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Mario Gachetegui Iriart

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

Mario Gachetegui Iriart

Matando
e-nanos@garrotazos
e-ignorantes@mordiscones

(Cuentos y relatos)

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Mario Gachetegui Iriart

Portada: “Cavernícola”
© Tabarez, Agustín. 2017

Facebook/Agus Tabarez

Gachetegui, Mario Alberto


Matando enanos a garrotazos e ignorantes a mordiscones
/ Mario Alberto Gachetegui. - 1a ed revisada. - Adolfo
Gonzales Chaves : Mario Alberto Gachetegui, 2017.
88 p. ; 18 x 12 cm.

ISBN 978-987-42-3625-8

1. Relatos. I. Título.
CDD A863

© Mario Alberto Gachetegui, 2017

mgachetegui@gmail.com

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en Argentina – Printed in Argentina

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Para Elena, que está viniendo en camino, a


convertirme en padre, con la esperanza de
que todos estos textos, formen parte de mi
legado hacía ella.

Para Virginia, mi amor, que me concedió


el deseo de ser padre.

Para el Abuelo Alfredo, in memoriam.


Que me contaba historias por las noches,
mientras comíamos caramelos de maní con
chocolate.

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El límite entre la realidad y la ficción lo


pone la estupidez.
Nada hay de diferente entre ambas. Son
la misma cosa, observada por el mismo
sujeto en diferentes instantes.
La poca profundidad de una mirada,
puede juzgar ficción aquello que es una
cruda realidad.
Negando esto, es como la industria
farmacéutica embolso millones por la
venta de psicofármacos.

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La dueña de mi desdicha
Aunque la noche pase
y yo te tenga
y no.

Mario Benedetti.

Bien pudo ser que todo resultara distinto.


Bien pudo, pero no fue así. Entonces vos te mareas,
pensando en lo lindo que hubiera sido, si hubiese
resultado de otro modo. ¿Y si aquella mujer, se
hubiese limitado a devolverte un sí cortés y en primera
instancia? Hum... y suspiras. ¿Por qué no pudo ser
como yo lo había planeado? Aunque ya sabemos que
todo lamento es vano. Sobre todo cuando el día
comienza a hacer malabarismos entre su final y una
agria tormenta que avanza desde el Este. Disolviendo
así toda esperanza. Como tus sueños, también. Y es ahí
cuando te das cuenta que la noche se te está viniendo
encima. Una vez más. Así es: El esmerilado mantel de
oscuridades perpetuas, se está desenrollando. Y más
pronto que tarde, como siempre ha sido, habrá cubierto
todo el cielo por completo. Y las decepciones siempre
son más feas de noche. Pero no importa. El mundo ha
de continuar igual su rumbo... No estará éste,
supeditado a los deseos de una mujer pretenciosa, con
aires de princesa que nunca será. Y ya estás
caminando serio. Tu rictus se ha endurecido al pensar
en esa mujer. Y tus ojos parecen crepitar en la
introspección. Ni te acordas ya, que minutos antes
encendiste un cigarrillo. Porque aún, no lo has pitado
una sola vez. Lo estás dejando consumir entre tus

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dedos. Y casi ni importa, que éste sea de una marquilla


importada. Y que ese descuido concluya siendo, un
tanto oneroso. No, no importa. Más se perdió en la
guerra. ¿Estuviste en guerra con esa mujer? Tampoco
te resulta importante definir eso, ahora. Es que, es tan
fina la línea que divide al amor del odio. Que en estos
tiempos de inflación y bolsillos flacos, un cigarrillo, la
guerra, esa mujer, no dejan de ser dos caras de una
misma moneda: La indiferencia materializada. Porque
después de todo, quién sabe cuál es el lado de la ficha
que uno arroja sobre el paño, y que te conduce al amor
o al odio. Cuando la bolilla se echa a andar y el
tomador, frena todo tipo de rectificación con su
sarcástico no va más. Mientras la maldita bolilla de
marfil, se detiene en la casilla de la indiferencia. Se
acabó, compañero. Uno se termina jodiendo cuando
ciertos indicios aparecen a modo de preludio. Y
además, cualquier perdedor sabe que ha perdido de
pleno a medio y adorno incluido, cuando la suerte
esquiva nuestras propuestas. Y encima de todo, se va
sonriente del brazo de nuestro adversario. ¡Qué va!
Solo te faltan dos cuadras y tus viejos zapatos te han
de devolver a tu actual morada.
A otra cosa. Cómo decía Don Alfredo, que
algunas cosas son olvidos y otras son cosas nomás...
Sin embargo, si hubiese dicho que sí. ¡Ay Dios! Esa
mujer, esa maldita mujer. Era solo un monosílabo.
¡Tan simple decir sí, como decir no!, pero dijo que no.
Y a no confundirse. Porque ese no, no era un no
cualquiera. No. Ese no, era el significante de un
significado que rezaba algo como: despídete de tus
sueños, ahora que estás bien jodido. ¡Esa maldita
mujer! Todos tus sueños rotos en mil pedazos. Todos

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al cesto de basura. A donde van las cosas que no tienen


sentido. ¿Era para tanto? ¡Oh... sí lo era! Porque aquí,
justamente, debiéramos tener en cuenta el aspecto
cronológico de la historia. Una pasión que tenía sus
orígenes en la infancia. En aquel barrio donde el vino a
nacer bajo la calurosa luna de Escorpio. Y entonces sí,
la cosa era para tanto. Puesto que creció junto a ella,
por decirlo de algún modo. La contempló horas, días y
años enteros. Siempre con la misma obnubilación.
Como quién ha visto a la virgen bajar del cielo.
(¡Nano!) ¡Todo el tiempo que pasé esperando este
momento! Todos los lamentos son vanos. Ah... el
temporalizado humano. Y el tiempo en definitiva, les
pasó a los dos por igual. Pero a vos, se te notaba
mucho más. Esas canas… Ella, en cambio, parecía
lucir un tanto más impertérrita frente a Cronos.
Aunque admitamos, que lo que él consiguió, además
de blanquearte las sienes, fue acrecentarte tu amor ella.
Cada día que de tu vida transcurría, era más y más
fuerte la pasión. ¡Tanto, que la terminó por convertir
en la sucesión cíclica de soles y de lunas, en la dueña
de tu dicha personal! ¡Si no me quedo con ella, nunca
seré feliz!
Pero mira como son las cosas, eh… Fijate en
que vino a terminar todo. Y te parece un mal sueño. O
desearías, que todo fuera un mal sueño. No obstante,
bien sabes que no es así. Y qué le vamos a hacer. A
veces sucede. ¿Y qué otra queda que apretar los
dientes? ¡Oh l'amour! Pero no dejas de sentirte un
imbécil. Sobre todo cuando descubrís, que un par de
lágrimas calientes ruedan por tus mejillas frías. ¡Qué
bobo! Siempre es así el amor. Si no lo fuera, no tendría
mucho sentido. Y estás llegando a tu morada. Y

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también a una nueva decepción. Y ya van... Y te


mandas a tu habitación. Y comenzas a quitarte la ropa.
Y recordas pasajes de tu niñez. Cuando ibas a jugar en
su jardín. Para tenerla cerquita. Y mirarla con
devoción. Tanto juntar dinero. Tanto trabajar duro
por días y noche. Todo para quedarme con ella. Y
tenerla como corresponde. ¿Y qué? Nada. ¡Esa
maldita mujer dijo que no!
Te parece un chiste. Porque hasta ayer
mismo, todo parecía distinto. ¡Sí señor! En sus ojos se
lo veía así. Por eso mismo fue, que hoy saliste de tu
actual morada, todo arregladito. Perfumadito,
orgulloso y vencedor. A la espera de esa respuesta que
presumías, que fuera un simple sí. Sabías que iba a
haber, seguramente, un interludio. Una charla previa
sobre algunas banalidades. Para romper el hielo. Pero
que finalmente, llegaría la aceptación que coronaría
todos tus sueños.
Sin embargo dijo que no. Que no. Y que no.
Y que no. Entonces quisiste insultarla. Sí señor.
Tuviste deseos de aplicarle un golpe sobre la nariz. ¡Sí
señor! No se puede jugar así con los sueños de la
gente. Pero agachaste la mirada. Para quitarla de tus
retinas. Guardaste las manos en los bolsillos. Para no
cometer un atropello. Lo que hubiese sido
imperdonable para vos. Porque un caballero no debe
golpear a una dama, ni con el pétalo de una rosa. Los
golpes solo sellan una frustración. ¿Y esto, no era
acaso una frustración para vos? Sí, lo era. Pero
igualmente no. Había que guardar la compostura en
todos los casos. Y los zapatos bien lustrados. Entonces
diste media vuelta. Apretaste los dientes para no llorar.
Y te largaste a tu actual morada. Todo hace apenas

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unos minutos. Tan pocos minutos, que todavía rondan


en tu cabeza febricienta, las palabras de aquella
maldita mujer:

<<No señor mío. La casa no está en venta.


¡Ni por todo el oro del mundo!>>

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Círculos viciosos

Está oscureciendo cuando él toma la decisión.


Cuando él toma la decisión casi es de noche. Casi es
de noche, los gatos maúllan en los techos de zinc. Los
gatos maúllan en los techos de zinc, las viejas se
santiguan. Las viejas se santiguan, presagiando algo
malo. Presagiando algo malo, él se recuesta. Él se
recuesta pensando en ella. Pensando en ella por última
vez. Por última vez, no habrá de verla nunca más. No
habrá de verla nunca más, ha roto todas sus cábalas.
Ha roto todas sus cábalas, quebrando la regla de lo
lógico. Quebrando las reglas de lo lógico, le ha dado
escozor. Le ha dado escozor su vanidad. Su vanidad, le
da ahora dolor de estómago. Le da ahora dolor de
estómago, marcha al baño. Marcha al baño, se
desahoga. Se desahoga llorando. Llorando sobre el
recuerdo de ella. Sobre el recuerdo de ella, descubre
un espejo. Descubre un espejo en el que se ve débil. Se
ve débil, desea ahora otra cosa. Desea ahora otra cosa
que no sea la muerte. Que no sea la muerte,
premeditada así. Premeditada así, asumida. Asumida,
odiada. Odiada, necesaria. Necesaria, inevitable.
Inevitable, en estos momentos. En estos momentos, en
que toma la navaja. En que toma la navaja, pensando
en ella. Pensando en ella, como hoy. Como hoy,
cuando trinó al pensar. Trinó al pensar, cuando se dijo.
Se dijo: Está oscureciendo.

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Viceversa

Dormía el verdugo, luego de su faena,


soñando que era un ángel. Y su almohada amaneció
mojada.

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La carta

Hay entre el cielo y la tierra,


más cosas de las que puede soñar
tu pobre imaginación.

