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Fue organizada por el Ejército mexicano, la Dirección Federal de Seguridad y el grupo parapolicial
conocido como “Brigada Blanca” que se infiltró en la multitud identificándose entre sí con un
guante blanco en la mano izquierda.
Durante la tarde del miércoles 2 de octubre de 1968 miles de personas se concentraron en la Plaza
de las Tres Culturas de la capital mexicana con el fin de escuchar a los líderes del movimiento
estudiantil, nucleados en el Consejo Nacional de Huelga (CNH), que desde hacía más de dos meses
se enfrentaba en las calles, y desde las universidades, al gobierno autoritario del presidente priista
Díaz Ordaz. 14 días antes el ejército nacional había violado la autonomía universitaria ocupando
las instalaciones de la UNAM, persiguiendo y deteniendo a los estudiantes organizados.
Cuando el último orador del día se dispuso a hablarle a las masas desde el tercer piso del edificio
Chihuahua, un helicóptero que sobrevolaba la zona lanzó bengalas de colores verdes y rojas sobre
la plaza. Era la señal de las FFAA para atacar a los manifestantes disparando a mansalva con
ametralladoras desde jeeps y tanques ligeros junto con francotiradores apostados en los edificios
cercanos. Así comenzó la Masacre de Tlatelolco, matanza organizada por el ejército mexicano, la
Dirección Federal de Seguridad y un grupo parapolicial conocido como el Batallón Olimpia o
“Brigada Blanca” que vestidos de civil se infiltraron en la multitud identificándose entre sí con un
guante blanco en la mano izquierda. Según los datos de la Comisión de Verdad el saldo de muertos
supera los 300 (para las fuentes oficiales oscilan entre 20 y 28 muertes), además de 700 heridos y
5 mil estudiantes detenidos. Los cuerpos de las víctimas no pudieron ser fotografiados porque el
ejército cerró el área a los medios de comunicación. No es casual que semejante operativo
represivo se diera a 10 días de comenzar los JJOO en dicha ciudad, el Comité Olímpico había
amenazado con la suspensión de los juegos en caso de que el proceso juvenil continuara.
En los años previos al 68 se habían solidarizado con las diferentes protestas reprimidas como la
movilización magisterial en 1958, la de los ferrocarrileros un año después, repudiaron el asesinato
del dirigente campesino Rubén Jaramillo y de su familia y fueron reprimidos en la movilización de
médicos del ‘65.
El accionar represivo del Estado fue el acelerador del proceso estudiantil. Las universidades fueron
tomadas por los estudiantes y se ganaba las calles con las movilizaciones. Surgió el Consejo
Nacional de Huelga, órgano democrático conformado por delegados revocables de todas las
universidades en lucha y las asambleas eran diarias en los colegios.
Lo que paso en Tlatelolco fue un duro golpe para los estudiantes pero no liquidó a sus
organizaciones que continuaron enfrentándose al gobierno en las décadas siguientes, pidiendo el
juicio y castigo a los culpables de la masacre aún impune.