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Juan Carlos Zapata (ALN).- Llegó la emergencia petrolera a Venezuela. PDVSA puede. No. La
estatal petrolera se encamina hacia el colapso. Y con el derrumbe una consecuencia: que a
Venezuela, debido al cambio del patrón energético mundial, ya no le alcance el tiempo para
seguir siendo una potencia petrolera. Este es otro milagro del chavismo en el poder. Un caso
insólito.
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Cuando Chávez llegó al poder, PDVSA era la quinta petrolera del mundo / Foto:
PDVSA
PDVSA antes de que el chavismo llegara al poder, era la quinta petrolera del mundo. La
primera de América Latina. Y era un poder dentro de la OPEP. Hoy, Venezuelaes un
productor marginal, en camino de extraer tanto petróleo como Colombia, país que hace
una década no figuraba en el mapa geopolítico de la industria. PDVSA el futuro no lo
tiene fácil. Durante la gestión del general Quevedo, la producción se ha derrumbado de
1,8 a 1,3 millones de barriles diarios. El pronóstico de los expertos es que al término de
2018 se ubique en un millón. Pero un millón de barriles diarios es el incremento que
solicitó Nicolás Maduro como meta urgente al designar a Quevedo en noviembre de
2017. Se lo volvió a pedir a comienzos de mayo. Y sin embargo, todo ha marchado al
revés. Y el colapso de PDVSA puede llegar antes. De hecho, en la empresa lo saben. Y
apuran el paso.
PDVSA antes de que el chavismo llegara al poder, era la quinta petrolera del
mundo. La primera de América Latina. Y era un poder dentro de la OPEP. Hoy,
Venezuela es un productor marginal
Hace 5 años, Nicolás Maduro recibió una PDVSA produciendo alrededor de 2,5
millones de barriles diarios. Y Hugo Chávez la recibió en 1999 en 3,7 millones. Rafael
Ramírez fue presidente de la corporación por 10 años. Era uno de los preferidos de
Chávez. Así que contando a Ramírez, en el periodo de Maduro se han sucedido 4
presidentes en PDVSA: Eulogio del Pino, Nelson Martínez y ahora Quevedo. De
todos, el que menos conoce del negocio es el general. Del Pino y Martínez hicieron
carrera en PDVSA. Ramírez llegó por decisión política, igual que Quevedo. Del Pino y
Martínez están presos en la cárcel política de Maduro, señalados de hechos de
corrupción. Y Ramírez se esconde en un lugar de Europa, pues purgado por Maduro del
anillo del poder, ahora se le acusa de formar parte de la mafia que destruyó a PDVSA y
que movió de manera ilegal al menos 4.500 millones de dólares en lo que la Fiscalía
madurista llama la mafia de Andorra. Quevedo llega al cargo como otra cuota de poder
para los militares. En este caso para la Guardia Nacional, el componente de la Fuerza
Armada que ha reprimido en el periodo de Maduro las protestas de calle con un saldo,
desde 2014 y hasta el 2017, de casi 200 muertos, miles de heridos y cientos de presos
políticos. La Guardia Nacional es una maquinaria de represión y es el cuerpo al que
Maduro mejor atiende.
PDVSA es una empresa que ya no paga a los proveedores. Que no sirve los intereses de
una docena de bonos de la deuda. Que confronta a los socios. Que casi no refina. Que
importa insumos y aditivos para fabricar gasolina. Que importa crudo liviano. Que no
invierte en exploración. Cuya producción ha caído a nivel de los años 40. Y esta
realidad pone en peligro las exportaciones, pues, de hecho, ahora sólo con un gran
esfuerzo puede atender las compras de Citgo, su propia filial en Estados Unidos.
Inclusive es probable que el país abandone la OPEP, el bloque petrolero del cual
Venezuela fue fundador y factor político de primer orden. Aun así, el general Quevedo
anuncia “avances”. Y anuncia el plan de la muchachada. Dice que son ingenieros.
