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Chimbote, Perú
I
FILOSOFIA DEL DERECHO
Serie UTEX
Editado por:
……………………………………
Texto digital
II
ÍNDICE
PRESENTACION………………………………………………………………………………...
VI
III
IV UNIDAD – ESCUELAS DE LA FILOSOFIA DEL DERECHO II
IV
PRESENTACIÓN DEL DOCENTE
El Docente
V
INTRODUCCION
ESTIMADOS ESTUDIANTES:
DOCENTE
VI
UNIDADES DE APRENDIZAJE
VII
PRIMERA UNIDAD
GENERALIDADES
DE LA
FILOSOFIA DEL DERECHO
1
El contenido de la primera Unidad de aprendizaje ha sido tomado de:
El justilosofo español Julián Marías nos dice.- ¿Por qué el hombre se pone a
filosofar? Contadas veces se ha planteado esta cuestión de un modo suficiente.
Aristóteles la ha tocado de tal manera que ha influido decisivamente en todo el
proceso ulterior de la filosofía. El comienzo de su Metafísica es una respuesta a esa
pregunta: Todos los hombres tienden por naturaleza a saber.
La razón del deseo de conocer del hombre es, para Aristóteles, nada
menos que su naturaleza. Y la naturaleza es la sustancia de una cosa, aquello
en que realmente consiste; por tanto, el hombre aparece definido por el saber; es su
esencia misma quien mueve al hombre a conocer. Y aquí volvemos a encontrar una
más clara implicación entre saber y vida, cuyo sentido se irá haciendo más diáfano
y transparente a lo largo de este libro. Pero Aristóteles dice algo más. Un poco más
adelante escribe: Por el asombro comenzaron los hombres, ahora y en un principio,
2
a filosofar, asombrándose primero de las cosas extrañas que tenían más a mano,
y luego, al avanzar así poco a poco, haciéndose cuestión de las cosas más graves
tales como los movimientos de la Luna, del Sol y de los astros y la generación del
todo. Tenemos, pues, como raíz más concreta del filosofar una actitud humana
que es el asombro.
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forma más antigua de este despertar a las cosas en su verdad es el asombro. Y
por esto es la raíz de la filosofía.
1.2. Concepto.
Julián Marías por su parte hace una apretada síntesis del recorrido
histórico de la filosofía, señalando los pensamientos filosóficos más relevantes,
4
cuando precisa seguir copiando en la Pág. 2 de las hojas.
1.3. Definición.
1.4 División.
De acuerdo al autor Giorgio De Vecchio. Los primeros principios pueden
referirse ya al ser y al conocer, ya al obrar, de aquí resulta la división de la
filosofía en teórica y práctica.
a) Filosofía teórica:
La filosofía Teórica, estudia los primeros principios del ser y del
conocer, y se divide a su vez en las siguientes ramas: Ontología o
Metafísica que comprende también la Filosofía de la Religión y la
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Filosofía de la Historia, Gnoseología o Teoría del conocimiento,
Lógica, Psicología y Estética.
b) Filosofía Práctica:
La Filosofía Práctica, estudia los primeros principios del obrar y se
divide en Filosofía moral y Filosofía del Derecho. Con esto queda
determinada la posición de nuestra disciplina la cual es, pues una parte
de la filosofía cabalmente de la filosofía práctica.
1. NOCIONES
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Ahora bien para averiguar tales motivaciones y tales fines, hemos de
preguntarnos primero qué tipos de gentes fueron las que actuaron en la creación o
en la restauración y renovación de la Filosofía del Derecho. La respuesta a esta
pregunta es que los responsables de tales empresas han sido, en la historia de
esta disciplina, tres tipos de gentes: a) Algunos científicos del Derecho; b)
Algunos juristas prácticos, y c) Casi todos los grandes filósofos.
Los científicos del Derecho y los juristas prácticos han sido los que
especialmente han contribuido, en el siglo XIX y sobre todo en el XX, al
renacimiento de la Filosofía del Derecho. Creo que un análisis de las urgencias
que incitaron a esos científicos del Derecho y a esos juristas a plantear de nuevo
los problemas filosóficos sobre el orden jurídico, pondrá claramente de
manifiesto el sentido auténtico de la Filosofía del Derecho, sobre todo de la de
nuestro tiempo. Por eso a tales jurisconsultos a elaborar de nuevo la Filosofía del
Derecho, sin perjuicio de exponer después las vías por las que fueron a ésta la
mayor parte de los grandes filósofos.
Después del eclipse que la Filosofía del Derecho sufrió en los tres
primeros decenios de la segunda mitad del siglo XIX, por obra del positivismo –y
también del materialismo y del evolucionismo–, el pensamiento filosófico sobre lo
jurídico empezó a renacer en la mente de algunos esclarecidos jurisconsultos,
porque éstos sintieron las dos limitaciones que sufre la ciencia jurídica, a saber: el
hecho de que ésta no puede por sí misma explica ni sus supuestos básicos
sobre los cuales ella se asienta, ni puede aclarar tampoco las ideas de valor que
dan sentido al Derecho.
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DEFINICIÓN DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO.
8
LA FILOSOFÍA DEL DERECHO COMO ENCRUCIJADA.
9
CONTENIDO Y TEMAS DE LA FILOSOFÍA DEL
DERECHO
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distingue y se une en la permanente mediación de la historia.
Según esta doctrina, los componentes del fenómeno jurídico –hecho, valor
y norma– se integran en un complejo unitario específica y concretamente. Por
este carácter, se diferencia la posición asumida por Reale del tridimensionalismo
abstracto de Lask, Radbruch, Roscoe Pound, Stone y Jerome Hall.
11
desde el punto de vista filosófico por la Ontognoseología y en su aspecto
científico por la Teoría General. La primera comprende la Deontología Jurídica
que se ocupa de sus presuposiciones axiológicas (valor); la Culturología de sus
presuposiciones ópticas (hecho) y la Epistemología de sus presuposiciones
lógicas (norma). Por su parte, la Teoría General se divide en Política Jurídica
(valor), Sociología, Etnología, Psicología Jurídica e Historia del Derecho (hecho) y
Jurisprudencia o Ciencia del Derecho (norma).
De otro lado para Giorgio del Vecchio, las indagaciones de la Filosofía del
Derecho son: una lógica, otra fenomenológica y la tercera deontológica.
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La definición plena de éste concepto implica y supone varias
indagaciones, como son: Las relaciones entre Moral y Derecho; la
distinción de los varios aspectos o momentos constitutivos del Derecho
(objetivo y subjetivo), así como hace necesario esclarecer varios
conceptos compenetrados con el Derecho o conexos con él, por
ejemplo el de la coercibilidad, los conceptos del sujeto del Derecho, de
relación jurídica, etc. Cabe adelantar algún concepto sobre el derecho
objetivo y subjetivo antes anotado: Derecho objetivo, se concreta en
normas que por ello se llaman jurídicas. O sea es el derecho
legislado; el Derecho subjetivo, es el poder de obrar en satisfacción de
los propios intereses, garantizado por la ley. Es decir la indagación
lógica de la filosofía del derecho, trata del conocimiento del derecho
en su integridad conceptual, de los elementos esenciales y comunes a
todos los sistemas jurídicos.
c) La investigación Deontológico.
Todo individuo siente en sí la facultad de juzgar y de valorar el
Derecho existente; cada persona tiene dentro de sí el sentimiento de la
justicia. De aquí la posibilidad de una investigación que es
enteramente distinta de las que se ocupan las ciencias jurídicas. El
autor R. Mantilla Pineda, sobre este tema acota, que es una
Estimativa Jurídica, que tiene por objeto el valor de la conducta
humana intersubjetiva. En forma innovada, advierte, que la Estimativa
Jurídica, no es equivalente exacto de la vieja Deontología restringida al
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problema de la Justicia, sino una rama nueva de la filosofía del
derecho que examina los valores jurídicos como fuentes materiales
mediante del Deber Ser Jurídico. En este sentido, afirma el Jusfilosofo
del Vecchio, que ésta investigación se desarrolla de un modo
autónomo, y comprende la indagación del ideal, y la crítica de la
racionalidad y legitimidad del Derecho existente. La filosofía del
Derecho, investida cabalmente aquello que debe o debiera ser en el
Derecho, frente a aquello que es, (ciencia del derecho),
contraponiendo una verdad ideal a una realidad empírica (Pues
deontología equivale a conocimiento científico de aquello que debiera
ser). Los tres temas o investigaciones que corresponden a
nuestra disciplina, a pesar de ser distintos se hallan en conexión
entre sí.
Sobre éste tema el autor Antonio Enrique Pérez Luño, aborda con
acuciosidad y maestría. Las tres dimensiones de la Filosofía se proyectan sobre
los diferentes sectores de la realidad y, por tanto, también sobre la realidad
jurídica. El sentido y la relevancia actuales de la Filosofía para el Derecho se
derivan, de la respectiva incidencia de cada una de estas dimensiones en otros
tantos sectores de la experiencia jurídica.
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físicos, biológicos historiadores y juristas.
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Derechos humanos, de la racionalidad práctica y las teorías
argumentativas, de la función normativa de los principios…, ha
servido de estímulo para la segunda. Para la superación de ese dilema
resultan muy útiles las teorías integradoras en lo que contribuyen a
ofrecer una pluralidad de enfoques del Derecho. No obstante, estimo
que la actitud integradora extrínseca debe ser completada por una
integración intrínseca, es decir, no circunscrita a compaginar diferentes
doctrinas sobre el Derecho, sino a insistir en la necesaria conexión
entre las tres grandes dimensiones (sociedad, normatividad, y valores)
que conforman la experiencia jurídica.
Como toda doctrina que alcanza una amplia difusión, el análisis del
lenguaje jurídico ha pagado tributo al exceso. El rigor, la mesura y la
amplitud de horizontes teóricos desde los que autores como:
Bobbio, Hart, von Wright, Conte, Scarpelli, Carrió, Garzón Valdes…
han planteado el análisis del lenguaje jurídico, no siempre ha gozado
del debido eco en la pléyade de sus continuadores y acólitos.
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y “asepsia ideológica” la han hecho acomodaticia y adaptable a las
más diversas situaciones políticas siendo, en definitiva, “una Filosofía
de profesores para profesores”.
2ª. Que, por ello, los métodos de análisis del lenguaje jurídico no
constituyen un invento del presente (baste recordar el modus
operando, de los glosadores, los comentaristas o determinados
representantes del historicismo jurídico), pero resulta innegable que
tales métodos han sido potenciados y depurados por el neopositivismo
y la Filosofía analítica de nuestro tiempo.
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comportamientos, valores…).
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Es sabido que cada época se distingue por una peculiaridad de
intereses y sensibilidades. Al aproximarnos al fin del milenio,
parece que la consigna cultural que mejor compendia las
inquietudes de nuestro tiempo es la exigencia de globalización. Los
problemas actuales del Derecho deben ser estudiados desde una
perspectiva de totalidad. La sociedad humana es multidimensional y,
asimismo, lo son sus problemas económicos, éticos, jurídicos y
políticos. Por eso, la Filosofía de la experiencia jurídica se presenta
como un cauce adecuado para explicar y captar la dinámica y
compleja red de las conexiones globales del Derecho. La tendencia
hacia la globalización viene impuesta por el carácter interdependiente,
multicéntrico y multicultural de los fenómenos que gravitan sobre el
horizonte presente del Derecho. Por eso parece que la concepción del
Derecho como experiencia jurídica es la que mejor puede
satisfacer los apremios globalizadotes del presente.
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Derecho. La dimensión crítico-valorativa de la Filosofía, al proyectarse
sobre el Derecho, incide en diversos planos:
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que, al propio tiempo, no desarrolle el correspondiente esfuerzo
por dotarles de eficacia y por hacer de ellos una experiencia
tangible en la vida cotidiana de las sociedades democráticas.
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entendida en moderno sentido, y los sistemas filosóficos han
empalmado, sus quehaceres sin solución de continuidad. Dentro del
pensamiento filosófico, la filosofía jurídica ha supuesto un considerable
esfuerzo para examinar el derecho en una relación racional con un
esquema general de las cosas, en una actividad encaminada a
establecer los principios de sus elementos en sus formas ideales,
antes que en la conexión causal mediante la cual son conocidos en los
sistemas jurídicos vigentes.
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confirma un tradicional recelo entre juristas y filósofos, enfrentamiento
que en la actualidad se acentúa.
Como quiera que sea, la facticidad anterior indica (sin lugar a dudas)
que el pensamiento jurídico se ha desplazado de un ámbito
específicamente filosófico a un plano estrictamente científico. En un
principio la filosofía se ocupaba de los problemas fundamentales y
esenciales del derecho; en la actualidad, la misma jurisprudencia –esto
es, la ciencia jurídica, la ciencia del derecho– reclama por sí y para sí el
conocimiento exclusivo de ellos.
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depuradas, han conseguido alcanzar conocimientos seguros y un
dominio cada vez mayor de la naturaleza, ella ha tenido su
traducción en el campo jurídico: la antigua y venerable ciencia
del derecho natural se ha trasvasado a la filosofía del derecho, pero
ésta (en tanto que concepto histórico) afloró como conciencia del
carácter estrictamente histórico del derecho (o lo que es lo mismo,
convertida en objeto científico stricto sensu) y dejó de ser materia de
una metafísica y de una ontología. Todo lo anterior, sin perjuicio de
que la terminología jurídica no ponga de manifiesto este sentido
objetivo.
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La filosofía no es el mero obrar sino saber obras, no es conocer
sino saber conocer; de ahí que en el pensar y en el obrar hay que
pretender el apoyo de una certidumbre, pero ésta ha de ser, a la vez
autónoma y universal, pues las otras certidumbres (las destrezas de las
ciencias o las verdades prácticas de la costumbre, el derecho, etc.) no
son primarias ni suficientes por sí (autónomas), ni constituyen el
fundamento de todas las demás (universales). Son verdad, contienen
verdad, pero no son la verdad. La filosofía, por consiguiente, se
encuentra íntimamente conectada con las ciencias, pero no sólo es
filosofía o teoría de la ciencia, ni mucho menos sólo ciencia, sino algo
más: ciencia del saber científico, problemática total del Universo.
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Como muy acertadamente señala Javier Aristegui, la filosofía del
derecho es la reubicación de la filosofía general (o sencillamente
filosofía) sobre la concreta realidad del derecho. Este asentamiento
es la confirmación del viejo interés de la filosofía por la parcela jurídica,
que –al adoptar la modalidad de la filosofía del derecho– no hace sino
retornar a un antiguo feudo. Que la filosofía del derecho tenga una
doble dimensión: metafísica y ontológica.
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La explicación (temática y sistemática) de los supuestos conceptuales
necesarios para que el jurista proceda con pleno conocimiento de
causa y –especialmente– para penetrar en el verdadero sentido de su
actividad es –sin duda– la primera e incuestionable función de la
filosofía del derecho, en tanto que teoría de la ciencia jurídica. Ahora
bien, su misión final y esencial es manifestar el modo de ser del
derecho y sus componentes de valor, mediante la investigación del
sentido metafísico del jus como realidad de la vida humana, acentada
en la libertad, originadota de formas sociales de conductas y dirigida,
en última instancia, a la recta convivencia social.
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admitir más modo lícito de filosofar sobre el Derecho que el de los
juristas; pero esto equivale pura y simplemente a negar la filosofía
del Derecho como filosofía y reducirla a simple ciencia jurídica, ya
que se da la circunstancia de que los juristas, en cuanto que son
juristas, no pueden hacer otra cosa que Jurisprudencia y no filosofía;
por lo menos buena filosofía, y reducirla a simple ciencia jurídica, ya
que se da la circunstancia de que los juristas, en cuanto que son
juristas, no pueden hacer otra cosa que Jurisprudencia y no filosofía:
por lo menos buena filosofía, filosofía que consistía en filosofar
positivamente y no en negarla en su esencia o sustituirla con un
producto de imitación. ARISTÓTELES decía que no se puede dejar
de hacer filosofía, pues incluso cuando se la niega hay que hacerla
para llevar a cabo esta negación. En efecto, sustraerse a los
problemas filosóficos es imposible; pero en cambio es posible
plantearlos incorrectamente y resolverlos de manera equivocada.
