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Paraá bola del oasis

A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un anciano que se encuentra descansando:
– ¿Que clase de personas viven aquíá?
El anciano le pregunta:.
– ¿Que clase de gente habíáa en el lugar de donde tu vienes?
– Un montoá n de gente egoíásta y mal intencionada – replicoá el joven.
– Estoy encantado de haberme ido de allíá.
A lo cual el anciano comento:
– Lo mismo habraá de encontrar aquíá.
Ese mismo díáa otro joven se acerco a beber agua al oasis y viendo al anciano preguntoá :
– ¿Que clase de personas viven en este lugar?
El viejo respondioá con la misma pregunta: .
– ¿Que clase de personas viven en el lugar de donde tu vienes?
– Un magnifico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos
dejado.
– Lo mismo encontraraá s aquíá, – respondioá el anciano.
Un hombre que habíáa escuchado ambas conversaciones le preguntoá al viejo:
– ¿Como es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?
A lo cual el viejo contestoá :
– Cada uno de nosotros solo puede ver lo que lleva en su corazoá n.
– Aquel que no encuentra nada bueno en los lugares donde estuvo no podraá encontrar otra cosa
aquíá ni en ninguna otra parte.

Queríáan saber en la selva quieá n era el rey y se aparecioá el lobo y dijo, voá tenme a míá de rey. ¿Por queá ?, le
dijeron los animales. Porque con mi boca puedo despedazar un animal en segundos. Bravo. Es el rey de
la selva. Pero aparecioá el leoá n y dijo, no, el rey soy yo. ¿Por queá ?, le preguntaron los demaá s animalitos.
Porque con mis garras puedo destruir cinco animales en segundos. Bravo, el leoá n es el rey de la selva.
Pero aparecioá la serpiente y todos empezaron a reíár. Dijeron, no teneá s la boca del lobo, no teneá s las
garras del leoá n. Pero la serpiente dijo, voá tenme a míá como el rey de la selva, porque con esta lengua
mato a miles en segundos.

No rajemos, no pelemos,

Santiago 1:26-27 Reina-Valera 1960 (RVR1960)


Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su
26

corazón, la religión del tal es vana.

La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos
27

y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

El placer de contar un chismesito puede provocar tanto placer como comerse un chocolate.

Santiago 3:1 Dominar la lengua


3 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que
recibiremos mayor condenación.

MI desafíáo es mayor.

Es maduro soá lo quien es capaz de refrenar su lengua


Caballo, cabestro
Barco, timoá n
Miembro pequenñ o

LO mismo pasa con nuestra lengua es una pequenñ a parte del cuerpo es como una llama pequenñ a que
puede echar a perder todo.

Que te esta llevando a hablar mal de alguien hay algo mal en míá

Nos hace personas menos felices tristes y amargadas

El bigote

Que pasa cuando logramos dominar la lengua

Santiago 3:13-18

Cuando alguien hace algo errado lo apoyas lo corriges lo acompanñ as.

A los que buscan la paz entre las personas Dios los premia daá ndole paz y justicia.

La fe sin obras es muerta

Tiene que notarse que Cristo vive en ti. Tiene que mostrarse la fe por la lengua.

Antes de hablar piensa coneá ctate con el Senñ or.


Sirve que vaya a contarle a esta persona lo mal que se porta mi marido
Es importante lo que voy a decir
Es verdad lo que voy a contar
Caja de resonancia – Voy a hablar con fulanito
Es necesario
Es una solucioá n
Es el momento oportuno la actitud

Las personas que hablan tiene baja autoestima no se aceptan a ellos mismos y proyectan su propios
problemas emocionales en los otros.

Por queá estoy hablando mal de otros por queá propagando rumores chismes. Hay algo en míá hay un
problema de fondo seraá que tengo queso en la nariz por eso huelo todo mal.

