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«Panem et circenses» (literalmente «pan y circo») es una locución latina peyorativa

de uso actual que describe la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a
la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y
entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas.

Gramaticalmente, está formada por el acusativo singular de panis, -is ('pan') y el


acusativo plural de circensis, -e ('juegos del circo').

Los intelectuales españoles de los siglos XIX y XX se quejaban de manera similar


con el «pan y toros».

Se asemeja en ruso a "хлеба и зрелищ" ("pan y espectáculo").

Esta frase se origina en Roma en la Satira X del poeta romano Juvenal (circa 100
A. D.). En su contexto, la frase en Latin panis et circenses («pan y juegos del circo»)
es dada como la última atención del pueblo romano, quien había olvidado su derecho
de nacimiento a involucrarse en la política. Juvenal muestra su desprecio por la
decadencia de sus contemporáneos romanos.1 Los políticos romanos visualizaron un
plan en 140 a. C. para ganar los votos de los pobres; Al regalar comida barata y
entretenimiento, los políticos decidieron que esta política de «pan y circo» sería la
forma más efectiva de subir al poder.

… desde hace tiempo —exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto
—, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos,
haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y
juegos de circo2

… iam pridem, ex quo suffragia nulli uendimus, effudit curas; nam qui dabat olim
imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius
optat, panem et circenses.

(Juvenal, Sátiras X, 77–81)

Juvenal hace referencia a la práctica romana de proveer trigo gratis a los


ciudadanos romanos así como costosas representaciones circenses y otras formas de
entretenimiento como medio para ganar poder político a través del populismo. Julio
César mandaba distribuir el trigo gratuitamente, o venderlo muy barato, a los más
pobres, unos 200.000 beneficiarios. Tres siglos más tarde, Aureliano continuaría la
costumbre repartiendo a 300.000 personas dos panes gratuitos por día.

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