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SEMINARIO BIBLICO GAMALIEL

NUEVO TESTAMENTO I Y LITERATURA LUCANA

Informe de Lectura del Libro Evangelios Sinópticos


Y Hechos de los Apóstoles

Autor: Joseph Auneau

Profesor: José Valera

Alumno: Daniel Mario Huamani Ledesma

Julio 2016
I .- LA PALABRA «EVANGELIO» Y SU CONTENIDO

Hablar de Jesús no implica compromiso mayor ni menor que hablar de Sócrates o de


Buda. Pero hablar de Jesucristo ya es diferente. Al juntar al nombre propio el título de
«Cristo», es decir «Mesías», se reconoce en un personaje histórico, Jesús de Nazaret, la
figura excepcional en quien ha tenido cumplimiento la larga espera de una humanidad en
busca de Dios.

JESÚS, ORIGEN DE LOS EVANGELIOS

Es preciso situar a Jesús en el comienzo de la historia de la génesis de los evangelios,


puesto que él es evidentemente la fuente primera. Su predicación y su vida originaron un
movimiento que sigue vivo en la actualidad, pero parecieron tan subversivas a las
autoridades de su época que le acarrearon la muerte. Si su historia hubiera terminado en
la tumba, a lo más habría suscitado alguna biografía que celebrara una figura modélica
del pasado. Pero si su historia ha engendrado una literatura tan inmensa es porque su
muerte no fue el término de su destino: sus discípulos afirman que Jesús vive más allá de
la muerte, que Dios lo ha resucitado. La fe en la resurrección de Cristo es para ellos la
buena noticia que da un sentido nuevo a su vida y los invita primero a predicar y luego a
escribir.

La resurrección abrió a los discípulos perspectivas nuevas sobre la acción y la


personalidad de Jesús; cambió por completo el modo de interpretar su vida. Es cierto que
para el creyente tal interpretación es un progreso hacia un mejor conocimiento de Jesús,
un descubrimiento de su verdadera personalidad y de los móviles profundos de su acción

EVANGELIO DE MARCOS

LA MANERA DE ESCRIBIR DE MARCOS

El griego del evangelio de Marcos no es el de la época clásica, ni tampoco el que hablaban


los letrados de su tiempo. Es el griego corriente (koiné) utilizado en la cuenca
mediterránea oriental en el siglo I de nuestra era.

LA COMUNIDAD DE MARCOS

El evangelio de Marcos nació en la Iglesia. Diversos grupos cristianos expresaron su


nueva fe y su voluntad de vivir siguiendo a Jesús; Marcos recogió sus tradiciones. El
mismo vivió en una comunidad, cuyas alegrías, sufrimientos y esperanzas compartió. Su
texto deja adivinar aspectos de aquella vida, que debió de ser muy rica.

UNA COMUNIDAD EN UN PERIODO DE CRISIS

En los años 60-70, Palestina y Roma experimentan graves trastornos. En Palestina, la


tensión no había cesado de crecer entre el invasor romano y los movimientos de
insurrección, a veces llamados «galileos» (Lc 13,1; Hch 5,37). La guerra judía estalla en
el 66. Se hace precisa la intervención de Vespasiano y de Tito para pacificar Galilea en
el 67. Al parecer, la comunidad de Jerusalén ha huido a Pella. Jerusalén cae en el 70. En
Roma, Nerón es emperador desde el 54. La economía y el comercio están modificando el
equilibrio social en beneficio de los caballeros y, sobre todo, de los libertos. Los senadores
tienden a ocupar una posición más de «dirección» que de «dominio». Dos
acontecimientos marcan el año 64: la devaluación del denario y el incendio de Roma.
Tras la muerte de Nerón, estalla la guerra civil (junio del 68 - diciembre del 69). Entonces
Vespasiano es proclamado emperador (69-79).
La comunidad cristiana experimenta las consecuencias de tales perturbaciones, tanto por
parte de los judíos como de los romanos. Hacia el 43-44, Herodes Agripa I mandó matar
a
Santiago, hermano de Juan (Hch 12,1). Con ocasión de un vacío de poder romano,
Santiago, el hermano del Señor, es ejecutado en el 62. Simeón lo reemplaza en la
presidencia de la
Iglesia de Jerusalén. En Roma, entre el 64 y el 67, tienen lugar los martirios de Pedro y
Pablo.
El evangelio de Marcos conserva las huellas de estos acontecimientos.
Da fe de la reacción de la comunidad cristiana ante la situación del momento: el capítulo
13, que tal vez desarrolla un pequeño apocalipsis en el que el emperador Calígula aparecía
con los rasgos del Adversario, se hace eco de la tensión de la época. En un clima de crisis
política y de trastorno cósmico, invita a los cristianos a vigilar con la certeza de la venida
del Hijo del hombre (sobre todo 13,24-27). El reino de Dios puede venir muy pronto (9,1).
Pero no hay que seguir a los falsos mesías que no dejan de surgir en tales períodos.
No tiene nada de extraño que un evangelio haya nacido en tales circunstancias. La
desaparición progresiva de los primeros compañeros de Jesús conduce a consignar con
mayor rigor el testimonio apostólico. Un grupo que experimenta una crisis profunda se
remonta casi espontáneamente a sus orígenes, en este caso al ministerio de Jesús, al
comienzo del evangelio.
Cuando sobre un grupo pesan amenazas exteriores e interiores, se deja sentir la necesidad
de coherencia: las tradiciones aisladas resultan insuficientes. La comunidad de Marcos
vivirá al escribir su propia historia. Su texto es una oportunidad de supervivencia.

