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Se me impone la tarea de soltarte para poder agarrarme de mí otra vez.

El regreso
repetido de tu ausencia golpea mi cama vacía llena de recuerdos que algunos ya no
recuerdo si pasaron alguna vez. Te invento con pinturitas de colores y te doy la forma que
necesito que tengas para no quedarme con esta soledad de plomo, que vengo cargando
hace tiempo en este cuello encorvado y lastimado.
Sé que no sos vos. No me importa ni como te llames. Solo me encierro en tu imposibilidad
de quererme un poco más y mejor. Esa es mi batalla. Mi trofeo es recuperar tan solo algo
de todo lo que otros se llevaron. Y de repente y otra vez, vos también sos todos los otros.
No me abandones.
A veces me cuesta recopilar una sola razón que justifique este amarre obsesivo y doloroso
a un refugio inexistente que deseo que me salve, mientras veo y siento, cómo me hunde.
Vos no existís. Ya lo sé. Es mi cabeza llena de miedos que llora por las noches suplicando a
nadie que no me vuelva a dejar. No me importa tu nombre. Es la herida del desamor que
vuelve a temblar. A veces uno tarda una vida en aceptar que alguien no te ama. Todavía
un largo tramo me queda en espera. Ya sabemos que vos no sos mi amor. Por eso no te
come una culpa que no te corresponde y me dejás sola a cada rato, en esta habitación
desolada sin dar ni media explicación. No, no lo sos. Sos simple y complejamente un
eslabón más en la cadena de fracasos que arrastro desde que tengo memoria.
No sos nada en mí.
Tan solo sos, un nuevo intento de poder sanar todo lo que traigo atrás. Como si tu amor,
pudiera curarme las rajaduras del pasado.
Por eso sé que no sos nadie. Y sin embargo hoy, sos todo lo que tengo.
Lorena Pronsky

Me amé en vos. Me vi con esa carcajada de nena descontrolada, arriba de la mesa. Con
ese corazón un poco roto, que parecía estar sanando. Conocí mi templanza, mi espera y
mi armonía. Mi fidelidad inquebrantable y mi deseo deseando desde las entrañas.
Encontré mi simpleza y mi amor desinteresado. Mi mirada cómplice y mis consejos más
sinceros. Confirmé mi carencia de abrazos y me descubrí gozando de tus ojos, clavados en
mis pupilas.
Viajé con mi cabeza a todos los lugares del mundo de tu mano. Me ví en la playa, en la
montaña , en el frío y en el calor. Aunque con un café entre las sábanas y un poco de
música de fondo, tenía todos los viajes ya viajados.
Me escuché la voz que nunca me había oído. Te hablaba con una dulzura que se me
impuso sin calcularla. La ansiedad de verte me devolvió las ganas de pedirte que no te
vayas. Que te quedes. Que me salves.
Me miré por dentro y descubrí que estaba amando mejor. Mejor que cuando
evidentemente no amaba. Te extrañé y entonces me propuse animarme a dar ese salto al
vacío, a la nada y al todo.
Con vos quería mandarme a mudar de todo lo ya establecido. No me comió una sola duda,
no tuve una sola pregunta. Sólo mis propias respuestas. Acá me quiero quedar. Al lado
tuyo . Al lado mío. Dormí en vos.
Un día, con el caramelo en la mano y con la ironía de recibir un regalo vacío, me dijiste
que no podías seguir caminando en mi dirección.
Me acuerdo que empezaste con eso de no sos vos, soy yo. Con la vida y las circunstancias.
Yo te escuché y nada más. Sabía lo que iba a perder cuando te vayas y sabía que estas
cosas no se piden ni se negocian. Tan sólo quise escucharte y dejarte ir.
Mi certeza de que los amores no se reman, me evitó los llantos y cualquier tipo de
lamento. Para eso tenía el baño. Un portazo más no me iba a mover la estantería. Pero me
la movió igual. Porque yo me amaba en vos. Amaba mis propias caricias, mi libertad
espontánea, mis historias nunca contadas y mi sonrisa embobada.
Ahora vos no estás y yo me quedé con todo eso mío, sin saber qué hacer. Conozco la
pelorata de la espera de algo que ya va a llegar, del entonces querete vos y toda la mar en
coche. Pero la cuestión es que yo te extraño a vos, tanto como me extraño a mí.
Siempre sobreviví a todas las historias de amores no correspondidos dignamente. Nunca
fui de quedarme atrás de una puerta en la que no había sido invitada. Después de
vaciarme de todo lo que tenía que decir, me retiraba como tenía que ser. Perder nunca
me tocó el orgullo ni la dignidad. Pero acá la cosa es distinta. Me cuesta, carajo. Acá sí me
cuesta perder. Porque soltarte, me obliga a deshacerme de toda esa otra parte que es con
la que la que me quiero quedar y no puedo.
Yo me amé en vos. Y vos no estás. Qué va a ser de mi enamoramiento conmigo cuando te
suelte. Me dejaste la vara más importante de mi vida. Ahora sé quién soy amando bien.
Amando mejor. Pero te tengo que soltar y dejarme ir con vos en mi mejor versión. Me
cuesta. No es fácil. Calculo que puedo con tu ausencia como pude con las demás. Lo que
no me queda muy en claro es qué va a pasar conmigo cuando me vaya con vos.
Otra muerte más se avecina. Otro trozo más, lleno de hilachas por cortar. Supongo que es
el momento de mi propia despedida y a veces cansa esto de sobrevivir. Cansa.
Después, con la mirada más clara y limpia, sé que puedo entenderlo todo y meterlo en
este baúl de sueños que sólo fueron soñados y no llegaron a ser vividos.
Sé que voy a curarme una vez más. Lo sé. Pero, mientras tanto, me voy cansando de
sobrevivir.

Lorena Pronsky

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