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Federico II de Prusia: modelo de déspota ilustrado

Federico II tuvo como principal objetivo el engrandecimiento de Prusia y de su propio


poder y puede ser considerado un modelo de déspota ilustrado. Tenemos que tener en
cuenta que el despotismo ilustrado supone el culmen del absolutismo. Las políticas
ilustradas podrían ser beneficiosas para el conjunto de la comunidad pero, en esencia,
pretendían acrecentar el poder monárquico y si entraban en colisión con este principio
no se adoptaban o se suspendían. Intentemos ver qué políticas para comprobar cómo
fue su despotismo ilusrado. También terminaremos comprobando las sombras que
generó esta forma de ejercer el poder.

En primer lugar, el monarca prusiano continuó con la política económica emprendida


por sus antecesores fomentando la agricultura porque era condición fundamental para
su política pronatalista. Necesitaba alimentar a una población creciente, pilar para
construir un Estado poderoso en el centro de Europa. Pero el crecimiento agrícola tenía
además una dimensión financiera, ya que podía sufrir una mayor carga fiscal con el fin
de aumentar los ingresos del Estado. La agronomía fue una de sus pasiones, en el siglo
de la fisiocracia. En la Prusia oriental promocionó la colonización de tierras, consciente
de que había grandes regiones asoladas después de la Guerra de los Siete Años, con
vacíos demográficos y núcleos urbanos arruinados. Para reconstruir estas vastas
regiones buscó inmigrantes fuera de Prusia. En Frankfort-on-Maine y en Hamburgo llegó
a reclutar unos trescientos mil inmigrantes, muchos de ellos holandeses y frisones. Eso
le permitió crear novecientas aldeas nuevas. La inmigración recibió incentivos por parte
del monarca con planes de repoblación forestal, irrigación de campos, aportación de
materiales para construir, distribución gratuita de semillas y exenciones del servicio
militar. Consciente de los avances agronómicos ingleses introdujo los piensos artificiales
para el engorde del ganado bovino no sólo por su dimensión alimenticia sino también
por el estiércol para el abono. Levantó silos para llenarlos de grano en previsión de los
años difíciles tanto por malas cosechas como por guerras. Federico impuso su autoridad
para que los nobles imitasen su política en sus tierras y dominios, especialmente en
Silesia. Sin lugar a dudas, todos estos esfuerzos tuvieron resultados porque el Este se
transformó en lo económico, además de la evidente germanización de los espacios.
Federico promocionó la producción textil en Silesia y de paños, gracias a la llegada de
artesanos franceses. También se atendió a las industrias de lujo como la porcelana, los
terciopelos y las sedas. Pero estas manufacturas necesitaban materias primas por lo que
hubo que introducir la sericultura y la cría de ovejas merinas. Otro de los ramos
manufactureros que se atendió fue el de la metalurgia. En este sentido se plantearon
fundiciones en Spandau, no muy lejos de Berlín. La hulla se explotaba ya en la región del
Ruhr.

En el plano comercial hubo una apuesta por la navegación fluvial. Se construyó el canal
de Bromberg, entre los ríos Vístula y Oder. También se hizo el canal Finow entre el Oder
y el Elba. En el comercio exterior se optó por crear una compañía privilegiada real, ya
que el capital lo aportaría el Estado. También se fundó el Banco de Berlín y se estabilizó
el thaler, la moneda prusiana. El despotismo ilustrado sentía pasión por las reformas
administrativas que pretendían crear un Estado fuerte y eficiente. Federico II ha pasado
a la historia como un eficiente administrador pero, en realidad no hizo grandes reformas

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en esta materia. Lo que pretendía era poder recaudar más para poder financiar sus
reformas militares encaminadas a la creación de un potente ejército, su gran pasión. En
1766 decidió poner al frente de la administración de Hacienda a un francés, Delahaye
de Launay. El nuevo responsable no varió la base fiscal típica del Antiguo Régimen que,
como es sabido, se sustentaba en el predominio de los impuestos indirectos, dadas las
exenciones fiscales de los estamentos privilegiados. En Prusia los principales impuestos
procedían de las aduanas, las tasas de las bebidas, y de los monopolios sobre el café y
el tabaco. Pero este tipo de imposición siempre era impopular y hubo protestas.

El despotismo ilustrado también planteó reformas judiciales encaminadas no tanto a


garantizar los derechos de los procesados, algo propio de las Revoluciones Liberales,
como a humanizar algunos aspectos que la Ilustración consideraba como impropios de
la civilización occidental. En el caso prusiano se suprimió la tortura y se plantearon
algunos cambios en el procedimiento judicial para que hubiera más equidad. Mandó
redactar un código pero la tarea se dilató en el tiempo y no se pudo aprobar en vida del
monarca.

En materia religiosa Federico II garantizó a sus súbditos la libertad de profesar el culto


que quisiesen, política tolerante que le permitió atraer a colonos y artesanos que
tuvieran problemas en sus respectivos países. Pero una cuestión era la libertad religiosa
y otra muy distinta la libertad de imprenta, por lo que la censura permaneció en vigor.
El despotismo ilustrado tuvo una especial preocupación por la educación. En Prusia se
estableció una legislación que hacia obligatoria la educación hasta la pre-adolescencia
pero eso exigía una fuerte inversión económica. No había maestros suficientes. En lo
que sí se progresó fue en enseñanza secundaria, ya que Federico II estaba muy
preocupado con la formación de los funcionarios. Fiel a su espíritu tolerante en materia
religiosa acogió a los jesuitas expulsados de Francia, conocedor de la valía pedagógica
de la Compañía. Por otro lado, impulsó la Academia de Berlín.
Federico engrandeció el ejército prusiano. Mirabeau, bien conocedor de esta materia
por un libro que publicó, llegó a decir que Prusia no era un Estado con un poderoso
ejército sino que había un ejército que ocupaba un Estado. En primer lugar, consiguió
más que duplicar el número de efectivos igualando la cifra a la del ejército francés. Una
parte de la tropa estaba compuesta por campesinos que podían volver a sus aldeas para
las tareas agrícolas de la cosecha. El resto eran voluntarios, siendo muchos de ellos
extranjeros, a los que se les permitía, además, poder trabajar en las manufacturas
cuando no estaban de servicio. Estas dos medidas permitían tener soldados satisfechos
y las tareas productivas no se veían alteradas con el consiguiente beneficio económico.
La oficialidad estaba compuesta por nobles. Se formaban en las escuelas de cadetes y los
superiores después pasaban a la Academia de Guerra de Berlín. Federico tenía muy claro que
sus oficiales debían tener este origen social porque solamente ellos tenían el sentido del honor
y porque el valor de las tropas dependía del de sus oficiales. El ejército prusiano se caracterizó
por una fuerte disciplina. El adiestramiento y entrenamiento del soldado era muy estricto y se
podía llegar al castigo físico con facilidad. Se puede afirmar que sí en algunas cuestiones
mientras que en otras se quedó en lo más superficial, agudizando un problema fundamental. El
territorio de Prusia aumentó a casi el doble. Se duplicó el número de habitantes pero las
reformas administrativas no fueron profundas. Federico fomentó el enriquecimiento de la
burguesía pero siempre impidió que tuvieran derechos políticos. Era algo propio del despotismo
ilustrado, una intensa contradicción que solamente las Revoluciones Liberales solucionaron.

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