Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
g rija lb o
EL DESPERTAR DEL HONGO
C h a m a n e s y p la n ta s d e p o d e r
© 2 0 0 0 , J u a n J o s é P iñ e ir o
D .R . © 2 0 0 0 p o r E D I T O R I A L G R I J A L B O , S .A . d e C.V .
( G r ija lb o M o n d a d o r i)
Av. H o m e r o n ú m . 5 4 4 ,
C o l. C h a p u l t e p e c M o r a l e s , C .P . 1 1 5 7 0
M ig u e l H id a lg o , M é x ic o , D .F .
E s te lib r o n o p u e d e s e r r e p r o d u c id o ,
to ta l o p a r c ia lm e n te ,
s in a u to r iz a c ió n e s c r ita d e l editor.
IS B N 9 7 0 -0 5 -1 1 9 8 -7
IM P R E S O E N M E X IC O
A todas las personas encarceladas
por la defensa de las plantas y hongos sagrados,
con la esperanza de que los otros presos,
los presos de su plata, su miedo y sus mentes cerradas,
aquellos que intentan prohibir la vida y la naturaleza,
aprendan algún día a abrir su cerebro y su corazón
y reconozcan el derecho humano a explorar libremente
nuestra propia conciencia.
A Ella
por su impecable salto
y por todo lo demás.
Indice
Prólogo 1 ................................................................................................................ 13
Prólogo 2 ................................................................................................................ 17
Bibliografía relacionada.......................................................................................... 4 8 5
De modo que también para mí son reales los libros; no sólo me vinculan con otras mentes,
sino con la visión de otras mentes, con lo que esas mentes comprenden y ven.
Veo sus mundos tan claramente com o el mío.
P hilip K. D ick
Naturalmente no espero que mis palabras se tomen como un valor nominal. Sin
embargo, estas conclusiones están basadas en una experiencia que todos pueden
tener si se toman el tiempo de investigar la DMT. La experiencia en sí misma
dura menos de quince minutos. No espero críticas de gente que no se haya to-
mado la molestia de llevar a cabo este simple y definitivo experimento. Después
de todo, ¿con qué seriedad pueden abordar el problema los críticos si son incapa
ces de invertir unos pocos minutos de su tiempo para experimentar el fenómeno
personalmente?
Espero que estas frases hagan reflexionar a quienes se vean tentados a ne
gar sin más las experiencias o afirmaciones que van a leer a continuación.
sólo de esta manera comenzamos a encontrar las respuestas que siempre he
mos buscado; sólo así vamos sabiendo qué hacer y cómo vivir en estos tiempos
que a algunos confunden y les desaniman, mientras a otros nos parecen capa
ces de alumbrar algo maravilloso, con la única condición de que cada vez más
personas nos decidamos a ser nosotras mismas, sin buscar experiencias de segun
da mano, experimentando en carne propia la Realidad, sea lo que sea que vaya
mos descubriendo que es esa desconocida, hoy por hoy esquiva, y aparentemente
difícil de conocer, salvo llegando ahí.
A lo largo de las páginas de El despertar del Hongo aparecen multitud de
técnicas — químicas o no— para ayudamos a conocer, a vivir y a ser. Y dejémoslo
claro: ni saber, ni vivir ni ser es un viaje individual, porque siendo, uno descubre
que jamás está solo. A l dar los primeros pasos, uno vivencia el viaje propio como
colectivo; inevitablemente, uno encuentra en su camino a quien también se ha
decidido a vivir de verdad, plenamente y sin miedo, y llega a experimentar su
travesía como un viaje compartido, integrado cada vez más en el Todo que es la
vida, la Tierra, el universo, ios otros seres conscientes y la humanidad.
Depende de cada lectora o lector que este libro quede o no simplemente con
vertido en palabras impresas, muertas o perdidas. Quien quiera vivirlo no ha
de repetir necesariamente mi itinerario: para darle vida a estas páginas sólo se
tiene que tener decisión, apertura y honestidad para iniciar la aventura de
existir armónica y conscientemente en todas las dimensiones de nuestro ser.
Espero que los árboles chamánicos — o de cualquier otra especie— no impi
dan a ningún leyente ver el bosque o la selva que es este libro, y en vez de perderse
en él, se encuentren en alguna de estas páginas con su esencia. Lea el lector/a
atentamente las Advertencias ¡rreliminares y camine con paso firme y seguro, con
fiando en sí mismo/a, sin tomar nada por cierto, ni descartar nada de antemano.
No estará de más recordar también aquí unas palabras de Thomas Merton:
Espero que en estas páginas pueda cada lector hallar algo de su interés, de
alguna utilidad y de algún valor para su ascenso y su posterior descenso. N o en
vano El despertar del Hongo es también una bienvenida adentro, arriba, abajo y
adelante.
Prólogo 2
Describir cómo fue escrito este libro tiene importancia para la lectora o el lector, pues
las primeras personas que b conocieron comprobaron que si antes o durante su lectura
entraban en un estado de conciencia distinto al habitual, las palabras tenían el efecto
de transformarlas, actuando como un auténtico libro de poder. Simplemente abrirse
a resonar con el ritmo de las frases — y su significado profundo y esencial— puede
servir de puerta de entrada al lugar donde podremos encontramos b s kctores y
lectoras, el narrador, y las mujeres y hombres cuyo conocimiento aparece limitada
mente reflejado en estas páginas.
Quien desee acceder a ese conocimiento directamente, sin el límite inevitabb
de las palabras, sób tendrá que llegar a él a través de este libro, utilizado como puerta de
acceso a otra realidad.
El tren a Oaxaca había partido el día anterior, a las siete de la tarde. Era la
última hora de luz diurna, y apenas había podido vislumbrar la naturaleza por
la ventana de mi vagón. E l Oaxaqueño había necesitado más de una hora para
dejar la ciudad de México, la más grande del mundo. Los arrabales con chozas
se extendían kilómetros y kilómetros en las afueras de la ciudad, y cuando
finalmente dejamos la capital, la luz del día había desaparecido por completo.
El paisaje que contemplaban mis ojos en ese amanecer, tan sólo al desper*
tarme, era sencillamente maravilloso. Era la primera vez que veía el México
profundo que me había llevado hasta allí. Esas tierras parecían cargadas por los
años y por la historia de una ancestral fuerza, que se manifestaba dentro de uno
con sólo observarlas, aunque fuera desde la ventanilla del tren. Me preguntaba
qué sería sentirlas bajo los pies, caminar por ellas con el intento de comunicar
me con las gentes que habitaron desde hace milenios estos lugares, hasta que la
llegada de Hernán Cortés y sus soldados al golfo de México destruyó casi total
mente sus culturas, al menos aparentemente.
Intuí que ese viejo conocimiento de las antiguas culturas mexicanas per
manecería de algún modo en las tierras y ruinas, en la naturaleza y el arte, en
todo aquello que no pudieron destruir los españoles. Los conquistadores aca
baron con lo que detectaron diferente y extraño, y con lo que considera-
20 E l despertar D a Ho ngo
ron peligroso para ellos, pero dejaron vivo todo aquello que fueron incapaces
de ver.
Mientras salía de la modorra del sueño, observaba el paisaje cambiante y
la riqueza de la vida en esos valles que atravesábamos a gran velocidad. La
menté mi ignorancia. Los árboles, plantas y cactus que veía por la ventana
eran totalmente desconocidos para mí.
Había tenido la misma sensación hacía sólo unas horas. La tarde ante
rior había estado en el mercado de Sonora, aprovechando unas horas libres
antes de tomar el tren. El mercado estaba cubierto, ordenado como una pe
queña ciudad, donde las casas serían los puestos de hierbas, semillas mágicas,
imágenes, velas y amuletos, y las calles los pasillos que recorren los comprado
res y pacientes de los curanderos y curanderas.
En la sección de herbolaria había comprobado la riqueza de la natu
raleza en México. Nombres de plantas como yerba del golpe, cilantrillo de
pozo, pudorosa, cardo santo, rosa de Castilla, jiricuá, uña de gato, centaura o
matarique, habían excitado mi interés y curiosidad. Otros nombres de origen
desconocido para mí me habían interrogado: tepescohuite, axcocopaquillo,
ecapatli, huiscolote...
Había llegado hasta el límite de la paciencia de las mujeres y hombres
que atendían los puestos, a quienes había importunado con preguntas sobre
multitud de plantas, sus efectos y modo de uso. El lugar parecía poderoso. Lo
advertí con sólo introducirme en sus pasillos y moverme entre las plantas,
veladoras, sahumerios e inciensos; con sólo sentirme llamado por las chicas y
0
chicos que intentan atraer tu atención; con sólo conectar con la peculiar ener
gía que se percibía allí. Pregunté y una curandera me explicó que muy cerca
se encontraba un templo mayor azteca. Me dijo que allí había mucho cono
cimiento, aunque a los mismos mexicanos, ellos, las brujas y curanderos, les
parecieran personas ignorantes o supersticiosas.
Mi primera impresión había sido que superstición y sabiduría se encon
traban íntimamente mezcladas en México. En el mercado de Sonora podía
comprobarse perfectamente el sincretismo realizado tras la conquista española
entre el rico conocimiento de las culturas prehispánicas, el catolicismo y la
magia. Y me había sentido extranjero allí, por más que hubiera conectado con
el lugar en alguna dimensión desconocida de mi ser.
En el tren recordaba las palabras con que se había despedido de mí la
curandera con la que más hablé el día anterior, en mi primera visita al merca
do. Me dijo que yo tenía una energía bonita, pero que necesitaba conectar con
buenas vibraciones, con la vibración que los antiguos pueblos de México ha-
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 21
bían despertado en esta tierra y que sólo hacía unos años había vuelto a activar-
se. Antes de separamos, me recomendó que tomase un vaso de jugo hecho con
la penca de la sábila para obtener mayor determinación durante mi viaje. Me
confesó que los guerreros aztecas usaban el jugo del tallo del áloe, el otro nom
bre de la sábila, para curarse las heridas y recuperar la energía perdida en la
batalla.
Mi visita ai mercado de Sonora, el encuentro con la curandera y el jugo
de sábila habían estabilizado y fortalecido mi decisión de ir, a partir de ese
momento, decididamente en busca del conocimiento que las tierras y los hom
bres y mujeres de poder de México me permitiesen llegar a tocar. Y habían co
menzado a ocurrir hechos fuera de lo común, aunque todavía prácticamente
imperceptibles.
Asombrado por el paisaje que veía desde mi asiento, miré afuera. Continuaba
amaneciendo lentamente y E l Oaxaqueño todavía corría entre estrechísimos
valles, que resurgían inmaculados de la noche.
Una chica de pelo moreno y piel clara que se había sentado a mi lado, al
despertarse, tras pasar la noche en el asiento de enfrente, me preguntó por qué
estaba en México.
— Todavía no sé con seguridad a qué he venido a tu país. He venido aquí
abierto, dispuesto a aprender — dije finalmente, tras unas torpes explicaciones
iniciales.
— Si quieres aprender en nuestra tierra, tendrás que ver más allá de las
apariencias. Si no, esto te parecerá peor que tu propio país — me miraba direc
tamente a los ojos, y yo me pregunté qué quería decirme en realidad.
Comprendí cuando continuó hablando.
— El conocimiento está oculto — añadió— . Y sólo lo encuentra quien
está preparado para recibirlo. La mayoría de nosotros los mexicanos, como
cualquier otro pueblo, no tenemos pinche idea del lugar donde vivimos.
Me aclaró que era en la universidad donde ella había descubierto que
México era un lugar prácticamente desconocido hasta por sus propios habitan
tes. A l estudiar el pasado de su país, había comprendido que la gran mayoría de
su pueblo desconocía lo que sus tierras y sus pueblos escondían.
— Algunos indios son los que más saben, pero los despreciamos por igno
rantes — reconoció.
El paisaje había comenzado a cambiar dramáticamente. La chica me advirtió
que estábamos llegando a Oaxaca. Sentí como un escalofrío. Eran muchos años
escuchando ese nombre, sintiéndolo, esperando el día de visitar esta ciudad de
22 E l despertar del Ho ngo
la que ahora estaba tan cerca, y de la que tanto esperaba, aunque nunca hubie
ra sabido con exactitud qué. N o olvidé lo que esta chica me acababa de decir.
Ella era bastante blanca, parecía que sus antepasados apenas se habían mezcla
do con los indígenas, pero parecía saber de qué estaba hablando.
A l dejar el tren me despedí de ella en el andén y no la volví a ver nunca
más. Me dijo, antes de comenzar a alejarse entre vías abandonadas y cubiertas
de hierba, que Oaxaca era sólo un lugar de paso para ella, pero que sabía que
no lo sería para mí.
María Sabina había muerto hacía años; sin embargo, sentía cómo me llamaba
desde algún lugar, secreto todavía. Comencé a recordar su rostro al caminar
por las calles de Oaxaca. Había visto varias de sus fotografías antes de par
tir a México, cuando preparaba el viaje, y su cara en blanco y negro había
llegado a serme familiar.
A l llegar al Zócalo de Oaxaca y contemplar su belleza, me planteé la
posibilidad de buscar alojamiento y partir a Huautla de Jiménez días más tar
de, tras recorrer y empaparme de esta ciudad en sus calles y mercados, pero una
fuerza invisible y amiga me lo impidió.
Me situé en el centro de la plaza, junto al quiosco de la música, contemplé
los arcos y los soportales, los turistas bebiendo en las terrazas de ios cafés. Más
tarde me senté en uno de los bancos donde aquel nagual que fue llamado don
Juan decían que se había sentado en tantas ocasiones. Tras unos minutos allí,
un impulso desconocido me llevó a caminar por la ciudad, dejando la parte
más antigua y colonial. Sin saber cómo, sin preguntar por ella a nadie, me
encontré delante de la estación de autobuses.
Entré en la sala principal de la central camionera, nombre mexicano
para las estaciones de autobuses. Multitud de viajeros aguardaban la hora de
salida; vendedores de todas las edades intentaban conseguir unos pesos de los
turistas o de los mexicanos más ricos; indigentes tirados por los suelos o insta
lados en las bancas se refugiaban allí, y parecían vivir en la estación.
Entre los numerosos mostradores, localicé rápidamente el de Fletes y
Pasajes, la compañía que llevaba al pueblo de María Sabina. U n autobús partía
unas horas más tarde. N o tuve dudas, y unos segundos después tenía un billete
para Huautla de Jiménez en mi mano. En la libreta que antes de salir me había
dado Luna, apunté algunos horarios y destinos que necesitaría más adelante.
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 23
incluso de Oaxaca. Sus rasgos parecían más indios que los de los mexicanos
que había visto en el tiempo que llevaba en el país.
— ¿Cómo sabes estas cosas? ¿Eres chamán? — pregunté, sabiendo que
aunque lo fuera no me lo diría; ya había descubierto en Sudamérica que los
auténticos chamanes no presumían de ello, incluso lo ocultaban.
— N o — respondió, y parecía sincero— . Soy un humilde maestro en una
escuelita, pero mi abuela sí que era chamana. Ella transmitió su saber a mi
mamá antes de morir, como es tradicional. Desgraciadamente mi mamá murió
bien joven, con 18 años, en el mero parto en que me dio a luz, y no pude
aprender de ella. Más tarde me hice maestro, a pesar de los sueldos miserables
que nos pagan por nuestro trabajo. Ahorita vengo de una reunión en Oaxaca
con los compañeros de toda esta zona. Tratamos de organizamos pa’ver si pre-
sionamos al pinche gobierno — y rió, sarcásticamente.
Continuamos hablando mientras el autobús avanzaba por la carretera
hacia Tehuacán. Poco a poco fuimos confiándonos el uno al otro. Hablamos
muy sinceramente. Yo le hablé de mi viaje por Sudamérica. Él me contó mu
chas cosas sobre los honguitos y otras plantas de la tierra mazateca.
Tras unas horas, el maestro me dijo que a la altura de Teotitlán del Camino
nos desviaríamos de la carretera para internarnos en la sierra mazateca. A l
acercamos a Teotitlán me aclaró que este nombre, en la lengua náhuatl, signi
fica “Tierra de Dioses” .
No tuvo que decirme que habíamos llegado al desvío. El autobús se detuvo
unos minutos y varios chamacos y chamacas subieron rápidamente para intentar
vendemos a los viajeros arroz con leche, empanadas, quesadillas, helados, golosi
nas, fruta. En unos segundos el pasillo estaba lleno de estos pequeños vendedores,
obligados a trabajar desde corta edad para subsistir. El conductor tuvo que man
darlos bajar para poder continuar el viaje. Dejaron el autobús pacíficamente, sin
resistencia, todavía intentando ganar unos pesos más, con alguna venta final.
Dejamos la carretera principal por la derecha, y ya nada fue igual. A
partir de ese momento comenzamos a ascender y la carretera fue haciéndose
cada vez más difícil. El chofer parecía conocerla bien. Tomaba con seguridad
las cerradas curvas. Era notorio en la temperatura el aumento de la altitud. Me
fui abrigando poco a poco, según empezaba a sentir el frío de la sierra.
Desde la ventanilla del autobús veía de vez en cuando almacenes de
Cemento Tolteca. Le pregunté al maestro si la cultura tolteca continuaba viva,
o sólo quedaba ya el uso comercial de esa palabra.
— Mi papá tuvo otro hijo con una maestra de por el norte de Veracruz
— me explicó— . La conoció en un convite. Ella hablaba náhuatl, la lengua de
26 E l despertar del Ho ngo
los aztecas y otros pueblos antiguos de México. Aseguraba que su familia prove
nía de un linaje de brujos toltecas. La familia de mi mamá estaba muy molesta
con él y al poco tiempo me dejó a cargo de parientes lejanos, que fueron los que
me educaron y cuidaron, y a mi papá apenas volví a verle, pero por lo que me
enseñó antes de abandonarme, la tradición de este pueblo no había desapareci
do, permanecía oculta en la sabiduría de algunos pueblos del México de hoy.
Me pregunté el porqué de esta insistencia. En sólo 24 horas la curandera
del mercado, la chica del tren y ahora este hombre no permitían que olvidara
que aunque escondido, aún existía el conocimiento.
—Nuestra propia tradición mazateca proviene de los olmecas y los toltecas
-continuó— , y nuestra tradición es sobreviviente, gracias ai aislamiento.
"H ay muy pocos jóvenes que, como te digo, quieran el conocim iento
y estén dispuestos a aprender. Y aun así, aunque quieran aprender, no les va
a resultar fácil dar con un buen nagual. Ya verás cómo no los vas a encon
trar fácilmente. Se ocultan entre nosotros, y aunque los conozcas, aunque
sean tus vecinos, nunca les reconocerás. Tienen que protegerse de propios
y extraños.
— Y desde el punto de vista de los naguales, ¿les resulta difícil encontrar
a alguien a quién transmitir sus conocimientos? — pregunté intentando acla
rar cuál era la situación actual.
— A sí sucede hoy en día, desde hace años — respondió— . Los auténti
cos naguales no pueden transmitir sus saberes. N o es fácil. Además, cada vez
menos jóvenes permanecen aquí. Los más jovencitos se están yendo a Oaxaca
o a México. No aguantan aquí los años de aprendizaje por indisciplinados. No
son sérios. No hay una disciplina fuerte y bonita.
— ¿Te refieres a ser impecable?
— Puedes decirlo así. Estos jóvenes están tan lejos de la impecabilidad
como tú ahora de tu país. Es un problema muy grande que tenemos. Nuestra
tradición se está perdiendo, por los viejos corruptos y los jóvenes corrompidos.
"Los mismos chamaquitos a los que los maestros intentamos enseñar no
quieren aprender. N o entienden que sin educación continuarán siendo unos
miserables toda su vida. N o se interesan ni por una cultura ni por la otra.
Bajando cada vez más la voz, continuó hablando:
— Hay algunos jóvenes interesados sinceramente en el conocimiento,
pero los viejos no confían en ellos. N o quieren transmitir el poder. Son muy
poquitos, pero hay algunos jóvenes serios y con la disciplina única que da el
uso sagrado de los hongos.
— ¿Conoces a algunos de ellos? — pregunté, bajando también la voz.
— Los conozco — me confesó— . Estos jóvenes de los que te hablo fueron
alumnos míos cuando eran chamacos, ahora son mis amigos. A l no encontrar
buenos maestros, decidieron trabajar juntos sin los viejos y aprender de los
honguitos. A lgo que habían aprendido de su experiencia es que los hongos
les podían desvelar la verdad del nagual.
Hizo una pausa, y continuó hablando:
— Para que no hubiera problemas fui a platicar con los viejos. Yo no era
viejo ni joven. Los jóvenes no querían el enfrentamiento, porque saben que
los viejos tienen mucho poder, y que si querían podían hacerles mucho daño,
incluso destruirles. Pero ellos me dijeron: “ Queremos ser libres, aunque los
viejos se encabronen” . Ellos han comenzado en los últimos años a revivir una
28 El despertar del Ho ngo
Tras cuatro horas de viaje, el maestro me dijo que estábamos llegando a Huautla.
Le di las gracias por todo lo que me había enseñado durante el viaje y le pre
gunté que por qué había confiado en mí.
— Hay hombres-águila — respondió.
— ¿Qué quieres decir?
— Eso na’más: hay hombres-águila. Ya irás sabiendo con el tiempo. A h o
rita no me preguntes más. Has llegado a un lugar de gran poder. N o olvides
que Huautla significa en náhuatl “Nido de águilas” .
En ese momento no entendí qué me había querido decir, y miré por la
ventana. Ya era totalmente de noche.
Unos minutos después entrábamos en Huautla de Jiménez. Le dije que
me sentía inquieto por lo que me había dicho sobre los naguales que usaban
mal su poder. Sentía aprensión ante la posibilidad del encuentro con alguno
de ellos en estas montañas.
— N o tengas miedo — respondió— . Mantente ligado al espíritu. A u n
que te encuentres con alguno, si no te achicas, ellos te respetarán y finalmente
se alejarán de ti.
30 El despertar del Ho ngo
— ¿Tú has tomado alguna vez los honguitos? — le pregunté mientras con
tinuábamos subiendo.
— Uy, muchas veces. Son muy buenos los honguitos.
Atravesamos una plaza y ascendimos por una calle estrecha, que unos
minutos después se transformó en una escalera de piedras irregulares. Alcanza
mos un llano y a partir de ahí tomamos una calle más ancha.
A los lados de algunos caminos por lo que anduvimos, vi una planta que
era muy familiar para mí, tras mi viaje a Sudamérica. Las campanas del flori
pondio eran inconfundibles.
Le pregunté a Salvador por esta planta.
— Pues eso es ploripondio — respondió.
— ¿Ploripondio, o floripondio? — interrogué.
— Pliropondio — contestó, trabándosele la lengua— . Floripondrio. No,
plorifondio le llaman, ¿no? Bueno, no sé bien — aceptó riéndose— . Es muy
muy horrible. Vi a un gringo que se lo tomó y se puso loquísimo. Se iba a tirar
por un barranco para arrancarse la locura de su cabeza. Se la agarraba con las
manos como si fuese un poseído por el demonio.
Mientras terminaba de explicarme las consecuencias del floripondio en
la cabeza y el cuerpo del desdichado gringo, me señaló una escalera.
— Aquí es — dijo.
Miré arriba y vi una casa bastante grande.
— ¿Pero no me dijiste que era una cabaña? — pregunté sorprendido.
— Aquí vive mi familia. Ahorita te enseño la cabaña, está ahí mismito
— y señaló hacia la oscuridad.
Subí por la escalera con mucho cuidado. Era muy resbaladiza. Había algo
de barro cubriendo las piedras y tenía miedo de resbalarme, con la mochila a
mi espalda.
A l asomar la cabeza por la puerta, vi a una familia completa, viendo la
televisión, como en cualquier otro lugar del mundo.
Nada más verme, el marido me ofreció una silla y la mujer un cafecito.
Se presentaron, y me presentaron al resto de la familia: dos niños, dos niñas, el
tío y la abuela.
Mientras Ana, la mujer, preparaba el café en una vieja cocina que estaba
en la misma sala donde me habían recibido, su marido, Alejandro, me dijo que
antes que nada habláramos de la cabaña.
Sin ninguna discusión apalabramos el precio diario de mi alojamiento, y
comenzamos a hablar de los hongos.
— ¿Cuántos viajes quieres? — me preguntó, al igual que su hijo.
32 E l despertar D a Ho ngo
Estaba tan rica la miel de hongos, que le pasé el frasco a Alejandro, para evitar
la tentación de tomármela toda. La dejó encima de la mesa.
— Mira, la dejo aquí pa’ti. S i quieres un aumentito, tómala na’más.
— De acuerdo — dije— . Oye, ¿por qué los ponéis en miel? ¿Así es como
se conservan?
— S í — respondió— . Durante un año. Ten en cuenta que dentro de
unas semanas dejará de llover como ahorita, y es necesario conservarlos
hasta el próximo año, cuando llegue de nuevo la temporada de lluvias.
Me pregunté desde cuándo sabrían los mazatecos que los hongos se con
servan en miel.
— Hay que echarlos frescos, no secos, y al año fermentan — continuó
explicándome Alejandro— . Toma un poquito más de mielecita.
Tras tomar un sorbo más, pregunté:
— Oye, vuestro hijo me ha dicho antes que les dais honguitos ya de pe
queños.
— Siempre que tienen un mal o están enfermos — dijo Alejandro.
— A ésta — señaló A na a su hija más pequeña— se los dimos cuando
tenía dos años y medio, era muy chiquita. El hongo la curó, y la hizo reír y
platicar.
Miré a la niña y a todos los miembros de la familia. Su cara siempre
estaba risueña, como si la felicidad residiera eternamente en su rostro.
— El hongo te hace platicar — me explicó A na— . Te habla y tú vas y
dices lo que escuchas.
— ¿Y qué te dice? — pregunté.
— Lo que necesites saber — respondió A n a— . A veces no quieres ni
escucharle, porque te dice cositas que no quieres oír. Pero si quieres curarte
tienes que escucharle y hacer lo que el hongo te diga. A veces no te cura él
36 E l despertar del Ho ngo
mismo, te dice qué medicina tienes que tomar. Si le haces caso al hongo te
curarás.
Me iba dando cuenta de que todos ellos hablaban con toda naturalidad
del hongo como de un ser vivo, como si se tratase de otra persona, además muy
sabia.
— ¿El hongo sabe? — pregunté.
— El hongo lo sabe todo, hasta cosas que nosotros los hombres no pode-
mos entender.
Alejandro afirmaba todo esto con total seguridad, como quien sabe muy
bien de qué está hablando.
— Él sabe muchas muchas cosas — continuó— . El hongo sabe todo de
la vida.
— Y de la muerte — añadió A na— . El hongo sabe todo de la vida y de la
muerte — concluyó misteriosamente.
Poco a poco la atmósfera iba transformándose. La luz eléctrica era muy débil y
tenue. Sólo el fuego, mantenido por los niños, iluminaba realmente la habita-
ción donde nos encontrábamos. Ibamos bajando cada vez más la voz. El miste
rio y el respeto iban haciéndose muy presentes. Me di cuenta de la reverencia
con la que hablaban del hongo.
— Si lo necesitas te lleva al lugar de los muertos — explicó Ana.
— Y a las curanderas les enseña la enfermedad — dijo Alejandro.
— Las curanderas de verdad — continuó A na— viven sólo de curar.
Ellas ven la enfermedad con los hongos, dónde está el mal. Desde chiquitas
aprenden a hacerlo, pueden aprender a hacerlo. La mamá y la abuela les van
enseñando.
— Entonces esta sabiduría se va enseñando de generación en genera
ción, ¿no? — asintieron los dos— . ¿Desde cuándo se conocen los hongos? — les
pregunté.
— Uy, ni se sabe, hay quien dice que desde siempre — respondió A le
jandro.
— Quién sabe quién los descubrió. Fue muy antiguamente. Hace mucho
de eso — añadió Ana.
— Nosotros los blancos sabemos hace sólo unos años que existían aquí
los hongos. Me imagino que no conocisteis a G ordon W asson... — A na y
Alejandro aparentaban unos 35 años.
— N o — dijo A na— , pero mis papás y mis abuelos me contaron que un
día llegó a Huautla un gringo que quería ver la ceremonia de los hongos. Le
La t ie r r a de l a s á g u il a s 37
mismo, te dice qué medicina tienes que tomar. S i le haces caso al hongo te
curarás.
Me iba dando cuenta de que todos ellos hablaban con toda naturalidad
del hongo como de un ser vivo, como si se tratase de otra persona, además muy
sabia.
— ¿El hongo sabe? — pregunté.
— El hongo lo sabe todo, hasta cosas que nosotros los hombres no pode
mos entender.
Alejandro afirmaba todo esto con total seguridad, como quien sabe muy
bien de qué está hablando.
— Él sabe muchas muchas cosas — continuó— . El hongo sabe todo de
la vida.
— Y de la muerte — añadió A na— . El hongo sabe todo de la vida y de la
muerte — concluyó misteriosamente.
Poco a poco la atmósfera iba transformándose. La luz eléctrica era muy débil y
tenue. Sólo el fuego, mantenido por los niños, iluminaba realmente la habita
ción donde nos encontrábamos. íbamos bajando cada vez más la voz. El miste
rio y el respeto iban haciéndose muy presentes. Me di cuenta de la reverencia
con la que hablaban del hongo.
— Si lo necesitas te lleva al lugar de los muertos — explicó Ana.
— Y a las curanderas les enseña la enfermedad — dijo Alejandro.
— Las curanderas de verdad — continuó A na— viven sólo de curar.
Ellas ven la enfermedad con los hongos, dónde está el mal. Desde chiquitas
aprenden a hacerlo, pueden aprender a hacerlo. La mamá y la abuela les van
enseñando.
— Entonces esta sabiduría se va enseñando de generación en genera
ción, ¿no? — asintieron los dos— . ¿Desde cuándo se conocen los hongos? — les
pregunté.
— Uy, ni se sabe, hay quien dice que desde siempre — respondió A le
jandro.
— Quién sabe quién los descubrió. Fue muy antiguamente. Hace mucho
de eso — añadió Ana.
— Nosotros los blancos sabemos hace sólo unos años que existían aquí
los hongos. Me imagino que no conocisteis a G ordon W asson... — A na y
Alejandro aparentaban unos 35 años.
— No — dijo A na— , pero mis papás y mis abuelos me contaron que un
día llegó a Huautla un gringo que quería ver la ceremonia de los hongos. Le
La t ie r r a de l a s á g u il a s 37
— El perro andaba haciéndose del baño, y mira cómo ha salido con ele
gancia — dijo Ana, riéndose.
— Pues yo también querría ir al baño — dije— . ¿Dónde puedo ir?
— ¿Necesitas ir al baño? — me preguntó Alejandro.
— Sí.
— ¿Del uno o del dos?
A l ver la cara con la que Alejandro me hizo la pregunta, reí, y entonces
me di cuenta de que la miel de hongos había comenzado a hacerme efecto. Mi
risa no era ya normal.
— Oye, me parece que la miel ha empezado a hacerme algo. ¿Por qué no
me enseñáis dónde está el baño y me lleváis a la cabaña?
—Tan poquito y ya te prendió — dijo A na— . Qué bien, les has gustado
a los honguitos. Ésa es una buena señal.
Todos parecían muy contentos con la señal. Parecía que les gustaba que
otras personas estuvieran prendidas y fueran aceptadas por los hongos.
Ana le hizo una seña a su tío y éste se levantó.
— Él te llevara — dijo A na— . A l lado de la cabaña puedes hacer tus
necesidades.
Me asombró que encargaran que me llevara a la cabaña el tío sordo y que
sólo hablaba mazateco, pero me fui con él, tras despedirme del resto de la
familia.
Hace unos días que me encuentro ya en tierras de México. Espero que estés todavía
en esta dirección que me dejaste antes de irte de Granada. Si has dejado ya Londres,
supongo que Carmen te hará llegar esta carta.
Acá en México me he acordado mucho de nuestros días en la AIpujarra. He
recordado nuestras visiones y conversaciones de aquella última mañana, en la que
ambos supimos a dónde ir.
¿Sabes? La última imagen que tengo de allí es una tuya despidiéndote de los árbo
les, dándoles las gracias por acompañamos. Ahora quiero dártelas a ti por esos días y por
todo. Te agradezco mucho que me ayudases a comprender, tu apoyo incondicional, y que
estés siempre ahí, cuando estamos juntos, o cuando estamos, como ahora, separados.
El viaje no ha podido comenzar mejor. Anoche los guardianes de esta tierra
vinieron a darme la bienvenida.
En otro momento de la larga experiencia — duró unas seis horas, hasta que me
dormí exhausto a las cuatro de la mañana— vi la concepción de un ser humano. Tal
y como sucede siempre que intento describir una experiencia de esta clase, las pala
bras resultan claramente insuficientes para describir su belleza.
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 41
Asistí al origen de algo: la unión del espermatozoide con el óvulo. Aquél parecía
poseer alguna clase de inteligencia. Antes de la unión era evidente cuál alcanzaría
el óvulo, que a su vez, en absoluto permanecía pasivo, como nos han enseñado. El
óvulo parecía atraer de alguna forma invisible pero real al espermatozoide elegido
por él, aunque en realidad parecía una elección mutua, como si una fuerza descono
cida les atrajera y les llevara a fundirse.
Una vez unidos, el embrión comenzó a crecer. Asistí a la división y subdivi
sión celular, al desarrollo del embrión, antes de desvanecerse y convertirse en otra
visión que ahora mismo no puedo recordar.
El hongo me ha hablado de un códice del que los españoles se apoderaron y que parece no
destruyeron, sabiendo de su importancia. Por lo que he podido llegar a entender era muy
importante. En él estaban recopilados todos los conocimientos secretos de esta gente
sobre la vida y la muerte; su cultura; los seres humanos y otros seres vivos; los hongos
y otras plantas de poder; laTierra, la luna y el cosmos; el pasado, el futuro y el tiempo.
En un principio estos conocimientos se transmitían oralmente, pero en un mo
mento dado alguien —parece ser que bajo la influencia del hongo, y bajo su indicación—
los puso por escrito, o mejor dicho, los expresó gráficamente.
Sin embargo, las personas depositarios de este códice no fueron impecables. Sa
bían que era trascendental, pero lo perdieron, también por no cuidarlo y protegerlo
como se merecía, y sólo ha sobrevivido en la memoria colectiva de este pueblo, en la
copia original que quién sabe quién la tiene, y en una copia hecha al parecer más tarde,
para preservar su contenido, al no confiar de nuevo plenamente en la transmisión oral.
A l parecer habrá un momento en que ambas copias se descubran, y ése será
un momento importante para la humanidad: el encuentro entre dos pueblos, blanco
y cobre, que poseen cada uno, una de esas copias del códice.
42 E l despertar del Ho ngo
Es curioso, no sabría decirte quién está escribiendo en este instante, porque b fami
lia que me aloja en su cabaña, sobre todo b mujer, me insistió mucho en que el
hongo te hace platicar, pues el hongo pbtica a tu través. De esta manera quienes
tomamos el hongo estaríamos canalizando al hongo al introducirb en nuestro cuerpo
y dejarb habbr.
He observado algo, aquíhabbn a veces de bs hongos, y otras del hongo. Los
hongos serían bs hongos físicamente habbndo, mientras el hongo sería el ser que de
algún modo bs habita, un ser consciente, sabio e independiente, que vive en elbs.
Este maestro sería el aliado de bs hongos. El hongo sería el equivabnte de b con-
ciencb, y bs hongos, el de nuestros cuerpos.
Necesito confirmar toda esta información con alguien físico, con algún ser humano.
Todavía soy incrédub, o más bien escéptico, como ves. %
que me pareció que podía serlo era Ramón. El hongo me confirmó que era él, al
transformarse su rostro, que había aparecido ante mí, en un águila inmensa que
volaba sobria y elegantemente por el cielo, para más tarde ser un pájaro hermosísi-
mo, que aún no sabría identificar.
Me he propuesto ir mañana a buscar a Ramón al pueblito donde me dijo que
vivía. Hoy tengo apalabrada una ceremonia con una vieja chamaría mazateca. Ya te
escribiré para contarte qué me dice Ramón.
Ahora tengo que comenzar a bajar a Huautla, para irme preparando para
el ritual.
Esto es lo que escribí anoche. Hay algunas partes que no puedo entender y otras
tras lo que escribí: “Esto no se podrá desvelar” . A pesar de lo que sabes que te quiero
y te valoro, respeto al hongo, y al menos por ahora, no lo haré ni contigo, aunque
sé que te lo contaré todo cuando nos veamos cara a cara. Hay cosas que es mejor
no escribir.
Te darás cuenta de que este texto, quizás incluso toda esta carta, parecen una polifonía:
a veces parezco hablar yo; a veces es el hongo quien parece decir, decimos, algo;
otras veces nos hablan los guardianes del lugar; y aún hay otras voces que quién sabe
de quiénes son.
Intenta llegar al corazón de las palabras, y no entender con tu cabeza. Te
ayudará fumarte antes un chilum indio. A sí comprenderás mejor lo que fue escrito
en otro estado de conciencia. Estando en un estado alterno al habitual llegarás mejor
a la esencia.
Busca un lugar donde nadie te interrumpa, céntrate y escucha. A ver qué
resuena en ti.
Hablo a quien ha abierto el corazón al camino verde, verde del brillo y el esplendor
de las plantas maestras.
Hablo a quien ha abierto el corazón al camino rojo, rojo de la sangre humana
y del amor unidos.
Hablo a quien se ha abierto a cualquier camino con corazón.
Hablo no al mundo sino a mi gente.
Hablo a quien me escucha.
Me alegro por saber el secreto final, y siento dolor por estar este tiempo separados de
la fuente. Pero así, leyendo esas palabras con tristeza y alegría, en la lejanía de la
fuente del universo, se aprenden de nuevo, y por eso no se perdieron. Las rescribieron.
Las rescribimos. No en la letra original, pero decía lo mismo. Y se perdió la claridad.
Y hubo ignorancia, y se introdujo la superstición. Y el miedo. La otra energía junto
con la del amor. Pero el texto original existe en algún lado. No necesitas buscarlo
porque ya lo tenemos. Está dentro, es interior y es imperdible. Imborrable.
Todo lo importante se escribe x. (Todo lo importante no es necesario escribir
lo, se lleva dentro y no se olvida nunca.)
He entendido muchas cosas. Los guardianes de esta tierra me han hablado y han
querido decimos que nos merecemos saber. De algún modo hemos llegado has ta aquí
juntos y hemos superado todas las pruebas.
Los hongos son para quien no quiere soñar este mundo de ilusiones, para quien sabe
que este sueño no es verdadero.
Los hongos son para quien quiere ver otros mundos, mundos reales, mundos
que están aquí y no bs vemos, mundos que sí existen.
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 45
Si se quiere llegar al final, a la fuente, hay que buscar un camino con corazón que te
despierte y te permita ver, y escuchar la sabiduría de las estrellas.
Hay caminos con corazón y terminan en el mismo lugar.
Para construir hay que destruir algunas veces, (ilegible) un poco, llamar la
atención, pidiendo perdón por el daño necesario. Era necesario para que esta vez se
escriba. En nuestro lenguaje.
Hay lenguajes distintos y un lenguaje universal. E l lenguaje del corazón del
águila y de la luz.
La luz del sol y la luna es la misma luz. La luz de las estrellas es la misma luz.
La luz de nuestro corazón es la misma luz.
Existe la luz. Y existe el centro del corazón del águila.
Existe el origen y el fin. El corazón del corazón de nuestros corazones.
Somos humanos y tenemos derecho a vivir, a crecer y evolucionar como ustedes. Uste
des tienen cabeza sin corazón, a nosotros nos falta la cabeza y nos pierde el corazón.
Somos humanos y tenemos derecho a vivir, a crecer y evolucionar libremente.
Somos humanos y queremos vivir, amar, crecer y evolucionar libremente.
Somos humanos y podemos vivir, amar, crecer y evolucionar libremente, porque
nuestro deseo es ser libres y volar hasta el final.
Existen los hombres y las mujeres águila, existen los desafiantes de la muerte,
existen quienes desean la libertad.
Los hongos dan claridad. Otras plantas son muy tentativas (sic), peligrosas. A l final
entregan su sentido. Son para quien necesita esas tentaciones. Superar todas las
tentaciones hasta llegar aquí. Tu gente no necesita esas plantas. Tu gente no necesita
tradiciones sin sentido para vosotros, tradiciones anquilosadas, prejuiciosas (sic).
Tu gente gusta a los niñitos, y los niñitos gustan a tu gente, para ser realmente los
jóvenes del mundo. Tu gente gusta a la mota, la hija de la tierra, vuestra hermana,
y ella gusta a tu gente, y os unís con ella. Sois hermanos desde hace mucho tiempo.
Las estrellas, la Tierra, y vosotros el puente.
Será un camino relativamente fácil. Tú lias llegado hoy hasta aquí, te han traído los
niñitos hasta aquí, y aquí os encontraréis.
Los honguitos no serán la respuesta final, ellos son como vosotros. Serán un
punto final y un priiicipio. Un punto y aparte. Fin de un párrafo.
46 E l despertar del Hongo
Más tarde comprenderéis moléculas que han hecho vuestros hermanos en sus
laboratorios. Hijas de humanos, ellas os ayudarán a reconocer vuestro Ser.
Conectaréis con vuestra esencia humana con K . Punto y seguido.
Ahorita estamos aquí, decían. No os pedimos nada que no podáis dar, decían. Os
reconocemos como hermanos, porque de algún modo también somos humanos,
decían.
Venimos desde muy lejos y de dentro de ti.
Sois hijas e hijos de las estrellas.
Tú y quienes lleguen aquí vais a hablar a vuestra gente, de la forma y manera en que
puedan entender. Vuestras palabras estarán llenas de señales que puede reconocer
una persona de alma abierta y sabrán que tienen corazón.
Las señales les tocarán y sabrán que les hablamos a elbs. Porque estuvimos
juntos.
Estas palabras son para ti.
¿Estás escuchando?
¿RECUERDAS?
A partir de mañana voy a escuchar a este pueblo, sus secretos. Me enseñarán sin
darme miedo y con corazón abierto.
Abandona la pereza, la rutina, la fatiga, y sobre todo el miedo, y ríndete a la
fuerza del corazón, decían.
He aprendido TODO, aunque no lo recuerde. Aunque no lo recordemos sabe-
mos TODO.
Y he de incluir: cuando te pidan el nombre y la firma, recuerda y valora que
tienes el gran secreto en tu mano, la misma con la que te hagan firmar. Por eso se
perdió el secreto y la libertad.
Hay un gran misterio que es el amor humano, el amor sin tiempo, incondicio
nal. Ese es el dios humano. Hay un dios humano, porque somos nosotros y nosotras
construyendo una isla con corazón en un universo que crece porque está vivo; somos
las mujeres y hombres que vibramos juntos, poblando una galaxia de risas y sonrisas
y corazón y humor y amor incondicional y cariño y diversión y alegría; una isla
donde ésa es nuestra aportación, nuestra contribución para quienes estén con noso
tros, que nos darán lo mejor de ellos mismos; habitando esa isla en este univetso
donde a veces sentimos frío.
Y ése es nuestro compromiso con la fuente conociéndose a sí misma, descu
briéndose, amándose totalmente, creciendo con nosotros.
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 47
Sólo una última cosa. Lo están intentando, lo estamos intentando, quién sabe si
podrá ser. Ésa es parte del misterio, del Gran Misterio.
Somos ellos y nosotros juntos. Ese es nuestro intento, y qué pasará no lo sabe
ni Dios. (Éstas son frases de poder en castellano, como “Ya está bien", “Ha llegado
el momento de la verdad", o “Ya ves".)
■ Pero siempre con la fuerza del corazón, y manteniéndonos libres y con con
ciencia nada puede derrotamos realmente. Hemos podido perder alguna batalla,
pero NADA ha terminado.
No es posible llegar a la libertad por la esclavitud. Soltar lastre, para poder
avanzar.
El secreto estaba en la libreta perdida y está en el viaje, me dijeron.
Éstas son algunas de las palabras que escribió Luna; por haberlas leído las
recuerdo:
Y este Gran Misterio comienza en nuestro corazón, y está más allá de las palabras y
papeles, y es todo lo que tenemos, y es peculiar y valioso en este universo que apenas
conocemos.
ES honesto y ES humano. SOMOS. SON.
ERES. SOY.
TÚ.
N i más ni menos.
48 E l despertar del Ho ngo
Esto es todo. Hay algunas frases que ni yo mismo entiendo, pero sé que no hay una
sola palabra que no tenga un sentido. Escríbeme a la lista de correos de Palenque si
descubres algo.
Un beso y un abrazo muy fuertes.
Juanjo
En casa de doña María, una gran solemnidad se imponía, con fuerza muy
viva, entre los asistentes a la ceremonia de los hongos de esa noche. Tan sólo
al entrar en el lugar preparado para el ritual se percibía en la estancia una
intensa sensación dé respeto.
La habitación estaba prácticamente a oscuras, sólo iluminada por algunas
velas. Doña María se había peinado con trenzas su pelo gris y vestía el huípil
mazateco. Esta mujer regordeta y bajita me esperaba sentada delante de su altar.
Había una silla vacía junto a la curandera, preparada para mí. Me senté
en ella entre los susurros de sus oraciones musitadas en voz muy baja. Santi, un
vasco que había conocido mientras bajaba de la casa de María Sabina, y que
me había pedido acompañarme, se situó en un extremo de la habitación, junto
a los niños, que siempre parecían asistir a estos rituales.
Me imponía un gran respeto pensar en la antigüedad de la ceremonia en la
que iba a participar. Durante siglos los mazatecos habían comido los hongos
sagrados; sus visiones habían formado parte de su cultura durante varios milenios.
Era imposible llegar a saber cuántos hombres y mujeres habrían comido
en noches como ésta los honguítos, que ellos llamaban “ la carne de los dioses” ,
teonanácatl.
Yo me identifiqué con los ancestros. Me sentía uno más en la larga línea
de personas que a lo largo de la historia se habían encontrado con el hongo
visionario para que les desvelase alguno de los misterios de la vida y de la
muerte, del ser humano y del universo.
El hijo mayor de doña María me dijo que actuaría de intérprete entre la vieja
chamana y yo. Su madre me preguntó si había cumplido las normas que me
había pedido cumplir al acordar realizar la ceremonia: abstinencia sexual, un
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 49
baño purificador, no comer carne desde el día anterior y ayunar unas cuatro
horas antes.
Una vez satisfecha con mis respuestas, doña María comenzó el ritual.
Quemó copal, una resina similar al incienso, de un olor muy intenso y
agradable, en las brasas de carbón que estaban a un lado del altar. El hijo me
explicó que el copal tenía un gran poder purificador, que atraía fuerzas bonitas
y alejaba las maliciosas. También quemaron chile rojo, que llamaron pasilla,
en el carbón. Me dijeron que aumentaba el poder limpiador del copal.
Durante unos instantes sentí escozor en los ojos, pero no duró mucho
tiempo, porque no volvieron a echar más pasilla.
Doña María me pidió los hongos que yo debía traer al ritual, los examinó
y pareció darles el visto bueno. Después pasó a bendecirlos y sahumarlos en el
humo del copal.
Más tarde sacó el san pedro, que nada tiene que ver con el cactus sud
americano que, al igual que el peyote, contiene mescalina. En Huautla el san
pedro es una mezcla de tabaco molido, cal y ajo.
Doña María me lo untó en las junturas de los brazos, en la frente y en el
pecho. Me dijo que me protegería de las larvas, unos seres que aseguró vienen
por nuestra energía, no sólo mientras tomamos hongos, sino siempre, aunque
somos más vulnerables a ellos si estamos prendidos.
Entonces comenzó sus oraciones en mazateco, que ya no me fueron tra
ducidas. Comenzaron en voz muy baja, para ir aumentando en volumen y
ritmo según avanzaba la ceremonia.
Tras unos minutos de rezos, me dio los hongos y me pidió que comenzase
a comerlos, mientras ella hacía lo mismo, ofreciendo cada par de hongos al altar.
Yo la imité, aunque antes los llevaba al centro de mi frente.
Una vez que terminamos de comer los honguitos, doña María continuó rezan
do. Los minutos pasaban y no me prendían, aunque a ella sí. Parecía estar en
trance, cada vez más.
Tras un prolongado tiempo de rezos apagó las velas y quedamos en la oscuri
dad; hasta ese momento me había entretenido mirando las imágenes que estaban
en el altar que tenía frente a mí: Jesucristo, varios santos y santas, vírgenes. A l
quedar a oscuras pude concentrarme mejor en los cánticos y rezos en mazateco.
Santi se marchó a dormir cuando doña María apagó las velas, aburrido
de ser un mero espectador en la ceremonia.
Una hermana de doña María se arrodilló detrás de mí, y algunos otros
miembros de la familia también comenzaron a rezar. Aunque los honguitos no
50 El despertar del Ho ngo
— Doña Josefa es una ladrona. Sólo le interesa la plata. Ella no sabe dar
los hongos. Engaña a todos los gringos. Tiene su casa llena de ellos. Duermen
juntos hombres y mujeres, y allí cogen y todas esas porquerías — dijo Alejandro.
— N o pierdo nada con conocerla y juzgar por mí mismo — les dije sin
perder la calma— . Además, ¿qué tiene de malo el sexo?
— N o respetan la ley del hongo. Cinco días de abstinencia antes y cinco
días después. Lo van a pagar — dijo Alejandro muy serio y agresivo.
— ¿Esa ley es del hongo o vuestra? — les pregunté— . Estoy dispuesto a
tomar hongos, con y sin abstinencia, y comprobaré por mí mismo la diferencia.
Me dijeron que estaba loco y que Dios me castigaría.
— Si no respetas la abstinencia puedes morir — me amenazó Alejandro.
— ¿Sabéis? — dije— . Cuando era pequeño intentaron asustarme con esas
cosas y no consiguieron nada. N o lo vais a conseguir vosotros ahora. Hablaré
con el hongo y le preguntaré a él directamente. Vosotros decís que el hongo
no se equivoca nunca.
— Doña Josefa es una mala mujer. Mira lo que hace con ustedes los
gringos — dijo Ana, moviendo la cabeza.
— Pero si no la conozco siquiera... — argumenté.
Intenté inútilmente razonar con ellos, pero el solo nombre de doña Jose
fa parecía sacarles de quicio.
En un primer momento pensé que quizás se sentían traicionados, pero
inmediatamente descubrí que el problema era el dinero. Esta señora, doña
María, no es muy conocida en Huautla y había visto en mí una fuente de
ingresos en su maltrecha economía.
Intenté alcanzar un acuerdo con ella. Con Alejandro como intérprete,
le dije que aunque no participase en otra ceremonia con ella, daría su direc
ción a otros viajeros, ya que había comprobado que sabía hacer una velada
seriamente.
Ella no aceptó, quería dinero, aun sin hacer otra ceremonia. Según la
traducción de Alejandro, me pedía 100 pesos, a cambio de nada. Yo no salía de
mi asombro y ni siquiera me negaba. No decía nada.
Alejandro, el tío y ella discutieron bastante tiempo en mazateco. El tío
ahora no parecía sordo e intervenía con frecuencia en la conversación. Yo sólo
entendía la palabra “ compromiso” , que parecía estar incluida en castellano en
su idioma.
En un momento dado parecieron llegar a la conclusión de que no logra
rían sacarme mucho más y el tío me dijo en su pobre castellano que necesitaban
la cabaña. Me imaginé que la querrían para algún gringo al que pudieran sacar
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 53
más dinero que a mí. N o quise discutir y les dije que de acuerdo, que la dejaría
inmediatamente.
Antes de salir les agradecí lo que habían hecho por mí y lo que me
habían enseñado. A na esbozó una sonrisa e intentó hablar, pero Alejandro la
calló con un gesto.
El hotel donde se alojaba Santi estaba enfrente de los puestos. Entré y pregun
té por él. La señora me dijo que estaba en la ducha. Santi, al oírme hablando
con ella, terminó rápidamente y salió a saludarme.
Le conté rápidamente lo que había pasado. Él me dijo que también había
tenido problemas con la señora del hotel, porque quería subirle sin ninguna
causa el precio de la habitación, así que acordamos buscar alojamiento juntos.
Fuimos a su habitación a recoger sus cosas. Santi secó su larga melena
rubia que le hacía parecer aún más alto, se vistió, hizo su mochila y me dijo
que estaba listo. Por el camino Santi me explicó que no era la primera vez que
le sucedía algo así en México.
54 E l despertar del Ho ngo
Llevaba una hora caminando cuando una camioneta se acercó por detrás. El
ruido hizo que volviese la cabeza, y no sin dudarlo unos instantes, alcé la mano
haciendo gestos para que se detuviese.
Conducía un joven mazateco. Le dije mi destino y le pregunté si podía
acercarme. Me respondió que me dejaría allí, que ese pueblo se encontraba en
su camino.
Nada más ai subir a la camioneta, el muchacho me ofreció un cigarro y
fumamos en silencio un Alas. Mientras se consumía el tabaco, me acordé de lo
que Ramón me dijo sobre los hombres-águila, y comencé a hacerme a la idea
de que existían realmente.
El joven me dejó en la plaza del pueblo, junto a un pequeño mercado.
A llí pregunté por la escuela. Aunque la encontré sin dificultad, nadie parecía
conocer a Ramón. En esos momentos estaba tan convencido de que le encon
traría que esa pequeña frustración no detuvo mi búsqueda.
Me fui a la iglesia, en la misma calle del mercado, recordando que al
guien me había explicado cómo los hombres de conocimiento se habían ocul
tado y protegido en las iglesias, aparentando ser simples y humildes sacerdotes
católicos.
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 57
A pesar de que en este viaje me interesaba más conocer las plantas de poder
que los chamanes, al conocer a Ramón todos mis planes se desbarataron, del
mismo modo que ocurrió en Sudamérica cuando conocí a Horacio. A l en
contrarme con alguna de estas personas estaba seguro de que algo me ense
ñarían. Aunque parecía que jugaban con mi curiosidad, ellos sabían que
advertiría que eran hombres de conocimiento y permanecería, al menos un
tiempo, con ellos. Además de que sabía que no me desviaba de mi búsque
da, sino que sospechaba que me llevaría al mismo centro de ella, Ram ón no
parecía en absoluto el típico chamán en busca de poder o de dinero que
resulta tan fácil de encontrar últimamente, y al igual que en Sudam érica,
esta vez tampoco me resistí. Permití nuevamente que el propio viaje, y las
señales que aparecieran durante él, me marcaran su rumbo y mi destino. Sin
embargo, antes, tuve que vencer ios últimos restos de miedo que aún queda
ban dentro de mí.
— Soy un águila y puedo volar alto y ver desde el cielo. Yo veo este mundo
desde arriba y puedo ayudarte en este momento. Alguien tiene que decirte quién
eres y recordarte para qué has venido aquí. Por eso esa mujer te trajo hasta mí.
La mujer había desaparecido misteriosamente, así que no pude confirmar
esa información. Decidí no luchar y aceptar, al menos momentáneamente, lo
que Ramón afirmaba.
— ¿Y cómo haces para ver desde arriba? ¿Usas los hongos o alguna planta
de poder? — le pregunté, dando por ciertas sus palabras.
— En un principio sí — respondió— , pero cuando me convertí en águila,
no los necesité ya más, aunque siempre está bien reencontrarse con los ami
gos. Todavía aprendo con ellos — y sonrió con complicidad.
— ¿Te refieres a los aliados de los hongos y las plantas maestras?
— Sí. Aprendemos juntos y somos amigos — afirmó Ram ón, con una
sonrisa todavía en sus labios.
— ¿Y qué cosas has visto desde lo alto? — pregunté, ya sin miedo y con
gran curiosidad.
— Muchas cosas. He visto lo que va a pasar. He visto todo. Pero en lo
que a ti respecta, vi que venías, y he visto toda tu vida, incluso tus otras vidas,
y he visto también para qué estás aquí con nosotros.
No intervine, esperando que me desvelara algo; pensé que era mejor no
hacer ninguna pregunta que él considerase estúpida.
Tras unos segundos en silencio, Ramón continuó hablando:
— Eres un hombre nacido para ser contador de historias. Naciste para
contar tus encuentros con el espíritu del universo, y al hacerlo actúas como lo
que fuiste y aún eres, un guardián de las plantas maestras.
Tras detenerse unos instantes, Ramón prosiguió:
— Tus historias hablan de tu relación con las plantas sagradas, y al hablar
con amor de ellas, las proteges de quienes no las conocen, y por eso les tienen
miedo y quieren acabar con ellas.
Esto no dejaba de ser sorprendente, pero tenía algún sentido para mí.
Desde que Horacio me inició en el mundo de las plantas maestras, cada vez
más, había sentido mi estrecho vínculo con esas plantas y mi relación con
ellas cada vez era más profunda y enriquecedora.
Mientras continuábamos caminando hacia su cabaña, alejándonos cada
vez más del pueblo, le conté una historia, a riesgo de aburrirle. Tenía la sensa
ción de que él veía y ya sabía todo sobre mí.
— Hace unos meses tuve una profunda experiencia a través del sanpedro.
Había enviado a un amigo uno de esos cactus desde Perú. U na noche, mi
La t ie r r a de l a s á g u il a s 63
do, supe que sin duda estaba escuchando al sanpedro. Aquella no era mi voz.
”E1 sanpedro me dijo algo similar, aunque yo entonces me resistí a creer
lo. También me dijo que las plantas sagradas están aquí para comunicarnos
con el mundo vegetal y con otros mundos aún más desconocidos — conti
nué— . También me explicó cómo los seres humanos estamos desconectados del
resto de los seres vivos debido al uso del lenguaje, cómo estamos atrapados y
protegidos del misterio tras la barrera de las palabras.
— Es cierto — dijo Ramón— , pero si he bajado a la tierra no es para decir
te eso. Eso ya lo sabes. Si he venido hoy aquí a hablar contigo es para corregir tu
rumbo. Conozco tus intenciones, pero tienes que ir más hacia el sur.
Imaginé que se refería a Chiapas. Yo había planeado ir en algún momen
to de este viaje a ese estado, pero en ese momento pensaba volver a Oaxaca y
de ahí ir en busca del peyote, en el desierto de Wiricuta, al norte de México.
Estaba impaciente por conocer este cactus y por conocer el desierto. En ese
momento, sólo me planteaba la posibilidad de cruzar la frontera entre Oaxaca
y Chiapas, sólo si así lo sentía. Me atraía de ese estado conocer de cerca la
lucha de los zapatistas y visitar las ruinas mayas de Palenque.
Ahora Ramón parecía decirme que no viajara a Wiricuta, por lo menos
por el momento, sino que fuera de Oaxaca a Chiapas. Sin llegar a expresar en
voz alta mis pensamientos, Ramón respondió:
— Exactamente. Y tú mismo lo verás.
— ¿Cuándo?
— Cuando te lleve conmigo en mi vuelo.
Ramón me hizo ver con mis propios ojos, aunque mis ojos no fueran estos
azules que cualquiera puede observar, sino otros, con los que percibo lo invisi
ble. Podría llamarlos los ojos del corazón y del conocimiento. Son los ojos que
eliminan la ignorancia, la verdadera ignorancia.
Sucedió horas más tarde. Esa tarde, ya en su cabaña, le pregunté por los
hombres-águila. Le pedí que me explicara, si podía, un poco más sobre ellos.
— ¿Por qué quieres que te explique algo que ya sabes? —fue su res
puesta.
— Si lo supiera para qué iba a preguntarte.
64 E l despertar del Ho n g o
— Porque eres bien perezoso. Sabes todo lo que necesitas saber, pero no
quieres hacer el esfuerzo de descubrirlo por ti mismo.
No quise discutir más, y a partir de ese momento me dediqué a intentar
encontrar mis propias respuestas, aunque él y las plantas de poder me sirviesen
de ayuda para hacerlo.
M i primer intento fue minutos más tarde, cuando me ofreció fumar el
tabaco sagrado de los nativos americanos. Me dijo que este tabaco era diferen-
te al que nosotros conocemos y que ellos lo llamaban picietl.
Yo sabía que el tabaco nativo era una especie diferente de la que nuestros
antepasados habían traído hace siglos de América. Ahora era una buena oca-
sión de comprobar los efectos del tabaco sagrado, el tabaco que durante siglos
nos habían impedido conocer en Europa.
U n sentimiento de reverencia se apoderó de mí. Era similar al que había
sentido durante la ceremonia mazateca de los hongos.
Ramón me dijo antes de pasarme el cigarro que había elaborado cuida
dosamente: “Ahorita es el momento de preguntar. Habla con el tabaquito” . Y
por una vez sus palabras me parecieron redundantes e innecesarias, en vez de
escasas y enigmáticas.
Mientras le veía recortar la vaina de maíz, mezclar el tabaco, cerrar el
cigarro, ya sabía que esta planta sagrada me daría alguna de las respuestas que
necesitaba en ese momento.
No tuve más tiempo para reflexionar sobre qué hacer, porque el otro
águila comenzó a alejarse y yo temí quedarme solo.
Tuve ante mí una gran gama de posibilidades, y vi la importancia de
tener claridad sobre para qué usar esa inmensa libertad que la mielecita me
concedió.
Finalmente decidí volver a percibir energía y más tarde me encontraba
de nuevo en un lugar que me resultaba familiar. Aquella luz móvil estaba otra
vez ante mí.
Ramón se levantó a preparar café para los dos. Todavía me sentía algo prendi
do y continuaba recibiendo más información, quién sabe de dónde. Supe que
la impecabilidad era algo de lo que carecíamos la inmensa mayoría de los occi
dentales y que era un requisito imprescindible para recibir más conocim ien
tos de quienes ya saben lo que sucedió en sus propias culturas con el poder que
llegaron a alcanzar hace milenios sus ancestros: abuso, mal uso y degeneración
de una sabiduría que en realidad liberaría al ser humano, pero que en nuestras
manos sólo serviría para destruirnos.
Mientras nos tomábamos el café, seguimos conversando. Aunque la no
che se acercaba y bajo ningún concepto quería dormir allí con Ramón, sino
que quería volver a dormir a Huautla, también quería contrastar con este hom
bre de conocimiento todo lo que el hongo me había dicho. En un principio,
ése había sido el motivo de ir en busca de Ramón.
— Esta tarde me has dicho que eres un águila, pero el hongo me dijo que
eres un nagual y el hongo no miente. ¿Quién eres, Ramón? — pregunté sin
esperar realmente una respuesta clara.
— Primero recuerda que el hongo siempre dice verdad. Si el hongo te lo
ha dicho, es que tendrías que saberlo. Soy águila, pero también soy nagual si
tengo algo que enseñarte. Te llevé conmigo en mi vuelo y fuimos juntos a ver.
El nos dice qué es lo que queremos saber.
Ramón hizo una breve pausa, y luego continuó.
— En realidad soy águila porque soy nagual. Sólo los naguales pueden
transformarse en animales de poder, y ahora por razones que pronto entende
rás, necesitamos la visión del águila. Dime Juanjo, ¿qué quieres saber?
70 E l despertar del Ho ngo
Callé, realmente impresionado. Tuve que guardar silencio unos segundos an-
tes de poder continuar:
— Entiendo, Ramón; aunque ahora mismo no comprenda muchas cosas,
realmente las entiendo. Ahora tengo otra intriga.
— Eres bien curioso — me interrumpió de nuevo— , y eso es una buena
cosa. Los seres humanos verdaderos nos diferenciamos de otros seres en eso.
Esa inquietud nos impide permanecer atrapados en los enredos de esta realb
dad y nos impulsa a aprender.
Me gustó mucho esa expresión. Me di cuenta de cómo esta realidad es
como una red, como una telaraña pegajosa que nos atrapa y nos impide volar.
' Mi intriga nacía del interés de saber algo más sobre el códice, pero intenté
abordarlo indirectamente.
— En el tren a Oaxaca conocí a una chica quien me dijo que en la univer-
sidad había descubierto que los indígenas guardaban el antiguo conocimiento
de los pueblos antiguos de Mesoamérica.
— Yo también he estudiado en la universidad — respondió Ram ón, ante
mi sorpresa— , y allí no saben nada de nada de nosotros. Salvo excepciones,
a pesar de sus titulaciones, esos doctores y profesores son bien ignorantes. Esa
chica tuvo que darse cuenta de eso. Descubrir en las aulas algunas muestras
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 71
durante toda tu vida y otras que sólo te ayudan en lo que quieras, bajo algunas
condiciones, claro está.
”A mí me atraen más los hongos — dijo Ramón— . Soy afín a ellos, como
lo eres tú, que has sido recibido y aceptado por ellos.
"Existen otros linajes que utilizan el peyote, y los más alejados a noso-
tros, la yerba del diablo. Todos usamos al tabaquito y otras plantas maestras.
También hay linajes muy secretos que usan plantas que no conocen todavía
ustedes los occidentales.
— ¿Algún linaje utiliza la mota? — Ana me había explicado que mota es
el nombre con que los mexicanos conocen la Ccmnabis.
— Sí, claro que sí —respondió Ramón— . La han fumado durante mi
lenios; pero ahora es muy peligroso hacerlo, más que por la mota en sí, por los
riesgos legales que conlleva. En México puedes ir a la cárcel sólo por poseer una
semilla, no digamos nada por tenerla cultivada, que es lo que hacen las perso
nas que la utilizan en sus rituales. En Oaxaca, Chiapas y Guérrero se ha usado y
se usa mucho la mota ritualmente, aunque los historiadores y antropólogos no
lo quieran reconocer.
— ¿Qué diferencias hay entre los diferentes linajes?
—Según la planta con la que trabajes te desvías más de la libertad. Hay
plantas, como la yerba del diablo, que te esclavizan, te poseen y se convierten en
tus amos, precisamente por los poderes que te entregan. Hay plantas muy celo
sas y posesivas.
— ¿Los hongos no? —pregunté.
— El honguito te hace libre. Te libera de las trampas de esta realidad...
Ramón se detuvo unos instantes antes de continuar:
— ...y de las trampas del nagual — concluyó.