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En HEGEL alcanza plena conciencia el dualismo antagónico, de estas
dos formas de pensar sobre el Derecho. Él consideraba que la
Jurisprudencia es una parte de la filosofía; y a esta Jurisprudencia
cuyo objeto es la idea del Derecho (es decir, su concepto y su
realización), la llamada “filosófica”, a diferencia de la Jurisprudencia
positiva, cuya única misión es exponer qué sea Derecho positivo en
un momento histórico determinado. Para HEGEL, ambas tareas, a
saber, “el mostrar u el hacer comprensible históricamente el surgir de
algo”, de una parte, y de otra “el criterio filosófico de este surgir y del
concepto de la cosa”, podían mantener “una recíproca indiferencia” en
tanto que ambos se atuviesen estrictamente a sus respectivos
ámbitos de competencia. Pero HEGEL, ya veía que no faltaban
rozamientos y choques entre ambas posiciones, y así recuerda
que, según el romanista GUSTAVO HUGO, CISERÓN alababa a
las Doce Tablas mirando de reojo a los filósofos y que, en cambio,
el filósofo FAVORINO las despreciaba como hacen muchos
filósofos con el Derecho positivo; pues –según HUGO–
FAVORINO entendía las Doce Tablas tan mal como los filósofos
entienden el Derecho positivo. Si ya en tiempos de los romanos había
estos recelos entre juristas y filósofos, la hostilidad se ha acentuado
en la época moderna. Por una parte, la depurada técnica que
requiere el Derecho positivo, en la que fueron maestros los juristas
romanos y de la que precisaron muy especialmente los países
que, como Alemania, fueron dominados por la recepción del Derecho
romano y, por otra parte, la especial vocación y aptitud espiritual que
es propia del filósofo y la dificultad de que estas dos cualidades
puedan unirse en un mismo hombre, es una de las causas
decisivas de esos recelos y mutua animadversión entre filósofos
del Derecho y juristas propiamente dichos. Además, esa misma
perfección técnica y conceptual de la Jurisprudencia confiere a ésta
una elevada categoría intelectual y puede suscitar en sus cultivadores
y admiradores la creencia –expresada por el mismo GUSTAVO
HUGO– de que no hay otra clase de escritores que merezcan tanto
como los juristas romanos ser colocados al mismo nivel de los
matemáticos por su deducir riguroso partiendo de determinados
axiomas, y en el mismo rango que el nuevo creador de la
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Metafísica por su notable peculiaridad en el desenvolvimiento de
los conceptos.
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A. Según el Profesor Mantilla Pineda.- La relación entre la ciencia del
derecho y la filosofía jurídica se plantea en el campo concreto de la
historia. En la Escuela del derecho natural racional, ciencia y filosofía
jurídica se confundían mutuamente. Como es de todos conocidos, el
jusnaturalismo de la Ilustración aspiraba a un Código universal. La
“Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” es una
síntesis de filosofía y ciencia jurídica. En la escuela histórica de
Savigny, que tuvo origen en la reacción contra el jusnaturalismo, se
combatió la filosofía jurídica en nombre de la ciencia del derecho; pero
como las ideas se combaten con ideas y no con garrote, el historicismo
jurídico involucraba su propia filosofía.
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que es una, y esto produce entre ellos una íntima conexión. El saber
humano constituye, pues, una unidad; tiene carácter orgánico y
sistemático. Es oportuno, sin embargo, definir los confines de las varías
ciencias, no sólo para aclarar los respectivos conceptos y temas, sino
también con el fin de conocer las diversas fuentes a las cuales se
puede uno atener para integrar cada materia.
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estas operaciones propias de la Filosofía suponen evidentemente el
conocimiento de los fenómenos mismos, esto es, del Derecho positivo,
el cual es el objeto de la Jurisprudencia.
Con toda claridad precisó Kant la distinción entre los propósitos que
persiguen dichas formas de saber: “Bien que el jurisconsulto pueda
darnos a conocer lo que es derecho (quid sit juris) o sea lo que en un
determinado tiempo y determinado lugar las leyes prescriben, agregó,
es también justo, y cuál es el criterio universal por el que se puede
reconocer lo justo y lo injusto, no puede conocerlo sino descuida
por un tiempo estos principios empíricos y si (aun sirviéndose de las
leyes como de un excelente hijo conductor) no busca la fuente de sus
juicios en la razón pura, como único fundamento de toda razón
positiva”.
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dentro de los límites que le señalan sus propios métodos. Por su parte,
la Filosofía se dirige a un objeto más profundo de conocimiento: el ser
del derecho y sus causas primeras y más elevadas.
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figura, en primer lugar, el concepto universal del Derecho, es decir, la
esencia de lo jurídico, común a todas las manifestaciones reales o
posibles del Derecho. El esclarecimiento de este concepto esencial o
universal no puede ser suministrado por la Ciencia Jurídica, en sentido
estricto, porque ésta versa sobre las varias ramas concretas del
Derecho positivo y, por tanto, considera las especialidades que cada
una de éstas ofrece, es decir, da cuenta y razón de lo que el Derecho
civil tiene de civil, de lo que el penal tiene de penal, de las
concreciones singulares del Derecho mexicano, de las propias del
Derecho argentino, etc. Ahora bien, cuando se trata de dilucidar la
esencia, o sea el concepto universal de lo jurídico pura y simplemente,
se apunta a lo que es común y necesario al Derecho, sin más, sin
adjetivaciones concretas, sin referencia a esta o a aquella rama, sin
límites de lugar ni de tiempo; es decir, se pide lo que es igualmente
de todos los Derechos, de todas sus ramas, de todas sus
especificaciones históricas o posibles; en suma, se pide aquello en
virtud de lo cual algo debe ser considerado como jurídico.
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o esencial de lo jurídico, precisa una indagación de otro tipo diverso
del que es característico de las ciencias jurídicas, a saber: urge una
indagación de carácter filosófico.
Pero si el concepto universal o esencial del Derecho es el supuesto
básico de toda ciencia jurídica, no es el único de sus supuestos. Hay
otra serie de nociones –que a manera de séquito esencial del concepto
de lo jurídico acompañan dondequiera a éste–, las cuales constituyen
también supuestos fundamentales de toda ciencia del Derecho. Se
trata de las nociones de derecho subjetivo, deber jurídico, persona,
objeto, relación jurídica, supuesto jurídico, consecuencia jurídica. Esas
nociones constituyen la estructura esencial de toda norma, de toda
figura y de toda situación jurídica. Son nociones no exclusivas de
determinados ordenamientos, sino enteramente comunes a todos ellos.
No son resultado empírico de una creación humana contingente,
producida en determinado lugar y en un cierto momento, sino que
constituyen concepto puros, ajenos a la experiencia, necesarios
en toda realidad jurídica histórica o posible, condicionantes de todo
pensamiento jurídico.
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Ahora bien, como ya se apuntó, sucede que las ciencias jurídicas
particulares, (del Derecho constitucional, del civil, del mercantil, del
administrativo, del procesal, etcétera) no son capaces, ninguna de ellas
de aclarar de modo suficiente y con el debido rigor esos conceptos
básicos que constituyen el entresijo esencial de toda realidad jurídica, y
que constituyen además los instrumentos necesarios de todo
conocimiento científico sobre el Derecho. No pueden las meras
ciencias jurídicas particulares explicar estos conceptos fundamentales,
porque ellas se basan precisamente sobre dichos conceptos.
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la bella sentencia de VICO: “Este mundo civil fue ciertamente hecho por los
hombres, y por esto sus principios se deben encontrar en nuestra misma
mente humana”.
38
facultad natural suya. Adviértase, además, in genere, que el hombre no es por
naturaleza exclusivamente egoísta, como lo describe HOBBES.
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ha discutido mucho sobre la de la Sociología.
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histórico. Así, VICO (que es considerado por muchos como el precursor de
la Sociología) ensayó tal tarea con su obra “Principii di una scienza nuova intorno
alla comune natura delle nazioni” (1725). Y de otra parte en muchos tiempos –
tanto antiguos como recientes – se escribieron ensayos de Filosofía de la
Historia. Ahora bien, ¿dónde se halla la divergencia entre la Filosofía de la
Historia y la Sociología?
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puede decirse que ha ofrecido una Filosofía de la Historia tratada con
método positivo.
42
La Filosofía del Derecho tiene relación con todas las demás Ciencias que
estudian fenómenos sociales. Así con la Demografía o la ciencia de la
población, de su agrupación en clases y de su movimiento. En efecto, los
agrupamientos naturales de la población y la posibilidad de modificarlos, son
elementos de los cuales dimanan indicaciones para el Derecho, sobre la
necesidad o conveniencia de normas determinadas. Con la Demografía se
conecta la Estadística, que observa los fenómenos atípicos (no atípicos) y,
especialmente, los sociales, por masa, con el fin de descubrir su regularidad o
leyes (en sentido lato). Demografía y Estadística representan científicamente
aquellas condiciones de hecho, que conviene conocer para comprender el
desenvolvimiento histórico del Derecho, sus conexiones con otros fenómenos
sociales, y la posibilidad de innovaciones o reformas en el campo legislativo.
Además, la Filosofía del Derecho tiene también relación con la Economía política
(ciencia del ordenamiento social de la riqueza).
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2. Por su parte, Antonio Enrique Pérez Luño, señala los
siguientes materido:
44
Historiografía Jurídica y Filosofía del Derecho.
45
RESUMEN
46
AUTOEVALUACION
1. En la actitud teorética, el hombre, en lugar de estar entre las cosas, está frente a
ellas, extrañado de ellas, y entonces las cosas adquieren una significación por
sí solas, que antes no tenían………………………………………………….… ( )
5. La Filosofía del Derecho tiene relación con todas las demás Ciencias que estudian
fenómenos sociales………………………………………………………………. ( )
47
SOLUCIONARIO DE LA AUTOEVALUACION
1. V
2. Filosofía teórica y practica
3. V
4. Antonio Enrique Pérez Luño
5. V
48
Referencias bibliográficas:
49
SEGUNDA UNIDAD
BOSQUEJO HISTÓRICO DE LA
FILOSOFIA DEL DERECHO
50
El contenido de la primera Unidad de aprendizaje ha sido tomado de:
51
una órbita elíptica en torno al Sol, que también Júpiter describe tal órbita, y así
sucesivamente, podemos llegar generalizando, a la afirmación de que los
planetas trazan una elíptica en torno al Sol.
52
Sobre todo, importa mucho advertir que poseemos dos especies de
cognición: la empírica, que se funda sobre la observación externa (a
posteriori); y la racional, que deriva directamente de nuestro intelecto (a priori).
Aquélla indica que algunas cosas suceden de cierto modo, pero no implica que
no pudieran acontecer de manera diversa. El hecho, por ejemplo, de que los
cisnes que se ven en Italia sean blancos, no significa que no pueden también
existir de otro color: en efecto, en otros lugares se descubren cisnes negros. En
suma, una verdad empírica significa sólo, que hasta un momento dado de la
investigación experimental las cosas se han mostrado de cierta manera. La
verdad racional, por el contrario, no puede ser jamás desmentida por la
experiencia. Así, pues, si afirmamos que la suma de los ángulos de un triángulo
vale dos rectos, decimos que esto es y será siempre verdad, porque afirmamos
una verdad correspondiente a las leyes de nuestro pensamiento, las cuales
valdrán siempre, imponiéndose a los hechos o, mejor encontrándose
necesariamente en correspondencia con ellos.
53
partido de la inducción, también ésta puede y debe aprovecharse de la primera.
Las observaciones empíricas, los experimentos implican ciertos principios
racionales.
54
que versa sobre el ideal supremo del Derecho. Al indagar cuál sea este ideal,
consideramos un principio de valoración superior a los hechos, y cognoscible por
medio de la pura razón.
55
Debemos, pues, ponernos en guardia contra las ilusiones, frecuentes
entre los juristas, a través de las cuales se exagera el relieve de unos pocos
datos particulares del presente (por ejemplo, normas actualmente en vigor) hasta
darles un valor casi absoluto.
La base histórica de la Cultura jurídica ordinaria se restringe a
los precedentes inmediatos y al Derecho Romano. Cierto que éste
como fue también dicho por LEIBNIZ es uno de los máximos monumentos
del genio humano. Pero esto no debe hacer olvidar que el Derecho Romano
representa sólo una parte relativamente reducida del pensamiento jurídico de la
Humanidad: además se le estudia sólo en una fase de su desarrollo ya bastante
avanzada. El Derecho Romano que estudia la ciencia como más antiguo,
presenta una serie de caracteres (p.e., sólida organización de la familia
patriarcal, formas procesales bien definidas, etc.), que no dejan lugar a duda
que debió ser precedido por una elaboración histórica harto larga, si bien nos sea
ésta desconocida. Esta elaboración se puede estudiar mejor con respecto a otros
pueblos, tanto antiguos como modernos, que tienen una cultura muy inferior a la
romana. Por esto es preciso extender las investigaciones a otros pueblos
anteriores o menos adelantados.
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hipótesis aventurada: pues, efectivamente, el Derecho de un pueblo nunca es del
todo pasado, ni consumado íntegramente; en él existen siempre residuos,
supervivencias de las fases anteriores, ininteligibles por sí, pero susceptibles de
ser iluminadas mediante la comparación.
Una fórmula singular conservada por tradición que puede ser hasta
inconsciente, una costumbre antigua en desarmonía con el Derecho escrito,
podrá conducirnos a construir todo un orden de relaciones características de una
edad ya pretérita y desaparecida. Tal proceso reconstructivo se hace posible,
especialmente, porque acontece con frecuencia que aquel mismo fragmento que
se presenta como una anomalía, en una cierta fase de la civilización, se revela
entre otros pueblos de menor cultura, como parte viva e integrante de un
sistema complejo y orgánico. Véase el siguiente ejemplo: el famoso problema
sobre el origen de la distinción entre res mancipi y nec mancipi, ha encontrado
una explicación, cuando se han observado las formas primeras de la propiedad
colectiva: entonces se ha visto claro qué fundamento tenía el requisito de una
representación del grupo, para la enajenación de ciertos bienes.
57
su desenvolvimiento. Encontramos las mismas instituciones en pueblos entre los
cuales se ha probado que no existió nunca un intercambio o conocimiento
recíproco: (“sin tomar ejemplo unos de otros”, como afirmó VICO con intuición
genial). Tales pueblos crearon las mismas instituciones con la misma persuasión
fundamental, las mismas determinaciones, y el mismo procedimiento.
58
la uniformidad natural del Derecho. Cabalmente la comunicación es posible y
fructuosa, porque hay un fondo de identidad en el espíritu humano. Si las
instituciones jurídicas fueran exclusivamente propias de un cierto pueblo, se
adaptarían sólo a sus particulares circunstancias históricas, y no serían
transmisibles: y los diversos pueblos constituirían otras tantas unidades
absolutamente separadas, cerradas unas con respecto a las otras. Pero no es
así: en el Derecho de cada pueblo hay elementos universales que reflejan la
común naturaleza humana: y esto hace que las evoluciones jurídicas singulares
puedan entrelazarse con injertos recíprocos. Las comunicaciones históricas
contribuyen, pues, a fomentar el proceso de coordinación jurídica de la
Humanidad, que tiene su base primaria en el fondo común de la naturaleza
humana.
59
Los conceptos de bueno y malo, derecho y entuerto, orden y anarquía,
libertad y opresión, etc., se han formado de la misma manera que los demás
conceptos universales. “Sucede con el concepto de derecho, dice Cathrein, como
con otros innumerables de la vida práctica; lo que sean la vida, el
movimiento, la culpa, la pena, el mérito, la extensión, el espacio, la fuerza, la
causa, el efecto, la paz, el orden, el sentimiento, el dolor, la aflicción, etc., es
completamente claro para todos los hombres, aunque no puedan darnos
explicación ninguna sobre ello”.
60
demás derechos posibles, los primeros, y comunes a todo derecho, los
segundos. A la filosofía del derecho le interesan los elementos formales que
aparezcan idénticamente en todo derecho.
61
sido llevada a cabo en distinto grado por Emil Lask, Max Ernst Mayer y Gustavo
Radbruch.
62
d) Método de la filosofía jurídica fenomenológica.
Adolfo Reinach (1883 – 1917) fue el primer jurista que aplicó el método de
Husserl al conocimiento del derecho. En efectivo, en “Los fundamentos
apriorísticos del derecho civil” (1913), fruto precoz del infortunado jurista,
tenemos una aplicación de la fenomenología a la delimitación esencial de las
instituciones jurídicas tales como la promesa, la propiedad, la representación, la
prenda, etc. Reinach ha tratado de obtener el a priori material de algunas
instituciones jurídicas particulares, antes de haber llevado a cabo previamente la
delimitación de la esencia de lo jurídico. En realidad, Reinach da por supuesto el
concepto del derecho, porque considera que no es objeto de definición sino de
simple intuición. “Previendo objeciones de ésta o análoga naturaleza, dice J.M.
Alvarez, se anticipó a recordar cómo ya Descartes observaba precisamente que
tal vez es necesario contar entre los errores más capitales que pueden cometerse
en las ciencias el de aquellos que quieren definir lo que sólo puede intuirse”.
63
por el inductivo, pretende Schreier llevarla a feliz término por el método
fenomenológico.
64
en la estimación de la justicia como valor jurídico supremo.
65
huellas de Dilthey y sus discípulos, quienes contrastan el conocimiento por
comprensión de las ciencias del espíritu con el conocimiento por explicación de
las ciencias de la naturaleza.
