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Mitos
El Conejo de la Luna
Hace mucho, el buen Dios Quetzalcóatl fue de viaje por el mundo en forma de un
Hombre. Tras haber caminado todo el día, él estaba cansado y con mucha hambre
pero continuó su caminata por mucho tiempo hasta ver las estrellas y la Luna
brillar en el cielo. Decidió sentarse y mientras descansaba, vio a un pequeño
Conejo que estaba comiendo. El Dios le pregunto que estaba comiendo, el Conejo
le respondió "Zacate" (varias especies de hierba que sirven de pasto y forraje) y si
quería un poco. El Dios le dijo que no le gustaba pero le agradecía su bondad.
Nuevamente el Conejo le preguntó que hará, y el Dios le dijo que quizás morir de
hambre. El Conejo en su máxima bondad le dijo: "No soy más que un pequeño
conejo, pero si tienes mucha hambre, cómeme y aliméntate". El Dios, conmovido
por su gran gesto, le dijo que sería recordado por todos. Luego lo tomó y
elevándolo hacia la luna su figura quedó estampada en ella. Luego de esto, el
Conejo bajó nuevamente a la tierra y el Dios le dijo: "Ahí está tu retrato para que
todos te recuerden por mucho tiempo".
El Mito de Quetzalcóatl
Ícaro (conocido como el inventor del trabajo en madera) fue hijo de Dédalo (gran
genio que diseño el Laberinto para el Minotauro del Rey Minos, y quien reveló el
secreto de cómo encontrar la salida a Ariadna y ella a Teseo) Se dice que cuando
Dédalo terminó el Laberinto, para prevenir el secreto del Minotauro y de la única
salida del Laberinto, el Rey Minos encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro para no
revelen dicho secretos, sin embargo, Dédalo pudo salir del Laberinto ya que
conocía de pies a cabeza su propia obra. Una vez fuera, para escapar totalmente
del poder del Rey Minos, Dédalo fabricó unas alas hechas con cera y plumas para
él y su Hijo. Cuando todo estaba listo, antes de emprender vuelo advirtió a su hijo
imprudente hijo tener cuidado con el sol, ya que si volaba muy cerca de él,
derretiría la cera. Cuando estaban muy lejos de Creta, Ícaro estaba tan
maravillado por la sensación de volar que no evitó el ir aun más alto y hacia el Sol.
Dédalo no pudo detenerlo y tras unos minutos, en el radiante Sol hizo lo suyo
derritiendo la cerra lo suficiente para deshacer las alas de Ícaro. Él se precipitó al
Mar pidiendo ayuda a su Padre sin embargo, murió en instantes. Dédalo
abatido, sólo le quedó por recoger a su Hijo, luego lo enterró en una pequeña isla
que mas tarde recibió el nombre de "Icaria". Después de la muerte de su hijo
Ícaro, Dédalo llegó a la isla de Sicilia, donde vivió hasta su muerte en la corte del
Rey Cócalo.
El castigo del loro en el mito de Mboí-Tuí
De este modo, Mboí-Tuí pasó a ser una serpiente con cabeza emplumada, con
cabeza de loro. Se cree que desde entonces, el animal nunca volvió a hablar. En
su lugar habita en los humedales para proteger a los animales acuáticos de los
embusteros o cazadores.
Finalemente, la Tierra sin Mal sigue resguardada por Rupavé, así lo cuenta el mito
de Mboí-Tuí.
El mito de la quinua y el regalo de los dioses
A pesar de ello, el héroe corrió y se abalanzó contra una de las jóvenes. Mientras
corría, agitaba su campana, convocando a toda la aldea. No obstante, grande fue
su sorpresa cuando vio la belleza de la mujer. Sedado por el amor, la jovenzuela
pudo escapar convirtiéndose en ave. A su vez, los aldeanos presenciaban
impactados el hecho.
