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Donde 0 significa total igualdad y 1 plena desigualdad
42,9%, datos que incluso pueden estar subestimados debido a la desactualización de los
catastros.
4. La informalidad y precariedad de la propiedad rural es una amenaza frente al despojo
de los actores armados y estructuras criminales: se estima que 6,6 millones de hectáreas,
el 15% de la superficie agropecuaria del país, fueron despojadas por la violencia en las
últimas dos décadas. De acuerdo con las cifras del Programa de Formalización Rural del
Ministerio de Agricultura a marzo del 2016 existían 3.691.205 predios rurales, de los cuales
cerca de 2 millones no tienen títulos de propiedad y la informalidad en los pequeños
productores supera el 40%. Hay un número importante de procesos agrarios sin resolver de
tiempo atrás, entre solicitudes de comunidades étnicas, procesos de clarificación de la
propiedad y de deslinde de baldíos y extinción del dominio o procesos de revocatoria
directa de actos administrativos.
5. La pobreza es mayor en el campo que en las ciudades: el índice de pobreza
multidimensional en centros poblados y zonas rurales dispersas era del 37% en 2017, más
del doble del promedio nacional, que es 17% y más de 3 veces el urbano, que era en ese
año 11,4%
6. Existe un conflicto entre la vocación y el uso de la tierra que parecería oponer la
ganadería a la agricultura: según la UPRA de 114 millones de hectáreas con las que
cuenta el país, 26 millones tienen posibilidades para la producción agrícola, pecuaria y
forestal, de las cuales solo se utilizan 6,3 millones de hectáreas (24,2 %). De los suelos
netamente agrícolas, que son 11,3 millones de hectáreas, solo se aprovecha el 35 por ciento.
Aunque solo 8 millones de hectáreas serían suficientes para destinar a ganadería, se están
destinando más de 38 millones, sobre todo a ganadería extensiva o de tipo rentista.
Eso quiere decir que las vacas tienen más hectáreas para pastar, que el campesino para
cultivar. No obstante, el 53,8 % del inventario bovino en Colombia está en fincas de menos
de 50 hectáreas; es decir, pertenecen a medianos y pequeños propietarios, que contrastan
con los grandes propietarios.
7. Se ha reducido la producción de los alimentos que consumimos: con base en la
Encuesta Nacional de Situación Nutricional ENSIN (2010), el 42% de los hogares del país
está en inseguridad alimentaria, 57.5% de los hogares rurales frente a 38,4% de los urbanos.
La mayor parte del territorio nacional, 67 millones de hectáreas, son bosques; 2 millones
son cuerpos de agua y 332.000 corresponden a áreas urbanas. Hay suficiente tierra, usada
de manera insuficiente.
Del 19% de las tierras con uso agrícola, solo el 6% del área censada (7,1 millones de
hectáreas) está cultivada, de las cuales el 74 % corresponde a cultivos permanentes y 15% a
transitorios. Entre los permanentes sobresalen la agroindustria de la caña, la palma, el
caucho, el banano, las flores y el café, en cerca de 3,4 millones de hectáreas. En los cultivos
transitorios, como el maíz, la soya, la papa, el arroz, las hortalizas, las frutas y las verduras
se utilizan 1,8 millones de hectáreas. Estos últimos cultivos son fundamentales para una
economía agrícola productiva, porque corresponden en su mayoría a economías campesinas
y porque permite a los agricultores cambiar rápidamente su uso, dependiendo de las
rentabilidades, de las condiciones climáticas o de las circunstancias del mercado.
La seguridad alimentaria está directamente relacionada con el área destinada a cultivos
transitorios, que genera los productos importantes para el consumo interno. Según la SAC,
“producimos 32’016.861 toneladas de alimentos y el consumo aparente es de 38’910.992
toneladas”. Por tanto, el país está importando el 28,5 por ciento de los alimentos que
consumen los hogares, de acuerdo con cálculos que ha hecho en el pasado la Sociedad de
Agricultores de Colombia (SAC). A pesar de las dificultades para el acceso a la tierra,
el 70% de los alimentos que se producen en el país vienen de pequeños campesinos. Por
ello es necesario implementar políticas de fomento y protección a la producción y
comercialización de alimentos por parte del campesinado.
8. Ni la educación ni la salud llegan al campo: hay un alto grado de analfabetismo en el
campo (11,5 por ciento de los mayores de 15 años), Según el Censo agropecuario el 20% de
los niños y jóvenes entre 5 y 16 años no asistió a ninguna institución educativa; el 73% está
al cuidado de sus padres o de alguien en la casa, y solo el 16 por ciento de los menores
recibía asistencia a su crianza en un jardín infantil. Según el DANE, más de la mitad de los
jefes de hogar solo tiene un mínimo grado de escolaridad: básica primaria el 59,7%.
La desatención en salud cobra miles de vidas de los sectores más vulnerables del sector
agrario como la niñez, adultos mayores, mujeres embarazadas, personas con discapacidad.
Los niveles de desnutrición infantil constituyen un asunto alarmante de salud pública.
9. La fragmentación familiar aumenta y por lo general va en detrimento de las mujeres
campesinas: en Colombia se estima que el número de campesinos es aproximadamente
10.5 millones y la mitad son mujeres. En la última década aumentó casi a un 28% la
participación de las mujeres como cabeza de hogar en el campo. El 24% del total de
trabajadores de las unidades de producción agrícola permanente son mujeres. Es un reflejo
de la violencia que enfrentan las áreas rurales, que afecta sobre todo a los hombres y lleva a
que las mujeres se queden al frente de las familias. Ellas enfrentan condiciones más agudas
de pobreza y violencia intrafamiliar.