— El día que recuerdes todo lo que viste, comprobarás que hay preguntas
que tendrás que responder que ahora no puedes ni siquiera concebir — me dijo,
a modo de conclusión.
Eso tenía algún sentido para mí, porque aunque no recordaba mucho del
códice, sí que permanecía la sensación de haber entrado en un mundo in
imaginable para mí hasta ese momento. Precisamente por eso pensaba que no
podía recordar gran parte de lo que había visto y comprendido. Había comen
zado a aceptar que hay conocimientos para los que hemos de irnos preparando
poco a poco para recibirlos. Si no, igualmente quedan con nosotros, pero sólo
se puede acceder a ^llos regresando al nagual, exactamente al mismo lugar.
el nagual, en la otra realidad, al otro lado del espejo. En cierto modo, está al
alcance de cualquiera.
Tras una pausa, añadió:
—De cualquiera capaz de llegar a él. Y nadie es capaz si no es capaz.
Esta clase de frases me desconcertaban, aunque sabía que realmente po
díamos capturar su significado si no usábamos nuestra lógica.
—Si existe ese códice, ¿dónde está? — dije en voz muy baja, como si así
no preguntase realmente; temía irritar nuevamente a Ramón.
Sin embargo, Ramón no se molestó. Respondió pausadamente:
—En el nagual, ya te dije. Los antepasados accedieron a la otra reali
dad gracias a las plantas de poder. A llí encontraron ese conocimiento, y allí
continúa.
—Ramón, no me confundas, me refiero al códice escrito. Si lo tuviéra
mos, quizás habría quien pudiera descifrarlo para aquellos que no pueden acce
der al nagual a conocerlo allí.
—Don Juanito — por primera vez Ramón parecía realmente molesto— ,
parece que estás sordo. ¿Es que no has escuchado lo que te he dicho? El cono
cimiento sólo alcanza a quien lo necesita y está preparado para ello, ya te lo he
dicho antes...
Ramón parecía cansado de repetírmelo una y otra vez, pero en ésta dijo
algo novedoso.
— ...pero tienes razón en insistir. Ese códice existe por alguna razón. Por
alguna razón fue traído a esta realidad, para quien pudiera entender, pero tras
la invasión española, los guardianes de la tradición lo perdieron. N o supieron
preservarlo de los ignorantes y los fanáticos, y ahora no es nuestro.
— ¿Quién lo tiene? —pregunté.
—Quién lo va a tener. Piensa un poco.
— Ni idea —confesé.
—Ya lo sabrás. Nos han dicho que sólo se conservan tres códices mayas: el
de Madrid, el de París y el de Dresde, pero ellos tienen más. Los qué los robaron
los tienen ocultos, incluso niegan su existencia, porque conocen su valor y su
poder. Saben que nuestro pueblo con esos conocimientos despertaría.
— Pero tú eres mazateco y ese códice es maya, ¿no?
—Los pueblos de Mesoamérica estamos unidos. Si los mayas recuperan esos
textos, México y Guatemala cambiarán, y por tanto América y la Tierra entera.
— Hay algo que no entiendo — dije— . Si ese conocimiento está en el
nagual, y hay hombres y mujeres de conocimiento mayas que son capaces de
acceder allí cuando quieran, ¿por qué es necesario encontrarlos físicamente?
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 75
10
Me tumbé sobre la esterilla en que estaba sentado durante unos minutos, creo
que llegué a dormirme.
A l despertarme volvimos poco a poco a hablar de nuevo. N o tenía ener
gía para comunicarme con él de otra manera. En el curso de esta nueva con
versación le pregunté:
—Ramón, ¿por qué en tan poco tiempo he aprendido ya tantas cosas? En
Sudamérica necesité más de un mes para encontrar a alguien como tú.
—Tú has venido aquí ya hace tiempo. Desde que decidiste venir, estás acá
en México. Esta tierra no es nueva para ti. Tu cuerpo tardó más en venir. Tenías
algo que hacer antes, ¿no es verdad?
Le dije que sí, que tenía razón, y que quizás eso explicase por qué tuve
tanta claridad sobre mi rumbo al poco tiempo de llegar a México.
En cierto modo, mi viaje ya no era necesario, aunque mi falta de ener
gía para acceder a otra dimensión de la realidad siempre que quisiera, y sobre
todo, para saber manejarme allí, hiciera necesario viajar por la tierra, para
llegar a descubrir algo que en realidad ya había averiguado, y por tanto, ya
conocía alguna dimensión de mi ser.
—Si quieres expresarlo así, hazlo — dijo— . Eres más acechador que en
soñador. Esa información queda dentro de ti y sólo debes aprender a recibirla
conscientemente, a dejarla desplegarse dentro de ti, hasta que alcance tu ra
zón, tu intuición y tu corazón.
”El peligro de las plantas de poder es no mantener fija la percepción en
tu intento, ser sobrepasado por la confusión al entrar en el nagual. Por eso el
acechador entrenado en el tonal allí puede mantenerse impecable. S i aquí ha
sido capaz de lidiar con toda clase de personas y situaciones, manteniendo la
visión del águila, allá lo hará también.
sus favores. Una vez te los han concedido, es muy difícil no desearlos a cualquier
precio y romper la relación con ellos llega a resultar una proeza.
— ¿Qué otras clases de seres peligrosos hay?
— Existen también las larvas. Son formas de energía que buscan la de
otros seres. Viven de la energía ajena y se alimentan de las emociones más
primitivas del ser humano.
— ¿Son temibles?
—No si uno es dueño de su energía y de su poder. Uno sólo se hace vul
nerable a ellos cuando pierde el control de su energía y se entrega a sus emo
ciones más bajas: el miedo, la inseguridad, la cobardía, el orgullo, la lástima de
uno mismo o el empeño en defender la propia imagen.
— ¿Hay realmente tantas clases de seres?
— Hay muchas formas de energía, de diferente vibración. En la sierra
mazateca los naguales hablan de los chiccóum, “ los espíritus de la naturaleza” ,
y hay otros muchos. Conocemos mejor los más próximos a nosotros, los seres
de la naturaleza o los aliados de las plantas, pero hay seres mucho más extraños
y extraordinarios que nacieron de mujer.
’También hay seres no nacidos de mujer, seres de una elevada vibración,
cuya visión es casi infinita. Pero hay pocas personas preparadas para encon
trarse con ellos. Unos los toman por dioses, otros se aterrorizan.
11
A l llegar a la casa, “El Mudo” estaba parado en la puerta. Le pregunté por Santi
y me dijo, tan escueto como siempre, que había llegado hacía unos minutos.
Subí y le vi de nuevo con su melena mojada. Acababa de salir de la ducha.
Le dije que tenía también que ducharme y descansar un poco. Santi me dijo
que era perfecto para él, que mientras se arreglaría y escribiría en su diario sobre
su primera experiencia con los hongos de Huautla. Decía que le había ido
muy bien.
— Ha sido un viaje muy femenino — dijo— . Unas mujeres salieron a
recibirme en el mundo de los honguitos y a estar conmigo. Eran cuatro.
Apenas le conté algo de lo que había sucedido con Ramón. Me parecía
increíble incluso a mí, que lo había vivido. Ni siquiera me atreví a mirar la libreta.
Estaba agotado y necesitaba vivir otra realidad, la realidad de todos los días.
Tras term inar de arreglarnos y descansar, nos dirigimos a la plaza del pue
blo. En la puerta del ayuntamiento conocimos a unas muchachas de Huautla
88 El despertar del Hongo
de Jiménez, que nos propusieron ir a bailar. Nos dijeron que éramos muy
guapos e interesantes. Aunque ellas sí que eran guapas, nos parecieron
tan ingenuas que preferimos ir solos. Se pusieron tan tristes que nos dio
algo de pena dejarlas, pero nos parecieron demasiado inocentes, y tras núes-
tras experiencias de ese día, ni Santi ni yo teníam os ganas de estar con
ellas.
A l llegar a la plaza vimos que había un grupo de música y danza popular, por lo
que nos sentamos a verlo y escucharlo desde unas gradas. N o recuerdo cómo
comenzamos a hablar con dos muchachas que estaban sentadas a nuestro lado.
Eran mexicanas, pero eran más modernas que las chicas de Huautla que había
mos conocido en el ayuntamiento.
Les contamos lo que nos había pasado con las otras muchachas.
—Sí, se enamoran muy rápido. Los güeros les llaman mucho la aten
ción, y más si hablan español y pueden entenderse con ustedes — dijo una de
ellas, la que parecía más india.
—Vosotras sois diferentes — dijo Santi.
—Nosotras somos del norte — dijo la otra, morena, algo mayor y más
alta— . El norte de México está más desarrollado que el sur, aunque a nosotras
nos gusta esta zona. Venimos aquí de vez en cuando en busca de ios honguitos.
Anoche estuvimos en una ceremonia.
— ¿Con quién? —pregunté.
—Con doña Josefa — respondió la morena.
— Hombre, la famosa doña Josefa, ¿y qué tal os pareció? — pregunté.
— Muy bien. Es una mujer de poder.
La más joven hablaba con seguridad, como si supiera muy bien de lo que
hablaba.
— Me han hablado muy mal de ella — les dije.
— Conócela y lo comprobarás tú mismo — respondió, nuevamente con
una gran seguridad.
— Bueno, ¿cómo os llamáis? — preguntó Santi.
— Ella es María — dijo la más blanca— . Yo me llamo Beatriz.
Santi y yo nos presentamos. Le pregunté a María de dónde provenía;
aunque sus ropas eran occidentales, a Santi y a mí nos había llamado la aten
ción su rostro netamente indígena.
— Soy chichimeca — respondió.
Beatriz nos dijo que ella era medio chichimeca, porque su padre era
chilango.
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 89
— ¿Por qué habéis venido aquí? ¿Vuestro pueblo usa los hongos? — pre-
gunté a las dos.
— Más que nada usamos el peyote — se anticipó María, respondiendo
sólo a la segunda pregunta— , pero a nosotras nos gustan también los honguitos,
aunque los viejos no están de acuerdo.
— ¿Qué os pasa con los viejos? — le pregunté.
— Juanjo, piensa que somos jóvenes y que, además, somos mujeres. Ellos
piensan que no estamos capacitadas para estas cosas, que no es un asunto de
nuestra incumbencia.
— ¿Rechazas tu tradición? — pregunté a María.
— A l contrario. Son ellos quienes la rechazan, impidiéndonos participar
a las mujeres jóvenes, o relegándonos a un segundo lugar. Nuestros antepasa
dos hombres no se oponían a que la mujer tuviera un papel relevante. En la
tradición chichimeca hay mujeres de sabiduría. También las hay en la mazateca,
como lo fue María Sabina o lo es hoy doña Josefa.
— ¿Qué piensas de los rituales? — preguntó Santi a María.
— Están bien si perteneces a su cultura — respondió.
— Pero a ti no te gustan...
— Una cultura está viva si se adapta a los nuevos tiempos. Si no, se
convierte en esqueleto y muere. Los rituales de una sociedad creativa han
de cambiar para que permanezca en flor y fértil — respondió María a mi
suposición.
— ¿Qué plantas usáis? — les pregunté.
— Muchas. El toloache y la yerba del diablo, pero no me gustan, son
celosas y posesivas. A nosotras, ya les ha dicho María que nos gustan los hon
gos y el peyotito — dijo Beatriz.
— Podríamos tomar unos honguitos los cuatro juntos en el campo — dijo
Santi— . ¿Os gustaría?
— Claro que sí, tienen buena onda. Sería padrísimo — respondió María.
Las dos nos sonrieron y nosotros a ellas.
— Vosotras también tenéis muy buena onda — dijo Santi.
— Podemos conseguir algunos y tomarlos juntos en un lugar que conoce
mos, antes de que nos vayamos. Estaremos todavía un par de días en Huautla,
antes de regresar — dijo Beatriz.
— Ya hemos encontrado lo que veníamos buscando — aseguró María.
Imaginamos que era algo relacionado con doña Josefa, pero no pregun
tamos. N o era el lugar ni el momento.
90 El despertar del Hongo
Buscamos un lugar para cenar y lo encontramos cerca del mercado. La lluvia era
cada vez más fuerte, por lo que continuamos hablando, aunque los vendedores
cerraron los puestos y se fueron a dormir. A llí nos dejaron con la comida, pero
antes de irse nos dijeron que podíamos estar allí hasta que quisiéramos.
Unos muchachos vinieron a pedimos unos taquitos para los de la cárcel.
Al parecer había un calabozo cerca del mercado y la gente llevaba comida y
bebida a quien estaba allí.
Estuvimos hablando un rato con los muchachos. Luego les dimos unos
taquitos y se los llevaron a los presos. Nosotros permanecimos en las mesas;
estábamos guarecidos y allí podíamos charlar. Nos contamos cosas de nuestras
vidas. Era fascinante conocer sus tradiciones en profundidad, y ellas estaban muy
interesadas en saber más cosas sobre nuestro país. Nos dijeron que los chichimecas
eran guerreros y guerreras del norte de México, aunque ahora estaban mal consi
derados desde hace siglos, al haber conquistado y hecho huir a los toltecas, que era
un pueblo cuya sabiduría está cada vez más intentándose recuperar.
Nos hablaron también de sus peregrinaciones al desierto en busca del
peyotito. A llí habían conocido a huicholes, que les habían llevado a lugares
de poder desconocidos por quienes no pertenecían a su pueblo. María me dio
sus nombres y cómo acceder a ellos, aunque me pidió que no los divulgase,
para evitar que sucediera como en otros lugares ahora visitados por personas
que no los respetan.
Nosotros les hablamos de cosas normales para nosotros, pero que les lla
maban mucho la atención. Estaban muy interesadas por la vida y la cultura de
Europa, especialmente por lo que pudiéramos contarles sobre la vida de los
jóvenes.
Alguien miró el reloj y nos dimos cuenta de que eran cerca de las dos de la
madrugada.
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 91
Caminamos bajo la lluvia hacia la casa de doña Josefa. Santi intentó averiguar
cómo íbamos a dormir. María fingió sorprenderse y riendo le respondió que
Beatriz y ella eran buenas amigas.
—Bueno, pasen.
Las dos chicas se volvieron hacia nosotros y nos dieron dos besos antes
de entrar en la casa. A l despedirme de María le dije en voz baja:
— Hasta mañana, nos vemos en la biblioteca a las cinco.
Ella me respondió:
—Hasta mañana, Juanjo. Recuerda que mi nombre completo es María
Peyote. Te estaré esperando.
Esa noche me fui a dormir con la convicción de haber aprendido más ese
día que en años de lecturas y conversaciones estériles. Tuve la seguridad de
que ese viaje sería fructífero y fértil.
12
Juan nos habló de sus encuentros y experiencias con María Sabina. Lo que
más le había llamado la atención fue que un día, María Sabina le había confe
sado que una vez que tomó los honguitos, intentando curar a su hermana A na
que estaba muy grave, vio a Dios. María Sabina le dijo que tras saludarle y
pedirle que salvara a su hermana, el mismo Santo Padre le había dado un libro.
Recordé que según le había contado la sabia de los hongos a Alvaro
Estrada, su mejor y más conocido biógrafo, era “ un libro lleno de sabiduría” .
Según le había contado María Sabina a Alvaro, en una de sus primeras expe
riencias Dios le dijo que mirara ese libro, que ahí estaba la verdad y la vida
misma.
María Sabina le contó algo similar también a Juan: En el libro que me entregó
Dios, venían todo tipo de curaciones para Lis enfermedades de nuestra gente. A sí
logré sanar a Ana. Me aprendí unos cantos que venían en el libro. Supe que mi
hermana se repondría, porque al mismo tiempo los hongos lograron llevarme muy
lejos.
Cuando los hongos me enseñaron el camino de Dios y me entregaron el libro,
escuché estas palabras: “Es tuyo el mundo, ya no puedes retroceder. Es culpa tuya si
no sabes apreciar el libro". Aquella ocasión fue mucha la cantidad de hongos que
ingerí, 30 pares. Y a medida que el efecto pasaba, yo iba agarrando más poder. Logré
descifrar las dudas de mi mente y supe que el caballo blanco era el trabajo pesado de
los hongos. Los efectos duraron tres días, por lo menos. Y nada más de lo que vi era
sencillo, estuve envuelta entre puro Principal que me invitaba cerveza, licores y
cigarros finos. Me sentí muy arriba. “Ya no puedes bajar” , dijeron.
Y así fu e.
Aquella experiencia fue una de las inolvidables. Fue la primera y la más
importante. Sí, porque pude descifrar muchas cosas que solamente a ti te las digo.
Aquel viaje fue para mí el más importante de mi vida.
Laurita. Un hombre que solía ir a comer allí me había dicho que me vendría
bien conocerla y me indicó cómo localizarla.
No se demoró la búsqueda de doña Lupe, que vivía en una humilde ca
baña, a las afueras de Huautla. No me costó trabajo encontrarla. Las indicacio
nes que me había dado ese hombre eran bastante precisas.
Una vez ante su cabaña, la llamé en voz alta por su nombre. Me abrió
ella misma la puerta. Me presenté y me invitó a entrar.
Doña Lupe era una mujer muy mayor, pequeña, encogida por los años,
pero llena de vitalidad. Su mirada era clara, profunda y precisa, enmarcada por
un rostro netamente indígena. Su cabaña era muy modesta, apenas disponía
de lo imprescindible. Un par de camastros, una pequeña cocina y un altar con
santos, estampas y una imagen de la Virgen.
Me preguntó qué me había llevado a Huautla, e intenté explicarle cómo
había sucedido todo hasta ir a su pueblo y qué me había ocurrido desde que
llegué.
Cuando le hablé de los naguales que se transformaban en animales, se
levantó indignada y comenzó a hablar mucho más seriamente de lo que lo
había hecho hasta ese momento. Me dijo que tuviera mucho cuidado con esas
personas, que en su mayoría no tenían buenas intenciones.
—Los naguales no son gente de fiar — me dijo— . El curandero se con
vierte en Dios para curar, no en un animal, que sería cosa de necios. El hombre
está más evolucionado que el animal, ¿para qué pasar a ser un espíritu menos
elevado? No me interesan esas inmundicias de los naguales. Sólo me interesa
curar.
Doña Lupe parecía muy enfadada; yo no terminaba de entender por qué.
—Los naguales de la sierra mazateca sólo buscan enfermar o matar a la
gente buena. Para eso se convierten en animales, demonios o diablos — conti
nuó hablando— . Nosotros los curanderos somos sus enemigos. N o nos quie
ren porque curamos.
— ¿Cómo se distinguen los curanderos de esos naguales?
— Los naguales son personas normales durante el día, pero por la noche
se transforman en animales. Los distinguirás mirándoles a los ojos. Sus ojos
son rojos y amarillos; no son limpios. No vienen aquí, sino en pueblos alejados
y apartados.
— ¿En qué animales se convierten? — pregunté algo escépticamente.
— Los hombres en burros, serpientes, coyotes o alimañas. Las mujeres en
guajolotes, gallinas o pájaros horribles; en buitres también. Los naguales son
carroñeros. Me espeluzna sólo pensar en ellos.
La t ie r r a de l a s á g u il a s 95
— Lo que veo mejor es que te tomaste unas plantas amigas de los hon-
güitos, te pasaste al mundo de los muertos y volviste otra vez aquí.
Me pregunté si se referiría a las muertes del ego que tuve con el sanpedro
y el dulce de hash.
Le expliqué brevemente mis experiencias y me confirmó que era eso lo
que veía.
— ¿Cómo lo supo? — le pregunté.
— Tu mente me lo dice todo. Yo me comunico con tu energía y sólo
tengo que leer la energía que hay dentro de ti.
— ¿Y el futuro?
— Dentro de tu centro está también tu futuro, las probabilidades de tu
futuro, porque los hombres y las mujeres somos libres.
— ¿Entonces esas veces me morí y resucité?
— N o te moriste. Fuiste na’más al otro mundo, pero volviste porque
viste que era muy pronto para estar allí y te regresaste a este mundo otra vez
— mientras doña Lupe hablaba recordé lo que me había dicho Ram ón tras
tomar la mielecita— . A llí los espíritus de los antepasados te hablan claramen-
te. El hongo te lleva a la verdad.
— ¿Para qué me pasó eso?
—Tenías que ver ese mundo para creer en él, en el mundo del espíritu, y
tenías que saber que los hongos y algunas plantas te conceden el poder de conocer
el otro mundo antes de morir, para poder aprender y vivir mejor aquí, ahorita.
— ¿Usted ha estado también allí?
— Muchas veces, pero hay que saber volver. Tú como yo somos vivos
que hemos estado entre los muertos.
— ¿En qué nos hace diferentes haber estado allí?
— Quien ha estado más allá del mundo de los vivos ya no le tiene miedo
a la muerte. Hay otras maneras de llegar allí. Mira esa gente que tiene acciden
tes muy graves y vuelve de nuevo porque no es su momento de morir. Esas
personas pierden también el miedo a la muerte.
Doña Lupe se detuvo unos segundos y luego continuó:
— N o se puede vivir en condiciones si se tiene miedo a morir. Vivimos
en un mundo con muchas personas buenas, pero que no valoran la vida y
todas sus posibilidades. Muchos no saben estar aquí porque no han pasado al
otro lado, aunque es más terrible no saber volver.
— ¿El hongo enseña a vivir pues?
— A vivir te enseña el honguito, y a hacer el bien. A los que te rodean
también les da la vida, al curarlos y alejarles de la muerte.
102 El despertar del Hongo
— ¿Por qué piensa usted que a algunas personas les da miedo el honguito?
—El honguito te lleva a mundos diferentes y hay quien tiene miedo de
salir del mundo que conocen; pero si no te quitas el miedo no puedes aprender
mucho de los honguitos. A mí me daba un poquitín de miedo al principio,
pero estaba con mi mamá y al poco tiempo ya no me dieron miedo nunca más.
Empezaron a darme sonrisas y alegría.
— ¿Y no le da miedo cuando va al otro mundo?
— ¿Por qué había de darme miedo? — me preguntó a su vez— . Es un
poner —continuó— : si veo a mi mamá, ¿cómo me va a dar miedo si es mi
madre?
—¿Entonces se comunica con los muertos? — pregunté bajando la voz.
—Claro que sí —respondió con naturalidad doña Lupe— . Si vas al mundo
de los muertos, ellos están allí y te enseñan y ayudan. Yo voy mucho a ver a mis
antepasados, a antepasados muy antiguos que me hablan de la historia de mi
pueblo, los mazatecos. A llí está guardado todo nuestro saber, sin faltar nada, y
puedes aprender todo lo que ellos aprendieron y llegaron a saber, porque ese
saber está allí todo juntito, protegido. A llí están los guardianes de la sabiduría.
Son muy buenos.
—¿Nunca vuelven? —pregunté con un hilo de voz.
—Si quieren sí, pero algunos no quieren volver más. Dicen que ya han
aprendido en este mundo lo que necesitaban aprender; pero muchos vuelven
una y otra vez en otros cuerpos para continuar aprendiendo o para enseñar.
— ¿Nunca le han pedido que se quede allí?
—Algunas veces bromeando, porque los muertos y yo reímos juntos. Es
un mundo alegre, pero no me piden que me quede. Ellos saben que sólo voy a
visitarlos y me dejan marchar con alegría, porque saben que volveré otra vez.
— ¿Por qué yo no me comuniqué con los antepasados cuando estuve allí?
— Por el miedo que tenías. No estabas preparado para estar con los muer*
tos. El miedo te impide ver muchas veces algo que tienes delante de las nari
ces. Pero puedo asegurarte que los muertos están vivos en otro mundo, y que si
quieres puedes comunicarte con ellos.
Tras una pausa, doña Lupe me sorprendió con una pregunta:
— Tú has estado en otros planetas, ¿verdad?
Me pregunté cómo podía esta mujer saber esas cosas de mí. Recordé mi
experiencia con el sanpedro, en la que creí salir de mi cuerpo y recorrer el
universo.
— Sí. Fue una vez que tomé el cactus sanpedro, pero no he llegado a saber
qué fue lo que me pasó realmente. ¿Usted ha estado en otros planetas?
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 103
13
El lugar que ellas conocían estaba más allá de la antigua casa de María Sabina,
por lo que subí de nuevo la larga cuesta hacia la casa, esta vez junto a María,
Beatriz y Santi.
Durante el camino comenzó a llover. A l principio no era muy fuerte,
pero cuando la lluvia comenzó a ser más vigorosa, Beatriz y María nos dijeron
que entráramos en una cabaña, a la derecha del camino. A llí vimos a una
mujer que nos recibió cómo si nos conociera de toda la vida. Sólo hablaba
%
mazateco, pero al vemos, nos mostró varias clases de hongos sobre su pequeño
altar. Nos enseñó derrumbes, san isidros y pajaritos. Los san isidro eran los más
grandes y los derrumbes los más pequeños.
Santi y Beatriz compraron derrumbes, María Peyote san isidros y yo pa*
jaritos. Tras despedimos de la mujer, salimos de la cabaña, cada uno con sus
viajes envueltos en una hoja de plátano.
La luz de la tarde era muy limpia. Había dejado de llover y el olor de la
lluvia recién caída pareció despertar nuestros sentidos. El verde de los árboles
era muy intenso. El sol empezó a caer, en un lentísimo y hermoso atardecer.
Santi y Beatriz iban adelante, acompañados por un chamaquito que pa*
recia-haberse hecho amigo de Santi, quien atraía de una manera especial a
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 105
—No estábamos con agrado con doña Josefa. Nos protege demasiado y
dice que nos damos mala fama, que somos señoritas.
— María, te entiendo perfectamente, si no estabais bien y no os sen
tíais a gusto con ella, sabéis que podéis estar con nosotros. N o te sientas mal
por eso.
—Gracias, Juanjo •me dijo sonriéndome con gran alegría— . Sólo esta
remos esta noche. Ya hemos hecho lo que teníamos que hacer y mañana nos
esperan en Guanajuato. Voy a estar con Beatriz antes de volver a Nuevo México;
no soporto más el ambiente tan grueso de mi pueblo.
Antes de continuar se detuvo otra vez.
—Pero gracias por acogemos con ustedes, y sobre todo, muchas gracias
por comprenderme tan bien.
Yo le agradecí a ella que compartiese conmigo lo que sentía. Entonces
María me abrazó y me dio de nuevo las gracias en voz baja, junto a mi oído. Me
di cuenta de lo incomprendida y sola que se sentía.
Al separamos, estuvimos unos segundos en silencio, uno enfrente del
otro, mirándonos a los ojos.
—-Todo quien se sale de la norma es rechazado en nuestras sociedades, y
más si eres mujer — le dije, intentando consolarla— . Yo no tengo excesivos
problemas en España por el sexo, pero sí por las plantas y los hongos chamánicos.
Allí hay gente que piensa que soy un drogadicto, un alucinado, un loco. Per
manece el tabú y el miedo a modificar conscientemente tu conciencia. Hacer
lo le parece una aberración a mucha gente, incluso a personas que tratan de
evolucionar.
—Acá el mayor problema es con la mota — dijo María— . A cá lo
peor que te puede pasar es que piensen que eres marihuanero. A sí que es
como allá en España, pero con más tabúes aún. Yo tuve que dejar a mi
enamorado porque pensaba que era una puta. Todo porque quería disfrutar
también cuando cogíamos, o mejor dicho, cuando él me cogía para su pro
vecho na’más.
— Desgraciadamente el amor se ve afectado por los prejuicios de cada
cultura —dije— . Aunque poco a poco, aquí y allí, tendremos que ir adaptan
do nuestras vidas a lo que queremos vivir realmente.
”No te preocupes, María —dije con convicción— , viviremos la vida que
hemos elegido vivir. Ya lo verás.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no llegó a llorar.
— Confía en que algún día, en algún lugar... — dije.
María me interrumpió y llevó un dedo a sus labios, pidiéndome silencio.
L a t ie r r a de l a s á g u il a s 109
— Sé lo que vas a decir, Juanjo — dijo con una voz increíble— . Muchas
gracias por recordármelo.
Los dos nos reímos, a pesar de la tristeza, como si nos liberara de ella
sentimos comprendidos. Nos cogimos la mano y continuamos subiendo, hasta
alcanzar a Santi, Beatriz y el niño, que estaban bebiendo el agua que les ofrecía
un vecino, en un recodo del camino.
Pronto llegamos a la que fue la casa de María Sabina. A llí hablamos con su
familia. Nos confirmaron que mucha gente había maltratado a la sabia de los
hongos y cómo las envidias y celos les habían hecho tanto daño.
Una nieta nos dijo que María Sabina se había arrepentido de haberle dado
los hongos a Frazón, como María Sabina llamaba a Wasson. Su familia nos re
cordó que María Sabina decía que desde ese momento nada había sido igual en
Huautla y que hasta los hongos habían perdido parte de su poder.
Esta vez el viaje fue muy suave. Conforme el sol iba bajando, los efectos fueron
desplegándose, haciéndonos sentir parte inseparable de la naturaleza.
N o hablábamos. Sobraban las palabras ante el impresionante espec
táculo del cielo y de la tierra. El cielo iba coloreándose de infinitos mati
ces y los cuatro mirábamos asombrados lo que teníamos ante nuestros ojos.
Junto a Santi estaba el niño, que no había tomado hongos, también muy
tranquilo.
El olor de la lluvia y la hierba mojada era penetrante. Me di cuenta de
cómo los honguitos habían acentuado todos nuestros sentidos.
110 El despertar del Hongo
María parecía haber olvidado todos los problemas, en su rostro sólo exis-
tía una sonrisa que me recordaba a la de un buda. Beatriz estaba como rezando
y Santi había cerrado los ojos, tumbados sobre una roca. Yo disfrutaba viendo
cómo caía la noche poco a poco, y mirando a mis compañeros de viaje.
Aunque teníamos los hongos que habíamos comprado a la familia de Ma
ría Sabina, no los tomamos. A los cuatro nos pareció perfecto cómo nos habían
prendido los que habíamos tomado. Todos queríamos un viaje suave. Tras un
viaje fuerte, siempre apetece uno más relajado y menos intenso.
María y yo todavía caminamos un buen rato sin apenas hablar, sólo decíamos:
“Mira eso” , o: “Es increíble”. A l hacerse de noche, nos cogimos de nuevo del
brazo y comenzamos a hablar. María me dijo que todavía estaba triste por lo
que había pasado con doña Josefa. Me di cuenta de que si doña Josefa la pro
tegía como a una hija, María la veía también como a una madre. Parecía muy
decepcionada y dolida con ella.
—Intenta entenderla, María, ella es mayor, fue educada de otra manera
y ahora es muy difícil que cambie y pueda entenderte.
—Me duele porque pensé que ella me apoyaba. Recibe a muchos gringos
en su casa y pensé que era más abierta.
— Entiendo que te duela, pero al fin y a la postre tiene que damos igual
lo que piensen otros.
—Pero es que nos limitan y se limitan ellos, como dijiste antes — María
estaba a punto de llorar, a la vez que muy enojada.
—Tenemos que tener nuestro propio criterio — dije.
— Pero ¿cómo tenerlo? — me preguntó María— . Los viejos en vez de
ayudamos a crecer, nos mutilan, nos impiden avanzar.
— María, no te engañes. A nuestra edad, te mutilan si te dejas mutilar.
¿Te acuerdas de lo que hablábamos mientras subíamos? Cuando estaba en Perú,
La t ie r r a de l a s á g u il a s 111
me decidí a probar el cactus sanpedro sin abstinencia sexual, a pesar del miedo
que me habían intentado meter en el cuerpo los chamanes.
”Un día tomé sanpedro tras una noche en que había dormido con Katia,
una pintora que había conocido en Lima, y no me sucedió nada malo. A l
contrario, al tener mi sexualidad satisfecha, el viaje fue menos sexual y pude
ir más allá. También comprobé que otras veces conservar esa energía durante
unos días puede ayudarte, pero es difícil dirigirla, precisamente porque es muy
poderosa.
— Yo también he comprobado alguna vez que no pasa nada malo, por
eso me enrabian estas normas absurdas. Son algo primitivo — la tristeza de
María iba convirtiéndose poco a poco en indignación.
— Yo intento aprender de los viejos, como tú dices, pero sólo lo que
considero que me ayuda a crecer. Ya en Asia aprendí a integrar de cada tra-
dición todo lo que pudiera aportarme, descartando los prejuicios y los mie
dos. El rechazo al sexo y la discriminación de la mujer puedes encontrarlos
en casi todas las culturas, si no en todas. Hay que reconocer que en estas
cuestiones la cultura occidental va por delante, aunque nos quedé tanto por
avanzar todavía. Hay cosas en las que otras culturas pueden aprender de
nosotros, como en otras muchas somos nosotros quienes podemos aprender
de ellas.
— Tienes razón, Juanjo, pero no deja de ser bien triste. Sobre todo cuan
do son tradiciones tan ricas como las de mi país. Con los nativos de Estados
Unidos no tengo tantos problemas.
— Nadie es profeta en su tierra, María — dije— . Todo se andará. Como ya
te he dicho, es cuestión de tiempo, y de que existan más personas como tú.
— De todo se aprende y este incidente con doña Josefa me ha enseñado
cuál es la realidad en estos pueblos.
— En Europa sucede igual — intenté explicarle— . Se mantienen vivas
algunas tradiciones, pero están mezcladas con demasiados prejuicios. La pena
es que en las ciudades, el precio que se paga por disfrutar esta clase de libertad es
el rechazo en bloque de la sabiduría tradicional.
”A 1 menos aquí en México puedo aprender muchas cosas que en España
me resulta imposible hacer — continué— . Esta mañana doña Lupe me ha en
señado mucho sobre conocimientos que en Europa están prácticamente perdi
dos: cómo ir a otras realidades, cómo son, qué capacidades tiene realmente el
ser humano. A llí hablamos mucho de evolución, pero se niegan las posibilida
des que ya tenemos. El hombre y la mujer occidental vivimos como seres mu
tilados. Nos han castrado y mutilado nuestras capacidades naturales, ni siquie-
112 El despertar D a Hongo
ra sabemos que las tenemos, y si alguien nos las muestra, nos negamos a escu
charle, o incluso, lo rechazamos violentamente, o lo tomamos por loco.
—¿Sí? —preguntó María.
—Desgraciadamente sí. Parece que no nos gusta ni que nos recuerden lo
que hemos perdido.
—Al menos yo desde chiquita sé que hay algo más allá de este mundo.
Eso sí me lo enseñaron los viejos.
—Como ves, ninguna cultura es perfecta. El gran reto del ser humano es un
encuentro verdadero entre lo mejor de las distintas culturas de la humanidad.
María asintió, y continuamos de regreso a Huautla.
A l día siguiente nos despertamos tarde. A María Peyote y Beatriz no les que
daba mucho tiempo para el autobús a México, desde donde tomarían otro a
Guanajuato.
Decidimos ir a desayunar al comedor Laurita, por última vez juntos. Aun
que sólo habíamos estado unos días juntos, era muy triste sentir tan cercana la
despedida. Mientras tomábamos café y unos tamales, Beatriz me anotó su di
rección y su teléfono de Guanajuato.
La noche anterior, mientras esperábamos a Santi, me habían contado
sus experiencias con el peyote en el desierto de Wiricuta y yo les había dicho
que iría allí. Me habían invitado a visitarlas antes o después, incluso me dije
ron que si iba antes, podríamos ir juntos.
María me confirmó que estaría unas semanas con Beatriz en Guanajua
to. Me dio su dirección y teléfono en Nuevo México, por si cuando yo llegara
ya se hubiera marchado. Me dijo que esperaría noticias de Huautla sobre “el
hongo superior” y que si no llegaban, volvería a Estados Unidos y seguiría
esperando allí.
Las acompañamos a la plaza donde salía el autobús. Beatriz me advirtió
que no comentase nada en Guanajuato de lo que habíamos vivido juntos,
sobre todo delante de su novio. María le dio una nota a Santi y al acercarse a
despedirse de mí me dijo, lentamente:
— Juanjo, no te pierdas, y ven a verme. Yo también soy una serpiente
emplumada.
La t ie r r a de l a s á g u il a s 115
14
Las últimas palabras de María Peyote me habían llegado hondo. Sentí no ha
ber hablado con ella más de la visión del águila y de todo lo que me había dicho
Ramón, pero no me preocupó. Sabía que volvería a verla en Guanajuato. Es
taba totalmente seguro de que cuando llegara, fuera cuando fuese, María Peyote
estaría todavía allí. Y si hubiera regresado a Huautla, sabría que tenía que
volver a ver al hongo desconocido.
Mientras iba de nuevo al pueblito de Ramón para hablar otra vez con él,
comencé a tener comprensiones sobre las diferentes clases de visión.
Me di cuenta de cómo es la visión de la serpiente: a ras de tierra. La
visión del águila es desde arriba, aunque cuando está en la tierra, sea capaz de
ver desde este nivel. María Peyote y yo estábamos en un momento de transi
ción. Ser una serpiente emplumada significaba que las alas que nos permiti-
rían ser águilas estaban creciendo, aunque para la mayoría de nosotros esas
alas sólo fuesen unas plumas jóvenes, no muy fuertes, inmaduras.
Aunque esta vez no encontré a Ramón, tenía la sensación de que había
sido él quien me había hecho comprender eso. N o insistí en buscarle, porque
116 E l d espertar del H o n g o
— ¿Te hablaron?
—Sí.
— Entonces no necesitas que te diga nada sobre ellos — concluyó doña
Josefa— . Si puedes hablar con el hongo, es mejor que le preguntes a él lo que
quieras saber. En las ceremonias yo sólo ayudo con mis rezos a que el hongo te
hable si no eres capaz de escucharlo tú solo.
— ¿Entonces no es necesario tomarlo con una mujer como usted?
— Muchos no saben tomarlo, pero si conoces al hongo es mejor tomarlo
solo que con las charlatanas. No te ayudarán y te sacarán mucha plata. Si no,
aquí estoy yo. Yo sé dar el hongo. No todos los que te digan que saben, saben
realmente.
Doña Josefa me sonreía, parecía entenderme.
— Si quieres hongos para tomarlos solo yo puedo dártelos.
— Preferiría conocer otras plantas.
— ¿Cuáles?
— ¿Usted conoce alguna planta que se use junto con los honguitos en
miel? — pregunté, volviendo a intentarlo.
Doña Josefa se quedó callada. Me miró durante un minuto que se hizo
interminable, y finalmente respondió:
— Sigue viajando.
No quise continuar en esa dirección y rápidamente le pregunté si usaban
en Huautla tabaco sagrado. Me dijo que sí.
— Es importante para los rituales — añadió— . A cá crecen varias clases
de tabaco. Me traen las que necesito. Yo tengo todas las plantas; las recojo yo
misma o me las traen. ¿Quieres saber más de alguna otra planta?
— Me gustaría probar las semillas de la virgen.
— Espera un momento.
Doña Josefa se levantó y se fue hacia el interior de la casa. Yo me quedé
con su hija Jazmín, que asistía en silencio a nuestra conversación.
Era muy joven y su belleza era excepcional. Me di cuenta de cuánto respeto
sentía por su madre. Me confesó que no se atrevía a continuar su trabajo, que no
era una mujer tan fuerte, que se necesitaba mucha energía para dar el hongo.
Pronto doña Josefa apareció con algo entre sus manos. Eran dos clases
de semillas. Unas eran marrones y otras negras. Me dijo que necesitaría de 100
a 250 de las de color café, mucho más pequeñas que las negras, de las que sólo
eran necesarias 25 para un viaje.
— Las marroncitas son hembras y son para las mujeres; las negritas son
machos y son para los hombres.
118 E l despertar del Ho ngo
15
Q u e r i d o J u a n jo :
N o s é si e s ta c a r ta llegará a tu s m a n o s . É s ta es la ú n ic a d ir e c c ió n q u e te n g o tu y a , y es
q u e te n g o m u c h a s co sa s q u e c o n ta r te , e sp e ro q u e p a se s p o r O a x a c a a tie m p o p a ra
re c o g e rla y q u e m e re sp o n d a s p r o n to .
N o sé m u y b ie n q u é p e n s a r d e lo q u e h a su c e d id o y m e g u s ta r ía s a b e r q u é
p ie n s a s .
C u a n d o lleg u é a L o n d r e s , f u i a e sta r u n o s d ía s c o n C a r m e n . E s tu v e v iv ie n d o e n su
c a sa h a sta q u e c o n o c í a u n a m ig o s u y o , D a v e , q u e se ib a a v is ita r u n o s c írc u lo s e x tr a
ñ o s q u e h a b ía n a p a recid o e n los c a m p o s d e trig o , e n W ilts h ir e , y c e rc a d e S to n e h e n g e .
S a b e s q u e u n a d e m is in te n c io n e s a l v e n ir a In g la te rra e ra v is ita r ese lugar.
D a v e q u e r ía q u e C a r m e n le a c o m p a ñ a s e , p e ro ella n o p o d ía ir co n é l, p o r q u e n o
p o d ía d e ja r s u tra b a jo . D e sp u é s d e h a b la r c o n m ig o y v e r m i in terés p o r lo q u e m e c o n ta
b a , m e p r o p u s o q u e f u e r a y o q u ie n fu e s e con él. C a r m e n m e a n im ó a ir c o n D a v e . M e
dijo q u e e r a u n a g r a n p e r s o n a y q u e te n d r ía u n b u e n tie m p o c o n él.
E n W ilts h ir e h a b ía n a p a re c id o u n a s fig u r a s , q u e v is ta s d e sd e el cielo e r a n s im i
lares a c a d e n a s d e ADN. E s ta s fo r m a c io n e s h a b ía n a p a re c id o a in ic io s d e l v e r a n o de
1 9 9 6 , j u n t o c o n o tra lla m a d a “E l C a r a c o l" . D a v e e s tá in te r e s a d o e n in v e s tig a r las
re la c io n e s e n tr e e n te ó g e n o s y e l cód ig o g e n é tic o , y d esd e q u e se e n te r ó d e la e x iste n c ia
d e e sta s fig u r a s h a b ía e sta d o in te re sa d o e n e s tu d ia r la s . E x is tía la s o s p e c h a d e fr a u d e y
D a v e q u e r ía v e rla s y ju z g a r p o r s í m is m o .
T o d a v ía n o m e h e a tre v id o a e n v ia r te e s ta c a r ta , y h a v e n id o b ie n , p o r q u e e l v ie rn e s
f u i m o s a b u s c a r a C a r m e n a u n p u e b lo d e p o r a q u í d o n d e , n o s e s p e r a b a p a r a p a s a r el
f i n d e s e m a n a ju n t o s e n S to n e h e n g e .
N u e s tr a e x p e rie n c ia c o m ú n e n ese lu g a r d e p o d e r m e h a d e c id id o a e n v ia r te esta
c a r ta . S é q u e a l m e n o s c o n sid e ra ra s lo q u e h e m o s e x p e r im e n ta d o , s in j u z g a m o s . C a r
m e n m e h a d ic h o q u e p r o n to te escrib irá ta m b ié n ella . D ic e q u e tie n e m u c h a s c o sa s q u e
e x p lic a r te .
[...]
T o d a s e s ta s fo r m a c io n e s d e las q u e te h e h a b la d o a n te s e s tá n so b re u n a lín e a L e y
lla m a d a S a in t M ic h a e l, y e sto s investig a d o res e sta d o u n id e n se s p ie n s a n q u e e n e sto s lu g a
res es p o sib le a c c e d e r a in fo r m a c ió n so b re q u ié n e s r e a liz a r o n e s to s c ír c u lo s , incluso
e n tr a n d o e n c o n ta c to c o n ello s, se a n "a lie n s” u o tr a clase d e seres. E n e l c a s o d e la
O a x a c a . E l so nido de l a m ota 123
fo r m a c ió n d e ADN, p ie n s a n q u e p u e d e r e v e la m o s in fo r m a c ió n c a p ita l so b re n u e s tr o
có d ig o g e n é tic o .
E s ta s lín e a s L e y c o in c id e n c o n los m e r id ia n o s d e l c u e r p o h u m a n o , y a l ig u a l q u e
é sto s s ir v e n p a r a s a n a r el c u e r p o . C o n o c e r las lín ea s L e y p o d r ía s e r v ir p a r a s a n a r la
T ie r r a . P ie n s a n q u e la fo r m a c ió n d e ADN es la f u n d a m e n t a l , a u n q u e to d a v ía e s te m o s
e n p a ñ a le s a la h o r a d e a v e r ig u a r c ó m o a c c e d e r a ese c o n o c im ie n to , o d e s c ifr a r los
m e n s a je s d e ja d o s a h í p o r " a q u e llo s " q u e h a n h e c h o su rg ir e sto s c í r c u b s , y m e r e fie r o a
b s q u e n o h a n sid o re a liza d o s p o r c a m p e s in o s q u e b u s c a n g a n a r d in e r o c o n fo r m a c io
n e s q u e e l b s m is m o s h a c e n e n s u s te r r e n o s .
M i d eseo d e ir a G la s to m b u r y s e h a v is to fo r ta le c id o a l e n te r a r m e d e q u e b o tr a
g ra n lín e a L e y d e ln g b t e r r a p a s a p o r b a b a d ía d e e s a c iu d a d .
T a m b ié n te h e h a b la d o d e b s L e y , p o r q u e c o m o te d e c ía a n te s , D a v e , C a r m e n y y o
fu im o s a S to n e h e n g e , y S to n e h e n g e es e l c e n tr o d e sd e e l q u e s e e x p a n d e n b s m a y o r e s
lín eas L e y , a b a n z a n d o a b s p rin c ip a le s lu g a res d e p o d e r d e l m u n d o .
N o sé si te n d r á a lg u n a re la c ió n c o n ese h e c h o , p e r o a llí D a v e y y o volvim os a
c o n e c ta r c o n b s m is m o s s u p u e s to s seres q u e n o s c o n fir m a r o n to d o b q u e n o s h a b b n
d ic h o e n W ilts h ir e .
L o m á s c u rio so es q u e C a r m e n , a q u ie n n o h a b ía m o s d ic h o n a d a s o b r e n u e s tr a
e x p e rie n c ia e n W ilts h ir e , p a r a n o i n f l u i r b , d e s p u é s d e q u e n o s f u m á r a m o s u n c h ilu m
e n S to n e h e n g e , n o s d ijo q u e h a b ía te n id o la s e n s a c ió n d e q u e a lg u ie n in t e n t a b a p o
n e r s e e n c o m u n ic a c ió n c o n e l b , p e r o q u e le h a b ía d a d o m ie d o . N o s p r e g u n tó : " ¿ V o s o
tros h a b éis se n tid o algo?"
C u a n d o le c o n ta m o s n u e s tr a s s e n s a c io n e s e n b fo r m a c ió n d e l ADN, y bs nue
v a s e n el c ír c u b d e S to n e h e n g e , n o s dijo: “L a ú ltim a n o c h e q u e d o r m í e n L o h d r e s , a n te s
d e v e n ir a q u í, a p a re c ie ro n u n o s seres e n u n s u e ñ o q u e m e d ije r o n q u e q u e r ía n p r e p a
r a m o s p a ra e n c o n tr a r s e c o n n o s o tr o s . S u e n e rg ía e r a m u y c á lid a y a m o r o s a , algo
c o m o b q u e he s e n tid o a h o r a " .
T o d a v ía n o sé q u é p e n sa r. P ro n to v o y a ir a G la s to m b u r y , c o m o te d ije , a tra b a ja r c o n
u n a s cham arías d e b s q u e m e h a hablado C a r m e n . E sp ero q u e a lg u n a s técn ica s c h a m á n ic a s
q u e a l p a recer e sta s m u je re s c o n o c e n b ie n , m e p e r m ita n a v e r ig u a r m á s .
M e g u s t a r b sa b e r q u é v is ió n tie n e s e n b a c tu a lid a d d e l c h a m a n i s m o , a h o r a q u e
e stá s e n u n o d e los lu g a res d o n d e a ú n p e r m a n e c e v iv o .
E s c r íb e m e a b P o ste R e s ta n te d e G la s to m b u r y , te n g o m u c h a s g a n a s d e s a b e r
c ó m o v a tu v b j e .
E s p e r o q u e c u a n d o v o lv a m o s a v em o s, lo q u e e s to y s e g u r a q u e s u c e d e r á , p u e
d a s v e r m e c o n b s m is m o s o jo s .
U n b eso y u n a b r a z o m u y fu e r te s .
Luna
124 E l despertar D a H ongo
La historia no quedaba ahí, porque había una posdata aún más intrigante, que
me pedía no compartiese con nadie. También incluía un número de teléfono
de Inglaterra donde podía llamarla.
Leí de nuevo su carta y se confirmó mi primera impresión de que a pesar
de la distancia y de las diferencias de nuestra experiencias sentía que hablába
mos de algo semejante. Había bastantes más cosas en común de las que pare
cían a simple vista.
Tenía la sensación de que estábamos cerca de descubrir algo de capital
importancia. Había algo de mi experiencia que no le había confesado a Luna
en la carta que le escribí y que sentí que debía escribirle en cuanto tuviera un
momento de tranquilidad.
También me sentí intensamente cerca de ella. Me conmovieron sus
dudas y sentí su dolor, ese dolor nuevo que tantas veces sentimos quienes
experimentamos, cada vez con más frecuencia, algo inusual. N o es dolor de
la propia experiencia, sino el temor de causar el rechazo de las personas que
queremos, y la extraña sensación de saber que tarde o temprano eso signifi
cará la separación.
%
N o era éste el caso entre Luna y yo, y sentí una urgente necesidad de
comunicarle que no estaría nunca sola; pero sentí también la tristeza de saber
que no era posible en ese momento un contacto rápido con ella.
N o obstante, tomé unas notas para cuando la escribiera más tarde, inten
tando no centrarme en los sentimientos que su carta me había provocado:
Me doy cuenta de que todavía somos como niños recién nacidos a la hora de explo
rar otros estados de conciencia. Contactamos con energías nuevas para nosotros, y
cada cual las nombra según su sistema de creencias y Lis diferentes sensaciones que
provocan. En el mundo del nagualismo en el que estoy introduciéndome cada vez
más profundamente, Lis llaman animales de poder, naguales, espíritus de la natura'
leza o larvas. Otras tradiciones las nombran ángeles, santos, vírgenes, devas, duer\'
des, hadas, budas, bodhisattvas, daikinis, etcétera.
En tu carta las llamas en una ocasión “aliens", pero puede que se trate de las
mismas formas de energía. Esta clase de sensación aparece al entrar en dimensiO'
nes elevadas de la conciencia. A l ser tan desconocidas nos parecen alienas, ajenas
a nosotros, aunque quién sabe, quizás son sólo partes desconocidas de nosotros
mismos, expresiones o manifestaciones de otros planos de nuestro ser; o quizás
realmente son formas de energía y/o conciencias diferentes a la nuestra, que en'
contramos al entrar en esas dimensiones inexploradas, y por tanto, no conocidas
de la realidad.
O a x a c a . E l sonido de la mota 125
A media tarde salí á caminar por la ciudad. La luz de Oaxaca era increíble a esa
hora. Llegué sin tardanza al Zócalo. En el quiosco tocaba una banda de mú
sica. El sonido de sus instrumentos me acompañó mientras continuaba cami
nando por una de las calles peatonales que daban a la plaza.
126 E l despertar del Hongo
Fui al mercado de artesanía, no muy lejos del Zócalo. Estuve sólo unos minu^
tos viendo las obras de los artistas locales, porque estaban ya cerrando cuando
128 E l d espertar del Ho ngo
llegué. A llí cerca busqué un lugar para cenar antes de ir al hotel a encontrarme
con la tribu de músicos y músicas.
Mientras esperaba que me trajeran unos taquitos, me entretuve leyendo
el papel que había cogido en la tienda.
Explicaba que el pueblo huichol todavía sigue los viejos caminos del
chamanismo de sus ancestros, un puente de sabiduría que no se ha roto desde
sus orígenes en el Paleolítico, a nuestros días. Hablaba también del peregrina
je anual en busca del peyote, durante el cual los huicholes llegan a un estado
visionario en el que encuentran el poder necesario para seguir el camino del
corazón hasta su culminación.
El arte visionario huichol, en forma de pinturas de hilo, ropas bordadas, bolsos, abalo-
ríos de calabaza, máscaras, alhajas y escultura, deriva de sus visiones chamánicas,
cuyos símbobs forman b parte de su trabajo y sus vidas.
El trabajo es todo hecho a mano por artistas que han sido enseñados por sus mayores,
quienes pasan a su vez esas técnicas artísticas a sus hijos e hijas, transmitiéndose así de
generación en generación. Originalmente todo el trabajo artístico era hecho como ofren-
das, regalos, oraciones hechas visibles. Aunque esta práctica continúa todavía, ahora
alguna parte de ese trabajo es vendido a personas o grupos que valoran el arte huichol.
Los huicholes están luchando para mantener sus raíces ancestrales, aunque están bajo
una presión tremenda de aculturación. Su conocimiento del reino transpersonal y de
cómo vivir en armonía con las fuerzas de b naturaleza son tesoros que nosotros no
podemos permitimos perder.
Nosotros necesitamos b que elbs todavb saben: cómo vivir en relación con toda b
creación. Ayúdanos, ayúdabs, ayúdanos.
Me pareció sorprendente que una de las dos direcciones de contacto con los
centros huicholes fuera de Seattle, en Estados Unidos.
Mientras comía una niña indígena vino a pedirme dinero. Me dijo que no
había comido en todo el día. Apenas alcanzaba a la mesa, sus ojos eran muy
oscuros y sinceros, miraba mi comida ávidamente.
O a x a c a . E l sonido de la mota 129
Le dije que se sentara, pedí otra cena para ella y por la forma en que
devoró la comida, parecía verdad que hacía bastante tiempo que no probaba
bocado. Estaba realmente hambrienta.
A pesar de la cena y de unos cuantos pesos que le di, me pregunté quién
la alimentaría el día siguiente. Me había dicho que tenía cuatro años y estaba
tan agradecida que me regaló antes de separarnos una pulsera de hilos de
colores.
— ¿Pero por qué me la das? — le pregunté— . Puedes vendérsela a alguien.
— Quiero hacerte un regalo na’más. ¿No te gusta? — me dijo, mientras la
tristeza comenzaba a aparecer en su cara.
— Claro que me gusta, y te lo agradezco mucho — la niña sonrió como si
le hubiera hecho yo un regalo aceptando el suyo— . ¿Quieres ponérmela?
Me ayudó a colocármela en la muñeca y se despidió de mí dándome un
beso en la mejilla.
La vi irse, pequeña de estatura pero digna, entre mexicanos que la mira'
ban con desprecio y turistas que la veían con falsa compasión.
de Uruguay. Su pelo era castaño, sus ojos verdes. Llevaba un vestido de colores
suaves. No superaría los 25 años.
Yo cuanto más la miraba, más descubría en ella. Era guapa, pero lo que
más me impresionó no fue su belleza física. Era algo inexpresable. A l mirar
la, máscaras y máscaras parecían caer de su cara, descubriendo otras Claudias
y otras Claudias. Sus ojos eran lo único que permanecía inalterable. Me sor
prendí al comprobar el poder de la mota, aunque me pregunté si estaría ac
tuando algo más.
Ella no dejaba de mirarme, ni yo a ella, y pronto dejamos de hablar.
16
Me levanté temprano para ir a visitar las ruinas de Monte Albán. Santi toda
vía dormía, Claudia también. A l dejar el hostal, los muchachos que trabaja
ban allí me explicaron dónde debía tomar el autobús hacia las ruinas.
Fui a desayunar cerca del Zócalo y mientras caminaba en busca del
lugar de salida de los autobuses a Monte Albán, vi una tienda de hierbas
medicinales y semillas. Entré y vi a dos hombres sentados en dos sillas, char
lando.
Ellos me resolvieron algunas dudas que tenía sobre algunas plantas de la
zona. El dueño de la tienda, Luis, parecía conocer únicamente las plantas me
dicinales, pero su amigo, José, conocía bien las plantas de poder. Me dijo que
llevaba años estudiándolas y que había leído todo lo que se había escrito sobre
ellas, además de haber visitado la zona muchas veces.
— Yo soy de la ciudad de México — me explicó José— , aunque todas
mis vacaciones vengo a Oaxaca a ver a mis amigos, y a mis amigas las plantas
del valle.
poderosas por los distintos pueblos del valle de Oaxaca y conocidas también
como chitepec.
— La mujer de Huautla — le expliqué— me dijo que las semillas se toma-
ban mascándolas.
— Hay quien usa así “ las semillas de la maravilla” , pero es más frecuente
que las machaquen en un metate, hasta que las convierten en polvo; luego las
ponen en agua y después de una noche las filtran con una telita y las beben.
Aunque ahora se está perdiendo la costumbre, los indios prefieren que sea una
doncella o una niña virgen quien haga el metate.
— Sus fines son adivinatorios, ¿no? — pregunté.
— Sí — respondió José— , los curanderos las consultan cuando ellos o
alguien que acuda a ellos tiene algún problema. Los indígenas piensan que son
mediadores entre ellos y los dioses.
— La hierba de la Pastora también la usan para la adivinación — añadí.
— Efectivamente — confirmó José— , además la hierba de la Pastora tie^
ne para ellos un poderoso poder divino.
— La chamana de Huautla me dijo que debía tomarla mascada, durante
media hora, extrayendo así el jugo.
— Puede hacerse así, pero también se extrae el juguito en un metate.
También he visto hacerlo en infusión, incluso usando también las raíces y las
flores.
— ¿Se conoce el principio activo de la hierba de la Pastora, de la Salvia
divinorum? — pregunté.
— Lo han llamado salvinorina, porque no se ha encontrado en ninguna
otra planta. A l parecer hay una gran diferencia de contenido de salvinorina
entre una planta y otra. Por el momento han sido sintetizadas dos clases, lia'
madas salvinorina A y B. Quizás por eso haya experiencias tan diferentes en-
tre quienes han probado la hierba de la Pastora, aunque también es posible
que haya personas más sensibles que otras a la salvinorina, o a otros principios
activos que aún estén por descubrir en esta misteriosa planta.
— ¿Conocían los pueblos náhuatl la Pastora, o sólo los mazatecos?
— La verdad nadie sabe nada a ciencia cierta, pero parece que la cono'
cían. En náhuatl la llamaban pipiltzintzintli. Parece ser que era cultivada con
gran cuidado, considerándola una de las plantas más sagradas. En la sierra
mazateca crece junto al coaxihitl y dicen que se dan poder mutuamente, al ser
las dos plantas utilizadas con fines adivinatorios.
— ¿Qué uso existe del toloache en esta zona?
— Les da miedo, y no lo usan tanto como en otras zonas de México.
O a x a c a . E l sonido de la mota 135
— N o se preocupe, José — dije— . Menos mal que tuvo que mirar algo.
Estaba pensando que usted era más que humano. Su memoria es sorpren
dente.
— Tengo buena memoria, s í— admitió José— . Además, llevo años estu
diando, pero ya me estoy haciendo viejo y se me olvidan algunas cosas.
— Este hombre, que por otra parte hizo un gran trabajo, se dejó dominar
por sus prejuicios — fue la opinión de José— . Si vas a Guatemala comprobarás
cómo la evidencia arqueológica te demostrará que el uso de ios honguitos exis
te desde el mismo origen de la historia en Mesoamérica. Los hongos-piedra de
Kaminaljuyu han sido encontrados junto con metates, lo que indica que no
eran utilizados sólo los hongos, sino las semillas de la virgen o la hierba de la
Pastora.
Tras detenerse unos segundos para respirar, José continuó con su expli
cación:
— Wasson descubrió durante sus viajes por estas sierras que en las aldeas
más remotas se usaba el hongo, sin que mediara un chamán o chamana. Eso le
hizo pensar que primero se usaron los hongos por todos los miembros de esas
sociedades tradicionales, incluso desde su fase tribal, y sólo más tarde aparece
ría el chamán como depositario de un saber que se habría conseguido gracias a
las plantas de poder.
”En pasos sucesivos que se dieron totalmente sólo en algunas partes de
Mesoamérica, apareció una casta sacerdotal que desplazó a los primeros
chamanes o brujos y que creó una religión saturada de conceptos mágicos.
Este paso supuso el desplazamiento de las aldeas a centros ceremoniales, y más
tarde a las ciudades. A sí aparecieron las ciudades-estado, que al centralizarse
el poder, concentrado en unas pocas manos, supusieron la aparición de las
élites religiosas y militares. -
”E1 uso de estas plantas se restringió a esas élites, las que sancionaban,
incluso con la muerte, a cualquier persona que no perteneciese a ellas y las
utilizase.
”La última fase, completada mucho antes de llegar los españoles, sería la
aparición de ciudades y señoríos imperialistas, y la militarización total de estas
sociedades.
— La mujer fue desplazada también, ¿no? — pregunté— . He observado
que en los mazatecos todavía sobrevive la presencia de la mujer con una gran
fuerza.
— La mujer fue siendo desplazada, efectivamente, en este lento proceso
de monopolización del poder. A lo largo de la historia, siempre son paralelas
la desconexión con las fuerzas de la Tierra y de la naturaleza, la prohibición
de los enteógenos, la discriminación y explotación de la mujer, y la militariza
ción de la sociedad.
— ¿Qué sucedió después de la conquista? — pregunté, intentando si
tuarme.
O a x a c a . E l sonido de la mota 139
Antes de dejar la tienda, Luis me preguntó si iría a Veracruz. Me dijo que allá
tenía un amigo que sabía mucho de plantas.
— N o sé todavía si iré — le dije— , pero anóteme la dirección por si
acaso.
Luis me escribió su teléfono y la dirección en un papel. Aunque habrá
miles de hombres llamados así en América, que el nombre del amigo yerbero
de Luis fuese Andrés me pareció una buena señal.
17
Hotel Mesón del Ángel. Aunque quedaban cinco minutos para la salida, sólo
había dentro una señora de la ciudad de México y su hija.
Un minuto antes de salir subió un joven mexicano que se sentó junto a
mí. Mientras subíamos a Monte Albán me contó que era un estudiante de
arqueología en la UNAM, la universidad de México, y que venía a visitar las
%
Cuando llegamos y nos bajamos del autobús, vimos los habituales vendedores
de figuras y los guías esperándonos junto a la entrada del recinto. La señora y
su hija se quedaron atrapadas con ellos, y nosotros pudimos dirigirnos a la
entrada sin dificultad.
Dionisio entró directamente al museo, buscaba una de las estelas guar
dadas allí; yo entré sin detenerme ai interior del complejo de Monte Albán.
O a x a c a . El sonido de la mota 141
— Venga, mire esta estela, porque ahora va a tocar la piedra el sol. Mire.
Observamos en silencio varios minutos al sol tocando esa piedra. Me
dijo que en Chichén Itzá se producía cada verano ese mismo fenómeno.
Más tarde, Enrique comenzó a hablarme otra vez de sus plantas medicinales.
Aseguraba curar todas las enfermedades con ellas.
— ¿Y qué plantas usan para la sabiduría? — pregunté.
— El hongo.
— ¿Algún hongo especial?
— Hay varios hongos muy secretos, de saber antiguo. N o se pueden co
nocer así sin más.
Me di cuenta de que no me diría nada sobre ellos, y pregunté:
— ¿Alguna planta más usan?, ¿el toloache quizás?
—No, nada más el hongo y el estudio. Hay que tener un estudio; el que
lo tiene sabe, y el que no se vuelve loco. El hongo es un poder de sabiduría
grande, sí, no cualquiera lo tiene, no cualquiera. El que lo domina es un curan
dero, el que no es un charlatán o un loco y un farsante. Yo sólo doy plantas que
conozco. Hay que saber y hay que ser fuerte. Si no sabe y no es fuerte, no lo
pruebe. Ha de ser fuerte para conocer y aguantar el saber.
— ¿Nace fuerte uno, o uno puede aprender a hacerse fuerte? — le pre
gunté.
— Bueno, si usted es fuerte por su nacimiento y su animal, aguantará, si
no se siente fuerte, no lo pruebe — respondió— . El hongo no es para cualquie
ra, el hongo hay que saberlo manejar. Son dos: hembra y macho, hombre y
mujer; si usted lo sabe comer, usted viajará. Pero si usted no lo sabe manejar,
no lo haga, porque es fuerte el líquido y hay algunas personas que lo trabajarán
a usted.
— ¿Brujos negros? — pregunté, advirtiendo su reacción adversa ante el
solo hecho de nombrarlos.
— S í — dijo— , por eso hay que tener poder. El que tiene poder no ha de
temer. El poder te hace dominar y aguantar, por eso sabe una persona o no.
U no tiene que ir y venir, y viajar también, de noche. El está ahí, esa persona,
pero su alma ha de viajar. El está tirado, él está dormido, pero él viaja lejos,
para curar.
— ¿Sólo para curar?
— Si usted lo necesita hace una consulta, sobre usted, sobre sus hijos,
sobre su mujer, sobre su familia, sobre su país, qué sé yo. El hongo le dice todo.
— ¿Cómo hace usted esa consulta?
O a x a c a . E l sonido de la mota 147
18
Unos minutos después tomé uno de los últimos autobuses a las ruinas, y nada
más al bajarme, junto a la taquilla, le vi intentando vender unas figuras a unos
turistas.
A l acercarme a él, los despidió, y tras saludarme me enseñó una pequeña
escultura que sacó cuidadosamente de una vieja tela que la envolvía.
— Mire esto — me pidió.
La figura era la de una rana. Su belleza era impresionante.
— ¿Es auténtica? — pregunté.
— No — dijo— , pero sí es una réplica exacta del original.
Entonces nos alejamos, y cuando estábamos apartados buscó algo entre
sus ropas.
—Este es el original.
Me pidió que cogiera la rana y la mirase bien. La figura cabía en mi
mano, era de un color verde oscuro, claramente diferente de las réplicas que el
día anterior habían querido venderme. Me dijo que era de malaquita.
— ¿Ha traído el dinero? — me preguntó inesperadamente, mientras yo
todavía observaba detenidamente la rana verde.
—No. Sabe que no puedo darle esa cantidad — le respondí, mirándole
directamente— . Si quiere enseñarme algo, hágalo, y si no, me vuelvo a Oaxa-
ca tan tranquilo.