Hamlet

Ayer había escrito la carta. Entre lágrimas y


una suerte de esperanza pueril, le fue explicando sus
penas. Sus ansias y sus ganas de volverla a ver. No le
resultó fácil: Su letra nunca había pertenecido a esa
clase aristócrata de signos, que se expresan
virtualmente por sí mismos. No. Su letra era
enroscada. Confusa, más bien, temblorosa. Era la
típica grafología, de esos tipos que van por la vida
convencidos de su idea, pero de sobra inseguros para
pasar a la acción. Es decir… Un resuelto caos era su
caligrafía. Y atento a esto, pero con intenciones de que
ella comprendiera el mensaje, hizo esfuerzos
sobrehumanos para mejorar el trazo. ¡Menuda tarea! O
simple trabajo. Como cuando mandaba cuentos para
los certámenes. Y los escribía. Los leía. Los reescribía.
Los volvía a leer… Y a reescribir una vez más. Como
si por muchas vueltas, que uno le diera a la cuestión,
las palabras ya mareadas al fin, se consiguieran
acomodar de modo que pudieran expresar lo que uno
piensa y siente. Nada más utópico. Y más o menos así,
era la situación actual. Solo que, en vez de cuento, era
una carta. ¡Ah… pero no era una carta cualquiera! De
esas que uno escribe para conseguir un trabajo. O para

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que le tapen un bache. (Estas últimas, en este país,


nunca se contestan. Ni con palabras, ni con hechos) O
cosas por el estilo. No. Era una carta para ella. Y eso
no era cualquier cosa. Que no se ande diciendo por ahí,
cosas que no se saben. De oído no, mi viejo. Aunque...
<<si solo fuera la letra...>> Pensó. Puesto que más
complejo, le resultó justificar el por qué la amaba
tanto. Y ya se sabe: Que mucha filosofía, para el amor
suele ser contraproducente. ¡Cómo si fuera suficiente,
explicar por qué se ama! Como si alcanzara una
explicación, para que el otro comprendiera. O lo que
es mejor, que correspondiera. Que es lo más
complejo... Empero, él tenía algo de certeza sobre el
asunto. Y eso le daba confianza. Y fue por esa
seguridad, emanada de la ilusión, que se sentó y
escribió la carta. <<La va a leer. Comprenderá y
vendrá a rescatarme de este naufragio>> Se dijo. Por
eso la escribió. Solo por eso.
Hoy, apenas el sol hubo desperezado sus
rayos. En esta mañana de Viernes de Agosto. Invernal,
nostálgico y plagado de soledades. (No de babel,
precisamente) Él abrió los ojos y dibujó una sonrisa en
sus labios. Observó filtrarse la luz por las mirillas de la
persiana y se alegró. Contrariamente a lo que solía
sucederle a diario. Era escorpiano. Luna matinal a la
orden del día. Entonces saltó de la cama con inusitada
vitalidad. Se miró de reojo al espejo mientras se vestía.
Y finalmente abrió la persiana. Sus ojos se achicaron
al toparse con la luz. Y su entrecejo se arrugó.
Entonces recibió el aire matinal. Y tembló. Pero no de
frío. Pensar en ella, siempre lo hacía temblar.
Calentaba la pava para tomarse unos mates,
mientras organizaba la limpieza de su casa. Siempre

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había sido un tipo prolijo. Primero los muebles. Luego


los pisos. Y... los vidrios también. Era de carácter
hiperactivo. Aunque a veces, la depre de los tiempos
menemistas, lo postraba días enteros en la cama. Le
hacía crecer la barba. Le cerraba el apetito. (Aunque
había aprendido a despreciar el consumo del alimento,
por nutrirse con pedazos de sueños que por doquier en
su alma, se encontraban esparcidos gracias a los
buenos dirigentes de esta tierra) Y lo ponía en
situación de suicidio virtual... mente posible. Por
suerte, heredó de los vascos la tonsura. Y logró
sobrevivir a la década del noventa. Casi intacto. Lo
que no era poco mérito. Limpiar los pisos con el
líquido que compró el mes pasado, lustrarlos luego...
Hoy era otra cosa. La carta que ayer le había
escrito a Ella, le había devuelto la sonrisa. La
vitalidad. Y la esperanza también. Tomó entonces,
mates con tranquilidad. Escuchando continental y sus
noticias. <<Puras muertes, che, ¡Cuánta locura por
aquí abajo!>> Se dijo.
Entonces se encaminó a la tarea de limpieza
autoimpuesta. Ya cuando sacudía la colcha de pelusas
y de migas de pan, pudo imaginarse el rostro pálido de
ella. Precisó los hermosos ojitos. Punzantes,
destellando brillitos, mientras corrían por los párrafos
de la carta. Es como si la estuviese viendo. Pensó. Y su
mano atenuando el ardor de su vientre, enredándose en
su larga cabellera. Sus labios, mojándose de
estremecimiento... <<¡Qué linda es!>> Dijo.
Cuando hubo concluido con la cama, pasó a
la biblioteca. Y repasó los libros. Tenían bastante
tierrita. Fue allí, junto a esos preciados, donde recobró
la lucidez y se acordó que era escritor. ¿Cuánto hacía

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que no escribía una línea? Solo esa carta. Aunque


haber conseguido escribirla, le parecía más importante
que obtener el Planeta, tantas veces negado. O publicar
alguna de sus novelas. En estos tiempos de bolsillos
constreñidos y de decepciones a la orden del día.
Todas esas posibilidades, eran propiedad exclusiva de
Morfeo. Pero esa carta... ¡Ah... la carta! Era un acto de
escritura más brillante, y más glorioso, que haber sido
el creador de la saga de los Buendía. Y eso que él
siempre creyó ser ese maldito Coronel Aureliano
Buendía. Ese, que organizó treinta y dos guerras
civiles y las perdió todas.
Entonces, decididos y raudos, él y el
mediodía se pusieron cara a cara. Y esquivó la comida
una vez más. Y ya iban... So pretexto de terminar el
aseo de una vez por todas. Nada importaba hoy. Todo
era Ella. <<Vendrá... seguro que vendrá>> Se dijo.
Pero acabó con la limpieza. Y se tendió en la cama.
Intentando dormir un rato. Para estar fresco como una
lechuguita, a la noche. Pero no lo consiguió. Un asiduo
visitante de sus noches y días. Un amigo personal de
él. ¿O de ella? Aunque lo mismo da. Se lo impidió. El
insomnio lo atrapó. Y tapado como estaba, de
adrenalina, solo pudo mantener una vela inquieta y
plena de zozobra. ¡Quién duerme en esas condiciones!
Que mal no le hubiese venido. Pero... El hombre
propone y Dios dispone. Ya se sabe. De todas formas,
él, le restó importancia a la traicionera huida del
sueño. Porque todo rondaba en torno a Ella. Ese
viernes tenía color y sabor a Ella. Era ella la
depositaria de todas las acciones. Núcleo del Sujeto.
Sin embargo, la tarde avanzaba. Y en medio
de la pulcra soledad de la casa, se le vino en ganas

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escuchar al negro Heredia. Ese que tanto le gustaba. Y


zampó sin previa, el disco en el reproductor. El negro
lo cautivó desde aquel primer informe de situación.
Pero este bar de los fracasos, lo emocionaba hasta los
huesos. ¡Sí señor! Aunque también es cierto, que hay
de esos momentos en la vida de las personas, en que
todas las canciones parecieran estar escritas para uno.
Este era uno de esos, para él. Ella lo había marcado
tanto él. Con el negro, como la banda sonora de esa
película.
Y encendió el primer cigarrillo del día. Los
detalles. La preocupación. Y la tensión graciosa que lo
embargaba, le habían hecho olvidar que era un
compulsivo fumador. Me miraste apenas y lloré...
¡Pero para qué se habrá acordado! Ahí va otro
cigarrillo más... no sabía entonces que el amor... y se
fue relajando poco a poco, humo a humo... abre
puertas sin mirar atrás... y la tarde se fue
desarrollando solitaria, como siempre.
Habían pasado cinco minutos de las cinco,
cuando el timbre de la casa, tronó en la habitación.
Despabilando esa tensión que lo atormentaba. La
sangre se le empezó a congelar y titubeante, marchó
hasta la puerta de ingreso. Dudo en abrir. Se restregó
el rostro con ambas manos. Temblaba. Sudaba frío. El
gran momento había llegado. ¿Estaba preparado para
recibir lo que había soñado? Quién lo sabe. Quién lo
está. Y de un golpe, para evitar el amedrentamiento
psicológico de la situación, abrió la puerta.
El hola de ese cartero privado, lo desinfló,
literalmente. ¿Se desilusionó? Quizá. Pero también se
tranquilizó. Uno se siente más seguro en la rutina,
aunque fuera esta, harto tediosa. Y esa soledad que

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todo lo envolvía en su vida, era su rutina. Su forma de


ser. Su existencia. Tomo el sobre de una editorial que
le traía aquel, agradeció y cerró la puerta.
Ya vendrá, volvió a pensar, mientras
caminaba con ese sobre en la mano. Todo estaba listo,
no quedaba mucho por hacer. Por ello se autorizó a
beberse un whisky manso. Subió el volumen del
equipo. Sacó un vaso ancho. Lo cargó con una
generosa medida de Jacks Daniels y dejando la carta
sobre aquella mesita, se sentó a disfrutar de la bebida.
Ya vendrá. Se repitió mentalmente. Y encendió un
nuevo cigarrillo.
El esfuerzo de la limpieza, la tensión y el
whisky, terminaron por dormirlo sentado en ese sillón.
Aquella carta de la editorial, también parecía reposar a
su lado. Y abajo de otro sobre. Que se erguía sobre el
pie de ese velador. Aguardando tieso, ser enviado a esa
mujer, cuyo nombre aparecía en el frente del sobre,
junto a una dirección.
El timbre volvió a sonar cerca de las 20 hs.
Pero esta vez nadie se desplazó hasta la puerta. Él
dormía arrellanado en el sillón, con una sonrisa en los
labios. Al otro lado de la puerta, una mujer joven y
pequeña, se empezaba a alejar por el pasillo pensando:
No está. Quizá sea mejor que le escriba una carta,
para contarle lo que me está pasando con él. Y
entonces sea él, quién me venga a buscar.

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Una vida de perros


A Bettina que gustaba de
este relato en sus clases.
A Anselmo in memorian.

Harto de correr con el aliento de aquel


ovejero tras su cola, el gato trepó al pino y allí se
dispuso a esperar. Lejos de darse por vencido, el perro
se echó a los pies de la planta. También a esperar.
La noche los atrapó en igual posición y ambos
se durmieron.
Esa noche, el gato soñó que era un perro.
Y amaneció llorando.

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Esperanza muerta

Lanzó al irse su última sonrisa engatusadora y


expiró. El mundo ha sido librado finalmente, del peor
de sus males.
La esperanza yace muerta entre las
garras poderosas de la realidad.

Ahora...
¿Quién nos librará de este mal
sueño?

