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CELEBRAR LA EUCARISTÍA

Una misión que nos toca a todos


Nihil Obstat
Imprimatur
+ Pedro Pablo Elizondo Cárdenas L.C.
Obispo Prelado de Cancún-Chetumal

Celebrar la Eucaristía, una misión que nos toca a todos

Diseño de cubierta: Pbro. Omar M. Cortés


Fotografía: Fr Lawrence Lew, O.P.
www.flickr.com/photos/paullew
www. stock.adobe.com

© Prelatura de Cancún-Chetumal
Av. Puertos s/n entre Av. Kabah y Av. La Costa
SM 33 C.P. 77508
Cancún, Quintana Roo
Tel: (998) 887-42-52
www.cancunchetumal.org

Impreso en México
Printed in Mexico

Esta obra se termino de imprimir en el mes de febrero de 2018


ÍNDICE

Presentación 5

Introducción 9

Decreto del Año Jubilar Eucarístico 11

Decreto de Indulgencia plenaria 14

Decreto de Bendición apostólica 16

Decreto de concesión de Indulgencias 19

Acontecimiento histórico documentado 23

Catecismo Eucarístico

Términos Eucarísticos 29

Lo que creemos con la Eucaristía 34

Recibir la Eucaristía 41

Liturgia Eucarística 48

Adoración Eucarística 54

Temas para el Pre-Congreso

Sacramento Eucarístico, manantial y cumbre 61

Comensalidad y Signos del banquete 71

Comunión: luz y vida de la unidad familiar 83

Cómo vivir un Año de la Eucaristía 91

Apéndice 119

Oración por el Congreso Eucarístico 126


5

PRESENTACIÓN

« Y nosotros hemos conocido


el amor que Dios nos tiene
y hemos creído en Él »
(1 Jn 4, 16).

Reconocer los signos del amor de Dios a lo largo de la


historia de la salvación es ejercicio y tarea principal de
nuestra fe cristiana. Queremos ver aquel momento histórico
de la primera presencia Eucarística de Jesús en nuestra tierra
como un signo de su amor de predilección, cuyo recuerdo y
aniversario nos llena de gozo y no podemos dejarlo pasar sin
mover a gratitud a nuestro corazón.

Por ello, me llena de júbilo convocar a todos los fieles de


esta querida Prelatura de Cancún – Chetumal a la solemne
celebración de los 500 años de la Primera Misa Documentada
celebrada en territorio nacional. La isla de Cozumel tuvo
el privilegio de recibir por vez primera ese gran regalo del
amor de Dios Padre con la presencia de Jesucristo Eucaristía.
Recordarlo con el corazón es agradecerlo al Señor. Recordarlo
en la fe es reavivar en nosotros el fervor eucarístico y despertar
de nuevo el gran asombro de la fe ante este admirable
sacramento.

Para poder celebrar con mayor fervor y estupor este


acontecimiento he decretado un año Eucarístico Jubilar que
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nos permite adentrarnos en el misterio de Cristo que ha


querido quedarse con nosotros y nutrirnos con su Cuerpo
y con su Sangre. Este año Eucarístico es el arranque de la
preparación para vivir llenos de fe un triduo santo que nos
lleve a celebrar agradecida y fervientemente en el año 2020
las bodas de oro de la fundación de nuestra querida Prelatura
de Cancún – Chetumal.

Para participar vivamente en este gran acontecimiento del


V Centenario de la primera Misa en suelo mexicano, hemos
querido promover la realización de un Congreso Eucarístico
Diocesano, en donde a través una intensa preparación
espiritual y doctrinal nos acerquemos al corazón mismo de
nuestras comunidades que se encuentra en la Santa Eucaristía.

Este sacramento de caridad, manantial y cumbre de la actividad


de la Iglesia debe ser estudiado, reflexionado, interiorizado y
experimentado con plenitud por cada creyente. Es por ello que
se ha elaborado este material catequético-doctrinal que será
la base para la sólida formación de los agentes de pastoral y de
cuantos deseen acercarse a las fuentes de la salvación que nos
viene de la recepción amorosa, de la adoración contemplativa
y de la alabanza continua al Santísimo Sacramento del altar.

Deseamos que todas las comunidades de nuestra querida


Prelatura puedan estudiar y transmitir el contenido de este
subsidio, el cual tiene como objetivo hacer de cada bautizado,
un apóstol de la Eucaristía, avanzando en el camino de la
continua conversión a Dios, viviendo una estrecha cercanía
al misterio eucarístico de Cristo y animando a muchas almas
a acercarse sin temor y con total entrega a alabar, bendecir,
adorar y recibir la Sagrada Comunión Eucarística.

Confiamos plenamente en los frutos de santidad y conversión


7

que brotarán de este Año Eucarístico a través de la constante y


amorosa intercesión de Santa María de Guadalupe, estrella de
nuestra evangelización. En su escuela de «mujer eucarística»
se reaviva en nuestras almas el ardor y el creciente asombro
frente al Misterio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.

Caminemos juntos hacia nuestro Congreso Eucarístico y


hagamos nuestro el lema del mismo «Celebrar la Eucaristía,
una misión que nos toca a todos».

+ Pedro Pablo Elizondo Cárdenas


Obispo Prelado de Cancún-Chetumal
9

INTRODUCCIÓN

En el marco celebrativo los 500 años de la primera Misa


documentada en tierra mexicana y en camino de preparación
al Jubileo de nuestra Prelatura, nuestro Obispo nos ha invitado
a todos los fieles de Quintana Roo a vivir un año dedicado a
Cristo Eucaristía, que culmine con un Congreso Eucarístico
y vivir conforme a las exigencias de nuestra fe, tal y como lo
proponía el Papa san Juan Pablo II en su encíclica Ecclesia
de Eucharistia: «Corresponde a los pastores animar, incluso con
el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la
exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo,
presente bajos las especies eucarísticas» (E.E. 25).

Para ayudar a los fieles laicos con la adecuada preparación


para vivir este Congreso Eucarístico, se ha preparado este
material que servirá de guía para valorar y fortalecer nuestro
amor al Santísimo Sacramento.

Este material contiene no sólo el decreto oficial de apertura


del Año Jubilar Eucarístico y de este Congreso, sino además
las Cartas procedentes de la Santa Sede en los que el Papa
Francisco concede a todos los que participen de este Congreso
o lo vivan desde sus parroquias, la Indulgencia plenaria para
quienes estén dispuestos a recibirla, además de su Bendición
apostólica.

Asimismo se adjuntan los datos históricos documentados que


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dan testimonio de la celebración de la Santa Misa por vez


primera en México. Un catecismo eucarístico servirá también
para asimilar interiormente el contenido doctrinal y litúrgico
de este augusto sacramento.

Se integran también los temas para la sólida preparación


inmediata al Congreso Eucarístico, el cuales pueden
desarrollarse en cada parroquia durante los días previos al
congreso por parte de algún agente de pastoral, religiosa o
clérigo.

Como anexos, se ha añadido las actividades prácticas para la


vivencia de un año Eucarístico, promovidas a nivel mundial
para participar del Año de la Eucaristía propuesto por san
Juan Pablo II de octubre 2004 a octubre 2005. Se integra
además un apéndice con material para la recpeción, oración,
la meditación y la alabanza que permita honrar la Sagrada
Comunión.

La lectura oportuna de este subsidio tiene por objetivo ser una


herramienta para el incremento de la fe y como instrumento
de la extensión del mensaje de salvación, la instauración del
Reino de Dios y el cumplimiento fiel de Celebrar la Eucaristía
como una misión que nos toca a todos.

Pbro. Omar Mauricio Cortés Ascencio


Responsable de Contenidos y Formación
del Congreso Eucarístico Diocesano
11

DECRETO DEL
AÑO JUBILAR EUCARÍSTICO
Decreto: Doc/01-2017

DECRETO

Es una gran alegría y un profundo gozo poder celebrar los


500 años de la primera misa documentada en territorio
mexicano, en la Isla de Cozumel. Este es un buen momento
para recoger los frutos que este gran acontecimiento significa
para la Iglesia particular que peregrina en la Prelatura de
Cancún-Chetumal.

La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida y misión de


la Iglesia, por consiguiente debe serlo de cada uno de los
fieles, de cada una de las familias, de cada parroquia, de cada
decanato en esta Prelatura. El crecimiento en la vida cristiana,
es decir, en el conocimiento y amor de Jesucristo y en la vida
de Gracia, se da, sobre todo, por la Eucaristía, compendio del
Misterio Pascual.

Este año debe ser, por lo tanto, un año Eucarístico con todas
las manifestaciones que esto signifique: misas solemnes,
procesiones, horas santas, adoración nocturna, adoración
eucarística perpetua, cuarenta horas, congresos eucarísticos,
catequesis para niños, jóvenes y adultos, etc.

Que el amor, el fervor, la piedad, la devoción a la Eucaristía


sean el motor que mueva y anime este año eucarístico. Y ante
los retos y dificultades que se viven día a día en esta Iglesia
particular sean especialmente iluminadas por el Sacramento
de la Eucaristía.
12

Espero que se anime, unifique y oriente, en forma operativa,


la pastoral de la Prelatura y que a la par pueda responder a los
requerimientos de la situación particular de esta comunidad
diocesana. Además de seguir las indicaciones del Papa
Francisco de ser “una Iglesia en salida”.

La riqueza espiritual que hemos heredado de nuestra historia


en la fe a la Eucaristía nos pide saber apreciarla, conservarla
y acrecentarla.

Con singular alegría y para gloria de Dios, DECRETO el


año jubilar Eucarístico para la Prelatura Cancún – Chetumal
que iniciará el día 06 de Mayo de 2017 y concluirá el día
06 de mayo de 2018. Por feliz y providencial coincidencia
este primer año eucarístico marca el inicio del trienio de
preparación para el gran jubileo de los 50 años de nuestra
querida Prelatura de Cancún – Chetumal.

Caminemos juntos como Iglesia discípula y misionera con


la mirada puesta en Cristo, Buen Pastor, y en su Santísima
Madre, nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la
Evangelización, que de manera singular, nos ha mostrado su
maternal protección, durante estos cinco siglos de maravillosa
historia del amor de Dios a nuestro México.

Dado en Cancún el día 06 de Mayo de 2017.

+ Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, L.C.


Obispo Prelado de Cancún-Chetumal
14 CELEBRAR LA EUCARISTÍA
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 15

DECRETO DE INDULGENCIA
PLENARIA
Protocolo N. 466/17/1

DECRETO

La PENITENCIARÍA APOSTÓLICA, concede con benevolencia la


Indulgencia plenaria gracias a los tesoros celestiales de la Iglesia para el
crecimiento de la religiosidad de los fieles y salvación de las almas a raíz de las
facultades concedidas de modo extraordinario por el santísimo Padre en Cristo
y señor nuestro Francisco, Papa por la providencia divina habiendo recibido las
peticiones recientemente llegadas (a este dicasterio) de parte del excelentísimo
señor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas LC, Obispo Prelado de Cancún-
Chetumal con ocasión del 500 aniversario de la primera Misa (celebrada en la
Nación mexicana) con las condiciones acostumbradas (confesión sacramental,
Comunión Eucarística y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice). Dicha
indulgencia podrá ganarse por parte de los cristianos sinceramente arrepentidos
y movidos por la caridad desde el día 3 de mayo del año 2017 hasta el día 6 de
mayo de 2018 y podrá aplicarse también en sufragio por las almas de los fieles
detenidas en el purgatorio siempre y cuando visiten a modo de peregrinación la
Iglesia catedral o co-catedral u otro templo jubilar determinado ritualmente por
el excelentísimo obispo prelado y ahí participen devotamente de los ritos jubilares
y programaciones propias de acuerdo con los escritos petitorios recientemente
presentados, o al menos dediquen un tiempo oportuno y congruente a las
actividades piadosas, concluyendo con la oración del Señor, el Credo (símbolo de
la fe) y la invocación a la Santísima Virgen María.
Los ancianos, enfermos y todos los que por causas graves no pudieran salir de
sus casas podrán de igual manera beneficiarse de la Indulgencia plenaria con
la reafirmación de desechar cualquier pecado y con la intención de poner en
práctica lo antes posible las tres condiciones acostumbradas (confesión, comunión
y oración por el Papa) uniéndose espiritualmente a las celebraciones jubilares y
ofreciendo a Dios misericordioso sus oraciones, sus dolores y las molestias de su
propio estado.
Esta penitenciaría encarece a los sacerdotes, designados con especiales facultades
para oír confesiones que se ofrezcan con espíritu generoso e incondicional a
administrar el sacramento de la penitencia con el fin de que el recurso al perdón
pueda obtenerse con mayor facilidad, con caridad pastoral.
Se otorga sólo por esta ocasión no siendo obstáculo nada pre establecido.
Dado en roma en las oficinas de la penitenciaria apostólica el día 19 del mes de
abril del año del Señor 2017.

MAURO CARD. PIACENZA,


Penitenciario Mayor
16 CELEBRAR LA EUCARISTÍA
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 17

DECRETO DE BENDICIÓN
APOSTÓLICA
PENITENCIARÍA APOSTÓLICA

Protocolo N. 467/17/1

DECRETO

La PENITENCIARÍA APOSTÓLICA, en virtud de las facultades concedidas


extraordinariamente por el Santísimo Padre en Cristo y Señor nuestro, el Papa
Francisco concede al Excelentísimo y Reverendísimo Padre, Don Pedro Pablo
Elizondo Cárdenas L.C., Obispo prelado de Cancun-Chetumal, que con ocasión
de los Quinientos años de la Primera Misa celebrada en la nación Mexicana, en el
día señalado por la conveniencia de los fieles, imparta después de ofrecido el Santo
Sacrificio a todos los que asistiesen con verdadero arrepentimiento y motivados
por el amor, la Bendición Papal acompañada por la Indulgencia plenaria (una vez
cumplidos los requisitos acostumbrados de la Confesión previa, la Comunión
Eucarística y la Oración por las intenciones del Papa).

Los fieles cristianos que por razones de fuerza mayor no pudieran físicamente
estar presentes, podrán recibir la Bendición Papal, siempre y cuando asistan a
dichas ceremonias con fervorosa intención por medio de la televisión o de la
radio, en el mismo momento en que se llevan a cabo esas celebraciones, obtendrán
también, conforme a la norma del derecho, la Indulgencia plenaria.

Sin que obste nada en contra.

Dado en Roma, en el palacio de la Penitenciaría Apostólica, el día 19 del mes de


Abril del Año del Señor 2017.

MAURO CARD. PIACENZA,


Penitenciario Mayor

CRISTÓFORO NYKEL,
Secretario
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 19

DECRETO DE CONCESIÓN
DE INDULGENCIAS

Decreto: Doc/01-2018

Asunto: Concesión de indulgencias


con motivo del V Centenario
de la primera Misa documentada
celebrada en territorio mexicano.

Al Presbiterio Diocesano
A los institutos de Vida Consagrada
A las sociedades de Vida Apostólica
A todos los fieles laicos

Muy estimados hermanos en Jesucristo:

En los albores de celebrar el Jubileo Eucarístico con motivo


del V Centenario de la primera Misa documentada en
nuestra nación mexicana, tengo el gusto de comunicarles
que el Santo Padre Francisco, a través de la Penitenciaría
Apostólica, nos ha concedido su bendición apostólica y la
indulgencia plenaria a cuantos participemos en el Congreso
Eucarístico Diocesano, el cual se realizará del 3 al 6 de mayo
de 2018 . Hemos recibido el rescrito en donde se establecen
las condiciones para que todos los fieles puedan beneficiarse
de esta sublime gracia durante estos días, desde sus parroquias
y santuarios.

Es importante recordar que la indulgencia consiste en


una remisión de las penas temporales por los pecados ya
perdonados que el pecador debería purgar en la vida presente
20 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

o en la futura antes de poder entrar en la plena comunión


con Dios en el cielo. No olvidemos la enseñanza contenida
en el Catecismo de la Iglesia Católica sobre estas gracias
concedidas que son parte de los tesoros espirituales de la
Iglesia (CEC 1471-1479).

Durante el tiempo en el que se realice el Congreso


Eucarístico Diocesano en Cozumel DECRETO que se
podrá ganar la indulgencia plenaria tomando en cuenta las
condiciones ordinarias para la misma: confesión sacramental,
comunión eucarística, oración por las intenciones del Santo
Padre (Padre nuestro, Ave María y Credo) y el rechazo a
todo pecado. Estas indulgencias, aplicables también por la
intención de algún difunto como sufragio, podrán también
ganarse al hacer por lo menos quince minutos de adoración
al Santísimo Sacramento, visitándolo devotamente en los
siguientes templos:

1. Catedral de la Santísima Trinidad, Cancún.


2. Co-catedral del Sagrado Corazón de Jesús, Chetumal.
3. Parroquia de Corpus Christi, Cancún.
4. Parroquia de Santa Cruz, Cancún.
5. Cuasiparroquia de las Tres Cruces, Cancún.
6. Parroquia de Corpus Christi, Cozumel.
7. Parroquia de Corpus Christi, Playa del Carmen.
8. Parroquia de Santa Cruz, Felipe Carrillo Puerto.
9. Parroquia de Santa Cruz, Chetumal.

En este tiempo de gracia les invito a seguir orando por las


vocaciones al sacerdocio, por los seminaristas y las vocaciones
a la vida consagrada. Los fieles que se encuentren impedidos
por problemas de salud o vejez para realizar estas obras, podrán
ganar igualmente la indulgencia plenaria con la intención
de cumplir a la primera oportunidad con las condiciones
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 21

acostumbradas, si se unen espiritualmente a esta celebración


jubilar, ofreciendo sus oraciones y sufrimientos a Dios a través
de la Virgen María por la Misión evangelizadora permanente
de nuestra Prelatura.

Les exhorto que aprovechemos esta gracia concedida por el


Santo Padre para renovar nuestra fe en Jesús Sacramentado
e iniciar el triduo de preparación para el Gran Jubileo de
nuestra Prelatura, en el cual celebraremos los 50 años de su
fundación en noviembre de 2020.

«¡Sólo desde la Eucaristía brotará la civilización del amor!»


(Benedicto XVI, cfr. DA 128). ¡Sólo desde la Eucaristía,
manantial y cumbre de la vida y misión de la Iglesia sacaremos
la fuerza para ser auténticos discípulos misioneros de Jesús!
(cfr. LG 11)

Dado y firmado en la Sede Episcopal de Cancún, el 05 de


febrero de 2018, Fiesta de San Felipe de Jesús, protomártir
mexicano.

+ Pedro Pablo Elizondo Cárdenas L.C.


Obispo Prelado de Cancún-Chetumal
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 23

ACONTECIMIENTO
HISTÓRICO DOCUMENTADO

ITINERARIO DE LA ARMADA DEL REY CATÓLICO


A LA ISLA DE YUCATAN, EN LA INDIA, EN EL AÑO
DE 1518, EN LA QUE FUE POR COMANDANTE
Y CAPITAN GENERAL JUAN DE GRIJALVA.
ESCRITO PARA SU ALTEZA POR EL CAPELLAN
MAYOR DE LA DICHA ARMADA ( Juan Díaz de Nuñez).

Sábado primer día del mes de Mayo del dicho año (1518),
el dicho capitán de la armada salió de la isla Fernandina
(Cuba), de donde emprendió la marcha para seguir su
viaje; y el lunes siguiente, que se contaron tres días de este
mes de Mayo, vimos tierra, y llegando cerca de ella vimos
en una punta una casa blanca y algunas otras cubiertas de
paja, y una lagunilla que el mar formaba adentro de la tierra;
y por ser el día de la Santa Cruz, llamamos así a aquella
tierra; y vimos que por aquella parte estaba toda llena de
bancos de arena y escollos, por lo cual nos arrimamos a la
otra costa de donde vimos la dicha casa más claramente.
Era una torrecilla que parecía ser del largo de una
casa de ocho palmos y de la altura de hombre, y
allí surgió la armada casi a seis millas de tierra.

Llegaron luego dos barcas que llaman canoas, y en cada


una venían tres Indios que las gobernaban, los cuales se
acercaron a los navíos a tiro de bombarda, y no quisieron
aproximarse más, ni pudimos hablarles, ni saber cosa alguna
de ellos, salvo que por señas nos dieron a entender que al día
siguiente por la mañana vendría a los navíos el cacique que
24 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

quiere decir en su lengua el señor del lugar; y al día siguiente


por la mañana nos hicimos a la vela para reconocer un cabo
que se divisaba, y dijo el piloto que era la isla de Yucatán.
Entre esta punta y la punta de Cozumel donde estábamos,
descubrimos un golfo en el que entramos, y llegamos cerca
de la rivera de la dicha isla de Cozumel, la que costeamos.

