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CELEBRACIÓN DE

LAUDES Y VÍSPERAS
CATEGORÍA: LITURGIA DE LAS HORAS

Creado: 19 Febrero 2018

Los Laudes de la mañana se celebran con la primera luz del día (OGLH
38). Las vísperas se celebran a la tarde, cuando ya declina el día (OGLH
39)

Cuando se celebran con asistencia del pueblo, estas celebraciones las


preside, ordinariamente, un sacerdote o un diácono. (OGLH 254). A
falta de un presbítero o diácono, preside un laico, a quien se le
considera solamente uno entre iguales, por lo que no sube al presbiterio
y no saluda ni bendice al pueblo (OGLH 258).

El presbítero o el diácono que preside la celebración puede llevar la


estola sobre el alba o la sobrepelliz e, incluso, capa pluvial en el caso
del presbítero. (OGLH 255). En las mayores solemnidades, sin
embargo, todos los presbíteros y diáconos que participen pueden
revestir pluvial o dalmática (Ídem). Las estolas, dalmáticas y pluviales
son del color del día.

Si preside un obispo en las mayores solemnidades en su catedral, viste


ámbito, alba, cíngulo, cruz pectoral, estola, capa pluvial, mitra y usa
báculo (CE 192). Si preside el obispo fuera de las grandes
solemnidades, puede revestirse como se dijo o, por lo menos, con alba,
estola y capa pluvial (CE 209). Pero si preside en una asamblea menor,
como en una parroquia u otra iglesia, únicamente viste el hábito coral
(CE 210).

Entrada
Cuando preside el obispo en su catedral en las grandes solemnidades,
una vez que se ha revestido, se inicia una procesión que se dirige al
presbiterio. Hasta adelante camina un acólito que lleva la cruz en medio
de otros dos que llevan candeleros encendidos, después los diáconos
(de dos en dos), luego los presbíteros (de dos en dos); tras ellos el
obispo que lleva la mitra y porta el báculo; posteriormente, dos diáconos
que asisten al obispo que pueden ir sujetando los bordes de la pluvial;
y finalmente los ministros del libro, el báculo y la mitra (CE 193).

Al llegar al presbiterio, los diáconos, presbiterios y acólitos que no


portan nada, se inclinan frente al altar o hacen genuflexión ante el
Santísimo Sacramento, si se encuentra reservado en el presbiterio (CE
195).

El obispo, al llegar al presbiterio, deja la mitra y el báculo, tras lo cual


hace reverencia ante el altar con los diáconos y ministros que lo asisten,
tras lo cual, besa el altar a una con los diáconos y se dirige a la sede
(CE 196).

Si preside un presbítero o un diácono, igualmente pueden ingresar


procesionalmente, caminando un acólito con la cruz hasta adelante,
flanqueado por dos ciriales. En esta procesión no camina el turiferario
con el turíbulo hasta adelante, como sucede en la Misa.
Mientras avanza la procesión, puede tocarse el órgano (no en
Cuaresma) o puede hacerse un canto adecuado, que no sea el himno
inicial (CE 193).

Invocación inicial e himno


Los Laudes y las Vísperas se inician con la invocación inicial: “Dios mío,
ven en mi auxilio: Señor, date prisa a socorrerme", al que sigue el
“Gloria al Padre" con el “Como era" y, salvo en tiempo de Cuaresma, el
Aleluya. (OGLH 41).

En el caso de los Laudes, sin embargo, cuando previamente no se ha


rezado el Oficio de Lecturas, se inicia con el Invitatorio, que consta del
verso “Señor, ábrenos los labios; y mi boca proclamará tu alabanza", y
el del salmo 94, que sustituye a la invocación inicial antes mencionada
(OGLH 34).

Esta invocación inicial, o el Invitatorio, lo inicia el que preside (OGLGH


256), y todos los participantes están de pie (OGLH 263).

Todos hacen la señal de la cruz, desde la frente hasta el pecho y desde


el hombro izquierdo al derecho cuando se dice “Dios mío, ven en mi
auxilio” (OGLH 266). Pero cuando inicia con el Invitatorio, todos hacen
la señal de la cruz sobre la boca al proferir las palabras "Señor, ábreme
los labios" (Ídem).

Seguidamente se dice o canta el himno del día (OGLH 42), mientras


todos los participantes están de pie (OGLH 263).
Salmodia
A continuación del himno viene la salmodia. Si preside un obispo, en el
momento en el que concluye el himno recibe la mitra (CE 198).

Durante la salmodia, toda la asamblea está sentada o de pie, según las


costumbres del lugar (OGLH 265).

La salmodia de los Laudes consta de un primer salmo matutino, el


cántico tomado del Antiguo Testamento y un segundo salmo de
alabanza. La salmodia de Vísperas consta de dos salmos (o de dos
partes de un salmo más extenso), y de un cántico tomado de las
Epístolas o del Apocalipsis (OGLH 43). Cada uno de los salmos y de
los cánticos tiene una antífona (OGLH 113), a la que debe de añadírsele
el Aleluya en tiempo pascual (OGLH 120).

Al inicio de cada salmo y cántico, se reza o canta la antífona (OGLH


123).
Después, se canta o recita el salmo o cántico, lo que puede hacerse de
tres formas: a) de forma seguida o en directo; b) alternando los versos
o estrofas entre dos coros o partes de la asamblea; o c) en forma
responsorial (OGLH 122).

Al final de cada salmo se canta o reza el “Gloria al Padre…”, y se repite


la antífona (OGLH 123). Una vez repetida la antífona, puede dejarse un
espacio de silencio (OGLH 202).

