1. DIOS ES UNO.-. Esta doctrina posee implicaciones tanto
de orden filosóficas como devocionales de suma importancia. A pesar de todos los problemas y dificultades, podemos saber que existe un plan, un propósito, una mente y una meta para todo. El politeísmo refleja la mente esquizofrénica del pecado y de las tinieblas del error. El monoteísmo absoluto crea la mente integrada de la fe, que ve un propósito obrando en todas las cosas.
2.JESUCRISTO ES DIOS.-. No hay dudas acerca de que los
primeros discípulos consideraron a Jesucristo como Dios, en el sentido absoluto de la palabra, sin limitaciones o subordinación. Cristo Jesús es nuestro Gran Dios y Salvador (Tit.2:13). Con una expresión similar Pedro hace referencia a quienes han obtenido la fe "por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo" (2ªPed.1:1-2). Pablo se refirió a Jesucristo con las palabras "el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos" (Rom.9:5). Muchos han tratado de cambiar el sentido de este último texto citado, incluso dándole una diferente puntuación; pero, tratando con honradez y sencillez la sintaxis de la oración, se ve claramente que Pablo, en este texto, designa al Señor Jesucristo como Dios en el sentido supremo. En 2ªCor.5:10, Pablo enseña que "es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo". Ese mismo pensamiento se expresa en Rom.14:10, en las palabras, según el texto crítico: "porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios."
3. JESUCRISTO ES JEHOVÁ.-. No solamente Jesucristo es
designado DIOS en el Nuevo Testamento, sino que también en el Antiguo Testamento es llamado SEÑOR, en citas donde la palabra -o el nombre usado- es JEHOVÁ. En la profecía de Zacarías, se dice de Juan el Bautista: "Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos" (Luc.1:76). Es obvio que Lucas entendió esta profecía como referida a Juan como precursor de Jesús. Pero Zacarías estaba refiriéndose a Mal.3:1, donde la palabra es "Jehová" y no "Señor". Así, "el Señor", cuyos caminos Juan prepararía, no es otro que ¡JEHOVÁ MISMO!
Pablo enfatiza fuertemente la profecía de Joel: "Todo aquel
que invocare el nombre del Señor, será salvo" (Rom.10:13). Es claro que en el contexto Pablo llama a Jesús "el Señor"; pero en Joel 2:32, dice: "Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo." En la referencia al juicio de los santos, en Rom.14:10, Pablo añade una cita de Is.45:23: "Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios." Que Jehová es el que habla en las palabras de Isaías es clarísimo por los versículos 24-25. Estos pasajes indican que Jesucristo y Dios -o Jehová- son "Uno y el Mismo".
¡Dios se manifestó en carne! Karl Bart, dice: «El hombre no
puede saber de sí mismo que Dios puede devenir encarnado o no. Solamente Dios sabe esto... Dios en su libertad hizo esto para limitarse a Sí Mismo y devenir encarnado.»