Vous êtes sur la page 1sur 88

El último retrato hablado y otros relatos

Gustavo Palavecino
gustavo.palavecino@gmail.com
Longaví, Zona del Maule

1era Edición: Otoño 2018

Diseño Portada Ediciones Vilu

Ediciones Vilu
edicionesvilu.wordpress.com
ediciones.vilu@riseup.net
EL ÚLTIMO
RETRATO
HABLADO
y otros relatos
gustavo palavecino
Índice

Transmutación 7
El último retrato hablado 11
Los tres cerditos y el lobo 27
Historia del Rubicundo 35
Agua y aceite 43
Los enanos 53
La detención ciudadana 65
Relato deportivo del
Rangers de todos los tiempos 77
TRANS
MUTACIÓN
ací en un conjunto habitacional de

N la ciudad de Linares y hasta entonces la


poesía de tipo lárico me provocaba cierto
escozor. Me fui de cosechador una temporada a
Longaví y en mis manos cayó un libro de Teillier.
Ahí recién me hizo sentido la sublime puesta de una
golondrina en el alambrado y las callosas manos y
espaldas cansadas de los parroquianos de “El tres de
oro”. Empuñé un montoncito de esa tierra perita
en labranzas y me quedé para siempre.

-9-
EL ÚLTIMO
RETRATO
HABLADO
A Fiore

aul Bobadilla, perito dibujante de

P retratos hablados de la policía, siempre


se burlaba de las ilustraciones publicadas
en medios impresos, televisión o internet de sus
compañeros de profesión, fuesen éstos de su misma
unidad u otras fuerzas del orden. La mayoría de
las veces era notorio el contraste que se generaba
entre el dibujo y la fotografía de la pesquisa. Las
víctimas o los testigos en muchas oportunidades
como mecanismo de defensa psicológico, por
efecto placebo o querer salir rápido de la situación,
asentían y tenían la mayoría de las veces la cabeza
en otra parte, bastando solo eso para constituir una
prueba. Una prueba que en ocasiones podía mandar
- 13 -
a un inocente a la cárcel pensaba Bobadilla. Asumía
entonces, una postura bastante crítica, meticulosa y
responsable de su oficio.

En el caso de las violaciones, por ejemplo,


era parte de su protocolo esperar 72 horas para
recibir la descripción de la víctima, cuestión que
en un principio no fue bien entendida por los
altos mandos que deseaban resultados rápidos.
Paul Bobadilla solicitaba que aceleraran los
otros procedimientos: las muestras de ADN, la
declaración de los damnificados, de los testigos
y que se preparara psicológicamente a él o la
violentada. Pasado ese lapso, se reunía con la
víctima por cerca de 4 horas para someterla a un
riguroso interrogatorio descriptivo, presionándola
hasta conseguir estrujarle el último detalle.

-A estas personas, uno como dibujante tiene


que dejarlas tranquilas un tiempo y después
darles con todo hasta que vomiten los datos más
insignificantes, por ejemplo, la oleosidad o aspereza
- 14 -
del cutis. Antes del último congreso nacional nadie
lo consideraba para la elaboración del informe que
acompaña la ilustración- le decía a Ana, su hija,
que veía televisión y que poca o nula atención le
prestaba. El tiempo le dio la razón. El parecido de
los retratos era sorprendente y en un corto plazo
fue ascendido a Jefe de la Unidad Nacional.

Bobadilla siempre fue muy observador, desde niño


que eligió la hilera de la ventana en los autobuses para
mirar a las personas fugazmente en los paraderos y
construirles un perfil. En tiempo record imaginaba
hacia dónde se dirigían, en qué pensaban y cuáles
eran sus tormentos. También leyó cuanto libro de
antropología física cayera en sus manos, estudió
de forma autodidacta craneometría, además de
fisiognomía, otra disciplina fundamental aunque
considerada pseudocientífica. En su cabeza tenía
un registro de millones de combinaciones genéticas
posibles en los criminales, con sus respectivos
guiños y que él había sido capaz de congelar en sus
retratos. Nunca ocupó un software especializado,
- 15 -
hacía las ilustraciones con un block mediano y un
lápiz carboncillo.

Paul Bobadilla desarrolló su labor en casos de


diversa índole: asesinos de políticos, identificación
de guerrilleros, dibujó depredadores sexuales y
célebres fueron los retratos de los camellos de la FIFA,
pericia que le valió el reconocimiento internacional.
Su horario era flexible, en ocasiones, a cualquier
hora de la noche tenía que partir intempestivamente
al hospital o al departamento de policía; en su
hogar tenía un pequeño estudio donde permanecía
hasta altas horas de la madrugada bebiendo café,
fumando y escuchando las grabaciones donde las
víctimas o los testigos describían a los criminales.
En esas mismas instancias reflexivas un vacío lo
embargaba, comenzó a pensar de manera obsesiva
en cómo alcanzar la perfección en el terreno donde
se desenvolvía. Pese a que no ganaba mal y que
su trabajo era reconocido, se sentía incompleto,
necesitaba dar un nuevo golpe.

- 16 -
Se aproximaba el congreso mundial de la
especialidad que se desarrollaría en Panamá, por lo
que pidió un permiso de una semana para preparar
dos ponencias que titularía: “Alcances sobre el
hibridismo racial de los nuevos grupos criminales
de Santiago de Chile” y “Perspectiva coyuntural del
retrato hablado en Suramérica”.

Extendió el permiso por tres días, lo justo para


asistir al encuentro. Por primera vez le pidió a
Ana que lo acompañara, asegurándole además
que estaba muy ocupado en la resolución urgente
de unos casos y que se encargara del vuelo y la
reserva del hotel. Como de costumbre su hija no
mostró mayor entusiasmo, aunque internamente
le agradaba la idea de hacer algo distinto con su
padre, al que veía tarde mal y nunca.

Ya instalados en la habitación 255 del Gran Hotel


Ciudad de Panamá, le dijo a la muchacha que se
ausentaría un par de horas y que era un panorama
imperdible internarse en una feria artesanal que
- 17 -
había divisado en el taxi y que estaba a unas cuantas
cuadras. La adolescente se dio una ducha y prendió
el televisor.

Paul volvió al hotel con un hombre moreno


y rechoncho al que hizo esperar en la recepción.
Subió a la habitación, le pidió a Ana que le
ayudara a realizar un trabajo muy importante que
consistía en recrear un caso. Sostuvo además que
trabajarían con hipnosis. Su hija asintió. Bobadilla
telefoneó al botones para que subiera a su invitado
a la habitación, le presentó al hombre moreno
rechoncho y le explicó a la muchacha que cada
cierto tiempo caería en un estado de hipnosis. En
los intervalos de lucidez debería describirlo a él
minuciosamente y contestar rápidamente lo que le
iría consultando. Cargo las pilas de la grabadora
mientras que el hombre rechoncho abrió una
cajita y sacó un péndulo. Ana miró a ambos con
desconfianza, pero dispuso de unos cojines y se
sentó en la alfombra. El perito apretó rec.

