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LOS PATRIARCAS
1) Abraham aproximadamente 1940 aC; Gen 12-15; 22 (Cita Bíblica, ideal que la busquen).
Vivía originalmente en Ur (Mesopotamia), de Familia nómade que con su esposa Sara, su padre Teraj y su
sobrino Lot parten a Jarán.
En Jarán (Gen 11,31) muere su padre, y en Gen 12 recibe el llamado de Dios para que peregrine hacia
Canaan. Como beduinos y caminantes del desierto, Abraham y su familia conducían sus rebaños y ganado menor
en busca de pastos.
En Canaán vive como nómade, no se establece. La sequía y el hambre asolaban frecuentemente en Canaán.
Por eso es natural que los nómades se dirigieran al fértil país de Egipto. En una ocasión (Gn 12,10ss) se encontró
entre ellos, pero después vuelve a Canaán. Su historia gira en torno a la obediencia a Dios y a su descendencia.
Abraham busca descendencia jurídicamente válida por la esclava de Sara: Agar. Si la esposa no puede tener hijos,
Sara tiene que entregar una esclava a Abraham. Pero Dios no acepta a Ismael (hijo de Abraham y Agar) como hijo
de la descendencia. Ismael con Agar se van al desierto, donde surgen los ismaelitas (árabes actuales, origen de la
paternidad de Abraham del mundo musulmán).
Isaac nace cuando Abraham tiene 100 años. Sara también tiene mucha edad.
El conocimiento de Dios en la época de los patriarcas se identifica con el temor de Dios, o sea con la
obediencia (Gn 22,12). Puesto que todo se basa en esto, es necesario poner a prueba su fidelidad a Dios frente a las
dificultades. A Abraham se le da una prueba muy dura, para ver si es capaz de sacrificar no sólo a “su único hijo, al
que ama” (Gn 22,2) sino también la promesa que en él está implicada, promesa que venía de la voluntad libre de
Dios.
Acá se abre un camino a la pura y ciega obediencia, se establece aquí el comienzo evidente de la historia de
la revelación. El hombre sirve a Dios cuando hace de su voluntad un recipiente de la voluntad absoluta (cf.
Balthasar AT p199; Gn 22,1-19). AT = Antiguo Testamento / Gn = Génesis, libro de la biblia.
A la muerte de Abraham sólo existe un hijo y una tumba para su familia (Macpelá) (Gn 23). Siendo que se
le había prometido una descendencia y mucha tierra.
Agar-Abraham = Ismael
Sara - Abraham= Isaac
Isaac-Rebeca= Esaú y Jacob
Jacob:
-Zilpá (esclava de Lía) = Gad (este) y Aser (norte)
-Lía (esposa): Rubén (este); Simeón (mitad); Leví (sin tierra); Judá(sur); Iscar (norte); Zabulón (Norte).
-Raquel (esposa): José (sin tierra); Benjamín (sur).
-Bilhá (esclava de Raquel): Dan (sur, después norte); Neftalí (norte).
Estos 12 hijos de Jacob son el origen de las 12 tribus de Israel. Si se hace una lista de las tribus y se
compara con los territorios se ve que no hay una tierra de José ni de Leví (Sal 15: “el Señor es mi heredad”), Leví
se dedica al servicio del templo, con él nace los sacerdotes que serán siglos después los que pedirán la muerte de
Jesús.
Pero José tuvo dos hijos (Efrain y Manases) así hay 12 tribus y 12 territorios.
Jacob se casa dos veces. En principio quiere casarse con Raquel (hija de Labán), pero éste lo engaña y lo
casa con Lía; luego vuelve y por 7 años de trabajo recibe a Raquel. En total tiene 12 hijos.
Lugares en que circula Jacob: Samaría (Palestina) y Galaad.
a) Abraham: fe ciega, dócil a Dios. Se le promete descendencia abundante y sólo tiene un hijo; se le promete una
nación y sólo es un peregrino sin patria. Renuncia al Yo, es el creyente que debe poner toda su confianza en Dios.
Rom 4: Abraham confió en Dios y eso le valió como justificación.
b) Jacob: es el hombre pleno y realizado, tiene 12 hijos, se enriquece. Muere en Egipto, con uno de sus hijos
siendo visir (primer ministro) de Egipto.
Luchador casi irreverente frente a Dios, pelea con el Ángel de Dios, toda la noche para arrebatarle la bendición. Es
el creyente luchador, activo y dinámico.
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La forma más antigua de la historia patriarcal nos fue transmitida en la frase inicial del antiguo credo de
_Deuteronomio- Dt 26,5. Aquí se habla con estilo lacónico del “arameo errante”, que bajó a Egipto y se hizo un
gran pueblo. El arameo es Jacob. Entre esta redacción tan sencilla y breve y la forma que actualmente tiene la
historia de los patriarcas en el Génesis, se extiende un largo camino en la historia de la tradición, cuyas principales
etapas pueden reconstruirse de manera aproximada.
