Vous êtes sur la page 1sur 12

ANÁLISIS TRANSACCIONAL:

TEORÍA DE LA PERSONALIDAD Y CONDUCTA SOCIAL

Roberto VILLEGAS MALDA

El análisis transaccional es una teoría de la personalidad y todos desde que


nacemos hasta que morimos, damos cabida en nuestra conciencia a distintos
patrones de conducta. Tal parece que el ser humano fuera una grabadora o
una computadora: guarda datos por largos periodos, registra patrones de
conducta correspondientes al Estado del Yo Padre, Estado del Yo Adulto y
Estado del Yo Niño y los almacena. De pronto, de la noche a la mañana, pese
a que hayan transcurrido años, los patrones de conducta salen a flote;
actitudes y maneras de proceder llevan al individuo a reproducir patrones o
grabaciones asimiladas.

El análisis transaccional es una teoría de la personalidad y de la conducta


social, y un sistema comprensivo de psicoterapia ideado por Eric Berne. Éste
buscó el mejor camino para que los pacientes incrementaran su autonomía
para reencontrarse con sus potencias personales, su espontaneidad e
intimidad, capacidades inherentes a todos nosotros pero limitadas por el estrés
y los traumas del desarrollo.
El análisis transaccional se fundamenta en que existen en nosotros tres
Estados del Yo: (Padre, Adulto y Niño) que deben ser autónomos y, por lo
mismo, nuestra meta terapéutica es su libertad. El análisis transaccional es
muy atractivo ya que se aplica a situaciones individuales, de pareja y familiares,
así como a la educación de los niños y adolescentes. De hecho, su empleo ha
sido de gran importancia en organizaciones tanto privadas como
gubernamentales.
Si bien es cierto que Eric Berne planteó que la personalidad se forma por tres
componentes estructurales básicos llamados Estados del Yo (Padre, Adulto y
Niño), también lo es que esquematizó las formas de comunicación, cuando
describió tanto el envío como la recepción de los estímulos y respuestas en el
diálogo entre las personas, y que llamó análisis de las transacciones.

Con el fin de comprender y aplicar a la vida diaria el análisis transaccional,


iniciaré su estudio con los Estados del Yo.

LOS ESTADOS DEL YO


Eric Berne los define como "componentes estructurales de la personalidad".
Los presentó en un diagrama formado por tres círculos uno sobre otro que
engloba cada uno de ellos a los Estados Padre, Adulto y Niño (con mayúsculas
para diferenciarlos de las personas reales). Como se ve en la figura Berne
define el Estado del Yo como una forma distinta de sentimiento y de
experiencia, relacionada con una correspondiente pauta consciente de
comportamiento.
Es fácil advertir que en el comportamiento humano de un momento a otro,
siempre se experimentan cambios en la manera de ser, estar y actuar. En la
vida personal, con frecuencia en periodos cortos de tiempo, un mismo individuo
muestra actitudes distintas, a veces contradictorias entre sí, derivadas de la
amplia gama de sus rasgos de carácter. Pareciera que en cada hombre
coexistieran varias personalidades.
Constantemente actuamos de manera inadecuada, provocando en los demás
fricciones y alteraciones que desembocan en agresividad e inadaptación.
Cuando reparamos en nuestras acciones, nos sentimos a disgusto, confusos y
frustrados; sin embargo, a veces también actuamos adecuadamente y, en
consecuencia, tenemos satisfacciones, sentimientos de plenitud y respuestas
constructivas por parte de quienes nos rodean.

Estas actitudes corresponden, en análisis transaccional, a diferentes Estados


del Yo. Berne define el Estado del Yo como una forma distinta de sentimiento y
de experiencia, relacionada con una pauta correspondiente de comportamiento.
Berne enfoca los Estados del Yo desde tres puntos de vista: el fenomenológico,
el operacional y el pragmático. Fenomenológicamente, como un sistema
coherente de sentimientos relacionados con un sujeto dado; operacionalmente,
como un conjunto de normas de conducta; pragmáticamente, como un sistema
de sentimiento que motiva a un conjunto relacionado con normas de conducta.

