co- un monte cónico y aislado en el horizonte. En
mo para permitir una perspectiva suficiente el primer plano hay campos y potreros. La dis-
sobre los detalles de la disposición de sus de- tancia desde aquí hasta la cumbre del Atacazo
clives y como para ofrecer una buena visión es de unos 15 Km.
general de la verdadera forma de la montaña.
Esto, sin embargo, se nos ofrece en la vista pa- 13.C. EL ATACAZO VISTO DESDE EL SUR
norámica de la cordillera occidental de Quito
(pintura No. 24), en donde miramos al Atacazo La ubicación desde la que se ha trazado este cro-
desde la considerable distancia de 50 Km. En quis está en el Corazón, a una altitud de 4100 m.
esta reproducción resalta particularmente Gracias al punto de mira tan alto que se ha elegi-
también, y con claridad, la relación entre la ex- do, dominamos con la vista, junto al lado sur de la
tensión horizontal de la montaña y su altura. montaña, también una gran parte de su lado occi-
Al mismo tiempo se nota, lo que de cerca llama dental; si bien las nubes que se levantan de la cer-
menos la atención, cómo la región de los mato- cana región selvática limitan la visión y, a lo más,
rrales se adhiere al monte como una franja an- nos dejan inferir la profundidad de los valles que
gosta. se originan en el lado occidental del Atacazo. La
Viudita, ahora ubicada a la derecha del especta-
13.A. EL ATACAZO VISTO DESDE EL NORDESTE dor, vista desde aquí parece estar estrechamente
unida con la ladera de la montaña. Detrás de la lí-
Adosado a su pendiente sur, aparece el peque- nea de crestas del Atacazo aparece el humeante
ño cono de erupción La Viudita; detrás está el Guagua-Pichincha. Desde aquí hasta la cumbre
Corazón y por sobre sus lomas, que aparecen del Atacazo la distancia es de unos 19 Km. y, has-
allanadas, emerge el picacho norte del Iliniza. ta la cumbre del Pichincha, de unos 40 Km.
A la derecha, los ramales de la cadena de mon-
tañas de Lloa encubren la base septentrional Como puntos de orientación nos sirven, además,
del Atacazo. Este esbozo ha sido trazado en la nombres ya conocidos por el espectador: Quito, el
misma ciudad de Quito, al borde de la quebra- Panecillo, Turubamba, Poingasí, Mojanda, Chan-
da de los Gallinazos, al final de la calle de la chagrán, valle de Chillo y cerro Ilaló.
Loma. La distancia desde aquí hasta la cumbre
del Atacazo es de unos 9 Km. Altitudes del Atacazo y de sus alrededores

13.B. EL ATACAZO VISTO DESDE EL ESTE- Punto de observación m.


NORDESTE
Cumbre del Atacazo, muralla que
La ubicación desde la que se ha trazado el es- rodea el cráter 4539
bozo es la hacienda San Rafael de Pilopata
(2882 m.), no lejos de Tambillo, al borde de la Punto más bajo de la muralla que
carretera que conduce de Quito a Latacunga. rodea el cráter 4503

108
Arenal en la depresión en forma ñol de Corazón, aun cuando apenas se podría
de caldera 4242 decir que, efectivamente, tiene forma de cora-
zón. Sin embargo, el nombre se ha generaliza-
Base de la cumbre, hacia el norte 4151 do a tal punto que el primitivo nombre indíge-
na ha sido completamente olvidado y, por lo
Tarugapamba 3831 visto, ya a mediados del siglo dieciocho, al
tiempo de la expedición francesa, no se lo co-
Lugar de observación m. nocía.

Límite superior de los árboles en


el lado NE 3703 PINTURA 14

Hacienda Tilicuchu, en la falda TRES VISTAS DEL CORAZÓN


NE del Atacazo 3152
Vistos a gran distancia, se parecen mucho los
Cuesta de Santa Rosa, al inicio lados norte y sur de la montaña (pintura 23,
de la subida 3086 croquis B), mientras que la apariencia externa
de su lado oriental es esencialmente distinta,
Tambo de Tambillo 2802 puesto que se acerca a la forma cónica. Pero
no solamente es digna de atención la cúspide
constituida de paquetes de roca depositados
al parecer horizontalmente, sino también, en
III. EL CORAZÓN no menor medida, el potente zócalo sobre el
cual se alza la cumbre rocosa. En efecto, la
El Corazón (4816 m.) está unido al Atacazo de pendiente oriental de este zócalo no sube de
modo que sólo se separa de él por una corta manera regular hacia la cima. Es más bien, co-
ensillada y, en la serie de montañas volcánicas mo clarísimamente lo muestra la línea de per-
que va de Quito hacia el sur, ocupa el tercer lu- fil del pequeño croquis A en el cuadro 13, muy
gar. Por su posición, coincide con el Pichincha escarpada en sus secciones inferior y superior,
y el Atacazo, pues como éstos, se alza en cier- mientras que en su sección media, a lo largo
to modo al margen de la altiplanicie y tiene de un gran trecho, transcurre horizontal. Esta
orientado su flanco occidental hacia las selvas configuración, que de ningún modo es única —
del océano Pacífico. pues ya se hizo notar lo mismo en el Pichincha
y en el Atacazo— sin embargo, en ninguna otra
El Corazón ostenta una configuración llamati- de las montañas volcánicas del Ecuador resul-
va, sobre todo si se lo mira desde el norte, des- ta tan llamativa como en ésta.
de Quito (pintura 13.A y 14.B). En efecto, está
compuesto de dos partes fuertemente contras- Sólo la ascensión al Corazón, que nos pro-
tadas, con un potente zócalo de formas redon- porciona una vista de su flanco occidental,
deadas y una cumbre rocosa relativamente pe- nos puede informar acerca del significado de
queña, que ofrece a la vista una especie de pi- esta montaña en cuanto estructura volcáni-
rámide de figura geométrica, delimitada por lí- ca. En efecto, el macizo del Corazón, tal co-
neas rectas. Esta pirámide rocosa ha sido la mo lo vemos desde el altiplano, abraza una
que ha dado al monte su nombre actual espa- caldera u hondón de cráter que se asemeja al

109
del Guagua-Pichincha y, en su mayor medida, Quito a Latacunga. La distancia hasta la cumbre
al del Pasochoa o también al del Rumiñahui 25. del Corazón es de unos 18 Km.

En la pintura 14.C se ha hecho el intento de ilus- El macizo montañoso no muestra tampoco, desde
trar la configuración de esta caldera que está este lado, ninguna incisión profunda en forma de
constituida enteramente por selvas y atravesada valle. La forma piramidal de su cima aparece, des-
por profundos desfiladeros; cosa que, por cierto, de aquí, marcada de modo muy agudo; claramen-
fue posible solamente desde una ubicación situa- te se destaca la línea de crestas del valle de la cal-
da ya muy lejos hacia el occidente. La cumbre ro- dera y permite vislumbrar la profundidad que se
cosa del Corazón, vista desde aquí, nos permite oculta detrás de ella. Todavía más hacia la iz-
deducir la forma singular de su parte posterior. quierda distinguimos a lo lejos, sobre la llanura
de Machachi, las tres cumbres principales de los
14.A. EL CORAZÓN VISTO DESDE EL LADO SU- cerros de Chaupi.
RESTE
14.C. EL CORAZÓN VISTO DESDE EL LADO OC-
Ubicación: cerca del hato de Chaupi (unos 3400 m.). CIDENTAL
La distancia hasta la cima del Corazón es de unos
8 Km. La ubicación para el trazado del esbozo es un
punto en el valle del río Pilatón, cerca de la ha-
En el macizo montañoso llama la atención el ver cienda San Florencio (1459 m.), en el camino de
que su exterior está surcado sólo por pocos des- Quito a Manabí. La intención de exhibir en esta
filaderos profundos y que no aflora casi en ningu- pintura la gran caldera del cráter del Corazón, la-
na parte de su superficie. La montaña está cubier- mentablemente no ha podido conseguirse de mo-
ta enteramente por una densa capa de humus, y do suficiente, dadas las condiciones especiales
con hierba de páramo y maleza. El matorral cubre del valle.
las faldas de la montaña en algunos sitios, en for-
ma de colonias aisladas y perfectamente delimita- Altitudes del Corazón y de sus alrededores
das. Al lado derecho, junto al borde de la pintura,
se ve un cono muy aislado, que es el cerrito de la Lugar de observación m.
Moya (3576 m.). En la cima rocosa de hermosa
forma, están expuestos paquetes de lava y de Cumbre del Corazón 4787
aglomerados de gran espesor. Sus ventisqueros
se hacen, de lejos, tan poco perceptibles, que ape- Según las medidas trigonométricas
nas si se puede contar al Corazón entre los neva- del señor Reiss 4816
dos del Ecuador.
Límite de la nieve de ventisquero
14.B. EL CORAZÓN VISTO DESDE EL LADO NOR- en el lado norte 4697
DESTE
Hondonada en el lado nordeste 4514
La ubicación para el cuadro es un potrero no lejos
de Tambillo (2802 m.), al borde de la carretera de

25
Rocas del Corazón No. 781 - 821.

110
Picacho occidental en la parte norte La franja multicolor de escombros que, entre el lí-
de la muralla que rodea al cráter 4454 mite de la vegetación y la nieve perpetua, cubre la
conexión directa entre el zócalo y la estructura
Cresta rocosa nordeste, San suprayacente, no es sino efecto de la interacción
Francisco-loma 4293 de las condiciones climáticas con las condiciones
—que dependen de éstas— de meteorización de
Sigsisalto 4205 las rocas, y se encuentra en igual forma en otras
montañas volcánicas del Ecuador que se elevan a
Lugar de observación m. similares alturas.

Fondo de la caldera 3612 La existencia de dos pirámides rocosas como


éstas en el Iliniza, en vez de una sola, como ve-
Guagrapamba, ensillada entre el mos por ejemplo en el Sincholagua y en el Qui-
Atacazo y el Corazón 3138 lindaña, confiere al monte un encanto especial-
mente pintoresco y, al mismo tiempo, acre-
Tambo de Machachi 2935 cienta en el geólogo la extraña impresión que
de suyo tiene que despertar siempre la presen-
Aloac, aldea 2922 cia de una sola pirámide rocosa de este tipo,
como coronación de un volcán. Así que la arbi-
La Moya, cono de erupción 3576 traria suposición de que ambas pirámides del
Iliniza hayan formado antes una masa de roca
Pucará, en el lado sureste del conexa, en modo alguno podría servir de ayu-
Corazón 3718 da al geólogo sobre el punto crítico de la expli-
cación de su origen, pues lo enigmático está
precisamente en que, ahí donde se puede es-
perar —de acuerdo con la configuración simé-
IV. EL ILINIZA trica de toda la montaña— una profunda hon-
donada de cráter, se ve surgir una pirámide ro-
Al Corazón le sigue el Iliniza, como cuarta y última cosa —y aquí incluso dos- constituida por pa-
montaña en la cadena de edificios volcánicos que quetes de lava en capas superpuestas. Por lo
se extienden desde Quito hacia el sur. En cuanto a demás, no se podría conciliar la idea que pre-
su forma es único en su género, porque ninguna tenda explicar la formación del cuerpo supe-
otra montaña volcánica se ha conocido hasta aho- rior de las dos pirámides por la acción de una
ra que, como ésta, se distinga por sus dos picachos poderosa y profunda erosión, con la restante
nevados, casi de igual altura y situados muy cerca configuración de la montaña que, de modo pa-
uno al lado del otro. La altitud del picacho sur lle- tente, ha conservado su carácter primitivo.
ga a 5303 m., y la del norte a 5162 m.
Las nueve pinturas del Iliniza que tenemos delan-
Estas dos pirámides rocosas se alzan a unos 700 a te nos ofrecen una exacta representación de la
800 m. sobre un zócalo común dividido en lomas, disposición de su estructura basal y de la forma
cuya base debe tener un perímetro de al menos externa de sus pirámides rocosas que constitu-
25 Km. Además, las pirámides están íntimamente yen su coronación.
empotradas en este zócalo, que sólo se puede
postular un origen unitario del conjunto.

111
PINTURA 15 A la derecha de la pintura se encuentran las faldas
del Corazón y, a la izquierda, las de los cerros
EL ILINIZA VISTO DESDE EL ORIENTE Chaupi. Entre las estribaciones del Iliniza y las de
los cerros de Chaupi se extienden unos llanos
La ubicación para el esbozo de la pintura es el ha- pantanosos. El primer plano de la pintura lo ocu-
to de Chaupi, a 3665 m. sobre el nivel del mar, y pan las chozas de los indios del hato de Chaupi.
1940 m. por debajo del pico sur del Iliniza. La dis-
tancia hasta dicho pico es de unos 8 Km. En la pintura están señalados con números, los si-
guientes puntos y alturas:
En esta pintura se nos presenta, en primer lugar y
claramente, la relación general ya descrita, entre 1. Pico sur; 2. pico norte; 3. la Peña parada; 4. ce-
las pirámides del Iliniza y su zócalo. Al comparar rro Pilongo; 5. filo de Atatinqui; 6. Siempreviva-lo-
entre sí las dos pirámides, llama la atención en el ma; 7. Huerta-sacha; 8. Plaza de San Miguel; 9.
picacho norte, el manto de nieve, mucho menor, Tuntulujin loma; 10. Milín-loma; 11. Cuchihuasi;
que es consecuencia de lo abrupto de la pared 12. Río Blanco; 13. cerros de Chaupi.
que mira hacia nosotros y del resto de su configu-
ración. La roca que aflora sobresale aquí solamen-
te en forma de picos sobre el cascajo y la nieve26. PINTURA 16

En cambio la pirámide sur, más abultada, se dis- EL ILINIZA VISTO DESDE EL SURESTE
tingue especialmente por los depósitos de paque-
tes de lava que, vistos desde el lado oriental, apa- Vista tomada en el Tambo de Tiupullo (3150 m.),
recen acumulados horizontalmente en grandes en la carretera que lleva de Quito a Latacunga.
extensiones de igual espesor. Forma parte de és-
tos especialmente el paquete de roca que, a 4824 Contemplamos la montaña a plena luz del sol mati-
m. de altitud, se destaca sobre la nieve como un nal, después de una fuerte tempestad. La blancura
cinturón negro y es visible a las mayores distan- de la nieve recién caída, que cubre los declives has-
cias. En la pirámide norte sobresalen más las ro- ta más abajo del límite acostumbrado, resalta en la
cas en forma de picos y pináculos sobre el casca- limpia atmósfera, tanto más fúlgida bajo el azul
jo y la nieve. La altitud del ensillado cubierto de profundo del cielo. Lastimosamente, las lomas que
glaciar entre las dos pirámides es de 4849 m. quedan cerca de nosotros nos ocultan toda la base
del Iliniza. Del cerro Tisisichu (4241 m.), el único
La pendiente oriental del zócalo del Iliniza se dis- cono cercano al gran volcán, sobresale solamente
tingue de la del Corazón por sus quebradas pro- la cima. A la izquierda y hacia el fondo, está visi-
fundas; las más importantes son la de Huerta-sa- ble una parte de la cadena montañosa no volcáni-
cha, Cuchiguasi y Milín. En la quebrada Huerta-sa- ca que se extiende hacia Latacunga. El primer pla-
cha llama la atención un pequeño monte cónico, no de la pintura consigna el movimiento en la fre-
el cerro Pilongo, que parece adosado a la pared cuentada carretera delante del Tambo de Tiupu-
norte de ella y cuyo tiempo de aparición parece llo, pequeña posada que, por poco atractiva que
pertenecer al de la quebrada misma. pueda parecer, sin embargo ocupa entre las de su
clase, el primer lugar en toda la región, y cada no-

26
Rocas del Iliniza No. 2313 - 2342

112
che ofrece un ansiado albergue a los cansados los picachos del Iliniza, un desplazamiento tal que
viajeros, de los que algunos se encuentran de ca- el pico norte viene a quedar casi totalmente cu-
mino hacia Guayaquil, o vienen desde allá. bierto por el pico sur.

El Iliniza se presenta ahora ante nosotros como


PINTURA 17 un monte de una sola cumbre y, por cierto, con
una apariencia cónica tan simétrica, que se po-
EL ILINIZA VISTO DESDE EL SUR-SURESTE dría pensar que ésta le es propia desde todos los
lados; pero lo que hace especialmente notable el
La localidad desde la que se ha trazado el esbozo lado sur de la montaña, es la gran hondonada con
es la aldea Mulaló, a 3059 m. sobre el nivel del muchas ramificaciones en que está encajonada la
mar. pendiente, y cuya forma, por lo visto, guarda una
misma relación genética con el modelado del
El cuadro No. 15 nos presentó al Iliniza desde el cuerpo superior piramidal cubierto de nieve.
lado oriental. Antes de pasar a considerar los la-
dos sur y occidental del macizo del Iliniza, debe- Esta hondonada comunica a la montaña un carác-
mos echar todavía un vistazo al flanco suroriental ter específico; suscita la impresión de que justa-
de la mitad de la montaña que sostiene la pirámi- mente en esta parte tenemos ante nosotros uno
de más alta de la cumbre, dado que en la pintura de los flancos principales de todo el edificio vol-
que acabamos de describir podíamos percibir só- cánico. En el trazado del esbozo hemos puesto
lo una parte relativamente pequeña de la misma, mucho empeño en buscar aquella iluminación
pues nuestra ubicación estaba demasiado cerca que permita destacar plásticamente las condicio-
de la montaña. Nuestro campo visual ha quedado nes tectónicas de toda la estructura. Es la ilumina-
restringido por el sur (izquierda en la pintura No. ción que corresponde a la hora entre las 4 y las 5
15), por la loma Milín, que se interpone amplia- de la tarde, en que el sol comienza justamente a
mente. Ahora nuestro cometido es examinar tam- extender las sombras sobre los escarpados desfi-
bién la estructura de aquella parte de la ladera laderos del declive del monte27.
que queda al otro lado de la loma Milín, y que ha-
bía estado encubierta por ella en la pintura; para Esta hondonada —el hondón del río Blanco— tie-
esto, fijamos nuestra ubicación no solamente más ne una evidente semejanza con las laderas que se
al sur sino también a una distancia más conside- han formado en muchos volcanes del Ecuador, es-
rable respecto del Iliniza. pecialmente en el Rumiñahui, el Pasochoca y el
Cusín-urcu; sobre todo se produce aquí, como en
Buscando siempre el punto más apropiado para los otros, el drenaje de las aguas por un largo y es-
hacer el esbozo, llegamos en la dirección de Lata- trecho valle, el del río Blanco.
cunga, hasta el pueblo de Mulaló. La loma Milín
(que antes estaba hacia el sur) forma ahora una Pero mientras que en las otras montañas que aca-
de las líneas que limitan la pendiente del Iliniza bamos de mencionar, las calderas parecen muy
hacia el norte. Al mismo tiempo, sin embargo, pa- grandes en relación con la masa y altura de la pared
ra nuestra vista ha tenido lugar, en la situación de circular que las rodea, aquí observamos el caso

27
Esto se hallaba tanto más asociado a pérdida de tiempo, cuanto que el Iliniza es precisamente uno de aquellos montes que en la tarde está
libre de nubes, con mucho menos frecuencia que en la mañana.

113
contrario, y vemos que la masa y la altura de la En la línea de demarcación más externa de la lade-
montaña sobrepasan con mucho las dimensiones ra sur del Iliniza vemos, desde aquí, en su forma
de la caldera; y por eso también la depresión, en tan característica, el cerro Tisisichu (4142 m.),
vez de caldera, se ha llamado más bien, hondón. que consta principalmente de roca firme28. El ce-
Por lo demás, como hemos de ver en nuestra ins- rro se caracteriza especialmente por la forma de
pección pictórica del Iliniza, hay hondones más su unión con el Iliniza, que es de tal naturaleza,
pequeños también en otros puntos del enorme que la pendiente norte del Tisisichu se presenta
macizo. corta y escarpada, mientras su pendiente sur se
presenta extraordinariamente extensa. Este co-
Nuestra ubicación, al permitirnos contemplar no vecino del Iliniza se nos mostrará todavía en
también el declive del Iliniza que queda al sur muchas pinturas y panoramas, y al mismo tiem-
del hondón, no se nos puede escapar la natura- po nos servirá para una más clara orientación.
leza claramente torrentosa que tienen algunas Hacia el borde derecho de la pintura están los
de las protuberancias y lomas que conforman su cerros de Chaupi, unidos a la falda oriental del
superficie. Iliniza.

En cambio, quedamos enteramente sin ninguna La escena del primer plano nos ilustra, con pleno
idea de la profundidad en la que habría de buscar- realismo, la celebración de un día de mercado en
se la propia base de la estructura volcánica, y la plaza de la aldea de Mulaló.
también sobre lo que debemos pensar de su pri-
mitiva configuración. Lo que se nos presenta co-
mo base del monte son depósitos de toda clase PINTURA 18
de productos erosivos, superposición de capas
de toba, bancos de bloques, y grava; así como, TRES VISTAS DEL ILINIZA
aquí y allá, una muy densa cubierta de humus. Es-
tos depósitos que invaden el monte, se adhieren 18.A. EL ILINIZA VISTO DESDE EL ESTE-NOR-
tan íntimamente a la pendiente del Iliniza que as- DESTE
ciende suavemente y se compone de material
eruptivo derramado y recubierto de vegetación, Aquí se muestra las dos elevaciones del Iliniza,
que muchas veces borra completamente, en la su- desde su lado ancho.
perficie, el límite entre ambas formaciones. Con
este límite coincide, en general, también la altitud La cumbre sur, de 5303 m.; la cumbre norte, de 5162
(unos 3700 m.) hasta la cual las condiciones cli- m.; el ensillado entre los dos, de 4849 m. A la iz-
máticas permiten la agricultura. quierda está el cono eruptivo Tisisichu de 4241 m.;
por la derecha se introduce, muy adentro de la
La falda suroriental del Iliniza, cuya bien cultivada pintura, la falda del Corazón. La falda misma del
llanura se extiende ante nosotros, pertenece a la Iliniza se oculta detrás de la llanura ascendente
parte más fértil del altiplano, y principalmente se de Machachi (2935 m.), que ha servido de ubica-
halla en poder de ricos hacendados. ción para el trazado del esbozo.

28
Rocas del Tisisichu: No. 2343 – 2348.

114
18.B. EL ILINIZA, CON EL CONO DE ERUPCIÓN de ellas extensas y que yacen juntas, o unas
TISISICHU, VISTO DESDE EL SUR sobre otras.

La localidad desde la que se ha trazado el es- La mayoría de estas elevaciones pueden ser in-
bozo es la llanura junto a Toacaso (3260 m.). El terpretadas sólo como antiguas corrientes de
Iliniza muestra desde aquí nada más su cum- lava que, por cierto, parece que no se vertie-
bre sur, que oculta completamente a la cumbre ron posteriormente y en diferentes períodos,
norte. sino que estuvieron en conexión directa con la
formación de la misma montaña. En la parte
18.C. EL ILINIZA VISTO DESDE EL NORTE superior del declive, cubierta sólo con poca
vegetación, se tiene, con frecuencia, la oportu-
Está visible sólo la cumbre norte. Su cima cubierta nidad de ver la roca in situ, expuesta en pare-
de nieve sobresale de las estribaciones selváticas des de grandes murallas y, con ello, cerciorar-
occidentales del Corazón. Justamente es posible se de que de hecho, aquí hay una forma de de-
obtener sólo raras veces esta vista del Iliniza, debi- pósito que se diferencia esencialmente de
do a las condiciones topográficas y meteorológicas. aquella que, en forma de paquetes, domina en
otros sitios de la montaña.
Ubicación: el valle de Canzacoto, al borde del nuevo
camino de Quito a Manabí, más o menos a 2000 m. Se ha trazado el dibujo de tal manera que per-
de altitud. mite ver, desde la mayor distancia, el perfil de
la ladera del monte hacia el occidente y hacia
el noroccidente; sin embargo, la configuración
PINTURA 19 de esta ladera de la montaña se ha bosquejado
sólo ligeramente. Pero no por eso el especta-
EL ILINIZA VISTO DESDE EL SUR dor tiene que caer en la falsa suposición de
que todo lo que abarca la pintura pertenece a
La localidad desde la que se ha trazado el esbo- la formación volcánica del Iliniza. Por el con-
zo es Guagrahuasi (3923 m.), no lejos del cami- trario, esta formación, precisamente en este
no que lleva de Santa Ana de Tiupullo a Sigchos. lado de la montaña, no podría haber alcanzado
una extensión muy considerable ni, especial-
En el presente dibujo se muestra, en primer lu- mente, ningún gran espesor; si bien no hay que
gar y de la manera más clara, la diferencia de deducir con certeza los límites de la región del
distribución topográfica que existe entre la Iliniza únicamente a partir de la configuración
configuración del lado occidental del zócalo de la superficie. Pero la circunstancia de que
del Iliniza y la de su flanco oriental, tal como aparecen rocas de formaciones más antiguas
nos lo presentaba la pintura No. 15. Mientras en extensión muy grande, precisamente en los
en ésta se podía observar una distribución del alrededores del Iliniza, lleva a la suposición de
zócalo en anchas lomas divididas por quebra- que la base de éste consta de igual material y
das profundas, vemos aquí la superficie del que no se la debe buscar a una profundidad
flanco occidental compuesta de elevaciones demasiado grande 29. Además de estas antiguas
en forma de protuberancias y paredes, muchas rocas (a cuyo aporte a la constitución de la

29
Rocas de la base no volcánica del Iliniza: No. 2358 – 2379.

115
montaña debemos atribuir exclusivamente el por su forma y su curso, como antiguas corrientes
que el Iliniza sea accesible incluso por su flan- de lava. Estas corrientes suavemente inclinadas y
co occidental, lo que no ocurre con el Cora- cubiertas de una densa capa de materiales erosio-
zón, Atacazo y Pichincha, porque las faldas occi- nados y por una capa de humus, han formado, en
dentales de estos montes van a dar directamente el flanco occidental del Iliniza, la extensa región al-
a la región selvática de las tierras bajas cálidas), ta del páramo que es su peculiaridad, a diferencia
también los depósitos aluviales, cuyo espesor es de las otras montañas volcánicas de la cordillera
de cientos de metros, han contribuido a la com- occidental, y la hace accesible por este lado.
posición de la parte baja de las laderas del monte
desplegadas ante nosotros. El tránsito entre la estructura superior y el zócalo
lo hacen posible, también aquí, los grandes y es-
La aguda pirámide sur del Iliniza, la que queda carpados depósitos de escombros, cuya oscura
más cerca del espectador, exhibe, en este lado, coloración contrasta vivamente con la cubierta
unos ventisqueros tan abundantes que sólo en de nieve y hielo que se inicia inmediatamente so-
pocos sitios ha quedado descubierta la roca; en bre ellos. Estas acumulaciones de escombros del
cambio, la cumbre norte de la montaña, vista des- flanco occidental son mucho más segmentadas
de aquí, parece una pared extensa y escarpada, que en los otros lados de la montaña y; por cier-
entre cuya delgada cubierta de nieve asoma aquí to, como efecto de los hondones más numerosos
y allá el armazón de roca que la sustenta. Entre que están entallados al pie de las pirámides, resal-
las dos cumbres queda el hondón de Cutucuchu, tan claramente en el dibujo. El más importante de
lleno de escombros glaciares, cuyas proporciones ellos, el hondón de Cutucuchu, queda entre las pi-
se pueden deducir de las pinturas No. 20 y 21. rámides directamente bajo el ensillado que las
une y se distingue por los paquetes de lava, bien
expuestos, de sus abruptas paredes. A la izquier-
PINTURA 20 da se notan las quebradas de Quilluturo y Guajala
que nacen del pie de la cumbre norte. Debajo del
EL ILINIZA VISTO DESDE EL OCCIDENTE pico sur queda el amplio corte del hondón del río
Blanco, del cual nace el riachuelo de este mismo
La localidad desde la que se trazó el esbozo es Pu- nombre; y, algo más allá, hacia la derecha, sigue el
cará de Chisaló, a 3259 m. sobre el nivel del mar. valle llamado Sumfohuaico.

El lado occidental del Iliniza que, expuesto ya en Las dos pirámides se presentan desde el lado oc-
la pintura precedente, por cierto sólo en su con- cidental como agudas montañas cónicas, de cu-
torno y su perfil más general, llamó nuestra aten- yos voluminosos ventisqueros sobresale, sola-
ción por su configuración distinta de la de los ve- mente en pocos sitios, la roca desnuda. Al pie del
cinos volcanes, está aquí a la vista con toda clari- pico norte se hace visible Rayo-loma, como punto
dad y con todos sus detalles. En primer lugar sor- más alto de la línea de crestas. Mucho más hacia
prende de nuevo la diferencia entre su amplio zó- la derecha del pico sur asoma la cumbre del cono
calo, suavemente inclinado en sus partes altas, y eruptivo Tisisichu, por sobre la loma de Guagra-
la escarpada estructura superior con las dos pirá- huasi, que ha servido de ubicación para el esbozo
mides. La superficie del zócalo está constituida de la pintura No. 19.
por un gran número de cuchillas y lomas, ambas
extensas, redondeadas, separadas por pequeños El observador no debe caer en la creencia de que
valles y que ya desde lejos se revelan al experto, la significativa serranía de Gulugasí, que en la iz-

116
quierda de la pintura parece estar estrechamente Este es un gran cuadro al óleo que, con tintes co-
unida al Iliniza y separada de él sólo por un valle piados al natural, nos da la visión del Iliniza que
producido por la erosión, sea una estribación del ya fue presentada en la pintura No. 20, pero allí,
mismo. Esta sierra pertenece, muy probablemen- coloreada sólo parcialmente30.
te, como todo el primer plano del dibujo de este
lado de la profunda quebrada de Hatuncama, a la Altitudes del Iliniza y de sus alrededores m.
antigua formación no volcánica de la cordillera
occidental. Cumbre sur del Iliniza (T) 5305

Nuestra ubicación permite ver muy bien la impo- Cumbre norte del Iliniza (T) 5162
nente formación de escombros aluviales que ha
rellenado valles y que luego ha sufrido de nuevo, Ensillada entre ambas cumbres,
en gran parte, la erosión del río Hatuncama y sus lado oriental 4849
pequeños afluentes. Abarcamos con la vista tres
de estas llanadas o terrazas de escombros: a Borde de la ensillada en el lado
nuestros pies está la más pequeña, con la hacien- occidental 4600
da Chisaló; al frente, más allá del río Hatuncama,
una más grande, con la hacienda El Pongo; y más Pie del glaciar que rellena la ensillada
hacia abajo, en el mismo lado, sigue la extensa te- entre las dos cumbres, lado oeste 4484
rraza llamada Llano de Chir. El material de esta
formación aluvial, que corresponde a la naturale- Límite inferior de la nieve, en el lado
za de las montañas circunvecinas, es muy mezcla- oeste, junto a Cutucuchu 4653
do. En la pintura se encuentran señalados con nú-
meros, los siguientes puntos: Límite inferior de la nieve en el lado
nordeste de la cumbre sur, loma Milín 4771
1. Cumbre sur; 2. cumbre norte; 3, hondón de Cu-
tucuchu; 4. Tisisichu; 5. hacienda El Pongo; 6. ha- Paquete de lava horizontal de la cumbre
cienda Chisaló; 7. Tupaliví; 8. Llano de Chir; 9. río sur que sobresale de la cubierta de nieve 4824
Hatuncama; 10. cordillera de Gulugasí; 11. río
Blanco; 12. Sumfohuaico; 13. quebrada Guajala. Cumbre alcanzada el 7 de enero de 1874
en la pirámide de la cumbre sur 4981

PINTURA 21 Límite superior de la vegetación en el


lado oriental 4754
EL ILINIZA VISTO DESDE EL OCCIDENTE
Límite superior del bosque de la Panza
La localidad desde la que se ha trazado el esbozo (polylepis incana), en el lado oriental 4344
es Pucará de Chisaló, a 3229 m. sobre el nivel del
mar. Límite inferior del pajonal junto a
Patasala 3302

30
Ambas pinturas han sido trazadas directamente a partir del panorama natural, casi desde la misma ubicación, aunque totalmente inde-
pendientes la una de la otra.

117
Límite superior del bosque de matorral Río Blanco, paso hacia Sumfohuaico,
entre Chucupuchu y Yana-yacu 3799 lado suroccidental 3972

Pirámide de la cumbre norte Sumfo-huaico, lado suroccidental 3972

Rocas sobre Guajala 4396 Loma de Guagrahuasi 3923

Hondón de Guajala 4100 Tisisichu, cono de erupción en el lado sur 4241

Cruz-loma, filo de Atatinqui 4365 Ladera de Tisisichu, Chiri-yacu 3803

Cruz de Atatinqui 4187 Ladera occidental del Tisisichu, junto


a Patasacha 3599
La piedra parada 4510
Llano de Curiquingue 3551
Rumicruz, unión de Rayoloma con la
vista rocosa de la pirámide 4444 Portada de Huinzha 3621

La ensillada más alta de esta arista 4521 Hacienda Razu-yacu 3382

Rumipungo 4129 Toacaso, aldea 3261

Hondón de Quilluturu 4366 Plaza San Miguel, lado oriental 4492

Hondón de Cutucuchu, campamento de Loma de San Miguel, lado oriental 4376


carpas 4227
Quebrada de Huertasacha en la unión
Pie de los grandes derrumbos en el de muchas quebradas 3948
hondón de Cutucuchu 4378
Quebrada de Huertasacha, al pie de
Raya-huaca, en la ensillada entre la roca Rumiñahui 4198
Iliniza y Corazón 4023
Loma Milín (Tuntulujín), al pie de la loma 3520
Pie del cerro Pilongo, junto a la
Huertasacha 3740 Loma Siempreviva 3829

Cima del cerro Pilongo 4042 Cuchihuasi, unión de quebradas 4143

Pilongo-huaico 3563 Comienzo del arenal sobre la loma


entre Chucupuchu y río Blanco 4186
Pirámide de la cumbre sur
Cunuc-poquio 4155
Hondón del río Blanco, lado suroeste 4036

118
Río Blanco, vado en el camino de Toacaso PINTURA 22
a Chaupi 3484
LOS CERROS DE CHAUPI VISTOS DESDE EL
Río Blanco, junto a Pastocalle 3150 NORTE

Unión de los dos brazos del río Blanco Ubicación: cerrito de la Moya (3576 m.) en la fal-
junto a la hacienda río Blanco 3625 da sur del Corazón. Las cumbres y lomas de los
cerros de Chaupi están dispuestas aparentemen-
Hacienda de Ordoño 3605 te sin orden, tal como se presentan al viajero, es-
pecialmente en toda la carretera de Machachi a
Punto más elevado del camino entre Latacunga, pero si las consideramos desde la ubi-
Toacaso y Chaupi 3809 cación bastante alta escogida para esta pintura,
vemos que forman un edificio volcánico unitario,
Chaupi, hato 3365 en el que descubrimos varios de los rasgos carac-
terísticos que encontramos en muchas de las
grandes montañas volcánicas del altiplano. Ve-
mos en una hondonada, muy abierta hacia el nor-
V. LOS CERROS DE CHAUPI te y en forma de caldera, el hondón de San Diego,
que está rodeado de tres cumbres principales: el
Los cerros de Chaupi surgen como una formación cerro de Santa Cruz, el Pupuntío (3937 m.), y el ce-
volcánica especial entre el Iliniza y el Rumiñahui, rro Saguigua (3847 m.) A pesar de lo escarpado de
pero se unen a considerable altura con la falda las paredes de este valle, sólo en los pocos sitios
oriental del primero y empalman con la falda en donde han tenido lugar deslizamientos, afloran
oriental del segundo, a través de la ancha y eleva- rocas muy disgregadas31, porque todo el macizo
da ensillada de Tiupullo (Huinzha 3604 m.). De es- está cubierto por una densa vegetación de pára-
te modo surge el gran nudo que divide las dos ho- mo y, en partes, contiene también algo de bosque
yas de Quito y Latacunga. de matorrales; y, esta circunstancia, en conexión
con la profundidad relativamente pequeña de la
Vistos desde la mayoría de los costados, los ce- caldera, es lo que no deja ver enseguida la gran
rros de Chaupi se ven como un grupo muy irregu- semejanza con los hondones de un Rumiñahui,
lar de pequeños conos montañosos y lomas, de Pasochoa, Cusín-urcu, etc.
donde puede provenir el que no hayan recibido,
de parte del pueblo, ningún nombre común. El he- La llanura pantanosa en la falda norte del macizo
cho de que la mayor parte de su terreno pertenez- de Chaupi, en la que se distingue el hato de Chau-
ca a la hacienda Chaupi, justifica el nombre que pi, es la parte más alta del extenso valle de Ma-
nosotros hemos elegido. chachi, rico en pastizales; inmediatamente detrás
del macizo y del nudo comienza la estéril llanura
de Latacunga.

Este panorama se presenta grandioso por el mar-


co que lo rodea: a la derecha emergen, por enci-

31
Rocas de los cerros de Chaupi: No. 2349 – 2357.

119
ma de las nubes, las dos pirámides nevadas del Ili- 23.B. LOS CERROS DE CHAUPI DESDE EL LADO
niza, y a la izquierda se eleva el imponente cono SURORIENTAL
del Cotopaxi, sobre la ladera del Rumiñahui.
Ubicación: Cerro Putzulagua, a 3515 m. de altitud,
junto a Latacunga
PINTURA 23
23.C. LOS CERROS DE CHAUPI DESDE EL LADO
CUATRO VISTAS DE LOS CERROS DE CHAUPI ESTE-SUDESTE

Los cerros de Chaupi, vistos desde el sureste, el Ubicación: Hacienda de San Elías, junto a Mulaló,
sur, y el suroeste, como están representados en a 3165 m. de altitud.
los cuatro dibujos de la pintura 23, se muestran
completamente distintos y con más subdivi- 23.D. LOS CERROS DE CHAUPI DESDE EL LADO
siones que en la pintura precedente. Mientras NOROCCIDENTAL
hacia el norte circundan el hondón de San Die-
go, como una corona de cráter cerrada, en su Ubicación: Loma de Siempreviva, a unos 3800 m.
flanco exterior se presentan como un macizo de altitud, en la falda oriental del Iliniza.
atravesado por profundas crestas quebradas y
valles, de cuya cumbre central, en forma de pi- Altitudes de los cerros de Chaupi y de sus
rámide, emergen crestas a manera de contra- alrededores m.
fuertes que se extienden a gran distancia como
lomas periféricas alargadas (muy claramente, Cumbre de Pupuntío 3997
en especial en el croquis 23.A). La aparente
desproporción entre la anchura y la altura es- Cumbre de Saguigua 3847
casa de este edificio volcánico, no puede elimi-
nar su semejanza con algunas de las más gran- Tungipungo, ensillada entre el
des montañas volcánicas, por ejemplo el Qui- Pupuntío y el Saguigua 3626
lindaña, en el que un cuerpo piramidal céntri-
co está rodeado por lomas a manera de contra- Cruz-loma, ensillada entre los cerros
fuertes y, por decirlo así, sostenido por ellas. de Chaupi y el Iliniza 3772
Estas analogías comunican un alto interés tam-
bién a las formas relativamente pequeñas y Huinzha, ensillada entre los cerros de
menos vistosas de estructuras de naturaleza Chaupi y el Rumiñahui 3604
volcánica, como los cerros de Chaupi, por
cuanto en ellas, como precisamente aquí, en- Cargadero-huaico, llanura entre los cerros
contramos un punto de apoyo para un intento de Chaupi y el Iliniza 3521
global de esclarecimiento de su origen.
Hondón de San Diego 3548
23.A. LOS CERROS DE CHAUPI DESDE EL LADO
SUROCCIDENTAL Quebrada de Curiquingue, al pie de
Humozili 3433
Ubicación: Loma del río Blanco, a unos 3600 m. de
altitud, en la ladera oriental del Iliniza. Chisinche, hacienda 3200

120
Puente de Jambelí 3189 delimita el valle de Chillo hacia el occidente y
que se puede observar desde el Tablón de Chin-
Quebrada Unión 3472 quiltina, al norte, hasta mucho más lejos, sobre
la loma de Poingasí, por el sur; 4) en el hecho de
Chisinche, Cruz de Tiupullo 3552 que atrae la atención del espectador sobre la si-
tuación de la relativamente pequeña montaña
Santa Ana de Tiupullo, tambo 3150 volcánica Ilaló32 , cuya base forma el actual piso
del valle de Chillo y parece estar mucho más
Cerrito de Callo 3170 abajo que la de los volcanes colindantes.

En la pared rocosa occidental del valle de Chillo


PINTURA 24 el geólogo distingue, sin dificultad, el empinado
descenso de una meseta de sedimentación. Se-
SEGUNDO PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL gún esto, el valle de Chillo se originó porque una
ECUADOR antigua meseta fue desmantelada por la erosión,
hasta tener la altura del actual piso y de ella no
Este cuadro nos presenta la cordillera occidental ha quedado, en su primitiva altura, sino una es-
de la provincia de Pichincha, con las montañas trecha franja, a saber, la que ahora bordea la fal-
volcánicas Iliniza, Corazón, Atacazo, Pichincha, da de la cordillera occidental: del Pichincha y de
páramo de Calacalí, Pululagua, y el pequeño Ilaló, los cerros de Calacalí.
en el valle de Chillo.
El fondo aparentemente plano del valle de Chillo
La localidad desde la cual se ha trazado el es- está surcado por muchas cuencas en forma de
bozo es el hato de Quinchucajas, en el cerro cañón. En las paredes casi verticales de hasta
Pambamarca (cordillera oriental), a 3560 m. so- 100 m. de alto de estos cañones, se hallan ex-
bre el nivel del mar, y más o menos a 100 m. so- puestos depósitos estratificados de toba y gra-
bre el piso llano de la parte baja del valle de va. En las quebradas más profundas y caudalo-
Chillo. sas están la del río Chichi, Guambi, Pita y río San
Pedro. De la unión de estos ríos se forma el río
Lo instructivo del cuadro está en: 1) la visión de Guayllabamba (llamado más adelante río Esme-
conjunto que ofrece con respecto a la configura- raldas). En los sitios en que este río perfora la
ción y sistema de alineamiento de las seis gran- formación de toba, hasta el basamento rocoso,
des montañas volcánicas mencionadas; 2) en la la toba ha quedado desnuda en unos 1000 m. de
exhibición del amplio valle de Chillo que aquí se altura. También la ubicación de este punto en su
domina en casi toda su extensión longitudinal escenario, que es uno de los más notables de to-
de sur a norte, desde el pie del Pasochoa hasta da la altiplanicie del Ecuador, se puede obser-
el pie del Mojanda, y mediante esto se posibilita var, en el dibujo, allí, donde figura el pueblo de
la comprensión de las relaciones topográficas Guayllabamba.
que existen entre este valle y la cadena de mon-
tañas volcánicas occidentales; 3) en el exacto No se puede pasar en silencio un suceso histórico
esbozo y reproducción de la pared rocosa que que se vincula con el valle de Chillo. Aquí, en la loma

32
Rocas del Ilaló: No. 946 – 968.

121
de Caraburo, entre el río Guambi y la quebrada VI. CERROS DE CALACALÍ
Cartagena, tuvo lugar la medición de la base
de triangulación, que sirvió de fundamento pa- Los cerros de Calacalí, llamados también pára-
ra la medición francesa de grados, por La Con- mos de Calacalí, a los que no se ha dedicado
damine y Bouguer (1736 – 1744). ninguna pintura particular, están representa-
dos todos de la manera más clara en el panora-
Como puntos de orientación, en este panora- ma II (pintura 24). A una mayor distancia se
ma, hay que destacar especialmente: el Rumi- nos presentan en el panorama IV (pintura 47),
ñahui y Pasochoa (hacia el borde izquierdo del y finalmente, colocados muy cerca de nosotros
cuadro), las regiones de Machachi, Tambillo, pero sólo ofrecidos en ciertas de sus partes,
La Viudita (del Atacazo), cerro Ungüí, el Pane- en las pinturas 25 y 27, que se ocupan de los
cillo de Quito, la incisión en forma de valle del alrededores del Pululagua.
río Machángara, la quebrada del Cunturgua-
chana, Tablarumi (en el lado norte del Pichin- Sobre la situación de este grupo de montes en
cha), así como las aldeas de Zámbiza, Tumba- relación con el Pichincha y el Pululagua, nos
co, Puembo, El Quinche y Malchinguí. orienta principalmente el panorama II (pintura
24), el cual justifica nuestra opinión según la
Las distancias en línea recta desde la ubica- cual consideramos al páramo de Calacalí como
ción del espectador, desde Quinchucajas hasta una estructura independiente, aun cuando en
algunos de los principales sitios en el campo su apariencia externa no da en absoluto la im-
visual del dibujo, expresadas en kilómetros, presión de ser una montaña volcánica unitaria.
son aproximadamente las siguientes:
El miembro principal de todo el grupo monta-
Hasta el Iliniza 82 Km. ñoso lo constituye una cadena arqueada casi
Hasta el Guagua-Pichincha 42 Km. en forma de herradura que está dividida en
dos mitades por medio de una ensillada. La
Hasta el Corazón 66 Km. cumbre de la mitad occidental se llama Con-
Hasta el páramo de Calacalí dorcocha (3681 m.), la de la mitad oriental, ce-
(cerro Condorcocha) 33 Km. rro Mantingo (3527 m.). Fuera de estas dos
cumbres principales, existen otras más peque-
Hasta el Atacazo 50 Km. ñas que unidas entre sí por medio de lomas
Hasta el Pululagua más bajas, en partes se alzan en las laderas ex-
(cerro Maucaquitu) 37 Km. ternas de la ya mencionada montaña principal,
Hasta el cerro Ungüí 38 Km. y en parte constituyen la unión con el Pichin-
Hasta el cerro Ilaló 26 Km. cha, por el sur (pintura 8), y con el Pululagua,
por el norte (pintura 27). Si bien, por el dobla-
miento en forma de herradura de la cadena
principal, se obtiene un valle en forma de cal-
dera, sin embargo esta forma no representa un
auténtico valle de cráter o caldera.

En este valle encajonado queda el pueblo de


Calacalí (2792 m.), al cual debe su nombre el
páramo.

122
Sobre las condiciones de depositación y la na- Bifurcación del camino a Zámbiza,
turaleza de las rocas que construyen las monta- ensillada 2898
ñas, no se puede decir nada determinado por-
que ellas están sepultadas por todas partes ba- Miraflores, hacienda por encima de la
33
jo una enorme cubierta de toba de cangagua . hacienda Monteserrín 3040

Lo poco autorizados que estamos para dar un jui- Zámbiza, aldea 2638
cio sobre la primitiva contextura de estas monta-
ñas se deduce, además, por el hecho de que ellas Comienzo de la bajada hacia el río
sobresalen propiamente sólo en la parte superior San Pedro 2500
de la enorme terraza de toba del valle de Chillo,
que rodea también al Pichincha y al Pululagua Unión del río San Pedro con el río
(véase el panorama II —pintura 24— y las pintu- Chichi, por debajo de Zámbiza 1130
ras No. 27 y 29).

Altitudes de los cerros de Calacalí y de sus


alrededores VII. EL PULULAGUA
Los montes y sus laderas m. El Pululagua cierra, por el norte, la serie de mon-
tañas volcánicas que comenzando por el sur con
Condorcocha, cumbre occidental del el Iliniza, forman el marco occidental de la hoya
páramo de Calacalí 3681 de Quito. En comparación con las demás monta-
ñas de esta parte de la cordillera, el Pichincha,
Cerro Mantingo, cumbre oriental Atacazo, Corazón e Iliniza, mantiene una posición
del páramo de Calacalí 3527 tanto más peculiar cuanto que no se destaca, o lo
hace de modo insignificante, sobre su zona cir-
Portachuelo de Calacalí 3300 cundante; y su cráter, como las antiguas monta-
ñas no volcánicas, parece estar hundido. Además
Cochapamba 2925 sus faldas y laderas externas están enterradas en
todo su perímetro bajo profundos depósitos de
Cruz de Calacalí 2881 escombros y tobas, y no se vislumbra su verdade-
ra naturaleza y significado antes de situarse enci-
Calacalí, aldea 2792 ma del borde del cráter y mirar hacia abajo, con
estupor, su soberbia y amplia caldera, en cuya sa-
Pomasqui, aldea 2507 lida hay un gran cono de erupción. La peculiari-
dad de esta montaña volcánica respecto a su zo-
Puntos del escalón oriental que mira al na circundante, resaltará con claridad especial-
valle de Chillo m. mente en la primera de las pinturas que se le de-
dica (No. 25).
Chaupicruz 2818

33
Rocas de los cerros de Calacalí: No. 574.

123
PINTURA 25 cerca impide seguir con la vista la cordillera
oriental más hacia el sur; sólo a través de un
EL PULULAGUA VISTO DESDE EL SUR, JUNTO pequeño corte asoma una parte de los montes
CON LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS PIÑÁN, CO- de Pambamarca. El profundo valle del río
TACACHI, CHANCHAGRÁN, IMBABURA, MO- Guayllabamba rompe la cordillera occidental y
JANDA, ANGOCHAGUA Y CAYAMBE separa, al Mojanda y a la serranía de Chancha-
grán, de los montes que están cercanos a no-
Ubicación: cerros de Calacalí, junto a Condorco- sotros y que tienen como punto céntrico al Pu-
cha, a 3650 m. de altitud. Esta pintura ofrece una lulagua y que llenan todo el primer plano de la
idea ilustrativa de las condiciones topográficas pintura.
de la cordillera occidental, especialmente de su
parte situada entre el Pichincha y el valle de Por la poca vistosidad de su configuración ex-
Guayllabamba, pero también nos presenta una se- terna, pareció indicado destacar en el cuadro
rie de montañas volcánicas ya conocidas, en una al Pululagua, mediante un colorido café claro y
nueva relación mutua de ubicación. El observa- hacerlo así visible al espectador, éste se pro-
dor tiene el Pichincha a sus espaldas y mira hacia yecta sobre la cadena de los montes de Chan-
el norte. En el lejano horizonte (a la izquierda), chagrán y sus estribaciones occidentales, y
aparece el páramo de Piñán, cuya cima principal, sus puntos más salientes son el Sincholagua
el Yana-urco, se ve sólo como una elevación sin del Pululagua 34, el cerro Maucaquitu, el cerro
importancia. Ya mucho más grandiosa, por estar de Marca y el cerro de la Monja. En el lado que
colocada más cerca, aparece la pirámide rocosa mira hacia nosotros, la falda rellenada de toba
del Cotacachi, recubierta de nieve. Sus faldas es- del Pululagua cae en dirección norte, abrupta-
tán en parte ocultas tras las estribaciones occi- mente hacia el valle de Guayllabamba; por el
dentales de la serranía de Chanchagrán, con múl- oriente se une a la meseta de toba de Pomas-
tiples cumbres, que separadas por medio de una qui y San Antonio, y hacia el norte se conecta
ensillada, forman la continuación de la cordillera a través de una baja ensillada, con las monta-
hasta el valle de Guayllabamba. Casi en mitad de ñas de Calacalí, igualmente cubiertas de toba y
la pintura, situado transversalmente a la parte cuyas últimas estribaciones ocupan la parte
principal de la cordillera, se eleva el ancho maci- derecha del primer plano del dibujo. A nues-
zo del Mojanda, con sus dos cumbres principales: tros pies queda el bifurcado valle de Calacalí,
Fuyafuya y Yana-urcu. cuyas altas terrazas constan de tobas claras
de piedra pómez, mientras que el fondo más
Una alta ensillada le une con los montes de abajo está allanado por grava aluvial. El inte-
Chanchagrán o Escaleras, y a esta ensillada de- rior del cráter del Pululagua y su interesante
bemos el poder contemplar una gran parte del lado occidental se ven y se comentan en las
hermoso cono del Imbabura. A la derecha del cuatro pinturas siguientes.
Mojanda y sobre la cordillera, aparece en sus
anchas bases, el nevado Cayambe, junto al
cual apenas se distingue la serranía de Ango-
chagua, que se extiende al norte y se muestra
borrosa en la lejanía. Todo lo que nos rodea de

34
No confundirlo con el Sincholagua de la cordillera oriental.

124
PINTURA 26 crecidos en estrecha unión, de los cuales el uno
es unos 300 m. más bajo; sin embargo, ambos, jun-
EL CRÁTER DEL PULULAGUA, CON EL PONDO- to con la protuberancia que circunda en forma de
ÑA, VISTO DESDE EL SUR semicírculo hasta media altura el cono más bajo,
parecen haber sido producto de una misma y úni-
Ubicación: Ventanillas, 2847 m. ca erupción35.

Estamos en el punto más bajo de la muralla que


rodea el cráter, por el cual pasa el camino que PINTURA 27
desciende a la hacienda del fondo del mismo. Do-
minamos con la vista el valle de la Caldera, casi en EL CRÁTER DEL PULULAGUA, CON EL PONDO-
toda su extensión. Las altas paredes están consti- ÑA, VISTO DESDE EL NORTE
tuidas en parte de toba y en parte de compactos
paquetes de lava, pero están cubiertas sobre todo Ubicación: Cerro Maucaquitu, de 3290 m.
en sus faldas, por escarpados amontonamientos
de escombros, y en varios sitios se han presenta- Nuestro alto punto de ubicación, que más o me-
do, en una época aún más reciente, caídas de ma- nos queda frente al escogido para la vista anterior
terial rocoso en gran escala: los llamados derrum- (pintura 26), nos permite una amplia visión hacia
bos. Frente al espectador está la cumbre más alta, el sur, por sobre los bordes del cráter del Pulula-
Maucaquitu. A la derecha cierra el cuadro la cum- gua. La parte media de la pintura la ocupa el an-
bre oriental que, desde aquí, aparece muy empi- cho macizo del Pichincha que se extiende desde
nada, Sincholagua del Pululagua; y a la izquierda, el nordeste hacia el suroeste, con sus varias cum-
enteramente en primer plano, se levanta, sobre el bres y picos. Las partes que pertenecen al Rucu-
camino, la pared escarpada del cerro de la Monja. Pichincha se distinguen claramente de las blan-
Pero lo más notable en el Pululagua es el cono de quecinas paredes y pendientes de escombros que
erupción Pondoña, de más de 700 m. de altura, rodean al cráter del Guagua-Pichincha. Más allá
que se yergue escarpado y aislado, que ha cerra- vemos cómo los montes de Calacalí se anexan al
do la ancha salida occidental del valle y que so- Pichincha, rodean en un amplio semicírculo el va-
bresale casi a la misma altura que el Maucaquitu lle de Calacalí, y con una delgada línea de cum-
(3296 m.). Este cono de erupción está formado de bres, van a dar al Pululagua. Sobre estas crestas y
sólida lava y parece haberse originado en un pe- más hacia la izquierda, se destacan en el horizon-
ríodo de actividad volcánica muy posterior al te los tres nevados: Cotopaxi, Sincholagua y Qui-
mismo valle del cráter. Más recientes deben ser lindaña, y bajo ellos surge del valle de Chillo, el
los potentes depósitos de toba y escombros que achatado Ilaló.
llenan sus faldas y que han rellenado todo el fon-
do del cráter, de tal manera que el estado actual El aspecto de la parte interna de las paredes de la
no representa las alturas y profundidades origina- caldera del Pululagua es semejante al de la pintura
les. Este depósito de toba debió ser temporal y 26, aunque ahora tenemos, a la izquierda, la cum-
genéticamente idéntico al valle de Calacalí, y tal bre del Sincholagua del Pululagua, y al frente, el ce-
vez también al de la llanura de Pomasqui. El Pon- rro de la Monja; entre los dos está el bajo paso de
doña consta propiamente de dos conos gemelos Ventanillas, desde el cual desciende en zigzag, por

35
Rocas del Pululagua y del cono de erupción Pondoña: No. 468 –573.

125
sobre la pendiente de escombros, el camino a la PINTURA 28
hacienda.
DOS VISTAS DEL PULULAGUA
Del cerro de la Monja se ve bajar, en dirección
al Pondoña, una cresta que en su último extre- 28.A. EL PONDOÑA EN EL CRÁTER DEL PULU-
mo súbitamente se eleva como una pequeña LAGUA, LADO ESTE-SUROESTE
pirámide aguda: el Pan de Azúcar que forma,
en el lado suroeste, el remate de las paredes Este croquis, y el que sigue, tiene como finalidad
volcánicas del perímetro del cráter y la cadena completar la imagen que hemos tenido del cono
sobre la que se proyecta, en la pintura, el Pon- de erupción del Pondoña y que éstos lo presentan
doña. Además, partiendo del cerro de la Mon- visto desde una ubicación más baja, en todo su
ja, al parecer es la continuación de la pared del aislamiento y en toda su magnitud. Sobre los de-
cráter y pertenece a una formación geológica talles del dibujo podemos orientarnos fácilmente
antigua, en la que figuran principalmente, dio- según lo considerado en la pintura 27; especial-
36
rita, diabasa y porfirita . De la misma forma- mente llama aquí la atención, el bloque amuralla-
ción antigua es la gran serranía, que más hacia do (3), al pie del pequeño cono. A la izquierda, al
el fondo (señalada en la pintura con color ver- pie del monte, está la aguda pirámide del Pan de
de) y saliendo desde el Pichincha, desciende a Azúcar (2), y en la parte derecha de su falda, no-
las tierras bajas occidentales. El cráter del Pu- tamos una pequeña formación similar (1), pero
lulagua está también en contacto inmediato que pertenece a la misma masa eruptiva del Pon-
con la montaña no volcánica y en parte está in- doña.
crustado en ella. A la derecha, y en la parte ba-
ja de la pintura, se ve cómo también la falda de 28.B. EL PONDOÑA EN EL CRÁTER DEL PULU-
éste se encuentra rodeada por potentes terra- LAGUA, LADO OCCIDENTAL
zas de toba y principalmente de escombros de
grava que forman extensas mesetas 37. En el croquis de abajo, que nos muestra la vis-
ta occidental del Pondoña, éste aparece como
En el Pondoña se destaca, desde aquí, espe- un cono gemelo de forma sencilla y regular, sin
cialmente la relación del abultado perímetro partes accesorias. Aquí, puede ponerse aten-
de las paredes con el pequeño cono; incluso el ción especialmente al primer plano, que pre-
punto más alto no parece tan regular desde el senta un par de cortes casi verticales en el de-
lado de atrás. pósito de escombros de grava de esta zona y
que, así, nos da una idea del gran espesor de
éstos. Las paredes muestran una estratifica-
ción horizontal y muchos pequeños canales de
agua que, en el material deleznable, producen
formas de erosión como las tan características
que se encuentran en las paredes de los caño-
nes de América del Norte.

36
Rocas del basamento no volcánico del Pululagua; No. 582 - 601
37
Lo mismo muestra el croquis 28.B a través de una pared abierta, casi perpendicular.

126
PINTURA 29 Alchipichi; encima hay una terraza muy delgada
que se extiende hacia la izquierda, en la llanura de
EL PULULAGUA VISTO DESDE EL ORIENTE San Antonio de Lullubamba; el tercero y más alto
escalón forma la llanura que rodea la falda sur del
La localidad desde la que se ha trazado el esbo- Pululagua y que se transforma en su cubierta de
zo es una elevación junto a la hacienda Alchipi- toba.
chí (2101 m.), en la pendiente occidental del
Mojanda. La región de toba de piedra pómez pertenece a lo
más seco y yermo del altiplano; algunos cactus
Casi no hay otra región en el Ecuador, en que la espinosos y arbustos de mimosas, además de una
toba volcánica presente un espesor tan enorme y pocas y pequeñas acacias en forma de sombrilla,
afloramientos tan magníficos como la de la bre- constituyen la parte principal de la escasa vegeta-
cha de la cuenca del Guayllabamba, entre el Pulu- ción. Sólo donde es posible regar artificialmente
lagua y el Mojanda. Esta formación constituida las terrazas, lucen éstas con el alegre verde de las
preponderantemente por tobas estratificadas de plantaciones de caña de azúcar y campos de alfal-
piedra pómez de color muy claro, comienza ya al fa. Uno de estos oasis queda a nuestros pies, en la
sur, y corre a manera de elevada terraza, a lo lar- llanura de Alchipichi, que representa el escalón
go del valle de Chillo y de Tumbaco, recubriendo más bajo de la pendiente derecha del valle.
las faldas del Pichincha y del macizo de Calacalí,
como también las del Pululagua. Cuanto más pro- 29.A. HOJA DE ACLARACIÓN GEOLÓGICA A LA
fundamente se hunde el río Guayllabamba en esta PINTURA No. 29
formación, aparece ella con tanto más espesor, y
sus altas paredes abruptas se ven también tanto Este croquis geológico a color es una copia de la
más desgarradas. Sólo en los sitios más profun- pintura No. 29 y nos ilustra, más claramente toda-
dos del estrecho encañonado, pero adonde no al- vía que aquella, las relaciones del Pululagua con
canza nuestra mirada desde la ubicación en que la gran formación de toba. Se destacan sólo las
estamos, hay sólida lava y desde allí, la altura de partes más altas de la desgarrada corona monta-
las paredes que quedan frente a nosotros y que ñosa, sin embargo, nótese expresamente que el lí-
están señaladas por grandes derrumbos, es de mite superior de la toba debe trazarse sólo en ge-
más de 1000 m. neral mediante un cambio de color, y no con ras-
gos vigorosos.
En donde la zona de toba es más ancha, se distin-
guen diversas terrazas superpuestas; sin embar- Fuera de los montes que rodean directamente el
go, en el lado izquierdo del cañón del río Guaylla- valle de Caldera, sobre los cuales se destaca des-
bamba, no están formadas tan claramente en es- de aquí especialmente el Sincholagua del Pulula-
calones, como en el lado derecho, en el que aho- gua, notamos otras dos cumbres separadas por
ra nos encontramos (cfr. Pintura 30 y 30.A). Clarí- fuera y lateralmente de la pared del cráter: hacia
simamente se dejan ver tres de estas terrazas a lo el sur, el empinado cerro de Marcao Casaminca, y
largo del precipicio que el río Pomasqui ha ido ex- hacia el norte, el ancho cerro Itagua. No se ha in-
cavando en diagonal frente a Alchipichi. La prime- dagado con seguridad si los montes que a la dere-
ra se nota sobre la pared abrupta que se alza des- cha del Itagua descienden al valle de Guayllabam-
de el lecho invisible del río Guayllabamba; de ahí ba están formados todavía por rocas volcánicas,
sigue una pared alta, muy escarpada, por sobre la o pertenecen a la antigua formación, como los
cual baja en zigzag el camino de herradura hacia que quedan más hacia el fondo.

127
Alturas del Pululagua y de sus alrededores el pie del cono y el Maucaquitu 2605

Caldera del cráter m. Falda sur del Pondoña, potrero del


Pululagua 2396
Cerro Maucaquitu o Talcal, cumbre
principal del perímetro norte del cráter 3319 Falda noroeste del Pondoña en Ucal,
llanura inclinada 2181
En sillada del Talcal, cerca de la cumbre 3139
Potrero de la Calera 2476
Ventanillas de Pululagua, la depresión
más profunda en el perímetro sur El Lavadero, al pie del Maucaquitu 2344
del cráter, camino de la hacienda
Pululagua a Pomasqui 2847 Derrumbo de Pailón, borde superior 2266

Fondo de la caldera del cráter, llano de Pailón, quebrada 1985


las tolas, hacienda Pululagua 2508
Calera de Cantilla-yacu 2088
Rinconada, extremo inferior del gran
derrumbo del año 1868 2590 Ruiz-loma 2623

Rinconada, peñascos de tobas, junto Nieblí, hacienda 1917


a la chorrera 2654
Cachuco, hacienda 1570
Pondoña, cono de erupción, cumbre
suroeste 3181 Tarabita de Cachuco, puente de sogas
sobre el río Guayllabamba 1294
Pondoña, cono de erupción, cumbre
nordeste 2940 Bordalanza, loma de escombros 1810

Pondoña, depresión del cráter 2819 Declive externo norte

Pondoña, ensillada entre la cumbre Itagua, cumbre detrás del Maucaquitu 3109
suroeste y la cumbre nordeste 2844
Itagua, la choza india más alta bajo el
Fondo de la depresión inferior crateriforme Maucaquitu 2944
en el lado sur del Pondoña 2688
Tanlagua, hacienda 2559
Pared que rodea esta depresión 2729
Puente de Perucho (río Guayllabamba) 1565
Falda norte del Pondoña, ensillada entre

128
VIII. LA SERRANÍA DE por incontables quebradas, entre las cuales las
más significativas son las de Cuvi y Chorlaví.
CHANCHAGRÁN
La pintura 30 y su dibujo esquemático de explica-
El nombre de Chanchagrán designa, ante todo, só-
ción a color se ocupan del lado occidental de la
lo una cumbre, y por cierto la más alta (3753 m.)
serranía de Chanchagrán, mientras que en la pin-
de una larga cadena que llena el claro entre el Mo-
tura 31 (a la derecha del Mojanda), se nos presen-
janda y el Cotacachi. Mientras se une tan estre-
ta su lado oriental, que aquí está en una sección
chamente con el lado noroccidental del Mojanda
de perfil y no permite apreciar suficientemente la
(que es difícil determinar los límites entre los dos,
verdadera extensión de la serranía (véanse los
sobre todo en sus bases), está separada del Cota-
cuadros 6.A, 7.B, 13.C, 25, 30, 31, 35 –panorama III-
cahi, por el lado norte, por una profunda y ancha
y 48 —panorama V—).
ensillada. Para esta serranía, dividida en diversos
grupos (los cerros de Sigsicunga, cerros de Cam-
Altitudes de la serranía de Chanchagrán y de
bugán o Muenala y cerros de la Escalera), hemos
sus alrededores m.
escogido como designación general y para mayor
brevedad, el nombre de serranía de Chanchagrán.
Cerro Chanchagrán, cumbre principal (T) 3753
Las pinturas 25, 30 y 31 aclaran la situación y la
configuración de estas montañas. Ya de la con-
Picacho de Pataquí (T) 3586
templación de dichas pinturas, salta a la vista que
en estos grupos no nos enfrentamos a montañas
Ensillada entre Chanchagrán y Pataquí (T) 3476
de estructura unitaria que permitan compararse
con el Atacazo, Iliniza, etc., sino que aquí se trata
Picacho de Peña Blanca (T) 3539
de montes cuya naturaleza volcánica no se pude
reconocer a primera vista. A este respecto mues-
El Campanero, cumbre (T) 3455
tran, por tanto, cierta coincidencia con los mon-
tes de Calacalí; sin embargo, en su apariencia ex-
Cerro de Cambugán (T) 3529
terna son esencialmente distintos, lo cual se ma-
Cumbre sur del cerro Cambugán (T) 3577
nifiesta también en que su parte superior no está
cubierta de toba, y la roca in situ38 sobresale en
Cerro de Culchicachu(T) 3597
forma de escarpadas cumbres peñascosas, como
es el caso, por ejemplo, en el cerro de Pataquí
Culchicachu, casas (T) 3312
(3586 m.) y en el de Peña Blanca (3539 m.).

Perugachi, hacienda 2645


Únicamente la parte baja de esta serranía está,
como la del colindante Mojanda, recubierta de un
La Escalera, paso de la provincia de
potente depósito de toba. El espesor de la misma
Pichincha a la de Imbabura 3196
destácase especialmente en el lado occidental
(30.A, dibujo aclaratorio), en el corte de varios
Sigsicunga, hacienda (T) 2951
cientos de metros de profundidad en la cuenca
Tangalí (T) 2889
del Guayllabamba. Desde aquí le vemos surcado

38
Rocas de la serranía de Chanchagrán: No. 352 – 361.

129
Cochapamba, casas 2382 PINTURA 30

Otavalo, población 2581 EL MOJANDA VISTO DESDE EL OCCIDENTE,


CON LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DE CHAN-
San Sebastián, hacienda 2541 CHAGRÁN, COTACACHI, IMBABURA, CAYAMBE
Y PAMBAMARCA
Río Cuvi, camino a Cochapamba 1762
Ubicación: Cerro Maucaquitu en el Pululagua;
Río de los Encuentros, camino desde 3296 m.
el paso de la Escalera hacia Perucho 2402
El panorama en la cordillera occidental, entre el
Cotacahi y el Mojanda, es muy semejante al que
disfrutamos desde los cerros de Calacalí. La posi-
IX. EL MOJANDA ción relativa de la montaña principal es aquí la
misma que la de la pintura 25, pero ahora el Mo-
El Mojanda pertenece a las cumbres volcánicas janda, con toda su amplia base, y el cañón del
del altiplano que no se incluyen ni en la cordillera Guayllabamba, se colocan en el primer plano. En
occidental ni en la oriental. Más allegada a la pri- la falda sur del cono del Cotacachi se nota un pe-
mera, y uniéndose a ella por la serranía de Chan- queño borde de la depresión crateriforme de Cui-
chagrán, forma junto con el Cusín-urcu, una alta cocha. La serranía de Chanchagrán aparece como
pared divisora entre las hoyas interandinas de una cresta larga de tres cumbres que se une con
Quito e Ibarra. Se caracteriza por su amplia coro- el Mojanda a través de la amplia ensillada de la
na de muchas cumbres y por una caldera de crá- que emerge el Imbabura. A la derecha del Mojan-
ter muy extensa. En las cumbres se encuentran da divisamos el Cayambe, que aparece como un
una laguna de cráter grande y dos pequeñas, y punto brillante en toda pintura paisajística. El
además un antiguo cono de erupción. Pambamarca, que se halla en el extremo de la pin-
tura, está insinuado solamente en sus contornos
En el aspecto petrográfico, el Mojanda resulta in- generales y detrás de él se muestra, sobre la cor-
teresante por las hermosas dacitas de su zócalo, dillera oriental, un remoto nevado: es el Sara-ur-
que afloran sobre todo en el corte del cañón del cu, formado de roca esquistosa cristalina (pintu-
39
Guayllabamba . ras 46 y 47).

Para la orientación sobre la posición central del Mirando con mayor atención, el Mojanda se
Mojanda, añadimos que su cumbre, el Fuyafuya, presenta como una montaña volcánica, topo-
se encuentra más o menos a las siguientes distan- gráficamente caracterizada con varias cum-
cias de los montes mencionados a continuación: bres; pero esta estructura en absoluto se
del Pululagua (Maucaquitu) a 23 Km., del Cotaca- muestra en su forma original y sólo sus partes
chi a 26 Km., de Cayambe a 21 Km., y del Pamba- superiores la han conservado en cierta medi-
marca a 26 Km. da, mientras que todo el zócalo se halla oculto
por una densa cubierta de toba, semejante a la

39
Rocas del Mojanda: No. 362 – 467.

130
que tenemos en el Pululagua. En el Mojanda la vuelve aptas preferentemente para el cultivo de
capa de toba se eleva hasta la región del pára- caña de azúcar. Las aldeas de Puéllaro y Perucho,
mo y, en donde termina, hay una densa y negra las haciendas de Alchipichi, Blanco, Conrogal, y
capa de humus que cubre las pendientes hasta otras que vemos aquí, deben su existencia a estos
lo más alto de la cumbre, de manera que en to- oasis en la región desértica de las tobas de piedra
das las partes exteriores de la montaña volcá- pómez. La posición de las aldeas de Malchinguí y
nica se encuentran muy rara vez rocas in situ. Cochasquí corresponde más o menos a la de San
La vista occidental del Mojanda presenta sola- Antonio de Llullumbamba que se halla sobre los
mente tres cimas de su corona: el Fuyafuya más altos escalones que se extienden en forma de
(4294 m.) que pertenece a la corona del cráter, llanura.
el cerro de San Bartolomé (4047 m.) y entre
ambos, el cono de erupción Golongal (4145 Vemos que a la izquierda del Mojanda se asienta
m.). De la cumbre principal y oriental aparece la misma formación de toba en torno a la pendien-
solamente el pico más alto detrás del cerro de te occidental de la serranía de Chanchagrán. En
San Bartolomé: el Yana-urcu (4272 m.). Mucho todo caso, ambas regiones estuvieron en épocas
más característicamente se presenta el cuerpo pasadas superficialmente relacionadas; el valle
superior del Mojanda visto al norte (pintura del río Cuvi, producido por la erosión, las ha se-
31). A los pies del espectador queda el profun- parado y le ha garantizado al Mojanda su inde-
do valle del río Guayllabamba, cuyas configu- pendencia topográfica, incluso en la parte más
raciones de toba aparecen más claramente en baja de sus laderas cubiertas de toba.
el dibujo ilustrativo (30.A).
No hay que dejar sin mencionar que en algunos
30.A. DIBUJO DE ILUSTRACIÓN GEOLÓGICA lugares entre el pueblo de Perucho y Puéllaro, lo
ADJUNTO AL CUADRO No. 30 mismo que en el cerro Campanero junto a Alchipi-
chi, asoman sólidos paquetes de rocas que son
El presente croquis a colores hace juego con el di- elementos de la base del Mojanda y, en parte,
bujo 29.A. Como en éste, el lado izquierdo está también vistosas dacitas semejantes a las que
aquí representado por el lado derecho del valle han constituido el cerro Golongal en el cráter de
de Guayllabamba, con todos sus detalles prove- la cima40.
nientes de la erosión de la formación de toba.
También hay que notar aquí que el límite superior
de la toba en el Mojanda es difícil de determinar- PINTURA 31
se en muchos sitios, y que se ha reproducido só-
lo de manera aproximada mediante el colorido. EL MOJANDA VISTO DESDE EL NORDESTE,
Los escalones inferiores sobre el río Guayllabam- CON LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS CUSÍN-UR-
ba son, en algunos sitios, más anchos que los del CU Y CHANCHAGRÁN
lado derecho del cañón, y vemos estas terrazas
divididas en muchas mesetas pequeñas que, por Localidad desde la que se ha trazado el esbozo: la
tres lados, descienden con escarpadas paredes a falda sur-oeste del Imbabura, a 2788 m. sobre el
quebradas profundas. A estas mesetas se lleva el nivel del mar.
agua de las altas pendientes del monte y así se las

40
Dacitas del Mojanda: No. 395 – 434.

131
Así como la pintura anterior (30) nos puso an- 34 nos llevarán al interior del cráter y al borde
te la vista, la parte occidental del Mojanda, de estas lagunas. Como puntos altos que so-
una de las más agrestes y desgarradas regio- bresalen de la muralla que rodea el cráter, hay
nes del Ecuador, la presente pintura nos trasla- que destacar especialmente: al occidente el
da a uno de los más encantadores panoramas, Fuyafuya que aparece hoy con dos cumbres, el
a las orillas de la laguna de San Pablo, la más cono de erupción Golongal y el oscuro Yana-
hermosa y la mayor del altiplano. Ciertamente urcu en el borde oriental.
el cansado gris del dibujo a lápiz nos hubiera
privado del encanto pintoresco de la región, Los cerros de Santo Domingo que aparecen ca-
por eso ha sido tratado el asunto con una más si con igual altura están hacia el oriente, lejos
exacta reproducción del colorido del paisaje del cráter, y contribuyen especialmente al en-
en una pintura al óleo, la No. 32 de la colec- sanche del macizo del Mojanda en esta direc-
ción. En cambio, este dibujo nos pinta, con ción. En las cumbres en forma de pirámides de
contornos precisos, el edificio arquitectónico las crestas sobresalen, en muchos sitios, ne-
del Mojanda en todos sus detalles, el fraccio- gras franjas; son paquetes de lava in situ, que
namiento de sus pendientes por obra de sus resaltan con frecuencia como pequeños piná-
quebradas, y la disposición de su cumbre ro- culos en los escarpados taludes. El mismo fe-
cosa; nos hace distinguir también, con clari- nómeno notamos también muy claramente en
dad, los límites superiores de los llanos culti- el Cusín-urcu, que se eleva a la izquierda en la
vados, divididos en cuadros, y las partes no pintura. Este monte tendrá su explicación en
cultivadas del monte. Hasta su altura media, la los cuatro dibujos que llevan el número 41;
montaña también está rodeada de toba en este aquí hay que observar solamente su unión con
lado, y de ella emerge un gran número de es- el Mojanda a través de la ensillada de Cajas
carpadas lomas y crestas que se extienden ra- (3099 m.), sobre la cual pasa el camino princi-
dialmente en dirección a un punto céntrico pal de la provincia de Quito a la de Imbabura.
ideal. A cierta altura se interrumpen súbita-
mente y forman pequeñas pirámides termina- En la serranía de Chanchagrán y Sigsicunga,
les que rodean un ancho valle de cráter con es- que a la derecha de la pintura se une con el
carpadas paredes interiores. Este fenómeno Mojanda por el noroeste, apenas se distingue,
tan frecuente en las montañas volcánicas del como ya lo hemos notado, un edificio topográ-
Ecuador se modifica en el Mojanda, de modo ficamente unitario; las diversas partes del mis-
que las crestas, en forma de contrafuertes en mo se agrupan, al parecer, en forma irregular y
la parte más alta del monte, son muy numero- sin relación mutua aparente.
sas y relativamente pequeñas, lo que tiene co-
mo efecto una fuerte segmentación de los de- El borde occidental de la laguna de San Pablo es-
clives externos por medio de surcos. Algunos tá formado por el Curiloma, una fila de colinas de
de los surcos, empero, se han convertido en toba cubiertas de tierras de labranza, pasando la
profundos valles; y a éstos pertenecen tam- cual queda el valle de Otavalo. Las chozas de los
bién el del Desaguadero, que drena la gran la- indios, que en primer plano están esparcidas en-
guna del cráter. El Mojanda es, en efecto, junto tre árboles aislados de capulí, pertenecen a la cer-
con el Quilotoa mucho más pequeño y de muy cana hacienda Peguche. Enteramente en el primer
distinto aspecto, la única montaña volcánica plano, se nota en la pradera, un gran número de
del Ecuador en cuyo cráter de cumbre se han plantas sueltas de Stevia canescens, de dos o tres
formado auténticas lagunas. Las pinturas 33 y pies de alto.

132
PINTURA 32 33.B. GUARMICOCHA, LA GRAN LAGUNA DEL
CRÁTER DEL MOJANDA, OBSERVADA DESDE
EL MOJANDA Y LA LAGUNA DE SAN PABLO EL NORTE

Ubicación: la falda suroeste del Imbabura, 2788 m. Para el trazado de este segundo croquis se esco-
sobre el nivel del mar. Óleo gió el lado de la laguna que queda directamente
frente al punto de ubicación del croquis anterior.
Es el mismo panorama que nos ofrecía el dibujo No. De este modo esta visión complementa la ante-
31, aunque, a la izquierda y derecha, algo reducido rior, dando el panorama total de la laguna del crá-
en su extensión. El trazado del paisaje se ha realiza- ter y su perfil. El espectador tiene ahora La Rinco-
do en el lienzo exactamente según la pintura 31, pe- nada a su izquierda, y el Desaguadero a su dere-
ro después ha sido completado in situ con el colori- cha, aunque cubierto por las estribaciones. El Ya-
do copiado directamente del natural. na-urcu (4275 m.) se une a La Rinconada y en un
ancho recodo al pie del monte queda una laguna
más pequeña, del tamaño de un tercio de la lagu-
PINTURA 33 na del cráter del Mojanda; es la laguna de La Rin-
conada. Más a la derecha sigue el cono de erup-
DOS VISTAS DEL MOJANDA ción Golongal (4145 m.), y junto a él, a través de
una alta ensillada, todavía más a la derecha, la
33.A. GUARMICOCHA, LA GRAN LAGUNA DEL cumbre más alta del Mojanda, el Fuyafuya (4294
CRÁTER DEL MOJANDA, OBSERVADA DESDE m.), de doble cima (la más pequeña no es visible
EL SUROESTE en la pintura). La laguna tiene más o menos la for-
ma cuadrada y en sentido diagonal mide hasta
La laguna ha sido captada aquí desde su lado su- 2,75 Km.41. La temperatura constante de sus aguas
reste, muy junto al camino que lleva de Quito a llega, en el sitio de salida, a 9° C.
Otavalo. El observador tiene a la derecha, hacia el
oriente, la parte de la alta muralla que rodea el
cráter y cae abruptamente sobre la laguna que se PINTURA 34
denomina La Rinconada. Hacia la izquierda, cerca
del borde de la pintura, se le presenta el punto EL CONO DE ERUPCIÓN GOLONGAL,
más bajo del ribete montañoso de la laguna, el río EN LA GRAN CALDERA DEL CRÁTER
Desaguadero o río Pungo-yacu. Desde esta ubica- DEL MOJANDA
ción, el panorama adquiere además un encanto
especial cuando en horas despejadas, como ésta, Este cono de erupción tiene una altura de más de
se descubre el nevado Cotacachi, a través del cor- 400 m.; su base está a una altitud de 3600 – 3700
te del Desaguadero. m. Aunque parece formado predominantemente
de sólida lava, la roca aparece sólo en pocos si-
El nivel del agua de la laguna queda a 3727 m. so- tios, en forma de pequeños conos como en la
bre el nivel del mar y 1030 m. sobre el nivel del la- cumbre, o a la manera de pináculos rocosos como
go San Pablo. sobre la escarpada pendiente en la superficie,
pues el monte está enteramente cubierto con una

41
Según un cálculo hecho por el señor Reiss en el propio lugar.

133
densa capa de humus y con hierba de páramo. Es- Paso de la vía a San Roque 3921
te hecho lo distingue, evidentemente, en lo exte-
rior, de una gran parte de La Rinconada, lo mismo Cerrito de San Roque (T) 3865
que de las cimas rocosas del Yana-urcu y del Fu-
yafuya, que lo rodean. Para determinar la antigüe- Punto más bajo de la pared que rodea,
dad relativa de este cono de erupción, no hay nin- por el norte, a Guarmicocha 3858
gún indicio, pero probablemente su origen data
de una época temprana, tal vez del período de Cerro del Desaguadero (T) 3966
erupción que coincide más o menos con la forma-
ción del cráter, en que se hallan incrustadas las la- Cerrito de Mojanda 3951
gunas. Debería ser considerado por tanto, por así
decirlo, como la piedra clave del antiguo edificio Salida de Guarmicocha entre el cerro del
42
gigante del Mojanda . Una laguna más pequeña, Desaguadero y el cerro de Mojanda 2727
la segunda en tamaño del cráter del Mojanda, Ca-
ricocha (3711 m.), llena la hondonada Golongal, Ensillada entre el cerro de Mojanda y
entre la falda del Yana-urcu y su posición también el Fuyafuya 3791
es visible en la pintura 33.B.
San Bartolomé, cumbre suroccidental
Altitudes del Mojanda y sus alrededores del Mojanda (T) 4050

Puntos principales en la corona del cráter Caparinarumi 4016


m.
Cascacunga 3874
Fuyafuya, pico norte 4294
Diversos puntos en la cuenca del cráter
Fuyafuya, pico sur (T) 4279
Golongal, cono de erupción, cima 4145
Fuyafuya, ensillada entre ambos picos 4255
Ensillada entre el Golongal y el Fuyafuya 3923
Yana-urcu, cumbre sur (T) 4272
Falda oriental del Golongal 3727
Ensillada entre el Yana-urcu y los cerros
de La Rinconada (T) 4049 La Abra, camino a Alchipichi 3640

Cumbre sur de La Rinconada (T) 4102 Guarmicocha, la mayor laguna del cráter 3727

Cumbre suroriental de La Rinconada (T) 4141 Caricocha, la menor laguna del cráter 3711

Ángulo nororiental de La Rinconada (T) 4100 Lomas entre Guarmicocha y Caricocha 3825

42
Dacitas de Golongal: No. 359 –401. Dacitas del Fuyafuya: No. 402 – 405.

134
Colina en la falda oriental de PINTURA 35
Guarmicocha (T) 3781
TERCER PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL
Puntos en la ladera externa del Mojanda, lados ECUADOR
norte y este
El tercer panorama ilustra principalmente las
Otavalo, aldea 3581 montañas volcánicas de la provincia de Imbabura
y algunas de las regiones limítrofes de las provin-
Rey-loma 2728 cias de Pichincha y Carchi.

Lago de San Pablo 2697 La ubicación que nos ofrece esta vista panorámi-
ca es la loma de Canamballa, cerca de Ibarra, a
Cajas, ensillada entre el Mojanda y el 2372 m. sobre el nivel del mar.
Cusín-urcu 3099
Nos encontramos más o menos en el centro de la
Lado sur y occidental provincia de Imbabura, y desde aquí tenemos una
visión panorámica de todas sus montañas volcá-
Tabacundo, aldea 2889 nicas, a excepción del Mojanda y del Cusín-urcu,
que están cubiertos por el Imbabura. Ningún otro
Tambo de Pupicachi 2800 panorama es tan apropiado para darnos una justa
exhibición de una de las grandes hoyas del alti-
Puente del río Pisque en el camino a plano ecuatoriano. Tenemos ante nosotros la po-
Guayllabamba 2086 tente formación de toba de la parte central que se
nos presenta tan clara y manifiesta, como la dis-
Cochasquí, hacienda 2898 tribución de las cadenas y de los conos montaño-
sos que las dominan. Para una más rápida orien-
Cachipamba 2860 tación en el panorama aquí desplegado en un so-
lo plano, debemos tener en cuenta que adelante
Comienzo de la subida al río Pisque en vemos al Imbabura; al sur, al Cotacachi; al occi-
el camino de Cochasquí 2498 dente, el Piñán; el páramo de El Ángel está al nor-
te: y al sureste, las montañas de Angochagua con
Malchinguí, aldea 2878 el Cayambe. El espectador no deberá desconcer-
tarse por el hecho de que el Imbabura aparezca
Alchipichí, hacienda 2101 dos veces en la pintura y que al enrollarse no
coincidan sus dos extremos sino que más bien
Perucho, aldea 1830 queden superpuestos en una pequeña área.

Puente sobre el río Guayllabamba, junto El Imbabura. Pasando a considerar de cerca el


al pueblo de Guayllabamba 1881 panorama, nos volvemos primero al semicírculo
occidental (la mitad izquierda de la pintura). El
Puente de Turo, sobre el río Guayllabamba, Imbabura, que queda muy cerca de nosotros, se-
bajo Alchipichí 1719 rá presentado y tratado en un grupo especial de
pinturas. Aquí podría solamente señalarse la po-
tente formación de escombros y toba que envuel-

135
ve su parte norte y occidental y que, en forma de una depresión horizontal inclinada hacia el nor-
llanura suavemente inclinada, desciende por una deste, que está rellenada por el potente glaciar.
parte al valle del río Ambi y por otra, al río Ta- Pero la relación de pirámide con la base, es de tal
guando. La superficie de la meseta, allí donde no naturaleza, que no debemos considerarla como
está cortada por profundas quebradas con escar- un cono de erupción posterior, sino sólo como un
padas paredes, es muy fértil y está sembrada de miembro del edificio global que es unitario tanto
haciendas. En su parte nordeste se asienta la ca- respecto a la época de formación, como al aspec-
pital de la provincia, Ibarra (2225 m.), y en su par- to topográfico. Claramente se muestran en el Co-
te noroeste, en el camino de Ibarra a Otavalo, se tacahi aquellas lomas y crestas en forma de pila-
halla el gran poblado indio de Atuntaqui, junto al res, tan características de tales montañas volcáni-
campo de batalla caracterizado por cientos de to- cas que, comenzando al pie de la pirámide, se
las, en las cuales cayó el último emperador del an- proyectan en forma radial en todas las direccio-
tiguo reino de Quito, que el victorioso Huayna-Cá- nes, y están separadas por profundas quebradas
pac incorporó al gran imperio incásico. y valles, con frecuencia ensanchados en su extre-
mo superior en forma de caldera. Desde nuestra
La región volcánica del Imbabura está separada ubicación, en la que tenemos delante el lado nor-
de la cordillera occidental por el valle del río Am- deste de la montaña, podemos contemplar per-
bi, cuyo curso medio y bajo, desde el pie del Co- fectamente uno de los mayores de estos valles, la
tacachi hasta su unión con el río Taguando, pode- hoya del Jardín, y la alta cresta que desciende jun-
mos seguir con exactitud en la pintura; su parte to a ella, la loma del Jardín. Todavía más clara-
alta, con la aldea de Cotacachi y la pequeña ciu- mente, y de forma enteramente típica, se nos pre-
dad-cantón Otavalo, están cubiertas por la mese- sentará el cuerpo superior e inferior de este mon-
ta de toba del Imbabura, y serán expuestas en la te, desde otros lados, en los croquis No. 36.A y
pintura No. 36. 36.B.

El Chanchagrán. En la región más alta de las fuen- Cuicocha. Sólo muy escasamente visible está en
tes del río Ambi quedan, además del Mojanda ya este panorama, una forma muy característica en
invisible, los grupos volcánicos del Chanchagrán la falda sur del Cotacachi, la laguna de Cuicocha,
y de Sigsicunga, cuyas cumbres aparecen entre una caldera de cráter hundida o incrustada en sus
las faldas bajas del Imbabura y las de Cotacachi. bases, llena de agua y de tamaño significativo.
Ya los conocemos más de cerca, y en las pinturas Ahora podemos distinguir sólo sus paredes peri-
No. 30 y 31 hemos tenido idea de su configuración metrales del lado oriental con su cumbre más al-
y posición topográfica. ta, el cerro de los Marrochos (3390 m.), pero la ve-
remos más de cerca en las pinturas 36.A y 37.
El Cotacachi. Nuestro panorama es muy apropia-
do para el estudio del volcán Cotacachi, y del ma- En el Cotacachi distinguimos también, así como
cizo montañoso del Piñán que se le une inmedia- en las pendientes orientales de los cerros del Pi-
tamente. El Cotacachi se muestra a primera vista ñán, diversos cortes abruptos que se destacan
como una de aquellas típicas montañas volcáni- por un color chocolate. Son los llamados derrum-
cas en las que, sobre una base ancha y tenuemen- bos o reventazones, extensos desprendimientos
te segmentada, se levanta una escarpada pirámi- del terreno y desplomes de rocas, así como verda-
de central. Esta pirámide es hasta cierto punto, deras corrientes de escombros y lodo, que por el
aunque no en el sentido del Iliniza, de dos pica- gran terremoto del 16 de agosto de 1868 ocurrie-
chos, y entre el picacho norte y el sur se extiende ron en casi todos los montes de la provincia de

136
Imbabura, pero en el Cotacachi en mayor número del Cotacachi y muy especialmente en torno a la
y del modo más devastador. de la cordillera de Piñán, es la pareja de aquella
que rodea la falda del Imbabura, sólo que ésta es
El páramo de Piñán. La unión de la falda norte más extensa y se ha desarrollado con mayor espe-
del Cotacachi, con el páramo de Piñán, se hace a sor. En el Piñán sube hasta la región del páramo a
través de la ancha ensillada de Gil, a 3776 m. de al- más de 3000 m., y a lo largo del valle inferior del
titud, y la separación mutua de las estribaciones Ambi, forma llanuras a sólo 1600 m. de altitud.
orientales de ambos macizos montañosos, me- Mientras en los parajes altos y húmedos es fértil
diante el valle del río Ambi cuyo lado izquierdo y bien cultivada, en los valles profundos y cálidos
presenta, en sus prominencias y crestas, una gran se vuelve productiva únicamente con riego artifi-
coincidencia con el lado derecho que pertenece a cial. Están registradas, en el panorama, las ubica-
las bases del Cotacachi, pero además, las varias ciones de las más importantes poblaciones y ha-
cumbres se asientan de tal manera en la alta re- ciendas que, en su mayoría, se encuentran entre
gión del páramo, que uno no puede sin más atre- los 2000 y 2500 m. de altitud. Es notable la cir-
verse a asociarlas en un edificio unitario. cunstancia de que esta formación de toba, en la
llanura de Salinas (1600 m.), sea rica en cloruro de
Por desgracia, sólo se pudo dedicar un estudio al- sodio y contenga algo de yodo, por lo que desde
go más detallado a la cumbre principal, la del Ya- tiempos muy antiguos ha dado origen a una au-
na-urco (4556 m.), pero poner en claro sus relacio- téntica industria de sal.
nes con las demás cumbres queda para un futuro
viaje de exploración. Como en la falda oriental de El río Ambi, después de unirse con el Taguando tuer-
las montañas de Piñán se encuentran, en muchos ce primeramente hacia el norte y luego de un curso
sitios, diabasa, porfirita y esquisto (¿cretáceo?), de dos horas, más o menos frente a Salinas, forma
en parte como cantos rodados en arroyos y en con el importante río Chota que viene del este, el río
parte en afloramientos, sería posible que el Yana- Mira que con este nombre se abre camino a través
urcu y sus alrededores representen sólo una isla de la cordillera occidental y en el límite entre el
volcánica rodeada por antiguas formaciones, algo Ecuador y Colombia llega al océano Pacífico.
así como el cerro Altar. Sabemos menos todavía
acerca de la naturaleza de la cordillera de San Lo- No podemos por ahora divisar el grande y profundo
renzo, que en dirección al noroccidente se une valle del Chota que se eleva por detrás de las mon-
con el páramo de Piñán, y que hasta ahora ningún tañas señaladas en el panorama como serranía del
investigador ha pisado. La exacta reproducción río Chota, y de la cordillera de Angochagua; en cam-
de sus formas montañosas es lo único que el pa- bio seguimos con la vista el valle del Mira, hacia el
norama puede ofrecernos, y si nos inclinamos a noroccidente, o al menos la parte derecha del valle
contar a este monte que poco a poco se va apla- en un importante trecho descendente, con las lo-
nando, entre las antiguas formaciones basales de mas montañosas que se continúan una tras otra en
la cordillera occidental, en dirección al occidente forma de bastidores y que se corresponden con las
y a la llanura de Esmeraldas, nos movemos sola- lomas similares de la cordillera de San Lorenzo que
mente en el terreno de las conjeturas. descienden por el lado izquierdo y que, como ellas,
podrían pertenecer a una antigua formación no vol-
La gran hoya de la provincia de Imbabura y el cánica. Sobre el último bastidor del lado derecho so-
valle del río Mira. La patente formación de es- bresalen peculiares picachos escarpados que, en ge-
combros y toba que va hasta más allá del valle del neral, están señalados como Cimarronas, y de los
Ambi que se extiende en torno a la falda oriental cuales los más empinados llevan el nombre de Go-

137
londrina y Cachipugro. Estos montes constituyen cadena es de naturaleza y origen volcánicos, pero
un excelente punto de orientación para aquella leja- no se distingue por ningún monte individual que
na y todavía inexplorada región, pues sus llamativas sea característico o sobresaliente. La serranía del
formas atraen la atención también desde otros si- río Chota, en la cual hay que considerar como la
tios, como por ejemplo, desde Miraflores, en el ce- cumbre principal el ancho cerro Pinllar (2708 m.),
rro Cumbal. está cubierta por una densa capa de toba de pie-
dra pómez y toba de cangagua, de modo que tan
Los páramos de El Ángel y Chiles. En nuestra vista sólo en pocos puntos, situados en los cortes pro-
panorámica hemos llegado ya al comienzo del semi- fundos del terreno, se puede observar roca firme.
círculo oriental (mitad derecha de la pintura), el También en la cordillera de Angochahua sube la
cual se extiende desde el valle del río Mira hasta Im- toba por las faldas, a una buena altura. En esta lar-
babura. Al norte, al otro lado del valle del Chota, sur- ga, y al parecer delgada, cadena observamos mu-
ge un ancho macizo montañoso que generalmente chos desfiladeros y entre ellos, cuchillas y crestas
se designa páramo de El Ángel y en su parte orien- descendentes que tienen una gran similitud con
tal, aquí encubierta por el cerro Pinllar, se denomina las que se encuentran en las grandes montañas
también Alto de Boliche. Sobre los declives más ba- volcánicas individuales; pero aquí no están dis-
jos que caen abruptamente al valle del Chota, pre- puestas en forma radial en torno a un centro, sino
senta formas menos características, y está cubierto al menos en apariencia, orientadas más vertical-
de toba y cangagua volcánica. Interiormente está mente sobre un eje longitudinal. A pesar de este
compuesto de andesitas oscuras que son patentes hecho, se podría conjeturar que aquí, como en la
sólo en unos pocos sitios. Una alta cumbre cierra, cordillera occidental, el proceso de formación ha
por el oriente, la parte visible a nosotros, del pára- sido el mismo.
mo de El Ángel, y al lado occidental, pero más al fon-
do, hay un cono al parecer de igual altura, con una La estrecha terraza de toba que se extiende a lo
hondonada en forma de caldera. Entre estos dos largo de toda la cordillera del Chota y Angocha-
montes, cuyo nombre no pudo ser averiguado con gua, como un escalón antepuesto a ella, es sólo
certeza, emerge en el último horizonte, la cumbre una parte, separada por el río Taguando, de la
nevada del Chiles, un hito en la frontera entre Ecua- gran llanura de toba de Ibarra y del macizo del Im-
dor y Colombia. babura. Algo más abajo de la ciudad de Ibarra ve-
mos en esta terraza la pequeña laguna de Yaguar-
La cordillera del Angochagua y la serranía del cocha, rodeada de campos y verdes prados que
río Chota. La cadena que en el cuadro parece produce una impresión tanto más simpática,
unirse inmediatamente con el páramo de El Ángel cuanto más estéril aparece la región de toba que
pero que queda ya del lado de acá del profundo es dominante en derredor suyo.
valle del Chota, es una cordillera muy extensa si-
tuada entre el río Chota y el río Taguando, y que La pendiente norte del Imbabura, que se asemeja a
se extiende de norte a sur hasta el pie del Cayam- un gran depósito de escombros, corta la falda sur
be. No tiene ningún nombre vernáculo que la de- de la cordillera de Angochagua en una línea de per-
signe en su totalidad, por eso se ha escogido para fil prolongada y suavemente arqueada: y detrás de
la parte más alta, situada al sur, la denominación esta línea vemos, unido por la derecha al Imbabura,
de cordillera de Angochagua, de acuerdo a una al- un monte de muchas cumbres, el cerro Culviche,
dea situada en la falda occidental y, para las lo- que igualmente es de origen volcánico y ciertamen-
mas menos altas agrupadas al norte de Yaguarco- te guarda relación genética muy cercana con el Im-
cha, el nombre de serranía del río Chota. Toda la babura. A sus faldas está el pequeño cerro Cunru,

138
en el cual, a pesar de su muy considerable distan- X. EL COTACACHI
cia, se puede distinguir el cono de erupción.
La posición del Cotacachi en la cordillera occi-
El Cayambe. Hacia el sur-sureste se descubre el dental de Ibarra se puede equiparar muy bien a la
nevado Cayambe, el más alto entre las nueve del Pichincha, Atacazo y Corazón en la de Quito.
montañas volcánicas que nos presenta este pano- Como éstos, también el Cotacachi está sobre la
rama y constituye el último eslabón de nuestra misma cresta de la cordillera, y por el occidente
observación hecha en la pintura panorámica de la desciende directa y abruptamente a la región de
provincia de Imbabura. la selva, casi inaccesible; mientras que en el lado
oriental, dirigido a los sectores habitados del alti-
Las distancias en línea recta señaladas en kilóme- plano, presenta sólo pequeñas dificultades para
tros, desde la ubicación del espectador hasta algu- la exploración y, con excepción de la escarpada
nos de los principales puntos en el círculo visual de pirámide, puede subirse fácilmente. El Cotacachi
la pintura, son aproximadamente las siguientes: (4966 m.) pertenece a las montañas volcánicas
del Ecuador que son especialmente típicas y su-
Km. gestivas a la vista: su figura se impregna definiti-
vamente en la memoria del viajero, tanto más
Hasta la cumbre del Cotacachi 24 cuanto que es el único nevado de la provincia de
Imbabura. Para el geólogo es especialmente nota-
Hasta la aldea de Cotacachi 18 ble, por cuanto en su falda sur se encuentra una
caldera volcánica muy grande llena de agua, lla-
Hasta Cuicocha (C. Marrochos) 26 mada Cuicocha: fenómeno que no se encuentra
de ordinario ni en el Ecuador ni en Colombia.
Hasta Yana-urcu del Piñán 25

Hasta el Chiles 58 PINTURA 36

Hasta Ventanillas de Angochagua 8 DOS ASPECTOS DEL COTACACHI

Hasta el pueblo de Salinas 12 36.A. EL COTACACHI VISTO DESDE EL SUR-SU-


RESTE
Hasta la cumbre del Imbabura 14
Ubicación: cerro Mojanda a 3727 m. de altura so-
Hasta la cumbre del Culviche 17 bre el nivel del mar. La distancia hasta la cumbre
del Cotacachi es de 27 Km. y hasta los cerros Ma-
Hasta el cerro Pataqui de rrochos, junto al Cuicocha, de 21 Km.
Chanchagrán 29
El Cotacachi se nos presentó ya en el panorama
Hasta la cumbre del Cayambe 43 No. 35 como una de aquellas montañas volcánicas
típicas que constan de una amplia base muy sub-
Hasta la ciudad de Ibarra 3 dividida y una estructura superior más sencilla,
de forma piramidal. Esta configuración caracterís-
tica se hace visible todavía, en mayor amplitud,
en los dos dibujos que tenemos delante, uno de

139
los cuales ha sido trazado desde un punto de ob- lares de la base, quedan ahora frente a nosotros,
servación muy alto (3727 m.) y el otro desde uno la loma de Putujurá y la del Jardín, con su gran va-
más bajo (2453 m.). El primero, en el Desaguade- lle intermedio, y más hacia el norte, aparecen to-
ro de Guarmicocha en el Mojanda (A), ofrece la davía un par de pilares, la loma de Peribuela y la
ventaja de que desde él podemos dominar de ma- de Muyurcu, en forma de cumbres montañosas
nera completa la caldera del cráter de Cuicocha aisladas. Con especial cuidado se han registrado
en la falda sur del Cotacachi, y apreciar su posi- en este dibujo (en color marrón) los muchos de-
ción respecto de esta montaña volcánica. La rela- rrumbos o desprendimientos de tierra y rocas
ción genética entre ambos queda, por cierto, sin que provienen del terremoto de 1868. De masas
esclarecerse. Tenemos ante nosotros el lado sur y desprendidas se formó también el gran flujo de lo-
sur-oriental del monte y reconocemos como prin- do que se precipitó desde el valle de Putujará has-
cipales pilares de su imponente base, la loma de ta el pueblo de Cotacachi.
San Francisco, el Runa-urcu, la loma de Putujurá y
la loma del Jardín. Entre cada dos de ellas corre De la caldera de Cuicocha podemos distinguir en la
un profundo valle, ampliado en forma de caldera falda izquierda de la montaña, solamente la parte
en la parte superior, si bien para nosotros sólo oriental de la pared perimetral con su punto más
queda visible el hondón de Chumavi que es el va- alto, el cerro de los Marrochos. A la derecha del
lle localizado más al sur, entre las dos primeras lo- cuadro está bosquejada la posición del páramo de
mas mencionadas. Este valle, mediante los paque- Piñán con sus múltiples cimas. En el primer plano
tes de lava que afloran en sus paredes, hace ver la de la pintura, se extiende en la falda de la montaña
tectónica del monte y la naturaleza petrográfica que está constituida por la formación de toba y es-
de sus rocas43 . A la derecha del Cotacachi, al fon- combros, la gran población de Cotacachi.
do de la pintura, aparecen tres cimas del páramo
del Piñán, de las cuales sobresale principalmente
la cumbre negra del Yana-urcu (4556 m.). PINTURA 37

36.B. EL COTACACHI VISTO DESDE EL LADO LA LAGUNA DEL CRÁTER DE CUICOCHA


ORIENTAL EN EL FLANCO SUR DEL COTACACHI

Ubicación: No lejos de la aldea Cotacachi, a 2453 La localidad desde la que se ha trazado el esbozo
m. sobre el nivel del mar. Distancia hasta la cum- es el lado sur de la muralla circundante, a unos
bre del monte, unos 11.5 Km. 100 m. sobre el nivel del agua (3081 m.).

En este dibujo que nos presenta el lado oriental Ante nosotros está una caldera volcánica de gran-
de la montaña, por estar nuestra ubicación en un des dimensiones y en ella vemos anidada la lagu-
punto más bajo, aparece la pirámide central de la na llamada Cuicocha. Esta laguna volcánica es la
estructura superior más separada de la base. Las única en su género que ostentan las regiones vol-
dos cumbres aparecen más o menos en la misma cánicas del Ecuador y Colombia.
forma y en la misma posición relativa que en el
panorama No. 35, y lo mismo la depresión cubier- El dibujo 36.A nos ha dado una idea sobre la rela-
ta de ventisqueros que hay entre ellos. De los pi- ción y el tamaño comparativo que tiene esta laguna

43
Rocas del Cotacachi: No. 275 - 351.

140
con respecto de la vecina montaña volcánica Co- masas estuvieran en relación con las enormes ma-
tacachi, y el dibujo 36.B ha podido completar al nifestaciones de fuerza que deberían postularse
anterior en cuanto que, aun a gran distancia, nos para la erupción del material ígneo fundido desde
ha hecho ver la pendiente externa de la pared que una gran profundidad hacia la superficie, enton-
limita la caldera por su lado oriental. A la presen- ces no tendría nada de extraño la considerable
te pintura, en la que vemos la laguna de caldera magnitud de una caldera volcánica como la que
volcánica en toda su extensión, le corresponde la exhibe, por ejemplo, la laguna de Cuicocha.
tarea de indicarnos la estructura tectónica y la ac-
tual naturaleza de los declives de las paredes en Para el caso dado aquí se suscita la pregunta de
el lado interno de la caldera. que si la caldera volcánica de Cuicocha, tal co-
mo está en la actualidad, se originó por explo-
La longitud de la laguna de la caldera, en direc- siones de gases, en la medida en que los mate-
ción sur a norte, es de 3.2 Km. y su anchura es de riales liberados se acumularon alrededor de su
2.3 Km.44 y la altura sobre el nivel del mar de su punto de salida, ensanchado en forma de pozo
nivel de agua, es de 3081 m. El punto más alto de para formar una pared circular, y, además, si es-
los muros que circundan la laguna está en el la- tos materiales provinieron directamente del fo-
do occidental y se eleva hasta los 3485 m. por lo co volcánico, o fueron depositados ya anterior-
que la caída de la peña hasta la laguna mide más mente y formaron el fondo en el cual tuvo lugar
de 300 m. En cambio, el lado oriental es mucho la erupción y, con la apertura del nuevo canal
más bajo (80 a 100 m.) y su punto más profundo de comunicación, sufrieron únicamente un cam-
queda en el corte llamado El Embarcadero, sólo bio en su disposición.
a 40 m. sobre el nivel del agua. Más o menos en
la mitad de la laguna se hallan dos islotes, el ma- Justamente en esta última circunstancia debería
yor de los cuales, con una altura de 176 m., tiene buscarse una peculiaridad esencial de la caldera
una longitud de 1 Km. y el más pequeño, con 60 volcánica, frente a otros cráteres que no han sido
m. de altura, llega a dos tercios del perímetro del constituidos tanto por tobas sino más bien por
primero. escorias y cenizas recientes, aspectos que tam-
bién se consideran sobre todo para el dictamen
El origen de esta laguna del cráter, sea que su for- acerca de la formación de Cuicocha.
mación se atribuya a explosiones de gases o a un
hundimiento, no ha encontrado hasta ahora una La pregunta quizás podrá responderse diciendo
explicación completamente satisfactoria. No se que la caldera volcánica de Cuicocha original-
puede dudar que la pared circundante de la lagu- mente no estuvo formada con el perímetro que
na presenta una especie de caldera de cráter, y actualmente demuestra, sino que en sus inicios
Cuicocha no es en esto una excepción. Pero lo surgió del hundimiento paulatino de un cuerpo
que nos parece extraño en este tipo de cráteres es montañoso que poseía una abertura más pequeña
que la actividad eruptiva, a la que deben su ori- en forma de pozo o de embudo, de modo que en
gen, no ha producido ninguna masa fundida, cuya la actual pared circundante tenemos que recono-
explosión se conoce como el objetivo propio de la cer sólo un pequeño resto de la primitiva estruc-
erupción. Si las calderas volcánicas con laguna tura. A favor de esto habla la naturaleza peñasco-
hubieran servido para derrames de lava, cuyas sa de la caída de las paredes hacia el interior de la

44
Según las mediciones trigonométricas del señor Reiss.

141
caldera, y la diversidad de altura de las peñas a calderas volcánicas, sin embargo, en la mayoría
uno y a otro lado. de los casos hay que deducir la cercanía de masas
de roca ígnea fluida pese a que éstas no hayan si-
El hundimiento parece haber ya avanzado tanto do elevadas de manera visible hasta la superficie.
hacia la periferia de la primitiva estructura, que
incluso el terreno en el que tuvo lugar la acumula- Según nuestra opinión, la caldera volcánica de
ción de toba por las explosiones, también se ha Cuicocha difícilmente podría ser considerada co-
quebrado y ahora participa en la formación de las mo un volcán que ha permanecido en un estado
paredes, al menos en algunos sitios. Esta suposi- de desarrollo incipiente; su formación hay que
ción podría tener su justificación sobre todo res- concebirla más bien como una última manifesta-
pecto del alto flanco occidental y de una parte del ción de las fuerzas volcánicas que salieron del
flanco norte, pues es sugerida por el curso del de- mismo foco que suministró el material para el
clive del Cotacachi. gran edificio del Cotacachi, construido de modo
unitario.
La pared circundante de Cuicocha consta princi-
palmente de estratos horizontales de toba del Más allá de la laguna, directamente hacia el norte,
más variado colorido y naturaleza; son muy cam- surge el Cotacachi (4966 m.) y su pirámide roco-
biantes el espesor de cada estrato y su extensión; sa, en este lado, tiene tantos precipicios escarpa-
y se presentan muchas irregularidades en las con- dos sin nieve, que la oscura roca predomina casi
diciones tectónicas, las cuales motivan, en parte, enteramente sobre las áreas planas en las que
la configuración externa de las paredes rocosas. puede sostenerse la nieve. Por lo mismo, el Cota-
Se encuentran deslizamientos y amontonamien- cachi visto desde el flanco sur, da mucho menos
tos de escombros en pequeña y en gran escala. la impresión de un imponente nevado. La distan-
cia en línea recta hasta su cumbre es de 8 Km. La
Faltan en absoluto, en las paredes del perímetro pirámide de unos 800 m. de altura está sostenida
de la laguna, flujos de lava y depósitos de paque- por una base que clarísimamente está dividida en
tes de lava que pudieran ser puestos en relación lomas individuales, y la configuración de éstas, tal
con el nacimiento de la caldera volcánica. En el vez aquí más que en ninguna otra parte, admite la
caso de que, en el ángulo noroccidental de la comparación con contrafuertes rematados en
cuenca de la laguna, se encuentren afloramientos punta. La parte derecha de la base está integrada
de lavas, éstas pueden ser tomadas sólo como por la loma Runa-urcu y la de Putujurá, junto con
miembros de la base de Cotacachi. una parte de la loma de Jardín; la izquierda está
formada por la muy ramificada loma de San Fran-
Algo distinto debería sostenerse en cuanto a las cisco. Las partes culminantes, rematadas en pun-
dos islas, una de las cuales, Pucará Chiquito, sube ta, de los contrafuertes, se hallan a unos 4000 m.
hasta 60 m. sobre el nivel del agua; y, la otra, Pu- de altitud.
cará Grande, hasta 176 m. Según todas las apa-
riencias, constan de roca eruptiva más reciente. Entre las lomas de Runa-urcu y San Francisco, ve-
Si éste fuera el caso, se debería ver, en la apari- mos abierto un profundo valle: el hondón de Chu-
ción de dicha masa eruptiva, probablemente la maví, el cual deja libre a nuestra vista toda la par-
causa de la formación de la caldera volcánica de te inferior de la pirámide de la cumbre, como una
Cuicocha; pero igualmente, hay que anotar que, pared rocosa que cae a pico. Por encima de ésta
aun cuando las explosiones de gas y de vapor se derrama la chorrera de Chumaví, una cascada
sean factores poderosos en la formación de las de unos 300 m. de altura que se alimenta de las

142
aguas de deshielo del glaciar de Tiucungo. Ade- por mí personalmente, sobre la base de las me-
más, captan nuestra atención, en la amplia hon- didas y los cálculos llevados a cabo, en ese
donada del valle de Chumaví, los paquetes de la- mismo momento, por el señor Reiss.
va in situ que depositados en líneas paralelas aflo-
ran por todas partes en sus paredes, pues nos Altitudes del Cotacachi y sus alrededores
dan la deseada aclaración sobre la estructura tec-
tónica del monte. El valle de Chumaví desemboca, El monte principal m.
sólo en apariencia, directamente hacia el sur, en
la ladera de Cuicocha; en realidad se dirige hacia Cumbre del Cotacachi, pico
el oeste, por detrás de la loma tallada en paredes noroccidental (T) 4966
abruptas de toba que forman parte del lado norte
de la muralla perimetral; este valle se rompe re- Cumbre del Cotacachi, pico sureste (T) 4960
cién en la chorrera de la laguna que, en la pintura,
se halla a la izquierda de la isla más alta. En la Cumbre del Cotacachi, pico norte (T) 4829
mencionada pared del norte de la muralla perime-
tral se muestra, con especial claridad, la estratifi- Límite inferior de la nieve en el lado
cación de la toba. El cerro de los Marrochos, en el oriental (T) 4694
ángulo nordeste de la laguna, aparece desde aquí
como una loma angosta que corre hacia el sur, pe- Límite inferior de la nieve, en el lado
ro que se halla súbitamente cortada a pico. suroccidental (T) 4620

El primer plano de la pintura que queda más cer- Extremo del glaciar, en el lado oriental (T) 4537
ca a nosotros, nos ilustra la vegetación del pára-
mo propia de una altitud de unos 300 m. Además Extremo del glaciar del Tiucungo (T) 4597
de la ordinaria hierba ishu, se encuentran incluso
aquí, haces aislados del espigado y elegante sig- Extremo del glaciar en el lado sur (T) 4499
sig. Entre los arbustos pequeños los más repre-
sentados son las compositáceas, pero como la Comienzo de las paredes que forman la
planta de fisonomía más llamativa puede señalar- pirámide del Cotacachi, lado suroeste (T) 4341
se la Pouretia pyramidata (achupalla), que en sus
tallos, del grosor de un muslo, ramificados y en- Altura coronada el 11 de noviembre de
trelazados sinuosamente en el suelo, lleva gran- 1870 (T) 4712
des penachos de hojas como el ágave e inflores-
cencias afelpadas en forma de porra. Aquí y allá Comienzo de las rocas en la loma del
cubre grandes áreas planas en la ladera de la Runa-urcu, lado suroriental (T) 4401
montaña. En los alrededores más contiguos a Cui-
cocha falta por completo el bosque y sólo en las Cumbres rematadas en punta de las lomas
islas ha prendido el matorral. que componen la estructura base m.

Las condiciones topográficas de Cuicocha y de Loma de Gualaví, en el lado izquierdo


la ladera sur del Cotacachi se expondrán, con del Cari-yacu (T) 4343
claridad, en un boceto de mapa con escala de
1:25.000, que va adjunto al grupo de pinturas Loma de Peribuela (T) 3872
del Cotacachi. Este boceto fue trazado in situ

143
Loma del Jardín (T) 3963 Puntos en la ladera sur del Cotacachi
m.
Muyurcu (T) 3069
Yanayacu-loma; choza (T) 3133
Loma de Putujurá (T) 3961
Chorrera de Chumaví, parte superior (T) 3972
Loma de Runa-urcu (T) 3952
Hondón de Chumaví 3688
Loma alta en el lado occidental del
hondón de Chumaví (T) 3962 Achupallas-pungo (T) 3200

San Francisco-loma (T) 4162 Río Alambi, al borde del camino a Imantac 2200

Cuicocha y su muralla circundante m. Imantac, población 2422

Cuicocha, nivel del agua de la laguna Cotacachi, población 2453


del cráter 3081
Río Ambi junto a Cotacachi 2297
El embarcadero, punto más bajo en la
muralla circundante (T) 3118 Hacienda de Cuicocha 2747

Ucchupungo (T) 3276

Punto más alto de la muralla circundante XI. EL PÁRAMO DE PIÑÁN


en la parte oeste (T)
En la línea de elevaciones que limita la gran hoya
Chorrera, borde superior de la cascada (T) 3263 de la provincia de Imbabura por el oeste, en direc-
ción al océano Pacífico, el páramo de Piñán forma
Borde de las rocas que forman la pared la pared media; a su izquierda, separada sólo por
en el lado norte (T) 3485 una ensillada plana, queda el Cotacachi, y por la
derecha se le une la gran cadena que hemos seña-
Cerro de los Marrochos, cima nordeste lado (en el comentario del panorama III) con el
de la muralla circundante (T) 3390 nombre de serranía de San Lorenzo.

Pirámide de piedra en el lado oriental de Mientras que la frontera entre el Cotacachi y el Pi-
la muralla circundante; señal de las ñán está marcada muy claramente, la posición del lí-
mediciones trigonométricas (T) 3154 mite entre el Piñán y la muy dividida serranía de San
Lorenzo que probablemente pertenece a una forma-
Isla Pucará Grande; cumbre (T) 3257 ción no volcánica, no se la puede determinar a cau-
sa de las fuertes relaciones topográficas externas.
Isla Pucará Chiquito; cumbre (T) 3161 Esta circunstancia hace que tengamos que perma-
necer en duda sobre la verdadera configuración y
extensión que corresponde al Piñán como estructu-
ra volcánica. Inclusive la ascensión al Yana-urcu, la

144
más alta (4556 m.) de las cuatro o cinco cumbres La Viuda, cumbre 4021
que en agrupación apretada coronan la extensa re-
gión del páramo de Piñán, no pudo darnos sobre es- Cumbre en las fuentes más altas del
Cachi-yacu 3954
to ninguna explicación satisfactoria debido a las
condiciones climáticas desfavorables45.
Lomas del Balcón, camino al Yana-urcu 3135

Toda la pendiente occidental del páramo de Piñán San Miguel, camino al Yana-urcu 3481
está cubierta de densa selva, a través de la cual
sólo unos pocos senderos, difícilmente transita- Pucará del Piñán 3320
bles, conducen a los escasos poblados de las tie-
Cerro Pucará 3607
rras bajas cálidas, uno de los cuales, el que lleva
a la pequeña población de Intac, pasa al pie del Loma de Alí-yacu (T) 3357
Yana-urcu, a 4041 m. de altitud; por tanto, 515 m.
por debajo de la cumbre del monte. Debemos, por Pucará de Reyes 3615
lo mismo, contentarnos con tener una ideal del Pi-
ñán con su cumbre, el Yana-urcu, sólo desde una Quesera de Pucará Reyes 3331

gran distancia de unos 25 Km., es decir, por la


Tablón del Molino 2623
imagen suya que nos presenta el panorama III
(pintura No. 35) y que se circunscribe a la fiel re- Fuentes termales de Chachimbiru 2534
producción de su lado oriental.
Chamanal 2347
Altitudes del páramo de Piñán y de sus alrede-
El Paridero, picacho en la cordillera
dores m.
de San Lorenzo (continuación de la
cadena del Piñán hacia el norte) (T) 3826
Yana-urcu, cumbre principal del Piñán 4556

Cresta de Gallo, picacho de la cordillera


Yana-urcu, ensillada entre la cumbre
de San Lorenzo, cerca del río Chota,
oriental y occidental 4358
en el lado izquierdo del río Palacara (T) 2998
Isambal, llanura al pie del Yana-urcu 4041
Río Cruzacho, cruce 2129
Ensillada entre el Piñán y Cotacachi 3776
Paso de Cachipugro 1841

Puntos en la pendiente oriental del páramo de Paso de Tapiapamba 1976


Piñán, hasta el fondo de la hoya de la provincia
de Imbabura m. Unión del río Ambi y Cari-yacu (T) 2100

Ensillada de Cuchiaro, camino de Urcuquí Puente de Cabuyal, río Ambi 803


al páramo de Piñán 3974
Unión del río Ambi y Taguando 1736
Unión del Guarmi-yucu con el río
Atucurán 4006 Puente de Santa Rosa, río Chota 1520

45
Rocas del páramo de Piñán: No. 118 – 274.

145
Quebrada Pinguchuela, por debajo de en consideración esta región, completamente inex-
Urcuquí 1802 plorada en sus condiciones topográficas-geológi-
cas, sólo por cuanto no puede ser pasada por alto
Quebrada Cruzacho 2126
en el recuento de las montañas volcánicas de Ecua-
dor y porque, al mismo tiempo, limita en su lado
Pueblos, haciendas y casas m. norte la hoya de la provincia de Imbabura, a la que
hay que dedicar un estudio minucioso. No cabe du-
Cahuasquí, población 2408 da de que en esta región existen muchas montañas
volcánicas que se elevan a considerable altura y
Cruzacho, casas 2406
que, por su forma externa, se dan a conocer como
tales incluso a los no expertos. El más sobresalien-
Urcuquí, aldea 2320
te de estos montes es el que tiene por nombre Pá-
San Antonio de Purapuche, casas 2151 ramo de El Ángel, que se menciona con frecuencia
en la región porque pasa por sus faldas un camino
Tumbabiru, aldea 2118 ocasionalmente transitado que une la provincia de
Imbabura con la de Tulcán; pero también el camino
Chusquilla, casas 1895
principal que une ambas provincias y queda más
hacia el este y pasa por el páramo de Boliche, a una
Salinas, aldea 1639
altitud de 3405 m., comarca volcánica cuya homo-
Cabuyal, casas 2017 geneidad con el páramo de El Ángel puede ser pos-
tulada como muy probable46 (ver pintura 38).
Cruzacho 2394

Hacienda del Hospital 2460

Hacienda de San José 2117 XIII. LA CORDILLERA DE


ANGOCHAGUA
Hacienda del Ingenio 2094
La cadena volcánica que designamos como cordi-
Hacienda del Puente 2032 llera de Angochagua carece de un nombre nativo,
no ha sido explorada hasta ahora ni en su existen-
Hacienda de San Carlos 1981
cia ni en su estructura interna. Queda, como ya lo
Hacienda del Poquio 1702 hemos visto en la explicación del panorama III,
entre el río Chota y el río Taguando, y se extiende
hasta el Cayambe uniéndose a su falda norte. La
superficie que la cubre abarcaría varias millas
XII. EL PÁRAMO DE EL ÁNGEL geográficas cuadradas.

Como páramo de El Ángel se designa el terreno Mirada desde un punto alto y lejano, da la impre-
montañoso que se extiende entre el conocido gran sión de ser una meseta elevada cuya superficie es-
volcán Chiles y el río Chota (o río Mira). Tomamos tá dividida en muchas lomas que se extienden en
forma radial, principalmente hacia la periferia. Por

46
Rocas del páramo de El Ángel: No. 1 – 19.

146
encima de estas lomas sobresalen cumbres singu- PINTURA 38
lares que se alzan hasta unos 4500 m. Como la al-
titud media de esta meseta alcanza cerca de 4000 CINCO VISTAS DEL PÁRAMO DE EL ÁNGEL
m., toda su superficie ocupa la región inhóspita, y Y DE LA CORDILLERA DE ANGOCHAGUA
por lo mismo deshabitada, del páramo. Pero lo
que en esta cadena debe destacarse como espe- 38.A. EL PÁRAMO DE EL ÁNGEL VISTO DESDE
cialmente característico es lo escarpado de su de- EL SUR
clive en algunos sitios, en el lado que da a la hoya
de Imbabura (pintura 38.E) y sobre todo hacia los En el panorama 111 (pintura 35) se apreciaba la
valles que desde el río Taguando, al menos en un configuración de la superficie de una parte peque-
pequeño trecho, se entallan muy profundamente ña del páramo de El Ángel, en especial de su flan-
47
en la montaña (pintura 38.D) . co que da al río Chota. El presente croquis, un di-
bujo muy rápido que fue realizado desde las cer-
Si se confirma que la cordillera de Angochagua canías de la aldea del Cotacachi, nos presenta la
consta, como parece en toda su extensión, de rocas misma secuencia de elevaciones, si bien en este
eruptivas recientes, ella pertenecería, de acuerdo esbozo se destaca el nevado de Chiles más clara-
con su masa, a las mayores acumulaciones de ma- mente que en el anterior.
terial volcánico en el altiplano del Ecuador. Espe-
cialmente ilustrativo para un juicio sobre la natura- 38.B. LA CORDILLERA DE ANGOCHAGUA VISTA
leza de las erupciones volcánicas en esta cordillera DESDE EL SUR
es el hecho de que el derrame de esta enorme ma-
sa de material eruptivo no puede ser puesta en re- La ubicación que escogimos aquí, el alto de Cuni-
lación con la formación y sucesiva actividad de un buro (3353 m.), junto a Guachalá, en el cerro Pam-
volcán que se destaque por su altura. Sólo un levan- bamarca, por cierto a una distancia de no menos
tamiento topográfico concienzudo del terreno po- de 30 a 40 Km., nos ofrece la mejor vista general
dría dejar en claro si aquí el derrame es el efecto de de la línea de elevaciones (representada en tono
un único centro de erupción, o provino de muchos amarillento). Como puntos más culminantes se
centros y que, por cierto, tal vez hayan estado al notan el cerro Ventanilla de Zuleta y la muy dis-
mismo tiempo en actividad. tante loma de Angochagua.

En la pintura 38 se han agrupado los croquis que se 38.C. LA CORDILLERA DE ANGOCHAGUA


ocupan de la cordillera de Angochagua y son apro- VISTA DESDE EL SUROESTE
piados para dar, al menos un pequeño apoyo a
nuestra concepción acerca de la confirmación de la La línea de elevaciones se nos presenta aquí más
superficie de la cadena en general, de la distribu- de cerca que en el croquis anterior. Nos sirve de
ción de sus declives que da a la cuenca del Taguan- orientación el cerro Ventanilla de Zuleta y la ha-
do, y del tipo de las propias configuraciones de sus cienda Pesillo. El material rocoso aflora a la super-
valles. Tres de estos croquis son copias tomadas de ficie relativamente en pocos puntos de la extensa
las pinturas 35, 47 y 48 y, que por su semejanza, se región del páramo; pero, donde aparece permite
ha reproducido aquí en grupo. reconocer claramente los potentes paquetes de

47
Rocas de la cordillera de Angochahua: No. 20 – 41.

147
depósitos superpuestos en forma de escalones, Altitudes de la cordillera de Angochagua y de
tan característicos de la mayoría de las monta- sus alrededores
ñas volcánicas del Ecuador. También aquí la fal-
da occidental del Cayambe oculta el final de la Puntos en la parte occidental de la cordillera
cordillera. m.

Ubicación: pendiente del Cusín-urcu a 3290 m. de Yurac-cruz grande (T) 3577


altitud.
Ventanillas, cumbre sobre
Yaguarcocha (T) 3066
38.D. LA RINCONADA, UNA PARTE DE LA COR-
DILLERA DE ANGOCHAGUA Yurac-cruz (T) 3203

Este croquis nos muestra el valle de La Rinconada El Pinllar 2708


con su piso llano formado de escombros de gra-
Aloburo, camino al río Chota (T) 2553
va. Las paredes tremendamente escarpadas del
Yaguarcocha, laguna 2253
valle están cubiertas de matorrales que, en la par-
te superior, limitan en líneas marcadas con las Angochahua, aldea 2861
planicies del páramo.
Poquio, parte superior del valle de
Ubicación: cerca de la hacienda Zuleta a 2930 m. Santa Marta, cerca de Angochahua 2911

Río Taguando, puente junto a Ibarra 2145


38.E. LA CORDILLERA DE ANGOCHAGUA, PAR-
TE SUROCCIDENTAL
Río Taguando, junto a la hacienda
El Cacho 2499
Nuestra ubicación es la loma de Canamballa (2372
m.), cerca de Ibarra. Por encima de esta ciudad Río Taguando, vado en el camino a
vemos el valle del río Taguando que asciende sua- Angochahua 2700
vemente y sobre cuyo fondo se eleva el Cayambe.
Río Taguando, junto a la hacienda Zuleta 2879
El lado izquierdo del valle está formado por las es-
tribaciones de la cordillera de Angochagua, aquí Cangagual, alto del camino entre Zuleta
muy subdivididas. Como estamos viendo el valle y Pesillo 3132
en perspectiva, los tabiques laterales de los cor-
tes de la depresión están dispuestos uno tras otro Pesillo, hacienda 3156
como bastidores.
El Panecillo de Pesillo 3614

Uno de estos cortes es La Rinconada (38°). Son


especialmente escarpadas las pendientes en la
parte de la cordillera de Angochagua que queda
cerca de nosotros, la cual rodea a Yaguarcocha
XIV. EL IMBABURA
(2253 m.), y en el cerro de Yurac-cruz grande, que
El Imbabura (4582 m.) se eleva aislado, casi en el
sube hasta los 3577 m.
centro de la amplia hoya de Ibarra. Aunque no as-
ciende hasta la región de las nieves, debe a su po-
sición aislada y a su típica forma de cono, el que
los viajeros lo enumeren entre los más llamativos,

148
y los geólogos, entre los más interesantes de los gura del Imbabura; y, a su derecha e izquierda, en
volcanes del país. Reúne en sí fenómenos que ra- el fondo, parte de la cordillera de Angochagua.
ra vez encontramos simultáneamente en un mis- Más lejos, a la derecha de la pintura, aparece el
mo monte. En primer lugar presenta, del modo llano Cusín-urcu, del que sobresale muy lejos el
más claro, la subdivisión, explicada ya tantas ve- Cayambe. De la laguna de San Pablo, que queda
ces en estructuras basal y superior; en segundo entre los tres volcanes mencionados (pintura 32),
lugar, pertenece a las llamadas montañas con cal- aparece solamente un pequeño trozo de sus azu-
dera; en tercer lugar, posee en el Asaya, un cono les aguas.
de erupción lateral en forma de estructura adicio-
nal; y, finalmente, a sus pies se encuentra un gru- Las fuerzas volcánicas han levantado en el aislado
po de pequeños conos eruptivos con flujos de la- Imbabura (4582 m.), una de las estructuras en las
va que genéticamente deben ponerse en relación que se destaca especialmente la configuración
48
con él . tan típica de la mayoría de los volcanes apagados
del altiplano. En lo esencial, esta última consiste
DOS ASPECTOS DEL IMBABURA en que, como ya lo hemos visto en otras monta-
ñas y últimamente en Cotacachi, sobre una ancha
39.A. EL IMBABURA VISTO DESDE EL LADO base surcada por valles se levanta una estructura
OCCIDENTAL superior escarpada en forma de pirámide. Con es-
pecial claridad aparece esta relación en el lado
La localidad desde la que se ha trazado esta pin- occidental que aquí observamos.
tura queda en la cordillera occidental, en la falda
sur del Cotacachi, a 3118 m. de altitud, muy junto a Desde nuestra ubicación divisamos el bloque
la laguna de caldera volcánica Cuicocha; la parte principal de la montaña, desde sus faldas hasta
oriental del muro circundante de ésta, ocupa el pri- su escarpada corona de rocas, dividido por va-
mer plano hacia la izquierda. La distancia de aquí lles que le cortan en sentido radial, formando
hasta la cumbre del Imbabura es de unos 20 Km. unas cinco cuchillas claramente diferenciables
(la distorsión de la perspectiva oculta, a la iz-
El espectador contempla más allá de la llanura de quierda, dos o tres de ellas). Una característica
Otavalo, cubierta de toba y atravesada por el cru- de estos valles consiste en que en su parte supe-
ce del río Ambi, el cono montañoso de hermosa fi- rior, cerca de la corona de rocas, comienzan con

48
En las obras sobre geología, el Imbabura es, junto con el Cotopaxi, el volcán del Ecuador mencionado con mayor frecuencia; pero esta
bien merecida fama la debe no a una justa apreciación de sus condiciones tectónicas y topográficas arriba descritas, sino a una leyenda
relatada por el padre Velasco (Historia del Reino de Quito I, II) y mencionada por A. von Humboldt, pero que extrañamente no ha sido refu-
tada. Como es sabido, al Imbabura no solamente se le ha contado entre los volcanes todavía activos de la época histórica, sino que además
se le ha atribuido una forma muy especial de actividad, dado que se afirma que las expresiones de su fuerza volcánica han sido al mismo
tiempo, causa de erupciones de barro, de agua, e incluso que en esta masa de barro han sido expulsados peces en enorme cantidad. Hace
tiempo que esta leyenda no necesita de refutación. En efecto, no es difícil, para el geólogo, explicar que el Imbabura, desde el momento
de su nacimiento no ha vuelto a jugar más un papel de mediador para las exteriorizaciones de fuerzas volcánicas, y las tradiciones que
pueden hablar en contra de esto carecen de credibilidad. (T. Wolf, Crónica de los fenómenos volcánicos, etc., p. 27). En cambio, también en
el Imbabura, la aparición de flujos de lodo se ha suscitado como consecuencia de los terremotos, como ya hemos visto en el Cotacachi
(pintura 36.B). De modo complementario, sólo podríamos añadir que en la región del Imbabura, en los sitios donde el suelo está com-
puesto de potentes capas de toba y escombros atravesados por corrientes de agua subterránea, pueden tener lugar, por obra de terre-
motos, obstrucciones que son capaces de causar repentinas y muy potentes erupciones de lodo y de derrumbos rocosos aun en medio
de la llanura, exactamente como sucede en pequeña escala cuando estalla la cañería madre de un conducto de agua artificial subterráneo.
El terremoto de 1868 me dio la oportunidad de ver un ejemplo de esto cerca de Ibarra.
Pero la presencia de peces muertos en corrientes de lodo de origen superficial, como ya ha sido discutido ampliamente por Moritz Wagner,
por el señor Teodoro Wolf, y últimamente de nuevo por el señor Edward Whymper, no tiene nada de extraño, porque el pequeño pimelo-
dus cyclopum, la preñadilla de los nativos, descrita antes que nadie por A. von Humboldt, y de cuya especie únicamente se trata aquí, se
encuentra con mucha frecuencia en las corrientes de agua y en los charcos del altiplano.

149
un profundo ensanchamiento en forma de calde- 39.B. EL IMBABURA CON EL CERRO CULVICHE,
ra, penetrando entre las crestas de las cuchillas VISTO DESDE EL ESTE-NORDESTE
que aparecen entre los bloques más anchos de las
lomas y la corona superior de las rocas, sólo co- La ubicación del espectador es la hacienda La Mag-
mo delgadas paredes separadas y elementos de dalena, a 2702 m. de altitud, al suroriente de Ibarra.
unión, a manera de puentes.
Por la corona de rocas oblicuamente truncada,
El remate de las rocas, en el Imbabura, no forma que mirada desde Cuicocha suscita en el especta-
hacia abajo una pirámide, como en Cotacachi, si- dor la impresión de que estuviera apoyada late-
no que presenta un escalonamiento tan fuerte ralmente al cuerpo central del monte, se nos ha-
que estimula a deducir la existencia de una calde- bía ya impuesto la sospecha de que detrás de es-
ra oculta atrás de él. te remate probablemente se ocultaba una caldera
del cráter. Ansiosos de lograr la certeza sobre es-
En la misma línea de cuchillas hay que observar ta circunstancia, hemos llevado a cabo el viaje al
que, en vez de tener una orientación horizontal, Imbabura por el camino más corto, y llegado a la
tiene una dirección inclinada de sur a norte y, en falda de su flanco norte. No nos hemos decepcio-
una disposición casi rectilínea diagonal, muestra nado pues, desde nuestra nueva ubicación, aun
sólo pocas incisiones más profundas. cuando queda a menor altura que la anterior, po-
demos convencernos de que en realidad el monte
El punto más alto de la corona (4582 m.) queda encierra una gran caldera de cráter que casi se
hacia el sur, y en el mismo comienza la cresta de puede clasificar como cráter de cumbre y se ha-
una de las cinco cuchillas mencionadas. Como lla, según nos lo representa claramente la pintura,
término inferior de esta cuchilla orientada hacia abierto ante nosotros hacia uno de sus costados,
el sur, y al parecer especialmente muy prolonga- de modo que podemos ver incluso su interior. Es-
do, vemos aquí, por primera vez más de cerca, al ta caldera de cráter se presenta, por cierto, como
cerro Asaya que será mencionado todavía repeti- una concavidad en forma de embudo en el cuerpo
das veces, como una parte más o menos indepen- rocoso central, en conexión con una continuación
diente en el edificio del Imbabura. en forma de valle que se hinca profundamente en
el flanco de la montaña. La existencia de este cor-
Pero esta pintura es también particularmente ap- te a modo de quebrada, junto con la depresión en
ta para darnos una exacta representación de los forma de caldera, rodeada por delgadas paredes,
potentes depósitos de escombros y toba que re- le asigna también al Imbabura el puesto en la se-
cubren las faldas del Imbabura hasta una altitud rie de montañas con caldera que conoceremos to-
de más de 3000 m. Las corrientes de agua que tie- davía en diversas formas y gradaciones.
nen su origen en la parte superior de la montaña
cambian su carácter con la entrada a este terreno, Nótese aquí, una vez más, el potente depósito de
y se vuelven pequeños torrentes de agua que han escombros y toba que cubre por todas partes la
producido incisiones con paredes divisorias casi falda de la montaña y que sube por sus declives,
verticales. de acuerdo al sitio de que se trate, hasta los 3500
m. Ella oculta a nuestra vista la configuración ori-
El cultivo de los campos, que en la extensa falda de ginal de los declives inferiores, como ocurre tam-
Imbabura se desarrolla con buen éxito, es lo que bién en el Mojanda y en la mayoría de las monta-
constituye el relativo bienestar de la provincia. ñas del altiplano.

150
En la parte izquierda de la superficie de la pintura En relación genética menos directa con el Im-
se muestra el cerro Culviche, un edificio volcáni- babura que con el Asaya, está una potente ma-
co relativamente joven, que aquí adquiere signifi- sa eruptiva dividida en varias cumbres en for-
cación sólo en cuanto que este croquis nos ilustra ma de domos y conos que se unen a él por el
sobre su asociación con el Imbabura. sureste y que han acumulado capas y flujos
más o menos hasta una tercera parte de la al-
Los campos y pastizales de la hacienda ocupan el pri- tura del Imbabura. Las tres cimas principales
mer plano del cuadro; también aparecen aquí algunos de esta masa eruptiva se llaman Culviche
viejos nogales, como figuras insólitas en el paisaje. (3882 m), Cochaloma o Covaví (3494 m.), y
Cunru (3338 m.). El Culviche y el Cunru tienen
La distancia en la línea recta, en la que se encuen- en sus cimas pequeñas lagunas de cráter (40).
tra el espectador respecto de la cumbre del Imba- La posición de estas cumbres, respecto del Im-
bura, debe acercarse a los 7 Km. babura, se ve principalmente en el gran pano-
rama de la pintura 35. A pesar de la notable
distancia de este edificio volcánico respecto
PINTURA 40 del centro de erupción del Imbabura, las ma-
sas de roca de las que está compuesto se de-
VISTAS DEL IMBABURA, DE SU CONO LATERAL ben considerar como provenientes del mismo
foco que el Imbabura. Esta concepción tiene
Un gran cono lateral, el Asaya (3884 m.) está uni- su punto de apoyo en la gran similitud petro-
do al Imbabura por su flanco suroriental, en tal gráfica de todas las rocas de este grupo de
forma que sólo se puede considerar como el pro- cumbres, y no se excluye el que se pueda pos-
ducto de una especial actividad eruptiva pero, tular, con gran posibilidad, una diferenciación
por otro lado, también como un cuerpo coetáneo en el tiempo del nacimiento de cada uno de los
respecto al origen del monte principal, cuya es- miembros de este grupo montañoso 49.
tructura complementa.
El Culviche, por la uniformidad de su edificio
40.A. EL CERRO ASAYA VISTO DESDE EL OESTE que se expresa de manera muy llamativa en las
formas redondeadas de su superficie, le impone
Ubicación: más arriba de la hacienda Peguche, a al espectador la impresión de que debe ser, en
unos 2700 m. de altitud. unión con el Cochaloma y el Cunru, producto
de una única y muy gigantesca erupción. Ahora
El croquis hace ver la forma cónica del cerro Asa- bien, como al edificio del Imbabura hay que
ya, y el profundo corte que ha hecho el valle en su atribuirle también, desde el punto de vista ge-
masa. A la izquierda del Asaya aparece una parte nético, la misma significación o alcance, reviste
del Imbabura propiamente dicho. especial interés el ver los dos montes, con tan
distinta configuración externa y además proba-
40.B. EL ASAYA Y EL CULVICHE, VISTOS DESDE blemente con un mismo foco volcánico, coloca-
EL SURESTE dos inmediatamente uno junto al otro.

Ubicación: Hacienda Zuleta, a 2879 m.

49
Rocas del Imbabura y del Asaya: No. 42 – 143. Rocas del Cuvilche, Covaví y Cunru: No. 144 – 165.

151
40.C. EL IMBABURA, CON EL ASAYA Y EL CULVI- Altitudes del Imbabura y de sus alrededores
CHE, VISTO DESDE EL SUR
1. El monte principal y el Asaya m.
Ubicación: Paso de Angla (3183 m.), en el camino
de Cuchicaranqui a San Pablo. Cumbre del Imbabura (T) 4582

Loma de Frailejón 4318


La independencia del Asaya (3884 m.) frente al Im-
babura (4582 m.), en ninguno de los croquis se
Fondo de la caldera al pie de la cascada 3950
destaca más claramente que en el exhibido aquí.
Si bien ambos montes están unidos en su masa, Cherti-loma, comienzo del pajonal,
en el lado sur que estamos considerando, el Asa- últimas chozas indias, límite superior
ya muestra el aislamiento que le es propio en una de los trigales 3363
medida mucho mayor de lo que sucede en el lado
Altura ascendida el 25 de marzo de 1870.
norte, en su unión con el Imbabura.
Lo escarpado de la cresta rocosa impidió
dominar la cumbre 4529
Con relación a la altura del cono del Asaya, su cum-
bre truncada es de un diámetro menor; no se presen- Campamento de carpas 3950
ta como una planicie sino que está conformada por
muchas cumbres en los bordes, a manera de cúpulas Cerro Asaya, cumbre nororiental 3884

que rodean una pequeña cuenca llena de agua.


Laguna en el fondo del cráter 3750

En el mismo Imbabura tenemos que llamar especial- Falda occidental del Asaya; derrumbo 2788
mente la atención sobre un valle que, por la profundi-
dad de su penetración en el monte y su ensancha- Cerro Camuento 2894
miento en forma de caldera cerrada con escarpadas
Ensillada entre Camuento y Asaya 2844
paredes de roca en la parte inferior del mismo, permi-
te reconocer una gran similitud con el valle de calde-
Falda norte del monte; río Taguando 2145
ra del lado oriental, aun cuando éste es mucho mayor
(ver la pintura 39.B). La falda del monte, en este lado, Falda sur del monte; garganta de Angla 3183
también está cubierta de potentes acumulaciones de
escombros superficialmente nivelados. Falda occidental del monte; lago de
San Pablo 2697

Al extremo derecho de la pintura el Culviche


Falda oriental; ensillada entre el
(3882 m.) muestra las formas redondeadas de su
Imbabura y Culviche aprox. 3400
masa montañosa. La ensillada entre el Culviche y
el Imbabura tiene una altitud de 3400 m. Loma de Canamballa junto a Ibarra 2372

40.D. CUMBRE DEL CERRO CUNRU Curi-loma, al oeste de la laguna de


San Pablo 2832

Ubicación de la pintura: más o menos a 3317 m.


Chorrera de Peguche; borde superior (T) 2614

En el primer plano queda la pequeña laguna del crá- Río seco, Rumihuaico, punto alto del
ter que está rodeada de cumbres marginales en for- camino de La Magdalena a Zuleta 2665
ma de cúpulas.

152
Río Taguando; unión con el río Seco, Sopladero de Changalá 2924
junto a la hacienda Cacho 2499
Tingui-cocha 3202
Puente de Arcos; camino de Ibarra
a San Pablo 2648 San Francisco-cocha 2849

Ibarra, ciudad 2225 Hacienda Zuleta 2866

Esperanza, población 2344

San Antonio, población 2378


XV. EL CUSÍN-URCU
Hatuntaqui, población 2407
El Cusín-urcu, llamado también San Pablo-urcu, es-
lumán, hacienda 2632 tá en la provincia de Imbabura, y está rodeado por
tres cumbres volcánicas: el Mojanda, el Imbabura y
Peguche, hacienda 2556
el Cayambe, que le sobrepasan mucho en tamaño.
Se une al primero, el Mojanda, a través de la ensilla-
Juanguarín, hacienda 2382
da de Cajas, en tal forma que con él constituye el
La Magdalena, hacienda 2702 nudo entre las hoyas de Quito e Ibarra.

Cacho, hacienda 2574 Por su figura, el Cusín-urcu pertenece a aquellos


edificios volcánicos que encierran como con mu-
Cacho, grupo de casas 2516
ros un gran cráter, caldera u hondón, aunque ta-
les son sus condiciones que en la muralla queda
2. El Culviche y el Cunru m.
una abertura más o menos ancha en forma de va-
Cumbre del cerro Culviche 3882 lle que la vista despejada permite acceder al inte-
rior de la caldera.
Pequeña laguna del cráter del Culviche 3801

Cima de la loma de la Cantería 3658


PINTURA 41
Ensillada entre la loma del Culviche y la
de la Cantería 3653 CUATRO VISTAS DEL CUSÍN-URCU

Otocola, chozas 3486 En esta pintura se ha reunido cuatro distintas to-


mas del Cusín-urcu, con la finalidad de obtener
Cochaloma (cerro Covaví), cima 3494
una más fácil percepción comparativa; dos de
ellas nos ofrecen una ojeada hacia la caldera, y
Potrero de las cochas, fondo del cráter 3414
dos nos dan una reproducción de la muralla que
Ensillada entre Cochaloma y Cunru 3168 rodea la caldera desde su lado exterior.

Cumbre del cerro Cunru 3338 41.A. EL CUSÍN-URCU VISTO DESDE OESTE-SU-
ROESTE
Pequeña laguna de cráter del Cunru 3317

Ubicación: Cuicocha, en la falda sur del cerro Co-


Falda oriental del Cunru;
camino a Zuleta 2867 tacachi, a 3118 m. de altitud.

153
Este pequeño croquis, por haber sido trazado 41.C. EL CUSÍN-URCU VISTO DESDE SUR-SUROESTE
desde una considerable distancia, nos ofrece
la imagen más clara de la forma del monte, el Ubicación: Loma de Cuniburo, junto a Guachalá, a
cual presenta la figura de herradura y, por 3353 m. de altura. Distancia aproximada de 22 Km.
cierto, los brazos de ésta son las lomas que li-
mitan la hondonada del cráter, casi rectilíneas, Sobre la ubicación para el trazado de esta pintura
relativamente largas y bifurcadas en sus extre- podemos orientarnos fácilmente: el Alto de Cajas,
mos. Enteramente al fondo se abre el valle del que en el croquis 41.B estaba a la derecha del es-
cráter que da hacia la caldera. En la parte re- pectador, está ahora a su izquierda; el cono erup-
dondeada de la muralla de la caldera, la cum- tivo Muyurcu, colocado en el croquis 41.D a la iz-
bre rocosa forma una entrante en forma de to- quierda, se ha desplazado ahora al lado derecho.
rreón que baja hasta el fondo del valle; dicho La ladera del Cusín-urcu, que aquí mira hacia no-
fondo es bastante llano y sube muy poco en di- sotros, está muy dividida y varias de sus cuchillas
rección a la caldera. presentan incluso formas de contrafuertes. Aquí y
allá se hacen patentes los paquetes de rocas que
La distancia desde Cuicocha hasta la cumbre del hacia afuera caen paralelas al declive. Claramente
Cusín-urcu es de unos 29 Km. hay que distinguir de la ladera montañosa propia-
mente dicha, los depósitos de toba que se arri-
41.B EL CUSÍN-URCU VISTO DESDE EL NOROESTE man oblicuamente al monte. A la izquierda, detrás
de Cusín-urcu, vemos al Imbabura; y, a la derecha,
Ubicación: en la falda occidental del Imbabura, a justo sobre el Muyurcu, en el horizonte, una par-
cerca de 2800 m. de altitud y a una distancia de te de la cordillera de Angochagua.
unos 11 Km.
41.D. EL CUSÍN-URCU VISTO DESDE EL LADO ES-
Este dibujo nos ofrece más o menos la misma vi- TE-NORESTE
sión de la montaña que el 41.A, pero está trazado
desde una distancia muy próxima, y por esto nos Este croquis, para cuyo trazado se escogió una
da la posibilidad de estudiar la estructura de los ubicación cerca de la hacienda Pesillo (3156 m.),
muros de la caldera en todos sus detalles. La roca despierta interés por cuanto la montaña, vista
in situ aflora en multitud de lugares, la mayoría de desde aquí, se presenta como una larga cuchilla
las veces en forma de pequeños aguijones que, construida simétricamente, cuya línea de crestas
por pertenecer a paquetes de roca interrelaciona- corre suavemente desde la cumbre hacia ambos
dos, se presentan muchas veces ordenados en se- lados, y sólo entonces se ve delimitada a derecha
rie50. El piso del valle baja hacia la orilla llama y e izquierda, por escarpados declives.
cultivada con campos de la gran laguna de San Pa-
blo. La loma que une al Cusín-urcu con el Mojan- Todo este declive externo está tan cubierto por una
da (a la derecha de la pintura) se llama Alto de Ca- espesa capa de toba y de humus extendida hasta la
jas (3099 m.). cumbre rocosa, que casi en ninguna parte se en-
cuentran rocas in situ y aun parece que con esto ha
cambiado significativamente la configuración y dis-
posición originales del edificio volcánico.

50
Rocas del Cusín-urcu: No. 166 – 187.

154
Pero lo que caracteriza y distingue al Cusín-urcu Hacienda San José en la falda suroriental
de muchas de las otras montañas volcánicas del del Cusín-urcu; río Granobles 2771
Ecuador, es un cono de erupción de considerable
magnitud, el Muyurcu (3226 m.), levantado en la
falda sur de la montaña, y que está compuesto
principalmente de lava y da la impresión de ser XVI. EL CAYAMBE
de formación relativamente más joven.
El Cayambe es, junto con el Chimborazo, indiscu-
Alturas del Cusín-urcu y sus alrededores tiblemente el más grandioso de los nevados del
m. Ecuador. Por su altitud (5840 m.) está ciertamen-
te 470 m. por debajo del Chimborazo, pero no es
Cumbre del Cusín-urcu 4012 menor en lo que tiene que ver con la potencia de
la masa de hielo que está cubierto y en la exten-
Fondo de la caldera, primer escalón 2770 sión de sus glaciares. Por su ubicación topográfi-
ca, es miembro de la cordillera oriental y, por cier-
Fondo de la caldera, segundo escalón 2866
to, dentro de ella está muy retirado hacia el orien-
Desembocadura del valle del cráter, te; justamente en la línea ecuatorial se alza tam-
nivel del agua de la laguna de San Pablo 2697 bién sobre el límite entre las provincias de Pichin-
cha e Imbabura. Al norte no aparece ninguna otra
Cajas, ensillada entre el Cusín-urcu y el montaña volcánica en la cordillera oriental del te-
Mojanda; altura de la carretera 3099
rritorio ecuatoriano, y por el sur está separado de
las siguiente formaciones volcánicas de la cadena
Pendiente oriental del monte; punto en el
que el talud que sube escarpadamente se de Guamaní, por un vasto sector de esquistos mi-
vuelve llano 3663 cáceos.

Las chozas de los indios que quedan a La representación gráfica del Cayambe, que se
mayor altura 3370 ofrece en las pinturas 42 a 45 se completa en gran
medida con el panorama IV (pintura 47), a cuya
Límite superior de los cultivos de papas 3400
descripción nos remitimos.
Cangagual, altura del camino de Zuleta a
Pesillo; falda nororiental del monte 3132
PINTURA 42
Muyurcu, cono de erupción en la
ladera suroriental 3326
EL CAYAMBE VISTO DESDE EL OESTE-NO-
ROESTE
Falda oriental del cono; hacienda
de Muyurcu 3053
La ubicación desde la que se ha trazado la pintu-
Ensillada entre el Cusín-urcu y ra es la pendiente oriental del Cusín-urcu, a 3290
el Muyurcu 3272 m. de altitud.

San Pablo, población lado occidental del


La presente pintura, como primera de una serie
Cusín-urcu 2726
de vistas que seguirán del Cayambe, tiene por ob-
Hacienda de la Merced, Cuchicaranqui
en el lado nororiental del Cusín-urcu 2932 jeto ofrecer al espectador una imagen general de
la estructura y de la ubicación de esta montaña
Angla, hacienda en el lado norte 3084 volcánica.

