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En los postreros días vendrán tiempos peligrosos (Parte 1)

El panorama asombroso que de la presente era nos muestra la profecía de Pablo en 2 Timoteo 3 es impresionante, tanto
por su alcance como por su detalle. Humanamente hablando, ni siquiera el inmenso intelecto del apóstol podría haberlo
llevado a percibir las características únicas de la apostasía en el mundo occidental actual.

Es la voz de Dios la que habla en este pasaje, proporcionando a Su pueblo que vive en días de apostasía las
explicaciones, advertencias y guía tan dolorosamente necesitadas para su seguridad y supervivencia.

¿Tenemos un entendimiento adecuado de estos tiempos de inusual y severa impiedad? ¿Cuáles son los peligros
específicos? ¿Dónde debemos enfocar nuestra vigilancia con mayor cuidado, en contra de las artimañas del diablo?
¿Sabemos exactamente cómo el ateísmo dará nueva forma a la sociedad e influenciará incluso a las iglesias?

Hoy en día, el pueblo de Dios se halla profundamente decepcionado a causa del lento progreso de sus esfuerzos
evangelísticos, sintiéndose casi aplastados cuando leen sobre el éxito y las bendiciones de glorias pasadas. Pero los
nuestros son días de una dureza única –“tiempos peligrosos”– y la Escritura nos dice aquí cómo reconocerlos y
responder a ellos.

Poderosos guerreros de la fe, como C.H. Spurgeon nunca tuvieron que enfrentar días como los nuestros. Sus pruebas y
tribulaciones fueron muchas, pero en gran manera de un orden diferente. Él nunca tuvo que proclamar el Evangelio a un
muro de total indiferencia, tan duro como el granito. Su generación de predicadores no enfrentó una sociedad tan
corrupta y pervertida, ni se había degenerado al punto de aprobar el asesinato a gran escala de niños no-nacidos por
causa de deseos egoístas. No hay duda de que la moral pública está considerablemente en un nivel mas bajo, que aún el
de hace cuarenta años, por lo tanto debemos entender nuestra situación en tiempos como estos.

Gracia irresistible
Reconocer la inusual depravación de nuestros días nos conducirá a apreciar la absoluta necesidad de una irresistible
obra de gracia para traer cualquier alma a la conversión y nos hará tener en supremo aprecio cada trofeo de la gracia.
Nos mostrará qué “nuevos” pecados deben ser expuestos en la predicación de la Palabra y nos alarmará y moverá para
proteger a la Iglesia de Jesucristo de la infiltración de la maldad circundante.

Pablo comienza su gran profecía con las palabras “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos
peligrosos”. Él no quiere decir verdaderamente los últimos días (los años finales de esta era), puesto que dice que en
tales días “vendrán tiempos peligrosos [plural]”. En otras palabras, cierto número de tiempos (épocas) peligrosos se
levantarán durante el período de los últimos días, indicando que este período es de larga duración. El término últimos
días (o últimos tiempos) se usa en el Nuevo Testamento principalmente para describir la “época de la Iglesia” entera, la
cual comenzó con la venida del Señor Jesucristo.

En el Día de Pentecostés, Pedro interpretó la profecía de Joel (“sucederá en los últimos días”) como aplicándola a los
eventos de ese mismo día, cuando el Espíritu vino sobre la Iglesia primitiva. Pedro sabía que los últimos días habían
comenzado en ese tiempo.

Hebreos 1:2 habla de los primeros días de la Iglesia como –“estos postreros días”–. El apóstol Pedro habla de Cristo,
quien vino a derramar su sangre –“en estos postreros tiempos por ustedes” (1 Pedro 1:19-20). El apóstol Juan dijo con el
mayor énfasis posible que él vivía en el “último tiempo”, porque muchos anticristos ya estaban hacían presencia (1 Juan
2:18-19).
Consecuentemente, los últimos días comenzaron con la llegada de Cristo y el establecimiento de su Iglesia
neotestamentaria y continuarán hasta que Cristo regrese en las nubes del Cielo[i], con gran poder y gloria. La época
entera de la Iglesia, la era del Evangelio, el período final de la Historia hasta el retorno del Señor, eso significa los
últimos días.

