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Juan Carlos Portantiero, por su parte, define la transición como “un proceso, extendido
en el tiempo, cuya primera fase es el inicio de la descomposición del régimen
autoritario, la segunda la instalación de un régimen político democrático que se
continua en un tercer momento en el cual, en medio de fuertes tensiones, se procura
consolidar el nuevo régimen”.
Aunque las expectativas y las encuestas recaían sobre Italo Lúder – candidato
justicialista –, el 30 de octubre Alfonsín fue elegido presidente. Su campaña electoral
había estado fuertemente centrada en el tema de los derechos humanos, pero
probablemente fue, además de su carisma personal, su discurso refundacional en
torno a la democracia como valor ético superior reconstituyente de la comunidad
política lo que conformó su caudal político. El nuevo gobierno asumió con la
democracia como promesa de futuro reparador y como automática ruptura con el
«pasado inmoral» y de «violencia».
Ellos llevo a que fuera víctima él mismo en persona del militarismo -como preso
político en anteriores dictaduras castrenses-, Alfonsín sufrió en el poder la reacción de
la derecha. En una visita a la base militar III Cuerpo de Ejército, explotó una bomba
cerca suyo y, además, su gobierno afrontó tres sublevaciones de los militares ultras
'carapintadas' y un ataque de la guerrilla de izquierdas al cuartel de La Tablada.
Los peronistas -en una suerte de 'operación de pinzas' junto a las fuerzas armadas-
boicotearon su presidencia porque intentó democratizar los sindicatos, copados por
los seguidores de Juan Domingo Perón. La central sindical peronista CGT decretó 13
huelgas generales e infinidad de marchas y manifestaciones.
Para terminar, solo decir que son lugar a dudas leer sus reflexiones sobre la política y
el partido es resaltar sus principios republicanos centrada en los sectores excluidos y
valorando la vida humana, social y democrática.