La estructura del Yo puede esquematizarse de la siguiente forma: nadie


escapa o permanece ajeno, a lo largo de toda su vida, a estos tres Estados
del Yo. Todos, desde que nacemos hasta que morimos, damos cabida en
nuestra conciencia a distintos patrones de conducta. Tal parece que el ser
humano fuera una grabadora o una computadora: guarda datos por largos
periodos, registra patrones de conducta correspondientes al Estado del Yo
Padre, Estado del Yo Adulto y Estado del Yo Niño y los mantiene
almacenados. De pronto, de la noche a la mañana, pese a que hayan
transcurrido años, los patrones de conducta salen a flote; actitudes y maneras
de proceder llevan al individuo a reproducir -palabras más, palabras menos- los
patrones o grabaciones asimiladas.

Es evidente, como afirman Stanley y Brown, entre otros, que cada persona se
relaciona con los otros, utilizando una de estas tres estructuras de personalidad
-Padre, Adulto, Niño-. Desde luego, es imposible adoptar las tres posturas a la
vez; se entiende que se adoptan de una en una, es decir, cualquiera puede
actuar primero como Adulto, responder después como Padre y reaccionar
inmediatamente como Niño.
Los "Estados del Yo" son circunstancias a partir de las cuales nos relacionamos
con los demás. Dichas circunstancias permiten identificar la existencia de
grabaciones y mandatos en el Yo Padre, el Yo Adulto o el Yo Niño, según el
caso.
En el Estado del Yo Padre residen los conceptos aprendidos de la vida; en el
Estado del Yo Adulto los conceptos razonados de la vida y en el Estado del Yo
Niño, los conceptos sentidos de la vida.*
Eric Berne definió a los Estados del Yo como los "componentes estructurales
de la personalidad y los representa así". Cada Estado del Yo, dijo Berne, tiene
un "sistema de emociones y pensamientos acompañados de un conjunto afín
de patrones de conducta".
EL ESTADO DEL YO PADRE

El Padre es el Estado del Yo constituido por las grabaciones que dejan a través
de la vida las relaciones con el padre, la madre, los abuelos, tíos, hermanos,
maestros, sacerdotes, médicos, jueces y las mismas instituciones, así como la
cultura y las tradiciones.
Las principales funciones del padre son:

El Estado del Yo Padre graba en el niño, no sólo las funciones positivas


aludidas, sino que, en muchas ocasiones, graba mensajes negativos, obligando
al infante a registrar normas impuestas, que resultan irracionales en la mayoría
de los casos. De esta manera, el Yo Padre negativo aloja, en la mente del niño,
mandatos que habrán de definir conductas posteriores conflictivas y actitudes
de agresión que el niño, al crecer, adecuará a su realidad.
Las conductas positivas o negativas del Yo Padre quedan fijadas en la mente
del niño, quien las adopta y transforma para continuar viviendo, hasta tomar
una "decisión básica" que le conforma su propia personalidad.

El niño, a medida que crece en el ambiente familiar, registra las sensaciones


físicas y emotivas, por llamarlas de algún modo, arquetipos o patrones de
conducta en función del deber ser, independientemente de que el proceso en
que se halla, no le convenga o no le guste. Por ejemplo, la señora López, con
su autoridad, reproduce los mandatos que recibió, a su vez, de un Padre
Crítico. De igual manera el hijo de la señora López, al reclamarle airadamente
la no preparación del desayuno que le impide llegar temprano a clase, deja ver
el Padre Crítico que lleva dentro.

Las sensaciones físicas del Estado del Yo Padre son de tipo funcional y se
transmiten por medio de los sentidos: vista, tacto, olfato, gusto y audición, los
receptores de las sensaciones, y se vinculan de manera muy directa al
desarrollo de los mandatos del padre. En otras palabras, en el momento en que
el niño es severamente reprendido por papá, sus cinco sentidos captan
sensaciones ligadas a la actitud del padre, de tal modo que, pasados los años,
puede seguir asociando una sensación física, gestual, táctil, olfativa o auditiva
a los mandatos paternos, aunque el padre no esté presente físicamente. Sobre
el particular, los experimentos de Iván Petrovich Pavlov dan una muestra
elocuente del reflejo condicionado.
Por su parte, las sensaciones emotivas se hayan representadas por
circunstancias de autenticidad, en donde, por decirlo así, el niño actúa sin
pensar, y responden a los estímulos del Estado del Yo Padre o de Yo Adulto.
Entre las manifestaciones emotivas podemos mencionar: la alegría, el afecto, el
sexo, la tristeza, el miedo y la ira.