Hasta ahora, los últimos días se refieren al periodo de cerca de 2000 años, y dentro de este período ya ha habido varias
épocas de visible impiedad, caracterizadas por el abandono de la fe y la hostilidad hacia el Evangelio.

De acuerdo con Pablo, estas extremas épocas anticristianas irán y vendrán en ciclos (aunque no necesariamente de
manera uniforme a través del mundo). Se supone que las debemos esperar de cuando en cuando a través de la era del
Evangelio y el pueblo de Dios debe estar atento, teniendo precauciones especiales. Estos tiempos o épocas de maldad
no se levantarán sin advertencia. Las palabras de Pablo –vendrán tiempos peligrosos– indican que tales épocas se fijarán
o establecerán, más bien del modo en que viene una gran tormenta. Habrá una serie de indicios: frialdad espiritual,
oscuridad sobre el conocimiento del Evangelio y una ola de cinismo desarrollándose. Todas estas señales han sido
manifiestas en el Reino Unido durante los últimos cincuenta años.

La tormenta inminente
La señal más temprana de una tormenta inminente en Occidente llegó incluso antes de este período, con el alzamiento
del darwinismo y el humanismo científico. Entonces, después de la I Guerra Mundial, el deber general de adorar
comenzó a desvanecerse, a pesar de que millones de personas continuaban asistiendo a la iglesia. Por otro lado,
aquellos que no asistían continuaron, en términos generales, creyendo en Dios y respetando la ley moral escrita en sus
conciencias. No obstante, comenzó el declive. Al mismo tiempo, el liberalismo se introdujo con sigilo en las principales
denominaciones, socavando la fe en la Biblia.

Después de la II Guerra Mundial las nubes de la tormenta se amontonaron amenazadoramente y para los años sesenta
el temporal del ateísmo comenzó a soplar más fieramente para desarraigar toda planta agradable de fe y santidad. Poco
después, la total furia de la tormenta estalló sobre nosotros. Ahora los verdaderos creyentes son muy escasos y los
portavoces de Satanás (a través de los medios, el mundo del entretenimiento y en las escuelas y universidades) rugen en
su odio contra la pureza, la castidad, la Palabra de Dios y la fe en Cristo.

Pablo nos dice que “los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor…” (2 Timoteo 3:13). En el griego original
literalmente se dice dar un golpe hacia adelante o tomar un atajo, de modo que se pueda avanzar. En una época
malvada las fuerzas de la incredulidad hacen una campaña militante contra la Verdad y la piedad, como pirateando su
camino a través de un bosque. Para ellos la fe y la santidad son obstáculos que deben ser quitados de su senda. Se forjan
voluntariosamente en la promoción de la auto-adoración, el materialismo, auto-indulgencia, el placer y la lujuria, y la
libertad de toda atadura moral.

Tales épocas de maldad siempre han aumentado en pecaminosidad hasta que Dios les ha puesto fin, ya sea por medio
de una poderosa obra de juicio o por una misericordiosa reforma o avivamiento. No se nos ha dicho cuántas épocas de
maldad habrá en la era del Evangelio, pero vemos una indicación en este pasaje de que cada una será significativamente
peor que la anterior, hasta que la última de tales épocas llegue –cuando “venga la apostasía, y se manifieste el hombre
de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios…” (2 Tesalonicenses 2:3-
4).
El progresivo empeoramiento de las sucesivas épocas de maldad está seguramente implicado en 2 Timoteo 3:13,
teniendo en cuenta que este versículo debe leerse en el contexto del versículo 1. En otras palabras, podemos leer “en
los postreros días vendrán tiempos peligrosos… los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor.” Al
conectarse así los versículos, Pablo parece estar diciendo que el grado de maldad empeorará no solamente dentro de
cada época específica de maldad, sino también a lo largo de la serie de ellas.