- 18 -
El moreno rechoncho puso el péndulo en la
visión de Ana y con la otra mano le aprisionó la
nuca. La muchacha agachó la cabeza y comenzó a
remontarse en el pasado de su parentesco, habló
acerca de situaciones de convivencia diaria, por
ejemplo, de lo molesto que era enterarse de que
su padre era considerado un apoderado conflictivo
en el colegio por los constantes reclamos en las
reuniones, muchas veces infundados. También
manifestó que antes de dormirse, mirando al
techo, imaginaba los razonamientos que hacía su
padre para ilustrar a los diversos criminales y como
éstos trataban de escapar del cuartucho de la luz
eternamente prendida. Contó que apenas su papá
se iba fisgoneaba las fotocopias de los artículos,
entrevistas, tratados y álbumes de los trabajos de los
más reconocidos exponentes de ese arte. También
escuchaba una y otra vez las grabaciones.

Paul Bobadilla sudaba, muy nervioso agarró el


block y el lápiz, el moreno rechoncho hizo sonar sus
dedos y la chica despertó. El ilustrador le pidió que
- 19 -
se refiriera a la forma de la cabeza y Ana respondió
que la creía muy particular, como casi todos los
Bobadilla, alargada hacia atrás y que el mismo le
había contado que esa característica le había valido
el sobrenombre de Alien en la primaria.

-¿Y cómo es vista de frente, Ana?- preguntó el


perito.
-Similar a la cabeza del hombre de “El grito”
de Edward Münch- respondió ella con un tono
sarcástico. Bobadilla frunció el ceño e histéricamente
trazó la estructura que sostendría los elementos del
rostro.

El moreno rechoncho esta vez solo depositó


su mano en la nuca de la chica y comenzó
inmediatamente el segundo bloque de hipnosis.
La muchacha se quedó callada un rato y luego dijo
que era posible que la pericia se viera enturbiada
por el desborde de la imaginación del especialista,
que algo de literatura había en los procedimientos.
Por lo mismo, no creía necesario que el ilustrador
- 20 -
tuviese que redactar un informe, bastaba con el
retrato. Luego levantó la cabeza.

El dibujante rio estúpidamente y esta vez solicitó


referencias respecto a la nariz. Mientras tanto,
el moreno rechoncho desenvolvió el film de un
sándwich que estaba en una mesita aledaña al ritual.

-Es imperfectamente hermosa- dijo Ana. Y agregó


que estaba chueca producto, probablemente, de
algún trauma cuando él era un descarriado y que
las fosas nasales eran anchas y distintas una de la
otra, que expandiéndolas levemente era posible
insertar un par pistachos con cáscara sin ningún
problema. Terminó diciendo que era bella de
perfil y que cuando dormía bien y se duchaba su
nariz presentaba cierta brillantez lozana. Bobadilla
estaba incómodo, pero feliz. Tiró el autorretrato
inconcluso y el carboncillo a la alfombra.

Ambos se acercaron al moreno rechoncho y Paul


le preguntó cómo se sentía. Manifestó que estaba
- 21 -
cansado y se sentó en uno de los cojines. Aprovechó
para contar que además de hipnotizador era
vendedor de lámparas, y con gracia agregó que
el péndulo que utilizaba en la hipnoterapia era la
cadenita de una lámpara turca que había tenido que
reparar. Ana escuchaba atenta. Paul desenvolvió el
resto de los sándwiches y preparó café.
Padre e hija supieron también que el moreno
rechoncho estaba con un pie adentro y el otro afuera
del negocio de los artefactos de iluminación, a raíz
de los tributos que debía pagarle al narcotráfico.
Contó que por negarse a pagar la última cuota
trimestral lo habían secuestrado. Su familia se
había acostumbrado a la reducción presupuestaria
y preferían la tranquilidad de que llegara sano y
salvo a su hogar.

Era tarde, Paul le pasó unos billetes al moreno


rechoncho que se negó a recibir. Los tres se
despidieron de un abrazo, Ana le recomendó que
los visitara en Santiago y se fue a dormir.

- 22 -
Faltaban unas horas para la ponencia de Paul
Bobadilla en el congreso mundial, entró al baño,
se afeitó y al golpetear la maquinita en el pedestal
del jabón su retrato quedó un buen rato proyectado
en forma de holograma en el espejo, imagen que
se complementaba con el vapor del baño caliente
que se había dado. Hace bastante tiempo que
no examinaba detenidamente su aspecto. Dejó
las carpetas de las ponencias en el velador de su
habitación y le propuso a Ana que dieran un paseo
por el casco histórico de la ciudad. La muchacha le
recriminó la irresponsabilidad de dejar plantado a
todo el mundo en el congreso, pero se alegró de que
por fin podría salir del hotel a dar una vuelta.

Recorrieron pasajes estrechos y con murallones


de piedra, subieron al campanario de la catedral y
visitaron la feria artesanal donde compraron unas
reproducciones indígenas de cabezas reducidas.
Se sentaron en un café a descansar. Paul colgó
las cabezas en una perilla del quitasol e hizo un
improvisado retrato colectivo en el individual de
- 23 -
papel. Ana reprodujo la grabación del rito de la
noche anterior que habían olvidado apagar, justo
en el instante en que el moreno rechoncho contaba
sus experiencias traumáticas como comerciante
de lámparas. Ambos sintieron que el contenido
del archivo estaba revestido de una extraña
espiritualidad.

-Es petulante que todo el tiempo el ser humano


tenga que estar midiendo, verificando, juzgando
todo, demanda tiempo y se malgastan energías.
Yo creo que la sociedad se autoimpuso todo eso,
vivir es mucho más simple y profundo- dijo Ana
emocionada. Se dieron cuenta que no habían
consumido nada en el café y partieron al hotel.

En la mañana había un sol radiante, en la mesita


de centro de la recepción desplegaron unos mapas
y telefonearon al moreno rechoncho que no
demoró en llegar. Le pidieron algunos consejos
relativos a como desenvolverse en los países vecinos
a Panamá. El hipnotizador les recomendó algunos
- 24 -
lugares y regatear todo hasta el cansancio. También
que tuviesen cuidado con el agua en Haití. Los
acompañó al terminal y le dio a Ana el péndulo que
había utilizado en el ritual. Paul compró una libreta
y un lápiz. También se enclaustró media hora en
una caseta telefónica. El moreno rechoncho les
dio un abrazo y buenos deseos. Tomó ubicación
a los pies de la ventana como en toda despedida y
el retrato de los chilenos se fue diluyendo, poco a
poco, hasta convertirse en un punto de fuga hacia
lo desconocido.