Conviene ahora que el lector descubra qué tipo de Padre se aloja en él mismo,
cuáles son los mandatos y asociaciones referidas a las grabaciones alojadas
en su mente.
Es indispensable precisar que las sensaciones físicas están determinadas por
la conducción que hagan las neuronas de la sensación producida por el
estímulo externo, al sistema nervioso central, de modo que una respuesta física
emocional al estímulo externo, sea como arco reflejo o como reflejo
condicionado.
Las emociones a que nos hemos referido son emociones auténticas y se
consideran como innatas en la conformación del ser humano; pueden aparecer,
ocultarse o modificarse en relación con las grabaciones permisivas del Estado
del Yo Padre.
Los mensajes negativos se hallan disfrazados en las actitudes y conductas de
los padres. El registro de mandatos tales como: "Cuando los adultos hablan,
los menores se callan"; "no te muevas: me mareas"; "estate quieto, no hagas
ruido", esconden en el fondo el común denominador de la dependencia
paterna.

Los mandatos negativos, sumamente frecuentes en los hogares de nuestros


países en vías de desarrollo, son: "Eres tan malo como tu padre: de tal palo tal
astilla"; "Tenías que ser tú"; "Cállate, sólo hablas para decir tonterías"; "Lo ves:
nunca pones atención a lo que te digo"; "Claro, ya lo sabía, no esperaba menos
de ti", "Deberías aprender a tu hermano". En otras palabras, de manera
subyacente, bajo estos mandatos pareciera que los padres quieren decir a los
hijos: "No debiste haber nacido".

También hay mensajes positivos como: "te quiero"; "me siento feliz contigo";
"adelante, eres un buen muchacho"; "muy bien, vas por buen camino" y otros
similares.
Cuando predominan los mandatos negativos sobre los positivos, el niño
registra los antecedentes de mecanismos frenadores, los cuales le hacen
sentirse mal y decide, en consecuencia, no vivir, morirse, ser o jugar al
estúpido, no crecer; decide no superar a los padres y quedarse solo, todo ello
alojado en pautas de comportamiento que encuentran en la pérdida del tiempo
no sólo un aliado, sino una forma permanente de vivir muriendo, no en la
concepción de Unamuno, de que "de que la vida es una lucha entre la vida y la
muerte", sino en la forma más triste de confrontar los problemas de la vida:
aproximarse a la muerte.

No me cansaré de reiterar que "el tiempo es vida; quien pierde el tiempo, se


aproxima a la muerte". Desde el punto de vista filosófico, el tiempo no regresa
porque ya transcurrió y en el momento mismo en que es, deja de serlo en tanto
que se vuelve pasado, y aunque el futuro nos pertenece, en el instante mismo
en que se enfrenta con el presente, cae en la incertidumbre porque todavía no
sucede, porque acontecerá; por ello es, precisamente, el porvenir.
El Estado del Yo Padre puede comportarse de dos maneras: como Padre
Crítico o como Padre Protector o Nutritivo, como puede verse en la figura
siguiente:

Padre Crítico
El Padre Crítico se caracteriza por la grabación de mandatos autoritarios,
sancionadores, impositivos e incluso venenosos, que dejan en la mente infantil
los padres, maestros, hermanos, tíos, abuelos, etcétera. Dichos mandatos se
alojan en el Padre Crítico. Provienen, o al menos dan la impresión de originarse
en sujetos con tal autoridad y poder, que es imposible dejar de cumplirlos.
Dentro de las funciones del Padre Crítico según Kertész destacan:
 Sancionar imperfecciones y reclamar acciones fallidas.
 Recriminar comportamientos que no se apeguen a la norma.
 Reprimir física o mentalmente la indisciplina.
 Supervisar con celo y perfeccionismo el comportamiento de los demás.
 Reclamar circunstancias adversas que no compaginen con sus propios
valores.
 Indagar en el comportamiento de otras personas el origen de sus
motivaciones.
 Imponer con violencia verbal o de expresión, normas y mandamientos
referidos a actitudes y aptitudes.
 Juzgar severamente las circunstancias que confluyen al desarrollo de las
acciones de los demás.

El Padre Crítico envía mandatos con fuerza intensa y los saca de su propia
opinión: han de cumplirse sin discusión ni posibilidad de enmienda. Son
órdenes, instrucciones, sugerencias, recomendaciones, consejos o simples
insinuaciones. Fuera del mandato no hay nada más. Por ejemplo, el Padre
Crítico señala: "siéntate y come"; "no toques ese jarrón"; "quítate, que me
estorbas"; "limpia ahora"; "estudien la lección"; "la junta es en este momento,
ahora mismo"; "no me importa nada: el informe debe estar enseguida"; "haz lo
que te digo y no repliques"; "vete", "lárgate". Los mandatos verbales citados se
acompañan, generalmente, con gesticulaciones características, tales como
mirada penetrante, ceño fruncido, rictus labial autoritario, rictus facial que
denota superioridad y actitudes como: señalar con el dedo índice, golpear
sobre la mesa y hablar con tono de voz irritado.

