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To cite this article: Philippe Van Haute & Herman Westernick (2016) La sexualidad y su objeto en
la edición de 1905 de Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad de Freud, The International
Journal of Psychoanalysis (en español), 2:3, 572-603, DOI: 10.1080/2057410X.2016.1351763
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E-mail: p.vanhaute@ftr.ru.nl ; h.westernick@ftr.ru.nl
“Tres Ensayos sobre la Teoría de la Sexualidad”, de Sigmund Freud, es uno de los textos
fundamentales del pensamiento europeo del siglo XX. En él Freud desarrolla una teoría muy
original de la sexualidad para la cual la histeria (y la patología en general) constituyen un
modelo para entender la existencia humana. Freud publicó ese texto cinco veces a lo largo de
su vida. El propósito de este artículo es reconstruir la primera edición con respecto al estatus
y naturaleza de la sexualidad (infantil) en relación con su objeto e investigar cómo y por qué
esta relación cambia en las diferentes versiones del texto. La reconstrucción de la primera
edición es una tarea esencial, aunque a menudo olvidada, para entender la génesis del
pensamiento freudiano.
Introducción
Algunos de los textos fundamentales de Freud existen en diferentes
versiones que fueron publicadas durante períodos más cortos o más largos.
Los ejemplos más evidentes de esto son La interpretación de los sueños, Tres
ensayos sobre la teoría de la sexualidad y Más allá del principio del placer.
Recientemente Ulrike May ha realizado un importante trabajo, muy inte-
resante, sobre la génesis y composición de Más allá del principio del placer.
En ‘El tercer paso en la teoría de las pulsiones: acerca de la génesis de Más
allá del principio del placer’ muestra la importancia de estudiar las distintas
revisiones que condujeron a la versión final de ese texto para entender
Traducido por Stella Maris Rizzo del original en inglés publicado con el título La
sexualidad y su objeto en la edición de 1905 de Tres ensayos sobre la teoría de la
sexualidad de Freud, en Int. J. Psycho-Anal., 97(3), 2:558–589.
Todos los derechos reservados. Traducción autorizada de la edición en idioma inglés
publicada por John Wiley & Sons Limited. La responsabilidad por la exactitud de la
traducción es responsabilidad exclusiva del Instituto de Psicoanálisis y no
responsabilidad de John Wiley & Sons Limited.
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Vienna University Press publicó en 2015 una nueva edición de este texto: S. Freud, Drei
Abhandlungen zur Sexualtheorie (Philippe Van Haute, Christian Huber y Herman Westerink).
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Es realmente muy importante leer los textos de Freud que se publicaron en 1905 (por ejemplo
el estudio sobre Dora) en relación con la primera edición de los Tres ensayos y no desde la
perspectiva de la última edición (1924) como se hace habitualmente. Dicha lectura arroja nueva
luz sobre estos textos. Ver sobre este punto, por ej., Van Haute y Geyskens (2010).
Sin duda Freud se refiere aquí a algunos aspectos clave del consenso cien-
tífico y social contemporáneo sobre la naturaleza de la sexualidad. En los
pasajes iniciales de Psychopatia Sexualis Krafft-Ebing había afirmado que la
sexualidad debía ser definida en términos de su función natural al servicio de
la reproducción. Esta reproducción no debía ser considerada como el resul-
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Como la primera edición de los Tres ensayos nunca fue traducida a otro idioma, en principio
citaremos el original alemán (Freud, 1905a). Colocamos la página correspondiente de la edición
de 1924 publicada en la Edición Standard inmediatamente después del número de página de la
edición original. Cuando la cita pertenece a fragmentos agregados en ediciones posteriores,
citamos a partir de la Edición Standard (Freud, 1905d).
La tercera elaboración que anticipó los Tres ensayos de Freud fue que
Krafft-Ebing, Moll y otros habían implícitamente socavado sus propios
supuestos básicos sobre la oposición entre sexualidad y perversiones. Aunque
nunca abandonaron la estricta distinción entre el instinto sexual normal y sus
desviaciones patológicas perversas, tanto Krafft-Ebing como Moll
desplazaron cada vez más su atención hacia las diferencias graduales entre lo
normal y lo anormal. En Psychopathia sexualis, de Krafft-Ebing, ya se puede
detectar este cambio. Al describir el sadismo, por ejemplo, sostuvo que la
estrecha relación entre placer y crueldad no era específica del sadismo o del
masoquismo sino que en realidad debía considerarse que su origen estaba en
las características generales fisiológicas y psicológicas humanas, tales como
la oposición entre el rol masculino activo y el femenino pasivo en las
relaciones sexuales. También reconoció una relación muy cercana entre
ciertos actos agresivos (como morder) y la naturaleza de la excitación sexual.
