La neuroeconomía constituye un nuevo avance de la economía tradicional ya
que la misma combina técnicas como la neurociencia, psicología y economía experimental. Esto permite construir modelos económicos y predecir comportamientos en diferentes situaciones de la vida cotidiana. El profesor Kevin McCabe, director del Centro de Estudios de Neuroeconomía de la Universidad de George Mason sostiene que el fuerte desarrollo de tecnologías de registro cerebral ha permitido observar la actividad neuronal en tiempo real y observar como su actividad depende del ambiente económico, lo cual permite explicar algunas decisiones económicas.
A través de estudios y análisis, la neuroeconomía permitió validar varios
postulados económicos y a su vez encontrar nuevas herramientas de análisis para los mismos, en el presente artículo solamente se hace énfasis en uno de sus hallazgos que podrían ser interesante de analizar en el ámbito de Bolivia: El rol de la confianza, la reciprocidad y sus resultados sobre el bienestar económico y social.
Los profesores de la Universidad de Iowa, Berg, J. y Dickhaut J. en su paper
Trust, Reciprocity and Social History basó sus estudios en la teoría de juego de la inversión (JDI) y la resonancia magnética funcional encontrando que las personas incorporan en sus decisiones económicas elementos como confianza y reciprocidad, y cuando se generan instituciones que promueven dichos valores, es cuando se obtienen los mejores resultados a nivel de bienestar social.
Veamos un ejemplo, el Juego de la Inversión, en el cual participan dos
personas en dos cuartos diferentes “A” y “B”: El jugador en el cuarto “A” decide cuanto de su dinero podría enviar a su contraparte anónima en el cuarto “B”. Por cada dólar que el jugador “A” envía al jugador “B”, el último recibe el triple de ese dinero. Posteriormente, el jugador “B” decide si retribuir o no la confianza de su contraparte y enviar una cantidad de dinero al jugador “A”.
Según el equilibrio de Nash de Teoría de Juegos, la estrategia dominante
debería predecir que “A” no enviaría nada a “B”. Sin embargo, en el experimento realizado por los autores, en el 94% de los casos la persona “A” enviaba dinero a la persona “B”. De ese porcentaje, el 34% de las personas que representaban a “B” retribuía a su contraparte con un monto mayor al confiado. ¿Cómo puede ser explicado ese comportamiento de confianza y retribución?
Una explicación posible es que las personas en el cuarto “A” estaban
dispuestas a confiar arriesgando una parte de su dinero porque tendrían la creencia de que serían correspondidas, lo cual habría sido percibido por la persona “B” y la misma habría decido no defraudar esa confianza y retribuirle. Es decir, la institucionalidad generada en ese juego habría creado un sistema de incentivos en la que ambos jugadores “A” y “B” deciden cooperar (el primero confía y el segundo retribuye) y obtener mayor beneficio social. El hecho resulta interesante por que ninguna parte conoce a su contraparte. Simplemente, “A” decide confiar en “B”, y “B” percibe esa confianza y decide retribuirla.
Imaginemos un ejemplo cotidiano, cuando se realiza una transacción de
compra o venta de una mercancía posiblemente ninguna de las partes se conocen. Este tipo de transacciones se fomentarían mucho más si existiera una institucionalidad que vele por los intereses de ambas personas a través de reglas claras y estables del juego, imparcialidad, cumplimiento de contratos, etc. Es decir, una institucionalidad que genera un sistema donde se premia el cumplimiento de contratos conlleva a que las personas tengan mayores gestos de confianza y reciprocidad, lo cual a su vez genera resultados con mayor bienestar social y económico.
Veamos otro ejemplo, en el experimento guiado por los profesores citados
anteriormente replicaron el mismo juego con la salvedad de que el jugador “A” estaba programado a destinar dinero al jugador “B”, y el jugador “B” sabía que “A” siempre le enviaría dinero. En ese tipo de juego, las personas que representaban al jugador “B” decidían no retribuir a “A”. ¿Por qué se daba este resultado? Según los estudios, este comportamiento podría ser explicado por la existencia de problemas de riesgo moral, es decir, “B” decidiría no retribuir el dinero porque pensaría que no era necesario, ya que de todos modos siempre recibiría algo de “A”.
Es decir, en los eventos cotidianos donde las personas simplemente reciben y
reciben, no se genera la reciprocidad. Pongamos un ejemplo, un gobierno donde transfiere y transfiere recursos (bonos) puede tender a generar un comportamiento de riesgo moral que las personas pueden decidir no retribuir, lo cual se vincula con menores niveles de bienestar en el largo plazo.
En el primer tipo de juego, donde la persona “A” confiaba a “B” y él retribuía,
la presencia de la hormona oxitocina era bastante mayor (ver gráfico N° 1), en el segundo tipo de juego, donde “A” estaba programado a destinar a “B”, la presencia de la hormona oxitocina era bastante menor (ver gráfico N° 2). Según los avances de la neurociencia la oxitocina tiende a producir comportamientos de confianza y reciprocidad.
En resumen, la neuroeconomía presenta importantes avances y herramientas
útiles para el análisis. Si se profundiza el estudio en Bolivia, se podría ir encontrando nuevas explicaciones al comportamiento de las personas y sus respuestas a determinadas políticas públicas y la adecuación de estas a cada una de las diversas regiones del país. Estos estudios podrían permitirnos implementar mejores políticas públicas que se adecuen a las diversas realidades de las distintas regiones del país, por ejemplo, en una donde se tiene mayor propensión al consumo y en otra donde se tiene mayor propensión al ahorro.
Gráfico N° 1: Una persona actúa Gráfico N° 2: Una persona no
con reciprocidad cuando su actúa con reciprocidad cuando su contraparte es un socio que contraparte esta programada confía en él para transferir recursos.
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