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La grasa

El almuerzo lo atrapa en la cabecera de la


mesa, mientras espera que la pava se ponga a punto
para tomarse esos mates, ya ah remojado la yerba
porque tampoco es cuestión de quemarla, y mientras
espera, observa la hornalla en la que la pava empieza a
desprender vapor por su pico, muy pronto estará lista,
entre tanto, con esa vista entrecortada de platos que
van, tenedores y vasos que vienen, el piensa, seguro
que está pensando, puesto que sus ojos parecen
crepitar y su rostro se ha quedado perplejo, dale pava
de mierda, consecuentemente de que el resto de los
comensales, empieza a arribar a la cita, como de
costumbre, en medio de un amenazante bullicio de
tensión y afán de gresca, estos son como los perros,
llega la comida y comienzan a ladrar, seguro que ha
pensado eso al verlos, porque una chispa de hastío se
le refleja en sus pupilas, Dios mío, qué lejos que están
unos de otros, y no es para menos, ya que la paz se
acaba de quebrar en apenas segundos, con el primer lío
entre la abuela que dice que no haces nada, y la nieta
que replica con un dejame de joder, mientras la abuela
contraataca con un pone los platos al menos en lugar
de pelotudear, si los platos ya están puestos, y la nieta
que responde con que los platos ya están puestos, qué
mierda voy a poner, o sos ciega, y... casi, entonces
alguien grita que viene la comida, llamen a fulano, que
te podes de dejar de hinchar un poco, qué claro, que
me olvidé que vos no sos sirvienta de nadie, y dale que
va, esta vieja está loca del todo, bueno... todos bah...
que yo si los sirvo y los llamo y todo lo que haya que

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hacer, uf, que deja que voy yo, que no, que voy yo,
que anda al carajo y dejate de joder de una vez por
todas, que... ah... llegaste, que llegué… que menos mal
que lo hice porque si no me quedo sin comer, que no
seas mentiroso que nunca te quedaste sin comer, qué
no… que bueno, que si lo hiciste fue porque quisiste...
que anda a la mierda, queres, dame ese tenedor que es
mío, que toma, metételo en el culo, viven para comer y
pelear, que qué... qué no comes ahora, y él les dice que
mejor toma mate, y piensa, seguro que está pensando,
pensar que con esta agüita se mantienen los genios en
este país, ay Argentina… quién me mandó a ser
escritor en este bendito país, que está bien, hace lo que
quieras, que no, si voy a hacer lo que vos, que… che,
(exclamación lógica), alguien lleno de más el plato y la
consiguiente recriminación de otro, que se vuelve
general, que si deje un montón en la fuente, que pero
no te das cuenta que falta venir... sultana todavía, que
claro, y... menganito que todavía está afuera, (ahora el
sector opuesto a la reyerta), que el que sabe que está la
comida y no viene, que se joda, que se joda, claro,
muy fácil, (la abuela, quién sino), que porque no
comen en paz, que váyanse a... (Y claro, plato arrojado
al centro de la mesa, que termina por desparramar el
estofado sobre la mesa), qué cuernos hago yo acá, la
mierda... (portazo y un segundo de silencio), glu glu
glu... tragate algo, y... está pensando otra vez, seguro,
no piensan por un segundo lo que pasa en el país, con
tantos pibes que se mueren de hambre, no, engullen
nomás y camorrean un poco, no sé cómo pueden
comer esa devoción, con las cosas que están pasando,
sin embargo, ahora sus ojos ya no advierten la escena
fatal que se desarrolla frente a él, (fatal, son los tangos

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o su vida) que alcanzame el pan, que no tires


maleducada, (adivinen quién), y es que él ya reconoce
esta escena, por eso la suprime, es siempre la misma,
repetida hasta el hartazgo, y piensa, seguro que está
pensando, (sí, adivinaron… la abuela…) que... vistes
que el vecino... qué callate, que ese hijo de p... qué…
por qué hijo de p..., que ya lo estás defendiendo, que...
pero que te metes en la vida de los demás, que
clarooo... me olvidé que vos no hablas con chusmas,
(sí, la abuela, veo que van entendiendo), están todos
locos, todos locos, piensa, seguro, y se pone de pie
ahora sin mirar lo que pasa a su alrededor, y es que lo
han aburrido, igual que a mí, bueno, estos aburren a
cualquiera, hasta el más mentado, toma un pedazo de
carne de la fuente y sale hacia el patio, bueno, que se
vayan al diablo ahora, que me está llamando desde
allá, piensa mucho, tal vez es malo pensar tanto en un
lugar como este, pero él no es malo, es macanudo, y
siempre se acuerda de mí, y además, detesta como yo a
esta jauría de perros, y… cómo para no hacerlo…
ahora me está arrojando la carne, con él, señor, ser un
gato tiene sus privilegios, gracias che, así es como a mí
me gusta la carne, sin grasa...

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Con los e-nanos te fue fácil. Un golpe seco en


medio del entrecejo y a cobrar. Ni siquiera tenías que
agacharte, ellos solos saltaban hasta el mazo. Los
otros eran el problema. Había que eliminarlos pronto,
eran una verdadera plaga. Y sin embargo, aún no
encontrabas un método eficaz. Febril y alocado
entonces, saliste en procura del primer grupo. De
inmediato fuiste rodeado, y comenzó la carnicería:
Reboleó su palo y muchos dieron de bruces contra el
piso. Pero perdió el garrote en el fragor de la
contienda. Creyéndose vencido, saltó hacía el primero
y le clavó rabiosamente los dientes. El otro asestó el
golpe y cayo moribundo. ¡Esa es la manera! Pensó,
pero eran tantos... <<¡Ni comiéndolos se terminan!>>
Exclamó y se dejó caer vencido.
Alguien, desde atrás, había empezado a
masticar su cuello.

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To be or not to be (cuestion eternity)

En la disputa que los caballos blancos


mantuvieron con los caballos negros, todo fue divido
en dos. No quedó sector por partirse. Para evitar una
contienda atroz, se acertó en separar, una mitad para
los caballos blancos y la restante, para los negros.
Todo iba en paz hasta que un grupo de caballos
blancos, se topó con una cebra.
Entonces surgió el dilema: ¿Sos o nos? ¿Estás
o no estás con nosotros? Y como jamás pudo definirse,
fue expulsada del paraíso de los equinos.
Sin embargo, aquí conformó una vasta prole.
Raza que hasta hoy perdura, y puebla la tierra.

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Mario Gachetegui Iriart

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

Olvidos
Después de estrellar el portarretrato contra la
pared, se dio cuenta que el amor seguía tan vivo como
siempre.

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Mario Gachetegui Iriart

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

Crónica de un día agitado

En el pueblo donde nunca sucedía nada, un


día pasó que se pinchó un teléfono, y se armó un lío,
fue que cerca de las nueve de la mañana, de un día de
semana, aunque nadie se acuerda ya cuál era, pero
seguro que era día de semana, y como primer
protagonista aparece un carterito del correo oficial, que
iba cumpliendo con sus labores, luego de dejar un par
de sobres bajo una puerta, decidió ansioso, hacer una
llamada telefónica, y cuál náufrago a la botella, se
precipitó sobre un teléfono público, el que está aún
hoy, plantado frente a la central telefónica, (Fua... ¿no
será mucho?) y puso la moneda de cincuenta centavos
con una mano y con la otra empezó a marcar, apenas el
metal hizo clac en el interior del aparato, cinco dígitos,
pu pu pu pu pu, que le vamos a hacer, a veces sucede
que los teléfonos están ocupados, repartir un par de
sobres más, volver e intentar de nuevo, eso mismo, ahí
vamos, y montando en la bicicleta, desbordado de
impaciencia, sigue con el trabajo, la novia puede
esperar un poco más, después de todo, minutos más
minutos menos, y un par de cartas bajo otra puerta, un
sobre grande por allí, <<tengo que saber que está
haciendo>>, otro sobre allá, y vuelve al teléfono, hay
que saber hay que saber, a ver si es una cabeza de vaca
muerta, mejor corroborar, el pueblito es terrible si de
infringir el octavo mandamiento se trata, (tener los
cuernos bien puestos y no darse ni cuenta) y sobre todo
ahora, con calorcito, el verano, las hormonas se

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Mario Gachetegui Iriart

excitan tanto que comienzan a fermentar, las almas, y


las promesas de amor también, un tipo lindo, o no, y
¡chau loco!, aunque el juramento fuera para toda la
vida, de nuevo la monedita, aquí en el pueblito, toda la
vida pueden ser quince minutos, cinco dígitos, menos
también, pu pu pu pu pu, <<¡y la putísima madre!>>,
otras cartas, como loco va el pibe, ¡cuidado!, que te
tira viejita, que no ve nada, ciego va el pibe, una
sobrecito más allá, otro más acá, y una espera larga
que crece y demuele, de raje va, ¡epa epa loquito!, y al
teléfono otra vez, que si te agarro con otro te mato, que
si de veras te encuentro con las manos en la masa (de
otro), y... que se yo, que jurame que no lo vas a volver
a hacer, que... ¡eso es tener alma de cornudo!, (por
aquí andan varios) y la moneda que se va a
descomponer de tanto pasar por ese tobogán, y... ¡sí!,
pu pu pu pu pu, <<¡pero me cago en satanás!>>, y
otros sobres, ¿qué sino?, como bola sin manija va, loco
loco loco, aunque qué tendrá que ver el teléfono con
los cuernos, hum... como si pudiera ver a través del
micrófono, a parte que ella le va a contestar que todo
está bien, subido al potro de otro, en fin, dos cartitas
más, y de raje al teléfono, cuatro cuadras de ida ahora,
cuatro de vuelta, cada vez se hace más largo todo, y
ahí, mira como viene... loco loco loco, no si... darse
por vencido no es para él, y otra vez el intento,
monedita, dedos pegados al tablero, a punto de
empezar a marcar cuando... clac, tirin tirin tirin, clac,
<<¿se pinchó?>>, ¡sí, se pinchó!, pero no te digo yo,
estos países... pasó de largo esta vez la monedita, no
no no, otro intento... y clac tirin tirin tirin clac, y qué le
vamos a hacer, a veces sucede, y perro callejero que
olfateaba y termina pateado por las costillas, <<perro

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

de mierda>> y montado a la bicicleta azul, que rompe


el recorrido y se dirige a la casa de la novia, (¿y por
qué no empezó por ahí?) y se aleja, loco loco loco, por
esas calles, ¡guaaarda los coches!, mira cómo se
suceden los accidentes, debe ser lo que ha pensado el
gordo ese que lo ve alejarse, y sonríe (claro, quién le
va a robar a él, el mamuts prehistórico que tiene en
casa), pero sonríe porque a adivinado el gordo bicho,
(pero bicho feo) y mete otra monedita de cincuenta
centavos y clac tirin tirin tirin clac, mete dedos a los
números y tuuuu tuuuu tuuuu, (sí, llama) porque él
sabe que los teléfonos suelen pincharse, (como la
novia del cartero, es decir, que era especialista en
pinchar teléfonos con el cocodrilo y el alfiler) y a
comunicarnos ya que estamos, entonces, y es que unos
nacen con estrellas y otros, ¡cuidado!, se estrellan, allá
a dos cuadras, el cartero, que ha ido ahora a dar bajo
las ruedas del repartidor de gaseosas, (no tiene perdón
de Dios) ¡qué mala suerte che!, chispas le sacaban las
aspas contra el asfalto, y mientras el gordo ha
establecido comunicación con alguien a quién le dice
que el teléfono por donde habla está pinchado, el
carterito se levanta, sacudiéndose del revolcón, ¡qué
suerte che, con lo caro que están los pulsos!, si venite
que es el que está acá frente a la central, dale... qué
bueno porque tendría que hacer un par de llamadas a la
Capital, vistes, ¿dónde hay un teléfono pinchado
papá?, enfrente a la central nena, dejame hablar, sí, les
tengo que avisar a las chicas, y dale si total lo va a
pagar telefónica, (después no quieren que aumenten las
tarifas los gallegos/argentinos para ser tarados) y una
amiga a una tía, una tía a una sobrina, sobrina a un
novio y para las cuatro de esa tarde, el pinchazo de

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Mario Gachetegui Iriart

phone era vox populis, y ahí vamos entonces, dale que


va, clac tirin tirin tirin clac, y tuuuu tuuuu tuuuu,
peregrinación disimulada (claro está) al teléfono en
cuestión, que abuela con nieta, nieta con cuñado,
cuñado con amante, amante con su fiel esposo y para
las seis de esa tarde, el decoro ya se había ido a parar...
(ahí, donde termina tanto el caviar como el guiso de
mondongo) y había cola, y el tiempo pasaba, y la
impaciencia crecía, y llegaron las recriminaciones,
¡está abusando de la llamada!, hora y media hablando
esa yegua con el machucón que tiene en Mar del Plata,
esto no puede ser, sí que larguen un poco, ¡dejate de
joder!, tanto tiene que hablar esa vieja, y convención,
¡basta, larguen y teléfono y reunámonos para debatir la
cuestión!, se suspendieron las llamadas hasta nuevo
aviso, ¡ufa loco!, qué le vamos a hacer, orden orden
orden, y los más o menos noventa que integraban la
fila, se enroscaron en un círculo mal formado, para
darle un poco de orden a la cosa, el derecho de hablar
debía ser igual para todos, formemos turnos de un
tiempo determinado, sí demos números como en el
súper, estoy de acuerdo con eso, así nos organizamos
mejor, digo me parece de pronto que, ¿quién va a
dedicarse a dar los números?, yo lo hago si no les
parece mal (gordo panza de vino), bien el señor
impartirá los turnos, yo compro el talonario en la
librería de acá al lado, dale dale dale, ahí vamos, sí
vieron que organizados es mejor, y como que no, y se
reanudaron las llamadas entonces, con número en
mano, pasaban y hablaban, quince minutos cada turno,
si queres más, hace cola y sacate otro turnito, y ahí
vamos, clac tirin tirin tirin clac, y tuuuu tuuuu tuuuu,
¿a quién le toca?, a mí señor, a mí... bueno tome