La conclusión que Krafft-Ebing extrajo de esto de hecho erosionó sus
supuestos básicos. “El sadismo es, por lo tanto, nada más que una
intensificación patológica excesiva y monstruosa de los fenómenos –posibles,
5
La consecuencia es lo que Arnold Davidson ha descripto correctamente como “un golpe
conceptualmente devastador a toda la estructura de las teorías del siglo XIX sobre
psicopatología sexual” (Davidson , 2001, pág. 79).
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En los Tres ensayos este avance en el pensamiento de Freud se expresa muy claramente en
una nota al pie en el estudio de la homosexualidad: “el enfoque patológico del estudio de la
inversión ha sido desplazado por el antropológico” (Freud, 1905d, p. 139, nota al pie).
Sexualidad y placer.
La sexualidad como placer
¿Qué es, entonces, la sexualidad cuando su modelo es la histeria? ¿Qué
aspectos de la existencia pueden ponerse de manifiesto por medio del estudio
de la histeria? Para contestar esas preguntas Freud primero relaciona la
histeria con las perversiones argumentando que los síntomas histéricos no son
sino expresiones transformadas de las pulsiones que pueden describirse como
‘perversas’ por naturaleza. Después de todo, de sus análisis de los objetos y
objetivos sexuales y su rechazo de una interpretación funcional los impulsos,
Freud deduce que el impulso sexual en realidad consiste en una amalgama de
componentes que se manifiestan en la variedad de objetos y objetivos
‘perversos’. Esta interpretación no funcional, no normativa de la sexualidad
permite llamar ‘perversa’ a la pulsión sexual ‘normal’ y lo que sustancia esta
afirmación es el estudio de la histeria. La histeria acentúa los mismos
procesos y mecanismos psíquicos que encontramos en la existencia humana
normal, y los síntomas histéricos son expresiones de la naturaleza perversa de
la pulsión sexual. Freud escribe a este respecto que “[…] las neurosis son
[…] el negativo de las perversiones” (Freud, 1905a, p. 24/165). En la histeria
presenciamos la manifestación de la naturaleza perversa de la sexualidad, es
decir, las llamadas aberraciones que reconocemos como variaciones de la
llamada sexualidad normal. Según Freud, la constitución histérica acentúa
tres aspectos centrales de la sexualidad (Van Haute y Geyskens, 2012, cap.
1). En primer lugar, la disposición bisexual (Freud, 1905a, pp. 25/166,
62/220). Las conclusiones clínicas de Freud del estudio de la histeria habían
mostrado que la bisexualidad (no anatómica) es constitutiva de la histeria. Es
notable que el caso Dora había mostrado (una vez más) la oscilación azarosa
entre los roles masculino y femenino y los objetos masculino y femenino.
Unos años antes Freud ya había extraído de esto la conclusión de que siempre
había cuatro individuos involucrados en los actos sexuales del histérico: la
orientación masculina/femenina del sujeto y el objeto masculino/femenino
(Freud, 1985, p. 249). A pesar de esto y del hecho de que originalmente
pensaba darle a su texto sobre la teoría de la sexualidad el título Die
menschliche Bisexualität [La bisexualidad humana] (1985, 287), Freud no
proporciona una teoría integral de la bisexualidad en los Tres ensayos. En
segundo lugar, están las “tendencias a toda clase de extensión anatómica de
la actividad sexual” que se encuentran en la histeria más a menudo y con
mayor intensidad en comparación con la sexualidad normal (Freud, 1905a, p.
25/166). Freud se refiere aquí a otro aspecto de su experiencia clínica con
pacientes histéricos. Las formaciones sintomáticas que presentaban siempre
apuntaban a una inclinación hacia las zonas erógenas anal u oral que
producían placer en la primera infancia y que luego fueron reprimidas
mediante la repugnancia y la vergüenza. Estas inclinaciones aluden al hecho
7
Debido a su crítica del enfoque funcional del pensamiento darwiniano contemporáneo, Freud
básicamente rechaza todos los argumentos a favor de la dicotomía de los impulsos de Darwin.
Es interesante destacar que Freud no proporciona ningún argumento nuevo para apoyar la idea
de que la vida psíquica se caracteriza por dos tendencias o ‘pulsiones’ fundamentales.
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Aquí podría haber otro argumento que Freud no desarrolla en el texto que estamos
comentando. Los placeres infantiles son claramente sexuales cuando se integran en la
sexualidad adulta (el beso…). Dado que son ‘sexuales’ al final del desarrollo, deben haber sido
sexuales ya desde el comienzo.
9
Para una interpretación diferente ver Lear (2005, págs. 70-82) y Laplanche (1987, pág. 71).