LUGAR DE ORIGEN DEL EVANGELIO

Un «evangelio galileo»

La lectura según el espacio geográfico ha revelado una oposición entre Galilea y


Jerusalén. Se admite generalmente que Marcos subraya la importancia de Galilea en su
obra. De allí viene Jesús (1,9), es la patria del evangelio (1,14.39), el centro de difusión
de su fama (1,28). Jesús escoge allí sus primeros discípulos (1,16-20). La recorre en todas
direcciones, la abandona tardíamente para dirigirse a Jerusalén. Es en Galilea donde cita
a los discípulos después de la resurrección (14,28; 16,7).

El evangelio de la Iglesia de Roma

El evangelio de Marcos pudo ser escrito en Roma alrededor del 70, si es que no lo fue
para la comunidad romana. Establece una relación consciente con el ministerio de Jesús,
iniciado en Galilea, e incorpora numerosas tradiciones galileas. En todo caso, surge de
una comunidad en que la misión a los paganos es una opción preferencial.
TEOLOGÍA DE MARCOS

Marcos es evangelio, proclamación del reino, reconocimiento de Jesús, llamada a una


vida con Jesús.

DEL ACONTECIMIENTO PROCLAMADO AL TEXTO PROCLAMACIÓN

A diferencia de los otros sinópticos, Marcos presenta su obra como un «evangelio»; Mateo
escribe el libro del origen de Jesucristo, Lucas un relato ordenado. El vocablo, ausente en
Lucas, se encuentra 7 veces en Marcos, frente a sólo 4 en Mateo. Aun cuando el carácter
redaccional de algunos de los 7 versículos sea discutible, la utilización del término delata
la intervención de Marcos.
Su misión es proclamar el evangelio de Dios, es decir, el cumplimiento de los tiempos y
la inminencia del reino de Dios, e incitar, así, a la conversión y a la fe. Marcos se remonta
al comienzo de la predicación del evangelio o al principio que la funda.

EL REINO ANUNCIADO, INSTAURADO, ESPERADO

«Creer en el evangelio es reconocer y acoger a Dios que viene a instaurar su reino.»


El reino de Dios es en Marcos una noción-clave por dos razones:

a) Por su vinculación al evangelio: los dos términos están enlazados en la estructura


del texto. Su comprensión se precisa mutuamente. El reino aporta una dimensión
nueva a la existencia humana: manifiesta, en el horizonte, otra vida, exigiéndola
desde el presente y en el futuro. Actúa en la historia, aunque la ley de inminencia
no permite especular sobre la fecha de su definitivo establecimiento.
b) Por su vinculación a Jesús: la predicación de Jesús según Marcos se centra en la
inminencia del reino. Jesús revela su secreto a los discípulos (4,11); sólo se puede
entrar en él escuchando la revelación del Hijo del hombre (caps. 9 y 10); al final
se aguarda la visión del Hijo del hombre (Me 13). Jesús conduce al reino, el reino
conduce a Jesús.