Desde la dicha primera torre vimos otras catorce de la misma


forma antedicha; y antes que dejásemos la primera volvieron
las dichas canoas de Indios, en las que venía un señor del
lugar, nombrado el cacique, el cual entró en la nao capitana,
y hablando por intérprete, dijo: que holgaría que el capitán
fuese a su pueblo donde sería muy obsequiado. Los nuestros le
demandaron nuevas de los cristianos que Francisco Fernández,
capitán de la otra primera armada, había dejado en la isla de
Yucatán, y él les respondió: que uno vivía y el otro había muerto;
y habiéndole dado el capitán algunas camisas españolas
y otras cosas, se volvieron los dichos Indios a su pueblo.

Nosotros nos hicimos a la vela y seguimos la costa para


encontrar al dicho cristiano, que fue dejado aquí con un
compañero para informarse de la naturaleza y condición de
la isla; y así andábamos apartados de la costa solo un tiro
de piedra, por tener la mar mucho fondo en aquella orilla.

La tierra parecía muy deleitosa; contamos desde la dicha


punta catorce torres de la forma ya dicha; y casi al ponerse
el sol vimos una torre blanca que parecía ser muy grande,
a la cual nos llegamos y vimos cerca de ella muchos Indios
de ambos sexos que nos estaban mirando, y permanecieron
allí hasta que la armada se detuvo a un tiro de ballesta de
la dicha torre, la que nos pareció ser muy grande; y se oía
entre los Indios un grandísimo estrépito de tambores,
causado de la mucha gente que había la dicha isla.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 25

Jueves, a 6 días del dicho mes de mayo, el dicho capitán


mandó que se armasen y apercibiesen cien hombres,
los que entraron en las chalupas y saltaron en tierra
llevando consigo un clérigo: creyeron estos que saldrían
en su contra muchos Indios, y así apercibidos y en
buena orden llegaron a la torre, donde no encontraron
gente alguna, ni vieron a nadie por aquellos alrededores.

El capitán subió a la dicha torre juntamente con el alférez,


que llevaba la bandera en la mano, la cual puso en el
lugar que convenía al servicio del rey católico; allí tomo
posesión en nombre de su alteza y pidióto por testimonio;
y en fe y señal de la dicha posesión, quedó fijado un
escrito del dicho capitán en uno de los frentes de la dicha
torre; la cual tenía diez y ocho escalones de alto, con
la base maciza, y en derredor tenía ciento ochenta pies.

Encima de ella había una torrecilla de la altura de dos


hombre, uno sobre otro y dentro tenía ciertas figuras, y
huesos, y ceñís, que son los ídolos que el adoraban y según
su manera se presume que son idólatras. Estando el capitán
con muchos de los nuestros encima de la dicha torre, entró
un Indio acompañado de otros tres, los cuales quedaron
guardando la puerta, y puso dentro un tiesto con algunos
perfumes muy olorosos, que parecían estoraque. Este Indio
era hombre anciano; traía cortados los dedos de los pies, e
incensaba mucho a aquellos ídolos que estaban dentro de la
torre, diciendo en alta voz un canto casi de un tenor; y a lo que
pudimos entender creímos que llamaba a aquellos sus ídolos.

Dieron al capitán y a otros de los nuestros unas cañas largas de


un palmo, que quemándolas despedían muy suave olor. Luego
al punto se puso en orden la torre y se dijo misa; acabada esta
mandó el capitán que inmediatamente se publicasen ciertos
26 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

capítulos que convenían al servicio de su alteza, y en seguida


llegó aquel mismo Indio, que parecía ser sacerdote de los
demás; venían en su compañía otros ocho Indios, los cuales
traían gallinas, miel y ciertas raíces con que con que hacen pan,
las que llaman maíz: el capitán les dijo que no quería sino oro,
que en su lengua llaman taquin, e hízoles entender que les
daría en cambio mercancía de las que consigo traía para tal fin.

Estos Indios llevaron al capitán, junto con otros diez o


doce, y les dieron de comer en un cenáculo todo cercado de
piedra y cubierto de paja, y delante de este lugar estaba un
pozo donde bebió toda la gente; y a las nueve de la mañana,
que son cerca de las quince de Italia, ya no parecía Indio
alguno en todo aquel lugar, y de este modo nos dejaron
solos: entramos en aquel mismo pueblo cuyas casas eran
todas de piedra, y entre otras había cinco con sus torres
encima muy gentilmente labradas, excepto tres torres.

Las bases sobre que están edificadas cogen mucho terreno


y son macizas y rematan en pequeño espacio: estos parecen
ser edificios viejos, aunque también los hay nuevos.
Esta aldea o pueblo tenía las calles empedradas en forma
cóncava, que de ambos lados van alzadas y en medio hacen
una concavidad, y en aquella parte de en medio la calle va
toda empedrada de piedras grandes. A todo lo largo tenían los
vecinos de aquel lugar muchas casas,hecho el cimiento de piedra
y lodo hasta la mitad de las paredes, y luego cubiertas de paja.

Esta gente del dicho lugar, en los edificios y en las casas,


parece ser gente de grande ingenio: y si no fuera porque
parecía haber allí algunos edificios nuevos, se pudiera
presumir que eran edificios hechos por Españoles. Esta Isla
parece muy buena, y diez millas antes que a ella llegásemos
se percibían olores tan suaves, que era cosa maravillosa. Fuera
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 27

de esto se encuentran en esta isla muchos mantenimientos, es


decir, muchas colmenas, mucha cera y miel: las colmenas son
como las de España, salvo que son más pequeñas: no hay otra
cosa en esta isla según dicen. Entramos diez hombres tres o
cuatro millas a la tierra adentro, y vimos pueblos y estancias
separadas unas de otras, muy lindamente aderezadas. Hay
aquí unos árboles llamados jarales, de que se alimentan las
abejas; hay también liebres, conejos, y dicen los Indios que
hay puercos, ciervos y otros muchos animales monteses; así
en esta isla de Cozumel, que ahora se llama de Santa Cruz,
como en la isla de Yucatán, adonde pasamos al día siguiente.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 29

CATECISMO EUCARTÍSTICO

1. TÉRMINOS EUCARÍSTICOS

1.1 ¿Qué significa la palabra «Eucaristía»?


Este término proviene de la palabra griega εὐχαριστία/
eucaristía que significa «acción de gracias» o «agradecimiento».
Es llamada también Sagrada Comunión, Cena del Señor,
Fracción del Pan, Santísimo Sacramento, Sagrados Misterios,
Santo Sacrificio o Santa Cena. En la misa, el sacerdote nos
invita a unirnos al sacrificio de alabanza y acción de gracias
cuando dice: «Levantemos el corazón» ... «Demos gracias
al Señor nuestro Dios». Estas palabras introducen la gran
«oración eucarística». La Eucaristía, a menudo acompañada
de los adjetivos «Santa» o «Sagrada», es una forma reverente de
referirse al Cuerpo y la Sangre de Cristo. Cuando ofrecemos
y celebramos la Eucaristía, alabamos y agradecemos al Padre
por su regalo para nosotros. Estamos agradecidos porque Dios
nos ha creado, nos ha redimido y nos ha abierto el camino a la
vida eterna en el cielo. Estamos agradecidos porque Dios nos
da a su Hijo amado como nuestro alimento para este viaje de
la vida.

En los ambientes católicos usamos la palabra más simple


«Misa» para describir toda la ceremonia, la acción de
adoración o el rito de celebrar la Santa Eucaristía. Sin
embargo la Misa («envío» en latín) no sólo consta de la
Liturgia Eucarística sino además de la Liturgia de la Palabra.
Ambos son el alimento de la vida espiritual: Cristo Palabra y
Cristo Eucaristía.
30 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

1.2 ¿Cuál fue el origen de la palabra «Misa»?


La palabra se desarrolló en Europa a partir de las palabras
en latín «misio» o «missa», que significa un envío, en forma
de despedida. En los primeros siglos de la Iglesia, los que
se preparaban para el Bautismo, los catecúmenos, eran
despedidos después de la primera mitad de la Misa. Los
iniciados por completo se quedaban para el rito completo, y
eran despedidos por el diácono o sacerdote al final, como lo
solemos hacer hoy , con las palabras: «La misa ha terminado.
Pueden ir en paz». O bien, en latín: «Ite, missa est». Al escuchar
esta palabra «missa», la gente de Europa occidental la usaba
como un nombre popular para todo el acto de adoración
eucarística.

Hoy en día respetamos esta palabra Misa porque llegó a


representar la fe católica completa en el Sacrificio del Señor
y su Presencia Real, especialmente en los tiempos en que se
negaban estas verdades. Contiene de manera conveniente
toda la acción de este acto central de adoración cristiana, sin
enfatizar ningún aspecto en particular.

1.3 ¿Qué significa «Liturgia»?


Aquí estamos usando otra palabra griega, λειτουργία/
leitourgía que significa realizar un deber, servicio u obligación
pública, que llegó a ser utilizada para describir la actividad
cristiana de adoración pública y oración. En las Iglesias
orientales, la Misa generalmente se llama Liturgia divina.
En nuestra propia tradición romana, el término «liturgia»
ha llegado a significar todo el complejo ceremonial y ritual:
los ritos (texto y celebración), la música y el arte; es decir,
los signos, símbolos y acciones que vemos y escuchamos en
el altar. Hoy este término «liturgia» ha llegado a incluir los
Sacramentos y todas las formas de culto público, aunque
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 31

se refiere principalmente a la Misa1. Se le conoce como


“paraliturgia” a una forma de adoración pública o devoción,
pero no es una misa ni un sacramento, y es probablemente
utilizada para alguna ocasión o propósito especial cuando hay
ausencia de ministros del orden sagrado, pero este término de
paraliturgia no se encuentra en los libros litúrgicos oficiales
de la Iglesia.

1.4 ¿Cuáles fueron los nombres originales de la Misa?


En el Nuevo Testamento encontramos la «fracción del
pan»2 y la «Cena del Señor»3. San Pablo se refiere a comer
la Eucaristía como «Comunión»4 (en griego, κοινωνία/
koinonía). El término manifiesta claramente nuestra unión
con Dios, y desde esta comunión, manifestar nuestra unidad
con los demás a través de la Eucaristía.

Los primeros cristianos también usaron la palabra griega


σύναξις/synaxis, que significa una «reunión» sagrada de
personas. En los escritos de los primeros Padres de la Iglesia,
en los siglos inmediatamente posteriores a la escritura de los
libros del Nuevo Testamento, a la Misa se le llamó «sacrificio»,
«ofrenda», «solemnidad» y «misterios».

1.5 ¿Usamos estas palabras hoy?


Actualmente usamos algunas de estas palabras originales. Son
útiles para describir ciertas partes de la Misa o para resaltar
una dimensión específica de la Eucaristía. Al comienzo
de la misa, el sacerdote invita a la asamblea diciendo
«preparémonos para celebrar estos sagrados misterios». Esto
nos recuerda que la acción eucarística es santa, que Dios
1 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) 1066-1075.
2 Hch 2, 42.46 ; 20, 7
3 1 Co 11, 20
4 1 Co 10, 16
32 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

nos lleva a su presencia divina, y que debemos prepararnos


para adentrarnos al misterio más sagrado al arrepentirnos de
nuestros pecados.

En la noche del Jueves Santo, celebramos la «Misa de la


Cena del Señor», para conmemorar la Última Cena, cuando
Jesucristo primero nos dejó la Eucaristía la noche antes de
ser crucificado. Las palabras «partir el pan» se refieren al
rompimiento o «fracción» de la Hostia, cuando el sacerdote
repite la acción de Jesús en la Última Cena.

De igual manera, la «Sagrada Comunión», es el término


usado para describir el momento en el que nos alimentamos
del Cuerpo y la Sangre de Cristo, esto es el sacramento de la
Eucaristía, entrando en comunión con Dios y en comunión
con toda la Iglesia. Asimismo es llamado «Santo sacrificio»,
proporcionando así una descripción general del corazón de la
celebración de la Eucaristía, el sacrificio de Jesús que se ofrece
como víctima propicia para el perdón de nuestros pecados y
al mismo tiempo, alimento de nuestra vida.

1.6 ¿Qué significa la palabra «Hostia»?


Después de que el pan ha sido consagrado, se le llama
«Hostia», derivado de la palabra latina «hostia», que significa
«víctima». Jesucristo es víctima y sacerdote en la Misa porque
su eterno sacrificio se hace presente cada vez que se celebra
la Eucaristía.

1.7 ¿Por qué usamos la palabra «celebración»?


Llamamos a la Misa una «celebración», la Celebración
Eucarística. De igual modo, nos referimos al sacerdote
que la realiza como el «celebrante». Pero este término no
debemos confundirlo con el significado usual en español de
«celebración» o fiesta en el sentido coloquial. No significa
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 33

que la Misa sea solo una reunión social. La palabra latina


original «celebratio», se refería en un principio a un evento
solemne, a la proclamación de buenas nuevas, a un festival
o a una gran asamblea pública de personas. Todos estos
significados diferentes se unen en nuestra celebración
litúrgica. Por lo tanto, nuestra celebración de la Eucaristía
puede tener diferentes matices. No siempre tiene que ser
alegre. También puede ser sobria y reflexiva. Puede ser festiva
y elaborada, o bastante simple, e incluso se puede celebrar
con poca emoción.

Lo que celebramos es la vida, pues la muerte ha sido vencida


por la resurrección de Jesucristo, quien es la persona más
celebrada en la historia de la humanidad. Por lo tanto, su
obra salvadora es el elemento común en todas las diversas
celebraciones. Celebramos los eventos que nos salvan, como
dice san Pablo: «cada vez que coman de este pan y beban de este
cáliz, proclamarán la muerte del Señor hasta que él venga»5 .

5 1 Co 11, 26
34 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

2. LO QUE CREEMOS CON LA EUCARISTÍA

2.1 ¿Cuál es la mejor manera de resumir la enseñanza de la


Iglesia sobre la Misa?
La Misa es Sacrificio y Sacramento. Estos dos aspectos reúnen
e incluyen todas las verdades de la Eucaristía. Un sacrificio es
la acción de dar algo a Dios, de entrar en una mejor relación
con Dios por el regalo ofrecido. Pero la palabra «sacrificio»
proviene del latín «sacro-facere», que denota la cualidad para
hacer que algo (o alguien) sea sagrado. En un sacrificio,
la víctima ofrecida es santificada, consagrada, apartada o
dedicada. Aquellos que ofrecen a la víctima son santificados
por su ofrenda. Debido a que involucra una ofrenda real, la
Misa es un verdadero sacrificio; de hecho es el único sacrificio
verdadero.

Un sacramento es una acción humana visible a través de la


cual Dios obra una acción invisible. Otra forma de describir
un sacramento es que es un signo visible y exterior que nos
trae la Gracia de Dios. En cada uno de los siete sacramentos
nos encontramos con Dios de una manera especial, una
forma que el Señor ha elegido, para que podamos compartir
la vida sobrenatural aquí y ahora. Los sacramentos son: el
Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía, la Penitencia, la
Unción de los Enfermos, el Orden Sagrado y el Matrimonio.
Pero el sacramento central es la Sagrada Eucaristía, también
conocida como el «Santísimo Sacramento». Así lo afirma
el Concilio Vaticano II al referirse a la Liturgia, sobre todo
Eucarística, que es la cumbre a la cual tiende la actividad de
la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda
su fuerza6.

6 Cfr. Sacrosantum Concilium (SC) 10.


UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 35

2.2 ¿Qué es exactamente el «Sacrificio de la Misa»?


Es el mismo sacrificio que Jesucristo ofreció en la cruz, su
inmolación. El Concilio de Trento enseñó que «una sola y la
misma es la Víctima; y el que ahora se ofrece por el ministerio de
sus sacerdotes es el mismo que entonces se ofreció en la cruz, siendo
solo distinta la manera de ofrecerse»7. En la cruz, Jesucristo
se ofreció por nosotros como sacerdote activo y víctima
obediente, expiando nuestros pecados haciendo un acto
perfecto de amor que se entrega al Padre en nuestro nombre.
Esta ofrenda se perpetúa en cada celebración Eucarística.

2.3 ¿Cristo es crucificado nuevamente cada vez que se celebra


la Misa?
No. Los hermanos de otras denominaciones cristianas a
veces afirman que los católicos creemos en esto. Sin embargo,
nosotros creemos que Cristo murió una sola vez y para
siempre. Su muerte salvadora no se puede repetir. Él se levantó
de entre los muertos y su Cuerpo resucitado y glorioso no
puede sufrir otra vez la muerte. En este evento histórico de
su muerte, Jesucristo ganó nuestra salvación. Pero la forma
en que recibimos los beneficios de esta muerte es a través
del Sacrificio Eucarístico. Este es el canal de la Gracia de la
salvación. Esta es la forma en que Cristo eligió entregarnos
su obra de salvación, aquí y ahora en este tiempo y lugar.

El Concilio Vaticano II enseñó que «la obra de nuestra


redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio
de la cruz por medio del cual “Cristo nuestra Pascua ha sido
inmolado” (1 Co 5, 7) »8.

7 Concilio de Trento, DZ 940 (DH 1743).


8 Lumen Gentium (LG) 3.
36 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

2.4 ¿Cómo sabemos que Cristo eligió esta manera para


mostrarnos su sacrificio?
Los relatos del Nuevo Testamento de la Última Cena usan
todas las palabras judías asociadas con los sacrificios. Por
ejemplo: 1 Co 11, 23-26, Mc 14, 22-24, Mt 26, 26-28, Lc
22, 17-19. Jesucristo habla de «mi cuerpo» y «mi sangre».
La separación de cuerpo y sangre indica que una víctima es
sacrificada. Él dice que su cuerpo es «entregado» (ofrecido)
por nosotros, y que «esta es mi sangre de la Alianza que es
derramada por muchos». Él dice que este es una «nueva
Alianza», un nuevo acuerdo o pacto mutuo entre Dios y su
pueblo.

El sacrificio era la forma en que los judíos sellaban un pacto.


Este será el nuevo y completo sacrificio para su nuevo pacto.
Jesucristo ordena a los apóstoles que vuelvan a conmemorar
sus acciones usando pan y vino: «hagan esto en memoria
mía», instituyendo así el Sacrificio Eucarístico en la Iglesia.

En el Evangelio de san Juan no encontramos un relato de las


palabras eucarísticas del Señor, pero se ofrece a sí mismo y se
consagra en la que ha sido llamada la «Oración del sumo y
eterno sacerdote»9. Anticipa allí su sacrificio que tendrá lugar
el día siguiente, viernes Santo. En Jn 6, 51-58 Jesús promete
su «carne» y «sangre» como alimento sacrificial: «que yo daré
por la vida del mundo». En el pensamiento judío, la sangre era
la fuerza vital, ofrecida a Dios en sacrificios y utilizada para la
purificación de los pecados. Esto entrelaza la interpretación
de las Escrituras de las comunidades hebrea y cristiana.

San Pablo consideraba la Eucaristía como un verdadero


sacrificio porque comparaba el Sacrificio cristiano con los

9 Cfr. Jn 17
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 37

sacrificios paganos10. Al ofrecer y comer, la Eucaristía, los


cristianos se unen en el sacrificio del Señor.

2.5 ¿Cuál es el propósito del Sacrificio Eucarístico?


Hay cuatro propósitos principales o «fines» en el Sacrificio de
la Misa. Jesucristo se ofrece a sí mismo:
1. En un acto de perfecta adoración por amor a nosotros.
2. En acción de gracias por nosotros y por toda la creación.
3. En oración por nosotros en todas nuestras necesidades
diarias.
4. En expiación, para obtener la misericordia divina para
nosotros, en esta vida y la próxima.

A través de su único sacrificio, aplicado a nosotros a través


de la celebración eucarística, podemos adorar a Dios, alabarle
y agradecerle, orar por todas nuestras necesidades y obtener
misericordia y paz para los vivos y difuntos. Esta es la razón
por la cual a la Misa a veces se le llama la gran oración o la
oración perfecta. Nos unimos a Cristo cuando celebramos la
Eucaristía y hacemos nuestra su labor salvífica. «Por Cristo,
con Él, y en Él, a Ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Amén»11.

2.6 ¿Cómo se transforma Cristo, real y presente, bajo las


especies de pan y vino?
Cuando el sacerdote dice las palabras de la consagración, hay
un verdadero cambio en el pan y el vino. La Iglesia llama
a este cambio «transubstanciación», que significa un cambio
en la realidad misma del pan y el vino12. El Papa Pablo VI
enseñó que «convertida la sustancia o naturaleza del pan y del
10 Cfr. 1 Co 10, 14-22
11 Doxología de la Plegaria Eucarística.
12 Cfr. CEC 1373-1377, 1413.
38 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, no queda nada ya nada


del pan y el vino, sino solo las especies: bajo ellas Cristo todo entero
está presente en su ‘realidad’ física, aun corporalmente, pero no a
la manera que los cuerpos están en un lugar »13.