155
La forma del Cayambe, como vemos en esta pin- tendremos ocasión de observarlo en igual for-
tura, corresponde a la de un cono que va ascen- ma, todavía en otras montañas volcánicas.
diendo muy suavemente y, por cierto, a uno de
dimensiones tan enormes que su base no podría La impresión de que esta separación entre la sec-
ser superada en extensión de superficie por nin- ción superior y la inferior tiene un fundamento ar-
guna de las demás montañas volcánicas del quitectónico, se hace más patente cuando se ve
Ecuador, ni siquiera por la del mismo Cotopaxi. que la zona más fuertemente destacada por el co-
Una consideración escrupulosa de la montaña lor de la capa sólo temporalmente cubierta de
nos informa, al mismo tiempo, de que incluso en nieve, el arenal, coincide casualmente con el lími-
este edificio volcánico, como en la mayoría de te del sector intermedio más plano.
los que hemos conocido hasta ahora, y como
hemos observado últimamente en el Cotacachi El Cayambe no tiene un cráter del que pudiera ha-
y el Imbabura, deben distinguirse dos partes ber sido formada la estructura de su gran macizo,
principales, un enorme zócalo y una estructura sumamente extenso y de más de 3000 m. de alti-
superior colocada en la parte central de aquella. tud, como efecto de una serie de erupciones sin-
Aunque en ambas partes se expresa del modo gulares, pero si hubiera existido un cráter seme-
más claro la homogeneidad genética, sin embar- jante y si, después de todo, la construcción del
go parecen estar arquitectónicamente separa- monte hubiera de atribuirse a un proceso sucesi-
das de manera nítida, y en esta percepción hay vo de este tipo, la ubicación de este cráter tendría
un contraste cuya solución debe buscarse sólo que imaginarse más o menos en el sitio en donde
en el tipo de nacimiento de la montaña y en el se eleva actualmente la pirámide de la cumbre de
proceso eruptivo al que debe su constitución. 1500 m. de altura del Cayambe; pero incluso es
La primera circunstancia, por la que resulta ma- tan falso suponer que esta estructura actual de la
nifiesta la homogeneidad interna de ambas par- cumbre del Cayambe cubierta de nieve ha sido
tes, es que se ven aflorar claros paquetes de la- una montaña con cráter productor de erupciones,
va expuestos perpendicularmente en forma muy como que lo hayan sido las pirámides del Iliniza,
singular, tanto en la estructura superior sobre- del Cotacachi, del Sincholagua, del Quilindaña y
saliendo del manto de nieve, como en la estruc- otros más. La estructura superior cubierta de gla-
51
tura basal de la capa de vegetación . ciares del Cayambe, vista desde el occidente (ver
los croquis A, D, E y G de la pintura 44), asume en-
Pero la otra circunstancia se funda en que los teramente la forma de pirámide, pero en realidad,
declives cubiertos de nieve de la estructura su- es una loma con suaves líneas de cumbres y tres
perior no pasan con igual ángulo de inclinación cimas (ver los croquis B, C y F de la pintura 44),
a la estructura de la base cubierta de vegeta- cuyo eje longitudinal está orientado, más o me-
ción, sino que entre ambas secciones se interca- nos, en dirección este-oeste. Son extraordinaria-
la un trecho en que el curso del declive es más mente escarpados los declives de la cumbre por
plano que en las secciones superior e inferior de el norte y por el sur.
la montaña. Este sorprendente fenómeno, que
ya conocimos en los macizos del Pichincha, Co- La estructura basal del Cayambe, hasta donde lo
razón e Iliniza, lo encontramos también en el Ca- permite juzgar la pared del mismo, aquí represen-
yambe, de modo muy claramente marcado, y tada, no difiere esencialmente de los volcanes ya

51
Rocas de Cayambe: No. 969 – 1066.

156
considerados; como en ellos, está dividida en cu- yambe en un desplazamiento amplio hacia el
chillas o lomas colocadas en forma radial y seme- oriente; pero no existe una cadena así. La falda
jantes entre sí. El número de estas lomas parece oriental del Cayambe forma de por sí una parte
aquí especialmente grande, pero la profundidad de los declives de la cordillera hacia la cuenca
de los valles que las dividen es más bien pequeña. fluvial del río Amazonas. Hasta ahora no se ha in-
Con esto, sin embargo, debe advertirse que no to- vestigado la extensión y la profundidad que al-
dos estos valles son igualmente largos y muchos canza por el oriente la roca eruptiva. Toda la par-
tienen sólo una menor significación y comienzan, te oriental del Cayambe puede señalarse como
en cierto modo, recién en el borde externo del una región orográficamente desconocida.
macizo; mientras que otros penetran profunda-
mente en él y, con esto, producen una división del La cadena que queda a la izquierda del Cayambe
mismo, en grandes secciones principales. y mencionada ya antes, es la serranía de Angocha-
gua (panorama III, No. 35 y pintura 38), que igual-
La presente pintura nos muestra la configuración mente debe su origen a erupciones volcánicas.
de todo el flanco occidental del macizo del Ca- Tiene, como ya se deduce por este mismo dibujo,
yambe; la que sigue (No. 43), la de su flanco nor- una extensión y una altitud (sobre los 4000 m.)
te en una gran parte; y el panorama No. 47 nos in- tan grandes, que la masa de su material eruptivo
forma acerca de la estructura del macizo en su la- puede casi equipararse cuantitativamente a la del
do sur, y acerca del modo cómo se une con la ca- macizo del Cayambe. Inclusive la división de sus
dena que lo limita por este mismo lado, cadena pendientes (una parte del croquis ha quedado
que es de formación más antigua. Para completar aquí inconclusa), coincide en forma llamativa con
nuestra inspección panorámica falta solamente la la del Cayambe.
vista que ofrece el Cayambe desde su flanco
oriental, pero con ésta por desgracia tenemos Al pie de esta serranía se encuentra la hacienda
que quedar en deuda porque las condiciones to- de Pesillo, y detrás de ella se eleva el Panecillo de
pográficas y meteorológicas que reinan en este la- Pesillo, monte que fue elegido como ubicación pa-
do de la montaña presentan, para el trazado pic- ra el trazado de la pintura No. 43.
tórico del terreno, no pocas dificultades, semejan-
tes a las que hemos descrito para caracterizar el La montaña que al parecer está, por la derecha,
lado occidental del Pichincha y sus montañas ve- inmediatamente contigua al Cayambe pero que en
cinas. Lo único que podemos ofrecer al especta- realidad está bastante alejada, es la parte más al
dor, sino del lado oriental de la montaña al menos norte de la cordillera oriental de Quito; es decir, el
de su lado norte, es una vista hacia el valle de cerro Pambamarca, con el cerro Puntas del pára-
Yancureal (pintura No. 45) que nos acerca al lími- mo de Guamaní unida a aquél por detrás. Para no-
te de la nieve del Cayambe, en la vecindad de sus sotros tiene especial interés descubrir, desde
glaciares y de sus acumulaciones de escombros aquí, la verdadera ubicación del Antisana en rela-
de naturaleza morrénica. ción con el cerro Puntas y el Pambamarca: el An-
tisana se deja ver al horizonte, hacia el sur, pre-
Junto al macizo del Cayambe, que ocupa la ma- sentándose su lado norte.
yor parte de la pintura, vemos a derecha e iz-
quierda, unas montañas (señaladas en tono ama- Pero nuestra vista llega más allá del Antisana,
rillo claro) de las que podría pensarse que perte- pues inclusive el Iliniza cae al borde derecho de la
necieron a una misma cadena montañosa, la pintura, dentro de nuestro campo de visión.
cual, si éste fuera el caso, hubiera rodeado al Ca-

157
Entre la ubicación del espectador y la pendiente rancias, cuyas paredes laterales, que caen a pico,
occidental del Cayambe, se abre el valle plano del dejan al descubierto las negras rocas, las cuales se-
río Granobles, que corre hacia el sur; por el norte, ñalan al mismo tiempo el número y dirección de
al pie de la cordillera de Angochagua, tiene su ori- los valles que, en el lado norte del Cayambe se en-
gen el valle del río Taguando. tallan en el macizo con siempre creciente profundi-
dad. Desde la ubicación que tenemos ahora, nos
El primer plano del cuadro corresponde a la falda parece que el flanco occidental del gran macizo es
oriental del Cusín-urcu, con sus lomas extensas y mucho menos subdividido de lo que era en la pin-
monótonas. Pero en este paisaje constituye un fe- tura 42, mientras que el declive norte se ha reduci-
nómeno nada común el cono de erupción Muyur- do, para nuestra vista, a una sola loma.
cu, cuya altura sobre el fondo del valle es de unos
300 m., y que parece ser de origen relativamente El Yana-urcu de Pesillo se muestra como un miem-
más nuevo. bro exterior al propio macizo. No nos atrevemos
a determinar si el Yana-urcu debe ser concebido
Para destacar topográficamente con mayor clari- como una formación independiente, más antigua
dad las diversas partes del paisaje, se ha dado al o más reciente, respecto del gran proceso de
dibujo un colorido esquemático. erupción al cual debe el Cayambe su nacimiento.

Distancias: desde el Cusín-urcu hasta la cumbre Para el espectador vendría a ser casi inútil, como
del Cayambe, unos 23 Km.; hasta el Sara-urcu, orientación en el panorama, una ulterior presenta-
más o menos 36 Km.; hasta el cerro Puntas, alre- ción de nombres, porque sin dificultad se distin-
dedor de 41 Km.; y hasta el Antisana, unos 70 Km. guen los cerros, ya conocidos en la pintura 42, de
Pambamarca y Puntas, que aquí constituyen el fon-
do en el valle del río de Granobles, y a la derecha,
PINTURA 43 en la línea más externa del horizonte, el pequeño
cerro Ilaló. En primer plano contempla el cono
EL CAYAMBE VISTO DESDE EL NORESTE eruptivo Mayurcu que pertenece al flanco surorien-
tal del Cusín-urcu. El valle del río Granobles es el
La ubicación desde la que se ha trazado la pintu- mismo que encontramos en el panorama IV (pintu-
ra es la ladera del Panecillo de Pesillo a unos 3300 ra 47), que fue trazado en la elevación que aquí so-
m. de altitud. bresale claramente, el Cuniburo, aunque allá incide
nuestra visión misma en dirección opuesta.
En esta pintura tenemos ante nosotros las tres
cumbres cubiertas de nieve de la estructura supe- La distancia hasta la cumbre del Cayambe es de
rior del Cayambe en su extensión longitudinal de unos 15 Km.
occidente a oriente; por tanto, se nos ofrece hasta
cierto punto, el equivalente de los croquis B, C y F
de la pintura 44. Reconocemos aquí claramente to- PINTURA 44
das las irregularidades, todas las franjas rocosas,
los salientes en forma de riscos, y las puntas que SIETE VISTAS DEL CAYAMBE
muestra el lado norte en contraste con el lado sur,
mucho menos accidentado y por lo mismo pareja- Estas perspectivas nos descubren solamente el
mente blindado de hielo. Nos llaman la atención, lado occidental y sur de la montaña, aunque des-
especialmente, las largas franjas de roca y protube- de diversas distancias y diversas alturas.

158
44.A. EL CAYAMBE VISTO DESDE EL LADO SU- aquella zona del monte que llama la atención por
ROCCIDENTAL su condición inhóspita.

A una distancia de unos 22 Km. Ubicación: loma del 44.D. EL CAYAMBE DESDE EL LADO SUROESTE
Molino, junto a Guachalá, a unos 3000 m. de altitud.
Visto desde una distancia de cerca de 70 Km.
A profundidad media de la pintura está situada, Ubicación desde la que se ha trazado el cro-
de perfil, la larga serie de las lomas uniformes quis a): pendiente del Rucu-Pichincha, a unos
del páramo que norman la estructura basal del 3900 m. de altitud.
Cayambe; el cono nevado se eleva sobre ellas,
aunque la sección inferior del mismo está cu- Ubicación para el croquis b): Chorrera de Jatuna,
bierta por las crestas interpuestas de dichas lo- en la pendiente del Rucu-Pichincha, a una altitud
mas, de modo que se tiene la impresión de que de 3400 m.
el cono nevado estuviera en una depresión pero
éste no es el caso. El Cayambe aparece en ambos croquis más o me-
nos como un cono. A pesar de la distancia tan
44.B. EL CAYAMBE VISTO DESDE EL LADO SUR- considerable de 70 Km., se dejan ver, en el arma-
SUROESTE zón rocoso del blanco cono del Cayambe, detalles
que son imposibles descubrir solamente con una
Vistos a una distancia de 5 a 6 Km. Ubicación: Ya- extraordinaria transparencia del aire, como la que
nacocha (Diablo-Pungo) a 3900 m. de altitud, en el es propia de estas alturas.
camino hacia el Sara-urcu.
44.E. EL CAYAMBE DESDE EL LADO NOROCCI-
El monte nos presenta todo su escarpado y an- DENTAL
cho flanco que en toda su extensión está re-
vestido de una capa de nieve tan densa, que Visto a una distancia de unos 50 Km. Ubicación: al
sólo en unos pocos sitios aflora roca in situ. La borde de las murallas que circundan Cuicocha, a
línea de crestas suavemente arqueada de la 3118 m. de altitud.
larga loma, tiene tres puntos culminantes. Por
el oriente se une a la masa montañosa, una Desde aquí, la montaña ostenta la figura de una
cumbre nevada más pequeña. pirámide truncada. Su lado occidental está clara-
mente iluminado, mientras el lado norte queda en
44.C. EL CAYAMBE DESDE EL LADO OESTE-SU- profundas sombras. Se distinguen claramente las
ROESTE estructuras superior y basal del monte; la nevada
pirámide está como en un pedestal, aunque éste
Visto desde una distancia de unos 8 a 10 Km. Ubi- queda cubierto en gran parte por el Cusín-urcu
cación: sobre el Sayaro (3500 m.), en el camino ha- que está delante.
cia el Sara-urcu.
44.F. EL CAYAMBE DESDE EL LADO SUR-SU-
La falda occidental del cono de nieve que queda ROESTE
frente a nosotros está cubierta por una desnuda
loma de páramo, pero en cambio queda visible su Visto a una distancia de unos 10 a 12 Km. Ubicación:
falda sur y nos ilustra con especial claridad la en- Corredor-machai, en el camino hacia el Sara-urcu.
tremezcla de nieve y bloques de rocas; es decir,

159
Este pequeño croquis es igual, en lo esencial, al ca y grandes bloques aislados yacen sobre el sue-
presentado en el 44.B. lo por todas partes.

44.G. EL CAYAMBE DESDE EL LADO OCCIDENTAL En el trasfondo se levantan, medio envueltas en la


niebla, las masas de roca con un blindaje de hielo
Visto a una distancia de unos 59 Km. Ubicación: o sólo enterradas bajo la nieve. De la parte nores-
Cóndor-cocha en el páramo de Calacalí, a 3650 m. te del Cayambe, lenguas de glaciares y de nieve
de altitud. bajan hasta las lomas y hasta por encima de las
quebradas con acumulaciones de escombros.
El Cayambe nos muestra también, en esta repro-
ducción hecha desde una gran distancia, su esbel- Algo característico del paisaje aquí es en especial el
to lado occidental que le hace aparecer como un resalte de negros sectores de roca justamente sobre
cono; pero no hay que pasar por alto que, delan- el blanco deslumbrante de la nieve, de formas de
te de la falda de este lado occidental, hay una sec- bloques y pináculos como los que aquí justamente
ción rocosa muy dentada, igualmente cubierta de tenemos delante a una distancia más corta.
nieve en su parte superior, cuya percepción tam-
poco se nos ha podido escapar en otros croquis.
PINTURA 46

PINTURA 45 EL MONTE NO VOLCÁNICO SARA-URCU

EL VALLE DE YANCUREAL Queda este monte en la cordillera oriental, y es


EN EL LADO NORORIENTAL DEL CAYAMBE uno de los dos únicos nevados del Ecuador de
origen no volcánico, y que están compuestos de
Un ejemplo de la inmensidad de los glaciares de esquisto de mica y tipos de roca de la misma fa-
las montañas volcánicas del Ecuador. milia52. Su altitud es de sólo algo más de 4700 m.
Lo estamos viendo desde el occidente.
Ubicación: a unos 4300 m. sobre el nivel del mar.
La ubicación para el trazado de la pintura fue el
Forman el primer plano acumulaciones de escom- Corredor-machai (3895 m.), una pared rocosa
bros y morrenas de material suelto, señaladas colgante en el páramo, muy conocida para los
con colores claros, tonos amarillentos, cafés y ro- indios de la hacienda Guachalá, y que está uni-
jizos a los que se mezcla, aquí y allá, el blanco de da a la pendiente sur del Cayambe (véase pintu-
las arenas de piedra pómez amontonadas que se ra 44, B y C).
han producido en cantidad, principalmente por
efecto de la erosión que provoca el rudo cambio El árbol del primer plano, un polylepis incana —
de las condiciones climáticas, especialmente las llamado panza por los nativos—, pertenece al úni-
fuertes heladas de todas las noches en estos pa- co tipo de árboles que crecen hasta en una altitud
rajes altos. El suelo siempre húmedo se ve afloja- de 4000 m., y podría contarse entre los ejemplares
do como esponja por esos fríos y socavado por más antiguos y más grandes de toda la región de
muchas corrientes de agua; trozos sueltos de ro- páramo del Ecuador. La existencia de un árbol tan

52
Rocas del Sara-urcu y de sus alrededores: No. 1072 – 1097.

160
viejo tiene que tomarse aquí por tanto más extra- Altitud ascendida el 21 de marzo
ña, cuanto que justamente este páramo, como tal de 1871,en el lado noroccidental
vez ningún otro, se ve afectado durante el año por del Cayambe 5066

las más rudas inclemencias del tiempo. Por eso,


Río Blanquillo, camino a Playas, lado
los límites de la nieve perpetua, que en el Sara-ur-
oriental 4030
cu aparecen ya a los 4364 m., se muestran de 300
a 400 m. más bajos que en los otros montes de Valle de Yancureal, campamento
igual altitud geográfica. Asimismo este monte es- de carpas 4272
tá tan completamente cubierto de glaciares que
Machai de la Cruz, lado norte del
se parece a un pan de azúcar, y sólo en unos po-
Cayambe 4154
cos puntos puede aflorar la roca in situ. Todos los
demás montes de la pintura están compuestos de Paso del Machai a Pimán 4368
rocas de la misma formación.
El Contadero de la hacienda Pesillo 3248
Alturas del Cayambe y de sus alrededores Lagunas, falda del cono del Cayambe,
m.
camino al Sara-urcu 3925

Cumbre occidental del Cayambe (T) 5840


Diablo-pungo, camino de Guachalá al
Sara-urcu 3904
Cumbre oriental del Cayambe (T) 5556

Cayambe, población 2864


Límite inferior de la nieve en el lado
nororiental 4400
El Sara-urcu m.

Límite inferior de la nieve en el lado


Cumbre del Sara-urcu (según Whymper53) 4725
noroccidental junto a Rumipungo 4672

Chical, pie de las rocas en el lado


Sitios más altos sin nieve del arenal de
occidental 4111
Rumipungo, unos 4750

Pie del glaciar en el lado occidental 4176


Límite inferior de la masa continua
de nieve recién caída el 21 de
Límite inferior de la nieve 4364
marzo de 1871 4713

Río Volteado, falda occidental del


Rocas sin nieve en el lado noroccidental
Sara-urcu 3801
(plantas aisladas de Culcitium reflexum) 4938

Comienzo de la bajada al río Volteado 3940


Pie de glaciar del Muyurcu en el lado
oriental del Cayambe 4298
Guagrahuasi 4046
Pie del glaciar Tarugacorral 4134
Río Ninarumi, vado 3844
Pie del glaciar Yancureal, en el lado
Corredor-machai 3895
norte del Cayambe 4510

53
E. Whymper, Travels amongst the Great Andes of Equator, p. 251.

161
PINTURA 47 Esta montaña topográfica muy uniforme, es nota-
ble en razón de que en muchas de sus más peque-
CUARTO PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL ñas prominencias se encuentran fosas de forma
ECUADOR circular que presentan un ordenamiento concén-
trico formado por dos, tres o cuatro de ellas y da-
Este cuarto panorama del altiplano del Ecuador tan de tiempos prehistóricos y ha recibido de los
ofrece al espectador una mirada de conjunto so- indios el nombre de Pucará, denominación que se
bre una gran parte de la provincia de Imbabura y emplea en una gran parte de Sudamérica y parece
de Pichincha y, al mismo tiempo, sobre diez de las indicar un sitio fortificado. Además, se debe men-
montañas volcánicas que pertenecen a estas pro- cionar aquí que la loma occidental del Pambamar-
vincias. Ellas son el Pambamarca, el Mojanda, el ca, que ahora está tan cerca de nosotros, fue uno
Imbabura, el Cusín-urcu y el Cayambe, los cerros de los puntos de observación en el triángulo que
de Calacalí, Pululagua, el páramo de Piñán, la cor- los académicos franceses tomaron como base de
dillera de Angochagua y el cerro Puntas, como sus mediciones de la cuantía de un grado geográ-
parte del páramo de Guamaní. fico. Por eso, el monte lleva también el nombre de
Francés-urcu.
La localidad desde la que se ha trazado la pintura
es la loma de Cuniburo, en las cercanías de la ha- Un poco a un lado de su cono superior, hacia el
cienda Guachalá a 3353 m. sobre el nivel del mar. borde izquierdo de la pintura, se dejan ver a gran
La pintura ofrece la visión de todo el panorama en distancia los picachos del cerro Puntas, que será
derredor. estudiado más detenidamente en el panorama V
(pintura 48) y que constituye una parte del pára-
No obstante, en primer plano sobresalen única- mo de Guamaní, la cadena principal de la cordille-
mente cuatro de las montañas volcánicas antes ra oriental de Quito.
enumeradas; a saber, el Pambamarca, el Mojanda,
el Cusín-urcu y el Cayambe, debido a que se enla- El Mojanda (hacia la derecha) es la próxima gran
zan entre sí con sus laderas que se extienden sua- montaña volcánica que aquí es objeto de conside-
vemente y abarcan casi todo el largo de la visión ración; la conocemos ahora por sus lados sur y
panorámica; como quinto monte en esta cadena oriental pues las pinturas 30 y 31 ya nos presenta-
se puede señalar el Imbabura, que aparece detrás ron sus flancos occidental y norte, y los dibujos
del Cusín-urcu y muy pegado a él. 33.A y 33.B su laguna de cráter. La ubicación que
ocupamos ahora es especialmente apropiada pa-
Muy cerca del observador (a la izquierda de la ra darnos idea exacta de la estructura tectónica
pintura) está el cerro Pambamarca, cuya roca de la montaña en su conjunto. Como a vista de pá-
volcánica está cubierta bajo una capa tan poten- jaro contemplamos sus laderas que bajan suave-
te de toba de tipo cangagua de color café, que mente y están salpicadas de campos de cultivo. Al
54
aflora sólo en unos pocos sitios . Las pendien- igual que en el Pambamarca, también aquí las es-
tes del monte están surcadas por muchos rica- tribaciones deben la forma alisada de su superfi-
chuelos y cubiertas de campos hasta muy arriba cie a una cubierta muy potente de toba de canga-
(3716 m.). gua café claro, y la altura a la que llega esta capa
de toba (unos 3600 m.) es claramente visible en el

54
Ibid.

162
Mojanda. El lado del monte que da hacia nosotros ber, la que pertenece al extremo norte del valle de
está dividido por encima del límite de toba, en cin- Chillo y se extiende hasta la falda sur del Mojan-
co anchas lomas. Profundas quebradas separan es- da. Justamente en el límite de esta llanura y el pie
tas lomas que se estrechan para formar arroyos del Mojanda, fluye el caudaloso río Pisque hacia
con paredes cortadas a pico, allí donde las vemos el Guayllabamba. El ramal del Mojanda que más
penetrar en la cubierta superficial de toba. ampliamente sobresale y al que tiene que rodear
el río Pisque, constituye la base de la meseta del
En las paredes de las quebradas que hay entre las Malchinguí.
anchas lomas asoman, aquí y allá, paquetes de ro-
ca in situ de gran extensión y un depósito más o El fondo más lejano de la llanura arqueada está
menos paralelo a la pendiente externa. conformado por la parte más norte de la cordillera
occidental de Quito, con los cerros de Calacalí y el
Ya antes se acentuó y nuevamente se destaca con Pululagua, montes cuya posición topográfica es to-
claridad en esta pintura, que el curso superior, a davía más visible en el panorama II (pintura 24).
modo de crestas, de las lomas cónicas dispuestas
en forma radial, es extremadamente llano. Ade- Como vecinos del Pululagua, echamos de menos
más, esta ubicación que ahora tenemos, es tanto aquí la cordillera de Chanchagrán y el cerro Cota-
más ventajosa cuanto que desde ella podemos cachi. Pero ambos edificios volcánicos, por más
distinguir el conjunto de cumbres que circundan extensos que sean, están encubiertos por el Mo-
la laguna del cráter del Mojanda: el Fuyafuya janda. El Cotacachi nos muestra al menos la direc-
(4294 m.), el Yana-urcu (4272 m.), el Golongal ción en la que debemos buscarlo, dado que toda-
(4145 m.), La Rinconada, el Caparinarumi (4016 m.) vía está visible el picacho más alto de su nevada
y los picachos de San Bartolomé (4050 m.). Sobre pirámide.
todo por la considerable magnitud de la distancia
a la que se encuentran las más externas de las A los pies del observador y en la falda norte del
cumbres recién mencionadas, se infiere lo exten- cerro Pambamarca se halla, desarrollada con es-
so de la explanada superior del Mojanda; al mis- pecial fuerza, la formación de cangagua o toba de
mo tiempo captamos, en este lado de la montaña, tipo cangagua, y está expuesta en las quebradas
la relación que existe entre el Yanaurcu, La Rinco- profundas. Dos colinas llaman aquí la atención de
nada y las lomas en forma de pináculos de las manera especial: una de larga extensión, la loma
pendientes externas. de Canamballa, y una de forma cónica, la loma de
Pinculmí (3016 m.). La última merece nuestra
Más o menos a media altura del declive de toba atención en la medida en que presenta un típico
está trazada la muy frecuentada carretera que pucará; su cúpula está rodeada por tres murallas
une la provincia de Imbabura con la capital Quito, de forma circular en ordenamiento concéntrico.
toca el pueblo de Tabacundo (2889 m.) y luego ba- La loma de Canamballa que hemos mencionado
ja hacia el río Pisque, al que lo cruza a una altura no se debe confundir con la de igual nombre que
de 2086 m.; otro camino que se mantiene en la queda en Ibarra.
parte alta lleva de Tabacundo, pasando por Co-
chasquí (2898 m.), a Alchipichi y Perucho (véase Al Mojanda le sigue, como tercer monte de impor-
pintura 30). tancia sobresaliente, el Cusín-urcu (4012 m.). Está
unido al Mojanda por la angosta ensillada denomi-
Los dos montes, Pambamarca y Mojanda están nada Alto de Cajas o Cajasnudo (3099 m.). Aunque
separados por una ancha llanura arqueada, a sa- notablemente más pequeño, sin embargo visto de

163
este lado, el lado sur se asemeja mucho en su es- Mientras que las tres montañas volcánicas última-
tructura exterior al Mojanda. Por los croquis que mente estudiadas no pueden ser asignadas, por su
se ocupan del Cusín-urcu (No 41.A y 41.B), tene- ubicación, a la línea de montañas que bordean la
mos muy presente en la memoria que esta coinci- pared oriental del altiplano o, respectivamente, a la
dencia no existe en el lado norte del monte. El Cu- occidental, puesto que ocupan un lugar más cen-
sín-urcu pertenece a las montañas con caldera de tral, el Cayambe debe ser considerado como el
configuración típica. miembro principal de la cordillera oriental; pero,
aun así, ocupa un sitio excepcional, porque en
Pero, por lo que el Cusín-urcu, mirado desde esta primer lugar está muy retirado hacia el oriente y, en
ubicación se hace especialmente digno de ser to- segundo lugar, por el modo como están unidas su
mado en consideración, por la forma de distribu- estructura basal con las cadenas cercanas a él,
ción de sus pendientes, por la transición de las tanto las de origen volcánico como las de origen no
mismas a la llanura del valle por medio de acumu- volcánico.
laciones de toba, y por la presencia del ya muchas
veces mencionado cono de erupción de cerca de Aquí vemos al Cayambe desde su flanco surocci-
300 m. de altura, el Muyurcu, que lo vemos levan- dental; su flanco occidental está vuelto hacia el
tado en la falda sur del monte, en el valle del río Cusín-urcu y hacia el Mojanda, que están separados
Granobles. de él por un ancho valle de fondo llano. Como ya
sabemos, con el lado sur del Cayambe limitan
El Imbabura se alza por detrás del Cusín-urcu, tan regiones de páramo extensas que se unen, forman-
cercano a él que a primera vista podría pensarse, do un amplio arco, con los declives orientales de
no sólo por lo que aparece en el croquis sino en la los macizos de Guamaní y de Pambamarca, cuya
realidad, que ambos son uno solo. En la estructu- superficie no muestra en su configuración ninguna
ra basal suroccidental de la escarpada cumbre forma característica. La parte de la pintura que lo
del propio Imbabura se puede reconocer el cerro concluye hacia la derecha, nos da una idea aproxi-
Asaya con la hondonada de su cráter, que se des- mada de la condición extremadamente desolada de
taca claramente como si fuera un miembro en sí este terreno.
arquitectónicamente aislado.
La composición y distribución petrográfica de esta
Un poco más abajo de la cúspide, la escarpada pa- región no se ha investigado de modo suficiente, y
red del Imbabura descubre una abertura a modo para su estudio preciso se dejaría sentir mucho la
de ventanal, llamada La Ventana, que es visible in- falta de alfloramientos, pues grandes depósitos de
cluso a gran distancia. toba y humus cubren completamente la roca insitu
que se halla nada más a profundidad. No puede
Por el estrecho claro que queda entre la ladera dudarse de que la roca cristalina antigua constituye
del Mojanda y la del cerro Asaya, aparece, en la le- una parte esencial de la composición de esta mon-
janía, el páramo de Piñán, cuya elevación más al- taña y está comprobado que su presencia llega
ta, en forma de cúpula (4556 m.), como recorda- hasta la más cercana vecindad de Cayambe y es
mos, lleva asimismo el nombre de Yana-urcu, o atestiguada incluso por una montaña de extraordi-
Monte negro. naria altura (unos 4700 m.), el nevado Sara-urco
(véase pintura 46). El Sara-urcu consta principal-
Todavía tenemos que dedicar nuestra atención al mente de esquistos de mica y éstos aparecen en el
principal monte de este panorama, el Cayambe. panorama al lado suroriental del Cayambe.

164
La configuración extensa del Cayambe, tal como junto a ella se encuentra el Panecillo de Pesillo
aquí se nos presenta, es en general semejante a la (3614 m.), monte desde el cual ha sido trazada la
de su lado oeste-noreste que hemos conocido en la pintura No. 43.
pintura N° 42; esto se explica por la uniformidad
tectónica propia de la estructura volcánica de este El cierre del valle contra el horizonte está confor-
macizo. Pero la relación de su escarpada estructu- mado por la extensa y totalmente inexplorada
ra superior, con su muy extensa estructura basal cordillera volcánica (mostrada en tonos amari-
con la que se muestra en esta pintura íntimamente llentos) que hemos designado como cordillera de
unida mediante líneas suaves de particular belleza, Angochagua. Sobre la relación topográfica de la
ha sido algo diferente: aquí, por efecto de la ubica- misma, con el lado norte del Cayambe, ya nos ha
ción del espectador, más alta y más cercana, es pre- ilustrado la pintura No. 42.
dominante la estructura superior cubierta de nieve;
allá, la estructura basal, surcada por muchos valles Pero con esto, todavía no se ha trazado el último
paralelos. límite a nuestro campo visual. Los puntos más le-
janos que hacia el norte puede alcanzar y recono-
En lo concerniente a esta estructura basal del co- cer claramente la vista, son las montañas volcáni-
no nevado del Cayambe, no puede perderse de ca Chiles y cerro Negro de Mayasquer. La distan-
vista la heterogeneidad en la disposición de sus cia en línea recta a estos dos montes situados ya
partes que se expresa también claramente en es- en las fronteras con Colombia es de más de 14 mi-
ta pintura. Mientras la parte sur muestra una su- llas alemanas.
perficie con formas redondeadas, en la occidental
notamos un fuerte desgarramiento del terreno y Toda la amplia región que este panorama expone
una clara presencia de paquetes de lava deposita- ante nosotros consta, en su mayor parte, de terre-
dos en forma paralela a la superficie. Toda esta nos no cultivados o sólo deficientemente cultiva-
parte occidental del Cayambe tiene, hacia arriba, dos, lo cual tiene como causa, por una parte, la
hasta la región de la nieve, la impronta de masas ubicación demasiado alta de los mismos, y, por
de lava que se han movido a modo de corrientes. otra, la infecundidad del suelo debido a la falta de
Las prolongadas pero relativamente llanas lomas, agua. Pero al mismo tiempo no escasean amplios
de las que está compuesta la estructura basal, ter- sectores que se destacan por la abundancia de
minan en dirección a la llanura, con un declive al- frutos agrícolas y de jugosos pastos. Centenares
go más escarpado. El paso hacia ésta lo facilitan de haciendas pequeñas y grandes asentamientos,
las acumulaciones de tobas estratificadas. caseríos y pueblos, están esparcidos sobre la su-
perficie de la pintura, a una altitud entre los 1800
El ya mencionado valle que separa al Cayambe del y 3500 m., pero en el ámbito de nuestra visión pa-
Cusín-urcu está drenado por el río Granobles. Lo norámica circular hay una población grande: es el
estamos mirando aguas arriba; su fondo llano tiene pueblo de Cayambe, habitado casi sólo por in-
una inclinación pequeña; la línea divisoria de dios. Lo vemos muy en primer plano, en el punto
aguas, todavía visible aquí, de dos cuencas fluvia- en que la pendiente occidental del mencionado
les, la del río Granobles y la del río Taguando que volcán se une a la gran llanura que está limitada,
fluye hacia el lado opuesto, como una división de de una parte, por el río Granobles, y de otra, por
aguas inusitadamente bajas de dos grandes valles el río Guachalá. A nuestros pies, cerca del punto
andinos, se halla a unos 3000 m. de altitud, en las en que se juntan ambos ríos que luego forman el
cercanías de la hacienda Pesillo (3156 m.); ésta se río Pisque, queda la hacienda Guachalá.
encuentra también registrada en el croquis. Muy

165
Las distancias, en línea recta, desde la ubica- su situación. El ángulo visual del presente dibujo
ción del espectador hasta algunos de los prin- abarca aproximadamente 270º y una total vista
cipales montes en el panorama del croquis, ex- panorámica se completa con la pintura 4, que ha
presadas en kilómetros, son aproximadamente sido dibujada desde el mismo sitio.
las siguientes:
Esta pintura es, en general, una reproducción de
Hasta el Pambamarca 8 Km. cuadro paisajístico que se ofrecía a nuestra vista
desde el cerro Ungüí (panorama I), pero aquí se
Hasta el páramo de Calacalí
trata de captar con la vista las montañas volcáni-
(cerro Mantingo) 36 Km.
cas de la cordillera oriental de Quito, con mayor
Hasta el Pululagua (cerro Maucaquitu) 39 Km. detalle de lo que era posible en aquel dibujo que
fue trazado desde una distancia mayor. Para esto
Hasta el Mojanda (cerro Fuyafuya) 25 Km. nos hemos acercado tanto a la cordillera, que la
distancia hasta la cumbre del Antisana es de sólo
Hasta el Cotacachi 50 Km.
unos 38 Km.; y hemos escogido también una ubica-
ción que nos permite distinguir todos los detalles
Hasta el Piñán (Yana-urcu) 62 Km.
de su estructura, sin que por eso se perjudique la
Hasta el Imbabura 33 Km. imagen de la cordillera ni se dificulte la apreciación
de las relaciones entre sus diferentes miembros.
Hasta el Cusín-urcu 22 Km.
Como cordillera oriental de Quito, en un sentido
Hasta la cordillera de
más restringido, designamos la larga cadena que
Angochaguade 30 a 35 Km.
comprende una longitud aproximada de cinco mi-
Hasta el Cayambe 21 Km. llas geográficas, y cuyos extremos están constitui-
dos por el Antisana (5756 m.) al sur, y el cerro
Hasta el Sara-urcu 26 Km. Pambamarca (4093 m.) al norte. Esta cadena, en
su estructura intrínseca, se compone de tres par-
Hasta el Guamaní (cerro Puntas) 18 Km.
tes principales: el gran macizo llamado Chacana
que, visto desde aquí, parece formar la estructura
basal del cono nevado del Antisana, el macizo to-
PINTURA 48
davía más grande de Guamaní y el cerro Pamba-
marca, ya antes mencionado. Mientras que la pro-
QUINTO PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL
longada cadena de Guamaní (4500 m.) está unida
ECUADOR
con el Chacana, que es casi de igual altura, for-
mando una sola masa montañosa. Hacia el otro la-
El quinto panorama del altiplano nos presenta el
do se efectúa la unión del Guamaní con el cónico
conjunto de las montañas volcánicas de la provin-
cerro Pambamarca, a través de una extensa de-
cia de Pichincha, con excepción del Atacazo y del
presión en forma de ensillada.
Pichincha y, además, algunas de las que pertene-
cen a las vecinas provincias de Pichincha y León.
Además, de los cuatro miembros principales de la
cordillera oriental, reclaman no menos nuestro in-
La ubicación desde la que se ha trazado la pintu-
terés todos los demás montes que se enfilan a lo
ra es el cerro Ilaló, 3160 m. sobre el nivel del mar,
lejos en el panorama. A la derecha del espectador,
monte aislado por todo su perímetro en el valle
el Sincholagua, Cotopaxi, Pasochoa, Rumiñahui,
de Chillo. Las pinturas 1, 7 y 24 nos dan a conocer

166
cerros de Chaupi, los gemelos Ilinizas, el Corazón del mismo, que —como se desprende con espe-
y parte del Atacazo. A la izquierda, hacia el norte, cial claridad de la pintura No. 60— el Chacana, to-
se cierra la pintura con el grupo de montes com- pográficamente hablando, no puede ser conside-
puestos por la serranía de Chanchagrán, Mojan- rado propiamente como edificio basal del Antisa-
da, Cusín-urcu y el Cotacachi que los domina. De- na, aun cuando con gran probabilidad debe pos-
trás del cerro Pambamarca, surge solitario el Ca- tularse una relación genética entre ambos, pro-
yambe, completamente nevado. Hacia el borde iz- ducto de la actividad volcánica.
quierdo de la pintura emergen montes que ya per-
tenecen a la cordillera occidental de Quito: los ce- En la pintura resalta claramente el deslinde arriba
rros de Calacalí y el Pululagua. descrito del macizo Chacana hacia el sur, en di-
rección al Sincholagua y menos claramente hacia
Después de esta vista de conjunto, pasemos al es- el norte, en dirección al Guamaní; perspectiva
tudio de cada una de las montañas volcánicas del que hace resaltar nuestra ubicación, en cuanto
panorama: que ésta no hace aparecer en toda su anchura y
profundidad, al incrustado valle del Tablón, que
Los macizos del Antisana y del Chacana. Con probablemente forma el límite más externo.
blancura deslumbrante brilla frente a nosotros,
desde este punto de ubicación, en primer lugar, el La misma vista del panorama nos indica que en
cono nevado del Antisana; sus faldas están, por general, con el macizo del Chacana, estamos ante
cierto, cubiertas por una prominente cadena de una estructura unitaria y no ante un conglomera-
lomas sobre la cual emerge. En cambio, reconoce- do de muchos pequeños centros de erupción,
mos claramente el ensanchamiento del cono de puesto que la parte del macizo que mira hacia no-
su cráter hacia el sur (a la derecha de la cumbre) sotros está compuesta de unas seis grandes lo-
y los cerros de Medialuna, que se le unen por el la- mas montañosas que concurren hacia un punto
do norte (a la izquierda de la cumbre). medio común. Cada una de estas lomas se subdi-
vide, a su vez, en sus estribaciones más pequeñas
En el Ecuador se suele designar con el nombre co- de diferente configuración y extensión, como co-
nocido de El Antisana, únicamente al mismo cono rresponde a las condiciones de depositación de
nevado y a la alta meseta que lo circunda. Pero es- los paquetes de roca que las componen.
te cono nevado no es en forma alguna la parte
esencial del edificio volcánico que aquí se indica A pesar de la disposición radial de las principales
como miembro principal de la cadena montañosa lomas, en general falta un cráter, en el sentido or-
oriental, como tal debe más bien considerarse to- dinario de la palabra, desde el cual pudiera haber-
do el macizo montañoso de unos 2000 m. de altu- se originado la efusión y la expansión de esta gi-
ra y de múltiples cumbres, pues se extiende por la gantesca masa de lava; un cráter como estamos
derecha hasta el Sincholagua, y por la izquierda acostumbrados a encontrar en volcanes menos
hasta el Guamaní, y, se eleva con sus faldas occi- extensos. El macizo del Chacana se presenta, más
dentales en el valle de Chillo. Como los picos más bien, como una estructura en forma de cúpula o
altos de esta cadena se llaman cerros de Chacana, bóveda de enorme extensión, en cuyo abomba-
puede muy bien designarse mejor como cadena miento se hallan muchos lugares de erupción que
del Chacana o macizo del Chacana. Ahora bien, la se detectan por los restos de murallas perimetra-
base del cono del Antisana está más o menos a les en forma de caldera. A éstos pertenecen, ante
igual altura que la bóveda del macizo del Chaca- todo, los cerros del Chacana, el Tabla-rumi y el
na, pero tan detrás de los miembros culminantes Chusalungo. Por la existencia de diversos puntos

167
de erupción, cuya actividad sin duda coincidió en El macizo Guamaní. Con el Antisana y el Chacana
el tiempo con apilamiento en capas sucesivas de se une, por el norte, una cadena enteramente si-
la masa eruptiva del macizo, se explican no sólo milar, pero mucho más extensa y dividida en tres
las pequeñas irregularidades en las condiciones secciones principales. Como en la propia comar-
de depositación de los paquetes de roca, sino ca tienen una denominación local sólo las partes
también las fracturas tectónicas a gran escala. singulares de ella y no se conoce un nombre co-
Asimismo, el influjo de los factores atmosféricos, mún de la cadena, queremos nosotros asignarle
en un lapso inmenso de duración, ha favorecido uno, y así reunir en una sola denominación sec-
mucho la obra de destrucción y ha contribuido a ciones separadas topográficamente pero estre-
dejarnos, en el macizo del Chacana, solamente las chamente unidas en el aspecto genético. Para es-
ruinas de un inmenso edificio volcánico. ta denominación escogemos de nuevo, como en
el Chacana, la que corresponde, según la costum-
El macizo volcánico del Chacana no es, como ya bre del país, con la parte central y más alta de la
se ha hecho notar, una estructura separada, sino cadena; la llamamos, pues: El Guamaní.
que se une por el sur con el Sincholagua y por el
norte con el Guamaní. Pero incluso hasta el este Comparando el Guamaní con el Chacana, echa-
tiene sus contactos y, por cierto, hay aquí una an- mos de menos un alto cono volcánico nevado que
tigua y alta montaña de esquisto que ha opuesto pudiera colocarse al lado del Antisana. Todas las
una muralla a la libre ampliación de la estructura muchas cumbres y picachos rocosos disemina-
del Chacana. Por esto se ha formado la meseta dos en toda la cadena, como el Filo de los Corra-
elevada que sirve de base al cono nevado del An- les, Yanarumi, el cerro Puntas, los cerros de Pis-
tisana, el cual se alza con su falda occidental so- hanga y Paluquillo, el cerro Tuchimbiru y otros
bre el macizo del Chacana, mientras con su falda más, podrían ser considerados como los equiva-
oriental pasa hasta la región del antiguo terreno lentes de los puntos nombrados del Chacana, y
de esquistos. cómo éstos pertenecen más o menos a la época
de nacimiento del mismo macizo.
La fuerte división de la parte baja de la cadena del
Chacana y su transición a la formación de toba La división tripartita de la larga cadena se produce
del valle de Chillo puede observarse, a base de la por dos cortes que tienen su origen en la línea de
pintura, con más claridad de lo que podría captar- cumbres de la cadena, de los cuales el que queda
se con descripciones ricas en palabras. Señale- al sur se ha designado como valle de Paluquillo y,
mos todavía sólo dos puntos: 1) el Nuñu-urcu, el que da al norte, como valle de Pitaná. A los mis-
monte de notable figura cónica que pertenece a la mos macizos que son divididos por estos valles los
ladera occidental más externa del Chacana y que denominamos, por brevedad, según las haciendas
con su lado norte desciende al valle del Tablón; 2) y picachos que están ubicados en ellos: macizos de
el flujo de lava del Antisanilla o Pinantura, cuyo Paluquillo, de Puntas y del Tablón.
sector extremo es visible al pie del Sincholagua,
muy a la derecha de la pintura (destacada por un El macizo del Tablón (4462 m.), cubierto en su
colorido de tonos más oscuros), cuya pertenen- declive inferior y medio de potentes depósitos de
cia a la cadena del Chacana apenas se podría sos- toba, se presenta, incluso en sus partes más altas,
55
pechar sin conocer su punto de origen . como un edificio uniforme con cúpulas y lomas

55
Rocas del macizo del Chacana: No. 1408 – 1561.

168
redondeadas; sin embargo, merece especial inte- La semejanza y homogeneidad de las tres partes
rés por las lavas de perlita y obsidiana que se han principales que hemos diferenciado en la cadena
derramado en su lado sur en dirección al valle del de Guamaní, se manifiesta incluso en la composi-
Tablón. ción petrográfica porque no sólo toda la base de
la cadena es de naturaleza predominantemente
Más dividido se presenta el macizo de Paluqui- dacítica, sino que también en las crestas más al-
llo, corazón de toda la cadena; en él emergen las tas, sobre todo en el Filo de los Corrales, se da la
cumbres más altas, casi siempre cubiertas de nie- presencia de lavas de obsidiana, perlita y piedra
ve y envueltas en nubes, los cerros de Guamaní, pómez con características de igual evolución y
entre los cuales puede considerarse como el más aun en mayor extensión que en el macizo del Ta-
elevado (sobre los 4500 m.) el de Tuchimbiru, que blón. La similitud petrográfica que liga estas tres
se halla retirado hacia el oriente. Si bien a la cade- partes existe también entre la cadena de Guama-
na de Guamaní le falta un cono de erupción de ori- ní, considerada en su conjunto, y el Chacana.
gen más reciente, no carece de indicios de un des-
pertar tardío de la actividad volcánica, y justa- En el bloque norte del macizo de Guamaní, recla-
mente el macizo central parece haber sido el tea- ma para sí una cierta independencia la parte de-
tro de la misma, como se puede concluir de las signada como cerros Puntas que consta de un
grandes corrientes de lava que se han abierto ca- gran número de rocas negras salientes, cuyo or-
mino a través de los valles de Pitaná y de Paluqui- denamiento, en forma circular, hace pensar en
llo y que, en la pintura, se han destacado de sus una montaña de caldera. Por cierto, esta configu-
inmediaciones por un tono de color gris. En sus ración no se reconoce en este panorama, porque
sectores inferiores se distinguen tales corrientes la corona de rocas está aquí cubierta por estriba-
con especial claridad como flujos de lava, mien- ciones, salvo sus tres picachos más altos. Para
tras que en su curso superior, por la erosión y por mirarla en su totalidad debemos desplazar nues-
la vegetación que las cubre, se han vuelto irreco- tro punto de ubicación más al norte, como lo he-
nocibles hasta tal punto que incluso el sitio de su mos hecho en las pinturas No. 42, 43 y 47.
origen tal vez ya no puede ser señalado con segu-
ridad. Según todas las apariencias, estos flujos de En la discusión acerca del Antisana y del macizo del
lava son mucho más antiguos que los observados Chacana hemos señalado la gran extensión que tie-
en el Antisana y en la cadena del Chacana55. nen en la dirección este-oeste. La pintura No. 60 nos
presenta claramente esta extensión, al menos para
El macizo del cerro Puntas en su configuración el trecho que abarca desde la falda occidental de la
externa, tal como se presenta desde nuestro pun- cordillera hasta el Antisana. Exactamente lo mismo,
to de ubicación, se parece más al macizo del Ta- y quizás todavía en mayor medida para la extensión
blón que al de Paluquillo; pero se distingue de él del macizo de Guamaní. También coinciden las dos
en que, detrás de las lomas llanas de páramo de cadenas en que aquí, como allá, el macizo volcáni-
las estribaciones occidentales, surgen los pinto- co se une en una alta meseta muy desgarrada al
rescos picachos de Filo de los Corrales y de Yana- cuerpo de las antiguas rocas cristalinas, sin que se
rumi, así como las tres principales cumbres del pueda seguir con seguridad el límite entre ambos
cerro Puntas. ni la configuración externa del terreno. Toda la

56
Rocas de la cadena de Guamaní: No. 1139 – 1281.

169
pendiente oriental del Guamaní pertenece a la Quinchucajas (3560 m.), desde cuyas cercanías
cuenca fluvial del río Napo y está cubierta de sel- ha sido trazado el panorama No. 24, que constitu-
va casi impenetrable. Una de las entradas a Papa- ye un equivalente de la presente pintura, en la me-
llacta y, por cierto, muy temida por sus inclemen- dida en que nos presenta la cordillera occidental
cias climáticas, pasa por este páramo. desde el Iliniza, al sur, hasta el Pululagua al norte,
con todas sus montañas volcánicas.
En el lado occidental del macizo del cerro Puntas
que mira hacia nosotros, salta a la vista un cerro El valle de Chillo. Entre la cordillera occidental y
como de 1000 m. de altura, es el Coto-urcu que en oriental de Quito se extiende el ya repetidas ve-
su forma recuerda al Ilaló, pero no está aislado, si- ces mencionado valle de Chillo, cuya longitud,
no unido por su parte posterior con la ladera del desde el pie el Pasochoa hasta el de Mojanda, mi-
Guamaní, y con sus faldas avanza bastante hacia la de unas cinco millas geográficas, y su anchura
planicie del valle de Chillo. Por la configuración ex- media, unas dos. En la llanura de este valle surge
terna del monte, que recuerda la estructura radial aislado el cerro Ilaló, cuya cumbre nos facilita la
de otras montañas volcánicas aisladas, se podría visión más completa del valle y al mismo tiempo
casi concluir que es una construcción indepen- nos sirve de mojón para la delimitación de cada
diente del macizo de Guamaní; su cumbre tiene for- una de las partes. Distinguimos tres partes princi-
ma de cúpula y sus pendientes, en su mayor parte, pales: superior, media e inferior. Sólo la superior,
57
están cubiertas de matorrales verde oscuro . situada al sur del Ilaló, lleva, en la comarca, el
nombre de valle de Chillo, mientras que la media
El Pambamarca. A los dos grandes centros de y la norte se designan de acuerdo al nombre de
erupción sobre los que se han levantado los volu- las poblaciones ubicadas en ellas, como valle de
minosos edificios del Chacana-Antisana y del Gua- Tumbaco y valle de Guayllabamba.
maní, que en su tectónica difícilmente pueden ser
pasados por alto, se agrega hacia el norte, como Por lo que toca al origen de este extenso valle,
tercer centro, el edificio más pequeño del cerro nos indica ya un vistazo superficial que no se nos
Pambamarca (4093 m.). Esta es una montaña vol- presenta tal como era en su naturaleza original,
cánica bien caracterizada por su estructura más sino que aquí se trata de una profunda depresión
sencilla que, en su forma, se da a conocer como que sólo más tarde ha sido allanada por depósi-
tal, ya a primera vista. Su forma es la de un cono tos sedimentarios. Escombros de tipo de roca
aislado, fuertemente truncado, que surge sobre predominantemente volcánicos que se alternan
una estructura basal más plana, dividida en lomas en paquetes de muy variado espesor y extensión
58
dispuestas en forma radial . con estratos de arena y toba, han suministrado la
masa principal del material de este relleno59.
La forma de esta estructura basal está notable-
mente influida por un recubrimiento de gran gro- Este largo valle, que desciende de sur a norte, es-
sor de toba de tipo cangagua, y la unión de tal es- tá atravesado por un torrente, el río San Pedro, re-
tructura inferior del Pambamarca con la ladera forzado por el río Pita; aunque dicho torrente no
norte del Guamaní, se hace a través de una ensi- lleva su curso, como sería de esperar, por la mitad
llada plana. En esta ensillada queda el hato de del ancho valle, más o menos a igual distancia de

57
Rocas del cerro Puntas y del Coto-urcu: No. 1123 – 1138.
58
Rocas del Pambamarca: No. 1098 - 1122.
59
Tobas y cantos rodados del valle de Chillo: No. 1612 – 1712.

170
la cordillera occidental y oriental, sino que se ha Junto con el río San Pedro y el Pita, es el río Chi-
visto forzado a buscar un curso muy junto al pie chi o río de Tumbaco el más importante del valle
de la cordillera occidental. Aquí tenemos una no- de Chillo. Tiene su origen en la cadena del Chaca-
table particularidad topográfica del valle de Chi- na y fluye a lo largo de los lados este y norte del
llo, que llama tanto más la atención, cuanto que cerro Ilaló, para unirse luego al río San Pedro, más
este río recibe de la cordillera occidental sólo es- debajo de la aldea de Tumbaco. Casi paralelo al
casos afluentes y, en cambio, de la cordillera río Chichi, pero separado por una ancha faja de la
oriental recoge un gran número de caudalosas meseta del valle, corre el río Guamaní, que es ali-
quebradas. Por consiguiente, todas estas quebra- mentado por innumerables arroyos fontales del
das cruzan el valle más o menos diagonalmente páramo de Guamaní y llega a unirse con el río San
en toda su anchura, para depositar su caudal en Pedro a pocos kilómetros por debajo de la desem-
el río San Pedro. Pero dado que al mismo tiempo bocadura del Chichi. Las depresiones, ya antes
penetran muy profundamente (con frecuencia mencionadas de Pitana y el Tablón, forman la pro-
hasta de 50 a 100 m.), y con paredes verticales en pia cuenca de recepción para la alimentación del
los depósitos de grava y toba del piso del valle, río Guambi.
todas ellas tienen más o menos una forma de ca-
ñón. Un levantamiento topográfico exacto de este Entre el río Guambi y la quebrada Santa Rosa, que
terreno estaría entre los trabajos más difíciles corre un poco al oriente y paralela a él, se extien-
que pudiera presentarse a un cartógrafo. de una de las más largas y al mismo tiempo llanas
franjas de la meseta del valle, y ésta fue la escogi-
El río Pita nace a unos 4000 m. de altitud en el valle da por los académicos franceses para erigir la ba-
elevado que existe entre el Cotopaxi y el Sinchola- se que habían puesto como fundamento de la
gua, con el que se une pronto el río Pedregal, que na- triangulación, con el fin de llevar a cabo la medi-
ce en la ensillada ubicada entre el Cotopaxi y el Ru- ción de un grado geográfico (1736-44)60. En los
miñahui. Estos dos ríos (propiamente sólo arroyos puntos extremos de esta base, de 12.228,28 m. de
caudalosos) son además los que, para los habitan- largo, Caraburo y Oyambaro, se levantaron des-
tes del valle de Chillo, resultan tan funestos en caso pués dos pequeñas pirámides de piedra. Los dos
de erupción del Cotopaxi, en la medida en que en- puntos, cuya diferencia de altitud es de 255,81 m.,
cauzan, valle abajo con incontenible velocidad, los están visibles en este dibujo. En la pintura No. 24,
flujos de lodo que se originan en la fusión de la nie- en cambio, se pudo incluir solamente el punto si-
ve. Luego de entrar a la parte más ancha del valle, el tuado más al norte, Caraburo.
río Pita recoge, junto con muchos riachuelos más
pequeños, las aguas de la quebrada Guapal, que ya Si miramos desde el Ilaló la parte norte y llana del
la conocemos como el límite con los macizos del valle de Chillo, vemos a nuestros pies, en la meseta
Chacana y del Sincholagua. De aquí, dejando su di- en forma de lengua entre el río Chichi y el río San
rección hacia el norte, toma un rumbo hacia el occi- Pedro, la aldea de Cumbayá. Como poblaciones del
dente y rodea el cerro Ilaló, nuestro punto de ubica- valle de Chillo hay que mencionar además, Pifo,
ción, por su lado sur y occidental, para unirse con el Puembo, Yaruquí y El Quinche, a las que hay que
río San Pedro. añadir todavía Guayllabamba que, por su ubicación
baja, no está visible aquí (véase pintura 24). Por

60
C. M. De la Condamine: Mesure de trois premiers degrés du méridien dans l´hémisphére australe, París, 1751. P. Bouguer: Théorie de la figure
de la terre, París, 1749. A. De Ulloa: Relación histórica del viaje a la América meridional, Madrid, 1748. P. B. Menten, S. J., Breve relación
sobre la Expedición de los Académicos franceses, Quito, 1875. (Escuela Politécnica de Quito).

171
otro lado, es muy grande el número de haciendas sus flancos. Aunque ya ha sido presentado y
esparcidas en toda la parte superior e inferior del tratado en varias pinturas, todavía llamamos
valle, muchas de las cuales se encuentran en el di- aquí la atención hacia él por dos motivos: pri-
bujo. Nos limitamos a nombrar aquellas que que- mero, porque desde nuestro punto de ubica-
dan al pie de la cordillera oriental y suben hasta la ción actual, sus cumbres aparecen en otro or-
parte más alta de la misma. Son las haciendas de Pi- denamiento y, segundo, porque en este pintu-
nantura, Yurac-Compañía, El Inca, Itulgachi, Palu- ra se distingue claramente el manto de toba
quillo, Paluco, Pitaná, Chántag, San Javier Olaya, que cubre toda la acción inferior del monte
Sigsibamba, Oyambaro e Igiñaro. hasta una altitud de cerca de 3600 m. y nos in-
duce a engaño sobre la forma real del monte
La gran peculiaridad que muestra el valle de Chi- en cuanto que le confiere un aspecto más lla-
llo, en todas sus partes, se hace sentir también en no del que tuvo originalmente el edificio vol-
el modo cómo termina la amplia llanura en su des- cánico del Mojanda. Profundas quebradas sur-
censo hacia el norte, que tiene lugar por un corte can este manto de toba en las mesetas del
transversal que produce el río Pisque, el cual inte- Malchinguí, Cochasquí, Tocachi y Tabacundo.
rrumpe la llanura de Chillo perpendicularmente
respecto a su extensión longitudinal, y con esto A la mencionada meseta del Mojanda corres-
traza un límite casi rectilíneo entre esta llanura y ponden, en el lado izquierdo del río Guaylla-
la falda norte-sur del Mojanda. bamba, al pie de los cerros de Calacalí y Pulu-
lagua, depósitos de tobas estratificadas hori-
La zona de las fuentes del río Pisque, que prefe- zontalmente. El más extenso de éstos es el an-
rentemente pertenece a la región de las nieves del teriormente mencionado Tablón de Chinquilti-
Cayambe y que está delimitada por los ríos Gra- na (2600 m.) que forma el extremo norte de la
nobles y Guachalá, ya la conocemos por el ante- terraza que se extiende desde el Pichincha has-
rior panorama (pintura 47). El torrentoso río Pis- ta el Pululagua (pintura 24).
que es recibido por el río Guayllabamba, por cier-
to, inmediatamente antes de la entrada de éste en No puede dejar de reconocerse la homogenei-
el desfiladero que ha abierto entre el Pululagua y dad genética de todas estas mesetas de toba. La
la falda occidental del Mojanda. ablación, el surcado y la formación de terrazas
en el depósito tan potente de toba por efecto de
Así como hacia el suroeste y contra el borde dere- la erosión, desde ninguna parte se nota en ma-
cho de la pintura vemos el panorama limitado por yor escala que justamente desde el ángulo en
un grupo de montañas volcánicas de formas dis- que se une el río Pisque con el Guayllabamba
tintas, entre las cuales sobresale especialmente el (1881 m.), donde queda como hundida en un
Iliniza, de doble cumbre; así lo vemos también ha- embudo la aldea de Guayllabamba (2106 m.),
cia el noroccidente, cerrado por el borde izquier- que tiene mala reputación por su clima tan pro-
do por un pintoresco grupo de volcanes que está picio para las fiebres.
dominado igualmente por un monte cubierto de
nieve: la pirámide del Cotacachi. En línea recta, desde el cerro Ilaló que es la ubi-
cación del espectador, hasta algunas de las
Otro monte principal de este grupo compues- principales montañas en el campo visual del di-
to de seis (el Pululagua, Chanchagrán, Cotaca- bujo, las distancias son aproximadamente las
chi, Mojanda, el Imbabura con el Culviche y el siguientes:
Cusín-urcu) es el Mojanda, aislado por tres de

172
Páramo de Calacalí 26 Km. XVII. EL PAMBAMARCA
Cotacachi 70 Km.
Esta montaña volcánica de 4093 m. de altitud y de
Mojanda (Fuyafuya) 47 Km. aspecto aproximadamente cónico, constituye el
extremo norte de la larga cadena montañosa que
Imbabura 63 Km. hemos señalado y hemos descrito como cordillera
de Quito. Sin embargo, como su figura primitiva se
Cusín-urcu 56 Km.
ha menoscabado fuertemente por una potente de-
positación de toba, y por efecto de ella sólo en po-
Serranía de Angochaguade 70 a 75 Km.
cos sitios es posible descubrir la presencia de ro-
Cayambe 58 Km. cas, este monte ofrece sólo un interés menor.

Guamaní (C. Puntas) 24 Km. En cambio, como ya antes hemos mencionado, es-
tá relacionado con el cerro de Pambamarca, un he-
Guamaní (Puntogenio) 18 Km.
cho histórico memorable. La cumbre de este mon-
te sirvió a los académicos franceses La Condamine
Antisana 34 Km.
y Bouguer, que a mediados del siglo pasado estuvie-
Chacana (Mirador) 26 Km. ron encargados de la medición de un grado de lati-
tud ecuatorial, como uno de los puntos de partida
Sincholagua 30 Km. para la triangulación que, comenzando aquí, ellos
ampliaron hasta Cuenca al sur y hasta Mira al nor-
Cotopaxi 45 Km.
te, y pusieron como base para sus cálculos.

Rumiñahui 36 Km.
Nos dan imágenes del Pambamarca los panora-
Pasochoca 23 Km. mas I, IV y V, lo mismo que las pinturas y croquis
7, 13, 25, 30, 42 y 43.
Iliniza 56 Km.
Altitudes del panorama y de sus alrededores
Corazón 41 Km.

G.-Pichincha (pintura 4) 22 Km. El monte m.

Cumbre, señal de los académicos


franceses 4093

Aviga, ensillada 3855

Moyapamba 3788

Pucará de cangagua, en la choza


que se halla a mayor altitud 3675

Cuniburo, cabaña de pastor de ovejas 3353

Loma de Pinculmí 3016

Loma de Canamballa junto a Guachalá 3501

173
Poblados y haciendas una representación individual. De la manera más
exacta posible lo vemos reproducido en el panorama
Hacienda Guachalá 2801 V, y en el panorama I, indicado sólo en silueta.

Haciendas de Cusubamba y Monteserrín 2589


Altitudes del macizo de Guamaní y de sus alre-
Cangagua, aldea 3186 dedores

El Quinche, aldea 2655 El Tablón, Peluquillo y el cerro Puntas

Hato de Quinchucajas en la ensillada


La cadena montañosa m.
entre el Pambamarca y el cerro Puntas 3560
Cerro Tuchimburu 4500 a 4600

Filo de los Corrales 4447


XVIII. EL PÁRAMO DE GUAMANÍ
Cerro Pishanga 4297

Con el nombre de Guamaní61 se entiende la parte


Filo del Tablón, cerro Puntogenio 4262
media de la cordillera oriental de Quito, en espe-
cial aquella sobre la cual pasa un camino muy fre- Guamaní, paso norte 4252
cuentado por los indios y que conduce, desde la
cuenca del río Napo y del pueblo de Papallacta, al Guamaní, paso sur 4173
valle de Chillo. Sin embargo, nosotros hemos atri-
Quishca-machai 4143
buido a este nombre, en nuestra descripción de la
cordillera oriental (panorama V), un alcance más
Sucuspamba 3962
amplio, por cuanto, desde el punto de vista gené-
tico, lo hemos extendido por el sur hasta el Ta- Yana-urcu (rocas de obsidiana) 3937
blón y por el norte hasta el cerro Puntas.
Tolapamba, valle de Paluquillo 3557
La amplia cadena de Guamaní posee muchas cum-
Corral de Paluquillo 3492
bres que suben hasta los (4000 m.) y entre ellas, la
más alta sería el cerro Tuchimbiru (cerca de 4500 m.). La Encañada, vado del río entre el Tablón
y Ñuñu-urcu 3470
Como lo más notable, en este macizo montañoso,
destacamos las corrientes de lava muy antiguas que El Coto-urcu 3605
han fluido a lo largo de los valles de Paluquillo y Pi-
taná, lo mismo que la presencia de lavas de obsidia- Localidades y haciendas en las pendientes

na y perlita en extensas corrientes de gran masa. occidentales m.

Hacienda Paluquillo 2970


La unión estrecha que existe entre el páramo de Gua-
maní y sus montes vecinos no permite mostrarlo en
Hacienda Paluco 2672

61
Este nombre que debe originarse de la palabra quechua huaman, el halcón, se repite con frecuencia. También junto a Alausí hay un páramo
de Guamaní. Montes más pequeños llevan también este nombre; así por ejemplo, hay dos de ellos en el Antisana y, fuera de éstos, una
Puerta de Guamaní, cerca de Pinantura.

174
Tablón de Chiriboga, hato 3380 Hacia el norte, el Chacana se une con el Guamaní en
una masa montañosa conexa, a través de la parte
Hacienda Itulgache 2668 del páramo llamada El Tablón; en cambio, hacia el
sur se apoya en el Sincholagua en tal forma que la
Tablón de Itulgache, Quesera 3097
pendiente de la una montaña queda fuertemente
Hacienda Pitaná 3360 desligada de la otra. El límite entre ambas laderas
está marcado por la profunda quebrada del Isco.
Hacienda Sigsipamba 2826
Como en Guamaní, también en la región del Cha-
Hacienda Chántag 2569
cana se han encontrado desbordamientos recien-
tes de lava, aunque éstos se diferencian por su
Pifo, aldea 2588
apariencia mucho más joven. Ya ha sido puesta
Yaruquí, aldea 2585 de relieve la homogeneidad petrográfica de estos
dos macizos muy cercanos entre sí.
Puembo, aldea 2484
La estrecha relación genética que existe entre el
Pirámide de Oyambaro 2637
Antisana y el Chacana, y que de acuerdo a la ubi-
cación que ocupa el espectador hace aparecer a
Pirámide de Caraburo 2368
las montañas más o menos ligadas topográfica-
mente, nos ha llevado a unir también en un solo
grupo las representaciones de las dos.

XIX. EL CHACANA
La visión principal del Chacana es, por cierto,
aquella que nos ofrece el panorama V y que
Como Chacana designamos a la parte que queda
atiende a su flanco occidental. No menos ilustra-
más al sur de la cordillera oriental de Quito, un ma-
tiva podríamos señalar a la pintura No. 60, que
cizo montañoso de perímetro muy grande y de
nos hace ver el flanco sur y, al mismo tiempo, la
múltiples divisiones. Está en relación tan estrecha
gran extensión que tiene el macizo del Chacana
con el Antisana que hasta cierto punto se lo puede
de oriente a occidente, así como su posición
considerar como su estructura basal fundamental.
respecto al Antisana. Las pinturas 57, 58, 59 se
dedican a las corrientes de lava más recientes
Las cumbres principales del macizo, a las que se
del Chacana.
restringe propiamente el nombre según el uso de
la comarca, alcanzan la altitud de más de 4600 m.
Alturas del macizo del Chacana y de sus alre-
y delimitan la alta meseta (de alrededor de 400
dedores
m.) en forma de vallado hacia el occidente. A esta
alta muralla, que cae de modo especialmente
Monte principal m.
abrupto hacia el occidente, la complementan las
cumbres de Tablarumi (4580 m.), Urcucuí (4457
Cumbre del Chacana El Mirador 4643
m.) y Guachifilí (4518 m.). También el hondón cla-
ramente pronunciado del Chusalungo debería ser Cima occidental sobre Chacana-ucu 4508
considerado como genéticamente más cercano al
Chacana que al Antisana. La parte media del ma- Ensillada sobre los dos picachos 4498
cizo del Chacana está formada por los encumbra-
dos páramos del Antisanilla.

175
Pendiente oriental del Chacana, hacia el Antisana Unión de Cuscungo-huaico y San
Agustín-cuchu 4057
Borde entre el hondón de San Clemente
y Quillu-allpa-cuchu 4512 El Urcucui, cumbre 4457

Hondón de San Clemente, parte superior 4369 El Chusalungo grande, cumbre 4720
Cumbre sur en la muralla perimetral
Hondón de San Clemente, parte inferior 4014 occidental del hondón 4606

Rocas bajas entre San Clemente y Falda sur del Chusalungo chiquito, piso
Cachi-yacu-horno 4294 del hondón 4351

Sumfohuaico-conca, garganta entre el Punto más bajo de la muralla perimetral


Chacana y Chusalungo 4349 en el lado norte del hondón 4475

Chacana-ucu, ensillada entre el Chacana Ensillada en el lado noroccidental del


y Tablarumi 4341 Chusalungo grande 4485

Unión de las quebradas Ansango y Santa Lucía-cocha en el lado nordeste del


Quillu-allpa-cuchu, en la falda Chusalungo 4347
sur-occidental del Chacana 3951
Pendiente superior occidental del
Ensillada entre el Chacana y Chacana y del Urcucuí
Cachi-yucu- filo 4367
Cachi-yacu-filo 4514
El flujo de lava de Potrerillos
Ensillada de Uchuc-quincharumi 4281
Lugar de salida de la lava 3947
Ensillada entre Cachi-yacu-filo y el
Montículo junto al lugar de erupción 4104 Chacana 4367

Volcán-cocha, laguna en el límite Loma de Guáitara, entre Turi-ucu y


superior del flujo de lava Tiu-huaico 3946
(véase pintura No. 59) 3616
Quebrada Tiu-huaico, vado en el camino
Extremo inferior del flujo de lava en la del Antisanilla 3941
laguna de Papallacta 3346
Río del Isco en Barbonpata 3674
Tambo de Papallacta 3505
El Isco, hato 3459
Papallacta, aldea 3159
Antisanilla, hato 3797
Montes secundarios del Chacana

El Tablarumi, cumbre 4580 El flujo de lava del Antisanilla

Ensillada entre Tablarumi y Urcucui 4373 Sitio de erupción en Muertepungo 4050

Pie de los paquetes de lava en Cuscungo 4286 Cima de las masas de lava acumuladas
sobre el sitio de erupción (así la altura del
apilamiento es de unos 135 m.) 4185

176
Borde de la muralla en el terreno antiguo maní, restringen la vista hacia la derecha e iz-
que rodea la masa eruptiva quierda, a tal punto, que para el campo visual ha-
(ver pintura 57) 4249 cia la lejanía queda sólo un ángulo de 90°.

Ensillada entre esta muralla y la lava


Toda la parte anterior del cuadro está ocupada por
de masa reciente (depresión de 93 m.) 4156
la meseta elevada que sirve de base no sólo al co-
Muertepungo-cocha, pequeña laguna no del Antisana sino también a los dos grupos in-
en el extremo superior del río 4021 dependientes de montes de formación volcánica,
el del Chacana (Mirador 4643 m.) y el del Chusalun-
Marcuquinrey-cocha al pie de la gran
go (4720 m.). En unión con estos altos montes, una
cascada de lava, en el valle del río Isco
cadena de montañas más bajas bordea la margen
(ver pintura No. 60) 3390
restante de la meseta. Por todo ello, la línea diviso-
Extremo de flujo de lava en la quebrada ria de la meseta transcurre de arriba abajo y se
Guapal, más abajo de la hacienda proyecta hacia las montañas que quedan detrás de
Pinantura (3142 m.) 3046 la meseta a mayor o menor distancia. Son éstas las
montañas Quilindaña, Cotopaxi, Iliniza, Rumiñahui,
Canalpa, borde de la quebrada Guapal 3173
Sincholagua, Corazón, Pasochoa, Atacazo y Pichin-
cha, a las que, muy hacia el oriente, se agregan las
Pendiente occidental del Chacana hacia el valle
de Chillo cadenas no volcánicas de Cimarronas del Antisana
y Cimarronas del Vallevicioso.
Cerro Achupallas, cumbre 3780
Hierba de páramo, cuyo colorido recorre, según la
Nuñu-urcu, cumbre 3812
iluminación, todos los matices entre el amarillo y el
verde, reviste todo el suelo de la meseta; y tampo-
Pacha, falda oriental del Nuñu-urcu 3653
co le faltan, como corresponde a una alta montaña
Corral de Yurac-Compañía 3090 tan rica en precipitaciones atmosféricas, arroyos,
pantanos y acumulaciones de agua en forma de la-
El Inca, hacienda 2868 gunas. Entre éstas, las mayores son Micacocha y
Santa Lucía-cocha, de las cuales, sin embargo, sólo
Píntag, aldea 2900
la primera entra en el ámbito de la pintura.

Un potente flujo de lava de aparición relativamen-


PINTURA 49
te más reciente, el Guagra-ialina-volcán, aparece
como una franja de color café a lo largo de una
SEXTO PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL
gran parte de la pintura. La erupción de esta masa
ECUADOR
tuvo lugar seguramente en tiempos prehistóricos,
en la falda occidental del cono del Antisana, y no
Esta pintura lleva al espectador a la meseta eleva-
como un derrame sobre el borde de su cráter.
da del Antisana, a una altitud de 4273 m.; su ubi-
cación aquí es el cerro Guamaní, macizo que se
Muy cerca del punto adonde avanzó la corriente de
une al lado sur del cono del Antisana.
lava, se ve la casa en ruinas de la hacienda muy ex-
tensa de este terreno, el hato del Antisana (4075
El mismo cono nevado queda detrás del especta-
m.), como el único signo de los seres humanos en
dor, y las estribaciones tan pronunciadas de sus
aquella inmensa soledad que la mayor parte del
faldas, a las que también pertenece el cerro Gua-

177
tiempo permanece encerrada bajo nubes y nie- la meseta se ven de nuevo, formando un amplio
blas y se ve afectada, con muchísima frecuencia, círculo, los volcanes Quilindaña (4919 m.), Coto-
por fuertes lluvias y torrentes de nieve. paxi (5943 m.), Iliniza (5305 m.), Atacazo (4539
m.) y Pichincha (4787 m.). Hacia el oriente (a la
Desde su ubicación, el espectador mira las distan- izquierda) cierran el horizonte las cadenas no
cias de los montes principales de la pintura expre- volcánicas de Cimarronas del Antisana y del Va-
sadas en kilómetros, y que son aproximadamente llevicioso.
las siguientes:

Quilindaña 13 Km.
XX. EL ANTISANA
Cotopaxi 33 Km.
El Antisana es, después del Cayambe (5902 m.) y
Sincholagua 18 Km. prescindiendo del aislado Cotopaxi, la montaña
volcánica más alta de la cordillera oriental del
Rumiñahui 34 Km. Ecuador, pues su altitud alcanza los 5756 m.

Pasochoa 31 Km. Pero la altura no es en ningún modo el factor de-


cisivo para la apreciación de una montaña volcá-
Iliniza 60 Km. nica. El Antisana no puede ser parangonado sin
más con otros productos de la fuerza volcánica de
Corazón 51 Km. parecida altura pues no se asemeja ni al Cayambe
ni al Cotopaxi ni al Sincholagua. Por su forma y su
Atacazo 49 Km. magnitud, el Antisana se aproxima sobre todo al
Rumiñahui y al Pasochoa, los cuales sólo pueden
Guagua-Pichincha 56 Km. considerarse como de segundo orden y, como és-
tos, pertenece a las montañas de caldera y tiene
49.A. UN VISTAZO A LA MESETA ELEVADA DEL su importancia y su sitial sobresaliente entre las
ANTISANA Y AL PAISAJE MONTAÑOSO QUE LE montañas no sólo por la alta ubicación de su ba-
RODEA se, sino también por los montes y flujos de lava
reciente que lo rodean.
La ubicación del espectador es aquí la misma que la
del original precedente, aunque el trazado de la pin- Los panoramas V y VI nos dieron a conocer la si-
tura haya sido efectuado por manos de un artista62. tuación del Antisana en general, las pinturas 51 y
61 se ocupan de las características de su edificio
En el primer plano está también aquí la meseta y de sus alrededores.
elevada del Antisana con los grupos montañosos
del Chacana (4643 m.) y Chusalungo (4720 m.), el
flujo de lava Guagra-ialina-volcán y la pequeña
laguna Micacocha. Sobre el borde montañoso de

62
Esta copia de la pintura N° 49 fue reproducida por el señor Olaf Winkler, y originalmente tuvo el propósito de servir para reproducciones
fotográficas, para cuyo fin el original no se habría tenido por apropiado.

178
PINTURA 50 desaguan en la muy ramificada cuenca del río Na-
po y, luego, en el río Amazonas.
PANORAMA DEL PÁRAMO DEL ANTISANA
Ya desde muy lejos se puede apreciar que las Ci-
Ubicación: cerro Guamaní, en la falda sur del An- marronas pertenecen a una formación distinta de
tisana, a 4273 m. sobre el nivel del mar63 la del Antisana; en efecto, constan de rocas crista-
linas antiguas, principalmente de esquisto de mi-
Un amplio horizonte se abre a la vista desde el ce- ca y gneis.
rro Guamaní (pintura 51), cuya cumbre domina
una gran parte del páramo del Antisana y de las Las lomas más bajas del primer plano, en cambio,
cadenas que lo rodean. No es tan frecuente que se son sin excepción de origen volcánico; probable-
pueda gozar de una vista tan despejada como la mente han sido producidas por erupciones aisla-
que nos da esta pintura. Sin embargo, quien en la das, en una época relativamente más antigua, aun-
estación propicia (noviembre a enero) pone su que esto no se puede probar con seguridad en to-
centro de operaciones en estas alturas, puede es- dos los casos, sobre la base de las condiciones to-
perar que algunas veces, en el curso de la sema- pográficas. Su superficie está completamente cu-
na, se tenga ocasión de gozar de este panorama, a bierta con hierba de páramo y solamente aquí y
la mañana o en los últimos momentos del ocaso. allá se encuentra todavía roca que aflora. La alfom-
De ordinario sorprenden, por su cercanía, los vol- bra de vegetación de color café oscuro se adhiere
canes Cotopaxi y Quilindaña, cuyo lado norte es- fuertemente a las lomas del relieve del suelo.
tá vuelto hacia el espectador. Además, están a la
vista las lejanas cadenas montañosas del oriente La pequeña laguna, a los pies del espectador, se
y sus dentadas aristas que parecen atraer la ma- llama Micacocha. Una acumulación de agua más
yor parte del tiempo a las nubes pues nunca están grande del mismo tipo se halla en el lado norocci-
totalmente libres de nieve. dental del cono del Antisana (no se ve en la pintu-
ra) y se denomina Cocha de Santa Lucía. Diversas
Un viejo y apergaminado indio, el urcucama (guar- especies de patos salvajes y chorlitos escogen las
dián de la montaña) es el único que en esta sole- lagunas de las alturas como sus lugares de recreo.
dad enormemente extensa tiene algún conocimien-
to de las cosas, y nos cuenta en su español mezcla-
do con muchas palabras quichuas, que estas mon- PINTURA 51
tañas se llaman las Cimarronas, que ningún sende-
ro lleva a ellas, que ningún ser humano las habita y EL ANTISANA VISTO DESDE EL LADO SUROCCI-
que solamente ganado salvaje, venados y osos, ha- DENTAL
cen un apetecible distrito de caza de este apartado
desierto, pero el cazador corre peligro de extra- Las pinturas 49 y 50 nos han familiarizado con las
viarse, envuelto en nubes y niebla. condiciones topográficas de la alta meseta sobre
la que se eleva el Antisana, pero no por ello he-
Los valles de las Cimarronas, lo mismo que las mos llegado a conocer el monte mismo, tantas ve-
pendientes orientales de la sierra del Antisana, ces mencionado.

63
Este óleo está trazado desde el mismo punto de ubicación que el panorama VI (pintura No. 49), pero se limita a la reproducción de una
parte de ésta; en cambio, tiene la ventaja de presentar el paisaje en sus colores naturales. Ambas vistas fueron hechas independiente-
mente la una de la otra.

179
En la presente pintura el nevado Antisana aparece por jos de lava que no encajan como miembros de la
primera vez a nuestra vista, en inmediata cercanía. primitiva estructura del monte y que dan testimo-
nio de erupciones no muy distantes en el tiempo,
Desde nuestra ubicación —estamos al frente de aun cuando se hayan producido en siglos prehis-
su flanco sur-occidental, a pocos kilómetros de tóricos. Entre flujos de lava, de los que existen
distancia- da la impresión de ser un cono fuerte- cuatro, no se han derramado sobre el borde del
mente truncado pero, por lo demás, formado muy cráter de la cumbre sino que se han abierto cami-
regularmente. En la parte izquierda del cono se al- no a través de las paredes del cono del monte en
za la cumbre norte (5756 m.), cubierta de una den- diferentes sitios más bajos de sus pendientes nor-
sa cúpula de nieve; a la derecha, hacia el sur, un te y occidental.
edificio rocoso en forma de torre, cuyos negros
picachos no suben enteramente hasta la altura de La pintura muestra tres de estos flujos de lava: Sa-
la otra cumbre. Estas dos partes principales del rahuasi-volcán, Yana-volcán y Guagra-ialina-vol-
cono están unidas por una línea de crestas denta- cán. Con el nombre de volcán designan los indios,
das, arqueadas un poco hacia adentro, lo cual con frecuencia. a los flujos de lava cuya superficie
permite deducir la presencia de una depresión de intransitable consiste en bloques amontonados y
cráter muy extensa. De hecho existe tal depresión costras de escoria que han conservado un aspec-
pero no forma, como se podría suponer, una cal- to relativamente fresco de la antigua masa líquida
dera de cráter cerrada en círculo sino una calde- incandescente.
ra con una abertura en forma de valle, en direc-
ción este-sureste (véase pintura 56). Un potente En la pintura también se destaca claramente, en el
glaciar llena esta caldera y baja en forma de cas- flujo de lava de Guagra-ialina, a pesar de la vege-
cada hasta un nivel de 4216 m. tación que lo cubre, que la configuración de la su-
perficie es muy distinta de la del terreno que lo ro-
La cubierta de nieve de las pendientes externas del dea. La lava de esta erupción, desde su lugar de
Antisana termina, como es impuesto precisamente origen a 4670 m. de altitud, hasta el final del flujo
por las características de inclinación del terreno, a 4070 m., ha recorrido un camino de 5 a 6 kilóme-
parte en rompientes perpendiculares en los que el tros y ahí ha represado, formando una alta loma.
hielo lateralmente asoma a la luz, y parte en masas La base de esta loma está rodeada y cubierta por
planas de nieve que avanzan empujadas suavemen- la verde llanura en que se asientan las casas de la
te en forma de lenguas. Ya por la misma división de hacienda.
las faldas del cono, que respecto a la mitad del perí-
metro del monte ilustra el cuadro con exactitud, se El primer plano de la pintura lo ocupa una colina
explican incluso, prescindiendo del influjo puramen- de toba volcánica que está cubierta de hierba al-
te meteorológico de la región, fluctuaciones notables ta de páramo. (Stipa. Andropogon. Paspalum), lla-
en la altura local del límite de la nieve. Dichas fluctua- mada ishu por los indios.
ciones llegan a tener, en el Antisana, hasta más de
400 m., por eso, la altura del cono envuelto por el Formando islas, por así decirlo, la planta verneria
manto de nieve, puede estimarse en unos 1200 m., y puebla el suelo aquí y allá entre las altas matas de
la diferencia de nivel entre el espectador y el comien- hierba, sobre todo en sitios húmedos extiende
zo de la cubierta de nieve, en unos 600 m. muy bien su alfombra elástica de lozano verdor.
No solamente las pequeñas colinas verdes del pri-
El Antisana no manifiesta en la actualidad ningu- mer plano de la pintura son colonias de vernerias
na actividad volcánica, pero existen potentes flu- sino que también en la verde llanura, que está a

180
El Antisana. Lado Sudoeste. Punto de observación:
Páramo del Antisana a 4100 m.

1. Antisana, cumbre 5756 m.;


2. Roca negra, 5493 m.;
3. Quebrada Puca-allpa, límite inferior de la nieve 4618 m.;
4. Corriente de lava Sarahuasi;
5. Corriente de lava Yana-volcán;
6. Corriente de lava Guagrahialina-volcán;
7. Cerro Guamaní de la Hacienda del Antisana, 4309 m.;
8. Casa de Hacienda, 4075 m.;
9. Quebrada Tinajilla;
10. Corral;
11. Casa del Urcucama;
12. Yerba Brennendes;
13. Cráter del Chusalungo.- a. Punto de mira para la figura 3.

181
los pies del espectador y que parece ofrecer un ri- de un pie o más de altura: son los alumis de los in-
co pastizal, abunda la misma planta sin dejar cre- dios: los lycopodios (Lycopodium crassum)64.
cer junto a ella a ninguna hierba de pasto. Cerca
de las viviendas de la gente tampoco falta casi De las clases de aves propias de la cordillera en
nunca, como en nuestros altos Alpes, la ortiga. Ya- sus partes más altas, vemos en el panorama de la
cen esparcido en la verde llanura algunos grandes pintura únicamente al cóndor que se cierne en la
y pequeños bloques de lava cubiertos de blancos altura, y al representante de una especie de ibis
líquenes; en cambio, líquenes de tono rojizo colo- grande, llamado bandurria (Therisiticus caudatus,
rean los pedazos de roca que, colocados unos so- Bodd), siguiendo a su presa con su largo pico en-
bre otros, conforman los bajos muros de las gran- corvado. La bandurria es característica de la cor-
des casas de hacienda. dillera oriental, particularmente del Antisana.

Como representante de los pocos arbustos que La altitud de más de 4000 m., a la que aquí corres-
en esta considerable altura ocupan su sitio entre ponde una temperatura anual media de 5° C., ex-
la hierba de páramo, crece aquí la chuquiragua cluye el cultivo de plantas aprovechables; en
(Chuquirahua lancifolia: Gr. Kunth), donde ince- cambio, en ventaja para el ganado, es propicia pa-
santemente revolotean los colibríes en torno a ra las plantas y hierbas silvestres. En la zona de la
sus flores de color amarillo anaranjado y de cons- hacienda del Antisana, que abarca varias millas
trucción pajiza. Los indios atribuyen a esta planta cuadradas alemanas y se extiende hacia el orien-
la virtud de curar la fiebre. te casi ilimitadamente, pacen unas cinco o seis
mil cabezas de ganado y también numerosos re-
La abundancia de flores vistosas, que en toda la baños de ovejas y caballos.
estación del año son propias del páramo hasta el
límite de la nieve y cuyo organismo es lo suficien- El cortijo ladeado de un muro y el corral (en la
temente resistente para aguantar, en cortos inter- esquina derecha de la pintura) sirven para reco-
valos de tiempo, un cambio de temperatura de 30 ger la totalidad del ganado vacuno, a fin de con-
a 40° C., se encuentra representada por un grupo tarlo, marcarlo, separarlo para la venta, etc. Só-
de gencianas (Gentirana rupicola) de color viole- lo una vez al año tiene lugar una revisión de este
ta, parecidas en tamaño y forma al crocus; tam- tipo, y es el rodeo general que reúne a todo el ga-
bién por blancas achicorias (Achygrophorus qui- nado de la hacienda; para ello se requiere el re-
tensis); por una pequeña especie de Culcitium clutamiento de un gran número de gente de a pie
(Culcitium reflexum); y, por una flor estrellada y de a caballo, cuya tarea es buscar el ganado
amarilla (Bidens humilis). Pero entre ellas seduce por los terrenos carentes de caminos, por los va-
más la mirada la genciana florida de color rojo lles pantanosos y las pendientes rocosas, y lle-
púrpura (Gentiana cernua). Como formas de plan- varlo al corral.
tas muy extrañas se nos presentan en la colcha de
vernerias, tallos en forma de espárragos de colo- Pero se tiene la costumbre de hacer, cada mes y
res rojos, densamente arrugados y con frecuencia cada semana, inspecciones más reducidas en las

64
Para hacer útil a la botánica científica el herbario, fruto de mis viajes por Sudamérica, creí que no podía destinarlo a ningún sitio más
apropiado que el Herbario del Jardín Botánico Real de Berlín, entregándolo tanto para objeto de un primer procesamiento suyo, como
para su colección permanente. El señor profesor, doctor G. Hieronymus ha tenido la bondad de dedicar, en el curso de los últimos años,
una parte de su tiempo a mi herbario, y de consignar el fruto de su trabajo realizado hasta ahora, en una publicación provisional: Nuevas
plantas de Stübel, descritas por G. Hieronymus con ayuda de sus autores, en el tomo XXI, cuaderno 4, 1896, del Anuario Botánico de Engler.

182
Panorama del Páramo del Antisana.
Punto de observación: Cerro Guamaní en el pie sur del Antisana
4237m.

1. El Cotopaxi, cumbre 5943 m.;


2. El Quilindaña 4919 m;
3. Cerro de Laurel;
4. Cerro Cubiján de las cimaronas del valle Hermoso (no
volcánico);
5. Cerro Santa Rita;
6. San Joaquín Chiquito;
7. San Joaquín grande de las cimarronas del Antisana (no
volcánico);
8. Valle de Río Culcupallana;
9. Loma-Jacatuna;
10. Alumisque;
11. La Moya;
12. Jacatuna de Nuñuloma 4278 m;
13. Loma Chuquira;
14. Loma Huaipata;
15. Miracocha-Loma 4101 m;
16. Mica-Cocha 3951 m.

183
cuales solamente se recogen los rebaños de de- Un cauce de paredes profundas y escarpadas, la
terminadas partes del páramo; tarea que realiza el quebrada Tinajillas que separa la pendiente gris del
urcucama (= guardián de monte) con sus ayudan- Guamaní de la verde llanura, exhibe en su borde su-
tes, los peones. Incluso cuando no se realiza un perior la potente acumulación de una negra capa
encierro en el corral, es parte de las obligaciones de humus como las que presenta el páramo casi en
diarias del urcucama, recorrer una sección del pá- todas partes. Esta capa favorece ciertamente la ve-
ramo haciendo la inspección aun bajo la amenaza getación pero, con lluvia persistente, vuelve tam-
de la nieve y la tormenta, o a riesgo de extraviar- bién resbaladizos e intransitables a los caminos y
se bajo la densa niebla. En esto se orienta él por en muchos sitios se convierte en pantano viscoso
la costumbre de cada rebaño en la sección de sus que hace hundir hasta el vientre, incluso a la bestia
sitios de pasto, y en tiempo seco enciende aquí y de un hábil jinete. En los días de rodeo general, has-
allá el pajonal viejo para favorecer el crecimiento ta el corral se convierte en un lodazal semejante.
de retoños. Busca constantemente con la vista a
los venados, y no raras veces él, que es versado ji- La casa del hato del Antisana es una de las vivien-
nete, puede dar el golpe de gracia con ayuda de das humanas del Ecuador que se hallan a mayor al-
los perros que siempre le acompañan, a un vena- titud; construida de piedras y cubierta con la hier-
do ahuyentado justo en su misma guarida. ba ishu que sirve para muchas cosas, se distingue
de las chozas de tierra de tipo convencional de los
Hoy en día el urcucama regresa a pie, tirando de indios, por el piso elevado. Su interior carece de to-
la cuerda de su cansado caballo. Sobre la silla do lo que puede relacionarse con la noción de una
cuelgan las patas de una res víctima de un acci- casa, incluso con las exigencias más modestas, por
dente. Por el vuelo circular de los numerosos cón- eso de ordinario está deshabitada, pero al noble
dores sobre algún sector alejado del páramo, se le dueño de hacienda, de ancestro español, y a sus in-
ha revelado al atento guardián, ya a primera hora vitados, les sirve como casa de paso durante unas
de la mañana, el sitio en donde se ha despeñado semanas, para la época del rodeo.
el animal o en donde ha muerto víctima de enfer-
medad. A todo galope se ha dado prisa en dispu- El cielo azul y limpio y la transparencia de la at-
tar, para su propio sustento, al menos una parte mósfera podrían suscitar fácilmente, por la obser-
de la carne, a los voraces cóndores y a la jauría de vación de la pintura, una falsa idea de las condi-
sus perros de caza, astutos pero muertos de ham- ciones atmosféricas reinantes. Es una mañana ex-
bre que por instinto han tomado ya antes que él, cepcionalmente hermosa, pero ya se acumulan
el camino correcto. El hombre ha tenido éxito en grises nubarrones sobre el monte provocando
seguir a los hambrientos galgos, que continúan que el sol mientras va subiendo, lance sobre el
ansiosos del botín que les ha arrebatado. paisaje una pálida luz traicionera. Sólo el cono de
nieve brilla todavía por los potentes destellos que
Esta ilustración de la vida de los solitarios habi- rasgan las nubes y, con sombras bien marcadas,
tantes del páramo queda completada gráficamen- sobresalen las considerables irregularidades de la
te en la ladera del cerro Guamaní, el monte de co- cubierta de nieve y de hielo que se deben no sola-
lor café que se alza detrás de la casa del hato don- mente al modo cómo están las rocas apiladas de-
de arde la llama del pajonal quemado; cerca se ad- bajo, sino que son resultado de violentos desga-
vierte el encierro de un pequeño rebaño y en el rramientos (tan altos como una casa), de la mis-
corral hay jinetes ocupados en echar el lazo a los ma masa de hielo, tal como puede uno convencer-
cuernos de las asustadas reses. se muy bien en una subida, no enteramente libre
de peligro, a la parte más alta de las pendientes.

184
PINTURA 53 por cierto, considerable, pero hace posible de to-
dos modos representarnos, junto con la ya cono-
EL CONO DEL ANTISANA, LADO SUROCCIDENTAL cida corriente de lava del Yana-volcán, también la
posición de flujo de lava del Maucamachai-volcán
Un ligero esbozo a colores, trazado casi desde la y de los cerros de Medialuna, tan difícilmente ac-
misma ubicación que la pintura 51. cesibles y casi siempre envueltos en nubes, los
cuales se unen al Antisana por su ladera norte.
Además se nos presenta, fuera de la cumbre prin-
PINTURA 54 cipal del Antisana y de la cumbre sur situada a su
derecha, también la cumbre norte, al parecer mu-
EL CONO DEL ANTISANA RODEADO DE NUBES cho más baja, punto sobre cuya posición respec-
tiva precisamente nos da una amplia idea la pintu-
Ubicación: a 4100 m. de altitud, cerca del hato. Un ra No. 56, trazada desde el flanco opuesto al mon-
ligero esbozo a colores. te.

¡Ha sobrevenido el movimiento en las nubes! No Pero lo que da un especial interés a la pintura que
se puede predecir si dejarán pronto el monte al tenemos delante es el efecto pintoresco produci-
descubierto o si de nuevo lo ocultarán por com- do, de una parte, por la altura del punto de ubica-
pleto. Todas nuestras experiencias se muestran ción desde el que ha sido trazada (4500 m.), y de
aquí insuficientes pues cada uno de los nevados otra, por el contraste de la iluminación. Muy cer-
está bajo el influjo local enteramente impredeci- ca a nosotros se alza la cumbre principal del Cha-
ble del suelo y de las alturas que lo rodean. Esta cana, El Mirador, que se distingue por su dentada
es cosa conocida incluso para el indio nativo, cresta rocosa y por sus escarpadas pendientes de
pues preguntando su opinión acerca del tiempo, escombros y nieve fresca como un auténtico frag-
sabe siempre encubrirla con rodeos, con diplomá- mento de un viejo edificio volcánico. En torno a
tica prudencia, rodeos que le libran de antemano su cumbre revolotean las nubes.
de toda responsabilidad.
Entre el Chacana y el nevado Antisana vemos la
pendiente exterior de la muralla perimetral del
PINTURA 55 Chusalungo, que se distingue por muchos picos
en forma de pirámide, pero de los cuales está vi-
EL ANTISANA VISTO DESDE EL NOROESTE sible solamente uno, el más alto. Más lejos se une,
por la derecha, con una de las lomas del Tabla-ru-
La localidad desde la que se ha trazado la pintura mi. Estas lomas, así como el Chusalungo, están en
es el Chacana, a 4500 m. de altitud. nuestra pintura bajo la sombra de las nubes, por
lo cual se acrecienta todavía más la sensación de
Después de habernos puesto al corriente, con el melancólica soledad que reina en la región del pá-
panorama No. 49, sobre la meseta elevada del An- ramo. Para poder aprovechar el momento más fa-
tisana y, con las pinturas No. 51 a 54, sobre las vorable para el trazado de este dibujo, el campa-
particularidades topográficas del lado sur y occi- mento de carpas que vemos armado en primer
dental del cono, escogemos ahora una ubicación plano a la izquierda, fue desplazado a esta inhós-
desde la cual nuestra mirada puede extenderse pita altura.
casi hasta el flanco norte del monte. La distancia
desde la cual vemos esta parte de la montaña es,

185
PINTURA 56 construcción progresiva durante varios períodos
de erupción espaciados entre sí; más bien recla-
EL ANTISANA VISTO DESDE EL LADO ma un sucesivo apilamiento en capas de las ma-
ESTE-SURESTE sas, durante un único y enorme proceso de erup-
ción que ha dado a la montaña, en lo esencial, su
Ubicación: Raviga de San Joaquín a 3950 m. sobre actual forma.
el nivel del mar.
De las condiciones tectónicas del cono, que apa-
En esta pintura se nos presenta el Antisana desde recen aquí tan claramente, resulta claro, al mis-
su flanco más inaccesible. Estamos en un ramal mo tiempo, que las masas de roca de los cuatro
del llamado Cimarronas del Antisana, cadena inte- flujos de lava más recientes, que ya por otras
grada por rocas cristalinas antiguas. El valle que pinturas conocemos en las faldas externas de
queda a nuestros pies, Chulcupaillana, forma, al los lados suroccidental y norte del Antisana,
menos superficialmente, el límite entre dicho ra- han manado de este cráter porque la profunda
mal y la formación volcánica del Antisana. No se melladura de la caldera hacia el oriente ya había
puede juzgar si la roca antigua se extiende hasta existido cuando ocurrió la efusión de lava y, con
más allá de este valle bajo capa de escombros y esto, no pudo haberse dado una subida de la
toba, no hasta dónde. masa incandescente de rocas hasta el filo del
cráter y un desborde por encima del mismo, co-
En un examen ligero del dibujo el monte aparece mo en el Cotopaxi. Por tanto, el material de
también desde este lado, en forma de cono, pero aquellos cuatro flujos de lava, al subir desde las
un estudio más detallado de las particularidades profundidades, debió haberse abierto camino a
de su estructura nos muestra que las cumbres través de la pared maciza del cono65.
principales, sobre las que hemos llamado la aten-
ción ya en la pintura anterior, se elevan en torno Mientras el cono nevado del Antisana, por sus
a un ancho valle en forma de caldera que se abre lados sur, occidental y norte, se levanta directa-
hacia el oriente y está relleno de grandes masas mente sobre la base de la meseta elevada, y con
de hielo y ventisqueros. Este valle es evidente- el límite de sus nieves desciende casi hasta la
mente el cráter del Antisana. Sin embargo, parece misma meseta, lo vemos aquí, en su lado orien-
que no está enclavado simétricamente en el cono, tal, convertirse en una ladera abrupta, cubierta
sino de tal modo que en el lado norte de la calde- de hierba de páramo y surcada por muchas que-
ra está la mayor masa de la montaña, mientras bradas. Todas las aguas de este lado se reúnen
que en el lado sur la delimitación del mismo se ha en el valle de Chulcupaillana y van a dar al río
llevado a cabo por una pared más delgada y mu- Papallacta, uno de los innumerables afluentes
cho más fragmentada. del río Napo.

Esta caldera (su perfil está señalado con a,a,a) do- El colorido del cuadro es más esquemático que
mina la forma del monte en tal medida, que su ori- natural; tiene por objeto sólo hacer resaltar mejor
gen sólo puede relacionarse con la constitución la división topográfica del terreno y el curso del lí-
de la totalidad del mismo. Esta forma excluye una mite de la nieve.

65
Rocas del cono del Antisana y de sus flujos de lava más recientes: No. 1326 – 1407.

186
En primer plano, en medio de la hierba del pára- jo de lava que tenemos delante en esta pintu-
mo, está representada, como planta característi- ra, la reventazón del Antisanilla, brota de la la-
ca, la Senecio ericaejolius, de flores amarillas. dera occidental del Chacana, el otro, la reven-
tazón de Potrerillos (pintura 59), tiene su ori-
gen en la parte oriental del macizo, cerca del
PINTURA 57 límite de los viejos cuerpos rocosos de esquis-
to. Para una más exacta orientación topográfi-
EL FOCO DE ERUPCIÓN DEL FLUJO DE LAVA ca sobre la ubicación del punto de irrupción
DEL ANTISANILLA. del flujo de lava del Antisanilla, y del camino
que recorrió en su curso, nos remitimos a las
LA REVENTAZÓN DE MUERTEPUNGO pinturas No. 58 y 60.

Ubicación: Loma de Guachifili, a 4200 m. sobre el El punto de irrupción de lava queda algo por
nivel del mar, en el lado occidental de la cadena encima de los 4000 m. de altitud, en un valle la-
del Chacana. teral de la quebrada Guapal y, por cierto, en su
ladera sur que consta de paquetes de lava de
En diversos montes volcánicos del Ecuador dacita cubiertos de toba. La estratificación de
pueden identificarse flujos de lava prehistóri- estas capas no ha experimentado la menor per-
cos; en cambio, flujos de lava de épocas histó- turbación con la erupción, y la abertura en for-
ricas se presentan solamente en los tres volca- ma de cráter en las mismas, parece haber sido
nes todavía activos: Cotopaxi, Tungurahua, y formada más bien por un hundimiento durante
Sangay, así como en la cadena del Chacana, el flujo de la lava que por una previa explosión
porque los del Antisana, que probablemente puesto que en las cercanías falta por completo
surgieron asimismo en épocas históricas, no material eruptivo que pudiera ponerse en rela-
están documentadamente autenticados. En los ción con ella. Entre este punto de erupción que
tres primeros, los flujos de lava se han desbor- la pintura nos presenta claramente, y el extremo
dado por sobre el borde del cráter de la cum- final del flujo de lava cerca de la hacienda Pinan-
bre, pero en la cadena del Chacana, que puede tura, la distancia es de 5 a 6 kilómetros, con una
ser concebida no tanto en sentido topográfico diferencia de altura de unos 1000 metros. Lo flui-
sino más bien en sentido genérico, como es- da que debió haber sido la lava y lo voluminoso
tructura basal del probablemente más joven de su efusión, se desprende no sólo del largo ca-
Antisana, han surgido directamente del anti- mino que recorrió sino también del hecho de que
guo piso volcánico, en sitios en que no hay in- pudo ser empujada desde el punto de erupción,
dicio de una conexión nueva con el foco volcá- lateralmente e incluso un poco valle arriba, y lle-
nico, como la que está caracterizada por mon- nó enteramente el valle, que aquí es muy ancho,
tañas con cráter. Dos de estos flujos de lava se de acuerdo a cada trecho: en suelo poco inclina-
encuentran en el macizo del Chacana y se han do se derramó parejamente, y lo hizo en forma de
derramado en el siglo pasado y coinciden am- cascada, sobre los altos escalones del valle, como
bos también en la naturaleza de su material vemos en otras pinturas. Los procesos de movi-
66
(lava dacítica rica en cuarzo) . Mientras el flu- mientos que tuvieron lugar dentro de la masa de

66
Lavas del flujo del Antisanilla: No. 1419 – 1425.

187
roca líquida se distinguen, en la superficie solidi- de que la lava no llenara el valle en su parte in-
ficada, por abombamientos y surcos paralelos co- ferior, en toda su anchura y de ladera a ladera, y
mo los que se producen tan frecuentemente con más bien se acumulara en el mismo formando
el hundimiento de la costra y con la interpenetra- una alta muralla con escarpados taludes, nos
ción y empuje vertical de los bloques de lava. El habla del grado de viscosidad que ya debía ha-
represamiento del valle por las ondas de lava des- ber tenido la lava. La superficie de la corriente,
plazada hacia la izquierda, valle arriba y en am- lo mismo que el talud de la muralla, están ente-
plio arco, ha tenido como resultado la formación ramente cubiertos con cascos y pedazos de es-
de una pequeña laguna designada como Cocha de coria de color preferentemente café.
Muertepungo, la cual sin embargo, ya no cae en el
marco de la pintura. Tan claros y frescos aparecen todavía los fenó-
menos del movimiento y solidificación en la ma-
El proceso de erupción, tal como ha tenido lugar sa del flujo, que es imposible empeñarse en co-
aquí, nos sugiere al mismo tiempo una reflexión locar la erupción en una época prehistórica, tan-
de significado topográfico: si estas colosales ma- to menos cuanto que hasta la vegetación, que
sas de lava no hubieran surgido en la pendiente busca tomar posesión de este nuevo suelo, ha
del valle sino en su fondo, y si les hubiera sido in- permanecido muy escasa, a pesar de la rica pre-
terrumpida la salida hacia el valle de Chillo, se hu- cipitación de humedad. No obstante, faltan tra-
bieran acumulado formando un monte cubierto diciones confiables sobre la fecha de erupción,
de escorias que nos hubiera arrebatado para lo que parece tan extraño cuanto que ésta debió
siempre la vista de los sitios de erupción. ser perceptible hasta en Quito, y ciertamente
capaz de sembrar miedo y sobresalto en el valle
Las altas pendientes del monte, que vemos en el de Chillo, rico en poblaciones.
fondo de la pintura, pertenecen al Sincholagua,
cuya cumbre está envuelta en nubes. Solo en el último tiempo de su estadía en Quito
le fue posible, al señor doctor Th. Wolf, obtener
un dato escrito sobre el tiempo en que tuvo lu-
PINTURA 58 gar la erupción. Según esto, pudo ocurrir a me-
diados del siglo pasado . 67

FLUJO DE LAVA DEL ANTISANILLA


En el fondo de la pintura se muestra, aunque a
Ubicación: Puerta de Guamaní, a 3544 m. sobre gran distancia, el nevado Antisana. Su forma que
el nivel del mar, camino de Pinantura hacia el en general coincide con la de la primera pintura,
Antisana. se completa sin embargo desde este punto de
ubicación, con un pico que sobresale en la pen-
Desde la ubicación que hemos escogido, la diente norte.
puerta de Guamaní, se ve cómo la corriente de
lava se ha precipitado en cascada de muchos
brazos sobre un alto escalón del valle. El hecho

67
El documento que llegó a mis manos del señor doctor Wolf indica, en efecto, que hacia el año de 1760 la hacienda Yurac había cedido a la
hacienda Pinantura los potreros suyos que habían sido dañados y habían quedado inaccesibles para el ganado a causa del flujo de lava
(Geográfica y Geológica del Ecuador, p. 357)

188
Corriente de lava del Antisanilla.
Punto de observación: Puerta de Guamaní 3544 m. camino al
Antisana

1. Corriente de lava;
2. Antisana 5756 m.;
3. El Chaca “Mirador” 4643 m.;
4. Cerro Macana;
5. Cerro de Achupallas 3780 m.;
6. Antisanilla, Hato, 3797 m.;
7. Filo de Cachiyacu;
8. Quebrada Guapal;
9. Cuesta del Cerro Sincholagua;
10. Marcuquin-Reycocha (pequeño mar) 3390 m.;

189
PINTURA 59 la roca fluida incandescentemente tuvo lugar más
bien directamente a partir del suelo del cuerpo ro-
EL PUNTO DE ERUPCIÓN DEL FLUJO DE LAVA coso de dacita, y parece haberse consumado, des-
DE PAPALLACTA de el principio hasta el fin, en una tranquila efu-
sión. La configuración de la pendiente del monte,
LA REVENTAZÓN DE POTRERILLOS sobre la cual se derramó la lava, motivó la bifurca-
ción de la corriente de dos brazos, de manera que
Ubicación: Junto a Volcán-cocha, 3850 m. sobre el éstos encerraron, en forma de isla, un sector bas-
nivel del mar. tante prominente del viejo cuerpo rocoso68.

El monte que ocupa la parte media del cuadro, A causa del represamiento del valle y del simultá-
forma el remate de un largo ramal del noreste de neo estancamiento de una parte de la masa de la-
la cadena del Chacana y tiene una altitud de cer- va, también aquí, como en Muertepungo por la re-
ca de 4200 m. Su superficie está cubierta con la ventazón del Antisanilla, se ha dado lugar a la for-
ordinaria vegetación café amarillenta del páramo, mación de una pequeña laguna llamada Volcán-co-
de la cual emerge una planicie algo inclinada de cha (3616 m.).
color verdoso que, desde lejos, parece un potre-
ro, un sitio de pasto, y que ha dado a la montaña Los muros del reborde, las depresiones y surcos
el nombre de Potrerillos. tan característicos de los flujos de lava en su su-
perficie, aparecen, asimismo, claramente en esta
En el escarpado borde sur de esta superficie ver- pintura.
de se encuentra, a 3947 m. de altura, el punto de
irrupción de una gran corriente de lava que se ha Enteramente al fondo se encuentran las crestas
derramado en forma de cascada sobre la ladera montañosas de los lejanos alrededores de Papa-
del monte hasta un valle situado a 300 m. de pro- llacta, que deben estar constituidos por rocas an-
fundidad, y lo ha colmado en toda su anchura, co- tiguas no volcánicas.
mo es evidente por la pintura. Esta masa de mate-
rial derramado, era tan grande, que pudo acumu-
larse formando una corriente que recorrió varios PINTURA 60
kilómetros valle abajo (oculto en la pintura); su
término llegó, cerca de la aldea de Papallacta LAS SIERRAS DEL ANTISANA Y DEL CHACANA
(3156 m.), a la altitud de 3341 m. La diferencia de VISTAS DESDE EL SUROESTE
nivel entre el punto de salida del flujo y el final de
su recorrido es de más de 600 m. La localidad desde donde se ha trazado la pintura
es la loma Fala, en la pendiente norte del Sincho-
Aquí, coincidiendo enteramente con la reventazón lagua, de 4176 m.
del Antisanilla (pintura 57) no intervino, para el
origen de la masa eruptiva, un cráter ya existente, Entre las pinturas que están dedicadas a los maci-
ni dicho origen se caracteriza posteriormente por zos del Antisana y del Chacana, reclama nuestra
la constitución de un cono de escoria; el brote de atención, muy en especial, la que tenemos a la vista:

68
Lavas del flujo de Potrerillos: No. 1408 1418.

190
1. Porque en ella abarcamos esta cadena en toda con sus haces, descansan más o menos paralelos
su extensión, de oriente a occidente. a las pendientes externas del monte y son ya de
mayor, ya de menor extensión.
2. Porque aquí comparamos entre sí la configura-
ción externa del macizo del Chacana, los restos Según nuestro concepto de las relaciones topo-
de su abovedamiento y la posición respectiva de gráficas, debemos considerar también al Tabla-ru-
sus cumbres (el Chacana-Mirador, Tabla-rumi, Fi- mi como perteneciente al grupo de cimas del Cha-
lo, Cachi-yacu, Quinchurumi, Guachifili, Chusa- cana, en el sentido más estricto. Por otro lado, di-
lungo y otros más. visamos en la caldera del Chusalungo, y en la
cumbre piramidal de su muralla perimetral, los
3. Porque en este dibujo reconocemos la relación rasgos de un particular punto de erupción, aun-
topográfica del cono del Antisana, probablemente que sin poder asignarle una fecha esencialmente
más joven, tanto con el edificio del Chacana (iz- más reciente para su nacimiento.
quierda), como con el antiguo cuerpo de esquisto
de mica. A la falda sur del lado del Antisana se une el cerro
Guamaní, desde el cual se ha trazado el panorama
4. Porque, por esta pintura, podemos apreciar en sus No. 49. Como otros puntos de orientación en esta par-
mutuos nexos externos, la posición relativa de lo te del altiplano, mencionamos el Mirador de Mauca-
puntos de nacimiento de los nuevos flujos de lava; a rodeo y los cerros de Curiquingue y Jacatuna de Ñu-
saber: de los del cono del Antisana por un lado, y por ñu-loma. Por sobre estas montañas volcánicas sur-
otro, de los del macizo del Chacana, especialmente gen, en línea más externa del horizonte, los picos de
por lo que toca al gran flujo del Antisanilla. San Joaquín grande, San Joaquín chiquito y Santa Ri-
ta, como parte del viejo terreno de esquistos.
El macizo del Chacana, cuya ubicación y estructu-
ra en general ya se conoció en el panorama No. La falda occidental del macizo del Chacana se ex-
48, nos muestra desde este lado, con la mayor cla- tiende (a la izquierda en la pintura) hacia la llanura
ridad, la particularidad de su tectónica, pues mi- de toba del amplio valle de Chillo, en cuya parte me-
radas desde aquí las arriba mencionadas cimas dia está el Ilalo (el punto desde el que se trazó el pa-
Guachifili, Quinchurumi, Chacana-Mirador y Urcu- norama No. 48), y detrás del cual se descubren, en-
cui, se organizan al parecer de tal modo que ro- teramente al fondo, los contornos del Mojanda.
dean una gran caldera, cuyo acceso lo forman dos
profundos valles. Como pared divisoria se alza en- El primer plano corresponde a las lomas suma-
tre estos dos valles la ancha cuchilla de Cachi-ya- mente desoladas y cubiertas casi solo de hierba
cu. El más occidental y profundo de estos valles de páramo, y a las largas cuchillas y depresiones
es el de Muertepungo; el más oriental, el de Turi- en que se subdividen los declives del Sincholagua
ucu. En el valle de Muertepungo tiene su origen el (véase 68.D).
potente flujo de lava del Antisanilla, cuyo bloque
medio resalta claramente en color oscuro sobre el Altitudes del Antisana y de sus alrededores
fondo luminoso de la pintura. Rasgo característi-
co de la estructura interna de toda esta cadena El cono nevado m.
del Chacana es, también, la acumulación en forma
de capas de los paquetes de lava como los que Cumbre del Antisana (T) 5756
afloran en la abrupta pared sur de la cima del Gua-
Límite inferior de la nieve en la falda
chafili. Los paquetes, que están expuestos aquí
sur-occidental, junto a Pucar-allpa 4618

191
Límite inferior de la nieve en el lado Puntos en la falda inferior del cono nevado
noroccidental 4784
Comienzo del escombro del glaciar en
Límite inferior en el lado norte, junto a la falda suroccidental 4536
Maucamachai-volcán 4721
Corral-cuchu 4540
Límite inferior de la nieve en el lado
occidental, cerca de Yana-volcán 4694 San Simón-machai-cuchu 4444

Pie del glaciar que llena el valle del Cerro Guamaní, en el lado suroccidental
cráter; lado este-sureste del monte 4200 del monte 4309
Sitio más alto, todavía libre de nieve,
a Guagraialina, en el lado suroccidental Cerro Jacatuna, en el lado sur del monte 4204
del monte 4898
Cutu-loma 4256
Sitio más alto, todavía libre de nieve, en
el lado noroccidental del monte 4943 Poquios-pamba 4173

Peñasco negro bajo la cima, hacia el sur69 5493 Poquichocllo 4301

69
La altura de esta pequeña sección rocosa fracturada verticalmente, y por lo mismo sin nieve, no ha sido propiamente medida, sino calcu-
lada aproximadamente, cuando yo mismo, en una ascensión al Antisana alcancé una altitud de 5493 m. y una vez llegado a este punto, me
parecía estar al mismo nivel de las oscuras rocas, aunque alguna distancia de ellas hacia el suroriente.
Con un tiempo extraordinariamente favorable, emprendí la ascensión el 25 de septiembre de 1871. Partiendo de la casa del hato antes del
amanecer llegué al declive de escombros situado sobre la lava del Sarahuasi, en donde había que dejar las bestias (4536 m.) a las 8,30. A
eso de las 9 estábamos a 4615 m. de altitud, pisando la nieve y, a las 9,30, a 4856 m., pasábamos por el último sitio sin nieve. La naturale-
za de la zona de nieve, que va subiendo poco a poco, no puso ningún obstáculo a nuestro avance; sólo después de una marcha de una ho-
ra, vimos interrumpido de pronto nuestro camino por una ancha grieta que no podía ser transpuesta ni por el norte ni por el sur. Después
de encontrar el punto angosto, nos atrevimos a saltar por encima de ella; me acompañaba mi sirviente, Eusebio Rodríguez, y tres peones.
Más allá de la grieta, la superficie de hielo cubierta de nieve, pero muy desgarrada, era todavía fácil de transitar por un largo trecho. Pe-
ro poco a poco, en la trepada de la superficie del glaciar y con el creciente declive de la subida, se presentaron las inevitables dificultades
que llevaron a mis tres compañeros nativos a decidirse a emprender, por su parte, el regreso. Creo que nunca más he vuelto a ver una acu-
mulación e interpenetración tan revuelta de gigantescas masas de bloques de hielo, como aquí, en el ancho y escarpado pliegue que se-
para la parte norte y más alta del cono nevado de su parte sur con su forma de torre y que, por lo visto, está cubierto de hielo hasta una
gran profundidad. Sólo un progresivo deslizamiento del hielo puede haber provocado tan colosales fracturas y fallas en la estratificación
del hielo; tal vez estamos viendo aquí un ejemplo único de un concurso de fuerzas sísmicas. Nos encontramos, mi ayudante y yo, en me-
dio de este laberinto de bloques de hielo, como insectos que se hubieran extraviado en una azucarera repleta.
Continuamos la fatigosa ascensión, interrumpida sólo con pequeñas pausas de descanso, hasta la 1,45, y no sin peligro por falta de pique-
tes, cuerdas y crampones. El punto que para entonces habíamos alcanzado quedaba ya muy cerca de la parte más baja de la cresta del
cráter; sólo nos separaba de él, por así decirlo, dos pasos; pero estábamos en medio de grietas que nos quitaban toda posibilidad de al-
canzarlo, a menos que volviéramos a bajar del sitio, ya penosamente conquistado, para luego comenzar a subir de nuevo por otro sitio.
Mas, para esto, nos faltaba tiempo.
El barómetro de mercurio ya había sido montado, y se había registrado su medida en condiciones difíciles. Emprendimos el regreso. El
cuidado todavía mayor que exigía la bajada, nos quitó tanto tiempo, que sólo poco antes del anochecer llegamos de nuevo al sitio donde
esperaban nuestro regreso las bestias, vigiladas por el urcucama de la hacienda.
Menciono este pequeño episodio para enlazarlo con un recuerdo más: El urcucama, un indio ya viejo que había pasado toda su vida en el
Antisana, subiendo y bajando a diario por sus laderas, y que consideraba a la montaña como un dominio propio, había observado minu-
ciosamente, como él dijo, nuestra subida y bajada; y, al emitir su opinión sobre cada uno de nuestros movimientos en el hielo, añadió ca-
si lleno de reproches: Pero no han llegado ustedes a la cresta. Cuando hace algunos años estuvo aquí un español, el señor Espada, él llegó
hasta arriba del todo, y yo mismo lo vi; estaba en el filo blanco como un gallinazo. Esta relación, en todos sus detalles, sonaba fidedigna, en
especial la comparación con el gallinazo estaba escogida tan acertadamente que no puedo pensar que sólo haya brotado de la imagina-
ción del anciano indio. En estas circunstancias tuvo que ser no el señor Ed. Whymper sino el señor Espada, el primero que desde el filo
de la cresta divisó la caldera llena de hielo del Antisana. El señor Marcos Jiménez de la Espada es un sabio español que, por encargo de
su gobierno, ha emprendido una expedición científica a diversas partes de Sudamérica. Es el mismo a quien debemos también la publica-
ción de un documento sobre la primera ascensión al Pichincha, llevada a cabo por Toribio de Ortiguera, en el año 1582 (Boletín de la So-
ciedad Geográfica de Madrid, Tom. XXIV, 1888). (Véase T. Wolf, Geografía y Geología del Ecuador, página 647).
Con relación a sus propias observaciones en la cima del Antisana, anota el señor Ed. Whymper (Travel amongst the great Andes of Equa-
tor, p. 197): En ninguna parte del Antisana vimos nosotros un cráter abierto ni algo que lo sugiriera; aunque el 7 de marzo, cuando me aso-
mé al filo de la enorme grieta, nos llegaron varias ráfagas de vapor fuertemente sulfuroso. Sin embargo, el doctor W. Reiss dice, en las Ac-
tas de la Sociedad Geográfica de Berlín, correspondientes al año de 1880, que hay un cráter abierto hacia el oriente y rellenado con gla-
ciar(desde el cual fluye un arroyo impregnado de azufre), y yo supongo que debe referirse a la cuenca glaciar que nosotros vimos a nues-
tros pies.

192
Quebrada Azufre grande; parte inferior Yana-volcán; remate de flujo de lava 4604
de la loma, en el lado derecho 4040
Maucamachai-volcán; sitio de erupción 4800
Quebrada Piedra Azufre; borde de la
cascada superior 4107 Maucamachai-volcán; parte baja del
brazo occidental en Santa Lucía-paccha 4258
Loma en el lado occidental de la
Quebrada Azufre; parte superior 4361 Punto en donde la lava de
Guagra-ialina- volcán toca el borde
El mismo sitio; parte baja 4166 occidental de Sarahuasi-volcán 4300

Hondón de la quebrada Piedra Azufre 3935 Los cerros de Medialuna, lado noreste del
Antisana
La base del Antisana y su límite sur y suroeste
Santa Lucía-paccha 4285
Antisana, hato 4075
Línea de cumbres del cerro de Medialuna;
Micocha 3951 cumbre 4270

Micaloma 4161 Chumillos, cumbre rocosa en dirección a


Papallacta 4225
Jacatuna de Ñuñuloma, cima 4278
Las Cimarronas del Antisana (sierra no volcánica)
Unión del río Hatunpungo-huaico,
con el río Toldo-huaico 3826 Quebrada Chulcupaillana (arroyo limítrofe
entre el terreno volcánico y no volcánico),
Quebrada Chucmillu-huaico 4045 vado en el camino a San Joaquín-loma 3570

Maucarodeo-pamba 4007 Unión de la quebrada Chulcupaillana con


la quebrada Azufre chiquito 3480
Guamaní de Maucarodeo 4137
Chuspichupa-loma 3824
Mirador de Maucarodeo 4210
San Joaquín-loma 3957
Hatuc-pamba 4066

Quebrada Hatucloma-yacu; paso


PINTURA 61
al Mirador de Maucarodeo 3991

Flujos de lava del cono del Antisana EL ISCO, CORTIJO EN EL VALLE DE LA QUEBRADA
GUAPAL
Sarahuasi, sitio de erupción de la lava 4714
La pintura representa un cortijo habitado sólo
Sarahuasi-volcán, remate de flujo de lava 4177
temporalmente en el valle de la quebrada Gua-
pal, en el camino de la hacienda Pinantura al pá-
Guagra-ialina-volcán, sitio de erupción 4670
ramo del Antisana. Sirve, pues, sólo de aloja-
Guagra-ialina-volcán; sitio de remate de miento cuando los hatos de reses, que son con-
la corriente junto al hato del Antisana 4073 ducidos valle abajo por este camino, no pueden
alcanzar su destino por la llegada de la noche o
Yana-volcán; sitio de erupción (?) 5053 a causa del mal tiempo. Hay una capilla con

193
imágenes de santos, junto al puentecillo que PINTURA 62
cruza sobre el murmurante riachuelo; por la iz-
quierda desemboca la quebrada Turi-urcu en la EL QUILINDAÑA VISTO DESDE EL SUR
quebrada Guapal, cuyas aguas, en esta parte su-
perior, se llaman río Isco. En el corral cercado hay Pintura trazada desde el hato de Chalupas, a 3664
grandes bloques de roca, las cuales tienen un par- m. sobre el nivel del mar.
ticular interés para el geólogo: están constituidas
por lava de obsidiana negra y denotan, por su ubi- La distancia hasta la cumbre del Quilindaña es de
cación, que se han desprendido de los paquetes unos 7 kilómetros.
rocosos de detrás de la casa y que, por lo tanto,
también éstos están constituidos por el mismo Como edificio volcánico, el Quilindaña presen-
material. ta una configuración que entre las montañas
volcánicas del altiplano del Ecuador no es rara,
pero que en ningún otro monte ha quedado
marcada en forma tan típica. En el Quilindaña
XXI. EL QUILINDAÑA distinguimos dos partes: estructura basal muy
extensa, casi circular, y una estructura supe-
El Quilindaña se halla, como el Cayambe, el An- rior piramidal ubicada en la parte central, si
tisana y el Sangay, en la cordillera oriental, si bien ambas secciones están tan íntimamente
bien no está, como ellos, tan retirado hacia el unidas entre sí y mutuamente encajadas, que
oriente. Como el Cotopaxi, se eleva de modo in- apenas parece posible admitir una separación
dependiente en todo su contorno. Por las altas temporal en cuanto a la configuración y origen
cadenas que le rodean hacia el lado oriental y de la una y de la otra.
hacia el lado sur, se puede concluir que su base
está rodeada de antiguos esquistos cristalinos. La estructura está compuesta por unas siete a
En cambio, en su lado norte y occidental, hay seis lomas dispuestas radialmente y a manera
principalmente formaciones volcánicas, las es- de contrafuertes, las cuales están separadas
tribaciones del macizo del Antisana, del Sincho- entre sí por valles entallados más o menos
lagua y del Cotopaxi, que en unión con aquellas profundamente, algunos de los cuales incluso
no volcánicas rodean un amplio valle de calde- poseen ensanchamientos a modo de calderas.
ra en medio del cual se levanta el Quilindaña. El Ahora bien, lo notable de este edificio, en
llano que ciñe el pie del monte por su lado nor- cuanto producto del volcanismo, consiste en
te y que está atravesado por el río Ami, se llama que estos valles no pueden estar formados
Vallevicioso; el que queda en el lado sur y que únicamente por la erosión, sino que ya se han
desagua en el río Chalupas, que más abajo se constituido durante el primer brote y el
llama río Juntas, lleva el nombre de valle Chalu- amontonamiento de material ígneo fundido
pas. Ambos ríos (el Ambi tiene su origen en los que integra la masa principal del monte; y,
glaciares del lado oriental del Cotopaxi) condu- además, en que estas lomas no se presentan
cen sus aguas al río Napo. ordenadas radialmente en torno a una apertu-
ra crateriforme, sino que en el sitio en donde,
según las condiciones de depósito de los pa-
quetes pétreos, tendría que buscar el puente
de salida de la masa eruptiva, se eleva en vez
del cráter, una alta pirámide rocosa con una

194
El Isco.
3459 m. sobre el nivel del mar.

1. Río Isco;
2. Quebrada Turiuco;
3. Loma de Guáitara;
4. Filo de Cachiyacu;
5. Loma de Barbonpata;
6. Bloques de lava de obsidiana;
7. Corriente de lava de obsidiana permanente;
8. Desfiladero del Sincholagua.

195
clara disposición de sus paquetes de roca en Hacia el borde derecho del cuadro vemos toda-
forma de terrazas70. vía un pequeño segmento de serranía que cie-
rra el valle por el oriente; está constituido por
Estas condiciones tectónicas se ilustran deta- esquistos de mica, etc., y es tan elevado que
lladamente en las pinturas No. 64 y 65, además sus picachos más altos están sin nieve sólo
de en la presente pintura. transitoriamente. Tiene el nombre de La serra-
nía de Carrera nueva.
En el lado sur del Quilindaña, que en este dibujo
mira hacia nosotros, la subdivisión del monte en Fuera de los nombres designados en la pintura, es-
lomas individuales resalta con menor claridad tán señalados con números los siguientes puntos:
que en sus demás lados, pero en cambio, llama la Filo de Verde-cocha, cerro Buenavista, el graven
atención la parte media del declive del monte, por que delimita el Contadero, el gran río de lava (L), el
su disposición en forma de colinas. Toda esta par- hato de Chalupas (casa), Tambopuya (C), la Abra,
te en que no hay rocas visibles, puede tomarse el pescuezo del Morro, el picacho del Cotopaxi.
como una corriente de lava sepultada bajo una
enorme capa de humus. Ella parece haber brota-
do al pie de la pirámide de la cumbre, a unos 4200 PINTURA 63
m. de altitud, y esta ruptura probablemente tuvo
lugar ya a poco del nacimiento de la montaña. EL QUILINDAÑA VISTO DESDE EL NORTE

Directamente delante del espectador está el corti- Pintura esbozada desde cerca del hato del Vallevi-
jo de la hacienda Chalupas (3664 m.), que dado lo cioso, a 3650 m. sobre el nivel del mar.
alto de esta región de páramo, al igual que la ha-
cienda del Vallevicioso (3608 m.), sólo está desti- La distancia hasta la cumbre del Quilindaña es de
nada a la cría de ganado. Son las únicas viviendas unos 10 Km.
humanas a lo largo y ancho de la región.
El flanco norte del Quilindaña hace ver, con toda
Por la izquierda, el valle de Chalupas se extiende claridad, la disposición en lomas a manera de
hacia una llanura pantanosa regada por muchos contrafuertes que distingue por todos los lados
riachuelos. Sobre ella se levanta, en una alta cade- a este edificio volcánico. Algunas de estas lomas
na igualmente volcánica, la negra cúpula rocosa se bifurcan en su parte inferior y en la superior
del Morro de Chalupas (4080 m.), que surge del se convierten en agudos riscos, en los cuales la
vecino Quilindaña o del Cotopaxi. Tanto dicha cú- roca in situ aflora con un despósito estratificado
pula como su estructura deben ser consideradas en forma de paquetes que externamente des-
más bien como el producto de fuerzas volcánicas cienden con una pequeña inclinación. También
71
independientes . aquí, como ya observamos en otras montañas,
las cuchillas de las lomas, dispuestas en sentido
Entre el Morro de Chalupas y el Quilindaña se radial, descienden de modo menos escarpado
deja ver, en el fondo, el Cotopaxi, rodeado por que los declives de la periferia del monte. Pero
una corona de nubes a sus faldas. lo que distingue más todavía y de modo especial,

70
Rocas del Quilindaña: No. 1975 – 2023.
71
Rocas del Morro: No. 2024 – 2030.

196
al Quilindaña de otros montes de igual contex- PINTURA 64
tura, es la considerable profundidad y anchura
de sus valles en comparación con el volumen EL QUILINDAÑA VISTO DESDE EL OESTE
de las paredes laterales que separan a unos de
otros. El valle principal, hondón de Toruno, por La localidad desde la que se ha trazado la pintura
su forma de caldera, evoca incluso las calderas queda en la pendiente del Morro de Chalupas, a
de muchas montañas volcánicas. Entre las lo- 4080 m. sobre el nivel del mar. La pintura No. 63
mas en forma de contrafuertes hay que mencio- nos dio a conocer la posición de este monte.
nar como las más sobresalientes, la loma de
Buenavista en el lado suroriental y el Filo de La distancia hasta la cumbre del Quilindaña es de
Verde-cocha, hacia el noroeste de la cumbre más o menos 7 Km.
principal.
Las dos vistas precedentes nos dieron una idea de
El fondo del hondón de Toruno está formado la muy notable forma y disposición de las paredes
por la escarpada pared norte de la cumbre pi- del Quilindaña como edificio volcánico, pero care-
ramidal del Quilindaña (de unos 600 m. de altu- cen del colorido paisajístico. En la pintura que
ra). La forma de esta pirámide podría muy bien aquí se nos ofrece, que ha sido ejecutada por la
dar derecho a caracterizar al Quilindaña como mano de un artista, conforme a un esbozo traído
el Matterhorn del Ecuador. A la izquierda, mi- a casa, se ha hecho el intento de remediar esta fal-
rando desde el Quilindaña hacia el sur, cierra el ta para el espectador, pues la desolación propia
horizonte el terreno dentado de los esquistos del paisaje y la imponente belleza que descansa
de las Cimarronas del valle de Chalupas. En pri- precisamente en esta desolación, sólo pueden po-
mer plano se extiende la planicie cóncava del nerse de manifiesto de un modo aproximado a
Vallevicioso. través de los tintes de colores y de los efectos de
iluminación.
Los siguientes puntos están señalados en la pintu-
ra con números: 1. Toruno-huaico (4040 m.) y lí- El Quilindaña nos presenta aquí su costado an-
mite inferior de la nieve (4364 m.); 2. Punta-lo- cho, el cual está constituido de tal manera que en
ma (4130 m.); 3. Filo Verde-cocha; 4. Cerro Bue- dirección al sur se une a la escarpada pirámide
navista; 5. Río Ami; 6. Tambo-yacu; 7. Yanta-lo- que sube, en el lado norte, hacia un largo macizo
ma; 8. Chisa grande; 9. Chisa chiquito; 10. San- de rocas con paredes cortadas a pico y con una
to Domingo-loma; 11. falda sur de la serranía de alta corona en forma de pináculo. El modo cómo
Carrera nueva (no volcánica); 12. Río Carrera este macizo, coronado con una especie de techo,
nueva (3607 m.); 13. Pambasacha-loma; 14. Se- se une con la masa rocosa de la propia pirámide
caspamba; 15. Pambasacha (3739 m.); 16. cerro que se eleva encima, sugiere mucho la compara-
La Conga (¿volcánico?). ción, de este edificio formado por la naturaleza,
con una catedral sepultada bajo la nieve y cuya
La distancia desde el hato del Vallevicioso hasta torre se ha desplomado en su parte superior.
la cumbre del Cotopaxi (véase croquis 65.D) es de
unos 17 Km., y hasta la del Sincholagua, de no me- Una ensillada plana que forma la línea divisoria de
nos de 21 Km. aguas entre el Vallevicioso (a la izquierda) y el va-
lle Chalupas (a la derecha), constituye al mismo
tiempo la unión entre la pendiente occidental del
Quilindaña y la línea de elevaciones del Morro de

197
Chalupas, punto de ubicación del espectador, y 65.B. LA SERRANÍA DE CARRERA NUEVA
señalado por una pequeña laguna. Otra acumula-
ción de agua más grande, llamada Verde-cocha, se Esta serranía parece que consta exclusivamente
muestra a la salida del valle que directamente de roca cristalina antigua, principalmente de es-
frente al espectador, se entalla en el edificio del quisto de mica, y por eso nos ofrece interés sólo
Quilindaña. Enteramente debajo de Chalupas, de- en cuanto que cierra, en dirección al oriente, el
trás, y velada por la atmósfera, queda la cadena amplio valle de caldera en el que tuvo lugar la
cuya cumbre en forma de cúpula ha sido designa- enorme erupción del Quilindaña. Varias de las
da por los pastores indios con el nombre de La cumbres de esta pared oriental pudieron elevarse
Conga. A la izquierda del Quilindaña, aunque a hasta más de 4000 m.
gran distancia, más o menos a unos 44 Km., el An-
tisana nos muestra su lado sur y suroriental de La localidad desde la que se ha trazado el esbozo
muy difícil acceso. es Pambasacha, a 3739 m. de altitud, en la falda
oriental del Quilindaña, camino del hato del Valle-
vicioso a Chalupas. El viaje alrededor de la base
PINTURA 65 del Quilindaña requiere tres pequeñas marchas
de un día y puede realizarse fácilmente más que el
CUATRO VISTAS DEL QUILINDAÑA Y SUS rodeo de ningún otro volcán del Ecuador, pues el
ALREDEDORES camino va casi siempre a lo largo de la llanura. So-
lamente en el lado norte, para pasar desde el va-
65.A. EL QUILINDAÑA DESDE EL LADO OCCI- lle del río Chalupas al río Ami, hay que dominar
DENTAL una subida de unos 400 m., a saber, en el sitio en
que la estructura basal del Quilindaña se une con
Visto a una distancia de unos 18 Km. las faldas del páramo de Pansache o con las estri-
baciones del Cotopaxi.
La localidad desde la que se ha trazado el esbozo
es el cerro Amina (4173 m.), uno de los puntos 65.C. LA SERRANÍA DEL CERRO CONGA
culminantes del páramo de Pansache.
Esta serranía, que limita el valle de caldera en el
En primer plano está el Morro de Chalupas lado sur, se parece en su configuración y eleva-
(4304 m.), y a la izquierda, a considerable dis- ción a la serranía de Carrera nueva. Pero le so-
tancia, el Antisana. A la derecha vemos, muy al brepasa tal vez con unos 500 a 600 m., una alta
fondo, una parte de la serranía no volcánica de cúpula rocosa, el cerro de la Conga, cuya confi-
Carrera nueva, cuya parte suroriental se llama guración externa no excluye en absoluto el ori-
también Cubillán. De la región de los cerros de gen eruptivo de sus rocas, sobre todo si se la
los Llanganates, la cual se ha añadido aquí, vis- compara con la pirámide central del Quilindaña,
ta algo más hacia el suroriente, tenemos sólo el que tiene forma similar. Por desgracia, no estu-
dentado cerro Hermoso, cubierto de nieve y vimos en posibilidad de cerciorarnos de la ver-
que muy rara vez se presenta a la vista; está ca- dad de nuestra conjetura.
racterizado por un pequeño esbozo accesorio.
Esta reproducción del Quilindaña es, en lo esen- El croquis ha sido trazado asimismo en la llanura
cial, igual a la de la pintura anterior. de Pambasacha.

198
65.D. EL LÍMITE OCCIDENTAL Y NORTE DEL Ciénega del medio en Ami-huaico 3994
VALLEVICIOSO
Hondón del río Blanco 3935

En primer plano tenemos la vaguada plana del río


Jergachurana-filo 4109
Ami. La serranía que se le une por la derecha, es-
tá dividida en lomas separadas por cañadas que, Divisoria de aguas entre el río Ami y
con sus salientes, se dirigen hacia la llanura. Estas el río Chalupas, en la falda occidental
lomas pertenecen, en una parte, a la estructura del Quilindaña 4007
basal del Cotopaxi, y en otra, a la del Sincholagua.
Yurac-cocha 4076
Sobre la ubicación de la primera nos orienta sufi-
cientemente el presente croquis; en cambio, so-
Cocha de Amugailina en la ensillada
bre las otras, sólo muy poco. A la izquierda del entre el Morro y el Quilindaña
Cotopaxi divisamos el Picacho. (falda occidental) 4127

La localidad desde la que se ha trazado el esbozo Río Ami en Chisa chiquito 3946
es Secaspamba, en la falda norte del Quilindaña.
Río Ami, cascada 3774

En el dibujo se han registrado los siguientes nombres:


Río Ami, en Huasicama-bolsa 3622
Chisa grande, Chisa chiquito, Pucahuaico, Laguna-
ucu, Claudiacunga, Chivuclasing, cerro Domingo, río Pambasacha, en el lado oriental del
Ami, Panzaguana, río de Tambo, Tuaripungo, Salazar, Quilindaña 3739
Ñuñuloma, Amulanga, cerro Laurel, Plaza de Armas.
Chalupas; hato en el lado sur del
Quilindaña 3664
Altitudes del Quilindaña y de sus alrededores
m. Vallevicioso, hato 3608

Cumbre del Quilindaña (T) 4919 Plaza de Armas; altura en las cercanías
del hato 3892
Límite inferior de la nieve, en el lado norte
de Toruno-huaico (nieve cubierta
de escombros) 4364

Pie del glaciar en Toruno-huaico 4470 XXII. EL SINCHOLAGUA


Hondón de Toruno 4040 Por toda su apariencia, el Sincholagua nos hace
pensar en el Quilindaña que acabamos de estudiar
Ensillada entre el hondón de Toruno y
o también, en el Cotacachi, del que ya hemos trata-
Rumi-ucu 4369
do; y muy bien podría ser catalogado, como cual-
Puntaloma, en el lado occidental del quiera de estos dos, como tipo para toda una serie
Quilindaña 4130 de montañas volcánicas de Ecuador, en las que
aparece un escarpado edificio piramidal central,
Cresta entre Ami-huaico y el hondón de dispuesto sobre una ancha y muy subdividida es-
Buenaventura 4172 tructura basal, sin que se pueda separar o distin-
guir, también en el aspecto genético, las dos sec-
Primer picacho en las crestas entre
ciones que se diferencian en cuanto a su topogra-
Ami-huaico y Buenaventura-huaico 4040
fía. Cada uno de estos montes, sin duda, muestran

199
particularidades individuales, y la del Sinchola- lo de declive tan alto, este grupo de pirámides
gua está en que las lomas de la estructura basal tiene hacia abajo sólo una pequeña cubierta de
que sobresalen en forma radial, descienden con nieve y, por ello, permite reconocer en todos
una inclinación muy suave, y sólo a una buena sus costados que está constituido por masas de
distancia del cerro se alzan en una pequeña pro- lava acumuladas en forma de paquetes super-
minencia en forma de rodilla, para luego caer mu- puestos. Esta disposición resalta sobre todo en
cho más escarpadamente hacia la periferia. De los la escarpada pared de su lado suroccidental,
valles que separan las lomas, sólo unos pocos se donde los paquetes parecen tener una posición
entallan profundamente en la estructura basal del horizontal (pintura No.66)72.
Sincholagua y avanzan hasta la pirámide central,
a cuyos pies se ensanchan a modo de caldera. El Pero la pirámide de la cumbre presenta en su la-
más significativo de ellos desciende en el lado do noroccidental, como ya se ha mencionado,
norte de la montaña y se llama hondón de Yahuil una ancha depresión rodeada de aristas puntiagu-
(ver los dibujos 68.B, C y D). Otro de ellos (pintu- das y con un potente glaciar (el límite de la nieve
ra No. 66) se presenta hacia el occidente y nace es de 4577 m.), por lo que la similitud de este edi-
en la caldera del derrumbo grande, entre la falda ficio piramidal con el del Cotacachi, se acrecienta
sur de la pirámide y el contrafuerte más alto del aún más. Son características de la naturaleza pe-
lado sur que se denomina Yana-Sincholagua (véa- trográfica y sobre todo del estado agrietado y de-
se también el óleo No. 67). leznable de ciertos paquetes de roca que forman
parte de la estructura de la pirámide, las masas
Aunque el Sincholagua, en varias de las pinturas cafés de escombros que recubren las superficies
dedicadas a él, da la impresión de ser un monte horizontales de los escalones y que se prolongan
aislado, estrictamente no debe ser considerado hacia abajo, en forma de potentes abanicos, has-
como tal, porque su declive oriental se une con ta los ensanchamientos a modo de calderas de los
las estribaciones de la meseta del Antisana, en valles de Yahuil, Derrumbo grande, Potrerillos y
tal forma, que el límite entre los dos montes su- Puca-allpa.
be a una altitud de unos 4000 m. (véase pintura
No. 48). En cambio, la base del Sincholagua, en La mejor manera de completar la caracteriza-
sus demás costados, se encuentra a una altitud ción que aquí se ha dado del Sincholagua será
de sólo unos 3400 a 3600 m. Según esto, la altu- dar un vistazo a las pinturas siguientes, aunque
ra relativa de la montaña, por sobre la planicie no son suficientes para el estudio del lado orien-
que ahora puede ser considerada su base, es de tal, con el que la montaña se vuelve hacia el Va-
1100 a 1300 m. llevicioso. Las pinturas que tratan de la comar-
ca del Quilindaña y del Cotopaxi (No. 64.D y
La nevada pirámide rocosa del Sincholagua es 75.B) ofrecen un ligero apoyo para el enjuicia-
de forma especialmente hermosa; constituye miento de esta parte, que es muy monótona en
propiamente un grupo de cuatro pirámides, de su topografía.
las cuales la más alta ocupa el centro (pintura
68.B), y las puntas de las más pequeñas que la
rodean están unidas a ella mediante agudas lí-
neas de crestas. Como consecuencia de su ángu-

72
Rocas del Sincholagua: No. 1562 – 1611.

200
El Sincholagua; lado oeste. Punto de observación:
Hornoloma (3784) sobre el mar.

1. El Sincholagua 4988 m;
2. Yana-Sincholagua;
3. Piedra pómez..

201
PINTURA 66 Enteramente a la derecha, hacia el borde de la
pintura, notamos una pequeña cumbre cónica
LADO OCCIDENTAL DEL SINCHOLAGUA que, al parecer, ya pertenece a las faldas del Sin-
cholagua pero que en realidad, junto con otro gru-
Ubicación: Hornoloma, en la falda norte del Coto- po de elevaciones que ya no constan en el ámbito
paxi, a 3784 m. de altura sobre el nivel del mar. La de la pintura y se llaman cerritos de Salitre (pintu-
distancia hasta la cumbre del Sincholagua es de ras 71 y 73), debe asociarse al Cotopaxi.
unos 13 Km.

Vemos ante nosotros al Sincholagua, con la ilumi- PINTURA 67


nación de la mañana. El ancho piso del valle que
está surcado por el río Pita y que aquí todavía es EL SINCHOLAGUA, LADO OCCIDENTAL
pequeño, rodea su base y constituye la frontera
entre él y el Cotopaxi. Su cauce enormemente an- El bosquejo a colores nos muestra el monte a la
cho, bifurcado de maneras diversas y rellenado luz sombría de una tormenta que se avecina. El di-
con cantos de lava de colores está ahora, en su bujo está trazado desde las cercanías de Hornolo-
mayor parte, seco, pues sólo se llena de agua lo- ma (3748 m.): desde la misma ubicación que se es-
dosa cuando se dan las temidas fusiones de la nie- cogió para el diseño de la pintura anterior.
ve, con ocasión de una erupción del Cotopaxi.

La coloración de la pintura nos da una idea de la va- PINTURA 68


riedad de colores de la vegetación de páramo, debida
a la iluminación cambiante que abarca todos los ma- CUATRO VISTAS DEL SINCHOLAGUA
tices que van del verde claro, pasando por el amarillo
y el rojizo, al café aceitunado. De modo más pintores- 58.A. EL SINCHOLAGUA DESDE EL LADO NORTE
co que en ninguna otra montaña, contrastan los es-
combros de guijarros rojos, y el blanco brillante del Visto desde una distancia de unos 12 Km.
casquete de nieve que yace encima, con la roca des-
nuda y oscura de la pirámide. La localidad desde la que se ha trazado el esbozo
es el hato de Antisanilla, a 3800 m. sobre el nivel
El campo visual de esta pintura es muy estrecho del mar.
pero, con todo, se abre a la vista una extraordina-
ria perspectiva sobre el valle de Chillo, que se ex- Aquí se presenta, a la mirada del espectador, la
tiende hacia el norte. De este valle asoma la cúpu- depresión cubierta de hielo de la pirámide de la
la del Ilaló. Más allá distinguimos el edificio del cumbre, rodeada de crestas dentadas y que se ex-
Mojanda, que ahora aparece sólo con dos cum- tiende por abajo, hacia el hondón de Yahuil. A la
bres; a su izquierda, y al fondo, la pirámide mu- izquierda está el cerro Chuquira (4589 m.), punto
cho más alta del Cotacahi; y, a su derecha, una pe- culminante de una de las cuchillas que rodean la
queña parte del oscuro cono del Imbabura. Entre pirámide en sentido radial. Las rocas que quedan
éste y el declive del Mojanda, emerge, en la última a la derecha, al pie de la pirámide, se llaman Ven-
línea del horizonte, ya en el límite con Colombia y tanillas. La pendiente norte de la montaña es muy
a una distancia de por lo menos 165 Km., la cum- desolada, cubierta sólo de hierba, y aparece es-
bre nevada del Chiles. carpada debido a la perspectiva en que la mira-
mos. Aflora la roca in situ sólo en pocos puntos

202
del declive. Una de las cuchillas más extensas se su pendiente norte, que mira hacia el Chacana y
llama loma Fala, desde donde fue trazado el dibu- el Antisana, tienen una inclinación mucho menor
jo de la pintura No. 60, de la serranía del Chacana. que su pendiente sur. Más lejos se divisa el curso
La quebrada Guapal forma el límite entre el Sin- del valle, cuyo ensanchamiento, en forma de cal-
cholagua y el Chacana. En lo profundo del valle dera, queda al pie de la pirámide rocosa del hon-
donde desemboca la chorrera de Puchipungo, dón de Yahuil. Una parte del sector oriental del
queda El Isco (pintura 61). En el borde derecho de valle de Chillo, atravesado por muchas corrientes
la pintura advertimos un trecho del flujo de lava de agua, queda a nuestros pies, en primer plano.
del Antisanilla, dispuesto en forma de muralla (pin-
turas 57 y 58). Al fondo se pueden ver los montes Co- 68.D EL SINCHOLAGUA DESDE EL LADO OCCI-
topaxi, Iliniza y Rumiñahui. DENTAL

68.B EL SINCHOLAGUA DESDE EL LADO NOR- Visto desde una distancia de 32 Km.
DESTE
Ubicación: El Corazón, a 4500 m. sobre el nivel del mar.
Visto desde una distancia de unos 19 Km.
Este pequeño croquis, tomado desde una altura
Ubicación: Cerro Guamaní del Antisana, a 4275 m. tan considerable, es instructivo porque nos mues-
sobre el nivel del mar. tra, más claramente que los anteriores dibujos del
Sincholagua, la relación en que está la pirámide
La pirámide rocosa contemplada desde aquí, apa- de la cumbre con su estructura basal formada por
rece especialmente escarpada: en ella se pueden cuchillas planas.
distinguir tres cumbres; una cuarta queda hacia
atrás. Debido al desplazamiento de nuestro punto Altitudes del Sincholagua y de sus alrededores
de observación más hacia el oriente, ya no es po- m.
sible divisar el hondón de Yahuil; en cambio, ve-
mos, a la derecha del cerro Chuquira, el rodadero Cima principal del Sincholagua (T) 4988
de escombros de Potrerillo y Puca-allpa. El primer
Cerro Chuquira, cumbre oriental 4589
plano forma una parte de la meseta del Antisana.

Yana-Sincholagua, cumbre occidental 4506


68.C EL SINCHOLAGUA DESDE EL LADO NOROCCI-
DENTAL Ensillada entre el cerro Chuquira y
Cunturmachai-filo 4378
Visto desde una distancia de 30 Km.
Ensillada entre el cerro Chuquira y
el declive de la cumbre principal 4451
Ubicación: Cerro Ilaló, a 3161 m. sobre el nivel
del mar73. Ensillada entre loma Fala y el declive
de la cima principal 4427
En esta reproducción del monte aparece, como
cosa especialmente digna de consideración, que Cumbre rocosa norte de la loma Fala 4385

73
Copia tomada del panorama V, pintura No. 48. Las copias No. 68.B y 68.C, se han elaborado para efecto de una más fácil comparación, y
aquí se han adjuntado a las demás pinturas del Sincholagua.

203
Yurac-allpa, acceso oriental al hondón Llavepungo, hacienda 3430
de Yahuil 4267
Borde de la cascada de Potrerillos 3329
Pisos de roca más elevada en el hondón
de Yahuil 4315 Puntos en las pendientes oriental y suroriental

Potrerillos, fondo del valle de Yahuil 4166 Loma de Parca 4300

Paraje boscoso en el hondón de Yahuil 4055 Río Tambo-yacu, en la pendiente de


Alumis-filo 3873
Ventanillas, ensillada en los riscos
occidentales de Yahuil 4470 Muchana-rumi 3780

Límite inferior de la nieve en el lado Samano 3942


norte del Sincholagua 4577
Yuccharumi 4143
Campamento de carpas en el lado
oriental del Sincholagua Hatuncocha 3995
(5-10 octubre, 1871) 4432

Altura dominada en el lado norte


(11 octubre, 1871) 4786
XXIII. EL COTOPAXI
Puntos en la pendiente norte
Entre las más de veinte y cuatro montañas volcá-
Pinantura hacienda 3142 nicas del Ecuador, sólo hay cuatro que pueden ser
caracterizadas como activas: el Cotopaxi, el Tun-
Mauca-estancia 3262
gurahua, el Sangay y el Pichincha.

Santo Domingo, comienzo del pajonal 3499


De estas cuatro, el Cotopaxi es el volcán más alto
Puerta de Guamaní, camino 3549 (5943 m., medida trigonométrica), y se distingue
sobre los demás tanto por su majestuosa forma có-
El Taladro, cumbre sobre la puerta nica como por estar aislado en todo su perímetro.
de Guamaní 3593

Catorce pinturas de la colección, trazadas desde


Secas; chozas 3465
diez distintos puntos de observación, ilustran es-
El Isco, hato 3459 te volcán en lo que toca a su estructura, sus más
recientes flujos de lava, su cubierta de nieve y su
El Tablón 3727 posición respecto de los volcanes vecinos.

Rayoloma 4103
Resumimos aquí, antes de pasar a la descrip-
ción de la topografía del monte, lo que en el Co-
Puntos en la falda interior occidental
topaxi nos da claves sobre la actividad de las
El Mudadero 4203 fuerzas volcánicas en tiempos recientes y lo
que caracteriza su significado como volcán to-
El Carmen, hacienda 3375 davía activo.

Guagrahuasi 3419

204
Existen sólo pocos registros fidedignos sobre las cráter de la cumbre. Tampoco se nos escapa,
erupciones del Cotopaxi en tiempos históricos, con esto, la percepción de que la masa del mate-
pero casi no necesitamos de ellas pues el mismo rial derramado, en relación con la magnitud y el
Cotopaxi nos ha legado la historia de su activi- contorno del monte, es muy pequeña; y, como
dad, la cual está descrita con plena claridad en una peculiaridad más del Cotopaxi, debe desta-
sus declives. Precisamente en este claro legado carse que la lava derramada de su cráter, debido
de su historia estriba en gran parte lo típico de es- a lo escarpado del declive superior del monte,
te volcán, y lo que se nos cuenta es muy impor- no forma flujos que se hayan sostenido hasta el
tante para entender el modo de actividad de las borde bajo del cráter, como una faja continua y
fuerzas volcánicas en general. coherente.

También en el Cotopaxi hay que distinguir una es- El borde del cráter parece que, al tiempo en que
tructura basal y una superior. Pero mientras que tuvieron lugar aquellas erupciones, tuvo, en todo
en las montañas volcánicas hasta aquí considera- su perímetro casi la misma altura que la que tiene
das, quizás con excepción del Antisana, estas dos todavía en la actualidad (al menos hasta 1877), de
secciones se manifiestan como producto de un modo que el desbordamiento pudo darse al mis-
mismo período, en el Cotopaxi ocurre todo lo mo tiempo hacia diferentes costados, particular-
contrario, pues la estructura basal y la superior mente en los casos de una fuerte ebullición de la
pertenecen evidentemente a dos distintos perío- lava en la concavidad del cráter. No obstante, no
dos de formación. se excluye que también el borde del cráter, duran-
te una misma erupción, haya sufrido cambios que
Con la misma fuerza con que a los ojos del geólo- condujeran el fluir de la lava ya hacia un lado, ya
go se distingue, con respecto de la estructura más hacia otro. Sobre todo, parece que en tiempos
antigua de su base, el alto cono de casi 3000 m. de más antiguos han sido afectados por derrames de
altura, se destaca por su parte los flujos de lava lava, el lado oriental y el suroriental; en cambio,
más recientes del cono, arquitectónicamente ce- los derrames más recientes han tenido lugar por
rrado en sí. sobre el borde occidental.

El declive del cono del Cotopaxi no está tan inun- Las masas de lava recientes, sepultadas bajo el
dado y rodeado de corrientes de lava, como para manto de nieve del Cotopaxi, aparecen de modo
que en él se vean representados todos los siglos especialmente llamativo en unos ocho puntos,
hasta los tiempos del más remoto pasado, como con una expansión en forma de flujo; el extremo
es el caso, por ejemplo, en el Etna. Ningún campo inferior de estos flujos queda más o menos entre
de lava de más de una milla de extensión rodea los 3760 y 4400 m. de altitud, y no han podido al-
las faldas del Cotopaxi, ni tampoco conos erupti- canzar nunca la falda baja y más llana del monte.
vos de la manera en que, por cientos, cubren los Agrupamos estos flujos del siguiente modo:
declives del Etna, como para ser prueba de que
las masas incandescentes se hubieran abierto Los flujos de lava del Cotopaxi m.
otros caminos para desbordarse, fuera del pozo
del cráter de su cumbre. 1. Erupción del año 1854 o 1863,
en el lado occidental y suroccidental:

Con toda seguridad se puede determinar que todas


Pie de la lava en Manzana-huaico 4194
las erupciones del Cotopaxi en la época histórica,
o en una cercana a ella, tuvieron lugar a partir del Pie de la lava en Puca-huaico 4365

205
2. Reventazón de Yanasacha-volcán74 debe también su origen el Tauripamba-volcán (lado
en el lado noroccidental. Pie de la lava 4071 norte). El Yanasacha-volcán debió de ser formado
por una erupción especial; y, según parece, ésta ha
3. Reventazón de Tauripamba-volcán, en
sido la más antigua ya que la superficie de este flu-
el lado norte. Pie de la lava 4421
jo está muy cubierta de vegetación. En cambio, co-
4. Reventazón de Diazchaina-volcán, en el rresponde a la época más reciente la erupción cuya
lado nororiental. masa de lava cubre la pendiente suroriental del
Pie de la lava (más o menos) 4000 monte75.

5. Reventazón Chirimachai-volcán, en el
La crónica confirma, en general, los resultados ob-
lado oriental. Pie de la lava al norte 4230
tenidos por las observaciones hechas en el mismo
Pie de la lava al sur 4330 monte. Informa, en efecto, como comprobó por pri-
mera vez el señor doctor Teodoro Wolf76, sobre tres
6. Reventazón de Potrerillos-Pucahuaico- erupciones suficientemente atestiguadas: una del
volcán, en el lado suroriental. año 1534; una segunda que tuvo lugar en el año
1742-46 (o bien 50); y una tercera, la más violenta
Pie de la lava 4365
de todas, en el año 1786.

7. Reventazón de Puma-ucu-volcán, en el
lado sur-suroriental. De la concordancia entre los hechos observados y
las tradiciones históricas, creemos que se puede
Pie de la lava (más o menos) 4000 concluir que desde las erupciones que fijaron la
constitución del Cotopaxi en su actual configura-
8. Reventazón de Taruga-puñuna-huaico-
ción y altura, hasta el comienzo del derrame de las
volcán, en el lado sur. Pie de la lava 3762
masas de lava de aspecto reciente, ha transcurrido
un tiempo de duración incalculablemente extenso.
Las negras masas de roca de los flujos No. 5 y 8 son
conocidas también por los indios del valle de Valle-
El hecho de que las paredes del socavón del Coto-
vicioso principalmente con el nombre de reventa-
paxi, incluso cerca del borde del cráter, cuyo perí-
zones de las Cimarronas.
metro se calcula por lo menos en uno a uno y me-
dio kilómetros, resistan la enorme presión de las
La pregunta de si sería justificado reducir estos
columnas de lava (por lo cual no se han dado aún
ocho flujos a otras tantas erupciones más o menos
erupciones laterales), prueba que el cono del mon-
separadas en el tiempo, podría responderse negati-
te no puede ser una armazón de escoria que haya
vamente. Muy probablemente hay que reducir su
sido levantada poco a poco por un gran número de
número a tres o cuatro. La mayoría de los flujos de
pequeñas erupciones, sino que, por el contrario,
lava del lado oriental y del lado sur pertenecen pre-
debe estar constituido en su interior principalmen-
sumiblemente a una misma erupción y tal vez a ella
te por roca firme77.

74
Como volcán, designan con frecuencia los indios, como ya lo anotamos en el Antisana, a las masas de roca que se destacan de sus inmedia-
ciones por su color oscuro y por la constitución hecha de escorias; pero a veces también a los derrumbos que no tienen relación directa
ninguna con los fenómenos volcánicos.
75
El cambio que sufrió el monte por la erupción del año 1867, y que afectó sobre todo a su lado occidental, no se observa a base de las pinturas.
76
Crónica de los fenómenos volcánicos y terremotos en el Ecuador desde 1533 hasta 1797, Quito, 1873.
77
Una muy buena idea de la naturaleza y la estratificación de los paquetes de roca en el lado interior de las paredes del cráter, muy junto al
borde, nos la da el grabado en xilografía de una fotografía.

206
EL Cotopaxi; occidental. Punto de observación:
cerca de Santana de Tiopullo, 3200 m.

1. Cotopaxi, cumbre sur 5922 m.;


2. El Picacho, o “cabeza del Cotopaxi” 4920 m;
3. Campamento para las subidas del 28 de Noviembre, 1872
y 8 de Marzo 1873;
4. Cerro Ami 3876 m;
5. Lava del año 1874;
6. Pucahuaico;
7. Manzanahuaico;
8. Limpiopungo, Ensillado entre el Cotopaxi y el Rumiñahui
3888 m;
9. Río Cutuche 3150 m.

