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1
Un estudio de comienzos de ésta década, a cargo de un equipo del Instituto Federal Suizo de Tecnología,
reveló un núcleo de 1318 empresas transnacionales con propiedades interconectadas. Cada una de las 1318
tenía vínculos con dos o más empresas y en promedio ellas estaban conectadas con otras 20. Es más, a pesar
que ellas representaban un 20% de las ganancias operativas al nivel mundial, las 1318 parecen
colectivamente poseer a través de sus participaciones la mayoría de las blue chip y de las firmas
manufactureras más grandes a nivel mundial (la economía “real”), que representan más de un 60% de las
ganancias globales. Cuando el equipo fue más allá en el desenredo del entramado patrimonial, se encontró
fuertemente encauzado a seguirle la pista a una “súper-entidad” de 147empresas, aún más estrechamente
unidas –la totalidad de su propiedad estaba en manos de otros miembros de la súper entidad- y que
controlaba el 40% de la riqueza total de la red. “En efecto, menos del 1% de las empresas fueron capaces de
controlar el 40% de toda la red”, contaba uno de los investigadores. La mayoría fueron instituciones
financieras. El top 20 incluye a Barclays Bank, JPMorganChase & Co, y The Goldman Sachs Group. En: New
Scientist – Physics & Math, Edición de la Revista 2835, pp. 8-9
Isabel I, se prohibía la salida del oro y la plata, de la lana sin elaborar,
se arrojaba a los mercaderes de la Liga Hanseática desde sus puertos,
etc.2), que con su pretendido revival denominado “Neoliberalismo”
parece confundir hoy a la izquierda en su conjunto, se vio superado a
principios del siglo pasado por la nueva fase imperialista. A este
respecto, Lenin nos ilustra sobre el particular recordándonos que Marx,
en su magistral obra El Capital, “había demostrado con un análisis
teórico e histórico del capitalismo, que la libre competencia engendra la
concentración de la producción, y que dicha concentración, en un cierto
grado de su desarrollo, conduce al monopolio”3. A continuación remata
con la conclusión siguiente: “La aparición del monopolio, al concentrarse
la producción, es una ley general y fundamental de la presente fase del
desarrollo del capitalismo”.
2
Jorge A. Ramos; “Historia de la nación latinoamericana”; Buenos Aires, 1988.
3
V. I. Lenin; “El imperialismo, fase superior del capitalismo”; Editorial Cartago, Argentina; 1960; tomo III, p.
736.
4
Nicolai Bujarin; “El imperialismo y la economía mundial”; Cuadernos de Pasado y Presente; 1971; página 97.
la brecha. Es un vocablo propio de la lengua de los señores, de los
amos, de los patrones.
5
Ludwig von Mises: “Liberalismus” (1927); Academia Verlag Sankt Augustin, 1993, p.24.
6
Louis Baudin: “L’Aube d’un Nouveau Libéralisme”; Genin, 1953
7
Egon Nawroth: “Die Sozial-und Wirtschaftsphilosophie des Neoliberalismus”; Heilderberg: Kerle, 1961.
8
Ibídem.
9
Alfred Schuller y Hans Krusselberg: “Conceptos Básicos sobre el orden Económico”; Barcelona: Ediciones
Folio S.A., 1997, p. 97.
Uno de los áulicos de la etapa de transición imperialista actual y
miembro de la Sociedad Mont Pelerin (que fundaran los héroes
neoconservadores Hayek, Friedman, von Mises, etc.), plantea que otros
se apropiaron y corrompieron el término “Neoliberalismo”. Se queja él
de que: “(…) el ‘neoliberalismo’ es utilizado para caracterizar cualquier
propuesta, política o gobierno que, alejándose del socialismo más
convencional, propenda al equilibrio presupuestal, combata la inflación,
privatice empresas estatales”.10 Le preocupa que: “Probablemente son
muy pocas las doctrinas que, como el liberalismo, hayan perdido tantos
términos a manos de sus enemigos en el debate político”.11
Ahora bien, con justa razón nos podrían cuestionar, ¿pero son tantas y
tan graves las consecuencias de denominar “Neoliberal” a la actual fase
transición imperialista? ¿Para qué nos vamos a poner tan
fundamentalistas y fijados en los conceptos?