- 25 -
LOS TRES
CERDITOS
Y EL LOBo
ran tres cerdos hermanos, quizá

E dotados de raciocinio, que intuyeron


que algo malo les iba a pasar a medida
que avanzaban en la fila de la porqueriza. El
griterío era ensordecedor, les estaban aplicando tres
procedimientos rutinarios: castración, corte de cola
y una inserción de alambre en la punta de la nariz-
hocico para que no escarbasen.

Los hermanos se miraron de reojo y cuando


iban a tomar a uno, los dos restantes mordieron
en las piernas a los hombres que lo sostenían,
produciéndose un altercado que les permitió
escapar por el hueco de una tabla embarrada y
descorrida de la pocilga.

Se ocultaron en un bosque hasta el amanecer, de


ahí cada uno siguió rumbos distintos. La forma de
denominarlos, a raíz del desconocimiento de sus
nombres, será de Puerco, Cerdo y Porcino.

- 29 -
Puerco entró a la universidad a estudiar
construcción pero se recibió de ingeniero comercial.
Cual Raskolnikoff pasó penurias, pero egresó y como
había leído los preceptos de Adam Smith y evitó
siempre el despilfarro, al poco tiempo montó una
empresa constructora que creció sorpresivamente y
alcanzó ribetes transnacionales.

Cerdo, con su trabajo de jornalero, ahorró, se


compró una camioneta roja y se hizo contratista.
Traicionó a la mayoría de sus amigos maestros,
adeudándoles salarios enteros y cotizaciones. Con
la camioneta roja no respetó ningún paso cebra
de la ciudad.Porcino también estudió ingeniería
y se dedicó a la inspección técnica de obra en un
organismo gubernamental.

Se empezaron a reunir periódicamente, en la casa


de Cerdo, que era bastante desprendido con sus
hermanos y siempre los recibía con un centenar de
sandías vinagres.

Con sus hocicos salpicados de jugo, prometieron


- 30 -
prestarse asesorías mutuas, ya que Puerco estaba
dedicando el trabajo de su empresa a la construcción
de viviendas sociales, sabroso negocio, que se
adjudicaba presupuestos estatales desorbitantes.

Con lo que no contaban, era que El Lobo siempre


los estaría escudriñando.

Diseñaron una vivienda social de 6 por 8 metros


de cholguán, solo para llegar del trabajo para
pernoctar, que tenían unas capsulas donde las
personas dormían verticalmente, sin patio, pero
con una pequeña logia para secar ropa. Cada
vivienda tendría un pequeño baño químico en el
antejardín de 50 cm. y en la esquina de cada pasaje
estaba contemplada una mini plaza con duchas.

Porcino se encargó de pedir el permiso de


edificación de 200 conjuntos habitacionales a
lo largo de todo Chile. Consiguió que el Estado
subsidiaria también un anafre y hervidor de agua
para cada familia.

- 31 -
El lobo era funcionario de la Contraloría.

Cerdo se compró una camioneta aún más grande y


atropelló a un lisiado en una discoteca. Al rato salió
libre. Varios de los maestros que había traicionado
trabajarían de nuevo para él.

El lobo se preparaba para soplar las casas y verificar


si se desplomarían como él pensaba.

Puerco confiaba en su empresa, cuando los


animales asistían a reuniones sociales o benéficas,
al hermano mayor se le inflaba el pecho porque
consideraba que entregaba una vivienda a la gente
pobre por el costo mínimo, le comentaba a los
demás que a veces había que sacrificarse, manejaba
al revés y al derecho las temáticas relativas a la
responsabilidad social empresarial.

Cerdo era el encargado de desarrollar las obras


y por abaratar costos redujo la calidad de los
cholguanes, que estaban azumagados. No había
problema, Porcino mando a pegar los autoadhesivos

- 32 -
de la aprobación para 25.000 viviendas.

El lobo sopló cada una de los conjuntos


habitacionales quedando solo escombros tal como
él pensaba. Los cerdos se fueron a la cárcel.

Los animales volvieron a estar en cautiverio. Cerdo


no tardó en liderar una mafia que preparaba un
brebaje embriagante hecho de sandías fermentadas
que se vendía en las noches de juerga del penal;
Porcino armó un grupo de lecturas bíblicas; Puerco,
con un dejo de nostalgia, le comentaba a los otros
internos que la cárcel donde estaban depositados sus
traseros, era obra de su empresa en los momentos
de esplendor.

El lobo sigue merodeando donde no lo llaman,


perdiéndose en las calles con su maletín viejo.

- 33 -
historia
del
rubicundo
l rubicundo cursaba 6°básico en

E Paicaví, región del Maule, en un


colegio agrícola donde hice clases
tras una renuncia intempestiva. Sin que nadie le
preguntara, me dijo que le gustaban los caballos,
que tenía dos potranquitas, y que a veces el macho
decidía eliminar dentro de los caballares a las crías
más débiles. Me mostró una foto donde aparecía
un jamelgo muerto, de no más de 3 semanas, con
heridas de pisotones:

“Estoy apenado, y con rabia, profe, se me puso


hasta la piel reseca, estuvimos hasta tarde buscando
- 37 -
al macho para castigarlo, con mi papá y sus amigos,
pero no apareció, sabía que había hecho algo malo”.

Mientras los demás cabros identificaban


complementos gramaticales, le pregunté si le gustaba
el rodeo. Muy serio y con esa chispeza genética de los
rubicundos del mundo campesino, me respondió
que se le notaba en los ojos a los novillos todo lo
que sufrían, los ojos se les humedecen, los abren
con espanto, sienten terror porque piensan que se
van a morir. También decía que su familia criaba
caballos desde que nació, o sea desde mucho antes,
que los grandes no le contaban más, porque había
tenido un abuelo mal portado del que nadie quería
acordarse. Tenían más de cien animales, aseguraba,
y que su papá tenía una especie de galpón donde
ningún niño podía ir, o lo huasqueaban, un lugar
donde fundían las herraduras y era muy peligroso.
Rebuscadamente, escribí en la pizarra una última
oración: Los caballos fueron domados por medio
de un circuito circular en las lomas de Paicaví. En
la noche soñé con la bodega de provisiones de un
- 38 -
barco: jamones colgados, charqui a granel, nueces
y ajíes secos.