Nuevos. Preparados en India y en Rusia. Ingenieros que han sido colocados al lado de
los gerentes. Y esa juventud, le dice a Maduro, está extendida por la geografía petrolera.
Es una juventud vigilante.
Pese a lo que dice Quevedo, hay que tener en claro que la “muchachada” nada tiene que
ver con los 20.000 técnicos y gerentes que Chávez despidió de la empresa cuando estos
decidieron convocar a una huelga en 2002 en respuesta a la politización de la que era
objeto la compañía. Desde entonces, PDVSA se quedó sin talento. Sin tecnocracia. Sin
esquemas de selección de personal. Sin estrategas. Sin planificadores. Sin abogados de
primera línea. Y así fue penetrada por la política. Por la burocracia. Pasó de 38.000
empleados a casi 150.000. Fue penetrada por la corrupción. Por los negociados. Con la
PDVSA de Hugo Chávez se hicieron grandes fortunas (Leer más: Así la corrupción
chavista acabó con Petróleos de Venezuela). Como la de Diego Salazar, primo de
Rafael Ramírez, quien manejó las pólizas de seguros y reaseguros por espacio de 10
años con sobreprecio de 200 millones de dólares al año, según consta en un informe
elaborado por la propia empresa. Como la de Wilmer Ruperti, a quien Chávez le
entregó las rutas de los tanqueros en 2003 y ya en 2008, según él mismo me confesó,
poseía una fortuna de 1.600 millones de dólares. Como la de Roberto Rincón, un
empresario que confesó ante un tribunal en Houston haber pagado más de mil millones
de dólares en sobornos. Salazar está detenido en la cárcel política de Maduro (Leer
más: El mundo alucinante del millonario boliburgués parido en la Era Chávez y purgado
por Nicolás Maduro). Ruperti es aliado de Maduro. Y Rincón sigue bajo investigación.
Maduro recibió una PDVSA que producía unos 2,5 millones de barriles diarios /
Foto: PDVSA
Hugo Chávez llenó horas de discursos señalando que en la Faja del Orinoco había
petróleo para 200 años. Lo que no medía era los costos para explotar y extraer los
crudos pesados y extrapesados que son los que abundan en el área. Tampoco midió en la
desmesura de que PDVSA debía asumir todo el gasto social. Así despilfarró más de
600.000 millones de dólares de ingresos petroleros y para colmo endeudó la empresa en
más de 40.000 millones. Antes de la Era Chávez, la deuda apenas llegaba a 6.000
millones de dólares. Pese a todos los recursos, se abandonó la exploración. Se
abandonaron los campos convencionales. Los pozos que goteaban petróleo liviano, tal
como lo venían haciendo desde hacía un siglo. Porque Chávez privilegió precios, altos
precios del petróleo en vez de producción. Hoy toda esa política de Chávez y Ramírez
está siendo cuestionada desde las filas del propio chavismo. Tuvo que llegar PDVSA a
la situación actual para que el poder chavista se percatara del error cometido. Y esto
pese a que en 2008, en un evento celebrado en la ciudad de Valencia, el expresidente de
PDVSA, Gustavo Roosen, ya advertía sobre el abandono del mantenimiento de los
pozos, que se “cuantificaba lo que se tenía”, y advertía de la caída de la producción y de
la manipulación de las cifras, pues las reales eran de 2,6 millones de barriles diarios y
no los 3,4 millones que predicaba el gobierno de Hugo Chávez. El chavismo no prestó
atención, estaba entretenido haciendo propaganda, voceando que PDVSA es del pueblo,
el gas es del pueblo, el petróleo es del pueblo y la soberanía petrolera. Tanto así que
llegaron a bautizar a la Faja del Orinoco con el nombre de Hugo Chávez. Vaya
desmesura.