Después de la consagración, ya no hay pan y vino en el altar,


sólo Jesucristo, el Señor resucitado. Lo que está en la patena y
en el cáliz se ve, se siente y sabe a pan y vino, pero realmente
es nuestro Señor Jesucristo. Él no oculta nada de sí mismo.
Él está real, verdadera y sustancialmente presente en su
cuerpo, sangre, alma y divinidad, verdadero Dios y verdadero
hombre. Aceptamos y honramos su «presencia real» mediante
la adoración orante, porque ésta es la presencia personal del
Hijo de Dios, quien nos invita a responder en una relación de
fe, esperanza y amor.

2.7 ¿Cuál es el propósito de recibir la Eucaristía o la Sagrada


Comunión?
El primer propósito de recibir la Eucaristía es unirnos cada
uno de nosotros a Dios. Cristo viene a nosotros y nosotros
vamos hacia Cristo. Recibimos a Cristo pero al mismo
tiempo Cristo nos recibe. «El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo en él»14. Este don de sí mismo nos nutre
espiritualmente, de modo que dependemos de Jesús para la
vida de nuestras almas. «El que me come vivirá por mí»15. Este
don supremo nutre a los cristianos y nos une a la vida eterna
en el cielo. «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo le resucitaré en el último día»16.

Nuestra frecuente y fiel comunión, recibida dignamente,


13 Mysterium Fidei (MF) 46.
14 Jn 6, 56
15 Jn 6, 57
16 Jn 6, 54
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 39

nos ayuda a crecer en gracia y reflejar a Cristo en el mundo,


para llevarlo a aquellos que conocemos y así llegar a ser más
semejantes a Cristo. Estamos llamados a ser semejantes a
aquél a quien hemos recibido.

El segundo objetivo de recibir la Eucaristía es crear una


comunidad cristiana. San Pablo enseña que nuestra recepción
del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos une los unos a los otros.
«Porque hay un solo pan, nosotros, que somos muchos, somos un solo
cuerpo, porque todos participamos de un solo pan»17. El Concilio
Vaticano II describe la Eucaristía como una cena familiar y
un anticipo del banquete celestial18. La unidad de la Iglesia se
celebra y se profundiza en la Eucaristía.

La Eucaristía es nuestro alimento como individuos y como


comunidad, para el viaje de la vida en este mundo, anticipando
así la vida gloriosa de la eternidad con Dios.

2.8 ¿Podemos decir que la Misa es una comida?


Sí, pero hay que clarificar este término para evitar errores.
Jesús ha afirmado: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre
es verdadera bebida»19. Pero se corre el peligro de reducir el
misterio eucarístico a una actividad ordinaria o incluso trivial.
Una “comida” en nuestra cultura tiene una amplia gama de
significados. El lenguaje preciso debería llevarnos a decir
que la Misa es el Sacrificio del Señor en forma de comida
sagrada. Y más que una comida, podemos llamarla banquete
eucarístico.

Una fiesta o banquete está más cerca del significado festivo


17 1 Co 10, 17
18 Cfr. Gaudium et Spes (GS) 38.
19 Jn 6,55
40 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

y rico que es compartir la Eucaristía. El misterio eucarístico


sobrepasa nuestro limitado lenguaje y es difícil encontrar
una palabra que sintetice en realidad la profundidad de esta
comida y bebida sagrada y conservar su significado religioso
esencial y el valioso significado del compartir juntos un
alimento sagrado.

3. RECIBIR LA EUCARISTÍA
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 41

3.1 ¿Cómo debo prepararme para recibir la Eucaristía?


La mejor y más perfecta preparación es reconciliarse con
Dios nuestro Padre y con la comunidad de la Iglesia a través
del sacramento de la Penitencia o la Reconciliación. Una
buena confesión es la mejor manera para recibir santamente
la Comunión. Este consejo de nuestro Señor se encuentra en
el evangelio de san Mateo20, en el que nos hace la invitación
a estar en paz y reconciliarnos con nuestros hermanos antes
de venir al altar a traer nuestra ofrenda a Dios. Es por eso
que intercambiamos el saludo de la paz justo antes de la
Comunión en el Rito Romano de la Misa. San Pablo advierte
sobre la recepción indigna de la Sagrada Comunión y sus
efectos21. Antes de la Comunión debemos orar, buscar la
ayuda de Dios y hacer un acto de contrición sincero.

3.2 ¿Debo confesarme cada vez que vengo a la Comunión?


No. Pero el católico que viene frecuentemente a la mesa del
Señor también debe ser regular y frecuente en el sacramento
de la Reconciliación. Lo que significa “confesión frecuente”
variará de persona a persona.

La Liturgia nos proporciona un rito penitencial al comienzo


de la Misa, que nos prepara para participar en escuchar
la Palabra, ofreciendo el Sacrificio y compartiendo en el
banquete del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este rito está
destinado a llevarnos a un espíritu de contrición personal, y
ciertamente nos quita los pecados veniales.

Pero cabe recordar que este acto penitencial no es un sustituto


del sacramento de la reconciliación, es decir, la confesión
personal con un sacerdote es necesaria especialmente cuando
20 Mt 5, 23-24
21 1 Co 11, 27-34
42 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

se ha cometido un pecado mortal.

3.3 ¿Cómo debería recibir la Eucaristía?


Ante todo, deberíamos recibir sacramentalmente a
Nuestro Señor a través del lenguaje corporal, con respeto y
reverencia exterior. También a través de oraciones privadas
de agradecimiento personal. Después de comulgar y regresar
a nuestro lugar, generalmente nos arrodillamos en oración,
ya que mostramos respeto y gratitud por el Don recibido.
También se supone que vivamos un tiempo para el silencio
interior después de recibir la Eucaristía. Durante este tiempo,
podemos sentir la maravillosa unidad de toda la comunidad,
causada por compartir el cuerpo y la sangre de Nuestro
Señor. Allí acrecentamos nuestra intimidad con Dios y
nuestra solidaridad con los demás. Después de la Sagrada
Comunión, puede continuarse también con un himno
eucarístico, un salmo o una reflexión en oración. Los que no
hayan podido recibir sacramentalmente a Cristo Eucaristía,
pueden igualmente unirse a la intención de la unidad en la
comunión espiritual, haciendo un acto de fe, esperanza y
caridad y deseando recibir a Cristo en su corazón.

3.4 ¿Hay una “manera correcta” de recibir la Eucaristía?


En México, la Conferencia del Episcopado Mexicano ha
decidido a diferencia de otros lugares, mantener la tradición
de recibir la Eucaristía directamente en la boca, extendiendo
la lengua con la cabeza erguida. Puede recibirse de manera
distinta salvo el caso de alguna necesidad particular.

Que las personas se arrodillen o se pongan de pie para recibir


la Eucaristía es una cuestión de costumbres locales. Son
buenos modales ajustarse a las costumbres locales de la Iglesia
donde se adora la Eucaristía, pero a nadie se le puede obligar
a pararse o arrodillarse. El acto de arrodillarse para recibir a
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 43

Nuestro Señor en sí mismo es una acción de reverencia al


Santísimo Sacramento.

La comunión en la mano es una práctica de los primeros siglos


de la Iglesia. Sin embargo en Europa occidental, al menos
desde el siglo IX, la hostia se colocaba directamente en la
lengua. La gente también sólo recibía la Sagrada Comunión
bajo «una sola especie», es decir, sólo bajo la apariencia de pan.
Por otra parte, en la Edad Media, la costumbre de arrodillarse
para la Sagrada Comunión era una práctica universal en
Europa Occidental, y después de la Reforma, en la mayoría
de las iglesias se usaban los comulgatorios.

3.5 ¿Por qué podemos beber del cáliz?


El Concilio Vaticano II restauró la posibilidad de recibir
«bajo las dos especies», al menos en ciertas ocasiones. En una
ceremonia por ejemplo, las personas pueden recibir del cáliz.
En las Misas grupales, cuando los números son pequeños
y se pueden organizar fácilmente, la comunión bajo las dos
especies es normal. Obviamente, es difícil organizar si hay un
gran número de personas.

Hay dos maneras de recibir la Sagrada Comunión bajo las


dos especies:
1. Cuando el sacerdote o el ministro le da el cáliz a cada
comulgante.

2. Por intinción, esto es, cuando la Hostia se sumerge en el


cáliz y se coloca directamente en la boca.
44 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

3.6 ¿Se permite la comunión de “autoservicio”?


No. Jesucristo «se entregó por sus propias manos»22 a
los Apóstoles en la Última Cena. Aquellos ordenados o
autorizados a dar la Sagrada Comunión sirven al pueblo
de Dios a través de este ministerio. El mismo acto de dar
la Eucaristía es una señal de servicio. La gente nunca debe
tomar el cáliz del altar o una Hostia de un recipiente sagrado,
incluso si es sostenido por otra persona, y darse a sí mismos la
Comunión. El cáliz no debe ser pasado por alto. Tampoco es
correcto tomar la Hostia y sumergirla en el cáliz y luego darse
la Comunión. La Eucaristía es siempre «administrada» o dada
a cada comulgante personal e individualmente. El sacerdote,
diácono o ministro extraordinario de la Sagrada Comunión
dice: «El Cuerpo de Cristo ... La Sangre de Cristo» , y
cada comulgante hace un acto personal de fe respondiendo
«Amén», antes de recibir este sagrado Sacramento.

3.7 Si se proporciona la Comunión bajo ambas especies, ¿estoy


obligado a recibirlo?
Por razones personales, en especial alergias, se puede optar
por no recibir una especie. Basta con decirle al sacerdote o
al ministro que sólo puede recibir una de las especies. Nadie
puede ser obligado a recibir ambas.

Cristo no puede ser dividido. Él está realmente presente


«completo y entero» bajo las apariencias de pan o de vino.
Recibir sólo la Hostia o la Preciosa Sangre es recibir al
Señor mismo. Por otro lado, el Concilio Vaticano II elogió
la restauración de comulgar bajo «ambas especies» para
enriquecer el simbolismo completo de la Liturgia en varias
ocasiones. Los Padres del Concilio reconocieron que los
católicos de hoy no estarían influenciados por un error

22 Cfr. Gal 1, 4; 2,20; Ef 5, 2; 1 Tim 2, 6; Tit 2, 14


UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 45

protestante de que la Comunión estaba incompleta sin el


cáliz, un problema del siglo XVI, cuando el Concilio de
Trento, del mismo siglo, decidió no restaurar la Comunión
bajo las dos especies.

En la Instrucción General del Misal Romano, leemos:


«Cuando la Sagrada Comunión se hace bajo las dos especies, el
signo adquiere una forma más plena. De esta forma, en efecto,
el signo del banquete eucarístico resplandece más perfectamente y
expresa más claramente la voluntad divina con que se ratifica la
Alianza nueva y eterna en la Sangre del Señor, así como también
la relación entre el banquete eucarístico y el banquete escatológico
en el reino del Padre»23.

3.8 ¿Puedo recibir la Comunión dos veces en el mismo día?


Guiados por la enseñanza de Santo Tomás de Aquino,
debemos recordar que es la devoción y no la frecuencia lo
que hace que la Sagrada Eucaristía sea efectiva en nuestras
vidas como cristianos. Sin embargo, si se recibió la Sagrada
Comunión en una misa matutina y más tarde en el día se
asiste a una Misa para una ocasión especial, por ejemplo,
un matrimonio o un funeral, podría recibirla por segunda
vez. Su segunda Comunión lo identificará con esa ocasión y
con la comunidad que la comparte. Cuando la primera misa
dominical se celebra el sábado por la noche, usted puede
recibir la Comunión en la misa de esa noche, aunque ya la
haya recibido en la misa del sábado por la mañana.

3.9 ¿Qué es el ayuno antes de la Sagrada Comunión?


Hay una tradición antigua en la Iglesia en la que mostramos
nuestra reverencia y respeto por la comida más sagrada
ayunando por algún tiempo antes de recibir la Eucaristía. La

23 Instrucción General del Misal Romano (IMG) 281.


46 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

regla moderna es fácil de seguir: que no comamos ni bebamos


por lo menos una hora antes de la Sagrada Comunión.
El tiempo se calcula a partir del tiempo aproximado de la
recepción de la Comunión, es decir, no desde el momento en
que comienza la misa.

Aquellos enfermos que reciben la Comunión sólo están


obligados a un ayuno de un cuarto de hora. Esta disposición
incluye personas mayores en el hogar.

Asimismo, la medicina nunca rompe el ayuno. Se puede


tomar agua en cualquier momento. Este ayuno de una
hora es un tiempo mínimo. Por devoción o con un sentido
de sacrificio, somos libres de elegir un ayuno más largo.
Obviamente, un ayuno mucho más prolongado es apropiado
si se ha consumido alguna bebida alcohólica.

3.10 ¿Cuándo deberían los niños recibir la primera Eucaristía?


En su decreto Quam Singulari del 8 de agosto de 1910, San
Pío X restauró el derecho de los niños que han alcanzado la
edad de la razón o la discreción (aproximadamente 7 años) a
hacer su primera confesión y primera comunión. En aquellos
días, estos sacramentos solían recibirse mucho más tarde.
El Papa San Pío X hizo mucho para promover la comunión
frecuente y fortalecer la fe y práctica eucarística entre los
niños, con la Penitencia como la preparación correcta para la
Eucaristía.

3.11 ¿Por qué los no católicos que vienen a misa no pueden


recibir la Eucaristía con nosotros?
La Eucaristía celebra nuestra unidad. Este sacramento nos
hace uno y es un signo de nuestra comunión como miembros
de la Iglesia. La Eucaristía es para aquellos que ya están
«en comunión unos con otros», el signo de unidad en la
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 47

comunidad de la Iglesia. Aquellos que celebran la Eucaristía


en las diócesis católicas, parroquias y comunidades están «en
comunión con el Papa y los obispos de la Iglesia Católica».
Los cristianos separados no son parte de esa comunión visible
de personas. Además, hay otro problema. Algunos cristianos
separados no creen en la realidad de la Eucaristía ya que esto
se ha transmitido dentro de nuestra Iglesia.

Esperamos y oramos por el día en que todos los cristianos sean


verdaderamente uno, teniendo una sola fe, bajo la autoridad
un solo pastor y capaces de compartir juntos el sacramento
de la unidad.
48 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

4. LITURGIA EUCARÍSTICA

4.1 ¿Por qué la Iglesia realiza un culto público?


En Jesucristo, Dios se hizo visible: «El Verbo se hizo carne»24.
Su religión es visible, vista en acciones y hechos, en una
comunidad visible de personas, la Iglesia. Jesús continúa su
obra de salvación en este mundo a través de una Iglesia visible.
Por lo tanto, la adoración de esta Iglesia se verá claramente en
público, siempre que sea posible, y estará diseñada para atraer
a todas las personas a su acción, porque esta Iglesia es para
todos, de allí el término: «católica».

No somos sólo individuos cuando adoramos. Somos miembros


del Pueblo de Dios, la Iglesia. Si bien es bueno orar solo, en
privado, tenemos que reunirnos en una asamblea pública de
adoración, como comunidad. Aquí estamos dirigidos por un
sacerdote ordenado, que es el «presidente» de esta asamblea
de adoración. Como familia de Dios nos reunimos en un altar.

En la adoración cristiana, le ofrecemos a Dios lo mejor que


tenemos para ofrecer, nuestros dones y talentos, nuestras
habilidades y nuestros esfuerzos. Los músicos y artistas
siempre han dotado al culto católico de belleza. Dios, que
es la Belleza misma, es adorado y amado por los esfuerzos
humanos para crear una adoración hermosa. Vemos esto
en un ceremonial y culto público reverente que ha llegado
a significar un encuentro con Dios mismo para millones de
personas a través de los siglos. Nuestra fe se expresa en el
arte y la arquitectura cristiana, en la rica variedad de música
litúrgica, tradicional y moderna. Dependiendo de la ocasión,
ofrecemos a Dios la belleza de la adoración simple o el
esplendor colorido del glorioso ritual litúrgico.

24 Jn 1,14
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 49

Las diversas formas de liturgia en las tradiciones orientales


y occidentales nos acercan a Dios mientras adoramos en la
belleza, la santidad de Dios.

4.2 ¿Dios necesita y espera todas estas muestras de fe?


Aunque Dios no necesita de nuestra alabanza, es don suyo el
que seamos agradecidos25. Dios espera lo mejor que podamos
ofrecer. La fe se muestra y se vive en acciones. La fe no son
ideas en la cabeza o sentimientos en el corazón. La adoración
cuidadosa y reverente no sólo muestra nuestra fe sino que
fortalece nuestra fe. Aquellos que se quejan del dinero o el
esfuerzo dedicado a la adoración católica se vinculan a Judas,
quien se burlaba de la devoción sacrificial26.

Hay una adoración perpetua en la Vida interna de Dios Uno


y Trino. Dios Hijo se ofrece a sí mismo en amorosa adoración
a su Padre en la unidad del Espíritu Santo. Somos parte de
esta adoración eterna siendo «en Cristo», su cuerpo místico y
miembros de su pueblo sacerdotal. A través del Sacrificio de
la Misa, nos unimos a Cristo en su amorosa adoración y se
nos da el poder de ofrecer a Dios una adoración aceptable27.

4.3 ¿Por qué la Misa tiene dos partes?


La Liturgia de la Palabra es la primera parte de la Misa.
También fue conocida como la «Liturgia de los Catecúmenos»,
porque a los que se preparaban para el Bautismo se les
permitía permanecer en esta parte de la celebración. La
Liturgia de la Palabra consiste en oraciones, salmos y lecturas
de las Escrituras, y parece basarse en el culto que se realizaba
ya desde las sinagogas, adaptado por los primeros cristianos
y perfeccionado con las lecturas del Nuevo Testamento. El
25 Cfr. Prefacio común IV.
26 Cfr. Jn 12, 1-9
27 Cfr. SC 7.
50 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

tema principal de la Liturgia de la Palabra es que Dios nos


habla aquí y ahora, a través de las Escrituras, inspiradas por el
Espíritu Santo. El momento culmen de esta parte de la Misa
llega con el Evangelio, cuando todos escuchamos las palabras
de Jesucristo, y que nos comunica su mensaje de salvación.
Los domingos, como parte esencial, siempre escuchamos
la explicación de esta Palabra en la homilía. Asimismo,
expresamos nuestra fe juntos en el Credo, las palabras de fe
de la Iglesia, y oramos por todas las personas en la Oración
Universal de los fieles.

La Liturgia de la Eucaristía es la parte principal de la Misa, que


también llegó a ser conocida como la «Liturgia de los Fieles»,
porque solo a los bautizados se les permitía permanecer en
ella. En esta Liturgia reconstruimos las acciones de Cristo en
la última cena en cuatro pasos.

1. Jesucristo tomó el pan y el vino, esto es, la preparación


de los dones u Ofertorio, cuando las materias primas para
confeccionar la Eucaristía son llevadas al altar y estas ofrendas
se reservan para su propósito sagrado.
2. Él consagró el pan y el vino, esto es la Oración Eucarística o
Canon de la Misa, cuando, a través de las manos del sacerdote
y las palabras de Cristo, el pan y el vino se transforman en
su Cuerpo y Sangre, ofrecidos en Sacrificio para nosotros,
tomando nosotros parte de este memorial de su pasión,
muerte y resurrección.
3. Partió el pan, esto es la “fracción” o separación de la
Hostia, por lo que se puede comer y compartir en la Sagrada
Comunión, también una señal de su Cuerpo entregado en la
Cruz.
4. Él le dio este sublime alimento a sus discípulos, esto es el
comer y beber su Cuerpo y Sangre, la Sagrada Comunión,
cuando Cristo viene a nosotros, venimos a él, y somos hechos
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 51

uno en él. La parte principal de la misa generalmente concluye


con una oración en acción de gracias por la Comunión, la
bendición y la despedida, que nos envía al mundo para vivir la
vida de Cristo, para llegar a ser lo que hemos recibido.

4.4 ¿Por qué debemos unirnos a las respuestas y oraciones de la


Liturgia?
La Iglesia espera que todos nosotros participemos activamente
en la Liturgia y para ello «... se fomentarán las aclamaciones
del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los
cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales.
Guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado»28
Unirnos a las respuestas y oraciones es parte de nuestra
participación activa y es por eso que el Concilio autorizó el uso
de la «lengua vernácula», el idioma propio de cada pueblo, en
el culto católico. Pero la verdadera participación es personal.
Implica devoción sincera, reverencia, comportamiento
maduro, escuchar lecturas y mostrar respeto por Dios y por
los demás, usando vestimenta modesta, siendo puntual y
permaneciendo durante toda la Misa.

