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Cada año, en las lecturas del Viernes Santo, solemos escuchar la Pasión de Cristo según San Juan y entrar en
un recogimiento especial para contemplar este gran misterio de Amor de Dios por la humanidad. Sin embargo,
decimos ver y escuchar pero nuestra vida sigue en tinieblas. Si realmente creyéramos, sería la luz la que irradiaría
nuestra existencia y estaríamos todos dispuestos a un seguimiento fiel de discípulos amados por Jesús.
La Pasión y muerte narrada por Juan se asemeja a una pintura con múltiples escenas, pero todas ellas
importantes para la comprensión del sentido total de la obra. Cada escena permite llevar una doble intensión, por
una parte la dimensión teológica de cada momento de vida de Jesús hasta su muerte, -entendiendo esta última
como la hora en la que él realiza su misión a plenitud-, pero también el camino del discípulo hasta que le
reconozcamos como el Verbo eterno, el Mesías, el Cristo, el Hijo del Hombre, el Rey y Señor de la historia.
(Alday, 2010).
Siguiendo la propuesta de Salvador Carillo, los capítulos 18 y 19 se pueden estructurar en 10 episodios desde
el huerto de Getsemaní hasta el huerto en donde se le da sepultura:
Preguntémonos:
¿A QUIÉN BUSCAMOS?
¿SOMOS CAPACES DE BEBER LA COPA, QUE CRISTO HA BEBIDO?
¿ERES TÚ DISCÍPULO DE ESTE HOMBRE?
¿VIVO, PIENSO, ACTUO, AMO Y QUIERO TRASNFORMAR MI VIDA COMO UN AUTENTICO
DISCIPULO DEL SEÑOR?
EN EL CORO CANTATE DOMINO, EN MI RELACIÓN CON LOS HERMANOS DE ESTA
FAMILIA, ¿SOY COHERENTE EN MI LLAMADO A SERVIR?