Y es que casi nos sentimos tentados a afirmar que esta creatura del
“neoliberalismo” sea un arma tipo “Caballo de Troya”, la cual, luego de
serle apropiada de manos de sus creadores e ideólogos del gran capital
por sus supuestos “enemigos” de clase, expide su falsario contenido a
10
Enrique Ghersi: “El mito del Neoliberalismo”; Revista CEP 95 (invierno 2004), p. 307.
11
Ibídem, p. 311
este lado de los contendores, debilitando y confundiendo nuestra
praxis?12 Nos preguntamos: ¿Cómo es posible que un eufemismo,
arrebatado a los teóricos del capitalismo contemporáneo, que oculta la
realidad concreta y los medios correctos para su transformación, haya
pasado a convertirse en el habla cotidiana en un término corriente para
definir irrealidades y supuestas consecuencias de estas? Creemos que la
respuesta a tamaña impostura proviene desde dos vertientes, no
incompatibles entre sí: primero, la derrota política de los movimientos
populares en los “70s-“80s (inclusive ideológica en algunos casos), la
que provocó, entre otras lamentables secuelas, una carencia de
propuestas tal que se llegó a apelar sin reparos al lenguaje del enemigo
para dar cuenta de las nuevas condiciones; en otras palabras, había que
operar inclusive en el plano del prejuicio cognitivo y tolerar la
desinformación. La otra fuente, con raíces aún más antiguas, deviene
del inveterado y mesiánico deseo de parte del ala reformista y
socialdemócrata de la izquierda por encontrar a una legendaria
burguesía “nacional y progresista” que lleve a cabo las tareas de la
revolución democrático burguesa, la cual -juran ellos muy orondos-
debe ocurrir primeramente antes de poder pasar a preparar las
condiciones de la revolución proletaria, por lo que le es muy conveniente
identificar a un enemigo “neoliberal” que le brinde la oportunidad de
levantar frentes ‘antineoliberales’, donde poder aliarse con esas
imaginarias fracciones burguesas “progresistas” y ahora
“antineoliberales”.
12
Veamos estas supuestas “aclaraciones” del extinto Movimiento por las Asambleas del Pueblo: “nos
parece profundamente equivocado desconocer la categoría neoliberal, lo que nos permite un diagnóstico
más certero y preciso del sistema capitalista vigente” (¿qué tal? Las negritas son nuestras). Y esta otra, de
tautología pura: “Después de la derrota sufrida por el movimiento popular y revolucionario con la instalación
de la Dictadura y posteriormente con los acuerdos superestructurales que mantuvieron y
perfeccionaron el sistema de dominación (capitalista neoliberal y autoritario) que permanece hasta
nuestros días, significó el fortalecimiento de la propuesta capitalista neoliberal”. En: “Cuenta a la segunda
asamblea nacional del MPT”; en MPT-Comunicaciones, febrero 2010.
“… Línea de demarcación teórica entre las ideas verdaderas y las ideas
falsas, y línea de demarcación política entre el pueblo (…) y los
enemigos del pueblo.
“… en la lucha política, ideológica y filosófica, las palabras son también
armas: explosivos, calmantes y venenos. Toda la lucha de clases puede
a veces resumirse en la lucha por una palabra o contra una palabra”.
Luego de tales supuestos, los m-t pasan a las propuestas para superar
la crisis estructural que afectaba al capitalismo y sentando las bases
político-ideológicas de la nueva etapa del CMF, lo que implicaba imponer
importantes modificaciones en la política económica de los Estados
nacionales. Las recomendaciones se resumen en los siguientes
planteamientos, que en su conjunto corresponden a un enfoque
“Monetarista” más moderno: 1.- Considerar el crecimiento económico
como el objetivo prioritario de la política económica; 2.- Ese crecimiento
sólo es alcanzable en el largo plazo sí en el presente se consigue que los
capitales financieros puedan fluir con facilidad y sin restricciones desde
las áreas de menor a mayor rentabilidad, a lo largo y ancho del orbe;
3.- El libre funcionamiento del mercado es señalado como una necesidad
ineludible para que los capitales monopólicos externos e internos
puedan competir por su desarrollo y así lograr el crecimiento de las
economías. Nótese que hablar de ‘libre mercado’ es un truco idealista,
otro artefacto ideológico, el cual se basa en el falso supuesto que todos
tienen a su alcance las mismas oportunidades, negándose el poder e
injerencia del capital financiero, de las potencias imperialistas, de las
IFI, de las fracciones burguesas monopólicas internas, etc. Es decir, una
vez más la burguesía y los m-t necesitaban echar mano al cuento de la
“libertad de mercado” para el despliegue del capital financiero
transnacional, elevando así sus ingentes tasas de ganancia y
reproduciendo su modelo a escala planetaria.