4.5 ¿El latín está “fuera de moda” o ha entrado en desuso o por


qué hemos dejado de celebrar en este idioma?
No. El idioma oficial de la Iglesia católica romana sigue
siendo el latín. La edición estándar del Misal Romano está
en latín, y la Misa se puede celebrar en cualquier momento
o lugar en el idioma de la Iglesia. Durante algunos años
después de 1969, el uso del antiguo Misal Romano (el «Rito
Tridentino») no estaba permitido, salvo algunas excepciones.
Eso dio la impresión de que el latín estaba prohibido o pasado
de moda. Hoy, con el permiso del obispo, un sacerdote puede
celebrar la Misa según el misal de 1962.

28 SC 30.
52 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

En los últimos años ha habido un renovado interés en el canto


latino «gregoriano», e incluso al alcance de todos a través de
los medios digitales. Celebrar, cantar y orar en latín debe
continuar promoviéndose, al menos en algunas ocasiones.

4.6 ¿Por qué el sacerdote se coloca frente a la gente, de pie detrás


del altar?
Esto es en parte un regreso a la práctica que se tenía en al menos
algunos lugares durante la época de la Iglesia primitiva. En
parte, es una forma apropiada de ayudar a la comunicación,
al diálogo y al desarrollo de un sentido de comunidad cuando
se celebra la Eucaristía. En la mayoría de las Misas públicas
de hoy, el sacerdote se coloca frente a la gente, aunque es
libre de mirar al altar para la Liturgia de la Eucaristía. Esta
sigue siendo la práctica normal en las liturgias de las Iglesias
orientales. Se pueden presentar buenas razones para justificar
el simbolismo y los beneficios de ambas maneras, que se
reconocen en el Misal Romano y su Instrucción General.

4.7 ¿Por qué el sacerdote a veces se llama «presidente»?


El sacerdote como celebrante «preside» la asamblea eucarística,
razón por la cual ocupa la «Sede presidencial». Este es un
regreso a la práctica litúrgica en los primeros siglos. Cuando
llamamos al sacerdote «presidente» utilizamos el lenguaje de
la liturgia, enfatizando que él es el líder de una comunidad
de adoración. La función del sacerdote en la liturgia no es
meramente un papel especial o ministerio, sino el ejercicio
de dones sobrenaturales que ha recibido permanentemente
en su ordenación. Él sirve a la gente a medida que dirige la
celebración y los sacramentos. Los laicos no tienen el don
específico de la ordenación, y un laico nunca puede presidir la
Misa. Cuando se celebra la Eucaristía, los laicos adoran con
y a través del sacerdote, pero todos juntos adoran como una
sola comunidad.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 53

4.8 ¿Puede el sacerdote cambiar las palabras de la liturgia?


Hay varios puntos en la Misa donde el sacerdote puede
adaptar las palabras provistas, o usar sus propias palabras. Sin
embargo, no se le permite cambiar las oraciones oficiales de
la Iglesia en el misal. El Concilio Vaticano II enseña que:
«nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa
alguna por iniciativa propia en la Liturgia»29.

Esto nos recuerda que la adoración litúrgica siempre tiene


que respetar la estructura y palabras fijas que dan forma a
la Liturgia. Hay sin embargo flexibilidad en la variedad de
elección de oraciones y lecturas especiales para distintas
celebraciones, conmemoraciones, domingos y festividades
del año litúrgico y para diferentes ocasiones.

4.9 ¿Por qué hoy los laicos participan más durante la Misa?
Uno de los principios de la liturgia hoy es compartir en torno
a varios «roles» en la celebración de la Eucaristía. Estamos
acostumbrados a laicos que actúan como servidores o
monaguillos, generalmente niños mayores o jóvenes. Ahora
se les agregan lectores, monitores o comentaristas, colectores,
personas que traen en procesión los dones y, en los lugares
donde se necesitan, ministros extraordinarios de la Sagrada
Comunión. Involucrar a los laicos en estos roles litúrgicos es
un retorno a las mejores tradiciones de nuestro pasado.

«... la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la


Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su
fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez
hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan
para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el
sacrificio y coman la cena del Señor»30.
29 SC 22.
30 SC 10.
54 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

5. ADORACIÓN EUCARÍSTICA

5.1 ¿Por qué el Santísimo Sacramento se guarda en el


«tabernáculo» o «Sagrario» después de la Misa?
La Eucaristía está reservada en un Sagrario o tabernáculo
para que pueda ser llevada a los enfermos. Esta práctica
se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Lo que
comenzó como una forma práctica de llevar la Eucaristía a
personas que no podían asistir a Misa, pronto se convirtió
en un foco de devoción. En Europa, en la Edad Media, la
devoción popular a Jesús presente en la Eucaristía fuera del
tiempo de la Misa se desarrolló rápidamente. La oración
pública y privada ante el Santísimo Sacramento reservado
tomó varias formas.

5.2 ¿Qué es una custodia y qué es la exposición y bendición con


el Santísimo Sacramento?
El deseo de ver la Eucaristía condujo a la exposición o
elevación de la Hostia y el Cáliz durante la Misa. Luego se
diseñó un instrumento que tomando el lugar de las manos
del sacerdote, pueda prolongar la exposición y elevación. Esto
se llama «custodia», o bien «ostensorio» del latín «ostentare-
ostensorium» que significa mostrar. El Santísimo Sacramento
se expone en una custodia, o bien se puede contener la Sagrada
Comunión en un copón, para hacer un acto de adoración a
Él. Al final generalmente se concluye con la bendición, que
es la elevación de la custodia haciendo la señal de la cruz.
Poco a poco las oraciones y los himnos fueron reconocidos
para la adoración eucarística pública. Algunos de los mejores
himnos fueron compuestos por Santo Tomás de Aquino.
La bendición, las horas santas, la exposición perpetua, las
procesiones eucarísticas y, más recientemente, los congresos
eucarísticos, se convirtieron en características del culto
público de Jesucristo entre nosotros.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 55

5.3 ¿Se alienta la adoración eucarística hoy?


Sí, y con fuerza. Después del Concilio Vaticano II, se
publicaron instrucciones para promover una renovación
de la adoración pública (por ejemplo, la «Eucharistiae
Sacramentum», 21 de junio de 1973). Pero en armonía con el
énfasis del Concilio en celebrar la liturgia, la adoración de la
Eucaristía se presenta como una extensión de la liturgia, no
como una «devoción» separada de la liturgia31.

La adoración pública, con oraciones y lecturas es muy elogiada


en varias ocasiones, generalmente concluida con bendición.
Venimos ante Cristo Eucaristía, no sólo para adorar al Señor
y recibir su bendición, sino para profundizar nuestra unidad
con él al ofrecer el Sacrificio y recibir su Cuerpo y su Sangre.
La celebración pública de la adoración proviene de la liturgia
y nos lleva de vuelta a la liturgia.

5.4 ¿Qué son las visitas de adoración a la Eucaristía?


Las «visitas personales al Santísimo Sacramento» son muy
recomendadas por la Iglesia. Como individuos o en grupos,
nos presentamos ante el sagrario donde Cristo está vivo, real,
presente y disponible para la Comunión de los enfermos y la
adoración de los creyentes. En el Motu Proprio «Credo del
Pueblo de Dios», el Papa Pablo VI describió el Santísimo
Sacramento en el sagrario como «el corazón vivo de cada una
de nuestros templos»32. Con palabras que nos invitan a adorar
a Jesucristo en la Eucaristía, el Papa Pablo VI añadió: «Por lo
cual estamos obligados, por obligación ciertamente suavísima, a
honrar y adorar en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo
Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha
hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos»33.
31 CEC 1378-1381.
32 Credo del Pueblo de Dios, 26.
56 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

El Papa San Juan Pablo II promovió fuertemente la adoración


eucarística, a través de su palabra y ejemplo. Cada año, desde
1979, dirigió la espléndida procesión de Corpus Christi por
las calles de Roma, rezando ante el Santísimo Sacramento
y dando la bendición final desde los escalones de la basílica
de Santa María la Mayor. En respuesta a su llamado, en los
siguientes años se logró un renacimiento generalizado de
la adoración eucarística. De la misma manera sus sucesores
han continuado esta labor de alentar el culto eucarístico.
Los laicos juegan un papel importante en las asociaciones y
nuevos grupos dedicados a esta forma de oración, la adoración
eucarística, que atrae a muchas personas porque enfatiza el
silencio reparador y la meditación silenciosa.

5.5 ¿Cómo podemos desarrollar la adoración eucarística en


nuestras comunidades o escuelas?
La adoración eucarística se puede desarrollar fácilmente
en una comunidad eclesial o incluso en una escuela donde
la Eucaristía esté reservada en la capilla de la escuela. La
oración ante la Eucaristía profundiza la espiritualidad de los
jóvenes, particularmente cultivando el silencio, la reflexión y
las formas creativas de meditación.

La Hostia expuesta en la custodia es como un imán que atrae


hacia la vida espiritual y realizar la mejor forma de «oración
centrada en Jesús». Aquí no sólo estamos ante un símbolo
o signo, sino ante la Persona de Jesús en la Eucaristía, la
realidad sobrenatural del Señor que mora entre nosotros en
su verdadera, real y sustancial Presencia. Educar a los niños y
jóvenes para que respondan ante la Presencia Eucarística con
un lenguaje corporal reverente y un silencio orante los ayuda
a aprender a relacionarse personalmente con Jesús.

33 Idem.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 57

Explorar la música apropiada y cantar para la adoración es


muy importante. Algunos himnos modernos o populares son
apropiados para la adoración, como el de «Altísimo Señor» y
«Cantemos al amor de los amores». Las oraciones repetitivas
como las letanías, el canto gregoriano o incluso los cánticos de
Taizè también son útiles durante la adoración. Pero cultivar
la oración silenciosa es la estrategia más creativa y fructífera
para la adoración eucarística entre los jóvenes. En el silencio,
en la quietud, debemos encontrarnos con el Señor.

5.6 ¿Qué es un apóstol de la Sagrada Comunión?


Un apóstol de la Sagrada Comunión es alguien que
comparte con los demás su propia experiencia profunda de
las bendiciones recibidas al recibir a Jesucristo en la Sagrada
Eucaristía. La Iglesia nos dice que la Sagrada Comunión es
santa precisamente porque santifica a los que reciben a nuestro
Señor en el Santísimo Sacramento. Esta experiencia debe ser
transmitida a otros. El corazón de la caridad es compartir
con los demás lo que Dios en su amor misericordioso nos ha
dado, y el don más sublime de todos es a su propio Hijo, real
y verdaderamente presente en la Eucaristía.

Ante todo debemos estar profundamente motivados para


promover la recepción frecuente de la Sagrada Comunión
entre aquellos que entran en nuestras vidas. Debemos estar
convencidos, por experiencia personal, del poder milagroso
que la Sagrada Comunión nos da para hacer lo humanamente
imposible porque recibimos al Verbo de Dios Encarnado,
aquél mismo que vino al mundo e hizo maravillas.

La Sagrada Eucaristía es una fuente de gracia infinita y


produce maravillas en aquellos que lo reciben con la mayor
frecuencia posible. Los pecadores que durante años han estado
inmersos en el pecado crecen en virtud más allá de todas las
58 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

expectativas humanas, las víctimas de la violencia, injusticia y


la crueldad adquieren una paciencia sobrehumana. Los tibios
se inflaman con el amor de Dios.

La palabra clave para convertirse en apóstol de la Sagrada


Comunión es convicción. Debemos estar absolutamente
convencidos de dos cosas: que la Eucaristía es Jesucristo, y
que al recibir la Eucaristía, recibimos lo que nadie más puede
proporcionar, la luz para ver el mundo a través de los ojos de
Dios.

A lo largo de los siglos, uno de los títulos más hermosos de


la Sagrada Eucaristía ha sido “La Fuente de la Caridad”. No
fue coincidente, sino profundamente providencial, que en la
noche del Jueves Santo Cristo nos dio lo que Él llamó el
Mandamiento Nuevo y la Sagrada Eucaristía.

El Mandamiento Nuevo, como sabemos, nunca antes


se articuló en la revelación divina. Consiste en amar a los
demás, así como Cristo, el Hijo de Dios, que llegó a ser el
Hijo de María, nos ama. Es un mandamiento que habla
sobre lo humanamente imposible. Este es el culmen de la
imposibilidad moral.

Al igual que Cristo, debemos amar a los demás hasta estar


dispuestos a morir por amor a ellos. Por eso Él se nos da
a nosotros en la Sagrada Comunión. Su Cuerpo entra a
nuestro cuerpo. Su Alma entra en nuestra alma. Su Mente
humana entra en nuestra mente. Su Voluntad entra en
nuestra voluntad.

Pero la fe nos dice que este Cuerpo y Alma y Mente y Voluntad


de Cristo como hombre están unidos con la Segunda Persona
de la Santísima Trinidad. Su humanidad, por lo tanto, es el
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 59

canal por el cual Él derrama su gracia divina en nosotros,


permitiéndonos vivir a la altura de lo que dos mil años de
cristianismo han demostrado ser verdaderos. Sólo recibiendo
frecuentemente a Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía y
promoviendo esta práctica en las vidas de nuestros hermanos
católicos podremos dar testimonio de nutra fe en Jesús
Eucaristía.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 61

Día 1

SACRAMENTO EUCARÍSTICO: MANANTIAL Y


CUMBRE DE NUESTRA VIDA CRISTIANA

Doctrina de la Presencia Real Eucarística


La Santísima Eucaristía es el Sacramento por excelencia. El
bautismo existe para acceder a él, todos los demás sacramentos
se enriquecen con él. Todo nuestro ser se nutre gracias a él.
Es precisamente alimento, lo cual explica por qué es el único
sacramento destinado a ser recibido diariamente. La petición
en el Padrenuestro: «Danos hoy nuestro pan de cada día»
reafirma la plenitud de su significado.

Al principio de su ministerio, como nos dice San Juan34,


nuestro Señor dio la primera promesa de ello. Acababa de
obrar lo que probablemente sea el más famoso de sus milagros,
la multiplicación de los panes y peces. Al día siguiente, en la
sinagoga de Cafarnaúm, a orillas del mar de Galilea, Jesús
pronunció un discurso que debe leerse y releerse: «Yo soy el
pan de la vida»35; «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno
come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le daré
es mi carne para la vida del mundo»36; «El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el último
día. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera
bebida. El que come mi carne, y bebe mi sangre, permanece en mí
y yo en él»37; «El que me coma, vivirá por mí»38.

34 Jn 6
35 Jn 6, 35. 48
36 Jn 6, 51
37 Jn 6, 54-56
38 Jn 6, 57
62 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

El Señor vio que muchos de sus propios discípulos estaban


horrorizados por lo que estaba diciendo y prosiguió: «Es el
espíritu el que da vida: la carne no sirve para nada»39. Sabemos
a qué se refería: al decir que deben comer su carne, no se
refería a la carne muerta sino a su cuerpo con la vida en ella,
con el alma viviente en ella. De alguna manera él mismo,
vivo, iba a ser el alimento de la vida de su alma. Sin embargo
esto no lo entendieron al inicio. Para muchos, estas palabras
fueron el final del discipulado. Simplemente lo abandonaron,
probablemente pensando que para un hombre hablar de
darles a comer su carne era una mera locura. Cuando les
preguntó a los Apóstoles si se irían también, Pedro le dio una
de las respuestas más conmovedoras en toda la historia del
hombre: «Señor, ¿a quién iremos?»40 No tenía la menor idea de
lo que significaba todo ese discurso sobre el pan de vida; pero
tenía una creencia total en el Maestro que lo había elegido y
simplemente esperaba que algún día se aclararía todo.

No hay indicios de que Jesús haya planteado el asunto


nuevamente hasta la Última Cena. Sin embargo, hasta
entonces su significado fue maravillosamente claro. Lo que
dijo e hizo entonces nos lo relatan san Mateo, san Marcos y
san Lucas; y san Pablo lo narra en su carta a los corintios. San
Juan, quien es el que nos da el relato más extenso de la Última
Cena, no menciona la institución de la Santísima Eucaristía;
su Evangelio fue escrito quizás treinta años después que los
otros, para ser leído en una iglesia que había estado recibiendo
el cuerpo y la sangre de nuestro Señor desde hacía sesenta
años.

Por su parte, el relato de la institución eucarística en San


Mateo nos dice que: «Jesús tomó pan, y lo bendijo, lo partió y

39 Jn 6, 63
40 Jn 6, 68
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 63

dándoselo a sus discípulos dijo: Tomen y coman: este es mi cuerpo.


Tomó luego una copa, dio gracias y se la dio diciendo: Beban de ella
todos, porque esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada
por muchos para el perdón de los pecados»41.

Como estas palabras se ocupan de la comida de nuestra


vida en el espíritu, debemos examinarlas de cerca. Lo que
vamos a decir sobre «Esto es mi cuerpo» igualmente iluminará
a las palabras «Esta es mi sangre». El verbo «es» no necesita
mayor interpretación que la de hacer valer el ‘ser’ real y no
sólo aparente. Hay quienes, empeñados en escapar del claro
significado de las palabras utilizadas, dicen que la frase
realmente significa: “Esto ‘representa’ mi cuerpo”. Jesús no
intenta hacer ninguna representación sino que nos dice que
realmente ese pan y ese vino ‘es’ su cuerpo y su sangre. La
palabra «esto» requiere un análisis más detallado. Si hubiera
dicho: «Aquí está mi cuerpo», podría haber querido decir que,
de alguna manera misteriosa, su cuerpo estaba allí, así como
con el pan que parece tan claramente estar allí, representado
dentro del signo del pan, pero no fue así. Él claramente dijo:
«Este es mi cuerpo», esto que estoy sosteniendo, esto que
parece pan pero no lo es, esto que era pan antes de que lo
bendijera, este es ahora mi cuerpo. De manera similar, esto,
que era vino, que todavía se parece al vino, no es vino. Ahora
es mi sangre

Cada vida se nutre con algo de su propia clase: el cuerpo


con alimento material, el intelecto con alimento mental, el
alma, con alimento espiritual. La vida que ahora nos ocupa es
Cristo viviendo en nosotros; el único alimento posible para
esta vida espiritual es Cristo. La vida de gracia es la vida de
Cristo en nosotros y esto nos lo da la Eucaristía.

41 Mt 26, 26-28
64 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

Lo que Nuestro Señor nos ha dado es la unión con él mismo;


una unión más cercana que la que tuvieron los Apóstoles en
los tres años de su compañía, o que la unión que tuvo María
Magdalena cuando se aferró a él después de su Resurrección.
Dos de las frases de san Pablo son especialmente importantes:

«Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será


reo del cuerpo y de la sangre del Señor»42 ; y «Nosotros, siendo
muchos, somos un solo pan, un solo cuerpo, todos que participamos
del mismo pan»43, un recordatorio de que la Eucaristía no
es sólo para el alma de cada hombre, sino también para la
unidad del Cuerpo Místico, esto es, de la Iglesia.

Para los católicos nada podría ser más simple, esto es su cuerpo
y esta es su sangre. Ya sea que uno lo comprenda o no, nos
sentimos seguros como Pedro, con la seguridad en aquél que
nos dijo que nos daría su cuerpo y sangre en alimento, con la
seguridad de que Él tiene palabras de la vida eterna. El pan
se convierte en su cuerpo, pero donde está su cuerpo, ahí está
Él; el vino se convierte en su sangre, pero no está separado
de su cuerpo, porque eso significaría la muerte; donde está
su sangre, está Él. Donde esté su cuerpo o su sangre, ahí está
Cristo entero: cuerpo, sangre, alma y divinidad. Esa es la
doctrina de la Presencia Real.

La Transubstanciación
Además de la Presencia Real que la fe profesa, existe la
doctrina de la Transubstanciación. A través de ella podemos
al menos tener una idea de lo que sucede cuando el sacerdote
consagra el pan y el vino, y se convierten en el cuerpo y la
sangre de Cristo. Sin embargo, es preciso tener en cuenta
la noción más simple del significado y la distinción entre
42 1 Co 11, 27
43 1 Co 10, 17
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 65

sustancia y accidentes, sin la cual no podríamos comprender


la transubstanciación. Nos concentraremos en el pan,
recordándonos una vez más que lo que se dice se aplica al
vino también.

Si vemos el pan que el sacerdote usa en el sacramento,


percibimos que es blanco, redondo, suave. La blancura no es
el pan, es simplemente una cualidad que el pan tiene, al igual
que la redondez y la suavidad. Este pan tiene estas y otras
propiedades, cualidades y atributos: los filósofos los llaman
accidentes. Accedemos a la blancura y redondez del pan a
través del sentido de la vista, la suavidad por el sentido del
tacto. Podemos oler el pan por el olfato, pero una vez más es
un accidente, pues el olor a pan no es el pan, sino simplemente
una propiedad del mismo. La blancura que tiene, la suavidad,
la redondez, el olor y si probamos otro sentido, como el
sentido del gusto, nos damos cuenta que el mismo pan tiene
un sabor en nuestro paladar, un sabor que es accidente y no
el pan en sí.

