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Papa y patata: comentario de dos variantes léxicas

VARIACIÓN SOCIAL Y CAMBIO LINGÜÍSTICO


Gonzalo Escribano Roca
Vamos a comentar, en lo que sigue, la relación existente entre las palabras papa y patata,
centrándonos sobre todo en analizar la variación que se da en el uso de una u otra forma
en la actualidad y tratando de discernir qué actitud tienen los hablantes hacia las formas
en concurso.
El hecho de que la geografía sea el principal factor determinante en la distribución de
papa y patata no parece ser discutible. Sin embargo, existe la posibilidad de que también
factores sociales y estilísticos influyan en la misma. Es decir, se podría pensar que en
aquellos lugares en que ambas formas son empleadas, hay una de ellas (en principio, y
pensando en el español europeo, papa) que está diastráticamente marcada y se asocia con
los sociolectos bajos (esto es, con los hablantes de nivel socioeconómico o sociocultural
bajo). También se plantea la posibilidad de que, para determinados hablantes, el uso de
una u otra esté relacionado con la situación comunicativa concreta en que se da la elección
entre ambas. En cualquier caso, nuestros datos serán limitados, por lo que solo dejamos
esas posibilidades planteadas, como telón de fondo para las disquisiciones que aquí
llevaremos a cabo.
Nos interesan también las actitudes de los hablantes en relación con la duplicidad
estudiada. Por esta razón hemos llevado a cabo una pequeña encuesta de la que más tarde
daremos algunos detalles y cuyos resultados expondremos. ¿De qué nos puede servir el
comprobar las actitudes de los hablantes hacia estas dos formas lingüísticas? Pues bien,
en el caso de que en un hablante exista conciencia de los factores que determinan la
distribución de ambas, es deducible, de la valoración que haga el hablante del uso de las
variantes, la valoración que hace de las variedades a las que estas corresponden. En
concreto, si tomamos la perspectiva de un hablante de una variedad en la que
exclusivamente se dice patata, puede conceder al uso de papa una valoración positiva o
neutra (esto es, el hablante, consciente de que corresponde a otras variedades geográficas,
no valora su uso negativamente) o negativa –y en este caso se muestra una actitud
implícita igualmente negativa, si hay conciencia de la filiación diatópica de la forma papa,
ante las variedades que emplean tal forma, que puede ser a su vez correlato de una actitud
negativa hacia sus usuarios o hacia el grupo identitario que estos conforman-. Asumimos,
pues, que “la actitud lingüística es una manifestación de la actitud social de los
individuos”1. En cualquier caso, lejos de sacar conclusiones precipitadas, solo daremos
aquí unas pequeñas pinceladas sobre las actitudes lingüísticas mostradas por los hablantes
hacia las variantes léxicas en torno a las que gira este pequeño trabajo (patata, papa) y su
posible correlación con las potenciales actitudes de tales hablantes hacia su propia
variedad lingüística o hacia las variedades ajenas.
Antes conviene fijarse en la historia de estas palabras y de su introducción en el español.
Y para ello hay que tener en cuenta también la palabra batata. La primera en hacer su
aparición, por la simple razón de que el objeto por ella denotado (también denominado

1
Moreno Fernández, Francisco (2009): Principio de sociolingüística y sociología del lenguaje, Barcelona:
Ariel.
papa dulce, camote o boniato) fue conocido con anterioridad por los conquistadores
españoles, fue esta última, como queda reflejado en el Diccionario crítico y etimológico
de Corominas y Pascual. La primera aparición de la misma se da en un texto de 1519,
aunque con anterioridad ya había sido mencionada en un texto latino del 1516. La llegada
de la voz, procedente del taíno, es, por tanto, temprana, y también lo fue la llegada del
producto en sí a tierras peninsulares. Más tarde se registra papa (voz quechua), a
mediados de siglo, pero las patatas llegan mucho después a tierras peninsulares (ya en el
siglo XVIII)2. No es de extrañar, por tanto, que se produjese una confusión entre los
referentes de ambas voces, y paralelamente entre las mismas, dando lugar a la voz patata,
que surge propiamente en la península y que en un primer momento designó igualmente
a patatas y batatas, sin que la distinción entre los dos objetos denotados fuese nada clara.
Tenemos, pues, como indica en un artículo sobre indoamericanismos léxicos Daniel
Jorques Jiménez3, un caso que muestra la “secular interacción mundo-lenguaje” (247, op.
cit.): el desconocimiento de los referentes en sí mismos causa una indistinción entre dos
significantes que da lugar a la creación de una nueva palabra fruto de tal confusión. Y esa
palabra, patata, es la que ha pervivido hasta nuestros días en la mayor parte de la
península, exceptuando parte de Andalucía, donde probablemente los dos tubérculos
fuesen mejor conocidos con anterioridad.
Pero volvamos a lo que puede ser original de este pequeño trabajo. Nuestros cuestionarios
buscaban, como antes anticipábamos, dar un breve retazo de la valoración de los hablantes
hacia el uso de las variantes aquí tratadas. Y a través de ellas, quizás, formarnos una
imagen de las actitudes de los hablantes hacia las variedades en que tales variantes se
emplean. El modelo de cuestionario pretendía comprobar a qué regiones se asocia el uso
de una y otra palabra; además, un par de preguntas iban orientadas a determinar la
valoración de los hablantes de la palabra no empleada por los mismos.
Nuestro cuestionario ha sido realizado por diez hablantes, de los cuales nueve proceden
del ámbito peninsular, y en concreto de la zona dialectal castellana (Castilla-La Mancha,
Castilla y León y Madrid). Todos ellos han afirmado emplear, conforme a lo esperado,
siempre patata. Además, lo más frecuente ha sido asociar el uso de papa a las Islas
Canarias (8 casos). También se ha aludido a los países hispanoamericanos en su
generalidad (4 casos) y a Andalucía (2 casos) como lugares donde sí se utiliza papa. En
efecto, estos son los lugares en los que la variante es empleada. Es decir, podemos afirmar
que los hablantes encuestados tienen una conciencia clara de la distribución geográfica
de ambas palabras. Es significativo que el lugar con el que de manera más evidente se
asocie el uso de papa sea el archipiélago canario; podemos suponer que ello es reflejo del
mayor contacto de los habitantes peninsulares con la variedad canaria, o quizá de la mayor
seguridad a la hora de realizar afirmaciones sobre un dialecto más familiar en el