El Rubicundo faltó. Los niños conversaban


distendidos, yo me remití a soportar la cháchara
estoicamente y escribir en la pizarra el vocabulario
de la semana. Cuando salí, a lo lejos vi al rubicundo
con ropa de color, andaba con su mamá, luego me
perdí en la sala de profesores.

La clase siguiente me contó que a su papá le


habían robado una treintena de caballos, el que
más les dolía era uno blanco y grande, pensé
en un percherón y que podía haber sido el que
pisoteó al potrillo. Me mostró la foto de la bestia
en un sofisticado celular, y comenzó a relatar lo que
escuchaba de las conversaciones de los hombres de
la casa. Que a los caballos los subían en un camión
con carro, que se los llevaban a Melipilla donde
había un matadero clandestino, que los policías ni
investigaban, que el papá los daba por perdidos,
aunque sospechaban de quienes podían ser. Sentí la
- 39 -
confianza de preguntarle cuál era el destino de los
animales que había en su casa. Con el tono propio
de aquella sabiduría adquirida tempranamente,
recalcó que los cuidaban, que el mismo les ponía
inyecciones, también que a veces los vendían,
pero rara vez; que él había conocido generaciones
y generaciones de caballos, igual que las familias
humanas.

Pasó el tiempo El Rubicundo andaba dubitativo


por el patio o la biblioteca, de vez en cuando miraba
su celular, le mostró a sus compañeros el video
de una yegua pariendo, también tenía el archivo
de un potrillo con una malformación, que según
decía había vivido media hora, un bicéfalo que
pataleaba en las viscosidades de la placenta, culpó a
los pesticidas. Con esto último soñé las noches que
rodearon su deserción.

Me olvidé del asunto. Empezó el ajetreo de fin


de año, nada tan difícil de sobrellevar, tenía pocas
horas, por las tardes me dedicaba a holgazanear y
- 40 -
hacer vida social en la biblioteca pública. Uno de
esos días pasé a la hemeroteca, por inercia me fui al
archivador de “El Paicaviano”, y me encontré con
el siguiente titular:

PIRÓMANO MENOR DE EDAD INCENDIA


NEGOCIO FAMILIAR

Después de hacer las asociaciones respectivas, otro


cabro que era vecino me contó que El Rubicundo
había quemado la charquería de su familia, que él
lo había visto cabalgando rápido y llorando tras
el incendio. Até cabos. El rubicundo se metió al
galpón prohibido, se enteró de la faena que allí se
desataba, vio cabezas, patas, placentas, interiores y
la sangre de los mismos caballos que le tocó cuidar,
a los que les ponía las inyecciones. No pudo
perdonar nunca a su padre, ni a sus tíos, ni a las
mujeres por ocultarlo; hizo lo que hizo muy triste,
pero con determinación. Partió. Ahora cabalga con
los mártires por extraños caminos de juventud.

- 41 -
AGUA
Y ACEITE

o único que deseo es morir, estar

L tetrapléjico no es ninguna gracia, la


Vivita es la que le pone el hombro, y
debe estar cansada, ¿quién no?, tener que darle la
papa por hace ya casi nueve años al que haya sido
tu hombre, a un huevón que fue autosuficiente,
que trabajaba y generaba lucas, no es vida, ni
para las niñas, ni para ningún mortal. Ojalá este
huevón llegue luego para que ejecutemos el plan,
todo debería salir bien, estoy más que tranquilo,
la inyección del chascas me va a mandar a San
Esqueleto.

Después de haber sido rangerino toda tu vida,


que tu propia barra te deje tetrapléjico, es aún más
deprimente. La historia fue así: yo el 97 fundé,
- 45 -
junto a los hermanos González y a un tal Nancho,
“Los Rojinegros”, un proyecto barrabrava made in
Talca, tenía 15 años y me eché un grupo de 400
personas al hombro

Curicó Unido y la banda argentina de marginales


no registraba por ningún lado, los rivales directos
de Rangers siempre fueron equipos de primera.
Cuando asomaron las plumas los de Curicó, entre
ambas barras nació una rivalidad, que se inició,
según Eduardo Leyton, en una estación de trenes
cerca de Curicó tras un partido amistoso, bastando
solo que un talquino gritara ¡Curicanos culiaos!
para que apedrearan el tren y la sangre en el ojo
perdurara hasta nuestros días.

A Eduardo Leyton, curicano de tomo y lomo, lo


conocí por casualidad hace unos diez años atrás,
en un encuentro de poesía que se realizó en Talca,
había hecho unos comentarios capciosos en un
medio digital y se me ocurrió escribirle un correo
acerca de qué cresta le pasaba con Talca, de ocioso
que soy. Respondió en términos duros, pero con un
- 46 -
dejo de simpatía que advertí tras releer el correo
tiempo después.

Posteriormente, en una fiesta nos emborrachamos,


discutimos y nos hicimos amigos, le obsequié
mi camiseta de Rangers, una que tenía las líneas
horizontales, no dudó en colocársela e incluso
sacarse fotos, que tarde o temprano llegaron a manos
de “Los Marginales”, y Leyton, que trabajaba en
“Curicó Unido en el Corazón” un programa de
radio del equipo, no tardó en tener problemas. En
plena transmisión le arrebataron el micrófono, le
pisotearon los lentes y le recriminaron la fatídica
foto que se había tomado con la camiseta del
archirrival.

Después de que le pasó eso a Leyton soñé que


la barra de Curicó se había gestado en extrañas
circunstancias, por ahí por los 70, el sueño era
una sucesión de fotografías en blanco y negro,
de miradas perdidas, donde los hinchas en la
celebración del primer año de vida y embobados
por el alcohol, aplaudían a un travesti que cantaba
- 47 -
o doblaba una canción, un travesti ya viejo, en un
traje de baño negro de una pieza y muchas joyas.
El sueño debe haber surgido como mecanismo
de defensa psicológico ante la afrenta que había
sufrido mi reciente amigo

Apenas se subieron las fotos a internet (en otras


aparecíamos brindando, riéndonos, abrazados
con mujeres) los barristas talquinos más jóvenes
llamaron a una reunión y le mostraron los
archivos a dos de los coordinadores que junto a mí
gestionaban las actividades de la barra. La cuestión
es que uno se lo tomó con naturalidad, porque a
pesar de no ser de mi círculo íntimo me conocía
y sabía que yo no tenía barreras para entablar
buenas migas con cualquier persona; el otro, en
cambio, se encargó de divulgar las fotografías y, en
un principio, algunos subgrupos emergentes en los
viajes entonaban tímidas canciones refiriéndose a la
traición. Yo en una oportunidad, como tenía voz de
mando, les dije que él que tenía algo que decirme
que lo dijera al tiro, que para qué andar pelando,
y nadie se atrevió a decirme nada. Me molestó
- 48 -
un poco la situación y así fue como con Leyton,
que estaba también muy afectado por el frisqueo
del que había sido objeto, decidimos tomar cartas
en el asunto y realizar una gesta por la paz entre
provincias vecinas.

