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"El hombre se llamaba Nabal y su mujer se llamaba Abigaíl; ella era muy prudente y hermosa, pero el

hombre era duro y de mala conducta. Era calebita. (I Samuel 25, 3)


Uno de los servidores avisó a Abigaíl, mujer de Nabal, diciendo: «Mira que David ha enviado mensajeros
desde el desierto para saludar a nuestro amo, y se ha lanzado contra ellos. (I Samuel 25, 14)
Tomó Abigaíl a toda prisa doscientos panes y dos ordres de vino, cinco carneros ya preparados, cinco
arrobas de trigo tostado, cien racimos de uvas pasas y doscientos panes de higos secos, y lo cargó sobre
unos asnos, (I Samuel 25, 18)
Apenas vio a David, se apresuró Abigaíl a bajar del asno y cayendo ante David se postró en tierra, y (I
Samuel 25, 23)
David dijo a Abigaíl: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro. (I Samuel
25, 32)
Cuando Abigaíl llegó donde Nabal, estaba celebrando en su casa un banquete regio; estaba alegre su
corazón y completamente borracho. No le dijo una palabra, ni grande ni pequeña, hasta el lucir del día.
(I Samuel 25, 36)
Oyó David que Nabal había muerto y dijo: «Bendito sea Yahveh que ha defendido mi causa contra la
injuria de Nabal y ha preservado a su siervo de hacer mal. Yahveh ha hecho caer la maldad de Nabal
sobre su cabeza.» Envió David mensajeros para proponer a Abigaíl que fuera su mujer. (I Samuel 25, 39)
Llegaron los mensajeros de David a casa de Abigaíl en Carmelo y le hablaron diciendo: «David nos envía
a ti para tomarte por mujer.» (I Samuel 25, 40)
Se levantó Abigaíl apresuradamente, montó en su asno y, seguida de cinco de sus siervas, se fue tras los
enviados de David y fue su mujer. (I Samuel 25, 42)
Se asentó David con Akís en Gat, él y sus hombres, cada cual con su familia; David con sus dos mujeres,
Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal, de Carmelo. (I Samuel 27, 3)
Habían sido llevadas las dos mujeres de David, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo.
(I Samuel 30, 5)
Subió allí David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl la mujer de Nabal de Carmelo. (II
Samuel 2, 2)"
"su segundo, Kilab, de Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo; el tercero, Absalón, hijo de Maaká, la hija de
Talmay, rey de Guesur; (II Samuel 3, 3)
Absalón había puesto a Amasá al frente del ejército, en lugar de Joab. Amasá era hijo de un hombre
llamado Yitrá el ismaelita, que se había unido con Abigaíl, hija de Jesé, hermana de Sarvia, madre de Joab.
(II Samuel 17, 25)
Hermanas suyas fueron Sarvia y Abigaíl. Hijos de Sarvia: Abisay, Joab y Asahel, tres. (I Crónicas 2, 16)
Abigaíl dio a luz a Amasá, el padre de Amasá fue Yéter el ismaelita. (I Crónicas 2, 17)
Estos son los hijos que le nacieron a David en Hebrón: el primogénito Amnón, hijo de Ajinoam, de Yizreel;
el segundo, Daniel, hijo de Abigaíl de Carmelo; (I Crónicas 3, 1)"
Abigail: un ejemplo de prudencia
La Biblia alaba la virtud de la prudencia. ¿Pero cómo
aprendemos a ser prudentes? Una forma de hacerlo es
siguiendo el imperecedero ejemplo de una mujer de fe
como Abigail.

Tito 2 exhorta a las mujeres de Dios “a ser prudentes” (v. 5).

La prudencia puede definirse de dos maneras: es la cualidad de comportarnos y hablar sin


ofender a nadie ni revelar información privada; y también la libertad de decidir qué se debe hacer
en cierta situación.

¿Cómo puede una mujer cristiana aprender estas cosas?

De todas las mujeres de fe cuyas vidas fueron preservadas en la Biblia, hay una que
indudablemente se destaca cuando hablamos de prudencia. Esa mujer es Abigail; su ejemplo es
sin duda algo digno de considerar.

El escenario

En 1 Samuel 25:1-13, vemos a David huyendo del rey Saúl en el desierto de Parán. Sus hombres
habían comenzado a cuidar del ganado en los alrededores de su escondite, incluyendo el ganado
de un hombre rico y maleducado llamado Nabal. Cuando llegó el tiempo de la esquila (un tiempo
de comida, bebida y fiesta), los hombres de David pidieron una recompensa por haber protegido
los animales de este acaudalado hombre. Nabal, sin embargo, se rehusó arrogantemente,
insultando y humillando a David y sus hombres, por lo que David se enojó mucho e ideó una
venganza en medio de su ira: no quedaría un solo hombre vivo en la casa de Nabal.

Oyéndolo, un atemorizado siervo de Nabal le avisó a Abigail del inminente desastre: ¡había que
hacer algo!

