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Juan 3, 16-18 (1)

Es imposible entresacar de un texto una reflexión completa sobre la Santísima Trinidad.


Nos limitaremos pues a señalar algunos elementos que proporciona este pasaje del
evangelio de Juan que puedan ayudarnos en nuestra reflexión personal respecto de
alguno de los aspectos fundamentales de nuestra fe en la Trinidad Santa.

1. Lectura

¿En comparación con quién será elevado el Hijo del Hombre?

¿Con qué finalidad (v. 15)? ¿Con qué razones (vv. 16-17)? ¿Según este evangelio en qué
consiste el juicio de Dios (vv. 19-20)? ¿Hacia a donde acude el que vive según la Verdad
(v, 21)? Si quieres comprender un poco más la imagen de la elevación de la serpiente lee
el libro de los Números (21,4-9 y 2Re 18,4); también Jn 3,1-13 para ubicar adecuadamente
lo que se dice en los versículos siguientes. La comparación del Hijo del Hombre como la
luz que vino al mundo, el encontraste con las tinieblas, el aborrecimiento de la luz, su
relación con la verdad (vv. 19-21) ¿tiene alguna relación con las indicaciones de que
Nicodemo fue a ver a Jesús de noche? ¿En qué se relaciona la conversación de Jesús
con Nicodemo sobre el nuevo nacimiento con los vv. 14-21?

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Los vv. 14-21 están en íntima relación con la conversación de Jesús y Nicodemo (vv. 1-
13). Nicodemo como personaje juega un papel muy importante: siendo un maestro judío
no sabe lo más importante (3,1.10); sabe sobre Jesús y hasta lo reconoce como Rabbí
pero no alcanza a comprender suficientemente lo que significa renacer de nuevo para ver
el Reino de Dios (3,2.3.11-12)... El diálogo de Jesús y Nicodemo se presenta, de acuerdo
al estilo de Juan, como una gran introducción para el discurso de Jesús (vv. 12-21);
además, es posible que las palabras de Jesús estén precisamente para aclarar los
interrogantes o malos entendidos de Nicodemo.

Para precisar el sentido del renacimiento de la vida se introduce una comparación entre
lo que sucederá con Jesús y lo que había hecho Moisés en el desierto (Num 21,4-9). Ante
la plaga de serpientes venenosas Moisés fabrica, por indicación de Dios, una serpiente
de bronce y la levanta en un poste. Quien era mordido, al mirar a la serpiente alzada
quedaba curado, o, según la expresión hebrea, vivía. El evangelio de Juan presenta la
construcción de un paralelo que se desarrolla en una comparación (3, 14 lo mismo… así)
de los hechos y de sus resultados. En el caso que presenta el libro de los Números la
vida que se conseguía era transitoria; en el caso de Jesús la vida es definitiva.

A la serpiente levantada corresponde “el Hijo del Hombre”. A la vida pasajera que
conseguía la gente en el desierto, corresponde la vida definitiva que sólo proporciona el
Hijo de Dios.

Jesús levantado, es decir que entrega la vida, es una señal visible, destinada a ser vista
y mirada, es la localización de la presencia salvadora de Dios, el lugar desde donde sale
la vida divina. Pero se tiene que voltear para arriba; no se puede conseguir la vida
definitiva volteando para abajo, al mismo nivel del ser humano; hay que poner la vista en
el cielo. De este modo, el “el cielo” o esfera divina se sitúa en la cruz, donde el Padre
está presente en Jesús y manifiesta su amor.
Desde este nuevo espacio de exaltación de da la vida eterna, la que no acaba (v. 15). Por
eso se deja claro que Jesucristo ha sido enviado para salvar no para condenar: “Porque
Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él” (v. 17; véanse también los vv. 16 y 18). Nos ayuda a comprender mejor el
envío del Hijo por el amor extremo que Dios le tiene al mundo, en este sentido la
humanidad y, con mucha probabilidad, el lugar donde se vive, la historia.(2) Es un amor
absoluto al grado de que no está condicionado si el mundo lo ama también o si hay
reciprocidad.

La finalidad del amor absoluto de Dios es la vida eterna de los creyentes (v. 16), es decir,
la salvación definitiva (v. 17). El evangelio de Juan introduce una carga totalmente
positiva en la comprensión de la presencia de Dios en la vida de los seres humanos: Él
está al lado del ser humano no para enjuiciarlo (en este texto con el significado de
condenar) (3) primeramente sino sobre todo para salvarlo (4). Así lo expresará también
Jesús: “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo, porque no he venido
para juzgar al mundo sino para salvar al mundo” (14,17).

2. Meditación

La presencia de Dios Trino en nuestra existencia implica renacer a una nueva vida que
sólo se consigue a través de la vida que ofrece Jesucristo. ¿En qué me hace reflexionar
esto?

Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él” ¿En qué me hace pensar esta gran verdad?

¿En qué más puede reflexionar a partir de Jn 3,16-18?

3. Oración

Alabemos y demos gracias a Dios Trino porque se nos ha manifestado como un Dios
salvador y amoroso.

Pidámosle que nos responsabilicemos cada vez más y mejor de compartir este amor con
las personas que vamos encontrando diariamente en nuestro caminar.

Pidámosle perdón por las ocasiones en que hemos vivido más con la idea de un Dios que
juzga y condena y así la hemos transmitido a lo demás.

4. Contemplación-Acción

¿A qué nos anima la vida que nos ofrece Jesucristo?

Si nos portamos egoístamente y hacemos cosas malas ¿qué estamos dando a entender
que queremos? ¿Salvación o condenación? ¿Vida o muerte? ¿Felicidad o infelicidad?

¿En qué nos responsabiliza la actitud de Dios al querer sólo amarnos y salvarnos?

(1) Hemos tomado como referencia general los vv. 14-21.


(2) El evangelio enfatiza en toda su primera parte (caps. 1-12) el amor de Dios al mundo. A
partir del cap. 13 se enfatizará más el amor de Dios en Jesucristo a los discípulos
(13,1.34; 14,21; 15,9.10. 12; 17,23.

(3) Las palabras griegas con las que se dice juicio o enjuiciar (krísis, krínein) significan
en primer lugar “juzgar”, “discernir” pero en función del contexto se pueden traducir
como “condenar”.

(4) Enseguida el mismo evangelio dirá que el juicio está inicialmente en los seres
humanos que “amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas” (v. 19).

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