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Tras la muerte de Salomón en el 922 a.C., el país se dividió en dos. El nombre de Israel
fue mantenido por el reino del norte con capital en Samaria, que fue destruido por los asirios en el
722 a.C. El reino del sur, conocido como reino de Judá, cuya ciudad principal pasó a ser
Jerusalén, siguió existiendo hasta el siglo VI a.C., cuando fue conquistado por el Imperio
babilónico (586 a.C.); comienza así la época del exilio o de la cautividad en Babilonia, término
aplicado al periodo entre la deportación de los judíos de Palestina a Babilonia por el rey
Nabucodonosor II (586 a.C.) y su liberación el año 539 a.C. por el rey persa Ciro II.
La mayoría de los judíos que vivían en Babilonia no regresó a Palestina al final del exilio,
se convirtieron en una parte de la diáspora, o grupo de judíos disgregados en diversos territorios
fuera de Palestina.
Se desarrolló en este período una verdadera religión monoteísta, en la que el Dios de
Israel era visto como el Dios que dirigía la historia universal y el destino de todas las naciones.
La esperanza mesiánica que surgió a partir del exilio de Babilonia, para lograr restaurar el
reino de Judá bajo el liderazgo de un vástago de la estirpe de David, parece justificarse
plenamente cuando Ciro II el Grande (c. 600-529 a.C.), Rey de los Persas, después de conquistar
Babilonia en el 539 a.C., autorizó la repatriación del pueblo subyugado y la restauración del
Templo de Jerusalén.
Sin embargo, el restaurado Estado de Judá no logró alcanzar totalmente esta esperanza,
porque los persas no permitieron el restablecimiento de la monarquía de Judá, sino únicamente el
establecimiento de un estado administrado por un sumo sacerdote.
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Familia de patriotas y gobernantes judíos, que destacó durante los siglos II y I a.C., cuyos miembros son también
conocidos como los Asmoneos (especialmente aquellos que gobernaron desde el 134 a.C.). Los Macabeos dirigieron
al pueblo judío en su lucha por la libertad respecto del poder sirio de los Seléucidas. Sus hazañas y las leyendas que
los rodean se narran en los libros de los Macabeos del Antiguo Testamento.
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Dinastía de reyes macedonios que reinó en Oriente Próximo desde el siglo IV hasta el siglo I a.C. Se estableció
cuando el Imperio de Alejandro Magno se repartió entre sus generales.
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sumos sacerdotes. Esto, unido a la vida ostentosa que llevaban, propia de la monarquía
helenística, provocó una furiosa oposición de grupos como el de la comunidad de Qumrán.
Liderados por sacerdotes disidentes, esta secta estaba convencida de que el templo de Jerusalén
había sido profanado por los Asmoneos, y se vieron a sí mismos como un templo purificado y
aislado en el desierto.
El grupo de Qumrán probablemente pueda ser identificado con los esenios, que ya
aparecen descritos por el historiador judío Flavio Josefo (37 d.C.-c.101), y por otros escritores de
la época. Josefo también describió otros dos grupos, los saduceos y los fariseos, ampliamente
mencionados en el Nuevo Testamento.
Todas las facciones religiosas de aquel periodo, hacían especial hincapié en reconocer la
autoridad de la Sagrada Escritura, a la que, por supuesto, cada grupo dio su propia interpretación.
Veamos con más detención estos grupos político-religiosos del Israel contemporáneo de Jesús y
de la Comunidad cristiana primitiva.
Los Sumos Sacerdotes: El año 30 d.C. el sumo sacerdote en funciones es Caifás y el jefe de su
familia es su suegro Anás, ex sumo sacerdote. Estos hombres son hechura de los romanos, es
decir, de un modo u otro, conviven con el poder romano.
El Sumo Sacerdote era en Israel el máximo jefe religioso de la nación. La institución del
sumo sacerdocio era muy antigua, comenzando, según el Pentateuco, con Aarón, hermano mayor
de Moisés. En tiempos del segundo Templo de Jerusalén (c. 500 a.C.), el sumo sacerdote llegó a
ser considerado como cabeza visible de la teocracia y representante oficial de la nación respecto a
sus gobernantes persas. El sacerdocio se mantuvo fiel a la familia de Aarón hasta la dominación
de Israel por los griegos y, después, por los romanos, cuando los gobernantes extranjeros
comenzaron a otorgar el cargo a hombres de su confianza.
