Vous êtes sur la page 1sur 38

See

discussions, stats, and author profiles for this publication at:


https://www.researchgate.net/publication/272622036

Loja en época andalusí: evolución de


la ciudad y de su territorio

CHAPTER · JANUARY 2006

READS

35

1 AUTHOR:

Miguel Jiménez Puertas


8 PUBLICATIONS 3 CITATIONS

SEE PROFILE

Available from: Miguel Jiménez Puertas


Retrieved on: 14 January 2016
Antonio Malpica Cuello (ed.),
Ciudad y Arqueología Medieval, Granada, ed. Alhulia, 2006, ISBN 9788496641310
[pp. 153-190]

LOJA EN EPOCA ANDALUSÍ:


EVOLUCIÓN DE LA CIUDAD Y DE SU TERRITORIO

MIGUEL JIMÉNEZ PUERTAS


UNIVERSIDAD DE GRANADA
Introducción
El trabajo que venimos realizando en el territorio de Loja en época medieval se ha
centrado en el estudio del poblamiento rural, fundamentalmente a través de una prospec-
ción arqueológica selectiva, además de un exhaustivo análisis de las fuentes escritas,
incluidas las relativas a la ciudad de Loja. Ello nos ha permitido establecer las líneas
generales de la evolución del poblamiento, pero esto es solo un punto de partida, siendo
muchas las cuestiones que es necesario seguir investigando1.
Ahora, aprovechando el marco de estas jornadas sobre ciudad y arqueología medie-
val, queremos profundizar en el estudio de la ciudad de Loja, planteando una hipótesis
sobre su evolución, teniendo en cuenta una triple perspectiva de análisis:
― Por una parte se trata de conocer la configuración de la ciudad y su evolución, in-
cluyendo el espacio periurbano.
― En segundo lugar es necesario situar cada etapa de la ciudad en el contexto de la
organización político-administrativa de los Estados andalusíes, incluyendo las re-
laciones entre el poder y las comunidades. Esto es importante en la medida en la
que, como ha afirmado P. Guichard, «nos hallamos ante una verdadera concep-
ción urbana del poder, propia de la civilización islámica»2.
― Finalmente, pero no menos importante, debemos analizar la interrelación entre la
ciudad y el territorio rural.
Un punto de apoyo fundamental para abordar este análisis es la comparación con lo
documentado en otras ciudades andalusíes.
Para encuadrar nuestro estudio en el contexto historiográfico sobre la ciudad y su
importancia en el mundo andalusí, señalaremos que hay una gama de posiciones que se
mueven entre dos polos opuestos, cuyos argumentos simplificamos del siguiente modo:
― Para algunos historiadores, la ciudad, como sede del poder estatal, se ve como un
elemento externo, en cierto modo ajeno, al mundo rural, cuya influencia real no
rebasa los límites del entorno más inmediato, debido a la cohesión tribal del cam-
pesinado andalusí. Así M. Barceló habla de que el Estado islámico «era solo una
tenue sombra administrativa»3.

1
JIMÉNEZ PUERTAS (2002).
2
GUICHARD (2001: 377).
3
BARCELÓ (1988: 112).
155
― Para otros historiadores, en cambio, la ciudad estructura gran parte del territorio y,
por tanto, de la sociedad rural andalusí. Es lo que defiende Azuar en sus estudios
sobre la zona levantina, afirmando que las ciudades a partir de finales del siglo X
«serán los motores de la selección y diseño de los nuevos espacios irrigados, so-
bre los que se asentarán la mayoría de la población campesina en alquerías»4.
Pero la discusión historiográfica no sólo se centra en torno a la mayor o menor in-
fluencia de la ciudad en la sociedad andalusí, sino también en torno al diferente peso del
Estado y de las comunidades reflejado en la configuración de los espacios urbanos, dis-
cusión que se centra en torno a la funcionalidad del albacar en el Oriente de al-Andalus:
― Guichard defiende la consideración del albacar como un espacio fortificado au-
sente de construcciones, que sirve de refugio a los habitantes de las alquerías del
entorno, que constituyen comunidades rurales muy sólidas. En definitiva, los al-
bacares son, en palabras de Guichard, «la huella aún visible en el paisaje actual
de estas fuertes estructuras comunitarias»5.
― Por el contrario, otros autores ven en el albacar un espacio creado por el poder estatal
y que nada tiene que ver con las comunidades urbanas o rurales. Así Epalza considera
que se trataría de un recinto destinado a reunir el ganado necesario para el abasteci-
miento urbano y procedente de la explotación tributaria del ámbito rural6.
Citando estas cuestiones polémicas queremos introducir algunos de los puntos en
torno a los cuales queremos plantear nuestra visión de la ciudad de Loja en época anda-
lusí. El marco cronológico en el que nos movemos va desde el año 893, fecha en la que
los textos escritos hacen referencia a la construcción del castillo de Loja, al año 1486, en
el que la ciudad es conquistada por los castellanos.

Configuración urbana a fines de la Edad Media


Solo tenemos una imagen clara de la ciudad en este momento final, gracias funda-
mentalmente a la documentación castellana posterior a la conquista, sobre todo al repar-
timiento de casas llevado a cabo en 1489, publicado por Manuel Barrios7. En este do-
cumento se diferencian claramente cuatro espacios, que vamos a describir brevemente y
a identificar en el espacio de la actual ciudad (Fig. 1).

4
AZUAR RUIZ (2000: 489).
5
GUICHARD (2001: 282).
6
GUICHARD (2001: 276).
7
BARRIOS AGUILERA (1988: 69-94). También aporta datos muy interesantes sobre la ciudad el manus-
crito del siglo XVII titulado Historia de la Conquista de la Nobilísima Ciudad de Loja (1983), editado por
BARRIOS AGUILERA. Podemos destacar, entre otros, los siguientes trabajos que tratan aspectos relativos a la
ciudad de Loja: HOENERBACH (1954), ROSAL PAULI y DERQUI DEL ROSAL (1957, 1989), BARRIOS AGUILERA
(1980), SÁNCHEZ MARTÍNEZ et alii (1994, 1995), MALPICA CUELLO (1996), GALERA MENDOZA (1997),
MARTÍN GARCÍA et alii (1999) Y JIMÉNEZ PUERTAS (2002).
156
Fig. 1. Loja a fines de la Edad Media

1.― Torre del Homenaje 7. ―Puerta de Archidona 13. ― Puerta de Granada


2. ―Aljibe 8. ― Torre del Cubo 14. ― Puerta de la Alfaguara
3. ―Torre Ochavada 9. ― Torre de Panes 15. ― Barbacana
4. ―Torre de Basurto 10. ― Torre de la Alfaguara 16. ― Iglesia de San Gabriel
5. ―Puerta de la Alcazaba 11. ― Iglesia Mayor 17. ― Iglesia de Santa Catalina
6. ―Puerta de Alhama 12. ― Puerta del Jaufín

157
Antes queremos hacer un breve comentario sobre la situación geográfica de la ciudad,
que destaca por su ubicación estratégica en el estrechamiento de la Vega de Granada pro-
ducida por las sierras de Loja y del Hacho, entre las que discurre el río Genil; y por su si-
tuación, en parte, sobre un cerro próximo al río Genil y separado de la sierra de Loja.
Como decíamos, a partir de la documentación escrita, podemos diferenciar cuatro es-
pacios urbanos amurallados:
1. ― La Fortaleza, que solo aparece mencionada en el citado repartimiento como
linde de propiedades repartidas en la Alcazaba.
Este espacio, situado en la zona más prominente del cerro, está hoy configurado por
la Torre del Homenaje, el Caserón de los Alcaides del siglo XVII, el aljibe y el recinto
de murallas de mampostería. Abarca una superficie de unos 2.000 m2.
2. ― La Alcazaba. En este sector se repartieron 41 casas en 1489, si bien se mencio-
nan la existencia de otras casas derribadas, lo que indica que era un espacio capaz para
más población. Aquí encontramos, entre otros elementos destacados, dos mezquitas (una
en la que se erigió la iglesia de Santa Cruz) y un horno.
Se trata de un barrio situado junto a la fortaleza, también en el cerro. Prácticamente
está rodeado en la actualidad de restos de las antiguas murallas de este recinto, que se
extiende por 1 Ha. Un arco de la puerta de comunicación entre la Alcazaba y el Arrabal
se conservó hasta principios del pasado siglo en la cuesta del Señor8.
3. ― El Arrabal. Este barrio era el más poblado, repartiéndose 223 casas en 14899.
En él se mencionan las puertas de Alhama, Archidona y Jaufín, así como un postigo.
Aunque se cita la zerca del Arrabal, varias casas lindan con huertas extramuros, de lo
que se deduce que las murallas estaban muy deterioradas, sin duda por el uso de la arti-
llería durante la conquista de la ciudad. En este barrio se situaba la mezquita aljama de
la ciudad, sobre la que se erigió la iglesia mayor de Santa María de la Encarnación, cer-
ca de la cual se localizan unos baños. También encontramos las tiendas del Concejo,
probablemente en el espacio ocupado por el antiguo zoco.
El Arrabal corresponde actualmente al barrio situado al S de las peñas de la Alcaza-
ba, en una hondonada entre éstas y las primeras estribaciones de la sierra de Loja, donde
brota un caudaloso manantial, el de la Plaza, siendo tradicionalmente el centro político
(Casas del Cabildo en la Plaza) y religioso (Iglesia Mayor de Santa María de la Encarna-
ción) de la ciudad cristiana. Ocupaba una superficie aproximada de 4,6 Has.

