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COLOMBIA HUMANA: POLÍTICA RURAL Y AGRARIA

La Colombia Humana se compromete con una transformación profunda de las políticas


rurales y agrarias, así como de las condiciones de vida de los y las campesinas porque el
país está depredando su mayor riqueza que es su biodiversidad, al mismo tiempo que está
perdiendo la capacidad de producir los alimentos que consumimos. Una de las principales
estrategias de una economía productiva, que supere la dependencia del extractivismo y
enfrente los problemas del cambio climático, será la protección de las actividades
agropecuarias del mediano propietario rural y el fortalecimiento y sostenibilidad de la
multiactividad del pequeño campesino. Así mismo, se deberá trabajar en el reconocimiento
e inclusión de las economías propias de los pueblos afro e indígenas. Para lograr lo anterior,
hay que transformar el latifundio improductivo y hacer que el campo se convierta en
generador de riqueza ambientalmente sostenible, ordenando la ruralidad en torno a la
protección del agua.
Antes de hacer explicitas las propuestas específicas, se plantea a modo de balance, los
siguientes 12 puntos de las principales causas de la crisis de la ruralidad colombiana:
ELEMENTOS DE DIAGNÓSTICO MÁS RELEVANTES
1. Es necesario avanzar en el reconocimiento de los derechos de las comunidades étnicas
y campesinas: después de veinte años de implementación de políticas multiculturales, aún
es débil el reconocimiento de los derechos de las comunidades indígenas, mientras que la
Ley 70 aún no está integralmente reglamentada. Más difícil aún es la situación de los
campesinos, o habitantes rurales que no se identifican bajo criterios étnicos, ellos
simplemente no existen como sujetos de derechos colectivos y comunitarios.
2. La población rural que trabaja el campo está envejeciendo: la mayoría de la población
campesina supera los 39 años de acuerdo al último Censo Nacional Agropecuario, realizado
en 2014. A esto se le suma que a pesar que el 94% del territorio nacional es rural, tan solo
un 32% de los habitantes del país viven en el campo. En este estudio se contabilizaron
2.700.000 productores, de los cuales apenas el 26,8 % (724 mil personas) son residentes
permanentes en sus Unidades Productivas Agropecuarias - UPA. Cerca de las dos terceras
partes de los habitantes trabajan de manera permanente en las UPA y son miembros del
hogar del productor, los demás, venden su mano de obra en otras parcelas para conseguir
ingresos adicionales.
3. La concentración de la tierra ha crecido exponencialmente en la última década, lo
cual se refleja en la desigualdad: según el IGAC, la desigualdad en la tenencia de predios
en el campo, medida por el coeficiente Gini1, es en promedio del 0,897. Mientras 98.3% de
los propietarios ocupan 57,1% de las tierras agrícolas, el 1,7% de los propietarios ocupan