En otras palabras, lo que perciban nuestros sentidos, incluso


con la ayuda de instrumentos que nos permitan aumentar el
alcance de los sentidos, siempre nos muestran una cualidad,
una propiedad, un atributo. Sin embargo los sentidos no
alcanzan a comprender el sentido último, la esencia de los
objetos materiales, la razón que una cosa sea lo que es y no
otra cosa. Este algo es lo que los filósofos llaman substancia;
el resto son accidentes que posee. Nuestros sentidos perciben
accidentes; solo la razón conoce la substancia. La razón asume
que la substancia es aquello que, en toda su experiencia pasada,
ha encontrado que tiene un grupo particular de accidentes.
Por ejemplo, lo que a un pan lo hace ser pan y no otra cosa.
Pero en estos dos casos, el pan y el vino de la Eucaristía, la
razón sigue percibiéndolos como substancialmente pan y
66 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

vino. Es por la fe y la revelación de Cristo que creemos que la


substancia ha sido cambiada: la substancia de su Cuerpo y la
substancia de su Sangre.

Los sentidos no pueden percibir la nueva substancia resultante


de la consagración. Los sentidos sólo pueden percibir
accidentes, los cuales permanecen en su totalidad, porque la
consagración sólo cambia la substancia. Por ejemplo, lo que
era vino y ahora es sangre de Cristo, todavía tiene el olor del
vino, e incluso el poder embriagador del vino. Lo mismo el
pan, conserva todos sus accidentes incluso su caducidad.

Un elemento adicional en la doctrina de la presencia real es


que el cuerpo de Cristo permanece en el comulgante mientras
los accidentes permanezcan. Pero a partir que comulgamos y
lo consumimos, vivimos en su Cuerpo Místico, de acuerdo
con las palabras del maestro: «El que come mi carne, y bebe mi
sangre, permanece en mí y yo en él»44.

El sacrificio de la misa
En el Calvario, Cristo Nuestro Señor se ofreció en sacrificio
por la redención de la humanidad. Hubo incontables
sacrificios antes del sacrificio de Jesús en la cruz, los cuales
prefiguraron la perfección del sacrificio redentor de Cristo. Él
como sacerdote, ofreció este sacrificio perfecto porque Cristo
mismo era el sacerdote. La víctima era perfecta, porque Él
también era la víctima.

El sacrificio del Señor fue completo, de una vez y para siempre,


para no repetirse. Logró tres cosas principalmente: perdonó
todo el pecado de la humanidad entera, sanó la herida que el
pecado dejó entre Dios y los hombres y nos abrió el acceso

44 Jn 6, 56
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 67

al cielo, llegando a dignificarnos en Él como hijos de Dios.


Esto es a lo que se refiere san Juan al decir que: «Él es víctima
de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino
también por los del mundo entero»45.

Cristo murió por nuestra salvación, pero ¿queda algo por


hacer? Sí, pues los hombres aún no han aceptado libremente
esta salvación. Es por ello que Cristo todavía está en acción
en favor de los hombres, como nos dice la carta a los Hebreos,
que Cristo ha entrado «en el mismo cielo, para presentarse ahora
ante el acatamiento de Dios a favor nuestro»46. Él «está siempre
vivo para interceder por nosotros»47. Pero esta intercesión de
Cristo no es una adición a lo que Él hizo por nosotros en el
Calvario, sino que nos llama a cada hombre a aceptar esta
salvación por Él ya ganada; para que cada uno de nosotros
reciba por sí mismo lo que Jesús ganó para todos.

La «intercesión» de la que acabamos de hablar no es un


nuevo sacrificio, sino la aplicación de su Misericordia por
el sacrificio de su pasión. La Víctima, una vez inmolada, es
ahora inmortal y se presenta ante Dios Padre, con las señales
de su pasión todavía sobre Él: «Entonces vi, de pie en medio del
trono (...) un Cordero, como degollado»48.

Ahora estamos en una mejor posición para comprender el


Sacrificio de la Misa. Al elevar nuestra plegaria, Cristo se
presenta a sí mismo, como víctima inmolada, a su Padre
celestial. En la tierra, el sacerdote, por mandato del mismo
Cristo, con Él y en Él, se ofrece a Dios Padre, como
propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero e
45 1 Jn 2, 2
46 Hb 9, 24
47 Hb 7, 25
48 Ap 5, 6
68 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

intercede por nosotros. Esto no significa por tanto un nuevo


sacrificio, sino que el único y eterno sacrificio, es presentado
para que la redención ganada para la humanidad produzca
su fruto en cada uno, de manera individual, llevándonos a
aceptar el misterio de nuestra salvación.

En la misa, el sacerdote consagra el pan y el vino, para que se


conviertan en el cuerpo y la sangre de Cristo. Por lo tanto, lo
que él ofrece y está realmente allí es Cristo mismo. La Iglesia
ve la consagración como la esencia misma de la Misa. Es un
mandato de Cristo, quien les dijo a sus primeros sacerdotes
en aquella Última Cena que realizaran esto en memoria
suya49, «pues cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz
anuncian la muerte del Señor hasta que él venga»50.

El sacerdote, en la persona de Cristo, es quien ofrece el


sacrificio; pero es importante recordar que somos, aunque
en una forma menor, oferentes también. Dos veces nos lo
dice el canon romano durante la Misa. La primera ocasión
antes de la consagración: «Acuérdate Señor de tus hijos (...) cuya
fe y entrega bien conoces, (...)por el perdón de sus pecados y la
salvación que esperan, te ofrecemos y ellos mismos te ofrecen, este
sacrificio de alabanza a ti, eterno Dios vivo y verdadero»51. Y
justo después de la consagración, el sacerdote dice: «Nosotros
tus siervos y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial (...) te
ofrecemos (...) el sacrificio puro, inmaculado y santo»52.
Ser simplemente espectadores en la Misa sería perder la
oportunidad de tomar parte en la obra más sublime efectuada
sobre la Tierra. Todos los que participan en esta celebración,
unidos a los sacerdotes, ofrecen el santo sacrificio de Cristo
49 Cfr. Lc 22,19
50 1 Co 11, 26
51 Plegaria Eucarística I ó Canon Romano.
52 Idem
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 69

al Padre Dios. Él nos lo da en alimento, para que sea la Vida


de nuestra vida. Eso es lo que significa la Sagrada Comunión.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 71

Día 2

COMENSALIDAD Y SIGNOS DEL BANQUETE


EUCARÍSTICO

Sentido humano del comer


En la historia de la humanidad existen unos sacramentos
(signos visibles de una realidad invisible y sobrenatural), que
de uno u otro modo están presentes en todas las culturas
y en todos los tiempos. Se les puede reconocer también en
nuestro mundo moderno y secularizado. Estos sacramentos
de la creación surgen en situaciones significativas de la vida
del hombre y en la cotidianidad de su existencia; suponen
una ventana que abre al hombre a vislumbrar algo absoluto.
Sacramentos cotidianos pueden ser el nacimiento, la muerte,
los abrazos o incluso la comida. En estas experiencias, el
hombre trastoca sus propios límites y se percibe en constante
interacción y renovación como ser biológico y propiamente
humano.

El hecho de comer como sacramento primordial: nivel biológico


El hecho de comer revela ante todo que el hombre es un ser
de necesidades. Somos seres que tomamos continuamente
nuestra energía del exterior, pues a medida que la recibimos
la vamos agotando con nuestros esfuerzos. Si nuestra energía
no es renovada continuamente, nos quedamos sin fuerzas y
somos incapaces de cualquier movimiento. Comer es algo
más que ingerir calorías. Al entrar en comunión con la
realidad material mediante la comida, el ser humano percibe
que vive gracias a que recibe alimento y sin él no puede
subsistir. Aparte de la comida propiamente dicha, todo lo
que genera un estímulo es para nosotros fuente de energía,
un alimento. Hay diversos panes en este mundo: dinero,
progreso, consideración, recompensas, poder, seres queridos;
72 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

todo lo que estimula nuestra capacidad de actuar es como un


pan. Pero hay una fuente de energía trascendente cuya fuente
está en el cielo y se derrama sobre nosotros en el momento
en que lo deseamos. Es realmente un poderoso alimento que
nutre el alma y el cuerpo.

Debemos reconocer nuestra indigencia. No somos


autosuficientes. No nos podemos abastecer a nosotros mismos.
La fuente de energía nos viene de fuera y por eso tenemos
que depender y tenemos que pedir este alimento. Esta acción
de pedir resulta humillante para el hombre soberbio, para el
que se siente autosuficiente. Necesitamos la energía material:
proteínas, vitaminas, minerales, hidratos de carbono, energía
para nuestro sistema nervioso, fósforo para el cerebro, calcio
para los huesos, hierro para la sangre.

La comensalidad: nivel social y comunitario del hecho de comer


El comer es a simple vista una acción egoísta de apropiación
que excluye el compartir. Lo que como lo hago exclusivamente
mío, apartándolo de todo uso o apropiación por los demás.
Los animales combaten ferozmente entre sí para disputarse la
comida. La lucha por la subsistencia ha llevado en la historia
a terribles enfrentamientos.

Sólo cuando el hecho de comer se abre a la coexistencia, a la


hospitalidad y comensalidad, esto es, al compartir, se pasa de
la animalidad hacia la humanización. La mesa compartida se
convierte en signo de convivialidad, de diálogo, de relación,
de intimidad.

De aquí se desarrolla en el hombre el principio de la


comensalidad. El comensal biológico es además comensal
social: el acto de alimentación alcanza el nivel propiamente
humano cuando deja de ser una acción individualista y se abre
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 73

a la convivencia, la hospitalidad, y alcanza su sentido pleno


en el compartir. Entonces los comestibles se transforman en
dones significativos de la amistad y fraternidad.

Una modalidad de la comida en común es el convite: invitar


y ser invitado, dar y acoger el don ofrecido. Quien invita a
otro a comer, le está admitiendo en su intimidad. Tomar
algo juntos no sólo significa que tengamos hambre o sed;
es una manera de sentarse en torno a la comida o bebida,
para charlar, para cerrar un trato, para hacer una pausa en
el trabajo. A veces aceptar o rechazar una copa, es rechazar
una amistad. Cuando estamos enfadados con alguien, nos
negamos a comer o beber con alguien. Así, el pan y el vino
se prestan a una nueva red de significaciones. En la cultura
mediterránea, el pan representa el alimento cotidiano y el
vino la alegría y la fiesta. Lo cotidiano y lo festivo se juntan
en la mesa, y son asumidos en la eucaristía cristiana. El pan y
el vino es lo que nunca puede faltar.

Nivel espiritual y religioso del hecho de comer juntos


La comida es, por tanto, un momento de encuentro con la
creación y su Creador y también de comunión privilegiada
con otros seres humanos. El hombre intuye que podría
abrirse a la relación con el dador de todo bien, a quien debe el
alimento que le sustenta así como a la amistad y fraternidad
que le rodea. El hombre experimenta la transparencia de lo
espiritual en la realidad sensible, y percibe que las cosas son
más que lo que son, símbolos de otro nivel de realidad.

A lo largo de la historia esta dimensión social del alimento ha


llegado a alcanzar un sentido místico. A través del alimento el
hombre ha experimentado la comunión con la divinidad, ha
tenido acceso a la intimidad con lo sobrenatural, más estrecha
que la del diálogo de la oración.
74 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

La liturgia actual al colocar el pan y el vino en la mesa los


reconoce como frutos de la tierra y del trabajo de los hombres,
naturaleza humanizada, un resumen cósmico-cultural de gran
expresividad simbólica. Significan a la vez lo que nosotros
hacemos con nuestro esfuerzo y trabajo solidario, y lo que nos
es dado, lo que el mundo y nosotros mismos somos como don
misterioso, regalo originario que ha surgido generosamente
de las manos de Dios creador.

Esta actitud hacia los alimentos lleva en todas las religiones a


bendecir la mesa y a dar gracias. Los ritos domésticos judíos
de la bendición de la mesa son la base de la actual plegaria
eucarística cristiana que se inspira en la acción de gracias
judía después de las comidas, y en especial de la comida de
Pascua.

La comensalidad en la vida de Jesús


A la hora de buscar el trasfondo de la eucaristía en la vida de
Jesús hay que evitar recurrir sólo a la última cena, olvidando
las otras comidas de Jesús a lo largo de su vida. Estas comidas
tienen ya muchos rasgos eucarísticos que enriquecen la
teología del sacramento que Jesús instituyó en su última
Cena. Esas comidas incluyen el ágape fraterno muy propio de
las primeras comunidades cristianas, donde «con perseverancia
y con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el
alimento con alegría y sencillez de corazón»53.

El mensaje sobre el Reino es el núcleo del Evangelio.


Jesús predicó el Reino por medio de parábolas, de signos
y de acciones simbólicas. En el lenguaje de Jesús, la acción
simbólica favorita es el banquete. «Vendrán muchos de oriente y

53 Hch 2, 46
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 75

occidente y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el


banquete del reino de los Cielos»54. La parábola de la gran cena
en san Lucas comienza con la intervención de un escriba
que le dijo a Jesús: «¡Dichoso el que pueda comer en el Reino
de Dios!»55. También en la parábola escatológica lucana, se
nos dice que «Dichosos los siervos a quienes su señor, al venir,
encuentre despiertos; yo les aseguro que se ceñirá, los hará ponerse
a la mesa, y yendo de uno a otro, les servirá»56. En este sentido
Jesús viene a prolongar una línea profética presente en el
Antiguo Testamento.

Frente a los ayunos de los discípulos del Bautista y de los


fariseos, contrasta la fama del Hijo del hombre, que era
tachado de «comedor y bebedor»57. El Reino que se anuncia
y anticipa en las comidas de Jesús no es algo futuro sino
ya presente y actuante. Esa cercanía gratuita de Dios que
evidenciaba en sus palabras y en su porte irradiaba alegría.
En su presencia tan alegre y llena de paz no podían ayunar
los amigos del novio58. La comensalidad es uno de los rasgos
mejor documentados de Jesús de acuerdo con lo narrado en
las Sagradas Escrituras. Hubo incluso en los primeros siglos
del cristianismo una herejía atribuida a Marción y otros
gnósticos quienes negaban que Jesús comiera o bebiera por
ser de origen divino, pero hoy comprendemos con claridad
que Él comía y bebía por ser no sólo Dios sino por ser
también hombre.

Un nuevo estilo de comensalidad


Jesús no es simplemente un comedor y un bebedor. Sus

54 Mt 8, 11
55 Lc 14, 16
56 Lc 12, 37
57 Cfr. Lc 7, 34; Mt 11, 19
58 Cfr. Mc 2,19.
76 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

comidas tienen unos nuevos códigos éticos diversos de los que


eran habituales en su época. Por eso supone una revolución a
las normas sociales judías. Jesús denuncia que el comer y beber,
cuando no son solidarios, pueden convertirse en un signo
contrario del Reino. Así sucede cuando los hombres buscan
los primeros puestos en el banquete59, o cuando se invita solo
a los parientes y amigos ricos60, o cuando se banquetea con
lujo olvidando al pobre tendido a la puerta61, o cuando uno
almacena y atesora, dedicándose a comer, beber y banquetear
como el rico necio62, o cuando uno discrimina a personas a
quienes se juzga indignas. Esta manera de banquetear refleja
un mundo al que no ha llegado todavía el Reino de Dios.

La llegada del Reino afecta el estilo de las comidas dándole


un nuevo sentido y unas nuevas normas de etiqueta. Un
rasgo típico de la comensalidad de Jesús es el hecho de
compartir la mesa con personas juzgadas como “pecadoras” y
estigmatizadas por la sociedad judía de su época. «Acoge a los
pecadores y come con ellos»63. «Ahí tienen a un comilón y borracho,
amigo de publicanos y pecadores»64. En el banquete que sigue
a la vocación de Leví tenemos un típico ejemplo de este
comportamiento de Jesús que escandaliza a los fariseos65. Es
lo que hoy día se conoce como «comensalidad abierta».

Este comportamiento de Jesús no fue casual, sino


programático, tenía un objetivo claro. Jesús quiso hacer de
este tipo de comensalidad un signo de la llegada del Reino de

59 Cfr. Lc 14,7-11
60 Cfr. Lc 14, 12-14
61 Cfr. Lc 16,19-21
62 Cfr. Lc 12,9
63 Lc 15, 2
64 Mt 11, 19
65 Mc 2, 15-17
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 77

Dios. Es una oferta de reconciliación gratuita y de acogida; una


oferta universal que no margina. La comunión de compartir
la mesa para los judíos era un signo de la comunión de vida,
y tenía también connotaciones religiosas de comunión con
Dios. Por eso antes de comer había que bendecir a Dios por
todo don recibido. De ahí que la bendición esté presente en
casi todas las narraciones evangélicas sobre las comidas, tanto
en las multiplicaciones de los panes y peces como en la última
Cena.

También las comidas de Jesús están ligadas a su enseñanza.


Ofrecen un marco ideal para su predicación. La sobremesa
le ofrecía una magnífica oportunidad a Jesús para exponer su
mensaje. La unión indisoluble entre la liturgia de la palabra
y la liturgia del banquete eucarístico está ya presente en
las comidas de Jesús. El Señor supo ser a la vez anfitrión e
invitado. No desdeñó la invitación de algunos publicanos
como Leví66 y Zaqueo, ni tampoco desdeñó la invitación de
fariseos como Simón67, o el anónimo jefe de fariseos68. En
el caso de Zaqueo, Jesús se adelantó a hacerse invitar por
Zaqueo, para vencer su posible timidez o vergüenza69. Comía
también en casa de sus amigos de Betania70. Pero también
supo ser anfitrión en el caso de las multiplicaciones de los
panes y los peces71. Jesús toma el pan, lo bendice, lo parte y
lo da con gestos muy parecidos a los de la última cena, que
contienen ya alusiones eucarísticas.

66 Cfr. Mc 2, 14-22; Mt 9, 9-17


67 Cfr. Lc 7,36
68 Cfr. Lc 14,1
69 Cfr. Lc 19,5
70 Cfr. Jn 12,6
71 Cfr. Mc 6, 30-44; Mt 14, 13-21; Lc 9, 10-17; Jn 6, 1-15
78 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

Nuestro Señor debió además ejercer en determinados


momentos la función de servir a la mesa. En una ocasión
hay constancia de que Jesús lavó los pies a sus discípulos.
Lucas nos lo trae a la memoria, cuando narra lo sucedido en
la última Cena, con la finalidad de enfatizar la servicialidad
o diakonía de Jesús: «¿Quién es mayor, el que está a la mesa o
el que sirve? (...) Pues yo estoy en medio de ustedes como el que
sirve»72. Por eso el discípulo debe portarse también como
servidor de todos73, en estrecha dependencia con la diakonía
de Jesús74. El servicio a las mesas será uno de los ministerios
principales en las primeras comunidades cristianas y para este
efecto se organiza un ministerio específico, el diaconado75,
que prolonga la actitud servicial de Jesús en su ministerio, en
la última Cena y en sus apariciones. Esta diakonía de Jesús
está en conexión estrecha con la autodonación de su vida: «El
Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su
vida como rescate por muchos»76. El Reino de Dios encuentra
en Jesús una realización personal bajo la forma de servicio.

En la versión lucana de las bienaventuranzas vemos cómo el


convite y el alimento son parte de la felicidad que el Reino
futuro traerá a los que ahora tienen hambre. «Bienaventurados
los que ahora tienen hambre, porque serán saciados»77 «¡Ay de
ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!»78.
Por eso la oración del Padre nuestro que nos hace pedir la
llegada del Reino nos hace pedir también el pan79. No hay

72 Lc 22, 27
73 Cfr. Mt 23,11
74 Cfr. Mc 10, 43-45
75 Cfr. Hch 6, 1-6
76 Mc 10, 45
77 Lc 6, 21
78 Lc 6, 25
79 Cfr. Lc 11, 3; Mt 6, 11
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 79

Reino sin pan. No hay Reino sin comunión. No hay Reino


sin Eucaristía.

Dos de los signos proféticos más importantes en el evangelio


de san Juan son los que tienen que ver con la abundancia
de pan y la abundancia de vino. Estos revelan la abundancia
de los tiempos mesiánicos que se hace presente ya en el
ministerio de Jesús. Ambos signos, uno en Caná80 y el otro en
el desierto, cuando se realiza la multiplicación de los panes81,
están relacionados con fiestas tradicionales judías: la boda y
la Pascua. Jesús quiere marcar la abundancia de los tiempos
mesiánicos manifestada en la abundancia de los más de
600 litros de vino o los miles de panes. Pan y vino son los
manjares que expresan el sacramento de la Eucaristía, como
signo escatológico de la llegada del Reino.