Como la lucha en el chavismo es a muerte, Quevedo apunta que el plan de las mafias
pretendía destruir PDVSA. Y por ello se abandonó la producción del crudo liviano con
la consecuencia de que sin este el petróleo extrapesado de la Faja del Orinoco no es
comerciable. Aquí cabe la pregunta de cómo Chávez se ufanaba por un lado de los 200
años de petróleo pesado y por el otro se abandonaban los campos de crudo liviano,
cuando este es imprescindible para comercializar aquel. Es más, se llegó al extremo de
no brindarle mantenimiento a los mejoradores de crudo pesado, a los cuatro que fueron
construidos no por Chávez sino por la antigua PDVSA. Todo era un absurdo. Y sigue
siendo un absurdo. Y con ello, la bancarrota de PDVSA y la bancarrota del país, en
virtud de que el chavismo hizo más dependiente -96%- a Venezuela de los ingresos
petroleros. Toda esta situación impacta el PIB que ya lleva cuatro años en negativo. La
firma Econométrica estima que el tamaño de la economía se redujo a niveles de 1999,
y sigue hacia abajo.
La crisis de PDVSA la fue fraguando el chavismo en esos 20 años. Una crisis que se
manifiesta en lo financiero, en credibilidad nacional e internacional, en producción,
en refinación…
El plan, su plan, Quevedo quiere ejecutarlo con la muchachada. Pero es un plan que
además se plantea otros propósitos. El general Quevedo afirma que es también para
limpiar tanta burocracia. Y tanta corruptela que dejaron sembrada en la Faja del
Orinoco. El diagnóstico del militar es real. Y podría considerarse que lo hace público
como una señal de honestidad corporativa. Pero el asunto es político. Es la lucha interna
en el chavismo. De grupos contra grupos. Y la idea es responsabilizar a la
administración anterior del desastre de PDVSA. Pero al hacer esto, también culpa a
Hugo Chávez. En todo caso, el voluntarismo de Quevedo incluye jóvenes en la
gerencia. Porque hay jóvenes en la Junta Directiva. Hay jóvenes en operaciones
internacionales. Y ello es como poner la fe y todo el peso de la responsabilidad en esa
juventud. Esto dice y anuncia ese plan con energía militar, y consignas. Aunque los
expertos no se lo creen. Porque Quevedo también habló con consignas y energía en
noviembre y en diciembre y en todo este tiempo. Y los resultados están a la vista.
El plan de Manuel Quevedo es apoyarse en la “muchachada” revolucionaria /
Foto: PDVSA
Por supuesto que la credibilidad es casi cero. Quevedo llegó a la presidencia falseando
el discurso o acomodándolo a conveniencia. Dijo que la crisis de PDVSA se
debía, primero, a la caída del precio del petróleo en 2016 y, segundo, al sabotaje
interno y externo, al bloqueo financiero y al “ataque a todo el sistema”, lo cual había
llevado a una situación, dijo, de “paro silencioso”. Todo promovido desde la derecha, de
donde no excluye a factores de poder que se mantenían en PDVSA, y lo cual lleva a
mirar hacia los expresidentes presos, Eulogio Del Pino y Nelson Martínez. O hacia
Rafael Ramírez. Además culpó a una dama muy violenta de la derecha. Una dirigente de
quien hizo el retrato hablado, reservándose el nombre. De modo que el derrumbe de los
precios en 2016, dijo, afectó la inversión, y en consecuencia, la producción.
La credibilidad del general Quevedo se ubicó todavía más abajo cuando mintió de
manera descarada. Apuntó, comenzando en la presidencia de PDVSA, que la
producción era de 1,5 millones de barriles diarios y la verdad es que en ese momento, en
diciembre de 2017, rozaba 1,8 millones de barriles diarios. ¿Por qué falseaba la cifra?
¿Por qué establecía un nivel más bajo que el real? Esto conduce a una interpretación.