1
Donde 0 significa total igualdad y 1 plena desigualdad
42,9%, datos que incluso pueden estar subestimados debido a la desactualización de los
catastros.
4. La informalidad y precariedad de la propiedad rural es una amenaza frente al despojo
de los actores armados y estructuras criminales: se estima que 6,6 millones de hectáreas,
el 15% de la superficie agropecuaria del país, fueron despojadas por la violencia en las
últimas dos décadas. De acuerdo con las cifras del Programa de Formalización Rural del
Ministerio de Agricultura a marzo del 2016 existían 3.691.205 predios rurales, de los cuales
cerca de 2 millones no tienen títulos de propiedad y la informalidad en los pequeños
productores supera el 40%. Hay un número importante de procesos agrarios sin resolver de
tiempo atrás, entre solicitudes de comunidades étnicas, procesos de clarificación de la
propiedad y de deslinde de baldíos y extinción del dominio o procesos de revocatoria
directa de actos administrativos.
5. La pobreza es mayor en el campo que en las ciudades: el índice de pobreza
multidimensional en centros poblados y zonas rurales dispersas era del 37% en 2017, más
del doble del promedio nacional, que es 17% y más de 3 veces el urbano, que era en ese
año 11,4%
6. Existe un conflicto entre la vocación y el uso de la tierra que parecería oponer la
ganadería a la agricultura: según la UPRA de 114 millones de hectáreas con las que
cuenta el país, 26 millones tienen posibilidades para la producción agrícola, pecuaria y
forestal, de las cuales solo se utilizan 6,3 millones de hectáreas (24,2 %). De los suelos
netamente agrícolas, que son 11,3 millones de hectáreas, solo se aprovecha el 35 por ciento.
Aunque solo 8 millones de hectáreas serían suficientes para destinar a ganadería, se están
destinando más de 38 millones, sobre todo a ganadería extensiva o de tipo rentista.
Eso quiere decir que las vacas tienen más hectáreas para pastar, que el campesino para
cultivar. No obstante, el 53,8 % del inventario bovino en Colombia está en fincas de menos
de 50 hectáreas; es decir, pertenecen a medianos y pequeños propietarios, que contrastan
con los grandes propietarios.
7. Se ha reducido la producción de los alimentos que consumimos: con base en la
Encuesta Nacional de Situación Nutricional ENSIN (2010), el 42% de los hogares del país
está en inseguridad alimentaria, 57.5% de los hogares rurales frente a 38,4% de los urbanos.
La mayor parte del territorio nacional, 67 millones de hectáreas, son bosques; 2 millones
son cuerpos de agua y 332.000 corresponden a áreas urbanas. Hay suficiente tierra, usada
de manera insuficiente.
Del 19% de las tierras con uso agrícola, solo el 6% del área censada (7,1 millones de
hectáreas) está cultivada, de las cuales el 74 % corresponde a cultivos permanentes y 15% a
transitorios. Entre los permanentes sobresalen la agroindustria de la caña, la palma, el
caucho, el banano, las flores y el café, en cerca de 3,4 millones de hectáreas. En los cultivos
transitorios, como el maíz, la soya, la papa, el arroz, las hortalizas, las frutas y las verduras
se utilizan 1,8 millones de hectáreas. Estos últimos cultivos son fundamentales para una
economía agrícola productiva, porque corresponden en su mayoría a economías campesinas
y porque permite a los agricultores cambiar rápidamente su uso, dependiendo de las
rentabilidades, de las condiciones climáticas o de las circunstancias del mercado.
La seguridad alimentaria está directamente relacionada con el área destinada a cultivos
transitorios, que genera los productos importantes para el consumo interno. Según la SAC,
“producimos 32’016.861 toneladas de alimentos y el consumo aparente es de 38’910.992
toneladas”. Por tanto, el país está importando el 28,5 por ciento de los alimentos que
consumen los hogares, de acuerdo con cálculos que ha hecho en el pasado la Sociedad de
Agricultores de Colombia (SAC). A pesar de las dificultades para el acceso a la tierra,
el 70% de los alimentos que se producen en el país vienen de pequeños campesinos. Por
ello es necesario implementar políticas de fomento y protección a la producción y
comercialización de alimentos por parte del campesinado.
8. Ni la educación ni la salud llegan al campo: hay un alto grado de analfabetismo en el
campo (11,5 por ciento de los mayores de 15 años), Según el Censo agropecuario el 20% de
los niños y jóvenes entre 5 y 16 años no asistió a ninguna institución educativa; el 73% está
al cuidado de sus padres o de alguien en la casa, y solo el 16 por ciento de los menores
recibía asistencia a su crianza en un jardín infantil. Según el DANE, más de la mitad de los
jefes de hogar solo tiene un mínimo grado de escolaridad: básica primaria el 59,7%.
La desatención en salud cobra miles de vidas de los sectores más vulnerables del sector
agrario como la niñez, adultos mayores, mujeres embarazadas, personas con discapacidad.
Los niveles de desnutrición infantil constituyen un asunto alarmante de salud pública.
9. La fragmentación familiar aumenta y por lo general va en detrimento de las mujeres
campesinas: en Colombia se estima que el número de campesinos es aproximadamente
10.5 millones y la mitad son mujeres. En la última década aumentó casi a un 28% la
participación de las mujeres como cabeza de hogar en el campo. El 24% del total de
trabajadores de las unidades de producción agrícola permanente son mujeres. Es un reflejo
de la violencia que enfrentan las áreas rurales, que afecta sobre todo a los hombres y lleva a
que las mujeres se queden al frente de las familias. Ellas enfrentan condiciones más agudas
de pobreza y violencia intrafamiliar.
10. Asistencia técnica y financiación inexistente para los que más lo necesitan: El Censo
también mostró que el área rural se caracteriza por un bajo nivel de capitalización y de
