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Resumen
La importancia creciente del hecho económico cultural y comunicativo
invita a una economía general de la cultura como disciplina que no es
subsumible en una omnicomprensiva “economía de la creación”. La
explicación reside en sus rasgos, derivados de la creación simbólica y de sus
procesos de trabajo y de valorización, de su relación peculiar con los mercados
y los usuarios y en su eficacia social en forma de disfrute, conocimiento y
vertebración colectiva.
Palabras clave: Economía de la cultura. Economía de la comunicación.
Abstract
The growing importance of the cultural and communicative economic fact
points to the need for a general economy of culture as a discipline that cannot
be subsumed in an all embracing “economy of creation”. The explanation lies
in its features, derived from symbolic creation and from its processes of work
and valorisation, from its peculiar relation with the markets and users, and
from its social efficacy in terms of collective enjoyment, knowledge and
structuring.
Key words: Economy of culture. Economy of communication.
zados por una cultura y una identidad comunes y con relaciones sociales
intensas a lo largo de la historia.
Por otra parte cabe entender que además hay ámbitos suministradores
Esto se traduce en que los tipos de oferta son también múltiples. Unas son
cambiantes y otras estables. En unos casos la oferta es tan renovable, que es
incluso efímera y volátil como mercancía con un recorrido comercial rápido.
Es el caso de la música de masas o de la mayor parte de la industria cultural
o de algunas ofertas artísticas (aunque siempre deja un anclaje, por si acaso,
Ahora bien, en todos los casos hay un hecho económico que exige expli-
cación, aunque esta tenga que ser múltiple y con casuística, según la natura-
leza del bien o servicio. Cabe aplicar distintas enfoques o teorías: análisis
micro o macro; análisis desde distintas escuelas sean individualistas o contex-
tuales que incluyen finalismo y proyecto social. O desde teorías diversas: teo-
ría de la elección, economía critica, análisis coste-beneficio, teoría del desa-
rrollo por difusión o teorías sobre el precio…
3. Rasgos
Los rasgos compartidos por la cultura como economía, son bastante
numerosos.
Las relaciones entre coste, valor de uso, valor de cambio y precios son
complejas. Los derechos de exclusividad inherentes al monopolio natural
sobre una obra facilitan, ya sea una economía especulativa en el ámbito de lo
genial, ya sea un trato contradictorio con las ofertas convencionales materia-
les, en las que cantidad, calidad, demanda y precio suelen tener alguna rela-
ción.
Pero hay entre esos dos hechos una relación: lo que va de más para unos
es porque va de menos para otros, dentro de las disponibilidades de rentas
sociales o públicas para el consumo o servicios culturales.
4. A modo de conclusión
Con todo ello no solo cabe una economía de la cultura sino que cabria con-
siderarlo como un sector con ramas de actividad y subsectores.
Por el lado positivo es un sector con una oferta creciente, cada vez más
atractivo para los capitales y que depende de decisiones económicas; en gene-
ral está en expansión en las sociedades más avanzadas, ya se trate de oferta
nueva o de patrimonio; es un vector preferente de innovaciones ininterrumpi-
das y combinadas, muy beneficiado por las nuevas tecnologías; se trata de
inversiones innovadoras per se. Es un sector apto a descentralizaciones y con
un gran impacto en las economías regionales; ofrece nichos de empleo impor-
mercado y más incertidumbre); y mucho menos por los patrimonios que, por
fuerza, son de cuidado público, salvo en las parcelas del mecenazgo de pres-
tigio y de bonificación fiscal.
En suma, tiene unos rasgos que podrían resumirse así: “Es una economía
de valores intangibles o simbólicos generados por trabajos creativos, en
forma de bienes o servicios individualmente insustituibles y en permanente
renovación de contenidos o de interpretaciones. Es una economía de la ofer-
ta múltiple, oferta que crea la demanda y que tiene una funcionalidad y efi-
cacia social más allá de su valor económico. Su valor material e intelectual
tiende a decrecer históricamente pero, en cambio, tiende a incrementarse el
coste de la exclusividad, de la complejidad y de la notoriedad, con lo que el
coste marginal en general tiende a cero y hay una amplia gama de costes hun-
didos, así como una incertidumbre sobre el resultado de la puesta en valor.
Tiene amplias zonas de bien público, también mercados bien imperfectos y
una inevitable presencia de las Administraciones públicas. Todo ello permite
considerar económicamente a la cultura como un sector con sus ramas, sub-
sectores y actividades auxiliares”10.
Notas:
1 De todos modos será difícil delimitar qué lado de todos esos campos es pro-
piamente cultural y cuál no, para evitar equívocas dobles contabilidades. Por
ejemplo, no habría que incluir la facturación de los grandes sectores de la
construcción o de la publicidad sino solo el lado creativo y que son su parte
menor; lo mismo ocurre con el turismo.
2 Hay una competencia brutal por diferenciarse en el magma de ofertas. Así que
los mercados son muy cambiantes. En el interior de cada expresión artística y
cultural hay competencia a corto plazo entre ofertas, con muy variadas técni-
cas sea de fidelización del público, sea de diferenciación de productos.