Conozca a Abigail

Cuando Abigail aparece por primera vez en escena, es una mujer casada; ya fuera por voluntad
propia o por un acuerdo entre su padre y su futuro novio como era la tradición, la Biblia no lo
dice. Lo único que sabemos es que Nabal, un exitoso ganadero de ovejas, se consiguió una esposa
no sólo hermosa, sino, como dice la Biblia, también “de buen entendimiento”.
Desafortunadamente, lo que Abigail consiguió fue un esposo difícil, “duro y de malas obras” (1
Samuel 25:3).
El desafío de Abigail era aprender a vivir en paz con su mezquino esposo y a la vez mantener su
integridad y fortaleza de carácter. Para ello, tuvo que aprender a ser prudente en sus palabras y
acciones para lograr los mejores resultados.

Ser prudente a veces significa actuar rápido para evitar desastres

Abigail no tardó en darse cuenta de la gravedad del asunto cuando escuchó las palabras del
siervo: “Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra
nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda
hablarle” (v. 17).

Abigail no perdió ni un segundo y se apresuró a preparar una ofrenda de paz con la esperanza de
aplacar la ofensa: “doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas
de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos”, todo cargado
en asnos y enviado por adelantado con sus siervos para encontrar a David en el camino (v. 18).
Ella iría al final. Sólo el tiempo mostraría si su plan había funcionado.

Y sólo el tiempo mostraría qué consecuencias debería enfrentar si vivía para confesarle a Nabal
lo que había hecho.

Ser prudente a veces requiere de valentía y humildad

Abigail conocía la reputación de David. Sabía que el hijo menor de Isaí lideraba una banda de
parias armados y experimentados en batalla que huían del enloquecido rey Saúl. ¿Habrá
temblado mientras se acercaba a ellos, con su pequeña figura solitaria avanzando hacia una tropa
de 400 hombres que buscaba venganza?

Al ver a David, Abigail inmediatamente se bajó de su montura y se dejó caer a sus pies rogando
por compasión. Pidió misericordia respetuosamente, e incluso se ofreció para asumir la culpa de
la insensata ofensa de su esposo.

El corazón de David finalmente se ablandó y vio lo disparatados que habían sido sus actos.
También reconoció la sabiduría de la petición de Abigail.

“Y dijo David a Abigail: Bendito sea el Eterno Dios de Israel, que te envió para que hoy me
encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a
derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. Porque vive el Eterno Dios de Israel que me
ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a
mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón.

“Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he
oído tu voz, y te he tenido respeto” (vv. 32-35).

Valentía y fe

Hay muchas cosas en la vida que requieren de valentía. A veces también se requiere mostrar
respeto y ser sabios y prudentes para determinar el curso de acción que sea más favorable para
todos.
Abigail estaba casada con un hombre cuya insensatez tuvo consecuencias nefastas y, dadas las
circunstancias, se dio cuenta de que sólo ella podía evitar el inminente desastre y proteger su
casa. Así que actuó.

La Biblia no dice si oró al respecto, pero en los versículos 26-31 Abigail menciona al Eterno por
lo menos siete veces. En algunas de ellas vemos su profunda fe en el propósito y plan de Dios
para David, como sucede con el recordatorio que le hizo al futuro rey acerca de la presencia de
Dios en su vida.

“El Eterno de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas del
Eterno” (v. 28). “Y acontecerá que cuando el Eterno haga con mi señor conforme a todo el bien
que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel… cuando el Eterno haga bien a mi
señor, acuérdate de tu sierva” (vv. 30-31).

Abigail creía y tenía fe en que Dios cumpliría sus promesas a David: él recibiría el reinado de
Israel y su casa perduraría. Ella dijo estas palabras con absoluta confianza mucho antes de que
se hicieran realidad, lo cual demuestra que ella definitivamente creía en Dios.

Ser prudente a veces significa encontrar el momento adecuado

Cuando Abigail regresó a su casa, Nabal había hecho un banquete y estaba completamente ebrio.
La Biblia dice que Abigail no le contó lo sucedido entonces, pero no porque quisiera ocultárselo,
sino porque era importante encontrar el momento apropiado.

Teniendo en cuenta experiencias pasadas, Abigail probablemente esperaba consecuencias


negativas cuando al día siguiente le confesó a Nabal lo que había hecho. Pero en vez de esto , el
corazón de su esposo “desmayó en él” (v. 37), ¡y Nabal murió 10 días después!

Cuando David supo de la noticia, inmediatamente vio la mano de Dios en todo el asunto y dijo:
“Bendito sea el Eterno, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de mano de Nabal, y ha
preservado del mal a su siervo; y el Eterno ha vuelto la maldad de Nabal sobre su propia cabeza”
(v. 39).

Un ejemplo imperecedero

La rápida reacción, valentía, prudencia y fe de Abigail salvaron muchas vidas. Cuando más tarde
David la tomó por esposa, ella sin duda le sirvió al futuro rey de Israel como un recordatorio
constante del valor de la prudencia. Y su historia sin lugar a dudas es un recordatorio para
nosotros en la actualidad.

Para más información acerca de la prudencia y la sabiduría, le invitamos a leer nuestro artículo
acerca de los “Proverbios”. Para conocer más acerca de las mujeres de fe en la Biblia, vea el resto
de los artículos en la serie “Mujeres de fe”.

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