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Si repartiéramos toda la deuda entre los habitantes del planeta cada uno de
nosotros deberíamos 21.866 euros. Para hacernos una idea, en el Estado español el
salario medio anual más habitual es de 16.500 euros. Para los trabajadores de
países los coloniales o semicoloniales esta cantidad supone varios años de trabajo.
Se trata del mayor nivel de endeudamiento desde el final de la II Guerra Mundial, y
es un 12% mayor que el logrado en 2009, el peor año de la crisis.
La deuda media del conjunto de los países imperialistas alcanza el 105% de su PIB.
Un tercio de ellos deben como mínimo el equivalente al 85% del tamaño de sus
economías. Esto es tres veces más que en el año 2000. Pero hay casos peores. El
Estado español roza ya el 100% y está sometido a la intervención de la UE para
reducir los niveles de deuda en base a recortes sociales. La economía italiana
tiene una deuda bastante superior, el 131,5% de su PIB y está a la espera de
acometer el correspondiente ajuste que todavía no se ha producido. En su caso, a
diferencia de la deuda española, la mayoría de su pasivo está en manos de capitales
italianos.
Los gobiernos para evitar la recesión pisaron el acelerador dopando a las economías
con grandes incrementos de crédito, lo que se ha denominado políticas monetarias
laxas. Pero los riesgos son enormes, puesto que cada vez se necesita más préstamos
acumulados para lograr un punto de crecimiento del PIB. Pero lo que en realidad se
consigue es incrementar las futuras burbujas especulativas que es dónde se obtienen
mayores niveles de beneficio capitalista.
Hay que recordar que la FED ya lleva tiempo retirando de su balance la compra de
bonos públicos, con además incrementos de tipos de interés constantes, aunque
todavía suaves. Mientras el BCE continúa comprando deuda soberana -empezó más tarde
que la FED- pero ha bajado las compras a la mitad -30.000 millones mensuales- y ha
anunciado su retirada el próximo mes de septiembre.
Además, comienza a cobrar fuerza, entre los propios analistas capitalistas la idea
de que la economía mundial lleva ya un período largo de crecimiento -absolutamente
desigual por otra parte y que los trabajadores apenas han percibido- y que nos
podríamos encontrar en las últimas fases del ciclo de crecimiento.
De darse una relantización importante o incluso una nueva recesión, sería muy
complicado utilizar herramientas “anticíclicas”, puesto que apenas habría márgen
para incrementar el gasto público y bajar tipos de interés. Por eso, la receta del
FMI está siendo la de que los países incrementen el colchón a través de la
reducción del déficit, lo cual desemboca en lo mismo: más recortes para los
trabajadores y las clases populares que continúan pagando la crisis y su
recuperación.