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

nomás, pase el que sigue, ¿tiene numerito el


caballero?, no deme uno, como que no, aquí tiene,
muchas gracias, no hay de que, el que sigue... ahí está
todo ordenadito es mejor, vamos vayan pasando vayan
pasando, un numerito más por aquí, ¿hey a dónde cree
que va usted?, vamos vaya para atrás y haga cola como
todo el mundo, vamos, hágame el favor mire que
sino... que que que, que lo suspendo y no va a poder
hablar, haga cola, que qué... ¿qué número tenes pibe?,
no vos tenes el 83, vas a tener que esperar, para atrás
que recién vamos por el 47, numerito numerito, ¡cómo
que tardan mucho!, todos tardan lo mismo porque yo
los estoy controlando, quince minutos por turno, no me
protestes pibe... mira que... eh sí, todos los pibes son
así, se creen que se la saben toda, si se quieren comer
los chicos crudos, hum... pero acá van a mal puerto por
leña, yo les voy a enseñar cuantos pares son tres botas,
¡vaya atrás le digo!, mire que lo dejo sin hablar eh,
pórtense bien que todo va bien, ¿cómo? que me avisan
que está viniendo más gente che, sí desde los barrios
de las afueras vienen más, dicen que están poniendo
colectivos para traerlos y que en un rato están por acá,
que los esperemos, eh... ¡qué tal saliste en la foto!, está
reeebueno, ahora... tiene una sola cosa mala, ¿qué es lo
malo?, y... la espera vio, sí en eso tiene usted razón,
porque a uno le agarra hambre y esas cosas y... no no
no, quédese tranquilo, vea, si usted me cuida el lugar,
yo voy hasta mi casa a buscar una parrilla grande que
tengo, de esas con rueditas vio, y nos vamos a hacer
unos choripanes que ni le cuento, uyyy si si si, vaya
nomás hombre, qué está esperando, ¡esto sí que se
pone bueno!, y qué le parece, vamos vamos, unos
choricitos ahora, para chuparse los dedos, los

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Mario Gachetegui Iriart

compramos aquí nomás, al carnicero de aquí a la


vuelta, si si si, ¡esto sí que se pone bueno!, y unos
cuantos vinitos también, ¡y como que no!, si pa' qué
estamos sino, para comer, si la comida es lo único que
nos vamos a llevar, en eso tiene razón, vio, alguien
también podría hacerse un negocito y traerse unas
reposeras para alquilar ¿no?, digo, para la gente mayor
y eso, sobre todo ahora que están viniendo más, si si si,
total por unas monedas... ¡y claro!, yo las traigo, ya
vengo, si vaya nomás señora, vaya que yo me encargo
de cuidarle el lugar, vieron como organizados es
mejor, y sí, la verdad que si lo planeamos no nos sale,
y sí, y variadito el asunto, esato, de todas las edades y
de todos los seso, si si si, miren miren, mamás con sus
hijitos, ¡qué bien esto es Argentina carajo!, yo quiero a
mi bandera, ¿cómo dice señorita?, que quiere cuidar
los nenes para que no se lastimen, ¡y como no che!,
vea usted vea usted, y después dicen que los jóvenes
no sirven para nada, eh... aprenda pa' no ser tan jetón,
¡buena idea piba!, dale nomás dale, señor le digo, en
mi vida vi tanta gente dispuesta a ayudar, le juro que
me llena de emoción ver esto, si si si, se me caen las
lágrimas, ¡no te coles pibe no te coles!, anda hace la
cola como todos, y sí, ya sé que llevamos cuatro
cuadras de cola, que vamos a hacer... es lo que hay,
también, un solo teléfono para tantas personas, che,
estos gallegos de mierda, adelante don, le toca usted,
pase pase, clac tirin tirin tirin clac, y tuuuu tuuuu
tuuuu, uy uy uy, ¿no tendríamos que hacer algo con el
tráfico de automotores?, digo porque en cualquier
momento va pasar un accidente, si le digo que sí, es
que vienen coches de todos lados, ni en la fiesta del
pueblo eh visto tantos coches, si le digo que sí,

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Matando e-nanos @ garrotazos
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ijjjiiiiiii, uy uy uy, prrroooommm pum pum, ¡y... se lo


dije o no se le dije!, vea usted, diga que solo son los
foquitos del 147 ese, que imprundente el de la
camioneta, no no no, pobrecita, era la reina del pueblo,
pobrecita, se abatató vio, y si, como yo digo que fue
una fatalidad nomás, que vamos a hacerle, si es que
todos tenemos cinco segundos de estupidez, además, el
padre de la reinita tiene mucha plata, no se va andar
haciendo problemas por unos faritos, no que va, hum...
que va a hacer, un pequeño incidente, todo lo demás
marcha normal, vea como empiezan a humear los
chori... ujujuuu... esto se pone bueno vea, muy cómo
no, un vinito para aguantar, deme nomás deme, la
semana que viene que cobro se lo pago don, está bien
está bien, pase señora, le toca a usted el dichoso
turnito, pase nomás pase, ¡que ¿qué?!, que llegó ¡la
policía!, llegó la policía vea, ¿cómo dice oficial?, pase
señor, le toca a usted, ¿qué número?, si si si, el 108,
bueno bueno, que el oficial le dice que si quiere que
corte el tráfico para que no haya otro accidente, si si si,
decile que sí, que ya vienen los primeros chori,
ujujuuu... esto se pone bueno, ¡un aplauso para el
asador!, che no sean amargos que este vecino servicial
lo hace por ustedes, y todo este manjar por solo unos
pesitos nomás, venga uno, la semana que viene se lo
pago don, y le digo que como siga la cosa, alguien
tendrá que traer cobijas y bolsas de dormir para
alquilar, ahí armaron un bailongo los pibes aquellos,
vea vea, le metieron musiquita y ahí che... ¡vamos
señor que esto está genial!, dale unas cumbitas pibe,
bueno bueno, ahora sí que estamos bien, ve como todo
se va moviendo en orden, el orden es todo para una
sociedad, ¿qué número tenes pibe?, no el que sigue ¡el

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Mario Gachetegui Iriart

que sigue!, ¡109!, tenes que esperar un rato más, que le


vamos a hacer, y podría ser vea, para amenizar la
espera, si si si, total juntamos una vaquita entre los
presentes, que somos, uy... mire a donde da la cola,
haya atrás pasando la estación, esto es increíble,
míreme los ojos, fíjese la emoción que tengo, si si si,
un vinito más como que no, la semana que viene se lo
pago don, ¡che a ver si ayudan a la señora a subir el
cordón que no puede!, qué cosa che, uno trabajando
acá para que todo salga bien y ahí, que nadie quiere
hacer nada, pobre vieja, ¿cómo dice señor?, pero
marco bien el número, ¡¡¡y la puta que los parió
carajo!!! no le digo yo con estos gallegos de mierda
que agarraron la concesión del teléfono, ¡cómo que
qué paso!, que va a pasar, lo de siempre, que nos
cortaron el teléfono, no se puede llamar más, ¡nos
cortaron el teléfono los hijos de puta!, y ahora quién le
explica esto a la gente, ah no eh... que se encarguen los
políticos, yo no tengo nada que ver, que voy a tener
que ver yo si en este país de mierda, ningún servicio
funciona como debiera.

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Olvidos II

Al despertar no se acordaba si había jurado


olvidarla.

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Olvidos III

No sé si juré olvidarte.

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Cuarenta y uno / Once - Munro

Hay de esas horas, en las que Buenos


Aires es cubierto por una atmosfera de misterio.
Fantasmagóricas y omnipotentes, se vuelven sus
calles. Así de temerosa y cabildante, la gran ciudad de
Argentina, inicia su rodar cotidiano. Y todos los
miedos y las ilusiones, comienzan a brotar desde las
entrañas de sus veredas gastadas. Inundándolo todo.
En esos momentos, todo es posible. O todo, parece
posible. Esa es la creencia que mueve a los porteños,
cuando salen en la oscuridad, rumbo a sus labores
cotidianas.
Aquella primera vez no hacía frío.
Era verano. Y el aire templado, cargado de humedad,
acompañaba la pesadez de mi cuerpo recién
amanecido. Yo salí a la calle y crucé Virrey Liniers.
Tenía que tomar Venezuela para llegar a la parada.
Iban a dar las cinco. Aún estaba de noche pero pronto
amanecería. Y yo avancé por la calle desnuda,
esquivando eses de perro. De tanto en tanto, me
restregaba los ojos para quitarme las lagañas, que
todavía resistían en mis ojos. En esa semioscuridad de
Venezuela, aumentada por la copa de los árboles, el
barrio parecía dormir. Una cuadra, dos, tres con la
vista clavada en las baldosas. Todavía faltaba para
llegar a destino. Cuando alcé la vista, ya estaba a la
altura del Hospital Ramos Mejía. <<Vamos bien, dos y
ya estamos>> Me dije.
Todo parecía tranquilo. Pero era fácil
percibir la zozobra del sitio. Crucé otra calle. La

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Mario Gachetegui Iriart

Octava parecía dormir, junto a unos autos destruidos


que la acompañaban desde la acera. Apuré el paso.
Telo aún funcionando y finalmente esquina La Rioja.
Ya está, pensé mientras doblaba. El último tramo del
recorrido. La Rioja casi esquina Belgrano, ahí iba yo.
Pasó un 68 ligero de todo. Detrás, un 93 que venía
desde Avellaneda. Mientras tanto, yo iba llegando a la
parada del 41. Que está solita, frente un restaurant
español cerrado.
No había nadie ahí, así que me
apresté a esperar. Otro 68 más. Que buena frecuencia
che, lástima que va por Luís María Campos. Yo tenía
que empezar un nuevo trabajo sobre Cabildo. Barrio
de Belgrano, caserón de tejas. Pero no tardó en hacerse
ver, aquello que vine a buscar. Ni bien cruzó Agrelo,
pude divisar su figura saltando desde la oscuridad. Su
luneta blanca iluminada, hacía resaltar un 41 negro,
que era fácil de advertir en la distancia. Antes aún, que
uno pueda detectar su característica y llamativa,
trompa de color amarillo huevo. Entonces sentí alivio.
Lento avanzó, hasta que lo detuvo el
semáforo de Venezuela. Entonces me apresté a esperar
el abordaje. Pero cuando di un paso hacía el cordón de
la vereda, a mi lado ya tenía dos personas más. Una
vieja gorda que parecía enfermera, llegó desde la
avenida. Y sobre la calle nomás, le hizo señas al
chofer. Así fue como eludiendo la cola de la parada,
subió al micro primero que nadie. Ese día, recuerdo,
que no le di importancia a la actitud de aquella.
<<Hasta Cabildo al 500>> Le dije al chofer y puse las
monedas en la máquina. 5:05 hs. decía el boleto. Y me
senté.