En un partido de alta convocatoria, entre Rangers


y Curicó Unido, en el antiguo Estadio Fiscal de
Talca y con un contingente de pacos nunca antes
visto, habíamos concertado ir ambos con nuestra
camiseta respectiva, saltar la reja y con banderas
de ambos equipos llamar la atención del público
desde la mitad de la cancha. Cuando todos se
percataron de la situación, nos dimos un abrazo,
el fatídico abrazo de la provincia del Maule con la
del Mataquito que terminó en una batalla campal
de proporciones.

Recuerdo que empecé a escuchar un ruido


ensordecedor y de fondo un cántico que reflotaba
parcialmente, Porón pon pon, porón pon pon, el
que no salta es talquino maricón. Lo cierto es que
Leyton desapareció de mi lado y que gracias a los
- 49 -
jugadores y cuerpo técnico, logró ponerse a salvo
en los camarines. Yo no corrí la misma suerte, solo
recuerdo que dos camisetas rojinegras me hicieron
una especie de llave, me redujeron y luego todo fue
negro, pero de ese negro que es total en un principio
y después pareciera que fuera un negro con luces
blancas intermitentes detrás.

Desperté, tenía la cabeza vendada y estaba


paralizado del cuello hacia abajo, tenía un
hormigueo intenso que no sabía bien de qué parte
de mi cuerpo provenía, he llegado a pensar que fue
incluso imaginario, otro mecanismo psicológico
para convencerme de sentir algo, en circunstancias
que no sentía nada.

Al primero que vi fue a mi padre con ese


portadocumentos que lo ha acompañado toda su
vida, a la primera que escuché fue a mi madre que
decía que me iba a poner bien. Estaba también
Viviana con esa mirada severa que la ha caracterizado
toda su vida. Estoy seguro que sabía que no iba a
volver a mover nunca más una extremidad, estoy
- 50 -
seguro que lo supo incluso antes que yo, la Vivi
es práctica, es de las que se ofrece, por ejemplo, a
maquillar a los muertos, pero ese día no dijo nada,
ni tampoco le dijo nada a las niñitas, las cabras se
dieron cuenta solas más adelante.

A los tres días apareció Leyton, estaba pálido,


me leyó “El cancerígeno” de Sergio Hernández,
me sentí incómodo con la situación, me dijo
también que habían tomado preso a los agresores,
que mínimo iban a estar cinco años en la cárcel por
homicidio frustrado. Nadie de la barra nunca más
se acercó, ninguno de esos compañeros de viaje o
de los líderes con los que coordinábamos la gestión.

Yo ahora escucho los partidos por radio, me


acuerdo de esos viajes exprés que hacía la barra,
se pasaba bien, pero a esta altura, al verme así,
me cuestiono: ¿era verdaderamente tan fanático
como me proyectaba? ¿Era necesario sacarse la
polera y cantar que había que sodomizar al rival?
Arrepentirse, creo yo, vale la pena: Rangers no
tiene títulos, yo no tengo movilidad del cuello
- 51 -
hacia abajo. De ahí que el Leyton viaja a visitarme
religiosamente el tercer domingo de cada mes, han
pasado casi nueve años desde que quisimos mezclar
agua con aceite, y después de varias conversaciones
ya tenemos un minucioso plan, que ejecutaremos
ahora, en un ratito más.

- 52 -
LOS
ENANOS
e niño que Alfonso Córdova

D Barahona, alias El Sombra, se impregnó


de las conversaciones de índole delictual
de su abuelo Chilo Barahona. Era una familia del
hampa talquino de tres generaciones. La primera
de arrieros-cuatreros proveniente de la Argentina,
las dos restantes de cuenteros y ladrones asentados
en el epicentro de los puticlub de “La Sota”. Los
conocí porque yo estaba a cargo del estacionamiento
de los radiotaxis “Algo Nuevo” en la plaza de “La
loba”. Ahí inicié contacto primero con el Chilo
Barahona, un hombre de bigote y sombrero de 65 a
- 55 -
70 años, con un diario perfectamente doblado que
envolvía un cuchillo cocinero con el que asaltaba
escolares. Un día, con un poco más de confianza
me mostró el vientre y recuerdo que su piel tenía
muchas marcas de cortes en distintas direcciones.
Primero pensé que se autoflagelaba en los estados de
angustia en las temporadas de encierro. Lo imaginé
cortándose, sin polera, en los techos de un recinto
carcelario para un motín. La explicación, eso sí, fue
completamente distinta a lo pensado, confidenció
que era cuando corría escapando a toda velocidad
por la estación de trenes con el cuchillo al cinto y
con la hoja hacia arriba, estando éste tan afilado que
le rebanaba el abdomen. En cuanto a su apariencia
de hombre de la tercera edad nunca nadie hubiese
sospechado que era un cogotero profesional.

Al Sombra lo empecé a frecuentar porque una vez


llegó a solicitarme el servicio de custodia de especies,
fui caradura y le confesé que ya lo ubicaba y que
no quería meterme en aprietos. Nunca dejamos de
saludarnos. A veces me topaba con el joven y su
- 56 -
abuelo en el café Bermo, fue ahí donde a partir de
una conversación cotidiana surgió el plan que les
daría un vuelco a sus vidas y en alguna medida a la
mía también.

Ambos tenían cara de cansados. El Chilo Barahona


dijo en aquella oportunidad, mientras la mesera
servía el café hirviendo, que nunca un ladrón de
casas debía ingresar a una que tuviese un enano en
el antejardín. Yo había visto casas en mi barrio con
enanos de yeso o plásticos, también a los vecinos
echándole una manito de pintura, pero nunca
imaginé que los dueños lo hacían con un propósito
tan metafísico. La conversación se tornó confusa.
Sin estar directamente relacionado, añadí que sabía
de un ritual de esa arista del hampa que consistía
en que los ladrones defecaban en el lugar del atraco
para que no fuesen sorprendidos por la policía.
Una manera también finiquitar de buena forma el
robo, botando todo lo malo. El Sombra intervino
diciendo a él le daba como una especie de recelo
interno cuando se encontraba con estos pequeños
- 57 -
hombrecitos con una pala o hacha al hombro en los
antejardines. En ocasiones, desistía incluso de ojear
esas casas y contó que en una oportunidad había
interrumpido su jornada laboral a raíz de que lo
habían invadido malos presentimientos.