asistencia técnica al pequeño campesino. En el caso de la asistencia técnica el 90 % de los
productores afirmó no recibir ninguna. Mientras que el 83,3 % de los productores declaró
no contar con maquinaria y un porcentaje igual dijo no disponer de infraestructura
agropecuaria. Sin contar con que la asistencia técnica tan solo abarca al 9,6 % de las UPA.
Por el lado, del apoyo financiero al campesinado la situación no es mejor. Durante el 2013,
solo el 11% de los productores solicitó un crédito agropecuario, pese a que, según el reporte
de Finagro, a junio del 2014, el monto total de los préstamos otorgados por tipo de
productor ascendió a 3,9 billones de pesos. Lo cual es altamente sospechoso de los
destinatarios finales de dichos créditos. Como es evidente los créditos no están llegando a
los campesinos quienes son los que más lo necesitan, sino que como se evidenció en el caso
de Odebrecht y Navelena, muchas veces los dineros estatales del Banco Agrario son
prestados a fiduciarias o grandes conglomerados agroindustriales, con tasas de interés
preferenciales. Para empezar a corregir tal distorsión, se debería crear un Fondo Especial de
Fomento para la producción de alimentos de comunidades campesinas y pueblos afro e
indígenas, y una política para su comercialización nacional e internacional. Así mismo,
eventos como los Paros Nacionales Agrarios del 2013/14 la asistencia técnica y la
financiación debe mantener una especial atención en los medianos productores, es decir en
la Agricultura Familiar Consolidada.
11. El problema de las economías ilícitas es uno de los principales desafíos para el
campo colombiano: luego de la negociación con las FARC el gobierno colombiano pasó de
explicar el problema por la persistencia del conflicto armado y de las organizaciones
insurgentes, a reconocer que la economía de la coca está ligada en parte a la existencia de
condiciones de pobreza, marginación, débil presencia estatal, problemas y limitaciones al
acceso a la tierra, entre otras cosas (Acuerdo Final, 2016). De este modo, se ha reconocido
el sentido político y socioeconómico que hay detrás de estas economías regionales ilegales,
las cuales muchas veces fueron la única vía de sostenimiento, acceso y goce a bienes
materiales por parte de sectores campesinos ubicados en zonas de frontera agraria, y
excluidos históricamente. Por último, pero no menos importante, la minería criminal es la
gran amenaza ambiental y social de nuestro campo. Esta actividad durante el 2017
representó cerca de $7 billones, una cifra muy superior a los $2 billones que obtuvo el
narcotráfico. La explotación ilícita de yacimientos mineros se presenta en 25
departamentos, ya sea por explotación de oro, carbón o materiales de construcción.
Antioquia, Cauca, Chocó, Nariño y el sur de Bolívar son los que sufren la mayor afectación
ambiental y social, así como la presencia de grupos armados organizados y grupos de
delincuencia organizada”.
12. La tributación rural es prácticamente inexistente, y el catastro rural muy débil: las
zonas urbanas apenas cubren 3,6% del territorio nacional, pero de los 15,7 millones de
predios formados catastralmente 11,6 millones son urbanos. De los 114 millones de
hectáreas, que es la superficie del país, cerca de 30 millones no cuentan con una formación
catastral, datos que evidencian el enorme agujero que implica la tributación predial rural.
No es clara la propiedad, el valor se registra por cifras irrisorias, las entidades que deberían
actualizar el valor no lo hacen, los linderos de los predios se pueden modificar por
resoluciones del IGAC expedidas por unas débiles y vulnerables oficinas locales, las
escrituras de posesiones siguen estando al orden del día y el registro de propiedad es
incompleto, débil y vulnerable.
PROGRAMAS
La Colombia Humana desarrollará los siguientes programas para la política agraria y rural,
bajo dos objetivos orientadores:
1) El reconocimiento de indígenas, afrodescendientes y campesinos como sujetos de
derechos, con participación vinculante en las políticas rurales y agrarias y en la
definición de los usos del suelo y del ordenamiento del territorio, para definir
políticas integrales que incluyan las características étnicas, culturales, regionales y
productivas y que garanticen la seguridad jurídica para los territorios colectivos, las
tierras de los pueblos indígenas, afrodescendientes y las tierras con propiedad,
tenencia, ocupación o posesión individual o familiar, y los derechos de las víctimas
del conflicto armado, procurando el saneamiento jurídico de la relación de todas las
comunidades rurales con la tierra, sin distinciones que generen discriminación,
jerarquización o desarraigo entre culturas rurales.
2) En línea con lo establecido los artículos 7, 13 y 70 de la Constitución de 1991 para las
comunidades étnicas, el Gobierno Nacional reconocerá al campesinado como un sujeto
pleno de derechos y en aplicación de los instrumentos internacionales de derechos humanos
que favorecen la población campesina, sus derechos, cultura, economía diferenciada,
saberes ancestrales y tradicionales. Se dará impulso a políticas públicas para proteger y
estimular la producción de alimentos producidos por familias campesinas y sus formas
asociativas de economía. En desarrollo de lo anterior se armonizarán los derechos de la
población campesina con los de otras comunidades rurales como las étnicas, garantizando
la igual dignidad de todas las culturas que conviven en el país, de conformidad con el
artículo 7 constitucional. Las anteriores medidas tendrán enfoques transversales de género,
diversidad y la mujer como actora clave de la economía, saberes y cultura rural campesina,
indígena y afrodescendiente y enfoque diferencial respecto a las víctimas del conflicto
armado interno.

