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UNA PLANTA CARNIVORA

Radioteatro inspirado en Romeo y Julieta


Por Patricia Suárez

Escena 1
Relator
Hace sólo un día que Julieta conoció a Romeo. Estaban en una fiesta y él hizo, hizo,
hasta que la besó. Y ella se dejó hacer, besarse. Ya saben cómo son estas cosas: él iba
buscando una cosa distinta y se topó con el amor. Como un gato, llega de la nada
cuando uno está distraído. Para quienes tienen la suerte de no haberse enamorado nunca,
sepan que el amor es como una planta carnívora, que sólo desea hacer el mal. Echa
raíces profundas, se emperra en crecer, cuanto más dura es la dificultad más crece, más
se arraiga. Aquí, en esta historia, la dificultad era el odio acérrimo entre dos familias:
los Capuleto y los Montesco en la ciudad de Verona. Unos y otros se mataban como
moscas, el último en caer fue Tibaldo Capuleto a manos de Romeo Montesco. Que, ya
saben, Romeo está perdido de amor como una gata vieja… Hasta tramó con Julieta una
boda secreta…
Vean todo esto.
Vean lo que pasa en nombre del amor.
Ruidos de puerta que se abre.
MADRE: Julieta, vengo a que sepas una decisión de tu padre.
NODRIZA: Qué hombre sabio es el papá. Me acuerdo que nos tomó a su servicio;
éramos mi marido -en paz descanse- y yo. Todavía no había nacido mi pobrecita
Susana… Tendría hoy tu edad, Julieta.
JULIETA: Cuál, ahora?
MADRE: Vas a casarte con el Conde Paris
JULIETA (interrumpe): Todavía no dije que sí.
MADRE: Eso a tu padre no le importa. Vas a casarte con el Conde Paris el jueves. Iba a
ser el miércoles, pero tu padre que es muy respetuoso de las fechas, prefiere un día más
de duelo por la muerte de Tibaldo.
JULIETA: Pero no quiero casarme. No ahora y no con el Conde Paris.
MADRE: Ya te dije que eso no le importa a nadie. Yo a tu edad ya era tu madre; ¿te
pensás que yo quería casarme? Mi difunto papá me dijo: Inés, te llegó la hora. Después
me entregó a tu padre y fuimos muy felices juntos. Pero me dijo Inés, te llego la hora;
como si fuera el matarife y yo fuera al matadero. Temblaba el día que me casé. Todas
las recién casadas tiemblan.
NODRIZA: Lo que dijo mi marido en paz descanse a mi Susana cuando se cayó en el
huerto y se rompió la frente: ¿Llorás porque te caíste de frente? Cuando seas grande te
caerás de espalda…!
MADRE (interrumpe): Y fuimos felices juntos tu padre y yo. Todo lo feliz que se puede
ser, fuimos felices. Vos lo serás también, porque el Conde Paris te deja elegir uno de sus
palacios para vos sola que será tuyo si quedaras viuda, siempre que no cambies de
estado.
NODRIZA: Cuál palacio? El que da al río Adigio?
JULIETA: El Adigio está por todas partes y además huele mal.
MADRE: Te tapas la nariz y vives como una princesa de los cuentos en el palacio de tu
esposo. Todo el vellón de lana que quieras, él te dará. La primera cama, la fuente de
plata, las copas de plata ribeteadas en oro, trece sirvientes que serán esclavos tuyos. Las
joyas que él te de durante todo tu matrimonio serán tuyas para siempre y serás dueña de