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Matando e-nanos @ garrotazos
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Dos pasajeros más, eran los que traía


el coche. Una papa, vacío, sentate donde quieras. Eso
estaba muy bien, para comenzar un primer día de
trabajo. Y cruzó Belgrano. El Hospital Español. Y más
oscuridad rumbo al Once. Yo miré mis compañeros de
viaje. Las veredas estaban vacías. Un morocho petiso
que tenía cara de peruano. La vieja gorda colada. Y un
flaco cara de piscuis. Todos los que habían subido
conmigo en la parada. Antes, habían subido dos
mujeres. Pero no pude focalizar, porque venían
sentadas muy atrás.
El avance fue rápido. El coche recién
se detuvo, una cuadra antes de llegar a Plaza Miserere.
Ahí subió un veterano cabello blanco, casi rapado.
Solo cuando se sentó, pude observar que tenía una
coleta larga, que sobresalía de su cabello ralo. De ahí
en adelante fue melena para todos. Plaza Once y ahí la
cosa fue más impersonal entonces. Un montón de
desconocidos poblaron el micro. Creo que todos los
que veníamos en él, nos sentimos algo así como
invadidos. Pero aquella primera vez, no dijimos nada.
El coche siguió su marcha. Cruzó
Pueyrredón y se metió en ese laberinto de mercachifles
que alguien llamó cariñosamente El Once. (Porque
está al lado de la Estación Once de Septiembre.)
Vuelta para acá, frenada allá. Otra vuelta más y
avenida Corrientes. Derecho, derecho y avenida
Córdoba. Otra vuelta, rodear iglesia y avenida Las
Heras por fin. Cuidado... un poco de compostura que
estamos en Recoleta che. Póngase coquetos. A esa
altura ya había amanecido. Semáforo y más marcha.
Hospital Rivadavia. Ahí, mucha gente dejó el coche.
Seguir, Parque Las Heras, Palermo, Palermo.

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Mario Gachetegui Iriart

En la Plaza se bajó melena. Una


cuadra después, mi amigo el peruano. Guarnición
militar Buenos Aires. Más conocida como el
Regimiento 1 y 2 de Patricios. Y finalmente calzada
circular. A mi izquierda Jardín Botánico, a mi derecha
Jardín Zoológico. No, la Sociedad Rural esta allá
enfrente. Plaza Italia y Santa Fe hasta el viaducto
Carranza. Me bajé en la parada que está junto al
Instituto Geográfico Militar. Y caminé hasta mi
trabajo. Sin saber que aquel viaje, marcaba el
comienzo de una relación, que iba a estar plagada de
sensaciones sin igual.
El trabajo estaba bien. Por eso, al día
siguiente, nuevamente hice el mismo recorrido. Y
entonces advertí que la gente que subió al 41, era la
misma. Solo que creo que esa segunda vez, el coche
traía cuatro pasajeros. Este iniciaba el recorrido en la
plazita Martín Fierro. A pocas cuadras de donde yo iba
a esperarlo. El trayecto, igual al de ayer, claro está. Y
del mismo modo fue todo el resto de la semana.
Peruano y piscuis en mi parada, junto a la vieja gorda
que siguió colándose. Antes de la plaza, subió melena
y todo así. Solo varió el domingo, donde los pasajeros
fueron otros.
Así fue como al cabo de unas
cuantas semanas, ya éramos como de la familia. Cada
uno llegaba a la parada y esperaba a que llegaran los
demás. Una mirada y saludos, comentarios sobre el
clima. Y esas cosas interesantes, que se dicen cuando
se espera un micro. Al llegar el 41 nos contábamos.
Para saber si no estaba faltando alguien. Y todo así.
Íbamos poco a poco, conformando una cofradía
interesante. Éramos la familia del 41, de calle La

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Rioja. Así, nos fuimos abriendo paso en el trayecto. Y


en la Ciudad de Buenos Aires. Otra mirada y un
comentario sobre la política actual. Y todo era así.
Una mañana junto a piscuis,
decidimos que había que hacerle una trabada a la
gorda colada. Para que se diera de hocico contra el
piso. No puede ser que siempre haga lo mismo, que le
pasa, no respeta a nadie, que nosotros estamos
dibujados acá en la parada, no señor, tiene que
ajustarse a las reglas, sí señor, que no, que sí, que se
ajuste a las reglas. Sin embargo, no hizo falta que
hiciéramos nada. Aunque fue como si lo hubiésemos
hecho. Porque cuando llego el 41 esa mañana, la gorda
encaró para la puerta del bondi, como de costumbre
pero tropezó. Y se dio la cabeza, contra el soporte del
espejo del colectivo. Los demás, subimos mientras por
arriba de nuestros hombros, la mirábamos tomarse la
frente para aliviar el dolor del golpe. ¡Se hizo justicia!
Sí, toma para que tengas. Abusadora de la confianza
de los demás pasajeros. ¡Atrevida! Eso sí, ninguno de
nosotros se echó a reír, que debiera haber sido lo
correcto. Pero tratándose de caballeros que éramos, no
lo hicimos. Pero lo mejor fue, que nunca más volvió a
colarse. Había entendido el mensaje.
Y así se iba desarrollando nuestras
vidas. Que qué tal que como le va, que bien que como
anda. Hasta que un buen día, empezamos a notar que
hacía varios días que melena, no subía en la parada
suya. Y nos empezamos a preocupar. ¿Estaría
enfermo? Es posible, ya había pasado el verano y
también el otoño. Quizá tenía gripe. No dijimos
mucho, pero en todos se nos notó la preocupación en
el rostro. Y desde ese día, empezamos a prestar más

55
Mario Gachetegui Iriart

atención a esa parada. Sin embargo, melena seguía sin


aparecer. Dos días, tres, cuatro, cinco y a la semana y
media, ya la preocupación de que algo malo le hubiese
sucedido, nos inundó a todos. Melena no era un pibe,
tenía sus años. Quizá se enfermó y se le complicó el
cuadro médico. ¿Puta che, como estará melena? Y el
pánico ya estaba rondándonos. Hasta que a las dos
semanas clavadas nos dimos cuenta de lo que
realmente había sucedido con melena. Fue en la
parada, con piscuis, el peruano y la gorda, que ahora
esperaba atrás de nosotros como corresponde, cuando
comprendimos la suerte de melena. Esa mañana
cuando el 41 avanzó cruzando Venezuela, nos hizo
comprender la triste verdad. Venía lento y esta vez en
lugar de lucir su traje de amarillo huevo, venía vestido
todo de color negro y con una corona de flores en su
trompa. ¡Pero la puta madre che! Falleció melena, de
esa manera, justo que nos empezábamos a llevar tan
bien, que cosa es la vida, eh… nos somos nada, vio, si
no somos nada…
Una semana estuvo el colectivo
pintado de negro en forma de respeto por el deceso de
melena. Nosotros pasábamos por la parada e
inclinábamos la cabeza en señal de despedida.
Finalmente y como nada es eterno, el luto terminó una
mañana que vimos al 41 vestido con su tradicional
amarillo huevo. Y nos dimos cuenta que la vida
continua, a pesar de todo. Y para levantarnos el ánimo,
el Jefe de Gobierno porteño, nos aliviano el trayecto.
Cosa que nos gustó. Fue un gesto muy interesante para
con nuestro dolor. Él decidió que la avenida
Pueyrredón fuera doble mano, reconduciendo además,
al trayecto del 41 por esa arteria desde Belgrano.

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Matando e-nanos @ garrotazos
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Ahora era Avenida Belgrano, hasta Jujuy. Y por Jujuy


hasta la continuación en Plaza Miserere, que es donde
se hace Pueyrredón. De ahí, derecho hasta Las Heras,
retomando luego el recorrido habitual. Cuando nos
dimos cuenta, nos emocionamos mucho. Recuerdo
bien que piscuis no podía dejar de moquear. Fue
peruano quién le alcanzó su poncho para sonarse
aquella tremenda zanahoria. Todo era para que no
volviéramos nunca más a pasar por la parada de
melena. Y no era poca, la emoción que nos embargó.
La parada había sido retirada en homenaje a melena.
Nadie más volvería a tomar el 41 en ese lugar. Un
gesto digno de destacar por parte del Gobierno
porteño. Que además nos aliviano la congoja de pasar
por ahí, sin que melena subiera. Y nos acortó la
distancia y el tiempo de viaje también, pero eso fue lo
de menos.
Finalmente un viejito empezó a
subir en Pueyrredón y Mitre acompañado siempre de
una joven. Y al cabo de un tiempo nos terminamos
haciendo amigos de ellos también. Piscuis por
ejemplo, no paraba de cortejar a la joven. Y nosotros
con Perú y la gorda, que desde que se dio el golpe en
la frente, hacía la cola y ya era una amiga más,
decidimos hablar con piscuis. Hombre que el viejo se
puede enojar, si y usted es una persona grande, no me
ande haciendo papelones de niño adolescente piscuis,
por favor… Pero no entendió y se nos enojó mal.
Hasta cambió la parada. Y se iba a tomar el 41 a la
plazita Martin Fierro. Qué cosa che… las cosas que
puede hacer una mujer, sí señor, mire usted como son
las cosas, sí y mire que hemos pasado cosas juntos eh,
si pero parece que la muchacha es más importante

57
Mario Gachetegui Iriart

para él que nosotros, si es verdad. Y desde entonces,


dejamos de dirigirle la mirada. No nos fue fácil.
Habíamos perdido un amigo más. Eso no es algo fácil
de digerir. Y todo por nada. Así que volvimos a
nuestra rutina, un poco descorazonados. De tanto en
tanto, observábamos con peruano, que piscuis nos
miraba desde el fondo del micro. Pero nosotros nada.
Ni un gesto le hacíamos.
Hasta que un día nos sorprendió.
Regreso a la parada. ´Con peruano nos cruzamos la
vista unos segundos y sonreímos. Yo vi que peruano
meneaba la cabeza asintiendo mientras sonreía. Por
fin, Piscuis había atendido nuestras demandas. El
regreso de un amigo. Sano y salvo. Y los tres nos
abrazamos en una mirada socarrona de complicidad.
Pero ese no el único retorno. Hubo
otro más la semana siguiente. Y me duele contar esto.
Porque la historia hubiese quedado buena si yo lo
hubiese omitido. Aunque en honor a la verdad, no
puedo dejar de hacerlo. Así que queda el lector
advertido. Puede dejar este relato en el párrafo anterior
y suponer que la vida es una cosa dura pero con final
siempre feliz. O bien leer el párrafo que sigue. Y
encomendarse a Nietszche.
Esa mañana inefable, para todos,
arrancó como siempre en la parada de La Rioja y
Belgrano. Llego el micro como siempre y doblamos
por Belgrano hasta Jujuy. Ya dijimos que había
cambiado el recorrido. Para en Moreno, parada en
Hipólito Yrigoyen y parada en Rivadavia. Todo
normal, nosotros siempre en nuestras conversaciones
mudas. Veníamos en la nuestra como siempre, ya lo
dije, hasta que llegó el final. Inocentes, miramos a la

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Matando e-nanos @ garrotazos
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puerta para ver quién subía en la parada, frente a la


estación 11 de Septiembre, y ¡para qué lo habremos
hecho! Ahí estaba esperando el turno para sacar el
boleto. No se juega así con los sentimientos de una
comunidad. No sé por qué lo habrá hecho. Lo único
que sé, es que desde aquella mañana en la que melena
subió en esa parada nueva, nosotros nunca más
volvimos a tomar el 41.

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Mario Gachetegui Iriart

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

La gesta del olvido


Tras su manto de neblina,
no las hemos de olvidar.

Marcha de Las Malvinas.