Enrique pareció satisfecho con mi respuesta. Sentí como si hubiera supe
rado una prueba, dando la respuesta correcta, cuando oí que me decía, ya ha
blándome de tú:
— ¿Sabes Juanjo? El conocimiento no se vende, pero tampoco se com
pra. He ganado mucho dinero de gringos estúpidos que creían que pagándome
les daría mis conocimientos. Yo te platico a ti porque eres joven y necesitas
saber. Tú eres fuerte, tú lo aprecias. Este saber es muy delicado. El líquido tiene
que estar con la sangre. Es una cosa importante, cualquiera no sabe. Esto vale
mucho, no hay oro en el mundo para pagarlo.
”Yo na’más veo a la gente, y si es de corazón bien y es fuerte, acepto. El
dinero no es nada. Lo que sé, eso sí vale. Vale más que el oro. Si me hubieras
entregado algún dinero no te hubiera enseñado lo que voy a mostrarte. Ven
conmigo.
Fui a devolverle la estatuilla, pero me dijo:
— Mantenía contigo. Es un objeto de poder. Te ayudará allá donde vamos.
Nos alejamos de las ruinas y comenzamos a caminar por los cerros cercanos.
Tomamos un camino que se iba haciendo cada vez más estrecho y enrevesa-
150 E l despertar del Ho n g o
Cuando abrí los ojos vi que Enrique estaba sentado en una roca, con los ojos
cerrados. Parecía meditar profundamente. Sin embargo, de algún modo perci
bió que me había levantado. Abrió sus ojos y me dijo que debíamos volver.
Antes de llegar a la entrada de las ruinas que ya estaban cerradas, me
pidió que le devolviese la rana. Me dijo mientras se la guardaba nuevamente
entre sus ropas:
— Vale mucho, vale 1200 pesos.
Reí y le pregunte por qué me había dado una rana como objeto de
poder.
— La rana se caracteriza por saltar. Forma parte de tu naturaleza saltar de
un conocimiento a otro. En un primer instante me enrabió ver que no ibas a
entrar nunca en nuestro mundo de los naguales así na’más, que te interesaban
otros estudios también. Me enrabié hasta que te vi hace un rato y supe que la
rana era uno de tus animales compañeros. Tú saltas de un estudio a otro por
que has de integrar el conocimiento de muchas fuentes distintas, pero que se
unen en ti y en la gente como tú.
Luego, tras una pausa, añadió, sonriendo:
— Por algo sois medio gringos.
Enrique volvió a darme la impresión de que se iba, hasta que pareció volver y
concluyó:
— Estudia tu planeta y tu animal, domina tu planeta, vincúlate a tu es
trella. Hazte amigo de tu animal compañero. A sí sabrás quién eres. Él anda
contigo, conócelo. Estudia tu animal, estudia tu planeta. Cuanto hay sólo lo
ves conociendo tu animal y tu planeta. Y no estés solo. Tú eres, y es, y son.
Entonces me dejó solo, no sin antes decirme:
— Desde arriba hay que ver. N o creas nada, mira na’más. Yo, francamen
te, soy quien soy. Y tú y los tuyos sabrán quiénes fueron, quiénes son y quiénes
serán.
San José del Pacífico
19
traje de colores y era muy pálida, con muchas pecas y unas trenzas con las que
recogía su pelo naranja.
Sentimos hambre y sed, y salimos a la calle. Estaban abriendo los puestos y nos
sentamos en uno a desayunar. Era todavía de noche.
Pedí un atole y al terminar, arroz con leche. Ella bebía café tras café.
Me contó que había estado viajando por México, pero no le gustaba que
la gente no hablaba inglés.
No podía creer lo que escuchaba, y me dije que esta mujer estaba más loca
de lo que había pensado en un principio. Luego me preguntó por Huautla de
Jiménez. Le dije que había estado allí y le conté algunas de mis experiencias.
El hombre del puesto encendió la televisión y sintonizó una cadena es
pañola. Me quedé asombrado ante la cantidad de absurdos que aparecían en la
pantalla. Por un momento me dije: ¿éstas son las dos opciones para después de
mi viaje por México? ¿Seattle o Granada? Ambos parecían mundos extrañísi
mos vistos desde esa realidad. Me dije que no podía ser.
La escena que estaba viviendo era totalmente surrealista. La mujer había
empezado a protestar también de la televisión: le indignaba que no hablasen
en inglés. Ella no hablaba una palabra de castellano y estaba encantada con
migo, porque hablábamos en su idioma. Me preguntó si podía viajar conmigo,
aunque quizás se fuese a Huautla.
Le dije que fuera a Huautla, que yo iba a emprender un viaje muy peli
groso. Ella respondió que yo era un sabio y que iría a Huautla.
No le presté ya más atención y comencé a hablar con el hombre del
puesto. Entonces empezó a buscar en su bolso. Al rato sacó un papelito y me lo
entregó. Lo guardé dentro de mi libreta y continué hablando con el hombre.
La mujer no aceptaba escuchar ni una sola palabra en castellano y unos
minutos después se fue muy enfadada, insultándonos en su idioma a modo de
despedida.
El hombre me preguntó si era mi novia. Le dije que afortunadamente no,
y le expliqué mis planes. Me dijo que iba a un lugar muy lindo, pero que tuvie
se cuidado durante el viaje, que sobre todo después de San José del Pacífico, la
carretera era peligrosa.
El viaje fue sin embargo tranquilo. Tras abandonar Oaxaca avanzamos por una
carretera completamente llana, pero más tarde comenzamos a ascender.
Estaba tan cansado que me dormí, aunque un campesino que estaba sen
tado a mi lado quedó en avisarme cuando estuviésemos cerca de San José. El
S a n J o sé del Pa c ífic o 155
Unos minutos después me avisaron que habíamos llegado a San José del Pací
fico. Todos los viajeros parecían conocer mi destino y fue divertido comprobar
cómo todos pugnaban por ser los primeros en avisarme.
Les agradecí a todos su amabilidad y me acerqué a la puerca. Aun antes
de salir, vi que la altitud del lugar era considerable.
Salí del autobús rápidamente, porque la parada fue mínima. Unicamen
te duró el tiempo necesario para bajarme yo y para dejar que subieran tres
viajeros que iban a Pochutla, destino final del autobús. Nos saludamos con
gesto de reconocimiento y complicidad. Ellos y yo sabíamos por qué habíamos
hecho una parada en ese pueblito sin ninguna importancia aparente.
156 E l d e sp e r t a r d el H o n g o
C o n sólo poner los pies en San José comprobé que hacía bastante frío, loque
resultaba sorprendente dado la estación del año en que nos encontrábamos,
finales del verano.
Las montañas que lo rodeaban tenían algo de nieve. Me quedé descon
certado, sin saber qué hacer, cuando escuché que me llamaban. Alcé la vista
en dirección de la voz y vi a un muchacho en una ventana.
— ¿Buscas alojamiento? — me preguntó.
O*
— 01.
— Entra — dijo, y desapareció.
Entré en la casa que estaba justo enfrente. Apenas había caminado unos
20 metros desde donde me había dejado el autobús.
Dentro no había nadie; parecía una tienda pero estaba vacía. Al rato
bajó el mismo muchacho. Me dijo que se llamaba Jorge y que la señora me
daría una habitación en cuanto llegase. A l parecer estaba terminando de pre
pararme la cama.
N os sentamos a esperarla y pronto apareció doña O felia. Era una mujer
de unos 40 años, morena, con la simpatía y la bondad expresadas en su cara.
Inm ediatam ente sentí una buena conexión con ella, muy cercana a la fami
liaridad.
Jorge nos presentó y se marchó afuera. A l quedamos solos, doña Ofelia me
ofreció un tecito, y mientras lo preparaba charlamos tranquilamente en la cocina.
— ¿De dónde vienes? — me preguntó.
— De O axaca. He estado en Huautla.
— ¿Le gustó? — doña Ofelia dudaba entre hablarme de usted o de tú.
—Tuve una buena estancia — dije sonriendo.
— ¿Todo fue bueno allá?
— Me molestó el comercio de los hongos — respondí.
— Huautla tiene malas energías por vender los hongos de esa manera.
A q u í vienen las personas y les preparamos su tecito, pero no los vendemos,
porque hacerlo los malvibra.
— ¿Les prepara el té con honguitos?
— Sí, luego te hago uno si quieres — me propuso doña Ofelia.
— Ya veré, vengo cansado — dije.
— Si quieres te lo hago flojito. A sí te relajará y te ayudará a descansar. El
hongo es muy bueno con las personas buenas. Te da lo que necesitas.
— Lo sé — dije sinceramente.
Poco después me enseñó miel de hongos que tenía en el refrigerador para cuando
terminasen las lluvias, y subimos a la planta superior. Doña Ofelia quería ense
ñarme la habitación.
— ¿Te gusta? — me preguntó.
— Mucho — dije con sinceridad— . Es muy amplia.
Sentí que era importante para ella que me gustase la habitación y su
casa, y efectivamente, así me lo hizo saber.
—Quiero que te sientas aquí como en tu casa. A mi esposo y a mí nos
gusta recibir bien a quienes, como tú, vienen a conocer el hongo.
Le hablé de mis experiencias con los honguitos, de cómo me había sen
tido al tomarlo. A l terminar me dijo:
— Tú quieres al hongo, y el hongo te quiere a ti. Vamos abajo, voy a
enseñarte algo.
Bajamos de nuevo a la cocina. Me pidió que esperase y al rato apareció
con un envoltorio en la mano.
— Mira — dijo doña Ofelia, al descubrirlo.
No podía creer lo que veía. Era un san isidro de unos 40 centímetros.
— Nunca había visto un san isidro tan enorme — le dije.
— Éstos son san isidros que crecen a su antojo. Les llamamos “Maestros” .
Los verdaderos “ Maestros” se desarrollan sin trabas porque nadie los ve ni les
158 E l despertar del Hongo
molesta. Crecen y crecen hasta que alguien los encuentra, y ese alguien no es
cualquiera. Están escondidos, se protegen de los hombres.
— ¿No los usan?
— No así sin más. Éste me lo han confiado para tenerlo. Yo nunca lo he
probado, pero sé que el “ Maestro” es muy poderoso. Con uno, o incluso medio,
basta para viajar mucho y muy lejos.
— ¿Quién se lo ha dado? — pregunté con gran curiosidad.
Entonces doña Ofelia bajó la voz.
— Hay una mujer...
Se detuvo. Yo no intervine, dejé que pensase lo que tuviera que pensar.
Tras medio minuto pensativa continuó hablando, y me dijo su nombre y dón
de podía encontrarla.
— Esa mujer sabe mucho — dijo en voz muy baja doña Ofelia— , más de
lo que tú o yo podemos concebir. Ella encuentra los “Maestros” , que están
escondidos de los hombres y las mujeres.
A l darme su nombre la había llamado tía, en vez de usar el doña de rigor
entre esta clase de personas.
— ¿Es familiar suyo? — le pregunté en mi ignorancia.
— No, tía es un tratamiento de respeto. Es una mujer muy extraña, no
duerme por las noches.
Doña Ofelia no quiso hablar más de esta mujer. Parecía imponerle mu
cho respeto y temor su persona y su mundo.
— ¿Te apetece un té de puro derrumbe? — me preguntó.
Tras reflexionar unos instantes, respondí:
— Sí, pero no me lo haga flojito. Me encuentro mucho mejor. Sólo ver el
“Maestro” me ha hecho sentirme fuerte.
— A sí me gusta. Eres bravo. Sé que te va a gustar — dijo con seguridad—.
Ya verás cómo esta familia te va a tratar bien.
Entonces puso a calentar el agua. Cuando empezó a hervir, apagó el fue
go y dejó caer la familia de derrumbes en el agua, de dos en dos.
Antes de echarlos los contó. Eran nueve. Uno cayó solo.
— Ahora tenemos que esperar 20 minutos — dijo doña Ofelia.
Mientras esperábamos, miré sus manos. Me había sorprendido con cuánto amor
había tratado a los honguitos.
— Ves, no cargo uña, así no los daño. Además de lavar se me gastan las
uñas. N o le gustan las uñas a los honguitos.
— ¿Ellos sienten? — pregunté.
S a n J osé del Pacífico 159
— Vaya si sienten. Por eso hay que arrancarlos con cuidado, pedirles per
miso y explicarles para qué los quieres. Por eso en Huautla el hongo está su
friendo tanto.
— Realmente no los recogen allí — dije— . Van por ellos lejos, como a 12
horas caminando entre las montañas.
— Antes crecían en mero Huautla, pero cada vez hay que ir más aparta
do por ellos, y los recogen sin cuidado. Me lo contaron unos españoles que
fueron a recoger honguitos con unos muchachos de Huautla. Estuvieron aquí
en San José y se fueron muy felices. Me dijeron que les gustaban los derrumbes
y los san isidros, que los pajaritos de Huautla no funcionan.
— Yo los probé y no me hicieron mucho efecto — admití.
—Ahorita verás qué bonito te prenden estos derrumbes. Te darán un
viaje bien lindo. Estos derrumbes prenden bien bonito.
20
Lucía también había viajado la noche anterior. Dijo que ella también sentía
que todavía estaba prendida. Mientras bebíamos el café nos contó cómo había
sido su viaje.
— Los honguitos me trataron muy bien, pero estuvieron muy fuertes. Me
hicieron ver toda mi vida, para que aprendiera de ella y supiera a dónde iba.
160 El despertar del Hongo
”Me vi primero cuando era un embrioncito, luego cómo nací, tan chi
quita. Me vi de bebita, muy chiquita todavía. Me vi cómo empece a crecer:
yo iba dejando de ser pequeñita y continuaba creciendo. Todo este tiempo
iba sintiendo cómo iba enfrentándome a la existencia, y que al principio ni
era yo.
Doña Ofelia y yo la escuchábamos con interés. A l sentirlo, Lucía conti-
nuó hablando, cada vez más animada.
—Me veía desde ahora, y al mismo tiempo sentía cómo en ese momento
del pasado sentía. A l principio ni era yo, me sentía una con todo, y más tarde
descubrí la teta de mi mamá, y más tarde era ella, y luego ya era yo muy chiquitita
y vi un momento en que estaba descubriéndome las manos, y más tarde allá
estaba yo mirándome en un espejo, toda sorprendida, y luego riéndome. Vi cuan*
do comencé a andar, y cómo me caía y me levantaba de nuevo, así na’más, sin
miedo. Y luego vi todo mi crecimiento, hasta cuando me encerré en mí mis
ma, que fue esa depresión tan grande que tuve, que casi me mató.
En ese momento vinieron a buscar a doña Ofelia. Lucía se calló un ins
tante, antes de continuar, en cuanto nos quedamos solos.
— Es que yo quise suicidarme — confesó como avergonzada— . Por un
hombre fue, qué tontería. No me daba cuenta de lo que hacía. Dejar la vida así
na’más, sin haberla vivido de verdad, qué tontería.
Lucía parecía no poder comprenderse a sí misma.
— El hongo me hizo valorar la vida y el sentimiento de estar viva — conti
nuó— . Nunca más pensaré en hacer una tontería así, y más porque el hongo
no acabó ahí. Ya les dije que fue muy duro conmigo. Luego continuó. Me llevó
adelante y ya me fui a mi futuro. Me fui a un momento en que ya era yo misma,
toda ahí, pero muy consciente de no ser yo sin más, como si fuera todo otra vez
pero ahora sabiéndolo.
Me miró y me preguntó:
— ¿Entiendes, Juanjo?
— Claro que lo entiendo. Yo viví lo mismo, pero de otra forma muy dis
tinta, aunque fue lo mismo. A ver si luego voy afuera a escribirlo para que no
se me olvide. Fue increíble. Recuerdo un viaje en que viví lo mismo que tú, de
la misma manera. Vi desde la concepción a la muerte en sólo unas horas.
"Anoche creo que me fui también atrás y adelante. De antes de nacer a
después de morir. Todavía no me acuerdo de todo, pero sé que esas cosas, con
tiempo, salen todas.
La miré y dije:
— Con tiempo y mota.
S a n J osé del Pacífico 161
Doña Ofelia volvió con queso blanco y nos preparó unas quesadillas riquí
simas.
— Nos sirve para recuperar fuerzas — dijo Lucía.
— Claro — dijo doña Ofelia— , tienen también que alimentar el cuerpo,
ahora que el espíritu está ya más fuerte.
Abrió su cesta y dijo:
— Miren estos derrumbes.
Era una familia de 56 derrumbes. Doña Ofelia ya los había contado y nos
lo dijo satisfecha.
— Una familia completa. Esta mañana muy temprano la trajo la tía y me
la ha dado. Los encontró ella. Miren qué amarillos y qué lindos, nadie va a
atreverse a comérselos, como no sea ese hombre de Monterrey — y calló otra
vez, como cuando se detuvo al hablar de la tía.
Esta mujer parecía saber muchas cosas. Intenté preguntarle quién era ese
hombre, pero ella siguió hablándonos de los derrumbes. Estaba entusiasmada.
— Miren sus patas blancas y todos amarillitos arriba, ésa es muy buena
señal. Hay derrumbes cafés, como los que tomaron ayer, y derrumbes amarillos
✓
como éstos. Estos son mucho más raros y más poderosos.
Buscó un bote de cristal y nos dijo:
— Voy a ponerlos en miel. Acérquense y miren cómo se hace.
Nos acercamos a la mesa y doña Ofelia comenzó su explicación.
— Se ponen los hongos así, bien apretaditos. Se les echa miel y cuando
bajan los honguitos, se meten otra vez más honguitos y más miel. Luego se
tapa. A sí — cerró con fuerza el tarro— y que no baje la miel, pues se hace
azúcar y no vale para conservar los hongos.
— ¿Qué cantidad se necesita para un viaje? — pregunté.
— Deben tomarse dos o tres cucharadas de miel, de un bote así. Los me
jores para conservar los honguitos son los de chocolate o los de durazno.
Transcurrieron horas según supimos más tarde y nadie apareció por ahí. Cuan'
do nos levantamos vimos que llegaban unos niños a jugar a la plaza de la iglesia.
A l acercarnos nos miraron con complicidad.
Fuimos a casa de doña Ofelia a comer. El hambre que producía esta mota
era también increíble. Mientras bajábamos, Lucía me preguntó:
— ¿Quién eres, Juanjo?
— Eso mismo iba a preguntarte yo, ¿quién eres?
— Qué sé yo — respondió Lucía— . Anoche supe muchas cosas sobre eso,
pero todavía no me acuerdo muy bien.
— A mí me pasó lo mismo. De algún modo supe que iba a conocerte,
pero no recordaba que fuera a ocurrir tan pronto. Ha sido una agradable sor
presa — dije sonriéndole. Eila me abrazó.
Terminamos de bajar en silencio, intentando recordar, pero nada más
supimos. A l llegar a su casa, doña Ofelia se portó muy bien con nosotros,
quizás intuyendo algo. La comida fue muy completa y sabrosísima. Los hongos
y la mota nos hacían percibir todavía mejor los sabores.
Mientras preparaba la comida habíamos ido a las duchas, que estaban
fuera de la casa, y después de comer nos fuimos a dormir.
A media tarde salimos a pasear. En unos minutos estábamos fuera del pueblo.
Los paisajes eran hermosísimos. Los árboles, las montañas y los pájaros pare
cían recibirnos y saludamos.
Cuando estábamos pensando en regresar, nos llamó una pareja que esta
ba a la puerta de su cabaña. Nos invitaron a tomar un té con ellos.
La cabaña era de madera, mucho más acogedora que las de Huautla. Nos
dijeron que la habían alquilado por unos días. Era muy limpia y amplia. Por las
ventanas entraba mucha luz.
Me sorprendió ver un retrato de Osho en la pared. Osho parecía acom
pañarme en todos los viajes. En India, en Nepal, en Sudamérica y ahora en
México.
— Sois sannyasins, ¿no? — les pregunté.
— Sí, ella es Prem, y yo soy Satya.
Después de presentamos, me dijeron que les alegraba que supiera quién
era Osho, y nos preguntaron si éramos también sannyasins. Nos aceptaron
alegremente, a pesar de que respondimos que no.
Ella era morena, con el pelo rizado y la piel algo oscura. Su mirada siem
pre era risueña. Él era rubio, de ojos azules, de piel clara y también risueño.
Aparentaban unos 40 años. Nos dijeron que eran argentinos y que se habían
164 EL DESPERTAR DEL HONGO
Mientras tomábamos el té, Lucía y yo les contamos lo que nos había pasado
junto a la placeta de la iglesia. Teníamos ganas de compartirlo con alguien y
sabíamos que con ellos podíamos hacerlo.
Les agradó mucho lo que les dijimos, y se rieron bastante imaginando
qué hubiera ocurrido si nos hubiesen sorprendido los vecinos del pueblo.
— Ese lugar es muy poderoso — dijo Prem— . Tengan en cuenta que las
iglesias normalmente no están situadas en cualquier sitio. Esta además parece
abandonada, por lo que no estará corrompida su energía.
— Ayer estuvimos allí y no pudimos entrar — dijo Satya.
— A mí me ha llamado la atención cómo se sintieron y coincide con
algo que estamos trabajando los dos ahorita — dijo Prem.
— Sí — confirmó Satya— . Hemos descubierto que los hongos, en dosis ba
jas, son empatógenos, como la M D M A , más conocida como éxtasis. Quizás la MDMA
es mejor, pero es más difícil de encontrar pura, y eso dificulta utilizarla para terapia,
a pesar de que ha demostrado ser magnífica para curar problemas emocionales. Es
una pena que sea ilegal, porque en la calle venden mierda no’más.
”Por lo que cuentan de su experiencia, parece que los honguitos combi
nados con la mota, su poder es mayor — concluyó Satya, sonriendo con com
plicidad, mientras miraba a Prem, que también sonreía.
— ¿A qué llaman empatógeno? — pregunto Lucía.
— Queremos decir que producen empatia, más que visiones, como ha
cen en dosis mayores — respondió Prem— . Si no fuera por las razones legales
que pueden imaginar, usaríamos a partir de ahora los hongos para terapia de
pareja, que es nuestro trabajo en Buenos Aires.
— Tenéis tanta razón — les dije— . Me alegra que estéis trabajando así
con los honguitos. Desgraciadamente no tengo tiempo de hacer todo lo que
querría, pero estuve investigando las diferentes posibilidades del hongo con
una amiga mía de Granada, y os puedo incluso decir las dosis necesarias de
Stropharia cubensis, según el fin que se busque.
— ¿Del hongo san isidro? — preguntó Satya.
S a n J osé del Pacífico 165
—Yo hoy necesito descansar del nagual — dijo Lucía— . Es verdad que
anoche estuvo bien fuerte el viaje. Me prendió totalmente.
— Todos tenemos nuestro ritmo — dijo Prem— , y debemos respetarlo.
— Podemos hacer uno flojito para los cuatro — sugirió Satya— . Tene
mos acá una familia de derrumbes. Para los cuatro estaría bien.
— A sí veremos si ocurre algo malo por haber tenido sexo antes de to
mar los hongos — dijo Lucía, sonriendo— . Nunca me había atrevido antes a
tomarlos después de coger. La verdad es que me asustaron cuando era una
chamaca, cuando tomé hongos por primera vez.
— Eso de que el sexo es malo es una boludez — opinó Prem— . Nosotros
no sólo no hemos tenido abstinencia estos días, sino que hemos hecho el amor
estando prendidos y ha sido maravilloso. ¡Una experiencia poca madre!
— Sí. Queríamos explorar el sexo en esos estados — dijo Satya— , y es
algo grande, bien chingón.
Reíamos los cuatro con ganas, sintiéndonos todos comprendidos.
— Quizás si querés explorar alguna otra dimensión diferente — dijo
Prem— , mantener la energía sexual es necesario.
— Cada cual puede hacer lo que quiera, pero no es liberador meter el
miedo a las personas — dijo Satya.
— El problema para mí — dijo Prem— es impedir, al introducir el miedo,
explorar el sexo en otras dimensiones de la conciencia.
— Órale, vamos p’allá — dijo Lucía cuando Satya trajo las tazas con el té.
Mientras esperábamos los efectos, Prem y Satya estuvieron hablándonos
de sus experiencias con el tantra y los hongos. Nos dijeron que era mejor tener
sexo con personas limpias energéticamente, porque al hacer el amor, los cuer
pos y las energías se mezclan y se corre el peligro de quedarse con energías y
desequilibrios del otro, que entran si uno se abre a ellos en la intimidad.
Ellos hablaban de sus encuentros como momentos de fusión entre las
energías de ambos, como instantes donde trascendían sus cuerpos gracias al
sexo y al uso consciente de su deseo.
Pronto dejamos de hablar y comenzaron las caricias, muy suavemente,
apenas roces en la piel. Era increíble la sensibilidad que se alcanzaba en esos
momentos.
Lucía me pidió que fuéramos a la habitación que nos habían ofrecido
antes por si queríamos estar solos.
— A l fin y al cabo soy mexicana — dijo mientras sonreía— . Todavía no
soy tan libre como ustedes.
S a n J osé del Pacífico 169
En un primer momento este encuentro con Lucía tuvo una consecuencia im
prevista en mí. La sensación de unión fue tan grande que me planteé dejar de
lado el itinerario que tenía ante mí a partir de ese momento para continuar
con ella, siempre que ella tuviera el mismo deseo.
Recuerdo que estábamos abrazados, a punto de dormimos tras haber trans
currido unas cuatro horas desde que bebimos el té, cuando sentí que no podría
descansar sin ir antes al cuarto de baño. La psilocibina estaba todavía en mi
cuerpo y me mantenía despierto.
Me deshice del abrazo y salí de la habitación. Lucía, casi dormida, no
parecía tener problemas para conciliar el sueño y sólo alcanzó a decirme que
volviese pronto. En el cuarto de baño comencé a sentir que aunque desease
tanto continuar junto a Lucía, de algún modo me traicionaba a mí mismo al
hacerlo.
A l salir, en la sala vi algo encima de la mesita junto a la que habíamos
estado sentados. Era una carta perteneciente al Osho Neo-Tarot. Aparecía la
palabra Centrarse.
Busqué en el librito la explicación de Osho sobre esa carta y al leerla,
comprendí que debía seguir mi propio camino, sin dejarme desviar de él por
1/U tL DESPERTAR DEL HONGO
nadie. Sentí que Lucía me detenía en un lugar que ya conocía. Ya había expe
rimentado algo similar con alguna otra mujer y entendí qué quería decirme esa
carta en ese momento.
Me sentí bien con la decisión que acababa de tomar. Esas palabras de
Osho me hicieron comprender que tenía que seguir mi camino sin ninguna
variación importante, por encima de todo, y a pesar del dolor de la separación.
El mar de Zipolite
21
A l comenzar a caminar sentí que estaba débil para ir a ese pueblito. Me im
ponía tanto respeto y miedo lo que pudiera encontrar allí, que sentí que mis
172 E l despertar del Ho n g o
piernas flaqueaban. Cada paso parecía una proeza y me veía incapaz de cami
nar los kilómetros que lo separaban de San José del Pacífico.
Retrocedí, no sé si cobarde o prudentemente, y regresé a la cabaña. Lu
cía estaba en la sala, recién levantada. Prem y Satya no estaban. Lucía me dijo
que debían haber salido.
En cuanto me senté junto a ella, le dije a Lucía que me iba a Zipolite. No
quería dar lugar al arrepentimiento, ya que había tomado la decisión de conti
nuar sin ella. Sabía que sería más difícil la separación cuanto más tiempo con
tinuásemos juntos.
— Si llego hoy encontraré todavía a la tribu, y necesito descansar — dije—.
Pienso que el mar será un buen lugar para reposar y tomar fuerzas antes de
adentrarme en Chiapas.
— ¿No quieres venir conmigo a México? — me preguntó, con un nudo
en la garganta.
— Tengo que ir al sur, no al norte, Lucía, aunque no sepa exactamente
para qué. A estas alturas del viaje no puedo variar mi rumbo por ti ni por nadie.
Lucía tardó unos segundos en aceptar lo que le estaba diciendo, pero
luego dijo:
— Si te doy mi teléfono, ¿me llamarás cuando vuelvas a la ciudad de
México?
— Claro que sí. Me siento muy bien contigo, Lucía, pero en este mo
mento del viaje hay una fuerza mayor que me lleva al sur que la que me lleva
ría a estar contigo. Y no quiero que nos encariñemos más. ¿Entiendes?
— Claro que sí, Juanjo. Podría ir contigo a Zipolite, pero sé que tengo
que regresar a mi ciudad. Entiendo que a ti te ocurra igual. Ya volveremos a
vem o s— dijo con un poso de tristeza en su voz y en su mirada.
Le di la libreta de mis anotaciones y escribió en ella su teléfono y su
dirección. En ese momento aparecieron Prem y Satya.
Estaban muy contentos después de la noche anterior. Estaban también
muy cansados, por lo que hablamos poco tiempo. Antes de despedimos me
pidieron que les escribiera a Argentina. Nos dijeron que iban a tratar de apren
der a cultivar los hongos psilocíbicos cuando regresaran a su país.
Prem recordó que quería darme una dirección para conseguir las esporas
y fue por ella. Cuando regresó me di cuenta que era de Seattle. Esta nueva
señal apuntando a esa ciudad no dejó de sorprenderme y la guardé en mi me
moria, para más adelante.
Tras abrazamos los cuatro, Lucía y yo fuimos juntos a la casa. Preparé
rápidamente la mochila y bajamos a la cocina. Doña Ofelia estaba allí, espe-
E l m ar de Z ipolite 173
haber llegado al punto máximo de altitud y sólo bastaba bajar los kilómetros
que nos separasen del mar.
En algunos lugares, junto a la carretera, vi floripondios, y volví.a re
cordar la miel de hongos de Ramón. ¿Sería el floripondio alguno de los com
ponentes? También pensé si el hongo “Maestro” tendría alguna relación
con “ el hongo de superior razón” , pero concluí que no. Lucía había coin
cidido conmigo en que el “ Maestro” parecía ser el hongo san isidro más
desarrollado, aunque me propuse averiguarlo a ciencia cierta en cuanto tu
viera ocasión. Quizás si llegaba a Yeracruz, con Andrés, o en Guanajuato,
con María.
174 E l despertar del H o ngo
Pochutla me pareció una ciudad sin ningún interés. Hacía mucho calor y el
ambiente era cargado. Decidí salir inmediatamente, por lo que tomé el primer
minibús que encontré.
En menos de una hora, tras cruzar Puerto Angel, me dejó en Zipolite. Y
Zipolite me atrajo al llegar.
Las construcciones eran bajas y abundaban las chozas abiertas, con ha
macas de colores bajo los chamizos. La apariencia era la de un pueblo típica
mente costero. Me gustó mucho su atmósfera. Daba sensación de libertad.
Había algo que me recordaba al Caribe.
Quiero describirte, antes de que se me olvide, mi último viaje con hongos. Fue
anteayer en un Pueblito de la sierra llamado San José del Pacífico. Me alojé en
casa de una señora llamada doña Ofelia, que por la tarde me dio a probar un té de
hongos.
Lo bebí con respeto y afecto. Doña Ofelia lo había endulzado con miel y el
sabor era realmente agradable. Me aseguró que en media hora me habría prendido.
Salí a la calle, pero sentí demasiado frío, y además sabía que la temperatura
me bajaba cuando me hacían efecto bs honguitos, así que entré de nuevo en la casa
y subí a b habitación. Doña Ofelia no estaba ya en b cocina.
Cerré b puerta y me tumbé en b cama a esperar los efectos del té. Escuchaba
b cinta de b tribu. El sonido de b percusión contribuyó a elevar mi conciencia de
una manera inexpresable.
A los 20 minutos comencé a ver una figura en la pared. Una de bs mam
chas empezó a transformarse en una mujer. A l principio vi su cara, y más tarde
todo el cuerpo. No b reconocí, pero era alguien que de algún modo me resultaba
familiar.
Cerré bs ojos y entonces vi figuras de todo tipo, más como dibujos animados
que como b realidad fotográfica de b mujer de b pared.
Sentí que bs efectos iban aumentando. Sentí también que b percusión iba
construyendo bs imágenes. Era como si bs sonidos fuesen capaces de formar un
mundo.
En un principio era un mundo caribeño, donde mubtos y mubtas bellísimas
tocaban y bailaban al ritmo de b música. Más tarde ese mundo se transformó en
otro donde b misma música era b de un grupo de nativos, que sentados en círculo
fumaban tabaco en una pipa mientras bs manos de algunos golpeaban bs pieles de
s¿is tambores.
Eran familiares para mí, ya bs había visto en otras ocasiones. Unos minutos
después estaba con elbs. Parecía haber dejado b cama, San José del Pacífico, e
incluso México, para entrar en su círcub. Cuando el tabaquito Ibgó a mí, sentí su
sabor inconfundible y su poder. Fue como un viaje dentro de otro.
N i siquiera sé donde estuve. Era un mundo con ninguna de bs característP
cas de lo humano, sin luz, pero sin oscuridad; sin sentimientos humanos pero no
carente de sentimientos; una realidad tan desconocida para m í que ni siquiera puedo
Ibgar a describir.
El m ar de Z ipolite 177
Ignoro cuánto “ tiempo" estuve ahí, sólo recuerdo que “después" estaba otra
vez con los nativos. Me explicaron que había estado con ellos alguna vez, y me
mostraron cómo esta vida dejuanjo viajero, aprendiz de guerrero y escritor sólo era
una más.
De alguna manera entré en el vientre de una de las mujeres del círculo y me
sentí dentro de ella, flotando en su matriz. Sentí la enorme energía de ese lugar, pero
%
no me sentía yo. Más tarde nací, y crecí, y lo más sorprendente es que a la misma
hora, en la habitación de al lado, una chica mexicana que todavía no conocía estaba
viviendo lo mismo.
A la mañana siguiente nos conocimos físicamente y estuvimos juntos, llegan-
do a dejar de ser dos para llegar a ser uno en esa realidad también, como si nuestra
experiencia común hubiese sido el preludio del encuentro.
Y ésa es la palabra. Me encuentro en un momento del viaje donde siento que estoy
ya con un pie en el mundo de los naguales, al mismo tiempo que permanezco en el
mundo de los hombres normales. No sé si en algún momento entraré totalmente,
con todas las consecuencias, pero siento miedo de hacerlo. Miedo a perder la seguri
dad de este mundo, y miedo también a perder la sobriedad y la libertad. Ya sabes lo
que me ocurrió al final del viaje a Sudamérica. Entré en un mundo que en esos
momentos era demasiado poderoso para mí, y pude enloquecer.
Siento que la energía que necesitamos para entrar con sobriedad y cordura en
el mundo de los naguales es enorme, y hacerlo sin temple y sensatez es aún más
peligroso que permanecer atrapado en los enredos de esta realidad toda la vida.
También hay algo más profundo. Aunque reconozco que tengo miedo, tampo
co estoy seguro de querer entrar en su mundo y digamos, quemar las naves. Ese
mundo me parece demasiado a menudo mórbido y sombrío. Hay en él mucho poder,
pero falta situar el corazón en el centro.
Hoy persiste la secuela de la decadencia de estas culturas. Si los españoles
lograron conquistar tan fácilmente estas tierras fue porque sus dirigentes, quienes
supuestamente debían haber sido los guardianes de la sabiduría, no tenían ya ningún
vínculo con el espíritu.
Sé que debemos encontrar nuestro propio modo de seguir el camino del guerre
ro, o como queramos llamarlo, en nuestras sociedades occidentales, y caminar, sin
miedo pero con prudencia y respeto, desde ahí.
Tras leer tu carta sentí que estábamos haciéndolo esta vez de una forma más
lúcida y valiente, y siento que podemos ir más allá. .
Ver los miedos de las personas a quienes aterra el nagual nos puede ayudar a
ver los nuestros, porque quienes no tenemos tanto miedo a entrar en realidades
178 E l despertar del Hongo
Somos seres multidimensionales y cada vez somos más conscientes de ello. Tratar de
vivir en todas las dimensiones del ser humano de una manera equilibrada y armonio
sa es ahora uno de nuestros retos. Encontrar el equilibrio entre esas vidas ha de formar
ahora parte de nuestro intento, N i vivir solo en un mundo unidimensional, ni per
manecer alejado de la tierra. ¿Cómo decirloM antener un ojo en el suelo y otro en
las estrellas.
El águila vuela en el cielo, pero no pierde la conexión con la tierra. Eres mujer
y eso te une más a la Tierra, y te sitúa en una posición de privilegio. Intenta, inten
tad, porque sois muchas, aprovechadla.
Estar y ser en el más allá y en el más acá, simultáneamente y con igual inten
sidad y plenitud, vivir en el cielo y en la tierra, ser capaces de volar y estar conecta
dos a Gaia, sentir los pies enraizados en la tierra y tocar el infinito con nuestras
*
cabezas. Ese es, y sobre todo será, uno de nuestros mayores desafíos.
todo desde que tuve oportunidad de tener acceso a ellas. Me sorprendió agradable-
mente la efectividad de las plantas chamánicas a la hora de hacerme penetrar en
dimensiones no ordinarias de la realidad. Ellas me llevaron adonde quería ir de una
manera rápida y eficaz, algo que ni las diversas te'cnicas de yoga y meditación, ni
técnicas chamánicas que no se sirven de los enteógenos, habían conseguido.
Ahora pienso que todas estas técnicas no son incompatibles sino complemen
tarias. Los mejores psiconautas que he conocido han practicado previamente la me
ditación y otros medios de entrar en otros estados de conciencia.
La meditación da una buena base para desde ahí interriarse, gracias a los
psiquedélicos, en mundos a los que sólo se accedería sin elbs, en el mejor de los casos,
tras muchos años de práctica disciplinada.
Ahora estoy comprobando in situ la complejidad del chamanismo. Aquí en
México se puede comprobar cómo se han utilizado y se utilizan todavía los hongos
psilocíbicos y las plantas sagradas, y pienso que podemos aprender mucho de los
hombres y mujeres que han dedicado toda su vida al estudio de su uso, llegando a
conocerlas en profundidad.
Estando aquí me extraña el rechazo a las plantas de poder, incluso por quienes
dicen conocer y practicar el chamanismo; y me extraña que se unan de hecho a
personas y sistemas de creencias de las que estas personas, supuestamente, están
totalmente alejadas. Entiendo que prefieran usar otras técnicas chamánicas, pero no
que intenten desprestigiar una práctica milenaria, haciéndoles el juego a los enemigos
de la libertad, a las fuerzas del miedo, la ignorancia y la destrucción.
Me parece aún más lamentable la hipocresía de quienes tienen encuentros con
las plantas chamánicas en su vida considerada privada, y más tarde en su vida pública,
sean libros, talleres o conferencias, se oponen con fuerza a ellas. Del mismo modo, me
parece una actitud penosa la de personas que confiesan haberlas utilizado y admiten
que les resultaron de utilidad, mientras ahora tratan de desaconsejar o impedir su uso
por otras personas que podrían beneficiarse de ellas, tal y como ellos hicieron, en lo que
parecen considerar en la actualidad “pecados de juventud” .
Otra vertiente muy interesante de tu carta es tu explicación sobre las líneas Ley y tu
visión de los lugares de poder como lugares de entrada a otros mundos y realidades.
Hasta ahora el que más me ha impresionado es Monte Albán, pero estoy a punto de
ir a Palenque, y allí espero tener acceso a esa energía de la que hablas, y que ya
tuviste la oportunidad de percibir.
22
—En el colectivo venía mucha gente — continuó Claudia, tras un tiempo sin
palabras— y antes de llegar al pueblito, una mujer muy extraña se bajó. No sé
muy bien por qué, nosotros nos bajamos también.
— Por eso no os vería doña Ofelia, le pregunté por vosotros y me dijo que
sólo os había visto al iros — la interrumpí.
— S í, salimos ya de San José al día siguiente — dijo— . Estuvimos
con esta mujer, porque al vernos junto a ella, nos ofreció habitaciones en
su pueblo y nos dijo que nos daría unos honguitos muy buenos. Cam ina
mos hasta allí con las m ochilas y los tambores, y llegamos a una aldeíta
de nada. Entramos en su casa y nos acomodamos allí. Hasta ahí todo
normal.
— No tan normal — dije yo— . Yo vi en el autobús a una mujer también
muy extraña, e hizo lo mismo, bajarse un poco antes de San José. Debe ser la
misma mujer. ¿Cómo era? — pregunté.
Claudia la describió y su descripción coincidió totalmente con la mujer
que yo había visto y que tanto me había perturbado.
— Pues escucha lo que pasó. ¿Me creerás? — me preguntó algo preocupa
da, manteniendo su mirada limpia y sincera.
— Claro — dije— , cuenta lo que ocurrió, fuera lo que fuese. Aquí en
México hay que quitarse los prejuicios racionales de en medio rápido — añadí,
intentando darle confianza.
— ¿Verdad que sí? — me preguntó recuperando la alegría.
— Yo al menos trato de escuchar y observar, y mientras, suspender el
juicio. Ya habrá tiempo para usar la razón en su momento y su lugar.
Entonces Claudia se decidió a contarme lo que había visto.
—A l hacerse la noche, estábamos todos en su casa, solos. Estábamos
tocando cuando ella entró en la casa y nos dijo que había traído unos hongos
muy buenos, y que si queríamos probarlos. Todos dijimos que sí. Entonces se
fue a la cocina sin decir una palabra más e hizo una infusión con ellos.
— ¿Cómo eran? — pregunté.
— No sé, no llegué a verlos bien, pero eran grandes.
— Debían ser los “ Maestros” — dije y le expliqué lo que doña Ofelia me
había contado sobre ellos.
182 E l d espertar del H o n g o
Claudia y yo nos abrazamos, como dos niños temerosos ante la oscuridad. Tam-
0
bién yo, allá en la playa, de noche, hablando de esas cosas, había comenzado a
sentir un extraño desasosiego.
Mientras abrazaba a Claudia sentía su miedo. Sentía cómo todo su cuer
po estaba temblando y cómo el mío estuvo a punto de contagiarse. Hubo un
momento en que sentí que o el miedo me penetraba a mí, o la calmaba a ella.
En el ultimo instante la serenidad comenzó a entrar en ella y el miedo a ale
jarse de mí.
E l m ar de Z ipolite 185
23
"Podéis estar seguros de que hay una gran cantidad de buena informa'
ción en la red. Basta utilizar un buen buscador y usar el término de búsqueda
adecuado.
"Las cosas están cambiando para bien — continuó, tras detenerse unos
instantes— . Los noventa han significado un resurgir del vínculo con sustan-
cias que han acompañado al ser humano desde su mismo origen como ser cons
ciente, porque ya existían cuando apareció el Homo sapiens sapiens, que hasta
ahora se ha creído el amo del mundo.
— A mí me parece evidente ese resurgir — dijo Claudia— , y existe con
una conciencia mucho mayor que en los sesenta. Quizás tienes razón en lo que
vos nos explicás, Dan. Sencillamente es un mundo que desconozco y no puedo
• opinar. Pero ahora sabemos que recuperar esa vinculación con las plantas cha-
mánicas nos ayuda a ser guerreros y guerreras espirituales en las sociedades
occidentales. Si Internet ayuda a eso, chévere.
— Es una ayuda, Claudia — dijo Dan— , pero es algo más que una ayuda.
Las plantas psicoactivas te enfrentan al misterio y forman parte de la expe
riencia chamánica, de la respuesta chamánica a los problemas fundamentales
que ha de encarar la sociedad.
"Si a mí me interesan las plantas maestras — continuó Dan— es porque
■ no quiero renunciar a la herencia de los antepasados, que permanece viva en
los pueblos nativos, a pesar de la prohibición que proviene de los sucesivos
gobiernos de mi país, Estados Hundidos de América.
Claudia y yo nos reímos. Dan añadió:
— Pero tampoco quiero renunciar a mi cultura.
— Este encuentro entre culturas me parece fundamental — dijo Claudia,
tras pensar un poco— . Nosotros debemos abrimos a su sabiduría y ellos a la
nuestra. A mí me parece totalmente necesario salir del círculo vicioso en
que la humanidad se encontraba en el apogeo de la época industrial, una
salida a la crisis en que ambas sociedades se encontraban y todavía se en
cuentran.
— M éxico parece un lugar propicio para este cruce de culturas — opiné
yo— . En el mismo país conviven la sociedad tradicional y la moderna, con
millones de personas entre ambas, sufriendo una fuerte crisis de identidad.
La capital de la República, Huautla de Jiménez, Chiapas o Zipolite, todo es
México.
— Aunque vine acá interesado por la música étnica — intervino Dan—,
es algo que he encontrado en este país, sí, y acá veo posible una salida a ese
círculo cerrado. En México se visualiza la posibilidad de romper el círculo, al
El m ar de Z ipolite 193
dad de nuestro mundo. Entre los pueblos nativos existen grupos y familias
que cuidan unos de otros, sin el individualismo de nuestras sociedades
modernas.
— Y la sabiduría de los ancianos permanece. En Occidente los más jóve
nes saben más de muchas cosas que los ancianos desconocen. Están abiertos a
nuevas experiencias — dijo Claudia.
— En las sociedades nativas de Estados Unidos, todavía los ancianos son
los guardianes de la sabiduría — dije— . Por cierto, las mujeres cumplen un
papel fundamental gracias a los consejos de ancianas.
— Parece mentira que estemos luchando por algo que otras sociedades
consideradas inferiores tienen tan claro — dijo Claudia— . Nos creemos que es
algo nuevo y en realidad es tan antiguo...
Entonces los dos comenzaron a hablar de la situación de la mujer en
nuestra sociedad. U na conversación que me recordó la que mantuvimos Ma
ría Peyote y yo en Huautla.
Cuando terminaron, Claudia y yo volvimos al Shambala, no sin antes
acordar una cita con Dan por la noche. Él regresaba a Oaxaca al día siguiente
y quería enseñarnos algo antes de despedimos.
Después de descansar en la habitación, caminamos por las rocas cerca
nas, hasta llegar a un pequeño acantilado desde el que vimos atardecer sobre el
mar. ^
A llí nos encontramos con algunos miembros de la tribu, que nos dijeron
que tocarían esa noche en uno de los bares de la playa.
Tras charlar con ellos, regresamos al Shambala una vez más.
24
C on tan sólo llegar al lugar de nuestra cita y ver a Dan supimos que algo había
ocurrido. Su expresión era de tristeza y desolación, apenas podía hablar. Le
preguntamos qué le había sucedido.
— Esta noche quería ofreceros una experiencia. Por la mañana hablamos
mucho y quería que tuvierais la oportunidad de probar la dimetiltriptamina, la
DMT. Oralmente no es activa, pero si se sintetiza desde una planta que la con
tenga, fumada proporciona una experiencia realmente diferente a la de los
hongos. A l inhalar el humo entras a otro mundo por 15 o 20 minutos. Diga
mos que sales del tiempo y entras en el hiperespacio.
"Quería ofreceros esa experiencia, así que esta tarde fui a Puerto An
gel. A llí tenía un contacto que podía proporcionarme la sustancia. A l llegar
vi mucha policía. Me alejé del lugar donde estaba alojado mi contacto y
esperé hasta que se marchó el último policía. Más tarde supe qué había pasa
do. A l parecer hubo un chivatazo y habían ido a buscarle. A esas horas esta
ba detenido.
Dan miraba a todos lados. Estábamos en la playa y no había nadie alre
dedor, pero Dan parecía temeroso de que vinieran a buscarle.
— ¿Era amigo tuyo? — le preguntó Claudia.
— N o lo conocía mucho, pero me indigna que lo traten como a un delin
cuente — respondió Dan— . Ya conocéis México. Hay pobreza, hay injusticia,
hay corrupción, hay analfabetismo, hay destrucción ecológica. Están destru
yendo y marginando a sus propios pueblos indígenas. Todo eso es legal. No
pasa nada. Nadie va preso por eso. Ahora, que te encuentren con mota, aun
que sea una semilla, y vas a parar a la cárcel inmediatamente. Y las penas son
severas.
Con la mirada perdida, Dan comenzó a repetir:
— Esta sociedad no es normal, algo está mal, no es normal, está mal...
Claudia y yo no sabíamos qué decir ni qué hacer. Nos indignaba tanto como a
él, pero en ese momento nos preocupaba Dan. Estaba destrozado. Él continuó
hablando:
— ¿Sabéis que acá han detenido a gente sólo porque les han encontrado
papel de fumar? De ahí deducen que eres un marihuanero, y parece que no hay
nada peor en este país que fumar Cannabis. Y el peyote, un cactus considerado
sagrado, usado durante milenios por los pueblos de esta tierra, lo consideran
droga dura.
El mar de Zipolite 197
Intentamos animar a Dan, pero era difícil. Sabíamos que tenía razón y
para nosotros era tan incomprensible como pqra él, pero ¿qué podíamos
decirle?
Claudia propuso que camináramos por la playa. Consiguió sacar la pri
mera sonrisa de Dan cuando cogió un pañuelo violeta y dijo que era maga e iba
a hacer desaparecer su tristeza.
Lo puso sobre la cabeza de Dan e hizo varios pases mágicos. A l quitar el
pañuelo, efectivamente no había tristeza en la cara de Dan. Yo sonreí y dije a
Claudia que había demostrado que era una buena maga.
—Todavía queda algo de tristeza — dijo, sonriendo— . Es porque hice los
pases, pero olvidé decir las palabras mágicas.
Repitió la operación, pero esta vez pronunció unas palabras ridiculas
mientras cubría de nuevo la cabeza de Dan con el pañuelo. Cuando lo retiró
Dan estaba desternillándose de risa.
198 El despertar del Hongo
Todos nos reímos hasta cansamos y fuimos al bar donde tocaba la tribu.
Nos apetecía escuchar música y bailar. Cuando llegamos, todavía no había
llegado nadie.
Los tres nos sentamos en una mesa, pedimos unas bebidas y empezamos
a charlar. Dan nos pidió excusas por habernos amargado con su tristeza.
— N o nos has amargado — dijo Claudia— . Nos has recordado algo que
es real, que parece tan lejano en esta playa.
— Tenemos derecho a estar tristes — dije— . N o te preocupes, Dan. Nos
conocemos hace poco pero somos amigos tuyos. Tienes derecho a mostramos
tu dolor. Hemos pasado buenos momentos contigo y estábamos allí. También
hemos estado allí cuando sufrías.
— Tiene razón Juanjo. ¿Qué clase de amigos seríamos si te rechazáramos
cuando sufrís? — preguntó Claudia.
— Soy yo — dijo Dan— quien no se permite estar triste, aunque tenéis
razón en que el dolor espanta a mucha gente.
— N o aceptamos lo que somos. Somos humanos también, Dan —dijo
Claudia.
—Todavía — dijo Dan, y sonreímos.
Tras unos segundos de silencio, en que nos miramos algo más animados,
Claudia dijo:
— Me molesta la felicidad de postal. Ahora con esto de la espiritualidad
y la nueva era parece que existe la obligación de ser feliz, de tener siempre una
sonrisa en los labios, aunque sea falsa.
— Esas personas son muy privilegiadas — dije— . También existen el do-
lor y la tristeza, y la desesperación y la crueldad, y la soledad, y la injusticia y el
hambre y el sufrimiento.
T en sé mucho en esto cuando dejé la ciudad de México en tren. Tardamos
más de una hora en dejar la ciudad. Según nos íbamos alejando del centro,
veía más y más pobreza, y luego más y más miseria, mientras atravesábamos los
arrabales. Pensé: ¿qué son para estas personas el nagual, otras dimensiones del
mundo, la evolución de la conciencia? Palabras vacías, me dije. Están conde*
nados a vivir una realidad que muchos de nosotros no soportaríamos, o quizás
lo haríamos si no tuviéramos otro remedio. El ser humano es capaz de sobrevi'
vir y adaptarse prácticamente a cualquier circunstancia.
”A veces olvidamos toda esta realidad — continué— . Y esta realidad
también existe. Nuestro grado de dolor en nuestras vidas es ínfimo si lo com*
paramos con estas personas. Eso no significa, Dan, que no tuvieras razón, y que
no tuvieras derecho a estar triste. Incluso estas personas de los arrabales son
El m a r de ZlPOLITE 199
Claudia, que antes de venir decía estar cansada, se animó y comenzó a ha
blarnos de chakras. N os dijo que en la humanidad sucede como con el
individuo, existe un desarrollo totalmente desequilibrado. Relacionó los
%
los que pueden ser diferentes, haciéndose más aproximados al territorio según
van perfeccionándose. Nuestros modelos actuales de conciencia nos parece-
rán, pasado el tiempo, como esos viejos mapas de los continentes: aproxima
dos pero imperfectos.
— A l menos por ahora nos sirven — dije yo.
— Sí, son mejor que nada — concluyó Dan.
—Yo intuyo — dijo Dan— que estos pueblos han llegado a dominar capaci-
dades inimaginables para nosotros los occidentales. Y si llegamos a saber algo, las
descartamos como mentiras o fantasías. Lilly sostiene que las sustancias psicoactivas
van cambiando la configuración de nuestro cerebro, de manera que podemos lle
gar a desarrollar nuevas capacidades y puntos de vista sobre la realidad.
— Los occidentales — dijo Claudia— podemos llegar a ver algo que nun
ca vimos, como no fueran algunos de los seres extraordinarios que existen en
nuestras sociedades también.
— El mayor obstáculo — opinó Dan— son nuestros prejuicios y nuestros
sistemas de creencias tan limitados. Los enteógenos nos permiten ver la reali
dad desde un nuevo lugar. Nuestro cerebro no funciona, no lo utilizamos en la
plenitud de sus posibilidades. Nuestra memoria también está limitada. Yo uti
lizo los enteógenos como vehículos que me permiten viajar a otros espacios,
tiempos o memorias.
— En realidad usas el cerebro como una herramienta para descubrirte a
ti mismo — dijo Claudia.
— Es la mente conociéndose a sí misma, y mi mente en estado puro no es
diferente a la vuestra. Y lo voy descubriendo al usar mi cuerpo como un lugar
para experimentar la expansión de la conciencia. Como decía Lilly: “Mi cuer
po es mi laboratorio, un vehículo para el descubrimiento, para ínplorar más
que para explorar” .
— ¿Has probado la ketamina? — pregunté a Dan— . Es el psiquedélico
favorito de Lilly, ¿no?
— La he probado un par de veces — respondió— y la experiencia fue
algo totalmente sorprendente: la entrada en una realidad totalmente ajena al
cuerpo y nuestra experiencia habitual. Las creencias básicas sobre la naturale
za de la realidad cambian tras un periodo prolongado de exposición a un nue
vo agente, y la ketamina es un facilitador para la sobre impresión de nuevos
programas sobre los viejos en nuestro biocomputador.
— A mí todo esto de programas y circuitos cerebrales me suena tan frío...
— intervino Claudia, hablando con expresión de desagrado.
— Claudia, no entiendas mal lo que os estoy diciendo — dijo Dan— . El
cerebro no es una máquina. N o es en absoluto una máquina ciega y reactiva a
estímulos exteriores. El cerebro.es un biocomputador complejo y extremada
mente sensible que nosotros podemos programar. Si no lo haces tú, otros lo
harán por ti. Ya nos han programado, de hecho. Desde que nacemos la cultura
en la que vivimos no ha hecho otra cosa que introducir dentro de nosotros
programas limitadores.
204 El despertar del Hongo
"L illy o Leary intentaron descubrir cóm o podem os elim inar los pro
gramas que no nos gustan y reprogramarnos con nuevos programas. Yo lo
que busco en realidad es introducir en mi cerebro un programa des-
programador que se autodestruya una vez cum plida su labor desprogra-
madora.
— Madre mía — exclamó Claudia— , parece un trabalenguas.
A l ver la cara de tristeza de Dan, añadió:
— Pero te entiendo, sólo me sorprende el vocabulario y la forma de
expresarlo. En cada época las metáforas para hablar de lo inexpresable se ba
san en los descubrimientos de su cultura. Reconoce, Dan, que es más poética
la forma de expresarlo del chamanismo.
— Las palabras dan igual — respondió Dan— . Lo importante es que si no
tomamos la responsabilidad de programar cada uno su cerebro, nos será pro
gramado de todas formas por otros de una manera voluntaria o involuntaria,
incluso por accidente, en tu ambiente social.
— ¿Y tú usas la ketamina para desprogramarte? — le pregunté.
— Ya os he dicho antes que sólo he tomado ketamina dos veces, pero he
llegado a ver los programas que tenía instalados, incluso algunos destructivos,
y por ahora me he limitado a intentar borrar éstos. Aunque el sistema como
un todo trabaja para la vida, la semilla de la destrucción, esos programas
autodestructivos, permanecen también en el cerebro.
— ¿Y cómo puedes ver esos programas? — preguntó Claudia— . ¿Porqué
es posible hacerlo con la ketamina?
— La ketamina es como un tanque de aislamiento, que por cierto tam-
bién lo ha usado mucho Lilly en sus experimentos, pero es una desconexión
sensorial provocada por una sustancia química. La ketamina proporciona brus
camente, en cuestión de segundos, una cantidad similar de aislamiento y de
deprivación de los sentidos exteriores, lo que hace posible que entres en tu
espacio interior sin la distracción del mundo exterior.
— ¿Y no es posible inplorar, como has dicho antes, sólo usando el tanque
de aislamiento? — pregunté.
— S í — respondió Dan— , aunque claro, la experiencia no será tan radi-
cal; eso ya depende mucho de la persona. Hay personas que están construyén-
dose su propio tanque de flotación, o hay ciudades donde puedes acudir a un
lugar donde tienen varios, como si fueras a la piscina. A l estar a oscuras, flo
tando en agua salada, sin sonidos externos, es más fácil inplorar y llegar a
percibir la realidad interior con el mismo nivel de realidad que hacemos nor
malmente'’ con el mundo externo.
El mar de Zipolite 205
realmente el éxtasis puro, y trae con el MDMA, si es que acaso lo lleva, una gran
cantidad de otras sustancias, a veces inocuas, a veces nocivas.
— A m í me parece que hay que ser extremadamente cuidadoso con el
uso de todas estas sustancias — dije— . La ketamina, por ejemplo, me parece
una barbaridad usarla antes de haber desarrollado plenamente otros circuitos
inferiores. Es empezar la casa por el tejado.
—Sí, según Leary la ketamina despierta el último circuito, fuera ya del
espacio-tiempo — dijo Dan— . El proceso gradual y prudente sería comenzar
con la Cannabis y el tantra, más tarde con los hongos sagrados o la LSD, más
adelante con la Salvia divinorum o los cactus que contienen mescalina: el peyote
y el sanpedro, y sólo después entrar en el mundo de la DMT pura o la salvinorina
puras, para finalmente entrar en la Realidad de la ketamina. Sólo entonces
uno estaría preparado para explorar sin excesivos peligros el hiperespacio.
Habría que ir despertando uno a uno esos circuitos superiores. Tal y como
decías tú antes — añadió mirando a Claudia— , habría que ir despertando los
chakras superiores. En realidad estamos hablando de lo mismo. Son distintos
mapas para un mismo territorio: la conciencia humana.
— ¿En qué consisten esos circuitos superiores? — preguntó Claudia, im
paciente por saber. /
—Son circuitos cerebrales que nos hacen superar el estado larval del ser
humano, un estado que sería embrionario, para llegar a desarrollar todas las
posibilidades del ser humano, que como dije antes, forman parte ya de nuestro
ADN, porque el anteproyecto de evolución del ser humano existe ya en cada
una de nuestras células. Es un poco complicado de explicar, aunque es sencillo
de entender. Esperad un momento.
Dan se levantó y se fue hacia la cabaña donde tenía sus cosas. Volvió con
un libro en sus manos, Cosmic Trigger de Robert Antón Wilson.
— Aquí se explica muy bien en qué consisten los circuitos superiores.
A l ver nuestro interés, nos regaló el libro. Nos dijo que ya conseguiría
otro ejemplar cuando volviera a California.
— Siempre viajo con ese libro, El fin de la infancia de Arthur Clarke y
Starmaker de O laf Stapledon. ¿Los conocéis? — nos preguntó.
— ¿Hacedor de estrellas? — preguntó Claudia— . Lo vi en una librería poco
antes de venir a México, pero no lo compré. Lo hojeé y me pareció muy inspi
rador.
— A mí E l fin de la infancia me pareció que contenía muchas claves sobre
los futuros probables de la humanidad, y sobre el papel de los niños y las niñas
del porvenir. Me gustaría releerlo ahora — añadí yo.
208 El despertar D a Hongo
— Los dos son fundamentales — dijo Dan, aunque no nos dijo por qué.
Nos dio las gracias por escucharle, por nuestra paciencia, nuestra com
pañía y nuestro apoyo, y se fue a dormir. Nosotros esperamos a que llegase la
tribu. Necesitábamos música y baile. Sentir la Tierra.
25
Entre nuestras horas en el mar y los alrededores, mis encuentros con Claudia o
el resto de la tribu, encontré momentos para terminar la carta a Luna.
Después de contarle todo lo que había ocurrido desde la última vez que
di señales de vida, continué escribiendo.
Y aquí nos vemos, personas como tú, o yo, o Claudia, intentando mantener el
delicado equilibrio entre la mente abierta y la mente crédula.
Recuerda que la mente es como un paracaídas, sólo funciona si se abre, pero
para no estrellarse no basta con abrirlo, hay que abrirlo bien, y en el momento
exacto.
Estate tranquila, ánimo, y todo mi apoyo y mi fuerza para continuar. No estás sola,
no estamos solos. No lo olvides nunca.
aunque sé que es un nombre usual, no puedo pasar por alto una señal así. Por como
han venido las cosas, sé que ese hombre sabe algo importante, y espero que me lo
diga.
A h í va. Mr. Robert Antón Wilson:
El mar de Zipolite 211
Para comprender el espacio neurológico, el doctor Leary asume que el sistema nervioso
consiste en ocho circuitos potenciales, o "mecanismos’ , o minicerebros. Cuatro de
esos cerebros se hallan en el lóbulo izquierdo, usualmente activo, y tienen que ver con
nuestra supervivencia terrestre; cuatro son extraterrestres, residen en el "silencioso" o
inactivo lóbulo derecho, y existen para ser usados en nuestra evolución futura. Esto
explica por qué el lóbulo derecho está normalmente inactivo en este estadio de nuestro
desarrollo, y por qué llega a ser activo cuando la persona ingiere psiquedélicos.
Explicaremos cada uno de fos ocho "cerebros” brevemente.
/-El circuito de biosupervi vencía. Este cerebro invertebrado fue el primero en evolu
cionar (hace dos a tres mil millones de años) y es el primero en activarse cuando nace
una criatura humana. Programa la percepción en una especie de encasillamiento dividido
en cosas buenos-nutritivas (hacia las que se siente atraído) y cosas peligrosas-tóxicas
(de las que huye o a las que ataca).
Según el habla popular, el túnel de realidad del primer circuito es llamado generalmen
te "conciencia" per se: la sensación de estar aquí y ahora, en este cuerpo, orientado a
la supervivencia corporal. (Cuando uno está "inconsciente", el primer circuito está
anestesiado y los médicos pueden practicar cirugía sobre ti o los enemigos pueden ata
carte, y no podrás evadirles ni huir.) El segundo circuito, en el mismo lenguaje vulgar,
es llamado "ego". El llamado “ego” es el segundo circuito sensorial mamífero del
estatus (importancia-no importancia) en el grupo o tribu. El tercer circuito es lo
que generalmente llamamos "mente" —la capacidad de recibir, integrar y transmitir
señales producidas por la mano homínida (artefactos) o por los nueve músculoshríngeos
homínidos (habla).
La impresión de esos tres circuitos determina, aproximadamente a la edad de tres
años y medio, el grado y el estilo básicos de confianza)'desconfianza que colorearán la
212 El despertar del Hongo
Esos cuatro circuitos constituyen normalmente todas las redes del cerebro que se con
sigue activar. Con ello debería quedar claro por qué Leary los llama terrestres. Han
evolucionado y han sido moldeados por las condiciones gravitatorias, climáticas y ener
géticas determinantes de la supervivencia y la reproducción en este tipo de planeta
orbitando en tomo a esta variedad de estrella tipo G.
terrestre son aquí trascendidos, es decir, son vistos como estáticos, artificiales o una
elaborada farsa. Uno no es tampoco coercitivamente manipulado dentro de b realidad
tenitoríal de otro ni obligado a luchar contra elb con un juego recíproco emocional (el
habitual melodrama). Uno simplemente elige, conscientemente, si compartir o no el mo
delo de realidad del otro.
Las tácticas para abrir e imprimir el sexto circuito son descritas y raramente
experimentadas en b raja yoga avanzada y en ios manuabs herméticos (codificados)
de ios alquimistas e Iluminados medievabs y renacentistas.
Ningún producto químico específico para el sexto circuito está aún disponible,
pero las sustancias psiquedélicas fuertes como b mescalina (extraída del “cacto sagra-
do", peyotl) y b psilocibina (del "hongo mágico" mexicano, teonanácatl) abren el
sistema nervioso a series entremezcladas de canales del circuito V y del circuito VI.
Esto es b que se denomina apropiadamente “vbjar", disúnguiéndob del directo “conec
tarse" o “estar arriba" del circuito quinto.
La supresión de b investigación científica en esta área ha tenido el desafortuna
do resultado de conducir b ibgal cultura de b droga de vuelta hacia el hedonismo y los
precientíficos túneles de realidad (el renacimiento de b oculto, el solipsismo, el orien
talismo pop) del circuito quinto. Sin disciplina científica y metodobgía, pocos pueden
decodificar con éxito las a menudo aterradoras (pero fibsóficamente cruciales) señales
metaprogramadoras del sexto circuito. Los científicos que siguen estudiando este tema
El mar de Zipoirrc 215
no se atreven a publicar sus resultados (que son ilegales) y comunican sus cada vez más
amplios túneles de realidad tan sólo en conversaciones privadas —como los eruditos de
la época inquisitorial. (Voltaire anunció la Era de la Razón dos siglos demasiado pronto.
Nosotros estamos aún en las Eras Oscuras.)
Cuando los seres humanos hayan trepado fuera de su pozo atmosférico-gravita-
torio de vida planetaria, la aceleradla conteligencia del sexto circuito hará posible las
comunicaciones de alta energía con las "Inteligencias Superiores", es decir, con noso-
tros-en-el futuro y otras razas posterrestres.