Al sumo sacerdote judío sólo se le permitía casarse con una mujer israelita virgen, y tenía
prohibido cualquier contacto impuro que pudiera mancillarlo. Sus funciones consistían en esencia
en la administración del Templo y de la religión judía. Sólo él podía entrar una vez al año
(durante la fiesta del Yom Kipur3) al recinto más sagrado del Templo, el Sancta Sanctorum, lugar
donde se guardaba el Arca de la Alianza. Utilizaba vestiduras de gran esplendor, excepto cuando
entraba al Sancta Sanctorum, pues entonces llevaba una sencilla vestidura blanca. Proclamaba las
revelaciones divinas, teniendo el privilegio exclusivo de consultar a Dios. Aunque el sumo
sacerdote no contase con la potestad judicial, se podía apelar a él sobre cualquier asunto, y las
decisiones importantes sobre política necesitaban su consentimiento.
LOS SADUCEOS: era un partido a la vez político y religioso, fiel al ideal sacerdotal centrado en el
Templo. Provenían de los círculos más abiertos a la cultura helenista. Cuando se agrupan, la fe en
la resurrección no había llegado a ser creencia general en los judíos; de ahí que rechazaran la
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Yom Kipur (‘día de la expiación’), es la más sagrada de las efemérides judías. Yom Kipur es una jornada de
confesión, de arrepentimiento y de plegarias para que se olviden los pecados cometidos durante el año contra las
leyes de Dios y la alianza con Él. Es también el día en que se supone que se decide el destino de cada persona
durante el año siguiente. Las leyes relativas a esta festividad pueden encontrarse en Levítico 16; 23,26-32; 25,9 y en
Números 29,7-11. En la época del Templo de Jerusalén, el sumo sacerdote ofrendaba sacrificios para la expiación de
los pecados. Durante el ritual, colocaba sus manos sobre un carnero mientras confesaba los pecados del pueblo.
Enseguida, el carnero era llevado al campo y lanzado desde un precipicio. Este acto era un símbolo de la expiación y
del perdón de Dios.
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LOS FARISEOS: eran más rígidos y cerrados que los anteriores. Se reconocían a sí mismos como
una agrupación de hasidim (piadosos). En tiempos de Jesús estaban dominados por el grupo de
los escribas.
Denominados unas veces secta y otras veces, escuela de pensamiento judío, surgen como
grupo o partido independiente en el siglo II a.C. Basaron su identidad en mantener una fuerte
resistencia a todas las influencias griegas o extranjeras que amenazaban con minar la sagrada
religión de sus padres, cumpliendo al pie de la letra lo estipulado por la Ley. Los saduceos se
enfrentaban a los fariseos en asuntos políticos y, en cierta medida, en cuestiones religiosas. Los
fariseos deseaban que el Estado y la totalidad de los asuntos públicos y políticos de Israel
estuvieran regidos y se midieran de acuerdo a la Ley, enfrentándose así con los aristócratas y
saduceos, muy abundantes entre la clase sacerdotal.
La doctrina farisea se basaba en el judaísmo ético, espiritual, y en ocasiones, místico, que
permitió a la religión judía sobrevivir a la destrucción del Templo y del Estado judío por parte del
Imperio romano en el año 70. Posteriormente, el farisaísmo se convirtió en la forma dominante
del judaísmo ortodoxo.
LOS ESCRIBAS: eran “laicos” que actuaban no sólo como copistas, sino como redactores e
intérpretes de la Biblia y de la Ley. Entre los judíos, un escriba era un copista de la Ley o un
secretario que de un modo paulatino se convertía en copista oficial, lo que equivalía, en cierta
forma, a un secretario oficial. El escriba era un hombre culto preocupado por la letra de la Ley y
versado en las Escrituras. Los escribas de los fariseos y de los saduceos representaban diferentes,
y a menudo opuestas, interpretaciones de las leyes del judaísmo. En el siglo I d.C. los escribas
fueron los preservadores del judaísmo tras la destrucción del Templo en el año 70.