A causa del gran amor que despertó la joven en el guardián del cultivo, este pidió
al cóndor que lo llevara hasta las estrellas. De este modo, el chico partió en las
espaldas del colosal animal hasta alcanzar una cúspide. Dicha punta rozaba las
estrellas.
Según el mito de la quinua, en ese lugar el joven encontró una planta dorada.
Gracias al grano de esta, pudo vivir muchos años contemplando a su amada. No
obstante, llegó el día en que regresó a casa. Por esta razón, la estrella-doncella le
dio el grano de quinua para la humanidad. Él lo dispersó desde el cielo.
2. cuentos
El papel y la tinta
Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella,
cuando una pluma, bañada en negrísima tinta, la manchó completa y la llenó de
palabras. “¿No podrías haberme ahorrado esta humillación?”, dijo enojada la hoja
de papel a la tinta. “Tu negro infernal me ha arruinado para siempre”. “No te he
ensuciado”, repuso la tinta. “Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres
una hoja de papel sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has
convertido en algo precioso”. En ese momento, alguien que estaba ordenando el
despacho, vio aquellas hojas esparcidas y las juntó para arrojarlas al fuego. Sin
embargo, reparó en la hoja “sucia” de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba,
bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó el resto al fuego.
Carrera de zapatillas
Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron
temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya
estaban todos reunidos junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y
hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los
demás animales, así que comenzó a burlarse de sus amigos: – Ja, ja, ja, ja, se
reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta. – Jo, jo, jo, jo, se reía del
rinoceronte que era tan gordo. – Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan
larga. Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas zapatillas a
rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono
llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados. La tortuga se puso unas
zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la
carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada. Es que era tan alta, que ¡no podía
atarse los cordones de sus zapatillas! – “Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude!” –
gritó la jirafa. Y todos los animales se quedaron mirándola.
El zorro fue a hablar con ella y le dijo: – “Tú te reías de los demás animales porque
eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno
y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitemos”. Entonces la
jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Pronto vinieron las
hormigas, que treparon por sus zapatillas para atarle los cordones. Finalmente, se
pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados,
listos, ¡YA! Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una
nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho
que le sobraba. Sin embargo, cuando se hizo viejo, empezó a pensar en su propia
vida, sentado en la puerta de su casa. Un burrito que pasaba por allí le preguntó:
“¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino?”. “Te daré ocho, si prometes
velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro”. “Está bien”, dijo
el burrito. A los pocos días el lobo murió y el burrito fue a velar su sepultura.
Durante la tercera noche se le unió el pato que no tenía casa. Y juntos estaban
cuando, en medio de una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho y les dijo:
“Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro”. “Será suficiente si
llenas una de mis botas”, le dijo el pato, que era muy astuto.
El aguilucho se marchó para regresar enseguida con un gran saco de oro, que
empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa.
Como no tenía suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho
decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo. Y cuando intentaba cruzar
un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, cayó sin remedio. “Amigo
burrito, ya somos ricos”, dije el pato. “La maldad del aguilucho nos ha beneficiado.
Y ahora nosotros y todos los pobres de la ciudad con los que compartiremos el oro
nunca más pasaremos necesidades”, dijo el borrico. Así hicieron y las personas
del pueblo se convirtieron en las más ricas del mundo.
La ratita blanca
El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las nieves a
una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y
guiando sus carrozas de escarcha. Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a
unos niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el camino. El hada
entró en la pobre casa y encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a
las llamas, le contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y mientras
tanto, se morían de frío y miedo. –“Me quedaré con vosotros hasta que vuestros
padres regresen”, prometió. Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa
por el castigo que podía imponerle su soberana por la tardanza, olvidó la varita
mágica en el interior de la cabaña.