La Eucaristía y la última Cena


La celebración eucarística se remonta en los textos narrativos
a determinados gestos y palabras de Jesús durante la última
Cena, celebrada con los discípulos «la noche en que fue
entregado»82. La Cena se preparó con cuidado en una sala
grande, que Jesús pidió expresamente con el fin de poder
comer la Pascua con sus discípulos83. La cena tuvo lugar de
noche, como corresponde a una verdadera cena pascual. Las
cenas normales para los judíos no eran por la noche, sino
por la tarde, a excepción de fiestas rituales como la Pascua.
La fracción del pan en las comidas litúrgicas normales tenía
lugar al principio de la cena, pero en la cena judía de Pascua,
también llamada Seder tenía lugar ya empezada la comida, tal

80 Jn 2, 1-12
81 Jn 6, 1-15
82 1 Co 11, 23
83 Mc 14,14
80 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

como sucede en la cena narrada por los evangelios sinópticos


(san Marcos, san Mateo y san Lucas). En esa cena pascual, se
usan cuatro copas. Una de ellas, la tercera, es llamada la copa
de la acción de gracias, que se bebía después de cenar, esa fue
la que el Señor consagra como su sangre: «Después de cenar,
tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi
sangre, que se derrama por ustedes”»84.

Jesús utiliza dos gestos del ritual judío de las comidas. Al


principio toma un pan grande lo parte y lo reparte, como
suele hacer el padre de familia en las cenas del sábado o
shabbat. Él señala que ese pan es su carne, mostrándonos
su vulnerabilidad y mortalidad. Jesús se entrega libremente
a la muerte «para que el mundo tenga vida»85. Al tomar la
copa, Jesús se va a separar el ritual judío en un punto muy
importante. Habitualmente durante la cena de Pascua o Pésaj,
el padre de familia bendice la copa, pero luego cada uno de
los comensales bebe de la suya propia. En cambio Jesús dio
su propia copa a beber a todos, tal como nos lo recuerda san
Pablo86, y afirma explícitamente san Lucas87. En esa sangre
queda consumada la alianza del Sinaí88.

Jesús insiste en que los discípulos deben beber de su misma


copa, porque deben participar de esa alianza sellada en su
sangre, para poder participar ellos también en el banquete
escatológico. El tema de beber de su copa se encuentra
también en el evangelio de san Marcos, cuando Jesús
pregunta a los hijos de Zebedeo si podrán beber del cáliz
y ser bautizados con el mismo bautismo con que él va a ser

84 Lc 22, 20
85 Jn 6, 51
86 Cfr. 1 Co 11, 25
87 Cfr. Lc 22, 17
88 Cfr. Ex 24, 7-8
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 81

bautizado89. Son imágenes de la pasión y suponen que el


discípulo debe también compartir esta copa. Son por tanto
imágenes eucarísticas también que suponen la comunión con
la misión del Señor: entregar la vida por el evangelio a favor
de los hermanos, para recuperarla o salvarla en el Banquete
escatológico del Reino de Dios.

89 Cfr. Mc 10,38-39
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 83

Día 3

COMUNIÓN: LUZ Y VIDA DE LA UNIDAD


FAMILIAR

Comunión es familia y la familia es comunión


Normalmente no asociamos la Sagrada Eucaristía con el
matrimonio y la familia. Pero deberíamos. Sin la Eucaristía,
no habría una común unión de almas por el Sacramento del
Matrimonio o una familia cristiana estable.

Cristo nos muestra que estos dos sacramentos se relacionaran


como una condición y su consecuencia. La Eucaristía como
Comunión es la condición para todo sacramento, pues de
ella brotan todos los demás, y el matrimonio, además de
ser sacramento y núcleo de la familia es la consecuencia
sobrenatural que emana de la Comunión.

La supervivencia del matrimonio cristiano y la familia católica


dependen de ello. El matrimonio cristiano en la familia es un
compromiso de por vida, teniendo como fundamento el amor
desinteresado. Este amor desinteresado es imposible sin la
fuerza sobrehumana de Dios. La fuente principal de esta
fuerza sobrehumana es la Comunión.

Los cónyuges cristianos y sus familias son un testimonio


viviente del poder de Cristo para obrar milagros morales
en el mundo de hoy. La necesidad más importante para las
familias cristianas es una fe renovada en la Sagrada Eucaristía.

Matrimonio cristiano y amor desinteresado


Cristo instituyó el sacramento del matrimonio para restaurar
el matrimonio a su posición monógama antes de la caída de
nuestros primeros padres. Cuando algunos fariseos vinieron a
84 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

probar a Jesús al preguntarle: «¿Puede uno repudiar a su mujer


por un motivo cualquiera? Él respondió: “No han leído que el
Creador desde el comienzo los hizo varón y mujer y que dijo: ‘Por
eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
y los dos se harán una sola carne’? De manera que ya no son dos,
sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el
hombre”»90.

Pero Cristo no se detuvo allí. Él no solo les dijo a sus


seguidores que el matrimonio es un compromiso de por vida
que ninguna autoridad humana puede disolver. Además,
ordenó a aquellos que se llaman a sí mismos cristianos amarse
unos a otros con una caridad tan desinteresada como para
estar dispuestos a morir el uno por el otro, inmediatamente
después del ejemplo de su amor desinteresado de morir por
nosotros en la Cruz91.

Así debe ser el matrimonio cristiano, un sacramento de


amor y entrega, un pacto de por vida entre marido y mujer
que prometen permanecer fieles el uno al otro hasta la
muerte. También es una promesa de por vida, hecha a Dios
bajo juramento, para amarse el uno a otro con caridad
desinteresada, paciencia perdurable y generosidad plena.
Es además un voto solemne aceptar a los hijos que Dios
quiera enviarles y educarlos para alcanzar la vida eterna. La
comunicación y comunión de este amor es el fundamento de
todo matrimonio y familia.

Necesidad de fuerza sobrehumana


No hace falta mucha inteligencia para ver que un matrimonio
fiel y fructífero o que una familia persevere en la unidad y
fraternidad solidaria requiere una fuerza sobrehumana.
90 Mt 19, 3-6
91 Jn 13, 34; 15, 12
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 85

Si asociamos la palabra «sobrehumana» a «sobrenatural»


comprenderemos mejor este principio.

El matrimonio católico es único que apela a la moralidad


humana para cumplir unas exigencias de carácter sobrenatural
en sus contrayentes. Estas exigencias son la práctica de la
castidad cristiana y la caridad cristiana. La vivencia de estas
virtudes nos permite comprender por qué el matrimonio
cristiano y la familia requieren, de hecho, exigen, un poder
sobrehumano de parte de Dios para permanecer fieles
durante toda la vida.

En el cristianismo creemos en la gracia sobrehumana provista


por Cristo para aquellos que lo buscan a Él con sincero
corazón. A través de esta gracia, el cristiano puede dar
testimonio del nombre de Cristo en su vida. Es por eso que
Cristo elevó el matrimonio a la dignidad de un sacramento.
Tenía que hacerlo, de lo contrario, lo que ordenó a sus
seguidores casados y sus familias sería un ideal inalcanzable.
Vivir la familia en comunión, en caridad y castidad cristiana
es un ideal alcanzable sólo con la gracia divina.

La Eucaristía proporciona fuerza sobrehumana


Entrar al matrimonio para aparentar ser buenos católicos es
una cosa. Vivir en el matrimonio cristiano y criar una familia
cristiana, con toda la exigencia que ello implica, es otra cosa.
Es por eso que Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía,
para darles a aquellos que creen en Él, el poder que necesitan
para permanecer en una vida de gracia. Para los matrimonios
y las familias, esto significa que deben recibir constantemente
la luz y la fuerza que brota de la Comunión si quieren vivir el
mandamiento del amor bajo la guía del Espíritu Santo.
86 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

El mundo en el que vivimos parece ir en contra de las


exigencias de la caridad y la castidad cristianas y esto es una
gran dificultad para la vida matrimonial y familiar. Para no
dejarse seducir por este mundo, con la mente maestra de
Satanás, los católicos necesitamos el coraje que solo Cristo
puede dar para perder todo miedo. Él nos dice: «Tengan paz
en mi. En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he
vencido al mundo»92.

¿Qué está diciendo Jesucristo a los cónyuges cristianos y a


las familias? Él nos asegura su presencia real en el Santísimo
Sacramento. Él permanece en el ofrecimiento diario en el
Sacrificio de la Misa. Él continúa entregándose a nosotros en la
Sagrada Comunión. ¿Por qué lo hace? Para permitirnos hacer
lo que humanamente está más allá de natural inteligencia y
para comprender con mayor profundidad cuál es su voluntad
en nosotros.

La presión psicológica que ejerce el mundo, el demonio y la


carne es demasiado fuerte como para enfrentarla por nosotros
mismos. Es la gracia divina, la fuerza que emana de la Sagrada
Eucaristía la que nos ayuda, nos fortalece y nos convierte a
Dios, llegando a ser el pilar de la vida familiar. Esta no es
una opción. Es una ley de supervivencia espiritual para los
matrimonios y las familias en todas las edades y todos los
tiempos y lugares.

Así como buscamos en familia nutrirnos del pan físico, y del


pan del amor, la ternura y la compañía, así debemos solicitar
a Dios diariamente el pan nuestro de cada día, la Eucaristía.
Debemos como familia pedirle a Nuestro Padre Dios, que
abra las mentes y los corazones de los creyentes a su necesidad

92 Jn 16, 33
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 87

de la Misa diaria, de recibir la Sagrada Comunión y de visitar


y hacer oración y adoración al Santísimo Sacramento, para
proporcionarnos el sustento diario que nuestra vida de gracia
requiere.

Desde los mismos principios de la vida de la Iglesia, hemos


comprendido que la Sagrada Eucaristía es absolutamente
necesaria para que los cristianos casados se mantengan fieles
y desinteresados, viviendo un amor mutuo y para que las
familias católicas permanezcan unidas en un mundo inestable
y egoísta.

Testigo del poder de Cristo para obrar milagros


Si hay algo que se destaca en la vida pública de Jesús en
Palestina, es su poder para obrar milagros. Pero los milagros
más grandes de Jesús no fueron aquellos que superaban las
leyes físicas de la naturaleza. Eran su poder para cambiar los
corazones incrédulos y convertirlos en hombres y mujeres de
virtud heroica.

Los paganos de los primeros siglos se convirtieron a Cristo


cuando vieron a los cristianos practicar la castidad y la
caridad. Fue especialmente el amor fiel y fructífero de los
cristianos casados y la estabilidad de las familias cristianas, lo
que transformó a los paganos en cristianos creyentes y, en el
proceso, cambió también la historia de la humanidad con el
surgimiento pleno del cristianismo.

¿De dónde recibieron los primeros cristianos la fuerza


sobrenatural que necesitaban para vivir en el santo Matrimonio
y propagar la fe a través de sus familias buscando la santidad?
Convertirse al cristianismo en esos tiempos significaba
esperar prácticamente el martirio. ¿De dónde recibieron los
88 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

cristianos el poder sobrenatural de vivir vidas tan prodigiosas?


De la Sagrada Eucaristía.
Es importante recalcar que en la Iglesia primitiva, los
cristianos escuchaban misa y recibían la Sagrada Comunión
con asidua frecuencia. La Sagrada Eucaristía era llevada
también a ellos en prisión mientras esperaban el martirio
por el fuego o la espada, o para ser devorados por bestias
salvajes. Lo que Cristo predicó y realizó, ha continuado
haciéndose a lo largo de los siglos mediante el ejercicio de su
poder omnipotente disponible en su presencia invisible en la
Sagrada Eucaristía. La Comunión es la vida y sostén de toda
la actividad de nuestra familia la Iglesia.

La mayor necesidad hoy


Esto nos lleva a nuestra reflexión final. La necesidad más
importante para el matrimonio cristiano y la familia de
hoy es una fe renovada en la Sagrada Eucaristía. Hay una
declaración sobresaliente en los Evangelios acerca de que
Cristo realizó milagros. Los evangelistas nos dicen que Jesús
no pudo hacer milagros entre algunas personas debido a su
falta de fe93.

¿Es posible que el Creador del cielo y la tierra, cuando se


hizo hombre, no pudiera ejercer su omnipotencia debido a
la falta de fe de algunas personas? En efecto, esto significa
que no pudo, porque no impone milagros sino que desea que
toda persona pueda acceder con humildad a la creencia en su
divinidad.

Necesitamos una avalancha de milagros morales para


preservar en el matrimonio y la familia, ante la abrumante
desintegración que vive en sus estructuras, en su fe y en sus

93 Mt 13, 58
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 89

ideales. Sólo Dios puede obrar un milagro. Sin embargo,


los católicos tenemos una gran responsabilidad. Debemos
despertar nuestra fe y la fe de nuestras familias en esta
presencia continua de Jesús.

Debemos alcanzar con el auxilio divino, la gracia de poder


vivir la vida matrimonial de acuerdo con las enseñanzas de
Jesucristo.

Él instituyó el sacramento del matrimonio y la familia


cristiana para ser un sacramento visible de su amor, para ser
un testigo constante en un mundo incrédulo de lo que sólo
Dios puede llegar a hacer en el hombre. Este milagro divino
es posible recurriendo a la Sagrada Eucaristía, para aquellos
que tienen la humildad de creer.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 91

CÓMO VIVIR UN AÑO DE LA EUCARISTÍA

El presente documento es un extracto del material que fue


preparado por la Santa Sede para vivir el año de la Eucaristía
(2004-2005) en todo el mundo. Estas consideraciones pueden
ayudarnos a crecer vivamente en el amor y devoción al Santísimo
Sacramento.

CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO


Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

AÑO DE LA EUCARISTÍA
SUGERENCIAS Y PROPUESTAS

ESPIRITUALIDAD
3. Líneas de espiritualidad eucarística
20. Un tratado de espiritualidad eucarística exigiría mucho
más de cuanto nos proponemos ofrecer en estas páginas. En
efecto, nos limitaremos a dar unas ideas, con la esperanza de
que sean las Iglesias particulares las que afronten el tema,
dando estímulos y contenidos más amplios para iniciativas
específicas de catequesis y formación. Es importante, en
efecto, que la Eucaristía sea acogida no solamente en los
aspectos de la celebración, sino también como proyecto
de vida; es importante que esté a la base de una auténtica
«espiritualidad eucarística».

El Año de la Eucaristía es tiempo propicio para dilatar la


mirada más allá de los aspectos típicamente celebrativos.
Precisamente por ser el corazón de la vida cristiana, la
Eucaristía no termina entre las paredes de la iglesia, sino que
exige transformar la vida diaria de quien participa de ella.
92 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

El sacramento del Cuerpo de Cristo se prodiga en favor


de la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
Las actitudes eucarísticas a las que hemos sido educados
por la celebración deben ser cultivadas en la vida espiritual,
teniendo en cuenta la vocación y el estado de vida de cada
uno. La Eucaristía en verdad es alimento esencial para todos
los creyentes en Cristo, sin distinción de edad o condición.

Las consideraciones que ofrecemos aquí trazan varias pistas


de reflexión a partir de algunas expresiones de la misma
liturgia tomadas del texto latino del Misal. Se quiere así
subrayar cómo la espiritualidad litúrgica se caracteriza por
su anclaje en los signos, ritos y palabras de la celebración y
puede encontrar en ellos alimento seguro y abundante.

21. Escucha de la Palabra


Como conclusión de las lecturas de la Sagrada Escritura,
la expresión Verbum Domini —Palabra de Dios— nos
recuerda la importancia de lo que sale de la boca de Dios.
Nos lo hace sentir no como un texto «lejano», sino que por
ser inspirado, es palabra viva con la cual Dios nos interpela:
nos encontramos en el contexto de un verdadero «diálogo de
Dios con su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas
de la salvación y propuestas siempre de nuevo las exigencias
de la alianza» (Dies Domini, 41).

La liturgia de la Palabra es una parte constitutiva de la


Eucaristía (cf. SC, 56; Dies Domini, 39-41). Nos recogemos
en asamblea litúrgica para escuchar lo que el Señor quiere
decirnos: a todos y a cada uno. Él habla aquí y ahora, a
nosotros que lo escuchamos con fe, creyendo que Él sólo
tiene palabras de vida eterna, que su palabra es lámpara para
nuestros pasos.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 93

Participar en la Eucaristía quiere decir escuchar al Señor con


el fin de poner en práctica cuanto nos manifiesta, nos pide,
desea de nuestra vida. El fruto de la escucha de Dios que
nos habla cuando en la Iglesia se leen las Sagradas Escrituras
(cf. SC, 7) madura en el vivir cotidiano (cf. Mane nobiscum
Domine, 13).

La actitud de escucha es el principio de la vida espiritual.


Creer en Cristo es escuchar su palabra y ponerla en práctica.
Es docilidad a la voz del Espíritu Santo, el Maestro interior
que nos guía a la verdad completa, no solamente a la verdad
del conocer sino también a la verdad del practicar.

Para escuchar al Señor en la liturgia de la Palabra, es necesario


tener afinado el oído del corazón. A ello nos prepara la lectura
personal de las Sagradas Escrituras, en tiempos y ocasiones
programados y no dejados a eventuales recortes de tiempo.
Y a fin de que lo que se ha escuchado en la celebración
eucarística no desaparezca de la mente y del corazón al salir
de la iglesia, es necesario encontrar modos para extender la
escucha de Dios, que nos hace llegar su voz de mil maneras a
través de las circunstancias de la vida cotidiana.

22. Conversión
La dimensión penitencial está muy presente en la celebración
eucarística. Emerge no sólo al inicio del acto penitencial,
con sus variadas fórmulas de invocación de la misericordia,
sino también en la súplica a Cristo en el canto del Gloria,
en el canto del Agnus Dei durante la fracción del Pan, en
la plegaria que dirigimos al Señor antes de participar en el
convivio eucarístico.

La Eucaristía estimula a la conversión y purifica el corazón


penitente, consciente de las propias miserias y deseoso
94 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

del perdón de Dios, aunque sin sustituir a la confesión


sacramental, única forma ordinaria, para los pecados graves,
de recibir la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

Tal actitud del espíritu debe extenderse durante nuestras


jornadas, sostenida por el examen de conciencia, es decir,
confrontar pensamientos, palabras, obras y omisiones con el
Evangelio de Jesús.

Ver con trasparencia nuestras miserias nos libera de la


autocomplacencia, nos mantiene en la verdad delante de Dios,
nos lleva a confesar la misericordia del Padre que está en los
cielos, nos muestra el camino que nos espera, nos conduce al
sacramento de la Penitencia.

Posteriormente nos abre a la alabanza y acción de gracias.


Nos ayuda, finalmente, a ser benévolos con el prójimo, a
compadecerlo en sus fragilidades y perdonarlo. Es preciso
tomar en serio la invitación de Jesús de reconciliarnos con
el hermano antes de llevar la ofrenda al altar (cf. Mt 5, 23-
24), y la llamada de Pablo a examinar nuestra conciencia
antes de participar en la Eucaristía (cada uno se examine a
sí mismo y después coma el pan y beba el cáliz: 1Cor 11,28).
Sin el cultivo de estas actitudes, se desatiende una de las
dimensiones profundas de la Eucaristía.

23. Memoria
«Si los cristianos celebran la Eucaristía desde los orígenes,
y de forma que, en su sustancia, no ha cambiado a través de
la gran diversidad de épocas y de liturgias, sucede porque
sabemos que estamos sujetos al mandato del Señor, dado la
víspera de su pasión: «haced esto en memoria mía» (1Co 11,24-
25) » (CIC, 1356).
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 95

La Eucaristía es, en sentido específico, «memorial» de la


muerte y resurrección del Señor. Celebrando la Eucaristía, la
Iglesia hace memoria de Cristo, de lo que ha hecho y dicho,
de su encarnación, muerte, resurrección, ascensión al cielo.
En Él hace memoria de la entera historia de la salvación,
prefigurada en la antigua alianza.

Hace memoria de aquello que Dios —Padre, Hijo y Espíritu


Santo— ha hecho y hace por la humanidad entera, de la
creación a la «recreación» en Cristo, en la espera de su retorno
al fin de los tiempos para recapitular en sí todas las cosas.

El «memorial» eucarístico, pasando de la celebración


a nuestras actitudes vitales, nos lleva a hacer memoria
agradecida de todos los dones recibidos de Dios en Cristo.
De él brota una vida distinguida por la «gratitud», por el
sentido de «gratuidad» y al mismo tiempo por el sentido de
«responsabilidad».

En efecto, recordar lo que Dios ha hecho y hace por nosotros,


nutre el camino espiritual. La oración del Padre nuestro
nos recuerda que somos hijos del Padre que está en el cielo,
hermanos de Jesús, marcados por el Espíritu Santo que ha
sido derramado en nuestros corazones.

