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Clásicos en la Historia de la Psicología

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Christopher D. Green
York University, Toronto, Ontario
http://psychclassics.yorku.ca/Watson/views.htm
“http://psychclassics.yorku.ca/index.htm”

La Psicología tal como la ve el conductista.


John B. Watson (1913).
Publicada por primera vez en Psychological Review, 20, 158-177

La psicología como la ve el conductista es una rama puramente experimental de la


ciencia natural. Su meta teórica es la predicción y el control de la conducta. La
introspección no forma parte esencial de sus métodos, ni el valor científico de sus datos
depende de la facilidad con que ellos se prestan a interpretación en términos de
conciencia. El conductista, en sus esfuerzos para obtener un esquema unitario de la
respuesta animal, no reconoce una línea divisoria entre el hombre y la bestia. La conducta
del hombre, con todo su refinamiento y complejidad, solo forma parte del esquema total
de investigación del conductista.
Entre sus seguidores se ha sostenido en general que la psicología es el estudio de la
ciencia de los fenómenos de la conciencia. Ha tomado como su problema, por un lado, el
análisis de estados mentales complejos (o procesos) como constituyentes elementales
simples, y por el otro la construcción de estados complejos cuando los constituyentes
elementales están dados. El mundo de objetos físicos (estímulos, incluyendo aquí
cualquier cosa que pueda excitar actividad en un receptor), que forma el fenómeno total
del científico natural, es visto meramente como un medio para lograr un fin. Ese fin es la
producción de estados mentales que pueden ser ‘inspeccionados’ u ‘observados’. El
objeto psicológico de observación en el caso de una emoción, por ejemplo, es el estado
mental en sí mismo. EL problema en la emoción es la determinación del número y el tipo
de constituyentes elementales que están presentes, su lugar, intensidad, orden de
aparición, etc. Se ha acordado que la introspección es el método por excelencia por
medio del cual los estados mentales pueden ser manipulados para los propósitos de la
psicología. Sobre esta asunción, los datos conductuales (incluyendo bajo este término
todo lo que se incluye en el nombre de psicología comparada) no tienen valor per se.
Tienen significación sólo en tanto puedan dar luz sobre los estados conscientes.1 Tales
datos deben tener al menos una referencia analógica o indirecta para pertenecer al
dominio de la psicología.
Sin duda, a veces, uno encuentra psicólogos escépticos incluso de esta referencia
analógica. Tal escepticismo a menudo se muestra por la pregunta formulada al estudioso
de conducta, ‘¿cuál es el sentido de trabajar con animales para la psicología humana?’ Yo
solía tener que estudiar esta cuestión. Siempre me avergonzaba en alguna medida. Estaba
1
interesado en mi propio trabajo y sentía que esto era importante, y aún así no podía
encontrar ninguna conexión cercana entre ella y la psicología según el que formulaba la
pregunta entendía la psicología. Espero que esa confesión aclare la atmósfera hasta tal
grado que no tengamos que trabajar más sobre pretensiones falsas. Debemos admitir
francamente que los hechos tan importantes para nosotros que hemos sido capaces de
reunir a partir de extenso trabajo sobre los sentidos de los animales mediante el método
conductual han contribuido solo fragmentariamente a la teoría general de los procesos de
los órganos de los sentidos humanos, ni han sugerido nuevos puntos de ataque
experimental. El enorme número de experimentos que hemos llevado adelante sobre el
aprendizaje de manera similar han contribuido poco a la psicología humana. Parece
razonablemente claro que cierto tipo de compromiso debe ser afectado: ya sea que la
psicología debe cambiar su punto de vista de modo que tome en cuenta los hechos de la
conducta, sea o no que tengan alcance sobre el problema de la ‘conciencia’; o la conducta
debe quedar sola como una ciencia totalmente separada e independiente. Si los
psicólogos humanos fracasan en mirar favorablemente nuestras obras y se rehúsan a
modificar su posición, los conductistas serán conducidos a utilizar seres humanos como
sujetos y emplear métodos de investigación que sean exactamente comparables a los que
hoy se emplean en el trabajo con animales.
Cualquier otra hipótesis diferente de la que admite el valor independiente del material
conductual, sin importar sus implicaciones de ese material sobre la conciencia, nos
forzará inevitablemente a la posición absurda de construir el contenido conciente del
animal cuya conducta hemos estado estudiando. Desde esta visión, después de haber
determinado la capacidad de aprender de nuestros animales, la simplicidad o complejidad
de sus métodos de aprendizaje, el efecto del hábito pasado sobre la respuesta presente, el
rango de estímulos a los que responde ordinariamente, el rango ampliado al cual puede
responder bajo condiciones experimentales—en términos más generales, sus varios
problemas y sus variadas maneras de resolverlos – todavía deberíamos sentir que la tarea
está incompleta y que los resultados no tienen valor, hasta que podamos interpretarlos a la
luz de la conciencia. Aunque hemos resuelto nuestro problema nos sentimos incómodos e
inquietos por nuestra definición de psicología: nos sentimos forzados a decir algo acerca
del posible proceso mental de nuestro animal. Decimos que, sin tener ojos, su flujo de
conciencia no puede tener las sensaciones de brillantez y sensaciones de color como las
conocemos – al no tener papilas gustativas este flujo no puede tener sensaciones de dulce,
ácido, salado y amargo. Pero por el otro lado, como responde a estímulos térmicos,
táctiles y orgánicos, su contenido conciente debe estar grandemente hecho de esas
sensaciones; y usualmente añadimos, para protegernos del reproche de ser
antropomórficos, ‘si tiene algo de conciencia’. Seguramente esta doctrina que llama a una
interpretación analógica de todos los datos conductuales puede ser mostrada como falsa;
la posición de que la firmeza de una observación sobre la conducta se determine por los
frutos al proporciona resultados que sean interpretables sólo en el estrecho reino de la
conciencia (realmente humana).