2
La primera aparición (1590) que figura en CORDE en un texto producido en la península es la de la
Historia natural y moral de las Indias, del naturalista e historiador español José de Acosta, que da breve
noticia del cultivo y uso culinario de las mismas en el Perú, dando cuenta de una realidad, claro está, muy
alejada de la de la propia península.
3
Jorques Jiménez, Daniel (1998: 226-265): “El indoamericanismo léxico en la narrativa de Manuel Puig (I):
lexicón de flora y fauna”, en Jorques Jiménez, Daniel y Julio Calvo Pérez (coord.): Estudios de lengua y
cultura amerindias II : lenguas, literaturas y medios : actas de las IV Jornadas internacionales de lenguas
y cultura amerindias, Valencia: Universitat de València.
imaginario colectivo, frente al desconocimiento de ciertas variedades del español
americano.
La menor conciencia de la presencia en las hablas andaluzas de papa seguramente tenga
que ver con el hecho de que tal uso no es hoy generalizado en las mismas. Uno de los
encuestados responde del siguiente modo a la pregunta de quiénes cree que utilizan la
variante que él no suele emplear (en este caso papa): “Cuando veraneaba en Málaga, de
pequeña, mis abuelos sí utilizaban la palabra papa” (M, 21)4. Esta respuesta refleja
también el hecho de que el uso de papa parece ser más común en Andalucía en las
generaciones de mayor edad, quizá porque la presión de la norma peninsular y del
lenguaje de los medios de comunicación ha ido reduciendo su uso de manera paulatina.
En cualquier caso, un estudio más amplio sobre el uso efectivo de papa en Andalucía en
la actualidad podría aportar datos interesantes sobre su distribución geográfica,
intergeneracional y sociolectal.
Lo que muestran también claramente nuestras encuestas es una valoración neutra del uso
de las variantes. Es decir, todos los informantes que emplean papata perciben que el uso
de patata o papa tiene exclusivamente razones geográficas, y que no hay otros factores
(como la mayor o menos formación del hablante) que expliquen el uso de papa más que
su procedencia. No se considera ni vulgar ni informal o poco adecuado tal uso.
Seguramente, aunque esto es ya quizá ir demasiado lejos, el nivel sociocultural de los
informantes (alto, todo ellos poseen o cursan estudios universitarios) influya en esta
percepción neutra o positiva de la variación lingüística.
En este punto, podemos introducir los resultados de la única informante que afirmó
utilizar siempre papa, de origen cubano y residente en Canarias durante gran parte de su
infancia y juventud. Lo más llamativo de su cuestionario es la respuesta siguiente: “No
creo que haya diferencias de significado entre las dos palabras, pero papa es más
simpático” (M, 33)5. Lejos de inseguridades lingüísticas, la hablante muestra, así pues, su
aprecio hacia una palabra que considera muy distintiva de su variedad de origen. Se
reafirma, por lo tanto, en la convicción de que su variedad es tan apreciable como la
variedad de su lugar actual de residencia (Madrid), aunque esta última sea la
“promocionada” (en realidad, una norma lingüística vinculada con ella) por multitud de
medios de comunicación. En el desarrollo de esta encuesta, realizada en presencia de
quien escribe estas líneas, la informante acompañó sus respuestas por escrito con algunos
comentarios que dieron pie a una breve conversación. En ella afirmó sentirse “orgullosa”
de su acento canario y de utilizar “las palabras de Canarias” (afirmaciones estas que dan
testimonio de un prestigio encubierto que responde a una identidad colectiva creada sobre
una variante vernácula “no normativa”). Además, comentó el hecho de que algunas veces
se ha sentido rechazada por su forma de hablar, pero que no es en absoluto lo habitual en
los círculos en los que se mueve (en un lenguaje más técnico de la disciplina, podríamos
decir que sus redes sociales están compuestas por integrantes tolerantes con la pluralidad
lingüística del español).
La panorámica que arrojan las encuestas realizadas es, aunque muy parcial, contundente:
en los niveles socioculturales altos en Madrid, a pesar del uso sistemático de patata, se

4
Mujer, 21 años, estudios universitarios.
5
Mujer, 33 años, estudios universitarios.
reconoce el uso de papa como propio de gran parte de la comunidad hispanohablante y
se relaciona el mismo exclusivamente con la variación geográfica (con los dialectos
americanos y con el canario principalmente), sin juzgarlo en ningún caso negativamente.
Papa, como venimos comentando, solo funciona, en lo que concierne a los hablantes
consultados, como marca regional.

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