El hada de las cumbres miró con enojo a Alba. “No solo te presentas tarde, sino
que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen castigo!” Las demás hadas
defendieron a su compañera en desgracia. –“Sabemos que Alba no ha llegado
temprano y ha olvidado su varita. Ha faltado, sí, pero por su buen corazón, el
castigo no puede ser eterno. Te pedimos que el castigo solo dure cien años,
durante los cuales vagara por el mundo convertida en una ratita blanca”. Así que si
veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante, sabed que
es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su castigo.
La aventura del agua
Tantos halagos recibían que, una noche se les ocurrió permanecer hasta el
amanecer fuera del pantano, así los rayos del sol podían reflejar su preciosa piel y
más animales pudieran admirarles.
Fueron pasando los días, las semanas, los meses, los años y los cocodrilos salían
del pantano cubiertos con barro y aguardaban a que los rayos del Sol reflejaran
sobre su dorada piel para continuar por siempre siendo admirados por semejante
belleza.
Pero, sin darse cuenta, poco a poco el Sol comenzó a resecar su preciosa y
dorada piel. El barro, seco ahora sobre su piel tornó a esta arrugada y seca.
Casi sin darse cuenta, los cocodrilos pasaron de ser admirados por todos los
animales a ser completamente ignorados.
Dicen que fue tan intensa la amargura y tristeza que ellos sintieron que
comenzaron a refugiarse en sus pantanos y a salir solo por las noches para no
volver a ser vistos y, cuando alguien se les acerca sigiloso para admirarles, ellos
solo asoman su gran nariz y sus ojos saltones pues ya no pueden mostrar su
flamante cuerpo dorado y liso, ahora arruinado por la vanidad.
Leyenda del cenote zací
Los cenotes son pozos de agua dulce creados como consecuencia de la erosión
del a piedra caliza. Se encuentran en México.
El cenote Zaci estaba ubicado dentro de una ciudad con el mismo nombre. Allí
vivía una joven llamada Sac-Nicte, que era nieta de una bruja, que enamorada de
Hul-Kin, hijo del cacique del pueblo. Sin embargo, las familias de la bruja y del
cacique eran enemigas, por lo que los jóvenes se veían a escondidas. Cuando el
padre se enteró, envió a Hul-Kin a otro pueblo, a casarse con otra joven. Debido a
la tristeza de su nieta, la bruja hizo rituales para que Hul-Kin regresara, pero fue
en vano.
La noche anterior de la boda de Hul-Kin, Sac –Nicte se arrojó al cenote con una
piedra atada a su cabello. En el momento de la muerte de la joven, Hul-Kin sintió
un dolor en el pecho que lo obligó a volver a Zaci. Al enterarse de lo sucedido, se
Hul-Kin se arrojó también al cenote y se ahogó. Finalmente los sortilegios de la
bruja habían obtenido una respuesta, y Hul-Kin había regresado para permanecer
siempre con Sac-Nicte.
La leyenda del arroz
La leyenda del arroz nació como una leyenda en las tierras de la india. Dicen que,
hace muchos años atrás los granos de arroz eran mucho más grandes de los que
son actualmente. Así, con unos pocos granos por día, bastaba para que una
persona adulta se alimente sanamente. Pero, además de esto, la ventaja adicional
era que los granjeros no tenían necesidad de recolectar los granos de las plantas
ya que estos eran tan grandes que, cuando los granos estaban maduros, caían de
la planta y quedaban en el suelo. Con esta gran ventaja, los granjeros
aprovecharon y construyeron caminos de tierra para que, desde las plantas, los
granos pudieran rodar hasta las casas. Así, no hacía falta ni siquiera recolectarlos.
Así lo hicieron y poco tiempo después (gracias a la ayuda de todos los habitantes)
lograron empezar la construcción. Pasaron pocos días hasta que uno de los
granos rodó hasta la puerta del futuro granero donde se encontraban todos
trabajando fervientemente. Una mujer anciana que se encontraba ahí vio el grano
y sin dudarlo, lo reventó con su bastón mientras decía:
¡Maldita seas! ¿No podrán esperar un poco más en la planta? Aún no están listos
los graneros.