Una vez nos damos cuenta que las experiencias neurales espaciadas son real
mente extraterrestres, resulta encantadoramente simple y obvio afirmar que estar “arri
ba" y "lanzado" son adecuadas metáforas. El éxtasis neurosomático del circuito V es
una preparación para el próximo paso en nuestra evolución, la migración fuera del
planeta. El circuito VI es la preparación para el paso siguiente, la comunicación
interespecies con entidades avanzadas que posean túneles de realidad electrónicos
(posverbales) .
El circuito VI es el "traductor universal" imaginado a menudo por los escritores
de ciencia-ficción, incorporado ya en el interior de nuestros cerebros por la cinta gra
bada del ADN. Igual que los circuitos de la futura mariposa están ya incorporados en la
oruga.
evolutiva, puesto que nos hallamos ahora mismo en el umbral de una longevidad
prolongada que conduce a la inmortalidad.
El papel exacto de los circuitos del lóbulo derecho y la razón de su activación en
la revolución cidtural de los sesenta resulta ahora claro. Como escribe el sociólogo F. M.
Esfandiary en Upivingers: "Hoy, cuando hablamos de inmortalidad y de llegar a otros
mundos, ya no lo decimos en un sentido teológico o metafísico. La gente está viajando
ahora a otros mundos. La gente está esforzándose ahora hacia la inmortalidad. La
trascendencia ya no es un concepto metafísico. Ha llegado a ser una realidad’'.
La función evolutiva del séptimo circuito y de su evolutivo túnel de realidad,
que abarca eones, es preparamos para la inmortalidad consciente y la simbiosis entre
especies.
26
Tomé un autobús urbano cerca del mercado, tras desayunar un delicioso licuado
de maguey. Cruzamos toda la ciudad, entre un tráfico terrible, y comprobé que
Tuxtla Gutiérrez, la capital oficial de Chiapas, era una urbe moderna, sin mucho
interés. No obstante, quería visitar el zoo, considerado el mejor de América.
Asistí a una persecución entre varios minibuses, en el que el mío se vio
involucrado. Ya era normal para mí esa clase de situaciones, tras varias sema'
ñas en México, y no me alarmé. Tras un choque sin excesiva importancia, en
el que ambos minibuses se detuvieron, averiados, los pasajeros nos bajamos y
tomamos otro que inició la ascensión por una larga cuesta, dejando atrás la
ciudad, adentrándonos en una vegetación exuberante.
Una señora, que había resultado ligeramente herida, me avisó que ha-
bíamos llegado a la parada del zoo. La entrada estaba enfrente. Vi un letrero
que declaraba al zoo zona ecológica natural. A l entrar, me sorprendió compro
bar que la mayoría de los animales estaban libres. Sólo los más peligrosos para
los humanos estaban en cautividad, en fosas de las que no podían salir, más
que enjaulados.
La visita a este zoo tuvo un supremo efecto en mí. El silencio sólo roto por el
sonido de los pájaros y otras aves me permitió entrar en una íntima y profunda
220 El despertar del Hongo
comunicación con los animales que vivían allí, especialmente con algunos de
ellos.
Me impresionó ver animales que hasta ese momento eran solamente
nombres para mí. A llí vi al fin el maravilloso quetzal, un ave que creía mítica;
también vi el tucán, jaguares y pumas, venados, tejones, pajuiles, chachalacas,
dantas, tocolotones, cojolitos, pavos ocelados, guacamayos, caimanes, tecolotes
de anteojos, nutrias, garzas tigre, gatos monteses, iguanas verdes, tortugas pre-
históricas, zopilotes, coyotes, mapaches, monos araña, zorras grises, loros ca-
beza amarilla.
Eh la casa nocturna había maruchas y murciélagos; en el vivario, ala-
cranes y velludas, así como peligrosas especies de insectos, mortales para el
hombre.
Durante el paseo por el zoo me llamó la atención ver un espejo, a un lado
del camino principal. Me acerqué a él y vi mi rostro. Debajo leí: Aquí se ve la
especie más necia y destructiva, que incluso amenaza aniquilarse a sí misma.
Amo al zenzontle,
pájaro de los cuatro vientos,
amo a mis hermanas
las plantas y las flores.
Mientras miraba y escuchaba a los animales, hubo algunos de ellos en los que
me pareció descubrir a naguales encerrados en esos cuerpos de animal. En sus
miradas vi el intenso poder de sus ojos, sentí incluso cómo mi percepción
se modificaba y cómo la sensación de que había seres humanos allí, atrapados
por sus juegos con el poder, crecía. Llegué incluso a notar que, al darse cuenta
de que les había reconocido, me pedían, con su mirada, ayuda para liberarse de
su condición actual.
Me propuse preguntar por ello al próximo presunto nagual que encon-
trase en mi viaje.
Cuentan los viejos más viejos que la luna nació aquí mismo, en la selva. Cuentan
que hace muchos tiempos, los dioses se habían quedado dormidos, cansados de
tanto jugar y de mucho hacer. Estaba el mundo un poco silencioso. Callado se
estaba. Pero un lloriqueo quedito empezó a sonarse allá en la montaña. Resulta
que a los dioses se le había quedado olvidada una laguna en medio de la monra-
ña. Cuando repartieron las cosas de la Tierra, les vino sobrando esta bgunita y,
por no saber dónde ponerla, la dejaron por ahí botada, en medio de unos cerros
tan grandes que nadie se entraba en ellos. Entonces la tal lagunita estaba lio-
rándose porque estaba sola. Y así como estaba en su chilladera, a la Ceiba ma
dre, la sostenedora del mundo, se le puso triste el corazón por su lloradera de la
lagunita. Recogiéndose sus grandes naguas blancas se acercó la Ceiba hasta don
de se estaba la lagunita.
—¿Qué te pasa pues? —le pregunta la Ceiba al agüita que ya parecía un charquito
nomás, por culpa de su tanta chilladera.
—No quiero estar sola —dijo la lagunita.
222 El despertar del Hongo
Como pudo, la Ceiba madre se arremangó sus naguas y se agachó para tomar en sus
brazos la lagunita. Con cuidado, porque era la madre, la sostenedora del mundo, la
Ceiba, colocó la lagunita sobre su copete. Despacio se incorporó la Ceiba madre,
teniendo cuidado de no derramar ni una gota del agua de la lagunita, porque veía ¡a
Ceiba madre que muy flaquita se estaba la lagunita.
La Ceiba madre no quiso que se llorara tanto la lagunita, así que empezó a caminar,
muy derechita, con ella sobre la cabeza. Desde entonces las mujeres aprendieron a
caminar con el cántaro lleno de agua en la cabeza, sin que se les caiga ni una gota.
Como la madre Ceiba caminan las mujeres de la selva cuando traen el agua del arro
bo. Derecha la espalda, levantada la cabeza, y un paso como de nubes en verano. Así
camina la mujer cuando lleva, en lo alto, el agua que alivia.
Buena para la caminada era la Ceiba madre, porque en esos tiempos los árboles no se
estaban quietos, sino que se andaban de un lado para otro, haciendo hijos y llenando
de árboles el mundo. Pero el viento andaba por ahí, silbando de aburrido. Y entonces
la vio a la Ceiba madre y quiso jugar a levantarle las naguas con un manotazo. Pero la
Ceiba se enojó y le dijo:
— ¡Estate silencio, viento! ¿Qué no ves que llevo en la cabeza una lagunita Ibradora
y caprichuda?
Hasta entonces el viento la miró a b bgunita, asomada allá arriba, en el rizado copete de
(a Ceiba. Bonita b miró el viento a b bgunita, y pensó de enamorarb. Y se fue el viento
hasta arriba de b cabeza de b Ceiba y empezó a habbrle palabras bonitas en el oído de h
bgunita. La bgunita, pues, lueguito que se puso a modo le dijo al viento:
LOS NAGUALES DECHIAPAS 223
Buen rato que se anduvo paseando la lagunita con el viento. Que muy bonita que era,
le decía el viento a la lagunita. Que qué chula la condenada, que cuál sed no se alivia
ría con el agua que se tenía la lagunita, que cómo no hundirse en ella, y muchas cosas
le decía el viento para convencerla a la lagunita de hacerse un amor en un rincón de la
madrugada. Y bien que se lo creyó todo lo que le decía el viento. Y cada que pasaban
por encima de un charco de agua o de un lago, la lagunita aprovechaba para mirarse
reflejada y se arreglaba el húmedo pelo y se entornaba los ojos líquidos y gestos de
coquetería se hacía con sus olitas en su cara redonda.
Pero puro andar de un lado pa’otro quería la lagunita y nada de hacerse un amor en un
rincón de la madrugada y el viento como que se fastidió y se la llevó bien alto y ahí
nomás pegó un relincho y reparó y aventó a la lagunita y cayendo se fue la lagunita y
como muy alto estaba pues mucho se tardaba en caer y seguro se hubiera dado un buen
golpe si no es porque unas estrellas la miraron que se caía y como pudieron fueron y la
prendieron con sus puntas. Siete estrellas la agarraron por los lados y, como sábana,
se la levantaron de nuevo hasta el cielo. Pálida quedó la lagunita por el miedo que le
dio que se caía. Y como ya no quiso bajar a la tierra, le pidió a las estrellas que la dejaran
quedar con ellas.
—Bueno —le dijeron las estrellas— , pero tendrás que ir con nosotros para donde
vamos.
Pero la lagunita se ponía triste de andar siempre el mismo camino y se daba otra vez a
la chilladera. Así, con su lloradera, se despeñaron los dioses y se fueron a ver qué
pasaba o de dónde venía esa chilladera y vieron a la lagunita, jalada por siete estrellas,
cruzando la noche. Cuando supieron la historia, los dioses se enojaron porque ellos no
habían hecho las lagunas para andar en el cielo, sino para estar en la tierra. Fueron a
donde estaba la lagunita y le dijeron:
—Ya no serás laguna. Las lagunas no viven en el cielo. Pero como ya no te podemos
bajar, entonces te vas a quedar aquí. Ahora te vas a llamar “luna” y tu castigo, por
coqueta y presumida, será reflejar siempre el pozo donde se guarda la luz en la
Tierra.
224 El despertar del Hongo
— A s í p a s ó — d ic e e l v ie jo A n t o n i o — . D e s d e e n to n c e s la lu n a refleja ¡a lu z que se
g u a r d a d e n tr o d e la T ie r r a . P o r e so c u a n d o e n c u e n tr a u n a la g u n a , la lu n a se detiene
p a r a a rre g la rse e l p e lo y la c a r a . P o r e so ta m b ié n las m u je r e s , sie m p re que ven un
e sp e jo , se p a r a n a m ir a r se . E s o f u e regalo d e los dioses; a c a d a m u je r le dieron un pe-
d a c ito d e l u n a , p a r a q u e p u d ie r a a rreg la rse e l p e lo y la c a r a , y p a r a q u e n o le dieran
g a n a s d e a n d a r d e p a s e a d o r a y d e s u b ir s e a l c i e b .
E l v ie jo A n t o n i o te r m in ó , p e r o el v ie n to n o , y la s o la s s ig u e n a m e n a z a n d o la barquito.
P e ro y o n o d ig o n a d a . Y n o es q u e e s té r e fle x io n a n d o e n las p a la b ra s d e l viejo A ntonio,
s in o q u e e s to y s e g u ro d e q u e , si a b ro b b o c a , v o y a e c h a r h a s ta el hígado sobre el
a g ita d o e sp e jo e n e l q u e b lu n a e n s a y a s u c o q u e te r ía ...
Tras leer unas páginas más, en las que se desarrollaba la historia, llegué al final:
Se d e sp id e D u r ito c o n u n regalo.
V a le d e n u e v o . S a lu d y d e ja d la r e n d ic ió n p a r a los e s p e jo s h u e c o s .
27
Tras una triste charla con los indígenas mayas, fuimos a un pequeño restauran
te cerca del mercado a tomar un café.
Sentados ante dos tazas humeantes, Emilio me dijo que los indígenas
siempre pierden, mientras quienes dicen defenderles, gobernantes o rebeldes,
los convierten en víctimas.
Le pregunté a Emilio qué pueblos habitaban esa zona. Me dijo que había
mayas tzotziles y tzeltales.
—Principalmente, aunque también viven en esta zona zinacantecos,
lacandones y chamulas, y otros pueblos aún más pequeños —añadió.
Los NAGUALES DECHIAPAS 227
—¿Y tú qué eres? —le pregunté. Por su altura y color de la piel no pare-
cía indígena.
—Yo soy muy mestizo. En mi familia hubo mucho blanco y también
tengo sangre tzoltzil —respondió.
—He notado que muchos mestizos apoyan a los zapatistas en las ciudades.
—Sí —reconoció— , y no te creas que no es difícil ser mestizo en este
país, aunque todos los seamos en mayor o menor grado. El problema es el cruce
de culturas, cuando en definitiva, no somos aceptados como güeros, porque
tenemos sangre india y no podemos integrarnos totalmente con los indíge
nas, porque tenemos mentalidad blanca.
—De todos estos pueblos mayas que viven en Chiapas, ¿cuáles mantie
nen más la tradición maya?
—Todos la mantienen en mayor o menor medida. Aunque ya desapare
ció la gran civilización maya, porque ya va para siglos que terminó su periodo
de esplendor, todavía mantienen mucho de su tradición, especialmente los
pueblos más alejados de las ciudades, que conservan la visión del mundo de sus
antepasados mayas.
Emilio se calló unos instantes, me miró y dijo:
—Quizás te interesaría conocer a los chamulas.
—¿Dónde viven?
—Muy cerquita de San Cristóbal, en San Juan Chamula. Allá son tan
indios que aunque tienen iglesia, no tiene sacerdote. Los chamanes la han ocu
pado. En el interior de la iglesia quizás puedas conocer a alguien interesante
para ti.
Me explicó cómo ir hasta el pueblo y se despidió de mí. Me dijo que
tenía que reunirse con sus amigos mayas. Le agradecí su ayuda y fui al otro
mercado de San Cristóbal, desde donde salían pequeñas camionetas a San
Juan Chamula.
Tuvimos que pasar varios controles. Eran una especie de peaje. Los campesi
nos sólo retiraban la cuerda que impedía proseguir tras pagar una pequeña
cantidad de dinero.
Sin mayores incidentes llegamos a San Juan Chamula.
Muy cerca de donde me dejó la camioneta estaba la plaza principal. Al
llegar a ella, inmediatamente vi la iglesia al fondo. Me impresionaba saber que
allí estaban los chamanes chamulas.
Aunque más tarde supe que era necesario un permiso de la municipali
dad para entrar ahí, a mí nadie me pidió nada. En cuanto estuve dentro, me
228 El despertar del Hongo
di cuenta de que esa iglesia era totalmente diferente a una iglesia católica
normal.
No había bancos, la gente estaba arrodillada o sentada en el suelo, con
velas situadas en círculo enfrente de cada pequeño grupo de personas.
Otras personas rezaban ante los santos de los altares, aunque esos santos
representasen los dioses de su tradición para los chamulas.
Las mujeres iban vestidas de colores, predominando el azul. Las ropasde
los hombres eran más sobrias, blancas, grises o negras.
Los hombres vestidos de negro parecían los más poderosos, a juzgar por
su mirada y la sobriedad de sus gestos.
El suelo estaba cubierto con agujas de pino. Había entre ellas unosespe*
jitos que me dijeron que reflejaban sus almas desde el otro mundo.
Estuve bastante tiempo allí, caminando por la iglesia, o sentado escu*
chando las oraciones de los chamulas. El olor del copal inundaba la iglesia y
poco a poco parecía ir llevándome de la realidad habitual a otra realidad dife
rente.
No era fácil distinguir a algún chamán, no era fácil tampoco hablar con
alguno de los asistentes. En ese ambiente parecía sacrilego interrumpir a al'
guien para hacerle una pregunta.
En un momento en el que me parecía estar al mismo tiempo dentro
y sobre la iglesia, vi a un hombre con un poncho negro, acompañado de
otro con un poncho gris, detenerse ante una imagen de San Juan con un
carnero en brazos. Ante él comenzaron a quemar copal. No sé porqué tuve
la misma sensación que con aquella mujer en la iglesia del pueblito de
Ramón.
Les seguí con la mirada, intentando esperar el momento para abordarles.
Al ver que salían de la iglesia, me levanté y fui tras ellos.
La iglesia era oscura, sólo iluminada por las velas, y al encontrarme nueva'
mente en la calle, la luz del sol me deslumbró.
Miré a todos lados, por la plaza, y vi a los dos hombres dejándola por la
izquierda. Salí tras ellos, rápidamente, intentando no perderles.
Les vi alejándose por una calle que daba a la plaza. Caminaban rápido,
uno al lado del otro. Me costaba seguirles, pero pude alcanzar a verles avanzar
por una de las callejuelas del pueblo.
Inesperadamente, desaparecieron por una puerta, ante la que había cajas
y cajas de PepshCola. Pensé que era un bar y entré rápidamente por ella sin
dudarlo.
LOS NAGUALES DECHIAPAS 229
A partir de ese momento, y por unos minutos, por una razón que no
llegué a descubrir, los dos hombres no intervinieron, manteniendo la mujer y
yo un diálogo directo.
—En momentos de peligro — dijo la mujer— puedes convertirte en ese
animal, si tienes necesidad de hacerlo para sobrevivir.
— ¿Cómo se convierte uno en animal?
—Tiene que correr de sus enemigos hasta un cruce de caminos, ahí pe-
dirlo a voz en grito y revolcarse tres veces en el suelo. Tu espíritu nunca debe
dejarte, sino, estarás en peligro.
”La peor enfermedad aparece cuando tu espíritu te deja y se queda por
ahí perdido. Entonces para curar ese espíritu tuyo ha de volver. Para eso esta
mos los curanderos, para regresarlo.
Los dos hombres asintieron.
— ¿Cómo lo hacen? — pregunté.
— Hay que hacer un ritual, ya te dije antes. Se hace en el lugar donde el
enfermo perdió su alma o tuvo un espanto.
— ¿Cómo es ese ritual?
—Se reza mirando hacia el sol cuando sale — respondió— . Hay oracio
nes para cada mal.
— ¿Y cómo se recupera un alma?
—Se le llama tocando el temocate y si ios caminos están limpios, vuel
ve. También se usan plantas e inciensos, velas de sebo y esterina, y alcohol.
— ¿Bebidas alcohólicas? — pregunté sorprendido.
— Sí, claro — dijo la mujer con naturalidad— . Son muy buenas, tam
bién. El aguardiente sirve para limpiar los caminos que llegan a la casa o el
lugar de la ceremonia. Estando limpitos los caminos el alma puede volver. Si
no están puros, se queda parada allá y no quiere regresar.
— Ya veo que usan cualquier cosa para curar: Pepsi-Cola, aguardiente...
—dije todavía sorprendido.
—También usamos otras cosas — afirmó la mujer.
— ¿Cuáles?
— Eso no te lo puedo decir. Son secretos muy grandes. Si platico de ellos
perderé la fuerza, y no podré curar ya más.
Mientras hablábamos, veía cómo me miraban los hombres. Parecían ex
trañados de mi interés por su mundo, pero no decían nada.
— ¿Cómo entra la enfermedad? — pregunté más tarde.
— Hay varias causas — me contestó la mujer— . Una puede ser tus malas
acciones, que hacen que pierdas tu alma, al menos parte de ella. Otra es que
232 El despertar del Hongo
alguien contrate a un brujo poderoso para hacerte mal. Otra es que vendas
tu alma a un dios subterráneo para conseguir algún favor, o puede que sea tu
animal el que se ha escapado.
— ¿Pero dónde están esos animales?
— En un corral en las montañas sagradas.
— ¿Cómo es ese corral? — pregunté.
El hombre de gris intervino entonces:
— Mira, yo soy zinacanteco, y en nuestro pueblo sabemos que el chanul,
que es como nosotros llamamos al tona, y no tonal, está en un corral muy
grandísimo que se encuentra en el interior de Bankilah Muleta Vits.
— ¿Me puede explicar qué es eso? — pregunté cada vez más extrañado.
— Es un cerro que hay cerca de Zinacantán — respondió— . Es un ser
muy poderoso. Su nombre significa “ la Gran Montaña Hermano Mayor”. En
su corazón están todos los chanules.
— ¿Qué es un chanul exactamente?
— Es el animal acompañante del chulel, que es el alma o el espíritu de
los hombres y las mujeres.
— Y cuando cae enfermo alguien, ¿el chulel y el chanul se separan?—le
pregunté.
— Todo mal que tengas es porque has hecho algo malicioso, o porque te
han echado un mal — respondió el zinacanteco— . Si haces algo malo, los totilme
iletik dejarán tu chanul en libertad, entonces estarás expuesto a peligros, a acá'
dentes, incluso a la muerte, porque lo que le pase a tu chanul te pasara a ti.
— ¿Y qué se puede hacer entonces? Esos seres que dejan en libertad al
chanul, ¿pueden regresarlo?
— Claro que pueden — aseguró— . Ellos pueden todo. Esos seres son nues
tros dioses ancestrales, seres muy poderosos que fueron a vivir en el centro del
cerro a cuidar a los 8 200 chanules.
— ¿Hay 8 200 chanules?
— Tantos como somos en Zinacantán.
Más tarde me contaron historias de sucesos que ocurrían, según ellos frecuen
temente, en esa zona.
Me dijeron que habían visto cabezas rodando por los campos, cabezas
que pertenecían a personas a quienes seres maliciosos se las habían desprendi
do de sus cuerpos para hacer algún mal, como matar del susto a alguien. Tam
bién decían haber visto manos sueltas y calaveras.
— ¿Qué eran esas calaveras? — pregunté.
LOS NAGUALES DECH1APAS 233
Entonces todos callamos otra vez. Pensé que tendrían pensado hacer algo,
para lo que se hubieran reunido, y que yo les estaba interrumpiendo.
LOS NAGUALES DECHIAPAS 235
Tras charlar unos minutos más, hice el gesto de irme, pero me dijeron que
continuase preguntando si quería saber algo más.
—Si podemos ayudarte, lo haremos — dijo la mujer.
— Muchas gracias — dije mirándoles a los tres— . ¿Conocen otras plan-
tas mágicas además del hongo?
—Hay muchas — respondió ella— . Los lacandones conocen muchas de
esas plantas. El balché, que lo beben en infusión para adivinar el futuro, es una
bebida muy mágica. También tienen una planta para viajar; ellos le dicen tsite.
Son unas semillas rojitas.
— ¿Pueden ser los colorines? — aventuré yo— . Los he visto en algunos
mercados.
Se miraron entre sí y finalmente respondió el hombre de gris.
— Puede ser. Algunos les llaman así.
— Los chontales usan “ la hoja de Dios” — continuó la mujer— , que otros
llaman zacatechichi. Se usa para soñar despierto. Limpia los ojos y los oídos y
uno puede también viajar, al pasado y al futuro, saber cosas desde antes de su
nacimiento hasta después. Viven lejos, allá por Oaxaca, pero sé que usan esa
planta de buena mano.
— Me marcho ya a San Cristóbal — dije— . Muchas gracias por sus histo
rias. Espero no encontrarme con algún brujo por el camino. ¿Son todos ellos
personas con malas intenciones?
— No todos. Entre los brujos hay lugar para el bien —dijo el hombre de
gris— , pero el mal predomina. Tener poder y usarlo en provecho de uno solo
es una tentación grande.
—Ten cuidado también con otros brujos — y sonrió, imitando a alguien
con un arma.
236 El despertar del Hongo
28
Todavía permanecí en San Cristóbal dé las Casas varios días más. Por un lado,
el lugar me parecía mágico; los encuentros se sucedían en esa ciudad donde la
luz, la lluvia y el arco iris se mezclaban como las razas: indios, blancos y mesti
zos. Por otro lado, esperaba algo, aunque no supiera qué podía ser. A l pensar en
dejar la ciudad tenía esa sensación que se produce al dejar la casa y estar segu
ro de que olvida algo, que no sabe qué es.
Vi alguna vez más a Emilio y visité N a Bolom, una antigua casa que fue
residencia de los arqueólogos Frans y Blom, donde permanece su biblioteca.
También visité de nuevo los mercados indígenas y las iglesias, conventos y la
catedral, situados en lugares de poder de la ciudad.
Una tarde entré en la Casa de la Cultura, donde conocí a un estudiante,
que tras hablar de nuestros respectivos intereses, me dijo que tenía un texto que
me podía interesar. Me dijo que se llamaba El nagual de Chapas y me preguntó
si podía leer en inglés, porque estaba escrito en este idioma. Le contesté que
me gustaría verlo y entonces’ fue a buscarlo.
Estuve leyéndolo y me di cuenta de que serviría para entender me
jor las relaciones entre el nagualism o, las rebeliones indígenas en Chiapas
y la intervención de las mujeres en ellas. Esta es mi traducción del docu
mento:
E l n a g u a l d e C h ia p a s
Aunque la Iglesia Nativa Americana usa el peyote, no hay que confundir el nagualismo
con la Iglesia Nativa Americana del norte de México y Estados Unidos. El movimien
to nagual ha sido una importante fuerza social en la región de Chiapas desde la ocupa
ción española. Accidentalmente, fue descubierto un documento sobre el movimiento
nagual en la Biblioteca del Congreso. Fechado el 5 de enero de 1894, su título es:
"Nagualismo: Un estudio sobre la historia y folklore nativo americano". Su autor es
Daniel G . Brinton. Fue leído ante la American Phibsophical Society, el 5 de enero de
1894, y apareció en el volumen XXXIII de "Proceedings of the American Phibsophical
Society".
238 El despertar del Hongo
El destacable articulo de Brinton trata de lo que era entonces conocido como nagualismo.
Hay varias etimologías dadas para las palabras nagual, nagualismo y nagualista: "Los
primeros misioneros a la Hueva España hablan del naualli (plural, nanahualtin),
maestros del conocimiento místico, comerciantes del arte negro, hechiceros o brujos".
Brinton luego describe los "sagrados intoxicantes": Peyotl, Ololiuhqui, Teopatli, Yax
Ha y otros. Brinton continúa la introducción con una fita sobre ios efectos de la
intoxicación, del Padre José de A costa:
"Lo que el viejo historiador, el Padre José de A costa, nos dice sobre los
clarividentes y telépatas de los aborígenes bien significa una descripción de sus moder
nos representantes: Algunos de los brujos toman cualquier forma que ellos eligen, y
vuelan a través del aire con maravillosa rapidez largas distancias. Dirán lo que esté
sucediendo en lugares remotos mucho antes de que las noticias puedan llegar".
Hay detalladas descripciones del nagualismo en Chiapas, recogidas por el Obispo Núñez
de la Vega, Obispo de Chiapas. Núñez de la Vega publicó (Roma, 1702) un folio
titulado "Constituciones Diocesanas del Obispado de Chiapas". Aparentemente Brinton
tuvo acceso de algún modo a este folio extremadamente extraño, que contiene descrip-
dones de secretos lenguajes escritos, y dice que los naguales “pronostican el futuro,
descubren tesoros ocultos y cumplen sus deshonestos deseos". El Obispo Núñez orde
nó la construcción de prisiones especiales para encarcelarles. La que sigue es una cita
del folio del Obispo Núñez de la Vega:
"En otras partes ellos reverencian los huesos de los primeros naguales, preser
vándolos en cuevas... nosotros los hemos descubierto y quemado, esperando desenraizar
y poner término a las malignas ceremonias de la infernal secta de los nagualistas...
"Hoy'en día, no todos son objeto de las tentaciones del diablo como antigua
mente, pero hay todavía algunos tan cercanamente aliados a él, que se transforman en
tigres, leones, toros, fogonazos de luz y globos de fuego... La diabólica semilla de este
nagualismo ha enraizado en la misma carne y sangre de estos indios. El nagualismo
persevera en sus corazones a través de l¿is instrucciones de los maestros de la secta, y
no hay apenas un poblado en estas provincias en el que no se haya introducido. Es una
supersticiosa idolatría, llena de monstruosos incestos, sodomías y detestables bestia
lidades".
Lo que especialmente preocupó a los españoles fue que el nagualismo llegó a ser el
centro de la antipatía de los nativos americanos hacia ellos, y de la resistencia a los
conquistadores europeos. Brinton dice:
"El nagualismo llegó a ser después de la conquista un potente factor en el desa
rrollo político y social de los pueblos entre los que existió; era la fuente de la que surgió
y que hizo que se mantuviese el odio de los nativos americanos hacia sus conquistado
res extranjeros, odio que ardió latente durante siglos, estallando, ahora y entonces, en
furiosas revueltas y guerras civiles".
LOS NAGUALES DECHIAPAS 239
Para B rin to n , el hecho de que esta insurrección fuese liderada por una mujer, María
Candelaria, es significativo.
“Una destacable característica de esta misteriosa sociedad era la exaltada posición
asignada a las mujeres. No sdío e ra n admitidas en los más esotéricos grados, sino que en
repetidas ocasiones las mujeres ocupaban los puestos más altos de la organización...
"El veraz Pascual de Andagoya asegura, basándose en su propio conocimiento,
que algunas de aquellas adeptas habían alcanzado el raro y peculiar poder de estar en
dos lugares a la vez, separadas por una legua y media... En los sacramentos del
nagualismo, la mujer era la primada e hierofante."
La más reciente insurrección de los indios chiapañecos, inspirada por los naguales,
“ocurrió entre los tzotziles en 1869". Brinton nos da la siguiente descripción:
“Su causa fue el secuestro y encarcelamiento por las autoridades españolas de
una ‘mujer mística, conocida por los blancos como Santa Rosa, de quien junto con
240 El despertar del Hongo
uno de sus ahuas o jefes, se sospechaba que fomentaba la sedición. Los nativos mar
charon a miles contra la ciudad de San Cristóbal, donde estaban los prisioneros, j
consiguieron su liberación; pero su líder, Ignacio Galindo, cayó en una emboscada
y fue tiroteado por los españoles, y el motín fue pronto sofocado".
La copia que me dio el estudiante estaba fechada en 1996 y firmada por un tal
Joshua Berlow, de quien desconozco si es el autor de este texto, cuyo título
original era The Nagual of Chiapas.
Me despedí del muchacho, agradeciéndole su ayuda, y fui a la plaza 31 de
marzo, donde cada noche me encontraba con los indios que estaban allí ven
diendo y de quienes estaba llegando a hacerme amigo.
29
Me había impresionado algo que esos yerberos tan extraños me habían expli
cado, cuando al escuchar su recomendación, les comenté lo que me había
sucedido en Monte Albán: primero ella, luego él, me habían dicho que su
nagual les había enseñado que en cada uno de nosotros están grabadas las
impresiones y la memoria completa de nuestros padres hasta el momento de
nuestra concepción, y también la memoria de todos nuestros antepasados.
Me dijeron que esta memoria es recuperable y que su nagual insistía en
que el trabajo de un guerrero o una guerrera es rememorar, no solamente nues
tras vidas, sino las de nuestros padres y todos nuestros antepasados, hasta en
contrar las que nos limitan ahora, para tras inventariar y revivir nuestro pasa
do totalmente, liberarnos de él.
Esa noche, al ver la luna en el impecable cielo de San Cristóbal, entre las nubes
y la lluvia, recordé algo y descubrí qué era lo que me estaba reteniendo allí.
Antes de pedir en Huautla que me enviasen en Oaxaca la primera carta
para Luna, había añadido una frase pidiéndole que me escribiese a San Cristó
bal de las Casas. Lo había olvidado totalmente hasta ese momento.
Tuve que esperar al día siguiente para ir a Correos y preguntar si había
alguna carta para mí. A l llegar me dijeron que no había nada, pero que ese día
lunes todavía no había llegado el correo, y que si quería, volviese más tarde.
Decidí esperar unas horas más y marcharme de San Cristóbal si ese día
no llegaba carta de Luna. La espera mereció la pena, porque cuando me acer
qué de nuevo a Correos, había una carta suya, tal y como había intuido.
Dentro del sobre había algunas fotografías y dibujos suyos, y una larga
carta. Su lectura me produjo una gran alegría. Era como sentirla allí mismo,
hablándome y sintiéndola muy cerca.
¡Hola encanto!
Éstas son imágenes que proceden de un sueño, pero que ahora se han hecho realidad.
Por fin estoy haciendo lo que realmente quería y me siento feliz.
Hoy estoy en Londres, pero pronto quiero salir, quién sabe dónde. Acabo de
llegar aquí. Ayer vine a esta ciudad inmensa y nublada a ver a Carmen. ..y a recoger
tu carta. /No sabes qué alegría me dio saber de ti!
242 El despertar del Hongo
Sí, Juanjo, toda una alegría leer tu carta y observar que el correo nos trata bien
y n o es ta n desastroso como de costumbre. Es genial poder estar en contacto, ahora
que estamos tan lejos. A u n q u e por supuesto que ha habido conexión, no sólo material
con estas cartas. Me he acordado en muchas ocasiones de ti y te he mandado todo mi
cariño desde esta Isla, pero sobre todo te s e n tí el otro día. Luego te contaré. Tengo
tantas cosas de las que hablarte que no sé cómo comenzar.
Para empezar decirte que me gustó mucho tu carta desde Huautla de Jiménez. Espero
que encontraras en Oaxaca la mía, y te dieras cuenta de qué parecidas eran nuestras
experiencias. Me imagino que si leiste mi carta me habrás escrito comentándola, pero
la verdad, ya no hace tanta falta. Después de leer la tuya ya sé que me comprenderás
y que estamos en lo mismo, aunque no tengamos mucha idea de lo que es. No me
importa porque es hermoso y apasionante.
En mi carta a Oaxaca te hablaba de Stonehenge. Es un sitio muy especial,
algún día tendrías que ir alL. Sé que te gustaría. Bueno, pues después de loque te conté
que vivim os allí, Carmen se fue a Londres a su trabajo. Dave y yo nos fuimos a unos
valles cercanos a Glastombury. Allí conocimos a unos tra v e lle rs . Son una tribude
gente que no viven en ningún lado, van viajando com o nómadas, y últimamente son
perseguidos.
El gobierno inglés ha dictado leyes contra ellos. Por lo visto los considera un mal
ejemplo. El gobierno conservador quiere acabar con ellos, porque demuestran que es
posible vivir de otra manera, y ha prohibido las fiestas que hacían en la naturaleza,
aunque claro, ellos continúan haciéndolas clandestinamente.
Dave se quedó con ellos porque le había gustado una tr a v e lle r escocesa, y yo
me alejé aún más de Glastombury, llegando a un valle más pequeño y completamente
solitario. Allí, hablando con ios árboles y con las aves, me encontré un hombre que me
pareció un indio. Su piel era muy oscura, sus ojos también. No era ni alto ni bajo
comparado con nuestra estatura. Su melena le llegaba casi a la cintura.
Al verle intenté retroceder, para no molestarle, pero él me llamó con su mano,
y me acerqué a él. Hablamos poco. Sólo me dijo que era sudamericano, no quiso
decirme de qué país. Dedicó la tarde a enseñarme a hablar con las plantas, los árboles,
los pájaros, las nubes.
Después hablamos de las pbntas sagradas, de las medicinas como decía él. Me
confesó que él pertenecía a un linaje cuyos miembros viajaban por el mundo, y que
utilizaban en sus rituales sobre todo a la Maestra, como él llamaba siempre a b
ayahuasca.
E stuvo explicándome hasta el anochecer cómo cada linaje conoce sus plantas,
las que les enseñaron lo que sabe. Me decía que cada planta tiene su aliado y su silbido,
un sonido propio, bs icaros.
Insistió en que en el aliado de la ayahuasca se puede confiar totalmente. A veces
es dura, pero si tienes su madre, su aliado, de tu parte, es la mejor amiga que puedes
LOS NAGUALES DE CH1APAS 243
tener. M e dijo que para encontrar la madre de cada planta hay que entrar a solas en el
bosque o en la selva. Ése es un buen lugar para encontrar el aliado. Hizo hincapié en
que una vez que encuentras al aliado has de ser capaz de hablarle, dijo que así es como
podemos crecer con las plantas doctores.
Poco antes de que anocheciera totalmente él se fue y yo volví con los trav ellers.
Ahora sería muy largo contarte todo lo que viví con este chamán solitario y viajero, y
todo lo que me dijo, pero me centraré en lo principal.
Al día siguiente volví a verlo, y cuando me dijo que los iridios lakota le habían
enseñado en uno de sus viajes a Estados Unidos a preparar y llevar inipis, le convencí
para que hiciera uno. Nunca había participado en ninguno y me sen tí preparada.
También pensé en que a alguna de la gente que había por allí les gustaría también
tomar parte del inipi.
Él aceptó tras alg u n o s dudas; n o sab ía si iríam os a tener el respeto necesario. Yo
hablé con los tra v e lle rs y con Dave, y al final éramos diez las personas que íbamos a
participar. El chamán nos reunió en un lugar apartado, nos pidió que empezásemos
a ayunar ya, y que permaneciéramos en silencio a partir de ese instante.
Él comenzó solo la búsqueda de las ramas que necesitaba para la construcción
de la cabaña de sudación. A n o so tro s nos encargó que limpiásemos un círculo de
terreno que él marcó antes de irse; tendría unos tres metros de diámetro. A ntes de irse
nos pidió que abriésemos unos hoyos en el borde.
Cuando llegó ofrendó tabaco sagrado y salvia en las cuatro direcciones y co
menzó a co n stru ir la estructura. Introdujo ramas en los hoyos, y a n te nuestro asom
bro, en unos m in u to s e sta b a concluida la cabaña. Cuando volvimos con la leña para el
fuego, él ya había acabado la construcción.
Hizo un hoyo mucho mayor, como de medio metro en el interior del círculo, y
con mantas que habíamos traído también, cubrió la estructura, mientras nosotros
recogíamos piedras por los alrededores. Al terminar nos dijo que volviéramos al caer la
tarde. Él se quedó allí purificando el lugar con inciensos y hierbas aromáticas, y ha
ciendo oraciones, otra vez en las cuatro direcciones.
Cuando volvimos ya estaba preparando el fuego. Allí colocó las piedras una vez que
las llamas eran grandes. Nos sen tam o s alrededor del fuego y allí nos fumamos en
círculo una pipa con tabaco nativo que él había preparado antes. Al llegarle el tumo,
y m ientras fumaba, cada uno iba diciendo lo que sentía. A cada ronda nos-sincerába
mos y abríamos más, y así fue creándose un espíritu de grupo muy especial.
En el momento e n que terminamos, el chamán entró en la cabaña. Nosotros
fuimos entrando de uno en uno y nos fuimos sentando. Cuando estábamos todos
dentro, nos explicó que el inipi era un ritual de purificación y renacimiento, y nos pidió
un total respeto durante él. Nos dijo que cada cual podía salir cuando quisiera, pero
que no molestase a los demás.
244 El despertar del Hongo
Salió de la cabaña y unos minutos después volvió con piedras al rojo vivo, que
había traído desde el fuego con un instrumento que había fabricado con la madera de
un árbol. Las puso en el hoyo que habíamos hecho por la mañana, cerró la cabaña y
comenzó a verter agua sobre las piedras. Entonces comenzó a nacer el vapor, y pocoa
poco la atmósfera fue haciéndose más densa y el calor comenzó a aumentar hasta
hacerse casi insoportable.
El chamán, m ientras, can tab a e n u n idioma desconocido para nosotros y toca
ba un pequeño tambor, cuyo ritmo hacía todavía más intensas las sensaciones. Pronto
comenzaron a salir algunos cravellers, que se habían puesto pálidos y se habían asus
tado con lo que había comenzado aparecer dentro de ellos, según me explicaron al día
siguiente. A otro de ellos le expulsó el chamán cuando comenzó a reírse y a burlarse al
escucharle hablar a los espíritus.
Dave, mucho más tarde, también salió cuando comenzó a aterrorizarse ya
decir que el chamán había estado llamando a los extraterrestres y que habían venido
allí, que él bs veía y que eran malvados, porque querían invadir b Tierra. Dave me
rechazó violentamente, al igual que al chamán, cuando intenté razonar con él. Nos
dijo que éramos el diablo y se fue. Estaba ya algo trastornado después de nuestras
experiencias y el inipi pareció sacar todos sus desequilibrios fuera. El inipi mostró su
poder y cómo n o es ninguna broma participar en él.
Al salir Dave, el chamán nos dijo que ya habían salido todos los que no habían sabido
enfrentarse a su propia oscuridad y que ahora podíamos entrar en b luz.
A partir de ese momento no sé lo que sucedió. Mi preocupación por Dave
desapareció. El sudor me había hecho poder percibir cada poro de mi piel, y había
sentido que dentro de mí estaba produciéndose una gran limpieza, no sólo física,
sino también emocional, energética. Me sentía cada vez más ligera, como si hu
b iera dejado de estar obstruido algún canal de energía a lo largo de mi columna
vertebral.
Durante el inipi reviví traumas de mi pasado y no me extraña que algunos
tra v e lle rs se fueran, porque es duro enfrentarse a tu interior, cuando b única esca
patoria posible era dejar b cabaña. Yo intenté mantenerme firme y aguantar lo que
saliera. Ya que había llegado hasta a llí no quería abandonar. En el momento en que mi
mente se rindió agotada, fue cuando pude conectar con b energía del inipi que había
subido enormemente. Cerré los ojos y me fui de allí.
No sé dónde estuve. Recuerdo una pbya inmensa, infinita, muy bbnca. Había
seguido un camino con cuestas y bajadas, que atravesaba a veces tierras secas, a veces
cerros muy verdes. T ras subir y bajar unas colinas habb llegado a un acantilado,
donde terminaba abruptamente ese camino, y habb descubierto esa pbya desde allí.
Deseé ir hasta elb y había echado a vobr.
De pronto me di cuenta de que estaba ya en b pbya. Sentí b arena caliente en
mis pies, y cómo unos segundos después, unas olas bs alcanzaban con suavidad.
Loa NAGUALES DE CHIAPAS 245
En esa playa fue donde te decía antes que te vi. Al principio eras un punto en
la lejanía. Yo comencé a caminar hacia ese punto, mientras tú te acercabas también.
Pronto pudimos reconocemos y corrimos por la orilla hasta abrazamos. Parecíamos
vemos después de un largo viaje que los dos habíamos realizado, cada uno por su
lado. Aunque no hablamos, fue entonces cuando tuve la sensación de que ya esta
bas respondiendo a mi carta y mostrándome tu comprensión y apoyo. Tus ojos lo
decían todo y los dos supimos que teníamos algo que hacer juntos. Corrimos hacia al
mar, y al mover los brazos nos elevamos sobre el agua y echamos a volar. Todo
parecía un sueño, aunque muy real. Cuando abría los ojos veía al chamán allí,
cantando o diciendo sus oraciones, y entonces volvía a cerrar los ojos y te veía vo
lando a mi lado.
Durante este tiempo nos comunicábamos sin palabras. Los dos sabíamos que
estábamos esperando a alguien. Llegaron más personas volando y cuando éramos vein
tiséis parejas salimos a volar hacia una estrella que nos había llamado. Era como un
lejano pero brillante sol.
A partir de ahí no recuerdo todos los detalles, aunque he de decirte, por si te
interesa y encaja con algo de lo que estás viviendo allá, que nos comunicábamos con
esa estrella como si fuera un ser vivo. Hablábamos con ella como entre nosotros, sólo
intentándolo, en silencio. Lo más peculiar era que hasta que no fuimos veintiséis pare
jas, es decir, cincuenta y dos personas, no pudimos comunicamos con ella, y que
volamos acercándonos a ese sol, sintiendo cada vez más su calor, hasta llegar a ser
parte de él, fundiéndonos en un ser que nos integraba a todos nosotros.
Continuamos allí varias horas, hasta que el chamán nos pidió que saliéramos. Estaba
ya amaneciendo. Nos pidió que cada uno cavara un hoyo y enterrásemos allí todas las
emociones, energías y objetos que hubiésemos visto durante el inipi que no nos servían
ya para nada, después de agradecerles su compañía y todo lo que habíamos aprendido
gracias a ellos. El hombre nos dijo que era muy importante que los enterrásemos sin
rencor, porque si no seguiríamos vinculados a esos sentimientos y objetos.
Al ir terminando, cada uno íbamos situándonos de pie, hacia el sol. Con los
brazos extendidos recogimos su energía y fuimos a lavamos con agua fría a un río
cercano. AI terminar con el baño teníamos una gran sensación de limpieza y vigor.
Nunca había sentido mi piel tan sucia, pero después de lavarme me sentí impecable
mente limpia, interna y externamente. Me sentía como una nueva mujer.
Por la mañana busqué a Dave, pero continuaba rechazándome, como a ios demás.
No quería hablar con nadie. Y allá se ha quedado, no quiso volver conmigo a Londres.
Me imagino que todos tenemos baches, de los que hemos de salir, pero esto de Dave me
demuestra una vez más que los enteógenos no son para todo el mundo, que no todas
las personas están preparadas para enfrentarse a sí mismas sin ayuda.
246 El despertar del Hongo
A los travellers que habían salido del inipi no los encontré. A quien sí encontré
fue al hombre chamán, que permanecía sentado en silencio, con ios ojos cerrados. Me
senté junto a él hasta que abrió los ojos. Le conté lo que había sucedido con Dave, y
nuestras experiencias anteriores con el hongo. Me contestó que Dave perdió el tem
ple y la moderación, y que había olvidado que cuando se va a otros mundos hay que
saber para qué se va ahí, manteniéndose centrado; sino, la trampa de la locura y la
insanidad nos atrapa. Me dijo que no me preocupase, que era un momento de su
evolución que tendría que pasar, y que al rechazarnos, tendría que salir él solo de
la trampa que le tenía preso.
El chamán me dijo que los occidentales estábamos muy sucios, sobre todo emo
cionalmente , y que deberíamos hacer estas ceremonias de purificación periódicamente.
Me dijo que no bastaba un inipi, que era igual que una ducha, porque aunque al
terminar estás limpio, comienzas a ensuciarte otra vez. De todasformas insistióenque
es posible permanecer internamente limpios si mantenemos la impecabilidad en todas
nuestras acciones.
Mientras me decía estas cosas, se levantó un fuerte viento y me pidió que lo
escuchara. Me reveló que el viento es mágico y un gran aliado. El chamán interpretó
esa brusca llegada del viento como una señal del espíritu y se levantó. Buscó otro lugar
que él consideró más apropiado y sentándose, me pidió que hiciera lo mismo.
Estábamos los dos solos, con el viento levantándonos nuestras melenas. El hom
bre me miró y me dijo que el espíritu acababa de decirle que me hablase.
Me observó con sus ojos brillantes y oscuros y me dijo:
“T ¡úeres un ser muy especial. En todo el universo no hay otro ser exactamente
como tú. Has de darte cuenta de que eres única y que tienes que hacer aquello que sólo
puedes hacer tú, debido a tu singularidad.
"Todos somos seres asombrosos y maravillosos, hasta el insecto más diminuto.
Los seres humanos somos algo peculiar en el universo. No somos un simple reflejo del
amor del espíritu, sino vehículos de él, con la posibilidad de ser conscientes de nuestra
verdadera naturaleza.
"Tú has venido aquí a recordar quién eres, y luego recordar a otros quiénes son
ellos. Anoche te escuché cuando hablabas con el tabaco sagrado y comprobé lo que
me habían dicho las estrellas de ti. Eres una contadora de historias. Al decir tus histo
riéis debes compartir tu amor y conocimiento con cualquiera que te escuche con un
corazón abierto; compartir las enseñanzas que recibas, y que no son sólo para ti. Has
venido aquí a recordar que eres amor y que lo único real es el amor. Todo lo demás es
una ilusiónn.
Señaló los alrededores: el cielo, las montañas y los árboles, y dijo:
“El mundo físico es tan hermoso y sensual que es fácil perder tu camino y
desviarte de tu verdadero propósito en esta vida. Manten el centro en tu corazón y cumple
con él” .
Dicho esto se fue, y ni yo ni ninguno de nosotros volvimos a verlo más.
Los NAGUALES DECHIAPAS 247
Hay muchas cosas que querría contarte, pero he descubierto la gran energía que es
necesaria para escribir de esta clase de experiencias y encuentros. Ahora te entiendo
perfectamente. Esta mañana, he visto que Carmen tenía El conocimiento silencio
so encima de la mesa de la sala. Lo he abierto al azar, y fíjate lo que he encontrado:
“Para pensar y decir con exactitud lo que uno quiere decir, se requieren cantidades
indecibles de energía —dijo don Juan".
Por ahora, y aunque en próximas cartas espero ser capaz de recordar más, y ponerlo
en palabras, quiero contarte algo muy bonito que me ha pasado conjeff, un traveller
irlandés, que estuvo con nosotros hasta el final del inipi.
Con Jeff conecté inmediatamente, aunque no estuvimos a solas hasta la tarde
del día después del inipi. Me gustaría tanto que le conocieras. Le he hablado mucho de
á y él también querría conocerte.
Bueno, por la tarde estuvimos juntos, hablando, conociéndonos más. Unas
horas después parecía que nos conocíamos de toda la vida. Durante unos días no
sucedió nada fuera de lo normal.
La noche antes de venirme a Londres, un amigo suyo que se fue unos días, nos
dejó su tipi. Me acordé de la Alpujarra, de aquel tipi donde fumamos el bong y supi-
mos que debíamos hacer estos viajes.
Entramos a doimir con un estado de conciencia muy especial. Debido al inipi
y a nuestra conexión, estábamos eufóricos y nos sentíamos muy unidos. Allísuce-
dió lo que tenía que pasar. Sobre unas pieles de oveja que cubrían todo el inipi
hicimos el amor, pero fue algo increíble, totalmente nuevo para mí, y según me dijo
luego, para él.
Mientras hacíamos el amor vi unos rayos de energía azulados atravesándonos el
cuerpo aJeff y a mí. Esos rayos de energía me atravesaban por la mitad, iluminándome,
y ascendían por el centro del cuerpo de Jeff hasta salir por su cabeza, iluminándole a él
también. Y no ingerimos ninguna sustancia, ¡fue sólo amor!
Ayer por la mañana me despedí de él, sin tristeza. No sentí la necesidad de
cambiar mis planes por él y eso me hizo sentirme más libre con él y conmigo misma.
Aunque sé qué será sólo una fase, y terminaré con algo que creemos los occi
dentales algo adecuado para nosotros, en este momento de mi vida quiero continuar
profundizando en el mundo del chamanismo, y seguramente iré a Gales, a ver a esas
chamarías de las que creo que te hablé en la otra carta. Ya me dirás cómo te va con
los chamanes y las chamarías de México.
igual. Ella tiene ahora mucho trabajo y no puede escribirte, pero me ha pedido que telo
diga.
Leer eso ha sido algo tan interno. Ha sido como dejar salir una catarata de
revelaciones y comprensiones, de las que prefiero escribirte en otro momento. Ahora
siento que mi pluma es como un grifo que pretendiera conducir un océano. Demasiado
para mi momento actual; pero estoy segura de que sabrás ver los paralelismos entre mi
experiencia y esas pahbras.
Las estrellas.
Me despido ya, pero antes de decirte hasta pronto, quiero que sepas que eres una
persona muy especial en mi vida. Las personas idóneas para el aquí y ahora de cada
uno aparecen en tu vida en el momento adecuado, y permanecen ahí de un modo u
otro.
Espero que lo que te cuento te sirva de algo, y poder verte cuando llegue el
momento, en carne y hueso. Mientras seguiré viéndote en el nagual y en mis sueños.
¿Te ves en el dibujo? ¿Ves las estrellas?
Me alegro mucho de saber que estás feliz y sigues amando la libertad. Espero
que te ocurran muchas cosas hermosas durante tu viaje.
Cuídate y recibe más amor desde el otro lado del charco.
Luna
Palenkua. El secreto de las piedras
30
Tras leer la carta de Luna y ver sus fotografías y dibujos supe que ya podía dejar
San Cristóbal de las Casas y me dirigí al norte. En el autobús pensé si su en
cuentro conmigo habría coincidido con los momentos en los que la escribía
en Zipolite, y la tenía tan presente.
Ni ella ni yo sabíamos qué era exactamente lo que iba a suceder a partir de ese
momento, aunque ambos comenzamos a intuir que nuestro encuentro tendría
su importancia.
Mirabelle empezó a contarme más cosas sobre los mayas y me confirmó
lo que había intuido en San Ju an C ham ula, que la rebelión zapatista era en
parte una rebelión organizada realmente por los naguales mayas.
— El cham án de la aldea no participaba directamente en la lucha
armada ni política — me dijo— , pero se ausentaba de vez en cuando para
encontrarse con otros naguales que parecían ser quienes tomaban las deci-
siones sobre la táctica a seguir. Según este hombre, Marcos cumple esas
decisiones tomadas por ios naguales en secreto, porque las comparte igual
mente.
"A l parecer M arcos vivió varios años entre chamanes en la selva
chiapaneca y llegó a conocer la cosmovisión del mundo de los mayas, dejando
temporalmente la visión occidental del mundo y de la política. Si ves las dife
rencias entre el EPR y el EZLN, podrás comprobar cómo existen dos formas
totalmente distintas de luchar. Aunque ambas usen las armas, el uso de ellas y
el fin último es radicalmente diferente.
”De todas formas, no sé que está pasando ahorita. Poco antes de irme,
una mañana el chamán regresó de un encuentro la noche anterior. Estaba muy
enfadado con Marcos y los mestizos zapatistas. Parece que últimamente están
queriendo tener más protagonismo y tomar el poder real de la rebelión, porque
no tienen paciencia para una lucha tan a largo plazo, siguiendo la vía nagual.
Por lo que me contó quieren volver a la vieja forma de hacer política. El chamán
me dijo que seguramente los naguales decidirán dejarles solos y aunque la
lucha siga el mismo nombre, ya nada será igual.
En las horas siguientes, Mirabelle me dio más datos sobre la antigua sa
biduría de los mayas, que tendrían su importancia los días posteriores. Todo
lo que me contó sobre ellos fortaleció mi deseo de ir al centro ceremonial de
Palenque.
El pequeño centro de población donde estábamos alojados era sólo un
pueblo nacido alrededor de los templos y pirámides, que había crecido más
252 El despertar del Hongo
que nada al calor del turismo, y necesitaría tiempo para llegar hasta allí y
realizar la visita con calma.
Me propuse ir sin más demora; quería conocer el lugar de los antepasa
dos de estos naguales mayas de hoy en día, que tan poderosos parecían.
Mirabelle me dijo que fuese solo, que ella iría al día siguiente, porque
estaba muy cansada.
— N os vemos por la tarde aquí — me dijo antes de que saliese del dor
mitorio.
Salimos a la puerta del hotel y allí vi dos bicicletas. Mirabelle me dijo que las
había alquilado mientras yo dormía.
Dejamos el pueblo y nos dirigimos a los templos de Palenque, ilumina-
dos sólo por los pequeños faros de las bicicletas.
Por el camino me dijo que después de irme yo, tras tomar una ducha, y a
pesar del cansancio, no había podido resistir la tentación de ir a Palenque; allí
había conocido a un maya, que nos aguardaba en el templo de la Cruz.
Sentí algo muy hermoso y muy profundo. Comprendí que ya no existía
la búsqueda individual. En un instante desapareció totalmente mi frustración.
Me sentí parte de una búsqueda común. Era como si Mirabelle y yo nos hubié
semos dividido. Fue reconfortante descubrir que a pesar de haber estado tan
cansado y tan poco inspirado, otra persona había encontrado en mi lugar lo
que yo buscaba.
De algún modosupe que éramos parte de un mismo ser realizando su
propia búsqueda, dividido en varios cuerpos. Mirabelle y yo, y otras personas
que había ido encontrando durante mi camino, formábamos parte de un mis
mo intento: ellas del mío, y yo del suyo.
Ignoro cómo pudimos ir en bicicleta en ese estado, pero ése era en ese
momento nuestro propósito, y nada nos detuvo; ni la oscuridad ni el peligro de
los automóviles, afortunadamente escasos, que venían en sentido contrario.
Fue tanto nuestro impulso que estábamos junto al centro ceremonial
antes de lo que Mirabelle había calculado que tardaríamos en llegar. Tuvimos
que esperar a la hora de la cita, antes de entrar en el recinto de Palenque.
Mientras esperábamos, Mirabelle me dio más detalles sobre su encuentro.
Según me explicó, cuando subía las estrechas escaleras que unían la parte supe
rior del templo de las Inscripciones con la cripta de la tumba de Pakal Votán, se
había cruzado con un hombre de origen maya y habían comenzado a hablar.
Bajó con él hasta la tumba nuevamente y allí ella le habló de su interés
por los mayas y su calendario. También le confesó algunos datos sobre su rela
ción con el chamán de la aldea chiapaneca.
256 El despertar del Hongo
representado por un glifo, combinado con un número entre el uno al 13. Así
pues, cuando naces, tendrás asociado a tu nacimiento un glifo y un número, que
tendrán una gran importancia para conocer el destino y personalidad de cada
persona.
—¿De dónde surge el Tzolkín? —le pregunté, cada vez más interesado
en este calendario.
—El Tzolkín tiene algunas correspondencias astronómicas pues sincroniza
los ciclos de Mercurio, Venus, Marte y otros planetas del sistema solar, con los
ciclos del sol, la luna y la Tierra.
"Es muy intrigante —dijo Mirabelle— que su ciclo esté relacionado con
la duración de la gestación del ser humano, y que pueda ser relacionado tam
bién con el proceso de desarrollo y crecimiento espiritual.
”El periodo de gestación del ser humano se corresponde extrañamente
con un número de días, 260, vinculado a todos los ciclos de los planetas, de
nuestro satélite y del sol.
Le hablé de mi visión en Huaurla, en la que había visto la concepción de
un ser humano. Mirabelle pareció sorprendida, porque ella también había te
nido una visión similar en la aldea maya. Me dijo que el chamán le había
explicado que mostraba que a partir de ese día había sido concebido un nuevo
ser, una nueva Mirabelle que comenzaba una nueva vida, una vez renacida y
libre del pasado.
Me pareció que podía tener razón. Lo más sorprendente es que cuando
calculamos las fechas de nuestras dos visiones, parecían coincidir.
Tras recuperarnos de la sorpresa, Mirabelle continuó:
—El ciclo de 260 días del Tzolkín también se relaciona con el ciclo de
plantación y recogida de las variedades más mágicas y sagradas del maíz, y con
el intervalo entre la aparición de Venus como estrella de la tarde y estrella del
amanecer.
Una vez dicho esto, Mirabelle se detuvo y me dijo que creía que no
había olvidado nada importante sobre el Haab y el Tzolkín.
—El tercer calendario —prosiguió— es el de la Cuenta Corta. Está ba
sado en el ciclo de Venus, 584 días. Era un ciclo muy importante para los
mayas. Me imagino que ya sabrás que para ellos Quetzalcóatl era Kukulkán.
Pues bien, Kukulkán era relacionado directamente con Venus por los iniciados
mayas. Algunos dijeron que a su partida se convirtió en la estrella del amanecer,
otros, que de allí llegó, y allí se fue al terminar su trabajo en la Tierra.
—Y ¿cómo se relacionan todos estos calendarios?—le pregunté, inten
tando aclararme antes del encuentro con el hombre.
258 El despertar del Hongo
—Para los mayas son de gran importancia los momentos en que coin
ciden el Haab y el Tzolkín, cada 18.980 días. Entonces se inicia un ciclo de
52 años del Haab y de 73 años del Tzolkín.
”Los tres calendarios de la Cuenta Corta, es decir, los ciclos del sol, la
luna y Venus, coinciden cada 37.960 días. Entonces se inicia un ciclo de 146
años en el Tzolkín, 104 en el Haab y 65 en el de Venus. Esto sucede en el
llamado Día Sagrado de Venus: 1-Ahau, l-Flor.
—Pero, ¿qué importancia tiene la relación entre estos tres calendarios?
— insistí.
—Este hombre me dijo que había un significado oculto en la relación
entre ellos —dijo Mirabelle—, pero que es más importante la relación entrela
Larga Cuenta y el Gran Ciclo. Los mayas llamaba a este calendario “el de
la Larga Cuenta”, porque implicaba la medición de grandísimos ciclos de tiem
po, tan largos, que incluso hoy se nos escapa su significado final.
—¿Aparecen transcritos estos calendarios en algún lugar, o sólo se trans
miten oralmente? —pregunté intentando averiguar su origen.
—Hay fechas y muestras de estos calendarios en multitud de monumen
tos y restos arqueológicos, también en códices como el de Dresde. En algunos
se recogen fechas de hace 40 millones de años, lo que te dará una idea de la
magnitud de los Grandes Ciclos que los mayas conocían.
”Muchas veces aparece la misma fecha en varios de estos calendarios, lo
que ha permitido correlacionarlos.
—¿En qué ruinas aparecen restos de estos calendarios? —quise saber.
—En muchos, por ejemplo en algunos lugares que has estado tú: Monte
Albán o Palenque.
—Por cierto —dije—, cuando estuve en Monte Albán, allí vi un bajo
rrelieve en el que estaban representados unos hongos psilocíbicos. Era en el
templo de los Danzantes.
Mirabelle se asombró, porque en ese mismo templo aparece la fecha ini
cial del último Gran Ciclo. 13.0.0.0.0. El 13 de agosto del año 3113 antes de
nuestra era, según establecieron en 1927 Goodman, Martínez Hernández y
Thompson.
—Para entender una fecha maya —me explicó Mirabelle— has de saber
que 20 días son 1 uinal; 18 uinal, 1 tun, 360 días; 20 tunes, 1 katún, 7 200 días; 20
katunes, 1 baktún, 144 000 días; y 13 baktunes, 1 Gran Ciclo de 1 872 000 días.
”Las fechas se señalan con números separados por puntos, indicando el
primer número el baktún, el segundo el katún, el tercero el tun, el cuarto el unial
y el quinto los días desde la fecha cero.
Palenkua. El secreto de las piedras 259
"La fecha que da inicio al Gran Ciclo, unos 5 125 años, es 13.0.0.0.0. Si
recuerdas lo que te he explicado antes, un Gran Ciclo son exactamente 13
baktunes, 1 872 000 días. Este último Gran Ciclo comenzó el 13 de agosto del
3113, en nuestro calendario, y terminará 1 872 000 días después, el 21 de di'
ciembre del año 2012.
"Según me dijo este hombre, conforme nos acerquemos a esa fecha, los
humanos iremos desarrollando más nuestras capacidades para estar preparados
para ese momento decisivo.
—Entonces —dije—, ¿qué importancia tendría para nosotros conocer el
Tzolkín?
—El uso del Tzolkín —respondió Mirabelle— puede ayudamos, porque
este calendario encierra un código y contiene una gran sabiduría sobre el
ser humano, la Tierra y el universo. Si llegamos a descifrar ese código podre-
mos abrir canales de conocimiento sobre parcelas de la realidad que hasta
ahora permanecen desconocidas para nosotros. Al igual que el I-Ching,
parece relacionado con el ADN, y parece ser que ambos son decodificadores,
herramientas para recuperar la información contenida en nuestro código
genético.
Mirabelle insistió en que los mayas reflejaron la conexión entre el ser
humano y el universo en sus calendarios sagrados. Me dijo que este hombre,
que no se había identificado ante ella todavía, le había dicho que quería ha
blamos esta noche de algo importante, relacionado con la fecha final del últi
mo gran ciclo.
31
Unos minutos antes de las 12, escondimos las bicicletas entre la maleza y entra
mos al recinto de las ruinas por una zona que no parecía estar vigilada, aunque
tuvimos bastante cuidado de que nadie nos sorprendiese. No nos resultó difí
cil, a pesar de que la luna nos iluminaba con intensidad, porque no apareció
ningún vigilante, ni cerca ni lejos.
Tampoco nos resultó difícil llegar hasta el lugar de la cita, el templo de la
Cruz. Los dos habíamos estado durante el día ahí y era fácil reconocer este
260 El despertar del Hongo
templo una vez en el lugar. Una vez a sus pies, subimos las escaleras y espera
mos al hombre que Mirabelle había conocido por la mañana, sentados, ocul
tos cerca de una de las paredes.
Me pareció entender qué quería decir, que todos nuestros errores con el usode
las plantas sagradas venían de no haber sabido permanecer centrados, sin ver-
nos atrapados y sobrellevados por lo imponente de otros mundos en los que
frecuentemente tantas personas se perdían sin saber qué hacer y cómo actuar
allí.
No estaba seguro de mi interpretación y me callé, pero el hombre dijo,
como si hubiera escuchado mis pensamientos:
—Así na’más, hombre. Los honguitos te enseñan a ver, porque te dan
nuevos ojos, y con ellos ustedes pueden mirar nuevas cosas, otras realidades.
Con nuevos ojos podrían también leer estas piedras —y señaló a nuestro alre
dedor—. También te dan nuevos oídos y una nueva lengua, y así uno puede
platicar con el hongo y si pone el corazón en ello, puede comunicar directa
mente con el centro del universo.
"Las puertas las traspasarán con lo que ustedes llaman la muerte, cuando
vuelvan al lugar de donde venimos, antes de volver acá, o quedarse allí na’más.
—¿Son necesarios estos nuevos sentidos, no sólo para aprender a vivir,
sino también para aprender a morir? —preguntó Mirabelle.
—Éstos son los sentidos naturales del hombre. Esto lo sabían ya los
olmecas. Los mayas los desarrollaron.
Palenkua. El secreto de las piedras 263
” Ésta es la razón por la que a partir de la primavera del año pasado, han
comenzado a volver mayas del tiempo del esplendor de su pueblo a entregar-
nos las claves que harán efectivo ese despertar, entregándonos su antiguo
conocimiento secreto.
"Estos conocimientos sagrados nos prepararán para la edad de Itzá, una
edad de conocimiento, que como les digo comenzará a finales del año 2012,
concretamente el 2 1 de diciembre.
— ¿Y usted piensa que está sucediendo? — pregunté.
— Han comenzado a llegar occidentales, como ustedes, interesados en
los conocimientos secretos de los mayas, han comenzado a aparecer viejos
códices sagrados mayas y, sobre todo, aunque esto lo sepa muy poca gente, han
vuelto los viejos mayas.
