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I. CÁRCELES EN GUANAJUATO
El Estado de Guanajuato cuenta con uno de los sistemas penitenciarios más sanos en el
país de acuerdo al más reciente Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria
realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Con 10 Centros de
reinserción social, Guanajuato garantiza a esta población un trato digno y respetuoso de
los derechos humanos. El sistema estatal penitenciario cumple con el mandato legal de
preservar la paz y el orden en los Centros de Reinserción Social, pero además impulsa
programas y actividades de tipo laboral, educativo y cultural que permiten avanzar en las
políticas públicas para la reinserción social de los internos. También, durante la
administración estatal 2012-2018 desaparecieron las cárceles municipales, cuya
población fue reubicada a los Ceresos regionales más cercanos al lugar de origen de los
internos, facilitando así el vínculo familiar.
Estructura social
Estructura económica
“Sin embargo, hay que reconocerlo, en las cárceles mexicanas no han existido las
condiciones para que se cumplan estos objetivos estipulados en la Constitución.
¿Realmente a nuestros reclusos se les da educación? ¿Tienen condiciones para trabajar
y llevar una vida sana? ¡Pues claro que no!”
Las cárceles dos torres de cuatro pisos cada una empezarán a operar a finales de este
año. Cada una está diseñada para albergar 768 internos. Por lo que en total tendrán
capacidad para mil 536 reos de alta peligrosidad.
En aumento
Las empresas referidas se beneficiarán del incesante crecimiento de la población
penitenciaria. En su artículo “Cárcel de Apodaca: haciendo leña del árbol caído” (Revista
Penal, agosto de 2012), Barrón da las siguientes cifras: “En 1992 había 101 presos por
cada 100 mil habitantes; luego, en 1996, la cifra ascendió a 102; una década después,
en 2006, era de 200 presos, y para 2010 era de 206”.
La investigación –realizada a partir de la matanza de 44 internos del penal de Apodaca,
Nuevo León, en 2012– también detalla el incremento anual de espacios carcelarios. En
1990, por ejemplo, las 444 cárceles mexicanas que había entonces tenían capacidad
para 61 mil 173 internos. En 2011 había menos cárceles, 418, pero ya tenían capacidad
para 187 mil 752 presos. De manera que la capacidad carcelaria se triplicó en ese lapso.
Pese al aumento en espacios disponibles, éstos han resultado insuficientes para
albergar a la creciente población carcelaria. El dato más reciente es revelador: en 2013,
las 418 cárceles mexicanas tenían capacidad para 196 mil 742 personas y sin embargo
alojaban a 244 mil 960 reos. De modo que tenían una sobrepoblación de 48 mil 218.
¿A qué obedece este acelerado crecimiento de la población carcelaria en México?
El estudio indica que se debe a varios factores, entre ellos “la lucha contra el
narcotráfico”, emprendido a partir de los ochenta y que puso énfasis en penalizar la
producción, tráfico, suministro y comercio de drogas. A esto se suma “la disputa entre las
organizaciones dedicadas al narcotráfico” que provoca reyertas y muertes sangrientas.
También obedece a la “militarización de la seguridad pública”, que ha llevado a emplear
a las fuerzas armadas en tareas de policía. Y, por último, a las “reformas al marco
jurídico” con las cuales se endurecieron las penas.
Sobre este punto, Barrón comenta: “Actualmente hay un crecimiento punitivo en
nuestras leyes; cada vez los delitos son más graves y las penas a esos delitos son más
altas. Esto ha provocado que la mayoría de la población carcelaria esté presa por haber
cometido un robo menor de 5 mil pesos.
“Es muy común que arresten a alguna persona que entra a algún supermercado y se
roba, por ejemplo, un Gansito. Y si va acompañado de un amigo el delito se agrava
porque ya lo hacen en pandilla y los meten a la cárcel por años. Son, pues, los pobres
quienes abarrotan nuestras prisiones.”
El investigador pone como caso ilustrativo el Distrito Federal, donde se empezó con una
política altamente punitiva desde que Marcelo Ebrard era secretario de Seguridad
Pública e introdujo la política llamada de “tolerancia cero”, que no es otra cosa más que
“una dura represión contra delitos menores”.
Esto ha provocado –dice– que los 10 centros penitenciarios del Distrito Federal, cuya
capacidad es de 22 mil 324 mil reos, tengan a más de 41 mil. Menciona otro caso: el de
las Islas Marías, que pasó de mil a 8 mil reclusos concentrados en un área natural
protegida y quienes actualmente ya padecen hasta escasez de agua dulce.
Respecto a los arrestados por narcotráfico señala: “A la gran mayoría de los detenidos
en los operativos contra el narco no se les pueden comprobar nexos con el crimen
organizado. Por ejemplo, de diciembre de 2006 a septiembre de 2011 la Policía Federal
detuvo a 75 mil 276 personas. De éstas sólo 2 mil 554 tenían ligas con el narcotráfico.
Un porcentaje mínimo. De manera que la sangrienta lucha contra el narco tiene
resultados muy exiguos”.
“Para colmo, muchos narcotraficantes que son llevados a prisión siguen participando en
extorsiones, secuestros y venta de droga desde la cárcel. La prisión no los aleja del
delito. Eso es muy grave.”
Bibliografía
http://mexico.pueblosamerica.com/pp/cereso-1000
https://es.wikipedia.org/wiki/Centro_Federal_de_Readaptaci%C3%B3n_Social_n.%C2%BA_12
http://www.proceso.com.mx/379678/las-prisiones-como-negocio-privado
https://lopezdoriga.com/nacional/trasladan-a-hermano-del-lider-de-los-zetas-a-penal-de-
guanajuato/