10. Asistencia técnica y financiación inexistente para los que más lo necesitan: El Censo
también mostró que el área rural se caracteriza por un bajo nivel de capitalización y de
asistencia técnica al pequeño campesino. En el caso de la asistencia técnica el 90 % de los
productores afirmó no recibir ninguna. Mientras que el 83,3 % de los productores declaró
no contar con maquinaria y un porcentaje igual dijo no disponer de infraestructura
agropecuaria. Sin contar con que la asistencia técnica tan solo abarca al 9,6 % de las UPA.
Por el lado, del apoyo financiero al campesinado la situación no es mejor. Durante el 2013,
solo el 11% de los productores solicitó un crédito agropecuario, pese a que, según el reporte
de Finagro, a junio del 2014, el monto total de los préstamos otorgados por tipo de
productor ascendió a 3,9 billones de pesos. Lo cual es altamente sospechoso de los
destinatarios finales de dichos créditos. Como es evidente los créditos no están llegando a
los campesinos quienes son los que más lo necesitan, sino que como se evidenció en el caso
de Odebrecht y Navelena, muchas veces los dineros estatales del Banco Agrario son
prestados a fiduciarias o grandes conglomerados agroindustriales, con tasas de interés
preferenciales. Para empezar a corregir tal distorsión, se debería crear un Fondo Especial de
Fomento para la producción de alimentos de comunidades campesinas y pueblos afro e
indígenas, y una política para su comercialización nacional e internacional. Así mismo,
eventos como los Paros Nacionales Agrarios del 2013/14 la asistencia técnica y la
financiación debe mantener una especial atención en los medianos productores, es decir en
la Agricultura Familiar Consolidada.
11. El problema de las economías ilícitas es uno de los principales desafíos para el
campo colombiano: luego de la negociación con las FARC el gobierno colombiano pasó de
explicar el problema por la persistencia del conflicto armado y de las organizaciones
insurgentes, a reconocer que la economía de la coca está ligada en parte a la existencia de
condiciones de pobreza, marginación, débil presencia estatal, problemas y limitaciones al
acceso a la tierra, entre otras cosas (Acuerdo Final, 2016). De este modo, se ha reconocido
el sentido político y socioeconómico que hay detrás de estas economías regionales ilegales,
las cuales muchas veces fueron la única vía de sostenimiento, acceso y goce a bienes
materiales por parte de sectores campesinos ubicados en zonas de frontera agraria, y
excluidos históricamente. Por último, pero no menos importante, la minería criminal es la
gran amenaza ambiental y social de nuestro campo. Esta actividad durante el 2017
representó cerca de $7 billones, una cifra muy superior a los $2 billones que obtuvo el
narcotráfico. La explotación ilícita de yacimientos mineros se presenta en 25
departamentos, ya sea por explotación de oro, carbón o materiales de construcción.
Antioquia, Cauca, Chocó, Nariño y el sur de Bolívar son los que sufren la mayor afectación
ambiental y social, así como la presencia de grupos armados organizados y grupos de
delincuencia organizada”.
12. La tributación rural es prácticamente inexistente, y el catastro rural muy débil: las
zonas urbanas apenas cubren 3,6% del territorio nacional, pero de los 15,7 millones de
predios formados catastralmente 11,6 millones son urbanos. De los 114 millones de
hectáreas, que es la superficie del país, cerca de 30 millones no cuentan con una formación
catastral, datos que evidencian el enorme agujero que implica la tributación predial rural.
No es clara la propiedad, el valor se registra por cifras irrisorias, las entidades que deberían
actualizar el valor no lo hacen, los linderos de los predios se pueden modificar por
resoluciones del IGAC expedidas por unas débiles y vulnerables oficinas locales, las
escrituras de posesiones siguen estando al orden del día y el registro de propiedad es
incompleto, débil y vulnerable.
PROGRAMAS
La Colombia Humana desarrollará los siguientes programas para la política agraria y rural,
bajo dos objetivos orientadores:
1) El reconocimiento de indígenas, afrodescendientes y campesinos como sujetos de
derechos, con participación vinculante en las políticas rurales y agrarias y en la
definición de los usos del suelo y del ordenamiento del territorio, para definir
políticas integrales que incluyan las características étnicas, culturales, regionales y
productivas y que garanticen la seguridad jurídica para los territorios colectivos, las
tierras de los pueblos indígenas, afrodescendientes y las tierras con propiedad,
tenencia, ocupación o posesión individual o familiar, y los derechos de las víctimas
del conflicto armado, procurando el saneamiento jurídico de la relación de todas las
comunidades rurales con la tierra, sin distinciones que generen discriminación,
jerarquización o desarraigo entre culturas rurales.
2) En línea con lo establecido los artículos 7, 13 y 70 de la Constitución de 1991 para las
comunidades étnicas, el Gobierno Nacional reconocerá al campesinado como un sujeto
pleno de derechos y en aplicación de los instrumentos internacionales de derechos humanos
que favorecen la población campesina, sus derechos, cultura, economía diferenciada,
saberes ancestrales y tradicionales. Se dará impulso a políticas públicas para proteger y
estimular la producción de alimentos producidos por familias campesinas y sus formas
asociativas de economía. En desarrollo de lo anterior se armonizarán los derechos de la
población campesina con los de otras comunidades rurales como las étnicas, garantizando
la igual dignidad de todas las culturas que conviven en el país, de conformidad con el
artículo 7 constitucional. Las anteriores medidas tendrán enfoques transversales de género,
diversidad y la mujer como actora clave de la economía, saberes y cultura rural campesina,
indígena y afrodescendiente y enfoque diferencial respecto a las víctimas del conflicto
armado interno.