Recordar los dones de la naturaleza (la vida, la salud,


la familia...) mantiene viva la gratitud y el esfuerzo por
valorarlos.

Recordar los dones de la gracia (bautismo y demás


sacramentos; las virtudes cristianas...) mantiene vivo, junto
con la gratitud, el empeño por no frustrar estos “talentos”,
sino más bien, hacerlos fructificar.
96 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

24. Sacrificio
La Eucaristía es sacramento del sacrificio pascual de Cristo.
Desde la encarnación en el seno de la Virgen hasta el último
aliento sobre la cruz, la vida de Jesús es un holocausto
incesante, una entrega perseverante a los designios del Padre.

El momento culminante es el sacrifico de Cristo sobre el


Calvario: «La obra de nuestra redención se efectúa cuantas
veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio
del cual Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado
(1Cor, 5,7) » (Lumen Gentium, 3; CIC, 1364).

Este único y eterno sacrificio se hace realmente presente en


el sacramento del altar. En verdad «el sacrificio de Cristo y
el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio»
(CIC, 1367).

A ello la Iglesia asocia su sacrificio, para llegar a ser un


solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo, del cual es signo
la comunión sacramental (cf. Ecclesia de Eucharistia, 11-
16). Participar de la Eucaristía, obedecer el Evangelio que
escuchamos, comer el Cuerpo y beber la Sangre del Señor
quiere decir hacer de nuestra vida un sacrificio agradable a
Dios: por Cristo, con Cristo y en Cristo.

Así como la acción ritual de la Eucaristía está fundada en


el sacrificio ofrecido por Cristo una vez por todas en los
días de su existencia terrena (cf. Heb 5, 7-9) y lo representa
sacramentalmente, así también nuestra participación en la
celebración debe llevar consigo el ofrecimiento de nuestra
existencia. En la Eucaristía la Iglesia ofrece el sacrificio de
Cristo ofreciéndose con Él. (cf. SC, 48; IGMR, 79, f; Ecclesia
de Eucharistia, 13).
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 97

La dimensión sacrificial de la Eucaristía empeña la vida


entera. De aquí parte la espiritualidad del sacrificio, del
don de sí, de la gratuidad, de la oblación exigida por la vida
cristiana.

En el pan y en el vino que llevamos al altar se significa nuestra


existencia: el sufrimiento y el empeño por vivir como Cristo y
según el mandamiento dado a sus discípulos.

En la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo se significa


nuestro «Presente» para dejar que Él piense, hable y actúe en
nosotros.

La espiritualidad eucarística del sacrificio debería impregnar


nuestras jornadas: el trabajo, las relaciones, las miles de
cosas que hacemos, el empeño por practicar la vocación de
esposos, padres, hijos; la entrega al ministerio para quien es
obispo, presbítero o diácono; el testimonio de las personas
consagradas; el sentido «cristiano» del dolor físico y del
sufrimiento moral; la responsabilidad de construir la ciudad
terrena, en las dimensiones diversas que comporta, a la luz de
los valores evangélicos.

25. Acción de gracias


La víspera de su pasión, la tarde en que instituyó el sacramento
de su sacrificio pascual, Cristo tomó el pan, dio gracias, lo
partió y lo dio a los discípulos... La acción de gracias de Jesús
revive en cada una de nuestras celebraciones eucarísticas.

El término «eucaristía», en lengua griega, significa


precisamente acción de gracias (cf. CIC, 1328). Es una
dimensión que emerge claramente en el diálogo que introduce
la Plegaria eucarística: ante la invitación del sacerdote
«Demos gracias al Señor nuestro Dios», los fieles responden
98 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

«Es justo y necesario». El exordio de la Plegaria eucarística


se caracteriza por una fórmula que expresa el sentido de la
reunión de oración: «En verdad es justo y necesario, es nuestro
deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor,
Dios Padre... ».

Estas fórmulas, mientras dicen lo que cumplimos en la


celebración, expresan una postura que no debería disminuir
en nuestro espíritu de regenerados en Cristo: agradecer es
propio de quien se siente gratuitamente amado, renovado,
perdonado. Es justo y necesario dar gracias a Dios siempre
(tiempo) y en todo lugar (espacio).

De aquí se irradia la espiritualidad de la acción de gracias


por los dones recibidos de Dios (la vida, la salud, la familia, la
vocación, el bautismo, etc).

Agradecer a Dios no sólo en las grandes ocasiones, sino


«siempre»: los santos han dado gracias al Señor en la prueba,
en la hora del martirio (san Cipriano ordenó a los suyos que
entregaran veinticinco monedas de oro a su verdugo: Actas
del martirio, 3-6, Oficio de lectura del 16 de septiembre), por
la gracia de la cruz... Para quien vive el espíritu eucarístico
toda circunstancia de la vida es una ocasión apropiada de
agradecer a Dios (cf. Mane nobiscum Domine, 26).

Agradecer siempre y en «todo lugar»: en los ámbitos del vivir


cotidiano, la casa, los puestos de trabajo, los hospitales, las
escuelas...

La Eucaristía nos educa también a unirnos a la acción de


gracias que sube de los creyentes extendidos por la tierra
hasta Cristo, uniendo nuestro gracias al del mismo Cristo.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 99

26. Presencia de Cristo


«En la celebración de la Misa se iluminan gradualmente los
modos principales según los cuales Cristo está presente en su
Iglesia: en primer lugar está presente en la asamblea de los
fieles congregados en su nombre; está presente también en su
palabra, cuando se lee y explica en la iglesia la sagrada Escritura;
presente también en la persona del ministro; finalmente,
sobre todo, está presente bajo las especies eucarísticas. En
este Sacramento, en efecto, de modo enteramente singular,
Cristo entero e íntegro, Dios y hombre, se halla presente
sustancial y permanentemente. Esta presencia de Cristo bajo
las especies «se dice real, no por exclusión, como si las otras
no fueran reales, sino por excelencia» (Mysterium fidei, 39) »
(De sacra communione, 6).

«Hace falta, en concreto, fomentar, tanto en la celebración de


la Misa como en el culto eucarístico fuera de ella, la conciencia
viva de la presencia real de Cristo, tratando de testimoniarla
con el tono de la voz, los gestos, los movimientos y todo el
modo de comportarse» (Mane nobiscum Domine, n. 18).

Signo visible de realidades invisibles, el sacramento contiene


lo que significa. La Eucaristía es ante todo opus Dei: el Señor
habla y obra, reza, aquí por nosotros, en virtud de la fuerza del
Espíritu Santo (cf. CIC, 1373). La fe en la presencia real se
expresa, por ejemplo, en los diálogos directos que dirigimos
al Señor después de haber escuchado la Palabra: Gloria a ti,
Señor Jesús, y antes de recibir su Cuerpo y su Sangre: Señor
no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya
bastará para sanarme.

La celebración de la Eucaristía debería llevarnos a exclamar,


como los apóstoles tras el encuentro con el Resucitado:
100 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

«Hemos visto al Señor! » ( Jn 20,25). La comunión con el


Cuerpo y la Sangre de Cristo es comunión con el resucitado,
medicina de inmortalidad y prenda de la gloria futura.

La presencia, el calor, la luz del Dios-con-nosotros deben


permanecer en nosotros y manifestarse en toda nuestra vida.
Hacer comunión con Cristo, nos ayuda a «ver» los signos de
su divina presencia en el mundo y a «comunicarlos» a cuantos
encontramos.

27. Comunión y caridad


«Populo congregato»: con estas palabras inicia el Ordo Missae.
El signo de la cruz al comienzo de la Misa, manifiesta que la
Iglesia es el pueblo reunido en el nombre de la Trinidad.

El reunirnos todos, en un mismo lugar, para celebrar los


santos misterios es responder al Padre celeste que llama a
sus hijos para estrecharlos consigo por Cristo, en el amor del
Espíritu Santo.

La Eucaristía no es una acción privada, sino la acción del


mismo Cristo que asocia siempre a sí a la Iglesia, con un
vínculo esponsal indisoluble (cf. Mane nobiscum Domine, cap.
III).

En la liturgia de la Palabra escuchamos la misma Palabra


divina, signo de comunión entre todos aquellos que la ponen
en práctica.

En la liturgia eucarística presentamos, junto con el pan


y el vino, la ofrenda de nuestra vida: es la común ofrenda
de la Iglesia que en los santos misterios se dispone a hacer
comunión con Cristo.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 101

En virtud de la acción del Espíritu Santo, en la ofrenda de


la Iglesia se hace presente el sacrificio de Cristo («Dirige
tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella
la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu
amistad»): una única ofrenda espiritual agradable al Padre,
por Cristo, con Él y en Él.

El fruto de esta asociación al «sacrificio vivo y santo» está


representado por la comunión sacramental: «para que
fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, y llenos del
Espíritu Santo, formemos en Cristo un sólo cuerpo y un sólo
espíritu» (Plegaria eucarística III).

He aquí la fuente incesante de la comunión eclesial, ilustrada


por san Juan con la imagen de la vid y los sarmientos, y por
san Pablo con la imagen del cuerpo. La Eucaristía hace la
Iglesia (cf. Ecclesia de Eucharistia), colmándola de la caridad
de Dios y espoleándola a la caridad.

Al presentar, juntamente con el pan y el vino, ofertas en dinero


u otros dones para los pobres, se recuerda que la Eucaristía es
compromiso de ser solidarios y de compartir los bienes. Con
tal propósito el Santo Padre ha hecho un insistente llamado:
«¿ Por qué, pues, no hacer de este Año de la Eucaristía un
tiempo en el que las comunidades diocesanas y parroquiales
se comprometan especialmente a afrontar con generosidad
fraterna alguna de las múltiples pobrezas de nuestro mundo?
(Mane nobiscum Domine, 28).

La oración litúrgica, aunque implica individualmente a los


participantes, está formulada siempre como «nosotros»: es la
voz de la Esposa que alaba y suplica, «una voce dicentes».
102 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

Las mismas actitudes que asumen los participantes,


manifiestan la comunión entre los miembros de un único
organismo. (IGMR, 32).

El saludo de la paz, antes de la comunión, (o antes de


llevar las ofrendas al altar, como en el rito ambrosiano) es
expresión de la comunión eclesial necesaria para hacer la
comunión sacramental con Cristo. El fruto de la comunión
es la edificación de la Iglesia, reflejo visible de la comunión
trinitaria (cf. Ecclesia de Eucharistia, 34).

De aquí la espiritualidad de comunión (cf. Novo Millennio


Ineunte, 43-45): requerida por la Eucaristía y suscitada por
la celebración eucarística (cf. Mane nobiscum Domine, 20-21).
La comunión entre los esposos viene modelada, purificada,
alimentada por la participación en la Eucaristía.

El ministerio de los pastores de la Iglesia y la docilidad de los


fieles a su magisterio viene tonificado por la Eucaristía.

La comunión con los sufrimientos de Cristo se manifiesta


en los fieles enfermos, por medio de la participación en la
Eucaristía.

La reconciliación sacramental tras nuestras caídas, es


coronada por la comunión eucarística.

La comunión entre muchos carismas, funciones, servicios,


grupos y movimientos dentro de la Iglesia está asegurada por
el santo misterio de la Eucaristía.

La comunión entre personas empeñadas en diversas


actividades, servicios y asociaciones de una parroquia se
manifiesta por la participación en la misma Eucaristía.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 103

Las relaciones de paz, comprensión y concordia en la ciudad


terrena son sostenidas por el sacramento de Dios con nosotros
y para nosotros.

28. Silencio
En el ritmo celebrativo, el silencio es necesario para el
recogimiento, la interiorización y la oración interior (cf. Mane
nobiscum Domine, 18). No es vacío, ausencia, sino presencia,
receptividad, reacción ante Dios que nos habla, aquí y ahora,
y actúa en nosotros, aquí y ahora. «Descansa en el Señor y
espera en Él» recuerda el Salmo 37 (36), 7.

En verdad, la oración con sus diversos matices: -alabanza,


súplica, invocación, grito, lamento, agradecimiento- toma
forma a partir del silencio.

Entre otros momentos, tiene particular importancia en la


celebración de la Eucaristía el silencio después de haber
escuchado la Palabra de Dios (cf. Ordo Lectionum Missae,
28; IGMR, 128, 130, 136) y, sobre todo, tras la comunión del
Cuerpo y Sangre del Señor (cf. IGMR, 164).

Estos momentos de silencio, se prolongan, en cierto modo,


fuera de la celebración, en recogida adoración, oración y
contemplación delante del Santísimo Sacramento.

El mismo silencio de la tradición monástica, el de los tiempos


de ejercicios espirituales, el de los días de retiro ¿no son, tal
vez, el prolongamiento de aquellos momentos de silencio
característicos de la celebración eucarística, para que pueda
enraizar y dar fruto en nosotros la presencia del Señor?

Es por tanto necesario pasar de la experiencia litúrgica


del silencio (cf. Carta Apostólica Spiritus et Sponsa, 13) a la
104 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

espiritualidad del silencio, a la dimensión contemplativa de


la vida. Si no está anclada en el silencio, la palabra puede
desgastarse, transformarse en ruido, incluso en aturdimiento.

29. Adoración
La postura que tomamos durante la celebración de la
Eucaristía «de pie, sentados, de rodillas» reenvía a las actitudes
del corazón. Hay una gama de vibraciones en la comunidad
orante.

Si el estar en pie confiesa la libertad filial que nos ha donado


el Cristo pascual, que nos ha liberado de la esclavitud del
pecado, el estar sentados expresa la receptividad cordial de
María, que sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra;
y el estar de rodillas o profundamente inclinados indica el
hacernos pequeños delante del Altísimo, delante del Señor
(cf. Fil 2,10).

La genuflexión ante la Eucaristía, como la hacen el sacerdote


y los fieles (cf. IGMR, 43), expresa la fe en la presencia real
del Señor Jesús en el Sacramento del altar (CIC, 1387).

Reflejando aquí abajo, en los santos signos, la liturgia


celebrada en el santuario del cielo, imitamos a los ancianos:
que «se postran ante el que está sentado en el trono, adorando al
que vive por los siglos de los siglos» (Ap 4,10).

Si en la celebración de la Eucaristía adoramos al Dios con


nosotros y por nosotros, tal sentir del espíritu debe prolongarse
y reconocerse también en todo lo que hacemos, pensamos, y
obramos. La tentación, siempre insidiosa, al tratar las cosas
de este mundo, es la de doblar nuestras rodillas ante los ídolos
mundanos y no solamente a Dios.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 105

Las palabras con las que Jesús contradice las sugestiones


idolátricas del diablo, en el desierto, deben verificarse en
nuestro hablar, pensar y actuar cotidiano: «Al Señor, tu Dios,
adorarás y a Él solo darás culto» (Mt 4,10).

El doblar la rodilla ante la Eucaristía, adorando al Cordero


que nos permite hacer la Pascua con Él, nos educa a no
postrarnos ante ídolos construidos por manos de hombre
y nos sostiene en el obedecer con fidelidad, docilidad y
veneración ante aquel que reconocemos como único Señor
de la Iglesia y del mundo.

30. Alegría
«Por esencia, la alegría cristiana es participación en la gloria
insondable, a la vez divina y humana, que se encuentra en el
corazón del Cristo glorificado» (Gaudete in Domino, II), y esta
participación en la alegría del Señor «no se puede disociar de
la celebración del misterio eucarístico» (ibidem, IV), de modo
particular de la Eucaristía celebrada en el «dies Domini».

«El carácter festivo de la Eucaristía dominical expresa la alegría


que Cristo transmite a su Iglesia por medio del don del Espíritu.
La alegría es, precisamente, uno de los frutos del Espíritu Santo
(cf. Rm 14,17; Gal 5, 22) » (Dies Domini, 56).

Diversos son los elementos que en la Misa subrayan la alegría


del encuentro con Cristo y con los hermanos, ya sea en las
palabras (piénsese en el Gloria, el prefacio), ya sea en los gestos
y en el clima festivo (la acogida, los ornamentos florales y el
uso del adecuado acompañamiento musical, según lo permite
el tiempo litúrgico).

Una expresión de la alegría del corazón es el canto, que no es


simplemente un embellecimiento exterior de la celebración
106 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

eucarística (cf. IGMR, 39, Dies Domini, 50; Quirógrafo para


el centenario del Motu Proprio “Tra le sollecitudini” sobre la
música sacra).

La asamblea celestial, con la que se une la asamblea eucarística


celebrando los sagrados misterios, canta con alegría las
alabanzas del Cordero inmolado que vive para siempre,
porque con Él ya no hay más luto, ni llanto, ni lamento.

Cantar la Misa y no simplemente cantar en la Misa, nos


permite experimentar que el Señor Jesús vine a hacer
comunión con nosotros «para que su alegría esté en nosotros
y nuestra alegría sea plena» (cf. Jn 15,11; 16,24; 17,13). (Nos
colmarás de alegría, Señor, con tu presencia)

El domingo se reviste de la alegría de la celebración eucarística,


enseñándonos a alegrarnos siempre en el Señor; a gustar la
alegría del encuentro fraterno y de la amistad; a compartir la
alegría recibida como don (cf. Dies Domini, 55-58).

Sería un contrasentido para quien participa en la Eucaristía


dejarse dominar por la tristeza. La alegría cristiana no
niega el sufrimiento, las preocupaciones, el dolor; sería una
ingenuidad. El llanto al sembrar nos enseña a vislumbrar la
alegría de la siega. El sufrimiento del Viernes Santo espera el
gozo de la mañana de Pascua.

La Eucaristía educa a gozar junto con los otros, sin retener para
sí mismo la alegría recibida como don. El Dios con nosotros
y para nosotros pone el sello de su presencia en nuestras
tristezas, en nuestros dolores, en nuestros sufrimientos.

Llamándonos a entrar en comunión con Él, nos consuela


en todas nuestras tribulaciones para que podamos nosotros
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 107

también consolar a aquellos que se encuentran en cualquier


tipo de aflicción (cf. 2 Cor 1,4).

31. Misión
Formada por creyentes de toda lengua, pueblo y nación,
la Iglesia es fruto de la misión que Jesús ha confiado a los
Apóstoles y recibe constantemente el mandato misionero (cf.
Mt 28, 16-20). «La Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria
para cumplir su misión perpetuando en la Eucaristía el
sacrificio de la Cruz y comulgando el cuerpo y la sangre de
Cristo. Así, la Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la
cumbre de toda la evangelización, puesto que su objetivo es la
comunión de los hombres con Cristo y, en Él, con el Padre y
con el Espíritu Santo» (Ecclesia de Eucharistia, 22).

En la oración universal, en la Plegaria eucarística, en las


oraciones de las misas por diversas necesidades, la intercesión
de la Iglesia que celebra los santos misterios abraza el
horizonte del mundo, las alegrías y tristezas de la humanidad,
los sufrimientos y el grito de los pobres, el anhelo de justicia
y de paz que recorre la tierra (cf. Mane nobiscum Domine, 27-
28).

El rito con el que se concluye la celebración eucarística no es


simplemente la comunicación del final de la acción litúrgica:
la bendición, especialmente con las fórmulas solemnes que
preceden a la despedida, nos recuerdan que salimos de la
iglesia con el mandato de dar testimonio al mundo de que
somos «cristianos».

Lo recuerda Juan Pablo II: «La despedida al finalizar la Misa


es una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la
propagación del Evangelio y en la animación cristiana de la
sociedad» (Mane nobiscum Domine, 24). El capítulo IV de la
108 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

Carta Apostólica Mane nobiscum Domine trata, de hecho,


de la Eucaristía presentada como principio y proyecto de
misión.

El encuentro con Cristo no es un talento para esconder sino


para hacerlo fructificar en obras y palabras. La evangelización
y el testimonio misionero parten como fuerzas centrífugas del
convivio eucarístico (cf. Dies Domini, 45). La misión es llevar
a Cristo, de manera creíble, a los ambientes de la vida, de
trabajo, de fatiga, de sufrimiento, buscando que el espíritu del
Evangelio sea levadura de la historia y “proyecto” de relaciones
humanas que lleven la impronta de la solidaridad y de la paz.
«¿Podría realizar la Iglesia su propia vocación sin cultivar una
constante relación con la Eucaristía, sin nutrirse de este alimento
que santifica, sin posarse sobre este apoyo indispensable para su
acción misionera? Para evangelizar el mundo son necesarios
apóstoles “expertos” en la celebración, adoración y contemplación
de la Eucaristía» ( Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada
Mundial de las Misiones 2004, 3).

¿Cómo anunciar a Cristo sin volver, regularmente, a


conocerlo en los santos misterios? ¿Cómo dar testimonio sin
alimentarse de la fuente de la comunión eucarística con Él?

¿Cómo participar en la misión de la Iglesia, superando todo


individualismo, sin cultivar el vínculo eucarístico que nos une
con cada hermano de fe, incluso con cada hombre?

