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1.

Mitos

El Conejo de la Luna

Hace mucho, el buen Dios Quetzalcóatl fue de viaje por el mundo en forma de un
Hombre. Tras haber caminado todo el día, él estaba cansado y con mucha hambre
pero continuó su caminata por mucho tiempo hasta ver las estrellas y la Luna
brillar en el cielo. Decidió sentarse y mientras descansaba, vio a un pequeño
Conejo que estaba comiendo. El Dios le pregunto que estaba comiendo, el Conejo
le respondió "Zacate" (varias especies de hierba que sirven de pasto y forraje) y si
quería un poco. El Dios le dijo que no le gustaba pero le agradecía su bondad.
Nuevamente el Conejo le preguntó que hará, y el Dios le dijo que quizás morir de
hambre. El Conejo en su máxima bondad le dijo: "No soy más que un pequeño
conejo, pero si tienes mucha hambre, cómeme y aliméntate". El Dios, conmovido
por su gran gesto, le dijo que sería recordado por todos. Luego lo tomó y
elevándolo hacia la luna su figura quedó estampada en ella. Luego de esto, el
Conejo bajó nuevamente a la tierra y el Dios le dijo: "Ahí está tu retrato para que
todos te recuerden por mucho tiempo".

El Mito de Quetzalcóatl

Según cuentan, Quetzalcóatl (que quiere decir "serpiente emplumada" o "serpiente


de plumaje hermoso") era un Dios muy bondadoso y puro que regia por sobre los
demás dioses de la mitología mesoamericana antigua. Un día el hermano de
Quetzalcóatl (quien gustaba de la guerra y la violencia) decidió engañarlo ya que
no toleraba su manera de ser pacífica. Para eso tramó un cuento que humilló en
gran manera al Quetzalcóatl. Muy "indignado", éste decidió dejar de vivir
quemándose entero. Tras esto, solo quedó cenizas de Quetzalcóatl, pero luego se
descubrió la verdad, y era, que Quetzalcóatl estaba tramando un plan para poder
ir hasta los infiernos donde una vez allí, robó una astilla de hueso de los primeros
Humanos y luego al cuarto día cuando resucitó, creó a los humanos a partir del
hueso regado con su propia sangre. (Observaciones: El Mito de Quetzalcóatl
pertenece a la cultura Mexicana, Maya)

El Mito de Ícaro y Dédalo

Ícaro (conocido como el inventor del trabajo en madera) fue hijo de Dédalo (gran
genio que diseño el Laberinto para el Minotauro del Rey Minos, y quien reveló el
secreto de cómo encontrar la salida a Ariadna y ella a Teseo) Se dice que cuando
Dédalo terminó el Laberinto, para prevenir el secreto del Minotauro y de la única
salida del Laberinto, el Rey Minos encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro para no
revelen dicho secretos, sin embargo, Dédalo pudo salir del Laberinto ya que
conocía de pies a cabeza su propia obra. Una vez fuera, para escapar totalmente
del poder del Rey Minos, Dédalo fabricó unas alas hechas con cera y plumas para
él y su Hijo. Cuando todo estaba listo, antes de emprender vuelo advirtió a su hijo
imprudente hijo tener cuidado con el sol, ya que si volaba muy cerca de él,
derretiría la cera. Cuando estaban muy lejos de Creta, Ícaro estaba tan
maravillado por la sensación de volar que no evitó el ir aun más alto y hacia el Sol.
Dédalo no pudo detenerlo y tras unos minutos, en el radiante Sol hizo lo suyo
derritiendo la cerra lo suficiente para deshacer las alas de Ícaro. Él se precipitó al
Mar pidiendo ayuda a su Padre sin embargo, murió en instantes. Dédalo
abatido, sólo le quedó por recoger a su Hijo, luego lo enterró en una pequeña isla
que mas tarde recibió el nombre de "Icaria". Después de la muerte de su hijo
Ícaro, Dédalo llegó a la isla de Sicilia, donde vivió hasta su muerte en la corte del
Rey Cócalo.
El castigo del loro en el mito de Mboí-Tuí

Cierto día, conforme a lo narrado por el mito de Mboí-Tuí, un grupo de


malhechores tendieron una trampa al pájaro parlanchín. Como podría imaginarse,
los hombres le dieron a beber la miel del insecto lechiguana.