— ¿Los viejos mayas? — pregunté.
— Los mayas considerados por ustedes los güeros del periodo clásico. Los
mayas que construyeron estos monumentos al conocimiento que todavía les
asombran se fueron para volver, y están ya aquí.
— ¿En qué se diferencian de nosotros o de los mayas que hoy sobreviven
acá en México? — pregunté.
— Ellos tenían una conexión con el centro de la galaxia — respondió el
hombre— . Su visión del mundo no era planetaria, por eso sus ciclos del tiem
po no tenían una escala humana.
"El chamán maya me explicó que los mayas, los aztecas y otros pueblos
pensaban que la humanidad ya había vivido cuatro Grandes C iclos antes del
que nos encontramos actualmente. A h o ra el último G ran C iclo estaría a pun
to de concluir.
Nos enseñó el templo del Jaguar, que dijo simbolizaba un saber antiguo pero ya
inútil. Nos dijo que el hijo de Pakal Votán se había llamado Chan Bahlum, el
jaguar-serpiente, dando origen a una época vinculada a Kukulkán, la serpiente
emplumada, que significaba el fin del linaje de los Bah Baltán, los jaguares de
piedra, que provenía de los olmecas.
Nos mostró también el tablero de los Guerreros, donde nos dijo que nos
reuniríamos algún día para morir de pie y renacer a una nueva vida. A l pasar
junto al templo de las Inscripciones, nos dijo que era el más importante de
todos.
— En este templo está todo lo que los mayas guardaron antes de partir.
Mientras caminábamos entre los templos nos dijo que en el año 830 de
nuestra era los mayas dejaron misteriosamente Palenkua, como ocurrió con
otros grandes centros ceremoniales mayas.
Mirabelle le pregunto por qué:
— Ya habían cumplido su tarea, y se fueron.
— ¿Adonde? — preguntamos Mirabelle y yo a la vez.
— A su lugar de origen, el lugar de donde vinieron; pero como les dije,
no se fueron sin dejar antes aquí su conocimiento.
— ¿En dónde exactamente? — preguntó Mirabelle, impaciente.
— En lugares como éste — y señaló extendiendo sus brazos a todo el recin
to de Palenque— , y en las piedras, en sus códices, en los árboles, en el cielo, y
Palenkua. El secreto de las piedras 269
— Siempre hay que acudir bien limpio al encuentro de los honguitos —dijo.
Tras decir eso, se alejó nuevamente y nos quedamos allí, solos.
Mirabelle y yo nos desnudamos y entramos en el agua silenciosamente.
Nos lavamos el uno al otro, preparándonos en silencio para la experiencia. La
noche era impresionante y los sonidos del lugar nos envolvían. Los pájaros y
los insectos parecían también querer decimos algo.
De esos momentos recuerdo también que los árboles con musgo alcanza-
ban el agua. Nunca había visto unos árboles como ésos, ni un musgo tan vivo,
destacando su color verde iluminado por la luna.
Unos minutos después salimos del agua y nos tumbamos a esperar al hombre.
Aunque era de noche, todavía hacía bastante calor y pronto nuestros cuerpos
estaban secos.
La naturaleza a nuestro alrededor parecía intensamente viva y los dos
coincidimos en sentir su intención de hablar. En ese momento sentimos la
impotencia de no saber escuchar, de hablar otro lenguaje, de no conocer ape
nas el suyo.
Era como estar en un país donde uno ignora el idioma, donde no en
cuentra a nadie que hable la propia lengua, aunque al mismo tiempo intuya el
significado de lo que las gentes de ese país intentan comunicar, quizás por los
gestos, quizás por la voz.
Esperamos al hombre una media hora, pero no aparecía. Entonces nos vesti
mos y empezamos a buscarle por los alrededores, aunque no quisimos alejamos
mucho por si volvía a buscarnos al lugar donde nos habíamos bañado. Al no
encontrarle regresamos.
El hombre no había vuelto, pero nos dimos cuenta de que la bolsita en la
que había guardado los honguitos después de enseñárnoslos estaba junto al río.
N o estábamos seguro de si cuando nos fuimos ya estaba allí, o el hombre
había regresado, y al no vemos, los había dejado en ese lugar. En cualquier
caso, pensamos, allí estaban los honguitos
Mirabelle abrió la bolsita y al ver que todavía estaba llena, sacó los hongui-
tos y sin dudarlo un instante comenzó a comerlos de dos en dos. Yo la imité,
hasta que cada uno comió la mitad del contenido de la bolsa.
Entonces comenzamos a caminar, intentando encontrar un buen lugar
para esperar a que nos hicieran efecto los honguitos.
Am bos sentimos una gran energía en el templo del Jaguar y allí nos
acomodamos, dominando el lugar desde la parte superior.
Palenkua. El secreto de las piedras 271
Unos 20 minutos más tarde, Mirabelle me dijo que comenzaba a ver luces si
cerraba los ojos. Yo los cerré también, y también vi luces que no parecían tener
ningún significado.
Comenzamos a respirar profundamente y me di cuenta de que, aunque
por separado, los dos nos íbamos adentro de un mundo desconocido.
Nuestros cuerpos permanecieron allí, sobre las piedras del templo del
Jaguar, y tras despedimos deseándonos mutuamente un buen viaje, nos fuimos
a explorar, dejando de estar realmente allí.
Lo último que hizo Mirabelle antes de partir fue preguntarme si sentía
frío. Le respondí que sí, que sentía cómo me estaba bajando la temperatura.
Me encontré con Mirabelle bien avanzado el viaje. Fue algo bastante
emocionante, porque hasta ese momento había estado solo, en mundos real
mente extraños y desolados.
El único mundo que sentí algo próximo fue uno que comenzaba a ser
familiar para mí. A llí estuve con unos mayas, que me hablaron del gran sol
central, considerado el centro del universo, y ante el cual el nuestro es una
minúscula estrella.
Fue inmediatamente después cuando me encontré con Mirabelle, de
nuevo en ese universo donde sólo existía el corazón. Es difícil describir ese
mundo. Era un mundo más que en construcción, en expansión. Un mundo
donde no nos encontrábamos solos, porque allí no existíamos, aunque pudié
ramos reconocernos.
Cuando varias horas después de tomar los hongos hablamos, Mirabelle me con
firmó que ella había estado allí. A l hablar de ese encuentro, nos dimos cuen
ta que entender lo que habíamos vivido era entender mucho. Nos dimos
cuenta de que esas aparentes contradicciones sólo lo eran para quien no
hubiese vivido una experiencia de esa naturaleza.
32
Al ver el sol aparecer sobre los árboles, nos preguntamos si veríamos otra vez al
hombre y recorrimos las ruinas esperando encontrarle. Finalmente lo locali
zamos en el mismo lugar en el que le habíamos visto por última vez, realizando
unos movimientos que, según supimos más tarde, pertenecían a un viejo ritual
maya.
Estaba de pie, encarando el sol, con los ojos cerrados. Sus manos estaban
abiertas y sus brazos extendidos; repetía un sonido: K ’in; parecía alargar la ene
final cada vez más: K ’innn, K ’innnnn. C on cada repetición traía sus manos
abiertas a su cara.
Era muy parecido al ritual que Horacio me enseñó en Sacsayhuamán
para recoger energía del sol. U na vez más encontraba una profunda unidad en
las culturas de América, en este caso la inca y la maya.
Mirabelle y yo le observamos durante unos instantes en silencio, pero de
pronto se volvió, como si hubiera sentido nuestra presencia, y nos llamó con
su mano. Nos acercamos con mucho respeto. Teníamos un gran deseo de con
tarle nuestra experiencia, pero él nos calló poniendo un dedo sobre sus labios.
Nos pidió que hiciéramos lo que él. Aseguró que necesitábamos recibir
la energía del sol tras un nuevo baño en el río. El hombre nos dijo que esa
o %
Más tarde, sentados en la explanada que hay frente al templo de las Inscripcio
nes, nos explicó más sobre este antiguo ritual maya.
— El sol, K ’in, es un generador de energía y sirve a la fuerza creadora
universal al radiar a la Tierra el alimento necesario para la continuidad de la
vida. El sol, en cierto modo, preña a la Tierra y crea armonía entre las lunas y
planetas del sistema solar.
” Pero esta energía de K ’in es transformadora; transforma todas las cosas
y por tanto transforma al ser humano. A l sumar su energía, como hacemos en
esta ceremonia, nos da fuerza vital, la fuerza vital que Hunab Ku, el principio
de la conciencia cósmica, está ahora enviando con mayor intensidad, al fi
nal de este ciclo de la humanidad.
”Los centros ceremoniales mayas como éste de Palenkua están siendo
renovados, para recoger toda la sabiduría nueva de un universo en evolución.
E igual que con Palenkua — aseguró— está sucediendo en otros centros cere
moniales mayas y de otras culturas solares.
"Buscadores y buscadoras de todo el mundo están viajando aquí para
conocer y aprender de los viejos sacerdotes solares mayas. Los videntes mayas
supieron que tendrían que volver a enseñar, porque la humanidad olvidaría su
conexión con la creación y los ciclos cósmicos del tiempo; pero en sus profe
cías también estaba previsto que llegarían hombres y mujeres como ustedes,
dispuestos a aprender y a recordar.
”Las profecías mayas aseguran, como anoche les dije, que llegará un tiempo
en que la humanidad aprenderá y conocerá las verdades universales más pro
fundas, descubriendo el verdadero potencial del ser humano, mucho más ele
vado y rico que el actual.
"Corno ya les dije, qué ocurra en el año 2 0 12 dependerá de qué haga la
mayoría de los seres humanos. En esta dimensión la Tierra está en peligro y
puede llegar a desaparecer. Sólo quienes hayan aprendido a no depender de
sus cuerpos físicos podrán sobrevivir.
Palenkua. El secreto de las piedras 275
—La energía del sol es luz, es inform ación — dijo el hombre, y a partir
de ese momento, no supimos por qué, comenzó de nuevo a hablarnos exclu
sivamente de tú— . S i se abren a su energía, podrán recibir a su través la
energía del universo. Eso despertará viejos recuerdos dentro de ustedes, y a
la vez les sanará. Todos ustedes están enfermos, sobre todo em ocionalm ente.
Eso es lo primero que deben sanar. Su mundo em ocional es un infierno. S i
no lo hacen, están cerrando sus puertas a toda la energía que existe ahí fuera
de ustedes.
"Ustedes los hombres modernos reciben energía e información de mu-
chas fuentes y se han desconectado con la energía de la Tierra, del sol y del
universo. La energía del sol nos da vida. S i piden con respeto y ésa es su inten
ción verdadera, verán cómo comienzan a recibir otra información más eleva
da, el conocimiento del universo, del cosmos.
—¿Ese conocimiento está dentro de nosotros, en nuestras células, como
dijo antes? — pregunté.
—Así es, en el código genético está la información del universo, del
origen, de su presente y su futuro.
—¿Los hongos nos ayudan a...? — comenzó a preguntar M irabelle, pero
el hombre la interrumpió.
—Los hongos les hacen salir de su tiempo limitado ai darles la visión; les
hacen salir del tiempo lineal, ¿entienden? El tiempo lo construyen ustedes. El
tiempo lineal sólo existe para la mente hum ana limitada; para la mente huma
na ilimitada el tiempo no existe como ustedes lo viven. N o hay un pasado, al
que sigue un presente y un futuro por venir. E l tiem po no corre en una sola
dirección.
Yo recordé las palabras de Einstein y otros científicos sobre el tiempo.
Mi mente comenzaba a comprender, pero plantearme esas cuestiones me par
tía la cabeza. Mirabelle lo expresó en voz alta. D ijo que. ella lo entendía inte-
lectualmente, pero que no lo experimentaba así. V ivía el tiempo.
Yo dijé que me ocurría igual y añadí, intentando comprender algo que
Mirabelle y yo vivíamos de un modo tan abstracto:
—Digamos que lo que nos está diciendo es que nos salgamos del fotograma
en que vivimos para ver la película entera, que es infinita — hablaba en voz
baja, dudando.
La respuesta del hombre me sorprendió. N o se rió de mí.
—Exactamente — dijo— , y no se trata de que vayan a fotogramas del
pasado o del futuro, como hacen las personas obsesionadas con regresiones y
predicciones, sino se trata de que vean la película completa y descubran que
278 El despertar del Hongo
creciendo sin que ustedes lo sepan. S i no aprenden a conectar con él, viven
sin ningún norte ni dirección real, a merced de corrientes que no saben ni que
existen.
Le conté mi visión de la concepción y le dije que sentía que tenía una
relación con lo que estaba diciendo.
—Claro que tiene relación — dijo— . Ustedes habían estado ya en otras
dimensiones de la realidad, pero no habían construido un cuerpo allí. En ese
momento nacieron esos otros cuerpos, vinculados a su corazón. A partir de
ahora los irán desarrollando, irán creciendo. N unca olviden que están en un
proceso, que están evolucionando junto con el universo.
"Sus visiones no son individuales, por tanto deben de ligarlas al cosmos.
Su mente no es su enemigo, pero han de aprender a usarla, no ser sus esclavos,
porque el espíritu del universo está también en su m ente, al igual que en su
corazón.
Mirabelle le contó nuestro encuentro en el que nosotros llam ábam os la
dimensión del corazón.
—Hay muchos mundos, muchas dim ensiones — dijo el hombre.
—¿Somos pues seres multidimensionales? — pregunté.
—Anoche vi que el proceso de evolución im plica aprender a vivir con s
cientemente en todos esos mundos diferentes — dijo M irabelle.
El hombre nos miró a los dos y añadió:
—Incluso en mundos donde ustedes no saben ni que existen.
Aunque sólo más tarde comprendimos las consecuencias finales de esa
frase, Mirabelle y yo alcanzamos a preguntar, primero ella, y luego yo:
—¿Si existimos también en otros mundos, por qué no recordamos?
—¿Y quién dirige a quién?
El hombre se limitó a decir:
—No recuerdan porque están enfermos, ya les dije. Sepan que ustedes
quisieron venir aquí y encontrarse conm igo. Ustedes se encontraron en otro
lugar y decidieron venir juntos aquí. La vida verdadera se v iv e en otro lugar.
Mirabelle y yo comenzamos a sentir otra vez ese temor que surgía en
nosotros cuando este hombre nos hablaba de alguno de esos mundos. Era te
mor a lo desconocido, no a algo que consideráramos negativo, pero no sopor
tábamos hablar mucho de ello. Su sola presencia parecía rem over algo extraño
dentro de nosotros.
Miré a Mirabelle, ella me miró a mí. Nuestras miradas eran de total asom
bro, pero también existía ese afecto que habíamos comenzado a conocer y a
rprnnnrpr
280 El despertar del Hongo
Más tarde nos dijo que debíamos seguir nuestras visiones. Mirabelle lo tenía
más fácil, porque había visto con claridad a dónde debía ir. A mí el hombre
tuvo que ayudarme a descubrir lo que había visto.
Tras comenzar a describirle las esculturas que había visto, me interrum
pió y me dijo que sin la más mínima duda se trataba de las cabezas olmecas. Me
explicó la zona en que estaban, en La Venta, en la ciudad de Villahermosa, y
me dijo que no dudase seguir las señales que el hongo me había mostrado
y viajar hasta allí.
— Los olmecas conocieron a los nueve señores del tiempo —nos dijo—.
Algunos de sus sacerdotes se encontraron con algunos sacerdotes mayas. Los
sacerdotes mayas son conocidos como Balam, que significa jaguar. Y jaguar era
el nagual de los olmecas. Ya verás — me dijo— cómo hay muchas representa
ciones de jaguares o de hombres-jaguar.
”A l integrarse el conocimiento maya con el olmeca dio como resultado
el esplendor de Palenkua; como al encontrarse los sabios olmecas con los
mixtecas y zapotecas de Monte Albán se produjo igualmente un salto trascen
dental en su cultura.
— ¿Por eso todas estas culturas usaron el calendario de 260 días? —pre
guntó Mirabelle.
El hombre asintió en silencio.
— Por lo que cuenta — dije yo— , parece que hay un conocimiento origi
nal que surge con los olmecas y se esparce a Chiapas, Palenque y lo que hoy es
Guatemala con los mayas; alrededor de Tula con los toltecas; alrededor de
Teotihuacán con los aztecas, y alrededor de Monte Albán con los mixtecas y
zapotecas.
— Exactamente — dijo el hombre.
— Esto explicaría las similitudes entre todas estas culturas — apuntó
Mirabelle.
— Hubo más emigraciones y, por tanto, más encuentros. Por ejemplo, los
videntes toltecas emigraron a Teotihuacán donde recrearon Tula y de ahí
emigraron a tierras mayas. De su encuentro floreció la civilización de Tikal
— nos explicó el hombre.
Palenkua . El secreto de las piedras 281
riguá. Ese ciclo concluye en el año 8 30 de esta era, año en que los grandes
mayas abandonan sus cuerpos de esta dimensión y parten de nuevo.
—¿Todos se marcharon? — preguntó Mirabelle.
—Siempre queda alguien para preservar el trabajo realizado — dijo el
hombre.
Hizo una pausa, antes de terminar.
—Los viejos mayas sabían que Palenkua volvería a estar vivo otra vez.
Finalmente, después de anunciam os que tenía que irse, intentamos ha
blarle nuevamente de nuestra experiencia. Apenas nos los permitió y sus úni
cas palabras sobre ella fueron:
—Sigan su visión. Les ayudará a recordar quiénes son y qué han de
hacer. Recuerden y mediten en las palabras de poder mayas: In lake’ch.
—¿Qué significan? — preguntamos M irabelle y yo a la vez, una vez más.
—Soy otro tú.
Y tras decirnos eso, desapareció internándose en la selva de los alrededo
res, dejándonos'perplejos.
No volvimos a verle más.
33
34
Esos días percibimos con claridad cóm o todo estaba conectado. V en ía
mos de Palenque y cuando permanecíamos en la habitación que ocupam os en
cuanto quedó libre, nos dedicábamos a descansar, a leer, escuchar m úsica o
estudiar el Tzolkín, y todo, las frases de los libros, las letras de las canciones,
los ritmos, los glifos, todo aparecía relacionado.
Hubo un suceso que tuvo su im portancia durante estos días. A l llegar a
nuestra nueva habitación con nuestras m ochilas, fui al cuarto de baño, cuya
puerta era contigua. A l sentarme en el retrete, me llevé un susto de muerte.
Mi primera reacción fue gritar, pero no quise asustar a M irabeíle. Enírente de
mí, junto a la ranura de la puerta, había una enorme tarántula negra. Tendría
unos 10 centímetros y permanecía inm óvil. Yo perm anecí tam bién inm óvil,
paralizado. No sabía qué hacer. Tem ía salir, porque tendría que acercarm e a la
puerta, pero pronto comprobé que la tarántula no se m ovía en absoluto. Tras
un minuto o dos me decidí a levantarme y observarla más de cerca. M e di
cuenta de que la tarántula estaba muerta. Me atreví a tocarla y sentí que su cuerpo
estaba incluso seco.
Al salir, Mirabeíle estaba tumbada y parecía dormida. Yo me tumbé tam
bién en la cama, me quedé dormido y sólo me desperté cuando la o í gritar.
Inmediatamente recordé la tarántula y le dije que no se preocupase, que esta
ba muerta. Ella gritó que nunca había visto a una tarántula m uerta m overse.
Entonces me levanté y entré en el cuarto de baño. M irabeíle había abierto la
puerta y vi enfrente, en la parte superior de la pared, una tarántula negra igual
que la que parecía disecada junto a la puerta. N o supimos qué hacer, pero la
tarántula no nos dio tiempo a tomar ninguna decisión, porque corrió h acia
la esquina y entró en un agujero que había allí.
Mirabeíle y yo pensamos ocupar de nuevo el dorm itorio, pero no q u e
ríamos perder la intimidad recién conquistada y nos lim itam os a cubrir la
grieta.
Nunca volvimos a ver a la tarántula, pero durante los días que estuvim os
allí, estábamos siempre en un estado de alerta y atención, en previsión de una
nueva aparición de una tarántula, sobre todo en la habitación. La tarántula
disecada la dejamos en su lugar, como constante recordatorio de la presencia
del peligro.
Ese estado de alerta hizo que nuestra conciencia no fuese exactam ente la
normal esos días.
C a m b i a lo s u p e r fic ia l,
c a m b ia ta m b ié n lo p r o fu n d o ,
c a m b ia e l m o d o d e p e n s a r ,
c a m b ia to d o e n e s te m u n d o .
C a m b i a e l r u m b o el c a m in a n te
a u n q u e e s to le c a u s e d a ñ o ,
y a s í c o m o to d o c a m b ia ,
q u e y o c a m b ie n o es e x tr a ñ o .
C a m b i a , to d o c a m b ia ,
p e r o n o c a m b ia m i a m o r
p o r m á s lejo s q u e m e e n c u e n tr e ,
n i e l r e c u e r d o n i el d o lo r
d e m i p u e b lo y d e m i g e n te .
Y lo q u e c a m b ió a y e r ,
te n d r á q u e c a m b ia r m a ñ a n a ,
a s í c o m o c a m b io y o
e n e s ta tie r ra le ja n a .
Otra canción que nos impresionaba era Taki Ongoy II, también interpretada
por Mercedes Sosa.
Las canciones de S ilvio Rodríguez también resonaban dentro de no
sotros, produciendo grandes comprensiones de la realidad. Esta canción nos
conm ovió profundamente. Estábamos fumando mota cuando Mirabelle sin
tió un extraño deseo de escucharla. A l poner atención en la letra, una
clase de atención inusual, nos convencim os de que el hongo parecía ha
blarnos:
Palenkua. El secreto de las piedras 289
E sta c a n c ió n
es la n ecesid a d
de agarrarm e a la tie rra a l f i n ,
de q u e te v e a s e n m í ,
de que m e v e a e n ti.
Yo sé q u e h a y g e n te q u e m e q u ie r e ,
y o sé q u e h a y g e n te q u e n o m e q u ie r e .
Mirabelle tenía una grabación del último disco de Silvio Rodríguez: Domín
guez. Escucharlo fue como un detonante para nosotros. Prácticamente todas
las palabras del disco producían profundas resonancias para nosotros y desper
taban nuestra memoria.
Nos llamó la atención una extrañísima canción llamada Canción del tro
vador errante:
Mi patria e ra la in te m p e r ie ,
los acosados c a m p o s d e c lo r o fila e le m e n ta l
y fa u n a e n eclosión.
Fui u n tro v a d o r e r r a n te ,
y ahora,
tras el paso d e l tie m p o ,
soy q u ie n e n c ie n d e las h o g u e ra s,
quien c o n v o c a lu c ié rn a g a s
y sabe el n o m b r e d e la c h is p a q u e s a lta
de la crep ita ció n h a c ia la n o c h e ,
co m eta d e u n universo d im in u to
donde m i m a n o es la d e D i o s ,
quiero decir,
la d e u n c o lo s a lm e n te v ie jo v a g a b u n d o
c o n la m ir a d a p u e s ta e n los sen d ero s,
con la m e m o r ia a b ie r ta a ¡a ú n ic a
riqueza q u e le e sp e ra .
También nos sorprendió Soltar todo y largarse, y Hacia el porvenir nos hizo
de alegría y emoción:
H a c ia e l p o r v e n ir p a r tie r o n s o m b r a s .
R u m b o a m a ñ a n a , a lgo d e o sc u r id a d
f u e a sobrevivir, p o r q u e e l so l d e h o y
no pudo m á s.
N o e s ta r á n c o m p le ta s las a u r o r a s .
Q u e ja s d e m í, lu c irá la c la rid a d ,
p o r q u e lo q u e y o ta n to p r e te n d í
dem orará.
P o r m á s q u e q u is e b e n d e c ir m e
y m á s p u r ific a r m e ,
y o era c a r n e ,
y o era y o .
L o q u e c o n a m o r h a c ía u n a m a n o
*
b r o m p ía c o n o tr a el d e sa m o r .
Y o n o c re o q u e h a y a sid o e n v a n o ,
p e r o p u d o s e r m u c h o m e jo r.
H a c ia e l p o r v e n ir p a r tie r o n s o m b r a s .
C u a n d o n o a b a n c e , s ó b p o d r é a lerta r.
S i a lg u ie n m e o y e a llí, n o se o lv id e p u e s
d e ilu m in a r , d e ilu m in a r .
Dedicamos tiempo a estudiarlo. Mirabelle tenía una copia de los glifos, extraí
da de El factor maya, un libro de José Argüelles. U na mañana me mostró los 20
glifos y en ellos reconocí algunos de los que había visto en mi visión de los
hongos en Huautla. Supe así que en ese códice se recogían algunas fechas.
Imaginé que serían o fechas de nacimiento, o fechas relacionadas con impor
tantes sucesos históricos.
Mirabelle me explicó que los signos de cada día, junto con el número
correspondiente, son importantes para elaborar el Tzotz, un oráculo maya usa
do para la adivinación.
Los nombres de los 20 glifos eran: caimán, viento, casa, lagarto, serpien
te, muerte, venado, conejo, agua, perro, mono, hierba, caña, jaguar, águila,
zopilote, movimiento, pedernal, lluvia y flor. Tal y como me había explicado
292 El despertar del Hongo
los textos de Argüelles en los que aseguraba que los navegantes m ayas habían
registrado en ese calendario sagrado el resultado de sus exploracion es de la
galaxia, ayudándose de la luz.
Mirabelle me dijo que entonces no se lo había tom ado en serio, pero que
ahora comenzaba a pensar que podía ser realm ente el Tzolkín.
35
Una mañana decidimos partir sin más demora. Mirabelle se dirigiría a la aldea
maya de Chiapas y yo iría hacia La Venta, en busca de las cabezas olmecas de
mi visión.
Mirabelle y yo desayunamos juntos, antes de despedimos. Con las tazas de
café ya vacías entre nosotros, Mirabelle me dijo que nunca le había sucedido
algo así con un hombre y que me echaría mucho de menos, aunque no dudara
de que teníamos que separamos y seguir cada uno nuestra propia visión.
— A mí me sucede igual — dije yo— . Me duele separarme de ti, mucho,
pero sé que si tenemos que encontramos de nuevo, ten por seguro que volve-
remos a hacerlo. Estos días lo hemos visto claramente. Sabes que sin duda
volveremos a estar juntos. Algún día, en algún lugar...
—Lo sé. Estoy tratando de no volver a identificarme con esta Mirabelle
a la que se le parte el corazón.
Supe lo que quería decir. A mí me estaba sucediendo igual. Había en
nosotros una tendencia a regresar a un lugar donde no existía claridad, sólo
dolor y tristeza por la separación.
Mirabelle me dio su dirección en Francia y me pidió que le escribiese
contándole qué encontraba en La Venta y en el resto del viaje, en cuanto
regresase a Granada.
296 El despertar del Hongo
Tras recorrer más el lugar y escuchar los animales del zoo, muy pequeño com
parado con el de Tuxtla, volvimos al centro de Villahermosa. Caminamos des
de el centro colonial hasta la Catedral. A llí me pidió que esperase y me dejó
solo.
Una media hora más tarde apareció acompañado de un hombre de me
diana estatura, piel muy oscura y pelo cano. Me lo presentó como Andrés.
Estaba tan cansado que ni le di importancia a su nombre.
Olmecas. En busca del origen 301
— Ya sé que sé, pero no sé cómo llegar a descubrir lo que sé... —me reí
ante mi propio trabalenguas y mi impotencia, y antes de que me llamara sordo
una vez más, añadí:
” ...además de buscar esas piedras y de permanecer ahí, ¿no hay otra for
ma de llegar a recordar?
Entonces le hablé de la primera experiencia con los hongos en Huautla,
sin dejarle responderme. Tras describírsela con todo el detalle del que fui ca
paz, finalmente admití:
— Esa noche tuve la sensación de haber llegado a conocer todo. Mi pro
blema es que olvidé muchas cosas que esa noche supe, sobre todo las más
sutiles.
Su respuesta fue sorprendente:
— Los hongos dan la sabiduría que vino a la Tierra de las estrellas, por
que vienen de allí. Sus esporitas volaron hasta llegar aquí, donde esperaron a
encontrarse con los hombres. Se conocieron siglos, o quién sabe, quizás milenios
más tarde, cuando algunos hombres o mujeres ios comieron, y empezaron a
aprender unos de otros.
"Ahorita los hongos pueden enseñarle — insistió— . Hay otras plantas
como la yerba del diablo que le confundirán. Los hombres que han aprendido
de los hongos nunca pierden el corazón, los que aprendieron del toloache o la
yerba del diablo se pierden sin corazón, inundados por el poder de sus personas
propias y privadas.
— ¿Quiere decirme que lo que aprendí es real? — estaba desconcertado.
— Los hongos te conectan con el cielo y el universo, las otras plantas te
atrapan en la tierra, en la energía más material: la del poder y la competencia
con otros hombres perdidos. No te dejan mirar las estrellas y ver el infinito.
Andrés se calló de nuevo.
— ¿La mota? — pregunté.
— La mota es hija de la Tierra y también ayuda a despertar —dijo—,
aunque es tramposa y también te puede adormecer si no estás listo.
Tras decir estas palabras de aviso, enmudeció una vez más. Miré las palo
mas de la plaza. La conversación con Andrés había llegado a cansar mi mente.
Callaba también en mi interior cuando escuché:
— Nuestro desafío es no morir, sobrevivir, y hacer más fuerte nuestra
sabiduría interna. Ser como águilas volando impecables en el cielo de la exis
tencia.
— ¿Hemos de buscar la visión del águila? — intenté saber, mientras re
cordaba las palabras de Ramón y mi mente volvía a funcionar.
Olmecas. En busca del origen 305
—Ser águila te permite ir más allá de la Tierra, sin perder contacto con
eUa —aseguró Andrés— . Ver desde lo alto te da claridad y purifica tu vi-
sión, pero ten presente siempre tu corazón. N o hay visión sin corazón, y el
corazón necesita de la visión para elevarse y crecer.
Luego comenzó a darme lo que parecieron sus consejos finales antes de
dejarme:
—Continúa tu búsqueda. Vacía tu ser de lo superfluo y el conocim iento
te alcanzará. Sabes ya todo, pero normalmente está roto el vínculo con la
sabiduría eterna. Cuando tomes los honguitos o abras nuevam ente la entra-
da a otra percepción, entra ahí, centrado en tu corazón y sin renunciar nunca
a la libertad.
—¿Usted vive ahí siempre? — le pregunté.
—Yo vivo aquí y allá. Soy libre y voy donde quiero ir. Aunque ahorita
me estés viendo, puedo estar aquí, o desaparecer. He venido a hablar contigo,
a decirte estas palabras para ti y la gente que las escuche: la Tierra está acaban
do un ciclo y sólo quienes estén despiertos, quienes sepan estar vinculados a la
sabiduría del universo y a su corazón, estarán preparados para volar.
—¿Y los otros?
—No les pasará nada malo, si es que no te parece suficientemente malo
continuar con esta vida de mortales, con cerebros sublimes usados poco más
que como sesos de mono, sufriendo el drama de sus vidas de mentira y hacién
dose daño con su propia estupidez.
Después de estas duras palabras, aun dichas con una gran amabilidad en
su tono y en su mirada, concluyó:
—Si aman la libertad, despierten el interho.
—¿Pero qué podemos hacer concretamente? Eso lo entiendo y es nues
tro intento, pero ¿cómo podemos ayudamos a conseguirlo? — pregunté.
—Sólo hay dos cosas que pueden hacer: dejar que las piedras y ios hijos
de las estrellas les saquen del sueño, y callar, para poder escuchar y sentir el
amoydel infinito — fue la escueta respuesta de Andrés.
Tras quedarme sin palabras, pensé en irme, pero el hombre me dijo que
preguntara sin más. Finalmente, tras salir de mi estupor, me atreví a preguntar,
recordando lo que me había dicho al principio de nuestra charla:
—¿Y cómo dejaron su conocim iento en las piedras?
—Antes no me permitiste hablarte de ello — dijo sin resentimiento, como
lo hubiera hecho un padre incomprendido.
—Quería saber algo concreto, no escuchar frases enigmáticas que al
final parecen no decir nada — intenté explicarle, a la vez que trataba de justi-
306 El despertar del Hongo
puerta qué le permitirá conocerlos. Salga del ruido na’más. Escuche el silencio
del amor y el amor del silencio, y aprenda de él.
Y tras decir esto, Andrés y Miguel, que apenas había intervenido en la
conversación, se despidieron de mí y desaparecieron entre la multitud. Me
quedé a solas con mi silencio y mi soledad.
lidad de entrar en este mundo secreto, que aparecía ante m í d efin itivam en te
inmenso, ajeno e impenetrable.
La tristeza y desolación fue a más y lloré, lloré de rabiare im potencia.
Desde el principio había mantenido la secreta esperanza de en contrar algo en
México, aunque no supiese qué, y la frustración había ido creciendo, subrepti
ciamente, sin verla ni oírla, hasta que había explotado finalm ente.
También súbitamente mis lágrimas se con virtieron en inútiles, mis g ri
tos en silencio, mi desesperación desapareció. M i m ente se rindió. M e quedé
callado, profundamente callado, absolutamente solo. Entonces fue cuando algo
estalló dentro de mí, y con el centro en el corazón, se exten d ió por todo mi
cuerpo.
Durante un tiempo indefinido sentí convertida esa total soledad que nie
había inundado en todo lo contrario. U n éxtasis totalm ente cálid o y lu m in o
so, más allá de lo que habitualmente llamamos amor, había alcanzando algún
lugar dentro de mí, un punto impalpable que no sabría precisar dónde se sitúa,
pero que sin duda existe. Era un lugar donde no hay v a c ío y donde, al m ism o
tiempo, ese vacío es todo lo que existe.
Cuando más tarde, escribiendo a Luna traté de exp licarle lo que había
sucedido, las palabras de este hombre me sirvieron para ello. ¿Sería eso el si
lencio del amor, el amor del silencio?, me pregunté, y no n ecesité escuchar
una respuesta.
Los brujos del lago C a te m a co
36
Hola, Luna:
Aquí en Catemaco viven muchos brujos, efectivamente. Parece que son poderosos,
pero son magos negros y presumen de ello. En las paredes de sus casas anuncian
públicamente sus habilidades y y a t e digo, no tienen ningún problema en ca lificarse
,
para hacer daño a alguien, o librarme del daño que otra persona, debido a los ojiaos
de otro brujo negro, hubiera podido infligirme.
Se muestran totalmente enemigos de las plantas de poder. Unicamente usan
algunas plantas medicinales para sus rituales y daturas como la yerba del diablo para
intoxicar a alguien. Me han hablado muy mal del hongo, asegurándome que te vuel
ve loco. También me han hablado muy mal de la mota, diciéndome que es una droga
muy dañina. Resulta curioso comprobar como estos brujos negros y los poderosos del
mundo coinciden en desacreditar los hongos y plantas sagradas.
En una pared encontré el siguiente letrero escrito en letras enormes, bajo el nombre
del brujo:
Me dijeron que había tres brujos mayores: uno de Catemaco, otro de Santiago Tuxtla
y otro de San Andrés. E l día de San Andrés se reúnen junto con los brujos menores
en Catemaco. Las gentes del lugar temen ese encuentro anual de brujos y llegan a
dejar Catemaco ese día, aunque también viene gente de todo México y algunos
lugareños aprovechan para hacer sus negocios con los visitantes.
Hay establecimientos con nombres como Hotel del brujo, Comedor del brujo,
etc. Hay hasta una parada de taxis en el centro de Catemaco llamada Taxi'brujos.
E l otro gran negocio del lago son los viajes a la isla de los changos, la isla de los
monos.
Además de los brujos negros, también he conocido una bruja que se califica a sí
misma como bruja blanca, aunque decía conocer la magia negra para eliminar el
daño de algún paciente atacado por un brujo oscuro. Me dijo que los brujos negros se
ofrecen a hacer todo clase de mal a quien le digan, siempre que quien lo ordene pague
por ello.
Otra bruja que he conocido sób quiso estudiar b magia bbnca, su nombre era
M . M e habb de elb una vecina que me dijo que era maestra y su marido taxista, y
que además bs dos venden productos, por b que no necesitaban el dinero. Su vecina
me contó que si no podb curar a quien acudía a e lb le decb: "Andale y vea buscar
a otro".
Los BRUJOS DEL LAGO CATEMACO 3 13
Me conoces de sobra, y sabes que no tengo n ada d e beato, pero sentí que me
iba a hacer bien esa lim pia, que podía confiar en la fu erz a que representa allí ¡a
V irgen, y a sí fu e.
Pasamos al interior de la basílica, en la que entraba una gran luz blanca, y tras
cruzar la nave ilum inados por ella, esperam os nuestro tum o en la cola hasta llegara
la imagen de la V irgen del C a rm en , que se encuentra detrás del altar.
A llí, la niña me sacudió con las ram as de albahaca por todo el cuerpo, sobre
todo e l torso, los brazos y las piernas.
Te aseguro que esa lim pia m e ha sentado estupendam ente. Sentir los trallazos
de las ram as y el olor que despedían al chocar con m i cu erpo, me ha despertado)
revitalizado . Ahora vu elvo a tener toda la energía que p erd í ayer debido a mi impa
ciencia.
E l culto a la V irgen del C a rm en me ha parecido que les sirve de protección contra las
energías que m ueven esta gran concentración de brujos negros, a la vez que rememora
y revive el culto a la M a d re, que fu e el inicio de todas las culturas.
Tam bién en M éxico se han encontrado bis esculturas de m ujeres obesas, casi
redondas, que han aparecido en muchos lugares del planeta, com o hueUa de la que
sería quizás la prim era religión del ser hum ano, una religión vincubida al uso de
hongos psilocíbicos y a la T ierra.
E se culto a la D iosa, a la M adre, perm aneció en m uchas culturas de una forma
u otra, y en la civilización cristiana fu e arrasado hasta imponerse el culto a un dios
m asculino, un dios Padre, con bis consecuencias de toda cíase que ellas conllevó.
E n M éxico es posible seguir el rastro a la evolución de la cultura humana desde
b s orígenes a la actualidad. E n esta tierra con viven todos los estados de desarrolb
de ía civilización y todas b s m anifestaciones del desarro lb del chamanismo.
E stu diar las relaciones entre el cham anism o y las religiones paganas de culto a
b M a d re resulta posible a q u í en M éxico, al perm anecer vivas ambas tradiciones,
au n qu e bastante m ezcladas con creencias com o b católica.
E n lo qu e resp ecta a l cham anism o, p o r ahora he en con trado varias líneas prim
c ip a le s:
A q u í en C atem aco, y tam bién en algunos lugares de b ciudad de México, he
encontrado u n a degeneración c b r a del cham anism o expresada en todas b s prácticas
de m agia negra y brujería. H a n rechazado el uso de p b n ta s de poder, o usan sólo las
p b n ta s con b s que pueden hacer daño.
E xiste un cham anism o, contraparte del anterior, que utiliza b magia bbnca.
S u com ponente católico es m uy fu erte, por b que restringe el uso de b s pbntas a las
LOS BRUJOS DEL LAGO CATEMACO 315
m agia pertenezca casi en exclusiva a los hom bres llam ados naguales, a los que los
dem ás m ortales tem en. Existe en él u n a característica propia del chamanismo en
todo el m u n do , y es la vinculación con los anim ales de poder.
Sobre la existencia de este otro nagualism o, que sólo conocemos debido a la
presu n ta existencia del hom bre conocido en O ccidente com o don Ju a n , he encontrar
do opiniones contrapuestas: hay qu ien dice que existió, que n o, que eran dos o tres
personas, pero hasta e l m om ento no he encontrado evidencias de un nagualismo
basado en el arte de ensoñar, de acechar, o en la tensigridad; que no lo haya conocido
no significa que n o exista, aunque todas las personas con las que he hablado de esta
cuestión han coincidido en resaltar que resulta extraño el presunto rechazo de las
plantas de poder p o r esas enseñanzas, cuando el hom bre llam ado don Ju an las cono
cía perfectam ente, y su uso no se reducía sólo a iniciar al aprendiz (llamado por acá
C a rlito s ), sino que él m ism o las utilizaba, solo o en grupo, por ejem plo con quienes
participaban con él en los m itotes de peyote, reflejados en el prim er testimonio que
tuvim os de la supuesta existencia de este hom bre.
E xisten plantas y hongos que los investigadores occidentales no han llegado a descu
brir. Los poseedores de esa sabiduría la guardan celosam ente, pero ese conocimiento
existe.
H a y u n a m ezcla llam ada m ielecita, com puesta por m iel, hongos y algunas
plantas que todavía no he averiguado. S i m i experiencia con ella no fu e una pura
alucinación, tiene el poder de hacem os ver la energía esencial del universo: los hom
bres y m ujeres, otros seres vivos y la m ateria. Tengo varias plantas candidatos como
com pañeras de los hongos en esa m ezcla que los potencia.
E sta m ielecita sería algo sim ilar a la ayahuasca. Si en ésta la fuerza visionaria
de la planta que contiene DMT se potencia al ser com binada con una planta que
contenga harm alin a, en el caso de la m ielecita se trataría de encontrar la planta
q u e con tien e el alcaloide que com binado con la psilocibina aum enta su poder
psicoactivo.
E stos días he tenido otra idea, quizás ligada a esa búsqueda. S i recuerdas el modelo
de la conciencia de L ea ry, sólo cita una sustancia — la ketam ina — para despertar el
octavo circuito cerebral, vinculado a la tra scen d en cia d el espacio-tiem po y d éla
necesidad del cuerpo. ¿H abrá alguna planta con un principio activo análogo a la k e-
tam ina? D escubrirla nos perm itiría, eventualm ente, contactar con el aliado o aliada
de esa p lan ta, ven taja que puede tener el encuentro con un ser vivo sobre el alcaloide
sintetizado en u n laboratorio. Este encuentro quién sabe qu é podría suponer para ios
psiconautas de nuestro m undo.-
LO S BRUJOS DEL LAG O C A T EM A C O 317
tro s". L a p alab ra “g en era r ” a h í n o term ina de co n ven cerm e, pero ya aparecerán
quizás n u evo s térm inos para hablar de estas sustancias tan misteriosas que tiene
tanto poder.
Y escribo esto, aunque cada vez veo m ás claro que tenemos que situamos más
allá de las palabras y saber v er la esencia de lo que transm iten, sea cual sea el voca
bulario qu e usem os cada u n o: indio, mestizo u occidental, perteneciente a una tradi-
ción u otra.
Todos los cam inos con corazón son válidos.
C re o que cada vez me queda m enos para volver. hJos verem os pronto.
Juanjo
El cerebro humano es el órgano más complejo que se conoce sobre la faz de la tierra.
Su desarrolb, hasta alcanzar la categoría de Homo sapiens, llevó milbnes de años.
Tan sób para transmitir cualquier sensación visual, necesitamos activar un millón de
fibras retiñíanos hacia el cerebro como estrellas en el ciéb.
El cerebro es b parte esencial de nuestro sistema nervioso, tiene como suprema /un
ción el pensamiento, además de otras muchas que resulta complejo captar por h
cotidianidad de su uso. Si pudiéramos medir el porcentaje de b potencialidad de nues
tro cerebro, utilizada para nuestros asuntos, difícilmente superaríamos el 20%, lo
derruís permanece dormido. Además, las zdñas explotadas se encuentran llenas de
información inútil, producto del bombardeo diario de los medios de comunicación,
de recuerdos sin importancia y otros asuntos conocidos pomposamente como “trivios’’.
Por ejempb, cantantes y tonadas de moda, sucesos en b alta sociedad en Europa,
guerras en Asia, jugadores y juegos de fútbol, decbraciones de gobernantes, elecciones
en países democráticos, oprobios de países mabitos, viejos amores, traumas familia'
res, etcétera.
El entendimiento, la razón.
La fantasía, la imaginación.
La inteligencia, la comprensión.
El instinto, el sentimiento interior.
La inspiración, el poder de la creación.
Los únicos que dedicaban tiempo a sus funciones eran los filósofos. Descartes,
1543'1650, sugirió, por ejemplo, que la glándula pineal — chacra de la corona— era
el lugar donde se encontraban materia y mente.
En 1749, David Hartle propuso que los fenómenos mentales derivan del movimiento
ntmico del cerebro y les llamó vibraciones, mismas que para él surgían de una delicada
estructura: los vibráculos.
En la actualidad, una de las teorías más aceptadas para nuestro sistema nervioso cen*
troles la propuesta por McLean; él disecciona el cerebro en tres partes: la neocórtex,
el límbico y el cerebro reptil.
Por cerebro reptil se refiere a la parte más escondida y más antigua del sistema, que
proporciona los instintos básicos de supervivencia y proviene de los más antiguos rep-
tiles de la tierra. El límbico, cubierto por la neocórtex, podría relacionarse con aquellas
tareas que Freud llamaba del inconsciente. La neocórtex se divide en dos grandes
lóbulos, izquierdo y derecho, aunque no exactamente; al izquierdo se le considera
capazde realizar las funciones de razonamiento y controlar el lado derecho de nuestro
cuerpo, el habla y la escritura. En tanto, el derecho se refiere más bien a la capacidad
intuitiva, controla la visión y el lado izquierdo del cuerpo.
Veracruz
La tienda de Andrés era muy pequeña. Estaba algo apartada del cen tro, pero la
encontré sin dificultad.
Don Andrés es un hombre mayor, experto en toda clase de plantas. M e dijo
que había tenido suerte en encontrarle, porque estaba a punto de salir a la m onta'
ña en busca de algunos remedios que necesitaba y que estaría fuera varios días.
Aun así, hablamos de las diversas plantas que él conocía y yo desconocía.
En una carta a Luna, escrita tras mi encuentro con don A n d rés, in clu í los
nombres de las plantas de las que me habló.
Por ejemplo, me habló del sinicuiche o “yerba de las ánimas” , que al parecer sirve
para adivinar, profetizar y recordar las vidas del pasado; del “palo loco” o "palo
bobo”; de la planta “toma loca” ; de los colorines y el chicolote, que aseguró servía
paraviajar por el tiempo; de “los frijoles rojos” y “los frijoles de mescal". Por supues
to, no tenían nada que ver con la mescalina, principio activo del peyote. El mescal o
mezcal era simplemente el pulque destilado.
Don Andrés me dijo que también prendían los rizomas de algunos nenúfares
dela zona y el veneno de algunos sapos.
Según este hombre había muchas otras plantas que prendían. Cuando le hablé
demis investigaciones, me dijo que estudiara el tepescohuite y el chicolote.
322 El despertar del Hongo
Del tabaco, don Andrés me dijo que era-un regalo, una medicina, y que ade
más nos une a la gente. Me dijo que el cáncer lo producen los químicos que le ponen
las industrias al tabaco, no la planta, que está aquí en la Tierra para ayudamos y
traemos armonía y unión.
Don Andrés opina que el tabaco ha sido profanado por los occidentales, ha
ciéndole perder su carácter sagrado. Me explicó cómo ha sido adulterado en su compo
sición y prostituido por su mal empleo, ignorando sus virtudes, su uso ritualpurifica-
dor, y cómo potencia otras plantas sagradas cuando son mezcladas con él, en infusiones
o en los cigarros.
Después, don Andrés también defendió a la mota. Me dijo que era igual
mente una planta sagrada y me explicó cómo, por ejemplo, los indios tepehuala
usan como tal.
Le pregunté cómo podría ir a visitarlos y me dijo que era imposible mientras no
terminaran las lluvias. Por lo visto es difícil el acceso, pues Jos tepehua viven en
pequeñas comunidades dispersas en las montañas, en el estado de Veracruz, y tam
bién en Hidalgo y Puebla.
Don Andrés aseguró que todos los pueblos de México usaban la mota parasus
rituales sagrados y que si no les era posible conseguirla, algo cada vez más peligroso
y difícil, usaban algunas plantas que la sustituían. Entre ellas estaban “el fríjol de
playa", la malva colorada, el chichipe y el azocatzin. Me habló también del popotillo,
que me aseguró prende cuando se fuma con tabaco, aunque me advirtió que prende
más y es más potente si se toma en infusión con mota.
Lamentablemente don Andrés decía que no podía conseguir muchas de las plantas de
las que me habló, aunque me sentí satisfecho, porque al menos conseguí alguna
V eracruz 323
Tras mi encuentro con don Andrés, decidí perm anecer unos días en Veracruz
ydescansar. La ciudad me había resultado muy agradable a pesar de su tam año.
La presencia del mar, el malecón, la luz y la música de las m arim bas h acían de
esta ciudad costera un buen lugar para recuperar energía.
Uno de mis primeros días en Veracruz fui a la playa. A ll í c o n o c í a Javie r,
un joven que pronto me explicó que era budista tibetano y que su nom bre en
ese idioma era Sonam Durje. Simpatizamos m ucho y m e in v itó a perm an ecer
varios días con él.
Dejé el hotel y me trasladé a v iv ir a su casa, en el cen tro de Veracruz.
Pronto descubrí que era un lugar privilegiado para co n o cer las más diversas
gentes. Las visitas eran frecuentes y siempre eran personas in teresantes, por
muy diferentes que fueran sus caminos o sus prácticas espirituales.
con la palabra Kundalini. Se lo com enté a R icardo y me d ijo que las dos p a la
bras daban nombre a la energía relacionada con la actividad sexual y las siete
fuerzas representadas por la serpiente. La serpiente en este caso sign ificab a
vida y energía, pues la energía inteligente viaja en form a de vib ració n , con la
forma de este animal.
Ricardo me detalló que en nuestro estado habitual no podem os percibir
esa energía, pero que con las técnicas de la yoga maya, sobre todo practicadas
en pirámides sagradas, se puede dar el salto que nos perm ita percibirla y a lc a n
zar el conocimiento secreto que los sabios mayas habían guardado en sus c e n
tros ceremoniales.
Hablando con Ricardo recordé el códice de la visió n y le pregunté si
sabía algo de códices mayas que no hubiesen sido descubiertos. R icard o m e
dijo que sabía que los códices más secretos estaban escritos en piedra en p irá
mides que permanecen ocultas en la selva, cubiertas de maleza. M e d ijo que
había palabras mayas, secretas y sagradas, que perm itían d escod ificar esa infor
mación.
Ricardo me explicó también que las palabras m ayas, expresadas en un
solo glifo, representaban la idea total. Su significado entraba d irectam en te en
nuestra mente, sin que el cerebro necesitase traducirlas.
Más tarde me dijo que había tam bién algunos códices d escon ocid os para
nosotros los occidentales, ocultados, desde antes de la llegada de H ern án C o r
tés a México, por los guardianes de la sabiduría. A n te m i in sisten cia, R icard o
me confesó que los antiguos códices mayas estaban escondidos en Dzib A k tú m ,
“la cueva de las escrituras” , aunque naturalmente su localización era uno de los
grandes secretos de los mantenedores del con ocim ien to m aya.
En otro momento, Ricardo me habló de la existen cia de secretos rituales
sexuales que permitían la fusión de las dos energías principales del ser h um a
no, superando esa dualidad, que él consideraba falsa.
Estas técnicas mayas se basaban en la unión sexual sin eyacu lació n y
permitían conectar con las más elevadas entidades internas, al transm utar el
semen en energía luminosa. Era evidente la sim ilitud con los m ás secretos
rituales tántricos, lo que nos confirmó Javier, quien opinaba que estos y otros
conocimientos habían llegado a A m érica desde el T íb e t. R icard o pensaba que
había ocurrido al contrario, que hace cientos de años un viajero m aya h abía
llegado al Tíbet y había iniciado en estos conocim ientos a las personas que
consideró preparadas para acceder a ellos.
En cualquier caso, era sorprendente com probar una vez más la co n exió n
entre el conocimiento más elevado y oculto de A m érica y de A sia , lo que
326 El d esper t a r d el H o n g o
Otro día conocí a Starchild, también en casa de Javier. Starchild, joven, alta y
rubia, estaba de paso por Veracruz, camino de Yucatán, donde quería visitar
los lugares de poder mayas.
Me dijo que era de California y que allí, estudiando la cultura maya,
había aprendido una serie de técnicas para romper las barreras del tiempo y
el espacio al conseguir expandir su conciencia. Starchild afirmaba, basándo
se en sus experiencias, que traspasar esos límites provocaba importantes re
acciones en cadena y que esas viejas técnicas mayas daban a sus practicantes
una perspectiva del universo mucho mayor, despertando recuerdos de otras
existencias, en otros lugares y épocas, de una naturaleza no sólo personal,
sino incluso cósmica.
Según Starchild, cada día del Tzolkín está relacionado con soles diferen
tes, que actúan como activadores de nuestra vieja memoria, influyendo en
V eracruz 327
grupo. Vivir sólo en uno de estos estados de conciencia hace perder a la vida su
balance y equilibrio.
Según Starchild, debemos darnos cuenta de que nuestra orientación per
sonal no es el cuadro completo de la verdad si no encontramos cada día otras
conciencias y orientaciones. Vivimos en un mundo de diferentes perspectivas
y proyecciones. Cada día que nosotros vivimos en forma física sobre este pe
queño planeta evolucionamos y nos unimos con diferentes manifestaciones
del ser. Starchild hizo hincapié en que nosotros y nosotras somos de hecho
seres omniconscientes, y en que cuando nos damos cuenta del efecto de los
diferentes soles: cíclico, ascendente, y lo hacemos con una orientación omni-
perspectiva, llegamos a la profunda comprensión de que no podemos evitar
evolucionar y que podemos completar la historia y preparar nuestros corazo
nes para la aparición de una gran visión.
Starchild finalizó su plática matutina hablándome de la “meditación solar
para la omniconciencia” , que practicaba según las instrucciones de Aluna Joy
Yaxk’in. Esta mujer, también califomiana, opinaba que debemos aprender a reci'
bir energía para entrar en otras formas del ser y que el modo de hacerlo era apren
der a trabajar con la luz del sol. Era un proceso de recordar: recordar talentos
naturales reconectando con la hierba, las plantas y los árboles de la Tierra, pues
ellos son apoyados y nutridos por el sol, al igual que nosotros. Starchild aseguraba
que nuestras glándulas pineal y pituitaria responden a la luz del sol cuando nos
abrimos a él, iniciando la resolución de conflictos, sanando nuestros cuerpos y
creando un profundo espacio interior. Me dijo que la luz pura del sol es amore
información desde la fuente que puede llenar el vacío dentro de nosotros, pues nos
sentiremos apoyados, amados y valorados más allá de nuestra experiencia previa.
Starchild estaba convencida de que esta meditación funciona con el sol
en conjunción con las cuatro conciencias para facilitar la omniconciencia.
Me explicó que había que respirar 13 veces para cada una de ellas. Lo que más
me sorprendió es que dijo que esas 13 respiraciones hechas cuatro veces supo
nían 52 respiraciones, que representan la sincronización de la Tierra con nues
tro sistema solar y la galaxia.
Éstas son las instrucciones de esta meditación solar, según me las explicó
Starchild, y sin ningún comentario por mi parte:
Busca un lugar confortable al sol y siéntate, de tal modo que el sol pueda brillar sobre la
parte superior de tu cabeza. Cierra tus ojos y siente la “información” en forma de color
proveniente del sol impactando esa parte de la cabeza. Respira lenta y profundamente a
V eracruz 329
través de tu nariz y exhala todo el aire a través de tu boca. Cuando dejes salir el aire, deja
salir con él todo tu estrés, confusión y otros desafíos que puedas estar experimentando.
Lo más importante es que mientras tornas aire imagines que estás respirando la luz del sol
a través de la parte superior de tu cabeza y que baja por tu columna vertebral.
Respira así 13 veces para la conciencia individual y piensa sólo en ti mismo o en ti
misma. Siente tu cuerpo y sus ritmos naturales. Siente los instintos primarios dentro de
ti. Siente la esencia del ser. Ahora respira 13 veces para la conciencia comunitaria.
Piensa en tufamilia y amigos cercanos, y traelos ó ’ meditación como si fueran parte de
ti. Siente la cooperación entre tú y esos seres. Siente la interconexión y armonía tlentro
de tuambiente. Siente la esencia de comunidad. Continúa ahora expandiéndote tú mis
mo o'tú misma, y mientras permaneces todavía fundido con la conciencia comunitaria,
^abarcael planeta entero. Respira otras 13 veces. Fúndete con el planeta y la humanidad
como una entidad completa. Observa cómo las barreras entre adturas y continentes se
disuelven. Siente la Tierra y a toda-ía humanidad como parte de tu ser. Siente la esencia
de laconciencia global. Ahora respira por1'última vez 13 veces para la conciencia univer
sal. Expande el planeta del que tú y tu comunidad son parte, en la conciencia de universa
lidad. Comienza a sentir la presencia de otros mundos y civilizaciones. Siente la presen
ciade nuestros hermanos y hennanas. Nosotros llegamos a ser uno con toda la vida en el
cosmos. La energía del cosmos apoya nuestra vida. Siente la esencia del universo como
una unidad integrada. Abre tus ojos y ponte en pie. Pide a Hunab Ku anclar esos recuer
dos cósmicos de conciencia en tu ser. Pide guía para los nuevos caminos que suponen
vivir en el universo como una parte única de un todo integrado.
Mis conversaciones con Ricardo y con Starchild — más el enigm ático encuen-
tro que tuvimos Mirabelle y yo con el hom bre de Palenque— me hicieron
darme cuenta de cómo el conocimiento maya era adaptado hoy a nuestro mundo
desde distintas perspectivas, expresándose de formas muy diferentes. Intuí que
seguramente ninguna era la de los mayas clásicos, pues en la actualidad des
conocemos quiénes fueron realmente, qué llegaron a saber, cuáles fueron sus
logros y cuál fue su visión del mundo.
Sólo nos quedan restos de su cultura, pero sospeché que utilizando la
intuición, la investigación y la experiencia, quizás podremos llegar a rescatar
algo que pueda ser fecundo para las mujeres y hombres de nuestras sociedades
contemporáneas.
38
Tras estos encuentros con los amigos de Sonam , me dije que debía descansar
otra vez, aunque fuera un par de días. Desde mis días con C laudia en Zipolite
330 E l d e sp e r t a r del H o n g o
había vuelto a gastar una gran cantidad de energía y quería antes de dejar
M éxico ir al desierto a conocer el peyote. Tenía la sensación de que allí encon
traría alguna clave, y en caso contrario, terminaría el viaje como me encontra
ba en ese momento.
U na noche que estuve con Sonam en la playa, había recordado, entre la
bruma de mi desmemoria, que alguien me había dicho que el peyote me plati
caría algo importante.
Me decidí a viajar al norte de México cuando comprendí que no tenía
nada que perder yendo en busca del cactus; además, estaba convencido de que
algo sucedería en el desierto. Había aprendido ya que las comprensiones fruto
de las experiencias que uno siente como reales en los instantes en que llegan
no son equivocadas. En esos momentos de las experiencias uno parece tener
dominio sobre el tiempo y tener la capacidad de ver lo que está por venir,
quizás porque accedemos a dimensiones donde ya ha ocurrido.
Confiando de nuevo en mis fuerzas, y animado por Sonam, con quien com
partí mi plan, miré un mapa. Tenía que llegar a la ciudad de México y desde
allí podría tomar un tren a 14, en el desierto de Wiricuta. Tenía la palpitante
sensación de que en ese lugar, al que tenía que reconocer que me inquietaba
proponerme ir, el peyote me esperaba.
¡Hola corazón!
Qué bien llegar otra vez a Londres y encontrar tu carta. Esa playa, Zipolite, parece un
lugar lleno de energía, y energía es lo que necesito ahorat, que acabo de llegar rendida
desde un valle de Gales donde he pasado los últimos días.
Me alegra percibir en tu carta toda tu fuerza y empuje. Primero por saber que
estás bien, y segundo porque ya te digo, estoy agotada, aunque muy satisfecha, y todo
lo que cuentas me da ánimo para seguir adelante.
V eracruz 331
Ya ves que continuo en esta Isla, que cada vez me sorprende más. Sigo apren
diendo de todas las experiencias y te puedo asegurar que han sido intensas.
Como tú bien dices, hay siempre algo que n o se puede expresar. Cada uno
vivimos nuestra vida, y de vez en cuando, te sorprenden experiencias que no esperabas
para nada, pero que están ahí, no se pueden negar y sólo nos queda aprender de ellas.
Sé que tienes razón y nos queda todavía mucho por aprender, sin duda, de otras
dimensiones de la realidad, y sobre todo, de nuestras emociones y sentimientos.
Quizás tenga miedo a dar todo lo que soy, por temor al rechazo de los demás.
Eso es algo que he vivido y me ha costado superar. Tu comprensión y la de algunas
personas que he conocido por aquí me ha ayudado mucho. Muchas gracias, Juanjo.
Me alegra saber que soy capaz de volverlo a dar todo, como cuando estábamos juntos,
antes de irnos de viaje, con una gran serenidad interior. Estas experiencias son nuevas y
me ha costado trabajo poder hablar de ellas, sobre todo en lo referente a mí misma.
He pensado en lo que dijo ese hombre sobre contar historias. Quiero que sepas
que hasta que sea capaz de encontrar la forma de contar mi propia historia, mi viaje en
esta Tierra, me gustaría que me dieras voz y que si vuelves a escribir del tuyo, inclu
yas estas cartas que nos cruzamos ahora sobre el océano.
Nuestras historias no hablan de teorías, sino de nuestras experiencias, y siento
que al hacerlas públicas damos voz a hombres y mujeres de conocimiento que a ti y a
mí nos piden en silencio que h ab lem o s de ellos, de cómo son realmente.
Aunque en su humildad n o reconozcan que les debamos algo, sí nos piden que
compartamos las enseñanzas que recibimos de ellos. Pienso que al contar n u e s tr a s
historias debemos hablar de esos hombres y mujeres y mostrarles así nuestro agradeci
miento.
En mi última carta te decía que quería ir a ver a unas chamarías. Ellas viven e n Gales,
en un valle increíble, donde la magia está siempre presente.
El valle está habitado por árboles impresionantes. Hay escondidas unas peque
ñas cascadas y un río que parece estar hablando a los humanos continuamente con s u
murmullo.
Allí me fui conjeff, a quien me encontré tocando el didjeridou en Hyde Park, el
mismo día que iba a salir sola e n busca de esas mujeres. Nos pareció tan increíble
nuestro encuentro, que n o n o s quedó duda alguna de que debíamos ir juntos, aunque
en cuanto en co n tram o s a las c h á m a n o s , que viven en u n o s apis o c u lto s entre los
árboles, nos s e p a ra ro n .
Después de escuchamos hablar de n u e s tr a s experiencias y búsquedas nos sugi
rieron a los dos realizar u n a búsqueda de la visión e n so lita rio . Las chamarías nos dijeron
que debíamos llamar a la puerta del espíritu, golpear su puerta para que nos concediese
nuestra visión: la visión de nuestras vidas pasadas, futuras y el sentido de nuestra vida
actual.
332 E l d esper t a r del H o n g o
Es muy difícil describirte qué viví durante esos tres días. Al principio sentí un miedo
terrible. N o me veía capaz de superar esa prueba que me había puesto a mí misma,
porque nadie me había obligado a enfrentarme a ella.
El primer día pensé muchas veces en abandonar, sobre todo después de que
lloviera y tuviera que permanecer allí, con la ropa mojada, y más aún, cuando comen
cé a sentir con fuerza el hambre y la sed. En bs peores momentos, estuve hablándome
a mí misma, dándome ánimo y compañía. Por la tarde ya se me habían terminado las
pabbras, y no sabía qué más decirme. Me había dicho ya todas las cosas grandes y
todas las estupideces que se me habían ocurrido.
La primera noche fue terrible. Nunca he tenido tanto miedo en toda mi vida. Al
encontrarme so la, allí en medio de la oscuridad, me sentí totalmente desprotegida y
vulnerable. Sób las noches siguientes comprendí cómo la propia naturaleza me protegía.
Incluso cuando el tercer día apareció una serpiente, estaba ya en un estado tal de con-
V eracruz 333
ciencia, que hablé con ella. Le expliqué mi intento y le pedípor favor que no m e molestase.
La serpiente, lo creas o no, pareció entenderme y se fue por donde había venido.
El segundo día fue de transición. Creo que es el día decisivo, en el que se aban-
dona o no. Aunque n o tuve ninguna visión, ya no me sentía sola sino integrada e n el
lugar, sintiéndome una con la naturaleza y el universo, sobre todo por la noche.
El tercer día se me hizo corto, aunque el primero pensaba que se me haría
insoportable. A pesar de que puse toda m i voluntad en ello, no llegó ninguna visión.
Sólo después de la aparición de la serpiente, algo pareció cambiar. Primero llegaron
revoloteando unas mariposas, que me parecieron una señal; después, un pajarillo se
posáen una de las piedras y empezó a cantar. Yo entendía perfectamente su canción;
parecía haber aprendido el lenguaje de los pájaros.
Comprendí lo delicioso y sencillo que es vivir, cómo lo tenemos todo y cómo en
el universo cada uno tenemos nuestro lugar.
Al sentirm e tan feliz, tan plena y tan completa, allí sin nada, me di cuenta que
la verdadera libertad es elegir en cada momento qué quieres experimentar o s e n tir,
entre una gama infinita de posibilidades. Nosotros tenemos la llave, y ser feliz o mise-
rabie, estar dormidos o despiertos, depende sólo de nosotros.
Al caer la última tarde, al sentir cómo el cansancio me vencía, c ó m o m i m e n te
discursiva abandonaba sus últimas defensas y se rendía, sentí cómo una puerta quedaba
abierta. Por ella entraba la energía del universo y una gran sabiduría. Entonces fue
cuando obtuve la visión sobre el camino a seguir, el próximo paso a dar: sencillamente
seguir viviendo y escuchar las señales de la vida, aprendiendo de cada experiencia.
Una vez más, igual que con los honguitos, igual que con el inipi, igual que ahora con
la búsqueda de la visión, se había roto la continuidad de mi mundo conocido. M e había
desanestesiado y un velo parecía haber caído de mis ojos, una venda de ignorancia. Sentí
unamor universal, infinito, expandiéndose desde mi corazón hacia toda la creación; una
rendición incondicional ante la belleza de la e x iste n c ia ; u n a m o r q u e es pura energía y
que me empuja a vivir de una forma intensa y completa, sin renunciar a nada.