El anciano prosiguió diciendo que estaba


agotado, que pensaba en el retiro, pero que no
quería dejar de sentirse activo. Yo tenía tiempo
libre y nos quedamos un buen rato en silencio, sin
intenciones de abandonar el Bermo. En el salón
de café reflotaba Esos locos bajitos de Serrat. El
Sombra asoció la canción al tema de los figurines
y espontáneamente coronamos el comentario con
una carcajada que revolvió el ambiente del café a
esa hora lleno.
-Y si vendemos de estas figuritas, abuelo- dijo
el joven que andaba activo imaginativamente. El
Chilo Barahona se paró silencioso y recogió su
abrigo. Lo vimos perderse por la puerta de salida.
Al otro día El Sombra pasó al estacionamiento y
me pidió que le guardara alrededor de nueve cajas
- 58 -
que no demoré en fisgonear. Para mi sorpresa eran
ocho enanos de yeso, un set de frascos de pintura
y una especie de cola fría que serviría para dar
brillo a las reproducciones. El adolescente volvió
con su abuelo tomado del brazo y conversándole
animadamente. No dije nada y ellos se fueron en
un taxi.

Cuando nos reunimos nuevamente en el Bermo,


los consanguíneos relataron que se habían
amanecido pintando los enanos y que ahora se
disponían a venderlos. El Sombra se había dado el
trabajo de grabar y subir un video a YouTube en
el que entrevistaba a vecinos que tenían las figuras
en los antejardines y les consultaba acerca del
propósito de dicha costumbre. Lo hacemos porque
los amigos de lo ajeno les tienen mucho respeto, se
escuchaba en el archivo. Al final del video aparecía
el slogan “PROTEGE TU HOGAR” y el número
de teléfono del abuelo, que oficiaría además de
telefonista de los pedidos de la recién constituida
empresa.
- 59 -
No pasaron dos semanas y las ventas explotaron.
Un canal regional intentó hacerles una nota y el
Chilo Barahona se negó de manera tajante. El
Sombra mandó hacer tres modelos de molde
y compró el yeso necesario para no tener que
comprarlos. Me llevaron al café y me pidieron que
trabajara para ellos.

En un paseo que dimos con el anciano por la


estación, me dijo que sus ex colegas de lo único que
hablaban eran de los famosos enanos. Él, a su edad,
se había ganado un lugar dentro del ambiente, pero
decía que sus conocidos terminarían sintiéndose
burlados y faltaba poco para que les perdieran el
respeto a las figuras de yeso coloreadas, que ya eran
parte del paisaje urbano de las villas y poblaciones
de Talca.

Una cadena de ferreterías y artículos para el


hogar se contactó con El sombra ya que estaban
interesados en hacer un pedido grande, pero el joven
ni siquiera se atrevió a mencionárselo al abuelo,
- 60 -
porque ya sabía cómo iba a proceder. Coincidió
además que en la reunión semanal de la empresa,
el Chilo Barahona manifestó que él prefería que la
manufactura de las figuras de yeso fuera un negocio
familiar, de venta puerta a puerta o a través de
llamados. Pero que no cometieran el error de que
los enanos se contaminaran con los grupos de poder.
Agregó que teníamos que sentirnos orgullosos de
darle un carpetazo a la televisión y al retail. En un
tonó sarcástico dijo que podría ser que los seres de
ese maravilloso mundo se aburrieran de cuidar los
hogares y se fueran a huelga. Trabajar con el abuelo
y su nieto era una experiencia bastante grata.

Las declaraciones del anciano, sin duda, eran muy


contradictorias, yo creo que producto de la edad. En
más de una oportunidad le recriminó a su nieto el
que regalase enanos a los conocidos o familiares. Un
poco más serio que la vez anterior, nos dijo que los
que adquirían los figurines tenían que desembolsar
un tributo para que los enanos hicieran su trabajo,
que regalarlos así como así además era una pérdida
- 61 -
para el negocio. Sin duda había dotado a la empresa
de un sello propio.

Esta vez fue el turno de un candidato a concejal


que quería regalarle las figuras a los vecinos
de “La Sota”. El enfoque de su campaña era la
antidelincuencia. Artilugio político que no hubiese
prestado ninguna función, porque el barrio era
antiguo y las fachadas estaban directo a la vereda,
por tanto las reproducciones de yeso hubiesen
tenido que exhibirse en las ventanas. Ese fue otro
aprendizaje: los enanos tenían que estar al aire libre.
Antes había aprendido que las figuras de plástico
no surtían efecto y que el enano más poderoso del
mercado era el que estaba inspirado en Tontín, el
de la película animada de Walt Disney, ese al que le
quedan las vestiduras grandes.

Decidimos realizar un viaje en tren para expandir


la empresa a otras latitudes, los Córdova Barahona
tenían familiares en Chillán y que no habían visto
hace tiempo producto de sus antiguas andanzas.
- 62 -
Inicié el viaje con cierto grado de incomodidad,
pero una distendida conversación del posible origen
celta de los enanos terminó haciéndome entrar en
confianza.

Nos dirigimos al vagón restorán-bar y el Chilo


Barahona desenvolvió un enano para regalárselo
al barman del comedor, un tipo que vestía una
camisa manga corta, humita y que tenía aspecto de
desgano. El cantinero depositó la figura de yeso en
la barra, sonrió y nos preguntó qué nos íbamos a
servir. El abuelo bromeó diciendo que le preguntara
primero al hombrecito de zapatos puntiagudos,
porque nosotros íbamos a brindar en su honor y
así fue como entre trago y trago no supimos cómo
nos bajamos en la estación de Chillán. El Sombra
con una borrachera de proporciones se acordaba de
que el enano de la barra le había guiñado el ojo
en un momento del trayecto. El abuelo, por su
parte, vomitaba bilis y al revisarse los bolsillos se
dio cuenta de que no tenía el dinero que habíamos
traído para los gastos del viaje. Contactamos a un
- 63 -
familiar que con un muy mal carácter le prestó al
anciano el dinero para que regresáramos.

Cuando volvimos al centro de operaciones, nos


percatamos que la caja fuerte la habían cortado en
dos y en la pared rezaba la consigna rayada con
spray: PROTEJE TU EMPRESA DE MIERDA.
Todos los enanos de la bodega estaban fuera de
sus cajas, quebrados por la mitad, decapitados,
algunos sin pintar, pero siempre dejando a la vista
esa sonrisa y guiño sagaz que los ha caracterizado
siempre.