PROGRAMA 1. ACCESO A LA TIERRA


El Fondo de Tierras (Continuidad de los acuerdos de Paz): este Fondo se mantendrá
con un carácter permanente, asegurando la disposición de 3 millones de hectáreas durante
sus primeros 10 años de operación. Las fuentes del Fondo de Tierras serán las siguientes:
tierras resultantes de extinción de dominio, baldíos indebidamente ocupados, sustracción
sobre Zonas de Reserva Forestal según la ley 2ª de 1959, tierras inexplotadas por
incumplimiento de la función social de la propiedad, tierras adquiridas con base en motivos
de interés social o de utilidad pública y, finalmente, tierras donadas por privados en el
marco de la construcción de paz. En este marco, se mantendrá el Decreto ley 902, resultado
del acuerdo de paz y se retirará el proyecto de ley presentado por el Gobierno Nacional para
reformar la Ley 160 de 1994
Al tiempo con el IGAC se fortalecerá la Agencia Nacional de Tierras, con oficinas
territoriales adicionales en aquellos Departamentos donde los conflictos, la adjudicación y
la formalización de tierras son más urgentes. Su fortalecimiento permitirá avanzar en los
procesos de recuperación a los cerca de 2.5 millones de hectáreas baldías que fueron
indebidamente adjudicadas a personas que no eran sujetos de reforma agraria.
La Formalización de la propiedad (Continuidad de los acuerdos de Paz): se continuará
con el actual proceso de formalización masiva sobre 7 millones de hectáreas, con el
propósito de regularizar y proteger los derechos de las personas que sean legítimas dueñas y
poseedoras de la pequeña y mediana propiedad rural. A diferencia de lo que sucede en la
actualidad, las áreas priorizadas para implementar el barrido predial corresponderán con los
Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial PDET y las Zonas de Reserva Campesina
ZRC, tanto las constituidas como aquellas que están en solicitud. El Gobierno Nacional
vigilará con especial atención que las alianzas y contratos establecidos en la
implementación de las ZIDRES, sean realmente equitativas para los campesinos, y que su
implementación no atente contra la sostenibilidad ambiental en áreas particularmente
sensibles.
Cumplimiento de los acuerdos con las comunidades étnicas y agrarias en materia de
tierras: se establecerán las necesidades de tierras de las comunidades étnicas, así como un
balance detallado de los acuerdos pactados con las comunidades indígenas,
afrocolombianas y campesinas en esta materia. En función de lo anterior, se construirá de
común acuerdo una ruta de cumplimiento, en el marco de lo realizable fiscalmente, e
incentivando la realización de acuerdos interculturales con los vecinos que no se identifican
étnicamente. Se dará continuidad al espacio de interlocución o Mesa Única Nacional y las
mesas regionales, de que trata el decreto 870 de 2014 y a los espacios
Conformación del Sistema Nacional de Zonas de Reserva Campesina y Territorios
Campesinos: Es fundamental viabilizar las numerosas propuestas de ordenamiento
territorial campesino circunscritas bajo la Ley 160. Lo anterior deberá posibilitar que las
familias sin tierra, los pequeños y medianos campesinos sean sujetos privilegiados para el
acceso y formalización de la propiedad, producción y vinculación al mercado, bajo un
criterio transversal de sostenibilidad ambiental.

PROGRAMA 2. ORDENAMIENTO Y PLANIFICACIÓN PARA GESTIONAR LOS


CONFLICTOS TERRITORIALES
El catastro multipropósito como pieza clave para aclarar la propiedad y para la
planificación rural: el catastro multipropósito será la base del desarrollo de la política de
fortalecimiento de la producción campesina agroindustrial. En primer lugar, permitirá la
identificación adecuada de los predios, como base para superar los problemas de
inseguridad en la posesión y propiedad de la tierra; para reconocer los derechos territoriales
de las comunidades indígenas y afros, las zonas de reserva campesina, los territorios
campesinos y las zonas agroalimentarias. También será la base para fortalecer el impuesto
predial rural y para servir de soporte a la articulación de los distintos componentes del
ordenamiento territorial, como los ecosistemas estratégicos, las infraestructuras de
transporte y servicios públicos, las interacciones urbano-rurales, los conflictos de uso del
suelo y las cadenas productivas.
Una tributación rural diferencial que desestimule el latifundio y penalice el uso
inadecuado del suelo Además, el mejoramiento del catastro será la base para desestimular
el latifundio improductivo, a través de un impuesto predial fortalecido, cuyas tarifas
crecientes en función del área de los terrenos y las condiciones de producción de la tierra en
relación con la vocación del suelo, que sirva a su vez para incrementar los ingresos de los
municipios para que inviertan en programas de desarrollo rural y para mejorar los ingresos
destinados a la gestión ambiental.
La determinación de los avalúos rurales tendrá en cuenta el uso agrícola histórico, y no solo
el valor de transacciones ligadas a prácticas especulativas. Por ejemplo, las tierras agrícolas
productivas cerca de ciudades donde las expectativas de urbanización elevan los precios del
suelo, tributarán con base en avalúos calculados en función del uso. Esto permitirá que los
campesinos cultiven alimentos cerca de la ciudad y que los avalúos de sus predios sean
bajos, mientras que los predios vecinos con usos no agrícolas sean más altos. Así se
beneficia a quienes viven del agro y habitan en el predio.
Se darán estímulos a través del impuesto predial fortalecido a aquellos propietarios que
cuiden los bosques nativos y el agua que pase por sus predios.
Se impulsará un proyecto de reforma constitucional y legal para crear una
jurisdicción rural e intercultural como parte de la jurisdicción contencioso administrativa
para la administración de justicia en el ámbito de los territorios de las comunidades rurales,
sin perjuicio de las actuales competencias de esta última en las cabeceras municipales y
ciudades capitales, para dotar de autonomía administrativa y judicial la resolución de
controversias jurídicas de la tierra rural y los conflictos interculturales, así como el logro de
la descongestión judicial de procesos agrarios.