10
Según Freud, la sexualidad infantil no es más que una inscripción en el cuerpo
(autoerotismo). No hay nada dramático respecto de la sexualidad infantil. Freud la compara con
cosquilleos que se pueden experimentar en diferentes partes del cuerpo (las zonas erógenas).
11
También reconocemos aquí la estructura de ‘acción diferida’ (Nachträglichkeit): un primer
hecho adquiere un significado completamente nuevo cuando es recordado en un segundo
momento luego de la pubertad (Freud, 1895; Freud, 1900, pág. 211).
13
Las pocas referencias a este complejo fueron introducidas en ediciones posteriores, y más
particularmente en las notas al pie de la edición de 1920.
15
Parece surgir claramente del contexto que los ‘intereses’ necesarios para construir una
comunidad son, según Freud, de naturaleza libidinal, pero el maestro vienés no explica –o
todavía no puede explicar- en la primera edición de los Tres ensayos cómo latransformación de
la investidura libidinal de las figuras parentales da origen a los sentimientos sociales. El
establecimiento de lazos sociales no se aborda en este texto. Habrá que esperar a la
publicación de Totem y Tabú para un tratamiento completo de esta temática.
2014, passim). Pero esta referencia todavía está muy lejos de la idea de un
complejo psicológico que estructura el desarrollo de la psiquis humana en el
período infantil y que regula nuestra progresiva inserción en el mundo de la
cultura. Recién en sus textos posteriores, cuando Freud abandona la estricta
dicotomía entre sexualidad infantil (autoerótica) y sexualidad puberal objetal,
ese complejo psicológico se vuelve teóricamente concebible. Sólo cuando la
génesis y el estatus del objeto se transforman en una problemática explícita
para Freud, el complejo de Edipo puede asumir -y asume- un rol estructural
en el desarrollo de la psiquis. 16
16
Volveremos a este tema más adelante en nuestro texto.
17
En esta primera edición Freud concibe la sexualidad infantil, en gran medida, sin ninguna
referencia a la diferencia sexual. La problemática de la diferencia sexual ocupa el primer plano
recién al inicio de la pubertad, cuando la sexualidad encuentra su objeto.
No sólo no queda claro por qué el objeto de la pulsión genital tiene que
ser heterosexual, sino que siguiendo la línea del pensamiento freudiano
tampoco queda claro por qué debería privilegiarse la zona genital como tal.
Freud concibe la pulsión sexual en la infancia como una amalgama de
componentes; la zona genital es uno de esos componentes pero no tiene un
privilegio natural. Proclamar este privilegio parece reintroducir la identifi-
cación de la sexualidad con la pulsión genital. Paradójicamente, fue esta
misma identificación lo que Freud criticó en sus ensayos. Sin embargo, está
implícita en el siguiente fragmento que encontramos en el sumario del texto
freudiano, cuyo propósito es explicar el origen de las perversiones:
Los escritores que abordaron el tema […] han afirmado que la precondición
necesaria de una cantidad de fijaciones perversas es la debilidad innata del
instinto sexual. Así expresada, la noción me parece insostenible. Sin embargo,
tiene sentido si a lo que se refiere es a una debilidad constitucional de un factor
particular del instinto sexual, a saber la zona genital, una zona que controla la
función de combinar las actividades sexuales separadas con el propósito de la
reproducción. Puesto que, si la zona genital es débil, esta combinación –que es
preciso que ocurra en la pubertad- fallará, y el más vigoroso de los otros
componentes de la sexualidad continuará su actividad como perversión.
Pero hay todavía otro elemento básico que debemos remarcar aquí. Ya
hemos analizado en este texto la idea de que encontrar el objeto (en la
pubertad) es esencialmente reencontrarlo, y destacamos en este contexto la
lógica paradojal según la cual reencontrar implica una distancia o una
diferencia entre lo encontrado y lo perdido inicialmente. Algo similar ocurre
con el placer que obtenemos de las diferentes zonas erógenas. Para
entenderlo tenemos que revisar el estudio freudiano sobre los chistes,
publicado el mismo año que los Tres ensayos y el estudio sobre Dora. Freud
se refiere a este texto cuando explica la naturaleza y el funcionamiento de los
placeres preliminares (Freud, 1905a, pág. 57/211). Lo que más parece
interesarle a Freud aquí es la idea de sólo podemos reírnos de nuestros chistes
a través de la risa del otro (Freud, 1905c, pág. 174). Solo la risa del otro nos
permite superar las inhibiciones que se interponen en el camino de nuestro
placer. Freud parece pensar ahora que de manera similar sólo podemos
encontrar los placeres autoeróticos de nuestra primera infancia mediante el
uso del placer del otro. ¿Qué significa esto?
orales se reavivan a través del placer del otro, que es el nuevo objetivo de la
actividad sexual. El placer preliminar es, primero y principal, placer ante el
placer del otro. Una vez más encontramos una distancia insalvable entre
sexualidad infantil y su reinvestidura al comienzo de la pubertad.