66
El idealismo de Platón y de Fitche que creaba una separación entre
el espíritu que conoce y la realidad conocida, es superada por Hegel quien
sustituye el espíritu individual por el espíritu absoluto que se manifiesta en la
naturaleza que llegó a fundir lo real y lo racional. Se trata de percibir las formas
de desenvolvimiento en las cuales se manifiesta la libertad del espíritu en la
realidad de la vida humana que crea primero el derecho abstracto (derecho
natural), luego la moralidad y por fin la eticidad, síntesis de las anteriores y
que entre todas dan lugar a la filosofía del derecho. El objeto del
conocimiento es en definitiva el espíritu absoluto que se manifiesta en la
realidad, según una ley que la resume: el método dialéctico: la tesis, la antitesis,
la síntesis, el devenir.
67
Método a emplear.- Como epílogo, en esta parte, y conocidos otros
métodos más, debemos volver a nuestra afirmación a que se hace referencia en
el punto, el de un sincretismo, es decir, la utilización de varios métodos. El
filósofo especula, ante el derecho como fenómeno en su unidad, como
conocimiento y como realización práctica, busca fundar un sistema; y de otro lado
al conocer los fundamentos universales que la especulación revela, y los
relaciona a los modos actuales de su manifestación, quiere vivir el sistema y
crea una doctrina.
68
Pero la Filosofía del Derecho originariamente no se presenta como,
autónoma, sino mezclado con la Teología, con la Moral y con la Política. Sólo de
un modo paulatino se va dibujando su propia silueta con contornos distintos. Es
así, que en los primeros tiempos la confusión es completa, y ésta situación
aparece de modo típico en Oriente, en cuyos libros sagrados se trata
conjuntamente de Cosmogonía (Cosmogonía: Ciencia o sistema que trata de la
formación del universo), de Moral y de elementos de otras varías ciencias
teóricas y prácticas.
1. FILOSOFÍA GRIEGA
a) La Escuela Jónica
b) La Escuela Eléata
69
c) La Escuela Pitagórica
d) Los Sofistas
70
principio de autoridad; y a minar la fe tradicional; a despertar la atención popular.
Los sofistas eran individualistas y subjetivitistas (Subjetismo; expresión
predominante de lo personal, psíquico o subjetivo es decir referente al sentir del
hombre).
Los sofistas enseñaban que cada hombre tiene un modo propio de ver y
de conocer las cosas; de lo cual se sigue que no puede existir una ciencia
objetiva y universalmente válida, sino sólo la opinión individual. Es memorable la
frase de Protágoras: El hombre es la medida de todas las cosas; esto es,
cada individuo tiene una visión propia, de la realidad. Kant, en un sentido bien
diverso sostuvo que la mente humana es la medida de todas las cosas, Kant
entendía la mente humana, como necesariamente idéntica en todos los
individuos, con lo cual el que la mente humana sea la medida de todas las cosas
no destruye la validez universal de la ciencia.
71
En suma, los sofistas fueron, la levadura que suscitó la gran
Filosofía idealista griega. Los sofistas no constituían una escuela única. Sus
concepciones tenían de común la renuncia a la religión, la explicación
racionalista de los fenómenos de la naturaleza. Los sofistas más importantes
fueron: Protágoras, Gorgias, Híppias, Calicles, Trasímaco, Pródíco, etc.
e) Sócrates
72
Sócrates decía: Aquellos que ven la variedad de las cosas justas, las
técnicas jurídicas singulares, pero no la justicia en sí, no son filósofos, sino
filodoxos; (esto es, no son amantes de la sabiduría sino de la opinión engañosa).
Sócrates equiparó lo justo con la ley y enseñó a respetar las leyes, no solo las
escritas sino, incluso las no escritas, que valen para todos igualmente y son
impuestas a los hombres por los dioses. El buen ciudadano debe acatar aun las
leyes malas para no estimular al mal ciudadano a violar las buenas.
f) Platón
73
éste no fue, el constructor de dicho sistema. Se verdad que Sócrates abrió vías a
la especulación filosófica, pero no produjo él mismo un sistema entero. O sea el
Sócrates de los diálogos platónicos no es el Sócrates histórico, sino en gran parte
el mismo Platón. De las doctrinas de Platón, se puede resumir tan sólo las que se
refieren más especialmente a nuestra disciplina, trayendo a colación los diálogos:
La “República” (traducida: “Estado”.). Platón quiere considerar la justicia en el
Estado, porque, como él dice, allí la justicia se lee más claramente, por estar
escrita con grandes caracteres, mientras que en el hombre individual está escrita
con caracteres minúsculos.
74
pública. Los mejores individuos, deberán llegar al gobierno de la cosa pública,
mediante una selección gradual y una educación adecuada, y solamente
después de haber cumplido cincuenta años de edad, dedicándose entonces
exclusivamente a esta actividad, que es la más alta de las funciones del
ciudadano.
75
g) Aristóteles
76
reciba, tanto de los primeros como de los segundos, una porción adecuada a
sus méritos. En tal sentido dice Aristóteles, si las persones no son iguales,
tampoco deberán, darse cosas iguales; con esto no se hace más que reafirmar el
principio de la igualdad: la cual sería cabalmente, violada en esta función
específica, si se diese un trato igual a méritos desiguales.
77
basado en la mezcla de la oligarquía y la democracia. Formas degradadas
eran para Aristóteles la tiranía, la oligarquía y la democracia extremada. En
aquella época la esclavitud era mirada como una necesidad para el Estado,
Aristóteles observa el fenómeno de la esclavitud y trata de justificarlo, diciendo
que aquellos hombres que son incapaces de gobernarse asimismo deben ser
objeto de dominio.
Sostiene que algunos hombres han nacido libres, mientras que otros
esclavos. Por otra parte intenta probar, con razones cíe índole práctica, la utilidad
de la esclavitud.
h) La Escuela Estoica
Los estoicos afirman, que existe una libertad, que jamás podrá destruir
opresión ninguna, y que es aquella que deriva de la superación de las pasiones.
Cabe mencionar; que es un hecho de gran significación, el que se encuentre
entre los más insignes cultivadores de la filosofía estoica, un esclavo como
Epicteto, y un emperador, como Marco Aurelio.
78
i) La Escuela Epicurea
Epicuro fundó ésta escuela en Atenas, en el año 306 antes de Cristo.
Afirma Del Vecchio; que para esta escuela el único bien es el placer; y
no existe más fundamentos de obligación, que aquellos que derivan de los fines
del placer. Epicuro concede una mayor importancia a los placeres y a los dolores
del espíritu, que son más durables que aquellas. La amistad es considerada por
Epicuro como el más grande de los placeres.
79
sostuvo prácticamente la necesidad de abolir la esclavitud, sino que solo se
aconsejó el mitigar la merced al principio cristiano de la caridad y del amor.
80
División
a) LA PATRÍSTICA
81
b) LA ESCOLÁSTICA
82
misión de garantizar la seguridad de los hombres asociados y de promover el
bien común; es una imagen del reino de Dios.
c) EL RENACIMIENTO
83
admitía la libertad de indagación., sino que era preciso atenerse rigurosamente a
los textos, a las autoridades establecida, esto es, dominaba una actitud
heterónoma (Heterónomo: sometido a un poder ajeno) del espíritu.
Restableciéndose por el contrario en el Renacimiento la autonomía.
CAUSAS
84
humanas a las cosas.). Una vez demostrado que la tierra no es,
como se creía el centro físico del mundo, sino un granillo excéntrico
en el universo.
85
tales concepciones, el considerarla sociedad como suma de
individuos aislados, hecho que constituía un reflejo del
crecimiento individualismo de la burguesía.
86
RESUMEN
87
AUTOEVALUACION
88
SOLUCIONARIO DE LA AUTOEVALUACION
89
Referencias bibliográficas:
90
TERCERA UNIDAD
ESCUELAS DE LA
FILOSOFIA DEL DERECHO I
91
El contenido de la primera Unidad de aprendizaje ha sido tomado de:
92
El auténtico Derecho es el Derecho natural, aquel que descubre la razón
pura. La historia del Derecho tan sólo puede tener sentido corno progresivo
movimiento de aproximación cada vez mayor a las normas absolutas del Derecho
natural, cuya integral implantación positiva constituye la meta a que se debe
aspirar. Así pues, el Derecho positivo recibido históricamente debe ceder su lugar
al imperio del auténtico Derecho, que es el Derecho natural.
93
Esto trae consigo que en su Derecho natural la razón ande a veces
confundida con un concepto equívoco de naturaleza. Se emplea la palabra
naturaleza, confusamente, en un dúplice y diverso sentido a la vez como lo que es
(o, mejor dicho, como lo que fue origina- riamente) y como lo que debe ser. Pero,
en fin de cuentas, este iusnatuialismo, aunque implica una racionalización
confusa de elementos reales, representa en todo caso la negación absoluta
de fueros al factor histórico. Ahora bien, este antihistoricismo presenta todavía
otras paradojas -y sumamente graves habiendo negado toda beligerancia a lo
histórico y pretendido construir intelectualmente un minucioso sistema
jurídico, no obstante, se sufre muchas veces del engaño de tomar por puro
producto racional lo que en el fondo no era sino un mero dato histórico
contingente. Y, así, dichos autores absolutizan, como si se tratase de puras
construcciones racionales, lo que es tan sólo una institución de su tiempo las
grandes exageraciones racionalistas fueron llevadas a cabo, sin embargo, no
tanto por los grandes maestros de la Escuela Clásica como más bien sobre todo
por ulteriores discípulos de muy inferior rango.
94
de la escuela clásica, sino un comentario o glosa mía de su concepción, tratando
de sacar una de las consecuencias que ésta permitiría, en relación con la variedad
y el movimiento de la historia. Pero adviértase que, en todo caso, la historia no
afectaría al orden jurídico iusnaturalista, sino a las situaciones sociales concretas
creadas al amparo de los derechos naturales de libertad.
ROUSSEAU Y KAKI
Para esto, el orden estatal jurídico debe estar constituido de tal manera
que pueda ser pensado como si se hubiese producido mediante un contrato de
95
aseguramiento de la libertad de todos mediante el poder de todos reunidos.
Las teorías anteriores sobre el contrato político con la excepción de la de
LOCKK, que constituye un precedente ya de la doctrina de ROUSSEAU
concebían que los hombres pudieran determinar libremente las cláusulas de
contrato, como reputasen más oportuno. Por el contrario, para Rousseau, el
contrato debe consistir en la alienación total de cada asociado con todos sus
derechos (naturales) a toda la comunidad: así, dándose cada cual entero, la
condición es igual para todos, y siendo la condición igual para todos nadie tiene
interés en hacerla onerosa para los demás, o lo que es lo mismo “cada uno de
nosotros pone, en común su persona y todo su poder bajo la dirección suprema
de la voluntad general, y recibimos cada miembro como parte indivisible del
todo”. Es decir, cada cual entrégala totalidad de sus derechos, de su libertad, a la
comunidad, y los recibe devueltos en lo que tengan de compatibles con los
derechos de libertad de los demás, pero garantizados por el poder de todos. De tal
suerte, los hombres en el estado civil conservan sus derechos naturales de
libertad e igualdad; sólo que armonizados con los de los demás y reforzados
y garantizados, es decir, con una salvaguardia que no tendrían en una supuesta
situación natural (situación natural que, según ROUSSEAU, jamás ha existido,
pero a la que él se refiere como hipótesis metódica de trabajo, como punto de
contraste). De esto se desprende, según. ROUSSEAU, que los hombres
deben ser súbditos únicamente de la “voluntad general”, tuya expresión eminente
y básica es ese hipotético contrato social, y cuyas manifestaciones sucesivas
constituyen la ley.
96
singulares, en los intereses concretos que uno o varios sujetos pueden tener de
hecho en contraposición o en agravio a los intereses que otros sujetos sientan,
sino que, por el contrario, se inspira en una ley universal de libertad para
todos. Se inspira en motivaciones racionales, las cuales, a fuera de racionales,
son generales y necesarias, esto es, no son fortuitas.
97
libertad civil es la expresión de la ley racional aplicada al campo de la sociedad
política.
La idea de la voluntad general no expresa lo que es, sino lo que debe ser
es la voluntad racional, la voluntad dirigida por principios racionales que son
principios generales. Es la voluntad que no responde a los apetitos, impulsos,
intereses, deseoso afanes concretos, singulares de uno o varios individuos
particulares, sino que es la voluntad que refleja lo que es común a todos. Ahora
bien, lo que es común a todos es precisamente lo racional, los principios
racionales. Por lo tanto, la voluntad general o voluntad racional es la que sirve
al bien común. Pero el bien común debe entenderse como los intereses que son
necesariamente comunes, a todos, a todos sin excepción, independientemente de
lo que pueda pensar cada sujeto en un momento determinado: los intereses que
son objetiva y necesariamente comunes a todos los hombres, a saber: las razones
por las cuales han formado la sociedad política, o diciéndolo con más rigor, las
razones por las cuales la sociedad política se justifica.
Ahora bien, la voluntad general, como idea racional de la síntesis de: las
libertades de todos, no debe ser, confundida jamás con el hecho empírico
del resultado de las voluntades reales de los hombres en las deliberaciones del
pueblo. “A menudo hay gran diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad
general,” la voluntad general “no atiende sino al interés común”, En cambio, "la
voluntad de todos atiende a interés privado y no es nada más que una suma de
las voluntades particulares. La voluntad general es la razón misma aplicada a la
consecución del bien común, es decir, a la consecución del fin del contrato social.
En cambio, la voluntad de todos es la suma de las voluntades particulares de los
individuos que integran la sociedad política. Los individuos pueden inspirar su
voluntad en impulsos irracionales o equivocarse en cuanto a la estimación de su
propio bien.
98
voluntad de todos puede y aun suele ser un instrumento útil para acercarse a la
voluntad general en cada caso. Esto suele ser así porque de ordinario las
particularidades divergentes de la voluntad de cada individuo, divergentes de la
voluntad general se contrarrestan, compensan o equilibran con las
particularidades de la voluntad de los demás individuos, de suerte que como
resultado final es probable que prevalezca lo que sea común a todos, lo cual será
algo, que esté cerca de la idea de la voluntad general.
99
El pensamiento de ROUSSEAU tuvo una influencia decisiva, de largo
alcance, sobre la filosofía ética de Kant, especialmente sobre sus doctrinas
jurídicas y políticas.
Ya en el primer tercio del siglo XIX, las tendencias racionalistas y con ellas
los sistemas iusnaturalistas de la Escuela Clásica Moderna- sufren grave crisis, en
cuyo desarrollo intervienen múltiples factores. Uno de ellos es el Romanticismo.
100
rasgos del Romanticismo.
101
Hay en el Romanticismo un sentido orgánico y totalitario, que trata de
disolver todas las antítesis, de incluir todos los objetos en la idea de una
suprema substancia total y orgánica, Política, Religión, Arte, Derecho,
Costumbres, Idioma, etc., son los productos de las funciones de esta substancia
total; son sus emanaciones.
102
centralización, la autonomía de los cuerpos sociales! frente a la revolución, el
desarrollo continuo según la misteriosa biología de las naciones! frente a la
innovación propuesta por el pensamiento, la línea de lo tradicional.
103
mundo y de la historia. El valor y de ideal no se hallan en una esfera trascendente
situada por encima de la realidad, sino que se encuentran sumergidos en la
realidad misma, como espíritu animador y vivificador de ésta.
104
la intimidad. El Romanticismo aportó el descubrimiento de la subjetividad; pero
se trataba una subjetividad abstracta, geométrica la conciencia pura, después el
yo trascendental en KANT; pero no se fijó en lo que el individuo tiene de
radicalmente individual, de único, de singular, de irrepetible. Ahora bien, el
Romanticismo que puso la mano sobre este tema tan fecundo cuyo estudio ha
emprendido fértilmente el pensamiento contemporáneo quedó frustrado en tal
empresa, porqué en lugar de embarcarse en lo individual del sujeto humaba,
atendió a la individualidad histórica de los grupos nacionales, esto es, a lo propio
y diferencial de cada pueblo. Malhadadamente convirtió su noble individualismo
inicial en un ramplón nacionalismo.
105
orientación hay que buscado en la autenticidad del alma nacional que se expresa
en la conciencia histórica.
106
en un proceso sin esfuerzo y sin dolor, plácidamente, como la hierba en una fértil
pradera, mediante un crecimiento orgánico. Cuando los hombres sienten la
funesta tentación de poner sus pecadoras manos en este proceso con intención-
reformadora o revolucionaria entonces se producen catastróficos resultados, se
mata de raíz la vida, se frustra la bondad de la evolución natural y se sustituye la
autenticidad del Derecho por vanos fantasmas de la razón.