Cuando predomina el Padre Crítico en la mujer como ama de casa, ejerce sus
funciones de manera diversa: golpea a los niños, lanza improperios contra la
servidumbre, critica a las vecinas, pierde tiempo y energías profiriendo sin ton
ni son críticas al sistema o se va demasiado a los detalles, desaprovechando el
tiempo en arreglar con excesivo cuidado las colchas, olvidando que es más
importante hacer la comida.
En comunicación, la regla mínima de que "al buen entendedor pocas palabras",
ha resultado una verdadera patraña; quien rige sus actos de comunicación a la
sombra de este principio, tiene altísimos riesgos de fracasar, porque nadie más
alejado de la verdad que aquel que considera al interlocutor o a los asistentes a
una junta con el mismo marco de referencia.
Al reflexionar sobre los mandatos positivos o negativos del Padre Crítico,
advertimos los roles de autoridad y la forma en que se ejerce. El Padre Crítico y
el Padre Protector -como se verá más adelante- graban en sus hijos mandatos
positivos o negativos que conformarán su personalidad.
En el círculo superior de la figura anterior, se advierte claramente que hay un
Padre Crítico Positivo y otro Negativo; así como también, un Padre Protector
Positivo y otro Negativo.

Padre Crítico Positivo

El Padre Crítico Positivo mantiene fuerzas y opinión propias, hace cosas para
él y para los demás, sin que por ello disminuya el desarrollo de sus semejantes
ante la vida; da a conocer la autoridad sin menoscabo de la individualidad;
manifiesta su satisfacción al ver cumplidos sus mandatos, y obtiene el
reconocimiento de quienes recibieron sus indicaciones. Además, impulsa al
ama de casa a ser ordenada, a tener una alacena con inventarios, a no confiar
en la memoria la lista de las cosas que comprará en el mercado; la lleva a
establecer métodos de planeación hogareña en donde, respetando órdenes de
importancia, la señora programa actividades para ciertos días de la semana.

En el mundo de los negocios el Padre Crítico Positivo es benevolente,


complaciente y orienta la relación hacia formas positivas de convivencia; se
aleja de las fricciones y evita juicios negativos que tensan las relaciones e
impiden una aproximación franca y el diálogo.
Si las razones anteriores no son suficientes para destacar las ventajas del
Padre Crítico Positivo sobre el Negativo, todavía hay una de mayor peso: el
tiempo consumido en la realización de sus actividades es menor que el usado
bajo el amparo de los mandatos del Padre Crítico Negativo. En contraste con
las ventajas mencionadas, el Padre Crítico Negativo no sólo desilusiona, sino
que repugna y enfada, envenena las relaciones y es fuente inequívoca de
frustraciones y agresiones.

Padre Crítico Negativo

El Padre Crítico Negativo corresponde al conjunto de grabaciones de los


mensajes de padres, tíos, abuelos, maestros, curas, jueces e instituciones que
cristalizan mandatos autoritarios de fuerza inusitada y que se imponen sin
cuestionamiento alguno. Cualquier pensamiento suyo se traduce en mensajes
expresados con violencia.
Los mandatos del Padre Crítico Negativo aniquilan la individualidad de los
demás y eliminan la autoestima del interlocutor. En cierto sentido, hay una
tendencia oculta de desvaloración. Es fácil identificar sus mandatos en tanto
que se manifiestan como si la razón estuviese sólo de su parte. Ante él, no hay
razonamiento que valga: la razón entera, absoluta y sin regateos sólo le
pertenece a él.