8
Loja, cualquier tiempo pasado (2001: 51).
9
Un lote compuesto por solar y una cueva se reparte en el denominado “Arrabal Nuevo”, situado ex-
tramuros del Arrabal, fuera del postigo de la Mancebía. Se localiza en el actual barrio alto o de Santa Cata-
lina. Debió surgir tras la conquista castellana, por lo que este espacio no lo vamos a tener en cue nta en
nuestro análisis.
158
Fig. 2. Grabado de Hoefnagle (siglo XVI): Fortaleza, Alcazaba y Jaufín

4.― El Jaufín. Se repartieron en este barrio 191 casas en 1489. Aquí se mencionan
las puertas del Jaufín, de la Alfaguara y de Granada. Se citan dos hornos y tres mezqui-
tas (en dos de ellas se consagraron la iglesia de Santiago y la primera iglesia de San
Gabriel), además de un molino de aceite, tratándose probablemente de un elemento pe-
riurbano que posteriormente quedó intramuros.
Su nombre procede del árabe yawfí, que significa «umbría»10, por localizarse al N del
cerro de la Alcazaba, en la pendiente que mira hacia el río Genil. El perímetro amuralla-
do de este sector abarcaba aproximadamente 2,7 Has.
La denominación de los distintos sectores por parte de los castellanos (Fortaleza, Al-
cazaba, Arrabal y Jaufín) vamos a interpretarla como una versión del nombre que tenían
antes de su conquista, aunque sobre este tema siempre pueden plantearse dudas de difícil
solución. A partir de este criterio hay dos cuestiones que nos llaman la atención:
― ¿Porqué se denomina Alcazaba al barrio anexo a la fortaleza y no propiamente a
ésta?
― ¿Porqué se llama Arrabal al núcleo principal de la ciudad?

10
DÍAZ GARCÍA Y BARRIOS AGUILERA (1991: 219-221)
159
Sin duda la respuesta a estas preguntas debe estar relacionada con la peculiar evolu-
ción de la ciudad desde la construcción del primitivo castillo a fines del siglo IX hasta la
más compleja estructura urbana que observamos 600 años después.
El objetivo de este trabajo es precisamente establecer una hipótesis sobre la evolu-
ción de la ciudad. Valorando diferentes datos (testimonios de las fuentes escritas, técni-
cas constructivas de las murallas de Loja, comparación con otras ciudades) vamos a
diferenciar tres fases en la evolución de Loja durante la Edad Media.

Primera fase (fines del siglo IX-siglo X)


Esta fase la identificamos arqueológicamente por las construcciones en sillería. Este
aparejo se localiza en la denominada actualmente Torre del Homenaje, cuya estructura
es el resultado de las transformaciones que ha sufrido a lo largo del tiempo.
En esta torre se sitúa la puerta de acceso a la fortaleza, que presenta un primer arco
de medio punto que se continua con un bóveda de medio cañón, abriéndose en segundo
plano un arco de herradura enjarjado de menores dimensiones, enmarcado con un alfiz,
mal conservado (foto 1).
En esta estructura se observa un aparejo a soga y dos tizones (es decir una cadencia
de un sillar presentando la cara mayor y dos la cara menor) en las dos hiladas inferiores
de su cara E (foto 2), que también se localiza en los muros documentados en la reciente
intervención realizada por José Javier Álvarez García al S de la torre. Si bien el citado
aparejo suele datarse en época califal, Juan Zozaya sitúa su inicio a partir del último
cuarto del siglo IX11.
Es probable, por tanto, que la configuración de la puerta de entrada corresponda a la
primitiva construcción edificada por los omeyas en el año 893, si bien hay que suponer
que en su origen no se situaría en una torre sino que constituiría un acceso directo, según
se deduce de los paralelos conocidos. Sin duda sufrió transformaciones posteriores en
época almohade y nazarí.
El autor que narra de forma más completa la construcción del castillo de Loja y el
contexto en el que se realiza es Ibn Ḥayyān (987-1076), que, tratar sobre los aconteci-
mientos del año 280 de la Hégira (893), nos dice:
El infante al-Muṭarrif se dirigió a Loja (Lawša), edificó su castillo (ḥiṣn) y lo perfec-
cionó, y dejó en ella a Idrīs b. ‘Abd Allāh como gobernador12.

11
ZOZAYA (2002: 56).
12
IBN ®HAYYĀN Muqtabis III (1937: 109), citando como fuente a ‘Isà b. A--hmad al-R¢az³ (m. 989). IBN
AL-JAṬĪB (1313-1374) resume la información de Ibn ®Hayy¢an en la I-h¢a-ta (1973-1978, III: 278-279). Además
en otra obra hace referencia a esta información con las siguientes palabras: «Dice Ibn Hammama en su
160
Foto 1. Puerta de la Torre del Homenaje

Foto 2. Aparejo inferior de la torre del homenaje (frente este)

161
El contexto en el que surge el castillo de Loja es muy concreto. Nos situamos en el
año 893, la rebelión de Ibn Ḥafṣūn está en uno de sus momentos de máximo apogeo.
Domina el territorio montañoso de la actual provincia de Málaga, en torno a su fortaleza
de Bobastro; además desde el año anterior controla la capital de la cora de Elvira, en la
Vega de Granada. Sin embargo, el pasillo de Loja, la principal vía de comunicación
entre la Vega y las tierras malagueñas, está controlado por un grupo de clientes omeyas
de procedencia oriental, los Banū Jālid, instalados en al-Funtīn13. A pesar de que los
Banū Jālid habían fortificado tanto su asentamiento como el entorno14, su control de la
zona probablemente era muy precario, pues los rebeldes están fortificados muy cerca, en
Ṭurruš. Ante esta situación, en una enérgica reacción de los poderes estatales omeyas, en
el año 893 el ejército cordobés, encabezado por el infante al-Muṭarrif, hijo del emir
‘Abd Allāh, atacó a Ibn Ḥafṣūn en Bobastro, construyó el castillo de Loja, en una posi-
ción estratégica, y sometió la capital de la cora de Elvira.
En fechas posteriores el castillo de Loja vuelve a citarse como punto de apoyo de las
tropas emirales que participan en acciones contra los rebeldes al poder omeya15.
Muy interesantes son las noticias sobre la organización administrativa califal. Hacia
el año 930, una vez pacificado el territorio, según puede deducirse de la división admi-
nistrativa de la cora de Elvira de al-‘Uḏrī16, el castillo de Loja constituye la cabecera de
un partido o ŷuz’, pero su extensión territorial es limitada pues en el espacio que en épo-
ca nazarí pertenece al distrito de Loja encontramos también el clima (iqlīm) de Tāŷara y
los partidos de Ṭurruš y Saŷna. Sin embargo, conforme pasan los años y el control esta-
tal se hace evidente, se produce una tendencia a la reducción del número de distritos, que