¿Se convertirá nuestra presente época de impiedad en la mayor y última de todas? Es muy posible que sí. Es ya
impactante en su desafío a los estándares de Dios. Ciertamente, nunca antes hemos visto un odio tan abierto de Dios y
sus leyes en lugares donde antes brillaba la luz del Evangelio. Y cuando recordamos que otros rasgos del fin de la era
(tales como Mateo 24:14) ya están bien avanzados, parece haber muy escaso tiempo para otro ciclo completo de
reforma, bendición, declive y apostasía, antes del fin.

Sin embargo, lo que principalmente debe llamar nuestra atención es el consejo de Dios sobre cómo hemos de
confrontar una época de maldad. Una advertencia vital llega a nosotros a través de la selección de palabras del Espíritu,
“en los postreros días vendrán tiempos peligrosos”.

Un tiempo (o época) peligroso es aquel con el cual es difícil lidiar. El griego indica una dura y fiera influencia que resulta
debilitante y socavante en su operación. Distintas traducciones proponen términos alternativos, tales como difícil,
doloroso o terrible. Pero peligroso es probablemente el mejor, porque el rigor y el dolor de tales épocas está unido con
el riesgo y la inseguridad que representan. ¿Cómo, precisamente, socavarán tales épocas a las iglesias y con respecto a
qué debemos estar especialmente vigilantes?

Desde el punto de vista más obvio, una época es peligrosa porque nos condiciona. ¡Cuánto riesgo hay en estar
circundado por la inmoralidad, la suciedad, la búsqueda de sí mismo y el placer y la lujuria! Incluso los creyentes se
acostumbran pronto a estas cosas, dejan de horrorizarse por ellas y luego, gradualmente, comienzan a absorber nuevos
valores. Una generación más joven ha crecido para quien las perversiones de Sodoma son un asunto completamente
normal. Estos son nuestros hijos, los conversos de la Escuela Dominical y reuniones de jóvenes y deberíamos estar llenos
de ansiedad por ellos. ¿Es acaso extraño que la ocurrencia de adulterio y rompimiento matrimonial se haya
incrementado dentro de las iglesias evangélicas, así como en el mundo? Este es un tiempo peligroso.

Cuando cada programa en la televisión (incluyendo muchos documentales) es introducido y llenado con imágenes y
música de una cultura corrupta, se vuelve un rasgo aceptado y esencial de la vida; el dialecto razonable del día. La gente
más joven no se sorprende que estas cosas mundanas sean catalogadas como aptas en la adoración y en la obra de un
Dios Santo.

El interés personal prevalece


Debido a que el mundo alrededor está tan lleno del interés personal, los creyentes pronto se encuentran a sí mismos
reaccionando a las circunstancias de la misma manera como la gente mundana lo hace. “Voy a reclamar mis derechos y
me iré”, dicen, y el Señor (a través de Pablo) dice, “Vuestra gentileza[ii] sea conocida de todos los hombres.” Incluso los
creyentes se vuelven desafiantes ante sus empleadores, groseros hacia sus colegas e irritables con sus compañeros
creyentes. Calan en ellos las reacciones mundanas y el interés personal y el orgullo se ejercitan libremente.

Hay una razón adicional por la cual los tiempos de extrema apostasía e impiedad son peligrosos o debilitantes. No
solamente las iglesias pueden ser manchadas y arruinadas por los estándares del mundo, sino que encontrarán mucho
más difícil ganar una audiencia para el Evangelio. Humanamente hablando, ahora es mucho más difícil testificar que
hace cincuenta años. La sociedad ha sido sometida a tal lavado de cerebro por ideas malvadas y se ha obsesionado tanto
por estilos de vida pecaminosos, que las personas se hallan mucho más lejos de lo que estaban antes.

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