Lo misterioso del caso –hay que decirlo- es que aquellos que defienden
el legado del antes mentado von Mises también aseguran que el miedo
es la base de todo sistema político. “Las personas que tienen la
desfachatez de gobernarnos, que se atreven a llamarse a sí mismos
gobernantes, entienden este hecho básico de la naturaleza humana. Lo
explotan, lo promueven. Ya sea que establezcan un Estado militarista o
un Estado de bienestar, ellos dependen del miedo para asegurar
sumisión pública, para garantizar conformidad con sus mandatos
oficiales y, en ocasiones, para lograr cooperación activa con las
iniciativas y aventuras del propio Estado (Bloom 2004, 85-93). Sin el
miedo del pueblo, ningún Gobierno duraría más de veinticuatro horas”.
Y es aquí que nos entra la duda: ¿las masas pueden ser manipuladas,
sometidas o gobernadas sólo por la tortura y el miedo o existen otros
métodos más? Si, y no son pocos los recursos de los que disponen las
clases dominantes.
Pero, puestos a elegir entre las dos distopías mencionadas más arriba,
mientras muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad
actual y el mundo de 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir
en lo que se ha conocido como sociedad orwelliana, una sociedad donde
se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y una
férrea represión política y social (donde podemos ubicar a Chomsky y
Klein), otros afirman que el mundo de hoy se parece más al descrito en
Un mundo feliz, donde los ciudadanos han sacrificado voluntariamente
sus derechos, han perdido el interés por la información o por la verdad y
se han entregado a una cultura trivial y obsesionada con el hedonismo,
el consumismo y el egoísmo, llegando incluso a desear aquello que los
somete.
Del contenido de éste apartado del DO, varios son los reparos que nos
merecen algunas de las afirmaciones que en él se inscriben.
Como ya dijéramos, en 1.1 supra, estamos convencidos que el
desarrollo en los términos del capitalismo posterior al Golpe fue
promovido e incentivado por la fracción burguesa monopólico-financiera,
la cual se alía dependientemente al capital transnacional y
tempranamente hegemoniza a las demás fracciones de la gran
burguesía. Ni se refunda un quimérico “capitalismo neoliberal” ni lo
ocurrido en nuestra FES fue un proceso de transformaciones para
instaurar sobre ello algún “modelo neoliberal”.
13
“De Bolívar al Che”, Cucaña Ediciones y PLADESEC, febrero 2002, 307 pp.; pp. 263-264
imperialista II, con todas sus consecuencias, tanto socio-económicas
como culturales…
“… Nadie podría desconocer que estamos en una fase de
relevantes avances tecnológicos-hechos en función del nuevo reajuste
del capital monopólico, pero no se han podido superar las
contradicciones históricas del sistema, fenómeno que se ha expresado
claramente en la crisis asiática de 1997-99, que puso en jaque al mundo
al borde de una crisis similar a la de 1929-30 y cuyas causas no han
sido develadas, porque la verdad es que el neoliberalismo no tiene
todavía una teoría del funcionamiento de su propio sistema”
(negritas nuestras).
Esto provocó la salida de los técnicos del PDC del espurio gobierno,
pasando a adoptar aquella colectividad una postura de oposición pasiva.
Entonces, los aparatos económicos del Estado fueron copados por
técnicos ligados a los grupos financieros, y la influencia y poder de los
cuadros políticos neoconservadores, adoctrinados en el ‘gremialismo’ y
la defensa acérrima del modelo hegemonizado por el gran capital
(disfrazado de “libre mercado”), creció notablemente dentro del régimen
de excepción burgués.
Y nos preguntamos, ¿no será muy simplona esa forma de analizar las
prácticas políticas “por arriba”? La respuesta, francamente, debe ser
afirmativa.