Este énfasis sobre la analogía en psicología ha llevado al conductista algo lejos. Al no
estar dispuesto a tirar del yugo de la conciencia, se siente impelido a hacerse un sitio en el
esquema de la conducta donde el surgimiento de la conciencia puede ser determinado.
Este punto ha estado cambiando. Unos pocos años atrás se suponía que ciertos animales
poseían ‘memoria asociativa’, mientras que ciertos otros se suponía que carecían de ella.
Uno encuentra esta búsqueda por el origen de la conciencia bajo muchos disfraces.
Algunos de nuestros textos afirman que la conciencia surge en el momento en que las
actividades reflejas e instintivas fallan en conservar propiamente al organismo. Un
organismo perfectamente ajustado carecería de conciencia. Por el otro lado cuando
quiera que encontremos la presencia de actividad difusa la que resulta en formación de
hábitos, nos justificamos para asumir conciencia. Debo confesar que estos argumentos
tenían cierto peso para mí cuando empecé el estudio de la conducta. Temo que muchos de
nosotros todavía sigamos viendo los problemas de conducta como algo parecido a esto en
la mente. Más de un estudiante de la conducta ha intentado enmarcar los criterios de los
psíquico –inventar un conjunto de criterios objetivos, estructurales y funcionales que,
cuando se aplican en el caso particular, nos permitirán decidir si tales y tales respuestas
son positivamente conscientes, meramente indicativas de conciencia, o si son puramente
‘fisiológicas’. Problemas tales como éstos no pueden satisfacer a los hombres de la
conducta. Sería mejor renunciar al campo por completo y admitir francamente que el
estudio de la conducta de los animales no tiene justificación, que admitir que nuestra
búsqueda es de carácter tan elusivo. Uno puede asumir ya sea la presencia o la ausencia
de conciencia dondequiera de la escala filogenético sin afectar los problemas de conducta
por un punto o un título; y sin influenciar en ninguna manera el modo de ataque
experimental a ellos. Por un lado, no puedo asumir ni por un momento que el paramecio
responde a la luz; que la rata aprende un problema más rápidamente trabajando en la
tarea cinco veces al día que una vez al día, o que el niño humano exhibe mesetas en sus
curvas de aprendizaje. Estas con cuestiones que conciernen vitalmente a la conducta y
que deben decidirse por observación directa bajo condiciones experimentales.
Este intento de razonar por analogía a partir de los procesos de conciencia humana a los
procesos de conciencia animal, y viceversa: hacer que la conciencia, como el ser humano
la conoce, el centro de referencia de toda la conducta, nos fuerza a una situación similar a
la que existió en biología en la época de Darwin. Todo el movimiento darviniano fue
juzgado por la importancia que tenía sobre el origen y desarrollo de la raza humana. Se
hicieron expediciones para recolectar material que establecería la posición de que el
ascenso de la raza humana fue un fenómeno perfectamente natural y no un acto de
creación especial. Se buscaron cuidadosamente variaciones junto con la evidencia del
efecto de apilamiento y el efecto de descarte de la selección; porque en este y en los
demás mecanismos darvinianos se debieron encontrar factores suficientemente complejos
para dar cuenta del origen y la diferenciación de razas del hombre. La riqueza de material
recolectado en esta época fue considerada valiosa mayormente en cuanto tendía a
desarrollar el concepto de evolución en el hombre. Es extraño que esta situación
permaneciera dominante en biología por tantos años. El momento que la zoología se hizo
cargo del estudio de la evolución y la descendencia, la situación cambió inmediatamente.
El hombre dejó de ser el centro de referencia. Dudo si algún biólogo experimental hoy
día, a menos que se encuentre realmente comprometido en el problema de la
diferenciación de las razas humanas, trate de interpretar sus hallazgos en términos de
evolución humana, o incluso referirse a ella en su pensamiento. Él recolecta sus datos del
estudio de muchas especies de plantas y animales y trata de entender las leyes de la
herencia en el tipo particular en que está conduciendo experimentos. Naturalmente, él
sigue el progreso del trabajo sobre la diferenciación de las razas en el hombre y en el
origen del hombre, pero los ve como tópicos especiales, iguales en importancia con sus
propios incluso aquellos en los que sus intereses nunca estarán vitalmente
comprometidos. No es justo decir que todo su trabajo está dirigido a la evolución humana
o que debe ser interpretado en términos de evolución humana. No tiene que descartar la
certeza de sus datos sobre la herencia del color de la piel de los ratones porque,
indudable, tiene poca importancia sobre la diferenciación del genus homo en razas
separadas, o sobre el origen del genus homo de algún tronco más primitivo.
En psicología todavía estamos en esa etapa de desarrollo donde sentimos que debemos
seleccionar nuestro material. Tenemos un lugar general de descarte para procesos, que
censuramos mientras su valor para la psicología esté involucrado diciendo. ‘esto es un
reflejo’; ‘aquel es un hecho puramente fisiológico que no tiene nada que ver con la
psicología’. No estamos interesados (como psicólogos) en conseguir todos los procesos
de ajuste que el animal como un todo emplea, ni en encontrar cómo estas variadas
respuestas están asociadas, ni cómo se destruyen, trabajando así un esquema sistemático
para la predicción y control de la respuesta en general. A menos que nuestros hechos
observados sean indicadores de conciencia, no tenemos uso para ellos, y a menos que
nuestros aparatos y método estén diseñados para arrojar tales datos, los menospreciamos.
Siempre recordaré el comentario que un distinguido psicólogo hizo mientras miraba el
aparato de color diseñado para probar las respuestas de animales a la luz monocromática
en el ático de Johns Hopkins. Era el siguiente: ‘¡Y llaman a esto Psicología!’.