LOS ESENIOS: eran también una rama de los hasidim. Entre ellos había círculos similares a una
orden religiosa (con celibato, oración común, comunidad de bienes, etc.). Este grupo religioso
judío, estaba organizado en torno a bases comunitarias profundas y a prácticas de un estricto
ascetismo. La hermandad, que llegó a contar con aproximadamente 4.000 miembros, vivió en
Siria y en Palestina desde el siglo II a.C. hasta el siglo II d.C. Sus principales asentamientos se
encontraban a orillas del Mar Muerto.
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Filón de Alejandría (c. 20 a.C.- 50 d.C.), filósofo judío heleno. Aunque está considerado como el filósofo judío
más importante de su tiempo, Filón hizo tan suyas las doctrinas procedentes de la filosofía griega que debe ser
considerado también como un filósofo helenista que combinó elementos tomados de distintos orígenes dentro de una
unidad original.
5
Plinio el Viejo (c. 23 d.C.-79), escritor y enciclopedista romano, máxima autoridad científica de su época. Escribió
numerosas obras históricas y científicas.
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Flavio Josefo (37 d.C.-c. 101), historiador judío, nacido en Jerusalén, de linaje real y sacerdotal. Hombre a la vez
instruido y mundano, fue miembro del partido fariseo y también una figura pública que, antes de la sublevación judía
contra Roma (66), tuvo buenas relaciones en la corte del emperador Nerón.
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Los Zelotes: formaban otra facción religioso-política judía, conocida por su resistencia fanática
al dominio romano en Judea durante el siglo I. Los zelotes surgieron como grupo político durante
el reinado (37-4 a.C.) de Herodes el Grande.
En el año 6 d.C., cuando Judea pasó bajo dominio directo de Roma y las autoridades
ordenaron elaborar un censo para aplicar impuestos, los zelotes, dirigidos por Judas de Galilea,
convocaron a la rebelión. Aducían que reconocer la autoridad del emperador pagano de Roma
significaría repudiar la autoridad de Dios y someterse a la esclavitud. Un grupo extremista de
zelotes, denominados sicarios (los hombres daga) adoptaron una resistencia violenta, asesinando
romanos y judíos notables que promovían la cooperación con la autoridad de Roma. La rebelión
llevada a cabo por los zelotes ese año fue sofocada enseguida y muchos de ellos murieron, pero
otros continuaron preconizando la resistencia inflexible a los romanos. Uno de los discípulos de
Jesús, Simón, era un zelote (Lc. 6,15).
Según Flavio Josefo, los zelotes desempeñaron un papel importante al promover y apoyar
la sublevación general judía contra los romanos que comenzó el año 66 d.C. Aunque siguieron
atacando a otras facciones judías, lucharon con valentía en defensa de Jerusalén hasta su caída en
el año 70 d.C. Otro grupo de zelotes defendió la fortaleza de Masada ante el asedio de las tropas
romanas hasta el año 73 d.C., cuando prefirieron el suicidio antes que rendirse
Los ancianos del pueblo. Era una especia de aristocracia laica, muy cercano a los círculos
del sacerdocio del Templo y con gran presencia en el Sanedrín.
Una Ley: Afirmaba que el Dios de Israel había revelado su voluntad a su pueblo en
la Ley, Ésta constituía el vínculo que unía a los judíos entre sí.
Un pueblo: Israel era el pueblo de Dios porque el Señor había hecho una alianza
con él, después de haberlo liberado de la esclavitud de Egipto, en el año 1.200 a.C.
aproximadamente.
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Celebrar las Fiestas religiosas. Las tres fiestas de peregrinación son las más
importantes: reúnen al pueblo junto al Templo y refuerzan la fe común.
La pascua celebra la liberación de Egipto. En esta ocasión acuden unos 200.000
peregrinos a Jerusalén. La tarde del 14 de Nisán se inmola en el Templo a los
corderos que come la familia. La fiesta se prolonga durante ocho días.
