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La doctrina bíblica de la Unicidad

Bien puede ser bosquejada bajo las siguientes


proposiciones:

1. DIOS ES UNO.

2. JESUCRISTO ES DIOS.

3. JESUCRISTO ES JEHOVÁ.

1. DIOS ES UNO.-. Esta doctrina posee implicaciones tanto


de orden filosóficas como devocionales de suma
importancia. A pesar de todos los problemas y dificultades,
podemos saber que existe un plan, un propósito, una
mente y una meta para todo. El politeísmo refleja la mente
esquizofrénica del pecado y de las tinieblas del error. El
monoteísmo absoluto crea la mente integrada de la fe, que
ve un propósito obrando en todas las cosas.

2.JESUCRISTO ES DIOS.-. No hay dudas acerca de que los


primeros discípulos consideraron a Jesucristo como Dios, en
el sentido absoluto de la palabra, sin limitaciones o
subordinación. Cristo Jesús es nuestro Gran Dios y Salvador
(Tit.2:13). Con una expresión similar Pedro hace referencia
a quienes han obtenido la fe "por la justicia de nuestro Dios
y Salvador Jesucristo" (2ªPed.1:1-2). Pablo se refirió a
Jesucristo con las palabras "el cual es Dios sobre todas las
cosas, bendito por los siglos" (Rom.9:5). Muchos han
tratado de cambiar el sentido de este último texto citado,
incluso dándole una diferente puntuación; pero, tratando
con honradez y sencillez la sintaxis de la oración, se ve
claramente que Pablo, en este texto, designa al Señor
Jesucristo como Dios en el sentido supremo. En
2ªCor.5:10, Pablo enseña que "es necesario que todos
nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo". Ese
mismo pensamiento se expresa en Rom.14:10, en las
palabras, según el texto crítico: "porque todos
compareceremos ante el tribunal de Dios."

3. JESUCRISTO ES JEHOVÁ.-. No solamente Jesucristo es


designado DIOS en el Nuevo Testamento, sino que también
en el Antiguo Testamento es llamado SEÑOR, en citas
donde la palabra -o el nombre usado- es JEHOVÁ. En la
profecía de Zacarías, se dice de Juan el Bautista: "Y tú,
niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás
delante de la presencia del Señor, para preparar sus
caminos" (Luc.1:76). Es obvio que Lucas entendió esta
profecía como referida a Juan como precursor de Jesús.
Pero Zacarías estaba refiriéndose a Mal.3:1, donde la
palabra es "Jehová" y no "Señor". Así, "el Señor", cuyos
caminos Juan prepararía, no es otro que ¡JEHOVÁ MISMO!

Pablo enfatiza fuertemente la profecía de Joel: "Todo aquel


que invocare el nombre del Señor, será salvo"
(Rom.10:13). Es claro que en el contexto Pablo llama a
Jesús "el Señor"; pero en Joel 2:32, dice: "Y todo aquel que
invocare el nombre de Jehová será salvo." En la referencia
al juicio de los santos, en Rom.14:10, Pablo añade una cita
de Is.45:23: "Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se
doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios." Que
Jehová es el que habla en las palabras de Isaías es
clarísimo por los versículos 24-25. Estos pasajes indican
que Jesucristo y Dios -o Jehová- son "Uno y el Mismo".

¡Dios se manifestó en carne! Karl Bart, dice: «El hombre no


puede saber de sí mismo que Dios puede devenir
encarnado o no. Solamente Dios sabe esto... Dios en su
libertad hizo esto para limitarse a Sí Mismo y devenir
encarnado.»

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