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Texto n°7: Diálogo incluido en la narración.

Inventar una conversación entre dos extraños.

Anochecía más tarde ya, la brisa chocaba en sus mejillas y le producía cosquillas pero no frío, no.

Hoy le tocaba cerrar el local a ella, asunto que no le gustaba para nada. Todas las precauciones de
seguridad le llevaban una hora de su tiempo personal porque, claro, que el laboral debía cumplirlo
en el local abierto. Al terminar con esta tarea pensó en pasar por la heladería de su primo y darse
un gusto pero al recontar la ganancia del día, vio que debía deja su antojito de cucurucho con
dulce de leche y frutos del bosque para otra ocasión donde la suerte se haga presente.

El sol, débil en el horizonte le avisaba que apure el paso, recordándole que la noche se acerca y la
oscuridad engaña. La última oleada de brisa cálida, acompañada por ese rayito primaveral, acaricio
su piel y despidiéndose –Hasta pronto- dio presencia al brusco viento que la retaba por no haber
sido precavida y tener algún abrigo.

Veinticinco cuadras a píe hasta llegar a su casita, esa casucha vieja que heredó de su tía. Llegar a
allí no significo alivio alguno, todavía quedaban cosas por hacer. Afuera una tormenta parecía
aproximarse, ráfagas de viento enfurecidas se agitaban en el exterior. Ella, pacientemente,
colocaba tarritos debajo de las goteras, por si acaso el clima dejaba de amenazar y largaba el agua
de una vez por todas.

Ya en la medianoche, como truenos violentos alguien golpeaba su puerta. Ella paralizada por la
fuerza del llamado, no pudo hacer otra cosa que quedarse quieta en el lugar. Ya en el cuarto golpe,
con temor e inseguridad pregunto: -¿Qui… quién es?

Como respuesta lo que obtuvo fue la puerta abriéndose abruptamente, dejando entrar una
correntada de viento frío que estaba acompañado por la lluvia.

-He venido a buscarte, tu vida no puede continuar. Soy Casandra, la tormenta que provocaste me
trajo a vos.

-¿A a a a bus… buscarme? Pe… pero si yo no provoque nada.

-Hace tiempo me transmitiste tu deseo de partir. Tu señal final fue esta tarde, cuando te
despediste del Sol. Me invocaste. El viento, el frío, la tormenta. Soy yo y también sos vos. Ahora
nos llegará la muerte, debemos ir.

En el exterior, el viento cesó pero la lluvia seguía latente, ya no era violenta ni intimidante. Ahora
caía suavemente, ligera, parecía estar sincronizada con el lagrimeo de la muchacha que en un acto
sincero reconoció querer estar muerta.
-Nunca pensé que mi señal fuera captada, a veces dudaba de la fuerza de mi deseo pero si llegaste
a mí es porque lo quise como nunca quise algo. Estoy dispuesta a ir, no hare objeción alguna pero
déjame, por favor, ser por última vez. Ser primavera, ser mi Yo favorita. Hacerme cosquillas con la
brisa perfumada de las flores, humedecer mi piel con el rocío de la mañana y bailar, por última vez,
al compás de las aves.

Instantáneamente paró de llover, el frío se volvió calor y la noche, dejo de ser noche para
convertirse en día, un día mañanero y primaveral, mariposas y aves de colores alegres
revoleteaban por el jardín de la casucha, un jardín que antes de la visita de Casandra no gozaba de
buena salud, su pasto no era de un verde feliz, su árbol tenía muchos años de plantado y su tronco
hongueado atraía a las arañas. Pero esa noche de tormenta transformada en mañana primaveral
permitió que todos sean de color vida, en especial ella. Ella que nunca tuvo tanto color vida como
en ese instante inconcebible.

-Es el momento.- Interrumpió Casandra- El paso, desde el sentido hacia el infinito puro.

-Ahora, que he de disfrutar de ese color que me fue privado en vida, estoy más que dispuesta a
morir.

-Donde iremos, los suceso vividos no tienen lugar, todos los recuerdos se quedaran acá, con tu
cuerpo, con tu sexo, con tu nombre. Yo Tormenta y vos Primavera. Viento y Brisa. Noche y Día.

Casandra, percibió la incertidumbre en el aire, el asombro de la piel y ligeramente el miedo de la


mirada en ella.

-No temas.- Replicó con cierta dulzura; dulzura que solo el atardecer acostumbraba a demostrarle.

-No temó, es solo que me cuesta pensarme sin este cuerpo en el que habito, sin este sexo y sin
este… bah. No quiero pensarme más, quiero irme. Irme con la impronta primaveral de hace un
instante.

Y sin más lenguaje, emprendieron viaje, Ella que solía ser tormenta para convertirse en primavera y
su reflejo, Casandra, que no era ella sin ser la otra. Puede ser confusa o fantasiosa su partida, pero
doy por seguro que volverán en mil lugares, y volverán en mil vidas, siempre ciertas.

Porque es el fin.

El fin que es principio.

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