Elegí no formar parte del cortejo ese, que se


fue alejando por la calle empedrada, porque sabía bien
que no iba a soportar las instancias finales del acto,
(nunca me gustaron las despedidas), y elegí quedarme
mientras este se alejaba con su desgano ritual, entre las
brumas del atardecer, en medio de un acompañamiento
que a duras apenas llegó a contar con tres autos, dos
que había puesto la cochería, carroza uno de ellos,
portando tres coronas, y un tercero, que era un remis
venido con unos parientes de no sé qué parte, y que se
esfumaron de mi vista con su ralenta cadencia, en la
primer esquina a su paso, acto que usé finalmente para
suspirar, puesto que no dejaba de ser un alivio, tener la
certeza de él ya estuviese camino del campo santo, y
me sentía liberado de cierta congoja forzada, que traía
desde el resto del día, entonces, mis ojos se cerraron
como intentando guardar esa imagen en la cinemateca
de mis penares, para siempre, mientras le daba el
último adiós al querido rosita, hum... ¡rosita!, ¡qué
mote le vinimos a poner al pobre!, ahora recuerdo bien
cuando fue, si... fue por la turca (estaba muy bien la
guacha), que va, eran otros años aquellos, de plata en
los bolsillos, ella tenía los ojos claros (verdes), se
podía tomar cerveza con dos mangos, y... un culo de la

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Mario Gachetegui Iriart

puta madre, nos juntábamos a guitarrear, por lo


demás... era piola la loca, y nos cagábamos de risa de
cualquier boludez, ¿qué te parece si le regalo unas
rosas?, y si te copa... metele nomás, ¿te parece que ira
a quedar bien?, y... yo estoy empezando a
convencerme de que sí... que las mujeres mueren por
unas rosas y una poesía, ¿no será que te estás poniendo
viejo?, no lo vaya a creer... vea, ¡vos metele y no le
hagas caso a este salame!, ¡si mandale unas rosas, si...
¡dale con las rosas!, hum... rosita rosita, rosita rosita,
¡lindo culo el de la turca, vistes!, si... te lo imaginas en
la cama con rositas, porque no es lo mismo una cama
turca que una turca en la cama rosita, ¡delen, jodanme
pelotudos!, bueno rosita, y... rosita rosita, y le quedó
rosita nomás, unas rositas para caer bien... vistes, si...
rositas, la turca rosita, el cuuulooo rosita, los ojitos
rositas, rosita rosita, y nunca supo el rosita que ese fue
el principio de su fin, sí, rosita, que teníamos diecisiete
y la turquita Juliana andaba recaliente con él... rosita,
¡pobrecito rosita!, y no porque la turca no le fuera a
dar pelota, si fue con el rosita, con quien se terminó
casando, pero pobrecito rosita, por la vida de mierda
que tuvo que llevar el rosita, para nada de color rosita,
y ¡mierda en lugar de rositas se tuvo que llevar!, un
final para nada rosita, pero eso sí eh... hecho a la
medida del rosita, ¡lo único que le hicieron a medida al
pobre rosita!, la turca, el rosita, el rosita, la turca, turca
turca, rosita rosita, y cuando abro los ojos, me doy
cuenta que los tengo llenos de lágrimas, entonces
decido regresar a casa, ¡qué otra cosa pudiera hacer
por ahora!, lento, como el cortejo aquel en medio de
este otoño gris de desolación y de frío como todos los
días, como el cortejo, como la muerte, como toda mi

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

vida, bah... como la vida de todos nosotros que alguna


vez nos quisimos tanto... hum, parte de una generación
de otoños, fríos y cortejos fúnebres, ¡la puta carajo!,
¡qué inevitables son los recuerdos!, pero... los años
aquellos, antes de que se hicieran años, los años de la
niñez, los de los picaditos en el potrero de la Embajada
que todavía era la casa de los Sánchez Tiscornia,
porque todavía no era la Embajada que al final, nunca
construyeron, predio que nosotros usábamos para
potrear como chivos, al rosita lo cagó la vida, sí flaco,
tenes razón, y después de decir eso, se prendió un
pucho como era su costumbre y se rajó del velorio, con
razón, ya que después de todo, los velorios son una
porquería asquerosa, a donde uno va por el muerto y
pronto terminas enterándote que es el único que no
está presente, entonces, te encontras con los vivos, ¡de
yapa!, los vivos esos que vos no queres ver ni muertos,
y todo así, por eso el flaco se rajó y no volvió ni al
cierre del cajón, ¡para qué iba a venir!, habíamos
vivido tantas cosas juntos, el flaco, siempre juntos, el
rosita, y nunca le aflojamos, el enano, ¡ni debajo del
agua!, yo, no arrugamos jamás, bueno, hasta que el
rosita finalmente cedió y ahí la rueda empezó a girar
invertida...
Así fue que contaron que llegó a eso de las
siete a su casa, él había andado buscando trabajo por la
zona de Quilmes (o no sé bien dónde), y se encontró
con esa nota arriba de la mesa, luego, un ropero vacío
y aunque aquella no tenía firma, él no la necesitó para
saber que los trazos de aquellas letras, le pertenecían a
la turca, entonces, sobrevino el final, que va, la quería
con el alma, era ella quien lo había ayudado a la
vuelta, el final bien marcadito, sí, fue gracias a su

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Mario Gachetegui Iriart

apoyo que se pudo recomponer de los penares


aquellos, el inevitable final, el final de todos los finales
de la vida final de los días finales del final del
finalmente malogrado existir del rosita, hum, y me
acuerdo como si fuera hoy, el día que lo fuimos a
buscar al puerto, y no llegaba nunca, no llegaba nunca,
hasta que por ahí, la turca avistó la trompa (se dice
proa, turca bruta) del General Irizar, y sí, venía
partiendo el río en dos con su filosa nariz, pero tardaba
igual, aunque venía acercándose a nosotros, parecía
que no llegaba nunca, y muchos de los pibes salieron a
la cubierta para saludar, y no llegaba nunca, y las
lágrimas de los que los habíamos venido a recibir, y no
llegaba nunca, desesperación en los que esperábamos,
y no llegaba nunca, deseos en aquellos que venían tras
dos meses de guerra, y no llegaba nunca, un nudo en el
estómago de los que estábamos en el puerto (¿vendría
lo que esperábamos en pie o en ataúd?), y no llegaba
nunca, y la turca que empezó a putear desesperada, y
no llegaba nunca, y el enano y yo que empezamos a
empujar para estar más cerca de la escalerilla, y no
llegaba nunca, y la turca que ahora se agarra a
trompadas con una vieja, y no llega nunca, y... ¡enano,
agarra a la turca porque amasija a la vieja!, y no llega
nunca, y patadas en el culo a un viejo por parte de la
turca, y no llega nunca, y yo separando a un montón de
negros que aprovechando la ocasión, meten mano en
el... de la turca (¡y no era para despreciar!), y no llega
nunca, y dale que te dale, y no llega nunca, y no llega
nunca, ¡y no llega más, carajo!
Y llegó el rosita cojeando, la turca que lloraba
y seguía empujando, ¡para turca de mierda, carajo, que
vamos a ir todos en cana!, y él si apenas podía bajar

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

con unas muletas, y nosotros lo vimos ahí y


empezamos a empujar también, ¡qué se pudra todo!, y
él que nos buscaba entre la multitud con los ojos
perdidos, ¡acá estamos che!, y la turca que seguía
empujando y llorando, ¡acaaaá... no nos ves!, Y él que
no nos encontraba, y nosotros meta empujar, ¡qué va!,
hum, ¡qué alegría hermano!, cuando lo veíamos bajar
despacito, pero bajaba, como podía, pero solito,
¡estaba vivo, hijos de puta!, ¡vivo y la puta que los
parió!, ¡milicos e ingleses por igual!, ¡¡¡estaba vivo!!!,
¡acá rosita!, ¡¡¡accaaá... rosa que te reparió carajo!!!,
ahí estábamos todos, ahí nos vio, hasta ahí llegó, solito
y rengueando, pero vivo, el rostro desfigurado por la
tensión, pero vivo, y la turca lo abrazó, te amo, lo
abrazó el flaco, ¿cómo vamos viejo?, yo lo abrasé,
pibe vamos pibe, lo abrazó el enano, ¿le diste duro a
los piratas?, y él, pobrecito, bajó la vista y se quedó
pensativo, como en memoria de los muertos que
estaban bajando en ataúdes tras su espalda, o el
sufrimiento de los heridos, allá, como recordando
gritos de aquellos que eran despedazados por las
bombas, o el miedo de los bisoños cuando los oficiales
caían a su lado en las trincheras, porque entonces
debían ser ellos mismos los encargados de dictar las
órdenes para rechazar las ofensivas de aquellos
soldados profesionales, bien pagos, bien comidos,
entrenados para matar, combates a muerte, resistencia
ilógica, paracaidistas en San Carlos, Gurkas que te
miraban con esos ojos de gatos salvajes y malditos,
degollando heridos, ¡qué mierda le iba a responder al
enano!, e hicimos un silencio respetuoso, todos
nosotros, y cuando por fin levantó la mirada, la tenía
llena de lágrimas, entonces, recuerdo que amagó una

65
Mario Gachetegui Iriart

sonrisa como para festejarle el chiste del enano, pero


se quedó a la mitad, después, empezó a pasar mucho
tiempo solo, la pierna le fue sanando, aunque terminó
no quedándole muy bien, quedó cojo nomás, y no
quería ni salir a la calle, apenas si algunas veces venía
con nosotros al Bar del viejo Pedro, fue terrible, se lo
pasaba enchufado en la pieza curtiendo Baglietto al
mango, con estas manos de acariciarte la espalda, o
leyendo a la náusea de Sartre, llevare un fusil, o el
extranjero de Camus, tal vez mañana, pero eso sí,
¿eh?, la turca lo siguió, fiel como perrito faldero, y con
los mismos ojos de mirarte, siempre ahí... al ladito,
apuntaré al corazón del que me ataca, ella, creo, fue la
única que lo entendió bien al rosita, y este cuerpo que
también es nuestro cuerpo, claro, que entender todo
eso no era cosa fácil, se hundirá en la tierra, hacía falta
tener mucho corazón para conseguirlo, si me matan... y
ella lo tenía y de sobra, lo demás, es siempre lo de
menos, aunque fuera en esta historia lo de menos, lo
demás, puesto que los que se tuvieron que hacer cargo
de la cosa, se desentendieron olímpicamente del tema,
pero la turca no, tampoco lo hicimos nosotros que
estuvimos siempre ahí, al pie del cañón, mientras ella
le bancaba las lunas, los reproches injustificados, lo
bancaba cuando discutían por nada, cuando la echaba
al carajo porque sí nomás, lo bancaba... como aquel
día, ¡ay que diítaaa aquel!, todos tuvimos que
intervenir, antes de que le sanara la pierna por
completo, casi quince días después de haber llegado,
pobre, la turca ese día se tuvo que rajar de la
habitación como pudo, porque el loco, había entrado a
revolear todo lo que tenía en mano, fue el catorce de
Junio del '82, el mismo día en que Mario Benjamín