No quiero criticar indebidamente a la psicología. Ha fracasado señaladamente, creo,
durante los cincuenta y tantos años de su existencia como disciplina experimental en
hacer su espacio en el mundo como una ciencia natural indisputable. La psicología, tal
como se piensa de ella en general, tiene algo esotérico en sus métodos. Si fracasan en
reproducir mis hallazgos, no se debe a alguna falla en sus aparatos o en el control de sus
estímulos, sino que se debe al hecho de que su introspección no está entrenada 2. El
ataque se hace al observador y no a la situación experimental. En física y en química el
ataque se hace a las condiciones experimentales. El aparato no fue suficientemente
sensible, se utilizaron químicos impuros, etc. En estas ciencias una mejor técnica dará
resultados reproducibles. La Psicología es diferente, si no puede observar 3 – 9 estados de
claridad en atención, su introspección es pobre, si, por otro lado, un sentimiento parece
razonablemente claro para usted, su introspección es nuevamente defectuosa. Está viendo
demasiado. Los sentimientos nunca son claros.
Parece haber llegado el tiempo en que la psicología debe descartar toda referencia a la
conciencia; cuando no necesita más engañarse a sí misma para pensar que está haciendo
los estados mentales objeto de su observación. Hemos llegado a estar tan enredados en
cuestiones especulativas respecto a los elementos de la mente, la naturaleza del contenido
consciente (por ejemplo el pensamiento sin imágenes, actitudes y Bewusstseinslage, etc.)
que yo, como estudiante experimental, siento que algo está equivocado con nuestras
premisas y los tipos de problemas que se desarrollan de ellas. No existe más garantía de
que todos queremos significar lo mismo cuando utilizamos los términos hoy corrientes en
psicología. Tomemos el caso de la sensación. Una sensación se define en términos de sus
atributos. Un psicólogo afirmará con presteza que los atributos de una sensación visual
son calidad, extensión, duración e intensidad. Otro añadirá claridad. Todavía otro la de
orden, dudo si algún psicólogo puede diseñar un conjunto de afirmaciones que describen
lo que él quiere significar por sensación que serán acordados por otros tres psicólogos de
distinto entrenamiento. Volvamos por un momento a la cuestión del número de
sensaciones aislables. ¿Existe un número extremadamente grande de sensaciones de color
–o sólo cuatro, rojo, verde, amarillo y azul? Nuevamente, el amarillo, aunque
psicológicamente simple, ¡puede ser obtenido superponiendo rayos espectrales rojo y
verde sobre la misma superficie difusora! Si, por otro lado, decimos que cada apenas
notoria diferencia en el espectro es una sensación simple, y que cada apenas notorio
incremento en el valor de blanco de cada color dado es una sensación simple, estamos
forzados a admitir que el número es tan grande y las condiciones para obtenerlas tan
complejas que el concepto de sensación es inútil, ya sea para el propósito de análisis o el
de síntesis. Titchener, quien ha luchado la pelea más valiente en este país por una
psicología basada en la introspección, siente que esas diferencias de opinión respecto del
número de sensaciones y sus atributos; en tanto si existen relaciones (en el sentido de
elementos) y sobre muchas otras que parecen ser fundamentales en cada intento de
análisis, son perfectamente naturales en el presente estado subdesarrollado de la
psicología. Mientras que se admite que cada ciencia en crecimiento está llena de
preguntas no contestadas, sin duda sólo quienes está ligados al sistema tal como lo
conocemos, quienes han luchado y sufrido por ello, pueden creer confiadamente que
habrá alguna vez mayor uniformidad de la que hay ahora en las respuestas que tenemos a
tales preguntas. Yo creo firmemente que doscientos años a partir de ahora, a menos que el
método introspectivo sea descartado, la psicología todavía seguirá dividida en la cuestión
de si las sensaciones auditivas tienen la cualidad de ‘extensión’, si la intensidad es un
atributo que se puede aplicar al color, si hay una diferencia en ‘textura’ entre imagen y
sensación y sobre muchos otros cientos de otras de carácter parecido.
La condición respecto de otros procesos mentales es igualmente caótica. ¿El tipo de
imagen puede ser probado y verificado experimentalmente? ¿Los procesos recónditos de
pensamiento dependen en alguna medida de las imágenes? ¿Los psicólogos están de
acuerdo en lo que es sentimiento? Uno afirma que sentimientos son actitudes. Otro
encuentra que son grupos de sensaciones orgánicas que poseen cierta solidaridad. Todavía
otro y mayor grupo encuentra que son nuevos elementos correlativos con y del mismo
rango que las sensaciones.
Mi discusión psicológica no es con el psicólogo sistemático y estructural sólo. Los
últimos quince años han visto el crecimiento de lo que se llama Psicología funcional. Este
tipo de psicología critica el uso de elementos en el sentido estático de los estructuralistas.
Enfatiza el significado biológico de los procesos conscientes en lugar del análisis de los
estados inconscientes en elementos aislables introspectivamente. He hecho mi mejor
esfuerzo para entender la diferencia entre psicología funcional y estructural. En lugar de
claridad, la confusión crece dentro de mí. Los términos sensación, percepción, afecto,
emoción, volición son utilizados tanto por el funcionalista como por el estructuralista. La
adición de la palabra ‘proceso’ (‘acto mental como un todo’, y términos parecidos se
encuentran con frecuencia) después que cada uno sirve de alguna manera para retirar el
cuerpo de contenido y dejar la función en su sitio. Con certeza si estos conceptos son
elusivos al mirarlos desde el punto de vista del contenido, todavía producen mayor
decepción, y especialmente cunado la función se obtiene por el método introspectivo. Es
mas bien interesante que ningún psicólogo funcional ha distinguido cuidadosamente
entre ‘percepción’ (y esto es verdad respecto de otros términos psicológicos, también) tal
como se emplea por el sistematizador, y ‘proceso perceptual’ tal como se emplea en
psicología funcional. Parece ilógico y bastante justo criticar la psicología que el
sistematizador nos proporciona, y luego utilizar este término sin mostrar cuidadosamente
los cambios en significado que están anexados. Fui grandemente sorprendido hace algo
de tiempo cuando abrí el libro de Pillsbury y vi psicología definida como la ‘ciencia de la
conducta’. Todavía un texto más reciente declara que la psicología es la ‘ciencia de la
conducta mental’. Cuando vi estas declaraciones prometedoras pensé, ahora seguramente
tendremos libros de texto basados en distintas líneas. Después de unas pocas páginas la
ciencia de la conducta se abandona y uno encuentra el tratamiento convencional de
sensación, percepción, imaginería, etc., junto con ciertos cambios en énfasis y hechos
adicionales que sirven para dar el sello personal del autor.