Las expresiones: "Aquí se hace lo que yo digo y ya", "Aquí mando yo, los
demás obedecen", "Siéntate y come", "Tú no sirves para nada", "Nunca serás
un hombre", "Jamás serás mujer", son, entre otras, unas de las grabaciones en
que se originan. Con este tipo de frases y actitudes se envía un mandato oculto
al interlocutor, quien frena su capacidad de niño para vivir, crecer, divertirse,
aprender, defenderse y ser él mismo.
El Padre Crítico Negativo envía, además, mensajes de lástima o de burla en
forma descarada o encubierta. En los mensajes de lástima, el padre envía al
niño, aunque muchas veces de manera velada, una sensación que lo hace
sentirse desvalido y desamparado. Es frecuente comprobar en la universidad
un sinnúmero de estudiantes que fracasa principalmente por los mandatos del
Padre Crítico Negativo; otro porcentaje de deserción escolar se debe a que en
su niñez se forzó al estudiante, pese a su voluntad, a tener calificaciones altas,
y sus padres, al enterarse de los resultados escolares bajos, emitían mandatos
que iban desde la actitud de tristeza: "Sufro cada vez que tengo que ver tus
notas", hasta los de franca recriminación violenta: "Idiota, te lo dije, no sirves
para nada".
Los mensajes burlones del Padre Crítico Negativo hacen que el niño se sienta
desvalorado, y lo programan, casi siempre, para ser un individuo inadecuado al
medio en que se desarrolla. Además, como en los mandatos mencionados,
llevan una pésima planeación del tiempo y se convierten en desperdicio de
energía y recursos.

Lo anterior se traduce en pérdida de tiempo que lleva a frustraciones y


desalientos. El país pierde una cantidad enorme de
recursos financieros por los altos índices de reprobación estudiantil y por un
porcentaje considerable de deserción escolar.
Expresiones, de quienes tutelan la conducta de los jóvenes, como: "claro,
tenías que ser tú: por todos lados demuestras que eres idiota"; censuras
gestuales como entrecejos fruncidos, señalamientos con el dedo índice;
actitudes de recriminación como desaprobar acremente sus calificaciones,
diciéndole: "Qué estúpido eres"; o mensajes encubiertos como: "Tú que sabes
tanto y estudias duro ¿cómo es posible que te haya ido tan mal?", contribuyen
a devaluar al sujeto y a programarlo para transformar otros mensajes similares
de maestros, jefes y ejecutivos en puntos de referencia para perder el tiempo. A
estos mensajes ocultos, relativos al rol de familia, profesional, de pareja o
social, se les denomina "mensajes brujos", emitidos por el Padre Protector y
que veremos a continuación:

Padre Protector

El Padre Protector o Padre Nutritivo es el resultante del conjunto de


grabaciones de padres, abuelos, maestros, sacerdotes, médicos, jueces,
hermanos mayores, tíos, profesores e instituciones, con una actitud
complaciente de benevolencia y solicitud ante las necesidades básicas del
desarrollo del Hijo.
Las funciones básicas del Padre Protector o Nutritivo son, según Kertész, entre
otras, las siguientes:

-Proveer alimento.
-Proporcionar educación.
-Orientar hacia una moral.
-Adaptar al infante a la sociedad.
-Dar cariño y amor.
-Apoyar de distintas formas.
-Propiciar el diálogo al mismo tiempo que las corrientes de acercamiento
recíproco.
-Proporcionar información adicional a los estímulos y caricias físicas
positivas.

En igualdad de circunstancias, el maestro y el estudiante, bajo el influjo del


Padre Nutritivo, pueden establecer relaciones cordiales de comunicación
didáctica y entrelazar vínculos amistosos, cuyo propósito puede referirse al
esquema actual de la pedagogía griega. De esta manera, el profesor o
instructor, es más amigo que autoridad y no por ello menoscaba el ejercicio
docente y el respeto que le son inherentes.
Padre Protector Positivo

El Padre Protector Positivo graba en la persona patrones de conducta que la


ayudan a resolver por sí misma los problemas a que su crecimiento diario la
enfrenta, tanto familiar como profesionalmente, con su pareja o la sociedad.
Este Padre, además, es permisivo y estimula las conductas positivas de los
hijos; da cariño y reconoce a los demás. Por ejemplo, cuando su hijo le lleva las
calificaciones aprobatorias, lo alienta con expresiones como: "Muy bien, me
siento orgulloso de ti"; "Bravo"; "Yo sé que tú puedes"; "Adelante", "Confío en
ti”.
En el caso de no ser aprobatorias, el padre estimula al hijo y se comunica con
él con expresiones de gran proximidad a la caricia, tales como: "Bueno te
equivocaste: cualquiera se equivoca"; "¿qué necesitas para rectificar?"; "¿en
qué puedo ayudarte?"; "confío en que podrás superarte".
El Padre Protector Positivo cumple su palabra y el hijo adquiere, con la actitud
positiva del padre, conocimientos para lograr así su superación con su propio
esfuerzo; las calificaciones mejoran considerablemente gracias a su energía.
Decálogo del Padre Protector
1. Confío en ti.
2. Estoy orgulloso de ser tu padre (o madre).
3. Estoy contento de ser tu padre (o madre).
4. Tienes derecho de disfrutar y ser feliz sin penitencia.
5. ¿Qué necesitas? ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?
6. Tendrás éxito en lo que te propongas.
7. Cometiste un error. No importa: cualquiera se equivoca.
8. Estuviste muy bien ¡Bravo!
9. Siempre podrás contar conmigo aún en los momentos difíciles.
10. Te quiero y mereces que te quiera.