Pentecostés, cincuenta días más tarde, fue primero la fiesta de la cosecha, pero pasó
a ser la celebración del don de la Ley en el Sinaí, fiesta de la renovación de esa
alianza.
La fiesta de las tiendas es la más espectacular. Para recordar la estancia en el
desierto, cada familia se hacía una choza de ramas en los alrededores de la ciudad.
Dar culto en el Templo. El Templo de Jerusalén era el otro polo de la vida judía.
En él se celebraba a diario el culto a Yahweh. Los sacerdotes desempeñaban las
tareas litúrgicas y ofrecían los sacrificios. El Templo significaba la presencia
permanente del Señor en medio de su pueblo. En el tiempo de Jesús, se trataba del
segundo Templo, reconstruido luego del retorno del cautiverio en Babilonia. Es
segundo Templo era más grande que el primero, pero carecía de las tablas de la Ley,
perdidas después del exilio.
Cumplir la Ley religiosa. Dada por Dios a Moisés, debía ser explicada y adaptada
a las circunstancias cambiantes de la vida. Ello dio lugar a la ley oral o tradiciones
de los padres. El trabajo de interpretación y adaptación de la Ley escrita fue
realizado por los escribas, que ejercían funciones de teólogos y juristas. En tiempos
de Jesús muchos pertenecían al partido fariseo y gozaban de una gran autoridad ante
el pueblo.
Respetar el descanso del sábado. Es, con la circuncisión, la práctica más sagrada.
El descanso estricto, con ciertas actividades muy limitadas y minuciosamente
reglamentadas, tenía que permitir al hombre descansar y alabar a Dios.
judíos, y algunos conceptos de las religiones paganas. Este argumento ha sido popularizado
recientemente por El Código Da Vinci, que afirma que la divinidad de Cristo es el producto
de una “fusión de religiones” realizada por el Emperador Constantino mediante decisiones
del Concilio de Nicea I en el año 325 (siglo IV). Según esto, para los primeros cristianos,
Jesús habría sido considerado un simple hombre, que producto de una votación muy
estrecha, pasó a ser considerado como un ser divino; habría intervenido en todo este
proceso la necesidad política del Emperador de unir el Imperio en torno a su persona,
reforzando así el poder imperial con el lazo de una nueva fuerza religiosa aglutinante: la fe
en la divinidad de Cristo.
Ante esto, vale la pena considerar la fisonomía cultural de las primeras comunidades
cristianas, junto con considerar el medio ambiente cultural helenista y la realidad política
del Imperio romano, pues dentro de sus límites se desarrolló principalmente la fe cristiana.
Los judeo cristianos de lengua aramea. Es decir, los judíos de lengua aramea que han
creído que Jesús es el Mesías. Tienen su origen y sede en Jerusalén (Hechos 6,1 los
llama los hebraioi)
Los judeocristianos de lengua griega. Es decir, los judíos de lengua griega que han
creído que Jesús es el Mesías. Tienen también su origen en Jerusalén (Hechos 6,1 los
llama los helenistas). Los helenistas no son propiamente griegos, sino judíos de lengua
griega, los que naturalmente, no todos serán cristianos (ver Hechos 9,29).
Los etnocristianos (del griego, etnos = pagano, gentil, no judío). Son cristianos
provenientes no del judaísmo, sino del paganismo. No son de Jerusalén y su lengua,
cultura y religión de nacimiento es griega o de ambiente helenizado.
Estos dos grupos, los dos primeros, nacieron junto con el cristianismo, y sólo ellos
pudieron ser relevantes para el desarrollo de la fe en Cristo de los primeros cincuenta años;
es decir, del período que va entre la Pascua de Jesús y el inicio de la redacción de las cartas
de San Pablo, que son los escritos más antiguos del NT.
Los etnocristianos sólo comenzaron a tener una cierta presencia minoritaria en las
comunidades a partir del llamado Concilio de Jerusalén del año 48, y sólo después del año
70, con la destrucción de Jerusalén, pudo haber comunidades mayoritariamente
etnocristianas.
Veamos algo sobre la destrucción de Jerusalén del año 70. El año 66 ha habido una gran
la rebelión de los judíos contra la autoridad romana, lo que provocó que el emperador Tito,
hijo del emperador Vespasiano, conquistara y arrasara la ciudad en el 70 d.C.