Una de las dificultades en el camino de una psicología funcional consistente es la de las
hipótesis paralelas. Si el funcionalista intenta expresar sus formulaciones en términos que
realmente hacen parecer los estados mentales a funciones, que jueguen un rol activo en el
mundo del ajuste, casi inevitablemente descansa en términos que son connotativos de
interacción. Cuando se le critica esto responde que es más conveniente hacerlo así que lo
hace para evitar el circunloquio y la torpeza que son inherentes a cualquier paralelismo
integral. De hecho creo que el funcionalista piensa en términos de interacción y recurre al
paralelismo sólo cuando se ve forzado a dar expresiones de sus visiones. Creo que el
conductismo es el único funcionalismo consistente y lógico. En él uno evita tanto la
(Scylla) del paralelismo y la (Charybdis) de la interacción. Esas antiguamente
distinguidas reliquias de la especulación filosófica requieren problematizar al estudiante
de la conducta tan poco como problematizan al estudiante de física. La consideración del
problema mente-cuerpo no afecta ni al tipo de problema seleccionado ni a la formulación
de la solución a ese problema. Puedo afirmar mi posición aquí no mejor que diciendo que
me gustaría formar a mis estudiantes en la misma ignorancia de tales hipótesis como la
que uno encuentra entre los estudiantes de otras ramas de la ciencia.
Esto me conduce al punto en que quiero hacer constructiva la discusión. Creo que
podemos escribir una psicología, definirla como Pillsbury, y nunca volver a revisar
nuestra definición: nunca utilizar los términos conciencia, estados mentales, mente,
contenido, introspectivamente verificable, imaginería, y cosas parecidas. Creo que
podemos hacerlo en unos pocos años sin correr en la absurda terminología de Beer,
Bethe, Von Uexküll, Nuell y la de las así llamadas escuelas objetivas en general. Se
puede lograr en términos de estímulo y respuesta, en términos de formación de hábitos,
integración de hábitos y cosas parecidas. Más aun, creo que realmente vale la pena hacer
ese intento ahora.
La psicología que debería tratar de construir tomaría como punto de partida, primero, el
hecho observable de que los organismos, hombre y animales por igual, se ajustan a sus
ambientes por medio de equipos hereditarios y de sus hábitos. Estos ajustes pueden ser
muy adecuados o pueden ser tan inadecuados que el organismo difícilmente mantiene su
existencia; en segundo lugar, que ciertos estímulos llevan al organismo a emitir las
respuestas. En un sistema de psicología completamente desarrollado, dada la respuesta se
puede predecir el estímulo; dado el estímulo la respuesta puede ser predicha. Tal conjunto
de declaraciones es crudo y rudo en extremo, tal como todas esas generalizaciones deben
ser. Aun así difícilmente son más crudas y menos realizables que las que aparecen en los
textos de psicología del día. Puedo posiblemente ilustrar mi punto mejor escogiendo un
problema cotidiano que cualquiera puede encontrar en su trabajo. Hace un tiempo fui
llamado para hacer un estudio de cierta especie de pájaros. Hasta que fui a Tortugas
nunca había visto estos pájaros vivos. Cuando llegué allá encontré a los animales
haciendo ciertas cosas: algunos de los actos parecían funcionar particularmente bien en
ese ambiente, mientras que otros parecían inapropiados para su tipo de vida. Primero
estudié las respuestas del grupo como un todo y después las de los individuos. Para
entender más minuciosamente la relación entre lo que era hábito y lo que era hereditario
en esas respuestas, tomé a los pájaros jóvenes y los crié. De este modo pude estudiar el
orden de aparición de los ajustes hereditarios y su complejidad, y posteriormente los
inicios de la formación de hábitos. Mis esfuerzos para determinar los estímulos que
producían esos ajustes fueron crudos, sin duda. Consecuentemente mis intentos de
controlar la conducta y producir respuestas a voluntad no alcanzaron mucho éxito. Su
comida y agua, sexo y otras relaciones sociales, condiciones de luz y temperatura están
todas fuera de control en un estudio de campo. No encontré posible controlar sus
reacciones en una medida utilizando el nido y huevo (o los jóvenes) como estímulos. No
es necesario en este trabajo desarrollar con mayor profundidad cómo un estudio así pudo
haberse realizado y cómo el trabajo de este tipo debe ser suplementado con experimentos
de laboratorio cuidadosamente controlados. Si yo hubiese sido llamado a examinar a los
nativos de algunas de las tribus australianas, debía haber realizado mi tarea de la misma
manera. Debiera haber encontrado el problema más difícil: los tipos de respuestas
provocadas por los estímulos físicos debieran haber sido más variadas, y el número de
estímulos efectivos, mayor. Debiera haber tenido que determinar el escenario social de
sus vidas de una manera mucho más cuidadosa. Esos salvajes estarían más influenciados
por las respuestas de los otros que en el caso de los pájaros. Más aun, los hábitos debieran
ser más complejos y las influencias de hábitos pasados sobre las respuestas presentes
habrían aparecido más claramente. Finalmente, si se me hubiese llamado para trabajar la
psicología del europeo educado, mi problema habría requerido el tiempo de varias vidas.