heredarlas a tus hijos o quedártelas, si él muere antes. ¡Qué más me gustaría a mí
casarme de esa manera! ¿A que a vos no, Nodriza?
NODRIZA: Yo? ¡Ya estaría hincada en el suelo dando gracias al Señor por brindarme
tal fortuna!
MADRE: Tu padre velará por ti, que sos la luz de sus ojos.
NODRIZA: Su ojito derecho.
MADRE: Te dotará con dos bolsas de ducados de oro y con el menaje. Aunque ya se
sabe que con el Conde Paris no necesitarás menaje, pero andando como anda el mundo
nadie sabe qué ocurriría si él muere antes y no tenés seguro de viudedad.
NODRIZA: Usted tiene seguro de viudedad, señora?
MADRE: Qué te importa, vieja metida?
NODRIZA: La dote suya cuál fue.
MADRE: Piojos fueron mi dote. El vestido de la boda comido por la polilla. El crucifijo
de oro falso. ¿Estás contenta, Nodriza? Mi dote fue peor que la tuya, fue miserable. Y el
contrato, el contrato de boda decía que el padre de ésta sería mi dueño y señor hasta mi
último día. Pero fuimos felices, no tanto al principio, porque yo no sabía cómo
complacerlo con los asuntos de la carne. El amor está mal porque engendra deseo, pero
a él le importaban dos pimientos si el amor estaba bien o estaba mal, él quería a cada
rato.
JULIETA: ¡Madre!
MADRE: Tapáte los oídos si no querés escuchar.
NODRIZA: Hoy tenés un ataque de vergüenza y despues tendrás vergüenza todos los
días. ¡Todos los días si el esposo quiere!
MADRE: Nodriza, preparále el vestido de boda. Lo más lujoso que tengamos en los
arcones. El padre llamó a veinte cocineros para el banquete nupcial y vendrán músicos a
tocar de los pueblos vecinos, porque los de aquí no son de fiar, que ven una jarra de
vino y pierden la cabeza. Se emborrachan antes de tomar, a la vista de la jarra, de la
pura alegría de todo el vino que se irán a tomar después. Y después no hay cuerda que
puedan templar…
NODRIZA: Qué generoso es mi amo!
MADRE: Mucho.
JULIETA: Madre, yo quiero casarme con alguien a quien ame.
MADRE: Esas ideas modernas no son cristianas. El amor está muy mal porque
engendra el deseo, y alguien con deseo no puede honrar a nuestro Señor Jesucristo.
JULIETA suplicante: Madre, ya sé quién es el hombre con el que me quiero casar.
MADRE: san Sebastián. Todas las chicas se enamoran de San Sebastián. Te recuerdo
que tu padre me dijo que si querés entrar de monja, no te dará ni mierda de dote.
Tendrás que ser una de esas monjas esclavas, descalza, que tienen acarreando ollas por
todo el convento…
NODRIZA: Las monjas no saben cuál es el dulce de la vida. Las monjas se caen de
frente pero nunca se caen de espaldas. Aunque dicen que hay algunas…
MADRE: Chito. No hablar mal de la santa iglesia previo a la boda de mi hija.
JULIETA: No me voy a casar.
MADRE: Por mí, lo que digas, como si pasara el viento. La Nodriza te prepará los
vestidos, te prepará el ajuar.
Relator
Después de estas palabras la Madre dejó los aposentos de Julieta. La chica quedó muy
apesadumbrada. La planta carnívora del amor también la devoraba a ella y estaba
dispuesta a presentar batalla antes que casarse con el Conde Paris contra su voluntad.