También se compite entre expresiones distintas: hay una competencia a corto,
medio y largo plazo entre espectáculo en vivo y el cine, entre la cultura domés-
tica y la cultura del espectáculo en vivo, entre la lecto-escritura y el audiovi-
sual; entre la red y el televisor…
3 Así hoy se diferencian el concepto de depósito del pasado respecto al concep-
to expositivo basado en la interpretación vigente y cambiante de los patrimo-
nios según el uso social que se pretenda. De ahí las renovaciones expositivas,
la importancia de la museografía como relato, las colecciones temporales, la
entrada de material audiovisual e informático en las bibliotecas o la extensión
temática de los archivos y de sus usos.
4 En efecto, la relación entre autoría y usuario puede ser muy distinta. Puede ser
sincrónica o diacrónica y el usuario puede o no intervenir. Tampoco es homo-
géneo el rol de la distribución ni el acceso de los usuarios o el modo de rela-
ción con los usuarios es de una variedad extrema. El usuario puede tener una
experiencia física con el hecho cultural o mediada por un conjunto de apara-
tos disponibles en el hogar. Puede ser de libre uso, o un acceso condicionado
a un pago o abono, o condicionado a una renta publicitaria vinculada al núme-
ro de oyentes o televidentes. La oferta misma es de distintos tipos: cada vez
más fragmentada; y, sin embargo, se da el mantenimiento paralelo de una cul-
tura de masas. Y la variedad de formas de financiación y remuneración es
amplia: adquisición de un cuadro único; financiación pública total o parcial;
alquiler; pago por aparataje de acceso; soportar la publicidad o el patrocinio;
el abono; pago por ejemplar; mix de varias fórmulas; canon anual ya se use
poco o mucho el servicio... El peso del precio es muy relativo, prima la ofer-
ta pero depende del volumen de la demanda. Y se dan situaciones de todo tipo:
espectáculos gratuitos sin público o precios millonarios por un cuadro de
firma.
5 Por una parte, esos costes hundidos absorbidos en parte colectivamente llaman
también a un tratamiento de naturaleza pública y de democratización cultural.
No es razonable que unos costes fijos asumidos colectivamente sean ignora-
dos y el plus creativo último y más oportunista se lleve todas las rentas en
apropiación individual de toda la cadena de valor. Por otra parte, como los
ingresos iniciales van a cubrir los costes directos, los mercados secundarios
están teniendo cada vez más importancia para afrontar los costes totales
(Vogel 2004: 494).
6 Es bastante habitual para financiarse o remunerarse recurrir a la mercancía
compuesta que es el empaquetado (como mercancía o servicio complejo) que
lo arrope y lo defienda de la intemperie en unos mercados que, en principio,
son de producto o servicio. Es empaquetado el periódico para la información;
la programación para la radio, la televisión y el espectáculo; las modas en
disco y cine; los best-sellers, las colecciones o los kits de libro/audio/video, la
industria turística o la ciudad como espacio de usos para las arquitecturas y
patrimonios...
7 Unos son extremadamente segmentados y acumulativos transnacionalmente,
otros están muy bien definidos como es el caso de los medios de comunica-
ción o de las empresas locales. Hay economías de escala en las producciones
solventes a escala mundo; hay economías de gama (economies of scope) alre-
dedor de géneros, de formatos, de símbolos o de ventanas comerciales; y hay
economías de club en la conexión a red y, por lo tanto, la red vale más cuan-
to más usuarios haya mientras el coste por acceso puede bajar (Lasuen 2005:
81).
8 Asimismo hay exclusivas en “monopolio natural” en la Propiedad Intelectual
que protegen mucho más que las patentes y se dan altos costos de transacción
encarecedores en unos mercados donde hay comportamientos oportunistas o
especulativos, incumplimientos de obligaciones contractuales, altos costos de
información fiable sobre lo intercambiado o para la protección de derechos de
propiedad o para hacer cumplir lo pactado.
9 Así que esas tareas pueden traducirse en un Estado propietario (ondas, redes,
emisoras públicas, editoriales institucionales); financiador (subvenciones en
cine o RTV, inversiones); promotor y articulador (gasto público cultural)
desde estrategias públicas como el desarrollo de redes; árbitro (concesiones
de servicios, la promoción o las limitaciones a las operaciones de Grupos oli-
gopolistas); integrador y compensador (de desequilibrios, de déficits, de desi-
gualdades sociales); regulador (de fijación de reglas que eliminen las incerti-
dumbres y desequilibrios, una parte de las cuales sería la reglamentación y la
configuración de un órgano administrativo de regulación más o menos inde-
pendiente); cliente (demandante de vídeo institucional o de producciones
publicitarias); gestor (misiones de los servicios públicos de RTV); supervisor
(derecho de rectificación..) o interventor (influencia en la información)…
10 Para un desarrollo más amplio ver R. Zallo (2006).
Referencias Bibliográficas
ZALLO, R.;
– (1988) Economía de la comunicación y la cultura. Madrid: Akal.
– (1992) El mercado de la cultura. Donosita: Gakoa.
– (2006) Una revisión de la economía de la cultura y unas notas sobre
las políticas culturales en España. Ponencia en IX Congreso interna-
cional Ibercom sobre El espacio iberoamericano de comunicación en
la era digital. Sevilla 15-17 noviembre 2006. A publicar.
ZURBANO M., (2005), Las regiones como sujetos de la economía global.
Euskadi en la gobernanza multidimensional. En: Ekonomiaz nº 58.
Vitoria-Gasteiz.