Pero en la que tengo a mi disposición pude haber seguido la misma línea general
destaque. En lo principal, mi deseo en todo ese tipo de trabajo es ganar un conocimiento
preciso de los ajustes y los estímulos que lo provocan. Mi razón final para esto es
aprender métodos generales y particulares mediante los cuales pueda controlar la
conducta. Mi meta no es ‘la descripción y explicación de estados de conciencia como
tales’, ni tampoco aquella de obtener tal pericia en gimnasia mental que inmediatamente
me haga cargo de un estado de conciencia y diga ‘esto, como un todo, consiste en la
sensación de gris número 350, De tal y tal alcance, que ocurre conjuntamente con la
sensación de frío de cierta intensidad; una sensación de presión de cierta intensidad y
alcance,’ y así ad infinitum. Si la psicología siguiese el plan que sugiero, el educador, el
médico, el jurista y el hombre de negocios podrían utilizar nuestros datos de manera
práctica, tan pronto cuando seamos capaces, experimentalmente, de obtenerlos. Aquellos
que tienen ocasión de aplicar los principios psicológicos prácticamente no encontrarían
necesidad de quejarse como lo hacen en el presente. Pregunte a cualquier médico o jurista
hoy si la psicología científica juega una parte práctica en su rutina diaria y les escuchará
negar que la psicología de los laboratorios encuentre un sitio en su esquema de trabajo.
Yo creo que la crítica es extremadamente justa. Una de las condiciones tempranas
insatisfactorias para mí con la psicología fue el sentimiento de que no había espacio de
aplicación para los principios que se estaban trabajando en términos de contenido.
Lo que me da esperanza de que la posición del conductista es una posición defendible es
el hecho de que esas ramas de la psicología que ya se han retirado parcialmente de la
madre, psicología experimental, y que son consecuentemente menos dependientes de la
introspección se encuentran hoy en la condición más próspera. La pedagogía
experimental, la psicología de las drogas, la psicología de la publicidad, la psicología
legal, la psicología de los tests, y la psicopatología se encuentran en vigoroso
crecimiento. A veces ellas son erróneamente llamadas psicología ‘práctica’ o ‘aplicada’.
Ciertamente nunca hubo un nombre más equivocado. EN el futuro pueden surgir oficinas
vocacionales que realmente apliquen la psicología. EN el presente estos campos son
verdaderamente científicos y están en la búsqueda de amplias generalizaciones que
conducirán al control de la conducta humana. Por ejemplo, encontramos mediante la
experimentación si una serie de octavas pueden aprenderse más rápido si la totalidad se
aprende de una vez, o si es más ventajoso aprender cada octava por separado y luego
pasar a la siguiente. No tratamos de aplicar nuestros hallazgos. La aplicación de este
principio es puramente voluntario por parte del profesor. En psicología de las drogas
podemos mostrar el efecto sobre la conducta de ciertas dosis de cafeína. Podemos llegar a
la conclusión de que la cafeína tiene un buen efecto sobre la velocidad y precisión del
trabajo. Pero esto son principios generales. Dejamos al individuo si os resultados de
nuestras pruebas deben ser aplicados o no. De nuevo, en el testimonio legal, probamos
los efectos de la recencia sobre la confiabilidad del informe de un testigo. Probamos la
precisión del informe respecto de objetos que se mueven, objetos estacionarios, color, etc.
Depende de la maquinaria judicial del país decidir si estos hechos serán jamás aplicados.
Para un psicólogo ‘puro’ decir que no está interesado en las cuestiones surgidas en estas
divisiones de paciencia porque se relacionan indirectamente a la aplicación de la
psicología muestra, en primer lugar, que falla al entender el propósito científico de tales
problemas, y en segundo lugar, que no está interesado en una psicología que se preocupe
de la vida humana. La única falla que tengo que encontrar con estas disciplinas es que
mucho de su material está declarado en términos de introspección, donde una declaración
en términos de resultados objetivos sería mucho más valiosa. No hay razón por la cual no
deba apelarse a la conciencia en ninguna de ellas. O porqué los datos introspectivos
debieran ser buscados durante la experimentación, o publicados en los resultados. En la
pedagogía experimental especialmente, uno puede ver la deseabilidad de mantener todos
los resultados en un plano puramente objetivo. Si esto es hecho, el trabajo allí en el ser
humano será directamente comparable al trabajo con animales. Por ejemplo, en Hopkins,
el Sr. Ulrich ha obtenido ciertos resultados sobre la distribución del esfuerzo en el
aprendizaje –utilizando ratas como sujetos. Él está preparado para dar resultados
comparativos sobre el efecto de tener un animal trabajando en el problema una vez cada
día, y cinco veces cada día. Sea que es aconsejable que el animal aprenda sólo un
problema cada vez o que aprenda tres a la vez. Necesitamos tener experimentos similares
realizados con el hombre, pero nos preocupamos tan poco sobre sus ‘procesos concientes’
durante la conducción del experimento como nos preocupamos acerca de tales procesos
en las ratas.
Estoy más interesado en el momento actual en tratar de mostrar la necesidad de mantener
la uniformidad en el procedimiento experimental y en el método de proponer los
resultados tanto en el trabajo humano como animal, que en desarrollar cualquier idea que
pueda tener sobre los cambios que ciertamente llegarán en el alcance de la psicología
humana. Consideremos por un momento el tema del rango de estímulos al cual los
animales responden. Primero debo hablar del trabajo sobre la visión en animales.
Ponemos nuestro animal en una situación en la que pueda responder (o aprender a
responder) a una de dos luces monocromáticas. Le alimentamos ante una (positiva) y le
castigamos ante la otra (negativa). En corto tiempo el amical aprende a ir a la luz ante la
cual es alimentado. En este punto surgen preguntas que puedo formular de dos maneras:
Puedo escoger la manera psicológica y decir ‘¿el animal ve las dos luces como yo, es
decir, como dos colores diferentes, o las ve como dos grises diferentes en brillo, igual que
el ciego al color?’ Formulada por el conductista, se leería de la siguiente manera: ‘¿Mi
animal está respondiendo con base en la diferencia de intensidad entre los dos estímulos,
o con base en distintas longitudes de onda?’ Él en ninguna parte piensa en la respuesta del
animal en términos de su propia experiencia en términos de colores y grises. Desea
establecer el hecho de si la longitud de onda es un factor en el ajuste de dicho animal. Si
así es, ¿qué longitudes de onda y qué diferencias en longitud de onda deben mantenerse
en diferentes regiones para mantener las bases de respuestas diferentes? Si la longitud de
onda no es un factor en el ajuste él desea conocer qué diferencia en intensidad servirá
como base para la respuesta y si la misma diferencia será suficiente a través del espectro.
