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LA IMPORTANCIA DE RAUL ALFONSIN EN LA TRANSICION A LA DEMOCRACIA.

Transición es una categoría ambigua que tuvo su momento de esplendor en la ciencia


política durante la década de 1980. Esto ocurrió en el marco de un amplio debate
académico en torno a los procesos transicionales desde regímenes autoritarios en
Europa Meridional, África y América Latina, que Samuel Huntington denominó tercera
oleada democratizadora. Argentina atravesó con éxito el proceso de transición
democrática con características particulares que lo diferencian del resto de las
transiciones del continente, sobre las que ejerció una profunda influencia. Si bien se ha
escrito mucho sobre este tema, desde el trabajo pionero de Portantiero y Nun, a
mediados de la década del 1980, poco se ha avanzado en una periodización de la
misma. Por señalando cuales son los acontecimientos que marcan hitos en la
transición democrática argentina y donde Raul Alfonsin y sus decisiones políticas
ocupan un lugar central.

Guillermo O´Donnell es uno de los principales referentes en el debate académico sobre


las transiciones desde regímenes autoritarios. Codirector del trabajo de análisis
comparado más importante sobre este tema, el politólogo argentino define transición
en forma amplia como “el intervalo que se extiende entre un régimen político y otro”.
La transición democrática podría entonces ser definida, en términos generales, como
el período delimitado “de un lado, por el comienzo del proceso de disolución del
régimen autoritario, y del otro, por el establecimiento de alguna forma de democracia
[…]”.

La amplia definición de O´Donnell sitúa la finalización de la transición con el


establecimiento de un gobierno democrático. A partir de ese momento O´Donnell
utiliza la categoría “consolidación”, que se extiende entre la asunción del gobierno
democrático y el momento en que desaparece (al menos como algo inminente) el
peligro de un retorno al pasado autoritario. Al separar la “transición” de la
“consolidación” limita la primera al proceso electoral, incluyendo en la segunda el
momento más complejo (y riesgoso) del afianzamiento de las instituciones
democráticas. Finalizar la transición en la transferencia del poder a un gobierno
elegido por la voluntad popular parece demasiado restrictivo. Además, el proceso
electoral no garantiza el éxito del proceso transicional. Quizá por ese motivo O´Donnell
ha utilizado también la expresión “segundas transiciones” para referirse al período
posterior a las elecciones. La postura de finalizar la transición con la entrega del poder
al gobierno electo, como se desprende del texto de O´Donnell, sigue generando un
amplio debate académico.10

Juan Carlos Portantiero, por su parte, define la transición como “un proceso, extendido
en el tiempo, cuya primera fase es el inicio de la descomposición del régimen
autoritario, la segunda la instalación de un régimen político democrático que se
continua en un tercer momento en el cual, en medio de fuertes tensiones, se procura
consolidar el nuevo régimen”.

La transición democrática argentina tiene características únicas en el contexto


latinoamericano. En primer término porque no surge de ningún acuerdo político entre
el gobierno autoritario y las fuerzas políticas, sino como consecuencia de una derrota
militar externa sumada al fracaso de la política económica de la dictadura. Esto
provocó un rápido paso de la apertura a la democratización pero, al mismo tiempo las
Fuerzas Armadas mantuvieron un alto nivel de autonomía y se mostraron dispuestas a
resistir los intentos de control civil. Luego de las breves etapas de apertura y
democratización (junio de 1982 a diciembre de 1983) encontramos un largo período
de consolidación marcado por la dinámica propia de la revisión del pasado –cosa que
no ocurrió en las transiciones pactadas-. Durante la consolidación democrática, a partir
de diciembre de 1983, ocurrieron una serie de acontecimientos muy importantes que
marcan esa diferencia profunda con las otras transiciones latinoamericanas.

Aunque las expectativas y las encuestas recaían sobre Italo Lúder – candidato
justicialista –, el 30 de octubre Alfonsín fue elegido presidente. Su campaña electoral
había estado fuertemente centrada en el tema de los derechos humanos, pero
probablemente fue, además de su carisma personal, su discurso refundacional en
torno a la democracia como valor ético superior reconstituyente de la comunidad
política lo que conformó su caudal político. El nuevo gobierno asumió con la
democracia como promesa de futuro reparador y como automática ruptura con el
«pasado inmoral» y de «violencia».

Sus primeras medidas fundamentales fueron la anulación de la amnistía por


insanablemente nula (Ley 23.040, 22/12/83); los decretos de persecución penal de las
«cúpulas terroristas» y juzgamiento de las primeras juntas militares (Decretos 157 y
158, 13/12/83); la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
(CONADEP) para investigar sobre los desaparecidos; y la reforma del Código de Justicia
Militar para juzgar los delitos militares por sus propios tribunales con posibilidad de
apelación a la justicia civil (Ley 23.049, 9/2/84). Decretos y leyes que marcan que la
mayoría de las medidas estaba orientada a garantizar la investigación de los crímenes
militares y su juzgamiento, eje central se política de revisión de ese pasado inmediado.

Ellos llevo a que fuera víctima él mismo en persona del militarismo -como preso
político en anteriores dictaduras castrenses-, Alfonsín sufrió en el poder la reacción de
la derecha. En una visita a la base militar III Cuerpo de Ejército, explotó una bomba
cerca suyo y, además, su gobierno afrontó tres sublevaciones de los militares ultras
'carapintadas' y un ataque de la guerrilla de izquierdas al cuartel de La Tablada.

Los peronistas -en una suerte de 'operación de pinzas' junto a las fuerzas armadas-
boicotearon su presidencia porque intentó democratizar los sindicatos, copados por
los seguidores de Juan Domingo Perón. La central sindical peronista CGT decretó 13
huelgas generales e infinidad de marchas y manifestaciones.

También lo enfrentó la Iglesia católica -fuerte aliada de la dictadura de Videla- en


castigo por haber encarcelado a los devotos militares y porque se atrevió a promulgar
la ley de Divorcio, en 1986.

Para terminar, solo decir que son lugar a dudas leer sus reflexiones sobre la política y
el partido es resaltar sus principios republicanos centrada en los sectores excluidos y
valorando la vida humana, social y democrática.

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