207
Según toda probabilidad, la masa principal del co- enorme edificio, unitario y cerrado en sí, ha juga-
no del Cotopaxi es producto de una sola ingente do por mucho tiempo, y todavía juega, únicamen-
erupción, durante la cual se apiló en capas el ma- te una función mediadora en relación a las peque-
terial que brotaba en rápida sucesión y que ya no ñas reacciones que se originan en su foco, y que
78
era muy fluido . desde la terminación del edificio hasta el comien-
zo de esta actividad todavía mediadora, de todos
Esta idea acerca del nacimiento del cono del Co- modos ha transcurrido un enorme período de
topaxi, en absoluto va en contra de la estructura tiempo de completa calma.
estratificada de su interior —hasta donde ha po-
dido ser observada—, sino que más bien aclara la Los grandes estratos que han ocasionado las
conexión íntima de los delgados paquetes de to- erupciones del Cotopaxi en la época histórica, no
ba, así como la reducida formación de escorias en se han producido por los mismos flujos de lava,
sus superficies de contacto. sino como efecto de fenómenos que suelen acom-
pañar a las erupciones de los volcanes; a saber:
Hemos dicho que el volumen del material derra- temblores de tierra, lluvias de ceniza y riadas.
mado por el Cotopaxi en el lapso de los últimos si- Precisamente estas últimas, provocadas por la re-
glos, en comparación con la masa del cono del pentina fusión de ciertas partes del manto de nie-
monte unitariamente construido, parece muy pe- ve, han sido siempre para los habitantes del alti-
queño; pero no menos pequeño parece en compa- plano del Ecuador, las más funestas.
ración con el volumen de la columna de líquido
que durante la actividad del volcán establece la
conexión entre el foco volcánico, que está a una PINTURA 69
profundidad desconocida, y el borde del cráter.
Aun cuando quisiéramos estimar la altura de es- EL COTOPAXI VISTO DESDE EL OCCIDENTE
tas columnas de líquido, como extremadamente
baja, y creer que el foco volcánico no se encuen- La distancia hasta la cumbre del monte es de
tra mucho más abajo que el nivel del mar, sin em- unos 17 Km. La localidad desde la que se ha traza-
bargo su altura —prescindiendo de un cálculo del do la pintura es el tambo de Santa Ana de Tiupu-
diámetro del pozo, que se sustrae enteramente al llo, a 3150 m. sobre el nivel del mar.
examen— sobrepasaría los 6000 m. Con esto, la
cantidad de lava derramada por sobre el borde La carretera que lleva de Quito a Guayaquil, a tra-
del cráter del Cotopaxi, habría sido, a lo más, co- vés de Latacunga y Ambato, cruza por la falda del
mo una gotita de mercurio del tamaño de una ca- lado occidental del Cotopaxi. El que pasa por aquí
beza de alfiler, en relación a toda la longitud de la puede gozar de la visión del Cotopaxi, como la
columna de mercurio de un barómetro. Desde es- que ofrece la presente pintura, en caso de que lo
te punto de vista, la elevada ubicación de un vol- permitan las nubes que las más de las veces ro-
cán, como la que presenta el Cotopaxi, que es el dean el monte. Para poder echar un vistazo a los
más alto de los volcanes todavía activos de la Tie- demás lados del monte, desde una distancia igual
rra, adquiere ciertamente un interés especial. a la que hay desde este lado occidental, el viajero
Por consiguiente, la particularidad del Cotopaxi debe hacer un rodeo fatigoso de más de un día,
como volcán activo está, en lo esencial, en que el pues, quitando algunos hatos, es decir chozas de

78
Rocas del cono del Cotopaxi y de los flujos de lava recientes; No. 1713 – 1849.

208
pastores, la región que rodea las faldas del Coto- En esta antigua estructura basal del cono del Co-
paxi está enteramente deshabitada. Una feliz cir- topaxi se entallan varias quebradas. La de Puca-
cunstancia ha hecho que este lado occidental del huaico es una de las más profundas y deja ver
monte, de fácil acceso, sea el más interesante por paquetes desnudos de rocas in situ. Esto es tan-
las proporciones arquitectónicas de su estructu- to más digno de consideración, cuanto que la ro-
ra, las cuales aquí resaltan con la mayor claridad, ca in situ, precisamente en la parte basal que es-
y por los flujos de lava recientes que han bajado tá recubierta de productos eruptivos de épocas
por el declive del cono de nieve. antiguas y recientes, solamente se encuentra en
muy raros sitios. Menos profundo se ha entalla-
Distinguimos en el Cotopaxi, un edificio antiguo y do Manzana-huaico, quebrada que tal vez puede
otro más reciente. El más antiguo está conforma- señalarse como línea divisoria entre el antiguo y
do por la parte, dividida en muchas cuchillas, que el nuevo edificio, en caso de que sea posible, de
hacia el suroeste se une a la montaña del cráter, algún modo, una delimitación externa entre las
sube hasta el mismo límite de la nieve y culmina dos partes. El cerro Ami y el páramo de Llitio de-
en la pirámide rocosa de casi 5000 m. de altitud, ben considerarse presumiblemente como las es-
el Picacho. En cambio, hay que considerar como tribaciones del antiguo edificio que se extiende
un producto más joven de la actividad volcánica más hacia el occidente79 .
al mismo como, cuya línea de perfil noroccidental
presenta una curva uniforme desde la cima hasta A base del presente dibujo se puede observar,
el pie del monte. Por la posición respectiva de es- con todos sus pormenores, la formación de la
tas dos formaciones se tiene la impresión de que montaña del cráter y la naturaleza de su cubierta
el enorme, pero relativamente joven cono de de nieve, pero se debe señalar que el cráter situa-
erupción del Cotopaxi, se ha añadido lateralmen- do en la cima no es redondo sino elíptico, y alar-
te y de tal modo a la antigua estructura basal, que gado en dirección norte-sur. La distancia entre las
en parte la ha enterrado. dos cumbres, la norte (5943 m.) y la sur (5922 m.),
como nos la presenta esta pintura, hace ver toda
La manera como estaba formada la masa monta- la extensión longitudinal de este cráter. Entre es-
ñosa del edificio, que fue destruido por el apila- tas dos cumbres, el borde del cráter tiene una li-
miento del nuevo cono del Cotopaxi, o que fue so- gera depresión y, cerca de las mismas cumbres,
lamente cubierto por él, es algo que se sustrae a una pequeña actividad de fumarolas.
toda apreciación; únicamente se puede estable-
cer con certeza que también se muestran restos A unos 400 m. bajo la cumbre sur, se nota el pun-
de esta antigua formación en los lados norte y to de arranque de varias aristas de roca que avan-
oriental del Cotopaxi. zan como dos líneas sinuosas hasta el límite infe-
rior de la nieve. Estas aristas son los límites late-
Es ciertamente seguro que entre el edificio joven rales de las mangas de escoria hundidas que los
y el antiguo hay una relación parecida a la que flujos de lava dejaron en su camino, y cuya parte
existe entre el Osma y el Vesubio, pero no por eso media tiene forma de canales. Se podría suponer
tendría fundamento la conjetura de que el Pica- que la lava que formó los flujos rompió la pared
cho sería en realidad el vestigio de una antigua y del cráter, pero no es éste el caso, sino que se tra-
extensa pared circular. ta en realidad de un derrame por sobre el borde

79
Rocas de la Antigua estructura basal del Cotopaxi y del Picacho: No. 1850 – 1974.

209
del cráter, con el cual el material incandescente, 1873: camino al cráter (línea roja). Flujos de lava de
rodando y precipitándose en forma de cascada, 1854 o 1863; Puca-huaico, Manzana-huaico, El Pica-
llegó hasta este sitio más bajo pero menos escarpado cho del Cotopaxi, loma de Buenavista, cerro Ami, pá-
del declive. Recién a partir de las masas ahí acumula- ramo del Llitio, río Cutuchi, Limpiopungo, comarca
das se produjo el derrame en forma de flujos. Por lo del Hornoloma, falda suroriental del Rumiñahui.
demás, lo pequeño de la masa del material derrama-
do se infiere del hecho de que el flujo de Puca-huaico
terminó ya a una altitud de 4365 m., y el flujo de Man- PINTURA 70
zana-huaico que es una bifurcación del Puca-huaico
hacia el norte, recorrió un camino no mucho más lar- EL COTOPAXI, LADO OCCIDENTAL
go, terminando 170 m. más abajo; y así ambos flujos
a pesar de lo escarpado del declive y, por tanto, del Visto desde una distancia un poco mayor que la
movimiento acelerado, nunca pudieron llegar a los pintura No. 69. El lugar desde donde ha sido tra-
pies del monte. Por encima de estos salientes de los zada la pintura se halla en las inmediaciones de
bloques de los flujos de lava, terminaron los dos pri- Santa Ana de Tiupullo, a unos 3250 m. sobre el ni-
meros intentos de ascensión a la cumbre en los años vel del mar.
de 1872 y 1873.
Dar una descripción topográfica detallada del Co-
La cubierta de nieve del cono del Cotopaxi, tal como topaxi, tal como se nos muestra en este óleo, pa-
lo muestra la pintura, es pequeña, aun cuando no rece superfluo porque el dibujo anterior ya nos
ilustra lo mínimo que se presenta cuando también es- presentó casi la misma vista del monte. Las dos
tá sin nieve el pequeño triángulo que forma la punta reproducciones difieren entre sí propiamente so-
de la loma que divide las quebradas del Manzana- lo por el escenario un poco cambiado del primer
huaico y Puca-huaico; a veces también la línea del lí- plano, que trae consigo el traslado del punto de
mite inferior de la nieve sube y baja en zigzag, mien- ubicación a un nivel de unos 100 m. más alto. Pe-
tras que ahora presenta un trazo casi horizontal. ro lo que a esta pintura le confiere, frente a un di-
bujo solamente a lápiz, una gran ventaja es que
Las superficies inclinadas que rodean el pie del pinta el paisaje con sus colores naturales, y con
monte y forman el paso a la llanura de Callo, en esto lo reanima de un modo impresionante.
modo alguno son masas de campos de lava, sino
que constan de depósitos más o menos estratifi- Por lo demás una comparación de las dos pintu-
cados de masas de ceniza, escombros y toba. ras, trazadas independientemente una de la otra,
ofrece una pauta para el grado de exactitud con
Entre el pie del monte y la ubicación del especta- que era justo se empeñaran en su trabajo, el artis-
dor, fluye el río Cutuchi sobre un lecho poco pro- ta en un caso y el geólogo en otro.
fundo pero oculto a la vista. Tiene su origen en la
divisoria de aguas de Limpiopungo (3430 m.), y es
alimentado no sólo por la pendiente del Cotopaxi PINTURA 71
sino también por la del Rumiñahui.
EL COTOPAXI VISTO DESDE EL NORTE
Se han señalado, en la misma pintura, los siguientes
nombres y puntos: lugar del campamento (4627 m.) La distancia hasta la cumbre del monte es aproxi-
para las ascensiones a la cumbre del señor W. Reiss, madamente de 7 Km. La ubicación desde la que se
el 28 de noviembre de 1872, y A. St., el 6 de marzo de ha trazado la pintura es la ovejería de Hornoloma,

210
El Cotopaxi; lado noroeste. Punto de observación:
Falda sudeste del Cerro Rumiñahui 3500 m.

1. Cotopaxi, Cumbre Noroeste 5943 m;


2. Corriente de lava “volcán Yanasacha” 4071 m;
3. Corriente de lava “volcán Tauripamba” 4421 m;
4. Tauripamba 3900 m;
5. Vetuta corriente de lava de Llavepungo;
6. Llavenpungo 3430 m;
7. Laguna de Limpiopungo;
8. Cuesta del Cerro Rumiñahui.

211
a 3784 m. sobre el nivel del mar, y a 2159 m. bajo va es solamente el brazo más largo de un gran flujo
la cumbre norte del Cotopaxi. masivo (véase en la pintura 72) que está enterrado
bajo la nieve y debe su origen a una erupción por la
El aspecto que presenta el lado norte del Cotopaxi es cumbre. Además de esta masa eruptiva más reciente,
no menos majestuoso que el de su lado occidental; la distinguimos también, desde aquí, una segunda co-
forma del cono del monte resalta aquí, todavía de mo- rriente de lava, probablemente más antigua. Es la Ya-
do más marcado porque, por el lado occidental, se nasacha-volcán que se derramó por el declive noroc-
presenta el cráter elíptico en su extensión longitudi- cidental del monte y llegó hasta un sitio considerable-
nal y en cambio aquí, en su borde más estrecho que mente bajo, a una altitud de 4071 m. Este flujo de la-
está flanqueado por la cumbre norte. Especialmente va está claramente ilustrado en el óleo No. 72.
llamativo y visible hasta la más distante lejanía es el
corte de roca abrupto, y por lo mismo siempre sin
nieve, que hay exactamente bajo la cumbre. El monte PINTURA 72
de nieve, además, deja aparecer, en pocos sitios, la ro-
ca desnuda. Es digno de notar también el irregular EL COTOPAXI VISTO DESDE EL NORESTE
curso del límite de la nieve. Se podría esperar que en
las quebradas, que favorecen el acumulamiento de La distancia hasta la cumbre del monte es de
nieve, ésta llegara más abajo que en las cuchillas; pe- unos 8 Km. El punto desde el que ha sido trazado
ro aquí, por excepción, sucede precisamente lo con- la pintura es la falda suroriental del Rumiñahui, a
trario porque las lenguas de nieve de los glaciares no 3500 m. sobre el nivel del mar.
bajan a los surcos de las quebradas. En algunos sitios
el límite de la nieve, condicionado por la naturaleza El presente óleo nos hace olvidar por un momento la
del terreno, retrocede hasta los 4800 m. La cubierta soledad y desolación, muchas veces mencionada, de
de nieve que presenta esta pintura puede señalarse la región de los altos páramos en que nos encontra-
como la mínima. La constitución de material esencial- mos, porque con sus vivos colores y sus efectos de lu-
mente flojo que se acumula en capas sobre la parte ces extraordinariamente propicios, nos pone ante una
baja y sin nieve del declive del monte se hace notoria región idílica, aparentemente habitada, o por lo menos
por la formación de surcos que presenta la superficie. habitable. Pero los momentos en que se extiende so-
En este lado sobresalen también vestigios del exten- bre el páramo una atmósfera tan alegre son extrema-
so basamento que sirve de cimiento al cono del Coto- damente raros, y el primor del violeta pronto habrá de
paxi. Como tales se reconocen enseguida, en su as- ceder ante el ordinario tono café grisáceo del paisaje.
pecto externo, las desnudas y redondeadas elevacio- Ante todo, atrapa nuestra mirada el espléndido cono
nes de Incaloma (4092 m.) y también los montes de del Cotopaxi que ya lo conoceremos en todos los lados
forma piramidal, cerritos de Salitres, que se unen a la por las pinturas 69 a 79, pero que no volveremos a ver
falda nororiental del Cotopaxi y tal vez pueden ser delante con tal primor de paisaje. Su cubierta de nieve
considerados como los restos que han quedado de es actualmente muy moderada, a pesar de lo cual so-
un mismo ramal en forma de loma. lamente en pocos sitios sobresalen de él rocas desnu-
das y negras; en cambio la orla inferior del manto de
Pero lo que en este lado nos llama todavía especial- nieve está pintorescamente recortada y guarnecida
mente más la atención es el flujo de lava de aspecto con los numerosos y pelados riscos y barrancos que
muy reciente, que parece haber comenzado un poco penetran en ella. Bajo el límite de la nieve aparecen ní-
por encima del límite de la nieve, y que termina apro- tidamente los abultados flujos de lava de Tauripamba
ximadamente 300 m. más abajo (4421 m.). Un análisis y Yanasacha, y toda la falda del monte en este lado es-
preciso del declive nos hace ver que este flujo de la- tá rodeada de un antiguo campo de lava cubierto ya

212
El Cotopaxi; lado este. Punto de observación:
Santana de Tiopullo 3150 m.

213
por la vegetación. A nuestros pies, en la ensillada entre aquí, parece extrañamente pequeña. Este espejis-
el Cotopaxi y el Rumiñahui, queda la pequeña laguna mo estriba en que, debido a la alta ubicación en
de Limpiopungo, cuyo contorno se reduce con cada que estamos, divisamos muy desde arriba la par-
erupción del Cotopaxi, por efecto de la fuerte lluvia de te inferior de la ladera del monte, en toda su ma-
cenizas y lapilli. Está orlada por su vegetación herbá- yor extensión, y más aún, enteramente en primer
cea, el parecer exuberante, pero en realidad pobre y plano. Una peculiaridad arquitectónica del monte
monótona, de la que surgen grandes manchas de jun- consiste en que esta ladera, en toda la amplitud
cos de totora cafés. A la izquierda, se introduce en la que despliega aquí ante nosotros, está surcada
pintura una parte de la pendiente del Rumiñahui, ocu- por muchas quebradas poco profundas, justa-
pada por matorral bajo. mente en el límite de la nieve donde comienzan
con variadas ramificaciones, pero no se presenta
ningún valle de corte profundo. Hasta el límite de
PINTURA 73 la nieve la superficie del monte cónico está forma-
da por masas de escombros dispuestas en capas
EL COTOPAXI VISTO DESDE EL NORORIENTE y separadas, por las ya mencionadas quebradas,
en campos inclinados oblicuamente y relativa-
La distancia hasta la cima del monte mide unos 13 mente planos. La hierva ishu, de aspecto unas ve-
Km. El punto desde el que se ha esbozado la pin- ces verde y otras café, cubre con una capa más
tura es la loma de Parca, en la pendiente surocci- densa o más rala, la superficie de estos campos
dental del Sincholagua, a 4300 m. sobre el nivel hasta poco más abajo del límite de la nieve.
del mar.
Pero lo que más nos sorprende esta presentación
A la considerable elevación del sitio desde donde de tan potente volcán, todavía en actividad, es lo
ha sido trazada esta pintura, debe el espectador poco que nos hace pensar en las acciones devas-
una visión del cono del Cotopaxi con la grandiosi- tadoras de las fuerzas volcánicas que continúan
dad que no podría ofrecer ningún otro punto. Des- vivas en su interior, y más bien nos presenta las
pués de haber grabado en su memoria, con las formaciones aluviales que dominan el carácter
pinturas precedentes, la visión del lado norte y del paisaje que rodea el pie del monte. Las mu-
noroccidental del Cotopaxi, ahora la orientación chas quebradas que caen radialmente de la pen-
del panorama no le presenta dificultad alguna. diente y que recogen un ancho valle que rodea las
Los pequeños montes piramidales de Salitre, que faldas, están de ordinario sin agua; pero, por su
antes quedaban a la izquierda del espectador, anchura y los escombros que contienen, dan tes-
ahora están a su derecha, e igualmente Incaloma; timonio de que de vez en cuando han servido, y
el flujo de lava de Tauripamba-volcán se presenta todavía pueden servir, para el desfogue de violen-
como una faja más angosta en la ladera del mon- tas avenidas de agua. De la violencia de tales cre-
te, inmediatamente debajo del límite de la nieve. cientes se puede uno formar idea viendo los nu-
En cambio, hacia el oriente y al sur, el panorama merosos grandes bloques que han sido transpor-
es nuevo. Ante todo, atrae la mirada la escarpada tados y acumulados en el lecho del río de la parte
pirámide rocosa del Quilindaña, tan escarpada llana del valle. Entre la masa de escombros que
que se podría pensar que el monte debería juzgar- está compuesta de una mezcla caótica de mate-
se como monstruosamente perlado. El mismo Co- rial antiguo y nuevo, predominan rocas cuya su-
topaxi produce una impresión extraña. En efecto, perficie se ha vuelto de un color claro debido a la
la parte nevada de su cono, en comparación con meteorización.
todas las demás vistas del monte presentadas

214
El Cotopaxi; lado suroeste. Punto de observación:
Aldea Mulaló 3059 m..

1. Cotopaxi, cumbre noroeste 5943 m.;


2. Cumbre suroeste 5922 m;
3. Picacho del Cotopaxi 4920 m;
4. Sigsihuaico;
5. Páramo de Ilitío;
6. Uchugtambo;
7. Páramo de Pansache.

215
Estas avenidas de agua han sido provocadas repe- La pintura que tenemos delante es una réplica ar-
tidas veces, también en épocas históricas, por ac- tística del dibujo original No. 73 que, precisamen-
ción de los flujos de lava que, partiendo del cráter te por la ejecución perfecta y la más fiel reproduc-
de la cumbre, se han derramado por el declive ex- ción del original, quizás puede poner ante los ojos
tremo del monte y han causado una repentina fu- del espectador la grandiosidad del panorama, me-
sión de la nieve. Esta pintura nos muestra tres de jor que el croquis topográfico trazado in situ.
estos flujos de lava: el ya mencionado Turipamba-
volcán, el Diazchaina-volcán y el Chirimachai-vol-
cán. Los dos últimos, que constituyen una bifur- PINTURA 75
cación de la misma masa eruptiva, han fluido ha-
cia el oriente y, vistos desde aquí, aparecen como DOS VISTAS DEL COTOPAXI
delgadas franjas negras bajo el límite de la nieve,
junto al perfil del declive que mira hacia el sur. 75.A. EL COTOPAXI VISTO DESDE EL ORIENTE

Nos queda por destacar la posición oblicua del lí- La distancia hacia la cumbre del monte es de
mite de la nieve, que se produce porque el lado aproximadamente 17 Km.
oriental, que todos los años queda especialmente
expuesto al impacto de las precipitaciones atmos- El punto desde el que se ha trazado el esbozo es el
féricas, también en el Cotopaxi baja unos 300 a hato del Vallevicioso, a 3608 m. sobre el nivel del mar.
400 m. más que en el lado occidental.
Como Vallevicioso se designa a la amplia llanura
El monte triangular y de aspecto de meseta, Alu- que, en su lado sur, está limitada por el Quilinda-
misfilo, que cierra el valle hacia el oriente y cubre ña, aislado en todo su perímetro; en su lado occi-
la parte baja del Quilindaña, podría estar com- dental, por las estribaciones del Cotopaxi y Sin-
puesto principalmente de estratificaciones de ma- cholagua; y, en el norte por las del Antisana. La
terial suelto, no obstante, podría contarse entre configuración de estas estribaciones con relación
los restos de la antigua estructura básica del Co- al Cotopaxi, nos la presentan las dos pinturas que
topaxi. En las cercanías de este monte, pero encu- se han puesto aquí una junto a la otra; también
bierto por las faldas del Cotopaxi, se encuentra sirven, para un mayor esclarecimiento de las con-
un depósito de agua bastante significativo, la la- diciones topográficas del lado oriental del Coto-
guna de Cajascocha (4125 m.). paxi y de sus montes vecinos, las pinturas No. 62
a 64, el somero croquis 65.D y la pintura 73.
Hacia el sur tropieza la vista también con montes
que encontraremos de nuevo en la pintura No. 75B. El estudio de esta extensa región de páramo en su
naturaleza petrográfica resulta, para los geólogos,
uno de los trabajos más ingratos y más largos por-
PINTURA 74 que la roca in situ está aquí, casi en todas partes,
encubierta por un espeso manto de vegetación
EL COTOPAXI DESDE EL LADO NORORIENTAL que incluso condiciona el redondamiento de to-
das las formas montañosas, y sólo rara vez permi-
Visto desde la misma distancia que la pintura an- te sacar alguna conclusión sobre el material de
terior. También la ubicación es de nuevo la loma la estructura interna del monte. La hierva café
de Parca en la falda sur del Sincholagua, a 4300 m. del páramo cubre el suelo con fatigosa mono-
sobre el nivel del mar. tonía hasta donde alcanza la vista.

216
El cono del Cotopaxi se halla ante nosotros con En la pintura se han anotado los siguientes nom-
la esplendorosa belleza de su vestido de nieve; bres:
parece como colocado en su pedestal. Su cu-
bierta de nieve llega aquí, como ya lo hemos se- 1. Chisa chiquita; 3. Laguna-ucu; 3. loma de Santo
ñalado, mucho más debajo de lo que llegaba en Domingo; 4. río Tambo-yacu; 5. Chirimachai-vol-
el lado occidental y norte; además, la pendiente cán; 6. río el Valle; 7. Alumís; 8. Ñuñuloma; 9. que-
del monte permite distinguir grandes irregulari- brada Chictaloma.
dades, sobre todo en su mitad inferior. Ni el mis-
mo grandioso manto de nieve puede ocultarlas 75.B EL COTOPAXI VISTO DESDE EL SUR
y proceden de las masas de lava que se derra-
maron del cráter de la cumbre y se acumularon La distancia hacia la cumbre del monte es de unos
en este sitio. El nombre del principal flujo de la- 14 Km.
va al que pertenecen es Chirimachai-volcán, Pu-
ca-huaico (o Potrerillos-volcán)80, Pumacuchu- Para el trazado de esta pintura se eligió como punto
volcán y Cimarronas-volcán, quedan mucho más de ubicación el Morro de Chalupas (4080 m.), llama-
al sur y se hacen ostensibles por los negros do también cerro Languachupa. Su posición respecto
dientes de roca que sobresalen de la nieve. El del Cotopaxi se observa en la pintura No. 62. Lo dis-
declive oriental del monte, en su parte más alta, tinto que aparece aquí el cono del Cotopaxi, se com-
tiene muchas semejanzas con el occidental y se prueba al comparar unas pinturas con otras. Pero se
le asemeja especialmente porque, como éste, toma en consideración casi exclusivamente la confi-
culmina con un largo y casi rectilíneo borde de guración de la superficie cubierta de nieve, y dentro
cráter con dos cimas, aquí la nororiental y la su- de ella, la ubicación de las pequeñas porciones de ro-
roriental. Por este borde tuvieron lugar, por lo ca libres de nieve. Nuestro punto de observación se
visto, los derrames de lava cuya masa petrifica- ha separado del anterior, hacia el sureste, tanto que
da vemos ahora estancada en la falda del mon- se ha hecho visible de nuevo también, el pintoresco
te, casi a igual nivel en altitud que el límite infe- Picacho del Cotopaxi y, por cierto, divisamos en este
rior de la nieve (más o menos a 4200 m.). Testi- dibujo, no solamente su pirámide rocosa (como en
monios a favor de esto constituyen: el camino 76.A), sino además la cuchilla rectilínea que a media
ancho y llano que comienza en el borde del crá- altura lo une con el cono del Cotopaxi. Asimismo re-
ter, pues éste ha sido, por así decirlo, desgasta- conocemos también, en esta pintura, con más clari-
do por masas de lava que no se han derramado dad que en la anterior, los flujos de lava de Cimarro-
sino que más bien se han petrificado por el es- nas, Puma-ucu-volcán, Potrerillos-volcán, e incluso el
carpado declive; y, las cimas angulosas del lado muy distante Chirimachai-volcán. Por la falta de aflo-
oriental que sobresalen sólo un poco del borde ramientos de rocas no se puede comprobar directa-
del cráter y que dan toda la impresión de haber mente si las lomas de Chisa grande, Chisa chiquita,
sido formadas de tal manera que las masas ex- Santo Domingo, Muyum-cuchu, Buenavista y otras,
pulsadas en estado viscoso, como últimas boca- pertenecen a la antigua estructura basal del macizo
nadas de la erupción, hubieran quedado colga- del Cotopaxi, pero sí se puede conjeturar que muy
das del borde externo. En primer plano están las probablemente, a la derecha del Cotopaxi, muy al fon-
cercas o corrales del hato Vallevicioso. do, se muestra el Sincholagua y a sus pies se abre la
vista del Vallevicioso, al que afluye el río Ami.

80
No confundirlo con el Puca-huaico del lado occidental del Cotopaxi.

217
PINTURA 76 este páramo, por más cubierto que esté de pro-
ductos de erupciones más recientes, pertenezca a
DOS VISTAS DEL COTOPAXI la estructura basal del Cotopaxi. Entre la región
de la hierba y el límite de la nieve se inserta una
76.A. EL COTOPAXI VISTO DESDE EL SUR angosta zona casi sin vegetación, el arenal, que
por su color claro se hace muy visible especial-
La distancia hacia la cumbre del monte es de unos mente en el Picacho.
10 Km. El punto desde donde se ha trazado el es-
bozo es el contadero de Muyum-cuchu, aproxima- En la pintura misma se han señalado, con núme-
damente a 3700 m. sobre el nivel del mar. ros, los siguientes nombres:

También el lado sur del Cotopaxi exhibe una per- 1. río Ataques; 2. cerro Buenavista; 3. Sigsig-huai-
fecta figura cónica, y en su manto de nieve vemos co; 4. Tambo grande; 5. el límite superior de la ve-
proyectarse aquí la dentada pirámide rocosa del getación en el arenal, plantas fenerógamas tan só-
Picacho (4920 m.). La cubierta de nieve del Coto- lo muy aisladas, a 4482 m.; 6. límite inferior de la
paxi, en esta figura que fue trazada el 2 de febrero nieve del Cotopaxi a la derecha del Picacho, a
de 1874, es la mínima, pues el mismo Picacho es- 4629 m.; 7. altura del Picacho coronada (el 2 de fe-
tá, por excepción, enteramente libre de nieve. La brero de 1874), a 4715 m.; 8. Taruga-chaiyana; 9.
línea negra que forma el contorno del cono neva- cerro Puma-ucu.
do en la ladera representa uno de los flujos de la-
va de 1854 (¿o 1863?). También, en el lado orien- 76.B EL COTOPAXI DESDE EL LADO NOROCCI-
tal del cono, junto al límite inferior de la nieve, se DENTAL
advierten líneas negras; probablemente se trata
del flujo de lava del Chirimachai-volcán, que por Visto desde una distancia de unos 24 Km. El punto
ellas se hace visible. Inmediatamente bajo la cum- desde el que se ha trazado el esbozo es el hato de
bre (cumbre suroriental, 5992 m.), que vista des- Chaupi, en el Iliniza, a unos 3400 m. sobre el nivel
de aquí forma una cúpula redondeada, así como del mar.
en algunos lugares de la pendiente, surge con vi-
va claridad, de la superficie nevada, la negra roca En este dibujo, que reproduce al Cotopaxi desde su
de bloques de lava cortados a pico. Pero con fre- lado noroccidental, nos interesa especialmente la
cuencia la misma superficie nevada se ve a tre- naturaleza de su cobertura de nieve, la cual ha al-
chos encubierta y con un color terroso, a causa canzado aquí su límite mínimo; y, su línea fronteri-
de la ceniza y de la arena que el fuerte viento, so- za, resultado de ello, sube y baja en zigzag, de
bre todo el tempestuoso viento del oriente, arre- acuerdo a cómo la configuración del terreno favo-
bata de tales rocas desnudas o del arenal situado rezca el amontonamiento y formación de glaciares
por debajo del límite de la nieve, y luego los depo- en las masas de nieve. Nos hallamos bajo la ilumi-
sita sobre la superficie. nación de la mañana, y por ello resalta la subdivi-
sión de la pendiente. Parece especialmente escar-
Las lomas redondeadas del páramo, que suben pada la superficie lisa que forma el declive entre la
hacia el Cotopaxi, están recubiertas hasta una al- cumbre noroccidental y la suroccidental; y por su
titud de 4400 m., con la imprescindible hierba ca- constitución lisa da la impresión de que ahí hubie-
fé amarillenta de la región alta, y por ningún lado ran tenido lugar deslizamientos, incluso antes de
ofrecen al geólogo la oportunidad de explorar su que la lava de 1854 (¿1863?) se hubiera abierto ca-
constitución interna. Pero no puede negarse que mino por ese sitio. La quebrada Manzana-huaico

218
nos muestra su curso inferior. El Picacho (4920 m.) El cerro Ami (3376 m., más o menos 600 m. sobre
queda a la derecha del Cotopaxi; al fondo y a su la- la llanura de Callo) que en la pintura adyacente
do, la loma de Buenavista. (77.A) se proyecta directamente sobre la ladera
del Cotopaxi, ya que lo vemos de frente y en es-
corzo, es el punto más desplazado hacia el occi-
PINTURA 77 dente. En cambio, desde aquí, al mirarlo de lado
podemos apreciar con más justeza la verdadera
DOS VISTAS DEL COTOPAXI distancia del cerro Ami respecto de la escarpada
77.A. EL COTOPAXI VISTO DESDE EL LADO OC- pendiente del Cotopaxi y cómo se conecta con
CIDENTAL ella; el Ami se presenta unido a la cumbre sur del
Cotopaxi, por una línea de perfil muy extensa y
Visto desde una distancia de más o menos 17 Km. El hermosamente arqueada.
punto desde el que se ha trazado el esbozo es San-
ta Ana de Tiupullo, a 3150 m. sobre el nivel del mar. El lado sur del cono del Cotopaxi, que aquí está li-
geramente sombreado, se une al Picacho por me-
Esta vista del Cotopaxi es una copia exacta de la dio de su estructura basal extensamente prolon-
pintura original No. 69. Tiene una ventaja sobre gada. Sobre ella estaría visible una parte de la pi-
ésta, en cuanto que la nieve del Cotopaxi, repre- rámide rocosa del Quilindaña, si no estuviera cu-
sentada aquí en color blanco, hace resaltar de ma- bierta de nubes. La continuación del dibujo, por
nera especial los flujos de nieve de la erupción de la derecha, se encuentra en la pintura No. 112, la
1854 o 1863, que se derramaron sobre el declive cual se ocupa de los monótonos páramos de Lan-
del monte. A más de esto, se nos hace aquí más sache y de Langoa.
clara, en conexión con las pinturas adyacentes, la
ubicación del cerro Ami respecto al cono del Co-
topaxi, al comparar su imagen trazada desde el PINTURA 78
occidente, con la trazada desde el sur.
EL COTOPAXI DESPUÉS DE UNA RECIENTE NE-
77.B EL COTOPAXI DESDE EL LADO SUROCCI- VADA
DENTAL
El punto desde el que se ha trazado la pintura
Visto desde una distancia de unos 36 Km. El pun- es la aldea de Mulaló, a 3059 m. sobre el nivel
to desde el que se ha trazado el esbozo queda cer- del mar.
ca de Latacunga, a unos 3000 m. sobre el nivel del
mar, al pie de la cordillera occidental. Hemos destacado la desolación que rodea al
Cotopaxi y la hemos expresado claramente en
Las pinturas No. 69 – 76, lo mismo que la 78, nos todas las otras pinturas.
muestran al Cotopaxi visto desde nueve diver-
sas ubicaciones. Aunque con esto obtenemos La presente pintura constituye una excepción
un claro conocimiento de causa de la estructura pues, dentro de ella, en la vecindad del monte se
volcánica de este monte, es necesario sin em- encuentra visible por lo menos un asentamiento
bargo informarnos de la extensión que hacia el humano. Pero en realidad el pequeño pueblo de
occidente tiene el pie del monte en relación con Mulaló, cuya plaza ocupa el escenario del primer
su altura. A este fin sirve especialmente el pre- plano, queda todavía muy lejos del monte.
sente dibujo.

219
Lo encantador del paisaje en esta pintura consis- Altitudes del Cotopaxi y de sus alrededores
te, por una parte en la cubierta de nieve del vol-
cán que se extiende hacia muy abajo, y, por La parte superior del cono m.
otra, en el efecto de luz que produce el sol de
la mañana, todavía muy bajo. Un aura azulada Cumbre suroccidental (medida barométr.
de W. Reiss) 5994
envuelve al monte; su nevada pendiente del la-
do sur fulgura con irradiación deslumbrante,
Cumbre suroccidental (medida barométr.
mientras que todo el lado occidental está toda- de A. Stübel 5996
vía bajo densas sombras. Por ello el monte tie-
ne un relieve que falta en general en las demás Cumbre suroccidental
pinturas que han debido tomarse bajo un cielo (medida trigonométr. de Reiss) 5922
nublado o con iluminación perpendicular ca-
Cumbre suroccidental
rente de sombras.
(medida trigonométr. de W. Reiss)81 5943

Comienzo superior del flujo de lava, pie


PINTURA 79 del arenal 5582

EL COTOPAXI DESPUÉS DE UNA TEMPORADA Altitudes del límite de la nieve en el Cotopaxi


DE INCESANTE LLUVIA
Límite inferior de la nieve en el lado norte
junto a Tauripamba 4762
El punto desde el que se ha trazado la pintura
es el Tambo de Tiupullo, a 3150 m. sobre el ni- Pie del glaciar en el lado oriental, en
vel del mar. Chirimachai-volcán 4230

Límite inferior de la nieve, en el lado


El Cotopaxi ha estado cubierto de nubes carga-
oriental, al norte de Chirimachai-volcán 4572
das de lluvia durante dieciséis días. Algo menos
triste ha traído la mañana del 20 de abril (1874); Límite inferior de la nieve, en el lado
ahí está el monte tanto tiempo anhelado, como oriental, al sur de Chirimachai-volcán 4555
si quisiera decirnos: ¡Todavía estoy aquí¡. Los
pálidos rayos del sol matutino iluminan una pe- Pie del glaciar, en el lado oriental, junto
queña parte de su renovado manto de nieve; es- a Potrillos-volcán 4300
ta blanca vestidura alcanza, en el cuerpo del
Límite inferior de la nieve, en el lado
monte, hasta unos 500 m. más abajo de lo que
sur, junto al Picacho 4629
acostumbra cubrir ordinariamente.
Límite inferior de la nieve, en el lado
Rodea el pie del monte una amplia corona de occidental, entre Manzana y Puca-huaico 4627
nubes como en reposo; se conoce en ellas, y en
toda la luminosidad, que la momentánea paz Límite inferior de la nieve, en el lado
noroccidental, junto a Yanasacha-volcán 4763
reinante apenas está asegurada por unas pocas
horas.

81
Las medidas barométricas del señor E. Whymper dieron como resultado 19.613 pies ingleses = 5.977,9 m.

220
El sitio más elevado, todavía libre de Tauripamba, ensillada entre Incaloma
nieve, en el lado norte (al norte de y el cono del Cotopaxi 4029
Yanasacha-volcán) 4938
Salitres, ovejería 3775
El sitio más elevado, todavía libre de El Mudadero 3906
nieve, en el lado oriental 4646
Saltopamba 3726
Los flujos de lava del Cotopaxi.
Llavepungo 3430
Puntos en las pendientes inferiores del cono,
lado occidental Lado oriental

Río Cutuchi, junto a San Joaquín, Chirimachai 4107


en el camino de Santa Ana de
Tiupullo al cerro Ami 3150 Unión de las quebradas de
Chirimachai-volcán 4083
Pie del cerro Ami 3547
Pie del Cotopaxi, entre Tambo-yacu y
Cumbre del cerro Ami 3876 Puca, huayco 4183

Comienzo del arenal inferior 3890 Pie del Cotopaxi en Puca-huaico 4031

Llitio, hacienda 3185 Pie del Cotopaxi, entre Puca-huaico y


Puma-ucu 4192
Unión del río Chuto con el río Cutuchi,
camino a Limpiopungo 3479 Cajascocha (laguna) 4125

Churupinto, hacienda 3430 Alumisfilo 4186

Quebrada planchas 3539 Alumiscocha 4004

Río Cutuchi, en Miji-huaico 3644 Alto del camino entre Chalupas y


Muyum-cuchu 3993
Chaquisca-huaico; bifurcación de dos
quebradas 3621 Lado sur

Limpiopungo; ensillada entre el Cotopaxi El Picacho del Cotopaxi


y el Rumiñahui 3888 (cabeza del C.) (T) 4920

Lado norte Pie sur del Picacho, comienzo


de las rocas 4715
Masas de lava separadas en forma de losa,
en la Rinconada de Limpiopungo 4033 Límite superior de la vegetación 4482

Quebrada Güigua; roca blanca 3968 Comienzo del arenal 4246

Hornoloma, ovejería 3784 Uchuc-tambo 4204

Rumicorral 3945 Tauripamba 3892

Incaloma 4092 Taruga-puñuna-huaico 3762

221
Río Cunturbamba (río Alaques), principio, se desprende sin duda del conjunto de
vado en el camino del Muyum-cuchu las condiciones tectónicas. Inclusive el hecho de
al Picacho 3562 que la parte más elevada de la muralla perimetral
de la caldera suele estar frente a la brecha de su
entrada, permite concluir una causa fundamental
XXIV. EL RUMIÑAHUI en el modo cómo la caldera se originó.

El Rumiñahui nos presenta una de las formas más La extraordinaria diversidad en la configuración
frecuentes entre las montañas volcánicas del de los montes con caldera depende, además, de la
Ecuador; es un monte con caldera. posición de la caldera con respecto al eje del
monte, del espesor de los muros circundantes de
La peculiaridad de un monte con caldera consiste la caldera, de lo escarpado de sus paredes hacia
en que posee un cráter en forma de caldera que, dentro o hacia fuera de las cuchillas que a modo
en relación con el volumen de la montaña, gene- de contrafuertes apoyan estas paredes, de las
ralmente parece muy grande, Esta caldera de crá- quebradas que abren surcos con ellas, y de mu-
ter no está cerrada en todo su perímetro sino que chos detalles tectónicos; pero, ante todo, también
presenta una melladura con una configuración de del material de que está constituido el monte. El
valle que, por la parte más baja de la muralla cir- que en muchos casos la caldera haya venido a ser
cundante, llega hasta el suelo. teatro de posteriores erupciones, en donde el va-
lle del cráter haya servido como canal de desfo-
En primer lugar, la proporción de tamaños en que gue de la lava derramada, no va en contra del tipo
están la caldera y el monte permite una gran am- de origen que nosotros pretendemos que el pro-
plitud y libertad a la diversidad de formas, liber- pio monte ha tenido.
tad que aumenta aún más porque la melladura
abierta en forma de valle hacia fuera de la mura- En relación con las dimensiones que pueden pre-
lla perimetral puede ser muy diversa en amplitud, sentar los montes de caldera, no se puede señalar
lo cual a su vez contribuye a que la caldera tome, un límite superior ni inferior. Se encuentran mon-
ya sea una forma circular, ya una forma más bien tes de esta forma específica que presentan todo
de herradura. Con esto el valle que permite el pa- tamaño y, por cierto, no sólo en el Ecuador sino,
so a la caldera, y que según la estructura del mon- como es sabido, también en muchas otras regio-
te puede ser corto o largo, puede designarse co- nes volcánicas.
mo valle del cráter o valle de la caldera.

En algunos de los típicos montes de caldera, con


Como un aspecto no menos importante en la es- más claridad en unos y con menos en otros pero
tructura del monte con caldera, hay que conside- en todos de manera suficientemente manifiesta,
rar que su corona, es decir la línea de cumbres de salta a la vista que la formación del valle del crá-
la caldera, al contrario de lo que ocurre en los ter no fue realizada exclusivamente por obra de la
bordes del cráter generalmente horizontales de erosión y menos aún porque las fuerzas volcáni-
los otros volcanes, aquí presenta una colocación cas hayan destruido una parte de la muralla del
más o menos oblicua y lo más importante es que cráter ya construida, y así, más tarde hayan pro-
esta disposición no puede ser atribuida a una visto a la caldera de una salida, sino que desde el
posterior modificación que hubiera tenido lugar principio, a par de la construcción del monte, se
en ella; por ejemplo, a un hundimiento parcial de trazó el valle del cráter.
la muralla circundante de la caldera. La idea de
que esta posición oblicua haya sido así desde el

222
La existencia de una caldera de cráter con las pe- PINTURA 80
culiaridades aquí destacadas, sobre todo la de la
salida en forma de valle, excluye el origen paulati- EL RUMIÑAHUI VISTO DESDE EL OCCIDENTE
no del monte por una serie de erupciones aisla-
das que hubieran ocurrido por el mismo cráter, Ubicación: cerrito de la Moya, en la falda oriental
porque en este proceso el material derramado y del Corazón, a 3460 m. sobre el nivel del mar. La
expulsado necesariamente hubiera tenido que distancia hasta la cima del Rumiñahui es de unos
acumularse más o menos parejamente en torno a 14 Km.
su punto de salida, cosa que no ha sucedido en
las montañas con caldera; con este tipo de activi- El lado del monte que aquí mira hacia nosotros,
dades apenas habría sido posible la apertura de puede considerarse como su parte delantera, en
un valle del cráter. cuanto que la gran caldera del cráter que ocupa la
parte media del monte se abre hacia este lado. Pe-
Por lo tanto, en los montes con caldera tenemos ro desde nuestra ubicación podemos dominar, con
ante nosotros edificios volcánicos que pueden ha- la vista, no sólo la caldera, sino también la mayor
berse originado únicamente por una sola y súbita parte del monte, y esto es importante porque nos
erupción, y entre ellos el Rumiñahui puede seña- interesa juzgar a base de nuestra propia experien-
larse como un clásico ejemplo de dicho tipo de cia la relación topográfica existente entre las mura-
estructura. Pero como los montes con caldera es- llas del monte y la caldera, y porque con esto, al
tán relacionados con las otras montañas volcáni- mismo tiempo podemos tener en cuenta exacta-
cas por múltiples analogías, y nos prestan un apo- mente hasta qué punto la subdivisión del declive
yo valioso para más amplias conclusiones, este externo del monte incide en la configuración de la
punto de vista genérico es el que, en el estudio to- corona de la caldera. Con todo, no podemos pasar
pográfico de los montes con caldera, se coloca en por alto que la falda del monte, en su parte inferior,
primer término. está cubierta de una espesa capa de toba y humus
que pudiera fácilmente engañarnos en lo que se re-
El Rumiñahui, como también su vecino más pe- fiere a la forma original del edificio volcánico. En
queño, el Pasochoa, se cuenta entre los pocos vol- todo caso, es ilustrativo estudiar también las for-
canes aislados del Ecuador en el altiplano, que mas de las lomas y de los valles provenientes de
son de fácil acceso por todas partes. Por tanto, este recubrimiento, en su desarrollo ulterior. Una
estamos en capacidad de poder examinar su es- gran parte de la ladera que queda más cerca de no-
tructura desde todos los flancos y en circunstan- sotros presenta menos valles pronunciados que
cias igualmente favorables. depresiones en forma de hondonadas, las que es-
tán aquí y allá cubiertas por matorrales que, en
secciones oscuras, se destacan sobre las superfi-
cies de la hierba clara de páramo, de los campos
de labranza y de los pastos.

Fuera del profundo valle del cráter, a través del


cual se desagua la gran caldera con sus escarpa-
das paredes rocosas, sus prominencias en forma
de pilares y sus encumbrados rodaderos de es-
combros, el lado occidental del monte no presen-
ta ninguna forma del valle que desde el punto de

223
vista tectónico en general haya merecido ser Pero lo más peculiar en el interior de la caldera es
resaltada. la naturaleza de su parte superior; en efecto, ella
está constituida por la recién mencionada corona
El valle del cráter del Rumiñahui, como cauce de la rocosa cuya masa sube hasta las dos cimas prin-
caudalosa quebrada Tiliche, difiere en su disposi- cipales del monte. Esta corona, representada en
ción de otros valles de cráter, en cuanto que en su la pintura con el color oscuro correspondiente a
parte superior hace una cueva fuerte en forma de la naturaleza de la roca, da la impresión de que se
rodilla y en este sitio recibe el arroyo de una hon- hubiera superpuesto posteriormente a la parte
donada lateral que se entalla, hacia el sur, en el baja de la muralla de la caldera, representada en
cuerpo del monte. También más hacia el interior la pintura con un colorido más claro; impresión
de la caldera, que tiene forma de embudo, se da que se produce sólo por la línea divisoria, vigoro-
una gran convergencia de los torrentes, al unirse samente trazada y de curso algo inclinado, que
aquí (a una altitud de casi 4000 m.) la quebrada de hay entre las dos partes. No es improbable que
las Minas de Pancalea con la quebrada Tiliche. aquí haya una real línea divisoria entre dos tipos
de rocas, aunque podríamos dudar de que ella se-
No existe en la caldera una superficie llana que pare dos formaciones distintas en el tiempo, y de
pudiera ser caracterizada como un piso de valle, que la corona rocosa superior sea producto de
más bien está ocupada por un bosque tupido que una acumulación eruptiva posterior. Más bien po-
carece de caminos y, por lo mismo, es de difícil dríamos hacer notar al espectador que esta apa-
acceso. En el interior de la caldera se intercalan rente línea divisoria se hace visible por una serie
lomas de rocas in situ y grandes apilamientos de de pequeños derrumbos de escombros que, al ad-
escombros. No se encuentran, ni dentro ni fuera herirse a la pared de la corona rocosa, encubren
de ella, indicios de los que pudiera deducirse una su continuación hacia abajo, al mismo tiempo que
reactivación de las fuerzas volcánicas que pudie- descansan en los escalones fuertemente pronun-
82
ra haberse producido en una época posterior . ciados de la misma pared rocosa que sobresale
también en forma de pináculos individuales. El
Es por demás grandiosa la vista, desde lo profundo material de estos rodaderos de escombros perte-
del valle de caldera hacia arriba de las paredes de ro- nece tal vez, como ocurre con frecuencia, a un es-
ca que caen casi a pico, forman la propia corona de trato de rocas más deleznables, encajado entre
la caldera y, en medio de la uniformidad de su masa, los paquetes firmes y cuyo desmoronamiento ha-
dejan aparecer claramente aquí y allá una estructura bría contribuido a destacar más fuertemente la lí-
en forma de paquetes. Esta corona rocosa guarneci- nea divisoria.
da de muchas puntas que sube y baja, en general
presenta agudas crestas y culmina en dos cimas, de Además de las dos cumbres principales, ro-
las cuales la más alta (47 m.) queda hacia el norte y dean el borde de la caldera otros picos más pe-
la otra, sólo un poco más baja, hacia el sur. La distan- queños, en el sitio en que ella pasa ya a formar
cia entre las dos cimas podría apenas ser de menos las paredes del valle constituido por la quebra-
de un kilómetro, y con esto todavía no alcanza, ni da Tiliche. Pero ellos, en este dibujo, aparecen
83
con mucho, la magnitud del diámetro de la caldera . con mayor claridad que en las pinturas 83.A y

82
En cambio, aquí hay canales de lava densa entremezclados con los grandes bloques de roca, cosa que por lo demás se observa en pocos
volcanes del Ecuador. Rocas del Rumiñahui: No. 856 – 916.
83
El nombre Rumiñahui pertenece al idioma quichua y significa cara de piedra. Alude al hecho de que en una parte de la dentada corona
rocosa se puede distinguir el perfil de una cara.

224
83.B, que reproducen los lados norte y sur del Ru- 81.B. EL RUMIÑAHUI DESDE EL NOROESTE
miñahui. La naturaleza del dorso de la pared
oriental de la caldera, la que hemos llamado espe- Visto desde una distancia de unos 19 Km. Este es
cialmente la atención por su alta corona de rocas, un bosquejo que se complementa con la pintura
nos la muestra el óleo 82. 83. La ubicación del observador queda cerca del
Tambo de Tambillo, a unos 2860 m. de altitud.
Las laderas del Rumiñahui caen con una pequeña Ahora el Cotopaxi, visto desde aquí, se muestra al
inclinación hacia el sur y hacia el norte. En este lado izquierdo del Rumiñahui.
último lado limita su base el tan parecido al Rumi-
ñahui, pero más pequeño, Pasochoa; en cambio, 81.C. EL RUMIÑAHUI DESDE EL OCCIDENTE
en el lado sur vemos que el declive pasa a formar
una elevación plana que constituye la unión del Visto a una distancia de unos 18 Km. El observa-
Rumiñahui con los cerros de Chaupi, que quedan dor contempla la caldera del Rumiñahui desde la
hacia el occidente. En primer plano está el fértil considerable altitud de 4300 m. Se encuentra en el
valle de Machachi. Corazón, más o menos a 500 m. por debajo de su
cumbre. Aunque este croquis consta sólo de un
Para una mejor orientación sobre la posición del perfil de pocas líneas, merece sin embargo un si-
Rumiñahui, nos sirven los montes: Cotopaxi, a tio entre los demás porque nos representa, del
unos 25 Km. de distancia; Sincholagua a 28 Km., modo más perfecto, la forma propia de la caldera.
aproximadamente; Antisana, a unos 54 Km.; Cha-
cana, a unos 44 Km.; y muy al fondo, inclusive el
Pambamarca, a unos 69 Km. PINTURA 82

EL RUMIÑAHUI VISTO DESDE EL ORIENTE


PINTURA 81
Ubicación: Hornoloma (3784 m.) en la falda norte
TRES CROQUIS DEL RUMIÑAHUI del Cotopaxi. La distancia desde aquí hasta la ci-
ma principal del Rumiñahui es de unos 6 Km.
81.1. EL RUMIÑAHUI DESDE EL OCCIDENTE
La pintura No. 80 nos ha familiarizado tanto con el
Visto desde una distancia de aproximadamente 9 flanco occidental del Rumiñahui, que ahora mis-
Km. La ubicación para el trazado de este esbozo mo podríamos reconocer con la vista del lado
del monte queda junto al pueblo de Machachi, oriental del monte, las cimas de la corona de su
por consiguiente, algo más al norte que la de la caldera. La cumbre principal de la montaña, que
pintura precedente, con la cual coincide este es- en aquella pintura quedaba a nuestra izquierda,
bozo en todas sus partes fundamentales. Deduci- está ahora a la derecha y, en cambio, la más pe-
mos que el punto de ubicación (3000 m.) está si- queña, a la izquierda; entre las dos se tiene la pro-
tuado algo más abajo (a saber a unos 460 m.), por longada depresión, en forma de arco, de la coro-
el hecho de que aquí el Cotopaxi sobrepasa tan na. Incluso en aquella pintura ya podíamos dedu-
sólo con su cumbre, las faldas del Rumiñahui, cir, de la nitidez de la línea de crestas, que el de-
mientras que en la otra pintura lo podríamos ver clive externo de la caldera tenía que ser muy es-
allí mismo pero hasta mucho más abajo del límite carpado; y no nos equivocamos en esto. En cam-
de la nieve. bio, nos sorprende la subdivisión del declive infe-
rior del monte que es esencialmente distinta de la

225
del lado oeste. Aquí el declive es enteramente uni- Al contraponer la naturaleza de la pared de la cal-
forme; un pequeño número de cuchillas anchas, dera con la estructura basal del monte, compues-
dispuestas en forma radial y de perfil algo sinuo- ta de crestas llenas, ciertamente tenemos razón
so, separadas por surcos oblicuos y no por valles para distinguir una estructura superior y una infe-
propiamente dichos, componen la estructura ba- rior en el Rumiñahui, no menos que en el Cotopa-
sal del monte, que sostiene la armazón rocosa xi, Quilindaña o Sincholagua, etc.; pero si quisié-
que circunda la caldera. Nada más que hierba ca- ramos intentar trazar un límite entre los dos
fé de páramo cubre las superficies de las cuchillas miembros, lo mismo que en los otros casos, com-
hasta el límite de la vegetación, tan perfectamen- prenderíamos muy pronto la imposibilidad de tal
te que la roca, oculta bajo ella, aflora sólo en muy proceder porque ambas partes, aún externamen-
pocos sitios. La homogeneidad exterior en estas te, se compenetran entre sí ya que genéticamente
cuchillas se sustrae a toda descripción y, no obs- están íntimamente unidas.
tante, nos resultan muy instructivas porque ape-
nas puede haber duda de que estas cuchillas, o Es evidente que una estructura como la que pre-
mejor, protuberancias, a pesar de la capa de hu- senta la pared de la caldera pudo llevarse a cabo
mus que las recubre o las redondea, reproduzcan sólo por medio de un material viscoso; asimismo
a grandes rasgos y fielmente, todavía hoy, las for- es insoslayable la conjetura de que las masas que
mas de depositación originales de las masas de el propio cuerpo del monte acumuló en capas de-
roca derramadas. bieron haber tenido un alto grado de movilidad
para poder llegar, fuera del centro de erupción,
Pero no es solamente este fenómeno el que atra- tan lejos como de hecho lo han logrado. Por tan-
pa nuestra atención; también lo hace la estructu- to, parece indudable que a la formación de la cal-
ra rocosa tremendamente escarpada de la mura- dera le precedió el derrame de una enorme masa
lla que rodea la caldera. Ante todo, nos importa de rocas líquidas, y que la muralla que circunda la
estudiar qué relación genética tienen entre sí es- caldera debe ser considerada como un mero res-
tas dos partes y cerciorarnos de si la configura- to que quedó de la costra petrificada de una ma-
ción externa del monte admite también, en el Ru- sa de roca, en cierta medida todavía líquida, que
miñahui, la distinción entre una estructura supe- volvió a hundirse hacia el fondo del pozo del crá-
rior y una inferior, como la que se sugiere en otras ter. El nacimiento de la caldera denota, por tanto,
cumbres volcánicas. La pared de la caldera —co- la finalización de todo el proceso que tuvo como
mo resalta con toda claridad precisamente en es- resultado la formación del monte.
te lado de la montaña—, no se compone de capas
de roca aisladas y superpuestas en posición obli- En la forma externa de una montaña volcánica de
cua, sino de una masa de rocas homogénea, en la este tipo se refleja, por eso, no sólo el paulatino
que, por cierto, aparece muy pronunciada una agotamiento del foco volcánico, sino también el
agregación en paquetes, en ciertos lugares con concomitante descenso del estado de fluidez de la
ángulos de inclinación perpendiculares pero que masa eruptiva procedente del pozo del cráter. Vea-
no deben ser confundidos con la estratificación mos, por tanto, en el Rumiñahui, una obra acabada
propia de los conos de los volcanes permanente- de las fuerzas volcánicas, una montaña volcánica
mente activos. El hecho de que es justificada esta cuyo cráter no ha correspondido, en ningún caso,
aclaración de la división estratigráfica se hace al significado de su nombre en el sentido acostum-
manifiesto, para el ojo experto, en la reproduc- brado de la palabra, y que más tarde no ha jugado
ción pictórica de la masa de rocas que tenemos un papel mediador respecto a las reacciones prove-
delante. nientes de su profundidad porque, según parece,

226
El Rumiñahui; lado este. Punto de observación:
Hornoloma 3784 m. sobre el mar.

1. Rumiñahui 4737 m.;


2. Garciucu;
3. Cuchihuai;
4. Yanasacha;
5. Pedregal;
6. Hacienda Pedregal;
7. Laguna de Limpiopungo; (7. Figura 45).

227
con la formación de la montaña murió también conocimos primero en el Pichincha y luego en
para siempre la fuerza volcánica que la produjo. muchos otros montes. Las lomas del Pichincha
nos ofrecerían un cuadro muy similar si éste se
Pero nada podría hablar más en contra del naci- hallara rodeado por una meseta cuya superficie
miento del Rumiñahui por un sucesivo apilamien- coincidiera con el límite inferior de la región del
to de capas, como el hecho de que la enigmática páramo y nosotros pudiéramos fijar nuestra ubi-
configuración genérica de este volcán tiene una cación en esta manera, como aquí, a unos 3800 m.
pareja que reproduce fielmente su forma en un de altitud.
monte vecino: el Pasochoa; porque si la forma-
ción del Rumiñahui por un sucesivo apilamiento Por esto se ve cuán errado sería creer que en la
de capas es muy improbable, y necesariamente figura actual del Rumiñahui se nos presenta su
debió de estar ligada a condiciones desacostum- estructura volcánica, por todos sus lados, en su
bradas, hubiera sido tanto más inverosímil que primitiva altura y extensión.
justamente la misma forma montañosa hubiera lo-
grado desarrollarse por segunda vez de modo tan La superficie cubierta de bloques sueltos de pie-
poco ordinario. dra y de escombros, que se extiende entre el Ru-
miñahui y la ubicación del observador, es el lecho
Estamos aquí a unos 3800 m. de altitud, no muy de inundación del río Pedregal, que nace junto a
por encima de la llanura que parece representar Limpiopungo (3888 m.) y es alimentado sobre to-
la base del monte. En el lado occidental (pintu- do por el Cotopaxi. En circunstancias ordinarias
ra 80) sus laderas descienden hasta más debajo corre como un pequeño riachuelo (que desde
de los 300 m. El Rumiñahui estaría, por tanto, le- aquí queda oculto), pegado a los pies del Rumiña-
vantado sobre una superficie fuertemente incli- hui, y recoge también las aguas de sus quebradas,
nada de oriente a occidente, en caso de que la de las cuales la más caudalosa es la de Yanasacha.
que nos parece su base lo fuera en realidad. No Yanasacha-cuchu se llama, en efecto, la hondona-
obstante, no hay justificación para esta hipóte- da rocosa cubierta de algo de matorral que queda
sis; nuestras observaciones, por el contrario, al pie del declive de la caldera que está directa-
nos dicen que inclusive en el lado occidental del mente en frente de nosotros. Reconocemos clara-
monte no llegamos a ver, ni siquiera a sólo 3000 mente la caída vertical de la alta pared rocosa de
m. de altitud, su propia base que más bien está esta hondonada. Los colores grises del matorral
encerrada bajo tobas que podrían tener algunos se extienden hasta más arriba por sobre la pared
cientos de metros de espesor. Lo mismo ocurre de roca, y se mezclan con el color rojizo de las
en el lado oriental del monte que tenemos de- masas de escombros que llenan los oscuros sur-
lante, con la única diferencia de que aquí se tra- cos y las chimeneas. Muy a la izquierda, pegada al
ta de un recubrimiento mucho más potente, y borde de la pintura, se muestra como una delgada
probablemente no se exageraría si se estimara a franja de agua, la laguna de Limpiopungo (3500 m.:
esta capa en 800 a 1000 m. pintura 72). Hacia la derecha cae la llanura de Pe-
dregal en dirección al valle de Chillo.
En este hecho se funda principalmente la dife-
rencia tan considerable del lado oriental del El curso del río Pedregal, que desemboca en el
monte con el occidental. Lo que nosotros ve- río Pita, pudimos ya seguirlo en el panorama V
mos, desde aquí de la pendiente del Rumiñahui, (pintura 48). Ahora vemos mucho más fácil las
abarca sólo las aplanadas cuchillas superiores relaciones topográficas entre el Rumiñahui, el
de las lomas con forma de contrafuertes que ya Sincholagua y el Cotopaxi. El relleno del valle

228
entre el Sincholagua y el Rumiñahui puede, en una tras otra a la desnuda masa rocosa de la pared
gran parte, ponerse probablemente a cuenta de de la caldera. Enteramente hacia la derecha, so-
las corrientes de lava que se derramaron del bresale de la pendiente del monte una pequeña
centro de erupción del Cotopaxi en los tiempos prominencia (3839 m.) llamada Picacho del Gallo-
más remotos. cantana, mencionada aquí porque este marca, en
cierto modo, la entrada hacia la caldera, y por ahí
pasa el camino hacia ella. En la parte inferior de la
PINTURA 83 pendiente del monte, ya más plana, queda, entre la
quebrada Chinito y Sacha-cuchu, la hacienda del
DOS VISTAS DEL RUMIÑAHUI Pedregal, ya varias veces mencionada (3531 m.).

83.A. EL LADO NORTE DEL MONTE 83.B. EL LADO SUR DEL MONTE

Visto desde la falda sur del Pasochoa, aproxima- Visto desde el cerrito de Callo, a 3170 m. de alti-
damente a 3500 m. de altitud y a una distancia de tud y a una distancia de unos 18 Km.
10 Km.
La ubicación que hemos escogido aquí nos ofrece
Esta pintura complementa el panorama ya logra- la ventaja de poder contemplar al Rumiñahui una
do del Rumiñahui porque nos hace ver la consti- vez más en toda su extensión, esta vez desde su
tución de la muralla que circunda la caldera en su lado sur. Por la izquierda llega este panorama del
lado norte y, la mismo tiempo, nos permite dedu- monte justamente hasta la ensillada de Huinzha
cir la magnitud que tiene el diámetro de la calde- (3604 m.), límite del Rumiñahui con los cerros de
ra en dirección este-oeste. Chaupi. Por la derecha, hasta la falda norocciden-
tal del Cotopaxi, la ensillada de Limpiopungo, de
Lo abrupto de la pared externa de la caldera se 3888 m. de altitud.
destaca también aquí clarísimamente, y las mura-
llas situadas entre las cumbres individuales que Por el aspecto que ofrece desde este lado, apenas
pertenecen a la corona del cráter son aún más pro- se puede sospechar que el Rumiñahui tiene una
fundas que en el lado oriental. La alta cumbre nor- caldera de grandes dimensiones; más bien, se lo
te (4757 m.), con su disposición en forma de pa- podría tomar como un monte de una sola cumbre,
quetes, cae hacia fuera con una inclinación en como sucedió ya en el caso del Corazón, compa-
ciertas partes hasta de 40°, y queda a nuestra iz- rándolo con el cual presenta desde aquí una ex-
quierda. A nuestra derecha queda la cumbre más traña coincidencia en su configuración externa.
pequeña, también rocosa, y entre las dos, con un La ancha cumbre rocosa que vemos nosotros, es
ensanchamiento en forma de caldera, se incrusta la cumbre sur, la más pequeña de las dos que co-
el valle de Sacha-cuchu. A la izquierda y a la dere- ronan la pared oriental de la caldera; la cumbre
cha de este valle, el más grande del lado norte, ve- norte, que es la más empinada, está enteramente
mos todavía otros dos valles similares entallados cubierta por aquella. A la cumbre sur se une, algo
en el cuerpo del monte, a saber, el de Chinito y el por detrás, la corona de la caldera, que cae fuer-
de Capa-cuchu; mientras que se halla oculto a la temente hacia el occidente.
vista un tercer valle ubicado más hacia la izquier-
da y hacia el oriente, el de Yapa-cuchu. Las cuchi- Pero la semejanza del Rumiñahui con el Corazón,
llas que separan estos valles —cosa que nos inte- no se limita solamente a la estructura superior
resa observar de modo especial— se conectan del monte, a una sección de muralla que rodea

229
su caldera contemplada desde una determinada Capa-cuchu, en el lado nororiental del
ubicación, sino que se manifiesta igualmente por monte 3971
la disposición de toda la estructura basal de la
Garci-ucu; pared de las rocas en el declive
caldera en cuchillas en forma de contrafuertes.
oriental 4085
Exactamente como en aquél, estas cuchillas se ex-
tienden en su parte superior con una inclinación Llanura de Sacha-cuchu 3984
suave, y sólo en la periferia caen abruptamente.
Cuchilla entre Capa-cuchu y Sacha-cuchu 4192
El observar, también en el Rumiñahui, la existen-
Limpiopungo, ensillada entre el Rumiñahui
cia efectiva de esta disposición que es muy carac-
y el Cotopaxi 3888
terística de la mayor parte de las montañas volcá-
nicas del Ecuador, es tanto más significativo, Hacienda Pedregal en la ensillada entre
cuanto que precisamente este volcán puede de- el Rumiñahui y el Pasochoa 3531
jarnos duda sobre su constitución dentro de un
período único de erupción. Río Grande, entre Machachi y la falda
occidental del Rumiñahui 2892

El primer plano de la pintura puede ofrecernos un


interés solamente secundario; vemos en él una
parte de la llanura de Callo, atravesada por mu-
chas corrientes de agua del río Cutuchi, que se XXV. EL PASOCHOA
han quedado secas y cuyo suelo arenoso está cu-
bierto, aquí y allá, por una vegetación de estepa. Todo lo que se ha dicho en la descripción del Ru-
Se puede deducir que esta planicie debe su origen miñahui, de su estructura y de su nacimiento, tie-
a depósitos más recientes, por la pequeña profun- ne aplicación también en el Pasochoa; éste cons-
didad de las corrientes de agua, aun cuando no tituye, sólo con una altura y una extensión de pe-
supiéramos que precisamente la región del Callo rímetro en pequeña medida menores, pareja per-
tuvo que surgir debido a las erupciones históricas fecta del Rumiñahui y aclara, en ciertos aspectos,
del Cotopaxi, al acumular éste, aquí, y en capas, incluso todavía con más evidencia, lo que hemos
sus productos eruptivos, con gran espesor. señalado en aquél como característico de su for-
ma de nacimiento.
Altitudes del Rumiñahui y de sus alrededores
m. Así como en el Rumiñahui, también en el Paso-
choa estamos en capacidad de poder observar el
Cima principal del Rumiñahui (T) 4757 monte y poder estudiar su estructura desde to-
dos sus lados.
Pie de las rocas de la caldera 3950

Fondo de la caldera; llano de Tiliche 3755


PINTURA 84

Cresta rocosa en la caldera, que


separa la quebrada Tiliche de la quebrada TRES VISTAS DEL PASOCHOA
de las minas de Pancalea 4071
84.A. EL PASOCHOA VISTO DESDE EL OCCIDEN-
Cima del Gallo-cantana (¿Gallo candado?), TE
en la entrada a la caldera 3839

La ubicación desde la que se ha trazado el esbozo

230
es la loma de Belén, cerca del Tambo de Tambillo, La diferencia en altura absoluta de las cumbres
a unos 2850 m. de altitud. del Rumiñahui y del Pasochoa es de 502 m., pero
en realidad el Pasochoa debe estimarse, en su
La vista que aquí se ofrece del Pasochoa, corres- condición de montaña volcánica, sólo como 300
ponde exactamente a la del Rumiñahui en la pin- m. más bajo, pues su base aparente queda consi-
tura 80, con lo cual se facilita la deseada compa- derablemente más abajo que la del Rumiñahui. A
ración entre los dos montes. esta diferencia de altura se debe también la ma-
yor fertilidad de las laderas del Pasochoa que, co-
Se diferencian tectónicamente, en primer lugar, mo se ve en la pintura, están cubiertas por mu-
en que la caldera del Pasochoa no está asentada chos campos de cultivo con linderos geométrica-
respecto a la masa cónica del monte, en posición mente trazados. La caldera misma está ocupada
tan central, como la del Rumiñahui, sino que que- por un bosque de altura.
da muy al lado occidental de la pendiente y, por
eso, desciende mucho más abajo que aquella; La distancia desde el tambo de Tambillo hasta la
además, el contorno de la caldera tiene un curso cumbre del Pasochoa es de unos 9 Km. y hasta la
un poco distinto, presenta una apertura lateral del Rumiñahui, de unos 13 Km. Al Cotopaxi y al
mayor y, en cambio, no posee paredes rocosas Antisana, que aparecen al fondo de la pintura, los
desviadas con una cresta dentada que caiga tan vemos ya a una distancia de unos 30 y 45 Km. res-
bruscamente ni hacia adentro ni hacia fuera, co- pectivamente. El primer plano de la pintura lo
mo vemos en el Rumiñahui, el cual, en compara- ocupa la llanura de Tambillo.
ción con el Pasochoa, tiene un aspecto mucho
más imponente; por último, en que el valle de la 84.B. EL PASOCHOA VISTO DESDE EL NORESTE
caldera o del cráter se incrusta aquí sólo un poco
en forma de quebrada, mientras que en el Rumi- Ubicación: la pendiente occidental del Guamaní,
ñahui se asemeja a una depresión de valle de con- junto a la Quesera de Itulgachi, a unos 3000 m. de
siderable extensión y anchura. En cambio, la for- altitud. La distancia desde aquí hasta la cumbre
ma de la misma caldera tiene aquí el aspecto más del Pasochoa es de aproximadamente 26 Km.
de valle y allá, más de caldera propiamente dicha.
El río que drena la caldera del Pasochoa se llama Esta pintura hace juego con la anterior, en que
Sambache y desemboca, a 2682 m. de altitud, en veíamos al Pasochoa desde su lado occidental. El
el río Grande, el mismo que, con unos 200 m. de monte aparece aquí con una forma de cono poco
diferencia de altitud, recibe también al Tiliche, pendiente y asentado sobre una base oblicua, de
que es el río de la caldera del Rumiñahui. El río manera que la una falda, la noroccidental, tiene
Sambache se bifurca en el interior de la caldera una extensión mayor, y la otra, la suroriental una
en muchas quebradas, de las cuales las dos más extensión mucho más alta. El lado noroccidental
grandes se llaman Parca-yacu y Otang. La corona del monte está limitado por el cauce del río Gran-
de la caldera del Pasochoa se presenta como de de, a una altitud aproximada de 2600 a 2400 m.,
forma notoriamente allanada, pues sólo tres pica- mientras que el pie suroriental, a una altitud de
chos rocosos, con una altura de unos 40 a 60 m., 3500 m., va a dar a la llanura del Pedregal. Divisa-
84
dominan la línea de crestas . mos al mismo tiempo la llanura oblicuamente in-
clinada que se extiende entre el Sincholagua (aquí

84
Rocas del Pasochoa: No. 917 – 945.

231
visible) y el Pasochoa, y que cae al valle de Chillo; que nos presenta al monte, asimismo, desde su la-
es tal, que da la apariencia de que el Pasochoa se do norte y noroccidental. Le damos una impor-
alzara sobre una llanura en declive, pero es lo con- tancia especial porque esta vista, más que las de-
trario, en la medida en que la falda del monte está más, es apropiada para pone en claro la relación
recubierta por la llanura en declive, cuya superfi- topográfica del Pasochoa con sus montañas veci-
cie consta de toba de tipo cangagua y está surcada nas y para darnos a conocer la transición de la lla-
por muchas corrientes de agua, como se puede ver nura de Machachi al valle de Chillo.
claramente en el panorama V (pintura 48).
84. C. EL PASOCHOA VISTO DESDE EL SURESTE
En lo que se refiere a la subdivisión del declive del
Pasochoa en cuchillas separadas, tenemos que su- Ubicación: Hornoloma, a 3750 m. sobre el nivel
brayar de modo especial que aquí, al menos en la del mar.
parte inferior y media de la montaña, no estamos
ante formas originales de depósitos volcánicos. El croquis aquí presentado tendrá una explica-
Precisamente aquellas lomas en las que uno esta- ción junto con la del óleo 86 que fue trazado des-
ría más inclinado a descubrir potentes corrientes de la misma ubicación y, por ello, tiene la ventaja
de lava son, en gran parte, restos en forma de me- de exponernos el paisaje con sus colores natura-
seta de la formación de toba, desarrollada aquí en les y además con una iluminación que hace resal-
gran abundancia, y cuyas capas se extienden en el tar de modo especialmente nítido las formas del
declive del monte, hasta muy arriba, como se ob- monte.
servó también en el Mojanda. La roca eruptiva se
encuentra aquí, a lo más, sólo muy en el fondo de
las quebradas, en paredes escarpadas. PINTURA 85

Por encima de estas paredes, hasta la corona de EL PASOCHOA VISTO DESDE EL SUR
la caldera cuyas pequeñas cumbres distinguimos
claramente, el monte permite reconocer una es- El punto desde el que se ha trazado la pintura es
tructura más plana, casi en forma de techo; pero la hacienda El Pedregal (3531 m.) en la falda nor-
inconcluso en este caso, podemos convencernos te del Rumiñahui. La distancia hasta la cumbre
de que la configuración de la corona de la caldera del Pasochoa es a lo sumo de 6 Km.
está en relación tectónica con la de la masa basal
del monte, tal como ésta aparece hacia arriba más Esta pintura nos muestra la extensión longitudi-
o menos en su forma original. nal del Pasochoa, de oriente a occidente.

El primer plano y el plano medio de la pintura se En la descripción del dibujo 84.A, se hizo resaltar,
han desarrollado en este dibujo, tanto cuanto era como una particularidad, que la caldera no está
necesario para situar al Pasochoa en su adecuada asentada en el centro del monte, sino que exclusiva-
perspectiva, cuya reproducción es aquí lo único mente se halla en el declive occidental. Aclarar la si-
que importa. Además del Rumiñahui, más al fon- tuación es el objetivo principal del presente dibujo.
do aparecen el Iliniza, el Corazón y el cono erup-
tivo de La Viudita, al pie del Atacazo. El escarpado amurallamiento externo que circun-
da la caldera se destaca claramente de las demás
Un complemento notable de esta vista del Paso- pendientes de la montaña y de sus lomas; su pun-
choa nos lo ofrece el panorama V (pintura 48), to más alto aparece, al mismo tiempo, como el

232
El Pasochoa; lado sudeste. Punto de observación:
cerca de Hornoloma 3750 m sobre el mar

1. Cumbre del Pasochoa 4255 m.;


2. Falda noreste del Rumiñahui;
3. Hacienda Pedregal 3531 m;
4. Una parte del Cerro Corazón.

233
vértice del eje del monte. La abertura de la calde- PINTURA 86
ra, de unos 1000 m. de profundidad, queda hacia
el occidente, por lo tanto, a la izquierda del eje; EL PASOCHOA VISTO DESDE EL SURESTE
mientras que todo el lado oriental, a la derecha
del eje, presenta un talud extenso y ancho. Por lo Ubicación: Hornoloma, a 3750 m. sobre el nivel
mismo, el Pasochoa no es una estructura simétri- del mar. La distancia hasta la cumbre del Paso-
ca por todos lados; la parte oriental aparece más choa, desde aquí, es de unos 15 a 16 Km.
bien tan independiente del significado genético
de la caldera, que se podría considerar al monte Ya en la consideración del lado oriental del Rumi-
casi como una doble estructura, como un monte ñahui advertíamos que las lomas y protuberan-
resultante del apilamiento de capas provenientes cias que componen la superficie del monte vuel-
de centros de erupción muy cercanos el uno al ven a reproducir, todavía hoy, fielmente las for-
otro, si otros factores no nos hablaran de que su mas originales de depósito de las masas de roca
estructura ha sido producida por un solo centro. fluidas.
Es característica de la configuración del lado sur,
la serie de lomas que se destacan en forma de Pero en ningún otro monte del altiplano del Ecua-
contrafuertes, de las que podemos distinguir cla- dor vemos esto en forma llamativa como aquí en
ramente cinco o seis, así como la superficie muy el Pasochoa. En efecto, en esta montaña salta a la
lisa que enteramente, a modo de abanico de es- vista, de modo manifiesto, que las lomas y protu-
combros, se arrima oblicuamente al pie de la berancias no han sido formadas por flujos de lava
montaña y su parte inferior está llena de peque- que se hubieran derramado por sobre el borde de
ños y grandes montículos. Estas prominencias po- un cráter y se hubieran escurrido uno sobre otro,
drían fácilmente considerarse túmulos, pero no lo sino que han resultado de fenómenos de movi-
son en realidad. Desgraciadamente, no podemos miento que han tenido lugar dentro de la masa to-
dar explicación satisfactoria de su origen y, por tal del monte, por el lapso de tiempo en que ésta
otra parte, se presenta un fenómeno similar al pie tuvo un cierto grado de plasticidad.
del Sincholagua, en las cercanías de Salitre.
Las convexidades de la superficie del monte, así co-
Al observar el monte desde este lado, no pode- mo las curvaturas y ramificaciones de sus lomas, co-
mos olvidar asimismo, como en el Rumiñahui, rresponden exactamente a aquellas formas que tene-
que en manera alguna tenemos ante nosotros la mos ocasión de observar en menor escala en las co-
propia base del volcán, sino que ésta se encuen- rrientes de lava de la época reciente y que, en gene-
tra recubierta por un depósito sedimentario segu- ral, se producen por estancamientos y compresión.
ramente de varios cientos de metros de espesor.
Por ello, el Pasochoa nos da un nuevo compro-
Enteramente en el primer plano está el cortijo de bante del único proceso de erupción que puede
la hacienda El Pedregal, junto a unas cuantas cho- explicar la formación de los montes de caldera.
zas habitadas por los conciertos, indios que per- Y así, lo mismo que el Rumiñahui, este monte es
tenecen a la hacienda, Los campos que vemos de- producto de una única y muy poderosa erup-
lante se encuentran aquí a más de 3500 m. de alti- ción que tuvo lugar hace un tiempo inmensa-
tud, en el límite superior externo del suelo culti- mente largo y que pudo haberse prolongado en
vable. su desarrollo por espacio de decenas o cente-
nares de años.

234
Pero la pequeña pintura tiene también un elevado Altitudes del Pasochoa y de sus alrededores
atractivo paisajístico que consiste, sobre todo, en m.
el tipo de iluminación que le ha dado el temprano
sol de la mañana, tanto en el tibio colorido café Cumbre del Pasochoa 4255
amarillento de la superficie del monte que está
Pie de las rocas escarpadas en el lado
cubierto de hierba de páramo hasta arriba de sus
occidental del monte 3372
crestas, como también en las sombras volcánicas
que hacen resaltar las subdivisiones de la estruc- Conjaló, en el lado suroccidental de la
tura con líneas extremadamente bellas, y, por caldera 3289
cierto, que aún al profano aficionado, precisamen-
te por la originalidad de estas líneas, se le impone Unión del río Sambache con el Parca-yacu,
en la caldera 2900
la sensación de estar aquí ante una construcción
extraordinaria de la naturaleza: una obra, por así
Unión del río Sambache con la quebrada
decirlo, orgánicamente acabada en sí e indudable- Ontag, en la caldera 2803
mente una obra que, por excepción, se presenta
no como una ruina, sino que conserva su forma Desembocadura del río Sambache en el
casi en su perfección original. río Grande 2681

San Rafael de Pilopata, hacienda 2882


Junto con otros factores paisajísticos que cola-
boran en la pintura, hay que destacar aquí las
Uyumbicho, aldea 2760
extensas áreas cubiertas de hierba de páramo
que casi dan la impresión de ser un fértil campo Amaguaña, aldea 2636
de trigo, el pedregoso cauce de color café del
río Pedregal que es, al parecer, la base tirada o Hacienda de Jijón, en el valle de Chillo 2518
cordel del Pasochoa, y los pastizales verde cla-
ro, ribeteados por el oscuro matorral al pie de la
montaña.
XXVI. EL ILALÓ
Bien montado en su caballo se mantiene, en pri-
mer plano, el mayordomo de la hacienda Pedre- Entre los montes volcánicos del Ecuador, a los
gal, a cuyos dominios pertenece todo el páramo, que hemos atribuido independencia respecto de
y junto a él está un peón. Ya antes de despuntar su foco volcánico, el Ilaló es el más pequeño,
el día han salido ambos para visitar los sitios puesto que tiene, con una altura absoluta de
del ganado. Sobre ellos describen sus círculos 3161 m., una relativa de sólo unos 500 m. sobre
los cóndores en vuelo y, como súbitamente es- su base aparente, el valle de Chillo.
pantada, surge del suelo, para un corto vuelo,
una codorniz de color café claro. Así es la vista Lo notable de este monte es su posición, que tie-
en estas soledades. ne como efecto el hacerle parecer más pequeño
de lo que es en realidad. En efecto, se alza como
un cono aislado no en terreno ascendente sino
en un punto muy profundo sobre la vaguada del
valle de Chillo, y tiene como vecino inmediato al
elevado Pichincha. Así, las relaciones de nivel
de los dos montes son tan especiales, que la
cumbre del Ilaló queda a poco más o menos

235
igual altura que la base aparente del Pichincha, ubicado en la serie de montañas volcánicas que
la meseta de Quito. tiene sus típicos representantes en el Pasochoa,
Rumiñahui, Cusín-Urcu, etc.
Por lo que hace a su gran antigüedad, el Ilaló no
podría quedar atrás del Pichincha, Atacazo y El Ilaló aparece en una serie de pinturas, pero en
otros de sus montes vecinos porque, como ellos, forma más clara en el panorama I (pintura 1) y II
está recubierto de iguales capas de toba y sólo (pintura 24), al igual que en el dibujo No. 8.
más tarde quedó libre por causa de la erosión;
por tanto, él existía antes de que el valle de Chillo La ubicación elegida para trazar el panorama I es
fuera colmado de sedimentos que luego, en gran muy alta (cerro Ungüí, 3606 m.). De ahí miramos al
parte, fueron ablacionados. Todavía en la actuali- Ilaló desde el suroeste, como si estuviera a nuestros
dad el monte está revestido de toba hasta su ci- pies, aunque no alcanzamos a ver la totalidad del
ma, de tal suerte que sólo en pocos sitios, por monte sino solamente la parte superior, su cumbre
ejemplo en su lado norte, sobre Tumbaco, se en- achatada, porque la inferior está oculta tras la loma
85
cuentra roca in situ . Como en otras partes, tam- de Poingasí; pero, se ve también al mismo tiempo,
bién aquí está cubierta de toba en ciertos lugares un trozo de la extensa depresión que pertenece al la-
de gran espesor, lo que impide apreciar los deta- do occidental. También en la pintura 8 vemos sólo la
lles de la configuración externa. cima del Ilaló, pero aquí, desde el lado norocciden-
tal. La visión completa del monte nos la da el pano-
El nacimiento del Ilaló puede atribuirse a un úni- rama II (pintura 24), en el que abarcamos con la vis-
co derrame de lava potente, cuyo material visco- ta su lado nororiental con su base en el valle plano
so se acumuló para formar el monte cónico de de Tumbaco. Aun cuando aquí (en el páramo de
cumbre achatada (pintura 24), por tanto, de una Quinchucajas) nos encontramos a considerable dis-
forma similar a la del Sagoatoa (XXVIII), que estu- tancia del monte, podemos distinguir muy clara-
diaremos más adelante. mente la disposición de sus pendientes y la forma
de su transición a la llanura del valle.
Con las estructuras de los valles y surcos de este
último monte coinciden aquellas que dividen a la En la parte sur del pie del Ilaló queda el pueblo de
pendiente externa del Ilaló en lomas individuales Alangasí, a 2502 m. de altitud, y en la parte norte,
y que, en parte adoptan un curso curvilíneo. La el de Tumbaco, a 2390 m.
regularidad en la estructura del cono del Ilaló es-
tá menoscabada sólo en el declive occidental, el
lado que da hacia el Pichincha, en donde presen- PINTURA 87
ta una depresión, rodeada de paredes escarpadas
y en forma de caldera, en las que parecen haber SÉPTIMO PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL
tenido lugar grandes derrumbos. No nos atreve- ECUADOR
mos a pronunciarnos definitivamente sobre si es-
ta depresión debe interpretarse como una estruc- Este panorama comprende partes de las provin-
tura de cráter en forma de caldera. En el supues- cias de León, Tungurahua, Chimborazo y Pichin-
to de que éste fuera el caso, el Ilaló, si bien como cha, con las montañas volcánicas: cordillera de
el más pequeño, debería de todas maneras estar Píllaro (parte suroriental). Tungurahua, Altar, pá-

85
Rocas del Ilaló: No. 946 – 968.

236
ramo de Quilimás, Igualata, Llimpi, Carihuairazo hacia el este, mientras que la cordillera principal,
con el Puñalica, Chimborazo, Sagoatoa, Casaguala en su mayor parte no volcánica, conserva su di-
y Quispicasha, Iliniza, Corazón, cerros de Chaupi, rección hacia el Chimborazo. A este grupo de es-
Atacazo, Pichincha, Rumiñahui, Cotopaxi, páramo tructuras volcánicas pertenecen, además del
de Pansache y de Langoa y también la cordillera Quispicasha, también el Casaguala, el cerro Jose-
occidental no volcánica de Latacunga. po y el Sagoatoa (4158 m.), que por su remate
achatado recuerda en cierta medida al cerro Llim-
La ubicación desde la cual se ha trazado la pintu- pi (pintura 111). Debido a este espolón montaño-
ra es la cima del cerro Putzulagua, junto a Lata- so se suscita la impresión de que aquí la cordille-
cunga, a 3515 m. sobre el nivel del mar. La pintura ra hiciera una áspera curva hacia el occidente.
abarca 240° de visión panorámica circular.
Para obtener una idea correcta de las relaciones
En el panorama presentado aquí el observador topográficas del grupo de montañas volcánicas
contempla, en cuanto al número, casi la mitad de Sagoatoa, Quispicasha y Casaguala, con respecto
todas las montañas volcánicas del Ecuador pero, a la parte no volcánica de la cordillera occidental
no se halla en esto el interés principal de la pintu- de Latacunga, podrían encontrarse puntos de ob-
ra, sino en que junto a este gran número de volca- servación más apropiados que los que nos ofre-
nes también se encuentra una cadena del altipla- cen el Putzulagua y el cerro Llimpi (véase el pano-
no que no está constituida de roca volcánica; es rama VIII). Las rocas de la cumbre del Quispicas-
más, en su parte más alta se hallan depósitos que ha y del Casaguala recuerdan, por sus formas gro-
son de origen sedimentario, por cuanto pertene- tescas, a las que rodean el cráter del Altar, si bien
cen probablemente a la formación del Cretáceo y, no suben hasta la región de las nieves perpetuas.
sin embargo, dicha cadena no es inferior, en ele-
vación vertical, a muchos de los grandes montes En primer plano, pero a unos 500 m. bajo la ubica-
volcánicos del Ecuador. ción del observador, queda el amplio valle de La-
tacunga, que está regado por el río Cutuchi. En lo
Es esta la cadena que, con una altura casi invaria- esencial, el terreno del valle consta de depósitos
ble, limita la hoya de Latacunga en su lado occi- de toba y de cantos rodados estratificados hori-
dental y se extiende desde el Iliniza hasta las cum- zontalmente, en los que, por efecto de la erosión,
bres volcánicas Quispicasha y Casaguala, en una se han formado escalones con diversas alturas y
extensión longitudinal de unos 30 a 40 Km. en lí- extensiones.
nea recta. Esta cadena es un miembro muy nota-
ble de la estructura montañosa del altiplano del El valle de Latacunga se extiende exactamente en di-
Ecuador, y además de estar representada en este rección al norte, hasta los cerros de Chaupi y de Ru-
dibujo, lo está tan sólo en la pintura 91, aunque en miñahui, montes que, unidos entre sí por el ensilado
ella conocemos el flanco occidental de la cadena, de Huinzha (3604 m.) forman, en cierto modo, un
mientras que en el presente panorama tenemos nudo entre el Iliniza y el Cotopaxi. A la izquierda del
delante su flanco oriental86. observador, aunque no directamente hacia el sur, si-
no más hacia el sur-oeste, se abre a la vista otra pla-
En la parte ancha del Quispicasha se une un largo nicie de valle no menos extensa, a saber, la que en
espolón de cadenas volcánicas que se prolonga otra pintura hemos designado como la llanura de

86
Rocas de la cordillera occidental no volcánica de Latacunga: No. 2380 – 2470 y 2625 – 2653.

237
Ambato que se halla rodeada por las cumbres volcá- grandioso valle por el cual el río Pastaza drena esta
nicas Sagoatoa, Carihuairazo, Puñalica, Igualata y parte del altiplano. Si no hubiera existido este cor-
Llimpi, y que se originó cuando las faldas de estas te en la cordillera, y probablemente existió un tiem-
montañas fueron cubiertas por un potente depósito po en que no lo hubo, en la actualidad, las dos pro-
de toba, ahora surcado por innumerables corrientes vincias de León y Tungurahua servirían de receptá-
de agua. culo a un lago de más de 100 Km. de largo.

Volvemos la mirada de nuevo hacia el norte, en A un lado del Tungurahua se destacan los nevados
donde el profundo ensillado de Huinzha nos hace Altar y Quilimás. Luego siguen, bastante hacia delan-
posible descubrir, en el último horizonte, las tres te, el cerro Mulmul y el cerro Llimpi, que vistos des-
cumbres del Pichincha. Al estar cubierto el pro- de aquí parecen forman un solo monte, mientras que
pio macizo del Pichincha por el ensillado, el ángu- en la realidad quedan muy distantes uno del otro. Al
lo de visión hace aparecer a estas tres cumbres cerro Llimpi se agregan, para cerrar la cadena, el
muy separadas entre sí. A un lado del Pichincha Igualata, el negro cono de erupción Puñalica, el Cari-
se muestra el Atacazo con su forma abovedada, huairazo que semeja un diente ahuecado, y el enor-
luego continúa el Corazón que presenta un perfil me Chimborazo.
agudo, con su forma tan peculiar, con respecto a
la cual, lastimosamente en el dibujo no se desta- Los campos con sus linderos, que en todas direc-
can suficientemente los cerros de Chaupi, que ciones cubren el suelo, nos hablan de una pobla-
quedan delante. Al Corazón se une el Iliniza con ción numerosa. Entre las muchas poblaciones
su cono contiguo Tisisichu. Justamente desde grandes y pequeñas, haciendas y caseríos que se
aquí el Iliniza puede dominarse con la vista exce- pueden distinguir desde la cima del Putzulagua,
lentemente, al menos en lo tocante a su estructu- están visibles por su vecindad, principalmente
ra inferior, aunque parece que fuera un monte de dos localidades: la ciudad de Latacunga y la po-
una sola cumbre porque su cumbre norte, la más blación de San Miguel de Latacunga, al sur de
pequeña, está tapada por la más alta, la del sur. aquella. La ciudad de Ambato está cubierta por
las faldas de Sagoatoa. Queda visible sólo la loma
Una extensa ensillada une al Iliniza con la ya mencio- de Casigana, que surge por detrás y muy cerca de
nada cordillera occidental no volcánica de Latacun- Ambato (es el punto de observación escogido pa-
ga. A la derecha de los cerros de Chaupi queda el Ru- ra el panorama No. 113), y nos muestra por lo me-
miñahui, reconocible ya a lo lejos por su oscura co- nos la posición de la ciudad.
rona rocosa. Todavía más hacia la derecha divisa-
mos el Cotopaxi. Como orientación, con respecto a Las distancias en línea recta, desde la ubicación del
este último, será suficiente destacar tres puntos observador hasta las principales montañas de la es-
principales de sus inmediaciones: el Picacho, el ce- fera visual de la pintura, señaladas en kilómetros,
rro Ami y Limpiopungo, el cual forma la ensillada en- son aproximadamente las siguientes:
tre el Cotopaxi y el Rumiñahui. Enteramente junto al
borde de la pintura, el páramo de Pansache, con una Km.
parte del páramo de Langoa, muestra sus formas re-
dondeadas. Cordillera de Píllaro 25-30

En este panorama (a la izquierda de la pintura), Tungurahua 52


el Tungurahua constituye el equivalente del Co-
topaxi. Él guarda, como quien dice, el paso al Altar 80

238
Páramo de Quilimás 90-95 XXVII. EL QUILOTOA
Igualata 58 El Quilotoa es uno de los montes volcánicos menos
conocidos y mencionados del Ecuador; sin embar-
Carihuairazo 53 go, desde el punto de vista así topográfico como
petrográfico, es digno de una muy especial aten-
Puñalica 48 ción.

Chimborazo 63 Está situado en la cordillera occidental de Lata-


cunga, muy aparte de los grandes volcanes de
Sagoatoa 23 esta cadena, en medio de antiguas formaciones
de rocas no volcánicas. Por cordillera occidental
Quispicasha 31 de Latacunga (panorama VII, pintura 87), enten-
demos la cadena que se extiende desde el Iliniza
Iliniza 38 al norte, hasta el Quispicasha y el Casiguala, al
sur; y que luego, después de franquear el ya
Corazón 49 mencionado espolón volcánico que se prolonga
hacia el oriente, continúa hasta el Chimborazo.
Cerros de Chaupi 36 Mientras designamos la primera parte de la ca-
dena, como cordillera de Guangaje e Isinliví, ha-
Atacazo 67 cemos constar la última como cordillera de An-
gamarca y Zumbagua. Pero además de estos dos
Guagua-Pichincha 86 bloques montañosos visibles desde Latacunga y
Ambato, hay un tercero, oculto aquí a la vista: la
Rumiñahui 42 cadena de Chugchilán; o sea que, las cordilleras
de Guangaje e Isinliví no descienden inmediata-
Cotopaxi 35 mente con su lado posterior a la llanura occiden-
tal, como se podría suponer de acuerdo a lo ob-
Llimpi 45 servado en el Pichincha y el Atacazo, sino que
detrás de ella queda una segunda cadena no me-
nos larga, que debería trasponerse antes de po-
der llegar a las tierras bajas frente al océano Pa-
cífico. Esta segunda cordillera, que es paralela a
la de Guangaje e Isinliví, es aquella a la que aca-
bamos de designar como cordillera de Chugchi-
lán (y Sigchos). El valle fluvial que divide estos
dos ramales de la cordillera occidental, lleva el
nombre de valle del río Toachi. En la más antigua
época prehistórica ha sido teatro de la actividad
volcánica por la cual se levantó el cono del Qui-
lotoa, de unos 1000 m. de altura. Éste se eleva en
la parte superior del valle y lo ha llenado a tal
punto, que ha obligado al río Toachi a rodear sus
faldas formando un semicírculo.

239
Entre las montañas volcánicas del Ecuador, que divididos en mayor o menor extensión, en rama-
son más de cuarenta, hay solamente dos que se les en forma de lomas.
distinguen por tener en su cráter una gran acumu-
lación de agua de tipo laguna: a la una la identifi- Pero este edificio del Quilotoa, claramente carac-
camos en el Mojanda, y a la otra la tenemos delan- terizado como monte de cráter, se levanta en me-
te, en el Quilotoa. En la consideración de las res- dio de una estructura basal enorme, suavemente
pectivas pinturas se ve lo distintos que son, en su inclinada hacia fuera por todos lados y con natu-
configuración, los dos montes y el escenario de raleza de meseta, junto con la cual el monte llega
87
sus lagunas . a una altura total de unos 1000 m. sobre la vagua-
da del río Toachi (la unión del río Toachi con el
río Pilapuzin).
PINTURA 88
Por la forma y la gran extensión horizontal de la
EL QUILOTOA VISTO DESDE EL NORTE muralla del cráter, el Quilotoa recuerda mucho al
Mojanda, tal como se presenta mirado desde el la-
La ubicación desde la que se ha trazado la pintu- do suroccidental; y como su estructura basal os-
ra es el cerro Guantohaló, a 3352 m. sobre el nivel tenta una constitución en forma de meseta, po-
del mar. La distancia desde aquí hasta la cumbre dríamos sentirnos tentados, también aquí como
no debe ser de más de 9 Km. lo hemos hecho en muchas otras montañas volcá-
nicas, a distinguir una estructura volcánica supe-
En la presente pintura aparece el Quilotoa como un rior y una inferior, lo cual sin embargo no corres-
cono fuertemente truncado. Su altura (600-700 m.) pondería al sentido con el que antes hemos vincu-
es tan pequeña en relación con la magnitud del lado esta distinción.
plano horizontal ideal de intersección, que ape-
nas llegaría a la mitad de la altura que el monte En el Quilotoa estamos propiamente ante una es-
tendría si nos lo imaginamos con todo el cono tructura doble, a saber, la muralla del cráter pro-
completo hasta la punta, ahora inexistente. piamente dicha, constituida de capas, por obra de
las fuerzas volcánicas, y una formación de toba
Pero mejor que con un cono truncado, podría que la rodea, la cual, en la pintura, justamente a
compararse el monte con una pirámide mocha, nuestros pies, se ve abierta en valles encañonados
porque desde nuestro punto de observación no por el río Toachi y el río Guayama. Esta formación
parece redondo sino anguloso. La impresión de denuncia un tipo de construcción sedimentaria y,
rareza que nos causa esta forma del monte se en todo caso, es de origen posterior a la propia
acrecienta todavía más porque el borde superior muralla del cráter; por lo tanto, en sentido genéti-
del edificio tiene un curso casi horizontal, y sólo co debe ser considerada no como su estructura
en los dos ángulos externos está dominado por basal sino como una añadidura. Especialmente
rocas. En cambio, los declives bastante escarpa- por el modo cómo está hecho surcos, se ve cuan
dos de la muralla que da al norte y al oriente, es fácilmente deleznable es el material de que está
decir las caras de la pirámide, son muy irregula- constituida esta potente y extensa acumulación
res, surcados por valles y quebradas y, por eso, de toba blanquecina y de paquetes de escombros.

87
Cuicocha no puede parangonarse con las lagunas de los montes volcánicos arriba mencionados porque su receptáculo no puede ser con-
siderado como cráter de una particular estructura volcánica, sino como una formación de laguna de caldera volcánica al pie del Cotacachi.

240
El Quilotoa; lado noreste. Punto de observación:
Cerro Guantahaló 3352 m. sobre el mar.

Puntos en el borde del cráter:

1. El Huyantic (o punto de Zhalalá) (4010 m.;)


2. Hatunseñora 3981 m.;
3. Caparrosa 3915 m.;
4. El Arenal (o Misanapuesto) 3842 m.;
5. Anzhi;
6. Hacienda Pilapuzin 3279 m.;
7. Hacienda Chaupi;
8. Hacienda Guaiama;
9. Muyubamba (o Muyupungo) 3253 m.;
10. Salado (con viejos minerales cristalinos y sulfurosos)
3055m.;
11. Cuenca del Río Toachi;
12. Río Guaiama;
13. Cerro Hospital;
14. Chimbucuchu;
15. Quillu-urcu;
16. Hataloma;
17. Cerro de Arcos;
19. Cerro Huizana;
20. Cerro Puntas.

241
En efecto, vemos que una superficie cortada por Los montes que asoman detrás del Quilotoa per-
un gran número de barrancos que, en relación con tenecen al ramal occidental de la cordillera occi-
su poca anchura, son sumamente profundos. En dental de Latacunga, la cordillera de Chugchilán.
esto presenta el río Toachi una gran similitud con Desde sus cumbres, si sobre la región de la selva
el valle del río Guayllabamba, en la parte que que- de la región baja que queda detrás hubiera una at-
da entre el Mojanda y el Pululagua, donde se en- mósfera libre de vapor y nubes, se podría divisar
cuentran, en una formación de toba, no menos po- claramente el océano Pacífico.
tente, actividades análogas de erosión.
Parece que en la constitución de estas montañas
En notable contraste con la superficie llana y sua- tiene parte esencial la porfirita.
vemente inclinada de la meseta de toba, está la
muralla, escarpada y dividida en lomas, del Quilo- En el primer plano de la pintura vemos los cam-
toa. A primera vista, se podría creer que con estas pos bien cultivados y los limpios cortijos de in-
lomas y crestas uno está delante de un fenómeno dios libres.
de subdivisión muy conocido, pues ya hemos en-
contrado otros de similar desarrollo también en
otros volcanes, y lo hemos explicado como for- PINTURA 89
mas primitivas en conexión con el nacimiento de
la montaña. Pero aquí, en donde el monte es una TRES VISTAS DEL QUILOTOA
acumulación de material suelto de toba y aun los 89.A. EL LADO NORTE DEL MONTE
pocos paquetes de roca que afloran en la parte
más alta de la muralla están formados de material La ubicación del espectador es la misma que en la
fácilmente deleznable, hay que atribuir la confor- pintura precedente. Mientras la pintura al óleo
mación externa del monte principalmente a la ac- (No. 88) ponía ante nuestra vista el panorama del
ción de la erosión. Quilotoa, con sus declives sin árboles, pero en
comparación con otros parajes del páramo extre-
Entre estas lomas llama especialmente la aten- madamente verdes y cubiertos principalmente de
ción una, por su extensión longitudinal: comienza pequeñas praderas, el dibujo aclaratorio que aho-
en la mitad de la corona del cráter y, al extender- ra tenemos delante nos ofrece una visión clara de
se hasta el talud escarpado del río Toachi, forma, las condiciones geológicas del volcán y sus alrede-
por así decirlo, la arista media de la pirámide dores, haciéndolas resaltar mediante un colorido
truncada del Quilotoa. esquemático. Por lo demás este dibujo compren-
de, en su lado derecho e izquierdo, partes del pa-
En la prolongación de la línea que en la pintura norama que faltan en el óleo. Con esto, sin embar-
aparece como la arista suroriental de la pirámide, go, notemos explícitamente que los límites de los
se eleva, a 4010 m., el borde del cráter, en el cero colores no pretender ser totalmente precisos, sino
Hoyantic, o Punta de Zhalalá, su punto más alto. que se les ha mantenido en zonas muy generales,
De casi igual altitud es la parte rocosa de muchos en asociación a las diversas formaciones. La cade-
picos, cuyo declive forma la arista noroccidental; na que hemos designado como cordillera occiden-
sus más sobresalientes cimas se llaman Hatún-se- tal de Latacunga está dividida por la cuenca del
ñora (3981 m.) y Uchuc-señora (3965 m.); sólo un Toachi en un ramal oriental y uno occidental; el
poco más abajo queda el arenal de Misanapuesto oriental, del que solamente se ven algunas estriba-
(3832 m.). ciones con el cerro Hospital y el Pazuandín, se en-
cuentra, en el dibujo, a la izquierda del Quilotoa;

242
La Laguna del cráter del Quilotoa. Punto de observación:
Hataló en el borde del cráter oeste 3907 m.

1. El Huyantic (o Punto de zhalalá) el punto más alto de la


circunvalación del cráter 4010 m.;
2. La más baja entrada del borde del cráter 3781 m.;
3. Caparrosa 3915 m.;
4. Arenal (Misanapuesto) 3832;
5. Nivel del agua de la laguna (3570 m.;)
6. Iliniza: cumbre sur 5305 m.;
7. Cumbre norte 5162 m.;
8. Cotopaxi 5943 m (lado oeste);
9. Padrerumi 4292 m.;
10. Atacazo 4539 m.;
11. Rucu-Pichincha 4787 m.;
12. Guagua-Pichincha 4787 m. (lado suroeste);
13. Corazón 4787 m.;
14. Tilincocha 4341 m.;
15. Patzuandiu;
16. Cerro Umapana (figura 53,15);
17. Nubes.

243
en cambio, el occidental, con las principales cum- Como ejemplo de estos asentamientos de difícil
bres Huisana, cerro Puntas, Ñuñu-urcu y Punchu- acceso, citamos la aldea de Chugchilán, así como
sagua, queda al lado derecho. Ambos ramales, de las haciendas Moreta, Moyabamba y Guayama,
los cuales al oriental se le puede designar acerta- Anzhi, Pilapuzin y Chaupi, que junto a otras se
damente como cordillera de Guangaje, según lo han hecho constar en el dibujo.
hemos hecho, y el occidental, como cordillera de
Chugchilcán, se unen detrás del Quilotoa con las 89.B EL LADO SUR DE LA MONTAÑA
cordilleras de Zumbagua y Angamarca.
Ubicación: Yana-allpa, junto a la hacienda Zumba-
Ya hemos señalado antes que la cordillera oriental gua, a unos 3560 m. sobre el nivel del mar.
de Latacunga está compuesta, en lo esencial, de
rocas antiguas, especialmente de porfirita, junto La ubicación que hemos escogido para la ejecu-
con sedimentos de formación cretácea, rocas de ción de este croquis queda al sur del Quilotoa,
andesita más recientes, y por cierto sin que sus mientras que la del dibujo adicional anterior, que-
depósitos por su configuración externa, se revelen daba en el lado norte de la montaña.
como montañas volcánicas. Uno de estos puntos
descubiertos en Quillu-urcu, a cuyos pies queda la Este desplazamiento de la ubicación tiene como
hacienda Zumbagua, tratado en el dibujo con co- consecuencia el que el cerro Hoyantic, punto más
lor violeta, se puede ver, desde nuestra ubicación, alto de la muralla del cráter, queda ahora no como
detrás de la ladera izquierda del Quilotoa. antes, al lado izquierdo, sino al lado derecho del
espectador. También ahora se presenta a nuestra
La extensión que debe tener la meseta de toba vista Hataló-loma, un importante punto de orienta-
que ha sepultado debajo toda la parte inferior del ción, como ángulo izquierdo (occidental) de la
Quilotoa, antes de haber penetrado en ella la pro- muralla. Por lo demás, la corona del cráter, entre
funda cuenca del Toachi y sus quebradas latera- los dos puntos mencionados, se caracteriza por
les, se desprende del hecho de que vemos restos un curso muy parejo. El que la misma muralla cir-
de este depósito de toba de igual espesor, adosa- cundante del Quilotoa parezca tan baja, tiene su
dos a las cordilleras de Guangaje y Chugchilán, y fundamento en que precisamente en este lado del
que estos depósitos llegan aproximadamente has- monte las mesetas de toba que lo rodean han man-
ta Sigchos, por tanto, mucho más aguas abajo en tenido una gran extensión, y la incisión del río Toa-
el valle del río Toachi (no visible en el dibujo). chi está muy apartada de sus faldas. La extensa
llanura de toba que se extiende entre el punto de
En todas partes la erosión ha dado por resultado ubicación del espectador y la muralla del Quilo-
la formación de grandes y pequeñas mesetas, y toa, se conoce con el nombre de Chami, y se divi-
con esto ha producido una configuración del te- de en Chami grande y Chami chiquito.
rreno que ofrece extraordinarias dificultades para
la circulación, pues en las estrechas cañadas no 89.C. EL LADO SURORIENTAL DEL MONTE
pudieron encontrar espacio los poblados y las ha-
ciendas, sino que forzadamente han tenido que Ubicación: cerro Amena (4000 m.), encima de la
desplazarse a mesetas favorables para la agricul- hacienda Tigua.
tura, aun cuando sean en alto grado inaccesibles
debido a las quebradas que las separan. Aquí es- Para orientarnos sobre la ubicación desde la cual
tá en gran parte lo característico de la región. se ha tomado este croquis, fijamos la vista en la pin-
tura 89.A, en un punto de importancia secundaria,

244
el pequeño cerro Hospital, que está situado fren- puede separarse de otra, a saber, ¿cómo nació el
te al Quilotoa, en el lado derecho del río Toachi, mismo monte? Conviene determinar en este
cerca de la hacienda Tigua (pintura 91). monte la forma por una única erupción, o como
efecto de una secuencia de erupciones separa-
Este monte se encuentra ahora a nuestra dere- das por el tiempo; por lo tanto, también, si el crá-
cha, y por sobre su ladera miramos la pendiente ter debe ser considerado como una estructura
suroriental del Quilotoa. La considerable altitud originaria, o si nació sólo por efecto de una pos-
de nuestra ubicación (4000 m.) nos permite do- terior reactivación de la actividad volcánica y
minar con la vista incluso una franja de la escar- con ello, obtuvo la forma que tiene actualmente.
pada pared interior de la caldera del cráter con La solución a estas preguntas estará influida al
las cumbres Hatún-señora y Uchuc-señora; en mismo tiempo por el hecho de que el Quilotoa
cambio, el Hoyantic nos presenta su declive ex- está rodeado de una extensa meseta de toba cu-
terior. El Hataló-loma, que ya conocimos en el ya masa hay que ponerla, necesariamente, en re-
croquis precedente, aparece de nuevo aquí y me- lación genética con el Quilotoa, puesto que cons-
rece especial atención porque junto a él se en- ta del mismo material de dacita.
cuentra el punto más bajo de la muralla (3907
m.) y el único paso cómodo a la laguna del crá- En otros volcanes, como por ejemplo el Pambamar-
ter. Además, forma la unión del Quilotoa, con la ca, Mojanda, Imbabura y otros cuyas faldas aún igual-
cordillera no volcánica de Chugchilán, en la cual mente rodeadas por potentes masas de toba, la pre-
debemos incluir al cerro de Arcos, visible en los gunta sobre el origen del material es menos indicada
dos croquis (89.B y 89.C). El primer plano lo ocu- porque dicho material no tiene que proceder necesa-
pa la llanura de Chami y el talud occidental (iz- riamente en todo su volumen del mismo monte al
quierdo) del río Toachi. que rodea, sino que posiblemente llegó allá por aca-
rreo de aluviones desde sectores distantes.

PINTURA 90 Por cierto, también aquí en la cuenca del río Toachi,


las condiciones de depositación de la toba nos lleva
LAGUNA DEL CRÁTER DEL QUILOTOA a la suposición de que estamos ante un depósito se-
dimentario; aunque de otro lado se oponen a esta
Ubicación: Hataló, en el borde occidental del crá- idea ciertas dudas, pues las condiciones del terreno
ter, a 3907 m. sobre el mar. de la región no favorecen en igual forma la suposición
de que un gran lago haya existido antiguamente, co-
Ya la forma externa del Quilotoa, tal como nos la mo en el caso de las hoyas relativamente llanas de
presentó la pintura 88, nos permitió deducir la Riobamba, Latacunga, Quito e Ibarra.
existencia de un gran cráter. Lo escarpado y des-
garrado de la pendiente externa de la montaña no Según esto, la relación de la masa del material
pudo disuadirnos de ascender hasta sus bordes. suelto, con la de la roca sólida, es en el Quilotoa
Estamos ahora en el borde occidental del cráter, y enteramente inusitada porque la del primero pre-
a nuestros pies queda la amplia caldera en forma domina con mucho sobre la masa del material in-
de embudo, con su laguna verde azulada, a la que candescente derramado, que todavía hoy se en-
sirve de receptáculo. cuentra en paquetes de roca sólida. A pesar de es-
ta particularidad que caracteriza al Quilotoa, no
Al observar este gran cráter nos importuna la hay ningún fundamento que obligue a atribuirle
pregunta de cómo se originó, pregunta que no una forma de origen esencialmente distinta a la

245
del Pichincha, Iliniza, Cotopaxi, etc., según la cual hay dacitas que se han disgregado, o si se trata de
creemos que el volcán ha sido formado por una úni- material eruptivo suelto que se ha endurecido para
ca acción volcánica enorme y probablemente de lar- formar una especie de bloque rocoso.
ga duración. Así pues, no podemos pensar en atri-
buirle la formación de su cráter a una época poste- En el lado interior del cráter nos llama la atención, an-
rior, y muy alejada en el tiempo, de la actividad volcá- te todo, lo escarpado de la pared que sólo en pocos
nica; por el contrario, la falta completa de masas de sitios se suaviza por el amontonamiento de escom-
lava recientes, en forma de flujo, prueba que el Quilo- bros y toba que se ha ido deslizando. El mayor de es-
toa, desde el momento de su nacimiento, no ha de- tos derrumbos se encuentra en el lado occidental de
sempeñado ningún papel de intermediario para el de- la muralla circundante, junto a Hataló-loma, nuestro
rrame de material incandescente y, por ello, es tam- punto de ubicación, y a través del cual se ha formado
bién altamente improbable una ulterior actividad me- un cómodo acceso a la laguna y también a la peque-
ramente explosiva. ña península que vemos a nuestros pies.

Lo único que podría llevarnos a la idea de un origen El hecho de que en el interior de las paredes del crá-
del cráter muy posterior, sería la comprobación de ter no aparezca tan claramente la estratificación co-
que el material de la meseta de toba que rodea al mo en el caso de otros volcanes de cráter y de calde-
monte, y que necesariamente tiene que ser producto ra, tiene su causa, parte en la naturaleza de la roca
del Quilotoa, se haya depositado en un período rela- que acabamos de describir, parte en la densa cubier-
tivamente reciente, pero incluso esta comprobación ta de vegetación de matorrales que en consideración
no puede darse, y sobre todo la homogeneidad del de la altitud del terreno, parece estar aquí favorecida
material de las formaciones de toba, la de la meseta y por condiciones climatológicas extraordinarias.
la del mismo monte, habla a favor de una íntima rela-
ción genética, y en ningún caso de una separación Cerca del borde izquierdo de la pintura vemos de-
temporalmente entre ellas. Según esto, no hay incon- pósitos de toba cuya estratificación no cae hacia
venientes en considerar a la formación del cráter aso- fuera sino hacia el interior del cráter. Este fenó-
ciada con la explosión de una gran masa de material meno local no está ciertamente en conexión con
movedizo, como la acción final de la gigantesca erup- la constitución original del cráter; es más bien de
88
ción que dio origen al monte Quilotoa . carácter secundario.

Que la forma del cráter, con el correr del tiempo, ha- De las diversas cumbres de la corona del cráter, está
ya sufrido muchos cambios es tanto más probable, a la vista, en esta pintura, solamente una, el cerro Ho-
cuanto que el material que formó sus murallas fue so- yantic (o punta de Zhalalá) que se eleva a 440 m. so-
metido en un alto grado al desmoronamiento y al des- bre la superficie del agua de la laguna. Inmediatamen-
lizamiento. Dicho material consiste, en parte, de daci- te a la derecha de esta cumbre se encuentra la depre-
tas toscamente cristalinas de ensamblaje esponjoso sión más profunda de la muralla, una ensillada que se
y propensas a la formación de piedra pómez que a pe- alza solo a 211 m. sobre la laguna. La segunda cumbre
sar del aspecto fresco de sus diversos constitutivos más alta se llama Hatun-señora (411 m. sobre la lagu-
fácilmente se deshacen en gránulos, y, por cierto, de na) y queda a la izquierda del espectador, aunque ya
tal conformación que con frecuencia no se atreve uno fuera de la pintura.
a decidir si en un paquete de roca in situ del monte

88
Rocas del Quilotoa: No. 2488 –2591.

246
Como el cráter del Quilotoa se parece a un embu- rio en relación a erupciones de épocas posterio-
do lleno de agua hasta cierta altura, la superficie res, especialmente en relación a erupciones de
del agua de la laguna toca la pared escarpada tan flujos de lava recientes y de lluvias de ceniza. Las
ajustadamente que entre ella y el borde del líqui- llamas que se dice salen directamente de la super-
do no queda espacio suficiente ni siquiera para ficie del agua de la laguna, lo mismo que el relato
un sendero. En esto, la laguna del Quilotoa difiere de la súbita elevación del nivel de agua en cinco o
muy notablemente de las lagunas de cráter del más metros, según se cuenta, pueden remitirse
Mojanda, que casi en todo su perímetro están ro- sin ningún reparo al ámbito de las narraciones fa-
deadas por orillas planas. Hasta ahora, la profun- bulosas del poco fidedigno padre Velasco y de sus
didad de la laguna del Quilotoa no ha sido esta- repetidores críticos90.
blecida; pero una determinación suya sería de in-
terés secundario y no de importancia realmente Los fenómenos de carácter extraordinario que
científica. han tenido lugar en el Quilotoa en épocas históri-
cas, se pueden circunscribir a los derrumbos que,
La temperatura de la laguna, que carece de un de- por lo visto, se han dado en lo interno de las pa-
saguadero visible, según mediciones que se lleva- redes del cráter, y al hecho de que debido a que
ron a cabo después del mediodía, fue de 15,7°C. las masas de roca así desprendidas se precipita-
Su agua tiene un desagradable sabor salado y ron en la laguna y pudieron haber provocado tam-
amargo, sin embargo, sirve de bebida a los reba- bién una masiva elevación de su nivel de agua.
ños de ovejas que pastan en el Quilotoa. Según el Además, sería posible imaginarse, como conside-
análisis del señor P. Dressel, en un litro de agua ra el señor Reiss91, que el pequeño desprendi-
89
hay 6.9 gramos de componentes sólidos . miento de gases que todavía se observa en la ac-
tualidad en algunos sitios, aumenta mucho por
Como al Imbabura, también al Quilotoa están vin- temporadas, a consecuencia de lo cual la superfi-
culados rumores de cariz fabuloso sobre la activi- cie del agua ha manifestado aquí y allá un movi-
dad volcánica que habría demostrado, parte en miento de ebullición.
épocas antiguas, parte en tiempos más recientes;
éstos son mitos que se han extendido también La temperatura de la laguna, de 15,7° C., sobrepa-
por las transmisiones escritas del padre Velasco, sa sin duda en 3° ó 4° C. A la temperatura media
y que han podido conservarse en boca del pue- que suelen ostentar las lagunas al mediodía, a
blo, tanto más fácilmente cuanto que el Quilotoa 3600 m. de altitud; sólo esta observación no indi-
queda tan lejano que es conocido por los habitan- ca en absoluto la presencia de fuentes termales
tes de las ciudades del Ecuador sólo de nombre y en lo profundo de la laguna, sino que puede expli-
por pocos de ellos sólo de vista a gran distancia. carse suficientemente por el calentamiento de la
capa superficial del agua debido al sol, cuya ac-
No hay indicios probables de que Quilotoa, desde ción tiene que ser muy notable en una profunda
su nacimiento, haya jugado un papel intermedia- caldera rocosa cerrada por todas partes92 . Pero

89
El análisis ha dado: cloruro de sodio 3,4910; cloruro de magnesio 2,0443; cloruro de potasio 0.0068; sulfato de cal 0,56634; sulfato de potasa
0.0479; bicarbonato de magnesio 0.5803; bicarbonato de hierro 0,0275; tierra arcillosa 0,0538; y ácido silícico 0,0918 (Estudio sobre algunas aguas
minerales del Ecuador, por Luis Dessel S. J., Quito, 1876). L. Dressel, S. J., Memorias del Ecuador. "Voces de María Loach", vol, XVI, 2, 1879.8
90
Velasco, Historia del Reino de Quito, I, p. 12. M. Wagner, Viajes por la América tropical, p. 455.
91
Carta del doctor W. Reiss a S. E., el Presidente de la República, sobre sus viajes a las montañas del sur de la capital, Quito, 1873. T. Wolf,
Crónica m, p. 31 y 34.
92
Al nadar y bucear en la laguna, pude convencerme fácilmente de que la temperatura del agua disminuye a medida que se ahonda. Un ter-
mómetro de mínima sumergido a 5 m. de profundidad dio como temperatura de las capas inferiores del agua, sólo 14,4º C. El agua de la
pequeña laguna en el Antisana, que suele indicar a la mañana solamente 8º C., se calentaba a veces, al mediodía, hasta 19º C.

247
aun cuando se pudiera atribuir una pequeña can- además, nos permite dominar la cordillera occi-
tidad del calor del agua a la misma laguna, no dental de Latacunga, en toda su extensión, desde
ofrecería esto ningún asidero para suponer que el la hacienda Zumbagua hasta el Iliniza.
Quilotoa haya manifestado alguna vez, en épocas
históricas, una actividad volcánica. En lo que se refiere al Quilotoa, podríamos seña-
lar que aquí, por primera vez, tenemos ante no-
Pero la impresión paisajística de esta pintura no sotros el borde del cráter en toda su integridad
se suscita sólo por el cráter y su laguna, sino an- y podemos orientarnos fácilmente sobre la ubi-
te todo por la visión de la cordillera occidental de cación de los distintos puntos señalados con los

Latacunga, con el Iliniza de doble cumbre, que nombres de Hoyantic (o punta de Zhalalá), Ha-
tun-señora, Uchuc-señora, Padre-rumi, Caparro-
aquí vuelve hacia nosotros, por vez primera, su
sa y Hataló.
lado occidental; y, por cierto, es ésta justamente
la parte que hemos señalado como no volcánica.
El revestimiento externo de toba del monte, en su
mayor parte en estado de cangagua, está surcado
Las distancias desde Hataló-loma: Iliniza 33 Km.;
por muchos cursos de agua paralelos y cercanos
Cotopaxi 59 Km.; Quilindaña 68 Km.; Chimborazo
unos a otros y, dividiéndose en sucesivas lomas
66 Km.; Guagua Pichincha 68 Km.; Atacazo 67 Km.;
separadas, va a dar a la llanura de Chami que, por
Corazón 48 Km.; Tilincocha (crestas de la cordille-
decirlo así, representa la vaguada que constituye
ra occidental de Latacunga, alrededor de 15 Km.;
la bifurcación de la cordillera entre los ramales de
Quillu-urcu, unos 20 Km.
Guangaje y Chugchilán.

La cordillera representada en tonos amarillentos,


PINTURA 91
que se extiende casi a todo lo largo de la pintura
y sirve como de fondo al Quilotoa, es la cordillera
EL QUILOTOA VISTO DESDE EL SUROESTE Y LA
de Isinliví de Guangaje que, como ya señalamos
CORDILLERA OCCIDENTAL DE LATACUNGA
antes, está compuesta, en gran parte, de rocas no
volcánicas y cuyo declive oriental aparece en el
También aquí, como en la pintura precedente, nos
panorama VII (pintura 87).
encontramos de nuevo en el lado occidental del
Quilotoa, pero nos hemos alejado del borde del
En el comentario al croquis aclaratorio 89.A, he-
cráter, y vemos su declive externo y sólo una es-
mos mencionado la presencia de masas esporá-
trecha franja de la escarpada pared oriental que
dicas de roca eruptiva en esta cordillera, y he-
queda frente a él.
mos designado como una de estas ocurrencias al
Quillu-urcu que ahí sobresale, sólo en parte, de-
Nuestra ubicación está a 3900 m. de altitud, en
una loma que une la muralla perimetral del Quilo- trás de la pendiente del Quilotoa. Pero aquí lo

toa con la cordillera de Chugchilán. Como efecto vemos mucho más cerca de nosotros, en la par-
de este eslabón, la muralla del cráter aparece te más alta del valle del Toachi, junto a la unión
aquí menos alta en comparación con el lado de las dos cadenas de la cordillera y en la pintu-
oriental. ra se destaca topográficamente, como una masa
montañosa independiente, pero podemos dejar
A pesar de la configuración poco vistosa del mon- a criterio de ulteriores investigaciones el saber
te en este lado, la presente pintura es de mucho qué punto debe considerarse también en sentido
interés, ya que contribuye de modo especial para petrográfico.
completar lo dicho hasta aquí sobre el Quilotoa y,

248
La constitución de la superficie del Quillu-urcu di- silicificado. El extremo visible norte de toda la ca-
fiere apenas de toda la de la cordillera a la que dena forma el cerro Umapana (véase pintura
pertenece. Pero la estructura de esta cordillera es 92.A), del que ya hicimos mención en el comenta-
tal, que presenta grandes dificultades a la des- rio sobre el Iliniza.
cripción topográfica y, por eso, nos hemos preo-
cupado de caracterizar en general y en detalle, Hemos dicho que la configuración superficial de
por medio de una reproducción pictórica lo más la cordillera de Isinliví y Guangaje, en toda su ex-
fiel posible, todas las formas de su estructura- tensión, desde el cerro Quillu-urcu hasta el cerro
ción. Es sorprendente, en primer lugar, ver que Umapana, es muy uniforme pero éste no es el ca-
solamente pocas y modestas cimas sobresalen de so en la cadena que (enteramente a la derecha de
la línea general de cumbres (de unos 4000 m.);
la pintura) al sur de la hacienda Zumbagua se une
con todo, ellas forman, en cierta medida, los pun-
al Quillu-urcu y representa el comienzo de la cor-
tos céntricos para las cuchillas y valles que de ahí
dillera de Angamarca. Distinguimos aquí, incluso
se extienden en todas las direcciones.
desde la gran distancia a la que nos encontramos,
el imponente y muy empinado sistema de estra-
La mayoría de estas lomas se caracteriza por
tos de una formación sedimentaria (muy proba-
formas redondeadas (véase pintura 90), y por
blemente una formación cretácea), y de hecho,
una cubierta tan densa de hierba de páramo,
una investigación más detallada prueba que éste
que sólo en pocos sitios aflora la roca desnuda.
se halla compuesto, en parte, de arenisca de gra-
Pero allí donde así sucede, lo hace, en parte, en
no fino y, en parte, de conglomerados de nagel-
forma de escalones, en paquetes que sobresa-
fluh93 , que oponen un variado grado de resisten-
len a modo de aguijones, exactamente como lo
cia a la destrucción por los influjos atmosféricos.
podemos observar también en muchas monta-
Por este hecho se explican las crestas estratifor-
ñas volcánicas.
mes que sobresalen y pueden ser observadas en
líneas paralelas sobre montes y valles. El croquis
La coincidencia entre la estructura tectónica de
(92.B) nos presenta uno de estos montes en la
este monte y la de los de origen indudablemente
cercanía mediata, el cerro Pigua, que queda en el
volcánico, es tanto más digna de atención en
camino hacia Angamarca.
cuanto que aquí estamos principalmente ante
porfiritas, que en muestras de manos apenas pue-
Tal como en el óleo No. 90, emerge también
den distinguirse de varias andesitas que se hallan
aquí, muy al fondo de la pintura, el Iliniza y jun-
algo disgregadas.
to a él se ofrece a la observación, sobre el pro-
fundo valle del Toachi, la prolongada vista a
De estas porfiritas constan, por ejemplo, incluso
distancia que llega hasta las faldas occidentales
la pequeña cumbre negra conocida con el nombre
de los volcanes de Quito, el Pichincha, el Ataca-
de Padre-rumi y que, en la pintura, se proyecta di-
zo y el Corazón, y todavía aparece sobre el bor-
rectamente hacia el Cotopaxi. Podría ser digno de
de norte del cráter del Quilotoa, el cerro Azul
mención el hecho de que en el conglomerado de
(véase pintura 92.A y 10.A) que aparentemente
porfirita que se acumula en la falda norte del Pa-
cierra el valle del Toachi.
dre-rumi, se hayan encontrado troncos de árbol

93
Nota del traductor: En los Alpes se denomina nagelfluh a una roca sedimentaria cuyo componente principal es el cascajo; los cantos roda-
dos se muestran en ella como cabezas de clavos (Nagel) que sobresalen en la masa rocosa.

249
A la derecha del Iliniza se presenta inmediatamen- 92.B. EL CERRO DE PIGUA
te, además del ya mencionado Cotopaxi con su Pi-
cacho, la pirámide del Quilindaña; en cambio, po- Ubicación: junto al camino de Latacunga a Anga-
dría fácilmente escapársele al observador que el marca, a unos 3800 m. sobre el nivel del mar.
Chimborazo, que queda muy al sur, también deja
aparecer una parte de su cumbre, por encima del El monte consta de paquetes abruptamente levan-
Quillu-urcu. tados de un conglomerado compacto, cuyos es-
tratos, en sus extremos, tal como se ve en la pin-
tura, sobresalen de la masa del monte en forma
APÉNDICE de crestas.

Altitudes del Quilotoa y de sus alrededores


PINTURA 92
El Quilotoa y sus declives m.
DOS ASPECTOS DE LA CORDILLERA OCCIDEN-
TAL DE LATACUNGA Cerro Hoyantic (Zhalalá). La cumbre más
Alta, en el lado sur 4010

92.A. UN VISTAZO A LA FALDA OCCIDENTAL DE


Hatun-señora, lado noroccidental del
LA CORDILLERA OCCIDENTAL DE LATACUNGA,
borde del cráter 3981
HACIA EL NORTE
Uchuc-señora, lado noroccidental del
Ubicación: cerro Guantohaló, a 3350 m. en el lado borde del cráter 3965
norte del Quilotoa.
Pingoloma, lado sur del borde del cráter 3898

A la izquierda de la parte media de la pintura que-


Hataló-loma, lado occidental del borde
da el cerro Azul no volcánico, que es la estriba- del cráter 3907
ción que más sobresale de esta parte de la cordi-
llera. A la derecha y al fondo, el Pichincha deja ver Caparrosa, lado norte del borde
su lado occidental intransitable y topográfica- del cráter 3915
mente inexplorable. El observador tiene en esta
Misanapuesto (arenal), lado norte
pintura una muestra de la disposición del declive
del borde del cráter 3832
occidental de la cordillera y de la extensión de la
región selvática llana que se prolonga por detrás Yucsipungo, lado norte del borde
del cerro Azul y se extiende al pie del Pichincha, del cráter 3926
hasta la costa del océano Pacífico. Sólo excepcio-
nalmente se tiene la suerte de gozar de esta vista Padre-rumi, lado oriental del borde del
cráter 3840
a gran distancia, puesto que toda la parte baja
que queda al occidente de la cordillera y sus mis-
El punto más bajo de la muralla del cráter,
mas estribaciones, hasta la línea de cumbres, sue- lado sur 3761
len estar encubiertas todo el año bajo un fluctuan-
te mar de nubes. Laguna del cráter, superficie del agua 3570

Hataló, ensillada entre el declive


occidental del Quilotoa y Hatuc-loma 3859

250
Hatuc-loma 3945 Guantohaló, cumbre 3352

Huanacalle 3690 Corrales, choza del vaquero de la Hacienda


de la Provincia 3630
Ensillada entre Lirio-loma y Huisana 3728
Hacienda de la Provincia 3220
Meseta de Moyapungo 3253
Patzuandín, lomas peladas 4155
Sara-uccha, falda sur del Quilotoa 3592
Padre-rumi de Patzuandín 4292
Unión del río Sivi con el río Guayama 3074
Tilincocha, cumbre de la cordillera de
Pilaputzin, hacienda 3279 Yana-urcu 4331

Anzhi, fuentes termales en la falda oriental Huincapana-cunga, punto alto del camino 3973
del Quilotoa 3260
Rumisalto, rocas elevadas junto a
Río Toachi, junto a Chami 3302 Huincapana 4024

Río Toachi, desembocadura del río Huincapana, crestas rocosas 4104


Yana-yacu 2948
Quillupaso-loma, junto a Huincapana,
Río Roachi, junto a Pilaputzin 2912 donde se encuentran troncos de sílice
en tobas porfídicasca. 4000
Río Toachi, paso entre Chugchilán
e Isinliví 2606 Río Cumbijin, paso a Isinliví 2900

Cordillera occidental del Quilotoa Isinliví, aldea 2980


(cfr. Pintura 98.A)
Tilintin-cocha 3086
Chugchilán, población 3247
Tunquiche, casas pertenecientes
Ilaló, santuario 2783 a Isinliví 3020

Cerro Puntas (conglomerado de tipo de Guairapungo, paso elevado entre


nagelfluh) 4008 Isinliví y Guangaje 3878

Salacho-pamba, ensillada entre el cerro Cachi-yacu, quebrada 3567


Puntas y Ñuñu-urcu 3616
Cruz-pungo, entre el cerro Apagua y
Sachapungo, junto a Ñuñu-urcu, en la Pilamunzi 3784
pendiente occidental que baja hacia
Quevedo 3576 Tigua, hacienda 3400

Rumipungo 3881 Cerro Amena, junto a Tigua 4022

Cadena montañosa al oriente del Quilotoa (Cor- Rincón de Yucapuchu, junto a la


dillera de Guangaje cfr. Pintura 91) hacienda Tigua 3376

Guantohaló, capilla 3309

251
Cadena de Angamarca nos habíamos desplazado en el panorama VII (pintu-
ra 87). Este nuevo punto de observación se ha trasla-
Zumbagua, hacienda 3539 dado, respecto del anterior, unos 45 Km. más al su-
roeste, y el efecto que produce este cambio para la
Quintichilli, primera cresta en el
proyección de cada una de las partes del paisaje, se
Quillu-urcu 3846
pueden evidenciar principalmente con la compara-
Guantopullo, chozas de indios 3652 ción de las dos pinturas.

Yucsipungo, segunda cresta del También divisamos desde el Llimpi, de nuevo, la ho-
Quillu-urcu 4139
ya de Latacunga, en toda su extensión longitudinal,
hasta los cerros de Chaupi y, por sobre ellos, hasta el
Yurac-rumipungo, tercera cresta del
Quillu-urcu 4278 humeante Pichincha; pero, todos los montes que
quedan hacia el norte —el recién mencionado Pi-
Rumicruz, cuarta cresta del Quillu-urcu 4343 chincha, el Atacazo, el Corazón, el Iliniza, los ce-
rros de Chaupi, el Rumiñahui y el Cotopaxi— apa-
Quillu-urcu, cima principal 4552 recen más pequeños en la misma relación en que
ha aumentado nuestra distancia hasta ellos. Al
Pigua, vaquería 3823
panorama se ha substraído por completo sólo la
Frío de Tituañas 4034 cordillera occidental no volcánica de Latacunga,
pues está cubierta por el Sagoatoa, que cierra la
Angamarca, población 3008 larga cadena como una enorme pilastra angular.
En cambio, vemos aquí otra parte de la cordillera
occidental que en aquella pintura (No. 87) estaba
PINTURA 93 oculta a nuestra vista. Es la cadena que se extien-
de desde el Sagoatoa hasta el Carihuairazo y que
OCTAVO PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL sirve de estructura basal a los grotescos pisos ro-
ECUADOR cosos de Casaguala y el Quispicasha. El deseo de
reproducirla, y con ello llenar para el observador
El octavo panorama del Ecuador comprende parte de un vacío en la visión general de la altiplanicie del
las provincias de León, Tungurahua y Chimborazo, Ecuador, ha sido decisivo en la confección del
con los montes volcánicos Igualata, Chimborazo, Ca- presente dibujo.
rihuairazo, Puñalica, Quispicasha, Sagoatoa, Cora-
zón, Cerros de Chaupi, Pichincha, Rumiñahui, Coto- Desplazados mucho más cerca en la pintura 87, y
paxi, páramo de Langoa ( y Pisayambo), y una parte de cara hacia nosotros, están los montes Chimbo-
de la cordillera de Píllaro. razo, Carihuairazo, Puñalica, y sobre todo el Igua-
lata, cuyas faldas se unen inmediatamente con las
La ubicación desde la que ha sido trazada la pintura del Llimpi.
es Cunchuina-loma, en la pendiente norte del cerro
Llimpi, a 300 m. sobre el pueblo de Quero, que queda El Igualata, en el lado nororiental que aquí mira
a 3975 m. sobre el nivel del mar. El panorama abarca hacia nosotros, está constituido de una serie de
un arco de unos 200°. lomas que rodean su cumbre, el abovedado Yana-
rumi, a manera de contrafuertes. En estas lomas
Desde aquí vemos, en lo esencial, los mismos volca- nos llama la atención, especialmente, el ver que
nes que desde la cumbre del cerro Putzulagua, al que sus paredes caen hacia los valles interiores muy

252
abruptamente en relación con sus declives extre- mas, configuración superficial que también pre-
mos, pero sus líneas de cumbres aparecen re- sentan muchas corrientes jóvenes de lava. Fenó-
dondeadas por un depósito formado por estra- meno inusitado en la región volcánica del Ecua-
tos. Este depósito, que consta de una potente ca- dor es la existencia de un pequeño cono eruptivo
pa de humus, se ha destruido tanto por los de- que en este campo de lava ha desempeñado evi-
rrumbos locales hacia los recién mencionados dentemente sólo el papel de una boca.
valles, que han quedado sólo partes suyas for-
madas de manera irregular. En muchos sitios de La amplia llanura que se extiende a los pies del es-
las escarpadas paredes de los valles afloran pa- pectador da la impresión de gran fertilidad pues
quetes de rocas y descubren que también el de- está recubierta de campos que, en su forma y en su
clive externo del monte corresponde casi al án- disposición de grupos, se amoldan perfectamente
gulo de inclinación de estos paquetes. Todavía a las desigualdades del terreno. Sin embargo, la fer-
más descubierta se ve la roca que aflora en la tilidad del suelo es tan escasa que, en donde la are-
cumbre que tiene forma de cúpula. nosa y siempre sedienta capa de tipo cangagua
—que forma la superficie— carece de riego arti-
Por esta pintura se ve claramente cómo se une la ficial, a lo sumo el empeño del pobre y laborioso
falda del Igualata con la del Chimborazo y del Ca- indio puede arrancarle una mísera cosecha.
rihuairazo. La ensillada entre estos dos montes se
llama Sanancajas; el camino de Quito a Riobamba Esta formación de toba, probablemente en parte de
y Guayaquil pasa sobre ella, a una altitud de 3607 origen sedimentario y en parte eólico, asciende con-
m. Más allá de esta ensillada asoma una pequeña servando su espesor hasta muy arriba de las laderas
parte del páramo de Puyal. del monte; y nuestra idea con respecto a la forma pri-
mitiva de la montaña sería errónea aquí, si no tuvié-
Tratándose de esta pintura, se ha puesto especial ramos siempre presente este hecho repetidamente
cuidado en la exacta reproducción del Chimbora- mencionado. Y esto es perfectamente valedero tam-
zo y del Carihuairazo en cuanto a la configuración bién con relación al Igualata, Carihuairazo, Llimpi y
de sus masas rocosas y de la capa de nieve que, Sagoatoa.
no sin vacíos, se acumula sobre ellas. Un trata-
miento tan prolijo de los detalles no se pudo lle- El gran poblado con calles derechas que se cru-
var a cabo sino sólo a costa de la perspectiva, y a zan en ángulo recto y que distinguimos en el pri-
ello se debe el que ambos nevados parezcan estar mer plano de la llanura, es Quito; junto a él corre
más cerca el uno del otro, de lo que en realidad el río Pachanlica, por un estrecho cauce de corte
están. Lo mismo sucede con el gran cono de erup- muy profundo. También pueden verse, desde
ción Puñalica que, situado al pie del Carihuairazo, aquí, la ciudad de Ambato y la loma de Casigana
se proyecta directamente sobre él, y cuya amplia (cfr. Pintura 113); la primera, Ambato, queda al
caldera de cráter, llena de glaciares, oculta en su pie del Sagoatoa, cuya cumbre cae directamente a
parte baja. La caldera del cráter del Carihuairazo pico sobre ella, y la segunda, a la izquierda de Am-
apenas es inferior en grandiosidad y belleza a la bato. El Putzulagua, al pie del páramo de Langoa,
del Altar, pero su posición la hace menos percep- no es difícil de descubrir, aunque no podría dejar-
tible que ésta. se de mencionar que del Cotopaxi sólo se ve el co-
no de nieve y que el monte que se podría conside-
El Puñalica tiene enteramente el suelo de una he- rar desde aquí como su estructura basal, es el pá-
chura relativamente joven: los campos de lava de ramo de Langoa. Los cerros de Chaupi se desta-
sus laderas están como sembrados de grandes lo- can aquí más claramente de lo que lo hacían en la

253
pintura 87. En el Iliniza asoma la cumbre norte, ra de la cordillera y señalamos, como una de es-
que ahora está a la izquierda de la cumbre sur. tas excepciones, particularmente al Quillu-urcu,
junto a Zumbagua.
Las distancias en línea recta, desde el punto de ubica-
ción del espectador, el cerro Llimpi, hasta los princi- Más al sur del monte que acabamos de mencio-
pales montes en el campo de visión del dibujo, expre- nar, y entre la cordillera de Angamarca y la hoya
sadas en kilómetros, son aproximadamente las si- de Ambato, nos topamos ahora con un extenso
guientes: grupo de altas cumbres volcánicas que, en virtud
de las más altas de ellas, designamos como el gru-
Igualata 15 Km. po de Quispicasha y Casaguala.

Chimborazo 28 Km.
Estamos aquí ante formaciones volcánicas que han
pasado enteramente desapercibidas a la observa-
Carihuairazo 19 Km.
ción de anteriores viajeros, y que en el mismo país
Puñalica 11 Km. apenas son conocidas sólo de nombre; lo cual es
tanto más extraño cuanto que no están ocultas y
Quispicasha 37 Km. sus formas dentadas resaltan de lleno entre las lo-
mas redondeadas de la cordillera, como aparece
Sagoatoa 28 Km.
claramente en los panoramas VII y VIII.

Corazón 94 Km.
Pero también nosotros tenemos que contentar-
Cerros de Chaupi 80 Km. nos con aludir brevemente a la existencia de este
producto del volcanismo, ya que hemos tocado
Guagua-Pichincha 133 Km. sólo muy de paso su región, pues solamente nos
fue posible hacer una visita al Quispicasha y sus
Rumiñahui 88 Km.
alrededores. Por este motivo debemos también
Cotopaxi 79 Km. dejar sin determinar, por ahora, si todas las cum-
bres visibles en los dibujos, entre las cuales que-
Putzulagua 45 Km. remos mencionar junto al Quispicasha y al Casa-
guala, el Yana-rumi y el Josepo, pertenecen a un
mismo y único centro de erupción.

XXVIII. EL QUISPICASHA Y
CASAGUALA PINTURA 94
TRES VISTAS DEL GRUPO MONTAÑOSO
En el panorama VII (pintura 87), trazado desde el
cerro Putzulagua, la cordillera occidental de Lata- 94.A. EL QUISPICASHA Y EL CASAGUALA VIS-
cunga constituía el objeto principal de nuestra TOS DESDE EL NORDESTE
consideración y destacamos que ella está com-
puesta principalmente de mineral no volcánico. Ubicación: cerro Putzulagua (3515 m.). La distan-
También, en el comentario sobre el Quilotoa, tuvi- cia es de unos 30 Km.
mos repetidas ocasiones de subrayar este hecho;
al mismo tiempo, hicimos notar, prescindiendo Este pequeño dibujo, lo mismo que el siguiente,
del Quilotoa, algunas excepciones en la estructu- son copias tomadas de los panoramas VII y VIII, y

254
han sido puestos aquí para traer a la memoria, en Yana-allpa-filo 4233
la consideración del croquis 94. C, la ubicación y
la forma externa del grupo, tal como se ofrece a la Cerro Quispicasha, cima 4584

vista desde grandes distancias.


Yana-rumi, camino a Angamarca 4330

94.B EL QUISPICASHA Y EL CASAGUALA VIS- Campamento de carpas en el valle


TOS DESDE EL SURESTE de Saluco 4345

Ubicación: cerro Llimpi (3270 m.). La distancia es Rincón de Cavita, campamento de carpas 4008
de unos 35 Km.
Taruga-corral, cumbre 4280

94.C. EL QUISPICASHA VISTO DESDE EL NORTE Cerro Josepo, cumbre 4304

La cumbre del Quispicasha (4545 m.) que tenemos Yahuiltingo 3946


delante, puede ser concebida como la parte de un
gran edificio volcánico de múltiples cimas, sobre
cuyo perímetro, sin embargo, no podemos hacer
ninguna especificación distinta. Estamos aquí en XXIX. EL SAGOATOA
el valle Saluco, a una altitud de unos 4300 m. y ve-
mos al monte desde su lado norte. Está compues- Ya conocemos, por los panoramas VII y VIII, la po-
to de grandes paquetes de lava que en muchos si- sición del cerro Sagoatoa, que en Ambato se llama
tios emergen de la pendiente cubierta de hierba, también, con frecuencia, Pillis-urcu. Según señala-
en forma de gradas y pináculos. La roca in situ de mos entonces, esta pilastra angular (por decirlo
la cumbre exhibe una tendencia pronunciada a así), en la aguda curvatura que parece dar la cor-
una segregación en la forma de planchas y, por dillera occidental de Latacunga en su parte sur.
efecto de la erosión, se descompone en delgados
fragmentos que, entre riscos de la roca y crestas, Por lo que hace a su apariencia externa, el Sagoa-
se acumulan en rodaderos de escombros cuyo co- toa, visto desde la llanura entre Latacunga y Am-
94
lorido ocre amarillento brilla a lo lejos . bato, está entre los montes volcánicos más monó-
tonos y menos vistosos de la altiplanicie. Su for-
Altitudes del Quispicasha y de sus alrededores ma es la de un cono poco empinado que parece
m. coronado por una cumbre abovedada y relativa-
mente extensa, de la que sobresalen algunos pi-
Cusubamba, población en el camino de cos rocosos. Las quebradas que se prolongan ra-
Latacunga al Quispicasha 3236 dialmente y que comienzan en la parte media del
Río Atoche 3079
abovedamiento de la cumbre, dividen la pendien-
te del monte en cierto número de lomas homogé-
Rumiquinche, hacienda 3344
neas. Sólo cuando se está en la cumbre se puede
Yana-urcu, camino al Quispicasha 3684 uno convencer de que también tiene una depre-
sión que puede interpretarse como caldera de
Sumfo, unión de dos quebradas 3728 cráter. El Sagoatoa tiene gran similitud, en toda su

94
Rocas del Quispicasha y Casaguala: No. 2654 – 2682.

255
estructura, con el cerro Llimpi (XXXII), el cual, sin Tangaleo, caserío en la falda oriental del
embargo, le sobrepasa en extensión perimetral y monte 2693
en la mayor profundidad de sus quebradas.
Unamunchu, hacienda en la falda oriental
del monte 2745
Como no está aislado sino unido a la cordillera, su
base no presenta una superficie circular comple- Unamunchu, cerrito en la falda oriental
ta, pero la cordillera y el Sagoatoa no sólo están del monte 2892
unidos mutuamente por la parte inferior, sino has-
ta lo más alto, de tal manera que desde la línea de Isamba, aldea en la falda suroriental del
monte 2573
cumbres de la primera se puede llegar hasta la ci-
ma del Sagoatoa sin tener que atravesar ningún
Alrededores de Ambato
corte profundo que los separe. Esta forma de
unión sugiere mucho la comparación del Sagoa- Ambato, capital de la provincia de
toa con una pilastra angular. Tungurahua 2608

También aquí, como en el cerro Pambamarca (XVII), Guachi, capilla cerca de Ambato 2629
una potente acumulación de toba que recubre todo
Casigana, loma junto a Santa Rosa 2939
el monte hasta arriba, entorpece la exacta aprecia-
ción de la forma original del edificio volcánico .95
Puente de la Liria, junto a la ciudad 2510

No nos atrevemos a determinar si el Sagoatoa deba Unión del río Ambato con el río Alajua 2720
considerarse como un producto del mismo foco vol-
Titulán, hacienda en la parte alta del valle
cánico del que surgió el grupo de montes del Quis-
del río Ambato 2724
picasha y el Casaguala, tanto más cuanto que no nos
es suficientemente conocida la relativa elevación y Lligua, hacienda en la parte baja del valle
extensión de esta última estructura por sobre la par- del río Ambato 2387
te más antigua y no volcánica de la cordillera.
Palama, hacienda 2935
Altitudes del Sagoatoa y de sus alrededores
Quisapincha, aldea 3092
m.

Río Alajua, vado entre Quisapincha y Pasa


Sagoatoa, cumbre norte 4158
2894

Sagoatoa, cumbre sur 4140


Balcón de Sihuita, cerro 3416

Sagoatoa, fondo del cráter 4037


Pasa grande, aldea 3292

Cuadrapamba, límite inferior de la hierba


Pasa chiquito, caserío 3113
de páramo 3396
Puente sobre el río Ambato, en el camino
San Bartolo, iglesia en la falda sur de la
de Pasa a Pilahuín 2940
montaña 2654

95
Rocas del Sagoatoa: No. 2683 – 2718.

256
XXX. EL CARIHUAIRAZO CON PINTURA 95
EL PUÑALICA
EL CARIHUAIRAZO CON EL CONO DE ERUPCIÓN
Para nosotros, el Carihuairazo no es un fenómeno PUÑALICA
nuevo entre los volcanes del Ecuador. Sabemos que
puede considerarse como gemelo del Chimborazo VISTOS JUNTOS CON EL CHIMBORAZO DESDE
y los puntos de observación del Putzulagua (pano- EL NORDESTE
rama VII) y del cerro Llimpi (panorama VIII) ya nos
dieron a conocer su ubicación y su forma externa. La localidad desde la que se ha trazado la pintura
es la loma de Casigna (2939 m.), cerca de Ambato.
El Carihuairazo es de los pocos volcanes, conside- La distancia desde aquí hasta la cumbre es de
rados aquí, que se caracterizan por una gran cal- aproximadamente 19 Km.
dera de cráter, y por esto no se admite duda so-
bre su origen, ni siquiera para los profanos en la De todas las pinturas en que se nos presenta el
materia. Pero en él no tenemos a un volcán que se Carihuairazo, ésta es la más apropiada para dar-
halle aislado ni se constituya en todo su contorno nos una exacta idea de las relaciones mutuas en-
de modo simétrico sobre una base llana, sino un tre la masa del monte y la magnitud de la caldera
volcán cuya formación ha sido muy marcadamen- del cráter; nos ofrece al mismo tiempo la mejor
te influida por la configuración del terreno sobre vista hacia el interior de la caldera, al igual que
el que se ha levantado. sobre la disposición propia de los flancos norte y
nordeste del Carihuairazo.
La gran caldera de cráter, la caldera del Cari-
huairazo está en tal forma asentada sobre un La caldera del cráter se abre hacia el nordeste,
basamento encubierto enteramente por ella y quizás algo más hacia el norte que hacia el este; y
por su masa eruptiva, que las pendientes ex- a esta apertura se une un corte en forma de valle,
ternas del volcán tienen diferentes extensio- abierto a través del flanco del monte, como los
nes conforme se prolongan en las diversas di- que se encuentran también, con típica coinciden-
recciones. A esto se debe el hecho de que el cia, en los montes Rumiñahui, Pasochoa, Antisa-
Carihuairazo, visto desde el oriente y desde el na, Altar y muchos otros. Este corte se llama que-
norte, desde las regiones de Riobamba y Lata- brada de Salazaca. Frente a ella, en la pared del
cunga, parezca un cono de más de 2000 m. de fondo del circo está el picacho más alto (5106 m.),
alto, mientras que el declive externo de la co- y desde él van bajando, a derecha e izquierda, los
rona de su cráter, por el sur, hacia el Chimbo- bordes dentados del cráter en forma de semicír-
razo y también hacia el occidente, alcanza na- culo hacia el encañonado de Salazaca. La pared
da más una altura entre 700 y 1000 m. (véase la del circo cae por la parte interior muy abrupta-
pintura 105). El Carihuairazo se apoya, por de- mente, dejando ver, con claridad, los paquetes de
cirlo así, en la falda norte del Chimborazo, de roca que apilados en capas la conforman. Pero
donde sin embargo no se deriva que tenga que también, por la parte de afuera, su descenso es
considerarse sólo como un cono secundario del muy escarpado en algunos lugares, como lo ilus-
Chimborazo96. tran las pinturas 96.A y 96.C97. En el Carihuairazo,

96
El nombre Carihuairazo está compuesto de tres palabras del idioma quichua: cari: macho; huaira: viento; y, razu: nieve.
97
Rocas del Carihuairazo: No. 2756 – 2810.