Salmos 34:12-14 Traducción en lenguaje actual (TLA)


12
Si quieren gozar de la vida
y vivir una vida feliz,
13
dejen de hablar mal de otros
y de andar diciendo mentiras;
14
aléjense del mal y hagan lo bueno,
y procuren vivir siempre en paz.

Nuestro tiempo en hablar sea para bendecir


Pensar antes de hablar

Cuando alguien se equivoque que voy a hacer


Cuando alguien me cuente algo malo de alguien que voy a hacer

antiago 3:1-4
Continuamos hoy, amigo oyente, viajando por la epíástola de Santiago. Y llegamos al capíátulo 3 de esta
epíástola. Le recordamos que nos encontramos en la primera gran divisioá n de esta epíástola, que lleva el
tíátulo "La verificacioá n de la fe genuina" y que abarca los capíátulos 1 al 3. En esta gran divisioá n ya
hemos considerado los siguientes tíátulos o temas: "Dios prueba la fe por medio de las dificultades de la
vida"; a continuacioá n consideramos que "Dios no prueba la fe por medio del mal"; despueá s vimos que
"Dios prueba la fe por medio de La Palabra y no por medio de las palabras humanas"; otro tema
considerado fue que "Dios prueba la fe por medio de nuestra actitud y acciones con respecto a las
personas".

Y especial estudio merecioá el tema inmediatamente anterior a eá ste, que llevoá el tíátulo; "Dios prueba la
fe por medio de las buenas obras". Terminamos nuestro programa anterior con el conocido versíáculo
26 del capíátulo 2, que dice lo siguiente: asíá como el cuerpo sin espíáritu estaá muerto, tambieá n la fe sin
obras estaá muerta. Asíá que, como consta en nuestro bosquejo general que presentamos en la
introduccioá n a este libro, hemos asignado a este capíátulo el tíátulo:

Dios prueba la fe por medio de la lengua


El profesor McGee escribioá un trabajo sobre este tercer capíátulo de la epíástola y eligioá para eá l un tíátulo
sensacionalista, llegando a la conclusioá n de que su sensacionalismo no era mayor que el de la Biblia
porque, despueá s de todo, su tíátulo era un tíátulo Bíáblico y fue el siguiente: "El infierno en llamas".
Veremos que eá sta fue la expresioá n que Santiago usoá en este pasaje en el cual habloá sobre la lengua.

Siempre se oye hablar mucho sobre la libertad de expresioá n y la libertad de prensa. Sin embargo,
ambas expresiones de libertad se han visto con frecuencia degradadas por la manipulacioá n, el lavado
cerebral y el lenguaje de bajo nivel. A veces da la impresioá n de que, junto con las citadas expresiones
de la libertad, alguien deberíáa proporcionarnos la libertad de oíár. Aunque hay que reconocer que
muchas veces podemos escoger lo que leemos, lo que vemos y lo que oíámos.

Este capíátulo trata sobre "La libertad de Palabra en la Universidad de Dios", que es otra manera de
titular este capíátulo en particular. Tambieá n nos gustaríáa un tíátulo que dijera: "Dios escucha nuestra
conversacioá n". No hay ninguna duda de que EÉ l tiene el derecho de escucharnos hablar. EÉ l ha tenido ese
derecho por mucho tiempo, y ha oíádo todo lo que usted y yo hemos dicho. Se ha calculado que una
persona normal pronuncia alrededor de 30.000 palabras por díáa. (Por supuesto que hay personas que
exceden ese nuá mero). Es una cantidad suficiente como para escribir un libro de buen tamanñ o. En toda
una vida, usted o yo podríáamos llenar una biblioteca con las palabras que hemos pronunciado. Por
cierto, Dios lo tiene todo registrado porque EÉ l escucha nuestras conversaciones.

Ahora, los problemas ocasionados por la forma en que se ejerce la libertad de expresioá n no solo se
reflejan en los medios de difusioá n, o en la universidad, sino tambieá n en aquellos cíárculos cristianos
donde impere el cotilleo, o los chismes. Cada uno de nosotros, los cristianos, tenemos que
preocuparnos por la forma en que ejercemos nuestra libertad de palabra.