- 64 -
LA
DETENCIÓN
CIUDADANA
odo comenzó cuando almorzaba

T un plato de garbanzos en una cocinería


del terminal y pude ver en televisión
como unos transeúntes envolvían con plástico a
un delincuente habitual en un poste. El relato del
periodista explicaba que había sido sorprendido
in fraganti robándole el celular a un hombre de la
tercera edad. La cámara de Órbita 21 le hizo un
primer plano a todos los justicieros, eso fue como
un flechazo a mi vista, justo cuando estrujaba una
bolsa de té. Entonces, empecé a pensar en el asunto
más de la cuenta.

Llegué a la pieza que le arrendaba a una


mujer bonachona y prendí inmediatamente el
computador, busqué la noticia en el archivo del
- 67 -
canal y guardé el video. El paso siguiente fue
capturar los rostros de los tres héroes que habían
llegado antes que la policía. Imprimí los fotogramas
y los guardé en un sobre.

Soñé con entrevistas difusas, testimonios


incoherentes y desperté exaltado. A primera hora
fui a la Fiscalía a recabar mayores antecedentes de
la causa y a conocer el prontuario de quien fuera
agredido, pero procesado por un lanzazo. Tuve
la oportunidad de asistir al juicio abreviado, por
suerte no le dieron prisión preventiva.

Pedro Segundo Vásquez Valenzuela (26) (victimario);


Alias “Segundito”. Acusado de robo por sorpresa, con
un prontuario de 10 condenas previas por hurto, robo
en lugar habitado e infracción a la Ley 20000. De
niño estuvo al cuidado por diversos familiares y en
centros de menores infractores. Consumidor de pasta
base hace un lustro aproximadamente.

Lo fui a ver a su casa, me sorprendió porque


funcionaba allí una especie de guardería de
- 68 -
niños informal. Estaba magullado, me dijo que
recordaba muy bien a sus agresores, le di el sobre
con las fotografías. Explicó que el calvo de camisa
azul de mezclilla se puso particularmente agresivo y
le enterró unas monedas en el cuero cabelludo; que
al de las gafas negras y chaqueta de cuero lo ubicaba
porque vivía a unos cuantos pasajes de su abuela
y le estaba cobrando unas zapatillas, pero que
tenía tejado de vidrio, que le gustaban los menores
de edad. Finalizó diciendo que el gordo sacó del
furgón blanco el rollo de film Alusa con el que lo
envolvieron en el poste y que hasta le tapó la cara
a intervalos para que se asfixiara.

Lo que más reclamaba era su aparición en los


medios, se había hecho famoso, sentía que había
hecho de tony. Le pedí que me diera la dirección de
su abuela y luego fui a mi casa a buscar la patente
del furgón blanco. De quien no teníamos ningún
dato era del hombre calvo de la camisa azul.

Al tipo de las gafas le decían Picho Malo y vivía


cerca de unos videojuegos donde perpetraba los
- 69 -
abusos, un treintón de chaqueta de cuero, moño
y lentes oscuros que usaba incluso de noche.
Considerado un borderline por los mayores y que
se rajaba con fichas para los niños, apuntalándolos,
con un meneo característico según decían en el
barrio. Había sido condenado a tres años de cárcel
efectiva tras un incidente en un bajo próximo a su
domicilio. Integró grupos cristianos dentro de la
cárcel. Al momento de la detención ciudadana el
Picho Malo estaba de animador en un grupo scout
de jóvenes en los Salesianos.

El número de patente me llevó hasta la


charquería de los Hermanos Prieto, el individuo
de la fotografía era el encargado de dar muerte y
despostar a los caballos. Se llamaba Ismael. Según
sus compañeros de trabajo no era un mal tipo, recio
y tosco, de escaso juicio, pero no un mal tipo. Lo
seguí a su domicilio y el almacenero de la esquina
me contó algo que los carniceros y la opinión
pública ignoraban: que Ismael tenía un excesivo
control sobre su mujer, que era dependienta en una
librería, le pedía que anotase sus pensamientos en
- 70 -
una libreta fueran del corte que fueran, y que se
los mostrase en su casa, tomando once al final de
la jornada laboral. Cuando la mujer le dijo que era
agobiante esa práctica, le dio un cabezazo en pleno
rostro. Lo perdonaron y no se habló más del tema.
En la noche soñé con la pareja viendo televisión
en el living, ella en una silla, con el ojo en tinta y
envuelta en Alusa; él cortando unas escalopas de
caballo para cocinar.

Revisar la grabación una y otra vez permitió que


me diera cuenta que el tipo de las gafas y camisa
azul llevaba una carpeta de la AFP Semilla cuyos
documentos habían quedado desparramados en
el suelo. Cuando volví a la escena del crimen,
milagrosamente el tronco de un árbol pequeño de
la acera había atajado un formulario de cambio de
AFP lleno que flameaba con el viento. El ejecutivo
a cargo de la documentación era Marcelo Vera. Un
compañero de trabajo de él me contó que estaba
suspendido de sus funciones, mientras se realizaba
un sumario por los reclamos de gran parte de
su cartera de clientes, a los que había cambiado
- 71 -
sin su consentimiento al fondo más riesgoso en
tiempos en que la economía no andaba bien, con el
propósito de ganarse suculentas comisiones. Por la
violencia con la que actuó pensé que iba a ofrecer
una historia más cruenta.

Periodista: ¿Vio este video? ¿Qué opina de las


detenciones ciudadanas?

Transeúnte 1: eh, sí. Está bien, pues, nosotros los


viejos somos víctimas a diario de estos delitos. A ese
pobre viejo apenas le debe alcanzar la jubilación,
como a mí, esos tipos son héroes, gente de trabajo,
esforzada, padres de familia, cansados de los abusos y
que la justicia los deje libres al tiro.

Transeúnte 2: yo haría lo mismo, pero envolverlo es


poco, yo lo hubiese quebrado las extremidades como
una especie de castigo musulmán.

Transeúnte 3: mi general no hubiese permitido que


la delincuencia nos pasara este tipo de goles, estos
- 72 -
sabandijas no tienen piedad ¿Por qué hay que tener
piedad con ellos?

Héctor Popovic era el viejo al que arrastraron y le


robaron el celular. En el video se puede observar a
un hombre confundido, mientras se desarrollaba la
detención ciudadana, y que tras percatarse de que
grababan, junto a un tipo que vestía un uniforme
del área médica, se escabulló rápidamente. La
televisión lo intentó ubicar en los días posteriores,
para profundizar un poco en el modus operandis que
había utilizado Segundito, pero no lograron dar
con su paradero.