Esta catástrofe puso fin a la historia de la Jerusalén antigua. Este acontecimiento
impactó también a las comunidades cristianas. Posteriormente, en el año 132, hubo un
último y fallido intento de rebelión judía, comandado por Simón Bar kokeba, que terminó
con la destrucción definitiva de Jerusalén; esto significará un cambio más severo todavía
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sobre las comunidades cristianas. Volvamos ahora a la comunidad cristiana primitiva, sus
conflictos internos y con el judaísmo.
Inicialmente debió haber habido mucho intercambio, no exento de tensiones, entre las
comunidades judeocristianas de lengua aramea y las de lengua griega, particularmente en
Jerusalén. Las tensiones entre ambos grupos se centraron en la forma de observar la Ley
mosaica y no en la cristología. Este intercambio lo posibilitaron los judeocristianos
bilingües como Pablo, Bernabé, Pedro, Felipe, Juan Marcos o Silas, entre otros, así lo
demuestran las cartas de Pablo. Incluso no se puede descartar que, entre los seguidores
directos de Jesús en los primeros años, haya habido judíos de habla griega.
Del texto se deduce que el protagonismo de la pelea lo tuvieron los judíos de lengua
griega residentes en Jerusalén, que consideraron inadmisible la predicación de Esteban. Las
razones las vemos en Hechos 6,11-14: las palabras de Esteban son considerabas blasfemas.
Los testigos falsos no mienten, sino más bien tuercen el sentido de las palabras de Esteban,
quien citando a Isaías (66,1-2), resta valor al Templo: Jesús es superior al Templo y a la
Ley, las dos instituciones más sagradas del judaísmo; ver Hechos 7, 55-58: Esteban
confiesa la fe en la divinidad de Jesús.
De paso este acontecimiento, nos demuestra que ya muy temprano (año 32-34), la
joven comunidad cristiana tenía convicciones muy sólidas sobre la divinidad de Jesús, y
esto no era sólo en un plano teórico, sino que implica dar la propia vida por esta fe que
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rompe con el judaísmo, que ha comenzado a perseguir a los creyentes en Jesús. El mismo
Pablo será en su juventud, un celoso judío y fariseo, perseguidor de los cristianos.
La muerte del primer mártir tiene consecuencias inmediatas: la persecución de la
joven comunidad, la huida de los judeocristianos helenistas de Jerusalén, y el sucesivo
inicio de la misión a los paganos realizada por los que escapaban de la persecución. Según
el relato de Lucas, la misión a los gentiles no fue iniciada por los apóstoles, sino por judíos
de lengua griega, que huyendo de la persecución desatada por el martirio de Esteban,
comenzaron la actividad misionera en Samaria, Fenicia, Chipre y Antioquía. Esta
descripción no es un relato idealizado, se trata más bien de datos incómodos: no son los
apóstoles de Jesús los que deciden y comienzan la misión, sino los judeocristianos de
lengua griega, que, huyendo de la persecución del judaísmo oficial, comienzan a predicar
en tierras paganas (Hch 11,19-20).
judía, fieles al culto del Templo, estrictos observantes de la Ley de Moisés. Ellos, sin duda
formaron el grupo más importante de la primera comunidad, y atraían las simpatías de los
fariseos por su celo con respecto a la Ley. A este medio pertenecen los Doce. Los vemos
fieles al culto del Templo. Pero su misión los obliga a estar por encina de los partidos. En
realidad, el jefe de los cristianos “hebreos” es Santiago, “el hermano del Señor” (Gál 1,19),
a quien hay que distinguir de los dos apóstoles de este nombre. Las tensiones entre los
cristianos helenistas y los cristianos hebreos, están implícitamente expresadas en que el
libro de los Hechos (escrito por un cristiano de lengua griega, como Lucas), apenas
menciona a Santiago; dejando así en muy segundo plano lo que constituía la parte más
importante de la Iglesia primitiva de Jerusalén. Esto se debe a que Lucas es discípulo de
Pablo y éste tuvo serias divergencias con Santiago y su comunidad (Gál 2,12). Como
además la comunidad de los cristianos “hebreos” prácticamente desapareció después del
desastre nacional judío del año 70, no es extraño que su recuerdo terminara por borrarse.