PROGRAMA 3. REPLANTEAMIENTO DE LAS ESTRATEGIAS ANTE EL


PROBLEMA DE LOS CULTIVOS DE USO ILÍCITO
Golpear a los narcotraficantes no a los cultivadores: La lucha contra el narcotráfico se
adelantará con una perspectiva autónoma nacional. En ese marco se enfrentarán de forma
diferenciada los diversos eslabones de la cadena productiva del narcotráfico (cultivos,
transformación, comercialización y consumo).
En el marco del cambio del enfoque, el proyecto de ley de “Tratamiento penal diferenciado
para pequeños cultivadores” que hoy cursa en el Congreso, necesariamente tiene que ser
conciliado y validado con la participación de las organizaciones de los pequeños
cultivadores, particularmente en la definición de los tamaños prediales a ser cobijados con
este tratamiento penal diferenciado. Lo anterior para impedir la judicialización y
encarcelamiento de la mayoría de las familias de pequeños cultivadores, que quedarían
excluidos en caso de mantenerse las áreas propuestas en la actual versión del proyecto de
ley y bajo el entendido que se trata de población rural cuyas condiciones de marginalidad,
pobreza y carencia de servicios y satisfacción de derechos básicos, los ha llevado a dedicar
sus predios a los cultivos con uso ilícito.
Enfoque sistémico de las alternativas productivas: dado que las causas del uso ilícito de
los cultivos de coca, amapola y marihuana son de índole económico, el enfoque represivo
de la guerra antidroga se modificará por diversas alternativas productivas y comerciales
para remplazar el ingreso de las familias cultivadoras, mejorar sus condiciones de vida y la
productividad de los territorios inmersos en estas economías. Los programas de sustitución
serán diversos, teniendo en cuenta la calidad de los suelos, el clima, la diversidad
geográfica y poblacional por género, etnia y edad de los trabajadores, además para la
Colombia Humana no es lógico sustituir a los cultivos de uso ilícito por otros
monocultivos.
De acuerdo con lo anterior, las alternativas de sustitución de ingresos propenderán por: i) la
construcción de una cadena de agroindustrias de propiedad asociativa de las familias
campesinas, empresas solidarias para procesar y comercializar crías o cultivos sustitutos,
situadas en los mismos territorios rurales. Estas empresas asociativas, para competir y
superar a los ilícitos garantizarán ingresos periódicos en plazos cortos; al procesar en el
campo beneficiarán al campesinado del valor agregado; con el procesamiento se buscará
reducir peso, volumen y costo de transporte desde regiones aisladas; tendrán mercados
garantizados y estabilidad de precios; ii) proyectos de sustitución del uso ilegal de la coca,
la amapola y la marihuana, por emprendimientos que exploten sus usos benéficos y legales,
tal como hoy funciona en el Cauca y Bolivia; iii) una política pública de crédito de largo
plazo, para cultivar bosques con uso comercial, que adelante mensualmente los beneficios
futuros a los campesinos, tal como hoy funciona en Vietnam y Guatemala; y iv) el
incremento de impuestos al latifundio fértil inexplotado, para propiciar el aumento de la
oferta de tierras en aquellos casos donde -por determinantes ambientales, por imposibilidad
de conexión vial, o por conflicto interétnico- se requiera reubicar a los cultivadores dentro
de la frontera agrícola.
Ampliar la participación comunitaria: Se profundizarán y se dará prioridad a los
programas de sustitución construidos con la participación de las comunidades afectadas, de
manera directa e indirecta. Se eliminará la aspersión aérea aplicando el principio de
precaución, según el concepto de la Organización Mundial de la Salud, que declaró
cancerígeno al glifosato, y de la derivada prohibición del Consejo Nacional de
Estupefacientes en el 2015. Además, la erradicación manual se limitará solo a los casos de
comunidades o personas que se nieguen a sustituir.
Integración de la política pública: Se hará un re-direccionamiento estratégico de los
PDTs,y se buscará su integración a los instrumentos de planeación con mayor tradición,
como los planes de desarrollo, planes de vida y planes de ordenamiento territorial, por lo
menos en cuatro aspectos: i) los escenarios políticos, económicos, sociales y culturales
locales, que se traducen en la heterogeneidad de los territorios; ii) las dinámicas
diferenciadas del narcotráfico en las zonas del interior y de las fronteras terrestres y
marítimas (espacios de producción, comercialización y/o intermediación); iii) la presencia
de los grupos armados (paramilitares y bandas criminales) y; iv) la concatenación entre los
cultivos ilícitos y la minería legal, dado que suelen ser los mismos actores armados ilegales
quienes diversifican su accionar mediante el control de ambos tipos de actividad.

