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Neuroeconomía: el nuevo avance de la

economía
Roberto Orihuela
Es economista

La neuroeconomía constituye un nuevo avance de la economía tradicional ya


que la misma combina técnicas como la neurociencia, psicología y economía
experimental. Esto permite construir modelos económicos y predecir
comportamientos en diferentes situaciones de la vida cotidiana. El profesor
Kevin McCabe, director del Centro de Estudios de Neuroeconomía de la
Universidad de George Mason sostiene que el fuerte desarrollo de tecnologías
de registro cerebral ha permitido observar la actividad neuronal en tiempo
real y observar como su actividad depende del ambiente económico, lo cual
permite explicar algunas decisiones económicas.

A través de estudios y análisis, la neuroeconomía permitió validar varios


postulados económicos y a su vez encontrar nuevas herramientas de análisis
para los mismos, en el presente artículo solamente se hace énfasis en uno de
sus hallazgos que podrían ser interesante de analizar en el ámbito de Bolivia:
El rol de la confianza, la reciprocidad y sus resultados sobre el bienestar
económico y social.

Los profesores de la Universidad de Iowa, Berg, J. y Dickhaut J. en su paper


Trust, Reciprocity and Social History basó sus estudios en la teoría de juego de
la inversión (JDI) y la resonancia magnética funcional encontrando que las
personas incorporan en sus decisiones económicas elementos como confianza
y reciprocidad, y cuando se generan instituciones que promueven dichos
valores, es cuando se obtienen los mejores resultados a nivel de bienestar
social.

Veamos un ejemplo, el Juego de la Inversión, en el cual participan dos


personas en dos cuartos diferentes “A” y “B”: El jugador en el cuarto “A”
decide cuanto de su dinero podría enviar a su contraparte anónima en el
cuarto “B”. Por cada dólar que el jugador “A” envía al jugador “B”, el último
recibe el triple de ese dinero. Posteriormente, el jugador “B” decide si retribuir
o no la confianza de su contraparte y enviar una cantidad de dinero al jugador
“A”.

Según el equilibrio de Nash de Teoría de Juegos, la estrategia dominante


debería predecir que “A” no enviaría nada a “B”. Sin embargo, en el
experimento realizado por los autores, en el 94% de los casos la persona “A”
enviaba dinero a la persona “B”. De ese porcentaje, el 34% de las personas
que representaban a “B” retribuía a su contraparte con un monto mayor al
confiado. ¿Cómo puede ser explicado ese comportamiento de confianza y
retribución?

Una explicación posible es que las personas en el cuarto “A” estaban


dispuestas a confiar arriesgando una parte de su dinero porque tendrían la
creencia de que serían correspondidas, lo cual habría sido percibido por la
persona “B” y la misma habría decido no defraudar esa confianza y retribuirle.
Es decir, la institucionalidad generada en ese juego habría creado un sistema
de incentivos en la que ambos jugadores “A” y “B” deciden cooperar (el
primero confía y el segundo retribuye) y obtener mayor beneficio social. El
hecho resulta interesante por que ninguna parte conoce a su contraparte.
Simplemente, “A” decide confiar en “B”, y “B” percibe esa confianza y decide
retribuirla.

Imaginemos un ejemplo cotidiano, cuando se realiza una transacción de


compra o venta de una mercancía posiblemente ninguna de las partes se
conocen. Este tipo de transacciones se fomentarían mucho más si existiera
una institucionalidad que vele por los intereses de ambas personas a través
de reglas claras y estables del juego, imparcialidad, cumplimiento de
contratos, etc. Es decir, una institucionalidad que genera un sistema donde se
premia el cumplimiento de contratos conlleva a que las personas tengan
mayores gestos de confianza y reciprocidad, lo cual a su vez genera
resultados con mayor bienestar social y económico.

Veamos otro ejemplo, en el experimento guiado por los profesores citados


anteriormente replicaron el mismo juego con la salvedad de que el jugador
“A” estaba programado a destinar dinero al jugador “B”, y el jugador “B” sabía
que “A” siempre le enviaría dinero. En ese tipo de juego, las personas que
representaban al jugador “B” decidían no retribuir a “A”. ¿Por qué se daba
este resultado? Según los estudios, este comportamiento podría ser explicado
por la existencia de problemas de riesgo moral, es decir, “B” decidiría no
retribuir el dinero porque pensaría que no era necesario, ya que de todos
modos siempre recibiría algo de “A”.

Es decir, en los eventos cotidianos donde las personas simplemente reciben y


reciben, no se genera la reciprocidad. Pongamos un ejemplo, un gobierno
donde transfiere y transfiere recursos (bonos) puede tender a generar un
comportamiento de riesgo moral que las personas pueden decidir no retribuir,
lo cual se vincula con menores niveles de bienestar en el largo plazo.

En el primer tipo de juego, donde la persona “A” confiaba a “B” y él retribuía,


la presencia de la hormona oxitocina era bastante mayor (ver gráfico N° 1), en
el segundo tipo de juego, donde “A” estaba programado a destinar a “B”, la
presencia de la hormona oxitocina era bastante menor (ver gráfico N° 2).
Según los avances de la neurociencia la oxitocina tiende a producir
comportamientos de confianza y reciprocidad.

En resumen, la neuroeconomía presenta importantes avances y herramientas


útiles para el análisis. Si se profundiza el estudio en Bolivia, se podría ir
encontrando nuevas explicaciones al comportamiento de las personas y sus
respuestas a determinadas políticas públicas y la adecuación de estas a cada
una de las diversas regiones del país. Estos estudios podrían permitirnos
implementar mejores políticas públicas que se adecuen a las diversas
realidades de las distintas regiones del país, por ejemplo, en una donde se
tiene mayor propensión al consumo y en otra donde se tiene mayor
propensión al ahorro.

Gráfico N° 1: Una persona actúa Gráfico N° 2: Una persona no


con reciprocidad cuando su actúa con reciprocidad cuando su
contraparte es un socio que contraparte esta programada
confía en él para transferir recursos.

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