Entre 1983 y 1985, cuando se llega a la firma del Acuerdo Nacional para
la Transición a la Plena Democracia (parte del cual se inserta en el DO,
pp. 10-11), patrocinado éste último por la Iglesia Católica y sancionado
por la embajada de EE.UU. y al que adhirieron la Alianza Democrática,
sectores derechistas críticos del régimen y fracciones renovadas del PS
no insertas en la AD, la oposición burguesa simplemente había
decantado sus posiciones hasta comprometerse con una transición
política pactada y pacífica hacia una democracia formal, sin
cuestionamientos mayores al modelo del CMF y sus consecuencias
sociales.
El DO termina éste apartado con una lata y vacua discusión sobre las
trampas y acuerdos constitucionales que se efectuaron entre la Junta y
la Concertación (heredera de la Alianza), a fin de dar curso al traspaso
del poder político. Tales disquisiciones no restan méritos a lo que hemos
expuesto en los párrafos anteriores, sobre el real sentido de dichos
pactos.
Poco después (p. 20), los autores del DO hacen un tremendo revoltijo
de variados aspectos políticos e ideológicos relacionados con la política
del MIR previa a 1983. Se indica allí que el “error” que ellos ven en la
mencionada y tijereteada declaración del MIR –lo que supuestamente
vendría a representar, “un quiebre profundo de la matriz teórica” de la
organización, agorera, repetitiva y falsa sentencia ésta y que es utilizada
asiduamente en el DO- es de corte similar a la búsqueda histórica del
reformismo obrero de una supuesta burguesía nacional “progresista” y
“revolucionaria”. ¡Nada puede ser menos cierto! Lo que viene a
demostrar tan torpe e injusta crítica de los autores es que no saben (o
no quieren) reconocer dos épocas y sendos tipos de regímenes de
dominación burgueses, en que el MIR debe ajustar su programa y
política de alianzas, toda vez que objetivamente existen muy diversas
condiciones políticas, sociales, económicas, internacionales, ideológicas
y de poder material. No se pueden levantar las mismas políticas en 1965
que en 1983 o en 2018; ello fue y sería iluso y suicida.
14
Y como todo lo que existe merece perecer, desde los años “90s se ha establecido un interesante e intenso
debate entre diversos teóricos de la izquierda mundial acerca de la definición y la praxis más apropiada y
precisa para el estadio actual del Imperialismo. Esencialmente, desconsiderando las posiciones ortodoxo-
reformistas (James Petras: “Imperialismo v/s Imperio”; revista del Dpto. Hac. Púb., FCCEE UM Laberinto;
febrero 2002) y las socialdemócratas, existirían dos grandes escuelas propiamente marxistas frente a dicha
temática: la Sociológica Histórica, guiada por Giovanni Arrighi (“El largo siglo XX”, Editorial Akal; 1999) y la
del Autonomismo, representada por Toni Negri y Michael Hardt (“Imperio”; Paidós, Barcelona; 2002),
existiendo entre ambas una buena gama de posiciones.
son los que conformaron la fracción que luego de verse en franca
minoría en un pleno del Comité Central, de fines de 1986, debieron
alejarse del partido a comienzos de 1987, autodenominándose desde
entonces como ‘MIR Político’ o ‘Renovación’ (MIR-R) y que fueran
motejados por el grueso de la organización como “La Minoría”.
Seguramente, su partida se vio precipitada ante el inminente fracaso de
sus posiciones de cara a la realización del IV Congreso que por entonces
preparaban l@s miristas. Una mirada sobre el significado del quiebre,
desde el punto de vista de la militancia mirista, se puede ver aquí.