Padre Protector Negativo


El Padre Protector Negativo envía mandatos imperativos ocultos emitidos por
padres, maestros, tíos, hermanos, jueces, sacerdotes e instituciones y
grabados en la mente del niño. Tales patrones de conducta fomentan la
dependencia y buscan evitar el crecimiento del individuo. Por ejemplo, los
mensajes del padre sobreprotector enviados a los hijos, los hacen incapaces
de resolver los problemas surgidos por su propio desarrollo. Estos mensajes,
emitidos mediante actitudes y frases, estimulan de manera oculta la
dependencia porque se crea una relación simbiótica, en donde el receptor del
mandato sólo puede vivir bajo la sombra de otras personas.
En países como el nuestro, los mensajes brujos son fáciles de identificar. Es
frecuente oír en el lenguaje familiar, mandatos tales como: "Mientras yo viva, no
te faltará nada". Paradójicamente, bajo la apariencia protectora de este
mensaje brujo, se oculta un programa para que la persona no crezca y, en
consecuencia, dependa del padre; en realidad, lo que el padre intenta
programar es: "No me superes, sé menos que yo".

Otros mandatos fáciles de identificar del Padre Protector Negativo son: "No
salgas sola con un hombre", "Hazte acompañar por tu hermano". En estos dos
imperativos, el mensaje oculto es: "No confíes en los hombres", "Los hombres
son malos o perversos" y en el fondo llevan una actitud de compasión y
sobreprotección hacia las hijas. Los comentarios entre los maestros o entre
ejecutivos son: "Mira, pobrecito niño: por más que se esfuerza no aprende";
"Jorge tiene gran empeño pero siempre ha sido un problema en mi
departamento", "No cabe duda que es un buen empleado: lástima que no tiene
iniciativa".
El desconocimiento que tienen las figuras paternas de la programación que los
niños adoptan como consecuencia de sus mandatos negativos, constituyen una
pérdida irreparable de tiempo.

ESTADO DEL YO NIÑO

El Estado del Yo Niño es el conjunto de grabaciones y programas, sustentado


por la capacidad genética, que determina químicamente los patrones de
conducta que el individuo debe seguir y de los cuales no puede desviarse.
El Estado del Yo Niño se integra por las experiencias infantiles desde el
nacimiento, con base en el desarrollo genético y relacionadas con el medio
ambiente donde nace y se desarrolla el infante, o con el medio que se le
impone o se le enseña. En el sentido más amplio, es el cúmulo de sensaciones
que percibe el individuo con relación consigo mismo y con el ambiente que le
rodea.

El niño nace con sensaciones y emociones auténticas e irreversibles y dispone


de capacidades físicas heredadas. Para entender la estructura de la
personalidad en lo que al Yo Niño se refiere, consideramos las sensaciones
como la potencia de percepción fincada en los sentidos: gusto, olfato, vista,
audición y tacto.
La autenticidad es característica esencial de las emociones en el niño. En
análisis transaccional, se califican de emociones auténticas: la alegría, el
afecto, el sexo, la tristeza, el miedo y la ira, que el niño manifiesta de manera
natural, ya que, desde muy pequeño, todas se hallan presentes en su incipiente
potencialidad de comunicación. Esta expresión legítima de las emociones, es
fundamental para el desarrollo integral de la persona; y su bloqueo conlleva
riesgos serios, sobre todo si la represión se acompaña de mandatos alojados
en el Padre Protector Negativo o el Padre Crítico Negativo.
Tiene una importancia particular precisar que las emociones auténticas salen a
flote con relativa facilidad en el niño; sin embargo, cuando crece, no las
expresan con la misma espontaneidad porque las detiene o las controla.