257
como en todos los demás montes de caldera del ter. Por tanto, el Carihuairazo es un ejemplo ins-
Ecuador, hay pocos indicios de que al interior de tructivo de la estrecha relación mutua en que se
la caldera haya habido alguna vez un cono de hallan dos formas de montañas volcánicas, pues
erupción activo. En cambio, llama la atención una nos faculta para formarnos la hipótesis de que el
cresta rocosa dentada que atraviesa a la caldera tipo de origen de las dos clases de montañas vol-
con una disposición radial; pero como todavía cánicas, la de caldera y la piramidal, ha sido casi
hay una segunda cresta muy semejante, que aquí el mismo.
se halla cubierta (véase el panorama VIII), la am-
plia caldera llena de hielos se presenta dividida A la derecha de la pintura, las laderas del Cari-
en tres grandes sectores casi iguales. Por lo que huairazo se extienden suavemente hacia el ancho
hace a la magnificencia de sus glaciares, la calde- valle elevado que lo separa de la cordillera occi-
ra del Carihuairazo puede ponerse al lado de la dental propiamente dicha, la cordillera de Anga-
del Antisana y hasta de la más notable de todas, marca; en cambio, a la izquierda, en el tercio infe-
la del Altar. Esta amplia cuenca glaciar forma, al rior de su pendiente, vemos levantarse una es-
mismo tiempo, las inagotables fuentes de un cau- tructura volcánica más pequeña, el cono de erup-
daloso brazo del río Pachanlica. Las partes más ción del Puñalica, el cual ya se nos hizo presente
profundas de la caldera y su desembocadura en la en los panoramas VII y VIII, pero con una proyec-
hondonada de Salazaca, la única que penetra pro- ción que pudo desorientar sobre su verdadera po-
fundamente en el edificio del Carihuairazo, están sición con respecto al Carihuairazo. Ahora apare-
ocultas, en esta pintura, detrás de la línea de per- ce aquí, en su exacta distancia con relación a él.
fil del contorno septentrional de la hondonada. Aunque esta distancia es muy considerable, el Pu-
ñalica puede ser considerado sólo como un cono
Las pendientes inferiores y más planas del monte, parásito del Carihuairazo. Las pinturas No. 97 y 98
tal como se nos presentan en esta pintura, están nos ofrecen un ulterior esclarecimiento sobre la
cubiertas y niveladas por una espesa capa de to- estructura del Puñalica, como cono de erupción.
bas de cangagua y de piedra pómez y, por consi-
guiente, están caracterizadas por una gran unifor- Detrás del Carihuairazo aparece su vecino por la
midad topográfica recién en la región alta del pá- parte del sur, el Chimborazo, que en altura le sobre-
ramo se presenta el monte más o menos en su for- pasa con 1200 m., a unos 31 Km. de distancia desde
ma original; y ahí observamos, como de costum- el punto de ubicación que hemos escogido aquí.
bre, un gran número de lomas y crestas dispues-
tas en forma radial y separadas por quebradas y
valles que, sin embargo, de acuerdo con el traza- PINTURA 96
do llano general del edificio, aparecen muy pro-
longadas y con un suave declive. Las lomas del CINCO VISTAS DEL CARIHUAIRAZO
Carihuairazo ciertamente corresponden, en su
significado genético, exactamente a los cortos y 96.A. EL CARIHUAIRAZO VISTO DESDE EL SUR
escarpados contrafuertes que hemos observado
en el Cotopaxi, Quilindaña, y en muchos otros Ubicación: cerro Igno (cerro Amulá) a 3645 m. de
montes; pero se distinguen de las de éstos en que altitud, en la serranía de Yaruquíes, cerca de Rio-
no se interrumpen bruscamente en la dirección bamba. La distancia hasta el monte es de 32 Km.
de una estructura superior de tipo radial, sino En este croquis resalta, con especial claridad, có-
que más bien se yuxtaponen para apuntalar la mo la cima del Carihuairazo constituye un pica-
muralla circundante de una gran caldera de crá- cho abruptamente escarpado que se levanta en la

258
pared del circo formado por la muralla que cir- EL PUÑALICA
cunda el cráter.
UN CONO DE ERUPCIÓN EN LA LADERA ORIEN-
96.B. EL CARIHUAIRAZO VISTO DESDE EL ESTE- TAL DEL CARIHUAIRAZO
NORDESTE
El cerro Puñalica es un cono eruptivo de forma tí-
Ubicación: cumbre del Sagoatoa (4158 m.). Distan- pica; consta de un fundamento de material delez-
cia: unos 30 Km. nable y deja ver, hacia el sureste, una concavidad
en forma de chimenea de cráter, abierta lateral-
96.C. EL CARIHUAIRAZO VISTO DESDE EL NOR- mente (véase pintura 93). Hay campos de lava
DESTE que por todos los sitios y hasta una gran distan-
cia revisten la parte de la pendiente del Carihuai-
Ubicación: Pacopamba (3900 m.). Distancia: alre- razo que sirve de base al cono eruptivo98. En estos
dedor de 12 Km. campos de lava, y a pesar de la vegetación que los
cubre, ha quedado impresa, ya en grande, ya en
La pendiente externa noroccidental de la circun- pequeña escala, la naturaleza correntosa del ma-
valación de la caldera, a la luz del atardecer. terial derramado. Pero el derrame de estas masas
de lava no ha tenido lugar a través del cono erup-
96.D. EL CARIHUAIRAZO VISTO DESDE EL ESTE- tivo del Puñalica de 600 m. de alto, y se caracteri-
NORDESTE za más bien como un producto de la misma erup-
ción, debiendo su construcción a la viscosidad
Ubicación: En las cercanías del pueblo de Pasa, a del material, cuya expulsión ha sido el acto final
unos 3200 m. sobre el nivel del mar. La distancia de todo el proceso eruptivo. Todo el material
desde el monte es de aproximadamente 14 Km. eruptivo, en su amplia extensión periférica y en
su apilamiento hasta la altura del mismo monte
Este croquis nos muestra al Carihuairazo rodeado cónico debe ser considerado, por tanto, como
de páramos desolados. En primer plano vemos la producto de una única erupción. Con toda proba-
formación de toba que aflora en un alto paredón, bilidad se puede conjeturar que esta poderosa
como en el esbozo contiguo (E). erupción puede haber durado meses e incluso
años, y que ha estado en conexión directa con los
96.E. EL VALLE DEL RÍO AMBATO procesos internos del foco volcánico de los veci-
nos montes más antiguos, como el Carihuairazo,
En la falda norte del Carihuairazo, este valle ofre- el Chimborazo y el Igualata.
ce un ejemplo del espesor del depósito volcánico
de toba en esta parte del altiplano. En una exposi- La pintura 97.A nos muestra al Puñalica como un
ción de más de cien metros de altura, están aquí, cono truncado, cuya falda se extiende hasta muy
al descubierto, los paquetes multicolores acumu- lejos, principalmente hacia el oriente, también en
lados en posición casi horizontal. el flanco sur, que da hacia el espectador, tiene una
prolongación en forma de cúpula, llamada Gua-
Ubicación: junto a Ambato (2608 m.). gua-Puñalica. La superficie del declive del monte
es accidentada y sólo en la parte superior más

98
Lavas del Puñalica: No. 2795 – 2800.

259
empinada en el propio cono, parece alisada, debi- paralelas, emerge intensamente sombreado y en
do a la cubierta de escorias. En muchos sitios del medio de la pintura, el Puñalica. Muy al fondo se
monte hay derrumbos. Los croquis 97.B y 97.C distingue la cordillera de Píllaro, y a la derecha,
(copias de la pintura 98 y de una parte del pano- mucho más hacia delante, la ladera norte del ce-
rama VII), tienen por finalidad principal dar a co- rro Llimpi.
nocer al observador la posición del Puñalica con
relación a los montes circundantes. Sin embargo, 97.C. EL MONTE VISTO DESDE EL NORTE-NOR-
para lograr una representación correcta de la DESTE
magnitud y forma del Puñalica, de la disposición
de la apertura del cráter y de la extensión de sus Ubicación: cerro Putzulagua, 3515 m. junto a Lata-
campos de lava, cuya superficie parece estar ocu- cunga.
pada por todas partes por una especie de tolas, el
punto de ubicación más apropiado vendría a ser El Puñalica ocupa el centro de la pintura. A la de-
el cerro Llimpi, desde el Kuala sido trazada la pin- recha surge el Carihuairazo con su amplia calde-
tura No. 93. Al volver al estudio del Puñalica, en ra, y detrás el Chimborazo; a la izquierda del Pu-
esta pintura quisiéramos llamar la atención espe- ñalica está el Igualata, del cerro Llimpi está visible
cialmente sobre dos puntos: Según parece, ha te- solo una pequeña parte. El terreno desgarrado del
nido lugar un pequeño derrame de lava también primer plano pertenece principalmente a la for-
desde la apertura del cráter del Puñalica y, ade- mación de cangagua.
más, hay que mencionar una pequeña colina en
forma de boca, que en el declive oriental resalta
por su magnitud. PINTURA 98

EL PUÑALICA VISTO DESDE EL SUROESTE


PINTURA 97
EN LAS NIEVES DEL CHIMBORAZO A 5000 M.
TRES VISTAS DEL PUÑALICA DE ALTITUD

97.A. EL MONTE VISTO DESDE EL SUR La vista domina la ladera oriental del Carihuaira-
zo con el cono eruptivo Puñalica, una parte del
La localidad desde la que se ha trazado el esbozo cerro Llimpi y la cordillera de Píllaro.
es la hacienda Hatillo, que queda a 3314 m. sobre
el nivel del mar, en la falda sur del monte (682 m. Altitudes del Carihuairazo y de sus alrededores
bajo su cumbre) y cerca de la población de Mocha m.
(3284 m.).
Cumbre suroccidental del
97.B. EL MONTE VISTO DESDE EL SUROESTE Carihuairazo (T) 5106

Cumbre suroccidental del


Ubicación: la ladera sur del Chimborazo, a unos
Carihuairazo (T) 5072
5000 m. sobre el nivel del mar.
Límite inferior de la nieve en el lado sur 4675
El observador está en las nieves del Chimborazo.
Detrás de las faldas del Chimborazo y del Cari- Límite inferior de la nieve en el lado
oriental; pie del glaciar de Salazaca 4386
huairazo, que se extienden formando cuchillas

260
Límite inferior de la nieve en el lado norte, Pie del cono en el lado suroccidental 3829
pie del glaciar junto a Minas 4500
Carnero-yata, en el lado suroccidental 3775
Puntos de la pendiente exterior del monte, en
los lados sur y occidental Mocha, población 3284

Abraspungo, ensillada entre el Carihuairazo Quinchicoto, en el camino a Tisaleo,


y el Chimborazo 4392 rocas de lava del Puñalica 3412

Ovejería de Abras 4135

Cunuc-yucu, hato 3670


XXXI. EL CHIMBORAZO
Unión del río Blanco con Puca-yucu 3588
El Chimborazo, según las medidas trigonométri-
Oaca-yacu, puente de cangagua 3360 cas del señor Reiss, se eleva a 6310 m. sobre el ni-
vel del mar99. Su fama de ser el monte más alto de
Loma Yatzaputzan 3780
Sudamérica ha tenido que cederla, por cierto,
desde hace tiempo, al Aconcagua, que según los
Lado norte
últimos cálculos, le sobrepasa con 660 m.100, pero
Parte alta del camino de Cunuc-yacu a a pesar de eso, sigue siendo el más alto entre las
Ambato 3912 montañas volcánicas y, ciertamente, no sólo entre
las de Sudamérica, sino probablemente también
Parte alta del camino de Llangagua a Ambato 3868 entre las de toda la superficie terrestre.

Chicagua, hacienda 3419


Sin embargo, como estructura volcánica, el Chim-
Río Minas, nacimiento en el pie del glaciar 4304 borazo tiene solamente una altura de aproxima-
damente 2000 a 300 m., por lo tanto, como tal es
Río Minas en Toldorumi, fondo del hondón 4018 más pequeño que el Cotopaxi e incluso que el
Tungurahua. Ahora bien, el que su cumbre se ele-
Polvo-loma, entre Minas y Yanapiquil 4494
ve a una altura tan extraordinaria, se debe exclu-
sivamente a la elevada ubicación de su base no
Hondón de Yanapiquil 4185
Pilahuín, hacienda 3406 volcánica, sobre la cual se ha erigido el edificio
volcánico. Esta relación entre las dos formacio-
Pataló, aldea 3191 nes, que se hace patente de modo tan claro, sobre
todo precisamente en el Chimborazo, hace que el
Tisaleo, aldea 3318 monte sea mucho más interesante de lo que sería
solo por su altura.
Lado oriental y cerro Puñalica

Cumbre del Puñalica 3996 El Chimborazo es un monte aislado en todo su


contorno, pero se distingue de los demás montes

99
Según Bouguer y La Condamine, 6276 m.; según Jorge Juan y Antonio de Ulloa, 6587 m.; según A. Von Humboldt, 6530 m.; y según E. Whymper, 6262
m. (baróm. de mercurio).
100
La altitud del Aconcagua, según los cálculos realizados por el señor P. Güssfeldt en el año 1883, es de 6970 m. (Viajes en los Andes de Chile y Argentina,
Berlín, 1888, p. 147). La altitud del monte fue determinada por A. Pissis en 6835 m.

261
que también son aislados, en que sus pendientes En el panorama que se abre a la vista desde esta
hasta cerca del límite de la nieve son fácilmente ubicación, el Chimborazo atrae el más vivo inte-
accesibles por todos los lados; incluso pasan por rés por ser la estructura sobresaliente en todo el
ellas, casi en todas direcciones, caminos de herra- paisaje de la cordillera. Su nombre es también,
dura, de modo que aun la investigación geológica desde hace mucho tiempo, más famoso que el de
y el dibujo topográfico de este monte presentan cualquiera de los otros montes volcánicos de Su-
mucho menos dificultades que los de muchos damérica102.
otros volcanes del Ecuador.
Aquí vemos el lado oriental del Chimborazo, sin
nubes desde el pie hasta la cumbre. Su altura so-
PINTURA 99 bre Riobamba (2798 m.) es de 3512 m. y por tan-
to, la altura absoluta de su cumbre es de 6310 m.
EL CHIMBORAZO Y LA CIUDAD DE RIOBAMBA
VISTA DESDE EL SURESTE Desde el límite de la nieve, que sube y baja for-
mando dientes alargados hasta la cumbre suave-
La ubicación desde la que se ha trazado la pintu- mente abovedada, la altura de la capa de hielo
ra es la torre de la iglesia La Merced en Riobamba, puede estimarse como término medio en 1500-
a 2810 m. sobre el nivel del mar. La distancia has- 1600 m. No obstante, hay en el declive algunos si-
ta la cumbre del monte es de unos 30 Km. tios muy pendientes que a veces están sin nieve
hasta una altitud de 5800 m.; el hielo glaciar, en
Desde la torre de la iglesia de La Merced vemos, a cambio, baja en algunos sitios hasta los 4700 m.
través de una larga calle que lleva a las afueras,
las bajas casas y chozas de Riobamba, cubiertas Mientras que el lado occidental del Chimborazo
101
con tejas o paja . presenta una figura casi de cono, el lado oriental
que mira hacia nosotros ofrece la de un dorso in-
clinado oblicuamente, que a más de la cumbre

101
Las casas de Riobamba, con pocas excepciones, son de un solo piso, las más grandes encierran un patio cuadrangular, a cuyo alrededor va un corre-
dor cubierto. Generalmente carecen de ventanas, las puertas deben reemplazar a éstas y con tal fin se las mantiene abiertas. Todos los muros de
las casas, corrales y huertas suelen hacerse de tierra apisonada y se llaman tapiales. El techo se arma con tallos florales de la planta de cabuya, que
son suficientemente fuertes como para sostener incluso una pesada techumbre. Por sobre las casas se levantan árboles de sauce (Saliz Humboldtina
Willd) semejantes a los álamos. Hacia los lados crecen las copas de oscuro follaje del capulí (Prunns salicifolius) que se han plantado en gran número
junto a los sauces. El capulí es un cerezo silvestre; su fruto es semejante al de nuestro cerezo de monte. Pertenece a la más extendida especie de
árboles, y es uno de los pocos que se dan bien en el altiplano del Ecuador, y es muy apreciado por su madera fuerte.
Bajo el zaguán de una de las casas tiene su taller un carpintero y sus ayudantes: es un riobambeño, un cholo; es decir, uno de sangre mitad
india. Él contribuye a la escena del paisaje sin tener ciertamente conciencia de su grandiosidad. Las tablas cortas de madera de paccha, que
se apoyan contra el muro, han sido acarreadas desde una distante selva, a muchos días de viaje, sobre los lomos llenos de rozaduras de un
pequeño asno. No ha sido fácil conseguirlos porque se los ha preparado a golpe de hacha y no con una sierra.
La llama es, en cierto modo, un animal heráldico de Sudamérica. No puede faltar en un paisaje de Riobamba, dado que el límite norte de su
hábitat y de su empleo como bestia de carga rebasa sólo un poco la ubicación de la ciudad. En la arenosa altiplanicie está muy en su puesto,
estrechamente vinculada con la economía doméstica del indio. La carga que puede llevar sobre sus lomos en largas jornadas no puede pasar
de 25 kilos. Al igual que el camello, su pariente en el viejo mundo, aguanta la carga solo de mal humor y expresa su disgusto en tono lastimero.
La carga que lleva el indio a la ciudad, a lomo de llama, consiste generalmente en papas, habas, ullucas (Ullucus tuberosus Lozano) y otros fru-
tos de la tierra. El indio los cultiva en su propia chacra (pequeña propiedad de tierra) cuando pertenece al pequeño grupo de los que no están
en calidad de conciertos al servicio de una hacienda. En la mayoría de los casos habrá sido sólo encargado de la venta por el propietario. Vemos
aquí a las llamas cargadas con la jugosa y verde alfalfa (Medicagosativa) que constituye la más importante planta de forraje en una gran parte
de Sudamérica.
102
El Chimborazo es uno de los pocos montes importantes del Ecuador, cuyo nombre es de origen tan reciente que puede ser explicado con ayuda
de la lengua quechua. Cieza de León, que recorrió el altiplano a mediados del siglo XVI, debió de ser absolutamente el primer historiógrafo que
menciona este monte. Pero lo llama no Chimborazo, sino Urcolazo (Urcu-razu), "monte de nieve" catexonjén (Crónica del Perú, cap. 43). Por
otro lado, la etimología de la palabra encerrada en el actual nombre: chimbo, de chimpa (= frente a) tiene menor justificación que la suposición
de que por chimbo debe entenderse la provincia de Bolívar llamada antiguamente Chimbu (o más exactamente Chimpu), de donde el nombre
"Chimborazo" significaría nieve de Chimbo. (T. Wolf, Geografía y Geología del Ecuador, p. 62).

262
El Chimborazo y la ciudad de Riobamba. Punto de
observación: Torre de la Iglesia La Merced en Riobamba 2810 m.

1. El Chimborazo 6310 m.;


2. El Carihuairazo 5106 m.;
3. El Arenal, Paso del Chimborazo en el camino a
Guayaquil, 4281 m.;
4. Yanarumi;
5. Páramo de Puyal (no volcánico);
6. Abraspungo, Silla entre el Chimborazo y Carihuairazo,
4392 m.;
7. Cerro Cachaguay;
8. Aldea Licán, 2910 m.;
9. Yanaurcu de Calpi;
10. Falda del Cerro Igualata (monte volcánico);
11. Hacienda Chuquillo 3345 m. -- a. Loma de Catuj, punto
de mira para la figura 15.

263
principal, ostenta dos tramos en forma de escalo- de ella, hay grandes y pequeñas colinas aisladas o
nes. Por el norte (a la derecha) del Chimborazo, unidas en grupo. Son asimismo de origen volcáni-
se levanta el Carihuairazo (5106 m.). Ambos mon- co y, por cierto, verdaderos conos eruptivos co-
tes están unidos por una ensillada (4392 m.) que mo el cerro Yana-urcu de Calpi y el cerro Cacha-
lleva el nombre de Abraspungo. huay, o elevaciones nacidas por acumulaciones
de masas de lava o derramadas en forma de flu-
En el lado opuesto, la falda sur del Chimborazo li- jos. Es un terreno volcánico cerrado en sí y exter-
mita con el páramo de Puyal. Esta cadena muy namente independiente del Chimborazo.
prolongada consta esencialmente de viejas rocas
cristalinas. Acumulados en ella se encuentran, en Una colina de esta región se llama loma de Catuj
muchos sitios, restos de una capa de sedimentos (87 m. sobre Riobamba). Merece atención, por
de tipo nagelfluh, que en otros tiempos parecen cuanto ha sido escogida como punto de ubica-
haber tenido gran extensión. Actualmente, exis- ción para el trazado de la pintura 117, que hace
ten de esta capa nada más que algunas formacio- ver la cordillera oriental de Riobamba. Esta pintu-
nes rocosas, que sobresalen de las cuchillas del ra se complementa con la presente para formar
monte, en forma de islas. De estos conglomerados un panorama en el cual faltan, hacia el sur y el
consta el Yana-rumi (= piedra negra) que cae a pi- norte, solamente algunas partes no esenciales; a
co por todos sus lados, y que incluso desde Rio- saber, las que carecen de una verdadera serranía.
bamba es claramente visible.
A la derecha de la pintura, se introduce en el pa-
A través de la amplia ensillada entre el Chimborazo norama la prolongada falda del cerro Igualata. Es-
y el Yana-rumi, que en la pintura aparece de tama- te es una montaña volcánica aislada y de gran pe-
ño pequeño, el camino lleva en unos cuatro días a rímetro; su altura sobre Riobamba es de 1654 m.
la costa del océano Pacífico y al puerto de Guaya- Aquí la cumbre está cubierta de nubes.
quil. Es un camino de herradura de lo más fatigoso,
una dura prueba para la resistencia de las bestias La actual Riobamba es una ciudad nueva; sólo
de carga y de caballería. A los 4281 m. cruza el pun- han transcurrido cien años desde su funda-
to más alto y a la vez un desierto arenoso que cues- ción. La antigua Riobamba (Riobamba viejo)
ta varias horas atravesar y que, a causa de sus con- quedaba a unas dos horas de camino hacia el
diciones climatológicas rigurosas, es temido tanto occidente, pero no en una explanada libre, sino
por los indios que van a pie, como por los viajeros en una depresión en forma de valle, y rodeada
bien asesorados. No obstante, este camino de he- de lomas y montes; fue destruida por el gran te-
rradura se llama camino real, el único camino utili- rremoto de 1797, cuyo recuerdo estaba todavía
zado que une el altiplano desde Ecuador hasta Co- fresco cuando Humboldt, sólo seis años más
lombia, con el mundo civilizado allende el océano, tarde, visitó la región y dio cuenta de los horro-
y sólo por seis meses al año, porque cuando co- res del fenómeno, de acuerdo a las declaracio-
mienza la época de invierno en la pendiente occi- nes de los habitantes autóctonos. Algunas rui-
dental de la cordillera de Chimbo y convierte en lo- nas todavía se conservan en aquel sitio. Por la
dazales grandes trechos del camino, queda comple- misma ubicación que había tenido la ciudad se
tamente cerrado para el tráfico comercial, durante puede concluir que el número de sus habitan-
la otra mitad del año. tes era menor que el que tiene ahora (de 7000
a 8000) la nueva Riobamba (Riobamba nuevo).
Entre la ciudad de Riobamba y el pie del Chimbo- De todos modos hay que señalar que según las
razo, en dirección de la ancha carretera que sale tradiciones que recogió Humboldt, debieron

264
haber encontrado la muerte por la catástrofe, racanado levanta las finas partículas de polvo a
en la misma ciudad de Riobamba, 40.000 per- una gran altura, y las capas de aire saturadas de
sonas. Sin embargo, el señor doctor Teodoro ellas producen probablemente una refracción de
Wolf ha podido demostrar, con autenticidad, a los rayos, tal como lo hacen las capas de niebla;
base de los archivos de Quito, que este núme- es decir, que los objetos distantes, que bajo con-
ro corresponde a un cálculo demasiado alto y diciones apropiadas se ven a través de una atmós-
que los 40.000 muertos se reducen a 2036 e in- fera llena de polvo, aparecen elevados. En el
cluso que éstos no corresponden exclusiva- Chimborazo se puede hacer esta observación no
mente a la ciudad, y más bien se distribuyen raras veces y sobre todo en los meses de junio, ju-
en toda la provincia. lio y agosto, en la época seca y de fuertes vientos.

Además del Chimborazo constan, en el campo La cubierta de nieve del Chimborazo, al tiempo
de visión de la pintura, los siguientes puntos: del trazado de esta pintura, se hallaba reducida;
el Carihuairazo; el Arenal, paso del Chimbora- el Carihuairazo está cubierto de nubes; en cam-
zo en el camino a Guayaquil (4281 m.); el Yana- bio, el cerro Igualata deja ver su cumbre achata-
rumi (rocas conglomeráticas, 4156 m., al sur da; y el páramo de Puyal permite apreciar la gran
del paso del Chimborazo); una parte del pára- extensión longitudinal que le es propia.
mo de Puyal; Abraspungo, ensillada entre el
Chimborazo y el Carihuairazo, (4392 m.;) los
pequeños conos eruptivos Cachahuay y Yana- PINTURA 101
urcu de Calpi; la aldea Licán; la loma de Catuj,
punto de ubicación desde el que se trazó la EL CHIMBORAZO Y LA CUENCA DEL RÍO CHI-
pintura 117; y, la falda sur del Igualata. BUNGA

VISTA DESDE EL SURESTE


PINTURA 100
Localidad desde la que se ha trazado la pintura:
EL CHIMBORAZO, VISTO DESDE EL SURESTE cerca de Riobamba, a 2650 m. sobre el nivel del
mar. La distancia desde la cumbre del monte cu-
La ubicación desde la que se ha trazado la pintu- bre aproximadamente 32 Km.
ra se halla a unos dos o tres kilómetros al este de
Riobamba, más o menos a 2820 m. sobre el nivel Esta pequeña pintura tiene por finalidad no tanto
del mar. La distancia desde la cumbre del monte poner de relieve la fisonomía del Chimborazo co-
es de aproximadamente 32 Km. mo montaña volcánica, sino más bien dar una im-
presión panorámica global. Un agradable primer
El Chimborazo aparece aquí particularmente ma- plano y un sereno cielo vespertino hacen que el in-
jestuoso; parece más alto y más escarpado que en tento aparezca digno de aplauso. El fondo de la pin-
las otras pinturas que lo representan por el mis- tura lo ocupa únicamente el Chimborazo; el primer
mo lado. En efecto, el pie del monte está cubierto plano, el río Chibunga, del cual se provee de agua
por una densa nube de polvo; por eso, la vista toda Riobamba. El Chibunga es de los pequeños
pierde la justa apreciación de la extensión de su ríos de montaña que de ordinario son fácilmente
base hacia abajo y la agranda involuntariamente vadeables, pero que de súbito pueden crecer tre-
hasta la zona libre de polvo. Otro hecho podría mendamente. En el ancho cauce del río, se han
además favorecer ahora esta ilusión. El viento hu- ocupado parte de sus terrenos para dedicarlos al

265
cultivo; indudablemente con el peligro de que Chimborazo. Siempre se puede distinguir la nieve re-
después de una lluvia excepcionalmente fuerte en cién caída en el trazado horizontal uniforme del lími-
la zona de sus fuentes, éste haga valer nuevamen- te inferior. En los Andes es un fenómeno muy común
te todos sus derechos en su cauce y destruya par- el que entre dos montes que están muy cercanos so-
cialmente o por completo las tierras productivas. lamente uno se vea afectado por una tormenta de nie-
ve, quedando el otro libre de ella.
Por la facilidad de irrigación, se han cultivado
campos de alfalfa muy junto a la corriente. Pero Fuera de esto, el punto de observación ofrece una
esto no sin trabajo porque la capa de humus ha vista de la llanura de Riobamba, del cono volcáni-
tenido que levantarse artificialmente sobre el es- co del Calpi y del verdoso cauce del río Chibunga
téril terreno de cantos rodados, trayendo tierra que va formando grandes vueltas.
desde sitios distantes, en canastas o costales.
El primer plano lo ocupan campos y potreros con
ganado pastando en ellos; pertenecen a la hacien-
PINTURA 102 da Guayllabamba.

EL CHIMBORAZO Y EL CARIHUAIRAZO
PINTURA 103
VISTA DESDE EL SURESTE
EL CHIMBORAZO VISTO DESDE EL SURESTE
La localidad desde la que se ha trazado la pintura
es la hacienda Guayllabamba al pie de la cordille- La localidad desde la que se ha trazado la pintura es
ra oriental, a 2957 m. sobre el nivel del mar. la hacienda Zobol, a 3272 m. sobre el nivel del mar.
La distancia hasta la cumbre es de unos 12 Km.
La vista de los montes es casi la misma que en la gran
pintura No. 99, sólo que la distancia es más conside- En los meses de junio, julio y agosto (el tiempo se-
rable, y en vez de 30 Km., es de cerca de 43 Km., y el co, el llamado verano), la cordillera occidental de
punto de observación queda unos 150 m. más alto. Riobamba, y sobre todo también el Chimborazo,
suelen presentar una mínima cobertura de nieve,
El Chimborazo y el Carihuairazo muestran aquí mientras que toda la cordillera oriental se ve, preci-
una parte de su lado sur con la intensa ilumina- samente entonces, afectada con frecuencia por tem-
ción que cae muy inclinada desde el occidente, pestades y tormentas de nieve. Y esta diferencia de
mientras que ambos montes, en aquella otra pin- clima se hace ostensible en masas montañosas que
tura, están totalmente alumbrados por el sol que apenas distan entre sí unos 45 Km., en la dirección
aún está al oriente pero todavía alto. El relieve del del viento del oriente, dominante durante el verano.
Chimborazo resalta más vivamente con la luz del Este viento frío del oriente, que muchas veces bra-
atardecer, por la sombra de gran parte de su su- ma con violencia tormentosa en torno del Chimbo-
perficie nevada; en el Carihuairazo, en cambio, razo y de su vecino Carihuairazo, impide la forma-
brilla a plena luz la ancha falda nevada que mira ción y acumulación de masas de nubes pesadas
hacia el sur. que, de no ser así, privarían al monte de la acción de
los rayos del sol, como sucede casi siempre. En es-
La cubierta de nieve del Carihuairazo, en compara- ta temporada el monte se muestra a la vista duran-
ción con la primera pintura, ha crecido en extensión te todo el día en su plena grandiosidad; el viento y
debido a una nevada local a la que ha escapado el el sol combinados consumen entonces sus nieves.

266
Chimborazo y Carihuairazo. Punto de observación:
Guayllabamba al pie de la cordillera oriental 2957 m. sobre el
mar.

1. Chimborazo 6310 m.;


2. Carihuairazo 5106 m.;
3. Abraspungo 4392 m.;
4. Arenal 4281 m.;
5. Yanarumi;
6. Riobamba 2798 m.;
7. Río Chibunga;
8. Cerro Cachahuay 3001 m.;
9. Cerro Cuicui 3715 m.;
10. Cerros de Calpi;
11. Hacienda Chuquiboquio 3345 m.;
12. Igualata;
13. Cerros de Yaruquíes;
14. Quebrada Ulpan;
15. Desfiladeros de la cordillera oriental;
16. Potreros (Weideplätze).

267
No faltan tampoco precipitaciones en el verano, En los días claros, las cumbres nevadas de los al-
pero sólo pueden recubrir la roca por unas po- tos Andes, muchas veces parecen estar realmente
cas horas, bajar, nivelando el límite de la nieve, a la mano del observador que se halla cerca del lí-
y devolver su reluciente blancura a la superficie mite inferior de la nieve, pero no por eso debe de-
que se ha vuelto de color rojizo o café sucio de- jarse engañar sobre la verdadera distancia y so-
bido al polvo que se le ha pegado. bre la diferencia de nivel que hay que tomar en
cuenta.
La presente pintura nos ilustra la cubierta de nie-
ve en su mínima extensión. Al mismo tiempo, re- Para subir desde una altitud de 5000 m. a una de
salta nítidamente en ella el límite hasta el cual la 600 m., y volver al punto de partida en los Andes,
vegetación reviste las rocas y con ello las protege incluso un ascensionista muy experto necesita
considerablemente de la erosión. Toda la falda por lo menos una marcha fatigosa de 7 a 8 horas.
sur y oriental del monte, tanto por la monótona La diferencia de altitud entre Calpi y la cumbre
vegetación de hierba, como por la configuración del Chimborazo pasa de los 3000 m., sin tomar ab-
del suelo que carece de disposiciones notorias, es solutamente en cuenta la considerable distancia
de una desolación fatigosa. horizontal entre los dos puntos.

La hacienda Zobol queda cerca de Calpi (3131 La misma experiencia hicieron Boussingault y
m.), sitio desde el cual Alexander von Humboldt Hall en su tentativa del 16 de diciembre de 1831104,
emprendió una ascensión al Chimborazo el 23 de y también Julio Remy y Brenchley, el 3 de noviem-
103
junio de 1802 . La elección de este punto de par- bre de 1856105.
tido no fue feliz, y apenas si pudo darle a él y a sus
compañeros Bonpland y Carlos Montúfar, la espe- La primera ascensión preparada sistemáticamen-
ranza de alcanzar su meta, la cumbre principal te la emprendió el señor Edward Whymper, quien
del Chimborazo puesto que la distancia, como se alcanzó la cumbre del Chimborazo el 4 de enero
puede ver ya en la pintura misma, es demasiado de 1880, y él mismo llevó a cabo una segunda as-
grande como para hacer posible recorrer el cami- censión, que no fue menos exitosa, el 3 de julio
no hasta la cumbre en un mismo día. del mismo año106.

Los intentos que en tiempos anteriores han hecho


viajeros particulares de llegar a las cumbres más al- PINTURA 104
tas de los Andes, ofrecen un testimonio —y en esto
no constituye una excepción el intento de Humboldt EL CHIMBORAZO VISTO DESDE EL SUR
de subir al Chimborazo— de que los que empren-
dieron tales expediciones menospreciaron demasia- La localidad desde donde se ha trazado la pintura
do las dificultades que se oponen a su realización. es una colina del Tambo de Totorillas (3910 m.), al
sur del camino que lleva de Guayaquil a Quito. La

103
Anuario astronómico Schumacher para 1837, p. 176-206. Anales Berghaus, Tercera Serie, III, 199-216. Escritos breves de A. von Humboldt, I,
133. Sobre un hecho humorístico poco conocido de la vida de Humboldt con respecto a su ascensión al Chimborazo, refiere H. Berghaus.
Epistolario de A. von Humboldt con Heinrich Berghaus, de los años 1825 a 1858. Tom. 2, p. 212
104
Viajes científicos a los Andes Ecuatoriales, etc. Por M. Boussingault y Roulin. Traducido por J. Acosta, París, 1849, p. 205. Escritos breves
de Humboldt, p. 157.
105
Account of the Journey of Messrs. Remy and Brenchley, publicado en Hooker´s Journal of Botany and Kew Gardens Miscellany, vol, IX, 1857,
p. 143-148. Reimpreso en el Alpine Journal, mayo 1881, No. 72, p. 227, por Edw. Whymper.
106
Travels amongst the Great Andes of Equator, por Edward Whymper, Londres, 1892, p. 41-80 y 320-334.

268
distancia hasta la cumbre del monte podría ser de PINTURA 105
no más de 7 Km.
EL CHIMBORAZO Y EL CARIHUAIRAZO,
Este croquis a color nos presenta al Chimborazo VISTA DESDE EL NOROCCIDENTE
no ciertamente de una forma que sea característi-
ca de su estructura volcánica, pero sí sirve para La localidad desde la que se ha trazado la pintura
incluirse en las reproducciones del Chimborazo. queda cerca de la hacienda Cunuc-yacu, a unos 3800
Es la visión del famoso monte que se presenta a m. sobre el nivel del mar, y la distancia hasta la cum-
todo viajero que se propone recorrer, desde la bre del Chimborazo es, desde aquí, de apenas 15 Km.
costa del océano Pacífico, el largo y tremenda-
mente fatigoso camino hacia el altiplano del Ecua- En esta pintura el Chimborazo presenta al observa-
dor. El solitario refugio llamado Tambo de Totori- dor su flanco noroccidental, y el Carihuairazo, su la-
llas queda ya en el lado del paso del Chimborazo, do occidental; mientras éste queda todavía a plena
de 4281 m. de altitud, que mira al altiplano; y si luz del sol, que va cayendo a media tarde, sobre el
bien no puede ofrecer al viajero sino un techo Chimborazo se extienden las primeras sombras. Los
protector en caso de tempestades y temporales, dos montes, vistos desde este punto, se alzan sobre
puede también ser usado en otras condiciones una base común, y sus pendientes cubiertas de es-
climáticas para un corto descenso. combros y vegetación se compenetran tan íntima-
mente que no se puede trazar con claridad un límite
Vemos delante al Chimborazo, sin nubes, como que los divida. Abraspungo (4392 m.) es el punto
suele estar las más de las veces en las primeras más bajo de la ensillada, y es un paso que con razón
horas de la mañana. Son más o menos las 7, el sol es temido a causa de sus borrascas. En el lado norte
está todavía tan bajo que sus rayos solamente ilu- del Chimborazo, el límite de la nieve queda más alto
minan las cuchillas y lomas más salientes del de- que en cualquier otro volcán, pues en los abruptos
clive cubierto de glaciares. rodaderos de escombros y escorias de Puca-huaico
se puede subir por algunos sitios hasta más arriba
La diferencia de alturas entre el Tambo y el límite de los 5000 m. sin pisar la nieve. Esto tiene como cau-
inferior de las nieves perpetuas es de 700 a 800 m. sa principal la conformación externa del monte, en
y la temperatura anual media del Tambo es de cuya estructura por este lado forma parte esencial
6,5° C. A la colina aislada que está en primer pla- un material constituido de escorias. Aquí han tenido
no, de unos 200 m. de altura, se la podría conside- lugar, antiguamente derrumbos en gran escala y se
rar fácilmente como una masa rocosa solitaria, han formado pendientes muy abruptas en las que di-
pero en realidad no lo es; forma más bien el últi- fícilmente pueden sostenerse la nieve y los hielos.
mo miembro de la larga cadena que con fuerte Todavía hoy se dan desprendimientos secundarios y
pendiente llega a las propias faldas del Chimbora- caídas de rocas menores que descubren así aflora-
zo. El pequeño valle pantanoso, a la derecha de mientos recientes de lavas de escorias rojas, cafés y
esta cuchilla, se llama Curipoquio. amarillentas que se encuentran hasta los 5800 m. de
altitud y se ven asomar bajo blancos de hielo azul
translúcido, con enormes cortes verticales107. Un es-
cenario de rocas y hielos, como el que presenta jus-
tamente en estos sitios el Chimborazo y desde don-

107
Rocas del Chimborazo: No. 2811 – 2991.

269
de, al mismo tiempo, cae la vista a las profundas y Esta pintura no nos presenta, ciertamente, al Chim-
abigarradas grietas del Puca-huaico, no podría borazo en toda su grandiosidad, como el nevado más
ser fácilmente superado en grandiosidad, y re- alto de la parte norte de Sudamérica, pero desde el
compensa ampliamente la fatiga causada por la punto de vista geológico, pertenece a las pinturas
ascensión. Incluso desde una gran distancia, el más instructivas de la colección.
derrumbo de Puca-huaico atrae sobre sí la aten-
ción; claramente se lo distingue hasta desde la ci- En la apreciación y descripción científica de una mon-
ma del Pichincha (véase pintura 107.B). taña volcánica entran en consideración no solamen-
te su magnitud y su forma, así como el material de
Una visión especialmente pintoresca ofrece también que está hecha, sino, ante todo, la base sobre la cual
el Carihuairazo en la presente pintura. La extensión se levanta. Pero sólo en casos aislados estamos en ca-
de su cubierta de nieve es mayor de lo que se debe- pacidad de mirar esta base expuesta ante nuestros
ría suponer por la altura del monte y, al mismo tiem- ojos. El Chimborazo se cuenta entre los pocos volca-
po, sorprende la configuración peculiar de su cum- nes en los que se da esta posibilidad. Aquí, y no en la
bre principal, que reluce en su alto casquete neva- altura y forma de su estructura, está el punto central
do, así como la intersección que éste sufre debido a del interés. El dibujo que tenemos delante nos da a
la prolongada línea de nieve del declive externo de conocer la relación que el volcán Chimborazo guarda
la caldera, la cual podemos observar desde aquí. con su base no volcánica.

En la pintura se han señalado, con números, los Nuestro punto de observación se encuentra en una
siguientes nombres: Río Blanco; Yana-urcu; Paila- llanada a pocas horas de camino a Guaranda, la capi-
uchu; Abraspungo, (4392 m.;) Yana-jaca; Arenal del tal de la provincia de Bolívar, y cerca de la población
Polvo, (4289 m.;) Dolicocha-hondón (?), (4916 m.) de Guanujo. La cadena que se extiende ante nosotros,
1. Estación de las bestias de cabalgadura, (4862 m.;) es la serranía de la Calera, parte del páramo de Puyal,
2. el sitio más alto libre de nieve, (5039 m.;) 3. la misma cadena que podemos ver desde Riobamba
cumbre dominada por A. Stübel el 5 de julio de (pintura No. 99) y todavía mejor desde la altura de
1872, (5810 m.) (camino punteado de rojo); Lla- Tusapalang (pintura No. 115); aquí la vemos desde su
ma-corral; Puca-huaico; Arenal grande (Salinas- lado occidental, mientras allá presentaba su lado
ña), (4415 m.;) Poquios grandes de Totorillas, oriental. Esta cadena, cuya altitud media puede calcu-
(4032 m.;) Pacopamba, (3990 m.) larse en 4000 m. está compuesta de diabasas, diori-
tas, porfiritas y sedimentos de la formación cretácea;
y por el lado occidental, que mira hacia nosotros, cae
PINTURA 106 abruptamente, mientras que hacia oriente desciende
en lento y suave declive hasta las terrazas que dan al
EL CHIMBORAZO Y SUS BASES, VISTOS DESDE valle del Chambo y que quedan más o menos a igual
EL OCCIDENTE altura que nuestro punto de observación108.

La localidad desde donde se ha trazado la pintura es El mismo Chimborazo, visto desde aquí, semeja un
el Tambo de Pucará (Llilli-ucu), a 3024 m. sobre el ni- monte cónico de figura regular sobre una alta meseta
vel del mar, junto a Guanujo, cerca de Guaranda. La y cuya cubierta de nieve llega casi hasta su base. La
distancia hasta la cima del monte es de 22 Km. altura del cono es de unos 2300 m. Pero la distancia

108
Rocas de la cordillera occidental no volcánica: No. 3827 - 3919.

270
que hay todavía entre el límite inferior de la nieve y la mo en el caso del Cotopaxi y el Tungurahua. El Chim-
propia base del monte (500-800 m.) se puede ver muy borazo no ha demostrado actividad volcánica en
bien por las pinturas que, como las de los No. 104 y épocas históricas. En comparación con las demás
105, han sido trazadas en la misma meseta. De todos grandes montañas volcánicas del Ecuador, su edificio
modos, el hecho de que el Chimborazo no tenga una parece muy uniforme. No se ve que haya que distin-
forma cónica perfecta, sino que presente un dorso guir en él una estructura basal y una superior en la
alargado en dirección suroccidental-nororiental en misma forma en que se hizo, por ejemplo, en el Sin-
una línea de cumbres con tres cúpulas redondeadas, cholagua, Iliniza, Quilindaña, Cotacachi y Cayambe,
lo han demostrado suficientemente las pinturas ante- monte éste con el cual presenta cierta semejanza en
riores. En el dibujo que tenemos ahora miramos es- cuanto a su configuración a manera de dorso. No se
tas cumbres en un escorzo lateral casi perfecto y, por ven, en una escala correspondiente, quebradas pro-
ello, se explica la apariencia de cono del monte. fundas que arranquen de la región de las nieves y di-
vidan el cuerpo inferior del monte en grandes seccio-
Pero mientras vemos aquí que la base del monte se nes separadas, y mucho menos contrafuertes con ci-
halla a una altitud de más de 4000 m., recordamos mas independientes. A esto se debe que el Chimbora-
perfectamente que sus faldas bajan, por el lado suro- zo, más que ninguna de las otras montañas volcáni-
riental, en la llanura de Riobamba, a un nivel mucho cas del Ecuador, dé la impresión de haberse origina-
más profundo. Esto resalta con claridad sobre todo do de una efusión, impresión que se acrecienta aún
en el panorama que fue diseñado en la loma de Tusa- más por cuanto la roca derramada aflorante predomi-
palang (en la ladera del Altar), en el que vemos el ex- na en medida significativa sobre las acumulaciones
tremo de un flujo de lava que empieza en las faldas de productos eruptivos sueltos. Pero tampoco care-
del Chimborazo, en la parte plana del valle de Guano, ce el Chimborazo de un valle lo suficientemente pro-
a unos 2600 m. de altitud. De esta notable diferencia fundo como para deducir de ello las condiciones de
de nivel (aproximadamente de 1400 m.) entre la falda depositación de los paquetes de roca en el interior
suroriental y la noroccidental del Chimborazo, en del monte. Junto al corte en forma de derrumbo del
unión con el hecho de que la base no volcánica, tal Puca-huaico, en el lado norte del Chimborazo, que
como nos lo muestra la presente pintura, sube en el conocemos por la pintura 105, el remate alto y cóni-
lado occidental por lo menos hasta los 4000 m., po- co del edificio del monte tiene también en su lado oc-
dríamos sacar la conclusión de que el edificio volcá- cidental un segundo corte que se adentra profunda-
nico del Chimborazo se levanta sobre un basamento mente en la masa de la estructura y, por cierto, se ven
inclinado, y que la inclinación de este basamento ha ahí expuestos, paquetes de lava de espesor y exten-
sido probablemente la causa de la expansión del sión muy extraordinarios. La presente pintura nos da
monte en forma de dorsos. justamente una visión de esta parte, quizás la más no-
table de todo el declive del Chimborazo. Casi hacia la
La formidable masa eruptiva del Chimborazo no en- cumbre se observan los cortes verticales de los pa-
cierra ningún cráter y parece incluso que no puede quetes de roca que se presentan como negras franjas,
comprobarse la extensión de una depresión del crá- crestas, gradas y frontones cubiertos por casquetes
ter que, después de la formación completa del mon- de nieve y hielo de blancura resplandeciente. Contri-
te, haya podido servir de mediación para alguna acti- buyen especialmente a destacar el relieve de este
vidad eruptiva y para una comunicación con el origi- flanco, la proyección de sombras azulinas de las mu-
nal foco volcánico del Chimborazo. Pero si hubiera rallas y protuberancias nítidamente perfiladas duran-
tal depresión, sepultada bajo las gigantescas masas te una mañana soleada. Con la misma claridad, con
de hielo que coronan el macizo, sus dimensiones no que desde las crestas del Pichincha se puede recono-
estarían en igual relación con la altura del monte co- cer el blanquecino Puca-huaico, se distinguen, desde

271
Guayaquil, los negros paquetes de roca que forman la altiplano del Ecuador. Este camino de herradura
armazón de la cúpula nevada del Chimborazo. muy intensamente frecuentado, y sus ramificacio-
nes, están señalados, en el dibujo con líneas de
La pendiente occidental del monte que da hacia puntos de color rojo. Los puntos más conocidos de
Riobamba, cayendo con el declive relativamente este camino, que con una buena mula se puede re-
suave (véase pintura No. 99 y 115), llama la aten- correr desde Guaranda hasta el arenal, en 6-8 ho-
ción por su superficie ondulada. Estas ondulacio- ras, son los siguientes: Guaranda, 2668 m.; puente
nes y lomas se deben a la superposición de flujos del río Llangama, 2538 m.; casas de Casipamba,
de lava, como los que hasta el día de hoy se en- 2794 m.; hacienda el Pongo, 3002 m.; Chibucu, 3244
cuentran en los volcanes, y ni siquiera una densa m.; Tambo de Yana-urcu, 3680 m.; Tambo de la En-
capa de humus con mucha presencia de hierba ha sillada, 3745 m.; Travesía de Mulanga; El Excomul-
podido ocultar aquí las formas peculiares de un gado; Travesía de Panza, 4124 m.; y el punto más al-
terreno de masas de roca derramada. to del arenal, 4281 m. Otro camino menos incómo-
do pero más largo, entre los puntos mencionados,
La presente pintura, en la cual vemos el edificio vol- lleva desde el arenal, a lo largo de la base del Chim-
cánico del Chimborazo levantado al borde de una al- borazo, directamente a la llanura de Guanujo.
ta meseta compuesta de tipos antiguos de roca no
volcánica, nos plantea todavía otra cuestión de pro- La cadena aparentemente baja, que a la izquierda de
fundo interés: la relativa a los cambios que pudo ha- la pintura corre desde el Chimborazo hacia el noroes-
ber sufrido la configuración externa del terreno debi- te, es conocida con el nombre de Leigua, y parece, al
do a los influjos meteorológicos desde la época del menos en su parte superior, de naturaleza volcánica
nacimiento del Chimborazo. En lo esencial, esto se porque en distintas cumbres, hasta en la proximidad
responde partiendo del grado de los cambios que el de Salinas y Simiatuc, por ejemplo en el cerro Capa-
mismo Chimborazo ha sufrido en la configuración de dia, en el cerro Gavilán, en el cerro de la Torre y otros
su superficie. Pero al deducir la naturaleza de dicha más, se han identificado andesitas típicas109.
configuración basándonos en nuestras observacio-
nes, apenas si podemos inclinarnos a creer que la
imagen del paisaje que hoy se descubre ante noso- PINTURA 107
tros, haya cambiado hasta en sus rasgos topográficos
fundamentales. La base sobre la cual se eleva el TRES VISTAS DEL CHIMBORAZO
Chimborazo, así como la cadena de la serranía de la
Calera, que se une a él por el sur, debieron por tanto, 107.A. EL MONTE VISTO DESDE EL NOROCCI-
ya cuando se produjo la primera irrupción de la ma- DENTE
sa eruptiva, haber tenido, en general, una disposición
semejante a la actual. Nuestra ubicación se encuentra en el camino de
Salinas a Guaranda, a unos 3600 m. de altitud y a
La serranía de la Calera que puede ser considera- una distancia de aproximadamente 20 a 22 Km. de
da como una parte del páramo de Puyal, muy ex- la cumbre del monte.
tendida hacia el sur, permite la subida al paso del
Chimborazo (4281 m.), que debe ser transpuesto El Chimborazo se nos muestra aquí en forma
cuando, viniendo desde la costa, se quiere llegar al de cono muy regular y con su revestimiento de

109
Rocas: No. 2992 - 3020.

272
El Chimborazo. Punto de observación:
Lado oriental de Riobamba 2820 m. sobre el mar

1. Chimborazo 6310 m.;


2. Chimborazo (con nubes);
3. Paso del Chimborazo, Camino a Guayaquil, 4281 m.;
4. Páramo de Puyal;
5. Cerros de Yaruquíes;
6. Cerro de Cuchahuay;
7. Riobamba 1789 m.;
8. Cerro Igualata 4452 m.;
9. Cerros de Calpi. - a. Torre de la Iglesia La Merced. Punto
de mira para la figura 6.

273
nieve, que sólo en pocos sitios permite aflorar la negras franjas, atraviesan las masas de nieve del
negra roca. Del gran corte del lado occidental, monte, precisamente en este lado, como lo he-
con sus gradas de ventisqueros y sus largas fran- mos visto.
jas de roca, que nos hizo ver la pintura No. 106,
sólo es visible una pequeña parte (muy a la dere- En primer plano corre el río Guayas; frente al ob-
cha de la pintura). servador queda la hacienda Durán.

107.B. EL MONTE VISTO DESDE EL NORTE

Ubicación: En el Pichincha, en la hondonada de APÉNDICE


Verdecuchu (pintura 12.A). Aun cuando la distan-
cia desde aquí hasta el Chimborazo es de no me- PINTURA 108
nos de 147 Km., se distingue todavía claramente,
en el declive norte de su cono de nieve, el corte UNA SALINA EN LOS ALTOS ANDES DEL ECUA-
rojo amarillento del derrumbo de Puca-huaico DOR
(pintura 105). En primer plano se hallan los mon-
tes Atacazo, Corazón e Iliniza. Las fuentes salinas brotan en el basamento del
Chimborazo, a una altitud de 3500 m. sobre el ni-
107.C. EL MONTE VISTO DESDE EL OESTE- vel del mar.
SUROESTE
La obtención de la sal se hace por evaporación,
Ubicación: Guayaquil, al nivel del mar. conduciéndose el agua salina por muchos canales
pequeños en zigzag, sobre el suelo nivelado del
La diferencia de altura, desde aquí hasta la cumbre declive del monte. Las parcelas así formadas se
del Chimborazo cubre, por tanto, todos los 6310 m. llaman chacras de sal y pertenecen a diversos pro-
de su elevación vertical, para la cual, por cierto, hay pietarios, los cuales sacan un modesto ingreso
que tomar en consideración, en la apreciación del con la venta de su impuro producto a los indios
efecto visual, una distancia horizontal de 133 Km. Si pobres. Como las fuentes llevan, al mismo tiempo,
estas dos cifras fueran perfectamente exactas, el án- cal ferruginosa, ésta forma concreciones en el
gulo de altura hasta la cumbre del Chimborazo se cal- suelo de las chacras y presenta un colorido ama-
cularía en 2°, 42´, 59´´ . Ciertamente, sólo pocas rillento rojizo.
regiones de la Tierra ofrecen una vista como esta,
pero desgraciadamente, la envidia de las nubes la Localidad desde la que se ha trazado la pintura:
dejan al descubierto sólo raras veces y eso duran- población de Salinas, a 3543 m.
110
te los seis meses de la estación seca .
Altitudes del Chimborazo y de sus alrededores
m.
Desde Guayaquil tenemos ante nosotros la parte
del cono del Chimborazo que nos presentó la pin- Cumbre principal del Chimborazo,
tura No. 106, y podemos distinguir incluso estan- su cúpula oriental (T) 6310
do en el río Guayas, los listones de roca que, cual

110
Durante mi estadía de 22 días en Guayaquil (del 27 de septiembre hasta el 18 de octubre de 1874), el Chimborazo se vio una sola vez y,
por cierto, no por más de una media hora, poco antes de la caída del sol.

274
Cumbre principal del Chimborazo,
su cúpula occidental 6269 Lado oriental

Límites de la nieve en el Chimborazo Chacpoquio, comienzo de los escombros


glaciares 4516
El sitio más alto libre de nieve del lado
norte (coronado el 5 de julio de 1872) 5810 Tulituli, comienzo de los escombros
glaciares 4388
Límite inferior de la nieve del lado norte,
en la loma de Llamacorral 5039 Angamachai-hondón 4396

Límite inferior de la nieve en el lado norte, Piliscocha 4108


en el hondón del Llamacorral 4862
Yanamachai-hondón 4278
Límite inferior de la nieve en el lado norte,
en el hondón de Dolicacha 4916 Yanacocha 4074

Límite inferior de la nieve en el lado sur, Rayoloma, pie 3966


en Curiquingue-loma 4763
Llano de Gualampuz 3866
Límite inferior de la nieve en el lado sur,
en Ñuñu-loma 5052 Culebrillas, tambo; camino a Guaranda 3663

Pie del glaciar en el lado sur, en Razu- Chuquipoquio, tambo; carretera 3604
surcuna de los Guarandeños 4743
Chuquipoquio, hacienda 3345
Pie del glaciar en el lado oriental,
en Tulituli 4616 Sanancajas, ensillada entre el Chimborazo
y el Igualata 3607
Límite inferior de la nieve en el lado
oriental en Yana-Machai 4550 San Andrés, aldea 3076

Pie del glaciar en el lado oriental, Guano, pueblo; extremo del gran
en Chacpoquio 4714 flujo de lava 2735

Lado norte Lado sur

Llamacorral, en el punto más alto Hondón de Puzil 4797


accesible a caballo 4862
Chinigua 4596
Guagua-yacu-pamba 4436
Quimsa-poquios 4051
Abraspungo, ensillada entre el Chimborazo
y el Carihuairazo 4392 Quebrada Trasquilas, camino a
Guaranda 3775
Arenal del polvo 4289
Totorillas, tambo 3910
Unión de Moya y Puca-yacu 4051
Sesgón, tambo 3520
Poquios del Machai de Puca-yacu 4040
Zobol, hacienda 3278
Pacopamba, hato en ruinas 3900

275
Cuicui, cumbre 3515 tras que su falda oriental, mucho más extensa, lle-
ga hasta el valle del río Chambo. Por su conexión
Plan de Luisa 3265 (en dirección nordeste) con el cerro Mulmul, y
más allá, con el cerro Llimpi, se forma, entre la ho-
Lado occidental
ya de Latacunga y Ambato y la de Riobamba, un
Cruz del arenal grande, Salinas-ñan 4415 alto y ancho macizo montañoso que se puede de-
signar como un nudo interandino, aun cuando no
Quebrada Culebrillas, vado en el llega a unirse completamente en la cordillera
camino de Salinas 4348 oriental, sino que queda separado de ésta y del
Tungurahua, por el estrecho valle del río Chambo.
Poquios grandes de Totorillas de
Pacopamba 4047
El Igualata se eleva unos 1400 m. sobre los alrede-
Quebrada Panza, vado en el camino dores que al parecer forman su base, y el material
nuevo a Guaranda 3323 de que consta está dispuesto casi simétricamente
en torno a su eje ideal. Si bien posee una depre-
Serranía de la Calera sión en forma de caldera, no posee un cráter de
cuyo pozo pudiera haber surgido poco a poco el
(Una parte del páramo de Puyal que limita con la
edificio del monte. Falta todo indicio de que haya
pendiente sur del Chimborazo y consta de rocas
de formaciones antiguas). existido un cráter de tal importancia, tanto en la
m. cumbre del monte como en los sitios más bajos
de su pendiente.
Panza, rocas al sur del paso del arenal 4404
En cambio, el Igualata pertenece a aquel tipo de
La cruz del arenal; punto más alto del
montañas volcánicas cuyo declive, en su parte su-
camino de Guaranda 4281
perior, es mucho menos inclinado que en la infe-
Chacpoquio, al norte de la cruz rior; por lo mismo, si se prescinde de las irregula-
del arenal 4318 ridades y profundos surcos de su superficie, se
presenta como un edificio cónico coronado por
Yana-rumi (Tuspa-rumi), rocas de una meseta circular levemente combada, forma
conglomerado, al sur de Totorillas 4156 que se repite muchas veces en las montañas vol-
cánicas del Ecuador.
Fuentes de aguas minerales de
Cachipata 3484

Hacienda del Chimborazo 3505 PINTURA 109

EL IGUALATA VISTO DESDE EL LADO ORIENTAL

XXXII. EL IGUALATA La disposición del Igualata presenta, en todos


los lados de su declive, una gran similitud –he-
El Igualata (4452 m.) pertenece, por su posición, a cho que tiene, en parte como causa, la capa de
las montañas volcánicas interandinas; es decir, a toba y de humus que lo cubre- pero al mismo
aquellas que se encuentran entre las dos cordille- tiempo, tienen también algunas diferencias que
ras principales de los Andes. Su falda occidental no pueden ser pasadas por alto. Mientras la pen-
toca, en el paso de Sanancajas (3607 m.),las pen- diente del lado sur está compuesta de lomas en
dientes del Chimborazo y del Carihuairazo, mien- forma de protuberancias, en el lado norte del

276
monte se pone de manifiesto, de manera más defini- El Igualata, en este dibujo esbozado someramente,
da, la estructura de valles y lomas. Debido a la dispo- ocupa todo el largo de la pintura. Está destinado ex-
sición de sus paquetes de rocas, algunas de estas lo- clusivamente a poner de manifiesto la disposición del
mas se pueden comparar inclusive con contrafuer- monte en su lado sur, aunque éste presenta una gran
tes111 . (Véase el Igualata en los panoramas VII y VIII). monotonía. Con excepción de un ancho corte en for-
ma de valle, que no deja de tener importancia para la
La parte más interesante del macizo del Igualata configuración del edificio del monte, y divide clara-
es, sin duda, su pendiente oriental porque en el ta- mente su parte superior en dos lomas, las demás de-
lud izquierdo del valle del río Chambo está expues- presiones penetran sólo muy poco en el cuerpo del
112
ta hasta una altura de muchos cientos de metros mismo.
. El presente dibujo tiene como finalidad, precisa-
mente, hacer ver este afloramiento con sus que- A la izquierda de la pintura, medio cubierto por el
bradas tan abruptas, sus precipicios, terrazas y ro- Igualata, se ve el cono eruptivo Puñalica, y a la dere-
daderos de escombros. Por eso se ha escogido co- cha, al borde de la pintura, el Tungurahua. En primer
mo ubicación para el trazado de la pintura, un sitio plano, pero a unos 500 m. por debajo del observador,
en el talud derecho, a una altitud de aproximada- se extiende, entre el pie del Igualata y el de la serranía
mente 3900 m., en el camino de la Travesía de Uta- de Yaruquíes, la llanura de Riobamba, que se halla in-
ñag. Una pintura no menos ilustrativa de este sec- clinada hacia el oriente. Como puntos de orientación
tor y de la relación del Igualata con los montes que mencionamos también lo pueblos de S. Andrés (3076
lo rodean, el cerro Mulmul y el Llimpi, nos ofrece la m.) y de Ilapo (3343 m.).
vista panorámica No. 115, que está tomada desde
el cerro Tusapalang en el Altar. 110.B. EL IGUALATA VISTO DESDE EL NORTE

Por sobre el Igualata aparecen el Chimborazo y el Esta vista del monte, esbozada desde una gran distan-
Carihuairazo y, más allá, a la derecha, una parte cia, nos da a conocer no solamente la disposición de
de la cordillera occidental de Latacunga y Amba- sus pendientes, sino también la relación en que está el
to, con el Casaguala y el Sagoatoa. En la parte iz- Igualata con las montañas volcánicas que lo rodean.
quierda de la pintura, la cadena no volcánica del Ubicación: cerro Putzulagua (3515 m.) junto a Latacunga.
páramo de Puyal se une con el Chimborazo y, de-
lante de éste, se extiende la llanura de Riobamba.
110.C. EL IGUALATA VISTO DESDE EL LADO NO-
ROCCIDENTAL
PINTURA 110
En el croquis de contornos, que ha sido esbozado
TRES ASPECTOS DEL IGUALATA desde la considerable altitud de cerca de 5000 m.
en la falda norte del Chimborazo, se puede apre-
110.A. EL IGUALATA VISTO DESDE EL SUR ciar especialmente la diferencia del ángulo de in-
clinación que existe entre la parte superior del
La localidad desde la que se ha trazado la pintura es monte y sus declives laterales.
el cerro Igno (o Amulá), 3645 m., que es la cumbre
principal de la serranía de Yaruquíes.

111
Rocas del cerro Igualata: No. 3021 – 3043.
112
Rocas de la estribación oriental del cerro Igualata: No. 3044 - 3094

277
Altitudes del Igualata y de sus alrededores Yana-yacu, hacienda, en la pendiente
m. oriental del monte 3279

Yana-rumi, cumbre del Igualata 4452 Quero, pueblo, en la falda norte del
monte 2975
Cuchilla noroccidental del monte 4362

Pie occidental del Yana-rumi 4254

Barba-urcu, depresión en forma de XXXIII. EL LLIMPI


caldera 4154
El cerro Llimpi queda al sureste de Ambato y, con
Sanancajas, ensillada; lado occidental
el adjunto Mulmul y el cerro Igualata, forman el
del monte 3607
nudo interandino que separa las hoyas de Lata-
Chaqui-huactana; lado noroccidental, cunga y Riobamba. Junto a su majestuoso vecino,
en el camino de Quero a Ilapo 3508 el Tungurahua, el Llimpi, cuya modesta cumbre
no sobrepasa el nivel de altura de la región habi-
Savañag, hato; camino de Quero a Ilapo 3443
tada en el Ecuador, produce una impresión muy
La Ciénega, hondón sobre Savañag 3816 poco notable, lo cual, sin embargo, no debe impe-
dir el que nos dediquemos a estudiarlo a fondo en
Siningahuán, camino de Quero a Ilapo 3657
la pintura.
Cerro Mulmul, cumbre 3836
El Llimpi, en efecto, representa una forma de mon-
Cuesta de Chijang, lado oriental; taña volcánica enteramente específica; a saber, la
camino de Riobamba a Penipe 2910
forma que surge de una organización radial en lo-
Puente Penipe, río Chambo 2364 mas dispuestas de manera homogénea para for-
mar una estructura abovedada y que, como lo he-
Puente de Caguají, río Chambo 2233 mos visto, se encuentra con frecuencia en el Ecua-
dor pero que, hasta ahora, no se nos ha presenta-
Pueblos y haciendas
do de un modo tan marcado como en el cerro
Guanando, aldea al pie oriental del monte 2400 Llimpi.

Caguají, hacienda al pie oriental del


monte 2302
PINTURA 111
Cubijíes, aldea, al pie sur-oriental del EL LLIMPI VISTO DESDE EL NOROESTE
monte 2580
La ubicación desde la que se ha trazado esta pin-
Elén, casas (cauce de río), al pie
suroriental 2542 tura es la loma de Casigana, junto a Ambato, a
2939 m. sobre el nivel del mar. La distancia desde
Guano, pueblo en la falda sur del monte 2735 aquí hasta la cima de la montaña es aproximada-
mente de 15 km113.
Ilapo, aldea, en la pendiente sureste del
monte 3344

113
Dibujo original destinado para una parte del panorama IX (pintura 113), ejecutado por el señor Olof Winkler.

278
En el lado que mira al observador, el Llimpi está de modo imperceptible a las faldas del Igualata.
compuesto por cinco cuchillas que rematan en Esta montaña volcánica consta, en el presente di-
forma de aguijones, dispuestas en sentido radial y bujo, sólo en silueta.
separadas entre sí por las quebradas T, TT. Dos de
estas cuchillas, a saber, las de los extremos a de- Las condiciones tipográficas que acabamos de
recha e izquierda, son algo más pequeñas que las mencionar, también se pueden observar, por un
del medio, y además, por efecto de la perspectiva, lado, en el panorama VII (pintura No. 87); y, por
pasan como a segundo término, de manera que otro, en las pinturas No. 126 y 130, y con mayor
no se las puede abarcar enteramente con la vista. detalle en la No. 115.
Las caras de los pináculos GGGG, que forman el
declive externo de cada una de las lomas, parecen Hacia el oriente y a la izquierda del Tungurahua
que caen a plomo en comparación con las líneas se abre el valle de Baños; por el sur, aunque a ma-
de las crestas KKKK, que con una pendiente sólo yor distancia, se dejan ver los volcanes Altar y
muy débil constituyen la unión entre la cima cu- Quilimás. El primer plano lo constituye una parte
pular y los remates de los pináculos que la ro- de la llanura de Ambato, con la gran población de
dean. El curso horizontal de estas líneas de cres- indios de Quero (2975 m.).
tas es de tal naturaleza que produce la impresión
de que el monte tuviera su remate final en una me- Altitudes del cerro Llimpi y de sus alrededores
seta casi plana. m.

Sobre la forma que tuvo el monte en su estadio primi- Cumbre del cerro; unos 3850
tivo, despistan sobre todo sus faldas, pues la paulati-
na caída de las mismas hacia la llanura, se hace no Hatumpamba 3744
con la superficie natural del material eruptivo, sino
con una densa cubierta sedimentaria de toba que su- Cunchuina-loma, chozas; campamento
be bastante arriba en las laderas del Llimpi. de carpas del 2 al 13 de junio de 1874 3272

No hay afloramientos de roca firme sino en pocos Quero, pueblo, en la falda occidental 2975
sitios y, la mayor parte, no en una extensión que
permita deducir con seguridad la estructura in- Guachi grande, El Terremoto, camino de
114
terna del monte . Toda su superficie está revesti- Ambato a Quero 2749
da de una gruesa capa de humus cubierta de cam-
pos de labranza hasta una altitud de 3400 m. y, Río Pachanlica, vado en el camino de
más arriba, densamente poblada de arbustos. Ambato a Pelileo 2671

El cerro Llimpi no está aislado, como parece visto Salazaca, ensillada entre el cerro Llimpi
desde aquí; por su lado oriental y suroriental está y la loma de Nitún 2955
unido con otro edificio volcánico de disposición
menos regular que culmina en el cerro Mulmul Loma de Nitún, cumbre 3073
(3836 m.), el cual, a su vez, a través de una larga y
ancha estribación, la meseta del Savañag, llega casi Chumaqui, caserío, parte superior 2632

114
Rocas del cerro Llimpi: No. 2734 – 2755.

279
La Moya de Pelileo; parte superior 2539 bién el nombre del páramo de Langoa, con el que
por mayor brevedad designamos a toda la cade-
Guadalupe, hacienda 2011 na, se refiere solamente a una zona delimitada y
conocida por pocos indios, en la parte superior
Jataqui, hacienda 2189 del macizo. Lo mismo sucede con los nombres de
las secciones montañosas que por el norte y por
Pelileo, pueblo 2489 el sur se unen con el páramo de Langoa; nosotros
las llamaremos páramos de Pansache y páramo
San Idelfonso, hacienda 2187 de Pisayambo.

PINTURA 112
XXXIV. LOS PÁRAMOS DEL
PANSACHE Y DE LANGOA LOS PÁRAMOS DE PANSACHE Y LANGOA VIS-
TOS DESDE EL OESTE
CON EL CERRO PUTZULAGUA
La localidad donde se ha trazado la pintura es la
Esta cadena que también se puede designar como falda de la cordillera occidental de Latacunga, a
cordillera oriental de Latacunga, se presenta co- unos 300 m. sobre la ciudad de Latacunga que, a
mo una estructura volcánica a cuya elevación ver- su vez, está a 2801 m. sobre el nivel del mar.
tical, de aproximadamente 1200 a 1500 m. sobre el
nivel de los alrededores, en comparación con su El páramo de Langoa, sobre todo visto a distancia
extensión horizontal que podría medir muchas (cfr. Panorama IX, pintura No. 114), da la impre-
millas geográficas cuadradas, sólo se puede califi- sión de una elevación en forma de bóveda. Sus de-
car de pequeña. clives laterales están divididos en protuberancias
y lomas que parecen afilarse hacia arriba desta-
Esta circunstancia, con la falta de una cumbre do- cándose sobre el horizonte como grandes y pe-
minante y visible desde lejos, puede explicar el queñas cúpulas. Aun cuando todo el macizo está
hecho de que un macizo tan imponente como el revestido de una densa capa de vegetación, se al-
páramo de Langoa, que incluso desde el punto de canza a ver, a través de toda ella, que lo que for-
vista geológico puede ser considerado como un man sus bases son poderosos flujos de lava. En el
edificio más o menos homogéneo, sea designado páramo de Langoa estamos, con gran probabili-
con distintos nombres por los habitantes de la dad, ante un domo volcánico de gran escala. Si el
hoya de Latacunga. derrame de lava que formó este gigantesco domo
provino de muchos centros de erupción o de uno
Según las haciendas que quedan en la ladera occi- solo, se tendría que dilucidar, en el mejor de los
dental de la cadena y a las que pertenecen las ex- casos, mediante un levantamiento topográfico,
tensas y completamente despobladas zonas del muy preciso, de todo el terreno115.
páramo de Langoa, se habla, en Latacunga, como
del páramo de Cumbijín, o Galpón, Puctín, Mula- Aunque el páramo de Langoa pudiera evidenciarse
tos, Salayambo, Mestizos, Anatenorio, o etc. Tam- como inmediatamente relacionado con el páramo

115
Rocas de la cordillera volcánica oriental de Latacunga: No. 2024 – 2091.

280
de Pansache, que lo limita por el norte, de todos (señalado con colorido claro), como un terraplén
modos, el páramo de Pisayambo (pintura No. 114) bajo. Entre éste y el punto de ubicación del obser-
que queda hacia el sur, a pesar de toda su simili- vador, se abren los campos de cultivo y los pastos
tud petrográfica, tendría que considerarse como del valle de Latacunga; están atravesados por el
producto de una zona eruptiva completamente cauce profundo del río Cutuchi. Hacia el borde de-
separada. Además, el valle del río Guapante for- recho de la pintura aparecen los rojos tejados de
ma, en cierto modo, un límite natural entre ambas la ciudad de Latacunga. El fondo está ocupado
zonas de páramo. por una parte de la cordillera de Píllaro.

La planicie alta de los mencionados páramos es- Altitudes del páramo de Pansache y de sus alre-
tá, desde luego, casi enteramente cubierta de dedores
hierba de pasto, pero, a trechos, se ha vuelto in-
transitable a causa de los pantanos, grandes lagu- Excursión de Mulaló al páramo de Pansache
nas y enriscados paquetes de rocas; las condicio- m.
nes climatológicas son, al mismo tiempo, muy in-
hóspitas. Mulaló, población 3059

Hacienda Barrancas 3259


En la falda occidental del páramo de Langoa, pero
conservando su unión con él, se alza el ya tantas
Río Alaques, paso entre Barrancas y
veces mencionado cerro Putzulagua116, como un Muyum-cuchu 3148
cono aislado, hasta una altura de aproximada-
mente 700 m. sobre Latacunga. A pesar de su po- Exigua, hato 3747
sición aislada, este pequeño cerro volcánico no
Cerro Amina, cumbre del páramo de
da la impresión de ser un cono eruptivo de forma-
Pansache 4173
ción relativamente nueva como, por ejemplo, el
Puñalica en la falda oriental del Carihuairazo. Tal Patapamba 4019
vez la encorvada cresta (L) insertada entre los de-
clives del Langoa y del Putzulagua puede interpre- Pansache, vaquería 3632
tarse como una poderosa corriente de lava.
Cerro Languachupa 4080

Como la cima del cerro Ungüí en el Pichincha per-


Cocha de Amugailina, en la ensillada
mite, principalmente, una vista sobre las monta-
entre Languachupa y Quilindaña 4127
ñas volcánicas de la parte oriental y norte del
Ecuador, así, la cumbre del Putzulagua, como lo Muyum-cuchu, hato 3551
hemos advertido en el panorama VIII, nos abre
una visión semejante sobre las montañas de la Excursión de Latacunga al páramo de Langoa
parte sur y occidental.
Río Guapante, junto a la hacienda Pualó 2973

La falda occidental de los páramos de Pansache y Hacienda Santo Domingo de Pualó 3176
de Langoa está cubierta por el depósito sedimen-
tario que se extiende a todo lo largo de la pintura Río Talataj 3473

116
Rocas del Putzulagua: No. 2068 - 2084

281
Cocha de Pisayambo 3553 cumbres volcánicas Cotopaxi, páramo de Pansa-
che, páramo de Langoa, cordillera de Píllaro, Tun-
Filo de Panza, junto a Piedra Puzuna 3972 gurahua, Llimpi e Igualata.

Hacienda Cumbijín y Galpón 3100


La ubicación desde la que se ha trazado la pintura
Quebrada Tailín 2977 es la loma de Casigana junto a Ambato, a 2939 m.
sobre el nivel del mar y a 331 m. sobre la ciudad de
Cerro Putzulagua Ambato (unos 200° de vista panorámica118).

Río Illuchi, junto a la hacienda de Illuchi 2789


Del conjunto de montañas volcánicas aquí men-
cionadas, hay solamente dos, el Cotopaxi y el
Guanailín, hacienda 2865
Tungurahua, que por su forma cónica se recono-
Hacienda Potrerillos, al pie del cen a primera vista como tales; todas las demás
Putzulagua 3154 exhiben formas que podrían ser propias de mon-
tañas que no han sido fruto de la composición de
Putzulagua, cumbre 3513 rocas eruptivas recientes.

La Cegua, ensillada entre Putzulagua y


El fijar la atención en estructuras volcánicas de
Unapana 3331
tan diversa configuración externa como la que
Unapana, altura de la muralla perimetral nos presenta este panorama, no sólo en cuanto
de tipo somma117 del Putzulagua 3419 estructuras aisladas, sino además el apreciarlas
en su disposición como grupo, tiene que atraer el
Putzulagua, hacienda 2961
interés del geólogo, tanto más cuanto que preci-
samente el modo cómo están distribuidas las
Río Illuchi, junto a la hacienda Culapango 2888
montañas volcánicas dentro de la extensa comar-
Timpuc-poquio 2773 ca, es uno de los más importantes puntos de apo-
yo para obtener conclusiones sobre la naturaleza
Compadre-huaico, entre el Putzulagua y la actividad de las fuerzas volcánicas.
y la hacienda Pusuna 2687

El Cotopaxi y el Tungurahua sobresalen claramente


Hacienda Pusuna (Bellavista) 2900
en altura entre la mayoría de las montañas volcánicas
del Ecuador; sin embargo, en la extensión horizontal
de las masas eruptivas, y en el volumen del material
PINTURA 113
que se acumuló por efecto de sus erupciones, los de-
más montes de estructura similar, pero que a pesar
NOVENO PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL
de su magnitud ni siquiera poseen una denominación
ECUADOR
unitaria habitual en el país, no les irían en zaga.

La pintura comprende la parte oriental de la pro-


A estos últimos productos volcánicos pertenecen
vincia de León y Tungurahua, con las grandes
el páramo de Langoa, el páramo de Pisayambo y

117
Nota del Traductor: En el volcán de tipo somma, como el Vesubio, la mitad del borde de una antigua caldera ha sido recubierta o destruida
por el edificio volcánico que se alza en posición excéntrica respecto al punto medio de la caldera.
118
Copia del señor Olof Winkler según los croquis originales 111 y 114.

282
la cordillera de Píllaro, que tenemos a la vista en la línea divisoria, el valle del río Guapante, cuyas
la presente pintura. Bajo estos tres nombres, a los fuentes quedan muy hacia el oriente. La parte de de-
que se agrega también el páramo de Pansache, lante de la cordillera exhibe numerosos y profundos
que aquí no está visible, deben estar comprendi- valles, cuyas abruptas paredes están densamente
das como ya señalamos, las principales secciones pobladas de vegetación, como se manifiesta en nues-
de la larga cadena que se extiende desde el Coto- tro dibujo, por el tono oscuro del colorido.
paxi hasta el Tungurahua y que puede designarse
como cordillera oriental de Latacunga y Ambato. Todos los montes del paisaje que nos presenta este
panorama son de origen volcánico; constituyen una
Esta cordillera llama la atención por la extraordi- excepción únicamente las cimas montañosas que
naria uniformidad de la calidad y de la naturaleza asoman enteramente al fondo del valle de Baños, en
de su superficie; carece no sólo de cumbres, que dirección a la región amazónica y, los montes que
por sus formas y su elevación a la región de las están a la izquierda del Tungurahua. Más a la dere-
nieves perpetuas puedan atraer las miradas, sino cha de la pintura y delante del Tungurahua, queda
también de estructura en forma de valles que la el cerro Llimpi (véase la nota explicativa de la pintu-
caractericen. Y así, se hace indispensable, por ra 111), con el cual se une a través de la ensillada, el
ejemplo, la iluminación lateral de un sol ya muy cerro Igualata. Por sobre esta ensillada quedan visi-
en descenso para poder distinguir, en el relieve bles partes del lejano Altar y del más distante Quili-
del páramo de Langoa y de Pisayambo, tantos de- más. Como en la pintura No. 114, el primer plano es-
talles como los que reproduce esta pintura. tá ocupado por la meseta de toba surcada por que-
bradas, sobre la cual se ha construido la ciudad de
En la falda occidental del páramos de Langoa divi- Ambato.
samos el cerro Putzulagua como un cono aislado.
Desde su cumbre fue trazado el dibujo que como Las distancias en línea recta desde el punto de ubi-
Séptimo panorama del altiplano del Ecuador, nos cación del observador hasta las principales monta-
presentaba toda la cordillera occidental, desde el Pi- ñas que aparecen en el campo de visión del dibujo,
chincha por el norte, hasta el Chimborazo por el sur. expresadas en kilómetros, son aproximadamente
Y precisamente desde nuestro distante punto de ubi- las siguientes:
cación, nos ponemos al tanto de la posición y de la
relación de tamaño del Putzulagua respecto del Lan- Cotopaxi 69 Km.
goa, mejor de lo que se hubiera podido desde un
punto más cercano. En el Putzulagua reconocemos Páramo de Pansache (C. Amina) 47 Km.
un cono accesorio del Langoa, como los que tienen
otras montañas volcánicas del Ecuador; por ejem- Páramo de Langoa; más o menos 35 Km.
plo, el Pichincha con el Panecillo, el Atacazo con la
Viudita, el Corazón con La moya, el Iliniza con el Ti- Cerro Putzulagua 33 Km.
sisichu, el Cusín-urcu con el Muyurcu, y, en el fondo,
también el Carihuairazo con el Puñalica. Cordillera de Píllaro (Putzurumi) 27 Km.

La larga cordillera de Píllaro ocupa la parte media de Tungurahua 32 Km.


la pintura; por la derecha, hacia el sur, está limitada
por el valle de Baños; por la izquierda y en la direc- Llimpi 15 Km.
ción nororiente, se convierte en el páramo de Pisa-
yambo. Entre éste y el páramo de Langoa constituye, Igualata 26 Km.

283
XXXV. LA CORDILLERA DE Cubijín y Langoa, en cuya falda occidental se
PÍLLARO destaca como una pequeña montaña cónica, el
Putzulagua. A la derecha de la pintura, entre la
La cordillera de Píllaro conforma la continuación estribación sur de la cordillera de Píllaro y el
de la cadena oriental de Latacunga, que hemos Tungurahua, se abre a la vista del observador,
asignado como páramo de Langoa, y se extiende el valle de Baños. Por él se precipita arrebata-
a partir de éste hacia el sur, llegando al profundo do el río Pastaza, uno de los más importantes
valle del río Pastaza, que la limita. afluentes de Amazonas pues en él se reúnen
las aguas de una gran parte del altiplano del
Lo que se ha dicho sobre la estructura poco carac- Ecuador. La amplia parte del primer plano la
terizada de los páramos de Pansache y Langoa es ocupa una estéril meseta de toba surcada por
valedero también para esta gran zona de depósitos numerosas quebradas. En esta meseta queda
masivos de rocas volcánicas, que hasta el presente la ciudad del caudaloso río de Ambato que se
no ha sido estudiada de modo suficiente ni en el as- extiende desde Ambato (2608 m.) e inmediata-
pecto topográfico ni en el petrográfico. Pero por el mente debajo, en el valle con todo el verdor de
viaje del señor Reiss al cerro Hermoso de los Llan- las huertas frutales y campos de cultivo que
ganates119, sabemos que la formación volcánica de han dado a esta ciudad el nombre de ciudad
la cordillera de Píllaro en dirección al oriente, y to- jardín del Ecuador 121.
davía dentro de la región alta del páramo, se apoya
contra el esquisto cristalino de la cordillera orien- Altitudes de la cordillera de Píllaro y de sus
tal, que en esta parte es muy ancha. alrededores

Falda occidental de la cordillera


PINTURA 114 m.

Puente sobre el río Patate 2063


LA CORDILLERA DE PÍLLARO VISTA DESDE EL
OCCIDENTE
Patate, población 2117

Ubicación: loma de Casigana, 2939 m. sobre el ni- Río Blanco, vado 2563
vel del mar. La distancia desde la cual contempla-
mos desde aquí la cordillera, es de aproximada- Tantapí grande, hacienda 2359
mente 27 Km.
Quebrada Cutzatagua 2430

La cordillera de Píllaro, tratada con colores os- Pinchupata 2700


curos, se extiende sobre la parte media de la
pintura. Por el norte cierra la pintura el Coto- San Miguelito, población 2739
120
paxi, por el sur el Tungurahua . Entre el Coto-
paxi y la cordillera volcánica de Píllaro se alza Píllaro, población 2783
el macizo, también volcánico, de Pansache,

119
Carta del doctor W. Reiss a S. E. el Presidente de la República, sobre sus viajes a las montañas del sur de la capital. Quito, 1873, p. 9-13.
120
Rocas de la cordillera de Píllaro: No. 2092 – 2154.
121
Dibujo original para una parte del noveno panorama (pintura 113) ejecutado por el seño Olof Winkler.

284
Guapante, hacienda 2937 Como punto de ubicación para el trazado de esta
pintura nos sirvió una loma de la cordillera orien-
Guapante, tarabita (puente funicular) 2619 tal de Riobamba, cerca del Altar, que lleva el nom-
bre de Tusapalang y tiene una altura de 853 m. so-
Camino de Píllaro, sobre la cordillera, a los
bre la ciudad de Riobamba (2798 m.) y por tanto,
cerros de los Llanganates122
m. de 3651 m. sobre el nivel del mar.

Guayabulla, más arriba de Píllaro 3079 El ángulo de visión del dibujo se abre hacia el oc-
cidente y, en parte también, hacia el sur y hacia el
Alto Moscoso 3557
norte; comprende además un semicírculo, dado
que la alta cordillera (cfr. Pintura 117), en cuya la-
Quimbana, bajo 3699
dera nos encontramos, cierra la visión hacia el
Alto Guagra-uma 4087 oriente como un vallado tirado a cordel.

Cocha Hulaléa 4110 El primer plano lo ocupa la llanura de Riobamba;


detrás, aunque algo lateralmente, se alza el Chim-
Yaracpata 4237
borazo con sus majestuosas dimensiones y, se une
a él, por el sur, la larga cadena volcánica del pára-
Quilluturo 4290
mo de Puyal (señalada con las letras PP). Casi en el
Hondón de Yana-cocha 4052 centro de la pintura queda el Igualata, dominado
por la nevada cima del Carihuairazo. El lado sur de
Cresta entre Yana-cocha y Cruz-sacha 4228 la llanura de Riobamba está limitado por la cadena
de Yaruquíes (señalada con las letras YY, cfr. Pintu-
Puerta de Jaramillo, cresta de la
ra 116). A los pies de esta cadena se distinguen
cordillera 4391
unas prominencias en forma de colinas (EE); son
Jaramillo, corral 3790 las masas eruptivas más recientes y los conos vol-
cánicos de la zona de Licán y de Calpi.
Comienzo de la formación de esquistos
en la loma Chuspichucha, lado izquierdo Pero la presencia de estas masas eruptivas recientes,
de la quebrada de Jaramillo aprox. 3900
en la llanura de Riobamba, no se limita a la estructu-
ra de los pequeños conos volcánicos de Licán y Cal-
pi, sino que, subiendo hacia el oeste, avanza casi has-
PINTURA 115
ta el pie del páramo de Puyal y del Chimborazo. Y ve-
mos que aquí la llanura de Riobamba se encuentra li-
DÉCIMO PANORAMA DEL ALTIPLANO DEL
mitada por una loma que corre transversalmente, de
ECUADOR
poca altura, cuya cima principal, de unos 400 m. de al-
tura, constituye el cerro Cuicui. Esta loma de 3 a 4
El décimo panorama del altiplano del Ecuador
Km. de largo, que no puede guardar relación con la
nos da una visión de la parte occidental de la pro-
estructura de las estribaciones del Chimborazo, debe
vincia del Chimborazo, cuyo monte principal es el
considerarse igualmente como una construcción
mismo Chimborazo (6310 m.).

122
Viaje del señor W. Reiss al cerro Hermoso de los Llanganates.

285
más reciente de la actividad eruptiva; y, probable- en la pendiente nororiental del Carihuairazo. Am-
mente, no sería equivocado el considerar toda la bas erupciones, por más disímil que haya sido la
llanura de Riobamba, desde la cuchilla del Cuicui depositación de su producto, sugieren la conjetu-
hasta el río Chambo, y en toda su anchura, desde ra de que tuvieron su origen en el mismo foco del
la falda sur del Igualata hasta la falda norte de la que antes provinieron las ingentes masas de un
serranía de Yaruquíes, como un campo de lava de Chimborazo y un Carihuairazo.
origen más reciente, enterrado bajo tobas y arena
depositadas por el viento. Los muy pocos grados Entre el Igualata, que aquí lo vemos formando una
de inclinación que tiene la llanura en sentido de sola masa montañosa con el cerro Mulmul, y
occidente a oriente, indicaría al mismo tiempo, la nuestro punto de ubicación, se extiende el profun-
dirección en que se derramaron los flujos de lava. do valle del río Chambo. Exactamente frente a la
Nuestra pintura parece especialmente apropiada desembocadura de este valle en el río Pastaza, di-
para hacer ver al geólogo el significado de la lla- visamos la cordillera de Píllaro y, enteramente al
nura de Riobamba en este aspecto genético. fondo, el Cotopaxi. El Tungurahua, cuyas faldas
están regadas por el río Chambo, cierra la pintura
Para una ulterior comprobación de la tesis de que hacia la derecha, en dirección al norte.
aquí han tenido lugar, efectivamente, importantes
procesos eruptivos de fecha reciente, sirve de ma- Las distancias en línea recta desde la posición del ob-
nera especial también, el gran flujo de lava que en servador hasta algunos de los principales puntos en
su avance ha seguido una depresión en forma de el campo de visión de la pintura, expresadas en kiló-
valle, entre el borde norte de la llanura y la falda sur metros, son aproximadamente las siguientes:
del Igualata, de occidente a oriente y que, sin lugar
a dudas, se da a conocer como tal, precisamente Chimborazo 38 Km.
desde esta nuestra ubicación. Por este flujo de lava
se tiene la impresión de que la pendiente de lomas Carihuairazo 37 Km.
escalonadas del Chimborazo se han prolongado ha-
cia el oriente en forma de lengua. Sobre el mismo Igualata 21 Km.
flujo de lava queda la población de San Andrés
(3076 m.), y en el sitio donde aquella termina, la po- Llimpi 31 Km.
blación de Guano (2735 m.). No obstante, esta apa-
rente transición de la antigua ladera ondulada del Mulmul 23 Km.
Chimborazo a una masa de lava en forma de flujo,
podría además tratarse aquí de un derrame de lava Cotopaxi 109 Km.
más joven, cuyo punto de irrupción puede presu-
mirse que está en las cercanías del cerro Cuicui. Cordillera de Píllaro 50 Km.

Aunque no estamos en capacidad de delimitar la Tungurahua 22 Km.


extensión de los depósitos volcánicos relativa-
mente recientes de los alrededores de Riobamba, Serranía de Yaruquíes
sí alcanzan muy bien nuestras observaciones a (C. Chuyuj) 22 Km.
establecer que aquí, en la falda oriental, o más
bien suroriental del Chimborazo, tuvo lugar una Páramo de Guallaló 31 Km.
actividad posterior que parece tener cierta analo-
gía con la que provocó la formación del Puñalica Ciudad de Riobamba 14 Km.

286
De los cien nombres y más que se han hecho XXXVI. LA SERRANÍA DE
constar en el panorama, mencionamos, para YARUQUÍES
orientarnos, solamente los siguientes:
La serranía de Yaruquíes123, sobre cuya situación
Serranías y montes: a) A la izquierda del Chim- nos hemos orientado en el presente panorama X,
borazo: páramo de Puyal, páramo de Panza, Na- se despliega aquí, a nuestra vista, en toda su ex-
vas-cruz (paso a Pallatanga), páramo de Gualla- tensión longitudinal, de nordeste a suroeste.
ló, C. Cunampay, Telumpala, C. Caseche, Yana-
rumi, -C. Chuyuj, C. Amulá, Salarun-loma, cues- El primer plano de la pintura está ocupado por una
ta de Naute, Chachahuay, Yana-urcu de Calpi, llanura en la que está situada la capital de la provin-
cerro de Licán, loma de Catuj, loma de Cuntua- cia, Riobamba, y cuya separación con respecto a
na, lomas de San Antonio, Panecillo de Zobol, las faldas de la serranía es muy nítida y está marca-
Llauto Pucará, La Moya, Cuicui, -Chimborazo-. da por el río Chibunga, que corre a lo largo de di-
b) A la derecha del Chimborazo: Carihuairazo, chas faldas y desemboca en el río Chambo, casi en
Abraspungo, Sanancajas, Igualata, Cuesta de ángulo recto.
Chijang, Llangllangchi, cerro Llimpi, Mulmul.
–Serranía de Pachanche (Guagra-aparisca-ru- Pero aquí mismo debemos notar que en la pintu-
mi)-. Cotopaxi, cordillera de Píllaro, Chonta-lo- ra que nos sirve de base, además de la menciona-
ma, Tungurahua, Chochal, Minza, Travesía de da serranía, aparecen también otras partes de las
Utañag, Pico-machai. cadenas colindantes; así, el fondo en el margen
derecho del dibujo pertenece ya al páramo de Pu-
Ríos y quebradas: Río Chambo, río Chibunga, yal, en la cordillera occidental, y la parte que cie-
Puca-yacu, río Sicalpa, río San José, río San An- rra el margen izquierdo está ocupada por las pen-
drés, quebrada Trasquilas, quebrada Allpa-cha- dientes y el pie de la cordillera oriental. Entera-
ca, quebrada Pungopala, Razu-surcana. -Río mente al sur, en la ensillada formada entre la se-
Blanco, río Tarán, río Puela-. –Río Pastaza-, Co- rranía de Yaruquíes y la cordillera oriental, vemos
cha de la Colta, Cocha de Picanquil. inclusive alzarse, si bien apenas reconocible, la
cumbre del Azuay. En cambio, quedan bastante vi-
Poblaciones: Riobamba, San Luis, Yaruquíes, Ca- sibles dos grupos de formaciones eruptivas más
cha, Punín, Cajabamba (Riobamba viejo), Licán, recientes, en la falda norte y oriental de la serra-
Calpi, San Andrés, Guano, Cubijíes, Ilapo, Guanan- nía de Yaruquíes; de estos dos grupos, al que que-
do, Penipe, Puela. da al norte lo designamos como cerro de Calpi y
de Licán, y el que queda al oriente lleva los nom-
Haciendas y tambos: Guaslang, Macaji, Tapi, Pan- bres de los cerros de Tulabug y de Aulabug. He-
tus-huaico, Chapalay, Tamaute, Pucará, Zobol, mos procurado diferenciar estas dos partes, co-
Chimborazo, Tambo de Totorillas, Tambo de Chu- mo pertenecientes a formaciones distintas, me-
quipoquio, Savañag, Chaso, Alóag, Cháñag, Ca- diante un colorido ligeramente esquemático.
guaji.
El análisis de la pintura nos hace ver que en la se-
rranía de Yaruquíes no estamos ante una montaña

123
A falta de un nombre común para toda la serranía, nos hemos visto precisados a proponer uno, tomándolo del nombre del pueblo de
Yaruquíes, que está situado en la falda oriental de la serranía.

287
volcánica sola y cerrada en sí, sino más bien, por serranía de Yaruquíes hasta más allá del río
toda su apariencia externa, ante un extenso grupo Guamote, hasta la alta meseta de Tiocajas, idea
de montes cuyas pendientes se interpretan tan ín- que no habría sido sugerida por las solas condi-
timamente que forman un macizo coherente y ciones topográficas124. No menor dificultad pre-
continuo. senta, si bien de otro tipo, la delimitación de
nuestra serranía en dirección al occidente, ha-
Entre las diversas cumbres que tiene la serranía, cia el páramo de Puyal, el cual consta de diori-
sobresalen especialmente el cerro Chuyuj (3759 tas, porfiritas, así como de antiguos sedimen-
m.) y el cerro Igno o Amulá (4645 m.). Pero tampo- tos, porque aquí, la potente cobertura de toba
co éstos ostentan una forma montañosa caracte- no permite observar el contacto directo entre
rística, lo que está motivado, en parte, por la fuer- las dos formaciones.
te erosión de las rocas con que están construidos,
y en parte por la potente acumulación de canga- Frente a la serranía de Yaruquíes, aparentemente
gua y toba que los cubre. Así como estas cum- tan antigua, los pequeños cerros de Licán y Calpi,
bres, también las cuchillas y quebradas que na- que parecen sólo unas colinas y, el Tulabug, se ca-
cen de ellas tienen una constitución uniforme, de racterizan como formaciones de actividad volcá-
manera que toda la serranía da la impresión de nica más reciente. De hecho, son conos volcáni-
haber sido de una edad mucho más antigua que cos a los que están unidas masas de lava derra-
todas las demás creaciones de la actividad volcá- madas en forma de flujos de color oscuro y cons-
nica consideradas hasta ahora. Y esta impresión tituidas de escorias125.
se acrecienta a causa del aspecto de las rocas
que, por cierto, afloran sólo en pocos sitios. Di- Al grupo del norte, de Calpi y de Licán, pertene-
chas rocas presentan un tipo peculiar de andesita ce también el cerro Cachahuay, que está situa-
anfibólica que ordinariamente se ve muy descom- do muy cerca de Riobamba y cuya cumbre tien-
puesta, tiene una apariencia gris amarillenta poco te una altitud de aproximadamente 200 m. so-
vistosa, y por la ocasional predominancia de bre la ciudad. A este foco de erupción hay que
cuarzo, se acerca a la dacita. Pero además de es- atribuir probablemente también las masas de
tas rocas propias de la serranía de Yaruquíes, se lava que aparecen en los alrededores de Rio-
encuentran verdaderas dacitas que, en lo que to- bamba, sobre todo en dirección al noroeste, di-
ca a su aspecto hermoso y de roca fresca, no son seminadas bajo ondulaciones de arena simila-
inferiores a las del Mojanda y del Chacana. Por res a dunas.
cierto, hasta ahora se han encontrado solamente
en dos puntos, junto a Punín y Pulucate, como Más extenso y más alto que los arriba mencio-
bloques sueltos dentro de la toba. Pero como es- nados, es el cerro Tulabug, que queda en la fal-
tos bloques pertenecen, sin duda, a la serranía de da oriental de la serranía de Yaruquíes. Su altu-
Yaruquíes y como, por otra parte, se hallan in si- ra relativa es de unos 500 m. sobre la llanura de
tu dacitas enteramente similares mucho más al Riobamba. Visto desde el norte, el Tulabug apa-
sur, junto a la hacienda Palmira, en el camino de rece como un cono bellamente formado con lar-
Guamote a Tixán, desde el punto de vista petro- gas estribaciones laterales, de las cuales la que
gráfico se puede justificar la idea de prolongar la da al occidente forma la unión con la serranía

124
Rocas de la serranía de Yaruquíes: No, 3667 – 3773.
125
Rocas volcánicas más recientes de la hoya de Riobamba: No. 3575 – 3633.

288
de Yaruquíes. Su forma original se ha visto, sin Pueblos y haciendas
embargo, afectada en cierta medida, por la fuerte
Yaruquíes, pueblo 2751
cobertura de toba de cangagua que sube muy alto
por las pendientes del monte y alcanza inclusive a
Naute, grupo de casas 3279
revestir todo el pequeño cerro Aulabug. Y así, re-
sulta que las negras masas de lava que componen San Luis, pueblo 2652
el Tulabug quedan de lo más ocultas en su superfi-
cie, y se hallan expuestas más bien en el profundo Punín, pueblo 2778

valle del río Chambo, que rodea la falda oriental


Cajabamba (Riobamba viejo), pueblo 3205
del monte.
Columbe, pueblo 3149
Entre las poblaciones que constan en la pintura,
merece una especial mención Punín, que queda Guamote, pueblo 2981
en la ensillada entre el cerro Tulabug y la falda
Tanqui, hacienda 3202
oriental de la serranía de Yaruquíes, porque es el
más importante sitio de descubrimiento de hue- San Martín y Sacamote, haciendas 3162
sos fósiles pertenecientes a una fauna extinguida
de mamíferos del altiplano126. San Miguel, hacienda 3479

Pulucate, capilla 3337


Altitudes de la serranía de Yaruquíes y de sus
alrededores Estructuras volcánicas recientes de la provincia
de Chimborazo
La serranía m.
La región volcánica hacia el sur de Riobamba
Cerro Chuyuj (Chuyujmi, Mamachuyujmi),
Cumbre de Tulabug (cerro de Licto) 3324
punto culminante de la serranía 3759

Falda oriental del Tulabug, junto al puente


Cerro Igno (Amulá) 3645
de Pungalá 2761
Salarum-loma, alto del camino de San Luis
Falda occidental del Tulabug, cuello-
a Guamote 3603
pucaloma 3088
Lucero-loma (loma de Sesel) 3353
Falda norte del Tulabug, junto a la
hacienda Tunchi (rocas antiguas in situ) 2705
Bardo, alto del camino entre Yaruquíes y
la cocha de Colta 3438
Licto, aldea, en la falda suroriental del
Tulabug 2798
Laguna de Colta 3288

Cerro Aulabug
Puente de Yaruquíes, en la falda
aprox. 3100
nororiental de la serranía de Chibunga 2737

Shabshi, ensillada entre Tulabug


y Aulabug 3000

126
W. Branco, Sobre una fauna de mamíferos fósiles de Punín junto a Riobamba en el Ecuador. Según las colecciones de W. Reiss y A. Stübel.
Con una introducción geológica de W. Reiss.

289
La región volcánica al norte de Riobamba XXXVII. EL ALTAR
Cerrito de San Antonio, en el camino de
Riobamba a Cubijíes 2881 El cerro Altar debe su nombre actual al hecho de
que las rocas de la parte intermedia de la alta mu-
Final del gran flujo de lava de San Andrés 2735 ralla que circunda su cráter, daban a los españo-
les la idea de un altar. Por lo demás, la compara-
La región volcánica al oeste de Riobamba
ción se funda menos en una verdadera semejanza

Cerro Cachahuay, cumbre 3240 que en una disposición para la devoción. Se hizo
tan común la designación de cerro Altar, que el an-
Falda nororiental del Cachahuay, tiguo nombre indio vino a caer casi por completo
hacienda Macaji 2820 en el olvido. Parece que el nombre indio lo han
conservado solamente los pocos habitantes de
Yana-urcu de Calpi 3240
los valles que se entallan en el basamento del ce-
Pie del cono, Calpi, población 3131 rro Altar, ahí se lo llama cerro Collanes; muy pro-
bablemente éste es el nombre original del monte,
Loma de Catuj, cerca de Licán 3075 que data de los tiempos más remotos.

Cerro Cuicui 3751


El cerro de Collanes, como montaña de cráter, se
Falda oriental del Cuicui, Plan de Luisa 3265 distingue por su gran tamaño, la regularidad de su
edificio y su posición dominante por sobre el dor-
Riobamba. Capital de la provincia de so de una alta cordillera.
Chimborazo 2798
En cuanto a la forma de caldera, el Altar no es un
Licán, pueblo 2910
caso raro, ésta se repite también en otras monta-
Chapalay, hacienda 3191 ñas volcánicas más grandes y más pequeñas127.
Como hemos visto, el Carihuairazo, el Rumiñahui,
Atazo, hacienda 3179 el Cusín-urcu y otros más del altiplano del Ecua-
dor, están en la misma categoría.
Tapi, hacienda 2888

Unión del río Chibunga con el río Chambo 2586 La idea de que el Altar antiguamente haya sido un
monte de forma cónica, de la altura del Chimbora-
zo y de que haya adquirido su actual forma por
efecto de un hundimiento acaecido en tiempos
históricos, carece de fundamento científico; con-
tradice a las observaciones que se pueden hacer
en el mismo monte, tanto como a las conclusio-
nes obtenidas de la analogía con montañas volcá-
nicas del mismo tipo.

127
Así por ejemplo, la caldera del Pinchupichu, en la meseta de Arequipa, supera a la del Altar, si no por la altura de su muralla circundante,
sí de manera significativa por la magnitud de su diámetro.

290
PINTURA 117 llera y en el cauce del río Chambo, está expuesto
con un espesor sorprendente el depósito aluvial
LA CORDILLERA ORIENTAL DE RIOBAMBA CON compuesto de un sistema de estratos de arena y
LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS ALTAR Y QUILI- cantos rodados cuya superficie forma una gran
MÁS, VISTAS DESDE EL OCCIDENTE parte de la llanura de Riobamba.

Ubicación: loma de Catuj (3075 m. junto a Licán, Ahora bien, lo que hace particularmente instruc-
más o menos 7 Km. al oeste de Riobamba. tiva, desde el punto de vista geológico, a esta cor-
dillera ya de por sí imponente, es la demostración
El objetivo de esta pintura no es solamente dar- del modo cómo se han levantado montes, de ori-
nos a conocer la posición de las dos montañas gen volcánico reciente, sobre el lomo de una es-
volcánicas, Altar y Quilimás, sino también darnos carpada cordillera compuesta de tipos de roca
una clara vista de conjunto sobre una parte de la más antigua.
cordillera oriental y de la llanura de Riobamba,
que se extiende delante de ella. En este aspecto, el cerro nevado Collanes, ordina-
riamente llamado El Altar, constituye un ejemplo
Desde el punto de ubicación del observador has- manifiesto. Es un cráter rodeado de paredes de
ta el pie de la cordillera hay, en línea recta, unas rocas escarpadas. Su aspecto seduce mucho más
tres leguas; pero en el sentido longitudinal de la que el de las otras montañas volcánicas, no sólo
cordillera, por sobre sus cuchillas, por lo menos por su posición dominante y por la regularidad de
diez. Al primer golpe de vista sobre la pintura, fá- su edificio, sino ante todo también, porque una
cilmente se incurre en un error topográfico: la abertura en forma de portón que se orienta hacia
cordillera y la llanura, en efecto, no mantienen el occidente, justamente en dirección a la parte
una conexión ininterrumpida como podría pare- habitada del altiplano, permite una mirada hacia
cer en una observación superficial. Entre una y el interior de la enorme caldera del cráter. Sobre
otra, y muy pegado al pie de la cordillera pasa ser- el fondo de esta caldera, antiguamente sitio de
penteando el ancho cauce, profundamente enta- irrupción de las masas de las rocas incandescen-
llado, del caudaloso río Chambo que recoge en su tes, se extiende actualmente un glaciar que brilla
camino las aguas de todos los valles y riachuelos desde muy lejos. La muralla circundante de la cal-
que dividen la cordillera. El Chambo tiene su ori- dera se configura pintorescamente debido a sus
gen en una región de páramo muy ramificada (a la altos picachos y al contraste entre las negras ro-
derecha del observador, ya fuera de la pintura), cas y la nieve de deslumbrante blancura.
pero recibe sus aguas sólo en pequeñísima canti-
dad de los depósitos de nieve permanentes; unas Además del Altar, queda mucho más al sur, otro
leguas más abajo (a la izquierda del observador) grupo de cumbres nevadas, conocidas con el
se une con el río Patate, toma el nombre de río nombre de Los cerros de Quilimás, formadas por
Pastaza y lo conserva hasta su desembocadura capas de material eruptivo más joven. Pero de es-
en el Amazonas. La parte de la cordillera repre- ta segunda estructura volcánica solamente apare-
sentada en la pintura no consta de rocas erupti- ce, en la pintura, una cuchilla que se perfila en for-
vas recientes. La masa de la cordillera que aquí se ma de cresta: el cerro de Cubillín.
eleva hasta una altura aproximada de 1000 m. so-
bre la llanura, está formada por tipos antiguos de La amplia llanura sobre la cual está construida
rocas cristalinas, entre las cuales las dioritas tie- la ciudad de Riobamba, una de las más populo-
nen una parte preponderante. Al pie de la cordi- sas entre las pocas ciudades del altiplano del

291
Ecuador, da una impresión de aridez y desola- selvas de incalculable extensión. Sólo después de
128
ción . No lejos de Riobamba atraviesa la llanura una caminata de semanas y llena de peligros se
el río Chibunga. Más arriba de la ciudad se recep- encontrarían los primeros asentamientos huma-
tan sus aguas para llevarlas, por un sistema de ca- nos, es decir, los de las tribus indígenas, que ha-
nales, a las huertas y campos de cultivo. En agra- cen vida de nómadas en las selvas de las cálidas
dable contraste con el colorido gris de la llanura, llanuras bajas, entre los afluentes el Amazonas,
en la que el viento levanta columnas de polvo, es- los ríos Morona y Pastaza.
tán con su fresco verdor durante todo el año, las
faldas de la cordillera. Ahí quedan las haciendas y Lo inhabitable de esta amplia zona intermedia
las fincas rurales, cuyos ricos propietarios viven se funda en lo tocante a las partes situadas a
en su mayoría en Riobamba. Hasta una altura pro- mayor altura (la tierra fría), principalmente en
medio de 3400 m., se cultiva en ellas cebada, pa- condiciones atmosféricas desfavorables que,
pa, haba y otros diferentes frutos. Pero la mayoría precisamente en los declives orientales de la
aplastante del área suele reservarse para la cría cordillera oriental, son inhóspitas en el más alto
de ganado, con los respectivos potreros rodeados grado; y en cuanto a las partes que quedan más
de cercas. abajo y que están ya cubiertas de selvas (tierra
templada), se funda ésta en la falta de suelo pla-
La transición, de la tierra cultivada al páramo, es- no cultivable, debido a que el terreno es absolu-
tá conformada por una orla estrecha de altos ma- tamente intransitable. Lluvias de gran intensi-
torrales que sube y baja en zigzag. Antes que en dad y eventuales tormentas de nieve transfor-
las laderas secas barridas por fuertes vendavales, man esta región de páramo por semanas y me-
este boscaje puede asentarse en las húmedas ses, en pantanos intransitables y hacen crecer
hondonadas de los riachuelos y valles, subiendo los pequeños torrentes que se ramifican forman-
hasta algunos cientos de metros. do redes y convirtiéndose en ríos desenfrena-
dos. Los bosques de la zona contigua más tem-
El espectáculo de esta cordillera, que en direc- plada, de la que es nativo el quino, son también
ción al oriente limita tan fuertemente el horizon- afectados por similares excesos de lluvias.
te, sugiere tal vez una pregunta: ¿qué tierras se ex-
tienden detrás de ella y qué poblaciones se pue- No es infrecuente que el estado atmosférico de
den encontrar ahí? La respuesta debería ser: Re- las faldas orientales de la cordillera repercuta en
giones de páramo completamente deshabitadas, los declives occidentales y en la misma llanura de

128
Sus iglesias y sus casas blanquecinas –la mayoría de las viviendas son solamente chozas de barro cubiertas de paja- sobresalen entre una
oscura sombra de árboles. La extensión de esta zona formada por árboles de capulí y sauce que se han plantado para la provisión de leña
en los huertos de los alrededores permite, por cierto, deducir la existencia de una población mucho mayor de la que en realidad se da
(7000-8000). Cubre la superficie de la llanura una potente capa de arena eólica, que en varios sitios apila el viento formando pequeñas
dunas. Y aun así, a este terreno tan estéril el indio le va sacando unos escasos frutos a fuerza de trabajo. Traza él incansablemente los sur-
cos de la siembra que ya detrás del arado amenaza borrar el viento, porque los vallados de pencos, euforbios, y otras plantas propias de
tan árido suelo, que delimitan los campos, no pueden oponer una barrera suficiente a la arena móvil que avanza. En el primer plano de la
pintura, una plantación de maíz pone de manifiesto, en semejante suelo, lo raquítico del crecimiento de este grano que es el más precia-
do por los indios. Apenas han alcanzado los dos pies de altura las plantas, dispersas a grandes intervalos, cuando ya comienzan a secarse.
Las pequeñas y escasas mazorcas se agarran del tallo a poca altura del suelo, y necesitan cerca de nueve meses para madurar en una zona
como ésta, que queda a 3000 m. y está sometida a las duras inclemencias atmosféricas.
Como adornos del paisaje están algunos tipos de plantas que son propias de este arenal; entre ellas, dos tipos de agave con sus largos
tallos florales, el lechero de tallo gris, una especie de cactus, la chilca con su color verde oscuro, y la hermosa yerba sigsig con su largo
y espigado penacho; aquí y allá surge un capulí que a duras penas va prolongando su vida.
Una india hilando, acompañada de su hijo, lleva a pastar un pequeño rebaño de ovejas, en el cual se encuentra un inca, que es como se
llama a los carneros con cuatro cuernos, tan frecuentes en el Ecuador. La india lleva una trenza firmemente fijada; a sus espaldas sostiene
su carga, sin la cual una india va solo muy rara vez; su hijo lleva ya también su pequeño bulto, un costal, sostenido con un largo cordón,
sobre el pecho y los hombros.

292
El Cerro Altar y terreno montañoso. Punto de observación:
Verdebamba (3433 m.) en el Cerro Tusapalang (Figura 15, b) .

A. El Altar o Cerro de Collanes 5405 m;


1. Lasuasu, borde del cráter 4330 m.;
2. Valle de Collanes 3711 m.;
3. Quebrada de Collanes.
B. Estribaciones (Rocas cristalinas antiguas, principalmente
esquistos micáceos);
4. Loma de Tunguraquilla 4344 m.;
5. Chaupibug 4373 m.;
6. Hacienda de Releche 3117 m.;
7. Límite superior de los árboles 3500 m.;
8. Carboneras humeantes;
9. Loma de Releche 3750 m.;
10. Derrumbo en los esquistos micáceos;
11. Región de Condorasto;
12. Loma de la vaquería (chozas de los vaqueros) de Sali;
13. Valle del Río Tarau;
14. Monte en el que está situada la Hacienda Candelaria
(2893 m.);
15. Campamento de la expedición (3433m) el 22-26 de
octubre 1872 . . . Camino al cráter. - a. Punto de mira
para la figura 19.

293
Riobamba, de modo que pasan semanas sin que El Sangay, único volcán del altiplano del Ecuador
ni un solo día aparezca la cordillera en toda su ni- que se encuentra en continua e intensa actividad,
tidez. pertenece ciertamente a la cordillera oriental, pe-
ro está situado mucho más atrás de ella y de la
La formación de nubes a la que dan pie los altos parte designada como cerros de Quilimás. Sólo
montes aislados es, como se sabe, muy variada, excepcionalmente es visible en Riobamba su co-
conforme a la naturaleza y condiciones de las ca- lumna de humo, cuando la desvía con fuerza el
pas de aire que envuelven la cumbre. La reacción viento del oriente.
se puede observar con la mayor intensidad en el
momento en que, estando la atmósfera todavía 117.A. LÁMINA GEOLÓGICA EXPLICATIVA DEL
limpia, comienzan a aparecer las primeras nubes, ÓLEO No. 117
lo que muchas veces sucede de improviso y otras
sólo muy paulatinamente. Nubes en forma de teja- La ubicación es la misma desde la que se trazó la
do, como la que está suspendida amenazadora pintura precedente, la loma de Catuj (3075 m.)
justamente sobre el cerro Altar, tan extensa y sin junto a Licán, 7 Km. al oeste de Riobamba.
contacto con el monte, son de los fenómenos más
infrecuentes al desatarse una tormenta. Todo lo que puede servir para la orientación to-
pográfica en esa pintura, se ha dicho ya en la des-
Como un segundo tipo de nubes observamos en cripción del óleo No. 117. Pero aquí el colorido
la pintura grandes cúmulos que movidos por el geológico destaca claramente el antiguo terreno
viento a una altura no muy considerable, arrojan de esquistos de mica129, en relación a las formacio-
sobre las montañas sus sombras ambulantes. nes volcánicas asentadas sobre él. Asimismo, los
conos eruptivos y las lavas in situ que hay en la
Se conoce también un tercer tipo de formaciones hoya de Riobamba, se pueden distinguir fácilmen-
de nubes, el de aquellas que, a pesar del viento te de la potente formación de toba que la cubre.
dominante, se adhieren a un punto de la parte ba-
ja de las faldas de las montañas y varían muy po- Se han hecho constar en el dibujo, los siguientes
co sus formas por horas enteras. Deben su origen nombres130:
a las cálidas y húmedas capas de aire que suben
del profundo valle del río Chambo y se mantienen 1. Travesía de Utañag (cadena); 2. cerros de Ma-
como estancadas debido a la presión de las capas tus; 3. cerro de Samancas; 4. loma de Nabuso; 5.
más frías de la altiplanicie. río Blanco (desembocadura en el río Chambo),
(237 m.) 6. Pilcomachai ; 7. valle del río Tarau; 8.
Del sesgo en el que se ven los detalles del ensam- Tunguraguilla, (4344 m.;) 9. Chaupibug, (4273 m.)
blaje de rocas del cerro Altar, se podría deducir (cresta montañosa); 10. loma de Cháñag; 11. que-
fácilmente una falta o defecto de perspectiva en el brada Chuca (entre las haciendas Candelaria y Re-
dibujo, pero la realidad es que la diafanidad del ai- leche) –Altar; 12. cumbre suroccidental, (5355 m.; )13.
re en estas alturas es a veces tan grande, que los cumbre oriental, (5296 m.;) 14. cumbre norocci-
objetos distantes aparecen extrañamente aproxi- dental, (5404 m.;) 15. Infiernillo; 16. Pasuasu (gla-
mados. ciar del fondo del cráter), (4330 m.;) el Mirador

129
Rocas cristalinas antiguas de la cordillera oriental: No. 3439 - 3551.
130
Los números que preceden a las localidades se refieren al dibujo esquemático añadido a esta pintura. También algunos de los siguientes
óleos van acompañados de tales láminas explicativas.

294
La caldera del cráter del Cerro Altar o Cerro de Collanes.
Punto de observación:
Valle de Collanes (3900 m.)

1. “El Obispo” 5405 m.;


2. “El Canónigo’’ 5355 m;
3. “El Tabernáculo’’ 5294 m.;
4. “La Monja grande”;
5. “La Monja chiquita”;
6. ‘“El Fraile chiquito”;
7. “El Fraile grande”;
8. “El Pilar”;
9. Pasuasu, Borde del ventisquero que cubre el cráter, 4330 m;
10. Pie del ventisquero 4082 m.;
11. Valle hondo de Collanes 3711 m.;
12. Loma de Quillucajas;
13. Yerba quemada. - Diámetro del cráter, del punto 1 al
punto 2 = 1075 m.

295
(valle de Collanes), 3836 m.; b. Cerro Tusapalang, PINTURA 118
(3651 m.;) 17. loma de Quillucajas; 18. El Pongo de
Yuibug, (4277 m.) (camino al Condorasto); 19. Ca- EL ALTAR Y SU BASAMENTO
lera de los Jesuitas; 20. quebrada Izano; 21. ha-
cienda Puelazo; 22. pueblo de Química, (2751 m.;) Ubicación: Verdepamba (3433 m.), en el cerro Tu-
23. quebrada Guzo; 24. quebrada Huichcang; 25. sapalang.
quebrada Putzulcauhuán; 26. Aguajpata, (3730 m.)
(esquisto compacto); 27. hacienda de Valcachi; La pintura 117 nos dio la visión del cerro Alta des-
28. cerro Toldo, (4462 m.;) 29 Ferturumi (cresta de el mismo lado que este dibujo, aunque desde
montañosa); 30. hacienda Puculpala; 31. quebra- una distancia mayor, desde la llanura de Riobam-
da Asactus; 32. pueblo de Chambo, (2815 m.;) c. ba. El observador ha puesto ahora su punto de
hacienda Guayllabamba, (2957 m.;) 33. quebrada ubicación en la misma cordillera del Altar, con sus
Ulpán; 34. cerro Leonang, páramo de Quilimás; 35. espaldas vueltas hacia la llanura.
El Cubillín, (4711 m.;) 36. cerro Rincaso; 37. que-
brada Aguaillanchi; 38. quebrada Daldal; 39. ha- La disposición del basamento que sirve de asien-
cienda; 40. Calupungo (Mirador del Sangay), to al Altar ocupa aquí el primer plano, y sólo con-
(4196 m.;) 41. río Chambo; 42. pueblo de Pungalá, siderando cada una de las partes del macizo des-
(2903 m.;) 43. valle de Alao; 44, cerro Tulabug jun- de un punto tan cercano, se logra obtener con la
to a Licto, (3324 m.;) 45. cerro Cachahuay, 3001 vista, la justa escala para la apreciación e las ex-
m.; 46. pueblo de Yaruquíes, 2751 m.; 47. río Chi- traordinarias proporciones que tiene la estructu-
bunga; 48. cerrito de San Antonio, (2881 m.;) Pa- ra de esa cordillera. Sus homogéneas y muy an-
quigauhuan (llanura), 50. hacienda Tapi. chas y escarpadas cuchillas encierran únicamen-
te un pequeño valle tributario del río Chambo, el
Los puntos 1-44 quedan del otro lado del río valle del río Tarau.
Chambo que corre a lo largo del pie de la cordi-
llera: a. ubicación para el trazado de la pintura Particularmente sugestivo es el modo cómo en es-
117; b. para el de la pintura 118; c. para el de la tas estribaciones se unen mutuamente la parte
pintura 102. boscosa y la monótona hierba del páramo. Sus lí-
mites unas veces avanzan en sentido horizontal y
Las plantas características de la región, que se rectilíneo, como trazados artificialmente, otras,
ilustran en el primer plano, son: Prunus salcifolia suben y bajan al irse acomodando los árboles de
(capulí), Agave americana (cabuya negra), Four- densa fronda a las hondonadas de las quebradas
croya Iongaeva (cabuya blanca), Ceres sepium (es- y valles.
pino), Dodonaea viscosa (chamano), Arundo níti-
da (sigsig), Eupatorium Chilca (chilca) y Euphorbia Talando el bosque, se ha ido ganando espacios
Latazi (lechero). para pastos cuya verde y corta hierba es más nu-
tritiva que la del páramo. En estos bosques suelen
también ejercer los carboneros su devastadora
industria, acabando rápidamente con los nudo-
sos troncos que durante siglos han dio creciendo;
columnas de humo ascendentes delatan desde le-
jos su actividad. El liviano carbón vegetal, que in-
cluso se puede transportar por peligrosos cami-
nos de herradura, sirve de combustible para la

296
El Cerro del Altar del lado sudeste.
Punto de observación:
Pendiente norte del Pongo de Yuibug (3900 m.)

A. Pendiente sudeste del “Altar” (formación volcánica).


1. “El Obispo” 5405m, la cumbre más alta de la
circunvalación del cráter del Altar;
2. Pared rocosa de conglomerado volcánico;
3. Escombreras;
B. Estribaciones del “Altar” (Esquisto micácico);
4. Valle de los Tiacos;
5. Venado de los Andes.

297
manufactura de diversas artesanías y de éste depen- se dan cuando el monte es sacudido por un
den los herreros y también a veces es utilizado para temblor de tierra, como sucedió el 24 de octu-
la cocina de los habitantes más ricos de Riobamba. bre de 1872.

La gran hondonada de la caldera del Altar invi- A la amplia entrada, en forma de inmenso portón, de
ta a una visita. Para llevarla a cabo, lo mejor es la caldera del cráter, está nido el valle de Collanes, cu-
salir de la hacienda de Releche, que es el pun- yo piso es llano pero tan pantanoso que no se lo pue-
to a donde pueden llega las acémilas con su de atravesar sin peligro de hundirse. Entre el nivel del
carga. Desde allí hay que llevar lo necesario fondo de este valle y el piso del cráter, que está cu-
para el campamento de carpas, a espaldas de bierto por una planicie de glaciares, hay de por me-
los peones que se consiguen en Riobamba y lu- dio una grada rocosa de más de 300 m. de altura. Jus-
gares vecinos. Ocho horas enteras toma la em- tamente esta grada, en la que se muestra el glaciar
pinada subida a través del páramo con sus cre- fracturado y precipitándose en forma de cascada, ha-
cidas hierbas, hasta el valle de Collanes. Se ha ce al dibujo tan extremadamente maravilloso y pinto-
conseguido el objetivo y el momento es favora- resco. La cascada de hielo está limitada de ambos la-
ble: ante el espectador están despejados, sin dos por amontonamientos de escombros de tipo mo-
nubes y enteramente cerca, el ancho cráter y rrena. En el corte del glaciar se puede estimar su es-
las masas glaciares que recubren su fondo pesor que es de 60 a 100 m.
(pintura 119).
El límite inferior de la capa de hielo permanen-
te, baja aquí a 4300 m.; y el final del glaciar, por
PINTURA 119 cierto condicionado por las características loca-
les del suelo, baja inclusive hasta 4000 m. Es és-
LA CALDERA DEL CRÁTER DEL CERRO ALTAR ta la altura más baja que para la formación de
glaciares se ha observado en esta latitud cerca-
Ubicación: valle de Collanes, a 3900 m. sobre el ni- na a la línea ecuatorial, y ella caracteriza las
vel del mar. condiciones atmosférica de la cordillera orien-
tal del Ecuador.
Las negras rocas que rodean la caldera del crá-
ter, en las que se puede distinguir una eviden- Para poder llegar a la misma caldera del cráter,
te estratificación, constan en parte de conglo- hay que ir caminando muy pegados a la pared
merados volcánicos y en parte, de paquetes de del valle (a la izquierda del observador). Facili-
131
lava sólida . Las paredes caen tan abrupta- ta la subida la muralla de tipo morrena. A veces
mente hacia el lado inferior de la caldera, que pasan por este camino, hasta llegar al hielo, in-
la nieve puede sostenerse solamente en los sa- clusive los toros y becerros salvajes que pacen
lientes que hay, en forma de gradas, en los es- en el valle de Collanes. Este ganado debe su li-
tratos rocosos. Con mucha frecuencia tienen bertad a lo intransitable del terreno, es esquivo
lugar, desde ahí, pequeños y grandes despren- como los venados y huye del hombre.
dimientos de nieve acompañados de ruidos
atronadores. Pero lo más grandioso en este as-
pecto es la presencia de cascadas de nieve que

131
Rocas del cerro Altar: No. 3281 - 3354.

298
PINTURA 120 PINTURA 121

EL ALTAR VISTO DESDE EL SURESTE EL ALTAR VISTO DESDE EL NORTE

Ubicación: la pendiente norte del Pongo de Yui- El observador está situado en la pendiente sur del
bug, a 3900 m. sobre el nivel del mar. Tungurahua, en el pajonal de Minza grande, a
3735 m. de altitud. A sus pies queda el estrecho
El contacto entre la antigua formación montañosa valle del río Puela, que divide al Tungurahua, del
de rocas cristalinas y la formación más reciente, basamento no volcánico del Altar.
compuesta de productos eruptivos, geológica-
mente tan digna de atención, salta a la vista en es- Lo extraordinario y muy instructivo de esta
te panorama, con toda claridad. pintura, para los geólogos, radica fundamen-
talmente en que aquí se tiene a la vista un vol-
En la línea fronteriza entre ambas queda el alto cán y por cierto una caldera de cráter de gran-
valle de los Tiacos; curva hacia la izquierda del des dimensiones, construidos sobre un macizo
observador. El alto murallón que conforma el ta- montañoso al parecer aislado, el cual no cons-
lud derecho del valle pertenece a las estribacio- ta, como fácilmente se pudiera imaginar, de
nes del Alta. Por sobre esta muralla surge el pico material volcánico, sino de esquisto de mica y
más alto del borde de su cráter, el Obispo, pero de otras rocas cristalinas antiguas. La configu-
aquí se lo ve por el lado de atrás. La misma mura- ración casi simétrica de este basamento y su
lla consta de un conglomerado volcánico. Desde paulatina transición a una gran montaña de
lejos se cree que es una muralla de roca sólida, y cráter, son precisamente desde este punto de
que se tiene delante un flujo de lava con una se- vista, muy a propósito para engañar inclusive
gregación en forma de columnas, porque a causa al ojo experto de geólogo e inducirlo a atribuir
de la erosión, el material poco resistente está surca- a las dos partes del monte, la inferior y la su-
do por muchas grietas verticales. A lo largo del va- perior, un mismo tipo de origen, considerando
lle, el pie de la muralla está cubierto de abanicos de al Altar y a su basamento como única estructu-
escombros. Una tempestad de extraordinaria vio- ra volcánica. Si esta apreciación fuese justifi-
lencia (20 de octubre de 1872) ha colmado sus cu- cada, al Altar le correspondería un lugar entre
chillas de fresca nieve. El brillante sol de la mañana las montañas volcánicas más espaciosas el
ha comenzado a llevar su proceso de deshielo has- Ecuador, y la verdad es que, a pesar de su ma-
ta las regiones más altas. Infinidad de pequeñas cas- jestuosa apariencia, no se le puede dar sino un
cadas alimentadas por la nieve derretida, se precipi- sitio de segundo o tercer orden.
tan a modo de saltos de agua atomizada.
A la izquierda del observador, hacia el oriente,
Un ciervo y una cierva, el venado de los españoles - quedan regiones de páramo intransitables y com-
el taruga de los indios-, integran la escena. El ciervo pletamente inhabitables; a la derecha, hacia el su-
es muy parecido al venado de Virginia y abunda en reste, se alcanza a ver en dirección al valle del río
132
los Andes ecuatorianos y colombianos . Chambo, la llanura de Riobamba con la serranía

132
Profesor doctor H. Nitsche, Estudios sobre los venados (cervidae), Entrega No. 2,4, con tres láminas, Leipzig, Wilhem Engelman, 1897. Gran
número de cornamentas y cráneos de este tipo de ciervos se ha entregado a la colección de la K. Forstacademie de Tharandt, y un ejem-
plar disecado del ciervo representado aquí, se encuentra en el Museo zoológico K. de Dresden.

299
de Yaruquíes, y detrás de ella queda visible toda- Tunguraguilla, punto más alto del camino
vía una parte de los páramos de Guamote y de Pu- que va por la cresta de la montaña 3444
yal, que cierran el horizonte.
Camino de Collanes a Matus, en la cresta de la
montaña
Altitudes del Altar y de sus alrededores
Chaupibug, punto más alto de la cresta
El monte m. sobre la hacienda Candelaria 4373

Cumbre suroccidental (El Obispo) (T) 5404 Rocas sobre las fuentes del río Tarau 4325

Cumbre noroccidental (El Canónigo) (T) 5355 Travesía del Utañag, extremo norte de la
cuchilla, frente al Tungurahua 3922
Cumbre oriental (El Tabernáculo), de la
caldera (T) 5296 Pallo (La Viña o Bellavista de Utañag),
grupo de casas pertenecientes a Penipe 3045
Pasuasu, superficie del glaciar que cubre
el fondo del cráter 4330 Camino de Químiac al Condorasto

Pie del glaciar Pasuasu en el valle de Puente de Químiac (río Chambo) 2524
Collanes 4028
Páramo de Sali, alto del camino 3680
Fondo del valle de Collanes al comienzo
de la subida Pasuasu 3711 Sali, vaquería 3659

El Mirador, colina en el valle de Collanes Inquisai, vaquería 3509


(lugar del campamento del 30 de octubre
5 de noviembre de 1872) 3836 El Pungo de Yuibug, paso en el lado
suroccidental del Altar 4277
Camino de Penipe al valle de Collanes
m. Cocha del Condorasto (laguna) 3750

Penipe, pueblo 2470 Las Minas del Condorasto (formación del


esquisto de mica) 4130
Penicuchu 2532
El cero Toldo y sus alrededores (formación de
gneis y esquisto de mica)
Nabuso, loma 2946

Cerro Toldo, cumbre 4462


Unión del río Tarau con el río Blanco 2601
Límite superior del bosque al pie del
Candelaria, hacienda 2893 cerro Toldo 3295

Releche, hacienda 3117 Aguajpata, comienzo del pajonal, al pie


del cerro Toldo 3730
Límite superior del matorral en la loma
de Releche 3490 Tusapalang, cumbre al oeste del Altar 3651

Punto más alto del camino en la loma de Verdepamba 3433


Releche ca. 3750
Punto alto del camino entre la quebrada
Asactus y Guillacauhuang 3009

300
Chañag, grupo de casas 3225 Esta larga cadena se ve aquí de lado y en es-
corzo, el observador está mirando hacia el
Falda occidental de la cordillera oriental de Rio-
oriente. De los dos nevados volcánicos que co-
bamba
ronan la cadena, está visible solamente uno, el
Chambo, pueblo 2815 páramo de Quilimás (4711 m.), junto a sus sec-
ciones llamadas Cubillín y Leonang; el otro ne-
Químiac, pueblo 2751 vado, el Altar, está cubierto por el cerro Toldo
que le prolonga hacia el occidente. El páramo
Río Blanco, hacienda junto a la unión
del río Blanco con el río Chambo 2375 de Quilimás, cuya ubicación y configuración
deben ser ilustradas en esta pintura, consta de
Río Blanco, paso en el camino a Penipe 2406 picos nevados y crestas rocosas. Estos picos y
crestas rodean un vasto circo parecido al del
Filones de antracita sobre Penicuchu 2555
Casahuaico, hacienda en el valle de Altar, pero ninguno de ellos alcanza la altura
Chambo 2659 de los puntos culminantes de su pared del cir-
co 133. La vaguada entre la cordillera y el cerro
Casahuaico, puente colgante sobre el río Tulabug, punto de ubicación del observador, es-
Chambo 2495
tá cubierta por un potente depósito de toba vol-
cánica que tiene importancia paleontológica por-
que de ella se han extraído huesos fósiles de una
fauna de mamíferos abundante en especies (véa-
XXXVIII. EL QUILIMÁS se pintura 116). Hacia el norte, en la dirección
que ocupa el valle del río Chambo, aparece el
El páramo de Quilimás pertenece a las apartadas
Tungurahua, y detrás, en la línea del último hori-
regiones volcánicas del Ecuador, a las que pudi-
zonte, emerge también el cono nevado del Coto-
mos dedicar sólo una fugaz vista, y cuya investi-
paxi, a un lado de las pirámides del Iliniza.
gación más cuidadosa está reservada a los futu-
ros viajeros. Acerca de su posición topográfica en
la cordillera oriental de Riobamba, nos informa,
PINTURA 123
además de los dibujos que siguen inmediatamen-
te (122, 123.A, 123.B), la pintura 117, en la que
TRES VISTAS DE LA CORDILLERA ORIENTAL
aparece este páramo juntamente con el Altar.

123.A. LA CORDILLERA ORIENTAL CON EL QUI-


LIMÁS Y EL ALTAR VISTOS DE SUR A NORTE
PINTURA 122

La ubicación desde la que se ha trazado la pintu-


LA CORDILLERA ORIENTAL DE RIOBAMBA
ra es el cerro Chuyuj (3759 m.) de la serranía de
CON LA MONTAÑA VOLCÁNICA DEL PÁRAMO
Yaruquíes.
DE QUILIMÁS

Lo interesante de esta pintura consiste funda-


Ubicación: cerro Tulabug junto a Licto, a 3324 m.
mentalmente en que desde aquí podemos mirar
sobre el nivel del mar.
directamente al valle de Caldera del Quilimás –El

133
Rocas del páramo de Cubillín: No. 3386 – 3400.

301
Pailón— y dominar claramente su configuración
en relación con las cumbres que lo rodean, aun- 123.C. UNA PARTE DE LA CORDILLERA ORIEN-
que no podemos olvidar que tan sólo la parte más TAL DE AMBATO CON EL CERRO HERMOSO DE
alta de la corona del monte –hasta donde hemos LOS LLANGANATES
podido investigar— parece pertenecer a la forma-
ción volcánica. Su compacto basamento consta Ubicación: subida de Caguají a Savañag, a 3300 m.
de roca antigua, pero está no obstante, tan unido sobre el nivel del mar.
con la parte más alta de la corona volcánica, que
entre las dos formaciones, como sucede también Siguiendo valle abajo por el río Chambo, la vista
en el Altar, no se presenta una división claramen- topa con su desembocadura frente al talud iz-
te perceptible a la distancia. quierdo del río Pastaza, que avanza transversal-
mente; sobre él se alza con su cubierta de nieve el
Al fondo de la caldera está el punto más alto del cerro Hermoso, no volcánico (4576 m.), con una
páramo de Quilimás (4711 m.) según la medición configuración en forma de tejado (véase la pintu-
trigonométrica del señor Reiss; a su izquierda, el ra 65.A y la 138).
macizo de Leonang y a la derecha, el de Cubillín.
Aproximadamente a 154 Km. el Quilimás, hacia el Altitudes del Quilimás y de sus alrededores
nororiente, aparece el Altar, cuya parte más baja m.
está cubierta por la cresta del cerro Toldo, que
aquí se la ve en escorzo. Cumbre más alta del macizo del
Quilimás (T) 4711

Como estos dos montes, por su sentido genético,


Páramo de Cubillín
muy probablemente pueden ser concebidos co-
mo una pareja homogénea, conviene echar toda- Picacho de la Mina (T) 4455
vía una mirada a la corona cimera del Altar.
Puerta de Tambillo (Mina de Cubillín) 4234
Como orientación nos sirven los nombres que se
Panecillo de Guayllabamba 3212
han hecho constar en el dibujo: C. Tusapalang;
Chambo, población; y hacienda Guayllabamba.
Guayllabamba, hacienda 2957

123.B. LA CORDILLERA ORIENTAL CON EL AL- Quebrada Ulpán, vado 2849


TAR Y EL QUILIMÁS VISTOS DE NORTE A SUR
Páramo de Alao
Ubicación: en el camino de Caguají a Savañag,
Calcitpungo (Mirador del Sangay) 4169
aproximadamente a 3000 m. sobre el nivel del
mar.
Azatapungo o Chilcacajas 4370

Aquí está el Altar muy cerca del observador, Hondón Chaiva 3941
mientras que el Quilimás aparece sólo a gran dis-
tancia. En este esbozo es notable también la dila- Yucrún 3610
tada saliente del cerro Toldo, que se dirige hacia
Maguazo, hacienda 3115
el occidente, hacia la llanura de Riobamba. Sirven
de orientación los nombres: pueblo de Penipe, ha- Alao, aldea india 3173
cienda Candelaria y serranía de Yaruquíes.

302
El Volcán Sangay; lado sudoeste. Punto de observación:
Nagsanpungo. 400 m sobre el mar.

A. La cumbre vocánica del Sangay 5323 m.


B. Estribación que consta de mica y hornablenda, cubierta de
cenizas del Sangay.
1. Nagsanpungo, “El Mirador del Sangay”(esquisto micácico);
2. Tres Cruces;
3. Quebrada Puentehondo 3622 m.;
4. Calle de la Quebrada Puenehondo;
5. Altura de la Cuesta 3622 m.;
6. Picacho del Norte;
7. Picacho del Sur;
8. Tablón grande;
9. Huasiurcu;
10. Cerro de la Bandera 3962 m (cenizas);
11. Verdeloma, junto a la lava cubierta de cenizas restantes;
12. Cordillera de Huambayoa;
13. Dirección de Macas;
14. Tablón chiquito;
15. Campamento en la cuchilla de Nagsanpungo, 22 de abril a
6 de mayo 1872.

303
Pungalá, pueblo 2903 el sur el largo murallón de la cordillera oriental. Per-
mite la entrada el valle de un riachuelo que da ori-
Puente de Pungalá 2789 gen al río Chambo y que se entalla lateralmente en
el amplio macizo. Pero sólo cuando el viajero ha do-
minado una empinada pendiente de 500 m. y ha to-
cado la aguda cresta de la cuchilla de Nagsangpun-
XXXIX. EL SANGAY go, tiene la suerte de contemplar el humeante vol-
cán y, además, a una sorprendente proximidad. La
El Sangay, llamado también volcán de Macas, pare- distancia en línea horizontal desde este punto hasta
ce haber estado en actividad desde hace muchos la cumbre es de solo unos 13 Km.
años. Ya La Condamine y Bouguer presenciaron sus
erupciones a mediados del siglo pasado; y Hum-
boldt menciona los testimonios de la población PINTURA 124
ecuatoriana del altiplano, según los cuales este vol- EL SANGAY VISTO DESDE EL SUROESTE
cán infunde continuamente miedo y sobresaltos. A
él se atribuyó el terremoto que destruyó la ciudad La ubicación desde la que se ha trazado el dibujo
de Riobamba el 4 de febrero de 1797; sus detonacio- es la cuchilla de Nagsangpungo, a 4000 m. sobre el
nes se pueden oír hasta Guayaquil, y sus cenizas nivel del mar134.
con frecuencia suelen ser llevadas por los vientos
del oriente hasta el océano Pacífico. Todavía hoy se La pintura nos presenta un volcán en plena activi-
menciona su nombre en todo el Ecuador con el mis- dad; una nube de vapor cargada de cenizas ha sido
mo temor que al principio de este siglo. violentamente expulsada y se arremolina sobre la
boca del cráter; a poca altura ya se encorva marca-
En curioso contraste con la frecuente mención damente hacia el occidente por la acción de un
del volcán, resulta que entre la población sólo po- viento que sopla con fuerza; los componentes sóli-
cos individuos conocen exactamente la posición dos que lleva consigo van cayendo en porciones
geográfica del monte. desiguales a manera de chubascos mientras el sol,
que surge por detrás, los pinta de un color parduz-
La ciudad más cercana al Sangay es Riobamba, la co. ¡Grandioso espectáculo! Quien ha sido alguna
distancia en línea recta desde allí al volcán, ape- vez testigo ocular de una erupción volcánica de és-
nas puede llegar a 50 Km. No obstante, pensar tas, con la visión de esta pintura tal vez pueda ima-
que de cada cien habitantes de Riobamba al me- ginarse que va a escuchar los truenos y percibir las
nos uno ha visto con sus propios ojos al Sangay, leves vibraciones del suelo que suelen acompañar
aun cuando fuera desde una gran distancia, sería a las explosiones más fuertes.
exagerado. El Sangay se esconde detrás del mura-
llón de la cordillera oriental, por sobre la cual, de Pero si es algo impresionante el observar el paro-
vez en cuando, da desde lejos a los riobambeños xismo de un volcán, no obstante, para el geólogo
una clara visión de su existencia. que se esfuerza en penetrar en la naturaleza pro-
pia de la actividad volcánica, tienen importancia
Para llegar al pie de la montaña hay que hacer un pe- secundaria los fenómenos por los que el volcán
noso viaje que lleva unas 30 horas, rodeando desde se manifiesta como tal. Para el geólogo es mucho

134
Dibujo original ejecutado in situ. Únicamente el primer plano ha sido de posteriores añadiduras.

304
más importante investigar su forma externa, la es- en forma de paquetes, que hemos designado co-
tructura interna de los volcanes apagados, el ma- mo Tablón grande. Incluso las estribaciones
terial de que están compuestos, la posición relati- que quedan en frente de nosotros, y que se ven
va de unos respecto de otros, la naturaleza de las de color verde esmeralda y están cubiertas de
bases sobre las que se levantan, etc. la trepadora de grandes hojas llamada Gunnera
magellanica, están cubiertas de cenizas, como
Precisamente en lo tocante a este último punto de se puede ver por el modo cómo está surcada la
vista, la base del volcán en sus condiciones petro- superficie.
gráficas y topográficas, la presente pintura nos
ofrece una información extraordinariamente clara Todos los montes y cadenas montañosas que apa-
para la observación de la naturaleza de la zona recen todavía en el extenso campo de visión de
eruptiva del Sangay. esta pintura, podrían constar solamente de rocas
cristalinas antiguas, a menos que también formen
Tenemos delante el alto cono del Sangay, de 1600 parte de su constitución, formaciones sedimenta-
a 1700 m. de altitud, libre y aislado como si estu- rias más recientes.
viera puesto sobre un pedestal, para poder obser-
varlo. Lo que más sorprende es que este pedestal El Sangay, por lo tanto, como volcán tiene una posi-
no está hecho, como se podría pensar, de mate- ción completamente aislada. El hecho de que en las
rial volcánico antiguo, sino de rocas metamórfi- cercanías de este poderoso cono eruptivo no se en-
cas: esquisto de mica y otros tipos de rocas em- cuentren ni siquiera los restos de un edificio volcá-
parentadas. nico más antiguo, como el que conocemos por ejem-
plo en el Cotopaxi, puede desde luego causar extra-
El punto de ubicación del observador está se- ñeza, pero no justifica la idea de que no haya existi-
parado de la meseta sobre la cual se eleva el do en absoluto una estructura de esas. Probable-
Sangay, por la depresión de 400 m. de profundi- mente se halla enterrada bajo la masa de amontona-
dad de la quebrada Puente hondo. Gracias a es- mientos de los que surgió la nueva montaña, y has-
te profundo corte logramos una visión de la na- ta pudiéramos conjeturar que la loma rocosa im-
turaleza petrográfica de la meseta, cuya super- pregnada de paquetes de lava, que se alza al lado
ficie está revestida, hasta donde alcanza la vis- sur del cono del Sangay y que se denomina Verde-lo-
ta, por un depósito de ceniza volcánica de gran ma, junto con algunos otros salientes de la parte ba-
espesor. El talud izquierdo de la mencionada ja del cono del Sangay, pudieran considerarse como
quebrada está dividido, por obra de un gran nú- eslabones de este viejo edificio.
mero de otras quebradas más pequeñas, parte
en lomas cubiertas de vegetación, parte asimis- El Sangay y el Cotopaxi, por cierto, como conos
mo, en lomas en las que está al descubierto la montañosos, presentan en su forma externa una
negra roca en caídas perpendiculares. Las coli- gran coincidencia; pero en lo que se refiere al tipo
nas más pequeñas esparcidas en la superficie de su nacimiento, y a la actividad de las fuerzas
de la meseta, que vemos del otro lado de la que- volcánicas de cada uno, no habría un fundamente
brada, en dirección al Sangay, constan en su to- legítimo para querer situar a los dos montes en la
talidad de cenizas; una de las más altas, de misma categoría. El Sangay evidentemente ha al-
aproximadamente 100 m. de altura, es el cerro canzado su configuración actual por el apilamien-
de la Bandera. Muy claramente se destaca asi- to en capas de un material expulsado por obra de
mismo la potencia de los depósitos de ceniza una actividad de siglos y casi ininterrumpida; en
sobre las rocas de esquisto de mica, dispuestas el Cotopaxi, en cambio, estamos ante un cono

305
volcánico muy activo, cuya estructura debe atri- lla visible de existencia humana mitiga lo inhós-
buirse fundamentalmente a una única gran erup- pito de esta región.
ción, y de cuyo cráter se han derramado sólo en
los últimos siglos hasta el presente, algunas co- Un valle profundamente entallado que comienza en
rrientes de lava aisladas, en cierto modo como la pendiente sur del volcán rodea toda la base del
manifestaciones de fuerzas volcánicas ya en cono y lo separa de la ancha meseta sobre la cual
proceso de extinción. Y estas nuevas erupcio- parece erguirse. Al caudaloso río del valle le corres-
nes no han podido menoscabar sensiblemente ponde el río Pastaza y no el Morona que en cambio,
la primitiva forma del monte. recoge las del río lleno de espuma de la quebrada
Puente hondo (en el primer plano de la pintura).
Teniendo en cuenta el lado occidental del monte
que mira al espectador, no se puede determinar con Puede parecer extraña la presencia de nieve en la
exactitud si en la conformación del cono del Sangay parte superior del cono —hasta muy junto al borde
han tenido parte también las lavas derramadas jun- del cráter—, sobre el cual se alza el luminoso haz de
to a los productos sueltos amontonados (cenizas y fuego durante la noche. Esto prueba que la tempera-
escorias); sólo se sabe que las masas de roca incan- tura de la superficie del monte, inclusive cerca de la
descente ahora se derraman en dirección al oriente boca del cráter, es menor que la de la atmósfera, lo
por las regiones selváticas deshabitadas de Ma- que apenas se podría suponer respecto a un volcán
135
cas . Por consiguiente, en esta pintura el volcán que se encuentra en plena actividad, pero este fenó-
nos muestra su lado menos interesante. Y quedan meno se observa también en otros volcanes. El co-
reservados para los viajeros que vengan después, la no del Sangay está cubierto de glaciares hasta muy
investigación del lado oriental del monte y el cálcu- abajo, aunque dichos glaciares no están a la vista
lo de la longitud de sus corrientes de lava, segura- debido a las cenizas que los recubren. Solamente la
136
mente de muchos kilómetros . nieve recién caída puede conservar su blancura por
unas horas, quizás durante el día, en el costado me-
124.A. EL SANGAY VISTO DESDE EL SUROESTE nos afectado por la lluvia de cenizas. Una escasa ve-
getación ha ocupado el pie del monte dándole un
El punto de ubicación es Nagsangpungo, el mismo colorido verdoso.
137
de la pintura anterior .
En toda la región cubierta por la lluvia de cenizas
En el Sangay tiene el espectador un panorama del volcán, la vegetación tiene su vida sometida a
de una grandiosidad y originalidad inolvida- un fuerte cerco. Su presencia se explica solamente
bles, pues más que ningún otro tiene toda la im- por las fuertes precipitaciones que, sin largas inte-
pronta de la naturaleza salvaje. Y esta impre- rrupciones periódicas humedecen el suelo casi
sión que se destaca todavía más en el óleo eje- diariamente durante todo el año. Todas las plantas
cutado según el anterior esbozo a colores, se están destinadas al paulatino recubrimiento, a la
funda en la acción entrelazada de las poderosas asfixia, a ser enterradas vivas, y a la acción dañina
fuerzas volcánicas y los grandiosos procesos de los ácidos inherentes a la ceniza. A la larga, só-
que tienen lugar en la atmósfera. Ninguna hue- lo pocas especies resisten semejante atentado.

135
W. Reiss, Una vista a los indios jíbaros. Actas de la sociedad geográfica de Berlín, 1880, No. Extra, p. 12.
136
Rocas del Sangay: No. 3401 – 3438.
137
Copia (óleo) de mi dibujo original, ejecutada por el señor Rafael Troya en Riobamba.

306
Junto a la yerba de páramo, que también aquí En esta pintura, como en la anterior, vemos también
conserva la supremacía, debe mencionarse co- al Sangay en plena actividad; una explosión sigue a
mo planta característica del suelo flojo de ceni- la otra. La rapidez con que se siguen estas explosio-
za y tierra, la trepadora Gunnera magellanica nes podemos inferir de la forma de la columna de
Lmk. Por donde ella crece confiere, con sus vapor y de su extensión horizontal, y en eso está el
grandes hojas, un colorido verde casi exuberan- interés especial de esta pintura. En efecto, la forma
te a la superficie, muy apropiado para desper- extraña y el tramo escalonado en la parte de la co-
tar en quien lo ve desde lejos, la falsa idea de lumna de vapor que sigue verticalmente se produce
que el suelo está cargado de fertilidad. por el hecho de que entre dos explosiones ha teni-
do lugar una pausa en la que se ha interrumpido to-
Los influjos nocivos de la actividad del Sangay co- talmente el desprendimiento del vapor que sale por
mo volcán se limitan, en sus efectos más intensos, el cráter, pero esta pausa ha durado pocos segun-
a un terreno que, por lo demás, casi está perdido dos; no más de lo que ha necesitado la columna de
para el hombre en lo referente al cultivo del suelo vapor interrumpida para elevarse verticalmente y al
y a la población del mismo; pertenece, por su ele- mismo tiempo para avanzar un poco horizontal-
vada ubicación y por las condiciones atmosféri- mente llevada por el viento. La masa de vapor de
cas reinantes, a la región inhóspita del páramo una nueva explosión surge en ese instante tocando
que ya se ha mencionado antes en el comentario con su cresta la masa de la anterior explosión, que
de las pinturas precedentes. está suspendida a un lado pero que conserva ente-
ramente su primitiva forma de columna. En la nube
El viento lleva las cenizas a veces hasta Guaya- diseminadora de ceniza que se extiende horizontal-
quil y las va esparciendo a trechos en el corre- mente y que por la corriente dominante del aire es
dor por el que pasa, que tiene una anchura de arrastrada hacia el suroeste, vemos las masas de va-
30 millas alemanas, sobre los campos del alti- por de las diversas explosiones ya entremezcladas.
plano y sobre las plantaciones de la costa. El
daño que esto ha ocasionado es muy pequeño El mismo cono volcánico nos presenta un aspec-
en la mayoría de los casos. El mayor inconve- to muy parecido al de antes, pero con la diferen-
niente lo sufren los dueños de los potreros del cia de que aquí podemos abarcar con la vista ade-
páramo que quedan en las cercanías del volcán más de su lado occidental también una parte del
porque la arena que queda en los húmedos ta- lado norte, y no una parte del sur, como anterior-
llos de la yerba desgasta rápidamente los dien- mente. El manto de cenizas en que está envuelto
tes del ganado o simplemente vuelve incomible el monte, abarca solamente su parte superior,
toda la hierba. pues la parte baja está entrecortada por los sur-
cos y valles que al parecer penetran hasta el nú-
cleo del edificio. Además, desde nuestro nuevo
PINTURA 125 punto de observación, echamos de ver que en el
cráter del Sangay existe un pequeño cono erupti-
EL SANGAY VISTO DESDE EL NOROESTE vo que sirve de conducto para las explosiones de
vapor. Éste es lo suficientemente alto como para
La ubicación desde la que se ha trazado la pintu- sobresalir con su abovedamiento del borde del
ra es Calcitpungo, a 4169 m. sobre el nivel del mar, cráter, que asciende suavemente de norte a sur.
en el páramo de Alao, a un día de viaje, al suroes-
te de Riobamba. Sobre la zona que se extiende entre nuestro punto
de ubicación y la falda del Sangay, es poco lo que se

307
puede decir: toda ella es un páramo desolado. La En Calcitpungo crecen numerosos y robustos
han hecho así las eyecciones de cenizas del volcán. ejemplares de la hermosa planta Senecio Hallii
Los tonos obscuros dominan el colorido del suelo; Hier, que se distingue por su condición entera-
sólo aquí y allá logra existir una escasa vegetación a mente afelpada. En todo caso, es de las plantas
duras penas. El terreno montuoso sepultado bajo la más resistentes pues he recogido ejemplares de
potente cubierta de ceniza que aquí se extiende, es- ella en el lado oriental del Chimborazo hasta a
tá surcado por numerosas y en parte profundas que- una altitud de 4900 m.
bradas. Es interesante observar cómo las capas de
ceniza acumuladas se amoldan al terreno ya nive- Altitudes del Sangay y de sus alrededores
lando las desigualdades, ya dando lugar a prominen- m.
cias, ya soportando caídas verticales y derrumbos,
en grande y pequeña escala, en los escarpados talu- Cono de erupción en el cráter del
des de las quebradas y formando laderas y ondula- Sangay (T) 5323

ciones ambulantes conforme lo prescriben las con-


Borde suroccidental del cráter (T) 5298
diciones locales del subsuelo en conexión con el in-
Borde nororiental del cráter (T) 5224
flujo de las condiciones meteorológicas. De este mo-
do, la cubierta de ceniza se muestra tan surcada de Río del Volcán, en la falda sur occidental
corrientes de agua de lluvia y zanjas, que el dibujan- del cono 3596
te tuvo que abandonar la esperanza de poder repro-
Camino de Riobamba al Sangay
ducir con cierta fidelidad los rasgos de la superficie.

Puca-jaca, unión del río Columbe con


Es fácil acceder, desde Riobamba, hasta este punto el río Cebadas (Chambo) 2836
de observación; llegamos acá en una cabalgata de
unas 15 horas, pero quien deseare llegar desde Calcit- Cebadas, población 2904
pungo hasta cerca del valle del Sangay y atravesar es-
tas obscuras soledades acortando caminos por lo- Ichañag, queseras de Ishubamba 3100

mas y valles, no encontraría ningún guía y tendría


Ishubamba, hacienda 3090
que obtener su empeño al precio de una enorme fati-
ga y de una desproporcionada pérdida de tiempo. Quincu-uacu, quebrada 3300

Para una mejor orientación podemos señalar en Luriabamba, casas 3357


esta región deshabitada, dos puntos ya conoci-
Yasipang, hato 3358
dos que son Verde-loma en la pendiente sur del
Sangay y la ubicación aproximada de la cuchilla
Quebrada Chuchubug, vado 3474
de Nagsangpungo, desde donde se ha trazado la
pintura No. 124. Volcán-chaqui, campamento 3497

Hacia el borde derecho del dibujo distinguimos, lejos Nagsangpungo (Mirador del Sangay)
en el sur, unos montes altos de figura llamativa. El cresta 4033

uno (Cururcu) estaba cubierto de nieve cuando lo


Quebrada Puente hondo, vado en el
veíamos desde aquí y desde Nagsangpungo y debe
camino al Sangay 3622
quedar al lado de Zúñag, y el otro es un macizo en
forma de diente que los indios llaman cerro Tentillay. Punto más alto de la subida frente a
Nagsangpungo 3991

308
Campamento de carpas al pie del Cerro en su posición topográfica; en este aspecto ningu-
de la Bandera 3847 na montaña es igual a otra.

Cerro de la Bandera (hito) 3962


Mientras vemos que algunos de los volcanes, por
ejemplo el Quilotoa y el Pululagua, están metidos
Quebrada ancha 3703
en valles, hemos observado que otros, como el Al-
Cerro Vista del volcán 3861 tar y el Quilimás, el Chimborazo y el Sangay, se
han levantado sobre los lomos de altas cadenas
Campamento de carpas cerca de la falda montañosas no volcánicas.
suroccidental del Sangay 3754

Por lo mismo, no puede haber duda de que ya an-


tes del nacimiento de las montañas volcánicas que
ahora coronan el altiplano, la configuración del te-
rreno era muy irregular y, en sus rasgos generales,
XL. EL TUNGURAHUA la misma que todavía hoy se ve asomar a través de
las formaciones volcánicas y los depósitos sedi-
Además de la altura de una montaña volcánica, tie-
mentarios. Ya debieron existir los valles profunda-
ne importancia su forma y sobre todo su posición
mente entallados y, a partir de aquella época, de-
respecto de los montes cercanos a ella. Por cierto,
bieron experimentar sólo cambios relativamente
se suele en general suponer la forma cónica como
pequeños: tanto una mayor profundidad como
la forma natural para una montaña volcánica, y al
también, al mismo tiempo, rellenos locales.
mismo tiempo se cree que ésta se levanta aislada
por todo su contorno en medio de la llanura.
Cierto que no se podrían dar sino pocas pruebas
que sirvan para comprobar de manera irrefutable
Sin duda, se han observado y descrito con gran
esta aseveración en casos concretos. Así por
frecuencia y con todo detalle, volcanes de esta
ejemplo, no sería fácil demostrar que el río Guay-
clase, cuyos típicos representantes en Europa son
llabamba drenaba la cuenca de la provincia de Pi-
el Vesubio y el Etna; y como hemos visto, también
chincha más o menos en la misma forma que aho-
el altiplano del Ecuador puede exhibirlos. Con to-
ra, ya en aquella época en que las fuerzas volcáni-
do, la mayoría de los volcanes que hemos estudia-
cas no habían erigido todavía los monte Pulula-
do, no son montes aislados que se levantan sobre
gua y Mojanda, los que en la actualidad permiten
una base plana, sino que forman grupos e hileras
al río sólo un estrecho paso.
o son montes que están apoyados sobre miem-
bros de formaciones más antiguas, en estructuras
Preguntas similares nos salen al paso en todas par-
de origen no volcánico.
tes, pero sólo en pocos puntos estamos en capaci-
dad de darles una respuesta irrefutable. Uno de es-
Por ello, la naturaleza y relativa posición elevada
tos casos y, por cierto, de los más importantes, en
de la base sobre la cual se levanta una montaña
el que se podría tratar de llevar a cabo la determi-
volcánica, son factores no despreciables para la
nación relativa de la fecha de nacimiento de una
apreciación de la época en que tuvo lugar la acti-
montaña volcánica, se nos ofrece en el profundo
vidad volcánica.
valle ya tantas veces mencionado del río Pastaza.