Historia: Loja de Elvira, al suroeste de Córdoba, junto al río Genil, fue edificada en el año 280 en tiempo
de ‘Abd Allāh b. Muḥammad, abuelo de al-Nāṣir” (IBN AL-JAṬĪB, Lamḥa, 1998: 16). Otra cadena de trans-
misión nos la proporciona Ibn ‘Iḏarī, un autor de los siglos XIII-XIV, que al recoger los datos de fines del
emirato se basa en la obra de ‘Arīb b. Saīd (m. 980). Este autor es más escueto en su relato sobre los acon-
tecimientos del año 280 de la Hégira: “En el mismo año mandó el emir ‘Abd Allāh edificar el castillo de
Loja, y dejó en él a Idrīs b. ‘Abd Allāh” (IBN ‘IḌARĪ, Bayān, 1860: 239). Finalmente, esta noticia pasó a la
historiografía castellana, en concreto la encontramos en la Primera Crónica General (1955, I: 378), obra
dirigida o compuesta por Alfonso X el Sabio y ampliada en tiempos de Sancho IV. Nos dice esta crónica:
“Abdala este rey empos esto, mando labrar muy bien el castiello de Loxa”.
13
Entre los cuales los emires nombran sus gobernadores en la cora y de donde procedía el famoso
H¢a„sim b. ‘Abd al-‘Az³z, que fue ­h¢aˆyib del emir Mu-hammad I (875-886).
14
Tras un ataque de Ibn ®Haf-s¢un contra su asentamiento de al-Funt³n, que fue repelido, los Ban¢u J¢alid
“fortificaron los lugares adyacentes” (IBN HAYYĀN, Muqtabis III, 1952: 158)
15
Así en el año 894 IBN HAYYĀN (Muqtabis III, 1957: 337) nos dice que el ejército emiral, tras atacar
®Turru„s, se retiró pasando por Loja y Frontil, “cuyos habitantes permanecían en la obediencia y no fueron
molestados”. En el año 904, al narrar una expedición contra las fortalezas de ®Turru„s, al-Ruˆyul y al-Ju„san, se
cita a Loja como punto de acogida de las tropas emirales, donde quedó acampado el infante Ab¢an, hijo del
emir ‘Abd All¢ah (‘ARĪB, Mujta-sar, 1992: 90; IBN HAYYĀN, Muqtabis III, 1959: 352-353).
16
AL-‘UŒDRĪ, Tar­s³’ (1975-1976: 65-66). Los argumentos para datar hacia 925-930 la relación de distri-
tos de al-‘UŒdr³ en JIMÉNEZ PUERTAS (2002: 127-130).
162
ganan en extensión superficial. Así, frente a los 62 distritos citados por al-‘Uḏrī, una
información relativa al año 974, solo menciona los distritos de Granada, Jete, Jubiles,
Berja, Dalías, Priego, Alcaudete, Loja y Alcalá la Real17. En este sentido, según las in-
formaciones de al-Rāzī y de ‘Arīb, Loja constituye el centro de un territorio más amplio
en el que existen diferentes castillos y alquerías18.
Sin duda, esta centralidad administrativa en época califal, debió ir configurando un
poblamiento más complejo en torno al castillo de Loja, pero ni hay que suponer un desa-
rrollo urbano (otras cabezas administrativas como Jete o Jubiles nunca lo tuvieron) ni
debe deducirse la construcción de nuevas fortificaciones, ya que lo que sabemos de la
fortificación califal es su localización para la defensa de las zonas fronterizas o costeras,
y a lo largo de la ruta que conecta el Estrecho de Gibraltar con la frontera, siendo escasa
otras zonas19.
Ahora vamos a dirigir nuestra mirada al territorio rural (Figs. 3 y 4). Brevemente ci-
taremos algunos antecedentes. Tras una fase de encaramamiento que caracteriza a los
siglos V y VI, desde el siglo VII y hasta la segunda mitad del siglo IX el poblamiento se
define por el predominio de una serie de asentamientos localizados en lugares accesi-
bles, la mayor parte de los cuales se abandonan durante la fitna de fines del emirato, que
supuso un “encastillamiento” de la población, evidenciándose solamente un asentamien-
to en zona llana en el tránsito entre el siglo IX y X, se trata de al-Funtīn, solar de los
Banū Jālid, que, no obstante, según las noticias de las fuentes escritas, terminó forti-
ficándose, aunque desconocemos las características de sus estructuras defensivas.
Tras la pacificación del territorio en época de ‘Abd al-Raḥmān III, que culmina con la
instauración del califato en el año 929, sólo perduran aquellos castillos a los que la autori-
dad califal mantiene con una función de control territorial, como cabezas de distrito, es el
caso de Cesna, Torrox y Loja, aunque, como hemos visto, hay una tendencia a la con-
centración de funciones en torno a Loja, quedando los demás castillos como subsidia-
rios, por lo que algunos terminan abandonándose en momentos muy tempranos, como se
observa en Torrox.

17
IBN HAYYĀN, Muqtabis VII (1967: 242).
18
“El otro castillo ha nombre Loxa; e naçe contra el poniente de Eliberan e contra el poniente de me-
ridion de Cordova. E Loxa es muy natural tierra de muy buenos lugares, de muy buenas frutas e huertas, e
yaze sobre el rrio de Xenil” (AL-RĀZĪ, Ajb¢ar, 1974: 27). “Dice ‘Ar³b en su libro: ‘Es una ciudad [balad]
grande, muy fértil y de abundante agua, con muchos castillos [ -hu-sun] y alquerías [qurà] y centro agrícola
y comercial [ˆyama’ al-mar¢afiq]” (IBN AL-JAṬĪB, Lam-ha, 1998: 16; JIMÉNEZ MATA, 1990: 58). El término
utilizado para definir a Loja en este último texto, balad, que tiene varios significados (entre ellos el de país),
pero que referido a una localidad concreta puede indicar que se trata de una ciudad, aunque quizá con una
categoría inferior a la mad³na, puede estar indicando un incipiente desarrollo urbano a mediados del siglo X,
pero hay que advertir que Ibn al-Ja-t³b, que nació en Loja, siempre utiliza este término (balad) para referirse
a su localidad de nacimiento (nunca usa el término mad³na), por lo que creemos que dicha palabra es intro-
ducida por Ibn al-Ja-t³b y no debe corresponder al texto original de ‘Ar³b b. Sa‘³d.
19
ACIÉN ALMANSA (1995: 18-23).
163
Fig. 3. Asentamientos emirales

1.― Los Villares de la Artichuela 5.― Qarya Ṭurruš (?) 9.― Cerro Arroyo Vilano
2.― Cesna (Saŷna) 6.― Loja (ḥiṣn Lawša) 10.― Solana de la Verdeja
3.― Cjo. Aire – N (ḥiṣn Ṭurruš) 7.― La Esperanza (al-Funtīn) 11.― C. Molino Tercio (al-Jušan?)
4.― Cjo. Aire – S (al-Ruŷul ?) 8.― Agicampe (qarya Šikanb) 12.― Los Villares de Salar

164
Fig. 4. Asentamientos de los siglos X-XI

1.― Cesna (Saŷna) 5.― Cortijo de la Artichuela 9.― La Atalayuela


2.― Torrox (Ṭurruš) 6.― Cortijo de la Torre (Abor) 10.― La Esperanza (al-Funtīn)
3.― Loja (Lawša) 7.― Arroyo de Cesna 11.― Agicampe (Šikanb)
4.― Tájara (Tāŷara) 8.― Los Algarbes 12.― Mechón de la Vega

165
Por tanto, la autoridad califal, representada por el castillo de Loja, no permite la exis-
tencia de otros núcleos con posibilidades defensivas, de ahí que tras el abandono de los
asentamientos de estas características ocupados durante la fitna, se constate, a partir del
siglo X, la aparición de numerosos asentamientos en zonas llanas, que identificamos
como alquerías. Surgen tanto en la zona de la Vega como en la de los Montes.
Pero, como hemos visto, este fenómeno no supone sino una reocupación de las zonas
llanas, que ya lo estaban con anterioridad a la fitna, reocupación que parece responder a
dos criterios diferentes:
― En la zona de los Montes puede hablarse de una auténtica reocupación de antiguos
asentamientos y espacios agroganaderos. El caso de la zona del Cortijo de la Arti-
chuela, cerca de Fuente Camacho, en el término municipal de Loja, puede servirnos
de ejemplo (Fig. 5). A un asentamiento en altura que datamos en los siglos VI-VII,
el denominado “Cerro del Caserío de Campo”, le sucede a partir del siglo VII el ya-
cimiento de “Los Villares”, asentamiento que parece abandonarse durante la fitna, o
poco tiempo antes, para en los siglos X y XI observar una nueva ocupación en el
asentamiento del “Cortijo de la Artichuela”. Otros yacimientos presentan situaciones
parecidas (La Atalayuela, Cerro de Martilla-Los Algarbes). Las evidencias en el pai-
saje actual permiten afirmar que en esta zona de los Montes no se crearon espacios
de regadío importantes, siendo la base económica del campesinado la ganadería y la
agricultura de secano, con pequeñas huertos.
― En la zona de la Vega la situación parece ser diferente. Hemos visto que uno de
los escasos asentamientos situados en zonas llanas que perdura durante la fitna es
el de los Banū Jālid en al-Funtīn, que probablemente estaba vinculado a un am-
plio espacio irrigado por la acequia de Frontil, que luego quedará integrada en el
espacio periurbano de Loja.
Por otra parte, la reocupación de la Vega tras la fitna parece que responde a unos
nuevos criterios, según puede deducirse del entorno de Salar (Fig. 6), que conocemos
mejor gracias a la información proporcionada por José Montero20. Aquí observamos
que el yacimiento previo a la fitna, el de Los Villares (siglos VII-IX) se sitúa valle
arriba de la actual población, sin que probablemente tenga relación con los espacios
irrigados tradicionales, respecto a los cuales sí parece tener relación el yacimiento del
Mechón de la Vega, que se ocupa a partir del siglo X, como la actual población de
Salar, ya que ambos asentamientos se sitúan justo por encima de la línea de rigidez
que marcan las acequias.
En este sector de la Vega, por tanto, parece observarse la generalización a partir del
siglo X de una nueva estrategia productiva basada en el regadío. No obstante los trabajos
arqueológicos deben continuar para intentar confirmar o matizar estos planteamientos.

20
Autor de Historia breve de Salar (MONTERO CORPAS, 1999).
166
Fig. 5. Evolución del poblamiento en la zona del Cortijo de la Artichuela (ss. VI-XI)

1.― Cerro del Caserío de Campo (s. VI-VII)


2.― Los Villares (ss. VII-IX)
3.― Cortijo de la Artichuela (ss. X-XI)

167
Fig. 6. Evolución del poblamiento en la zona de Salar (ss. VII-XV)

1. Los Villares (ss. VII-IX)


2. Mechón de la Vega (ss. X-XIII)
3. Salar (alquería nazarí y torre de los siglos XIV-XV)

168
En cualquier caso, los datos sobre el poblamiento rural no parecen indicar que el cas-
tillo de Loja organice el espacio agrario y el poblamiento rural. Es por tanto Loja el
centro de control militar, pero sólo parece ejercer sobre el poblamiento rural el papel de
referencia a efectos de su encuadramiento administrativo y fiscal.