HEGEL
107
Comentando tal tipo de pensamiento especialmente el de KANT, dice
HEGEL que esa filosofía admitía que debía conocer la naturaleza tal y como
es, poro creía, además, que en la naturaleza se halla inserta una racionalidad,
la cual ha de ser investigada y aprehendida como su ley inmanente; mas, en
cambio., creía que el mundo ético consiste en una racionalidad fuera del ser real
como algo trascendente a él y con pretensiones normativas sobre él; y, así, según
esa filosofía do KANT, ocurre que el mundo del espíritu, el mundo ético, en su
desenvolvimiento real y efectivo, está librado al azar y a la arbitrariedad, como
abandonado por Dios, pues su verdad no se halla en su realidad, sino fuera de
ella, HEQEL se enfrenta contra ese dualismo entre norma ideal y hechos; y
afirma que en el mundo del espíritu ético, esto es, en la realidad del Estado, reina
una razón objetiva y una regularidad.
108
proceso en que va buscándose a sí mismo.
El espíritu tiene que avanzar sobre ella a otra más completa y más
adecuada con su realidad. Cada uno de nosotros consiste en sí mismo; pero
nuestras ideas, preferencias, deseos, normas, nos vienen en su inmensa
mayoría impuestas por el contorno social. El yo es espíritu, idea, que ha cobrado
conciencia de sí; pero es espíritu que no actúa por su propia cuenta, pues lo que
piensa, lo que hace, está inspirado por la cultura del pueblo en que vive, por sus
costumbres, por sus normas jurídicas. Es espíritu subjetivo es consciente, pero no
libre, porque está determinado por los pensamientos, usos, costumbres, del
marco social, y sobre todo estatal, que lo circunscribe y que lo inspira. Pero
entonces resulta que nuestro yo está menos en nosotros que en nuestro pueblo,
es decir, en el conjunto de normas y modalidades intelectuales que ejercen
presión sobre nosotros. Fuera de cada individuo hay una realidad, que no es
material, sino que es espiritual, y que, por otra parte; no es de ningún sujeto
individual: es el Espíritu Objetivo, máximamente realizado en el Estado.
109
cómo debe construírsele, sino tan sólo de conocerlo como un universo moral. “Lo
que es racional es real; lo que es real es racional” He aquí la famosa frase que
resume el panlogismo de HEGEL y que figura en el prólogo de su Filosofía del
Derecho. Lo racional es la idea o el espíritu conociéndose a sí mismo; y nada hay
que sea más real, Y la realidad es siempre revelación del espíritu, del proceso
dialéctico del pensamiento. La realidad única, universal, absoluta, es lo que Hegel
denomina espíritu. Mas para entender lo que significa espíritu en HEGEL, tal vez
conviniese llamar a esto mente o pensamiento, o, todavía mejor, idea.
110
cobrado conciencia de sí; pero es espíritu que no actúa por su propia cuenta, pues
lo que piensa, lo que hace, está inspirado por la cultura del pueblo en que vive,
por sus costumbres, por sus normas jurídicas. Es espíritu subjetivo es consciente,
pero no libre, porque está determinado por los pensamientos, usos,
costumbres, del marco social, y sobre todo estatal, que lo circunscribe y que lo
inspira. Pero entonces resulta que nuestro yo está menos en nosotros que en
nuestro pueblo, es decir, en el conjunto de normas y modalidades intelectuales
que ejercen presión sobre nosotros. Fuera de cada individuo hay una realidad,
que no es material, sino que es espiritual, y que, por otra parte; no es de ningún
sujeto individual: es el Espíritu Objetivo, máximamente realizado en el Estado.
porque se determina a sí mismo: por ejemplo, crea sus propios usos, dicta sus
normas jurídicas, etc. (Adviértase la terrible paradoja que guarda este concepto de
la libertad en HEGEL, pues éste, con tal palabra, trata de expresar precisamente
el concepto contradictorio a lo que los latinos y tos anglosajones entendemos por
libertad o Nosotros entendemos por libertad, un estar libre, exento de mandato o
de interferencia del poder público en la esfera de determinadas actividades
nuestras, un disfrutar de un margen de holgura donde no penetra la
regulación taxativa de la norma jurídica es, por tanto, un estar libre frente al
Estado, frente al Derecho. Por el contrario, para HEGEL el grado máximo de
libertad se predica del Estado; ahora bien nótese que para que el Estado sea
plenamente libre necesita no tropezar con ningún límite en su
autodeterminación, por tanto, no estar limitado por las franquicias de los
individuos, lo cual equivale para éstos a un sometimiento absoluto, sin hueco
ninguno de libertad.
111
mismo como Realidad Absoluta. La varia serie de los grandes pueblos a lo largo
de la historia, no es una serie de azar, sino que es un proceso “dialéctico riguroso,
el proceso sacro de! Espíritu Universal que se diversifica en esas v arias
interpretaciones que va dándose a sí propio, para conquistar la plena y adecuada
idea de sí mismo, como realidad absoluta.
112
hacerlo de otro modo dentro de los límites de una alusión incidental.
113
“Todavía buscan los juristas una definición de su concepto del
Derechos”, dijo Manuel Kant; y estas palabras, tal vez no han perdido hoy
todavía su valor. Pero esta investigación, aunque difícil, es indispensable,
porque si bien la noción vaga y común del Derecho puede ser a veces bastante
para ciertos fines particulares, es insuficiente para los fines superiores del
conocimiento. Las manifestaciones jurídicas corrientes son reconocidas
como tales fácilmente por todos; pero frente a los más altos y generales
problemas, cuando se trata de situar la idea del Derecho en el orden del
saber, de determinar los elementos esenciales, y distinguirla de los otros objetos
o categorías afines, surgen dudas y dificultades, que no pueden de ningún modo
ser superadas por la noción vulgar. Así, pensemos, por ejemplo, en la distinción
entre el deber jurídico y deber moral; en la cuestión de la coercibilidad del
Derecho; en las dudas sobre la naturaleza del Derecho canónico y del
Derecho internacional; respecto a la posibilidad de un Derecho que no emane
del Estado, etc.
Para resolver tales problemas, es, pues, necesaria una investigación que
no puede ser llevada a cabo por ninguna ciencia jurídica en sentido estricto
(esto es por la Jurisprudencia positiva), porque cada una de tales ciencias, tiene
por objeto – como ya vivimos – sólo una cierta parte de la realidad jurídico. La
definición lógica, por el contrario, debe abrazar todos los posibles sistemas de
Derecho, incluso los no positivos; es decir, debe indicar el límite de la posible
experiencia jurídica.
114
o de la posibilidad de una noción universal del mismo. La circunstancia de que
el Derecho sea algo mudable y arbitrario, ha sido el argumento máximo con el
cual ya los sofistas combatieron la autoridad de las leyes. Más tarde, también la
Filosofía de los escépticos se valió de esta pluriformidad y antinomia de los varios
sistemas jurídicos para sostener la imposibilidad del conocimiento in genere. De
los diez tropos o argumentos, mediante los cuales la escuela escéptica (que tuvo
por jefe a Pirrón) solía aconsejar la suspensión de todo juicio, (esto es, el silencio,
la abstención de toda afirmación), uno de ellos se fundaba precisamente sobre las
instituciones, las costumbres, las creencias y las leyes discordantes entre sí; de
donde se infería que nada puede afirmarse que sea por sí verdaderamente justo o
injusto, sino sólo a tenor de una cierta institución, ley o costumbre. Esta corriente
de escepticismo reapareció con la segunda y la tercera Academias, si bien el
escepticismo de éstas fue menos radical que el pirronismo; y es bien conocida la
perturbación acarreada en Roma por la dialéctica de Carnéades de Cirene
enviado por los griegos como embajador, que sostuvo que el criterio de lo justo no
estaba fundado en la naturaleza: “nam si esset, ut calida et frigida, et amara et
dulcia, sic essent justa et injusta eadem ómnibus” (los términos caliente y frío,
dulce y amargo no varían porque son dados por la Naturaleza; no así los términos
justo e injusto). El mismo género de pensamiento reaparece entre los escépticos
franceses de los siglos XVI y XVII. Montaigne, se preguntaba: “¿Qué bondad es
ésta que el paso de un río convierte en delito?”; y Pascal observaba en el mismo
sentido que “tres grados de latitud hacen caducar toda la Jurisprudencia”.
115
sea, reducir las múltiples y fluctuantes variedades del Derecho histórico a un
concepto constante y universal.
116
el doble aspecto de una misma realidad. Aunque bajo estas notables
diferencias la idea del Derecho Natural ha acompañado siempre a la
Humanidad; y es maravilloso que a pesar de la diferencia de métodos y
argumentaciones, las soluciones fueron, en general, concordes.
117
Tomar por definición un ideal, constituye siempre algo erróneo. Mediante
un ejemplo se verá esto más claro. Supongamos que adoptáramos la definición
de KANT (que de otro lado, es, en cierto sentido, una de las más perfectas),
según la cual “el Derecho es el complejo de las condiciones por las cuales el
arbitrio de cada uno puede coexistir con el arbitrio de todos los demás, según una
ley universal de libertad”. Esta definición se refiere en verdad al Derecho Natural,
o sea al ideal jurídico; pero no da en modo alguno el concepto o noción del género
lógico del Derecho. Tomada en este sentido la definición kantiana nos llevaría a
tener que afirmar que el Derecho acaso no ha existido nunca; porque los sistemas
jurídicos, que reconocemos como tales están más o menos lejanos de aquella
máxima. Por consiguiente, se debería excluir, sin más, de la categoría del
Derecho todos aquellos sistemas en los cuales no se halla reconocida la libertad
igual. Por ejemplo, el Derecho Romano niega con la institución de la esclavitud,
la ley de la libertad igual; y por eso no podría ser considerada como Derecho.
Procediendo así, no podríamos nunca responder a la exigencia científica que nos
hemos propuesto, que consiste en comprender toda la posible experiencia
científica. De esto se infiere la importante consecuencia de que el problema sobre
el ideal jurídico, y el que versa sobre el concepto del Derecho, son distintos e
independientes entre sí.
118
agendi”. Adviértase empero que norma agendi, lo es también propiamente la
Moral, de modo que, entendida esta fórmula como definición del Derecho
resultaría insuficiente. Lo mismo puede decirse también para la fórmula
facultas agendi. Esta no es errónea, sino incompleta (también la fuerza física es
una facultad agendi).
Para definir cada uno de estos dos conceptos, que se reducen en el fondo
a uno solo, es oportuno hacer un examen sumario de sus respectivos elementos
constitutivos.
Este carácter trae consigo el que la norma jurídica deba tener en cuenta
o mirar aquello que en la vida acontece más frecuentemente (“quod plerumque
fi”), aquello que corresponde al curso ordinario de las cosas. El Derecho ofrece
una especie de promedio, una clase genérica, fundándose sobre los caracteres
uniforme y prescindiendo de las singularidades específicas. En cambio, en la
realidad concreta todo es diverso, todo hecho nuevo está compuesto de
elementos propios que lo distinguen de cualquier otro hecho, aun
aparentemente similar. En toda individualidad – aun en las mismas cosas – hay
algo de indefinible, de inefable (como decían los ESCOLÁSTICOS), que es,
precisamente, lo que constituye la individualidad del caso. Hablando con rigor, no
existen en concreto (atendiendo a todas las circunstancias) dos contratos o dos
testamentos idénticos; y en el mismo mundo físico, donde son mayores las
119
paridades y campea menos la individualidad, se ha notado que no hay dos gotas
de agua, ni dos hojas de un árbol absolutamente iguales entre sí. Ahora bien,
adviértase precisamente que sobre esta inmensa variedad, el Derecho pone
sus esquemas, sus categorías, que deben comprender de un modo
uniforme una serie entera de casos. El Derecho procede con determinaciones
que de vez en cuando ofrecen como una índole mecánica, sin poder guardar
consideración a las circunstancias concretas de la relación singular de vida –
piénsese, por ejemplo, en la mayoría de edad, en los plazos de la prescripción,
etc. – La norma se presenta como la premisa mayor del silogismo; el caso
particular, como la menor, a la cual debe aplicarse aquélla.
a. EL DERECHO SUBJETIVO
120
orden del Derecho. Aquello que no está prohibido por el Derecho objetivo, está
permitido, y no solamente permitido, sino garantizado, tutelado. Quien se mueve
dentro de los límites del Derecho, puede pretender no ser turbado por los demás.
121
los principios jurídicos, el concepto del derecho, la norma y el razonamiento
jurídicos. En esta dirección comienza a orientarse la lógica jurídica de Eduardo
García Máynez desarrollada en dos significativos volúmenes, pero todavía en
camino de investigación.
122
la percepción ni la intuición intelectual ni la intuición emocional separadamente,
pueden captar el derecho en su integridad. En la intuición del derecho toman
parte de acuerdo con su naturaleza y función la percepción, la intuición
intelectiva y la intuición emocional. Solamente armada de esta manera invade
nuestra conciencia la esfera ontológica del derecho y hace surgir en nuestro
horizonte intelectual el concepto del derecho.
123
contenido y porque no existe como forma pura. Como concepto de un objeto tiene
forma y contenido, extensión y comprensión. Es funcional porque representa en
el plano del pensamiento al objeto derecho y porque la esfera lógica no aniquila la
esfera ontológica. El concepto del derecho coincide con el objeto derecho sin
anularlo y sin identificarse con él.
124
En vista de estos yerros y fracasos a que han conducido inevitablemente
los prejuicios filosóficos e ideológicos, tenemos que desandar el mal camino y
comenzar de nuevo por nuevas vías la definición del derecho. Ante todo
tenemos que aprehender el derecho en su nuda y escueta realidad, tal como se
nos da en nuestra conciencia. El derecho está patente todos lo días en
nuestros actos y en las relaciones con los demás hombres. Podemos intuir la
esencia del derecho en nuestros propios actos y conducta ajenos, cuando es
respetada nuestra vida e integridad personal y a la vez respetamos la vida y la
integridad personal de nuestros semejantes; cuando cumplimos nuestros
deberes de hijos, o de hermanos, o de padres y reconocemos a la vez las
facultades que nos asisten como hijos, o hermanos, o padres; cuando
acatamos los deberes de simples ciudadanos o de funcionarios públicos y a la
vez hacemos valer nuestros derechos de ciudadanos o de funcionarios
públicos. Pero sobre todo podemos intuir la esencia del derecho cuando
ultrajamos la persona de nuestro prójimo y el ultrajado hace valer su derecho de
ser respetado en su integridad física y moral apelando a la justicia. Tal vez el
delito sea por contraste la manera de darse cuenta súbitamente de la esencia
universal del derecho. De ahí que el delincuente de ordinario huya, se esconda,
simule inocencia, etc. El derecho es un principio de imposición de obligaciones y
atribuciones de facultades inherentes a nuestro ser; es vida humana plenaria,
espíritu objetivo y objetivado a un tiempo.
125
ha podido dar con su definición universal. Las definiciones más famosas del
derecho que se repiten de boca a boca a través de los siglos resultan deficientes
cuando se las somete al crisol de la crítica. Para satisfacer necesidades de orden
práctico vale sin duda cualquiera definición del derecho; no así para resolver
problemas de orden teórico tales como la diferencia entre derecho y moral, la
existencia y vigencia del derecho natural, el carácter peculiar del derecho
internacional, la naturaleza del derecho canónico, la posibilidad de un derecho no
estatal, los fines del derecho, etc.
126
la norma jurídica.
127
el conocimiento jurídico, son formas de trabajo humano que se
desarrollan en el interior del campo más amplio de la cultura, al
mismo tiempo que influyen sobre ella de manera decisiva.
Destacan dos aspectos. En primer lugar, en el derecho siempre
están en juego valores que sostienen y legitiman al derecho como
configuración social, y que, a su vez, son concretados por el
derecho. Por otra parte, el lenguaje es el instrumento privilegiado
por medio del cual el derecho construye formas sociales. Los
juristas construyen la realidad discursivamente, lo que se hace
patente patente en la calificación jurídica, en la argumentación, y
en los términos especiales de su dogmática. Más aún que en la
filosofía del derecho, la articulación lingüística de la realidad
constituye un objeto de discusión y análisis en la teoría jurídica.
128
c) La teoría del derecho es la representante de la ciencia jurídica y de
su cientificidad en el foro de la teoría de la ciencia. De esta
manera, su responsabilidad en el foro de la teoría de la ciencia. De
esta manera, su responsabilidad ante los juristas y su derecho
positivos se limita únicamente a la corrección o incorrección, la
admisibilidad o inadmisibilidad de dicha representación. Por
consiguiente, teoría y práctica del derecho están estrechamente
vinculadas. No obstante, esta relación tan cercana constituye un
problema en sí mismo que emerge de un rasgo del derecho
positivo, una característica que hace del discurso jurídico un
discurso único en nuestra sociedad; el derecho positivo está
vinculado a su dogmática. Es bien sabido que, hoy por hoy, quedan
pocos discursos regidos desde dentro hacia fuera por una
dogmática. La medicina, la literatura y la teología tuvieron su
dogmática. En la medicina, esa dogmática se transformó,
aproximadamente en el siglo XVII, en una tecnología propia; a
finales de siglo XIX y en el transcurso del siglo XX, la literatura
asiste al derrumbamiento de su dogmática; y lo mismo está
ocurriendo con la teología. En el derecho, por el contrario, subsiste
una dogmática, al lado de la filosofía y la teoría del derecho.