Deconstrucción de la normatividad
La teoría de Freud como la encontramos en la primera versión de los
Tres ensayos difiere en muchos aspectos de la imagen que tenemos de su
pensamiento y de la génesis del mismo. Esta primera versión contiene una
deconstrucción radical de la distinción normativa entre patología y
normalidad. Pero ¿esto significa que Freud –suponiendo por un momento que
hubiera permanecido consistente con sus propios puntos de partida- habría
dicho que in sexualibus todo vale? Lo dudamos. De hecho, Freud explica por
qué la sexualidad es intrínsecamente conflictiva. Las formaciones reactivas
de las que habla (vergüenza, repugnancia, culpa, etc.) implican que la
experiencia de la sexualidad nunca carece de limitaciones intrínsecas. La
necesidad de variación también entraña siempre un conflicto potencial. En
nuestra opinión, esto también puede explicar por qué la seducción está
inevitablemente sujeta a una ley (histórica y contingente). Por cierto Freud no
sólo dice que las experiencias de vergüenza, culpa, repugnancia, etc.
pertenecen a la naturaleza misma de la sexualidad, sino también que el
contenido de estas experiencias –qué es exactamente lo que consideramos
repugnante o vergonzoso- depende en gran medida de las circunstancias
culturales y sociales en que vivimos (Freud, 1905a, p. 13/151). Esto implica
que cada cultura se enfrenta con la inevitable tarea de proporcionar contenido
concreto a estas experiencias. O, en otras palabras, ninguna cultura puede
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Esta referencia al teatro, y por lo tanto a la cultura, inevitablemente introduce el problema
psicoanalítico de la sublimación, que Freud menciona en el texto que estamos comentando sin
prestarle mucha atención. En dicho texto Freud considera la sublimación dentro del contexto, o
incluso como una subcategoría, de las formaciones reactivas (Freud, 1905a, págs. 33-34/178).
La desaparición de la histeria
No sólo el estudio del caso del Pequeño Hans y el creciente interés en la
neurosis obsesiva obligaron a Freud a cambiar sus posturas con respecto a la
naturaleza y estatus de la sexualidad infantil. En los años posteriores a 1905,
comienza una intensa correspondencia y un apasionado debate con Jung
sobre la psicosis y la naturaleza sexual de la libido. En 1907 Jung publicó su
libro sobre la demencia precoz en el que se mencionan por primera vez en la
historia del pensamiento psicoanalítico las memorias del ‘Senatspräsident’
Schreber (Jung, 1907). Freud retornaría a estas famosas memorias en su
estudio del caso Schreber, que se publicó en 1911 y que contiene su teoría
más articulada de la patología psicótica (Freud, 1911). También a través de
Jung (y otros colegas como Bleuler y Abraham) Freud se mantuvo al día con
los avances contemporáneos en psiquiatría. Uno de los más importantes fue
la ‘desaparición’ de la histeria (Micale, 1993). Aunque la histeria había sido
uno de los temas centrales de la psiquiatría en la segunda mitad del siglo
XIX, fue ‘desapareciendo’ rápidamente como síndrome independiente al
comienzo del siglo XX. Sus síntomas fueron redistribuidos entre nuevas
categorías diagnósticas de la cuales la esquizofrenia fue sin dudas una de las
más relevantes. 20
19
Esta línea de pensamiento está respaldada por más material insertado posteriormente, como
‘La teoría de la libido’ que reemplaza a la primera definición de la pulsión (ver más arriba) que
ahora se centra en la libido del objeto (Freud, 1905d, pp. 217-219).
20
Es muy elocuente en este contexto que el libro de Jung sobre la psicosis contenga un capítulo
sobre ‘Histeria y demencia precoz’ en el que muestra, entre otras cosas, las grandes similitudes
entre estas dos patologías (Jung, 1907, pp. 81-116)
21
Por último, en ‘La organización genital infantil’ Freud menciona la existencia de una etapa
fálica que sucede a las dos anteriores (Freud, 1923, p. 142).
objeto heterosexual. Esto nos lleva a un tercer elemento del que nos informa
que este fragmento, uno de los aspectos más decisivos del desarrollo del
pensamiento freudiano posterior a 1905. La referencia a una bisexualidad
estructural e invencible que era esencial para la disposición histérica pierde
mucho de su importancia. Tiende a ser reemplazada por una contraposición
entre hetero y homosexualidad de modo tal que es difícil evitar la conclusión
de que la heterosexualidad es el resultado ‘normal’ (normativo) de la
evolución.
Conclusión
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