Segunda fase (siglos XI-XIII)


Esta fase corresponde, a nivel arqueológico, a las construcciones en tapial. Tenemos
distintas evidencias de una serie de murallas y torres de tapial, que se localizan en todos
los ámbitos de la ciudad: la fortaleza y los sectores o barrios de la Alcazaba, el Arrabal y
el Jaufín. Por tanto, la imagen de las murallas de Loja que documentamos en el momen-
to de la conquista castellana probablemente estaba ya configurada en el siglo XIII, si
bien con un aspecto diferente, ya que las murallas eran de tapial y no de mampostería,
como fundamentalmente observamos hoy en día.
Con esta técnica encontramos en la fortaleza propiamente dicha el aljibe y una torre
de tapial situada en el extremo O de la fortaleza, que en época posterior fue enfundada
por mampostería (foto 3).

Foto 3. Torre de tapial enfundada con mampostería (Fortaleza)

169
En las murallas del barrio de la Alcazaba, vemos algunos tramos de tapial en el sec-
tor N, en dos zonas, la más occidental corresponde a un paño de muralla21, mientras que
en la más oriental se observan varios fragmentos descontextualizados. Por otra parte, es
muy probable que la Torre Ochavada, situada en el extremo O de la muralla de este
barrio, fuese en su origen de tapial, con su interior de tierra, siendo posteriormente cui-
dadosamente enfundada por mampostería.
De las murallas del barrio del Jaufín, situado al N del cerro de la Alcazaba, uno de
los pocos restos que quedan es una torre que domina la Alfaguara, al O de la ciudad, en
la que se observa en la parte inferior un aparejo de mampostería enripiada con sillares en
las esquinas, bien conservado, mientras que en la parte superior es de tapial muy deterio-
rado, por lo que o bien cabe pensar que el tapial se ha construido sobre una base de
mampostería22 o, más probablemente, que la torre, originalmente de tapial, fue enfunda-
da posteriormente con mampostería (foto 4).
Por otra parte, algunos datos procedentes de la documentación concejil de época mo-
derna, dados a conocer por Ester Galera, parecen indicar que muchas de las murallas y
torres de la cerca exterior de la ciudad eran de tierra en su interior. Creemos que eviden-
cian un tipo de construcción como la documentada en Priego, donde los frentes exterio-
res de las torres se construyen con tapial hormigonado y el interior, macizo, se rellena
con tierra apisonada23. Es probable que posteriormente estas estructuras fuesen enfunda-
das con mampostería, de ahí que llame la atención que su interior fuese de tierra, de lo
que se deja constancia en los textos escritos. Así en 1592 se dice de una «torre de la
barbacana», que es «el coraçon della todo de tierra»24. En 1626 se dice, respecto a un
sector de las fortificaciones de la ciudad cercano a la Puerta de Granada, que «toda la
muralla parece ser de tierra»25. Finalmente, en 1798, se dice, respecto al torreón anti-
guo que domina el Matadero, es decir la torre ochavada de Basurto, que se autoriza su
demolición en un tercio «por ser de tierra lo interior de su fábrica»26.
Todas estas estructuras de tapial creemos que pueden datarse entre los siglos XI al XIII,
correspondiendo probablemente a diferentes programas constructivos, si bien solamente
hay una constatación clara de las construcciones de época almohade. En cualquier caso, lo
que confiere una unidad a esta larga época es el hecho de constituir el momento del naci-
miento y la consolidación de la ciudad de Loja. A través del análisis de su configuración,
de la comparación con lo que se observa en otras ciudades y de los datos que propor-

21
Este lienzo de tapial ha sido interpretado como reparación en la muralla de mampostería, a nuestro
juicio erróneamente, por lo que se data de forma más tardía (SÁNCHEZ MARTÍNEZ et alii, 1994: 22-23).
22
Es lo que opinan MARTÍN GARCÍA et alii (1999: 300).
23
Una torre albarrana «está realizada con encofrado de mortero de cal, perimetral, y tierra apisonada
en el interior macizo» (CARMONA ÁVILA, 2000: 344).
24
GALERA MENDOZA (1997: 44).
25
GALERA MENDOZA (1997: 124-125).
26
GALERA MENDOZA (1997: 262).
170
Foto 4. Torre de la muralla del Jaufín

171
cionan los textos escritos, creemos que puede establecerse una hipótesis que sirva de
referencia para futuras intervenciones arqueológicas, planteando la existencia de tres
momentos significativos:
1º. En primer lugar se construye la Alcazaba, compuesta tanto por el primitivo casti-
llo omeya como por un segundo recinto amurallado más extenso, construido pro-
bablemente en época zirí.
2º. Luego, o simultáneamente, se define el núcleo central de la ciudad, situado a los
pies de la Alcazaba, al S, en torno a la mezquita mayor y el zoco, en el denomi-
nado Arrabal, que se amuralla en un momento indeterminado, pero probablemen-
te antes del primer cuarto del siglo XIII.
3º. Finalmente surge otro arrabal al N de la Alcazaba, el Jaufín, tal vez por la afluen-
cia de población desde la zona fronteriza con Castilla durante el siglo XIII, amu-
rallándose en la primera época nazarí (Fig. 7).

Fig.7. Murallas de Loja, ss. XI-XIII (trazado hipotético)

F: Fortaleza. M: Mezquita aljama.

172
A continuación vamos a ver los datos que tenemos para hacer esta propuesta.
En primer lugar habría que señalar que la mención en las Memorias de ‘Abd Allāh a
Loja como madīna y a su fortaleza como qaṣaba, en relación a un suceso ocurrido en el
año 108927, debe corresponderse con una estructura urbanística y defensiva que supera
en complejidad a la del ḥiṣn construido a fines del siglo IX. Pero, por ahora, no tenemos
evidencias arqueológicas concretas de las fortificaciones de esta época.
Otros datos de diferente tipo nos llevan a pensar que a partir de la primera mitad del
siglo XII la ciudad de Loja tuvo un importante desarrollo demográfico, que se puede
observar a partir de los repertorios biográficos de distintos autores árabes, como señaló
W. Hoenerbach y ha estudiado recientemente A. Olmo28. La misma historia de la familia
de Ibn al-Jaṭīb, célebre personaje nacido en esta ciudad en 1313, nos indica que el ante-
pasado que se instaló en Loja como jaṭīb de su mezquita fue su tatarabuelo Sa’īd, que
murió probablemente como consecuencia del ataque realizado a la ciudad en 1225 por
al-Bayyasī y Fernando III.
Por otra parte, los relatos del asalto a Loja de este año 1225 permiten hacer una serie
de consideraciones de interés, en particular el texto castellano de la Crónica de los Vein-
te Reyes, escrita en la primera mitad del siglo XIV, que es el más explícito29.
De este texto deducimos que la Villa estaba amurallada («combatieron la villa et fo-
radaron los muros et quemaron las puertas et entraron la villa por fuerça»). Es muy
probable que con este nombre se haga referencia al denominado Arrabal en el reparti-
miento de casas de 1489. Por otra parte se utiliza el término Alcázar para nombrar al
espacio superior de la ciudad, último reducto defensivo («et mataron los moros todos si
nos los que se acogieron al alcaçar [...] E conbatieronle el alcaçar»), que debe aludir a
los espacios denominados Fortaleza y Alcazaba en el mencionado repartimiento de casas.

27
‘ABD ALLĀH, Tiby¢an (1936: 97; 1982: 245).
28
HOENERBACH (1954), Olmo (2002).
29
«al terçer dia combatieron la villa et foradaron los muros et quemaron las puertas et entraron la v i-
lla por fuerça et mataron los moros todos si nos los que se acogieron al alcaçar et ganaron y grand algo et
quanto ganaua cada dia tanto aujen. E conbatieronle el alcaçar et tollieronle el agua que nasçie de vna
fuente al pie de vna torre en tal manera que los aquexaron que dixeron que querien dar el alcaçar al Rey et
que los dexase sallir con sus cuerpos. Estonçe mando el Rey tomar su pendon et que lo subiessen suso. E
los moros arrepintieronsse et dixeron que non querien. E el Rey ouo grant saño et mandolos combatir. E
los moros con la cueyta dixeron que querien dar el alcaçar. E el Rey non querie por lo que ante au jan
dicho mas los omnes trauaron con el que era bien et que excusaría grand daño que y pordria resçebir la
gente et quando el Rey qujso arrepintieronse commo de cabo et dixeron que gelo non darien. Estonçe el
Rey con muy grand saña mando los combatir muy de rezio. E los moros vieronsse afincados et querien ya
dar el alcaçar de todo en todo mas non qujso el Rey sy non que los tomasen por fuerça et tan fuerte los
combatieron que les tomaron el alcaçar et mataron et catiuaron todos los moros. E ssegund dixeron los
catiuos que se perdieron y de treze mjl fasta catorce mjll presonas et ganaron y muy grand algo fiera cosa.
E mando destroyr el alcaçar» (Crónica de Veinte Reyes, 1989: fols. 207v-208r).
173
Además es interesante la alusión a que cortaron «el agua que nasçie de vna fuente al pie
de vna torre», que abastecía al Alcázar, descripción que probablemente hace referencia
a la conocida como torre del Agua o de la Alfaguara, a cuyos pies brotaba el nacimiento
de la Alfaguara. Debía ser la torre final de una coracha que comunicaba con la torre
Ochavada del extremo O de la Alcazaba. Finalmente se afirma que las tropas asaltantes
destruyen el Alcázar («E mando destroyr el alcaçar», dice la Crónica).
Independientemente de este texto, tenemos evidencias de la intervención almohade
en las fortificaciones de la ciudad, debido a la presencia de una inscripción y dos torres
octogonales.
Intervienen, por una parte, en la puerta de la fortaleza, ya que la inscripción cúfica si-
tuada sobre el arco de entrada ha sido datada a fines de esta época30. La intervención
almohade probablemente no solo se limitó a colocar esta inscripción, sino que también
se modificaría la estructura original de la puerta, que ahora se sitúa en una gran torre,
dando acceso a un espacio central cuadrado, cubierto con una cúpula octogonal, apoya-
da sobre trompas. Aunque puede quedar la duda de si estas modificaciones estructurales
son de época nazarí.
Además sabemos que intervienen en la murallas de la Alcazaba y del Arrabal, debido
a la existencia de, al menos, dos torres octogonales, la Torre Ochavada, en el extremo O
de la muralla del barrio de la Alcazaba (Foto 5), y la desaparecida Torre de Basurto, que
se situaba en la cerca del Arrabal. Además en la muralla S de la fortaleza se conserva
una torre, escasamente saliente, que presenta un frente exterior poligonal, probablemente
también de época almohade.
Dado que las fuentes escritas aluden a la destrucción del Alcázar en 1225, tal vez es-
ta intervención fue realizada durante su reconstrucción, como han apuntado algunos
autores31.
En cualquier caso, no habría que descartar que estos elementos fuesen anteriores al
ataque de 1225, ya que las dificultades de implantación del poder almohade en los años
centrales del siglo XII y el avance castellano a partir de 1212, son suficientes argumen-
tos para poder datar en la segunda mitad del siglo XII o en el primer cuarto del siglo
XIII el reforzamiento de las fortificaciones de Loja.
Por otra parte, en el texto de la Crónica relativo al ataque de 1225 no parece mencionar-
se la existencia del barrio amurallado del Jaufín, y aunque esto no supone un argumento
definitivo, podemos plantear la hipótesis de que su formación y amurallamiento correspon-
da a primera época nazarí, tal vez a la segunda mitad del siglo XIII, relacionán-