PROGRAMA 4. PRODUCCIÓN PARA LA VIDA


Diversificación productiva intra-predial desde una visión asociativa y regional: se
mantendrá el impulso de sistemas productivos campesinos que permitan combinar
adecuadamente actividades pecuarias con cultivos transitorios. Se buscará, en primera
medida, que las familias campesinas sean autosuficientes y con capacidad de adaptación a
los imprevistos económicos y al cambio climático. Al mismo tiempo, y en segundo lugar,
es necesario pensar la producción desde una escala regional y asociativa, saliéndose de la
lógica de los proyectos unifamiliares propios del modelo DRI. Lo anterior significa pensar
las subvenciones a partir de una escala asociativa y cooperativa de la producción. Este
escalón intermedio del ordenamiento productivo es el que le permite al campesino generar
procesos exitosos y planificados de articulación con los centros urbanos, sus mercados
locales y nacionales, aportando a la seguridad alimentaria del conjunto de los colombianos.
Extensión agropecuaria para los que más lo necesitan (Reforma al Sistema Nacional
de Innovación Agropecuaria): La Colombia Humana transitará de un enfoque de
«asistencia técnica» a uno de «extensión agropecuaria» en tanto ésta, además de involucrar
apoyos técnicos puntuales para las labores agropecuarias, incluye también acciones de
generación y transferencia de tecnología, respetuosos de los conocimientos ancestrales y
culturales y de las tecnologías propias de las comunidades, mediante procesos integrales y
participativos de educación formal y no formal en los que la ciencia cumple un papel
fundamental en el mejoramiento de los procesos productivos y en el distanciamiento del
modelo de dependencia. Lo anterior implica garantizar una adecuada financiación del
«Sistema Nacional de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCCTI)» y, en
particular, del recientemente creado «Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria
(SNIA)». Sin descuidar los Centros de Investigación ya establecidos, la investigación en
ciencia y tecnología deberá focalizarse en los pequeños propietarios, así como en los
cultivos transitorios como el maíz, la soya, la papa, el arroz, las hortalizas, las frutas y las
verduras que son la base de la alimentación y el mercado interno nacional. Dentro de la
«extensión agropecuaria» primará un principio de equidad, esto es, garantizar el acceso a
este servicio público por parte de quienes han sido tradicionalmente excluidos del mismo:
la economía campesina, familiar y comunitaria. Por consiguiente, se eliminará la “Tasa del
Servicio Público de Extensión Agropecuaria” del actual Sistema Nacional de Innovación
Agropecuaria; así como el “Subsidio a la tarifa de la tasa por la prestación del Servicio
Público de Extensión Agropecuaria”, asegurando de esta manera un servicio público de
carácter obligatorio y subsidiado para los pequeños y medianos productores rurales.
Regulación al mercado de insumos agropecuarios y creación de unidades para el biocontrol
agropecuario: Se buscará implementar una fórmula de regulación de los precios de los
insumos agropecuarios, similar a la que contempla la Ley Estatutaria de Salud para los
precios de los medicamentos. Esta regulación permitirá optimizar la utilización de los agro-
insumos, evitar las inequidades en el acceso y asegurar la calidad de los mismos. Esta
regulación se acompañará de una política de vigilancia de este tipo de productos, para
evitar la venta de aquellos que contengan sustancias de las enunciadas en el Convenio de
Estocolmo y en la Ley 822 de 2003.
Con la intención de fortalecer la pequeña agricultura campesina y la Agricultura Familiar
Consolidada, se promoverán unidades de salud agropecuaria integral en las distintas
regiones del país. Lo anterior buscará establecer Laboratorios locales de bioinsumos, para:
dar respuesta a ataques de plagas y enfermedades; trabajar con biofertilizantes y abonos
orgánicos y capacitar en control biológico y agroecología. Se establecerán Clínicas
comunales de plantas, para: prestar servicios de Monitoreo; prestar servicios de atención
epidemiológica de plagas y enfermedades; realizar diagnósticos fitosanitarios integrales y
dar formación técnico productiva. Se establecerán Redes de Salud Agrícola Integral
Comunitaria, para: integrar las clínicas y laboratorios a nivel regional y local; trabajar la
diversificación de bioinsumos; zonificar los rubros y especificidades de clínicas y
laboratorios en función de los cultivos o especies de pancoger y comerciales identificados
como aplicables en los diversos territorios. Se producirá a gran escala los biofertilizantes y
abonos orgánicos requeridos, a partir de montar la infraestructura y adecuar los terrenos
necesarios para su agricultura o cría.
Protección de semillas: se garantizará la recuperación, reproducción y distribución de
semillas nativas y su prevalencia frente a otro tipo de semillas. Criterios similares se
implementarán para alevinos y pies de cría. Se establecerán Bancos de semillas nativas,
soportados en el acceso a los bancos de las universidades y centros de investigación
agrícolas; en el acopio de las semillas de la mejor calidad de las familias campesinas; el
montaje de la infraestructura y los terrenos adecuados necesarios para recibir y reproducir
las semillas. Se establecerán unidades de inseminación y monta de especies mayores,
menores y no domésticas, a partir de: acceder a los bancos genéticos de las universidades y
centros de investigación pecuarios; Estabular los reproductores de la mejor calidad de
criadores campesinos; Montar la infraestructura y adecuar los terrenos necesarios para
recibir y reproducir los pies de cría. Se establecerán bancos de alevinos, a partir de: acceder
a los bancos de las universidades y centros de investigación acuícolas; acopiar los alevinos
de la mejor calidad de campesinos acuicultores; Montar la infraestructura y adecuar los
terrenos necesarios para recibir y reproducir los alevinos.
Unidades de equipamiento para la agricultura, cría y pesca: en concordancia con la
diversidad de tipos de explotación, suelos, clima, geografía y población, el gobierno
nacional promoverá la creación y operación de un stock de equipamientos idóneos para los
cultivos, crías y pescas, al servicio de los emprendimientos asociativos de producción de
los indígenas, afrodescencientes y campesinos. Se implementarán mecanismos de crédito
que viabilicen el acceso de las familias rurales, a estas estaciones de maquinaria, a través de
compra o alquiler.
Relación campo – ciudad - revitalizar los mercados campesinos: establecer y dinamizar
mercados locales de manera progresiva en las cabeceras municipales y ciudades capitales
en el marco de una política de fortalecimiento a los ciclos cortos de comercialización
promoviendo al tiempo incentivos para el consumo en áreas urbanas de productos
provenientes de la economía campesina, familiar y comunitaria.
Plan permanente de compras públicas para productos campesinos. de acuerdo con la
FAO (2017) instituciones y programas del nivel nacional (PAE, ICBF e INPEC) gastan
cerca de 2,5 billones de pesos en compra de alimentos, muchos de los cuales son
producidos por la economía campesina, familiar y comunitaria. También, algunas
entidades territoriales compran alimentos. Teniendo en cuenta la experiencia de Brasil, se
buscará que alrededor el 50% de las compras públicas de alimentos para diversos
programas, provengan de pequeños y medianos productores fortaleciendo una lógica de
compra local de alimentos y reduciendo la intermediación. Para ello se vincularán redes
asociativas de productores regionales con asociaciones y cooperativas de padres y madres y
otras organizaciones comunitarias que gestionarán el suministro de alimentos para primera
infancia, preescolar y colegios, dentro del enfoque de economía del cuidado.
En la mayoría de los municipios el abastecimiento de los demandantes públicos de
alimentos, se caracteriza por una escasa descentralización y conexión a nivel local,
motivado 1° por la concentración de las decisiones en Bogotá y las capitales, que va en
contravía de los posibles ahorros en transporte y frescura de los productos si las compras
fueran locales, y 2° por la falta de información a las familias campesinas productoras de
alimentos en los municipios
En la Colombia Humana, se corregirá este desequilibrio, con la meta de modificar
procedimientos de contratación de compras, para incrementar progresivamente la
participación de la Economía Campesina y la Agricultura Familiar en la oferta de alimentos
al sector público. Este programa se adelantará de la mano de las organizaciones
campesinas, y con la cooperación de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación, FAO, a partir de su experiencia en todo el mundo y en
Colombia, en el departamento de Antioquia.
En el caso particular el Programa de Alimentación Escolar (PAE), apoyará a las
asociaciones de madres y padres de familia y otras organizaciones comunitarias, para que
sean ellas las administradoras de los restaurantes escolares que brinden la alimentación
idónea, balanceada y nutritiva a sus hijas e hijos