Al hacer pasar en su orden, ante nosotros, las


El volcán, cuyo nacimiento relativamente tardío se
montañas volcánicas del Ecuador, se ha patenti-
caracteriza aquí por su posición en un profundo
zado muy claramente la gran diversidad que reina

309
valle producido por la erosión, es el Tungurahua, pos de iluminación, y nos hacen ver también la re-
uno de los tres volcanes del Ecuador que hasta hoy lación que guarda la formación volcánica del
día patentiza, por su intermitente actividad, su co- monte con las masas montañosas no volcánicas
nexión con un foco todavía no extinguido. del valle del Pastaza. Nos hacen ver el cráter y las
corrientes de lava más recientes, con excepción
El Tungurahua, al que tenemos que dedicar ahora de la última, que se derramó en el año 1886, y ade-
nuestra consideración, no se levanta como los co- más la cubierta de nieve en los diversos flancos
nos del Cotopaxi y el Sangay, sobre una meseta del monte, bajo condiciones atmosféricas casi ho-
cuya altura sobre el nivel del mar ya llega de por mogéneas, los límites de la vegetación de la parte
sí a casi 4200 m.; su base queda más bien, al me- selvática, de los matorrales y del pajonal y, final-
nos por su lado norte, unos 2000 m. más abajo mente, los campos de cultivo y los asentamientos
que la aparente base de los dos montes antes humanos que rodean sus faldas.
mencionados. Esto es lo que descubre la principal
peculiaridad del Tungurahua, y esto hace que di- El óleo No. 126 y su lámina explicativa No. 126.A,
cho volcán, sin ser de los más altos, sobrepase en nos descubren sobre todo el lado sur de la mon-
altura relativa a la mayoría de los montes volcáni- taña. Lo mismo del pequeño óleo No. 127, el cual
cos del Ecuador, porque su altura sobre el valle sin embargo ha sido esbozado desde una distan-
de Baños se alza a no menos de 3200 m. cia mayor de una altura más considerable que el
anterior. En el óleo No. 128 tenemos ante nosotros
Pero el Tungurahua no está, como el Quilotoa, en- casi con exactitud fotográfica, el lado norte del
teramente aislado en medio de un valle, sino que monte y al mismo tiempo miramos el valle del
se apoya por su lado oriental en la escarpada pa- Pastaza, río abajo. Esta pintura se completa con el
red del elevado terreno de esquisto, en el cual se dibujo No. 129, trazado con líneas esquemáticas.
interna el valle del Pastaza, y sobrepasa al menos El que sigue, No. 130, ha sido ejecutado de tal mo-
con 1000 m. la altura media de los taludes del vie- do que el observador contemple, no como en la
jo macizo. Por ello el Tungurahua, visto desde le- pintura No. 128, la parte baja del valle, sino la al-
jos, parece un cono perfecto, a pesar de lo profun- ta, pues reproduce en su campo visual el lado nor-
do de su ubicación. Por el lado sur y el occidental, te del Tungurahua. El No. 131 presenta este mis-
contribuyen a la posición aislada del monte, los mo lado del monte; pero es una pintura del am-
profundos valles del río Puela y del río Chambo. biente, a colores, que insiste menos en la aclara-
ción de las condiciones topográficas. El croquis a
El Tungurahua está en agradable contraste con el colores No. 132, aun cuando el monte aparece de
Cotopaxi y el Sangay –a los que por lo demás se tamaño reducido, reproduce con mucha exacti-
asemeja tanto— por el encanto del paisaje que lo tud la forma de su cráter. El No. 133 nos presenta
rodea y muy especialmente por el despliegue de la parte superior del cono tal como se lo ve desde
una rica vegetación, aun cuando todavía no tropi- la ciudad de Riobamba, que está situada al su-
cal y exuberante, que hay en las pendientes de su roeste del monte. En las pinturas No. 134 a 137 no
base y en los valles de aguas abundantes que le se ve el propio Tungurahua, pues son dibujos
sirven de fundamento. que, perteneciendo a su grupo de pinturas, están
dedicados a reproducir un flujo de lava prehistó-
Catorce pinturas de la colección nos ilustran so- rico del Tungurahua. Vemos todavía el monte en
bre el Tungurahua, sobre la forma y estructura- la pintura No. 138, que merece también nuestra
ción de su cono, y sobre la impresión que produ- atención porque en ella aparece al mismo tiempo,
ce desde diversas distancias y bajo distintos ti- en sus inmediaciones, el cerro Hermoso, nevado

310
El Tungurahua, lado sudeste. Punto de observación:
Utuñag (pallo) junto a Matus cerca de Penipe (3045 m.)

1. Tungurahua, cumbre 5087 m.;


2. El Arenal;
3. Límite inferior de la nieve 4272 m. en el pajonal de
Minza;
4. Sachal;
5. Chorrera del Tambo;
6. Hacienda Gishmante;
7. Valle del Río Puela (Desembocadura en el Río Chambo,
a unos 2300 m.);
8. Aldea Puela 2096 m.;
9. Valle del Río Chambo;
10. Romerillo;
11. Guairapata;
12. Falda del Cerro Mulmul;
13. Meseta Punquilli;
14. Cordillera de Píllaro;
15. El Cotopaxi 5943 m
16. Árboles de Gaujui (¿Mirtaceas?)

311
no volcánico que queda visible sólo muy rara vez, Lámina explicativa 126.A) que llega a la región de
debido a las nubes que lo rodean. las nieves en una configuración que recuerda el
fragmento de una antigua muralla circundante de
Al grupo de pinturas del Tungurahua, que son cráter y tal vez deba considerarse como tal. Cier-
muy a propósito para esclarecer la posición del tamente no será un error el atribuir a esta parte
monte, pertenecen finalmente los panoramas del Tungurahua un alcance parecido al que le co-
que sobre él pudimos captar en la loma de Casi- rresponde al Picacho con relación al cono del Co-
gana (pintura 111), en la loma de Tusapalang topaxi.
(panorama X, pintura 115), y en el cerro Tulabug
(pintura 122). Por sobre el escarpado declive de esta parte se
derraman unos pequeños riachuelos en forma de
cascadas de agua atomizada, desde una altura tal
PINTURA 126 que casi se podría decir que las aguas de los des-
EL TUNGURAHUA VISTO DESDE EL SUR hielos del Tungurahua riegan, cayendo perpendi-
cularmente, las plantaciones de banano de la tie-
Ubicación: Utañag (Palla), junto a Matus, cerca de rra templada. La estructura más antigua tan estre-
Penipe, a 3045 m. sobre el nivel del mar. La distancia chamente unida al cono del Tungurahua, descien-
hasta la cumbre del monte es de más o menos 9 Km. de suavemente hacia los páramos de Minza gran-
de y Minza chiquito, en dirección al sur y sureste.
El óleo 126 nos presenta al Tungurahua desde sus Y este declive suave se transforma de pronto en
lados sur y occidental, desde una ubicación que la escarpada pendiente, que en el valle medio y
pone de relieve, de manera muy pintoresca, la for- superior de Puela, forma el talud derecho y en el
ma del escarpado cono de acumulación. cual, por así decirlo, aparecen fracturados los ci-
mientos del Tungurahua.
El profundo valle del río Puela, pequeño afluente
del río Chambo, separa en este lado la montaña La unión del Tungurahua por el lado oriental, con
volcánica de la antigua montaña de esquisto cris- el terreno de esquisto, se da a una altitud de 3600
talino en la que nos encontramos y, al parecer, a 4000 m., de manera que desde allí tiene todavía
constituye el límite entre las dos formaciones has- el cono una altitud relativa de 1000 a 1400 m. Pe-
ta la altura de la región del páramo. ro en este lado del monte los límites entre las dos
formaciones quedan menos definidos que en el la-
El lado sur del volcán presenta, al mismo tiempo, do que mira al valle de Baños, por falta de aflora-
una peculiaridad tectónica cuya explicación po- mientos.
dría encontrarse solamente en la más antigua gé-
nesis del Tungurahua, desconocida por nosotros. El declive occidental del cono del Tungurahua,
En efecto, el cono de acumulación exhibe aquí, que en la pintura se perfila con una pintoresca lí-
como parece, un entrante lateral profundamente nea bellamente arqueada, está cubierto de bajos
incrustado en su masa, en el cual descansa, y cu- matorrales hasta una altitud de aproximadamente
yo declive, que mira hacia nosotros, guarda extra- 4000 m., al paso que los campos de cultivo se ex-
ño contraste, por lo escarpado y desgarrado de tienden en algunos sitios hasta cerca de los 3000
su forma, con la superficie pulimentada del cono. m.; de allí para arriba comienza el gris arenal, zo-
Este miembro indiscutiblemente más antiguo de na que ya es muy pobre en vegetación a causa del
la estructura global tiene en su parte superior y material deleznable y rodante del suelo y por la
más sobresaliente, una cúspide puntiaguda (cfr. capa de nieve que con frecuencia subyace; hasta

312
El Tungurahua, lado sur. Punto de observación:
Travesía de Utuñag 3900 m sobre el mar.

1. El Tungurahua 5087 m.;


2. Minza chiquito, concha (Lago) 3698 m.;
3. Minza grande, límite inferior del Arenal 4170 m;
4. Valle del Río Puela;
5. Cotopaxi 5943 m;
6. Iliniza 5305 m;
7. Cerro Putzulagua junto a Latacunga 3520 m;
8. Guairapata;
9. Páramo de Píllaro;
10. Nubes que cubren el valle del Río Chambo;
11. Árboles Panza (Polylepis H.B.K th).

313
los límites de la nieve perpetua que sube y baja en La vista hacia el norte la cierra la cordillera de Pí-
zigzag, la extensión ascendente del arenal llega llaro, sobre la cual descuella el Cotopaxi ya más
aquí a cubrir los 300 a 400 m. lejos.

El primer plano de la pintura atrapa nuestra mira- 126.A. DIBUJO ADICIONAL AL ÓLEO No. 126
da por la rica vegetación; la distribución de los ár-
boles y arbustos en un campo de hiervas de exu- En este dibujo se ha hecho constar los siguientes
berante verdor parece la de un parque; ninguna nombres:
de las pinturas precedentes nos ha presentado
una cosa igual. Los que más llaman la atención 1. Tungurahua, cumbre (5087 m.;) 2. el arenal; 3. lí-
son los árboles de profuso follaje oscuro de una mite inferior de la nieve en el pajonal de Minza,
especie de mirtáceas llamadas Gaujui; y es que (4272 m.;) 4. Sachal; 5. chorrera del Tambo; 6. ha-
para una altitud de más de 3000 m., en donde nos cienda Quishmaute; 7. valle del río Puela; 8. la po-
encontramos, los árboles más altos son un fenó- blación de Puela, (2396 m.;) 9. valle del río Cham-
meno absolutamente extraño. Su presencia hace bo; 10. Romerillo; 11. Guairapata; 12. estribaciones
deducir que aquí estamos ante condiciones climá- del cerro Mulmul; 13. meseta Panquilí; 14. cordille-
ticas de tipo enteramente local. Y de hecho, son ra de Píllaro; 15. el Cotopaxi, (5943 m.;) 16. árboles
estas condiciones las que aquí predominan. Efec- de Gaujui (mirtáceos); 17. valle del río Patate.
tivamente, el profundo valle del río Chambo, al
que da el lado occidental de las faldas del Tungu- La magnífica Mutisia intermedia Hier, de floracio-
rahua, forma una de las dos entradas que llevan nes rojas (M. grandiflora H. B. Kth), va trepando
del altiplano a la zona de tierras cálidas de la re- por los arbustos del primer plano.
gión amazónica, y por este valle suben en flujo ca-
si ininterrumpido las cálidas nieblas que influyen
para temperar el clima de la pendiente del valle. PINTURA 127

El lado izquierdo del valle de Chambo, que queda LADO SUR DEL TUNGURAHUA
en frente del Tungurahua, está formado por las
estribaciones del cerro Mulmul, que asciende a Ubicación: travesía de Utañag, a 3900 m. sobre el
más de 3000 m. de altitud, y por los montes situa- nivel del mar. La distancia hasta la cima del mon-
dos junto a Pelileo, las estribaciones del cerro te es aproximadamente de 11 Km.
Llimpi. Un potente depósito de escombros había
cubierto antiguamente hasta una altura conside- Al punto desde donde está trazada la presente
rable el valle de Chambo, y todavía hoy podemos pintura se llega en un día de viaje, saliendo desde
ver sus restos, parte al pie del Tungurahua, parte el Altar en dirección al norte y siguiendo a lo lar-
también en las pendientes del talud izquierdo del go del borde derecho del talud del río Chambo, a
valle, en forma de grandes o pequeñas mesetas una altitud media de 4000 m.
superpuestas unas a otras a manera de terrazas
(las de la lámina explicativa 126.A). En una de El panorama de esta pintura difiere del anterior
estas mesetas queda la población de Puela, cu- principalmente en que, debido al punto de ubica-
yos campos vemos a nuestros pies y asimismo ción que está casi 900 m. más alto, vemos en él
la pequeña hacienda Quishmaute, al abrigo de una parte mucho más grande del Tungurahua en
las lomas que pertenecen al viejo edificio del dirección al oriente (en la parte derecha de la
Tungurahua. pintura); son las anchas y relativamente menos

314
El Tungurahua, lado norte. Punto de observación:
Loma de Ligua junto a Baños cerca de 2100 m.

A. Formación volcánica del Tungurahua. 12. Pacchapata 200 m.;


B. Formación de antiguos minerales crista- 13. Runtún;
linos, esquisto de mica, etc. 14. Valle de Ulva;
1. Cumbre sur del Tungurahua 5087 m; 15. Hacienda de S. Vicente 1736 m.;
2. Ínfimo punto del borde del cráter (lado 16 . Río Agoyán (Río pastaza);
norte) 4886 m.; -- Límite inferior de la 17. Chorrera de Agoyán 1603 m. (figura
nieve, lado norte 4600 m.; lado sur 34);
4272 m.; 18. Hacienda Antombós 1588 m. (figura
3. La Piedra grande del Arenal (figura 63) 35);
4. Punto de salida de la Loma Pondoa 19. Hacienda S. Inés 1244 m. (figura 36) y
2600 m.; Río Topo (figura 37);
5. Reventazón (= corriente de lava) de 20. Valle del Río Chambo (9 de la figura
Pondo a 2050 m.; 25);
6. Pondo chiquito, Casa 2520 m.; 21. Perasbamba;
7. Hacienda Juivi chiquito 1933 m.; 22. Panquilí (13 de la figura 25);
8. Reventazón de Juivi chiquito, desborda- 23. Cerro Mulmul 3836 m. (12 de la figura
miento de lava del cráter, erupción del 25);
año 1776-1781?; 24. Cerro Igualata 4452m. - a. Cerro Abita-
9. Valle de Vascum (figura 30); gua. Punto de mira para la figura 40.
10. Pueblo de Baños 1800 m.;
11. Chorrera de Baños, Altura de la casca-
da 150 m, al pie de las fuentes de agua
caliente;

315
escarpadas lomas de Minza chiquito y Minza El observador está en el lado izquierdo del río
grande, cuya extensión aquí se destaca más. El Pastaza, a unos 300 m. sobre su cauce (2110 m.
punto de ubicación, sin embargo, no está tan al sobre el nivel del mar) y tiene a la vista el lado
oriente que permita ver el empalme del edificio norte del Tungurahua, en toda su extensión.
volcánico con el viejo terreno de esquisto.
A la derecha de la pintura se extiende el valle del
Entre el punto de observación del espectador y el Chambo, rodeando en semicírculo la falda norte y oc-
macizo del Tungurahua se inserta nuevamente el cidental del Tungurahua, dividiéndola de las estriba-
profundo valle del río Puela. ciones orientales del cerro Igualata y de las altísimas
y escarpadas estribaciones del cerro Llimpi. En el án-
La falda occidental del monte (izquierda) está cu- gulo que está cubierto por la primera pendiente
bierta por las nubes que descansan sobre el valle oscura, colocada a modo de bastidor en el primer
del río Chambo, sobre ellas y muy al fondo apare- plano, se une el río Chambo con el Patate, que vie-
cen, a más de las cumbres nevadas del Cotopaxi y ne del norte hacia el Pastaza. Por la izquierda se
del Iliniza, el cerro Putzulagua y algunas cimas del abre una dilatada perspectiva por el estrecho va-
páramo de Píllaro. lle del Pastaza, llena de bastidores como el seña-
lado, hasta el cerro Abitagua, detrás del cual se
Forman el escenario del primer plano árboles extienden las llanuras de la selva de la región
Panza, duramente maltratados por el viento y las amazónica, que aquí todavía no están ala vista
aguas (Polylepis incana H. B. Kth.), y otras plantas (cfr. Pintura 147). En la planicie volcánica del
típicas de la vegetación del páramo, de las cuales Ecuador, éste es el único valle transversal que
mencionamos las siguientes: Liabum chamboense atraviesa a la cordillera oriental en tal forma que
Hier., L. Stübelii Hier., Eupatorium Stübelii Hier., se pude bajar a las llanuras de la tierra caliente
Ophryosporus piqueroides Benth., Diplostephium sin tener que pasar por caminos altos de monta-
glandulosum Hier., Verbesina arborea Kth., Senecio ña. A los pies del observador queda la fértil plani-
pimpinellifolius Kth. cie del valle de Baños con cultivos de caña de azú-
car y alfalfa, que no es otra cosa que la superficie
de un antiguo flujo de lava.
PINTURA 128
Estamos tan acostumbrados a poder distinguir en
EL TUNGURAHUA VISTO DESDE EL NORTE las grandes montañas volcánicas del Ecuador una
estructura basal y una superior, que casi nos debe-
Ubicación: loma de Lligua junto a Baños, a 2100 ría extrañar que el Tungurahua fuera en esto una
m. sobre el nivel del mar. La distancia hasta la excepción. Pero de hecho no lo es, sino que se ma-
cumbre del monte es más o menos de 10 Km. nifiesta claramente en todos los flancos del monte
la relación entre las dos estructuras, porque la pri-
Junto a la pintura 126, que nos puso al corriente mitiva está en gran parte recubierta por el cono
de la estructura arquitectónica del lado sur del volcánico más reciente que tiene que soportar,
Tungurahua, la que tenemos a la vista puede con- aunque no en una medida tan amplia como la que
siderarse como la más importante de todo el gru- ya conocimos en el antiguo edificio del Cotopaxi.
po de pinturas, pues nos ilustra de la manera más
clara lo que ya se ha dicho sobre la posición pro- Y así, el Tungurahua visto desde el occidente
pia del monte y sobre lo que falta por decir sobre (pintura 111) aparece como un cono volcánico
su estructura. muy empinado, fruto del apilamiento en capas de

316
las lavas y productos eruptivos sueltos, que en dicho, a una altura de poco más de 1000 m. Sus la-
cuanto a la simetría de su forma, puede muy bien deras constan de multicolores escombros de rocas,
compararse con el Cotopaxi y el Sangay. que resaltan vivamente sobre las verdes pendien-
tes densamente cubiertas de vegetación140.
El caso es distinto en la configuración del monte
en su lado sur, en donde una prominente masa ro- Pero lo que distingue especialmente a este volcán
cosa, en forma de pináculo, se ha soldado con el es: 1. el hecho de estar, como quien dice, monta-
cono de apilamiento, en tales condiciones (pintu- do sobre las cuchillas que forman crestas suave-
ra 126), que no podemos sino considerarla como mente empinadas de la estructura basal; 2. que en
el residuo de un edificio más antiguo sepultado relación con la totalidad de la montaña tiene una
bajo el reciente cono eruptivo. apertura de cráter que parece muy pequeña; 3.
que esta apertura tiene una posición oblicua, de
En el lado norte resalta esta antigua estructura de un manera que la corona del cráter en el lado sur del
modo todavía más llamativo, pues llega a formar la monte queda 200 m. más arriba que en el lado
masa principal del monte y sube hasta una altitud de norte; y, 4. que a esta parte más baja de la corona
casi 4000 m. Está dividida en dos imponentes cuchi- del cráter va unida una superficie que se desliza
llas separadas por el valle profundamente entallado abruptamente hacia fuera, causada por flujos de
de Vascún. Estas dos masas montañosas en forma de lava que han salido ampliamente del cráter, como
cuchillas, se distinguen muy ostensiblemente de la aquellas que presenta el Cotopaxi tanto en su la-
pendiente occidental del Tungurahua antes mencio- do oriental como en el occidental.
nada, pues mientras ésta tiene desde la cima hasta
las faldas un curso regular que en la parte baja se El borde del cráter del Tungurahua está compuesto
vuelve enteramente llano, aquellas son todo lo con- en todo su perímetro de paquetes de lava espesa es-
trario, pues su curso en la parte alta es más llano que coriácea depositada en forma irregular. En su parte
el de su pendiente inferior, exactamente como el que más alta tiene un potente glaciar, mientras que en la
hemos tenido ocasión de observar en las cuchillas en más baja, particularmente en el lado norte, está cu-
forma de contrafuertes del Pichincha, Corazón, etc. bierto solamente de masas de nieve dispuestas en
capas. En el lado sur la cubierta de nieve llega 300
La cuchilla notablemente ancha, en parte poblada de m. más abajo que en el lado norte, en donde en cir-
bosque, en parte cultivada, que queda enfrente de cunstancias climatológicas ordinarias no tiene una
138
nosotros, se llama loma de Pondoa , y la otra más extensión de más de 300 m. hacia arriba141.
estrecha, que cae detrás de la población de Baños,
se llama, por lo menos en su parte baja, Runtún139 . En lo que se refiere a la actividad volcánica del co-
no más reciente del Tungurahua, ella se manifies-
Sobre esta antigua parte basal de cerca de 3800 m. ta con claridad para nosotros sólo por tres gran-
de altitud del edificio del Tungurahua, se eleva, por des flujos de lava que se han derramado en perío-
el lado que mira al nororiente, el cono propiamente dos muy distanciados entre sí.

138
Pero como la loma de Pondoa tiene todo el carácter de las cuchillas en forma de contrafuertes que están hechas enteramente de material
volcánico, es muy raro ver en sus faldas, junto a la hacienda Juivi chiquito, la presencia de la roca que sirve de basamento al monte, el
esquisto de mica. En todo caso, esto sugiere la conclusión de que esta roca penetra localmente de modo profundo en la masa volcánica
del monte.
139
La loma de Runtún, la elevación que se alza a la izquierda sobre el pueblo de Baños, se tomó como punto de ubicación para la pintura No. 130
140
Véase el dibujo No. 139 para una explicación geológica adicional.
141
Rocas del Tungurahua: No. 3095 – 3280.

317
Una de las erupciones y, por cierto, la más impor- modos es muy significativo que esta acumulación
tante, por la masa del material derramado, perte- en forma de colina todavía en la actualidad tenga,
nece a la época prehistórica; la siguiente corres- en boca del pueblo, el nombre de reventazón
ponde al siglo pasado y debió tener lugar en los (erupción) de Pondoa.
142
años 1776-1781 . El período transcurrido entre
estas dos erupciones, como se puede deducir por Hemos dicho hace poco que la explanada en la
ciertos indicios, tuvo que ser tan grande, que to- que está situado el pueblo de Baños fue formada
da estimación numérica del mismo parece estar por un flujo de lava que llenó el valle en toda su
143
descartada . En cambio, el lapso hasta el co- anchura. La erupción del Pondoa es la que aca-
mienzo de la última erupción ha sido muy corto, rreó el correspondiente material y, por cierto, en
pues duró solamente un siglo; esta erupción tuvo tal cantidad y con tan alta fluidez que ella pudo no
lugar en el año 1886, trece años después de nues- solo alcanzar muchas millas aguas abajo por el
tra permanencia en el Tungurahua. cauce del Pastaza, sino también en su avance, ir-
se internando en las quebradas laterales que de-
Las dos últimas erupciones tienen en común el sembocan en él.
hecho de haberse derramado su lava desde la ci-
ma del cráter, mientras que el punto de salida de Si se calcula el ancho del cauce del río que llenó
la primera erupción, la que se dio en época pre- la lava incandescente tan sólo en 50 a 100 m. el es-
histórica, hay que buscarlo necesariamente en la pesor de la lava, en 20 a 50 m., se podrá tener una
pendiente norte del monte, en la loma de Pondoa; idea aproximada de la gigantesca masa que pro-
es decir, por sobre la parte más antigua del edifi- dujo la erupción del Pondoa. Pero este flujo de la-
cio del Tungurahua, más o menos a una altitud de va tiene para nosotros un interés tanto mayor
2600 m. No hay que extrañarse, por cierto, de que cuanto que, al mismo tiempo, nos ofrece un apo-
en la actualidad el piso accidentado y recubierto yo para formarnos un juicio sobre su gran anti-
de espesa vegetación de la loma de Pondoa ya no güedad. Efectivamente, toda la masa de lava del
se reconozca con seguridad el sitio de la erup- flujo ha sido arrastrada tan completamente en el
ción, si recordamos que tampoco los sitios de cu- curso de los siglos desde la cascada del Agoyán
yo suelo brotaron los potentes flujos de lava del hasta abajo, por la acción erosiva de las crecidas
Antisanilla (pintura 58) y Potrerillos (pintura 59) del río Pastaza, que solamente en algunos sitios
han experimentado a su alrededor ningún cambio resguardados, como por ejemplo los de la desem-
que pudiera hacer sospechar la existencia de una bocadura de las quebradas laterales, han queda-
manifestación tan tremenda de las fuerzas volcá- do en pie los restos de esta lava en forma de mu-
nicas. Si bien en la presente pintura no se puede ros de poca longitud (pintura 137).
señalar con claridad el punto de salida del flujo de
la lava prehistórica, sin embargo, ya al pie de la lo- Por tanto, la masa de erupción del Pondoa, en lo
ma de Pondoa, sobre cuya inclinada pendiente se que se refiere a su antigüedad, no puede paran-
habría derramado, toma una forma muy caracte- gonarse ni con los flujos de lava del Antisana y
rística, como la de un cono de escorias acumula- del Chacana, ni con los que fueron derramados
das, que mirando de lejos se podría considerar por el cráter del Cotopaxi, sino más bien con los
como un enorme cono de deyección. De todos que se abrieron camino por entre el Sincholagua

142
T. Wolf, Crónica, p. 44.
143
Ya en el Cotopaxi (. 193) pudimos indicar que solo muy posteriormente ha retomado su actividad como mediador de pequeñas erupciones;
lo mismo hay que decir del Tungurahua.

318
El Tungurahua, Lado noreste.
Punto de observación: Valle de Vascum junto a Baños (2100 m.)

319
y el Pasochoa hacia el valle de Chillo y probable- puesto el paquete de la masa de lava, que forma
mente brotaron del foco del Cotopaxi aun antes aquí el lecho acanalado del río. Por la izquierda
de que su cono hubiera adquirido su actual for- descansa en la formación de esquisto de mica y
ma. Entre estos flujos, los más antiguos de las por la derecha, en una potente masa de sedimen-
montañas volcánicas del Ecuador, podrían enu- to aluvial.
merarse además los que hemos visto en Guamaní
(panorama V, pintura 48) y en el Chimborazo (pa- Prescindiendo, pues, del flujo de 1886, que natural-
norama X, pintura 115). mente falta en esta pintura realizada en el año de
1873, data de la época histórica únicamente el enor-
El extenso valle del río Pastaza, que se entalla tan me flujo de lava de Juivi grande, cuyo extremo ter-
profundamente en la estructura de la cordillera minal, señalado con colores café, vemos sobresalir
oriental y con ella en todo el macizo montañoso, en un encañonado, a la derecha de la pintura, al pie
debió tener, por consiguiente, al tiempo de la erup- del Tungurahua. A este flujo se ha dedicado una pin-
ción del Pondoa, más o menos la misma profundi- tura propia, la No. 129, que está trazada desde una
dad que la que tiene actualmente, más aún, antes ubicación que se halla justamente enfrente de él, y
de esta erupción, que niveló la parte superior del que permite contemplar todo el curso del valle a tra-
valle en donde está situada la población de Baños vés del cual se abrió camino la lava, hasta lo alto del
y en donde se levanta la falda norte del Tungura- escarpado terraplén constituido por el declive del
hua, debió ser considerablemente más profundo. cono del cráter.
Pero, con esto, se caracteriza al mismo tiempo el
nacimiento del actual Tungurahua como relativa- En cuanto a la erupción más reciente, acerca de
mente nuevo, frente al incalculable espacio de la cual no hay hasta ahora una relación científi-
tiempo en el que ya habían hecho su labor las fuer- ca, podríamos hacer notar solamente que pare-
zas de erosión, al comenzar en el Tungurahua las ce haber ocurrido en forma enteramente similar
fuerzas volcánicas. El concurso de estos factores a la del pasado, y que la lava que se derramó del
hacen del valle del río Pastaza una de las localida- cráter corrió , al menos en gran parte, hasta el
des más instructivas de todo el altiplano. valle de Juivi grande. Pero para los habitantes
del valle del Pastaza la erupción fue tanto más
En las pinturas No. 134 y 135 vemos cómo se for- funesta cuanto que la lava avanzó lo suficiente
mó el nuevo cauce que más arriba y poco a poco como para producir de nuevo un represamiento
abrió el río Pastaza a través de la masa de erup- lagunar del río Pastaza, semejante al que siguió
ción del Pondoa, después de que dicho flujo de la- a la erupción del Pondoa. Con todo, en la erup-
va interrumpió violentamente el antiguo cauce. ción del siglo pasado se pudo evitar a tiempo un
La primera de estas pinturas nos muestra la gar- accidente así, por la inesperada detención del
ganta que penetra profundamente en la masa del curso de la lava luego que hubo alcanzado el
mismo flujo de lava, y la segunda nos hace ver có- borde del cauce del río.
mo el río Pastaza desciende con un fragor cons-
tante por un desfiladero situado entre el viejo ta-
En el croquis adjunto correspondiente al óleo se
lud del valle, compuesto de esquisto de mica, y el
ha hecho constar los siguientes nombres con nú-
borde de la nueva corriente de lava. La pintura
meros y letras.
No. 136, por su parte, nos ilustra otro lugar digno
de visitarse, situado ya más debajo de Baños en el
A. Formación volcánica del Tungurahua. B. For-
lecho rocoso del río Pastaza: la cascada del Agoyán.
mación de rocas cristalinas antiguas, esquisto de
mica, etc.
A través del vaciado en forma de caldera que ha
producido la cascada, ha quedado claramente ex-

320
1. Cumbre sur del Tungurahua, (5087 m.;) 2. Pun- podría creer, a través de la boca de una grieta si-
to más bajo del borde del cráter (lado norte), tuada junto al punto designado con la letra A, en
(4896 m.;) límite inferior de la nieve, lado norte, donde la lava muestra un apilamiento de buena al-
(4600 m.;) lado sur, (4272 m.;) 3. La piedra grande tura. Por tanto, en este punto tenemos solamente
del arenal (pintura 167), (4498 m.;) 4. Punto de el lugar de acumulación del material derramado y
emergencia de la lava del Pondoa, (2600 m.;) 5. Re- es que lo abrupto d el declive externo del cráter
ventazón (flujo de lava) del Pondoa, (2050 m.;) 6. motivó el deslizamiento de la masa rocosa prove-
Pondoa chiquito, casa, (2520 m.;) 7. Hacienda Jui- niente del cráter hasta este punto menos inclina-
vi chiquito, (1933 m.;) 8. Reventazón de Juivi gran- do de la pendiente del monte. Y solo desde este
de, derrame de lava desde el cráter, erupción del punto de acumulación, en donde se represó la la-
año 1776-1781 (?); 9. Valle de Vascún (pintura va, pudo ser posible que se derramara en forma
131); 10. Pueblo de Baños, (1800 m.;) 11. Chorrera de flujo ininterrumpido. Este flujo se abrió cami-
de Baños. La altura de la cascada es de 150 m.; al no a través de una ancha quebrada por la ladera
pie de la cascada hay fuentes termales; 12. Pac- norte del monte y, como se hace manifiesto en el
chapata, (2090 m.;) 13. Runtún, (2349 m.;) 14. Va- dibujo, llegó hasta el río Pastaza, pero sin ir más
lle de Ulva; 15. Hacienda de S. Vicente, (1736 m.;) 16. allá del borde de su cauce.
Río Agoyán (río Pastaza); 17. Chorrera de Agoyán,
1603 m. (pintura 136); 18. Hacienda Antombós, A la derecha del observador, el valle del río
1588 m. (pintura 137); 19. Hacienda Santa Inés, Chambo desemboca en el del río Patate. De la
1244 m. (pintura 150) y río Topo (pintura 146); 20. unión de los dos se forma el río Pastaza (que du-
Valle del río Chambo (9 en la pintura 126); 21. Pe- rante un corto trecho, en el valle de Baños, se lla-
raspamba; 22. Panquilí (13 en la pintura 126); 23. ma también río Agoyán), que conserva este nom-
Cerro Mulmul, (3836 m.) (12 en la pintura 126); 24. bre hasta su entrada en el río Amazonas. Por la
Cerro Igualata, 4452 m. a. Cerro Abitagua, punto izquierda, hacia el oriente, se unen al Tungura-
de ubicación para la pintura 147. hua los Cerros Negros, que están compuestos de
rocas cristalinas antiguas y son menos altos que
el mismo Tungurahua.
PINTURA 129

EL TUNGURAHUA VISTO DESDE EL NOROESTE PINTURA 130

EL TUNGURAHUA Y EL VALLE DE BAÑOS


CON EL FLUJO DE LAVA JUIVI

VISTA DESDE EL ORIENTE


Este croquis ha sido realizado en la pendiente de
Chonta-loma, en el camino de Baños a Patate, a
Ubicación: Pacchapata en la loma de Runtún, a
una altura de unos 2650 m. sobre el nivel del mar.
2350 m. sobre el nivel del mar, 550 m. sobre la po-
En él vemos el lado norte del monte hasta su cum-
blación de Baños. La distancia hasta la cima del
bre, cuya distancia hasta aquí apenas estaría por
monte cubre solo unos 8 Km.
sobre los 11 Km.

La mitad izquierda de la pintura está ocupada por


El derrame de lava que se llama La Reventazón de
el edificio volcánico del Tungurahua, cuya falda
Juivi y tuvo lugar probablemente en el año de
norte se halla limitada por el fértil valle de Baños,
1781, se destacó desde el mismo cráter por sobre
y la mitad derecha, por una serranía de distinto
el sitio más bajo de su borde u no, como ahora se
origen. La pintura nos ofrece así la particularidad

321
geológica que consiste en que una pared del valle ferentes: o empinado o más bajo y también más o
forma parte del flanco del Tungurahua y consta menos truncado, de acuerdo con la ubicación en
de rocas volcánicas, y la otra pertenece a la for- que se sitúa el observador. En la presente pintura
mación de esquisto cristalino antiguo144. Pero este se nos ofrece un ejemplo notable de este hecho.
panorama hace resaltar un hecho todavía más no- Si comparamos el dibujo del cono del Tungurahua
table que el que acabamos de mencionar: el piso No. 128, con el que tenemos ahora a la vista, que-
plano del valle no está formado aquí por depósi- daremos inmediatamente sorprendidos de la di-
tos sedimentarios, como suele ocurrir en otros versidad de las proporciones que predominan en
casos, sino que es la superficie del flujo de lava ya el uno y en el otro, a pesar de que ambos se han
mencionada recubierta solamente con una capa ejecutado con igual justedad y aquel objeto pre-
delgada de humus, lava que en la época prehistó-
sentado en ambos casos corresponde muy bien a
rica se derramó por todo el valle y lo inundó a to-
las impresiones captadas con la vista. El hecho de
do lo ancho. Como efecto de este proceso, el río
que el Tungurahua, en contraste con las pinturas
(el actual Pastaza) fue privado de su primitivo
que hemos mencionado antes, aparezca aquí tan
cauce. El río encontró su nuevo cauce, parte en la
bajo y tan fuertemente truncado, se debe atribuir
línea divisoria entre la lava y la roca antigua, par-
solamente a la corta distancia (unos 5 km.) en que
te excavando en la lava sólida hasta una profundi-
nos encontramos frente al monte.
dad de 50 m. Por eso lo vemos hoy a trechos muy
pegado a la pared del valle (que, a su tiempo, se
Pero este dibujo resulta extraño en otros aspec-
opuso como un dique a un mayor ensanchamien-
tos. No estamos acostumbrados a ver efectos de
to del flujo de lava), o estrecharse para pasar por
el encañonado que él mismo ha abierto en la ma- sombras tan fuertes en las pinturas que se han

sa de lava. trazado en la zona de la línea ecuatorial y bajo un


sol que sube y baja casi perpendicularmente. Re-

Cierra el fondo del valle el macizo montañoso de sultó un hecho fortuito el que una tarde el Tungu-

Pelileo, sobre el que se destacan el cerro Llimpi y rahua apareciera con una iluminación tan pinto-

el cerro Mulmul. A sus pies se une el río Chambo resca, poco antes de la puesta del sol, y precisa-

con el Patate, para formar el Pastaza. mente cuando el artista se disponía a esbozarlo.
La cuchilla que deja el valle de Vascún sumido en
profundas sombras, es la loma del Pondoa.

PINTURA 131

EL TUNGURAHUA VISTO DESDE EL NORORIENTE PINTURA 132

Ubicación: Valle de Vascún, junto a Baños, a 2100 EL TUNGURAHUA VISTO DESDE EL NORTE

m. sobre el nivel del mar.


Ubicación: cerca de Latacunga, aproximadamente

En el Cotopaxi y también en el mismo Tungurahua a 2800 m. sobre el nivel del mar.

hemos visto muchas veces hasta dónde un monte,


aun cuando su forma sea la de un simple cono, En el plano está la carretera que conduce de Lata-

puede aparecer en su configuración de maneras di- cunga a Ambato; pasa cortando la llanura. Colinas

144
Véase la hoja explicativa del aspecto geológico No. 239.

322
El Tungurahua, Lado norte. Punto de observación:
Cerca de Latacunga 2800 m. sobre el mar.

1. Tungurahua 5087 m.;


2. Cerro Altar 5404 m.;
3. Valle del Río Chambo, Confluencia con el valle de río
Cutuche;
4. Nubes que cubren los montes Llimpi e Igualata;
5. Valle del Río Pastaza;
6. Camino de Latacunga a Ambato.

323
redondeadas de cangagua, que son estribaciones PINTURA 133
de los páramos de Pansache y Cumbijín, se aden-
tran por la izquierda en el paisaje y con sus faldas EL TUNGURAHUA VISTO DESDE RIOBAMBA
llegan casi hasta la carretera; el suelo de estas co-
linas de tipo loess y de color café amarillento, es LADO SUROCCIDENTAL
de lo más estéril.
Riobamba, 2798 m. El Tungurahua, 5087 m. La dis-
Al fondo, a una distancia como de 57 Km., se des- tancia entre los dos puntos es aproximadamente
taca el Tungurahua cubierto de nieve. La pintura, de 32 km. Este es un somero esbozo del monte,
en toda su pequeñez, no nos defrauda en lo que cuya finalidad exclusiva es la de reproducir el
es característico de la estructura de este volcán; efecto de iluminación de la puesta del sol; por eso
por el contrario, precisamente en este dibujo re- se incluye el escenario del primer plano.
salta esto con especial claridad, gracias a la trans-
parencia del aire y a la claridad de la luz del sol.
Así, a pesar de estar ubicados en un sitio más PINTURA 134
bien bajo, divisamos hasta el interior del cráter, lo
cual es posible por la posición oblicua de su aber- EL ENCAÑONADO CAUCE DEL RÍO PASTAZA EN
tura. Aunque ya hemos percibido este hecho des- EL RÍO DE LAVA DEL PONDOA
de otros puntos de ubicación, sin embargo desde
ninguno como desde éste, se nos presenta con la CON EL PUENTE DE PATATE MÁS ARRIBA DE
misma notoriedad. Asimismo la vía abierta sobre BAÑOS
el borde del cráter por el flujo de la lava, es decir,
la superficie de deslizamiento de la masa de lava El flujo de lava que se originó en la loma de Pondoa,
con sus agudos contornos a derecha e izquierda, inundó, como hemos visto en la descripción de la pin-
se destaca nítidamente sobre las restantes super- tura 128, de parte a parte el valle de Baños, después
ficies del cono. de haber entrado en la llanura, y se represó en un
punto que, por cierto, se sitúa todavía en la pared del
Sin embargo, la pintura es propensa a inducir a valle opuesta al punto de erupción. Por eso el río Pas-
error a nuestra vista en un aspecto, a saber, el de taza que hasta ese momento mantenía su curso libre
la posición del Tungurahua. Se podría creer que el de obstáculos, vio cerrado su camino. Esta interrup-
Tungurahua, como el Cotopaxi, se alza sobre una ción tuvo necesariamente como efecto, una acumula-
llanura y que lo estamos viendo en toda su altura; ción lagunar de agua delante del dique de lava duran-
pero el caso es que está ubicado en un profundo te este estado de cosas hasta que el agua que al
valle. Contribuyen a este error las nubes que, su- principio sólo lo rebasaba, pudiera abrir a través
biendo de los valles d el río Pastaza y del Cham- del dique un canal lo suficientemente profundo.
bo, rodean las faldas del monte justamente en la La laguna se extinguió hace tiempos y hasta el
línea de altura de la llanura de Latacunga. Detrás recuerdo de su existencia se ha desvanecido
del Tungurahua, casi en la mitad de la pintura, ve- completamente para los habitantes del valle; en
mos el Altar, y más a la derecha, pero en gran par- cambio, es estrecho canal a través del cual se
te cubierto de nubes, el Igualata. efectúa el desagüe sigue en pie como cauce del
río Pastaza y esta pintura lo pone a nuestra vis-
ta. A trechos, su profundidad muy bien puede
ser de 50 m.

324
Puente de Patate, Valle del Río Pastaza.

El Río Agoyán (R. Pastaza) corta, más arriba de Baños, una


enorme corriente de lava del Tunguragua, la Reventazón del
Pondoa, y tiene su lecho a 50 m. de profundidad en la roca
maciza.

325
El tiempo que hacía falta para excavar en la ro- PINTURA 135
ca sólida una garganta a tal profundidad escapa
a toda estimación precisa, pero podría equipa- EL ESTRECHAMIENTO EN FORMA DE GARGAN-
rarse al que fue preciso para romper la masa de TA DEL RÍO PASTAZA, CAUSADO POR EL FLUJO
lava que llenaba por espacio de varias leguas el DE LAVA DE PONDOA
valle fluvial más abajo de Baños y para reducir-
la a escombros y arrastrar, en forma de cantos CON EL PUENTE DE SOGAS DE GUANGALILLO,
rodados, los pedazos desgajados. MÁS ARRIBA DE BAÑOS

El dibujo nos hace ver, además de la garganta En la pintura que tenemos delante, vemos el cau-
con el estrecho puentecillo armado con troncos ce del río Pastaza (llamado también río Agoyán en
que franquea el abismo tan pintorescamente, a esta parte), antes de su entrada a la garganta que
izquierda y a derecha de éste, una gran parte de hemos visto en la pintura anterior; por la derecha
la superficie del mismo flujo de lava. Esta lava está delimitado por las rocas de esquisto de mica
no ha perdido nada de su primitiva configura- de la empinada pared del valle, golpeada por las
ción, y por el movimiento de sus formas, por turbulentas aguas, y por la izquierda, por las ne-
sus colinas producto del apilamiento y las pro- gras masas del fluido de lava.
tuberancias en que abunda, podemos deducir
el alto grado de viscosidad que ya debió tener, En el sitio más extremo de la garganta, en don-
al menos por fuera, cuando llegó a esta parte de las rocas de las dos formaciones se acercan
del valle. Después de que el río Pastaza logra hasta una distancia de casi 30 m., hay uno de
pasar el sinuoso camino abierto en la masa de aquellos puentes de soga aéreos (tarabita) que
lava que se oponía —la distancia en línea recta no pocas veces se encuentran en Sudamérica,
en este trecho podría ser de apenas un kilóme- para hacer la unión entre las dos orillas de un
tro— encuentra de nuevo su cauce para conti- caudaloso río145.
nuar su arrebatado curso, como el que tenía an-
tes de llegar al dique, al ir entre la lava y la pa- La disposición de los dos puentes, el de Guangali-
red del valle constituida por el esquisto de mi- llo y el del Patate en el valle de Baños, se puede
ca. Resulta llamativo el color gris azulado de las ver claramente a base de la pintura No. 130.
rocas de lava a ambos lados del puente, que
han sido tan erosionadas por el agua que su su-
perficie aparece pulida.

145
El cable de este puente de sogas, la tarabita de Guangalillo, consta de 10 cabos tensionados en paralelo, pero no trenzados, hechos de
cuero de buey y de 42 m. de largo. Para construir la soga se corta el cuero todavía fresco y humedecido en línea espiral, comenzando
desde el borde del cuero y terminando en su centro, de modo que se forma una sola larga correa de 4-6 cm. de ancho. Se extiende luego
esta correa a todo lo largo y se la tuerce para formar un cabo tubular, un lazo, como los 10 que aquí están unidos. En tarabitas poco fre-
cuentadas se arriesga el paso del río incluso con dos o tres lazos. La persona que va a pasar el río se sienta en una barquilla, a manera de
silla de cuero o cesta, que cuelga del cable por medio de una vara que forma un codo, y efectúa el paso empujándola con las manos a todo
lo largo. Prácticamente hasta la mitad del trayecto se desliza de por sí porque el peso del cuerpo presiona hacia abajo del cable elástico,
sobre todo cuando está húmedo; en cambio, exige un esfuerzo mucho mayor la subida por el cable hacia el otro lado. Un lazo tendido
desde ambas orillas y unido a la silla permite jalarla si están varias personas, o cuando está vacía en la orilla opuesta, acercarla al viajero
que la quiera utilizar. El pequeño cobertizo al borde de la roca que queda a la derecha del observador sirve para guardar la barquilla lla-
mada horca; por lo demás estas tarabitas no tienen vigilancia.

326
Los Puentes Funiculares de Guangalillo. Punto de
observación: Valle del Río Pastaza, cerca de Baños 1779 m.

A. Formación de esquisto micáceo;


B. Corriente de lava del Pondoa.

327
PINTURA 136 Las tres formaciones que se unen y que se compe-
netran en un sitio son: el esquisto de mica que for-
RESTOS DEL ANTIGUO FLUJO DE LAVA DE PON- ma las paredes del valle, la lava que aflora en el
DOA, EN LA CASCADA DEL AGOYÁN cauce del río y un depósito de aluvión antigua, so-
bre el cual fluyó la lava146.
Ubicación: 1544 m. sobre el nivel del mar.
La pared rocosa que queda a la izquierda de la
La cascada del Agoyán es una de las más caudalo- cascada que tenemos delante en la pintura, cons-
sas, aunque desde luego no la más alta en los va- ta de esquisto de mica de color claro; la de la de-
lles de la sierra del Ecuador, y su estruendo es tan recha, de lava que, por cierto, forma un paquete
fuerte que puede oírse desde una gran distancia - de considerable espesor que sobresale casi hori-
se dice que a veces a una legua. zontalmente, tal como lo muestra su fractura ver-
tical. En este oscuro paquete rocoso se reconoce
La altura de la cual se precipita, encajonada en un a primera vista un resto de flujo de lava prehistó-
canal natural, es de unos 60 m. La caída no es en- rica que se abrió camino a través del valle del Pas-
teramente vertical, pues en su sección inferior tie- taza, y del cual, como ya lo hemos señalado, han
ne una desviación oblicua causada por un choque quedado hasta ahora solo unos pocos residuos.
lateral. La masa principal de esta roca de flujo descansa
sobre una base de escombros aluviales antiguos
La pintura nos presenta la cascada con un bajo ni- que se habían acumulado en esta pared del valle
vel del agua del río que es poco común. Pero su antes de que sobreviniera la corriente de lava; pe-
visión resulta un espectáculo por demás grandio- ro no descansa exclusivamente sobre esta base,
so luego de que han caído fuertes lluvias en los pues se extiende además lateralmente como una
páramos o cuando las erupciones del Cotopaxi delgada cubierta hasta por encima del esquisto
producen repentinos deshielos. micáceo. El lecho del río se prolonga sobre esta
capa de lava muy junto al límite de la formación
Pero no es sólo este espectáculo lo que cautiva de esquisto, y muy bien se podría suponer que ya
nuestra atención; nosotros nos fijamos mucho desde el comienzo hubo aquí en la superficie del
más en las condiciones topográficas de la loca- flujo una ranura que se originó debido al repenti-
lidad, y, a base de la naturaleza petrográfica de no fluir de la lava y a un hundimiento de la costra
las rocas tratamos de explicarnos la causa del de solidificación. Con toda claridad se puede per-
tremendo salto a que aquí se ha visto obligado cibir incluso en nuestra pintura, y especialmente
el río. en el croquis No. 136 de la lámina geológica adi-
cional No. 139, cómo la delgada cubierta que for-
Aquí se encuentran formaciones de muy diversa ma la ranura se arrima a la superficie oblicua del
edad y origen que están en contacto directo, y esquisto micáceo.
gracias a la fuerza destructora del agua, podemos
ver al descubierto ese contacto de modo tal, que Según las condiciones tectónicas que aquí se pue-
este sitio se convierte en una localidad por demás den observar, parece realmente no haber duda
singular en el aspecto geológico. ninguna de que el río Pastaza en un sitio cercano
a la actual cascada ha abierto y ha socavado de

146
Véase la lámina geológica No. 139.

328
tal manera el flujo de lava, que ha debido ocurrir Pero lo más notable que hemos advertido en este
un desplome de la cubierta formada por la masa proceso es que el caudaloso río pudo liberar su cau-
rígida del flujo. Este socavamiento ha podido dar- ce de lava que lo aprisiona, a tal punto, que de ese po-
se, y se da todavía en la actualidad, tanto más fá- tente flujo de lava solo quedaron algunos restos aisla-
cilmente cuanto que la base sobre la que descan- dos en forma de muros, en sitios que estaban prote-
sa la cubierta de lava consta no de roca sólida si- gidos del embate frontal del agua147. Esta pintura nos
no de un sedimento aluvial menos resistente. To- ilustra uno de estos sitios que queda junto a la ha-
davía hoy continúa el socavamiento y probable- cienda Antombós (1588 m.), más o menos a un día de
mente hará que la cubierta de lava, que ya se pro- viaje, más abajo de Baños.
longa en forma de techo, más tarde también se
venga abajo. En primer plano están las casas de la hacienda.
Del otro lado del valle se nota una pared rocosa,
Hacia el margen derecho de la pintura se ve una se- casi negra, a manera de muro, que presenta una
gunda cascada mucho más pequeña, pero que estructura columnar, sobre la cual se derrama el
igualmente se derrama sobre la escarpada superfi- torrente de la quebrada Chinchín, formando un
cie de fractura de la cubierta de lava y se pierde de- salto de agua atomizada. Esta abrupta pared
trás de una gran acumulación de escombros. En contrasta rudamente con las formas redondea-
primer plano yacen grandes bloques de roca de la das que constituyen los bastidores del valle
formación de esquisto. compuestos de esquistos, y está formada por
una masa de lava que se acumuló en la desem-
bocadura del pequeño valle lateral del Chinchín,
PINTURA 137 cuando el magma incandescente rodó valle aba-
jo. La altura de este muro (unos 50 m.) nos da la
RESTOS DEL FLUJO DE LAVA DEL PONDOA, idea del espesor que en este sitio tenía el flujo
JUNTO A LA HACIENDA ANTOMBOS de lava, cuya masa principal en un período in-
calculable de tiempo ha sido, con excepción de
VALLE DEL RÍO PASTAZA, MÁS ABAJO DE BAÑOS estos restos, ablacionada y transportada por la
fuerza destructora de la corriente aguas arriba,
En la descripción del lado norte del Tungurahua vemos a lo lejos un muro similar perro algo más
(pintura No. 126) hemos caracterizado el flujo de pequeño que se ha conservado al abrigo de un
lava derramada en la época prehistórica, y que saliente de rocas148. La hacienda Antombós que-
parece haber tenido su punto de emergencia en la da en una meseta que tiene el mismo origen, y
loma de Pondoa. Hemos indicado que este flujo todavía más abajo hasta la zona de la hacienda
corrió por muchas leguas a través del profundo Santa Inés, se encuentran en diversos puntos
cauce del río Pastaza y lo rellenó hasta una altura parecidos restos en forma de muro del antiguo
considerable. flujo de lava.

147
Este fenómeno, ciertamente muy notable para la apreciación de la relativa antigüedad del flujo de lava de Pondoa, tiene un equivalente
suyo muy exacto en Chile, en el valle del río Cachapual, cerca de los Baños de Cauquenes. Ahí se topa con los restos de un flujo de lava
que debió deslizarse muchas millas valle abajo cuando el fondo del valle de Cachapual estaba todavía unos 200 m. más alto de lo que está
hoy día. (A. Stübel, Antigua erupción volcánica en la vecindad de los Baños de Cauquenes, Santiago, 1878).
148
Véase la lámina geológica aclaratoria No. 139

329
PINTURA 138 como tercero, el panorama (en el borde derecho de
la pintura), el Altar.
EL TUNGURAHUA VISTO DESDE EL SUROESTE
La parte media y el primer plano de la pintura ofrecen
Ubicación: Páramo de Guallaló, a 3570 m. sobre el un menor atractivo, debido a la falta de vegetación y
nivel del mar. La distancia de aquí hasta el monte de árboles; la región es algo melancólica, rara vez es-
es de unos 52 km. tá con un cielo soleado como hoy, más bien el paisa-
je se caracteriza por sus densas nubes, lluvias y vien-
Para percatarnos de la posición de nuestra ubica- to helado, es decir, un clima de noviembre en Alema-
ción, debemos echar una vez más un vistazo al nia. En esta pintura tenemos delante el paisaje típico
panorama que nos presenta la pintura No. 115. de las zonas altas en las que todavía es posible, con
Aquí encontramos registrados, más allá de la cadena las justas, el cultivo del campo —cebada, papas y ha-
de Yaruquíes (enteramente a la izquierda de la pintu- bas—. Las heladas nocturnas ponen en peligro con
ra), la altura que se designa como páramo de Gualla- demasiada frecuencia el producto de la cosecha y so-
ló, que topográficamente puede considerarse como lamente los indios más pobres no se arredran frente
una parte del extenso páramo de Puyal, una serranía a la fatiga de un trabajo de tan dudosos resultados.
que en su masa principal es no volcánica. Mientras más empinados son los sitios de los campos
situados en el declive del monte, tanto menor es el
En cuanto a su estructura, el Tungurahua aquí recibe peligro de que se hielen sus sembrados, y tanto más
menos atención, puesto que está demasiado distante fácilmente pueden recibir protección mediante el hu-
como para poder apreciarlo con exactitud; en cam- mo de la hierba quemada.
bio, tiene su importancia como punto de orientación
para determinar la posición de otro de los nevados, Se divisan las chozas de Guallaló sobre una lo-
el Cerro Hermoso de los Llanganates, que hasta aho- ma en forma de meseta; no constituye un pobla-
ra nos es conocido solo por dos pequeños croquis a do propiamente dicho, sino un asentamiento de
lápiz (el No. 65.A y el 123.C). unas pocas familias de indios y, por cierto, en
uno de los sitios poblados más altos del Ecua-
El Cerro Hermoso es un monte mencionado con dor (3550 m.). Las chozas más grandes, más o
frecuencia en el Ecuador y siempre se lo ha consi- menos doce, tienen una humilde base de tierra
derado como volcán. Con todo, el señor Reiss ha apisonada, pero sus techos de paja son muy al-
determinado que pertenece a la formación de es- tos y compactos. Como para poder hacer frente
quisto, que en esta parte de la cordillera oriental a todo clima, setos de arbustos de color verde
del Ecuador tiene una gran extensión; de manera grisáceo delimitan cada una de las chozas y ri-
que el Cerro Hermoso (4576 m.) constituye un betean el ancho camino que conduce a lo largo
equivalente del Sara-urcu, al que casi le iguala en de la pendiente.
altura. Nos recuerda una vez más que el altiplano
del Ecuador, ya antes del nacimiento de sus volca- Aun aquí, en semejante soledad, advertimos las rela-
nes, había presentado montañas que subían hasta ciones culturales que se han abierto paso espontá-
la región de las nieves perpetuas. Desde este pun- neamente entre Europa y Sudamérica; la fina maleza
to de vista, el Cerro Hermoso, casi siempre cubier- de floración amarilla que está en primer plano en la
to de nubes y muy alejado de la parte habitada del pintura es un tipo de brassica de origen europeo, que
altiplano, merece el estudio y consideración que le en ciertas regiones del altiplano del Ecuador se ha
hemos dedicado con el trazado de esta pintura. A aclimatado perfectamente.
los dos nevados que acabamos de revisar se une

330
PINTURA 139 mando un amontonamiento adosado al declive
del monte. En cambio la lava de Juivi grande, de-
OCHO LÁMINAS GEOLÓGICAS QUE SIRVEN DE rramada a finales del siglo pasado, acaso desde el
ACLARACIÓN A LAS PINTURAS DEL TUNGURA- cráter de la cumbre y asimismo acumulada en el
HUA (No. 127, 128, 130, 132, 134, 135, 136 Y 137) valle, resalta por su colorido rojo, tanto respecto
del basamento inferior como del reciente cono de
Aquello que en los prolijos comentarios de las escombros y de escorias del Tungurahua, dibuja-
pinturas al óleo ha tenido que ver con las condi- do en color azul. Las montañas volcánicas que
ciones geológicas del Tungurahua, nos lo ilustran quedan al lado izquierdo del valle del río Chambo
del modo más claro los presentes croquis, que aparecen dibujadas en color verde oscuro.
con los diversos colores de contornos destacan a
primera vista las partes que deben distinguirse en En los esbozos a colores del dibujo No. 130 vemos
el aspecto topográfico o genético. claramente separados por el valle de Baños, en el
lado izquierdo, solamente los colores que deben
Reconocemos a simple vista, por ejemplo, la rela- caracterizar las formaciones volcánicas y, en el la-
ción en que está el cono de acumulación reciente do derecho, el color café monótono de la forma-
(azul) con la estructura basal volcánica más anti- ción de los antiguos esquistos cristalinos. La an-
gua (colores neutros) y cómo están respecto del cha explanada pertenece al oscuro tinte aguado,
propio monte los productos de las diversas épo- con el que vemos representado ya en el dibujo
cas de erupción (representados en negro y rojo) precedente el flujo de lava del Pondoa.
y, además, cómo empalma el edificio volcánico
global del Tungurahua con las partes no volcáni- El croquis No. 132, a pesar de la gran distancia que
149
cas (en color) de la zona . nos separa del Tungurahua, nos muestra nuevamen-
te la relación en que, por el lado norte, se encuentra
En la pintura No. 127, que se ocupa del lado sur el cono más reciente, dibujado en azul, con respecto
del monte, lo que importa es dar a conocer, en su a su estructura basal, representada con tintes de co-
contorno, la parte del Tungurahua que hemos ca- lorido neutro.
racterizado como la base empinada más antigua;
y este objetivo lo cumplen las líneas a colores del Los croquis No. 134 y 135 coinciden en que ambos ex-
presente croquis. hiben un estrechamiento en forma de garganta del río
Pastaza. Pero mientras que en el No. 134 dibujamos
El No. 128 nos descubre el lado norte del Tungu- los dos lados de la garganta con el color negro del flu-
rahua. La mayor parte del monte, en este lado, jo de lava, no sucede lo mismo en el No. 135, porque
pertenece a la estructura basal volcánica más an- en él la pared derecha de la garganta pertenece a la
tigua (colores neutros), que está dividida por el formación de esquisto, dibujada en color café.
profundo valle de Vascún en las lomas de Pondoa
y Runtún. Con colores oscuros aguados se distin- El croquis No. 136 representa un entreverado de
gue el flujo de lava más antiguo que allanó el valle tres formaciones diversas, concentrado en un
de Baños y se acumuló debajo de su punto de espacio pequeño: el contacto de la formación de
erupción, situado sobre la loma de Pondoa, for- esquisto con un flujo de lava más reciente y un

149
El colorido de estos croquis geológicos, como en los anteriores croquis de la colección, no pueden expresar la situación real sino en sus
rasgos generales.

331
Chorrera de Agoyán

A. Monte de formación de esquitos micáceos.


B. Lava del Tungurahua.; una parte de la corriente que a
través del valle del Río Pastaza se ha derramado.
C. Depósitos de escombros que constituyen el basamento de
esta lava.
1. Río Pastaza, Pie de la Chorrera (1544 m.;) Altura de la
Chorrera 59 m.; Lomabamba
.

332
La Hacienda Antombós. Valle del Río Pastaza

1. Monte de formación de esquisto micáceo;


2. Lava, restos en forma de meseta de la corriente de lava,
que se ha derramado por el valle del Río Pastaza, desde
la falda del Tungurahua hasta la Hacienda S. Inés;
3. Chorrera de Chinchín.;
4. Monte de Pelileo;
5. Cerro Llimpi.

333
La Hacienda Sta. Inés, Valle del Río Pastaza.
1244 m. sobre el mar

1. Bloques de Neis;
2. Plantas de banano;
3. Achiote (Bixa Orellana L.);
4. Cafetal;
5. Cañaveral;
6. Río Pastaza;
7. Cuenca del Río Topo;
8. Cordillera del Abitagua.

334
Un vistazo a la región de confluencia del río Amazonas.
Punto de observación:
Masato, en la ladera este del Cerro Abitagua (1650 m).

1. Río Pastaza (corre desde el espectador) la distancia desde


aquí hasta su desembocadura en el río Amazonas alcanza
unas 50 millas alemanas;
2. Terrazas de cascajos y escombros que muestran las tem-
pranas expansiones del lecho del río Pastaza;
3. Jibaría del Pintue (poblaciones de los indios jíbaros) 981 m.;
4. Cuestas de los Cerros negros, que se han unido al este del
Cerro Altar (esquistos de mica);
5. Montes que probablemente ya pertenecen al Perú;
6. Una tormenta que se descarga;
7. Palmas tarapotó (Oreodoxa frigida H.B.K th?);
8. Polipodios.

335
depósito sedimentario de cantos fluviales. Hemos Tocche, última casa en el valle del
delimitado mutuamente tres secciones por medio de río Puela 2492
contornos cafés, negros y verdes.
Minza chiquito, pajonal, cocha 3698

En el croquis No. 138 vemos los restos del flujo de la- Pie occidental del monte
va del Pondoa dibujados en negro y resaltados fuer-
temente sobre el terreno de esquisto, representado Chontabamba, hacienda 2278
con color café.
Puente de Cusúa sobre el río Chambo 2054

Altitudes del Tungurahua y de sus alrededores


Puente de Caguají 2233

m.
Pie norte del monte

Cumbre sur del Tungurahua (T) 5087


Juivi grande, hacienda 1933

Borde del cráter del lado oeste 4927


Juivi chiquito, hacienda 2053
Punto más bajo del borde del cráter en el
lado norte 4886
Puente de Patate 1824

Altura media del límite de la nieve en los


Tarabita de Guangalillo 1779
lados norte y oeste 4600
Baños, pueblo 1800
Altura media del límite de la nieve en el
lado sur, junto a Minza 4272
La Chorrera de Baños, borde superior
de la cascada 1967
La Peña grande, sitio del campamento
para la ascensión (8-9 feb. de 1873) 4498
Pie de la misma cascada 1817

Comienzo del arenal y límite superior


Pacchapata, casa 2090
de la vegetación de páramo en el lado
norte 3997
Loma de Runtún, potrero 2349

Comienzo del arenal en el lado sur 4170


San Vicente, hacienda 1736

Límite superior del bosque de altura y


Río Ulva, puente 1700
comienzo del Chaparro en el lado norte 3467
Punzang, hacienda en el valle de Ulva 1846
Límite superior del bosque en el lado sur 3609
Puente de Agoyán sobre el río Pastaza 1640
Cocha de San Pablo (pequeña laguna) 3036
Lomapamba, borde del descenso hacia la
Límite superior del cultivo en el lado
cascada de Agoyán 1603
norte, última casa 2520
Pie de la cascada de Agoyán 1544
Declive sur
Río Vascún, vado en la parte superior del
Río Puela, cerca de su desembocadura en
valle de Vascún 2109
el río Chambo 2293

Puela, población 2396

Palictagua, casas, en el río Puela 2310

336
Flujos de lava del Tungurahua condiciones tectónicas de su estructura no se do-
minan con la vista fácilmente, y no deja distinguir
Erupción prehistórica más antigua,
claramente un diseño más o menos simétrico que
punto de salida de lava en la loma
pueda existir en la disposición de sus lomas y que-
de Pondoa grande 2600
bradas. Éstas no se agrupan ni formando una cum-
Cumbre del cono de la acumulación de lava bre montañosa (más o menos a 4500 m.), por tanto
de Pondoa 2043 bastante predominante y visible ya desde una gran
distancia, ni tampoco como una depresión en for-
Pie de la colina formada por acumulación
ma de caldera de configuración tan regular, que a
de la lava en el camino de Baños a Juivi 1976
los legos en la materia podría parecer un cráter.
Río verde, cuya desembocadura en el río
Pastaza llegó al flujo de lava de Pondoa 1450 Con otras grandes montañas volcánicas del Ecua-
dor, el Azuay coincide todavía ñeque sólo la parte
Límite inferior del flujo de lava de
superior del macizo está hecha de material erupti-
Pondoa, probablemente entre 1300 y 1400
vo, mientras que, por el contrario, en las partes in-
Flujo de lava de Juivi (del año 1701?), feriores que forman la base se encuentran, como lo
punto de salida en el borde del cráter 4886 demuestran las observaciones del señor T. Wolf y
del señor Reiss, tanto rocas cristalinas antiguas,
Término del flujo de lava de Juivi, en el río
como miembros de la formación cretácea.
Pastaza, junto a Nina-yacu 1903

Punto del camino que lleva de Juivi a Quedaría para una posterior investigación no sola-
Baños por sobre el flujo de lava 2069 mente el averiguar los límites de estas dos forma-
ciones, sino también y ante todo, el determinar si
las masas eruptivas que componen la parte supe-
rior de la serranía del Azuay han provenido de un
XLI. EL AZUAY solo centro de erupción o de varios.

El Azuay es una de las montañas del Ecuador men- La tarea a que nos dedicamos en la precedente sec-
cionadas con más frecuencia, pues todo viajero ción de la obra fue poner al lector al tanto de la
que sigue el camino de Riobamba a Cuenca, es de- configuración externa de las montañas volcánicas
cir el camino de la república que va o viene de nor- del Ecuador. Pero en esto estábamos lejos de que-
te a sur, se ve forzado a atravesar el extenso pára- rer influir en su juicio a favor de una determinada
mo del Azuay, ya sea en su parte central, a 4445, o idea sobre el origen y nacimiento de estos tipos de
en su pendiente occidental, a 3444 m. de altitud. montañas. Precisamente porque deseábamos evi-
tar este inconveniente, no pudimos hacer otra co-
El Azuay pertenece, si no a las más altas, sí a las sa que ir llevando al lector de monte en monte, de
más extensas formaciones volcánicas del Ecuador. pintura en pintura, y en nuestras explicaciones tu-
Tiene en común con otras, por ejemplo con la cor- vimos desgraciadamente que asumir la culpa de
dillera de Angochagua, la particularidad de que las fatigosas repeticiones150.

150
Se han producido varias veces porque nos hemos empeñado en asegurar a cada una de las pinturas su independencia, relativa a su con-
sideración incluso fuera de la serie a la que pertenece. Según esto, tuvimos que insistir, por ejemplo al tratar cada uno de los montes, en
el significado de ciertas formas de disposición estructural, una y otra vez, o señalar cómo la cubierta de la toba ha afectado a la forma
primitiva de su edificio volcánico, etc.

337
Sobre las Nubes. Punto de observación:
Ladera oeste del Cotopaxi a 5500 m (8 marzo 1873)

1. Pendiente del Cotopaxi, parte sin nieve;


2. Mar de nubes;
3. Vista al valle de Latacunga, Región de Tiopullo 3200 m;
4. Chimborazo 6310 m;
5. Ilinizas, cumbre sur 5305 m; cumbre norte 5162 m.

338
La mayoría de quienes toman este libro en sus manos que decida si a las diversas, y al mismo tiempo tí-
estarían probablemente mucho más satisfechos con picas formas montañosas que se repiten y que ha
una descripción concisa de los diversos tipos y for- conocido en el Ecuador, las desea considerar ex-
mas de montes y con la explicación de la visión obte- clusivamente como formas que han nacido por
nida por nosotros en los lugares respectivos sobre su efecto de una serie de erupciones en el curo de las
origen; pero otros, aun cuando sean sólo unos pocos, épocas o si entre estos edificios —sin excluir los
preguntarán el por qué en cada uno de los casos. El más grandes— no encuentra también aquellos
trabajo nuestro iba dirigido a satisfacer las exigencias que le parezcan más bien los resultados de una so-
de estos pocos, y a ellos hemos dedicado la larga se- la y extraordinariamente poderosa actividad de las
rie de nuestras láminas de estudio. fuerzas volcánicas.

Incluso la descripción de estas láminas para repetirlo DESCRIPCIÓN DE ALGUNAS VISTAS PAISAJÍSTI-
una vez más, no es sino un resumen topográfico y CAS DEL ECUADOR, QUE NO CONTRIBUYEN DI-
geológico que servirá de punto de partida para simi- RECTAMENTE AL ESCLARECIMIENTO GEOLÓGICO
lares investigaciones posteriores, ya sea en el mismo DE LAS CUMBRES VOLCÁNICAS INDIVIDUALES
Ecuador o en otras regiones volcánicas semejantes.
A la colección de pinturas que están dedicadas espe-
Como el geólogo, aun tratándose de viajes exten- cialmente a la reproducción de las montañas volcáni-
sos, no puede conocer por propia observación si- cas del Ecuador, añadimos, como ya se advirtió
no sólo un pequeño número de todas las monta- en la introducción, un pequeño grupo de dibujos
ñas volcánicas esparcidas a lo ancho y a lo largo en que, desde luego, se toma en cuenta también el
de la superficie terrestre, se ha de ver como algo factor geológico y topográfico, pero de los que no
muy oportuno el presentar el resultado del dibu- son materia específica las montañas volcánicas
jo de cada uno de los edificios volcánicos para po- tomadas de una en una.
der compararlo con otros.
Estas representaciones destacan, en general, lo
El Ecuador nos ha ayudado a completar el mues- paisajístico y sirven, por una parte, para la carac-
trario de montañas volcánicas típicas ya conoci- terización de la vegetación y de las condiciones
das, a través de una serie de formas vigorosamen- climatológicas en diversos niveles de altura, para
te pronunciadas. Cuanto más amplio y copiosos poner de manifiesto la manera de construir los
es dicho muestrario, tanto más fácilmente se lo- puentes, chozas, casas, modos de cultivo, etc., se-
gra distinguir en los productos volcánicos lo gún las costumbres del país y, por otra parte, pa-
esencial de lo secundario y accidental. ra ilustrar cómo se tiene que viajar en el altiplano
del Ecuador cuando se trata, como en este caso
El estudio cuidadoso de las formas externas de particular, de perseguir un objetivo científico.
las montañas nos ha enseñado, sin embargo, que
una clasificación de las mismas en ciertos grupos
hay que fundamentarla probablemente en resulta- PINTURA 140
dos más radicales sobre el tipo de origen de sus
formas, antes que en la naturaleza de su material SOBRE LAS NUBES
y en su construcción tectónica.
Esta expresión se justifica muy bien porque direc-
Al lector que ha tenido la paciencia de seguirnos tamente bajo nuestros pies se extiende un océano
en nuestra exposición, podemos ahora dejarle de nubes hasta donde alcanza la vista.

339
Estamos en la pendiente occidental del Cotopaxi, a lo un pequeño espesor, y que, a pesar de su con-
una altitud que por ser de 5500 m., sobrepasa la ci- formación esferoide, se mostraba tan aplanado
ma del Monte Blanco aproximadamente con 700 m. por su parte superior e inferior que parecía como
empotrado entre dos capas de aire nítidamente
A todo el que asciende a los altos Alpes le cabe a delimitadas151. Pero pronto sobrevino el movimien-
veces el gozo particular de tener y mirar las nu- to. Algunas de las nubes, que recién eran miem-
bes bajo sus pies, y no suspendidas por encima, y bros estrechamente ensamblados en la cubierta
de poder reproducir por vía fotográfica, mucho de nubes de blancura resplandeciente, se levanta-
mejor que por manos de un pintor, la magnífica vi- ban, mientras otras se hundían y hubo una agita-
sión que significa el espectáculo que ofrecen las ción que resultó en que nos vimos pocos minutos
ondulantes nubes. A pesar de esto, no sería ino- más tarde cubiertos en una densa niebla. El claro
portuno presentar una pintura de esta naturaleza que formaba antes la capa de nubes y que nos per-
trazada en los Andes. mita la vista hacia abajo, como lo ilustra el dibujo,
nos hace ver ahora una parte del valle de Latacun-
En los Alpes se dan, por lo general, serranías en- ga, la llanura y las verdes colinas de Santa Ana de
teras en cuyos declives y pliegues parecen des- Tiupullo.
cansar las masas de nubes, y cuyos picachos más
altos, ordenados en fila, sobresalen por encima de La base para este óleo fue sólo un croquis a lápiz.
la capa de nubes; en cambio aquí vemos, situadas Éste fue trazado el 8 de marzo de 18734, más o
muy lejos una de otra, sólo dos montañas, es más, menos a las 10 de la mañana, con ocasión de la se-
dos de las más altas montañas volcánicas de la gunda ascensión a la cumbre del Cotopaxi, sobre
Tierra —el Chimborazo (6310 m.) y el Iliniza la cual diremos todavía algo en algún otro lugar.
(5305 m.)— muy aisladas, y parecidas a islas cu-
biertas de nieve y de figura cónica que surgieran El primero que logró llegar al borde del cráter del
del mar. Cotopaxi fue el señor doctor Guillermo Reiss. Es-
ta ascensión tuvo lugar el 28 de noviembre de
El nivel superior de los bancos de nubes, que co- 1872. El informe detallado de dicha ascensión se
mo en el Iliniza llega prácticamente al límite de las formuló en una carta al Presidente del Ecuador de
nieves perpetuas, puede calcularse en 4600 m. entonces, señor Gabriel García Moreno, informe
Así, la parte del monte que se halla visible y que que luego fue publicado en el Diario oficial de Qui-
sobresale, sería en el Iliniza, de 700 m., y en el to del 17 de enero de 1873152. La segunda ascen-
Chimborazo de unos 1700 m. sión fue la que acabamos de mencionar arriba. La
tercera ascensión la emprendió el señor doctor
En este momento de la ascensión era muy curioso Teodoro Wolf el 9 de septiembre de 1877, por tan-
el poder observar, a través de un claro, que el ban- to poco después de la última gran erupción del
co de nubes estable por un corto tiempo tenía só- Cotopaxi, que tuvo lugar en el mes de junio del

151
La pintura proporciona un magnífico ejemplo de la presencia de altos estratos de nubes (Astrostrati) cuyas condiciones de formación
pueden darse en ciertas circunstancias hasta a una altitud de 600 m. Para la altitud media de otras formas de nubes se aceptan, sobre la
base de nuevas mediciones, las siguientes cifras: (Cirrostrati) = 10000 m., (Cirri) = 9000 m. (Cirrocumuli) = 7000 m. (Stratocumuli) = 2500
m., (Cumuli) = 2000 m., (Nimbi) = 1000 m., (Strati) = 600 m.
Estas cifras provienen de regiones de pequeña altura sobre el nivel del mar. En las altas cordilleras al menos para la formación de nubes
que tiene lugar en las capas más bajas de la atmósfera, sufren ellas cambios que caracterizan de múltiples formas el influjo local de las
masas montañosas.
152
Carta del doctor W. Reiss a S. E. El Presidente de la República, sobre su viaje a las montañas Iliniza y Corazón, y en especial, sobre su
ascensión al Cotopaxi, Quito, 1873.

340
mismo año. El señor doctor Wolf subió al monte Como propiedad fundamental del páramo debe con-
no por el lado occidental (véase la pintura 74.A), siderarse la inclemencia y la inestabilidad del clima,
153
sino por el noroccidental . El mismo camino si- en especial el frecuente y brusco cambio entre los ex-
guió también el señor M. von Thielmann, que lle- tremos; de ahí se originan para la existencia humana,
gó al borde del cráter en la mañana del 15 de ene- rigores que pueden tener efectos destructivos.
ro de 1878154. La última de las ascensiones al Coto-
paxi que podemos registrar aquí es la del señor Es propia de la región de páramos una vegetación que
Ed. Whymper, que en compañía de dos guías sui- presenta escasas formas: comienza con alguna pre-
zos, los hermanos Carrel, permaneció en el borde sencia de hierbas altas aproximadamente a los 3000
del cráter el 18 y 19 de febrero de 1880155. m. de altura sobre el mar, y cuanto más se acerca a los
límites superiores posibles para la vida orgánica, va
adquiriendo el carácter de la flora alpina. Entre todas
PINTURA 141 las diversas regiones que, entre el nivel del mar y las
nieves perpetuas, componen la zona del trópico en
EL CLIMA DE PÁRAMO EN EL CHIMBORAZO sentido vertical, la región del páramo es la más inhós-
pita, y sin embargo, precisamente ella es para la Repú-
"EL CERRO ETA BRAVO" blica del Ecuador, hoy día, la verdadera riqueza del
país, puesto que el páramo ofrece durante todo el año
Ubicación: lado oriental del Chimborazo, a una al- un pasto, si no abundante, al menos seguro para
tura de 4400 m. sobre el nivel del mar. los grandes hatos de ganado, caballos y ovejas.

Con la palabra española páramo designan los Pero el páramo es de significación económica no
nativos de las repúblicas sudamericanas de Co- sólo para el agricultor ni sólo para el hacendado
lombia y Ecuador a la región de la cordillera en rico; más bien están ligados a esta extensa región
que las condiciones climatológicas impiden por los intereses vitales y las costumbres de toda la
completo el cultivo del campo o donde las fre- población del altiplano particularmente aquella
cuentes heladas hacen peligrar en demasía lo que pertenece a la raza india pura.
156
sembrados . Estas regiones en el Perú se deno-
minan puna.

153
Teodoro Wolf, El Cotopaxi y su última erupción del 26 de junio de 1877, Nuevo Anuario para Minería, etc., 1878, p. 508.
154
Freiherr Max von Thielmann, Cuatro viajes por América, Leipzig, 18979, p. 448.
155
Edward Whymper, Travels amongst the Great Andes of Ecuador, Londres, 1892, p. 136.
156
A. V. Humboldt da la siguiente definición: “Soledades de lo más austeras, que los colonos españoles designan con el único nombre de
páramos, sujetas a todos los caprichos de la temperatura y del clima, receptáculo de las aguas de los deshielos de la nieve suelta; región
azotada por los vientos, las tempestades y el granizo, helada tanto de día como de noche, a la que casi nunca llega a calentar la velada y
escasa luz del sol. Región pedregosa prácticamente inhabitable, sin árboles por el rigor exclusivo del clima, cubierta a duras penas de
hierbas y de líquenes, y que las continuas nevadas vuelven muchas veces intransitable”. (A. V. Humboldt, La distribución de las plantas
según el clima y según la altura, Introducción, nuevos géneros y especies de plantas, 1, p. XXXVIII).
“Vastas áreas de hierba, pantanos de altura y entre ellos pequeñas lagunas; frailejón, planta característica de los páramos, numerosas flo-
res y frescas gotas de rocío en las hojas de las plantas; desoladas, grises, rígidas masas de rocas de ambos lados de los terrenos con hier-
ba, y en todo esto niebla en incesante lucha con el sol. Aquí y allá una fina garúa, y en la estación más fría del año una nevada, y con ellas
un viento furioso, huracanado, frío, cortante, que cala hasta la médula de los huesos: tales son las características del páramo”. (Sievers,
Venezuela, p. 131).
“El clima de esta región, de la puna, es tan desagradable como el de las crestas montañosas. Fríos vientos de oeste y suroeste soplan casi
todo el año desde las heladas cordilleras sobre estas áreas, y durante cuatro meses traen, diariamente con la misma regularidad, fuertes tor-
mentas acompañadas de remolinos de nieve. La posición media del termómetro durante la estación fría, el llamado verano (en que nieva rara
vez), es en la noche más o menos de 5° R., y por la tarde, + 9.7° R.; en invierno rara vez baja la columna de mercurio por la noche a menos
de cero, manteniéndose entre + 1° y 0° R.; y la tarde sube sólo a 7° R. Por lo demás es casi imposible dar la temperatura media de esta región
porque muchas veces en pocas horas muestra una variación de 18° a 20° R., variación que es tanto más grave para los que hacen excursiones
en estas alturas, cuanto que el descenso de la temperatura va acompañado de vientos cortantes”. (Tschudi, Perú, II, p. 79).

341
Muchas poblaciones que están en mutua comunica- los vaqueros, los conocedores del camino, ante
ción se hallan separadas por una alta zona de pára- ciertos pasos montañosos de los Andes. Con to-
mo, y sólo a través de ésta conduce el camino que do, este temor es justificado cuando se pasa las
las une; el habitante de las tierras bajas no puede grandes líneas divisorias de aguas de los Andes, y
evitar el páramo cuando quiere llegar al altiplano; eso sin importar si se lo hace en el norte o en el
asimismo el habitante del altiplano tiene que contar sur, en Colombia o en Chile, en Ecuador, Perú o
con el temido páramo cuando, en busca de sus ga- Bolivia. ¿Qué tal está el páramo? Es decir, más o
nancias, emprende como comerciante su acostum- menos: ¿Cómo estan el tiempo y los caminos en el
brado viaje anual a la costa. Las partes del páramo páramo? Esta suele ser la pregunta que sólo rara
que no son de propiedad privada, sino que más vez se omite cuando se topan incluso por breves
bien integran el patrimonio comunitario de las res- momentos los viajeros en las cercanías de algún
pectivas poblaciones, proporcionan un pasto gra- paso por la montaña. Hasta después de algunas
tuito a las bestias del pobre o del menos acomoda- semanas pregunta la gente de Quito: ¿Cómo estu-
do. El páramo cubre las modestas necesidades de vo el Chimborazo157 cuando lo pasaron?
leña de todos los hogares y con su hierba y su paja
proporciona una cubierta sin costo para las casas; La rápida subida desde la tierra caliente a la re-
es también el ilimitado coto de cacería en el que se gión del páramo o de la puna produce, a veces, un
despachan patos, codornices, conejos salvajes, ve- malestar que se manifiesta en dolor de cabeza,
nados y, de cuando en cuando, zorros de color café desmayo e indisposición del estómago, al que es-
amarillento y osos de hocico blanco. En tiempos de tán sometidos inclusive los animales: es el mal de
revolución el páramo ofrece, a las bandas armadas montaña, llamado con el término del país, soro-
de los partidos enemigos o de particulares que son che. Aun cuando en general, se puedan explicar
buscados como delincuentes políticos, el deseado los síntomas de estas dolencias por la actividad
refugio; en los tiempos de paz, también a alguno intensificada de los pulmones en una capa de aire
que otro vagabundo que quiere substraerse con más rala y por la excesiva fatiga corporal, todavía
no se ha averiguado porqué precisamente ciertas
éxito al peligro de un seguro castigo señalado por la
regiones del páramo parecen ejercer este influjo
ley. Las severas condiciones climatológicas del pá-
en mayor medida que otras y qué disminuye o
ramo se transmiten a veces a las regiones de las tie-
acrecienta la disposición individual.
rras bajas densamente habitadas y con granizadas
o con alguna escarcha helada que cae al amanecer,
La conversación de los indios sobre sus andan-
echan a perder el campo bien cultivado.
zas versa con predilección sobre los peligros del
páramo y de la fatiga soportada en los viajes que
Si el mismo habitante de la región no puede sus- han hecho. Uno cuenta cómo, sorprendido por la
traerse a las tiránicas y traidoras veleidades del niebla y la tormenta de nieve, tuvo que pasar la
clima, mucho menos el excursionista que, una vez noche a la intemperie, pegado a un bloque de ro-
emprendido el viaje, tiene que tomarlo tal como ca, y acurrucado con los pies desnudos bajo un
se presente. Las molestias que el páramo puede delgado poncho. El viento helado casi le había
causar al viajero y a su caravana de bestias sobre- hecho morir, tieso por el frío. De hecho, cada año
cargadas, en ciertas circunstancias, son realmen- el páramo cobra así sus víctimas. A otro, que era
te grandes. A quien no las conoce todavía por pro- un arriero, se le extravió, sin que se diera cuenta,
pia experiencia le parecerá exagerado el miedo de una de las bestias con su carga, y sólo después

157
Chimborazo equivale aquí a paso del Chimborazo.

342
de horas de rodeos y búsqueda la descubrió ción de subir a ellos. Si tal sacrilegio tiene lugar
muerta al pie de un abrupto despeñadero. A un hablando en voz alta y con gritos, sería suficiente,
tercero le ocurrió un día que algunas de sus bes- según su manera de ver, para provocar pronto la
tias ya bien hechas a los caminos cayeron de ca- tempestad, que traerá consigo la destrucción. Por
beza y quedaron atascadas en un pantano que an- eso, no con impertinencia, pero sí en son de ad-
teriormente ya habían pasado muchas veces sin vertencia, para hacer desistir a tiempo del inten-
ningún peligro. Y antes de que pudiera librarlas to, manifiestan: el cerro se pondrá bravo.
para acomodarles de nuevo la carga y rearmar de
nuevo su caravana, le sobrevino la oscuridad de Esta superstición muy arraigada y también muy ex-
la noche. Un cuarto contaba cómo un amigo suyo tendida en todo el altiplano de Sudamérica, coinci-
fue fulminado por el rayo —pues aquí las descar- de con los relatos míticos y leyendas que perduran
gas eléctricas son violentas— justamente, como hoy en día, al menos ciertas reminiscencias, en tan-
él decía, en uno de los sitios en donde los que ha- tas otras regiones montañosas, incluso cercanas a
bían pasado antes habían plantado en el suelo nosotros los europeos. Pero no solamente el indio
unas pequeñas cruces hechas de ramas. El tema de pura sangre, sino también un gran número de
del páramo es, pues, inagotable. descendientes de los españoles en tierra america-
na se aferró instintivamente al convencimiento de
Los más expuestos al frío son los indios de tierras ca- que tales ideas son hechos basados en la experien-
lientes. Cubiertos con un ligero poncho, los menos ex- cia; y esta fe o creencia superó con mucho la con-
perimentados entre ellos creen poder resistir las incle- fianza que, de lo contrario, se pone en los santos
mencias del páramo. Necesitan dos o tres días de mar- patronos de la Iglesia a quienes invocan.
cha rápida y la tercera parte del tiempo que otros pa-
ra cubrir estos senderos, aun siendo buenos ca- La palabra páramo señala, en primer lugar, un
minantes. Suben ellos desde su tierra nativa tropi- concepto topográfico. No obstante, el lenguaje
cal en el río Napo, al frío infernal. popular la ha transferido también a las condicio-
nes climatológicas propias de aquella determina-
No emprenden ellos el viaje por propia iniciativa. da zona montañosa.
Obligados por los religiosos de la misión o por el
gobernador, que es el único funcionario del go- Cuando el serrano dice: el tiempo está paramando,
bierno en medio de la selva —generalmente un puede muy bien entenderse con esto, en general,
aventurero— tienen que cumplir un servicio de un tiempo o clima que corresponde a nuestro abril
cargadores y trasladarse por el páramo a las zo- en sus peores condiciones cuando, a cortos inter-
nas de los descendientes de los españoles, cuyo valos y con aislados ratos de sol, la lluvia, nieve y
contacto, como lo saben ellos muy bien, no les au- granizo son azotados por un viento arrebatado.
gura sino muy poca suerte. En la gestión adminis-
trativa, ni la misión ni el gobernador hacen caso Pero esencialmente la expresión paramar corres-
de las graves y, por desgracia, siempre justifica- ponde a una manera específica de formación de
das demandas. nieblas. Cuando se está en el páramo se ve, no ra-
ra vez que el panorama se halla envuelto, hasta
Con la inclinación a la superstición, que es innata donde alcanza la vista, en un velo de niebla pare-
en el indio, no puede causar extrañeza el que la jamente desplegado, lo que sin embargo es tan
fantasía se excite vivamente en él, precisamente transparente que se pueden distinguir los contor-
con los variados fenómenos atmosféricos propios nos del monte, sobre todo sus partes superiores.
de la tierra. Éstos, lo mismo que los objetos cercanos, blo-
ques de roca, animales o arbustos, parecen mági-
Los indios personifican a los montes. Están con- camente agrandados; el más fuerte viento no pue-
vencidos de que pueden enojarse, y que con mu- de desgarrar el velo de niebla que permanece, al
cho sucede esto si uno se les acerca con la inten- parecer, inmóvil.

343
El “Fantasma” de Los Andes. Punto de observación:
Cerro Sumirumi junto a Angamarca (3374 m.) Cordillera
occidental de Latacunga.

344
Esta inmovilidad de la niebla se explica fácilmente Pues se intensifica la fuerza del viento no pocas
dado su origen. Y es que ella no está formada por veces en tal medida, que la hierba del páramo sil-
nubes que el viento trae de fuera, sino que se pro- ba y se doblega, y se pudiera creer que va a ser
duce in situ, al interior de la zona misma del pára- arrancada del suelo. Sería inútil buscar refugio en
mo; tiene lugar aquí una segregación de humedad, una hondonada o detrás de una roca, pues el vien-
causada por el ajuste en las condiciones de la tem- to parece que bramara en todas las direcciones al
peratura de las corrientes de aire dominantes. Se mismo tiempo, sin aplacar ni por un momento su
da, por lo tanto, una formación de niebla ininte- violencia. El termómetro señala quizás todavía al-
rrumpida, mientras las masas de niebla se van di- gunos grados sobre cero. Sin embargo la sensa-
solviendo en su periferia en iguales proporciones. ción de frío que produce este viento, unido a la
Este fenómeno local tiene lugar, de preferencia, en humedad de la niebla, cala hasta la médula de los
los meses en que el cielo, con más frecuencia que huesos y paraliza cualquier esfuerzo de la volun-
otras veces, se presenta sin nubes sobre las depre- tad. Para colmo de males, el hombre tiene que de-
siones del terreno. Es el tiempo llamado verano. sistir en tales circunstancias del refugio de una
Desde puntos de ubicación situados en las partes carpa y del calor del fuego.
bajas se puede observar claramente el juego de
esta formación y respectiva disolución de nieblas En esta pintura se ha tratado de ilustrar un ejem-
que se traduce en la ondulación de las masas de plo de situaciones meteorológicas de esta natura-
niebla alumbradas por el sol y bajo el influjo del leza, condiciones de las que el más curtido de los
viento en las lomas de las cordilleras. Partes de es- indios de la tierra fría, dice patrón, el cerro está
tas masas de niebla se derraman también con fre- bravo.
cuencia, desgarradas y arrastradas violentamente
por el viento, y bajan por sobre las laderas de los Ante nosotros está el Chimborazo cubierto por un
montes hacia las llanuras abiertas del valle. A es- velo de niebla. Nuestra ubicación es una eleva-
tos chubascos que caen asociados al más bello ción de 4400 m. en su pendiente oriental. Más que
resplandor del sol, se les atribuye el muy significa- los contornos, lo que favorece la apariencia de
tivo nombre de paramitos. elegancia de todo el macizo son varias áreas de
nieve, pequeñas y grandes. Largas murallas de ro-
También en otras épocas, las cuchillas de las se- ca in situ, que superficialmente se han desmem-
rranías y sus cumbres están cubiertas en su ma- brado en bloques, sobresalen de las potentes
yor parte, pero entonces se trata más de auténti- pendientes de escombros del declive. En primer
cas nubes que completamente apelotonadas pa- plano, forman el suelo almohadillados de verne-
recen, o descansar sobre el monte como sitiándo- rias de un metro de espesor que están atravesa-
lo con obstinación, o revolotear ligeramente so- das por una red de pequeños canales de agua. Es-
bre él. tos almohadillados semejan esponjas empapadas
en agua. Atraen a la vista tipos de plantas de for-
Quien ilusionado por el tibio brillo del sol en las mas extrañas; en algunas se manifiesta la tiesura
depresiones se atreve a subir a los nevados mien- de la estructura orgánica a la que les ha obligado
tras se dan esas condiciones atmosféricas del ve- la dura lucha por la vida, mientras que otras pare-
rano, aquí brevemente caracterizadas, fácilmente cen indicar, por sus tiernas florescencias, que pre-
puede tener que entablar una ardua lucha con los cisamente aquí se han cumplido para ellas, armó-
elementos. nicamente, todas las condiciones de la vida158 .

158
Enteramente en primer plano una pequeña elevación de plantas vernerias de exuberante verdor; Lupinus alopecuroides, Lycopodium cras-
sum, Culcitium reflexum, Diplostephium?, Loricaria anceps y los finos tallos ensortijados en la parte superior del helecho Psilogramma cin-
namomea.

345
A manera de adorno, la pintura muestra un novi- de trabajo por una ganancia relativamente peque-
llo negro, que se ha separado del hato que está ña y, a pesar de una alimentación muy escasa, so-
pastando, lo cual indica su carácter maligno, por- portan la fatiga tan bien como aquellos. Cada uno
que, entre los toros, sólo los de este tipo suelen de los cargadores debe preocuparse él mismo de
hacer una cosa así; los indígenas los llaman soli- sus sustento y de dividir los alimentos que lleva
tarios y los temen mucho. ¡Y con razón! Porque de manera que alcancen para el tiempo asignado.
atacan no solamente a los que van a pie sino tam- El patrón les proporciona tan sólo cigarrillos y
bién a los de a caballo, y si no hay un grupo de aguardiente, que siempre son buenos para reani-
muchas personas que divida la atención del soli- mar el ánimo decaído de la gente. Las petacas
tario al producirse un encuentro inesperado con (baúles de piel de buey todavía con pelo y sin cur-
éste, a una sola persona le resultaría difícil huir. tir), que vemos cargar a algunos peones, contie-
nen alimentos y útiles de cocina, mantas e instru-
mento, utensilios de pintura, papel de empaque y
PINTURA 142 de plantas, colección de muestras de mano de ro-
ca que cada día van aumentando el peso de la car-
EL CLIMA DEL PÁRAMO EN EL LADO ORIENTAL ga, así como herramientas, y todo lo demás nece-
DEL ALTAR sario para poder pasar en el páramo; los otros lle-
van las telas dobladas de las carpas tal vez toda-
REGRESO DEL CONDORASTO vía húmedas, las estacas, recipientes para agua y
alimentos para los cargadores. Esta vez nos en-
Después de habernos familiarizado lo suficiente contramos de regreso después de una derrota su-
con las condiciones atmosféricas el páramo, ve- frida en la lucha con los elementos; pero todavía
mos que en la presente pintura se ha producido era una retirada ordenada, y no sospechábamos a
un cambio, puesto que en ella ya no se trata, co- esa hora que nos veríamos luego obligados a des-
mo en la precedente, de una niebla densa, azota- pejar el campo dejando todas las maletas.
da por los vientos y sin embargo aferrada a un de-
terminado sitio, sino de una lluvia que cae a to-
rrentes; y, por cierto, tenemos además la oportu- PINTURA 143
nidad de observar que, a pesar de la fuerte lluvia,
se pueden distinguir claramente los contornos EL CLIMA DEL PÁRAMO
del monte incluso a gran distancia —estamos
EL ESPECTRO DE BROCKEN EN LOS ANDES
viendo aquí partes del declive oriental del Al-
tar—, lo cual evidentemente ocurre sólo por
Ubicación: cerro Sunirumi (3374 m.), junto a An-
excepción.
gamarca en la cordillera occidental de Latacunga.

Este dibujo nos ilustra, al mismo tiempo, la subi-


El fenómeno óptico representado aquí es igual al
da de la caravana al paso de Yuibug (4200 m.) el
que en el Harz se conoce con el nombre de el es-
20 de octubre de 1872. Algunos cargadores ya se
pectro de Brocken (= espectro sobre la roca) y que
han adelantado y se apresuran para subir los 500
también se observa a veces en los Alpes. Para que
m. que todavía faltan, otros les siguen muy atrás, pueda darse tienen que llenarse tres condiciones
metidos en un valle pantanoso. Esta pintura da principales: una ubicación aislada del observa-
una idea del esfuerzo corporal que el cargador tie- dor, delante de él una pared de niebla, y detrás un
ne que realizar en estos viajes, y sin embargo, la sol brillante cercano al horizonte.
mayoría de las veces lo hace con mucho ánimo.
El fenómeno físico es de doble naturaleza; consis-
No solamente los indios de pura sangre, sino tam- te en las simples sombras del observador que el
bién los mestizos, en los que tal vez predomina la sol proyecta directamente en la pantalla de niebla
sangre española, se someten a esta dura jornada

346
La Piedra Quilindusi.

Un grueso bloque de escombros de la lava está en la llanura


de la falda oeste del Cotopaxi a unas dos millas del Santana
de Tiopullo de distancia. El perímetro del bloque sube a 45 m.,
su altura 8,5 m.

347
El Río Topo.
Cerca de su desembocadura en el Río Pastaza (1226 m.)

La anchura del río alcanza en este sitio 50 m; 20 m. la distan-


cia entre las rocas intermedias, que permite el paso por un
sendero improvisado de caña de Bambú.

348
y en un fenómeno de interferencia; la aureola, a su cuando se dibujó todo un sistema de círculos con-
vez produce por refracción de rayos del sol en las céntricos de arco iris en la pared de niebla que
superficies de las pequeñísimas partículas de nie- ondeaba suavemente. El punto céntrico estaba
bla. Ambos fenómenos son independientes entre formado por la cabeza del observador, rodeada
sí. El tamaño de la imagen de la sombra es provo- de un círculo grisáceo más pequeño que los ante-
cado por la magnitud de la distancia a que se en- riores y a la sombra de su cabeza se unía la som-
cuentra la pantalla de niebla delante del observa- bra de toda la silueta. A ratos se podían distinguir
dor; la mayor o menor intensidad de la aureola en siete aureolas. Todos los colores del espectro re-
cambio, depende de la naturaleza de las partícu- saltaban muy vivamente, ante todo sobre el círcu-
las de niebla, de la densidad de su acumulación y lo más pequeño que se encontraba inmediata-
de la intensidad de la iluminación del sol. mente junto a la cabeza; en los círculos más aleja-
dos del centro se distinguían solamente el rojo y
El cerro de Sunirumi, en donde fue observado el el verde algo esfumados, y el círculo externo esta-
fenómeno el 29 de marzo de 1874 m. está situado ba formado por un intenso reflejo.
de tal manera que domina un largo valle que se
extiende hacia el occidente. El valle se hunde por Los círculos de color de la aureola no estaban
la región selvática de Quevedo hacia el océano completamente cerrados sino interrumpidos por
Pacífico; en la parte que da al oriente está cerra- un corte en forma de segmento, que servía de ba-
do por una corona de cerros elevados. se a la silueta en sombras del observador. El seg-
mento gris de niebla ocupó casi la cuarta parte de
Eran las seis y media de la mañana, el sol todavía toda la superficie circular de la aureola y trazó in-
no surgía sobre los bordes de los montes del lado mediatamente un brillo radial que se desbordaba
este, había completa calma y el cielo estaba lim- simétricamente hacia ambos lados de la silueta
pio, solamente abajo, a gran distancia, descansa- de sombras, sólo algo menos oscura.
ban las nubes concentradas en una capa homogé-
nea de enorme extensión, y cobijaban las selvas La intensidad del fenómeno crecía y disminuía
de la tierra caliente. En esto, el mar de nubes en- con el movimiento que se producía dentro de la
tró en movimiento, comenzando éstas primero a masa de nieblas. Después de unos 15 minutos de
desprenderse, en sus bordes, de las montañas a duración, el espectáculo se interrumpió brusca-
las que estaban adheridas y, luego, a descompo- mente con un avance que la niebla hizo hacia el
nerse en niebla. Avanzando lenta pero continua- Sunirumi.
mente la niebla subió valle arriba hacia el Suniru-
mi. Ya amenazaba con envolver las peñas del Su- La pintura suscita una idea falsa del fenómeno físi-
nirumi, cuando sus secciones delanteras, como co en cuanto que cada observador puede ver sola-
mantenidas aparte por un obstáculo invisible, se mente la sombra de su silueta circundada por la
detuvieron a poca distancia. También el sol lanza- aureola, pero no la de otra persona que esté cerca
ba ya sus primeros rayos sobre el páramo, y ape- o delante de él159. Al menos yo no podía ver a mis
nas si había aparecido su disco en su totalidad, dos acompañantes que se encontraban solamente

159
A veces sucede también que el observador mira junto a la sombra de su propia silueta las de otras personas, pero tanto éstas como la del
observador carecen entonces de la aureola.
Sobre el espectro de Brocken que fue observado el 3 de julio de 1891 por la noche, entre las 7 y las 8 en la cima nevada de los montes de
Silesia, los periódicos relataron lo siguiente: la atmósfera reluciente en la que se veían los espectadores, se encontraba en dirección este de
los edificios de la cumbre, hacia el refugio del extremo.
En este fenómeno merece especial atención el hecho de que los espectadores se veían ya solos en medio de la atmósfera, ya en compañía
de todos los demás, a pesar de que ninguno en particular cambiaba de ubicación.
Este fenómeno es conocido igualmente por los tripulantes de globos. Guy de Maupassant, que hace pocos años hizo una ascensión en
el globo Horla en compañía del señor Javis y el señor Mallet, lo describe como fenómeno característico de la aureola de los aeronautas en
los siguientes términos:

349
a poca distancia de mí, aunque cada uno de ellos reciente. Pudieron haber sido desplazados des-
describía el fenómeno tal como yo mismo lo veía. de sus lugares de origen y llevados a un punto
Esta reproducción del fenómeno asociado al pai- distante, como restos de los paquetes de roca de
saje se ha seleccionado con el fin de ilustrar cla- aquella formación, junto con las masas de es-
ramente las condiciones locales que entran en combros en las que se hallaban incrustados, to-
consideración al darse el fenómeno.
do esto por obra de grandes avenidas de agua.
Pero en el transcurso del tiempo y por la acción
de inundaciones menos violentas que podían
PINTURA 145
arrastrar solamente el material más pequeño
que las rodeaba, quedaron aisladas en su nuevo
LA PIEDRA QUILINDUSI
emplazamiento, tal como ahora los vemos, no
sin extrañeza.
Bloques de lava sueltos de considerables di-
mensiones que se encuentran regados en las
Entre los bloques aislados que se han origina-
cercanías de los volcanes, suelen considerarse
do en esta forma podríamos mencionar tam-
no pocas veces como productos eyectados en
bién la piedra Quilindusi que nos presenta esta
el contexto de una actividad volcánica que tuvo
pintura. Este bloque, que se distingue por su
lugar en épocas pasadas en dichos montes. Pe-
tamaño, está en las faldas occidentales del Co-
ro en muchísimos casos esta suposición es cier-
topaxi, ya en la llanura, y dista más o menos
tamente errónea. Así por ejemplo, no sería
unas 2 horas de camino desde Santa Ana de
acertado el pretender considerar como mate-
Tiupullo; su perímetro mide 45 m.; su altura es
rial eruptivo del Rucu-Pichincha los bloques de
de 8.5 m. y su espesor, por cierto muy desigual,
roca que hay diseminados en las cercanías de
podría calcularse en 2.5 m.160 La roca que cons-
Quito, en la falda oriental del Rucu-Pichincha, y
tituye el bloque es una andesita gris de grano
que han dado a esa zona el nombre de Rumi-
muy fino y de aspecto casi granítico, que con-
pamba (llano de piedra).
tiene biotita y anfíbol161.

Bloques sueltos de este tipo cubren también, en


El bloque descansa sobre una base de escombros
muchos sitios y en un número grande, la parte
aluviales estratificados y, a su alrededor, el suelo
baja de las faldas del Cotopaxi principalmente en
está surcado por corrientes de agua que dan la
su lado norte, en la zona superior del valle del
debida explicación de la naturaleza del último.
río Pita. Pero estos bloques pertenecen como se
Muchos otros bloques, pero más pequeños, ro-
puede comprobar con toda seguridad por la na-
dean al coloso.
turaleza de las rocas, a la formación de la anti-
gua estructura basal del Cotopaxi y no a los pro-
ductos eruptivos del cono del monte, que es más

Tan real como el buque fantasma de los navegantes, nos sigue este globo fantasma por el techo del inmenso mar de nubes; en el insondable
espacio y con su brillante aureola se nos presenta como la apoteosis de los aeronautas. Forma este fascinante fenómeno la sombra del globo
que cae sobre las nubes cercanas; como explicación del arco iris que lo circunda se han formulado diversas teorías. Mientras seguimos
subiendo pronto deja de perseguirnos el vaporoso espectro y, achicándose más y más cada segundo, se queda atrás en el blanco mar de nubes.
El tamaño del diámetro de la aureola en este caso no es de la cabeza de una persona individual, sino el de todo el globo. Pero el hecho de
que esta gran aureola pudiera ser vista, como parece, en la misma forma por los tres ocupantes del globo, podría explicarse por la
estrecha coincidencia de sus perspectivas visuales.
160
Tomando como base esta masa y un peso específico de 2,6 se podría calcular el peso del bloque en unos 750.000 kg.; es decir, cerca de la
mitad del peso que debe corresponder a uno de los dos colosos de Memnón, transportados por las manos del hombre.
161
No. 1945 y 1947 de la colección petrográfica.

350
PINTURA 146 taza —cerca de la desamparada estación misional
de Canelos— comienza a ser navegable.
EL RÍO TOPO
Si son pocos los habitantes del altiplano que
Construcción de un puente sobre este río, en el abandonan la llanura por este camino, son toda-
viaje a la jibaría de Píntuc a Baños. vía mucho más raros los jíbaros que emprenden
un viaje al altiplano para intercambiar algo por
El valle del río Pastaza es un camino natural de oro en polvo, ya sea curare o loros por artículos
unión entre el altiplano andino, abierto hasta cier- de ferretería, telas de algodón, abalorios y otras
to punto a la cultura europea, y la tierra caliente cosas por el estilo. Puede repetirse esto por mu-
de la cuenca del río; más aún, es el único camino chos años, pero hay también otros en que no se
de unión de esta índole que existe a lo largo de la mantiene este pequeño intercambio comercial.
cordillera de los Andes, comenzando práctica-
mente en Bogotá, por el norte, y terminando en Pero, además, una circunstancia muy particular
Cuenca, por el sur, por tanto en una extensión de contribuye a frenar este intercambio y erigir una
más de 10 grados de latitud. En todos los demás barrera o límite difícil de pasar entre la región de
caminos que conducen a la región del Amazonas, los jíbaros y la de los habitantes del altiplano. Es-
situada en los mapas con tan poca claridad, el via- ta línea divisoria, trazada por la naturaleza, es un
jero que sale de las poblaciones del altiplano, de afluente del río Pastaza de apenas 50 m. de ancho
2000 a 3000 m. de altitud, se ve obligado a hacer pero muy caudaloso y muy torrentoso: el río Topo.
una travesía por montañas más o menos altas y
difíciles de ascender, antes de poder empezar la El río Topo no tiene ningún puente, y no hay más
bajada a las tierras cálidas; en cambio aquí se que un solo sitio en donde los viajeros pueden
ahorra este esfuerzo al poder seguir, saliendo de realizar un cruce. Pero éste se puede hacer sola-
Latacunga o Ambato, el curso de los ríos que for- mente cuando el nivel del agua es excesivamente
man el Pastaza. bajo y hace posible colocar, sobre varios bloques
que sobresalen por encima de las rugientes olas,
En el sitio de unión de estos ríos y donde toman dos o tres cañas de bambú unidas, que sean capa-
el nombre de río Pastaza, se abre, por decirlo así, ces de sostener el peso de un hombre junto con la
la puerta de entrada al inmenso parque selvático carga que lleva a su espalda. La ubicación de es-
del continente sudamericano. tos bloques permite asentar el puente en cuatro
secciones pero por desgracia dos de estos blo-
En agudo contraste con esta realidad de incompa- ques, que deben servir como pilares, se encuen-
rables y grandiosas proporciones y, como podría tran casi a 20 m. de distancia uno del otro, de ma-
pensarse, importante geográficamente para el co- nera que únicamente las cañas de bambú más lar-
mercio, está el estrecho sendero que ni siquiera gas162 son las que pueden cubrir el espacio inter-
es transitable para las bestias de carga y que lle- medio. Para disponer esta parte más larga del
va desde Baños (1800 m.), la última población del puente se necesitan muchos hombres fornidos
altiplano (pintura 128), a las jibarías, o poblados porque en el proceso de instalación primeramen-
de los indios jíbaros, y al sitio en el que el río Pas- te hay que sostener erguida la caña de bambú y,

162
La caña de bambú crece en el río Topo, a 1200 m. sobre el nivel del mar, no alcanza el mismo desarrollo que las de las tierras más bajas
y cálidas.

351
luego, dejarla caer dirigiéndola de tal manera que el río Topo, al llegar a sus orillas después de unas
no sólo toque con su extremo elevado la piedra dos horas de marcha, ya crecido y sumergidas las
que está enfrente, sino que, además, no se resba- imprescindibles rocas de apoyo para el puente.
le de la parte superior redondeada de ésta, cosa Pero lo peor es que con esto le queda cerrado
que ordinariamente no se logra sino después de también el regreso pasando por el río Zuiñag. El
muchos esfuerzos infructuosos. Cuando ya está viajero tiene que abandonarse a su suerte y que-
situada una caña, es fácil acomodar al lado la se- darse ahí hasta que amaine la lluvia en los pára-
gunda y luego la tercera. Entonces ya es sencillo mos y los ríos comiencen a decrecer poco a poco,
unirlas entre sí, pues uno de los indios va pasan- lo que posiblemente puede suceder después de
do a horcajadas por encima de las cañas todavía pocos días pero, asimismo, hasta en la mejor es-
desunidas y las va sujetando con lianas en mu- tación, incluso sólo después de semanas. Quien
chos puntos. Se puede decir que el puente está ya para un caso como éste no está provisto de sufi-
listo porque la instalación de las otras secciones cientes víveres se verá pronto sumido en una si-
no ofrece ninguna dificultad; pero, desde luego, el tuación muy crítica, pues la selva de esta región
puente en todo su trayecto es apropiado sólo pa- no le ofrece nada para su sustento: ni frutas, ni
ra los que no sufren vértigos, como son, sin ex- animales de caza, ni siquiera un pájaro. Única-
cepción, todos los indios. mente la gritería de los loros desde una altura
inaccesible le recuerda que la selva no está com-
Sin embargo, con el paso del río Tipo todavía no pletamente desierta. Se dice que a varias peque-
está el viajero libre del peligro de sufrir una forzo- ñas caravanas ya les ha sobrevenido este contra-
sa demora. Apenas a dos horas de camino desde tiempo y les ha matado de hambre.
el río Topo, con dirección a Canelos, le cierra el
paso un segundo río, si bien menos ancho: el Zui- Por otra parte, el agotamiento que supone trajinar
ñag. Los dos ríos tienen las mismas fuentes; éstas durante el día por la selva intransitable, es la mayoría
están situadas en los extensos páramos de Los de las veces tan grande que, mientras pueda haber
Llanganates, y tan cercanas una de la otra que am- aún la más mínima esperanza de la aparición de un fe-
bos sufren el influjo del clima que reina precisa- liz hecho salvador y frente a la cercanía de la meta, no
mente en aquellos páramos; ambos ríos disminu- se decide la gente a un viaje de regreso de por lo me-
yen o aumentan su nivel de agua simultáneamen- nos cuatro días y prefiere, en definitiva, esperar tran-
te, y cuando el uno es impracticable, lo es tam- quilamente alguna solución incierta.

bién el otro. Con lo repentino del cambio del tiem-


La pintura nos presenta la construcción de un
po en estos páramos, puede suceder que el viaje-
puente sobre el río Topo, tan temido con sobrada
ro que, por ejemplo, viene de Canelos, alcance to-
razón, y el feliz escape de un cautiverio de cinco
davía a pasar el río Zuiñag cuando aún está con
días que me impuso a mí y a mis compañeros de
un bajo nivel de agua y que, en cambio, encuentre
viaje163.

163
Mi caravana constaba de 23 personas. En los dos últimos días de nuestra permanencia en este sitio, en que el viaje de ida habíamos
designado con el nombre de El Almorzadero, se habían agotado completamente nuestras provisiones. Para alimentarnos teníamos que
conformarnos ya sólo con los lazos y correas de cuero de buey sin curtir que servían para amarrar y sujetar los bultos. Una cocción de 8
a 10 horas de duración transformaba los endurecidos cueros en una masa dura y gelatinosa, que por supuesto no era precisamente una
golosina, pero al menos daba qué hacer a los estómagos vacíos. Y encima teníamos que economizar mucho este discutible alimento
porque no sabíamos cuántos días iba a durar nuestro cautiverio. Algunos de entre mi gente se veían ya destinados a la muerte; y sobre
todo durante la noche, mientras la lluvia caía incansablemente sobre las carpas, lloraban por sus familias que ahora se quedarían huér-
fanas. Otros, que eran los más, estaban muy serenos y aun abiertos a alguna broma, aunque también a ellos les parecía grave la situación.
Muchos andaban día tras día por la selva buscando palmas de cogollos comestibles, pero no tenían mucho éxito y al mismo tiempo caían
ante sus compañeros en la sospecha de que todavía tenían un pequeño resto de comida que conservaban oculto en la selva. El señor

352
Sin querer se pregunta uno porqué ya desde ha- ro entre estos últimos, los más perniciosos para
ce tiempo no se ha dotado de unos puentes só- los indios son aquellos que, provistos de plenos
lidos a estos dos pequeños ríos que son un obs- poderes concedidos por el gobierno y tal vez
táculo para el intercambio comercial en un ca- acompañados de soldados, se establecen como
mino que propiamente debería estar abierto a gobernadores en un lugar ubicado a propósito
un enorme tránsito. Claro que en relación con el entre las poblaciones de los indios, con el obje-
actual movimiento por esta vía y aun teniendo tivo de explotar de la forma más egoísta, al me-
en cuenta el desarrollo futuro del tránsito y ade- nos por uno o dos años, y por tanto tiempo co-
más su instalación y el gasto de mantenimiento, mo les guste, la fuerza de trabajo de los indios.
sería muy costosa la alternativa de puentes de Por desgracia, en este afán, estos aventureros
piedra o de hierro. Pero, a su vez, los puentes de con bastante frecuencia están apoyados o hasta
madera que dada la abundancia de este material superados por servidores enteramente incultos
se podrían instalar a bajo costo, no ofrecerían la de la Iglesia, que vestidos de su negra sotana
suficiente resistencia a la humedad del clima y persiguen el mismo fin.
con el tiempo llegarían a pudrirse, en caso de
que ya antes no hubieran sido destruidos o que- En estas circunstancias, quién va a criticar a los
mados por los jíbaros. indios el que no den particular importancia a la
vista de los blancos procedentes del altiplano.
Y es que los indios de las tribus jíbaras y otras,
conocidos sólo con el nombre de indios bajo la tu- Considerado desde este punto de vista general,
tela del Ecuador, tienen toda razón en temer el el río Topo, que por lo demás es modesto entre
trato y comercio con el altiplano porque saben los innumerables torrentes que nacen en el flan-
muy bien que de ahí no puede resultar para ellos co oriental de la cordillera, adquiere un interés
ninguna ventaja sino sólo perjuicios. perfectamente justificado.

Políticos fugitivos y desterrados, delincuentes


que tienen razón de evitar la cercanía de la capi-
tal, sede del gobierno y, asimismo, aventureros
de toda clase, forman el principal contingente
de los pocos que visitan esta zona selvática. Pe-

Rafael Troya se esforzaba, en los momentos en que no llovía, por trazar la pintura que ahora mismo nos ocupa. Observábamos unas pre-
ciosas mariposas del tamaño de la mano (del tipo morfo) en su lánguido vuelo, que estaban mejor que nosotros porque podían moverse
con toda facilidad de un lado al otro del río, o poníamos nuestra atención en mariposas más pequeñas que, reunidas en gran número como
para un congreso, estaban posadas en los charcos, algunas especies de entre ellas sorbían el agua por medio de su trompa, cosa que hasta
ahora yo no había tenido ocasión de observar. (De esta clase eran Heteroceren Pantherodes Uneicaria y Pardalaria, según la clasificación
del señor G. Weymwe y P. Maassen. Lepidópteros recogidos en un viaje por Colombia, Ecuador, Perú, etc., por A. Stübel, p. 57, Berlín, A.
Asher & Co., 1890). Muchas mariposas se ocupaban en sorber el agua con tal ahínco, que el líquido pasaba por sus cuerpos hinchados
como una continua corriente y goteaba por el orificio anal como si cayera del gotero de un farmacéutico; con esto estaban en su mayoría
tan adormecidas que se las podía coger, levantar y volver a depositar, sin que estuvieran en condiciones de salir volando, lo que parecería
impedirles sin duda su cuerpo recargado de agua. El señor doctor T. Wolf, según me contó con sus propias palabras, cosa que agradezco,
había hecho en el valle del río Pastaza la misma observación en las mariposas Rhopaloceren, en tres especies del tipo Euterpe
(Archgonias) en E. Anaites, E. Ctemene, y en una tercera de nombre no determinado. A pesar de estar ocupados en estas observaciones y
en otras cosas, con nuestros estómagos vacíos los días pasaban lentamente.
El río bramaba con violencia; el agua estaba 3 m. más arriba del nivel que había tenido en nuestro viaje de ida y los bloques de rocas de
nuestro puente estaban tan debajo del agua que producían sólo una pequeña curvatura en la superficie de la corriente. Dos veces comen-
zó a bajar el agua en el transcurso de los días, pero pronto subió de nuevo a su anterior nivel.
Cuando al fin después de cinco días de espera, pudimos pasar el puente, el nivel del agua estaba tan alto que al pasar sobre las cañas de
bambú, éstas, por el peso, quedaron a un pie de profundidad bajo el líquido. El señor Rafael Troya pasó al último porque estaba dedica-
do a hacer un rápido croquis a lápiz del puente y de las personas.
Antes de continuar nuestro camino el río creció de nuevo y en nuestra misma presencia arrebató el puente. Habíamos, pues, escogido jus-
tamente el momento adecuado para instalarlo y librarnos de la grave situación en que estábamos.

353
PINTURA 147 el cual pueda abarcar todavía con la mirada una
gran parte de la llanura lombarda y sus muchos
UN VISTAZO A LA ZONA DE LOS AFLUENTES ríos; pero además este observador tendría que re-
DEL RÍO AMAZONAS vestir con su imaginación el suelo en donde se en-
cuentra y todo lo que le rodea, hasta donde avan-
(VIAJE A LA JIBARÍA DE PÍNTUC) za la vista, con un verde manto de bosques y sel-
vas. Si se cumpliera esta condición; es decir, que
Ubicación: Masato, en la pendiente oriental del todo esté cubierto de una selva impenetrable, en-
cerro Abitagua, a 1650 m. sobre el nivel del mar. tonces serían muchísimos los valles alpinos que
desembocan en Italia, como el Etsch, el Ticino,
En la pintura No. 128 estábamos justamente frente Piave, el Adda, etc., los que presentarían la mayor
al lado norte del Tungurahua; al mismo tiempo se analogía con los valles andinos. Aquí al igual que
nos presentaba (al extremo izquierdo) un panora- allá vemos una configuración del terreno muy va-
ma muy extenso, valle abajo del río Pastaza; podía- riada en el curso de los valles, vemos bastidores
mos abarcar con la vista la distancia de unos cuatro montañosos pronunciados e incrustados unos en
días de viaje, es decir, hasta donde el último rasgo otros, compuestos de masa de rocas in situ o de
montañoso parece cerrar oblicuamente el valle con terrazas de escombros apoyados en ellas, bancos
sus abundantes bastidores montañosos; en su lado secos de aluvión dispersos en el ancho cauce de
suroriental este rasgo se llama cerro Abitagua, que los ríos y sobre ellos la ramificación de los ríos
es ahora nuestro campamento base. temporalmente poco caudalosos, y la vegeta-
ción que va cambiando en forma, acomodán-
Nos pareció necesario avanzar esta estribación dose perfectamente a las condiciones del te-
más extensa de la cordillera oriental porque está- rreno y a las zonas altas. En cambio los valles
bamos seriamente interesados en obtener una que caen al pie de las cordilleras carecen de
pintura justo de la llanura de la región selvática, los espacios receptáculos, es decir, las lagunas
que es la cuenca del río Amazonas, cuyo borde ex- que caracterizan la llanura lombarda, lo que
terior cartográficamente observable, si bien no se tendría como causa el que los depósitos de
alcanza con la vista, lo forman las cordilleras de grava aluvial que cierran las desembocaduras
Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. de los valles tengan aquí mayor inclinación de
la que tienen en la llanura lombarda.
Apenas hace falta llamar la atención sobre los pa-
noramas de la pintura porque en ninguna de las En el panorama de la pintura que tenemos de-
reproducciones que aquí se han presentado pudo lante sobresale como lo más notable el río Pas-
haber logrado el pintor captar y reproducir mejor taza, que luego de que al pie del Abitagua ha
el carácter de la región, como en ésta; por lo de- tenido que pasar todavía por una prolongada gar-
más sería inútil empeñarse en querer poner en pa- ganta, llega finalmente a la llanura, que ya no ofre-
labras lo que no puede describirse con palabras y ce ningún obstáculo a su libre curso. Y así, corre
que solamente contemplándolo con la vista pue- desde donde está el espectador en dirección al
de darnos una idea de lo que es en realidad. Aho- suroriente, para a una distancia de 300 a 400 km.,
ra bien, si quisiéramos tratar de ayudar al obser- que naturalmente en la pintura no es posible
vador de esta pintura a tener en pequeña escala abarcar, unirse con el río Marañón. Su ancho cau-
un panorama comparable a éste, tendríamos que ce, del que ahora ocupa solamente una pequeña
aconsejarle que escoja en el flanco sur de los Al- parte y en el que va formando muchas vueltas y
pes un punto de observación muy abierto desde ramificaciones, indica que el río Pastaza debe lle-

354
var, a veces, una masa de agua muy grande, pues Si en medio de la oscura selva, que nos deja sólo
el Pastaza es un río que tiene que recibir los rau- de vez en cuando un estrecho claro por arroba pa-
dales que se originan durante las erupciones del ra mirar el cielo, nos sorprende un buen aguace-
Cotopaxi, por la repentina fusión de las masas de ro, como suele ocurrir a diario, entonces nos incli-
nieve de sus pendientes. namos a conjeturar que esta lluvia debe cubrir
muchas leguas a la redonda. Pero por lo general
Al límite último del horizonte, más allá de la llanu- no es éste el caso. El aguacero que se ve caer obli-
ra de selvas se ven, sólo muy tenuemente, unas cuamente a la izquierda y hacia el fondo de la pin-
cadenas montañosas de no despreciable altura; tura nos muestra hasta qué punto estas tormen-
son cadenas completamente inexplorables, en tas son un fenómeno solamente local y, asimismo,
donde probablemente nunca ha puesto su pie nin- lo reducido de las masas de nubes de las que pre-
gún europeo. No podemos precisar si pertenecen cisamente se desprende la lluvia, en comparación
todavía al Ecuador o más bien ya al Perú. con la extensión del panorama que nos ofrece el
cerro Abitagua.
Los montes que están muy por delante, a la dere-
cha de la pintura, son estribaciones de los cerros Los efectos de luz siempre cambiantes y las som-
Negros, que se unen por el oriente al basamento bras de las nubes errantes sobre la superficie ver-
del Altar y probablemente constan, como éste, de de azulada de la selva, los arco iris que asoman
masas rocosas antiguas, de esquisto de mica, etc. con frecuencia y los relámpagos que cruzan el es-
pacio y se dejan ver aquí y allá, son ellos solos ya
Pero lo que más nos llama la atención en estos un espectáculo que uno no puede cansarse de
montes llenos de bosque que se hallan en el pri- contemplar, y sólo sería de desear que los en-
mer plano, es la forma de terraza de sus faldas treactos que median entre una y otra de estas re-
que se manifiesta claramente a través del denso y presentaciones, dejándole a uno mismo envuelto
elevado boscaje y que consta de dos escalones en un manto de nubes, no fueran tan frecuentes ni
superpuestos, casi paralelos. duraran tanto tiempo164.

Una formación a modo de terrazas del suelo alu- La selva que vemos en primer plano y muy cerca
vial parecida a ésta, y producida obviamente por indica, sin lugar a dudas que el hacha intervino ha-
el Pastaza en época relativamente más reciente, ciendo destrozos en una naturaleza por lo demás
se nota igualmente en la playa de la orilla izquier- tranquila y sometida sólo a las leyes propias de
da del río con escalones menos altos que se pro- ella misma. Por cierto, tuvieron que ser talados
longan haciendo grandes curvas. En la meseta de cientos de árboles y desbrozado el espeso monte
la última curva están los primeros poblados de bajo para abrir el claro que nos había prometido
los jíbaros, la jibaría de Píntuc, a la que se puede proporcionarnos esta vista. Los muñones de árbo-
llegar desde el cerro Abitagua, en un viaje de dos les y las ramas tronchadas indican que aquí, en
días. medio de una espléndida y variada vegetación en

164
Se podía tal vez envidiar al pintor, al que le ha sido concedida la oportunidad de instalar su taller en medio de un panorama como éste.
Sin embargo, esto mismo deja mucho que desear, porque no todos tendrían la tenacidad necesaria para ejecutar una pintura de las dimen-
siones de la que tenemos delante, y en el propio sitio, y con todos sus detalles. Seguramente tiene que interrumpirse el trabajo unas diez
veces al día, o hay que dejar colgada la pintura con una cubierta de caucho para protegerla de la embestida de la niebla o de la llovizna
que, con la caída de gruesas gotas sobre las telas de la carpa, se forma en su interior. Tan sofocante y húmedo era el ambiente que mien-
tras dibujaba el señor Troya, el reverso del lienzo se cubría de moho. Para obviar este inconveniente hubo que encender fuego y man-
tenerlo todo el día; pero el humo cáustico del fuego no hacía agradable, ni mucho menos, la permanencia en la carpa y más bien la con-
vertía en una carbonería. La estancia en el campamento de Masato duró del 10 al 19 de enero de 1873.

355
La Cuenca del Río Ambato. Punto de observación:
Debajo de la ciudad de Ambato.

1. Ciudad de Ambato 2608 m.;


2. Río de Ambato;
3. Faldas del Cerro Sagatoa;
4. Loma de Casigana 2939 m. (Cangagua-tuff);
5. Faldas del Cerro Quishpicasha;
6. Duraznero florido;
7. Acequia (Agua corriente).

356
la que no faltan ni las palmas165 de una especie PINTURA 149
particularmente rara ni los pilipodios, nos vi-
mos por desgracia obligados a hacer una bárba- UN CLARO EN LA SELVA DEL VALLE DEL PAS-
ra destrucción, para conseguir nuestro objeti- TAZA
166
vo .
(VIAJE A LA JIBARÍA DE PÍNTUC)
El panorama que nos presenta la pintura es
una parte por cierto muy pequeña de la inmen- En primer plano, palmas de tarapoto (Oreodo-
sa región que se suele designar como la cuen- xa frigida?) polipodios, guarumo (Cecropia),
ca del río Amazonas, y en concreto sólo la sa- musáceas y aroideas. Pendiente occidental del
lida de uno de los innumerables ríos, aquí el cerro Abitagua, a 1600 m. de altura sobre el ni-
río Pastaza, de la serranía de los Andes hacia vel del mar.
las zonas más llanas de la selva, pero aun así
podríamos decir que esta pintura tiene un sig-
nificado geográfico de enorme alcance: nos PINTURA 150
describe el carácter de un paisaje que es co-
mún a muchos cientos de millas cuadradas del LA HACIENDA SANTA INÉS EN EL VALLE DEL
continente sudamericano. RÍO PASTAZA

(VIAJE A LA JIBARÍA DE PÍNTUC)


PINTURA 148
En el camino de Baños (pintura No. 128) al río To-
LA SELVA EN EL VALLE DEL RÍO PASTAZA po (pintura 146), y a la región de los jíbaros está
la hacienda Santa Inés (1224 m.), el punto con po-
(VIAJE A LA JIBARÍA DEL PÍNTUC) blación estable más distante en dirección al orien-
te. Se llega a la hacienda luego de dos días de ca-
Región de los polipodios, al pie del cerro Abi- mino, por un sendero de a pie realmente muy fati-
tagua, a una altitud de 1300 m. goso, porque dado lo estrecho de los desfiladeros
del río Pastaza, ha debido trazarse no junto al

165
Llamada por los aborígenes palma tarapoto; tal vez la Oreodoxa frigida. El nombre de tarapoto aparece también en el Perú, en las riberas
del río Huallaga, en donde hay un pueblo llamado así.
166
Para abrir un claro de esta naturaleza, se escoge de preferencia un declive, de ser posible empinado, en donde haya un puesto con algu-
nos árboles particularmente altos y corpulentos. Entonces, en el terreno que debe desbrozarse, se empieza a cortar con el hacha (hasta
la mitad o por lo menos la tercera parte del diámetro del tronco) todos los árboles que son más delgados que aquellos pero aún corpu-
lentos. Hecho esto, recién se procede a talar los árboles altos y grandes, haciendo lo posible para que la mayor parte de ellos caiga al mis-
mo tiempo, lo cual resulta fácil porque las copas de todos los árboles se unen y entretejen más o menos con su propio ramaje. Al reso-
nante y acompasado golpe del hacha, se suma de pronto un sospechoso crujido, que enseguida se convierte en un fuerte estallido y un
tremendo fragor. Todavía nos rodea la oscuridad propia de la selva cuando de golpe nos vemos colocados a plena luz del día, pues el im-
pulso de los troncos que caen y de su pesado ramaje, precipitándose como un alud hacia abajo, en pocos momentos se ha llevado consi-
go toda la carga de ramas y penachos con todos sus troncos medio cortados. Sólo unas pocas palmas salieron con vida; claro que sus so-
berbias cabezas se vieron inclinadas al suelo, pero enseguida sus acerados resortes enderezaron sus elásticos troncos luego de que pa-
só por encima el alud de los otros árboles. Dos días habíamos empleado para realizar con un supremo esfuerzo esta obra de destrucción.
Para que hiciera juego con esta pintura yo había deseado incluir en la colección otra que, en vez de la cordillera oriental, podría descu-
brirnos una vista de la cordillera occidental bajando a la zona selvática que se extiende desde las faldas de las montañas hasta el océano
Pacífico. (Los pequeños dibujos No. 10.A y 92. A captan parte de esta región, pero resultan insuficientes, porque les falta el colorido natu-
ral que en esta materia es lo más importante). Para este objetivo había escogido, durante mi permanencia en el Quilotoa, el cerro Puntas
(pintura 89.A) y había hecho construir en su declive occidental, junto a Sachapamba y a una altitud de 3576 m., un rancho (o choza). Des-
de este punto se domina la región selvática de Quevedo. El 10 de marzo de 1874 el señor Troya ocupó este rancho, provisto de todos los
utensilios de pintura y acompañado por varias personas de entre mi gente, pero el día 15 volvió de su retiro completamente desalentado,
porque durante todos esos días no había visto sino solamente nubes, teniendo además que soportar una continua lluvia.

357
mismo río sino por la cuesta de la montaña (del bien a la actividad de la putrefacción, porque aquí,
lado izquierdo), en su mayor longitud, siguiendo en las estribaciones orientales de la cordillera, no
el río muy por encima de él. Este es un sendero hay una temporada lo suficientemente seca como
que, por lo mismo, sube y baja continuamente pa- para exterminar con el fuego los árboles caídos.
ra poder cruzar los diversos valles tributarios: los Las palmas que vemos en pie dispersas sobre esta
del río Verde Grande, del río Verde Chiquito, del área constituyen para la selva los testigos supervi-
río Masato y otros. En todo este trayecto de valles vientes de su anterior presencia en este sitio, y se-
no se encuentra ninguna población sino tres pe- guirán tal vez en pie cuando en el mismo suelo ya
queñas haciendas: Antombós (pintura No. 137), vaya creciendo una nueva selva. A veces no se de-
Machai y Mapoto, todas las cuales juntas alberga- ja esperar mucho este momento, puesto que los
rán una docena de hombres. dueños y los arrendatarios de las haciendas con
frecuencia mutuamente se causan grandes decep-
No debería considerarse como algo posible el que ciones comerciales con toda suerte de exigencias y
se de una gran escasez del suelo cultivable preci- promesas fijadas por contrato, sean éstas realiza-
samente en donde la naturaleza parece ser de lo bles o imposibles de cumplir. Esto ocasiona proce-
más exuberante. En todas partes el terreno del va- sos judiciales, y los costos de estos procesos inter-
lle del Pastaza consta de pendientes escarpadas minables como es costumbre en el país, arruinan
de difícil acceso o, en los sitios ñeque hay algunos económicamente a las dos partes: al demandante y
cientos de metros de superficie realmente plana, al demandado. Entonces la selva suele recobrar
yacen escombros aluviales, cubiertos sólo de una sus antiguos derechos, rehaciéndose ya antes de
delgada capa de humus que no puede ofrecer por que el juez haya pronunciado la sentencia.
años sucesivos una suficiente nutrición a las exi-
gentes plantas de cultivo de las zonas cálidas, co- En primer plano se ven plátanos (bananos), plan-
mo la caña de azúcar, el café, el maíz, la yuca, etc. tas de café y achiote (Bixa Orellana) y un gran
bloque de roca granítica; en el horizonte aparece
Esto sucede también con el suelo de la hacienda el cerro Abitagua, del que hemos regresado hace
Santa Inés; su existencia se debe a un ensancha- poco. La hacienda Santa Inés, que pertenecía a un
miento del valle en forma de caldera, terraplena- señor Lizarzaburu, se distinguía, además, por ser
do con un depósito de escombros aluviales de una casa de dos pisos construida técnicamente
unos 50 m. de espesor, el cual constituye un trozo en madera y que, por otra parte, era la única de
del antiguo cauce, es decir una playa del río Pas- este tipo que había al oriente del altiplano. Aun-
taza. En esta meseta así conformada y que la ve- que todavía era muy buena y había sido levanta-
mos en toda su extensión en la pequeña pintura, da con cuidadosa previsión sobre puntales de pie-
están los campos de caña de azúcar de la hacien- dra, las vigas ya eran presa de la podredumbre y
da, que hubiera dado un valor notable a la finca si estaban agujereadas por las termitas que es la fa-
hubiese existido al menos un camino de herradu- talidad que en cortísimo tiempo cae inevitable-
ra por donde poder llevar al altiplano el aguar- mente en este clima sobre toda construcción de
diente obtenido de la caña. madera. Junto a la falta completa de mano de
obra, este hecho sin duda es un obstáculo para la
Sólo desde hace pocos años (mi visita tuvo lugar colonización de los solitarios valles que surcan las
el año de 1873) ha sido ampliada la extensión de estribaciones de la cordillera oriental del Ecuador.
la hacienda, quitándosela a la selva, y todavía se No obstante, se habla en esta comarca de la in-
ven por el terreno los enormes troncos de los ár- mensa riqueza de suelo, que sólo esperaría a los
boles talados, pues se ha dejado su remoción más colonos para ser aprovechada.

358
PINTURA 151 dibujo. Si se examina, en primer lugar, el colchón
vegetal de un color desde verde oscuro hasta ama-
BOSQUE DE LA REGIÓN DEL PÁRAMO A 3100 m. rillo verdoso adherido a la corteza, se encontrarán
DE ALTITUD EN EL LADO OCCIDENTAL DEL entreverados en los musgos por lo menos una do-
ILINIZA cena de pequeños helechos de los más delicados y
graciosos, sobre todo de las especies Hymenophy-
EN EL CAMINO DEL PUCARÁ DE CHISALÓ A llum y Trichomanes; otros forman mechones de
SIGCHOS palmitas coriáceas del tamaño de la mano y, ade-
más hay algunos que cuelgan en cordones pluma-
El arbusto de hojas tiernas y rojizas que está en dos del largo de una vara. El más bello y llamativo
primer plano, a la izquierda, es la Thibaudia acu- adorno de estas colonias de plantas está formado
minata y al pie del viejo tronco se elevan los altos por algunos tipos de tillandsias (bromeliáceas)
tallos del Siphocampylus giganteus de flores ama- comprendidas en el país bajo el nombre habitual
rillas; a la derecha hacia el borde de la pintura, ve- de achupallas. Los rosetones de hojas de tipo áloe
mos un matorral rico en delicadas formas vegeta- sobreabundan en los más variados tamaños y colo-
les por el que trepan los zarcillos de una mutisia res, sobre todo amarillo claro y rojizo y de su cen-
de flores rojas. Este matorral está compuesto de tro se alza una larga espiga floral, con brácteas de
calceolarias amarillas, eupatodias blancas, esca- color rojo escarlata. Junto a diversas orquídeas pe-
lionas fucsias y helechos. Árboles viejos con tron- queñas y modestas se encuentra también un par
cos nudosos, cuya vitalidad se ve afectada por un de los tipos Oncidium de flores grandes, y del
exceso de plantas epifitas, sobre todo de la fami- Odontoglossum blanco; pero a los troncos arbóreos
lia de las tillandsias, es decir las achupallas con se adhieren como epifitas no solamente plantas
sus rosetones de hojas café-rojizas, conforman el herbáceas sino también pequeños arbustos. Son
cuerpo de este bosque no muy espeso, y grupos especialmente las matas pequeñas de flores amari-
de vástagos de piperáceas de grandes hojas ca- llas de la especie Baccharis y varias ericáceas del ti-
racterizan al monte bajo. po mirto de hojas con huecos.

Entre los matorrales de plantas compósitas so-


PINTURA 152 bresale, al pie de los troncos, con su inclinación
elegantemente arqueada, la pequeña caña de
BOSQUE DE LA REGIÓN DEL PÁRAMO A 3100 m. bambú del altiplano, la chusquea.
DE ALTITUD EN EL LADO OCCIDENTAL DEL
ILINIZA
PINTURA 153
EN EL CAMINO DEL PUCARÁ DE CHISALÓ A
SIGCHOS VEGETACIÓN EN EL PÁRAMO DEL ANTISANA

En el boscaje de la parte baja del páramo, los tron- ALTITUD POR ENCIMA DE LOS 4000 m.
cos viejos muchas veces ya enteramente muertos,
están densamente cubiertos de epifitas y por cier- En el primer plano de la pintura está una colina
to, no solamente de musgos y líquenes sino de un formada por toba volcánica, cubierta por la hier-
gran número de bellísimas plantas fanerógamas. ba alta de páramo (Andropogon Ischu) llamada
No es difícil coleccionar de 50 a 60 especies recogi- por los indios ishu. El colorido café de esta hierba
das de un único tronco de los que nos presenta el se debe a que el número de tallos viejos y ya

359
Aldea de Penipe en el Valle del Río Chambo.

1. Penipe (2470 m.);


2. Pared izquierda del valle (volcánica), Pendiente Este del
Cerro Igualata;
3. Pared derecha (no volcánica), Parte de la Cordillera Este,
estribaciones del Cerro Altar.

360
muertos y marchitos es mucho mayor que el de PINTURA 155
los más recientes y verdes que van naciendo al
abrigo de aquellos. Las áreas llanas y pendientes EL VALLE DEL RÍO AMBATO
que están integradas más o menos densamente
por este tipo u otro similar de hierba (stipa, Pas- Ubicación: más abajo que la ciudad de Ambato.
palum) y que muchas veces son de enorme exten-
sión, se llaman pajonales. El pajonal es la estepa La altiplanicie del Ecuador, que se extiende de
de la sierra alta en la América ecuatorial; pertene- norte a sur, está dividida políticamente en 10 pro-
ce a él la zona alta entre 3000 y 4500 m. El colori- vincias167; sus nombres y los de sus capitales con
do de los pajonales varía con la cambiante ilumi- sus respectivas altitudes, contados desde el nor-
nación, desde el claro rubio pajizo hasta el café te a partir de las fronteras con Colombia, son los
oscuro con toda la mezcla de matices. A modo de siguientes:
césped, revisten el suelo almohadillas de Werne-
ria humilis entre las que se encuentran también Provincias Capitales Altitud
ejemplares aislados de la Werneria disticha, con
sus grandes flores. Carchi Tulcán 2977 m.

Imbabura Ibarra 2344 m.


PINTURA 154
Pichincha Quito 2850 m.
LA LLANURA DE VALLE ENTRE LATACUNGA Y
TIOPULLO León Latacunga 2801 m.

VISTA DE NORTE A SUR Tungurahua Ambato 2608 m.

Ocupa la parte media de la pintura, al fondo, el Bolívar168 Guaranda 2668 m.


cerro Putzulagua, como un cono relativamente
pequeño, aunque su altura sobre Latacunga es Chimborazo Riobamba 2798 m.
de 714 m. Por la izquierda está unido a él el pá-
ramo de Pansache; a la derecha, pero mucho Cañar Azogues 2533 m.
más atrás, queda el Igualata y, en primer plano,
el cerrito de Callo de sólo 50 m. de alto, a cuyas Azuay Cuenca 2581 m.
faldas (3123 m. sobre el nivel del mar) pasa la
carretera de Quito a Latacunga; además, se do- Loja Loja 2220 m.
mina con la vista una parte de la llanada que se
extiende hacia Latacunga. Aquí se ve que, de las mencionadas capitales de
estas provincias, si se exceptúa Tulcán, ciudad
muy pequeña, la ciudad del Ecuador situada a ma-
yor altura es Quito, capital de la República, con

167
La región de las tierras bajas del Ecuador está dividida en cinco provincias: Esmeraldas, con la capital del mismo nombre; Manabí, con
Portoviejo; Guayas, con el puerto principal del Ecuador, Guayaquil; Los Ríos, con Babahoyo y la provincia de El Oro, con Machala como
capital.
168
La única provincia que no está situada dentro de la línea norte-sur sino un poco más al occidente.

361
2850 m. aunque no es la más alta en Sudamérica. La La vista hacia el valle que está reproducida en la
Paz, capital de Bolivia, está todavía 843 m. más alta. pintura, es encantadora, pues corresponde al mes
de julio, cuando los árboles de durazno están en
No todas estas ciudades, sino solamente cinco, plena florescencia. Cierra el fondo del paisaje una
las más importantes, a saber Ibarra, Quito, Lata- pared rocosa de unos 600 m. de alto, en la que se
cunga, Ambato y Riobamba, están representadas puede reconocer la estratificación horizontal de
según sus ubicaciones en las pinturas que tratan tobas y conglomerados de diversos colores y
acerca de las montañas volcánicas. Las demás también, quizás, de depósitos de lavas; en sus fal-
son objeto de menor consideración en el aspecto das hay abanicos de escombros que suben bas-
topográfico o están situadas, como Cuenca y Lo- tante y marcan los derrumbos de masas de roca
ja, en terreno no volcánico. En comparación con que han tenido lugar en este sector. Esta forma-
el estado del clima que reina en Quito, Latacunga ción de toba se ha constituido y desarrollado aquí
y Riobamba, tanto Ibarra como Ambato son las en tal escala que sólo en pocos puntos del Ecua-
ciudades más privilegiadas de la parte norte del dor hay otras iguales; la supera a lo sumo la pen-
altiplano, siendo el más elogiado precisamente el diente de la cuesta de Chinquiltina en el valle del
clima de Ambato, ya que permite cultivar inclusi- río Guayllabamba, frente a Mojanda. A la izquier-
ve frutas europeas, como frutillas, duraznos, alba- da de la pintura queda la loma de Casigana (2939 m.)
ricoques, manzanas, peras y hasta uvas169. Por eso cubierta de cangagua, desde la cual fueron traza-
como ya señalamos antes, Ambato es considera- dos el panorama IX, número 113, y la pintura 95
da la ciudad jardín de todo el altiplano. del Carihuairazo.

Pero este jardín es bastante pequeño, se reduce a


un pequeño sector de pocos kilómetros de largo y PINTURA 156
ancho del valle, por cierto muy estrecho, del río
Ambato. La misma ciudad no está situada en este EL PUENTE COLGANTE DEL QUÍMIAC EN EL VA-
ensanchamiento del valle sino en la parte alta, apro- LLE DEL RÍO CHAMBO
ximadamente de 80 a 100 m. sobre el río y en el bor-
de muy poco fértil de la meseta de toba y en la que El río atrás, la carga adelante: entonces el viajero
el río Ambato ha abierto este ensanchamiento. La puede tener esperanza de llegar al término de su
ubicación de Ambato y la configuración del valle se jornada. Pronto se aprende a captar el alcance
aclara de la mejor manera en la pintura 114, en la bien fundado de este proverbio español en un
que resaltan los campos y huertas de exuberante país de malos caminos y de ríos que carecen de
verdor con regadíos artificiales y, con ellos, los te- puentes.
chos de la ciudad con su respectivo colorido.

169
Aun cuando aquí se dan las frutas europeas, sin embargo respecto a su calidad, sobre todo los duraznos, manzanas y peras, sólo pueden
satisfacer las exigencias más moderadas. Las frutillas de las huertas son ciertamente muy grandes, pero no tienen aroma. Una pequeña
fresa silvestre es propia del Ecuador, pero se la encuentra sólo rara vez y más o menos en las zonas de una altitud de 3000 m. Varias veces
se han hecho en los alrededores de Ambato, sobre todo en las partes bajas del valle fluvial, en la zona de Pelileo (2489 m.) y hasta más
abajo, por Baños en la hacienda de Lligua (2387 m.) y Guadalupe, intentos de establecer viñedos. En esta última se habían plantado viñe-
dos en 1868, en escala algo mayor, y después de cuatro años las cepas dieron los primeros escasos racimos; el quinto año la producción
fue muy abundante porque el terreno, que comprendía tres cuadras (alrededor de dos hectáreas) debió haber suministrado veinte
pequeños barriles de vino, sin embargo, el sexto año la cosecha bajó a ocho barriles.
Los pámpanos se cortaron en agosto, y en marzo ya pudieron cosecharse los primeros racimos. Pero los granos no maduran todos por
igual en el mismo racimo: se encuentran junto a granos muy bien hechos un gran número de otros menos desarrollados. Y hay otras cosas:
el intento de aclimatar aquí la vid ha resultado desalentador porque hasta los perros, que en el Ecuador se distinguen por andar buscan-
do alimento en donde lo haya, de cerca o de lejos, han llegado a los viñedos para calmar el hambre con las uvas.

362
La repentina crecida de un río que carece de me altura; y el modo primitivo con que están fa-
puente puede poner al viaje en grandes dificulta- bricados sirve más para decoración del paisaje
des y peligros; ordinariamente se lo puede vadear que para despertar confianza en su capacidad de
sin riesgo sobre bestias muy experimentadas pa- resistencia.
ra el caso; no siempre se sale del trance sino úni-
camente con empleo de mucho tiempo y con las La posibilidad de construir puentes provisionales
cargas empapadas en agua. en los ríos se da únicamente en su curso por la
sierra, en donde, incluso los ríos de mucha agua,
Justamente en Colombia y Ecuador, países en que tienen un cauce estrecho. En cambio, en la llanu-
abundan los ríos y los torrentes que bajan de las ra, el río ya se ensancha y permite realizar el cru-
montañas, los puentes son una rareza; sólo en ce en balsas de fácil construcción. Pero entre am-
donde la comunicación entre grandes poblacio- bas zonas, la de la sierra y la de las llanuras, que-
nes construye uno que otro puente, presuponien- da una en que todos los ríos que bajan de la cor-
do que la naturaleza viene generosamente en au- dillera, ya sea que vayan al océano Pacífico o al
xilio. Por cierto que la mayoría de estos puentes Amazonas, se vuelven poco menos que impracti-
permite solo el paso peatonal; las bestias de car- cables. En esta zona los ríos son ya tan caudalo-
ga y de cabalgadura tienen que vadear ríos to- sos y violentos que no permiten el paso y están
rrentosos encaramándose sobre bloques roda- obstruidos con demasiados bancos de cantos alu-
dos, resbaladizos, de rocalla, o nadando por la co- viales como para permitir el uso de una embarca-
rriente a merced de las circunstancias, mientras ción. Para el servicio de las comunicaciones en
sus dueños atraviesan una peligrosa pasadera estas zonas —que por cierto son muy poco habi-
sosteniendo en sus propias espaldas los arreos y tadas—, la construcción de puentes sería de lo
las cargas. Con mucha frecuencia es un único más necesario, pero también de lo más difícil. Y
tronco el que recibe el nombre de puente; gracias es que aquí los ríos están sujetos a crecidas tales
a su extraordinaria largura llega el tronco desde que hacen subir el volumen del agua repentina-
una orilla hasta la otra. Cuando el río es más an- mente a un nivel diez o veinte veces mayor que el
cho hay que ayudarse de un cable (tarabita) que ordinario. A estas crecidas corresponde el ancho
está tendido de orilla a orilla por encima del agua. del cauce fluvial, y la construcción de un puente
De este cable, sostenido con un dispositivo de lo exigiría obras de estructura muy costosa. El gran
más simple, va uno jalando para pasar de un lado número de estos ríos en la zona a la que nos refe-
al otro. rimos hace francamente imposible la comunica-
ción en sentido horizontal y, por tanto a lo largo
El indio, sobre todo el de las selvas tropicales, es de la cordillera de donde bajan, y aquí está uno de
entendido en la construcción de auténticos puen- los grandes obstáculos para la comunicación de
tes colgantes y en su adecuada instalación; la mis- las estribaciones de las cordilleras en distancias
ma selva pone a su disposición el material. En vez que cubren varios grados de latitud. La extensión
de cadenas o cables de acero sirven las extensas vertical de esta zona boscosa es diversa para dis-
lianas; como pilares, los troncos y ramajes de los tintos ríos.
árboles de fuertes raíces.
El último puente o pasarela que une las dos orillas
Del número relativamente pequeño de puentes en el río Pastaza queda a 1700 m. de altitud. Desde
existentes en el Ecuador, la mayoría están colo- este punto el río cubre un largo curse de por lo me-
cados en forma realmente pintoresca, pues mu- nos 10 millas alemanas, durante el cual tiene que
chas veces la pasadera va de roca en roca a enor- descender 1000 m. antes de permitir el próximo

363
paso, ya en la llanura en donde es navegable. Es- Por este puente se pasa el río Puela (2293 m.), jun-
to en otros ríos es más difícil. to a la población del mismo nombre (2296 m.),
cuando se va de Riobamba a Baños.
Las pinturas 134, 156 y 157 nos ilustran pequeños
puentes de la sierra; la 135 nos hace ver un puen- PINTURA 158
te de cuerdas (tarabita o puente de guasca). La
pintura 146 nos dio una idea de las dificultades y LA POBLACIÓN DE PENIPE EN EL VALLE DEL
peligros que pueden ir asociadas con el paso de RÍO CHAMBO
un río en la zona media.
Ubicación: más arriba de Pinicuchu, a 2550 m. so-
Es único en su género el pequeño puente que une bre el nivel del mar, 186 m. sobre el río Chambo,
la llanura de Riobamba con el pie de la cordillera 248 m. bajo Riobamba.
oriental. Está sobre el río Chambo, que confluye
para formar el río Pastaza, cerca de la población Esta pintura de por sí no puede inspirar al espec-
de Químiac (2751 m.). Aunque se trata de un tador sino un limitado interés, pues ni siquiera el
puente colgante, no está hecho de lianas, sino de primer plano ofrece nada que pueda atraer la
raíces de agave torcidas formando gruesos ca- atención; lo que hay es una colina cubierta de
bos170. En la orilla izquierda se ha construido el ar- campos de cultivo y pastos, algunos sauces, árbo-
mazón especial para asegurar los cables de sos- les de tipo álamo, un pequeño cortijo (Penicuchu)
tén, mientras que en la derecha se han atado las situado mucho más abajo en una hondonada y, ro-
puntas al tronco de un árbol viejo de Molle (Schi- deadas de césped en pleno verdor, las chozas de
nus Molle L.). La pasadera está compuesta de ta- un pueblo (Penipe) —es decir, un paraje que no
blas colocadas sobre los cables, en sentido trans- presenta nada de extraordinario— y a lo sumo la
versal, respecto a éstos y bien unidas y sujetas. presencia de cabuyas, lo que nos dice que aquí el
clima no puede ser demasiado riguroso.

PINTURA 157 Pero sí gana en interés la pintura si la tomamos


como un complemento de los dibujos No. 109 y
PUENTE DE PUELA EN EL VALLE DEL RÍO 115, porque presenta la misma parte del paisaje
CHAMBO que éstas reproducen, pero en cambio, ofrece el
colorido copiado del natural. La ladera café os-
La instalación del puente se facilitó por apoyarse cura que queda en frente del espectador y que se
éste en la orilla izquierda encima de una roca que ve llena de surcos y casi sin vegetación es el es-
sobresale. Para acortar la abertura del puente se carpado derrumbo de 1000 m. de altura del Igua-
han puesto alzas de troncos a los dos lados del río; lata que da hacia el río Chambo. Así, la pared iz-
en ellas descansan los extremos de las largas vigas quierda de este río consta principalmente de to-
que forman la pasarela. No se han utilizado clavos bas estratificadas y tiene adosadas a sus faldas
ni tornillos en estas construcciones de madera: los grandes y pequeñas mesetas superpuestas en
indios saben dar al armazón la necesaria firmeza forma de terrazas.
sujetándola solamente con varas y cabos de lianas.

170
Las raíces de la cabuya blanca en las inmediaciones de Riobamba tienen el nombre de Ilvis. El grosor del atado de fibras llega más o menos
a un decímetro; cien varas (= 83,6 m.) de esta soga cuestan 18 pesos (más o menos 34 marcos).

364
Campamento en el cráter del Guagua Pichincha. Punto
de observación: 4405 m. sobre el mar (18-28 de Julio 1870)

1. Cuenca de la Quebrada seca.;


2. Escombreras;
3. Nieve;
4. Presencia de lava;
5. Valle compuesto de escombros y productos eruptivos;
6. Bandera, señal trigonométrica;
7. Tienda de los peones;
8. Eusebio Rodríguez de Bogotá, Mayordomo;
9. Ángel María Escobar de Bogotá, Mayordomo (+1876 en
Río de Janeiro);
10. Lino Borja de Quito, llamado “Taita Lino”, Arriero;
11. Isaías de Manizales, Arriero;
12. Un cholo del Cumbal, llamado “El Cachaco”;
13. Pacho Alarcón, de Quito;
14. Indio, llamado “Tushpa”;
15. Indio, llamado “Costalino”;
16. Indio de la Hacienda Lloa, Guía;
17. Taita Rafael de Ambato;
18. Peones en camino a Quito;
19. Peones en camino a Quito;
20. Nieve para preparación de agua.

365
La ubicación del espectador es demasiado baja co- PINTURA 161
mo para que pueda verse la parte superior del Igua-
lata, que queda considerablemente más hacia atrás CORTIJOS DE LOS INDIOS EN LA HACIENDA
y que reproduce en su totalidad la pintura 109. GUAYLLABAMBA

En el aspecto geológico, esta sección del valle re- AL PIE DE LA CORDILLERA ORIENTAL DE RIO-
sulta notable porque como en el valle del Pastaza, BAMBA
más arriba de Baños, también aquí están una fren-
te a otra, aflorando en las paredes del valle, dos Una gran parte de la población del Ecuador, a sa-
formaciones distintas, la volcánica y la no volcá- ber la población india, con pequeñas excepcio-
nica, y porque su línea divisoria, si no nítidamen- nes, vive en una relación de dependencia que se
te como en el río Pastaza, está más o menos bien asemeja mucho a la esclavitud, o que por lo me-
caracterizada por el río Chambo. En esta pintura nos debe calificarse de servidumbre feudal del
el espectador se halla sobre suelo no volcánico, modelo más rígido. Los indios que están sujetos a
más aún, encima de estratos evidentemente sedi- esta servidumbre se llaman conciertos. Este sono-
mentarios, pues se caracterizan por depósitos de ro término no lastima en modo alguno el oído re-
171
pequeños bancos de antracita que podrían per- publicano porque designa, en el sentido propio de
tenecer a la formación silúrica o cámbrica. la palabra, una relación de gentes que han fijado
sus deberes y derechos recíprocos sobre bases
estrictamente legales. Ningún otro término podría
PINTURA 159 encubrir mejor el estado de las cosas. En realidad,
de lo que se trata es de explotar la vida de miles —los
UNA PARTE DE LA CORDILLERA ORIENTAL DE conciertos— en bien y provecho de algunos indivi-
RIOBAMBA duos —los señores feudales, los hacendados— en to-
do sentido y al amparo de la ley.
Pendiente noroccidental del Altar. Un croquis de las
formas montañosas y de la vegetación del páramo. Se ha establecido esta relación de dependencia
por el hecho de que los conquistadores españoles
se adueñaron por completo del patrimonio de tie-
PINTURA 160 rra de los indios asentados en ella y les obligaron
a trabajar este suelo bajo el yugo de las servidum-
UNA PARTE DE LA CORDILLERA ORIENTAL DE bre. Éste es un hecho conocido; conviene aquí se-
RIOBAMBA ñalar que este antiguo sistema español persiste
todavía en la actualidad en la estructura republi-
Nevado que queda al suroriente del Altar, en direc- cana, y que toda la organización estatal y de bie-
ción al cerro Condorasto. Un croquis de las formas nestar de una pequeña clase privilegiada se enraí-
montañosas y de la vegetación del páramo. za en él.