30
MARTÍNEZ NUÑEZ (1997: 427). ACIÉN ALMANSA (1995: 31) la data en época almohade y Fernández
Puertas en el siglo XIV (SÁNCHEZ MARTÍNEZ et alii, 1994: 25).
31
SÁNCHEZ MARTÍNEZ et alii (1995).
174
Foto 5. Torre Ochavada

175
dolo con la llegada de población procedente de las zonas fronterizas con Castilla, reino
que ha dominado el valle del Guadalquivir.
En cualquier caso, las murallas de este barrio, en origen de tapial, tiene unas carac-
terísticas que inducen a pensar en una cronología almohade o de primera época nazarí,
según vemos en el grabado de Hoefnagle del siglo XVI, como es la presencia de una
torre-puerta (Puerta de Granada) y de una barbacana que al menos se construyó entre la
citada puerta y la Torre de Basurto.
Independientemente de los aspectos más puramente descriptivos relativos al desarro-
llo de la ciudad entre los siglos XI al XIII, hay otra circunstancia que es necesario anali-
zar. ¿Qué transformación se produce entre el siglo X y el XI como para que pasemos de
un castillo a una ciudad? La clave, desde nuestro punto de vista, está probablemente en
la estructura interna del poder de la dinastía zirí. Esta estructura pudo provocar una des-
centralización del poder, lo que genera una riqueza en torno a estos centros secundarios.
Es decir, los gobernantes ziríes tienen una amplia autonomía, lo que probablemente
también se refleja en que solo una parte de los ingresos fiscales pasa a Granada. Así, por
ejemplo, cuenta ‘Abd Allāh que en tiempos de Bādīs el gobernador de Guadix «no pa-
gaba por ella al tesoro arriba de 15.000 dinares, abonados en dirhemes, siendo así que
valía más de 100.000 dinares»32. En las Memorias de ‘Abd Allāh subyace la idea de una
amplia autonomía de los poderes locales, pero explícitamente el último emir zirí atribu-
ye esta organización territorial del reino a su antecesor Ḥabūs (1025-1038). Nos dice de
este sultán: «Amaba también este príncipe a sus parientes y a los Ṣinhāŷa de su tribu, y
nunca reivindicó para sí nada de lo que les pertenecía: antes bien, dividió su territorio
entre ellos en circunscripciones militares, ordenando a cada caíd que reclutara un cier-
to número de soldados, proporcionado a la importancia del territorio recibido. ‘Con
nada –les decía-, ni enviándome dinero ni objetos preciosos, podéis serme tan útiles
como aumentando el número de los contingentes capaces de tomar las armas (aŷnad).
[...] Cada uno de los contribulos de Ḥabūs era un señor (sulṭān) del territorio que le
había asignado, ya que de él gozaba por entero y ejercía el mando exclusivo de sus
tropas»33.
Esta estructuración del Estado en la época zirí creemos que constituye el punto de
partida del surgimiento de una serie de ciudades pequeñas, como Guadix, Almuñécar o
Loja. Las ciudades de esta época se caracterizan por una aparente separación entre el
espacio del poder, la Alcazaba, y el espacio de la comunidad, la ciudad propiamente
dicha, lo que se debe sin duda a que los representantes del poder son individuos ajenos a
la ciudad, tanto desde un punto de vista étnico (beréberes, mercenarios de origen europeo o
subsahariano, judíos en cuestiones fiscales). A su vez, las comunidades urbanas asentadas
fuera de la Alcazaba, en la ciudad, en torno a la mezquita aljama, mantienen también una

32
‘ABD ALLĀH, Tiby¢an (1982: 109).
33
‘ABD ALLĀH, Tiby¢an (1982: 92-93).
176
tensa relación con sus gobernantes, ya que en caso de que estas comunidades crean que
aquéllos se extralimitan en sus exigencias, fiscales por ejemplo, su descontento se mues-
tra apoyando a rebeldes o a sultanes exteriores. Por tanto, podemos hablar de un cierto
equilibrio de poderes.
Por otra parte, a modo de hipótesis queremos plantear una serie de reflexiones sobre
las ciudades ziríes y sus alcazabas. Para ello vamos a comparar la estructura de la ciudad
de Loja con otras ciudades menores, como es el caso de Guadix, que conocemos gracias
a los trabajos de Carlos Asenjo34, y Almuñécar, que estudió Antonio Gómez35.
Observamos que en el momento de la conquista castellana, cuando tenemos más in-
formación sobre estas ciudades, se denomina alcazaba no sólo a la fortaleza urbana pro-
piamente dicha sino también, y sobre todo, a un espacio amurallado contiguo. Una vi-
sión tradicional nos indicaría que hay que identificar la alcazaba con la fortaleza urbana
y que el espacio amurallado anexo constituía el núcleo primitivo de la ciudad, que, pos-
teriormente, una vez desarrollada la ciudad fuera de esta muralla, tomó el nombre de
barrio de la Alcazaba (ḥārat al- qaṣaba).
No obstante otras evidencias nos hacen pensar que la Alcazaba de las ciudades ziríes
fue configurada desde un primer momento en su conjunto, formada por dos elementos,
un primer recinto, de menores dimensiones, que es la fortaleza o castillo (que puede ser
anterior), y un segundo recinto, de mayores dimensiones, anexo a la fortaleza, que en el
caso de Loja es el denominado propiamente Alcazaba en la documentación castellana.
La ciudad propiamente dicha, donde se ubica el núcleo residencial más importante y
donde está la mezquita aljama y el zoco, están fuera de esta Alcazaba de estructura bi-
partita, normalmente a los pies del cerro donde se ubica ésta.
¿Qué función tuvo originariamente este segundo recinto anexo a la fortaleza? ¿Puede
tratarse de un albacar o recinto de refugio? Es sugerente plantear la comparación de
estas ciudades con la estructura definida por Pierre Guichard para Šarq al-Andalus36 y
que Rafael Azuar considera que responde a un modelo que surge en época taifa y que
está presente, sobre todo, en las ciudades secundarias37. Este modelo se define por una
ciudad de estructura tripartita: en primer lugar el reducto central o celoquia, donde se
ubica el alcaide; en segundo lugar un espacio sin construcciones o albacar, que sirve de
refugio a la población de las alquerías del entorno de la ciudad; y, en tercer lugar, un
espacio residencial, que correspondería a la medina amurallada.
En el caso de Loja, el barrio de la Alcazaba estaba ocupado por viviendas, mezquitas
y hornos a fines de la Edad Media, pero ello puede deberse a una ocupación de este espacio