La mujer rural como sujeto central de la política pública agraria: se reglamentará e


implementará la ley 1413 de 2010 (economía del cuidado) de manera que no solo se dé
apoyo, igualmente diferenciado, para crédito, asistencia técnica, maquinaria y proyectos
productos, sino que se reconozca dicha economía como productiva. Se reglamentará y
volverá operativa la Ley 731, bajo un enfoque intersectorial, abordando todos los ámbitos
de su competencia (producción, educación, salud, tierra y participación política).
FINAGRO y Banco Agrario con un enfoque campesino y asociativo: se debe ruralizar
la política financiera para el campo, buscando que esta responda a las dinámicas y lógicas
del sector rural. La mejora en el acceso a financiamiento para la población rural y los
pequeños agricultores es de vital importancia para lograr la reducción de la pobreza y la
desigualdad. Además, es indispensable en el desarrollo económico del país. Según el
estudio sobre Mayores oportunidades de financiamiento rural en Colombia, del Banco
Mundial. En esta medida es necesario profundizar la aplicación de la Ley 1976 de
Garantías Mobiliarias para darles acceso a crédito a aquellos productores que no son
propietarios de tierras. Igualmente, es fundamental ajustar los modelos de crédito vigentes
para los productores agropecuarios, ya que en la actualidad estos no tienen en cuenta la
estacionalidad de los cultivos y los periodos de recuperación. La naturaleza de la
agricultura familiar es en su mayoría asociativa y en ese sentido, la oferta de créditos
deberá estar enfocada en este tipo de solicitudes. FINAGRO deberá abrir líneas de crédito
especial destinadas a los fondos rotatorios de las asociaciones de productores, los cuales
son muy efectivos y con bajas tasas de incumplimiento. Se profundizará en la gestión del
riesgo para atender a los pequeños productores campesinos, a través del diseño de seguros
agropecuarios, buscando prevenir los efectos del cambio climático en los años porvenir.
Salud rural preventiva: de igual modo se implementará un plan de choque de atención
primaria en salud, bajo el modelo de salud pública preventiva en el campo, y reducción de
las brechas en materia de atención a primera infancia y educación, según se indica en los
apartes correspondientes.