Más aun, desea evaluar si el animal puede responder a longitudes de onda que no afectan
al ojo humano. Está tan interesado en comparar el espectro de la rata con el del pollo
como compararlo con el hombre. El punto de vista cuando se realizan los diferentes
conjuntos de comparaciones no cambia en lo más mínimo.
Sin embargo enunciamos la cuestión nosotros mismos, tomamos nuestro animal después
que la asociación ha sido establecida y luego introducimos ciertos experimentos de
control que nos permiten obtener respuestas a las preguntas recién formuladas. Pero
existe un deseo fervoroso de nuestra parte para probar (evaluar) al hombre bajo las
mismas condiciones, y enunciar los resultados en ambos casos, en términos comunes.
EL hombre y el animal deben ser situados tan cerca como sea posible bajo las mismas
condiciones experimentales. En lugar de alimentar y castigar al sujeto humano,
debiéramos pedirle que responda instalando un segundo aparato hasta que el control
estándar no ofrezca base para una respuesta diferencial. ¿Me abro aquí al cargo de que
estoy utilizando la introspección? Mi respuesta es de ninguna manera; que mientras
puedo muy bien alimentar a mi sujeto humano por una elección correcta y castigarle por
una equivocada y así producir la respuesta si el sujeto puede emitirla, no hay necesidad
de ir a los extremos ni siquiera en la plataforma que sugiero. Pero sea entendido que
simplemente estoy utilizando este segundo método como un método abreviado de
conducta. Podemos ir sólo hasta cierto punto y alcanzar resultados tan sólidos con el
método más largo que con el abreviado. En muchos casos el método directo y típicamente
humano no puede ser empleado con seguridad. Supóngase, por ejemplo, que yo dudo de
la precisión del escenario del instrumento de control, en el experimento de arriba, como
probablemente lo haría si sospecho un defecto en la visión. Él dirá: ‘No hay diferencia en
la sensación, ambos son rojos, idénticos en cualidad.’ Pero supóngase que le confronto
con el estándar y el control y arreglo de tal manera las condiciones que él es castigado si
responde al ‘control’ pero no con el estándar. Yo intercambio las posiciones del estándar
y del control a voluntad y le forzaré a intentar diferencias uno de otro. Si puede aprender
a hacer el ajuste incluso después de un gran número de ensayos es evidente que los dos
estímulos soportan la base para una respuesta diferencial. Un método así puede sonar
insensato, pero firmemente creo que tendremos que recurrir progresivamente justo s ese
método donde tengamos razón para desconfiar del método del lenguaje.
Difícilmente hay un problema en la visión humana que tampoco es un problema en la
visión animal; yo menciono los límites del espectro, valores de umbral, absolutos y
relativos, parpadeo, ley de Talbot, ley de Weber, campo si visión, el fenómeno Purkinje,
etc. Todos son capaces de ser estudiados mediante métodos conductuales. Muchos de
ellos se están empleando en la actualidad.
Siento que todo el trabajo sobre los sentidos puede ser llevado adelante consistentemente
a lo largo de las líneas que he sugerido aquí para la visión. Nuestros resultados, al final,
darán una excelente imagen de lo que cada órgano significa en función. EL anatomista y
el fisiólogo pueden tomar nuestros datos y mostrar, por un lado, las estructuras que son
responsables por estas respuestas, y, por el otro lado, las relaciones físico-químicas que se
encuentran necesariamente involucradas (química fisiológica de nervio y músculo) en
estas y otras reacciones.
La situación respecto del estudio de la memoria es difícilmente diferente. Casi todos los
métodos de memoria en uso actual en el laboratorio conducen al tipo de resultados que
estoy defendiendo. Una cierta serie de sílabas sin sentido u otro material se presenta al
sujeto humano. Lo que debería recibir el énfasis es la rapidez de la formación de hábitos,
los errores, peculiaridades en la forma de la curva, la persistencia del hábito así formado,
la relación de tales hábitos con aquellos formados cuando se utiliza material más
complejo, etc. Ahora tales resultados son rebajados con la introspección del sujeto. Los
experimentos se hacen con el propósito de discutir la maquinaria mental involucrada en
el aprendizaje, en recordar, recolección y olvido, y no con el propósito de buscar la forma
humana de moldear sus respuestas para encontrar los problemas en el terriblemente
complejo ambiente en que es arrojado, ni para el de mostrar las similitudes y diferencias
entre los métodos humanos y los de otros animales.
La situación es algo diferente cuando venimos a estudiar las formas más complejas de
conducta, tales como la imaginación, juicio, razonamiento y concepción. En el presente
las únicas declaraciones que tenemos de ellas están en términos de contenidos. Nuestras
mentes han sido tan torcidas por los cincuenta y algo años que se han dedicado al estudio
de estados de conciencia que sólo podemos ver los problemas de una única manera.
Deberíamos enfrentar la situación directamente y decir que no somos capaces de llevar
adelante investigaciones a lo largo de todas estas líneas mediante los métodos
conductuales que se encuentran en uso actual. Extenuado, me gustaría llamar la atención
al párrafo anterior donde hice el punto de que el método introspectivo en sí mismo ha
alcanzado un cul-de-sac (fondo del saco) respecto de ellas. Los tópicos se han hecho tan
gastados por el manoseo que podrían muy bien ponerse lejos por el momento. A medida
que nuestros métodos se hacen mejor desarrollados será posible encarar investigaciones
de más y más complejas formas de conducta. Los problemas que hoy se ponen a un lado
nuevamente serán imperativos, pero pueden ser vistos a medida que emerjan desde un
nuevo ángulo y en escenarios más concretos.