Por esta razón, el ave de verdes tonalidades se embriagó y comenzó a hablar


sinfín de cosas. Entre las palabras que dejó escapar, reveló la ruta secreta para
entrar a la Tierra sin Mal. Por consiguiente, el grupo de bandidos logró colarse al
paraíso. Al enterarse de esto, Rupavé se enfureció y buscó al culpable,
encontrando al loro beodo en el suelo sin cesar de hablar.

El guardián Rupavé castigó severamente al pajarraco, convirtiéndolo en serpiente.


Como consecuencia a la confesión, el dios decidió quitarle las bellas plumas y las
alas. Por si fuera poco, su cuerpo se volvió alargado, un cuerpo flácido y sin patas.

De este modo, Mboí-Tuí pasó a ser una serpiente con cabeza emplumada, con
cabeza de loro. Se cree que desde entonces, el animal nunca volvió a hablar. En
su lugar habita en los humedales para proteger a los animales acuáticos de los
embusteros o cazadores.

Finalemente, la Tierra sin Mal sigue resguardada por Rupavé, así lo cuenta el mito
de Mboí-Tuí.
El mito de la quinua y el regalo de los dioses

Aquella noche, comenzaría el mito de la quinua, cuando el muchacho descubrió a


los ladrones del cultivo. A mitad de la noche, unas dulces voces de muchachas se
escuchaban en el sembradío. Al acercarse, el joven sólo vio una luz cegadora,
verdaderamente intensa.

A pesar de ello, el héroe corrió y se abalanzó contra una de las jóvenes. Mientras
corría, agitaba su campana, convocando a toda la aldea. No obstante, grande fue
su sorpresa cuando vio la belleza de la mujer. Sedado por el amor, la jovenzuela
pudo escapar convirtiéndose en ave. A su vez, los aldeanos presenciaban
impactados el hecho.

A causa del gran amor que despertó la joven en el guardián del cultivo, este pidió
al cóndor que lo llevara hasta las estrellas. De este modo, el chico partió en las
espaldas del colosal animal hasta alcanzar una cúspide. Dicha punta rozaba las
estrellas.

Según el mito de la quinua, en ese lugar el joven encontró una planta dorada.
Gracias al grano de esta, pudo vivir muchos años contemplando a su amada. No
obstante, llegó el día en que regresó a casa. Por esta razón, la estrella-doncella le
dio el grano de quinua para la humanidad. Él lo dispersó desde el cielo.
2. cuentos

El papel y la tinta

Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella,
cuando una pluma, bañada en negrísima tinta, la manchó completa y la llenó de
palabras. “¿No podrías haberme ahorrado esta humillación?”, dijo enojada la hoja
de papel a la tinta. “Tu negro infernal me ha arruinado para siempre”. “No te he
ensuciado”, repuso la tinta. “Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres
una hoja de papel sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has
convertido en algo precioso”. En ese momento, alguien que estaba ordenando el
despacho, vio aquellas hojas esparcidas y las juntó para arrojarlas al fuego. Sin
embargo, reparó en la hoja “sucia” de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba,
bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojó el resto al fuego.

Carrera de zapatillas

Había llegado por fin el gran día. Todos los animales del bosque se levantaron
temprano porque ¡era el día de la gran carrera de zapatillas! A las nueve ya
estaban todos reunidos junto al lago. También estaba la jirafa, la más alta y
hermosa del bosque. Pero era tan presumida que no quería ser amiga de los
demás animales, así que comenzó a burlarse de sus amigos: – Ja, ja, ja, ja, se
reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta. – Jo, jo, jo, jo, se reía del
rinoceronte que era tan gordo. – Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan
larga. Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas zapatillas a
rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono
llevaba unas zapatillas verdes con lunares anaranjados. La tortuga se puso unas
zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la
carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada. Es que era tan alta, que ¡no podía
atarse los cordones de sus zapatillas! – “Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude!” –
gritó la jirafa. Y todos los animales se quedaron mirándola.
El zorro fue a hablar con ella y le dijo: – “Tú te reías de los demás animales porque
eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes, pero todos tenemos algo bueno
y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo necesitemos”. Entonces la
jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Pronto vinieron las
hormigas, que treparon por sus zapatillas para atarle los cordones. Finalmente, se
pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados,
listos, ¡YA! Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una
nueva amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.