PROGRAMA 6. POLÍTICA DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA PARA UNA


ECONOMÍA AGROPECUARIA PRODUCTIVA
La política de ciencia y tecnología dará prioridad al impulso de la bioeconomía, entendida
como una estrategia de desarrollo regional, donde se gestiona de manera sostenible la
biodiversidad y la biomasa residual para generar nuevos productos, procesos y servicios de
valor agregado basados en conocimiento e innovación.

Se aprovechara la base científica y tecnológica del país: a nivel nacional existen


alrededor de 1.500 grupos de investigación relacionados con la bioeconomía y más de 600
relacionados con la biotecnología y la biodiversidad, lo que demuestra que existe una
comunidad científica de base que puede ser articulada a las prioridades y oportunidades de
los sectores priorizados, a fin de poder generar resultados innovadores en los diversos
campos. Existen oportunidades tempranas que se deben acelerar y existen unas nuevas para
desarrollar capacidades.

De acuerdo con la “Convocatoria Nacional para el reconocimiento y medición de grupos de


investigación, desarrollo tecnológico o de innovación y para el reconocimiento de
investigadores del SNCTel – 2016” los grupos de investigación BIO en Colombia, es decir
aquellos relacionados con la biodiversidad, el medio ambiente, la salud y el agro, y que no
necesariamente están involucrados en actividades de desarrollo de biotecnología, son 623
de los cuales 32% se encuentran en Bogotá, 13,3% en Medellín, 9,6% en Cali y el 44,4% en
el resto del país*

Se plantearan las siguientes prioridades y sectores de investigación: de acuerdo con el


DNP, en Colombia los sectores de la bioeconomía incluyen aquellos relacionados con el
sector primario como el agrícola y pecuario, sectores manufactureros como alimentos,
químico, farmacéutico, cosméticos, textil y sectores de servicios como los de salud,
ambiente y turismo. Los sectores de trabajo investigativo que se privilegiaran serán los
siguientes: I) Innovación de productos, procesos, servicios y tecnologías; II) Nuevas
tecnologías habilitantes en sectores tradicionales (Biotecnología, nanotecnología, TIC,
entre otras); III) Investigación interdisciplinaria (ciencias biológicas, ciencias sociales,
ingenierías, entre otras); IV) Uso respetuoso, eficiente y sostenible de la biodiversidad; V)
Impacto social, económico y ambiental; VI) Valoración del conocimiento local y
tradicional; y VII) Negocios globales y sostenibles.

Las siguientes acciones en ciencia y tecnología serán consideradas como motores de


innovación rural: I) Favorecer la implementación política que faciliten la transición hacia
una economía basada en el uso intensivo del conocimiento, los recursos biológicos y la
biomasa residual; II) Se trazarán directrices para apoyar, incentivar, vigilar, fiscalizar,
legalizar, regularizar y controlar los nuevos procesos y aplicaciones de las biotecnologías
avanzadas; III) A partir del inventario de recursos y activos regionales o nacionales no solo
naturales, sino también los relacionados con el conocimiento industrial y científico, se
favorecerán las estrategias para agregar valor a través de técnicas y procesos innovadores;
IV) Orientar recursos y esfuerzos al apoyo de los sectores de mayor potencial: agrícola y
pecuario; en el sector manufacturero: alimentos procesados y bebidas, químico,
farmacéutico, energía y cosmética; y en el sector de servicios; V) Incentivar el biocomercio
y la sostenibilidad de la economía mediante el uso de tecnologías de vanguardia que
faciliten el uso de la biodiversidad; VI) Promover el uso de bioproductos que provengan del
conocimiento y uso de genes, proteínas, metabolitos y que impacten los diferentes sectores
de la economía como la agricultura, la salud, la alimentación, entre otros; VII) Aprovechar
la biomasa residual disponible y creciente en el país; VIII) Desarrollar las regulaciones y
políticas nacionales que permitan el uso sostenible de los recursos naturales.

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