Sin embargo, la influencia dominante en las primeras décadas de la Iglesia es la de Santiago
y de la Iglesia judeo cristiana de Jerusalén.
parlante de Jerusalén. Por eso los primeros afectados por las persecuciones habrían sido los
judíos seguidores de Jesús de lengua griega (los cristianos helenistas).
Por otra parte, queda claro que ya antes de Pablo hubo misión a los gentiles llevada
a cabo por los judeocristianos helenistas que huyen de Jerusalén por la persecución después
del martirio de Esteban. Los nuevos cristianos frutos de esta misión, no fueron obligados a
observar la Ley de Moisés y por tanto su cristología es anterior a Pablo, que no puede ser
entonces el inventor del cristianismo, como se lo ha querido presentar. Esto indica que muy
temprano, allá por el año 33, hay ya un cristianismo con una identidad capaz de suscitar una
oposición tan severa como la que se describe en el Nuevo Testamento y de realizar una
revolucionaria misión a los gentiles que desvaloriza la centralidad de la Ley y del Templo.
El líder de esta comunidad en sus inicios es Santiago “el primo del Señor”. En la
epístola a los Gálatas entrevemos su importancia y su tendencia judaizante y conservadora.
Algunos documentos posteriores apócrifos procedentes de medios judeo cristianos
(“cristianos hebreos”) nos revelan ciertos elementos de la vida y fe de estas comunidades.
Por ejemplo, el Evangelio de los Hebreos, que es un evangelio apócrifo del que sólo se
conservan unas pocas citas hechas por autores como Clemente de Alejandría, Orígenes,
Eusebio de Cesarea y San Jerónimo. El texto más antiguo que lo menciona es ''Adversus
haereses'' (''Contra los herejes''), de San Ireneo de Lyon (muerto hacia el 202): critica a los
ebionitas7 por aceptar la autoridad de un solo evangelio "que es según San Mateo".
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Nazarenos, grupo judeocristiano del siglo IV, cuyos miembros mantenían la observancia del ritual judío,
incluyendo la circuncisión, el shabat y las leyes con respecto a la alimentación. También creían en la
divinidad de Cristo y en el apostolado de san Pablo. Los nazarenos se diferenciaban de otro grupo de
cristianos de origen judío, los ebionitas, tanto en sus creencias como por su negativa a aceptar que los
cristianos no judíos pudieran mantener la observancia de los ritos del judaísmo.
Ebionitas (del hebreo ebyon, ‘pobre’), nombre que durante los siglos II y III recibieron los miembros de un
grupo de cristianos de origen judío, que mantuvo muchas creencias del judaísmo. Se supone que la secta se
originó cuando fue suprimida la antigua Iglesia de Jerusalén, en el 135 d.C., por orden del emperador romano
Adriano. Algunos de los judíos cristianos emigraron hacia el este, cruzando el río Jordán hasta Perea (hoy en
territorio jordano), autoexcluyéndose del cuerpo central de la Iglesia cristiana. En un principio, adoptaron un
credo farisaico muy conservador, pero después del siglo II algunos de ellos fueron adoptando una mezcla de
esenismo, gnosticismo y cristianismo. Según los escritos de san Ireneo, se diferenciaban de los cristianos
ortodoxos en su rechazo a la divinidad de Cristo y por considerar a san Pablo un apóstata, porque había
declarado la supremacía de las enseñanzas cristianas sobre las leyes mosaicas. En el siglo III, Orígenes
clasificó a los ebionitas en dos grupos: aquellos que creían en el nacimiento virginal, y aquellos que lo
rechazaban. Para ambos grupos, era sagrado tanto el shabat judío como el día cristiano del Señor, y añoraban
el establecimiento del reino mesiánico en Jerusalén. Se sabe que en el siglo V, en Siria y en Palestina, existían
aún algunos miembros de este grupo.