Precisamente por eso, en las páginas anteriores se sugería que la
filosofía del derecho debería ser de hecho una filosofía de la
dogmática jurídica. Se plantea así una pregunta importante,
mencionada anteriormente: ¿A qué derecho se refiere la teoría del
derecho? ¿Qué concepto del derecho implica su propio nombre?
¿Es el derecho tal cual se ejerce en la práctica y que el jurista
práctico tiene ante sí? ¿O se trata acaso del derecho descrito y
manejado por la dogmática jurídica?
129
teoría sino justamente en el del “derecho”. La pregunta
encaminada a aclarar el concepto de derecho no se le plantea a la
práctica jurídica, pues en este terreno imperan una evidencia y una
especie de economía de la actividad jurídica diaria. La teoría se
pregunta qué concepto de derecho sirve de punto de anclaje para
una teoría del derecho. ¿A caso el derecho positivo, pues la
práctica remite a un “derecho” que no tiene asidero teórico? Para
el jurista práctico, la dogmática es demasiado teórica, demasiado
alejada del ejercicio real del derecho y de la creación jurídica. Por
eso, únicamente puede reprochar al teórico que no conozca el
derecho verdadero, el que, por conducto de la dogmática, funda la
teoría del derecho. No es de extrañar que la única salida
aceptable sea que los juristas mismos se ocupen de la teoría del
derecho, con lo que acometen, según lo formulara el jurista alemán
KARL LARENZ, una “Reflexion auf eigenes Tun” [reflexión sobre
el propio quehacer].
130
Ello pone de relieve la distancia que la separa de la filosofía del derecho,
dadas las connotaciones ideológicas de esta última, y de la dogmática jurídica o
doctrina general del derecho, con sus connotaciones legalistas. No es extraño,
por tanto, que la teoría del derecho muestre con frecuencia una estrecha relación
con concepciones científicas determinadas, como la lógica, la hermenéutica, la
semiótica, la teoría del lenguaje, o las teorías de la institución. El resultado es
el surgimiento de un idioma propio que suele atemorizar al jurista práctico, ya
que este articula la noción de “Teoría del derecho” en términos jurídicos, como
metodología general, interpretación jurídica, precedente, analogía, causalidad y
obligación.
DERECHO Y SOCIEDAD
131
de la existencia compartida, el Mit-dasein.
Toda forma de vida tiene que presuponer este hecho, pues la vida, en
cualquiera de sus formas, es vida de seres que coexisten, que comparten su
existencia con otros que con él comparten la suya y, por consiguiente, le es
esencial la alteridad. “Como persona, el hombre está siempre en sí mismo, de
una manera o de otra. Y por estar en sí mismo, el hombre está siempre en una
situación de la que depende funcionalmente. Muy singularmente, depende de
las otras vidas humanas que están constituyendo su situación”.
Toda vida humana es vida coexistente, pero no toda vida humana es vida
“social”. Evidentemente, recurro con esto a un convencionalismo terminológico. Si
quiere identificarse “socializad” con lo que he llamado existencia compartida,
alteridad, inter-subjetividad – o sea, todo lo que se quiere significar cuando se
habla de la “naturaleza social” del hombre – habrá que buscar otro término que
expresa lo que quiero decir con “social” en sentido específico. Sobre esta base
convencional, prefiero seguir usando esa terminología. La palabra “social”,
incluso empleada en el sentido más clásico y fundamental, implica una
especificación frente a otras relaciones interhumanas que puede expresarse
por la presencia del “nosotros”. Con esto, lo social se diferencia de lo
puramente interindividual. ORTEGA insistió mucho en esta distinción para
oponerse a las doctrinas sociológicas usuales (Tarde, Durkheim, Simmel,
Freyer, Max Weber) y, especialmente a la teoría que concibe lo social como
“acción recíproca” o acción orientada por las acciones de otros.
132
ORTEGA es la idea del “nosotros” que se da ya en la vida personal, confiriendo a
sus relaciones una estructura y una intensidad y duración que diferencia de otro
tipo de relaciones interindividuales. En la vida más estrictamente social e
impersonalizada se dan relaciones interindividuales, como si, por ejemplo, me
peleo en la calle con el conductor que quiere arrebatarme el sitio vacío en que
voy a aparcar mi coche. Lo social se define primariamente por el “nosotros”, que
se da en la vida personal aun cuando de suyo tiende a socializarse. “Un hombre
queda afectado bajo especie de nosotros cuando, como efecto de la afección,
sus potencias quedan dispuestas de una manera constante y continua, con el
modo de constancia y continuidad que los griegos llamaron hexis, los latinos
habitus y nosotros habitud. Cuando el uso de la potencia natural de la
sociabilidad (apertura del hombre a los otros hombres) deja dispuesta esa
potencia en forma de habitud, y esa habitud se hace recíproca entre los hombres
que se afectan uno a otro, nos hallamos ante el fenómeno del nosotros en
que lo social consiste. Cuando el yo, el tú y el él tornan sujetos de habitudes y las
habitudes mías se reflejan en el tú y en el él, y viceversa, se produce la
implicación recíproca de habitudes en que lo social consiste”. Ahora bien, esta
habitud en el sentido del nosotros es bifronte, precisamente porque cubre
todo el ámbito de lo social, en su doble sentido. En la vida personal la conciencia
del nosotros puede darse con una intensidad capaz de fundamental
“comunidades de vida” (comunidades de amor) que no consisten primariamente
en el fenómeno “social” correspondiente (del que, por lo demás, son
inseparables). Sin embargo, el sentido del “tú”, en cuanto es un “yo”, se
mantiene siempre en ellas, dentro del plano de la vida personal, y ahí carece de
sentido hablar de sometimiento a ninguna norma impersonal. Por otra parte, la
trama de habitudes crea una testura objetiva en la que lo personal tiende a
disolverse, y la presencia de una conciencia del nosotros se determina en el
sentido de la creciente impersonalidad de las recíprocas habitudes en su trama
objetiva.
133
pero como dimensión de la misma persona humana – y que tal vez podría
expresarse por “socialización”. Lo que llamamos vida social quiere decir vida
socializada, que en ese sentido, pero sólo en ése, ha dejado de ser vida
personal.
134
contenido personal, sino a afirmar que lo decisivo en ella no es esto, pues lo que
importa en ella es hacer lo que se hace o como está mandado que se haga;
ajustarse a las normas usuales del trato social, cumplir lo establecido en las
normas jurídicas; sin duda, todos esos actos, por ser humanos, y en la medida
que lo sean, son actos conscientes, libres de un sujeto responsable; pero, hasta
cierto límite (traspasado el cual dejarían de ser actos humanos o, siéndolo,
dejarían de constituir el supuesto para una sanción) el grado mayor o menor de
“determinación social” o de entronque en la conciencia personal es irrelevante.
135
sector de la vida personal, cifrados en el amor. Con esto tocamos el fondo del
asunto.
136
renunciar a esta dimensión es, aparte una imposibilidad ontológico-
existencial, caer en un angelismo que sociológicamente se traduce en un
aristocratismo discriminador que niega a la “masa” los valores de la persona; pero
hay también el riesgo contrario, el de contentarse con el nivel de la gente, que es
buscar una nivelación por lo bajo y, así, masificarse y despersonalizarse.
137
En la vida personal hay, naturalmente, la “voluntad de justicia”, el
querer que las relaciones sociales se constituyan con arreglo a justicia y el querer
ser justo en todas las decisiones; pero no puede quedar ahí, porque una vida
personal reducida a criterios la justicia quedaría automáticamente
impersonalizada, reducida a vida social. Por esto, pues, tiene un sentido
fundamental para nosotros decir que el Derecho es forma de la vida social,
porque el Derecho se constituye por la referencia a la justicia. Y un Derecho que
pretendiera instalarse en el ámbito de la vida personal y existir en ella como tal
Derecho, se tornaría en radical antijuridicidad.
Lo social, siguiendo las decisivas precisiones de ORTEGA GASSET, se
puede definir por sus características de impersonalidad, presión externa e
irracionalidad; el precepto social pretende vigencia genérica, esto es, no se dirige
al yo íntimo e intransferible de cada uno; se impone por su mera existencia
exterior con fuerza coactiva y no necesita para tener esa específica validez el que
sea reconocida su justificación interna por la conciencia del que está sometido al
precepto. Pues bien, el Derecho es un precepto social, sólo en la vida social tiene
sentido, hablar del Derecho. No sólo eso.
El Derecho es una forma necesaria del vivir social, lo mismo que la vida
social es una forma ineliminable de la existencia humana. Desde el momento que
hay hombres en mutua relación existen relaciones jurídicas entre ellos: ubi homo,
ibi societas; ubi societas, ibi hys; ergo ubi homo, ibi jus. Esto es lo que se expresa
diciendo que es nota esencial del Derecho la alteridad, es decir, la distinción de
sujetos, pero convenía aclarar que la alteridad no es sólo la bilateralidad, sino por
de pronto la alternación en el sentido de lo social. Cuando las relaciones entre
los sujetos no ostentan carácter jurídico, porque circunstancialmente han sido
desplazadas por la fuerza bruta y el arbitrio desenfrenado de los poderosos,
entonces es la vida social la que se hace imposible.
Esto es lo que vieron claro las doctrinas del contrato social que, como las
de SPINOZA y HOBBE atribuyeron al pacto virtud creadora de Derecho, Estado
y Sociedad, frente al estado de naturaleza en el que ni había Estado ni vida
social posible por la falta de un régimen de Derecho (pues, para ellos el derecho
natural de cada individuo, equiparado a su poder físico, resulta incompatible con
la convivencia).
138
En este sentido el Derecho es la forma misma de la sociedad, la cual es a
su vez, una de las formas de la vida humana; sin el Derecho, la vida
socia sería impensable como es impensable la vida social sin el Derecho.
139
proceden y a la que encauzan en determinada dirección. Por eso, las “formas” de
la vida social tórnense “normas” para la vida. En ellas cristaliza la libertad radical
de la existencia en su progreso de autoformación; son como el precipitado
objetivo de la libertad creadora en que la existencia consiste, que aspira a
duración y substantividad.
140
objetivo (HEGEL) y otros bajo el nombre de cultura (WINDELBAND, RICKERT);
del segundo modo lo hace la concepción egológica del Derecho de CARLOS
COSSIO, para quien el Derecho es “vida humana viviente”. Sin embargo,
RECASENS aclara que el Derecho es vida humana objetivada cuando lo
contemplamos en cuanto que normas jurídicas preestablecidas y preformuladas;
pero es “vida viviente”, o sea, presente, real y efectiva cuando las reglas jurídicas
son vividas de nuevo por quienes las cumplen y por quienes las aplican. En
cambio, la egología no establece la diferenciación debida entre la vida
personal y la vida social; el Derecho resulta en esa concepción una
interferencia de vidas personales. Pero la vida social posee estructuras propias
y sólo ella es jurídica. El amor es interferencia de conductas y no es vida
social, no es vida jurídica. El Derecho es vida viviente, pero es vida social, la cual
consiste tanto en lo objetivado como en el principio activo de la objetivación, o
sea, es forma de vida, pero es también vida en forma y vida formadora; es
“comportamiento”, “conducta” social, pero por ser “social” es a la vez “forma”
impersonal de ese comportamiento y conducta; es, pues, precepto, imperativo
y función, es estructura y actividad. En este sentido dice LISSARRAGUE que el
Derecho es vida humana objetivada, pero a la vez activamente objetivante de la
vida humana: pues, a diferencia de lo que ocurre por ejemplo en el arte, el
producto no queda objetivado fuera de la vida, sino que está instando la actual
objetivación de la vida misma compulsándola a un comportamiento social
determinado.
141
inmigrantes (legales e ilegales) y refugiados cuya adecuada acogida plantea
un reto ante el que muestran su insuficiencia las medidas políticas y
legislativas del pasado. Los Estados de derecho surgieron como entidades
basadas en la unidad nacional de la que dimanaba el vínculo unilateral de
ciudadanía regulador de las relaciones entre la organización estatal y sus
individuos. Hoy esa unidad se halla cuestionada por una pluralidad de
minorías étnicas, culturales, lingüísticas, religiosas…; y se reclaman vínculos
de ciudadanía multilateral que encaucen la actividad política de los ciudadanos
con las distintas organizaciones que por encima y por debajo del Estado
institucionalizan su actividad cívica.
142
No parece lícito dudar, por su propia evidencia, del protagonismo que
en el seno de los debates actuales sobre ese nuevo marco político, jurídico y
cultural reviste la tensión entre universalismo y particularismo; entre las actitudes
proclives al cosmopolitismo y las que prefieren adherirse a determinadas
identidades colectivas particulares.
143
Conviene recordar que el movimiento comunitarista no constituye una
escuela monolítica. En su propia significación como movimiento cultural
emblemático de la postmodernidad, se pueden advertir dos direcciones. La
primera, representada por autores como TAYLOR y WALZER, entraña una
relectura de las tesis hegelianas y, en cierto sentido, desea recuperar los valores
de la modernidad y de la ilustración a través de una lectura en clave comunitaria
que intenta evitar la interpretación individualista. La segunda, que tiene su
máximo exponente en Alasdair MACINTYRE, reinvindica una vuelta a la tradición
aristotélica en cuanto opuesta a la modernidad y defiende un proyecto anti-
ilustrado, nostálgico de la concepción premoderna de la comunidad.
144
La revisión crítica más influyente de las tesis comunitaristas ha sido
realizada por la principal figura del pensamiento libertal contemporáneo: John
RAWLS, en su obra Political Liberalism. Para el prestigioso filósofo de
Harvard debe ser “desechada la esperanza de una comunidad política unidad en
la afirmación de una única doctrina omnicomprensiva”. El pluralismo de visiones
del mundo es para RAWLS un elemento esencial de los Estados de derecho
basados en el liberalismo político. La tolerancia y el pluralismo son, a la vez,
exigencias teóricas y políticas, inspiradoras del orden interno, así como de las
relaciones internacionales. El liberalismo político no puede identificarse con una
visión comprensiva del mundo, ni propugnarla. La aportación básica del
constructivismo político-liberal reside en la posibilidad de arribar a un “consenso
por superposición (overlapping consensus), entre doctrinas comprensivas
racionales, que expresan visiones religiosas, filosóficas y morales diferentes. De
este modo, las modernas sociedades democráticas pueden asegurar la co-
existencia de una pluralidad de visiones del mundo contradictorias.
145
pluralismo y la tolerancia son presupuestos y objetivos del consenso por
superposición. Ahora bien, la dimensión plural y tolerante de las sociedades
democráticas no debe ser confundida con el relativismo político y cultural que
se desprende de determinadas tesis comunitaristas y que John RAWLS no
duda en calificar como perniciosas para cualquier concepción política. El
liberalismo político que propugna, acepta como valores básicos de la sociedad
bien ordenada las libertades fundamentales, cuya tutela considera la finalidad
prioritaria de la justicia. RAWLS defiende que esas libertades no son
puramente formales y entrañan un sistema coherente y armónico, si bien, las
instituciones públicas no pueden actuar al servicio de valores materiales
omnicomprensivos y cerrados.
146
tiene que poner límites a quienes se aprovechan de la tolerancia y de la libertad
para destruirlas. Ese dilema halló una respuesta tajante, en plena Revolución
francesa, en la célebre máxima del jacobino, amigo de ROBESPIERRE y
miembro del Comité de Salvación Pública, Louis de SAINT-JUST: “no debe haber
libertad para los enemigos de la libertad”.
147
Luis Recasense Siches (Tratado General de la Filosofía del Derecho).
Señala.- Desde hace muchos años, tanto en obras de doctrina como en textos
constitucionales, hallamos la afirmación de un repertorio de derechos sociales”
del hombre, los cuales deben ser añadidos a la lista de los derechos individuales
o de libertad y de los derechos democráticos. Se trata de una serie de derechos –
llamados también económicos, sociales y culturales – entre los que suelen
figurar el derecho a condiciones justas de trabajo y a la protección contra el paro
o desempleo, los derechos a un nivel decoroso de vida en cuanto a la
alimentación, el vestido, la vivienda y la asistencia médica, y los derechos de
seguridad social en casos de accidente, enfermedad, invalidez, vejez u otros
casos de pérdida de los medios de subsistencia por circunstancias
independientes de la voluntad de la persona y el derecho a la educación.