La sepultura del lobo

Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho
que le sobraba. Sin embargo, cuando se hizo viejo, empezó a pensar en su propia
vida, sentado en la puerta de su casa. Un burrito que pasaba por allí le preguntó:
“¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino?”. “Te daré ocho, si prometes
velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro”. “Está bien”, dijo
el burrito. A los pocos días el lobo murió y el burrito fue a velar su sepultura.
Durante la tercera noche se le unió el pato que no tenía casa. Y juntos estaban
cuando, en medio de una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho y les dijo:
“Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro”. “Será suficiente si
llenas una de mis botas”, le dijo el pato, que era muy astuto.

El aguilucho se marchó para regresar enseguida con un gran saco de oro, que
empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa.
Como no tenía suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho
decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo. Y cuando intentaba cruzar
un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, cayó sin remedio. “Amigo
burrito, ya somos ricos”, dije el pato. “La maldad del aguilucho nos ha beneficiado.
Y ahora nosotros y todos los pobres de la ciudad con los que compartiremos el oro
nunca más pasaremos necesidades”, dijo el borrico. Así hicieron y las personas
del pueblo se convirtieron en las más ricas del mundo.

La ratita blanca

El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las nieves a
una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y
guiando sus carrozas de escarcha. Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a
unos niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el camino. El hada
entró en la pobre casa y encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a
las llamas, le contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y mientras
tanto, se morían de frío y miedo. –“Me quedaré con vosotros hasta que vuestros
padres regresen”, prometió. Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa
por el castigo que podía imponerle su soberana por la tardanza, olvidó la varita
mágica en el interior de la cabaña.

El hada de las cumbres miró con enojo a Alba. “No solo te presentas tarde, sino
que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen castigo!” Las demás hadas
defendieron a su compañera en desgracia. –“Sabemos que Alba no ha llegado
temprano y ha olvidado su varita. Ha faltado, sí, pero por su buen corazón, el
castigo no puede ser eterno. Te pedimos que el castigo solo dure cien años,
durante los cuales vagara por el mundo convertida en una ratita blanca”. Así que si
veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante, sabed que
es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su castigo.
La aventura del agua

Un día que el agua se encontraba en el soberbio mar sintió el caprichoso deseo de


subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego y le dijo: -“¿Podrías ayudarme a subir
más alto? El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire,
transformándola en un sutil vapor. El vapor subió más y más en el cielo, voló muy
alto, hasta los estratos más ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no podía
seguirlo. Entonces las partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a
juntarse, se volvieron más pesadas que el aire y cayeron en forma de lluvia.
Habían subido al cielo invadidas de soberbia y recibieron su merecido. La tierra
sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante mucho tiempo
prisionera en el suelo, purgando su pecado con una larga penitencia.
3. Leyendas infantiles

La piel del cocodrilo


La piel del cocodrilo: Cuenta la leyenda que hace muchísimos años atrás los
cocodrilos de todas partes del mundo tenían la piel lisa y brillante como los rayos
del sol. Su piel era tan hermosa que todos los animales de las cercanías se
acercaban hasta el pantano, su hábitat natural, para admirarles y elogiar
semejante belleza.

Por su parte, los cocodrilos se sentían orgullosos de ser poseedores de tan


magnífica y lisa piel así que, una noche, comenzaron a salir de las aguas del
pantano para que todos los animales pudieran admirar su preciosa piel: era
increíble como el reflejo de la Luna se veía sobre la piel dorada y lisa de los
cocodrilos.

Tantos halagos recibían que, una noche se les ocurrió permanecer hasta el
amanecer fuera del pantano, así los rayos del sol podían reflejar su preciosa piel y
más animales pudieran admirarles.

Fueron pasando los días, las semanas, los meses, los años y los cocodrilos salían
del pantano cubiertos con barro y aguardaban a que los rayos del Sol reflejaran
sobre su dorada piel para continuar por siempre siendo admirados por semejante
belleza.

Pero, sin darse cuenta, poco a poco el Sol comenzó a resecar su preciosa y
dorada piel. El barro, seco ahora sobre su piel tornó a esta arrugada y seca.

Casi sin darse cuenta, los cocodrilos pasaron de ser admirados por todos los
animales a ser completamente ignorados.