Tal como hemos hecho con el libro de Proverbios, comparamos a la Epíástola de Santiago con un curso
en la Universidad de Dios. Es como si Santiago hubiera sido el rector de esa universidad, a medida que
consideramos este tema poleá mico, y eá l tuvo mucho que decir sobre el uso y el abuso de la lengua. En
esta Epíástola hemos visto que Dios prueba nuestra fe de muy diversas maneras. Aquíá Dios prueba
nuestra fe por medio de nuestra lengua. Queremos alcanzar el estante alto del laboratorio de la vida y
bajar un frasco de aá cido para probar nuestra fe. En realidad, este aá cido es mucho maá s potente que el
aá cido sulfuá rico, el aá cido clorhíádrico o cualquier otro aá cido que haya sido creado por el hombre y la
etiqueta que encontramos en el frasco dice LENGUA.
Sin embargo, no estamos hablando de la quíámica de la lengua, sino de la teologíáa de la lengua. Santiago
ya habíáa indicado que iba a tratar este tema. En el capíátulo 1, versíáculo 26 dijo: 26Si alguno se cree
religioso entre vosotros, pero no refrena su lengua, sino que enganñ a su corazoá n, la religioá n del tal es
vana. Y recordemos que tambieá n escribioá , en el mismo capíátulo 1, versíáculo 19, todo hombre sea
pronto para oíár, tardo para hablar.

La lengua es el arma maá s poderosa del mundo. Es maá s letal que una bomba nuclear, pero de ella no se
lleva a cabo una inspeccioá n cuidadosa. Hay personas que tienen doble lengua, como bien sabemos.
Ellos dicen una cosa por un lado, y luego dicen otra cosa por otro lado. Alguien ha destacado que a un
bebeá le lleva aproximadamente 2 anñ os aprender a hablar, y unos 50 anñ os el aprender a tener la boca
cerrada.

(Se dice que el caracol tiene sus dientes en la lengua, que conserva enrollada como una cinta mientras
no la necesita. Una vez que llega el momento de usarla, saca su afilado apeá ndice y aunque el tamanñ o de
los dientes es realmente microscoá pico, esto no impide el que realmente haga una labor devastadora.
Lo mismo puede decirse de algunas personas, que parecen tener dientes en sus lenguas, y muerden al
hablar, devorando la buena fama y reputacioá n de sus semejantes. )

Alguien ha dicho que si deseamos que nuestra lengua no cometa errores, deberíáamos recordar cinco
factores: (1) a quien hablamos; (2) de quien hablamos; (3) como hablamos; (4) en queá momento
hablamos; y (5), donde hablamos.

La importancia de la lengua ha sido expresada de muchas maneras y praá cticamente cada paíás ha
tenido algo que decir al respecto. En una coleccioá n de dichos de Spurgeon, encontramos las siguientes
frases: "La lengua, un miembro sin hueso, tan pequenñ o y deá bil, puede aplastar y matar", dijeron los
Griegos. Y los Turcos afirmaron: "La lengua destruye una gran horda mejor que una espada". Un
proverbio Persa dice: "Una lengua larga, muerte temprana". A veces tambieá n se oye expresado de otra
forma: "No permitas que tu lengua de corte la cabeza". Los Chinos dicen: "La lengua puede pronunciar
una palabra a tal velocidad que supera a la de un corcel". Los sabios AÉ rabes dicen: "El depoá sito de la
lengua se encuentra en el corazoá n". De la inteligencia de los Hebreos surgioá esta frase: "Aunque los
pies resbalen, nunca se lo permitas a la lengua". Y finalmente, el escritor sagrado corona todos los
dichos, con esta frase: "El que guarda su lengua, guarda su alma".