Según el texto de la ley, el concierto tiene libertad


de domicilio y además de esto tiene garantizado

171
Colección petrográfica No. 3447 - 3454.

366
un jornal modesto para él y para su familia. Pero acostumbrado a hacer vida nómada en las selvas
no le resultaría fácil cobrar su jornal en moneda o de la tierra cálida no se deja subyugar, y los indios
hacer uso de aquella libertad, aunque por natura- que son trasladados allá desde la sierra, pronto
leza su carácter estuviera menos hecho para so- sucumben presas de la fiebre.
portar un trato duro con paciencia. El concierto
tiene siempre la ley en su contra. Las míseras chozas de tierra y paja habitadas por
los conciertos están generalmente esparcidas por
Por parte del dueño de la hacienda, ciertamente no la hacienda. Únicamente unas pocas familias tie-
se le niegan los víveres al concierto y su familia, pe- nen la propiedad de varias chozas que están vincu-
ro se le dan en medida muy reducida. Ordinaria- ladas formando un pequeño cortijo como el repre-
mente tiene señalado un pedazo de tierra para su sentado en la pintura. Las chozas son también pe-
propio cultivo, pero es un pedazo tan mezquino, queñas en sí mismas y las puertas son tan bajas
que la cebada que cosecha no le basta para su ma- que hay que agacharse mucho para poder entrar,
nutención. Como consecuencia de esto, el concier- pero el indio no ve en ello ninguna incomodidad.
to se ve obligado a pedir al dueño, el amo, un soco-
rro. Pero lo consigue a cambio de un alto precio; El modesto hogar, al que aquí pertenecen algunas
por más pequeña que haya sido la ayuda en ceba- gallinas y ovejas, delata una existencia relativa-
da y patatas a lo largo del año, al cabo de éste, las mente apacible. Delante de la puerta se ve el ins-
cuentas resultarán con una cuantiosa desventaja trumento para hilar; los niños juegan frente a la
en el haber del concierto, si se llegara a hacer un casa, y los padres se han ido al trabajo. Aun cuan-
balance en tal contabilidad. De antemano sabe el do un hogar de este tipo no puede servir de nor-
concierto que él y su familia salen perdiendo con la ma para juzgar el género de vida de los conciertos
deuda no amortizable de la hacienda, y no se preo- en general, con todo, recuerda la vida familiar or-
cupa de la sagaz contabilidad de su amo; como ganizada y feliz que antes de la conquista españo-
quiera que sea, prefiere ir arrastrando, él y su fami- la pudo haber tenido lugar en esta sierra y que
lia, una vida llena de privaciones, que tal vez se ve- hasta hoy día tiene sus reminiscencias.
rá agravada todavía más por la dureza de los tram-
posos mayordomos y también, quizás, por las exi- En el ángulo izquierdo de la pintura hay un árbol
gencias interesadas de los párrocos. de melón (Carica integrifolia?); a la derecha, al
fondo, una datura de campanillas rojas (Datura
En ciertas circunstancias el sistema de conciertos sanguinea); ocupan el primer plano unas plantas
puede presentar el carácter de organización pa- de col y colzas silvestres.
triarcal; pero por desgracia eso no impide que en la
práctica se convierta en una institución que es peor
que la esclavitud, porque el individuo a quien el pa- PINTURA 162
trono mantiene libre en cuanto a la explotación de
la fuerza de trabajo, no representa para él un capi- CHOZAS DE LOS INDIOS DE LA REGIÓN DE RIO-
tal que merezca la pena de ser protegido. BAMBA
El valor de la hacienda depende fundamentalmen-
te del número de conciertos que pertenecen a El carácter estéril del suelo ondulado de Riobam-
ella. Por lo demás, el sistema existe solamente en ba se expresa también en esta pintura.
la sierra; el intento de introducirlo también en las
tierras bajas para las plantaciones de azúcar y de Las chozas de los indios que habitan estas tierras
café, nunca ha tenido éxito; el indio que se ha están separadas unas de otras; su construcción

367
se ajusta cuidadosamente al material, y su for- to respetada entre los indios, y protege la pro-
ma se caracteriza por el techo alto y puntiagu- piedad con tanta seguridad como un cerrojo
do y por el pequeño patio delantero ganado al inviolable.
espacio interior. La armazón está hecha de ta-
llos florales de agave (cabuya). Para ello se uti- Junto a la choza crecen tres ejemplares de la ca-
lizan tanto los tallos florales de la cabuya ne- buya de color verde claro; en la parte baja se los
gra (Agave americana) como los de la cabuya ha despojado de sus hojas. De ella se obtiene la fi-
blanca (especie Furcroya); éstos llegan con bra de cabuya (cáñamo de pita) dejando las hojas
frecuencia a 10 m. de largo; en idioma quichua en el agua hasta que comience el proceso de pu-
se llaman chaguarqueros. Del mismo material trefacción de la parte carnosa de las hojas. De és-
se hacen también las puertas con las que se tas salen las fibras después de haberlas golpeado
sierra la entrada, que es baja. Así como en con piedras, machacado y cardado. La prepara-
otras partes sirven las lianas, aquí sirven de fi- ción y elaboración de la fuerte fibra blanco-amari-
bra las hojas partidas de la cabuya y a veces llenta para cañamazo o tela de embalar constitu-
también sus raíces; las hojas se cortan en ti- ye una industria muy difundida en los alrededores
ras, y a las raíces se las tuerce formando cuer- de Riobamba.
das. Para proteger la construcción contra el
viento y el agua, no se emplea aquí la resisten-
te hierba ishu, sino las pajas largas del sigsig PINTURA 163
(Arundo nitida), cuyas puntas al secarse se en-
sortijan; para el efecto se encajan gruesos ha- CORTIJO DE LA HACIENDA CHUQUIPOQUIO
ces de tales pajas entre las vigas transversales
y se los sujeta bien a éstas. SITUADO EN LA FALDA ORIENTAL DEL CHIM-
BORAZO, A 3345 m. SOBRE EL NIVEL DEL MAR
El mobiliario en el interior de la choza se redu-
ce, a lo más, a un entablado adosado y fijado a La hacienda Chuquipoquio es una de las más gran-
la pared, en el que se pone un escaso número des propiedades de tierra del Ecuador y está situa-
de enseres consistentes en recipientes de cala- da en el lado del Chimborazo que da al altiplano; el
bazas y ollas. De las vigas del techo cuelgan nombre es muy frecuente, pues también lo lleva el
mazorcas de maíz y otros comestibles. El cán- tambo en que suelen pasar la noche los viajeros
taro de agua está enterrado en un pequeño ho- que van a la costa o que vienen de allá. Este tambo
yo en el suelo, pues su forma redonda no le está situado a 3604 m. de altitud (pintura 104), muy
permite tenerse en pie por sí solo; un buen nú- junto a la carretera, mientras que el cortijo de la ha-
mero de piedras rodean el fuego que arde en el cienda se halla a solo 3345 m.; no obstante, las con-
suelo, cuyo humo puede escapar solamente diciones son tan rigurosas, que la cebada y las pa-
por la puerta. El indio arregla la cama con algu- tatas alcanzan aquí su máximo límite de altitud, y el
nas pieles de oveja, y él y su familia se acues- valor de la propiedad y del suelo radica sólo en los
tan muy temprano, pero asimismo dejan la ca- extensos pastos del páramo.
ma antes del amanecer. Casi nunca faltan pe-
rros míseramente alimentados, que están pres- La pintura nos da una idea de cómo suelen dispo-
tos no ciertamente a morder, pero sí a ladrar nerse en estas regiones inhóspitas del Ecuador los
constantemente. Cuando se deja sola la choza edificios de administración de una finca de los pro-
basta con cerrar y atar la puerta con un cor- pietarios de tierras, aun los de aquellos que repre-
del. Esta simple cerradura es en todo momen- sentan un alto valor. A la derecha está la casa del

368
dueño y, al lado, la habitación del mayordomo, to- Tushpa; 15. indio llamado Costalito; 16. indio de la
davía con las claras huellas del blanqueado; a la iz- hacienda Lloa, guía; 17. Taita Rafael, de Ambato;
quierda, un edificio con cuartos a maneras de esta- 18 y 19. peones en el camino a Quito; 20. nieve pa-
blos para guardar los comestibles y para el aloja- ra preparar agua; 21. palancas para abrir el cami-
miento de los indios, que a veces tienen que cum- no a los cargadores; 22. piedra pómez acarreada
plir tareas de servicio en la hacienda. Unos muros por el agua de lluvia; 23. barómetro; 24, hojas de
medio derruidos cierran el corral de forma irregu- Culcitum refescens, que sirven como alfombra en
lar, en el cual buscan forraje un par de asnos enfer- la carpa.
mos que, como únicos seres vivientes a la vista,
suscitarían en el forastero la conjetura de que este Aun cuando la niebla y las nubes bajas no encu-
triste paraje todavía no debe haber sido abandona- brían las oscuras paredes de roca, la propia calde-
do para siempre por sus habitantes. ra del cráter seguía oculta a la vista. Está detrás
del espectador. Para ubicación se tomó un punto
en el estrecho sendero ya mencionado que sepa-
PINTURA 164 ra el cráter de la quebrada Seca. El fondo del crá-
ter queda todavía 400 m. más abajo de este sitio,
CAMPAMENTO EN EL CRÁTER DEL GUAGUA-PI- cuyo dato de altitud fue de 4405 m. Sólo desde la
CHINCHA pequeña bandera, a la izquierda de la pendiente
de escombros, se habría podido dominar entera-
Ubicación: 4405 m. sobre el nivel del mar (18 - 28 mente la caldera del cráter. Hay que pensar que la
de julio de 1870). ubicación del punto más alto de la muralla circun-
dante, de 4787 m., queda perpendicular sobre la
El dibujo es solo una lámina que presta datos a bandera. Cubren la superficie escombros volcáni-
la memoria y que no está hecha para dar una cos y productos eruptivos que se han acumulado
imagen de la configuración del propio cráter del formando resbaladeras. Éstas se apoyan sobre la
Pichincha172. empinada pared rocosa, por la cual se baja vinien-
do de Quito y que luego cae hacia el valle de la
Los siguientes nombres y números se remiten al quebrada Seca.
croquis ilustrativo adjunto al óleo.
1. Valle de quebrada Seca; 2. Pendiente de escom- Para obtener las observaciones geológico-petro-
bros; 3. nieve; 4. lava; 5. nudo integrado por es- gráficas y físicas que permite realizar el cráter del
combros y productos eruptivos; 6. bandera, señal Pichincha, habría podido ser suficiente sólo una
trigonométrica; 7. carpa de los peones; 8. Euse- corta permanencia; pero únicamente el levanta-
bio Rodríguez, de Bogotá, mayordomo; 9. Ángel miento topográfico del terreno puede prolongar
María Escobar, de Bogotá, mayordomo (+ 1876 en fácilmente por semanas la permanencia en el lu-
Río de Janeiro); 10. Lino Borja, de Quito, llamado gar y poner a dura prueba la paciencia, a causa de
Taita Lino, arriero; 11. Isaías de Manizales, arrie- las condiciones climatológicas bastante insegu-
ro; 12. un cholo del Cumbal, llamado el Cachaco; ras. Esto sucedió en nuestro caso. Desde hacía va-
13. Pancho Alarcón de Quito; 14. indio llamado rios días había llovido y nevado; por fin se alzaron

172
Esta pintura es la primera de toda la colección y la realizó el señor Rafael Troya según un croquis que le fuera presentado. Todas las figu-
ras son retratos de las personas que tomaron parte en la expedición; casi todas habían manifestado ser fieles acompañantes ya en las an-
teriores excursiones de este tipo.

369
las nubes. Se tuvo que aprovechar el momento fa- así, con toda una red de cuerdas, presenta enton-
vorable y la escena indica la salida hacia los pun- ces un aspecto muy pintoresco. Sólo muy excep-
tos escogidos para nuestro trabajo. cionalmente pudimos contar con campamentos
que no exigían extraordinarias medidas para ins-
talar y asegurar las carpas, y a pesar de ensayar
PINTURA 165 toda clase de medidas de precaución, varias ve-
ces ocurrió que repentinas tormentas nos sepul-
CAMPAMENTO EN EL CERRO PUTZULAGUA taron envueltos en la oscuridad bajo nuestras hú-
medas carpas. Las puertas se cierran con tapas
3513 m. SOBRE EL NIVEL DEL MAR; 712 m. de tela triangulares bien entrelazadas. La forma
SOBRE LATACUNGA del techo de las carpas tiene la ventaja de que
(7 - 23 DE MAYO DE 1874) cuando se lleva dos carpas y solamente se necesi-
ta una, se puede arreglar las cubiertas de las dos
Ubicación: para el trazado del panorama VII, pin- de manera que entre ambas quede una corriente
tura No. 87. de aire que proteja contra el sol y la humedad.

Una experiencia de años nos ha enseñado que la Para completar un campamento de éstos, además
carpa sencilla en forma de techo, que aquí se ve de las carpas del patrón y de los peones, hay una
dibujada, es la más apropiada para los viajes en cocina arreglada con troncos delgados y ramas
los Andes. La cubierta de la carpa, compuesta de frondosas. Sirve al mismo tiempo de secadero pa-
telas unidas con un largo total de cinco a seis me- ra los vestidos y de ahumadero para la carne, y
tros y, según convenga, de dos a tres de ancho, especialmente como lugar de reunión preferido
consiste en un liencillo de algodón liviano que de todo el personal de servicio, que apiñándose y
desde luego se trae de Europa, pero que casi en envuelto en el humo sofocante, intercambia sus
todas partes está a la venta como artículo de co- experiencias vitales hasta muy entrada la noche.
mercio de los más importantes, y que es la que
sostiene la tela, se está en posibilidad de instalar A mi presencia, muchas veces de semanas, en las
la carpa a mayor o menor altura según convenga. montañas, lejos de toda habitación humana, que
Para sujetar la cuerda y la tela de los costados de ha hecho necesaria el trazado de las pinturas y
la carpa se utilizan estacas de madera cuando el las mediciones aquí presentadas, la cuento yo, a
suelo permite clavarlas, lo que ciertamente no su- pesar de todas las inclemencias del tiempo, entre
cede a menudo. Con alguna frecuencia hemos te- los recuerdos más gratos e indelebles en mis seis
nido que asegurar las cuerdas sólo con grandes años de viajes en los Andes colombianos y espe-
bloques de roca que previamente había que aca- cialmente ecuatorianos173.
rrear rodando, y reemplazar las estacas con pie-
dras más pequeñas. Un campamento instalado

173
Un viajero que tuviera que estar en esos países, en el caso de que se proponga realizar un trabajo como el que se nos ha presenta-
do a nosotros, al señor Reiss y a mí, y que se sintiera desalentado por el clima, creería tal vez que hemos trabajado en condiciones
atmosféricas más ventajosas que las que a él le han tocado. Pero esta suposición probablemente sería inexacta: por el contrario, él
tiene a mano un medio que a pesar de todo no hará inútiles sus trabajos y molestias: el armar su carpa, como hemos hecho noso-
tros, sólo a pocos pasos del punto que ha escogido para la ejecución de sus mediciones, por más difícil y molesto que sea el llegar
allá con todo su equipo. Las pocas veces en que yo creí poder prescindir de esto cometí un error que tuve que pagar caro y con gran
pérdida de tiempo. Los dibujos topográficos desde sitios elevados, obligan al observador a estar todo el día al acecho para poder
aprovechar cada minuto en que aparece despejado un monte u otro.
El uso de carpas de material de tela parece haber sido desconocido para los pueblos de Sudamérica. Mientras que el nómada o el
viajero oriental lleva siempre consigo su casa de fácil remoción y transportación, es decir su tienda, el indio nativo de las regiones

370
Campamento en el Tungurahua

El Campamento está en el espolín de la “Piedra grande”


(3, Figura 29) en la pendiente norte del Tungurahua a 4500 m.
de altura.

371
PINTURA 166 en su lengua, y conociendo la debilidad de los
propios paisanos, entre bromas les invitaron a to-
CAMPAMENTO DE CARPAS EN EL QUILOTOA mar un trago de aguardiente. Hay que tratar de
ganarse la confianza de los aborígenes con quie-
CAMPAMENTO BASE DEL 5 AL 17 DE MARZO nes uno ocasionalmente se encuentra, luego son-
DE 1874; 3900 m. SOBRE EL NIVEL DEL MAR sacarles los nombres de los montes y de los ríos
pues sólo obteniéndolos de ellos se puede entrar
¡Sol después de la lluvia! Por la noche se había en su conocimiento.
descargado un fuerte aguacero. La delgada cu-
bierta de la carpa no había impedido por comple-
to el paso de la lluvia que caía golpeándola con PINTURA 167
violencia; la totalidad de componentes del equipo
de viaje consistente en cobijas, vestidos, apara- CAMPAMENTO DE CARPAS EN EL TUNGURAHUA
tos, papel y objetos recogidos, que en pocos mi-
nutos habían quedado empapados, se están se- 4498 m. SOBRE EL NIVEL DEL MAR
cando colgados sobre las hierbas altas.
Entre todos los campamentos en que me he instala-
Dos indios que pasaban por casualidad por esas do en los andes ecuatorianos, éste que vemos aquí
alturas quedaron atónitos a la vista desacostum- representado no es el más alto en cuanto a su ubica-
brada de un campamento de carpas; no conocían ción, pero en todo caso sí el más típico en su géne-
el objetivo de la visita y sospechaban que se tra- ro. Una roca de 12 a 15 m. de alto protege la carpa.
taba de alguna de las inquietantes intenciones del
gobierno: el cobro de impuestos, despojos de las Es algo desacostumbrado el que una roca como
tierras, reclutamiento de soldados. Los peones la piedra grande en el Tungurahua sobresalga to-
que se hallaban en el campamento les llamaron talmente aislada en la pendiente de escombros

selváticas construye casas y chozas que deja abandonadas cuando desea cambiar su lugar de residencia. A esto se añade que nunca pu-
do haberse dado en Sudamérica un movimiento comercial que fomentara la vida en tiendas de acampar, como el que ha tenido lugar en
las grandes rutas de caravanas del Viejo Mundo, sobre todo del Oriente, porque acá en la época prehistórica no había bestias de carga. En
cambio, como sucede en Oriente, hay en las carreteras frecuentadas casas de posada, equipadas de lo mejor, los tambos, hasta ahora muy
renombrados. En el Oriente del Viejo Mundo el viajero está obligado a seguir el ejemplo de los nómadas; él se hace nómada mientras du-
ra su viaje, y no sólo en el desierto sino también en las regiones habitadas que recorre. Todo el mundo está allí familiarizado con las ne-
cesidades que se derivan de la vida al aire libre, incluso sin haberlas conocido por propia experiencia. Otra cosa es en el lejano Oeste, en
el Nuevo Mundo.
El sudamericano, sea indio o descendiente de una raza europea, casi no conoce aun hoy en día el uso de la tienda; viajar con una tienda
es inusual en toda Sudamérica; se recurre a ella sólo por excepción, cuando el viajero trata de conseguir un objetivo especial.
De hecho, en la mayoría de las regiones de Sudamérica el viajero puede arreglárselas sin tienda. Aun en las zonas muy poco pobladas po-
drá organizarse durante su viaje de tal modo que llegue por la noche a alguna choza, cuyo morador le ofrecerá albergue para la noche, es
decir, le permitirá tenderse en el puro suelo, como lo hace él mismo; en ese caso, la silla de montar le sirve de almohada y su poncho, de
cobija. Y sería enteramente superflua la tienda en la selva tanto en tierra caliente como en tierra fría. Para pasar ahí la noche el indígena
se prepara una choza de acuerdo con las circunstancias, con ramas de árboles frondosos o con los enormes abanicos de las palmas y he-
lechos, cuyos troncos se pueden cortar fácilmente con el machete, cuchillo de monte similar a un sable que siempre le acompaña. El in-
dio es un maestro en la fabricación de su choza, cuya cubierta es impermeable aun a los más fuertes aguaceros; en menos de media hora
queda hecho el trabajo, está en pie el rancho o lista la choza. A la mañana siguiente se aleja sin haberse tomado la molestia de tener que
cargar su casa y de llevársela. Hasta el pelado páramo no le deja sin techo al indígena. Cortando la hierba y enredándola hábilmente para
el efecto, sabe arreglar un techo que con la ayuda de algunos palos queda tan bien instalado que puede acurrucarse o acostarse cómoda-
mente debajo de él y estar muy bien protegido contra la lluvia.
Para poder armar una tienda se necesita un lugar relativamente grande y, de ser posible, plano. Un sitio así casi no se puede encontrar en
medio de la selva; pero, además desde otro punto de vista, la tienda no es apropiada para la selva. Las gotas de lluvia que caen desde los
árboles elevados dada la fuerza con la que la golpean, atraviesan la cubierta de la tienda y mojan el interior. Con todo, también en Suda-
mérica la tienda viene a ser una parte muy útil del equipo de viaje, pero tiene que ajustarse bien a los medios de transporte del país, que
en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia son muy parecidos. En las regiones de la sierra puede uno servirse solamente de una tienda ligera;
más aún, tiene que ser tan ligera que incluso estando enteramente mojada pueda llevarla un hombre sobre sus espaldas. Las tiendas traí-
das de Europa por lo general no son apropiadas pues contienen partes que, si se estropean, no pueden reemplazarse fácilmente.

372
fuertemente inclinada de un volcán. Sólo por su aluviales que en grandes trechos están a flor de
presencia fue posible, a fin de cuentas, subir exi- tierra; otras partes, situadas frente a Latacunga y
tosamente hasta el borde del cráter del Tungura- en sus cercanías, son pantanosas. Toda la sección
hua en el primer intento y armar la carpa en un si- media de la llanura está sujeta a las inundaciones
tio desde el cual se pudo llegar a la meta con ines- que tienen lugar cuando la nieve de las pendien-
perada facilidad. También en la pintura la masa tes del Cotopaxi se derrite súbitamente por los
rocosa de la piedra grande da casi la impresión de derrames de lava; por lo demás, cuando esto no
que hubiera estado hecha precisamente como sucede, el río Cutuchi, que nace en el Cotopaxi y
muro de defensa para la carpa; y eso mismo fue el Iliniza, no es un río caudaloso.
de hecho, al poner a salvo nuestro campamento
(el 8 de marzo de 1873) ante el peligro de ser cu- El término de la gran llanura del valle está forma-
bierto por una masa de nieve que se le venía enci- do por el cerro Igualata y, más a la izquierda, por
ma como un alud. En el óleo 128 el señor Troya ha un cono de erupción relativamente pequeño, el
caracterizado con exactitud la disposición de es- cerro Putzulagua. Cercana a sus faldas está la ciu-
ta roca. dad de Latacunga (2800 m.). La cumbre del Putzu-
lagua (3513 m.) deja libre una vista tan amplia que
en un día despejado sólo quedan pocos volcanes
PINTURA 168 del altiplano del Ecuador que desde aquí se echen
de menos. A un lado y ya detrás del Putzulagua
DE EXCURSIÓN POR LA HOYA DE LATACUNGA surgen el Tungurahua y el Altar, apretados el uno
muy cerca del otro y rodeados de nubes de humo.
Ubicación: en las cercanías de Santa Ana de Tiu-
pullo, 3100 m. sobre el nivel del mar. En primer plano se alza sobre la verde llanura del
valle el cerrito de Callo (100 m.). A sus pies, en la
Componen este panorama montañas que ya son parte norte (3138 m.) se encuentran los restos de
muy conocidas para el que observa esta pintura: una construcción de la época de los antiguos in-
con los nombres de Chimborazo, Carihuairazo, dios, aunque desde aquí no se los ve. En la parte
Altar, Tungurahua, Cotopaxi, Igualata, etc. Se han inferior de la mampostería estos restos constan
grabado en su memoria formas montañosas ya de bloques de lava cuidadosamente labrados y
definidas; mas como estos montes están aquí ensamblados; con los restos de los muros de una
unos en frente de otros con sus ubicaciones rela- construcción más grande se han conservado tam-
tivas, esta pintura sirve muy especialmente para bién muchas concavidades en forma de nichos,
la orientación topográfica. características de la arquitectura india antigua.

El amplio valle de Latacunga se divide en su extre- En la pintura se muestra con un contraste sorpren-
mo sur en dos brazos; el suroccidental lleva al via- dente las condiciones climatológicas de los dos la-
jero por Ambato a Riobamba y Guayaquil; el suro- dos del valle. El lado occidental, con el Chimbora-
riental, en cambio, al valle del río Pastaza, a Ba- zo, brilla bajo la clara luz del sol; sobre el lado
ños y a las selvas de Canelos. oriental se levanta una fuerte tormenta. El Cotopa-
xi, aunque cubierto de nieve recién caída, se ve
Hasta Latacunga la distancia desde nuestro punto amenazado por nuevas nevadas. En su falda norte
de ubicación es de aproximadamente 6 leguas. La ya se descargan las nubes pero todavía se recono-
llanura del valle es muy plana pero en su mayor cen los contornos del monte, en donde caen ya la
parte estéril, puesto que consta de escombros lluvia y el granizo. Por los efectos locales de la luz

373
se ponen de relieve en la falda occidental del otro terreno que, al igual que éste, dependa exclu-
monte las ondulaciones del terreno de ceniza es- sivamente del empleo de mulas y caballos; el con-
casamente cubierto de plantas. seguir los animales y alimentarlos resulta una mo-
lestia y pérdida de tiempo que se repite cada día.
El Chimborazo, cuyos lados oriental y sur ya los A este respecto, el viajero en Colombia y Ecuador
tenemos conocidos desde Riobamba, nos mues- lo que menos puede pensar es conseguir un servi-
tra aquí una parte de su lado norte. En él llama la cio confiable a cambio de dinero.
atención una franja amarillenta sin nieve que apa-
rentemente llega hasta cerca de la cumbre. Esta Cuando se necesita un gran número de bestias
franja se ha producido por un derrumbo en la ro- aprovechables de carga y de montar es difícil el
ca frágil, deleznable y tan empinada, que en ella alquilarlas al menos para un viaje por trechos lar-
no puede sostenerse la nieve. gos e indeterminados; y el poder comprar anima-
les que valgan la pena depende exclusivamente
La escena reproduce el modo de viajar en los Andes. de la casualidad. El motivo de esto reside en las
En sus excursiones cada uno de nosotros dos tenía condiciones económicas del país y, sobre todo, en
que servirse de una caravana tan numerosa en bes- que la cría de caballos y mulares está limitada a
tias y gente como la que nos presenta la pintura. Se pocas zonas, y ahí los animales generalmente pa-
ha escogido el momento de un pequeño descanso. san a poder del comprador sin haber sido domes-
Se lo aprovecha para un refrigerio y al mismo tiem- ticados ni acostumbrados a la montura. El que ha
po para sujetar y ordenar de nuevo las cargas que se logrado una buena elección, difícilmente se pre-
han aflojado en el lomo de las bestias. Para lograr sentará a vender su caballo o su mula: siempre es-
que ellas estén quietas durante este manipuleo, los tarán a la venta solamente los defectuosos y los
arrieros suelen tirarles el poncho sobre la cabeza, ya debilitados por excesivos trabajos.
de modo que las orejas salgan por la abertura del
cuello y queden tapados los ojos de manera firme El serrano es culpable de una indignante crueldad
con el mismo poncho. Cuatro mulas están cargadas en el trato de las bestias. Muchas veces no están
con petacas, cofres de cuero de buey sin curtir, que ni siquiera bien desarrollados los caballos, mulas
son usuales en el país, en los que se pueden trans- y asnos que se emplean para el transporte, cuan-
portar muy cómodamente y protegidas contra la llu- do ya sus espaldas están cubiertas de profundas
via todas las cosas necesarias para el viaje en mate- heridas de las que mana pus, causadas por apare-
ria de comestibles, útiles de cocina, vestidos y man- jos defectuosos y por el descuido con que se les
tas. Una de las bestias lleva los recipientes para el ha acomodado la carga. Pero el reproche de este
agua y las carpas. Son indispensables los barriles de maltrato recae no sólo sobre el arriero de profe-
agua cuando es necesario montar el campamento sión que hace el transporte de mercadería entre
en un sitio en el que falta este líquido y tal vez hay la costa y la sierra; no menos reprochable es el na-
que ir a traerlo desde una gran distancia; otra de las tivo noble del país, el caballero, que lo mismo que
mulas, que hasta aquí ha venido siguiendo suelta a aquél, no renunciará a seguir poniendo la silla día
la caravana para ser empleada más tarde como ayu- tras día sobre los heridos lomos de su caballo. La
da, acaba de ser enlazada y con ágiles saltos pugna misma tremenda insensibilidad demuestra la gen-
por librarse del lazo. te del propio país en cuanto al mantenimiento de
las bestias. Poco se preocupa de suministrarle fo-
En lo que se refiere a medios de transporte, el via- rraje y agua mientras no tenga que temer que el
jero tiene que luchar en las cordilleras de Suda- animal por efecto de la debilidad desmaye en las
mérica con mayores dificultades que en ningún tareas y, aun entonces, todavía por largo tiempo,

374
el jinete sale del problema recurriendo a las grue- lo mismo, varios de ellos son de lo más selecto. El
sas espuelas. Los arneses se hallan por lo general constante servicio que siempre nos brindaron, la
en la más triste situación, ya pertenezcan al ani- tenacidad e intrepidez que mostraron en las cir-
mal de cabalgadura o al de carga. El correaje está cunstancias más difíciles, merecen todo reconoci-
roto y provisionalmente remendado o anudado; miento; el mismo cariñoso afecto que hasta hoy
los estribos, entonces, cuelgan de simples cuer- día no se ha apagado, tenemos que mencionarlo
das; hace tiempo que la silla no tiene mullido, y en en su honor.
la albarda falta la paja que tan fácilmente podría
reponerse. Los bogotanos Ángel Escobar y Eusebio Rodrí-
guez, al igual que el joven quiteño Francisco Ja-
El sentido del orden, de la puntualidad y de la vier Campaña174, se hicieron cargo por siete bue-
conservación de la propiedad no vino acá con los nos años y con todo esmero de nuestros hogares
conquistadores españoles. Esto lo siente princi- ambulantes no sin tomar parte también, con ale-
palmente el viajero cuando –sin poder renunciar a gría muchas veces, en el éxito de cada una de las
sus costumbres y a sus justas exigencias en este expediciones. Día y noche estaban listos, no po-
punto— trata de asegurar, por medio de una cara- cas veces en vano, a empacar y llevar los instru-
vana propia, su autonomía respecto del estado la- mentos o a custodiar las colecciones. Ángel Ma-
mentable de las comunicaciones del país. ría Escobar, quien falta en la presente pintura
(véase pintura 16), murió de fiebre amarilla en
El dueño de buenos caballos y mulas está siempre Río de Janeiro.
en peligro de perderlos por los robos nocturnos y
por las violentas requisas en tiempo de revolu- No menor elogio corresponde, en su clase, a mu-
ción; además surgen otros inconvenientes, por- chos de los peones de raza puramente india que
que es difícil conseguir el forraje necesario y por nos acompañaron por semanas y meses. Reitera-
la falta de arrieros de confianza. De ordinario, se damente hemos apreciado en ellos la honradez, la
deja que las bestias busquen por sí solas alimen- resistencia en el trabajo, sobre todo en el trans-
to durante la noche, en sitios cercanos pero con porte de pesadas cargas, la actitud servicial, que
pasto que se halla mordisqueado hasta el suelo, o con frecuencia traslucía una expresión natural de
con las patas atadas al borde del camino. Las em- respeto. Cierto que este elogio no quita el que
palizadas son tan deficientes por lo común, que el temporalmente mal dispuestos hayan sometido a
viajero a su llegada en las sobras de la noche no dura prueba nuestra paciencia.
puede saber si sus planes de viaje para el día si-
guiente no se verán desbaratados, con la consi- Dos de las bestias que están representadas en la
guiente molestia, por la huida de una o de otra pintura resistieron sin daño alguno las fatigas y
bestia. Todas éstas son cosas que en los viajes privaciones de un viaje de siete años, que es el
científicos tienen redoblada importancia. tiempo que exigió el viaje de Bogotá a Guaya-
quil; las demás, un tiempo no mucho más corto.
De nuestros numerosos y siempre cambiantes Este esfuerzo y rendimiento del que dieron
compañeros y guías, sólo unos pocos podían na- pruebas no solamente en caminos peligrosos,
turalmente encontrar un sitio en esta pintura; por en algunos casos incluso hasta en altitudes de

174
F. J. Campaña es el que acompañó al señor Ed. Whymper, en el año de 1880, en su segunda ascensión al Chimborazo, y un documento
redactado en el consulado inglés de Guayaquil atestigua que él llegó a dominar la cumbre (Ed. Whymper, 1. c. p. 327 y 455).

375
más de 4600 m., podría justificar el que estén ñantes, de lo que fue para nosotros en la vecina re-
aquí retratadas fielmente. pública de Colombia, que recorrimos durante dos
años antes de venir a parar al Ecuador. En Colom-
ALGUNOS PERSONAJES POPULARES DEL bia hay un número de aborígenes que se ocupan en
ECUADOR la recolección de la cascarilla y así se presenta la
oportunidad de recorrer regiones que de otro mo-
No pertenece a las finalidades de esta obra el dar do no hollaría ningún pie humano. Desde luego,
cuenta de la población del Ecuador, discutir sobre hay también en el Ecuador partes selváticas en las
la propagación y desarrollo de las razas que pue- que se encuentran árboles de chinchona y se reco-
blan el país y relatar las costumbres de su vida. ge su corteza; pero estas selvas no cubren, como
Sólo nos limitamos a presentar y describir en po- es frecuente en Colombia, las laderas de los gran-
cas palabras algunos retratos típicos de indígenas des volcanes en tal forma que no se pueda subir a
o aborígenes incorporados en las vistas panorá- ellos sin tener que atravesar antes una zona selvá-
micas de la colección, porque han nacido, por de- tica más o menos intransitable. En este aspecto se
cirlo así, al mismo tiempo que ellas y están en la distinguen los volcanes del Ecuador de los de Co-
más estrecha relación con los viajes que han ser- lombia, incluso con ventaja para el viajero, pero en
vido para la exploración de las montañas volcáni- cambio aquí éste tiene muchas menos oportunida-
cas. En nuestras acotaciones a estos retratos se des de ponerse en contacto con gente conocedora
tocan también ligeramente las condiciones cultu- de la tierra, que pudiera tomar a su servicio. La di-
rales con que tiene que contar el que viaja por el ficultad de contratar un buen número de cargado-
país. El conocerlas de antemano es quizás oportu- res es todavía mayor en el Ecuador porque el siste-
no para aquel que se propone hacer una visita ma de concertaje, la servidumbre, está mucho más
personal al Ecuador y hojea este libro. extendido y aplicado con mucho mayor rigidez
que en Colombia, de tal manera que en el Ecuador
hay relativamente poca gente de raza india que es-
PINTURA 169 té en capacidad de trabajar a cambio de un jornal,
y entre éstos muy pocos que comprenden que la
TRES MIEMBROS DE LAS EXPEDICIONES POR paga anticipada que se les asegura según la canti-
LOS ANDES DEL ECUADOR dad acostumbrada de algunos pesos, les impone
también una obligación que tienen que cumplir
Ya la primera pintura nos da a conocer a tres abo- efectivamente. Por esto sucede, para daño del via-
rígenes de sangre predominantemente india, los jero, que no pocas veces las personas reclutadas
cuales junto con mis acompañantes permanentes poco antes del viaje devuelven la primera entrega
ya mencionados, Eusebio Rodríguez de Bogotá, y del anticipo o no se asoman para nada a la hora fi-
Javier Campaña de Quito, se granjearon no pocos jada para la salida.
merecimientos en el logro del objetivo de mis via-
jes, como compañeros de trabajo en el transcurso Los dueños de pequeñas fincas, los comerciantes y
de cuatro años. En compañía de otros dos o tres artesanos, conforme cambia su modo de trabajo
peones, con cuyo servicio temporal pude contar según las circunstancias externas van: ya sea a tra-
asimismo con mucha seguridad, formaron el grupo bajar en el campo, ayudar en las construcciones,
nuclear y escogido de las diversas expediciones. talar árboles en la selva, trabajar en carpintería,
durante la estación de buen clima, como arrieros a
En el Ecuador es mucho más difícil conseguir gen- la costa, para traer diversos artículos al altiplano,
te experimentada y de confianza como acompa- o se han unido ocasionalmente a algún grupo de

376
aventureros para ir a descubrir alguna mina de permiso para vivir por algunas semanas en el
plata o encontrar algún tesoro escondido175; y cortijo de la hacienda, se puede hacer valer, co-
ellos son las gentes que el viajero debe contra- mo disculpa de los hacendados, que ellos cono-
tar como acompañantes. Sólo muy rara vez se cen Europa y ven conveniente el conceder a un
le harán a éste ofrecimientos voluntarios de un europeo echar una mirada al mecanismo feudal
servicio que se tome en serio. A la clase de gen- de explotación de sus tierras.
te que acabo de caracterizar pertenecían tam-
bién los tres peones aquí retratados. Melchor Cierto que tuvimos que sufrir algunas experien-
Páez era el más acomodado de ellos; su casita y cias desagradables de este tipo, aunque tenía-
terreno se hallaban al borde de la carretera de mos de parte el influyente apoyo del Presidente
Quito a Cotocollao, pero los dos Simbas tenían de entonces; pero también nos cupo en suerte
su casa en Píntac, al pie de la cadena del Chaca- el ver demostraciones de recibimiento muy afa-
na. El trabajo de guías en las ascensiones a las bles. En este aspecto particularmente me que-
partes altas de las montañas no lo pueden asu- dará como algo inolvidable el campamento de
mir estas personas; para eso hay que conseguir carpas (pintura 37) que establecí en la risueña
gente de los conciertos, de los de la servidum- provincia de Imbabura, de clima tan agradable,
bre, y a los mayordomos de las haciendas a las al pie del monte del mismo nombre, cerca de la
que pertenece el monte; sólo ellos conocen los hacienda Peguche. La hacienda pertenecía a la
atajos que hay que tomar, los sitios apropiados familia Gangotena. El señor Gangotena, apenas
para el campamento y los nombres de los pun- enterado de mi venida, tuvo la amabilidad de
tos por donde se debe subir y que deberán es- enviarme, empaquetada, una abundante selec-
tar fijados topográficamente. ción de comestibles producto de su hacienda:
gallinas, huevos, pan, maíz, queso y toda clase
Por eso en cada caso es absolutamente indis- de frutas en canastas y lienzos arreglados con
pensable pedir el permiso de los hacendados, esmero, y esto por mano de un numeroso grupo
los dueños de las haciendas, antes de empren- de muchachas indias en vestido dominguero,
der una expedición de éstas. A pesar de esto, es las cuales traían las dádivas y las iban ponien-
todavía bastante difícil, aun con la autorización do en fila delante de la carpa. Se hizo esto con
escrita del propietario en la mano, poder obte- tal encanto de ingenuidad y alegre solemnidad,
ner del mayordomo la licencia para los indios que muy bien se podría creer que se asistía a
que son indispensables o el forraje para las bes- una escena de la dichosa época de la América
tias, aun cuando medie una rica recompensa. prehispánica. La escena suscitaba el vivo re-
Por lo demás, no estaría bien el quejarse de la cuerdo de las hileras de los egipcios que van
falta de hospitalidad, pues en la mayoría de es- llevando el tributo, que vemos estampadas con
tas haciendas no hay absolutamente nada que tanta frecuencia en los muros de los templos y
pueda servir para la comodidad del viajero. Y si mausoleos.
en casos aislados no se da con buena voluntad

175
Los descendientes de los españoles todavía tienen metida en la cabeza la idea del oro enterrado en la selva o sumergido en alguna lagu-
na, y aun gente ilustrada, sin excluir europeos, se dejan influir por la ilusión de que en la tradición hay un fundamento de verdad. Uno de
los ejemplos más elocuentes de esto es la guía o derrotero de Valverde (véase Hassaurek 1. c. p. 383 de la traducción alemana) hacia el
gran tesoro inca de los montes Llanganates, para cuyo descubrimiento se han hecho innumerables expediciones y seguramente se
seguirán haciendo, sin que haya podido ser perturbada en lo más mínimo la creencia en la existencia del tesoro y la verdad del derrotero.
Y sin embargo, todo el que haya echado una mirada a la región de los montes Llanganates podrá fácilmente apreciar lo absurdo que es
empeñarse en una empresa dirigida según un derrotero como el de Valverde.

377
PINTURA 170 para orar: Oh Dios mío, puya pascarichun, medio
español, medio quechua, implorando que se reti-
TAITA GUJI, EL GUÍA HACIA EL SANGAY rara la niebla (= puyu).

Sólo rara vez se ha hecho, por parte de viajeros Para recuerdo del viejo guía del Sangay y de este
de fuera y aun del propio país, el intento de llegar particular incidente, Taita Guji hubo de consentir,
al cono del Sangay. Hace unos catorce años em- más tarde en Riobamba, en dejarse dibujar, por
prendió Gabriel García Moreno, que luego fue Pre- más que se resistió, en la misma postura y equipa-
sidente de la República del Ecuador (asesinado do con todos los pertrechos del viaje.
en 1875), una expedición al Sangay en compañía
de un ingeniero francés, el señor Wisse. Lograron
llegar hasta el pie del monte. PINTURA 171

Un indio de la hacienda Ichubamba, que les sirvió INDIOS DANZANTES EN LA FIESTA DEL CORPUS
de guía, vivía aún en 1872, y pudimos encontrarlo EN RIOBAMBA
en su hogar, en el valle del río Yasipang.
El pintor ha tenido cuidado de reproducir la esce-
Taita Guji, como se llamaba (taita = papá, Guji = el na con líneas y colores llenos de vida. Sin embar-
nombre), debía ahora ser también el guía de nues- go su dibujo hubo de quedar sin el elemento más
tra expedición al Sangay. Aunque ya se había con- importante, por no habernos colocado en la esce-
vertido en hombre viejo y estaba tullido por ha- na como si estuviéramos integrados en ella: falta
ber sufrido una mala fractura de la pierna, Taita la música, falta para nuestros oídos el aire casi
Guji todavía podía soportar las fatigas de un viaje triste que resuena sin ninguna variación de la ma-
de más de una semana por montañas intransita- ñana a la noche y de la noche a la mañana duran-
bles. Incluso renunciaba a la carpa y prefería dor- te varios días –tiempo que dura el baile de la fies-
mir al aire libre por la noche y quedar a merced ta del Corpus. Y esa música era producida con un
del frío, de la lluvia y de la nieve. Todo su equipo tambor y una flauta de caña, a menudo con un
de viaje, que él mismo llevaba sobre sus hombros, rondador. Muchas veces el músico, que en la eje-
consistía en un pequeño saco con mashca (harina cución de su arte no es menos asiduo que el dan-
de cebada tostada) para su sustento y una piel de zante, toca dos instrumentos al mismo tiempo;
borrego sobre la cual dormía. Como ropaje le ser- con la mano derecha el bombo, que pende desde
vían varios ponchos sobrepuestos de lana tupida sus hombros y con la izquierda, el pífano. A esta
(jerga) y pantalones peludos de cuero de cabra; música, sumamente molesta al oído, se añade to-
no necesitaba de calzado. davía el traqueteo de los pesados chanclos que
llevan los danzantes y que no impiden sus rápi-
Llegando al pie del Sangay, sucedió que saliendo dos movimientos; acompasadamente los alzan
de las carpas para una pequeña excursión, nos vi- dando un medio salto y los asientan de nuevo pa-
mos envueltos en una densa niebla y por más ro- teando el suelo.
deos que dimos durante varias horas, fue inútil
todo intento de volver al campamento. Estába- Nuestra pintura nos muestra a uno de estos gru-
mos desesperados por haber perdido el camino, pos de danzantes que consta de tres individuos,
cuando en un momentáneo desgarre del velo de pero son varios los grupos de danzantes que
nieblas apareció una cascada. Entonces Taita Gu- acostumbran recorrer la ciudad, ya unidos, ya se-
ji arrojó el bastón que llevaba y juntó las manos parados; apenas se pierde la música de un grupo

378
que se aleja, y ya suena, para sobresalto de la con- parte de otros colores, lo constituye una placa en
currencia involuntaria, la de otro grupo que se forma de escudo que va instalada verticalmente
acerca. Esta danza, y sobre todo la pesada vesti- sobre la visera y está abundantemente guarnecida
menta de los danzantes, exige una gran fortaleza de perlas y piedras preciosas, que naturalmente
corporal, y se la ejecuta con una entrega y un fer- son imitaciones hechas de vidrio. En la parte pos-
vor que recuerda el fanatismo de los danzantes terior del tocado van fijados tres grandes pena-
derviches. chos de plumas de largos pedúnculos que, a pesar
de su procedencia aparentemente india, no son si-
Al grupo de los danzantes, además de los músicos no plumeros para sacudir el polvo, procedentes de
que no van disfrazados, pertenece también un per- Europa, que han sido confeccionados con la plu-
sonaje cómico, el diablo (que vemos en la pintura mas multicolores de avestruces argentinas.
a la derecha). Este papel lo desempeña un mucha-
cho joven que lleva una máscara plateada y un ves- La vestimenta de un indio danzante se asemeja en
tido que, fuera de las anchas mangas, le está muy lo esencial al de una mujer176. Cubre la parte infe-
apretado y va guarnecido de cintas flotantes. Gol- rior del cuerpo una falda plisada de tela blanca de
peando con una mano una especie de pandereta y algodón, y el busto una chaqueta en forma de blu-
con la otra blandiendo un látigo, da vueltas saltan- sa, atada sobre las caderas, y con mangas abiertas
do y danzando, se entra por las casas y se permite que cuelgan largamente de la misma tela. Fuera de
toda clase de bromas inofensivas con la gente que esto, el pecho y las espaldas están cubiertos por
rodea a los danzantes o lo siguen cuando éstos una túnica guarnecida con flecos y adornos en for-
continúan su camino de calle en calle. De las casas ma de collares, y por debajo de la corta falda so-
se trae chicha en pilches de zapallo para dar con bresalen, llegando hasta los tobillos, unos pantalo-
ella ánimo y fuerza a los danzantes que nadan en nes amplios y blancos, asimismo adornados con
sudor; la toman ellos con avidez sin interrumpir si- flecos. La impresión de ser un vestido de mujer se
no por un momento sus movimientos. acrecienta por una túnica, por lo demás insólita en
el país, confeccionada de seda verde o roja y guar-
En estos danzantes es notable también el disfraz necida con muchas filas horizontales de monedas
con que se presentan, pues consta de una rara de plata españolas antiguas. Para que al ir andan-
mezcla de piezas y vestidos y adornos europeos y do se mantenga extendida esta túnica tintineante
americanos. No todos los grupos de danzantes lle- con su carga de monedas, tiene fijada mediante
van exactamente el mismo vestido, pero sí se ve costura en su parte de abajo una varilla transver-
que se ha procurado guardar uniformidad. En las lí- sal. Oculta la cara del indio muchas veces, pero no
neas que siguen vamos a describir brevemente los siempre, una máscara de fabricación europea o
disfraces del grupo representado en la pintura. también nacional, que configura un rostro varonil
con rasgos no desfigurados ni serios, y una peluca
El tocado sobre la cabeza del danzante es tallado que imita el cabello natural; los pies, como ya se di-
en madera y consiste en una pieza trabajada con fi- jo, calzan pesadas chanclas hechas de madera. Pe-
ligrana, del alto de una mano, con el borde en for- ro con esto no se agota toda la descripción de esta
ma de agarradera y que, por delante se enancha indumentaria tan característica del indio: tenemos
formando una visera. El componente más impor- que mencionar todavía la pieza más impresionante
tante de esta pieza, pintado en parte de blanco y en que cuelga de sus espaldas: es una larga banda del

176
Una indumentaria de los indios músicos y danzantes, común también en Bolivia, que en todo caso procede del pasado español.

379
ancho de la espalda, trabajada con brocado de oro Al insistir en este aspecto cultural esperamos que
o plata del que se hacen las casullas de los sacer- el espectador de los temas representados en
dotes, tal vez cortada de la misma pieza de la que nuestra pintura se sienta inclinado a atribuirles
se hizo la casulla que vestía el sacerdote en la úl- una significación no tan accidental como la que
tima misa, y como esta tela traída de Europa ha si- podría dárseles en otras circunstancias.
do confeccionada con determinadas dimensiones
de longitud de modo que el ornamento se repita a Los vestidos que se emplean en estas danzas no per-
iguales intervalos, no falta lo más importante de tenecen a los indios que le los ponen, sino a gente
él, el signo JHS, en la pieza del indio, que para más acomodada, quienes ven con gusto que no se les
enaltecimiento de las grandes fiestas de la Iglesia, considere del grupo de raza autóctona, aunque su
lo hace lucir en sus espaldas embriagado de chi- apariencia hable mucho a favor de esto. Son gente
cha y de danza. La tela de brocado va asegurada, que conserva estos vestidos todo el año y los alqui-
por medio de una vara transversal, en el borde su- lan a los indios apenas se presenta una oportunidad.
perior del tocado junto a los penachos de plumas
y cae casi hasta los talones del que la lleva. Además de los tres danzantes y sus acompañan-
tes fijos, los músicos y el diablo, se nos han pre-
En esta indumentaria y todo aquello que va relacio- sentado en la pintura algunas otras figuras o per-
nado con ellas, se manifiestan evidentes reminis- sonajes para dar vida a la escena callejera. En
cencias que, aunque pertenecen a épocas muy an- ellas también ha retratado fielmente el pintor, se-
tiguas, sin embargo persisten en la mente popular. ñor Troya, a determinados personajes que vivían
Como para dar una justa expresión a estas anti- entonces en Riobamba.
guas tradiciones, el pueblo conquistado que care-
ce de los apropiados medios externos —que le han Así, justamente en primer plano, se ve un hombre
sido arrebatados—, se aferra a otros que le dan las de tipo auténticamente indio, con un poncho bien
nuevas circunstancias, sin poder así establecer ajustado puesto sobre los pantalones deshilacha-
una distinción entre las cosas profanas y las reli- dos y, lo raro, con un gran cuello alto; este hombre
giosas; al fusionar el penacho de plumas y la casu- es el peluquero que con frecuencia entraba y salía
lla como cosas de igual valor, el indio está lejos de en nuestra casa y siempre estaba dispuesto a poner
querer profanar aquello que para sus opresores es su habilidad al servicio de las bestias cuando era el
lo más sagrado. De todos modos, el poco éxito que caso, después de un largo viaje, devolviendo a sus
ha obtenido el clero durante siglos se halla carac- crines la forma impecable a base de cepillado, co-
terizado en el hecho de que el indio no ha aprendi- mo se acostumbra en el país y coincide bien con la
do a hacer esta distinción. Pero todavía más signi- costumbre que nos han transmitido los cultores de
ficativo es el hecho de que el común de la pobla- caballos de la antigüedad clásica. Frente al peluque-
ción de la ciudad y del campo, sin excluir al clero, ro vemos a un hombre cuyas facciones y color de-
no se escandalizan en lo más mínimo de las demos- latan muy poco de sangre india. Lleva un poncho
traciones que el indio hace en las prácticas religio- rayado y sostiene en la mano una pequeña taza. Co-
sas, y más bien en mayor o menor grado participan mo a carpintero le correspondía el trabajo de elabo-
de ellas con gusto. Por tanto, incluso en ellos pare- rar el gran número de cajas en que se empacaban y
ce haberse perdido sensible y gravemente el senti- despachaban las muestras de rocas recolectadas.
do de la distinción entre lo religioso y lo puramen- Probablemente nunca habrá abandonado la creen-
te profano. Se suscita entonces la pregunta de si no cia de que en esas cajas se le estaba robando a su
será tal vez que los indios al correr de los siglos se país un gran tesoro. A la izquierda de la pintura es-
han cristianizado menos de lo que se han indiani- tá sentada una chola, que con amable semblante
zado los que querían cristianizarlo. vende una copa de aguardiente a un hombre ya vie-

380
jo que está vestido a la usanza india pero lleva la ca- espaldas al niño —guagua— de sus patrones, a
pa española y un sombrero alto. Delante de él y so- los cuales ella misma también pertenece propia-
bre la mesa está la comida de fiesta, un chanchito mente. La costumbre de procurarse gente de ser-
aderezado con ají, y en la mitad de la pintura ve- vicio comprando, a los pobres o a los padres que
mos, sentada en el suelo, a una india de edad, ocu- se hallan en relación de dependencia, los niños de
pada en llenar totumas (los recipientes de la Cres- corta edad a cambio de unos pesos, aun cuando
centia cujete) que le pasa su hija, con la bebida na- está en contra de las leyes escritas, no se ha ex-
cional, que es la chicha. tinguido en Ecuador.

PINTURA 172 PINTURA 175

REGRESO DEL TUNGURAHUA EL HUASICAMA DE LA HACIENDA ANTISANA

Los músicos del pueblo de Baños saludan a la Croquis original para la escena de la pintura 51.
caravana de nuestros cargadores cuando ésta
regresa de la primera ascensión al Tungurahua. El huasicama se ha apeado de su caballo y va ja-
La exclamación: ¡Viva Isabel Tungurahua! Alude lándole con una larga rienda.
a que el Tungurahua algunos años atrás fue bau-
tizado con el nombre de Isabel en solemne cere- Con su pesada carga el animal le sigue a paso
monia religiosa. Sin embargo, la esperanza de lo- vacilante, pues lleva la carne de un buey des-
grar conjurar para siempre la actividad volcáni- peñado en el páramo. La jauría, perros de ca-
ca del monte con su cristianización llevada a ca- za, muertos de hambre y paladeando anticipa-
bo en su propio emplazamiento, no dio resulta- damente una comida que no han tenido por
do, porque ya poco después, en el año de 1886, mucho tiempo, sigue al caballo pisándole los
tuvo una nueva erupción surgida de su cráter, la talones.
cual asoló el valle.

PINTURA 176
PINTURA 173
UN DÍA DE MERCADO EN RIOBAMBA
MUCHACHO INDIO DE RIOBAMBA
Este pequeño croquis a la acuarela fue destinado
El lungo es la denominación para un muchacho a pintar la vida y el trajín en la plaza de Riobamba
indio de edad entre los 10 a 15 años y él anuncia: en un sábado, día en que la población de todas
Sara-ta apamuni: traigo el maíz. partes de la provincia afluye para llevar sus pro-
ductos al mercado. Por desgracia tuvo que que-
dar inconcluso.
PINTURA 174

UNA MUCHACHA INDIA DE PENIPE

Si bien todavía muy joven, la lunga cumple ya el


oficio de niñera. En una gran manta de lana, que
ha sido envuelta y colgada del cuello, lleva en sus

381
PINTURA 177 dades. Cuánto se preocupan, sobre todo las
mujeres de los indios, de aprovechar el tiempo
UN MAYORDOMO Y SU MUJER YENDO A LA y de ponerlo al servicio de su hogar, se ve por
IGLESIA A CABALLO el hecho de que ellas no sueltan para nada el
huso con el cual se las encuentra siempre hi-
El exterior del hombre y la mujer que están aquí lando, incluso en largas caminatas y mientras
representados hace ver tan poco de la mezcla de van llevando a sus espaldas al niño, además de
sangre india, que uno podría estar tentado a ver su carga de cereales o de otros alimentos.
en ellos a representantes de la raza blanca. No
obstante, podrían ellos muy bien ser enumerados El pintor ha reproducido fielmente en esta pin-
entre la clase de los cholos mestizos. El hombre y tura a una de estas laboriosas indias tanto con
la mujer, montados a caballo, como ocurre con sus facciones como con su vestido. Sin embar-
frecuencia, vienen hoy día con su vestido domin- go, éste se distingue del de las otras indias en
guero desde su hacienda, que queda en el clima que aquí la mujer lleva una falda abierta por un
benigno de la provincia de Imbabura. lado, de las que sólo de vez en cuando se ponen
en las festividades.

PINTURA 178
PINTURA 179
UNA INDIA HILANDO EN EL CAMINO A QUITO
DOS INDIOS DE LA PROVINCIA DE IMBABURA
La ancha carretera que por el norte lleva de Co-
tocollao a Quito presenta al amanecer, sobre Como chasquis, es decir carteros, los dos llevan
todo en días de mercado, un cuadro de anima- cuchma, pequeño poncho de lana negra doblado
ción extraordinaria. Campesinos de la más di- en agudos y vigorosos pliegues, que todavía se
versa mezcla de razas y sobre todo indios e in- usa como vestido de fiesta, pero que antes de-
dias de pura sangre, acompañados de sus hi- bió ser de uso común.
jos, todos, pequeños y grandes, con pesados
bultos y arreando por delante caballos con sus Además de esta cuchma el vestido se compone
respectivas cargas, van para la ciudad; gentes a de otras dos piezas, una camisa corta sin man-
caballo, bien o mal montadas se mueven en fila gas que se lleva como túnica, y unos pantalones
interminable a lo largo de la carretera. El sem- amplios que llegan hasta un poco más arriba de
blante de aquellos con quienes nos topamos, las rodillas. Ambas piezas están hechas de algo-
su vestimenta, aun cuando es tan pobre y mez- dón blanco y liviano; adornan los pantalones, en
quina, así como todo lo que lleva la gente y el sus bordes inferiores, franjas bordadas en rojo,
modo como lo lleva, también sus movimientos cuyo modelo coincide con el de los materiales
y maniobras, todo ello despierta nuestra aten- del antiguo Perú. El cabello es de un color negro
ción; cada grupo de los que llegan, la mezco- intenso, cuya abundancia hace superfluo cual-
lanza de hombres, mujeres y niños tal como se quier sombrero. Uno de los indios lo tiene entre-
dejan ver, quisiéramos que se gravaran en lazado detrás en dos trenzas, una superior más
nuestra memoria. No es un cuadro de opulen- estrecha y una inferior más densa y compacta y
cia y bienestar, sino uno de fatigosa actividad y que le llega casi hasta la cadera.
de una moderación como la que exige esta na-
turaleza que trata de no derrochar sus capaci-

382
PINTURA 180 PINTURA 182

INDIO DE ZÁMBIZA UN INDIO Y SU HIJO DE LA HACIENDA PESI-


LLO, LLAMANDO A LOS CONCIERTOS A LA
La población de Zámbiza ha sido mencionada ORACIÓN MATUTINA
varias veces en la descripción del Pichincha.
Queda más o menos a tres horas de camino al El indio del altiplano del Ecuador es por natura-
norte de la capital, en la empinada pendiente leza humilde y religioso y el fomentar esta humil-
que da al valle de Chillo, y se caracteriza por de sumisión y explotarla en provecho propio es
una población de indios muy típica. Con fre- algo en que se empeñan ávidamente el número
cuencia se ven en Quito individuos de esta ra- relativamente pequeño de los que, como hijos
za, puesto que las autoridades gustan de obli- póstumos de los conquistadores españoles, se
garles a ejecutar trabajos de obras públicas, han adueñado de la tierra, de la cual el indio era
especialmente el empedrado y el barrido de dueño original y en que ahora tiene que trabajar
las calles. como esclavo con el sudor de su frente. Para
mantener íntegra en todo su rigor esta esclavi-
La pintura nos muestra a dos de estos indios tud también en el Ecuador, el clero apoya a los
en el momento de la comida que ya les ha pre- acomodados dueños de tierras, y de buen grado,
parado una india joven de la misma población. sin quedarse nunca corto.
Ella les está sirviendo también chicha sacada
de una gran tinaja. La comida consiste en el Al indio que, como trabajador del campo, vive
manjar predilecto, la gancha o maíz tostado en lejos de las aldeas y de las grandes poblacio-
manteca. nes y, en calidad de concierto, pertenece como
esclavo a una hacienda, se lo mantiene bajo es-
tricta disciplina de la Iglesia. Los niños son
PINTURA 181 bautizados conforme a los preceptos, a las mu-
jeres y a los hombres se los hace acudir a la
UNA INDIA JOVEN DE GUAMOTE CON SU confesión y a la penitencia, la falta a la misa se
LLAMA castiga, deben celebrarse las grandes y peque-
ñas fiestas de la Iglesia, cuya parte principal
Ella está regresando del día de mercado de constituyen los petardos y fuegos artificiales y
Riobamba, y a nuestra pregunta de ¿A dónde al cura se le debe pagar una elevada suma. To-
va? nos contesta: Guamoteman ñuca quiquin do está enteramente bien organizado. Sólo
cuchuman rinimi: voy a mi rinconcito de Gua- que, por desgracia, precisamente aquellos que
mote. practican esta rigurosa disciplina, parece que
no tienen la mínima vocación para aquello. En
las fiestas de la Iglesia, que a veces duran va-
rios días, el indio trata de olvidar la miseria de
su existencia con una gran borrachera de chi-
cha; y más bien dejamos sin comentario el
hecho de que esto pueda ocurrir al mismo
tiempo en la casa del cura, el más íntimo servi-
dor de la Iglesia, y el influjo que puede ejercer
el ejemplo de su conducta en los de raza abo-

383
rigen, que en su mezcla de sangre tal vez no guiente: primero pronuncia el mayordomo solo
son muy distintos; sólo quisiéramos hacer no- cada frase, y no continúa hasta que toda la con-
tar que la gran seguridad personal que a pesar currencia la haya repetido al unísono. Como es-
de todos los disturbios políticos, reina en las ta separación de las frases dificulta mucho la
repúblicas de Sudamérica, incluido el Ecuador, comprensión de la oración que ellas conforman,
se debe exclusivamente al alto grado de mora- se puede presumir con gran probabilidad que
lidad, honradez, lealtad y amor a la familia que los indios, a pesar de asistir durante muchos
es inherente a la población india desde el naci- años a estas oraciones diarias, no habrán com-
177
miento y que hasta hoy día no se ha perdido . prendido ni el sentido de las oraciones, ni serán
capaces de repetir de memoria el texto de las
Además de la fiel asistencia a la Iglesia obser- mismas, que han recitado de modo literal tantas
vada por el indio los días domingos, en la sie- veces. Sin embargo, eso tampoco importa; el re-
rra del Ecuador con su viejo sistema feudal, se zo es solamente un pretexto para ejercer cada
ha tomado también otro medio para tener al día sobre los indios una presión lo más fuerte
indio —nombre con que se designa despectiva- posible. También las mujeres deben participar
mente a los aborígenes— más familiarizado en esta faena antes de poder regresar a sus cho-
con la moral de la Iglesia Católica; en todas las zas, que muchas veces quedan a una hora de ca-
grandes haciendas se ha establecido una oración mino. La mujer puede dedicarse a los asuntos de
matutina llamada el rezo. Para el cumplimiento de la casa, que sólo le incumben a ella, ya que los
esta hora de práctica piadosa, todos los concier- hombres están obligados a trabajar para la ha-
tos, hombres, mujeres y niños mayores tienen cienda hasta la caída del sol. Así se pasa un día
que reunirse todos los días, mucho antes del ama- y otro día. Además habría que añadir que el ma-
necer, con frecuencia ya a las cuatro de la maña- yordomo, entre el rezo y la faena, ejecuta los cas-
na, en una casa de la hacienda. tigos de las faltas en que ha incurrido uno u otro
de los indios ya sea por impuntualidad al rezo,
El mismo mayordomo es el que dirige el ejercicio pérdida de tiempo en el trabajo o algún otro des-
piadoso que se hace en la lengua quechua, a oscu- cuido en las ordenanzas de la hacienda. Estos
ras o tal vez al brillo de un leño encendido o a la castigos consisten ordinariamente en latigazos,
luz moribunda de una lámpara de grasa, a la que aunque a veces se emplea también el cepo, cuan-
sirve de recipiente un pedazo de tarro. Por lo ge- do la hacienda dispone de este instrumento. To-
neral se recitan el Padre Nuestro, la Salve, el Cre- davía más grave resulta el castigo si se convier-
do y otras oraciones pequeñas; pero también, te en multa porque ella aumenta la ya considera-
además de éstas, muchos días se recitan largos ble deuda del indio asentada en cuenta y le ata,
capítulos del Catecismo, es decir la propia doctri- a él y a su familia, cada vez más indisolublemen-
na cristiana. te a la hacienda, incluso con vínculos legales.
Por eso los más capaces de los conciertos no se
Estas oraciones duran según las circunstancias avienen de buena gana a esta forma de castigo,
una hora o más, y el modo de hacerlas es el si- al parecer más benigna. No queremos dejar de

177
Coacciones como éstas, que siguieron a la conquista de América, están sufriendo actualmente en África la raza negra. Y sólo los siglos
venideros podrán decir si ella está en capacidad de presentar a los daños materiales recibidos de la raza blanca, la misma resistencia
moral que han logrado los pueblos americanos. Pero por desgracia, ya desde ahora, debemos garantizar que la ocupación de África, que
se ha consumado desde hace años bajo el escudo de las armas de la civilización, es de un parecido sorprendente, justamente en sus ras-
gos más detestables, a la conquista de América que con toda razón se critica.

384
mencionar que el concierto, además de los debe- tres ollas negras por el humo, algunos recipientes
res que le impone la hacienda tiene que procu- de calabaza que sirven como platos para la comi-
rarse también, para el sustento suyo y el de su da, unas pequeñas cucharas de palo y –como lo
familia y para el vestido indispensable, una paga más valioso— barras y batidores que componen
en moneda contante, pero que nunca recibe, el rudimentario aparato para tejer. Pues, en efecto,
aun cuando le está legalmente asegurada. Esto las toscas telas que llevan los indios son fabrica-
lo mencionamos para caracterizar el sistema de das por ellos mismos y consisten, al menos para
178
conciertos tal como se maneja en el Ecuador . las mujeres, sólo en paños que, dispuestos tal co-
mo salen del tejido, se sujetan al cuerpo uniéndo-
Estas son, pues, las condiciones en que el indio se con grandes agujas (topos) o por medio de fa-
representado en la pintura llama a la oración a jas. Esta gente casi no llega a ver el dinero: ponga-
sus compañeros de raza y de sufrimiento. Para mos por caso que hayan llevado un saco de papas
hacer oír su voz a lo lejos, ha subido a una loma; al mercado de Riobamba, pues aun entonces el di-
está junto a él su hijo pequeño teniendo en la ma- nero no dura mucho tiempo en sus manos; los rea-
no simbólicamente el libro de la doctrina. El grue- les que han conseguido los gastan de ser posible
so vestido que llevan el padre y elijo, los brazos el mismo día en chicha o aguardiente; tal vez el cu-
tapados con los ponchos doblados, nos dicen que ra también (el párroco) ya de antemano lo ha exi-
debe ser una mañana muy fría que acaba de des- gido como cuota para una fiesta o una misa, desli-
puntar en un cielo encapotado. zándolo en su espacioso bolsillo.

Aun cuando estos indios de la sierra se han retira-


PINTURA 183 do lo más lejos posible del contacto de sus opre-
sores, los descendientes de los españoles que vi-
UNA INDIA ANCIANA Y SU NIETO ven en las grandes poblaciones, y prefirieron
aguantar todas las inclemencias del clima, sin em-
Habitantes del páramo de Guallaló. En ellos ve- bargo tienen que preocuparse siempre por con-
mos representado el tipo de los indios que para servar sus pequeñas propiedades. Cuando en su
vivir han elegido la zona montañosa más inhóspi- retirada zona llegan a ver a algún blanco, ya están
ta debido a su altura. temiendo que haya venido a explorar su propie-
dad, a imponerles tributos o trabajos, a llevarles
Son gente buena, pobre, muy trabajadora, que no sus puercos bajo el pretexto de cobrarles alguna
tiene ninguna esperanza de poder mejorar su si- deuda, o hasta quizás, como nuevo propietario
tuación. Todos sus bienes consisten en una choza del suelo, expulsarles de su terruño. Por desgra-
de paja, un pedazo de tierra, algunos puercos, dos cia, no hay que negar que se ha dado a los indios
o tres ovejas y quizá también un asno o un buey. buen fundamento para estos temores.
Sus herramientas de trabajo son un arado con re-
ja de madera, un machete, un hacha vieja y varios Por eso el extranjero encuentra en esta gente una
azadones de madera tosca. El mobiliario en el in- gran desconfianza. Así me ocurrió también a mí. Só-
terior de la choza se reduce a unos cántaros de ba- lo a costa de un gran esfuerzo de persuasión se lo-
rro para agua, cuyo fondo termina en punta, dos o gró que mis peones que hablan quichua indujeran a

178
Una descripción muy ajustada a la verdad del estado social del Ecuador, al que hemos aludido aquí brevemente, la debemos al anterior
ministro norteamericano residente en Quito, señor F. Hassaurek: Years among Spanish-Americans, 1868.

385
la anciana –que ya tendría sus 80 o 90 años— y a una muñeca, llegó corriendo, visiblemente muy
que la vemos retratada fielmente en la pintura, a contenta de haber realizado el encargo de mane-
sentarse por un rato. Pero se negó a aceptar has- ra tan efectiva.
ta el dinero y el aguardiente que normalmente no
dejan de tener efecto; tan convencida estaba ella Otra india no tan joven nos está dando las espal-
de que se estaba enfrentando a una desgracia. Por das. El pintor la ha dibujado en esta posición, no
fin el pintor pudo comenzar su trabajo y, gracias sólo por su trenza bien hecha y sujeta con una
a su experta mano, terminarlo en el corto tiempo cinta, sino para hacernos ver cómo atan, para po-
que le fue concedido. der llevarlas a las espaldas, las tinajas que por de-
bajo terminan en punta, y en las que traen el agua
El rostro y la actitud de la anciana —ella no se muchas veces desde muy lejos.
atrevía a mirar—, permiten ver claramente en la
pintura su desesperación; una pequeña azada que El páramo de Guallaló (pintura 138), en el que se
sostiene por delante en la mano se apoya en su ejecutó esta pintura, queda a una distancia de en-
costado; evidentemente estaba resignada a lo tre 20 a 25 km. al oeste de Riobamba.
peor, tal vez a una decapitación, o al menos a un
interrogatorio criminal, y este temor tuvo que ser
el que puso en su boca estas palabras: ñuca mana PINTURA 184
imata yachani, ñuca churicuna cari yachanga, amo-
curapac serviciopi tian, úca ña guañucuni, que más INDIO NEGOCIANTE
o menos significan: "Yo no se nada, tal vez sabe mi
hijo que sirve en casa del cura (párroco); yo ya Vendedor ambulante de garbanzos y maní. El indio
estoy para morir". es natural de la ya mencionada población de Zám-
biza en donde se cultivan en pequeñas cantidades
También la nieta, poco menos que la abuela, era las dos clases de frutos.
presa del temor. Para escapar del peligro que tam-
bién a ella le amenazaba de ser retratada, se había Al oficio de vendedor ambulante se dedica con
refugiado en un grupo de casas alejadas ocultán- mucha predilección el indio de ciertas zonas,
dose en ellas. Pero como en la expresión de su pues siendo un insuperable andador y un resis-
rostro y en el color de sus mejillas se advertía un tente cargador, le da dicha ocupación la mejor
aspecto típico, no quise perderlo para la pintura oportunidad para aprovechar estas habilidades.
pues además se había reservado un sitio en el Por semanas y meses recorre el país, y no vuelve
lienzo para su figura. Envié a algunas personas a sino después de que ha colocado sus mercade-
buscarla, una de las cuales logró encontrarla y rías, para salir nuevamente con otras179. Este zam-
volverla a traer, seguramente muy en contra de su bizeño pertenece también a este tipo de comer-
voluntad; trayendo a la chica en sus brazos como ciantes en pequeña escala.

179
El ejemplo más notable de la propensión a viajar a pie y a comerciar que es propia de muchos indios, es en todo caso el de los habitantes
de cierto distrito de la sierra boliviana, que como vendedores de remedios recorren toda Sudamérica, desde Panamá hasta el sur de Chile,
desde Guayaquil y Lima hasta Río de Janeiro y Buenos Aires, para vender los medicamentos recogidos y preparados por ellos mismos. Lo
más frecuentemente se oye designarlos como médicos bolivianos; en muchas regiones son conocidos con el nombre de chirihuanos, pero
en su tierra se los llama también callahuayas y por lo general suelen venir de un pueblo de nombre Chaquiaviri.
Los callahuayas por su apariencia externa y por su vestido son auténticos indios de la sierra boliviana, incluso llevan bajo el sombrero un
gorro con borla o un pañuelo, hablan aimará o quichua y muy poco español. Sus hierbas disecadas y otros remedios secretos los cargan
siempre guardados en unos amplios sacos provistos de tirantes y, para esta mercancía, no sólo encuentran una amplia salida entre las
clases bajas del pueblo, sino que también en las clases más altas cuentan con muchos clientes dispuestos siempre a comprar sus pro-

386
El pintor lo ha dibujado con la forma que tiene de entre toda clase de preguntas y brindis de aguar-
llevar la mercancía sobre la cabeza y las espaldas; diente se alargó la transacción lo más posible,
ésta va recogida y envuelta en un gran lienzo, dos hasta que el señor Troya preparara su pincel y
de cuyas puntas, que cruzan diagonalmente, que- su lienzo.
dan anudadas. Con esta forma de cargar general-
mente en uso, la mayor parte del peso descansa en Pero cuando debía comenzar el trabajo de la pin-
la parte anterior de la cabeza, sobre la frente, no im- tura y nuestro modelo tenía que tomar posición
porta donde venga a quedar el nudo, aunque a me- determinada, el indio se mostró poco dispuesto a
nudo se coloca en la cara del cargador o cargadora. complacer estos deseos, buscó pretexto para es-
Uno de los lienzos de envolver, que ya ha quedado capar y hasta las palabras más persuasivas de sus
libre con la venta de la mercancía, es llevado por el paisanos que hablaban quichua y la vista de los
hombre sobre el poncho largo y angosto, puesto al- obsequios que se ponían por delante fueron insu-
rededor del cuerpo y anudado en el hombro dere- ficientes durante largo tiempo. Por fin pareció
cho. Completan su vestimenta un pantalón de me- que se ablandaba su resistencia, y el zambizeño
dia pierna estrecho y una camisa corta con mangas. hasta hace poco rato esquivo cedió a lo inevita-
La muy primitiva balanza pequeña que sostiene en ble; ocupó el sitio que se había señalado y la po-
la mano derecha es típica de un vendedor. sición indicada. Pero ya a los pocos minutos,
cuando el señor Troya apenas si había esbozado
Por otra parte, a la ejecución del retrato aquí pre- su figura en el lienzo, recogió con hábil maniobra
sentado, va unido un hecho de poca monta que la parte de su mercancía que estaba en el suelo, y
no quisiera dejar de contarlo. Es muy a propósito escapó a toda prisa por la puerta, que para tener
para caracterizar maravillosamente la bondad y luz había quedado abierta. Unos pocos saltos lar-
tolerancia naturales de los indios, que han sido gos lo llevaron afuera: la pintura hubo de quedar
cualidades tan funestas para el pueblo. Pero al inconclusa.
mismo tiempo hace también resaltar la astucia
con que la naturaleza ha dotado al indio como Había pasado más de un año cuando me encontré
única arma contra sus opresores intelectualmen- de nuevo en Latacunga y un día andaba yo dando
te superiores, extraños a su raza y nada escrupu- vueltas por la plaza del mercado llena de compra-
losos en sus recursos. dores y vendedores. Entonces quiso la suerte que
se me presentara de pronto el zambizeño deser-
El joven zambizeño de fuerte complexión, mien- tor; encuentro inesperado por ambas partes, por
tras en Latacunga iba de casa en casa ofreciendo cierto nada agradable para él, lo que, sin embar-
su mercancía, llegó también a mis puertas. Y co- go, no le impidió recibir mi amistoso saludo. Na-
mo su figura y vestimenta correspondían exacta- turalmente éste no era enteramente gratuito pues
mente al modelo que hace mucho tiempo había me debía ayudar a tener de nuevo la sesión que la
andado buscando yo en vano para llevarlo al pin- otra vez se interrumpió tan rápido, cosa que el in-
tor, vino como a pedir de boca. De modo compla- dio podía imaginarse en el acto. Pero era fácil pre-
ciente se le compró una parte de su mercancía, y ver que la invitación de pasar de nuevo a mi casa

ductos. Aunque son indios de la más pura sangre, nada impertinentes en sus modales externos, y más bien tímidamente reservados, estos
curanderos son gente muy lista. Saben avivar la confianza de los que necesitan curarse, llevando casi sin excepción sobre el pecho un
crucifijo muchas veces de un pie de tamaño, de plata y ricamente decorado; y saben adaptar a la maravilla su negocio a las creencias de
la Iglesia y, con ello, hacerse de pacientes que no saben bien si deben dirigir más su confianza a los milagros o a los remedios secretos de
los indios. Evidentemente estamos aquí ante una costumbre comercial, cuyo origen se remonta a la época prehispánica y puede contarse
en el número de las más notables tradiciones provenientes de las costumbres populares de aquel tiempo.

387
con sus mercancías, no tendría éxito. Mientras se mo sitio que había abandonado como fugitivo el
desarrollaba nuestra plática aparecieron por ca- año anterior. Pronto quedó hecho el trabajo del
sualidad en la plaza algunas de mis gentes para pintor, el zambizeño recibió una amplia compen-
hacer sus compras. Se acercaron, comprendieron sación, nos despedimos como amigos y espero
la situación y trataron por su parte de convencer que si acaso le haya sucedido alguna desgracia en
al indio de que no cambiara su venida para otro la vida, no la haya atribuido, por superstición, a
día, como quería hacerlo, sino que los acompaña- esta sesión ocurrida contra su voluntad.
ra para ganarse hoy mismo su dinero.
En estas demandas ponían fuerza con mucha ma-
ña, rodeándole entre bromas y risas y tratando de PINTURA 185
encaminarle en la dirección donde estaba la casa
temida por él. Esto se logró por un corto trecho, "EL YUMBO", INDIO JÍBARO DE LA REGIÓN DEL
sin que el fornido indio intentara resistir o romper RÍO NAPO
el círculo de los que le asediaban o montar en có-
lera. El tranquilo zambizeño recurrió a otro expe- En Quito se llaman yumbos a los indios de tierra
diente para librarse de su molesta situación, ex- caliente.
pediente que le inspiraba su inocente astucia: se
tendió en el suelo cuan largo era y sin movimien- Este retrato realmente típico de un jíbaro me lo
to, haciéndose el muerto. Pero, por supuesto, envió desde Quito, como regalo, mi antiguo sir-
ahora le fallaron los cálculos porque en un abrir y viente Javier Campaña, el año de 1880. Es de un
cerrar de ojos se vio asido por ocho fuertes bra- pintor desconocido.
zos que lo alcanzaron en vilo y lo sacaron en
triunfo. Cinco minutos más tarde estaba en el mis-

388
ANEXO A LA DESCRIPCIÓN DE LAS PINTURAS

INFORME EPISTOLAR ENVIADO AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR, SEÑOR


GABRIEL GARCÍA MORENO, SOBRE ALGUNAS EXCURSIONES Y ASCENSIONES A LAS MONTAÑAS
EN EL ECUADOR

Excelentísimo Señor: ve relato sobre la primera ascensión al cráter del


Tungurahua, que por su configuración puede ser
Desde que tuve el honor de enviar a V. Excelencia considerado, por así decirlo, como un hermano
un corto relato acerca de mi viaje al Sangay, ha más joven del Cotopaxi, séame permitido añadir
transcurrido casi un año. Al tomarse ahora la li- algunos detalles sobre mi viaje, que tal vez sean
bertad de presentar a V. Exc. como continuación dignos de mención. El tiempo permanentemente
de aquel relato, una corta descripción de mis nue- desfavorable durante el llamado verano (junio, ju-
vos viajes en el Ecuador, me respaldo en el interés lio y agosto) me obligó, tras mi regreso de la ex-
que V. Exc. tuvo la bondad de prestar a nuestras cursión al Sangay (19 de abril a mayo de 1872), a
investigaciones geológicas y a nuestros dibujos renunciar a mis observaciones en la cordillera
topográficos de las montañas volcánicas del oriental de Riobamba y visitar primeramente las
180
Ecuador . montañas del occidente de esta ciudad, que en
los meses de julio y agosto están con frecuencia
En el curso de algo más de tres años, nos ha sido despejadas; si bien no son raras las tormentas de
posible, al señor doctor Reiss y a mí, recorrer y nieve que, además, son tan fuertes que no se pue-
estudiar más detalladamente las montañas del de observar sino la parte baja de las montañas.
Ecuador con mayor tranquilidad de la que han go- Entonces subí repetidas veces las pendientes del
zado anteriores viajeros. Entre los diversos resul- Chimborazo y del Carihuairazo, estableciendo mi
tados que tenemos que señalar, uno de los más in- centro de operaciones en Chiquipoquio, en el
teresantes es el aumento de la lista de los montes tambo de Totorillas, en Cunuc-yacu y Guaranda.
que se pueden reconocer como montañas volcá-
nicas de mayor o menor antigüedad. CHIMBORAZO

Pero entre todas estas grandes montañas volcáni- De los resultados de este viaje quisiera mencio-
cas del Ecuador, hay solamente tres que por su for- nar solamente un hecho relacionado con la es-
ma cónica corresponden al significado acostum- tructura geológica del Chimborazo, hecho que
brado de la palabra volcán y que hasta la época no puede sustraerse a la mirada del observador.
más reciente dan a conocer de vez en cuando, por Cuando se viene de Guaranda (pintura 106) se
sus erupciones, de qué tipo es su origen. Todos los nota que la formación primitiva, así como las ca-
demás montes tienen formas complicadas, por lo pas sedimentarias que forman la base del neva-
que despiertan el particular interés del geólogo; do, suben hasta una altura de 4000 o quizás 4400
pero entre éstos, también hay uno que todavía con- m., y aquí están cubiertas no de lava derramada
serva una pequeña actividad: el Pichincha. sino por potentes capas de escombros y arena.
Para la altura del propio Chimborazo, es decir
Como mi particular intención es hablar de las para la parte que va desde aquella base hasta la
montañas del primer tipo y proporcionar un bre- cumbre, que ha sido formada por la actividad

180
Carta del señor don Alfonso Stübel a S. E., el Presidente de la República, sobre sus viajes a las montañas del Chimborazo, Altar, Etc., y en
especial sobre sus ascensiones al Tungurahua y al Cotopaxi (El Nacional, Quito, 25 de abril de 1873).
La traducción de la carta aquí presentada se ajusta en lo esencial al tenor del texto español, tal como fue redactado hace 24 años justa-
mente después de realizados los viajes, con la impresión fresca de los resultados. Para no menoscabar la continuidad de este informe
hemos reproducido íntegramente también algunos pasajes que podrán parecer una repetición de lo ya dicho; en esta descripción topográ-
fica de las montañas volcánicas no puede evitarse el recurrir en ciertos puntos al mencionado primer relato.
El texto de esta carta solamente ha sufrido una ampliación en la medida en que se le ha añadido algunas anotaciones, que quizás pueden
servir para completar el cuadro general de un viaje por el Ecuador para el lector que no es del país. También hemos señalado los números
de las pinturas que ilustran las distintas partes de los viajes.

389
volcánica, quedan (en el lado occidental) todavía el Pasochoa y otros más. Un valle que en el lado
unos 2000 o 2300 m.; así pues, algo menos de lo oriental se une a esta caldera, tiene el nombre de
que tiene la altura del Pichincha, sobre Quito. Salazaca (panorama VIII). A su salida se alza el ce-
rro Puñalica (pintura 97), que es un cono eruptivo
Aun cuando por esta circunstancia el Chimborazo de extraordinario tamaño y cuya cumbre brinda
cede un poco de altura frente a las otras grandes la más completa vista sobre el Carihuairazo, las
montañas volcánicas, sin embargo entre los neva- puntas de su cresta y las masas glaciares que lle-
dos no pierde por ello nada de su majestad; nun- nan el fondo de la caldera. Desde este punto cree
ca se podrá negar que es un monte con el que po- uno mirar un segundo Altar, pero no es sino un re-
cos en la Tierra pueden equipararse, y que ade- medo que no se le iguala en belleza.
más en su tiempo ha sido el más alto volcán en los
Andes del Ecuador. ZONA DE ALAUSÍ

En cambio, el lado oriental del Chimborazo ofrece el Otra excursión, que emprendí a la población de
aspecto de un volcán más joven, y por cierto a causa Alausí, tuvo por finalidad el conocer las minas
de la gran cantidad de lava derramada, que cubre en- de azufre de Tixán, y fue para mí especialmente
teramente sus faldas y se divide en dos anchos rama- notable el encontrar un lugar en el que antes de-
les, uno de los cuales se prolonga hasta cerca de Mo- bió haber tenido lugar una fuerte actividad de fu-
cha, y el otro –conocido con el nombre de La Reven- marolas, que ha precipitado aquel mineral con
tazón— se ha abierto paso hasta la población de Gua- un alto grado de pureza, transformando al mis-
no, hasta un punto con una altitud de sólo 2732 m. so- mo tiempo la roca volcánica en alunita. Aun
bre el nivel del mar (panorama X). cuando esta mina no es inagotable y apenas me-
recería la pena una explotación minera en gran-
CARIHUAIRAZO de, podría obtenerse una extracción íntegra, si
se empleara el procedimiento de fundición de la
No menos que el Chimborazo, por su altura, sor- antigua sicilia que, prescindiendo de la pérdida
prende el Carihuairazo (pintura 105) (que el viaje- de una pequeña parte del material, no ocasiona
ro ve delante suyo cuando en el Arenal grande gastos de ningún tipo.
vuelve sus espaldas al Chimborazo) por la gigan-
tesca masa de nieve que se acumula en su declive El clima rigurosos en las alturas del Azuay se
occidental. Con su poca inclinación y su gran ex- propagó en el mes de julio, por todos los mon-
tensión por encima del límite de la nieve, este de- tes, valles de las cercanías, y un fuerte y helado
clive favorece el amontonamiento de las masas de viento acarreó una niebla húmeda que me impi-
nieve. Son éstas las más potentes que he observa- dió visitar las altas cadenas montañosas que
do en cualquier parte de los Andes. quedan sobre Tixán, que muy probablemente
constan de rocas volcánicas, y cuya cumbre
La forma básica del Carihuairazo es la misma que más alta es la de Guamaní, que con frecuencia
tan frecuentemente presentan los volcanes del está cubierta de nieve181.
Ecuador; a saber, una caldera cerrada en gran par-
te por una escarpada pared de rocas, como la que Tan cerca de la gran carretera que en el futuro
exhiben en menor escala el Corazón, Rumiñahui, unirá la capital con la costa, no pude menos que

181
No confundirlo con el Guamaní de la cordillera Oriental de Quito.

390
darme cuenta de las dificultades que ha habido petidas veces se ha tratado de explotar pero
que vencer en su construcción; muy bien se siempre sin el esperado resultado.
puede asegurar que esta carretera, después de
su conclusión, se podrá comparar dignamente VIAJE AL CONDORASTO
con las más famosas carreteras de los Andes, no
solamente por sus innumerables vueltas sobre La esperanza de un tiempo más favorable en el
las laderas de la cordillera, sino también por la mes de octubre, que me aseguraron los habitan-
perspectiva de belleza variada que ofrece en ca- tes de Riobamba, me movió a emprender de nue-
da tramo del Azuay y de sus valle poblados de vo el 15 del mismo mes, mis correrías en la cordi-
bosques182. llera Oriental, y me dirigí en primer lugar al cerro
Condorasto, que tiene fama de albergar ricas mi-
Al mismo tiempo, las rocas que han sido voladas nas, motivo por el que repetidas veces es la meta
a fin de conseguir el espacio requerido para la ca- de aventureros locales y extranjeros que casual-
rretera, me dieron una muy buena oportunidad mente han venido a dar al Ecuador. En ocasiones
para estudiar las condiciones petrográficas de se dictaminó que sus rocas contenían oro y en
ciertos tipos de roca muy antiguos (diorita, diaba- otras, que solamente plata.
sa, etc.) que afloran en esta parte de la cordillera
occidental y parecen llegar hasta su cumbre. Por cierto, no me gobernaba a mí el mismo inte-
rés que a éstos, sino que abrigaba yo el convenci-
PÁRAMO DE CUBILLÍN miento de que este camino, que atraviesa toda la
zona de la cordillera que se halla detrás del Altar,
En el mes de septiembre, cuando son menos fre- debía ofrecer un cuadro topográfico altamente
cuentes las nevadas en la cordillera Oriental de aleccionador.
Riobamba, emprendí un rápido viaje al páramo de
Cubillín (pinturas 122, 123), para investigar las No me había equivocado en lo concerniente a la
crestas rocosas que construyen las elevaciones configuración del terreno; pero, respecto al clima,
más altas de esta cadena y tienen todo el carácter tanto, que muy pronto se fue a pique mi esperan-
de la formación volcánica. De hecho encontré ro- za de poder completar el mapa de esta parte de la
cas eruptivas in situ y tuve ocasión de convencer- cordillera.
me de que el Cubillín forma sólo una pequeña par-
te de un extenso páramo de nombre Quilimás, cu- La región que hay detrás del Altar ofrece un es-
yas ramificaciones limitan por el sur con el valle cenario por demás pintoresco y grandioso; pre-
de Alao, y por el norte se extienden hasta cerca senta más abundancia de agua que ninguna otra
del Condorasto. Por haber bloqueado el camino parte de la sierra de las que he conocido. Los
un gran espesor de nieve, no me fue posible, ni numerosos valles y quebradas paralelas divi-
aun bajo la guía del señor Benjamín Chiriboga, den el basamento del Altar por el nororiente
muy conocedor del camino y que tuvo la gran hasta las lomas del Condorasto, está atravesa-
amabilidad de acompañarme, avanzar hasta las do por torrentes espumeantes que tienen su
presuntas minas de plata del Cubillín (aproxima- origen en los extensos campos de nieve y en su
damente a 4230 m. sobre el nivel del mar) que re- curso forman innumerables cascadas pequeñas y

182
La continuación de esta carretera fue interrumpida después de la muerte de García Moreno (1875), y asimismo la vía férrea, que poco
después se comenzó a construir en vez de la carretera, hasta ahora (1896) no ha llegado a progresar más allá de sus primeros inicios.

391
grandes. El suelo por donde se pasa es general- sería imposible encontrar vetas metalíferas. Men-
mente pantanoso183. ciono expresamente esta circunstancia porque en
el Ecuador, con demasiada frecuencia se han re-
El punto central de esta región lo forma el verde buscado en las rocas eruptivas, es decir, en las la-
espejo de una laguna, cuyo desagüe, lo mismo vas recientes, minerales ricos en oro o en plata,
que el de los otros arroyos de allí, va a dar en el rocas en las cuales la presencia de estos metales
Amazonas. Por desgracia, durante toda nuestra está absolutamente excluida. Al decir que sería
permanencia en el Condorasto la inclemencia del posible descubrir en el Condorasto vetas metalí-
tiempo estuvo tan de acuerdo con el cuadro ya de feras, estoy lejos de afirmar que se hayan encon-
suyo sombrío del paisaje, que sólo por excepción trado; por el contrario, podría yo hacer hincapié
me fue dado el poder orientarme sobre la direc- en que vetas de cuarzo puro, como las que apare-
ción en la que íbamos. Una de las tormentas de cen en el Condorasto, de ninguna manera son ne-
nieve, que no habían faltado día y noche, nos pu- cesariamente indicio de la presencia de metales
so todavía en una situación realmente crítica nobles. La nieve ha llenado los hoyos que han
cuando, estando ya para regresar (pintura 142), quedado como restos de los intentos de explota-
nos vimos obligados a trasponer el paso de Yui- ción, y así no pude examinar más de cerca los em-
184
bug (4277 m.) hundiéndonos en la nieve . plazamientos de las vetas, cuya roca se había per-
forado hasta unos pocos metros de profundidad.
Como ya he mencionado, el Condorasto ha atraí- Para darme cuenta de lo aventurado de la empre-
do tanto a ecuatorianos como a extranjeros, por sa, fue suficiente el ver que se había comenzado a
la fama de su gran riqueza en metales, que siem- abrir socavones en las rocas en las que ni siquie-
pre a este respecto se ha mostrado engañosa, sin ra había habido vetas o venillas de cuarzo. Así
que por eso se haya conmovido en lo más mínimo pues, en esta explotación minera llevada a cabo
la fe de los nativos del país en la supuesta rique- meramente al más puro estilo de las búsquedas
za de la región. Las desnudas rocas que tienen el de tesoros, por lo visto no se ha tratado más que
nombre de Condorasto forman una parte de la ba- de explotar duramente unos meses el bolsillo de
se del Altar y constan de rocas antiguas masivas, algunas gentes tan codiciosas como crédulas. Pe-
principalmente de esquisto de mica, en las que no ro de todos modos, lo interesante en esto es que

183
Un desarrollo sólo raquítico presenta aquí la vegetación de páramo, tan abundante en cualquier otra parte; la misma hierba se ve delga-
da y mezquina; a lo más crecen unos duros juncos, como en los alrededores de Sara-urcu. No se ve ningún árbol, a lo sumo bajos mato-
rrales, y eso solamente en donde la configuración de las rocas les brinda una protección especial. A menudo la capa de humus apenas tie-
ne un pie de espesor y descansa directamente sobre una superficie rocosa bastante fresca y no disgregada, que también en muchos si-
tios aflora desnuda.
184
Los cargadores, que habían llegado primeros al paso, se habían tenido en la nieve por el excesivo cansancio. Al llegar nosotros en último
lugar, los encontramos ya tan encogidos y tan apáticos por el frío, que únicamente se les podía hacer ponerse en pie con métodos violen-
tos, sin cuya utilización, irremisiblemente se hubieran muerto congelados. Toda la caravana estaba en silencio, pero como a una sola voz
de mando y dejando todas las cargas, se dispersó mientras cada uno huía desesperadamente y cada quien trataba de llegar por el cami-
no más corto al valle de Tiacos. Sólo 400 m. más abajo, en el límite de la nieve recién caída, nos reunimos de nuevo al romper la noche,
justamente en el sitio donde cinco días antes había estado nuestro campamento de carpas. Solo faltaban dos personas. A pesar de este
contratiempo nuestra situación resultaba todavía muy soportable, porque precisamente en este lugar, a la ida, habíamos tenido que de-
jar una de las tiendas debido a que dos de los cargadores, y encima de eso los más conocedores del camino, habían huido por la noche,
aunque otras partes del bagaje hubieran sido aún más necesarias que la tienda. Con todo, ésta nos sirvió de anhelado abrigo; además, al-
gunos de entre la gente, habían salvado sus talegos de masca y los compartían gustosos con aquellos que, como nosotros mismos, no te-
nían nada para comer. Fuera de esto, cada uno pudo recibir un dedal de aguardiente, que había sido calentado en la lámpara de alcohol
de mi hipotermómetro. A una noche muy fría siguió una mañana de sol brillante y el señor Troya aprovechó este hecho que nos volvía a
la vida, para dibujar la pintura No. 120, que nos muestra la cumbre principal del Altar del lado de atrás y al mismo tiempo nos da una bue-
na idea del paso que tuvimos que atravesar en medio de la tormenta de nieve, aun cuando no era el mismo Pongo de Yuibug. Con crecien-
te preocupación todavía, todos nosotros echamos de menos a los dos hombres que se habían extraviado el día anterior. Cuando a medio
día queríamos ponernos en marcha para bajar al valle, aparecieron sus figuras en la cresta del paso. Habían bajado a otro valle del lado
este, hasta encontrar una roca que les prestara abrigo para la noche.

392
difícilmente se hubiera podido encontrar una lo- Chimborazo. No es fácil, con los grandes rodeos
calidad peor ubicada para una concesión minera que hay que dar, y con lo escarpado de las pen-
sin razón de ser, que el Condorasto. dientes que sólo se pueden subir a pie, avanzar
hasta la propia base del volcán.
No quisiera creer, como se me ha dicho, que mu-
chos de los infelices indios a quienes, tras sepa- El mejor camino es el que va desde Penipe (pintu-
rarles de la labor del arado, les obligaron sus ra 158), a través de la hacienda Candelaria y Rele-
amos a este desacostumbrado trabajo, han pere- che, hasta el valle de Collanes (pintura 118), que
cido; pero tengo por muy probable que, al menos se une de manera inmediata a la gran abertura en
algunos de ellos, han tenido que sufrir mucho en la pared del cráter. Este ancho y pantanoso valle
esta empresa carente de expectativas. nos lleva directamente a la amplia puerta por la
cual podemos ver claramente (pintura 119) cada
ALTAR roca del interior de la pared del cráter y la poten-
cia del glaciar que cubre el fondo del cráter. Sólo
El Altar es una obra maestra del mundo volcáni- unos pocos momentos de cielo despejado bastan
co. El anterior nombre del monte ha sido Cerro de para olvidar, con la visión de este escenario, todo
Collanes, designación que ha caído casi en el olvi- el cansancio del largo y fatigoso viaje. Durante los
do entre las gentes que viven frente al monte, y siete días que, con un gran número de acompa-
que en la actualidad alude sólo a una pequeña ñantes, pasé en el valle de Collanes a 3900 m. de
parte del declive occidental. Humboldt menciona altitud, valle que estuvo la mayor parte del tiem-
ocasionalmente dicho nombre como todavía co- po cubierto de densa niebla y azotado por tor-
nocido por todos. mentas, pude entrar dos veces al gran ventisque-
ro de Pasuasu en el interior del cráter, cosa que
El Altar tiene un sitio de excepción entre los vol- por lo demás no supone dificultades ni peligros
canes, no solamente por su forma peculiar sino dignos de mención.
también por sus condiciones tectónicas, o sea
por la forma cómo sus productos eruptivos más El límite inferior de la nieve perpetua desciende
recientes se han acumulado sobre el basamento aquí hasta los 4300 m. y en algunos sitios, al pie
no volcánico del modo más manifiesto. de la gran caída del glaciar, incluso hasta los 4000
m.; éste es, con mucho, el más bajo nivel de la nie-
Las negras masas de roca que, constituyendo una ve perpetua que he observado en la zona de la lí-
superposición en forma de paquetes, rodean la nea ecuatorial. Esto es posible aquí, por una par-
grandiosa caldera del cráter del Altar, cuyo fondo te, a causa de la configuración del suelo, por otra,
está cubierto de gigantescas masas de hielo y es- como ya antes se ha puesto de relieve, a causa de
combros de rocas, constan en su mayor parte de las peculiares condiciones meteorológicas de la
aglomerados, aunque no faltan rocas de estructu- cordillera oriental185.
ra cristalina compacta.
El señor Reiss en su viaje al cerro Hermoso de los
La altura de la parte volcánica del monte no so- Llanganates dio con el límite inferior de la nieve
brepasa quizás los 2000 m., al igual que en el de este monte a los 4242 m. de altitud, lo que con-

185
Como en las Cimarronas del Antisana, también en el Altar se encuentran manadas salvajes de ganado vacuno sin dueño, que pueden pas-
tar aquí muy a sus anchas porque el suelo pantanoso de los valles y lo escarpado de las pendientes montañosas protegen a estas bestias

393
cuerda con la observación arriba mencionada. sus grupos de árboles, como un oasis en medio
Durante mi permanencia en el valle de Collanes se del desierto. De pronto, casi en el instante de la
dieron con mucha frecuencia grandes y pequeños primera sacudida se alzaron, de las múltiples que-
desprendimientos de nieve del lado interior de la bradas que repetidamente serpentean a modo de
escarpada pared del cráter, con un cielo despeja- grietas, innumerables nubes de polvo como agita-
do y bajo el influjo del sol; hubo incluso tres y das fumarolas de vapor, y señalaron así, de mane-
cuatro desprendimientos en una hora, que siem- ra exacta, la dirección y el curso de cada una de
pre se hicieron notar por su ruido atronador. las quebradas. Se hubiera podido creer que el
suelo se había desgarrado y que brotaba vapor de
TEMBLORES todas las grietas. Pero el fenómeno se explica fá-
cilmente por el hecho de que, como efecto del
El más formidable desprendimiento de nieve de temblor, de las paredes de toba verticales de las
este tipo tuvo lugar el 24 de octubre a eso de las quebradas se habían desprendido secciones suel-
5 y 45 minutos de la tarde, pocos momentos des- tas y piedras que con su caída habían levantado
pués de un temblor bastante fuerte. A conse- el polvo. El denso polvo que envolvía Riobamba
cuencia de este temblor se desprendió una gran hacía suponer que el temblor, que produjo una le-
masa de nieve y se precipitó en lo profundo de ve oscilación del suelo bajo mis pies, había sido lo
la caldera del cráter con un estruendo percepti- suficientemente fuerte como para transformar a
ble de lejos. la ciudad en un montón de ruinas. Pero poco des-
pués todas las distintas columnas de polvo que
Cuando sobrevino el temblor, me encontraba pre- subían en dirección vertical se apelotonaron for-
cisamente ocupado en hacer mediciones frente al mando una gran nube que, llevada por una ligera
Altar (pintura 118), en una elevación de 3600 m. corriente de aire hacia el Chimborazo, veló el ho-
(800 m. sobre Riobamba) llamada Tusapalang, rizonte aunque en seguida hizo aparecer clara de-
que permite una visión muy completa sobre la lla- trás de sí la llanura de Riobamba . 186

nura de Riobamba (panorama X, pintura 113). Es-


ta llanura está formada por toba blanquecina, re- Dejando el valle de Collanes tomé un camino cer-
cubierta de ondulaciones de arena y atravesada cano a la cuchilla de la cordillera, con dirección
en todas direcciones por innumerables quebra- al Tungurahua, manteniéndome siempre a una
das, que casi siempre están secas y presentan pa- altitud de más de 4000 m. . En muchos sitios se
187

redes de confinamiento verticales. Sobre este te- encuentra aquí afloramientos de lavas que pro-
rreno estéril se destaca la ciudad de Riobamba, bablemente pertenecen a las mismas gigantes-
con sus campos de alfalfa verde esmeralda y con cas erupciones que constituyeron el Altar. Por

ariscas, que son veloces en su vida de libertad, hasta de la persecución de jinetes tan sumamente diestros como son los urcucamas de la
hacienda. Una mañana divisaron mis acompañantes, con gran alegría, una pequeña manada de estos orejanos (es decir, sin la identifica-
ción del propietario prendida en la oreja) en el valle de Collanes. Sin más, comenzó la cacería persecutoria; pero, a pesar del gran núme-
ro de gente que ardorosamente tomaban parte en la tarea, pasaron horas hasta lograr apartar de las demás, a una de las bestias, un be-
cerro crecido, y recién al caer la tarde fue posible acorralarlo en un sitio a propósito, y cazarlo.
186
(Nota del diario). La zona de Riobamba puede muy bien compararse con una estepa desértica de África; el polvo que llena la atmósfera
es muchas veces todavía peor que allá; y el viento, enteramente insoportable. Los dispersos árboles de mimosas de la estepa desértica
están representados aquí por los capulíes que, como aquellas, se esfuerzan en lo posible por proteger del sol a sus raíces. Tampoco fal-
tan los trozos de rocas tirados aquí y allá y pulidos por la arena móvil. Si se recorre la zona de cangagua de Yaruquíes bajo un sol deslum-
brante, se cree tener delante una parte de la montaña Mokattan del Cairo. Los montes están muchas veces ocultos por el polvo. A esta at-
mósfera polvorienta los indios la llaman cancán. También nos hace pensar en el desierto la gran falta de agua y madera, que hay en la re-
gión de Riobamba, lo mismo que de forraje para las bestias. A los bueyes se les echa hojas de cabuya como forraje. (El riobambeño sue-
le decir: El buey se mantiene a punta de cabuya).
187
En este camino, con un viento que soplaba con fuerza, hubo especial dificultad en transportar la pintura 119, que se acababa de pintar
pues estaba todavía húmeda y no podía ser enrollada.

394
desgracia, desde esta cuchilla no se puede llegar to (3698 m.) y Minza grande (4000 m.). No podría
directamente al Tungurahua. El valle profunda- haber un punto más apropiado para contemplar
mente entallado del río Puela, que nace en el ba- toda la ladera norte del Altar y de su basamento.
samento oriental del Altar, forma el límite entre Desde Minza chiquito, en donde yo había levanta-
ambos macizos montañosos. Nos vimos obliga- do mi campamento de carpas, se llega en pocas
dos a bajar de Utañag188 (3900 m.; como se llama a horas al arenal, que comienza a una altitud de
la parte más al norte de la cuchilla) hacia los cam- 4170 m., y al límite de la nieve a 4272 m.
pos de Matús.
El arenal constituye una recompensa a la fatiga de
TUNGURAHUA la ascensión del mineralogista por las muestras
de roca ricas en olivino y oligoclasa que aquí pue-
Ya desde hacía unos días se había despejado el Tun- de recoger del suelo189.
gurahua por momentos, pero ahora se nos mostraba
con total claridad (pintura 126) y con una iluminación El tiempo me resultaba muy favorable aun cuando el
que ponía muy de relieve la belleza de su figura cóni- fuerte y helado viento hacía poco agradable la perma-
ca y la variedad de colores que sirven de límite a las nencia en la carpa.
diferentes zonas de altura de su declive, desde el
blanco deslumbrante de su cima hasta el verde oscu- IGUALATA
ro de sus faldas, cubiertas en parte, de boscaje.
La conclusión de este viaje de seis semanas por
Utañag o mejor Matús, en donde armé mi campa- los páramos de la cordillera Oriental de Riobam-
mento a 3045 m. de altitud, me ofrecía la mejor ba la constituyó una segunda ascensión al cerro
ubicación para observar con precisión el lado sur Igualata. Lamentablemente esta montaña volcáni-
del monte y estudiar su estructura tectónica. Ade- ca está recubierta de toba de tipo cangagua hasta
más, en este lado son encantadoras las numero- muy arriba, de manera que ya no aparece clara-
sas cascadas que dejan caer desde cientos de me- mente en cualquier parte su estructura original.
tros de altura sus aguas pulverizadas y que hume- Aunque los anteriores viajeros no han prestado
decen con fina lluvia las dentadas rocas. atención a este monte, no carece de interés cien-
tífico, tanto por su configuración y posición cén-
De mala gana me separé de este atractivo panora- trica como por la variedad de rocas que forman
ma, para emprender la fatigosa subida al Tungura- parte de su composición. En las lavas aglomeráti-
hua hasta el límite de la nieve. No es posible avan- cas de las rocas de la cumbre se encuentran inclu-
zar más y dominar la cumbre en este lado, por lo so vetas como las que el señor Reiss y yo tuvimos
escarpado y por la naturaleza de su pendiente de ocasión de observar en otras oportunidades sola-
nieve hecha de hielo. mente en el Rucu-Pichincha, en el Rumiñahui, en
el cerro Llimpi y en el picacho del Cotopaxi.
Después de haber cruzado el valle del río Puela, a
2492 m. de altitud, se sube por un empinado sen- Por la significativa altura del Igualata (4452 m.),
dero a un llano inclinado cubierto de hierba de así como por su posición aislada y dominante, se
páramo, conocido con el nombre de Minza chiqui- ofrece desde su cumbre una vista de conjunto

188
En la altura de Utañag fue trazada la pintura No. 127.
189
Colección petrográfica, No. 3132 - 3145.

395
muy abarcadora. En su inmediata cercanía se ven Por más bello que pueda ser el tiempo en las par-
el Chimborazo y el Carihuairazo con el cerro Pu- tes altas y habitadas del Ecuador, siempre es va-
ñalica; más lejos, por el suroeste, la cumbre del riable detrás de la cordillera Oriental, como por
Sangay con su densa nube de humo; en el noroes- desgracia ya lo he experimentado.
te, el nevado no volcánico Cerro Hermoso de los
Llanganates; luego, más al norte, los grandes ne- Así fue también esta vez. Brumas flotantes y ame-
vados Cotopaxi, Antisana, Quilindaña, Tungura- nazantes nubes iban y venían cubriendo ya sea la
hua, Iliniza, Altar y el páramo de Quilimás; des- cima, ya sea las partes bajas del monte; también
pués, las pequeñas montañas Sagoatoa, Rumiña- esta vez reinó sin interrupción un rudo temporal
hui, Corazón, Atacazo y, finalmente, muy al norte, acompañado de nieve y granizo que soplaba en
el Pichincha; en la dirección contraria, el Azuay, el todas direcciones con helados ventarrones; sólo
páramo de Puyal y muchos otros más. rara vez, y durante pocas horas, iluminó algún ra-
yo de sol esta sombría región inhabitable para el
El Igualata es uno de los montes que casi todo el hombre y enteramente cubierta de ceniza volcáni-
año están rodeados de nubes, de modo que fue ca (pintura 125).
una suerte extraordinaria el haber gozado esta
vez, estando en su cumbre, de un día sumamente Durante mi permanencia de seis días en Calcit-
claro. No obstante, se oscureció muy pronto la pungo tuve pocas oportunidades, a causa de es-
vista por causa del polvo que el viento arremoli- tas condiciones climáticas, de ver despejado du-
naba en la llanura de Riobamba y el humo que se rante el día o por la noche el tan cercano volcán.
propagaba desde los pajonales quemados por los
pastores. Este último factor pertenece asimismo a Su actividad para fines de noviembre era muy va-
los caprichosos inconvenientes que, junto con la riable; ya mostraba completa calma, ya viva o
cobertura de nubes, las nieblas a la deriva, la llu- fuerte excitación. Durante los intervalos de calma
via frecuente y la fuerza del viento del oriente, el cráter irradiaba, a menudo por horas, un humo
obstaculizan la realización de los trabajos topo- uniforme, luego otra vez un vapor blanco y des-
gráficos en el Ecuador. pués, de nuevo, humo negro saturado de cenizas.
Esta ceniza cubrió nuestra tienda el 2 de diciem-
SANGAY bre, día en que había sido arrojada con especial
abundancia, para forman una densa capa. Las ex-
Regresé a Riobamba y apresuré los preparativos pulsiones de ceniza más considerables tuvieron
para una nueva salida. Ya pocos días después me lugar entre fuertes detonaciones que, por la no-
encontraba por segunda vez frente al Sangay. Sin che, se vieron iluminadas por los reflejos del fue-
embargo, esta vez no era mi intención subir al go y, a ratos, incluso por las piedras incandescen-
mismo volcán; deseaba solamente observar des- tes arrojadas por manojos. Solamente de vez en
de lejos la actividad de su cráter y también estu- cuando alcanzaban éstas en su caída, como lluvia
diar las condiciones de depósito de los tipos de de fuego, las faldas externas del monte; la mayo-
roca más antiguos que afloran en los montes de ría volvía a caer en la caldera del cráter.
los extensos alrededores del Sangay. Con esta fi-
nalidad dirigí mis pasos a Calcitpungo, cumbre de El primero de diciembre, hacia las 2 de la tarde, y
la cordillera Oriental que está situada cerca de la después de una recia tormenta, se liberó el mon-
hacienda de Alao. Estoy en deuda de gratitud con te de todas las nieblas y nubes en que había esta-
el señor Antonio Mosquera de Riobamba, por ha- do envuelto, a tal punto que quedó despejado ca-
ber dirigido mi atención a ese punto. si todo su cono y se presentó cubierto de nieve

396
recién caída hasta el límite de la vegetación. Esta de la tienda cerrada las manecillas del reloj. Cada
circunstancia me resultó extraordinariamente relámpago constaba de un destello doble; y el se-
propicia para poder apreciar las condiciones ca- gundo era siempre más fuerte que el primero. Es-
loríficas del monte. La nieve no se derritió brusca- te espectáculo se volvía aún más imponente cuan-
mente en ningún sitio del declive, sino que más do de tiempo en tiempo aparecía la antorcha roja
bien fue disminuyendo de abajo hacia arriba muy del volcán acompañada de truenos en medio de la
poco a poco; lo que prueba que el monte, a pesar luz blanco amarillenta del relámpago.
de su incesante actividad, nunca llega a tener co-
mo uno pudiera estar tentado a suponer, una alta Este fenómeno eléctrico duró hasta el alba, en
temperatura en la corona del cráter. Pero esta úl- que los relámpagos se fueron haciendo cada vez
tima circunstancia se explica fácilmente si se con- más raros y débiles. Calculo que su número du-
sidera que las erupciones afectan no desde el am- rante aquella noche fue por lo menos de tres mil.
plio cráter principal, sino desde un pequeño cono
que se encuentra en medio del gran cráter y que Como V. Exc. sabe, el Sangay queda tan distante
se lo puede distinguir claramente por sobre el de cualquier sitio habitado que no puede uno
borde de éste. Cuando por momentos el cono no acercarse a él sin emprender un fatigoso viaje y,
expulsaba ninguna columna de humo, dejaba es- además, está oculto detrás de la ancha cordillera
capar sin embargo, un vapor blanco apenas visi- de tal forma que nunca se puede divisar fácilmen-
ble, y el colorido negro de sus declives resaltaba te la suya desde lejos. Además de este insupera-
después de la nevada del borde blanco, todavía ble punto de observación de Calcitpungo, al que
cubierto de nieve, del gran cráter . 190
desde Riobamba se puede llegar en dos días y que
no distaría del Sangay en línea recta más de 4 le-
El 28 de noviembre (1872), el mismo día en que el guas (unos 22 km.), encontré todavía otra cum-
señor Reiss logró con éxito su primera ascensión bre, desde la cual se puede identificar muy clara-
al Cotopaxi, tuve en Calcitpungo la oportunidad mente al Sangay hasta la mitad de su cono, gra-
de observar un fenómeno meteorológico, que por cias a una ensillada que hay en la cordillera orien-
cierto no es raro en aquella región, pero que has- tal; este punto es el cerro Chucuj. Forma el punto
ta entonces yo no había observado con similar más alto (3760 m.) de la cadena de Yaruquíes (pin-
grandiosidad: fucilazos, es decir relámpagos sin tura 116), sobre la localidad de Cacha, y se halla
trueno, que comenzaron al anochecer y que mu- solamente a tres leguas de Riobamba.
chas veces iluminaban todo el cielo. Los relámpa-
gos salían del oriente del horizonte, a ambos la- Se goza de una visión parecida del Sangay pero
dos del Sangay; eran tan frecuentes que pude con- desde una distancia mucho mayor, desde el pára-
tar de 5 a 6 por minuto y además tan fuertemente mo de Guallaló (4059 m.) en las cercanías de la pe-
luminosos que, a pesar de la niebla que llenaba la queña laguna de Colta (pintura 144).
atmósfera, podía distinguir por momentos dentro

190
(Nota tomada del diario). El primero de diciembre, la temperatura hasta las 11.00 am. No era mayor de + 2°, luego bajó a + 0,5 y más tar-
de a + 3 (máx.). Tras el mediodía, con un brillo de sol semi cubierto subió a + 9,5°, desde las 4:00 bajó a + 2, y a las 6:00 a + 1,0°. Por la tar-
de nada de viento, por la mañana viento de oriente. No hubo viento de occidente, que en los demás días sopló poco antes del ocaso. El
humo blanco resplandeciente del Sangay apareció radiante; al mismo tiempo el cielo era gris. Poco después de las seis horas, nieblas as-
cendentes, luego nubes con aisladas estrellas visibles, y había un fuerte viento del oriente. El tiempo no cambiaba casi nada por diez mi-
nutos. Hubo detonaciones solamente por la mañana; por la tarde el volcán casi no lanzó humo; en los largos intervalos se daba una erup-
ción de blancas nubes de vapor. Cuando el nevado Sangay se despejó a eso de las dos horas, la parte del cielo situada tras él estaba cu-
bierta con una capa deslumbrante de nubes blancas de modo que el monte nevado apenas se diferenciaba de ella y resaltaba más nítida-
mente el pequeño cono de erupción negro del interior del cráter.

397
La vista desde el Condorasto, que yo no pude ob- El objetivo principal de esta excursión era ex-
tener, debe dominar el lado norte del Sangay. He plorar la ladera oriental de la cordillera, tanto
mirado sus columnas de humo en días claros des- en el aspecto de su configuración externa co-
de el Chimborazo, el Igualata, la cima del notable mo de su naturaleza petrográfica. A esto se
cono volcánico de Tulabug junto a Licto, el Pungo unía el deseo de echar un vistazo sobre la in-
de Yuibug y, en algunos casos raros, inclusive des- mensa selva que está regada por los afluentes
de Riobamba. Como caso excepcional debo men- del río Amazonas. Esto lo conseguí desde el ce-
cionar que el 27 de diciembre no era sino un pol- rro Abitagua, situado en las estribaciones más
villo muy fino, y probablemente yo no lo hubiera salientes de la cordillera, después de abrir un
notado si no se hubiese cubierto con éste mi pa- gran claro en la selva de sus laderas (pintura
pel de dibujo. El viento sopla tan rara vez que la 147). La larga cuchilla del Abitagua, desde la
ciudad de Riobamba no tiene que sufrir tanto por cual se contempla un asombroso y en realidad
la lluvia de cenizas como las poblaciones de Gua- grandioso panorama, estrecha el valle del río
mote y Pallatanga, que están situadas justamente Pastaza a tal punto que el río se ve obligado a
en la dirección del viento predominante que pro- pasar, a lo largo de un gran trecho, por una an-
viene del este. gosta garganta antes de llegar a la llanura si-
tuada en la falda oriental de la cordillera.
LLANURA DE RIOBAMBA
Si bien el río Pastaza, ya más debajo de Baños,
Ofrece también interés geológico la llanura de lleva un gran caudal de agua, sobre todo des-
Riobamba que se extiende descendiendo desde pués de su unión con el río Topo, sería un
Calpi hasta el río Chambo. Efectivamente en mu- error el creer que se pueda llegar al punto en
chos sitios se encuentran masas eruptivas que in- donde comienza a ser navegable, por caminos
cluso forman pequeños conos de erupción, los fácilmente transitables y sin especiales dificul-
cuales dan testimonio de que aquí, hasta una épo- tades; por el contrario, estas dificultades son
ca relativamente más reciente, tuvo lugar la acti- tan grandes que el pequeño interés que ofre-
vidad volcánica. Cerca de los conos eruptivos y cen las tierras bajas del Oriente para el comer-
masas de lava de la zona de Calpi hay que mencio- cio y la comunicación con el altiplano, no guar-
nar al pequeño cerro Cachahuay, que se encuen- da proporción con ellas. Ríos que están suje-
tra solamente a media legua de la ciudad, frente a tos a fuertes crecidas repentinas, como el Pas-
la hacienda Macaji (pintura 116). La determina- taza, abren, en un suelo lleno de cantos roda-
ción de la extensión horizontal de este macizo ro- dos, un amplio lecho con numerosos brazos;
coso más reciente se ve impedida lamentable- pero ninguno de ellos es lo bastante profundo
mente, por los depósitos de cangagua y arena eó- como para poder permitir el viaje de la menor
lica que la recubren. embarcación por un trecho un tanto largo.
Hasta donde avanza la vista, desde el cerro
VIAJE A LA JIBARÍA DE PÍNTUC Abitagua (pintura 147), conserva el río Pasta-
za, en su curso hacia el sur oriente, el carácter
El 28 de diciembre dejé Riobamba, que por nueve de un torrente impetuoso, incluso ya en la lla-
meses había sido mi campamento base, y me tras- nura. Aún cerca de la Jibaría de Píntuc sigue
ladé a la población de Baños de donde salí el 6 de teniendo su cauce una elevación de 700 m. so-
enero de 1873 para visitar la Jibaría de Píntuc jun- bre el nivel del mar y este hecho permite deducir
to a Canelos. bien la rapidez de la corriente que todavía tiene el
Pastaza después de haber dejado muy atrás la

398
cordillera191. Dejando mi campamento bajo la cus- en cuando sube repentinamente, sino un torrente
todia del señor Troya en el cerro Abitagua, em- impetuoso que de ordinario va muy crecido aun
prendí una excursión de cinco días a las chacras cuando ocasionalmente puede decrecer y permi-
de los indios jíbaros y estuve muy contento en el tir el paso durante algunas horas o días. Este favo-
día de mi permanencia allí, al poder llegar a una rable descenso del agua puede darse muchas ve-
determinación de la latitud de este punto, la Jiba- ces a cortos intervalos, pero asimismo fácilmente
ría de Píntuc, con lo cual se ha fijado, al mismo puede hacerse esperar dos semanas o un mes. In-
tiempo, el curso del Pastaza en este sitio. cluso rocas que sobresalen más de cuatro metros
del nivel más bajo del agua, evidencian el curso
Como los víveres de mis cargadores eran escasos, predominantemente alto del agua por sus ángulos
me vi obligado a apresurar mi regreso a Baños desgastados y los hoyos que han sido impresos
porque tuve que pensar también en seis a siete en su superficie por el agua.
días para el regreso, sin tomar en cuenta la demo-
ra que fácilmente puede ocasionar el río Topo. Este modo de crecer y decrecer, en un río de la an-
chura del río Topo (que con el nivel bajo del agua
Cinco días después de la salida de la Jibaría de llega todavía por término medio a 30 – 40 m.), es
Píntuc, con la inclusión de un día de descanso en ciertamente un fenómeno muy poco común y ca-
el Abitagua, llegamos de nuevo al río Topo (pintu- racteriza como el que más las condiciones meteo-
ra 146) y allí mismo tuvimos la mala experiencia rológicas del área de sus cabeceras y la extensión
que había sido de temer, puesto que nos había que debe tener la misma. Ya a muchos viajeros na-
acompañado una incesante lluvia; los tres blo- tivos les debió haber cobrado la vida este río, lo
ques de roca que sirven para poner un puente de que parece muy verosímil cuando se agotan los
caña guadúa sobre el río estaban ya tan cubiertos víveres y el río Zuiñag, cuyo comportamiento es
por el agua, que la instalación de un puente que parecido al del río Topo, corta el regreso a las Ji-
no nos había causado ninguna demora en el viaje barías.
de ida, era ahora imposible; dos horas antes toda-
vía hubiera sido posible cruzar el río, según dedu- El río Topo seguirá siendo un gran obstáculo para
jimos del nivel del agua del río Zuiñag, que pudi- el desenvolvimiento del tráfico comercial con el
mos pasar sin dificultad. Hace unos quince años, oriente, mientras no haya un puente firme que
como aseguraban algunos de los cargadores, ha- una la sierra con las ilimitadas regiones selváticas
bía sido posible cruzar el río, aún estando un po- de estas tierras bajas.
co crecido, ayudándose de un gran bloque de ro-
ca; pero desgraciadamente este bloque había sido Con mis 22 acompañantes escapé todavía a tiem-
llevado por la fuerza de la corriente a un sitio que po a la fatalidad que amenazaba traernos maligna-
ahora era poco propicio. mente el río Topo, y una vez llegados a la hacien-
da Santa Inés, olvidamos pronto los días de verda-
Para juzgar el peligro que corren los pocos viaje- dera angustia que habíamos soportado en su ori-
ros que tratan de subir de Canelos al altiplano, lla izquierda. El 29 de enero nos encontrábamos
hay que saber que el río Topo no es un río con un de nuevo en Baños, al pie del Tungurahua.
nivel de aguas ordinariamente bajo y que de vez

191
Es probable que la desembocadura del río Pastaza en el Marañón esté, a lo más, a 150 m. sobre el nivel del mar, como se puede concluir
por la desembocadura del río Huallaga en el Marañón, que mostró ser de 130 m.

399
ASCENSIÓN AL TUNGURAHUA Además de mi gente ya experimentada, contraté
para que me acompañaran a otros nueve peones
El Tungurahua tiene en común con el Cotopaxi la que me facilitó gustosamente el alcalde del lugar,
particularidad de que siempre que se lo contem- señor Mariano Valenciano; reduje mi equipo al mí-
pla parece invitar a escalarlo. Pero todos los es- nimo de objetos posible: provisiones para tres
fuerzos que habían sido hechos hasta ahora, so- días, mantas, tiendas, carbón vegetal para coci-
bre todo por parte de viajeros foráneos, por subir nar, una pequeña barrica vacía para la provisión
hasta el borde del cráter del Tungurahua, no ha- de agua y algunos instrumentos.
bían tenido el éxito esperado.
Como distribuí los bultos entre trece personas,
De la plaza del pueblo de Baños no es posible ver ninguna tenía que llevar muchos peso, lo cual hizo
el cono nevado del Tungurahua; en cambio desde posible la instalación de mi tienda en cualquier si-
el estrecho valle de Vascún, que queda a corta tio deseado, incluso en algunos de difícil acceso.
distancia hacia el oeste y que resulta pintoresco y Dejamos a Baños (1800 m.) a las 8 de la mañana.
encantador como un valle de Suiza (pintura 131), Hacia el mediodía llegamos a la Cocha de San Pa-
se lo contempla en toda su majestad. Sin embar- blo (3036 m.), una pequeña acumulación de agua.
go, para observar más a cabalidad la parte supe- Es el último sitio donde se encuentra agua en esta
rior de la pendiente del Tungurahua, se presta parte del monte. Después de llenar la barrica, as-
mucho mejor la cuchilla de Llingua (pintura 128) cendimos casi sin descansar una altitud de 3615
a la izquierda del valle del Pastaza. Escogí este m. Pasamos el límite superior del oquedal192 a los
punto para averiguar por qué cuchilla tendría que 3467 m. y enseguida entramos a la zona del mato-
tomar el camino si quería asegurar el éxito. rral que cae abruptamente hacia ambos lados. Es-
ta cuchilla representa, como si dijéramos, una es-
El boscaje que cubre la parte baja de la ladera del pecie de puente que une la ladera más llana y bos-
monte no presenta al excursionista obstáculos cosa del Tungurahua con el propio cono de es-
tan grandes como suele suceder, por ejemplo, en combros muy empinado.
las montañas volcánicas de Colombia. Los sende-
ros que la atraviesan en diferentes direcciones no Como algunos peones, no acostumbrados a llevar
son tan intransitables y suben hasta el límite su- cargas en la zona alta del monte, se habían queda-
perior de la maleza. Me parecía que sólo la parte do rezagados, ya no pudimos avanzar en este día,
de arriba del cono de rocas y cenizas ofrecía ver- como yo hubiera querido, hasta el arenal, y para
daderas dificultades, en cuanto estaba cubierta nuestro campamento nocturno tuvimos que esco-
de nieves de hielo. No obstante, después de la pri- ger un sitio todavía en la zona de los matorrales.
mera verificación detallada de la situación, obte- Justo nos ocupábamos en despejar los estorbos
nida desde la distancia, no dudé del éxito de mi que presenta para la instalación de la carpa un
intento y emprendí la ascensión el 7 de febrero, suelo inapropiado, cuando se despejó el cielo que
primer día favorable que se presentaba después durante todo el día, para nuestro pesar, había per-
de un período de siete días de lluvia. manecido bien cubierto de nubes. Este inespera-
do cambio de tiempo no dejó de estimularnos de

192
Entre los 2600 y 3000 m. hay muchos polipodios que pertenecen a una sola especie. Un tipo de palma, llamada palma de ramas, se encuen-
tras hasta una altitud de 2800 m. El límite superior del oquedal está a los 3467 m. y suben hasta allá, a lo más, el aliso blanco y el motilón.
Hasta los 3940 m. hay monte de páramo; entre los 3940 y los 4000 m. está la vegetación baja del páramo, el chaparro, y sigue después el
pajonal. A los 4500 m. de altitud se ven los últimos vestigios de vegetación.

400
modo placentero; pues que la inclemencia del mos acabado de desayunar y con el café y los ci-
tiempo puede arrebatar muy fácilmente el espíri- garros nos sentíamos a nuestras anchas, se rasga-
tu emprendedor del ascensionista. Enseguida bri- ron las nubes y dejaron ver por unos momentos el
llaron también, con los últimos rayos del sol que borde norte del cráter. Habían pasado ya las dos,
se ocultaba, la cumbre del Tungurahua y las ma- cuando me resolví sin demora aprovechar lo pro-
sas de nubes esparcidas sobre valles y colinas. picio del momento y emprender la subida al bor-
de del cráter. Me acompañaban mi mayordomo,
La mañana del 8 de febrero despuntó de nuevo con que llevaba el barómetro, y seis peones. Antes de
un cielo cubierto de espesas nubes. A las 7 de la llegar a la nieve teníamos primero que subir toda-
mañana, envueltos en una densa niebla, nos pusi- vía unos 150 m. sobre escombros de cascajo. En
mos otra vez en movimiento. Después de unas dos el sitio por donde íbamos la nieve tenía de 1 a 2 m.
horas nos encontrábamos en el límite superior de de alto y constaba de capas claramente distintas
la zona de los matorrales, que termina en una del- y de diferentes edades. Como la superficie era tan
gada franja de hierba de páramo, a la que están aso- suave que a menudo nos hundíamos hasta la rodi-
ciados además algunos grupos tupidos de lupiná- lla, no podíamos avanzar sino lentamente y cami-
ceas (de la familia del choclo o altramuz). Había- nando en zigzag. Primeramente dirigimos nues-
mos llegado hasta los 4000 m. de altitud. El arenal tros pasos a una serie de rocas negras que en me-
que comienza aquí es muy empinado; su inclina- dio de la pendiente sobresalen de la nieve y que
ción es más o menos de 30°. Antes de continuar se pueden distinguir desde una gran distancia, in-
nuestra ascensión, dejamos la más grande de las cluso desde Latacunga y desde Mocha. Como me
dos carpas y todos los demás objetos que no eran imaginaba que el Tungurahua ya no mostraba sig-
imprescindibles. Así aligerados, avanzamos rápida- nos de actividad volcánica, me sorprendió mucho
mente. Lo único que temía era que tal vez no pudie- encontrar que estas rocas estaban en algunos si-
ra hallar, en las pendientes de escombros que for- tios algo calientes y otras estaban disgregadas
man el declive, un sitio para instalar la carpa. Du- por las fumarolas que todavía expelen azufre.
rante un momento se alzó la niebla, de modo que
divisamos un potente bloque de roca que estaba a Tras un corto descanso, continuamos subiendo
poca distancia y al que era fácil llegar. Caminando en la misma forma que antes, uno detrás de otro,
horizontalmente por el declive estuvimos ahí y, pisando en las huellas del que iba adelante, el ma-
después de trabajar todos reciamente durante dos yordomo Eusebio Rodríguez de Bogotá. En el
horas, a eso de la una y treinta de la tarde, estuvo transcurso de los cinco años durante los cuales
instalada la tienda, protegida por esta roca y por so- me ha acompañado fielmente por tantos nevados,
bre el abismo, como un nido de cóndores. Envié a había adquirido la suficiente experiencia como
la mayoría de los peones de Baños que estaban para dejarle que tome la delantera. De nuevo la
temblando de frío, a la base de más abajo en donde niebla ocultó el borde del cráter y cuando de
habíamos dejado la tienda y retuve conmigo única- pronto volvió a despejarse, estábamos sólo a po-
mente a los más fuertes e idóneos. cos pasos de las negras rocas que delimitan la an-
cha ruptura del borde norte del cráter; se había
Un refugio en semejante altura —nuestra carpa conseguido la meta; a nuestros pies teníamos la
estaba a 4498 m. sobre el nivel del mar— no era profunda caldera del cráter del Tungurahua.
nada desacostumbrado para nosotros. Mas, por
desgracia, el tiempo no nos era favorable. Una Mientras, todavía sobrecogidos, echábamos la
densa niebla velaba incluso los alrededores más primera ojeada al espectáculo que se nos ofrecía,
cercanos. Por una vez, justamente cuando había- sucedió de pronto un hecho inesperado.

401
Una gran masa de nieve se desprendió, sin poner- El sitio más bajo del borde del cráter queda en el
nos en peligro, de la roca de la cumbre que en for- lado norte a 41 m. por debajo de la cumbre noroc-
ma de contrafuerte delimita por el nororiente de cidental en donde acabábamos de estar ubicados,
la parte del borde del cráter en donde estábamos, por tanto, sólo a 4886 m. sobre el mar, y probable-
y se derrumbó por la pendiente externa por la mente fue abierto por el último derrame de lava
que pocos minutos antes habíamos llevado a ca- que tuvo lugar sobre el cráter y que dejó una an-
bo la subida. Por efecto del sacudimiento que cha vía, es decir, por la reventazón (flujo de Juiví
causó este derrumbe, la capa superior de nieve grande). La mayor altura la tiene el borde del crá-
que yacía encima de una base resbaladiza de es- ter por el sur, y es de 5087 m., de los que hay que
tratos más antiguos de hielo, vino a deslizarse en descontar el grosor de una acumulación muy po-
un trecho de unos 200 m. de ancho y, a manera de tente de hielos y nieve; por el este, el borde del
avalancha, se precipitó a lo profundo deshacién- cráter forma una superficie llana bastante ancha,
dose y saltando en mil pedazos. El espesor de es- y por el oeste una filada cresta.
te capa de nieve no era tan considerable; tendía,
a lo más un medio metro; no obstante, si el des- La caldera del cráter es casi circular y tiene un
plome hubiera tenido lugar un poco antes, nos diámetro de más o menos 500 m.; su profundi-
hubiera arrastrado irremediablemente consigo y dad puede ser de unos 80 m. Las paredes del
nos hubiera lanzado contra las rocas. cráter constan en gran parte de rocas oscuras,
amarillentas, que deben su colorido principal-
La subida no nos había fatigado ni causado males- mente a la acción de la actividad fumarólica.
tar alguno, de modo que hasta los peones de Ba- Todos los salientes y escalones de las paredes
ños, José Reyes y los cuatro restantes, se admira- rocosas están cubiertos de nieve y cargados de
ban de haber avanzado a un punto que antes con- carámbanos de hielo de todos los tamaños, en
sideraban inalcanzable. forma de flecos. En el piso del cráter se acumu-
lan masas de piedra y nieve que se desprendie-
Para tocar las rocas de la cumbre noroccidental ron de las paredes y cayeron a lo profundo.
tuvimos todavía que escalar una pequeña eleva- Hay actividad volcánica solamente en la pared
ción; como ésta casi no tenía nieve, llegamos casi norte del cráter de donde, cerca del borde, se
al vuelo, de manera que para la subida, contando escapan vapores de agua y gases de azufre aun-
con la armada de la tienda (4498 m.) empleamos que en cantidad muy escasa193.
en total dos horas. El barómetro señalaba en este
punto, a las cuatro y treinta minutos, una presión El tiempo estaba extraordinariamente favorable,
de 426,80 mm. Con 10,6° de temperatura en el el viento muy débil y sólo rara vez cubrían las nu-
mercurio y 3,6° al ambiente, cifras a las que co- bes mi punto de observación, el cual, debido a lo
rresponde una altura de 4927 m. sobre el mar, o abrupto de su pendiente, más parecía hallarse so-
3127 sobre Baños. bre una alta torre que sobre un monte.

De los 3127 m., subí el primer día de la ascensión Por supuesto que el panorama que ofrece el
1815 m. (de éstos, 720 a caballo y 1095 a pie) y el Tungurahua es muy amplio. Pero ni una vez lo
segundo día 1312 m. pude contemplar enteramente despejado; pues

193
Esta disposición tiene un significado solamente histórico a partir del comienzo de la erupción de 1886, que puso al cráter en una activi-
dad violenta.

402
siempre las nubes se cuidaban de ocultarme por el lado oriental del Cerro Hermoso. Esto ha
una parte de la escena mientras dejaban al descu- quedado comprobado asimismo por el viaje del
bierto las demás partes, una tras otra. señor Reiss a través de la parte occidental de
los páramos de los Llanganates.
Sentí que hubiera avanzado el día demasiado co-
mo para poder descender al cráter o llegar hasta En vez del cielo limpio que habíamos esperado
la cumbre sur, lo que parecía algo fácil cuando ca- para realizar una segunda ascensión al cráter, la
minábamos a lo largo de la cresta. mañana del 9 de febrero nos vimos sorprendi-
dos por una espesa nevada. Toda espera se
Hacia las seis de la tarde, con la entrada de la mostraba inútil, y esto nos determinó, cuando a
oscuridad, habíamos llegado de nuevo al cam- eso del mediodía apaciguó un poco la nevada, a
pamento construido por la carpa que, por so- levantar el campamento y emprender la bajada
bre las nubes que cubrían a manera de techo a Baños194. Después de cinco horas de marcha la
el tranquilo valle de Baños y, rodeados como caravana llegó al pueblo195, mientras yo, deteni-
estábamos de las frescas masas de nieve de la do por recolectar muestras de mano de rocas, la
avalancha que la roca protectora había desvia- seguí más tarde.
do de nuestra tienda, nos ofrecía un seguro
alojamiento. La bajada desde el borde del crá- Los meses favorables para una ascensión al Tun-
ter exigió mayor precaución que la subida por- gurahua son diciembre y enero, los demás meses
que nos vimos obligados a caminar sobre la la hacen, al menos en ciertas circunstancias, más
masa de nieve, hecha hielo muy endurecido, insegura que la que acabamos de descubrir.
que había quedado descubierta por el desliza-
miento de la carpa sobrecargada de nieve. Al Para los viajeros que vengan después sería
día inesperadamente benigno siguió una mara- aconsejable subir el primer día hasta el comien-
villosa noche de luna, con un cielo a ratos lle- zo del arenal, en donde inclusive el suelo se
no de estrellas. presta, mejor que en el oquedal, para la instala-
ción de la carpa. Desde ahí, libres de bultos, se
La cumbre del Tungurahua es el punto más puede fácilmente llegar al borde del cráter en
apropiado para poder distinguir claramente la cuatro horas y luego, el tercer día, emprender el
cadena montañosa de los Llanganates, que con regreso a Baños. Pero el que prefiera pasar la
pocas excepciones pasa todo el año encubierta noche en el sitio de campamento que yo elegí, la
bajo niebla y mal tiempo. Durante algunos mo- peña grande, probablemente hallará al llegar,
mentos favorables pude convencerme de que el aun cuando haya pasado ya largo tiempo, al la-
río Topo (pintura 146) pasa, no por el lado occi- do de la enorme roca, la única que sobresales en
dental como indica el mapa de Maldonado, sino el declive del monte, una superficie plana hecha

194
8 de febrero. Anotación tomada del diario. Temperatura mínima 2,4°, niebla y nubes. A las doce horas. unos fugaces rayos de sol; a las
dos horas., el Tungurahua despejado, sólo rodeado de niebla flotante, viento nada fuerte (en Baños hasta esta hora había estado muy
fuerte). Hermosa puesta de sol. Las nubes se apelotonan sobre todo en los Llanganates. Venus al occidente, Júpiter al oriente, las nubes
en el valle del Pastaza iluminadas por la luna; Casiopea se oculta, surge la primera estrella de la Osa Mayor, Orión, Géminis. Nada de vien-
to, más tarde algunas débiles ráfagas; hacia las once horas, cielo cubierto. A las 5 de la mañana (9 de febrero) comienza la nevada que
dura hasta el medio día, con copos que se van agrandando más y más. Temperatura mínima de la noche 1° C., a las dos horas, p.m. algunos
claros de sol, a las cuatro horas, el Tungurahua sin nubes.
195
Con el fin de dar a esta excursión un final alegre para mis gentes, había enviado por delante a un mensajero para hacer llamar al pequeño
coro de músicos de Baños a la recepción de la caravana. El señor Rafael Troya, que se había quedado en Baños, no había dejado de
caracterizar este momento en forma humorística (pintura 172), por cierto sin conceder a su fantasía una libertad demasiado amplia. El
flautista ciego, el tambor y algunas otras figuras, son retratos.

403
de piedras amontonadas para dicho propósito y El piso del valle del Pastaza, en el que se asienta
además, las estacas para fijar la tienda que yo la población de Baños con sus campos de caña de
196
dejé . azúcar verde claros (pintura 128), está formado
por la superficie de un solo flujo de lava que se
Finalmente quisiera mencionar expresamente originó en lo alto de la loma de Pondoa Grande, en
que ninguno de los nevados a los que he subido el Tungurahua, a unos 700 m. por encima del pue-
en Colombia y Ecuador premia mejor que el blo. Esta lava se derramó en el cauce del río Pas-
Tungurahua, la fatiga y el esfuerzo de tal tipo de taza y lo llenó tan completamente, avanzando mu-
ascensión. Desde él se presenta no solamente chas millas río abajo, que éste se vio obligado a
una de las perspectivas panorámicas más am- buscar un nuevo cauce y, en términos generales,
plias y variadas, sino que además el mismo lo encontró en la línea divisoria entre la misma la-
monte posee un cráter tal vez único en su tipo va y la formación de esquisto (pintura 130 y 135).
porque, ocultando su fuego subterráneo, está Pero en otros puntos, como por ejemplo junto al
cubierto de las formaciones de hielo más estu- puente que conduce a Patate (pintura 134) y en
pendas . A esto se añade la facilidad con que se las cercanías del Agoyán, para abrirse camino, de-
pueden hacer, en Baños, los preparativos para bió romper la misma lava, no obstante la resisten-
una ascensión al monte. cia que oponía ésta. El mismo fenómeno se mues-
tra con no menor importancia junto a la cascada
El Tungurahua se distingue por su situación, en- del Agoyán (pintura 136).
tre todos los volcanes del Ecuador, ya que no es-
tá asentado, como los demás, en la parte más alta En toda esta parte del valle, hasta la desemboca-
de la cordillera. Su particularidad consiste en que dura del río Verde y probablemente más allá, el
se alza más bien en un profundo valle, apoyándo- Pastaza ha corroído y acarreado de tal manera la
se en el talud sur de éste, cuyo flanco opuesto no masa rocosa del flujo de lava, la cual con una po-
pertenece a la formación volcánica, sino que está tencia de 30 a 50 m. seguramente tenía por térmi-
compuesto de rocas arcaicas, principalmente de no medio una anchura no menor, que solamente
esquistos de mica. A través de este pintoresco va- allí donde desembocan en el Pastaza pequeños
lle toma el río Pastaza su curso hacia el oriente valles laterales han quedado unos pocos restos
como uno de los afluentes del Amazonas. Lo que de lava en forma de terrazas. La casa de la hacien-
hace a este valle, de paisaje tan hermoso, espe- da Antombós, por ejemplo, se halla en una de es-
cialmente notable para el geólogo, es que están tas terrazas de lava. La cascada de Chinchín (pin-
reunidas en un espacio relativamente pequeño, tura 137) se despeña sobre otra de ellas. Los visi-
formaciones montañosas y configuraciones de te- tantes de la famosa cascada del Agoyán deben a
rreno de diversos tipos y que, por eso, difícilmen- este antiguo flujo de lava el espectáculo que admi-
te pueden pasar desapercibidas. ran en este paraje.

Sin entrar aquí en problemas geológicos compli- Si a pesar de la resistencia de la masa de rocas
cados, quiero todavía tocar brevemente algunos el agua ha podido en el transcurso del tiempo
hechos muy notables. romperla en esta forma, de ello se puede con-
cluir la antigüedad tan inmensa de este flujo de

196
Sospecho que la peña grande subsiste todavía hoy porque los cambios que sufrió el cono del Tungurahua con la erupción de 1886, pare-
cen haber afectado principalmente a su lado norte.

404
lava, cuya superficie en su estado actual ha con- otras montañas volcánicas de Sudamérica, se en-
servado, a pesar de todo, un aspecto de roca muy cuentra el olivino también en el Tungurahua y,
fresca. por cierto, en lavas de distintas edades.

La erupción a la que atribuimos este derrame de Las singulares condiciones climáticas que domi-
lava se ubica, con toda probabilidad, muy cerca nan el valle del río Pastaza y en toda la cordillera
de la época de nacimiento del mismo Tungura- oriental hasta debajo de las regiones llanas selvá-
hua, y no se la puede poner en relación con el crá- ticas no pueden naturalmente dejar de tener influ-
ter existente en la actualidad. En cambio, la últi- jo en la temperatura media anual, en la medida en
ma erupción del Tungurahua, que tuvo lugar a fi- que aquí es muy desfavorable el gran número de
nes del siglo pasado y en la que se derramó el flu- días de lluvia en comparación con los días solea-
jo de lava de Juiví Grande, fue una verdadera dos y realmente sin lluvia, que hay a lo largo del
erupción del cráter (pintura 129). año. Por ello me resultó interesante el poder esta-
blecer que el promedio de la temperatura en es-
No puede uno convencerse de este hecho fácil- tas zonas es de 1 a 3° C. más bajo que en otros
mente a primera vista, puesto que el flujo de lava puntos que están a igual altura en los valles del
enfriada comienza sólo bastante más abajo del río Cauca, del río Patía y del Magdalena.
borde del cráter, más o menos hacia la mitad del
monte, recién en el sitio en que la inclinación de La caña de azúcar que se cultiva en el valle de Ba-
la pendiente, que en la parte superior es de apro- ños (a 1800 m. de altitud), no constituye tanto una
ximadamente 35°, disminuye sensiblemente. Fá- prueba de la existencia de un clima cálido corres-
cil, pero erróneamente, se podría considerar este pondiente a este cultivo, sino más bien de que en
sitio como el punto de salida de la lava, mientras las cercanías del frío altiplano, en donde el aguar-
que no representa sino el punto de acumulación diente obtenido de la caña de azúcar tiene la más
de las masas incandescentes que se derramaron favorable aceptación, el suelo fértil es en todo ca-
del cráter y que, por lo empinado de la pendiente, so muy escaso. Pues con seguridad puede consi-
no pudieron formar un flujo unitario. Tuve la derarse como una utilización económicamente
prueba segura de esto en mi ascensión al cráter, mala del suelo, el cultivo de plantas que no pue-
al encontrar colgado de una roca un bloque muy den cosecharse sino después de tres años, y que
grande de la misma lava. También otras observa- además genera un producto que en su calidad es-
ciones en el borde del cráter confirman la verdad tá muy por debajo del que se obtiene en otros lu-
de mi suposición. gares en nueve meses. No dudo de que la muy
sorprendente escasez de aves y de otros animales
De los muchos e interesantes detalles que se pue- más grandes en la región boscosa media de la cor-
den observar en el Tungurahua, todavía quiero dillera Oriental debe atribuirse, principalmente, a
mencionar en este somero relato de viajes, que en las condiciones meteorológicas especiales que
algunos sitios del último flujo de lava del Tungu- dominan en ella.
rahua se encuentran unos tenues depósitos de
una sustancia blanca que puede clasificarse como Mientras yo emprendía esta última excursión, el
cloruro de sodio. Por consiguiente, la presencia señor Reiss exploró la montaña volcánica del Qui-
del cloro que el señor Reiss pudo señalar primero lotoa, conocida hasta ahora sólo de nombre, y
en los productos de sublimación del Cotopaxi, se con un viaje al Cerro Hermoso de los Llanganates
comprobaría también en un segundo caso en los rectificó las opiniones erradas sobre la posi-
volcanes del Ecuador. Tal como en las rocas de ción y naturaleza de este nevado, lo mismo

405
que los conceptos fantásticos que presenta el día. Algo menos fuertemente nublado se mostró
antiguo mapa de la zona de los Llanganates de el cielo en la mañana del 7 de febrero.
Anastasio Guzmán . 197

La hacienda San Elías queda muy cerca del pue-


Estos viajes e investigaciones exigieron un tiempo blo de Mulaló, de donde hice venir a otros 12 peo-
tan largo, que por desgracia aguardé en vano la nes, entre los cuales se encontraban tres que ha-
llegada del señor Reiss a Baños, que yo había es- bían tomado parte en la primera expedición al Co-
perado para emprender, a una con él, mi primera topaxi, el 28 de noviembre de 1872.
ascensión al Tungurahua.
Saliendo de San Elías a las 8, tomé el camino que
Sólo al cabo de un año quiso la suerte que por fin sube bordeando el río Suimálag por la llanura de
pudiéramos volver a encontrarnos, a pesar de Ilitio, hacia la parte del arenal que está encerrada
que durante este tiempo habíamos estado separa- entre las quebradas Manzana-huaico y Puca-huai-
dos solamente por algunas millas y en continua co. A la 1 de la tarde llegamos al punto hasta don-
comunicación epistolar; el encuentro tuvo lugar de las mulas pueden llevar la carga. Muy cerca (a
el 21 de febrero (1873) en Ambato. 4600 m. de altitud) se encontraba el sitio que el
señor Reiss había elegido para su campamento.
Sin embargo, ya después de pocos días de convi- Como era todavía tan temprano, hubiera sido
vencia tuvimos que separarnos de nuevo, pues el conveniente instalar el campamento de tiendas
señor Reiss continuó su plan de viaje hacia el sur, más bien a mayor altura, para lo cual incluso yo
a Riobamba, mientras yo me dirigía al norte para había llevado un número tan considerable de gen-
regresar otra vez a Quito. te (19 peones), mas las condiciones atmosféricas
eran poco propicias.
ASCENSIÓN AL COTOPAXI
Las nevadas de los dos días anteriores habían cu-
El 2 de marzo, en que yo viajaba de Ambato a La- bierto toda la pendiente del monte con un nuevo
tacunga, fue uno de los raros días muy despeja- manto de nieve y en el momento de descargar a
dos; sólo unas pocas nubes rodeaban el Cotopaxi, las mulas sobrevino encima una fuerte granizada
al que me llevaba mi camino durante toda la mar- que volvía problemática la realización de la subi-
cha. Por ello pude cerciorarme con toda claridad da para el siguiente día. Por eso instalamos las
de que el cono del Cotopaxi estaba con muy poca tiendas en el mismo sitio donde estábamos. A las
nieve y de que, tanto el arenal como las masas de seis de la tarde cesó la nevada, las nieblas se con-
lava de la última erupción, presentaban sólo un densaron para formar nubes y así nos permitieron
pequeño manto de nieve. Así pues, me decidí a identificar claramente hacia todos los lados una
emprender la ascensión al Cotopaxi sin demora, gran parte del panorama: el Iliniza, el Corazón, el
sin quedarme en Latacunga más de lo que hicie- Rumiñahui y otros montes. El Cotopaxi, sin em-
ran inevitable los preparativos que se debían lle- bargo, quedó cubierto de nubes hasta la salida de
var a cabo. El 5 de marzo salí de Latacunga y el la luna; por fin entonces se mostró con su nuevo
mismo día se cambió en lluvia y nevada, de modo vestido blanco que lo cubría hasta más debajo de
que me vi obligado a permanecer ahí mismo un nuestro lugar de campamento. Fue éste el primer

197
Mapa de las montañas de los Llanganates en los Andes de Quito, por don Anastasio Guzmán, para ilustrar un documento de Richard
Spruce Esq. Pubd. Para el Journal of the Royal Geograph Soc. J. Murrey, Londres, 1862.

406
momento en que desde la cercanía pude hacerme diaba todavía calor. Muchas grietas y hendidu-
una idea del camino que había que seguir para su- ras estaban bien niveladas con nieve recién caí-
bir al cráter. Pero ya al poco tiempo, nuevos true- da; pero en general podíamos mantener el mis-
nos y relámpagos hicieron surgir en nosotros muy mo camino que cuatro meses antes había hecho
profundas dudas sobre una mejoría durable del el señor Reiss198.
tiempo, tanto más cuanto que las descargas eléctri-
cas continuaban durante la noche. Ya estaba yo re- Habíamos subido ya tres horas a ritmo lento pero
signado a tener que posponer la ascensión para continuo y llegamos a 5580 m. de altitud, en don-
otra ocasión que fuera más favorable. Apenas em- de comienza el flujo de lava y sus dentadas masas
pezó a amanecer cuando salí de la carpa, cuya tela rocosas están cubiertas por las empinadas pen-
helada crepitaba al menor contacto. El termómetro dientes de escombros de la parte superior del co-
marcaba –3, 5° C. ¡Mi asombro fue tremendo! Lo no, de tal modo, que dan la apariencia de que la
que veía me pareció un sueño: ni rastro de niebla, lava hubiera brotado en este sitio del monte (pin-
ni una nube de las que esperaba ver y que ya tan- tura 69). Desde aquí el camino se hizo mucho más
tas veces se habían interpuesto en mis planes; to- cansado y la subida más penosa.
do el cielo despejado hasta el último horizonte, to-
dos los montes limpios de las faldas a la cima; ape- El tiempo mantenía continuamente el mismo ca-
nas me atrevía a dar fe a mis ojos. Cerré la carpa y rácter y sólo había un cierto movimiento en las
cuando volvía a abrir sus puertas por segunda vez nubes que se habían acercado a las faldas del Co-
—podrían haber pasado dos minutos—, ya se le- topaxi de modo que cubrían totalmente el campa-
vantaban las nieblas como fugaces precursoras de mento de carpas, que antes había resaltado níti-
nubes traicioneras y, cual brotadas por un conjuro damente sobre las oscuras cenizas. Algunos de
del suelo, llenaron al momento siguiente los pro- los que me acompañaban se habían adelantado,
fundos valles que estaban a nuestros pies, como mientras otros cansado, sin ánimo y quejándose
masas hechas a su medida. de dolor de cabeza, se habían quedado bastante
rezagados.
A las siete y media estábamos listos para salir; el
sol, ubicado por detrás del monte, alumbraba las Nosotros seguíamos subiendo entre siete, for-
blancas fumarolas que, en 6 u 9 pequeñas colum- mando un grupo estrechamente unido para evitar
nas, se destacaban contra el azul oscuro del cielo, el peligro de que las piedras rodantes que se sol-
al elevarse desde el borde suroccidental del bor- taran arrastraran consigo a las personas que estu-
de del cráter; bajo sus rayos relucía asimismo el vieran más abajo.
extenso mar de nubes, sobre el cual emergían las
cumbres del Chimborazo y del Iliniza. Una visión Esta parte del arenal, de más de 35° de inclina-
parecida había tenido también el señor Reiss. De- ción, fatiga de manera extraordinaria, de tal forma
jamos el campamento 14 hombres para ir hacia que fue necesaria toda nuestra fuerza de voluntad
arriba. para que, estando ya tan cerca del objetivo, desis-
tiéramos. Algo menos fatigoso, aunque todavía
El tránsito del flujo de lava, por la que subíamos empinados, son los últimos 100 m. sobre rocas cu-
como por una escalera de gradas irregulares, no biertas de ceniza en donde se debe avanzar con
ofrecía ninguna dificultad. En algunos sitios irra- ayuda de las manos.

198
El camino está señalado con líneas rojas en la pintura 77.A.

407
A las once y cincuenta minutos llegamos al borde Repetidas veces el borde del cráter quedaba bajo
del cráter, pero ya éramos sólo cinco personas, a la bóveda de un cielo azul y despejado ante noso-
saber, fuera de mí: mi mayordomo Eusebio Rodrí- tros. El cráter consta de paquetes de lava en par-
guez, y de los peones, los tres veteranos Melchor te descompuestos que caen abruptamente hacia
Páez, Rafael Yantui y Vicente Ramón. Este último, el interior o que, aquí y allá, sobresalen con for-
en la primera ascensión con el señor Reiss, había mas puntiagudas. Estas secciones más elevadas
llegado solamente hasta un punto cercano al bor- podrían ser en parte restos que han quedado col-
de del cráter. gando, de las masas de lava derramada sobre el
borde del cráter. Mientras el cráter del Tungura-
Para los últimos 500 m. habíamos empleado dos hua por el un lado es de 150 m. más alto que por
horas veinte minutos, lo que representa 28 min. el lado opuesto, la diferencia de niveles en la co-
Por cada 100 m., mientras que en la lava, y a una rona del cráter del Cotopaxi es, a lo más, de 50 m.
menor altura, habíamos necesitado sólo 18 min.
para el mismo trecho. Las rocas laterales del sitio en que estábamos y
que forman una depresión, tenían una caracterís-
Durante una hora saboreamos la visión, consegui- tica muy sorprendente porque su superficie no
da a costa de gran esfuerzo, del cráter que se ha- era áspera y desigual como habría correspondido
llaba ante nosotros a una posición tan baja de la al tipo de roca, sino pulida en la misma forma que
columna de mercurio que aquí resultó a las doce se observa en los bloques de roca que han sido
y treinta minutos, con una temperatura ambiental desgastados por el agua de un río tormentoso; in-
de +3,5° y una temperatura del instrumento de cluso se podían ver, en un sitio de esta pared late-
+5.0°. La lectura de 377.62 mm. evidenció la alti- ral, hendiduras lo suficientemente profundas co-
tud del monte de 5996 m. - 4 m. más que el resul- mo para introducir en ellas el brazo. A mi juicio,
tado barométrico del señor Reiss. la causa de este fenómeno se puede atribuir a la
violencia del roce del magma incandescente que,
El cráter del Cotopaxi tiene forma elíptica y no cir- probablemente en la última erupción del Cotopa-
cular y es mucho más grande que el del Tungura- xi debió verse forzado a pasar por esta estrecha
hua, pero semejante a éste respecto a la naturale- depresión; este fenómeno constituye también un
za y color de sus paredes. En cambio, su interior argumento a favor de que dicha erupción fue una
no está revestido de formaciones de hielo y lleno erupción por el cráter y no por un flanco.
de masas de nieve como el del Tungurahua.
La lava reciente, de la que nos habíamos servido
Durante la última hora de la subida habíamos es- como escala para nuestra subida en la parte de
tado envueltos en niebla y nubes que nos arreba- más abajo del monte, comienza por su parte supe-
taban la mayor parte del panorama del que había- rior precisamente en este punto situado unos 400
mos gozado cuando estábamos mucho más aba- m. más abajo. Parece por lo mismo muy probable
jo. Pero cuando habíamos llegado al cráter, se me- que ella con su derrumbe haya producido aquel
joraron de nuevo las cosas; con todo, en vez de la resultado. Por tanto, tendríamos que consignar
niebla nos molestaban mucho los vapores fuerte- en el Cotopaxi el mismo comportamiento que he-
mente saturados de ácido sulfuroso, que subían mos visto en el Tungurahua, o sea que la lava que
sin interrupción precisamente en la parte del bor- se derramó del cráter por la abrupta pendiente de
de del cráter por la que podíamos tener una vista 35 - 40° de inclinación, compuesta de material
lo más cómoda del fondo. suelto en el que un fluido no podía detenerse, ba-
jó dando tumbos y no se constituyó en la forma

408
de flujo sino cuando llegó más abajo, y no brotó se quedó tendido; a pesar de toda persuasión, no
del monte, como da la impresión, en la parte co- había cómo hacerle mover para que llegara hasta
rrespondiente al punto inicial superior del flujo. nosotros, por el desánimo que le había producido
el cansancio. A otros les había sucedido lo mismo
Con todo, una apreciación auténtica de este pro- ya 400 m. más abajo, y a algunos de Mulaló toda-
ceso no podrían ofrecerla sino sólo aquellos que vía mucho antes. Todos sufrían de un fuerte dolor
fueron sus testigos oculares. Algunos de ellos me de cabeza como yo; solamente Melchor Páez (pin-
han asegurado que la línea de fuego, que la mayo- tura 169) estaba sin dolor y, a pesar de que había
ría de la gente había tenido por una grieta lumino- llevado un pesado barómetro de mercurio, era el
sa del monte, había llegado hasta el borde del crá- que menos cansado estaba. De los peones de Mu-
ter, lo que comprobaría mi punto de vista. laló sólo Ramón Tapia mostró la resistencia nece-
saria para subir algo más de los 5600 m., resisten-
Tampoco se puede determinar con seguridad si el cia que por cierto le costó fuertes vómitos, por lo
último derrame de lava tuvo lugar en el año de cual me pidió que le permitiera quedarse atrás199.
1854, o si hubo otro posterior en el año de 1863,
porque, a pesar del corto tiempo que ha transcu- Ni en ésta ni en las anteriores ascensiones pudo
rrido desde entonces, corren sobre ello rumores observar hemorragias por las narices, los oídos o
contradictorios. los labios, como las que han referido con frecuen-
cia anteriores viajeros que han subido a las altas
Los volcanes de América no tienen un historial, regiones montañosas.
y los pocos datos que tenemos sobre sus erup-
ciones no son en su mayoría lo suficientemente Esto parece tanto más sorprendente cuanto que
fidedignos. nosotros, es decir, el señor Reiss y yo, jamás pu-
dimos registrar una cosa así, aún cuando tres
En la bajada, que comenzamos a la una de la tar- veces hemos estado a una altitud cercana a los
de, el sol alumbraba todo el inmenso campo de 6000 m., altura que ha sido alcanzada relativa-
nieve que se extiende hasta el picacho que pare- mente raras veces en las ascensiones. Y además
ce sólo una pequeña colina coronada de rocas. no se tienen en cuenta aquí las repetidas veces
Por el suroriente, oscuros y quietos nubarrones en que hemos llegado a una altitud en sí ya muy
ocultaban el Quilindaña, el nevado más cercano significativa de 5000 m. y, por cierto, siempre
(pintura 62 - 65) que yo hubiera tenido el gusto de acompañados de muchas personas de distintas
ver desde aquí. Nubes de blancura resplandecien- edades y razas.
te, blancas y relucientes como la misma nieve, ro-
deaban como amplia corona las faldas del Coto- A las cinco de la tarde arribé de nuevo a nuestro
paxi, cuyo centro lo formaba la cumbre de la que lugar de campamento. Había ido bajando lenta-
demasiado pronto teníamos que despedirnos. mente, y en varios puntos había sacado a golpes
muestras de mano de rocas de flujo de lava re-
Unos de los peones más diestros de los que me ciente, cuyo material es rico en pequeñas inclu-
habían acompañado, José Pacchacámac de Quito siones de cuarzo y que aquí y allá contiene tam-
(29 en la pintura 139), no llegó a coronar el borde bién olivina fácilmente perceptible.
del cráter. Cuando sólo distaban de él unos 50 m.