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

Menéndez entregó la Guarnición militar Malvinas al


Brigadier General Jeremy Moore, el día que por fin
cayó Puerto Argentino, y todos los soldados nuestros
se entregaron a los pendejos de la Reina Isabel II, sí,
era catorce, ¡qué locura le agarró al cristiano ese!,
tuvimos que meternos todos para que no terminara
haciendo algo jodido en serio, era catorce, aquella
mirada me quedó grabada en las retinas hasta el día de
hoy, era catorce, nunca me la voy a olvidar, sí señor, y
eso que ya pasaron quince años... y toda la vida del
rosita, era catorce, ¡después que casi pierdo una pierna,
que nos cagamos bien de frío, de hambre, de miedo y
de que muchos ya no van a regresar nunca más de
allá!, era catorce, ¡después de nuestros propios
oficiales nos cagaban a patadas, o nos estaqueaban si
hacíamos algo mal!, era catorce, ¡y ahora resulta que
todo lo que hicimos no sirvió de nada, todo lo que
hemos sufrido, todo todo, ¿para qué?, para que venga
un pelotudo, que lo único que hizo en toda la guerra,
fue chupar café, y se tiré a los pies de estos otros hijos
de puta, piratas de mierda!, era catorce, ¡toda la sangre
derramada, no ha servido para un carajo!, era catorce,
ese maldito catorce de Junio del '82, y razones para el
desquicio, le sobraban al rosita, sin embargo, nosotros
tratamos de explicarle la otra parte de las razones que
él, por haber sido un participante activo, no había
podido comprender, las que decían que si Menéndez
no se rendía, muchos más iban a morir aun, pese a
todo, los ingleses nos iban a ganar la guerra de igual
modo, lo ilógico no fue rendirse luego de lo hecho,
sino haber hecho lo que se hizo, esa guerra nunca
debió existir, pero que iba a entender el pobre, si había
estado bajo fuego enemigo mientras nosotros

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Mario Gachetegui Iriart

dormíamos calentitos, ellos dormían abrazados con las


muerte, mientras nosotros lo hacíamos con nuestras
novias, ellos comían mierda, nosotros milanesas, ellos
vestían harapos, mientras nosotros nos arreglábamos
todos los sábados para salir, ellos nos llevaban en su
mente o en una foto, nosotros mirábamos la guerra por
televisión, ellos solo pensaban en hacer el trabajo
forzado y volver, nosotros, ¡cuántos no volvieron!, y
así todo, y así continuó la vida, como todo, y si algo
ganaron los pibes de la guerra, fue la democracia, y
apenas un año después de aquel sacrilegio, estábamos
votando nuestras autoridades, por primera vez luego
de una larga noche, y otra guerra, más salvaje y más
desleal, fue cubriendo de olvido aquella otra, entonces
el rosita pareció ir renovándose con los nuevos vientos
y se consiguió un laburo en una fábrica de zapatillas,
¡lindo laburito!, y comenzó a ganar buena guita, y se
casó, por fin, con la turca, y se fueron a vivir a Villa
Urquiza, y tuvieron tres pibes machitos, y todo al
repelo, y cuando todo iba viento en popa, el viejo y
único enemigo del rosita, hizo su irrupción en escena
nuevamente, sí, el gobierno nacional, su gobierno,
nuestro gobierno, el gobierno de todos los argentinos,
ese mismo que le obligó a escolarizarse, el que una
buena mañana, sin mediar otra cosa que una orden, lo
mando a morir al sur, ese mismo que votamos todos
porque con él, íbamos a poder comer, educarnos y
curarnos, ¡ese innombrable!, y esta vez no lo venía a
buscar para matar por él, sino a lo contrario, esta vez,
había que morir por su desidia, morir de hambre, y en
su propia tierra, no en el oscurantismo del medioevo,
¡hiperinflación alfonsinista!, y el rosita y tantos más se
fueron poco a poco quedando sin trabajo, por lo tanto,

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Matando e-nanos @ garrotazos
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sin pan que poner sobre la mesa con que alimentar a


sus hijos, entonces todo volvió a parecerle un regreso
al rosita, ¡un triste sueño!, y cuando menos quiso
acordarse el pobre, sonamos todos porque llegó la
década de los noventa con su auge primermundista,
entregacionista y asesino, para confirmarnos que no
era un artilugio de Morfeo, sino una triste realidad, y
lo dijo Simón, jamás seremos dichosos, y así fue que
todos un poco nos fuimos quedando sin ánimos de
lucha, y el rosita, sin casa y sin nada, con unas
changuitas para ir tironeando, pero como tironear con
unos pocos pesos, cuando se hablaba de tantos
millones, y de pronto, toda aquella familia que había
logrado armar, el olvido que había ido consiguiendo,
se fue todo a parar al diablo, todo su mundo se le
derrumbo como castillo de naipes al viento, o con los
vientos, renovadores y devoradores del Mercosur y la
madre que lo inventó, ¡y claro!, era lógico, se volvió a
tarar, y lo único que lamento es que no sea hasta el día
de hoy, hasta que es su velorio, que vengo a enterarme
de estas cosas, el fue siempre tan reservado, quizá si
yo hubiese sabido que andaba un poquito tarado, un
poquito repodrido de toda esta vida, a la que hemos
sido condenados sin solución de final feliz, todos los
argentinos, de que se lo pasaba protestando por todo y
contra todo, y también, de que había terminado, y no
una sola vez, en cana por culpa de camorrear en la
cancha cuando iba a ver el Atlanta de su corazón, de
haberlo sabido... últimamente se había puesto muy
malo, él no era así, era buen pibe, servicial y siempre
atento a los problemas de los demás para poder ayudar
en lo que sea, si... fue gracias a él, que en el barrio se
puso el gas natural, porque sea como sea, hay que

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Mario Gachetegui Iriart

decir lo que es, que nadie hizo nada y fue él, quién se
puso las pilas y movió cielo y tierra hasta que el
Intendente decidió hacer la extensión de la red, y
después de todo ,parecía recordarlo con cariño esa
gorda vecina, tenía cara de buena persona y había
recordado aquellos sucesos con cierta congoja, y algo
debía sentir por el rosita, porque había sido vecina del
él en los años de hiperinflación, cuando vivía allá por
José León Suarez, de esto hace unos cuantos años, tres
o cuatro desde que se vino hasta acá, donde tuvo su
última morada y quizá, su última sonrisa, en el
populoso barrio de la Paternal, también pudo haber
sido un lavado de culpas, una descarga de conciencia
de aquella señora, después de todo, para qué sirven los
velorios sino para eso, y además, para enterarse de un
montón de chusmeríos que mientras estás vivo,
siempre permanecen ocultos, pero ahí... no señor, ahí
salen todos los trapitos al sol, y así fue como me enteré
que en estos últimos tiempos se le había empezado a ir
un poquito la mano con la turca, (palabras textuales de
un actual vecino), y se taraba por alguna cosa y
enseguida se la agarraba a trompadas con la pobre
turca, y lo peor es que después se la agarraba con los
chicos, seguía diciendo aquel vecino y nosotros que
nos habíamos criado con el rosita, no lo podíamos
creer, porque teníamos en claro una sola cosa, que él
tenía el corazón de oro y que era incapaz de matar una
mosca, sin embargo, nadie tuvo en cuenta que el
hombre se arma en las circunstancias adversas, y con
las que había tenido que pasar el pobre... ¡qué podía
salir de bueno!, y no solo en la guerra, sino en la
llamada paz, qué se yo, fueron muchas cosas juntas,
unas tras otras como trompadas de loco y así mi viejo,

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no hay quién aguante, él andaba desde algún tiempo,


con los trámites de la pensión de guerra, había
quedado cojo, no conseguía laburo, era justo, se estaba
cagando de hambre, tenía familia, pero como siempre
pasa en este bendito país, la justicia no es cosa de
todos los días, y tal vez, si hubiese recibido esos
apestosos mangos, quizá hubiera limado un poco su
locura, le hubiesen servido para aliviar un poco las
tensiones de estos tiempos, y no es por echarle la culpa
a nada ni a nadie, pero por ahí... al menos hubiese
considerado que aquel esfuerzo en el Atlántico Sur no
había sido del todo en vano, quién te dice, por ahí, con
una entradita fija, la turca quizá hubiese aguantado un
poco más, después de todo, quién hace treinta, hace
treinta y uno, pero quién lo puede saber ahora, por ahí,
quien te dice que el muy tarado, con la pensioncita,
digo, tal vez no hubiese hecho esto que terminó
haciendo, arrojarse a las garras de la muerte sin ningún
tipo de miramientos, pero ya sabemos que son vanas
todas estas hipótesis, porque nada resultó así, y dicen
los últimos que lo vieron, que llegó anteayer a la
noche, dejó la nota de la turca, después de leerla,
sobre la mesa y se fue a dormir sin cena, (no tenía
qué), y que ayer por la mañana, se levantó temprano,
se fue al kiosco de la cuadra y le sacó a cuenta (de
Dios), un paquete de yerba y uno de cigarros, y regresó
a matear, nada hacía presumir el desenlace, dijo el
kiosquero con el que no tenía drama, porque hacía
tiempo que lo conocía y además, el rosita le había
hecho unos laburitos de plomería y esas cosas, el
guacho se daba maña para esas cosas, y además el tipo
este siempre le conseguía una que otra changuita en
esas cuestiones y le fiaba porque el rosita siempre le

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Mario Gachetegui Iriart

pagaba cuando hacía unos mangos, buena onda, eso


era, y dicen que mateo y salió para la estación de
Retiro, y allí se sentó en la puerta a pedir limosna,
vestido con el uniforme de fajina del ejército y un
cartel hecho en cartón que decía que era un
excombatiente de Malvinas, dicen, y dicen también,
que apenas si junto para reponer el atado de puchos
que se había fumado, entonces ya iba cayendo la
noche, compró un paquete de puchos, y se paró a
fumar al borde del andén, esperó que le tren
comenzara a marchar, la marcha de un tren en marcha
no se detiene así como así y arrasa con lo que en sus
ruedas encuentra, luego gritó un ¡viva la patria! y se
largó bajo las estas, ... , lo que sigue ya se sabe, un
maquinista intentando evitar lo inevitable, haciendo
chirriar las ruedas contra los rieles, queriendo frenarlo,
y finalmente, un tren detenido, pedazos de carne y
huesos por doquier y un silencio sepulcral en la
estación, que va, de algo hay que morir, solía repetir el
rosita hasta el hartazgo, algunas veces, uno se cansa, y
él, no soportó enfrentar la vida sin la turca, sin sus
hijos, y son muy al pedo, cualquier conjetura que
podamos hacer ahora, pero sí... en lugar de haberle
llevado flores a la turca, se las hubiera mandado a
Mercedes (que también estaba recaliente con él y le
llevaba alfajorcitos en los recreos), o se hubiese
salvado de la Colimba en aquella mañana de Mayo,
por número bajo y, no haber salido beneficiado el
número de orden 395 (el suyo), con el número 756, o
tal vez, si en lugar de haber sido destinado a
Regimiento de Infantería 12, le hubiese tocado el
Regimiento 1 de Patricios, ¡qué sé yo!, porqué no...
que en lugar de que el R.I.12 le tocara defender el

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Matando e-nanos @ garrotazos
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istmo de Darwin, hubiese sido destinado al cerco de


Puerto Argentino, o hubiese sido apostado como
reserva en Caleta, y los piratas desembarcaran en otro
lado y no en San Carlos, o quizá si la hiperinflación no
hubiese sucedido, Alfonsín hubiese terminado su
mandato y Menem hubiera concretado nomás, la
revolución productiva y no nos hubiese defraudado, y
este loco hubiera conservado la cabeza fría, tal vez si
la turca hubiese aguantado un poco más, y si aquel
tren, se hubiera detenido roto una estación antes, tal
vez estaríamos todos juntos chupándonos una cerveza
en lo del viejo Pedro, y no en el velorio del rosita, pero
el mundo y la vida, son como son, no siempre como
quisiéramos que fuera, y un par de conjeturas, no
ayuda siquiera para mitigar el dolor que nos rebalsa
todos los límites por estos días feos, después de todo,
él tenía que tener un final acorde a lo que había sido su
vida, y él fue un combatiente, un combatiente más,
como tantos de nosotros, en esta lucha desigual y
despiadada contra el tiempo y el lugar, y después de
todo, parece que la noche va a caer nomás, y sería
bueno hilvanar un epitafio para la lápida del rosita, que
diga algo como... aquí yace Gabriel Cosentino, un
combatiente de la vida en Argentina, uno más de los
tantos millones que luchan todos los días por
sobrevivir aquí, en el Sur del planeta, en el culo del
mundo, en el final del pensamiento humano... ¡sí
señor!, eso es lo que fue, uno más de los aquellos mil
que dieron la vida en las islas aquellas, en el Otoño del
'82, en la campaña de Malvinas, la verdadera gesta del
olvido.