¿Quedará la sobra de una psicología en un mundo de pura física, para usar el término de
Yerkes? Confieso que no sé. Los planes que favorezco más para la psicología conducen
prácticamente a ignorar la conciencia en el sentido en que el término es utilizado por los
psicólogos hoy. He negado virtualmente que este dominio de la física esté abierto a la
investigación experimental. No quiero profundizar en el tema en este momento pues
conduce inevitablemente a la metafísica. Si le garantizan al conductista el derecho de
utilizar la conciencia del mismo modo que lo hace otros científicos naturales –es decir,
sin hacer de la conciencia un objeto especial de observación- se ha garantizado todo lo
que mi tesis requiere.
Al concluir, supongo que debo confesar un profundo sesgo en estas cuestiones. He
dedicado cerca de doce años a la experimentación con animales. Es natural que alguien
así derivaría a un a posición teórica que esté en armonía con su trabajo experimental.
Posiblemente he puesto un hombre de paja y he estado peleando contra él. Puede no
haber absoluta falta de armonía entre la posición esquematizada aquí y aquella de la
psicología funcional. Sin embargo, estoy inclinado a pensar que las dos posiciones no
pueden ser fácilmente armonizada. Ciertamente la posición que defiendo es
suficientemente débil en el presente y puede ser fácilmente atacada desde muchos puntos
de vista. Aun así cuando todo esto se admite todavía siento que las consideraciones que
he propuesto como urgentes debieran tener una amplia influencia sobre el tipo de
psicología que debe desarrollarse en el futuro. Lo que necesitamos hacer es empezar a
trabajar en psicología, haciendo conducta, no conciencia, el punto objetivo de nuestro
ataque. Ciertamente hay suficientes problemas en el control de la conducta para
mantenernos a todos trabajando muchas vidas sin permitirnos siquiera tiempo para pensar
en la conciencia como tal. Una vez despegado en la tarea, nos encontraremos en corto
tiempo tan divorciados de una psicología introspectiva como la psicología del presente
está divorciada de la psicología facultativa

Resumen
1. La psicología humana ha fracasado en hacer bien su declaración como una ciencia
natural. Debido a una noción equivocada de su campo de hechos son los fenómenos
conscientes y que la introspección es el único método directo de conocer estos hechos,
se ha enredado a sí misma en una serie de cuestiones especulativas las que, aunque
fundamentales para sus principios actuales, no están abiertas a tratamiento
experimental. En la búsqueda de respuestas a estas preguntas, se ha divorciado cada
vez más del contacto con los problemas vitales que conciernen al interés humano.
2. La Psicología, como la ve el conductista, es una rama puramente objetiva,
experimental de la ciencia natural que requiere de la introspección tan poco como las
ciencias de la química y la física. Es garantizado que la conducta de los animales se
puede investigar si apelar a la conciencia. Por tanto el punto de vista ha sido que tales
datos solo tienen valor en tanto puedan ser interpretados por analogía en términos de
conciencia. Aquí se adopta la posición de que la conducta del hombre y la conducta de
los animales deben ser consideradas en el mismo plano; como siendo igualmente
esenciales para un entendimiento general de la conducta. Se puede omitir la conciencia
en un sentido psicológico. Las observaciones separadas de ‘estados de conciencia’,
desde esta posición, no es más parte de la tarea del psicólogo de lo que lo es para el
físico. Podemos llamar este retorno a un uso no reflexivo y central de la conciencia.
En este sentido se puede decir que la conciencia es el instrumento o herramienta con el
que todos los científicos trabajan. Ya sea que la herramienta se utiliza apropiadamente
en la actualidad por los científicos es un problema para la filosofía y no para la
psicología.
3. Desde el punto de vista que se sugiere aquí los hechos de la conducta de la ameba
tienen valor en sí y por sí mismos sin referencia a la conducta del hombre. En la
biología los estudios de diferenciación de raza y herencia en la ameba forman una
división separada de estudio que debe ser evaluada en términos de las leyes
encontradas ahí. Las conclusiones así encontradas pueden no sostenerse de ninguna
otra forma. A pesar de su posible falta de generalidad, tales estudios deben realizarse si
la evolución como un todo va a ser alguna vez regulada y controlada. De manera
similar las leyes de la conducta de la ameba, el rango de respuestas, y la determinación
de los estímulos efectivos, de la formación de hábitos, persistencia de hábitos,
interferencia y reforzamiento de hábitos, deben ser determinados y evaluados en y por
sí mismos, sin importar su generalidad, o su importancia sobre tales leyes en otras
formas, si los fenómenos de la conducta alguna vez serán puestos dentro de la esfera
del control científico.
4. Esta sugerida eliminación de estados de conciencia como objetos apropiados de
investigación en sí mismos removerá la barrera de la psicología que existe entre ella y
las otras ciencias. Los hallazgos de la psicología se convierten en los correlatos
funcionales de la estructura y se prestan para la explicación en términos físico-
químicos.
5. La psicología como conducta, después de todo, tendrá que descartar pocos de los
problemas realmente esenciales con los que la psicología como ciencia introspectiva
actualmente se preocupa. Con toda probabilidad incluso este residuo de problemas
puede ser expresado de tal manera que los refinados métodos en conducta (que sin
duda llegarán) conducirán a resolver.

Referencias
1 Es decir, ya sea directamente en el estado conciente del observador o indirectamente en
el estado de conciencia del experimentador.
2 En este sentido llamo la atención hacia la controversia actual entre los adherentes y
opositores del pensamiento sin imágenes. Los ‘tipos de reactores’ (sensoriales y motores)
también fueron temas de amarga disputa. El experimento de complicación fue la fuente
de otra guerra de palabras respecto de la precisión de la introspección de los oponentes.