34
ASENJO SEDANO (1983).
35
GÓMEZ BECERRA (1998: 360-403).
36
GUICHARD (2001: 273-278).
37
AZUAR RUIZ (1998).
177
en época nazarí. De hecho, Pierre Guichard ya documenta en el siglo XIII la presencia
en el albacar de Xivert de una mezquita, elemento que también aparece en otros albaca-
res, y, lo que es más llamativo, de viviendas38. Quizá ya ha comenzado una transforma-
ción del albacar en espacio residencial.
En el caso de que se documente arqueológicamente una ocupación residencial de es-
tos recintos desde un primer momento, habría que plantear la funcionalidad de este se-
gundo recinto de la Alcazaba desde otro punto de vista, además de tener que explicar
porqué no encontramos en las ciudades ziríes el albacar que se documenta en Šarq al-
Andalus y que se relaciona con la existencia de fuertes comunidades rurales.
Un texto de las Memorias de ‘Abd Allāh puede ofrecernos otra alternativa a la fun-
cionalidad de este espacio. La ciudad de Granada en el siglo XI está estructurada en un
alcázar o residencia fortificada de los sultanes ziríes; una zona amurallada contigua que
abarca la zona alta del actual Albaicín, denominada Alcazaba qadīma en época nazarí;
y, finalmente, el espacio de la medina, localizado en las laderas de la Alcazaba y en la
zona llana situada al oeste, en torno a la Mezquita Mayor. En cierto modo presenta una
estructura similar a la de las ciudades menores que hemos comentado. Pues bien, en las
Memorias de ‘Abd Allāh se recoge una noticia que parece indicar que en la zona amura-
llada superior de la ciudad vivían los grupos beréberes integrantes del ejército zirí, a los
cuales dijo el emir almorávide de cara a sus pretensiones de someter Granada: “Que los
que viven en la ciudad alta –les decía- se trasladen a la baja con sus familias y bienes.
Así, el rey se quedará solo”39. Podría ser, por tanto, zona de residencia de los grupos
más afines al poder zirí.
Dirigimos ahora nuestra mirada al mundo rural, cuya evolución contrasta con la ex-
pansión de la ciudad. Porque, si bien en cierto que el poblamiento de la Vega, con una
economía basada en el regadío, parece consolidarse, en los Montes documentamos va-
rias alquerías que se abandonan hacia la primera mitad del siglo XII como muy tarde.
Este abandono no tiene una explicación clara, pero podría responder a factores políticos
(incursión de Alfonso de Aragón por tierras granadinas en 1125-1126, con el que huyó
una importante cifra de población mozárabe granadina) o económicos (emigración hacia
la ciudad o hacia las alquerías de la Vega cuya economía se basa en el regadío).
Una evolución muy similar encontramos en el territorio de Guadix y Baza, estudiado
por Maryelle Bertrand y José Sánchez Viciana, donde observan el abandono de varias
alquerías durante la primera mitad del siglo XII, que se relaciona con la presencia de los
ejércitos de Alfonso el Batallador en 1125-1126, pero en zonas menos expuestas a esta
incursión o más aptas para el desarrollo de la agricultura de regadío no se observa esta
despoblación40.

38
GUICHARD (2001: 269).
39
‘ABD ALLĀH, Tiby¢an (1982: 265).
40
BERTRAND Y SÁNCHEZ VICIANA (2002: 148).
178
Fig. 8. El poblamiento en los siglos XI-XIII

1.― Loja 5.― Arroyo de Cesna 9.― Los Algarbes


2.― Cesna 6.― La Atalayuela 10.― Agicampe
3.― Algarín 7.― La Esperanza (al-Funtīn) 11.― Mechón de la Vega
4.― Cortijo de la Artichuela 8.― Cortijo de la Torre (Abor) 12.― Tájara

179
En la Vega, en cambio, los asentamientos mantienen su ocupación después de esta
fecha, a excepción de al-Funtīn, donde la cerámica posterior a comienzos del siglo XII
es escasa, aunque se ha encontrado algo de cerámica nazarí y consta que en este época
había una alquería. Probablemente el grueso de la población de este asentamiento, muy
próximo a Loja, terminó concentrándose definitivamente en la ciudad.
De todos modos es necesario reflexionar más detenidamente sobre esta “crisis” en el
poblamiento rural de la primera mitad del siglo XII, que, como hemos dicho, parece
afectar sobre todo a zonas donde la agricultura de regadío no era la actividad económica
fundamental, que a la vez son las que han mantenido una mayor continuidad respecto al
poblamiento y la economía de época tardoantigua y emiral. Sin duda será necesario un
trabajo de investigación más profundo para dar una respuesta más clara a este fenómeno.

Tercera fase (siglos XIV-XV)


Esta fase se caracteriza a nivel arqueológico por murallas de mampostería. La mayor
parte de los lienzos y torres de las murallas de Loja conservadas en la actualidad están
construidas con aparejo de mampostería ripiada, con sillares en las esquinas.
Lo observamos en la Fortaleza propiamente dicha, aunque, según comentamos ante-
riormente, en algún caso esta mampostería enfunda anteriores estructuras de tapial. Tam-

Foto 6. Torre rectangular de la Alcazaba (sector E)

180
Foto 7. Torre semicircular de la Alcazaba (sector N)

bién en las murallas de la Alcazaba, donde se documenta este aparejo tanto en el extre-
mo O, en la Torre Ochavada, como en el extremo E, en una torre que es visible desde la
Plaza de Joaquín Costa (foto 6), así como en el sector N, en el que se observa la presen-
cia de torres rectangulares y semicirculares (foto 7), éstas últimas suponen una novedad.
También observamos este aparejo en la torre cercana a la Alfaguara que perteneció a la
cerca del Jaufín, probablemente enfundando una torre de tapial.

181
La datación de este aparejo de mampostería está bastante clara. Ya Leopoldo Torres
Balbás lo relacionó con el comienzo en el uso de la artillería a fines del siglo XIII o
durante la primera mitad del siglo XIV41. Más recientemente, Manuel Acién ha relacio-
nado la generalización de la obras de mampostería alineada con ripio, sobre todo en el
caso de torres de planta semicircular, que encontramos en numerosas fortalezas fronteri-
zas, con las obras defensivas llevadas a cabo a mediados del siglo XIV por Muḥammad
V42. También debemos destacar los estudios más sistemáticos de Antonio Malpica sobre
la fortificación nazarí, donde llega a las mismas conclusiones, es decir un cambio en el
aparejo utilizado en las fortificaciones, por iniciativa de los reyes nazaríes del siglo
XIV43. Nos dice:
Así es cómo en la mayoría de las ciudades, villas y estructuras castrales de la fron-
tera con Castilla se comprueba, sino una obra enteramente nueva de tales característi-
cas, una sustitución de las construcciones de tapial por las de mampostería, a veces
forrándolo44.

En conclusión, podemos datar en el siglo XIV la reconstrucción o reforzamiento de


las murallas de Loja con un nuevo aparejo de mampostería ripiada, con la novedad de
intercalarse torres semicirculares. Además debemos destacar el hecho de que no respon-
den estas obras a una ampliación de la ciudad. Es más, el propio Ibn al-Jaṭīb, que nació
en Loja en 1313, nos dice que la situación fronteriza ha empobrecido a la ciudad, lo que
sin duda ha limitado sus posibilidades de crecimiento:
… nos habla de un núcleo urbano compuesto por callejuelas estrechas, sucias y em-
pinadas, entre casas en ruinas, que se derrumban por la incuria de una constante ocupa-
ción fronteriza45.

Varias noticias procedentes de la documentación escrita nos pueden ayudar a enten-


der el funcionamiento de las fortificaciones de la ciudad. Algunas hacen referencia a su
participación en las luchas internas del reino, como es el caso de la disputa por el poder

41
TORRES BALBÁS (1985: 495).
42
ACIÉN ALMANSA (1995: 34).
43
«seguramente Mu-hammad V, tal vez su antecesor y alguno de sus sucesores» (MALPICA CUELLO,
1998: 273).
44
MALPICA CUELLO (1998: 273).
45
HOENERBACH (1954: 58). La traducción de este pasaje de Ibn al-Ja-t³b es, no obstante, ambigua.
Hemos tomado esta versión, no literal, de W. Hoenerbach, porque creemos que es la más fiel al texto de Ibn
al-Ja-t³b. Anteriormente Simonet ofreció la siguiente versión: “dice [Ibn al-Ja-t³b] que para entrar en ella
había que pasar por gargantas estrechas; que sus moradores eran gente débil, y se veían en terrible angos-
tura, sin duda por las incursiones de los cristianos fronterizos, y sus comunicaciones eran difíc iles; sus
casas estaban abatidas por el continuo alojamiento de tropas” (SIMONET, 1860: 56-57). Por su parte, M.K.
Chabana, nos da la siguiente versión: “en el mismo centro de la ciudad ves callejuelas estrechas y sucias
que fatigan al viandante; los habitantes son gente pobre y las viviendas están ruinosas, porque el enemigo
hace frecuentes incursiones contra la ciudad” (IBN AL-JAṬĪB, Mi‘y¢ar , 1977: 136).
182
entre Naṣr (1309-1314) e Ismā‘īl I (1314-1325), tomando éste Loja el 18 de enero de
1314, de forma previa a controlar la ciudad de Granada e imponerse como nuevo
sultán46. Más interesante es la noticia concerniente a una disputa por el trono entre
Muḥammad IX el Zurdo y Yūsuf IV b. al-Mawl, que en Loja se concretó en un enfren-
tamiento entre los gobernantes de la Alcazaba, que apoyaban a Muḥammad IX, y la
población de la ciudad, partidaria de Ibn al-Mawl, que finalmente se apoderó Loja el 3
de diciembre de 1431 con ayuda de los castellanos47.
En otras ocasiones, la ciudad cumple su función como protección frente a las incur-
siones castellanas, observándose la existencia de un importante contingente militar en la
ciudad de forma más o menos permanente, si bien en muchas ocasiones es reforzado por
tropas procedentes de Granada. Así, en 1410, durante el cerco de Antequera, los caste-
llanos hacen una incursión contra Loja:
E como los Moros vieron correr el campo á los Christianos, salieron de Loxa hasta
docientos de caballo48.