Por otra parte, el refranero espanñ ol es rico en refranes que reflejan la sabiduríáa popular con seriedad
no exenta de ironíáa. Se resaltan las advertencias, como por ejemplo cuando dicen: "a la lengua y a la
serpiente hay que temerles"; "en caso de duda, ten la lengua muda"; "es peor un tropezoá n de la lengua
que de los pies". Podemos ver la ironíáa en refranes como, por ejemplo, "la lengua es manjar muy grato,
pero servida en un plato" y en cambio, en otros, se destaca el caraá cter danñ ino y destructivo de la
lengua. Por ejemplo, "la lengua no tiene dientes y maá s que ellos muerde"; y otro dice "la lengua,
aunque no tiene huesos los quiebra":

Todos estos dichos revelan mucha sabiduríáa, porque creemos fervientemente que el elemento maá s
peligroso de este mundo es la lengua. Un grupo, institucioá n o congregacioá n de cristianos puede ser
maá s danñ ado por las termitas que haya en su interior que por los paá jaros carpinteros que se encuentren
en el exterior. Alguien lo ha expresado de la siguiente manera: "tu controlas la palabra no pronunciada,
pero la palabra pronunciada te controla a ti". En otras palabras, una vez que usted ha pronunciado una
palabra, ella estaá maá s allaá de su control.

En fin, hasta aquíá hemos hablado de detalles preliminares. Veamos ahora lo que Santiago tuvo que
decirnos sobre la lengua, Leamos el versíáculo 2 de este tercer capíátulo de su libro:

"Hermanos míáos, no os hagaá is maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor
condenacioá n."
Santiago estaba diciendo que el maestro tiene mayor responsabilidad, y la razoá n para afirmarlo es el
grave peligro de ensenñ ar algo equivocado. Estamos sorprendidos y abrumados por la forma en que
muchos cristianos se dejan arrastrar por cualquier tipo de ensenñ anza, especialmente en temas
relacionados con la profecíáa. Todo lo que algunos maestros necesitan hoy es tener mucha labia. Hay
personas que aceptan toda clase de meá todos, cultos y sectas, porque son absolutamente ignorantes de
la Palabra de Dios. Y nos alegramos por el crecimiento de estudios Bíáblicos en los hogares, siempre y
cuando sean dirigidos por personas que tengan una reconocida experiencia en la iglesia, que conozcan
bien la Biblia y que sepan transmitir a los demaá s su mensaje de una manera clara y comprensible.
Ademaá s tales personas deben estar preparadas para responder las preguntas baá sicas que inquietan a
las personas de nuestro tiempo. Hay por supuesto muy buenos maestros dirigiendo grupos de Estudio
Bíáblico. Ahora, cuando eá ste no ha sido el caso, a veces, las divagaciones de un grupo que se aparta de
sus metas y de la ensenñ anza de la Biblia, pueden llegar muy lejos, hasta el punto de forzar la
interpretacioá n de la Palabra de Dios. Por otra parte, otros maestros sucumben ante el orgullo y
muestran una actitud de superioridad ante los demaá s.

Y asíá fue que, teniendo en cuenta los peligros de la lengua, Santiago les estaba diciendo a sus lectores
que muchos de ellos no pretendieran ser maestros; que no pensaran que en el mismo momento en que
alguien se convierte en un hijo de Dios, ya puede comenzar a ensenñ ar en una clase Bíáblica y, por
ejemplo, comenzar a ensenñ ar un libro tan complejo como el Apocalipsis.

Y el versíáculo continuoá advirtiendo a los que asuman la responsabilidad de ser maestros: sabiendo que
recibiremos mayor condenacioá n o, como dice otra versioá n: "pues, como sabeá is, seremos juzgados con
maá s severidad". Francamente, causa temor el ser conscientes de que Dios nos juzgaraá por la forma en
que ensenñ emos Su Palabra, y estaremos bajo Su condenacioá n si nuestra ensenñ anza fuera erroá nea.
Estimado oyente, cuanto mayores sean sus oportunidades de exponer la Palabra de Dios, mayor seraá
su responsabilidad ante Dios mismo. Continuemos leyendo el versíáculo 2 de este tercer capíátulo de la
epíástola de Santiago:

"Todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende de palabra, es una persona perfecta, capaz
tambieá n de refrenar todo el cuerpo."