15
A fines de 1986, luego del fracaso del “año decisivo”, causado antes que todo por sus inconsistencias y
tibio impulso a la política militar dentro de su pregonada estrategia de Rebelión Popular, la dirección del PC
pasa a cuestionar lo obrado por el FPMR y la relativa autonomía de su quehacer. A mediados del año
siguiente, intenta intervenirlo, procediendo a remover parte importante de la Dirección Nacional frentista,
lo que conducirá a que la mayor parte de esta fuerza PM se autonomice. El líder del emancipado F, cro. Raúl
Pellegrin, declararía en junio de 1987 lo siguiente: “Se ha tomado una resolución que se orienta al cambio de
cuadros, pero por sobre todo de orientación al F. Se trata de hacer del F otro tipo de estructura en cuanto a
su proyección y a las misiones a cumplir. (…) Se aduce para tales cambios que existían en el Frente Militar (y
en particular en el Frente Patriótico ) distorsiones acerca del TM , ‘irregularidades que se arrastran y que se
reflejan en el nivel político’ y sobre todo ‘diferencias constantes en la Dirección Nacional y en los oficiales con
la línea del partido’, que han llegado incluso a adoptar la forma de una ‘fracción’ dentro del partido, que
daría instrucciones dirigidas a separar al Frente Patriótico del Partido y a las Milicias de la influencia del
Partido./ “¿Por qué el 86 no fue el año decisivo? (…) [se hacen] críticas al trabajo militar, pero no parten de la
base del porqué el año 86 no se transformó en el año decisivo (en cuanto a poner fin a la dictadura) no por
causa de los errores del trabajo militar y el Frente Patriótico (que por cierto influyeron), sino que no se
alcanzó la sublevación nacional por no contar el partido y el pueblo con la fuerza político-militar para ello./
“El debilitamiento objetivo del trabajo militar del partido, tanto lo político-ideológico como lo orgánico, (hoy
hay menos unidades de combate, menos milicias, menos talleres de armamento, etc., y por cierto, hacen más
falta)./” ¿ Qué se requiere para la unidad ? Pero, causa entonces gran inquietud la tarea de enfrentar la
movilización de masas, pues no se pone en el centro, incluso de la propia búsqueda de la unidad, el papel de
la lucha, de la movilización combativa del pueblo y en primer lugar del Partido. No se actúa con la decisión y
empuje característico del Partido al enfrentar conflictos y movilizaciones”. En:
las reservan para una “época mejor”, porque simplemente no confían en
la capacidad del movimiento popular. En los hechos, y contrariamente a
lo indicado en el DO, son ellos y no la mayoría del MIR (ni la fracción
‘Autónoma’ del FPMR, que rompe con la pusilánime dirección del PC; ni
las fuerzas del MAPU-Lautaro), las que se subordinan a la línea de
negociación de los grupos mantenedores y reproductores del modelo
dictatorial. Antes bien, son ellos los que renuncian vilmente a luchar por
una solución real a los problemas del pueblo y los trabajadores. Lo
demás, lo descrito en el DO, es una despreciable manipulación histórica
y mediante la cual se intenta limpiar la imagen de los caciques del
extinto MIR-Minoría, al mismo tiempo que se busca resucitar su
fracasada estrategia reformista, de corte ciudadanista y de acomodo
dentro del oprobioso sistema político vigente.
Volviendo al caso del MIR, aportemos el hecho que antes y aún después
del alejamiento del fraccionalismo claudicante, de fines de 1986, la
colectividad mantiene su programa y proyecto histórico por el
socialismo, además de reivindicar la estrategia del enfrentamiento PM a
la dictadura. El conjunto de los rojinegros estimaba que el pueblo y sus
referentes políticos no tenían por qué conformarse con una salida que
no reconocía ni representaba sus legítimos intereses. Les resultaba
evidente que el movimiento popular no estaba derrotado, tal como
dogmatizaban los renegados y torcidamente ‘renovados’. Por el
contrario, constataban el por entonces extendido sentimiento
antidictatorial y aquilataban los grandes sacrificios y el coraje que
habían alimentado la lucha durante ese trágico período, todo lo cual
demostraba que una salida democrática y popular a la crisis de
dominación seguía vigente. Aseguraban que sólo la lucha independiente
del pueblo y los trabajadores por el derrocamiento de la dictadura y por
la conquista de todos sus derechos, utilizando para ello todas las formas
de lucha, permitiría alcanzar una verdadera democracia, popular y
revolucionaria. Para el MIR, se hacía imperioso rechazar la farsa de la
“transición a la democracia” que protagonizaban el propio régimen y los
golpistas de antes, que por entonces vestían ropajes democráticos.
Recalcaban su rechazo a la negociación llevada adelante por la oposición
burguesa y que arrastraba a sectores reformistas. Para ellos, el
verdadero significado de esta maniobra no era otro que la capitulación
ante la dictadura y las clases dominantes.