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me llevó al monte sublime del Tabor, se quedará perplejo al considerar cómo puede ser
madre de Cristo el Espíritu Santo, engendrado por el Verbo. Pero tampoco esto le es a éste
difícil de explicar". Varios comentaristas han encontrado la explicación de este pasaje en el
hecho de que la palabra hebrea ''ruah'' (espíritu) es de género femenino. Otros han sugerido
que en el texto subyace una identificación entre la Virgen María y el Espíritu Santo. El
nombre de María, sin embargo, no se menciona en el pasaje citado por Orígenes.
¿Qué huella dejaron los judeocristianos de lengua aramea (los “hebreos”) en el NT?
Rasgos de este cristianismo de raíz rabínica encontramos en los escritos de Pablo,
numerosas prescripciones morales o fórmulas litúrgicas presentes en los evangelios, tienen
un sabor del judaísmo rabínico.
2. Por otra parte, durante este mismo período, gracias al impulso de Pablo y otros
misioneros helenistas, el cristianismo va ganando terreno en los medios paganos, lo
cual lleva progresivamente a los cristianos de esos medios a desligarse del contexto
judío. Al final se llegará a un cambio de la situación. el judeocristianismo de lengua
aramea, núcleo germinal del cristianismo primitivo, tenderá a desaparecer arrastrado
por el desastre nacional de Israel; mientras que el cristianismo paulino iniciará su
vertiginoso desarrollo en medio de los paganos y dentro de los límites del Imperio
romano fundamentalmente, aunque no exclusivamente. En los umbrales de esta
época tiene lugar el concilio de Jerusalén, que marca la pauta.
El año 49 está marcado por dos episodios que nos revelan la crisis entre los dos grupos
fundacionales de la comunidad cristiana: judeocristianos de lengua aramea (los “hebreos”)
y los judeocristianos de lengua griega (los “helenistas”); los acontecimientos son el
concilio de Jerusalén y el incidente de Antioquía.
El año 48 Pablo, junto con Bernabé, han vuelto a Antioquía; el apóstol expuso a la
comunidad los resultados conseguidos entre los paganos de Asia (Hch 14,27) y las nuevas
perspectivas misioneras. Los gentiles convertidos al cristianismo no eran obligados a las
observancias judías (circuncisión, sábado, etc.); pero, “gente venida de Judea” desconcierta
a la comunidad antioquena, diciendo que la circunsición es obligatoria para todos. El hecho
de que los cristianos, que todavía son considerados como parte de la comunidad judía,
admitan a incircuncisos, es visto como una traición a los ojos del judaísmo. Por eso, bajo la
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El cristianismo paulino se abre a la misión entre los paganos; tal como lo narran los
Hechos de los apóstoles, Pablo y sus colaboradores son los protagonistas de esta misión.
Las Epístolas paulinas también dan cuenta de esta expansión por el mundo helenista.
Entre el 50 y el 53 Pablo fundó las Iglesias de Macedonia (Filipos, Tesalónica) y de
Acaya (Corinto); Hechos nos muestra de manera trágica la creciente oposición que durante
este período encontró Pablo por parte de judíos y de judeocristianos; es decir, el
nacionalismo judío lo perseguirá y logrará primero el arresto de Jerusalén del año 58 y por
fin el martirio en Roma en el 67.
Unos años antes, el 62, las cosas se habían agravado también en Palestina. El 62, en
Jerusalén, es lapidado Santiago, obispo de la ciudad. Aquí serán los fariseos quienes,
temiendo la influencia de Santiago sobre el pueblo, habrían decidido su muerte. Esto revela
la creciente animosidad contra los creyentes en Jesús, pues éstos se oponían a seguir el
mesianismo violento antirromano. En el 66 este nacionalismo judío llega a su paroxismo:
comienza la rebelión contra la todopoderosa Roma. La comunidad cristiana se retira a
Pella, al otro lado del Jordán, lo cual equivalía para ella a dejar de ser solidaria del destino
nacional de Israel. Esta comunidad judeocristiana estaba dirigida por Simeón, el primo de
Jesús, que había sucedido a Santiago. Este gesto, más que ningún otro, señala la ruptura
definitiva de la Iglesia primitiva con el judaísmo.