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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CUENCA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA


«CARDENAL ECHEVERRIA»
Carrera de Filosofía

Estudiante: Fr. Marcelo Quevedo, ofm.


Asignatura: Franciscanismo

LA PEDAGOGÍA DE JESÚS EN SAN FRANCISCO


La pedagogía es la ciencia y el arte de la educación. Como ciencia, es el conjunto
ordenado de los principios prácticos de la educación. Como arte, es la acción educativa
misma en cuanto aplica dichos principios.
La pedagogía de Jesús
Entre la pedagogía de Jesús podemos encontrar dos rasgos que sobresalen:
cercanía y amor. Jesús se hizo cercano y compañero de camino de muchos y este rasgo
es el que le permitió mayor autoridad e influencia. En teología, la cercanía se la llama
“encarnación”. Con este vocablo se afirma que Jesús se hizo hombre, y como tal, pasó
por uno de tantos viviendo la mayor parte de su vida. Es su actitud de cercanía la que le
permitió a sus contemporáneos captarlo como uno de los suyos.
Hacerse cercano para Jesús es hacerse prójimo, es velar a favor del otro, es querer
ayudar a solucionar las necesidades del otro. Para ser prójimo no hay que ser de la misma
raza o credo, ser de la misma procedencia o tener el mismo nivel de educación; se trata
de querer hacerse prójimo, es tener la intención explícita de buscar el bien del otro.
La cercanía a nivel humano es un rasgo que genera empatía y confianza
posibilitando mejor el clima de diálogo y de respuesta sincera. Optar por la cercanía desde
lo humano es optar por un rasgo de la pedagogía de Jesús que crea un nuevo modo de
relación al proponer, no solo verse como iguales, sino que invita desde Jesús a un paso
más profundo, hacerse cercano al que está caído.
Cuando la cercanía se da, se crea un mejor clima de relaciones, un mejor ambiente
más transparente y auténtico que les permite más fácilmente a las personas mostrarse
como son.
Pedagogía de san Francisco
Celano nos narra un episodio de la vida de san Francisco que nos revela con qué
disposición de espíritu comenzó, después de su conversión, a guardar el evangelio y a
dejarse guiar por la Iglesia. Se leía cierto día en la capilla de santa María de la Porciúncula
el evangelio que narra la primera misión de los discípulos para predicar la palabra divina.
Después de la misa, Francisco, que había escuchado atentamente la lectura, se acercó al
sacerdote, suplicándole le expusiese el sentido del pasaje; éste se lo explicó
ordenadamente, y al oír Francisco que los servidores de Cristo no debían poseer oro, ni
plata, ni dinero, ni llevar en sus viajes alforja, ni saco, ni provisión, exclamó,
interiormente inspirado: “Esto es lo que yo quería, esto es lo que yo buscada y esto con
todo mi corazón deseo cumplir”. Sin más demoras, se quita el calzado, arroja de sus
manos el báculo, y contentándose con una sola túnica, se la ciñe con una rústica cuerda,
en lugar de la correa.
Sobre este binomio: el evangelio y la Iglesia, representada por el sacerdote que lo
interpreta, se desarrolla e inspira toda la doctrina y la acción educativa de san Francisco.
Quiere simplicidad en la interpretación y sencillez en la práctica. Sabe muy bien
lo que dice cuando, más tarde, saluda a la “Reina sabiduría”, pero unida a su hermana, la
pura y santa sencillez, que avergüenza a toda la sabiduría de este mundo y a la prudencia
de la carne. Pero no es sólo esta mentalidad lo que caracteriza la concepción de la vida
evangélica; según san Francisco, la característica fundamental es la amplitud de esta
nueva vida. El evangelio ha sido siempre para todo seguidor de Cristo, y especialmente
para los religiosos, que prometen guardar los consejos de obediencia, castidad y pobreza,
la norma de vida cristiana. Con todo, ningún fundador de orden religiosa, antes de
Francisco, había fundado su regla sobre el evangelio y obligado expresamente a sus
discípulos a la guarda del evangelio en el más estricto y amplio sentido de la palabra.
Estas dos ideas deben tenerse bien presentes: la manera particular con que san
Francisco interpreta el evangelio y su voluntad de observarlo en toda su amplitud.
Y en cuanto a la pedagogía del amor en la regla bulada encontramos “Y
confiadamente manifieste el uno al otro su necesidad, porque, si la madre cuida y ama a
su hijo carnal, ¿cuánto más amorosamente debe cada uno amar y cuidar a su hermano
espiritual?” Rb cap. VI, 8. Esta es la regla de oro, la pedagogía del amor, la pedagogía
de Cristo en san Francisco, que también podemos encontrarlo manifiesto en el Cántico de
las Criaturas o Cántico del Hermano Sol, en el cual se manifiesta la cercanía con la
creación de Dios y la hermandad entre las creaturas.
Conclusión:
En la pedagogía de Jesús, fuente de inspiración de la pedagogía franciscana, se
resalta la importancia y necesidad de un encuentro traducido en el diálogo y la
interrelación personal, manifestado en el respeto, participación, reconocimiento y
aceptación.
Así encontramos una de las características de la Pedagogía Franciscana: la
Fraternidad, y familiaridad signos esenciales de la integración y formación humana-
divina.
Jesús, se hizo uno como nosotros, se hizo hermano, prójimo, san Francisco
descubre en el otro la riqueza del amor que construye y fortalece la vida.
Muchas corrientes pedagógicas hablan de la educación del amor, de la
comprensión, de la inclusión, etc. es por eso que a la pedagogía cristiana se le deba el
respeto y reconocimiento como fuente pedagógica para una educación integral del ser
humano.

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