Dicen que fue tan intensa la amargura y tristeza que ellos sintieron que
comenzaron a refugiarse en sus pantanos y a salir solo por las noches para no
volver a ser vistos y, cuando alguien se les acerca sigiloso para admirarles, ellos
solo asoman su gran nariz y sus ojos saltones pues ya no pueden mostrar su
flamante cuerpo dorado y liso, ahora arruinado por la vanidad.
Leyenda del cenote zací

Los cenotes son pozos de agua dulce creados como consecuencia de la erosión
del a piedra caliza. Se encuentran en México.

El cenote Zaci estaba ubicado dentro de una ciudad con el mismo nombre. Allí
vivía una joven llamada Sac-Nicte, que era nieta de una bruja, que enamorada de
Hul-Kin, hijo del cacique del pueblo. Sin embargo, las familias de la bruja y del
cacique eran enemigas, por lo que los jóvenes se veían a escondidas. Cuando el
padre se enteró, envió a Hul-Kin a otro pueblo, a casarse con otra joven. Debido a
la tristeza de su nieta, la bruja hizo rituales para que Hul-Kin regresara, pero fue
en vano.

La noche anterior de la boda de Hul-Kin, Sac –Nicte se arrojó al cenote con una
piedra atada a su cabello. En el momento de la muerte de la joven, Hul-Kin sintió
un dolor en el pecho que lo obligó a volver a Zaci. Al enterarse de lo sucedido, se
Hul-Kin se arrojó también al cenote y se ahogó. Finalmente los sortilegios de la
bruja habían obtenido una respuesta, y Hul-Kin había regresado para permanecer
siempre con Sac-Nicte.
La leyenda del arroz
La leyenda del arroz nació como una leyenda en las tierras de la india. Dicen que,
hace muchos años atrás los granos de arroz eran mucho más grandes de los que
son actualmente. Así, con unos pocos granos por día, bastaba para que una
persona adulta se alimente sanamente. Pero, además de esto, la ventaja adicional
era que los granjeros no tenían necesidad de recolectar los granos de las plantas
ya que estos eran tan grandes que, cuando los granos estaban maduros, caían de
la planta y quedaban en el suelo. Con esta gran ventaja, los granjeros
aprovecharon y construyeron caminos de tierra para que, desde las plantas, los
granos pudieran rodar hasta las casas. Así, no hacía falta ni siquiera recolectarlos.

Muchos años los habitantes de la india disfrutaron de aquellos beneficios de la


naturaleza pero un día la cosecha fue extremadamente generosa. Así, muchos de
los granos se empezaron a acumular en los senderos que los granjeros habían
construido. Fue entonces que decidieron construir unos graneros para guardar los
granos.

Con la solución de los graneros, los granos se encontraban al resguardo y bien


almacenados en estos. Pero año tras año los granos eran cada vez más grandes.
Así llegó un momento en que los graneros se encontraban completos y ya no
cabían más. Entonces los granjeros decidieron llamar a todo el pueblo y realizar
una convocatoria para buscar soluciones. Luego de varios días de debate, los
habitantes de la india se reunieron y llegaron a la conclusión de que lo mejor era
construir graneros más grandes.

Así lo hicieron y poco tiempo después (gracias a la ayuda de todos los habitantes)
lograron empezar la construcción. Pasaron pocos días hasta que uno de los
granos rodó hasta la puerta del futuro granero donde se encontraban todos
trabajando fervientemente. Una mujer anciana que se encontraba ahí vio el grano
y sin dudarlo, lo reventó con su bastón mientras decía:
¡Maldita seas! ¿No podrán esperar un poco más en la planta? Aún no están listos
los graneros.
El grano se reventó en 1000 pedacitos y luego se escuchó una voz que decía:

Es usted muy desagradecida, señora y por su desagradecimiento a partir de


ahora, todos los granos no creceremos tanto ni vendremos rodando hasta sus
casas. Deberán ustedes mismos recogerlos de las plantas.

Fue así como, a partir de ese momento, los granos dejaron de crecer tan grandes
y luego los habitantes tuvieron que ir a juntarlos de las mismas plantas.

Las orejas del conejo


Las orejas del conejo Hace millones de años los conejos no tenían el mismo
aspecto con el que hoy les conocemos.