3 Mi colega, el Profesos H. C. Warren, por suyo consejo este artículo se presentó al
Review, cree que el paralelista puede evitar la terminología de interacción completamente
ejercitando un poco de cuidado.
4 Él tendría exactamente la misma actitud que si estuviese conduciendo un experimento
para mostrar si una hormiga treparía a un lápiz atravesado en el camino o si iría alrededor
del mismo.
5 Yo preferiría mirar este método abreviado, donde se dice al sujeto humano en palabras,
por ejemplo, que iguale dos estímulos; o que diga en palabras si un estímulo dado está
presente o ausente, etc., como el método de lenguaje en conducta. De ninguna manera
cambia en estado de la experimentación. El método se hace posible meramente por virtud
del hecho de que en el caso particular el experimentador y el animal tienen sistemas de
abreviaciones o signos abreviados de conducta (lenguaje), cualquiera que pueda parecer
un hábito perteneciente tanto el repertorio del experimentador y se su sujeto. Para crear
los datos obtenidos por el método del lenguaje virtualmente la totalidad de la conducta –o
para intentar moldear todos los datos obtenidos por otros métodos en términos del que
tiene el rango más limitado – es poner el carro antes del caballo con una venganza.
6 A menudo se encaran aparentemente con el propósito de hacer imágenes crudas de lo
que debe ir o no en el sistema nervioso.
7 Hay necesidad de cuestionar más y más la existencia de lo que la psicología llama
imaginería. Hasta hace pocos años yo pensaba que las sensaciones visuales despertadas
centralmente eran tan claras como las despertadas periféricamente. Nunca me dí crédito
a mí mismo con ningún otro tipo. Sin embargo, un examen cercano me conduce a negar
en m propio caso la presencia de imaginería en el sentido Galtoniano. Toda la doctrina de
la imagen despertada centralmente es, creo, en la actualidad, sobre un fundamente muy
inseguro. Angell al igual que Fernald llegan a la conclusión de que una determinación
objetiva del tipo de imagen es imposible. Sería una interesante confirmación de su trabajo
experimental si tratásemos de encontrar por grados lo que erróneamente hemos estado
construyendo en esta enorme estructura de la sensación (o imagen) despertada
centralmente.
La hipótesis de que los así llamados procesos de ‘pensamiento superior’ van en términos
de débiles reafirmaciones del acto muscular original (incluimos aquí el discurso) y que
éstos están integrados en sistemas que responden en orden serial (mecanismos
asociativos) es, creo, sostenible. Hace los proceso reflectivos tan mecánicos como un
hábito. El esquema de hábito que James hace largo tiempo describió –donde cada retorno
o corriente aferente libera la siguiente descarga motora apropiada – es tan cierto para
‘procesos de pensamiento’ como lo es para actos musculares abiertos. La falta de
‘imaginería’ sería la regla. En otras palabras, dondequiera que hayan procesos de
pensamiento existen apagadas contracciones de los sistemas musculares involucrados en
los ejercicios abiertos del acto mismo, y especialmente en los sistemas aun más finos de
la musculatura involucrada en el habla. Si esto es cierto, y no veo cómo podría ser
contradicho, la imaginería se convierte en un lujo mental (incluso si realmente existe) sin
ninguna significación funcional en o más mínimo. Si el procedimiento experimental
justifica esta hipótesis, tendremos a mano fenómenos tangibles que pueden ser estudiados
como material de conducta. Debería decir que el día en que podamos estudiar los
procesos reflejos mediante tales métodos se encuentra tan lejos como cuando podamos
decir, mediante métodos fisicoquímicos la diferencia en la estructura y el arreglo de
moléculas entre el protoplasma vivo y las substancias inorgánicas. La solución a ambos
problemas espera la llegada de métodos y aparatos.
[Después de escribir este documento escuché la conferencia de los profesores Thorndike
y Angell, en la reunión en Cleveland de la Asociación Psicológica Americana. Espero
tener la oportunidad de discutir con ellos en otra oportunidad. Incluso trato aquí de
responder una cuestión propuesta por Thorndike.
Thorndike […] arroja sospechas sobre la acción ideo-motora. Si él quiere decir con
acción ideo-motora sólo eso y no incluye acción sensorio-motora en su denuncia general,
de corazón concuerdo con él. Yo debería eliminar la imaginería por completo e intentar
mostrar que prácticamente todo pensamiento natural sucede en términos de procesos
sensorio-motores en la laringe (pero no en términos de ‘pensamiento sin imágenes’) que
rara vez llegan a la conciencia de cualquier persona que no ha buscado a tientas la
imaginería en el laboratorio psicológico. Esto explica fácilmente por qué tantos de los
bien educados legos no saben nada de imaginería. Dudo si Thorndike concibe la materia
de esta manera. Él y Woodworth parecen haber descuidado los mecanismos del habla.
Se ha mostrado que la mejora en los hábitos tiene lugar inconscientemente. Lo primero
que sabemos de ello es cuando se logra –cuando se convierte en un objeto. Yo creo que la
‘conciencia’ tiene tan poco que ver con el mejoramiento en los procesos de pensamiento.
Como, de acuerdo con mi visión, los procesos de pensamiento son en ralidad hábitos
motores de la laringe, los mejoramientos, abreviaciones, cambios, etc., en estos hábitos
tienen lugar aproximadamente de la misma manera en que tales cambios se producen en
otros hábitos motores. Esta visión lleva consigo la implicación de que no has procesos
reflejos (procesos iniciados centralmente): EL individuo siempre está examinando
objetos, en un caso objetos en el sentido actualmente aceptado, en el otro sentido sus
sustitutos, es decir, los movimientos en la musculatura del habla. De esto se deriva que no
hay limitación teórica del método conductual. Resta, para estar seguro, la dificultad
práctica, que tal vez nunca sea superada, de examinar los movimientos del habla de la
misma manera que se puede examinar el movimiento corporal general.]

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