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Mario Gachetegui Iriart

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e-ignorantes @ mordiscones

Atracón

La muerte estaba al asecho. Sabía que iba a


tener almuerzo, se lo habían anticipado. Y no iban a
fallarle. Contenta, como toda gorda, se restregó las
manos y se sentó a la mesa en espera del banquete.
Solo cuando me vio aparecer, supo que se
había olvidado de las buscapinas.

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Mario Gachetegui Iriart

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

Río Púrpura
El metal destello con la rapidez de un silbato.
Luego, fue ese líquido rojo que se esparcía en la
alfombra. Finalmente hubo paz. Si esa impostora es la
quietud disfrazada. ¿Silencio? Silencio hubo en todo
momento. Y una ecuación fatal:
Tu ausencia más tú recuerdo, igual a mi amor
menos mi vida.

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Mario Gachetegui Iriart

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Matando e-nanos @ garrotazos
e-ignorantes @ mordiscones

Cría cuervos...

El primer tiro le rozó la oreja. Giménez acusó


el golpe con tranquilidad, dadas las circunstancias.
Pero cayó en la cuenta que era un disparo, cuando algo
caliente, comenzó a correrle por el cuello.
<<¿Sangre?>> Se habría preguntado, de no haber sido
que su mano derecha, fue más rápida que su
pensamiento. Puro instinto. Entonces vio sus dedos
teñidos de ese rojo furia. Y montó en cólera.
<<¡Sangre!>> Dijo. Corroborando también, que ésta
era más oscura de lo que siempre había creído. Pero ya
está bueno, che. ¿Qué es esto, al final? Y la cosa daba
para ponerse a pensar. En lo que iba de la jornada,
había recibido cuatro cascotazos. Uno de ellos, (el más
potente) le estalló en forma de cuarto de ladrillo, sobre
la crisma. Debió pasar casi media hora, sentado,
mientras le sobaban la zona del contacto. Unas cuantas
corridas, amenazas... Pero un disparo, mi viejo, eso es
otra historia.
<<¿Quién tiró?>> Preguntó, cómo
reaccionando de un sueño, a quienes lo habían venido
a rodear. Simples curiosos. Compañeros de bando, que
aunque no los conociera, se le habían arrimado
intrigados. En el centro del estupor, (aquellos que se
limitaban a observarlo, más que a socorrerlo) no
supieron qué responderle. En silencio, miraban su
lóbulo derecho, con temor. <<¡Qué miran, ¿quién
tiró?!>> Volvió a decir. Más enardecido por la
curiosidad de aquellos, que el dolor. Sensación que
casi no advertía, aunque empezaba a presumir. Pero
volvió a quedarse sin respuesta. Y pensó que la cosa

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Mario Gachetegui Iriart

no andaba bien. Como si hubiese algo que si


anduviera, desde que despuntó el día. Solo que él no
había llegado a tomar, conciencia de lo que estaba
sucediendo. El disparo lo despertó. Y pudo ver que
todo era un gran lío. Esas calles de barrio, que alguna
vez fueron transitadas por gente tranquila, ahora se
habían transformado en un campo de batalla. Tierra de
nadie. Y procedió a una rápida requisa ocular. Pero no
pudo divisar nada con la claridad que hubiese querido.
Todo se resumía en una turba huérfana, que corría
enloquecida, llena de ansiedad y desesperación. Eso
era. Las angostas calles de tierra que lindaban al
asfalto, cada tanto y con cierta regularidad, se
encapotaban de piedras que volaban desde todos los
sectores. Una multitud multicolor, iba y venía con
tanta celeridad, que era difícil precisar qué cosa
atacaba, de qué cosa se defendía. Fue en ese momento,
que volvió a escuchar otro silbido cerca de sus oídos.
Luego, un estampido de lata. Tieso en su sitio, pensó
mientras miraba los acontecimientos pasar a su lado.
¡Otro tiro!
Era el segundo disparo. Como en un film, sin
música de fondo. Todavía aturdido, a causa del balazo
que le había roto la oreja, se limitaba a observar las
siluetas esas. Figuras que se recortaban en el mediodía,
deambulando como en un sueño. La oreja seguía sin
dolerle. Pero era otra cosa, lo que le molestaba. Su
manoseado orgullo de macho argentino, de nativo de
Bella vista, le molestaba. Eso era. Que un cobarde le
hubiese agujereado el lóbulo derecho y no se diera a
conocer. Eso era. Y se sabe que la sangre requiere de
sangre, para ser lavada. Eso era. <<¡Quién carajo
tiró!>> Arremetió entonces, aunque esta vez la

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Matando e-nanos @ garrotazos
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pregunta no era para los lo rodeaban. Era para sí


mismo. Buscaba una razón, un justificativo que le
permitiera comprender porque, alguien había usado
deliberadamente un arma de esa forma. Porque le
habían pegado un tiro en la oreja. Porque no podía
localizar a su agresor. Mira si me mata el muy
hijoeputa. Siguió pensando, mientras empezaba a
escuchar de modo creciente, una voz polifónica.
Entonces dirigió su mirada hacía el frente. A la terraza
de un pequeño supermercado. <<De ahí está tirando el
muy puto>> Decía esa voz. Y Giménez focalizó. Pero
supo al instante, (sin ser un experto en armas) que
quién ahora aparecía vigilando la azotea de aquel
comercio de barrio, no era su objetivo. <<Ese es, ese
es>> Denunciaban. <<Bajémoslo a cascotazos>>
Decía exaltada la multitud. Pero Giménez los contuvo.
Ese hombre alto y moreno, de bigote cano, que se
incorporaba del techo del local, saliendo como de una
trinchera, como si hubiese estado combatiendo, (aun
con un arma en las manos) no era quién le había
pegado un tiro en la oreja. Se dio cuenta enseguida.
<<¿Y cómo lo sabe?>> dijo alguien. <<Tiene una
escopeta>> Respondió él. Y agregó:
<<¡Una Ítaca! Si me hubiese tirado con eso,
no me hubiera lastimado la oreja. Me hubiera
arrancado la cabeza. El que tiró tiene un revolver, o
una carabina común>> Pero el tumulto social, no
permitió que continuara. Un grupo de muchachos,
atropelló al herido y a quienes lo rodeaban. En feroz
empellón, fueron desplazados por una pequeña calaña
que huía, llevando mercadería en las manos.
<<¡Métanle que hay pa' todos. Ya entramos y todos se
están llevando algo>> Gritó uno de los saqueadores al

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pasar. Y su voz se fue perdiendo en el espacio, hasta


ser tragada por otros gritos. Gemidos que confusos,
mezcla de cierta algarabía e ira antigua, ahora desatada
de sus amarras. Era la muestra de lo que puede hacer,
la impotencia revertida. ¡Ese era el nomenclador! Sin
embargo, Giménez no sabía nada de eso. Y por tales
motivos, se limitó a esquivar al primero de una nueva
banda, que avanzaba directo a su posición. Pasó
entonces a su lado, el de los paquetes de fideos de
sémola, que se le iban desparramando en su alocado
trote. Luego vino uno con unos paquetes de harina. El
de las botellas de coca cola y el de los paquetes de
chisitos. O aquel con los salamines enroscados en el
cuello, que se llevaba el gancia para el domingo.
Luego pasó el que arrastraba un chango cargado de
cosas. Ese fue más difícil de eludir. Y finalmente el
vacío, a su frente, cargado de adrenalina. Ahora la
visión estaba intacta. Y la oreja agujereada. Un oído le
empezaba a silbar, pero el otro, ahora percibía mejor el
sonido del entorno. Justo cuando casi no había
entorno. Vio una señora, viejita, tratando de juntar
unos fideos tallarines del piso. Sus ajadas y lentas
manos, iban rescatándolos de las pisadas de unos
jóvenes, que todo se llevaban por delante. Todo. Sin
saber por qué, sin mirar a qué. Y se acordó del disparo
y la sangre que le chorreaba. Entonces contraatacó.
Vasco parece. <<Otro tiró, fíjense bien quién tiro>>
Dijo. Pero esta vez, la respuesta le llegó sola. Apenas
hubieron desvalijado el mercado ese, y despejado la
calle en su huida, Giménez pudo ver a dos agentes de
la bonaerense, llegar hasta la puerta del mercadito
agredido. Uno de ellos, el más gordo, pistola en mano,
se plantó en la puerta, mientras el otro ingresaba.

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e-ignorantes @ mordiscones

El agente hizo un movimiento sigiloso con su


cabeza, como si el atracador fuera él, y luego,
apuntando a la altura de un hombre, dejó escapar un
furtivo balazo hacía esa multitud que se dispersaba en
la distancia. <<¡El muy cagón!>> Dijo enfurecido,
tocándose la oreja. <<Me pegó un tiro en la oreja por
cagón>> Una patrulla le cruzó la visión, entonces, y le
quitó de las retinas, la imagen del agente. Siete
hombres armados, bajaron aprisa del coche y se
introdujeron en el comercio. <<Linda protección,
armados hasta los dientes, así es como defienden el
mercado del ataque del hambre>> Dijo alguien, pero
él, consternado y lleno de ira, estalló: <<¡Sí, lástima
que llegan medio tarde! ¿No?>> Y se salió como
despedido, impulsado por la impotencia que había
estallado en bronca. Alguien le debe haber preguntado
a donde iba, porque Giménez dijo algo como que lo
iba a reventar. <<Ese cagón hijo de puta fue el que me
agujereó la oreja>> Agregó mientras esquivaba el
patrullero detenido allí y se introducía en el local.
<<¿Qué hace mi viejo?>> Dijo entonces un joven,
rostro a medio cubrir y carabina en mano. <<¿Qué
haces vos con ese rifle, no ves que está la policía?>>
<<Nada, la fui a buscar porque el tipo del negocio
estaba armado, le tiré dos tiros. El primero no sé dónde
fue, pero en el segundo casi le di, pegó en el cartel,
¿no vistes que el flaco se tiró en de panza en el techo y
ahí se quedó agachado?>>

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Olvidos IV

¿Juré olvidarte?

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e-ignorantes @ mordiscones

Índice

Dedicatorias. P.5

La dueña de mi desdicha. P.9


Círculos viciosos. P. 15
Viceversa. P.17
La carta. P.19
Una vida de perros. P. 25
Esperanza muerta. P.27
La grasa. P. 29
Matando E-nanos@garrotazos E- ignorantes @
mordiscones. P.33
To be or not to be. (Cuestion eternity) P. 35
Olvidos. P.37
Crónica de un día agitado. P.39
Olvidos II. P.47
Olvidos III. P.49
Cuarenta y uno / Once – Munro. P.51
La gesta del olvido. P.60
Atracón. P.74
Río purpura. P.76
Cría cuervos. P.78
Olvidos IV. P.84

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Este libro se terminó de imprimir


en el mes de Marzo de 2017,
en los talleres gráficos de
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Talcahuano 940, Florida, Provincia de Bs As
Tel: 0800-444-1600

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