En la página 21 del DO, así como en otras partes del mismo, se insiste
majaderamente en identificar a la Alianza Democrática y a su sucesora,
la Concertación, como la, “representación política neoliberal de recambio
burgués”. De partida, no es del caso criticar el uso del artefacto
ideológico “neoliberal”, pues ya dijimos lo suyo al respecto. Luego,
debemos señalar el profundo error de los creadores del DO al
representar a aquellos conglomerados como instancias de “recambio
burgués”, lo que da la idea de asimilar su existencia a la de una clase o
fracción (burguesa, para lo que nos ocupa). Claramente, antes de 1990
y hasta nuestros días, la fracción hegemónica de la clase burguesa es la
monopólico-financiera, la que detenta, en última instancia, el poder
político. Luego, la AD, la Concertación y la NM, se han constituido en
realidad en Grupos Mantenedores (GM) de lo político y económico del
CMF, no siendo clases o fracciones en sí, y los cuales se encargan de
reclutar el personal político, burocrático, militar-policial, etc., que
ocupará los gobiernos y cargos políticos de todo tipo posterior a aquella
fecha. Han utilizado como cantera para su leva de funcionarios a
diversos militantes y cabecillas de partidos y grupos políticos, dirigentes
sociales de diferente rango y tipo de organización, a intelectuales y
profesionales de todas las áreas del conocimiento, con el único requisito
que no cuestionen su labor y se presten a hacer lo mejor posible para
mantener aquello que las da sustento y muchas veces buenos
beneficios. El bloque dominante les permite hacer hasta donde sea
necesario que se mantengan las concesiones que resultaron inevitables
y apremiantes al finalizar la dictadura cívico-militar (apuntadas
desordenadamente en el DO), pero tal consentimiento se mantendrá
hasta que estos GM demuestren un manejo eficiente del sistema de
dominación/explotación. Sólo hasta ese momento, toda vez que
perfectamente la clase o fracción hegemónica puede ser igualmente
predominante y mantenedora del Estado, sin que los GM puedan llegar a
formar parte del bloque en el poder y sólo accediendo a servir –en
contadas ocasiones- hasta el nivel de “comisionados” de las clases y
fracciones de ese bloque. De hecho, nos parece que tales GM están
dando claras muestras de agotamiento respecto de su rol y manejo de
la situación de la FES. Por tanto, no debe resultarnos extraño que las
representaciones de las clases dominantes en la arena de la política
estén pasando a tener un papel protagónico en la dirección política
formal. Es más, en la actualidad, las derechas política y económica
(gremios patronales, el monopolio informativo, sus think tanks, etc.)
pueden, entre otras facultades, mantener perfectamente el orden
público y el control social, habida cuenta del cambio psicosocial
relacionado con el “miedo al otro” –gatillado por el machacante y
sistemático mensaje de desbocamiento de la delincuencia- que ellas
mismas han propiciado (con el apoyo de los diversos gobiernos de los
GM), incluso apareciendo como más capaces de hacerlo.
Este apartado del DO, pp. 22-24, comienza intentado explicar el proceso
de acuerdo ‘por arriba’, el que se arrastra entre 1986-1990; es decir, el
período de efectiva “Transición” a la seudodemocracia, entre
representantes de la dictadura cívico-militar; de las derechas política y
económica; de la embajada yanqui; de algunas fundaciones de la
derecha, socialdemocracia y DC europeas; y todo ello mediado y
sazonado por la curia católica interna y la nunciatura apostólica. Sin
embargo, el documento lo hace de una manera tan confusa, atropellada
y afectadamente críptica que ofrecemos un análisis que intenta
recuperar los aspectos que nos parecen más rescatables y
controvertidos de lo allí planteado.
16
La discusión sobre la democracia y los procesos de democratización en América Latina era una reflexión
propia de los y las intelectuales en esos años. Cfr. Ruiz Schneider, Carlos, “Las teorías de la democracia y el
concepto de lo político”, p.85, en “Seis ensayos sobre teoría de la democracia”, Santiago: Edición Universidad
Nacional Andrés Bello, 1993, p. 152.
17
Ruiz, “Tres críticas a la Teoría Elitista de la democracia”, ibíd., p. 54.
A pesar de todas las consecuencias nefastas que tuvo para el conjunto
del movimiento popular lo anterior, la experiencia acumulada, las redes
sociales creadas y los recursos materiales generados por las protestas
nacionales y populares permitieron que en el período que va entre
1987-1994, los destacamentos revolucionarios, bastante mermados eso
sí, continúen su accionar. Son aquellos que se agrupan en torno a
diversas fracciones del MIR18, a las fuerzas del complejo MAPU-Lautaro,
y al FPMR Autónomo. Además, se suman sectores populares sin
adscripción partidaria previa, los que asumen que a la dictadura se le
debía combatir hasta el final y que el nuevo régimen que se instalaba no
era más que una caricatura de democracia.