Exageraba o mentía con el fin de atribuirse el “milagro” en caso de que las operaciones
evolucionaran de manera positiva. Cabe la pregunta de si confiaba y creía posible
recuperar el bombeo y cumplir con la meta al alza que le había exigido Maduro: el
millón de barriles diarios. En el chavismo la mentira y la manipulación están a la orden
del día. Sin embargo, en este caso resultaba evidente que el milagro no podía
producirse. O acaso el general Quevedo se creyó que su condición de militar bastaba
para poner en marcha los taladros y que los pozos bombearan petróleo como por arte de
magia. La mentira fue más patente cuando aseguró que la producción ya rondaba,
“estamos cerca”, dijo, 1,9 millones de barriles diarios. ¿Milagro? No, mentiras. Mintió y
la realidad lo desmintió. Quiso atribuirse la hazaña de haber levantado en un mes la
increíble suma de 400.000 barriles diarios cuando lo cierto es que la caída ha sido
continua y en seis meses acumulaba medio millón de barriles diarios.
Ramírez fue uno de los hombres más poderosos de la Era Chávez / Foto:
Wikipedia
La crisis de PDVSA la fue fraguando el chavismo en esos 20 años. Una crisis que se
manifiesta en lo financiero, en credibilidad nacional e internacional, en producción, en
refinación, en mercadeo interno y externo, en petroquímica, en mística de trabajo, en
transparencia. PDVSA era una multinacional del petróleo pero Chávez optó por vender
los activos en el exterior y el producto de la venta también se despilfarró. El problema
de la deuda es acuciante. Es una carga muy pesada. El propio Quevedo ha reconocido
que la deuda “mete presión”. “Nos golpea”. Llegó a admitir flujo de caja negativo. Y
esto a pesar del aumento del precio del petróleo. Condición favorable que PDVSA no
puede aprovechar por el problema del bombeo en picada. Y aquí de nada vale la
muchachada. ¿Con qué dinero se recupera PDVSA? ¿Quién presta? ¿Cuáles socios
están dispuestos a arriesgar? No hay multinacional que tenga entre sus prioridades a
PDVSA. Es un caso insólito. En Azerbaiyán y Rumanía la industria petrolera llegó a
desaparecer pero por el factor de las guerras mundiales. En Venezuela, la fuerza
destructiva llegó de adentro, del chavismo. Citando otra vez a Roosen, este dijo en
2008, que la operatividad de PDVSA sólo era posible con petróleo a 100 dólares. Ahora
ni petróleo a 100 ni producción.
El problema es mayor. Los expertos llegan al extremo de señalar que PDVSA no existe.
No como corporación. Es un nombre. Pero no una empresa. Es un cascarón vacío. Hay
petróleo pero no hay gerencia. No hay tecnología. Ya ni siquiera hay personal
calificado, y el que queda huye del país. Lo confirma la situación de las refinerías,
paralizadas casi todas o en estado comatoso. “Tampoco hay dinero –señala un experto-.
Y sin dinero son otros los que ponen las condiciones. Los rusos están poniendo
condiciones. Los chinos ponen las condiciones. Los franceses, los italianos, los
japoneses. El que pone el oro pone las reglas. No hay dinero y no hay posibilidades de
conseguir financiamiento. No con las sanciones impuestas por los Estados Unidos”. Por
los momentos, las propias multinacionales se limitan a mantener lo que operan bajo
responsabilidad. No inyectan dinero nuevo. Ni siquiera la rusa Rosneft, aliada de
Maduro. Y no lo hacen porque no confían en el gobierno. No tienen garantías del
destino de los recursos que puedan aportar. Por lo pronto, entienden que su posición es
de fuerza. No sólo por el dinero del que puedan disponer en caso de ser necesario sino
porque saben que del millón de barriles diarios de finales de 2018, más de la mitad será
aportada por los campos que manejan las multinacionales en asociación con PDVSA.
Sin las alianzas, lo más seguro es que la producción seguiría declinando hasta más abajo
de los 700.000 barriles diarios.