199
Patrón, me dijo, no me haga subir más, el corazón me sale por la boca.

409
Una taza de cacao, tomada a las seis de la maña- mayoría de las veces no es más que una concavi-
na antes de nuestra salida, fue mi único alimento dad en forma de embudo de conformación muy
durante todo el día e incluso después del regreso contingente entre riscos de roca derramada que
pude probar, sólo a desgana, unos pocos bocados sobresalen y que están sepultados por masas de
de la comida que se había preparado ya para reci- escombros y cenizas que han sido objeto de erup-
birnos. Esto sucedía más o menos conmigo en to- ción. En ciertas circunstancias el cráter sí puede
das mis ascensiones y también con algunos de dar a conocer el curso que ha tomado una erup-
mis acompañantes que por lo general solían gozar ción pero éste, de ninguna manera es, como qui-
de muy buen apetito. zás antes ha habido propensión a creerse, una de
las claves para indagar la naturaleza de las fuer-
En seguida de nuestra llegada al campamento zas volcánicas, sea que se hallen en estado de cal-
cambió el tiempo. Cuando la mañana siguiente ma o de actividad. En la descripción topográfica
(domingo 9 de marzo) abrimos la carpa, una den- de un volcán, naturalmente no puede pasar por
sa nevada había cubierto por todas partes el pa- alto la proporción del cráter si éste existe como
norama como con un manto invernal europeo. Pe- tal respecto del mismo macizo montañoso, como
ro el termómetro de mínima señalaba sólo 2, 6° C. tampoco su configuración, profundidad y otros
de talles de su estado y condición. El llenar este
Bajo tales circunstancias era poco atractivo, y vacío en el conocimiento de la estructura tectóni-
no hubiera tenido ningún objeto, el permanecer ca respecto del Cotopaxi y del Tungurahua hizo
más tiempo en el campamento. Desarmamos, que nos pareciera especialmente deseable y opor-
pues, las carpas y bajamos hacia las faldas del tuno el intento de subir hasta el borde del cráter
cerro Ami (pintura 69, 70, 76.B, 77.B, panorama de los dos montes.
VII) en donde nos esperaban las mulas para el
regreso a Latacunga. Tampoco la conquista de la cumbre del Chimbo-
razo debería presentar dificultades insuperables,
Así transcurrió la segunda ascensión al Cotopa- en el momento en que uno esté en condiciones de
xi, que como es sabido, no solamente en el Ecua- poder conseguir el equipo de la expedición con el
dor sino en toda la Tierra, ocupa uno de los pri- necesario cuidado y pericia. Con esto, sin embar-
meros sitiales entre los volcanes todavía activos go, dado que la cumbre vista por cualquier lado
nacidos por sucesivos apilamientos, y esto tan- se presenta como un gran gorro de nieve, apenas
to en lo tocante a su proporciones como a la be- se podría señalar algún resultado topográfico,
lleza de su forma. que no pueda obtenerse mucho más fácilmente
contemplándola desde abajo.
El logro científico de la ascensión a los montes,
que son tan elevados que sólo pueden dominarse No obstante, no podríamos negar que la ascen-
con el empleo de las mayores fuerzas de voluntad sión a los nevados del Ecuador tiene un atractivo
y resistencia física, será siempre muy escaso y no grande y, ciertamente, no menos justo que la as-
es la primera vez que aquí necesita comprobarse censión a los Alpes y otras montañas; sólo que no
esto. Hasta cierto punto son una excepción los sería del todo justificado tomar estas ascensiones
volcanes, cuando se logra subir hasta el borde del como sacrificios ofrecidos exclusivamente a la
cráter y observar su actividad, o el estado en que ciencia.
se han mantenido después de la última erupción.
La descripción de la primera ascensión al Cotopa-
Digo expresamente: hasta cierto punto, porque la xi llevada a cabo por el señor Reiss es tan exacta

410
y detallada, que no me sería fácil añadir a ella al- 3. Cumbre suroccidental
go nuevo; lo poco que de mi experiencia personal (5996 m.)
me queda por consignar aquí puede tomarse co-
Diferencia entre 1 y 3
mo una pequeña contribución a la historia del Co-
(2831 m.)
topaxi como estructura volcánica de forma varia-
ble y, en general, a las historia de la ascensión a Altura ascendida aquí a pie
los Andes ecuatorianos. (1396 m.)

La comparación de las dos ascensiones, la del Coto- Tuve una prueba muy interesante de la fortaleza
paxi y la del Tungurahua, indica que el monte más ba- corporal de los indios en las marchas por las cor-
jo exige una subida más prolongada, que se explica dilleras, con ocasión de una de mis excursiones al
por la posición de los respectivos puntos de partida. Chimborazo, que hice el 5 de julio de 1872, desde
la hacienda Cunuc-yacu, la cual queda en la falda
TUNGURAHUA norte del Carihuairazo (pintura 105) a una altitud
de 3650 m. El punto hasta donde se puede llegar a
1. Baños, punto de partida caballo, en la pendiente norte del Chimborazo, es-
(1800 m.)
tá a 4862 m. sobre el nivel del mar; la distancia ho-
rizontal entre los dos puntos no será de más de 2
2. Pondoa (comienzo de la subida a pie)
(2600 m.) a 3 leguas (de 10 a 15 km.) y, por cierto, por un ca-
mino que no sube regularmente sino con depre-
3. Lugar del campamento en el páramo siones que hay que atravesar y que imponen unos
(3615 m.) 300 m. más de subida adicional.

4. Peña grande, campamento de carpas


Salimos a las cinco y treinta de la mañana a caba-
(4498 m.)
llo y después de una rápida cabalgata llegamos a
5. Cumbre noroccidental las ocho y treinta a la susodicha altitud de 4862 m.
(4927 m.) Casi al mismo tiempo arribaron también dos de
mis peones: Ambrosio Simba (pintura 169), indio
Diferencia entre 1 y 5 de la población de Píntac, y otro de Quito, que se
(3127 m.)
habían ofrecido de buen grado a acompañarme.
Luego, continuando nuestra marcha a las nueve de
Altura ascendida aquí a pie
(2407 m.) la mañana, llegamos a los 5810 m. de altitud (por
tanto, a sólo 186 m. más debajo de la altura que tie-
COTOPAXI ne el Cotopaxi) hasta las dos y media de la tarde,
por un camino muy empinado, difícil, y en parte lle-
1. Hacienda de San Elías, punto de partida no de cascotes, en parte cubierto de nieves peni-
(3165 m.)
tentes200 y vidriosas. Hacia las nueve de la noche ha-
bíamos llegado de regreso a la hacienda de Cunuc-
2. Lugar del campamento en el arenal
(hasta aquí a caballo) yacu. Ambrosio Simba había recorrido todo el ca-
4600 m. mino con una carga que pesaba alrededor de una

200
Nota del traductor: De superficie irregular por el deshielo diferencial.

411
arroba (25 libras), en su mayor parte descalzo. tan extraordinaria de la fortaleza de un caminan-
Las subidas desde Cunuc-yacu hasta el punto en te, que bien merece ponerse de relieve expresa-
donde debíamos dejar a las bestias miden: mente.

• Subida desde Cunuc-yacu hasta el lugar Con especial satisfacción tengo que mencionar
de la parada de las bestias todavía que en todo mi viaje me acompañó un jo-
(1210 m.)
ven nativo, el señor Rafael Troya de Quito. Sería
una falta de gratitud de mi parte el no elogiar su
• Subidas adicionales debido a las hondonadas
que hay que pasar en el camino de ida no común talento y no reconocer el ánimo y la
(300 m.) constancia que ha demostrado en esto, a pesar de
las inclemencias de las condiciones climáticas, en
• Subida desde el lugar de parada de las bestias su condición tanto de pintor del paisaje como de
hasta los (5810 m.)
compañero de viaje. Sus pinturas han de servir
(948 m.)
preferentemente al objetivo de completar nues-

• Subidas adicionales en el camino de vuelta tros trabajos topográficos y geológicos y de facili-


(300 m.) tar la comprensión de las diversas particularida-
des científicas que ahí se ventilan; pero además,
• Total de toda la subida con un estrecho desde el punto de vista artístico, pueden cierta-
de 5 – 6 leguas mente cautivar las miradas del espectador.
(2758 m.)

Ojalá que con mi iniciativa haya podido, a mi vez,


De aquí resulta que este esfuerzo equivale a una
lograr dar un nuevo impulso a la pintura paisajís-
ascensión al Cotopaxi, cuando se sale por la ma-
tica en un país tan rico en variedad y magnificen-
ñana de Santa Ana de Tiupullo (pintura 69) y se
cia de panoramas, como sólo pocas regiones de la
regresa el mismo día. A mi modo de ver, el cami-
Tierra.
no que recorrió Ambrosio Simba en aquel día, y
sin haberse fatigado en demasía, es una muestra

Quedo de Ud.

A. Stübel

Latacunga, 18 de abril de 1873

412
• LA DIVERSIDAD DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL

ECUADOR DESDE EL PUNTO DE VISTA GENÉTICO.

• VISIÓN COMPARATIVA DE OTRAS DOS REGIONES VOL-

CÁNICAS NO SUDAMERICANAS.

• SOBRE LOS FENÓMENOS DE ENFRIAMIENTO EN LAS

MASAS DE FUNDIDO INCANDESCENTES NATURALES Y

ARTIFICIALES.

• LA FASE MÁS IMPORTANTE PARA LA CONFIGURACIÓN

EXTERNA DE LA SUPERFICIE TERRESTRE EN LA EVOLU-

CIÓN DEL CUERPO DE LA TIERRA.


C A P Í T U L O T R E S
• MIRADA RETROSPECTIVA

• UN INTENTO DE CLASIFICACIÓN DE LAS MONTAÑAS

VOLCÁNICAS DEL ECUADOR.

• DESCRIPCIÓN DE OCHO PERFILES IDEALES A TRAVÉS DE


LA CADENA DE LOS ANDES DEL ECUADOR.

• BREVE DESCRIPCIÓN DEL CARÁCTER PETROGRÁFICO

DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL ECUADOR. POR


EL SEÑOR TEODORO WOLF.

414
RAFAEL TROYA A SUS 23 AÑOS, 1868 • COLECCIÓN RAFAEL TROYA PINTHUS • QUITO

415
L as siguiente consideraciones sobre la natura-
leza de los fenómenos volcánicos no tienen
por finalidad la formulación y fundamentación de
Las conclusiones extraídas de ello se apoyan, por
un lado en los hechos que nos ofrece la observa-
ción de los fenómenos volcánicos en la actualidad
una nueva hipótesis; intentan más bien, desde el y sus productos pertenecientes al pasado; por
punto de vista del geólogo, establecer la secuen- otro lado, en los procesos de enfriamiento que se
cia de acontecimientos que las hipótesis de Kant han observado en las masas fundidas de pequeño
y Laplace, acerca de la formación del mundo, pa- volumen y que justifican que se postule la existen-
recen postular con respecto a la constitución de cia de fenómenos similares en los procesos de en-
la corteza sólida de la Tierra. friamiento de las masas incandescentes conteni-
das en el cuerpo terrestre y en la luna.

LA DIVERSIDAD DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DESDE EL PUNTO DE


VISTA GENÉTICO

Una investigación a fondo de las montañas volcá- una única acumulación de enormes masas erupti-
nicas del Ecuador confirma el hecho, ya desde ha- vas. A este tipo de origen deben ellos la diversi-
ce tiempo reconocido, de que todas las montañas dad tan grande de sus formas.
volcánicas se han originado por acumulación y
apilamiento de material volcánico, ante todo de Cuando hablamos aquí de una única erupción no
masas de roca incandescentes. queremos con ello dar pie a la idea de que un
monte, quizás de mil o dos mil metros de altura y
Como el resultado más importante de nuestro es- de la correspondiente extensión periférica, haya
tudio de los distintos volcanes debe considerarse sido formado en el corto intervalo de unos pocos
el reconocimiento del hecho de que la mayoría de días; más bien, queremos con esto indicar que las
ellos se han originado exactamente de la misma erupciones que han suministrado el material se
manera, es decir, que cada volcán particular debe han sucedido tan rápidamente, que se completó
su composición estructural a una erupción única, la construcción del monte incluso antes de que el
y no a una serie de erupciones muy separadas enfriamiento y la solidificación hubieran avanza-
unas de otras en el tiempo. do lo suficiente como para impedir por completo
la movilidad de su masa o la de algunas partes de
La típica configuración de aquellas montañas vol- ella.
cánicas que, al contrario de las que acabamos de
mencionar, han sido formadas por acumulaciones Muchos años, incluso siglos, pudieron haber
paulatinas, es necesariamente cónica, y desvia- transcurrido entre el comienzo de la erupción y el
ciones en relación con esta forma sólo pueden ha- momento en que cesó por completo la conexión
ber sido causadas por especiales circunstancias entre la nueva estructura terrestre de superficie y
en la marcha de su proceso de formación. el foco subterráneo, y tal vez miles de años antes
de que la masa del monte se enfriara completa-
Es distinto el caso de la configuración de los vol- mente, no obstante, dicha estructura debe ser
canes que han sido formados, hasta tener la altu- considerada como producto de una sola erup-
ra y extensión que exhiben en la actualidad, por ción.

416
El proceso por el cual se ha producido la estructu- nicas las que se han ido construyendo mediante
ra puede haberse llevado a cabo de dos maneras: un apilamiento sucesivo de capas. Esta contrapo-
una, a través de una verdadera acumulación por el sición se justifica, en general, cuando la primitiva
flujo continuo de masas líquidas que se iban super- estructura monogénica ha sido muy pequeña y,
poniendo, pero luego, también, por el almacena- luego, ha sido cubierta tan completamente por el
miento del magma que iba subiendo violentamen- material de las posteriores erupciones que queda
te hacia la cubierta de enfriamiento en continuo enteramente oculta a la vista.
trance de creación, de modo que ésta debió expe-
rimentar levantamientos, hinchazones locales y
Para la clasificación de las montañas volcánicas,
rompimientos. Los dos tipos de proceso pueden por lo tanto, se deberá tomar como base, en pri-
haberse alterado y entremezclado en un mismo mer término, el elemento genético y no tectónico.
edificio volcánico. Los elementos esenciales que
De la yuxtaposición de los dos tipos de formaciones
hay que considerar en esto para la configuración
surge una larga serie de las más diversas formas de
del monte son: la cantidad y el estado de fluidez
montañas. En el un extremo de la serie está la es-
del magma, la naturaleza de la desembocadura de
tructura multiforme monogénica, en el otro la poli-
la chimenea y del pozo del cráter, el impulso de
génica, generalmente cónica, y entre las dos, en-
masas hacia arriba, que depende de la anchura de
cuentra toda montaña, el sitio que genéticamente le
la chimenea, la fuerza con la que ascendió el mag-
corresponde, sin importar cuál sea su forma. Como
ma, lo mismo que el impulso continuado o intermi-
las más conocidas de todas estas yuxtaposiciones
tente del mismo y, por fin, la configuración del piso
se nos presentan la del Vesubio y del Somma.
en el entorno de la desembocadura de la chime-
nea, sobre el que tuvo lugar la depositación de las
La gran variedad en la forma de los volcanes mono-
masas de roca más o menos viscosa.
génicos corresponde también, como hemos discuti-
do sobre la base del proceso de erupción, no sola-
A los edificios volcánicos que se han originado
mente a los eventos de acumulación sino también a
por un proceso de erupción de este tipo y que no
la posibilidad de que un monte, dentro de su masa
han sufrido ninguna transformación esencial por
y antes de que ésta se haya solidificado en todas sus
obra de erupciones posteriores, les designamos,
partes, haya experimentado dislocaciones en gran-
para usar una expresión corta, montañas volcáni-
de y pequeña escala, y que en la misma masa hayan
cas monogénicas. En contraposición a ellas se 201
tenido lugar también hundimientos que no dejaron
pueden tomar como montañas volcánicas poligé-

201
Por hundimientos se entiende, en primer lugar, el asentamiento de la cubierta solidificada de la lava de corrientes que todavía se hallan en
movimiento y que obedecen a la repentina emanación de la lava desde su envoltura de solidificación. Pero este nombre se puede también aplicar
a los fenómenos de movimiento que operan en gran escala dentro de una masa montañosa que se va enfriando, sea por los cambios de volumen
como efecto del enfriamiento, sea porque parte del material eruptivo se vuelve a asentar en el pozo de ascensión de la lava. A hundimientos de
este tipo debe atribuirse con gran probabilidad el origen de muchos cráteres y calderas. De los movimientos que tienen lugar dentro de la masa
de lava que se acumula en forma de monte, tenemos a veces la más clara ilustración. Imaginémonos que para un monte de lava de este tipo,
todavía en formación, la base en vez de ser la tierra firme es el fondo del mar, y que el monte ha crecido tanto ya que los puntos de su cumbre
tocan la superficie del agua o sobresalen de ella. En estos casos se nos ofrece la posibilidad de observar cada cambio que experimentan estos
puntos en su posición respecto al nivel del agua y de registrar con exactitud las elevaciones, depresiones y dislocaciones horizontales que tienen
lugar en el interior de las masas montañosas submarinas que, como puede comprobarse, surgen con mucha frecuencia desde una gran profun-
didad y que se transfieren a estas partes que sobresalen de modo visible. Así es el proceso por el cual emergen de pronto las islas volcánicas en
el mar, modifican su altura y su perímetro y, bajo ciertas circunstancias desaparecen de nuevo después de un largo tiempo, como por ejemplo
la Fernandea y otras islas formadas en la costa Siciliana.
Al mismo tiempo de la erupción del volcán Santorín en el año 1866 se originaron de modo muy similar las islas Mai. Surgieron en un sitio en que
el mar habrá tenido de 80 a 100 brazas de profundidad, sin que hayan sido teatro de fenómenos eruptivos, como los que exhibió el vecino George
I Die Kaimeni-Inseln dargestellt nach Beobachtungen von K. V. Fritsch, W. Reiss and A. Stübel, (Las islas Kaimeni descritas según las observa-
ciones de K. V. Fritsch, W. Reiss y A. Stübel) Heidelberg, 1867, p. 5. Pero si tales formaciones de islas van acompañadas de verdaderos fenómenos
eruptivos y éstos tal vez tienen como efecto incluso la formación de pequeños cráteres, se puede, con gran certeza, admitir que ellos son pro-
ducidos sólo por los procesos de enfriamiento que se efectúan en el interior de las masas de acumulación submarinas, y que conforme a esto
son también de corta duración.

417
de tener influjo en las condiciones de depositación Aun cuando nosotros vemos todavía avanzar los
de la masa rocosa así como en la forma externa canales de lava que hoy se forman, como en el co-
del monte. Sólo con la consideración de muchos no de deyección del Vesubio, no podemos olvidar
edificios volcánicos, puede la hipótesis de su for- que todo el interior del Vesubio se encuentra en
mación monogénica, solucionar los enigmas tec- todo caso en estado muy caliente.
tónicos que se nos presentan.
Pero en especial, lo que más nos sorprende en la
La construcción estratificada no se puede en ab- consideración de los grandes volcanes extingui-
soluto excluir en el caso de los volcanes monogé- dos del Ecuador, a cuya formación le atribuimos
nicos, la presencia a menudo muy extensiva de el carácter de monogénica, es el hecho de que en
capas de toba y escoria así como de depósitos de el gran número de formas montañosas se repiten
aglomerados y de escombros entre paquetes de siempre ciertas configuraciones ya más, ya me-
material derramado, no contradice este tipo de nos marcadas, tanto que nos vemos autorizados a
formación202, como tampoco lo hace la presencia establecer determinados tipos.
local de canales de lava que se entremezclan con
dichos sistemas estratificados; y más aún, éstos Este fenómeno es ciertamente muy importante
en muchos casos no admitirían otra explicación porque ofrece la prueba de que en la construc-
de su origen. La pequeña potencia de muchos de ción de montes de igual configuración intervie-
estos canales, el modo de sus inflexiones, cruza- nen el mismo tipo de elementos genéticos. Aho-
miento y curvaturas en la disposición horizontal, ra bien, como de la progresiva acumulación en
así como el de sus dislocaciones y acuñamientos la abertura exterior de un pozo sólo pueden
laterales —tenemos aquí en cuenta, como ejem- surgir montes de forma cónica, nos vemos obli-
plos, muy especialmente el escarpado declive in- gados a encontrar una explicación distinta para
terior del Somma, del Val del Bove y las Montañas- el origen de los montes de otras configuracio-
Cañadas de la isla de Tenerife—, exigen necesaria- nes, y tal explicación se ofrece exclusivamente
mente ser consideradas como rellenos de hendi- en la suposición de que estos montes en lo
duras y grietas, que se originaron dentro de una esencial hayan sido formados por una única y
masa de rocas todavía incandescente; y esto, tan- gigantesca erupción. Si en estas erupciones úni-
to más cuanto que en muchos casos sería incon- cas se hubieran dado similares condiciones con
cebible que la roca del canal haya subido, desde relación a la cantidad y al estado de fluidez del
la zona profunda del foco volcánico, para llenar magma y a la naturaleza del pozo del cráter,
grietas que se hallaban en una masa de rocas en- etc., necesariamente deberían ellas también ha-
friadas y totalmente rígidas, o incluso que haya ber producido similares formas montañosas.
provocado el nacimiento de estas últimas. Los fo- Una tercera forma de explicación parece estar
cos locales del material de los canales debieron excluida, a no ser que quisiéramos recurrir a la
estar ubicados, la mayoría de las veces, en el inte- teoría del levantamiento de Leopold von
rior de la misma masa del monte todavía incan- Buch203.
descente.

202
Recordemos por ejemplo los paquetes de basalto que incluyen segregación interna en forma de columnas, que con las rocas formadas
encima y abajo a modo de aglomerados se presentan como una única masa de flujo.
203
Aunque la hipótesis de Leopold von Buch sobre los cráteres de levantamiento es una tesis de lo más sorprendente, no podemos menos
sino reconocer a su fundador, que ha identificado correctamente la diferencia genérica que hay entre el Somma y el Vesubio; él erró sola-
mente en no haber también dado a esa identificación la correcta interpretación.

418
En cambio, hay todavía otra prueba de no menor El método de la investigación científica exige la
peso en apoyo de la concepción de que todos los distinción teórica de estos dos tipos de creacio-
volcanes, incluso los periódicamente activos, de- nes volcánicas, aunque no siempre sea posible
ben poseer al menos un núcleo de desarrollo uni- que, en la propia naturaleza incluso el ojo exper-
forme. Ella se funda en la naturaleza de los fenó- to del geólogo determine, en un mismo edificio
menos volcánicos, tal como hasta ahora podemos volcánico, la línea divisoria entre el uno y el otro
apreciarla. tipo de formación.

Si, como habremos de discutir más tarde, la ver- Lo que nos ha llevado a postular para la mayo-
dadera finalidad de toda erupción es extraer del ría de los volcanes del Ecuador el tipo de for-
interior de la Tierra una determinada cantidad de mación monogenética, lo hemos explicado am-
roca incandescente, es claro que se necesita una pliamente en el comentario a cada montaña
manifestación de fuerza especialmente poderosa particular, siguiendo el orden de las pinturas.
para provocar la primera ruptura, y que, si la fuer- Por ello, aquí se necesita solamente una breve
za es inherente al mismo material eruptivo, el vo- retrospectiva, que es tanto más suficiente
lumen de la masa que se expulsa debe estar en re- cuanto que al final de estas consideraciones
lación determinada con el potencial que era nece- tendremos ocasión de volver de nuevo a la ca-
sario para abrir el canal de erupción. racterización de las estructuras monogenéti-
cas. La mayoría de las montañas volcánicas
Es cosa conocida que luego, una vez que se ha que han de designarse como monogénicas, se
abierto este canal de erupción, pueden seguirse caracterizan ciertamente por una disposición
también erupciones más pequeñas, de cuyo mate- tectónica simétrica que evidentemente habla a
rial pueden con el transcurso del tiempo formar- favor de su levantamiento a partir de un punto
se montañas respetables. De todos modos, esta central; pero, al mismo tiempo, su disposición
masa de la primera y potente erupción represen- es tal que el apilamiento de las distintas lomas,
tará también en éstas el núcleo básico de la es- con su forma de contrafuertes en que se con-
tructura volcánica. vierte el perímetro del macizo montañoso, ha-
bría sido imposible por sucesivos derrames de
La montaña cónica es la forma fundamental de los lava, y asimismo parece inadmisible la hipóte-
dos tipos de estructuras volcánicas, tanto de las sis de que una parte tan grande de la masa
que surgen como efecto de una actividad única, montañosa se haya desmoronado posterior-
como de las que nacen de una actividad sucesiva mente por la erosión, como sería necesario pa-
y, por cierto, tanto el uno como el otro proceso de ra explicar el apilamiento, desde un único pun-
formación podrá dar origen a montañas cónicas to, de estas extensas lomas separadas por pro-
de todas las dimensiones, desde las más peque- fundos valles.
ñas hasta las más grandes; pero uno y otro tipo de
formaciones se distinguen específicamente en De una erosión de tan gran escala, por la cual en
que el uno, el sucesivo, sólo puede producir mon- muchos casos habría debido perderse al menos
tañas cónicas, mientras que el otro, además pue- una mitad del monte, no solamente no hay ningún
204
de producir montes de forma muy diversa . indicio, sino que incluso la suposición de que hu-

204
Para la formación de conos monogénicos en la época histórica se pueden mencionar dos ejemplos notables: el Kaimeni de la península
Methana, de más de 200 m. de altura, cuyo origen data del año 227 – 239 A. C., y el monte Nuovo, cerca de Nápoles, cuya lava se acumuló
hasta una altura de 139 m., en el lapso de pocos días, el año de 1538.

419
biera ocurrido no podría estar en concordancia Si hablamos aquí sólo de los montes más grandes
205
con las demás condiciones del terreno . y de enorme perímetro, al parecer, la actividad de
la fuerza volcánica tiene más éxito en erigir un
Los volcanes monogénicos pueden poseer cráter nuevo volcán junto a otro ya existente que en po-
pero su existencia no es una necesidad, como es ner de nuevo en actividad a uno ya extinguido. De
el caso de los montes que han logrado su ulte- este comportamiento característico se infiere que
rior crecimiento por un sucesivo apilamiento de un volcán en sí ya completamente construido, en
capas. ciertas circunstancias no solamente no puede ser-
vir de intermediario para ulteriores erupciones,
El cráter de los volcanes monogénicos puede te- sino que incluso puede ser obstáculo para nuevas
ner un doble significado: o bien encierra la aber- erupciones de un mismo foco, en la medida en
tura original del pozo de modo tan claro como lo que éste no se haya agotado con la formación del
muestran los montes de caldera, o si es un cráter primer monte.
pequeño e insignificante, casi siempre ha sido eli-
minado por los procesos de enfriamiento que tie- Así vemos por ejemplo adosado a la falda nordes-
nen lugar dentro de la misma masa montañosa. te del Chimborazo, imponente pero privado de
cráter, al Carihuairazo, mucho más pequeño que
Por consiguiente, el cráter es algo accidental
aquél. Y aun cuando éste consta propiamente só-
en relación a la erupción que condujo a la for-
mación del monte y más ben señala sólo el lo de una gran caldera, sin embargo nunca ha ser-
curso que ha tomado esta erupción en su últi- vido para posteriores erupciones. En cambio, en
mo estadio.
la falda del Carihuairazo se erigió un cono erupti-
vo más pequeño pero, en todo caso, más alto y de
El estudio de las montañas volcánicas del Ecuador
mayor perímetro, el Puñalica, e incluso a él no se
nos ha llevado de manera irrecusable a la hipótesis
le puede atribuir una actividad posterior luego de
de su origen preferentemente monogénico.
terminada su estructuración.

Ciertamente a primera vista puede parecer de po-


La montaña volcánica monogénica, construida
ca importancia el hecho de que atribuyamos a un
predominantemente de roca derramada, repre-
volcán una formación monogénica o poligénica
senta siempre, según esto, un producto en sí aca-
porque de ambas maneras pueden originarse
bado de la fuerza volcánica. Y esta circunstancia
montes de similar configuración y, sin embargo,
nos permite toda una cadena de conclusiones que
no es así en absoluto, si se aborda más a fondo el
son de gran importancia para la naturaleza propia
asunto, porque sólo el volcán erigido en lapsos
de la fuerza volcánica y para el examen de fondo
sucesivos corresponde a la idea que hemos esta-
de su asentamiento, mientras que el volcán for-
do acostumbrados a relacionar con un volcán, a
mado por episodios sucesivos no ofrece igual
saber, el que significa una válvula de seguridad
punto de apoyo para la conclusión especulativa
para las fuerzas que braman en el interior del
que necesitamos, en la solución de todo proble-
cuerpo terrestre. El volcán monogénico, empero,
ma, y también en nuestro caso.
difiere de los otros en que no se le puede atribuir
el papel de emanación terrestre intermitente.

205
Hay edificios volcánicos de muy grandes dimensiones que de hecho se han destruido tanto por efecto de la erosión, que es enteramente
justificada la pregunta acerca de en qué relación está la parte que ya se ha destruido con la que todavía se conserva del edificio simétri-
camente erigido. Como ejemplo a próposito para esto podría mencionarse la isla San Vicente de Cabo Verde.

420
El tipo de formación monogenética de los volca- 1. La región volcánica de nuestra investigación se
nes parece contradecir el hecho de que, los tipos compone de gran número de montañas volcáni-
de roca que participan en la formación de un mis- cas muy cercanas unas a otras.
mo monte muchas veces son muy variados tanto
en su composición mineral como también en la 2. Todos estos montes constan predominante-
formación de sus partes constitutivas. Pues, se- mente de masas rocosas derramadas.
gún eso, podría uno inclinarse a deducir, respecto
de su surgimiento, como ya ha ocurrido, la exis- 3. Todos los montes son, al menos de acuerdo a
tencia de varios períodos muy distanciados entre su estructura nuclear, de formación monogénica,
sí, y a buscar el sitio de su origen en profundida- lo que se ha demostrado también para los volca-
des muy diversas del cuerpo terrestre. nes de forma cónica todavía activos: Cotopaxi,
Tungurahua y Sangay.
Pero la constatación de una formación montaño-
sa monogénica es precisamente la más apropiada 4. Todos estos montes son volcanes apagados, de
para evitar tal conclusión insuficientemente fun- acuerdo a su estado de actividad, como los tres
dada, y también para persuadirnos, por el contra- volcanes que acabamos de mencionar, parecen
rio, de que incluso en focos más o menos fijos, la estar en vías de extinción paulatina.
masa total del magma no necesita poseer, en to-
das sus partes, exactamente la misma composi- 5. Todos estos volcanes tienen una gran afinidad
ción y que, además, la formación de las varieda- por cuanto de su configuración se puede dedu-
des de roca seguramente está al mismo tiempo cir el estado de fluidez que el magma debió po-
muy influida por el curso del proceso de enfria- seer en el tiempo del apilamiento del monte por
miento, que en las distintas partes del monte pue- capas.
den ser muy diferentes. En favor de esto hablan,
entre otras cosas, también las composiciones Cada uno de estos factores es ciertamente de in-
transicionales que se dan entre andesitas anfibó- terés topográfico para la descripción de la respec-
licas, piroxénicas y biotíticas y que, por otro lado, tiva región volcánica, pero sólo alcanzan su im-
bajo ciertas circunstancias, pueden vincular a és- portancia topográfica más profunda cuando en
tas con las dacitas anfibólicas, piroxénicas y bio- relación de mutua implicación se convierten en
títicas. No obstante, el tipo de formación monogé- un apoyo más seguro de una hipótesis que está
nica de las montañas volcánicas, tenemos dere- marcada por el sello de la verosimilitud.
cho a hablar de rocas eruptivas más antiguas y
más recientes y, por cierto, en un doble sentido, a Del primer factor concluimos que el foco debiera
saber, primero, en cuanto que de las condiciones estar a poca profundidad; del segundo, que la fi-
de depositación en un mismo monte podemos de- nalidad propia de la erupción es el derrame de
ducir que nos creemos autorizados, sobre la base material incandescente; del tercer factor, que en
de las condiciones topográficas y otros indicios, a la formación de cada monte lo más importante
asignar a un monte particular o a un grupo de fue la expulsión de una cantidad de magma per-
montes, una edad más antigua que a otros de la fectamente definida; del cuarto, que el foco se ha
misma región volcánica. consumido o si no, está en vías de consunción; y
del quinto, que el material de todos los montes
Por la vía de la observación inmediata hemos po- posiblemente debió ser el único foco y, en lo esen-
dido establecer, entre otros, cinco hechos: cial, también en un único período.

421
Los cinco factores reunidos fundamentan la hipó- puede, en efecto, determinar de modo más cate-
tesis de que la fuerza volcánica, dondequiera que górico, una disminución de las fuerzas volcánicas.
se exteriorice, no puede ser otra cosa que el efec- ¿Dónde han sido levantados montes de la altura
to de un proceso de enfriamiento dentro de una del Chimborazo? ¿Dónde han sido formadas islas
masa incandescente firmemente encerrada por del tamaño de las del océano Atlántico o Pacífico
todos los dalos, de un proceso que se manifiesta en el curso de los últimos milenios? ¿Dónde han
esencialmente en un cambio volumétrico, proba- surgido regiones volcánicas completas reciente-
blemente en un aumento más o menos repentino mente? Este manifiesto retroceso que tiene lugar
del volumen de la masa. Pero con esto también se desde ese tiempo, en la fuerza generadora de la
expresa que la materia misma debe ser considera- actividad volcánica resultaría mucho menos ex-
da como la portadora de la fuerza volcánica. traño si nosotros pensáramos que incluso las ma-
yores y más extensas de estas construcciones
Las conclusiones a las que aquí hemos llegado se- volcánicas fueron sólo producto de una suma de
rían, en caso de que pudieran establecerse como erupciones relativamente pequeñas.
bien fundadas, tanto más valiosas para la marcha
de nuestro estudio, cuanto que parecen ofrecer Sólo estando obligados a considerar justamente
ciertos puntos de apoyo para la apreciación de la las más gigantescas formaciones volcánicas como
profundidad en la que hay que buscar el asiento estructuras monográficas, estaremos en capaci-
de la actividad volcánica en la actualidad. dad de poder apreciar correctamente la disminu-
ción de la intensidad en la actividad de las fuerzas
De la comparación de las formaciones relativa- volcánicas como se manifiesta en todas partes en
mente nuevas con aquellas más antiguas que tu- la superficie terrestre.
vieron lugar en los últimos millones de años, se

422
VISIÓN COMPARATIVA DE OTRAS DOS REGIONES VOLCÁNICAS NO
SUDAMERICANAS

JORULLO, DIRET ET-TULUL Y HAURAN

Para una prueba ulterior de nuestra tesis de que


L as anteriores reflexiones nos han llevado a la
idea de que en el brote de masas de roca in-
candescente no se trata de una fuerza externa a
la misma masa incandescente es la portadora de
la fuerza volcánica, en virtud de la cual pueden le-
las mismas que hace subir el magma en el pozo vantarse los montes, planteamos la pregunta de si
del cráter, sino de una fuerza cuya causa y cuyo no hay también, al menos en pequeña escala, vol-
portador es el mismo magma. canes que estén asociados a un foco superficial
verificable con seguridad, en suma, a un foco pa-
Pero al mismo tiempo, por la formación monogé- ra el que esté excluida enteramente la comunica-
nica de las montañas volcánicas y por el modo de ción con un viento que llega hasta lo profundo.
su disposición, deberíamos obtener la impresión Todo flujo de lava que vemos deslizarse sobre un
de que las masas de roca de las que ellas se cons- terreno en el cual tal vez hemos puesto el pie só-
truyen, habrán sido expulsadas sólo porque el es- lo un poco antes, es uno de tales focos.
pacio en el interior de la tierra resultó de pronto
demasiado estrecho para ellas, pero que con la Las bocas que se forman en muchos de los flujos
expulsión, inmediatamente se restableció de nue- de lava, especialmente en los lugares en que pue-
vo el estado de equilibrio y continuó así hasta den tener lugar acumulaciones del material en
que, tras el término de un determinado lapso de gran espesor, no son otra cosa que pequeños
tiempo, volvió a darse en el interior la ruptura del montes volcánicos.
equilibrio que trae como resultado el mismo efec-
to: la formación de un nuevo monte. En estos casos es, por tanto, indudable que estas
pequeñas colinas y montículos de uno, dos, cin-
Según esto, a partir de las condiciones topográfi- co, diez, veinte o más metros de altura, deben su
cas de muchas regiones volcánicas se podría de- nacimiento a un foco superficial y al mismo tiem-
ducir una periodicidad, en la actividad de las fuer- po estrechamente confinado que queda dentro de
zas volcánicas, igual a la que se manifiesta de la la misma masa de lava ya expulsada.
manera más clara en los volcanes todavía activos.
Uno de los ejemplos más importantes de que en
Sin embargo, antes de abordar con más detalle las medio de la masa de lava en vías de enfriamiento
causas que pueden provocar el brote del magma, tienen lugar procesos que se exteriorizan en su su-
quisiéramos ante todo buscar ulteriores pruebas perficie en fenómenos eruptivos, lo ha ofrecido en
de que la materia incandescente es también, de tiempos históricos el poderoso derrame de lava
hecho, la portadora de la fuerza volcánica. que ocurrió en México en el año 1759 y que termi-
nó con la formación del Jorullo. Mientras el Jorullo
Hasta aquí hemos llegado a esa convicción única- con sus conos parásitos, señala el punto de salida
mente sobre la base de los estudios topográfico- de la lava que se acumuló para formar una meseta
geológicos que hemos realizado en la región vol- de gran espesor con bordes que caen abruptamen-
cánica del Ecuador, Pero si quisiéramos circuns- te en todo su contorno y cuyo diámetro es de unos
cribir nuestras observaciones a esta única región, 3 km., muchos cientos de pequeños conos de erup-
nos veríamos expuestos al reproche muy justifica- ción, los Hornitos, que se distribuyen sobre la su-
do de una literalidad excesiva, perjudicial respec- perficie de la meseta (el Malpais) dan testimonio
to a una conclusión universal. Por lo tanto, una de los procesos de enfriamiento que tuvieron lugar
corta visión de algunas otras regiones volcánicas dentro de la masa misma de lava. Por lo demás, no
no ha de parecer en absoluto una desviación inú- debe extrañar el que no aparezcan en todos los flu-
til con respecto a nuestro objeto de estudio. jos de lava que tene- mos ocasión de observar en

423
las erupciones volcánicas, fenómenos de enfria- puesto, en que su nacimiento no data de tiempos
miento de esta clase. En todo caso ellos depende- históricos; con todo, su apariencia habla a favor
rán del mayor o menor grado de fluidez en que se de que es obra relativamente muy reciente de la
encuentra la lava, es decir, de si su masa ha tras- actividad volcánica206.
pasado ya un determinado punto de la individua-
lización de sus partes integrantes o no; y además La región del Diret et-Tulul es una meseta de la-
de esto, el movimiento progresivo del flujo y la va, un Malpais, cuya extensión longitudinal po-
frecuente ruptura de su costra de solidificación, dría ser de 50 o 60 km. y su anchura de 20 a 25.
permite a la masa interior una gran libertad para Su delimitación con el terreno desértico no se re-
cualquier cambio de volumen y para la expulsión conoce fácilmente en todas partes por causa de
de componentes gaseosos suyos. las acumulaciones eólicas de arena y de los alu-
viones.
Con la misma seguridad con la que se ha observa-
do la formación de las bocas sobre las masas de
Asimismo, la superficie de este potente campo de
lava todavía en movimiento, en los terrenos vol-
lava, como consecuencia de la erosión y de los de-
cánicos de muchas regiones –tal vez en Islandia
pósitos eólicos, en muchas partes es menos áspe-
encontraríamos los mejores ejemplos de esto po-
ra y menos intransitable que en otras, lo cual, em-
demos decir de los conos de erupción mucho más
pero, podría deberse al mismo tiempo a la consti-
grandes, e incluso de los de muy considerable di-
tución original de la superficie de la lava. La altu-
mensión, que ellos pertenecen a focos secunda-
ra de esta meseta sobre la llanura desértica que la
rios, de los cuales no se puede pensar en absolu-
limita por el occidente y el oriente, asciende a lo
to que estén en conexión directa con un pozo de
más a 100 m. Sobre esta superficie están reparti-
cráter que penetra a gran profundidad.
dos en número considerable de conos eruptivos
de distinto tamaño y forma, que bien podrían pa-
Identificar estos conos eruptivos de focos secunda-
sar de cien si se cuentan también los más peque-
rios y distinguirlos de otros que están en conexión
ños y deteriorados y, por cierto, se hallan en gru-
con una mayor profundidad, es una de las tareas
pos aislados. Los más altos de ellos, el Tell ed-
que de modo especial hay que tomar en considera-
Dekwa y el Dschebel el Akir, se elevan a más de
ción para la descripción de las regiones volcánicas.
200 m. sobre su base; pero hay todavía un buen
número que no son mucho más bajos.
Al Jorullo, que con el Malpais está situado en el
Nuevo Mundo y que lo hemos puesto como una Se puede presumir, con gran probabilidad, que el
muestra de un tipo especial de erupciones, cuyo material de esta extensa meseta de lava, que se-
sentido geogenético hasta ahora quizás ha sido guramente cubre mucho más de 1000 km. cuadra-
subestimado, no le falta un equivalente de la mis- dos fue derramado, al menos en gran parte, de
ma clase en el Viejo Mundo. Como tal podríamos una única erupción, porque no hay valles diviso-
considerar la región volcánica del Diret et-Tulul rios que la atraviesen y su superficie es relativa-
en el norte de Siria que difiere del Jorullo, por su- mente plana. En cambio, se podría plantear la pre-

206
Para una más fácil comprensión de lo que sigue, nos remitimos al mapa publicado en la Revista de la Sociedad Germano-Palestina. Vol. XII:
Dschebel Hauran y la vecina región eruptiva. Elaborado de acuerdo a las mediciones y dibujos llevados a cabo por el Dr. A. Stübel el año
1882, así como a otras importantísimas fuentes, y trazado por el Dr. Hans Fischer.
La publicación de los trazados pictóricos destinados a dar a conocer las condiciones topográficas, que aquí se describen brevemente, debe
quedar reservada para una fecha posterior.
B Doss: Las lavas basálticas y las tobas de la Provincia Hauran y del Diret et-Tulul en Siria. (Según la colección de A. Stübel). Mineralog. Y
Petrograf. De Tscjernak. Comunicaciones, VII, 1886, p. 461.

424
gunta de si el derrame se efectuó de hecho desde lul er-Roghele; ambos forman grupos de conos
un único punto, o si varios canales eruptivos, qui- eruptivos que bien se pueden equiparar del mo-
zás dos, tres o cuatro, tomaron parte activamente do más acertado con los del Jorullo. La erup-
para impulsar a la superficie masas tan considera- ción del Durs se distingue porque sus masas de
bles de roca. Si quisiéramos dar a esta pregunta lava se han extendido principalmente hacia el
una respuesta que favoreciera esta segunda alter- oeste, para formar un flujo de varios kilómetros
nativa, con ello todavía no estaría explicada la de ancho. Ha avanzado tan lejos, que según to-
presencia de una cantidad tan grande de conos das las apariencias, ha traspasado el límite occi-
eruptivos, pues no se podría en absoluto conce- dental de la antigua meseta por un trecho consi-
bir que cada uno de ellos, grande o pequeño, re- derable y, por cierto, como una cuña en forma
matara la desembocadura de un canal que llega de lengua. Esta parte más baja y más angosta
hasta el principal foco de la actividad volcánica o del flujo tiene el nombre de Derb el-Ghazawat,
207
la de una ramificación lateral del pozo principal, camino de las invasiones .
lo que sería tanto más inverosímil, por cuanto
que algunos de estos conos están situados muy Además de estos dos grandes centros recientes
junto al borde de la meseta. Así pues, no queda de erupción en el terreno de una meseta de lava
más remedio que suponer que para la mayoría de más antigua, tenemos que consignar un tercer
los conos sólo puede buscarse el foco en el inte- centro que por el sur se une a la región del Tulul
rior de la masa eruptiva que forma la misma me- er-Roghele, pero que no parece tener por base la
seta y constituye la base de los mismos. Cada uno antigua meseta de lava. La estructura formada
de ellos se ha de considerar, por tanto, como pro- por este centro de erupción se presenta como
ducto del proceso de enfriamiento que se consu- una montaña cónica cuya base podría tener un
mió en un ámbito más pequeño o más grande de diámetro de 15 a 20 km., y cuya altura asciende a
la masa de la meseta. No nos atrevemos a dar un unos 500 m. sobre dicha base. La región que ocu-
pronunciamiento definitivo sobre si también se pa este cono montañoso extremadamente liso y
ha de atribuir sólo esta interpretación al Dekwa y coronado de pequeños conos eruptivos, se llama
al Akir. Tulul es-Safah, y el significado genérico del mismo
consiste en que, como lo demuestran de modo ca-
Al observador que atraviesa esta región tan singu-
tegórico la naturaleza de su superficie y ante todo
lar del Diret et-Tulul, no se le escapará, a pesar de
también el borde de sus faldas, puede ser consi-
la homogeneidad general de la configuración del
derado sólo como producto de una única erup-
terreno, que la parte sur que da hacia el Harra
ción, y por tanto debe ser contado entre los vol-
ofrece la impresión de ser más reciente que la
canes monogénicos de formación reciente.
parte norte que se extiende hacia el Antilíbano, lo
que se puede reconocer especialmente en la natu-
Es una estructura monogénica cuya fecha de na-
raleza de las masas de lava mucho más marcadas
cimiento no está atestiguada por tradiciones his-
y en forma de flujo. Por lo visto aquí, sobre la an-
tóricas, pero que se presenta como tan nueva,
tigua meseta de lava han tenido lugar también
que podría muy bien haber nacido en una época
erupciones más recientes. Distinguimos dos de
histórica y, por cierto, de las más recientes. El
estos centros de erupción: el Tulul et-Durs y el Tu-

207
Dr. John. G. Wetzstein. Relación del viaje a través de Hauran y Trachonen. Berlín 1860, p. 3.
En el mapa antes citado del Hauran etc., la delimitación perimetral de la antigua meseta de lava se ha señalado por medio de una línea
fuerte azul, en vez del color café. En cambio, debieron ponerse en color azul los conos de erupción que coronan las regiones del Durs,
Roghele, Safah, Makhul y Karin.

425
monte muestra un apilamiento, capa sobre capa De las tres erupciones más recientes menciona-
de lava derramada, y los conos de erupción que das aquí, Durs, Roghele y Safah, esta tercera debe
rodean el abovedamiento plano de su cumbre es- mirarse en todo caso como la última, y si ocurrie-
tán conectados tan íntimamente con la masa del ra una nueva erupción desde el extenso foco con
monte que deben considerarse como nacidos con el que tal vez están en conexión las tres, sería al-
él de una sola efusión. En ellos tenemos ante no- tamente probable que ni el monte Safah ni ningu-
sotros los Hornitos, compuestos de una masa no de los otros dos grupos de montes se pusieran
eruptiva acumulada para formar, no una meseta, en renovada actividad, y más bien el magma, en
sino un cono achatado y que, con el enfriamiento analogía con las anteriores erupciones, se abriría
de esta masa, han detenido para siempre su acti- una vía de salida en otro sitio del desierto, tal vez
vidad y no han sido de ninguna importancia para muy alejado. Nos dan un testimonio de ello dos
la formación del propio monte. de este tipo de erupciones que mencionamos, sin
querer con ello dar un juicio sobre la fecha de su
En la cima del monte se hallan, junto a un gran nú- nacimiento: el campo de lava del Tell el-Karin, al
mero de depresiones de cráter en forma de calde- oriente del Safah, y el que está situado al norte
ra (Wetzstein enumera 18), unos 12 de estos co- del mismo, el Tell el-Makhul.
nos . Además, hay un cono de erupción particu-
208

larmente grande, el Abu Ghanim, en el lado norte Por el comportamiento, aquí tan evidentemente
del macizo Safah, cerca del Tulul er-Roghele. No confirmado de masas eruptivas antiguas y re-
definimos la cuestión de si a este monte se le ha cientes, resultará absolutamente discutible que
de asignar, por decirlo así, sólo la función de un la montaña volcánica tenga la función de ser un
Hornito, o si debe considerársele como una pe- vehículo de la erupción. Se trata en todas estas
queña erupción proveniente del foco Safah, y por erupciones, por lo visto, sólo de la extracción y
tanto, como desembocadura de un canal particu- expulsión de material incandescente desde una
lar de erupción. Nos basta con llamar la atención profundidad no conocida, y el monte es solamen-
sobre la diferencia genérica que hay que hacer ge- te un producto de un proceso de erupción condi-
neralmente en las montañas volcánicas y la que cionado por especiales circunstancias. Pues de-
existe posiblemente entre el Abu Ghanim y los co- penderá, además de las condiciones del terreno,
nos de erupción antes mencionados. Pero en caso principalmente del estado de fluidez del magma,
de que el Abu Ghanim fuera considerado como el que éste tenga que extenderse formando una
producto de una erupción independiente, enton- cubierta plana (una meseta) o acumularse para
ces a este fenómeno vinculamos otra suposición, formar un monte alto. En los miembros indivi-
a saber, que la apertura del nuevo pozo habría te- duales de muchas regiones volcánicas podrá tal
nido lugar al tiempo en que la masa del monte es- vez comprobarse que el estado de fluidez de la
taba ya tan solidificada, que pudo haberse dado lava ha cambiado en el lapso de un tiempo enor-
más fácilmente una nueva apertura del pozo del me y ha tomado en su conjunto la movilidad del
cráter originario en la dirección vertical hacia la magma, sin menoscabo de las distintas elevacio-
cumbre del monte. Tal vez hay que considerar al nes que se comprobarían dentro de este lapso. Y
Abu Ghanim como el último resto de lava, ya muy lo que es válido para todas las regiones volcáni-
viscosa, que brotó del agotado foco del Safah. cas, encuentra también su aplicación en cada
una de las montañas de origen monogénico. El

208
Los nombres de los principales conos son, según Wetzstein, ob. cit., p. 7: Wasit, Merati, Sneta y Chnesir.

426
observador tendrá ocasión de probar si el grado mensiones que deberían tener para estar en justa
de fluidez del magma al inicio de la erupción ha si- relación con la masa y la extensión de la cordille-
do más alto que hacia el final de la misma, o si de ra. Por cierto el Hauran no carece de montes más
la configuración del monte se ha de deducir tal pequeños con cráter, pero ellos incluso aquí, co-
vez lo contrario. En la mayoría de los casos po- mo en el Diret et-Tulul son únicamente fenómenos
dría comprobarse la primera situación. parásitos, probablemente provenientes del tiem-
po en que las enormes masas de lava del Hauran
A la región volcánica del Diret et-Tulul se une en pasaron por sus procesos de enfriamiento.
inmediata contigüidad una segunda que nos pue-
de dar indicios igualmente valiosos sobre la ac- Al hablar de una alta línea de cumbres occidental,
ción de las fuerzas volcánicas: el Hauran. hacíamos alusión al mismo tiempo a la existencia
de una línea oriental. Pero ambas líneas de cum-
El Hauran no es una montaña volcánica indivi- bres quedan tan lejos una de otra que en medio
dual sino una cadena montañosa. No obstante da queda un espacio llano de 5 a 7 km. de ancho. Por
la impresión de ser un edificio unitario. Su longi- consiguiente el Hauran no es un edificio en forma
tud, si consideramos como límites externos las de cubierta sino en forma de meseta. Así pode-
distancias hasta las cuales se han extendido las mos caracterizar a la cadena, aun cuando su alti-
lavas, ya sea con muy pequeños ángulos de incli- planicie no se presenta como una llanura seguida,
nación en forma de capas, ya sea en forma de co- sino que más bien está compuesta por todo un
rriente, es de mucho más de 80 km., y su anchu- número de pequeñas y grandes mesetas que se
ra es por lo menos de 40 a 50. El punto más alto encuentran a diversas altitudes y forman peque-
de la cadena, Tell ed-Dschena, alcanza la altura ños valles de caldera. Esta combinación tiene co-
de 1802 m. sobre el mar, o unos 1000 m. sobre el mo resultado que la línea de cumbres oriental
nivel del peñascal oriental, el Harra, y de 1200 m. presente un curso mucho más irregular que la oc-
sobre la fértil llanura en-Nukras, al lado occiden- cidental, con elevaciones y depresiones, salientes
tal de la cadena. y entrantes. En las paredes divisorias y en los es-
calones de las diversas secciones de la altiplani-
La impresión de unicidad del edificio se destaca cie afloran claramente casi en todas partes los de-
esencialmente porque la línea occidental de cres- pósitos, en forma de paquetes, de la roca erupti-
tas de la cordillera se mantiene por una extensión va derramada. Pero también quedan unos pocos
de 30 – 36 km., casi a igual altura (de 1200 a 1400 conos de erupción característicos en esta parte
m.) y con esto, mirada desde lejos casi no de- más alta del Hauran, recubierta temporalmente
muestra profundas melladuras, que de existir se de una rica vegetación subalpina.
concluiría, sin más, que la cadena está compues-
ta de diversos edificios individuales. Pero incluso Lo más notable en la estructura del lado oriental de
con la ausencia de una clara división externa, ape- la cadena es indiscutiblemente una planicie escalo-
nas puede quedar alguna duda de que esto último nada de 5 a 10 km. de ancho, que se extiende más o
es la verdadera realidad; las diversas estructuras menos a media altura pero a todo lo largo de la cor-
se interpenetran tan íntimamente, que ello puede dillera, de norte a sur, y cuanto más se extiende en
considerarse sólo un efecto de su nacimiento si- la última dirección, gana en extensión horizontal
multáneo. Los centros eruptivos que han produci- hasta que al fin acaba en una meseta muy extensa
do la construcción del Hyran no están señalados que, respecto de la parte más alta del Hauran, se
externamente con nitidez ni por elevaciones cóni- comporta como una ancha base asociada a una es-
cas ni por depresiones crateriformes de las di- tructura superior claramente delimitada.

427
Por sobre esta meseta —que tiene una altitud me- están caracterizadas de un modo tan claro como
dia de 1200 a 1300 m. sobre el mar— se alza un suele ser el caso en otros edificios volcánicos; no
gran número de conos eruptivos típicos, entre hay una profunda depresión de caldera, ni un crá-
ellos también el notable Tell Salchad, cuyo cráter ter de cumbre ubicado en una posición central
alberga un antiguo castillo, y más al sur el Tell que nos digan en qué puntos podemos presumir
Abd mar (1447 m.), que se distingue por una co- con seguridad que se encuentran los primitivos
rriente de lava rica en inclusiones de cuarzo y que pozos de desfogue del foco volcánico. Y sin em-
en su cima tiene los restos de los muros de un bargo el Hauran pertenece a las montañas volcá-
claustro. nicas de las cuales han brotado posteriores y re-
lativamente muy recientes derrames de lava en
Pero además de estos conos de erupción, la ma- muy grande escala. De esto dan testimonio elo-
yoría sólo de 100 m. o menos de altura, el Hauran cuente las corrientes de lava el-Leddschah y el-
tiene también uno que holgadamente se eleva a Habis. Ellas no han irrumpido en lo alto sino al pie
una altura doble y contribuye esencialmente a de la cadena, y sus puntos de salida quedan am-
marcar en la cadena el carácter de estructura vol- bos en el extremo norte de la misma, en línea rec-
cánica: el Dschebel el-Huleb (1724 m.). Su cumbre ta a unos 20 km. uno del otro. La masa del uno se
muestra una pequeña depresión de cráter, y la ha extendido hacia el noroccidente, la del otro ha-
masa principal del material del que fue construi- cia el nordeste.
do lo componen escorias rojas de lava fuertemen-
te aglutinadas209. El mismo Dschebel el-Huleb no Por desgracia todavía no ha sido llevada a cabo
ha derramado ningún flujo de lava, pero sí se en- una medición exhaustiva y exacta de la superficie
cuentra el punto de salida de uno, cerca de la la- de terreno que cubren estas corrientes de lava,.
dera sur del cono, a unos 1500 m. de altura sobre Pero si consideramos como aproximadamente co-
el mar. La longitud del flujo podría estimarse en 5 rrectas las relaciones tipográficas de la región co-
km. y su anchura de 1 a 2. Nos parece que no se mo las representan los mejores mapas, podría es-
descarta que la misma erupción que tuvo por timarse el campo de lava del Leddschah en un
efecto el derrame de este flujo de lava produjo área de unos buenos 600 a 800 km. cuadrados, y
también el apilamiento del Kuleb. En todo caso la de la corriente de lava del Habis en un quinto
ambas formaciones corresponden a una fecha de esta cifra. Así como nuestro dato del área de
muy temprana del proceso de formación de Hau- los dos campos de lava tiene que ser poco exac-
ran. Por más sobresaliente que pueda parecer el to, también es inseguro nuestro cálculo respecto
bloque del Dschebel el-Huleb en la construcción de su espesor. Incluso el escarpado borde, el Lohf,
de toda la cadena, desde el punto de vista genéti- que limita por todos los lados el campo de lava y
co, de todos modos le corresponde solamente el que mide ya 10 m. o incluso 40, no puede ofrecer
rango de un producto secundario. ningún indicio seguro para ese cálculo.

Al comienzo hicimos notar que en el Hauran los También pueden mencionarse aquí todavía dos
puntos de salida de las enormes masas eruptivas hechos que son muy característicos de la natura-
que por apilamiento han formado la cordillera, no leza de ambas erupciones. El primero es que aun

209
En el lado sur del cono se puede uno convencer de que estas masas de escoria no son meramente superficiales. Ahí se encuentra, en efec-
to, a una altura de apenas 30 m. bajo la cumbre, la entrada cubierta de matorrales a un depósito de hielo excavado en forma de atrio que
ya no se usa en la actualidad y cuya existencia podría ser conocida solamente por unos pocos habitantes del Hauran. Unas columnas
libres en todo su perímetro sostienen el techo del amplio atrio.

428
en la más extrema vecindad del lugar de salida de mencionarse es en todo caso el flujo de lava Wa-
estas masas eruptivas, aun cuando no han brota- rat ez-Zakije, de 30 a 40 km. de largo y varios km.
do de antiguas desembocaduras de cráter, no han de ancho, que tuvo su origen en la falda sudeste
tenido lugar en la configuración del terreno nin- del gran Hermón, o Dschebel esch-Schech, en las
gún trastorno ni elevaciones, ni depresiones. La cercanías de Mendeschedel esch-Schems, y cuyo
erupción ha resultado ser más bien local, y el de- extremo final ha llegado a cerca del Dschebel el-
rrame del magma incandescente parece haber te- Mani a pocas horas de camino de Damasco, en te-
nido una duración larga y continua. Se pueden se- rreno muy suavemente inclinado210. El largo cami-
ñalar nuevas formaciones sólo en cuanto que so- no que ha recorrido el flujo habla en todo caso a
bre los puntos de salida se han levantado, en el favor de una gran movilidad del magma al tiempo
curso de la erupción, pequeños conos eruptivos o de la efusión. Y esta corriente de lava no ha bro-
vallados. tado de un cráter, y desde luego no al pie de una
cordillera volcánica como la del Leddschah y del
El punto de salida del flujo de lava del el-Ledds- Habis sino de la estructura estratificada de la for-
chah queda a unos 1140 m. de altitud junto al po- mación cretácea. Después de haber hablado ya
blado Schuhba, y el flujo de el-Habis a 1180 m., varias veces de la gran movilidad de las masas de
cerca de la aldea Duma. La diferencia de altura roca incandescentes que tienen la capacidad de
entre el punto de salida de la lava en Schuhba y extenderse sobre superficies suavemente inclina-
el borde que avanza lo más lejos en la masa del das de área muy significativa, éste sería precisa-
flujo Leddschah, a una distancia de más de 30 mente el momento de mencionar un fenómeno
km. es de cerca de 600 m. Como el declive de la muy inexplicable. El viajero que hace su camino a
cordillera es más escarpado al comienzo, des- través del Harra, como se llama una parte del de-
ciende unos 400 m. en los primeros 6 a 8 km., el sierto que se extiende entre el Hauran y la región
resto de la diferencia en altura nos indica la pe- del Safah, se extrañará mucho de la naturaleza del
queña inclinación de la planicie que la lava ha suelo que aquí transita. El terreno del Harra está
inundado. Son similares las condiciones del flujo sembrado a trechos tan densamente por bloques
de lava del el-Habis. o pedazos de lava de casi igual tamaño, que se tie-
ne la impresión de que originalmente debieron
El segundo punto que quisiéramos destacar, es el formar una capa continua que sólo en el curso de
alto grado de fluidez que debió tener la lava para lapsos de tiempo extraordinariamente largos, se
poder inundar una superficie plana tan larga co- ha destruido hasta quedar reducida a estos res-
mo ancha de 600 a 800 km. cuadrados, y cierta- tos. Y esa impresión se suscita especialmente
mente el magma, cuando ya había llegado al bor- porque estos bloques casi en ninguna parte están
de exterior, poseía todavía una movilidad tan sobrepuestos, sino que están en sentido horizon-
grande que en algunos puntos pudo extenderse tal unos junto a otros directamente sobrepuestos
para formar estrechas lenguas. al suelo del desierto, muy pedregoso. Aunque es-
tos bloques en grandes trechos pertenecen al
Pero también en otros sitios del norte de Siria tu- mismo tipo de rocas, sin embargo difieren exter-
vieron lugar erupciones parecidas a las que aca- namente de modo llamativo por una estructura ya
bamos de describir. Entre ellas, la más digna de más compacta, ya más porosa, por la cáscara de

210
Este flujo de lava está presentado en el mapa como si tuviera sólo una pequeña extensión porque el autor de esta obra tuvo ocasión de
conocer el punto de erupción de la misma sólo después de la aparición del mapa, en un segundo viaje a Siria, en el año de 1890.

429
meteorización ya negra, ya gris oscura o rojiza, y Porque al mismo tiempo entra en consideración
por su distinto grado de pulimentación. Ahora el hecho de que los lugares de origen del derrame
bien, mientras en muchas partes los bloques de de lava que ha recubierto el terreno desértico con
tamaño más o menos igual quedan tan pegados una corteza de piedra tan delgada, y muchas ve-
unos a otros, que el conjunto se puede equipa- ces sin escorias, deben ser buscados generalmen-
rar, como nota muy acertadamente el señor M. te a una distancia muy considerable, ya sea que
211
von Oppenheim , al troquelado de un vaso chi- tengamos que situarlos en la región de erupción
no, vemos que en otras partes el conjunto de del Hauran, o en la del Tulul es-Safah.
piedras esparcidas en pequeños fragmentos y el
espacio que queda entre ellos es tan considera- En cuanto a las observaciones hechas precisa-
blemente amplio, que se puede pasar fácilmente mente en Siria, acerca de la naturaleza enigmáti-
por en medio, lo que sería imposible en los otros ca de los depósitos de rocas derramadas que tie-
sitios. Y como las delimitaciones entre los tre- nen forma de cobertura, nos proporciona uno de
chos que presentan un conjunto de bloques más los ejemplos más interesantes el Dschebel Ses,
grandes y los que tienen bloques más pequeños, que queda muy al oriente. Esta elevada montaña
también se reconocen muchas veces con toda aislada, de 84 m. de altura (sobre la planicie) no
claridad, se suscita la conjetura de que se trata es un cono de erupción en el sentido ordinario,
de hecho de bancos de lava de distinto espesor sino un bloque de la meseta desértica con una
–la altura de los bloques es a veces mayor de me- estratificación más o menos horizontal, cuya su-
dio metro, a veces sólo de unos pocos decíme- perficie está coronada por una capa de lava de
tros- que aquí en tiempos pasados han manteni- sólo unos pocos metros de espesor. Pero como
do cubierto el suelo por todas partes, como una por casualidad esta capa de lava exhibe una de-
delgada capa. A esto todavía añade que en el Ha- presión en forma de batea, se podría creer fácil-
rra hay grandes y pequeños espacios sin piedras mente que uno está ante una caldera de cráter.
(ka), cuya existencia se puede explicar porque Los escarpados declives del monte están salpi-
las masas de lava cuando inundaron el suelo pa- cados de bloques de lava que se han desprendi-
saron rodeando estos sitios. do del borde del paquete de rocas.

A lo que parece, no sería fácil dar otra explicación En este rápido esbozo creemos haber asignado al
del origen de la diseminación de piedras del Ha- Diret et-Tulul y el Hauran su posición dentro de
rra, sino diciendo que se lo debe atribuir a la rup- las formaciones volcánicas, en el sentido que co-
tura de paquetes de lava delgados. Pero si el mag- rresponde a nuestro estudio de las montañas vol-
ma basáltico (y dolerítico) pudo en realidad ex- cánicas del Ecuador. No se podrá encontrar fácil-
tenderse en bloques tan delgados, tenemos aquí mente una región volcánica en la que aparezca
un caso que, en cuanto a los fenómenos de movi- tan claramente que la finalidad propia de toda ac-
miento que hasta ahora han sido observados en tividad eruptiva es la expulsión de masas de roca
masas de roca derramada, no tiene parangón. incandescentes.

211
M. V. Oppenheim: Relación de su viaje por el desierto de Siria hacia Mosul, Acta de la Asociación Geográfica.

430
SOBRE LOS FENÓMENOS DE ENFRIAMIENTO EN LAS MASAS DE FUSIÓN
INCANDESCENTES NATURALES Y ARTIFICIALES

U na vez que con nuestras observaciones en


otras regiones volcánicas hemos obtenido
nuevos puntos de apoyo para la idea de que de-
cas, hacia las que encuentran abundantes acce-
sos las corrientes de agua subterránea, nunca
se puede asegurar, ni siquiera con una certeza
ben existir focos localizados, de que la fuerza vol- aproximada, en qué grado intervienen el foco
cánica es inherente al mismo magma, y de que la volcánico y los fenómenos atmosféricos en las
finalidad propia de la erupción es la expulsión de gigantescas exhalaciones de vapores y explosio-
magma incandescente, volvemos ahora nuestra nes por la abertura del cráter. Más aún, incluso
atención a las causas aún no perfectamente escla- es altamente probable que los fenómenos más
recidas del fenómeno, sin entrar por ello en deta- impresionantes a la vista, durante las erupcio-
lle a una discusión crítica de las hipótesis plantea- nes volcánicas, deban atribuirse principalmente
das sobre esta materia. a influjos externos212.

Se puede considerar como demostrado que en los En cambio, el geólogo tiene a su disposición otro
procesos de erupción juegan un papel tremenda- indicio seguro para cerciorarse en general de la
mente importante los gases y los vapores; sólo nos existencia de la parte integrante gaseosa en las ma-
preguntamos ahora si ellos son también en reali- sas de roca que brotan de las profundidades. En-
dad la propia causa que ha producido la irrupción cuentra la prueba de esto en la formación de vesí-
de las masas de roca, o si su presencia, en lo que culas que casi nunca faltan en las porciones gran-
se refiere a su liberación en un momento dado, no des o pequeñas de las masas eruptivas. Los gases
se ha de interpretar más bien quizás como un fenó- que han dado a ciertas variedades de rocas su na-
meno que acompaña a otros procesos. turaleza vesicular, ciertamente no han sido empu-
jados desde fuera, sino que han pertenecido origi-
Si bien vacilamos en considerar el desprendi- nalmente a la masa del magma, tal vez en una dis-
miento de gases y vapores en todo proceso de tribución tan homogénea que ni un milímetro cúbi-
erupción, como uno de los factores más impor- co de la misma habría podido estar libre de gas; e
tantes, no opinamos que esta suposición se pue- incluso las llamadas variedades de roca compacta
da fundar en las explosiones de gas y vapor de no son, ciertamente, una excepción en esto, por
agua que suelen formar parte esencial en el juego más que en su actual constitución no hayan queda-
de la actividad eruptiva de casi todos los volca- do señas de gas fácilmente demostrable.
nes. Ni siquiera los resultados que ha suministra-
do la investigación de los gases captados en los Por eso, con toda razón se puede sostener que
volcanes activos, podríamos atribuirles un alcan- una propiedad de muchos metales y productos
ce tan significativo. Porque de hecho, a menudo de fundición en estado de fusión, a saber, la de
es difícil, durante el proceso de erupción, tomar conservar los gases absorbidos en grandes can-
los gases de aquellos lugares del cráter o de la cu- tidades y devolverlos sólo a medida que va dan-
bierta de un flujo de lava reciente que excluirían do su enfriamiento y endurecimiento, también
toda duda sobre la procedencia de los mismos. puede ser propia del magma incandescente. Así
la plata fundida, para dar aquí uno de los ejem-
Como siempre los pozos del cráter atraviesan sis- plos más conocidos, incluso sometida a alta pre-
temas de estratos y de enormes depósitos de ro- sión, puede albergar veinte veces más de su vo-
lumen en oxígeno.

212
Grandes erupciones de lava, como los de Mauna-Loa y Kilauea, se distinguen, como es sabido, por su ocurrencia sosegada.

431
Ahora bien, si fuera admisible la hipótesis de un Por esencial que deba ser un alto contenido de
comportamiento similar en el magma incandes- gas en el magma para el desarrollo de la misma
cente, aquí estaría dada no sólo una correcta ex- erupción, en la medida en que éste eleva como
plicación física para el desprendimiento de gran- fuerza motora la movilidad de la materia, sería di-
des cantidades de gas en las erupciones volcáni- fícil comprender cómo a través de él pueda darse
cas, sino que también una gran parte de la movili- también el primer impulso para una súbita ruptu-
dad que con frecuencia es inherente a la lava que ra de la corteza terrestre. Porque en todo caso,
fluye, podría atribuirse a este contenido de gas. los gases, dadas las condiciones de enorme pre-
sión que aquí se suponen y dada su propia fuerza
Con respecto al importante papel que desempe- de comprensión y condensación, son menos apro-
ñan los gases en los fenómenos eruptivos, difie- piados para producir manifestaciones de energía
ren sólo muy poco las opiniones de los geólogos; que un fluido prácticamente no susceptible de
en cambio respecto de la causa que daría el pri- compresión que está obligado a transferir todo
mer formidable impulso para el brote de las ma- cambio de volumen, aun el más pequeño, y sobre
sas eruptivas —y en primer término se trata de todo, un aumento de volumen, con fuerza irresis-
reconocer esta causa—, hasta ahora no ha podi- tible a su alrededor.
do lograrse un acuerdo.
Este hecho nos conduce a la constatación de
A todas las explicaciones que se han intentado que no sólo, como ya se ha visto, la fuerza que
dar, apenas se les puede dar un valor superior al debe ser considerada como la causa propia de
de un recurso sin suficiente fundamento. Junto a la erupción está en la misma materia, sino que
otras explicaciones geofísicas en parte abstrac- también parece exigir un cambio de volumen en
tas, esto se aplica muy bien a aquellas que se el sentido de un aumento de la masa, una dilata-
apoyan en la idea del encogimiento progresivo ción de la misma.
de la corteza terrestre en proceso de solidifica-
ción y enfriamiento, como también a las que se Como es sabido, un cuerpo puede realizar un tra-
fundan en la idea de una disminución local de la bajo al expandirse cuando recibe calor. El progre-
tremenda presión que se ejerce sobre el magma sivo enfriamiento del cuerpo terrestre, empero,
a grandes profundidades y que repentinamente consiste precisamente en la emisión de calor, y la
puede aligerarse aquí o allá, o en la desigual so- emisión de calor de los cuerpos fluidos y sólidos
lidificación de la corteza terrestre, que se rela- suele tener como efecto una disminución del vo-
ciona con la suposición de que el agua del mar lumen, por tanto ejercer precisamente la acción
penetra en el interior de la tierra en ignición. Di- opuesta a la que postulan nuestras consideracio-
chas explicaciones son tanto menos satisfacto- nes geológico-topográficas y las conclusiones que
rias, cuanto que en el modo de obrar de las fuer- de ellas se deducen.
zas volcánicas, en muchos sitios junto a la perio-
dicidad, se descubre también una limitación de Y sin embargo, todas las observaciones nos lle-
la misma, cuya relación mutua no encuentra nin- van a presuponer un aumento de volumen; sólo
gún fundamento en ninguna de las hipótesis has- este aumento promete dar una explicación satis-
ta ahora propuestas. Inclusive el recurso a un al- factoria de los fenómenos volcánicos en todos los
to contenido de gas en el magma incandescente, sentidos.
que acabamos de subrayar, no solucionaría el
problema. El que la hipótesis, en general bien fundada, de
una disminución del volumen en el proceso de

432
enfriamiento del magma, se haya convertido en del modo más seguro, el rumbo irregular que pre-
punto de partida de hipótesis geotectónicas que a senta la curva del cambio de volumen. Así mismo
pesar de múltiples objeciones son todavía hoy el químico y el fundidor conocen que el bismuto
213
plenamente válidas , no constituirá ciertamente fundido experimenta poco antes de su solidifica-
un reproche a la ciencia, al menos en un caso en ción una notable dilatación. El hierro sólido so-
que, como aquí, sólo puede tratarse por desgra- brenada en el líquido214. Pero la aleación de Rose
cia de ver las suposiciones fundadas del modo presenta, como es sabido, uno de los más nota-
más fidedigno posible. bles comportamientos215.

Con todo, la idea de una exclusiva disminución Junto a estos ejemplos, toda una serie de ele-
del volumen en el proceso de enfriamiento del mentos, hasta donde han sido investigados
magma, ni siquiera es tan inquebrantablemente hasta ahora, a más de lo referente a sus coefi-
fuerte, como quiere hacernos creer la explosión cientes de dilatación en estado sólido también
habitual de aquella hipótesis. en relación a sus cambios de volumen en esta-
do de fusión, presentan un comportamiento si-
Es bastante conocido que muchos líquidos y milar; los fenómenos que en tales experimen-
masas de fusión no demuestran en absoluto, tos se observan, difieren esencialmente entre
con su progresivo enfriamiento, una disminu- sí en su intensidad y en el modo cómo se desa-
ción de volumen continua en relación con el rrollan los cambios216.
descenso de la temperatura, a pesar de que se
siguen enfriando, nuevamente llegan a adquirir Además, en ciertos casos la magnitud del cam-
un aumento de volumen. bio de volumen parece estar influida también
por el enfriamiento más lento o más rápido a
Para ilustrar la marcha ascendente o descenden- que está expuesta la masa cuando ha llegado a
te de esta curva, no podríamos escoger un ejem- su punto culminante, en una cristalización más
plo más indicado que el que se ofrece en el com- o menos súbita217.
portamiento del agua que, como es sabido, alcan-
za la mayor densidad y, enfriada por debajo de es- Estas investigaciones muy meritorias se han
ta temperatura, nuevamente crece en volumen extendido también al vidrio en pasta; de los
hasta el súbito cambio de estado físico. ensayos ha resultado 218, por ejemplo, que en la
masa líquida del vidrio, durante su tránsito al
Pero también en las masas fundidas, especialmen- estado sólido, tiene lugar una contracción, pe-
te en los metales, se ha demostrado hace tiempo, ro que ésta, mientras dura el proceso de enfria-

213
Como es sabido, muchos geólogos ponen el peso principal de la explicación de los fenómenos eruptivos en que la corteza sólida de la tie-
rra se halla, por la emisión de calor, en continua contracción, y por esto ejerce presión sobre la masa del núcleo todavía fluida que está
debajo de ella; hecho que puede tener fundamento bajo ciertas condiciones, con tal que en cada caso se pueda indicar claramente lo que
se quiere entender por costra sólida, si se trata de la corteza terrestre en su espesor total hasta el gran foco central, y por cierto en su
constitución actual, o más bien de la que ha venido en tiempos incalculables. Precisamente en este último punto vemos que se ha deja-
do con frecuencia un campo infinito a lo arbitrario.
214
Wrighton.
215
El metal de Rose que se licua a los 93.7º C., se dilata, en efecto, regularmente con un calentamiento de hasta unos 44º C., pero de aquí
hasta los 69º C. se contrae tanto que con esta temperatura llega al máximo de su empaquetamiento y su volumen es mucho más pequeño
que a 0º C. De ahí el metal se dilata muy rápidamente y alcanza después de la fusión un volumen tal como si se hubiera seguido dilatan-
do de modo regular hasta esta temperatura al mismo ritmo que entre 0º C. y 44º C. (A. Wüllner, La teoría del Calor).
216
M. Toepler, Determinación del cambio de volumen en masas de fusión para cantidad de elementos. Anales de física y de química. Nueva
serie. Vol. 53, 1894.
217
Reyer, Geología Teórica, p.258.
218
Fr. Siemens, Reseña mensual de la Academia de Berlín, 1878, p. 558 – 582.

433
miento, no se realiza regularmente, sino que ocu- al blanco se alzan ante nuestro ojos en la superficie
rre con una intensidad máxima y, bajo ciertas con- y se derraman en la forma de flujos por los declives
diciones exclusivamente, en el paso del material de las montañas, se acumulan para formar lagunas
219
del estado muy fluido al estado viscoso . en los amplios receptáculos de los cráteres, y a cau-
sa del enorme calor que irradian son prácticamen-
A partir de todos estos experimentos, cuya realiza- te inaccesibles. Sólo cuando la masa está ya próxi-
ción en pequeño en el laboratorio de los físicos o en ma a la solidificación y se presenta separada en sec-
gran escala en el horno de fundición de las acerías, ciones relativamente pequeñas, puede el observa-
en absoluto se cuenta entre las tareas de fácil solu- dor hacer sus ensayos en su inmediata cercanía.
ción, si se trata de obtener resultados enteramente Pero su llegada ya no sería a tiempo para una co-
seguros, no llegamos por cierto a saber cómo se lle- rrecta inspección pues el enfriamiento estará dema-
va a cabo el proceso de enfriamiento en el magma siado avanzado, de modo que el observador tendrá
incandescente que sube hasta nosotros desde lo delante sólo la incandescencia rojiza emergiendo
profundo del cuerpo terrestre. Dichos experimen- aquí y allá de la superficie de las masas negras soli-
tos sólo nos enseñan con toda certeza que noso- dificadas en las grietas y fisuras; por más que se es-
tros no estamos en absoluto autorizados a deducir fuerce cuanto pueda por penetrar en el misterio del
un simple proceso de enfriamiento que tenga lugar proceso de enfriamiento, se verá obligado a regre-
regularmente en el interior de la masa ni una simple sar a casa con todos sus aparatos pero con las ma-
contracción de la misma. De todo lo que hasta aquí nos vacías, y reconocer que por este camino no se
se ha establecido científica y experimentalmente puede alcanzar el objetivo.
sobre los procesos moleculares que se dan al inte-
rior de las masas fundidas en trance de enfriamien- No obstante, las observaciones que se han hecho
to, se podría más bien aventurar el juicio de que se- repetidas veces en los grandes derrames de lava, a
ría una excepción el que no se hubieran sucedido pesar de la distancia a que la incandescencia del
fases de enormes aumentos de volumen en los pro- magma mantiene al investigador, no han sido ente-
cesos de enfriamiento de la materia incandescente ramente fútiles, sobre todo con respecto al punto
del interior de la tierra. que tenemos que considerar aquí.

Los procesos químicos y físicos que tienen lugar en En efecto, se ha observado que bloques de lava só-
el interior de los focos volcánicos, por estar sujetos lida pueden sobrenadar en la lava fluida como el
a factores enteramente incalculables, podrían que- hielo en el agua. De ahí se seguirá que la lava sólida
dar probablemente para siempre como un misterio de hecho es específicamente más ligera que la líqui-
indescifrable para el espíritu humano. Pero incluso da, es decir, que con su paso del estado fluido al só-
220
las masas de lava, que casi todavía incandescentes lido ha adquirido mayor volumen . Aunque dichas

219
Este resultado, por tanto, aplicado a la masa del cuerpo terrestre, no podría servir de punto de apoyo a la hipótesis de un encogimiento
siempre ininterrumpido de su corteza de solidificación, en la medida en que ordinariamente se entiende, para explicar los procesos
dinámicos que parecen haber ocurrido en la superficie de la tierra.
220
Pero si la materia en estado incandescente tiene mayor peso específico que su producto solidificado, no puede extrañar el que la densi-
dad media del cuerpo terrestre (según los cálculos más recientes de von Richarz y Krigar = 5.505), cuyo interior parece encerrar esta
materia, supere sin duda la densidad de las rocas eruptivas que están a nuestro alcance en la superficie terrestre. Sólo sería extraño si
hubiera que presuponer la relación inversa y considerar la materia fluida como más ligera, y la sólida más pesada. El peso específico de
muchos basaltos llega a ser hasta de 3.3. Se pregunta en cambio, si la diferencia de densidad del resto de la corteza, de 2.2 a 3 –si se
prescinde de los tipos de roca de distinto origen específicamente más ligeros, que tienen una parte indeterminable en la composición de
la superficie terrestre-, podrían atribuirse únicamente a la densidad de la materia incandescente que con la presión ya aumentando con
la mayor profundidad, o si tal vez con más razón, sería de buscarse en el predominio de los constitutivos más pesados en la mezcla de
la materia de acuerdo al aumento de la profundidad. Para decidir esto carecemos de todo apoyo disponible, incluso para suponer que el
interior de la tierra en las presentes condiciones sea fluido o sólido.

434
observaciones son factibles ciertamente sólo en un una fuerte presión y, al suprimir la presión, en
mínimo de casos, de modo que queda abierto el seguida vuelven a salir a la superficie. Pero es-
campo a posibles equivocaciones —tal vez aquí se ta flotación, como se puede comprobar aquí
podría objetar que ha crecido la capacidad de aca- claramente, no se funda en el hecho de que la
rreo del magma por el aumento de viscosidad en la costra de solidificación en general tenga una
superficie de enfriamiento del líquido, o que los tro- mayor porosidad que la que muestra el resto
zos que sobrenadan se componen de material poro- de la masa después de su endurecimiento, y de
so ligero—, sin embargo, a esta observación mu- que represente en cierta medida solamente la
chas veces certificada no se la debe pasar por alto espuma liviana del propio grueso de la masa.
sin intentar comprobarla221. Cuando se tritura el contenido de los grandes
volquetes en que suelen recogerse las escorias
Nuestra suposición de que la flotación de los incandescentes, después de su completa soli-
trozos de lava en la lava líquida debe fundarse dificación externa, y de la masa principal del
en una dilatación de la masa que se solidifica, interior, no existe dicha diferencia de estructu-
tiene un ulterior y muy importante apoyo en ra; ambos coinciden íntimamente, e incluso a
las observaciones hechas en masas de fusión la masa principal de la parte interna, que pre-
artificial. Los flujos de escoria que son sangra- minentemente es densa, no le faltan aquí y allá
dos de los altos hornos y que en su composi- partes porosas e incluso de escoria de consi-
ción química son muy parecidos a las lavas, derable dimensión. La estructura de la costra
muestran exactamente el mismo fenómeno. En de solidificación, por tanto, no difiere tan
dichas masas en fusión artificial, la costra de esencialmente de la masa interior, que se pue-
solidificación tiene la capacidad de sobrena- da explicar el flotamiento de la primera sólo
dar en el líquido cuya temperatura ha descen- por su naturaleza especialmente porosa. Inclu-
dido todavía poco por debajo del punto de in- so en este caso hay más bien la necesidad de
candescencia blanca; capacidad tan fuerte que echar mano otra vez de la idea de un aumento
incluso los trozos que sobrenadan libremente del volumen, por cierto permanente que se ha-
sólo pueden ser sumergidos con el empleo de bría producido por el paso del estado líquido

221
Es muy digna de nota una observación que Carl Friesach, a quien la ciencia debe una serie de determinaciones de posiciones astronómi-
cas de Sudamérica y en las islas del mar del Sur, tuvo ocasión de hacer, en su visita al Kilauea el año 1859 (Sobre los volcanes del océano
Pacífico, p. 110). Escribe Freisach: Mientras estábamos al borde de la muralla, vimos a nuestros pies el famoso lago de lava. El receptáculo
de la misma era entonces de forma ovalada, con diámetros de 1.500 y 2.500´. En el momento de nuestra llegada, la superficie del lago esta-
ba solidificada, con excepción de una pequeña parte, y en la costra negruzca había un bloque de roca caído probablemente hacía poco del
borde. Pero ya a los pocos segundos aparecieron agujeros en la costra endurecida, de los cuales surgían chorros de lava de la altura de una
braza. Entonces la masa incandescente inundó la costra que se despedazó y se hundió en el líquido. El mencionado bloque de roca ya antes
había hecho reventarse con su peso la costra, y ahora sobrenadaba en la roca fundida. Mientras aparecía en la lava una fuerte agitación y
en su superficie se dejaban ver muchas llamas pequeñas azules, subió el líquido en unos minutos a 1´. Luego se aquietó el líquido y comen-
zó poco a poco a solidificarse. Una media hora después todo el lago se cubrió con una costra sólida, en la cual no dejaban ninguna huella
las piedras que sobre ella se lanzaban. Después de un cuarto de hora de duración de este estado, se oyó un silbido y un estampido, la costra
se reventó de pronto con un fuerte estruendo a todo lo ancho del receptáculo, y la lava brotó con violencia de las grietas que había y rápi-
damente se extendió de nuevo sobre todo el “receptáculo”.
El hecho de que el bloque de roca, que debido a su peso había roto la costra solidificada, realmente haya sobrenadado en la lava líquida,
no puede ciertamente fundarse en un error del observador, y más bien parece dudoso que éste haya escogido con precisión la expresión
apropiada, al designar la desaparición de los delgados trozos producidos por el despedazamiento de la costra en la lava líquida, como un
hundimiento, porque eso mismo podría atribuirse mucho más naturalmente tal vez a una entrada en incandescencia y a un derretimien-
to de los mismos.
Además dice Freisach: No puedo yo describir mejor el terreno negro que comparándolo con la cubierta de hielo de un lago, lo cual por
la presión del agua que hay debajo, en parte se raja, en parte se rompe en grandes secciones, con lo cual los trozos de hielo vienen a
quedar unos sobre otros en desorden. De hecho este piso negro forma uno como techo tendido sobre un amplio espacio vacío de lo cual
fácilmente se puede uno convencer por las grietas. Por lo demás, el grosor de la bóveda es muy variable, y alcanza en muchos sitios
sólo algunas pulgadas, en otros más de una vara. También la tensión mencionada aquí, por la que se sostiene la corteza de lava que
queda hueca, podría hablar a favor de una dilatación que, con su solidificación, experimenta la superficie del lago de lava, análoga
a la de una superficie de agua que se convierte en hielo.

435
222
al sólido Tal aumento de volumen sería, por Por lo demás, para reconocer en esto la causa
tanto, resultado evidente de la emisión de calor propia de los fenómenos eruptivos no se trata ni
y de una modificación molecular en conexión siquiera de establecer si el proceso de enfriamien-
con ella, una cristalización de ciertas estructuras to se lleva a cabo con una disminución o con un
químicas que, para formar una masa sólida densa- aumento del volumen. Lo decisivo es solamente si
mente compacta y desarrollada de pequeñas uni- en general, mientras dura el proceso de enfria-
dades minerales más o menos perceptibles, re- miento en las profundidades del foco volcánico,
quieren un volumen global más grande que antes, es posible una repentina o progresiva expansión
en su estado fluido incandescente. del magma incandescente; porque esto, aún cuan-
do tuviera lugar en forma pasajera, bastaría ple-
La verdad de la hipótesis de que la lava solidifica- namente para explicarnos la actividad y la estruc-
da puede flotar realmente en la líquida, que la ha- tura de los volcanes mejor que ninguna de las hi-
cían probable ya las observaciones en la naturale- pótesis hasta ahora presentadas. A estas pregun-
za, ha recibido por tanto una confirmación impor- tas debemos ahora responder, sin vacilación, afir-
tante con las observaciones realizadas en masas mativamente.
de fusión artificiales de gran volumen. Para una
más justa apreciación de la misma, no puede ca- Como lo hemos visto, se ha comprobado experi-
ber la menor duda de que de hecho debe presu- mentalmente, con seguridad, muchas sustancias
mirse como la causa propia del fenómeno erupti- en el momento de su solidificación, de su cristali-
vo no tanto la disminución de volumen hasta aho- zación, o tal vez ya antes, cuando están cercanas
ra supuesta como efecto de enfriamiento, cuanto a ella, experimentan un notable aumento de volu-
más bien un aumento del volumen. men; y el presumir lo mismo para las rocas que se
solidifican y cuya masa global está sometida a

222
Para la realización de estas observaciones nos dio la anhelada oportunidad una visita a las acerías de Kladno y la amable deferencia de su
director, el señor Bertrand en Bohemia. Las escorias sobrantes de los altos hornos son recogidas en vagonetas en forma de artesa de 1,7
metros cúbicos de capacidad. Mientras las escorias candentes al rojo-blanco se dirigen por un canal a los volquetes ya dispuestos, se for-
ma inmediatamente una delgada capa solidificada en la superficie del líquido que va subiendo más y más en la artesa y que sigue incan-
descente y burbujea por los gases que despide. La costra es fácilmente atravesada cuando se deja caer sobre otro sitio de ella el chorro
continuo de masa fluida de escoria, debido a un pequeño desplazamiento del volquete sobre sus rieles en forma súbita. Entonces se pue-
de observar cómo la corteza de solidificación se despedaza y los trozos de la misma se sumergen por el peso del chorro de escorias que
les llega, pero inmediatamente vuelven a aparecer a la superficie, como ocurre cuando un fuerte chorro de agua cae sobre trozos de hielo
que sobrenadan y, volteándolos y balanceándolos, los arrastra en su remolino.
Otro fenómeno no menos aleccionador se da cuando se perfora con una larga varilla de hierro la costra solidificada una vez que ha alcan-
zado cierto grosor. Si se escoge el momento justo, esto puede hacer que un chorro de la masa de escoria líquida semejante a un surtidor,
sea lanzado a dos o tres metros de alto, y así dé prueba de la fuerte tensión bajo la cual se encuentra, precisamente al interior del flujo de
escorias. Pero aquí hay que descartar con seguridad que esta tensión haya que considerarse un efecto de la presión que pudiera ejercer
el encogimiento de una costra solidificada fácilmente rompible y todavía delgada en relación con el volumen de la masa fundida en proce-
so de enfriamiento, y así mismo que el alzamiento de la masa en un chorro incandescente se deba a la fuerza de los gases emitidos.
Un tercer fenómeno que, no menos que el ya mencionado, habla a favor de un aumento de volumen de la misma masa de escorias impli-
cada en el enfriamiento, es –como lo ha observado muchas veces suficientemente todo fundidor-, la formación de pequeños conos de erup-
ción en la superficie de la costra de solidificación, que aparecen ya en la primera fase del enfriamiento de la superficie, permanecen mu-
chas veces largo tiempo en actividad y, no solamente despiden gases sino que también, en perfecta analogía con los volcanes naturales,
provocan derrames de la masa de escoria líquida del interior de su pequeño foco tenazmente confinado en las paredes del recipiente.
Como los volquetes, después de la solidificación de su contenido, se vacían en un escarpado declive, por lo cual los bloques bajan rodan-
do, y muchas veces se rompen con el choque de unos con otros, se puede fácilmente determinar la constitución estructural de los volca-
nes, y podrían complementar nuestras observaciones hechas.
Así por ejemplo, no nos es posible llegar a observar la liberación y escape burbujeante de los gases de una lava incandescente al blanco,
tan de cerca como podemos hacerlo aquí en una masa de escorias incandescentes al blanco, y de seguro que la ebullición y escape de
los gases en lo profundo de las chimeneas de los cráteres debe tener lugar de un modo semejante, aunque con una violencia para noso-
tros inimaginable.
Pero de ningún modo estamos autorizados a suponer que las pruebas de fusión, que realizamos en pequeño con material de rocas erup-
tivas ya hace mucho tiempo solidificadas en basaltos, traquitas, etc., deban proporcionarnos una explicación absolutamente exacta so-
bre su punto de fusión anterior y sobre su comportamiento durante su proceso de solidificación primordial. La nueva fusión artificial de
dichas muestras de roca, en las cuales ya no entran en juego los gases que en su tiempo se hallaron en ellas y que entonces fueron libe-
rados, puede tener lugar con fenómenos muy diferentes

436
una modificación de sus más pequeñas partículas ción de la fuerza, cuando por la recepción de ca-
debido a la fuerza expansiva de la cristalización, lor se dilata bajo presión. Pero el magma incan-
es ciertamente un paso justificado en el camino descente produce su enorme trabajo de igual
de las conclusiones lógicas. efecto, precisamente, porque despide calor. La
contradicción que aquí parece darse se resuelve
Sin embargo, aun si tuviéramos que vernos priva- muy fácilmente si tenemos presente que el mag-
dos de la información que nos tocó en suerte en el ma volcánico en todo caso debe contarse entre
laboratorio del químico y del físico a favor de nues- aquellos cuerpos que, como el agua, después de
tra hipótesis, todavía desde el punto de vista geo- que han llegado a un determinado grado de des-
lógico-topográfico quedarían en pie para ella tan- censo en la temperatura, cambian de comporta-
tos puntos de apoyo que, a lo sumo, podríamos de- miento y, como resultado, pasan de una dismi-
plorar el no haber conocido por vía experimental nución a un incremento del volumen. Este sería
ninguna sustancia, cuyo proceso de enfriamiento por tanto el momento en que entra en acción la
pudiera ponerse en exacto paralelismo con las que producción de trabajo de la fuerza volcánica,
se han concebido para el magma volcánico. que halla su manifestación en la expulsión de
masas de roca incandescentes.
Con todo, a favor de que el aumento de volumen
en el magma en proceso de enfriamiento no só- Ahora bien, aunque el fenómeno de dilatación
lo puede provocar efectos pasajeros sino, al me- que aquí se supone como efecto de la emisión de
nos hasta cierto grado, permanentes, está la calor, bastará ya por sí solo para iniciar fenóme-
existencia de volcanes como testigos muertos nos eruptivos ya paulatina ya repentinamente, sin
de una actividad volcánica proveniente de pe- embargo, interviene todavía un segundo factor,
ríodos que ya hace mucho han terminado. cuyas manifestaciones de fuerza no pueden ser
menospreciadas en el proceso: el contenido de
Ellos revelan al geólogo que el material de su es- gas del magma. Nosotros hemos pensado ya al ini-
tructura grande o pequeña y de tan múltiples for- cio mismo de nuestro estudio, en la importancia
mas, representa el excedente del magma, para cu- de dichos factores sólo como fuerza motriz, sólo
ya conservación en el curso del tiempo faltó espa- como algo que opera mecánicamente. Pero el
cio en el foco volcánico; sus dimensiones para el contenido de gas desempeña presumiblemente
geólogo son la medida según la cual calcula men- también otro papel muy influyente en el aspecto
talmente la capacidad del foco al que pertenecen, químico y físico en el interior del magma, y así po-
y sólo le falta el coeficiente de dilatación del mag- dría hacer del proceso de enfriamiento un proce-
ma, para poder establecer valores numéricos más so compuesto de los más diversos influjos, de ma-
o menos correctos. nera que no estamos en capacidad de determinar
cuál de las acciones que se transmiten a la super-
Un cuerpo realiza un trabajo, como enseña la ley ficie de la tierra se han de atribuir más a uno que
223
irrefutable ya antes mencionada de la conserva- a otro factor .

223
El supuesto aumento de volumen se sustrae desde luego a todo cálculo. Pero si, por ejemplo, se quisiera suponer que este aumento, en
un momento dado del proceso de enfriamiento, sólo por la dilatación asciende hasta un 10% de la masa, como corresponde al aumento
de volumen del agua que se solidifica, ya sería suficiente para provocar una actividad eruptiva de significativo efecto. Un foco volcánico,
cuyo contenido es de un kilómetro cúbico, estaría entonces en condiciones de levantar un cono montañoso de 274 m. de altura (altura
doble a la del Monte Nuovo cerca de Nápoles) y en un área de 1178 m. de diámetro (con un ángulo de inclinación de 25º C.). Pero cuánto
más considerables tendrían que resultar los fenómenos eruptivos de este foco, si al simple proceso de dilatación se añadieran también
los efectos del gas, que tal vez constituirán un múltiplo de este porcentaje.

437
La prueba más decisiva de que en el brote del sos ostensiblemente por rebordes concéntricos
magma incandescente no se trata solamente de muy juntos entre sí, como si hubieran surgido
un aumento de volumen permanente, sino tam- de una serie de arrebatos de toda la masa de
bién, al mismo tiempo, de una expansión que olas224; en otros casos, la pared interior de la am-
puede sufrir la materia pasajeramente, nos pare- plia caldera deja ver depósitos nivelados en for-
ce que nos la dan las formaciones de cráteres de ma de gradas, que dan la impresión de haber si-
la luna. do dejados por efecto de un hundimiento irregu-
lar e intermitente, ya más rápido, ya más lento,
Los montes circulares tan notables de la luna, del nivel de la inundación de lava.
cuyo diámetro imaginémonos su enorme tama-
ño —muchas veces llega a más de 100 km., pue- Si las erupciones en la luna, que tuvieron como
den no obstante ser interpretados sólo como los efecto la formación de montes circulares, tuvie-
bordes relativamente bajos de inmensas cuen- ron lugar tal como nosotros no podemos menos
cas de cráter. de suponer, entonces el proceso podría compa-
rarse muy acertadamente con la ebullición y el
Podría encontrarse probablemente una explica- rebosamiento de un líquido, causado por un
ción de su origen, como tendremos todavía que fuerte desprendimiento de gases o vapores.
discutir en otros sitios, únicamente en la peculia-
ridad del proceso de erupción y en el estado líqui- La masa de la materia que volvió a caer en el
do del material eruptivo. En efecto, creemos de- fondo y que corresponde a la capacidad de la
ber suponer que, en cada una de estas formacio- caldera del cráter vaciada, podría, según esto,
nes de cráter, una gran parte de la enorme masa dar una medida referente al grado de disminu-
del magma, que se volvió a hundir en el fondo y ción del volumen que tuvo lugar en el curso de
así formó una caldera de cráter que posee el pri- la erupción por efecto de la expulsión de los ga-
mitivo tamaño de la masa eruptiva. Lo único que ses. Ciertamente no puede ponerse en duda que
con su hundimiento dejó atrás la masa, prescin- el contenido de gas del magma incandescente
diendo por ejemplo de los bloques de una costra puede ser muy variado. Las erupciones desde el
de solidificación superficial, fue el borde de su pe- interior de la luna, que tuvieron como efecto la
rímetro externo que estuvo más expuesto al en- formación de las montañas circulares, revela-
friamiento y a la solidificación, y pensamos que rían en todo caso un período del proceso de en-
en la muralla circundante de la caldera, cuya altu- friamiento en el que se efectuó en la luna la ex-
ra y declive son variables, tenemos a la vista este pulsión de un magma muy rico en gases. En
borde solidificado. comparación con estas erupciones lunares, la
mayoría de las erupciones de la tierra, en cuan-
Una ulterior confirmación de la veracidad de es- to están al alcance de nuestro conocimiento, po-
ta hipótesis parece estar también en la estructu- drían pertenecer a un período de derrame de
ra de la pared del circo de muchas de estas cal- magma ya muy pobre en gases.
deras de cráter. Está compuesta en algunos ca-

224
Nota del traductor: La hipótesis de que los cráteres de la luna son producto del volcanismo es hoy rechazada. Hace ya unos 2.000
millones de años que no hay derrame de lava en la superficie lunar. Hoy se sabe que los cráteres lunares, al igual que los de Mercurio y
los de la mayoría de satélites del Sistema Solar son cráteres de impacto, es decir, generados por la caída de cometas, asteroides o trozos
de roca. Cuando el objeto que choca es muy grande se producen olas en la superficie sólida que recibe el impacto. Así se explican los
anillos de colinas que rodean a algunos cráteres lunares, como Srübel señala. A este fenómeno se lo denomina hoy cuenca multianular.

438
La fuerza volcánica, por tanto, es probablemen- sólo una parte, se explica por lo mismo también
te un fenómeno de enfriamiento de la materia in- la periodicidad de la actividad volcánica que, en
candescente, cuya presencia a cierta profundi- conexión con la tendencia a una completa extin-
dad bajo la superficie terrestre no puede poner- ción, hemos señalado como el fenómeno más
se en tela de juicio. Y en la materia que se enfría significativo en las manifestaciones de la fuerza
y se dilata bajo alta presión, vemos cumplidas volcánica; la hemos reconocido no solamente
todas las condiciones para un despliegue de en la forma de erupción de los volcanes todavía
fuerzas que seguramente basta para levantar pe- activos, sino también en el agrupamiento de los
sadas masas fundidas desde grandes profundi- volcanes de diversas regiones.
dades y para abrirles de nuevo el intrincado ca-
mino a través de antiguos, y por largo tiempo En la naturaleza del proceso de enfriamiento se
abandonados canales de erupción, dominar to- funda el hecho de que los fenómenos que lo ca-
do obstáculo y aun romper recientes y potentes racterizan sean enteramente los mismos, sin im-
depósitos de rocas. Esto nos ofrece al mismo portar que sea muy grande la masa que subya-
tiempo una explicación para todos los diversos ce, digamos la de todo un cuerpo celeste, o que
grados de los temblores de tierra, desde los más se reduzca a un pequeño volumen, a una parte
pequeños y apenas perceptibles hasta los más de un flujo de lava. En cambio la intensidad con
fuertes, ya sea que abarquen grandes ámbitos que ocurren los fenómenos es muy diversa;
de sacudimiento, ya restringidos a pequeños prescindiendo de la naturaleza particular del
círculos, en exacta consonancia con la naturale- magma, estará siempre en relación con el volu-
za de los fenómenos sísmicos. men de la masa que pasa del estado líquido in-
candescente al sólido.
Una exigencia imprescindible de nuestras consi-
deraciones era también la tesis de focos locali- En este último comportamiento tenemos, indiscu-
zados. Pero como es muy probable que no todo tiblemente a mano, el medio más seguro para de-
el contenido de un gran foco volcánico descien- ducir procesos que han ocurrido en un período
da repentinamente al grado de temperatura en muy lejano, a saber, en el tiempo en que la tierra
que tiene lugar el cambio molecular correspon- entró en su primera fase de solidificación.
diente a la dilatación en el magma, sino siempre

439
LA FASE MÁS IMPORTANTE PARA LA CONFIGURACIÓN EXTERNA DE LA
SUPERFICIE TERRESTRE EN LA EVOLUCIÓN DEL CUERPO DE LA TIERRA.

Los textos de Geología nos dicen que la primera cada teórico, mira como posible que se levanten
superficie originaria de solidificación de la tierra los continentes, que se desgarren a través de grie-
debe ser considerada como la base propia de to- tas, que se eleven las montañas, que se plieguen
dos los posteriores depósitos. El material que es- las superficies, que los sistemas de estratos se
tá bajo estos últimos sería por tanto la roca plutó- deslicen unos sobre otros, y que nazcan cuencas
nica originaria, la corteza planetaria del cuerpo marinas por hundimiento del terreno.
terrestre, de cuya destrucción hasta cierto grado
de profundidad,—tarea llevada a cabo por los fac- Pero a pesar de que todas las hipótesis de esta na-
tores atmosféricos—, debió haber salido el mate- turaleza, que muchas veces se imponen como
rial para el apilamiento de los sedimentos. irrefutables al geólogo que describe sus observa-
ciones, están en muy íntima conexión con la es-
Debido a esta muy considerable ablación se admi- tructura interna de la costra terrestre, con su es-
te que en donde hay contacto con rocas que no pesor y con las acciones del foco volcánico cen-
tienen carácter sedimentario, se ha penetrado tral, sin embargo, precisamente sobre estos últi-
realmente en lo profundo de la corteza terrestre. mos factores estamos la mayoría de las veces
muy deficientemente informados.
Ahora bien, mientras los paleontólogos han he-
cho de los sistemas de estratificación de los se- Por ello, un conocimiento exacto de la naturale-
dimentos, materia de su estudio, y han dirigido za de la corteza terrestre, desde su superficie de
sus investigaciones especialmente a las formas enfriamiento hacia abajo hasta el centro, mues-
inagotables de la fauna y la flora desaparecidas tra ser un factor indispensable para nuestras es-
y que yacen enterradas en dichos sedimentos, timaciones; y sin embargo no tenemos, al pare-
los petrógrafos han considerado como su tarea cer, ningún medio para introducir la sonda men-
la investigación de las rocas que componen esta tal a tales profundidades y determinar el valor
presunta costra de solidificación, y las han des- de cada factor. Todo aquí es hipótesis, y lo que
crito tanto en lo relativo a sus componentes mi- nosotros mismos estaríamos en capacidad de
nerales como a sus condiciones de estratifica- hacer para el esclarecimiento de este punto,
ción, al creer, con toda razón, que su martillo consistiría en añadir al gran número de hipóte-
tiene que golpear al menos aquí y allá la más an- sis ya existentes, una nueva, que probablemen-
tigua roca de solidificación. te no estaría basada en ningún fundamento más
seguro que todas las demás.
Las observaciones que se han hecho sobre las
condiciones tectónicas de estos depósitos de ro- Pero, ¿es indispensable comenzar justo con esta
cas, de sus paquetes, stocks y diques, han llevado cuestión, la más discutida? Nos parece que no. Lo
a la suposición de que se han dado muy violentos que nosotros queremos saber y necesariamente de-
procesos dinámicos consistentes en levantamien- bemos saber para penetrar por lo menos en alguna
tos, hundimientos, dislocaciones y desplazamien- medida en el misterio, no es por cierto la estructu-
tos horizontales, cuyos efectos se han hecho no- ra de la corteza desde su superficie de enfriamien-
tar no rara vez hasta en los más recientes estratos to hacia abajo, en dirección al centro, sino hacia
de sedimentación. La ulterior ampliación del sis- arriba, hacia la superficie en donde estamos para-
tema de estas acciones dinámicas es, junto con el dos. Porque estaríamos ciertamente errados si qui-
estudio en el microscopio de los distintos tipos siéramos suponer que los sedimentos pudieron to-
de roca, el principal empeño de la moderna geolo- mar su material directamente de la corteza de soli-
gía; ella es la que, según lo exija la hipótesis de dificación planetaria, y depositarse nuevamente en

440
la base reciente formada por ablación. Lo que nos enfriamiento progresivo continuo de afuera hacia
preguntamos es más bien: ¿qué ha ocurrido en la adentro.
superficie planetaria dentro del inconmensurable
lapso de tiempo transcurrido entre la formación Para obtener una base para nuestros estudios, co-
de la primera corteza de solidificación y la prime- menzamos nosotros con aquel estadio de la evo-
ra aparición de la vida orgánica? lución del globo terráqueo que culminó con la for-
mación de la primera capa más extensa de solidi-
Nos parece fuera de toda duda que precisamen- ficación. Por cierto, de esta fase podemos formar-
te este período de la historia evolutiva del cuer- nos una idea solamente muy general; pero ésta
po terrestre debe ser considerado como uno de podría acercarse mucho a la realidad, si supone-
los más importantes. En él han ocurrido, como mos para la tierra en aquel período, estados que
podemos conjeturar con gran seguridad, las pueden haberse asemejado a los del sol en sus ac-
erupciones volcánicas más violentas de todos tuales condiciones, si bien sabemos poco de posi-
los tiempos, todos los acontecimientos que han tivo sobre él.
sido de la mayor importancia para la conforma-
ción de su superficie, y cuyo influjo tectónico no Con la formación de una corteza de solidificación
se ha borrado completamente tal vez hasta debió necesariamente originarse una resistencia
nuestros días. siempre creciente contra la libre manifestación de
los procesos, aumentos de volumen y exhalacio-
Ciertos puntos de apoyo para los procesos que nes, lo que estaba en relación con la solidificación
debieron haber tenido lugar dentro de este perío- de la masa del cuerpo terrestre, que avanzaba po-
do, se pueden obtener de las conclusiones que te- co a poco hacia el interior. Esto tuvo como efecto
nemos derecho a sacar sobre la base de los he- el que la capa de solidificación se rompiera en in-
chos observados. numerables puntos. No necesitamos determinar
si con estas manifestaciones de violencia tuvieron
Si lográramos establecer ciertos hitos en el gran lugar elevaciones que produjeran la formación de
vacío que aquí presenta la evolución de la tierra, grietas, o si el contrapeso de las acciones de fuer-
recién entonces podríamos juzgar si realmente es za se efectuó por muchos canales de erupción si-
concebible que los fenómenos volcánicos de la tuados muy cerca unos de otros, pero es muy cla-
actualidad puedan relacionarse con el foco cen- ro que cuanto más aumentaba en espesor la cor-
tral situado en profundidades desconocidas, y si teza de solidificación, crecía también la resisten-
nos es permitido suponer que obtendremos una cia y tanto más violentas debían ser asimismo las
idea de la corteza de solidificación en algún lugar erupciones, único medio por el cual pudo estable-
de la superficie terrestre. cerse temporalmente el estado de equilibrio al in-
terior de la corteza de solidificación.
Pero para poder establecer al menos aproximada-
mente qué procesos han tenido lugar en este lap- Si a partir de los fenómenos volcánicos de la ac-
so de tiempo, que posiblemente ha sido mucho tualidad podemos sacar conclusiones acerca de
mayor que el que ha exigido la depositación de to- los del pasado, este equilibrio pudo por tanto
das las formaciones sedimentarias, echamos ma- efectuarse solamente por acarreo de masas incan-
no de nuevo en primer lugar de la premisa que ha descentes hacia la superficie terrestre, en la cual
constituido el punto de partida de nuestro estu- se acumularon dichas masas formando potentes
dio, a saber, que el cuerpo terrestre se ha origina- paquetes y murallas. La extensión de estos pa-
do de una masa incandescente por un proceso de quetes debe haber sido con frecuencia de

441
muchos miles de millas cuadradas. Tampoco pue- observamos en los volcanes todavía activos y en
de haber ninguna duda de que estas erupciones la mayoría de los extinguidos. En aquel período
fueron tan frecuentes y numerosas en todas las pudo haber sido todavía predominante una exten-
partes de la superficie terrestre, que al fin hasta sión horizontal de las masas eruptivas, pero si se
los más pequeños sitios de la misma no queda- formaron cráteres, en todo caso fueron tales co-
rían sin verse cubiertos de nuevas masas erupti- mo los que componen la superficie de la luna, en
vas; más aún, probablemente toda la superficie los cuales la altura de la muralla del cráter parece
quedó cubierta con dichas masas no solamente diminuta en comparación con el diámetro de la
225
una vez sino muchas . apertura del mismo. La tesis de que en la evolu-
ción de la tierra hay que señalar un período en el
Es evidente que el ulterior enfriamiento de la pri- que su superficie tuvo una disposición semejante
mitiva corteza terrestre que entonces estaba en a la de la superficie lunar, nos parece bien funda-
contacto en ambos lados, por abajo y por arriba, da226.
con las masas de roca incandescentes debió re-
tardarse considerablemente. Si nosotros pudiéramos deducir de los puros he-
chos geológicos y sus conclusiones, el blindaje
No sabemos hasta qué grado de potencia creció exterior que lógicamente debió adquirir el cuerpo
poco a poco este apilamiento que designamos terrestre, sin que con ello se haya menoscabado
blindaje, y tampoco queremos tratar de expresar en lo general su forma elipsoidal, se podría encon-
en números su espesor, aun cuando no se exclu- trar la prueba más completa de su existencia por
ye del todo la posibilidad de lograr algunos pun- el método geodésico, e inclusive, según parece,
tos de apoyo para esto; pero asimismo es seguro ya se han dado pruebas; sólo que tal vez se han
que no cuadraría con la naturaleza del proceso explicado incorrectamente las heterogeneidades
de enfriamiento el querer suponer que en aquel que se han presentado de la observación del pén-
período de la historia de la solidificación de dulo y de las medidas de los grados. Por ejemplo,
nuestro cuerpo terrestre, ya habrían nacido las para encontrar una causa de estas divergencias,
montañas volcánicas que actualmente vemos en se ha supuesto con total arbitrariedad, que la
actividad y que podemos hacer objeto de nues- densidad de la corteza terrestre bajo el mar, espe-
tra investigación. cíficamente más ligero, es mayor que bajo los
continentes227.
Aun cuando en aquella época ya se hubieron for-
mado volcanes, con todo, es absolutamente im- El material que luego resultó, por obra de la acti-
probable que haya habido montes en los cuales el vidad de los fenómenos atmosféricos, de la des-
perímetro del cráter haya estado en la misma re- trucción por vía química y mecánica y de la abla-
lación con la altura del volcán, como la que ahora ción de las masas de roca superficiales y que se

225
En el estadio de desarrollo aquí señalado, pudieron encontrarse las llamadas estrellas variables. “Fr. Süllner tiene como muy probable
que el aumento de luminosidad de ciertas estrellas variables consiste en el brote del magma incandescente a través de la corteza de solidi-
ficación, la cual no obstante ya después de pocos meses se ha enfriado tanto que el aumento de luminosidad ha desaparecido de nuevo
completamente” (Investigaciones fotométricas, capítulo IV “Sobre la constitución física de los cuerpos celestes”).
226
Nota del traductor: Quien primero sospechó que las estrellas eran entes gaseosos fue Sir Arthur Eddington en 1916, que el año de 1925
publicó sus argumentos al respecto en su obra Internal Constitution of the Stars. Esta tesis está hoy bien establecida y es aceptada univer-
salmente.
227
El hecho de que la formación de las regiones volcánicas de la tierra ya no coincida con las de la superficie lunar puede tener también su
fundamento, entre otras circunstancias todavía sujetas a discusión, en que el proceso de enfriamiento en la luna, que es mucho más
pequeña, se realizó mucho más rápidamente que en la tierra, porque el volumen y la superficie de radiación en ambos cuerpos se hallan
en diferente relación mutua.

442
empleó mediante su transporte para los apila- momento se alimentan de nuevo de él, resultará
mientos de capas ya más extensas, ya más reduci- claro que debieron transcurrir lapsos de tiempo
das, no se derivó por tanto, de la costra de solidi- inmensamente largos antes de que la fuerza volcá-
ficación originaria, sino de la potente y ciertamen- nica se extinguiera por completo en estas masas
te muy montañosa cubierta de blindaje con que la eruptivas acumuladas en la superficie, y aun es
actividad de las fuerzas volcánicas había revesti- natural suponer que se formaron focos de este ti-
do toda la periferia de la tierra en el transcurso de po, en los que la fuerza volcánica no se ha extin-
228
millones de años . guido hasta hoy en día.

Hasta aquí hemos hablado solamente de los fenó- También es cosa natural que de los focos perifé-
menos de enfriamiento que se han referido a la ricos se hayan seguido erupciones que por su
masa interior todavía incandescente del cuerpo manifestación de fuerza no son inferiores en
terrestre y que se dieron a conocer como reaccio- esencia a muchas provenientes del foco central,
nes permanentes del foco central que repercuten y que hayan erigido montes con cráteres de
en la superficie. Pero es evidente que los mismos igual tipo que las erupciones de este último; y,
fenómenos se han dado también necesariamente sin embargo, el significado genético de los dos
en las masas que, por efecto del proceso de soli- tipos es esencialmente diverso y debe mante-
dificación de todo el material terrestre, han sido nerse en pie teóricamente, aun cuando no este-
impulsadas a través de canales de erupción y se mos en capacidad de distinguir la forma del pri-
han depositado sobre la primitiva capa terrestre. mer tipo de la del segundo.

Vemos que, por efecto de este hecho, se han for- Pero con las erupciones de estos focos periféri-
mado focos volcánicos que ya no están ubicados cos, se ha agotado realmente por completo tam-
debajo de la primitiva capa de solidificación, sino bién la fuerza volcánica ¿Las masas de roca que
que han venido a quedar encima de ella. En con- brotaron del interior de los focos periféricos, no
traste con el foco principal central, caracteriza- pudieron todavía, después de que a su vez se hu-
mos a los focos de este tipo como periféricos. bieron enfriado hasta cierto grado, ser capaces
de provocar nuevas reacciones, levantar peque-
Se puede suponer a priori que muchos de estos ños volcanes y derramar por sus cráteres flujos
focos han tenido una considerable extensión ho- de lava? Ciertamente esta pregunta no puede ser
rizontal y un enorme cubículo. Pero si por una contestada en sentido negativo, y es muy proba-
parte sabemos cuan mala conductora de calor es ble que muchas de las formaciones recientes no
la corteza de solidificación de un flujo de lava, y pertenezcan ni a los focos periféricos de primer
por otra parte tenemos en cuenta que estos focos orden como los llamamos para distinguirlos de
periféricos, gracias a los conductos eruptivos los otros desde el punto de vista de la época, ni a
abiertos con su nacimiento, pudieron queda úni- los de segundo orden, sino que son reacciones
cos con el foco central principal y en todo que pueden ser atribuidas a focos volcánicos de

228
Todos los minerales que toman parte en la constitución de la corteza sólida de la Tierra —como desearíamos indicar aquí para profanos en
la materia— en tanto que no se toman en consideración las sustancias orgánicas o meteóricas son, por tanto, de origen volcánico; y en esto
no son ninguna excepción ni siquiera las más discutibles formaciones sedimentarias, inclusive las sales solubles en el agua, por más paradóji-
ca que parezca la expresión. Para el origen de éstas se trata sólo del mayor o menor número de procesos de preparación mecánicos y quími-
cos por los que tuvo que pasar la primitiva roca eruptiva antes de que la segregación de las partes integrantes se había efectuado, de tal modo
que la formación de nuevas combinaciones pudiera haberse introducido bajo otras condiciones, sobre todo por obra de factores atmosféri-
cos. Investigar el curso de estos procesos de preparación y de transformación, es una de las tareas más nobles de la geología.

443
un tercer orden. Algunos de estos procesos vol- la existencia de focos volcánicos en vías de ex-
cánicos probablemente están todavía en cone- tinción o ya extinguidos, dentro del conjunto de
xión con el foco central, pero no directa sino in- las rocas metamórficas subyacentes. Pero como
directamente. Por falta de conexión con los fo- ya es sabido que el espesor de estos sistemas de
cos volcánicos de considerable profundidad, se estratos muchas veces se mide por miles de me-
explica también que, como enseña con tanta fre- tros, bien pueden estar sepultados bajo ellos fo-
cuencia la observación, haya montañas volcáni- cos de muy considerable extensión, sin que ja-
cas grandes y pequeñas que se han elevado sólo más el martillo del geólogo haya golpeado la ro-
a partir de material muerto, de escorias o de to- ca de ninguno de ellos.
ba, y que nunca han hecho salir rocas en estado
líquido; vemos en ellos las últimas manifestacio- El curso de nuestro estudio nos plantea ahora un
nes de la fuerza de focos locales en proceso de interrogante cuya respuesta, aun cuando parezca
extinción. Sobre la base de esta exposición po- sólo aproximadamente correcta, debería ser de
dríamos, por tanto suponer, que en una región muy especial importancia para nuestras concep-
volcánica de gran extensión, como por ejemplo ciones geogenéticas.
la del Ecuador, en la que vemos unos junto a
otros un medio centenar de montañas volcáni- Todo el material del que se componen las rocas
cas de todos los tamaños, tenemos delante pro- sedimentarias y metamórficas —suponiendo que
ductos que, juzgados desde el punto de vista ge- la tierra primitivamente haya sido una masa erup-
nético, pertenecen a focos periféricos de dos y tiva, como lo exige el elipsoide de rotación—,
aun de tres distintos grados de antigüedad y, en puede haber resultado sólo de la destrucción,
la medida en que en él sea factible identificar pe- ablación y transposición de primitivos productos
ríodos de actividad distintos, pueda ésta atri- de solidificación. Y así se nos impone la pregunta
buirse a distintos estadios de enfriamiento den- de en qué estadio de enfriamiento se encontraba
tro del mismo foco. Si suponemos que lo último el cuerpo terrestre cuando comenzó el proceso
es lo acertado, de la disposición espacial y de la de destrucción de la superficie sólida provocado
distribución de estos volcanes podríamos dedu- por la actividad de los factores atmosféricos.
cir también hasta cierto punto, la extensión ho-
rizontal y la forma del foco periférico al que per- Aun cuando esta pregunta tampoco puede ser
tenecen. Aquí vemos un factor causal relativo a respondida directamente, es muy natural suponer
la distribución de los volcanes ya en forma de hi- que esto sucedió sólo cuando no solamente ha-
lera, ya en forma de grupo; una opinión que, pre- bían disminuido considerablemente los fenóme-
cisamente de manera muy clara, aun cuando en nos eruptivos originados en el foco central, sino
pequeña escala, se ve apoyada por las condicio- también cuando la gruesa cubierta de blindaje
nes por las que puede aducirse como ejemplo con todos sus volcanes había cedido ya tanto al
clásico la región volcánica del Diret et-Tulul. proceso de enfriamiento, que el gran número de
sus focos periféricos individuales ya no podía
Para imaginarnos la enormidad del tiempo que provocar un fuerte calentamiento global de la su-
debió transcurrir entre el nacimiento de los fo- perficie, a pesar de las violentas erupciones que
cos periféricos de distintas épocas, no quisiéra- tal vez todavía provenían de ellos de cuando en
mos dejar de mencionar que estos distintos fo- cuando.
cos seguramente en muchos sitios están separa-
dos entre sí por depósitos sedimentarios muy Como el enfriamiento de todo el cuerpo terrestre
potentes, de modo que también puede deducirse de afuera hacia adentro avanzó constantemente y

444
los fenómenos de solidificación asociados a él au- en una consideración crítica de las muy numero-
mentaron en intensidad en la misma proporción en sas regiones volcánicas de la Tierra, y según toda
que el foco volcánico central descendió a las pro- probabilidad, dicha comparación, si después de
fundidades y aumentaron las resistencias, necesa- todo hubiera de hacerse con los medios que ac-
riamente debió haber habido también un momen- tualmente están a nuestra disposición, nos lleva-
to en que la energía de la fuerza volcánica alcanzó ría al convencimiento de que la suma de las for-
su punto máximo, la superficie fue afectada por maciones volcánicas existentes en la superficie
erupciones que sobrepujaron a todas las anterio- terrestre no sólo implican la hipótesis de la incan-
res manifestaciones de violencia y en derrames de descencia originaria del cuerpo de la Tierra, sino
masas, y que más tarde ya no fueron superadas. A que éste debió también haber superado la época
esta época inevitable en el proceso de enfriamien- de las más violentas manifestaciones de su fuerza
to de todo cuerpo espacial incandescente podría- volcánica hace ya mucho tiempo. Al menos ha-
mos designarla como la de catástrofe; ella anuncia blan en favor de esto de modo muy categórico de
la proximidad de un momento crítico, el inicio de los datos de las regiones volcánicas estudiadas
una nueva época en la historia de la formación de hasta ahora más de cerca229.
dicho cuerpo. Tampoco para la Tierra pudo faltar
este momento crítico; pues con el rebasar de este Según esto, el lugar crucial de toda actividad
punto máximo de despliegue de la fuerza eruptiva, volcánica ya no debería buscarse actualmente
necesariamente triunfó la resistencia que la corte- en el foco central espacialmente reducido; más
za de solidificación, ya enormemente crecida en bien tenemos motivos para suponer que él se
espesor, opone a las manifestaciones directas de la ha trasladado a los diversos focos periféricos
fuerza volcánica proveniente del foco central. que tienen su sede sobre la corteza de solidifi-
cación planetaria, sin que por ello quede exclui-
El inicio de esta catástrofe debería considerarse do cierto grado de comunicación entre ellos y
el momento más importante en la historia evolu- el foco central.
tiva del cuerpo terrestre en la más remota anti-
güedad, es decir, la época en que la fuerza volcá- Ahora bien, mientras los más de estos focos se-
nica dejó se de ser la soberana única. guramente han avanzado ya cerca de la comple-
ta extinción, algunos pueden estar todavía lejos
Lo que ahora queremos saber y debemos saber, de este momento, y entre estos últimos podrían
para poder establecer la correcta conexión causal contarse precisamente aquellos cuyo nacimien-
entre los fenómenos volcánicos de la actualidad y to, debido al derrame de enormes masas de la-
los procesos del pasado, es si la Tierra ya ha so- va, justo cae en el período de la gran catástrofe.
portado esta catástrofe, o si aún amenaza el día
en que habrá de llegar la catástrofe. Con la tesis de que el cuerpo terrestre ha supe-
rado ya hace tiempo la época del punto máximo
Pero una respuesta decisiva a esta pregunta sólo de los fenómenos de su enfriamiento, emitimos
podemos esperarla de una comparación apoyada también a la vez una estimación relativa a la

229
La gran llanura de lava de la región de Columbia ha sido estimada por el Prof. I. C. Rusel en 650.000 m. cuadrados (por tanto más de 1,2
veces la totalidad del área del Imperio alemán). El cañón del río Snake corta todo el depósito de paquetes horizontales de lava hasta una
profundidad de 1200 m. sin llegar a las rocas de su basamento, de modo que el espesor del flujo petrificado de lava en el lugar en cuestión,
debe calcularse entre 1400 y 1500 m. (Revista Geográfica, 1897, p. 110). Pero si el interior de la Tierra pudo hacer aflorar en una época
relativamente reciente masas de rocas en tales proporciones, cuánto más considerables deben haber sido las masas que llegaron a la
superficie en fases más tempranas del proceso de enfriamiento, cuando éste llegó a su punto más alto.

445
profundidad a la que debe haber llegado la soli- Averiguar aproximadamente cuál de las dos for-
dificación de la masa planetaria en dirección al maciones es la más potente en elevación vertical
230
centro . sobre su basamento, si la que incluye restos orgá-
nicos, o la que está todavía libre de ellos, sería de
Por tanto, parece innegable que se debe atribuir alto interés geogenético, pero debemos desistir
a la corteza de solidificación un espesor tan probablemente para siempre de este conocimien-
enorme, que estaría completamente excluido el to, tanto más cuanto que las dos formaciones es-
ubicar en el foco central el punto de origen de tán íntimamente entremezcladas. Pero en todo ca-
las manifestaciones de fuerza cuya acción cree- so, la formación libre de restos orgánicos y que
mos reconocer en la superficie terrestre: en las está más al fondo, es aquella en que hallamos las
elevaciones o depresiones continentales, en el más variadas y por su origen las más enigmáticas
levantamiento de cordilleras, o en los plegamien- formaciones rocosas; es la formación de las rocas
tos de paquetes de rocas, en la formación de gi- metamórficas, es decir, de aquellas que no pue-
gantescas grietas, etc. den haber sido depositadas en el estado en el que
las encontramos ahora, sino que deben haber ex-
Ya antes hemos destacado la extraordinaria po- perimentado una completa transformación en su
tencia de los sistemas de estratificación que se masa, una recristalización de sus partes integran-
descubren a través de restos orgánicos como in- tes. Muchos de estos tipos de roca por su compo-
dudables formaciones sedimentarias. Pero sería sición y estructura mineral se adosan por una
muy incorrecto pretender que la vida orgánica ha- parte a las verdaderas rocas eruptivas, mientras
ya surgido al mismo tiempo que los procesos de por otra, se relacionan muy de cerca con induda-
preparación que a partir de las rocas eruptivas bles rocas sedimentarias. Como resultado de este
dispusieron el material para los sedimentos. Por hecho, reina entre los geólogos una diferencia de
el contrario, hay que suponer que primero trans- opiniones muy comprensible respecto del tipo de
currió el período enormemente largo en el cual tu- origen de ciertas clases de rocas y, justamente
vieron lugar formaciones de rocas que, por cierto, desde luego, de aquellas que tienen la porción
fueron también iniciadas por la actividad de los más significativa en la composición de las partes
fenómenos atmosféricos, pero en todo caso bajo de la superficie terrestre accesibles a nosotros.
condiciones enteramente distintas de las que exi- Porque en la mayoría de las veces ni siquiera las
gía la aparición de la vida orgánica. condiciones de depositación observables in situ
pueden dar una información definitiva sobre la

230
Como es sabido, se ha procurado por métodos experimentales deducir, del aumento de calor hacia el interior, el espesor de la corteza
sólida de la Tierra. Con este fin se han observado con gran cuidado los termómetros a ciertos intervalos de profundidad en minas y pozos.
De un número de resultados más o menos coincidentes se ha creído poder establecer una ley generalmente válida para el aumento de
calor a medida que se profundiza en el interior de la Tierra (1º C., por cada 33 m.), y esto tanto más cuanto que se han hecho estas prue-
bas en rocas que, como el gneis, granito, sienita, etc., se han considerado todavía masas de solidificación plutónicas, es decir, parte de la
corteza de solidificación primordial. Los números así obtenidos han contribuido como los que más a atribuir a la corteza sólida de la
Tierra un espesor desproporcionadamente pequeño (40 a 50 km. pues a 60 km. de profundidad todas las masas deben estar fundidas).
Sin embargo, estos resultados no dan derecho a hacer esta generalización tal como lo han mostrado las nuevas observaciones; y la mejor
comprobación de esto nos la dan las minas de Virginia City en Nevada. En la mina Comstock-Lode la temperatura a 300 m. de profundi-
dad asciende ya a más de 30º C., aumenta en los siguientes 300 m. unos 15º C., y luego para un igual incremento de profundidad, aumen-
ta 26º C. más, de tal modo que el trabajo de la mina es posible sólo con abundante empleo de refrigeración artificial.
Y este ejemplo es tanto más interesante, cuanto que aquí, al mismo tiempo, parece estar dada la clave para la explicación de fenómeno.
Junto a Virginia City, todavía dentro del distrito de minas, se observa un potente depósito de rocas eruptivas recientes que se pueden
reconocer fácilmente como tales por su despliegue en forma de flujo y de meseta. Ahora bien, aun cuando la masa de rocas que se encuen-
tra aflorando es completamente fría, se puede suponer que su presencia indica la cercanía de un foco volcánico que se reconoce como
fuente de calor. Ya este solo caso, que sería digno de una más detallada investigación, bastaría para hacer aparecer como de muy dudoso
valor los grados de profundidad geotérmica que sirven de base para el cálculo del espesor de la corteza terrestre, a los cuales se ha dado
durante tanto tiempo una importancia tan grande.

446
naturaleza eruptiva o metamórfica de un tipo de mo medió entre el punto crucial que hemos desig-
roca al especialista que juzga con objetividad, co- nado catástrofe, y la primera aparición de la vida
mo tampoco está en condiciones de hacerlo el mi- orgánica.
croscopio. cuanto más se reconoce que ni con
mucho se han concluido todavía las pruebas pre- A la conclusión de este estudio, sería recomenda-
cisamente sobre este importante punto en el pro- ble decir también unas palabras sobre cómo he-
ceso de conformación de la superficie terrestre, la mos imaginado el origen y naturaleza de los cana-
formación de las rocas, tanto mayor es la pers- les de comunicación a través de los cuales han si-
pectiva de poder llegar a un recto conocimiento do extraídas las masas eruptivas desde una ma-
del verdadero estado de las cosas. yor o menor profundidad del interior de la Tierra
hacia la antigua superficie, y que tal vez todavía
El peligro de llevar por falsos rumbos nuestra en la actualidad son impulsadas hacia uno u otro
apreciación relativa al origen de las rocas y al pa- de los focos periféricos. Pero precisamente este
pel que desempeñaron en la formación de la ac- punto está rodeado de tan impenetrable oscuri-
tual superficie terrestre, estriba principalmente dad, que cualquier idea que pudiera exponerse
en que somos demasiado inclinados, por causa sobre él sería sólo una suposición privada, caren-
de lo limitado de la naturaleza humana, a evaluar te enteramente de fundamento científico. Más pa-
en muy poco el período que debió transcurrir en- ra no exponernos al reproche de haber ido dema-
tre la formación de la primera corteza de solidifi- siado lejos en nuestro intento de explicación de
cación y la época en que las fuerzas volcánicas los fenómenos volcánicos, aludimos sólo breve-
dejaron de ejercer su dominio absoluto en la su- mente a este punto, no obstante tan importante
perficie terrestre. Y sin embargo, este período en para la formación de los volcanes231.
su inmensa duración probablemente es sólo una
fracción de aquél que precedió a la depositación De la anchura del canal de erupción sobre todo en
de las propias rocas sedimentarias, y que asimis- la parte superior, hacia su desembocadura, y de

231
No nos podría dejar satisfechos ni la hipótesis según la cual la corteza rígida de la Tierra, cuyo espesor aun cuando se lo evalúe en el mí-
nimo posible, debe ser estimado en una buena cantidad de millas, tiene que estar agrietada por acción de la fuerza volcánica del interior, ni
la hipótesis según la cual el magma incandescente en parte funde y en parte atraviesa las partes más delgadas de la corteza terrestre que
arbitrariamente se supone que existen. Como un muy probable modo de origen podría considerarse el que, al dotar retrospectivamente la
perforación de los primeros canales de erupción, quizás todavía conservados aquí y allá en sus vestigios, la coloca en la época más tem-
prana de formación de la corteza planetaria de solidificación. Mientras ésta era todavía delgada, tal vez sólo de unos centenares de metros,
o a lo más de un kilómetro, existieron seguramente miles y miles de canales que sirvieron de conexión entre el interior del fluido y la super-
ficie. Pero cuanto más profunda vino a ser la ubicación del foco central por efecto de la progresiva solidificación, tanto mayor debió de ser
el número de canales de erupción que fueron puestos fuera de actividad; pero aquellos que todavía persistían en su finalidad fueron, con
seguridad, considerablemente ampliados, y mucho más intensamente ocupados para el necesario acarreo de las masas volcánicas. Pero al
mismo tiempo se prolongaron hacia lo profundo las chimeneas en la misma relación en que aumentaba el espesor de la corteza de solidifi-
cación. No hay que suponer, sin embargo, que estas chimeneas hayan tomado un curso perpendicular en todas sus secciones antiguas y
nuevas; por el contrario, es probable que ellas deban de presentar no sólo curvaturas, sinuosidades laterales y múltiples ramificaciones, sino
también que haya tenido ensanchamientos a modo de cámaras de forma muy irregular y de muy considerable tamaño. Estas gigantescas
cámaras debieron servir especialmente de laboratorios y depósitos para los productos sólidos eruptivos, para las cenizas y lapilis.
Presumiblemente estos últimos productos de la actividad volcánica resultan no sólo por desmenuzamiento y trituración por vía mecánica,
sino también principalmente porque las masas de roca más o menos solidificadas que como tales, tal vez después de erupciones anteriores
volvieron a hundirse en la chimenea del cráter, se mantuvieron durante largo tiempo sometidas a las temperaturas que, si bien no llegaban
a fundir de nuevo las masas, sí a di-solver la cohesión de sus componentes minerales. En lo tocante a la amplitud de las chimeneas profun-
das, no deberían imaginarse tan pequeñas; podrían existir chimeneas cuyo diámetro, al menos a trechos, midan kilómetros; pero al mismo
tiempo se podría suponer que estas amplias chimeneas casi siempre están repletas de material eruptivo antiguo, de manera que los canales
de transporte todavía viables para el magma, al menos a trechos, pueden ocupar sólo una pequeña porción de la chimenea originaria.
El material con que han sido apilados en capas muchos volcanes, debe ser por tanto, no otra cosa que masa que estaba rellenando antiguos
canales eruptivos, la cual aquí y allá en una época posterior, en una segunda o tercera erupción fue extraída del mismo foco y mezclada con
nuevo magma.
El volumen del material en estado sólido impulsado a la superficie en la erupción del Krakatoa el año 1883, en la forma de bloques de piedra
pómez, carbón menudo y cenizas, según la estimación del señor R. D.
M. Verbeek, ascendió a por lo menos 18 km. cúbicos. Aquí está al mismo tiempo la mejor medida de las proporciones espaciales que hemos
atribuido al foco de extracción.

447
su estructura inferior que facilita la extracción de cráter, o 2680 m. sobre las inmediaciones orienta-
las masas eruptivas depende en todo caso en les de su pendiente externa. El fondo del cráter
gran parte, como hemos destacado antes, la con- Ptolomeo queda así pues unos 862 m. más alto que
formación del edificio volcánico, la magnitud y el entorno exterior a su muralla. Según esto, la al-
forma de su cráter y el tipo de su posterior activi- tura de la muralla circundante respecto del diáme-
dad. Para la configuración de un edificio volcáni- tro del cráter sería de 1:71, mientras que esta rela-
co, en erupciones realmente grandes, como en los ción con el Cotopaxi es más o menos de 1:1/10.
tiempos históricos nunca se han dado en compa-
ración con las de la época histórica, no sólo entra Es muy grande en la Luna el número de los cráte-
en consideración el que las masas eruptivas pue- res cuyo orificio sobrepasa al de los mayores vol-
dan ser impulsadas desde su foco hacia la super- canes de la Tierra en diez o veinte veces.
ficie con relativa facilidad y en un tiempo relativa-
mente corto, sino que al mismo tiempo tiene im- Los muros de cráter o montes anulares de la Luna
portancia el saber si una gran parte del material son sin duda de magma incandescente solidifica-
expulsado pueda volver a hundirse en el canal de do, que se ha expandido en gigantescas oleadas
erupción antes de su solidificación. alrededor de una o más aberturas de salida; pero
no han sido erguidos, como muchos de los volca-
Probablemente son de este tipo los volcanes en nes de la Tierra, por efecto de productos de erup-
los cuales la altura de las paredes, en compara- ción arrojados con fuerza hacia afuera. Cada uno
ción con el diámetro del cráter, es notablemente de estos montes anulares, por lo tanto, supone
pequeña, en los cuales el piso del cráter suele es- para su primera disposición, un único brote de
tar más bajo que el terreno que rodea el declive magma del interior de la Luna de una masa tal, co-
exterior de las paredes; y por cierto entre las for- mo la que trazan los límites externos de la cordi-
maciones volcánicas de esta forma específica te- llera circular, y que pudo acumularse al menos
nemos ante nosotros las que de modo tan profu- hasta la altura que en la actualidad tiene todavía
so ostenta la superficie de la Luna, en cuanto po- la cordillera anular en la pared de su circo.
demos abarcarla con la vista. Pero en esta homo-
geneidad específica está también un indicio digno Una explicación satisfactoria del origen de estruc-
de ser tomado en consideración de que las mon- turas tan extensas pero sin embargo unitarias, po-
tañas con cráter de la Luna no tanto provienen de dría encontrarse, como ya hemos anotado antes,
focos diversos, sino que más bien fueron formas sólo en el supuesto de que una gran parte de la in-
por una fuerza que domina toda su masa, del ma- gente masa de magma, después de que hubo dis-
terial del gran foco central, y de que estos montes puesto al edificio en todo su perímetro, ha vuelto
en su mayoría pertenecerían a una fase muy de- a fluir de regreso hacia adentro de su foco de ori-
terminada de su evolución. gen. En el momento en que se dio este flujo regre-
sivo hacia lo que antes había sido la chimenea de
La Luna tiene volcanes cuyos cráteres exhiben di- erupción, recién estuvo solidificado al borde ex-
mensiones tan considerables, que no se pueden terno de toda la masa derramada y, por cierto, la
suponer para su origen condiciones exactamente escarpada pared del circo señala los límites hasta
iguales a aquellas bajo las cuales se formaron los los cuales tuvo lugar la solidificación, mientras
volcanes de la Tierra accesibles a nuestra investi- que los puntos sobresalientes de la pared del cir-
gación. Así el diámetro del cráter Ptolomeo tiene co señalan la altura que parece finalmente haber
185 km.; pero el punto más alto de su cordillera alcanzado la masa de magma acumulada.
anular se eleva sólo a 1828 m. sobre el fondo del

448
El área comprendida en el cráter Ptolomeo se otras montañas volcánicas grandes o de ente-
estima (según Neison) en 22.000 km. cuadra- ras cadenas montañosas.
dos, es decir en una extensión que es más de
vez y media la del Reino de Sajonia ( = 14.992,94 ¿Y no podría estar aquí la justificación para sacar
km. cuadrados). A juzgar por la altura de la cor- de este comportamiento una conclusión para las
dillera circular, la altura promedio del magma formaciones volcánicas de la Tierra?
debió tener por lo menos 1 km., y de acuerdo a
esta estimación, que en todo caso es muy mo- Pero con el regreso de la masa incandescente ha-
desta, el contenido total del receptáculo del cia el interior de la Luna, se hundió también más
cráter daría 22.000 km. cúbicos. Según esto, la y más la corteza superficial de solidificación que
cavidad resultante del magma que fluyó de re- necesariamente debió formarse en ella, hasta que
greso hacia abajo, si nos la imaginamos como por fin llegó al fondo del enorme embudo, si ya
un cono con su vértice dirigido hacia abajo y de antes no se detuvo el flujo hacia el fondo. Escalo-
muy grande ángulo de apertura, se podría cal- namientos en forma de terrazas como las que ex-
cular en un tercio de este volumen, es decir, en hiben en su interior tantos de los cráteres luna-
7.333 y 1/3 km. cúbicos. res, se pueden interpretar del mejor modo como
vestigios de este proceso, a no ser que, como ya
Ahora bien, si suponemos que estos 7.333 1/3 lo mencionamos antes, se juzguen como marcas
km. cúbicos no se hubieran vuelto a hundir, si- de marea de un movimiento oscilatorio de arriba
no que más bien se hubieran conservado en el a abajo del magma, repetido muchas veces en el
receptáculo del Ptolomeo, lo que bajo cierta receptáculo del cráter. Probablemente aquí en-
circunstancias y con una mayor viscosidad del tran en juego los dos casos; pero este último com-
magma habría podido muy bien suceder, vería- portamiento hay que tomar en consideración es-
mos formado en esta acumulación de aspecto pecialmente para aquellos cráteres de la Luna cu-
de laguna, un foco periférico, cuyo paulatino ya cordillera anular, como la de Copérnico, está
enfriamiento no solamente hubiera exigido un compuesta de muchas murallas concéntricas
lapso de duración enteramente incalculable, si- muy ceñidamente cercanas unas a otras y además
no que también como efecto del proceso de en- casi a igual altura232.
friamiento interior, hubiera debido presentar
en su superficie fenómenos eruptivos en mayor En favor de la tesis de que hay tenido lugar en mu-
escala. Y de hecho no faltan en la Luna forma- chísimos casos un flujo de regreso de las masas
ciones, a las cuales puede ser atribuida sólo eruptivas solidificadas al foco de su origen, ha-
una importancia secundaria de este tipo. Exis- blan además otros dos hechos importantes.
ten allí por miles conos montañosos, ya gran-
des, ya pequeños, ya aislados, ya unidos en gru- En efecto, precisamente muchas de las grandes
pos, levantados sobre las llanuras del cráter o cordilleras anulares coinciden en que el fondo de
apoyados en las pendientes de murallas, de los su cráter (piso encerrado en sus murallas) en pri-
cuales se puede asegurar con certeza que sus mer lugar quedan mucho más abajo que las inme-
focos deben estar dentro de masas rocosas que diaciones externas al amurullamiento que circun-
han sido expulsadas durante la formación de da el cráter, y en segundo lugar presentan un

232
Este hecho, sin embargo, no debe ponerse en pie de igualdad con la actividad periódica de los volcanes de la Tierra. Ésta no falta por
completo en los volcanes de la Luna, y se deja ver por ejemplo a menudo en la típica forma Somma-Vesubio.

449
declive en forma de embudo hacia la parte media Así pues las erupciones se llevaron a cabo en una
del cráter233: escala tan espectacular, cuando la corteza exter-
na del cuerpo lunar ya estaba desarrollada hasta
Entre los volcanes apagados de la Tierra cierta- un cierto grado. Pero también la Tierra debió ha-
mente no hay uno que haya agrandado en un gran ber experimentado alguna vez una fase en que to-
número de millas el diámetro de su cráter con el das sus formaciones volcánicas, como antaño en
refluir de las masas eruptivas hacia el foco; pero la Luna, se dieran de acuerdo al mismo esquema;
de todos modos hay algunos, como ya se mencio- esto se puede concluir con gran seguridad en ba-
nó antes, cuya forma y magnitud han recibido un se a la analogía planetaria existente entre la Tie-
fuerte influjo del hundimiento regresivo de la co- rra y la Luna; con todo, estas estructuras volcáni-
lumna de magma hacia el fondo, como se debe su- cas sobre la superficie de la Tierra debieron ha-
poner en los montes de caldera. ber sido más grandiosas de lo que son las más po-
tentes de su satélite, dado que el volumen de la
El ejemplo del cráter Tolomeo es muy alecciona- Luna es sólo 1/49 del de la Tierra.
dor también en la medida en que ofrece una prue-
ba de la gran solidez que la corteza de enfriamien- Para destacar la importancia tectónica de estas
to lunar debe haber poseído ya en aquel tiempo neoformaciones endógenas en la superficie plane-
en que tuvieron lugar los violentos procesos erup- taria del cuerpo terrestre, las hemos designado su
tivos originados en el foco central de la Luna, no cubierta de blindaje. De ésta, y no de la primera
se puede pensar en otra interpretación ya que la capa de solidificación, debió haber procedido el
corteza de solidificación pudo soportar, sin hun- material para el apilamiento de las masas rocosas
dirse, todo el peso de la masa eruptiva impulsada que hoy nos parecen a menudo los miembros más
a la superficie durante la formación del Tolomeo, antiguos en la construcción de la corteza sólida
que quizás se la estimaría muy por lo bajo al cal- dela Tierra. Pero lo que luego ha quedado todavía
cularla en 40.000 km. cúbicos. Y sin embargo, el de esta cubierta blindada, está muy probablemen-
Tolomeo es sólo uno de los muchos montes de te a una profundidad inalcanzable, a muchos mi-
cráter cuyos trazos amurallados, que se topan les de metros bajo la actual superficie accesible a
unos con otros, recubren la superficie de la Luna nuestras investigaciones234.
casi como una red de malla.

233
La semejanza que algunos cráteres de la Luna, por su estructura y disposición, presentan con las cuencas vacías de los geyseres, es tan nota-
ble que el paralelo entre unos y otros, prescindiendo naturalmente de las proporciones tan diferentes, resulta extraordinario; esto ha llevado
hace poco incluso a formularse la posibilidad de considerar a los volcanes de la Luna como verdaderas formaciones de geyseres.
El señor V. Wellmann escribe en efecto, sin perjuicio de toda reserva (en las , No. 3405, 1897): ...Estos geyseres se asemejan en muchos aspec-
tos a los cráteres de la Luna, tanto por la forma anular como por las claras franjas radiales que van hacia fuera de muchas cordilleras anula-
res, y que corresponden a los desagües de los geyseres. Según esto, habría que considerar a los cráteres lunares como “volcanes de agua tem-
pranos”. Pero si los volcanes de la Luna no han sido volcanes de agua sino de fuego, como suponemos, precisamente estos canales de desa-
güe radiales podrían confirmar nuestra idea sobre el origen de los grandes cráteres y la elevada fluidez del magma en un período dado del
proceso de enfriamiento en la masa de la Luna.
El señor W. H. Pickering de Harvard College, durante su permanencia en el Perú y aprovechando la elevada ubicación de su observatorio, ha
enriquecido de forma esencial nuestro conocimiento topográfico de la Luna. Entre otras cosas ha observado que los declives externos de mu-
chos montes con cráter, están atravesados por grietas que se extienden a los parajes situados en una altura inferior de la superficie de la Lu-
na y tienen gran semejanza con los cauces fluviales. Sólo que se da una diferencia, opina el estudioso, en cuanto que estas grietas en su par-
te superior son siempre más anchas que en la inferior, lo que parece estar en contradicción con la tesis de que sean en realidad quebradas de
erosión. Respecto de esta observación, no quisiéramos dejar de recordar que también en los grandes volcanes del Ecuador, como el Iliniza,
Cotacachi, Quilindaña, Cayambe y otros, se encuentran formaciones de quebradas similares. En las respectivas secciones hemos hecho notar
que el origen de estos peculiares ensanchamientos en forma de caldera, llamados también hondones, no sólo pueden atribuirse a la acción de
la erosión, sino que deben ponerse en relación genética con el apilamiento del monte.
234
En relación con los procesos volcánicos que han tenido lugar o todavía tienen lugar en otros cuerpos celestes, se ha hecho diferencia entre
vulcanismo cósmico y terrestre. Creemos que en estas páginas hemos demostrado que esta contraposición no tiene razón de ser. Pero si, a
pesar de todo, se la quisiera mantener con ciertas reservas, debería fundamentarse en el hecho de que el resto que a la Tierra le ha quedado
del vulcanismo cósmico, en sus manifestaciones ya tiene que luchar con resistencias que le han sido creadas por los depósitos de rocas pe-

450
No obstante, el que nosotros nos veamos tenta- estos focos periféricos están con él en conexión
dos con bastante frecuencia a considerar los directa, aun cuando débil.
miembros tectónicos accesibles a nosotros como
pertenecientes a la corteza de solidificación origi- No es nuevo el ubicar la sede de las manifestacio-
nal, es tanto más excusable, cuanto que la compo- nes de la fuerza volcánica en receptáculos de lava
sición mineralógica de sus rocas nos parece ga- aislados en ámbitos cerrados por todas partes.
rantizar la naturaleza eruptiva de las mismas; y Pero no se ha impuesto con una prueba conclu-
más frecuente es esto cuando violentos fenóme- yente la tesis de su existencia. Y como su existen-
nos eruptivos de un volcán que se concibe en ac- cia se ha manifestado de por sí en el curso de
tividad, sorprenden nuestro espíritu y nos hacen nuestras consideraciones como condición esen-
creer que estos procesos representan todavía to- cial, como axioma, se ha llenado la exigencia que
235
da la fuerza joven creadora de nuestro planeta . previamente se ha señalado en este capítulo se
señaló como indispensable para la fundamenta-
El punto de partida de nuestros estudios lo ha ción de la hipótesis, y al mismo tiempo se solucio-
constituido la cuestión de si los fenómenos volcá- nó la aparente contradicción: a saber, que los fo-
nicos actuales están en conexión causal con el cos volcánicos, no obstante el avance del proceso
primitivo fluido incandescente del cuerpo terres- de enfriamiento del cuerpo terrestre hacia lo pro-
tre. Su respuesta pudo darse sólo en un sentido fundo, necesariamente deben haber subido más y
categóricamente afirmativo; sin embargo, junto a más hacia la superficie.
esto hemos llegado al convencimiento de que es-
ta conexión no puede ser considerada como una Pero nada podría apoyar mejor nuestra hipótesis
dependencia directa, sino indirecta, y que la acti- referente a la existencia de focos periféricos, co-
vidad volcánica que observamos todavía hoy en mo el fenómeno de los terremotos, que en general
la superficie terrestre incumbe en sustancia a los es considerado como un fenómeno inseparable
focos periféricos, y que se ejerce todavía desde el de las manifestaciones volcánicas. Si atribuimos
foco central sólo en la medida en que algunos de la causa de los terremotos a los procesos y a las

riféricos de distinto origen. Este resto pudo, en épocas anteriores, romper todavía con frecuencia estos depósitos, mientras que en la actua-
lidad está casi enteramente reducido a utilizar nuevamente aquí y allá los canales que llegan hasta la superficie o quebrantar más o menos
reciamente en pequeños o grandes ámbitos los estratos de roca. Pero parece que en la Luna faltan estas formaciones no volcánicas más re-
cientes, y puede suponerse que son todavía menos numerosas en otros cuerpos celestes que están en actividad eruptiva más fuerte.
La aparición esporádica de volcanes y montañas volcánicas en relación con la enorme extensión de la superficie terrestre no volcánica, po-
dría ser considerada como el signo exterior característico del llamado vulcanismo terrestre a diferencia del cósmico.
235
Se ha dicho con frecuencia que en un globo de tres metros de diámetro, el monte más alto de la Tierra representa sólo una altura de dos mi-
límetros, y que nosotros sabemos tan poco de la estructura interior de la Tierra, como sabríamos de la constitución interna de una manza-
na por obra de un arañazo del grosor de un cabello hecho en su corteza mediante una aguja. No obstante, vemos a la Geología provista siem-
pre de nuevo de hipótesis que saben cómo rodear de brillante luz las pequeñas conquistas de auténtica investigación, pero que también fá-
cilmente son relegadas al olvido, y con ello demuestran que en su exposición no se han tenido en cuenta suficientemente aquellos simples
hechos.
El intento de ilustrar gráficamente la relación que existe entre la parte de la corteza terrestre externa susceptible de ser explorada por noso-
tros, y el interior de la Tierra enteramente desconocido, ha sido realizado por el señor Ferdinand Lingg en un perfil ejecutado en gran esca-
la y publicado en el año de 1886. Este instructivo gráfico que bien pudiera exigir un puesto permanente en todo salón de Geología, lo hemos
agregado a nuestra exhibición de los volcanes del Ecuador en el Museo de Etnografía de Leipzig.
El perfil de la Tierra muestra una parte de un corte terrestre trazado en dirección de sur a norte, y en una relación general de escala de 1:1 mi-
llón, de manera que un milímetro del croquis representa un kilómetro en todas las direcciones. El abovedamiento del arco meridiano de 34 gra-
dos de latitud, trazado exactamente teniendo en cuenta el acatamiento terrestre –por lo tanto, casi el un décimo de la circunferencia de un glo-
bo ideal de más de 12 metros de diámetro- corresponde a la curvatura natural meridional del nivel del mar. En este marco se ha trazado un per-
fil detallado de Europa en la línea de Trípoli, en la costa norafricana, pasando por el mar Mediterráneo, sobre el Etna y el Vesubio, luego a tra-
vés de los Alpeninos, la parte norte del mar Adriático, los Alpes, la selva de Bohemia, el Erzgebirge –o Montes Metálicos- y el norte de Alema-
nia, a través del mar báltico y las montañas de Noruega, hasta más allá de Drontheim en el océano Nor-Atlántico.
Como el espectador de este perfil tiene el Norte a su derecha, su mirada está vuelta al occidente y en este campo visual aparecen, proyectados
panorámicamente unos detrás de otros, en el arco común del meridiano, y con sus medidas, más de 700 de los más importantes montes que que-
dan en la mencionada zona, delineados esquemáticamente, con su altura absoluta y su exacta ubicación de latitud, alturas sobre el nivel del mar,
pasos, mesetas, etc. –de Europa occidental, África del Norte, América del Norte, Asia Central y Europa Oriental, etc.