Mientras la última noche llegaba y el sueño comenzaba a atraparme, reviví
algunas de mis vidas pasadas, en el estado de duermevela. Vi la auténtica realidad de
mi vida presente y fui al futuro a ver cómo sucedería todo. No fue en orden cronológico,
el tiempo no parecía existir, y yo iba de atrás para adelante siguiendo un orden que
existía, aunque ahora no recuerdo s u patrón.
En el pasado te encontré a ti, siempre en América, excepto una vez en que
estábamos en elTíbet. No te hagas ilusiones — s o n ris a y g u iñ o — . N o éramos ni jefes
indios, ni grandes sacerdotes mayas, ni emperadores incas, n i Cortés o Pizarro, ni
ningiín buda o elevado lama. Éramos lo que somos ahora. Igual que e n el futuro.
Nuestro trabajo siempre parece ser el mismo.
Del futuro ya sabes que prefiero n o escribir. Hay cosas que es mejor no contar,
pero ya hablaremos cuando nos veamos de nuevo. Por ahora sólo te diré que hay u n
puente entre esas c u ltu ra s de sabiduría del pasado y nuestro más fértil futuro.
334 E l d esper t a r del H o n g o
Yo ahora no sé qué voy a hacer. Voy a esperar, y estoy segura de que los próxi
mos días traerán la respuesta.
A n te sde volver a Londres fui al m ar. L as chám anos me habían dado unos tanguitos
para que me encontrase con elbs allí. Fui sola, y sola los tomé en la orilla de una cala
pequeña y solitaria que encontré p o r casualidad. M e dijeron que el hongo fijaría enmí
la visión y ésa fue la sensación que tuve.
A la media hora de comerlos con toda reverencia, pidiéndoles lo mejor, mi per
cepción aumentó. La sensibilidad sensorial fue muy grande. Mis cinco sentidos se
abrieron y captaron muchas m ás cosas de lo n o rm al.
Aparte de un brillo especial en todo, los colores estaban vivos. Oía el mar den
tro de mí y respiraba al mismo tiempo que él, como si el mar y yo fuéramos uno solo;
pero esta sensación llegó en un momento en el que me agobió un poco, pues tenía
la impresión de que si me descuidaba el mar m e engulliría. Lo solucioné situándome
en mi centro, entregándome a la sensación de que éramos una unidad, sin perder mi
identidad.
Lo más fuerte de todo fue unas cuatro horas después de comerlos. Pude ver
clarísimamente unos rayos azulados como prolongaciones de mis dedos. Jugaba con
ellos, unía y separaba las manos y notaba la fuerza que había entre ellas, aparte de lo
que veía, pero si las separaba a medio metro más, dejaba de notarlas.
Mientras veía la esencia de la energía, sentía el amor como una fuerza que nos
permitía sentimos parte inseparable de la creación. Sentía la energía de la fuerza dela
vida, del mar, de la naturaleza, del universo.
Allá en esa cala, sola, n o m e sentía así en absoluto. Al igual que en el valle,
no podía sentirme como algo aislado en el universo; era como si la piel no me con
tuviese .
Me ha costado bastante atreverme con esta clase de experiencias y vivirlas a tope, pero
lo mejor es que me he quedado con lo esencial, con ese sentimiento de amor, nuevo,
porprimera vez de una forma incondicional que me hace superar todo lo demás. Y ahí
te puedo asegurar que soy más y no menos, a pesar de los kilos y las fuerzas físicas
perdidas.
Qué diferente esta paz de la incertidumbre anterior. Ésa es la serenidad interior
de la que te hablaba antes y que no deja de sorprenderme.
Mientras te escribía he estado fumando en la pipa, que finalmente me regalaron
las chámanos al regresar de la búsqueda de la visión. Cada pipa la he fumado contigo
muy cerca. Te envío fuerza y energía para que hagas lo que realmente quieres.
Un beso muy fuerte. Formas parte de mí.
Luna
Posdata. Las otras hojas son dos cosas. A l fin, una carta de Carmen. Siempre me
decía que quería escribirte, y el otro día, al verme haciéndolo yo, se puso a ello. Más
vale tarde que nunca, ¿no? Verás que merece la pena. Y no te asustes, sólo necesita
descanso.
La otra es una carta que Gabriela, una de las mujeres que estaban en el valle,
me ha dado para ti. Es sudamericana, aunque ha recorrido medio mundo, incluida
India. Al descubrir allí alguien hispanohablante, le dejé tu libro antes de subir a la
búsqueda de la visión, y me ha pedido que te haga llegat su mensaje.
%
Efectivamente había unos folios más. Me alegró volver a tener noticias di
rectas de Carmen. Aunque pareciese algo preocupante su estado, sabía que
como Luna y ella misma decían, saldría adelante, simplemente descansando.
Carmen, como tanta gente, quizás todos, estaba atravesando un momento
%
de transición.
336 E l d esper t a r d el H o n g o
Querido Juanjo:
Siento mucho que no tienes ningún tipo de noticias por mi parte últimamente, y es
que no sé exactamente qué está mal conmigo, pero no me encuentro muy bien desdeque
fui con Luna y Dave a Stonehenge. Es como si hubiera sacado afuera algo que llevaba
dentro mucho tiempo.
Aunque Dave está mucho peor que yo. Ninguna obsesión es buena, y lasuyate
está llevando a un lugar feo. Usando tus palabras: ha abierto el paracaídas, pero loha
abierto mal, muy mal.
Yo me encuentro sin tiempo y sin energía, ni siquiera he sido capaz de escribirte hasta
ahora, a pesar de las ganas de hacerlo. Hay muchas emociones dentro de mí, quizás
demasiadas al mismo tiempo. No sé por qué me encuentro invadida por una tristeza
tan inmensa que no me da opción a reaccionar a ella. También me encuentro muy
irritable, con nada estallo, y muy enfadada con todo. Y quizás sí que hay una rajón
para todo esto y es que llevo mucho tiempo encerrada en una gran ciudad, y esome
afecta mucho. Estoy harta de ruido, coches, polución, gente hipócrita, chiflada, egocén
trica, mentirosa, FALSA, egoísta, sin un cálido corazón... y todo esto se va juntando
dentro, y si le añadimos que estoy agotada del trabajo, porque estoy trabajando muclio
para ir ahorrando dinero, pues no veas.
Pero bueno, voy a empezar a relajarme un poco, a pasar de todo a mi alrededor
(lo que no me guste, por supuesto) y después de la próxima semana voy a dejar unode
mis trabajos porque no veas lo que estresa salir de un trabajo y meterte en otro y no
tener nada de tiempo para tus cosas. Aunque estoy haciendo dinero para mí, nosé,a
veces pienso que estoy perdiendo mi tiempo.
Pero se verá la recompensa cuando esté en Sudamérica. No sabes las ganas
que tengo de volver y dedicarme ya a estudiar con don H ., todo el tiempo que haga
falta. Espero que todo salga bien con respecto a esto, pues ahora mismo es una delas
únicas cosas que tengo claras, y de verdad que es importante. Siento algo muy gran
de dentro de mí cuando me veo allí. No sé, es una fuerte sensación, que por cieno
no es nada de mala.
Y bueno, ¿tú qué tal? Por tu carta pareces muy bien, ojalá que continúes igual. Yo
ahora no tengo fuerzas para escribirte sobre mis experiencias y mis pensamientos, asi
que te he traducido unos párrafos que creo pueden daros respuesta a lo que Luna y tú
os traéis entre manos.
Sé que también está en mis manos, pero la reacción de Dave me ha hecho
detenerme. Quizás también eso me produce parte de la tristeza que siento.
Creo que si Luna y tú estáis bien es porque habéis sido capaces de conti'
nuar, sin deteneros como yo, y sin tirar adelante con la confusión y la locura de
Dave.
V eracruz 337
También me doy cuenta de que si os sentís libres es porque no tenéis nada que
perder, o mejor dicho, porque lo único que podéis perder es lo que no queréis en vues
tras vidas.
Ahora estoy intentando permanecer a flote, aquí, en la gran ciudad. Cuánto daría por
haber podido ir con Luna a Gales. La naturaleza ha sido siempre mi amiga y aquí sólo
tengo a la pobre Luna, a quien cubro con mis problemas, aunque está comportándose
como una auténtica amiga y ayudándome en lo que puede.
Escucharla me ha servido para reconectar con los nativos y leer lo que enviaste
de RAWme ha hecho reconectar con nuestros visionarios, al igual que con nuestros
científicos más heterodoxos.
Estos días estoy leyendo a Philip K. Dick y tendrías que ver la fuerza que me
está dando. Te recomiendo especialmente Valis (Sivainvi en español) y La transmi
gración de Timothy Archer, donde aparece nuestro amigo el hongo. Leyendo otros
autores he encontrado eso que te decía antes que he traducido. Creo que puede gustarte,
y espero que te ayude en algo en tu viaje.
Rupert Sheldrake parece que ha perdido totalmente el miedo a lo que puedan pensar de
él en Oxford, y en el mundo universitario y científico en general. Mira lo que ha
publicado hace poco:
Todas estas cosas son partes de la expresión chamánica: los espíritus del lobo, la
corneja, los espíritus de otros animales, de las plantas y de la naturaleza, del
agua, de la montaña, del árbol, etc. Si llegas a ser como un gavilán, vuelas como
un gavilán y adquieres la calidad de ser gavilán. Esta clase de seres están
338 El d esp er t a r d e l H o n g o
E l u s o d e l le n g u a je ( h e r r a m i e n t a n e c e s a r ia ) n o s h a h e c h o “o lv id a r" o no desa
r r o lla r o t r a c la s e d e c o m u n ic a c ió n . A h o r a es e l m o m e n to d e ro m p er esa ten
d e n c ia .
La lin e a lid a d d e l le n g u a je lo h a h e c h o in c a p a z d e o cu p arse del mundo invi
sib le , e n u n a m a n e r a s ig n ific a tiv a , e x c e p to c o m o p a to lo g ía . A h o ra el mundo
in v is ib le e s tá v o lv ie n d o al le n g u a je a tra v é s d e las p e rso n a s, q u e com o yo, tene
m o s u n p ie e n c a d a m u n d o .
L a n a tu ra le z a es m á g ic a m e n te a u to r e f le c ta n te y c o n s c ie n te . D ebem os encontrar
u n m o d e lo q u e re fle je la e x p e rie n c ia in m e d ia ta d e l m u n d o , n o abstracciones.
E n s u e ñ o s v ia ja m o s a e x tra ñ o s re in o s , e n c o n tr a m o s seres vivos o muertos,
v iv im o s e x tra ñ a s s itu a c io n e s y e x p e rie n c ia s im p re d e c ib le s . N u estro s sueños exis
te n e n u n a c la se d e r e in o a u tó n o m o .
N o está mal para un científico, ¿verdad? Esto forma parte de u n libro que Sheldrakefu
publicado, junto con Ralph Abraham, máximo exponente de la teoría del caos, y Terence
McKenna, a quien ya conoces, y de quien te recomiendo su libro T h e A rchaic Revival
(traducido en Argentina con el título de L a n u e v a c o n c ie n c ia p sic o d é lic a ). Trialogues
a t E dge o f th e W e s t, de donde he tomado esos fragmentos, reproduce las conversa-
dones entre los tres.
De una entrevista con Timothy Leary, que en paz viaje, he tomado esto:
Hay modelos más inclusivos que otros. Incluyen la actividad del cerebro izquierdo.
Si no “vemos” algo, ¿es porque no estamós sintonizados en esa percepción?
Elegir percepción es como apostar. A l metaprogramamos (o autocriticamos
^urológicamente) el cerebro llega a ser capaz de deliberadamente incrementar
el número de señales conscientemente aprehendidas. Mirar como usualmente, y
mirar y mirar de nuevo, y mirar llega a ser una excitante experiencia.
Sobre lo que escribiste a Luna sobre el Tzolkín maya, te recomiendo que cuando
puedas releas el prólogo de Jung a la edición de Richard Wilhelm del 1 Ching.
Jung escribía que hay otra clase de conocimiento aportado por el 1 Ching, e
imagino que igual sucederá con el Tzolkín. Es la información que ‘‘vuelve" de las más
profundas dimensiones arquetípicas de nuestra mente.
Según Jung, podemos acceder a esa información a través de un conocimiento
más intuitivo que racional, pues aumenta las posibilidades de reconocer las
sincronicidades y las conexiones entre hechos significativos.
Jung y otros autores sostienen que el I Ching, la Kabalah, el Tarot... son viejos
artefactos diseñados para ayudar a adquirir una experiencia directa de la realidad. Son
insmwienífcs para modificar nuestra conciencia, y como el microscopio o el telescopio,
nos permiten enfocar nuestra atención en mundos previamente inaccesibles.
Esa es una de las mejores señales de la amistad. No me dejáis perder por mucho tiempo
la claridad.
Espero que nunca al agarrar vuestra mano, os caigáis conmigo a la charca, en
lugar de salir yo.
Espero que todo te vaya muy bien. No quiero preocuparte, sino darte fuerza para
que hagas lo que tengas que hacer. Todo esto es temporal y pasará. Me sirve saberque
estás allí.
Un abrazo y besos.
Posdata.
Resulta curioso. Te hablaba antes de las sincronicidades entre hechos significa-
tivos, y mira lo que acaba de llegarme, cuando iba a dar ya esta carta a Luna paraque
te la enviase. No fstá mal traducido. Es un “rap" de Terence McKenna titulado
“ Re-evolución":
Si la verdad pudiera ser dicha tanto como ser comprendida, entonces sería creída.
La historia humana representa tal ruptura radical con los sistemas naturales de
organización biológica que lo precedieron, que debería ser la respuesta a una
especie de atractor o punto alargado que descansa delante en una dimensión
temporal. Persistentemente, las religiones occidentales han integrado dentrode
sus teologías la noción de una clase de fin del mundo, y pienso que buena parte
de la experimentación psiquedélica confirma esta intuición, quiero decir, nova
a suceder de acuerdo con cualquiera de los escenarios de la religión ortodoxa,
sino que la intuición básica de que el universo busca la conclusión en unaespe-
cié de punto omega de trascendencia es confirmada, es casi como si este objeto
en el hiperespacio, reluciente en el hiperespacio, se quitara de encima reflexio
nes de sí mismo, que de hecho rebotara en el pasado, iluminando a este místico,
inspirando a ese santo o visionario, y que fuera de esos fragmentarios vislumbres
de eternidad pudiéramos construir una especie de mapa del futuro, esto es sobre
V eracru z 341
Si la verdad pudiera ser dicha tanto como ser comprendida, entonces sería creída.
H o la ju a n jo :
dos y llegar a ser los narradores de nuestra propia historia y riquezas culturales, y ser
escuchados con la misma seriedad y respeto con que se escucha a los europeos.
Tefelicito una vez más por tu obra, una obra de PODER frente a mis ojos. Aunque sólo
deja con ansias y sed de más. Que sigas en ese camino y llegues a ser un emisario
impecable del espíritu y los poderes que guían el destino de la Tierra y la humanidad.
U n fraternal sa lu d o .
Gabriela.
Añadí las novedades a la carta que ya había escrito en C atem aco a Luna,
escribí una carta a Carmen para darle ánim os y las eché en C orreos. Les a n u iv
ciaba por primera vez que quizás mi viaje por M éxico estaba en tran do en su
fase final.
Me despedí de Sonam y alguno de sus am igos, y una tarde tom é el tren a
la capital de la República, teniendo que luchar con una m ultitud para llegar
a él, cuando abrieron las puertas del andén. M éxico.
El peyote de Wiricuta
39
explicado que quedaría paralítico para siem pre. Eso sucedió la prim era vez
que vino a Wadley.
—El peyote y esta tierra son muy sanadoras — me d ijo muy em o cio n a
do—. Ya verás cómo el desierto es m ágico y sagrado. U n mes después de mi
llegada estaba como nuevo. Podía cam inar sin ayuda. Tiré los pin ches apara
tos de mierda que me habían colocado los m édicos y no los n ecesité ya más.
"Llevo ya más de 30 años y soy feliz. A cá en Wadley vivo con mis ami
gos: cerca del Abuelo, con mi esposa y la mota — y sacó de un cajón una bolsa
llena.
Luis lió un cigarro, sólo con mota, y nos dijo:
— Son jóvenes y les voy a decir que ahorita si tengo problemas es con
la mujer. N i el Abuelo ni la mota me dan ningún problema, al contrario,
pero las mujeres están locas y quieren volvernos locos a nosotros los hom
bres. El peyote me ayuda a que no lo consigan.
— Me imagino que ellas opinarán lo mismo de nosotros —respondí—.
N o creo que sea cuestión de hombres o mujeres; pero quería decirte algo: en lo
que conozco de tu país, ¿no te parece que aquí en México no respetáis a las
mujeres?
— N o sabes lo que dices — respondió Luis— . N o conoces a las mexicanas.
Nosotros las respetamos, pero a ellas les gusta que las gobierne un macho. Son
bien felices así.
Su mujer dormía todavía y no pude preguntarle su opinión, aunque era
fácil imaginársela, si es que llegaba a responder libremente.
A mí las palabras de Luis me parecieron una muestra más del machismo
mexicano, y pensé que no merecía la pena discutir. Antonio no dijo nada
tampoco, no supe si porque estaba de acuerdo con Luis, o porque le parecía sin
interés opinar.
En cualquier caso, y recordando a Marco, me sorprendía saber que las
enseñanzas del peyote no incluían un entendimiento con la mujer, al menos en
sus casos. Los dos hombres-peyote que había conocido me habían sorprendido
por su alejamiento y rechazo de la energía femenina.
Tanto Antonio como yo teníamos hambre, pero Luis nos dijo que si quería
mos tomar té de peyote, sería mejor hacerlo en ayunas, y que con el pancito
que habíamos comido era suficiente.
— El peyote da fuerzas — aseguró— , y si van a entrar en el desierto, es lo
mejor. Los huicholes y otros pueblos lo han usado toda la vida para fortalecer
se y ser capaces de vencer la fatiga. Hay pueblos cuya supervivencia depende
de ser capaces de transportar grandes cantidades de alimento.
Entonces Luis sacó algo que él llamó mescalina. Pronto descubrí que no
era mescalina sintética, sino polvo de peyote. En Wadley parecía que recogían
botones del cactus y una vez secos, los desmenuzaban, llamando mescalina al
polvo resultante, blancuzco, con el que nos preparó un té.
Antonio dijo que no quería un té demasiado fuerte. Prefería tomar peyote
si éramos capaces de encontrarlo en el desierto, así que Luis preparó uno para
El peyote de WlRICUTA 349
los dos. Una vez que el agua rompió a hervir, apagó el fuego, puso una cuchara
del polvo en el agua y lo dejó en infusión unos minutos.
Dicho esto nos dijo que el té estaba ya listo. Vertió el té en dos tazas y
nos las ofreció.
— N o sé si tomar este té — le dije— . Has dicho que Mescalito no respeta
a quien no lo ha buscado. ¿No sería mejor esperar a encontrarlo en el desierto?
— ¿Y te parece poco buscar haber venido desde España hasta aquí para
conocer el peyote?; pero en algo tienes razón, ya que van a entrar en el desier
to, sería mejor que te encontraras allí con el aliado. El té se los ofrezco para
que el peyote les dé fuerzas y les ayude a ver.
Los tres guardamos silencio y probé el té. Me habían dicho que el sabor
era horrible, que aunque no era precisamente dulce, a pesar de la miel que Luis
había añadido, no me pareció excesivamente desagradable.
Antonio dijo que estaba hambriento y que prefería desayunar y no tomar
el té. Fue Luis quien bebió su parte, mientras yo terminaba con la mía.
Mi cuerpo recibió bien el té y pronto me pareció sentir su presencia, másdel
peyote como cactus que de Mescalito. Luis parecía diferenciar al peyote del Maes
tro, como cuando en el ser humano distinguimos entre el cuerpo y la conciencia.
Dejamos la casa de Luis cuando aún era temprano. Entonces tuve ocasión de
ver Wadley. Era un pueblo muy pequeño, de casas de barro y adobe, y algunas
construcciones muy modestas.
Ante nosotros comenzaba el desierto. N o era de arena sino de tierra se
dienta, con miles y miles de plantas de gobernadora, una planta baja que crece
en el desierto, como pequeños oasis en la sequedad.
Sólo nos llevamos lo imprescindible y caminamos rápido, bajo un sol in
tensísimo. Antonio me guiaba y yo me limitaba a seguirle sin preguntar nada.
No hablábamos.
Tras unas horas de caminar sin detenemos, ya no había el menor indicio
de caminos. Y Antonio me confesó que guiaba basándose en la pura intuición,
y que pensaba que ese día no encontraríamos peyote.
Nos acercamos y sentí una profunda em oción al ver por prim era vez al peyote,
después de haber visto su imagen tantas veces. A n to n io me d ijo que ahora que
lo veía entendería por qué el espíritu del peyote era el espíritu de la estrella.
Sinceramente, su forma no era estrellada, aunque sí tenía un cen tro, “ la coro-
nita” la llamaba Antonio, de donde partía su estructura, los rayos según los
denominó mi compañero de viaje.
Durante unos minutos no nos atrevim os a tocarlo. Tras pedirle perm iso
para cogerlo y hablarle de nuestras intenciones, A n to n io m e d ijo que h abía
llegado el momento. Me explicó que debíam os cortarlo co n una ram ita, no
con un cuchillo, y hacia arriba, no hacia abajo.
—Si cortas el peyote con un cuchillo le haces daño — aseguró— , y se
vengará de ti. Si lo cortas hacia abajo, tu viaje será h acia lo peor de ti m ism o;
si haces el corte hacia lo alto, irás ai cielo.
Hablamos bastante más con el peyotito antes de cortar varios botones y
comerlos allí mismo, sin esperar a que se secasen.
Al terminar de comer, A ntonio me dijo:
—Bienvenido a la Realidad.
Al poco tiempo de mascar los botones sentí que todo cam biaba radicalm ente.
Su efecto se sumó al del té. Fue como ir a otro mundo totalm ente diferente,
aunque permaneciese en el desierto.
Mis percepciones eran extrañas, nada parecidas a lo habitual. T odo lo
que recibía a través de mis sentidos parecía provenir de otro lugar.
352 El despertar del Hongo
De pronto, como si hubiera oído una voz, sentí la llamada del desierto. Me
tumbé boca abajo, casi desnudo, abriendo mis brazos y mis piernas para sentir
completamente el contacto de la tierra. Era rugosa y en un principio eché de
menos la suavidad de la arena de otros desiertos, aunque me consolé pensando
que su calor hubiera hecho imposible que me tumbase sobre ella de esa manera.
Me quedé en silencio, aceptando esa tierra, y allí permanecí hasta que
sentí que me fundía totalmente con el desierto, y aun después, cómo todo mi ser
se extendía por una superficie cada vez más y más extensa del planeta, hasta
llegar a abarcarlo por entero. Más tarde comencé a extenderme hacia abajo y
hacia arriba, llegaba a las entrañas de la Tierra y a la atmósfera, sintiendo su
firmeza.
Sentí su dolor y su grito, sus gemidos y sus susurros. Sabía que estaba escu-
chando su voz y conecté con una conciencia muy familiar y muy sabia. Sentí
también su energía y su fortaleza. A l abrir los ojos, vi su aura elevándose impo
nente en el horizonte.
%
Una de las muchas enseñanzas que me dio Mescalita fue decirme que no pue
de haber nada sagrado excluyente. La Tierra necesita a las mujeres, un desper
tar de la mujer, una respuesta de las mujeres aLdominio de los hombres.
Mescalita me dijo que eran necesarias mujeres con visión planetaria, mujeres
que viesen, porque la mayoría de los hombres estamos demasiado ciegos. Ase
guró que la mujer, por su propia identidad de hembra, está más unida a la
Tierra y que para ella es más fácil recuperar la conexión con el corazón de
Gaia, pues su memoria y el recuerdo están dentro de ellas, en su propia natura
leza de mujer.
También me dijo que las mujeres que despertasen debían trabajar con los
hombres que también hubieran despertado, al igual que debían hacer los hom
bres con las mujeres despiertas, uniéndose a la mente planetaria común, don
de los seres humanos nos encontraríamos con otras especies.
La conexión efectiva con la mente solar y otras mentes más alejadas de
la Tierra sólo sería posible como un todo, cuando existiese una unidad de mente
y de propósito entre todas las células de este ser del que la humanidad sólo era
una parte, aunque fuera muy importante. Por eso era tan dolorosa y dañina su
“enfermedad”, su pérdida de la conciencia del vínculo con el resto de la natu-
raleza y su desconexión con el resto de la vida de la Tierra.
En un diálogo sin palabras que se prolongó un tiempo indefinido, la Tierra,
a través de Mescalita, me llamó a sanamos como hombres y como mujeres, a
aceptar que en todos nosotros conviven dos frecuencias de una misma ener
gía: una frecuencia decisiva, destructiva, activa, externa, y una frecuencia re
ceptiva, aceptadora, armonizante, nutriente y creativa. Llamarlas masculinay
femenina era algo cultural. En ese espacio no aparecían vinculadas a un géne
ro, sino que ambas aparecían como partes de la naturaleza humana. Sólo una
cultura desvinculada de nuestro verdadero ser nos había hecho identificamos
con una o con otra según nuestro sexo, y rechazar la otra como contraria, impi
diéndonos verla como complementaria.
mí como otros seres, seres muy próximos también. El viento, la lluvia que caía
por las noches, el trueno, el relámpago, los rayos. Sentía que podía comunicar
me con cada ser y que aunque diferentes en algún grado, todos éramos parte de
un sistema perfecto, un sistema autorregulado para funcionar perfectamente
como una unidad.
Sentía una total armonía y vi que lo único desarmónico que había en el
mundo era el ser humano cuando pretendía, y de hecho lo conseguía, separar
se del sistema global. Aun así, parecía esperarnos, esperando que cumpliéra
mos nuestra función real como parte integrante de ese gran ser.
Uno de los momentos más emotivos para mí fue cuando la primera noche,
antes de dormir, vi a Antonio, con quien no había hablado desde que habíamos
tomado el peyote, se tumbó cuerpo a tierra y comenzó a pronunciar la palabra
“perdón”. Supe por qué la repetía tantas veces, y supe por qué me uní a él.
Uno de esos días Antonio quiso enseñarme el lugar donde estuvo enterrado.
Me contó que cuando llegó enfermo a Wadley, prácticamente paralizado, Luis
le trajo al desierto, con una fe inmensa en el poder curativo del peyote.
Luis había demostrado una gran fortaleza, que aseguraba le había entre
gado su amigo Mescalito, cargando a Antonio hasta que encontraron unos
peyotitos. A llí el Abuelo le había dicho a Antonio que se enterrase cerca del
lugar donde crecían los peyotitos. Se decidió cuando escuchó su voz repetida
tres veces.
—Luis hizo un agujero en la tierra, con sus manos y un hierrito —conti
nuó contándome Antonio, señalándome un punto cerca de nuestros pies—, y
allá que me enterró.
”A1 enterrarme sentí una presencia bien fuerte. Entra adentro, le dije, y
entró una fuerza que sentí me hacía bien, pues daba vida y energía a mis múscu
los parados, y cuando Luis me sacó afuera unas horas más tarde, estaba curado.
— Fue como un milagro, ¿no?— le pregunté.
— El Abuelito hace milagros a veces, sí — respondió Antonio casi llorando.
40
Durante los días que estuvimos en el desierto sólo vimos a dos personas. Fue el
último día. Por la tarde nos encontramos con una pareja huichol con la que
compartimos la tarde, la noche y la mañana siguiente, en la que nos despedi
mos de ellos para volver a Wadley.
E l p e y o t e d e W ir i c u t a J J i
Al atardecer nos ofrecieron comer peyote, que traían en sus cestas, p ero ni a
minia Antonio nos apetecía encontrarnos tan pronto de n u e v o c o n él. S u p e
que también a Antonio le había movido m ucho en su in terio r su e x p e rie n c ia ,
aunque apenas me había hablado sobre ella, ni yo a él de la m ía.
Desde que habíamos comido los botones de peyote, los dos h a b ía m o s
entrado en un silencio casi total, que se prolongó hasta que e n c o n tra m o s a los
huicholes junto al fuego.
La pareja nos ofreció entonces fumar un tabaco que lla m a b a n m a c u c h c y
que decían era el corazón del fuego. L o extrajeron de u n a p eq u eñ a calab aza
hueca llamada yekwete.
Mientras fumaba con ellos, m iraba la larga cab ellera d el h o m b re y su
belleza. Ella tenía el pelo más corto y más recogido. A d m ira b a sus rostros ilu m i
nados por el fuego. Ambos tenían los labios gruesos y la piel m uy oscura. P e rm a
necían sentados con las piernas abiertas, y no cruzadas com o A n t o n io y yo . E n
esa posición permanecieron toda la noche.
Sus pies estaban cubiertos con las sandalias gastadas por la c a m in a ta por
el desierto. Sus ropas eran blancas y contrastaban a la luz de T atew ari c o n el
color de su piel.
Pronto nos confesaron que estaban h acien d o su p e re g rin a je a n u a l a
Wiricuta. Nos explicaron que la mayor parte del cam in o , unos 4 0 0 k iló m e
tros, la habían hecho a pie. El m otivo de haber utilizado autobuses en algu n as
partes del recorrido era que la sociedad m oderna h ab ía destruido la ruta tra d i
cional. Nos dijeron que era el peyote quien les guiaba y les d ab a fuerza p ara
caminar, al ir tomándolo durante el viaje.
358 El despertar del Hongo
No nos explicaron por qué habían partido solos, aunque nos hablaron de
otro motivo para esta peregrinación. A l principio yo pensaba que habían ve
nido sólo en busca del peyote, que era el venado mayor para ellos, pero me
aclararon que también venían a encontrarse con sus antepasados, a quienes
llaman Kakauyarixi. Aseguraron que viven desde hace milenios en el desierto
y la sierra sagrada que le rodeaba.
Nos revelaron que los Kakauyarixi les observaban, les escuchaban y lue
go les hablaban. Todo lo que les decían les servía para sus vidas y la vida de su
pueblo. Ellos veían muy conectadas sus propias vidas con las de las demás
personas que formaban su pueblo, el resto de la humanidad, los otros seres
vivos y la Tierra.
Afirmaron que los huicholes se llaman a sí mismos wirrarika y que en la
visión de su pueblo, todo estaba conectado. Todo lo existente forma parte de
una red de vida, donde cada persona participa por el mismo hecho de existir.
Cada uno puede respetar esa red vital, o dañarla; permanecer integrado o sepa
rarse; es una elección, porque son libres. Cada pueblo tenía ante sí esa misma
elección. Los wirrarika no tenían ninguna duda de que los gringos estaban
dañándola gravemente.
Los huicholes venían pues a Wiricuta por un interés que podía parecer
personal, pero que para ellos formaba parte de algo más amplio: venían a este
lugar sagrado a encontrar sus vidas.
Insistían mucho en esta expresión: “encontrar tu vida” . Ellos decían que
estábamos perdidos, especialmente los güeros y los gringos.
Nos repitieron en varias ocasiones que el fin último del peregrinaje a
Wiricuta era encontrar la vida ayudados por el peyote, el fuego y el venado. En
su lengua el jíkuri, Tatewari y Kauyumari.
Por lo que explicaron, en este viaje sufrían una transformación personal
que les ayudaría a sanar y obtener poder, kupuri, “ la fuerza de la vida”. Los dos
decían que al mejorar ellos, mejoraría la vida de su pueblo.
También nos confirmaron cómo cada vez era más difícil el uso sagrado del
peyote; cómo, aunque mayormente tolerado, a veces algunos huicholes eran
detenidos y encarcelados por llevarlo cuando regresaban desde Wiricuta a sus
pueblos de origen. Temían a los topiles, que es como llamaban a los policías.
Me di cuenta de que para estos pueblos era muy difícil vivir en estas so
ciedades modernas, donde encontraban prohibidas plantas y cactus que ellos
habían utilizado durante generaciones y generaciones, mientras que propicia
ban lo que les hacía daño y destruía su cultura, como ocurría con el alcohol o
el consumismo.
Más tarde, en la noche, nos hablaron de sus experien cias co n el jík u ri. N o s
explicaron que los huicholes utilizan distintas variedades de este cactu s, así
como otros cactus visionarios, pertenecientes a otras especies, y otras p lan tas
maestras, de las que nunca había oído hablar.
Les pregunté por el espíritu del peyote. Q uería con trastar sus co n sejo s
con los de Luis. Me respondieron que el cam ino del peyote era un c a m in o c o n
corazón, sin sacerdotes, personal. H icieron m ucho h in cap ié en que lo im por-
tante al encontrarse con el jíkuri era abrirle el corazón y m ostrarse desn u do,
porque es un maestro benevolente y una gran m edicina para la m en te y para
curarse de las emociones negativas.
Tanto el hombre como la mujer coincidieron que h ab ía que ab rirse to
talmente para entrar en el corazón del peyote. T am bién nos h ab laro n d e a lg o
que sólo comprendí completamente m ucho más tarde: nos d ijero n que gracias
al jíkuri conectaban con el iyari, “ la memoria h u ich o l del co razó n ” .
Nos explicaron también que a algunas personas n o les gusta el p eyo te
como maestro, porque él te enseña lo que de verdad n ecesitas saber. In sistie
ron en que durante el viaje te muestra la verdad de tu vid a y h asta, si es p re c i
so, la de tu muerte.
—Si eres sincero y le dices la verdad de lo que buscas, el esp íritu del
jíkuri te ayuda a encontrarte — dijo la mujer.
—El jíkuri es carne sagrada, la fuente de la vida — añ ad ió el h o m b re — .
Si lo comes verás la savia de la vida. Hay que h ablarle sin cera y h u m ild e m e n
te. Hay un mundo que no es sólido. La nierika es la puerta para e n tra r a él.
Me acordé de las tablas huicholes que v i en O a x a c a y có m o estab a a llí
representada esa puerta al otro mundo.
La pareja huichol insistió en que había que ser serios al encontrarse c o n el
jíkuri. No les gustaban quienes les prohibían el uso del peyote, pero tam poco
quienes sólo buscaban evasión o una droga. N o s aseguraron que ellos n u n ca
usaban drogas y llamaban drogas al alcohol y las sustancias sintéticas. El peyote
y otras plantas psicoactivas eran para ellos m edicinas y m aestros, algo opuesto a
su peyorativo concepto de drogas, que por otra parte, coin cid e co n el nuestro.
Aseguraron que el tabaco les servía para apreciar mejor el jíkuri, algo
que coincidía con mi propia experiencia con el sanpedro en Sudamérica, y así
se los dije. Les expliqué que ingerir previamente por la nariz jugo de tabaco
nativo me había servido para elevar mi vibración y sentir, posteriormente, los
efectos del cactus visionario con gran nitidez. Los dos reafirmaron, basándose
en su experiencia, esos efectos y me dijeron que ése era el uso que los huicholes
daban al tabaco: para ellos y ellas, era una ayuda a la hora de prepararse para
sentir el jíkuri.
El hecho de que tanto el peyote como el sanpedro coincidan en tener
la mescalina como principio activo, parece apuntar a la posibilidad de que la
nicotina favorezca la acción de la mescalina en el cerebro del ser humano.
Más adelante, nos hablaron de otras plantas sagradas que su pueblo utilizaba
también. Nos explicaron que si no tenían jíkuri, los huicholes usaban rosa ma-
ría, que es como llaman los tepelanos a la mota. Estos son quienes se la dan si
los huicholes no tienen peyote, y éstos les dan jíkuri cuando a los tepelanos,que
no peregrinan en su busca, se les termina el fruto del último intercambio.
Muy avanzada la noche nos hablaron de una planta, kiyeri, cuyos poderes
son los mayores de entre todas las plantas usadas por su pueblo. Me pregunté si
sería ésa la planta que me faltaba por conocer.
Bajando cada vez más la voz, comenzaron a contarnos cosas asombro-
sas sobre ella. Su uso parecía reservado sólo a los mejores marákames y ase
guraban que con el kiyeri podían vencer a la muerte y ver las cosas como son
realmente.
Les expresé mi deseo de probarla algún día. Entonces me advirtieron que
tuviese muchísimo cuidado con esa planta, porque a pesar de sus poderes era
muy peligrosa. También me advirtieron que no la confundiese con otra planta
similar, el kiyeritsa, “el kiyeri mal” , y me recomendaron que sólo tomase “el
kiyeri verdadero” , y eso si encontraba un marákame que estuviese dispuesto a
dármelo. Y aun si lograba su confianza y me convidaba a tomarla, insistieron
en que lo hiciera bajo la protección de Kauyumari, el venado, y nuevamente
nos hablaron con gran respeto del animal compañero de los huicholes, espe
cialmente de los marákames.
Lo más sorprendente es que al describirme el kiyeri me dijeron que tenía
una campana amarilla, que decían era como una copa de oro. Y entonces re
cordé nuevamente la visión anterior a mi llegada a México.
También nos hablaron de otra planta sagrada para ellos llamada yautli.
El hombre parecía conocer muy bien las plantas de poder de los huicholes.
E l p e y o t e d e W lR IC U T A 361
Nos dijo que había un peyote para vencer a la muerte, o al m enos para alargar
la vida. Lo llamó jíkuri rosapara. Tam bién nos habló de otras variedades de
peyote, del peyotillo, y nos advirtió contra los falsos peyotes, especies sim ilares
pero totalmente diferentes en sus efectos, peligros y virtudes.
enlalejanía, y nosotros supimos que debíamos regresar, pero nuestro viaje por el
desierto no había terminado.
Una vez que los perdimos de vista, Antonio me dijo que estaba seguro de que
habíamos pasado la noche con dos marákames huicholes. No quiso decirme
porqué tenía tanta seguridad, aunque insistió en que estaba tan claro como
el agua.
Caminamos en silencio, bajo un sol abrasador. Antonio, que había tomado
puntos de referencia, me guió en el camino de vuelta. No dudó en ningún
momento. Esa mañana mi confianza en él era total.
Al llegar a casa de Luis, tras un impresionante, aunque durísimo viaje de
vuelta, nos encontramos con que había preparado una comida especial para
nosotros. Nos sorprendió que supiese con exactitud cuándo íbamos a regresar,
pero Luis no quiso desvelarnos cómo había sabido el momento de nuestra
vuelta. Su mujer, que evidentemente era quien había cocinado, nos sonrió sin
decirnos tampoco nada.
Más tarde, Antonio nos dijo que el peyote le ayudó a entender que no importa
qué es lo que uno hace, sino hacer algo verdadero.
—¿Yqué es algo verdadero? Estoy tan confuso — dijo Luis cada vez más
triste.
—Recuerdo que un marákame huichol me dijo una vez en El Quemado
queparasaber hay que esperar na’más que algo venga de uno mismo, del fondo
verdadero de uno mismo —respondió Antonio— . Uno sabe cuando habla
nuestro verdadero ser.
"Cuando tomé peyote con ese marákame — continuó— , Mescalito me
enseñó que es mejor detenerse hasta que uno sabe con seguridad qué es lo
que debe hacer y para qué. Si uno comienza a actuar sin saber exactamente qué
quiere hacer con su vida, uno está perdido.
—Pero así llevo yo desde que nací, huyendo y protegiéndome, con esta
pinche vida de mentiras —confesó Luis— . He sido un pendejo.
—Uno ha de decidir lo que desea realmente ser — dijo Antonio— . Ha de
saber aguardar, tener paciencia, hasta que llegue el momento de tomar las rien
dasdesuvida. En ese instante termina la espera. Entonces uno ha de hacer lo suyo
por encima de todo, vencer todos los obstáculos, las dudas y el miedo, y actuar.
otro día le vi llorar por vez primera desde que le conocí. Y también es menos
celoso. Hace unos días jamás hubiera aceptado que estuviésemos solos usted y
yo en la cocina.
Me costaba creer lo que escuchaba, pero ya me estaba convenciendo de
que en México estas cosas eran posibles. Aunque no quería inmiscuirme más
en su relación, no pude dejar de expresar mi sorpresa:
— ¡Pero si está allá en el patio!
—Ni así. Luis era un hombre posesivo — respondió.
Antes de ponerme a cocinar le pregunté cómo se llamaba. Luis todavía
no me lo había dicho y había olvidado preguntárselo a Antonio.
— Mi nombre es Dolores, para servirle a usted.
Le dije que no tenía que servirme en nada y que por favor, me hablara de
tú. No pareció haberme escuchado y dijo:
— Usted es un gringo muy extraño.
42
era demasiado obvia y evidente la amenaza. Los tres tenían gafas de sol, gran
des bigotes negros y expresión de pocos amigos. Su aspecto era cualquier cosa
menos tranquilizador.
Al verlos pensamos que eran asaltantes, y al ver que no teníamos escapa
toria, dimos por perdidas todas nuestras pertenencias y tratamos de ser amables
con ellos por ver si al menos salvábamos nuestras vidas.
Nos llevaron con ellos rudamente, descubriendo sus armas y apartándo
nos al otro lado de la vía del tren. En el momento en que el que parecía al
mando nos mostró su placa de policía, dimos gracias interiormente. Dentrode
lo que cabía, era un mal menor.
Mentalmente intentamos recordar si llevábamos algo ilegal. Pronto su
pimos que lo que buscaban era peyote y mota, contra cuya posesión parecían
ejercer, como las policías de todo el mundo, una persecución enfermiza. Por
suerte, la noche anterior se nos había terminado toda.
El registro fue minucioso. En el caso de Antonio, al ser mexicano, total.
Nos separaron y por unos minutos no vi a Antonio.
El jefe me registró. Encontró las semillas de la virgen que yo todavía
llevaba conmigo, pero no mostró el menor interés por ellas. Imagino que no
supo ni lo que eran. Me recriminó por llevar algunos libros, cuyos títulos afor
tunadamente no llegó a ver. Le pareció profundamente sospechoso que leyera.
Me preguntó insistentemente que para qué quería libros. La obvia respuesta de
“para leerlos” le parecía sorprendente.
Los otros dos policías finalmente llegaron con Antonio, al que habían
descalzado y desnudado. Dijeron que estaba limpio y en principio nos dijeron
que podíamos continuar a 14, pero el jefe seguía sospechando de mí. Les comen
tó a los otros dos policías que me había encontrado tres libros, y sólo cuando uno
de ellos sugirió la posibilidad de que yo fuera un estudiante, lo que yo confirmé
inmediatamente, viendo una salida a la situación, el jefe se tranquilizó y nos
autorizó definitivamente a seguir.
Mientras esperaba la salida del autobús, estuve charlando con un taxista, que
conocía muy bien todas las plantas de la zona. Me confirmó los poderes de la
bisnaga, pero me dijo que hasta la primavera, no podría conseguirla. Me habló
de las plantas y árboles que veíamos desde allí: la gobernadora, que me dijo
servía para curar el riñón, y su agua, incluso para limpiar los motores de los
coches; el mesquite, a cuyas espinas atribuía valor medicinal; la sábila, de la
que consideraba milagrosa la pulpa; las palmas loca y china, que daban una
impresión exótica a la desolación del lugar y de las que admiraba sobre todo el
sabor de sus dátiles.
Este taxista defendía que el pulque podía llegar a curar casi cualquier
enfermedad si se hacía de la siguiente manera: mochando el maguey, raspán
doloy obteniendo el aguamiel, que al fermentar producía ese pulque que este
taxista curandero consideraba tan curativo. Me dijo que en Matehuala había
hombres que hacían la curandeada con pulque y yerbas del monte. Este exper
toenplantas me confesó que había aprendido todo lo que sabía llevando en su
taxi a curanderos y brujos, y que ponía en práctica esos descubrimientos con
su familia, amigos o él mismo.
Me despedí de él cuando mi autobús estaba a punto de salir. Antes de
dejarle me recomendó que tomase el mescal del gusano; me aseguró que le
sentaría muy bien a mi cuerpo y a mi mente, si no me olvidaba de comerme el
gusano al final.
—Es bien sabroso —dijo.
Guanajuato. En la boca del jaguar
43
Querida Luna:
Esta vez no sé ni cómo empezar. Me encuentro refugiado en casa de Karmele, una exilia
da vasca que me ha acogido, tras mi huida de casa de un hombre llamado El Chato.
¿Por dónde comenzar? Será mejor hacerlo por el principio.
En cuanto llegué a Guanajuato llamé a María Peyote. Tenía que hablar con ella
después de mi viaje al desierto. Quería verla y no hubo ningún problema. Unos
minutos después estábamos juntos.
Aunque pensé que nada más vemos nos pondríamos a hablar sin parar, contán
donos nuestras experiencias, María me propuso caminar en silencio por la ciudad. Me
dijo que debíamos tratar de unir nuestra energía, después de ese tiempo separados, y
asilo hicimos.
Recorrimos sin platicar el centro histórico de Guanajuato, una ciudad de una gran
belleza, con bastantes restos coloniales. Admiré sus hermosas construcciones, entramos
en sus calles subterráneas, reaparecimos en la superficie tranfigurados por la tierra.
Guiada sólo por la intuición y por las señales energéticas, como siguiendo un
itinerario no escrito, María fue llevándome por sus lugares de poder en la ciudad. Sin
pensarlo, fui conociéndola y comprendiéndola mejor.
372 El despertar del Hongo
Una vez consideró que ya era suficiente, nos sentamos en una céntrica plaza
a tomar un café juntos.
— Ahora podremos hablar como antes — dijo, después de que pidiéramos
dos cafés.
M aría me contó lo que había sucedido desde que nos separamos. Estaba muy Ínteres
soda en llegar a saber qué me había parecido el desierto y el peyote. Yo le hablé de
Mescalita, de mis visiones y sensaciones, aunque no muy extensamente, porque
apenas podía todavía poner palabras a lo que había sentido.
A pesar de la precariedad de mi relato, María no podía dar crédito a lo que le
contaba. Tras la primera sorpresa, su cara comenzó a alegrarse, empezó a sonreír,
luego a reírse sin parar.
— Juanjo, no sabes lo importante que es lo que me has contado —dijo.
A l parar de reírse, me di cuenta que estaba muy emocionada y no me pareció
el momento de preguntar. Pensé que ya habría tiempo más adelante.
Nos quedamos callados, hasta que de pronto me dijo que había identificado
“el hongo de superior razón” . A l parecer el hongo del que me hablara Ramón es el
Psilocybe caerulescens var. nigripes. Se trataría pues de una variedad del de*
rrumbe.
Desgraciadamente, María no ha logrado averiguar con seguridad dónde en
contrarlo. Su informante sólo le dio este dato, sin decirle cómo había sabido el nom
bre científico de ese hongo.
Su contacto en Huautla le había asegurado que en la sierra mazateca no crecía
esa variedad, al menos con ese nombre. Tampoco le había avisado para ir a buscarel
otro hongo. Por lo visto no habían conseguido encontrarlo en ninguna de las ocasio*
nes en que lo habían intentado.
Sobre el hongo “Maestro", María, que había estado alguna vez en San José
del Pacífico y lo había visto, pensaba como doña Lupe, que era el hongo san isidro,
que alcanzaba ese tamaño al dejarlo crecer. M e dijo que tampoco había podido
probarlo, porque la gente del lugar, cuando conseguía uno, se negaba a dárselo a
ningún forastero.
Terminamos de ponemos al día, contándonos hasta lo más secreto, y entonces
me acordé de Beatriz. Cuando le pregunté por ella, se le cambió la cara.
M aría me dijo que su novio no le había dejado venir, ni siquiera a verme, y
que aunque me había invitado en Huautla, me pedía de su parte que la disculpase,
pues no podía acogerme en su casa, con ellas, porque su novio había entrado en cólera
al mencionárselo. Incluso las interrogó para saber qué había pasado en Huautla
entre nosotros.
G uanajuato . En la boca del ja g u a r 373
El Chato me dio una visión del chamanismo que me sorprendió. A lo largo de nues
tras conversaciones me habló de sus experiencias con los pueblos indígenas de M éx ico .
Tras años con ellos había llegado a la conclusión de que el chamán no era más que un
experto en técnicas para cruzar a otras dim ensiones, técnicas basadas en la experien
cia de miles de años, de chamanes y chámanos que las habían transmitido de gene
ración en generación.
374 El despertar del Hongo
M e dijo que chamanismo es la forma más antigua de relación del ser humano
con el nagual, con el espíritu, con lo desconocido. Para El Chato el chamanismo noes
una religión, sino parte de un largo proceso de iniciación del ser humano durante el
cual evolucionará de un estado de niñez a un estado adulto.
E l Chato había intentado despojar a ese saber milenario de todas las adherencias
culturales de cada pueblo para ir a lo esencial: las diferentes técnicas chamánicas, el
conocimiento de las plantas de poder, la claridad y la sobriedad del intento, el respeto
a la existencia y otros vabres que nos permitan actuar como un chamán, visitando
otras dimensiones para sanar, recoger información, ganar la visión, obtener poder,
contactar con otros seres, conocer el futuro o el pasado, etc. Todo ello no con unfin
egoísta, sino como forma de ayudar a nuestra comunidad.
M e habló de la importancia de llegar a tener la maestría en cambiar nuestro
estado de conciencia, porque el ser humano tiene la posibilidad de tomar responsabi
lidades de adulto en nuestro universo, un universo más complejo de lo aceptado por
nuestra sociedad occidental, como saben los chamanes de todas las culturas desde
hace miles de años.
E l chamán también sabe que el ser humano no está solo, que cuenta con aliadosen
otros estados de la realidad, que el universo está vivo y que existe una red de energía
en la que, con experiencia, es posible moverse para realizar el trabajo chamánico.
El Chato adomó todas estas afirmaciones con sus historias y experiencias. Me contó
por qué tuvo que abandonar la sierra huichol para venirse a vivir a Guanajuato.
Tras años viviendo en una pequeña comunidad, un día se enamoró de una
mujer. Esta mujer, soltera, le correspondía. No parecía haber ningún problema. Sin
embargo, comenzaron a sucederle cosas. No podía dormir bien, era apedreado cuando
caminaba por los senderos de las montañas, aunque no veía a nadie en los alrededo
res. No sabía qué le estaba sucediendo, hasta que el chamán de la aldea se le presentó
un día en su casa a pedirle que terminara sus relaciones con la mujer. Al parecer
estaba enamorada de ella.
El Chato no accedió. Entonces los ataques del chamán aneciaron. Se introducía
en sus sueños, enfermó, las pedradas eran continuas.
Finalmente no tuvo otro remedio que abandonar, a pesar del dolor por separarse
de la mujer que amaba. N i siquiera pudo despedirse de sus amigos ni de la mujer, a
quienes el chamán había atemorizado también.
Ha pasado un año y todavía no ha olvidado a la mujer. En este año me dijo
que había estado aprendiendo más, sobre todo lo que él llamaba “autodefensa psíquica".
Me propuso acompañarle en noviembre, cuando los huicholes hubieran regresado de
su peregrinaje en busca del peyote. Yo me negué, y creo que no me lo perdonó. Yo no
le di ninguna explicación especial. Le dije que tenía otros planes, y es que simple
mente sentí que su lucha no era de mi incumbencia.
Aun así, estuve en su casa varios días. A llí me relajé, hablé con él y los amigos que
venían de vez en cuando a visitarle, con María, y un día con Beatriz, que vino a
disculparse, avergonzada de no haber podido verme antes. Me dijo que antes o des
pués tendría que poner las cartas encima de la mesa y que tendría que terminar con
su novio. No soportaba más la falta de libertad. Me dijo que había venido a escondi
das y que contaba con la complicidad de El Chato.
376 El despertar del Hongo
Mientras estaba solo descansé de mis días en el desierto, y del resto del viaje, que ya
empezaba a pesarme. A pesar de que estaba resentido, y quizás para ganarse mi
confianza, E l Chato me ofreció su amplia biblioteca para investigar algunas cuestio
nes sobre las plantas que había recogido y allí encontré datos de interés, sobre los que
más tarde te escribiré, porque ahora quiero contarte lo que sucedió.
Ayer por la mañana, al salir de la cama, me despedí de E l Chato, que estaba consus
plantas, pero no llegué a salir de la casa. Cerré la puerta y regresé a la habitación que
hacía de salón, donde me oculté tras unas tablas, como las que había por toda la
casa. Ese detalle, pensándolo ahora, quizás fue una de las cosas que me hicieron
sospechar de El Chato.
Una vez tras las tablas comienza lo terrible. Esperé unos minutos, intentSklWI
ver algo de lo que sospechaba que me ocultaban, sorprender una conversación de El
Chato con sus amigos, algo, no sé; entonces escuché unos pasos. No parecían de
persona y comencé a sentir temor. El temor comenzó a transformarse en miedo cuando
vi aparecer un gran animal negro en la estancia. E l animal parecía que iba a cruzar
la sala de puerta a puerta, pero de pronto pareció detectar mi presencia y comenzó a
acercarse a mí. Entonces el miedo se convirtió en terror y el terror se convirtió en
pánico cuando vi que cada vez se aproximaba más hacia mí sin detenerse, muy lenta-
mente, pero cada vez más y más cerca, aunque todavía estuviese a unos metros.
G uanajuato . En la boca del ja g u a r 377
Recobré el sentido horas más tarde. Salí de detrás de las cablas con m ucho cuidado,
pero no había nadie en la casa, hítente salir, pero la puerta estaba cen a d a con llave.
Recorrí toda la casa intentando encontrar una salida, pero rio encontró ninguna, ni
siquiera desde el patio donde estaban las plantas de E l C hato. E ra im posible escalar
lapared que daba a la calle y pensé en lo que hubiera dado en ese m om ento por poder
convertirme en pájaro y poder volar sobre las paredes y salir de allí.
A pesar del miedo a verle, esperé a E l Chato durante horas. Estaba a punto de
ttej>erarme, apunto de saltar a llorar y gritar cuando se m e ocurrió la única solu
ción. Según transcurría el día, mi deseo de salir de a llí se había convertido en una
necesidad de vida o muerte para mí. Por nada del mundo quería perm anecer en esa
casa cuando llegara la noche y quedar expuesto a quién sabe qué.
Me acerqué a la puerta y por una especie de pequeña verja que tenía en la
parte inferior y se abría a la calle, llamé a un m uchacho que pasó por delan te de
la casa. Extrañado al oír mi voz, se agachó para hablar conmigo. Le dije que m e había
quedado encerrado en la casa, y que por favor, buscase un cerrajero.
El muchacho se fu e. Yo pensé que no me había hecho caso, suponiendo que
era un loco, pero por si acaso, recogí mi equipaje y esperé junto a la puerta. M inutos
mas tarde regresó acompañado de un cerrajero. E n unos segundos abrió la puerta.
No sé expresar la sensación de libertad y alivio que sentí al salir de a llí y encontrarm e
finalmente en la calle.
Les di unos pesos al cerrajero y al chavo y me fu i de a llí rápidam ente, tras
comprobar que dejaban la puerta como la habían encontrado.
378 El despertar del Hongo
C orrí por las calles hacia la estación de autobús, pero me dijeron que estm
lejos de la ciudad. La casualidad quiso que me detuviese a preguntar por el modo de
llegar hasta allí con Karmele, una vasca que vive acá exiliada desde tiempos de la
dictadura.
Hace dos días que te escribí lo de arriba y todavía no sé si lo que vi fue real. He
hablado finalmente con Karmele y me ha dicho que debió ser una alucinación fruto
del cansancio y la mota. Le he dicho que puede ser, aunque la mota que fumamos
era muy suave, para nada comparable a la mota de Oaxaca o Chiapas, a las que sí
considero capaces de producir una visión de esa naturaleza. Tampoco los efectos de la
mota duran tanto tiempo, y cuando vi el jaguar hacía horas que habíamos fumado
la última vez■
N o sé qué fue lo que sucedió, pero me cuesta mucho aceptar que El Chato se
transformó enjaguar, o que guardasen uno dentro de su vivienda-almacén.
Sólo salgo por la noche con Karmele, el resto del tiempo permanezco acá en casa.
H oy he llamado a M aría, pero Beatriz me ha dicho que hace dos días recibió una
llamada y salió hacia Puebla. Según Beatriz, M aría había ido varias veces a casa
de E l Chato a buscarme, pero no había encontrado a nadie, y se había marchado
sola.
Guanajuato. En la boca del jaguar 379
Un dato interesante más sobre los honguitos. La psilocibina que los hongos psicoactivos
contienen, al entrar en nuestro metabolismo, rápidamente se convierte en psilocina.
La psilocina es 4-hydroxi-dimetiltriptamina.
Según Terence McKenna, éste es el único indol de cuatro sustituciones en
toda la naturaleza orgánica, al menos el único cuya existencia es conocida en la
Tierra. De ahí que McKenna especule con la procedencia extraterrestre de las alre
dedor de 80 especies de hongos que contienen psilocibina, la mayoría de las cuales
crecen en América y cuyas esporas sostiene que habrían llegado a la superficie de la
Tierra tras viajar desde su origen, desconocido, durante quizás siglos o milenios.
J«U EL DESPERTAR DEL HONGO
Ott y otros autores no toman en serio esta clase de especulaciones y las consi-
deran una boutade más de McKenna.
Sobre la misteriosa planta de que me habló una pareja huichol que me encontré en el
desierto, el kiyeri, es conocida también como kieri, quieri y kieli. Hay muchas dudas
sobre su identidad. Furst sostiene que su variedad mala, conocida como kielitsa,
sería el toloache, la Datura inoxia, y la variedad buena, conocida como "kieli real",
la Solandra guerrerensis, llamada así por encontrarse en el estado de Guerrero.
Furst, al parecer, continúa investigando la identidad de esta planta misteriosa para
llegar a conclusiones definitivas sobre ella.
Ott últimamente piensa que el kieri es la Solandra guttata, que sería en realidad
la Solandra guerrerensis, aunque con diferente nombre.
Hay otra planta muy interesante. El Chato me contó que durante su estancia con
los tarahumara, había oído hablar de una planta llamada bakana, que los chamanes
usaban para viajar grandes distancias, y cuyo uso estaba vedado a los que no eran
chamanes. Algo parecido aloque ocurre con el kieri de los huicholes .Bien, según Schultes,
esta planta es el Scirpus atrovirens y le atribuye esos efectos, más o menos. Cómo
no, sus flores son amarillas.
tepescohuite, y no la corteza del tallo, que casi no contiene DMT, combinada con
alguna planta mexicana que contenga harmina, harmalina u otra beta-carbolina
que active oralmente la DMT. (La información se encuentra en el Pharmacotheon,
o Análogos de la ayahuasca; los dos libros son dejonathan Ott.)
Por cierto, en nuestro caso es igual. Podríamos hacer la ayahuasca ibérica con
semillas de Peganum harmala — que sé crece en nuestro Mediterráneo— y las
hojas de alguna planta local conteniendo DMT, por ejemplo la Phalaris aquatica o
alguna Acacia con un alto contenido de ese alcaloide, siguiendo las investigaciones,
instrucciones y advertencias del italiano Giorgio Samorini.
El tepescohuite sustituye entre los yaquis, según Ott, a la planta de la que
procede el opio, la Papa ver somniferum.
Una mezcla muy interesante es el balché, una bebida que en San Juan Chamula me
dijeron que usan los lacandones de la selva chiapaneca para adivinar el futuro y que
es considerada mágica. Pues bien, según Furst, el balché fermentado es aguamiel,
usada como enema por los mayas, una vez fortalecido con tabaco o semillas de la
virgen. Como bebida, Furst piensa que puede ser una infusión de tabaco. Sin embargo,
Rátsch propone como aditivos una multitud de candidatos, desde especies de hongos
psilocíbicos, nenúfares, daturas, peyotes, ¡o incluso sapos!
Sobre las plantas de las que me hablaron en Veracruz, las he identificado a todas,
excepto el chichibe, usado para sustituir a la mota.
El popotillo es la Ephedra americana, que fumada con tabaco es usada para
aliviar el dolor de cabeza, pero en una decocción con mota, sirve al parecer como
afrodisiaco.
El sinicuichi es la Heimia salicifolia y efectivamente parece que modifica la
percepción auditiva y provoca recuerdos del pasado, incluso de antes del nacimiento.
382 El despertar del Hongo
E l piule es un nombre que se da al hongo, por ejempb piule de barda, pero se refiere
principalmente a las especies de Rhynchosia, como Rhynchosia phaseoloides, pyra-
midalis y longeracemosa. Hay huellas arqueobgicas de su uso en Tepantilla, enfrescos
del año 300 a 400. Los zapotecos Ibman piules a variedades de Turbina, aunque al igual
que los mazatecos y chinantecos, también conocen como piule a la Ipomea violácea.
“La hoja de Dios” , de b que me habbron en San ]uan Chamula, es la Calen
zacatechichi, en maya thle-pelakano. Planta supuestamente onierógena, la probé
también en Veracruz, sin muchos residtados interesantes.
G uanajuato. En la boca del jaguar 383
Aunque no parece haber evidencia del cuíco mágico-religioso en conexión con la Calca
z a c a te c h ic h i, MacDougall ha informado recientemente que los Pulios chontales de
Oaxaca, quienes "creen en visiones vistas en sueños", emplean esta planta sap\ula
para inducir alucinaciones. Hacen una infusión en agua con hojas scciis estrujólas y el
té resultante es bebido lentamente, después de que los nativos se tu m lv n en un lugar
tranquilo y fumen un cigarrillo de hojas secas de la misma planta, ios indios saben que
han tomado una dosis suficientemente grande cuando experimentan una sensación de
reposo y somnolencia y cum ulo oyen su propio corazón y pulso goí/vmuío. ios hom
bres-medicina chántales, quienes aseguran que esta planta es capaz de clarificar los
sentidos, la llaman thle-pelakano o "hoja de dios" (MacDougall, T.: A com posite w ith
psychic p ro p e rtie s? G a r d J., 1 8 : 105, 1968.) Hay otra información sobre un narcó
ticoque potlría posiblemente ser Calca z a c a te c h ic h i. Aguilar, al habhr de embriagantes
precolombinos de México, mencionó el chichixihuitl, uno de los nombres vernáculos
de la Calea z a c a te c h ic h i en la actualidad.
ia pareja huichol me habló de otra planta muy poderosa para ellos, yautli, también
escrita yahutli. Es la Tagetes lucida y parece ser que sus hojas, fumadas soltis o con
tabaco producen visiones, según recoge Ott.
Por su parte, Schultes dice en el mismo libro de antes:
E l “palo loco” y “el palo bobo” son diferentes especies de Senecio: Senecio
cardiophyllus, grayanus, hartwegii, parecox, toluccanus. El popotillo es la Ephedra
am ericana y parece tener efectos afrodisiacos en decocciones con mota.
De las diferentes clases de peyotes, peyotillos, falsos peyotes, etc., sería muy largo
hablar. Sólo decirte que la única especie de peyote es la Lophophora williansii,
como mucha gente piensa. Hay otras especies de Lophophora, como las Lophophora
diffusa y fricii, que también contienen mescalina at parecer, y por el nombre de
peyote son conocidas especies como la Cacalia cardiofolia y decomposita. Existe
el peyote llamado “peyote de san pedro": Mammillaria craigii, y por haber hay hastaun
peyote llamado “peyote c r is t ia n o Mammillopsis sensilis.
Como ves, muchos enigmas todavía. E l problema para saber más es que los pueblos
indígenas desconfían de los occidentales y no nos permiten conocer sus plantas más
secretas — y quizás hacen bien— . Por eso es tan difícil la investigación y permane*
cen tantas plantas sin ser definitivamente identificadas, o incluso encontradas.
Harían falta años de investigación para conocer toda la riqueza de las plantas
y hongos de las tierras de México.
Te voy a enviar esto por ahora, y ya tendrás noticias mías más adelante, quizás ya
desde fuera dé México.
44
Tras unos días más con Karmele, dejé Guanajuato para regresar a la capital de
la República. Mi intención era decidir allí qué hacer. Regresar a Granada,
dirigirme a Seattle o continuar en México, intentando resolver alguna de las
incógnitas que permanecían todavía sin respuesta, a pesar de mis esfuerzos,
aunque admitía ante mí mismo que me daba pereza hacerlo, porque cada in
tento de responder una pregunta había abierto varias más.
El encuentro con El Chato me había desconcertado. Aunque no me
sentía débil, no sabía qué pasos dar a partir de ese momento. También sabía
que mis fuerzas estaban ya mermadas. A l mismo tiempo intuía que sólo de
bía esperar.
Tomé la decisión de no esperar del todo nuevos acontecimientos. Hablé
con Kudra, le dije que pronto estaría allí y reservé una plaza en el próximo
vuelo a Seattle, para sólo tres días más tarde, lanzando así una señal.
La reservación no era en ningún modo vinculante, pero me pareció que
ese día podía servir de punto de referencia.
Si no ocurría nada especial para esa fecha, regresaría, aunque con una
agridulce sensación, la sensación de haber dejado algo incompleto. Si algo
ocurría, podría retrasar el vuelo. Me sentí que aceptaría cualquier cosa que
sucediese, y me sentí fuerte. N o tenía nada que perder.
386 El despertar del Hongo
Llegué al Zócalo después de caminar por la ciudad durante una hora. No miré
ningún plano, pero llegué allí sin haberme desviado una calle desde el hotel. Exis
tía una energía en ese lugar con la que era posible conectar. Hasta el simple hecho
de ver la inmensa bandera de México en el palacio presidencial me dio fuerza, al
conectarme con la simbología del escudo: el águila luchando con la serpiente.
La primera vez que visité el Zócalo no había descubierto que allí estaba el
tem plo M ayor de Tenochtitlán, el antiguo nombre de lo que hoy es la ciudad
de M éxico.
En esta ocasión, uno de sus guardianes sencillamente se acercó a mí. Me
dijo quién era después de hablar unos minutos conmigo y me dio bastante
inform ación.