1982: -14,1%
1983: -0,7%
1984: 6,3%
1985: 2,4%
1986: 5,7%
1987: 5,7%
1988: 7,4%.
18
Cfr. Rosas, Pedro, “Rebeldía, subversión y prisión política. Crimen y castigo en la transición chilena 1990-
2004”. Santiago: LOM Ediciones, 2004
supuesta democracia, cuando se especula allí que: “La transición que se
iniciaba no era hacia la democracia sino hacia el objetivo de completar
las tareas estratégicas del experimento neoliberal en Chile, superando
en este sentido las debilidades estratégicas que para tal fin mostraba la
representación neoliberal establecida en la dictadura militar.”
19
Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), Núm. 49. Enero-Febrero 1986; pp. 87-135
como enmarcada en un modelo “vía transacción”, en que una dictadura
inicia dicho proceso estableciendo ciertos límites al cambio político y
permaneciendo como una fuerza electoral relativamente significativa a
lo largo del proceso y posterior a él, lo que en nuestra formación se
lograra con el sistema político-partidista y electoral dimanado de la
espuria constitución de 1980 (sistema binominal, senadores designados,
exclusión de fuerzas políticas a través del artículo 8º transitorio, etc.).
La noción de “transacción” implica una negociación (que muchas veces
fue implícita) entre los representantes de la dictadura cívico-militar y la
oposición burguesa, políticamente moderada. Pero ésta negociación no
tiene lugar entre iguales: el régimen dictatorial tomó la iniciativa de dar
comienzo a la liberalización formal y durante la mayor parte del proceso
permaneció en una posición de poder que le permitió ejercer una
influencia significativa sobre el curso y el contenido del proceso
transicional. No obstante, la oposición burguesa y socialdemócrata tuvo
espacios en que podría haber redefinido ciertos aspectos políticos,
sociales y económicos, pero en última instancia, y por ello la podemos
acusar de farisaica y traidora hasta de sus proclamados propósitos
democráticos, terminó abrazando por completo y sin cuestionamientos
las propuestas de los emisarios de la Junta y del bloque en el poder. Fue
el aviso temprano de un pragmatismo antidemocrático que perdura
hasta nuestros días.
Quizá donde más se hizo notar esa acendrada baja guardia de los
grupos opositores, de frente a las negociaciones con la dictadura, fue en
el ámbito de la verdad y la justicia para los casos de delitos de lesa
humanidad cometidos hasta 1989, donde lisa y llanamente permitió la
más amplia y desvergonzada impunidad. Está ampliamente estudiado
que las principales dificultades de las transiciones como la chilena hacen
referencia, de una parte, al reacomodo institucional, especialmente de
las FF.AA. y policiales, que en regímenes autoritarios tienden a
sobrevalorarse en su peso al interior del aparato de Estado y de otra, el
tema del arreglo de cuentas con el pasado, sobre todo en lo relacionado
con las violaciones de derechos humanos. Los beneficios posibles se
refieren al retorno a las reglas de la democracia formal, con el
consiguiente ejercicio de los derechos corrientes de l@s ciudadan@s
(que no se agotan en el rito electoral) y la vigencia del Estado de
derecho con poderes mutuamente controlados. En los casos de las
dictaduras militares de Sudamérica, como el nuestro, se trató
inicialmente, por razones de conveniencia y aceptación de la presión
ejercida por los poderes fácticos, de echar un manto de olvido sobre las
atrocidades, por cuanto se consideraba que habían sido parte de la
cruzada para defender la democracia de los enemigos (llámense
comunistas o cualquier otro apelativo que se utilice) y se dictaron leyes
de 'punto final' o de amnistía y de perdón y olvido, siempre haciendo
caso omiso de las víctimas y de las instancias defensoras de los
derechos fundamentales.
Podríamos citar más ejemplos, que nos permitirían constatar una serie
de cambios en el ámbito de lo material de la formación social chilena.
Sin embargo, lo esencial dentro del contexto de la subjetividad es
atender al cómo esa transformación fue operando, de modo subrepticio,
en la conducta de los chilen@s.