148
pero de modo especial por parte de las autoridades públicas. Por eso
principalmente – aunque no de manera exclusiva – consisten en una especie de
barrera o cerca que defiende la autonomía del individuo humano frente a los
demás, y, sobre todo, frente a las posibles ingerencias indebidas de los
poderes públicos, sus órganos y sus agentes. Los derechos individuales
tienen predominantemente por contenido un “no hacer” de los otros
individuos, y principalmente del Estado y de los demás entes públicos.
Consisten principalmente en un ser libre, en un estar frente a los demás y frente
al Estado.
Claro está que el calificativo de “sociales” aplicado a los derechos del tipo
indicado tiene el especial sentido de apuntar a la idea que acabo de exponer.
Desde otro punto de vista, sin embargo, hay que reconocer que todos,
absolutamente todos los derechos son sociales, porque lógicamente todo
derecho supone una relación entre dos o más personas. En efecto, no hay
derecho subjetivo que no tenga como correlato el deber jurídico de otra persona.
Cierto que cabe en lo posible que en algunos casos y durante un tiempo
transitorio no se haya determinado el sujeto pasivo de una relación jurídica, es
decir, la persona obligada a cumplir con el deber jurídico correlativo de un
derecho subjetivo de otra persona; pero la posible indeterminación provisional del
149
sujeto del deber jurídico de ningún modo implica la ausencia de éste. Todo
derecho subjetivo de una persona supone esencial y necesariamente un
deber jurídico en otra persona (individual y colectiva).
Así pues, desde ese punto de vista esencial, todos, absolutamente todos
los derechos son sociales. Pero cuando se habla de “derechos sociales” como
diferenciados de los derechos individuales, entonces las palabras “social” e
“individual” adquieren cada una de las dos otra significación más concreta y
específica. Se llaman derechos individuales aquellos que el hombre tiene a
que se le reconozca, respete y garantice una esfera de acción propia,
independiente o autónoma, e inviolable. Estos derechos llamados individuales
tienen como objeto predominantemente una conducta propia del individuo, la cual
éste puede decidir libremente, por ejemplo: la libertad personal; la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión; la libertad de opinión y de expresión; la
libertad de la vida privada y familiar; la inviolabilidad del domicilio; la libertad de
circulación; etc.; o tienen como objeto garantías o defensas para la persona
individual, por ejemplo: de no ser sometido a esclavitud, a torturas, a
desigualdades ante la ley; de no ser arbitrariamente detenido, preso y desterrado;
de ser juzgado conforme a la ley con todas las garantías procesales; etc.
En cambio, los derechos sociales, que lo son también desde luego del
individuo, tienen predominantemente como objeto o materia un comportamiento
de cooperación positiva por parte de otras personas, y especialmente de la
sociedad organizada. Desde cierto punto de vista, claro es que estos derechos
son también individuales, porque el titular de los mismos es el individuo.
150
Pero se llaman sociales estos derechos, porque ellos versan sobre
aportaciones, contribuciones, asistencias, ayudas o condiciones que son
suministradas por el Estado u otros entes públicos. El trabajo, la libre elección del
trabajo, las condiciones equitativas y satisfactorias del trabajo, la protección
contra el desempleo, el derecho a igual salario por trabajo igual, la remuneración
justa, el complemento de ésta por otros medios de protección social, el descanso
y disfrute de tiempo libre, la limitación razonable de la jornada, las vacaciones
periódicas pagadas, un nivel de vida adecuado, las condiciones que fomenten
y defiendan la salud, los seguros contra accidentes sociales, los cuidados y
asistencia especiales a la maternidad e infancia, etc., son posibles solamente
en virtud de condiciones o de aportaciones suministradas por la organización
jurídica de la sociedad. Mientras que, por el contrario, en los derechos
individuales se expresa predominantemente lo que la organización social debe no
hacer.
151
movimientos obreros, intervencionismo del Estado, progreso de la idea de
justicia sociales, etc.), y madura principalmente en el siglo XX, desde la Primera
Guerra Mundial. México abrió brecha en este sentido con su Constitución de
1917. La Constitución de Weimar de la República Alemana dio gran amplitud
a los derechos sociales y ejerció una gran influencia sobre otras constituciones.
La misma ruta siguió la Constitución de la República Española de 1931. La
preocupación por las exigencias de la justicia social se extiende y se acentúa
durante la Segunda Guerra Mundial y en el periodo subsecuente, y se manifiesta
lo mismo en las nuevas constituciones nacionales que han sido elaboradas desde
1945, que en documentos internacionales, como la Carta de San Francisco, la
“Declaración Universal de Derechos del Hombre” y otros acuerdos de las
Naciones Unidas.
152
ineludiblemente de sus prójimos para todas las funciones de su
propia vida. Los derechos de libertad son como cercas que
defienden al individuo frente al peligro de indebidas ingerencias
de los otros hombres, y, sobre todo, de los poderes públicos. Pero,
además de barreras o cercas que protejan el santuario de la
persona individual contra cualquier intromisión ajena injustificada,
es necesario que el orden jurídico proporcione bisagras o
mecanismos de engranaje para la cooperación, que es
indispensable a la vida humana, la cual es siempre vida en
sociedad. De aquí que, con cierto, se piense que la justicia
requiere una serie de prestaciones sociales positivas en beneficio
de los individuos.
153
Acontece que muchos hombres se encuentran amenazados por peligros,
cohibidos por escasez y angosturas, frustrados por falta de medios, por causa de
situaciones que no les son imputables a ellos individualmente, sino que son el
resultado de desajustes sociales. Tales limitaciones, deficiencias, penurias,
dificultades – no imputables al individuo –, que son el resultado de estructuras y
procesos sociales, deben ser remediadas, o por lo menos aliviadas, por la
sociedad.
Ahora bien, la cosa es tan importante que no puede ser confiada sólo a
actividades sociales espontáneas, de caridad o de beneficencia, sino que debe
ser tomada en sus manos por el Estado, es decir, por el orden jurídico. Esta tarea
no es fácil, porque las realidades sociales, aunque sean algo humano, es decir,
aunque consistan en hacinamientos y combinaciones organizadas de conductas
humanas, constituyen realidades objetivas forjadas a lo largo de la historia, que
tienen una determinada consistencia, que tienen sus propias leyes fácticas, y
que, por lo tanto, no son por entero maleables y dúctiles para ser remodeladas
por entero al árbitro de los legisladores.
154
condendo – a que el orden jurídico de la sociedad les suministre condiciones y
servicios de seguridad, de educación, de igualdad de oportunidades y de
protección al trabajo en un nivel humano, digno y justo.
155
individuo y exentos de toda regulación taxativa. La efectividad de otros
derechos individuales como la libertad de reunión y la de asociación, aparte
del contenido negativo consistente en el no impedimento, en la no
intromisión, puede requerir ciertos actos positivos del Estado, aquellos
actos relacionados con las limitaciones de esos derechos; verbigracia,
permiso de realizar una manifestación callejera, registro de la asociación,
etc. Pero esas conductas positivas del Estado son, por así decirlo,
marginales en cuanto al contenido de esos derechos, son
sencillamente actividades consistentes en la regulación del ejercicio de tales
derechos dentro de condiciones de paz, de respeto a los derechos ajenos, y
de las necesidades del orden público. En cambio, la mayor parte de los
llamados derechos económicos, sociales y culturales tienen por objeto
prestaciones positivas por parte del Estado o por parte de las personas sobre las
cuales el orden jurídico imponga determinados deberes correlativos. Entonces
resulta que la efectividad de muchos de estos derechos sociales depende
del establecimiento de instituciones y servicios públicos que aporten las
prestaciones correlativas. Esto es hacedero hasta cierto punto respecto de
muchos de los derechos de seguridad social; por ejemplo: los que tienen como
objeto el auxilio en caso de enfermedad, de desvalimiento, de incapacitación
para el trabajo, de embarazo y parto, de
accidente, de desocupación o paro involuntario.
156
individuales; pero no puede crear, ipso facto, taumatúrgicamente, las
fuentes de riqueza necesarias para sufragar servicios positivos de ayuda a
los hombres.
157
esencial, de la inserción del individuo en su contorno socio-cultural determina que
el individuo asimile y aproveche muchas de las experiencias y aleccionamientos
que se dan en ese ambiente. Pero se entiende que, en términos generales, no
basta esa asimilación espontánea y azarosa, sino que es necesario, es debido,
educar, instruir e entrenar a los seres humanos para ponerlos en condiciones de
sacar el mejor partido del patrimonio cultural acumulado en la sociedad; y se
considera que, aun cuando el aprendizaje, es decir, el estudio, el
perfeccionamiento de las capacidades y el aumento del volumen de cultura
personal es deseable que duren a lo largo de toda la existencia, sin embargo,
debe haber un periodo de ésta – la infancia, la adolescencia y aun, para los
especialmente capacitados y meritorios, una parte de la juventud – dedicado en
particular al aprendizaje. De modo análogo a como el niño nace desvalido y
necesita que le den alimento y cuidados, así también en lo espiritual necesita
asistencia educativa. A este derecho corresponde el deber por parte del Estado
de velar para que haya instituciones educativas suficientes, propias – es decir,
oficiales –, o privadas, que presten este servicio.
158
Unidas, figuran otros derechos de tipos diferentes a los de seguridad social y de
la educación. Estos dos tipos, como he mostrado, se configuran en el orden
jurídico positivo determinando el deber del Estado de prestar o cuidar de que se
presten determinados servicios. Pero figuran en esas listas otros tipos de
derechos sociales, por lo menos, otros dos tipos diferentes.
159
RESUMEN
160
AUTOEVALUACION
1. a, b y e 2. a, c y d 3. a, c y b 4. b, c y e 5. T.A.
2. Las ideas del ciudadano como ente puramente racional, y de la voluntad general,
constituyeron seguramente fuentes de inspiración para la filosofía moral
kantiana…………………………………………………………………….…..….. ( )
3. Ya en el primer tercio del siglo XIX, las tendencias racionalistas y con ellas los
sistemas iusnaturalistas de la Escuela Clásica Moderna- sufren grave crisis, en
cuyo desarrollo intervienen múltiples factores. Uno de ellos es
el:_______________________________________________________________
4. Para HEGEL lo mismo que para Schelling la separación entre lo ideal y lo real
representa un punto de vista formal ya superado……………………...…… ( )
161
SOLUCIONARIO DE LA AUTOEVALUACION
1. 1
2. V
3. El Romanticismo
4. V
5. V
162
Referencias bibliográficas:
CARRUITERO, F. (2004). “FILOSOFÍA DEL DERECHO”, JURISTAS EDITORES E.T.
RL. Lima.
HASSO, H. (2002). “FILOSOFÍA DEL DERECHO Y DEL ESTADO”; Impreso en
Colombia.
GIANLUIGI, P. (1999). FILOSOFÍA DEL DERECHO” (Moderna y contemporánea);
EDITORIAL TECNOS S.A. Madrid.
KAUFMAN, A. (1999), “FILOSOFÍA DEL DERECHO”; Colombia.
CASTILLO, M. (1994). “FILOSOFÍA DEL DERECHO”; Ed. “PECAT”; Lima.
DE TRASEGNIES, F. (1987). “INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DEL DERECHO” –
Fondo editorial de la P.U.C.P.; Lima.
LEGAZ, L. (1979). FILOSOFÍA DEL DERECHO”; Barcelona.
GARCÍA, E. (1974). “FILOSOFÍA DEL DERECHO”; México.
163
CUARTA UNIDAD
ESCUELAS DE LA FILOSOFIA
DEL DERECHO II
164
El contenido de la primera Unidad de aprendizaje ha sido tomado de:
DERECHO Y LA CIENCIA
165
de la “aldea global” o, más exactamente, “el hogar global”; en la medida en que
con el acceso a Internet cada ciudadano puede establecer, sin salir de su
domicilio, una conversación en tiempo real, sin límites en el espacio ni en las
personas.
166
de la información al derecho.
167
marco de nuestra convivencia se alude reiteradamente a expresiones tales como
la “sociedad de la información”, o a la “sociedad informatizada”.
168
primera generación correspondió al habeas corpus respecto a la libertad física o
de movimientos de la persona. No es difícil, en efecto, establecer un marcado
paralelismo entre la “facultad de acceso” en que se traduce el habeas data y la
acción exhibitoria del habeas corpus, (DENNINGER, FROSINI, GARRICA,
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, PÉREZ LUÑO).
169
jurídica. Y parece poco razonable atribuir este dato al capricho o a la casualidad.
170
del mapa genético de nuestra especie, constituyen un nuevo marco de referencia
para el estudio y la propia tutela de los derechos humanos (MALEM
SEÑA).
171
gran reto del futuro, hoy Internet ha convertido en realidad presente el “hogar
global”, en la medida en que cada domicilio de los usuarios de la red
constituye la terminal de un sistema integrado universal.
172
la propiedad intelectual e industrial, el mercado y los consumidores, la
seguridad nacional y el orden público (PÉREZ LUÑO, SÁNCHEZ BRAVO).
173
procedimientos de tutela jurídica, o da a conocer dispositivos que condenan al
anacronismo los medios de protección jurídica anteriormente existentes. La
criminalidad informática se caracteriza, en suma, por las dificultades que
entraña descubrirla, probarla y perseguirla. Se ha hecho célebre la imagen de
que los sistemas informáticos son como “queso de Gruyer”, por las enormes
oquedades y lagunas que quedan siempre abiertas a posibles atentados
criminales.
174
utilización abusiva, incontrolada o criminal de ese espacio, plantean ahora,
de forma apremiante, la necesidad de su ordenación jurídica. Han
sostenido historiadores muy autorizados, que la historia es cíclica y retorna
siempre; quizás por ello los actuales debates sobre Internet recuerdan a aquellos
mantenidos hace siglos por los filósofos contractualistas en relación con el estado
naturaleza. En la tradición contractualista se explica el origen de las instituciones
políticas y jurídicas a partir de la exigencia empírica o racional, utilitaria o ética,
a tenor de las diversas interpretaciones del estado de naturaleza y el pacto
social de abandonar una situación (el estado de naturaleza) en la que el hombre
posee una ilimitada (aunque insegura) libertad, a otra de libertad pero protegida y
garantizada por la autoridad y las leyes. Queda abierta a la doctrina jurídica, la
legislación y la jurisprudencia, la tarea apremiante de establecer un marco jurídico
adecuado a la importancia que Internet reviste en todos los aspectos de la visa
social, económica, cultural y política del presente.
175
entre sí y del ADN por las mismas razones.
176
La cuestión consiste, entonces, en responder a la pregunta por la vida,
considerando el pensamiento científico que al respecto se elabora hoy en la
biología. Dado que el hombre “moderno” ha concedido a las ciencias una alta
valoración, y que la cultura actual, a pesar de algunos interesantes
acontecimientos que lo ponen en cuestión, sigue siendo una cultura de la ciencia,
esta problemática biológica no es de competencia exclusiva del ámbito científico
– técnico, sino que trasciende a otras dimensiones de la vida de la sociedad y de
la cultura. Representaciones religiosas, filosóficas, morales, racionalistas
sobre el mundo, la vida, el tiempo, el azar, el individuo, que de hecho son
tocadas por los conceptos, teorías y prácticas biológicas actuales, confrontan
nuestras relaciones con ellas en el plano de la tradición y lo cotidiano,
planteándonos la necesidad de nuevas y distintas definiciones.
177
nunca por sí mismo caótico u ordenado, decadente o glorioso, adverso o
favorable, feo o bello, contingente o necesario. Es necesario un punto de vista o
una posición interesada lo que hace que las realizaciones naturales tomen uno u
otro sentido. Total, es el hombre el que da un sentido a las cosas.
178
Así se encontrarían justificadas la discriminación, la
marginalización, la explotación, la estigmatización de comportamientos,
caracteres, tendencias, pensamientos, deseos, al interpretarse como realidades
sociales determinadas por realidades genéticas; una pretendida base natural
para explicar una realidad social. Dado que en las sociedades hay “buenos y
malos” hombres, “nobles y viles” sentimientos, “sanos y perversos”
comportamientos, los genetistas reduccionistas y su tecnología asociada, al
ingeniería genética –clonación, terapias de diagnóstico y reparación génica–
serían los llamados a “solucionar” este “trastorno” sociocultural, seleccionando de
los genes humanos aquellos supuestos como “buenos”, es decir, los que
determinan los “buenos” comportamientos y eliminan los genes “malos”, como
lo hacen con plantas y animales para un “mejoramiento” biológico, privilegiando
un rasgo un carácter sobre otros, según la conveniencia económica,
fundamentalmente.
179
contingencia es el del organismo o la estructura, pero no el nivel de las
especies y menos de su evolución. Así, el sentido histórico en la evolución es
una flecha del tiempo con su dirección y su blanco o punto de llegada ya
establecidos. Las especies, para Darwin siguen en el tiempo una línea del
progreso que tiende hacia el perfeccionamiento.