Se puede llamar a la Eucaristía con justicia el Pan de la misión:


una bella figura, en este sentido, es el pan que se le da a Elías,
para que continúe su misión, sin ceder ante las dificultades
del camino: «con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta
días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte del Señor» (1Re
19,8).
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 109

4. INICIATIVAS Y COMPROMISOS PASTORALES

32. No cabe duda que cada Obispo, las Conferencias de


Obispos, los Superiores religiosos darán indicaciones para
el desarrollo fructuoso del Año de la Eucaristía (cf. Mane
nobiscum Domine, 5 y 29).

A modo orientativo se señalan algunas sugerencias y


propuestas.

33. Conferencias de Obispos


— Preparar oportunos subsidios —especialmente donde
las diócesis no puedan hacerlos— que den realce al Año de
la Eucaristía, favorezcan la reflexión de sacerdotes y fieles,
afrontando aquellas problemáticas doctrinales y pastorales
que se sienten con mayor urgencia en los propios países (falta
de sacerdotes, pérdida de la importancia cotidiana de la Misa
para algunos sacerdotes, poca asistencia a la Misa dominical,
abandono del culto eucarístico...).

— Considerar el tipo y la calidad de las transmisiones


televisivas y radiofónicas de la celebración eucarística (cf.
Dies Domini, 54) de gran utilidad para quienes se encuentran
imposibilitados a participar en la Misa (corrección de las
tomas, propiedad del comentario, belleza y dignidad de
la celebración para no difundir praxis discutibles, excesiva
espectacularidad, etc.).

— Prestar atención también a las otras formas de oración


retransmitidas por radio o televisión (favorecer adoraciones
en las iglesias, evitando que los fieles se contenten con seguir
la adoración teletransmitida).
110 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

— Proponer iniciativas para la apertura y la clausura del Año


de la Eucaristía en cada Diócesis.

— Invitar a profundizaciones a universidades, facultades,


Institutos de estudios, Seminarios.

— Promover congresos eucarísticos nacionales.

— Interesar e implicar sobre todo a los sacerdotes con


iniciativas a nivel nacional.

34. Diócesis
— Cuidar la apertura solemne y la clausura oficial del Año
de la Eucaristía, en las fechas establecidas por la Iglesia
universal, en la fecha conveniente a cada Diócesis: se aconseja
una celebración «estacional» en la catedral - o en un lugar
adecuado - presidida por el Obispo; si se cree oportuno, la
celebración puede comenzar en una iglesia o lugar cercano
al de la celebración, al que se llega en procesión cantando
las letanías de los santos (cf. Por ejemplo Caeremoniale
Episcoporum, 261).

— Valorar, en ciertos días y circunstancias del año litúrgico, la


“Misa estacional” presidida por el Obispo como signo visible
de comunión eucarística de la Iglesia particular (cf. Mane
nobiscum Domine, 22).

— Invitar a las oficinas y a las comisiones diocesanas de


alguno de los sectores de la pastoral (catequesis, liturgia,
arte, música sacra, escuelas, enfermos, familia, clero, vida
consagrada, jóvenes, movimientos...) a promover al menos
una iniciativa específica durante el año.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 111

— Promover congresos eucarísticos (tiempos de reflexión y


de oración).
— Valorar los encuentros con el clero (participación en la Misa
crismal, retiros mensuales, encuentros diocesanos o vicariales,
ejercicios espirituales anuales, formación permanente) para
profundizar en temas eucarísticos, a nivel espiritual y pastoral.

— Dar un acento eucarístico a la Jornada mundial de oración


por la santificación de los sacerdotes, en la solemnidad del
Sagrado Corazón de Jesús.

— Promover el conocimiento de santos y santas, especialmente


de aquellos que tienen alguna relación con la Diócesis, que se
han distinguido por el amor a la Eucaristía, han predicado
sobre el Misterio o han escrito sobre el mismo.

— Conocer el patrimonio de arte diocesano con alguna


referencia eucarística - pinturas, esculturas, iconografía,
altares, sagrarios, vasos sagrados...- custodiado en varias
iglesias y en museos diocesanos. Dirigir muestras, lecturas
guiadas, publicaciones.

— Incrementar la adoración perpetua del Santísimo


Sacramento, señalando para tal fin algunas iglesias y capillas
adecuadas; recordar su existencia donde ya las hay, procurando
que sean abiertas sobretodo en horarios en que pueda asistir
el mayor número de personas (cf. Mane nobiscum Domine, 18).

— Sean especialmente invitados los jóvenes a poner el tema


de la XX Jornada Mundial de la Juventud «Hemos venido a
adorarle» (Mt 2,2) en relación con el Año de la Eucaristía
(cf. Mane nobiscum Domine, 30). Sería muy significativo un
encuentro de adoración eucarística para los jóvenes a nivel
diocesano cerca del Domingo de Ramos.
112 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

— Abrir secciones de interés eucarístico en los semanarios y


revistas diocesanos, en las páginas de internet, en las emisoras
radio-televisivas locales.

35. Parroquias
Acoger la invitación del Santo Padre es hacer lo posible,
durante este Año, para dar a la Eucaristía dominical el puesto
central que le compete en la vida parroquial, con razón llamada
«comunidad eucarística» (cf. SC, 42; Mane nobiscum Domine,
23; Dies Domini, 35-36; Eucharisticum mysterium, 26).

A esta luz se sugieren algunas ideas:


— Donde sea necesario, reordenar o dar una disposición
estable a los lugares de la celebración (altar, ambón,
presbiterio) y a la reserva de la Eucaristía (sagrario, capilla
de la adoración); dotarse de los libros litúrgicos; cuidar la
autenticidad y la belleza de los signos (ornamentos, vasos
sagrados, decoración).

— Incrementar, o si no lo hay, instituir el grupo litúrgico


parroquial. Cuidado de los ministros instituidos y de los
ministros extraordinarios de la Comunión, de los ministros,
de la schola cantorum, etc.

— Dar una atención especial al canto litúrgico, teniendo en


cuenta las indicaciones ofrecidas en el reciente Quirógrafo de
Juan Pablo II sobre la música sacra.

- Programar durante algunos periodos del año - tiempo


pascual, Cuaresma - encuentros formativos específicos sobre
la Eucaristía en la vida de la Iglesia y del cristiano; ocasión
particularmente propicia para adultos y niños es el tiempo de
preparación para la Primera Comunión.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 113

— Tomar en mano y dar a conocer la Institutio generalis


Missalis Romani (cf. Mane nobiscum Domine, 17) y los
Praenotanda del Ordo Lectionum Missae; el documento De
sacra communione et cultu mysterii eucarsitici extra Missam; la
reciente encíclica Ecclesia de Eucharistia y la instrucción que
le siguió Redemptionis Sacramentum.

— Enseñar a «estar en la iglesia»: qué se debe hacer al entrar


en la iglesia, genuflexión o reverencia profunda ante el
Santísimo Sacramento; clima de recogimiento; indicaciones
para ayudar a una participación más interiorizada de la Misa,
especialmente en algunos momentos (tiempos de silencio,
oración personal después de la comunión) y para educar a
la participación exterior (modo de aclamar o de pronunciar
coralmente las partes comunes). Para la comunión bajo las
dos especies aténganse a la normativa vigente (cf. SC, 55;
IGMR, 281-287; Redemptionis Sacramentum, 100-107).

— Celebrar convenientemente el aniversario de la dedicación


de la propia iglesia.

— Redescubrir la propia iglesia parroquial, conociendo el


sentido de cuanto en ella habitualmente se ve: lectura guiada
del altar, del ambón, del tabernáculo, iconografía, vidrieras,
portales, etc. El aspecto visible de la iglesia favorece la
contemplación del Invisible.

— Promover - indicando también la modalidad práctica


- el culto eucarístico y la oración personal o comunitaria
delante del Santísimo (cf. Mane nobiscum Domine, 18): visita,
adoración del Santísimo y bendición eucarística, Cuarenta
horas, procesiones eucarísticas. Valorar de forma conveniente,
al concluir la Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo, el
114 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

prolongarse de la adoración eucarística (cf. Directorio piedad


popular, 141).

— Proponer en circunstancias especiales iniciativas específicas


(adoraciones nocturnas).

— Verificar la regularidad y la dignidad de la distribución de


la comunión a los enfermos.

— Acompañar la vida espiritual de quienes, participando en


la santa Misa, no pueden recibir la comunión por vivir en
situación irregular.

36. Santuarios
El Año de la Eucaristía interpela también a los santuarios,
lugares que de por sí están llamados a ofrecer a los fieles
los medios de la salvación, anunciando con celo la Palabra
de Dios, favoreciendo convenientemente la vida litúrgica,
de modo especial con la Eucaristía y con la celebración del
sacramento de la Penitencia, y cultivando formas aprobadas
de piedad popular (cf. CDC, 1234, §1; Directorio piedad
popular, 261-278).

Este Año tendrán un interés especial para los fieles los


santuarios erigidos con motivo de algún prodigio eucarístico
y de piedad eucarística.

— Siendo la celebración eucarística el punto central de las


múltiples acciones de los santuarios (evangelización, caridad,
cultura), será fructuoso:

— conducir a los peregrinos - partiendo de la devoción propia


de cada santuario - a un profundo encuentro con Cristo;
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 115

— cuidar que el desarrollo de la celebración eucarística sea


ejemplar.

— favorecer la participación de diversos grupos en la misma


celebración eucarística, debidamente articulada y atenta -si
es el caso- a la diversidad de lenguas, valorando también el
canto gregoriano, al menos en la melodías más fáciles, sobre
todo para el Ordinario de la Misa, especialmente el Credo y
la oración del Señor (cf. Directorio piedad popular, 268).

— Asegurar la posibilidad de la oración delante del Santísimo


Sacramento, cuidando el recogimiento y animando los
momentos de adoración comunitaria. Facilitar con una
adecuada señalización el lugar del sagrario (cf. IGMR, 314-
317; Redemptionis Sacramentum, 130).

— Favorecer la práctica del sacramento de la Penitencia,


asegurando, según las posibilidades, la disponibilidad de
confesores en horarios adecuados a la gente (Directorio
piedad popular, 267).

37. Monasterios, Comunidades religiosas e Institutos


Dado el estrecho vínculo entre Eucaristía y vida consagrada
(cf. Vita consecrata, 95; Congregación para los Institutos de
vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, Caminar
desde Cristo, 26), el Año de la Eucaristía debe resultar un
estímulo más para profundizar en el corazón de la propia
vocación y misión, personal y comunitariamente.

En todas las Reglas y Constituciones está prescrita o


recomendada la Misa cotidiana y la devoción eucarística.

— El Año de la Eucaristía es una oportunidad para programar


tiempos de reflexión y de revisión: sobre la calidad de la
116 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

celebración eucarística en comunidad; sobre la fidelidad a las


normas litúrgicas; sobre la herencia eucarística de la tradición
del propio Instituto como también sobre la situación presente;
sobre la devoción eucarística personal.

— Redescubrir en la vida y en los escritos de los propios


fundadores-fundadoras la piedad eucarística practicada y
enseñada por ellos.

— Preguntarse: ¿qué testimonio de vida ofrecen las personas


de vida consagrada que trabajan en parroquias, hospitales,
enfermerías, instituciones educativas y escolásticas,
penitenciarias, centros de espiritualidad, asilos, santuarios,
monasterios?

— Verificar si se sigue la orientación dada por el Magisterio


en repetidas ocasiones (cf. Dies Domini, 36) de participar en
la Misa dominical en la parroquia y de adaptarse bien con la
pastoral de la Iglesia diocesana en la que viven.

— Incrementar horas de adoración al Santísimo Sacramento


(cf. Mane nobiscum Domine, 18).

38. Seminarios y casas de formación


El Año especial de la Eucaristía interpela a las comunidades
y casas de formación en las que se preparan los futuros
sacerdotes diocesanos y religiosos, además de los diáconos (cf.
Mane nobiscum Domine, 30).

La participación en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía,


madura la respuesta vocacional y la abre a la misión específica
que Dios confía a quienes Él mismo escoge como pastores
de su pueblo (cf. Congregación para la Educación Católica,
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 117

Instrucción sobre la formación litúrgica en los Seminarios,


8-27 y Apéndice 30-41).

Mientras sostiene el camino cotidiano de formación, la


Eucaristía manifiesta a los seminaristas cuál es el centro de
su futuro ministerio.

Anotaciones para considerar:

— Cultivar el vínculo entre formación teológica y experiencia


espiritual del misterio eucarístico para una interiorización
más profunda.

— Esmero en la participación interior y exterior a la


celebración de la Misa.

— Conocimiento de la teología litúrgica destacada por los


ritos y los textos de la celebración eucarística.

— Conocimiento también práctico de cuanto concierne al


rito de la Misa y sobre todo el modo adecuado de celebrarla:
función del espacio donde se celebra; el género de los diversos
textos y el modo de pronunciarlos, las secuencias rituales,
las partes del Misal, la normativa que regula la celebración
eucarística en los días del año, las posibilidades legítimas de
posibilidad de elección de fórmulas y formularios.

— Utilidad de una cierta familiaridad con la lengua latina y el


canto gregoriano, para así poder orar y cantar el latín cuando
hace falta, arraigándose en la tradición de la Iglesia orante.

— Incremento de la adoración eucarística, sea personal o


comunitaria, en sus varias formas, incluida la exposición del
Santísimo Sacramento.
118 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

— Conveniente colocación del Sagrario para favorecer la


oración privada.

39. Asociaciones, Movimientos, Fraternidades


El espíritu de comunión, fraternidad, distribución que motiva
la incorporación a una asociación está naturalmente ligado al
misterio eucarístico.

Existen fraternidades y asociaciones explícitamente dedicadas


a la Eucaristía, al Santísimo Sacramento, a la devoción
eucarística.

La introducción de asociaciones, grupos y movimientos en


la Iglesia, que contribuyen a su edificación y vitalidad, según
sus carismas, se manifiesta con el encuentro ordinario en las
misas dominicales de la parroquia (cf. Mane nobiscum Domine,
23; Dies Domini, 36).

El Año de la Eucaristía:

— Es una invitación a reflexionar, constatar, interiorizar,


actualizar eventualmente los Estatutos tradicionales.

— Es una ocasión para una profundización catequético-


mistagógica de la Eucaristía.

— Es un estímulo para dedicar más tiempo a la adoración


eucarística, involucrando también otras a personas en un tipo
de “apostolado” eucarístico.

— Es una invitación a enlazar la oración y el compromiso de


caridad.
120 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

ORACIONES

Comunión Espiritual

(San Alfonso María de Ligorio)

Creo, oh Jesús mío, que estás realmente presente en el


Santísimo Sacramento del Altar. Te amo por sobre todas las
cosas de este mundo y deseo recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiéndolo hacer sacramentalmente, ven a lo menos
espiritualmente a mi corazón; y, como si ya te hubiese recibido,
me abrazo y me uno a Ti completamente. Oh Jesús mío, no
permitas que me separe de ti. Amén.

Oraciones para la acción de gracias después de recibir la


Sagrada Comunión

1. Oración de Santo Tomás de Aquino


Gracias te doy Señor Padre Omnipotente, eterno Dios, que a
mí pecador, indigno siervo tuyo, sin mérito alguno y sólo por
tu misericordia te has dignado alimentarme con el Cuerpo
y la Sangre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Te suplico
que esta Sagrada Comunión no sea para mi alma ocasión de
castigo, sino intercesión saludable de perdón.

Que esta Sagrada Comunión sea para mí armadura de fe,


escudo de buena voluntad, muerte de mis vicios, destierro
de todos mis carnales apetitos y aumento de caridad, de
paciencia y de todas las virtudes. Sea digna defensa contra
todos los enemigos de mi alma. Que sea perfecto remedio
para mí espíritu; perpetua amistad contigo; verdadero Dios y
Señor mío; y sello de mi muerte.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 121

Dichoso, te ruego tengas por bien llevar a este pecador a


aquel convite inefable donde Tú, con tu Hijo y el espíritu
Santo, eres para todos los santos, Luz verdadera, satisfacción
cumplida, gozo perdurable, dicha consumada y felicidad
perfecta. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.

2. Oración de Ignacio de Loyola


Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Tí.
Del enemigo malo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos
te alabe por los siglos de los siglos.
Amén

3. Oración de San Pío de Pietrelcina


Has venido a visitarme,
como Padre y como Amigo.
Jesús, no me dejes solo.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Por el mundo envuelto en sombras


voy errante peregrino.
Dame tu luz y tu gracia.
¡Quédate, Señor, conmigo!
122 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

En este precioso instante


abrazado estoy contigo.
Que esta unión nunca me falte.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Acompáñame en la vida.
Tu presencia necesito.
Sin Ti desfallezco y caigo.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Declinando está la tarde.


Voy corriendo como un río
al hondo mar de la muerte.
¡Quédate, Señor, conmigo!

En la pena y en el gozo
sé mi aliento mientras vivo,
hasta que muera en tus brazos.
¡Quédate, Señor, conmigo!
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 123

Letanía de Reparación al Santísimo Sacramento

Señor, Ten piedad de nosotros.


Cristo, Ten piedad de nosotros.
Señor, Ten piedad de nosotros.
Cristo, Óyenos.
Cristo, Escúchanos.

Dios Hijo, Redentor del mundo,


R./ Ten piedad de nosotros

Santa Trinidad, un solo Dios,


Sagrada Hostia, ofrecida por la salvación de los pecadores,
Sagrada Hostia, anonadada en el altar para nosotros y por
nosotros,
Sagrada Hostia, despreciada por los cristianos tibios,
Sagrada Hostia, signo de contradicción,
Sagrada Hostia, entregada a los judíos y herejes,
Sagrada Hostia, insultada por los blasfemos,
Sagrada Hostia, Pan de los ángeles, dado a los pecadores,
Sagrada Hostia, tirada en el lodo y pisoteada,
Sagrada Hostia, deshonrada por los sacerdotes infieles,
Sagrada Hostia, olvidada y abandonada en tus iglesias.

Sé misericordioso con nosotros, Perdónanos, oh Señor.


Sé misericordioso con nosotros, Escúchanos, oh Señor.

Por el ultrajante desprecio de este maravilloso Sacramento,


R./ Te ofrecemos nuestra reparación
Por tu extrema humillación en tu admirable Sacramento,
Por todas las comuniones indignas,
Por las irreverencias de los malos cristianos,
Por la profanación de tus santuarios,
124 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

Por los copones deshonrados y llevados a la fuerza,


Por las continuas blasfemias de los hombres impíos,
Por la impenitencia y traición de los herejes,
Por las conversaciones indignas en tus santos templos,
Por los profanadores de tus iglesias, a las que han profanado
con sus sacrilegios,

Para que plazca aumentar en todos los cristianos la reverencia


debida a este adorable Misterio,
R./ Te suplicamos, óyenos.
Para que te plazca manifestar el Sacramento de tu amor a los
herejes,
Para que te plazca que los insultos de aquellos que te ultrajan
sean más bien dirigidos hacia nosotros,
Para que te plazca misericordiosamente recibir esta nuestra
humilde reparación,
Para que te plazca hacer nuestra adoración aceptable a Ti.

Hostia Pura, R./Escucha nuestra oración.


Hostia Santa,
Hostia Inmaculada.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,


R./ Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R./ Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R./ Ten misericordia de nosotros.

Señor, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros.


V. Mira, oh Señor, nuestra aflicción,
R. Y da gloria a tu Santo Nombre.
UNA MISIÓN QUE NOS TOCA A TODOS 125

Oremos

Señor Jesucristo, que te dignas permanecer con nosotros en tu


maravilloso Sacramento hasta el final del mundo, para darle
a tu Padre, por la memoria de tu Pasión, gloria eterna, y para
darnos a nosotros el Pan de vida eterna: concédenos la gracia
de llorar, con corazones llenos de dolor, por las injurias que
Tú has recibido en este Misterio adorable, y por los muchos
sacrilegios que cometen los impíos, los herejes y los católicos.
Inflámanos con deseo ardiente de reparar todos estos insultos
a los que, en tu infinita misericordia, has preferido exponerte
antes que privarnos de tu Presencia en nuestros altares. Tú,
que con Dios Padre y el Espíritu Santo vives y reinas, un solo
Dios, por los siglos de los siglos. Amén
126 CELEBRAR LA EUCARISTÍA

Oración por el Congreso Eucarístico

Padre Santo,
con cariño y ternura, ábrenos tu corazón
y con tu Espíritu Santo
guíanos hacia nuestro Congreso Eucarístico.

De tu mano bondadosa
queremos llegar a ese gran encuentro con gratitud
para celebrar los 500 años de la verdadera,
real y sustancial presencia
de Cristo Eucaristía en nuestra tierra mexicana.

Permítenos celebrar la Eucaristía,


Como una misión que nos toca a todos. Amén

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