Este versíáculo 2, comienza diciendo: Porque todos ofendemos muchas veces. Quiere decir que
nosotros podemos fallar con frecuencia y no hay ninguna excepcioá n a esta regla.

Y despueá s dice: Si alguno no ofende de palabra, es una persona perfecta. Aquíá la palabra perfecta
significa un creyente ya maduro, como deberíáa ser, como un bebeá que ha crecido, se ha convertido en
un ninñ o, en un joven, que despueá s madura hasta llegar a la mayoríáa de edad.

Santiago dijo que esa persona "perfecta" era capaz tambieá n de refrenar todo el cuerpo. En otras
palabras, si alguien podíáa controlar sus palabras, podíáa controlar la totalidad de su cuerpo y, en
realidad, toda su vida. La lengua eleva al hombre sobre el mundo animal. Evita que sea un simio que
emite sonidos sin sentido o un loro imitador. El hombre no es un animal con dificultades para
expresarse. Puede introducir transformar el pensamiento en palabras, puede expresarse, puede ser
comprendido, puede comunicarse al maá s alto nivel. La lengua es como un distintivo que usted y yo
llevamos y que nos identifica. Es el mayor indicador de la vida. es el íándice de materias de nuestras
vidas.

Nuestras lenguas nos delatan; dicen quienes somos. Esto ocurre muchas veces a personas que como
nosotros trabajan en un medio como la radio. Hay personas que conocen la voz del locutor o
presentador de un programa y cuando eá ste viaja por alguá n lugar, personas que han oíádo su voz por
radio lo pueden identificar faá cilmente, aunque llegue a pronunciar muy pocas palabras. A veces la
persona se sorprende de que le reconozcan en lugares muy apartados, donde eá l ni siquiera se
imaginaba que le podíáan conocer. Pero por medio del mensaje de la radio, la gente ha escuchado su
voz, y lo reconocen. La lengua, entonces, nos descubre ante los demaá s.
Recordemos que el díáa que crucificaron al Senñ or Jesuá s y como podemos leer en Mateo 26:73, el
Apoá stol Pedro le seguíáa de lejos, y algunos de los que estaban cerca le dijeron a Pedro:
Verdaderamente tambieá n tuá eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. . EÉ l no podíáa
negar que era de Galilea. Asíá que su manera de hablar, dice a los demaá s quieá n es usted; su lengua lo
delata. Revela su procedencia, si es ignorante o educado, ordinario o culto; si es puro o impuro, vulgar
o refinado; si es creyente o blasfemo, cristiano o no cristiano, si es culpable o no lo es. Estimado
oyente, pensamos que, si usted tuviera una grabacioá n de todas las cosas que usted ha dicho durante el
mes pasado, usted quizaá s no querríáa oíárla. .

Bien, veamos ahora si podemos colocar este aá cido del cual hablamos sobre la lengua, sobre su lengua y
la míáa. Santiago tratoá en primer lugar el tema de la lengua desenfrenada, incontrolable. Leamos el
versíáculo 3 de este tercer capíátulo:

"He aquíá nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan y dirigimos asíá
todo su cuerpo."