Por otro, las variaciones en los organismos hacen que unos sean “más
fuertes” que otros, pues no entonos se presentan, y, por consiguiente, la “lucha
por la existencia” se definirá claramente en su resultado de ganadores y
perdedores. ¡De esto se cogen los deterministas y reduccionistas ¡como si no
hubieran cambiado nada las cosas! Para ellos Darwin sigue siendo totalmente
válido; tal como planteó su teoría en 1859, así la asumen y así la defienden.
180
medio ambiente”. No existe, pues, una relación directa entre genes y rasgos
estructurales, anatómicos o fisiológicos en un organismo, puesto que
intervienen también factores externos; pero sobre todo es la interacción
entre ambos factores lo decisivo para definir el organismo, lo que permite
sostener que los organismos no encuentran su medio ambiente, sino que lo
hacen.
DERECHO Y ESTADO
181
conformidad con la norma, que es tanto como decir, en hipótesis, la voluntad del
Estado. Por lo cual, si se plantea el problema en los términos antedichos, nada
valor por sí la voluntad privada, sino sólo en cuanto sea convalidada y hecha
eficaz por cualquier otra voluntad superior que la cualifica. Sobre esta base se
desarrolla exactamente la doctrina dominante del negocio jurídico; pero aunque
esta construcción tiene una lógica propia en relación con su premisa, no
corresponde exactamente ni a los datos históricos ni a los psicológicos.
182
el Ámbito del Estado, pero se hayan desarrollado de manera autónoma (juxta
propia principia).
183
Un cambio como el dicho, que toca las fibras íntimas y los centros vitales
de todo el sistema regulador, no puede ocurrir ex abrupto, sino solamente por un
proceso más o menos lento, pero siempre gradual. No hace falta que el cambio
se realice por declaraciones formales o explícitas; por el contrario, puede ser en
gran parte casi invisible, tratándose no de una variación superficial, sino de la
desviación (si así es lícito el decirlo) del centro de gravedad de todo un sistema
de normas. Hablando sin metáfora, se trata de voluntades que tienden a
encontrarse; el fundamento del fenómeno es psicológico y por ello el cambio
tiene que tener lugar, ante todo, en las almas. El sentimiento del Estado debe
llegar a dominar, en la conciencia de las mismas organizaciones particulares,
sobre el sentimiento clasista o corporativo.
184
ser sus instrumentos en cuanto al ejercicio de las facultades normativas
a ellas reconocidas o acordadas.
Con todo esto aparece bastante aclarado que la vida del Estado se
traduce necesariamente en una continua reafirmación y reintegración de su
autoridad, no sólo sobre los individuos, sino también y principalmente sobre
aquellas otras organizaciones sociales que, obrando en su esfera, se enfrentan
con el centro mismo, es decir, con el Estado, o representan (por lo menos en
potencia) un elemento perturbador y un peligro para su existencia.
Pero si esto es verdad en tesis muy general, sería erróneo olvidar que
tanto las formaciones como las sucesivas transformaciones del Estado son efecto
de laboriosas gestaciones históricas, y no de milagrosas creaciones
improvisadas. Solamente el Derecho es en su principio contemporáneo al
Hombre: porque el sentimiento y la idea del Derecho son elementos constitutivos
e indefectibles en la conciencia humana, y la vida de un sujeto no es posible sin
ciertas relaciones intersubjetivas (de donde en resumen, y con un silogismo,
puede decirse: Ubi homo, ibi societas; ibi jus; ergo ubi homo, ibi jus). Pero la
posición histórica del Derecho, es decir, la síntesis de las opiniones de las
conciencias particulares en un sistema coherente y orgánico, no es tan
inmediata, y es posible solamente mediante un largo y complicado proceso.
Por tanto, no es caprichosa la distinción de los historiadores entre génesis del
Derecho y génesis del Estado y el colocar a ésta en una era bastante posterior.
185
relativa perdurabilidad del Estado la legitimidad de una posición pasiva o
quietista frente a él; como si su misma vida no implicase la necesidad de un
continuo esfuerzo, y no requiriese por ello la colaboración activa y acorde de
todos los que participan en él.
Un estado puede existir aun estando bien lejos de este ideal de perfecta
186
armonía y compacta unidad. Puede en cualquier modo existir, si las energías
centralizadoras prevalecen por poco que sea, sobre las disgregadores o
centrífugas. Pero éstas pueden, sin embargo, ser capaces de hacer dolorosa e
incierta su vida, y paralizar su acción. Un Estado vive y prospera verdaderamente
sólo cuando, además del nexo que da unidad formal a los partícipes de un mismo
ordenamiento jurídico, existe entre ellos un lazo ético; una profunda identidad de
voluntades, una real comunión de espíritus, y un igual ardor de fe en la religión
civil de la patria.
2. El Estado de Derecho.
187
como “Estado de Derecho objetivo” al Estado antiliberal de siglo XX y,
concretamente, al Estado nacionalsocialista.
188
obrar y quien, por tanto, tendría a su favor, ya a priori, la razón y la
justicia.
189
formalista se traduce en la radical insuficiencia de la técnica jurídica para
patentizar la existencia de un Estado de Derecho. En efecto, cuanto menos real
sea como vigencia social la valoración favorable a la persona humana, tanto más
refinada habrá de ser la técnica formal del Estado de Derecho para que éste
responda a su idea; pero de poco servirá que se llegue a un control jurisdiccional
de la legislación, si la constitución contiene limitaciones políticas al principio de
respeto a la persona humana.
190
mundiales. La primera guerra mundial plantea, en efecto,
al Estado problemas de organización en una escala hasta
entonces desconocida, forzando a la administración pública a
asumir las funciones precisas para sostener el esfuerzo bélico
y mantener la producción y los servicios colectivos con la
mayoría de la población activa en armas. En la segunda, se
consolida el prestigio de la ideología de la organización (la victoria
aliada se presenta en gran medida como la de la organización),
que va a alimentar decisiones de nacionalización y la utilización del
instrumento de la planificación (claramente potenciadores del
papel estatal), y el Estado queda obligado – para garantizar la
solidaridad social en la penuria de la posguerra y asegurar la
reconstrucción nacional – a una acción voluntaria sistemática de
configuración social y un considerable reforzamiento del control
público de las actividades productivas, procesos, todos ellos, que
va a nutrir la base de lo que luego se conocerá como Estado
providencia.
191
reguladora más amplia o global, cuyas manifestaciones más
importantes son la organización del aprovechamiento del espacio o
territorio (ordenación urbanística y territorial, protección del
patrimonio histórico-artístico y de la naturaleza, medio ambiente) y
la organización de la seguridad personal (más allá de la
seguridad relativa al orden público, la atinente a las
necesidades vitales primarias).
192
actuación permanente y rápida, que cuenta con un poderoso y
tecnificado aparato presto a la acción a su servicio, y en contra
de un poder deliberante, de funcionamiento intermitente,
escasamente técnico y abocado a decisiones generales, abstractas y
tendencialmente de vigencia indefinida.
193
En el plano de las ideas y, más concretamente, del pensamiento
socialista, todo ello se traduce, principalmente en la década de los años sesenta,
en una evolución de doble signo. En un plano sustantivo, añade el persistente
anhelo de intervención estatal en la vía social y económica, la aspiración por el
pleno desarrollo de la libertad y las potencialidades individuales, recuperando así
la línea decimonónica antiburocrática y anticentralista de Fourier y Proudhon, que
ponía el acento en la liberación de las energías individuales y de los pequeños
grupos de base, así como en la necesidad de impedir el sofoco por la
organización colectiva de las aspiraciones de los individuos, conduciendo el
conflicto entre ambos a una posición más matizada –a la vez intervencionista y
antiburocrática – que pretende su armonización. Y en el plano de la organización,
la misma evolución aboca a posturas más favorables a la descentralización del
poder.
194
Se explica, pues que, en último término, la descentralización y la
participación ciudadana hayan debido ser aceptadas como únicos remedios a las
disfunciones apreciadas. La descentralización (concebida en amplio sentido, es
decir, como redistribución del poder no circunscrita a la organización
administrativa), porque libera de los inconvenientes de la concentración del poder
y revitaliza la legitimación de éste. Y la participación, en tanto que
contribuye a la aceptación social de las decisiones administrativas y
desburocratiza la interpretación del interés general.
DERECHO Y GLOBALIZACION
195
Efectivamente, los principios de derecho, que tienen validez
universal, global, y que son la encarnación de la justicia, han sido desplazados
por los mitos de la eficacia o de la eficiencia. Junto a ellos ha surgido una
peligrosa obsesión por el dinero y el poder que ha terminado por hacer del
derecho, en muchas partes del mundo, no sólo Wall Street, un instrumento a su
servicio. Así, de esta manera, el derecho ha sucumbido en buena parte del
mundo a los encantos del poder político y del poder financiero. Los
principios de buena fe, racionalidad, proporcionalidad, transparencia, hoy
reclamados por buena parte de los líderes políticos, son las bases del
nuevo orden jurídico global que se debe construir. Cuando los principios de
derecho están presentes en el diseño, itinerario, aplicación e interpretación de las
normas jurídicas, estas tienen sentido, son congruentes y se ordenan a alcanzar
criterios de justicia. Los principios son, lo ha dicho el Tribunal Supremo español,
el oxígeno, la atmósfera que deben respirar las normas. Por eso, la regulación
global que ha de venir debe partir de estos principios para evitar que se vuelva a
repetir lo que ha pasado.
196
Tanta libertad como sea posible y tanta intervención como sea
imprescindible. He aquí una vieja fórmula que vuelve a la actualidad. Que el
capitalismo radical se haya derrumbado no quiere decir que volvamos a modelos
radicales de otro signo claramente opuesto. De lo que se trata probablemente es
de aprender lo que significa el concepto de libertad solidaria.
197
globalización como si fuese un fenómeno único. Existen diversos fenómenos de
globalización en diversas áreas: la económica, la cultural, la de las
enfermedades, etc. y ellos se encuentran interrelacionados. Dice al respecto el ex
secretario de las Naciones Unidas Burros Gali “No existe una sino muchas
globalizaciones, por ejemplo la de la información, de las drogas, de las pestes,
de la ecología y naturalmente ante todo la de las finanzas. Aparece también una
gran complicación porque las globalizaciones avanzan con velocidades muy
diferentes”.
198
conocimiento: una ruptura epistemológica,…. Cambió el contexto mundial, se
modificó la forma de pensar. Lo que era válido hace veinte años no lo es ahora.
Los ejemplos más visible y resonantes del fenómeno de la globalización
jurídica, en los últimos tiempos, han sido el del juicio a Pinochet y la
creación del Tribunal Penal Internacional. Porque es justamente en el
campo de los derechos humanos donde comienza a notarse la aparición de
mecanismos e instituciones jurídicas globales.
199
extraordinario de los medios de comunicación (el avión, el satélite, la televisión,
el fax, el correo electrónico, Internet, etc.), la economía global y la explotación de
los recursos naturales frente a la explosión de la población, todo ello ha hecho
surgir nuevas funciones que el derecho debe asumir no solamente a nivel del
sistema social, sino también del ecológico por lo que están dadas las condiciones
para que, sometido a todas estas influencias del entorno social y natural, se
transforme, su estructura devenga diferente, sus funciones se amplíen y
modifiquen.
Pero debe ello complementarse con una visión del papel de Estado a
partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, hasta la actualidad, donde
se observa una desjerarquización del concepto de Estado Nacional como
consecuencia, por un lado, de la aparición de entidades supranacionales
gubernamentales y no gubernamentales… y por el otro, de fortalecimiento de
centros de poder infra-nacionales.
200
La crisis de la noción de “Estado nacional” denunciada por la
posmodernidad tiene su correlato en el mundo jurídico en el debilitamiento de la
identificación entre Derecho y norma jurídica como producto de la facultad
monopólica de ese mismo Estado. Como apunta Beck se destruye una premisa
central de la primera época moderna (así ka distingue el autor de la
posmodernidad), esto es la idea de vivir y actuar en espacios cerrados y
delimitables entre si de estados nacionales y sus respectivas sociedades
nacionales.
Por otra parte, como remarca Laszlo no importa cuán natural pueda
parecer esa inquebrantable adhesión a la soberanía nacional, ella no está inscrita
ni en las leyes de la sociedad ni en las de la naturaleza. Es un producto histórico,
y debe pasar a la historia, cuando la era que la ha producido haya pasado.
201
Para poder avizorar lo que pueda llegar a ser el derecho del futuro es
necesario que lo repensemos a la luz de las nociones sistémicas y especialmente
de los aportes de las nuevas disciplinas relacionadas con la complejidad y que
reflexionemos sobre la ciencia que lo estudia, y enfoquemos la práctica que lo
efectiviza, no en función de que se trata de un fenómeno inmutable a través de
los siglos, sino como algo, que se ha ido transformando bajo el embate de
sucesivas crisis y que, al menos en nuestra época se configura como un
sistema de elementos complejos, en interacción dinámica, metaestable y aún
inestable, que debe ser modelizado tomando en cuenta estas características para
poder entenderlo y (si ello es posible) manejarlo racionalmente.
Carlos Florida ha señalado que hay buenas razones para que espacios e
instituciones jurídicas transnacionales no sean ya un lujo sino desde hace tiempo,
una necesidad para todos los estados en la era global, y ello porque los estados
nacionales en el proceso de la globalización pierden quizá en cada vez más
campos no la capacidad de decisión pero si el control sobre el cumplimiento de
las regulaciones jurídicas. Dado que las estrategias de actuación de los estados
individuales actúan en el vacío por ejemplo en Internet, en la percepción de
impuestos o en la lucha contra la desocupación y la criminalidad
económica, los estados individualmente se ven obligados a la cooperación
trasnacional con el fin de hacer cumplir el derecho nacional.
202
globalización del derecho dentro del contexto de la sociedad y la economía
mundiales y la posibilidad de su estructuración coherente y consciente es una
tarea necesaria y urgente, aunque difícil.
La tecnología
203
genera una nueva perspectiva de la dimensión mundial, tiende a producir
una profunda modificación de los espacios, desde los bloques territoriales
de los Estados a los regionales y locales. La revolución tecnológica y su
efecto en la realidad espacial obligará a una adaptación del Derecho y
de los instrumentos para su efectividad al servicio de la sociedad.
204
Internet, que han recibido una plasmación normativa a través de una
directiva comunitaria. Tales avances tecnológicos tienen proyección en
otros sectores como la cultura. El progreso tecnológico ha dado lugar a
una nueva realidad social a la que el Derecho ha de dar la respuesta que
es propia de la función del Derecho, sobre la base firme de unos valores y
unos principios, los inherentes a una sociedad democrática. El Derecho
ha de estar muy atento a la realidad social, pero sin perder la orientación y
el fundamento de los valores y principios incluidos los rectores de la política
social.
205
Estados como integrantes de la Europa comunitaria, es el de la Unión
Europea, reflejo de la consideración de Europa como entidad cultural
económica y política. No es inoportuno recordar que la globalización no
sólo es un fenómeno económico, sino que, además tiene otras vertientes e
implicaciones sociales, políticas, culturales y militares. El avance
tecnológico que significa Internet ha facilitado la creación de relaciones
jurídicas, cuyos elementos sujetos, objeto o efectos se proyectan en
territorios sometidos a distintas soberanías y a distintos derechos y que
deben obtener la respuesta que corresponda según las reglas de cada
materia y las pertinentes de conexión para inferir cuál es el Derecho
aplicable, según los criterios propios del Derecho internacional privado.
206
constitución del tribunal jurisdiccional). Tratándose, pues, de los matrimonios, en
cualquiera de sus modalidades, la presencia, llamemos real, puede entenderse
comprensiva también de todo supuesto de presencia virtual.
207
Dichos procesos de integración e interdependencia se producen a escala
planetaria, rebasando los límites tradicionales establecidos por las fronteras de
los Estados.
208
Estados para controlar sus problemas y alcanzar sus objetivos, que hoy tienen
una dimensión global, que tan sólo puede enfocarse y solucionarse en términos
de cooperación internacional. Asimismo, el fenómeno incide en un ámbito de
especial significación en el plano de las competencias estatales; el de las fuentes
del derecho. En este aspecto, uno de los rasgos peculiares de nuestra época es
de la supraestatalidad normativa, al que ya se tuvo ocasión de aludir supra, que
manifiesta en la presencia de reglas jurídicas comunes en el ámbito de
ordenamientos diferentes, debidas a la incorporación de los Estados a
organizaciones internacionales o supranacionales, o bien por la recepción de
normas jurídicas fuera del área en la que inicialmente fueron promulgadas.
209
consecuencia inevitable de esa tendencia, responsabilizan a la globalización de
haber contribuido a la crisis definitiva del Estado social de derecho, en especial,
de sus programas emancipatorios más avanzados, así como del debilitamiento de
los derechos económicos, sociales y culturales. En definitiva, desde estas
premisas, se censurará al fenómeno globalizador el haber contribuido a ahondar
en las desigualdades económicas y en el bienestar entre los países ricos y pobres
y, correlativamente, el haber acentuado la asimetría y la desigualdad en el disfrute
de la libertad por parte de los individuos y de los pueblos (De Julios Campuzano,
De Sousa Santos, Farias, Fariñas Dulce).