Ahora bien, ¿por qué, si el individuo nace con emociones auténticas, cuando
crece, aún en la intimidad, no aparecen con la misma facilidad que en el niño?
¿Por qué al hombre le resulta particularmente difícil expresar su tristeza con el
llanto, y a la mujer no? ¿Por qué la mujer no puede expresar con naturalidad su
afecto en nuestra cultura? ¿Por qué se reprime la ira y provoca resentimientos?
¿Cuáles son las razones por las que el miedo no debe expresarse
ampliamente, sobre todo, en el sexo masculino? ¿Cuáles son los motivos por
los que la alegría no se siente en ocasiones? La respuesta se encuentra en la
adaptación y represión que de las figuras parentales programan en la vida de
relación que la persona lleva socialmente.
Desde niño el sujeto recibe de la figura paterna mandatos represivos a la
reacción auténtica de llorar de tristeza. Cuando llora, el padre o la madre lo
reprimen y lo increpan: "Los hombres no lloran", "Tú eres hombre", "Quita esa
cara" u otras expresiones similares.

Así, lenta pero inexorablemente, el pequeño transforma su emoción por el


mandato brujo del Estado del Yo Padre, en una actitud rebuscada de sonrisa o
de tos y cumple, la orden del mandato de no manifestar su emoción auténtica.
El niño, que nació libre, con la inhibición de sus emociones auténticas, se
reprime por un freno que proviene del padre y que lo programa para una
adaptación represiva al medio social donde ha de desarrollarse. En
consecuencia, el Estado del Yo Niño se divide en dos grandes partes: el Niño
Natural o Libre y el Niño Adaptado o Programado.
El Niño Libre vive y disfruta, de manera natural, hechos y circunstancias vitales;
expresa en forma espontánea las emociones auténticas que afloran tal como
las siente.
Las emociones auténticas se dividen, según los conceptos sociales, en
agradables y desagradables. Entre las agradables se encuentran la alegría, el
afecto y el sexo; entre las desagradables la tristeza, el miedo y la ira.

El Niño Adaptado, por el contrario, percibe las emociones auténticas que


consulta mediante un diálogo interno, con su Estado del Yo Padre, si es o no
adecuado mostrarlas, reprimirlas o cambiar la respuesta auténtica.
El Niño Adaptado se ha programado por la influencia del Estado del Yo Padre
de tres maneras: manifestando conductas de Niño Sumiso o de Niño Rebelde;
grabando mensajes que frenen su crecimiento, y dando información falsa o
mágica, o cuando habla adultamente con el niño.
El Niño Adaptado Positivo o adecuado se ha programado por mensajes del
Padre Crítico Positivo y del Padre Protector Positivo, los cuales le permiten
crecer y adaptarse a las circunstancias que lo rodean, y obtiene, de esta
manera, lo que desea en forma adecuada.
Esta parte del niño sabe respetar la autoridad y recibir la protección necesaria
en el momento preciso. El Niño Adaptado Positivo tiene permiso para vivir,
crecer, superarse, tener conductas convenientes en la familia, con su pareja, en
su profesión, en la sociedad; lleva, de esta forma, una vida sin conflictos,
aunque requiera, constantemente, de refuerzos para desarrollar sus aptitudes.
El Niño Adaptado Negativo es el que en su respuesta conductual formula
destrucción a los demás o a sus propiedades, con el fin de llamar la atención.
Su actitud observada desde la más tierna infancia, busca el reconocimiento,
aunque sea a costa de un castigo. Además, cumple el mandato "esto me
sucede siempre a mí", y con ello exculpa su acción negativa. El Niño Adaptado
Negativo se reconoce, en el lenguaje transaccional, como Niño Sumiso, por
una parte, o Niño Rebelde, por otra.

Niño Sumiso

Es aquel que se comporta de forma automática, aceptando los mandatos de la


figura paterna y llevándolos a cabo en su conducta diaria. Por ejemplo, cuando
llega una visita, la mamá le dice a su hijo: "Pablito, siéntate en esa silla" y
Pablito obedece y permanece sentado hasta que mamá le dice que se retire.
Este Niño Sumiso, cuando se convierta en hombre, aceptará sin dilación ni
discusión ni más nada, el mandato de su jefe, de su profesor, del sacerdote o
de todas las figuras que simbolicen autoridad, cumpliendo el mensaje sin
criterio para actuar por sí mismo.