Tras el espacio de silencio, puede libremente quien preside hacer una


oración sálmica tomada del libro de la Liturgia de las Horas para cada
uno de los salmos (OGLH 112). Si quien preside es obispo, deja la mitra
y dice la oración correspondiente estando de pie (CE 198). Al concluir
la oración, el obispo vuelve a usar la mitra. Si el que preside es clérigo,
dice la oración con las manos extendidas.

Lectura
Terminada la salmodia se tiene la lectura, que puede ser breve o
extensa (OGLH 44). Las lecturas breves son distintas en cada uno de
los días en que se divide el salterio (OGLH 45). La lectura extensa, en
cambio, se toma del Oficio de lecturas, o de las lecturas de la misa
(OGLH 46).

Esta lectura la hace un lector de pie desde un lugar adecuado (OGLH


259), que el Ceremonial de los Obispos precisa que es el ambón (n.
199). Todos los demás escuchan sentados la lectura, salvo que sea del
Evangelio (OGLH 264). En este último caso, el obispo deja la mitra, que
vuelve a vestir al finalizar (CE 60).

Ni la OGLH ni el CE lo prevén, pero algunos autores señalan que si la


lectura extensa se toma del Evangelio, se sigue el rito solemne, como
en la Misa, es decir, que el diácono (o el presbítero, si el que preside es
obispo) pide la bendición a quien preside, lleva procesionalmente el
Evangeliario al ambón entre candelas, y lo inciensa al inicio.

La lectura breve no se enuncia (Lectura del libro... o 'De la carta...') ni


se finaliza con "Palabra de Dios". Además, según antigua tradición en
la ordenación de las lecturas, en Vísperas la lectura (breve o larga) es
del Nuevo Testamento. En Laudes puede ser de cualquier libro.

Homilía y Responsorio
Al finalizar la lectura puede tenerse una homilía o puede guardarse un
momento de silencio. Tras la homilía, también puede haber un espacio
de silencio (OGLH 47 y 48). Si preside un obispo, la hace desde la
cátedra u otro lugar, con mitra (CE 199).

Concluido el momento de silencio, la homilía o la lectura, se hace el


responsorio breve o un canto responsorial, aunque puede omitirse
(OGLH 49), que todos escuchan sentados.

Cántico Evangélico
Tras el responsorio (u espacio de silencio, si se omitió), se canta o reza
un cántico evangélico. Para los Laudes es el cántico de Zacarías
"Benedictus", y para las Vísperas el cántico de la Bienaventurada Virgen
María "Magníficat" (OGLH 50).

Antes del cántico, se canta o dice la antífona correspondiente, que es


tomada del salterio común, salvo que en el propio del tiempo o en la
solemnidad o fiesta tengan uno propio (OGLH 119).

El cántico evangélico se puede incensar el altar (OGLH 261). En este


caso, mientras se profiere la antífona, se acercan al sacerdote o el
diácono el turiferario y un acólito con la naveta, para que el celebrante
coloque incienso en el turíbulo.

Al iniciar el cántico evangélico, todos se ponen de pie (OGLH 263). Si


el que preside es obispo, deja la mitra. En ese momento, todos hacen
la señal de la cruz, desde la frente hasta el pecho y desde el hombro
izquierdo al derecho (OGLH 266).
Tras lo anterior, si se emplea incienso, el obispo, el sacerdote o el
diácono que preside, inciensa el altar como en la Misa (OGLH 261 y CE
204). Mientras inciensa el obispo, lo acompañan los diáconos que lo
asisten, quienes pueden tomar los bordes de la pluvial. A continuación,
un diácono o un acólito inciensa al celebrante, y finalmente al pueblo.

Preces y Padrenuestro
Terminado el cántico evangélico se tienen las preces. En los Laudes
son para consagrar a Dios en día, y en las Vísperas, de intercesión
(OGLH 51). Mientras se rezan, todos están de pie (OGLH 263).

Las inicia quien preside, con una breve invitación (OGLH 190). Luego,
el sacerdote o un lector desde el ambón recita las preces (OGLH 257).
A cada una de las intenciones la asamblea contesta con una respuesta
invariable que se propuso en la invitación inicial, o bien con la segunda
parte de la fórmula, como respuesta variable (OGLH 190 y 192).

Al final de las preces, el que preside invita a orar tras lo cual todos rezan
en Padrenuestro permaneciendo de pie (OGLH 52 y 263). No está
previsto que el clérigo que preside extienda las manos.

Oración conclusiva
Una vez recitado el Padrenuestro el que preside dice la oración
conclusiva que propone el salterio o en el Propio, estando todos de pie
(OGLH 53, 197 y 263). Si el que preside es clérigo, dice la oración con
las manos extendidas.

Bendición
Al finalizar la oración conclusiva, si el que preside es laico dice “El Señor
nos bendiga”. Pero si es sacerdote o diácono, saluda al pueblo y lo
bendice, como en la Misa (OGLH 54 y 256).

Si el que preside es obispo, antes de bendecir recibe la mitra. Luego,


saluda al pueblo. El diácono puede invitar a todos que se inclinen para
recibir la bendición. Luego, el obispo hace las intercesiones propias de
su bendición y, antes de impartirla, recibe el báculo; con éste en la mano
izquierda, traza el signo de la cruz (CE 206)

El sacerdote o el diácono que preside, o un diácono que asista aunque


no presida, despide al pueblo como en la Misa. Si preside un laico, no
despide al pueblo (OGLH 54).
Finalmente, si un clérigo presidió, se retira procesionalmente a la
sacristía junto con los ministros en el mismo orden en el que entraron.

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