210
inexorables.
211
contemporáneas de la filosofía y la teoría del derecho implican una continuidad o
cambio de paradigma. Hecha la advertencia de que no parece admisible una
concepción paradigmática cerrada, que se cifre en la incomunicación y la ruptura
radical de los marcos epistemológicos, se han intentado esbozar algunos nuevos
rumbos, decantaciones y alternativas que hoy contextualizan el ámbito de la
filosofía y la teoría del derecho.
212
profundamente en la filosofía jurídica. Los valores o esencias valiosas, tal como
se desprende de la concepción de ambos axiólogos geniales, han iluminado el
campo de la experiencia jurídica de manera inesperada en varios sectores, pero
principalmente en lo que se refiere a la estructura óptica del derecho y a los
criterios absolutos y a priori para juzgar el derecho positivo. Sobre lo primero
ya hemos destacado en la ontología jurídica el esfuerzo de Wilhelm Schapp para
caracterizar el derecho como esencia valiosa material. Sobre lo segundo vamos a
ocuparnos a continuación de manera prolija, puesto que gracias a ello se ha
producido una radical transformación en la vieja y años deontología tradicional.
Dos o tres nombres nos servirán de guías. Para orgullo de la filosofía jurídica de
habla castellana, todos son hispano-americanos. Nos referimos a Luis Recaséns
Siches, Carlos Cossio y Miguel Herrera Figueroa.
213
palabras: cómo se combinan los valores jurídicos en el proceso histórico; 4)
qué es la justicia, y si hay otros valores jurídicos, cuáles son dichos valores y
qué relación guardan con la justicia como valor jurídico absoluto y máximo.
Comprendimos brevemente cada uno de los cuatro puntos principales de la
estimativa jurídica.
214
la reducción de las ideas, de los principios lógicos, de los valores morales,
jurídicos, etc., a fenómenos psicológicos. Para el psicologismo, la justicia y todos
los valores psicológicos. Para el psicologismo, la justicia y todos los valores
jurídicos se reducirían a fenómenos ordenados causalmente. Precisamente por
esta reducción el psicologismo es absurdo. Carece de sentido hablar de justo o
injusto, de lícito o ilícito, etc., si la justicia, la licitud, etc., son meras
consecuencias de antecedentes fatales. La tesis acertada es el a priori objetivo.
Según ella las ideas, los valores, los principios lógicos, etc., son esencias con
validez necesaria y absoluta independientemente de los actos psíquicos en que
se nos dan. Aplicado a la estimativa jurídica, el a priori objetivo consiste en la
validez de la justicia y demás valores jurídicos independientemente del
sentimiento que tengamos de los mismos.
En este punto se trata de averiguar “si el ideal jurídico puede ser tan sólo
un único tipo de ordenación con validez absoluta, universal e inmutable; o si, por
el contrario debe ser relativo a las consideraciones de época, lugar, desarrollo
histórico y necesidades concretas”.
215
cambio y a mudanza, son posiciones extremas irreconciliables. Con ninguna de
ellas se puede aspirar a la síntesis de la historicidad humana con la
atemporalidad de los valores.
216
comercio, la abolición de la esclavitud, y hoy el sindicalismo, la protección de la
industria, etc. En quinto lugar, la multiplicidad de los valores. Scheler y Hartmann
han puesto de manifiesto “que el conjunto de los valores es numerosísimo y que
no estamos todavía en posibilidad de haber agotado su exploración”.
“Hay valores éticos y jurídico que fundan normas de carácter general para
todos los hombres y para todas las sociedades respectivamente. Pero hay,
en cambio, otros valores que, teniendo validez ideal, en sí y por sí, implican
en su propia materia o contenido una indicación o destino particular a una
persona, a una nación o a una situación histórica. Y tan sólo respecto de esa
persona, de esa colectividad o de ese momento histórico (que funciona como
destinatarios de esos deberes que funda el valor) surge la vinculación normativa
ideal”.
217
guarden la armónica proporción que requieren las relaciones objetivas de rango
entre éstos y el resultado de sus interferencias”.
218
la hipóstasis de que los valores sean las verdaderas ideas platónicas.
Interpretamos que es la plenaria existencia humana y creemos que la metafísica
de los valores es la metafísica de la libertad”. Cree igualmente que los valores
jurídicos se intuyen en la conducta humana, en la vida humana plenaria. Los
valores no son esencias. Son categorías existenciales. La axiología de Cossio
expresa abiertamente su acercamiento a la filosofía existencial de Martín
Heidegger.
219
y es su valor, siendo la impotencia su desvalor.
La paz, que recae sobre la coexistencia en cuanto unión y es su
valor, siendo la discordia su desvalor.
La cooperación, que recae sobre la autonomía personal contenida
en la coexistencia y es su valor, siendo la masificación su desvalor.
La solidaridad, que recae sobre la coexistencia en cuanto suerte en
común y es su valor, siendo el aislamiento su desvalor.
Y la justicia, que toma la coexistencia como razón suficiente y es
su valor, siendo la injusticia su desvalor.
JUSTICIA
SOLIDARIDAD
COOPERACIÓN
PAZ
PODER
SEGURIDAD
ORDEN
220
en su “Ética”.
221
CONFRATERNIDAD
ORDEN, SEGURIDAD Y PODER – valores jus-cosmológicos.
222
intersubjetiva. Nos encontramos tomando posesión de la tierra prometida, donde
hemos descubierto el sentido del derecho para la vida humana. El derecho es
derecho en tanto es valor y realiza los valores afines a su esencia y dignidad.
223
Algo análogo puede decirse respecto de los ensayos de definir la justicia
como atribución a cada uno de lo que es suyo, ya que con esto lo único que se
hace es brincar a otro problema más hondo, a saber: a la cuestión sobre los
criterios para determinar lo que debe considerarse como suyo de cada cual. Y
esta fijación de lo suyo de cada quien debe venir determinada por la participación
de las situaciones jurídicas en los complejos de valores que tengan dimensión
orientadora para el Derecho.
224
aun de ocupar un alto rango en la jerarquía axiológica en ningún caso ni de
ninguna manera pueden ser transcritos en las normas jurídicas; como, por
ejemplo, los valores de santidad, los relativos a la fe religiosa, los cuales, aún
representando elevadas cimas, no cabe traducirlos en normas de Derecho,
porque sólo pueden obtener cumplimiento por libre decisión de la persona y,
jamás por imposición; y, además, porque si se intentara –aparte del absurdo
que ello entrañaría– constituiría un máximo agravio a la libertad que es
solidaria de la dignidad moral del hombre.
225
que respeta los causes formales para su promulgación, y con
independencia, de que su contenido material responda o no a un determinado
orden de valores.
226
las periclitadas técnicas de un formalismo legalista.
227
importantes diferencias en los niveles de utilidad o bienestar de individuos o
grupos.
228
justicia, la máxima a tenor de la cual: “seres que se hallan en la misma situación,
deben ser tratados del mismo modo”. El propio RAWLS ha querido conjugar
la dimensión formal o procedimental de la justicia, basada en la exigencia de
imparcialidad, con su dimensión material, concretada en los dos principios,
anteriormente aludidos, que pretenden concretar la función jurídico-política del
valor de la justicia.
EL DERECHO Y LA JUSTICIA
1. La justicia.
229
son idénticos. No hay derecho sin un grado de justicia; no hay justicia sin
derecho.
230
menos dos personas y dos objetos. La misma relación que existe entre los
objetos, debe existir entre las personas. Si las personas no son iguales, no serán
tratadas de manera igual. Si las personas en pie de igualdad no obtienen partes
iguales o si personas desiguales obtienen trato igual, nacen las disputas y
controversias. Lo mismo ocurre si se atiende a los méritos de las partes que
reciben las ganancias. En lo que concierne a la partición todo el mundo está de
acuerdo en que debe hacerse según el mérito de cada uno; sin embargo, no hay
conformidad respecto de la naturaleza del mérito, puesto que los demócratas
dicen que es la libertad, los oligarcas la riqueza o el nacimiento y los
aristócratas la virtud. La justicia distributiva es una relación de proporción, que
Aristóteles define como “progresión geométrica”.
231
busca hacer prevalecer una medida tal en caso de litigio bajo la intervención de
un juez. En el primer caso tenemos la justicia conmutativa y en el segundo la
justicia judicial. La justicia conmutativa tiene lugar de manifestarse en las
relaciones contractuales como la compraventa, el préstamo a interés, la fianza,
el arrendamiento, el depósito, el salario, etc. La justicia judicial se manifiesta en
materia de delitos, en la cual se trata precisamente de reparar, contra la voluntad
de una de las partes, un daño injustamente causado.
232
Ha sido tradicional ver en la justicia el valor jurídico por excelencia y el
principal. Hasta el punto de que, las más de las veces, el problema de la
Estimativa Jurídica ha sido rotulado como investigación sobre la justicia. Y desde
luego no vamos a rectificar ese papel presidencial que a la justicia corresponde
en la Estimativa Jurídica; si bien veremos cómo un atento examen de la
misma nos lanzará a la consideración de una serie de valores concretos,
que necesariamente resultan implicados por la idea de la justicia, aunque
no estén contenidos en ella.
233
virtudes”, San Juan Crisóstomo la define como la observancia de los
mandamientos y de las obligaciones en general; y San Agustín la hace consistir
en el amor del sumo bien y de Dios; y la presenta también como el ordo amoris,
suma de toda virtud, que establece para cada cosa su propio grado de dignidad, y
que consiguientemente subordina el alma a Dios, y el cuerpo al alma, y que,
además, señala un orden en los asuntos humano. Una similar caracterización
como virtud general la hallamos también en la filosofía de Santo Tomás de
Aquino –inter omnes virtudes morales praecellit– si bien, además, en dicha
filosofía se ofrezca asimismo una caracterización de la justicia en sentido
estricto como medida y criterio para el Derecho.
234
ocupan de esa “justicia terrena” relativa al Derecho. En suma, se trata del hecho
de que la misma palabra ha sido empleada para designar dos ideas diferentes,
aunque ambas pertenezcan al reino de la ética. Aquí, naturalmente, el problema
que será examinado es el de la justicia en sentido jurídico – político.
235
conocemos que las discusiones y controversias teóricas sobre problemas de
justicia han sido y siguen siendo muy vivas y en gran número, y que las disputas
prácticas sobre el mismo tema, especialmente en el campo político, se han
producido siempre con abundancia y con vigorosa energía, que ha llevado a
veces a luchas sangrientas. Nos encontramos, pues, ante dos hechos; por una
parte, todos los filósofos de la Política y del Derecho han definido de modo similar
la justicia; por otra parte, sin embargo, hay un profuso número de filosofías
políticas y jurídicas sobre la justicia divergente y aun diametralmente contraria.
Precisamente la constatación de estos dos hechos, en apariencia contradictorios,
nos pone sobre la pista para plantear correctamente el problema de la definición
de la justicia, y, al mismo tiempo, nos ofrece la guía para interpretar fielmente las
diversas doctrinas.
236
entre ellos por Emil Brunner, autor de un libro sobre la justicia,
probablemente el mejor que se ha escrito acerca de este tema–; pero en la
formulación de las ideas que acabo de esbozar y que desarrollo en las
páginas siguientes me corresponde la prioridad cronológica, pues las publiqué
en 1934, en mi libro Los Temas de la Filosofía del Derecho, la Perspectiva
Histórica y Visión de Futuro, y la desenvolví ulteriormente en mis Estudios de
Filosofía del Derecho (1935) y en mi obra Vida Humana. Sociedad y Derecho
(1940, 1945, 1952).
237
es, el acreedor puede exigirla.
238
Pero, ¿en relación a qué? El derecho en sentido realista denota la relación
de atribución de la cosa respecto del sujeto de atribución, a la vez que una
relación bilateral: la cosa está –o puede estar– en poder de otro sujeto que no es
el sujeto de atribución; por eso es una cosa debida y, en consecuencia,
exigible. La palabra derecho o ius connota en la cosa la relación de deuda y
exigibilidad. Por su parte, la ley es derecho en relación a la cosa justa: regla del
derecho; y la facultad moral es derecho subjetivo en cuanto conjunto de
manifestaciones del poder o dominio sobre la cosa.
Según eso, y bajo cierto aspecto, todo Derecho es justo, pues contiene
justicia: justicia ideal transfundida en el cuerpo de la realidad jurídica; esquema
lógico que constituye el esqueleto de ese cuerpo.
Pero bajo otro aspecto, y por los mismos motivos, todo Derecho es
injusto, porque es siempre un justum imperfectum. No es que haya un
Derecho cuyo constitutivo ontológico deje de ser la justicia, sino que ésta no
encuentra nunca en él una realización adecuada. Sólo en la idea, en la idea del
Derecho natural puede darse esa perfecta congruencia y si es en ese nivel donde
se le define, el Derecho es justo o no es Derecho. Pero el problema del Derecho
injusto no se plantea en ese nivel, sino en el de las realizaciones históricas del
Derecho, respecto de las cuales tiene sentido considerarlas jurídicas en cuanto
son susceptibles de ser referidas positiva o negativamente a la justicia, como
tiene sentido hablar de “Obra de arte” por referencia, incluso negativa, a la
belleza. Ciertamente, en el Derecho no cabe que esa referencia sea totalmente
negativa (a diferencia del dominio del arte, donde el “feísmo”, por ejemplo, no se
elimina de su ámbito), porque el Derecho no es una pirueta intelectual sino
regulación de conductas y orden de la convivencia; pero, por lo mismo, es
siempre posible mostrar la imperfección de la realización y emitir un juicio de
239
valor en el sentido de la injusticia. Pues, por una parte, es posible que el ideal de
justicia que ha realizado el Derecho no sea un ideal valedero, con arreglo a la
superior idea absoluta e inmutable de justicia; o, sencillamente, cabe que la
conciencia jurídica haya descubierto valores nuevos y dado vida a ideales
distintos con arreglo a los cuales es posible una regulación más justa de las
realidades sociales que la existente. En segundo lugar, aun supuesto que el ideal
de justicia dominante sea indiscutible, su realización no es nunca plenamente
adecuada; jamás una realidad coincide del todo con el modelo ideal que aspiró a
realizar; pues si eso es posible en la obra de arte o en la actitud personal del
santo, es sencillamente una imposibilidad en realidades como las jurídicas, que
no pueden contar ni con una materia inerte como aquella en la que pone su mano
el artista, ni con una pureza y abnegación como la que es propia de la santidad;
pues el Derecho no es la creación de una mente genial, con arreglo a un modelo
ideal, sino un esquema que ha de encajar e integrar una infinidad de casos de la
vida, muchos de ellos imprevisibles, y cada uno perfectamente individual e
irreductible a tipicidades.
240
determinarla? Este problema se presenta continuamente en la vida. No hay dos
casos que sean iguale, aun cuando el juez se vea forzado a tratarlos igualmente,
porque el legislador ha tenido que integrarlos en un mismo tipo, porque ha tenido
que fijarse más en lo genérico que en lo singular. En el Derecho penal, incluso el
hecho de que las “circunstancias” cualificadas del delito –tal como se hallan
prefijas y definidas por la ley penal– sean las mismas en dos casos, no podrá
siempre ocultar la diferencia que los separa y que exigiría una medida diferente
ante un amplio arbitrio judicial atenido exclusivamente a la consideración
“humana” de los casos con arreglo al criterio genérico que establece una
consecuencia proporcional igual para dos hechos iguales. Ahora bien, ¿es esto
posible? ¿Se realizaría siquiera mayor justicia en la vida mediante ese
procedimiento? ¿No sería abrir el campo a la arbitrariedad más desenfrenada,
mientras que, con medidas generales, el juez puede desprenderse más
fácilmente de todos los motivos de error y proceder con más rectitud objetiva?
A menudo, la forma más noble y dramática de ser justo consiste en proceder
con sujeción estricta a medidas genéricas, aun a sabiendas de que se
comenten infinitas injusticias, que no están en la mano de uno evitar.
241
contra la voluntad de la ley peca, indudablemente, dice SUÁREZ, con lo cual el
problema de la equidad se convierte en un problema de interpretación de la ley. Y
así lo afirma expresamente, en lo que coincide – llevando la afirmación a sus
últimas consecuencias– RODRIGO DE ARRIAGA, para quien la epiqueya,
atendiendo a su sentido literal, no es más que interpretación de la ley; pero el
término “interpretación” es más amplio que el de epiqueya, porque ésta versa
sobre la cesación de la ratio legis, y constituye así como la interpretación
propiamente dicha, un método de “restricción”.
242
RESUMEN
243
AUTOEVALUACION
244
SOLUCIONARIO DE LA AUTOEVALUACION
1. V
2. F
3. V
4. La tecnología
5. V
245
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
246