El vocablo latino incubatio llegó al castellano como incubación. El concepto se
emplea para aludir al acto y el resultado de incubar. Este verbo (incubar) tiene tres grandes usos. Puede referirse a la acción de calentar los huevos llevada a cabo por los animales ovíparos para que sus crías se desarrollen y nazcan; a la progresión desde que se contrae una enfermedad hasta que se evidencian sus primeros síntomas; o a los primeros pasos de un movimiento social, una tendencia o un emprendimiento antes de que se manifieste por completo. La idea de incubación, por lo tanto, puede usarse para nombrar a la tarea que emprenden las aves y otras especies ovíparas para que los huevos que ponen se mantengan calientes y, de este modos, los embriones crezcan hasta el momento adecuado de la eclosión. Por lo general, la incubación consiste en transmitir el calor corporal del progenitor al huevo. Para esto el animal se ubica sobre la cría en desarrollo. Algunas especies, en cambio, apelan a los rayos del sol, al calor geológico o incluso a la energía que generan plantas en putrefacción. La incubación puede ser desarrollada por la hembra, por el macho o de manera compartida. Lo más habitual es que sea la hembra la responsable de todo el proceso. En el ámbito de la medicina, por otra parte, se denomina periodo de incubación al tiempo que transcurre desde la exposición a un patógeno hasta la manifestación de los primeros síntomas de la enfermedad. Puede decirse, de este modo, que la incubación se inicia cuando se produce una infección y llega hasta el comienzo clínico del trastorno.