Aquíá Santiago usoá la ilustracioá n del caballo. Como podemos leer en el Salmo 39, versíáculo 1, fue el rey
David quien dijo: Yo dije; "atendereá a mis caminos para no pecar con mi lengua; guardareá mi boca con
freno, en tanto que el impíáo esteá delante de míá". En otras palabras, David decíáa que como eá l queríáa
presentar el testimonio apropiado, se pondríáa una mordaza en la boca. "Yo quiero presentar el
testimonio apropiado, por tanto quiero ponerle freno a mi lengua". Hay muchos creyentes hoy que
deberíáan refrenar su boca. ( El Salmo 32, versíáculo 9, dice: No seaá is como el caballo, o como el mulo,
sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti. )

Los elementos de la brida no impresionan por su tamanñ o, pero pueden mantener a un caballo vivaz y
eneá rgico bajo control y evitar que salga corriendo desbocado. Pensamos que algunos auá n recuerdan lo
díáas de la carreta y del caballo, y saben el grave accidente que puede provocar un caballo desbocado,
corriendo fuera de control. De la misma manera, la lengua puede descontrolarse. Alguien, hablando de
otra persona ha dicho: "¿Sabe una cosa?, su mente hace que su lengua se ponga en movimiento, luego
su mente se queda en blanco y lo deja". No deberíáamos pasar a traveá s de la vida de esa manera; tiene
que haber un freno para la lengua.

Y despueá s el apoá stol Santiago iba a expresarse de otra manera, usando una ilustracioá n diferente.
Leamos el versíáculo 4:

"Mirad tambieá n las naves: aunque tan grandes y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con
un muy pequenñ o timoá n por donde el que las gobierna quiere."

Los grandes barcos pueden ser controlados por un pequenñ o timoá n, que pocas personas pueden
incluso ver. Una tormenta muy fuerte puede empujar a un barco, pero un timoá n tambieá n puede
controlarlo. Y la lengua puede cambiar el curso de nuestras vidas. Muchos hombres han resultado
arruinados por la lengua. Muchos buenos nombres o reputaciones de mujeres han sido arruinadas
completamente por los chismes de alguna lengua chismosa.

Por lo que estamos leyendo, vemos que Santiago pensaba que la lengua era maá s peligrosa que un
caballo desbocado o que una impetuosa tormenta en el mar. Hoy podemos observar que el
alcoholismo estaá destruyendo a personas y familias. ¿Pero sabíáa usted, estimado oyente, que la lengua
es condenada en las Sagradas Escrituras maá s que el alcoholismo? Creemos que la lengua es auá n maá s
poderosa y destructiva. En este sentido, viene bien recordar lo que dice el capíátulo 6 del libro de
Proverbios, versíáculo 16: Seis cosas aborrece el Senñ or, y aun siete le son abominables: los ojos altivos,
la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, el corazoá n que maquina pensamientos
inicuos, los pies que corren presurosos al mal, el testigo falso, que dice mentiras, y el que siembra
discordia entre hermanos. Como usted puede ver, estimado oyente, una lengua mentirosa es una de las
siete cosas que Dios detesta. Y resulta interesante observar que la lengua es la protagonista, por lo
menos, de dos elementos maá s de esta lista: nos referimos al testigo mentiroso y al que siembra
discordia entre hermanos.

Realmente, la lengua puede implicarnos en problemas, que no nos quepa ninguna duda al respecto.
Alguien ha tratado de subrayar la importancia de las palabras con las siguientes frases: "Una palabra
descuidada, puede encender un conflicto; Una palabra cruel puede destruir una vida. Una palabra
amarga puede inculcar odio; una palabra brutal puede golpear y matar. Una palabra compasiva puede
suavizar el camino; una palabra alegre puede iluminar el camino; una palabra oportuna puede
disminuir la tensioá n; una palabra amorosa puede sanar y bendecir". Hasta aquíá la cita.

Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquíá por hoy, y si Dios lo permite, continuaremos con
nuestro estudio de este tema tan importante y praá ctico en nuestro proá ximo programa. Le invitamos a
continuar acompanñ aá ndonos en nuestro proá ximo encuentro y le sugerimos que continuá e leyendo por síá
mismo los versíáculos siguientes de este capíátulo 3 de la epíástola de Santiago.

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