Este hombre, de quien no llegué a saber ni su nombre, me dijo que hoy
en día la ciudad de M éxico era la mezcla de tres culturas: la azteca, la colonial
y la moderna. El Zócalo mostraba cómo cada una de ellas se había superpuesto
a la anterior. La más antigua, Tenochtitlán, se levantaba hace siglos en una
isla en medio de un enorme lago, el lago Texcoco, cuyo nombre real era
M eztliapán, “ el lago de la Luna” .
En esta isla levantaron los aztecas, luego llamados mexicas, sus templosy
sus pirámides, sus edificios y mercados, su ciudad. Tenochtitlán causó la admi'
ración a los españoles cuando llegaron a ella. Creyeron haber encontrado el
famoso El Dorado, al ver las grandes cantidades de oro que recubrían las pare
des. Los más avariciosos quedaron cegados por su esplendor y no sólo no valo
raron esa cultura, desconocida para ellos, sino que unos años acabaron con
ella, o al menos eso intentaron.
En el Zócalo existían dos grandes pirámides donde hoy está la Catedral, por
eso tiene todavía poder, además de que al parecer sus constructores también
conocían grandes secretos y la construyeron como un instrumento sagrado,
necesario para despertar a M éxico siglos más tarde.
A sí, hoy, en el Zócalo se levanta imponente únicamente la Catedral. Las
pirám ides fueron destruidas para construir la Catedral y del templo cónico de
Q uetzalcóatl sólo quedan algunas cabezas de serpiente en un edificio del go
bierno en la misma plaza, desplazadas hace años de su lugar original.
C erca de lo que sobrevivía del templo Mayor encontré a unos concheros
aztecas, una vez que el guardián me dejó solo, yéndose sin decirme nada más.
U n o de ellos en ese momento no danzaba, sino que repartía unos papeles
a quienes se detenían junto a él. Era alto y muy fuerte. Su piel era muy oscura,
T enochtitlán. La danza del nuevo sol 387
al igual que sus ojos. Me acerqué al hombre, quien más tarde me diría sus nom
bres: uno en lengua náhuatl, que me dijo era secreto y no debía desvelar, y otro
en castellano, Alberto.
A l principio, al ver mi interés, había estado explicándome qué significa-
£
do tenían para ellos estas danzas de sus antepasados. Esa había sido mi primera
pregunta.
—En primer lugar — dijo— , para nosotros es un símbolo de resistencia y
de crecimiento continuar esta tradición. Cuando llegaron los españoles redu
jeron a escombros la mayoría de nuestros templos, los teokaltín, incluidos los
templos de Quetzalcóatl, el señor de la Sabiduría.
”La mayoría de los habitantes de Tenochtitlán emigraron a las montañas
y los españoles, que no lograban destruirles, decidieron pactar con los jefes
aztecas y mantener parte de sus tradiciones. Prohibieron las plantas sagradas,
pero permitieron la continuidad de estas danzas porque desconocían su poder.
Las iglesias católicas levantadas sobre los teokaltín continuaron sirviendo para
ese fin, y hasta hoy hemos continuado danzando en los atrios.
—¿Cuál es su poder? — pregunté muy interesado.
—Crear una conciencia superior en el hombre — respondió Alberto,
hablando cada vez más enfáticamente— . Su poder es crear armonía y equili
brio entre el hombre y el cosmos. Estas danzas son danzas cósmicas, al mismo
tiempo que danzas guerreras.
"Dentro del grupo de danzantes se crea energía pues estos movimientos,
perfectamente estudiados por nuestros antepasados, despiertan un centro de
energía que existe en todo hombre. Podemos resistir horas danzando; en cele
braciones especiales incluso varios días.
—¿Cuándo son esas celebraciones especiales?
—Esas celebraciones coinciden con los equinoccios y los solsticios, o
con las fiestas de Quetzalcóatl.
— ¿Se conservan estas danzas en su pureza original? — pregunté a Alberto.
—Estamos recuperándolas, intentando integrar lo auténtico que tenían
en la vida del México de hoy, aunque haya mexicanos que intentan el sinsentido
de querer ir pa’trás — respondió.
—También en mi tierra, Andalucía, hay gente así, pero nadie les hace caso
-—le informé— . No podemos estar mirando atrás, pendientes de lo que nos hicie
ron en 1492 al conquistar Granada los Reyes Católicos. También destruyeron
nuestra cultura andalusí, que por cierto, era de las más avanzadas en ese tiempo.
— México, como España, ha de mirar pa’lante si quiere crecer. A todos
los pueblos les han hecho daño otros pueblos y nosotros mexicanos no somos
388 El despertar del Hongo
una excepción. También hemos de reconocer que los aztecas no eran unos
santitos — dijo bajando la voz— . Claro que había aztecas chingones, pero otros
eran pendejos, o bien cabrones. Había de todo.
— Lo mismo digo de los españoles — corroboré yo.
Alberto asintió y todavía en voz baja, continuó:
— Hay que reconocer la realidad: a los españoles les ayudaron muchos
mexicanos, pueblos que habían sido víctimas de los abusos y crímenes de una
cultura azteca que ya estaba degradándose. En la vida las cosas no son o blan-
cas o negras. Aunque algunos compañeros no piensen como yo, no podemos
estar resentidos toda la vida. Eso nos impediría marchar adelante.
Me pareció muy valiente y sensato lo que decía, pero me di cuenta de
que era algo incómodo para él hablar en esos términos. Imaginé que se sentía
limitado por algunos compañeros suyos que pudieran encontrar blasfemas sus
palabras, por lo que volví a preguntarle por las danzas.
— Las danzas nos recuerdan nuestros vínculos con el pasado y nos per
miten vincularnos a lo que puede ser nuestro futuro — me explicó, ya más
tranquilo, recuperando el volumen normal de su voz— . Hasta ahora se conser
vaban sólo los primeros pasos ofrecidos a ios cuatro puntos cardinales y la
reproducción de los movimientos del cosmos en los movimientos del cuerpo
en los pasos posteriores. Ahora también se reproduce la dualidad del universo.
Ometéotl representa la fusión armoniosa de esta dualidad energética manifes
tada en el hombre y la mujer, en el día y en la noche, arriba y abajo. A l danzar
como nuestros antepasados, hacemos vibrar a la Tierra y se establece un puen
te entre el padre Sol Tonatiuh la madre Tierra Coatlicue, los guardianes
ancestrales de los teokaitín y nosotros los concheros.
— ¿Cuáles son las principales danzas?
— La danza del sol y la del águila blanca. Tonalluh e Iztacuauhtli.
— ¿Por qué os llamáis concheros? — pregunté, cuando me di cuenta de
que no había aparente relación entre su nombre y sus danzas.
— Porque usamos este instrumento.
Alberto me enseñó un instrumento de cuerda, cuya caja de resonancia
era un armadilllo. Luego me habló de cómo se organizaban los concheros:
“concheros del sol” , que danzaban de día, y “concheros de la luna” , que lo hacían
de noche. Más tarde me explicó en detalle la vestimenta de los danzantes, algo
diferente para el hombre y la mujer. Lo más destacable era el penacho llamado
ilcuazéhuatl, elaborado con plumas de águila, pavo real, faisán, guajalote, gua
camayo y avestruz. Los colores eran extrañamente brillantes, bajo la luz del sol
de esa mañana.
T enochtitlán. La danza del nuevo sol 389
Mientras danzaban, los concheros hacían sonar los ayacaxtli, una especie de sona
jas, y los koyoltín, cascabeles en los tobillos. Me llamó la atención el sonido del
atecocolli, una caracola marina que hacían sonar dirigida a las cuatro direcciones.
Suusopor una persona experta producía un poderoso sonido que decían desperta
baa los guardianes del lugar, a quienes pedían permiso antes de cada danza.
quese está iniciando este nuevo ciclo. Esta es una época de transición. Termi
na el quinto sol y comienza el sexto. Termina una fase de ocultación.
"Nosotros seguimos los pasos que nos dejó por herencia el joven Abue
lo, Huey Tlatoani Cuauhtémoc, Señor de México-Tenochtitlán. En su último
decreto, que hizo público el 13 de agosto de 15 2 1 — y buscó, para leerlo, uno de
los papeles que distribuía a la gente que se detenía a mirar a los concheros— ,
a la letra dice:
educación que nuestros mayores inculcaron a nuestros padres y que con tanto
empeño éstos inculcaron en nosotros.
Que tampoco olviden decir a sus hijos lo que un día deberá ser Anahuac:
EL PAÍS DEL NUEVO SOL.
libro de los destinos” , que aunque era individual, tenía al mismo tiempo un
significado colectivo.
—Los tonalpouhqui nos han dicho lo que va a suceder —concluyó.
—-¿Ellos saben? — le pregunté, algo incrédulo.
—Ellos saben porque ven — fue su escueta respuesta.
—¿Los tonalpouhqui tienen que ver algo con el tonal de cada uno de
nosotros? — pregunté, recordando las explicaciones que me dieron en San Juan
Chamula.
—Los tonalpouhqui son quienes leen los signos de los días y conocen tu
destino según tu tonalli, el día en que naciste.
—¿Y el tonalli está relacionado con algún animal? —pregunté, intentando
aclararme.
—Tú me estás hablando del nahualli — me dijo Alberto pacientemente— .
Cuando nacemos tenemos asociado un nahualli, que es nuestra contraparte
animal y representa nuestro destino.
—¿Pero no hay otro significado para nahualli?— pregunté, comprobando
nuevamente los diferentes significados que cada pueblo de Mesoamérica daba
a estas palabras, aunque siempre estuviesen relacionados.
—El nahualli es también un ser excepcional que puede cambiar su forma
y convertirse en animal o en un objeto — respondió Alberto bajando la voz,
como había hecho todo aquel que me había hablado de ellos— . El nahualli
vive entre dos mundos. La palabra nahualli proviene del verbo nahua: “estar
entre el mundo natural y sobrenatural” .
Alberto me contó algunas historias de nahuallis, similares a las de Chiapas.
Más tarde volvió a hablarme del futuro. Quise saber si el Tonalpohualli, el
calendario azteca, es oracular.
—S í— respondió Alberto— , aunque al principio eran las plantas de poder
las que servían de oráculo. Luego, la clase sacerdotal, usando en su provecho el
Tonalpohualli, se arrogó ese papel.
Mientras escuchaba pensaba que esto probaba la teoría de la apropia-
ción del uso de las plantas chamánicas por las élites, para guardar y hacer uso
del conocimiento que proporcionaban.
Alberto continuaba hablando:
—La predicción de eclipses servía para atemorizar a una población a la
que se intentaba mantener en la ignorancia. Supuso una degradación de nues
tra cultura, imponiéndose la militarización y los sacrificios humanos, contra
los que luchó Quetzalcóatl. Esa lucha le costó el exilio y tener que abandonar
392 El despertar del Hongo
Tula. Esa misma lucha acabó también con Netzahualcóyotl y todo aquel que
se opuso a esas prácticas.
— Me gustaría ir a Tula —dije, al aparecer de nuevo Quetzalcóatl, cuyo
nombre había llegado a ser una poderosa palabra para mí; en ese mismo ins
tante había decidido seguir los consejos de María y de Miguel.
— Podemos ir mañana — me propuso.
por lo que dejé por escrito mi queja, descubrí la estatua Xochipilli y pude
observar cómo en efecto, y según afirmó Wasson, aparecían allí representadas
varias plantas enteogénicas y los honguitos psilocíbicos.
En el bosque de Chapultepec, enfrente del museo, me sorprendieron algu
nos de sus árboles, que por su anchura, debían tener varios siglos de edad.
En la casa de Frida, además de su pintura, me atrajeron la atmósfera del
lugar, los diarios, las notas cruzadas entre Diego Rivera y Frida, los cuadros
votivos, los objetos que daban la sensación de que acababan de dejar de habi
tar la casa azul, que de por sí ya tenía gran interés.
David Alfaro Siqueiros, Jean Charlot, Ramón A Iva de la Canal, Emilio García Caero,
Xavier Guerrero, Femando Leal, Fennín Rivera y José Clemente Orozco escuchaban
perplejos el discurso de su compañero Diego Rivera: “Lo extraordinario, lo excepcional
del arte de los toltecas, como de todos los artistas prehispánicos de México, particular-
mente de los escultores, se debe a que realizaban sus creaciones bajo los efectos de la
Cannabis indica, o sea, de la marihuana".1
Los ocho artistas plásticos que escuchaban tejían las últimas defensas para que su
razón no fuera abatida por la implacable elocuencia del discurso desplegado por Diego
Rivera.
Siguió un silencio de última reflexión. Más tarde David Alfaro Siqueiros propondría
formular el problema al Sindicato de Pintores, Escultores y Creadores Revolucionarios
de México. Se designó una fecha ¡xira hablar ampliamente de la cuestión, y precisa-
mente en esc día, Diego Rivera fue capaz de hablar a lo largo de tres huras, exponiendo
el papel histórico de las drogas, tanto en el Egipto como entre los griegos y los artistasde
la Edad Media. Luego retomó con gran vigor a los antiguos chinos y su afecto por el
opio y de una manera audaz los enlazó con los incas y otras culturas de la América
antigua. Rivera, siendo Rivera, respaldó sus conocimientos en libros cuyos títulos no
mencionó, pero aseguró conocer de memoria. Finalizó sosteniendo la tesis de que la mari
huana, “el cáñamo del más Mío color", era superior al opio chino, a ¡os estupefacien
tes egipcios y a los inciensos usados en la antigüedad por los verdaderos cristianos¡ de
tal suerte que para rematar su alocución [nopuso oficializar el consumo de la Cannabis
En la casa de Frida conocí a una chica que tras acercarse a mí, se limitó a
darme un poco de mota. No quería tenerla conmigo por los riesgos de encarce
lamiento y la fumé en un pequeño parque de Coyoacán. Unos minutos des
pués, en un café cercano, escribía lo siguiente, sin saber muy bien al comenzar
a quién iba dirigido:
A mi vuelta tendré que enfrentarme al difícil problema de integrar todas esas viven
cias dentro de mi ser, de existir plenamente en la vida de todos los días, habiendo
asimilado mis experiencias chamánicas y psiconáuticas, aceptando la existencia de
dimensiones inexploradas de la realidad. A l mismo tiempo, intuyo que hay una ulti
ma realidad y trataré de mantener el intento de alcanzar algiín día, preferiblemente
compartiendo un intento colectivo, el fin último del ser humano consciente: la liber
tad total.
Los hechos que estoy viviendo durante este viaje, y los que viví en otros, así como los li
bros que aparecen en la amplia bibliografía incluida en el mío — En busca de las
plantas sagradas— son una evidencia documental de cójjio la experiencia enteogénica
ha formado y forma parte de la experiencia humana; y seguirá formando parte de
ella, lo quieran o no quienes tratan de controlar nuestras vidas y nuestra conciencia.
De ello nos estamos encargando todos nosotros y nosotras, la amplia comunidad de
personas que a pesar de todo, arriesgando nuestra libertad física o incluso nuestra
vida, desafiamos cada día y cada noche la dictadura de la percepción que otros se
empeñan en perpetuar.
Todo está interconectado .Éste es el gran secreto del universo según el gran novelista Tom
Robbins. Las mujeres y hombres de conocimiento que encontré en tierras de México
confían más en nosotras y nosotros, a pesar de nuestras limitaciones actuales, que en la
mayoría de bs miembros de su cultura que han venido y vienen a nuestros países a traer
un conocimiento que corrompen con su mal uso del poder personal, del dinero o con los
abusos sexuales sobre las personas que más o menos ciegamente les siguen.
T enochtitlAn. La danza del nuevo sol 397
Los tiempos que vivim os nos exigen que seamos nuestros propios chamanes y
chamanas, unidos más que por formar parte de una misma tradición, por compartir
y mantener un nuevo intento para el ser humano.
398 El despertar del Hongo
***
E l camino del conocimiento exige hoy romper con los viejos hábitos. Por duro que
resulte escucharlo a algunas personas, vuelvo a afirmar que el tiempo de los maes
tros, tal y como lo conocimos, ha terminado. No es tiempo de entregar el poder a
nadie. Todos quienes estamos buscando, intentando aprender, hemos de tener elmis-
mo “estatus” , y trabajar juntos, en pie de igualdad. Leary dijo alguna vez que la evo
lución es un trabajo de equipo.
Hoy quien quiera saber ha de tomar las riendas de su vida y aceptar la respon
sabilidad de ser su propio maestro o su propia maestra; aprendiendo y creciendo
con los seres de ésta y de otra realidad; evolucionando individualmente junto con el
resto de los demás seres humanos, de /os demás seres vivos, dentro de la naturaleza,
de G aia y del universo.
N o necesitamos intermediarios para aprender y tener una experiencia directa
de la realidad. N o necesitamos maestros, naguales, gurús o chamanes a quienes
T enochtitlán. La danza del nuevo sol 399
Hoy en día si necesitamos algo es sabiduría, claridad, cautela y libre acceso a en*
teógenos, psiquedélicos, empatógenos y a otros medios de experimentar en nuestras
mentes y en nuestras entrañas la realidad última, como hacemos al conocer los esta-
dos más elevados de la conciencia humana. No necesitamos experiencias de según*
da mano, que nadie nos cuente qué es el Gran Misterio, sino vinculamos a él y ser
capaces de experimentar su existencia.
Necesitamos ir más allá de la conciencia mutilada y castrada, considerada
normal en nuestra sociedad. Necesitamos más experiencias trascendentes y expe-
riendas más profundas. Necesitamos internamos en lo desconocido, con prudencia
pero sin miedo. Necesitamos explorar otras dimensiones de nuestra conciencia y de
la realidad, hasta ser capaces de, si ése es nuestro deseo, alcanzar las estrellas y el
infinito, partiendo de la tierra en que nacimos.
***
Este intento requiere descubrir las respuestas a las tres grandes preguntas que desde
sus inicios han interrogado al ser humano: “ De dónde venimos, quiénes somos y a
dónde vamos” . Tres preguntas frecuentemente formuladas sin sentido, pero que
sonsin la más mínima duda, tres preguntas de poder que esconden en sus respuestas
lafuerza, la energía y la sabiduría que hoy necesitamos.
Los psiquedélicos y los enteógenos nos ayudan a explorar, pero no niego que hay otros
medios de ir descubriendo, como animales curiosos que somos, respuestas a esas pre-
guatas de poder, sobre todo, para llegar a vislumbrar hacia dónde nos dirigimos.
Intuyo, y es sólo una intuición, que hacia algún punto donde en algún mo-
mentónos encontraremos quienes tomamos una dirección definida, aunque sea en el
último instante.
***
%
Hay algo más que caracteriza a los tiempos que estamos viviendo hoy en día: es la
supremacía de la novedad frente al hábito, aun cuando éste continúe todavía
siendo tan poderoso y difícil de destenar de nuestras vidas y de nuestra sociedad.
402 El despertar del Hongo
Hoy nos rodean nuevas apariciones, avances sutiles o evidentes de todo tipo,
que sólo los más jóvenes pueden llegar a aprehender en toda su compleji
dad . Los cambios afectan a todos los ámbitos de lo social y a quienes queremos
evolucionar conscientemente nos exigen actuar en libertad, abiertos a los nuevos
descubrimientos, con nuestras mentes preparadas para fluir con la vida y con¡a
energía del universo.
Hasta ahora básicamente se habían explorado otros planos de la realidad, que aun
fuera del mundo material, todavía pertenecían a universos dentro del espacio-tiempo.
Algunos de los miembros de la especie humana — si es que algunos seres excep*
dónales no lo han logrado ya— se encuentran cada vez más cerca de la posibilidad
real de romper con el tiempo lineal, más gracias a la expansión de la conciencia
humana que a avances técnicos.
La puerta de entrada, o de salida, no es ninguna máquina ni agujero negrodd
espado exterior, sino nuestro espacio interior, alguna dimensión desconocidadenuestra
mente o conciencia. Las consecuencias de cruzar esa puerta entran dentro del campo
de lo literalmente inconcebible, y la generalización de esta experiencia sencillamente
transformaría de una manera radical el mundo tal y como ahora lo conocemos.
Por decirlo de otra manera, y haciendo breve una larga historia: si hastaahora
se añadían más dimensiones espaciales a la realidad habitual, ahora estamos siquiera
entreviendo el momento en que seremos, o serán nuestros continuadores, capacesde
añadir de una manera cotidiana dimensiones temporales, algo que incrementaría la
riqueza y variedad de la vida y d éla experiencia de ser de tal modo que hoy porhoy
nadie puede ni siquiera imaginar.
Y sólo será un paso intermedio, un alto en el camino.
Desconozco la incidencia del cruce de ese umbral decisivo en la humanidad
como un todo, en la Tierra como un todo; desconozco si habrá seres humanos quelo
cruzarán “definitivamente" en los próximos años, si hubo quienes ya lo cruzaron)
T enochtitlán. La danza del nuevo sol 403
El infinito es hasta ahora una simple palabra que nadie sabe qué significa realmente.
Para el ser humano del futuro, aunque no sepamos de qué futuro ni su proximidad,
formará parte de su realidad y de su experiencia vital. Nosotros y nosotras sólo
podemos llevar el testigo el tiempo que nos corresponda, en la larga marcha que nos
—o les— habrá llevado hasta allí, desde que hace unos 50 mil años hubo seres tan
similares a nosotros que ya podríamos considerar humanos.
Las palabras son totalmente insuficientes para ni siquiera concebir cuál puede
ser el siguiente paso evolutivo de nuestra especie, quizás el que signifique dejar
de ser Homo sapiens sapiens, para pasar a ser ¿qué?
Habría que volver a hablar del Gran Misterio, y callar después.
Por la tarde pasé por delante de Correos. Hice fotocopias en una librería cercana,
compré sobres y eché en un buzón varias copias del texto recién escrito. Las
cartas iban dirigidas a España, Chile y Argentina.
Después entré a preguntar si había alguna para mí. En ese momento pensé
en la posibilidad de encontrar noticias de Luna, Carmen, mi familia..., y fue
una agradable sorpresa tener allí esperándome dos cartas: una carta de mi ami
go Josep, procedente de Perú, y otra de Eva, desde Barcelona.
Me resultó muy curioso que ambas me hablaran de “la maestra”, la aya-
huasca, a quien en mi viaje a Sudamérica había llegado a conocer bien y quien
finalmente me había llevado al sanpedro.
Ahora aparecía después de mi encuentro con el peyote y Mescalita. Y no
pude dejar de pensar que no podía ser una causalidad. Más cuando el sanpedro
y el peyote están muy relacionados, pues contienen ambos mescalina.
Posiblemente la ayahuasca ve, al menos en mi caso, que el camino tras ella
ha de continuar con otros maestros, para quizás volver más adelante, con un nue
vo conocimiento, a continuar aprendiendo con la planta maestra por excelencia.
Las plantas maestras parecen estar conectadas con una mente vegetal de la
que forman parte y parecen sqber quién debía continuar enseñando a cada cual.
Me pregunté quién me acompañaría después del peyote. ¿La ayahuasca?
¿Los honguitos? ¿La mielecita? ¿Alguna sustancia creada en un laboratorio?
Eva me había localizado vía Luna. A l dejar Granada para ir a Barcelona, había
contactado con ella a través de Carmen, de quien todos teníamos su dirección
en Londres.
404 E l d e sp e r t a r d e l H o n g o
Holajuanjo. Se me hace muy extraño escribirte cuando siempre nos lo decimos todoa
la cara, pero las circunstancias cambian, y ios medios también.
Mientras me "inspiro" pienso la manera de decirte lo que quiero decirte, y la
verdad es que resulta difícil esto de escribir, sobre todo cuando se trata de algo tan
profundo y místico, como fue la experiencia con la "maestra".
Ames que nada quiero darte las gracias por haberme conectado con esa claridad
y esa oscuridad que a pesar de intuir nunca vivencié tan de cerca, en mí misma.
Desde luego la maestra sabe cómo enseñar. Deben ser los años de experiencia
en nuestra psique y en nuestro espíritu.
Su mejor enseñanza vino después de varias horas, ¡y de qué forma! Aún me parece
increíble, pero sé que es real, tan real como este Jan que me estoy fumando...
No te explicaré los detalles del ritual, pero te diré que me ayudó a sentirme segura. A.
me prestó un vestido de comunión. Eso pensé al verlo y entendí perfectamente que
eso mismo es lo que estaba a punto de hacer: ¡mi primera comunión de verdad, cons
ciente.'
Lo que no me encantó nada fue la cara opuesta. Al día siguiente asistí "casi" sin
saberlo a esa cita en el H. y allí la maestra se pronunció de nuevo.
Una invocación a la oscuridad, al frío, al mal. Sentí la muerte de cerca y pensé
que de ésa no salía, pero salí, ¡vaya si salí!
Aún hay cosas que se mueven en mí. Estoy asimilando información, pero ya empiezo
a tener vislumbres de revelaciones a muchos niveles... sé que estoy en el buen camino.
T e n o c h t it l á n . L a d a n z a del n u e v o so l 405
En fin, me gustaría tenerte cerca para poder explicártelo mejor, ¡yero ya habrá
ocasión para eso.
Bueno Juanjo, cada vez siento con más intensidad que este año venidero va a ser muy
importante... para TODOS. Las cosas cambian con un pequeño empujoncito, y el
motor ya está en marcha....
Te voy a dejar ya, que me está entrando el sueño. Espero que recojas esta carta a
tiempo.
Pienso en ti y en las cosas que quedan por hacer juntos, y aunque no sea un
sentimiento guerrero, te echo de menos...
Un beso,
'• Eva
Te escribo unas líneas desde Madre de Dios. No sé por dónde andarás de México, pero
espero que mi carta llegue a tus manos.
Deseo compartir contigo mis vivencias por estas tierras de Perú que tan bien
conoces, porque eres una de las pocas personas que conozco que pueden entender los
encuentros que uno tiene con las plantas sagradas, concretamente con la Maestra, la
AYAHUASCA.
Lo que aquí te narro es una experiencia que ha marcado mi vida de una forma
determinante. También es cierto que he vivido otras muchas y que antes de regresar a
Barcelona estoy seguro de que tendré la oportunidad de vivir muchas más, pero para
mí, mi vivencia en Madre de Dios con Edgardo y su maestro Beto ha significado el
abrir las puertas a unjosep libre de miedos pasados y cerrar una etapa de mi vida hasta
este momento.
Acepté el reto y me puse en sus manos. Me invitó ai rititóii que tenía preparado
para aquella misma noche. Seríamos seis personas, Edgardo y yo. En otro momento te
explicaré los personajes que compartieron el ritual conmigo. Te aseguro que no tiene
desperdicio la historia.
Después de descansar en la choza donde hacía los rituales, encima de unos
colchones llenos de pulgas y chinches, nos fumeó con su tabaquito sagrado y pasamos
a tomar la medicina. Era espesa, negra y sabía a mil demonios. Cuando llegó mi tumo
me miró sonriendo y me dijo: "Tú tomarás la misma cantidad de medicina que yo.
Quiero que conozcas a la AYAHUASCA de Madre de Dios, y a ver si te acepta".
Me aceptó. Mientras mis compañeros de ritual vomitaban abundantemente y se
retorcían (no olvides que la Ayahuasca de aquí lleva TOÉ y es Potente, muy Potente) yo
me mantenía en mi centro. Me sentía fuerte, muy fuerte, como nunca antes me había
sentido. Edgardo no dejaba de observarme, hasta que al final me dio un abrazo y me dijo
que era un gringo especial, muy especial, y que me llevaría a conocer a la Maestra.
.A la mañana siguiente, después de descansar casi todo el día, me invitó a cenar
y me dijo que dentro de dos días partiríamos a la selva, que navegaríamos durante tres
días para dejar el río y adentramos en la selva durante dos días más hasta encontrar un
claro en el cual vivía Beto, un maestro AYAHUASQUERO que había sido, también, su
Maestro y que nos llevaría hasta la SOGA.
Navegamos por el Madre de Dios hasta que llegamos a la orilla al cabo de los
tres días, durante los cuales dormíamos en la canoa por miedo a las grandes anacondas
que pueblan las orillas del río.
Dejamos la canoa y empezamos a caminar. La selva es otro mundo, tejala vivo.
No veíamos el sol de lo tupida que era. La humedad es terrible y andar se hace penoso al
cabo de las horas. Bueno, tú ya conoces la experiencia. Edgardo caminaba deprisa, con
una agilidad asombrosa que a mí me hacía redoblar ios esfuerzos para poder seguirle.
Por la noche, desplegamos las hamacas en un pequeño claro y descansamos, no
sin antes habernos untado por completo el cuerpo con un ungüento que llevaba para
que los "zancudos", mosquitos enormes, no nos comieran. Nunca olvidaré mi prime-
ra noche en la selva.
A la mañana siguiente, muy temprano, reanudamos la marcha. Estaba muy
cansado pues apenas pude dormir. El ruido por la noche, en la selva, pone los pelos
de punta y estuve asustado casi todo el tiempo. Edgardo continuaba con su ritmo de
marcha. En un momento dado le perdí de vista. Le llamé pero no contestó. Pensé que
igual había visto algo, no sé, algún animal, y se había adelantado. Nada, no contestaba
a mi llamada. Me asusté, me quedé quieto, miré hacia atrás, en busca de un camino
que no existía. Todo era igual. Intenté avanzar unos metros pero, enseguida me di aten
ta de que me perdería aún más. Retrocedí y me quedé donde había visto por última vez
a Edgardo. Volví a chillar con todas mis fuerzas pero nadie respondió. Pensé que
cuando se diera cuenta de que me había perdido volvería a buscarme. Mejor me que
dara quieto.
408 El despertar del Hongo
Pasaron dos horas y no aparecía. Entonces empecé a ser consciente de que real!»
mente estaba perdido, que por alguna razón Edgardo no me encontraba. El desespero
fue atroz• Pasé media hora como un loco, dando machetazos a todo lo que rodeaba,
hasta que me di cuenta de que todo se había acabado. Mi aventura terminaba aquí. En
el momento de pensar esto, me calmé de golpe. Me senté en un tronco caído, encendí
un cigarrillo y me asaltó un pensamiento que me tranquilizó: "Por lo menos moriré
haciendo algo por mí, por mi intento de ser un hombre libre” . Puse el machete encima
de mis rodillas, la foto de mi mujer y mis hijos delante de mí y me dispuse a esperar lo
que el destino me tuviera preparado. Entonces pasó por mi mente la película de mi
vida, todos los acontecimientos importantes que me habían sucedido, mi niñez, mis
miedos a lo que ahora me parecían estupideces. Perdoné a todos los que me /rabian
hecho daño en mi vida, me perdoné a mí mismo por todo el daño que me había hecho
y el que hice a los demás.
Esta recapitulación duró tres horas hasta que me invadió una paz como nunca
había sentido antes. Estaba tranquilo. Iba a afrontar mi muerte, ¡y estaba tranquilo!
Escucho un ruido de ramas y me pongo en guardia. Un animal, pensé. Cojo fuerte'
mente el machete entre mis manos y me dispongo a vender cara mi vida. Avanzo hacia
el ruido y me quedo de piedra. Es Edgardo, con su sonrisa de niño malo. “Te has ganado
a la Señora, a cien metros de aquí está la cabaña de Beto. Tienes el temple suficiente
para llevarte tu AYAHUASCA a tu tierra y curar a la gente que lo necesite", me dijo, y
me dio un abrazo que nunca olvidaré.
Aquel día morí realmente y renació otra persona, otro hombre dispuesto a dar
la cara con su espíritu y que ya no renuncia a nada en esta vida.
Llegamos a un pequeño poblado formado de dos chozas y una más pequeña que hace la
función de cocina. Allí nos esperaban Beto y su familia, formada por seis pequeños, su
esposa, su cuñada y su suegra Ramira. Nos recibieron con curiosidad, pues no están
acostumbrados a recibir visitas, y menos a gringos.
Después de los saludos y presentaciones de rigor, Edgardo les hizo entrega de un saco
de arroz, sal y frijoles que yo había comprado en Puerto Maldonado, y que ítalo, el apren'
diz de chamán de Edgardo, había transportado como un jabato durante todo el trayecto.
Era ini ofrenda a cambio de que Beto me ayudara a conocer la SOGA. Beto conocía a la
perfección la selva. Había nacido en ella y su maestría en el arte de curar venía de micy
lejos. Su padre y su abuelo ya eran conocidos "brujos" de tradición muy antigua.
Edgardo le comenta mis inquietudes sobre la medicina, y que quiero aprender a
manejarla y cocinarla para llevármela a mi país. Beto se me queda mirando fijamentesin
pronunciar palabra durante largo rato. Edgardo rompe el hielo y le comenta que soy
"bravo", que no me he dejado "jalar" por la selva, que él ya ha conocido mi espíritu y
que no me ha importadojugarme el "pellejo" por conocer la "soga". Le cuenta lo que me
ha hecho pasar al dejarme solo. No quería presentarme a él sin antes comprobar mis
intenciones y mi entrega.
T e n o c h t it l á n . L a d a n z a del n u e v o sol 409
El rostro de Beto cambia por completo, agradece los presentes que le he traído y
me ofrece “chicha" hecha por ellos mismos. Su esposa Clara nos sirve la cena, un plato
de arroz con unos huevos fritos de un tamaño gigantesco. Por supuesto nopregunto de
qué son, pero la verdad es que están riquísimos. Empezamos una charla que duraría
hasta entrada la noche. Les cuento mi viaje, mis experiencias y el motivo que me ha
traído a su país, lo que deseo aprender, en fin, todo.
Quedan impresionados de todo lo que les cuento. Beto reconoce mi interés por la
“soga" y está dispuesto a que conozca la que él "cocina", AYAHUASCA ROJA. Según él
sólo la toman los Maestros. Piensa que, después de todo lo que he pasado, merezco
el honor. Si soy capaz de soportarla querrá decir que la “medicina" ya me conoce y me
acepta y viajará conmigo.
Nos sentamos junto al fuego formando un círculo, Beto, Edgardo, ítalo y yo.
Después de "fumamos” con su pipa uno a uno, tomamos la “medicina". Beto me dice
que yo debo tomar la misma cantidad que él. “Si la soportas, mañana te llevaré a
conocer la Soga y te la presentaré". Tomo el vaso y lo saludo en mi frente y le pido con
todo respeto que no sea muy dura conmigo. Lo bebo de un solo trago, sabe a demO'
nios. En mi vida he tragado algo tan fuerte de sabor. Casi vomito sólo del mal gusto
que tiene. Es espesa y parece chocolate.
Me dispongo a esperar los efectos de la medicina, tranquilo, relajado y entrega'
do a mi suerte. Delante de mí tengo a Beto. No deja de mirarme. Al cabo de veinte
minutos empiezo a notar un calor muy fuerte que sube por mi columna vertebral,
despacio, pero con una intensidad cada vez mayor, hasta que invade mis hombros y
cervicales, señal inequívoca de que la medicina empieza a hacer su trabajo. Luego llega
a mi cerebro y empiezo a ver figuras geométricas con unos colores intensos, muy inten'
sos, en todas las dimensiones imaginables. Formo parte de ellas, estoy en medio de toda
esta grandiosidad. No sé el tiempo que dura la visión, pero abro los ojos y veo a Edgardo
e ítalo que se levantan, se apartan unos metros del círculo de fuego y empiezan a
vomitar. Giro la cabeza y veo otra vez la mirada de Beto fija en mí, pero esta vez con
una sonrisa en sus labios. Adelanta su cuerpo hacia mí y me dice: “ Te gustaría ver a
tu familia, ¿verdad?" Todo mi cuerpo se ruboriza y le contesto sí. “Entonces dame la
mano y cierra tus ojos." Así lo hago y de golpe me veo suspendido en el aire. Mi cuerpo
está tranquilo y relajado en su sitio, al lado del fuego; Edgardo e ítalo contimían con
su mareo, apartados del fuego sagrado. Sólo mi cuerpo y el de Beto permanecen en su
sitio. Beto me dice: “Recréate un poco en la visión que la medicina te concede. Ten
presente que lo que estás viendo es un privilegio no concedido a todo el mundo".
La emoción que me invade es difícil de describir. Cada vez ascendemos más, hasta que la
selva se convierte en un pequeño bosque. La sensación es grandiosa, indescriptible.
Siempre de la mano de Beto nos fundimos en el universo. Soy un todo con el todo y de
pronto estoy en mi casa, en Sabadell, en mi salón. Flotando como una nube voy reco'
rriendo toda la casa; veo a mi esposa durmiendo en la cama con nuestra perrita Asta a
su lado, tengo el deseo de tocarla. Mi corazón se inunda de amor, un amor como el que
410 E l d esper t a r d e l H o n g o
nunca había sentido. Beto me lo impide con un movimiento de cabeza. Veo a mis
hijos, paso unos segundos a su lado, los miro con infinita ternura. Beto me coge de
la mano otra vez y aparezco en casa de mi madre, de mi hermana y de algunos amigos
queridos, los cuales no he seleccionado yo, como si Beto lo supiera todo, o adivinara
mi pensamiento, y me dice: "No, ya basta. Tienes que terminar el trabajo que has
venido a hacer. Tiempo tendrás de estar con ellos” . De golpe la selva se va haciendo
cada vez mayor hasta que vuelvo a ver a Edgardo e Italo, como no, vomitando, como
si el tiempo no hubiera pasado. Tuve la sensación de que habían pasado horas, días,
meses y en realidad fue cuestión de segundos. Sólo Edgardo fue consciente de nues
tro viaje.
De repente estaba otra vez en mi cuerpo. Beto me sonreía. "Eres un buen
hombre, gringo. Todo te irá bien. Algún día sanarás a la gente sólo con tu palabra. Ésta
es tu misión en esta vida. Ya lo hiciste en otras pero no terminaste tu trabajo. Ahora te
toca hacerlo." Se levanta, se acerca a mí y me invita con su gesto a levantarme y nos
fundimos en un abrazo. Empiezo a llorar. Mis emociones se han desbordado. El abra-
zo dura un largo rato y mientras se produce, Beto me habla con su plexo (pecho). Así
lo siento. Me da consejos desde su corazón, un lenguaje que hasta aquel momento yo
desconocía.
Se está haciendo de día y la imagen que ofrece la selva es sencillamente maravi
llosa. Tomamos unos zumos comentando la experiencia con Edgardo e ítalo. Nada les
extraña; sólo el que haya sido un gringo el agraciado. Después de descansar un par de
horas nos adentramos en la selva para ir en busca de la AYAHUASCA. Me llevó a
buscar la liana, la CHACRUNA.
En fin, estuvimos tres días y tres noches cociendo en dos ollas de 60 litros cada
una, para sacar un litro de la maravillosa medicina que tengo en mi poder. Me regala
ron una pipa chamánica para que, cuando vuelva, pueda humear en mis rituales, si es
que bs hago. Me gané su respeto y el maestro Beto me enseñó todo b referente a la
celebración de rituabs, con sus ÍCAROS ancestrabs, y me invitó a quedarme en su ca
sa durante un año para, así, convertirme en un buen brujo o chamán, pues piensa que
b conexión que tengo con b Maestra debo aprovecharb para poder ayudar a mis her
manos de España, como él dice.
Durante bs días que estuve con elbs compartí muchos conocimientos. Me en
señaron y bs enseñé. Su cultura es ancestral y desconocen por completo muchas de las
técnicas que nosotros, bs europeos, por nuestra cultura y acceso a b información y
estudios conocemos. Lbgamos un "indio" y un “gringo" a b conclusión de que tenía
mos mucho que aprender el uno del otro, que debíamos cambbr información.
Es lo que pienso hacer cuando regrese a España. Le prometí que b mandaría
libros que seguro b serán útibs, al igual que a mí me ha sido útil su forma de hacerme
ganar mis pretensiones de búsqueda. La bcción ha sido magnífica, Juanjo.
No sé lo que me deparará el resto de mi aventura, pero si tuviera que terminar
aquí, daría por bien empbado el esfuerzo.
T e n o c h t it l á n . L a d a n z a del n u e v o so l 411
Josep
De su vida como hombre sólo recuerda sus sueños, de los que aprendió otra realidad.
9
—Antes de convertirme en el espíritu que soy, también fui humano. Ahora vosotros
me conocéis como Bado, el espíritu del sueño. Nunca llegué a ser adulto, pues un
sueño me atrapó y quedé en él para siempre.
Mis últimos recuerdos sobre mi infancia se remontan a casi mil años. De niño solía
mirar el cielo, deseando fundirme con él para saber hasta dónde llegaba, pensaba en lo
que encontraría cuando el cielo se acabara, porque sólo con mirarlo no podía alcanzar
su fin.
Ahora que soy espíritu y puedo abarcarlo todo, me gusta observar al hombre que
habita la Tierra, me gusta escucharle en su silencio. Puedo ver en sus miradas los
sentimientos y puedo escuchar ese silencio que desprende el cuerpo cuaivio camina y
su mente se va lejos. Ese silencio que arranca el calor de una figura que camina escri
biendo cuentos.
412 E l d e sp e r t a r d e l H o n g o
Ése es el silencio del cielo, que os lleva con el viento las preguntas que yo os contesto
con el sueño.
Aquella era una noche fría, una noche en la que el viento soplaba con fuerza, y como
era costumbre me tumbé sobre el heno para contemplar el cielo. Cerré mis ojos y grité
al espacio abierto un deseo. El viento robó mi voz, pero clamé con el corazón que el
cielo escuchase el susurro del viento, y cuando lo hizo, mi deseo fue concedido. Esa
noche soñé que era cigüeña y mis alas se abrían para abrazar la libertad.
Cuando desperté, mis Ligrimas derramadas habían quedado escritas sobre las hojas como
palabras, que al leerlas componían los libros donde todos los sueños quedan escritos.
Esa mañana salí caminando, metí los pies descalzos en el charco de mis Ligrimas,
cuando una cigüeña que volaba al ras del suelo se posó ante mí y bebió del charco.
—Porque esta noche desde el campanario escuché la voz del viento. Mientras soñabas
me alimentaste con tu deseo, y necesito beber de tu sed para ayudarte. Mírame, mírame
bien y dime qué ves.
Estuve contemplando durante un buen rato a la cigüeña, pero cuando me fijé en sus
ojos me vi reflejado en ellos. Me estaba observando a mí mismo, como si yo fuera en
realidad la cigüeña y ñola persona que la estaba mirando.
Podía verlo todo desde las alturas, porque era completamente libre, y la libertad había
roto todos los límites.
Ahora que soy espíritu y mi cuerpo es infinito, viajaré por el mundo bajo cualquier
apariencia. Seré piedra, hoja, insecto, montaña, o lo que quiera ser. Y estaré ahí, donde
T e n o c h t it l á n . L a d a n z a del n u e v o so l 413
Sabed que cada sueño es un camino, y cada camino un paso hacia la libertad. Si tú,
soñador, llegas hasta el final, dejarás de existir en tu realidad preconcebida y pasarás a
otra existencia donde todo es posible. Tu felicidad es tu pájaro de libertad, deja que
abra.las alas y vuele lejos, donde nadie pueda cogerlo, donde nadie le ponga límites.
Así podrá llegar más lejos, porque algún día serás cigüeña y tu espíritu será infinito.
En cuanto acabé de leer, y aun sin saber todavía el alcance posterior de esa
primera llamada, marqué el número de teléfono de Vanessa, impaciente por
oír la voz de quien había escrito algo semejante, sin preocuparme por calcular
qué hora sería en España.
No hubo ningún problema. Ella misma respondió y me habló de otra Lucía.
Con los atlantes de Tula
45
Miraba fijamente las impresionantes figuras de los atlantes de Tula. El cielo estaba
encapotado, la lluvia amenazaba y un viento frío nos había acompañado desde
que llegamos, temprano en la mañana, a la antigua Tollán. Estábamos sobre la
pirámide donde los cuatro atlantes se levantaban imponentes hacia el cielo, con
cuatro columnas detrás de ellos, que parecían guardarles y protegerles la espalda.
Alberto me estaba explicando que los toltecas habían heredado los co
nocimientos secretos de los olmecas y Tula había sido la escuela de sabiduría
desde donde aquéllos los habían difundido por Mesoamérica, y el lugar de
residencia y enseñanzas de Quetzalcóatl.
— Quetzalcóatl gobernó a los toltecas con conciencia y corazón —me
explicaba Alberto mientras yo no quitaba ojo de los atlantes— . Durante el
gobierno de Quetzalcóatl hubo una gran paz y armonía en una sociedad dedi
cada fundamentalmente a la búsqueda y desarrollo del conocimiento. Eran
artistas y guerreros, pero no olvidaron los aspectos más materiales, entre los
que destacó la gran intensificación del cultivo del maíz hasta que Quetzalcóatl,
junto con iniciados e iniciadas toltecas, un buen día se exilió y Tula desapare
ció como escuela de sabiduría.
— ¿Por qué dejaron Tula los toltecas? —pregunté, extrañado ante un nue
vo caso de repentino abandono de un centro ceremonial por sus habitantes.
416 EL DESPERTAR DEL HONGO
"La bolsa que ves en los atlantes —dijo Alberto, señalando hacia ellos—
simboliza el lugar donde los aprendices guardaban esa sabiduría conseguida
tras un aprendizaje que resultaba más o menos largo según su naturaleza y la
intensidad de su lucha.
”Esa lucha interior les preparaba para ofrecer su corazón al centro y cora'
zóndel cosmos en las ceremonias que más tarde ios chichimecas convirtieron
en sacrificios humanos físicos, arrancando los corazones de los sacrificados y
ofreciéndolos al sol, a quien identificaron con un dios temible, sediento de la
sangre de hombres y mujeres, en quienes llegó a exigirse la virginidad.
"Estas prácticas eran una degradación del verdadero significado espiri
tual del sacrifico al sol, la entrega a la energía del universo. En la época
tolteca, este sacrificio, ya te dije, no implicaba morir físicamente, sino sólo
simbólicamente. Uno o una moría para volver a nacer a una nueva vida.
"La prueba final consistía en permanecer cuatro días con sus noches en
cuevas cercanas a un gran lugar de poder llamado Chalina, donde en silencio
yaislado sensorialmente, el aprendiz abría los sentidos más internos, habiendo
iniciado así el viaje hacia su nuevo ser. Esta prueba final culminaba con un
baño en las frías aguas del lago de Chalina, donde los jóvenes principiantes
^ •
Alberto me invitó a mirar las mariposas de sus pechos con una decisión total
de entrar por ahí a otros mundos.
—Esas mariposas son las puertas por las que podrás entrar a otros mundos
—aseguró— . Son fronteras entre esta realidad y realidades desconocidas para
nosotros.
Le conté lo que don Manuel me había contado en Tenochtitlán, junto al
templo Mayor, sobre el ololiuhqui. Alberto mostró gran sorpresa de que don
Manuel hubiera confiado en mí y yo conociera ese secreto, pero su sorpresa
fue mayúscula cuando vio en mis manos esas semillas. Yo había sacado sin
418 El despertar del Hongo
saber muy bien por qué las semillas de ololiuhqui que habían viajado conmigo
desde Huautla de Jiménez.
Le convidé a tomarlas juntos.
—¿Cómo las han conseguido? —me preguntó extrañado.
Le expliqué cómo doña Josefa, casi al inicio de mi viaje, me las había
dado, y cómo no las había usado hasta entonces.
Alberto me dijo que efectivamente los toltecas habían usado el ololiuhqui
para entrar en lo desconocido y que ese lugar había sido el máximo centro de
su uso en México.
Aceptó mi invitación.
Mascamos las semillas y nos sentamos frente a los atlantes. Alberto me dijo
que detuviese mi mirada en sus pechos, observando fijamente las mariposas que
los cubrían.
Casi inmediatamente estaba con mis ojos fijos allí, como si mi mirada
permaneciera atrapada en la figura de la mariposa, intentando penetrar la
piedra.
Unos minutos después Alberto me preguntó si veía. Le respondí que no,
pero sus palabras acabaron con mi estado de atención. En ese momento cerré
los ojos y vi que si no dejaba entrar la luz, sí veía algo.
A pesar de que al compartir las semillas con Alberto la dosis había sido
’ la mitad de la indicada por doña Josefa, alcancé a ver algo, quizás debido al
lugar o a la firmeza de mi intento. No eran unas imágenes muy nítidas, perosí
podía ver unas serpientes bailando. En su danza se cruzaban y entrelazaban.
Eran tres serpientes, dos de ellas grandes y mayores, otra parecía más joven.
Me entretuve admirando su danza. Las imágenes eran muy hermosas, pero no
parecía recibir ninguna enseñanza. Finalmente las serpientes se transformaron
en una nube de mariposas que revolotearon hasta desaparecer convertidas en
una estrella.
El hecho más sorprendente fue que cuando abrí los ojos, esa estrella coin
cidía con una luz en el cielo, sobre las cabezas de los atlantes.
No supe qué podía ser y le pregunté a Alberto que qué era aquello. Alber
to, que parecía llevar ya un tiempo observando ese punto luminoso, me dijoque
eran los toltecas.
Yo insistí, haciendo oídos sordos a su asombrosa respuesta, sin saber si
era un avión, una estrella, un planeta, o qué. El insistió en que los toltecas
venían a vernos a veces.
—¿Estás seguro? —le pregunté, cada vez más incrédulo.
Con los atlantes de Tula 419
Antes de dejar Tula, Alberto me dijo que quería enseñarme algo. Me llevó hasta
un muro, al norte de las pirámides, que me dijo era conocido como coatlpautli,
que en náhuatl significaba “muro de las serpientes”.
Ya allí, admiré una vez más las serpientes en estas viejas piedras, dándome
cuenta de la importancia de este símbolo en las culturas de Mesoamérica, como
en las demás culturas de sabiduría de la humanidad, pero no entendí por qué
Alberto había querido enseñarme ese muro.
Al preguntarle, me respondió que cerca de allí había unos enterramientos
que aseguró eran míos y de mi gente. Al comenzar a alejarnos del muro, sucedió
algo parecido a lo que me ocurrió con Enrique en Monte Albán, y esta vez
respondí con desinterés a su deseo de mostrarme esas tumbas.
Tras una pequeña nueva discusión, en la que Alberto se negaba a aceptar
mis acusaciones de morbidez, me negué a acompañarle a los alrededores. La
experiencia de Monte Albán había sido suficiente para mí.
Alberto sintió mi incomodidad y mi escepticismo, entonces quiso mos
trarme una prueba de sus afirmaciones. Me dijo que si no quería ver las tumbas
me enseñaría mi retrato, que estaba allí, en unos rectángulos de piedra cerca
nos que habían sobrevivido al paso del tiempo.
No pude creer lo que veía, pero tuve que.aceptar que allí había una cara
humana, con barba, y a mi pesar reconocí que se parecía a mí.
Teotihuacán.
El corazón del águila
46
Hacía bastante calor y sentir el sudor y el cansancio eran todas mis sensacio
nes. Anduve por el recinto sin decidir el rumbo, hasta que sin saber muy bien
cómo, me encontré frente a un gran templo.
422 El despertar del Hongo
Detrás de ellos dos veía las cabezas de serpiente que representaban a Quetzal-
cóatl y las máscaras que Ramón dijo que eran del dios de la lluvia y de la diosa
de la fertilidad.
— Estas dos máscaras simbolizan la fusión de las energías masculina y
femenina. El ímpetu y la decisión del macho, y la creatividad y tolerancia de la
hembra, pero no lo tomen por cierto. N o importa qué cosa tengan entre las
piernas, les estoy hablando de energía.
Los mexicanos se miraban unos a otros, sorprendidos, algunos incluso
escandalizados. La mujer me observaba mientras tanto. Yo no le quitaba el ojo,
aunque con su intensa mirada parecía decirme que escuchara.
Ramón continuaba hablando:
T eotihuacán. El corazón del águila 423
Pronto Ramón despidió a los turistas, quienes le dieron cada uno unos pesos
antes de despedirse de él.
Entonces vino hacia mí, acompañado de la mujer. Me la presentó como
Rosa. Me dijo que también era maestra.
—Ya, como tú — dije todavía con algo de resentimiento por sus varios
engaños— . ¿Qué haces aquí? — pregunté, como retándole.
— Hoy tuvimos una reunión de maestros en México —respondió son
riendo— . Ya te dije que queremos conseguir que este pinche gobierno atienda
nuestros pedidos. Rosa es mi compañera.
—Ya, ya — dije, incrédulo— , pero ¿tú te crees que todavía me chupo el
dedo? — le pregunté con un estúpido orgullo— . Me imagino que venís aquí a
hacer de guía para ayudaros un poco en el salario de mierda que el pinche
gobierno no os quiere subir, ¿no?
—Claro que sí — dijo Ramón, y rieron los dos.
A l verles reír como dos niños traviesos dejé de lado mi orgullo y me en
tregué al momento. Me uní a sus risas mientras Ramón me daba la mano con
una fuerza fuera de lo común. Rosa se acercó a mí y me dio dos besos. Olía a un
perfume que no identifiqué, pero era embriagante y muy cálido.
— Perdona Rosa, pero es que ya no me creo nada de lo que me diga este
hombre — dije sonriendo, señalando a Ramón.
— Sí, es un mentiroso de cuidado — dijo— . Le va a crecer la nariz —y con
su mano izquierda le hizo cosquillas a Ramón.
Cuando terminaron de jugar les dije:
— Mirad, estoy aquí. N o sé por qué, pero estaba en Tula y de pronto sentí
el impulso de venir a Teotihuacán. No sé si es que de algún modo supe que
estabais aquí, o qué, pero estoy a vuestro lado, así que no finjáis más. No hace
falta ya.
424 El despertar del Hongo
Mientras la lluvia cafa a rachas, caminamos por la calzada de los Muertos. Rosa me
dijo que se llamaba así por todos los que, como ella, han dejado de ser humanos.
—¿Qué quieres decir con dejar de ser humanos? — le pregunté realmen
te sorprendido— . Todavía caminas sobre dos pies, ¿no?
—Los guerreros y guerreras del águila ya no son humanos porque han
dejado de ser serpientes — respondió, comenzando a hablar en tercera perso
na, sin incluirse entre ellos— . Han perdido su naturaleza instintiva, sus emo
ciones más primitivas y más reptiles, llegando a ser dueños de sus vidas. Han
roto con su antiguo pasado de humanos inconscientes.
—Hay quien dice que la mayoría de los humanos somos robots que ac
tuamos automáticamente — recordé.
—Esos son los hombres y mujeres-serpiente —dijo— . Su visión es a ras
de tierra.
”Ya Ramón te habló de la visión del águila, ¿no es cierto? —me pregun
tó, sabiendo ya la respuesta.
—Sí — dije— , y lo comprendí muy bien. Desde que estuve en India mi
visión ha ido elevándose, cada vez más, aunque desde luego no es como la
vuestra. No sé mantenerme mucho tiempo allí.
—Por eso te estoy llevando a otro templo — me explicó— . Tu templo, y
el templo de la gente como tú.
Instantes después, Rosa señaló de nuevo una de las columnas del patio y me dijo:
— Mira estos ojos. Son los ojos de la visión de los hongos. En este tem
plo, exactamente en este lugar, se celebraron durante años ceremonias en las
que se distribuían ceremonialmente hongos sagrados y otras plantas de poder a
los peregrinos.
"Estos relieves simbolizan la nueva visión de los hombres y mujeres que
participaban en estos rituales. Sólo mirar estos ojos cuando estaban prendidos,
les servía para entrar en otros mundos.
Había muchos de estos ojos en las columnas y era difícil no admitir que
algún significado especial tenían que tener. Rosa dijo, indicando una hilera de
ojos que rodeaban al aguilucho:
— La visión de los hongos es necesaria para llegar a ser águila. Te ayudan
a ver y a volar.
Rosa me dijo que el arte era uno de los medios que los antepasados habían
usado para expresar sus conocimientos.
T eotihuacán. El corazón del águila 427
El calor era grande, pero parecía no afectamos. Pronto llegamos al punto des
de donde Rosa quería hablarme, entre aquellas dos impresionantes construc
ciones de piedra.
— Mira — dijo, abriendo sus manos— , éstas son las pirámides del
Sol y de la Luna. Son los centros de las energías del ser humano y del uni
verso. Hasta ahora en el mundo espiritual y en el mundo de los naguales ha
dominado la llam ada energía masculina, pero todo es cíclico, todo cam
bia. Por eso ha llegado el momento de que la llamada energía femenina
despierte en todo su esplendor. Estamos en un momento de transición
hasta integrar ambas energías y trascender a otro mundo donde no existe
esa dualidad.
Miré las dos pirámides, rotundas y firmes ante nosotros, truncadas ambas
en su cúspide.
— ¿Estas pirámides representan esas dos energías? —pregunté.
—No representan nada. Son — dijo Rosa ante mi asombro, aunque co
menzaba a sentir la diferencia.
"Desde la concepción — continuó— tenemos dos clases de energías:
la del hombre en el espermatozoide, y la de la mujer en el óvulo. Nacemos
con ellas integradas en el embrión, pero carecen de conciencia. En el pro
ceso de adquirir conciencia durante el crecimiento, la educación y la cul
tura las dividen. N o vivim os con esas dos energías que tenemos dentro de
nosotros.
428 El despertar del Hongo
—Te platicaré de algo — continuó tras una pausa— . Ahorita se habla mucho
de Quetzalcóatl, pero ¿sabes quién era Quetzalpetlatl?
— No — respondí, confesando mi ignorancia.
— Era la hermana de Quetzalcóatl — me explicó— . Quetzalcóatl se dice
que era el hijo de la diosa de la Tierra, Coatlicue, quien quedó embarazada
cuando pasó junto a una pluma blanca que cayó del cielo. A sí Quetzalcóatl
tuvo una hermana, Quetzalpetlatl, que se ocultó tras el monte Nonohualca.
Me di cuenta del significado metafórico y simbólico de estas historias.
Ramón había llamado antes de otra forma a la madre de Quetzalcóatl, pero
continué escuchando, sin dar importancia a esos detalles.
— Quetzalcóatl desde niño se opuso a los sacrificios humanos, explican
do más tarde el valor simbólico de ofrecer el corazón al sol — continuó Rosa,
confirmando lo que Alberto me había contado en Tula— . Quetzalcóatl defen
dió la cultura, las artes y enseñó el uso del maíz y las plantas sagradas. Eso
provocó la enemistad de quienes querían detentar el poder y temieron perder
el control. Tezcatlipoca, “Espejo Ahumado” , símbolo de la ignorancia y la in
consciencia del ser humano, le ofreció pulque a Quetzalcóatl. Mamado vivo,
hizo el amor con su hermana que había dejado su escondite y había vuelto a
ayudarle en su trabajo. Cuando Quetzalcóatl volvió en sí, arrepentido se arro
jó a una pira funeraria.
T eotihuacán. El corazón del águila 431
47
Comencé a sentir un temor difícilmente descriptible, pero que fue obvio para
Rosa. A l percibirlo me dijo que no tuviera miedo a perder la seguridad al ac
tuar siguiendo el camino del corazón y de la libertad.
— Has de buscar la verdadera seguridad — me recomendó—. La otra es
falsa, pues está basada en el miedo — y me miró serenamente.
Tras una pausa añadió:
—El miedo es un espejismo. Nosotros le damos la fuerza, pero no existe
realmente, porque es transitorio y puede perecer.
— ¿Hay algo que sí exista realmente? — pregunté.
— Existe la libertad, existe la conciencia, existe la fuerza de la vida, exis
te la energía.
434 El despertar del Hongo
Más tarde, Rosa abrió sus brazos y giró ligeramente sobre sí misma.
— Como te dije antes, este lugar que ves acá — dijo— fue un gran centro
energético que permanece vivo.
” La energía de la gran cantidad de personas que entraron desde
Teotihuacán a otra realidad permanece acá mismito, en estas piedras, en estas
pirámides que funcionan como acumuladores de energía y sabiduría.
Rosa sacó de su bolsa una más pequeña. La dejó sobre una telita que
extrajo también de la bolsa más grande y me dijo que dentro había unos hon-
güitos de la sierra mazateca.
— ¿Para qué nos sirven los honguitos? — le pregunté al verlos.
—Nuestros aliados fundamentales son las plantas maestras, el silencio
interno y la búsqueda de la visión en los lugares de poder.
”Los honguitos fueron los aliados predilectos de nuestro linaje, también
la mielecita. A sí llegamos a saber. El mundo antiguo dio lugar a los guerreros
del jaguar. Ellos usaron fundamentalmente la yerba del diablo y el toloache,
así como el sapo. Sin embargo, más tarde, surgieron los guerreros del águila,
vinculados a la visión de Quetzalcóatl. Usaban fundamentalmente los hon
gos, el ololiuhqui y otras plantas como la Pastora. Ambos linajes permanecen
vivos hoy en día.
Cerró sus ojos y los llevó a su frente unos segundos, antes de entregarme la mitad.
— Intenta conectar con la energía que hay dentro de ti, la energía de tu
corazón, la energía de la pirámide y de la luna, intenta también conectar con
la energía de la Tierra. A hora no pienses, siente la energía sin más.
Tomé los hongos, de dos en dos, llevándolos, al igual que hacía Rosa,
junto al tercer ojo antes de introducirlos en mi boca.
—A sí tendrás tu visión — dijo, mirándome con una sonrisa, pero inten
samente. Unos segundos después añadió:
—Nuestra visión.
48
Mientras esperábamos que los honguitos hicieran efecto, Rosa sacó otra bolsi-
ta, la abrió y preparó un cigarro con una vaina de maíz, tabaco sagrado y mota.
— Hay hongos y plantas sagradas que son amigos entre sí —dijo Rosa
mientras mezclaba el tabaco y la mota— . Hay otros incompatibles.
436 El despertar del Hongo
"La mota, el tabaco visionario y los hongos son muy buenos amigos —me
explicó— . Conectan con la misma clase de energía: las energías del corazón.
Otras plantas te conectan con las energías de la oscuridad y del miedo.
"Por decirlo con otras palabras: unas plantas conectan con las energías
de Quetzalcóatl y Quetzalpetlatl, otras con las de Tezcatlipoca.
Mientras fumaba la mota, Rosa iba hablándome, como si fuese guiando con
sus palabras mi viaje.
— Para abrir la puerta a mundos paralelos es necesaria una actitud de
respeto, una intención bien clara y decidida, y actuar con la voluntad de inci-
tar a los guardianes del lugar para que se comuniquen libremente con nosotros.
Así el miedo, que a ratos es tan grueso, desaparece de repente y se recupera el
tiempo sin tiempo, entrando en un eterno aquí ahora.
Le pasé el cigarro, y antes de fumar ella, dijo:
—A sí la voz de lo desconocido entra en ti, así eres capaz de escucharla y
te das cuenta de que siempre está ahí, de que siempre puedes escucharla si ésa
es tu intención.
En ese mismo instante supe que también los hongos estaban conmigo. Su ener
gía se unió a la de la mota. Entré así en un largo recorrido que me llevó, entre
desgarros y liberaciones, desde mí mismo al destino final de este viaje.
Todo lo que Rosa me estaba diciendo yo lo estaba viviendo, pero al mis
mo tiempo sentía que no me podía dejar ir. Me vi transformado en águila, pero
por alguna razón no podía volar.
Tras unos segundos de profunda impotencia, volví a sentirme hombre y
volví a sentir el peso de mi cuerpo. Era pesado, muy pesado. Había algo que me
lastraba, como un globo que no puede elevarse por exceso de carga.
En una primera parte del viaje los hongos me enfrentaron a mí mismo, a los
agujeros, las debilidades, las indecisiones, la inseguridad, la angustia, la ansie
dad, las dudas, el miedo, aunque a la vez participaba también en un viaje colec
tivo, que todavía no era capaz de comprender.
Esta primera parte del viaje no fue muy dura ni muy larga. En lo que
recuerdo, empezó cuando escuché a Rosa decirme:
—Todos debemos romper con nuestro pasado personal y con las limitacio
nes de nuestra cultura, sea ésta cual sea. Nosotros tuvimos que enfrentamos a
los viejos, quienes habían monopolizado el poder y el conocimiento.
"Los viejos intentaron superar la muerte acumulando y robando poder que
arrebataban a otros naguales y linajes, a otras personas o seres sin cuerpo. Tuvimos
que aprender a defendemos sin cerramos a las energías creativas del universo.
438 El despertar del Hongo
Me di cuenta que en realidad era una misma lucha: la lucha contra el viejo
Juanjo, y la lucha contra los que Ramón y Rosa llamaban viejos.
Era una lucha desigual. Tanto tiempo detrás, tanta fuerza acumulada por
el pasado. Me sentía incapaz de dejar atrás ese pesado equipaje, el equipaje que
había llevado conmigo durante tanto tiempo y que nos había lastrado hasta
ahora. Yo, nosotros, en ese mundo no había diferencia.
Intenté soltarme recordando las palabras de Rosa sobre la verdadera se
guridad, pero fue inútil.
Entonces, percibiendo mis obstáculos, Rosa señaló uno de los charcos que la
lluvia había dejado allí y me dijo:
— Mira el agua y dime lo que ves.
— El sol hablando — dije sin pensarlo, ai ver los brillos de la luz del sol
sobre la superficie del agua.
— ¿No ves el gran misterio? ¿No ves la energía? ¿A qué tienes miedo?
— me preguntó.
No respondí. Me costaba estar en dos mundos a la vez. Rosa habló muy
lentamente.
—No estamos abiertos a otras realidades que coexisten con nosotros.
Nos cerramos a otras energías que pueden ayudarnos a despertar. Aprende a
ver el mundo como energía que tiene conciencia. Te lo dije cuando subimos
hasta acá. No tengas miedo a perder la seguridad. El universo cuidará de ti si
estás centrado en tu verdadero ser.
El miedo que me mantenía atrapado a la tierra comenzó a disolverse. Lo
vi aparecer ante mí mientras escuchaba las palabras de Rosa.
— Continúa adelante. N o tomes decisiones basadas en el miedo. Al en
trar en un reino de energía, elige expandirte y llegar a no tener límites. Al
subir tu energía comienzas a ver, empiezas a ver la verdad y sales de la ilusión
creada por tu mente limitada.
"Estás en la pirámide de la Luna — me recordó Rosa— . En los lugares de
poder es más fácil salir de la cárcel de la mente y del sueño. Es fácil despertar,
por ser lugares de mayor energía utilizados durante milenios y estar cargados
de la fuerza y de la sabiduría de inmensos hombres y mujeres de poder.