Por el contrario los conejos lucían unas orejas muy pequeñitas.

Un conejo en particular, llamado Amadeo, se lamentaba terriblemente por su


aspecto. Solía reflejar su rostro en el lago del bosque, lloraba largas horas por su
aspecto y el tamaño de su cuerpo diminuto.

Amadeo era amigo de todos los animales del bosque. Él era un conejo muy
querido. Sin embargo su tristeza se había convertido en depresión. Así, todos los
días iba hasta el lago, se miraba en él y lloraba por su tamaño pequeño en
comparación con los leones, pumas, tigres y elefantes que eran sus amigos.

Un buen día, su amiga la lechuza, quien lo observaba siempre, se cansó de aquel


lamento y le dijo:
Amadeo, tú eres un animal precioso con el tamaño que tienes. No tienes que
lamentarte por nada, pero si lo que deseas es crecer, puedes ir a consultar al dios
que vive en la cima de la colina. Él quizás pueda concederte un cuerpo de mayor
porte, tal como el que tú deseas… –
El conejo dibujó una sonrisa en su rostro y sus ojos recobraron una luz especial
que hacía tiempo había perdido.

Así, decidió empacar algunas de sus pertenencias para emprender el viaje hasta
la cima de la colina en busca aquel dios.

Al llegar a la cima, se encontró con un dios durmiendo. El conejo lo despertó:

Disculpe señor, pero necesito de su colaboración – dijo el conejo


Espero que sea importante pues estaba descansando – respondió el dios
Pues, verá señor, no me siento a gusto con el tamaño de mi cuerpo. Sé que mi
especie es pequeña pero deseo ser grande como un león, para que me respeten
más.
Entiendo amiguito – contestó el dios – Mira, yo podría ayudarte pero necesitarás
hacer algo a cambio –
¿Algo a cambio? – dijo el conejito Amadeo
¡Sí! Deberás traer la piel de un mono, de una serpiente y de un cocodrilo –
respondió el dios – Cuando hayas conseguido lo que te pido, entonces vuelve y yo
te concederé lo que has pedido.
¡Muy bien! – respondió el conejo y se marchó feliz en busca de las pieles.
El conejito Amadeo regresó y reunió a sus amigos; el cocodrilo, el mono y la
serpiente. Les pidió humildemente que les prestasen sus pieles por un rato pues el
dios le había hecho este encargo.

Sus amigos, que lo apreciaban mucho y sabían de su sufrimiento, se apiadaron de


él y les prestaron sus pieles.

Feliz Amadeo regresó a la cima de la colina y se presentó con las 3 pieles frente al
dios.

Buenas tardes señor. Cof cof (tuvo que toser para despertar al dios quien estaba
nuevamente descansado). He regresado con su pedido.
¡Ahh! Excelente, excelente – contestó el dios – Pero me temo que tendré que
hacer una modificación en tu pedido. No te concederé un tamaño más grande del
que ya tienes –
¿Cómo es eso? – Respondió asombrado y desilusionado Amadeo.
Verás, pequeño amiguito. Tú no necesitas ser más grande. Has traído estas 3
pieles hasta la cima de una montaña, ere rápido y ágil como pocos animales. No
precisas ser más grande pero sí te concederé un cambio en tu aspecto. Te
regalaré unas orejas grandes para que puedas oír todo lo que suceda en el
bosque y que, estés alerta para evitar depredadores –
El conejo pensó por unos segundos y le pareció una brillante idea. Así el deseo
fue concedido y, de allí en más, todos los conejos nacen con orejas bonitas y
grandes.

Leyenda de la flor del Ceibo

Anahí era una joven guaraní que vivía a orillas del Paraná, era una joven de rostro
feo y canto hermoso. Cuando los conquistadores llegaron a su pueblo, ocurrió un
enfrentamiento y Anahí fue apresada con los sobrevivientes. Sin embargo, logró
escaparse por la noche, pero un centinela la descubrió y ella lo asesinó. Al volver
a ser atrapada, fue condenada a muerte.

La ataron a un árbol para quemarla en una hoguera. Cuando el fuego comenzó a


arder, ella misma parecía una llama roja. Pero en ese momento Anahí comenzó a
cantar. Cuando el fuego terminó de consumirse, por la mañana, en lugar del
cuerpo de la joven había un manojo de flores rojas, que hoy es la flor de ceibo.