Pensé en los hospitales cercanos a la detención,


eran dos opciones: el hospital grande de la
Universidad de Chile o la unidad de psiquiatría
del mismo recinto denominada Dr. José Horwitz
Barak, que queda enfrente. El descarte por el
uniforme me condujo al segundo edificio. Ingresé
diciendo que era periodista y quería entrevistarme
con el médico a cargo. Pasé al patio y como por arte
de magia vi al hombre cuya desgracia había sido el
- 73 -
origen de la detención ciudadana. Me acerqué, le
pregunté si me podía sentar, le dije además que era
voluntario de la Cruz Roja internacional, y que iba
a venir semanalmente a conversar con los pacientes.
Esto fue lo que dijo:

Ayer salí a dar una vuelta con el negro Aravena, que


es enfermero de esta pocilga y me lancearon el celular,
jajaja y al ratero se los frisquearon unos transeúntes
que por ahí pasaban, a mí no me gustan las cámaras,
así que arranqué rapidito apenas me entregaron el
teléfono, tú no andas con esas cuestiones ¿Verdad?
¿Tampoco estás grabando, cierto? No, pues si eres de
la Cruz Roja eres cabro bueno. Yo estoy internado por
demencia senil y por mi adicción al vodka. Fui boina
negra de la Fuerza Aérea gran parte de mi vida. No te
voy a decir mi rango. Me acogí al retiro voluntario en
el segundo gobierno de la Concertación. La mayoría
de mis amigos están siendo procesados o ya en Punta
Peuco. Nos juntábamos todos los 11 de Septiembre en
el casino de oficiales, eran fiestas elegantes, ahí estaban
todas las prostitutas gold, les regalábamos diamantes,
nos daban trato de pololos. Cuando empezaron con los
- 74 -
juicios, me puse solitario y bueno para tomar, se me
olvidan las cosas de repente. Yo en un ratito más me
tengo que ir a la terapia de reflejos, acá a los cabros
más jóvenes les inyectan una fórmula de Antabus, a
mí me lo hacen con descargas de corriente, mientras
me enjuagan la boca con vodka. Teníamos maquinas
similares para restablecer el orden del país ¿Sabes? Mi
nombre aparece solo una vez en los testimonios de
esta encerrona comunista que nos están haciendo los
jueces. Yo lo único que hice fue ponerle una patada
en la raja a un cura francés que tenía una imprenta
marxista clandestina en una capilla, pero fue solo en
el momento de la detención y me tocó la mala pata que
después de la detención desapareció. Informaron los
medios periodísticos de la época que había sido en una
revuelta en Argentina. Tengo esposa e hijos también
militares, vivimos cómodamente ¿Bueno, y tú porque
viniste? Por cierto, no me llamo Héctor Popovic ¿Te
conté que me robaron el celular antes de ayer? pero lo
recuperé, salió en la tele, eh, bueno, me tengo que ir.

- 75 -
R E L A T O
DEPORTIVO
DEL RANGERS
DE TODOS LOS
TIEMPOS
a redonda está en el círculo

L central, Juan Cortez con una resaca de


crack se dispone a dar el pinchazo inicial.
Todavía tiene olor a putas y a colillas apagadas en
el camarín. Elvio Porcel de Peralta, con las manos
en la cintura, se ríe burlescamente de los magos
faranduleros de hoy. Bajo los tres palos, Walther
Behrends lucha la titularidad palmo a palmo con
Arturito Rodenack que con su enronquecida voz
ordena la defensa: ¡Atilio! ¡Atilio, que no pasen!
¡Azócar, marca Pocholo, marca! Y es ahí cuando
el “Tigre” Herrera, líbero indiscutido de todos los
tiempos, con la rigurosidad de un egipcio, construye
un muro que impide el avance del ejercito rival.
- 79 -
Atilio “Tigre” Herrera se la pasa al “pera Hernández,
5 indiscutido de la selección chilena del 83, éste se
la da al “Chanchita” Briones ¡Recorcholis! Un crick
con fractura expuesta retumba en las graderías, han
quebrado al “Chanchita” Briones, se ha trizado el
alma de un pueblo. Tal como esas tristes incursiones
de Rangers en el purgatorio, para el año siguiente
tocar el cielo, la cosa es así, esto es un ir y venir. Para
eso están los hinchas, los trenes repletos de hinchas,
para sufrir, para llorar de alegría o de pena, ¡Este
es el equipo de todos los tiempos! ¡El Rangers de
todos los tiempos, señoras y señores!
Scandolli se va por la banda derecha, la galería
sueña con la esquiva estrella, Scandolli se saca uno,
dos, tres rivales y se la pasa a Miguel Ángel Labruna
ex River Plate que con un sombrerito deja solo al
“Niño Gol” Soto, que hace goles hasta con los ojos,
avanza, avanza, avanza Soto, el arquero rival sale
achicar, estamos cerca…se viene, le va a pegar…
Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ooooooooooooooooooooooooooooool
- 80 -
Juan Soto, Juan Soto, Juan Soto, Juan Soto,
Juan Soto, Juan Soto, Juan Soto, Juan Soto.
¡Impresionante la definición! ¡Juan Soto llega a 81
dianas! Es el 1-0 del goleador histórico de todos los
tiempos, es el 1-0 de la gloria, es el 1-0 centenario,
es el 1-0 de los hermosos colores de la revolución,
¡Talca, sin París ni Londres! ¡Talca a secas, señoras y
señores! no como ciudad aristocrática de principios
de siglo, es la Talca de los obreros, de las dueñas de
casa, de los niños, de la abuela enferma.
El árbitro consulta el cronómetro, parece que nos
vamos a quedar con los tres puntos. Se acabó, se
acabó el partido, damas y caballeros, Rangers ha
quedado fichado en la historia, en la historia de
Talca, de Chile ¡Rangers es importante, carajo!
Damos por terminada esta transmisión.

- 81 -
Diseñado, impreso, cosido, encuadernado y empastado
en los talleres errantes de Ediciones Vilú,
ubicadas en la pre-cordillera del Río AmchiWenu.
Para el cuerpo de este libro se utilizó la tipografía
Adobe Garamond Pro.
Impreso en Papel Reciclado de 75 gr.
En la portada se utilizó Papel Couché de 300gr.
Un árbol tuvo que ser talado y un bosque asesinado para
que puedas tener este libro en tus manos. No dejes que mue-
ra y quede olvidado por ahí. Pásalo. Recíclalo.
La energía de la tierra está aquí y ahora.

Vous aimerez peut-être aussi