Escena 2
Relator:
Julieta tiene a medio poner su vestido de boda; su boda será al amanecer del día
siguiente. Fino brocado bordado de oro y está cargada de las alhajas con que la dotó su
padre. La Nodriza está tan contenta como si se casara ella. Supone que Julieta la llevará
a vivir con ella al Palacio del Conde. Julieta tiene un plan y en el plan no entra el
Conde.
JULIETA: Esta noche me tenés que ayudar a escaparme.
NODRIZA: No…
JULIETA: Sabés bien que estoy casada en secreto con Romeo.
NODRIZA: No estoy de acuerdo.
JULIETA: Harás lo que yo te diga porque yo soy la señora y vos sos la sirvienta.
NODRIZA: Vos sos una mocosa engreída que si fueras mi Susana ya le habría dado de
palos para corregirla. Y después de los palos, todas las noches arrodillada sobre sal
gruesa pidiendo perdón por las groserías.
JULIETA: Nodriza, tenés que ayudarme a escapar. Te lo suplico; mi boda con Romeo
es válida a los ojos de Dios; el fraile fue el testigo y quien… Lo nuestro fue un
casamiento a furto. Sólo tenemos que estar juntos y pedir a
NODRIZA: Yo también tuve catorce años. Perdón, trece. Y a los trece años yo también
amaba. Pero obedecer a padre y madre es el primer mandamiento. Además Romeo no te
quiere.
JULIETA Cuánta mentira.
NODRIZA: Lo oí por ahí. El día de la mascarada vino por tu prima.
JULIETA: Cuál prima?
NODRIZA: La que tiene cara de caballo.
JULIETA: Todas tienen cara de caballo.
NODRIZA: La que es dos años mayor que mi difuntita Susana… A ver, si Susana nació
para la fiesta del pan…
JULIETA: Rosalía.
NODRIZA: Esa. Rosalía, estaba loco perdido por tu prima Rosalía. Por qué enrojeces?
La seguía por todas partes, le cantaba canciones de amor, no las otras que cantan los de
la cocina cuando se chupan. La madre de Romeo, la señora Montesco, estaba
desesperada. Porque el chico no le comía, no le dormía, no volvía a la casa. Me contó
Mercucio, el amigo, cuando vivía, que la señora Montesco hasta había pensado en
mandar a matar a Rosalía. Por eso de muerto el perro se terminó la rabia. Y estaba en
eso, que si la mandaba matar, que si lo mandaba al hijo al extranjero… Ahí justo
apareciste vos.
JULIETA: Nada de lo que decís es cierto.
NODRIZA: Podés averiguar.
JULIETA: No te creo nada.
NODRIZA: Te disfrazás de sirvienta y vas al palacio de los Montesco como quien no
quiere la cosa y te informás. De quién estaba enamorado el pisaverde del hijo? El padre
y los suyos lo llaman en chiste el viceversa, porque desde que es chico quiere una cosa y
luego quiere la otra. Que la Rosalía, que la Julieta. Quién vendrá después?
Un largo silencio
Relator:
Julieta cayó en la cama, pálida y muda. El dolor le sacaba el corazón fuera del pecho y
lo secaba como a una aceituna.
Sonido del viento que pasa fuerte.
JULIETA: Lo decís para que me case mañana con el Conde Paris, por despecho.
NODRIZA: Matar de celos a un hombre es la manera mejor de matarlo. Después, una
vez casada, cuando pase la furia del recién casado, tomás a este muchachito Romeo por
amante y lo agrio se vuelve dulce.
JULIETA: Eso es un pecado.
NODRIZA: Y para qué está el sacramento de la confesión sino es para pecar y luego ser
perdonado, Julieta? Piensa, piensa. Julieta.
JULIETA: Muy bien. Voy a cerciorarme de que lo que dices es cierto. Iré al palacio a
entrevistas a la señora Montesco. Después romperé mi compromiso con ese patán ese…
NODRIZA: Calavera.
JULIETA: Eso, no me salía.
NODRIZA: Prometéme que volverás antes del amanecer.
JULIETA: Lo haré.
Relator:
Así que la Nodriza se ocupó a las apuradas de vestir a Julieta de mendiga. La vistió de
vieja que vendía manzanas del bosque y venía del bosque, precisamente a venderle a la
señora Montesco. La tarea de espía de su amante a Julieta se le antojaba una aventura
completa. Tal vez porque le atraía el teatro, la historia de ser la vieja bruja y vendedora
ambulante, la puso contenta. Cuando uno tiene trece años las plantas carnívoras del
amor a veces tragando frambuesas por error.
Y Julieta escapó por el balcón.
NODRIZA: Ojo al caer, no me aplastes los tiestos con la alegría del hogar que este año
creció tan linda…
JULIETA: Adiós, Nodriza, adiós.
Relator:
Julieta llegó al palacio de los Montesco pero vio que estaba estrechamente vigilado.
Corroída por los celos y el despecho marchó a la ermita del fraile a pedir explicaciones
sobre la conducta amorosa de Romeo. A fin de cuentas, ella no era más que una joven
burlada más en la historia de ese muchacho. Tuvo la sensación de estar viviendo otra
tragedia, don Juan Tenorio, y no la de amor puro y eterno que había sido escrita para
ella, por ella. El fraile la recibió con los brazos abiertos, le aseguró que ella era la
protagonista de su propia historia, frase que quiere oír toda doncella y que Romeo la
amaba más que a su vida. Después le propuso lo del veneno que la dormiría 42 horas; y
ya saben ustedes cómo siguió esta historia.
Música romántica.
JULIETA: Me convencí de que Romeo me quería a mí sola. (Piensa) Cuando bebí del
frasquito el veneno hasta el final, pensé que capaz que el Conde Paris no hubiera estado
tan mal. No sé; fue tan cariñoso siempre. Otro primo mío que no vive en Verona
también se hubiera casado conmigo. Me gusta todo en él menos que sea pelirrojo.
¡Todos me gustan y eso no puede ser! Tengo catorce años, ¿qué quieren que haga?
MADRE: Los placeres violentos tienen finales violentos y su triunfo es su propia
muerte. Mi hijita estaba prendada de ese zoquete de los Capuleto. Ahora, el Príncipe
mandó que de aquí en más las familias sean amigas; el amor es más poderoso que la
muerte, dijo él. Eso yo no lo sé.
Las campanas doblan a muerto.
Fin del radioteatro Una planta carnívora

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