JESÚS, AYER, HOY, MAÑANA

Jesús, Mesías, hijo de Dios

«Comienzo del evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios». (Me 1,1). El título de la obra
constituye el punto de arranque de toda reflexión sobre Jesús.

Revelación y secreto

a) Una dinámica de revelación.


Escoger nombres para Jesús es excluir otros que son erróneos o insuficientes. Si es el
Cristo, no es ni Juan Bautista ni Elias ni ninguno de los profetas (8,27-30). El tema del
nombre de Jesús estaba ya anunciado en el pasaje que abre el segundo acto (6,14), cuando
la suerte de Juan Bautista decapitado, a quien Herodes cree resucitado, sugiere lo que
sucederá a Jesús (6,16b). De este modo, el texto entero en su dinámica es revelación.
Jesús se manifiesta por sus actitudes y comportamientos, en todo lo que dice, en todo lo
que hace y también en los nombres que recibe. Marcos da coherencia a tradiciones que
presentan imágenes diversificadas de Jesús. La búsqueda de tal coherencia no puede
eliminar ningún elemento del texto.

b) Una tensión entre revelación y secreto.


La comunicación del mensaje encuentra numerosos obstáculos. Si Jesús revela el misterio
del reino a los que le rodean juntamente con los Doce, para los de fuera todo resulta
enigmático
(4,11). La incomprensión de los discípulos es un tema que corre a lo largo de la
argumentación. Jesús se retira a menudo con sus discípulos. Da consignas de silencio a
los demonios
(1,25.34; 3,12), a los enfermos que cura (1,44; 5,43; 7,36; 8,26), a los discípulos (8,30;
9,9). Se ha hablado de «epifanía secreta».

J. RADERMAKERS

EVANGELIO DE MATEO

El evangelio de Mateo no se hizo en un día. La alternancia sistemática que muestra entre


«palabra» y «acción» deja entrever una larga praxis litúrgica y catequética previa a su
redacción definitiva. El libro, en griego, tal como lo transmite la Iglesia, parece datar de
finales del siglo I de nuestra era, entre los años 80 y 90. En aquella época, sin duda, la
obra primitiva de Mateo, tal vez escrita primero en arameo —la lengua que hablaron Jesús
y sus discípulos—, adoptó la forma griega definitiva gracias al trabajo de los herederos
espirituales del apóstol, formados como él en los métodos catequéticos de las escuelas
judías.
El de Mateo es el más extenso de los cuatro evangelios si consideramos el número de
capítulos: 28, tantos como en los Hechos de los Apóstoles.

Gracias a la alternancia de «discursos» y «relatos», el evangelio de Mateo consigue


enlazar íntimamente la vida de la Iglesia con la de Jesús.

Mateo recurre con mucha frecuencia al tesoro de la Escritura y del judaísmo de su tiempo.
Se han contado en su evangelio 43 citas del Antiguo Testamento. Habría que añadir, por
lo menos, 89 pasajes que derivan directamente de la Biblia, sin contar las numerosas
alusiones discernidas en el texto. Con este proceder, el evangelista se inscribe en la
tradición de los rabinos, quienes, mediante una lectura asidua de los textos sagrados, se
impregnaban de la palabra de Dios hasta convertirla en clave para entender la acción de
Dios en el mundo.

El primer evangelio desarrolla una teología de la historia: Dios hace historia con el
hombre de una manera única y decisiva en Jesús, Cristo e Hijo de Dios. Al realizar Jesús
la alianza con su total sumisión a la voluntad del Padre, abre el futuro de la Iglesia y del
mundo al cumplimiento de las antiguas promesas y transforma el presente de los hombres
en esperanza para siempre.

La obra de Mateo sigue apareciendo, todavía hoy, como el «evangelio eclesial». No sólo
por ser el único que habla de la «Iglesia» (16,18 y 18,17), sino, sobre todo, porque su
composición literaria y su pensamiento teológico están modelados por esa realidad viva
del reino de los cielos que se acerca a los hombres. La teología de Mateo está
profundamente enraizada en lo humano: si Jesús da cumplimiento a las promesas
históricas del Dios de Israel, colma también las esperanzas enclavadas en el corazón de
su criatura, humanidad y cosmos.

FRANCOIS BOVON

EVANGELIO DE LUCAS Y HECHOS DE LOS APOSTÓLES

Lucas divide su obra en dos tomos, el Evangelio y los Hechos; así distingue más
claramente el tiempo de Jesús y el de los comienzos de la Iglesia.