Ante esa visión, el miedo se hizo más denso y me atrapó incluso más que
al principio. Intentaba evitarlo pensando que sólo era una alucinación, que ni
el miedo estaba allí, ni Rosa estaba delante de mí con un cuchillo para hacer
me algo con él, pero más tarde supe que era real, muy real, aunque ese cuchillo
no fuese algo palpable.
Cuando volví a sentirme cansado volví a planear. Pronto vi cruzar otra águila
en mi vuelo y comenzamos un baile en el cielo, hasta que vi la Tierra. Era
' increíble observarla desde allí. N o veía mares y continentes, sino una gran
bola luminosa, y me di cuenta de que había un agujero enorme en esa red de
luz que se unía en un punto. También vi otros agujeros más pequeños.
Era doloroso verlos y cerré los ojos. Sentí miedo otra vez. Entonces sentí
el peso de mi cuerpo, perdí la ligereza que sentía mientras volaba o planeaba.
Abrí los ojos y vi que estaba otra vez en la pirámide. Puse mis manos
sobre ella y escuché a Rosa decir:
— La humanidad no existe. Existen seres humanos, pero la humanidad no
existe. No hay unidad. No existe una tribu de tribus, sino ceguera y desunión. La
humanidad tiene todavía que nacer.
En ese momento recordé que yo había visto esa concepción del ser humano
también en Huautla. Descubrí que esa noche, durante mi primer viaje con los
hongos en México, efectivamente había vivido muchas cosas que no recordaba.
También me acordé de lo que Mescalita me había dicho en el desierto
sobre la desconexión de nuestra especie.
Allá, sobre la pirámide de la Luna, supe que una visión tenía diferentes signi*
ficados, dependiendo de la dimensión desde la que se interpretase. A un nivel
personal había visto cómo en mí nacía un nuevo ser. A un nivel planetario era
la humanidad la que nacía y la Tierra era el claustro materno, la Madre que nos
nutría y deseaba vemos nacer.
Entonces solté más lastre y quise volar nuevamente. Vi a Rosa, otra vez trans-
formada en águila, que volaba hacia lo que para mí era lo desconocido, pero
decidí seguirla, confiando plenamente en ella.
Fuimos a otro lugar, un lugar distante y nuevo para mí. Volamos a otro
mundo y cuando llegamos allí me pregunté dónde estábamos. Definitivamem
te, nunca había estado en esa dimensión.
T eotihuacán. El corazón del águila 441
Aunque de algún modo estuviéramos presentes los dos, allí no estaba Rosa,
ni Juanjo, sino los hongos, la mota y el ser humano, dialogando, trialogando.
Era un mundo de energías donde el hongo, la mota y el ser humano se
entrelazaban y se comunicaban, en una danza íntima en la que la unión era
total. Eran las esencias de estas especies las que estaban allí.
Y allí sentí la fuerza de la tierra de la mota, la del espacio de los hongos
y el ser humano entre ellas, tocando con sus pies la tierra donde vivía y con su
cabeza el infinito que es su destino.
También cambié mi percepción en otra dirección. No me centré en el
ser humano, no situé mi punto de visión allí.
A l igual que me ocurrió con el peyote, supe cómo nos ve el hongo y
cómo nos ve la mota. Sen tí su mirada, la mirada del otro y de la otra, y entendí
que el viaje chamánico no es personal y en solitario. Es un viaje en el que la
planta viaja con nosotros y podemos comunicarnos con ella, aprovechar su
penetrante inteligencia y conocer cómo la mente vegetal ve a la compleja
mente humana.
Descubrí que en el camino verde había muchos senderos y que no tenían
una sola dirección: íbamos, pero también venían.
Miré hacia el cruce de caminos que tenía ante mí, pero no podía ver muy allá.
Decidí esperar, Rosa continuaba hablando.
—Cada uno tenemos un camino individual durante nuestro tiempo en
la Tierra. El gran espíritu nos creo con un propósito y dirección diferente.
Aunque algunos coincidamos en nuestros caminos, a veces hasta el final, a
veces durante un trecho, hay que saber estar juntos y hay que saber separarse.
Esas palabras me resultaban familiares. Me traían un recuerdo, pero no
sabía cuál.
—Cierra tus ojos y respira profundamente. Siente las energías a tu alre
dedor— me decía Rosa— . Templa tu mente y céntrate en tu corazón. Pregúntate
a ti mismo qué camino debes tomar. A sí sabrás adónde te llevará tu camino y
cómo, si lo deseas, puedes seguir tu corazón.
El viento comenzó a soplar, suavemente al principio, más tarde con más fuerza.
—Caminar cuidadosamente sobre la tierra, moverse tranquilamente y
escuchar los susurros — escuché a Rosa entre el sonido del viento; más tarde
sólo escuché al viento.
En ese momento comenzó a formarse un rostro. Era muy real. El viento
parecía traer esa imagen. Nunca me había ocurrido algo así.
El rostro empezó a ser reconocible y vi a Lucía allí, a mi lado, su cabeza
junto a la mía, como la noche que dormimos juntos.
En un primer instante me extrañó mucho esa visión, pero inmediata
mente supe que debía seguirla. Nunca había visto una visión tan vivida, tan
diáfana, tan limpia, tan impresionante por su claridad.
Antes de esa experiencia incluso me hubiera sentido mal con ella. Me
hubiera parecido que bajaba a algo personal desde una dimensión universal,
pero en ese momento sabía que a veces nuestro camino más elevado pasa por
una persona y que debemos saber y ser capaces de estar ahí.
Rosa, o quizás el hongo, o tal vez el viento, dijo:
—N o debemos retroceder por miedo; ni detenernos por nadie y no reco
rrer un camino propio; ni por afán de soledad o por orgullo, debemos recorrer
nuestro camino aislados.
Ni siquiera sabía si Lucía era sólo una señal, si debía buscarla para estar con
ella o por otra razón, pero tuve claro, mientras la visión y los efectos del hongo
iban desapareciendo, que debía regresar a la ciudad de México, buscarla y que
esa búsqueda me daría la respuesta.
444 El despertar del Hongo
49
Sentía tanta gratitud que quise decírselo a Rosa. Era uno de los sentimientos
principales.
—Nunca nadie había guiado mi viaje como tú. Tus palabras eran como
señales que me permitían viajar. También tus actos. No sé si hubiera podido
dejar yo solo la vieja piel allá tirada.
— Yo no hice nada — dijo ante mi sorpresa— . Todo lo hiciste tú. Yo sólo
te hablaba, te acompañaba en tu viaje.
Sólo en ese momento me di cuenta de que tenía razón, y me di cuenta del
poder de la palabra durante el viaje y de la importancia de estar bien acompa
ñado durante él.
—El día en que en Occidente aprendamos a guiarnos, o acompañamos
como tú dices, como tú has hecho conmigo hoy, muchas cosas cambiarán.
—Aprenderán — dijo— , si ése es su intento sincero. Tienen que ayudar
se unos a otros. N o están solos.
Rosa me dijo que ellos, y entonces supe quiénes eran ellos, confiaban en noso
tros. Me dijo también que la ausencia de chamanes autóctonos entre nosotros,
y la falta de integridad de la mayoría de quienes habían viajado, de los distin
tos pueblos de Am érica a Occidente, nos obligaba a ser autodidactas, pero que
los hombres y mujeres-águila nos ayudarían.
—Algunos mensajeros no han hecho su trabajo —confesó—. Ellos tenían
que llevar al otro lado el conocimiento de América, pero en este mundo existe
la libertad y las tentaciones de sus países han sido para ellos bien gruesas y les han
vencido. No estaban preparados para enfrentarse a algo así. Ahorita tienen que
hacerlo ustedes. Ustedes seguirán viniendo a aprender aquí, para actuar después
en sus países como auténticos chamanes. Se llamen como se llamen, lo serán. Lo
importante no es el nombre, sino la función. Ustedes curarán con sus palabras.
"Ustedes tienen que cambiar su sueño, el sueño de tanta gente. La Tierra
necesita que cambie su visión.
"Confiamos en ustedes, mujeres y hombres güeros. Muchos están todavía
aprendiendo, pero se mantienen en el camino del corazón, y nosotros, indios y
mestizos, sabemos que no lo abandonarán nunca.
— Somos aprendices — dije.
—N o tienen tanto poder — dijo Rosa— , pero irán teniéndolo según vayan
sabiendo usarlo. Y están creciendo, están despertando. Según lo vayan hacien
do, se irán viendo y reconociendo. Actuarán juntos y juntos seguirán el cami
no del guerrero a su manera. Muchas de las cosas que te he dicho las harán al
reunirse para efectuarlas.
446 El despertar del Hongo
Todas esas frases fui comprendiéndolas con el tiempo. Explicaban otras anterio
res, o quizás posteriores, otro fragmento de nuestra conversación.
—La Tierra hablará, gritará — me dijo en algún momento Rosa, no como
una amenaza, sino como un aviso— . Habrá inundaciones, terremotos, erupciones
de los volcanes más poderosos, grandes corrimientos de tierras. Los ciegos, los que
no tienen la visión, hablarán de Apocalipsis, pero la Tierra no morirá. La Tierra
necesita esa depuración para su protección, para nacer a una nueva vida, para dar
a luz al universo a una nueva humanidad, que no vivirá como hasta ahora.
— Pero, ¿qué podemos hacer nosotros? —pregunté.
—Cumplir con nuestro deber como hijas e hijos de la Tierra: alcanzar cada
uno de nosotros nuestro máximo nivel de conciencia y poder, y aprender luego
cómo aplicar los conocimientos adquiridos en este proceso de purificación y
crecimiento personal y colectivo.
"Los nativos y nativas de Estados Unidos nos han traído un mensaje: "Vi
vimos en una época en que la humanidad tiene que dar un salto adelante. El
cambio que debemos efectuar no resulta precisamente fácil. Tenemos que dar un
salto adelante de forma consciente 6i deseamos sobrevivir".
"Y ellos, que están arriba, son la cabeza de América. Ellos tienen la vi
sión — concluyó.
448 El despertar del Hongo
— Por otra parte, no tengo respuestas — añadí más tarde— . Apenas tengo cer
tezas y hay quien supone que el que escribe es porque sabe algo. También
pienso que hay tantos libros escritos ya...
— Cada cual ha de encontrar sus propias respuestas — me dijo Rosa—.
Tú puedes hablar de cómo cada uno puede encontrar sus propias respuestas a
sus propias preguntas, que es lo que tú has hecho.
” Además — dijo Rosa— , confesar la propia incertidumbre es una señal
de honestidad. Es fácil, y por lo general gusta más a quien escucha hablar de
certezas, aunque el tiempo pruebe que eran falsas. N o gusta el “quizás”, el “es
posible”, el “puede ser” cuando se habla de lo desconocido, de lo innombrable.
Hay quien quiere certezas al hablar del misterio, porque quiere perderle el
miedo.
’T ú , como yo, como cualquiera, podríamos hablar de cosas ciertas si qub
siéramos, pero intenta mantener la honestidad. Ése es el modo del buscador
T eotihuacán. El corazón Da águila 451
No sabía cuándo terminaríamos de hablar y quise saber más sobre la visión del
águila.
—Me ha sorprendido descubrir la capacidad de vuestra visión. A veces
me parecéis sobrehumanos.
— Es una cuestión de nombres. Nosotros hemos desarrollado capacida
des que pueden parecer que no son humanas, pero puedes estar seguro de que
todavía somos humanos ¡y a veces bien pendejos!
Intentó bromeando agarrar mi mano y me preguntó:
— ¿No tendré que demostrarte que soy una mujer, verdad?
Sonreímos al principio, hasta que comenzamos a bromear y estallamos
riéndonos, recordando una historia que los dos conocíamos. Finalmente ad
mití que desde luego era toda una mujer. Me gustaba su risa y su sentido del
humor.
Se lo dije y respondió:
—Te lo repito porque es bien importante: desconfía de quien no sea capaz
de reír con todo el cuerpo, nunca confíes en quien no tenga sentido del humor.
Tras unas risas más, le pregunté qué era ser mujer para ella.
— Para mí ser una mujer verdadera significa salir de los dramas de los
humanos. Aunque podría decir qué era en mi antigua vida, cuando no era
452 El despertar del Hongo
humana. Era una pinche inconsciente, y si algo nos distingue a los humanos
de algunos seres vivos, no de todos, es la conciencia.
— ¿Qué otros seres vivos tienen conciencia? — le pregunté.
—Todos tiene algún átomo de ella, pero hay seres vivos con una gran
conciencia, similar o superior a la humana: las plantas de poder, los delfines y
las ballenas, y otros seres que viven en otras dimensiones.
— A l encontrarse con esos otros seres, muchas personas parecen entrar
en otra clase de dramas — dije.
— Desde luego — aceptó Rosa— . Por eso muchas gentes se pierden en
esos mundos y se ven atrapado en otros dramas, los dramas del nagual. Es una
pendejada liberarse de una telaraña para quedarse pegado en otra, que además
ni siquiera conoce. Nosotros buscamos la libertad a través de la libertad. Y la
libertad existe en el nagual, como existe en esta realidad.
— ¿Así llega el conocimiento? — interrogaba, mientras las respuestas lle
gaban antes de terminar de formular totalmente las preguntas.
— Somos hombres y mujeres de conocimiento, pero nunca te hagas es
clavo para llegar a él — me recordó Rosa.
— Entonces sois hombres y mujeres. Ramón me dijó que era un águila...
— Don Juanito, no te pierdas con las palabras otra vez — Rosa no me
dejó continuar, llamándome como Ramón lo había hecho cada vez que yo era
demasiado racional— . Nosotros tenemos predilección por la expresión hom
bres y mujeres-águila porque denominarnos así nos vincula con nuestra verda
dera naturaleza. Podríamos llamamos pinches mierdas, tanto daría. Lo impor
tante es que tu nombre actúe como palabra de poder y te ayude a transformarte
en lo que quieras ser.
”Ya te dije que somos mujeres y hombres-águila porque el águila ve más
allá del mundo de los hombres sin perder contacto con la tierra. A veces ya no
somos ni un hombre ni una mujer.
No quise preguntar más sobre eso. Todavía me desconcertaban algunas
de sus respuestas, aunque las respuestas a mis siguientes preguntas me descon
certarían todavía más.
Me dijo que teníamos que comenzar a descender. Se estaba haciendo tarde, se
gún un guardia que vino a advertírnoslo. Bajamos con él, mientras Rosa intenta
ba explicarle que los centros ceremoniales de México están sometidos a normas
que no están relacionadas con su función real. El guardia le dio la razón, pero
antes de despedirse de nosotros nos preguntó que qué podía hacer él.
50
Mientras caminábamos otra vez por la calzada de los Muertos, Rosa fue dándo
me más detalles sobre lo que ellos veían que estaba sucediendo.
— Estamos iniciando un nuevo linaje, y ustedes también, aunque no se
den cuenta, porque su tradición es tan nueva que ni la reconocen todavía.
Eso no significa no aprender de nuestros viejos, pero como ya has visto, mu
chos son sombríos y mórbidos, lóbregos y opacos, sino de sus sabios, de quie
nes en su cultura han buscado honestamente el conocimiento sin perder el
corazón.
"Nosotros por nuestra parte estamos acá abiertos. Nos hemos abierto a ti
y a otra gente que está viniendo a México.
— ¿Qué es lo que miráis los hombres y mujeres-águila al ver a una persona?
— Sobre todo miramos su corazón y su energía, y sentimos su vibración.
Ten en cuenta que cada cual encuentra aquello para lo que está abierto.
Instintivamente miré a mi alrededor. Los turistas abandonaban, como
nosotros, Teotihuacán.
— México está abierto, está despertando y por eso vamos a viajar, sin ningu
na publicidad — me confesó Rosa mientras caminábamos— . Necesitamos el
contacto, ustedes y nosotros. Este encuentro es necesario para la humani
dad. Necesitamos iniciar nuevas partidas del nagual, partidas del nagual sin
nagual, grupos transformadores donde el centro esté en todos y todas quie
nes lo formen.
’Todos somos maestros unos de otros. N os vamos conociendo, todos los
que tenemos el corazón del águila y tenemos a los hongos y las plantas maes
tras para profundizar y elevamos más. También, como ya te dije, tenemos las
T eotihuacán. El corazón del águila 455
sustancias que ustedes van descubriendo. No estamos tan separados como al
gunas gentes de los dos lados quieren hacer ver. Toda dualidad es falsa.
— ¿No pueden convertirse en intermediarias las plantas maestras? —pre
gunté.
— Las plantas sagradas son otros seres con los que podemos comunicamos,
de quienes aprender y a quienes enseñar. No son sólo herramientas o instru
mentos, aunque desde luego conocerlas nos sirva para romper los límites que nos
impuso una cultura ajena a la vida, a la Tierra y al universo.
”Hay todavía mucho por aprender unos de otros, mucho por descubrir,
mucho por sanar, mucho por integrar. Todos tenemos que elevar lo más posi
ble nuestra visión y nuestra vibración. Incluso nosotros que somos águilas
sabemos que se puede volar más alto. Conocemos a águilas reales, son las que
vuelan más alto, a veces ni podemos verlas. Siempre hay más.
— Para mí está claro que podemos aprender de las plantas maestras, pero
¿por qué niegas que también podemos aprender de vosotros?
—Llevamos más años trabajando, con decisión, con honestidad, dedican
do nuestra energía a nuestro intento, pero no nos veas como grandes sabios.
Seguimos explorando lo desconocido, con cautela, sobriedad y conciencia,
negándonos a perder la libertad y a despegamos de nuestro corazón.
— ¿Cómo percibís el nagual? — pregunté, arriesgándome a recibir una
respuesta tipo “don Juanito, ya te he dicho...”, pero Rosa esta vez me contestó
sin inmutarse:
—Todos los dramas del nagual son igual que los dramas de esta realidad.
Como tú ya sabes, allá — e hizo un gesto indefinido con su mano— no hay
hombres o mujeres de carne y hueso, pero la confusión no desaparece por eso.
Al contrario, el riesgo aumenta si uno no entra y sale con claridad.
Hizo una pausa, como si buscase las palabras exactas, y añadió:
— El nagual es inmenso. Hay realidades inimaginables, inconcebibles
para nosotros; y ésta es la aventura de la libertad: internarse con prudencia y
sin miedo en lo desconocido, enfrentarse al infinito.
— ¿Qué es el nagual para vosotros? — me arriesgué a preguntar nueva
mente, aprovechando la generosidad de Rosa con las palabras.
— Son las partes del universo que no podemos tocar, la dimensión del
sueño, la visión, el gran misterio y otras realidades distintas de nuestro modo
normal de ver el mundo — respondió— . Es una enorme dimensión del mundo
que la mayoría de las personas no han aprendido a conocer ni a explorar.
— Tampoco se lo han permitido... — dije, intentando comprender a quien
no tuvo ni siquiera una sola oportunidad.
456 El despertar Da Hongo
—No, a muchos no — aceptó— , pero cada vez más gentes pueden elegir:
vivir con un repertorio vital muy limitado, bien chiquito y reducido, o vivir
con un repertorio que incluya algo más que la razón o la emoción, sin por eso
perderlas.
"Por alguna razón, hemos de continuar aquí, pero es posible integrar en
nuestras vidas actuales el intento, el sueño, la visión, desarrollando todas las
capacidades del ser humano — concluyó.
Resulta imposible expresar la intensa y profunda emoción que sentimos los dos
en ese momento. Ya no cabía la menor duda: íbamos en la misma dirección.
Nos abrazamos sonriendo, riendo y no pude más que admirar su franque
za y honestidad, su integridad y decisión, su coraje y valentía; incluso valoré su
aparente debilidad, que la hizo más humana ante mí.
Rosa añadió, con alegría pero sin frivolidad, sin dejar de abrazarme, tem
blando todavía por la risa y la emoción, dirigiéndome una mirada que llegó
hasta el fondo de mí mismo:
—-Juanjo, hablo con conocimiento de causa y esta causa está en el futuro.
Todavía queda tiempo para preparamos, pero hágannos caso: estamos acercán
donos cada vez más al fin de nuestro tiempo de días y noches. Dependiendo
del ritmo de nuestro paso, quedarán años, décadas o siglos, tanto da. Allá
vamos todos los que queramos ir.
En ese momento, no entendí todo el significado de esas palabras. Me
recordaron las profecías mayas, mis charlas con Mirabelle, apenas un vislum-
bre de un futuro desconocido, aunque sospeché que serían fundamentales en
su momento, y no me equivoqué.
Rosa pareció una vez más leer mi pensamiento y, tras darme un beso en
el centro de la frente, añadió:
T E O T I H U A C Á N . E L C O R A Z Ó N D E L Á G U IL A 457
Era consciente de que tendría que esperar y no quise profundizar más, aunque
nuestra emoción me había resultado tan familiar que supe que allí estaba la
respuesta a cualquier pregunta que hubiera podido hacer a Rosa.
so, como ella te habla y te encuentra a ti, pero como te he dicho antes, te
queda volver a tu país, hacer tu tarea, mientras ella hace la suya. Después se
encontrarán una vez más. Ella es tu amante nagual y tú el suyo. Hay un mo-
mentó para su reencuentro. Todavía está por venir.
Tras una pausa, Rosa continuó:
—No te precipites. Haz lo que tienes que hacer todavía en América.
Aquí en México, pronto en Estados Unidos y en España cuando regreses.
Rosa no me dijo más sobre esa misteriosa compañera nagual y volvió a
hablarme de las mujeres que había encontrado en México.
—Tus compañeras de viaje y tú han recibido una especie de anticipo, un
premio del espíritu por su coraje. Como te dije, ustedes estaban en un mismo
punto. Durante sus respectivos viajes, al salir de las telarañas de esta realidad,
han estado elevando su vibración y así se han reconocido.
— ¿Por qué es tan inmediato y profundo ese reconocimiento? —pregun
té, asombrado aún por la rapidez y sencillez de nuestros encuentros.
— Los exploradores tienen polaridades complementarias y si su energía
sube, es natural que al encontrarse conecten en dimensiones más elevadas,
donde es sencillo ver. Eso incluye el mundo sexual, que adquiere también una
nueva grandeza.
— ¿Qué pensáis vosotros del sexo en relación con la energía?
— En el encuentro sexual hay una fusión de energías. Sus cuerpos lumi
nosos se encuentran también, no sólo sus cuerpos físicos.
”Si me admiten un consejo, hagan el amor entre personas de una vibra
ción similar. En caso contrario, la persona con una vibración superior hará
una limpieza energética al otro o a la otra, pero quedará con toda esa basurita
ajena dentro y, por lo tanto, ligada a otra persona. No es cuestión de si es bueno
o es malo, hacer algo así es de pendejos — concluyó Rosa.
0
Mucho más tarde recordé algo que para mí continuaba sin explicación. Le
expliqué lo que me había sucedido en casa de El Chato, con el jaguar. Rosa se
limitó a responder:
— Nunca desafíes a la oscuridad. Uno encuentra lo que más teme. No
busques la oscuridad. Si está en tu camino, te toparás con ella sin buscarla. Las
sombras estarán allí para hacerte pasar tu prueba. Te buscarán hasta en los
sueños si es necesario.
— ¿Entonces existe la oscuridad? — pregunté.
— La oscuridad es la ausencia de luz — respondió Rosa— . Si han de ir a
ella, eviten la oscuridad hasta que estén fuertes para salir fuertes de ella, y no
sea peor el remedio que la enfermedad.
”Si permanecen en la luz, no hallarán más oscuridad que la que necesi
ten, pero si son tan pendejos como para querer plantarle cara sin necesidad,
midan sus fuerzas, y si se ven capaces de librar con éxito esa batalla, rétenla, y
vénzanla.
“Por supuesto que de todas formas, tarde o temprano tendrás que encon
trarte con la tuya, que es la que te corresponde. Habrá un momento en que
estés preparado para abrazar tus propias sombras y ellas mismas te buscarán.
Acéptalas, compréndelas, intégralas. Entonces verás que una misma mone
da tiene dos lados: la oscuridad te dará la razón para volver a la luz y perma
necer allí.
”Es la última prueba. Bien dura, bien gruesa. Para poder superarla, ne
cesitarás confiar incondicionalmente en tu corazón y en la fuerza de la luz.
Hace muchos años que un compatriota tuyo habló de “ la noche oscura del
alma”. ¿Te suena?
Me acordé de los místicos como san Juan de la Cruz, pero también de
mis sombras. Más tranquilo, comprendiendo la grandeza de la libertad huma
na, no necesité ahondar más por el momento y traté de cambiar el rumbo de la
conversación.
— ¿Por qué ha cambiado en los últimos años la forma de aprendizaje?
— pregunté.
— Como te dije antes, hemos cambiado el método de aprendizaje porque
los tiempos han cambiado. Hay muchas personas iniciándose en un conoci
miento que había permanecido oculto hasta ahora, incluso descubriendo algo
nuevo, pero hay pocas personas con maestría.
“Además, hemos comprendido que no hay un solo maestro de quien apren
der: nuestra propia experiencia es nuestra mejor maestra. Sólo con nuestro
intento podemos despertar y conocer el nagual, aunque las fuerzas de la Tierra
T eotihuacán. El corazón del águila 461
y del universo también nos ayudan a ello. Esas energías apoyan nuestro inten-
to. No olvides nunca que no estamos solos, el universo cuida de cada una de
sus partes.
51
Una vez fuera del recinto de Teotihuacán, en vez de subir al coche de Rosa y
partir de allí sin más, buscamos un lugar sobre unas piedras y allí continuamos
hablando.
Rosa aún quería decirme algunas cosas que ella consideraba importan
tes. Me transmitió información sobre la que me pidió discreción, me dio algu
nos consejos sobre cómo actuar — con coraje y con cautela a la vez— y me
autorizó a desvelar el final de nuestra conversación:
—Los guerreros y guerreras del águila tratamos de corregir una anomalía.
— ¿Qué anomalía? — pregunté.
—En las sociedades occidentales, y en las sociedades como la mexicana,
donde se ha introducido a la fuerza una cultura ajena al ser humano, muchas
gentes han quedado desamparadas. Se les ha cerrado un acceso natural a expe
rimentar lo desconocido, la otra realidad: se ha negado el uso de las plantas
maestras. La sociedad moderna ha perdido la relación directa con ellas, ha
interrumpido una relación de miles de años, en las que estas especies han evo
lucionado juntas.
”Uno de los grandes problemas de la humanidad es que no ha unificado
su energía. Los seres humanos nos dividimos en líneas de afinidad, depen
diendo de la vibración de nuestra energía. Incluso en la gran corriente de los
amantes de las plantas sagradas, como te platiqué antes, hay guerreros partida
rios de unas plantas y guerreros con predilección hacia otras. También el mundo
vegetal está dividido dentro de su unidad fundamental —añadió—. Las plantas
de poder tienen diferentes vibraciones y se dividen en líneas de afinidad.
Las preguntas se disparaban en mi mente, pero intenté regresar al princi
pio de esta parte final de la conversación:
— ¿Y cómo se podría corregir esa anomalía? —pregunté.
— En nuestras sociedades hace falta un nuevo consenso energético y de
percepción. U n amplio consenso nacido de la unión de las guerreras y los
462 El despertar del Hongo
El amanecer desde aquel lugar fue increíble. Rosa me dijo que allí iban
guerreros y guerreras de todo México a conectarse con sus ancestros y a apren
der a leer los signos.
La aparición del sol adquiría desde allí un significado mucho mayor que
el inicio de un nuevo día. Para mí parecía comenzar una vida entera, un nuevo
ciclo, y ese comienzo y ese significado iba ampliándose y elevándose, hasta
superar en mucho mi pequeñez de vida individual y personal.
Unos minutos más tarde vi que Rosa se levantaba y comenzaba a descen
der. Esta vez ni siquiera pregunté, ni musité una palabra de protesta. Me limité
a seguirla, hasta que horas más tarde, llegamos nuevamente a las cercanías de
Teotihuacán y subimos en su coche.
—Pule todo lo que tengas que pulir, eleva aún más tu visión y tu vibra
ción, pero nunca abandones el camino del corazón.
Antes de marcharse y desaparecer, perdiéndose entre el tráfico de una
tarde más del otoño mexicano, añadió:
—Cuida tu nueva piel.
Los amantes deTlatelolco
52
A los pocos minutos de caminar por la calle Mosqueta, reviví las sensaciones
de algunos momentos de la noche anterior con Rosa. Era el mismo caminar en
un profundo silencio interior.
Anduve en línea recta hasta llegar a la llamada plaza de las Tres Cultu
ras. E l e sp a c io estaba dividido de una forma extraña.
inmediatamente me conecté con la luz y la energía de ese lugar. Allí
podía contemplarse la e x is te n c ia e n un mismo espacio de la cultura azteca,
468 E l d e sp e r t a r d e l H o n g o
En una placa estaba grabada la lista de los nombres de los muertos y las muer
tas, junto con la edad que tenían cuando fueron asesinados. También vi otra
placa, en medio de la parte principal. Decía así:
El 13 de agosto de 1521
heroicamente defendido por Cuauhtémoc
cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés.
No fue triunfo ni derrota.
Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo
que es el México de hoy.
guían sobre él. En ese momento la otra nube, la nube de los pájaros, se detuvo
gritando y se hizo más compacta. Los pájaros parecían agruparse sobre un pun
to concreto.
Entonces supe que debía ir hacia allí. Bajo los pájaros vi una pareja incli
nada, mirando, sin inmutarse por el sonido de los pájaros, a un foso que se
encontraba a sus pies. Miré a mi alrededor. El vigilante parecía haber desapa
recido. Aquel muchacho y aquella muchacha eran las únicas personas que
había en ese momento en Tlatelolco.
Sin dudarlo un instante, fui a ver qué estaban mirando. Mientras me
dirigía hacia el foso, se alejaron besándose y abrazándose hacia una de las sali
das del recinto.
Supe que me había quedado solo allí. El momento era de una gran inten
sidad. Debido a la hora y la soledad, parecía estar haciendo algo prohibido y, al
mismo tiempo, sabía que estaba cumpliendo con mi deber.
Caminé sin pensar, con una inmensa curiosidad por ver aquello. A la vez
caminaba con una total tranquilidad. La lluvia comenzó a aumentar su fuerza.
Estaba calándome y sentí el cansancio en mis piernas mientras luchaba contra
el viento que se había levantado, pero continué sin inmutarme. Entonces tuve
la sensación de una mirada a mis espaldas y al volverme vi que el guardia no
dejaba de mirarme, quizás pensando que era un loco. Estaba lejos y proseguí.
Por encima de todo quería llegar allí.
Finalmente, a pesar de la lluvia y el viento llegué al foso, al mismo lugar
donde había visto a la pareja y me asomé, mirando hacia el fondo.
Allá abajo había dos esqueletos, uno de hombre y otro de mujer. Una
pequeña placa descolorida indicaba que eran los amantes de Tlatelolco, muer
tos en 1520. En ese momento algo se disparó en mi interior.
Un mecanismo desconocido parecía haberse puesto en funcionamiento
dentro de mí. Sentí una descarga de energía recorriéndome la columna verte
bral desde su base hasta llegar a mi cabeza. Fue una explosión muy cálida y
extremadamente agradable en mi cerebro, que se transformó en una poderosa
energía creciendo dentro de mí, extendiéndose por todo mi cuerpo y saliendo
de él, alcanzando también mi exterior, hasta un límite que no precisé, y que
explotó en una luz que en realidad era invisible.
Cerré mis ojos, como si me resultase imposible permanecer con ellos abier
tos. Esa energía pareció volver dentro de mí, más como una sensación que
como una luz. Entonces otra descarga salió disparada desde mis entrañas hacia
el cerebro, hasta salir por la parte superior de mi cabeza, y entonces, todavía
con los ojos cerrados, vi.
Los A M A N T E S D E T L A T E L O L C O
A una velocidad vertiginosa vi quién era ese hombre, quién era esa mu
jer; vi escenas de ese lugar; vi a más personas caminando por allí; vi una ceremo
nia antigua; olí el copal y escuché tambores y fuegos; vi imágenes de una bata
lla: la resistencia de los últimos habitantes de Tenochtitlán que habían luchado
ante el invasor español; vi imágenes de la matanza de Tlatelolco, siglos más
tarde; vi escenas que sucederían en ese lugar; vi una luna, una estrella y un sol
gigantesco; vi otros lugares en varios tiempos; vi a Luna en Inglaterra; la vi a
Ella más allá de nuestras vidas de mujer y de hombre, y además sentí algo que
me conmocionó y me tambaleó, aunque en ese momento no supe qué fue.
De pronto alguien me golpeó con suavidad. Abrí los ojos y me volví. Era
el vigilante del lugar. Me di cuenta de que ya no llovía. Por lo que me dijo
había estado llamándome para que me fuese. Apenas pude escucharle y en
tenderle. Estaba en un sublime y sorprendente estado de vibración, y no podía
caminar. El hombre debió darse cuenta de que algo me había pasado, y me
ofreció a acompañarle a su puesto.
Junto a su garita me ofreció un cigarrillo. Tras encendérmelo, desapareció
y minutos después me trajo un café. Así comencé a volver a esa realidad.
Desde el origen y el fin de los tiempos, desde otras épocas y lugares a la
plaza de Tlatelolco en 1996.
cenada en algún lugar y podría volver a ella cuando algún día tuviera suficien
te energía para hacerlo.
Me acuerdo del olor del metro, del sabor y la solidez del caramelo, de
los ojos y la sonrisa de la muchacha, trayéndome plenamente a esta realidad,
ayudándome a volver. Puedo escuchar a la mujer que continúa vendiendo
caramelos.
Se va a llevar...
un paquete...
de pastillas ultrarrefrescantes...
por un peso...
cada paquetito...
un peso vale...
un peso cuesta ...
El hombre o la mujer que sigue a la multitud usualmente no llegará más lejos que la
multitud. Quien camina solo es probable que se encuentre a s(mismo en lugares donde
nadie ha estado nunca.
La creatividad en vivir no existe sin las dificultades que lo acompañan, donde
hay confianza da asco. Y lo desafortunado sobre estar por delante de tu tiempo es
que cuando la gente finalmente se da cuenta de que tú habías acertado, ellos dirán que
V siempre había sido obvio.
Tú tienes dos opciones en la vida: puedes disolverte en la corriente, o puedes ser
distinto. Para ser distinto, debes ser diferente. Para ser diferente, debes esforzarte para
ser aquello que nadie más sino tú puede ser.
Alan Ashley-Pitt
Doblé el papel, lo guardé y cerré la libreta dejando que esas palabras llegaran a
formar parte de todo lo que había vivido durante el viaje. Me recliné en el asiento
y me di cuenta de que no había conclusiones sobre el viaje, porque nada con-
cluía. Supe que hasta el nagual estaba vivo y crecía hacia el infinito.
Mientras terminaba el trayecto final, vi por la ventanilla la multitud en
los andenes y comprendí que en realidad todos somos, simultáneamente, tal y
como me dijo Ricardo en Veracruz, una suma, una resta, una multiplicación,
una división y un común denominador.
Una media hora después estaba ante la puerta de la asociación cultural del
Servicio Exre»-ior Mexicano. El vigilante no quería permitirme entrar, más tarde
comprendí por qué.
Le expliqué que había venido de muy lejos para escuchar a ese hombre y
me dejó entrar, tras identificarme. Subí una escalera y llegué a una sala muy
elegante. Allí me dijeron que la conferencia no había empezado todavía y que
tomase asiento en esa especie de sala de recepción.
Al sentarme en una silla que parecía una pieza de museo, se acercó una
señora mexicana muy distinguida. Me dijo su nombre, un nombre largo, y me
presentó al embajador de un país sudamericano y a su esposa. Yo me sentí obliga-
do a presentarme. Dije que era un escritor español. Entonces me sonrieron mu
cho y me preguntaron por mis libros. Apenas pude contestar porque llegó otro
embajador, y la esposa de otro, y sólo fueron los primeros. Todos parecían querer
conocerme, al igual que a un pintor mexicano, joven y de pelo largo, la única
otra persona junto conmigo que, por las formas, desentonaba allí.
Me pregunté qué hacía allí, en ese lugar, en un acto en el que parecía ser
un intruso. Excepto el pintor y yo, todos los asistentes eran o embajadores, o
LOS AMANTES DETLATELOLCO 477
Llegó al grupo una joven rubia, de ojos azules. Me extrañó que fuera mexica
na, pero me dijo que había nacido en Veracruz. Al quedamos solos, ser joven
y hablarme de un monográfico sobre la mota que estaba leyendo, le hablé
con confianza de mi viaje. Tras charlar unos minutos, me presentó a un hom
bre con aspecto de noble, que me explicó había estudiado las viejas culturas
de México, especialmente la maya.
No le conté qué me había sucedido allí, pero le pregunté por Tlatelolco.
El hombre me respondió amablemente. Con toda naturalidad me dijo que era
el centro ceremonial de una ciudad perdida maya que fue sepultada por la lava.
Los supervivientes se fueron a poblar Teotihuacán. Me dijo que más tarde, allí
estuvo la residencia de Cuauhtémoc, en el lugar que ocupa hoy la iglesia de
Santa Ana.
Tlatelolco fue el último foco de resistencia de la ciudad que hoy es la
capital de la República. Este hombre consideraba que era el supremo centro de
energía de México, superior incluso al templo Mayor del Zócalo.
Me di cuenta de que aunque la pieza final estuviera en ese lugar, aún
había flecos secundarios, aunque importantes, de mi búsqueda por resolver.
Le pregunté por algún códice maya desconocido. Me dijo que Miguel
Porrúa había publicado una colección de documentos entre los que había uno
que llamó “el Código maya desconocido”. Le pregunté si había más. Le pidió a
la muchacha rubia que nos perdonase unos segundos, me llevó a un lugar apar
te y me respondió bajando la voz que el Vaticano los guardaba. Afirmó sin
ambigüedad que en una sala secreta de la biblioteca vaticana, junto a otros
libros que también habían sido ocultados allí, había al menos un códice maya,
478 El despertar del Hongo
Tomé el metro de vuelta a la plaza de las Tres Culturas. Salí del interior de la
tierra y volví a atravesar la plaza hasta llegar a las ruinas, caminé bajo la lluvia,
crucé el puente, miré hacia donde estaban las tumbas de los amantes de Tlate-
lolco y entonces la vi.
Fue la primera vez que vi a una persona. No la reconocí, no la intuí, la vi.
Allí, esperándome. Me acerqué a esa mujer. Era cierto que ella parecía estar
esperándome, pero no dijo nada.
Cuando llegué a su lado, se limitó a mirarme. Su mirada me produjo una
profunda inquietud. La lluvia comenzó a aumentar su fuerza, pero no llegó a
ser demasiado intensa. No sabía qué hacer, allí a su lado, bajo la lluvia. Esperé
en silencio que ella actuase de algún modo. Estaba dispuesto a esperar todo el
tiempo que fuera necesario, sin hacer nada, y aunque cayese un verdadero
diluvio sobre nosotros.
Sin embargo, unos minutos después no fui capaz de esperar más y saqué
un paquete de Alas. Ella tomó un cigarrillo cuando se lo ofrecí. Al ir a tomar
yo uno para mí, extrajo de su bolsillo un paquete de Faritos y me ofreció a su
vez un cigarrillo.
Al sacar las cerillas para encenderlo, me di cuenta de que al haber estado
en la parte exterior de mi bolsillo, estaban mojadas de la lluvia de la tarde
noche. Ella dijo que no me preocupase. Sacó cerillas secas, encendió mi ciga-
rrillo y encendió el suyo con la misma cerilla. Entonces volví a mirarla.
A la luz de la cerilla había visto sus ojos, unos ojos hermosos, sin edad,
como su rostro. Lo mismo podía decir que tenía 20,30, 40 años, sólo dependía
de la forma de mirarla, como esas figuras en las que podemos ver dos imágenes
distintas, según como enfoquemos la vista.
Sus ropas eran intemporales: una camisa, una falda, sandalias. Viendo la
luz de su cigarro me di cuenta de que las alas eran necesarias, pero también los
faros que sirven de orientación durante el vuelo. Era sorprendente la simbolo'
LOS AMANTES DETLATELOLCO 481
gía que adquirieron en esos momentos los nombres de las marcas del tabaco
popular mexicano.
Fumamos lentamente. Ella miraba hacia abajo, a veces al cielo, a veces a mí.
No decía nada. Yo aguardaba impaciente que me dijera algo. No habló hasta
que dejé de esperar sus palabras. Entonces sí que las percibí. Sus labios no se
abrieron, pero escuché su voz. Era una sola frase repetida, una frase cuyo soni
do no escuchaba, pero que sin ninguna duda no era mía.
Sin llegar a oír nada, escuché dentro de mí, claramente repetido: “Vol
veremos y nos reconoceremos mirándonos a los ojos”. Era una frase que ya
había escuchado, intenté recordar cuándo. Repentinamente supe que había
sido en Palenque, con Mirabelle, no pude acordarme quién la había dicho, si
esque alguien la había pronunciado: quizás el hombre, quizás los hongos, quizás
el lugar.
Cuando de algún modo recibí su frase, la miré a los ojos. Entonces tuve
lasensación del reconocimiento. Supe que esta mujer había vuelto de un tiempo
que, más que lejano, para nosotros estaría por venir. Supe que éramos nosotros
volviendo a encontrarnos con nosotros mismos. Supe más cosas que me resisto
a nombrar.
Porque sé que serán dichas, sé que serán pronunciadas en voz alta, cuando
esas palabras puedan entrar en nosotros y hacemos despertar; cuando esas pala
bras nos hagan recordar y estar preparados, preparadas, para recibir la siguiente
remesa de información, seguramente la información final. Punto y aparte.
Me dije que esta mujer sin edad era la muchacha de la pareja que me había
llevado antes a este lugar y que el hombre de la conferencia era el muchacho.
Ella parecía asentir, y entonces me preguntó:
—¿No tienes una hermana gemela?
Aunque mi primera reacción fue responder que no, inmediatamente supe
que su pregunta debía tener otros sentidos más allá del aparente y permanecí
callado.
—Acabo de ver una igualita que tú —y entonces supe a quién se refería.
Fue entonces cuando la mujer me habló del hongo. Me dijo que cual
quier hongo sagrado, pero sobre todo “el hongo de la razón superior”, nos daría
las primeras respuestas de una manera silenciosa, que el hongo nos ayudaría a
despertar, a recordar, incluso llevándonos a otro lugar.
Me dijo también que después del hongo conoceríamos las siguientes res
puestas gracias a un líquido que ya hemos descubierto, y que nos ayudaría a
482 El despertar del Hongo
saber todo lo que seamos capaces vía “conocimiento por identidad”. Añadió
que también catalizaría dentro de nosotros la sabiduría de cómo vivir plena-
mente y de qué hacer aquí. Según me dijo, nos permitirá llegar a ser realmente
humanos, pues hace ya varias décadas que lo creamos en nuestros laboratorios,
aunque sin saber su más importante utilidad.
Me sentí inmensamente tranquilo porque desde hacía unos días sabía que
María, a quien sentía una parte de mí, ya estaba buscando el hongo superior en
tierras de Puebla. Y con respecto al líquido, tuve la certeza de su identidad.
Al llegar la respuesta a mi cabeza, por unos instantes salí de mí y en una
sucesión vertiginosa mi conciencia entró en Ella, en María, en Luna, en Ra
món, en Rosa, en Lucía, en Claudia, en Dan, en Mirabelle, en Eva, en Josep,
en algunas personas más del otro lado del océano, para finalmente entrar en
los amantes de Tlatelolco, en el hombre de la conferencia y en la mujer que
tenía ante mí.
En ella me detuve algo más de tiempo. Me di cuenta de cómo esa mujer
me prestó su cuerpo unos segundos. Durante esos instantes llegué a saber tan
tas cosas que todavía están dentro de mí, sin descifrar, sin aparecer siquiera.
Mientras estaba en ella, me vi a mí mismo desde sus ojos. Estaba moja
do, pero mis ojos eran brillantes, y vi que eran los mismos. Unos instantes
después, cuando volví a mi cuerpo, estábamos sentados uno enfrente del
otro. La mujer continuó hablándome en silencio. Me di cuenta de que en
realidad mis pensamientos eran los suyos, y supe que yo también podía ha
blar de esa manera.
En ese momento sólo tenía una pregunta en mi cabeza. En realidad no
era una pregunta sino un deseo: quería lo que aun antes de salir de Andalucía
habían prometido entregarme.
Pregunté sin palabras por la copa de oro. Sencillamente me concentré
en la imagen de aquella visión.
Volví a la Alpujarra, a la sensación que tenía cuando la veía, o cuando le
hablaba de ella a Luna, recordándola, y la copa de oro pareció hacerse sólida,
allí entre nosotros.
Al abrir mis ojos la vi materializada ante mí. La mujer la tenía en su
mano y me la ofrecía. Al ir a cogerla, comprobé que no tenía solidez. Era como
un holograma que al contacto con mi mano estalló, como fuegos artificiales.
La figura de oro se había convertido en un punto dorado, que tras iluminarme
con su estallido de pirotecnia se convirtió en nada.
Unos instantes más tarde supe que no había desaparecido. Aunque esta
ba encima de mi cabeza, pude ver un punto dorado, que comenzó a derretirse
Los A M A N T E S DE T LA T ELO LC O 483
ya penetrar dentro de mí, primero por la parte superior de mi cabeza, luego por
todo mi cuerpo. Mientras, sentía que también me derretía en una infinita sen
sación de placer, libertad y felicidad.
Al llegar a mi corazón vi la copa de oro convertida en amor, un amor
más allá de lo humano, algo que había sentido sólo al ver sus ojos y sentir que
éramos nosotros, que después de tanto tiempo, allí en Tlatelolco, como en
tantos lugares y en tantos tiempos, volvíamos a encontramos y reconocernos.
No hubo un momento más emocionante y conmovedor en todo el viaje,
ni hasta ese momento, en toda mi vida.
Entonces ella dijo, con una mirada de infinita compasión, y expresando
con ello todo lo expresable:
—In Lake’ch.
Yo respondí, recordando el significado de esas palabras mayas:
—Yo soy tú.
Me miró profundamente a los ojos, atravesando edades y lugares, y dijo:
—Om That Sat —palabras que mucho más tarde sabría eran un podero
so mantra que en sánscrito tiene el mismo significado: “Soy otro tú” y que
revelaban su raíz y su tronco en este planeta.
FIN
Bibliografía relacionada
A helar,Taisha, D o n d e c r u z a n lo s b ru jo s , Gaia.
Aguiñe Beltrán, Gonzalo, M e d ic in a y m a g ia , INI.
Agustín, José, L a c o n t r a c u l t u r a e n M é x ic o , Grijalbo.
Alce negro/Brown, J. E., L a p ip a sa g ra d a , Taurus.
A¡derman, Richard, G u í a d e lo s a fro d isia c o s, Obelisco.
Allegro, John M . , D ro g a , m ito y c ris tia n is m o , Rescate.
Amábilis Domínguez, Manuel, Los A tla n te s e n Y ucatán, Orion.
Ananá, Margo, L a s e n d a d e l é x ta s is , M artínez: Roca.
Andrews, GeorgelVinkenoog, Simón, E l lib ro d e la yerba, Anagrama.
Arguelles, José, E l f a c to r m a y a , Círculo Cuadrado.
Arguelles, M iria m y José, L o f e m e n in o , Kairós.
486 El despertar del Hongo
Ésta es una adaptación del método de Psilocybe Fanaticus, realizada por Mundo
Enteógeno.
Cultivo de hongos
P.F.
P.O.BOX 22009
SEATTLE, WASHINGTON 98122
ESTADOS UNIDOS
c) Arroz integral molido. Fácil de conseguir. Molerlo hasta que quede como
harina.
0. De una sola jeringuilla se obtienen 10 de estos botes, es decir, 1 c.c. por bote
es suficiente.
1. Coge un recipiente para hacer la mezcla.
M é t o d o d e c u l t iv o d el h o n g o Stropharia cubensis 499
Una vez rellenado el bote, ciérralo, pero sólo lo suficiente para que no sedes-
tape, es decir, no lo enrosques hasta el final.
Si estás utilizando vasos sin tapa, cúbrelos con papel de aluminio bien
pegado a los bordes y átalo para que no se mueva.
En la tapadera necesitas hacer cuatro agujeros del grosor suficiente para
que entre la aguja.
Utiliza un clavo o algo punzante para hacer los cuatro agujeros. En este
dibujo podéis observar cómo se sitúan éstos y para qué fin.
7. Una vez relleno el tarro, tapa los agujeros con cinta aislante e introdú
celo en un cazo con agua sin que ésta llegue a cubrirlo en su totalidad. Hiérvelo
unos 45 minutos (a baño María). Esto evitará la contaminación del tarro.
9. Ahora cierra la tapa del todo y vuelve a tapar los agujeros. Coloca el
tarro en un lugar seguro. Cúbrelo con algo, pues ha de estar en la oscuridad. A
partir de la inoculación, las esporas se desarrollarán formando un micelio (co
lor blanco-nieve). En una semana o menos empezareis a ver la aparición del
micelio de la siguiente forma:
Fructificación
Una vez que todo el medio esté colonizado por el micelio, yno antes, debemos
sacar el pastel del recipiente para continuar con el proceso.
Primero se rasca la capa de vermiculita que hacía de filtro. Luego, utili
zando la tapa, se golpea la base para que salga todo el pastel. Intentar no tocar
locon los dedos, utilizar un pañuelo de papel o similar. El pastel o los pasteles
se colocan en un terrarium como éste:
Vista frontal del terrarium
Cristal
Lámina de cristal
2 cm de separación
Rejilla metálica
También podéis utilizar otro método para no tener que rociar agua con-
tinuamente. Éste consiste en colocar arcilla en el fondo del terrarium de ma-
ñera que siempre esté húmedo, pero es ligeramente mas complicado. El
terrarium deberá colocarse en un lugar más bien cálido (20 -25°).
Otro método, más costoso pero más cómodo, es adaptar al terrarium un
humidificador por ultrasonidos conectado a un temporizador.
A partir de este paso, los pasteles producirán honguitos durante unos dos me-
ses, hasta que se agoten los micelios.
Recolecta
Los hongos se arrancan del sustrato con todo el pie, ya que cortarlos supondría
perder una porción importante. De la base eliminaremos los restos de vermicu-
lita, que no es una sustancia muy digestible.
Con la manipulación aparecerá un color azul verdoso característico de
la presencia de psilocibina.
Los hongos se recogen inmaduros, es decir, cuando están a punto de rom
per el velo que cubre el sombrero y el pie, o bien justo después de romper el velo.
Estos especímenes inmaduros con sombrero hemisférico son los mejores
en calidad, digestibilidad y composición química. Los ejemplares maduros son
interesantes para recoger esporas del sombrero hemisférico.
Secado y conservación
Dosificación
Hay varias formas de consumir los honguitos: secos, frescos, en miel, en infu
sión o cocinados, por ejemplo como complemento de una simple tortilla.
Los hongos frescos mantienen su potencia totalmente.
La dosis inicial aconsej able para personas inexpertas, en el casode los Stropharia
cubensis, sería de un gramo. A partir de ahí, y dependiendo de la constitución
física, metabolismo, objetivo del viaje, etc., la cantidad puede ir elevándose
progresivamente.
La dosis más alta, que podría ser ya considerada heroica, sería cinco
gramos. Tomados en total oscuridad y en silencio, suelen proporcionar una
experiencia sobrecogedora.
Acompañar los hongos con la ingestión de zumo de alguna fruta con vitamina
C potencia los efectos, al igual que fumar Cannabis en el momento álgido de la
experiencia con hongos.
Hay otras mezclas posibles, pero se aconseja actuar con prudencia a lahora
de experimentarlas. Resulta conveniente tratar de conocer de primera mano las
pruebas de otros psiconautas, o al menos, consultar la bibliografía existente.
Recolecta de esporas
Hay que esperar a que los hongos estén maduros para recoger sus esporas. En
tonces ha de cortarse el pie con un objeto cortante, que previamente se habrá
esterilizado. El sombrerillo se colocará en una placa de petri, también esterili
zada, durante dos o tres días, tras los cuales la esporada se depositará (será de
color púrpura) y desecharemos el sombrero.
En ese estado las esporas pueden conservarse años, más aún si las guarda
mos en el refrigerador.
Para preparar jeringas con esporas, para el propio uso, o para regalarlas a otros
cultivadores, se procede así:
Se introducen 10 c.c. en agua esterilizada libre de cloro en el interior de
la placa, se agita con cuidado y ese volumen se disuelve en otros 100 c.c. de la
misma clase de agua. Entonces se agita la mezcla para conseguir una distribu
ción completa de las esporas.
504 El despertar del Hongo
Con este volumen hay suficiente para preparar unas 10 jeringas de 10 c.c.
con lo que es posible inocular 100 botes.
Las jeringas así preparadas es aconsejable utilizarlas antes de seis meses
aunque pueden permanecer activas hasta un año.
En castellano
http://www.mundoente0geno.8m.com
“Mundo Enteógeno” es una de las mejores páginas enteodélicas en cas
tellano que conozco: información sobre las sustancias, usos y cultivo, literatu
ra psiquedélica, Teoría de los 8 minicerebros de Timothy Leary, Tantra,
chamanismo, etcétera.
http://www.muscaria.com/CIPRES
“Ciprés” tiene también buenos textos sobre enteógenos, cultivo, reflexio
nes, así como enlaces a otras buenas páginas, como la de su hermana “Librería
Muscaria”.
http://www.ciudadfutura.com/mundovision
http://www.teleiine.es/personal/aguila48
En “Mundo Visión” aparecen numerosos textos y fotografías de
Terence McKenna, los Sh u lgi n, Juanjo Piñeiro y otros psiconautas. Tam
bién incluye Tantra y la Teoría de los 8 minicerebros de Timothy Leary, en
versión de R o b e n Antón Wilson, y artículos sobre ketamina, mutación
celular, etcétera.
506 El despertar del Hongo
http://www.mercurialis.com
La revista electrónica E l M ercu rio forma parte también de las más inte-
resantes y completas páginas en castellano: información sobre estados modifica
dos de conciencia y sustancias psicoactivas.
http://selvaenteogena.8m.com
“Selva enteógena” ofrece textos de diversos psiconautas, reseñas de libros
psiquedélicos, información sobre venta de semillas y plantas legales, etcétera.
http://dlinks.com/~jurema
“Xochipilli” ofrece una gran cantidad de información sobre diversas sus
tancias psicotrópicas, métodos de cultivo, etc. Incluye espacio para un chat
enteogénico.
http://www.fortunecity.com/bally/cavan/79
Revista electrónica argentina de Antropología, Mística, Transperso
nalidad, Mitología, Chamanismo y Cultura enteógena. “Mithos”, un espacio
para compartir lo sagrado.
http://members.tripod.com/~rauldelpino
“Psiconáutica” es una buena página sobre enteodélicos, libros, artículos,
entrevistas, arte visionario, etcétera.
http://www.gratisweb.com/ketamina
Página destinada al estudio, investigación y reflexión sobre la ketamina.
En construcción al cerrar la edición de E l despertar del H o n go , está prevista su
ampliación con las aportaciones de los experimentadores y experimentadoras
de esta sustancia.
http://www.liebremarzo.com
Página de “Los Libros de la Liebre de Marzo”, editores, además de libros
enteodélicos, de la revista de viajes interiores U lises.
http://www.chaos-entropy.com
Página de los editores de la revista psicoactiva Mundo H igh.
http://www.fut.es/~ecarbo/links.htm
Aquí se encuentran los mejores enlaces a otras páginas sobre chamanismo
y enteodélicos.
Direcciones enteodélicas y chamánicas en Internet 507
http://ccdis.dis.ulpgc.es:8086/alt/alt.html
Enlaces a páginas alternativas sobre enteógenos, ecología, etcétera.
http://www.lycaeum.org/ianguages/spanish/
La sección en castellano de “Lycaeum”, una de las mejores páginas a
escala mundial.
http://www.el'agora.com/cgi'iocalbin/entrar.pl
Fórum electrónico sobre estados modificados de conciencia, psiquedélicos,
etc. Participación libre por correo electrónico.
http://www.geocities.com/CapitoIHill/3980/index.htm
“La biblioteca Antiprohibicionista” recoge toda clase de información
relacionada con la lucha por la legalización y normalización de las sustancias
psicoactivas.
http://personales.com/espana/zaragoza/cannazine
“Cannazine” es como su mismo nombre indica un fanzine electrónico
sobre la C a n n a b is. Para aficionados y aficionadas cannábicos que quieran estar
al día. Muchos enlaces interesantes.
http://www.pangea.org/org/arsec
Página de la pionera A R S E C (Asociación Ramón Santos de Estudios de
la Cannabis), originaria de Cataluña. Mucha información e imágenes sobre la
Cannabis , su cultivo y situación legal. Información sobre otras asociaciones
cannábicas.
http://personal.redestb.es/caespOO/Informacion.htm
En esta página encontrareis enlaces e información sobre otras organiza
ciones antiprohibicionistas y procannábicas, y contactos con semilleros de
cáñamo industrial.
http://www.hemp.com.mx
“Hemp México” ofrece información sobre los usos medicinales y beneficio
sode la C an n abis , así como un catálogo de productos relacionados con estaplanta.
http://people.a2000.nl/rlopezgo
Página personal de Raúl López, barcelonés afincado en Holanda, desde
donde nos ofrece información en castellano sobre la legislación holandesa
508 El despertar del Hongo
sobre toda clase de drogas, y la evaluación del gobierno sobre los resul
tados.
http://www.crrh.org/hemptv
A pesar de no estar en castellano, incluyo aquí esta página, pues puede
disfrutarla cualquiera, aunque no conozca el inglés. H em p T V ofrece películas
y documentales sobre la C annabis. Necesitarás para el visionado un Realplayer:
http://www.realplayer.com
En inglés
http://www.deoxy.org/deoxy.htm
Esta es la página más completa que conozco: enteodélicos, chamanismo,
numerosos textos de autores como McKenna, Leary, Lilly, Robert Antón
Wilson, etcétera.
http://www.lycaeum.org/
La 'mejor página sobre enteodélicos. Hay de todo, desde información
sobre cada sustancia, dónde conseguir semillas, etc., a libros completos sobre
el tema. En peligro por la censura del gobierno estadounidense.
http://www.mindspace.org/
“Mind Space”: un viaje al interior de la mente. Página de un grupo de
exploradores que buscan nuevos significados de la vida y la realidad.
http://www.entheogen.com
Buena información sobre enteógenos, reportes de viajes y una gran va-
riedad de grupos de discusión.
http://www.erowid.com/
“Vaults of Erowid" es una valiosa fuente de información. Muchos artícu-
los interesantes.
http://www.paranoia.com/
“Paranoia” es una original página sobre muchos psiquedélicos y
enteógenos.
Direcciones enteodélicas y chamánicas en Internet 509
http://hyperreal.com/
http://hyperreal.com/drugs/index.html
http://hyperreal.com/drugs/psychedelics/
Información no prejuiciada sobre multitud de sustancias enteodélicas.
http://www.squeaker.cat.net/~donut/
Mucha información, gráficos, libros origine, etcétera.
http://deoxy.org/hs_cehn.htm
Especialmente para personas interesadas en saber todo sobre la DMT.
6
http://oucsace.cs.ohiou.edu/personal/bwhite/salvia.html
Documentos sobre la S alvia divinorum.
http://www.erwid.org/entheogens
http://www.health.org/pubs/qdocs/ketamine
http://www.lycaeum.org/drugs/syntetics/ketamine
Páginas destinadas a la ketamina. En la página de M A PS (wvw.maps.org)
se encuentran también artículos sobre terapia con esta sustancia, quese hallan
utilizando su sistema de búsqueda.
http://shroomery.lycaeum.org/
Todo sobre los hongos psilocíbicos. Interesantes informes sobre expe-
riencias psiconáuticas.
http://serendipity.magnet.ch/dmt/lioasca.html
Fundamental página sobre los análogos de la ayahuasca. Incluye listas de
plantas con IMAO y DMT, cuya combinación da como resultado la mixtura
llamada “ayahuasca borealis" o “anahuasca”. Al poder ser realizada con plantas
nativas de Occidente, es considerada nuestra ayahuasca.
http://web.jet.es/zaratrusta/index.html
“Zaratrusta” es un excelente sitio sobre cactus visionarios, como el peyote
o el sanpedro. Muchos buenos enlaces.
http://www.Ibogaine.Desk.nl/fernandez.html
Multitud de documentos sobre la iboga y la ibogaína.
510 El despertar del Hongo
htttp://web.kaleida.com/u/danfuzz/info/drugs
Documentos sobre LSD, DEX, DOB, X T C (M D M A ), 2 -C B , 2 -C T , etcétera.
http://www.verinet.com/~copehead
Página muy útil para psiconautas. Incluye informes de experiencias rea
lizadas con muchas sustancias psicoactivas, algunas de ellas prácticamente des
conocidas en Europa.
http://www.gene.com/ae/96PT/botlist.html
Enlaces a páginas de etnobotánica.
http://www.cnw.com/~neuro/gaz/
Es la página de “Disembodied eyes”. Muy buena sobre plantas sagradas,
hongos y chamanismo.
http://www.levity.com/eschaton/tm.html
Página oficial de Terence McKenna. Ahí se encuentran sus “Novelty
reports”. Sin embargo la mayoría de sus textos se encuentran en la página
“Deoxy” de Dimitri.
http://serendipity.magnet.ch/
http://www.cia.com.au/serendipity/
Páginas de Peter Meyer, antiguo colaborador de Terence McKenna. In
cluyen buenos textos sobre psiquedélicos, experiencias con ketamina, crítica
de la “Novelty Theory”, etcétera.
http://www.garage.co.jp/lilly/hub.html
Es la página del psiconauta e investigador de los delfines John Lilly.
http://www.leary.com/
Página oficial de Timothy Leary.
http://www.tmn.com/itp/index.html
Página con textos del investigador de los estados modificados de con
ciencia Charles Tart.
http://www.deoxy.org/shaman.htm
Una de las mejores páginas sobre todos los aspectos del chamanismo.
Direcciones enteodélicas y chamánicas en Internet 511
http://www.erowid.com/spirit/
Enteógenos “naturales” y chamanismo.
http://www.mexconnect.com/mex_/huichol/huicholindex.html
Una buena página sobre chamanismo huichol, con muy buenos gráficos
sobre el arte de este pueblo.
http://www.csp.org/
Página del Council on Spiritual Practices (CSP). Tiene una lista de dis-
cusión sobre enteógenos.
http://www.island.org/
Una magnífica página sobre “Island Group”, una organización que pre
tende expandir la visión de los enteógenos de Huxley en “Isla”.
http://www.maps.org/
En MAPS (Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies) estu
dian los psiquedélicos desde un punto de vista científico. Amplio surtido de
textos sobre terapia con MDMA, ketamina, ibogaína, LSD, etc. Incluye unsiste
ma de búsqueda de artículos por autor, sustancia, etcétera.
http://www.mapinc.org/
Página de la organización “The Media Awareness Project”.
http://www.normyl.org/
The National Organization for the Reform of Marijuanan Laws
(NORMYL). Organización estadounidense para la reforma de las leyes sobre la
marihuana.
http://www.hightimes.com
Es la página de H igh T im es, la revista más conocida a nivel mundial sobre
Cannabis.
http://www.usdoj.gov/dea/pubs/lsd/toc.htm
http://www.heffter.org/
http://www.hippy.com/
http://hookomo.aloha.net/~jms/
http://www.elas.ufl.edu/noetics/mindwarp.html
512 El despertar del Hongo
http://www.egogallery.com/homepage.html
Más páginas relacionadas con enteodélicos, estados alternos de concien
cia, etcétera.
Otros idiomas
http://www.lycaeum.org/languages/
“Lycaeum” tiene secciones en varios idiomas, además de en inglés o cas
tellano. Para llegar a la sección de cada idioma, entrar en la dirección de arri
ba y elegir el idioma.
http://www.muscaria.com
E-mail: amanita@muscaria.com
La “Librería Muscaria” vende por correo libros y revistas relacionados
con los temas tratados en estas entrevistas, incluyendo las publicaciones de la
mayoría de los entrevistados aquí. Enteógenos, psiquedélicos, chamanismo,
psicología transpersonal, sabiduría interior.
También vende libros en inglés como P ihkal y Tih¡<al de los Shulgins.
Ofrece en su página guías de lectura, reseñas e incluso la voz de algunos de los
autores.
http://www.ole.com
Este buscador en castellano va mejorando poco a poco y responde a tér
minos de búsqueda relacionados con las cuestiones psiquedélicas, enteógenas,
Direcciones enteodélicas y chamánicas en Internet 513
http://altavista.com/
Buscador con la opción de elegir el castellano o numerosos idiomas. Lo
caliza bien si se utilizan con precisión los términos de búsqueda, sobre todo
tratándose de estas cuestiones. También contiene la opción de traducir los
textos del inglés, u otro idioma, al castellano.
En castellano:
http://www.geocities.com/HotSprings/2938/06.htm
http://dlinks.com/~jurema/hongos.htm
En inglés:
http://www.fanaticus.com/
The PF-Tek. El manual de instrucciones para cultivo de Psilocybecubensis
de Psilocybe Fanaticus.
http://www.lycaeum.org/~sputnik/Shrooms/mycelial.html
The Foolproof Psilocybe Cubensis Mycelial Culture Technique. "Esta
técnica funciona. Es extremadamente fácil. Optimizada para el cultivador ca
sero individual...”
http://hyperreal.com/drugs/psychedelics/mushrooms/growers/gg/
MMGG.HTM
The Magic Mushroom Growers Guide. Versión 3.1.
http://www.nepenthes.com/Plants/shrooms/mycelial.html
The Foolproof Psilocybe cubensis Mycelial Culture Technique.
514 El despertar del Hongo
En francés:
http://www.lycaeum.org/drugs/plants/mushrooms/french/gg/mmgghtm
Comunicación con el autor
Juanjo Piñeiro
Apartado 1.014
18080-Granada
ESPAÑA
Colaboraciones:
El despertar
9 flP 0f■ é A '
del hongo