451
manifestaciones de fuerza, como las que debie- cual han proporcionado suficiente información
ron producir aumentos de volumen en las las investigaciones realizadas en pozos y minas.
masas de roca eruptiva que sufren la solidifica-
ción, y que se encuentran dentro de focos cir- Durante mucho tiempo se ha tenido como un fe-
cunscritos, se explica muy bien que puedan nómeno notable el que los volcanes y montañas
darse terremotos de ámbito muy grande y asi- volcánicas de Sudamérica en su totalidad estén
mismo muy pequeño, según que el sacudimien- en lo alto de la cordillera que orla el borde occi-
to provenga de un foco periférico de primero, dental de este continente de norte a sur. Sin em-
segundo o tercer orden, que estén todavía en bargo, se caería en un error orográfico si se qui-
conexión mutua, o también unos junto a otros o siera suponer, como hacen ver los mapas traza-
sobre otros y que, especialmente los terremo- dos en pequeña escala, que esta cordillera forma
tos cuya zona de sacudimiento es muy peque- en general una cadena estrecha que cae escarpa-
236
ña, pueden darse con gran intensidad . damente hacia el occidente y hacia el oriente, en
cuyas cumbres se alzan los volcanes en larga hile-
En favor de su existencia y de la presencia de ma- ra. En realidad la cordillera es tan ancha en rela-
sas de rocas todavía no enfriadas a profundidades ción con su altura, que en general se presenta só-
relativamente pequeñas, hablan también las fuen- lo como una fuerte hinchazón del terreno, que tie-
tes termales que se encuentran casi en todas par- ne el carácter de sierra sólo por sus innumerables
tes en las regiones volcánicas, y además las exha- y profundos valles y quebradas.
laciones de g ases que hay en muchos sitios. Y es-
to vale también para la irregularidad del aumento Las montañas volcánicas están ubicadas en esta
de temperatura según la profundidad, sobre la alta cadena que en su extensión longitudinal mide

236
El fenómeno de los terremotos excluye a priori toda regularidad que pueda fundamentarse en sus manifestaciones, si se lo considera como
dependiente de la ubicación y naturaleza de los focos volcánicos, tal como aparecen en nuestras explicaciones. No está descartado categó-
ricamente que en la materia incandescente pudiera inducirse una excitación periódica por la fuerza de atracción del Sol y de la Luna de
acuerdo con sus conjunciones y oposiciones, más aún si se consideran sus altos pesos específicos; pero el aporte de este factor debe pare-
cernos muy secundario, si consideramos las poderosas fuerzas que son inherentes a la misma materia incandescente y que la dominan. Mas,
para desencadenarlas temporalmente, no hace falta seguramente en primer lugar la fuerza de atracción de la Luna, tanto menos cuanto que
se trata de masas espacialmente confinadas, en las cuales.,por lo demás, no puede llegarse a la producción de mareas.
Pero si la fuerza de atracción de la Luna pudiera en casos aislados provocar el fenómeno de modo que pudiera comprobarse, a lo sumo se
lo podría atribuir el valor de disipador, parecido al de un ligero golpe de martillo que pega en la pared de una caldera de vapor calentada
hasta el límite de la explosión, que como es sabido, basta para desencadenar la catástrofe.
Según esto, de las recopilaciones estadísticas de los terremotos, de acuerdo al conocimiento que en general tenemos de su actividad en dis-
tintas partes de la superficie terrestre –porque de una infinidad de ellos no tenemos ningún conocimiento- habría pocas esperanzas de lo-
grar un material que nos permitiera zanjar con certeza científica los muy sutiles interrogantes sobre el influjo de los otros planetas en el in-
terior de la Tierra.
Pero estas compilaciones estadísticas quedan muy incompletas, no sólo en cuanto al número de terremotos que deberían incluirse, sino que
en la mayoría de las veces tendrían que reducirse a registrar los movimientos de Tierra, sin poder ponderar críticamente los importantes
factores que en ellos deben considerarse.
Sin embargo, no podríamos menospreciar los registros de este tipo en el valor que tienen para la apreciación de una determinada región des-
de el punto de vista geotectónico. Así por ejemplo, tenemos que –por los registros muy dignos de agradecimiento del profesor C. G. Knott
en Edimburgo, y antes en Tokio-, sólo el Japón en el lapso de los últimos ocho años ha sido afectado por cerca de 7.000 temblores de tierra.
El señor E. Suess (Consejero de la Academia de Ciencias. Viena, nov. 1873) cree que para el sur de Italia deben postularse tres distintos ti-
pos de temblores. Sus investigaciones se fundan en un material estadístico abundante. Como la diferenciación a que ha llegado parece tener
valor incluso para las manifestaciones de muchísimas otras regiones sísmicas, no podríamos dejar de mencionar los resultados de sus in-
vestigaciones. El señor Suess distingue: 1) temblores que tienen su centro en un volcán, que sacuden sobre todo al pie del volcán, preceden
o acompañan a una erupción y que incluso se propagan con especial intensidad sobre un área mayor: temblores eruptivos. 2)Los que tienen
ciertamente su origen también en un volcán, pero del cual salen en determinadas líneas como rayos separados: temblores radiales. 3) Los
que no tienen su centro en un volcán: temblores periféricos. Para este último tipo de temblor que parece extenderse por regiones particu-
larmente grandes, podríamos notar que su sitio de origen muy bien puede buscarse también en focos volcánicos, pero en aquellos cuya ubi-
cación no se descubre por la estructura volcánica.
Sólo de paso quisiéramos señalar que el cálculo de la profundidad en la que pueden suponerse que están los focos del sacudimiento para
ciertos temblores de tierra, da valores situados entre un 0,5 y 38 km.
Nota del Traductor: Hoy se sabe que los terremotos más fuertes no tienen una relación directa con los volcanes, sino más bien con el des-
plazamiento brusco de un lado de una falla tectónica con relación a su otro lado; movimiento por el cual se desata una gran energía cinéti-
ca que había sido retenida y acumulada durante largo tiempo: de décadas a quizá miles de años.

452
más de 50 grados de latitud, y con esto, como uno también porque muchísimas de las montañas volcá-
puede fácilmente imaginarse, ostenta una extraor- nicas que pertenecen a esta región, no eran todavía
dinaria variedad con relación a su altura, anchura y conocidas anteriormente, montañas que incluso
distribución, lo mismo que en su naturaleza petro- hasta nuestro días, en general no son conocidas ni si-
gráfica; pero dichas montañas no están alineadas quiera de nombre. Ahora bien, como este estado de
en una cadena ininterrumpida, sino que forman cosas —es decir el desconocimiento del verdadero
grupos separados, que dejan entre sí grandes o pe- número y ubicación de los volcanes existentes— ha
queños vacíos de hasta muchos grados de latitud. llevado a la circunstancia de que los volcanes cono-
En uno de los mayores de estos grupos se concen- cidos y consignados en un mapa en pequeña escala,
tran las montañas volcánicas del Ecuador, que son representarían una larga hilera y sólo apenas ininte-
más de 40. Al norte del Ecuador quedan los cuatro rrumpida, de cerca de un octavo de la circunferencia
pequeños grupos de Colombia, que abarcan 30 vol- terrestre, no se ha dudado en fundamentar en este
canes. Al grupo del Ecuador le sigue hacia el sur, pe- notable descubrimiento una conclusión respecto de
ro separado de él por más de 15 grados de latitud, la acción de las fuerzas volcánicas; se supuso, en
el próximo gran grupo de volcanes, el de los del al- efecto, que la cordillera marca el curso de una gran
tiplano del Perú y Bolivia. A éste se une la región grieta terrestre que permite la conexión con el inte-
volcánica del desierto de Atacama, y sólo entonces, rior de la Tierra, y también tal vez, hace posible el pa-
más allá de otro gran vacío, se alinean los grupos de so del agua del mar al foco volcánico, de donde pue-
montañas volcánicas del sur de Chile. de explicarse así de la manera más sencilla el origen
de los volcanes237.
De este bosquejo orográfico toscamente trazado, se
desprende con suficiente claridad que, con respecto Según esta hipótesis todos los volcanes de Sudamé-
a la agrupación de las montañas volcánicas de Suda- rica habrían sido levantados sobre una ruptura
mérica se puede hablar, a lo sumo, de una ubicación existente en la corteza de la Tierra, que se extende-
a modo de alineación en sentido topográfico muy ge- ría desde Colombia al norte a través de todo el
neral, pero en un sentido científicamente geogenéti- Ecuador, Perú y Bolivia, hasta Chile en el sur. Pero
co. Incluso dentro de cada uno de los grupos, sería desgraciadamente esta hipótesis carece de todo
un proceder muy arbitrario el querer escoger, como fundamento que pudiera tener relación con las ob-
naturalmente se puede hacer siempre en donde hay servaciones fundadas en los hechos; su valor se re-
un gran número de montes uno junto a otro, precisa- duce solamente a poner ante nuestra vista la mane-
mente sólo aquellos que se pueden acoplar en hile- ra como pueden surgir hipótesis que siguen mante-
ra, y pasar por alto a los demás. De manera similar niéndose por decenas de años en los libros de tex-
se ha procedido en los mapas de Sudamérica, en que to, como tradiciones consagradas, y a través de cu-
lo único que se ha hecho es consignar tan sólo los yas generalizaciones se cree hacer a la ciencia un
montes volcánicos más importantes. Pero esto se ex- servicio muy especial, o por lo menos se le da la
plica no solamente por la escala muy pequeña de los apariencia de poder contar ya con un gran valor nu-
238
mapas empleados para este fin, sino especialmente mérico confirmado en todos sus aspectos .

237
Las exposiciones hechas hasta ahora nos evitan el examinar más de cerca la inconsistencia de una hipótesis, por la cual incluso ciertos
especialistas, aun cuando nunca han dudado del origen magmático del cuerpo terrestre, creen que deben hacer depender sus manifestaciones
volcánicas de la presencia de los mares. El profesor J. Judd (Volcanoes, what they are and what they teach, p. 354), anota con gran verdad: Ciertamente
no podemos considerar que la producción de fisuras en la corteza terrestre sea al mismo tiempo causa y efecto del influjo del agua en las masas de
rocas profundas de alta temperatura.
238
Así no ha bastado con hacer extensiva esta teoría de las fisuras de América Central, México y la costa occidental de Norteamérica, y a muchas otras
regiones, sino que se cree también tener que señalar comop robable que los grupos de islas volcánicas de las Azores, las Canarias, de Cabo

453
La cuestión de, en qué relación están las montañas Ahora bien, mientras que las porfiritas presentan en
volcánicas de Sudamérica respecto a sus bases, la gran parte una constitución que insinúa su parentes-
cordillera ala cual coronan formando grupos, cierta- co especialmente con las dioritas y diabasas, y están
mente no ha sido resuelta con esta refutación. Para asociadas con éstas por brechas muy raras de cráter
aproximarnos a ella, podríamos mencionar en primer metamórfico, otros de estos tipos de rocas se aseme-
lugar, que las bases de las montañas volcánicas de jan a rocas eruptivas recientes de modo tan sorpren-
América del sur están compuestas de rocas de distin- dente, que muchas veces, sobre todo cuando se tra-
to origen y que en ellas tienen una parte importante ta de analizar una muestra de mano de éstas, se pue-
al mismo tiempo los depósitos de formaciones sedi- de dudar si pertenece a una porfirita antigua o a una
mentarias más antiguas. andesita reciente y sin embargo debe mantenerse,
hasta donde sea posible, una distinción entre ellas.
Los tipos de roca que entran especialmente en consi-
deración en la estructura de las cordilleras del Ecua- Un esclarecimiento de estas relaciones petrográficas
dor son principalmente esquistos metamórficos, que tan problemáticas puede esperarse sólo de un estu-
no sólo están acompañados de rocas sieníticas y gra- dio detallado de las condiciones de estratificación.
níticas, sino también dioríticas, diabásicas y porfídi- Pero desgraciadamente la situación a la hora de rea-
cas, a éstas se asocian en muchos sitios potentes de- lizar esto es muy desfavorable, porque las regiones
pósitos de la formación cretácea. selváticas, difícilmente accesibles, carecen en absolu-
to de afloramientos de rocas. En estas circunstancias,

Verde quedan en fisuras exactamente similares que se extienden en el fondo del océano Atlántico desde las Fároe hasta Islandia en el norte, y
desde Ascensión hasta Santa Elena por el sur.
Se ha llegado incluso a decir que hay que reconocer, en la presencia de fenómenos secundarios como son las emanaciones de gases, las fuentes
termales, aguas salinas, brotes de petróleo, etc., que quedan diseminados sobre grandes territorios, ordenamientos lineales y con eso a con-
struir fisuras tectónicas. No creemos que la Geología dinámica gane un terreno más seguro con la presentación, a modo de máxima, de tales opin-
iones.
La ilustración crítica que nosotros hemos hecho sobre las formaciones volcánicas de América del Sur con relación a su ubicación y distribu-
ción espacial, ha podido alcanzar naturalmente sólo a las formaciones que son directamente accesibles a nuestra investigación, al estar situ-
adas no en las altas cumbres de la cordillera, sino en la parte baja, en sus bases, muy retiradas hacia el occidente. Nos referimos a los volcanes
submarinos, enteramente ocultos a la vista, pero de cuya existencia, por su actividad periódica, tenemos un conocimiento seguro.
Las olas de mareas que tras el lapso de períodos más largos o más cortos, se alzan súbitamente en el océano Pacífico, nacen evidentemente de
puntos determinados y envían hacia la costa sus ondas convexas y cóncavas en una serie delimitada de círculos concéntricos como los que for-
maría en pequeño una piedra arrojada al agua, no se pueden explicar como un fenómeno asociado a terremotos de tierra firme o submarinos.
Con mucho mayor probabilidad podrían ser consideradas como efecto de erupciones volcánicas submarinas, especialmente como efecto de un
súbito empujón hacia arriba de grandes masas de lava volcánica, por cuya ocurrencia se deben producir no sólo explosiones de gases, sino
también apilamientos en forma de montes de lava en el fondo del mar.
Este tipo de ondas se rompen con irresistible violencia contra las costas que se oponen a su curso, e inundan las márgenes planas por muchas
leguas de extensión tierra adentro, pueden por cierto ir acompañadas de temblores de tierra, aun cuando ocurren también sin temblores, como
fue últimamente el caso en la irrupción tan funesta del mar en la costa del Japón, cerca de Kamaishi, el 15 de junio de 1896.
Justamente la costa occidental de Sudamérica, prescindiendo de los enormes oleajes devastadores y temblores simultáneos del 13 de agosto
de 1868 y del 9 de mayo de 1877 (las noticias más antiguas sobre la irrupción de enormes oleajes a la costa occidental de Sudamérica, según
Fréizer, Relation du voyage, etc. 1712 – 1714, datan del 26 de noviembre de 1605 y del 21 de septiembre de 1713), , ha registrado un número muy
grande de terremotos, sin que con ello haya sido perturbada con agitación apreciable la superficie del océano Pacífico. Según esto, el nacimien-
to de enormes oleajes debe ser considerado como un hecho especial, y para su explicación sólo puede ser admisible una causa que pueda rela-
cionarse con este hecho. La encontramos en las erupciones submarinas. Ciertamente no podría encontrarse con facilidad una hipótesis que
pudiera dar cuenta de las manifestaciones de fenómenos de enormes oleajes locales en todas direcciones, como la de un súbito rugir de masas
de lava incandescentes en el fondo del mar. Ella se funda en súbitos desplazamientos de agua, para cuyos grandes o pequeños efectos a dis-
tancia son el factor más determinante, las mayores o menores profundidades del mar en donde tienen lugar estos desplazamientos.
En la época histórica no faltan pruebas de que en realidad se dan estas erupciones submarinas; desde luego se hacen patentes sólo cuando las
masas de lava que brota, son lo suficientemente grandes como para elevar hasta el nivel del mar poco a poco, sus envolturas de bloques y esco-
rias que se enfrían rápidamente por fuera (Fernandina, Santorin, Azores, Islandia, Kamtschatka). Una de estas islas antes no conocidas, pudo
haber surgido en noviembre de 1881, a 7º, 48´ grados S. B. Y 83º, 48´ W. L., más o menos a la altura de Lambayeque.
Pero incluso sin la aparición de estas formaciones nuevas en la actualidad, estaría confirmada por testimonios visuales la actividad volcánica
en el fondo del océano Pacífico a una distancia no muy grande de la costa. Las islas Galápagos con sus numerosos cráteres y flujos de lava
recientes hablan del modo más contundente a favor de procesos volcánicos de fecha reciente. Más aún, en la isla Puná, muy cercana a la costa
del Ecuador, ha demostrado el Dr. Wolf la presencia de rocas eruptivas in situ.
No está excluido que también en el lado oriental de la cordillera, en la región selvática del río Napo, haya pequeños volcanes. Al menos asegu-
ran los nativos haber encontrado rocas negras, como las del altiplano, y que montes completos constan de dichas rocas. Hace falta aclarar
todavía si el Sumaco que mencionan los antiguos y los recientes viajeros, es uno de estos montes, y si inclusive la tan mencionada cordillera
del Guacamayo se cuenta entre las formaciones volcánicas.

454
no le queda más al geólogo que contentarse con rige por la configuración externa del terreno,
las muestras de mano que puede sacar de los blo- cuando se trata de impulsar hacia la superficie
ques rodados de los ríos y quebradas. Estas con- una determinada masa de su roca incandescente.
diciones características de la cordillera del Ecua- Para la determinación del camino de una nueva
dor no pueden extenderse naturalmente, sin más, erupción, en lo que depende del magma, siempre
a otras partes muy distantes de la larga cadena. será determinante la dirección en que se dé la pe-
queña resistencia, y esta condición tal vez se en-
Las grandes montañas volcánicas de Sudamérica contrará lo más frecuentemente en los límites en-
se alzan, pues, en general no directamente sobre tre tipos de rocas, sin importar si por ello el cami-
suelo volcánico, sobre la capa que cubre el foco no hacia la superficie es más corto o más largo239.
periférico al que pertenecen (como por ejemplo
el Akir y el Dekwa en la meseta del Diret et-Tulul, Tanto menos podemos suponer que los focos lo-
sino que más bien entre ellos y esa cubierta se in- calizados que han levantado los grandes grupos
terponen depósitos de otro tipo, de extensión y volcánicos de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y
espesor no conocidos, pero en todo caso muy Chile, hayan contribuido al levantamiento de la
considerables. Por la posición de las montañas misma cordillera, cuanto que gran parte de ella,
volcánicas en lo alto de la cordillera no se prueba por lo visto, no tiene enterrado debajo ningún fo-
en absoluto que ésta haya surgido por levanta- co volcánico y sin embargo muestra una altura
miento, y parece por cierto muy discutible que la igual y parecidas condiciones tectónicas.
configuración externa de la cordillera haya recibi-
do el influjo del foco periférico que debe creerse En la cordillera occidental de Sudamérica, según
que está bajo ella. nuestro modo de ver, no se trata tanto de un ali-
neamiento de los distintos volcanes uno tras otro
Con el estudio de los volcanes Altar y Tungura- en forma de cadena, cuanto de un número de ex-
hua, uno de los cuales ha sido levantado en lo al- tensos grupos de volcanes, cada uno de los cua-
to de una cadena no volcánica y el otro en lo pro- les tiene uno o más focos localizados, exactamen-
fundo del valle contiguo, ya hemos tenido ocasión te en la forma que se puede concebir para las is-
de demostrar lo poco que la fuerza volcánica se las o grupos de islas volcánicas.

239
Quizás sólo posteriormente se resolverá de modo definitivo si acaso junto a este tipo de actividad eruptiva, cuyo objetivo final evidente-
mente es el expulsar hacia la superficie el material incandescente, debe aceptarse un segundo tipo esencialmente distinto en su manera de
actuar. Este segundo tipo puede, en efecto, consistir en que el magma viscoso no estalla, sino que se limita o se ha limitado a manifestarse
sin ulteriores fenómenos eruptivos, a subir hasta muy cerca de la actual superficie, y a levantar a las capas de rocas sedimentarias en gran
extensión (lacolitos, batolitos).

455
MIRADA RETROSPECTIVA

L a marcha de nuestro estudio se ha dividido en


cuatro partes. La primera estuvo dedicada al
origen de las montañas volcánicas. Hemos desta-
Del espesor enormemente grande de las estratifi-
caciones sedimentarias y de las rocas metamórfi-
cas emparentadas con ellas, concluimos la dura-
cado su naturaleza monogénica, y llegamos a la ción incalculable del período en el que llegaron a
tesis de que el magma incandescente es el vehícu- depositarse. Dedujimos además que a este perío-
lo portador de la fuerza volcánica. do precedió otro de no menor duración, a saber,
el período en el cual entraron en juego exclusiva-
En la segunda parte nos tocó probar lo correcto mente los fenómenos de enfriamiento del interior
de este resultado en montañas volcánicas de re- del cuerpo terrestre en su superficie. Éstos debie-
giones distintas a la del Ecuador, y al mismo tiem- ron ser necesariamente procesos de erupción del
po nos ocupamos de conocer aquellos volcanes mismo tiempo que aquellos que todavía, hoy en
respecto de los cuales se puede probar con espe- día, vemos que ciertamente tienen lugar en esca-
cial claridad que los focos que pertenecen a ellos la cada vez menor.
pueden buscarse sólo a poca profundidad. Con
este fin mencionamos de paso el Malpais del Joru- Todas nuestras restantes conclusiones se fundan
llo, y esbozamos rápidamente a grandes líneas lo en el hecho de que los fenómenos de enfriamien-
peculiar de las grandes regiones volcánicas sirias to en pequeñas o grandes masas de rocas incan-
del Diret et-Tulul y del Hauran. descentes, son exactamente iguales, pero que la
intensidad y duración de los fenómenos están en
Después de haber llegado, sobre la base de estas relación con el volumen de la masa en trance de
investigaciones, a la tesis de que la materia incan- enfriamiento.
descente del interior de la Tierra debe ser consi-
derada no sólo como el vehículo portador de la En esta relación de dependencia encontramos la
fuerza volcánica, sino también de que deben exis- escala para hacer una estimación del espesor de
tir focos superficiales localizados, y que el objeti- las masas de roca que por la actividad eruptiva
vo final propio de la erupción es la expulsión de fueron impulsadas poco a poco hacia la superfi-
masas incandescentes, nos ocupamos en la terce- cie, y deberíamos suponer que son tan considera-
ra parte, de la causa del propio fenómeno. Cree- bles, que debieron contribuir sensiblemente no
mos que dicha causa debemos reconocerla en un sólo a la solidificación de la corteza dura de la
proceso de enfriamiento del magma incandescen- Tierra, sino también al ensanche de su contorno.
te, en cuyo curso la parte esencial la tiene un au-
mento de volumen más o menos grande que ocu- Sólo hasta donde pareció insoslayable, procura-
rre súbitamente. mos trazar un cuadro del misterioso curso del
proceso de enfriamiento del cuerpo terrestre que,
En la cuarta parte, finalmente, comenzamos la se- en todo caso, encontró su manifestación en una
rie de nuestras explicaciones particulares con lucha ininterrumpida de las fuerzas del interior de
una rápida referencia a lo que sabemos de la cor- la Tierra con una resistencia en constante progre-
teza externa de la Tierra. Una conclusión provi- so, que era la de la corteza sólida de la Tierra que
sional sobre el considerable espesor de la misma se iba haciendo cada vez más fuerte. En esta lu-
nos permitió hablar del conflicto en que estaría cha no pudo faltar el punto crítico de una catás-
este espesor con las elevaciones, hundimientos, trofe; las fuerzas volcánicas tuvieron que ceder
desplazamientos, plegamientos, formaciones de cuando sobrepasaron el punto más elevado de su
zonas de fractura y de grietas, todos ellos todavía poder dominante, y la resistencia exterior resultó
a menudo considerados efectos del foco central. vencedora; pues como fenómeno de solidifica-

456
ción, la fuerza volcánica trae en sí, desde un Como una prueba muy importante de la real
principio, el germen de la limitación. existencia de focos periféricos, hemos hecho va-
ler finalmente el fenómeno de los terremotos, lo
Pero en la época en que llegó al máximo de vio- diseminadas que se hallan las fuerzas termales,
lencia la lucha entre las fuerzas volcánicas y el así como la falta de regularidad en el aumento de
poder de resistencia, pero las primeras todavía temperatura según la profundidad, fenómenos
obtenían grandes victorias, fueron expulsadas, particulares que hasta ahora no han encontrado
como hemos imaginado, las ingentes masas de una explicación igualmente satisfactoria en to-
rocas que durante su enfriamiento se transfor- dos los sentidos.
maron en focos periféricos (de primer orden) y
con ello incluso expulsaron material para la for- A la hipótesis de la existencia de largas fisuras
mación de otros focos locales más pequeños (de de fractura que pudieran explicar el origen y la
segundo y tercer orden). distribución espacial de las montañas volcánicas
de Sudamérica y de otras regiones, no podría-
En este punto añadimos una semejanza entre las mos conciliarla ni con el espesor y modo de ser
formaciones volcánicas de la Tierra y las de la de la corteza terrestre que corresponden a tales
Luna, semejanza que no nos deja ninguna duda regiones, ni con la naturaleza del vulcanismo en
de que el conocimiento completo del vulcanismo general. Y según nuestra opinión, tanto menos
del cuerpo terrestre y de sus fenómenos de en- se puede reconocer o siquiera suponer una regu-
friamiento se ha de esperar sobre todo de la rec- laridad en la distribución de los focos periféri-
ta apreciación de los procesos que han tenido lu- cos en la superficie terrestre; la posición correla-
gar en su tiempo en la Luna. tiva de estos focos es caprichosa, y ni siquiera
se puede excluir en absoluto la presentación en
Finalmente, no podemos menos que decir tam- forma de hilera de las montañas volcánicas que
bién algunas palabras sobre el origen y natura- pertenecen a ellos, de acuerdo a la extensión
leza probables de los canales de erupción que longitudinal o a la sucesión estrechamente con-
desde un principio han mantenido la conexión catenada de los diversos focos.
entre el interior de la Tierra y la corteza de so-
lidificación planetaria y tal vez todavía aquí y —————————
allá sirven a la manifestación de repercusiones
más débiles. En este trabajo habíamos hecho tarea nuestra el
informe concienzudo sobre las observaciones
Para quien reconoce que la materia incandescen- que habíamos recogido en la región volcánica del
te es al mismo tiempo el vehículo de la fuerza Ecuador. Pero no logramos, por cierto, mantener
volcánica, es una conclusión irrefutable que no estos límites poco extensos; involuntariamente
sólo puedan sino que deban originarse focos pe- tuvimos que empeñarnos en echar al mismo tiem-
240
riféricos del tipo previsto . po una mirada al taller de las fuerzas volcánicas,
que abarca el universo, lo cual por desgracia no

240
No olvidemos que una marcha del proceso de solidificación en la forma en que aquí se concibe, debe haber estado acompañado de conse-
cuencias de gran alcance y lo suficientemente violentas en sus manifestaciones, como para provocar alteraciones permanentes en el mecanis-
mo de movimiento cósmico de la Tierra. El almacenamiento de las masas eruptivas en la corteza de solidificación planetaria hasta lograr un
espesor considerable, que no podría dejar de producirse, necesariamente engrosó el contorno de la Tierra, y en consecuencia aminoró la
velocidad de rotación; mientras que, por otra parte, una expulsión y apilamiento de ingentes masas eruptivas en no igual cantidad en todas

457
fue posible sin transitar con ello en el inestable te- Así, por ejemplo, nunca nos hubiera sido posible
rreno de las hipótesis. dar la correcta explicación del desigual valor gené-
tico existente entre el gran monte Etna y sus pe-
Pero el objeto de nuestro estudio no está diri- queños conos de erupción, si primero no hubiéra-
gido sólo al especialista sino, ante todo, tam- mos decidido ponernos de acuerdo acerca de la
bién al profano que en el Museo de Etnografía profundidad a la que tendríamos que pensar ha
de Leipzig pone su atención en nuestra expo- avanzado la solidificación del cuerpo terrestre; y
sición pictórica de las montañas volcánicas cuánto menos nos hubiera sido posible hacer alu-
del Ecuador. Para hacerle ver de qué tipo son sión a la formación de focos periféricos como una
las cuestiones cuya respuesta incumbe al geó- exigencia necesaria de la hipótesis de Kant-Lapla-
logo, nos pareció tanto más necesario un enfo- ce, sin tocar al mismo tiempo también, otros pro-
que del asunto en la forma en que aquí se ha blemas que no atañen directamente al geólogo.
dado.
Lo que aquí dejamos escrito no puede ser un ca-
En el intento de comprender y de explicar los he- pítulo tomado de un tratado de geofísica, ni tam-
chos observados en la naturaleza, demuestra ser poco un edificio de piezas ensambladas sistemáti-
indispensable la hipótesis y, en especial, la des- camente. Es un andamiaje ligeramente construido
cripción exacta de los fenómenos naturales exige y levantado en medio de la selva, desde cuya altu-
un íntimo entrelazamiento mutuo de las observa- ra esperamos divisar la dirección cuyo cuidadoso
ciones y de las hipótesis. seguimiento tal vez pueda preservarnos de funes-
tos extravíos.

supone la formación de los focos periféricos, debió tener como resultado una perturbación del equilibrio y la provocación de pequeñas
oscilaciones en la posición del eje terrestre. Si se tienen en cuenta las masas montañosas que evidentemente son producto de la actividad
volcánica, es muy probable que al menos las perturbaciones relativas a la posición del eje terrestre tuvieran lugar no solamente en la época
más temprana de la evolución de cuerpo de la Tierra, sino también posteriormente hasta el período de las formaciones sedimentarias recientes.
Además no se excluye que, incluso en época relativamente posterior, haya habido en la superficie de la Tierra, regiones en las que la irradia-
ción de calor de los focos periféricos haya sido lo suficientemente fuerte como para influir en el clima local, y provocar en el desarrollo de
la vida orgánica, fenómenos que de otro modo no encontrarían fácilmente una explicación natural. Incluso ciertas acciones dinámicas como
las que actualmente se toman en cuenta tan a menudo para la explicación de la configuración externa de la superficie terrestre: de sus
elevaciones, depresiones y plegamientos, pudieron estar más bien en relación con las manifestaciones de fuerza limitadas, en sí, de los focos
periféricos, que con las casi ilimitadas del foco central o con los arrugamientos en todo caso no comprobados de una corteza terrestre
dura y enormemente gruesa. E incluso en la iniciación de procesos metamórficos en los depósitos de rocas más recientes, pudo tal vez de
manera no enteramente infundada participar la fuente de calor, prácticamente inagotable para la mente humana, de los focos periféricos.

458
UN INTENTO DE CLASIFICACIÓN DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS
DEL ECUADOR

E n el esquema que sigue se ha hecho el intento


de ordenar las montañas volcánicas del Ecua-
dor en alineaciones y grupos, como corresponde
c. Con pirámide central (4)

Igualata
a los resultados de nuestras observaciones he- Rucu-Pichincha
chas in situ en conexión con las conclusiones ex- Quilindaña
traídas de ellas. Sincholagua
Cotacachi
I. LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DE ACUERDO Iliniza. Con dos pirámides casi iguales.
A SU ASPECTO EXTERNO PARTICULAR
2. Montes de caldera
A. Montañas de origen monogénico.
La caldera de cráter o el hondón de tal edificio no
1. Montañas cónicas subdivididas (montes con está cerrada por todas partes, sino que presenta
contrafuertes). (1). en el perímetro amurallado una incisión en forma
de valle (hondón de cráter) más o menos profun-
Los declives de estos montes están divididos da y ancha, cuyo fondo suele servir a la vez tam-
por quebradas profundas que bajan en direc- bién de desagüe de la caldera del cráter hacia
ción radial, en cuchillas en forma de contrafuer- afuera. Pero además, muchos de estos amuralla-
tes. Casi todos pueden considerarse apagados; mientos en forma de circo están conformados de
pues sólo en raros casos muestran una débil ac- tal modo que presentan una pared de fondo alta,
tividad permanente (2) (columnas de vapor que cuya línea de cumbres cae hacia derecha e iz-
salen del cráter, solfataras), y sólo por una gran quierda en dirección a la desembocadura del hon-
excepción las intensifican llegando a erupciones dón, más o menos rápidamente (5).
más fuertes.
a. Sin cono de erupción en la caldera
a. Sin cráter cimero y sin pirámide central.
Corazón
Cerro Llimpi . 241
Rumiñahui
Ilaló Pasochoa. Con base relativamente baja.
Cusin. urcu
b. Con cráter cimero Cerros de Chaupi
Carihuairazo
Atacazo Altar. Con base relativamente alta.
Pambamarca Quilimás
Quilotoa. Caldera del cráter sin cono eruptivo Antisana
Sagoatoa. Con pequeño indicio de cráter
b. Con cono de erupción en la caldera

Mojanda. Hondón de cráter con un cono eruptivo


Guagua-Pichincha. con cono de erupción coetá-
(3)
neo (en gran parte destruido).

241
En los montes señalados con un asterisco (*) está más fuertemente marcado el tipo de estos grupos.

459
Pululagua. Con cono de erupción más reciente en 5. Montes y conos parásitos adyacentes
la caldera (6).
A las grandes y altas montañas volcánicas se ali-
3. Montes con cúpula nea todo un número de montes pequeños que dan
la impresión de ser como parásitos. Entre ellos
Montes muchas veces de muy grandes dimensio- hay que distinguir, de acuerdo con su aspecto ex-
nes cuya figura, no obstante, no ha sufrido el in- terno, unos que son de fecha más antigua y otros
flujo de formaciones de cráter. de fecha más reciente. Consideramos como de fe-
cha más antigua a aquellos cuya formación se
a. Con abovedamiento escarpado y alto puede creer que probablemente coincide con el
origen del monte principal; en cambio, todos los
Chimborazo demás, pertenecen, ciertamente, sin excepción a
Cayambe la época prehistórica, pero sin embargo, por su
impresión general topográfica y petrográfica, per-
b. Con abovedamiento achatado muy extenso miten concluir que son de una edad mucho más
reciente. Conforme a esto, creemos poder agru-
Páramo de Pansache. (Tal vez habría que ubicar par los montes pequeños que existen en el altipla-
también aquí el páramo de Langoa en vez de po- no ecuatoriano, de la siguiente manera:
nerlo en el grupo 4).
a. Restos de estructuras monogénicas antiguas
4. Montes y grupos de montes de figura no típica

Picacho (cabeza del Inca) en el Cotopaxi, Verde-


Depósitos volcánicos extensos, que ciertamente
loma en el Sangay (también una parte de la es-
tienen el carácter de formaciones monogénicas,
tructura del Tungurahua corresponde a este con-
pero que no muestran un centro de erupción uni-
cepto).
tario y posiblemente han provenido de muchos
ventos muy cercanos entre sí (7).
b. Estructuras en forma de laguna de caldera

Cerros de Calacalí
Cuicocha en el Cotacachi
Chacana

Serranía de Chanchagrán c. Conos adyacentes parásitos antiguos


Páramo de Langoa y Pansache
Viudita, en el Atacazo
Páramo de Piñán Muy-urcu, en el Corazón
Cordillera de Píllaro Tisisichu, en el Iliniza
Chusalungo, en el Chacana
Páramo de El Ángel Putzulagua, al pie del páramo de Pansache
Quispicasha y Casaguala Asaya, en el Imbabura
Panecillo, en el Pichincha
Cordillera de Angochagua Ñuñu-urcu, en el Chacana
Cerros de Yaruquíes Guamán

Guamaní
Azuay

460
d. Conos adyacentes parásitos recientes Flujo de lava de Píntag
Flujo de lava de Muertepungo
Puñalica, en el Carihuairazo
Muy-urcu, en el Cusin-urcu Serranía de Chacana
Cuvilche y Cunru, en el Imbabura Flujo de lava de Potrerillos
Tulabug, Aulabug, los cerros de Calpi y Cuicui cer-
ca de Riobamba. d. Flujos de lava nacidos de suelo no volcánico

Como estos conos adyacentes presentan sólo una No hay en el Ecuador


forma especial de acumulación de masas erupti-
vas, podemos también alinear entre ellos a aque- B. Montañas volcánicas de origen poligénico
llos que, en vez de acumularse para formar mon-
tañas, se extienden sobre llanuras y en la forma Montes cónicos de grande y muy grande dimen-
de flujos de lava avanzan pequeños o largos tre- siones, que han sido formados por un sucesivo
chos. apilamiento de material volcánico y que se en-
cuentran en permanente actividad o entran tem-
6. Flujos de lava más recientes poralmente en ella.

a. Brotados de cráteres ya existentes 1. Con núcleo reconocible de estructura mono-


génica
Del Cotacachi 6-8 flujos de lava.
Del Tungurahua 2 flujos de lava. Cotopaxi
Sin cono de erupción en la caldera de cráter ce-
En el Sangay no se podría determinar bien el nú- rrada.
mero de flujos de lava, porque éstos han corrido
sólo en una dirección y no solamente uno junto a Tungurahua
otro, sino derramándose uno sobre otro. Sangay. Con cono de erupción en el cráter en for-
ma de caldera.
b. Brotados en el lado exterior del perímetro
2. Sin núcleo reconocible de formación monogé-
amurallado del cráter
nica

En el Antisana 4 flujos de lava.


No existe en el Ecuador.
En el Tungurahua 1 flujo de lava

c. Flujos de lava de un terreno volcánico, pero


no en la inmediata cercanía de un punto de
erupción anterior

Flujo de lava de Paluquillo


Serranía de Guamán

461
LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS SEGÚN SU RELACIÓN TOPOGRÁFICA-GENÉTICA

E n esta sección se considera sólo la forma de


agrupación, según la cual los edificios volcáni-
cos surgieron en tan estrecha vecindad, que —en
2. Unión mutua entre estructuras monogénicas y
poligénicas

la medida en que fueron formados al mismo tiem- a. La forma primitiva del edificio monogénico se ha
po— se han estorbado mutuamente en su libre de- mantenido y se reconoce claramente (10). No figu-
sarrollo y regular expansión periférica, o que —en ran entre las montañas volcánicas del Ecuador.
el caso de haber surgido una después de otra— se
ha impuesto cierta restricción por parte de la ya b. El edificio monogénico está recubierto tan en-
existente a la que se formó al último. Aun cuando teramente por el poligénico, que sólo aparece en
el altiplano del Ecuador está densamente sembra- sitios particulares del monte.
do de montañas volcánicas, hay sólo tres ejem-
plos que merecen destacarse especialmente de las Cotopaxi
agrupaciones de este tipo. En la mayoría de los ca- Tungurahua
sos, las grandes montañas volcánicas están en Sangay
contacto sólo por la parte inferior de sus pendien-
tes que van descendiendo en forma de llanura. 3. Dos o más montañas volcánicas poligénicas
están unidas formando un grupo
Se distinguen tres clases de agrupaciones:
De este caso todavía concebible no hay ningún
1. Unión mutua entre estructuras monogénicas ejemplo que señalar en el Ecuador.

a. Dos edificios se interpenetran tan íntimamente


uno de otro, que parecen formar un solo monte. APÉNDICE

Rucu y Guagua-Pichincha (8). Ambas estructuras Fenómenos secundarios de la actividad volcánica


han surgido probablemente al mismo tiempo. en el Ecuador

b. Tres o más edificios se unen en un grupo o ca- 1. Solfataras. Se encuentra azufre precipitado en
dena gran cantidad. Sólo en un lugar, cerca de Tixán, en
el cantón Alausí, por efecto de una actividad anti-
Chacana, Guamaní, Pambamarca (9). Probable- gua de fumarolas, hoy completamente extinguidas.
mente nacidas al mismo tiempo o casi al mismo
tiempo. 2. Emanaciones de gas. De importancia digna de
mención, no se han observado en el Ecuador.
Chimborazo, Carihuairazo y Puñalica, formacio-
nes sucesivas. 3. Flujos de lodo. como producto de actividad
volcánica, jamás han brotado, y todo lo que sobre
esto se ha relatado, pertenece a datos erróneos y
242
no fidedignos .

242
Nota del Traductor: De hecho, los flujos de lodo provocados por erupciones en nevados como el Cotopaxi o Tungurahua, constituyen una
de las consecuencias más peligrosas del vulcanismo local.

462
4. Fuentes termales. En comparación con la exten- mogeneidad de líneas arquitectónicas, que resal-
sión que tiene la región volcánica, se presentan tan con enorme claridad de los miembros a partir
fuentes de esta clase en pequeño número, y en su de los cuales se han constituido estos diferentes
mayoría no exhiben altas temperaturas. La más cau- edificios.
dalosa y caliente con 54,5° C. es la de Baños al pie
del Tungurahua. Luego siguen las de Alangasí con La coincidencia del tipo de construcción de estos
35° C., de Otavalo con 30,6° C., la de Nono con 25° C., montes consiste en que cada uno de ellos está
de Machachi con 25,6° C., de Tumbaco con 27° C., de compuesto de un número grande o pequeño (5, 6
Pomasqui con 20° C., de Quisaya con 18,7° C., y o más) de cuchillas formadas de igual manera que
otras más que sobrepasan la temperatura media podrían compararse con imponentes tejados de
anual del propio lugar sólo en pocos grados. doble vertiente cortados en oblicuo, o con con-
trafuertes —unas veces el de un símil, otras veces
5. Terremotos. como no cabe duda de que la ma- el otro es el más justo—, y en que estas cuchillas
yoría de temblores de tierra se consideran como separadas entre sí por cortes a modo de valles
manifestaciones indirectas de las fuerzas volcáni- que bajan en dirección radial, están distribuidas
cas, no quisiéramos dejar de mencionar aquí este conforme a un eje ideal común. Las crestas o lí-
fenómeno. Es cosa conocida desde hace mucho neas de cumbre de estas cuchillas en forma de te-
tiempo, que el altiplano del Ecuador, saturado de jados de doble vertiente, suben hacia el centro,
volcanes, ha sido azotado con mucha frecuencia en el cual más o menos se juntan, y son más lar-
por terremotos, al menos de pequeño alcance y gas en un monte y más cortas en otro.
de poca intensidad, pero todavía con más fre-
cuencia ocurren —lo que es muy de notar—, en En algunos casos, cuando los cortes en forma de
las tierras bajas, es decir en las regiones de la zo- valle tienen sólo poca profundidad, se podría creer
na costera, alejadas de las montañas volcánicas. que un monte de este tipo primitivamente ha teni-
Los registros que sobre terremotos se han hecho do como base un edificio compacto con un domo
desde la conquista española del país, no sólo pue- o cúpula con declive escarpado pero con una me-
den reivindicar un escaso valor estadístico sino seta suavemente abovedada, y que ésta sólo des-
que también son poco fidedignos con respecto a pués poco a poco fue surcada radialmente por la
los efectos a tribuidos a ellos. Todo lo que tiene actividad de la erosión, lo cual pudo haber tenido
que ofrecer en cuanto a datos hasta cierto punto como efecto la formación de las paredes divisorias,
confirmados, ha sido recogido cuidadosamente ya sea sobresalientes en forma de frontones, ya en
por el señor T. Wolf en su Crónica de los fenóme- forma de contrafuertes (conos subdivididos; por
nos volcánicos y en su Geografía del Ecuador. Los ejemplo el Llimpi, Sagoatoa, Ilaló).
terremotos que hemos observado en los años
1874 - 1879, serán enumerados en el Apéndice a En otros casos, estas cuchillas, igualmente en dis-
los fragmentos climatológicos. posición radial, al unir sus bóvedas escarpadas
en una corona, encierran una depresión en forma
de caldera, o también más en forma de valle o
NOTAS quebrada. Así surgen los montes de caldera, co-
mo ejemplo aceptable de los cuales pueden valer
(1) los cerros de Chaupi.

Lo típico de las montañas volcánicas monogéni- La gran diversidad de formas de las montañas vol-
cas está en la variedad de sus formas, con una ho- cánicas que tienen esta estructuración subdividi-

463
da, depende de la relación en que están el núme- tiguas hay que determinar si ellos constan de rocas
ro, la extensión y la forma de los valles, con la al- derramadas o principalmente de material delezna-
tura, la anchura y los otros aspectos de la forma ble (escorias y ceniza); además, si el cono caracte-
de los taludes de las cuchillas. riza el punto de salida de un flujo de lava, o si la
fuerza volcánica se ha agotado en la formación del
Ahora bien, como ya hemos señalado en los capítu- mismo cono. Si este es el caso, y si se ha llevado un
los anteriores, lo que nos sorprende en todos los cono voluminoso, como en el Mojanda y el Pulula-
montes de estas dos formas específicas y en su dis- gua, por acumulación de una roca ostensiblemente
posición, para destacarlo una vez más, es que la ya muy viscosa, se puede suponer con tanto mayor
formación de las quebradas mencionadas no puede probabilidad el completo agotamiento del foco al
ser atribuida sólo al efecto de la erosión, sino que cual pertenece. En la erupción del Mojanda que
debe pensarse que está necesariamente en cone- formó el cerro Golongal, no fue derramado un flujo
xión causal con la formación volcánica del monte, y de lava, mucho menos en aquella a la que debe su
que esta irrefutable suposición no puede conciliar- origen el Pondoña del Pululagua.
se con la idea de un apilamiento sucesivo.
(4)
No hace falta mencionar que el aspecto exterior
de uno de estos montes depende también esen- La pirámide central, ya que tan frecuentemente se
cialmente de su constitución interna, de la natura- observa en los volcanes del Ecuador y ocupa jus-
leza y apilamiento de su material. Sin embargo, tamente el sitio en que se pude suponer que está
erraría quien quisiera pensar que las direcciones propiamente el cráter de la cumbre, no es un fe-
de buzamiento de los paquetes de roca en cada nómeno casual. Su formación podría ponerse en
una de las partes de estas montañas volcánicas conexión con procesos muy definidos en el curso
corresponde siempre a los ángulos de inclinación del tiempo y por derrumbos y factores climáticos,
de sus declives externos. A veces ciertamente és- esencialmente más grotescas de lo que fueron ori-
te es el caso, pero de ninguna manera siempre; en ginalmente, y que las pirámides pudieron haber
la mayoría de veces se presenta una gran irregula- estado originalmente rodeadas de material fácil-
ridad en las condiciones de depositación, y en mente deleznable, sobre todo de aglomerados de
muchos paquetes de lava se puede demostrar, del los que, por decirlo así, fueron separadas.
modo más preciso, que su material no pudo de- (5)
rramarse en los sitios que ocupan actualmente,
porque en ellos no se da la continuación a modo La forma de caldera entre las montañas volcáni-
de flujo en la dirección en que habría que buscar cas es una de las más frecuentes y se encuentra
el sitio de erupción. en las más diversas regiones volcánicas y en mon-
tes de todas las dimensiones, tanto pequeños co-
(2) mo grandes. como un modelo clásico de monte de
caldera, puede exhibirse por ejemplo el Yamanlar
Una de estas excepciones es el Guagua-Pichincha, Dagh en Esmirna de casi 1000 m. de altura, cuya
en el que se alza una blanca columna de vapor. caldera tiene un diámetro de 5 a 6 km.

(3) (6)

En los conos de erupción que se encuentran en las El Pululagua, como en su caldera afloran a la su-
calderas de cráter de las montañas volcánicas an- perficie también rocas antiguas volcánicas, en

464
cierto modo puede ponerse en paralelo con la is- Los montes catalogados aquí en grupos según su
la Palma y con la isla Santorin. forma externa, ofrecen un muestrario de más de
30 diferentes formas de edificios volcánicos. Pero
(7) con este número no se agota la variedad de for-
mas que pueden tomar en general las montañas
Un estudio más detallado, probablemente logra- volcánicas porque apenas podría haber dos mon-
ría clasificar en grupos de formas típicas la mayo- tes de origen monogénico que por su edificio ar-
ría de las estructuras volcánicas reunidas provi- quitectónico se asemejen tan perfectamente, que
sionalmente en este grupo. pueda haber una misma representación gráfica
para caracterizar a los dos. De todos modos cree-
Entre los grupos principales en los que hemos di- mos que con la identificación pictórica de cada
vidido las grandes montañas volcánicas monogé- una de estas 30 formas en la serie inagotable de
nicas del Ecuador, no se puede trazar una fuerte posibles formas de montes, tenemos cierta ayuda
línea divisoria, más bien existe entre un grupo y también para la descripción de los montes volcá-
otro, toda clase de formas de transición que pre- nicos de otras regiones. Podemos, por ejemplo,
sentan sus diferentes montañas. Así por ejemplo para ponernos de acuerdo sobre la forma de un
los montes de caldera, por su estructura interna, volcán del Japón, alegar que pertenece al tipo Co-
en la mayoría de los casos pertenecen, en forma tacachi, o que constituye un individuo intermedio
muy marcada, al grupo de los montes que presen- entre el Pasochoa y el Cusin-urcu, que se parece
tan contrafuertes, mientras que por otro lado, los al Llimpi, o que se acerca mucho al Cayambe, etc.,
conos subdivididos, si tienen cráter en la cumbre, en la medida en que hubiera que considerar tales
con frecuencia se acercan a los grupos que tienen o cuales divergencias.
la forma de montes de caldera. El Cayambe, pre-
sentado como monte cupular, podría también ser Para dar al lector, que no puede asociar la inspec-
registrado muy bien en el grupo de conos provis- ción de los dibujos originales con el examen de
tos de pirámide central. Incluso habría cierta ra- este texto, una representación aproximada de las
zón para añadir al Antisana, a pesar de su pronun- esenciales formas de los montes del altiplano del
ciada estructura de monte de caldera monogéni- Ecuador, ponemos a continuación algunos de
ca, al número de los volcanes poligénicos, en la ellos en su perfil o silueta. Estos croquis están ba-
medida en que han brotado flujos de lava recien- sados en dibujos exactos de las formas de monta-
tes en sus declives externos. Pero como éstos no ñas expuestas aquí como tipos, pero están he-
han menoscabado en lo esencial su forma primiti- chos más o menos esquemáticamente.
va, así como tampoco han podido hacerlo los
grandes flujos de dacita de la cadena del Chacana
y Guamaní en relación con la masa de la misma,
podríamos prescindir de esto.

465
CONOS SUBDIVIDIDOS (MONTAÑAS CON CONTRAFUERTES)

Fig. 1. Con subdivisiones tenues del declive exter- Tipo Rumiñahui


no y cráter de cumbre insinuado. Altura relativa Fig. 9. Hondón de caldera en forma de herradura,
del monte, unos 1200 m. con gruesas murallas perimetrales y depresión
Tipo Sagoatoa que nace en el cráter, prolongada y plana. Altura
relativa del monte, unos 1300 m.
Fig. 2. con fuertes subdivisiones del declive y gran Tipo Cusin-urcu
cráter de cumbre. Altura relativa del monte unos
1300 m. Fig. 10. Caldera que en relación con la masa del
Tipo Mojanda monte parece pequeña, y que no constituye un
corte en el centro del monte; la depresión que se
Fig. 3. Subdivisiones fuertemente pronunciadas origina en el cráter cae muy a pico. Altura relativa
del monte sin cráter y sin pirámide en la cumbre. del monte, unos 1800 m.
Altura relativa del monte, cerca de 800 m. Tipo Corazón
Tipo Llimpi
Fig. 11. Gran hondón de caldera, de muros delga-
Fig. 4. Subdivisiones fuertemente pronunciadas dos y con una caída en forma de escalones al co-
del monte que se presentan como lomas en forma mienzo de la depresión que arranca en el cráter.
de contrafuertes, con pequeña pirámide cimera. Altura relativa del monte, unos 1700 m.
Altura relativa del monte, 1700 m. Tipo Altar
Tipo Rucu-Pichincha
Fig. 12. Gran caldera con cono de erupción mono-
Fig. 5. Monte con gran pirámide cimera, pero con génica al comienzo de la depresión que nace en el
estructura basal débilmente subdividida. Altura cráter. Altura del cono, unos 500 m.
relativa del monte, unos 1500 m. Tipo Pululagua
Tipo Sincholagua
2. MONTES CON CÚPULA
Fig. 6. Monte con gran pirámide cimera, por la
cual se justifica la distinción entre una estructura Fig. 13. Cúpula con bóveda que se eleva de modo
basal y una superior. La estructura basal está sub- escarpado, sin cráter cimero. Altura relativa del
dividida en cuchillas dispuestas radialmente. Al- monte, unos 3000 m.
tura relativa del monte, 2500 m. Tipo Chimborazo
Tipo Cotacachi
Fig. 14. Montaña en forma de cúpula aplanada, de
Fig. 7. Monte con pirámide cimera muy grande y gran extensión longitudinal en relación con su al-
estructura basal fuertemente subdividida. Altura tura y sin formaciones de cráter en gran escala.
relativa del monte, unos 1200 m. Altura relativa, unos 1000 m. Dimensión horizon-
Tipo Quilindaña tal, varias millas cuadradas alemanas.
Tipo Pansache

2. MONTES DE CALDERA
(8)

Fig. 8. Hondón de caldera grande, casi circular,


El Pichincha, por la íntima unión de dos montañas
con murallas perimetrales relativamente delgadas
volcánicas monogénicas de distinto tipo de edifi-
y depresión que nace en el cráter, poco inclinada.
cio un monte de caldera y un con subdivisiones y
Altura del monte, unos 1800 m.

466
pirámide cimera es un ejemplo clásico. Justamen- Los montes de ambos centros de erupción han
te por esta unión pertenece a los montes más in- sido erigidos tan cerca el uno del otro, que sus
teresantes del altiplano. faldas no solamente que se tocan sino que sus
masas rocosas hasta cierto punto se interpene-
Un ejemplo de unión de dos estructuras monogéni- tran. Sin embargo, el límite entre los dos edifi-
cas ofrece todavía en mayor escala que el Pichincha, cios se distingue claramente y está señalado por
la isla Madeira, cuya masa montañosa de unos 60 dos valles profundamente entallados que van en
km. de largo por 15 a 20 de ancho y más de 1500 m. direcciones opuestas, el valle de Sao Vicente que
de alto, se ha erigido por lo visto a partir de dos cen- está orientado hacia el norte y el de Rivera Bra-
tros de erupción. Los dos, como se puede concluir va que se dirige hacia el sur. Las cabeceras de es-
con gran seguridad de la forma de unión de sus edi- tos valles, que por efecto de la erosión se han en-
ficios, debieron estar en actividad al mismo tiempo. sanchado formando calderas muy ramificadas,
están también separadas sólo por una alta pared
El más extenso y alto de estos dos edificios mono- divisoria relativamente delgada, que como una
génicos es un monte de caldera, cuyo amplio pe- cuchilla de muchas crestas, une la meseta de
rímetro reclama para sí dos terceras partes del Paul da Serra con la pared occidental de Corral
área de la isla. La caldera que en esta masa mon- das Freiras.
tañosa se hunde más o menos en el centro, tiene
un diámetro de cerca de 4,5 km. y una profundi- A pesar de toda la semejanza que tienen los va-
dad de unos 1200 m. Un amplio valle naciente en lles de Sao Vicente y Rivera Brava por sus ensan-
el cráter, que sin embargo hacia su desembocadu- chamientos en forma de caldera, con el Corral
ra se estrecha en forma de quebrada, y en una ex- das Freiras, su significado en relación a la cons-
tensión de 11 km. desciende 600 m. aproximada- titución geológica de la isla es diferente: son so-
mente, drena esta gran caldera llamada Corral lamente espacios intermedios ensanchados por
das Freiras. Entre los numerosos picos rocosos la erosión, mientras que el valle del Corral das
que rodean el borde de la caldera, el más alto y al Freiras es un valle que arranca en un cráter, que
mismo tiempo el punto culminante de la isla es el sirve de entrada a un verdadero centro de erup-
pico Ruivo (1850 m.). Desde el borde de la calde- ción. Destacamos nosotros la necesaria diferen-
ra bajan por todos los lados los declives de la im- cia en lo tocante a la estructura de estos valles
ponente masa montañosa, y ni aun la desigual ex- tanto más cuanto que Charles Leylel la ha omiti-
tensión y la distinta disposición y subdivisión de do en su descripción de la isla Madeira (Elemen-
los mismos, pueden quitar la impresión de que en tos de Geología).
esta parte principal de la isla se está ante un edi-
ficio de fuerzas volcánicas dispuesto, a grandes Al mismo tiempo que la construcción eruptiva de la
rasgos, en forma simétrica. masa montañosa, en la medida en que ésta surgió
como isla sobre la superficie del mar, parece que
La segunda sección de la isla, sensiblemente más también estuvieron en actividad algunos centros de
pequeña en su perímetro, pero de una altura menor erupción secundarios, de cuyos productos han que-
sólo en unos 300 m., ha sido constituido de forma dado por lo menos restos perceptibles. De esto pue-
enteramente distinta. Se presenta como una monta- de uno convencerse particularmente en las paredes
ña más de tipo cúpula, que en su parte más alta, de los acantilados de la costa norte. Entre aquellos
donde se podría creer que hay una hondonada de contamos como el vestigio más notable de una anti-
cráter, está aplanada formando una meseta de más gua montaña de cráter, la peña de Agia.
de 3 km. de diámetro, llamada Paul de Serra.

467
La región de la isla enteramente extinguida en por la investigación de otras regiones volcánicas.
su actividad volcánica, tiene además otras for- Esta confirmación se encontró en Sudamérica. Pe-
maciones de cráteres bien conservadas de me- ro diversas circunstancias externas impidieron
nos escala, que asimismo provienen de la más durante mucho tiempo la publicación de nuestras
remota antigüedad y que, tanto por su ubica- observaciones. Sólo después del lapso de más de
ción como por el tipo de su unión con la masa veinte años nos decidimos a ofrecer al público al
principal del monte, hacen muy probable que el menos una parte de estos trabajos.
foco fácilmente extinguible de su material de
apilamiento haya estado colocado dentro de la La isla Tenerife tiene, por su aspecto externo,
masa del mismo monte y no a una profundidad cierta semejanza con Madeira; sin embargo, la do-
inmensa debajo de él. Estamos pensando por bla en área. Esta semejanza se da esencialmente
ejemplo en el cráter de Lagoa en Sao Antonio de porque la isla de Tenerife está formada genética-
Serra muy al oriente de la isla, lo mismo que en mente de dos partes que la dividen, las cuales sin
los pequeños conos eruptivos y flujos de lava embargo están tectónicamente unidas entre sí y
que tienen como base la meseta del monte en el se hallan en mutua transición. También en la isla
extremo noroccidental de la isla. de Tenerife vemos un monte de caldera unido a
un edificio sin cráter en forma de loma. Pero la re-
Sin meternos aquí más en detalle en la estructura lación que tienen estas dos partes es distinta de
tectónica y en la disposición de las islas Madeiras co- la que conocimos en Madeira entre el monte de
mo cadena volcánica, podríamos señalar que las caldera y el monte con cúpulas de Paul de Serra.
pendientes externas del monte, en su forma de incli- La parte formada como monte de caldera en la is-
nación se asemejan mucho a aquellas que hemos co- la de Tenerife es tan extensa y alta que el edificio
nocido en la mayoría de los volcanes del Ecuador, es en forma de loma que está unido a ella, y al cual
decir, que las lomas dispuestas en sentido radial y atribuimos cierta independencia en cuanto a su
que componen un edificio volcánico en sus partes origen, más un apéndice lateral que un miembro
superiores, tienen en su línea de crestas un curso vacío, lo que no sucede en la isla Madeira.
más plano que en su caída hacia el pie del monte.
(9)
Las condiciones topográfico-genéricas de Madeira, a
las que hemos aludido aquí brevemente, están ilus-
Como ejemplo de la unión de tres montañas vol-
tradas gráficamente y de modo muy claro en un ma-
cánicas, entre las cuales por lo menos dos se
pa confeccionado por J. M. Ziegler sobre la base de
compenetran mucho topográficamente, podrían
algunos dibujos anteriores de autores, y asimismo
citarse en el Ecuador solamente el Chacana, el
en un mapa en relieve que se encuentra en poder del
Guamaní (con sus secciones vecinas el Tablón y
Instituto Geofísico de la Universidad de Berlín.
el cerro Puntas), y el Pambamarca menos estre-
chamente unido a estos últimos.
Las ideas sobre la naturaleza del vulcanismo que
hemos consignado en este libro, son, como desea-
(10)
mos anotar de paso, originalmente producto de
una investigación geológica detallada de la isla
Aquí le corresponde su lugar a la típica unión de
Madeira, a la que nos dedicamos en los años 1862
un monte de caldera con un cono eruptivo surgi-
y 1863, así como a un recorrido, relacionado con
do por apilamiento sucesivo, como el Vesubio y el
ella, de la isla de Cabo Verde. Pero creímos que no
Somma. Un paralelo perfecto con el Vesubio y el
debíamos dar a conocer nada de estos resultados
Somma ofrece la isla Fogo de Cabo Verde.
antes de que hubieran sido confirmados luego

468
El Vesubio como cono eruptivo se caracteriza frente ya anchura era de 4 a 6 km. han sido los canales de
a otros del mismo tipo porque la chimenea de su crá- salida para las enormes masas de lava que llevaron al
ter posee una constitución que da cuenta incluso de cuenco de la caldera a desbordarse. Así nacieron en
los más pequeños movimientos en el foco volcánico. el terreno fuertemente inclinado de estas hondona-
das, los campos de lava con sus acumulaciones su-
Pero el ejemplo más grandioso que tenemos que perpuestas en forma de terrazas de las masas de ro-
mencionar aquí, nos lo ofrece la isla Tenerife. Co- ca derramada de Taora y de Icod de los Vinos.
mo ya señalamos, la parte principal de ella forma
el edificio monogénico de un monte de caldera. Su Distinguimos, pues, en la génesis del gran edificio de
base, si la imaginamos puesta a nivel del mar, tie- Tenerife que actualmente tenemos delante, dos épo-
ne un diámetro de unos 40 km. La altura de la es- cas principales de la actividad volcánica. Como pri-
tructura es de unos 2700 m. El diámetro de la cal- mera época consideramos aquella en que se formó el
dera, que primitivamente estuvo engastada en es- mismo monte de caldera, que a pesar de su magnitud
ta masa montañosa, si se prescinde de ciertas —y esto no lo deberíamos pasar por— alto no es más
irregularidades, puede estimarse por lo menos en que el remate de una depositación de rocas submari-
de 12 a 15 km., por tanto entre el doble y el triple nas inmensamente extensa. Pero a la segunda época
del de la caldera de Madeira. Pero las dos calde- relegamos el conjunto de erupciones que produjeron
ras no pueden ya parangonarse directamente, el relleno del cuenco de la caldera que originariamen-
porque la caldera de Madeira ha conservado su te había quedado más o menos vacía y que tuvieron
naturaleza original, ha sido respetada por la pos- su término en la formación del cono del Teyde. Y cier-
terior actividad volcánica y ha permanecido has- tamente no se caerá en un error al atribuir también
ta ahora como una caldera amplia y vacía, y en los procesos de erupción de esta última época a la ac-
cambio la de Tenerife ha sido rellenada hasta sus tividad del tremendo foco que ha formado no sólo Te-
bordes con productos de erupción, y sólo des- nerife sino todas las islas Canarias.
pués de esto y de haberse formado un nuevo piso
de hasta 1800 m. sobre el mar, se ha construido Pero además de las erupciones que pertenecen a es-
sobre él, como un monte cónico de 177 m. de al- tas dos grandes épocas, han contribuido no poco a la
tura, el propio pico de Tenerife. El hecho de que configuración de la superficie de Tenerife otras erup-
aún vemos sólo un resto, una parte de la corona, ciones más pequeñas, a saber aquellas a las que po-
de la antigua muralla circundante de la caldera. dríamos conceder focos solamente secundarios. Pre-
(Nos remitimos al Atlas de Tenerife de K. V. cisamente la presencia de formaciones volcánicas,
Fritsch, G. Hartung y W. Reiss, Winterthur 1867). conos de erupción y flujos de lava que permiten de-
ducir del modo más evidente la existencia de focos
El magma incandescente pudo naturalmente subir en secundarios ubicados periféricamente, distinguen a
el espacio interior de la enorme caldera rocosa sólo Tenerife de muchas otras regiones volcánicas.
hasta la altura en que estaba el punto más bajo de su
borde; en cuanto se alcanzó esta altura debió darse, Así, no es extraño, por ejemplo, el observar cientos
por encima del borde, un derrame de flujos sobre el de conos eruptivos en el actual terreno del circo de
declive externo del monte de caldera. Pero el borde Cañadas. Para entender la existencia y el gran núme-
de la caldera de Tenerife poseía no sólo una melladu- ro de estos diversos puntos de erupción, sólo tene-
ra de éstas, sino dos muy antiguas y por cierto conec- mos que recordar cómo ha surgido este terreno, y
tadas por fuera con unas anchas hondonadas que tener en cuenta que él representa la superficie de so-
desde el borde de la caldera (a unos 1800 m. de altu- lidificación de las masas de roca que subieron hasta
ra) se extendían hasta el mar. Estas hondonadas, cu- el borde de la caldera, y han sufrido su proceso de

469
enfriamiento en este espacio cerrado, con una capa- puntos de salida de pequeños flujos de lava ha-
cidad de muchos kilómetros cúbicos. Por cierto, pro- blan ya, sólo por el efímero propósito que han
bablemente descubriremos que el foco secundario cumplido, a favor de focos locales, y al mismo
de la caldera ha aportado gran parte del material de tiempo extinguidos, de focos que deben buscarse
que está compuesto el mismo cono del Teyde. en medio de la misma masa básica del monte. Pe-
ro como otros volcanes, especialmente los del
Pero no sólo en el terreno más joven de la calde- Ecuador, no han producido conos parásitos acce-
ra, sino también en los declives externos del pro- sorios de este tipo, o lo han hecho sólo por excep-
pio monte, debieron ser de una edad más antigua, ción, se puede suponer que las masas eruptivas
es decir, debieron tener lugar ya al tiempo del na- inherentes a la fuerza volcánica en las masas de
cimiento del edificio monogénico, de modo que roca que formaron el Etna, fueron distintas y más
se puede suponer que la posición de su foco que- activas que en las masas eruptivas que llegaron a
da en medio de la misma masa montañosa. De ahí la superficie en el altiplano del Ecuador.
que estas formaciones presenten con frecuencia
contornos barrosos, y parezcan como fusionadas Cuando apuntes históricos nos informan de que
con la masa del monte, que entonces estaba en en el curso de una centuria han sido formados só-
proceso de formación. Pero también hay erupcio- lo pocos de estos conos de erupción, tal vez dos
nes que han tenido lugar en este terreno relativa- o tres, y que apenas uno de los más grandes lo ha
mente muy antiguo de creación volcánica, recién sino en varios siglos, no quiere decir que esto ha-
en la época del tiempo histórico. Como manifesta- ya sido siempre así incluso en épocas más anti-
ciones muy pequeñas de la actividad volcánica de guas. Por el contrario, se impone la idea, que ya
focos secundarios enteramente innegables, pode- hemos expuesto, según la cual la masa principal
mos considerar las pequeñas formaciones de crá- del monte Etna es de origen monogénico, que in-
teres y conos que se observan en los flujos de la- cluso la formación de la mayoría de sus conos de
va de las hondonadas de Taora y de Icod. erupción debió tener lugar en una época definida,
a saber en aquella en que la masa de rocas del
El Etna es asimismo un monte de caldera. Su edi- mismo monte, que estaba en proceso de enfria-
ficio monogénico es visible en el valle de Bove. miento, había bajado a un grado de temperatura
Pero se diferencia del Vesubio en que el cono de en que de nuevo debió de verificarse un cambio
erupción poligénico no se ha levantado en el piso de volumen que se manifestaba con gran fuerza.
de la caldera, sino que vino a situarse, por así de-
cirlo, en la línea de cumbres de muralla circun- Como último ejemplo de unión de un edificio mo-
dante de la caldera. Esta disposición topográfica nogénico de la forma precisa de monte de caldera
se puede advertir fácilmente, pero mucho más con un cono de erupción erigido por actividad su-
digno de notar y mucho más importante para la cesiva, mencionamos el volcán de Pasto. Entre los
acción de las fuerzas volcánicas en el Etna, es el que acabamos de mencionar, éste es el más alto.
gran número de conos parásitos accesorios (más La corona de su muralla circundante se eleva has-
de 200) que están ubicados en sus pendientes. El ta los 4264 m. y el cono eruptivo, según el cálculo
pretender relacionar el origen de estos conos con trigonométrico del señor Reiss, hasta los 4180 m.
la existencia de muchos canales de comunicación como nos reservamos el volver sobre las condi-
con el foco principal del Etna, ubicado en todo ca- ciones topográficas de este grandioso edificio en
so a muy grande profundidad, no ofrecería una ex- la reseña de las montañas volcánicas de Colom-
plicación satisfactoria. Los conos accesorios pa- bia, nos limitamos aquí a esta sola información.
rásitos del Etna, que en su mayoría señalan los

470
OCHO PERFILES A LO LARGO DE LOS ANDES ECUATORIANOS PARA
ILUSTRAR LAS RELACIONES NATURALES ENTRE LAS RESPECTIVAS
ELEVACIONES VERTICALES Y LAS EXTENSIONES HORIZONTALES

mos situado ya sea en la cordillera occidental,


L os presentes perfiles tienen por objeto po-
ner a la vista principalmente las ubicacio-
nes y las relaciones en que están las montañas
ya principalmente en la oriental, ya en ambas al
mismo tiempo, o también en los valles altos que
volcánicas del altiplano con sus basamentos ro- las separan.
cosos. La verdad es que esto pude hacerse so-
lamente en las líneas más generales, porque al I PERFIL. Desde la costa de Esmeraldas a tra-
presente faltan todavía documentos de base vés de las tierras bajas del occidente (región
cartográficos que permitan abordar los porme- costera) y las montañas volcánicas Cotacachi,
nores representables incluso en una escala tan Imbabura y Angochagua, hasta la cuenca del
pequeña como la de estos perfiles243. río Amazonas.- Este perfil pasa a través de la
hoya de Ibarra y hace ver claramente que las
Para destacar claramente las formaciones vol- partes centrales de la misma constituyeron el
cánicas más recientes de las más antiguas, he- teatro principal de la actividad volcánica. La
mos señalado las primeras en color rojo y las cordillera oriental quedó libre de ella, pero en
otras en gris. Por supuesto el curso del contac- la cordillera occidental alcanzó hasta la línea de
to entre ambas formaciones en profundidad es- cumbres y apiló precisamente en ella el volcán
tá enteramente fuera de nuestra apreciación; más alto de la hoya, el Cotacachi.
pero incluso la extensión horizontal de las ma-
sas eruptivas, debido a los depósitos de toba II. PERFIL. Desde la costa de Pedernales a tra-
de la superficie, se pueden señalar a lo más en vés de las tierras bajas del occidente y los vol-
forma aproximada. Por eso incluimos, con el canes Pichincha, Ilaló, Guamaní, hasta la
mismo color, las formaciones de toba volcáni- cuenca del río Amazonas.- En este perfil que
cas y las rocas eruptivas in situ, y sólo hacemos pasa por la mitad de la hoya de Quito, el punto
excepción de esto en los casos en que estos de- álgido de la actividad eruptiva se encuentra en
pósitos de toba han alcanzado un gran volumen ambas cordilleras principales, en el Pichincha,
y extensión, como los que podemos observar al occidente y en el macizo del Guamaní al
en las hoyas de Ibarra, Quito, Latacunga y Rio- oriente. La misma hoya está llena de depósitos
bamba. Se han señalado en forma convencional muy potentes de toba, de los que emerge sola-
las chimeneas de los volcanes objeto del perfil, mente la pequeña cúpula del monte Ilaló como
y a los límites rocosos desconocidos de la pro- punto de erupción interandino aislado.
fundidad se les ha dado un rumbo rectilíneo es-
quemático. III. PERFIL. Desde la costa cercana a Pederna-
les a través de las tierras bajas occidentales y
Las líneas de corte de los perfiles se han esco- los volcanes Atacazo, Chacana y Antisana,
gido de tal manera que tocan las principales hasta la cuenca del río Amazonas.- Este perfil
montañas del altiplano, y nos hacen ver la altu- tiene gran semejanza con el precedente aunque
ra de las mismas al igual que su relación con corta la hoya de Quito sólo unos pocos minutos
respecto a las hoyas del mismo altiplano. Al de latitud más al sur; pero hace ver todavía más
punto de salida de las masas eruptivas lo he- claramente que el otro perfil la gran extensión

243
Escala vertical y horizontal: 1:222.500. A pesar de esta escala al parecer pecunia, la extensión del perfil, que hemos adjuntado a la colección
de pinturas del Museo de Etnografía de Leipzig, es de todos modos de 1,50 m. y por eso hubo que renunciar a poner aquí una reproducción
del mismo. El pequeño mapa panorámico que en la primera parte de la obra se ha insertado como añadidura a la exposición sobre las mon-
tañas volcánicas, ilustra con todo la orientación y dirección que se han seguido en la realización de los cortes.

471
de las masas eruptivas en la cordillera oriental, Langoa, y el amplio valle de Latacunga está re-
porque aquí han sido tocadas por el corte la llenado de potentes capas de toba.
parte central de la cadena del Chacana y el co-
no del Antisana. VI. PERFIL. Desde la costa de Jipijapa a través
de las tierras bajas del occidente, hasta la
IV PERFIL. Desde la costa de Cabo Pasado a cuenca del río Amazonas.- Este perfil se aseme-
través de las tierras bajas del occidente y de ja en cierta medida al cuarto porque también
los volcanes Iliniza, cerro de Chaupi y Cotopa- pasa por un nudo, a saber, el que divide la hoya
xi, hasta la cuenca del río Amazonas.- El perfil de Latacunga-Ambato de la de Riobamba. El tea-
está aquí en el límite de las hoyas de Quito y La- tro principal de la actividad volcánica está de
tacunga, y pasa por el nudo que se extiende nuevo dislocado en la cordillera occidental y en
desde el Iliniza a través de los montes de Chau- el nudo interandino (Chimborazo, Igualata, Pá-
pi y del páramo de Tiupullo, hasta el Rumiñahui ramos de Savañag, Mulmul); la cordillera orien-
y las faldas del Cotopaxi. Los centros de erup- tal ha sido alcanzada por ella sólo un poco, pe-
ción se encuentran en la cordillera occidental y ro de manera muy notable, pues el Tungurahua,
oriental y entre ambas —podríamos poner casi que levanta sus bases en el valle del Pastaza,
en la línea al cercano Rumiñahui—, pero la re- parece profundamente incrustado en la cordi-
gión volcánica, en comparación con los tres llera hasta un altitud de más de 4000 m., y topo-
perfiles precedentes, se ha estrechado mucho, gráficamente fusionado con ella.
lo que tiene como causa el hecho de que el Co-
topaxi se desprende, por así decirlo, de la cor- VII. PERFIL. Desde la costa de Salango a través
dillera oriental, y también el Iliniza está salido de las tierras bajas del occidente, el páramo
bastante hacia el oriente, de modo que las an- de Puyal, la llanura de Riobamba y el cerro
chas lomas de la cordillera que están detrás de Altar, hasta la cuenca del río Amazonas.- La
ambos montes, en gran parte quedan libres de hoya de Riobamba, a través de la cual pasa el
rocas eruptivas. perfil, exhibe la peculiaridad de estar limitada
por el occidente y el oriente por cordilleras
V. PERFIL. Desde la costa de Charapotó a tra- esencialmente no volcánicas, y de que la activi-
vés de las tierras bajas del occidente, la cordi- dad volcánica ha prevalecido principalmente
llera oriental de Latacunga con el Quilotoa y a en su parte central. La cordillera occidental es-
través de los páramos de Pansache y Langoa, tá completamente libre de rocas eruptivas, y en
hasta la cuenca del río Amazonas.- Este perfil, la cordillera oriental aparecen ellas todavía más
a través de la hoya de Latacunga, es de los más aisladas, en forma de islas; como la más hermo-
interesantes; es el primero en que las formacio- sa de estas islas volcánicas vemos elevarse al
nes volcánicas de la cordillera oriental no están Altar que sobresale del basamento de esquistas
en conexión ni siquiera superficial con las de la de mica circundante. La línea acierta a cortar
cordillera occidental. Esta parece sumamente únicamente uno de los puntos de erupción cen-
ensanchada y dividida en dos brazos por el pro- trales, el pequeño cerro de Calpi que surge de
fundo valle del Toachi. En este valle se alza a la llanura de toba de Riobamba.
modo de isla el monte volcánico Quilotoa; éste
parecería asimismo aislado en un perfil trazado VIII. PERFIL. Desde la costa de Jipijapa a tra-
de norte a sur. En la cordillera oriental la forma- vés de las tierras bajas del occidente, la cordi-
ción volcánica está todavía muy ensanchada llera de Chimbo y el páramo de Puyal, por los
por los monótonos páramos de Pansache y cerros de Yaruquíes y el Sangay, hasta la

472
cuenca del río Amazonas.- Este perfil está sola- especialmente en sus faldas, se encuentran gra-
mente un poco más al sur que el VII, y tiene nito y sienita.
gran semejanza con éste. En la cordillera orien-
tal y desplazado muy al oriente se encuentra La caída bastante escarpada de la cordillera ha-
aquí el solitario volcán Sangay. En la misma ho- cia el occidente podría fácilmente llevar a la su-
ya de Riobamba se hallan afectados por el cor- posición de que con igual inclinación se alarga
te, los centros de erupción de los cerros de Ya- hasta una gran profundidad por debajo de los
ruquíes y el cerro Tulabug. sedimentos terciarios y aluviales que se acumu-
lan sobre ella. Pero esta conjetura no parece
En la anotación de los nombres petrográficos justificada, puesto que las rocas de la cordillera
en los perfiles, sólo han sido considerados los oriental, diorita, diabasa, porfirita y estratos
tipos de rocas más importantes, y notemos aquí cretáceos, sobresalen a veces en colinas aisla-
expresamente que, por un lado, en la cordillera das, a veces en secciones cerradas, todavía más
oriental, en cuya constitución ocupan la por- hacia el occidente en algunos sitios hasta la
ción principal antiguas rocas de esquistos cris- costa, por sobre las planicies de las tierras ba-
talinos; localmente también aparecen las llama- jas, de modo que incluso la potencia de los se-
das rocas verdes (diorita, diabasas, porfirita), dimentos terciarios y cuaternarios no parece
pero por otro lado también en la cordillera oc- tan grande, al menos en la parte sur de las tie-
cidental, que consta principalmente de las men- rras bajas.
cionadas rocas verdes y las capas cretácicas,

473
CARACTERIZACIÓN PETROGRÁFICA DE LAS MONTAÑAS VOLCÁNICAS DEL
ECUADOR.

POR EL SEÑOR TEODORO WOLF

L as páginas siguientes tienen como finalidad el


brindar al geólogo que estudia la topografía y
la estructura de las montañas volcánicas del
Andesita con biotita

Andesita con biotita y anfíbol


Escasas

Ecuador, basándose en la colección de pinturas,


una corta visión sintética sobre la distribución de Andesita con anfíbol
los principales tipos de rocas en dichas monta- Andesita con anfíbol y piroxeno Abundantes
ñas. No se trata de un estudio petrográfico, mine- Andesita con piroxeno
ralógico minucioso de las mismas rocas, sino en
primer término de una descripción a grandes ras- Dacita con biotita
gos de cómo están agrupadas geológicamente, y Dacita con biotita y anfíbol Abundantes
su configuración macroscópica . Esta caracteri-244
Dacita con anfíbol
zación está basada en la abundante colección de
rocas de Stübel que exhibe más allá de 4.000 ejem- Dacita con anfíbol y piroxeno
plares numerados sacados de más de 6.000 piezas Escasas
provenientes del Ecuador. Como esta colección, Dacita con piroxeno
que todavía es de propiedad privada, tarde o tem-
prano puede ser cedida a un instituto público y Sin entrar en el examen de las muchas cuestiones
así ser más accesible al estudio, junto a cada debatidas acerca de si es posible en general una
montaña se han especificado los ejemplares nu- separación entre andesitas anfibólicas y piroxéni-
merados bajo los cuales está representada en la cas, hacemos notar solamente que dicha división
colección. En la reseña de los montes se ha con- viene muy al caso en el Ecuador, clásica región an-
servado el orden de sucesión propio de la colec- desítica de la Tierra y tal vez la más excelente, y
ción de pinturas. que aquí, a pesar de las muchas transiciones pe-
trográficas del uno al otro tipo, los miembros típi-
Las montañas volcánicas del Ecuador constan fun- cos de los mismos se presentan por su contextu-
damentalmente de rocas andesíticas. En algunas po- ra macroscópica y por toda su apariencia física
cas de ellas aparecen, en estrecha unión con andesi- como rocas diferentes, e incluso nunca aparecen
tas piroxénicas ricas en olivido, lavas basálticas; en asociados en un mismo cuerpo geológico (un flu-
cambio en estas montañas volcánicas no han sido jo de lava o un paquete de rocas) no se convier-
identificadas rocas de las familias traquita y fonoli- ten los unos en los otros; más aún, montañas vol-
ta. A las fracciones ricas en cuarzo y las que mues- cánicas completas se caracterizan por la existen-
tran un alto contenido de sílice de la serie de las an- cia exclusiva de uno y otro tipo de rocas. El hecho
desitas, las separamos con el nombre de dacitas, de de que en la andesita anfibólica no haya razón pa-
las propias andesitas libres de cuarzo y pobres en sí- ra abandonar dicha distinción, mantenemos la di-
lice. Unas y otras forman en el Ecuador una serie pa- ferencia entre andesitas y traquitas, aunque aque-
ralela completa, y así distinguimos: llas contienen muchas veces algo de sanidina, y

244
El estudio más abarcante, sobre todo microscópico de las rocas ecuatorianas, hecho sobre la base de las colecciones privadas enviadas a la
Universidad de Berlín por el consejero privado, señor Dr. W. Reiss y las de Reiss y Stübel, se lleva a cabo en el Instituto mineralógico-petro-
gráfico de Berlín, bajo la dirección del consejero privado, señor profesor Klein. El trabajo se efectúa siguiendo las secciones del altiplano vol-
cánico, y hasta ahora han aparecido (1892-1897) cinco ensayos (disertaciones inaugurales):
Dr. M. Bolowski: Las rocas de la cordillera occidental ecuatoriana, desde Tulcán hasta las montañas de Escaleras (1892).
Dr. R. Herz: Las rocas de la cordillera occidental ecuatoriana desde el Pululagua hasta el Guagua-Pichincha (1892)
Dr. E. Elich: Las rocas de la cordillera occidental ecuatoriana desde el Atacazo hasta el Iliniza (1893).
Dr. A. Klautzsch: Las rocas de la cordillera occidental ecuatoriana desde el río Hatuncama hasta la cordillera de Llangagua (1893).
Dr. A. Esch: Las rocas de la cordillera oriental ecuatoriana. Los montes de la hoya de Ibarra y el Cayambe (1896).
El estudio de las demás secciones está en preparación.

474
éstas algo de plagioclasa. En los no pocos casos en las que por cierto aquí y allá hay tan fuerte presen-
en que se mantienen más o menos en equilibrio cia de piroxeno microscópico que la roca se podría de-
en una andesita, el piroxeno y el anfíbol, se indica nominar andesita con piroxeno y anfíbol, pero ma-
claramente el nombre de andesita con anfíbol y croscópicamente juega un papel enteramente secun-
piroxeno, o andesita con piroxeno y anfíbol. Ha- dario y no influye en el aspecto típico de una andesita
bría que prescindir aquí, como de algo no esen- anfibólica. Mucho más que a la andesita piroxénica se
cial desde el punto de vista geológico, de una ul- inclinan las hermosas rocas del Guagua-Pichincha en
terior división de la andesita piroxénica, en ande- su apariencia a la dacita anfibólica, y no deja de ser in-
sita con augita y andesita con hipersteno. Por lo teresante que G. Vom Rath haya demostrado en un tro-
demás, se recomienda la clasificación y nomen- zo la existencia de un 62,99 % y en otro de un 64,55 %
clatura que acabamos de utilizar en este pequeño de sílice, según F. Zirkel245.
trabajo esquemático, de andesitas y dacitas, por-
que ella corresponde enteramente a la adoptada Es motivo de clasificación dentro de la dacita, aun-
en el estudio de las rocas ecuatorianas en el Insti- que no hay presencia de cuarzo segregado. El
tuto mineralógico-petrográfico de Berlín. Guagua-Pichincha ha suministrado mucha piedra
pómez, que por todas partes cubre con grandes y
pequeños bloques la parte superior del monte.
I. PICHINCHA
En lo tocante a la estructura basal inferior de to-
En el macizo del Pichincha se pueden distinguir do el macizo del Pichincha, sus rocas por su as-
no sólo topográfica sino también petrográfica- pecto externo difieren tanto de las del Rucu-Pi-
mente, dos partes principales: el Rucu-Pichincha chincha como de las del Guagua. En su mayoría
y el Guagua-Pichincha. predomina aquí la andesita piroxénica de tono
claro, por ejemplo en las grandes canteras junto a
En el Rucu-Pichincha se han encontrado solamente Quito, en donde existe sólo un paquete de andesi-
afloramientos de andesita piroxénica. Asimismo son ta anfibólica, y junto a Guápulo. En el cerro Ungüí
exclusivamente andesita piroxénica todas las piezas y en el Panecillo se encuentra andesita anfibóli-
de la colección que se sacaron a golpes en bloques co, piroxénica, pero de un aspecto enteramente
sueltos ubicados arriba de, o en torno al Rucu-Pichin- distinto de la de la cumbre del Guagua-Pichincha.
cha y que probablemente se pueden atribuir al mis- Es muy interesante el afloramiento de dacita más
mo. Son piezas oscuras, muy compactas, que mu- abajo de Guápulo, es decir, en la pare más profun-
chas veces parecen rocas casi macizas. La cumbre da y más oriental del basamento sobre el que se
del Rucu-Pichincha consta de aglomerados y brechas asientan ambos Pichinchas. Esta dacita anfibóli-
atravesados por diques de lava, cosa que también se ca-biotítica se parece a la que existe más allá del
observa en algunas otras montañas volcánicas del valle de Tumbaco y de Chillo con frecuencia en
Ecuador que igualmente constan de andesita piroxé- las cadenas de Guamaní y Chacana. Dos bloques
nica (Rumiñahui, Igualata). rodados negros del río Mindo y del río Cinto al oc-
cidente del Pichincha han sido descritos por Herz
El Guagua-Pichincha, cuyo enorme cráter revela toda- como basalto feldespático, pero su mismo as-
vía actividad de fumarolas, está constituido en su ma- pecto macroscópico no es basáltico, y del estudio
yor parte por andesitas anfibólicas macrocristalinas, al microscopio y la descripción del Dr. Herz (en

245
Texto de Petrografía, 2da Edición, Vol. II, p. 579

475
manuscritos para hacer láminas y en la diserta- hace presumir que este cono pertenece al anti-
ción, p. 64 y 135 respectivamente) resulta que la guo basamento volcánico del Atacazo y que su
roca más bien es diabasa olivínica serpentiniza- relación con éste es más o menos como la del
da. Proviene no del Pichincha sino del antiguo ba- cerro Ungí o el Panecillo con el Pichincha y la
samento de la cordillera occidental, al igual que del Picacho con el Cotopaxi.
muchas otras muetras de mano de cantos roda-
dos de los arroyos y quebradas de la falda occi- Las rocas del Atacazo han sido estudiadas y des-
dental del Pichincha. Ahí se encuentran además critas por el señor E. Elich; en la colección llevan
de diabasa y dioritas típicas, porfiritas anfibóli- los números 756 - 780.
cas de diversos tipos y sus derivados (toba, bre-
cia y conglomerados). Las porfiritas y dioritas
son con frecuencia cuarcíferas. Las rocas del Pi- III. EL CORAZÓN
chincha han sido estudiadas por el señor Rich
Herz, y ordenadas en la colección petrográfica del El Corazón parece que consta exclusivamente de
Ecuador de Stübel con los números 602 - 755. andesitas piroxénicas; ni siquiera como mineral
accesorio se encontró anfíbol en las rocas estu-
diadas. Estas son lavas de blancas a gris oscuras,
II. EL ATACAZO muy compactas, con pequeños y poco vistosos
macrocristales. Rocas propiamente hermosas, es-
La cumbre del Atacazo (las rocas de la muralla pe- pecialmente de constitución porfídica, no tiene
rimetral de la caldera) consta de andesita piroxé- en absoluto el Corazón, volcán que es uno de los
nica, y a éstas pertenecen los más de los bloques más uniformes petrográficamente. Incluso con el
sueltos de la caldera que en su mayor parte debie- microscopio, en vano se busca una mayor varia-
ron desprenderse de las paredes del cráter. De la ción en las láminas delgadas. Cuando las rocas
sola colección no se puede determinar de dónde son localmente porosas, forman escorias de lava
proceden los bloques sueltos que hay en la calde- rojas y café-rojizas del tipo más común.
ra, de andesita anfibólica y andesita piroxénico-
anfibólica, pues estas rocas no han sido arranca- Las paredes de la caldera del Corazón constan en
das de afloramientos. Las bombas volcánicas y parte de brechas y lavas aglomeráticas entre las
piedra pómez (que son de andesita anfibólica) en cuales se dan rocas muy compactas y sólidas en
la caldera, poseen la mayor similitud con las del paquetes. Por lo demás, sus estribaciones orien-
vecino Guagua-Pichincha. En el Atacazo tenemos tales y sus faldas presentan tan pocos afloramien-
también las mismas variedades de andesita que tos como las del Atacazo. Los trozos de piedra pó-
en el Pichincha, pero no tan claramente separa- mez andesita anfibólica de los declives inferiores
das localmente. probablemente no provienen del mismo Corazón.

En el aspecto petrográfico es notable la dacita- La cordillera occidental detrás del Atacazo y del
anfibólica-piroxénica de la Viudita, cono erup- Corazón, es decir el viejo basamento sobre el
tivo situado en la falda suroriental del Atacazo, que se asientan los dos volcanes como también
roca que por su apariencia externa difiere mu- el Pichincha, consta en lo esencial, según se
cho de las dacitas ordinarias del Ecuador, pero desprende de las piezas recogidas en camino a
se parece grandemente a ciertas andesitas anfi- Manabí, de cuarcíferas porfiritas anfibólicas y
bólico-piroxénicas. La constitución diferente de biotíticas así como de brechas, conglomerados
la roca y la ubicación topográfica de la Viudita y tobas que guardan relación con éstas. Como

476
miembros secundarios aparecen porfirita de nómeno notable, y es que en estas rocas de tono
augita (diabasa porfirítica) y otras rocas verdes. claro y ricas en sílice, que en cualquier otra parte
Los sedimentos propios de la formación cretá- frecuentemente contienen biotita, parece que es-
cea de la cordillera occidental se hallan repre- te mineral falta por completo, aun en forma de
sentados en la colección sólo por unos pocos partículas microscópicas. Tampoco Elich mencio-
trozos de esquisto y cuarcita. na biotita ni macroscópica ni microscópica en las
rocas propias del Iliniza.
El conocimiento detallado de las rocas del Cora-
zón lo debemos al señor Dr. Elich, que se ha en- Las rocas del Tisisichu, cono eruptivo muy aislado
cargado del estudio de dichas rocas junto con las situado en la parte sur de las faldas del Iliniza, cons-
del Atacazo y del Iliniza. En la colección se en- tan de andesita piroxeno-anfibólica en la que hay
cuentra el Corazón con los números 781 - 82222, y escasos gránulos de piroxeno frente a los abundan-
la base occidental no volcánica del Atacazo y del tes fenocristales tabulares de anfíbol, en tal forma
Corazón con los números 823 - 855. que a esta roca macroscópicamente se le clasificará
con seguridad como andesita anfibólica.

IV. EL ILINIZA El antiguo basamento del Iliniza aflora al norte en


la ensillada de Atatinqui que es la unión del Ilini-
El Iliniza pertenece a las montañas volcánicas za con el Corazón, y por el occidente en Tupaliví
más complejas en el aspecto petrográfico, porque junto a la hacienda Chisalí. Las rocas recogidas en
en ella se encuentran mezclados al parecer sin or- ambas localidades son porfirita piroxénica y
den casi todos los tipos de rocas de andesita, des- porfirita anfibólica, en parte con apariencia de
de la (rara) pura andesita piroxénica oscura has- auténtica andesita, tanto que en las muestras de
ta la blanquecina, típica dacita anfibólica. Rocas mano e incluso bajo el microscopio apenas se las
de los más diversos tipos se encuentran en pa- puede distinguir de las verdaderas; andesitas y
quetes y flujos de lava muy unidas tanto lateral- dacitas (algo descompuestas), y sólo el conoci-
mente como en superposición, y entre los blo- miento de las condiciones de depositación justifi-
ques sueltos de las laderas y las quebradas reina ca su distinción con respecto a las últimas. Tam-
una mezcolanza todavía mucho mayor. Sin embar- bién el señor Dr. Elich, que ha estudiado detalla-
go se puede asegurar en general que la roca pre- damente las rocas del Iliniza y sus alrededores, ha
dominante en el Iliniza es una andesita anfibóli- encontrado esta dificultad y no ha podido resol-
co-piroxénica clara, que con la progresiva incor- verla en todos los casos. Volveremos sobre este
poración de cuarzo se transforma fácilmente en punto en la discusión acerca de los alrededores
dacita. El cuarzo se encuentra ordinariamente só- del Quilotoa.
lo en gránulos microscópicos, aunque también
hay, sobre todo entre los bloques sueltos, típicas La serie de rocas del Iliniza está puesta en la co-
dacitas con grandes macrocristales bien desarro- lección con los números 2213 – 2348 y 2358 – 2379
llados de cuarzo (tipo Mojanda) que Elich parece (basamento antiguo).
haber pasado por alto en su estudio del Iliniza.
Todavía hay que mencionar la frecuente ocurren-
cia de olivino en la dacita y en la blanquecina an- V. LOS CERROS DE CHAUPI
desita piroxeno-anfibólica del Iliniza, presencia
por cierto no del todo rara, pero en todo caso na- Los cerros de Chaupi, al pie oriental del Iliniza,
da ordinaria de este mineral. Además se da un fe- que en conjunto representan un edificio volcánico

477
especial, exhiben rocas del tipo de la andesita pi- mente a nivel macroscópico y con salpicaduras
roxénica oscura. Son muy poco vistosas en com- esporádicas; y sin embargo, se podría preguntar
paración con las hermosas rocas del Iliniza y de si no sería mejor incluir ciertas variedades de an-
ordinario muy descompuestas. La andesita piro- desita del Pululagua en el tipo de la dacita,
xénica es la roca de la cumbre principal Pupuntío, porque de hecho su aspecto de dacita parece es-
y a ella pertenecen también todos los trozos de tar en conexión con un alto contenido de sílice 65,
cantos rodados recolectados en las quebradas 16 % de la matriz, según Vom Rath246. Como el Gua-
del lado sur de estos montes. Únicamente las ro- gua-Pichincha, también el Pululagua está cubierto
cas del Saguigua, de acuerdo con el estudio al mi- por todas partes de grandes y pequeños trozos
croscopio, son andesita anfibólico-piroxénica. de piedra pómez, los cuales presentan sólo la mo-
dificación vítrea y esponjosa de la andesita anfi-
Cfr. Elich en su ensayo sobre el Iliniza, y los núme- bólica del monte.
ros 2349 – 2357 de la colección.
Andesita piroxénica ha sido sacada a golpes de
ocurrencias in situ sólo en dos lugares: una vez
VI. LOS CERROS DE CALACALÍ muy al fondo del valle de Guayllabamba, entre la
hacienda Tanlagua y el puente de Perucho, por
De las rocas de la colección no puede determinar- tanto en un sitio que apenas si se puede contar
se nada categórico acerca de la naturaleza petro- como del Pululagua, o a lo más como parte de su
gráfica de los montes cubiertos de toba de Cala- basamento más profundo; y luego en el cerro de
calí, porque de ellas está a la mano un único nú- la Monja, en la muralla perimetral del circo del
mero (574) que es una andesita piroxénica del ti- cráter junto a Ventanillas. Todas las demás piezas
po más ordinario, que con seguridad pertenece a de andesita piroxénica de la colección proceden
estos montes y que se ha desgajado a golpes de de bloques sueltos, cuyo lugar de origen apenas
una roca in situ. Todas las demás piezas que pro- si ha sido determinado, pero con todo, puede
vienen de las tobas pumíticas de la superficie, son buscarse principalmente en los paquetes de lava
sin dura rocas del Pululagua. inaccesibles de la muralla circundante del cráter,
pues en su mayoría han sido recogidos en las
pendientes de escombros del lado interior del cir-
VII. EL PULULAGUA co del cráter. Estas andesitas piroxénicas son de
color oscuro y de apariencia poco vistosa.
El Pululagua consta fundamentalmente de andesi-
ta anfibólica. De este tipo son la mayoría de las ro- El cono de erupción Pondoña, que queda en la
cas que afloran al pie del monte, en el declive ex- abertura hacia el oeste del circo del cráter, está
terno y en el lado interior de la gran muralla del hecho enteramente de andesita anfibólica. Esta
cráter, lo mismo que la mayoría de bloques suel- roca característica se encuentra en piezas sueltas
tos del exterior y del interior. Estas hermosas an- solamente en la cercanía más inmediata del cono
desitas de formación principalmente porfírica, y falta en el resto del edificio del Pululagua.
con frecuencia recuerdan tanto a la dacita del ve-
cino Mojanda, que involuntariamente se busca en El antiguo basamento sobre el cual está como incrus-
ellas cuarzo. Pero éste se encuentra excepcional- tado el Pululagua, está compuesto principalmente

246
También Zirkel en la nueva edición de su Tratado de Petrografía (Vol, II p. 579) menciona estas rocas del Pululagua entre las dacitas.

478
de diabasa y diabasa porfirítica. Encontramos aquí cópico (en partículas hexaédricas y de bordes
la misma formación de rocas verdes, que va hasta redondos, y una matriz tosca con aspecto de
muy al sur, bajo el Pichincha, al Atacazo y al Cora- traquita; se presenta especialmente en el basa-
zón, pero ahí está compuesta más de dioritas y por- mento del monte en sus desfiladeros en el valle
firitas anfibólicas. de Guayllabamba entre las poblaciones de Pué-
llaro y Perucho, lo mismo que en Alchipichí. La
El señor R. Herz ha hecho el estudio de las ro- segunda variedad tiene más la apariencia de a
cas del Pululagua y sus alrededores, rocas que andesita anfibólica ordinaria, es menos rica en
se encuentran en la colección con los números cuarzo macroscópico, y en cambio contiene oli-
468 – 601. vino como mineral accesorio; ella configura el
cono del Golongal y el Fuyafuya en el cráter de
la cumbre del Mojanda.
VIII. LA SERRANÍA DE
CHANCHAGRÁN La andesita piroxénica, en distintas variedades, la
mayoría más de color oscuro y muy compacta,
Toda la serranía de Chanchagrán está repre- conforma la gran muralla circundante del Mojan-
sentada en la colección petrográfica sólo con da, la lava en forma de diques que se presenta ahí
unas pocas muestras de mano (No. 352 – 361). y todo el Yanaurcu. También consta de andesita
Entre éstas, llaman la atención especialmente piroxénica el cerro Campanario en la falda sur del
las peculiares andesita anfibólico, piroxénica y Mojanda junto a Alchipichí y así mismo la lava ex-
dacita anfibólico, piroxénica, esta última con puesta en el cause del río Guayllabamba junto al
un aspecto que difiere mucho de la dacita co- puente de Turo (más debajo de Alchipichí). Evi-
mún anfibólica. Con todo, hay que notar que dentemente la procedencia de la lava de Turo, del
estas singulares rocas han sido recogidas sólo Mojanda, es muy dudosa. Tiene gran semejanza
en trozos sueltos en las pendientes de escom- con la lava negra, que más hacia el oriente ha lle-
bros y quebradas, y que las pocas piezas de nado una gran parte del valle del Pisque, y de
esta serranía que han sido arrancadas a golpes acuerdo con su ubicación apenas puede atribuir-
de rocas in situ pertenecen a la andesita piro- se al Mojanda. Ambos flujos afloran sólo local-
xénica ordinaria. mente en las más profundas incisiones del valle
de Guayllabamba y del Pisque, y sus puntos de
Las rocas de Chanchagrán fueron estudiadas por erupción y su curso están recubiertos por poten-
el señor M. Bellowski. tes capas de toba. En el aspecto petrográfico es-
tas lavas negras, de aspecto casi de basalto, son
notables por la forma y posición de sus feldespa-
IX. EL MOJANDA tos. Éstos, la mayoría de las veces, con numero-
sos fenocristales y en parte de hasta más de 1 cm.
El Mojanda consta de dos rocas muy diferentes, da- de tamaño, forman delgadas placas, claras como
cita anfibólica y andesita piroxénica, es decir, exacta- agua y dispuestas paralelamente, y que al hacer
mente de los dos eslabones extremos de la serie de girar la muestra de mano brillan todas en un solo
la andesita, sin transiciones intermedias. plano, y al romperlas transversalmente semejan
delgados listones.
La dacita anfibólica aparece en dos variedades:
la primera es una roca vistosa que ha desarrolla- Este tipo peculiar de lavas negras —se las podría
do fenocristales con abundante cuarzo macros- llamar el Tipo-Pisque—, se repite en algunas otras

479
montañas volcánicas del Ecuador, por ejemplo en mente en muchos puntos más, puesto que en el
el Rumiñahui. Las rocas del Mojanda están en la terreno circundante yacen muchos bloques suel-
colección con los números 362 – 467. Han sido es- tos de dacita. También en las diversas quebradas
tudiadas y descritas por el señor Esch. que descienden del Piñán hacia el oriente (Cari-
yacu, Río del Hospital, Chuspi-huaico) y en la po-
tente formación que circunda la falda oriental del
X. EL COTACACHI Piñán en dirección a Salinas, se tropieza por todas
partes con bloques sueltos de dacita anfibólica;
El Cotacachi se muestra, en lo esencial, como un de manera que esta roca parece que desempeña
monte que consta de andesita piroxénica; de és- un papel importante en la constitución de la cade-
tas son al menos las rocas del propio cono del Co- na del Piñán. Fuera de esto, se encuentra gran
tacachi, lo mismo que la mayoría de las lavas que cantidad de hermosas andesitas anfibólica in si-
afloran en sus faldas. También los paquetes de la- tu, por ejemplo la preciosa roca de Chachimbiru y
va expuestos en el profundo valle Chumaví, son asimismo andesita piroxénica típica por un lado
andesita piroxénica. Aún más llamativos son los in situ y por otro en bloques sueltos.
bloques sueltos que reposan en el mismo valle, de
una muy hermosa andesita anfibólica que parece De la antigua base de la cordillera, sobre la que
confundirse con una roca que está expuesta en el se asienta la estructura volcánica proceden mu-
páramo de Piñán junto a Chachimbiru. También a chísimas piezas de diabasa, diabasa porfírica y
mayor lejanía del cono, en el basamento del mon- rocas esquistosas (probablemente de la forma-
te, en los llamados derrumbos, se encuentran, ción cretácea).
junto a las andesitas piroxénicas que predomi-
nan, bloques sueltos de diversas andesitas anfi- El páramo de Piñán, como el Cotacachi, estuvo in-
bólicas y aun de dacitas. En los alrededores del cluido en el área de estudio del señor Dr. M. Be-
Cotacachi se encuentra expuesta la andesita anfi- lowsky. En la colección se encuentran las respec-
bólica únicamente en el cerro Peribuela. tivas rocas con los números 188 – 274.

Más información sobre las rocas del Cotacachi


presenta el señor M. Belowsky en su ensayo sobre XII. EL PÁRAMO DE EL ÁNGEL
la materia. Dichas rocas están ordenadas en la co-
lección con los números 275 – 351. El páramo de El Ángel fue abordado solamente en
el viaje de Tulcán a Ibarra. Las pocas rocas volcá-
nicas recogidas en el camino (unas in situ, otras
XI. EL PÁRAMO DE PIÑAN en bloques sueltos) pertenecen todas a la ordina-
ria y poco vistosa andesita piroxénica y ofrecen
Del extenso páramo de Piñán se encuentran en la poco interés geológico, porque de ellas no se
colección solamente una variada partida de rocas puede obtener ninguna luz sobre la composición
del Yana-urcu. Según ésta, el cono del Yana-urcu, de la extensa región volcánica entre el Chiles y el
consta de una típica dacita y biotita anfibólicas y Imbabura. Belowsky ha hecho de estas rocas ma-
cuya matriz muestra una constitución peculiar teria de su estudio y descripción; ellas abren la
arenosa, semejante a las muchas andesitas piro- colección petrográfica del Ecuador y en ella tie-
xénicas del Imbabura. Además de la del Yana-ur- nen los números 1 a 19.
cu, existe también dacita todavía en afloramien-
tos en Tumpatí, más arriba de Pucará y probable-

480
XIII. LA CORDILLERA DE cópico parece desempeñar aquí un papel tan im-
ANGOCHAGUA portante, como el macroscópico tan visible, aun-
que en general está tan descompuesto, que ape-
También esta cordillera está relativamente muy nas si merece este nombre. Ahora bien, Esch de-
poco representada en la colección (No. 20 – 41). nomina a las rocas del Imbabura: andesita piro-
Las piezas provienen de las pendientes occidenta- xénica, cuando la hornblenda se ha transforma-
les y del pie de la cordillera junto al río Taguando. do casi por completo en augita claramente ca-
Consta de una andesita piroxénica oscura, que a racterizada, y han quedado sólo débiles restos
veces contiene abundante olivido y en raras oca- de hornblenda pura o ya descompuesta; y ande-
siones anfíbol como mineral accesorio. Ésta apa- sita anfibólica, cuando la hornblenda se ha des-
rece especialmente en las rocas del Panecillo cer- truido ya enteramente aun cuando el producto
ca de la hacienda Pesillo, Por lo demás, la cordi- de la destrucción todavía no ha llegado a ser au-
llera de Angochagua, al igual que el páramo de El gita bien caracterizada. Sin embargo, hace notar,
Ángel, está en gran parte cubierta por potentes en un párrafo posterior (1. c., p. 52): Las andesi-
capas de toba. tas hornbléndicas de la región del Imbabura se
han de asignar a este grupo de rocas solamente
bajo ciertas condiciones, y aun entonces con mu-
XIV. EL IMBABURA cho de arbitrariedad. Tampoco Esch menciona
como del Imbabura la andesita anfibólica típica
El Imbabura y los conos de erupción circunveci- con hornblenda pura, no descompuesta.
nos forman un grupo bien caracterizado en el as-
pecto petrográfico, y en la colección está repre- Es muy llamativo, en la mayoría de las rocas del
sentado por una partida completa de piezas. Imbabura, el aspecto peculiar de arenisca, que
muchas veces se ha mantenido incluso en las va-
La determinación macroscópica del componente riedades que se han desarrollado como escoria,
mineral oscuro de las rocas presenta aquí a menu- pero sobre todo se ha plasmado en las variedades
do gran dificultad. La mayoría de dichos compo- compactas y fino granulares. Las de este tipo, par-
nentes se podría catalogar como andesita piroxé- ticularmente cuando son pobres en fenocristales
nica, en las cuales el anfíbol que aparece como de feldespato y piroxeno, parecen areniscas de
mineral accesorio, rara vez es fresco y general- color gris claro, rojizo y marrón de grano fino.
mente posee un aspecto opaco y mate peculiar. Crece todavía la confusión cuando, en una estruc-
tura eutaxítica, exhiben capas con diversos colo-
El señor Dr. Esch, que se ha dedicado al estudio res, como arenisca bandeada. De estas lavas se-
del Imbabura, ha indicado que el análisis micros- mejantes a areniscas consta principalmente el co-
cópico no solamente no suprime, sino que au- no del mismo Imbabura, su cono eruptivo lateral
menta la dificultad en lo que se refiere a una co- Asaya y el Osma del Cuvilche; en general parecen
rrecta clasificación de las rocas del Imbabura. caracterizar la actividad volcánica más antigua
Según su apreciación, toda augita (y su hirstena) del monte, al paso que los grandes flujos de lava
debió haber resultado por descomposición de la del pie del Imbabura (en su mayor parte cubier-
hornblenda247. Evidentemente el anfíbol micros- tos de toba al occidente y al norte) y los que se
derramaron a partir de los conos eruptivos del

247
En cuanto al motivo de esta opinión, consúltese el mismo trabajo, p. 26 ss.

481
Cuvilche, del Cocha-loma y del Cunru, constan de encuentre también andesita piroxénica pura,
lava negra y café oscura y exhiben el aspecto are- pues en algunas piezas que por su aspecto hay in-
noso rara vez de modo poco claro. clinación a creer que son tales, no aparece el piro-
xeno a escala macroscópica, y sólo podría descu-
Las rocas del Imbabura y sus alrededores están brírselo en el análisis microscópico; el señor Esch
en la colección con los números 42 - 165. tampoco presenta en su estudio ninguna andesita
piroxénica en el Cayambe. Las pocas andesitas pi-
roxénicas auténticas que se han encontrado a
XV. EL CUSIN-URCU considerable distancia del cono del Cayambe, en-
tre los cantos rodados del río Granobles y del río
Las rocas del Cusin-urcu muestran una gran simi- Guachalá, con mucha probabilidad no provienen
litud petrográfica con las del Imbabura. Se clasifi- del mismo cono. Es más probable que en un aná-
can como andesita piroxénica, en la cual el anfí- lisis microscópico y químico ulterior de las rocas
bol aparece esporádicamente y más rara vez que del Cayambe se encuentren entre ellas también
en el Imbabura. La estructura similar a la arenisca dacitas, especialmente entre las que contienen
que es tan ordinaria en las lavas del Imbabura, no biotita, en las cuales se puede reconocer algunos
se encuentra tan a menudo en las del Cusin-urcu, gránulos de cuarzo ya macroscópicos (escasos),
y éstas se hallan más en la línea de las lavas de es- y entre aquellas que poseen una matriz similar a
coria, al parecer más jóvenes, del Cuvilche, del la perlita o esferolita246. Muy a menudo se encuen-
Cocha-loma y del Cunru. tran segregaciones finogranulares e inclusiones
en las variedades ordinarias frises profídicas.
Las rocas del Cusin-urcu se encuentran en la co-
lección con los números 166 – 187 y han sido es- Ya en los alrededores del Cayambe se recogieron
tudiadas por el señor Dr. Esch. algunas piezas de la formación de esquisto cris-
talino de la cordillera oriental. Éstas se encuen-
tran en gran variedad en el Sara-urcu y sus cer-
XVI. EL CAYAMBE canías, en donde no hay una cubierta de materia-
les volcánicos. El Sara-urcu consta todo él de ro-
En el Cayambe predomina muchísimo la andesita cas antiguas de esquisto cristalino de la forma-
anfibólica, en constitución muy variada, desde ción de gneis y esquisto micáceo; junto al pro-
las variedades más densas, en que apenas se dis- pio esquisto micáceo predominan los esquistos
tinguen las fracciones macroscópicas de la mez- de clorita y anfíbol; entre las últimas figuras con
cla, hasta las fenocristalinas, de grano grueso y frecuencia, la bellísima tremolita en fino tejido o
porfídicas. Es frecuente la biotita, pero rara vez en agregados de cristales individuales mayores.
en tal cantidad que la roca deba ser denominada En general, la epidota está ampliamente distri-
andesita con biotita y anfíbol. Incluso el piroxeno buida. De la variedad de esquistos cristalinos
que aparece esporádicamente, rara vez toma tan- hay una serie de piezas que provienen de los al-
to cuerpo que produzca una andesita piroxénica- rededores del Sara-urcu y en la colección cons-
anfibólica. Es muy dudoso que en el Cayambe se tan con los números 1072 – 1097. Las rocas vol-

248
El Dr. Esch indica en el análisis de una andesita anfibólica del Cayambe, 64,61 % de sílice, lo que según F. Zirkel permite clasificarla como
dacita (Cfr. La roca afín del Guagua-Pichincha, p. 417). La auténtica dacita del Fuyafuya (Mojanda), contiene según el mismo analista, 64,08 %
de sílice. Roth (según él también Sirkel II p. 283, 298) asimila las obsidianas, perlitas, esferulitas y piedra pómez

482
cánicas del propio Cayambe constan con los nú- mez, todas las cuales están en la más íntima cone-
meros 969 – 1071 de la colección y han sido estu- xión y ligadas por transiciones249. La mayoría de
diadas por el señor E. Esch. estas rocas son ricas en biotita. Pero de esta anti-
gua base volcánica brotan también algunos flujos
de Paluquillo y Píntag, que son muy semejantes a
XVII. EL PAMBAMARCA los flujos todavía más nuevos del Antisanilla y Pa-
pallacta en la cadena del Chacana y merecen un
En el Pambamarca comienza la gran formación estudio petrográfico más a fondo.
volcánica de dacita y perlita, que en parte al des-
cubierto y en parte bajo las formaciones volcáni- Las dacitas de Guamaní tienen en general un as-
cas más recientes, se extiende a través de la cade- pecto distinto al de las dacitas del Mojanda; la
na de Guamaní – Chacana hasta el Sincholagua, y mayoría son esquistosas y laminadas, firmes, y
prosigue pasando por debajo del Cotopaxi hasta rara vez de bella constitución porfídica. El cuar-
más al sur. zo no está siempre disperso a escala macroscó-
pica, y el excedente de sílice de esta roca pare-
En el mismo Pambamarca hay pocos afloramien- ce estar con frecuencia incluido en la matriz
tos de roca sólida. En su lado oriental afloran an- hialina, especialmente en las modificaciones
desitas biotíticas claras (¿dacitas?),pero también conformadas como obsidiana, perlita y piedra
se han encontrado algunas andesitas piroxénicas pómez. Queda por determinar con el análisis
in situ adosadas a sus paredes o en trozos suel- microscópico, si junto a las dacitas con biotita
tos. A éstas pertenece también la roca de Cunibu- y anfíbol no se encuentran también, como pare-
ro, junto a la hacienda de Guachaclá. Por lo de- ce por el aspecto, dacitas piroxénicas y dacitas
más, la mayoría de las andesitas del Pambamarca con anfíbol y piroxeno.
son extraordinariamente firmes y compactas,
muy pobres en fenocristales, y sólo después de En puntos relativamente pocos de la cadena de
un análisis microscópico y químico cuidadoso po- Guamaní se encuentran afloramientos de andesi-
drían catalogarse unas como dacitas, y otras co- ta piroxénica, pero además también como pro-
mo un determinado tipo de andesitas. ducto más joven, según parece continuamente so-
bre la formación de dacita y perlita, como por
En la colección, esta montaña volcánica está re- ejemplo en la línea de cumbres de la loma Yanaru-
presentada con los números 1098 – 1122. mi (la misma loma consta de dacita). La mayor
masa conexa de andesita piroxénica de esta re-
gión conforma el cerro Puntas de múltiples cimas.
XVIII. EL PÁRAMO DE GUAMANÍ La roca está aquí particularmente en la corona del
cráter, formada como lava aglomerática.
La cadena de Guamaní pertenece en el aspecto
petrográfico, a los distritos volcánicos más intere- Las rocas del Guamaní están comprendidas en los
santes del Ecuador. Consta principalmente de da- números 1123 – 1281 de la colección.
citas y de lavas de perlita, obsidiana y piedra pó-

249
Roth (según él también Sirkel II p. 283, 298) asimila las obsidianas, perlitas, esferulitas y piedra pómez de Guamaní, a los vidrios riolíticos
(liparíticos), porque junto a la plagioclasa contiene también sanidina. Pero aun cuando resultara que en algunos trozos la sanidina sobrepasa
en cantidad a la plagioclasa, sin embargo aquí estas rocas hialinas pertenecen geológicamente a la dacita, por su relación directa con las
auténticas dacitas. (Roth, Boletín mensual de la Academia de Berlín, 1874).

483
XIX. LA CADENA DE CHACANA numerosos y pequeños cristales de cuarzo—, no
se conoce hasta ahora en ninguna otra región
La cadena del Chacana, tanto topográfica como volcánica de la Tierra.
petrográficamente, es continuación directa de la
cadena de Guamaní. Justamente en el límite de las Rocas de la cadena del Chacana: No. 1408 – 1561.
dos, en el lado izquierdo del valle Tablón, está el
Ñuñu-urcu que consta de dacita y lavas de daci-
ta. El mismo Chacana presenta sus irradiaciones XX. EL ANTISANA
de dacita; entre éstas, junto a las típicas dacitas
biotíticas ligeramente esquistosas, se encuentran El cono del Antisana, que se levanta sobre la ca-
probablemente también dacitas piroxénicas y da- dena del Chacana, consta exclusivamente de an-
citas piroxeno-anfibólicas. Sólo un análisis ex- desita piroxénica, lo mismo que los flujos de lava
haustivo más preciso al microscopio, del material recientes de su falda oriental. Mientras que las ro-
de la colección, nos dirá en qué tipo se han de cas más antiguas del cono (los paquetes de lava)
ubicar ciertas rocas compactas criptocristalinas son con frecuencia muy macizas y compactas y,
de esta región; el análisis químico (al menos una con menor frecuencia, de aspecto de pórfido, las
determinación del sílice) decidirá en muchas de lavas más recientes acusan una estructura porosa
ellas si están comprendidas en la andesita anfibó- y escoriácea.
lica, en la dacita con biotita y anfíbol, o en las co- Hacia el oriente, lo mismo que hacia el sur y noro-
rrespondientes dacitas. Además de las dacitas la- riente, el Antisana hace contacto con la forma-
minadas y esquistosas (tipo Guamaní) se encuen- ción de gneis y esquisto micáceo, y en las cerca-
tran también variedades granulosas y agrietadas nías de Papallacta en el límite con la cadena del
de formación porfídica con una matriz tosca de Chacana, se encuentran porfiritas.
traquita (tipo Mojanda), como en Guachafili,
Achupallas, Cuscungo; mientras que en Urcucuy Las rocas del Antisana están ordenadas en la co-
existen bellas lavas de obsidiana, perlita y lección con los números 1282 – 1407.
piedra pómez, exactamente como en el Tablón de
Chiriboga en la cadena de Guamaní. La pertenen-
cia de estas modificaciones hialinas a la dacita o XXI. EL QUILINDAÑA
a la andesita, se podrá demostrar, en ausencia de
cuarzo macroscópico, sólo a través de la determi- La pequeña colección del Quilindaña demuestra que
nación del contenido de sílice. este volcán tiene una composición petrográfica bas-
tante complicada. La mayoría de las piezas pertene-
Una especial mención merecen todavía los dos cen ciertamente a la andesita piroxénica, pero junto
grandes flujos de lava dacítica del Antisanilla y a ella se encuentra también andesita anfibólico-piro-
Papallacta, como producto reciente de la cade- xénica y andesita anfibólica pura; más aún, en una
na de dacita. En su apariencia y condición se cuchilla de la estructura basal hay incluso andesita
asemejan a los de Piñán y Paluquillo en la cade- con biotita y anfíbol parecida a la dacita. En muchas
na de Guamaní, pero son de edad mucho más jo- de las muestras de mano no se puede determinar ma-
ven (derramadas en el siglo XVIII). Esta ocurren- croscópicamente la composición mineralógica y la
cia de dacita en los flujos de lava escoriácea ne- naturaleza de los componentes oscuros (anfíbol y pi-
gra y parda, que a primera vista no se diferencia roxeno); probablemente el microscopio demostrará
de las ordinarias y recientes lavas de andesita también en muchas de ellas la presencia de olivino.
piroxénica —sólo con la lupa se distinguen los

484
En la colección petrográfica, el Quilindaña está repre- das se entallan profundamente en el cono y han deja-
sentado con los números 1975 – 2023. do al descubierto sus antiguos paquetes de lava. Lla-
ma la atención las numerosas inclusiones blancas de
cuarzo, que se encuentran en las lavas del Cotopaxi
XXII. EL SINCHOLAGUA con más frecuencia que en ninguna otra montaña vol-
cánica del Ecuador.
Las rocas del Sincholagua parece que son general-
mente dacitas, pero en ellas no aparece tan clara- Las rocas de la antigua base volcánica (la estructura
mente el cuarzo, como en las de la vecina cadena del basal) del cono del Cotopaxi muestran un carácter
Chacana, y solamente algunas variedades, por ejem- muy distinto, y pertenecen en el aspecto petrográfi-
plo las que hay en la loma Fala, se asemejan a estas co, a las andesitas anfibólicas y biotíticas; y proba-
últimas. Probablemente la mayoría de estas dacitas blemente en parte a las correspondientes dacitas. En-
pertenecen a la dacita piroxénica; pero ordinaria- tre ellas domina una fuerte inclinación a la constitu-
mente son de grano tan fino o apretado, que sólo un ción vítrea, como la que muestran muchas transicio-
esmerado estudio microscópico podría adjudicarles nes de andesitas litoides a piedra pómez y obsidiana.
una categoría petrográfica precisa. La base de dacita También se encuentran piedra pómez, obsidiana,
del Sincholagua se extiende hasta más allá del Coto- perlita y esferulita puras. Se podría, por tanto, deno-
paxi (Incaloma, Horniloma). Por tanto el Sincholagua minar a esta formación, la antigua formación de pie-
no se puede equiparar ni geológica ni petrográfica- dra pómez, y es una formación enteramente análoga
mente a los conos del Antisana y del Cotopaxi; más a la antigua formación de dacita, piedra pómez, obsi-
bien se ubica al lado de las más antiguas montañas diana y perlita de la cadena de Guamaní y Chacana,
volcánicas de dacita de la cadena de Guamaní y del más aún: es la continuación directa de ésta hacia el
Chacana. sur, solamente recubierta (al sur del Sincholagua) por
las masas eruptivas más jóvenes del Cotopaxi. Este
Las rocas del Sincholagua se encuentran en la colec- masivo recubrimiento es la causa de que no se en-
ción con los números 1562 – 1611. cuentre en ninguna parte de los alrededores más cer-
canos al cono del Cotopaxi, afloramientos visibles de
masas rocosas de la antigua formación. Casi todas las
XXIII. EL COTOPAXI piezas de la colección provienen de depósitos secun-
darios, de antiguos paquetes de toba y cantos roda-
El cono del Cotopaxi está todavía en actividad y todo dos en la falda norte del cono del Cotopaxi (Hornolo-
lo que ha procedido de él en épocas antiguas y más ma, Incaloma y en la llanura de su falda occidental,
recientes (flujos de lava, bombas, lapili, cenizas, are- Rumipamba) o de las quebradas profundas de las in-
na de piedra pómez) pertenecen exclusivamente a la mediaciones en la forma de cantos rodados. Parece
andesita piroxénica. La constitución de estas rocas que pertenecen a la misma formación los estratos de
es muy variada, aunque las lavas escoriáceas oscuras toba de San Felipe junto a Latacunga, con sus gran-
y porosas con pequeños fenocristales predominan des y muy conocidos bloques de piedra pómez250. Co-
con mucho sobre las andesitas compactas claras y mo en las cadenas de Guamaní y Chacana, tampoco
de formación porfídica. Afloramientos de éstas se en- en esta antigua formación del Cotopaxi están ausen-
cuentran sólo en pocos sitios, en donde las quebra- tes las andesitas piroxénicas, si bien por lo común tie-

250
Por lo mismo es muy comprensible y excusable, que el señor Dr. Klautzsch y el Dr. Elich hayan descrito algunas de estas porfiritas como
andesitas.

485
nen un carácter distinto al de las modernas la- nes paralelos (según la superficie de rotura) to-
vas de piroxeno del Cotopaxi. Ciertamente mu- dos los cuales brillan en un solo plano. Sobre
chas veces es difícil o imposible determinar si esta peculiaridad ya se llamó la atención en cier-
un trozo de roca suelta o algún canto rodado tas lavas del Mojanda y del valle del Pisque.
pertenece a la moderna o a la antigua andesita
piroxénica. La muralla circundante del cráter del Rumiñahui
consta en parte de paquetes de lava sólidos, en
Respecto a cómo hay que interpretar el llamado parte de aglomerados de lavas y brechas tobá-
Picacho del Cotopaxi en la falda sur del gran co- ceas que están atravesados por diques de lava
no, nada se puede determinar por las solas delgados y verticales.
muestras de mano de la colección. De todos mo-
dos no es un simple cono eruptivo lateral del Las rocas del Rumiñahui se encuentran en la colec-
Cotopaxi, sino un resto conspicuo de la antigua ción con los números 856 – 916.
formación de piedra pómez, o un producto tem-
poral intermedio entre ésta y el cono del Coto-
paxi. En su base aflora andesita anfibólica cla- XXV. EL PASOCHOA
ra, gris blanquecina. Pero más arriba consta en
parte de una masa rocosa compacta de color El Pasochoa, tanto en el aspecto topográfico co-
gris oscuro, que macroscópicamente debe defi- mo en el petrográfico, se parece enteramente al
nirse como lava de andesita piroxénica, en par- Rumiñahui. También consta exclusivamente de
te de un conglomerado de lava de naturaleza si- andesita piroxénica y de sus derivados (aglome-
milar. Un dique de lava del Picacho pertenece a rados, tobas, brechas de escombros). Las varie-
la andesita con anfíbol y piroxeno. dades de rocas son como las del Rumiñahui, pero
más uniformes. También aquí se encuentran en la
El Cotopaxi y sus alrededores, está representa- cumbre, aglomerados de lavas y brechas de esco-
do en la colección con más de 300 piezas, orde- rias con diques de lava.
nadas con los números 1713 – 1974.
Rocas del Pasochoa: No. 917 – 945.

XXIV. EL RUMIÑAHUI
XXVI. EL ILALÓ
Este volcán consta enteramente de andesita pi-
roxénica. Las rocas varían poco, pero sí se pue- Este pequeño cerro volcánico, a juzgar por los
den distinguir dos tipos principales; en primer pocos afloramientos de lava de su lado norte y
lugar los diques de lavas muy compactas, oscu- de los bloques sueltos que aparecen en su reves-
ras y semejantes al basalto, que parecen tener timiento de toba, consta enteramente de andesi-
una constitución escoriácea porosa y que son ta piroxénica. Son rocas poco vistosas, la mayo-
siempre pobres en cristales macroscópicos; en ría macizas, sin grandes fenocristales de feldes-
segundo lugar, los paquetes de lava de color gris pato, de vez en cuando con granos de piroxeno
claro, finogranulares y con numerosos fenocris- de tamaño mediano.
tales de feldespato. En los dos tipos se encuen-
tra en el Rumiñahui, con mucha frecuencia, Colección: No. 946 – 968.
aquella peculiar variedad en la que los feldespa-
tos se encuentran dispuestos en placas o listo-

486
XXVII. EL QUILOTOA cha dificultad. Y como incluso el microscopio no
ofrece ningún punto de apoyo para hacer esta
El Quilotoa, en el aspecto petrográfico se distin- distinción, de hecho esta diferencia aquí es sola-
gue entre todos los montes volcánicos del Ecua- mente geológica y no petrográfica251. La gran ana-
dor, en que consta enteramente de material dací- logía se aplica no solamente a las rocas sólidas
tico. Las rocas que afloran en el borde del cráter de ambos tipos, sino también a las tobas, bre-
son típicas dacitas con biotita y anfíbol ricas en chas y conglomerados que las acompañan.
cuarzo del tipo más hermoso, lo mismo que los
aglomerados que cubren el monte y que se en- Las rocas del Quilotoa y sus alrededores han sido es-
cuentran en los enormes depósitos de toba del tudiadas por el señor A. Klautzsch. En la colección,
contorno. La misma toba, que es propiamente el las dacitas del Quilotoa se encuentran con los núme-
principal material de esta montaña, es dacita tri- ros 2488 – 2591, y las de las cordilleras del Guangaje
turada y pulverizada y la piedra pómez de los al- y Chugchilán con los números 2380 – 2487.
rededores se ve claramente como dacita esponja-
da, y se encuentra también en todos los estadios --------------------
de transición a las variedades compactas de la
misma. La gran variedad en las rocas del Quilotoa A la doble cordillera de Guangaje y Chugchilán
se refiere solamente a las cualidades externas: so- se une por el sur la cordillera de Zumbagua y
lidez y colorido de la matriz, tamaño de los feno- Angamarca. También ésta en el aspecto petro-
cristales, fluctuante predominio de uno u otro gráfico es la continuación de las dos susodi-
componente del conjunto, grado de meteoriza- chas, porque junto a los conglomerados y are-
ción, etc. La composición mineralógica funda- niscas de la formación cretácea exhibe rocas de
mental permanece siempre igual, y en este aspec- carácter indefinido, de las que muchas veces no
to el Quilotoa, a pesar de sus hermosas varieda- se sabe si hay que catalogarlas entre las porfiri-
des de rocas, es una de las montañas volcánicas tas o entre las andesitas. En esta serranía pare-
más uniformes. ce ser de naturaleza andesítica la mayor parte
del macizo de Quillu-urcu, en el cual, por ejem-
El Quilotoa está rodeado por todas partes de for- plo, las rocas de su cumbre, las de los picachos
maciones rocosas no volcánicas. Las cordilleras de Guantopolo y de Yana-urcu junto a Zumba-
de Guangaje o Isinliví y de Chugchilán o Sig- gua, son de andesita anfibólica. Se encuentra
chos constan en parte de sedimentos de la for- andesita piroxénica oscura y compacta sobre
mación cretácea, en parte de diversos tipos de todo en bloques sueltos, parte en los conglome-
porfiritas. Éstas forman una serie completa para- rados volcánicos del Quillu-urcu, parte en el de-
lela a la de las andesitas, porque existen porfiri- clive de la cumbre sobre Rumi-cruz, en donde
tas piroxénicas, anfibólicas piroxénicas y anfi- dan la impresión de ser fragmentos de un dique
bólicas, con y sin cuarzo. A estas porfiritas se de lava que tal vez aflora en las cercanías.
aplica lo que se dijo de las de la base antigua del
Iliniza, a saber, que sólo con un exacto conoci- Las rocas de la cordillera de Zumbagua: No.
miento de sus condiciones de estratificación se 2592 – 2653.
pueden separar de las andesitas, y eso con mu-

251
La piedra pómez en Latacunga posee, según Arich 73,7 % de sílice y por tanto es una piedra pómez dacítica. Roth (Análisis de rocas 1861, p.
12) la clasifica como liparita –antes dela introducción de la dacita en la petrografía.

487
XXVIII. EL QUISPICASHA Y EL XXX. EL CARIHUAIRAZO Y EL
CASAGUALA PUÑALICA

Solamente del Quispicasha hay una pequeña Todo el Carihuairazo está compuesto de ande-
serie de rocas consistentes. Según éstas, el sita piroxénica, que apenas si ostenta otra va-
monte consta principalmente de andesita an- riación que la del colorido más claro u oscuro,
fibólica, pero contiene tanta cantidad de piro- mientras permanecen en lo demás siempre
xeno, que viene a convertirse en andesita pi- igual. Los numerosos fenocristales de feldes-
roxeno-anfibólica. A ésta pertenecen, por pato son pequeños y poco vistosos y rara vez
ejemplo, fragmentos desprendidos de los con- pasan del tamaño medio; el piroxeno por lo ge-
glomerados de la cumbre del monte. Del lado neral tiene que buscarse con lupa; la bella for-
oriental de la cumbre y al pie de los riscos que mación porfídica falta casi por completo, y
quedan al sur del Quispicasha, aflora la típica únicamente sobre Abraspungo, en el lado sur
andesita piroxénica de la cual consta asimis- de la montaña, hay una variedad con genocris-
mo (todavía más hacia el oriente) el cerro Jo- tales bastante grandes de piroxeno. Muy rara
sepo. vez hay presencia de algo de anfíbol accesorio.

Del Guangala no hay ninguna roca hallada in El cono eruptivo del Puñalica y los campos de
situ en la colección, pero en cambio existen lava que lo rodean consta de una roca café os-
muchos trozos de tobas conglomeráticas jun- cura generalmente porosa y escoriácea que,
to a Pasa, que deben considerarse como pro- por su rico contenido de olivino, debe carac-
venientes de la serranía de Casaguala. Muchas terizarse como lava basáltica. En estas lavas
de estas rocas pertenecen a las típicas y her- sólo aparece muy escasamente el feldespato
mosas andesitas anfibólicas de color rojo, pe- macroscópico, y el piroxeno, tan fuertemente
ro otras a las ordinarias andesita piroxénica entremezclado, es a menudo difícil de distin-
grises. guir, a simple vista, del olivino.

Colección petrográfica: No. 2654 – 2682. Las rocas del Carihuairazo están en la colec-
ción con los números 2756 – 2794, y las del Pu-
ñalica con los números 2795 – 2800.
XXIX. EL SAGOATOA

Las rocas del Sagoatoa, que están representa- XXXI. EL CHIMBORAZO


das en la colección (No, 2683 – 2718) corres-
ponden exclusivamente ala andesita piroxéni- Las rocas del Chimborazo son muy semejan-
ca. Son lavas que presentan una gran varie- tes a las del Carihuairazo. La principal roca es
dad, aunque generalmente con poco piroxeno aquí también una andesita piroxénica real-
visible,. Los numerosos bloques del río Amba- mente poco vistosa, ya de color claro, ya os-
to al pie del Sagoatoa son muy semejantes a curo. Hay a la vista trozos de andesita anfibó-
las lavas que se hallan in situ. lica, pero sólo en algunos pocos sitios, parti-
cularmente en el lado sur. En la parte superior
del monte predominan las andesitas macizas y
compactas (potentes paquetes de lava), mien-
tras que en su falda oriental se encuentran flu-

488
jos de lava negros y gris oscuros de constitu- te idéntica, esta roca particular contiene en al-
ción porosa y escoriácea. En cuanto a los alre- gunos sitios anfíbol, en otros piroxeno.
dedores del Chimborazo que no pertenecen a
l monte, hay andesita anfibólica en la ser- Rocas del propio Igualata: No. 3021 – 3043. Rocas
ranía de Rumipata al noroeste del Chimbora- de las estribaciones orientales: No. 3044 – 3094.
zo, y además en el páramo de Pansache y en el
paso de Leigua, al occidente, lo mismo que en
la extensa región de páramo entre Simiátug y XXXIII. EL CERRO LLIMPI
Salinas. Pero en esta última región en el curso
alto del río Chimbo, predominan las andesitas En el Llimpi fueron arrancadas a golpes sólo
piroxénicas; éstas empero, lo mismo que las pocas rocas; según ellas el monte consta de
andesitas anfibólicas, tienen un aspecto dis- andesita piroxénica del tipo más ordinario, El
tinto al de las andesitas del Chimborazo y se basamento volcánico más antiguo sobre el
acercan en su apariencia a las porfiritas. cual se asienta el cerro Llimpi exhibe en el
desvío de Pelileo al valle de Patate, en parte
Rocas del Chimborazo: No. 2811 – 2991. Rocas de una típica andesita anfibólica, y en pare an-
las estribaciones occidentales: No. 2992 – 3020. desita piroxénica con contenido de olivino.
En la colección, las rocas del Llimpi tienen los
No. 2734 – 2755.
XXXII. EL IGUALATA

El cerro Igualata en sentido estricto, según las XXXIV. LOS PÁRAMOS DE


muestras de mano existentes en la colección, PANSACHE Y LANGOA
consta exclusivamente de andesita piroxéni-
ca, que constituye rocas que son en parte cla- Las rocas que aparecen en la cordillera orien-
ras, semejantes a las del Chimborazo, en parte tal volcánica de Latacunga, al sur del Cotopa-
lavas aglomeráticas u conglomerados oscuros, xi, son andesita piroxénica antiguas, como las
atravesados por negros y delgados diques de del cerro Amina y todas las demás del páramo
lava (especialmente en la cumbre). Pero sí se de Pansache y Langoa, lo mismo que las de la
cuentan como del Igualata las estribaciones serranía de Conga. Es notable la roca del Mo-
que quedan más lejos y hacia el oriente en los rro, que a decir verdad parece pertenecer
páramos de Savañag e Ilapo, el Mulmul y en la también a la piroxeno-andesita, pero que en
cuesta de Chijang, que forman el extenso maci- su mayor parte tiene una constitución vítrea y
zo basal de un ancha rueda, su composición de tipo piedra pómez.
petrográfica se presenta más variada; ahí se
encuentran, en efecto, además de las andesi- El Putzulagua, al pie de esta cordillera orien-
tas piroxénicas, hermosas andesitas anfibóli- tal, cerca de Latacunga, consta en lo funda-
cas y anfibólico-piroxénicas de grano grueso. mental de una andesita bítica blanca. Pero en
Llama la atención especialmente el tipo que se su lado sur, en la quebrada de Potrerillos, se
repite a menudo de los potentes paquetes de encuentra una roca negra pobre en feldespato
lava de Chijang (Llangillangchí), que con la y rica en olivino, que sólo se la puede asimilar
acumulación paralela de gruesas láminas de al basalto, mientras un cuidadoso estudio en
feldespato, tiende siempre a la segregación el microscopio no le asigne otros casillero. Se-
planar. En medio de su estructura externamen- ría interesante investigar las condiciones de

489
depositación y las relaciones mutuas más del Patate y Pastaza). En la cordillera de los
puntuales de estas dos rocas tan distintas del Llanganates, que limita el lado izquierdo del
Putzulagua. valle del Pastaza, parecen estar muy extendi-
dos también el granito y la sienita y el pórfi-
Colección petrográfica: No. 2024 – 2091. do, como se puede deducir de los bloques ro-
dados traídos hacia abajo en las quebradas la-
terales al valle del Pastaza. En el río Topo se
XXV. LA CORDILLERA DE encuentran esquistos bituminosos con restos
PÍLLARO orgánicos, que probablemente provienen del
período cretáceo, y una piedra caliza bitumino-
En la parte volcánica de la cordillera oriental sa, estratificada horizontalmente, forma curio-
que se extiende hacia el sur desde el páramo samente la cima del Cerro Hermoso, que sube
de Pansache hasta el corte del valle del Pasta- hasta la región de las nieves, y cuya base está
za, parece que predominan con mucho las an- constituida por esquisto cristalino.
desitas piroxénicas. Así, éstas se hallan en la
línea de cumbres de la cordillera de Píllaro en Las rocas de la cordillera volcánica de Píllaro
Puzu-rumi y en el cerro Chicuata, en las cade- llevan en la colección los No. 2092 – 2154, y las
nas de Harun-mestizos y Pisayambo. Incluso rocas de la cordillera oriental no volcánica,
las rocas recolectadas por el señor Reiss en su los No. 2155 – 2212.
viaje al cerro Hermoso en la cordillera de Pí-
llaro (en concreto las que están representadas
en la colección de Stübel), pertenecen a la an- XXVI. LOS CERROS DE
desita piroxénica, con la excepción de una ro- YARUQUÍES Y LA HOYA DE
ca de dique del páramo de Jaramillo, que es RIOBAMBA
una andesita biotita y anfíbol. En el valle de
Patate, por tanto al pie de la cordillera orien- En la hoya de Riobamba se encuentran agrupa-
tal, tomadas de bloques sueltos y cantos roda- das rocas volcánicas de muy diversos tipos y
dos, se recolectaron, junto a las andesitas pi- edades. Las lavas más jóvenes pertenecen a las
roxénicas, también andesita con anfíbol y bio- andesitas y basaltos alcalinos, las más antiguas
tita cuya procedencia empero es incierta, y en cambio a las andesitas y dacitas ácidas.
que por tanto no podrían contribuir al conoci-
miento de la cordillera de Píllaro. El volcán de Calpi (Yana-urcu) es tan rico en
olivino y al mismo tiempo pobre en feldespato
La formación que constituye el basamento de macroscópico, que sus rocas se pueden carac-
la cordillera oriental, al sur del Cotopaxi has- terizar como dolerita y basalto. Ha derrama-
ta el valle del Pastaza —como también más ha- do flujos de lava basálticos.
cia el norte y sur— es una formación de gneis y
esquisto de mica, en la que también se han de- El volcán de Licán (cerro de Licán) ha sumi-
sarrollado, especialmente y con mucha varie- nistrado principalmente andesita piroxénica,
dad, esquistos con arcilla, cloro, talco y horn- sin embargo se dan variedades de aspecto en-
blenda. Entre los esquistos cristalinos se en- teramente basáltico con abundantes fenocris-
cuentran rocas dioríticas y porfiríticas secun- tales de olivino, que asumen un puesto petro-
daris, y por cierto, como parece, hacia los bor- gráfico intermedio entre el basalto y la andesi-
des y en las pendientes de la cordillera (valle ta piroxénica.

490
Una andesita piroxénica muy rica en olivino, sorio y constituyen una transición respecto a
que tal vez se la tomaría mejor como doletita, la propia dacita con biotita y anfíbol de esta
forma el cerro Cachahuay, cono eruptivo del comarca. Esta es una hermosa roca de consti-
campo de lava de Riobamba, mientras que el tución porfírica, que en conjunto recuerda
mismo gran campo de lava (o los diversos evidentemente la dacita del Mojanda y en al-
campos de lava, que tal vez provienen de di- gunas variedades la de la cadena del Chacana,
versos puntos de erupción), consta en parte pero no obstante también en su matriz se pa-
de andesita con piroxeno y anfíbol, en parte rece un poco a la andesita de Yaruquíes, ya
de andesita piroxénica con olivino. descrita. Con ésta parece que aquí la dacita
tiene verdaderos lazos de unión por medio de
El cerro Tulabug, al sur de Riobamba, ha ge- transiciones, y que representa solamente su
nerado una lava negra rica en olivino, que de- eslabón rico en cuarzo. Hasta ahora no se en-
be ponerse en la categoría del basalto feldes- cuentra, en la montaña de Yaruquíes, dacita in
pático. Pero también se encuentran en sus al- situ, sino sólo en bloques sueltos provenien-
rededores y hasta su cima, bloques sueltos de tes de las quebradas y de la toba, aunque un
andesita piroxénica ordinaria. par de sitios (Punín, Pulucate) en tal cantidad,
que sin duda muy cerca (tal vez bajo la canga-
En el borde de la llanura de Riobamba, en don- gua y toba) debe formar masas de roca in situ.
de ésta desciende al pueblo de Guano, se en-
cuentra una bella y típica andesita con anfí- Una variedad de dacita algo diferente, que se
bol y piroxeno con estructura porfídica. La asemeja más a la andesita con anfíbol y bioti-
misma roca se encuentra en grandes bloques ta ordinaria, parece ser la roca dominante del
junto al pueblo de San Luis, un poco al sur de nudo de Tiucajas, la alta meseta que cierra la
Riobamba. hoya de Riobamba al sur de la serranía de Ya-
ruquíes y la separa del valle de Alausí. De es-
Las rocas de la montaña de Yaruquíes no pre- ta alta meseta, situada entre Guamote y Tixán,
sentan un tipo enteramente característico de hay en la colección solamente trozos de esta
andesita anfibólica, que se podría denominar dacita con biotita y anfíbol. Se encuentra en
sin más el tipo de Yaruquíes. Son rocas claras, afloramientos y en trozos sueltos junto a las
blanco grisáseas o amarillo blanquecinas, casi haciendas de Totorillas y Palmira, en el río Pu-
siempre muy compactas, con una matriz tosca macacha, y desparramada en todo el camino.
y arenosa y generalmente con escasos feno- Ulteriores investigaciones en el propio sitio
cristales de feldespato. Igualmente el anfíbol tendrán que decirnos si esta dacita tiene rela-
no se ha encontrado de ordinario en abundan- ción topográfica con la serranía de Yaruquíes,
cia, a no ser uno opaco, o muy descompuesto, y en qué forma.
y muy rara vez puro; frecuentemente con bito-
tita esporádica. Este tipo, a pesar de su gran Rocas de la hoya de Riobamba y de la serranía
variedad en la apariencia externa, que está de Yaruquíes: No. 3575 – 3773.
condicionada especialmente por la diversidad
de estadios de descomposición, es fácil de re- --------------------
conocer, y sumamente extendido, tanto en to- Sobre las rocas volcánicas del valle de Alausí
da la montaña de Yaruquíes como en el Pára- (No. 3774 – 3826) poco se puede decir en resu-
mo de Guallaló que se le une por el occidente. midas cuentas, pues por una parte, hay a ma-
Algunas de estas rocas contienen cuarzo acce- no sólo relativamente pocas piezas, y por

491
otra, en esta región faltan centros volcánicos masivas se encuentran igualmente en la pen-
relevantes, en torno a los cuales se pudieran diente oriental de la cordillera que da a la ho-
agrupar las piezas. En la pendiente sur del nu- ya de Riobamba, así como en su lado occiden-
do de Tiucajas que da al valle de Alausí, se sa- tal que da al valle de Chimbo. Asimismo están
caron a golpes andesita piroxénica; luego, en muy esparcidas en el propio valle de Chimbo,
los montes sulfurosos junto a Tixán hay aflo- y en la parte más alta del mismo junto a Sali-
ramientos de andesitas con anfíbol y piroxe- nas, como también junto a Guaranda y todavía
no, en las cuales predomina ya el piroxeno, ya mucho más abajo hasta la salida del valle a la
el anfíbol, y las que se agregan además ande- gran llanura occidental. En lo fundamental
sitas piroxénicas y andesitas anfibólicas pu- consta de estas rocas verdes también la cordi-
ras. Estos dos últimos tipos de roca se en- llera de Chimbo entre Guaranda y Chillanes, y
cuentran también alternativamente más aba- por tanto, el trayecto que queda entre todo el
jo, en las cercanías de Alausí y en la confluen- valle de Chimbo y las tierras bajas.
cia del río sula con el río Alausí. Igualmente en
la cordillera occidental que limita el lado de-
recho del valle de Alausí, al borde de la carre- XXXVII. EL ALTAR
tera misma, aflora en unas partes la andesita
piroxénica y en otras, la andesita anfibólica; La estructura volcánica del cerro Altar, la co-
de especial belleza son estas últimas en Mo- rona de su cráter y sus declives externos,
raspamba. Hay que mencionar también la toba constan de andesita piroxénica, de lavas os-
dacítica con inclusiones de trozos de dacita curas de constitución generalmente escoriá-
junto a la hacienda Tula, en la cordillera orien- cea. También hay lavas aglomeráticas del mis-
tal que queda sobre Alausí. Las demás piezas mo material.
que provienen de la cordillera oriental pero
que han sido sacadas solamente en bloques Lo más notable en el Altar son las numerosas
sueltos (generalmente andesita piroxénica) rocas antiguas, que se encuentran en fragmen-
son de importancia secundaria, puesto que su tos sueltos en los derrumbes de escombros y
procedencia es desconocida. en los escombros glaciares del valle de Colla-
nes y que, por tanto, provienen del circo del
-------------------- cráter. Estas rocas pertenecen a dos distintas
clases: en primer lugar están las rocas holo-
La cordillera occidental no volcánica de Rio- cristalinas de plagioclasa y augita, de grano
bamba y Chimbo (en la colección No. 3827 – entre fino y grueso, que en el aspecto minera-
3936) desde el Chimborazo hasta Pallatanga, lógico tienen relación con la diabasa, pero que
consta en gran parte de formaciones sedimen- tienen mucho es aspecto de diorita y se ase-
tarias, en las que juegan un gran papel los con- mejan a las rocas andinas de Steilzners; en se-
glomerados del tipo nagelfluh y las piedras gundo lugar figuran en variedad todavía mayor
areniscas de la formación cretácea. Entre es- y generalmente muy descompuestas, porfiri-
tos sedimentos se encuentran también por to- tas anfibólicas. Estas extrañas rocas antiguas
das partes tocas masivas que corresponden en del interior del cráter no dan en absoluto la
parte a la familia de la diorita, en parte a la fa- impresión de ser materiales eruptivos; se po-
milia de la diabasa y en su mayor parte son de dría más bien presumir que afloran en la cerca-
conformación porfirítica junto a auténticas nía inmediata del circo del cráter, a sus pies y
dioritas y diabasas. Y por cierto, estas rocas en sus lados interiores. Por lo demás, el cerro

492
Altar está rodeado por el basamento construi- XXXIX. EL SANGAY
do por el antiguo esquisto cristalino de la cor-
dillera oriental. El Sangay consta de andesita piroxénica y do-
lerita. Entre las primeras se encuentran varie-
Se encuentran también en la colección rocas dades del tipo más común sin olivino macros-
volcánicas de las inmediaciones más distantes cópicamente reconocible y con muy numero-
del Altar, de la cordillera entre el Altar y el sos fenocristales de feldespato; en las segun-
Tungurahua, de la región que queda sobre Uta- das aparece olivino accesorio y forman transi-
ñag. Son rocas que pertenecen exclusivamente ciones de la dolerita. Pero además se presen-
a la clase andesita piroxénica y por su rico ta una serie de lavas oscuras, muy compactas,
contenido de olivino, están más relacionadas que no exhiben feldespato macroscópico, sino
con el Tungurahua que con el Altar. más bien fenocristales de olivino tan abun-
dantes, que se las podría caracterizar como
Las rocas del Altar y sus alrededores están en lava dolerítica o también basáltica. En cuan-
la colección con los No. 3281 – 3385. to a su contenido abundante de olivino, el
Sangay y el Tungurahua van a la par.

XXXVIII. EL PÁRAMO DE Es interesante el hecho de que existan rocas


QUILIMÁS de olivino semejantes a las lavas del Sangay
(con cristales de olivino bien formados) y en
La cadena designada con este nombre consta, forma aislada, incluso en algunas de aquellas
al menos en parte, de aquellas dudosas rocas quebradas muy alejadas de este volcán y que
que, desde el punto de vista petrográfico, se no tienen ninguna relación con él.
pueden ubicar tanto en el grupo de la andesi-
ta descompuesta, como en el de la porfirita. Las rocas del Sangay y de sus alrededores fi-
Llevan anfíbol, en algunos casos también bio- guran en la colección con No. 3401 – 3438.
tita, y a veces cuarzo. Algunas piezas se po-
drían describir como porfirita anfibólica y
porfirita micácea cuarcífera. Sin embargo, XL. EL TUNGURAHUA
las pocas piezas de colección no bastan para
determinar siquiera de modo aproximado la Las rocas del Tungurahua pertenecen funda-
naturaleza de esta extensa cadena, que cierta- mentalmente a la andesita piroxénica. Sobre
mente de acuerdo a sus formas topográficas, todo en las ubicaciones bajas son de ordinario
parece pertenecer a las formaciones volcáni- muy compactas, casi masivas y además de co-
cas. Las rocas dan la impresión de ser muy an- lor gris claro, pero en los sitios altos y en los
tiguas, y en general están muy descompues- flujos de lava relativamente recientes, están
tas; en la mina de Cubillín están impregnadas conformadas como lavas escoriáceas negras y
de pirita y azufre. cafés. En ambos casos contienen con mucha
frecuencia olivino de color amarillo a amarillo
Colección: No. 3386 – 3400. verdoso, y el Tungurahua se puede señalar co-
mo volcán más rico en olivino del Ecuador,
después del Sangay. Con el estudio microscó-
pico, este mineral podría destacarse como
más difundido todavía de lo que está si se lo

493
ve a nivel macroscópico, y muy bien cabe la nita, diorita y rocas de tipo gabro y diorita,
pregunta de si muchas lavas del Tungurahua lo mismo que porfirita, sobre cuya difusión y
no se tendrán que clasificar más bien como relación con las rocas de esquisto no se pue-
dolerita o como basalto. Incluso en su aspec- de obtener ninguna conclusión en base a la
to externo las rocas del Tungurahua se acer- colección. No se podría dejar de mencionar la
can a las rocas doleríticas del Etna, entre las presencia de un par de paquetes de antraci-
cuales es sabido que aparecen también transi- tas y de cordones de grafito en el esquisto ar-
ciones a la andesita piroxénica. Pero de todos cilloso del valle de Chambo junto a Penipe.
modos hay que notar que el olivino en el Tun-
gurahua, a pesar de su abundancia, macroscó- Rocas dela cordillera oriental antigua de Rio-
picamente muestra una distribución muy desi- bamba; no. 3439 – 3574.
gual y con esto da la impresión más bien de
ser un componente accesorio. También el fel-
despato presenta en general una cantidad XLI. EL AZUAY
muy abundante de cristales, como no suele
darse en las auténticas rocas basálticas. A juzgar por las rocas coleccionadas por el se-
ñor Reiss en un rápido viaje de Riobamba a
Son muy interesantes unos pocos trozos de Cuenca, en la parte central del extenso macizo
andesita bilítica de la quebrada Ulva, que montañoso del Azuay predominan las andesi-
más debajo de Baños se entalla en el flanco tas anfibólicas. Sin embargo se encontraron
nororiental del Tungurahua. Esta roca que también, sobre todo en las pendientes occi-
proviene sólo de bloques sueltos, es tan dis- dentales, muchas variedades de andesita pi-
tinta de todas las demás rocas del Tungura- roxénica. Todas estas rocas tienen aspecto de
hua, y tiene una semejanza tan grande con las antiguas y muchas están en alto grado des-
de la antigua formación de dacita de la cadena compuestas. En esta región parece que faltan
de Guamaní y Chacana, lo mismo que con las por completo lavas escoriáceas de edad más
andesitas biotíticas blancas de la antigua base reciente.
del Cotopaxi, que con gran probabilidad se la
puede hacer derivar de una base volcánica Las rocas del Azuay recibidas del señor Reiss se
muy antigua, y que ahora se halla enterrada, hallan en la colección con los No 3937 – 3965.
del Tungurahua, la cual sólo ha sido cortada
en un par de sitios por las quebradas de Ulva
y Vascún.

Rocas del Tungurahua: No. 3095 – 3280.

La cordillera oriental no volcánica que va


desde el valle del Pastaza hasta el Azuay exhi-
be, por cierto, de modo predominante miem-
bros de la formación de esquisto cristalino
(gneis, esquisto de mica, de greda, de clorita,
de talco y de hornblenda, pero entre ella exis-
ten también diversas masas rocosas como sie-

494
P I N T U R A S

R A F A E L T R O Y A

1 8 9 3 - 1 9 1 8
EL TUNGURAHUA: VISTA DE LA CORDILLERA DE UTUÑAC • 1893 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN BANCO CENTRAL DEL ECUADOR

497
“EL PICHINCHA” TOMADO DESDE ENCIMA DE MALCHINGUÍ • 1913 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN RAFAEL TROYA PINTHUS • QUITO

498
“EL CAYAMBE” • 1913 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN ALICIA TROYA DE KENNEDY • QUITO

499
“EL COTACACHI” VISTA TOMADA DE CHORLAVÍ • 1913 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN BERTHA TROYA DE PAZMIÑO • QUITO

500
“EL ILINIZA” TOMADO DEL SOCABÓN DEL QUILOTOA • 1912 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN BANCO CENTRAL DEL ECUADOR

501
“CLARO DE LUNA” • 1914 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN COLEGIO NACIONAL DE SEÑORITAS IBARRA

502
“EL TUNGURAHUA” • 1915 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN INÉS VAREA DE ANDRADE • QUITO

503
“LAGUNA DE SAN PABLO” • 1917 • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN MARIO RIBADENEIRA TRAVERSARI • QUITO

504
“VISTA GENERAL DE IBARRA” • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN SALÓN MÁXIMO DEL MUNICIPIO • IBARRA

505
“EL ANTISANA O LA CACERÍA DEL VENADO” • 1918 • ÓLEO/CARTÓN • COLECCIÓN BANCO CENTRAL DEL ECUADOR

506
“VISTA GENERAL DE LA CORDILLERA ORIENTAL” • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN IVÁN ENDARA ESPINOSA • IBARRA

507
“LAGUNA DE SAN PABLO ” • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN CLUB IMBABURA • IBARRA

508
“LAGUNA DE SAN PABLO CON EL COTACACHI” • ÓLEO/LIENZO • COLECCIÓN COLEGIO NACIONAL DE SEÑORITAS IBARRA • IBARRA

509
“ESTUDIO DE PAISAJE” • 1915 - 1920 • LÁPIZ/PAPEL • COLECCIÓN ALEXANDRA KENNEDY TROYA • QUITO

510

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