Niño Rebelde

El Niño Rebelde, por el contrario, no acepta el mandato y no lo cumple.


Ejemplo: en el caso de Pablito, el padre le dice: "Hijo, siéntate en esa silla".
Pablito le responde: "¿Por qué si estoy bien aquí. Tú siempre quieres que haga
lo que a ti te gusta". O bien, acepta pero no cumple con el mandato. Pablito le
contesta a su papá que sí pero no se sienta en la silla, se sale un momento y
regresa de nuevo a lo que hacía.

El Niño Libre

El Niño Libre es un Estado del Yo que permite al individuo mostrar


automáticamente sus emociones (alegría, afecto, sexo, tristeza, miedo e ira);
que expresa directamente lo que siente, disfrutando de alegría, el afecto y el
sexo, o llorando ante la tristeza, y es capaz de mostrar su ira y su miedo; en fin,
el Niño Libre es el que vive intensamente su emoción auténtica sin que con ello
se perjudique a sí mismo ni a él ni a nadie.
El afecto se manifiesta con actitudes de intimidad, expresando la emoción con
la mirada, con un saludo, un abrazo o un beso, sin que esto incluya,
necesariamente, sexualidad. La realización "sexual" se establece cuando la
plenitud orgásmica se presente y permita al individuo la realización de su
emoción complementada con el afecto; sólo el Niño Libre puede sentirla,
expresarla y disfrutarla.

EL ESTADO DEL YO ADULTO


Llamamos Adulto al Estado del Yo mediante el cual el individuo es capaz de
percibir objetivamente un hecho, una acción, un fenómeno físico, químico
fisiológico o psicológico.
El Adulto tiene también la capacidad para procesar datos históricos de su vida y
dar la respuesta conveniente; en fin, aplica la razón en su devenir diario; se
sitúa en el "aquí y ahora", y desde esta posición calcula sus actitudes con base
en la experiencia adquirida; tiene presente y evalúa los datos del exterior y de
las fuentes internas del Padre y del Niño, al mismo tiempo elige el Estado del
Yo que conviene usar, de acuerdo con las circunstancias en que se encuentra.

E. Berne, en el análisis estructural de segundo orden, considera tres aspectos


del Estado del Yo Adulto: el ethos, el technos y el phatos.

El Yo Adulto representa la suma de los aspectos éticos, de atractivo personal y


eficiencia en el manejo de la información.

En el Adulto reside la capacidad de razonar, investigar, almacenar datos y


experiencias que le permiten al individuo pensar con base en la realidad en que
vive y se desarrolla; de esta manera, el Adulto capta la información de
experiencias vivenciales percibidas de sí mismo y del medio ambiente que le
rodea; forma, así, mediante los sentidos, un "banco de datos" en el que
selecciona o retiene la información que utiliza cuando una motivación excita los
procesos electromagnéticos que se convierten en estímulos y provocan
acciones físicas o psíquicas.
Al Adulto corresponden los juicios lógicos apoyados en la realidad, mismos que
le permiten razonar, decidir y actuar con los demás, de acuerdo con el
momento en que vive. También le corresponden los juicios lógicos apoyados en
la realidad, a través del intelecto, utilizando la voluntad para controlar sus
acciones, las que se exteriorizan en la conducta.
Cuando se utiliza al Adulto, se usan palabras como pienso que conviene ¿por
qué? El tono de voz es modulado, lo que significa que el individuo ha pensado
antes de hablar; la expresión facial es serena y denota concentración y se
adoptan posturas de una persona atenta y activa.

Por otra parte, el Adulto actúa también positiva o negativamente, esto es,
dentro de los sistemas de conductas ok o no ok.
El Adulto ok busca y almacena información adecuada a la realidad, y utiliza
este acopio de datos para razonar y tomar decisiones, pero siempre considera
que lo que haga o diga, no lo perjudique ni a él ni lesione a los demás. Con
esta conducta, el individuo se hace responsable y es autónomo.
El Adulto no ok, por el contrario, carece de información y no se preocupa por
obtenerla, o lo que es peor, acepta una mala información programada en la
irrealidad, cuyo razonamiento, falso e inadecuado, se basa en hechos y
pensamientos que lo conducen a una actitud deshonesta. Además, acepta los
mensajes del Padre no ok y del Niño no ok, de manera que, los deberes y
sentimientos captados en forma inadecuada, influyen en las decisiones que el
individuo toma ante sí mismo y para con los demás.

Vous aimerez peut-être aussi