La flor de ceibo es la Flor Nacional Argentina.


4. Fabulas

El orgulloso león

El orgulloso león cayó en una trampa y quedó atrapado bajo la red del cazador. Un
pequeño ratón prometió ayudarle, pero el león se burló del pequeño tamaño del
ratón. Con paciencia y habilidad, ratón liberó al león mordiendo las cuerdas hasta
romperlas, y demostrando a su amigo que todos somos importantes. Lee la fábula
completa de El león y el ratón

Moraleja: No desprecies a los demás porque sus habilidades pueden


sorprenderte

Fábula corta: La bruja


Érase una vez una bruja que se ganaba la vida vendiendo encantamientos y
fórmulas para calmar la cólera de los dioses.

Con esta promesa a la bruja no le faltaban clientes y conseguía grandes


cantidades de dinero de este modo de vida.

Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la llevaron ante los jueces
supremos del país.

Así, tras un juicio muy corto, la culparon y la hicieron condenar a muerte.

Viéndola salir de la sala del juicio, una de las personas presentes le dijo:

- Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿Cómo no has podido
persuadir a los hombres?

Moraleja: hay que ser precavido con quienes prometen solucionar todo problema
que tengas a cambio de dinero pero son incapaces de arreglar los suyos.

El congreso de los ratones

Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa, pero
temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya
fuera de día o de noche este terrible enemigo los tenía vigilados.

Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea
a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.
El jefe de los ratones dijo a los presentes:

- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No
podemos vivir así!

- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento-Atemos un cascabel al gato, y así


sabremos en todo momento por dónde anda. El sonido nos pondrá en alerta y
podremos escapar a tiempo.

Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes
aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo
avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.

- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente una cuestión
importante: ¿Quien de todos le pondrá el cascabel al gato?

Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados,


porque no podían contestar a aquella pregunta. De pronto todos comenzaron a
sentir miedo. Y todos, absolutamente todos, corrieron de nuevo a sus cuevas,
hambrientos y tristes.

Moraleja: es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo

La lechera

La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y


empezó a hacer planes futuros:

- Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos,


descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos.
Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo
más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el
mejor vestido para asistir a las fiestas.

Cuando esté en el baile todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré


uno a uno.

Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de
leche al suelo, regando su contenido.

Y así todos sus planes acabaron en un instante.

Moraleja:

No seas ambiciosa de mejor y más próspera fortuna,

que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna.

No anheles impaciente el bien futuro,

mira que ni el presente está seguro.

5. Rondas

La araña chiquitita trepó el desaguadero,

luego la lluvia la arrastró hasta el suelo,


salió el Sol y todo lo secó,

la araña chiquitita de nuevo se trepó.

Aserrín

Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
piden pan no les dan
piden huesos y les dan queso
piden vino y si les dan
se marean y se van.

Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
piden pan no les dan
piden huesos y les dan queso
piden vino y si les dan
se marean y se van.
Los pollitos dicen,
pío, pío, pío,

Los pollitos dicen,


pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.
La gallina busca
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les presta abrigo.
Bajo sus dos alas
acurrucaditos,
duermen los pollitos
hasta el otro día
Cuando se despiertan
dicen, mamacita
tengo mucha hambre
dame lombricita.
Los pollitos dicen,
pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.
La gallina busca
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les presta abrigo.
Bajo sus dos alas
acurrucaditos,
duermen los pollitos
hasta el otro día.
gallina turuleca

Yo conozco una vecina,

que ha comprado una gallina,

que parece una sardina enlatada.

Tiene las patas de alambre,

porque pasa mucha hambre,

y la pobre está todita desplumada.

Pone huevos en la sala, y también la cocina,

pero nunca los pone en el corral.

La gallina, turuleca, es un caso singular,

la gallina, turuleca, está loca de verdad.

La gallina turuleca,

ha puesto un huevo,

ha puesto dos,

ha puesto tres.

La gallina turuleca,

ha puesto cuatro,

ha puesto cinco,

ha puesto seis.

La gallina turuleca,

ha puesto siete,

ha puesto ocho,

ha puesto nueve.
¿Dónde está esa gallinita?

Déjala, la pobrecita,

déjala que ponga diez.

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