Lucas es el más griego de los autores del Nuevo Testamento. Maneja con cierta elegancia
la lengua común hablada entonces; tiene la preocupación de hacerse comprender por unos
oyentes que no están muy al corriente de las tradiciones judías; el lector occidental
moderno encuentra fácil su lectura.

El evangelio de Lucas y el libro de los Hechos de los Apóstoles han sido escritos por el
mismo autor. A diferencia de los otros evangelistas, este autor se expresa personalmente
en el prólogo («me ha parecido bien...») y, bajo un «nosotros», en el libro de los Hechos
(Hch. 16,10-17; 20,5-15; 21,1-18; 27,1-28,16). Sin embargo, guarda el anonimato, a
diferencia de Pablo en sus cartas o de Juan en el Apocalipsis. Sólo se menciona el
destinatario de la obra, un tal Teófilo, a quien va dedicada.

La lengua de los evangelios, particularmente la de Lucas, se sitúa a medio camino de la


prosa clásica (siglo V y IV a.C.) y del griego moderno. Pertenece al habla común de la
cuenca mediterránea oriental del siglo I, instrumento de comunicación, alejado de los
esfuerzos de los puristas, nostálgicos de la belleza antigua, y próximo a las realidades del
habla popular (con sus vulgarismos) o de la lengua aprendida (el griego de los que tenían
otra lengua materna).
El descubrimiento, en el siglo XIX, de numerosos papiros antiguos hizo progresar nuestro
conocimiento de ese griego llamado koiné, es decir, lengua común.

LOS HECHOS DE LOS APOSTÓLES

Entre las reglas que los historiadores antiguos respetaban, hay una que nos interesa aquí:
conviene, decían, distribuir los materiales de acuerdo con un orden que distinga los
acontecimientos, pero asegurando su continuidad por sus interrelaciones. El final del
evangelio y el comienzo de los Hechos manifiestan el respeto de Lucas por esta regla.
Aunque se impone un corte entre la vida de Jesús y la suerte de su comunidad, se debe
establecer igualmente una concatenación entre ellas. El comienzo del libro de los Hechos
empalma así con el final de Lc 24, como los últimos versículos del evangelio orientaban
la atención hacia la misión cristiana.

PROPÓSITOS DEL AUTOR Y COMPOSICIÓN DE LA OBRA

Lucas es el único evangelista que formula su proyecto literario. El prólogo que redacta al
efecto (Lc 1,1-4) señala el esfuerzo de sus predecesores («muchos han emprendido la
tarea de componer un relato...», Lc 1,1) y, con ello, las fuentes que utiliza; indica el tema
de la obra («los hechos que se han verificado entre nosotros») y el modo de trabajar del
autor. Después de una investigación exhaustiva y meticulosa redacta una obra bien
estructurada («por eso yo también, después de investigarlo todo cuidadosamente, desde
los orígenes, he resuelto escribírtelo por su orden», Lc 1,3). La obra, dedicada a Teófilo,
va destinada a un público amplio (Lc 1,4).

TEOLOGÍA DE LUCAS

Lucas no hace explícitamente una obra teológica. No escribe un tratado doctrinal, ni un


compendio litúrgico. A su preocupación histórica y apologética podemos añadir el celo
misionero y la preocupación pastoral. Su teología se sitúa en el plano del proyecto
subyacente que orienta la narración.

EL AUTOR

Al presentar la obra, detectábamos las huellas que el autor ha dejado de sí mismo. Es un


hombre de la segunda o de la tercera generación que tiene el griego como lengua materna,
cristiano de orientación paulina, preocupado por la misión más que por la edificación,
buen conocedor del Antiguo Testamento, pero más asiduo lector de las profecías y de los
salmos que de la Ley; un pagano cristiano que, fiel a la enseñanza de los primeros teólogos
cristianos, se dedicó a la exégesis cristológica de las Escrituras; hombre de origen social
acomodado y cultivado (aunque no hay que exagerar su posición social ni su formación
intelectual); deseoso, a un tiempo, de facilitar la conversión de los de su ambiente y de
no ocultarles las renuncias que impone la fe; poco al corriente de la geografía de Palestina
y de las costumbres judías, pero conocedor de la cuenca del Mar Egeo.

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