Otra campaña de Enrique IV y el condestable Iranzo contra Loja en 1458 se relata así:
… el rey nuestro señor y el señor Condestable y otros caballeros fueron a correr a
Loxa, do fallaron muchos caballeros y buenos, así de Loxa como de la çibdad de Gra-
nada, que esa noche de antes avían venido. Y cerca de la çibdad, junto con sus huer-
tas, entre los cristianos y los moros se travó una escaramuça la más brava que nunca
los onbres vieron49.

La importancia de los elementos militares en el mundo nazarí, así como la terminología


de las crónicas castellanas, que utilizan las mismas palabras que usan para describir a la
sociedad feudal cristiana (caballeros, peones, etc.), podría hacernos pensar que la sociedad
nazarí pudo tener rasgos feudales. Pero todas las evidencias disponibles apuntan en otra
dirección. Si analizamos un personaje de la talla militar de Alatar50, observamos que ejerce
sus funciones como delegado del sultán, primero en Málaga y posteriormente en Loja, sin
observarse por tanto un arraigo en un territorio concreto; además, pese a que una
crónica castellana lo denomina «señor de Zagra», ello solo significa que entre sus
funciones, como gobernador o arraez de Loja, estaba la de nombrar a los alcaides de los
castillos existentes en el territorio de la ciudad. Un documento dado a conocer por Anto-

46
IBN AL-JAṬĪB, Lam-ha (1998: 87)
47
PÉREZ DE GUZMÁN, Crónica (1877: 502).
48
PÉREZ DE GUZMÁN, Crónica (1877: 323).
49
Hechos del Condestable (1940: 17-18).
50
Nos remitimos al estudio sobre ese personaje que realizamos en JIMÉNEZ PUERTAS (2002: 137-143).
A los datos recopilados sobre Alatar en dicho trabajo tenemos que añadir la carta que desde la Alcazaba de
Málaga envía ‘Al³ al-‘A­t­t¢ar al conde de Arcos, fechada el 13 de enero de 1458, notificándole su nombra-
miento como jeque (šayj) y alcaide (qa³d) de Málaga, en la que también menciona a su hijo Mu-hammad
(LABARTA, 1989: 618-619). Sobre el castillo de Zagra, véase el trabajo de MALPICA CUELLO (1987).
183
nio Malpica aclara que el castillo de Zagra no tenía ninguna jurisdicción sobre su entor-
no y que el rey era el responsable de su abastecimiento en caso de guerra. En el caso de
la alquería de Tájara, en la Vega, en la narración castellana de su conquista en 1483 se
observa que las decisiones que toman sus habitantes de no están mediatizadas por un
personaje en concreto, incluso cuando se decide negociar con los castellanos se envía a
un alfaquí en representación del conjunto de la comunidad, discutiéndose entre todos la
rendición o no, aunque no se llegó a ningún acuerdo conjunto. Todo ello sugiere una
escasa jerarquización política de la alquería51.
La ciudad constituye el punto de apoyo de la organización territorial nazarí, en la que
se centralizan las funciones militar, fiscal y judicial52. El territorio sobre el que ejerce
esta autoridad administrativa presenta en esta época notables peculiaridades respecto a
las anteriores.
En concreto, la situación fronteriza determina el poblamiento del sector de los Mon-
tes, que se estructura en torno a dos castillos, el de Cesna y el de Zagra, que la documen-
tación castellana denomina villas, sin duda porque junto a los castillos se establece una
importante población, como se documenta en el caso de Cesna, en cuyas laderas encon-
tramos abundante cerámica nazarí. Además permanecen habitadas algunas alquerías
ocupadas en época anteriores, pero que ahora se dotan de fortificaciones, como es el
caso de Pesquera y de Abor. Esto pudo permitir, además de una importante economía
ganadera, el cultivo de tierras calmas de secano y de pequeñas huertas53.
En la Vega hay una continuidad en el poblamiento de las alquerías, que mantienen en
explotación sus espacios irrigados, si bien se observa un cambio en los espacios residen-
ciales, dado que si las alquerías estaban anteriormente formadas por distintos barrios,
separados unos de otros, como se documenta arqueológicamente en Salar o Agicampe,
ahora se produce una concentración de la población en torno a una fortificación54.
Estas fortificaciones de las alquerías responden a dos tipos55:
― Un primer tipo es el que conoce como “torre de alquería”, que es muy habitual. Se
trata de una estructura defensiva que tiene como elemento más destacado una to-
rre, de forma y tamaño variado, en torno a la cual suele existir una pequeña mura-
lla que circunda un espacio para refugio de la población y del ganado. Lo docu-
mentamos arqueológicamente en Agicampe, Frontil, Huétor y Salar.

51
JIMÉNEZ PUERTAS (2002: 208-211). La narración más completa de la conquista de Tájara se encuen-
tra en un documento publicado por la Duquesa de Berwick y de Alba (1891: 24-32).
52
JIMÉNEZ PUERTAS (2002: 135-137).
53
JIMÉNEZ PUERTAS (2002: 216-249).
54
JIMÉNEZ PUERTAS (2002 B: 403, 413 y 418).
55
Los analizamos con más detalle en JIMÉNEZ PUERTAS (2002: 187-193; 2002 b: 395-397).
184
Fig. 9. El poblamiento en época nazarí

1.― Loja 4.― Abor 7.― Frontil 10.― Huétor


2.― Cesna 5.― Pesquera 8.― Agicampe 11.― Tájara
3.― Zagra 6.― Plines 9.― Salar

185
― El segundo tipo de fortificación tiene una estructura más compleja, con varias to-
rres, correspondiendo a alquerías que destacan por su tamaño o importancia es-
tratégica, por lo que los castellanos las denominan villas. Es el caso, en el territo-
rio de Loja, de Tájara, de la que hoy se conservan pocos restos, pero que cono-
cemos a partir de la descripción de una crónica castellana:
Esta villa de Tánjara tenía de población, con fortaleza e villa, trescientos vecinos. La
fortaleza tenia quatro torres á sus quatro esquinas, muy fuertes, con su lienço fuerte de
torre á torre, e petril e almenas con saeteras, e la villa en derredor de la fortaleza, bien
junto con ella, cercada toda á casa muro, e las calles muy angostas, e cerradas todas las
entradas, e saeteras en todas las fronteras de las casas, e sus traveses en todas partes que
eran menester56.

La existencia de estas fortificaciones en las alquerías no terminó de romper los lazos


que unen a la ciudad con las alquerías desde el punto de vista defensivo. Cuando los
castellanos se disponen a asediar la fortaleza de Tájara en 1483, que era la más comple-
ja, solo quedan en ellas los varones, «porque las mugeres e la otra gente menuda e ca-
tiuos auian enviado á Loxa»57. Probablemente, por tanto, existía algún tipo de corres-
ponsabilidad defensiva entre los habitantes de las alquerías y el Estado para mantener las
fortificaciones urbanas, como se documenta en otras zonas del reino de Granada. En
Salobreña, por ejemplo, sabemos que el sueldo de los maestros y los materiales corrían
por cuenta de los reyes, mientras que las alquerías de su distrito ponían los peones y las
bestias de acarreo, a razón de una cada día58.
Para concluir hemos dejado de forma intencionada un tema de gran importancia, la
periferia de la ciudad de Loja. Como ya apuntó Antonio Malpica para el caso de Grana-
da, si los cascos históricos de las ciudades han gozado de una cierta protección debido a
los monumentos en ellos presentes, no sucede lo mismo con la periferia urbana, donde el
paisaje no es objeto de investigación ni de protección, por lo que su destrucción es muy
acelerada, observándose una rápida tendencia a la desaparición de los espacios irrigados
del entorno de la ciudad59. Pero si no se consigue conocer y proteger estos paisajes me-
dievales, difícilmente podremos entender y hacer entender algún día el significado que
tuvieron los monumentos.
Es, por tanto, una cuestión pendiente avanzar en el conocimiento del rico paisaje pe-
riurbano de huertas, vegas, molinos, etc., sin el cual nuestro entendimiento de la ciudad
medieval es insuficiente60.