El Dios que domina todos los acontecimientos de la historia patriarcal es Yahvéh; un anacronismo desde el
punto de vista histórico, pues los antepasados premosaicos de Israel, no conocían todavía la religión yahvista;
incluso el tardío documento sacerdotal sabe que la revelación del nombre de Yahvéh en el período mosaico,
significó un corte profundo con el pasado y el comienzo de una nueva era (Ex 6,2s.). Los antepasados de Israel
anteriores a Moisés se hallaban ligados a otras formas culturales; adoraban al “dios de los padres”, aún así, este
culto tan antiguo tenía cierto parentesco con la religión yahvista posterior -en particular porque también ella unía la
divinidad con las personas y no con determinados lugares. (vR1,218-220).
La promesa de los patriarcas posee en José e Isaac un doble contenido: la posesión del país de Canaán
y la descendencia innumerable. Es frecuente hallarlas juntas, como si fueran una fórmula fija; también puede
ocurrir que en un complejo narrativo aparezca sólo una de ellas (Gn 12,3.7; 13,14-16, y siguientes). Una visión
global de todas las citas nos muestra que la promesa de la tierra supera en importancia a la promesa de llegar a
ser pueblo. El Dios de los padres prometió a los antepasados de Israel, que vivían en sus tiendas junto a las
fronteras de la tierra de cultivo, la posesión del país y una numerosa descendencia -posteridad-. En ningún otro
texto aparece esto tan claro como en la antiquísima narración de la alianza con Abraham, Gn 15,7s., una tradición
casi intacta que parece provenir de aquella época tan remota.
El documento sacerdotal le añadió además una orientación nueva: la revelación del Sinaí 1. En efecto, Dios
no sólo prometió a los padres un país y una posteridad; también les prometió ser su Dios y el de sus descendientes,
poniéndoles así ante la perspectiva de una relación particular consigo mismo (Gn 17,4-8.19; Ex 6,4-7). El “yo seré
vuestro Dios” es, sencillamente, el primer miembro de la fórmula de la alianza sinaítica que, más tarde, rezará: “yo
seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (Ex 6,7; Dt 26,17s.; 29,12; 2 Sam 7,24; Jer 7,23; 11,4s.; Os 1,9;
etc.). Ahora bien, Israel se convirtió en pueblo de Yahvéh mediante la revelación de sus mandamientos y la
institución del culto legítimo.
No cabe la menor duda de que en el fondo de las narraciones sobre Abraham se oculta el problema de la fe,
aunque el término “fe” sólo aparece una vez. Creer significa en hebreo “apoyarse en Yahvéh”. Pero el objeto hacia
el cual Abraham orienta su fe es, como casi siempre ocurre en el AT, una realidad futura. Yahvéh expuso su plan
histórico a Abraham (Gn 15,5), éste lo aceptó como una cosa real y en ella “se apoyó”. En esto consistió su fe 2.
La historia de José es una narración didáctica de tipo sapiencial. Desarrolla un cuadro imponente de
extravíos mundanos, una serie de conflictos cada vez más agudos. Pero no se cae en una visión pesimista de la fe
en el destino como en la tragedia griega, pues la historia de José es una historia típica de guía divina. Real, clara y
precisa de cómo son las emociones, sentimientos, debilidades humanas, el devenir de los pueblos.
Dios mismo dirige todo para su bien; envuelto en el secreto más profundo, utiliza todas las intrigas
humanas para realizar sus planes, es decir, “para salvar la vida de muchos” (Gn 45,5; 50,20). Pero, esta guía divina
no fue simple emanación de la providencia universal de Dios, sino una parte de la voluntad salvífica particular que
Dios había dedicado a los antepasados de Israel (Gn 50,24). Al mismo tiempo, la historia de José muestra cómo el
1 Quizás se puede ver este aspecto como la promesa de la amistad que Yahvé promete a Abraham; y junto con la promesa de la
tierra y de la descendencia tendríamos tres promesas.
2Ver en un diccionario bíblico el concepto “fe” en el AT.
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dolor purifica sus personajes. Así, impresionado por la guía salvadora de Yahvéh, José perdona a sus hermanos;
pero, como indicaron las pruebas temerarias que éste les impuso, los hermanos también habían cambiado durante el
intervalo.
La historia del “sacrificio de Isaac” supera todas las tentaciones precedentes de Abraham y penetra en el
ámbito de las experiencias extremas de la fe, cuando Dios se presenta ante el hombre como el enemigo de su propia
obra cuando se oculta de una manera tan profunda, que el abandono en Dios parece ser el único camino abierto
hacia el cumplimiento de la promesa. De hecho, con la orden de sacrificar a Isaac (Gn 22) parece como si Dios
quisiera aniquilar por completo la promesa que le había reiterado una y otra vez. En Isaac se encerraban todos los
bienes salvíficos que Dios habría prometido a Abraham. Israel vivió experiencias semejantes en su historia con
Yahvéh y en esta narración expresó el resultado de tales experiencias: Israel debe saber que en estas situaciones en
las que Dios parece contradecirse hasta lo insoportable, es donde Yahvéh pone a prueba su fe. Este es el “desierto”
auténtico de la narración, y no los residuos de la sustitución del sacrificio de un niño con una ofrenda cultual.
Dios actúa preferentemente con los patriarcas a través de una guía silenciosa. La ausencia del elemento
guerrero, más aún, la actitud “pacifista” de toda su existencia, siempre ha llamado la atención. Pues bien, también
esto es una consecuencia de las condiciones históricas y culturales, ya que los patriarcas no eran un pueblo, sino
pacíficos nómadas de ganado menor.
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