El grano se reventó en 1000 pedacitos y luego se escuchó una voz que decía:
Fue así como, a partir de ese momento, los granos dejaron de crecer tan grandes
y luego los habitantes tuvieron que ir a juntarlos de las mismas plantas.
Amadeo era amigo de todos los animales del bosque. Él era un conejo muy
querido. Sin embargo su tristeza se había convertido en depresión. Así, todos los
días iba hasta el lago, se miraba en él y lloraba por su tamaño pequeño en
comparación con los leones, pumas, tigres y elefantes que eran sus amigos.
Así, decidió empacar algunas de sus pertenencias para emprender el viaje hasta
la cima de la colina en busca aquel dios.
Feliz Amadeo regresó a la cima de la colina y se presentó con las 3 pieles frente al
dios.
Buenas tardes señor. Cof cof (tuvo que toser para despertar al dios quien estaba
nuevamente descansado). He regresado con su pedido.
¡Ahh! Excelente, excelente – contestó el dios – Pero me temo que tendré que
hacer una modificación en tu pedido. No te concederé un tamaño más grande del
que ya tienes –
¿Cómo es eso? – Respondió asombrado y desilusionado Amadeo.
Verás, pequeño amiguito. Tú no necesitas ser más grande. Has traído estas 3
pieles hasta la cima de una montaña, ere rápido y ágil como pocos animales. No
precisas ser más grande pero sí te concederé un cambio en tu aspecto. Te
regalaré unas orejas grandes para que puedas oír todo lo que suceda en el
bosque y que, estés alerta para evitar depredadores –
El conejo pensó por unos segundos y le pareció una brillante idea. Así el deseo
fue concedido y, de allí en más, todos los conejos nacen con orejas bonitas y
grandes.
Anahí era una joven guaraní que vivía a orillas del Paraná, era una joven de rostro
feo y canto hermoso. Cuando los conquistadores llegaron a su pueblo, ocurrió un
enfrentamiento y Anahí fue apresada con los sobrevivientes. Sin embargo, logró
escaparse por la noche, pero un centinela la descubrió y ella lo asesinó. Al volver
a ser atrapada, fue condenada a muerte.
El orgulloso león
El orgulloso león cayó en una trampa y quedó atrapado bajo la red del cazador. Un
pequeño ratón prometió ayudarle, pero el león se burló del pequeño tamaño del
ratón. Con paciencia y habilidad, ratón liberó al león mordiendo las cuerdas hasta
romperlas, y demostrando a su amigo que todos somos importantes. Lee la fábula
completa de El león y el ratón
Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la llevaron ante los jueces
supremos del país.
Viéndola salir de la sala del juicio, una de las personas presentes le dijo:
- Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿Cómo no has podido
persuadir a los hombres?
Moraleja: hay que ser precavido con quienes prometen solucionar todo problema
que tengas a cambio de dinero pero son incapaces de arreglar los suyos.
Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa, pero
temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya
fuera de día o de noche este terrible enemigo los tenía vigilados.
Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea
a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.
El jefe de los ratones dijo a los presentes:
- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No
podemos vivir así!
Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes
aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo
avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.
- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente una cuestión
importante: ¿Quien de todos le pondrá el cascabel al gato?
La lechera
Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de
leche al suelo, regando su contenido.
Moraleja:
5. Rondas
Aserrín
Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
piden pan no les dan
piden huesos y les dan queso
piden vino y si les dan
se marean y se van.
Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
piden pan no les dan
piden huesos y les dan queso
piden vino y si les dan
se marean y se van.
Los pollitos dicen,
pío, pío, pío,
La gallina turuleca,
ha puesto un huevo,
ha puesto dos,
ha puesto tres.
La gallina turuleca,
ha puesto cuatro,
ha puesto cinco,
ha puesto seis.
La gallina turuleca,
ha puesto siete,
ha puesto ocho,
ha puesto nueve.
¿Dónde está esa gallinita?
Déjala, la pobrecita,