56
BERWICK Y DE ALBA (1891: 24).
57
BERWICK Y DE ALBA (1891: 30).
58
MALPICA CUELLO (1996 B: 138)
59
MALPICA CUELLO (1994).
60
Una descripción de este paisaje, tal como era en el siglo XVII, que puede servir de punto de partida
para el conocimiento del mismo, en Historia de la conquista de la nobilísima ciudad de Loja (1983: 57-62).
186
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Fuentes árabes
‘ABD ALLĀH, al-Tibyān (1935-1936): Lévi-Provençal, E. (ed. y trad. francesa), “Un
texte inédit sur l’histoire de l’Espagne musulmane dans le seconde moitié dur
XIéme siècle: Les ‘Memories’ de ‘Abd Allāh, dernier roi ziride de Grenade”, Al-
Andalus, III (1935) y IV (1936).
— al-Tibyān (1982): Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E. (trad.), El siglo XI en 1ª
persona. Las “Memorias” de ‘Abd Allāh, último rey zirí de Granada, destronado
por los almorávides (1090), Madrid (4ª ed.).
‘ARĪB B. SA‘ĪD, al-Mujtaşar (1992): Castilla Brazales, J. (trad.), La crónica de ‘Arīb
sobre al-Andalus. Granada.
IBN ḤAYYĀN, Muqtabis III (1937): Antuña, M. (ed.), Chronique du règne du calife
umaiyade ‘Abd Allāh à Cordoue. París.
— Muqtabis III (1950-1960): Guráieb (trad.), “Al-Muqtabis de Ibn Ḥayyān”, Cua-
dernos de Historia de España, XIII (1950); XIV (1950); XV (1951); XVI (1951);
XVII (1952); XVIII (1952); XIX (1953); XX (1953); XXI-XXII (1954); XXIII-
XXIV (1955); XXV-XXVI (1957); XXVII-XXVIII (1958); XXIX-XXX (1959);
y XXXI-XXXII (1960).
— Muqtabis VII (1967): García Gómez, E. (trad.), Anales palatinos del califa de
Córdoba al-Ḥakam II, por ‘Īsà Ibn Aḥmad al-Rāzī (360-364 H: 971-975 J.C.).
Madrid.
IBN AL-JAṬIB, al-Iḥāta fī ajbār Garnāṭa (1973-1978): ‘Inān, M.A. (ed.). El Cairo (4
vols.). Edición electrónica: www.al-eman.com.
— al-Lamḥa al-badriyya (1998): Casciaro Ramírez, J.M. (trad.) y Molina López,
(est.), Historia de los Reyes de la Alhambra. Granada.
— Mi‘yār al-ijtiyār (1977): Chabana, M.K. (ed. y trad.). Rabat.
IBN ‘IḐARĪ, al-Bayān al-Mugrib (1860): Fernández González, F. (trad. parcial), Histo-
rias de al-Andalus por Aben Adhari de Marruecos. Granada.
AL-RĀZĪ, Ajbār mulūk al-Andalus (1974): Catalán, D. y Andrés, M.S. de (ed.), Crónica
del moro Rasis. Versión del Ajbār mulūk al-Andalus de Aḥmad ibn Muḥammad
ibn Musà al-Rāzī, 889-955, romanzada para el rey don Dionís de Portugal hacia
1300 por Mohamad, alarife, y Gil Pérez, clérigo de don Perianes Porçel. Madrid.
AL-‘UḐRĪ, Tarşī’ al-ajbār (1975-1976): Sánchez Martínez, M. (est. y trad. parcial), “La
cora de Ilbīra (Granada y Almería) en los siglos X y XI según al-‘Uḍrī (1003-
1085)”, Cuadernos de Historia del Islam, VII.

187
Fuentes castellanas
Crónica de Veinte Reyes (1989): Mannetter, T.A. (ed.), Text and concordance of the
“Crónica de once reyes (veinte reyes)”: Escorial ms. Y.I.12. Madison. Edición
electrónica: www.rae.es.
Hechos del Condestable Don Miguel Lucas de Iranzo (1940): CARRIAZO Y ARROQUIA,
J.M. (ed.), Colección de Crónicas Españolas, III. Madrid.
Historia de la Conquista de la Nobilísima Ciudad de Loja (1983): BARRIOS AGUILERA,
M. (ed.). Granada.
PÉREZ DE GUZMÁN, Fernán, Crónica del rey Don Juan, segundo deste nombre en
Castilla y en León (1877): ROSELL, C. (ed.), Crónicas de los Reyes de Castilla, II
(Biblioteca de Autores Españoles, LXVIII). Madrid.
Primera Crónica General (1955): MENÉNDEZ-PIDAL, R. (ed.). Madrid (2 vols).

BIBLIOGRAFÍA

ACIÉN ALMANSA, M. (1995): “La fortificación en al-Andalus”, Archeologia Medie-


vale, XXII.
ASENJO SEDANO, C. (1983): Guadix, la ciudad musulmana del siglo XV y su trans-
formación en la ciudad neocristiana del siglo XVI. Granada.
AZUAR RUIZ, R. (1998): “Fortificaciones de taifas en el Sharq al-Andalus”, en Malpi-
ca Cuello, A. (ed.), Castillos y territorio en al-Andalus. Granada.
— (2000): “Ciudades y territorio en el Sharq al-Andalus”, en L. Cara Barrionuevo
(ed.), Ciudad y territorio en al-Andalus. Granada.
BARCELÓ, M. (1988): “Vísperas de feudales. La sociedad de Sharq al-Andalus junto
antes de la conquista catalana”, en España. Al-Andalus. Sefarad: síntesis y nuevas
perspectivas. Salamanca.
BARRIOS AGUILERA, M. (1980): “Loja a fines del siglo XV. Aspectos urbanísticos de
una ciudad neocristiana según los ‘libros de repartimiento’”, Chronica Nova, 11.
— (1988): Libro de los Repartimientos de Loja I. Granada.
BERTRAND, M. y SÁNCHEZ VICIANA, J. (2002): “Jolopos (La Peza, Grenade). Un
ḥiṣn de la fitna”, en I.C. Ferreira Fernández (coord..), Mil anos de fortificaçoes na
Península Ibérica e no Magreb (500-1500). Lisboa.
BERWICK Y DE ALBA, Duquesa de (1891): Documentos escogidos del Archivo de la
Casa de Alba. Madrid.
CARMONA ÁVILA, R. (2000): “Configuración urbana de Madinat Baguh (Priego de
Córdoba): Estado de la cuestión desde la aportación de la arqueología”, en Cara
Barrionuevo, L. (ed.), Ciudad y territorio en al-Andalus. Granada.

188
DÍAZ GARCÍA, A. y BARRIOS AGUILERA, M. (1991): De toponimia granadina. Un
estudio histórico lingüístico según el Libro de Apeo y Repartimiento de Alfacar.
Granada.
GALERA MENDOZA, E. (1997): Loja, ubanismo y obras públicas. Desde la conquista al
siglo XVIII. Granada.
GÓMEZ BECERRA, A. (1998): El poblamiento altomedieval en al costa de Granada.
Granada.
GUICHARD, P. (2001): Al-Andalus frente a la conquista cristiana. Los musulmanes de
Valencia (siglos XI-XIII). Valencia.
HOENERBACH, W. (1954): “Loja en la época nasrí”, Miscelánea de Estudios Árabes y
Hebraicos, III.
JIMÉNEZ MATA, M.C. (1990): La Granada islámica. Contribución a su estudio geográfi-
co-político-administrativo a través de la toponimia. Granada.
JIMÉNEZ PUERTAS, M. (2002): El poblamiento del territorio de Loja en la Edad Media.
Granada.
— (2002 b): “Asentamientos rurales y frontera: Las torres de alquería de la tierra de
Loja en época nazarí”, en Trillo San José, C. (ed.), Asentamientos rurales y territo-
rio en el Mediterráneo medieval. Granada.
LABARTA, Ana (1989): “Cartas árabes malagueñas”, Anuario de Estudios Medievales, 19.
Loja, cualquier tiempo pasado...: retrospectiva fotográfica entre siglos (2001). Loja.
MALPICA CUELLO, A. (1987): “El castillo de Zagra y el alfoz de Loja a fines de la Edad
Media”, en Homenaje al Profesor Juan Torres Fontes. Murcia. II.
— (1994): “Granada, ciudad islámica: centro histórico y periferia urbana”, Arqueología
y Territorio Medieval. 1.
— (1996 a): Poblamiento y castillos en Granada. Madrid-Granada.
— (1996 b): Medio físico y poblamiento en el delta del Guadalfeo. Salobreña y su terri-
torio en época medieval. Granada.
— (1998): “Los castillos en época nazarí. Una primera aproximación”, Malpica Cuello,
A. (ed.), Castillos y territorio en al-Andalus. Granada.
MARTÍN GARCÍA, M., BLEDA PORTERO, J. y MARTÍN CIVANTOS, J.M. (1999):
Inventario de arquitectura militar de la provincia de Granada (siglos VIII al XVIII),
Granada.
MARTÍNEZ NUÑEZ, M.A. (1997): “Epigrafía y propaganda almohades”, Al-Qantara,
XVIII.
MONTERO CORPAS, J. (1999): Historia breve de Salar. Salar.
OLMO, A. (2002): “Loja islámica. Historia y leyenda: la Cueva de los Durmientes”, Mis-
celánea de Estudios árabes y Hebraicos. Sección Árabe-Islam, 51.

189
ROSAL PAULI, R. del y DERQUI DEL ROSAL, F. (1957): Noticias históricas de la
ciudad de Loja. Granada.
— (1989): Noticias históricas de la ciudad de Loja. Loja-Granada (2ª ed., 2 vols.).
SÁNCHEZ MARTÍNEZ, J.A. y CASTELLANO GÁMEZ, M. y BUENDÍA MORENO,
A.F. (1994): El Barrio de la Alcazaba de Loja. Historia de una ciudad. Loja.
SÁNCHEZ MARTÍNEZ, J.A., BUENDÍA MORENO, A.F., CASTELLANO GÁMEZ,
M. Y CUELLO SÁEZ, J.M. (1995): "Reencuentro con Medina Lawša. Un pro-
yecto de arqueología medieval en Loja", Revista de Arqueología, 170.
SIMONET, F.J. (1860): Descripción del reino de Granada bajo la dominación de los
naseritas sacada de los autores árabes y seguida del texto inédito de Mohammed
Ebn Aljathib. Madrid (ed. facsímil Granada, 1982).
TORRES BALBÁS, L. (1985): Ciudades hispanomusulmanas. Madrid.
ZOZAYA, J. (2002): “Fortificaciones tempranas”, en I.C. Ferreira Fernández (coord..),
Mil anos de fortificaçoes na Península Ibérica e no Magreb (500-1500). Lisboa.

190

Vous aimerez peut-être aussi